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NÓMADAS 122 NO. 23. OCTUBRE 2005. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA ORIGINAL RECIBIDO: 16-V-2005 – ACEPTADO: 10-VIII-2005 JÓVENES RURALES Y ACCIÓN COLECTIVA EN COLOMBIA Flor Edilma Osorio Pérez* El texto explora algunas prácticas de acción colectiva de jóvenes rurales en diversas regiones de Colombia. En medio de condiciones muy adversas del sector rural, las y los jóvenes del campo generan y construyen experiencias de diferente orden en el campo político y socio-cultural. Sus percepciones sobre sí mismos, su presente y devenir, se inscriben en el marco marginal al cual se ha relegado el sector rural. Pero, a la vez, buscan superarlo generando cambios que rompen las fronteras rural-urbanas y que los hace visibles en sus contextos locales y regionales. Palabras clave: Jóvenes rurales, Colombia, acción colectiva, juventud, representaciones. O texto explora algumas práticas de ação coletiva de jovens rurais em diversas regiões da Colômbia. No meio de condições muito adversas do setor rural, as e os jovens do campo geram e constroem experiências de diferente ordem no campo político e sócio-cultural. Suas percepções sobre si mesmos, seu presente e devenir, inscrevem-se no marco mar- ginal ao qual se tem relegado o setor rural. Mas, por sua vez, buscam superá-lo gerando mudanças que rompem as fronteiras rural-urbanas e que os faz visíveis em seus contextos locais e regionais. Palavras-chaves: Jovens rurais, Colômbia, ação coletiva, juventude, representações. This article explores some practices of collective action carried out for rural young people from diverse Colombian regions. In the midst of strongly adverse conditions of the rural sector, young people from the countryside generate and build experiences within the political and socio-cultural areas. Perceptions of themselves, of their present and future time emerge out the marginality in which the Colombian rural sector is inscribed. However, and at the same time, they are looking for overcome this situation of marginality generating changes that break rural-urban borders and make themselves visible in their local and regional contexts. Key words: Rural young people, Colombia, collective action, youth, representations. * Profesora asociada Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Facultad de Estudios Ambientales y Rurales, Departamento de Desarrollo Rural y Regional. E-mail: [email protected] [email protected] PÁGS.: 122-131

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NÓMADAS122 NO. 23. OCTUBRE 2005. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

ORIGINAL RECIBIDO: 16-V-2005 – ACEPTADO: 10-VIII-2005

JÓVENES RURALES YACCIÓN COLECTIVA EN

COLOMBIA

Flor Edilma Osorio Pérez*

El texto explora algunas prácticas de acción colectiva de jóvenes rurales en diversas regiones de Colombia. En mediode condiciones muy adversas del sector rural, las y los jóvenes del campo generan y construyen experiencias de diferenteorden en el campo político y socio-cultural. Sus percepciones sobre sí mismos, su presente y devenir, se inscriben en elmarco marginal al cual se ha relegado el sector rural. Pero, a la vez, buscan superarlo generando cambios que rompenlas fronteras rural-urbanas y que los hace visibles en sus contextos locales y regionales.

Palabras clave: Jóvenes rurales, Colombia, acción colectiva, juventud, representaciones.

O texto explora algumas práticas de ação coletiva de jovens rurais em diversas regiões da Colômbia. No meio decondições muito adversas do setor rural, as e os jovens do campo geram e constroem experiências de diferente ordem nocampo político e sócio-cultural. Suas percepções sobre si mesmos, seu presente e devenir, inscrevem-se no marco mar-ginal ao qual se tem relegado o setor rural. Mas, por sua vez, buscam superá-lo gerando mudanças que rompem asfronteiras rural-urbanas e que os faz visíveis em seus contextos locais e regionais.

Palavras-chaves: Jovens rurais, Colômbia, ação coletiva, juventude, representações.

This article explores some practices of collective action carried out for rural young people from diverse Colombianregions. In the midst of strongly adverse conditions of the rural sector, young people from the countryside generate andbuild experiences within the political and socio-cultural areas. Perceptions of themselves, of their present and future timeemerge out the marginality in which the Colombian rural sector is inscribed. However, and at the same time, they arelooking for overcome this situation of marginality generating changes that break rural-urban borders and make themselvesvisible in their local and regional contexts.

Key words: Rural young people, Colombia, collective action, youth, representations.

