nomadas 2 negros eduardo

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NÓMADAS 28  NO. 26. ABRIL 2007. U  NIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA ‘Negros indolentes’ en las plumas de corógrafos: Raza  y  pr og reso en el occidente de la Nueva Granada de mediados del siglo XIX * Eduardo Restrepo** En este artículo se examinan las imágenes del negro y sus asociaciones con las nociones de raza y progreso que aparecen en los pasajes de las obras de dos destacados miembros de la Comisión Corográfica, Agustín Codazzi y Felipe Pérez. El autor argumenta que es necesario hacer una lectura detenida de estos pasajes para desatar ciertos supuestos sobre el pensamiento racial de la época. Palabras clave: articulaciones raciales, imágenes del negro, Agustín Codazzi, Felipe Pérez, Comisión Corográfica, Pacífico colombiano.  Neste artigo são examinadas as imagens do negro e suas associações com a noção de raça e progresso que aparecem nas passagens das obras de dois destacados membros da Comissão Corográfica, Agustín Codazzi e Felipe Pérez. O autor argumenta que é necessário fazer uma leitura minuciosa destas passagens para desatar certas suposições sobre o  pensament o racial da época. Palavras-chaves: Articulações raciais, imagens do negro, Agustín Codazzi, Felipe Pérez, Comissão Corográfica, Pacífico colombiano. In this article the images of the black are examined, as well as tehir associations with the notion of race and progress that are present in the landscapes of the works of two prominent members of the Corographic Commission, Agustín Codazzi and Felipe Pérez. The author arguments that it is necessary to make a detailed reading of these landscapes to untie certain assumption about the racial thinking of that time. Key words: racial articulations, images of the black, Agustín Codazzi, Felipe Pérez, Corographic Commission, Colombian Pacific Coast. * Este texto es producto de la investi gación termi nada “Eventualising Blackness in Co- lombia”, financiada y ejecutada por el doctorado en Antropología de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill. ** Doctor en Antropología, Universidad de Carolina del Norte, Capel Hi ll. Direc tor de la Especialización en Estudios Culturales e Investigador del Instituto Pensar – Pontificia Universidad Javeriana. E-mail: [email protected] ORIGINAL RECIBIDO: 03-XII-2006 – ACEPTADO: 09-II-2007 [email protected] • P ÁGS.: 28-43

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7/28/2019 Nomadas 2 Negros Eduardo

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NÓMADAS28  NO. 26. ABRIL 2007. U NIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

‘Negros indolentes’ en las

plumas de corógrafos:Raza  y  progreso en el occidentede la Nueva Granada demediados del siglo XIX *

Eduardo Restrepo**

En este artículo se examinan las imágenes del negro y sus asociaciones con las nociones de raza y progreso queaparecen en los pasajes de las obras de dos destacados miembros de la Comisión Corográfica, Agustín Codazzi y FelipePérez. El autor argumenta que es necesario hacer una lectura detenida de estos pasajes para desatar ciertos supuestossobre el pensamiento racial de la época.

Palabras clave: articulaciones raciales, imágenes del negro, Agustín Codazzi, Felipe Pérez, Comisión Corográfica,Pacífico colombiano.

 Neste artigo são examinadas as imagens do negro e suas associações com a noção de raça e progresso que aparecemnas passagens das obras de dois destacados membros da Comissão Corográfica, Agustín Codazzi e Felipe Pérez. Oautor argumenta que é necessário fazer uma leitura minuciosa destas passagens para desatar certas suposições sobre o pensamento racial da época.

Palavras-chaves: Articulações raciais, imagens do negro, Agustín Codazzi, Felipe Pérez, Comissão Corográfica,Pacífico colombiano.

In this article the images of the black are examined, as well as tehir associations with the notion of race and progressthat are present in the landscapes of the works of two prominent members of the Corographic Commission, AgustínCodazzi and Felipe Pérez. The author arguments that it is necessary to make a detailed reading of these landscapes tountie certain assumption about the racial thinking of that time.

Key words: racial articulations, images of the black, Agustín Codazzi, Felipe Pérez, Corographic Commission,Colombian Pacific Coast.

* Este texto es producto de la investigación terminada “Eventualising Blackness in Co-lombia”, financiada y ejecutada por el doctorado en Antropología de la Universidad deCarolina del Norte, Chapel Hill.

* * Doctor en Antropología, Universidad de Carolina del Norte, Capel Hill. Director de laEspecialización en Estudios Culturales e Investigador del Instituto Pensar – PontificiaUniversidad Javeriana. E-mail: [email protected]

ORIGINAL RECIBIDO: 03-XII-2006 – ACEPTADO: 09-II-2007

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29NÓMADASRESTREPO, E.: ‘NEGROS INDOLENTES’ EN LAS PLUMAS DE CORÓGRAFOS

M ediante el examen dealgunos pasajes de las obras deAgustín Codazzi y Felipe Pérez,miembros de la Comisión Corográ-fica1, en este artículo2 pretendo su-brayar que ciertas nociones comolas de raza que circulan en sus tex-tos pueden ser más complejas de loque a primera vista parecen. Si sehace una lectura cuidadosa, es po-sible evidenciar las especificidadesconceptuales de las articu-laciones raciales que operanen sus descripciones y argu-mentaciones sobre lo quealgunas veces denominan laraza africana, sus mezclas y

descendientes. Me interesaresaltar estas particularida-des, ya que nos conducen aestablecer ciertas distanciasde nuestros propios supues-tos e historicidad, como con-dición de posibilidad de unainterpretación densa de lasproblemáticas que les in-terpelaban y, por tanto, nospermiten comprender laspeculiaridades de las tecno-logías políticas sugeridaspara la intervención de cier-tas poblaciones.

Lo que está en juego alsubrayar estas singularidadesno es un “saber ostentoso”paralizado con la minuciaerudita de las notas a pie depágina, sino lo que Marisolde la Cadena (2005) denomina las

 políticas conceptuales de la historiadel pensamiento racial. Refiriéndosea la inconmensurabilidad de las ca-tegorías raciales locales en el Perúy la de los “expertos” europeos quelas percibían como “erradas”, Ma-risol de la Cadena argumenta que:“Un análisis de las políticas concep-tuales puede revelar significados su-

primidos y mostrar lo que es auto-evidente (es decir la ‘definición’)desde un ángulo distinto.  A medidaque se develan las relaciones socialesque establecieron la ‘definición’, se la

desnaturaliza y, de esta forma, se hace posible una legít ima re-significación”(2005: 262, énfasis mío). De laCadena no sólo indica que las ca-tegorías no son entidades episté-micas abstractas por fuera de las

relaciones sociales que las pro-

ducen, sino también señala losprocesos de naturalización que im-ponen unos significados sobre otros.Poner en evidencia esta historicidady procesos hace que las múltiplessedimientaciones y aristas sobre lasque operan hoy en día las diferen-tes modalidades del pensamientoracial, dejen de ser impertur-

bablemente reproducidas en el ima-ginario teórico y político que cons-tituye nuestro presente y horizontede futuro.

Este artículo contiene tres par-tes. En la primera, se examinan concierto detenimiento las diferentesimágenes del negro que explícita-mente se hallan en pasajes de losescritos de Codazzi y de Pérez. En la

segunda parte se aborda laterminología asociada con lanoción de raza, y también seexploran los alcances de és-ta, cuestionando que supon-gan una simple articulación

racial de corte biologicista ydeterminista. Las narrativassobre el “progreso” esgri-midas por Codazzi y Pérezconstituyen el objeto de latercera parte del artículo.Estas narrativas evidencianuna serie de sugerencias so-bre tecnologías políticas deintervención de las pobla-ciones en aras de hacerlas la-borar, comerciar y consumiren nombre del futuro de lanación.

