itahisa de atlantis: parte dos, adopción

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  • 7/30/2019 Itahisa de Atlantis: Parte Dos, Adopcin

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    Losprogresos sociales y cambios de eras se producen en

    razn de los progresos de las mujeres hacia la libertad, y lasdecadencias del orden social, en razn del decrecimiento dela libertad de las mujeres.

    Charles Fourier, pensador francs, Thorie des Quatre Mouvements, Pars, 1808

    Itahisa de Atlantis, Interludio Uno a Dos 56

    http://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Fourierhttp://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Fourier
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    que necesitbamos, de modo que abrimos nuestros bolsos, escogimos telas de algodnpara usar como toallas y fuimos a baarnos.

    Hagora an se vea algo mareada, pero luego de que la ayud a baarse, comenz asentirse mejor. El piso estaba inundado, la pieza era pequea y otras hamabineskakhacan cola para entrar. Por lo que nos envolvimos en las toallas y volvimos a la sala.

    Gazmira y Sutziake daban la bienvenida a dos recin llegadas. La que haba estadollorando pareca dormida en los brazos de una de sus amigas.

    Gazmira nos hizo una presentacin rpida del resto de las chicas. Cinco provenan deBiko, tres de Lehen y dos de cada una de las otras ciudades. Diecisis en total ypareca, por lo tarde, que ya estbamos todas. Al da siguiente, feriado, ningn barconavegara por los mares de Atlantis.

    El ambiente de la sala se fue calmando y muchas se iban rindiendo al sueo. Nosotraspermanecimos un buen rato conversando, compartiendo experiencias de cmo

    habamos tomado nuestras decisiones, de lo horrible del puerto de Sexta, de losmalestares de Hagora y nuestra atpica llegada al palacio.

    Hagora se entendi bien con Gazmira y yo simpatic con Sutziake. Ella tenaocurrencias y formas de pensar similares a las mas, mientras que Gazmira erabastante parecida a Hagora. Las cuatro estbamos tan excitadas que no dbamoslugar a nuestro cansancio.

    Buena parte de la noche estuvimos intercambiando temores y ansiedades sobre lo queiba a ocurrir con nuestras vidas en un par de das, cuando supiramos cmo iba a serla madre y la casa que nos adoptara.

    El aceite de las pocas lmparas de la sala se fue agotando. En algn momento nosdormimos. Al da siguiente nada haba para hacer. Slo esperar.

    La Ceremonia de Recepcin se realiz al atardecer. Mientras los nios de Sextapreparaban sus disfraces y sus canastos para salir a las calles, nosotras vestamos lostrajes ceremoniales, nos peinbamos y nos adornbamos para presentarnos ante lassacerdotisas.

    En la sala reinaba el nerviosismo. Por momentos estbamos en silencio y por

    momentos se producan griteros, peleas, discusiones y hasta ataques de llanto.Cuando estuvimos vestidas y peinadas, busqu entre mi ropa la tiara que mi madreme haba dado por los doce aos. Extraje de un pequeo bolso el aro de plata que miabuela me haba regalado en mi primera visita a Hiru, y me lo puse al cuello. De unsegundo bolsito de cuero, tom el otro delfn de plata engarzado en un anillo. El queTxanona me haba enviado al confirmarse su partida para Islas Castigadas. Y locolgu del cuello de Hagora. Le dije que le iba a dar suerte en la Ceremonia. Ellaqued sorprendida y feliz, y me lo agradeci con un abrazo.

    A nuestro lado, Gazmira y Sutziake terminaban de vestirse. Sutziake me sonrimientras revisaba su bolsa de ropa y sostuvo una mirada cmplice mientras secolocaba en el pecho un aro de plata con un delfn danzante.

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    Nos formamos en una fila, bamos a dirigirnos al saln de sesiones de la AltsimaBiltzarade Sexta. All nos esperaban nuestras futuras madres. Casi la mitad tenamosaros de plata. Cont siete aros con delfines en la fila.

    Haba dos veces sesenta sacerdotisas en el gran saln circular. Eran pocas. Cerca de lamitad de las sacerdotisas de Sexta no se encontraban presentes.

    La Ceremonia consta de dos partes.

    Primero, cada hamabineskahace su presentacin, diciendo su nombre, de qu ciudadviene y por qu ha elegido Sexta. No est permitido nombrar a la madre de vientre enla Recepcin. Ni dar datos que permitan averiguarlo. La nica informacin que puededarse a conocer es la ciudad de origen. Tampoco que una sacerdotisa lo pregunte, bajopena de ser relegada al ltimo lugar.

    En la segunda parte, las sacerdotisas de a una, en orden de jerarqua, puedeninterrogar a cualquiera de las candidatas hasta hacer su eleccin. O renunciar ahacerlo.

    Cuando estuvimos formadas en un estrado hizo su entrada la Alta SacerdotisaGuaxara.

    Su presencia era imponente. Las conversaciones del saln se interrumpieron. Guaxaraera alta, como dos pasos y diez dedos. Tena la piel tan bronceada por el sol quepareca negra y contrastaba con su impecable tnica sacerdotal blanca de una telafina, casi transparente. Llevaba su largo cabello canoso en la espalda. Pero lo msasombroso eran las joyas. En su pecho luca un cono de oro, de unos ocho dedos deancho. Su tiara estaba recubierta de piedras que brillaban como estrellas. Y de susorejas pendan largas serpientes labradas en plata.

    Su discurso fue breve. Nos dio la bienvenida y nos felicit por la eleccin que habamosrealizado. En un momento afirm que en Sexta la mujer atlanteana tiene el trato quese merece. (Esto me trajo a la mente una escena de tres sirvientes desnudos frotandocon aceite el cuerpo de una mujer acostada). Guaxara insisti en nuestro rol paraengrandecer Sexta y Atlantis, nos dese fecundidad y felicidad, y anunci que connosotras daran inicio las obras del nuevo vecindario sobre la colina, lo que fue recibidocon muchos aplausos por buena parte de las presentes. Cerr su intervencin conoraciones a Ama, Elkar y Egu.

    Dio comienzo la presentacin individual. Los argumentos que se exponan estabanpreparados y se repetan constantemente. A quienes nos escuchaban no parecaimportarles mucho. Resultaba notorio que haba dos grupos entre ellas.

    Lleg mi turno.

    - Agradezco a la Diosa Elkar por este momento de mi vida. Mi nombre es Itahisa yvengo de Bosteko. He tenido la fortuna de conocer seis de las siete ciudades deAtlantis. Mi preferencia por Sexta es por ser una ciudad pequea, donde es fcilconocer a toda la comunidad. Pero lo que me ha gustado ms de esta ciudad es suplaya. He pasado una noche bailando con jvenes de este pueblo en la playa. Y esa hasido una de las noches ms felices de mi vida.

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    Pude ver sonrisas de aprobacin entre las sacerdotisas. De uno y de otro bando. Siguiel turno de Hagora.

    - Agradezco a la Diosa Elkar por este momento de mi vida. Mi nombre es Hagora yvengo de Bosteko. Estoy feliz de iniciar mi nueva vida en esta ciudad, donde lasmujeres atlanteanas tenemos el trato que nos merecemos, - advert caras de sorpresa yperplejidad tanto en sacerdotisas como en las hamabineskak. - y ruego a la Diosa Amaque me regale fecundidad para engrandecer esta ciudad.

    Sigui la ronda la chica de Lehen que haba estado llorando la noche de la llegada. Sunombre era Dafra. Estaba tan nerviosa que no pudo articular bien sus frases. Seequivoc y dijo cosas incoherentes, varias la animaron a continuar, hasta que pudocompletar su brevsimo discurso preparado.

    Al terminar las diecisis presentaciones se produjo una gran agitacin en el saln.Algunas hamabineskakfestejaban y se felicitaban y otras estaban sumamente tensas.Me acerqu a Hagora y le dije que no se preocupara si las primeras escogidas no

    ramos nosotras. Me pregunt por qu. Le anunci que no nos elegiran entre lasprimeras por provenir de Bosteko. No quiso creerme. Confiaba en que ella sera de lasprimeras.

    En varias ruedas, las sacerdotisas discutan sus impresiones de la ronda depresentaciones, sealando de vez en cuando a alguna de las candidatas. Not queGuaxara daba instrucciones a un par de colaboradoras. En el estrado, creca elnerviosismo. Algunas rean exageradamente, otras rezaban oraciones, otras seabrazaban. Pas un tiempo interminable hasta que Guaxara se acerc en grandespasos hacia nosotras. Inmediatamente se hizo silencio.

    La Alta Sacerdotisa recorri el estrado mirndonos a cada una a los ojos. Cuando paspor delante de m pude percibir deliciosos perfumes de cortezas aromticas. Se dirigia la primera a nuestra eskuerra. Parndose frente a ella, la llam por su nombre. Ledirigi un comentario sobre su presentacin y tocndola en la frente, la bendijo ennombre de Ama, Elkar y Egu.

    Hizo lo mismo con la segunda y con la tercera. No slo recordaba los nombres y lo quecada una haba dicho en su presentacin. Tena, para cada una, una frase diferente.

    Cuando se par frente a m, qued por un instante fijada en el enorme disco de oro queportaba en su pecho. No pude mirar otra cosa. Por primera vez me sent realmentenerviosa.

    - Itahisa. - Pronunci mi nombre con voz suave.

    - S, Sacerdotisa Guaxara. - Respond inmediatamente.

    - Creme que tendrs en esta ciudad muchas oportunidades de bailar. Y muchasnoches felices.

    - Gracias. - Quise decir alguna otra cosa, pero algo en su proximidad me confunda.Apoy su mano en mi cabeza y me bendijo.

    Luego se dirigi a Hagora, quien tambin la miraba encandilada.

    - Hagora.

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    - S, Sacerdotisa Guaxara.

    - En esta ciudad descubrirs lo que mereces como mujer. Pido a la Diosa Ama que ted la gracia de la fecundidad.

    Hagora pareca transportada.

    - Que as sea, Sacerdotisa Guaxara.

