juvenal y juliana

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1 Lo de antes (antecedentes de dos vidas) En eso de reivindicar el derecho a la tristeza, va incluida la nostalgia y el recuerdo. Cuando salí de casa, lo hice por aproximación. A una vida nueva. Con mis palabras extendidas. En ese vuelo hacia la libertad. Y es que todo comenzó cuando, en sueños, vi a Catalina Ramírez. Con ese hálito de misterio. Conversaba con ella. También reíamos. Tal vez, en el imaginario vivo. Cuando nos decíamos, en lo hablado, una proclama. Siendo, en veces, mensajes estrechos. Como ese que permanecía en mi memoria, Como en otro tiempo. Ella decía no entender. Expresando potente duda. Decía que no estuvo conmigo en el barriecito amado. En ese Medellín que recién comenzaba. Le dije, yo, que era cierto. Es más, le señalé un detalle, a manera de código. Ese escarpado vago. En el solar de Juliana. En ese diciembre que recién comenzaba, Era un universo de luces de colores azul y rojo. Un farolito encendido, fue nuestro mudo testigo. Le hablé, también, de ese nicho que habíamos construido, De ladrillos color café y piso en arenilla. Nos besamos al terminar la obra. Y que, ella, susurró las palabritas aquellas: “estoy destinada vos.” En una coquetería embriagante. Le dije, también, lo mucho que teníamos para caminar. Y que, lo digo yo ahora, se suponía que iríamos hasta el mar. En la intención de vagar en esas aguas saladas. Pero solidarias, aún en sus bravías horas, en la tarde, Cuando el padre Sol, se

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Lo de antes (antecedentes de dos vidas)

En eso de reivindicar el derecho a la tristeza, va incluida la nostalgia y el recuerdo.

Cuando salí de casa, lo hice por aproximación. A una vida nueva. Con mis

palabras extendidas. En ese vuelo hacia la libertad. Y es que todo comenzó

cuando, en sueños, vi a Catalina Ramírez. Con ese hálito de misterio. Conversaba

con ella. También reíamos. Tal vez, en el imaginario vivo. Cuando nos decíamos,

en lo hablado, una proclama. Siendo, en veces, mensajes estrechos. Como ese

que permanecía en mi memoria, Como en otro tiempo. Ella decía no entender.

Expresando potente duda. Decía que no estuvo conmigo en el barriecito amado.

En ese Medellín que recién comenzaba. Le dije, yo, que era cierto. Es más, le

señalé un detalle, a manera de código. Ese escarpado vago. En el solar de

Juliana. En ese diciembre que recién comenzaba, Era un universo de luces de

colores azul y rojo. Un farolito encendido, fue nuestro mudo testigo. Le hablé,

también, de ese nicho que habíamos construido, De ladrillos color café y piso en

arenilla. Nos besamos al terminar la obra. Y que, ella, susurró las palabritas

aquellas: “estoy destinada vos.” En una coquetería embriagante. Le dije, también,

lo mucho que teníamos para caminar. Y que, lo digo yo ahora, se suponía que

iríamos hasta el mar. En la intención de vagar en esas aguas saladas. Pero

solidarias, aún en sus bravías horas, en la tarde, Cuando el padre Sol, se

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embriaga de ternura, Mirando a la Luna. Recibiendo todas las voces todas. Mar

adentro estaba los barcos y las sirenas.

Después, cerré la puerta que daba entrada y salida, a mi cuarto. Mamá no lloró.

Aun en el entendido de la soledad. Y que, como madre soltera, no habría lugar

para aspirar a un hombre más o menos de su talante. Simplemente me bendijo. Y

no supe más de ella en lo que me quedaba de vida. Andando el tiempo, quise

reparar mi memoria. Para poder contar que había sido en mi infancia temprana. Y

dibujé un letargo. Una opción un tanto herética, pero que ella pretendía disipar. Y,

de verdad, que no supe interpretar sus palabras. De lo que se trata, ahora, es

hilvanar los hechos. De tal manera que volvamos a esa línea, en el tiempo, que

hizo de nuestras vidas, postulados válidos.

En ese mismo momento, en que cerré la puerta de mi cuarto, comprendí que, mi

viaje en sí, iría por un camino distinto al que había previsto antes. Un tipo de

recordación, el de ahora, más cifrado en aquello que yo no conocía. Como ese

universo de haceres que no había entendido. Por lo mismo que había llegado a un

punto estacionario. Viviendo la vida, desde esa infancia temprana, tratando de

revivir la imagen de mi papá. Al parecer nunca lo conocí. Tal parece que mi

memoria no alcanza. Es, más bien, un imaginario famélico. Como en vía de

extinción, desde el mismo momento en que creí que existía en mí.

Supe de él mediante una historia de vida que contó mamá. Un domingo de agosto,

mientras se celebraba mi cumpleaños tercero. Lo dibujó en ese vuelo que tienen

las mujeres. Retrotrayendo su misma memoria, hasta ese comienzo de siglo.

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Cuando lo conoció en San Jacinto. Empezaron a comunicarse en el lenguaje de

palabras de calidez. Luego, él empezó a visitarla en la casa de la abuela. Se

tuvieron un lunes, justo en la fiesta de Corpus, estando en el paseo que había

organizado el abuelo. Tal parece que la preñez fue inmediata. El abuelo y la

abuela coincidieron en echarla de la casa. Y, mi mamá, no tuvo otra alternativa

que solicitarle a su amiga más cercana, un refugio transitorio. Mientras, según ella,

llegaba mi papa… Así lo había prometido.

Nunca llegó. Entonces, mamá Escolástica, tuvo que buscar un horizonte para

viajar. Horizonte precario. Llegó a casa de la señora Oliva. Una amiga de la

abuela. Empezó a pagar la estadía, lavando ropas. Un ejercicio que, cada vez, se

hacía más agotador. A la velocidad de mi crecimiento.

A Catalina Ramírez le pasó lo mismo. A causa de la refrendación de mi condición

de macho perverso. La había convencido de aligerar nuestros espasmos. Yo

había aprendido eso de los orgasmos, en una revistica que me prestó Leonidas. Y

sí que logré mi cometido. A partir de esa retahíla de palabras lisonjeras, perversas.

Ejerciendo como violín de tu danza y canto, me ha dado por recorrer todo lo que

vivimos antes. Toda una expresión que vuelve a revivir el recuerdo. De mi parte te

he adjudicado una línea en el tiempo básico. Para que, conmigo, iniciemos la

caminata hacia ese territorio efímero. Un ir y venir absoluto tratando de encontrar

la vida. Aquella que no veo desde el tiempo en que tratamos de iniciar los pasos

por el camino provistos de un y mil aventuras. Como esa, cuando yo tomé la

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decisión de vincular mis ilusiones a la vastedad de perspectivas que me dijiste

habías iniciado; desde el mismo momento en que naciste.

Todo fue como arrebato de verdades sin localizar en el universo que ya, desde

ese momento, había empezado su carrera. Y, por lo mismo entonces, la noción de

las cosas, no pasaba de ser diminutivo centrado en posibles expresiones que no

irían a fundamentar ninguna opción de vida. Viendo a Natura explayarse por todos

los territorios que han sido espléndidos. Uno a uno los fuimos contando. Haciendo

de ese inventario un emblema sucinto. A propósito de sonsacar a los tiernos días

que viajan. Unitarios y autónomos. En ese recorrido nos situamos en la misma

línea habida. Situada en posición de entender su dinámica.-

La vía nuestra, fue y ha sido, entonces, un bruma falsa. Que impide que veamos

todos los indicios manifiestos. Y que, en su lugar, incorpora a sus hábitos, todo

aquello que se venía insinuando. Desde ese mismo anchuroso rio benévolo. Y, de

mi parte, insistí en navegar contracorriente. Tratando de no eludir ninguna bronca.

Todo a su tiempo, te dije. Y esperamos en esa pasadera de tiempo. Y volvimos,

en esos escarceos, a habilitar la doctrina de los ilusionistas inveterados. Todo, en

una gran holgura de haceres trascendentes.

Y, ya que lo mío es ahora, una copia lánguida de todo lo que yo mismo había

enunciado en ese canto a capela. Y que traté de impulsar, como principio aludido

y nunca indagado. En esa sordera de vida. Solo comparable con el momento en

que te fuiste. Y entendía que no escuchaba las voces. Las ajenas y las nuestras,

Como tiovivo enjuto. Varado en la primera vuelta. Y que tú lloraste. Pero seguía el

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olvido de tus palabras. Porque ya se había instalado, en mí, la condición de no

hablante, no sujeto de escucha. Mil momentos tuve que pasar, antes de volver a

escucharte. Y paso, porque tú ya habías entendido y dominado el rol del silencio y

de la vocinglería. Contradictores frente a frente. Y que empezaste a enhebrar lo

justo de las recomendaciones que te hicieron los dioses chicaneros.

Tu irreverencia se hizo aún más propicia. Yendo para ese lugar que habías

heredado de las otras mujeres plenas. Hurgando, en ese espasmo doloroso, me

encontré con tu otro nombre. No iniciado. Pero que, estando ahí, sin uso. Lograste

la licencia para actuar con él. En todas las acechanzas que te siguieron desde ese

día

Yo, entonces, me fui irguiendo como sujeto desamparado. Viviendo mi miseria de

vida. Anclada en suelo de los tuyos. Y me dijiste que era como plantar la

esperanza. Para que, después que el Sol deje de alumbrar; pudiésemos

enrolarnos al ejército de los niños y las niñas que, a compás, de tu música, iban

implantando la ilusión en ver otro universo. Sin el mismo Sol. Muerto ya. Tú debes

elegir cual enana roja estrella nos alumbrará

Insípido tiempo. Este que deambula por ahí como si nada. Aun sabiendo que lleva

en sí, ese tejido nefasto de violencia. De insania viva a toda hora y día. Con esos

niños y esas niñas que van y vienen sin horizonte. A cuenta de opciones de vida y

de conceptos, que las y las sitúan en posición de ser vulnerados por vejámenes.

Abiertos, asincrónicos. De aquí y de allá. Como si fuese único horizonte habido y

posible. O con esas mujeres nuestras, matadas. Vulneradas. Como sopladura en

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ese vahído maldito. Que nos cruza. Que las infiere como simples expresiones de

vida sin pulsión válida. O, en esos dolores todos. Asumidos como vigencia y vigía

circundantes. Como si fuese oxígeno necesario para vivir, así. En esa penuria de

alma y de valores. Que están ahí mismo. En ese ir y venir de toda hora y

momento.

Y sí que, entonces, este tiempo es tenido en cuenta como referente de las

gobernanzas. Huero y hueco soporte de haceres alongados, potenciados. Erigidos

como valores universales, a ser acatados. Como simbología que se torna

proclama de recinto en lentejuelas soportado. Como vasos comunicantes, hechos

hervideros de solapados agentes. Sujetos catalépticos, que obran como momias

vivas. Revividas a puro golpe de normativas. Y de imperativos. En esa lógica con

nervadura trinitaria. Con horizonte impúdico a lomo del gestor virulento, aciago,

cicatero, malparido. En lo que esto tiene, no de referencia a mujer ninguna. Más

bien como cuerpo y vida hecha y contrahecha, a partir de manuales pensados

para armar. Rompecabezas, con piezas preestablecidas. En eso que tienen todos

los modelos construidos. A semejanza de rutinas, pensadas en catacumbas

pútridos.

O, en esa ironía que da la vida, ver rodando y crescendo, la búsqueda de orquesta

que partitura interprete. En cualquier opción de pentagrama. Así sea en RE o en

Do desparramado. Erigiendo, como expresión con algún sentido y tono, la

vendimia de los saqueadores de culturas y promotores de lobotomías colectivas.

Directrices hechas y, por lo mismo, diseminadas. Como pandemias. Expuestas al

viento. Para que vuelen. Y que, volando, hagan aplicación en su derrotero. Aquí y

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allá. Como en el ahí de los troyanos sorprendidos. Como esos inventos de toda la

vida y de todos los días. En cuanto que somos sujetos y sujetas de locomoción,

entre incierta y cierta. Viviendo en una u otra entelequia. Qué más da. Si todo lo

habido ha sido y será, secuencia a perpetuidad pensada. O no pensada. Siendo

cierto, eso sí, que lo que más odian y han odiado los exterminadores ha sido y es

a la fémina ternura. Tal vez, más por ser fémina que otra cosa.

Y, yendo en ese por ahí, tortuoso e in-sereno; hemos ido encontrando lo avieso de

las conjuras. Hemos ido andando el pantano. Que succiona los cuerpos y las vidas

en ellos. Caminando lo empinado y pedregoso. Como yendo al lugar que

conocimos como cuna de Pedro Páramo. O en el cuarto frío, en tierra en que vivió

el que encontró la perla casi viva; en la nomenclatura de palabras en Steimbeck.

Y sí que, en ese envolvente torbellino de vidas juntas. O en las soledades solas de

Kafka. O en lo insólito vivido por el sujeto sutilmente áspero de Camus. O, en esa

comunidad internalizada, viviente y compleja de Cortázar en su Rayuela. O, en fin,

en ese saber que somos. Casi siempre sin haber sido nosotros y nosotras. Ahí, en

ese tejido de vida pasando y pasando. En este maldito tiempo de cronología que

mata. Por lo mismo que, siendo tiempo, no redimido. Por lo mismo que redención

es sinonimia de puro embeleco mata pasiones y mata ilusiones.

Será por eso que yo, en mi íntimo yo incierto y perturbado, sigo amando a esa

ramera propuesta por Manolo Galván. En esa simple letra, en canción casi clisé

zalamero. O, en esa misma línea, sigo amando a la amante del puerto que dio

origen a la otra simpleza del “hombre llamado Jesús””; el hijo de esa que entregó

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su cuerpo a quien pasó primero. Vuelvo y digo: será por eso. Por tantas simplezas

juntas; que sigo viviendo a diario, con la dermis ilusionada, expuesta, a lo que

pasa, pasando. Tal vez pobre sujeto, insumiso empedernido. Que sigue atado a

cualquier canto de letra compleja o fútil. Pero expeliendo más vida que este

tiempo enjuto. Pletórico de sujetos, serios. De pies en tierra, dominando. Valgo

más yo, como sujeto ingrávido de fácil volar, volando.

Parte uno

Juvenal Portocarrero, colocó el texto que estaba leyendo, en su mesa de noche.

Se sentía como sujeto empalagoso. Como esos que quieren terminar una lectura,

pero que retrotraen el quehacer, buscando algo…no se sabe qué. Vino a su

memoria el trajín del día. Visita al Museo de Especies en vía de extinción. Luego

su conferencia acerca de “Los pasos Olvidados en las Historia”, Percibió que no le

había ido muy bien. Juliana, una niña de escasos quince años lo había increpado

en esos de las figuras que la psicología denomina “estados de pensamiento

vacíos”. Algo así como tratar de recordar los desafueros de la razón. No tanto en

términos kantianos. Más bien en lo que se llama, ahora, lo cotidiano como brújula

necesaria”. Se sintió molesto, al ver que no le fluían las palabras necesarias y

adecuadas. De todas maneras incursionó por la vía aristotélica. En eso de los

“mundos y sus visiones”. Juliana no quedó a gusto con sus respuestas

improvisadas.

Salió del campus universitario, acongojado. Porque n, el mismo, supo de sus

debilidades al momento de responder inquietudes. Como cuando, en cada uno de

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nosotros y nosotras, se asoma la debilidad en lo cotidiano. Se decía, “yo he sido

muy bueno a la hora de escribir y expresar opiniones en extenso. Lo cierto es que

llegó a su casa desanimado. Recordando, incluso, que no quiso atender a la

señorita Juliana, al salir del campus.

Lo que leía “Cuaderno Dorado# de Dorado escrito por Doris leasing, premio Nobel

de Literatura en 2007”, era algo así como ese sucedáneo que necesitaba para

tratar de demostrar u ilustración literata. Pero no más. Un recorrer el camino de la

lucha feminista. Aquí y Ahora. No había logrado descifrar las postulaciones la

escritora. Por lo mismo casi despedaza el texto en un arrebato de ir4a. Justificada

por la derrota que había sufrido en su conferencia.

Antes de acostarse, trató de dilucidar su verdadero escozor. Su fastidio. Su

vergüenza. Hasta que, simplemente, dejó de pensar y de hablar consigo mismo.

Una vez en la cama, trató de recordar su historia. Desde su infancia primera.

Auque tarde se dio cuenta que, su hogar, no fue más que sumatoria de

obviedades. Todo por cuenta de papá Rigoberto y mamá Sara. Unas ínfulas de

catedráticos poseídos de enorme egolatría. Y, como único hijo, sufrió los

mandatos académicos. Ante todo de papá Rigoberto. Había graduado como

“doctor en Historia Comparada”. En ese tipo de desarrollos temáticos, ampulosos.

Ahora, él. Los veía e interpretaba como mediocres teorías de un sujeto que nunca

supo que la vida es más que simple vivirla.

Se levantó en la madrugada, No había podido conciliar sueño. Una rutina de

imágenes incorpóreas la azotaron durante la noche. Una vez en pie, trató de

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serenarse. Recibió el periódico y leyó algunas líneas. Por ejemplo: “…se calienta

el país, con las declaraciones de Valencia Benjumea, presidente.”. Fue, algo así,

como volver a la realidad. De un país casi destrozado. Políticas absurdas,

trazadas para tratar de conjurar la destrucción de la ideología. Como cuando uno

se da cuenta que hemos recorrido caminos de repetición. Validando eso del decir

popular “los mismos con las mismas”

Encontró a Juliana a la salida del Liceo “Giordano Bruno”. Ella estudiaba allí,

desde grado sexto. Tal parece que no fue tan fortuito el encuentro; Más bien como

león herido en sus ínfulas de intelectual pristino. Pero, a su vez, ese pulso latente

que convoca a volver a mirar a la mujer que deseas. En esto iba mucho la noción

que, Juvenal, tenía aparentemente claro. Juliana mucho menor que él. Casi podría

ser su padre. Cuando Juliana salió, Juvenal la abordó. El pretexto, tenía que ver

con un libro titulado “ De las cosas que pasan en nuestra vida”. Un autor muy

conocido, Epaminondas Sanjuán. Un texto que, aunque farragoso, exponía una

intención, más allá de la simple historia etérea. Más bien un posicionamiento en la

hora temprana de Sigmund Freud. Cuando éste recorría las fuentes de Sócrates.

Su ética y su perspectiva de los sujetos. Como cuando, en el discípulo del

maestro. “Aristóteles”. Un embriagante insumo de potencia ideológica. Similar a la

de Aristófanes, en su seguidilla de expresiones de una democracia ateniense.

Juliana recibió a Juvenal, con una risa sincera. Una expectante. Quería

profundizar con Juvenal, eso de la doctrina asociada a la teoría de la historia,

cuando se cuenta con documentos heredados de fuentes más o menos veraces.

Así como los recursos teóricos a partir de las intuiciones derivadas de lo inmediato

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soportado en la hilatura cotidiana, contada por hombres y mujeres partícipes de

momentos, preferiblemente espontáneos. De eso que requiere de la vivencia y su

entendido. Más allá de cualquier especulación hegeliana.

Juvenal la invitó a recorrer el parque. Aun siendo conocedor de la disciplina a la

que estaba acostumbrada la autoridad de papá Olegario y mamá Cristina. No

siendo un hogar autoritario, era más lo de acceder a una rutina coloquial, pero

inmersa en principios obvios de cuidado elemental. Juliana se mostró de acuerdo

con la invitación. Pero solo por una hora.

Un envolvente universo de decires y expresiones relacionadas con la

internalización de los sujetos. Pero, asumiendo como punto de partida el exterior

como exógeno principio e insumo. Juliana expuso su teoría simple, pero de gran

dimensión. Algo así como lo social construido a partir del quehacer de los y las

sujetos. Nunca en aceptación del llamado recurso premonitorio y/o de los haceres

predestinados. En su clase de “historia de las religiones”, compartía

permanentemente este tipo de expresiones con el profesor Asdrúbal. Un bello

sujeto, en el cual la ternura, iba acompañada de una solidez conceptual y teórica.

En una de sus clases, antes de terminar el primer periodo académico, hizo una

lectura y reflexión de un texto escrito por él en el proceso de una investigación

acerca del rol asumido por los cristianos, unos años después de la muerte de

Jesús. Era algo así como la relevancia de estudiar y comparar los escritos

antiguos con las realizaciones de este tiempo. Juliana conservaba el texto original

escrito por el profesor Asdrúbal. Lo leyeron juntos…

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Dos caras, a propósito de Orígenes y de Melisa

I(Dos caras)

Dijo que estuvo Antioquía, buscando a aquellos que vivieron con el Maestro.

Siendo ya confeso partidario, necesitaba conocer más de cerca las condiciones en

que se había desarrollado la doctrina. En todo eso que tenía de enigmático y

susceptible de transformación bicéfala. Tal vez con un recuento de Hechos,

conocido de parte de Lucas. En esa inmensidad de caminos. Tanto en lo

conceptual; así como también en lo plebeyo de la casuística. En un tiempo en el

cual el mensaje estaba aún vivo en lo inmediato.

Hizo alusión a las contradicciones fundamentales. De un lado la opción judía que

reclamaba una versión apologética de la enseñanza mosaica. Por la vía de

entender la posibilidad del salvamento, ligada al ritual de los circuncisos. Algo así

como la generación espontánea de la fe primera.

Y es que Pablo de Tarso, convertía su discurso no en lo efímero y liviano del

conocimiento. Por el contrario, soportado en la verticalidad. Así se lo hizo saber a

Santiago, el hermano del crucificado. Como quiera que, en ciernes, existía la

argumentación básica para asumir la perduración doctrinaria. En una conexión

indispensable con el mandato no conocido en escritura. Más bien, una herencia,

centrada en la transmisión verbal. Por lo mismo que la orientación había sido

difundir la hermenéutica de la condicionalidad teórica, referida a entender la

relación causa-efecto; en una perspectiva trascendente.

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Un azoramiento visceral, cruzaba ese momento crucial histórico. Como una

especie de vena rota que convoca a surtir las proclamas. Con arrebatos místicos,

en principio. Pero racionales en lo que esto tiene de asumir los íconos

indispensables. Ya lo diría, casi cinco siglos después Sor Juana Inés y Juan de la

Cruz; por la vía del catecismo lírico. En una exaltación continua del viaje hacia el

conocimiento de Dios; a partir de una versión herética, sublime

Si hubo o no transgresiones, en razón a la profundización del conocimiento, no se

puede afirmar en términos absolutos. Lo que sí quedó plenamente claro, son las

condiciones que debía prefigurarse antes de la proclamación evangélica. Con todo

a lo que conllevaba. Es decir, ese ilusionario universo de ideas y, de otra parte, de

dificultades no superadas. Como en esa noción de trámite, casi notarial que

acompaña a toda heredad teórica, poco sistemática y mucho de confusa.

Es decir, visto en esa dinámica, el movimiento de persuasión en lo que

correspondía a la ética y a la religiosidad; no tenía grandes motivaciones. No

había posibilidad de encarar los retos propios de la explicación y justificación de la

teoría en sí. Inclusive, porque ser o no cristiano, seguidor de la palabra hablada de

Jesús, se había convertido en una didáctica aplanada. Con la mirada puesta, más

en la vivencia que fue real e inmediata; que el escenario filosófico y teológico.

Pablo, por esto mismo, caminó hasta deshacer el cuerpo físico y reconstruir el

cuerpo doctrinal. Siempre por una vía, tan profundamente humana, que a cada

nada la eclosión del mensaje se tornaba en simple borbotón de frases

inacabadas.

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Y lo encontraron, cualquier día, al lado de Santiago, tratando de descifrar por si

mismos los secretos internalizados de la Escuela Farisaica. En ese ir y venir de

expresiones monosilábicas. Casi como mero susurro. En una envoltura ya lejana,

como pensamiento y como afinidad directa con el Dios perdido. Y, Santiago, no

atinaba a ser coherente. Como cuando alguien no ha tenido claridad acerca de lo

vivido. Mucho menos acerca de lo trascedente de ese haber vivido de cerca el

proceso de martirologio.

Otra cosa, bien distinta, hubiera sido la historia de lo sagrado como proceso, si

Sor Juana Inés y Juan de la Cruz, hubiesen vivido mil quíntenos años antes y

estuvieran allí, con los dos reunidos.

Tertuliano estuvo, ese día, trillando su discurso. El mismo. Como referente lo

cotidiano en el actuar de los apologéticos de la diáspora. Tal vez, en lo más

íntimo, el conocía de su equivocación al elegir ese camino. Pero ya no había

vuelta atrás. El conflicto se había profundizado. Tanto que, el judeocristianismo

sucumbía como opción única válida en el proceso de consolidación del

monoteísmo mosaico. Ya, la devertebración, estaba acunada. Porque no había

por donde ni con que desglosar las doctrinas básicas.

En ese tiempo, la división política y administrativa, comprometía una noción

primaria del concepto de estado. Por una vía apenas lógica, dado el contexto. Una

configuración geopolítica con fronteras tan delgadas, que el Imperio Romano, se

deslizaba hacia una figura de poder un tanto extraviada. O, para decirlo mejor, en

el cual las directrices cruzaban territorios acicalados con ese universo de opciones

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de interpretación en términos de lo que pudiera constituir el referente básico. Una

posición dubitativa. Entre la permanencia de la ortodoxia fundamental del

politeísmo inherente a las convicciones heredadas. Y el crecimiento de lo tripartito.

Fundamentalmente en lo respecta al fariseísmo político-administrativo, el

judaísmo venido directamente desde las escrituras antiguas, mosaicas y los

hechos asociados a la nueva versión mesiánica; habida cuenta del crecimiento del

mensaje de Jesús. Como Nuevo Gran Profeta.

Rondando “El Templo”, como instrumento físico; fortalecido, reconstruido en

gobierno de Herodes el Grande. Y que se hacía escenario de confrontación. En

diatribas portentosas. Casi como acariciando la contienda precursora de un nuevo

régimen político-religioso. Vista, la nueva ideología como herética y como

originada en especulaciones, más que en doctrina sólida. Porque, en lo cotidiano,

ya estaba hecho el ejercicio. Ya había un discurso y unas acciones de

proselitismo, permeado por una nueva noción de Dios Significante; en necesidad

de retar a la humanidad que se deterioraba cada día más, a partir de escindir y

extraviar el acumulado histórico y religioso. Inclusive, con el agravante que era

casi imposible dilucidar contenidos.

Y es que Tertuliano pretendía zanjar la confrontación (casi cieno cincuenta años

después) una disputa que empezó a trascender la simple arenga. Por lo mismo

que, a la par con la confrontación centrada entre el Imperio y la tripartita

amalgama contestaría; se iban desgranando posiciones menores, pero adheridas

al mismo piso originario. Ya los fariseos administradores, tenían un disenso, por la

vía de los zelotas. Siendo estos una representación grupal, enfrentada con el fisco

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romano. Y allá, en Jerusalén, se hacían excesivamente fuertes. Casi como

desplazando todo el contenido mismo de las expresiones judeocristianas.

Daba cuenta, el rico propietario y esponjoso crítico leguleyo, de pretensiones un

tanto militaristas. Como si evocara, hacia atrás, los condicionamientos propios de

la historia religiosa asociada con el Pueblo Judío. De la dirección política de

Moisés y de su capacidad para establecer con sus dirigidos una relación de

prepotencia centrada en los Diez Mandatos Fundamentales. Y se hizo fuerte,

Tertuliano, a partir de su ofensiva en contra del decantamiento en la doctrina,

realizado por Pablo de Tarso. Algo así como, en una seguidilla de torpezas a

nombre de la ortodoxia.

Los Juegos Olímpicos en 165, marcaron el surgimiento de otra arista en la

confrontación. Marciòn, empezó a ejercer como opción preponderante. En un

entramado de confusión. Al menos en lo que respecta al significado de la

propuesta de los eirenos. De la razón de ser de la variante en Peregrino y su

inmolación, e nexo con la defensa de sus postulados fundamentales.

Ya estaba dicho, diría Pablo de Tarso, de lo que se trata es de la preservación del

hilo conductor básico. De no dejar extinguir el fuego del cristianismo; por la vía de

ignorar que la confrontación con la teoría helenizante, no era otra cosa que

expresiones de la dinámica misma de la contradicción. Entre el Jesús histórico,

ambivalente. Y el Cristo, resucitado. Es decir, no surtir teoría escindiendo las dos

partes. Por el contrario, haciendo cohesión. Centrando la divulgación en el

ejercicio doctrinal, a partir de ese equilibrio. Y, tal vez por esto último, la Trilogía

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Pablo-Santiago-Pedro, se fue deshaciendo. Porque no cabían ambigüedades;

siendo como era el momento de decisiones.

Lucas, en apariencia, esperaba descifrar los nuevos códigos propuestos por El

Reformador. Pero su estreches intelectual, dio lugar a la escritura de los Hechos,

de su versión evangélica, como palabras agrupadas en una linealidad que no da

cuenta de la estructura doctrinal del Maestro y de sus acciones. Por ahí, entonces,

Lucas se tuvo que contentar con el distanciamiento. Lo que podría llamarse bajo

perfil. Solo pasados casi doscientos años se vino a exhibir el escrito suyo, en

cierta hilatura, por lo menos cohesionadora.

Ya andaba Popea con su Nerón. Y ya había pasado el momento histórico de

Herodes el Grande. Y sus sucesores, Herodes Antipas, Arquelao y Herodes Filipo,

vieron diluirse el poder entre sus manos. Y, el crecimiento de los cristianos y los

judeocristianos seguía siendo disímil y agrandado en confusión. Un tanto

remontando la historia del antes de, los esenios, Anàs, de Aarón, de los levíticos.

Se encuentra nuestro Tertuliano, confeso ignorante, de frente con esa

historiografía. Que solo logra dilucidar en lo inmediato primario de las andanadas

en contra de Pablo. Y siendo así, se erige en defensor de la diáspora, casi que por

simple ley de la gravedad.

Cuando Popea incita, entonces viene a cuento la tragedia de Juan El Bautista. Ya

ahí, en el mero episodio de la acción iniciática de Jesús. En el agua, como agua

pura que remite a borrar rastros; estaba presente, en latencia casi, la diversidad

estatutaria. Si es quien, Jesús, superior a quien es Juan El Bautista; es un circulo

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que nunca se cerró. Y lo mismo va para la designación del espacio temporal para

el ejercicio sacramental. Si, en ese contexto físico y conceptual de Templo

Sagrado. O de, en menor dimensión, el propio Sanedrín. El ir y venir de las

acciones y sus consecuencias.