Imágenes delnegro

Tanto Agustín Codazzicomo Felipe Pérez se refie-ren con cierto detenimiento

al negro o a la raza africana en sus des-

cripciones de las provincias o paísesdel Estado del Cauca que correspon-den en cierta medida a lo que hoyse considera como “región del Pa-cífico colombiano”. En su informeal gobernador de la provincia deBarbacoas, fechado el 24 de juniode 1853, Codazzi describe en los si-guientes términos a los individuos

Edward Walhouse Mark, El cocinero del champán. 1843-1856. Acuarelasobre papel, 16,7 x 13,2 cm (Reg. 0102). Colección Banco de la República

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NÓMADAS 30  NO. 26. ABRIL 2007. U NIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

de la raza africana que habitan laprovincia:

Los individuos de esta última[la ‘raza africana’], antes se de-dicaban a la explotación de lasminas; pero en el día, haciendomal uso de la libertad recién ad-quirida, han dejado en su ma-yor parte este trabajo por viviren absoluta independencia, enlas orillas de los ríos, sembran-do unas pocas matas de pláta-no, algunas de maíz y otras decañas, cuyos productos, unidosa los peces abundantes en losríos, y a los zaínos y cerdos de

monte, que pueblan las selvasno inundadas, les dan un grose-ro, pero seguro alimento. Comoviven casi desnudos; con unsimple guayuco los hombres, ylas mujeres con una vara de ba-yeta sujeta a la cintura, si quie-ren hacerse una muda de ropapara presentarse en el pueblo,van a las playas de los ríos a la-

var las arenas auríferas, y enpocas horas tienen lo necesa-rio para sus compras (Codazzi,[1853b] 1959: 333-334).

En diferentes pasajes Codazzi yPérez insisten, casi con las mismaspalabras, en la escasez de necesidadesde la raza africana o del negro habi-tante de estas regiones ( provincias,comarcas o países, como también sue-len llamarles)3. Con respecto a su co-mida, se limitan al “grosero peroseguro alimento” proveniente de suspocas “matas de platano, caña, yuca,cacao i algo de maíz” así como a laabundancia de tatabros i sainos

(maranos de monte) que recorren lasselvas no inundadas y la de pecesque se da en los ríos. En cuanto altrabajo, “la verdad es que [el negro]no tiene por qué trabajar”. Sus cul-tivos son mínimos y el sistema desiembra del maíz, propio de la re-gión, se limita a regarlo en el monteque ha sido tumbado. Únicamente“por gusto o diversion se dedica a la

caceria i a la pesca”. A pesar de quela principal “ocupación” es la “ex-plotacion de los rios i quebradas,para sacar de en medio de la arena ilas piedras la particulas de oro i pla-tina”; esto lo hacen en unas “pocashoras” cuando una  familia quieretener una “muda de ropa y presen-tarse en el pueblo” o porque a lasmujeres “les gusta tener collares, zar-cillos i algunas varas de zaraza conque presentarse engalanadas los díasde fiesta en sus pueblos”. Así, antesque dedicados al trabajo, paraCodazzi “los descendientes de la razaafricana” en el Chocó se encuentranmás disfrutando “[...] del dulce  far

niente, fumando, conversando, dur-miendo y por placer el hombre aveces recorre el monte en busca delzaino o del tatabro, mientras que lamujer en su canoa va a visitar a lascomadres” ([1853a] 1959: 324).

La “voluntad” para laborar enla minería dependía más de su amoo mayordomo, pero “desde que éste

Edward Walhouse Mark, Bongo del Magdalena. 1845. Acuarela sobre papel, 17,3 x 25 cm (Reg. 0100).Colección Banco de la República

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 31NÓMADASRESTREPO, E.: ‘NEGROS INDOLENTES’ EN LAS PLUMAS DE CORÓGRAFOS

faltó, no conoció ya ninguna otra,i no es perseverante en la fatiga” y“haciendo mal uso de su libertadrecien adquirida” abandonó la ex-plotación de minas para “vivir enabsoluta independencia”. En cuan-to al vestido, “no tienen ningunasaspiraciones” y la desnudez de hom-bres, mujeres y niños no es la ex-cepción. Desnudos se encuentranlos hombres o “cuando más” se cu-bren con una paruma o guayuco.Igual sucede con las mujeres y sus“numerosos hijos”. Los vestidos pro-piamente dichos se utilizan sólopara presentarse en el  pueblo. El es-tablecimiento de una nueva fami-

lia no demanda “otro capital queel machete, la canoa i el hacha”. Ylas mujeres lo son ya a una edad tantemprana como los doce.

Así, antes que una lecturarousseauniana en una línea conflu-yente con una apología al “estadode naturaleza” o al “buen salvaje”,esta escasez de necesidades de la razaafricana o del negro de estas regioneses claramente asociada en Codazziy Pérez con términos como los deindolencia, ignorancia y atraso. En uninforme al gobernador del Chocó,Codazzi era enfático: “Una raza quecasi en su totalidad pasa sus días enuna indolencia semejante, no es laque está llamada a hacer progresaral país [se refiere al país del Cho-có]. La ignorancia por una parte, ladesidia por otra, un orgullo mal en-tendido porque hoy son libres, ha-

cen que siempre sean (y lo son enrealidad) esclavos de sus pocas ne-cesidades para vivir como los indiosque llamamos bárbaros” ([1853a]1959: 324).

A los ojos de Codazzi, las “po-cas necesidades” no los hace real-mente libres (a la Rosseau) sino

que los somete a una esclavitud quelos condena a “vivir como los indiosllamados bárbaros”4. En la mismavena, Pérez los percibe entregados albaile, a la conversación y a los lico-res fuertes, en medio de la ignoran-cia y la uniformidad de vida, y lamala comida. De ahí que se en-cuentren lejos del amor al trabajo,de la ambición por las comodidadesde la vida civilizada y de las riquezasresultantes:

Si esta raza fuerte i robusta tu-viese amor al trabajo i ambicio-nase las comodidades de la vidacivilizada, podría enriquecerse

brevemente i trocar sus misera-bles chozas por casas cómodas iabrigadas, los trozos de palo queusa para sentarse, por buenos iblandos muebles; su fea desnu-dez por elegantes vestidos, i suignorancia, o al ménos la de sushijos, por los primeros i mas in-dispensables rudimientos de laenseñanza. Mas para esto seríapreciso trabajar constantemen-te en los minerales, estraer elrico metal, amontonar en fin oro(que no falta) para poder des-pués gozar de una vida menossalvaje i mas agradable; i estoes cosa difícil en el estado ac-tual en que se encuentran aque-llas poblaciones, esentas delejemplo saludable” (Pérez,1862: 293).

En el mismo sentido, Codazzi

escribía que la forma en que se ex-plotaban las minas del Chocó noproducía sino lo  poco que sacaban:“[...] algunas personas aisladas, ig-norantes y sin pretensiones mayo-res, y lo que es peor todavía, sin elnoble estímulo de enriquecersepara gozar de la vida, instruir a sushijos y dejarles un porvenir [...]”

([1853a] 1959: 325). El haz de con-trastes que estructura las narrati-vas de Codazzi y Pérez es explícito:amor al trabajo / indolencia, co-modidades de la vida civilizada / mi-seria de la vida salvaje, riqueza /pobreza, casas cómodas y abriga-das / miserables chozas, buenos yblandos muebles / trozos de paloque usan para sentarse, elegantesvestidos / fea desnudez, indispen-sables rudimentos de la enseñanza(al menos para sus hijos) / perpe-tuación de las próximas generacio-nes en su ignorancia. Volveré luegosobre este haz de relaciones y susestrechas imbricaciones con la na-

rrativa de  progreso. Pero antes decontinuar en esta dirección, sehace necesario puntualizar la no-ción de raza con la cual estos au-tores operan, para evitar proyectarsobre ellos los supuestos de unalectura presentista que acarrea eltérmino y que se tiende a tomarpor sentada.