    Pude observar en detalle a la Alta Sacerdotisa, mientras pronunciaba la bendicin aHagora. Su esbelto cuerpo oscuro se adivinaba a travs de la delicada tela de suvestido. Sus formas eran hermosas, como de una mujer mucho ms joven. No habaarrugas en su cara. Sus pechos eran redondos y firmes y sus cumbres descollaban aambos lados de su escote. Sus dientes eran perfectos y blanqusimos. Solamente lalarga cabellera, de color gris claro, denunciaba su edad.

    Guaxara prosigui repartiendo sus bendiciones, aludiendo a cada una por su nombre,

    demostrando una memoria prodigiosa. Al terminar con las diecisis, se dirigi alauditorio.

    - Tenis frente a vosotras, hermanas, a estas hermosas hijas de Ama, ellas son elfuturo de nuestra ciudad, el futuro de Atlantis. Deberis elegir a la que os parezca msapropiada para integrar vuestros klanak. Vosotras haris que ellas sean bien recibidasen nuestra comunidad de Ciudad Sexta. Pido a la Diosa Elkar que gue vuestrasdecisiones.- Hizo una larga pausa antes de concluir. - De mi parte, debo deciros que eneste acto renuncio a mi derecho de eleccin.

    Guaxara volvi a su lugar, junto a dos de sus colaboradoras. Una de ellas pronunci envoz alta un nombre. Supe que se trataba de la primera en jerarqua entre los klanakde Sexta. No se encontraba presente. La asistente de Guaxara llam entonces a lasegunda, a la tercera y a la cuarta. Ninguna de ellas estaba.

    La quinta en ser nombrada se acerc al estrado. Su nombre era Alaine. Era de las demayor edad entre las presentes. Vesta una tnica y luca adornos ceremonialessimilares a los de Guaxara, aunque no tan impactantes. Not que tambin portabapendientes de plata ondulados en forma de serpiente. Fue directamente hacia una delas hamabineskak. Era una de las ms altas del grupo, llevaba el cabello rubiotrenzado, provena de Biko y no tena aro de plata.

    - Laida.

    - S, Sacerdotisa Alaine.

    - Dime cuales son tus deseos para tu nueva vida en esta ciudad.

    Laida tena preparada su respuesta.

    - Deseo ser bien recibida en esta comunidad, Sacerdotisa Alaine. Deseo completar misdoce Maisutzak e ingresar a la Alta Eskuela. Deseo construir una hermosa etxea yrecibir de Ama muchos hijos.

    - Cules quieres que sean tus primeras eskuelak?

    - Navegacin y Construccin, Sacerdotisa Alaine

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    - Has aprendido a hilar y a tejer ?

    - Por cierto. S hilar lana y algodn, manejar el telar y confeccionar prendas.

    - Dime qu sabes cocinar, Laida.

    La sonrisa de Laida se desvaneci. Inmediatamente se repuso.

    - S preparar tortillas, Sacerdotisa Alaine. Puedo colaborar con el amasado y hervirvegetales y carnes para hacer sopas.

    - Cmo te comportars mientras te alojes en la casa de tu madre adoptiva ?

    - Obedecer a mi nueva madre y tratar a sus hijos como hermanos. Colaborar con lastareas de la casa, mantendr ordenadas mis cosas y procurar ser de ayuda en lo quepueda.

    La sacerdotisa hizo una pausa y mir hacia algn punto del saln, hubo un tensosilencio. Laida apretaba sus puos contra sus caderas. Alaine volvi a dirigirse a ellacon expresin seria.

    - Tengo una pregunta ms, Laida.

    - S, Sacerdotisa Alaine.

    - Deseas ser parte del Klande Alaine de Sexta ?

    La cara de Laida se ilumin.

    - Sera un honor para m. - Contest.

    - Eres entonces bienvenida.

    Laida levant sus brazos y dio un salto para abrazarse con su nueva madre, la salaestall en aplausos.

    La Ceremonia se reanud. La asistente de Guaxara continu anunciando nombres queno estaban presentes o respondan expresando su renuncia.

    Se adelant hacia nosotras otra mayor de cincuenta aos que dirigi su interrogatorioa una de las candidatas de Zazpir. Similares preguntas y parecidas respuestas. Luego

    la bienvenida, el abrazo y los aplausos.

    La tercera elegida tambin fue de Zazpir, la cuarta de Biko, la quinta de Lehen.Ninguna de ellas portaba el smbolo del Crculo. Quedbamos once en el estrado.

    Entonces ocurri algo imprevisto. Una sacerdotisa de unos cuarenta aos y de granbelleza, luciendo pendientes ondulados de plata, se acerc a Hagora. En el saln segener un murmullo de sorpresa y expectativa.

    - Hagora, me pareces una linda persona y podra elegirte.

    Mi amiga luca radiante. La Sacerdotisa modific su expresin y sealando el pecho deHagora, dijo.

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    - Pero no lo har. Y t sabes por qu.

    Hagora qued un instante petrificada, su sonrisa desapareci para convertirse enasombro. Miraba fijamente a su interlocutora sin poder decir nada. Ella gir y sedirigi a interrogar a otra candidata de Biko. Hagora se volvi hacia m. No me habl,pero en sus ojos enormes haba espanto. Sus manos fueron hacia el aro de plata que yohaba puesto en su cuello. Trat de devolverle confianza, le ped que se quedaratranquila, que no se preocupara, que todo iba a salir bien.

    La siguiente en ser elegida fue Gazmira. Siguieron varias ausencias y renuncias. Laoctava, y la primera entre quienes tenamos aro de plata, fue Sutziake. Su madreadoptiva fue la Sacerdotisa Nekane. Ms ausentes y renunciantes. La novena fue deLau.

    Quedbamos siete. Con excepcin de Dafra, la de Lehen, todas portbamos el anillo delCrculo.

    - Haridian ! - vocifer la asistente de Guaxara.La Sacerdotisa Haridian tendra unos cuarenta aos. No era muy hermosa. En susorejas los pendientes eran circulares. Subi al estrado y se dirigi hacia m.

    - Itahisa.

    - S, Sacerdotisa Haridian.

    - Adems de bailar por las noches en la playa, - se escucharon risas - cules son tusexpectativas para tu nueva vida en Sexta ?

    - Deseo colaborar con esta comunidad para que esta Ciudad sea un orgullo paraAtlantis.

    Haridian sonri.

    - Y de qu modo colaborars en la casa que te reciba, Itahisa ?

    - Tratar de complacer a mi madre y a mi familia adoptiva, haciendo lo que se esperade m.

    Haridian entendi que con eso era suficiente.

    - Quieres formar parte del Klande Haridian de Sexta, Itahisa ?

    - S, Sacerdotisa Haridian.

    - Eres bienvenida entonces.

    Me acerqu a recibir el abrazo de mi nueva madre.

    Al bajar del estrado vinieron a saludarme Sutziake, Gazmira y otras hamabineskak.

    Algunas sacerdotisas tambin se acercaron a felicitarme. Haridian me anunci que alterminar la Ceremonia tendramos una fiesta en su casa.

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    Me sent emocionada y a gusto con mi primer dilogo con mi madre adoptiva. Noobstante me preocupaba mi amiga, que segua siendo postergada por las sucesivasdecisiones de adopcin. Fueron elegidas las dos chicas del Crculo de Hiru. En el rostroy la postura de Hagora se evidenciaba el disgusto. No haba dudas que le afectaba cadachance que no le era favorable. Trat de hacerle algn gesto de simpata pero ella nome diriga la mirada. La colaboradora de la Alta Sacerdotisa continuaba llamando apotenciales electoras y casi todas renunciaban. Estbamos ya en el tramo final de lasms jvenes y de menor jerarqua.

    Dos de ellas se inclinaron por las hamabineskakrestantes de Lau y de Biko. Quedabandos en el estrado. Hagora y Dafra, la llorona de Lehen. El sufrimiento de mi amiga eraevidente.

    Una joven sacerdotisa llamada Anixua subi al estrado y se dirigi a Hagora, quien senotaba nerviosa. Le hizo varias preguntas, entre ellas cul le pareca que era el tratoque mereca una mujer atlanteana. Tuve un momento de pnico, porque si contestabaalgo inapropiado iba a ser nuevamente postergada. Hagora respondi algo acerca del

    respeto y eso pareci conformar a su interlocutora. Siguieron otras preguntas, queHagora fue contestando con mayor aplomo. Finalmente fue invitada a integrar el Klande Anixua de Sexta.

    Me acerqu a felicitarla pero ella me detuvo. Estaba furiosa. Quit el adorno de sucuello y me lo devolvi con brusquedad. Me pidi que nunca la volviera a ayudar y sealej con su nueva madre.

    Me qued tan mal, que perd por un tiempo la percepcin de lo que ocurra a mialrededor. Alguien haca preguntas a la ltima hamabineska. Al rato not que mehablaban. Era Sutziake.

    - Qu le pas a tu amiga ? Es un poco tonta o qu ?

    Trat de disimular mi angustia y murmur algo de que ella se haba puesto nerviosa.Sutziake trat de animarme diciendo que ya se le iba a pasar, pas su mano por mihombro y volvimos a reunirnos con Nekane y Haridian, nuestras respectivas madresadoptivas.

    Esa misma noche fui presentada a mi nueva familia.

    Haridian tena cuatro hijos, pero las dos mayores haban emigrado. La primera, cincoaos atrs a Hiru, y a Lehen la segunda, el ao anterior. El varn, Manindar, de oncey la pequea Eider, de siete, iban a ser mis hermanos por adopcin.

    Manindar no fue amable al recibirme. Ms tarde me explicaron que l estabadescontento por perder su lugar de hermano mayor, que haba ganado un ao atrs, alpartir su segunda hermana. Eider era una nia hermosa y simptica y me encaricon ella inmediatamente. Lo primero que hizo fue mostrarme los regalos que habarecogido en su canasto, tras su salida por la Fiesta de Elkar.

    Adems de Haridian, Manindar y Eider, estaban en la casa varios tos y tas, y todosfueron buenos conmigo. Haban preparado bocadillos y bebidas para recibirme. Supeque mi nueva madre tena treinta y ocho aos, que era Profesora en la EskueladeNavegacin y que yo era la primera adoptada en su Klan. Ella agradeci con una

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    Saliendo del palacio, nos cruzamos con Hagora y Anixua. Nuestras madres sesaludaron al pasar, pero Hagora me evit y sigui su camino. Tuve que resignarme aque su molestia conmigo iba a ser duradera.