Perdiendo la cabeza El Bautista, como que se pierde en el tiempo la posibilidad de

la dilucidación. Quedan, entonces, en remojo parte de los orígenes. Y se remonta,

otra vez, predecesores. No solo en lo que hace alusión los hacedores de profecías

en el pasado. También en cuanto a los nexos con posturas de los clásicos

helénicos. Desde Sócrates hasta Aristóteles; pasando por las opciones

propuestas por Séneca. Siendo, eso sí, la partición de las Doce Tribus. Y las

enseñanzas, en torno al Dios Vengador e Iracundo, de Moisés. Y la noción de

sacrificio, en términos de la conminación a Jacob. Y, a su vez, la herencia máxima

doctrinal judía propiamente dicha.

Cuando Constantino entra en baza, el manejo de las contradicciones no se ha

atenuado. Y no tenía por qué. Seguía siendo referente el consolidado de Pablo y

sus prístinas propuestas de vaciar los contenidos de la diáspora; de tal manera

que pudiese decantarse la enseñanza en sí. Ya no de su misterio en relación con

la opción trinitaria. Ni con el símbolo propio pentecostal.

Haciéndose, como en verdad se hizo, converso utilitarista. Propiciador de recursos

físicos. De poder y de obligatoriedad deriva de él; sumerge a la doctrina en un

pozo absolutamente obscuro y contradictorio, de por sí. En este contexto, la

19

aparición de Orígenes y de sus reflexiones filosóficas, proveen de nuevo

instrumento a la teoría del de Tarso.

Nuestro Tertuliano, pues, se fue extinguiendo. Él mismo se dice y se replica. Y se

va diluyendo en los avatares propios de una dinámica que lo trasciende. Y,

cualquier día, lo encontramos inmerso en su propio discurso. Ahogado en sus

propias palabras insípidas e intrascendentes.

Yo, en Melisa Vivo. Como en Egea doliente Como que estaba yo sumido en

tinieblas. Y relampagueante vino Cronos en búsqueda de Egea la Madre mía. Y

que, en el Urano naciente, decantaron las cosas habidas. En tránsito elocuente.

Por la vía de la partición de lo circundante. Como propio Dios avieso. En

elongación propuesta; al término del vivir manifiesto. Y me embolaté en roles. Lo

permitido era casi nada. Por lo mismo que el Zeus venido, hacía de su séquito de

nubes una expresión primera. Una vía encarnada en lo que supo, después, por su

madre valerosa. Que engañó al engañador pétreo. Y que hizo de él, torrente de

vida plena. Esa Rea vigorosa en puño de voz de acción. A partir de la profecía de

Urano. En teniéndolo lo ocultó. Una expresión de viva potencia. Y, allí, con las

Horas hechas en separación del mundo terreno. El de Egea viva. Y lo arroparon

en la Creta posible. Como cuna para albergar al bienvenido y bien protegido. Y, en

la avanzada misma, Hefestos, castigado por el avieso Cronos, empezó la agenda

que haría posible el Trono mismo para el admirado. Ese Zeus vibrante, apoyado

en la hermosa cabra Amaltea. Y, por ahí mismo, se fueron dibujando los pasos y

las potenciales acciones. Con Melisa, abeja admirable y solidaria, empezaron a

acuñar al latente Dios en ciernes. En la posición de albergar a cada día; aquello

20

que solo sería posible, con el arrebato mismo de la pasión concreta. Con esos

inicios desparramando alegorías y trinos.

Un cantar venido y habido. Y, cada quien, como yo mismo, embelesado en lo que

sería euforia en transcurriendo el día. Y la noche postulada. Como manto para

evitar la soledad y la agonía. Provenida desde allá mismo. Desde la creación

primera. Y que, yo, sin asirla sucumbía en los quebrantos de lo que me albergaba.

Como territorio y como proclama perdida. Por ahí, vagando. Con el alma

endurecida. Con esos pliegues de ternura perdidos. Desde que había perecido la

gran Metis acompañante. Desde que no supe más de la Melisa mía. O de Zeus…

En fin que me di a la tarea de ser yo único. En esa intención presenta, cada día,

de penetrar la Tierra misma. La Egea sumida en simple trozo pasivo y ceniciento.

Y, por ahí que fue la cosa, me fui poniendo el rótulo de doliente humano presente.

Perdido. Ausente. Venido a menos, como cualquier coloquial verso cantado por la

Luna misma.

Y sí que, deambulando en lo que soy, fui perfilando el futuro seré. Anclado en los

testimonios perdidos. Nunca encontrados. De lo que Prometeo dijo al momento de

nacer. En esa elocuencia viva de tejedor de verdades y de haceres en solidaridad

conmigo y que todos y todas. En ese ir yendo de sabiduría y de solidaridad

perenne. Como cuando veía, yo, coser los hilos a mi madre. Para la cobija. Para

las vestiduras mías. A cada paso y a cada momento de realidad posible. O

imposible. Según la lectura que cada quien quiera hacer. O inventar.

21

Y sí que, en crecimiento necesario, me fui acercando a mi yo concreto. Palpable.

En construcción de lo que pude haber sido. En derrota de la decrepitud. Me

acerqué al ser Lacaniano. Invertido. Puesto en el pellejo de lo propuesto por

Freud. Como Dios silente. En cantilena expresada. En el derrotero incipiente. O

real. O ya culminado. Cualquiera cosa dicha, se tornaba en la preclusión de lo

propuesto. De lo ejercido. De lo manifiesto. En ese aquí y allá dicho. Vivo.

Escudero, yo, de lo que vendría. Entre el Lacan insidioso y herético. Y el Freud,

cimentando cada yo sujeto puesto. Manifiesto. Ahí postulado y previsto.

Y sí que se derrumbó mi vida. La vida. Esa que, en mí, se tornó en bicicleta de

tres pedales. Sujeto en posición crítica. Perdularia. O cimera, en lo que esto tiene

de haber estado. O estar. O seguidilla de haceres y de propuestas. En la

vaguedad sombría. De mi Luna. O del lado del Sol hiriente. Como martinete

machacante. Perenne. O efímero. O doliente. Como cuerpo atravesado por la

daga mía. O de cualquiera. Que, en fin, no volví. Y no volveré. Ante la Egea

promiscua. Sabedora de lo que pasa y pasará. Aquí. En donde estoy hoy. Pero

que no estaré mañana.

II (La diosa amada)

22

El erizado cabello estaba ahí. En cabeza de ella; la que solo conocí en ciernes.

Como al relámpago no sutil. Por lo mismo que como afanoso convocante. Siendo,

como es en verdad, una especie de alondra pasajera y mensajera. Se me parece

al verdor de los bosques que crecen en silencio. Sin sentir unos ojos

ensimismados por su pureza; siempre presente. Creciendo en lentitud. Pero,

siempre, en ebullición de células, en trabajo constante. Haciendo real lo que

potencial al sembrarlos era.

En verdad no la había visto pasar nunca. Como si la urdimbre de la vida en ella,

no fuera más que simple expresión de fugaz cantinela. Abarcando circunstancias

y momentos. En sentimientos explayada. Como momentos de transitorio paso.

Por cada lugar, muchas veces umbríos. Como simple pasar de largo. Sintiendo lo

que está; como si no estuviera.

Y así fue siempre. Cada ícono suyo, más velado que el anterior. Como Medusa

incorpórea. Solo latente. Sin Prometeo ahí. Vigilante. Hacedor del hombre.

Acurrucado en esa veta grisácea. Tejiendo el lodo. Amasándolo. Hasta lograr

cuerpo preciso. Y, soplado por Hera, vivo aparece. En los mares primero. Tierra

adentro después. Locuaz a más no poder. Por lo mismo que el jocoso Hermes

robó el tesoro vacuno de Apolo. Y lo paseó en praderas voluntarias. Que

ofrecieron sus tejidos en hojas convertidos.

En esto estaba mi pensamiento ahora. Cuando vi surgir el agua. Desde ahí.

Desde ese sitio en cautiverio. Y la vi correr hacia abajo. Rauda. Persistente.

Siendo, en esto mismo, niña ahora. Y va pasando de piedra en piedra hasta

23

hacerse agua adulta. En ríos inmortales. Y la Afrodita coqueta, mirándola no más.

Tomándola en sus manos después. Besándola triunfal. Haciéndola límpida a más

no poder. Y juntas. Agua y Diosa, recibiendo el yo navegante. Inmerso en ellas.

Con la mirada puesta en el Océano más lejano. El de Jonios. O el de Ulises.

Desafiando a Poseidón. El Dios agrio e insensible. El mismo que robó tierra a la

Diosa cercana al Padre Mayor. Y que fue conminado a devolverla. Y que, por

esto, secó todos los ríos y lagunas. Solo el nuestro permaneció. Por estar ella

presente.

Al hacerse noche de obscuridad afanada. Vimos una luz alada. Cruzando el aire

de neutralidad dispuesto y de fuerza creciente. Y bajó esa luz. Prendida en una

rama. Con sus alas apagadas. Ya no luciérnaga veloz. Más bien postura de bujía

con tonalidades diversas. Y nos dijo, al vuelo, que guiaría nuestra fuga. Hasta

encontrar la flecha que mataría al Dios de Mares insolente y perverso. Y que, allí,

no más llegásemos, plantaría surtidores de agua dulce. Y separaría estos de la

pesada sal de los mares. Dándonos la clave para revivir lo que había sido muerto.

Y que era, entonces, nuestro tutor y conversador en lúdica creciente.

Cuando se fue ella, volvió la luz; aun siendo noche. Río abajo fuimos.

Encontrando caminos de disímil figura. Escarpados unos. Tersos, lisos, otros. Y,

en cada uno, sembramos ternura. Llegando a ellos, vimos llegar las creaturas

prometeicas. Y llegó Perseo. Engalanado. Como sabio tendencial Como

creyéndose ya, Dios de plena corporeidad. Superior al Padre Mayor. Por encima

del Olimpo enhiesto.

24

Y, allí mismo, surgieron los apareamientos. Ninfas con Titanes. Vírgenes no

puras, con los hijos espurios de Cronos. Pasó, también, el Jehová de los Judíos.

Con vuelo rasante y tardío. En busca del Moisés hablado y trajinado; en desierto

consumido. Y vimos al Adán insaciado: Buscando el sexo de su Eva no

encontrada. También pasaron los hijos de Hades. Buscando abrigo temporal. Y

volvieron las lluvias. Presagio de la muerte del Dios de los mares salados.

Una vez llegamos a Creta, nos dispusimos a organizar las Jornadas Olímpicas. A

viva voz y vivo puño. De gladiadores dotados de los frutos que da la paz. Y

vinieron las trompetas. Desde Delfos. Pasaron los Argonautas Homéricos. Vino el

potente Ulises, desafiando la gravedad sin saber que era ella. Soplaron los vientos

mandados desde el Olimpo. Júpiter henchido de fuego.

Dios retador latino ante el Dios Griego Zeus. Las carrozas dispuestas. Las

coronas también, para quienes deberían se coronados, siendo triunfantes.

Así pasaron, por mi recuerdo, las cosas que viví en antes. Bajo este cielo, ahora,

me siento tan solo como la pareja que se quedó del Arca del transportador Noé.

Una soledad asfixiante. Persuasiva en lo que tiene de válido la resignación.

Estando aquí, ahora, se quiebra mi pasión por verla de nuevo. A la Diosa incitante

que cautivó mi ser. Tanto que ya no respiro tranquilo. Viéndola en remisión a su

Cielo. Y, volviéndola a ver, aguas abajo. Como cuando conquistamos el Paraíso.

Como cuando nos hicimos inmortales pasajeros del vuelo y de la vida. Recurrente

es, pues, mi silencio, adrede, por lo más. Estando así, recuerdo a la Eva

convocante. Y veo su cuerpo de tersura infinita. Y la poseo antes que su Adán

25

regrese del exilio. Y, de su preñez, nacieron dos réplicas de Tetis y de Vulcano.

Creciendo, a la par, se fueron difuminando en el amplio espectro. Llegando Adán,

palpó el vientre de su Eva. Y supo que allí había anidado alguien y había dejado

su semilla. Y la violentó con bravura inmensa. Lo maté yo. Así en veloz disparo de

flecha.

Ahora estoy en reposo obligado. Ya no está conmigo la fuerza que me había sido

cedida por Sansón. Ya no experimento ninguna incitación. Como antes, cuando mi

visión volaba en busca de la desnudez de las mujeres todas. Como en represalia

por haber perdido para siempre a la Diosa Pura. Aquella con la cual navegué. Y

que, su sexo, inauguré. Habiendo frotado antes, en mí, la sangre de los genitales

cortados por Cronos a su padre. Y, todavía, escucho su voz diciéndome: has

sembrado en mí. Mañana no me verás más. Pariré al lado de mi padre. Y lanzaré

al fuego eterno lo que de ti pueda algún día nacer.

No la volveré a ver más. Es, por lo mismo, que moriré; como lo hizo, en cercano

pasado, Cleopatra. Una cobra hincará sus colmillos en mi cuerpo. Y mi espíritu

volará al infinito. A purgar mis penas, al lado de los dioses despojados de

atributos. Expulsados del Olimpo Sagrado; por haber agraviado al Padre Zeus. O

al Dios Júpiter llegado.

III

(Palas Atenea)

26

Sucedió como casi siempre suceden las cosas, cuando son nuestras. Estando

ahí, situado en la esquina tercera del barrio; una joven mató a su amiga.

Aparentemente en juego guerrero de recordación perdida. De mi parte, solo un

vahído absoluto. Como cuando uno siente que en ese dolor se le va el alma. Un

cuadro impresionante. La joven agresora, muchacha bien dotada de cuerpo. Con

rasgos de cara un tanto masculinos. Con ojazos negros, penetrantes. De esos que

se involucran con uno y lo traspasan. La agredida, ahí en el piso. Pero todavía con

ojos verdes abiertos. Labios gruesos, provocantes. Cuerpo de una delgadez

envidiable. Piel color canela, lisa, embriagante.

Y pasó que, se hizo aglomeración inmediata. Cada quien tratando de esculcar

cualquier versión. Que fue a propósito. Que las habían visto discutir el día anterior.

Que la muerta era amante de la que le dio muerte. Que no hubo tal juego. Que el

puñal entró con fuerza inusitada. Que las vieron pasar de las manos cogidas. Que

la de la piel café no era del barrio. Que…

Por lo mío, no tuve dudas. En verdad un juego de libre interpretación. Como

luchadoras cuerpo a cuerpo. Un brilloso metal hecho arma ligera. Ahí en el piso.

Ganaba quien lo cogiera primero e hiciera un giro de cuerpo en su propio eje. Y

atacara con la fuerza de su brazo derecho. Y, simplemente, se le fue la mano a la

primera que cogió el metal.

Lo digo, porque ya lo había visto. En ese sueño de mitad de noche, anterior una

vez lo soñé y comenzó el no poder dormir; viajé en el tiempo. Y localicé las

hendiduras de la ciudad profana. Y, allí, estaban ellas. En otro tiempo. Con sus

27

telas trasparentes, actuando como envolturas. Y sus cuerpos al desnudo, se

exhibían en las transparencias. Y vi esos muslos sólidos, puestos en firme.

Guerreras ahí, en pleno coliseo temerariamente habilitado. Y estaban otras

mujeres cuando empezó el duelo. Y vi volar caballos alados adornados con

estolas de flores. Y vinieron en veloz carrera, como rayos enceguecedores,

caballeros de alta estima. Dicho así por lo que vestían. Adornadas sus cabezas

con olivos en fuego.

A la otra noche. Noche antes del día en que en la esquina tercera del barrio; volví

a ver el duelo. Ya en la arena del coliseo. Y tribunas todas colmadas. Y llegaron

otros en carrozas, haladas por machos cabríos. Conté hasta cien de ellos. Y

bajaron los señores. Y se instalaron en tribuna especial. Con sus frentes en alto.

Con gestos imperiales. Y localicé las aureolas que circulaban en torno a su

cabeza.

Esa misma noche, antes del día aquel, empezó el duelo en verdad. Y la de ojazos

negros penetrantes. Se abalanzó sobre la morena de muslos bien henchidos. Con

ese cabello al viento. Y vi el metal ahí, en la arena. Y entraron en el cuerpo a

cuerpo. Brazos y piernas entrelazadas. Fundidos al unísono. Con la música al

aire. Siguiendo sus movimientos. Y cayeron en la arena. La de negros ojos

inhabilitó a la otra. Y cogió el metal, tratando de incorporarse para hacerse

vencedora, en ademán no previsto abrió el pecho de la vencida. Y su corazón al

aire Fue.

28

Yo seguía ahí. Viendo el cuerpo endurecerse. Viendo esa piel hermosa

languidecer. Tornándose en opaco gris desierto. Viendo como sus ojos se iban

apagando. Viendo ese cuerpo entero provocante, languidecer al infinito. Ya frío.

Ya sangré antes viscosa a torrentes, una resequedad muda. Pétrea. Y seguía

llegando gente. Inventando palabras para azorar a la vencedora. Y ella puesta en

pie. Con su mirada perdida. Como implorando perdón, no se sabe a quién. Y su

vuelo de cabello apuntando al infinito. En esa ráfaga de viento que, de pronto,

llegó desde la nada.

Volví a la otra noche, antes de este día aciago. Ya, otra vez, el desvelo. Insomnio

tardío. Volcado a la arena del coliseo que seguía pleno. La arena teñida de rojo. Al

lado de las dos. Y la del metal en la mano, erguida. Sus ojos de tristeza absoluta,.

El cuerpo tirado ahí. Ya perdido. Ya sin el brillo de la vida. Cabello que se tornó

opaco. Ya no con el brillo de antes. Toda arropada en el velo traslúcido. La

desnudez abierta. Paso a paso fui recorriendo con mi mirada su hermosura. Y la

sentí como si fuera mía. Como si antes del duelo la hubiera poseído con delirio.

Con ternura exacta, sin la expresión dubitativa mía en otros quehaceres.

Ahí, en esa tercera esquina seguía yo. Como impávido testigo de lo que vi en la

otra noche. Gente inmediata. Un grupo asfixiante por lo tumultuoso. Ya llegaron

los levanta cuerpos. Con sus guantes finos. Pegados a la piel de sus manos. Y

con la parsimonia acostumbrada. Abriendo los labios gruesos, con pinzas

plateadas. Cerrando los ojos de la que fue muerta en lance absurdo. Tocando la

herida del pecho. Agrietándola más. Y cubriendo todo el cuerpo con manta blanca.

Ya no podía ver yo, esa hermosura apretada en bajo vientre. Y metieron el cuerpo

29

en bolsa negra. Y luego la cerraron. Y desapareció, pues, el cuerpo entero. Y la

vencedora dolorida. Con espasmos cada vez más fuertes. Mirándolo todo en

derredor. Auscultando. Como buscando un nombre para la tragedia. Para ella y

para la vencida.

Y, esa misma noche del antes de, vi a Zeus en la tribuna. Envejecido. Llorando

también. Y su séquito. Hermes, Afrodita, Aquiles, Hera. Todos y todas,

lamentando la muerte. En la arena seguía, con sus ojos agrandados, lamentando

lo sucedido. Rogando la no tipificación de preterintencionalidad. Buscando asidero

en la belleza de la perdedora y en la suya propia. Con el velo alzado al viento.

Con la desnudez exaltada. Sus pechos inflamados, pero tristes también. Y

vinieron a caballo a levantar el cuerpo. Sin guantes. Espada al cinto. Lo alzaron

sin dulzura. Lo colocaron ahì, en el carruaje. Sin ceremonia. Casi sin respeto. Los

vi alejarse con la rapidez de corcel recién adiestrado para la guerra.

Ya es otra noche. Yo sigo ahì. En la esquina tercera de mi barrio. Ya ha pasado

todo. Solo está ella. Aturdida. Me le acerqué. La abracé con mi cariño posible,

henchido. Secándole las lágrimas que ya hacían como laguna en el piso. Con

oleadas vibrantes. De un azul celeste divino. Y le acaricié su cabello. Se había

vuelto blanco, casi níveo.

Sin saber cómo, ni porqué, se deshizo de mí. Volando se fue. Acompañada de

nubes grises, presagiando tormentas. Hasta que se perdió en el infinito cielo

herrumbroso. Su última mirada fue para mí. Diciéndome adiós

30

Esa misma noche volví al sueño y al desvelo. Ya no había nadie en el coliseo. La

arena toda teñida de rojo a borbotones. Ella ahí. Mirándome. Con el metal en la

mano. Lo lanzó al aire. Y ella tras él. Ascendió rauda. Detrás del envejecido Zeus.

Con su mano, un adiós que todavía es latente en mí; a pesar de haber pasado

cuarenta noches, de sueño perdido. De desvelos perennes y por la noche

guarnecido.

Parte dos

Juvenal había nacido y crecido en familia muy humilde. Papá Alcibíades, tenía

una tierrita, en la cual cultivaba, en eso que llaman “pan coger”. Mamá Aurelia,

como casi todas las mujeres, se encarga de todo lo necesario para que “los

hombres” tuvieran todo al momento que lo necesitara. Desde la alimentación,

hasta el lavado y planchado de la ropa. Lo que se producía, no iba más allá de

tener asegurada la manutención de la familia. Por lo mismo, papá Alcibíades

tenía que asumir otras actividades para, al menos, algunos recursos extras.

Tenía un compromiso con la empresa de comercialización de cerdos. El

negocio suponía que, a él le entregaban los cerdos recién nacidos. Y, él

asumía todo lo relacionado con lo que se llama “engorde”, hasta que los críos

alcanzaban los tres años. Tiempo en el cual se alcanzaba la edad para ser

comercializados. Recibía el 20% de lo producido hasta la venta en canal.

Estudió en el Colegio “El Buen Dios”, Allí termino la básica primaria y el

bachillerato. No fue muy brillante. Pasó con los mínimo posible.. Combinaba

31

sus estudios y las urgencias vinculadas con la actividad familiar. Papá

Alcibíades, entró en conversación con el señor Eufrates Montoya que lideraba

una cooperativa. Dos Eufrates y su familia, vivía en CIUDAD PIEDRA,;

localizada a 200 kilómetros de ciudad Benítez.. En la intención que Juvenal

accediera a la educación universitaria.

Juvenal llegó a ciudad Piedra, un domingo de abril. De inmediato se dirigió al

local de la cooperativa. Conversó con don Eufrates. Al día siguiente ya estaba

trabajando como auxiliar administrativo, en la bodega.

La Universidad Claretiana, ofrecía los programas de sociología, Filosofía e

ingeniería de sistemas. Juvenal, siempre había manifestado profundo interés

por la sociología. Decidió empezar a preparar la prueba de ingreso. En ese

trajín conoció a Hildebrando Mosquera. Un joven que estaba estudiando

Filosofía. Se hicieron amigos y empezaron a compartir inquietudes.

Fundamentalmente, en lo referido a las actividades universitarias.

Profundizando en áreas relacionadas con la sociedad y sus perspectivas. Ante

todo, en lo que se refiere a lo que se ha dado en llamar “la noción de autoridad

del o la sujeto, individualmente considerado.

Juvenal pasó la prueba de admisión, de una manera sobresaliente. Tuvo que

matricular en horario nocturno, en razón a su actividad laboral en la

cooperativa. Entretanto conoció a Belarmino Pantoja, compañero de estudio.

32

Con él analizaban las diferentes expresiones académicas. Fundamentalmente,

en lo que tiene que ver con el nexo entre sociedad, individual la naturaleza. Los

fines de semana, se reunían después de terminar los asuntos relacionados con

su trabajo. Más adelante, el señor Eufrates, le concedía permisos, para que

extendiera sus estudios de fines de semana.

Corriendo el tiempo, Juvenal y Belarmino, fueron profundizando en sus

análisis. Un tipo de profundización que les permitió revalidar muchos aspectos

que habían sido asumidos como válidos. Fundamentalmente, tratándose de

comparaciones entre Hobbes, Rousseau y Maquiavelo. Algunos (as)

estudiante se fueron interesando en esas reuniones; vinculándose al grupo.

Belarmino tenía una hermana (Mariana). Una joven destacada en diferentes

áreas del conocimiento. Estudiaba Ingeniería en la misma universidad. Desde

chica había empezado un proceso autónomo. Visitaba bibliotecas y mantenía

contactos con algunas estudiantes del resto del país. Su vinculación al grupo,

supuso un esfuerzo adicional, para ella. Simpatizaba con Juvenal, en razón a

lo que Belarmino tipificó como “simpatía primera, con visos de enamoramiento.

De la simple expectación académica, pasaron al análisis de las sociedades

locales e internacionales. Fue creciendo la actividad del grupo. De tal manera

que se constituyó en referente para los y las estudiante de la universidad.

Había un aspecto que convocaba con mayor profundidad. Algo así como el

entendido de la historia universal y sus repercusiones en una formación social

33

como la nuestra. Ante el notable éxito del grupo de trabajo, fueron creciendo

opciones interpretación

A manera de ilustración (...con las reservas obvias), es pertinente presentar la

reflexión efectuada por Francisco Segui, en el prólogo a una de las ediciones de

La República (Platón); veamos: “...Si la vida ciudadana, la polis como forma

comunitaria, se hunde desgarrada por el escepticismo, el agnosticismo y el

relativismo, la polis como organización política sucumbe ante el empuje de la

democracia. Y si Sócrates buscaba la solución invitando a revisar los conceptos

éticos, a encontrar lo absoluto, Platón idea todo un mecanismo político-social. Su

República no es una descripción de un mundo ideal: es una técnica de formación

de una sociedad. Aunque de vez en vez caiga en ciertas disquisiciones sobre

conceptos tales el de justicia o felicidad, está orientada al estudio de los aparatos

de control social. Su objetivo es el orden, la estabilidad (rechazará todo cambio

que no sea un acercamiento al ideal descrito en la obra). Y para ello parte de la

educación. La educación es el principal elemento represivo, el medio más eficaz

para el control, el más apropiado homogenizador social. Educar es, para Platón,

construir ciudadanos. En la educación se hará al ciudadano: se condicionará su

sensibilidad, su voluntad y su pensamiento, de modo que nada pueda desear sino

aquella situación que por naturaleza le pertenece.

Toda técnica de control social responde a una concepción del hombre y de la vida,

sin duda. Pero es un error pensar que Platón extrae sus ideas políticas de la teoría

34

de las ideas. Al contrario, la Ideas serán una metafísica, una cosmovisión, una

especie de creencia favorable para llevar a cabo la política…”1

Desde la interpretación acerca del poder, propuesta y desarrollado en este escrito,

es evidente la asimilación al concepto de control. El asunto siguiente tiene que ver

con su definición en términos de control político. Lo anterior, por cuanto la noción

de política, adquiere una connotación relacionada con la actuación colectiva. Algo

así como entenderla, en el contexto permitido por los agregados adquiridos a

través de determinados procesos previos. Es decir: la política no constituye una

opción originada en el proceso de internalización que efectúa cada sujeto (a), con

respecto a la exterioridad. Es, por el contrario, el desarrollo de elaboraciones

acumuladas, a través de procesos que trascienden a cada sujeto (a); comoquiera

que se configuran a partir de una forma de apropiación realizada por parte de

quien o quienes convierten esas elaboraciones, en opciones que entran a ejercer

como referentes. En consecuencia constituyen, por esto mismo, un mandato; una

convocatoria que pretende el reconocimiento individual y colectivo. Está

expresada en códigos (...o definiciones) que conforman un cuerpo teórico, con

repercusiones prácticas en el quehacer cotidiano. Es, en otras palabras, el soporte

necesario para ejercer gobierno, autoridad; por parte de quien o quienes se han

separado de los (as) otros (as); en su condición de usufructuarios (as) de esos

mismos códigos.

La diferenciación comienza, desde el momento mismo en que aparecen insumos

que la permiten. Si bien es ilustrativa la interpretación (...un poco lineal) propuesta

1 Segui, Francisco. Prólogo a La República, Tomo I. Ed. Universales, Bogotá

35

en el recorrido: sociedad primitiva-esclavismo-feudalismo-capitalismo; como

proceso explicativo en cuanto al origen de la dominación. Lo cierto es que el

asunto es mucho más complejo. Porque supone, entre otras cosas, retomar el

entendido de la apropiación de los referentes y su imposición; a partir de un

ejercicio originado en la diferenciación; pero asimismo, en nexo con el proceso de

internalización individual. Valga presentarlo de la siguiente manera: si la sociedad

primitiva descrita por Lewis H. Morgan, constituyó un estado en el desarrollo de la

humanidad; no puede inferirse, necesariamente, la ausencia de determinadas

formas de diferenciación...y de control. Con las limitaciones sociológicas y

políticas propias de su investigación, el texto que la resume, tiene elementos

importantes; en cuanto a la interpretación de los hechos originados en la misma

investigación que se relacionan con la actividad humana. Por lo mismo es

pertinente resaltar lo siguiente:

“..Los hechos indican la formación gradual y el desarrollo subsiguiente de ciertas

ideas, pasiones y aspiraciones. Aquellos que ocupan las posiciones más

prominentes, caben ser generalizados como crecimientos de ideas particulares, a

las que se encuentran íntimamente vinculadas…

..ÚLTIMO. La idea de propiedad se formó lentamente en el pensamiento humano,

permaneciendo naciente y endeble durante períodos inmensos de tiempo.

Adquiriendo vida en el salvajismo, requirió toda la experiencia de este período y

del subsiguiente, de la barbarie, para desarrollar el germen y preparar el cerebro

36

humano para la aceptación de su influencia de contralor. Su imperio como pasión

por sobre todas las demás pasiones, señala el comienzo de la civilización...”2

Ahora bien, como lo hemos señalado arriba, el poder adquiere significado a partir

de la apropiación unilateral de insumos relacionados con el conocimiento

acumulado. Esta apropiación permite la elaboración de unas determinadas

condiciones que deben ser acatadas, por parte de quien o quienes no actúan en

posición de usufructuarios. Así planteado, entonces, no implica necesariamente un

nexo primario con la posesión de bienes. Otra cosa es que la posesión permita el

desarrollo y consolidación posteriores de mecanismos de control y, por esta vía,

de imposición. Lo anterior es lo mismo que entender la dinámica del poder y del

control; como una sucesión de eventos en los cuales se van estructurando unas

instancias en las que predominan instrumentos conceptuales, como opciones

únicas para la interpretación de la naturaleza y de las relaciones necesarias para

transformarla…o, simplemente, para convivir con ella.

