jose carlos mariategui tomo 12

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    JOS CARLOS MARITEGUI

    Temas deNuestra Amrica

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    BIBLIOTECA AMAUTALIMA-PER

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    LA UNIDAD DE LA AMERICA INDO-ESPAOLA*

    Los pueblos de la Amrica espaola se mueven, en una misma direccin. Lasolidaridad de sus destinos histricos no es una ilusin de la literaturaamericanista. Estos pueblos, realmente, no slo son hermanos en la retrica

    sino tambin en la historia. Proceden de una matriz nica. La conquistaespaola, destruyendo las culturas y las agrupaciones autctonas, uniform lafisonoma tnica, poltica y moral de la Amrica Hispana. Los mtodos decolonizacin de los espaoles solidarizaron la suerte de sus colonias. Losconquistadores impusieron a las poblaciones indgenas su religin y sufeudalidad. La sangre espaola se mezcl con la sangre india. Se crearon, as,ncleos de poblacin criolla, grmenes de futuras nacionalidades. Luego,idnticas ideas y emociones agitaron a las colonias contra Espaa. El procesode formacin de los pueblos indo-espaoles tuvo, en suma, una trayectoria

    uniforme.La generacin libertadora sinti intensamente la unidad sudamericana. Opusoa Espaa un frente nico continental. Sus caudillos obedecieron no un idealnacionalista, sino un ideal americanista. Esta actitud corresponda a unanecesidad histrica. Adems, no poda haber nacionalismo donde no habaan nacionalidades. La revolucin no era un movimiento de las poblacionesindgenas. Era un movimiento de las poblaciones criollas, en las cuales losreflejos de la Revolucin Francesa haban generado un humor revolucionario.

    Mas las generaciones siguientes no continuaron

    --------------* Publicado en Variedades: Lima, 6 de Diciembre de 1924. Reproducido enEl Universitario, Buenos Aires, Diciembre de 1925.

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    por la misma va. Emancipadas de Espaa, las antiguas colonias quedaronbajo la presin de las necesidades de un trabajo de formacin nacional. Elideal americanista, superior a la realidad contingente, fue abandonado. Larevolucin de la independencia haba sido un gran acto romntico; susconductores y animadores, hombres de excepcin. El idealismo de esa gesta yde esos hombres haba podido elevarse a una altura inasequible a gestas y

    hombres menos romnticos. Pleitos absurdos y guerras criminales desgarraronla unidad de la Amrica Indo-Espaola. Aconteca, al mismo tiempo, queunos pueblos se desarrollaban con ms seguridad y velocidad que otros. Losms prximos a Europa fueron fecundados por sus inmigraciones. Sebeneficiaron de un mayor contacto con la civilizacin occidental. Los paseshispano-americanos empezaron as a diferenciarse.

    Presentemente, mientras unas naciones han liquidado sus problemas elemen-tales, otras no han progresado mucho en su solucin. Mientras unas naciones

    han llegado a una regular organizacin democrtica, en otras subsisten hastaahora densos residuos de feudalidad. El proceso del desarrollo de todas estasnaciones sigue la misma direccin; pero en unas se cumple ms rpidamenteque en otras.

    Pero lo que separa y aisla a los pases hispano-americanos, no es estadiversidad de horario poltico. Es la imposibilidad de que entre nacionesincompletamente formadas, entre naciones apenas bosquejadas en su mayora,se concerte y articule un sistema o un conglomerado internacional. En lahistoria, la comuna precede a la nacin. La nacin precede a toda sociedad de

    naciones.

    Aparece como una causa especfica de dispersin la insignificancia devnculos econmicos hispano-americanos. Entre estos pases no existe casicomercio, no existe casi intercambio. Todos ellos son, ms o menos, produc-tores de materias primas y de gneros alimenticios que envan a Europa yEstados Unidos, de donde reciben, en cambio, mquinas, manufacturas, etc.Todos tie-

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    nen una economa parecida, un trfico anlogo. Son pases agrcolas.Comercian, por tanto, con pases industriales. Entre los pueblos hispano-americanos no hay cooperacin; algunas veces, por el contrario, hay concu-rrencia. No se necesitan, no se complementan, no se buscan unos a otros.Funcionan econmicamente como colonias de la industria y la finanzaeuropea y norteamericana.

    Por muy escaso crdito que se conceda a la concepcin materialista de lahistoria, no se puede desconocer que las relaciones econmicas son elprincipal agente de la comunicacin y la articulacin de los pueblos. Puedeser que el hecho econmico no sea anterior ni superior al hecho poltico. Pero,al menos, ambos son consustanciales y solidarios. La historia moderna loensea a cada paso. (A la unidad germana se lleg a travs del zollverein.* Elsistema aduanero, que cancel los confines entre los Estados alemanes, fue elmotor de esa unidad que la derrota, la post-guerra y las maniobras del

    poincarismo no han conseguido fracturar, Austria-Hungra, no obstante laheterogeneidad de su contenido tnico, constitua, tambin, en sus ltimosaos, un organismo econmico. Las naciones que el tratado de paz hadividido de Austria-Hungra resultan un poco artificiales, malgrado laevidente autonoma de sus races tnicas e histricas. Dentro del imperioaustro-hngaro la convivencia haba concluido por soldarlas econmicamente.El tratado de paz les ha dado autonoma poltica pero no ha podido darlesautonoma econmica. Esas naciones han tenido que buscar, mediante pactosaduaneros, una restauracin parcial de su funcionamiento unitario. Finalmen-te, la poltica de cooperacin y asistencia internacionales, que se intenta actuar

    en Europa, nace de la constatacin de la interdependencia econmica de lasnaciones europeas. No propulsa esa poltica un abstracto ideal pacifista sinoun concreto inters econmico. Los problemas de la paz han demostrado launidad

    --------------* Acuerdo aduanero.

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    16econmica de Europa. La unidad moral, la unidad cultural de Europa no sonmenos evidentes; pero s menos vlidas para inducir a Europa a pacificarse).

    Es cierto que estas jvenes formaciones nacionales se encuentran desparra-madas en un continente inmenso. Pero, la economa es, en nuestro tiempo,ms poderosa que el espacio. Sus hilos, sus nervios, suprimen o anulan lasdistancias. La exigidad de las comunicaciones y los transportes es, enAmrica indo-espaola, una consecuencia de la exigidad de las relaciones

    econmicas. No se tiende un ferrocarril para satisfacer una necesidad delespritu y de la cultura.

    La Amrica espaola se presenta prcticamente fraccionada, escindida,balcanizada.* Sin embargo, su unidad no es una utopa, no es una abstraccin.Los hombres que hacen la historia hispano-americana no son diversos. Entreel criollo del Per y el criollo argentino no existe diferencia sensible. Elargentino es ms optimista, ms afirmativo que el peruano, pero uno y otroson irreligiosos y sensuales. Hay, entre uno y otro, diferencias de matiz ms

    que de color,De una comarca de la Amrica espaola a otra comarca varan las cosas, varael paisaje; pero casi no vara el hombre. Y el sujeto de la historia es, ante todo,el hombre. La economa, la poltica, la religin, son formas de la realidadhumana. Su historia es, en su esencia, la historia del hombre.

    La identidad del hombre hispano-americano encuentra una expresin en lavida intelectual. Las mismas ideas, los mismos sentimientos circulan por todala Amrica indo-espaola. Toda fuerte personalidad intelectual influye en la

    cultura continental. Sarmiento. Mart, Montalvo no pertenecen exclusiva-mente a sus respectivas patrias; pertenecen a Hispano-Amrica. Lo mismoque de estos pensadores se puede decir de Dario, Lugones, Silva, Nervo,Chocano y otros poetas. Rubn Daro est presente en toda la literaturahispano-americana. Actualmente, el pensamiento

    --------------* Se refiere a la artificial separacin de los pases que conforman losBalcanes.

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    de Vasconcelos y de Ingenieros tiene una repercusin continental. Vascon-celos e Ingenieros son los maestros de una entera generacin de nuestraAmrica. Son dos directores de su mentalidad.

    Es absurdo y presuntuoso hablar de una cultura propia y genuinamenteamericana en germinacin, en elaboracin. Lo nico evidente es que unaliteratura vigorosa refleja ya la mentalidad y el humor hispano-americanos.

    Esta literatura -poesa, novela, crtica, sociologa, historia, filosofa- novincula todava a los pueblos; pero vincula, aunque no sea sino parcial ydbilmente, a las categoras intelectuales.

    Nuestro tiempo, finalmente, ha creado una comunicacin ms viva y msextensa: la que ha establecido entre las juventudes hispano-americanas laemocin revolucionaria. Ms bien espiritual que intelectual, esta comunica-cin recuerda la que concert a la generacin de la independencia. Ahoracomo entonces, la emocin revolucionaria da unidad a la Amrica indo-

    espaola. Los intereses burgueses son concurrentes o rivales; los intereses delas masas no. Con la Revolucin Mexicana, con su suerte, con su ideario, consus hombres, se sienten solidarios todos los hombres nuevos de Amrica. Losbrindis pacatos de la diplomacia no unirn a estos pueblos. Los unirn, en elporvenir, los votos histricos de las muchedumbres.

    UN CONGRESO DE ESCRITORES HISPANO-AMERICANOS*

    Edwin Elmore, escritor de inquieta inteligencia y de espritu fervoroso,propugna la reunin de un congreso libre de intelectuales hispano-americanos.

    El anhelo de Elmore no se detiene, naturalmente, en la mera aspiracin de uncongreso. Elmore formula la idea de una organizacin del pensamientohispano-americano. El congreso no sera sino un instrumento de esta idea. Lainiciativa de Elmore merece ser seriamente examinada y discutida en laprensa. Luis Ara-

    --------------* Publicado en Mundial: Lima, 19 de Enero de 1925.

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    quistain ha abierto este debate, en El Sol de Madrid, en un artculo en el cualdeclara su adhesin a la iniciativa. Los comentarios de Araquistain tienden,adems, a precisarla y esclarecerla. Elmore habla de un congreso de intelec-tuales. Araquistain restringe este equvoco y a veces presuntuoso vocablo asu acepcin corriente de hombres de letras. La adhesin de Araquistain esentusiasta y franca. El solo encuentro -escribe Araquistain- de un grupo de

    hombres procedentes de una veintena de naciones, dedicados por profesin aalgunas de las formas ms delicadas de una cultura, a la creacin artstica o alpensamiento original, y ligados, sobre todo personalismo, por un sentimientode homogeneidad espiritual, multiforme en sus variedades nacionales e indivi-duales, sera ya un esplndido principio de organizacin. No hay inteligenciamutua ni obra comn si los hombres no se conocen antes como hombres.

    En el Per, la proposicin de Elmore difundida desde hace algunos mesesentre los hombres de letras de varios pases hispano-americanos, no ha sido

    todava debidamente divulgada y estudiada. No he ledo, a este respecto, sinounas notas de Antonio G. Garland -intelectual reacio por temperamento y poreducacin a toda criolla "conjuracin del silencio"- aplaudiendo y exaltandoel congreso propuesto.

