jose carlos mariategui tomo 11

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    JOS CARLOS MARITEGUI

    Peruanicemosal

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    BIBLIOTECA AMAUTALIMA-PER

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    POETAS NUEVOS Y POESIA VIEJA*

    Los juegos florales me han comunicado con la nueva generacin de poetasperuanos. Mis andanzas y mis estudios cosmopolitas me tenan desconectadode las cosas y de las emociones que aqu se riman. Hoy no me creo todava

    muy enterado de la calidad ni del nmero de los poetas jvenes; pero s de latemperatura y del humor de su poesa. Naturalmente, los juegos florales nohan atrado a todos los poetas nuevos. Los ms ntimos, los ms recatados, losms originales, les han rehusado huraamente su contribucin.

    Parcialmente comprendo y comparto el sentimiento que los ha alejado de lafiesta. Los juegos florales son una ceremonia provinciana, cursi, medieval.Aqu resultan, adems, una costumbre extranjera y postiza. Me explico que sucoreografa anacrnica no seduzca a todos los poetas. El fallo del jurado

    ltimo no debe ser tomado, por consiguiente, como un juicio sumario sobre lapoesa de la ltima generacin.

    Fuera de los juegos florales he conocido varios poetas que merecen sertratados de otra suerte. Sobre ninguno de ellos se

    --------------* Publicado en Mundial, Lima, 31 de Octubre de 1924.

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    puede decir an una palabra definitiva. Sus personalidades estn enformacin. Pero nos han dado ya algunas anticipaciones muy nobles de suporvenir. Luis Berninzone posee una fantasa poderosa que no necesita sinoencontrar una forma menos retrica y un gusto menos ornamental. ArmandoBazn, que apenas si ha tenido algn furtivo contacto con el pblico, es ya unintrprete hondo del sentimiento trgico de la vida. Juan Maria Merino Vigil

    acusa en sus versos y en su prosa un temperamento lrico y pantesta deinslitos matices. Juan Luis Velsquez, nio-poeta o poeta-nio, tiene ladivina incoherencia de los inspirados. Hay en su pequeo libro algunos bellosdisparates y dos o tres notas admirables. Jacobo Hurwitz no debe ser juzgadopor su incipiente libro, que contiene, sin embargo, algunas emocionesoriginales y sutiles. Magda Portal es algo muy raro y muy precioso en nuestraliteratura: una poetisa. Mario Chvez gusta del funambulismo agresivo ypintoresco de los futuristas. Su poesa es un cohetes de luces policromo yestridente. En torno mo se habla mucho y muy bien de Juan Jos Lora;

    indito hasta ahora. Y probablemente, el nmero de los poetas de estageneracin es mayor an. Yo no intent enumerarlos ni calificarlos a todos enmi elenco.

    No nos faltan poetas nuevos. Lo que nos falta, ms bien, es nueva poesa. Losjuegos florales reunieron, sobre la mesa del jurado, un muestrario exiguo debaratijas sentimentales, de ripios vulgares y de trucos desacreditados. Lamonotona de este paisaje potico movi, sin duda, a Luis Alberto Sn-

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    chez a negar en su vigoroso discurso que la tristeza sea el elemento esencialde nuestra poesa. Esta poesa, dice Snchez, no es triste sino melanclica.Triste es Vallejo; pero no Ureta. Yo agrego que, ms que melanclico, el tonode nuestra poesa es hipocondraco. Pero no acepto la tesis de que estos versossean extraos al ambiente. No es cierto que nuestra gente sea alegre. Aqu nohay ni ha habido alegra. Nuestra gente tiene casi siempre un humor aburrido,

    astnico y gris. Es jaranera pero no jocunda. La jarana es una de las formas desu astenia. Nos falta la euforia, nos falta la juventud de los occidentales.Somos mis asiticos que europeos. Qu vieja, qu cansada; parece esta joventierra sudamericana al lado de la anciana Europa! No es posible saberlo, no esposible sentirlo, sino cuando, en un ambiente occidental, confrontamosnuestra psicologa con la psicologa europea. El europeo tiene una espontneaaptitud orgnica para creer que la vida es bella; nosotros para suponerla triste,aburrida, pesada. "La vita e bella e degna di essere magnificamente vissuta"dice D'Annunzio y su frase refleja el optimismo de su pueblo apasionado,

    voluptuoso y pantesta. El criollo es insensible a la ingenuidad de los "lieder"alemanes y escandinavos. No entiende la efusin, la plenitud con que eleuropeo se entrega integro, sin reserva a la alegra y al placer de una fiesta.Tampoco sabe que el europeo con la misma efusin y la misma plenitud se daentero a la vida. Aqu la embriaguez es melanclica o pendenciera y losborrachos, sin saber por qu, lloran o rien. Aunque una convencin literariay ridcula nos anexe a

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    la raza latina -latinos, nosotros!- nuestra alma, amarilla o cetrina no frater-nizar jams con el alma blonda de los occidentales. Nunca comprendemos elvalor eufrico del cielo azul ni de los verdes racimos del Litium. Hasta lavoluptuosidad, hasta el placer son aqu un poco malhumorados y desconten-tos. Eros es regan y agridulce. Nuestra gente, parece, casi siemprefastidiada, desalentada, nostlgica. Flotan los chistes sobre una laguna

    enferma, sobre una palude de tedio.

    La tristeza, como todas las cosas, tiene sus calidades y sus jerarquas. Nuestragente padece de una tristeza superficial e inspida. Por eso, Luis Alberto, lallama melancola. Por la literatura la vida europeas ha pasado una glidarfaga de pesimismo y de desesperanzas. Andrehiew, Gorky, Block, Barbu-sse:, son tristes. El mismo Pirandello, en su actitud escptica y relativista,tambin lo es. El humorismo y el escepticismo contemporneos son amargos.Aparecen como la sonrisa de un alma desencantada. Pero los criollos no son

    tristes as. No son tampoco desesperada, trgica, wertherianamente tristes.Nuestra poesa no ha destilado, por eso, el acre zumo, las "gotas amargas" dela poesa de Jos Asuncin Silva; las races de la melancola criolla, sobretodo de la melancola limea, no son muy profundas ni muy excelsas. Susgrmenes son la pobreza, la anemia, la limitacin, el provincianismo delambiente. La gente, tiene aqu muy modestos horizontes espirituales ymateriales. Y es, en parte, por esta causa trivial, que se aburre y bosteza Est

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    adems demasiado nutrida de malas lecturas espaolas. Abundan en nuestrapoesa mediocres rapsodias de motivos musicales flamencos o castellanos. Elclima y la meteorologa deben influir tambin en esta crnica depresin de lasalmas. La melancola peruana es la neblina persistente e invencible de untrpico sin gran sol y sin grandes tempestades. El Per no es solo Lima; en elPer hay coma en otros Pases, otros y tramontos suntuosos, cielos azules,

    nieves cndidas, etc. Pero Lima da el ejemplo e impone las modas. Suirradiacin sobre la vida espiritual de las provincias es intensa y constante.Slo los temperamentos fuertes -Csar Vallejo, Cesar Rodrguez, etc,- sabenresistir a su influencia mrbida. Finalmente, no ser acaso esta melancola unsimple producto biliar? "En el amor y en otras cosas de menor cuanta tododepende de la digestin" dice Luis C. Lpez. Lo evidente es que vivimosdentro de un crculo vicioso. La poesa melanclica aburre a la gente y elaburrimiento de la gente segrega poesa melanclica. A algunos de nuestrospoetas les convendra confesarse con un mdico y, como en los versos de

    Silva, decirle: "Doctor, un desencanto de la vida, etc.". El mdico les dara,tambin como en los versos de Silva, varios consejos higinicos y undiagnstico doloroso.

    Es cierto que el mundo moderno anda neurastnico y un poco cansado, pero laneurastenia de las grandes urbes es de otro gnero y es adems muy compleja,muy honda y muy pintoresca. La neurastenia de nuestra gente es artificial ymontona. Su

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    cansancio es -cansancio de los que no han hecho nada.

    Y no es el caso de hablar de modernismo. El modernismo no es slo unacuestin de forma, sino, sobre todo, de esencia. No es modernista el que secontenta de una audacia o una arbitrariedad externas de sintaxis o de metro.Bajo el traje huachafamente nuevo; se siente intacta la vieja sustancia. Para

    qu trasgredir la gramtica si los ingredientes espirituales de la poesa son losmismos de hace veinte o cincuenta amos? "Il faut tre absolument moderne",cmo deca Rimbaud; pero hay que ser moderno espiritualmente: Aqu serespira, generalmente, en los dominios del arte y la inteligencia, un pasadismoincurable y enfermizo. Nuestros poetas se refugian, voluptuosamente, en laevocacin y en la nostalgia ms pueriles, como si su contorno actual careciesede emocin y de inters. No osan domar la belleza sino cuando la suponensuficientemente domstica. El futurismo, el dadasmo; el cubismo, son en lasgrandes urbes un fenmeno espontneo, un producto genuino de la vida. El

    estilo nuevo de la poesa es cosmopolita y urbano. Es la espuma de unacivilizacin ultrasensible y quintaesenciada. No es asequible por ende a unambiente provinciano. Es una moda que no encuentra aqu los elementosnecesarios para aclimatarse. Es el perfume, es el efluvio lrico del esprituhumorista, escptico, relativista de la decadencia burguesa. Esta poesa, sinsolemnidad y sin dramaticidad, que aspira a ser un juego, un deporte, unapirueta, no florecer entre nosotros.

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    No es tampoco el caso de hablar de decadencia de la poesa peruana. Nodecae sino lo que alguna vez ha sido grande. Y una rpida investigacin nospersuadir de que la poesa de ayer no era mejor que la poesa de hoy. Lospoetas de hoy no usan como los de ayer, unas melenas muy largas y unascamisas muy sucias. Su higiene y su esttica han ganado mucho. Las brisas ylos barcos de occidente traen un polen nuevo. Algunos artistas de la nueva

    generacin comprenden ya que la torre de marfil era la triste celda de un almaexage y anmica. Abandonan el ritornello gris de la melancola, y seaproximan al dolor social que les descubrir un mundo menos finito. De estosartistas podemos esperar una poesa ms humana, ms fecunda, msespontnea, ms biolgica.