A partir de esta lógica para la interpretación del poder; se entiende que este

adquiere una connotación política, como opción válida en el proceso de

consolidación y defensa del mismo, por parte de quien o quienes actúan como

detentadores. Lo que, en principio, era un control en términos de pautas y códigos

propuestos (...o impuestos) como única alternativa para establecer un nexo con la

externalidad; se convierte en la instauración de instancias que identifican esos

pautas y códigos con los usufructuarios. Esto supone el desarrollo de mecanismos

constitutivos de reglas orientadas a distanciar, aún más, el poder con respecto a

2 Morgan, Lewis H. La Sociedad Primitiva, edición Divulgación Cultural Universidad Nacional de Colombia, 1972.

37

quienes se controla. Es decir este (el poder) se torna mucho más complejo;

comoquiera que se configura la intermediación como requisito indispensable para

acceder a sus representantes. El territorio, en este contexto, deja de ser simple

externalidad primaria, natural en la cual se efectúa la interacción y el intercambio

por parte de los (as) sujetos (as). Se convierte, por lo mismo que se consolida la

figura del poder, en escenario en el cual la relaciones (...Sociales) adquieren

características, cada vez, más complejas. Ya no es, entonces, la simple

aceptación de los códigos originarios, casi siempre asociados a la religiosidad.

Ahora se trata de una figura ensanchada de este. Una ampliación del espectro; en

función de los nuevos elementos que lo acompañan y sustentan.

Vale la pena reiterar acerca del condicionamiento que se le imprime a la actuación

individual. El proceso, por medio del cual se instaura la dominación, supone una

inhibición a la libertad. Ya no existe la posibilidad de ejercer la autonomía inicial;

para exteriorizar los conceptos elaborados a partir de la relación con la naturaleza,

con la externalidad. Lo que prevalece, ahora, es la asunción de los referentes

establecidos como única opción posible. Es una interpretación mediada por los

códigos y las instancias desarrolladas por parte de quien o quienes ejercen como

detentadores de esos referentes. A esto se agrega el hecho del nexo entre esa

acción de control primaria y la evolución del sistema de apropiación de los

excedentes derivados del trabajo. Se configuran, entonces, unas relaciones

sociales en las que prevalece la imposición de reglas. Algo así como una

sumatoria de conceptos básicos que obligan. Actuar en contravía de los mismos

sitúa, a quien o quienes lo hacen, por fuera de esas condiciones. Por lo tanto debe

38

ser entendido como desafío, como rebelión. Esto es lo que explica, en términos

del concepto de legalidad, la estructuración de figuras que describen y validan el

castigo; como procedimiento indispensable para mantener el control. Es ahí en

donde, el poder, adquiere su connotación política.

s pertinente, para este caso, citar la posición expresada por J.C. Friedrich, en su

texto La filosofía del derecho. “..Puesto que para el derecho siempre tiene

importancia fundamental que la obligación de sus normas se encuentre

firmemente anclada en la convicción de la legitimidad de la autoridad que crea la

ley, sea Dios, sea la acción popular, la importancia de las normas legales en la

vida social estará, en todo momento, hondamente influida por la fe en la

legitimidad del gobierno que las impone y por la cual son creadas. El nomos y el

jus de griegos y romanos estuvieron en vigor mientras se mantuvo la fe en la

comunidad de la polis, pues la polis estaba regulada por el nomos y el jus, debido

a la constante fe del pueblo en la heroica sabiduría de algún antiguo legislador, ya

fuera un Solón, un Licurgo, o las Doce Tablas. Sin embargo, para los judíos del

Antiguo Testamento, no fue Moisés, ni siquiera los profetas, sino el Dios único,

quien habló a Moisés y le ordenó que comunicara sus leyes a su pueblo (Levítico

19: 1-2). Y fue su pueblo el que quedó convertido en una comunidad sagrada

gracias a esa comunicación, por la santidad misma del Dios que había dictado las

leyes. Y de esta santificación, al dar y obedecer la ley, se desarrolló o, quizá fuera

mejor decir que se derivó, como corolario la doctrina del pueblo elegido...”3

3 Friedrich, C.J., La Filosofía del derecho, ed. Fondo de Cultura Económica

39

Ya quedó planteada la interpretación en torno al poder y al control. Se infiere, en

consecuencia, una connotación asociada al concepto de sociedad; entendida

como interacción colectiva en un determinado territorio y cohesionada por una

reglamentación; impuesta como norma de obligatorio acatamiento.

Cabe ahora extender esa interpretación. Ya no tanto en lo que hace referencia a la

implementación coercitiva de los códigos y de las instancias a cuyo cargo está la

vigilancia y desarrollo de los mismos. Se trata de entender la dinámica que

adquiere esa implementación; a través de un proceso que va instaurando

instancias, como figuras mucho más complejas en lo que hace referencia a los

mecanismos de control, de su desarrollo y distanciamiento con respecto a la

interpretación primaria, rígida de la inhibición y subyugación hacia el (

...o los) sujeto (os).

Lo que antes era un escenario en el cual se exhibían unas relaciones simples de

dominación; ahora se va convirtiendo en territorio en donde los códigos y normas

conforman un sistema lógico, abstracto. De tal manera que los (as) sujetos (as)

involucrados (as) como dominados (as), pasan a ser un colectivo que es obligado

a identificarse con ese sistema complejo de mandatos y requerimientos;

intermediado por instancias próximas y lejanas. Es, en otras palabras, una

asociación forzada que tiene como justificación y como centro, la aceptación de

ese sistema normativo. Al mismo tiempo, implica el reconocimiento de

intermediarios que ejercen como representación válida de esa asociación (...de

ese Contrato Social, diría Rousseau).

40

Lo anterior no supone, en estricto, la pérdida de las aspiraciones íntimas de cada

sujeto (a), entendido en los términos propuestos arriba. Por el contrario, a pesar

de la imposición del sistema de normas, persiste ese conflicto (...o malestar que

llamaría Freud) latente con respecto a esa misma imposición. Veámoslo, un poco,

en los siguientes términos:

“..Creo poder decir, en resumen, que la filosofía estoico-ciceroniana del derecho

tiene sus raíces en una ética racional a la que se adjudica una validez universal,

como ley de la naturaleza humana. Esta ley, como todas las leyes de la

naturaleza, es la razón inherente a la naturaleza toda; es su significado. Por tanto,

podemos, y debemos derivar leyes de esta ley (a lege ducendum est juris

exordium), porque esta ley, la ley natural, es la fuerza de la naturaleza (naturae

vis) y, por tal motivo, es la norma que define lo que es bueno y lo que es malo. El

cumplimiento de esta ley natural es tarea impuesta a los diversos estados

(civitates) que expresan la verdadera ley en las normas del jus pentium, común a

todas ellas. Cada comunidad, sin embargo, tiene su propio jus civile, válido sólo

para sus ciudadanos, ya que toma en consideración las condiciones especiales,

tanto espirituales como materiales, que son peculiares de tal comunidad. Pero ni el

jus Pentium ni el jus civile deberán estar en conflicto con el jus naturae. Si lo

están, tales normas no son verdaderas leyes, sino mandatos arbitrarios...”4

Hasta aquí queda claro, en nuestra línea de interpretación, la dicotomía que

subyace a la implementación del poder político, como una expresión de la

coacción hacia el sujeto. Este ejercicio de dominación tiene, como colateral, una

4 Friedrich, C.J., obra citada.

41

forma de subyugación; en tanto supone la imposición de limitaciones al desarrollo

autónomo individual que permite acceder a la naturaleza y tomar de ella las

percepciones e impresiones necesarias para construir el bagaje conceptual

indispensable, como proceso que consolida la independencia de cada sujeto (a).

La inhibición, derivada de la imposición de ese tipo de poder, induce a reprimir la

autonomía y la libertad; como cuota necesaria que debe otorgar el (la) sujeto (a)

para disfrutar las posibilidades derivadas del poder que, a su vez, se erige como

avance colectivo en la escala de la evolución humana...de la civilización; pero

implica asimismo la latencia del conflicto, del deseo de libertad reprimido.

Veámoslo, en términos de Marcuse:

“El desarrollo del sistema jerárquico de trabajo social no solo racionaliza la

dominación, sino que también contiene la rebelión contra la dominación. En el

nivel individual, la rebelión original es contenida dentro del marco del conflicto de

Edipo normal. En el nivel social, las recurrentes rebeliones y revoluciones han sido

seguidas por contrarrevoluciones y restauraciones. Desde la rebelión de los

esclavos en el mundo antiguo hasta la revolución socialista, la lucha de los

oprimidos ha terminado siempre con el establecimiento de un nuevo, y mejor,

sistema de dominación; el progreso ha tenido lugar a través de una cadena de

control cada vez más eficaz...*5

Son evidentes las limitaciones en el enfoque Freudiano propuesto por Marcuse.

No solo en lo que respecta al espectro social y su dinámica; sino también en lo

que hace referencia al desarrollo y manifestación de los mecanismos de

5 Marcuse, Hebert, Eros y Civilización, Ed. Seix Barral Barcelona, 1968, página 92

42

dominación, mucho más complejos que los esbozados en ese enfoque. Habría

que mirar, en perspectiva, análisis desde la interpretación sociológica y política.

Pero, de todas maneras, Marcuse permite reconocer e identificar el conflicto entre

sujeto y poder, que subyace a la tensión constante que acompaña a cada

individuo inmerso en el sujeto colectivo y en su expresión orgánica; como

instancias de control.

Así la cosas, entonces, existe un nexo insoslayable entre poder político y Estado.

Este último no es otra cosa que la racionalización y organización del poder

político; por la vía de instancias jerárquicas, independientes del sujeto individual y

del sujeto colectivo. A través de ellas se expresan unas relaciones de dominio

que abarcan territorios definidos. Es, el Estado, un ordenamiento a partir del poder

político. Le imprime a este una connotación abstracta, en razón a que ejerce como

referente que convoca a la aceptación; como garantía para la cohesión de quienes

comparten el territorio y que, asimismo, tienen un origen y expresiones culturales

comunes. Constituye, en otras palabras, la única posibilidad para acceder a

beneficios en condiciones de igualdad. Uno de ellos, a manera de ejemplo, tiene

que ver con la opción para dirimir conflictos, entre los súbditos. Lo anterior por la

vía de la interpretación lógica y neutral; a cargo de instancias creadas y

desarrolladas en el marco permitido por el Estado.

La confrontación es un agregado del conflicto. Es su manifestación; como quiera

que supone la expresión, mediante acciones precisas y concretas, bien sea de

una parte del conflicto o de la totalidad de este. Si es lo uno o lo otro, se define a

43

partir de los contenidos que adquieren las acciones; pero también de, a partir de

su significado con respecto al poder y sus manifestaciones.

Lo anterior se entiende mejor, ubicado en el contexto que ejerce como escenario

en el cual se aplica y desarrolla el poder. De las instancias, procedimientos a

través de los cuales se ejerce el control. De las franjas o sectores sociales que

aparecen como dominados. Inclusive, en un análisis más preciso, de la

diferenciación que adquiere la dominación; según la identidad que pueden

alcanzar algunas de esas franjas o sectores, con respecto a los beneficiarios

directos del poder. Algo así como entender una dinámica en la cual aparecen

beneficiarios (as) transitorios y parciales; sin que esto implique la asunción del

poder en sí.

En nuestra línea de interpretación, se trata de proponer una opción, en la cual se

hace visible la presencia de la dominación en diferentes niveles. Ya no tanto en lo

que hace referencia a las instancias y/o los aparatos ideológicos del Estado, como

expresiones a partir de las cuales se pueda explicar y generalizar la cobertura y

afectación de la dominación. Lo nuestro es más la pretensión de alcanzar una

caracterización de la dinámica que adquiere la aplicación del poder y la

dominación; en cuanto que ejerce una cobertura que permea sectores específicos,

vinculándolos al proceso inherente al control político y económico; como

beneficiarios transitorios. O, simplemente, como soportes pasivos a partir de lograr

su apoyo en términos de captar su identificación con los propósitos últimos del

poder. Cuando, en este marco conceptual propuesto, se producen fricciones o

rupturas; se configuran expresiones de la confrontación que vinculan a esos

44

sectores con acciones que expresan contenidos concretos de un determinado

conflicto; sin que esto implique la disolución de nexo con las instancias del poder.

En esta perspectiva, inclusive, cabe validar el concepto que propone un entendido

del Estado, como una sumatoria de micropoderes; a la manera de bloque de

sectores o de clases en el poder. Esta opción supone la presencia de una figura

asociada al equilibrio, en el cual confluyen intereses, en veces divergentes, unidos

alrededor de una (...o unas) determinadas formas de poder que les permite

imponer decisiones en nexo con sus intereses estratégicos. Es más, por esta vía,

podría entenderse la “delegación del poder formal”, a individuos y sectores que

ejercen como expresiones “neutrales”.

Vale la pena, como ejemplo, transcribir el aparte del texto “Los Límites de la

Modernización”, escrito por la profesora Consuelo Corredor Martínez. Lo

consideramos importante, en razón a que se insinúa una interpretación del poder y

la dominación; a partir del análisis de un período concreto de la historia del

desarrollo político y económico en nuestro País.

“..Los alcances de esta modernización han sido bastante limitados y sus

implicaciones extremadamente conflictivas, debido a que ella se ha adelantado en

un contexto marcadamente liberal en el cual han prevalecido los intereses de las

élites dominantes. El modelo liberal de desarrollo ha significado la subordinación

del Estado, minimizando su función de interpretar, gestionar y regular los intereses

colectivos, y obstaculizando la configuración de un espacio público en el que se

45

puedan expresar, confrontar y resolver los conflictos sociales. El Estado

colombiano es un Estado privatizado, atrapado entre el liberalismo económico y el

conservadurismo político.

En esta perspectiva liberalismo y conservadurismo no se oponen sino que, por el

contrario, se articulan y se prestan mutuos servicios. El logro de intereses

particulares sin importar los costos sociales encuentra un terreno propicio en el

orden jerárquico y tradicional por el cual se vela el conservadurismo. El costo de

esa coexistencia ha sido el rezago de la organización política de las

transformaciones socioeconómicas que han trastocado el orden en que estaba

cimentada.

Las restricciones derivadas de los sistemas económico y político colombianos han

entretejido una gama de relaciones tanto modernas como posmodernas, lo que

hace la sociedad más compleja y fragmentada que en el pasado. Ha sido una

acumulación histórica de tensiones que han significado en forma continua

períodos de crisis y de relativa estabilidad. Y en esta dinámica, los momentos de

crisis son cada vez más severos por la fragmentación de los escenarios y de los

actores, la mayor polarización y desigualdad sentidas y una amplia percepción del

carácter excluyente de los sistemas social y político…”6

6 Corredor, Consuelo. Los Límites de la Modernización, segunda edición. Editada por Cinep, página 23

46

A partir de esta opción nuestra de interpretación, en consecuencia, se hace

necesario presentar un análisis que permita introducir la diferenciación acerca de

los contenidos, alcances y significación, en cuanto a niveles de expresión del

conflicto, de la confrontación y las acciones por medio de las cuales este se

concreta.

La connotación que adquiere la diferenciación, en el contexto de las relaciones

sociales, supone una determinada caracterización de roles; a partir de análisis

soportados en categorías conceptuales y metodológicas. Por lo tanto, ya no se

trata de una simple réplica de lo observado, como representación objetiva. Por el

contrario, significa profundizar acerca de esas expresiones de superficie;

indagando por las condiciones que la subyacen, como soporte. Ya, en ese

procedimiento, pueden y deben aparecer algunos niveles de abstracción, referidos

a la interpretación alusiva a los acumulados históricos en nexo con la

participación, en esas mismas relaciones sociales, de los (as) sujetos individuales

y colectivos (as). De las condiciones en que esta se ha producido y del grado de

inserción con respecto al conocimiento, a las instancias que lo promueven y

controlan. Pero también, y con mayor énfasis habida cuenta del horizonte

propuesto en nuestro escrito, acerca del significado de esa participación con

respecto al poder y a las instancias que lo soportan, a sus manifestaciones como

instrumentos de control, de dominación y de imposición.

Ha habido, en el curso del tiempo, interpretaciones que asocian la caracterización

antes aludida, a posiciones antropológicas y culturales. Por esta vía, se ha

desembocado en expresiones que delimitan (a manera de diferenciación) la

47

intervención de los (as) sujetos individuales y colectivos en el desarrollo de las

relaciones sociales; a partir de asignarle a determinados sectores una posición

periférica, respecto a los beneficios del conocimiento, entendido como proceso,

como aprendizaje que va decantando, segregando. Aquí, en esta opción, se

valida, en veces, un instrumento de diferenciación asociado a la pertenencia a una

determinada raza y/o etnia. Visto así, entonces, cabe una propuesta de

interpretación generalizante; pero también de especialización; por cuanto se

establece unos condicionantes vinculados con normas y pautas, a la manera de

posición que reivindica una versión predominantemente aceptada y acatada, de

cultura, como sinónimo de civilización; como paradigma, a partir del cual es

posible establecer una segregación.

Ya no se trata, en el anterior escenario conceptual, de admitir una posición

periférica respecto al poder y a las instancias que lo soportan. Aquí, la noción de lo

periférico, está referido a un espectro mucho más amplio; en razón a que los

márgenes constitutivos de la delimitación social, están contraídos en términos del

grado de apropiación y/o de acceso a los beneficios del conocimiento, y de la

cultura asumidos como referentes de civilización. Esto no es otra cosa que

entenderlo, como adecuación, como asimilación de los roles y los paradigmas allí

consignados.

En un documento de trabajo (La Educación Superior en América Latina),

presentado en el debate al interior de la Universidad Nacional de Colombia, previo

a la realización del Primer Congreso Nacional de Educación Superior, realizado en

48

la ciudad de Barranquilla los días 1,2 y 3 de diciembre de 1999; se expresa un

concepto que consideramos válido. Veamos:

“…En estas condiciones, la Escuela, no es otra cosa que una expresión que, en

principio, transfiere el dominio estatal. No tanto en la aplicación elemental marxista

de aparato ideológico; sino como complejidad que articula instancias del

conocimiento, aplicadas y estructuradas en programas y acciones, a partir del ese

centro-poder, sin ser él. No es, entonces, una aplicación a partir de la lógica lineal.

Es una interacción heterogénea orientada por unos perfiles definidos a partir de

las necesidades inherentes a los intereses que impone ese centro-poder. Es decir,

lo suyo no es otra cosa que contextualizar la sociedad en términos de su propio

rol, de su significación. Con esto tratamos de establecer lo siguiente: la

globalización siempre ha existido, si asumimos que esta no es otra cosa que la

imposición de referentes a partir del dominio ejercido.

Sin pretender un traslado conceptual mecánico, las condiciones impuestas desde

el centro-poder económico y político internacional, permiten trazos que imprimen

todo el quehacer económico, político y cultural de los dependientes. Ya, de por sí,

el solo hecho de reivindicar los autóctono (como acervo cultural) es constitutivo de

herejía con respecto a los modelos considerados prevalecientes. Esto es mucho

más evidente, en lo que respecta al desarrollo del conocimiento por la vía de

implementaciones programáticas escolarizadas. La escolarización, en sí, origina

rupturas si se compara con las aprehensiones y las tradiciones propias de las

culturas nativas. Porque no habría de serlo, entonces, a partir de la concreción del

dominio desde el centro hacia la periferia. En esto, por decirlo de alguna manera,

49

se mantiene incólume el postulado de Samir Amin, cuando en su texto en torno al

capitalismo, su desarrollo e implicaciones, habla de las culturas periféricas, atadas

a las condiciones que impone el centro-poder..7

Arribamos, así, a una opción conceptual que nos permite proponer un entendido

en torno a los sectores sociales periféricos. Es decir, aquellos sectores no solo

desvinculados de los beneficios del poder, subyugados y dominados por este; sino

también segregados por la dinámica propia del desarrollo cultural predominante.

Algo así como insertos en la civilización, pero ajenos a ella, en lo que esta tiene de

otorgadora de roles asociados a los paradigmas originados en ese mismo

desarrollo cultural, por parte de sus usufructuarios. Ahora bien, no puede inferirse

de nuestra expresión, el hecho de que proponemos una asimilación de intereses

entre los beneficiarios del poder y sus instancias de dominación y aquellos

sectores que acceden y se identifican con los avances del conocimiento y de la

cultura que ejercen como predominantes; como expresión avanzada de la

civilización.

Surge entonces, en nuestra opinión, un insumo que soporta una segregación: lo

periférico, en cuanto sector y/o sectores considerados por fuera de la versión

oficial de la cultura; entendida esta como originaria de paradigmas, pautas y

comportamientos. Para nosotros, esto no es otra cosa que la denominación de lo

popular, referido a esos sectores que, de por sí, adquieren una dinámica propia y

unas expresiones propias, diferenciadas. Es obvia, sin embargo, la necesidad de

apuntalar este concepto, con arreglo al significado que adquiere el contexto social

7 Pira Claudia y Cano Parmenio. La Educación Superior en América Latina, edición en cuadernillo, noviembre 1999, Bogotá D.C.

50

y económico; en el cual se desenvuelven estos (as) sujetos (as). Tanto en sus

expresiones individuales como colectivas. Para este caso, el problema surge al

momento de establecer las pautas y/o el horizonte teórico. Porque no puede

delimitarse solo a partir de la figura elemental asociada al lugar en el cual se sitúa

con respecto a las características del beneficio plusválico, derivado del modo de

producción vigente, o prevaleciente. De ser así no habría lugar a postular la

diferenciación que se advierte en la definición anterior.

Por lo tanto, el análisis remite a un territorio de mayor complejidad: uno de los

elementos clave para dilucidar ese significado, tiene que ver con el entendido de

contexto social y económico. Ya decíamos antes: es un escenario no determinado

por la voluntad o por la noción primaria acerca de lo ético. Por el contrario,

constituye una instancia, como período histórico. Esto, a su vez, remite a la

evolución de las relaciones sociales; como proceso soportado en sucesión de

rupturas y equilibrios. Estos últimos, impuestos por quienes adquieren posiciones

de dominio. Así, entonces, cada momento (sin importar su duración) en el cual se

exhibe o manifiesta ese equilibrio; no es otra cosa que la expresión de unas

determinadas condiciones de dominación económica y política.

Ahora bien, como lo hemos postulado antes, en la franja constituida por quienes

(bien sea que se tipifiquen como sectores o como secciones del espectro social)

no ejercen como beneficiarios directos del poder, se erige la heterogeneidad. Ya

ahí, se introduce otro insumo como soporte para la segregación. A manera de

51

ejemplo: la posición y comportamiento de aquellos sectores sociales sobre los

cuales se ejerce dominación politica y económica; pero que han accededlo a

determinados beneficios del acumulado plusválico y cultural (como poseedores y

usufructuarios del conocimiento); no puede ser el mismo, comparado con la

posición y el comportamiento de aquellos sectores absolutamente vulnerables y

desvinculados de cualquier beneficio plusválico y cultural.

Lo anterior conlleva, en consecuencia, a establecer categorías diferenciadas en el

análisis de lo popular, como expresión de determinados sectores sociales; en el

contexto de unas determinadas relaciones de dominación político y económico.

Puede colegirse de nuestra línea de interpretación, una conclusión fundamental:

no todo sector social dominado es, necesariamente, un sector popular. Por lo

tanto, aún a riesgo de silogismo, al momento de tipificar acciones (inmediatas,

mediatas o tendenciales) específicas de confrontación a determinadas

manifestaciones de la dominación política y económica; es preciso trabajar con

estas categorías.

Luego, el espectro de cobertura, está dado por la definición de objetivos

vinculados a conceptos y escenarios heterogéneos; en términos del nexo con los

sectores sociales. No es, por esto mismo, una opción en la cual se configure una

posición de clase; al menos en la versión ortodoxa marxista. No supone,

asimismo, una posición necesariamente revolucionaria y/o de confrontación al

origen y vertebración del poder y de las relaciones de producción vigentes.

Adquiere connotaciones diversas, en la mayoría de los casos asociadas a

reclamaciones puntuales, relacionadas con determinadas condiciones de vida. Sin

52

embargo puede, derivar en expresiones híbridas; en cuanto pueden coincidir

diferentes aspectos en los cuales ejerza importancia un cuestionamiento a

posiciones y/o programas gubernamentales o políticas de estado. Tal es el caso, a

manera de ejemplo, de algunos movimientos populares desarrollados en relación

con decisiones que vulneran determinados intereses y derechos de franjas

amplias de la población. Siendo así, cabe resaltar tonos grises en la diferenciación

teórica y práctica entre movimientos populares, movimientos sociales y

movimientos políticos. En veces, puede hablarse de diferenciación en términos del

espectro de cobertura. Otras veces, puede plantearse en relación con los

contenidos de sus opciones o programas. Con respecto a este asunto del método

para construir tipologías; es pertinente presentar una expresión como la siguiente:

“… ¿Se politizan las luchas urbanas por el hecho de enfrentarse en la mayoría de

los casos al Estado, como lo afirma Castells? No podemos en este momento

desarrollar la discusión sobre el papel fundamental ocupado por el Estado en la

urbanización capitalista, caracterización que parte de una generalización, arbitraria

a nuestro juicio, de la relación entre Estado y Sociedad Civil – en el sentido dado

por Marx y no en el Gramsciano-, pero si podemos afirmar que no basta que el

blanco al cual se dirigen las flechas de un movimiento social sea el Estado, para

determinar su carácter político; es el carácter de sus reivindicaciones, el contenido

de clase de sus luchas, su método y sus formas las que lo definen, y no basta

encontrar un contenido político, hay que identificar si se trata de una lucha

democrático-burguesa (en lo formal o lo real), o socialista.

Vayamos por partes:

53

A similitud de una huelga obrera en una empresa capitalista de Estado o de los

asalariados de un ministerio burgués que levanta reivindicaciones puramente

económicas, sin plantearse modificaciones en las relaciones de poder entre las

clases, ni en el carácter del Estado o de sus formas de ejercicio de la dominación

burguesa, un movimiento de colonos o inquilinos que solicita, por ejemplo, la

regularización de la propiedad de sus tierras, o un servicio cualquiera y que utiliza

para ello el método de la negociación apoyado por llamados a la opinión pública a

través de los medios de comunicación, paradas en los organismos oficiales, etc.,

pero sin plantearse en ningún momento consignas políticas, no es político. No es

el agente social al cual se enfrenta un movimiento el que define el carácter de la

lucha, sino el contenido concreto de clase de él, manifestado en su programa

reivindicativo y su método para alcanzarlo. ..”8

Puede colegirse, entonces, lo insensato de las generalizaciones; a partir de

categorías preestablecidas. De lo que se trata no es de posicionar modelos de

caracterización, como paradigmas inamovibles. En nuestro caso, hemos efectuado

un recorrido amplio; a través del cual hemos postulado opciones de interpretación

relacionadas con las condiciones que actúan sobre los (as) sujetos (as). Esto nos

ha permitido proponer la asunción de conceptos asociados a la conciencia y al

nexo entre esta y las acciones inmediatas o tendenciales; por medio de las cuales

estos (as) intervienen en procesos particulares, de confrontación.

8 Pradilla Cobos, Emilio. “Mitos y realidades de los llamados movimientos sociales urbanos”. Artículo escrito en junio de 1981, en Méjico, D.F. Ponencia presentada al 4º Seminario Internacional cehap-peval Los pobladores: protagonistas urbanos en América Latina; realizado en la ciudad de Medellín, entre los días 7 y 11 de abril de 1986.

54

Ya se ha señalado arriba algunos elementos vinculados a la noción del poder,

entendido como instrumento que concreta la dominación. En términos de

identificación y/o del establecimiento de tipologías, es conveniente realizar algunas

precisiones. Se trata de enfatizar acerca del contenido conceptual y práctico del rol

del Estado y su desarrollo. Asimismo del entendido de democracia y del ejercicio

de la representación.

Uno de los elementos centrales tiene que ver con auscultar en torno a la

transformación del poder o, mejor sería definirlo así: el surgimiento e instauración

de expresiones del poder que, de alguna manera, ejercen como distanciamiento

con respecto a los dominados, por parte de los dominadores, por la vía de

instancias que se sitúan como posibilidad de equilibrio. Algo así como desprender

esas instancias de toda connotación vinculada con los intereses inmediatos.

Lo anterior se entiende mejor, a partir de algunas definiciones (...que no son otra

cosa diferente a la tipificación). Veamos: En su escrito Ética a Nicómaco,

Aristóteles expresa conceptos asociados a la figura del poder, por la vía de

señalar algunos aspectos relacionados con las condiciones inherentes a quienes

asumen el poder. Ya ahí, un tanto como se expresó antes, aparece una noción de

poder distanciado; comoquiera que se requiere de una diferenciación, al momento

de validar una determinada opción. No es, entonces para Aristóteles, la figura de

la oclocracia (gobierno de la multitud o plebe). Por el contrario, es la asunción de

una posición en la cual los roles se distribuyen, como condición necesaria al

momento de definir la gobernabilidad. Así las cosas, en consecuencia, los

conceptos de monarquía, aristocracia y democracia; adquieren presencia.

55

Inclusive, en la referencia a las Ciudades-Estados (Atenas, Corinto, Esparta), se

prefigura la representación como instrumento válido e indispensable.

Esto traduce condicionantes para los sujetos. El significado de la libertad, aparece

como intermediación con respecto al poder. Antes hemos referenciado este

aspecto. Basta con recordar el recorrido efectuado, a manera de ejemplo, en las

expresiones de Rousseau, Marx, Morgan, Marcuse; así como la referencia a

Hobbes, en su versión del poder en Leviatán. Inclusive, es pertinente (...en la

perspectiva propia del desarrollo teórico, acerca de la organización política) hacer

alusión a Alexis de Tocqueville (La Democracia en América, El Antiguo Régimen y

la Revolución Francesa); Raymond Aron (Introducción a la Filosofía de la Historia,

Democracia y Totalitarismo) y Max Weber (La Ética Protestante y el Desarrollo del

Capitalismo).

Sin embargo, consecuente con nuestra línea de interpretación del poder y del

significado de la libertad; conviene resaltar un texto no muy divulgado y, aún

menos conocido. Se trata de La Teoría Metafísica del Estado, escrito por L.T.