    Me parece oportuno y conveniente participar en este debate hispano-americano, aunque no sea sino para que la contribucin peruana a su xito,por la pereza o el desdn con que nuestros intelectuales se comportangeneralmente ante estos temas, no resulte demasiado exigua. La cuestinfundamental del debate la organizacin del pensamiento hispano-

    americano reclama atencin y estudio, lo mismo que la cuestin accesoria -la reunin de un congreso dirigido a este fin-. A su examen deben concurrirtodos los que puedan hacer alguna reflexin til. No se trata, evidentemente,de un vulgar caso de compilacin o de cosecha de adhesiones. Una reco-leccin de pareceres, ms o menos unnimes y uniformes, sera, sin duda, unacosa muy pobre

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    y muy montona. Sera, sobre todo, un resultado demasiado incompleto parala noble fatiga de Edwin Elmore. Que opinen todos los escritores, los quecomparten y los que no. comparten las esperanzas de Elmore y de los fautoresde su iniciativa. Yo, por ejemplo, soy de los que no las comparten. No creo,por ahora, en la fecundidad de un congreso de hombres de letras hispano-americanos. Pero simpatizo con la discusin de este proyecto. Juzgo, por otra

    parte, que polemizar con una tesis es, tal vez, la mejor manera de estimularlay hasta de servirla. Lo peor que le podra acontecer a la de Elmore sera quetodo el mundo la aceptase y la suscribiese sin ninguna discrepancia. Launanimidad es siempre infecunda.

    Me declaro escptico respecto a los probables resultados del Congreso enproyecto. Mi escepticismo no tiene, por supuesto, las mismas razones que lasdel poeta Leopoldo Lugones. (Ha dicho Elmore, quien ha interrogado amuchos intelectuales hispano-americanos, que Lugones se ha mostrado si no

    por completo, casi del todo escptico en cuanto a la idea. Ms tarde,Lugones, en una fiesta literaria del Centenario de Ayacucho, nos ha definidoexplcita y claramente su actitud espiritual -actitud inequvocamente nacio-nalista, reaccionaria, filofascista- sobre la cual poda habernos antes inducidoen error la colaboracin del poeta argentino en la Sociedad de las Naciones).

    Pienso, en primer lugar, que el sino de estos congresos es el de concluir des-naturalizados y desvirtuados por las especulaciones del bero-americanismoprofesional. Casi inevitablemente, estos congresos degeneran en vacuasacademias, esterilizadas por el bero-americanismo formal y retrico de gente

    figurativa e histrionesca. Cierto que Elmore propone un "congreso libre" yque Araquistain agrega, precisando el trmino, "libre, es decir, fuera de todopatrocinio oficial". Pero el propio Arquistain sostiene, en seguida, que noestara dems invitar a las organizaciones de hombres de letras ya existentes:Sociedades de Autores Dramticos, Asociaciones de Escritores,

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    P.E.N. Clubs de Lengua Castellana y Portuguesa, Asociaciones de la Prensa,etc.. La heterogeneidad de la composicin del congreso aparece, pues,prevista y admitida desde ahora por los mismos escritores de homogeneidadespiritual. Los cortesanos intelectuales del poder y del dinero invadiran laAsamblea adulterndola y mistificndola. Porque, cmo calificar, cmofiltrar a los escritores? Cmo decidir sobre su capacidad y ttulo para par-

    ticipar en el Congreso?

    Estas no son simples objeciones de procedimiento o de forma. Enfocan lacuestin misma de la posibilidad de actuar, prctica y eficazmente, la inicia-tiva de Edwin Elmore. Yo creo que sta es la primera cuestin que hay queplantearse. Que conviene averiguar, previamente, antes de avanzar en ladiscusin de la idea, si existe o no la posibilidad de realizarla. No digo derealizarla en toda su pureza y en toda su integridad, pero si, al menos, en susrasgos esenciales, La deformacin prctica de la idea del Congreso de Escri-

    tores Hispano-Americanos traera aparejada ineluctablemente la de sus fines yla de su funcin. De una asamblea intelectual, donde prevaleciese numrica yespiritualmente la copiosa fauna de grafmanos y retores tropicales y mega-lmanos, que tan propicio clima encuentra en nuestra Amrica, podra salirtodo, menos un esbozo vital de organizacin del pensamiento hispano-americano. Meditelo Edwin Elmore, a quien estoy seguro que el fin preocupemucho ms que el instrumento.

    Viene luego otra cuestin: la de la oportunidad. Vivimos en un perodo deplena beligerancia ideolgica. Los hombres que representan una fuerza de

    renovacin no pueden concertarse ni confundirse, ni aun eventual o fortui-tamente, con los que representan una fuerza de conservacion o de regresin.Los separa un abismo histrico. Hablan un lenguaje diverso y no tienen unaintuicin comn de la historia. El vnculo intelectual es demasiado frgil yhasta un tanto abstracto. El vinculo espiritual es, en todo caso, mucho mspotente y vlido.

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    Quiere decir esto que yo no crea en la urgencia de trabajar por la unidad deHispano-Amrica Todo lo contrario. En un artculo reciente, me he declaradopropugnador de esa unidad. Nuestro tiempo -he escrito- ha creado en laAmrica espaola una comunicacin viva y extensa: la que ha establecidoentre las juventudes la emocin revolucionaria. Ms bien espiritual queintelectual, esta comunicacin recuerda la que concert a la generacin de la

    independencia.

    Pienso que hay que juntar a los afines, no a los dispares. Que hay queaproximar a los que la historia quiere que estn prximos. Que hay quesolidarizar a los que la historia quiere que sean solidarios. Esta me parece lanica coordinacin posible. La sola inteligencia con un preciso y efectivosentido histrico.

    Hablar vaga y genricamente de la organizacin del pensamiento hispano-

    americano es, hasta cierto punto, fomentar un equvoco. Un equvoco anlogoal de ese bero-americanismo de uso externo que todos sabemos tan artificialy tan ficticio; pero que muy pocos nos negamos explcitamente a sostener connuestro consenso. Creando ficciones y mitos, que no tienen siquiera el mritode ser una grande, apasionada y sincera utopa, no se consigue, absolutamen-te, unir a estos pueblos. Ms probable es que se consiga separarlos, puesto quese nubla con confusas ilusiones su verdadera perspectiva histrica.

    Conviene considerar estos temas con un criterio ms objetivo, ms realista.Por haber sido tratados casi siempre superficial o romnticamente, apenas

    estn desflorados. Dejo para otro da la cuestin de la posibilidad y de lanecesidad de organizar el pensamiento hispano-americano. Creo indispen-sable, ante todo, formular una interrogacin elemental. Existe ya un pensa-miento caractersticamente hispano-americano? He aqu un punto que debeesclarecer este debate.

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    EXISTE UN PENSAMIENTO HISPANO-AMERICANO?*

    I

    Hace cuatro meses, en un artculo sobre la idea de un congreso de intelec-tuales bero-americanos, formul esta interrogacin. La idea del congreso hahecho, en cuatro meses, mucho camino. Aparece ahora como una idea que,

    vaga pero simultneamente, lata en varios ncleos intelectuales de laAmrica indo-bera. Como una idea que germinaba al mismo tiempo endiversos centros nerviosos del continente. Esquemtica y embrionaria todava,empieza hoy a adquirir desarrollo y corporeidad.

    En la Argentina, un grupo enrgico y volitivo se propone asumir la funcin deanimarla y realizarla. La labor de este grupo tiende a eslabonarse con la de losdems grupos bero-americanos afines. Circulan entre estos grupos algunoscuestionarios que plantean o insinan los temas que debe discutir el congreso.

    El grupo argentino ha bosquejado el programa de una "Unin Latino-Americana". Existen, en suma, los elementos preparatorios de un debate, en eldiscurso del cual se elaborarn y se precisarn los fines y las bases de estemovimiento de coordinacin o de organizacin del pensamiento hispano-americano como, un poco abstractamente an suelen definirlo sus iniciadores.

    II

    Me parece, por ende, que es tiempo de considerar y esclarecer la cuestinplanteada en mi mencionado artculo. Existe ya un pensamiento caracters-

    ticamente hispano-americano? Creo que, a este respecto, las afirmaciones delos fautores de su organizacin van demasiado lejos. Ciertos conceptos de unmensaje de Alfredo Palacios a la juventud universitaria de Ibero-Amrica, haninducido, a algunos temperamentos excesivos y

    --------------* Publicado en Mundial: Lima, 19 de Mayo de 1925. Reproducido en ElArgentino: La Plata, 14 de Junio de 1925

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    tropicales, a una estimacin exorbitante del valor y de la potencia del pensa-miento hispano-americano. El mensaje de Palacios, entusiasta y optimista ensus aserciones y en sus frases, como convena a su carcter de arenga o deproclama, ha engendrado una serie de exageraciones. Es indispensable, porende, una rectificacin de esos conceptos demasiado categricos.

    Nuestra Amrica -escribe Palacios- hasta hoy ha vivido de Europa tenin-dola por gua. Su cultura la ha nutrido y orientado. Pero la ltima guerra hahecho evidente lo que ya se adivinaba: que en el corazn de esa cultura ibanlos grmenes de su propia disolucin. No es posible sorprenderse de queestas frases hayan estimulado una interpretacin equivocada de la tesis de ladecadencia de Occidente. Palacios parece anunciar una radical independiza-cin de nuestra Amrica de la cultura europea. El tiempo del verbo se prestaal equvoco. El juicio del lector simplista deduce de la frase de Palacios que"hasta ahora la cultura europea ha nutrido y orientado" a Amrica; pero que

    desde hoy no la nutre ni orienta ms. Resuelve, al menos, que desde hoyEuropa ha perdido el derecho y la capacidad de influir espiritual e intelec-tualmente en nuestra joven Amrica. Y este juicio se acenta y se exacerba,inevitablemente, cuando, algunas lneas despus, Palacios agrega que "no nossirven los caminos de Europa ni las viejas culturas" y quiere que nos emanci-pemos del pasado y del ejemplo europeos.

    Nuestra Amrica, segn Palacios, se siente en la inminencia de dar a luz unacultura nueva. Extremando esta opinin o este augurio, la revista Valoracio-nes habla de que liquidemos cuentas con los tpicos al uso, expresiones

    agnicas del alma decrpita de Europa.

    Debemos ver en este optimismo un signo y un dato del espritu afirmativo yde la voluntad creadora de la nueva generacin hispano-americana? Yo creoreconocer, ante todo, un rasgo de la vieja e incurable exaltacin verbal denuestra Amrica. La fe de Amrica en su porvenir no necesita alimentarse deuna artificiosa y retrica

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    Me parece evidente la existencia de un pensamiento francs, de un pensa-miento alemn, etc., en la cultura de Occidente. No me parece igualmenteevidente, en el mismo sentido, la existencia de un pensamiento hispano-americano.Todos los pensadores de nuestra Amrica se han educado en unaescuela europea. No se siente en su obra el espritu de la raza. La produccinintelectual del continente carece de rasgos propios. No tiene contornos

    originales. El pensamiento hispano-americano no es generalmente sino unarapsodia compuesta con motivos y elementos del pensamiento europeo. Paracomprobarlo basta revistar la obra de los ms altos representantes de lainteligencia indo-bera.