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    PASADISMO Y FUTURISMO*

    Luis Alberto Snchez y yo hemos constatado recientemente que uno de losingredientes, tanto espirituales como formales, de nuestra literatura y nuestravida es la melancola. Bien. Pero otro, menos negligible tal vez, es elpasadismo. Estos elementos no coinciden arbitraria o casualmente. Coinciden

    porque son solidarios, porque son consustanciales, porque son consanguneos.Son dos aspectos congruentes de un solo fenmeno, dos expresiones manco-munadas de un mismo estado de nimo. Un hombre aburrido, hipocondraco,gris, tiende no solo a renegar el presente y a desesperar del porvenir sinotambin a volverse hacia el pasado. Ninguna nima, ni an la ms nihilista, secontenta ni se nutre nicamente de negaciones. La nostalgia del pasado es laafirmacin de los que repudian el presente. Ser retrospectivos es una de lasconsecuencias naturales de ser negativos. Podra decirse, pues, que la genteperuana es melanclica porque es pasadista y es pasadista porque es

    melanclica.Las preocupaciones de otros pueblos son ms o menos futuristas. Las delnuestro casi siempre tcita o explcitamente pasadistas. El futuro ha tenido enesta

    --------------* Publicado en Mundial, Lima, 28 de noviembre de 1924

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    inefable y huachafa ternura, ese pasado postizo y mediocre. Al gracejo, a lacoquetera de algunos episodios y algunos personajes de la colonia, que nodeberan ser sino un amable motivo de murmuracin, les han sido conferidospor esa literatura un valor esttico, una jerarqua espiritual, exorbitantes,artificiales, caprichosos. Los temas y los dramatis personae del virreinato nohan sido abandonados a los humoristas a quienes pertenecan, por antonoma-

    sia, sus motivos cmicos y sus motivos galantes y casanovescos, don RicardoPalma hizo de ellos un uso adecuado e inteligente, contndonos con sumalicia y su donaire limeos, las travesuras de los virreyes y de su clientela.La Calesa de la Perricholi, que Antonio Garland ha traducido con finoesmero y gusto gentil es otra pieza que se mantiene dentro de los mismoslmites discretos. Toda esa literatura estaba y est muy bien. La que est males esa otra literatura nostlgica que evoca con uncin y gravedad las aventurasy los chismes de una poca sin grandeza. El fausto, la pompa colonial sonuna mentira. Una poca fastuosa, magnfica, no se improvisa, no nace del

    azar. Menos an desaparece sin dejar huellas. Creemos en la elegancia de lapoca "rococo" porque tenemos de ella, en los cuadros de Watteau y Frago-nard, y en otras cosas ms plsticas y tangibles, preciosos testimonios fsicosde su existencia. Pero la colonia no nos ha legado sino una calesa, un casern,unas cuantas celosas y, varias supersticiones. Sus vestigios son insignifican-tes. Y no se diga que la historia del virreinato fue demasiado fugaz ni Limademasiado chica.

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    Pequeas ciudades italianas guardan, como vestigio de trescientos o dos-cientos aos de historia medieval, un conjunto maravilloso de monumentos yde recuerdos. Y es natural. Cada una de esas ciudades era un gran foco de artey de cultura.

    Adorar, divinizar, cantar el virreinato es, pues, una actitud de mal gusto. Los

    literatos e intelectuales que, movidos por un aristocratismo y un estetismoramplones, han ido a abastecerse de materiales y de musas en los caserones yguardarropas de la colonia, han cometido una cursilera lamentable. La poca"rococo" fue de una aristocracia autntica. Francia, sin embargo, no sienteninguna necesidad espiritual de restaurarla. Y las escenas de la revolucin

    jacobina, la msica demaggica de la marsellesa, pesan mucho ms en la vidade Francia que los melindres y los pecados de Madame Pompadour. Aqu,debemos convencernos sensatamente de que cualquiera de los modernos yprosaicos buildings de la ciudad, vale esttica y prcticamente ms que todos

    los solares y todas las celosas coloniales. La "Lima que se va" no tieneningn valor serio, perfume potico, aunque Glvez se esfuerce por demos-trarnos, elocuentemente, lo contrario. Lo lamentable no es que esa Lima vaya,sino que no se haya ido ms de prisa.

    El doctor Mackay, en una conferencia, se refiri discretamente al pasadismodominante en nuestra intelectualidad. Pero emple, tal vez por cortesa, untrmino inexacto. No habl de "pasadismo" sino de

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    "historicismo". El historicismo es otra cosa. Se llama historicismo una notoriacorriente de filosofa de la historia. Y si por historicismo, se entiende laaptitud para el estudio histrico, aqu no hay ni ha habido historicismo. Lacapacidad de comprender el pasado es solidaria de la capacidad de sentir elpresente y de inquietarse por el porvenir. El hombre moderno no es slo el

    que ms ha avanzado en la reconstruccin de lo que fue, sino tambin el quems ha avanzado en la previsin de lo que ser.

    El espritu de nuestra gente es, pues, pasadista; pero no es histrico. Tenemosalgunos trabajos parciales de exploracin histrica, ms no tenemos todavaningn gran trabajo de sntesis. Nuestros estudios histricos son, casi en sutotalidad, inertes o falsos, fros o retricos.

    El culto romntico del pasado es una morbosidad de la cual necesitamos

    curarnos. Oscar Wilde, con esa modernidad admirable que late en su pensa-miento y en sus libros, deca: "El pasado es lo que los hombres no habrandebido ser; el presente es lo que no deberan ser". Un pueblo fuerte, una grangeneracin robusta no son nunca plaideramente nostlgicos, no son nuncaretrospectivos. Sienten, plenamente, fecundamente, las emociones de supoca. "Quien se entretenga, en idealismos provincianos -escribe OswaldSpengler, el hombre de mayor perspectiva histrica de nuestro tiempo- ybusque para la vida estilos de tiempos pretritos, que renuncie a comprenderla historia, a vivir la historia, a crear la historia".

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    Una de las actitudes de la juventud, de la poesa, del arte y del pensamientoperuanos que conviene alentar es la actitud un poco iconoclasta que, gradual-mente, van adquiriendo. No se puede afirmar hechos e ideas nuevas si no serompe definitivamente con los hechos e ideas viejas. Mientras algn e cordnumbilical nos una a las generaciones que nos han precedido, nuestra genera-cin seguir alimentndose de prejuicios y de supersticiones. Lo que este pas

    tiene de vital son sus hombres jvenes; no sus mestizas antiguallas. El pasadoy sus pobres residuos son, en nuestro caso, un patrimonio demasiado exiguo;El pasado, sobre, todo, dispersa, aisla, separa, diferencia demasiado loselementos de la nacionalidad, tan mal combinados, tal mal concertadostodava. El pasado nos enemista. Al porvenir le toca darnos unidad.

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    LO NACIONAL Y LO EXOTICO*

    Frecuentemente se oyen voces de alerta contra la asimilacin de ideasextranjeras. Estas voces denuncian el peligro de que se difunda en el pas unaideologa inadecuada a la realidad nacional. Y no son una protesta de lassupersticiones y de los prejuicios del difamado vulgo. En muchos casos, estas

    voces parten del estrato intelectual.

    Podran acusar una mera tendencia proteccionista, dirigida a defender losproductos de la inteligencia nacional de la concurrencia extranjera. Pero losadversarios de` la ideologa extica slo rechazan las importaciones contrariasal inters conservador. Las importaciones tiles a ese inters no les parecennunca malas, cualquiera que sea su procedencia. Se trata, pues, de una simpleactitud reaccionaria, disfrazada de nacionalismo,

    La tesis en cuestin se apoya en algunos frgiles lugares comunes. Ms queuna tesis es un dogma. Sus sostenedores demuestran, en verdad, muy pocaimaginacin. Demuestran, adems, muy exiguo conocimiento de la realidadnacional. Quieren que

    --------------* Publicado en Mundial, 9 de diciembre do 1924.

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    se legisle para el Per, que se piense y se escriba para los peruanos y que seresuelva nacionalmente los problemas de la peruanidad, anhelos que suponenamenazados por las filtraciones del pensamiento europeo. Pero todas estasafirmaciones son demasiado vagas y genricas. No demarcan el lmite de lonacional y lo extico. Invocan abstractamente una peruanidad que no intentan,antes, definir.

    Esa peruanidad, profusamente insinuada, es un mito, es una ficcin. Larealidad nacional esta menos desconectada, es menos independiente deEuropa, de lo que suponen nuestros nacionalistas. El Per contemporneo semueve dentro de la rbita de la civilizacin occidental. La mistificada realidadnacional no es sino un segmento, una parcela de la vasta realidad mundial.Todo lo que el Per contemporneo estima lo ha recibido de esa civilizacinque no s si los nacionalistas a ultranza calificarn tambin de extica. Existehoy una ciencia, una filosofa, una democracia, un arte, existen mquinas,

    instituciones, leyes, genuina y caractersticamente peruanos? El idioma quehablamos y que escribimos, el idioma siquiera, es acaso un producto de lagente peruana?

    El Per es todava una nacionalidad en formacin. Lo estn construyendosobre los inertes estratos indgenas, los aluviones de la civilizacin occidental.La conquista espaola aniquil la cultura incaica. Destruy el Per autctono.Frustr la nica peruanidad que ha existido. Los espaoles extirparon

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    del suelo y de la raza todos los elementos vivos de le cultura indgena.Reemplazaron la religin incsica con lar religin catlica romana. De lacultura incsica no dejaron sino vestigios muertos. Los descendientes losconquistadores y colonizadores constituyeron el cimiento del Per actual. Laindependencia fue realizada por esta poblacin criolla. La idea de la libertadno brot espontneamente de nuestro suelo; su germen nos vino de fuera. Un

    acontecimiento europeo, la revolucin francesa, engendr la independenciaamericana. Las races de la gesta libertadora se alimentaron de la ideologa delos Derechos del Hombre y del Ciudadano. Un artificio histrico clasifica aTpac Amaru como un precursor de la independencia peruana. La revolucinde Tpac Amaru la hicieron los indgenas; la revolucin de la independenciala hicieron los criollos. Entre ambos acontecimientos no hubo consanguinidadespiritual ni ideolgica. A Europa, de otro lado, no le debimos slo la doctrinade nuestra revolucin, sino tambin la posibilidad de actuarla. Conflagrada ysacudida, Espaa no pudo, primero, oponerse vlidamente a la libertad de sus

    colonias. No pudo, ms tarde, intentar su reconquista. Los Estados Unidosdeclararon su solidaridad con la libertad de la Amrica espaola. Aconteci-mientos extranjeros en suma, siguieron influyendo en los destinos hispano-americanos. Antes y despus de la revolucin emancipadora, no falt genteque crea que el Per no estaba preparado para la independencia. Sin duda,encontraban exticas la libertad y democracia. Pero la historia no le da razna esa gen-

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    te negativa y escptica, sino a la gente afirmativa, romntica, heroica, quepens que son aptos para la libertad todos los pueblos que saben adquirirla.

    La independencia aceler la asimilacin de la cultura europea. El desarrollodel pas ha dependido directamente de este proceso de asimilacin. El indus-

    trialismo, el maquinismo, todos los resortes materiales del progreso nos hanllegado de fuera. Hemos tomado de Europa y Estados Unidos todo lo quehemos podido. Cuando se ha debilitado nuestro contacto con el extranjero, lavida nacional, se ha deprimido. El Per ha quedado as insertado dentro delorganismo de la civilizacin occidental.