    Luego acompa a Haridian a la Eskuela de Navegacin. Ella me recomend noingresar a Navegacin hasta cumplir los quince, porque iba a ser mejor para micuerpo. Estuve de acuerdo. Mis primeras Eskuelak iban a ser entonces Cultivo yConstruccin, que correspondan con mis necesidades de conocimientos al momento deconstruir mi propia casa.

    Normalmente en Atlantis, las mujeres tienen su etxea terminada al ao de laadopcin, pero en Sexta todo era ms complicado. Con suerte podra mudarme antesde cumplir catorce. Yo estaba decidida a hacer lo posible para adelantarlo, pero nodependa enteramente de mi empeo. La Ciudad deba hacer el pozo de agua, proveerlos materiales y asignar a cada casa un Maisuconstructor. Luego debamos obtener

    ayudantes para levantar las paredes. Al mismo tiempo tenamos que preparar lospozos para los cultivos comunes.

    Dej a Haridian en la Eskuela y camin sola hacia el puerto. Trat de ignorar lapestilencia y las ratas y contact un barco que parta hacia Bosteko la maanasiguiente. Envi un mensaje de conformidad a mi madre Atissa y sal de all tan rpidocomo pude.

    De regreso a mi nuevo hogar, orden mis pertenencias. La habitacin de los nios eraespaciosa, ya que haba sido ampliada para los cuatro hijos, pero a mi llegada dormansolamente Manindar y Eider. En uno de sus extremos estaba mi cama. Haridian habadispuesto una mampara con telas para producir cierta separacin de espacios. Tenatambin unas tablas como estantes para mi ropa, una pequea mesa y una lmpara.Era todo lo que necesitaba. Eider se ofreci a ayudarme, al mismo tiempo que hacapreguntas y comentarios sobre cada objeto que sala de mi equipaje. Manindar semantuvo al margen, absorto en un barco de juguete que su hermana haba trocado enla recorrida de Elkar.

    Uno de los tos que haba conocido la noche anterior, lleg a la casa con un canasto dealimentos. Su nombre era Jacomar. Me puse a su disposicin para ayudarlo a cocinar.Me respondi amablemente que si mantena entretenida a Eider, sera para l la mejorayuda. Hice lo que me pidi y fui con Eider a que me enseara los cultivos de la casa ylos terrenos comunes del campo.

    Al regresar estaba pronto el almuerzo. Nos sentamos los cuatro a la mesa y el toJacomar me pidi que dirigiera la oracin a Ama. Yo nunca haba dirigido una oracinen mi casa, aunque saba perfectamente cmo hacerlo. Agradec a Ama por la nuevavida y por la hermosa familia que me haba recibido. Luego mencion en particular lahabilidad del to Jacomar para prepararnos la comida, elogi la simpata de Eider ydije de Manindar que me gustaba porque era callado. Con eso logr por primera vezprovocarle una sonrisa.

    Tras el almuerzo, quise limpiar la cocina pero el to Jacomar nuevamente se neg.Entonces decid ir de paseo por Sexta, con la idea de encontrarme con Sutziake o

    Gazmira. Tena descartado ir a visitar a Hagora por unos das.

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    Tratando de recordar las indicaciones de Sutziake, camin largo tiempo por las callespero no logr dar con la casa. Entonces me dirig a la playa. No haca calor y estabadesierta. Igualmente me quit las sandalias y moj mis pies en la orilla. El agua metrajo el recuerdo de mi amiga Txanona, que estara por cumplir sus doce aos enLehen.

    En la noche, despus de la cena, mi madre adoptiva me pidi que acompaara a Eidera dormirse y que luego volviera porque tenamos que hablar.

    Al rato volv al hogar, pero Haridian no se encontraba all. Me llam desde suhabitacin. Se encontraba recostada en su cama y me invit a sentarme junto a ella.En su cuarto, flotaba un aroma suave que no pude identificar.

    La conversacin empez por los sucesos de la noche anterior. Me cont que lassacerdotisas hermanas del Crculo esperaban muchas ms hamabineskak y se

    decepcionaron al enterarse de que ramos solamente siete. Hablamos de los episodiosrelacionados con Hagora. Me dijo que la Sacerdotisa que la haba rechazado era de lasms allegadas a Guaxara, y que hubiera sido terrible para mi amiga ser adoptada porella. Que no me preocupara por su malestar conmigo, porque Anixua era una mujerencantadora y sin dudas hara que Hagora se sintiera feliz con su nueva familia.

    Luego repasamos mi llegada a la casa, la reunin de la noche y lo que haba ocurridoen la jornada. Insisti en preguntarme sobre mi conformidad con el espacio que mehaba destinado en la habitacin. Qued complacida cuando le relat de mi oracin aAma en el almuerzo. Me asegur que ya iba a descubrir a un Manindar ms simptico.Simplemente sonri cuando refer a las negativas del to Jacomar a que lo ayudara enla cocina. Dud en contar mi pasaje por el puerto, pero finalmente me anim y ella lorecibi con naturalidad. En cambio, me pareci advertir preocupacin en su rostrocuando hice el relato de mi paseo por la playa. Acordamos ir la maana siguiente aregistrarme en las Eskuelakde Construccin y Cultivo.

    Pens que con esto se terminaba nuestra pltica, e hice el gesto de levantarme parasalir de la habitacin, pero ella me detuvo con su mano.

    - Espera. Tenemos que hablar.

    No entend. Simplemente volv a sentarme junto a ella.

    - Itahisa. Ahora somos madre e hija.

    - S. - Trat de captar lo que me quera decir.

    - Pero madre e hija por adopcin. Cierto ?

    - Cierto.

    - Es una relacin diferente a la que has tenido con tu madre de vientre, la SacerdotisaAtissa.

    - S.

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    - Bien, Itahisa, las madres de vientre tienen ciertas responsabilidades con sus hijos.Cuidarles, ensearles, hacerlos crecer. Las madres adoptivas tambin, pero yarecibimos a una chica cuidada, enseada y crecida. Nos corresponden entonces otrasresponsabilidades. Y de ellas tenemos que hablar.

    - S. - Respond, aunque no tena claro de qu se trataba.

    - Tu cuerpo ha estado cambiando, no es as Itahisa ?

    - S. - Me alegr de tener por fin una pista.

    - Tus caderas se han ido ensanchando y tus pechos estn creciendo. Te estsconvirtiendo en una mujer hermosa, Itahisa.

    - Gracias, madre Haridian.

    - Has tenido ya tu primera luna ?

    - No todava.

    - Entonces, ocurrir en cualquier momento. No ests preocupada por ello ?

    - No. - Dud un instante - Mi madre Atissa me ha dicho que no es para preocuparse.

    - Bien. Y supongo que tu madre Atissa tambin te ha advertido que a partir de tuprimera luna puedes quedar embarazada.

    - Ehh ... s.

    - Sabes que para embarazarte se necesitan dos cosas, no ?

    Sent que me llevaba a un terreno poco conocido. Me resultaba algo intimidante, peroal mismo tiempo me provocaba curiosidad. Mir a los ojos a mi madre adoptiva y mesent cmoda para confesarme con ella.

    - En realidad, no lo tengo claro.

    - Te agradezco que seas sincera conmigo, Itahisa. Creme que es sumamenteimportante que siempre seas sincera conmigo ... sobre cualquier duda que tengas.

    - As lo har, madre Haridian.

    - Bien. T sabes que a partir de la primera luna las mujeres podemos quedarembarazadas. Pero ello no ocurrir mientras no recibas el semen de un hombre en tunatura, al interior de tu flor. Comprendes ?

    - Al interior ?

    - S. La naturaes la puerta de un canal que conduce a nuestro vientre. Es necesarioque el zakil de un hombre penetre por ese canal y deje su semen para que puedaproducirse un fruto en nuestro vientre ...

    - Penetre ... totalmente ? - La interrump. Haridian sonri.

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    - Totalmente, Itahisa. Supongo que has visto alguna vez el zakilde un hombre adultoen su esplendor, no es as ?

    Aunque desde nia haba visto muchos hombres bandose en las playas y en los ros,no estaba segura de la respuesta.

    - S. Pero ...

    - Dime cul es tu duda, Itahisa.

    - No me parece que un zakilpueda entrar ... totalmente ... en mi canal.

    Haridian volvi a sonrer.

    - Creme que nuestra flor cuando est bien estimulada se abre en forma sorprendente.Y que tu canal se adaptar para recibir un zakil. Es algo que tambin nuestro cuerpova aprendiendo con el tiempo.

    - Claro. - En realidad no me resultaban convincentes las afirmaciones de mi madreadoptiva.

    - Podemos seguir ?

    - S.

    - Bien. T eres la mayor entre los hijos de la Sacerdotisa Atissa. Puedes decirme quedad tena ella cuando t naciste ?

    - Veinticuatro aos. - No tuve que hacer el clculo porque saba la respuesta de

    memoria.

    - Mi hija mayor tiene diecisiete. Puedes decirme a qu edad tuve yo a mi primera hija ?

    - A los ... veintiuno ?

    - Exacto. Entiendes lo que te estoy mostrando ?

    - No. - Admit.

    - Tu madre y yo tuvimos nuestro primer hijo recin a los veinticuatro y a los veintinaos. Pero tuvimos nuestra primera luna a los doce. Luego estuvimos entre nueve y

    once aos sin quedar embarazadas. Te das cuenta ?

    - S. - Atin a responder, aunque me senta perdida.

    - Tu madre de vientre y yo decidimos entonces no tener hijos hasta cumplir los veinte.No slo tu madre Atissa y yo. Si prestas atencin vers que la mayora de las mujeresatlanteanas hemos hecho lo mismo.

    Calcul rpidamente las edades de las madres al nacer mis amigas Hagora y Txanona.

    - La madre de mi amiga Hagora la tuvo a los dieciocho. - Inform en contrario.

    - Dieciocho est bien. No es lo mismo que trece o quince, me entiendes ?