    El espritu hispano-americano est en elaboracin. El continente, la raza, estnen formacin tambin. Los aluviones occidentales en los cuales se desarrollanlos embriones de la cultura hispano o latino-americana, -en la Argentina, en elUruguay, se puede hablar de latinidad no han conseguido consustanciarse

    ni solidarizarse con el suelo sobre el cual la colonizacin de Amrica los hadepositado.

    En gran parte de Nuestra Amrica constituyen un estrato superficial eindependiente al cual no aflora el alma indgena, deprimida y huraa, a causade la brutalidad de una conquista que en algunos pueblos hispano-americanosno ha cambiado hasta ahora de mtodos. Palacios dice: Somos pueblosnacientes, libres de ligaduras y atavismos, con inmensas posibilidades yvastos horizontes ante nosotros. El cruzamiento de razas nos ha dado un almanueva. Dentro de nuestras fronteras acampa la humanidad. Nosotros y

    nuestros hijos somos sntesis de razas. En la Argentina es posible pensar as;en el Per y otros pueblos de Hispano-Amrica, no. Aqu la sntesis no existetodava. Los elementos de la nacionalidad en elaboracin no han podido anfundirse o soldarse. La densa capa indgena se mantiene casi totalmenteextraa al proceso de formacin de esa peruanidad que suelen exaltar e inflarnuestros sedicentes nacionalistas, predicadores de un nacionalismo sin racesen el suelo peruano,

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    aprendido en los evangelios imperialistas de Europa, y que, como ya he tenidooportunidad de remarcar, es el sentimiento ms extranjero y postizo que en elPer existe.

    IV

    El debate que comienza debe, precisamente, esclarecer todas estas cuestiones.No debe preferir la cmoda ficcin de declararlas resueltas. La idea de uncongreso de intelectuales bero-americanos ser vlida y eficaz, ante todo, enla medida en que logre plantearlas, El valor de la idea est casi ntegramenteen el debate que suscita.

    El programa de la seccin Argentina de la bosquejada Unin Latino-Americana, el cuestionario de la revista Repertorio Americano de CostaRica y el cuestionario del grupo que aqu trabaja, por el congreso, invitan a

    los intelectuales de nuestra Amrica a meditar y opinar sobre muchosproblemas fundamentales de este continente en formacin. El programa de laseccin Argentina tiene el tono de una declaracin de principios. Resultaprematuro indudablemente. Por el momento, no se trata sino de trazar un plande trabajo, un plan de discusin. Pero en los trabajos de la seccin Argentinaalienta un espritu moderno y una voluntad renovadora. Este espritu, estavoluntad, le confieren el derecho de dirigir el movimiento. Porque el congre-so, si no representa y organiza la nueva generacin hispano-americana, norepresentar ni organizar absolutamente nada.

    EL IBERO-AMERICANISMO Y PAN-AMERICANISMO*

    El bero-americanismo reaparece, en forma espordica, en los debates deEspaa y de la Amrica espaola. Es un ideal o un tema que, de vez en vez,ocupa el dilogo de los intelectuales del--------------* Publicado en Mundial: Lima, 8 de Mayo de 1925.

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    idioma (Me parece que no se puede llamarlos, en verdad, los intelectuales dela raza).

    Pero ahora, la discusin tiene ms extensin y ms intensidad, En la prensa deMadrid, los tpicos del ibero-americanismo adquieren, actualmente, un intersconspicuo. El movimiento de aproximacin o de coordinacin de las fuerzas

    intelectuales ibero-americanas, gestionado y propugnado por algunos ncleosde escritores de nuestra Amrica, otorga en estos das, a esos tpicos, un valorconcreto y relieve nuevo.

    Esta vez la discusin repudia en muchos casos, ignora al menos en otros, elbero-americanismo de protocolo. (Ibero-americanismo oficial de donAlfonso, se encarna en la borbnica y decorativa estupidez de un infante, en lacortesana mediocridad de un Francos Rodrguez). El bero-americanismo sedesnuda en el dilogo de los intelectuales libres, de todo ornamento diplom-

    tico. Nos revela as su realidad como ideal de la mayora de los representantesde la inteligencia y de la cultura de Espaa y de la Amrica indo-bera.

    El pan-americanismo, en tanto, no goza del favor de los intelectuales. Nocuenta, en esta abstracta e inorgnica categora, con adhesiones estimables ysensibles. Cuenta slo con algunas simpatas larvadas. Su existencia esexclusivamente diplomtica. La ms lerda perspicacia descubre fcilmente enel pan-americanismo una tnica del imperialismo norteamericano. El pan-americanismo no se manifiesta como un ideal del Continente; se manifiesta,ms bien, inequvocamente, como un ideal natural del Imperio yanqui. (Antes

    de una gran Democracia, como les gusta calificarlos a sus apologistas de estaslatitudes, los Estados Unidos constituyen un gran Imperio). Pero, el pan-americanismo ejerce -a pesar de todo esto o, mejor, precisamente por todoesto- una influencia vigorosa en la Amrica indo-bera. La poltica norteame-ricana no se preocupa demasiado de hacer pasar como un ideal del Continenteel ideal del Imperio. No le hace tampoco mucha falta el consenso de losintelectuales. El pan-americanismo borda su propagan-

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    da sobre una slida malla de intereses. El capital yanqui invade la Amricaindo-bera. Las vas de trfico comercial pan-americano son las vas de estaexpansin. La moneda, la tcnica, las mquinas y las mercaderas norteame-ricanas predominan ms cada da en la economa de las naciones del Centro ySur. Puede muy bien, pues, el Imperio del Norte sonrerse de una tericaindependencia de la inteligencia y del espritu de la Amrica indo-espaola.

    Los intereses econmicos y polticos le asegurarn, poco a poco, la adhesin,o al menos la sumisin, de la mayor parte de los intelectuales. Entre tanto, lebastan para las paradas del pan-americanismo los profesores y los funciona-rios que consigue movilizarle la Unin Pan-Americana de Mr. Rowe.

    II

    Nada resulta ms intil, por tanto, que entretenerse en platnicas confron-taciones entre el ideal bero-americano y el ideal pan-americano. De poco le

    sirve al bero-americanismo el nmero y la calidad de las adhesiones inte-lectuales. De menos todava le sirve la elocuencia de sus literatos. Mientras elbero-americanismo se apoya en los sentimientos y las tradiciones, el pan-americanismo se apoya en los intereses y los negocios. La burguesa bero-americana tiene mucho ms que aprender en la escuela del nuevo Imperioyanqui que en la escuela de la vieja nacin espaola. El modelo yanqui, elestilo yanqui, se propagan en la Amrica indo-ibrica, en tanto que la herenciaespaola se consume y se pierde.

    El hacendado, el banquero, el rentista de la Amrica espaola miran mucho

    ms atentamente a Nueva York que a Madrid. El curso del dlar les interesamil veces ms que el pensamiento de Unamuno y que La Revista de Occi-dente de Ortega y Gasset. A esta gente que gobierna la economa y, por ende,la poltica de la Amrica del Centro y del Sur, el ideal bero-americanista leimporta poqusimo. En el mejor de los casos se siente dispuesta a desposarlo

    juntamente con

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    el ideal pan-americanista. Los agentes viajeros del panamericanismo leparecen, por otra parte, ms eficaces, aunque menos pintorescos, que losagentes viajeros -infantes acadmicos- del bero-americanismo oficial, que esel nico que un burgus prudente puede tomar en serio.

    III

    La nueva generacin hispano-americana debe definir neta y exactamente elsentido de su oposicin a los Estados Unidos. Debe declararse adversaria delImperio de Dawes y de Morgan; no del pueblo ni del hombre Norteamrica-nos. La historia de la cultura norteamericana nos ofrece muchos nobles casosde independencia de la inteligencia y del espritu. Roosevelt es el depositariodel espritu del Imperio; pero Thoreau es el depositario del espritu de laHumanidad. Henry Thoreau, que en esta poca, recibe el homenaje de losrevolucionarios de Europa, tiene tambin derecho a la devocin de los

    revolucionarios de Nuestra Amrica. Es culpa de los Estados Unidos si losbero-americanos conocemos ms el pensamiento de Theodore Roosevelt queel de Henry Thoreau? Los Estados Unidos son ciertamente la patria dePierpont Morgan y de Henry Ford; pero son tambin la patria de Ralph-WaldoEmerson, de Williams James y de Walt Withman. La nacin que ha producidolos ms grandes capitanes del industrialismo, ha producido as mismo los msfuertes maestros del idealismo continental. Y hoy la misma inquietud queagita a la vanguardia de la Amrica Espaola mueve a la vanguardia de laAmrica del Norte. Los problemas de la nueva generacin hispano-americanason, con variacin de lugar y de matiz, los mismos problemas de la nueva

    generacin norteamericana. Waldo Frank, uno de los hombres nuevos delNorte, en sus estudios sobre Nuestra Amrica, dice cosas vlidas para la gentede su Amrica y de la nuestra.

    Los hombres nuevos de la Amrica indo-ibrica

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    pueden y deben entenderse con los hombres nuevos de la Amrica de WaldoFrank. El trabajo de la nueva generacin bero-americana puede y debearticularse y solidarizarse con el trabajo de la nueva generacin yanqui.Ambas generaciones coinciden. Los diferencia el idioma y la raza; pero loscomunica y los mancomuna la misma emocin histrica. La Amrica deWaldo Frank es tambin, como nuestra Amrica, adversaria del Imperio de

    Pierpont Morgan y del Petrleo.

    En cambio, la misma emocin histrica que nos acerca a esta Amricarevolucionaria nos separa de la Espaa reaccionaria de los Borbones y dePrimo de Rivera. Qu puede ensearnos la Espaa de Vsquez de Mella y deMaura, la Espaa de Pradera y de Francos Rodrguez? Nada; ni siquiera elmtodo de un gran Estado industrialista y capitalista. La civilizacin de laPotencia no tiene su sede en Madrid ni en Barcelona; la tiene en Nueva York,en Londres, en Berln. La Espaa de los Reyes Catlicos no nos interesa

    absolutamente. Seor Pradera, seor Francos Rodrguez, quedaos ntegra-mente con ella.

    IV

    Al bero-americanismo le hace falta un poco ms de idealismo y un poco msde realismo. Le hace falta consustanciarse con los nuevos ideales de laAmrica indo-ibrica. Le hace falta insertarse en la nueva realidad histricade estos pueblos. El pan-americanismo se apoya en los intereses del ordenburgus; el bero-americanismo debe apoyarse en las muchedumbres que

    trabajan por crear un orden nuevo. El bero-americanismo oficial ser siempreun ideal acadmico, burocrtico, impotente, sin races en la vida. Como idealde los ncleos renovadores, se convertir, en cambio, en un ideal beligerante,activo, multitudinario.