* Profesora asociada Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Facultad de EstudiosAmbientales y Rurales, Departamento de Desarrollo Rural y Regional. E-mail :[email protected]

[email protected] • PÁGS.: 122-131

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¿Qué acciones colectivas reali-zan las y los jóvenes rurales enColombia? Esta exploración la ha-remos en tres apartes. En el primerodiscutiré sobre la categoría de joveny de juventud. En el segundo, ca-racterizaré brevemente el contextorural colombiano en relación con losjóvenes. Finalmente, me concentraréen algunas experiencias de accióncolectiva de jóvenes en diferentesregiones del país.

¿A quiénes nos referimos comojóvenes rurales? De manera provi-sional y para efectos prácticos, po-demos asumir como jóvenes ahombres y mujeres entre 14 y 26años1, un criterio cronológico co-mún. El carácter rural estaríadado por unos procesos territo-riales muy diversos, cuya cons-trucción social está marcada demanera importante, pero no ex-clusiva, por la relación con el en-torno natural y por la bajadensidad poblacional. En la rea-lidad, la frontera rural-urbana escada vez más difusa, con muchosmás matices en las relacionessociales, en las actividades eco-nómicas y con traslapes socio-antropológicos diversos.

Sin embargo, las delimi-taciones conceptuales tienenimplicaciones concretas. Así, porejemplo, si nos preguntamoscuántos son los jóvenes rurales enColombia, la respuesta oscilaentre los tres y los seis millonesde personas2. La fuente censal, lamás usada, delimita los cascos ur-banos en función de las redes deservicios públicos. El “resto”, queequivaldría a lo rural, para el2003 correspondía al 28 porciento de la población nacional(Perfetti, 2003). Pero hay otras

propuestas. Por ejemplo, identificarcomo rurales a los municipios conmenos de 10.000 habitantes, conlo cual la población rural pasaría al42 por ciento (Pérez y Pérez, 2002).Algunas categorizaciones indicanque 959 municipios colombianospodrían estar en el conjunto de lo“rural”3, y otras señalan que 797municipios se situarían por encimadel 60 por ciento, según el índicede ruralidad4. Estamos entoncesante la necesidad de un replantea-miento de la categoría tradicionalde lo rural5, que implica reconocerlas nuevas dinámicas y revalorizarsu papel y contribución en la vidade la sociedad colombiana.

¿Qué significa serjoven en el campo?Algunasrepresentacionespropias y ajenas

“Aquí hay muchos jóvenespero no hay juventud” (Ferro etal., 1999: 149). Esta frase dichapor un joven sintetiza una realidaden la cual, pese a estar en un ran-go de edad determinado, conoci-do como joven, ello no significa,necesariamente, que se estén vi-viendo experiencias usualmenteidentificadas y difundidas comodeseables para esa edad. Es fre-cuente el imaginario de la juventud

como etapa de preparación, conexigencias menores, con ciertairresponsabilidad y disfrute, an-tes de llegar a la edad de laadultez. Una edad en donde nose es, sino en donde se preparapara ser. Pese a ser una especiede limbo social, la juventudcomo etapa y las y los jóvenestienen cada vez más reconoci-miento y reafirmación espe-cialmente en entornos urbanos.

Sin embargo, en el campo pa-rece haber cierta inexistencia so-cial de esa edad particular, porsu rápida entrada al mundo adul-to. Una encuesta a jóvenes en elpaís encontró varias respuestassobre el significado de ser jovenen Colombia. La diversión, eldisfrute y la alegría son los signi-ficados más frecuentes (Colom-bia Joven, 2000). Esa percepciónde la juventud como un tiempode aprendizaje, de ocio y disfru-te no parece darse en el campo.“Al no haber juventud, no hayilusión de vida. Por no (sic) ha-ber juventud es que la personapiensa tantas cosas bonitas, como

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de progreso, comienza a pensarpara luego practicar. En cambioaquí no hay eso. A aprender a tra-bajar porque no hay más que ha-cer” (Ferro et al., 1999: 153).