    Itahisa de Atlantis, Parte Dos 69

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    - S ... No.

    Haridian me miraba expectante.

    - Quiero decirte, Itahisa, que en Atlantis las mujeres postergamos nuestro primerembarazo, para cuando hayamos finalizado nuestra Eskuela de Navegacin y el

    crecimiento de nuestro cuerpo haya llegado a su mximo.

    - S ... Pero ...

    - Sabes cmo hacemos para no quedar embarazadas hasta los dieciocho o los veinte ?

    La respuesta me pareci obvia.

    - No dejar que un zakilentre totalmente y deje su semen.

    Mi madre adoptiva hizo un esfuerzo para no rerse. Me sent avergonzada.

    - Itahisa, - dijo ella con ternura - s, esa podra ser una forma, pero ninguna mujer seprivara de ese placer hasta los veinte aos.

    - No entiendo. - Admit con cierta amargura.

    - Por eso estamos teniendo esta conversacin. - Se la vea contenta. - Primero. Debessaber que las mujeres tenemos un ciclo de fertilidad entre una luna y otra. Cada unade nosotras tenemos nuestro calendario. Debers aprender a conocer tu calendario,Itahisa, contando los das que transcurren desde que aparece tu sangre hasta que dejade caer y luego los das hasta que vuelve a venir. Es importante que tu aprendas ahacer eso, me sigues ?

    - S.

    - Bien. Pongamos mi ejemplo, - seal hacia su natura - mi ciclo se extiende porveintiocho das, desde que baja mi sangre hasta que llega la siguiente. En estemomento faltan tres o cuatro das para mi prxima luna. Yo s eso porque llevo lacuenta. Van veinticinco de mi luna anterior. Entonces, yo s que si esta noche ofrezcomi flor a un hombre no quedar embarazada. Ni hoy, ni maana, ni en los prximosquince das

    - Cmo ... lo sabes ? - Aquello me resultaba difcil de aceptar.

    - Porque las mujeres slo somos frtiles, slo podemos quedar embarazadas entre elda doce y el da dieciocho de nuestro ciclo.

    - Cmo ... ?

    - S, Itahisa. Eso es lo primero que debes saber al hacerte mujer.

    En mi cabeza tuve una mezcla de sensaciones. Me resultaba poco comprensible que mimadre Atissa nunca me hubiera hablado de los ciclos de las lunas y los das defertilidad. Por otra parte, me daba cuenta que Haridian se vea sumamentepreocupada por que yo lo entendiera, y eso me inclinaba a creerle.

    - Slo seis das ... - pregunt - entre luna y luna ?

    Itahisa de Atlantis, Parte Dos 70

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    - Exacto, Itahisa, siete en realidad, si contamos el da doce y el da dieciocho.

    - Y los dems das ...

    - Los dems veinte, veintiuno o veintids no somos frtiles. No quedaremosembarazadas al recibir semen en nuestro vientre.

    - Y slo en esos das frtiles ... - trat de completar la idea.

    - En esos das frtiles procuramos no recibir semen, si no queremos quedarembarazadas. Para ello cuidaremos de no dejar entrar el zakildel hombre con quienestemos. Eso no quiere decir que no podamos gozar con l, ni que evitemoscomplacerlo. Simplemente no lo dejamos entrar. Y haremos lo contrario ms tarde, alcumplir dieciocho o veinte aos, cuando s queramos tener hijos. Lo entiendes bien ?

    - S. - Acept, aunque aquello segua siendo algo oscuro.

    - Pero podra ocurrir un accidente. - Agreg Haridian para mi mayor confusin.- Accidente ?

    - S. Un accidente. Una distraccin, un momento en el que perdemos el control. Puedeocurrir.

    - No entiendo. - Volv a confesar.

    - Si llega a ocurrir, Itahisa, escchame bien, si llegas a recibir semen en tu vientre entus das frtiles, es posible que tu siguiente luna no llegue. Porque la sangre no caermientras ests embarazada. La primera noticia que tendremos de que estamos por

    formar un beb en nuestra panza es esa. Que la siguiente luna no llegue. - Mi madreadoptiva endureci la voz. - Si tu luna se atrasa, Itahisa, tendrs que decrmeloinmediatamente. Es tu deber como hija adoptiva. Promtemelo.

    Me pareca un poco excesivo y lejano todo aquello, pero entend que no tena chance dediscutirlo.

    - Lo prometo, madre Haridian.

    Por segunda vez interpret que la extensa conversacin con mi nueva madre habaterminado. Por segunda vez me equivoqu.

    - Mi otra responsabilidad como madre adoptiva, Itahisa, es acompaarte a tuCeremonia de Iniciacin.

    Tampoco haba odo de aquello. Me sent un poco abrumada por la cantidad deinformacin de la que careca.

    - Qu es la Ceremonia de Iniciacin ?

    - Ya vers, ser algo divertido. Pero falta un tiempo. La haremos en la prxima Fiestade Egu.

    - Me dirs en qu consiste ?- S. Pero en otro momento. Ahora es tarde. Por hoy ha sido suficiente, no te parece ?

    Itahisa de Atlantis, Parte Dos 71

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    - Sin dudas. - Fui sincera.

    - Vamos a dormir ?

    Estuve de acuerdo.

    Varias veces repas mentalmente aquella charla con mi madre adoptiva durante losdas siguientes.

    Muchas cosas no me quedaban del todo claras. Qu sera esa Ceremonia de Iniciacin ?Por qu era tan importante reportar inmediatamente de un eventual atraso en mi luna? Por qu nunca haba odo hablar de tiempos de fertilidad ? Por qu podra ocurrir unaccidente ? Sera un problema tan serio tener hijos antes de cumplir los dieciocho ?Entrara realmente un zakilen mi canal, como haba asegurado Haridian ? Sera algotan bueno como para que ninguna mujer quisiera privarse de ello ? Cundo se le

    pasara el enojo a mi amiga Hagora ?Todas aquellas preguntas me generaban cierto desnimo. No esperaba que a mis doceaos y luego de mudarme de ciudad, fuera a encontrarme con tantas dudas. Y sinamigas para compartirlas. No tena noticias de Hagora, ni de Sutziake, ni de Gazmira.Haridian no pareca dispuesta a retomar las plticas, ni volvi a quedarse sola en lasnoches. Sent que extraaba a mi madre Atissa y a mis hermanos. Y a mi amigaTxanona.

    Los das que siguieron me resultaron largusimos. Jugaba con la pequea Eider en lasmaanas y de a poco el to Jacomar me fue permitiendo realizar pequeas tareas en lacocina. Pude cambiar algunas frases con Manindar, quien pareca irse acostumbrandoa mi presencia. Por las tardes paseaba por Sexta, sin encontrar alguien conocido. Enlas noches, hilaba lana para confeccionarme abrigos, porque haba trado escasa ropade neguy haca bastante fro.

    Una de esas tardes fue excepcionalmente clida. Desde lejos not que haba gente en laplaya y me acerqu. Varias rondas de jvenes conversaban y otros jugaban a la pelotaen la arena. Caminando entre ellos encontr a Gazmira acompaada de un joven algomayor. Nos saludamos y ella me present a su hermano de adopcin. Su nombre eraBaraso. Tena catorce aos, era alto, pareca tmido y me result agradable. Gazmirame dibuj en la arena un mapa para llegar a su casa y a la de Sutziake. Puse muchaatencin en memorizarlo. Gazmira tampoco tena noticias de Hagora. Estuvimos de

    charla hasta que el sol empez a bajar. En el negu los das son ms cortos y yo nollevaba mi lmpara, de modo que me desped de ellos, contenta de haber podido tomarcontacto con alguien de mi edad.

    Al regresar, me esperaba otra sorpresa. Anixua y Hagora estaban en mi casa.Haridian las haba invitado a cenar. Hagora se alegr al verme llegar y nosabrazamos. Ella me pidi disculpas por su comportamiento, pero yo tambin me sentaculpable de lo que haba ocurrido y se lo dije. Me sent sumamente aliviada.

    El to Jacomar no estaba y Haridian preparaba la comida, asistida por Manindar.Anixua jugaba con Eider y eso nos dio la oportunidad de ponernos al da con mi amiga.La llev al dormitorio. Tenamos tanto de qu hablar ! De nuestras nuevas madres y

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    hermanos. De los arreglos para iniciar las Eskuelak. De los desafortunados sucesos dela Ceremonia de Recepcin. De ciclos, lunas e iniciaciones.

    Pero ella no pareca interesada en lo mismo que yo. Hagora estaba realmenteencantada con su nueva familia. No cesaba de elogiar a su madre Anixua. No diomuestras de haber estado preocupada por motivo alguno. Ni de haber extraado suciudad natal, ni tampoco a m. Por segunda vez consecutiva, tuve la extraa sensacinde que habiendo venido a la misma ciudad, en realidad estbamos en mundosdiferentes.

    Nuestras madres nos llamaron para cenar y fuimos a sentarnos a la mesa. Pudeverificar que Anixua era una mujer tan interesante como me haban anunciado. Erahermosa, elegante y acertada en sus dichos. Hizo comentarios graciosos que denotabanconocimiento de nuestras familias de origen y de nuestra infancia en Bosteko.

    Cuando habamos comido, Haridian dio indicaciones a Manindar para que l y Eiderfueran al cuarto de dormir. Luego que quedamos las cuatro en la mesa, mi madre

    adoptiva inesperadamente se dirigi hacia m.

    - Itahisa, creo que nos debes una explicacin.

    No me di cuenta de qu hablaba.

    - Una explicacin ?

    - S. A la Sacerdotisa Anixua, a tu amiga Hagora, y a m.

    Dud un instante, mientras senta que el pecho se me agitaba.

    - Acerca de ?

    - Creo que lo sabes. Acerca del aro de plata que diste a Hagora en la Recepcin.

    Vi caras inquisitivas y serias en mis tres interlocutoras. Procur ordenar mi mente.

    - Es una historia larga. - Dije al fin, tratando de aparentar calma.

    - Estamos aqu para escucharla, Itahisa. - Intervino Anixua.