Hubiese. Aclarando, otra vez, la posición crítica que nos ha acompañado al

momento de transcribir algunas citas; vale la pena presentar, en extenso, una

parte del texto señalado. Particularmente la referida al concepto de Estado y de

libertad. Es lo siguiente:

“…Por otra parte, la familia, tal y como se mantiene en un momento determinado,

es simplemente la totalidad coordinada o asociada de sus miembros, tal y como se

mantienen en el mismo momento. Es una expresión de la vida de esos miembros,

56

en tanto que vidas en común o en estrecha relación entre sí. La familia,

especialmente, no tiene bienestar, ni felicidad, ni buena o mala fortuna que no sea

el bienestar, felicidad y buena o mala fortuna de alguno de sus miembros o de

varios de ellos. En una organización profesional o sindical, en un negocio o una

fábrica, p. Ej., hay también un conjunto en el que se pueden totalizar tantos

cientos o miles de individuos como miembros que la compongan. En todos los

casos, esos miembros cambian, en mayor o menor grado, debido a la asociación a

la que pertenecen. Del sindicato, profesión o negocio podrán decirse cosas que no

serían ciertas si se dijesen de sus miembros cuando estos no pertenecieran a

ellos. Pero, repetimos, en la totalidad no hay otra cosa que la actividad asociada o

coordinada de los individuos que la constituyen. Esto sigue siendo verdad aunque

la organización pueda ser permanente, pero cambien los individuos. Una

universidad puede tener durante siglos un carácter y un sello peculiares y

exclusivos. El número de individuos que pasan por ella y reciben su influencia es

innumerable. Semejante totalidad no la constituyen solamente el número de

miembros que lo ocupan en un determinado momento; ni podemos enumerar a los

que han estado bajo su influencia durante toda su existencia. Sin embargo, su

tradición, su espíritu, que no parece albergar ningún individuo aislado, lo

mantienen los individuos, se propaga de generación a generación, se rompe,

quizá, a veces por el influjo de un nuevo tipo de carácter que no es capaz de

asimilar la tradición que encuentra.

De este modo, al pensar sobre la sociedad, estamos expuestos a dos errores. Por

una parte, podemos caer en negar la realidad del grupo social, rehusando

57

concebirlo como una entidad distinta, insistiendo en disolverlo entre sus

componentes individuales, como si esos individuos no fueran afectados por el

hecho de la asociación. Por otra parte, como reacción ante este exagerado

individualismo, podemos pensar que la sociedad es una entidad distinta de los

individuos, no simplemente en el sentido de que sea un agregado de individuos

considerados en una relación especial, sino en el sentido de que se trata de un

todo que, de alguna manera, existe fuera de ellos o en la que ellos se han

fusionado en perjuicio de su identidad individual. Además, habiendo alcanzado la

concepción de una entidad supra personal en la que los individuos están

inmersos, tendemos a buscar esta entidad, no en todas las diversas formas de

vida social que se entrecruzan y se cortan entre sí, sino en alguna forma especial

de asociación que parece incluir al resto para presentarse como un conjunto al

que el individuo debe pertenecer como elemento. Los escritores idealistas han

encontrado esta entidad en el Estado. Hay, pues, dos puntos que hemos de

considerar: primero, la noción general de una entidad supra personal y, después,

la identificación de esa entidad con el Estado...” 9

De nuestra parte, se trata de establecer algunos elementos de reflexión; en torno

al significado de la representación. De lo presentado, hasta ahora, se infiere la

importancia de los condicionantes; al momento de definir y posicionar los

contenidos teóricos y prácticos del poder. Es decir, la evolución de las instancias

de control y su justificación teórica, han pasado por identificar y aceptar como

válida la pérdida absoluta o parcial de la libertad absoluta, del sujeto individual y

9 Hubiese, L.T., Teoría Metafísica del Estado, Ed. Aguilar, 1981, páginas 26-27. Traducción de Dalmasio Negro Pavón.

58

del sujeto colectivo no beneficiarios del poder. Cuando más, en una aplicación

amplia de la figura asociada a la intermediación, se ha construido una variante de

esa libertad absoluta, por la vía de desarrollar una opción en la cual esos sujetos

individuales y colectivos acceden a una expresión en esas instancias; a través de

delegar. O lo que es lo mismo: a través de la cesión de parte de esa libertad; tal

vez la fundamental.

Siendo así, entonces, hacemos tránsito hacia el origen de este concepto en

Occidente. En el siglo XIII, se conoció (para el caso británico), una figura primaria

de parlamento anglosajón (Witenagemot). Un tipo de representación

absolutamente distanciada de los súbditos dominados, no beneficiarios del poder.

Asumió roles en nexo con los intereses inmediatos de sectores, aunque no

vinculados directamente a la Corona, ejercían una fuerte influencia. En principio

ejercieron como Consejo Asesor, en lo que respecta a la consecución de recursos

y/o a la orientación y aplicación de lo que podría llamarse como el gasto público.

Con algunas variantes, en términos de su connotación política, en el siglo XVI;

este tipo de Consejo Asesor, mantuvo un significado asociado a la representación

de determinados sectores, en su relación con la Corona. Aunque, en estricto,

carecía de la fuerza necesaria para erigirse como alternativa de gobierno; de todas

maneras prefiguró el surgimiento de agrupaciones políticas, entendías como

partidos, si aplicamos el método de análisis que se hizo vigente en los siglos XVII

y XVIII, para el caso del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Otra

cosa fue, con la diferenciación propia inherente al significado de la Revolución

59

Francesa, la expresión de los Jacobinos en la Asamblea Nacional y el

desconocimiento de la autoridad del Rey.

El concepto de Nación – Estado (siglo XVI; permitió identificar una evolución

fundamental, en lo que respecta a las agrupaciones políticas; en tanto que la

influencia de la Reforma Protestante, proveyó insumos importantes,

fundamentalmente en lo que hace al Calvinismo. Fue algo así como la culminación

de un proceso iniciado tres siglos antes, en contra del poder de la Iglesia Católica

y su rol en los asuntos políticos y económicos. Encontramos allí, en el contexto de

ese proceso anterior a la Reforma y en los hechos posteriores a esta, elementos

determinantes, para entender expresiones políticas como las de los Whig y los

Tory (presbiterianos-liberales y conservadores, respectivamente).

La Guerra Civil Inglesa (1642-1649), constituyó una expresión importante, en lo

que respecta al rol del Parlamento. Recuérdese nuestra anotación anterior, en

cuanto al significado inicial adquirido por esta figura colectiva, como

representación. En la línea de interpretación propuesta, no es otra cosa que la

evolución de los Consejo Asesores del Rey y, en veces recaudadores de recursos

u orientadores para efectos del gasto público.

Es pertinente resaltar, en el contexto de los antecedentes y significado de la

Guerra Civil Inglesa, la convocatoria efectuada por Carlos I, al Parlamento en 1640

(denominado transitoriamente como Parlamento Largo); con la intención de

promover la consecución de recursos para su guerra en contra de Escocia. Ya, de

por sí, obraba un contenido religioso en la confrontación. Anglicanos y

60

Presbiterianos. La oposición de Tomás Wentworth, a las pretensiones de Carlos I,

puede ser entendida como un intento por reivindicar la autonomía parlamentaria;

más allá de las simples exigencias de contraprestación planteada por otros

miembros del Parlamento. Posteriormente, Oliver Cromwell, retomaría (a nombre

de un híbrido entre autonomía del Parlamento y la expresión del Puritanismo) la

confrontación radical al Rey Carlos I. Este proceso derivó en la disolución, en

1648, por parte de Cromwell del Parlamento, la expulsión de quienes se oponían a

sus acciones militares en contra del Rey y a la posterior configuración del

denominado Parlamento Rabadilla, con sus adeptos. Terminada la influencia de

Cromwell, en 1660 (febrero) el Parlamento se reúne y decreta su propia

disolución, a partir de marzo de 1660.

La denominada Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra; tuvo como centro el

conflicto entre el Parlamento (como evolución del entendido y aplicación práctica

de los anteriores Consejo Asesores del Rey) y Jacobo II. Aquí, el Parlamento,

actuó en su condición de coalición de agrupaciones políticas y religiosas. El punto

de comienzo, en la ruptura y expulsión de Jacobo II, tuvo que ver con la

confrontación entre católicos y protestantes; a raíz de decisiones asumidas por el

Rey (Jacobo II), en contravía y vulneración de derechos de la mayoría protestante.

Se promovió entonces, por parte del Parlamento, la asunción de la dupla María II y

su esposo Guillermo III. En términos tendenciales, podría decirse que la

intervención del Parlamento durante la Revolución Gloriosa, tuvo como

repercusión importante la instauración de una figura de equilibrio político entre la

Monarquía y el Parlamento. Cabe recordar que ya, desde el siglo XV. Para

61

profundizar en este aspecto, es posible consultar las acciones realizadas por la

Asamblea de Nobles, como consejeros del Rey en la modalidad de Consejo

Privado(….O Privy Council, como se le conoce en Inglés), apareció la figura

politica asimilada al Gabinete, como expresión de una relativa independencia.

Puede entenderse, incluso, que la incidencia del Parlamento en la designación de

los ministros, constituye un avance, a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo

XIX.

Aunque aparezca limitado al caso de Inglaterra, el ejemplo anterior, define el hilo

conductor que ha tenido la intermediación. Hemos visto, en su origen, como el

Parlamento constituyó un distanciamiento profundo y radical, con respecto a los

súbditos no beneficiarios. El recorrido, desde los Consejo Asesores y/o

Recaudadores, hasta la versión evolucionada en los siglos XVI y XVII; permite

inferir un perfil cercano a la suplantación de la libertad absoluta. Es, en la línea de

interpretación propuesta, una decantación, un filtro. No es otra cosa diferente a lo

ya analizado, en cuanto al origen, evolución y significado de las instancias de

intermediación; como expresiones del control y del poder. Esta afirmación, sin

embargo, no supone desconocer la importancia de la democracia representativa;

en el contexto de la evolución de la confrontación al poder absoluto y autoritario.

Inclusive, porque la evolución de este tipo de intermediación, permitió la

separación de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). En este sentido, la

influencia de Charles Louis Montesquieu, (en el siglo XVIII) fue fundamental.

Nos corresponde, ahora, avanzar en cuanto al alcance logrado; en ese proceso de

representación ya analizado arriba. No se trata, ni de eludir, ni de hacer

62

abstracción de los principios básicos que sustentan nuestra opción de

interpretación. Simplemente, arribamos a un momento, en cual la descripción tiene

que expresarse. No solo en cuanto a su connotación, como extensión de un

determinado modelo de representación; sino también en lo que respecta a su

significado como escenario para la expresión de las agrupaciones políticas. Así,

entonces, supone establecer dos referentes básicos. Uno de ellos, asociados al

poder ejecutivo. El otro, vinculado al poder legislativo.

En su versión actual, el Parlamento, se consolida en el siglo XIX. A manera de

anécdota, es pertinente referir el caso del Althag en Islandia y del Tynwald, en Isla

de Mon (adscrito a la Corona Británica); como los Parlamentos más antiguos.

En cuanto a sus características básicas, la descripción es la siguiente: existe un

aspecto, a manera de generalidad, en cuanto a la división política y administrativa

en dos sectores, instancias o cámaras. Para el caso, a manera de ejemplo, del

Reino Unido, estas divisiones se denominan Cámara de los Lores, que ejerce

como instancia de Tribunal Superior y Cámara de los Comunes, que ejerce como

instancia que designa al Gabinete, incluido el Primer Ministro. Para el caso de

España, aparece también la modalidad bicameral, en el contexto de la

denominación Congreso de los Diputados. Otra instancia importante, para el

mismo caso de España, es el Consejo de Ministros. De todas maneras, queda

claro el hecho de la designación del Presidente a cargo del Congreso de

Diputados. En el caso de Alemania (Estado Federal), las instancias adquieren la

denominación Bundestag (Cámara Baja. Es aquí en donde se hace la designación

del Canciller, quien ejerce como conductor del gobierno) y Bundestag (Consejo

63

Federal). En el Caso de Italia, las instancias se denominan Senado de la

República y Cámara de Diputados. El ejecutivo es ejercido por un presidente

designado en sesión conjunta del Parlamento, adicionado con representaciones

de algunos entes territoriales.

En lo que respecta a las funciones generales, entendidas como funciones

legislativas; la división política y administrativa (además de la ya señalado, para el

caso del ejecutivo, en los ejemplos anteriores); permite una cobertura de

orientación y de control. Es, además, un escenario en el cual se dirimen aspectos

fundamentales asociados a la expedición de normativas de aplicación al interior y

al exterior .En este caso, comoquiera que el ejecutivo recibe un mandato limitado

al programa de gobierno previamente aprobado. Esto permite entender la

dinámica de los partidos políticos y su significado. Así, entonces, los electores y

las electoras (...los delegatarios de su libertad, en el entendido que hemos

manejado aquí); votan por un partido determinado y su programa de gobierno. Es

de anotar la presencia de diferencias precisas, en lo concerniente a la formación

del equipo de gobierno, en los diferentes países con Régimen Parlamentario.

Veamos, a manera de ilustración, un ejemplo para el caso de España, en

tratándose de una Nación que, a su vez, tiene características asimiladas a

conflictos internos de nacionalidades que no hacen primacía (Catalanes y

Vascos). Además de ejercer como Monarquía Constitucional. Los datos siguientes

fueron tomados de la Enciclopedia Encarta; en razón a su precisión y exposición

didáctica.

Parte tres

64

Juliana nació en una familia relativamente libertaria. Su infancia transcurrió en

medio d lecturas y reflexiones. Su papá, ingeniero civil, viajaba por casi todo el

espacio geográfico del país. Asimismo compartía conocimientos en construcción

de vías, con ingenieros de “Jorge Barrientos”, localizado en la frontera sur. Era un

tipo de sujetos abierto, investigador y contrario a las nociones de autoridad,

impuesto en el país.

Mamá Cristina era una mujer espontánea, estudiosa. Había accedido a la

educación secundaria, cosa extraña, en un país machista y de segregación en lo

que respecta a la actividad por la libertad de las mujeres.

A manera de ilustración (...con las reservas obvias), es pertinente presentar la

reflexión efectuada por Francisco Segui, en el prólogo a una de las ediciones de

La República (Platón); veamos: “...Si la vida ciudadana, la polis como forma

comunitaria, se hunde desgarrada por el escepticismo, el agnosticismo y el

relativismo, la polis como organización política sucumbe ante el empuje de la

democracia. Y si Sócrates buscaba la solución invitando a revisar los conceptos

éticos, a encontrar lo absoluto, Platón idea todo un mecanismo político-social. Su

República no es una descripción de un mundo ideal: es una técnica de formación

de una sociedad. Aunque de vez en vez caiga en ciertas disquisiciones sobre

conceptos tales el de justicia o felicidad, está orientada al estudio de los aparatos

de control social. Su objetivo es el orden, la estabilidad (rechazará todo cambio

que no sea un acercamiento al ideal descrito en la obra). Y para ello parte de la

educación. La educación es el principal elemento represivo, el medio más eficaz

para el control, el más apropiado homogenizador social. Educar es, para Platón,

65

construir ciudadanos. En la educación se hará al ciudadano: se condicionará su

sensibilidad, su voluntad y su pensamiento, de modo que nada pueda desear sino

aquella situación que por naturaleza le pertenece.

Toda técnica de control social responde a una concepción del hombre y de la vida,

sin duda. Pero es un error pensar que Platón extrae sus ideas políticas de la teoría

de las ideas. Al contrario, la Ideas serán una metafísica, una cosmovisión, una

especie de creencia favorable para llevar a cabo la política…”10

Desde la interpretación acerca del poder, propuesta y desarrollado en este escrito,

es evidente la asimilación al concepto de control. El asunto siguiente tiene que ver

con su definición en términos de control político. Lo anterior, por cuanto la noción

de política, adquiere una connotación relacionada con la actuación colectiva. Algo

así como entenderla, en el contexto permitido por los agregados adquiridos a

través de determinados procesos previos. Es decir: la política no constituye una

opción originada en el proceso de internalización que efectúa cada sujeto (a), con

respecto a la exterioridad. Es, por el contrario, el desarrollo de elaboraciones

acumuladas, a través de procesos que trascienden a cada sujeto (a); comoquiera

que se configuran a partir de una forma de apropiación realizada por parte de

quien o quienes convierten esas elaboraciones, en opciones que entran a ejercer

como referentes. En consecuencia constituyen, por esto mismo, un mandato; una

convocatoria que pretende el reconocimiento individual y colectivo. Está

expresada en códigos (...o definiciones) que conforman un cuerpo teórico, con

repercusiones prácticas en el quehacer cotidiano. Es, en otras palabras, el soporte

10 Segui, Francisco. Prólogo a La República, Tomo I. Ed. Universales, Bogotá

66

necesario para ejercer gobierno, autoridad; por parte de quien o quienes se han

separado de los (as) otros (as); en su condición de usufructuarios (as) de esos

mismos códigos.

La diferenciación comienza, desde el momento mismo en que aparecen insumos

que la permiten. Si bien es ilustrativa la interpretación (...un poco lineal) propuesta

en el recorrido: sociedad primitiva-esclavismo-feudalismo-capitalismo; como

proceso explicativo en cuanto al origen de la dominación. Lo cierto es que el

asunto es mucho más complejo. Porque supone, entre otras cosas, retomar el

entendido de la apropiación de los referentes y su imposición; a partir de un

ejercicio originado en la diferenciación; pero asimismo, en nexo con el proceso de

internalización individual. Valga presentarlo de la siguiente manera: si la sociedad

primitiva descrita por Lewis H. Morgan, constituyó un estado en el desarrollo de la

humanidad; no puede inferirse, necesariamente, la ausencia de determinadas

formas de diferenciación...y de control. Con las limitaciones sociológicas y

políticas propias de su investigación, el texto que la resume, tiene elementos

importantes; en cuanto a la interpretación de los hechos originados en la misma

investigación que se relacionan con la actividad humana. Por lo mismo es

pertinente resaltar lo siguiente:

“..Los hechos indican la formación gradual y el desarrollo subsiguiente de ciertas

ideas, pasiones y aspiraciones. Aquellos que ocupan las posiciones más

prominentes, caben ser generalizados como crecimientos de ideas particulares, a

las que se encuentran íntimamente vinculadas…

67

..ÚLTIMO. La idea de propiedad se formó lentamente en el pensamiento humano,

permaneciendo naciente y endeble durante períodos inmensos de tiempo.

Adquiriendo vida en el salvajismo, requirió toda la experiencia de este período y

del subsiguiente, de la barbarie, para desarrollar el germen y preparar el cerebro

humano para la aceptación de su influencia de contralor. Su imperio como pasión

por sobre todas las demás pasiones, señala el comienzo de la civilización...”11

Ahora bien, como lo hemos señalado arriba, el poder adquiere significado a partir

de la apropiación unilateral de insumos relacionados con el conocimiento

acumulado. Esta apropiación permite la elaboración de unas determinadas

condiciones que deben ser acatadas, por parte de quien o quienes no actúan en

posición de usufructuarios. Así planteado, entonces, no implica necesariamente un

nexo primario con la posesión de bienes. Otra cosa es que la posesión permita el

desarrollo y consolidación posteriores de mecanismos de control y, por esta vía,

de imposición. Lo anterior es lo mismo que entender la dinámica del poder y del

control; como una sucesión de eventos en los cuales se van estructurando unas

instancias en las que predominan instrumentos conceptuales, como opciones

únicas para la interpretación de la naturaleza y de las relaciones necesarias para

transformarla…o, simplemente, para convivir con ella.

A partir de esta lógica para la interpretación del poder; se entiende que este

adquiere una connotación política, como opción válida en el proceso de

consolidación y defensa del mismo, por parte de quien o quienes actúan como

detentadores. Lo que, en principio, era un control en términos de pautas y códigos

11 Morgan, Lewis H. La Sociedad Primitiva, edición Divulgación Cultural Universidad Nacional de Colombia, 1972.

68

propuestos (...o impuestos) como única alternativa para establecer un nexo con la

externalidad; se convierte en la instauración de instancias que identifican esos

pautas y códigos con los usufructuarios. Esto supone el desarrollo de mecanismos

constitutivos de reglas orientadas a distanciar, aún más, el poder con respecto a

quienes se controla. Es decir este (el poder) se torna mucho más complejo;

comoquiera que se configura la intermediación como requisito indispensable para

acceder a sus representantes. El territorio, en este contexto, deja de ser simple

externalidad primaria, natural en la cual se efectúa la interacción y el intercambio

por parte de los (as) sujetos (as). Se convierte, por lo mismo que se consolida la

figura del poder, en escenario en el cual la relaciones (...Sociales) adquieren

características, cada vez, más complejas. Ya no es, entonces, la simple

aceptación de los códigos originarios, casi siempre asociados a la religiosidad.

Ahora se trata de una figura ensanchada de este. Una ampliación del espectro; en

función de los nuevos elementos que lo acompañan y sustentan.

Vale la pena reiterar acerca del condicionamiento que se le imprime a la actuación

individual. El proceso, por medio del cual se instaura la dominación, supone una

inhibición a la libertad. Ya no existe la posibilidad de ejercer la autonomía inicial;

para exteriorizar los conceptos elaborados a partir de la relación con la naturaleza,

con la externalidad. Lo que prevalece, ahora, es la asunción de los referentes

establecidos como única opción posible. Es una interpretación mediada por los

códigos y las instancias desarrolladas por parte de quien o quienes ejercen como

detentadores de esos referentes. A esto se agrega el hecho del nexo entre esa

acción de control primaria y la evolución del sistema de apropiación de los

69

excedentes derivados del trabajo. Se configuran, entonces, unas relaciones

sociales en las que prevalece la imposición de reglas. Algo así como una

sumatoria de conceptos básicos que obligan. Actuar en contravía de los mismos

sitúa, a quien o quienes lo hacen, por fuera de esas condiciones. Por lo tanto debe

ser entendido como desafío, como rebelión. Esto es lo que explica, en términos

del concepto de legalidad, la estructuración de figuras que describen y validan el

castigo; como procedimiento indispensable para mantener el control. Es ahí en

donde, el poder, adquiere su connotación política.

Es pertinente, para este caso, citar la posición expresada por J.C. Friedrich, en su

texto La filosofía del derecho. “..Puesto que para el derecho siempre tiene

importancia fundamental que la obligación de sus normas se encuentre

firmemente anclada en la convicción de la legitimidad de la autoridad que crea la

ley, sea Dios, sea la acción popular, la importancia de las normas legales en la

vida social estará, en todo momento, hondamente influida por la fe en la

legitimidad del gobierno que las impone y por la cual son creadas. El nomos y el

jus de griegos y romanos estuvieron en vigor mientras se mantuvo la fe en la

comunidad de la polis, pues la polis estaba regulada por el nomos y el jus, debido

a la constante fe del pueblo en la heroica sabiduría de algún antiguo legislador, ya

fuera un Solón, un Licurgo, o las Doce Tablas. Sin embargo, para los judíos del

Antiguo Testamento, no fue Moisés, ni siquiera los profetas, sino el Dios único,

quien habló a Moisés y le ordenó que comunicara sus leyes a su pueblo (Levítico

19: 1-2). Y fue su pueblo el que quedó convertido en una comunidad sagrada

gracias a esa comunicación, por la santidad misma del Dios que había dictado las

70

leyes. Y de esta santificación, al dar y obedecer la ley, se desarrolló o, quizá fuera

mejor decir que se derivó, como corolario la doctrina del pueblo elegido...”12

Ya quedó planteada la interpretación en torno al poder y al control. Se infiere, en

consecuencia, una connotación asociada al concepto de sociedad; entendida

como interacción colectiva en un determinado territorio y cohesionada por una

reglamentación; impuesta como norma de obligatorio acatamiento.

Cabe ahora extender esa interpretación. Ya no tanto en lo que hace referencia a la

implementación coercitiva de los códigos y de las instancias a cuyo cargo está la

vigilancia y desarrollo de los mismos. Se trata de entender la dinámica que

adquiere esa implementación; a través de un proceso que va instaurando

instancias, como figuras mucho más complejas en lo que hace referencia a los

mecanismos de control, de su desarrollo y distanciamiento con respecto a la

interpretación primaria, rígida de la inhibición y subyugación hacia el (

...o los) sujeto (os).

Lo que antes era un escenario en el cual se exhibían unas relaciones simples de

dominación; ahora se va convirtiendo en territorio en donde los códigos y normas

conforman un sistema lógico, abstracto. De tal manera que los (as) sujetos (as)

12 Friedrich, C.J., La Filosofía del derecho, ed. Fondo de Cultura Económica

71

involucrados (as) como dominados (as), pasan a ser un colectivo que es obligado

a identificarse con ese sistema complejo de mandatos y requerimientos;

intermediado por instancias próximas y lejanas. Es, en otras palabras, una

asociación forzada que tiene como justificación y como centro, la aceptación de

ese sistema normativo. Al mismo tiempo, implica el reconocimiento de

intermediarios que ejercen como representación válida de esa asociación (...de

ese Contrato Social, diría Rousseau).

Lo anterior no supone, en estricto, la pérdida de las aspiraciones íntimas de cada

sujeto (a), entendido en los términos propuestos arriba. Por el contrario, a pesar

de la imposición del sistema de normas, persiste ese conflicto (...o malestar que

llamaría Freud) latente con respecto a esa misma imposición. Veámoslo, un poco,

en los siguientes términos:

“..Creo poder decir, en resumen, que la filosofía estoico-ciceroniana del derecho

tiene sus raíces en una ética racional a la que se adjudica una validez universal,

como ley de la naturaleza humana. Esta ley, como todas las leyes de la

naturaleza, es la razón inherente a la naturaleza toda; es su significado. Por tanto,

podemos, y debemos derivar leyes de esta ley (a lege ducendum est juris

exordium), porque esta ley, la ley natural, es la fuerza de la naturaleza (naturae

vis) y, por tal motivo, es la norma que define lo que es bueno y lo que es malo. El

cumplimiento de esta ley natural es tarea impuesta a los diversos estados

(civitates) que expresan la verdadera ley en las normas del jus pentium, común a

todas ellas. Cada comunidad, sin embargo, tiene su propio jus civile, válido sólo

para sus ciudadanos, ya que toma en consideración las condiciones especiales,

72

tanto espirituales como materiales, que son peculiares de tal comunidad. Pero ni el

jus Pentium ni el jus civile deberán estar en conflicto con el jus naturae. Si lo

están, tales normas no son verdaderas leyes, sino mandatos arbitrarios...”13

Hasta aquí queda claro, en nuestra línea de interpretación, la dicotomía que

subyace a la implementación del poder político, como una expresión de la

coacción hacia el sujeto. Este ejercicio de dominación tiene, como colateral, una

forma de subyugación; en tanto supone la imposición de limitaciones al desarrollo

autónomo individual que permite acceder a la naturaleza y tomar de ella las

percepciones e impresiones necesarias para construir el bagaje conceptual

indispensable, como proceso que consolida la independencia de cada sujeto (a).

La inhibición, derivada de la imposición de ese tipo de poder, induce a reprimir la

autonomía y la libertad; como cuota necesaria que debe otorgar el (la) sujeto (a)

para disfrutar las posibilidades derivadas del poder que, a su vez, se erige como

avance colectivo en la escala de la evolución humana...de la civilización; pero

implica asimismo la latencia del conflicto, del deseo de libertad reprimido.

Veámoslo, en términos de Marcuse:

“El desarrollo del sistema jerárquico de trabajo social no solo racionaliza la

dominación, sino que también contiene la rebelión contra la dominación. En el

nivel individual, la rebelión original es contenida dentro del marco del conflicto de

Edipo normal. En el nivel social, las recurrentes rebeliones y revoluciones han sido

seguidas por contrarrevoluciones y restauraciones. Desde la rebelión de los

13 Friedrich, C.J., obra citada.

73

esclavos en el mundo antiguo hasta la revolución socialista, la lucha de los

oprimidos ha terminado siempre con el establecimiento de un nuevo, y mejor,

sistema de dominación; el progreso ha tenido lugar a través de una cadena de

control cada vez más eficaz...*14

Son evidentes las limitaciones en el enfoque Freudiano propuesto por Marcuse.

No solo en lo que respecta al espectro social y su dinámica; sino también en lo

que hace referencia al desarrollo y manifestación de los mecanismos de

dominación, mucho más complejos que los esbozados en ese enfoque. Habría

que mirar, en perspectiva, análisis desde la interpretación sociológica y política.

Pero, de todas maneras, Marcuse permite reconocer e identificar el conflicto entre

sujeto y poder, que subyace a la tensión constante que acompaña a cada

individuo inmerso en el sujeto colectivo y en su expresión orgánica; como

instancias de control.

Así la cosas, entonces, existe un nexo insoslayable entre poder político y Estado.

Este último no es otra cosa que la racionalización y organización del poder

político; por la vía de instancias jerárquicas, independientes del sujeto individual y

del sujeto colectivo. A través de ellas se expresan unas relaciones de dominio

que abarcan territorios definidos. Es, el Estado, un ordenamiento a partir del poder

político. Le imprime a este una connotación abstracta, en razón a que ejerce como

referente que convoca a la aceptación; como garantía para la cohesión de quienes

comparten el territorio y que, asimismo, tienen un origen y expresiones culturales

14 Marcuse, Hebert, Eros y Civilización, Ed. Seix Barral Barcelona, 1968, página 92

74

comunes. Constituye, en otras palabras, la única posibilidad para acceder a

beneficios en condiciones de igualdad. Uno de ellos, a manera de ejemplo, tiene

que ver con la opción para dirimir conflictos, entre los súbditos. Lo anterior por la

vía de la interpretación lógica y neutral; a cargo de instancias creadas y

desarrolladas en el marco permitido por el Estado.

La confrontación es un agregado del conflicto. Es su manifestación; como quiera

que suponga la expresión, mediante acciones precisas y concretas, bien sea de

una parte del conflicto o de la totalidad de este. Si es lo uno o lo otro, se define a

partir de los contenidos que adquieren las acciones; pero también de, a partir de

su significado con respecto al poder y sus manifestaciones.

Lo anterior se entiende mejor, ubicado en el contexto que ejerce como escenario

en el cual se aplica y desarrolla el poder. De las instancias, procedimientos a

través de los cuales se ejerce el control. De las franjas o sectores sociales que

aparecen como dominados. Inclusive, en un análisis más preciso, de la

diferenciación que adquiere la dominación; según la identidad que pueden

alcanzar algunas de esas franjas o sectores, con respecto a los beneficiarios

directos del poder. Algo así como entender una dinámica en la cual aparecen

beneficiarios (as) transitorios y parciales; sin que esto implique la asunción del

poder en sí.