    Una rpida excursin por la historia peruana nos entera de todos los elemen-tos extranjeros que se mezclan y combinan en nuestra formacin nacional.Contrastndolos, identificndolos, no es posible insistir en aserciones arbi-

    trarias sobre la peruanidad. No es dable hablar de ideas polticas nacionales.Tenemos el deber de no ignorar la realidad nacional; pero tenemos tambin eldeber de no ignorar la realidad mundial. El Per es un fragmento de un mundoque sigue una trayectoria solidaria. Los pueblos con ms aptitud para elprogreso son siempre aquellos con ms aptitud para aceptar las consecuenciasde su civilizacin y de su poca. Qu se pensara de un hombre que rechaza-se, en el nombre de la peruanidad, el aeroplano, el radium, el linotipo, consi-

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    derndolos exticos? Lo mismo se debe pensar del hombre que asume esaactitud ante las nuevas ideas y los nuevos hechos humanos.

    Los viejos pueblos orientales a pesar de las races milenarias de sus institu-ciones, no se clausuran, no se aislan. No se sienten independientes de lahistoria europea. Turqua, por ejemplo, no ha buscado su renovacin en sus

    tradiciones islmicas; sino en las corrientes de la ideologa occidental.Mustaf Kemal ha agredido las tradiciones. Ha despedido de Turqua al kalifay a sus mujeres. Ha creado una repblica de tipo europeo. Este orientamientorevolucionario e iconoclasta no marca, naturalmente, un perodo de decaden-cia, sino un perodo de renacimiento nacional. La nueva Turqua, la herticaTurqua de Kemal ha sabido imponerse, con las armas y el espritu, el respetode Europa. La ortodoxa Turqua, la tradicionalista Turqua de los sultanessufra, en cambio, casi sin protesta, todos los vejmenes y todas las expolia-ciones de los occidentales. Presentemente, Turqua no repudia la teora ni la

    tcnica de Europa; pero repele los ataques de los europeos a su libertad. Sutendencia a occidentalizarse no es una capitulacin de su nacionalismo.

    As se comportan antiguas naciones poseedoras de formas polticas, sociales yreligiosas propias y fisonmicas. Cmo podr, por consiguiente el Per, queno ha cumplido an su proceso de formacin nacional, aislarse de las ideas ylas emociones europeas?

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    Un pueblo con voluntad de renovacin y de crecimiento no puede clausurarse.Las relaciones internacionales de la inteligencia tienen que ser, por fuerza,librecambistas. Ninguna idea que fructifica, ninguna idea que aclimata, es unaidea extica. La propagacin de una idea no es culpa ni es mrito de susasertores; es culpa o es mrito de la historia. No es romntico pretender adap-tar el Per a una realidad nueva. Ms romntico es querer negar esa realidad

    acusndola de concomitancias con la realidad extranjera: Un socilogo ilustredijo una vez que en estos pueblos sudamericanos falta "atmsfera de ideas".Sera insensato enrarecer ms esa atmsfera con la persecucin de las ideasque, actualmente, estn fecundando la historia humana. Y si msticamente,gandhianamente, deseamos separarnos y desvincularnos de la "satnicacivilizacin europea", como Gandhi la llama, debemos clausurar nuestrosconfines no slo a sus teoras sino tambin a sus mquinas para volver a lascostumbres y a los ritos incsicos. Ningn nacionalista criollo, aceptara,seguramente, esta extrema consecuencia de su jingoismo. Porque aqu el

    nacionalismo no brota de la tierra, brota de la raza. El nacionalismo a ultranzaes la nica idea efectivamente extica y forastera que aqu se propugna. Yque, por forastera y extica, tiene muy poca chance de difundirse en elconglomerado nacional.

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    EL PROBLEMA PRIMARIO DEL PERU*

    Antes de que se apaguen los ecos de la conmemoracin de la figura y de laobra de Clorinda Matto de Turner, antes de que se dispersen los delegados delcuarto congreso de la raza indgena, dirijamos la mirada al problema funda-mental, al problema primario del Per. Digamos algo de lo que dira cierta-mente Clorinda Matto de Turner si viviera todava. Este es el mejor homenajeque podemos rendir los hombres nuevos, los hombres jvenes del Per, a lamemoria de esta mujer singular que, en una poca ms cmplice y ms fraque la nuestra, insurgi noblemente contra, las injusticias y los crmenes delos expoliadores de la raza indgena.

    La gente criolla, la gente metropolitana, no ama este rudo tema. Pero sutendencia a ignorarlo, a olvidarlo, no debe contagiarse. El gesto del avestruzque, amenazado, esconde bajo el ala la cabeza, es demasiado estlido. Connegarse a ver un problema, no se consigue que el problema desaparezca. Y elproblema de los indios es el problema de ms de las tres cuartas partes de lapoblacin del Per. Es el problema de la mayora.

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    * Publicado en Mundial, Lima, 6 de febrero de 1925

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    Es el problema de la nacionalidad. La escasa disposicin de nuestra gente aestudiarlo y a enfocarlo honradamente es un signo de Pereza mental y, sobretodo, de insensibilidad moral.

    Virreinato, desde ste y otros puntos, de vista, aparece menos culpable que laRepblica. Al Virreinato le corresponde, originalmente, toda la responsabili-

    dad de la miseria y la depresin de los indios. Pero, en ese tiempo inquisito-rial, una gran voz humanitaria, una gran voz cristiana, la de fray Bartolom dlas Casas, defendi vibrantemente a loa indios contra 1os metodos brutales delos colonizadores. No ha habido en la Republica un defensor tan eficaz y tanporfiado de: la raza aborigen.

    Mientras el Virreinato era un rgimen medieval y extranjero, la Repblica esformalmente un rgimen peruano y liberal. Tiene, por consiguiente, larepblica deberes que no tena el virreinato. A la Repblica le tocaba elevar la

    condicin del indio. y contrariando este deber, la Repblica ha pauperizado alindio, ha agravado su depresin y ha exasperado su miseria. La Repblica hasignificado para los indios la ascensin de una nueva clase dominante que seha apropiado sistemticamente de sus tierras.

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    En general, en el encomendero espaol haba, frecuentemente, algunoshbitos nobles de seoro. El encomendero criollo tiene todos los defectos delplebeyo y ninguna de las virtudes del hidalgo. La servidumbre del indio, ensuma, no ha disminuido bajo la Repblica. Todas las revueltas, todas lastempestades del indio, han sido ahogadas en sangre. A las reivindicacionesdesesperadas del indio les ha sido dada siempre una respuesta marcial. El

    silencio de la puna ha guardado luego el trgico secreto de estas respuestas.La Repblica ha restaurado, en fin, bajo el ttulo de conscripcin vial, elrgimen de las mitas. Contra esta restauracin no han protestado, naturalmen-te, nuestros nacionalistas. Jorge Basadre, un joven escritor de vanguardia, hasido uno de los pocos que han sentido el deber de denunciar, -en un estudiomoderado y discreto que resulta sin embargo una tremenda requisitoria-, elverdadero carcter de la conscripcin vial, Los retricos del nacionalismo nohan imitado su ejemplo.

    La Repblica, adems, es responsable de haber aletargado y debilitado lasenergas de la raza. La insurreccin de Tpac Amaru prob, en las postrime-ras del virreinato, que los indios eran an capaces de combatir por su libertad.La independencia enerv esa capacidad. La causa de la reden-

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    cin del indio se convirti en una especulacin demaggica de algunoscaudillos. Los partidos criollos la inscribieron en su programa. Adormecieronas en los indios la voluntad de luchar por sus reivindicaciones.

    Pero, aplazando la solucin del problema indgena, 1a Repblica ha aplazadola realizacin de sus sueos de progreso. Una poltica realmente nacional

    puede prescindir del indio, no puede ignorar al indio. El indio es el cimientode nuestra nacionalidad en formacin. La opresin enemista al indio con lacivilidad. Lo anula, prcticamente, como elemento de progreso. Los queempobrecen y deprimen al indio, empobrecen y deprimen a la nacin.Explotado, befado, embrutecido, no puede el indio ser un creador de riqueza.Desvalorizarlo, depreciarlo como hombre equivale a desvalorizarlo, adepreciarlo como productor. Solo cuando el indio obtenga para s elrendimiento de su trabajo, adquirir la calidad de consumidor y productor quela economa de una nacin moderna necesita en todos los individuos. Cuando

    se habla de la peruanidad, habra que empezar por investigar si esta peruani-dad comprende al indio. Sin el indio no hay peruanidad posible. Esta verdaddebera ser vlida, sobre todo, para las personas de ideologa meramenteburguesa, demo-liberal y nacionalista. El lema de todo nacionalismo, acomenzar del nacionalismo de Charles Maurras y L'Action Franaise, dice:"Todo lo que es nacional es nuestro".

    El problema del indio, que es el problema del Per, no puede encontrar susolucin en una frmula abstractamente huma-

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    nitaria. No puede ser consecuencia de un movimiento filantpico. Lospatronatos de caciques y de rbulas son una befa. Las ligas del tipo de laextinguida Asociacin Pro-Indgena son una voz que clama en el desierto. LaAsociacin Pro-Indgena no lleg siquiera a convertirse en un movimiento. Suaccin se redujo, gradualmente; a la accin generosa, abnegaba, nobilsima,personal, de Pedro S. Zulen. Como experimento, el de la Asociacin Pro-

    Indgena fue un experimento negativo. Sirvi para contrarrestar, para medir,la insensibilidad moral de una generacin y de una poca.

    La solucin del problema del indio tiene que ser una solucin social. Susrealizadores deben ser los propios indios. Este concepto conduce a ver en lareunin de los congresos indgenas un hecho histrico. Los congresosindgenas no representan todava un programa; pero representan ya unmovimiento. Indican que los indios comienzan a adquirir conciencia colectivade su situacin. Lo que menos importa del congreso indgena son sus debates

    y sus votos. Lo trascendente, lo histrico es el congreso en s mismo. Elcongreso como afirmacin de la voluntad de la raza de formular sus reivindi-caciones. A los indios les falta vinculacin nacional. Sus protestas han sidosiempre regionales. Esto ha contribuido, en gran parte, a su abatimiento. Unpueblo de cuatro millones de hombres, consciente de su nmero, no desesperanunca de su porvenir: Los mismos cuatro millones de hombres, mientras noson sino una masa inorgnica, una muchedumbre dispersa, son incapaces

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    de decidir su rumbo histrico1. En el Congreso indgena, el indio del norte seha encontrado con el indio del centro y con el indio del sur. El indio, en elcongreso, se ha comunicado, adems, con los hombres de la vanguardia de lacapital. Estos hombres lo tratan como a su hermano. Su acento es nuevo, sulenguaje es nuevo tambin. El indio reconoce en ellos, su propia emocin. Suemocin de s mismo se ensancha con este contacto. Algo todava muy vago,

    todava muy confuso, se bosqueja en esta nebulosa humana, que contieneprobablemente, seguramente, los grmenes del porvenir de la nacionalidad.