    Inici entonces el relato del plan que Txanona y yo habamos acordado en las rocas,frente al puerto de Lehen. Cuando ella me haba pedido que la ayudara a cumplir susueo de emigrar a Islas Castigadas. Que para ello debamos acceder a mi abuelaIruene en Hiru. De lo fcil que haba sido persuadir a nuestras madres para queTxanona se sumara al viaje. De su promesa de darme su aro de plata enagradecimiento si es que lograba su objetivo, porque en Islas Castigadas no lo iba anecesitar. Que dado que no vendra a Sexta conmigo, podra ser una posibilidad paraHagora. Porque yo saba que Hagora no tena aro de plata, aunque su madre eracercana a la ma. Drselo era una forma asegurar que Hagora fuera adoptada en unacasa del Crculo y pudiramos acompaarnos en Sexta.

    Anixua morda una sonrisa, Haridian me miraba con severidad, y los labios de Hagorase movan sin pronunciar sonido.

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    Resum la conversacin con mi abuela en la Biltzarade Hiru. De cmo ella se habadispuesto a hablar con la madre de Txanona y de cmo la tercera parte del planrequera un par de confirmaciones. La de mi madre Atissa de invitar a Vilda, la madrede Hagora a integrarse al Crculo en cuanto ella ingresara a la Alta Eskuela, y la deTxanona de que viajara a su destino soado. Cuando estuvieron, hicieron el finalprometido. Txanona me haba enviado por barco su argolla del delfn. Y yo la habatrado a Sexta para colgarla del cuello de Hagora en la Recepcin.

    Hice una pausa y se produjo un tenso silencio en la mesa. De modo que continu.

    - Hice mal en no haber explicado todos estos detalles a mi madre Atissa, lo s. Yadems deb haber prevenido a Hagora sobre lo que implicaba portar el aro en laCeremonia. Ya le he pedido disculpas por ello y lo vuelvo a hacer delante de ustedes.

    Otro silencio.

    - De mi parte, - habl Anixua - me siento satisfecha por las explicaciones que nos ha

    dado Itahisa.- Lo que habis hecho, t y tu amiga Txanona, - estableci Haridian - es realmentegrave. Habis cambiado el destinatario de un smbolo del Crculo sin solicitarautorizacin. Y jugado con la confianza de nosotras. Y aunque afortunadamente noocurri, pudo haber tenido un resultado terrible.

    La sentencia de mi madre adoptiva me son exagerada, pero no la discut.

    - Recin entiendo lo que pas, Itahisa. Lamento haberme enojado ... tanto ... contigo. -complement Hagora.

    - Yo tambin ... lo lamento ... digo ... me disculpo ...

    - Itahisa, no volvers a hacer algo as sin consultarnos, verdad ? - Anixua vino en mirescate.

    - No lo har. Lo prometo.

    - Devolvers el aro a su original duea ? - pregunt Haridian.

    - No. - supliqu - No puedo hacerlo. Mi amiga Txanona lo tomara como una ofensa.

    - Entonces, Itahisa, me lo dars a m. Y yo se lo transferir a Hagora si el Crculo loautoriza. Y si Hagora est de acuerdo.

    Hagora asinti. Anixua aprob. A m no me pareci tan mala resolucin. Fui a buscarel bolsito de cuero y se lo entregu a mi madre adoptiva.

    En preparacin del inicio de cursos, le propuse a Hagora conocer las eskuelak deCultivo y de Construccin. Los edificios eran sencillos, con hileras de salonesflanqueados por galeras. La Eskuelade Construccin se hallaba prxima a la cantera,donde los trabajadores, utilizando hamacas de distintos portes, cortaban y alisaban

    bloques de piedra, para obtener losas y adoquines. La Eskuelade Cultivo estaba aun

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    ms al norte, ya en la zona de terrenos agrcolas de la ciudad, rodeada de huertas,maizales y campos con variedad de rboles.

    Haridian nos explic el funcionamiento de las Eskuelak.

    Cualquier maisu, desde los quince aos de edad, puede iniciarse como ayudante

    docente en la Eskuelatras haber demostrado en la prctica su habilidad para ensear.Pero recin obtendr el grado de Profesor cuando lo haya hecho durante seis aos. Losprofesores estn a cargo de los cursos y evalan a los maisuak que empiezan aensear. A su vez, son electores del Consejo de la Eskuelay del Decano. La jerarquaentre docentes se establece por mritos obtenidos o evaluados en la propia Eskuela. Notiene ms mrito una Doctora o una Sacerdotisa que recin llega a la Eskuela quealguien que ya es Profesor.

    El Decano o director de la Eskuelase elige por todos los profesores. Hay que tener doceaos de docencia para ser elegible. Haridian podra ser electa Decana en Navegacinpor haber ingresado como ayudante docente a los dieciocho, o sea, llevaba veinte aos

    enseando en la Eskuela y catorce como Profesora. En las Doce Eskuelak no haydiferencias de mritos entre hombres y mujeres. Existen muchos hombres profesores yalgunos han llegado a Decanos. Por el contrario, a la Alta Eskuela no ingresan loshombres, ni en la difcil eventualidad de que hayan completado sus doce maisutzak.

    Todas las eskuelakfuncionan a doble turno. Los alumnos pueden cursar de maana ode tarde, de modo que les sea posible asistir a dos eskuelak simultneamente. Engeneral los ayudantes y los Profesores trabajan en un solo turno. Muchos profesoresdan clases en dos eskuelaky algunos trabajan en su oficio, en el turno opuesto al quehacen docencia.

    Pocos adultos en Atlantis dedican la jornada entera a un mismo oficio. O trabajanmedia jornada y se quedan en sus casas con los nios la otra media jornada, o trabajanen dos oficios. Los navegantes y pescadores tienen un rgimen distinto. Un da dedescanso por cada da que hayan estado en el mar.

    Fuimos con Hagora a conocer las casas de Gazmira y Sutziake. Y las cuatro juntas arecorrer Sexta.

    En uno de esos paseos las llev a la colina, a ensearles los campos delimitados, dondesupuestamente construiramos nuestras etxeak. All nos alegramos de encontrar que

    estaban cavando un pozo, que sera el depsito de agua de uno de los campos. Lostrabajadores no supieron confirmarnos si aquel campo estaba destinado a nosotras.Igualmente festejamos dando vueltas alrededor del pozo y disfrutando de la hermosavista de la ciudad.

    Ms tarde conduje a mis tres amigas a travs del bosque y les mostr el Club de lasSacerdotisas de Sexta. Haca fro y nadie se vea en los jardines. A falta de evidenciavisual, relat la escena que habamos presenciado en mi primera visita a Sexta junto alas explicaciones que mi madre Atissa haba aportado. Todas quedaron sorprendidas.Gazmira y Hagora empezaron a fantasear con visitar alguna vez el Palacio. Sutziakese burlaba de ellas, describiendo la forma en que un enorme sirviente desnudo las iba

    a expulsar violentamente en cuanto ellas tocaran la puerta de entrada. Regresamos anuestras casas rindonos de las situaciones imaginarias ms absurdas.

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    Pasados siete das desde la Fiesta de Elkar, volv al puerto y mand un regalo a miamiga Txanona por sus doce. Un caracol recogido en la arena de la playa de Sexta.

    Unas noches despus, mi hermano de adopcin tambin cumpla doce. Con ese motivo

    tuvimos una nueva reunin en la casa. Qued consternada al enterarme que Manindaren realidad era de la misma edad de Txanona y apenas menor que yo. Siempre lohaba visto como a un nio.

    En la fiesta, me dediqu a colaborar con el to Jacomar para que todos estuvieran bienatendidos. Y a la vez a conocer a los amigos varones de Manindar. Uno de ellos fueamable conmigo y advert varias veces que me miraba. Era simptico y de bonitorostro, pareca mayor que mi hermano, aunque supe que tambin tena doce aos. Sunombre era Guadarteme, que significa "nos alertamos". Su fsico no era esplndidocomo el de Baraso, el hermano de Gazmira, pero pareca mucho ms ... despierto.

    Cuando el cumpleaos hubo terminado, ayud al to Jacomar a limpiar y a ordenar lacasa. l me indic que me fuera a dormir y puso a calentar un caldero para preparar elbao de mi madre Haridian, quien gustaba de baarse en las noches.

    Al ir a acostarme pas por al lado de Manindar y Eider que ya dorman. Apagu milmpara pero me cost conciliar el sueo. Pensaba en Txanona, en Manindar y en suapuesto amigo Guadarteme... Percib risas provenientes de la cabina de baos.Seguramente eran de Haridian mientras el to la enjuagaba con jarros de agua tibiadel caldero. Sent algo de envidia porque haca aos desde la ltima vez que alguienme haba ayudado a baarme. Desde entonces lo haba hecho sola, con la nicaexcepcin de la noche de la llegada a Sexta, cuando haba debido asistir a mi amigaHagora que se encontraba mareada... Me pregunt si Manindar estara afn apresentar a Guadarteme a mis amigas, y ello podra dar lugar a hacer lo propio con loshermanos de ellas. Una reunin de hamabineskaky hermanos de adopcin podra serprometedora... Escuch que Haridian y el to Jacomar entraban a la casa... Podra seruna oportunidad para volver a ver a Baraso, a Guadarteme y quizs al hermano deSutziake, cmo se llamaba ? Si al menos hiciera calor, sera fcil encontrarnos todos enla playa. Incluso bailar, pero era improbable con estas noches tan hostiles. Opodramos inventar un motivo para reunirnos en una casa... Empec a or suavesgemidos provenientes del cuarto de mi madre adoptiva. Parecan de disfrute. El toestara complacindola. Un silencio. Record las palabras que ella me haba dicho: "yos que si esta noche ofrezco mi flor a un hombre no quedar embarazada. Ni hoy, nimaana, ni en los prximos quince das". Ello provoc mi curiosidad sobre la actividad

    en la habitacin contigua. Estara ella ofreciendo su flor al to ? Calcul que hacancatorce das de aquella conversacin... Volvieron a escucharse los gemidos, esta vezms fuertes. Imagin a ambos abrazados y al to introduciendo su zakil, lentamente ycon esfuerzo, en el canal de mi madre adoptiva. La imagen no me resultaba agradable.Pese a ello tuve una extraa sensacin, un cosquilleo, ah abajo, en mi flor.