La categoría de  raza

Codazzi y Pérez recurren fre-cuentemente al término raza (comoraza africana, varias veces el primerautor y como raza negra o raza ro-busta y fuerte en una ocasión el se-gundo). Pérez utiliza más el términonegro, mientras que Codazzi lo haceesporádicamente (ver por ejemplo,Codazzi, [1853a] 1959: 328). De lamisma manera, Felipe Pérez recu-

rre igualmente al término de la razaafricana (véase, por ejemplo, 1862:317, 327 y 330). Además, en va-rias ocasiones se refieren ambos ala raza africana y sus mezclas(Codazzi, [1853a] 1959: 324; Pé-rez, 1862: 327) o a la raza africanay sus ramificaciones (Codazzi,[1853b] 1959: 336).

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NÓMADAS 32  NO. 26. ABRIL 2007. U NIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

 No obstante, estas no son lasúnicas formas en las que aparece eltérmino raza en los textos objeto denuestro análisis sobre estos autores.Bien frecuente es que ambos recu-rran al término

razaen otras articula-

ciones como raza caucana (Codazzi,[1853a] 1959: 328), raza blanca(Codazzi, [1853a] 1959: 328,[1853b] 1959: 332, 337; Pérez, 1862:293, 296, 313, 321, 327), la [raza]criolla (Codazzi, [1853a] 1959: 328),raza pura de indio (Codazzi,[1853b] 1959: 337), raza indígena(Codazzi, [1853b] 1959: 340), razacaribe (Pérez, 1862: 284), razas ci-vilizadas (Pérez, 1862: 294), anti-

 gua raza (Pérez, 1862: 296), razacáucasa (Pérez, 1862: 296), razaaborijinal (Pérez, 1862: 296), razaespañola (Pérez, 1862: 302), razaeuropea (Pérez, 1862: 309, 313). Sinmencionar las variaciones del térmi-no en el resto de los cuatro tomospublicados de Codazzi ni en los ca-pítulos que no se refieren al Estadodel Cauca de los dos volúmenesde Pérez, es relevante resaltarcómo en unas decenas de páginasaparezca tal multiplicidad y, másinteresante aún, una aparente fal-ta de consistencia. Y eso sólo limi-tándose a los términos en dondela palabra raza es seguida o ante-cedida inmediatamente de una ad-jetivación.

Ahora bien, esta multiplicidadde términos no se puede subsumirfácilmente en lo que me gustaría

llamar la “trilogía racial” (negro-africano, blanco-europeo, indio-americano). Esta matriz de lecturade la “trilogía racial” que tende-mos a imponer es uno de los máspoderosos mecanismos de presen-tismo que proyectamos sobre lostextos escritos a mediados del si-glo XIX en donde aparece el tér-

mino de raza. Quizás un pasajeconcreto ilustre mejor este punto.En el informe para el gobernadorde la provincia de Barbacoas yacitado, Codazzi describe lo extre-madamente malsanos que son susmanglares que “[...] dan despren-dimiento a una cantidad enormede gases nocivos para la salud, losque unidos a las exhalaciones di-manadas de los lodazales sujetos alos mismos ardores, forman unaadmosfera pestilencial [...] hacien-do que los lugares existentes en elmedio de los manglares, o cerca deellos, sean sobre manera malsanos”([1853b] 1959: 332). Esto hace

que sean “[...] solo son un sepul-cro para la raza blanca, un hospi-tal para la criolla y un lugar salubrepara la africana. Constraste singu-lar, nacido de las diferentes cons-tituciones de las razas expresadas”(Codazzi, [1853b] 1959: 332). So-bre el aspecto de las diferentesconstituciones de las razas men-cionadas y su relación con lascondiciones ambientales volveréenseguida. Por ahora, lo que pre-tendo resaltar es que en este pasa-je Codazzi está haciendo unadistinción, que pasa por diferentesconstituciones entre la raza blancay la raza criolla. En este pasaje, laraza criolla no se superpone con laraza blanca, problematizando lamatriz de lectura de la “trilogíaracial” que las colapsa.

Como ya se introduce en el úl-

timo pasaje, las características (desalubridad) del lugar constituyenuna pista para escudriñar las espe-cificidades del concepto raza y susrelaciones con la imagen del ne- gro en las descripciones de las pro-vincias del Estado del Cauca.Sobre la región del Chocó, FelipePérez escribía:

La atmósfera de estos países estan húmeda, que los vestidos ilos zapatos quedan impregnadosde agua, i el viajero se encuen-tra en un baño de vapor perma-nente, el cual por razon naturaldebe debilitar todo el sistema idar orijen a las fiebres intermi-tentes. Nadie podrá habitar es-tas rejiones sin ser acometido delos frios i calenturas; i el hombreblanco, por aclimatado que esté,tendrá una vida mas corta quela que tuviera en otros lugares;sus fibras se debilitarán i llevaráuna existencia débil i enfermi-za, por poco que se esponga al

agua i al sol. No sucede así a laraza africana, acostumbrada ya aestos climas, ni a los indios quedesde tiempo inmemorial vivenen ellos. El negro traído a estoslugares desde su suelo abrazadordel África, donde llueve duran-te seis meses tanta cantidad deagua como aquí, se encuentra enuna atmósfera igual a la de supaís natal en la época de las llu-vias, i no sufre nada su naturale-za. Nacidos de esta raza, criadosen medio de este baño de vapo-res i estando desnudos siempre,no sufren las impresiones del solni de la lluvia; nutriéndose deplátano, pescado i cerdos demonte; usando licores epiri-tuosos ordinariamente, vivenfuertes i robustos, aumentándo-se considerablemente por la fe-cundidad de las mujeres i el uso

continuo del pescado. Dicha fe-cundidad es tal, que las mujeresparen a los 13 años, o cuandomas tarde a los 14 (Pérez, 1862:329-330).

Por su parte, Codazzi anotaba:“El clima cálido extremadamentehúmedo y lluvioso, no permite sino

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 33NÓMADASRESTREPO, E.: ‘NEGROS INDOLENTES’ EN LAS PLUMAS DE CORÓGRAFOS

a esa raza [la africana] y sus mezclasocuparse de los trabajos del campoy de la mineria [...]” ([1853a] 1959:324). Clima que imposibilita intro-ducir otros habitantes (estos sí acti-

vose

industriosos): “Si pudieran

traerse a las minas otros habitantesactivos e industriosos, habría espe-ranzas de que el estímulo y la envi-dia los hiciese caer [a los individuosde la raza africana] en latentación de imitarlos;pero esto lo creo difícil,por la razón poderosa delclima” (Ibíd.: 325). En suinforme sobre la provin-cia del Casanare, Codazzi

refuerza estas imágenessobre la raza negra y susmezclas:

Se observa que los de laraza negra y sus mezclasgozan de mejor salud y es-tán menos expuestos quelos blancos a la muertepor los miasmas5 que allí predominan. No debesorprender esto, cuandose sabe que en el Chocó,la raza blanca apenaspuede vivir, y moriría siquisiese dedicarse a lostrabajos que hacen losnegros, al paso que estosgozan de buena salud,expuestos desnudos al soly al agua, y se propaganprodigiosamente, dupli-cándose el número de

ellos cada veinte años,cuando en Europa se ne-cesitan ciento para el mismoefecto. Si una raza semejante ha-bitase las sabanas del Casanare,pronto aumentaría, y delante desu aumento retrocederían losindios bárbaros [...] ([1856]1956: 378-379).