    --------------1 El texto de este artculo, desde el tercer prrafo, hasta aqu, se encuentra

    reproducido, con pequeas modificaciones en 7 Ensayos de Interpretacinde la Realidad Peruana, "El Problema del Indio. Sumaria revisin histrica",pgs. 46-49. Volumen 2, de la primera serie Popular (N. de los E.).

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    VIDAS PARALELAS: E. D. MORAL PEDRO S. ZULEN*

    Quin, entre nosotros, debera haber escrito el elogio del gran profesor de

    idealismo E. D. Morel? Todos los que conozcan los rasgos esenciales delespritu de E. D. Morel respondern, sin duda, que Pedro S. Zulen. Cuando,hace algunos das, encontr en la prensa europea la noticia de la muerte deMorel, pens que esta "figura de la vida mundial" perteneca, sobre todo, aZulen. Y encargu a Jorge Basadre de comunicar a Zulen que E. D. Morelhaba muerto. Zulen estaba mucho ms cerca de Morel que yo. Nadie podaescribir sobre Morel con ms adhesin a su personalidad ni con ms emocinde su obra.

    Hoy esta asociacin de Morel a Zulen, se acenta y se precisa en mi con-ciencia. Pienso que se trata de dos vidas paralelas. No de dos parejas sino,nicamente de dos vidas paralelas, dentro del sentido que el concepto de vidasparalelas tiene en Plutarco. Bajo los matices externos de ambas vidas, tanlejanas en el espacio, se descubre la

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    * Publicado en Mundial, Lima, 6 de de 1925.

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    trama de una afinidad espiritual y de parentesco ideolgico que las aproximaen el tiempo y en la historia. Ambas vidas tienen de comn, en primer lugar,su profundo idealismo. Las mueve una fe obstinada en la fuerza creadora delideal y del espritu. Las posee el sentimiento de su predestinacin para unapostolado humanitario y altruista. Aproxima e identifica, adems, a Zulen yMorel una honrada y proba filiacin democrtica. El pensamiento de Morel y

    de Zulen aparece anlogamente nutrido de la ideologa de la democracia pura,

    Enfoquemos los episodios esenciales de la biografa de Morel.

    Antes de la guerra mundial, Morel ocupa ya un puesto entre los hombres devanguardia de la Gran Bretaa. Denuncia implacablemente los mtodosbrutales del capitalismo en frica y Asia. Insurge en defensa de los puebloscoloniales. Se convierte en el asertor ms vehemente de los derechos de loshombres de color. Una civilizacin que asesina y extorsiona a los indgenas de

    Asia y frica es para Morel una civilizacin criminal. Y la voz del graneuropeo no clama en el desierto. Morel logra movilizar contra el imperialismodesptico y marcial de Occidente a muchos espritus libres, a muchas con-ciencias independientes. El imperialismo britnico encuentra uno de sus msimplacables jueces en este austero fautor de la democracia. Ms tarde, cuandola fiebre blica, que la guerra difunde en Europa, trastorna e intoxica lainteligencia occidental, Morel es uno de los in-

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    telectuales que se mantiene fieles a la causa de la civilizacin. Milita activa yheroicamente en ese histrico grupo de conscientious objectors que, en plenaguerra, afirma valientemente, su pacifismo. Con los ms puros y altosintelectuales de la Gran Bretaa -Bernard Shaw, Bertrand Russell, NormalAngell, Israel Zangwill- Morel defiende los fueros de la civilizacin y de lainteligencia frente a la guerra y la barbarie. Su propaganda pacifista, como

    secretario de la Union of Democratic Control, le atrae un proceso. Susjueces lo condenan a seis meses de prisin en agosto de 1917. Esta condenatiene, no obstante el silencio de la prensa, movilizada militarmente, unaextensa repercusin europea. Romain Rolland escribe en Suiza una vibrantedefensa de Morel: "Por todo lo que s de l, -dice- por su actividad anterior ala guerra, por su apostolado contra los crmenes de la civilizacin en frica,por sus artculos de guerra, muy raramente reproducidos en las revistas suizasy francesas, yo lo miro como un hombre de gran coraje y de fuerte fe.Siempre os servir la verdad, servirla cnicamente, sin cuidado de los peligros

    ni de los odios acumulados contra su persona y, lo que es mucho ms raro yms difcil, sin cuidado de sus propias simpatas, de sus amistades, de supatria misma, cuando la verdad se encontraba en desacuerdo con su patria.Desde este punto de vista, l es de la estirpe de todos los grandes creyentes:cristianos de los primeros tiempos, reformadores del siglo de los combates,librepensadores de las pocas heroicas, todos aquellos que han puesto porencima de todo su fe en la ver-

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    dad, bajo cualquier forma que sta se les presente, o divina, o laica, sagradasiempre". Liberado, Morel reanuda su campaa. Mejores tiempos llegan parala Union of Democratic Control. En las elecciones de 1921 el IndependentLabour Party opone su candidatura a la de Winston Churchill, el msagresivo capataz del antisocialismo britnico, en el distrito electoral deDundee. Y, aunque todo diferencia a Morel del tipo de poltico o de agitador

    profesional, su victoria es completa. Esta victoria se repite en las eleccionesde 1923 y en las elecciones de 1924. Morel se destaca entre las ms cons-picuas figuras intelectuales y morales del Labour Party. Aparece, en todo elvasto escenario mundial, como uno de los asertores ms ilustres de la Paz y dela Democracia. Voces de Europa, de Amrica y del Asia reclaman para Morelel premio Nbel de la paz. En este instante, lo abate la muerte.

    "La muerte de E. D. Morel -escribe Paul Colin en Europe- es un captulo denuestra vida que se acaba y uno de aquellos en los cuales pensaremos ms

    tarde con ferviente emocin. Pues l era, con Romain Rolland, el smbolomismo de la Independencia del Espritu. Su invencible optimismo, suhonradez, indomable, su modestia calvinista, su bella intransigencia, todoconcurra a hacer de este hombre un gra, un consejero un jefe espiritual".

    Como dice Colin, todo un capitulo de la historia del pacifismo termina con E.D. Morel. Ha sido Morel un de los ltimos grandes idealistas de la democra-cia. Pertenece

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    a la categora de los hombres que, heroicamente, han hecho el proceso delcapitalismo europeo y de sus crmenes; pero que no han podido ni han sabidoejecutar su condena.

    II

    Reivindiquemos para Pedro S. Zulen, ante todo, el honor y el mrito de habersalvado su pensamiento y su vida de la influencia de la generacin con la cualle toc convivir en su juventud. El pasadismo de una generacin conservadoray hasta tradicionalista que, por uno de esos caprichos del paradojal lxicocriollo, es apodada hasta ahora generacin "futurista" , no logr depositar supolilla en la mentalidad de este hombre bueno e inquieto. Tampoco lograronseducirla el decadentismo y el estetismo de la generacin "colnida". Zulen semantuvo al margen de ambas generaciones. Con los "colnidas" coincida enla admiracin al poeta Eguren; pero del "colonidismo" lo separaba absoluta-

    mente su humor austero y asctico.La juventud de Zulen nos ofrece su primera analoga concreta con E. D.Morel, Zulen dirige la mirada al drama de la raza peruana. Y, con una abne-gacin nobilsima, se consagra a la defensa del indgena. La Secretara de laAsociacin Pro-Indgena absorbe, consume sus energas. La reivindicacindel indio es su ideal. A las redacciones de los diarios llegan todos los das lasdenuncias de la Asociacin. Pero, menos afortunado que Morel en la GranBretaa, Zulen no consigue la adhesin de muchos

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    espritus libres a su obra. Casi solo la contina, sin embargo, con el mismofervor, en medio de la indiferencia de un ambiente glido. La Asociacin Pro-Indgena nos sirve para constatar la imposibilidad de resolver el problema delindio mediante patronatos o ligas filantrpicas. Y para medir el grado deinsensibilidad moral de la conciencia criolla.

    Perece la Asociacin Pro-Indgena; pero la causa del indio tiene siempre enZulen su principal propugnador. En Jauja, a donde lo lleva su enfermedad,Zulen estudia al indio y aprende su lengua. Madura en Zulen, lentamente, lafe en el socialismo. Y se dirige una vez a los indios en trminos que alarman ymolestan la cuadrada estupidez de los caciques y funcionarios provincianos.Zulen es arrestado. Su posicin frente al problema indgena se precisa y sedefine ms cada da. Ni la filosofa ni la Universidad lo desvan, ms tarde, dela ms fuerte pasin de su alma.

    Recuerdo nuestro encuentro en el Tercer Congreso Indgena, hace un ao. Elestrado y las primeras bancas de la sala de la Federacin de Estudiantesestaban ocupadas por una policroma multitud indgena. En las bancas de atrs,nos sentbamos los dos nicos espectadores de la Asamblea. Estos dos nicosespectadores ramos Zulen y yo. A nadie ms haba atrado este debate.Nuestro dilogo de esa noche aproxim definitivamente nuestros espritus.

    Y recuerdo otro encuentro ms emocionado todava: el encuentro de Pedro S.Zu-

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    len y de Ezequiel Urviola, organizador y delegado de las federacionesindgenas del Cuzco, en mi casa, hace tres meses. Zulen y Urviola secomplacieron recprocamente de conocerse. "El problema indgena -dijoZulen- es el nico problema del Per".

    Zulen y Urviola no volvieron a verse. Ambos han muerto en el mismo da.

    Ambos, el intelectual erudito y universitario y el agitador oscuro, parecenhaber tenido una misma muerte y un mismo sino.

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    DON PEDRO LPEZ ALIAGA*

    I

    Don Pedro Lpez Aliaga era de la buena y vieja estirpe romntica. No le

    atrajo nunca la Civilizacin de la Potencia. Guard siempre en su nima lanostalgia de la Civilizacin de la Sabidura. No quiso ser poltico ni comer-ciante. Tuvo gustos solariegos. Y am, con hidalga distincin espiritual, cosasque su generacin am muy poco: la msica, la pintura. Fue amigo de BacaFlor, de Astete, de Valle Riestra. Baca Flor le hizo aquel retrato que quedacomo el mejor documento de la personalidad de don Pedro. En ese retrato,don Pedro parece un caballero de otra edad. El continente, el ademn, labarba, la mirada, pertenecen a un evo en que don Pedro habra preferido vivir.