La segunda respuesta en impor-tancia, en la mencionada encues-ta, tiene que ver con la utilidad, laresponsabilidad y la preparaciónpara el futuro, la cual está muy pre-sente en el sector rural: “Es estar enel campo, que se preocupe por sutierra, ayudar a la comunidad, sa-car los proyectos que se realicen enla vereda” (Arcila, 2004: 37). In-cluso se afirma como una reivindi-cación frente a la exclusión:

“Es la persona que vive en elcampo pero que tiene los mis-mos derechos y deberes quetienen los jóvenes ur-banos, aún más por-que el desarrollo deuna organización ogrupo o vereda la tie-ne el campo. Entoncessi trabajamos, si saca-mos proyectos, si de-jamos a un lado laviolencia, yo creo queel mundo sería mejory todos, tanto los jó-venes rurales como losurbanos, tendríamosun mayor futuro y unacomunidad en paz yen convivencia”(Ibíd., 2004: 37).

Es necesario recordar que laconstrucción de las represen-taciones de la juventud se ali-menta en buena parte de lapercepción de los otros poblado-res, padres y madres, maestros,medios de comunicación y de lasociedad en su conjunto. Así, porejemplo, en zonas rurales se se-ñala con frecuencia a los hom-

bres jóvenes y foráneos como lasmayores amenazas para las buenascostumbres y la tranquilidad de losresidentes. Desde el consumo dealcohol, las peleas y asesinatos, ladelincuencia común y la organiza-da en el ambiente de los negociosilícitos, pasando por las trabajado-ras sexuales visitantes semanales losdías de mercado, son problemasasignados de manera muy directa alos jóvenes, aunque haya compor-tamientos similares de muchosadultos. Podríamos leer esto comoparte de la discriminación “anti-jóvenes” que implica una descalifi-cación estructural de la generaciónanterior a la nueva (Bourdieu,1984: 172).

Las y los jóvenes en el camposon valorados fundamentalmentecomo mano de obra, pero soninvisibilizados como actores socia-les capaces de comprender, opinary participar. Las reducidas ofertasde servicios se hacen en tanto pro-ductores potenciales, dejando delado las otras dimensiones funda-mentales, como sujetos sociales ypolíticos. La invisibilidad se tradu-ce también en la homogeneización,que oculta la diversidad de proble-máticas, potencialidades, sueños yexpectativas.

El escenario rural:convergencia decondiciones adversas

Las y los jóvenes rurales enColombia viven y so-breviven en condicio-nes generales de granadversidad, que ca-racterizaremos rápi-damente a partir decinco aspectos rela-cionados entre sí: laconcentración de lapropiedad, la crisis delsector agropecuario,la agudización delempobrecimiento ru-ral, los cultivos de usoilícito y el conflicto

armado.

En el 2001, el 0,4 por cientode los propietarios controlaba el61,2 por ciento de la superficie,con fincas de más de 500 hectá-reas. En tanto, el 57,3 por cien-to de propietarios controlabasolamente el 1,7 por ciento dela superficie, con fincas de me-nos de 3 hectáreas (Fajardo,2002: 5). La acumulación de la

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tierra no se ha corregido desde ladécada del 60 pues el índice deGini6, veinte años más tarde, semantenía por encima de 0,82 (Ma-chado, 1998: 81). Estas dinámicasterritoriales de concentración de latierra, de manera legal e ilegal, con-llevan no solo una concentracióndel capital, sino de la renta políti-ca y social. En medio de esta crisisestructural, se desarrollan las crisissemipermanentes, relacionadas conla producción y el empleo (Fajardo,2002).

Si bien ha habido una ligera re-cuperación del sector agrícola enColombia, una mirada de largo pla-zo señala una crisis sostenida quees producto, entre otras cosas, dela apertura económica iniciadaen los años 90. Entre el año 1991y el 2000 se perdieron189.355 puestos detrabajo, de los cualesel 19 por ciento seperdió en el últimoaño, debido a la dis-minución de las áreascultivadas en un 14por ciento7. La crisisha tenido diversos ci-clos e impactos dife-renciados por sectoresy productos. Sin em-bargo, ya sea en laagricultura empresa-rial o en la economíacampesina, las y los jóvenes ru-rales ven afectados sus empleosen la agricultura que, según cál-culos, corresponden a una cuar-ta parte de los empleados quetienen entre 19 y 25 años8. Losucedido con el algodón y el caféha mostrado impactos regionalesseveros en la economía y en ladinámica sociocultural de lospobladores rurales, en medio de

una recurrente exclusión para lospequeños productores (Salgado,2004).