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    LA AMERICA LATINA Y LA DISPUTA BOLIVIANO-PARAGUAYA*

    La facilidad suramericana, tropical, con que dos pases del Continente hanllegado a la movilizacin y a la escaramuza, nos advierte que las garantas dela paz en esta parte del mundo son mucho menores de lo que, por optimismoexcesivo, nos habamos acostumbrado a admitir. Sud-Amrica como Centro-Amrica, si nos atenemos a este aviso repentino, pueden convertirse en

    cualquier instante en un escenario balcnico. Un choque de patrullas, uncambio de invectivas, basta -si hay de por medio uno de esos pleitos deconfines, que en nuestra Amrica reemplazan a las cuestiones de minorasnacionales- para que dos pueblos lleguen a la tragedia.

    La paz, como acabamos de ver, no tiene fiadores. Ni los Estados Unidos ni laSociedad de las Naciones, en caso de inminencia guerrera, van ms all delofrecimiento amistoso de sus buenos servicios. El pacto Kellogg, el espritude Locarno** no tienen -para Amrica menos an que para Europa- sino un

    valor platnico, diplomtico. La paz carece no slo de garantas materiales -eldesarme- sino de garantas jurdicas. Si los combates paraguayos y bolivianosno hubiesen coincidido con la celebracin de la Conferencia Pan-Americanade Conciliacin y Arbitraje, en Washington, habra faltado el organismocapaz de mediar con autoridad entre los dos pases. El Gobierno de Washing-ton y la Sociedad de las Naciones se neutralizan cortsmente; el monrosmodescubre su sentido negativo, su funcin yanqui, no americana. EstadosUnidos encuentra en una revolucin como la de Nicaragua motivo suficientepara intervenir con sus barcos, sus aviones y su marinera; pero, ante unconflicto armado entre dos pases hispano-americanos, siente la necesidad de

    no rebasar el lmite de la ms estricta y prudente neutralidad.

    Los problemas de poltica interna concurren a hacer extremamente peligrosacualquiera fric-

    --------------* Publicado en Variedades: Lima, 22 de Diciembre de 1928.** Conferencia de paz que sigui a la guerra de 1914.

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    cin. En el caso de Bolivia, la situacin del gobierno de Siles parece haberjugado un rol decisivo en el inflamiento y exageracin de la cuestin creadapor el ataque paraguayo. (Ataque que habra estado precedido de la incursinde tropas bolivianas en territorio situado bajo la autoridad del Paraguay. Nodiscuto los comunicados oficiales. Los trminos de la controversia nointeresan a mi comentario). El gobierno de Siles es un gobierno de faccin,

    que tiene como adversarios no slo a los que lo fueron del gobierno deSaavedra, sino tambin a una gran parte de los saavedristas. Su estabilidaddepende del ejrcito. Su poltica internacional tiene que entonarse, por ende, aun humor militarista. El llamamiento a las armas, el grito de la patria enpeligro han sido, muchas veces, en la historia, excelentes recursos de polticaoligrquica. En Bolivia, Siles ha asido la oportunidad para constituir un mi-nisterio de concentracin que ensancha las bases partidaristas de su poltica.Escalier y Abdn Saavedra se han puesto a sus rdenes. Don Abdn, ruido-samente expulsado a poco de la ascensin de Siles al poder, ha regresado a

    Bolivia. Puede suceder que, con todo esto, los riesgos para el porvenir secompliquen y acrecienten. Que el frente interno, la concordia de los partidos,signifique para el gobierno de Siles la amenaza de un caballo de Troya. Perolas oligarquas hispano-americanas han vivido siempre as, alternando laviolencia con la astucia, girando contra el porvenir.

    Sin estos elementos de excitacin artificial, agravados por temperamentosms o menos patticos, ms o menos propensos al vrtigo blico, serainconcebible el que una escaramuza de fronteras, un choque de patrullas -esdecir un episodio corriente de la vida internacional de este Continente donde

    las fronteras no estn an bien solidificadas y definidas- pudiese serconsiderado seriamente como un motivo de movilizacin y de guerra.

    Los riesgos de conflicto armado se explican, sin duda, mucho ms en Europasuperpoblada, dividida en mltiples nacionalidades nacionali-

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    dades reales y distintas forzada mientras subsista el orden vigente a undifcil equilibrio. En este Continente latino-americano que, con excepcin delBrasil, habla un nico idioma, y que no tiene luchas ni competencias tradicio-nales, las rivalidades que enemistan a los pueblos, y que pueden precipitarlosen la guerra son, al lado de las diferencias europeas, menudas querellasprovincianas.

    Lo ms inquietante, por esto, en los ltimos acontecimientos, es que no hayansuscitado en la opinin pblica de los pueblos latino-americanos, unaenrgica, instantnea, compacta y unnime afirmacin pacifista. La defensade la Paz ha sido dejada a la prensa, a los gobiernos. Y la accin oficial, sin elrequerimiento pblico, no agota nunca sus recursos. Tal vez la sorpresa hadominado y paralizado a las gentes. Quizs los pueblos no han salido todavadel estupor. Ojal sea sta la explicacin de la calma pblica. El deber de lainteligencia, sobre todo, es, en Latino-Amrica, ms que en ningn otro sectordel mundo, el de mantenerse alerta contra toda aventura blica. Una guerra

    entre dos pases latino-americanos sera una traicin al destino y a la misindel Continente. Slo los intelectuales que se entretienen en plagiar los nacio-nalismos europeos pueden mostrarse indiferentes a este deber. Y no es porpacifismo sentimental, ni por abstracto humanitarismo, que nos toca vigilarcontra todo peligro blico. Es por el inters elemental de vivir prevenidoscontra la amenaza de la balcanizacin de nuestra Amrica, en provecho de losimperialismos que se disputan sordamente sus mercados y sus riquezas.

    * * *

    Mi artculo del nmero anterior de Variedades,* -por consideraciones que encuanto importan atencin a mis escritos no tengo sino que agradecer- no hapodido pasar sin protesta de mi distinguido amigo don Alberto, Ostria Guti-

    --------------* Este artculo lo public Jos Carlos Maritegui en Variedades, el 29 deDiciembre de 1928, con motivo de una carta que le

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    34rrez, Ministro de Bolivia. Mis opiniones, sobre la cuestin boliviano-paraguaya, en general, no se avienen sin duda con los trminos diplomticosde los comunicados oficiales de Bolivia ni del Paraguay: me sito, ante este,como ante cualquier otro acontecimiento internacional, en un terreno deinterpretacin, no de crnica. Indago, quiz con alguna audacia, por razonesde temperamento y de doctrina, lo sustancial, diversa y opuestamente a ladiplomacia que tiene que contentarse con lo formal. Me es imposible, portanto, discutir con el Sr. Ostria Gutirrez, insistiendo en mis apreciaciones. ElSr. Ostria Gutirrez, concede, en riguroso acuerdo con sus deberes de

    diplomtico, todo su valor oficial, a convenciones que mi juicio, libre de todatraba, rebasa totalmente. As, para el seor Ostria--------------enviara el seor Alberto Ostria Gutirrez, Ministro de Bolivia, cuyo texto es el siguiente;Lima, 24 de Diciembre de 1928.Seor don Jos Carlos Maritegui.Ciudad.M distinguido amigo:Sin pretender discutir los trminos del comentario que, acerca del, reciente conflictoboliviano-paraguayo, publica Ud., en el ltimo nmero de la revista Variedades y que me

    merece el ms alto respeto por venir de Ud., me permito en honor a la verdad, expresarle losiguiente:1- Que la situacin del gobierno del doctor Siles no ha jugado ningn rol en dichoconflicto, motivado solamente por el sorpresivo ataque al Fortn "Vanguardia", que hasublevado muy justificadamente el sentimiento patritico de todos los bolivianos.2- Que el gobierno del doctor Sitas no es un gobierno de faccin, pues con l colaborandos partidos de opinin, el Nacionalista y el Republicano, adems de varios eminenteshombres pblicos de los otros partidos polticos,3- Que si bien en Bolivia como en todas partes del Mundo el ejrcito contribuye a laestabilidad del gobierno, cumpliendo as uno de sus fines, que es el mantenimiento delorden pblico, el seor Siles, no "se ha asido -como Ud. por error afirma- a la oportunidadpara constituir un gabinete de concentracin" (cosa que pudo haber hecho a su voluntad yen cualquier momento) sino que, dando evidente prueba del mas elevado patriotismo, harealizado lo que el renunciamiento a los intereses de la poltica interna aconsejaba realizaren una hora de prueba: la unificacin nacional, para afrontar, con el concurso de todos, elpeligro de la guerra. En esta virtud, la formacin del gabinete de concentracin no haobedecido, pues, al deseo de atraer a los partidos de oposicin, sino al deber de defender elpas contra la agresin extranjera.Rogndole hacer pblicas estas aclaraciones y agradecindole anticipadamente, me repitosu atento y seguro servidor.Alberto Ostria Gutirrez,Ministro de Bolivia.

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    Gutirrez, el gobierno del seor Siles no es un gobierno de faccin porquereposa en dos partidos; pero para m, estos dos partidos, uno de los cuales seha formado precisamente al calor de este gobierno y tiene, por tanto, unadiscutible identidad, no son sino una faccin de la burguesa boliviana.Sabemos demasiado el valor que se puede conceder a los partidos en nuestrapoltica suramericana, tan dominada por los personalismos. Los partidos, enestos escenarios, se componen y descomponen con asombrosa facilidad en

    torno de las personalidades. Poco representaba la fuerza gubernamental de losnacionalistas y republicanos -divididos los ltimos en dos ramas-, ante laoposicin de Saavedra, Montes, Escalier, etc., que ahora se estrechan la mano,aunque no sea sino precariamente, en un frente nico, del que se beneficia,tambin por el momento, el gobierno del seor Siles. El seor OstriaGutirrez, en su ntima consciencia de intelectual, convendr en que los dosestamos en nuestro papel, con una circunstancia en mi favor: la de que micrtica no est embarazada por obligaciones ni responsabilidades defuncionario. Siento una gran amistad por el pueblo boliviano, por sus buenos

    intelectuales, con algunos de los cuales cultivo las mejores relaciones: pero notengo ninguna simpata por el gobierno del seor Siles, como no la tendra porel gobierno de un Escalier, un Montes, etc.

    Esta explicacin de mis puntos de vista, me exime de toda rplica.