En nuestra línea de interpretación, se trata de proponer una opción, en la cual se

hace visible la presencia de la dominación en diferentes niveles. Ya no tanto en lo

que hace referencia a las instancias y/o los aparatos ideológicos del Estado, como

75

expresiones a partir de las cuales se pueda explicar y generalizar la cobertura y

afectación de la dominación. Lo nuestro es más la pretensión de alcanzar una

caracterización de la dinámica que adquiere la aplicación del poder y la

dominación; en cuanto que ejerce una cobertura que permea sectores específicos,

vinculándolos al proceso inherente al control político y económico; como

beneficiarios transitorios. O, simplemente, como soportes pasivos a partir de lograr

su apoyo en términos de captar su identificación con los propósitos últimos del

poder. Cuando, en este marco conceptual propuesto, se producen fricciones o

rupturas; se configuran expresiones de la confrontación que vinculan a esos

sectores con acciones que expresan contenidos concretos de un determinado

conflicto; sin que esto implique la disolución de nexo con las instancias del poder.

En esta perspectiva, inclusive, cabe validar el concepto que propone un entendido

del Estado, como una sumatoria de micropoderes; a la manera de bloque de

sectores o de clases en el poder. Esta opción supone la presencia de una figura

asociada al equilibrio, en el cual confluyen intereses, en veces divergentes, unidos

alrededor de una (...o unas) determinadas formas de poder que les permite

imponer decisiones en nexo con sus intereses estratégicos. Es más, por esta vía,

podría entenderse la “delegación del poder formal”, a individuos y sectores que

ejercen como expresiones “neutrales”.

Vale la pena, como ejemplo, transcribir el aparte del texto “Los Límites de la

Modernización”, escrito por la profesora Consuelo Corredor Martínez. Lo

consideramos importante, en razón a que se insinúa una interpretación del poder y

76

la dominación; a partir del análisis de un período concreto de la historia del

desarrollo político y económico en nuestro País.

“..Los alcances de esta modernización han sido bastante limitados y sus

implicaciones extremadamente conflictivas, debido a que ella se ha adelantado en

un contexto marcadamente liberal en el cual han prevalecido los intereses de las

élites dominantes. El modelo liberal de desarrollo ha significado la subordinación

del Estado, minimizando su función de interpretar, gestionar y regular los intereses

colectivos, y obstaculizando la configuración de un espacio público en el que se

puedan expresar, confrontar y resolver los conflictos sociales. El Estado

colombiano es un Estado privatizado, atrapado entre el liberalismo económico y el

conservadurismo político.

En esta perspectiva liberalismo y conservadurismo no se oponen sino que, por el

contrario, se articulan y se prestan mutuos servicios. El logro de intereses

particulares sin importar los costos sociales encuentra un terreno propicio en el

orden jerárquico y tradicional por el cual se vela el conservadurismo. El costo de

esa coexistencia ha sido el rezago de la organización política de las

transformaciones socioeconómicas que han trastocado el orden en que estaba

cimentada.

Las restricciones derivadas de los sistemas económico y político colombianos han

entretejido una gama de relaciones tanto modernas como posmodernas, lo que

hace la sociedad más compleja y fragmentada que en el pasado. Ha sido una

acumulación histórica de tensiones que han significado en forma continua

77

períodos de crisis y de relativa estabilidad. Y en esta dinámica, los momentos de

crisis son cada vez más severos por la fragmentación de los escenarios y de los

actores, la mayor polarización y desigualdad sentidas y una amplia percepción del

carácter excluyente de los sistemas social y político…”15

A partir de esta opción nuestra de interpretación, en consecuencia, se hace

necesario presentar un análisis que permita introducir la diferenciación acerca de

los contenidos, alcances y significación, en cuanto a niveles de expresión del

conflicto, de la confrontación y las acciones por medio de las cuales este se

concreta.

La connotación que adquiere la diferenciación, en el contexto de las relaciones

sociales, supone una determinada caracterización de roles; a partir de análisis

soportados en categorías conceptuales y metodológicas. Por lo tanto, ya no se

trata de una simple réplica de lo observado, como representación objetiva. Por el

contrario, significa profundizar acerca de esas expresiones de superficie;

indagando por las condiciones que la subyacen, como soporte. Ya, en ese

procedimiento, pueden y deben aparecer algunos niveles de abstracción, referidos

a la interpretación alusiva a los acumulados históricos en nexo con la

participación, en esas mismas relaciones sociales, de los (as) sujetos individuales

y colectivos (as). De las condiciones en que esta se ha producido y del grado de

inserción con respecto al conocimiento, a las instancias que lo promueven y

controlan. Pero también, y con mayor énfasis habida cuenta del horizonte

propuesto en nuestro escrito, acerca del significado de esa participación con

15 Corredor, Consuelo. Los Límites de la Modernización, segunda edición. Editada por Cinep, página 23

78

respecto al poder y a las instancias que lo soportan, a sus manifestaciones como

instrumentos de control, de dominación y de imposición.

Ha habido, en el curso del tiempo, interpretaciones que asocian la caracterización

antes aludida, a posiciones antropológicas y culturales. Por esta vía, se ha

desembocado en expresiones que delimitan (a manera de diferenciación) la

intervención de los (as) sujetos individuales y colectivos en el desarrollo de las

relaciones sociales; a partir de asignarle a determinados sectores una posición

periférica, respecto a los beneficios del conocimiento, entendido como proceso,

como aprendizaje que va decantando, segregando. Aquí, en esta opción, se

valida, en veces, un instrumento de diferenciación asociado a la pertenencia a una

determinada raza y/o etnia. Visto así, entonces, cabe una propuesta de

interpretación generalizante; pero también de especialización; por cuanto se

establece unos condicionantes vinculados con normas y pautas, a la manera de

posición que reivindica una versión predominantemente aceptada y acatada, de

cultura, como sinónimo de civilización; como paradigma, a partir del cual es

posible establecer una segregación.

Ya no se trata, en el anterior escenario conceptual, de admitir una posición

periférica respecto al poder y a las instancias que lo soportan. Aquí, la noción de lo

periférico, está referido a un espectro mucho más amplio; en razón a que los

márgenes constitutivos de la delimitación social, están contraídos en términos del

grado de apropiación y/o de acceso a los beneficios del conocimiento, y de la

79

cultura asumidos como referentes de civilización. Esto no es otra cosa que

entenderlo, como adecuación, como asimilación de los roles y los paradigmas allí

consignados.

En un documento de trabajo (La Educación Superior en América Latina),

presentado en el debate al interior de la Universidad Nacional de Colombia, previo

a la realización del Primer Congreso Nacional de Educación Superior, realizado en

la ciudad de Barranquilla los días 1,2 y 3 de diciembre de 1999; se expresa un

concepto que consideramos válido. Veamos:

“…En estas condiciones, la Escuela, no es otra cosa que una expresión que, en

principio, transfiere el dominio estatal. No tanto en la aplicación elemental marxista

de aparato ideológico; sino como complejidad que articula instancias del

conocimiento, aplicadas y estructuradas en programas y acciones, a partir del ese

centro-poder, sin ser él. No es, entonces, una aplicación a partir de la lógica lineal.

Es una interacción heterogénea orientada por unos perfiles definidos a partir de

las necesidades inherentes a los intereses que impone ese centro-poder. Es decir,

lo suyo no es otra cosa que contextualizar la sociedad en términos de su propio

rol, de su significación. Con esto tratamos de establecer lo siguiente: la

globalización siempre ha existido, si asumimos que esta no es otra cosa que la

imposición de referentes a partir del dominio ejercido.

Sin pretender un traslado conceptual mecánico, las condiciones impuestas desde

el centro-poder económico y político internacional, permiten trazos que imprimen

todo el quehacer económico, político y cultural de los dependientes. Ya, de por sí,

80

el solo hecho de reivindicar los autóctono (como acervo cultural) es constitutivo de

herejía con respecto a los modelos considerados prevalecientes. Esto es mucho

más evidente, en lo que respecta al desarrollo del conocimiento por la vía de

implementaciones programáticas escolarizadas. La escolarización, en sí, origina

rupturas si se compara con las aprehensiones y las tradiciones propias de las

culturas nativas. Porque no habría de serlo, entonces, a partir de la concreción del

dominio desde el centro hacia la periferia. En esto, por decirlo de alguna manera,

se mantiene incólume el postulado de Samir Amin, cuando en su texto en torno al

capitalismo, su desarrollo e implicaciones, habla de las culturas periféricas, atadas

a las condiciones que impone el centro-poder..16

Arribamos, así, a una opción conceptual que nos permite proponer un entendido

en torno a los sectores sociales periféricos. Es decir, aquellos sectores no solo

desvinculados de los beneficios del poder, subyugados y dominados por este; sino

también segregados por la dinámica propia del desarrollo cultural predominante.

Algo así como insertos en la civilización, pero ajenos a ella, en lo que esta tiene de

otorgadora de roles asociados a los paradigmas originados en ese mismo

desarrollo cultural, por parte de sus usufructuarios. Ahora bien, no puede inferirse

de nuestra expresión, el hecho de que proponemos una asimilación de intereses

entre los beneficiarios del poder y sus instancias de dominación y aquellos

sectores que acceden y se identifican con los avances del conocimiento y de la

16 Pira Claudia y Cano Parmenio. La Educación Superior en América Latina, edición en cuadernillo, noviembre 1999, Bogotá D.C.

81

cultura que ejercen como predominantes; como expresión avanzada de la

civilización.

Surge entonces, en nuestra opinión, un insumo que soporta una segregación: lo

periférico, en cuanto sector y/o sectores considerados por fuera de la versión

oficial de la cultura; entendida esta como originaria de paradigmas, pautas y

comportamientos. Para nosotros, esto no es otra cosa que la denominación de lo

popular, referido a esos sectores que, de por sí, adquieren una dinámica propia y

unas expresiones propias, diferenciadas. Es obvia, sin embargo, la necesidad de

apuntalar este concepto, con arreglo al significado que adquiere el contexto social

y económico; en el cual se desenvuelven estos (as) sujetos (as). Tanto en sus

expresiones individuales como colectivas. Para este caso, el problema surge al

momento de establecer las pautas y/o el horizonte teórico. Porque no puede

delimitarse solo a partir de la figura elemental asociada al lugar en el cual se sitúa

con respecto a las características del beneficio plusválico, derivado del modo de

producción vigente, o prevaleciente. De ser así no habría lugar a postular la

diferenciación que se advierte en la definición anterior.

Por lo tanto, el análisis remite a un territorio de mayor complejidad: uno de los

elementos clave para dilucidar ese significado, tiene que ver con el entendido de

contexto social y económico. Ya decíamos antes: es un escenario no determinado

por la voluntad o por la noción primaria acerca de lo ético. Por el contrario,

constituye una instancia, como período histórico. Esto, a su vez, remite a la

evolución de las relaciones sociales; como proceso soportado en sucesión de

rupturas y equilibrios. Estos últimos, impuestos por quienes adquieren posiciones

82

de dominio. Así, entonces, cada momento (sin importar su duración) en el cual se

exhibe o manifiesta ese equilibrio; no es otra cosa que la expresión de unas

determinadas condiciones de dominación económica y política.

Ahora bien, como lo hemos postulado antes, en la franja constituida por quienes

(bien sea que se tipifiquen como sectores o como secciones del espectro social)

no ejercen como beneficiarios directos del poder, se erige la heterogeneidad. Ya

ahí, se introduce otro insumo como soporte para la segregación. A manera de

ejemplo: la posición y comportamiento de aquellos sectores sociales sobre los

cuales se ejerce dominación politica y económica; pero que han accededlo a

determinados beneficios del acumulado plusválico y cultural (como poseedores y

usufructuarios del conocimiento); no puede ser el mismo, comparado con la

posición y el comportamiento de aquellos sectores absolutamente vulnerables y

desvinculados de cualquier beneficio plusválico y cultural.

Lo anterior conlleva, en consecuencia, a establecer categorías diferenciadas en el

análisis de lo popular, como expresión de determinados sectores sociales; en el

contexto de unas determinadas relaciones de dominación político y económico.

Puede colegirse de nuestra línea de interpretación, una conclusión fundamental:

no todo sector social dominado es, necesariamente, un sector popular. Por lo

tanto, aún a riesgo de silogismo, al momento de tipificar acciones (inmediatas,

mediatas o tendenciales) específicas de confrontación a determinadas

manifestaciones de la dominación política y económica; es preciso trabajar con

estas categorías.

83

Luego, el espectro de cobertura, está dado por la definición de objetivos

vinculados a conceptos y escenarios heterogéneos; en términos del nexo con los

sectores sociales. No es, por esto mismo, una opción en la cual se configure una

posición de clase; al menos en la versión ortodoxa marxista. No supone,

asimismo, una posición necesariamente revolucionaria y/o de confrontación al

origen y vertebración del poder y de las relaciones de producción vigentes.

Adquiere connotaciones diversas, en la mayoría de los casos asociadas a

reclamaciones puntuales, relacionadas con determinadas condiciones de vida. Sin

embargo puede, derivar en expresiones híbridas; en cuanto pueden coincidir

diferentes aspectos en los cuales ejerza importancia un cuestionamiento a

posiciones y/o programas gubernamentales o políticas de estado. Tal es el caso, a

manera de ejemplo, de algunos movimientos populares desarrollados en relación

con decisiones que vulneran determinados intereses y derechos de franjas

amplias de la población. Siendo así, cabe resaltar tonos grises en la diferenciación

teórica y práctica entre movimientos populares, movimientos sociales y

movimientos políticos. En veces, puede hablarse de diferenciación en términos del

espectro de cobertura. Otras veces, puede plantearse en relación con los

contenidos de sus opciones o programas. Con respecto a este asunto del método

para construir tipologías; es pertinente presentar una expresión como la siguiente:

“… ¿Se politizan las luchas urbanas por el hecho de enfrentarse en la mayoría de

los casos al Estado, como lo afirma Castells? No podemos en este momento

desarrollar la discusión sobre el papel fundamental ocupado por el Estado en la

84

urbanización capitalista, caracterización que parte de una generalización, arbitraria

a nuestro juicio, de la relación entre Estado y Sociedad Civil – en el sentido dado

por Marx y no en el Gramsciano-, pero si podemos afirmar que no basta que el

blanco al cual se dirigen las flechas de un movimiento social sea el Estado, para

determinar su carácter político; es el carácter de sus reivindicaciones, el contenido

de clase de sus luchas, su método y sus formas las que lo definen, y no basta

encontrar un contenido político, hay que identificar si se trata de una lucha

democrático-burguesa (en lo formal o lo real), o socialista.

Vayamos por partes:

A similitud de una huelga obrera en una empresa capitalista de Estado o de los

asalariados de un ministerio burgués que levanta reivindicaciones puramente

económicas, sin plantearse modificaciones en las relaciones de poder entre las

clases, ni en el carácter del Estado o de sus formas de ejercicio de la dominación

burguesa, un movimiento de colonos o inquilinos que solicita, por ejemplo, la

regularización de la propiedad de sus tierras, o un servicio cualquiera y que utiliza

para ello el método de la negociación apoyado por llamados a la opinión pública a

través de los medios de comunicación, paradas en los organismos oficiales, etc.,

pero sin plantearse en ningún momento consignas políticas, no es político. No es

el agente social al cual se enfrenta un movimiento el que define el carácter de la

lucha, sino el contenido concreto de clase de él, manifestado en su programa

reivindicativo y su método para alcanzarlo. ..”17

17 Pradilla Cobos, Emilio. “Mitos y realidades de los llamados movimientos sociales urbanos”. Artículo escrito en junio de 1981, en Méjico, D.F. Ponencia presentada al 4º Seminario Internacional cehap-peval Los pobladores: protagonistas urbanos en América Latina; realizado en la ciudad de Medellín, entre los días 7 y 11 de abril de 1986.

85

Puede colegirse, entonces, lo insensato de las generalizaciones; a partir de

categorías preestablecidas. De lo que se trata no es de posicionar modelos de

caracterización, como paradigmas inamovibles. En nuestro caso, hemos efectuado

un recorrido amplio; a través del cual hemos postulado opciones de interpretación

relacionadas con las condiciones que actúan sobre los (as) sujetos (as). Esto nos

ha permitido proponer la asunción de conceptos asociados a la conciencia y al

nexo entre esta y las acciones inmediatas o tendenciales; por medio de las cuales

estos (as) intervienen en procesos particulares, de confrontación.

Ya se ha señalado arriba algunos elementos vinculados a la noción del poder,

entendido como instrumento que concreta la dominación. En términos de

identificación y/o del establecimiento de tipologías, es conveniente realizar algunas

precisiones. Se trata de enfatizar acerca del contenido conceptual y práctico del rol

del Estado y su desarrollo. Asimismo del entendido de democracia y del ejercicio

de la representación.

Uno de los elementos centrales tiene que ver con auscultar en torno a la

transformación del poder o, mejor sería definirlo así: el surgimiento e instauración

de expresiones del poder que, de alguna manera, ejercen como distanciamiento

con respecto a los dominados, por parte de los dominadores, por la vía de

instancias que se sitúan como posibilidad de equilibrio. Algo así como desprender

esas instancias de toda connotación vinculada con los intereses inmediatos.

Lo anterior se entiende mejor, a partir de algunas definiciones (...que no son otra

cosa diferente a la tipificación). Veamos: En su escrito Ética a Nicómaco,

86

Aristóteles expresa conceptos asociados a la figura del poder, por la vía de

señalar algunos aspectos relacionados con las condiciones inherentes a quienes

asumen el poder. Ya ahí, un tanto como se expresó antes, aparece una noción de

poder distanciado; comoquiera que se requiere de una diferenciación, al momento

de validar una determinada opción. No es, entonces para Aristóteles, la figura de

la oclocracia (gobierno de la multitud o plebe). Por el contrario, es la asunción de

una posición en la cual los roles se distribuyen, como condición necesaria al

momento de definir la gobernabilidad. Así las cosas, en consecuencia, los

conceptos de monarquía, aristocracia y democracia; adquieren presencia.

Inclusive, en la referencia a las Ciudades-Estados (Atenas, Corinto, Esparta), se

prefigura la representación como instrumento válido e indispensable.

Esto traduce condicionantes para los sujetos. El significado de la libertad, aparece

como intermediación con respecto al poder. Antes hemos referenciado este

aspecto. Basta con recordar el recorrido efectuado, a manera de ejemplo, en las

expresiones de Rousseau, Marx, Morgan, Marcuse; así como la referencia a

Hobbes, en su versión del poder en Leviatán. Inclusive, es pertinente (...en la

perspectiva propia del desarrollo teórico, acerca de la organización política) hacer

alusión a Alexis de Tocqueville (La Democracia en América, El Antiguo Régimen y

la Revolución Francesa); Raymond Aron (Introducción a la Filosofía de la Historia,

Democracia y Totalitarismo) y Max Weber (La Ética Protestante y el Desarrollo del

Capitalismo).

Sin embargo, consecuente con nuestra línea de interpretación del poder y del

significado de la libertad; conviene resaltar un texto no muy divulgado y, aún

87

menos conocido. Se trata de La Teoría Metafísica del Estado, escrito por L.T.

Hubiese. Aclarando, otra vez, la posición crítica que nos ha acompañado al

momento de transcribir algunas citas; vale la pena presentar, en extenso, una

parte del texto señalado. Particularmente la referida al concepto de Estado y de

libertad. Es lo siguiente:

“…Por otra parte, la familia, tal y como se mantiene en un momento determinado,

es simplemente la totalidad coordinada o asociada de sus miembros, tal y como se

mantienen en el mismo momento. Es una expresión de la vida de esos miembros,

en tanto que vidas en común o en estrecha relación entre sí. La familia,

especialmente, no tiene bienestar, ni felicidad, ni buena o mala fortuna que no sea

el bienestar, felicidad y buena o mala fortuna de alguno de sus miembros o de

varios de ellos. En una organización profesional o sindical, en un negocio o una

fábrica, p. Ej., hay también un conjunto en el que se pueden totalizar tantos

cientos o miles de individuos como miembros que la compongan. En todos los

casos, esos miembros cambian, en mayor o menor grado, debido a la asociación a

la que pertenecen. Del sindicato, profesión o negocio podrán decirse cosas que no

serían ciertas si se dijesen de sus miembros cuando estos no pertenecieran a

ellos. Pero, repetimos, en la totalidad no hay otra cosa que la actividad asociada o

coordinada de los individuos que la constituyen. Esto sigue siendo verdad aunque

la organización pueda ser permanente, pero cambien los individuos. Una

universidad puede tener durante siglos un carácter y un sello peculiares y

exclusivos. El número de individuos que pasan por ella y reciben su influencia es

88

innumerable. Semejante totalidad no la constituyen solamente el número de

miembros que lo ocupan en un determinado momento; ni podemos enumerar a los

que han estado bajo su influencia durante toda su existencia. Sin embargo, su

tradición, su espíritu, que no parece albergar ningún individuo aislado, lo

mantienen los individuos, se propaga de generación a generación, se rompe,

quizá, a veces por el influjo de un nuevo tipo de carácter que no es capaz de

asimilar la tradición que encuentra.

De este modo, al pensar sobre la sociedad, estamos expuestos a dos errores. Por

una parte, podemos caer en negar la realidad del grupo social, rehusando

concebirlo como una entidad distinta, insistiendo en disolverlo entre sus

componentes individuales, como si esos individuos no fueran afectados por el

hecho de la asociación. Por otra parte, como reacción ante este exagerado

individualismo, podemos pensar que la sociedad es una entidad distinta de los

individuos, no simplemente en el sentido de que sea un agregado de individuos

considerados en una relación especial, sino en el sentido de que se trata de un

todo que, de alguna manera, existe fuera de ellos o en la que ellos se han

fusionado en perjuicio de su identidad individual. Además, habiendo alcanzado la

concepción de una entidad supra personal en la que los individuos están

inmersos, tendemos a buscar esta entidad, no en todas las diversas formas de

vida social que se entrecruzan y se cortan entre sí, sino en alguna forma especial

de asociación que parece incluir al resto para presentarse como un conjunto al

que el individuo debe pertenecer como elemento. Los escritores idealistas han

encontrado esta entidad en el Estado. Hay, pues, dos puntos que hemos de

89

considerar: primero, la noción general de una entidad supra personal y, después,

la identificación de esa entidad con el Estado...” 18

De nuestra parte, se trata de establecer algunos elementos de reflexión; en torno

al significado de la representación. De lo presentado, hasta ahora, se infiere la

importancia de los condicionantes; al momento de definir y posicionar los

contenidos teóricos y prácticos del poder. Es decir, la evolución de las instancias

de control y su justificación teórica, han pasado por identificar y aceptar como

válida la pérdida absoluta o parcial de la libertad absoluta, del sujeto individual y

del sujeto colectivo no beneficiarios del poder. Cuando más, en una aplicación

amplia de la figura asociada a la intermediación, se ha construido una variante de

esa libertad absoluta, por la vía de desarrollar una opción en la cual esos sujetos

individuales y colectivos acceden a una expresión en esas instancias; a través de

delegar. O lo que es lo mismo: a través de la cesión de parte de esa libertad; tal

vez la fundamental..

Siendo así, entonces, hacemos tránsito hacia el origen de este concepto en

Occidente. En el siglo XIII, se conoció (para el caso británico), una figura primaria

de parlamento anglosajón (Witenagemot). Un tipo de representación

absolutamente distanciada de los súbditos dominados, no beneficiarios del poder.

Asumió roles en nexo con los intereses inmediatos de sectores, aunque no

vinculados directamente a la Corona, ejercían una fuerte influencia. En principio

ejercieron como Consejo Asesor, en lo que respecta a la consecución de recursos

y/o a la orientación y aplicación de lo que podría llamarse como el gasto público.

18 Hubiese, L.T., Teoría Metafísica del Estado, Ed. Aguilar, 1981, páginas 26-27. Traducción de Dalmasio Negro Pavón.

90

Con algunas variantes, en términos de su connotación política, en el siglo XVI;

este tipo de Consejo Asesor, mantuvo un significado asociado a la representación

de determinados sectores, en su relación con la Corona. Aunque, en estricto,

carecía de la fuerza necesaria para erigirse como alternativa de gobierno; de todas

maneras prefiguró el surgimiento de agrupaciones políticas, entendías como

partidos, si aplicamos el método de análisis que se hizo vigente en los siglos XVII

y XVIII, para el caso del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Otra

cosa fue, con la diferenciación propia inherente al significado de la Revolución

Francesa, la expresión de los Jacobinos en la Asamblea Nacional y el

desconocimiento de la autoridad del Rey.

El concepto de Nación – Estado (siglo XVI; permitió identificar una evolución

fundamental, en lo que respecta a las agrupaciones políticas; en tanto que la

influencia de la Reforma Protestante, proveyó insumos importantes,

fundamentalmente en lo que hace al Calvinismo. Fue algo así como la culminación

de un proceso iniciado tres siglos antes, en contra del poder de la Iglesia Católica

y su rol en los asuntos políticos y económicos. Encontramos allí, en el contexto de

ese proceso anterior a la Reforma y en los hechos posteriores a esta, elementos

determinantes, para entender expresiones políticas como las de los Whig y los

Tory (presbiterianos-liberales y conservadores, respectivamente).

La Guerra Civil Inglesa (1642-1649), constituyó una expresión importante, en lo

que respecta al rol del Parlamento. Recuérdese nuestra anotación anterior, en

91

cuanto al significado inicial adquirido por esta figura colectiva, como

representación. En la línea de interpretación propuesta, no es otra cosa que la

evolución de los Consejo Asesores del Rey y, en veces recaudadores de recursos

u orientadores para efectos del gasto público.

Es pertinente resaltar, en el contexto de los antecedentes y significado de la

Guerra Civil Inglesa, la convocatoria efectuada por Carlos I, al Parlamento en 1640

(denominado transitoriamente como Parlamento Largo); con la intención de

promover la consecución de recursos para su guerra en contra de Escocia. Ya, de

por sí, obraba un contenido religioso en la confrontación. Anglicanos y

Presbiterianos. La oposición de Tomás Wentworth, a las pretensiones de Carlos I,

puede ser entendida como un intento por reivindicar la autonomía parlamentaria;

más allá de las simples exigencias de contraprestación planteada por otros

miembros del Parlamento. Posteriormente, Oliver Cromwell, retomaría (a nombre

de un híbrido entre autonomía del Parlamento y la expresión del Puritanismo) la

confrontación radical al Rey Carlos I. Este proceso derivó en la disolución, en

1648, por parte de Cromwell del Parlamento, la expulsión de quienes se oponían a

sus acciones militares en contra del Rey y a la posterior configuración del

denominado Parlamento Rabadilla, con sus adeptos. Terminada la influencia de

Cromwell, en 1660 (febrero) el Parlamento se reúne y decreta su propia

disolución, a partir de marzo de 1660.

La denominada Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra; tuvo como centro el

conflicto entre el Parlamento (como evolución del entendido y aplicación práctica

de los anteriores Consejo Asesores del Rey) y Jacobo II. Aquí, el Parlamento,

92

actuó en su condición de coalición de agrupaciones políticas y religiosas. El punto

de comienzo, en la ruptura y expulsión de Jacobo II, tuvo que ver con la

confrontación entre católicos y protestantes; a raíz de decisiones asumidas por el

Rey (Jacobo II), en contravía y vulneración de derechos de la mayoría protestante.

Se promovió entonces, por parte del Parlamento, la asunción de la dupla María II y

su esposo Guillermo III. En términos tendenciales, podría decirse que la

intervención del Parlamento durante la Revolución Gloriosa, tuvo como

repercusión importante la instauración de una figura de equilibrio político entre la

Monarquía y el Parlamento. Cabe recordar que ya, desde el siglo XV. Para

profundizar en este aspecto, es posible consultar las acciones realizadas por la

Asamblea de Nobles, como consejeros del Rey en la modalidad de Consejo

Privado (….O Privy Council, como se le conoce en Inglés), apareció la figura

politica asimilada al Gabinete, como expresión de una relativa independencia.

Puede entenderse, incluso, que la incidencia del Parlamento en la designación de

los ministros, constituye un avance, a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo

XIX.

Aunque aparezca limitado al caso de Inglaterra, el ejemplo anterior, define el hilo

conductor que ha tenido la intermediación. Hemos visto, en su origen, como el

Parlamento constituyó un distanciamiento profundo y radical, con respecto a los

súbditos no beneficiarios. El recorrido, desde los Consejo Asesores y/o

Recaudadores, hasta la versión evolucionada en los siglos XVI y XVII; permite

inferir un perfil cercano a la suplantación de la libertad absoluta. Es, en la línea de

interpretación propuesta, una decantación, un filtro. No es otra cosa diferente a lo

93

ya analizado, en cuanto al origen, evolución y significado de las instancias de

intermediación; como expresiones del control y del poder. Esta afirmación, sin

embargo, no supone desconocer la importancia de la democracia representativa;

en el contexto de la evolución de la confrontación al poder absoluto y autoritario.

Inclusive, porque la evolución de este tipo de intermediación, permitió la

separación de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). En este sentido, la

influencia de Charles Louis Montesquieu, (en el siglo XVIII) fue fundamental.

Nos corresponde, ahora, avanzar en cuanto al alcance logrado; en ese proceso de

representación ya analizado arriba. No se trata, ni de eludir, ni de hacer

abstracción de los principios básicos que sustentan nuestra opción de

interpretación. Simplemente, arribamos a un momento, en cual la descripción tiene

que expresarse. No solo en cuanto a su connotación, como extensión de un

determinado modelo de representación; sino también en lo que respecta a su

significado como escenario para la expresión de las agrupaciones políticas. Así,

entonces, supone establecer dos referentes básicos. Uno de ellos, asociados al

poder ejecutivo. El otro, vinculado al poder legislativo.

En su versión actual, el Parlamento, se consolida en el siglo XIX. A manera de

anécdota, es pertinente referir el caso del Althag en Islandia y del Tynwald, en Isla

de Mon (adscrito a la Corona Británica); como los Parlamentos más antiguos.