Mientras esto sucede en la agri-cultura lícita, los cultivos de usoilícito, como la coca y la amapola,mantienen un aumento creciente,expandiéndose por el país. Las ci-fras sobre cultivos, áreas fumigadasy erradicadas son una arena políti-ca de debate, en la medida en quebuena parte de la apuesta guberna-mental y sus alianzas con el gobier-no estadounidense se concentranen este campo. La forma y datos delos registros llevan a cifras muy di-ferentes entre lo fumigado, lo erra-dicado y lo sembrado. De allí sedesprenden valoraciones y decisio-

nes sobre el éxito o fracaso de talespolíticas. Según un último reportede la CIA “en el país había sem-bradas a diciembre del año pasado114.000 hectáreas de coca, la mis-ma cifra que existía a finales del2003”, pese a que fue el 2004 elaño en que más se fumigó (El Tiem-po, 2005). Sin embargo, se conti-núa haciendo caso omiso del‘efecto globo’, esto es al traslado decultivos dentro y fuera del país, yal efecto de ampliación del para-guas de ilegalidad (Informe PNUD,2003).

La crisis del sector se manifies-ta también en el aumento del em-pobrecimiento rural. Así, en ladécada del noventa se pasó del 64

al 83 por ciento de pobres rura-les, con un incremento de diez

puntos porcentualescon respecto a la po-breza urbana (Perfetti,2004). Los ingresosreales de los hogaresrurales han disminuidocerca de un 15 porciento, descenso queha continuado de ma-nera que, en el 2000,un empleado del sectorrural recibía un 24 porciento de ingresos me-nos que lo que recibíaen 19949. Mientras queel analfabetismo total

es de 7,6 por ciento, en las zonasrurales llega al 15,4. La escolari-dad urbana es de 8,4 y la ruralsólo del 4,5 (Díaz, 2004). Labrecha con la ciudad en térmi-nos de inequidad en servicios yoportunidades es una caracterís-tica estructural que alimenta ladinámica migratoria rural-urba-na, especialmente de las y losjóvenes.

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Pero la desruralización es fruto,además, de otras dinámicas. El con-flicto armado que tiene como es-cenario privilegiado, aunque noexclusivo, al campo y a sus pobla-dores, ha provocado el desplaza-miento forzado de más de tresmillones de personas10 de las cua-les, en promedio, el 70 por cientoeran pobladores con vínculo rural,en razón de su empleo, su residen-cia y la tenencia de tierra. Se cal-cula que el 55 por ciento del totalde desplazados es menor de 18años. Esta estrategia político-mili-tar de homogeneización de la po-blación para controlar el territorio,que se articula con intereses eco-nómicos locales y regionales, loscuales imponen su hegemonía porla vía del terror y la muerte, hasignificado más de cuatro millo-nes de hectáreas ‘aban-donadas’, de las cualesel 57 por ciento sonparcelas de menos de20 hectáreas (Osorio,2002).

El conflicto arma-do tiene a las y losjóvenes como sus prin-cipales víctimas yvictimarios. Las defun-ciones por homicidiosson mayoritariamentede hombres de menosde 30 años. Una esti-mación conservadora de los me-nores de 18 años vinculados a losgrupos armados como combatien-tes menciona la escalofriante ci-fra de 11.000 personas (HumanRigths Watch. 2003: 6). En sumayoría son hombres, si bien laincorporación de las mujeres escada vez mayor. El 64 por cientode los desvinculados de grupos ar-mados hasta el 2003 tenían entre

14 y 24 años, lo cual significa quecerca de 24.000 jóvenes están vin-culados a las filas de los grupos ile-gales11, de los cuales el 79 por cientotiene origen rural (Gómez, 2003).El ingreso masivo, en el caso de losparamilitares, incluye tanto laboresde inteligencia, como trabajo mili-tar y labores en las fincas de los je-fes, algunas de ellas relacionadas concultivos de coca12. Pero ¿cómoautoperciben esta vinculación las ylos jóvenes rurales? Veamos algunasrespuestas desde ellas y ellos mismos:

“Hay un elemento que es clási-co y eso es intrínseco a ser jo-ven, la juventud es propicia a laacción, a la acción contestata-ria (...), por eso las FARC son

una guerrilla joven, incluso lamayoría de los mandos que con-forman la línea de mando de losdiferentes frentes, son jóvenes de20, 22, 25 años, que hayan teni-do alguna experiencia dentro dela organización. Además hayotro tema y es que en muchasregiones donde opera el movi-miento guerrillero, las posibili-dades de los jóvenes son muypocas. El trabajo esclavizante, lapérdida afectiva, la imposibili-dad de tener porvenir, de mane-ra tajante los obliga a asumir unaactitud de vinculación al movi-miento guerrillero” (Ferro yUribe, 2002: 72).