    II

    Lpez Aliaga visit Pars, por primera vez en una poca en que Pars era laciudad de la bohemia de Mrger. La urbe ignoraba todava un elemento, unasensacin de la vida moderna: la velocidad. El boulevard no conoca casisino el paso del fiacre, digno y

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    * Publicado en Mundial, Lima, 3 de abril de 1925

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    grave como el de un decado y noble seor. En el pescante, el cochero, consombrero de copa, tena el mismo aire grave y digno. Nada auguraba an elescndalo de los tranvas y de los automviles. La carretilla de mano deCrainquebille no habra encontrado en la rue Montmartre un polica tanpreocupado de la circulacin como el que hizo conocer la justicia burguesa.Y, por consiguiente, la vida del humilde personaje de Anatole France sehabra ahorrado un drama. A don Pedro le gustaba Pars as. Pars le revel a

    Berlioz. Y don Pedro permaneci fiel, todo su vida, a Berlioz y a los fiacres.Era con sus cocheros con sombrero de copa como a don Pedro le complacaevocar Pars cuando, en los ltimos aos, le tocaba atravesar, entre elestruendo de mil claxons, la Plaza de la Opera.

    Como Ruskin, don Pedro no amaba la mquina. Como Ruskin, no habraquerido que las sirenas y las hlices de botes a vapor violasen los dormidoscanales de Venecia. Detestaba los tneles, los "elevadores", los rascacielos.Todos, los alardes materiales del Progreso le eran antipticos. No se senta

    cmodo en medio de la modernidad, pero tampoco era el suyo un espritumedieval. Ms que la penumbra gtica le atraa la luz latina. Entre todas laspocas habra elegido, probablemente, para su vida, el Renacimiento. En estodon Pedro no coincida absolutamente con Ruskin. A don Pedro le seduca noslo el arte del Renacimiento sino tambin el arte barroco. Tintoretto era unode sus predilectos.

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    III

    La msica fue uno de sus grandes amores. Posea, en msica, un gusto eclc-tico. No le interesaba, como a otros, una msica. Le interesaba la msica.Ningn genio, ningn estilo, ninguna escuela acapararon, como en otrosamadores de este arte, la totalidad de su admiracin. Palestrina, Haendel,Beethoven, Wagner, Berlioz, no le impedan comprender y estimar a Debu-

    ssy, a Strauss. En la msica italiana de hoy estimaba los ms modernos: aCasella, a Malipiero. La msica rusa era, ltimamente, una de sus msicasdilectas.

    La cultura musical limea le debe mas de lo que generalmente se conece. DonPedro fue uno de los fundadores y uno de los animadores sustantivos de laSociedad Filarmnica. A la Sociedad Filarmnica y a la Academia Nacionalde Msica dio, durante mucho tiempo, una colaboracin eminente. Don Pedrono era responsable de la anemia de ambas instituciones. Le corresponda, en

    cambio, el mrito de haber inspirado, con recto espritu, sus comienzos.IV

    Este hombre bueno, noble, sentimental, no pudo, naturalmente, conquistar elxito, No lo ambicion siquiera. Asisti, sin envidia, con una sonrisa, alencumbramiento de sus ms mediocres contemporneos. Mientras los hom-bres de su generacin escalaban las ms altas posiciones, en la poltica, donPedro gastaba sus veladas en lricas empresas y romnticos trabajos. Escriba

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    crticas musicales. Discurra sobre tpicos del arte y de la vida. Dialogaba consu fraternal amigo el pintor Astete.

    La mala poltica le tendi una vez sus redes. Don Pedro, solicitado amistosa-mente por don Manuel Candamo, acept ser nombrado Prefecto de Hunuco.Pero Romaa, presidente entonces, quiso conversar con el joven candidato deCandamo. Y descubri, en el coloquio, que don Pedro no era del pao de las

    "bonnes a tout faire" de la poltica. El nombramiento result misteriosamentetorpedeado en el consejo de ministros. Don Pedro se salvo de ser prefecto Yse salv, por ende, de llegar a diputado o a ministro.

    V

    En Roma, durante dos aos, don Pedro frecuent estudios, exposiciones ytertulias de artistas. El escultor Ocaa y yo fuimos, muchas veces, compa-

    eros de sus andanzas. Don Pedro adquira cuadros, esculturas, objetos dearte. Enriqueca su coleccin de pintura italiana. Reparaba sus Amatos, susGuarnerius y sus otros y viejos y nobles instrumentos de msica. De estasandanzas no lo distraan sino los conciertos del Augusteo.

    Conoc, entonces, en este ambiente, bajo esta luz, a don Pedro Lpez Aliaga.Pronto, nos estimamos recprocamente. Mi temperamento excesivo, miideologa revolucionaria, no asustaban a don Pedro. Discutamos, polemiz-bamos, sin conseguir casi nunca que nuestras ideas y nuestros gustos

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    se acordasen. Pero, por la pasin y la sinceridad que ponamos en nuestrodilogo, nos sentamos muy cerca el uno del otro hasta cuando nuestras tesisparecan mas irreductiblemente adversarias y opuestas. No he conocido, en lamisma burguesa peruana, a ningn hombre de tolerancia tan inteligente.

    Ahora que don Pedro Lpez Aliaga ha muerto, s que he perdido a uno de mis

    mejores amigos. S, tambin, que Lima ha perdido a uno de los representantesms puros de su vieja estirpe. Don Pedro no ha sido, en su generacin, unhombre de talla comn. Quedan en su casa, de ambiente solariego, diversostestimonios de la distincin de su espritu, de sus aficiones y hasta de susmanas: sus cuadros, sus estatuas, sus instrumentos musicales, sus libros. Sucoleccin de cuadros -en la cual se cuentan un Tintoretto, dos Claude Lorrain-es, probablemente, la ms valiosa coleccin que existe en Lima. Con menosde la dcima parte del esfuerzo invertido en formar esta coleccin, don Pedrohabra podido formar un latifundio. Pero don Pedro no puso nunca ningn

    empeo en devenir millonario, Prefiri seguir siendo slo un gentilhombre.

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    UN CONGRESO MAS PANAMERICANO QUE CIENTIFICO*

    La idea de un congreso continental de todas las ciencias, me parece, ante todo,una idea demasiado presuntuosa y panamericana. La organizacin de uncongreso de estas dimensiones es una empresa de la cual nicamente los

    norteamericanos, armados de sus extraordinarios instrumentos de publicidad yde rclame, pueden ser los managers. Los norteamericanos disponen, almenos, de los medios de usar en la organizacin de un congreso cientficocontinental la misma tcnica que en la organizacin de un espectculo de boxen Madison Square Garden. Europa, discreta, sabia, no nos ofrece modelospara estos rascacielos de cartn-piedra. Los congresos cientficos de Europa. -congresos internacionales y no europeos- son congresos de una disciplina o deun grupo de disciplinas cientficas. No son estos congresos mnibus que,vanidosamente, se proponen abarcar todos los mbitos de la ciencia.

    Estos congresos, de mastodntica estatura y feble organismo constituyen unproducto tpico del rastacuerismo americano. Denuncian, muy clara y ntida-mente nues-

    --------------* Publicado en Mercurio Peruano, N 81-82, marzo-abril de 1925, pgs.136-140.

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    tro espritu y nuestra mentalidad de "nuevos ricos". Acusan su origen y suinspiracin yanquis en la tendencia a funcionar como un trust de todas lasciencias.

    Pero, como no se trustifica la ciencia con la misma facilidad que el petrleo,

    estos congresos tienen siempre magros resultados. Los del Tercer CongresoCientfico Pan-Americano han sido, naturalmente, ms magros que de cos-tumbre. La organizacin del congreso ha carecido en este pas, de modestosrecursos, de los poderosos resortes de propaganda de que habra dispuesto enlos Estados Unidos o en la Argentina. Ha sufrido, adems, todas las influen-cias mrbidas de la poltica criolla. El Congreso, por estas y otras razones, noha conseguido interesar sino a un nmero de hombres de ciencia de Amrica.El mrito, la calidad y hasta el nmero de los trabajos no han correspondido alvolumen de la asamblea. No han correspondido siquiera al plan del comit

    organizador. (Plan germinado y madurado, dicho sea de paso, en una uni-versidad mediocre y pvida, recomendaba a la deliberacin de la cienciaamericana no pocos temas elementales e insignificantes)1. La verdadera liteintelectual de Amrica ha estado casi totalmente ausente del Congre-

    --------------1 Nota de la redaccin de Mercurio Peruano.- Recordamos a nuestroslectores que las opiniones de los colaboradores de Mercurio Peruano sonexclusivamente individuales. Sin embargo queremos en este caso dejar

    constancia de nuestra disconformidad con la apreciacin que de paso formulasobre nuestra Universidad el distinguido autor de este artculo, y aclarar elhecho de que la Universidad se ha abstenido de concurrir a este Congreso pormotivos que todos conocen.

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    so. No han concurrido a este congreso los mayores representantes del pensa-miento iberoamericano. Tampoco han concurrido los mayores representantesde la ciencia y las universidades norteamericanas. El Tercer CongresoCientfico Pan-Americano ha tenido necesidad de anexarse dos profesoresespaoles, Jimnez de Asa y Vicente Gay, para ornamentar un poco sutribuna.

    No obstante esta ancdota, el Congreso ha sido, naturalmente, ms pan-americano que cientfico. El congreso ha funcionado bajo la inspiracinburocrtica de la Oficina de la Unin Pan-Americana y de los ambiguosideales del seor Rowe. Basta una sumaria revisin de sus votos para adquiriresta conviccin. Uno de esos votos acuerda la fundacin en Washington deuna Universidad Americana puesta bajo los auspicios de la Unin Pan-Americana; otro propone la creacin de una Universidad Pan-Americana enPanam y le nombra la misma hada madrina; otra pide a la taumatrgica

    Unin, para todos los pases del continente, una ley modelo sobre el controlde la leche. La misma tendencia late en una serie de mociones que declaran lanecesidad de uniformar pan-americanicamente en el continente colombino,todas las cosas, todos los procedimientos y todas las ideas. Segn lasconclusiones del Congreso, todo aspira en Amrica a ser uniformado: lossistemas de educacin, la enseanza de la historia. las escuelas artsticas, lasunidades de medida, los reglamentos de farmacia, el comercio de drogas, lanomenclatura zoolgica y botnica, la proteccin de los animales, etc.

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    La unidad de Amrica resulta definida, con inefable simplismo, como unamera cuestin de reglamentos, como un asunto de ordinaria administracin.La Amrica indo-ibera es invitada formalmente a adoptar, en todo, el patrnyanqui. La personalidad de cada nacin, de cada grupo tnico, debe disolverseen un internacionalismo burocrtico y pan-americano administrado y tuteladopor los Estados Unidos.