En cuanto a sus características básicas, la descripción es la siguiente: existe un

aspecto, a manera de generalidad, en cuanto a la división política y administrativa

en dos sectores, instancias o cámaras. Para el caso, a manera de ejemplo, del

94

Reino Unido, estas divisiones se denominan Cámara de los Lores, que ejerce

como instancia de Tribunal Superior y Cámara de los Comunes, que ejerce como

instancia que designa al Gabinete, incluido el Primer Ministro. Para el caso de

España, aparece también la modalidad bicameral, en el contexto de la

denominación Congreso de los Diputados. Otra instancia importante, para el

mismo caso de España, es el Consejo de Ministros. De todas maneras, queda

claro el hecho de la designación del Presidente a cargo del Congreso de

Diputados. En el caso de Alemania (Estado Federal), las instancias adquieren la

denominación Bundestag (Cámara Baja. Es aquí en donde se hace la designación

del Canciller, quien ejerce como conductor del gobierno) y Bundestag (Consejo

Federal). En el Caso de Italia, las instancias se denominan Senado de la

República y Cámara de Diputados. El ejecutivo es ejercido por un presidente

designado en sesión conjunta del Parlamento, adicionado con representaciones

de algunos entes territoriales.

En lo que respecta a las funciones generales, entendidas como funciones

legislativas; la división política y administrativa (además de la ya señalado, para el

caso del ejecutivo, en los ejemplos anteriores); permite una cobertura de

orientación y de control. Es, además, un escenario en el cual se dirimen aspectos

fundamentales asociados a la expedición de normativas de aplicación al interior y

al exterior .En este caso, comoquiera que el ejecutivo recibe un mandato limitado

al programa de gobierno previamente aprobado. Esto permite entender la

dinámica de los partidos políticos y su significado. Así, entonces, los electores y

las electoras (...los delegatarios de su libertad, en el entendido que hemos

95

manejado aquí); votan por un partido determinado y su programa de gobierno. Es

de anotar la presencia de diferencias precisas, en lo concerniente a la formación

del equipo de gobierno, en los diferentes países con Régimen Parlamentario.

Veamos, a manera de ilustración, un ejemplo para el caso de España, en

tratándose de una Nación que, a su vez, tiene características asimiladas a

conflictos internos de nacionalidades que no hacen primacía (Catalanes y

Vascos). Además de ejercer como Monarquía Constitucional. Los datos siguientes

fueron tomados de la Enciclopedia Encarta; en razón a su precisión y exposición

didáctica.

Parte cuatro

Mariana, en su infancia, fue una niña de increíble erudición. Se destacaba por su

potente actividad, relacionada con la vida y su razón de ser, en el contexto

regional e internacional. Luchaba, en una perspectiva de socialización de la

actividad regional. Un nexo, sostenía Mariana, con la internacionalización de los

gobiernos y estados.

Y, , que infancia manifiesta en su hedor de puta mierda. Una simbología inane. Al

menos para él. En esa contracorriente tan infame. Unos vertimientos de historias

entrelazadas por lo bajo. Como ese cuento con la bisabuela Serafina. Una mujer

de tres mundos. Uno, el del siglo XIX, que conoció en toda su segunda mitad. Con

esos embates de los amos de la tierra. Unos cruzados peleando hasta morir y

hacer morir. Unas arengas embalsamadas, desde 1819. En esas junturas de

96

caminos entre santanderistas y bolivaristas. Cardúmenes de población societaria

retenida o expulsada a la fuerza. Los esclavos y las esclavas todavía con la yunta

al cuello. Las repúblicas iban y venían. Como en recetario perverso. Policromías a

partir de surtidores rojos y azules. Como si ese fuera el único espectro posible.

Una caballería vergonzante. Hoy los unos. Mañana los otros. Y, así, pasaba el

tiempo. Heridas abiertas. Ahí no más, esperando el discurso del próximo caudillo.

Herederos del imperativo y empalagoso General. Dictador de siete muelas.

El otro mundo, el segundo, de la bisabuela, dado por esos años de comienzo del

Siglo XX. Unos tras otros. Venidos desde la política bifronte consolidada desde

1886. Constitución en mano. Los generalotes. Solo lúcidos para las entelequias y

para la soberbia. Exacerbadores, a partir de manifiestos impúdicos. El reyecito,

Reyes, dando tumbos. Inventándose valores al calor del Sagrado Corazón de

Jesús. Un templario tardío. Llegado al poder a puro pulso de espadas, bayonetas

y fusiles. Y así fue extendiendo su habladuría y su hechura de sujeto obsoleto.

Pero, por lo mismo, atizador de los mismos fuegos de antes. En esos mil y pico de

días de desangre. Y, siempre, los hombres y las mujeres de a pie, ahí. Como

depositarios de las tres o más letras que les dejaron conocer.

Y el tercer mundo de Serafina. Esa última década de su vida. Entre 1947 y 1958.

Que osadía la de ella. Tratando de aplicar lo aprendido de Ignacio Torres y de

María Cano. Confesa partícipe de esos idearios. El PSR, dando vueltas. Por esos

lugares recónditos. El sentimiento de ser mujer en la dermis. Mujer, otrora poseída

y violentada. Casi a la fuerza. Porque eso y solo eso eran las relaciones de amor

unipartitas. Porque, siendo ella inmersa en esa relación; solo surtía como objeto.

97

Abertura para el falo de los prohombres. U hombres, apenas en nombre.

Machucantes huracanados solo en las noches. Sus noches. O a cualquier hora.

Y sí que cabalgó con la Cano, la abuela Serafina. Conociendo en directo o de

ladito las andanzas de los dueños del país. Llevando ella y la María, panfleticos

bien escritos por el jefe de jefes, Torres Giraldo. Un apocado. Así lo describía la

bisabuela. Un insípido sujeto de buena letra. Pero no más. Lo mismo de los otros

hombrecitos del día a día. Una pulsión de vida, asociada más a un oficio de

omnipotente gendarme ideológico, que de verdaderos pulsos libérrimos.

Punzantes. Revolucionarios.

Murió Serafina, el trece de mayo de 1959, de manos de Serapio Epaminondas

Roldán. Quien la mató por celos. Le faltaban dos añitos para cumplir 106. Qué

malparido varoncito matacandelas. Le hizo los hijos y las hijas que se le antojó

tener con ella. “…En sus ojos quedaron sucesión de imágenes vividas. Tres que

resaltaba ella: el asesinato de Rafael Uribe; el asesinato de J. Eliécer Gaitán y la

figura de la liberta inmensa. Como, a bien tenía de llamar a DOÑA MARIA CANO”.

Así rezaba el texto escrito en su honor, por parte de Virgiliano Cifuentes, quien

fuera su amante furtivo, en toda su vida como mujer incendiaria y sublime.

Ese tósigo de vida, siguió murmurando angelito. Y le volvió la pensadera. Esta vez

con lo de la abuela Isaura. La sexta hija de Serafina. Esa sí que entró por donde

era. Como queriendo decir que empezó a mandar todo al carajo. Desde pequeñita

ya sabía que mamá Serafina y Virgiliano eran amantes. Para ella fue siempre un

deleite absoluto verlos retozar y gemir en la estera que tenía en “el cuarto de

98

nadie”, como llamaban la piecita de atrás. Pero, además, sabía de todo un

poquito…o mucho. Nunca se supo, ni se sabrá. Interpretaba sueños. En la

escuelita fabricaba “peos químicos” que cargaba en un frasquito y lo destapaba en

clase de religión, con la señorita Consuelo. Sabía cómo era eso de “venir al

mundo”. Lo aprendió, viéndolo en directo cuando la comadre Eunice asistía los

partos de doña Beatriz Alviar. Nunca se tragó el cuento de El Arca de Noé. Mucho

menos lo de El Paraíso Terrenal. Ella había leído y releído las “Nociones de

Historia Sagrada” y el Catecismo escrito por el padre Astete. Y cotejó esos

escritos con los de Charles Darwin y H. Morgan. Estos últimos los halló en el

escaparate que había heredado Serafina de Antonia, la tatarabuela.

Angelito vivió parte de esa historia. Por ejemplo, le tocó ver como Macario Verdún,

el marido de la abuela Isaura, le arruino uno de sus ojos con el punzón de la

cocina. En “un arrebato de ira santa” como tipificó el malparido cura del barrio, la

agresión. También cuando la azotaron, entre Juvenal y Ponciano, los seminaristas

hijos de Hipólito Benjumea, el dueño de la ferretería “El buen precio”. Todo porque

les dio por creer y aseverar en palabra, que “…esa perra se lo da a Braulio

Castañeda” Angelito sabía que eso no era así. Porque, entre otras cosas, Braulio

era homosexual en su clandestina vida íntima. Los azotes los ordenó Venturiano

Alfonso, papá de doña Eugenia, la tía de Eufrasio Parra. Todo en nombre de “La

Divina Providencia”, nombre y símbolo de los “Neo-Cruzados”.

Zoraida, en sumisión estaba, cuando la azotó el sueño viajero. En locomoción

simbólica. Atada a los rigores de lo incendiario. Ya “los tíos” habían muerto. Tal

vez de tanto amarse. Una juntura nacida de tanta soledad compartida. Los y las

99

que se fueron yendo, fueron condicionando el quehacer. Del vivir de ellos. En cada

espacio de su casa. En cada recodo esquinero de su barrio. Por fin pudieron

amarse en la libertad del albedrío. Centinelas, uno y otro, creativos. Desde la

desesperanza primera habida, cuando les mataron sus almas, por la vía de matar

a sus crías. Y desde allí. Desde esa desesperanza, empezaron construir la

esperanza que habrían de ser sus vidas. Juntas. Retozos bien hechos. Mejor

culminados. En cada acechanza. El uno y el otro. Buscándose en todos los

entornos. Entregándose en cualquiera de ellos. No hubo en esa, su casa, rincón

que no conocieran en sus escarceos pulcros, prístinos. De ternura no afanada por

nadie. Solo él, uno, y él otro. En combinatoria perfecta. Como ajedrecistas vitales.

Tan vitales eran que no se dieron cuenta cuando pasó la vida pasando. Y, ellos,

ahí. En esa vida que pasó sin advertirles nada. Tal vez para no desdibujar lo

hecho por ellos. En esas pinceladas gruesas. Como las de los niños y las niñas.

Como aprendices de motricidad fina. Ya estando viejos.

Angelito se deslizó, otra vez, hacia la soñadera y la pensadera. En fin, de cuentas

siempre la tuvo clara. Ir de tiempo en tiempo. Corroborando los decires y los

haceres. De su historia. De sus parentescos. De lo que fue. Bien o mal haya sido.

Como infusiones milenarias. Tratando de azotar lo cotidiano con el cuero habido

en la vida. De lo inmemorial. O de lo del entorno en cercanía. Y se vio, otra vez,

sumergido en el follaje de la diatriba y de lo atrabiliario. Regresó a uno de los tres

mundos de la bisabuela. Al tercero. Y lo sintió como viacrucis sin el crucificado a

bordo. Más bien como esa hechura plena. De instantes en la voltereta. Viéndolos y

viéndolas a todos y a todas. Desde López Pumarejo a Eduardo Santos. Desde

100

Laureano hasta Ospina Pérez. Desde “el caudillo del pueblo”; hasta Lleras

Camargo. Pasando por “el sargento hecho poder nimio, vergonzante”, hasta el

triunvirato. Y desde ahí hasta…la letanía continuada.

Siguió soñando. Angelito, cada vez más extirpado de sesera propia. Corría veloz.

En el tiempo. Como aventajado sujeto; al que le dio por buscar la ternura. En

cualquier evento. O en cualquier recodo de vida. Haciendo de su quehacer

ramplón y perverso de ayer; pulsión de vida. Percepción de lo sublime. Como

desesperado jinete cabalgando a los rígidos dromedarios en el desierto: Tratando

de llevarlos por el camino cierto. Sin esa ambivalencia de los plenipotenciarios

negociadores perennes. Sin la cantinela de los pregoneros. Gnomos perdularios.

Heraldos con la semiótica perdida. Como perdido fue y ha sido el rastro de los

lobos de la estepa.

La niña que conoció en Tunja, llegó puntual. A las ocho de la mañana ya estaba

en el hotelito de la comadre de su papá. Bien acicalada estaba ella. La niña bella

que presurosa llegaba en búsqueda de su furtivo convocante. Como es de

hermosa la niña. La que llegó vestida con traje de tulipanes bordados; en toda la

anchura de su cuerpo. Con escote pronunciado. Como queriendo sonsacar al

sonsacador impávido. Y fue llegando ella, conforme lo había prometido. Porque,

como bien hecha doncella. De cuerpo bien hecho y puesto. En crecimiento sus

pechos. Inflamados estaban. Tal vez por el mismo afán en encontrar a quien sería

su desfoliador. Aquel a quien ya amaba. Desde la mañana misma en que lo vio. Y

su carita, en rojizo color ya expreso, tanto que le quemaba. Y que se iba bien

adentro. Ojazos de ensueño. Sin necesidad de forzar mirada, buscaban al sujeto

101

suyo; desde día y hora en que lo vio llegando a ese entorno suyo. Entre lo uno o lo

otro. Es decir que, la doncella, entre dichosa y cándida, llegó como lo había

prometido. Con ansias locas de sentir adentro; bien adentro ese falo inmenso con

el que empezó a soñar, sin verlo.

Andando el tiempo, entonces, recordé lo que fui en próximo pasado. Y me volví a

contar a mí mismo. Con palabras de los dos. Aquellas que construíamos, viviendo

la vida viva

Es como todo lo circunstancial. Cuando regresas ya se ha ido. Y lo persigues. Le

das alcance. Y lo interrogas. Al final te das cuenta que fue solo eso. Por eso es

que te defino, a ti, de manera diferente. Como lo trascendente. Como lo que

siempre, estando ahí, es lo mismo. Pero, al mismo tiempo, es algo diferente. Más

humano cada día. Una renovación continúa. Pero no como simple contravía a la

repetición. Más bien porque cuenta con lo que somos, como referente. Y,

entonces, se redefine y se expresa, En el día a día. Pero, también, en lo

tendencial que se infiere. Como perspectiva a futuro. Pero de futuro cierto. Pero,

no por cierto, predecible. Más bien como insumo mágico. Pero sin ser magia en

sí. No embolatando la vida. Ni portándola, en el cajón de doble tejido y doble

fondo. Por el contrario, rehaciéndola, cuando sentimos que declina. O, cuando la

vemos desvertebrada.

Siendo, como eres entonces, no ha lugar a regresar a cada rato. Porque, si así lo

hiciéramos, sería vivir con la memoria encajonada. En el pasado. Memoria de lo

que no entendimos. Memoria de lo que es prerrequisito. Siendo, por lo mismo,

102

memoria no ávida de recordarse a sí misma. Por temor, tal vez, a encontrar la

fisura que no advertimos. Y, hallándola, reivindicarla como promesa a no

reconocerla. Como eso que, en veces, llamamos estoicismo burdo.

Y, ahí en esa piel de laberinto formal, anclaríamos. Sin cambiarla. Sin

deshacernos de lo que ya vivimos sin verlo. Por lo mismo que somos una cosa

hoy. Y otra, diferente, mañana. Pero en el mismo cuento de ser tejido que no

repite trenza. Que no repite aguja. Que se extiende a infinita textura. Perdurando

lo necesario. Muriendo cuando es propio. Renaciendo ahí, en el mismo, pero

distinto entorno.

Quien lo creyera, pues. Quién lo diría, sin oírse. Quien eres tú. Y quien soy yo.

Sino esa secuencia efímera y perenne. De corto vuelo y de alzada con las alas,

todas, desplegadas. Como cóndores milenarios. Sucesivos eventos diversos. Sin

repetir, siquiera, sueños; en lo que estos tienen de magnetismo biológico. Que ha

atrapado y atrapa lo que se creía perdido. Volviéndolo escenario de la duermevela

enquistada.

Y, sigo diciéndolo así ahora, todo lo pasado ha pasado. Todo lo que viene

vendrá. Y todo lo tuyo estará ahí. En lo pasado, pasado. En lo que viene y

vendrá. En lo que se volverá afán; mas no necesidad formal. Más bien, inminente

presagio que será así sin serlo como simple simpleza sí misma. Ni como mera luz

refleja. Siendo necesaria, más no obvia entrega.

Y siendo, como en verdad es, sin sentido de rutina. Ni nobiliario momento. Ni,

mucho menos, infeliz recuerdo de lo mal pasado, como cosa mal habida; sino

103

como encina de latente calor como blindaje. Para qué hoy y siempre, lo que es

espíritu vivo, es decir, lo tuyo; permanezca. Siendo hoy, no mañana. Siendo

mañana, por haber sido hoy...y, así, hasta que yo sucumba. Pero, por lo tanto,

hasta que tú perdures. Siendo siempre hoy. Siendo, siempre mañana. Todo vivido.

Todo por vivir. Todo por morir y volver a nacer. En mí, no sé. Pero, de seguro sí,

en ti como luciérnaga adherida a la vida. Iluminándola en lo que esto es posible.

Es decir, en lo que tiene que ser. Sin ser, por esto mismo, volver atrás por el

mismo camino. Como si ya no lo hubieras andado. Como si ya no lo hubieras

conocido. Con sus coordenadas precisas. Como vivencias que fueron. Y hoy no

son. Y que, habiendo sido hoy, no lo será mañana.

Y es ahí en donde quedo. Como en remolino envolvente. Porque no sé si decirte

que, al morir por verte, estoy en el énfasis no permitido, si siempre he querido no

verte atada, subsumida; repetida. Como quien le llora a la noche por lo negra que

es. Y no como quien ríe en la noche, por todo lo que es. Incluido su color. Incluido

sus brillosos puntos titilantes. Como mensajes que vienen del universo ignoto. Por

allá perdido. O, por lo menos, no percibido aquí; ni por ti ni por mí.

Y sí que, entonces, siendo yo como lo que soy; advierto en tú lo que serás como

guía de quienes vendrán no sé qué día. Pero si sé que lo harán, buscando tu faro.

Aquí y allá. En el universo lejano. O en el entorno que amamos.

Parte cinco

Eufrates Medina Cipagauta, vivió su infancia en un pueblito casi desconocido e

inhóspito. Su papá Egnosodin, un policía retirado, le imprimió a sus hijos e hijas,

104

una doctrina severa. Es decir, con énfasis en la autoridad y la religión católica.

Cuando él, (Eufrates) logró fugarse de la casa, viajó a bordo de camiones de

carga. Tenía el palito para hacerse querer y estimar por los transportadores.

Después de estar para aquí y para allá, decidió que lo suyo era ser sujeto

sedentario. Se quedó en ciudad Benítez. Allí conoció a Eloísa Ibarguen, quien

sería su compañera de toda la vida. Con ella tuvo cuatro hijos. El último de ellos

fue Gumersindo. Empezó a trabajar duro, con todos sus hijos y su esposa. Hasta

lograr una opción económica, relacionada con la cooperación y la posibilidad de

hacer de ésta, una tendencia a la organización sólida.

Ha existido, en el proceso inherente al desarrollo de la teoría económica,

diferentes momentos en la confrontación entre opciones conceptuales y prácticas

divergentes. Desde la propuesta originaria de la visión moderna para el desarrollo

capitalista, centrada en la teorías acerca del proceso de reproducción diseñadas, a

manera de ejemplo, por Quesnay (“ Tabla económica”); Adam Smith (“Naturaleza

y causas de la riqueza de las naciones”) y Sismondi (“Nuevos principios de la

economía política o la riqueza en relación con la población”); hasta las opciones

teóricas que cuestionan esas interpretaciones diseñadas por Kart Marx (“El

Capital”), Rosa Luxemburgo (La Acumulación del Capital”). Contando, inclusive,

en este espectro, a John Maynard Keynes (“Tratado general sobre el empleo, el

interés y el dinero”).

105

Esto supone, en consecuencia, la necesidad de trabajar con una posición de

cobertura lo suficientemente amplia; de tal manera que no se desemboque en un

discernimiento anclado en un entendido lineal y/o dogmático. Ante todo, porque en

esto de analizar el significado de la creación de empresas y su relación con el

entorno económico y social, no admite opciones tangenciales que eludan el hecho

objetivo, en cuanto a la existencia de una conexión dialéctica (...o, si se quiere,

conflictual) entre la implementación y desarrollo de la empresa, con respecto al

espectro social, económico y político en la cual esta se desenvuelve. Ante todo

porque esta, la empresa y sus propiciadores o garantes, no puede ser entendida

como una opción y/o propuesta única (en lo que tiene de ejercicio individual); sino

como partícipe de una sumatoria o globalidad económica, inmersa, por esto

mismo en la dinámica propia del crecimiento económico; conforme a unos

postulados concretos derivados de la política macroeconómica gubernamental y

de la creación de riqueza, en el contexto de la planificación y estrategias de un

Estado concreto.

Conviene, en este punto, con las reservas obvias; en tanto que constituye una

visión propuesta por una persona que contribuyó a construir una opción en

contravía de la ortodoxia clásica de la economía política capitalista; citar una

expresión de Rosa Luxemburgo en su obra “La acumulación del capital”.

“..Hasta ahora hemos considerado la reproducción desde el punto de vista del

capitalista individual típico, representante y agente de la reproducción que se

realiza por una serie de empresas privadas. Este modo de enfocar el problema

nos ha hecho ver ya bastantes dificultades. Sin embargo, ellas son pocas

106

comparadas con las que aparecen inmediatamente que pasamos de la

consideración del capitalista individual a la de la totalidad de los capitalistas.,

Ya una ojeada superficial muestra que la reproducción capitalista como todo

social, no puede ser concebida mecánica y simplemente como suma de las

diversas reproducciones capitalistas privadas. Hemos visto, por ejemplo, que uno

de los supuestos fundamentales de reproducción ampliada del capitalista

individual es una ampliación correspondiente de su posibilidad de venta en el

mercado. Ahora bien, el capitalista individual puede lograr esta ampliación no por

extensión absoluta de los límites del mercado en general sino por concurrencia, a

costa de otros capitalistas individuales….”19

Con esto quiero enfatizar acerca de mi análisis y de su soporte, en lo que hace

alusión al enfoque teórico. Es algo así como proponer, de mi parte, un entendido

en el cual el concepto y la práctica de creación de empresa, no pueden ser

presentados por fuera del contexto político, económico y social. Esto traduce que,

en mi concepto, sobre las expectativas derivadas de la creación y desarrollo de las

empresas, ejerce una influencia determinante la política macroeconómica

gubernamental y las estrategias de crecimiento formuladas en un plan de

desarrollo específico, para uno o varios periodos igualmente específicos y

concretos.

Inclusive, en la visión propuesta por mí, se incluye, necesariamente, una

interpretación del significado que tiene la planificación económica; como opción

19 Luxemburgo, Rosa. “La acumulación del capital. Editorial Grijalbo, primera edición 1967, de la traducción española, página 27

107

estatal. Algo que ya fue planteado por Keynes (para el caso de la economía

capitalista); como alternativa de solución para la crisis originada en la recesión

global iniciada en 1930. De otra parte, por lo mismo que he venido planteando, en

términos de la interacción entre los diferentes agentes del proceso económico

internacional y nacional; cabe establecer un referente en lo que respecta a la

situación de los países que no han acumulado riqueza, ni tecnología suficiente

como para considerarse de desarrollo pleno (esto ya lo expresé en el numeral 1).

Quiero presentar, como ayuda conceptual, una reflexión del profesor P.T. Bauer

en su obra “Crítica de la teoría del desarrollo”. Como en la anterior cita, hago aquí

la aclaración en el sentido de la reserva que pueda acompañar la reflexión aludida.

Veamos:

“…La planificación global implica, además, que gran parte de la producción no

está relacionada con la demanda del consumidor y por tanto con los niveles de

vida. De ahí que , aun en el caso de que la política fuese de incremento de la

producción total en relación con lo que hubiera sido en otro caso, lo cual es

improbable, este incremento no estaría relacionado con los niveles de vida, cuya

mejora es el objetivo ostensible de la política. Este divorcio entre producción y

niveles de vida es probable que en si mismo retrase el alza tanto de la producción

como de los niveles de vida; porque la perspectiva de un nivel de consumo más

alto y variado generalmente es un incentivo importante para una mayor actividad

económica a través de un esfuerzo, ahorro e iniciativa individuales. Esto resulta

especialmente cierto en países pobres...”.20

20 Bauer, P.T. “Crítica de la teoría del desarrollo”. Editorial Orbis, colección Biblioteca de Economía, sin datos del número de edición y fecha, página 104.

108

-La creación de empresas, considerada como una opción para la actividad

económica, en el contexto de una economía de mercado; supone la fijación de

unos objetivos concretos por parte de quien o quienes se comprometen con ese

ejercicio. Por lo mismo que esta actividad se considera inmersa en la dinámica

propia de la economía capitalista y del mercado que ejerce como elemento

colateral a la producción de bienes y servicios; debe suponer la existencia de

factores endógenos y exógenos que actúan como referente al momento de

planear y hacer efectiva la participación en el mercado. Uno de esos factores lo

constituye la política macroeconómica concreta implementada por el gobierno,

para un periodo específico. El otro tiene que ver con la interacción necesaria entre

la condición en que se encuentra el país con respecto a la economía mundial

global; asociada esta condición con otro aspecto que relaciona a la producción y al

consumo; como elementos que se condicionan y que está, a su vez, relacionados

con el nivel de vida y sus perspectivas.

- La planificación específica asociada a las estrategias de desarrollo planteado

para el país concreto, define unas determinadas prioridades y, por esto mismo,

unas determinadas condiciones en las cuales se realiza la actividad económica

productiva. Esto incluye, entre otras cosas, la definición y concreción de los

incentivos para los productores y las áreas concretas a las cuales estos se dirigen.

A manera de ejemplo: para el caso colombiano, el Plan Nacional de Desarrollo

aprobado por el legislativo, para el período 2005-2007, define unas prioridades

para el sector productivo, de conformidad con la visión gubernamental en lo que

respecta a la economía de mercado y su aplicación en este tiempo en el cual

109

transcurre una etapa precisa de la globalización económica, por la vía de

actividades multilaterales y bilaterales. Este es el caso concreto de los énfasis en

relacionar el crecimiento económico con la opción de los tratados de libre

comercio internacional; bien sea entre nuestro país y Estados Unidos de

Norteamérica o entre nuestro país y otros países de la región, particularmente de

la Zona Andina y Centroamericana.

-Los incentivos gubernamentales específicos, se pueden presentar por diferentes

vías. Una de ellas, a manera de ejemplo, tiene que ver con exenciones tributarias

(ver propuesta de reforma tributaria) o con la flexibilización de la normatividad

vigente en lo que respecta a requisitos para la creación de empresas y para su

desarrollo. Esto último, a su vez, incluye incentivos relacionados con la

flexibilización laboral (este el caso, a manera de ejemplo de las sucesivas

modificaciones a la legislación laboral, a partir de 1990 con la Ley 50 y la Ley...)

Durante el periodo presidencial 1990-1994, el ejecutivo, con el apoyo del

legislativo; implementó una visión de crecimiento económico, desarrollo y

economía de mercado. Para entender, al menos en parte, la lógica que soportó a

las aplicaciones derivadas de esa visión; se hace necesario retrotraer algunos

aspectos básicos de la teoría económica definida como de apertura económica.

Esta teoría estuvo centrada en una interpretación que proclama la flexibilización

de las normas internas de cada país (ante todo las de aquellos definidos como

subdesarrollados o periféricos) en lo que respecta a la protección de su frontera

económica. Incluida, obviamente, su producción interna de bienes y servicios. Al

mismo tiempo, suponía una flexibilización absoluta de la intervención estatal en

110

asuntos relacionados con la política social de redistribución del ingreso; incluida la

intervención estatal en aquellas áreas relacionadas con los servicios públicos

esenciales.

Por esa vía, el gobierno del doctor César Gaviria Trujillo, presentó proyectos de

ley en la perspectiva de modificar la normatividad vigente en cuanto a los términos

de intercambio de mercancías en el mercado internacional y, en paralelo,

promovió y aplicó decisiones expeditas (por la vía de decretos directos y/o

reglamentarios) con las cuales incursionó en diferentes entidades públicas,

modificando su razón de ser en lo que estas tenían de instrumento para la política

de asistencia social y de subsidios para la adquisición de servicios por parte de la

población desprotegida y hacia la cual debería estar dirigida la acción estatal,

conforme a lo establecido en la Constitución de 1991.

Todo lo anterior no puede decirse, en estricto, que se inauguró durante el gobierno

del doctor César Gaviria Trujillo. Es el resultado de un acumulado construido

desde tiempo atrás y que ha cruzado el quehacer de nuestro país en periodos

consecutivos.

Veamos esto, para mayor precisión, en palabras de la profesora Consuelo

Corredor, en su obra “Los límites de la modernización”.

“…La consolidación del modelo liberal de desarrollo y del régimen político

bipartidista, como su sustento, han sido los pilares centrales sobre los cuales se

ha construido el proceso de modernización económica y, a la vez, los principales

obstáculos para la configuración de una sociedad moderna.

111

Las aceleradas transformaciones en el orden económico, han tenido como guía la

confianza en el mercado, como asignador de recursos y de bienes, con el

resultado de la exclusión de amplios sectores de la población del beneficio de las

mismas. Ello ha sido posible por la estrategia desarrollista, por el sistema de

dominación impuesto por el bipartidismo y por la precaria organización estatal

resultante de este modelo.

La ideología liberal que se ha invocado sin restricción en el mundo económico ha

sido fuertemente restringida en el mundo político. Los principios de soberanía e

igualdad de derechos y de oportunidades, han hecho parte del discurso de la élites

dominantes pero, su ejercicio práctico se lo han reservado para ellas.

Una de las graves consecuencias de esta estrategia de modernización desde

arriba ha sido impedir la diferenciación entre lo público y lo privado. Más

exactamente, la exclusión política, social y económica de que han sido objeto

amplios sectores de la población, como resultado de la prevalencia de los interese

particulares de la élites dominantes, ha formado una confusa idea de lo público,

reducida a una mera instancia de legitimación formal del orden vigente, y de

rapiña real en busca de interese particulares y partidistas...” 21

Las determinaciones asumidas desde el gobierno central y las normas

introducidas, en términos del intercambio de mercancías nivel internacional y que

vulneraron la intervención estatal como regulador en la economía de mercado

tuvo, para el caso que me ocupa, una incidencia profundamente negativa hacia la

21 Corredor M., Consuelo. “Los límites de la modernización”. Editado por Cinep-Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia.- Sede Bogotá. Segunda edición, 1997. Páginas 86-87

112

empresa privada a nivel nacional. Ante todo hacia aquellas empresas no

vinculadas con transnacionales y que se vieron sometidas a un tipo de

competencia onerosa….ruinosa. Aquí, en esta expresión, cabe insistir en las

afirmaciones presentadas e por mí en el numeral 2.2; en el sentido de que la

creación de empresa y su consolidación, no puede analizarse en abstracción de

circunstancias vinculadas con la intervención gubernamental y con la presencia e

incidencia de factores endógenos y exógenos. Es relevante insistir en que el

crecimiento económico, tiene que se cotejado y analizado conforme a unos

determinados referentes precisos. No solo circunstanciales y/o transitorios; sino

fundamentalmente, en la dinámica y la perspectiva económica originada en las

estrategias de desarrollo y crecimiento que tiene, entre otras herramientas para su

aplicación la política macroeconómica y los planes de desarrollo.