“Como la mayoría de mucha-chas vienen del campo, la mu-chacha del campo tiene muypoco. Si es de extracción popu-lar, ha tenido muy pocas como-

didades. Cuando seviene para acá, el mo-vimiento da todo: co-mida, ropa, y lo quenecesitamos nosotrascomo mujeres: toa-llas, protectores. Lamuchacha que vienedel campo no teníaesas cosas y, dentro denuestro sacrificio, nosda una cierta como-didad, no la tenemosque pagar”... (Ferro yUribe, 2002: 73).

“Mis hermanos sí fue-ron al colegio, el úni-

co que no estudió fui yo (...)Estuve con la familia hasta losnueve años. Luego comencé aandar con los vecinos que tra-bajaban la amapola y me lleva-ban a sembrarla. Les ayudaba yme daban cualquier cosa (...) Undía llegó la guerrilla y comenzóa quemar casas cerca de dondevivíamos nosotros, y uno conmiedo. Yo no estaba metido ennada, ni mi familia: simplemen-

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te la autodefensa pasaba por ellado de la casa (...) Me tocó me-terme en el monte sin camisa ysin zapatos y al día siguiente salítodo arañado. Al otro día me en-contré con los vecinos, a los quetambién habían quemado las ca-sas, y estaban en el tema de lasautodefensas. Yo les dije quequería ingresar. Me metí y andu-ve con ellos de lado a lado: yotenía once años” (González,2002: 185-187).

Estas historias reflejan un tras-fondo de exclusión que se concre-ta en la pobreza generalizada, perotambién en la violencia intrafa-miliar, en donde “las familias des-cubren que el hijo existe cuando seva de la casa”. La escuela “no lessirve para nada” y al vincularse agrupos armados consideran que“ahora sí conseguimostrabajo”13. En estas cir-cunstancias adversas¿qué prácticas de accióncolectiva están realizan-do las y los jóvenes encontextos rurales, paraasumirse como actoressociales? Veámos variosejemplos.

Saliendo de lainvisibilidad:los jóvenesrurales en tantoactores sociales

A partir de algunos estudiosen diferentes regiones del país, esposible poner de relieve expe-riencias colectivas de jóvenes encontextos rurales, a partir de lascuales se han ido posicionandocomo actores sociales. Recono-cer estas experiencias no signifi-ca, sin embargo, ignorar sus

procesos intermitentes y frágiles, asícomo la diversidad de protago-nismos, de formalidad, de alcances.Pero es claro que las y los jóvenesestán confrontando y asumiendo lascondiciones adversas de sus entor-nos, reconfigurando cotidiana-mente sus propios territorios ysuperando las limitaciones de per-tenencia marcadas por la edad y porsus propias búsquedas personales.

En el Caquetá, departamentodel sur del país, zona de cultivo decoca, cuando se pregunta por losjóvenes en la región, se les asociafácilmente con los “raspachines”. Elnombre se deriva del trabajo: “loque interesa es quitar la hoja, o seanosotros estamos es raspando el

palo”. Pero tiene una connotaciónpeyorativa. Las marchas cocalerasde septiembre de 1996, de gran re-sonancia nacional e internacional,propiciaron el protagonismo tantonegativo como positivo de los“raspachines”. En tanto que grupoafectado por la fumigación, estuvopresente en las negociaciones conel gobierno y en ese proceso seredefinió el concepto de raspachíny su diversidad14 dándole un signi-ficado más positivo frente al con-junto social e institucional.

Las y los jóvenes raspadores dehoja, alcanzaron a configurar cier-ta identidad colectiva, de manerarápida, no premeditada, ni conproyecciones, dentro de claros

forcejeos con el resto de la so-ciedad local y nacional. Las

marchas cocalerasconstituyeron ese es-pacio en el cual sereconfiguraron iden-tidades positivas entorno al valor, al tra-bajo, y otras negativasfrente a las pedreas,los actos delictivos ylos desórdenes. Entanto repertorio depresión al estado, lasmarchas generaronunas relaciones obli-gadas de mín imaorganización coyun-

tural, representatividad, lide-razgos y coordinación, tantoentre los jóvenes, como entre es-tos y los demás grupos, por unobjetivo común. La visibilidadde los raspachines se dio en lamedida en que se identificaroncomo grupo y, a la vez, fueronpercibidos como una fuerzapresente y actuante, con osadíay capacidad para cosas buenasy malas.