En estos pasajes, las comarcas,países y provincias del Estado delCauca, hoy identificados como lastierras bajas de la región del Pací-fico, son retratados entonces en lostextos de Codazzi y Pérez como lu-gares de clima cálido y de una hu-medad y lluviosidad proverbial6.Como si esto fuese poco, los man-glares de las líneas costeras, con sus

gases y lodazales, constituían una“atmósfera pestilencial” y eran ex-tremadamente “malsanos”7. La razaafricana (y sus mezclas) o el negroestán acostumbrados a estas condi-ciones, ni el clima de estos  países nisu “atmósfera tan húmeda” les de-

bilita el sistema, lo que da origen alas fiebres intermitentes, les repre-senta entonces una “existencia dé-bil i enfermiza”. Ante la influenciamalsana de los vapores desprendi-dos de los manglares y sus lodazales(a veces referidos como miasmas),no encuentran un sepulcro ni si-quiera en el hospital. Al contra-rio, dado que la gente se encuentra

“ya acostumbrada a estosclimas”, “viven fuertes irobustos” aumentando sunúmero ante la gran ytemprana fecundidad delas mujeres y el uso conti-nuo del pescado.

El contraste entre lasdiferentes constitucionesde las razas no puede sermás explícito: lo quepara unas significan con-diciones en las cuales seaumenta su número go-zando de buena salud,“fuertes y robustos”, paraotras significan la pérdi-da de su vida, o cuandomenos, su súbita abre-viación sumidos en lairremediable debilidad yenfermedad: “Ni los deraza blanca ni sus des-cendientes (unos i otrosacostumbrados a los ar-dores del sol en otrosclimas) pueden sin em-bargo venir a estas tie-rras riquísimas en oro i

terrenos cultivables, sinobajo pena irremisible dela vida” (Pérez, 1862: 293). Laraza africana y sus mezclas y losindios de un lado, la raza blanca ysus descendientes del otro, en unespectro derivado del clima de los países de las llanuras con ríosauríferos.

Edward Walhouse Mark, Tipo de negro del Magdalena. 1845. Acuarela sobre papel,

25,1 x 17,4 cm (Reg. 0064). Colección Banco de la República

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NÓMADAS 34  NO. 26. ABRIL 2007. U NIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

 No todas las comarcas, los paí-ses y provincias del Estado delCauca correspondientes a lo quehoy se considera las tierras bajas delPacífico colombiano, están some-tidos a estas extremas condicionesdel clima ni todos sus habitantespertenecen a la raza africana o susdescendientes. Además de los indios,tanto Codazzi como Pérez describenla presencia de una “raza de blan-cos, descendientes de españoles yde indios, o de españoles y de mu-latos” (en palabras de Codazzi,[1853b] 1959: 333) o de “cuarte-rones” (según Pérez, 1862: 289) quehabitan los islotes o “playas” en la

línea costera de la región de Barba-coas. Estas “playas” y sus habitan-tes son descritos en términos quecontrastan con los utilizados paralos “negros”. Codazzi, por ejemplo,anota: “A pesar de que los mangla-res están cerca de sus huertos, go-zan de perfecta salud, porque losvientos alisios en este mar soplandel S.O. y les proporcionan airepuro, llevando las emanaciones delos manglares a las tierras habita-das por la raza africana” (Codazzi,[1853b] 1959: 333). De ahí, que lasplayas sean “salubres”. Por su par-te, estos habitantes son descritoscomo “activos”, “industriosos”, “in-teligentes”, “visten regularmente”,“muy amigos de viajar”, excelentes“marinos” y claramente organizadosen torno a la figura de un “patriar-ca”. Igualmente anotan que poseen“ganado”, “sementeras” (áreas de

cultivo) y sus casas rodeadas demultitud de “cocales”, “jardines” y“árboles útiles” ofrecen una “vistaalegre i variada” (Codazzi, [1853b]1959: 333; Pérez, 1862: 288-289).

De la misma manera, cuandoFelipe Pérez describe puntos con-cretos las poblaciones no aparecen

ya consideradas de forma homogé-nea como “raza africana” o “negros”,sino que emergen no sólo algunos“blancos”, sino también diferentesmezclas y los indios. Así, por ejem-plo, escribe: “Muy pocos hombresblancos viven en el Baudó; el restoes de zambos, negros e indios me-dio civilizados, esto es, desnudoscomo los demás; pero que tienenun vestido para el domingo i quemedio hablan el español, esceptolas mujeres, que no lo comprendeno no quieren hablarlo” (1862: 324).Y añade, “Pocos son los negros quehabitan las orillas del Baudó; perocerca de sus cabeceras i en las ca-

beceras mismas, están los antiguoschocoes, que conservan sus usos iconstumbres. Estos mismos ocupanlos ríos que vierten al mar i tienenalgunas sementeras, viviendo conellos varios negros o zambos fuji-tivos, cuyos hijos participan en sucolor i en sus instintos de las con-diciones de ambas razas” (Ibíd.:324). Para el poblado de Sipí, “[...]Una raza mesclada de indios, zam-bos i negros, habita este pueblominero i agricultor [...]” (Ibíd.: 325).O para el de Noanamá: “Compó-nese de indios con algunos zambosi multatos; sus habitaciones están,como todas las de por ahí, levanta-das sobre estantillos, i muchas deellas a punto de caerse. Los indíge-nas viven mas comunmente espar-cidos por las orillas del San Juan ide sus tributarios” (Ibíd.: 326). Ha-blando de la “sección de selvas y

minas” de la “región de Buenaven-tura”, Felipe Pérez anota “[...] estáapenas habitada por los descendien-tes de los primeros negros esclavos[...] i por las mezclas que desde en-tonces comenzaron a hacerse entreéstos, los indios i la raza española.Los colores que dominan son elnegro, el mulato i el zambo, eseptoE.W. M ARK 

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algunas pocas familias desden-dientes de blancos, aunque mezcla-dos, i mui pocos verdaderos blancoscriollos que viven en la Buenaven-tura [...]” (Pérez, 1862: 302).

En suma, de los pasajes comen-tados se deriva que Codazzi y Pérezsuponen que la raza africana y susmezclas y descendientes poseen unaconstitución que les permite habitary laborar en los climas insalubrespara otras razas como las referidascomo europea , española , blanca,antioqueña y criolla. Igualmente, demanera explícita para las comarcas, provincias y  países de lo que hoy se

considera la región del Pacífico co-lombiano, las imágenes del negro ode la raza africana (y sus mezclas ydescendientes) se asocian con indo-lencia, ignorancia, desnudez y atraso,entre otras características. De estadiferencia de constituciones en rela-ción con el clima y de esas imáge-nes del negro, ¿se puede afirmar queCodazzi y Pérez están argumentan-do la desigualdad inmanente entrelas razas en términos de sus capaci-dades de civilización y de  progreso?¿Debe entenderse como pesimismoy determinismo racial expresionescomo “[...] esta raza por naturalezaindolente y perezosa [...]” (Codazzi,[1853b] 1959: 336)? ¿Qué sentidotiene el término naturaleza y cuáles su relación con la idea de raza?