El presidente Álvaro Uribe Vélez, ha sido uno de los más connotados defensores

de la política de libre mercado y de la no intervención estatal. Ya, cuando ejerció

como Senador de la República, propuso los proyectos que se constituyeron en las

Leyes 50 de 1990 y 100 de 1993. Ya, ejerciendo como presidente, ha

profundizado la aplicación de su noción fundamental en lo que respecta a la teoría

económica. Inclusive, no es temeraria la afirmación en el sentido de que la noción

de Colombia como Estado Social de Derecho, presente en el texto Constitucional

de 1991, ha sido para el doctor Uribe un elemento de dificultad para la aplicación

plena de sus postulados en relación a política económica. Puede decirse asimismo

que su opción básica coincide con lo propuesto por el presidente César Gaviria

Trujillo en 1990. Esto es: la apertura de las fronteras económicas al mercado

113

internacional, debe incluir una disminución y/o flexibilización de la intervención

estatal como instrumento regulador y garante de la producción a la industria

nacional. Por esta vía de interpretación, se entiende el diseño de su estrategia en

lo que tiene que ver con los tratados de libre comercio. Podría decirse, sin efectuar

una interpretación sesgada, que su estrategia es una versión actualizada de la

política de apertura económica del doctor César Gaviria Trujillo.

Lo cierto es que esa visión conceptual y práctica de la intervención libre de las

leyes del mercado, entra en contradicción con los postulados básicos de Estado

Social de Derecho consagrados en la Constitución Política. Pero no sólo eso,

entra también en contradicción con la definición de la intervención estatal y

gubernamental en la promoción, desarrollo y consolidación de la industria

nacional, Entendida en esta noción de industria nacional, un e espectro en el cual

caben la noción de empresa relacionada con las producción diferenciada de

bienes y servicios, incluidos los agropecuarios.

Ya de por sí, al analizar la lógica que soporta al Plan Nacional de Desarrollo, se

infiere una tendencia en la cual la interacción entre internacionalización por la vía

del libre mercado y el crecimiento económico con arreglo a la creación y

fortalecimiento de la industria nacional (con la connotación amplia ya explicada) es

una especie de dicotomía no reconocida, pero existente. Con mayor razón se

infiere esto, si lo analizamos en el contexto de la dinámica relacionada con los

tratados de libre comercio. Particularmente con el Tratado negociado con los

Estados Unidos de Norteamérica.

114

Visto así, entonces, puede afirmarse que no es sólida ni confiable la política de

creación de empresas; si se mira en la perspectiva de la estrategia gubernamental

de crecimiento económico y de consolidación de la industria nacional.

Aquí, en esta última afirmación mía, es conveniente retomar lo expresado en el

numeral 2.1; cuando enfatizo en un aspecto crucial. Esto es: la dinámica del

desarrollo capitalista no puede entenderse por fuera de la lógica que lo soporta

como sistema. En este tiempo de globalización,

de internacionalización e imposición de las leyes del mercado por encima de las

consideraciones particulares de un determinado Estado o gobierno; los

empresarios nacionales se ven sometidos y condicionados por las estrategias

derivadas de esa lógica de mercado. Por lo mismo, en consecuencia, no puede

construirse una opción de interpretación en lo que respecta a la relación

crecimiento-desarrollo-empresa, haciendo abstracción de la dinámica que

introduce esa noción de mercado y de su lógica.

En ese mismo contexto, el solo hecho de reconocer la existencia de un alto

porcentaje de la población con niveles de precariedad que le impiden ejercer como

consumidores reales y/o potenciales de bienes y servicios, constituye una limitante

para el desarrollo y consolidación de las empresas. Con mayor razón, si se analiza

de manera diferenciada, con el aspecto tamaño, monto de capital y nivel de

internacionalización como variable

Una vez realizado el recorrido anterior, cabe establecer una precisión necesaria.

No se trata, en este escrito, de desconocer el rol que cumple la creación de

115

empresa en la consolidación del modelo económico centrado en la dinámica y la

lógica del capital. De lo que se trata es de contextualizar ese rol; en términos de su

relación con la política macroeconómica y las estrategias de crecimiento

económico derivadas de una determinada visión gubernamental. Por lo tanto, y así

lo he expresado de manera reiterada, el concepto de acumulación como sinónimo

de desarrollo y consolidación económicos de un país, es válido en términos de la

ortodoxia asociada a la teoría económica general. Es algo así como entenderlo en

el contexto del cálculo del PIB, para periodos sucesivos. O, lo que es colateral a lo

anterior, efectuar las mediciones del crecimiento económico, por la vía de las

variables asociadas a la creación de determinadas empresas en un periodo

determinado.

Como lo propuse desde el numeral 1 (Presentación) este escrito constituye un

recorrido en torno a la noción de crecimiento económico y desarrollo en la lógica

propia de un modelo capitalista. Supone, por el mismo soporte de visión amplia y

no dogmática, un aporte para la construcción de líneas de interpretación y análisis

dinámicos, no asociados a la idealización de una determinada opción, ni a una

determinada aplicación. Es, por el contrario, una tendencia a la universalización

del conocimiento en lo que esta tiene de crítica asertiva y proactiva.

Parte seis

Juvenal conoció al hermano mayor de Juliana. Se hizo posible, a través de ciertas

actividades académicas. Pero, más allá de esta rutina, les tocó compartir

disquisiciones relacionadas con la libertad y la lucha de clases. Todo a partir de un

116

grupo que había construido Emilio , hermano de Juliana. Una voladura de

propuestas. La anarquía era su fundamento. Les correspondió asumir diferentes

estrategias, en el propósito de alcanzar una célula heterodoxa. De tal manera

que. Siempre, proponía una opción válida hasta derrocar el poder dominante

Ayer no más estuve visitando a Fabiana. Me habían contado de su situación. Un

tanto compleja, por cierto. Y, en verdad la noté un tanto deteriorada en su pulsión

de vida. “Es que no he logrado resarcirme a mí misma. Porque, estando para allá

y para acá, se me abrió la vieja herida. No sé si recuerdas lo de mi obsesión por lo

vivido en lo cotidiano. Simplemente, así lo entendí en comienzo, estaba unida al

dolor por las vejaciones constantes. A esa gente que tanto he amado. Verlos, por

ahí, sin horizontes. En una perspectiva centrada en la creciente pauperización.

Pero no solo en lo que respecta al mínimo de calidad de vida posible. También en

eso de ver decrecer los valores íntimos. Ante todo, porque, se ha consolidado un

escenario inmediato y tendencial, anclado en la preeminencia de los poderes

económicos y políticos, de esos sectores, de lo que yo he dado en llamar

beneficiarios fundamentales del crecimiento soportado en la explotación absoluta.

En donde no existe espacio posible para la solidaridad y los agregados sociales

indispensables para aspirar, por lo menos, al equilibrio. Y no es que esté

asumiendo posiciones panfletarias. Es más en el sentido de decantación de lo que

he sido. Siendo esto, una tendencia a la sublimación de la heredad de quienes se

han esmerado por construir opciones que suponen una visión diferente. De

aquellos y aquellas que lo dieron todo. Que lo arriesgaron todo, hasta su vida. Por

enseñar y comprometerse a fondo.

117

Es tanto, Germán, como sentir que he llegado casi al final de mi caminata por la

vida. Porque siento que no hay con quien ni con quienes. Aunque parezca

absurdo, todos y todas que estuvieron conmigo, han emigrado. Han cambiado

valores por posiciones políticas en las cuales se exhibe una opción de

acomodarse a las circunstancias. A vuelo han desagregado el compromiso y las

convicciones. Por una vía de simple repetición de discursos anclados en lo que

ellos y ellas llaman Desenmascarar, en vivo, a esos beneficiarios fundamentales.

Convirtiendo la lucha en debates insulsos. Porque, a sabiendas de ello, pretenden

construir lo que se ha dado en llamar tercera vía. O, lo que es lo mismo, una

connivencia con los depredadores. Con aquellos y aquellas que se han

posicionado como controladores. En consolidación de un Estado que, en teórico

es social y de derecho. Pero que, en concreto, no es otra cosa que las garantías

de su permanencia. Vía, un proceso que es como reservorio. Como eso de

asimilar eventos, que para nada lesionan su razón de ser.

Y, estoy en un parangón. Sé que he ido y he venido. En veces como noria. Como

lo que llamarían mis contradictores, un ejercicio ramplón. Supra ortodoxo. En fiel

posición, que no es más que una figura asimilada a esa utopía sinrazón. Es como

si hubiese llegado a un punto que ejerce como estación de vida. Como

convocando a desandar lo andado. Como que no alcanzo a dimensionar los bretes

diarios. Como si convulsionara. Como si, ni para aquí ni para allá. Y eso duele

Germán. Porque es una soledad casi absoluta. No me hallo. Tanto como soportar

una comezón visceral.

118

Siendo, entonces, así he optado por vivir lo mío. Ahí, encerrada. Hermética.

Sabiendo lo riesgos. Porque cuando se llega a un momento como este, es tanto

como querer no ir más. No forzar más a la vida en lo que esta no me puede dar.

Desde ahí, hasta la regresión paulatina, solo existe un nano segundo…”

Ciertamente, me conmovió la Fabiana. Con todo lo que la he querido. Con todo lo

que vivimos en el pasado. Definitivamente la admiro. Pero me entra el temor de

que, en verdad, no quiera ir más.

Y pensado y hecho, a escasos tres días de haber hablado con ella supe, a través

de Juliana, que encontraron su cuerpo incinerado. Murió como esos bonzos que

otrora, en público, se incendiaban. Fabiana, simplemente, se fue. Y, aún en eso,

se destaca su entendido de vida. Bello, pleno y de absoluta lealtad con ella misma.

Cuando observé la fuga hacia el universo todo. Y, casi en simultánea, la amiguita

enciende motores. Cada uno por su lado. Pero, en sabiendo, que disponía de

opciones amarradas al centro técnico, impulsador y origen supremo. Como

defendiendo lo suyo. Entendiendo que es sumatoria de saberes. Por vía de haber

adquirido de tiempo atrás. Fuerza, en física exponencial. Y de labores ciertas,

válidas en tanto que es el eterno desafío a Natura., desde aquí, desde esta

porción de vida. Y ya venía en camino, después de haberse fugado mii Valentina,

hecha todo diosa como quiera que forzó la gravedad de Newton. Y, lo de ella,

como ávida mujer. Poniendo un punto más alto posible. Con esa iluminación dada.

119

Una opción de herejía. Homenaje a todas las mujeres. Tendiendo al infinito. Como

proclama encendida.

Y, entonces el móvil, es impulsado por miles de caballos de fuerza venidos desde

ese día. Condensado en el hidrógeno embellecido en surtidor helado. Por lo

mismo que encendido en momentos, con pulsión de ególatra empedernido. Y, ya

hendiendo su fuerza en el límite atmosférico, Pasando a resarcir los datos de

historia del infinito volcado sobre ella. Y, surcando, el escenario no conocido. No

palpado. Y, en el que sigue, siguiendo, viajó por universos multiplicados por

setenta veces siete. Y, siguió de largo, opacando los virtuosos cuerpos

iridiscentes. Palpando cada cuerpo. En obscurana pendenciera. Por lo mismo, que

ella se hizo imagen del potente cerebro. Ese que insinúa lo potencia que late por

sí misma, sin haber terminado el infinito desarrollo posible. Pasó por una de las

lunas del gran cuerpo. Enhebrando, con sus anillos, la inversión de la física. Como

agente que no se inhibe para expeler un fuego benigno. Teniendo a su Sol como

infame tragaluz vivo. Espléndido.

Y, un yo manifiesto, se hizo impronta de tiempo. Como habiendo sido olvidado, por

su padre. En millones de estancia, ahí. En rotación asimilada, desde el momento

luz hacia atrás. En ese vibrato que todo lo puede. Un tanto lujuriosa, se exhibe con

moronas de hielo. En ese misterio de su origen. Empezó, entonces, a decantarse.

Y la viajera ahí. Observándola desde lejos. Como temiendo alguna succión. Como

perentoria advertencia. Ella hizo la luz necesaria para obturar, acosada por la

ciencia en tierra.

120

No sé en qué momento, dijo ella, se me exigió encontrar el rumbo, y las

coordenadas hechas para interactuar. Para ilustrar el camino cierto. En ese

universo atravesado por dardos en todo sentido. Y con toda la fuerza otorgada.

Mientras tanto, esa luna lunita nueva, empieza su cortejo. Tratando de cautivar a

aquel móvil extraño. Convencida, tal vez, en que no la herirá, al menos por ahora.

¿más adelante?, no sé. Solo veo lo de ahora. Que se hizo un posible heredado,

vivo.

Y, esa fuga inmensa, creciendo fue. Se hizo partitura abierta. Para que, los pianos

y trompetas permitan ser tocados, por el verbo empalagoso de la vida, sedienta de

confines. Y, ella, la otra luna tierna. Se erige como respuesta a lo habido hasta

aquí. Con unos prontuarios inmensos. Tratando de hacer lo que vendrá, un simple

trazado geométrico, astronómico. De quienes han heredado, desde hace siglos, la

votiva como incesante creación habida en Tierra. Y anudada, como nunca a la

sinrazón perdida.; hallada después. Cuando creció el homenaje a la vida, en vida.

Cuando observé la fuga hacia el universo todo. Y, casi en simultánea, la amiguita

enciende motores. Cada uno por su lado. Pero, en sabiendo, que disponía de

opciones amarradas al centro técnico, impulsador y origen supremo. Como

defendiendo lo suyo. Entendiendo que es sumatoria de saberes. Por vía de haber

adquirido de tiempo atrás. Fuerza, en física exponencial. Y de labores ciertas,

válidas en tanto que es el eterno desafío a Natura., desde aquí, desde esta

porción de vida. Y ya venía en camino, después de haberse fugado mii Valentina,

hecha todo diosa como quiera que forzó la gravedad de Newton. Y, lo de ella,

como ávida mujer. Poniendo un punto más alto posible. Con esa iluminación dada.

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Una opción de herejía. Homenaje a todas las mujeres. Tendiendo al infinito. Como

proclama encendida.

Y, entonces el móvil, es impulsado por miles de caballos de fuerza venidos desde

ese día. Condensado en el hidrógeno embellecido en surtidor helado. Por lo

mismo que encendido en momentos, con pulsión de ególatra empedernido. Y, ya

hendiendo su fuerza en el límite atmosférico, Pasando a resarcir los datos de

historia del infinito volcado sobre ella. Y, surcando, el escenario no conocido. No

palpado. Y, en el que sigue, siguiendo, viajó por universos multiplicados por

setenta veces siete. Y, siguió de largo, opacando los virtuosos cuerpos

iridiscentes. Palpando cada cuerpo. En obscurana pendenciera. Por lo mismo, que

ella se hizo imagen del potente cerebro. Ese que insinúa lo potencia que late por

sí misma, sin haber terminado el infinito desarrollo posible. Pasó por una de las

lunas del gran cuerpo. Enhebrando, con sus anillos, la inversión de la física. Como

agente que no se inhibe para expeler un fuego benigno. Teniendo a su Sol como

infame tragaluz vivo. Espléndido.

Y, un yo manifiesto, se hizo impronta de tiempo. Como habiendo sido olvidado, por

su padre. En millones de estancia, ahí. En rotación asimilada, desde el momento

luz hacia atrás. En ese vibrato que todo lo puede. Un tanto lujuriosa, se exhibe con

moronas de hielo. En ese misterio de su origen. Empezó, entonces, a decantarse.

Y la viajera ahí. Observándola desde lejos. Como temiendo alguna succión. Como

perentoria advertencia. Ella hizo la luz necesaria para obturar, acosada por la

ciencia en tierra.

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No sé en qué momento, dijo ella, se me exigió encontrar el rumbo, y las

coordenadas hechas para interactuar. Para ilustrar el camino cierto. En ese

universo atravesado por dardos en todo sentido. Y con toda la fuerza otorgada.

Mientras tanto, esa luna lunita nueva, empieza su cortejo. Tratando de cautivar a

aquel móvil extraño. Convencida, tal vez, en que no la herirá, al menos por ahora.

¿Más adelante?, no sé. Solo veo lo de ahora. Que se hizo un posible heredado,

vivo.

Y, esa fuga inmensa, creciendo fue. Se hizo partitura abierta. Para que, los pianos

y trompetas permitan ser tocados, por el verbo empalagoso de la vida, sedienta de

confines. Y, ella, la otra luna tierna. Se erige como respuesta a lo habido hasta

aquí. Con unos prontuarios inmensos. Tratando de hacer lo que vendrá, un simple

trazado geométrico, astronómico. De quienes han heredado, desde hace siglos, la

votiva como incesante creación habida en Tierra. Y anudada, como nunca a la

sinrazón perdida.; hallada después. Cuando creció el homenaje a la vida, en vida

En eso de ir buscando eventos de justificación, me he encontrado con el arrebato

propio del inicio. Siempre en posición de tratar de negarlo todo. Como quien

deduce que solo lo suyo es válido. Y que, inclusive, el antes del comienzo no se

evidencia en ningún referente. Y que, a lo sumo, podría inventarse un proceso de

confusión. O al momento de explicarlo. Por esa vía, entonces, se tiende a socavar

el infinito; porque este no conduce a la proclama del término de los días.

II Visto así, en consecuencia, lo mío como que se hace sensato; habida cuenta de

los albores de lo que existe. Y siendo así, me detuve en el relato de la fornicación

123

de Erebo con la Noche. Y que, por esa vía, fueron surgiendo la vejez, la muerte, la

concordancia. Y me fui con esto al auto exilio. Reconviniéndome a mí mismo por

la exudación de ejemplos vulgares. Como construidos al lado de un hilo conductor

de expresiones funestas. Y, por lo mismo, sigo en la escucha de la tronera que

emerge. De los rayos voraces que absorben toda energía que nos colocan en

condición de postración constante.

III Dirigí la búsqueda, esa noche a la localización del aire y del día. Como si fuesen

pareja que fueron cumpliendo con el exorcismo del que se erige como creador. Y

que, aire y día, engendraron a la Madre Tierra y al Sol y a los Mares. Y que yo

seguía ahí. En esa tenebrosa soledad. Y que se fueron decantando las cosas y los

seres. En ese Templo de la diosa Hestia. Que, a lo sumo, fue recluida en el

mismo. Que, de paso, ejerció como pionera de la madre esclava. De la mujer

arropada con los poderes de quienes exhibían condición de soberanos inmutables.

Que iban, como en realidad lo hicieron, enhebrando el hilo y la aguja, hacia el

tejido propio del símil de cadalso habilitado.

IV Volver, desde ese exilio mío, a retar a Urano. Por la vía del Cronos que lo

impele a no seguir siendo él. Que lo vulnera en su sexo y que lo arroja a los

mares. Y que, tal vez por esto, estimula el apareamiento Tierra Aire, originando el

terror y la astucia. Y que, estos tesoros, fueron echados al entorno de los

mortales. Para que, en juntera impropia, amenazaran con el exterminio. Por la vía

más perversa posible.

124

A mi regreso, entonces, lo de los otros y las otras, se ha convertido en insidioso

proyecto. Ya, así entendido, se fueron reconstruyendo el actuar y el quehacer

pasivo. Ya no en la exhibición del libre albedrío. Si no en aquello que es conducido

a través de la hilatura primera. Como marionetas que pululan. Que se hacen, cada

vez más, gregarias de ese Ser Primero. Que es condicionante y vulnerador del

arrebato libertario del uno y de los unos todos.

Y, al desgaire, se sintonizan los eventos. Ya no en acción plena de lucidez; sino

en simple repetición. Efímera, a veces, perenne, otras. En el Universo ya

habilitado. Como simple diáspora de lo pasado antes. Circundando la esfera

siempre. Yendo y viniendo estamos. En el vaticinio ya hecho. De que solo

podemos ser lo que somos; sin el vuelo del albur necesario.

V Estando aquí y así, seguimos el sendero ya trazado. Somos como errantes

mecanizados. Metidos en la envoltura del Determinador. Que se inmiscuye en lo

nuestro y nos ordena. Vamos, por lo tanto, horadando nuestra propia habitación

que nos ha de albergar por siempre.

VI En esto de las ilusiones estaba. En ese sueño de perdición. Estaba, yo, ahí. En

el lugar preciso del territorio que creía válido y hospedero. Saliendo, hice como

que miraba a la ciudad. Mi ciudad y la de los demás. Y la vi avasallada por la bola

de fuego viva. Originada en los átomos partidos en sucesión. El uranio al aire y al

suelo extendido. Energía destructora. Y corrimos todos y todas. Y nos refugiamos

en el manto de Hestia y de los Nagares. Su refugio estaba incólume. Antes de esa

bola roja que avanzaba. Y, al llegar todos y todas, Hestia hizo como que paraba el

125

fuego con sus manos henchidas de mar. Pero fue arrasada. Y Nagares y las

Ménades también huyeron. Delante de nosotros y nosotras. Y alzaron vuelo hacia

el infinito universo. Pero de nada sirvió. La destrucción fue el todo. Como

significando la nada del comienzo que no podrá ser tal, porque no habrá otro

origen como el de antes.

VII Como puede deducir me encuentro en estado tristeza profunda. Casi como

enfermedad terminal. Yo, siempre he creído que este es un virus que se erige. Va

penetrando en el sujeto o sujeta; Haciéndolos (as) vulnerables en posición

absoluta. Es un día a día como subyugación perenne. Es tanto como volar,

cuando el viento va claudicando en nuestra Tierra.

VII Solo conocí cuando la señora Fanny (mujer absoluta, solidaria y tierna. Usted

se convirtió en uno de mis referentes de entereza, ternura y solidaridad. Ante todo

como sujeto vivo. Recuerdo, además, conocí (aunque no en físico) a su

compañera terminando su profesión como fonoaudióloga en su ternura con los

niños y las niñas.

Siempre supuse que podía sentirme orgulloso con su amistad. Pero, el tiempo

pasó y yo he venido pasando como sujeto. Creo que la afectación se produjo al

momento de retirarme de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá D, C.

Soñando siempre, estando allí. Y que, todavía estaba en el campus.

Sin embargo, estando en él en físico, cuando iba Unisalud. El golpe brutal y

trascedente se presentó, cuando en diciembre de 2014, Usted se acercó al sitio

de espera. Saludó a varios compañeros que estaban conmigo. Me miró, sin

126

saludarme; a pesar de haberme visto. Desde ese día mi tristeza se fue

profundizando. Llegando hasta el punto de tener que ser atendido por siquiatra.

Parte siete

Helicónides Buenahora,. Siempre fue admirador de Juliana. Des chica fue

asediada, más en términos de fémina elocuente. En sueños vigentes y pretéritos,

soñaba con su cuerpo y su expresión de autodidacta consumada. Su tío,

entonces, albergaba la posibilidad de tejer, con ella, una opción de potente

reconocimiento libertario.

Lo de Xiomara Arredondo todavía estaba ahí. El cuento ese que le inventaron

hace días. Que estaba en tinieblas, cuando apareció el Gran Señor. Ese que,

según dicen, la tuvo primero. Antes de ser ella hoy lo que antes era. Y me di a la

tarea de buscarla para escuchar de palabra suya, si era verdad o mentira. Fui

hasta donde vivía antes. Y me dijeron que no; que desde el siete de febrero se

mudó. Que no saben para donde. Y qué razón alguna dejó. Ni para mí ni para

nadie. Solo que se iba y que no la buscaran más. Ni aquí ni allá. Ni en ninguna

parte tampoco.

En verdad tenía afán de encontrarla. Fui por ahí caminando. Preguntando si la han

visto siquiera. Por lo mismo, vuelvo y digo, qué pasará con ella. Abandonó su

lugar sin decir adiós ni nada. Sin siquiera expresar por qué camino cogió.

Recuerdo si, que una noche cualquiera, me dijo no voy más; porque en este

mundo voraz no quiero ni vivir ni estar. Que mi dolor es profundo me dijo. Que no

me podía contar lo que en otro lugar pasó con ella.

127

Y del mismo recuerdo aquel, entresaqué una verdad que deduje cuando de tanto

hablar, até cabos sin par. Y leí lo que logré entrelazar. Siendo una historia

absurda y triste a la vez. Que se hizo mujer en brevedad de tiempo. No tuvo hogar

seguro. Ni siquiera como simple apoyo para ayudarla a caminar en la vida. Que no

tuvo edad para amar. Que, por lo mismo, entró en eso de dar su cuerpo al postor

primero y mejor.

Y se siguió yendo. Andando pasos perdidos; sin lograr nunca sentirse amada. Sin

encontrar refugio, que al menos su pulsión descansara. Que, al menos, descanso

fuera. Para ella y para quien llegó a ser fruto sin quererlo. Y de camino en camino,

estuvo en la otra orilla. Brincó el océano rauda. Como rápido es soñar que va a

enderezar lo habido. Buscó el atajo siempre; tratando de no perder la punta del

hilo para volver. Aun así, de dolor en dolor, llegó al punto de no retorno. Como

queriendo decir con eso, que tocando fondo estaban su pasión y su albedrío. Y,

con ella, y por supuesto Germancito que crecía; sin hallar lo que quisiera. Que no

era otra cosa que ser sí mismo. Su estructura mental iba más allá que el perfil todo

de Xiomara. Era algo así como un dotado extremo. De esos que no se encuentran

ahí no más. Diría yo, ahora, ni cada doscientos años.

Luego que perdí su rastro no tuve sosiego. Lo mío hacia ella, siempre ha sido y

será verla mía. No más, ahora, vuelven a mí esos dos días en Cali. Ella y yo, en la

sola piel. Revoloteando a lo torbellino. Una danza herética de no acabar nunca. De

torsiones ajenas. De esas que ella y yo vimos cualquier da; en sueños dos. El de

ella y el mío. Ella avasallada, como diosa que se otorga. Yo, como sátiro en

bosque, buscando cualquier sexo perdido.

128

Fui hasta su océano; el mismo que atravesó otrora. Y pregunté por ella al viento.

No supo que decir. Lo increpé por su no recuerdo. Y me devolvió el silencio, como

única respuesta. Bajé en profundo. De agua y sal fue mi bebida. Todo para no

encontrarla. Todo para ella seguir perdida.

En cualquier lugar, un día cualquiera, encontré a Germán. Ya no Germancito. Y

me dijo no la he visto. Ya casi ni la recuerdo. Por lo mismo que mi madre me dejó

en el camino. Sin notar siquiera que yo la amaba y que en disposición estaba de

buscar a su lado mi destino. O el de ella. O el de los dos. Y vagué por el mundo,

me dijo. Desde el Pacifico violento. De mar a mar. De Buenaventura a Malasia.

Desde Antofagasta hasta la India. No vi huella de ella. Pero escuchaba su voz a

todo momento. La veía en sueño recurrente. Recordaba sus espasmos; sus gritos;

sus susurros. Como cuando mi padre la amaba. Por lo menos eso dijo una

noche. Entre sueños y desvelos.

Dejé al Germán sin rumbo. Yo cogí el mío. No otro que el mismo, enrutado por mi

brújula doliente. De amor y de vértigo. De ternura y de deseo. Fui a recabar en

Angola. Conocí sus pesares y sus soledades. De Colonia abandonada a su suerte.

Una vez saqueada; arrasada, violentada. Nadie, allí, supo que fue de ella. Ni la

conocieron siquiera.

La mañana en que me contaron lo que, según dicen pasó, estuve yendo y

viniendo en lo que hacía. No me interesé al comienzo. Pero, en el mediodía entré

en el tósigo de los celos. Revolqué mi silencio. Una copa tras otra para ahogar,

como en la canción, la pena de no tenerla. Odié a quienes vinieron. A los que,

129

según dicen, la vieron al Gran Señor atada. Como a remolque. Como suplicante

mujer que juntando mil palabras hacía de lo dicho un sonajero de expresiones,

como doliente insaciada. Como náufraga asida a cualquier trozo de viento

benévolo.

Noche aciaga esa. Perdido en las calles. Con pasos de caminante perverso. Que

busca lo que ha perdido y que, a conjuro, envalentonado quiere hacer venganza;

así sea lo que fuere; no importándole si en ella moría Xiomara o su amante. En

esas estaba, cuando en la penumbra de una esquina, encontré a quien fuera su

amigo del alma. Santiago era su nombre. Porque hice que así fuera; como quiera

que en su cuerpo clavara tres veces el puñal que llevaba en cinto desde la

víspera. Desde ese día anterior; o desde el mismo día, no sé.

Y seguí con los mismos pasos andando. Ni siquiera corrí; porque para que hacerlo

si me di cuenta que no era Santiago el Señor que a Xiomara poseyera. No

recuerdo si por vez primera. O si primero fui yo en el inventario de sueños que en

mi memoria estaban. Azuzándome siempre para que yo mismo tejiera la urdimbre

malparida. Para que buscara siempre en ella su hendidura hermosa que daba

vueltas en mi cabeza. Solo eso; no otra cosa.

La mañana nueva, me encontró en cama tendido. Desnudo, casi rígido. Con mi

asta enhiesta. Con mi mirada puesta en el pubis de Xiomara, la recordada y

deseada. Como obnubilado sujeto de la Inquisición venido. Con la heredad de los

machos que van buscando tesoros como ese de mi mujer deseada.

130

Otro mediodía, ahora en Sucumbíos. No pierdo el referente del Pacífico trepidante.

Estuve en esa selva hiriente. En esa soledad de caminos. Ni mujeres, ni hombres

había. Solo ese viento ligero que estremece. Por lo mismo que es viento de

ausencia. Ninguna indagación posible, entonces. Simplemente oteando. Aguzando

mi olfato de pervertido. Que hace de cada día un una visión, un relato de ese

tesoro acezante; de Xiomara o de cualquiera otra hembra invitando a ser poseída.

Por mí o por cualquiera.