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    LA REVOLUCIN MEXICANA

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    MXICO Y LA REVOLUCION*

    La dictadura de Porfirio Daz produjo en Mxico una situacin de superficial

    bienestar econmico, pero de hondo malestar social. Porfirio Daz fue en elpoder un instrumento, un apoderado y un prisionero de la plutocraciamexicana. Durante la revolucin de la Reforma y la revolucin contraMaximiliano, el pueblo mexicano combati a los privilegios feudales de laplutocracia. Abatido Maximiliano, los terratenientes se aduearon en PorfirioDaz de uno de los generales de esa revolucin liberal y nacionalista. Lohicieron el jefe de una dictadura militar burocrtica destinada a sofocar yreprimir las reivindicaciones revolucionarias. La poltica de Daz fue unapoltica esencialmente plutocrtica. Astutas y falaces leyes despojaron al indio

    mexicano de sus tierras en beneficio de los capitalistas nacionales y extran-jeros. Los ejidos,** tierras tradicionales de las comunidades indgenas, fueronabsorbidos por los latifundios. La clase campesina result totalmente proleta-rizada. Los plutcratas, los latifundistas y su clientela de abogados e intelec-tuales constituan una faccin estructuralmente anloga al civilismo peruano,que dominaba con el apoyo del capital extranjero al pas feudalizado. Sugendarme ideal era Porfirio Daz. Esta oligarqua llamada de los "cientficos"feudaliz a Mxico. La sostena marcialmente una numerosa guardiapretoriana. La amparaban los capitalistas extranjeros tratados entonces conespecial favor. Los alentaba el letargo y la anestesia de las masas, transitoria-

    mente desprovistas de un animador, de un caudillo. Pero un pueblo, que tan

    --------------* Publicado en Variedades: Lima, 5 de Enero de 1924.** Cooperativas campesinas de tipo comunitario.

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    porfiadamente se haba batido por su derecho a la posesin de la tierra, nopoda resignarse a este rgimen feudal y renunciar a sus reivindicaciones.Adems, el crecimiento de las fbricas creaba un proletariado industrial, alcual la inmigracin extranjera aportaba el polen de las nuevas ideas sociales.Aparecan pequeos ncleos socialistas y sindicalistas. Flores Magn, desdeLos ngeles, inyectaba en Mxico algunas dosis de ideologa socialista. Y,

    sobre todo, fermentaba en los campos un agrio humor revolucionario. Uncaudillo, una escaramuza cualquiera podan encender y conflagrar al pas.

    Cuando se aproximaba el fin del sptimo perodo de Porfirio Daz apareci elcaudillo: Francisco Madero. Madero, que hasta aquel tiempo fue un agricultorsin significacin poltica, public un libro anti-reeleccionista. Este libro, quefue una requisitoria contra el gobierno de Daz, tuvo un inmenso eco popular.Porfirio Daz, con esa confianza vanidosa en su poder que ciega a los dspotasen decadencia, no se preocup al principio de la agitacin suscitada por

    Madero y su libro. Juzgaba a la personalidad de Madero una personalidadsecundara e impotente. Madero, aclamado y seguido como un apstol, susciten tanto, en Mxico, una caudalosa corriente anti-reeleccionista. Y, ladictadura, alarmada y desazonada, al fin, sinti la necesidad de combatirlaviolentamente. Madero fue encarcelado. La ofensiva reaccionaria dispers alpartido anti-reeleccionista; los "cientficos" restablecieron su autoridad y sudominio; Porfirio Daz consigui su octava reeleccin; y la celebracin delCentenario de Mxico fue una faustuosa apoteosis de su dictadura. Talesxitos llenaron de optimismo y de confianza a Daz y su bando. El trmino deeste gobierno, estaba, sin embargo, prximo. Puesto en libertad condicional,

    Madero fug a los Estados Unidos, donde se entreg a la organizacin delmovimiento revolucionario. Orozco reuni, poco despus, el primer ejrcitoinsurreccional. Y la rebelin se propag velozmente. Los "cientficos"intentaron atacarla con armas

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    polticas Se declararon dispuestos a satisfacer la aspiracin revolucionaria.Dieron una ley que cerraba el paso a otra reeleccin Pero esta maniobra nocontuvo el movimiento en marcha. La bandera anti-reeleccionista era unabandera contingente. Alrededor de ella se concentraban todos los descon-tentos, todos los explotados, todos los idealistas. La revolucin no tena anun programa; pero este programa empezaba a bosquejarse Su primera

    reivindicacin concreta era la reivindicacin de la tierra usurpada por loslatifundistas.

    La plutocracia mexicana, con ese agudo instinto de conservacin de todas lasplutocracias, se apresur a negociar con los revolucionarios. Y evit que larevolucin abatiese violentamente a la dictadura En 1912, Porfirio Daz dejel gobierno a de la Barra, quien presidi las elecciones. Madero lleg al podera travs de un compromiso con los "cientficos". Acept, consiguientemente,su colaboracin. Conserv el antiguo parlamento. Estas transacciones, estos

    pactos, lo enflaquecieron y lo socavaron. Los "cientficos" saboteaban elprograma revolucionario y aislaban a Madero de los estratos sociales de loscuales haba reclutado su proselitismo y se preparaban, al mismo tiempo, a lareconquista del poder. Acechaban el instante de desalojar a Madero invalida-do, y minado, de la Presidencia de la Repblica. Madero perda rpidamentesu base popular. Vino la insurreccin de Flix Daz. Y tras ella vino latraicin de Victoriano Huerta, quien sobre los cadveres de Madero y PinoSurez asalt el gobierno. La reaccin "cientfica" apareci victoriosa. Pero elpronunciamiento de un jefe militar no poda detener la marcha de la Revolu-cin Mexicana Todas las races de esta revolucin estaban vivas. El general

    Venustiano Carranza recogi la bandera de Madero. Y, despus de un perodode lucha, expuls del poder a Victoriano Huerta. Las reivindicaciones de laRevolucin se acentuaron y definieron mejor. Y Mxico revis y reform suCarta Fundamental, de acuerdo con esas reivindicaciones. El articulo 27 de laReforma Cons-

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    titucional de Quertaro declara que las tierras corresponden originariamente ala nacin y dispone el fraccionamiento de los latifundios. El artculo 123incorpora en la Constitucin mexicana varias aspiraciones obreras: la jornadamxima, el salario mnimo, los seguros de invalidez y de retiro, la indemni-zacin por los accidentes de trabajo, la participacin de las utilidades.

    Mas Carranza, elegido Presidente, careca de condiciones para realizar el

    programa de la Revolucin. Su calidad de terrateniente y sus compromisoscon la clase latifundista lo estorbaban para cumplir la reforma agraria. Elreparto de tierras, prometido por la Revolucin y ordenado por la reformaconstitucional, no se produjo. El rgimen de Carranza se anquilos y seburocratiz gradualmente. Carranza, pretendi, en fin, designar su sucesor. Elpas, agitado incesantemente por las facciones revolucionarias, insurgi contraeste propsito, Carranza, virtualmente destituido, muri en manos de unabanda irregular Y bajo la presidencia provisional de De la Huerta, se efec-tuaron las elecciones que condujeron a la presidencia al General Obregn

    El gobierno de Obregn ha dado un paso resuelto hacia la satisfaccin de unode los ms hondos anhelos de la Revolucin ha dado tierras a los campesinospobres, A su sombra ha florecido en el Estado de Yucatn un rgimencolectivista. Su poltica prudente y organizadora ha normalizado la vida deMxico, Y ha inducido a los Estados Unidos al reconocimiento mexicano.

    Pero la actividad ms revolucionaria y trascendente del gobierno de Obregnha sido su obra educacional. Jos Vasconcelos, uno de los hombres de mayorrelieve histrico de la Amrica contempornea,* ha dirigido una reforma

    extensa y radical de la instruccin pblica. Ha usado los ms originales mto-dos para disminuir el analfabetismo; ha franqueado las universidades a lasclases pobres; ha difundido como un evangelio de la poca, en todas las es---------------* Cabe sealar que Vasconcelos ha cambiado el sentido de su significacin histrica, aladoptar en los ltimos aos un credo poltico conservador y retrgrado

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    cuelas y en todas las bibliotecas, los libros de Tolstoy y de Romain Rolland;ha incorporado en la Ley de Instruccin la obligacin del Estado de sostener yeducar a los hijos de los incapacitados y a los hurfanos; ha sembrado deescuelas, de libros y de ideas la inmensa y fecunda tierra mexicana.

    LA REACCION EN MEXICO*

    Objetivamente considerado el conflicto religioso en Mxico resulta, enverdad, un conflicto poltico. Contra el gobierno del General Calles, obligadoa defender los principios de la Revolucin. insertados desde 1917 en laConstitucin mexicana, ms que el sentimiento catlico se revela, en esteinstante, el sentimiento conservador. Estamos asistiendo simplemente a unaofensiva de la Reaccin.

    La clase conservadora terrateniente, desalojada del gobierno por unmovimiento revolucionario cuyo programa se inspiraba en categricas

    reivindicaciones sociales, no se conforma con su ostracismo del poder. Menostodava se resigna a la continuacin de una poltica que -aunque sea conatenuaciones y compromisos- acta una serie de principios que atacan susintereses y privilegios. Por tanto, las tentativas reaccionarias se suceden. Lareaccin, naturalmente, disimula sus verdaderos objetivos. Trata de aprove-char las circunstancias y situaciones desfavorables al partido gubernamental.La insurreccin encabezada por el General De la Huerta fue, hace tres aos,su ltima ofensiva armada. Batida en otros frentes, presenta ahora batalla a laRevolucin en el frente religioso.

    No es el gobierno de Calles el que ha provocado la lucha. Por el contrario,acaso para atemperar las prevenciones suscitadas por su reputacin de radicalincandescente, Calles se ha mostrado en el gobierno ms preocupado de laestabilizacin y afianzamiento del rgimen que de su programa y origenrevolucionarios. En vez--------------* Publicado en Variedades: Lima, 7 de Agosto de 1926.

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    el compromiso programtico o ideolgico de aplicar, en el terreno de laenseanza y del culto, los principios de la Revolucin.

    La Iglesia invoca esta vez en Mxico un postulado liberal: la libertadreligiosa. En los pases donde el catolicismo conserva sus fueros de confesindel Estado, rechaza y execra este mismo postulado. La contradiccin no es

    nueva. Desde hace varios siglos la Iglesia ha aprendido a ser oportunista. Nose ha apoyado tanto en sus dogmas, como en sus transacciones. Y, por otraparte, el ilustre polemista catlico, Louis Veinllot, defini hace tiempo laposicin de la Iglesia frente al liberalismo en su clebre respuesta a un liberalque se sorprenda de orle clamar por la libertad: En nombre de tus Princi-pios, te la exijo; en nombre de los mos, te la niego.

    Pero en la historia de Mxico, desde los tiempos de Jurez hasta los de Calles,le ha tocado al clero combatir y resistir las reivindicaciones populares. La

    Iglesia ha contrastado siempre en Mxico, en nombre de la tradicin, a lalibertad. Por ende, su actitud de hoy no se presta a equvocos. La mayora delpueblo mexicano sabe demasiado bien que agitacin clerical es esencialmenteagitacin reaccionaria.