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En la misma región, vale lapena mencionar una experienciacolectiva liderada por un joven quedecidió retirarse de la cadena delnarcotráfico a nivel local. La diná-mica funcionó alrededor de unaemisora comunitaria que animabaun proceso de encuentro alrededorde la cultura, lo deportivo y la ca-pacitación de jóvenes. Al igual queen otros casos, la visibilidad de losjóvenes por esta vía se constituyóen un puente, no siempre premedi-tado, para vincularse al ConcejoMunicipal en representación de losjóvenes del pueblo (Ferro et al.,1999).

Otra dimensión colectiva seencontró entre los raspachines através de formas desolidaridad entre pa-res, equivalentes quizáa los parches urbanos.Se trata de grupos dejóvenes que se vanconsolidando en supaso por los plantes decoca. Este es un espa-cio de socialización im-portante, que incluyeactividades lúdicas, deinformación, de protec-ción, de presión frentea los incumplimientosdel patrón y de cons-trucción de una jerga. Estosgrupos son informales y, con fre-cuencia, sus miembros tienen al-gún parentesco (Ferro et al.,1999: 206).

Pasando a otra región, el de-partamento de Cundinamarca,en el centro del país, una expe-riencia distinta llama la atención:“Mi papá es campesino, igual quemi mamá (...) Los dos primerosaños los estudié en el pueblo...

El tercer grado en la vereda (...) Letocaba a uno madrugar, muchasveces aguantar hambre, llegaba unode la escuela a hacer tareas y corraa llevar las vacas (...) Mi papá fue18 años concejal (...) armaron unmovimiento de líderes campesinos(...) y empezaron a trabajar” (San-tos, 2003: 119). Con jóvenes pro-cedentes de municipios rurales dequince provincias del departamen-to, la Red de jóvenes Constructo-res de Paz de Cundinamarca haavanzado en un proceso que co-mienza en 1998. En su génesis es-tuvo muy relacionado con laGobernación, pero adquiriendo supropia dinámica, en la cual se han

mezclado actividades de tipo forma-tivo, productivo y cultural, de or-den local, regional, nacional ytambién internacional. La oportu-nidad política del movimiento y laconfluencia de intereses con el sec-tor gubernamental, alimentado porlos jóvenes “híbridos”, que eran tan-to miembros de la Red como fun-cionarios de la Gobernación, sonfactores que han permitido unavance sostenido y un protago-nismo importante.

Esa misma articulación ha sidofuente de crisis y de rupturas, en lamedida en que se han mezclado in-tereses y compromisos que han me-

noscabado la autonomía de laRed. Según una muestra, las eda-

des de sus miembros,cuyo número es fluc-tuante, están entre los17 y los 38 años, en sumayor parte hombres(73 por ciento), coneducación universita-ria en un 52 por cien-to, y un 42 por cientode bachillerato. El 55por ciento provienende municipios emi-nentemente rurales,apartados de los gran-des centros urbanos.Estas ventajas compa-

rativas que influyen en sus posi-bilidades le dan un carácter deelite local que ha asumido uncompromiso con sus lugares deorigen y que en varios casos tie-ne claras ambiciones de entraractivamente en la política localy regional.

En Colombia es frecuentetropezar con grupos de jóvenesque buscan desarrollar activida-des de orden cultural, desde las

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cuales, y pese a ser vistas como“una pérdida de tiempo”, renuevanespacios de encuentro, dinamizanla vida local y también la trans-greden con mayor o menor fuerza.Es el caso de la Asociación de Jó-venes de Arabia, Asojara. Arabiaes uno de los corregimientos dePereira, capital del departamentode Risaralda, en el centro del país,hoy afectado por la crisis cafetera.Es una zona que cuenta con buenapresencia institucional y oferta deservicios, de la cual Asojara no hasido ajena. Desde 1999, la Asocia-ción ha realizado diferentes activi-dades y ha tenido apoyo de diversasinstancias. Así se han hecho desdepaseos y celebraciones comuni-tarias, capacitación en salud, has-ta festivales de rock ycelebraciones navide-ñas. Han pasado de serpuente con políticosregionales en las elec-ciones a plantearsecomo organizaciónapolítica.