    Transcurran las fras noches del neguy yo segua con algunas preguntas pendientespara mi madre Haridian.

    Pens en compartir con Hagora mis inquietudes, pero resolv no hacerlo. No mehallaba cmoda con mi vieja amiga. Una maana sal de la casa sola, sin rumbo

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    prefijado. Faltaban ocho das para el inicio de los cursos. Podra ser una excusa parahacer una reunin de hamabineskak, hermanos y amigos.

    Sin pensarlo mucho, llegu a lo de Sutziake y la invit a dar un paseo. Acept de buenhumor y fuimos a caminar juntas. Le cont mi proyecto y lo tom como propio. Pediraautorizacin a su madre, Nekane, para que pudiramos hacer la reunin en su casa.

    Le pregunt por su vnculo con su madre adoptiva, aunque ya saba que era bueno.Sutziake me habl de lo sorprendida que estaba con el relacionamiento con su nuevamadre. Rpidamente entramos a los asuntos que me interesaban. Conversamos acercade lunas, embarazos e iniciaciones. Tenamos casi las mismas certezas y tambincoincidamos en las incertidumbres. Ella haba tenido una charla similar con Nekane,incluyendo la advertencia sobre el atraso de la luna y el anuncio de la Ceremonia deIniciacin en la Fiesta de Egu. Su madre adoptiva le haba pedido que no hablara alrespecto con Gazmira, pues las del Crculo haramos una Iniciacin distinta a las de laSerpiente. Que aparentemente sera una reunin nocturna de mujeres, en el bosque,en la que slo participaramos hamabineskaky sacerdotisas.

    Sutziake me acompa al puerto en busca de alguna noticia de Txanona. Ubicamos altxaluparique haba aceptado llevarle mi regalo, y l tena un mensaje de respuestaElla haba dicho: "Lo llevar conmigo. Partiremos veinte das despus de Ama".

    Por fin se dio la oportunidad de una segunda charla con mi nueva madre. Le propusehablar una noche que el to Jacomar se encontraba de viaje y ella accedi gustosa. Aligual que la vez anterior, me pidi que fuera a su cuarto cuando Manindar y Eiderestuviesen dormidos. Al entrar reconoc aquella complejidad de aromas particularesdel dormitorio.

    Empec por la anunciada Ceremonia de Iniciacin. Ella no quiso darme ms datos.Insisti en que an faltaba mucho tiempo para la Fiesta de Egu, y que ya tendramosocasin para hablar de ello. Luego me anim a preguntarle por los temas que ms mepreocupaban, la cuestin contradictoria entre no negarse al placer, la postergacindeliberada de los embarazos y la necesidad de denunciar urgentemente si ocurriese unatraso en mi luna. Omit referirme a lo que haba escuchado la noche del cumpleaosde Manindar.

    Haridian comenz por el asunto de los embarazos. Volvi a decirme que las mujeresatlanteanas preferimos no tener hijos hasta los dieciocho, porque es cuando nuestro

    cuerpo est totalmente desarrollado, y eso nos har ms fcil la gestacin y el parto.Adems de que ya habremos hecho nuestra Maisutza en Navegacin y tendremosnuestra etxea, nuestros amigos y amigas para acompaarnos. Que entre los veinte ylos treinta y cinco es la mejor edad para recibir hijos, porque se requieren energas queson propias de esas edades. Que podra tener todos los hijos que quisiera en esos aos.Aunque en general las mujeres en Atlantis tienen entre cuatro y cinco.

    Me pregunt cuntos hijos quera tener yo. Le respond que seis. Ella sonri y me tomla mano. Me asegur que podra perfectamente traer seis hijos al mundo entre losveinte y los treinta y cinco aos. Qued conforme con ello.

    Haridian continu. Afirm que nuestro cuerpo tiene que estar preparado para empezara formar un beb, y que si no lo est el embarazo se interrumpir. Que ese es un hechonatural dispuesto por la Diosa Ama. Pero que Ama tambin nos dio a las mujeres la

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    posibilidad de decidir si estamos o no preparadas. De no sentirnos prontas y biendispuestas a hacerlo, es mejor no hacerlo. Si nuestra mente y nuestro vientre dicencosas diferentes, debe primar nuestra mente. Y en tal caso le avisamos a nuestrovientre que no siga adelante. Como le avisamos a nuestros pies que no sigan adelanteen un camino peligroso. Pero eso slo se puede hacer en los primeros das de un atrasoen nuestra luna. Y en pocas situaciones. Slo cuando accidentalmente hayamospermitido que el semen ingrese en nosotras en das frtiles.

    - Le avisamos ?

    - S, Itahisa. - Haridian sostena mis manos sobre su rodilla.

    - Cmo le avisamos ? - Insist.

    - Bebiendo una infusin, una preparacin de hierbas.

    Aquello me result inesperado.

    - Y qu ocurre entonces ?

    - Simplemente el embarazo no da comienzo. Vendr la sangre y seguir tu calendario.

    Tard un momento en procesar la inslita afirmacin.

    - Y ... por qu no hacemos siempre eso ? por qu hay que cuidar de no dejar entrar elsemen en nuestros das frtiles ?

    - Porque nuestro vientre terminar por desobedecernos, Itahisa. La infusin dejar deser efectiva luego de tres o cuatro veces que la usemos.

    - Y en ese caso ? Si no es efectiva ?

    - En ese caso ... llevaremos nuestro embarazo con orgullo. Tendremos nueve lunaspara prepararnos a recibir nuestro hijo con alegra.

    Me qued un rato en silencio. Mi madre adoptiva simplemente sostuvo sus manos enlas mas. De a poco, las explicaciones empezaban a cerrar.

    Pero necesitaba algo ms para despejar mis dudas. Me anim a preguntarle.

    - A ti te ha pasado ?

    Haridian sonri.

    - Cul cosa ?

    - Tener ... accidentes, beber la infusin.

    - Claro que s, Itahisa. Creo que no te miento si te digo que a la mayora de las mujeresnos ha pasado.

    Me sent ms tranquila. Una sensacin de calma se fue adueando de m. Me inclin a

    buscar el abrazo de mi madre adoptiva. Y ella me interpret con generosidad,rodendome con sus fuertes brazos y besando mi cabeza. Pasamos as un momento,abrazadas.

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    Hasta que ella, adivinndome, dijo.

    - Tienes ms preguntas todava, no es cierto ?

    - Cmo lo sabes ?

    - Lo percibo ac. - Dijo tocando su pecho y arqueando sus cejas.

    Me caus gracia. Y me sent cmoda para continuar la charla. Volv a sentarme frentea ella y cruc mis piernas sobre la cama.

    El camisn de dormir de Haridian revelaba sus msculos, moldeados durante aos denavegacin. El cabello del color de la miel caa suave sobre sus fornidos hombros. Ensu rostro algo duro, haba ternura. Su expresin era de expectativa ante mi siguientepregunta.

    - Cmo se siente ?

    - Perdn ?

    - Un zakil, en tu canal, cmo se siente ?

    Ella ri.

    - Rico, Itahisa, ya vers. Quizs no la primera vez, o la segunda. Pero no te preocupespor ello. Se aprende.

    - No me doler ?

    - No debera. Pero es importante que quieras hacerlo. Que realmente lo desees. Si no lodeseas, Itahisa, no lo hagas. Tambin es importante que el hombre sea comprensivo ysepa esperar. Que sea carioso contigo Itahisa, y con tu flor. Que se dedique a tu florpara que ella se abra. Si no lo hace, ensale, y si no aprende a hacerlo, no te merece.

    - Ensearle ?

    - Claro. Ensearle. Mostrarle cmo le gusta a tu flor ser tocada.

    - Y si no s ensearle ?

    Mi madre adoptiva pareci sorprendida. Me mir un instante sin responder. Por

    primera vez not que dudaba.

    - Itahisa. Perdona. Quizs fui rpido. Tienes razn. Para poder ensearle tienes quehaber aprendido t a hacerlo.

    - No entiendo.

    Volvi a mostrarse pensativa.

    - Ahora tengo yo que hacerte unas preguntas, de acuerdo ?

    - De acuerdo.

    - Estando sola, no has alguna vez jugado a tocar tu flor ?

    Itahisa de Atlantis, Parte Dos 79

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    - Claro.

    Not que respir aliviada.

    - Entonces tienes una idea de cmo te gusta ser tocada, no ?

    No me pareci tan obvio.

    - Pero nunca vi que se abriera como para que entre un zakil.

    - Est bien. Lo que importa es que t ests disfrutando. Si ests disfrutando, tu flor sehumedecer y ser fcil que un zakil pueda entrar si as lo quieres. De esa formasabrs si tu canal est preparado.

    No me dej satisfecha esa explicacin. Otra vez ella me adivin.

    - No quedaste conforme, verdad ?

    - No.

    - Bien. Dime. Alguna vez has sentido una sensacin intensa, placentera, ah en tu flor?

    - S. - Afirm sin dudar -. Varias veces. Pero nunca ... dentro de mi canal.

    Haridian puso una cara que pareca comprensiva.

    - Bien. El modo en que t ms disfrutes ser algo que slo t podrs ir descubriendo.Lo nico que yo puedo hacer es ensearte mi modo de disfrutar mi flor. Puede servirte

    como ejemplo. Pero no necesariamente ser igual para ti.

    - Entiendo.

    - Qu tal si te muestro ?

    Me provoc curiosidad. Nunca haba visto desnuda a mi nueva madre. No esperabauna demostracin de ese tipo, pero me result interesante.

    Ella arque el cuerpo para levantar su camisn hasta la cintura. Me acomod paraasistir a aquella inesperada deriva de la charla. Se recost y separando sus piernas meofreci una vista completa de su natura.

    Su tamao, variedad de colores y complejidad de pliegues me fascinaron. Estabacoronada por un arbusto de color ms oscuro que su cabello.

    Con sus manos, suavemente separ los ptalos, dejando a mi vista la entrada de sucanal. Lleg a mi olfato una versin intensa de uno de los aromas que distinguan lahabitacin.