    El balance del Congreso no puede ser ms pobre. Descontados los votos deaplauso, las recomendaciones insulsas y otros frutos negligibles, la labor delCongreso aparece muy exigua. No han faltado, ni podan faltar, algunasvlidas contribuciones individuales. No han faltado sin duda, secciones quehan trabajado probamente. Pero estos resultados parciales no salvan elconjunto. El porcentaje de tesis y de debates ramplones es exorbitante.Algunas secciones no han funcionado sino ficticiamente. La seccin deEconoma Social, que se haba propuesto resolver algunos temas arduos, se ha

    contentado con una actividad y una colaboracin inverosmilmente raquticas.Ningn tpico nuevo, ningn tpico fundamental, aparece en el elenco de lostrabajos reunidos. La labor de la Seccin de Educacin parece ms volumi-nosa; pero tampoco ha enfocado sino unos pocos puntos de su programa. Noabordando siquiera el debatido tema de la orientacin clsica o realista de laenseanza, aunque su nima conservadora y el afn rastacuero de coquetearcon cualquiera moda reaccionaria -reforma Berard o reforma Gentile- no lehan

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    permitido abstenerse de recomendar la restauracin del latn en la segundaenseanza. La vuelta al latn, el "ritorno all'antico", ha sido uno de los idealeslarvados, uno de los votos instintivos de la gente que en esta pan-americanaadunanza ha hecho sobre los tpicos de educacin un poco de academia y unpoco de retrica. Por un curioso fenmeno de desorientacin y de ineptitud,un Congreso Cientfico y Pan-Americano ha votado por el clasicismo en la

    enseanza. En vez de aconsejarles a estos jvenes pases, enfermos deretrica, una educacin tcnica y realista, les ha aconsejado una educacinclsica. Y no ha sido ste el nico voto anecdtico de la Seccin de Educa-cin. He aqu otro: "El Tercer Congreso Cientfico Pan-Americano recomien-da que a los cursos de Historia Literaria, se les reconozca como finalidad laformacin de un definido concepto esttico literario". Voto tpico de magistermediocre, cargado de pedantera, hinchado de dogmatismo. El Congreso noquiere que en los colegios y en las universidades americanas se estudie yexplore diversos conceptos estticos, sino que se adopte uno uniforme, nico,

    mximo, sobre medida. Que se le declare el concepto esttico por antonoma-sia. La libertad artstica asusta a la fauna tropical. La ctedra pan-americanaaspira a sistematizar y a mecanizar el arte. Amrica necesita una normauniforme de creacin esttica ms o menos del mismo modo que necesita unanorma uniforme de control de la leche (Voto LXII del Congreso). Mientras enEuropa el arte se dispersa en cien estilos, cien escuelas y cien conceptos, enAmrica debe conformarse

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    con un slo estilo, una sola escuela y un slo concepto. No se diga que de-formo, antojadizamente, una conclusin aislada de la Seccin de Educacin.Se trata de un conjunto orgnico, o articulado al menos, de votos de la mismatendencia. Otro voto determina, por ejemplo, los materiales de los neo-estilosamericanos y propugna la reglamentacin de las construcciones urbanasdentro de esos neo-estilos. El Congreso Cientfico y Pan-Americano se

    imagina que un estilo artstico es una cosa que se decreta y se impone porbando. Cree probablemente, que el arte griego, o el arte gtico, o el arterococ surgieron en virtud de un reglamento. En otra conclusin, se habla delinternacionalismo esttico de la escuela americana. Pero, cul es la escuelaamericana? Dnde est la escuela americana? Es un producto indo-sajn?Es un producto indo-ibero? O es un producto pan-americano? Las escuetasfrmulas, las enfticas recetas del Congreso Cientfico no definen ni precisannada. Puesto que la escuela americana no existe, tenemos que suponer que elCongreso Cientfico no intenta sino prever su existencia. El Congreso, aunque

    cientfico, aunque pan-americano, no ignora, seguramente, que los artistas deAmrica no han creado todava una escuela americana, ni que la heterogenei-dad espiritual y fsica de Amrica se opone, por ahora, a que prospere unestilo continental.

    Fijemos otra caracterstica fisonmica del Tercer Congreso Cientfico Pan-Americano. Este Congreso no ha producido casi sino recomendaciones. Pobreen especulaciones,

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    pobre en hiptesis, pobre en ideas, se ha permitido un lujo exorbitante devotos, de deseos y de augurios. Se ha complacido en recomendar, intermina-blemente, estudios, procedimientos, institutos, investigaciones. El elenco deestos votos es un documento fehaciente de la incipiencia de la ciencia ame-ricana. Todo est por estudiar, todo est por investigar en esta jactanciosaAmrica, cuya fauna tropical declara la inminente superacin de la vieja

    Europa.

    Malgrado su aficin pan-americana al alarde, el propio Congreso no hapodido abstenerse de confesar con modestia la juventud de la ciencia deAmrica. En uno de los votos que ms inconfundiblemente reflejan sumentalidad burocrtica, el Congreso recomienda "que los gobiernos de todaslas naciones del nuevo mundo estimulen la produccin de estudios cientficosentre sus profesores universitarios, a fin de acrecentar el acervo de losconocimientos locales". El Congreso Cientfico Pan-Americano coloca, sin

    duda, en el mismo rango, los medios de estimular la produccin cientfica ylos medios de aumentar la produccin de ostras.

    En conclusin, se puede decir que la ciencia americana ha ganado bien pococon su Tercer Congreso. Todas las magras utilidades de la feria han sido parael pan-americanismo del Profesor Rowe.

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    HACIA EL ESTUDIO DE LOS PROBLEMAS PERUANOS*

    En el haber de nuestra generacin se puede y se debe ya anotar una virtud yun mrito: su creciente inters por el conocimiento de las cosas peruanas. El

    peruano de hoy se muestra ms atento a la propia gente y a la propia historiaque el peruano de ayer. Pero esto no es una consecuencia de que su espritu seclausure o se confine ms dentro de las fronteras. Es, precisamente, locontrario. El Per contemporneo tiene mayor contacto con las ideas y lasemociones mundiales. La voluntad de renovacin que posee a la humanidadse ha apoderado, poco a poco, de sus hombres nuevos. Y de esta voluntad derenovacin nace una urgente y difusa aspiracin a entender la realidadperuana.

    Las generaciones pasadas no se caracterizaron nicamente por una escasacomprensin de nuestros problemas sino tambin por una dbil comunicacincon su poca histrica. Apuntemos, en su descargo, un hecho: la poca eradiferente. Despus de una larga epopeya revolucionaria, se estabilizaba ydesarrollaba en el Occidente un rgimen y un orden que entonces parecan

    --------------* Publicado en Mundial, Lima, 10 de julio de 1925.

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    ms o menos definitivos. El mundo, por otra parte, no se hallaba tan articu-lado como ahora. El Per no apareca tan incorporado como hoy en la historiao en la rbita de la civilizacin occidental.

    Los intelectuales, en su mayor parte, componan una sumisa clientela de losherederos o los descendientes de la feudalidad colonial. Los intereses de esta

    casta les impedan descender de su desdeoso y frvolo parnaso a la realidadprofunda del Per. Y quienes se rebelaban, instintiva o conscientemente,contra estos intereses de clase, no hundan tampoco la mirada en la realidadsocial y econmica. Su ideologa -o su fraseologa- se alimentaba de lasabstracciones de la literatura de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

    El radicalismo, por ejemplo, se agot en un verbalismo panfletario, no exentode benemerencia, pero condenado a la esterilidad. El pierolismo, que arrib alpoder, apoyado en las masas, se mostr ms gaseoso an en su doctrina.

    Pirola, de otro lado, hizo una administracin civilista en sus cuatro aos depresidente constitucional. Su partido, a causa de este compromiso, se separespiritualmente de la clase que, en sus primeras jornadas, pareci representar.

    Le Prou Contemporain de Francisco Garca Caldern estudi el Per conun criterio ms realista que el de las anteriores generaciones intelectuales.Pero Garca Caldern esquiv en Le Prou Contemporain toda investigacinaudaz, todo examen atre-

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    vido. Su libro se limit a constatar, con un optimismo civilista, la existenciaen el Per de fuerzas de progreso. Las conclusiones de este estudio no tuvie-ron en cuenta lo que yo mismo insisto en llamar la realidad profunda del Per.Garca Caldern se contentaba, en 1906, con recetarnos el gobierno de unaoligarqua ilustrada y prctica. Y con proponernos que nos preparsemos aacomodar nuestra vida a las ventajas de un ferrocarril pan-americano que su

    previsin juzgaba entonces prximo a conectar, de norte a sur, el continente yque, veinte aos despus, aparece todava como una perspectiva lejana. Lahistoria ha querido que, antes que el ferrocarril pan-americano, atraviesen lahistoria del Per otras avalanchas.

    Vctor Andrs Belande, en su juventud, reaccionando un poco contra lamediocridad universitaria, reclam una orientacin ms realista y msperuana en la enseanza superior. Pero Belande no persever en este camino.Despus de algunas escaramuzas, desisti de esta actitud beligerante. Hoy el

    Mercurio Peruano no dice ninguna de las cosas que Belande dijo, en su juventud, sobre la vieja Universidad. Ms an, se siente obligado a decir almargen de un artculo mo, que no se le suponga solidario con una frase deese artculo acerca de San Marcos. (Declaracin, de otro lado, superflua,puesto que al pblico no se le ocurrir nunca sospechar en el MercurioPeruano concomitancia o solidaridad con mis ideas. El pblico sabe bien quela responsabilidad de mis ideas es totalmente ma. Que esta responsabilidadno compromete, en nin-

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    el propsito de emprender, metdicamente, un extenso e intenso estudio de lapsicologa indgena. Jorge Basadre y Luis Alberto Snchez, en sus ensayoshistricos, abandonan la rutina de la ancdota y de la crnica. Les preocupa lainterpretacin de los hechos; no su agnstico relato. Jorge Basadre es autor deun estudio sobre la conscripcin vial que seala un camino y un mtodo a suscompaeros de la vanguardia universitaria. Y, recientemente, ha inaugurado

    en la Universidad Popular un curso de Historia Social del Per. Un cursooriginal, un curso nuevo, en el cual pondr a prueba su aptitud para la investi-gacin y la interpretacin. A propsito de la Universidad Popular, no se debeolvidar que Haya de la Torre, uno de nuestros hombres nuevos, ha prestado,oreando ese centro de cultura, el mejor servicio al estudio de la "realidadprofunda del Per". El internacionalista siente, mejor que muchos naciona-listas, lo indgena, lo peruano. Lo indgena, lo peruano, que no es el esprit del

    jirn de La Unin ni de las tertulias limeas, sino una cosa mucho ms honday mucho ms trascendente.

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    el intelectual, este defecto se exaspera y se exacerba. En la historia peruana,no se encuentra ningn eficaz ejemplo de cooperacin intelectual. Elradicalismo, que aproxim temporalmente a algunos intelectuales, no supodejarnos un conjunto ms o menos orgnico de estudios o siquiera deopiniones. Pereci sin dejarnos ms literatura que la de su jefe.