En mayo del 2003se organizan formal-mente con 31 asocia-dos. Su lema es “Juntostrabajamos por el bie-nestar social de losjóvenes”, aunque al-gunas de sus actividades van másallá de sí mismos. La existenciade Asojara ha facilitado la inter-vención de varias entidades quequieren prestar servicios en elcorregimiento, lo cual a veces hasaturado la misma organizaciónjuvenil. La permanencia y ejer-cicio de su líder, alrededor delcual funcionan las relacionesinstitucionales y la continuidaddel grupo, han impedido ruptu-ras por la rotación de sus miem-

bros, pero han centralizado las deci-siones y orientaciones, lo cual cues-tiona su sostenibilidad en el tiempo(Arcila, 2004).

Las experiencias mencionadas,a manera de ejemplo, muestran lainiciativa, voluntad y capacidad dejóvenes rurales para constituirse enactores sociales, a través de accio-nes colectivas de diverso orden. Através de tales acciones colectivas,entendidas como acciones con-certadas para lograr propósitoscompartidos, se dinamizan sus re-laciones sociales, la distribución delpoder, los recursos y las oportuni-dades con el resto de la sociedad

local, y se van redefiniendo identi-dades compartidas, nuevas mane-ras de manejar los conflictos,intereses generales y motivacionesparticulares.

La relación con el Estado apa-rece como denominador común entanto adversario, en términos deTouraine. En ese trasegar marcadopor la reivindicación, la gestión derecursos y también la denuncia, seva redefiniendo el ejercicio de laciudadanía, con ciertas ambigüeda-des y algunas trampas. Mantener suautonomía y su sentido crítico tie-ne el precio de romper con las re-des clientelistas, que a su vez son

sus potenciales mecenas. Perotambién, confrontar a las autori-

dades municipales ydar el salto a un cam-po político no siemprees posible por el con-trol de actores arma-dos ilegales en laregión que los puedenllevar a ser señaladoscomo aliados o con-trarios de unos u otros.Por ello, es muy posi-ble que algunos gruposde jóvenes se manten-gan en espacios redu-cidos, con metas muyinmediatas, buscando

algún reconocimiento social, peroconcentrados en mejorar su cali-dad de vida dentro de las comu-nidades microlocales (Madera,2004).

A manera de cierre

En Colombia, ser joven en elcampo pasa por una reafirmacióncolectiva que les permita posi-cionarse ante la sociedad local,

ALTOS DE CAZUCÁ

FUNDACIÓN DISPARANDO CÁMARAS PARA LA PAZ

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NÓMADAS130 NO. 23. OCTUBRE 2005. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

regional y nacional, más allá de lamirada funcional para el mercadode trabajo, de los límites de la edady de las connotaciones negativasderivadas de un contexto de gue-rra creciente. Pese a las múltiplescondiciones adversas, o quizá a lapar con éstas, jóvenes en diversaszonas rurales reinventan, transgre-den y resisten la negación o indife-rencia social de que son objeto, ysiguen ensayando alternativas indi-viduales y colectivas que les permi-tan un mayor bienestar. Desdediferentes acciones colectivas, ha-cen visible su papel en el ámbitopolítico y sociocultural, dan mues-tras de ir más allá del presenteinmediato y de sus propias necesi-dades, para participar y dinamizarsu comunidad. Con el referenteidentitario de “grupo juvenil”,acompañado por la pertenencia te-rritorial, se va definiendo un “no-sotros” desde el cual se intentanvarias iniciativas. Algunas más au-tónomas y otras más influenciadaspor las “oportunidades políticas”(Tarrow, 1997), se ven acompaña-das con frecuencia por el cliente-lismo y son tocadas, en mayor omenor grado, por la maraña de in-tereses y presiones propias de laguerra.