En este punto, es pertinente in-troducir unos pasajes de Codazzi

que se encuentran en su texto “An-tigüedades Indígenas”, fechado el28 de noviembre de 1857, ya quecomo en ningún otro arroja lucessobre estos interrogantes, sobretodo por sus referencias explícitasa las implicaciones de la mezcla en-tre razas. En este texto, Codazziconsidera que los cruces del indíge-

na con el europeo o el africano hanimplicado que el primero se torne:“[...] emprendedor, manifestandoclaro entendimiento, actividad eíndole muy educable” ([1857]1956: 435). No obstante, continúaCodazzi, “Donde la raza indígena seha conservado pura, todo duerme,y en vez de haber mejorado su prís-tina condición, se ha barbarizadohasta el punto de no ser capaz deproducir hoy lo que en sus obras dearte ejecutaron sus abuelos” (Ibíd.:435). No obstante, para Codazzi estono se deriva de la naturaleza de losindios ni supone adscribir a una suer-te de determinismo racial: “Decir que

esto se desprende de la naturaleza delos indios, sería proclamar la doctrinade la desigualdad cardinal de las razasy su predestinación, unas a la culturay grandeza intelectual, otras a labarbarie y abatimiento perpetuos;doctrina opuesta a las ideas que te-nemos de la justicia de Dios y de launidad del linaje humano” (Ibíd.:435). No hay una apelación a una“desigualdad cardinal entre las razas”que se afincaría en la naturaleza delas mismas. La barbarización de laraza  indígena es explicada por unaserie de causas   morales y  fí si cas(como detallaré más adelante), así como el enaltecimiento del mestizo noresponde a una especie de mejora-miento en su naturaleza, sino a unaemancipación moral frente a unproceso de envilecimiento social de-bido a la violencia y la brutalidadde la conquista:

Es que no basta poner en con-tacto una raza débil con otrafuerte en civilización, para queentrambas se nivelen perfeccio-nándose la ignorante. Si elcontacto se establece benévo-lamente, sin que el fuerte ejerzacontra el débil una opresiónE.W. M ARK 

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NÓMADAS 36  NO. 26. ABRIL 2007. U NIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

violenta que destruya en su almatodo resorte de actividad propiay todo estímulo para enaltecerse,producirá la civilización del ig-norante; pero si, como en la con-quista española, la raza fuertepersigue, despoja y aterra a ladébil, si le arranca su nacionali-dad, destruye sus tradiciones yabisma la persona moral de losindividuos en lo mas profundode la degradación y de la escla-vitud, entonces el oprimido queya no tienen patria, que no tie-ne ya nación, que ve aniquiladala dignidad de su raza, de su fa-milia, de su individuo, pierde

absolutamente todo estímulotoda voluntad de mejorarse, y sedeja embrutecer. La nacionali-dad vilependiada, es en talescasos, una especie de estigmaque abate y degrada al hombre;aparte de esa nacionalidad escomo regenerarse por cuanto elabatimiento de la raza deja deoprimir y amilangar al indivi-duo, y el ser moral recupera suingénita energía. Por eso el cru-zamiento de la raza indígena,produciendo hombres que noson indios, emancipa al mestizode la degradación original, y estole da bríos para aspirar a igualar-se con sus superiores; tan ciertoes ello que durante el régimencolonial, los dominadores euro-peos calificaban de insolente ytenían por tal sustancialmente atodo mestizo. Era natural: toda

cabeza no española que se ir-guiera entonces debía parecermuy insolente a los hidalgos im-provisados por la conquista(Codazzi, [1857] 1956: 435-436, énfasis en el original).

La figura del mestizo es aquí en-tonces una bien específica; una que

da cuenta de más de una condiciónhistórica donde está en juego la do-minación y la violencia de unaraza sobre otra, que señalan unmejoramiento en la naturaleza de la

raza indígena.

Por su parte, la barbarización delindio, en el “daño y atraso de las tri-bus”, es el resultado de una serie decausas morales y causas físicas. Den-tro de las primeras está el sojuz-gamiento violento de las tribus quefueron sometidas, pero también deaquellos que como los  guajiros hanempleado “[...] todos sus desvelos,todas sus fuerzas de voluntad en

precaverse de ser conquistados [...]”recurriendo a “[...] la vida nómadecomo la más adecuada para con-servar su independencia [...]”(Codazzi, [1857] 1956: 437). Estaúltima estrategia deriva en un obs-táculo ya que “[...] bien es sabidoque la vida errante se opone al na-cimiento y la práctica de las artesdomésticas y a la perfección inte-lectual de los hombres. La vida se-dentaria es la base de toda cultura”(Ibíd.: 437). Por su parte, las causas físicas son aquellas “nacidas del cli-ma y de los accidentes del territo-rio que habitan” (Ibíd.: 437-438) alcual, como los andaquíes, se hanvisto empujados por el desalojo dela Conquista. En relación con estascircunstancias no hay muchas espe-ranzas, ni siquiera para el mismoeuropeo:

Colóquese al hombre en me-dio de esta potente y jamásdomada naturaleza física, co-lóqueselo solitario y con unaembotada hacha de piedra enlas manos por único auxiliarde sus fuerzas, y exíjasele quedomine ese mundo abrumadorque lo rodea! En tal situación

el hombre es el vencido, elmundo físico lo absorbe, y sehace bruto como los brutos,emigrante y sanguinario comolas fieras, rudo y áspero comolos troncos de los árboles quele rodean el espacio y la luz, ycontra los cuales no puede elhacha de piedra [...] el europeomismo, en igualdad de circuns-tancias, perdería sus timbres in-telectuales, se barbarizaríahasta ponerse a nivel con loscaníbales, y vería completa-mente humillada su vanidadde raza y enteramente anuladossus supuestos privilegios natu-

rales [...] (Codazzi [1857]1956:438, 439).

Si bien es cierto que en estospasajes Codazzi establece una jerar-quía en términos de civilización, le-jos se encuentra de remitir estajerarquía a una diferencia inmanen-te en la naturaleza de las razas. Queel indio o el africano remitan a “ra-zas débiles en civilización” con res-pecto al mestizo o al europeo no seexplica por sus características inma-nentes o las desigualdades en sunaturaleza, sino por causas  moralesy físicas, esto es, diría uno en un len-guaje contemporáneo, por razoneshistóricas. Más aún, la civilizaciónadquirida, como la de los antiguosandoquíes a los cuales Codazzi atri-buye la estatuaria de San Agustíno la de un europeo, se puede rever-tir por estas mismas causas hasta

descender al nivel más bajo repre-sentado por la figura del caníbal.

Codazzi concibe la civilizacióncomo un proceso que no sólo lle-va a la emancipación del hombrede los constreñimientos impues-tos por el mundo físico, sino quetambién conduce a la desapari-

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ción paulatina de las dife-rencias entre los  pueblos onacionalidades a medidaque la “cultura crece y seuniversaliza”. La diferenciaentre estos

 puebloso

nacio-nalidades es limpiada por lasartes de la civilización en tan-to esta última se conviertepara el hombre en una “cor-teza material en que lo en-vuelven los climas”, parareencontrarse en una espe-cie de  familia única del linajehumano “[...] ligados susmiembros por los vínculosde filiación que los une a su

Creador y Padre común”(Codazzi, [1857] 1956:447). En esta concepción esdonde encaja la noción de progreso que analizaré en elsiguiente aparte, con baseen los informes de Codazziy en el texto de Pérez quehe venido comentandopara lo que hoy aparececomo la región del Pacíficocolombiano.

Narrativa del progreso

Una narrativa del  progre-so organiza y da sentido a lasdescripciones e interpretacio-nes que sobre estas regionesy sus pobladores hacen Co-dazzi y Pérez. Desde su pers-

pectiva, parece no cabe dudade que la raza africana o elnegro habitante de estas  pro-vincias,  países o comarcas,encarna en su cuerpo acti-vidades y actitudes muy dis-tintas de lo que los autoresconsideran expresiones delas aspiraciones de la vida ci-

vilizada y los logros derivadosdel  progreso.

Ante las imágenes deuna raza africana indolente, noes de extrañar que Codazziindique que el movimientomercantil impulsado por di-námicas ligadas a poblacio-nes exógenas, permitiría quealgunos de los más civilizadossalieran primero de su letar- go, a los cuales seguirían losmás estúpidos, produciéndo-se una moralización de la razaafricana en su conjunto:

La raza africana, indolentehoy, que vive de la pesca yplátano a la orilla de los ríosque llevan arenas con oro, sinquerer extraerlo, desde quevea un movimiento mercan-til por sus selvas, hoy apenasvisitadas por algún indio, esposible que la envidia obresobre su pereza y que por eldeseo de hacer lo que los de-más hagan, empiece algunode los más civilizados a plan-tar grandes cantidades de ár-boles de cacao y a semprararroz y fisoles para exportarjuntamente con el maíz y lacaña de azúcar, que, sembra-da, da sin cesar como el plá-tano, y sería un fruto deespeculación para licores, pa-nela o azúcar que se transpor-taría a los mercados de las

costas del Pacífico [...] y elejemplo de los que han co-menzado con poco y seencuentran con bastantes me-dios para las comodidades dela vida, hará salir de su letar-go a los más estúpidos, queapenas vegetan en una malachoza, contentándose con

Edward Walhouse Mark, Niño indígena, 1843-1856. Acuare la sobre papel, 17,3 x 7,2 cm (Reg. 0060).