    El Estado mexicano, pretende ser, por el momento, un estado neutro laico. Noes del caso discutir su doctrina. Este estudio no cabe en un comentario rpidosobre la gnesis de los actuales acontecimientos mexicanos. Yo, por mi parte,he insistido demasiado respecto a la decadencia del Estado liberal y al fracasode su agnosticismo para que se me crea entusiasta de una poltica meramente

    laicista. La enseanza laica, como otra vez he escrito, es en s misma unagastada frmula liberal.

    Pero el laicismo en Mxico -aunque subsistan en muchos hombres delrgimen residuos de una mentalidad radicaloide y anticlerical- no tiene ya elmismo sentido que en los viejos Estados burgueses. Las formas polticas ysociales vigentes en Mxico no representan una estacin del liberalismo sinodel socialismo. Cuando el pro-

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    fcilmente en el capcioso ddalo de las noticias cablegrficas.

    No caben equvocos ni confusiones respecto del carcter de la insurreccincontra Calles. Los generales Serrano y Gmez pertenecan al camporevolucionario. Prestaron al rgimen surgido de la Revolucin benemritosservicios. Pero, desde que la oligarqua los empuj a una lucha a muertecontra Calles y Obregn, se dejaron arrastrar insensiblemente al campo

    reaccionario. El caso de ambos no era sino la repeticin, a cuatro aos dedistancia, del caso de Adolfo de la Huerta.

    Hace cuatro aos, la candidatura de Adolfo de la Huerta, ministro deObregn, apareci en oposicin a la candidatura de Calles, pretendiendorepresentar, tambin y mejor, la corriente revolucionaria. Mas, esta afinidad,no era cierta sino en teora. En la prctica, la causa de De la Huerta, sediferenci inmediatamente de la causa de Calles. Mientras ste reclutaba elgrueso de sus adeptos entre los obreros y campesinos y aceptaba sus puntos de

    vista hasta granjearse una extensa reputacin de bolchevique, en torno deaqul se encontraban los elementos de derecha del rgimen revolucionario, alos cuales, no tardaron en agregarse fuerzas tpicamente conservadoras. Ycuando De la Huerta se puso a la cabeza de una insurreccin adopt unprograma claramente reaccionario. En el ostracismo, la trayectoria de estepoltico, apresur su orientamiento reaccionario como era inevitable quesucediese. Ahora, De la Huerta, no aspira a otra cosa que a ganar la confianzade la clase propietaria para unificarla contra el programa gubernamental

    Aparentemente las candidaturas de Serrano y Gmez, nacan de anhelo de

    mantener inclume uno de los principios de la Revolucin Mexicana, el de lano reeleccin. "Sufragio efectivo, no reeleccin", es el lema del rgimenemanado del movimiento popular que comenz abatiendo el despotismo dePorfirio Daz. Pero en verdad, sta no es le reivindicacin capital de laRevolucin Mexicana, fue su palabra de orden inicial. Nada ms. DerrocadoPorfirio Daz, la Revolucin en-

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    sanch su significacin y dilat su horizonte. La Constitucin de 1917incorpor, definitivamente, en su programa dos puntos fundamentales: lanacionalizacin de la propiedad de la tierra y el reconocimiento de losderechos del trabajo. A partir de entonces, la Revolucin adquiri el conte-nido social y la misin histrica que sealan su rumbo en la etapa abierta porel Gobierno de Obregn. Por esto, sus jefes tienen que atender hoy ms a sus

    principios sociales que a su lema poltico.

    Habra sido, sin duda, mejor que los elementos revolucionarios hubiesenencontrado otro hombre para reemplazar a Calles. La eleccin del ex-Presidente no sera propiamente una reeleccin como pretenden sus adver-sarios, aunque se le acerca o parece mucho. De toda suerte, puede generar lasospecha de que dos generales se estn turnando en la Presidencia del EstadoMexicano.

    Pero no me propongo esclarecer esto. El hecho de que las principales fuerzaspopulares del bloque que sostiene el gobierno de Calles, evidentementecapacitadas para escoger el mejor camino, se hayan pronunciado por lacandidatura del General Obregn, permite suponer que no se trata de unadesignacin arbitraria. (La poltica no est regida por frmulas abstractas sinopor realidades concretas). Y si el General Obregn resulta por ahora el nicosucesor posible de Calles, a juicio de su partido, no hay por qu convertir enuna montaa infranqueable el principio de la no reeleccin. De lo que se trata,ante las ltimas noticias de Mxico, es de establecer el carcter reaccionariode la rebelin de Serrano y Gmez.

    La violencia de la represin debe ser juzgada dentro del cuadro integral de lalucha poltica mexicana. En cada pas, en esta lucha, dos fuerzas chocandecisivamente. Al Gobierno mexicano no se le puede, en justicia, negar elderecho a usar contra sus enemigos las armas que stos estn resueltos aemplear contra l. No sera de estos rigores que tendrn que responder Callesy Obregn ante la historia, sino del acierto con

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    que hayan servido e interpretado a las masas revolucionarias que los sostieneny del grado en que hayan sido fieles a su destino histrico.

    OBREGON Y LA REVOLUCION MEXICANA*

    El General Obregn, asesinado diecisiete das despus de su eleccin como

    Presidente de Mxico, condujo a la Revolucin Mexicana en uno de susperodos de ms definida y ordenada actividad realizadora. Tena porte,temple y dones de jefe. Estas condiciones le consintieron presidir un gobiernoque, con un amplio consenso de la opinin, liquid la etapa de turbulencias ycontradicciones, a travs de las cuales el proceso revolucionario mexicanoconcret su sentido y coordin sus energas. El gobierno de Obregn repre-sent un movimiento de concentracin de las mejores fuerzas revolucionariasde Mxico. Obregn inici un perodo de realizacin firme y sagaz de losprincipios revolucionarios; apoyado en el partido agrarista, en los sindicatos

    obreros y en los intelectuales renovadores. Bajo su gobierno, entraron envigor las nuevas normas constitucionales contenidas en la Carta de 1917. Lareforma agraria -en la cual reconoci avisadamente Obregn el objetivocapital del movimiento popular- empez a traducirse en actos. La clasetrabajadora consolid sus posiciones y acrecent su poder social y poltico. Laaccin educacional, dirigida y animada por uno de los ms eminenteshombres de Amrica, Jos Vasconcelos, di al esfuerzo de los intelectuales yartistas una aplicacin fecunda y creadora.

    La poltica gubernamental de Obregn logr estos resultados por el acierto

    con que asoci, a sus fines, la mayor suma de elementos de reconstruccin. Suxito no se debi, sin duda, a la virtud taumatrgica del caudillo. Obregnrobusteci el Estado surgido de la Revolucin, precisando y asegurando susolidaridad con las ms extensas y activas capas sociales. El Estado, con sugobierno, se proclam y sinti rgano del pue-

    --------------* Publicado en Variedades; Lima, 21 de Julio de 1923.

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    blo, de modo que su suerte y su gestin dejaban de depender del prestigiopersonal de un caudillo, para vincularse estrechamente con los intereses ysentimientos de las masas. La estabilidad de su gobierno descans en unaamplia base popular. Obregn no gobernaba a nombre de un partido, sino deuna concentracin revolucionaria, cuyas diversas reivindicaciones constituanun programa. Pero esta aptitud para unificar y disciplinar las fuerzas revolu-

    cionarias, acusaba precisamente sus cualidades de lder, de conductor.

    La fuerza personal de Obregn proceda de su historia de General de laRevolucin. Esta fuerza era debida, en gran parte, a su actuacin militar. Peroel mrito de esta actuacin, se apreciaba por el aporte que haba significado ala causa del pueblo. La foja de servicios del General Obregn tena valor parael pueblo por ser la de un General de la Revolucin que, al enorgullecerse desus 800 kilmetros de campaa, evocaba el penoso proceso de una epopeyamultitudinaria.

    Obregn era hasta hoy el hombre que mereca ms confianza a las masas. Enpueblos como los de Amrica, que no han progresado polticamente lo bas-tante para que sus intereses se traduzcan netamente en partidos y programas,este factor personal juega todava un rol decisivo. La Revolucin Mexicana,adems, atacada de fuera por sus enemigos histricos, insidiada de dentro porsus propias excrecencias, cree necesitar an en su cabeza a un jefe militar, conautoridad bastante para mantener a raya a los reaccionarios, en sus tentativasarmadas. Tiene la experiencia de muchas deserciones, detrs de las cuales ha

    jugado la intriga de los reaccionarios, astutamente infiltrada en los mviles

    personales y egostas de hombres poco seguros, situados accidentalmente enel campo revolucionario por el oleaje del azar. El caso de Adolfo de la Huerta,dando la mano a los reaccionarios, despus de haber participado en el movi-miento contra Carranza y haber ocupado provisoriamente

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    el poder, ha sido seguido a poca distancia por el de los generales Serrano yGmez.

    Por esto, al aproximarse el trmino del mandato de Calles, la mayora de loselementos revolucionarios design al General Obregn para su sucesin en lapresidencia. Esto poda dar a muchos la impresin de que se estableca un

    turno antiptico en el poder. De la resistencia a esta posibilidad, se aprove-charon las candidaturas Serrano y Gmez, trgicamente liquidadas hacealgunos meses. Pero la frmula Obregn, para, quien examinase objetiva-mente los factores actuales de la poltica mexicana, apareca dictada, porrazones concretas, en defensa de la Revolucin.

    Obregn no era, ciertamente, un idelogo, pero en su fuerte brazo de soldadode la Revolucin poda apoyarse an el trabajo de definicin y experimen-tacin de una ideologa. La reaccin lo tema y lo odiaba, no sin intentar

    halagarlo a veces con la interesada insinuacin de suponerlo ms moderadoque Calles. Moderado y prudente era sin duda Obregn, mas no precisamenteen el sentido que la reaccin sospechaba. Su moderacin y su prudencia, hastael punto en que fueron usadas, haban servido a la afirmacin de las reivindi-caciones revolucionarias, a la estabilizacin del poder popular.

    Su muerte agranda su figura en la historia de la Revolucin Mexicana. Quizsu segundo gobierno no habra podido ser tan feliz como el primero. El poderengre a veces a los hombres y embota su instinto y su sensibilidad polticas.

    En los hombres de una revolucin, que carecen de una fuerte disciplinaideolgica, es frecuente este efecto. La figura de Obregn se ha salvado deeste peligro. Asesinado por un fantico, en cuyas cinco balas se ha descargadoel odio de todos los reaccionarios de Mxico, Obregn concluye su vida,heroica y revolucionariamente. Obregn queda definitivamente incorporadoen la epopeya de su pueblo, con los mismos timbres que Madero, Zapata yCarrillo. Su accin y su vida pertenecieron a una poca de violencia. No le hasido dado, por eso, termi-

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    nar sus das serenamente. Ha muerto como murieron muchos de sus tenientes,casi todos sus soldados. Perteneca a la vieja guardia de una generacineducada en el rigor de la guerra civil, que haba aprendido a morir, ms bienque a vivir, y que haba hecho instintivamente suya sin saberlo una idea quese aduea con facilidad de los espritus en esta edad revolucionaria: "vivepeligrosamente".