    - Itahisa, saluda a mi flor. Dile algo bonito para que est contenta.

    Me re.

    - Hola flor de Haridian, qu linda que eres. - Dije fingiendo una voz infantil.

    Itahisa de Atlantis, Parte Dos 80

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    Con los dedos, ella hizo mover los ptalos de su flor simulando los labios de una boca.

    - Hola Itahisa, t s que eres hermosa.

    - Muchas gracias, flor de Haridian, eres amable.

    Empez a acariciarse apenas rozando sus muslos y caderas. Luego rodeando el entornode su natura.

    - Qu opinas Itahisa ? Te parece que ella est contenta ?

    - No lo s. - Me caus gracia y extraeza su pregunta.

    - Es fcil de saber. Si hay humedad est contenta. Si est triste est seca.

    - Est ... contenta ... creo.

    Ella pareci no escucharme.

    - Si no hay humedad, debes ir a buscarla, entiendes ?

    No entend.

    Haridian se llev una mano a los labios. Busc mi mirada. Introduciendo dos dedos ensu boca los lami. Retornando a la entrepierna, unt con saliva los altos pliegues de suflor.

    - Si no hay humedad, debes ir a buscarla, entiendes ? - Insisti.

    - S. - Dije esta vez.Sus dedos siguieron describiendo suaves movimientos circulares. Reconoc unasensacin punzante en mi propia naturay tuve el impulso de imitarla. Pero ella tenauna idea diferente. Delicadamente tom mi mano.

    - Mi flor estara encantada de que la toques, Itahisa. Quieres hacerlo ?

    No era lo que estaba queriendo hacer precisamente. Dud un instante mientras unavibracin sacuda mi pecho. Repentinamente sent deseos de tocar aquella flor, adulta,extica, intrigante.

    - Quiero. - La voz me sali temblorosa.

    Haridian condujo lentamente mis dedos a su flor. Los hizo pasear por encima de susvalles y montaas, hasta que mis yemas tomaron contacto con aquellos plieguesrosados, calientes, y hmedos. Repiti los movimientos anteriores, ahora usando misdedos.

    - Si no hay humedad, debes ir a buscarla, entiendes ?

    No contest. Me aturdan sensaciones que iban de mis dedos a mis pechos, que luegobajaban a mis pies, para volver a subir y chocar con otras que bajaban.

    - Aqu est nuestro centro de placer, Itahisa. Debes jugar con l, acariciarlo, rodearlo,despacio. Est escondido en su capullo, lo ves ?

    Itahisa de Atlantis, Parte Dos 81

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    Entend a qu se refera. El mo propio se estaba despertando en su capullo,solicitando ser atendido. Tuve que usar mi otra mano para presionar mi propia flor.

    - Eso - aprob ella. - hazlo t tambin, Itahisa.

    Recog mi falda y apoy una pierna en la cama para tener acceso a mis partes. Al

    primer contacto, la sensacin fue agradable. Imit sus movimientos. Mi esku-erracopiaba las maniobras no voluntarias de mi esku-ona. Haridian me hizo dibujarcaprichosas curvas en sus ptalos, para que lo mismo pudiera transmitir a mi flor. Pormomentos me senta perdida y no lograba coordinar mis manos.

    Ella lo not. Solt mi mano. Me invit a ponerme cmoda en su cama y me acost a sulado. Cerr mis ojos y disfrut de tocarme. Me permit gozar por unos instantes sinreparar en la cercana de mi madre adoptiva, quien vigilaba mis disfrutes en silenciosin dejar de acariciarse.

    Mi flor estaba contenta. Extend la humedad por mi centro de placer como ella lo haba

    mostrado un momento antes. Me abandon a las deliciosas sensaciones que recorranmi cuerpo, hasta que me sent agitada y tuve el impulso de detenerme a descansar.

    Dej a mi cuerpo relajarse, por un tiempo, en silencio. Luego abr los ojos paraencontrarme con la mirada sonriente y calma de Haridian.

    - Hola Itahisa, cmo has estado ?

    - Eh ... bien. - Respond divertida.

    - O sea que no tienes ms preguntas por esta noche.

    Tuve que hacer un esfuerzo por recordar las cuestiones que me haban llevado a sudormitorio aquella noche. Volv a sentarme en la cama.

    - An no logro entender cmo algo tan grande puede entrar en un lugar tan chico. -Repliqu para no darme por satisfecha.

    Haridian volvi a sonrer. Luego extendi frente a m los dos dedos ms largos de sumano.

    - Grande como esto ? - Pregunt con picarda.

    Los dedos de Haridian me parecieron realmente grandes.

    - S, por ejemplo. - Acept.

    Ella llev sus dedos a su flor y los hizo circular en la entrada de su canal. Luego,aparentemente sin esfuerzo, los introdujo en su interior. Observ atnita cmodesaparecieron dentro de ella. Se entretuvo un momento en su juego, sin dejar deatender mi asombro. Entonces sin esfuerzo alguno, los sac de su escondite.

    - Ser fcil, Itahisa, no te preocupes.

    No respond. Estaba impactada por la escena que haba visto. Por la forma tan sencilla

    en que ella haba entrado y salido de s misma. Ella intentaba leer mis pensamientospor la expresin de mi cara.

    Itahisa de Atlantis, Parte Dos 82

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    - An tienes dudas, no es as ?

    - S. - Reconoc.

    - Quieres hacer una prueba ?

    No entend de qu hablaba. Ella tom mi mano y eligi dos de mis dedos. Volvi aguiarlos a la entrada de su flor.

    Entonces supe que me estaba invitando a entrar en su canal. Mi pecho volvi aacelerarse. Ella aguardaba con tranquila expectativa mi decisin.

    - Quieres que lo haga ? - Pregunt con timidez.

    - Claro, Itahisa. Me encantara. T quieres hacerlo ?

    Asent con mi cabeza pero no mov mis dedos. Ella los apoy en su hmeda y rojizaentrada. All los hizo girar suavemente. Y en un rpido empuje los hizo entrar. Misdedos desaparecieron completamente. Sent que varias lenguas los laman en aqueldesconocido recinto. Tuve un instante de pnico y quise sacarlos de all, pero ellasujet mi mano.

    - Muvelos. - me pidi - muvelos dentro, por favor.

    No cre que fuera posible. Pero lo intent. Para mi asombro las paredes de aquellacueva eran flexibles y cedan a la presin de mis dedos.

    Fui relajando mis prevenciones. Haba algo fantstico en experimentar lasposibilidades de mover mis dedos en aquella misteriosa cavidad.

    La presin sobre mi mano se aflojaba. Hasta que qued libre para salir de su encierro.Pero no me anim a sacarla. Haridian, con los ojos cerrados, no hablaba. En unmomento pareci despertarse. Con suavidad retir mi mano. Mis dedos estabanrecubiertos de sus jugos.

    Sus ojos expresaban deleite. Incorporndose recuper el habla.

    - Dime, Itahisa. Has visto algo que no hubieras visto antes ?

    - Sin dudas, madre Haridian. - Admit con sinceridad.

    - Gracias, Itahisa. Mi flor est agradecida con las caricias que le has dado. Por estanoche no tienes que ir a tu cama. Puedes quedarte en la ma si quieres.

    Evalu la invitacin. Jams haba dormido en la cama de mi madre en Bosteko. Ysiempre haba deseado hacerlo. Por otra parte me senta sumamente nerviosa yagitada. No poda dormirme as. Volv a sentarme en el borde de la cama.

    - Estoy ... inquieta. - Murmur.

    - Es natural que ests inquieta, Itahisa. La pregunta es si estars ms cmoda en tucama o en la ma.

    - No estoy segura.- Confes.

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    - Entonces qudate aqu. - Con una palmada seal el lugar y se hizo a un lado.

    Me acost. Hallaba cierta extraeza en aquella cama tan grande. Y al mismo tiempome encantaba estar ah. Las imgenes recientes volvan de continuo. Y no poda dejarde oler aquel perfume, en el aire, en mis dedos, en el cuerpo de Haridian a mi lado.

    Desde mi naturaemanaban corrientes de calor.

    Cambi de posicin varias veces, buscando una comodidad que me resultaba esquiva.Ella me acarici la cabeza.

    - Debers hacer algo para recuperar la calma, no ?

    Estuve de acuerdo.

    - No tendrs vergenza en practicar lo que aprendiste, verdad ?

    Deseaba hacerlo. No me preocupaba la presencia cercana de Haridian. Ella habaabierto su flor y la haba tocado frente a m. Me haba mostrado cmo se senta elinterior de su canal. Y yo haba buscado mi placer delante de ella. Lo nico que mepreocupaba era su aprobacin. No quera hacer algo que la disgustara en su cama.ntimamente, tambin deseaba prolongar aquel momento.

    Simplemente le devolv una sonrisa de agradecimiento.

    Apenas volv a tocarme la sensacin placentera regres y se fue expandiendo. De apoco fui incrementando el ritmo y la presin. De mi memoria esperaba que en unmomento me sintiera satisfecha. Pero no ocurra eso. La sensacin de placer no dejabade aumentar. El calor me fue tomando y empec a transpirar. Hasta que mi flor

    comenz a arderme y tuve la percepcin de que algo estaba haciendo mal. Me detuve arecuperar la respiracin.

    Entonces Haridian intervino. Busc mi mano, eligi mis dedos, y sin decir nada losllev nuevamente a su canal. Pero esta vez los devolvi a mi flor, susurrndome.

    - Si no hay humedad, debes ir a buscarla.

    Mis dedos trajeron un delicioso blsamo. Goc al extenderlo y pude volver aacariciarme con intensidad. Y me anim a jugar con mi propio canal. Aquella entradainexplorada cedi a la suave presin y las sensaciones que me produjo se replicaban y

    golpeaban en mi cabeza. Una de ellas se convirti en explosin y me ba por dentro.Entonces sent que me temblaba el cuerpo. Dej de ver y de or. Olas de placerviajaban dentro de m, yendo, viniendo, olas fuertes, olas suaves, olas verdes, olas dealivio.

    Qued extenuada. Tanto que no poda ni quera incorporarme o acomodarme en lacama. Me senta ligeramente embriagada, y feliz. Haridian me bes y me cubri conuna manta. Complacida, me qued dormida junto a ella.