Colección Banco de la República

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NÓMADAS 38  NO. 26. ABRIL 2007. U NIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

una torta de maíz o un pedazode yuca o un par de plátanos.Entonces se moralizará la pobla-ción, que, atraída por el deseode enriquecerse, se dedicará altrabajo, y no estará como hoy,perezosa e indolente, sin ha-cer casi nada, segura de su mi-serable comida, y teniendo untriste vestido para con-currir el domingo alpueblo, a gastar un realen bebidas fermentadasque sirven para embru-tecerla (Codazzi, [1855]1959: 366-367).

Los atascos para el pro- greso de las tierras habita-das por el negro no radicanen la  pobreza de las mis-mas. Al contrario, ambosautores consideran que“[...] estas tierras [son] ri-quísimas en oro i terrenoscultivables” (Pérez, 1862:293)8. Como se evidenciaen los pasajes ya trans-critos, las escasez de nece-sidades de la raza africanay sus mezclas y descen-dientes radica en la conju-gación de sus limitadasaspiraciones y la riqueza desus tierras no sólo en orosino también en el culti-vo, la pesca o la caza: “Elplátano le da profusa-mente pan, los ríos pesca-do i las selvas tatabros i

saínos” (Ibíd.: 291). Refi-riéndose al río San Juan,Felipe Pérez (1862: 327) hace ex-plícito que este  país con tierras “ri-quísimas en aluviones de oro” no ha“progresado como debía” contras-tándolo con el  progreso que sí se hadado en Antioquia donde la razablanca cuenta con un clima propi-

cio y no como el del Chocó queposee un “clima mui malo para laraza blanca” (Ibíd.: 327).

 No es de extrañar, entonces,que Codazzi y Pérez se esfuercen enimaginar un futuro donde la  pros- peridad de estas regiones del Estadodel Cauca descanse en parte en una

especie de fuerza redentora de laraza blanca, la cual se asentará enlas cordilleras de las selvas agrestespor entonces inhabitadas y con unclima más propicio para esta razamotivada por los aún desconocidoscriaderos de oro que allí reposan a la

espera del “minero inteligente y la-borioso”. Así, para la región de Bar-bacoas, Pérez escribe:

[...] vendrá un día en sean reco-nocidos los criaderos de oro queestán en las cordilleras [...]entónces las altas cumbres seránvisitadas i pobladas por el mi-

nero intelijente i laborio-so, quien transformarálas selvas agrestes en te-rrenos cultivados, llenosde pueblos i caserios; i loscerros, desconocidos hoyi que solo muestran a lolejos sus elevadas crestas

de un verde oscuro, em-pezarán a verse cruzadosde caminos que bajaránpor sus estribos, en buscade la llanura i de los ríos,que por su cantidad deagua i poco relieve faci-litarán una navegacionpronta i segura hasta elmar. La raza negra saldráentónces de su estupidez,i el bienestar del blancoen la serranía alta, la esti-mulará a imitarlo i a tra-bajar en la baja llanura,auxiliada por su rápidamultiplicación i organi-zación vigorosa. Entóncestambién se descuajaránlas selvas seculares, secorrejirá el clima i apare-cerá la prosperidad hoidesterrada de tan pingües

lugares (1862: 293).

Por su parte, refiriéndose alChocó, Codazzi considera la futuraconstrucción del canal interoceá-nico como el motivo por el cual“[...] el antioqueño siempre empren-dedor y activo no se estará quietoy pasara a la cordillera [...]” para cul-

Edward Walhouse Mark, Ana María Ramos. 1845. Acuarela sobre papel,

25,4 x 17,3 cm (Reg. 0123), Colección Banco de la República

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 39NÓMADASRESTREPO, E.: ‘NEGROS INDOLENTES’ EN LAS PLUMAS DE CORÓGRAFOS

tivar y otros abrirán un camino.Esto llevará al descubrimiento denuevas minas de oro con lo cual:

[...] es seguro que los antio-queños primero y los extranjerosdespués, vendrán a explotarlospor estar situados en alturas enque la raza caucana, puede con-sagrarse al trabajo sin temor deenfermarse. Una nueva era sepresentará al Chocó: la serraníase verá cultivada y habitada,quedando en las bajas orillas delAtrato los negros indolentes,siempre desnudos, siempre po-bres. Puede ser que el contacto

con gente activa y que el pro-greso rápido que siempre hacenlos lugares de ricos minerales,los haga salir de la estupidez, le-targo y abandono en que viveny busquen con el trabajo elmodo de imitarlos. Extendiéndo-se la raza blanca por las altas cor-dilleras del Atrato, Andágueday sus afluentes, solo así tendráQuibdó un porvenir halagueño,porque entonces será esta ciu-dad (casi abandonada a la apa-tía de los indolentes negros) unpunto de escala para enviar ví-veres y mercancías a los que sehubieren establecido en las al-turas y los vapores llegaríancargados hasta allí (Codazzi,[1853a] 1959: 328).

Como ya se sugiere en el ante-rior pasaje, la imitación sería una im-

portante fuerza para abandonar laindolencia que según Codazzi y Pérezcaracteriza al negro del Chocó. Perola imitación no sólo se refería a laraza caucana o al antioqueño que seasentaría sobre las cordilleras, sinotambién de “hombres iguales aellos” en el Golfo de San Miguel enPanamá con los cuales entrarían en

contacto a través de la venta de ma-deras y provisiones, una vez construi-do el canal interoceánico, en el cualestaban interesados “todo el mundocomercial y las grandes naciones”: “Siel negro del Chocó sale de su indolen-cia podrá con sus canoas bajar el Atratoy pasar a Calcedonia, llevando made-ras y provisiones al propio tiempo quepor el San Juan y el Baudó bajarántambién para llevarlos al Golfo de SanMiguel. Puede ser que la vista dehombres iguales a ellos que traba-jan sin cesar para ganar, los estimu-le a ocupar útilmente el tiempo yhaga formar en ellos el deseo degozar de las comodidades de aqué-

llos” (Codazzi, [1853a] 1959: 327).

Considerando la pronta coloni-zación que Codazzi y Pérez presen-tían, entonces, en estas regiones seperfilaban tres zonas: “[...] la de losanegadizales i deltas; la de las lla-nuras con rios auriferos; i la de laserranía, totalmente desierta”(Pérez, 1862: 295). La primera, lade los “anegadizales i deltas”, paraentonces comprendida por los mal-sanos manglares solo habitables porel negro y unas playas e islotes don-de se encuentran los cuarterores, seconvertirá en la “Holanda caucana”cuando estas “[...] tierras se hayanelevado i las selvas sean abatidas losvientos alisios refrescarán la costa,cesarán las miasmas pestilenciales,i se verán producir en ellas todoslos frutos de la zona tórrida, tanapetecidos en los mercados estran-

jeros, al combinado i eficaz esfuer-zo de una poblacion numerosa,agricultora, marina i comerciante.”(Ibíd.: 295). La segunda zona, cons-tituida por los antiguos aluviones ycruzada por innumerables ríos,“país minero i agricultor” habitadopor la raza africana, sus mezclas ydescendientes en  pocos i pequeños

 pueblos largamente distanciados en-tre sí “[...] serán reemplazados poruna multitud de ciudades, hacien-das i casas de campo, i toda laplanicie, cruzada por caminos ca-rreteros, ferrocarriles, canales, i ríos,tendrá medios fáciles i prontos detransportar a la costa las numero-sas producciones de tierra tan fe-raz” (Ibíd.: 295). Finalmente, la dela “serranía”, por entonces inhabi-tada, pero que estaría destinada aser poblada por industriosos mine-ros, agricultores y comerciantes deraza caucana o raza blanca comoantioqueños y extranjeros . De estazona desaparecerán las selvas agres-

tes para dar paso a los terrenos cul-tivados, a multitud de pueblos,caseríos y caminos: “Un clima tem-plado, frío i sano es el mas apro-pósito para el asiento de la razablanca, activa i emprendedora; entanto que las riquezas allí encontra-das serán las que sirvan para abrircaminos de acarreo por los cerrosintransitables en el día, que comu-nicarán un impulso saludable a laraza africana, habitadora de las ori-llas de los ríos, por la enervaciónde la felicidad” (Ibíd.: 295-296).