    LA LUCHA ELECCIONARIA EN MEXICO*

    La situacin eleccionaria mexicana se presenta esta vez ms compleja quehace un ao cuando, prxima la terminacin del mandato del General Calles,se concentraron las fuerzas polticas que sostenan al gobierno alrededor de lacandidatura del General Obregn, contra las candidaturas anti-reelecionistasde los generales Serrano y Gmez. Entonces, la formacin de un frente nico

    obregonista aseguraba la victoria del bloque popular, defensor de los Prin-cipios de la Revolucin, que haba gobernado desde la desaparicin deCarranza. Ms bien, el bando anti-reeleccionista concurrira dividido a lavotacin. La CROM (Confederacin Regional Obrera Mexicana), represen-tada en el gobierno de Calles por su famoso lder Luis Morones, Ministro deIndustria, Comercio y Trabajo, apoyaba a Obregn, quien a su fuerza personalde caudillo sumaba la completa adhesin del haz de fuerzas populares,representativas del sentido clasista y doctrinal de la Revolucin. La amenazainsurreccional de Gmez y Serrano, dramticamente liquidada con elfusilamiento de ambos candidatos, sirvi para afirmar y reforzar la unidad

    revolucionaria. Las divisiones y querellas internas de este bloque eran yainquietantes; pero la autoridad de Obregn consegua dominarlas temporal-mente, siendo sin duda este factor el que haba aconsejado la designacin deun candidato contra el cual iba a invocarse los

    --------------* Publicado en Variedades: Lima, 5 de Enero de 1929.

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    principios y orgenes anti-reeleccionistas de la Revolucin Mexicana.

    Asesinado Obregn, la ruptura sobrevino violentamente. Los elementosadversos a los laboristas aprovecharon la oportunidad para atacar a Morones,atribuyndole la responsabilidad del crimen. En momentos en que la excita-cin pblica haca sumamente peligrosa esta acusacin, estos elementos se

    lanzaron al asalto de las posiciones polticas de la CROM, empleando, conextremo encarnizamiento, el arma que el azar pona a su alcance. El propioPresidente Calles, que haba tenido siempre a su lado a la CROM, dio laimpresin de ceder a la ofensiva contra los laboristas. Morones tuvo que dejarel Ministerio de Industria, Comercio y Trabajo, y hasta se anunci su viaje alextranjero, deportado o fugitivo.

    De julio a hoy el cisma no ha cesado de ahondarse. Morones no se haintimidado. Despus de un perodo de prudente reserva, ha reaparecido en su

    puesto de combate, al frente de la CROM, en cuya IX convencin nacional,ltimamente reunida, ha replicado agresivamente al ataque de sus adversarios.Parece ya imposible que se reconstituya el frente nico que, con Obregn a lacabeza, gan las elecciones de 1928. Los enemigos de la CROM tienen en susmanos el poder y lo emplean en cuanto pueden contra esta organizacinobrera. Ser elemento de la CROM es ser candidato a presidio en las trescuartas partes de la Repblica, ha dicho Morones en un exaltado discurso enla convencin laborista, dirigindose a Calles, a quien ha reconocido como elnico amigo de la CROM en el perodo difcil atravesado por los laboristasdesde julio.

    La presencia y el discurso de Calles en la convencin de la CROM han venidoa aadir un elemento de complicacin en la lucha poltica. En momentos enque se hace fuego graneado contra Morones y los laboristas, Calles ha decla-rado en su asamblea que nada ni nadie puede romper sus lazos sentimentales ydoctrinarios con la organizacin obrera. Aunque el discurso

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    de Calles no haya sido muy explcito, tiene, sobre todo por la oportunidad enque ha sido pronunciado, el valor de un acto de solidaridad con los laboristas,muy importante si se tiene en cuenta el rol poltico que, por su actuacin yantecedentes, tocar seguir al ex-Presidente.

    La designacin de candidatos a la presidencia por las convenciones nacionales

    no ha sido hecha todava. Pero ya empiezan las convenciones regionales o departido a preparar esa designacin proclamando sus respectivos candidatos.La eliminacin final, en la medida en que sea posible, lo harn las convencio-nes nacionales. Pero, mientras esta vez es posible que los anti-reeleccionistasse agrupen en torno de un candidato nico, que tal vez sea Vasconcelos, ladivisin del bloque obregonista de 1928 se muestra ya irremediable. LaCROM ir probablemente sola a la lucha, con Morones a la cabeza. El partidoconstituido por los obregonistas, y en general por los elementos contrarios alos laboristas, y que se declaran legtimos continuadores y representantes de la

    Revolucin, arrojando sobre la CROM la tacha de reaccionaria, presentar uncandidato propio, acaso comprometido personalmente por esta polmica.

    Entre los candidatos de esta tendencia, con mayor proselitismo, uno de losms indicados hasta ahora es el general Aarn Senz, Gobernador del Estadode Nueva Len. Aarn Saenz comenz su carrera poltica en 1913, enroladoen el ejrcito revolucionario en armas contra Victoriano Huerta. Desdeentonces, actu siempre al lado de Obregn, cuya campaa eleccionariadirigi en 1928. Ministro de Calles, dej su puesto en el gobierno federal parapresidir la administracin de un Estado, cargo que conserva hasta hoy. Su

    confesin protestante puede ser considerada por muchos como un factor til alas relaciones de Mxico con Estados Unidos. Porque en los ltimos tiempos,la poltica mexicana ante los Estados Unidos ha acusado un retroceso queparece destinado a acentuararse, si la presin de los intereses capitalistasdesarrollados dentro del rgimen de Obregn y Calles, en la que hay que

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    buscar el secreto de la actual escisin, contina imponiendo la lnea deconducta ms concorde con sus necesidades.

    Vasconcelos se ha declarado pronto para ir a la lucha como candidato.Aunque auspiciado por el partido anti-reeleccionista, y probablementeapoyado por elementos conservadores que ven en su candidatura la promesa

    de un rgimen de tolerancia religiosa, puede ganarse a una buena parte de loselementos disidentes o descontentos que la ruptura del frente obregonista de1928 deja fuera de los dos bandos rivales. Por el hecho de depender de laconcentracin de fuerzas heterogneas, que en la anterior campaa eleccio-naria se manifestaran refractarias a la unidad, su candidatura, en caso de serconfirmada, no podr representar un programa concreto, definido. Susvotantes tendran en cuenta slo las cualidades intelectuales y morales deVasconcelos y se conformaran con la posibilidad de que en el poder puedanser aprovechadas con buen xito. Vasconcelos pone su esperanza en la

    juventud. Piensa que mientras esta juventud adquiere madurez y capacidadpara gobernar Mxico, el gobierno debe ser confiado a un hombre de la viejaguardia a quien el poder no haya corrompido y que preste garantas deproseguir la lnea de Madero. Sus frmulas polticas, como se ve, no son muyexplcitas. Vasconcelos, en ellas, sigue siendo ms metafsico que poltico yque revolucionario.

    La prosecusin de una poltica revolucionaria, que ya vena debilitndose porefecto de las contradicciones internas del bloque gobernante, aparece seria-mente amenazada. La fuerza de la Revolucin residi siempre en la alianza de

    agraristas y laboristas, esto es de las masas obreras y campesinas. Lastendencias conservadoras, las fuerzas burguesas, han ganado una victoria alinsidiar su solidaridad y fomentar su choque. De ah que las organizacionesrevolucionarias de izquierda trabajan ahora por una asamblea nacional obreray campesina, encaminada a crear un frente nico proletario. Pero estosaspectos de la situacin mexicana, sern materia de otro

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    56artculo. Por el momento no me he propuesto sino sealar las condicionesgenerales en que se inicia la lucha eleccionaria.

    PORTES GIL CONTRA LA CROM*

    Ninguna duda es ya posible acerca de la tendencia reaccionaria de la polticadel Presidente Provisorio de Mxico. La ofensiva contra la C.R.O.M.(Confederacin Regional Obrera Mexicana), aunque disimule con un lenguaje

    demaggico sus verdaderos mviles, no se propone otra cosa que abatir odisminuir el poder poltico de las masas obreras. Objetivo inequvocamentecontrarrevolucionario que ninguna retrica puede ocultar ni disfrazar.

    La responsabilidad e iniciativa de esta poltica no pertenecen a Portes Gil,quien obedece, en su gestin, a factores superiores a su criterio personal. Heaqu otro hecho no menos cierto. Portes Gil no ha cambiado, por una sbitainspiracin, la actitud del gobierno ante la CROM. Su nombramiento comoPresidente Provisorio ha estado decidido por las fuerzas contrarias a la

    CROM, desarrolladas en el bloque gobernante en los ltimos aos El procesode incubacin de este gobierno empez cuando los ms animosos enemigosde la CROM lanzaron contra su lder Morones la acusacin de ser el ma-quiavlico instigador del asesinato del General Obregn. Desde ese instante,el frente popular que gobernaba Mxico, a nombre de los principios de laRevolucin, qued definitivamente roto. La ascensin al poder de los llama-dos obregonistas tena que conducir a la revolucin a la crisis a que hoyasistimos.

    Durante los gobiernos de Obregn y Calles, la estabilizacin del rgimen

    revolucionario haba sido obtenida en virtud de un pacto tcito entre lapequea burguesa insurgente y la organizacin obrera y campesina paracolaborar en un terreno estrictamente reformista. Poda seguirse usando contralos ataques reaccionarios,--------------* Publicado en Variedades: Lima, 19 de Enero de 1929.

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    una fraseologa radical, destinada a mantener vivo el entusiasmo de las masas.Pero todo radicalismo deba, en realidad, ser sacrificado a una polticanormalizadora, reconstructiva. Las conquistas de la Revolucin no podan serconsolidadas sino a este precio. La CROM surgida y crecida bajo el caudillajerevolucionario -su acta bautismal es la de la Convencin Obrera de Saltillo en1918- careca de capacidad y de ambicin para dominar material e intelec-

    tualmente en el gobierno, tanto en la poca de la primera eleccin de Obregncomo en la poca de la eleccin de Calles. En 1926, sus adherentes que, en elCongreso de Saltillo no haban sumado sino 7,000, ascendan slo a 5,000.Todo el proceso de desarrollo de la CROM, se ha cumplido bajo los gobiernosde Obregn y Calles, a los cuales sostena, a la vez que reciba las garantasindispensables para su trabajo de organizacin de las masas obreras ycampesinas dentro de sus cuadros. En el momento de su mxima moviliza-cin, la CROM calculaba sus efectivos en dos millones de afiliados. Su fun-cin poltica -a pesar de su representacin en el gobierno- no estaba en

    relacin con su fuerza social. Pero no le habra sido posible constituir yacrecentar sta, en tan poco tiempo, sin el concurso de una situacin Excep-cional, como la de Mxico y su gobierno despus de largos aos de victoriosaagitacin revolucionaria.