Germán volvió del periplo. Lo encontré un lunes de marzo. Con la sujeción de

quien espera ver a su madre. Con la juntura de palabras desparramadas. Con el

arrebato del hijo que extraviado sigue; sin encontrar nunca lo que quiere y

persigue. Desde el día mismo en que, a mitad de camino, Xiomara Arredondo lo

abandonó. Este Germán se hizo mi par en la búsqueda. Juntos estábamos, allí.

Ese día lunes, siendo ya tarde. Cuando nos sorprendió la luz de Luna, alumbrando

el paisaje. Y vimos pasar a Xiomara de la mano del Gran Señor. Diciéndonos

adiós con sus manos. Cuando la luz se apagó; sentimos que una sombra pasó.

Siendo, como en verdad era, un cortejo de muerte. Con Xiomara Arredondo muda,

envejecida, diciéndonos no busquen más que de la tumba he vuelto para verlos de

dolor cubiertos. Para decirles que yo ningún Gran Señor tuve. Solo a ustedes dos.

Padre e hijo que son.

En vela pasé la noche. Acompañado, no más, por el travieso reloj. Dando cuenta

de las horas perdidas, ya pasadas. En rigor, para mí, las señales del tiempo, no

son otra cosa que vivir ensimismado en mí mismo. Con un sinnúmero de cargas

expuestas. Hasta que maduren. En dejación del espacio. Por lo mismo,

131

succionado por el eterno vagar, cada quien, haciendo del cuerpo mismo un latir

constante.

Y es que tenía pensado jugar a la ruleta. Esperando perder la vida en eso. Y este

día que comienza. Tan ávido de la última proclama del Gran Jefe. En verdad, me

siento cansado. Con los residuos de la madrugada hechos trizas. Y más ahora,

que debería tener el cerebro limpio. Para poder ensayar lo que soy. Al pie del día

que no entendiendo. Se vinieron los momentos juntos. Como tósigos inveteradas,

parsimoniosos.

También recuerdo a Ariel, mi amante en las sombras milenarias, acompañadas

por los estigmas insaciables. En tiempo pasado, lo amé con la fuerza de Hércules.

Siendo, este sujeto, mi yo primo. Adquirida a fuerza de vivir su nostalgia. Por los

tiempos idos. Ariel engarzado por los hilos de la vida. Desde el mar hasta el

obscuro cielo, hasta el obscuro velo. Con sus diminutos puntos iridiscentes, A

cada momento infinito. Sin reconocer la holgura de tiempo pasado. Además,

viviendo entre el estrecho camino al Sol y camino, en vaivén, hasta pasar, de

lejos, viajando hasta el límite de la galaxia nuestra. Tal vez, con ganas de

traspasarla hendiendo mi cuerpo, en su cénit ampuloso. Dotado de una y mil

maneras de ser invariancia pertinente, al momento de localizar la bruma,

entretejida en los hilos gruesos de los celestes móviles. Los hechos antes y. los

ahora renovados. Siguiendo la huella de los mundos no conocidos.

Y sí, que me quedé perdido en tanta infinitud hecha. Buscándolo a él, penitente

extraviado. Una luciérnaga que nació con solo andar pétreo. Acucioso hombre

132

mío. Dotado de los frutos todos. En madre natura viviente. Repasé mi bitácora.

Como anhelante sujeto que no regresaré nunca más a mi entorno recordado,

querido. Pero, ahora, convertido en simple sujeto, al garete, Como si no hubiese

vivido en él; con la potencia de cuerpo, indisoluble, erguido. Como prepotente

sujeto.

Lo de ahora, en mí, no es aspaviento en palabras torcidas. Es, más bien, una

juntura de fuerzas adormecidas. Como ir yendo hasta que todo mi ser se escurra;

en la medianía soterrada. Con o sin viento a favor del viaje, Simplemente,

entiendo que soy expósito ser. Naufragado en esa totalidad de espacio abierto.

En espera de mi Ariel vivido en mí, desde que este escenario fue creado. Y, él, no

está conmigo; precisamente porque hizo de su viaje eterno, una constante

topológica. Como venida a menos. Solo con su cuerpo pegado a las lunas

encontradas en la Vía Láctea como soporte de lo que ya vino y lo que vendrá

para ella, Insumisa novia querida. Allá en los atardeceres vividos a dúo.

Acicalados con el viento sereno, a veces. Explosión de mares, otras.

Mi yo viajero milenario, se hizo hospedante sonoro. A fuerza de escuchar los

trinos de los cantores todos. Como tratando de ilusionar mii sujeto entero.

Viviendo de premoniciones baldías. Allá donde viví la vida, Y que no será más la

tuya, ni la mía.

Parte ocho

Con razón estoy en el desvarío ampliado. Sí, no más, ayer me di cuenta de lo que

pasó con Anita. La niñita mía que amo. Desde antes que ella naciera. Porque la vi

133

en los trazos del vientre de su madre, Amatista. Y la empecé a cautivar desde el

momento mismo en que empezó a gozar y a reír. Ahí en el caballito de carrusel

primario, íntimo. Cuando, en el cuerpo de su madre, montaba y giraba. Ella, en

esa erudición que tienen los niños y las niñas antes de nacer; se erigió en guía

suprema. Yo, viéndola en ese ir y venir momentáneo, le dije que, en este yo

anciano taciturno, prosperaba la ilusión de verla cuando naciera. O de arrebatarla

a su madre, desde ahí. Desde ese cuerpo hecho mujer primera. Y le dije, como

susurrante sujeto, que todo empezaría a nacer cuando ella lo hiciera. Y le seguí

hablando aun cuando escucharme no podía. Simplemente porque su madre,

amiga, mujer, se alejó del parquecito en donde estábamos. Y me quedé mirando a

Amatista madre, en poco tiempo concretada. Y la vi subir al busecito escolar que

ella tenía. Pintado de anaranjadas jirafas. Y de verdes hojas nuevas. Y se alejó, en

dirección a casa. Y yo la seguí con mi mirada. Traspasando las líneas del tiempo y

de los territorios. Sin cesar me empinaba para dar rienda suelta a mi vehemente

rechazo por haberte alejado de mí. Niña bella. Niña mañanera.

Y, en el otro día siguiente. Ella, tu madre, volvió a estar donde nos vimos ayer.

Amatista madre. Como voladora alondra prístina, se sentó en el mismo sitio. En

ese pedacito de cielo que había solo para ella y para ti. Y me miró. Como

extrañada madre que iba a ser pronto. Y me dijo, con sus palabras como

volantines libertarios surcando el aire, qué ella nunca me dejaría llevarte al lugar

que he hecho para los dos. Que, según ella madre, ese lugar tendría que albergar

tres cuerpos. Uno inmenso, el de ella. Otro, en originalidad absoluta y tierna, el

tuyo. Y, el mío, sería solo rinconcito desde el cual podría verlas regatear el

134

lenguaje. Elevándolo a más no poder. Casi, entre nubes ciegas, umbrías. Y que,

ella, tejería tus vestiditos azules, rojos, morados, infinitos los colores. Y que, su

mano, extendería hasta el más lejano universo. Para que, siendo dos, me dijeran

desde arriba que yo no podría ser tu dueño. Ni nada. Solo vago recuerdo de

cuerpo visto en la calle. En el parque. Más nunca en el aire ensimismado.

Otra tarde hoy. Yo aquí. Esperándolas. Tú en el cuerpo de ella. Y las vi acercarse,

desde la distancia prófuga, Viniendo del barriecito amado por las dos. El de las

callecitas amplias. Benévolas. Desde esa casita impregnada por el arrebato de las

dos mujeres vivas. Transparentes. Orgullosas de lo que son. Y, tú y ella, con los

ojos puestos en una negrura vorazmente bella. Amplia, dadivosa. Y las vi en el

agua hendidas. Como en baño sonoro, puro. Imborrable. Y agucé mis sentidos.

El olor fresco de sus cuerpos. Y el escuchar las risas y las palabras que se decían

las dos.

Hoy, en este sábado lento, estoy acá. Esperándolas como siempre. Y veo que

llegan mujeres otras. Con sus hijos y con sus hijas. Niños y niñas nuevos y nuevas

aquí. Pero, mi mirada, buscaba otros cuerpos. El de Amatista y de Anita, como

decidí llamarte. Buscándolas por todo el espacio abierto. Sentí que no podía más

con la nostalgia de no verlas. Y me pesaban las piernas. Como hechas de plomo

basto. Y, mis ojos, horadando todo el territorio. Y miraba el aire que bramaba.

Como sujeto celoso. Como fuerza envolvente,

Pero no llegaron. Ni ella. Ni tu cuerpo en ella. Pasando que pasaban las horas,

todo estaba como hendido en la espesura de bosque embrujado. Y me monté, con

135

mi mirada, en los carritos pintados que veía. Como siguiendo la huella de su

cuerpo y el tuyo en el de ella. Viajero sumiso. Con el vahído espeso de la tristeza,

pegado en mí. Viendo calles. Cerradas ahora, para cualquier asomo de alegría.

Así fuese pasajera, Y llegó la noche. Y, el frío con ella. Eché a caminar. Llegué a

la casita mía. Y las encontré. Dibujadas en la pared. Ella riendo y tú también. Pero

eran solo eso. Dos cuerpos hechos. Ahí. Sin vida. Y, esa misma noche, decidí no

vivir más. Y me maté con metal brilloso. Y mis manos embadurnaron con mi

sangre los cuerpos dibujados por no sé quién.

No quiso despedirse. O no pudo. En verdad no sé. Lo cierto es que abordó el

vuelo infinito con destino a la Estratosfera Hiriente. Dos días antes, habló con

Francia Elías; el novio de su hija, Grecia. Todo el tiempo, contado como escenario

de su vida en Vía Láctea Primera; mantuvo una opción de vida, parecida a eso

que, ella misma, llamaba la “lógica de lo imposible”. Una figura de vida de enorme

precariedad de conceptos, en lo sano. Su lógica siempre fue y ha sido

inapropiada. Como cuando se trata de hacer énfasis en posiciones con afinidad a

la deslealtad. Esto, para no utilizar otro término más duro. Simplemente se hizo a

la idea de su superioridad con respecto a los y las demás. Fue envolviendo con su

traba, con su tejido de vida a quienes cruzaban por su entorno. Algo así como

entender que las voces, en ella, hacían similitud con la prepotencia y el engaño.

Estuvo inmersa en la historia llamada de los “siete propósitos temporales”. Un

ilusionismo desenfadado. Como trinos en palabra engarzados. Por una vía de

minimización de la calidad de vida y del ser en sí. Todo, en una revoltura que tenía

semejanza con los atributos espurios de su andar por ahí. Como poder obligado,

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sustentado en hacer creer que lo suyo hacía relación a la expoliación de lo

bastardo. Como si fuese mujer de dación válida en lo que implica a lo societario.

Una vida pulsada en callejuelas torvas. En las cuales, cada paso, entonaba con

las caricias hechas a distancia. Nunca, en alocución prístino. Voces de

gendarmería excelsa. De contra ternura magnificada.

Así fue su actuar. En la inversión de los valores mínimos para escapar de lo

perdulario. Más bien como exaltación perenne de lo draconiano, como punto de

partida. Como propuesta de andar. En los caminos que están ahí. Y que, cada

quien, puede hacer suyos, con sus pasos; con sus acciones en búsqueda de lo

hecho vivo. En el proceso iridiscente. De claridad absoluta. Pero que, en ella, se

transformaban en preclusiones de lo que pudiese hablar cada uno y cada una.

Como en esa función exponencial. Ávida de sensaciones malogradas. Como en

un instar primero. Que, sin ser real, empieza a plantear el divertimento asociado a

la calendas que cuentan los momentos ya, de por sí, venales, vulneradores.

Y sí que se hizo mujer de nervadura aciaga. Como en esos eventos palaciegos de

los emperadores que mantienen la yunta sobre la población entera. Como

promocionando la esclavitud perenne. Como vociferando principios y dones de

vida; ya de por sí ineficaces a la hora de proponer lo libertario, como objetivo en

perspectiva. Mujer de lentejuelas abiertas, deslumbrantes. Pero, por esto mismo,

meras opciones de acritud perversa. Como evidenciado el trono en ese reino

pútrido.

137

Fue, ella, reina de lo obsoleto como calidad de vida. Reina de súbditos venidos

desde los infiernos dantescos. Sujeta de mil y una heridas punzantes sobre sus

pares de género. Sujeta de inversa proporcionalidad tomada como insumo válido

para acumular versiones de parentesco habido. Entre ella y quienes la precedieron

en el universo omnímodo de los Césares modernos. Se fue haciendo exuberante

en la estulticia. Como mandato, en ella, diseminado en los cuerpos hechos objeto

de yunta y de vejación.

Y sí, se fue sin hacerlo. Sin ofrecer la mano de despedida cierta; simplemente lo

hizo en lo que le era posible. El engaño. Y si viajó a otraparte, en silencio, fue por

eso mismo ya dicho. En fin, que lo avieso, en ella, era su soporte que impregnaba

su actuar. Y, siendo que se fue en ese ahora; quienes quedamos sentimos hálito

de libertad en primera opción. Aunque las secuelas de su paso por entre nosotros,

se mantendrá hasta la generación quinta en escala lineal. Nosotros y nosotras, en

viva voz crecientes, celebramos su hechura de viaje. Y nos quedamos en ella,

setenta veces siete horas. Como recreando el universo nuestro. Como si en la

existencia de agujeros negros insignes; Europa hubiera naufragado con el solo

hecho de anunciar su vuelo.

Parte nueve

Estoy en pleno arrebato de tristeza. Viendo cruzar sujetos que no conocen de mi

internalización impropia. Un mil de caminos, pero me pierdo en ellos. Una

recordadera que me inhibe para proclamar mi verdadero rol. Y el horizonte que

siempre he soñado. Es como una doble vía perenne. En la cual tropiezo a cada

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instante. Y, como remolino exhausto, me absorbe en el día a día. Una figura

parecida a lo que pueda ser el olvido absoluto. Total.

Cuando la encontré, sentí un vahído pernicioso. En el esfuerzo, logré identificarla.

Era Alba Rocío Cifuentes Bejarano. La que conocí en ese comienzo de vida, ya

lejano. Y le hablé con palabras espontáneas. Sin la ponderación necesaria para

lograr que me oyera.

Pero si era la misma. En ese pasado remoto, fue mi compañía. Cuando la

escolaridad primera, nos cruzaba y convocaba toda la atención. Pero, ella y yo,

fungíamos como anarquistas. En un imaginario creativo. En ese darse, cada quien

al otro (a). Hablábamos el lenguaje de la ternura manifiesta. Cruzábamos todos los

parquecitos. Toda la arboleda cercana. Y nos deteníamos y retábamos al viento.

Y, este, nos imbuía de su fuerza. Y volábamos al infinito.

Alba Rocío, mujer de precoz entendedera. Lo sabía casi todo. Por lo mismo, en su

fuero interno, presagiaba lo que podría llegar a suceder. Mujer que me conminó a

buscar la libertad plena. En un ensamble sonoro. De dichos presentados como

alborada hablante, siempre. Todos los sábados eran nuestros. Y le dábamos a la

jugarreta de la rayuela. Navegábamos en el lago recién hecho, con nuestra

percepción lunática. Tanto como reconocer y ver en la hermosa Luna, nuestro

destino venidero.

Alba Rocío, con palabras dubitativas. Como con el temor a la equivocación. La

veía espléndida. Más de dos veces, me sentí sujeto ambulante. Casi etéreo. Como

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si, viéndola en toda su imagen convocante, perdiera todo lo que he sido. No me

respondió, a pesar que habían pasado ya tres de los tiempos nuestros.

Enmudecido, al no sentir sus palabras, sentí profundo desasosiego. Y ella ahí.

Como Diosa Ígnea. Como Palas Atenea, resucitada. En toda su vitalidad y mirada.

Y, no sé por qué, volví a la recordadera. Del pasado, pasado. Y recabé en las

anchurosas calles que conocimos. De las olas inmensas que creíamos ver a cada

paso. En esa fuerza iridiscente. Casi como si, ella y yo, soñáramos lo mismo. Y

que extendíamos nuestras ilusiones. Tratando de contagiar a los otros y a las

otras.

Alba Rocío desató, en mí, profunda tristeza. Sus palabras nunca se hicieron hecho

concreto. Seguía ahí. Como en pedestal macizo. Como si fuese mujer etérea. No

vinculada con el entorno. Mujer exhibiendo sus ojazos. Pero sin ofrecerlos a mí ni

a nadie. Simplemente, estaba.

Volví, entonces, a mi condición de sujeto abstraído. Volví a sentir el arrebato de

tristeza. Me fui por todos los caminos pensados antes. Y me sentí perdido. Como

en hojarasca bruñida con el espesor amargo de la yerba. Que crecía y crecía con

el tiempo.

Dejé escapar mi vida. Me hice doliente de mí mismo. Y entré en la obscurana, que

supongo es la muerte. Así, en consecuencia, mi vida se fue yendo. Recordando a

mi Diosa Ígnea. A mi Palas Atenea. En fin, todo pasó.

140

Parte once

Con todo lo hablado con Juliana, Juvenal, se hizo sujeto envolvente. Cómo opción

mezquina. Volviendo a sus raíces. Venidas desde tiempo inmemorial

Quizá estoy enfermo. Es como si todo el cuerpo, estuviera impregnado de ese

manto de luz brillante en tono amarillo. Una agudeza de dolor antes no sentido. Y,

el cuerpo, daba vueltas. Y yo traté de correr. Pero mis piernas se negaban a

responder. Como si no fuese su dueño., en el entendido que soy cuerpo uno.

Descendí a lo inapropiado en entorno no visto, por mí, antes. Siguiendo la huella

de quienes ya han pasado. Por todo lo habido como tierra y como sujeto necesario

para ejercer reflexión. Una voladura de percepciones. Dibujando, en el espectro,

una ilusión siquiera. Yendo por ahí, con fruición primera. Apelmazada, siendo

memoria abierta. Pero no fluida. Hecha de material insoluble. Ese cuerpo mío,

entonces, dándole vuelta al corcho. Siendo, hasta cierto punto, proclive al hoy.

Succionando todo lo material. Yo, dando la impresión de sujeto precluido. Un

rumbo de vida inane. Por lo mismo sometido a ir y venir en concurrencia con todos

y todas quienes han iniciado su periplo aquietante. Como inmóvil cuerda de la

mano de muchos y muchas, queriendo que sea alondra simultánea. En un oficio

de voladura ya callado. Ya no percibido como elocuente voz. Ni como móvil

corriendo hacia la Luna. Tal vez, en el sentido de espacio exterior vuelto colmena.

Y, en esa Luna mía, en contra sosiego inmediato. Para dejar de ser cuerpo de

estigmas dolorosas. Que se aferra a la piel. Consumiéndola. En una indicación del

estar, derritiéndose. Una visión desamparada, Como demiurgo intentando sopesar

al tiempo. Escalando el universo. En esa presencia, Luna lunita pasajera.

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Exacerbándose el dolor manifiesto. Como impávido averno dantesco. Sin exhibir

largo vuelo. Simplemente, avejentado como explorador inicuo.

Y empezó, entonces, la cabalgata hacia lo ignorado. Una visibilidad de objetos

distorsionados. Mirando, con los ojos embelesados. Nutridos, también, por las

heridas vergonzantes. Por lo mismo que ha sido sima vuelta, envolvente. Al vacío

yendo. Una nomenclatura desleída. Simples fijaciones en ese mismo estar. Y, yo,

dándole, otra vez, vuelta a la tuerca. Llegando a una torcedura inmediata.

Tornando inmóvil todo asunto de tierra en piso. Y, en esa elongación cimera,

tratando de ver todo el espacio, asfixiado por esas notas mías. Todas consumidas

en la hoguera primera. De los Cruzados retornando en felicidad, después de haber

cubierto de oprobios todo lo que insinuara desarraigo, herejía o simple yunta

milenaria. Volviendo a los dioses idos desde antes de haber nacido.

Y sí que he tornado al cuerpo mío. Centrado en sufrimiento. Vertiendo sombras

acezantes. Sin el faro de Palas Atenea, para orientar mí paso. Como esperando

quien empujara el carruaje de Zeus. Para poder dar nombre al camino. Sin el

horizonte perplejo. O el sonido de un violín para una cantata de Chopin. O para

melodía espléndida de Mozart viviendo aún.

Lo cierto, entonces, es mi desarreglo ávido de sentar pies y cabeza en la Tierra

viva. Volviendo desde allá, desde la Luna hospedante. Blanca o gris. O cualquier

color asimilado como propio. Dejando que el Sol ilumine solo su cara punzante.

Dándole a la otra el eterno obscuro.

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Por fin entiendo lo que quise ser. Sujeto benevolente consigo mismo. Brújula de mi

cuerpo, convertido en móvil tardío. Que echó vuelo trepidante, pero silencioso.

Como ave perdida. En remolino de viento, ultrajada. Sintiendo, cada nada, la

volatilidad subsumida en mí mismo. Como cuerpo magnánimo fracasado. Por lo

que quise ser en tiempo pasado. Como Hermes violentado. Tal vez, haciendo de

mi voz, solo un paraíso perdido. Sin canarios ni gorriones embelleciendo con sus

trinos la doble vía. Expandiéndolos en el confín mismo. Desde acá, huyendo a

cualquier galaxia escondida. O perdida por la fuerza subyugante de la energía

consumida toda. Hasta dar lugar a la absoluta explosión. La última, antes de

perder la vida.

Cuando observé la fuga hacia el universo todo. Y, casi en simultánea, la amiguita

enciende motores. Cada uno por su lado. Pero, en sabiendo, que disponía de

opciones amarradas al centro técnico, impulsador y origen supremo. Como

defendiendo lo suyo. Entendiendo que es sumatoria de saberes. Por vía de haber

adquirido de tiempo atrás. Fuerza, en física exponencial. Y de labores ciertas,

válidas en tanto que es el eterno desafío a Natura., desde aquí, desde esta

porción de vida. Y ya venía en camino, después de haberse fugado mii Valentina,

hecha todo diosa como quiera que forzó la gravedad de Newton. Y, lo de ella,

como ávida mujer. Poniendo un punto más alto posible. Con esa iluminación dada.

Una opción de herejía. Homenaje a todas las mujeres. Tendiendo al infinito. Como

proclama encendida.

Y, entonces el móvil, es impulsado por miles de caballos de fuerza venidos desde

ese día. Condensado en el hidrógeno embellecido en surtidor helado. Por lo

143

mismo que encendido en momentos, con pulsión de ególatra empedernido. Y, ya

hendiendo su fuerza en el límite atmosférico, Pasando a resarcir los datos de

historia del infinito volcado sobre ella. Y, surcando, el escenario no conocido. No

palpado. Y, en el que sigue, siguiendo, viajó por universos multiplicados por

setenta veces siete. Y, siguió de largo, opacando los virtuosos cuerpos

iridiscentes. Palpando cada cuerpo. En obscurana pendenciera. Por lo mismo, que

ella se hizo imagen del potente cerebro. Ese que insinúa lo potencia que late por

sí misma, sin haber terminado el infinito desarrollo posible. Pasó por una de las

lunas del gran cuerpo. Enhebrando, con sus anillos, la inversión de la física. Como

agente que no se inhibe para expeler un fuego benigno. Teniendo a su Sol como

infame tragaluz vivo. Espléndido.

Y, un yo manifiesto, se hizo impronta de tiempo. Como habiendo sido olvidado, por

su padre. En millones de estancia, ahí. En rotación asimilada, desde el momento

luz hacia atrás. En ese vibrato que todo lo puede. Un tanto lujuriosa, se exhibe con

moronas de hielo. En ese misterio de su origen. Empezó, entonces, a decantarse.

Y la viajera ahí. Observándola desde lejos. Como temiendo alguna succión. Como

perentoria advertencia. Ella hizo la luz necesaria para obturar, acosada por la

ciencia en tierra.

No sé en qué momento, dijo ella, se me exigió encontrar el rumbo, y las

coordenadas hechas para interactuar. Para ilustrar el camino cierto. En ese

universo atravesado por dardos en todo sentido. Y con toda la fuerza otorgada.

Mientras tanto, esa luna lunita nueva, empieza su cortejo. Tratando de cautivar a

aquel móvil extraño. Convencida, tal vez, en que no la herirá, al menos por ahora.

144

¿Más adelante?, no sé. Solo veo lo de ahora. Que se hizo un posible heredado,

vivo.

Y, esa fuga inmensa, creciendo fue. Se hizo partitura abierta. Para que, los pianos

y trompetas permitan ser tocados, por el verbo empalagoso de la vida, sedienta de

confines. Y, ella, la otra luna tierna. Se erige como respuesta a lo habido hasta

aquí. Con unos prontuarios inmensos. Tratando de hacer lo que vendrá, un simple

trazado geométrico, astronómico. De quienes han heredado, desde hace siglos, la

votiva como incesante creación habida en Tierra. Y anudada, como nunca a la

sinrazón perdida.; hallada después. Cuando creció el homenaje a la vida, en vida

Parte doce

Juliana, en fin, se constituyó en mujer absoluta. Por la vía de confrontar a este yo

perdido, vulnerador. Como si, nunca, nos hubiéramos conocido.

En lo diferido, en ese entonces, estuve malgastando los recuerdos. Como quiera

que son muchos. Y han viajado, conmigo, en la línea del tiempo profundo. Hacia

diferentes medidas de trayecto lineal. En este día, estoy como al comienzo. Es

decir como aletargado por las palabras vertidas en todo el camino posible. Uno de

los momentos que más me oprimen, tiene que ver con el incremento de hechos

dados. Expósitos. Como esperando que alguien efectúe inventario de vida

alrededor de ellos. Y, en ese proceso de manejo contado, fui hilvanando

preguntas. Algunas, se han quedado sin respuesta. Y, por lo mismo, es un énfasis

en litigio. Entre lo que soy ahora. Y lo contado por mí mismo, como insumos del

ayer pasado.

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El día en que conocí a Abelarda Alfonsín, fue uno de tantos. Andábamos, ella y yo,

en esos escapes que, en veces, son manifiesto otorgado a la locura. Ella, venida

desde el pasado. Un origen, el suyo, envuelto en esa somnolencia propia de

quienes han heredado tósigos. Como emblema hiriente. Un yo, acezante, dijo el

primer día de nuestro encuentro. Iba en esa aplicación del legado, como infortunio.

Aún visto desde la simpleza de la lógica en desarmonía con los códigos de vida.

En universo de opciones no lúcidas. Más bien, como ejerciendo de hospedante de

las cosas vagas. Esto fue propuesto, por ella, como referencia sin la cual no

podría atravesar ese mar abierto punzante, hiriente. Y yo, en eso de tratar de

interpretar lo mío. Como pretendiendo izar la iconografía, por vía explayada. En la

cual, el unísono como plegaria, hirsuta; hacia destinos perdidos, antes de ser

comienzo.

En la noche habitamos ese desierto impávido. Hecho de pedacitos de verdades.

En una perspectiva de ilusiones varadas en su propia longitud de travesía andada.

No más nos miramos, dispusimos una aceptación tácita. Como esas que vienen

desde las tristezas ampliados. Un quehacer de nervio enjuto. Y nos mirábamos, a

cada nada. Ella, mi acompañante vencida por el agobio de los años y de su

heredad inviable; empezó a proponer cosas habladas. En insidiosas

especulaciones que, ella misma, refería como simples engarces de verdades. Una

tras otra. Una nimiedad de haceres pródigos. Como en esa libertad de libre

albedrío, que no permite inferir, siquiera, ficciones ampulosas. Tal vez en lo que

surge como simple respuesta monocorde. Insincera. Demoniaca, diría Dante.

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Por mi parte, ofrecí un entendido como manifiesto originario. Venido desde la

melancolía primera. Atravesada. Estando ahí, siendo yo sujeto milenario, se fue

diluyendo el decir. Cualquiera que haya sido. Me fui por el otro lado. En una

evasión tormentosa. Abigarrado volantín en tinieblas. Sin poder atarle el lazo de

control. Y, entonces, desde ese pie de acción; lo demás se fue extinguiendo.

Sin hablarnos, pasamos durante tiempo prolongado. Sus vivencias, empezaron a

buscar un refugio pertinente. Se fugó de la casa en la que hacía vida societaria.

No le dijo a nadie hacia donde iba. Solo yo logré descifrar esas palabras escritas.

Un lenguaje enano. Casi imperceptible. Y la seguí en su enjuta ruta. Sin ver los

caminos andados. Era casi como levitación de brujos maltratados, lacerados por la

ignominia inquisidora. Volaba, ella, en dirección a la marginalidad del horizonte

kafkiano. Una rutina de día y noche. Sin intervalos de bondad. Ni de lúdica

andante. Y, ella, vio en mí, los depositarios de sus ilusiones consumidas ya. Y, yo,

hice énfasis en lo cotidiano casi como usura prestataria. Como si, lo mío, fuese

entrega válida en, ese su vuelo a ras de la tierra.

Cuando lo hicimos, sentí un placer inapropiado. Ella impávida. Como simple

depositaria de mi largueza hecha punzón. Un rompimiento de himen, doloroso. Y

se durmió en mi recostada. Y vi crecer su vientre a cada minuto. Y la vi, en noveno

mes, vencida. Como mirando la nada. Y con esos ojitos cafés llorando en su

mismo silencio.

Vulcano lo llamé yo. Desde ese venirse en plena noche de abrumadora estreches

de ver y de caminar. Y, este, creció ahí mismo. Y, ella, con un odio visceral

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conmigo y con él. Miraba sin vernos. Y fue decayendo su poquito ímpetu ya, de

por si desguarnecido. Le dije, sottovoce, que el hijo parido quería hablar con ella.

Y lo asumió como escarnio absoluto, pútrido.

La dejamos allí. En ese desierto brumoso. Nos fuimos en dirección mar abierto. Y

empezamos a deletrear los mensajes recibidos. Desde ese vuelo perenne. Y sus

códigos aviesos, ya sin ella. Hasta que recordé que la amaba. Y que le hice daño

físico, al hendir lo mío en tierno sitio. Y dejé que Vulcano se fuera en otra

dirección. Yo me quedé ahí. En sitio insano. Sin ninguna propiedad cálida. Sin ver

sus brazos. Y su cuerpo todo. Y me fui yendo de esta vida. Y, rauda, la vi pasar.

En otro vuelo abierto, con dirección a lo insumiso. Como heredad. Como sitio

benévolo.

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