Para la región de Buenaventu-ra, Pérez parece considerar que el“progreso de la civilización” puedederivarse no sólo de las influenciasexternas agenciadas por la raza blan-ca, sino que también puede “[…] es-perarlo del aumento progresivo desus habitantes actuales, los que go-

zan de buena salud i robustez”(Pérez, 1862: 306). En este senti-do, se reconocerían las dinámicasinternas de la población misma dela región. Dadas las pocas necesi-dades para formar nuevas familias,Pérez considera que debe esperarseque estos habitantes se multipliquenconsiderablemente. Así, “Cuando su

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sociedad sea más numerosa i sus re-laciones mas íntimas i multiplica-das, empezará el progreso de lacivilización, i entónces las viejas sel-vas caerán bajo las hachas de unapoblación vigorosa i nacida en laindependencia de los bosques;entónces también sus ríos i cañosnavegables les servirán para llevaral mercado de la Buenaventura loscuantiosos productos de aquellastierras vírgenes, en donde puedencultivarse todos los frutos de lostrópicos” (Ibíd.: 306-307). Entrelas consecuencias estaría que, “[...]cuando el hombre haya podidoestender allí su imperio, cambiará

la naturaleza del clima, modifican-do los efectos de los pantanos i dela humedad ocasionada por las sel-vas” (Ibíd.: 307).

De los pasajes comentados nose desprende una especie de pesi-mismo racial ni ambiental, ya quetanto la raza africana, sus mezclas ydescendientes como el clima puedenser objeto de una serie de interven-ciones concretas que pueden evi-tar que estas comarcas ,  pa íses oregiones se atrasen más o bien se que-den estacionarias9. Con base en losfragmentos citados, es evidente queambos autores consideran que elinflujo de pobladores industriososasentados en las cordilleras vecinasredundaría, como consecuencia dela gradual emulación, en la trans-formación del estado de ignorancia,de indolencia, infelicidad y falta de

bienestar de la raza africana o laraza negra10.

Pero no sólo en el impulso de-rivado del poblamiento de la zonade la serranía por activos e indus-triosos habitantes o en las dinámi-cas de crecimiento poblacionalcomo lo sugiere Pérez para Buena-

ventura, radican las esperanzas de progreso de estas regiones. Además,ambos insisten en una serie de me-didas que deben ser tomadas por losgobiernos para obligar a los pobla-dores

indolentesal

trabajo. Estas

medidas demandan aplicación in-mediata y atizan el  patriotismo dequienes deseen el  progreso, como lorecomienda Codazzi en su informeal gobernador del Chocó:

Así, pues, los que de un modoverdaderamente patriótico de-seen el progreso de este país,deben desde ahora, antes quela vagancia se haga crónica,

pensar en los medios para obli-gar a los hombres y mujeres adedicarse al trabajo, pues queuna familia que conste de treso cuatro personas aptas paratrabajar no necesita sino de unao dos para subsistir y las demásdeberían alistarse como obreros,con salario correspondiente a suservicio, so pena de ser conside-rados como vagos ([1853a]1959: 325).

En el mismo informe, Codazziya había sugerido unas páginas an-tes la necesidad de obligar a la clase jornalera a trabajar mediante una“bien combinada ley de policía” sila intención era que “[...] la provin-cia progrese con la velocidad conque marchan los países industrio-sos [...] De lo contrario, el país pue-de de día en día atrasarse más por

falta de brazos, o bien quedar esta-cionario, perjudicando así enorme-mente el desarrollo de la riquezapública” ([1853a] 1959: 323). Parael caso de Barbacoas, Codazzi in-siste en la urgencia de las medidasconstituidas por reglamentos seve-ros que los obliguen a trabajar sopena de ser considerados vagos

como se hace en Europa con elhombre blanco, quien por lo demásno ha sido esclavo en un pasado re-ciente. Y para que esas ordenanzasno se queden escritas sin ningunainfluencia, Codazzi sugiere la crea-ción de un cuerpo de policía com-puesto por algunos “[...] de los másinteligentes, activos y formales deentre los mismos negros [...]”([1853b] 1959: 336). Se esbozan así una serie de medidas para interve-nir sobre determinadas poblaciones,para modificar sus comportamien-tos sobre lo que aparecía a los ojosde expertos como una ausencia devoluntad de trabajo. Estas medidas

debían ser establecidas por los go-biernos de las provincias a partir deuna legislación contra la vaganciaque obligase al trabajo, y un cuer-po de policía que vele por su cabalcumplimiento.

El trabajo es la fuente de rique-za no sólo de los  particulares, sinotambién de la nación. Del trabajo sedesprende la riqueza y el bienestarpersonal, se accede a las comodida-des y permite salir del estado de mi-seria: “[...] si quisiera trabajar, comolo hace todo hombre laborioso quetiene ambición de aprender y en-riquecerse para proporcionarsealgunos goces y salir del estado demiseria en que se encuentra” (Co-dazzi, [1853a] 1959: 325). El vesti-do, la habitación y el  gozo de otrascomodidades son fruto del trabajo:“Cuando el hombre nace, nace des-

nudo, y si llega a vestirse, a tenerbuenas habitaciones y a gozar de co-modidades es a fuerza del trabajo”(Codazzi, [1853b] 1959: 336). Dela misma manera, la riqueza de lanación se afinca en el trabajo de los particulares. En este punto Codazzies explícito: “[...] desde que se rehú-sen al trabajo, con el pretexto de

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ser libres, claro está que no hay tra-bajo ni riqueza pública, porque ami modo de ver el conjunto de lariqueza de los particulares forma lariqueza de los Estados” ([1853a]1959: 324).

De ahí que en las disposicio-nes al trabajo o a la indolencia depoblaciones específicas lo que sepone en juego es el futuro mismode la nación. El trabajo deja de servisto, entonces, como un asuntoestrictamente individual, para serconsiderado un asunto concer-niente a la nación. De ahí queCodazzi se pregunta entonces “Si

toda Nación granadina tuviese unapoblación como la del Chocó, ¿dedónde sacaría contribuciones di-rectas o indirectas, proporcionalesy regresivas para conservar el trende empleados? ¿Qué esperanzastendría para progresar y enrique-cerse en medio de sus ricos ele-mentos?” ([1853a] 1959: 327).Cualquier disposición o acción queredunde en la obligación al traba- jo, entonces, es percibido como unbien que se le hace a las  poblacio-nes mismas que de otra forma secondenarían a la miseria: “Obligar,pues, a esta raza por naturaleza in-dolente y perezosa a trabajar paraenriquecerse es hacerle un bienpositivo, porque están poco más omenos como los indios semibárba-ros que necesitan tutores” (Coda-zzi, [1853b] 1959: 336). Pero almismo tiempo, “acostumbrar al

trabajo” a estas  poblaciones y erra-dicar su tendencia al libertinaje esnecesario para el bien de la naciónen su conjunto: “Es necesarioestirpar esas ideas que confundenla libertad bien entendida con ellibertinaje o el no hacer nada. Esla primera necesidad acostumbra-ros al trabajo, que remunerado, re-

dunda en el provecho de ellos, delos particulares y de la nación en-tera. ¿Qué sería de este país si lagente trabajadora no sembrase sinolo necesario para comer? ¿Qué nohabría nada que transportar, y lanación no vería llegar a sus costasningún buque para comerciar?”([1855] 1959: 367).