    Bajo este rgimen, no slo se haban desarrollado las fuerzas obreras,canalizadas en direccin reformista, sino tambin las fuerzas del capital y laburguesa. Las energas ms inexpertas de la reaccin se haban consumido enel intento de atacar la Revolucin desde fuera. Las ms sagaces operabandentro de la Revolucin, en espera de que sonase la hora de una accin

    termidoriana.*

    El Estado Mexicano no era, ni en la teora ni en la prctica, un Estadosocialista. La Revolucin haba respetado los principios y las formas delcapitalismo. Lo que este Estado tena de

    --------------* Revanchista: Robespierre fue derrocado por sus enemigos el 9 de Termidor.

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    socialista consista en su base poltica obrera. Por moderada que fuese supoltica, la CROM como organizacin de clase, tena que acentuar da a da suprograma de socializacin de la riqueza. Pero, al mismo tiempo que la claseobrera, se solidificaba dentro del rgimen creado por la Revolucin, la clasecapitalista. Y sta tena en su favor una mayor madurez poltica. Los elemen-tos pequeo-burgueses, los caudillos militares de la Revolucin, colocados

    entre las dos influencias, tenan que ceder regularmente a la influenciacapitalista.

    As se ha ido preparando el conflicto que ha hecho explosin: un pocoprecipitado, con el asesinato del Presidente electo General Obregn, el nicocaudillo que habra podido prolongar, despus de Calles, el compromiso entrelas dos fuerzas rivales.

    La CROM entra en combate en condiciones y momentos desfavorables. Su

    estado mayor reformista -Morones y sus tenientes- no puede pasar de unaprctica pacfica, legal, evolucionista, a la lucha contra el poder. Morones hapronunciado, en la ltima convencin de la CROM, discursos ardorosos ypolmicos; pero en ellos no ha llegado a la afirmacin del derecho y lavoluntad de la clase obrera de tomar en sus manos el gobierno, apenas susituacin y fuerzas se lo consientan. Se ve bien claramente que Morones norenuncia a su oportunismo, y que confa ms en la posibilidad de explotar lasdivisiones y rivalidades entre los caudillos que en la posibilidad de llevar a lasmasas obreras a una poltica netamente revolucionaria. El recurso de llevar aCalles a la convencin ha sido una maniobra de este gnero de estrategia.

    Tiene, por esto, mucha trascendencia y significacin el esfuerzo que des-pliegan varios organizaciones obreras revolucionarias, independientes de laCROM, por establecer un frente nico proletario, que comprenda todos lossectores activos, a travs de una asamblea nacional campesina. El grito deorden del Partido Comunista y de las agrupaciones obreras y campesinas quelo siguen es ste: "Viva la CROM! Abajo su

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    Comit Central!". Todas las fuerzas obreras son llamadas en auxilio de laCROM, en su lucha contra la ofensiva reaccionaria. Se condena todainclinacin intransigente a dar vida a una nueva central. Se comprende que laCROM constituye un punto de partida, que el proletariado no debe perder.La Revolucin afronta su ms grave prueba. Y Mxico es hoy, ms quenunca, el campo de una experiencia revolucionaria. La poltica de clases entra

    en ese pas en su etapa ms interesante.

    ORIGENES Y PERSPECTIVAS DE LA INSURRECCION MEXICANA*

    El perodo eleccionario es en Mxico, por excelencia, un perodo insu-rreccional. El equilibrio entre los elementos sociales y polticos del frenterevolucionario, que, bajo la administracin de caudillos como Obregn yCalles, consigui estabilidad, falla, apenas la proximidad de la renovacin

    presidencial anuncia el predominio de algunos de esos elementos, y el fracasode las expectativas de los otros, en un instante en que se encuentran vigilantesy excitadas las ambiciones de todos. La crnica establece, de modo evidente,esta periodicidad de la crisis insurrecional.

    En 1923, consagrada la candidatura del General Plutarco Elas Calles por elPresidente saliente General Obregn, Adolfo de la Huerta, que haba ejercidoprovisoriamente el poder, despus del derrocamiento de Carranza, acaecidotambin en perodo eleccionario, se lanz a la revuelta. De la Huerta habaformado parte, bajo el gobierno de Obregn, del frente revolucionario; pero,

    descartado como candidato, no trepid en aceptar un papel netamentereaccionario, con el objeto de movilizar a su favor las fuerzas conservadoras.En 1927, dos generales del mismo bloque gubernamental, Gmez y Serrano,se pusieron a la cabeza del movimiento anti-reeleccionista; y, prximas laselecciones, en--------------* Publicado en Variedades: Lima, 27 de Marzo de 1929.

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    las que la candidatura del ex-Presidente Obregn contaba con el apoyo activode Calles y el Gobierno, recurrieron, a su turno, a la insurreccin. Probable-mente Obregn habra logrado mantener la difcil unidad, bastante minada ya,del frente revolucionario, durante su mandato presidencial. Asesinado por labala de un fantico, qued abierta otra vez, con la sucesin presidencial, laetapa de las revueltas armadas.

    El frente revolucionario -alianza variopinta, conglomerado heterogneo,dentro del cual el crecimiento de un capitalismo brioso, agudizando elcontraste de los diversos intereses sociales y polticos, rompa un equilibrio yuna unidad contingentes, creados por la lucha contra la feudalidad y elporfirismo- entr en una crisis que preparaba un cisma ms extenso que losanteriores. Sobrevenida la ruptura con Morones y la CROM, la accin de losfactores de escisin del Partido Revolucionario, ms propiamente designadopor el trmino de partido obregonista, en el sentido de su correspondencia con

    una era caudillista y militar de la Revolucin Mexicana, sigui conspirandocontra la estabilidad gubernamental. El Partido Nacional Revolucionarionaci con un defecto congnito. Despus de la agitacin anti-laborista, serevel el carcter meramente simblico y temporal de la bandera obregonista.El candidato Gilberto Valenzuela, asumi una actitud agresiva contra Calles ysu clientela. Y la lucha entre los dos candidatos del obregonismo, Ortiz Rubioy Aarn Senz, por ganar la mayora en la convencin del partido, desbordlos lmites de dos postulaciones provisorias, sometidas incondicionalmente ala resolucin mayoritaria. Los partidarios de Aarn Senz se quejaban de quese emplease a favor de Ortiz Rubio, para conseguir su designacin por la

    asamblea, manejos desleales. Calles, que al principio haba parecido inclinadoa Senz, puso su influencia al lado de Ortiz Rubio, con decepcin y resen-timiento de muchos. Una parte del Partido Reeleccionista, en fin, aclamando aVasconcelos, haba ido a buscar a su candidato, ya no en los rangos asazdesacreditados de los generales

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    proclives a la seduccin en el proceso revolucionario, sino en la fama de susgalones cvicos, acentuada por su actividad como Ministro de EducacinPblica del gobierno de Obregn.

    Dentro de este conflicto de intereses y de ambiciones inconciliables, no esasombroso que los elementos que se sienten vencidos en el terreno eleccio-nario, apelen a la revuelta. La defeccin de Escobar, Aguirre, Topete y otros

    generales, demuestra que abunda en el partido que, por haber representado ala Revolucin, se llama revolucionario, la ralea oportunista y ambiciosa deGmez y Serrano. Cualesquiera que sean los disfraces de que se revista, esindudable que esta insurreccin tiene el mismo carcter contrarrevolucionariode las insurrecciones de Adolfo de la Huerta en 1923 y de Gmez y Serranoen 1927. Por esto, el gobierno de Portes Gil, a pesar de que l mismo seencaminaba con sus ataques a la CROM a una posicin revisionista y termi-doriana, ha visto reconstituirse a su lado, contra los insurrectos, el sacudido ydisgregado frente nico revolucionario.

    Al encargar a Calles el Ministerio de Guerra, Portes Gil ha realizado unamaniobra esencialmente poltica. Calles cuenta con las simpatas de laCROM, con cuyos jefes Portes Gil anda enemistado. El General Amaro,anterior Ministro de Guerra, en cambio, es uno de los generales abiertamenteacusados por los obreros revolucionarios como profiteurs* de la Revolucin,mancomunados por su inters de nuevos terratenientes con la clase proletaria.Calles es ms un caudillo que un militar. Se usa contra la insurreccin suinfluencia poltica, sus dotes de mando ms que sus cualidades tcnicas.

    Estos hechos hacen casi imposible que la insurreccin prospere. Aun en elcaso de que Escobar, Topete y dems jefes rebeldes obtuviesen momentneasventajas militares sobre los federales, el gobierno de Portes Gil y Callesestara siempre en aptitud de reanudar la ofensiva con grandes fuerzas, muysuperiores moral y mate-

    --------------* Aprovechadores, oportunistas.

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    rialmente a las que puede movilizar la revuelta. Escobar, Topete y sussecuaces carecen de atmsfera popular. Sus oportunistas ofrecimientos delibertad de cultos, y otras maniobras de fondo netamente contrarrevolucio-nario, no pueden granjearles el ambiente sin el cual ningn golpe de Estadopuede llegar a imponerse en un pas como Mxico. No se trata de unarevolucin, sino de un motn contrarrevolucionario, cuyo nico programa

    posible es el que, en caso de victoria, le prestan los grupos conservadoresdesalojados del poder a la cada de Porfirio Daz. El triunfo de un generalreaccionario no sera hoy menos precario que el de Victoriano Huerta. LaRevolucin, aunque desgarrada por sus contrastes internos, es ahora msfuerte que entonces.

    La extrema izquierda, de un lado, y el Partido anti-reeleccionista de Vascon-celos, de otro, han publicado, segn anuncia el cable, sendos manifiestoscondenando la revuelta. No se ha recibido ninguna noticia sobre la actitud de

    los laboristas, pero es indudable que tiene que ser rotundamente adversa a unaintentona en la que estn mezcladas personas que se sealaron por su encar-nizamiento en la ofensiva contra la CROM y Morones que sigui al asesinatode Obregn. Los revoltosos, por consiguiente, no representan sino lacontrarrevolucin en sus peores aspectos.

    Y esto los descalifica totalmente.

    LA REACCION EN MEXICO*

    Portes Gil sigue haciendo contramarchar a la Revolucin Mexicana. Obtuvola victoria sobre la insurreccin militar de Escobar, Aguirre, etc., medianteuna gran movilizacin de las masas revolucionarias -obreras y campesinas-.Pero, en seguida, mientras de una parte se ha apresurado a hacer la paz con elclero, de otra parte ha iniciado la ofensiva contra la extrema izquierda.Algunos de los mismos agraristas, que--------------* Publicado en Mundial: Lima. 6 de Setiembre de 1929.

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    se pusieron a la cabeza de las masas campesinas para defende