Ser joven exige enfrentarse ala homogenización y funcionalidadde la categoría para buscar serreconocido en su diversidad de ex-periencias, intereses, alcances,condicionamientos y prácticas. Fac-tores de diferenciación como el gé-nero, los subgrupos de edad, lasactividades laborales, su vincula-ción o no al sector educativo, susituación familiar, las característi-cas y dinámicas del territorio ruralque habita, así como la pertenen-cia étnica, entre otros, dan forma y

color a ese caleidoscopio que es lajuventud rural. En esa diversidad hajugado el acceso cada vez mayor,pero no masivo, de los jóvenes ru-rales a nuevas tecnologías en comu-nicación e información, que aportaen la fluidez y conexión con recur-sos y aprendizajes de otros espaciosrurales y urbanos, nacionales e in-ternacionales. Así mismo, su mayormovilidad rural-urbana ofrece po-sibilidades que pueden activar, demanera impensada y en diversasdirecciones, su papel en los entor-nos locales.

Redescubrir y posicionar a losjóvenes rurales exige avanzar en lacomprensión de su quehacer, susbúsquedas y representaciones. Peroello es inútil si no va de la manocon una reflexión crítica y una de-cisión, como sociedad nacional, deredimensionar la importancia delsector rural en el país. El ineludibleproceso de reconciliación, quetenemos que construir desde unpresente histórico de violencia es-tructural marcado por la violenciapolítica, pasa de manera sustancialpor hacer efectivo el papel de losjóvenes rurales, hombres y mujeres,y de la sociedad rural en su con-junto, en tanto protagonistas delhoy y del mañana. Quizá, por esavía, encontremos claves para ges-tar espacios de mayor equidad ypluralismo. Quizá, en esa búsque-da, sea posible romper con los ci-clos de exclusión y dominación queacompañan nuestra memoria per-sonal y colectiva.

Citas

1 En Colombia la Constitución Nacionalreconoce a los jóvenes como sujetos de

derechos en su artículo 45. La ley 375 de1997 o ley de la Juventud, que desarrollaeste artículo, establece que, para los finespertinentes de participación y derechossociales, se entiende por joven toda per-sona entre los 14 y 26 años.

2 El cálculo es hecho con base en un totalde población proyectado a 2005 de45’325.260 y una proporción de una cuar-ta parte que, según el Departamento Ad-ministrativo Nacional de Estadísticas,DANE, está entre los 14 y 26 años.

3 Categorización hecha por el DANE en1989 y que identifica 14 categorías condos grandes grupos: el rural con once ca-tegorías y el urbano con tres. Cfr. Funda-ción Social, 1998.

4 Categorización hecha por el Fondo DRI,en donde uno de los índices empleadospara identificar prioridades de inversiónfue el índice de ruralidad que es el por-centaje de población rural respecto de lapoblación total. Cfr. Fundación So-cial,1998.

5 Recientemente el Banco Mundial afir-mó que los “sectores rurales de AméricaLatina y el Caribe en promedio resultandos veces mayores que el tamaño de lascifras oficiales”. Cfr. Perry y Lederman,2005.

6 El índice de Gini mide el grado de con-centración de la propiedad rural al com-parar el porcentaje de área acumulada porun determinado número de propietarios.Cfr. Machado, 1998: 81.

7 Las cifras son muy diversas pues para lamisma época, por ejemplo, el Ministeriode Agricultura aseguraba haber un au-mento del empleo del 8 por ciento en el99 y del 3 por ciento en el 2000. Cfr.Contraloría.

8 Que son el 77 por ciento de los jóvenessegún Colombia Joven.

9 Cálculos de Lora y Herrera citados porPerfetti, 2004.

10 Cálculos de la Consultoría para los De-rechos Humanos y el Desplazamiento,CODHES, entre 1985 y el 2003.

11 Bajo el cálculo de que hay cerca de 38.000combatientes. Gómez, 2003.

12 Observación recogida en trabajo de cam-po en el Bajo Sinú, 1997-2000.

13 Ferro y Uribe retoman estas afirmacio-nes de un estudio de once casos hechopor el Instituto Colombiano de Bienes-tar Familiar de Florencia, a partir de ladenuncia del reclutamiento de menoresen el Caquetá.

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131NÓMADASOSORIO PÉREZ, F.E.: JÓVENES RURALES Y ACCIÓN COLECTIVA EN COLOMBIA

14 El Acta de Acuerdo señala tres tipos dejornaleros recolectores de hoja de coca:los de tradición campesina, los de tradi-ción jornalera agraria y los itinerantes oandariegos con distinta vocación. Actade Acuerdo entre el Gobierno Nacionaly los Campesinos e Indígenas marchistasdel Departamento del Caquetá. Floren-cia, septiembre 12 de 1996.

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