    En la nueva generacin, en cambio, se advierte mucha menos dispersin ymucho menos egotismo. Los jvenes tienden a agruparse; tienden a enten-derse. La obra del intelectual de vanguardia no quiere ser un monlogo. Sepropaga, poco a poco, la conviccin de que los hombres nuevos del Perdeben articular y asociar sus esfuerzos. Y de que la obra individual debeconvertirse, voluntaria y conscientemente, en obra colectiva.

    La exploracin y la definicin de la realidad profunda del Per no sonposibles sin cooperacin intelectual. En esto se declaran de acuerdo todos los

    intelectuales jvenes con quienes yo he considerado y discutido el tema delpresente artculo. Y de estas conversaciones ha brotado espontnea la idea dela creacin de un centro o ateneo de estudios sociales y econmicos. Elnombre es lo de menos. Lo que a todos nos importa es el fin.

    El estudio de los problemas peruanos exige colaboracin y exige, por ende,disciplina. De otra suerte, tendremos interesantes y variados retazos de larealidad nacio-

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    ms obligada la nueva generacin, se destaca el problema agrario. La propie-dad de la tierra es la raz de toda organizacin social, poltica y econmica. Enel Per, en particular, esta cuestin domina todas las otras cuestiones de laeconoma nacional. El problema del indio es, en ltimo anlisis, el problemade la tierra. Sin embargo, la documentacin, la bibliografa de este tema nopueden hasta hoy ser ms exiguas. El debate de este tema, que debera

    conmover intensamente la conciencia nacional, no preocupa sino a algunosestudiosos. Un Ateneo de Estudios Sociales y Econmicos lo transformara enel mayor debate nacional.

    Yo no pretendo, dentro del limitado mbito de un artculo, trazar el plan deorganizacin y de trabajo de este Ateneo de Estudios Sociales y Econmicos.Como digo ms arriba, este artculo no tiene por objeto ms que esbozar suslineamientos. El programa mismo tiene que ser fruto de una intensa coopera-cin. Hacia esta cooperacin se encaminan los intelectuales jvenes.

    La nueva generacin quiere ser idealista. Pero, sobre todo, quiere ser realista.Est muy distante, por tanto, de un nacionalismo declamatorio y retrico.Siente y piensa que no basta hablar de peruanidad. Que hay que empezar porestudiar y definir la realidad peruana. Y que hay que buscar la realidadprofunda: no la realidad superficial.

    Este es el nico nacionalismo que cuenta con su consenso. El otro nacio-nalismo no es sino uno de los ms viejos disfraces del ms descalificadoconservantismo.

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    EL HECHO ECONOMICO EN LA HISTORIA PERUANA*

    Los ensayos de interpretacin de la historia de la Repblica que duermen enlos anaqueles de nuestras bibliotecas coinciden, generalmente, en su desdn o

    su ignorancia de la trama econmica de toda poltica. Acusan en nuestra genteuna obstinada inclinacin a no explicarse la historia peruana sino romntica onovelescamente. En cada episodio, en cada acto, las miradas buscan elprotagonista. No se esfuerzan por percibir los intereses o las pasiones que elpersonaje representa. Mediocres caciques, ramplones gerentes de la polticacriolla son tomados como forjadores y animadores de una realidad de la cualhan sido modestos y opacos instrumentos. La pereza mental del criollo sehabita fcilmente a prescindir del argumento de la historia peruana: secontenta con el conocimiento de sus dramatis personae.

    El estudio de los fenmenos de la historia peruana se resiente de falta derealismo. Belande, con excesivo optimismo, cree que el pensamientonacional ha sido, durante un largo perodo, sealadamente positivista. Llamapositivista a la generacin universi-

    --------------* Publicado en Mundial, Lima, 14 de agosto de 1925.

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    rante el coloniaje, el complejo trabajo de creacin de una nueva economa yde una nueva sociedad. Espaa, demasiado absolutista, demasiado rgida ymedieval, no pudo conseguir que este proceso se cumpliera bajo su dominio.La monarqua espaola pretenda tener en sus manos todas las llaves de lanaciente economa colonial. El desarrollo de las jvenes fuerzas econmicasde la colonia reclamaba la ruptura de este vnculo.

    Esta fue la raz primaria de la revolucin de la independencia. Las ideas de larevolucin francesa y de la constitucin norteamericana encontraron un climafavorable a su difusin en Sud-Amrica, a causa de que en Sud-Amricaexista ya, aunque fuese embrionariamente, una burguesa que, a causa de susnecesidades e intereses econmicos, poda y deba contagiarse del humorrevolucionario de la burguesa europea. La independencia de HispanoAmrica no se habra realizado, ciertamente, si no hubiese contado con unageneracin heroica, sensible a la emocin de su poca, con capacidad y

    voluntad para actuar en estos pueblos una verdadera revolucin. La inde-pendencia, bajo este aspecto, se presenta como una empresa romntica. Peroesto no contradice la tesis de la trama econmica de la revolucin de laindependencia. Los conductores, los caudillos, los idelogos de esta revolu-cin no fueron anteriores ni superiores a las premisas y razones econmicasde este acontecimiento. El hecho intelectual y sentimental no fue anterior alhecho econmico1.

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    El hecho econmico encierra, igualmente, la clave de todas las otras fases dela historia de la repblica. En los primeros tiempos de la independencia, lalucha de facciones y jefes militares aparece, por ejemplo, como una conse-cuencia de la falta de una burguesa orgnica. En el Per la Revolucinhallaba, menos definidos, ms retrasados que en otros pueblos Hispanoam-ricanos, los elementos de un orden liberal y burgus. Para que este orden

    funcionase ms o menos embrionariamente tena que constituirse una clasecapitalista vigorosa. Mientras esta clase se organizaba, el poder estaba amerced de los caudillos militares2. Estos caudillos, herederos de la retrica dela revolucin de la independencia, se apoyaban a veces temporalmente en lasreivindicaciones de las masas, desprovistas de toda ideologa, para conquistaro conservar el poder contra el sentimiento conservador y reaccionario de losdescendientes y sucesores de los encomenderos espaoles. Castilla, verbigra-cia, el ms interesante y representativo de estos jefes militares, agit coneficacia la bandera de la abolicin del impuesto a los indgenas y de la

    esclavitud de los negros. Aunque, naturalmente, una vez en el poder, necesitdosificar su programa a una situacin poltica dominada por los intereses de lacasta conservadora, a la que indemniz con el dinero fiscal el dao que lecausaba la emancipacin de los esclavos.

    El gobierno de Castilla, marc adems, la etapa de solidificacin de una clasecapitalista. Las concesiones del Estado y los be-

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    neficios del guano y del salitre crearon un capitalismo y una burguesa. Y estaclase, que se organiz luego en el civilismo, se movi muy pronto a laconquista total del poder3. La guerra con Chile interrumpi su predominio.Restableci durante algn tiempo las condiciones y las circunstancias de losprimeros aos de la repblica. Pero la evolucin econmica de nuestra post-guerra le franque, poco a poco, nuevamente el camino.

    La guerra con Chile tuvo tambin una raz econmica. La plutocracia chilena,que codiciaba las utilidades de los negociantes y del fisco peruanos, se pre-paraba para una conquista y un despojo. Un incidente, de orden econmico,idnticamente, le proporcion el pretexto de la agresin.

    No es posible comprender la realidad peruana sin buscar y sin mirar el hechoeconmico. La nueva generacin no lo sabe, ta1 vez, de un modo muy exacto.Pero lo siente de un modo muy enrgico. Se da cuenta de que el problema

    fundamental del Per, que es el del indio y de la tierra, es ante todo unproblema de la economa peruana. La actual economa, la actual sociedadperuana tienen el pecado original de la conquista. El pecado de haber nacido yhaberse formado sin el indio y contra el indio.

    --------------1, 2, 3. Estos fragmentos son citados en 7 Ensayos de Interpretacin de laRealidad Peruana, "Esquema de la Evolucin Econmica", pgs. 16, 17 y22, Volumen 2, de le primera serie Popular (N. de los E.).

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    EL ROSTRO Y EL ALMA DEL TAWANTINSUYU*

    En los diversos escritos que componen su reciente libro De la Vida Inkaica,Luis E. Valcrcel nos ofrece, en trozos tallados distintamente, -leyenda,

    novela, ensayo- una sola y cabal imagen del Tawantinsuyu. El libro deValcrcel no es un prtico monoltico. Valcrcel ha labrado amorosamentepiedras de diferente porte. Pero luego ha sabido combinarlas y ajustarlas en unbloque nico. La tcnica de su arquitectura es la misma de los quechuas.Quin dice que se ha perdido el secreto indgena de soldar y juntar laspiedras en un monumento grantico? Valcrcel lo guarda en el fondo de susubconciencia y lo usa con sigilo aborigen en su literatura.

    Este libro, en el cual late una emocin persistente e idntica, as cuando su

    prosa es poemtica como cuando es crtica, contiene los elementos de unainterpretacin total del espritu de la civilizacin incaica. Valcrcel recons-truye imaginativamente el Tawantinsuyu en una mayesttica mole de

    --------------* Publicado en Mundial, Lima, 11 de setiembre de 1925.

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    piedra. Ah estn todos los rostros, todos los perfiles, todos los contornos delImperio. Valcrcel suprime de su obra el detalle baldo y la esfumaturaprolija. Su visin es una sntesis. Y, como en el arte incaico, en su libro, laimagen del Imperio es esquemtica y geomtrica.

    En las pginas del escritor cuzqueo se siente, ante todo, un hondo lirismo

    indgena. Este lirismo de Valcrcel, en concepto de otros comentaristas,perjudicar tal vez el valor interpretativo de su libro. En concepto mo, no. Noslo porque me parece deleznable, artificial y ridcula la tesis de la objetividadde los historiadores, sino, porque considero evidente el lirismo de todas lasms geniales reconstrucciones histricas. La historia, en gran proporcin, espuro subjetivismo y, en algunos casos, es casi pura poesa. Los sedicenteshistoriadores objetivos no sirven sino para acopiar pacientemente, expurgandosus amarillos folios e infolios, los datos y los elementos que, ms tarde, elgenio lrico del reconstructor emplear, o desdear, en la elaboracin de su

    sntesis, de su pica.Sobre el pueblo incaico, por ejemplo, los cronistas y sus comentadores hanescrito muchas cosas fragmentarias. Pero no nos han dado una verdaderateora, una completa concepcin de la civilizacin incaica. Y en realidad, yano nos preocupa demasiado el problema de saber cuntos fueron los incas nicul fue la esposa predilecta de Huayna Capac, cuyo romance ertico no nosinteresa sino muy relativamente. Nos preo-

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    cupa, ms bien, el problema de abarcar ntegramente, aunque sea a costa desecundarios matices, el panorama de la vida quechua. Por esto, los ensayos deinterpretacin que Valcrcel define y presenta como "algunas captaciones delespritu que la anim", poseen un fuerte y noble inters.