Pero el trabajo como fuente deriqueza requería del concurso delcomercio para que se diera el  pro- greso material. Y para que el comer-cio se diera se hacían indispensableslas vías de comunicación que rom-pían el aislamiento: “Para que el

progreso material de un país se de-sarrolle con prontitud, es indispen-sable poner en contacto los puntosde comercio, aún con aquellas par-tes del territorio que parecen porsu naturaleza aisladas entre intran-sitables cordilleras. Rompiendo es-tas y destruyendo el aislamiento esque se favorece a los pueblos, puesno haciéndolo, quedan como pre-sos, sin poder moverse” (Codazzi,[1853b] 1959: 347). Sobre este su-puesto, Codazzi entendía no sólo larelevancia de los trabajos de laComisión Corográfica “[...] quetienden a proporcionar bienes posi-tivos, buscándoles vías de comercio,que se encuentran casi siempre, aúnen las partes más altas y escarpadasde los Andes [...]”, sino también unaagenda para los gobernantes con“bienes positivos” para “[...] la Na-ción, a la clase pobre pero indus-

triosa, así como también al rico ytrabajador […]” (Ibíd.: 347). Ahorabien, según Codazzi, el comercioproporcionaba el dinero que seconstituía en el móvil último del género humano porque con “[…] di-nero hay agricultura, crías, manu-facturas, artes, ciencias, riquezas,comodidades, gusto, consideracio-

nes, goces y placeres positivos; enfin, en donde él está no hay paupe-rismo, ni se piensa en trastornos nien revoluciones, y menos en las as-piraciones y en la empleomanía”([1852] 1956: 312-313). Como elcomercio es la fuente del dinero,Codazzi concluye que “[...] en re-sumidas cuentas, hoy está visto queel comercio es el amo del mundo”(Ibíd.: 313).

Conclusiones

 No se puede argumentar que lanoción de raza que opera en las

narrativas de Codazzi y de Pérez seaidéntica a otras articulaciones ra-ciales como las que constituyen elracismo científico de finales del si-glo XIX o aquellas de principios delsiglo XX expresadas, por ejemplo,en el movimiento eugenésico. Porsupuesto que, como toda articula-ción racial, comparte el hecho deestablecer una jerarquía racializadadonde la raza africana, sus mezclasy descendientes en lo que hoy se de-fine como la ‘región del Pacíficocolombiano’ se encuentran más omenos distantes de las actitudes,prácticas y concepciones de la civi-lización y el  progreso. Sin embargo,y en este punto es donde difiere deotras articulaciones raciales, la re-lación entre diferencia y jerarquíano se piensa como una identidadni, menos aun, como una constan-te. Me explico. Si bien es cierto que

Codazzi y Pérez asumen que entrelas distintas razas se hallan diferen-tes constituciones, lo que las hacemás o menos aptas para habitar dife-rentes climas, de esta diferencia nose deriva necesariamente la jerar-quía en cuanto a su lugar en el  pro- greso o civilización o su capacidad dealcanzarlo.

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NÓMADAS42  NO. 26. ABRIL 2007. U NIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

Es evidente en las proyeccionesy medidas que Codazzi y Pérez ima-ginan para los habitantes del Esta-do del Cauca, que raza africana, susmezclas y descendientes son suscep-tibles de transformación hacia el progreso o civilización. No están plan-teando que esta transformaciónpasa por un cambio en la constitu-ción a través de mezclas con la razablanca, por ejemplo. Son influenciasprovenientes del movimiento mer-cantil o de la imitación de  pobladoresindustriosos asentados en zonas ve-cinas, e incluso de dinámicas inter-nas como el propio crecimientodemográfico o de las medidas gu-

bernamentales, de donde pro-vendrían estas transformaciones(definidas más con expresionescomo moralización).

Así, para hablar de uno de losrasgos más reiterativos de las narra-tivas de Codazzi y Pérez, la indolen-cia de la raza africana de estascomarcas, regiones y  países no se en-cuentra en el mismo plano que elde su constitución, la cual la haceapta para determinado clima. Co-lapsar estos dos planos es propio delas lecturas deseventualizantes, queal cruzarse con descripciones comolas que he citado, donde aparecela palabra “raza” asociada con elestablecimiento de diferencias yjerarquías, se borran de un trazo susingularidad y densidad. Al respec-to, recordemos como Codazzi con-sidera la noción de mestizo. No es

debido a un cambio en la constitu-ción de la raza indígena por el cruza-miento racial lo que eleva al mestizopor encima del indio, sino la eman-cipación de una degradación originalproducida por la Conquista y man-tenida en el régimen colonial. Sonsingularidades como éstas las queno se pueden pasar por alto en la

comprensión de las especificidadesde las articulaciones raciales queoperan en el pensamiento de auto-res como Codazzi y Pérez para me-diados del siglo XIX.

Citas

1 Para estudios sobre la Comisión Corográ-fica ver Restrepo (1999) y Sánchez(1998).

2 Agradezco muy especialmente a JulioArias por las apasionantes discusionesque hemos sostenido en los últimos me-ses sobre muchas de las ideas aquí es-cuetamente presentadas. Igualmente,agradezco los pertinentes y juiciosos co-

mentarios de uno de los evaluadoresasignados. Obviamente, los problemasque aún persisten son de mi enteraresponsabilidad.

3 Ver, por ejemplo, Codazzi ([1853a] 1959:324) y Pérez (1862: 291-292, 302). Porespacio he suprimido las extensas trans-cripciones que hacían parte del primerborrador.

4 En un pasaje de otro texto, Codazzi esaún más explícito con respecto a estepunto: “Los pueblos rudimentarios, quedesconocen la industria inteligentesubyugadora del mundo físico, son escla-

vos de la materia que los rodea y los amol-da a sus exigencias […] Las artes de lacivilización, dominando el mundo físi-co, emancipan al hombre […]” ( [1857]1956: 446).

5 En el Diccionario de la Real AcademiaEspañola de 1817 se define de la siguien-te manera: “MIASMA. s.m. Med. Eflu-vio maligno que exhalan algunos cuer-pos enfermos y generalmente las aguascorrompidas ó estancadas. Usase común-mente en plural, Miasmas.” (Real Aca-demia Española, 1817: 572, 3).

6 Al respecto de las representaciones de la

región del Pacífico para el siglo XIX, véa-se el excelente trabajo de Leal (2004).Igualmente puede consultarse a Rodríguez(2004).

7 Casi con los mismos términos, en Pérez(1862: 290).

8 Sobre los imaginarios de diferentes sec-tores de la elite del siglo XIX sobre lariqueza de las tierras bajas del Pacíficocolombiano véase Leal (2004).

9 En este sentido, en un informe sobre laprovincia del Casanare fechado en Bo-gotá el 28 de marzo de 1856, Codazzi sedirige al secretario de gobierno en los si-guientes términos: “Dos grandes obstá-culos se oponen en esa provincia a sudesarrollo, que son: el clima y los indios.

Ambos pueden con el tiempo modifi-carse, pero, entre tanto, será útil exami-narlos para ver si desde ahora se puedehace algo para acelerar esa modificación”([1856] 1956: 376).

10 En términos muy parecidos, ver la des-cripción de Pérez (1862: 320-321).

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