    Valcrcel, henchido de emocin quechua, parece destinado a escribir el poe-

    ma del pueblo del sol ms que su historia. Su libro no es en ningn instanteuna crtica. Es siempre una apologa. Tiene una constante entonacin decanto. Domina su prosa y su pensamiento el afn de poetizar la historia delTawantinsuyu y la vida del indio. Pero esta lrica exaltacin logra acercarnosa la ntima verdad indgena mucho ms que la glida crtica del observadorecunime. Valcrcel interpreta a su pueblo con la misma pasin que los poetas

    judos interpretan al Pueblo del Seor.

    IISi Valcrcel fuese un racionalista y un positivista, de esos que exasperan lairona de Bernard Shaw, nos hablara, despus de calarse las gruesas gafas delsiglo XIX, de "animismo" y de "totemismo" indgenas. Su erudita investiga-cin habra sido, en ese caso, un slido aporte al estudio cientfico de lareligin y de los mitos de los antiguos peruanos. Pero entonces Valcrcel nohabra escrito, probablemente, "Los hombres de piedra". Ni habra sealadocon tan religiosa conviccin, como uno de los rasgos esenciales delsentimiento indgena, el fran-

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    ciscanismo del quechua. Y, por consiguiente, su versin del espritu delTawantinsuyu no sera total.

    La teora del "animismo" nos ensea que los indios, como otros hombresprimitivos, se sentan instintivamente inclinados a atribuir un nima a laspiedras. Esta es, ciertamente, una hiptesis muy respetable de la ciencia

    contempornea. Pero la ciencia mata la leyenda, destruye el smbolo. Y,mientras la ciencia, mediante la clasificacin del mito de los "hombres depiedra" como un simple caso de animismo, no nos ayuda eficazmente aentender el Tawantinsuyu, la leyenda o la poesa nos presentan, cuajado enese smbolo, su sentimiento csmico.

    Este smbolo est preado de ricas sugestiones. No slo porque, como diceValcrcel, ese smbolo expresa que el indio no se siente hecho de barro vilsino de piedra perenne, sino sobre todo porque demuestra que el espritu de la

    civilizacin inkaica es un producto de los Andes.El sentimiento csmico del indio est ntegramente compuesto de emocionesandinas. El paisaje andino explica al indio y explica al Tawantinsuyu. Lacivilizacin inkaica no se desarroll en la altiplanicie ni en las cumbres. Sedesarroll en los valles templados de la sierra -Valcrcel, certeramente, loremarca-. Fue una civilizacin crecida en el regazo abrupto de los Andes. ElImperio Inkaico, visto desde nuestra poca, aparece en la lejana histricacomo un monumento grantico. El propio indio tiene algo de la piedra. Surostro es duro co-

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    mo el de una estatua de basalto. Y, por esto, es tambin enigmtico. Elenigma del Tawantinsuyu no hay que buscarlo en el indio. Hay que buscarloen la piedra. En el Tawantinsuyu, la vida brota de los Andes.

    La ciencia misma, si se le explota un poco, coincide con la poesa respecto alos orgenes remotos del Per. Segn la palabra de la ciencia, el Ande es

    anterior a la floresta y a la costa. Los aludes andinos han formado la tierrabaja. Del Ande han descendido, en seculares avalanchas, la piedra y la arcilla,sobre las cuales fructifican ahora los hombres, las plantas y las ciudades.

    Y la dualidad de la historia y del alma peruanas, en nuestra poca, se precisaas como un conflicto entre la forma histrica que se elabora en la costa y elsentimiento indgena que sobrevive en la sierra hondamente enraizado en lanaturaleza. El Per actual es una formacin costea. La nueva peruanidad seha sedimentado en la tierra baja. Ni el espaol ni el criollo supieron ni

    pudieron conquistar los Andes. En los Andes, el espaol no fue nunca sino unpioneer o un misionero. El criollo lo es tambin hasta que el ambiente andinoextingue en l al conquistador y crea, poco a poco, un indgena. Este es eldrama del Per contemporneo. Drama que nace, como escrib hace poco, delpecado de la Conquista. Del pecado original trasmitido a la Repblica, dequerer constituir una sociedad y una economa peruana "sin el indio y contrael indio".

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    III

    Pero estas constataciones no deben conducirnos a la misma conclusin que aValcrcel. En una pgina de su libro, Valcrcel quiere que repudiemos lacorrompida, la decadente civilizacin occidental. Esta es una conclusinlegtima en el libro lrico de un poeta. Me explico, perfectamente, la exalta-

    cin de Valcrcel. Puesto en el camino de la alegora y del smbolo, comomedio de entender y de traducir el pasado, es natural pretender, por el mismocamino, la bsqueda del porvenir. Mas, en esta direccin, los hombresrealistas tienen que desconfiar un poco de la poesa pura.

    Valcrcel va demasiado lejos, como casi siempre que se deja rienda suelta a laimaginacin. Ni la civilizacin occidental est tan agotada y putrefacta comoValcrcel supone; ni una vez adquirida su experiencia, su tcnica y sus ideas,el Per puede renunciar msticamente a tan vlidos y preciosos instrumentos

    de la potencia humana, para volver, con spera intransigencia, a sus antiguosmitos agrarios. La Conquista, mala y todo, ha sido un hecho histrico. LaRepblica, tal como existe, es otro hecho histrico. Contra los hechoshistricos poco o nada pueden las especulaciones abstractas de la inteligenciani las concepciones puras del espritu. La historia del Per no es sino unaparcela de la historia humana. En cuatro siglos se ha formado una realidadnueva. La han creado los aluviones de Occidente. Es una realidad dbil. Peroes, de todos modos, una realidad. Sera excesivamente romntico decidirsehoy a ignorarla.

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    EL PROGRESO NACIONAL Y EL CAPITAL HUMANO*

    I

    Los que, arbitraria y simplsticamente, reducen el progreso peruano a unproblema de capital ureo, razonan y discurren como si no existiese, conderecho a prioridad en el debate, un problema de capital humano. Ignoran uolvidan que, en historia, el hombre es anterior al dinero. Su concepcinpretende ser norteamericana y positivista. Pero, precisamente, de nada acusauna ignorancia ms total que del caso yanqui.

    El gigantesco desarrollo material de los Estados Unidos, no prueba la potenciadel oro sino la potencia del hombre. La riqueza de los Estados Unidos no est

    en sus bancos ni en sus bolsas; est en su poblacin. La historia nos enseaque las races y los impulsos espirituales y fsicos del fenmeno norteameri-cano se encuentran ntegramente en su material biolgico. Nos ensea, ade-ms, que en este material el nmero ha sido menos importante que la calidad.La levadura de los Estados Unidos han sido sus pu-

    --------------* Publicado en Mundial, Lima, 9 de octubre de 1923.

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    ritanos, sus judos, sus msticos. Los emigrados, los exiliados, los perseguidosde Europa. Del misticismo ideolgico de estos hombres desciende el misti-cismo de la accin que se reconoce en los grandes capitanes de la industria yde la finanza norteamericanas. El fenmeno norteamericano aparece, en suorigen, no slo cuantitativo sino, tambin cualitativo.

    Pero este es otro tema. No me interesa, por el momento, para otra cosa quepara denunciar el punto de partida falso, irreal, del materialismo, al mismotiempo grosero y utopista, de quienes parecen imaginarse que el dinero hainventado a la civilizacin, incapaces de comprender que es la civilizacin laque ha inventado al dinero. Y que la crisis y la decadencia contemporneasempezaron justamente, cuando la civilizacin comenz a depender casiabsolutamente del dinero y a subordinar al dinero su espritu y su movimiento.

    El error y el pecado de los profetas del progreso peruano y de sus programas

    han residido siempre en su resistencia o ineptitud para entender la primacadel factor biolgico, del factor humano sobre todos los otros factores, si noartificiales, secundarios. Este es, por lo dems, un defecto comn a todos losnacionalismos cuando no traducen o representan sino un inters oligrquico yconservador. Estos nacionalismos, de tipo o trama fascista, conciben laNacin como una realidad abstracta que suponen superior y distinta a larealidad concreta y viviente de sus ciudadanos. Y,

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    por consiguiente, estn siempre dispuestos a sacrificar al mito el hombre.

    En el Per hemos tenido un nacionalismo mucho menos intelectual, muchoms rudimentario e instintivo que los nacionalismos occidentales que asdefinen la Nacin. Pero su praxis, si no su teora, ha sido naturalmente lamisma. La poltica peruana -burguesa en la costa, feudal en la sierra- se ha

    caracterizado por su desconocimiento del valor del capital humano. Surectificacin, en este plano como en todos los dems, se inicia con laasimilacin de una nueva ideologa. La nueva generacin siente y sabe que elprogreso del Per ser ficticio, o por lo menos no ser peruano, mientras noconstituya la obra y no signifique el bienestar de la masa peruana, que en suscuatro quintas partes es indgena y campesina.

    II

    Uno de los aspectos sustantivos del problema del capital humano es el aspectomdico-social. En el haber de nuestra escasa bibliografa, tenemos que anotar,sobre este tema, un libro interesante. Se titula Estudios sobre GeografaMdica y Patologa del Per. Sus autores son dos mdicos inteligentes ytrabajadores, ambos funcionarios de sanidad, los doctores Sebastin Lorente yRal Flores Crdova. Este libro, en ms de seiscientas pginas, densas dedatos y de cifras, estudia documentadamente la realidad mdico-social delPer.

    Los autores se muestran, por supuesto, optimistas en su esfuerzo y en suesperanza.

  • 8/7/2019 Jose Carlos Mariategui Tomo 11

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    Pero el mtodo positivo no consiente, en la investigacin, engaosasilusiones. La verdad de nuestra situacin sanitaria emerge del libro precisa ycategrica. Los ndices de la mortalidad y de la morbilidad son en el Perexcesivos. El capital humano se mantiene casi estacionario. En la costa, elpaludismo y la tuberculosis; en la sierra, el tifus y la viruela; en la selva, todoslos morbos del trpico y el pantano, minan la poblacin exigua de la repbli-

    ca. No se tiene una cifra exacta de la poblacin. Pero la cifra, comnmenteaceptada, de cinco millones, basta para constatar la debilidad y la lentitud denuestro crecimiento demogrfico. La mortalidad infantil es uno de sus msterribles y trgicos frenos. En Lima y en el Callao mueren antes de llegar a unao de edad la cuarta parte de los nios. En los pueblecitos rurales de la costael ndice de la mortalidad infantil es mayor an. Tengo a la vista la estadsticademogrfica del distrito de Pativilca del primer semestre del ao en curso queacusa una mortalidad superior a la natalidad.

    En el prefacio de su libro, los doctores Lorente y Flores Crd