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    Tard un instante en ubicarme al despertar sola en la enorme cama. Haridian noestaba. Fui a desayunar y me cruc con Manindar, que me observ con extraeza. Notena ganas de hablar con l en ese momento. Calent un caldero para baarme.Disfrut largo rato en la cabina, derramando agua sobre mi cabeza y recordando losacontecimientos de la noche anterior. Tras baarme, me envolvi una agradablesensacin de bienestar. Sal de la casa y fui directamente a encontrarme con Sutziake.

    Transcurridos veintids das de nuestra llegada a Sexta, tuvimos por fin nuestroprimer da de clases.

    Habamos combinado para ir juntas las cuatro a Construccin en las maanas. Y enlas tardes iramos solamente Sutziake y yo a Cultivo. Porque Gazmira y Hagora altimo momento haban elegido Cocina como segunda Eskuela.

    En la Eskuelade Construccin conocimos a nuestro Maisu. En el grupo ramos cerca

    de treinta alumnos. Lo componamos nueve de las hamabineskak que habamoscompartido la Recepcin en Elkar y siete varones de doce aos, entre ellos mi hermanoManindar y su amigo Guadarteme. El resto eran jvenes de entre quince y dieciochoaos de edad. El Maisunos gui por galeras, salones y espacios de los alrededores,mostrando las distintas actividades que bamos a realizar en nuestros siguientes tresaos en la Eskuela.

    En nuestra primera clase, el Maisu nos habl de los conceptos de horizontalidad yverticalidad. Y de cmo una construccin se basaba en esos dos conceptos. Nos ensea utilizar dos herramientas de construccin. Una cuerda con una piedra atada en unextremo para verificar que algo es vertical. Y una pequea bolita de bronce quecolocada sobre una tabla recta y lisa sirve para saber si algo es horizontal. Estuvimospracticando con esos instrumentos toda la maana.

    Al medioda, Sutziake y yo nos quedamos a almorzar en la Eskuela. Porque no eraprctico cruzar la ciudad dos veces para hacerlo en nuestras casas. Y tenamosbastantes temas para conversar. Entre ellos la convocatoria a la reunin dehamabineskaky hermanos que venamos preparando.

    Luego marchamos juntas a la Eskuelade Cultivo, donde tambin conocimos a nuestraMaisu y compaeros de cursos. La Maisu nos llev a recorrer las huertas de laEskuela, ensendonos los distintos cultivos, e introduciendo alguna caracterstica decada tipo de planta. Antes de despedirnos, nos dio a cada alumno una bandeja que

    tena compartimentos con semillas de distintas plantas. Y nos detall instruccionespara preparar nuestros propios canteros en los terrenos de las casas.

    Regresamos contentas cuando el sol ya se ocultaba. Estbamos entusiasmadas. Laactividad en las eskuelaknos haba trado una perspectiva ms cierta de lo que iban aser nuestras vidas en los siguientes aos.

    La reunin en la casa de Sutziake fue divertida.

    ramos ocho. Nosotras cuatro. El hermano de Gazmira, el grandote Baraso. Mihermano Manindar, que se comport mucho ms sociable y simptico de lo que eraconmigo y su alegre amigo Guadarteme. Y el hermano de Sutziake, Etxekide, a quien

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    yo apenas conoca, pero me haba gustado desde que lo haba visto al visitar a suhermana. Habamos llevado comida y bebidas. Nos saludamos y hablamos de lasrespectivas experiencias de inicio de cursos en las eskuelak.

    La noticia la trajo la duea de casa, la Sacerdotisa Nekane, la madre de Sutziake yEtxekide. Tena la confirmacin de que en el campo delimitado donde estabanhaciendo el pozo, haban asignado nuestros predios. All haramos nuestras casas lasdiecisis hamabineskak de Elkar. Probablemente el depsito de agua estuvieraterminado para la Fiesta de Ama y empezaramos el nuevo ao con la construccin.Era excitante saber que en poco tiempo podramos disponer de nuestros propioshogares. De nuestros propios dormitorios. Pero an quedaba por delante un ao o ms,para poder ocupar las etxeak. Las mujeres conspiramos para obtener compromisos delos varones para ayudarnos en la construccin.

    Pude conversar ratos a solas con Guadarteme y con Etxekide. Guadarteme eragracioso y tena siempre algn elogio para m. No era difcil obtener su atencin. Encambio Etxekide era ms reservado y costaba hacerlo hablar. Como buen anfitrin, se

    mantena atento a lo que ocurra en la reunin. Etxekide era alto, aunque no tantocomo Baraso, usaba el pelo largo atado hacia atrs y los huesos de su rostro marcabansus bellos rasgos masculinos a pesar de que recin haba cumplido los trece aos. Perolo que ms me atraa de l era su mirada. En sus profundos ojos azules habavivacidad e inteligencia.

    Con Baraso no pude hablar porque Hagora y Gazmira lo tenan arrinconado. Mientrasque Sutziake dedic buena parte del tiempo a mi hermano, que pareca encantado conella.

    Manindar me hizo varias preguntas sobre Sutziake en el camino de regreso. Yo me

    divert siendo ambigua en las respuestas. No me preocupaba que mi hermanoestuviera interesado en mi amiga, al contrario, me causaba gracia verlo tanconversador.

    Cuando llegamos a casa, se acord de preguntarme.

    - Dormiste en el cuarto de mi madre la otra noche ?

    - S.

    - Y por qu te dio permiso para hacerlo ?

    - Porque tenamos cosas de mujeres para hablar.

    Percib que estaba sumamente interesado en mi respuesta, pero yo no pensaba darmayores detalles.

    - Y qu pas ? - Insisti.

    - Nos quedamos dormidas.

    Di por concluidas las explicaciones. Oculta tras la mampara me re en silencio, medesvest y me acost.

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    Se estableci una rutina.

    Todas las maanas sala con Manindar hacia la Eskuelade Construccin. Al mediodaalmorzaba con Sutziake y luego bamos juntas hacia la Eskuela de Cultivo. Alatardecer, la acompaaba a su casa, de camino a la ma. Jugaba un rato con Eider yayudaba al to Jacomar a preparar la cena. Al irnos a acostar, tena una breve charlacon mi hermano sobre lo que haba ocurrido en la jornada.

    El to Jacomar pasaba casi todas las noches en casa. Y era frecuente que ayudara aHaridian a baarse antes de irse a dormir. A veces me quedaba despierta en laexpectativa de volver a escuchar seales reconocibles desde el dormitorio contiguo.

    Tuve noticias de mi familia en Bosteko. Mi hermano Jama preguntaba cundo ira avisitarlos. Mi madre Atissa planeaba adoptar una hamabineska para la Fiesta deAma. Y el to Ahar tena previsto pasar una noche en Sexta y quera aprovechar paraverme y traerme regalos. No tena una respuesta clara para mi hermano, no meresult grato lo de mi madre y envi indicaciones a mi to para poder encontrarnos.

    Se acercaba el primer fin de ao desde mi llegada a Sexta.

    Sin tener an mi propia etxea, la Fiesta de Ama no iba a diferenciarse mucho de lasde aos anteriores. Saba que deba regresar a casa con Manindar y Eider, mientrasque nuestra madre se quedara bailando. De todas formas, era la primera oportunidaden la que iba a formar parte del crculo inicial de la Cruz Atlanteana en la ceremoniade la maana.

    Cada seis o siete das, Anixua y Hagora venan a cenar. Conversbamos acerca de lamarcha de los cursos, sobre la posibilidad de iniciar la construccin de nuestrasetxeaken el udaberri, y sobre novedades en las negociaciones entre Zazpir y Sexta porel bronce, los adoquines y las tinturas.

    Muchas de las semillas que plant en la huerta de la casa germinaron. Pimientos,papas, tomates y hierbas aromticas se irguieron desde la tierra, al estmulo de miscuidados y el disciplinado riego que realizamos con mi hermanita Eider. En la Eskuelade Cultivo, la Maisu nos explic sobre las necesidades de agua, luz y calor de lasdistintas plantas. Sobre cules crecan mejor en compaa de otras. Cmo reconocer losplantines por las formas y colores de las primeras hojas. Por qu debamos regarlas enausencia de sol directo. Cules hojas podamos cortar conforme al crecimiento de laplanta. Cules insectos eran beneficiosos y cules debamos combatir conpreparaciones de hierbas.

    En Construccin aprendimos a marcar esquinas perfectas. Con una cuerda debamosmedir tres pasos en una direccin, cuatro pasos en la direccin cruzada y cinco pasosentre ambas marcas. Con esa relacin de tres, cuatro y cinco obtenamos una esquinaperfecta, llamada eskuadra. Con cuatro eskuadrakcompletbamos un marco.

    Luego pasamos a estudiar la produccin de ladrillos de barro. Nos ensearon apreparar la mezcla con tierra, bosta, aserrn y agua. A moler y pisar el lodo con laayuda de un animal de carga y dejarlo secar durante varios das antes de colocarlo enmoldes para hornearlo.

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    Una tarde llegu a casa y estaba mi to Ahar. Me sent contenta de verlo y corr aabrazarlo. Haridian lo invit a quedarse a cenar. El to Ahar me puso al da con lasnoticias de mi casa materna y me trajo regalos. De mi to Txoim una barra de carbnpara dibujar, de mi madre un pequeo frasco con esencias de bosques, y de mihermano Jama una cesta de mimbre que l mismo haba tejido. Ahar y Jacomarestuvieron hablando en la cocina mientras se preparaba la cena, mientras yo enseabalos regalos a la pequea Eider. Ella era un ao menor que Jama y estaba admirada dela capacidad artesanal de mi hermano. Tuve que prometer ensearle cestera enmimbre.

    El to Ahar viajaba por encargo de la Ciudad de Bosteko, en un barco que transportabagran cantidad de conejos vivos. Algunos conejos iban a quedar en Sexta, y el viajecontinuaba hacia Hiru, donde tomara contacto con mi abuela Iruene para hacerlellegar mensajes de mi madre. El to Ahar era Maisuen Cocina y formaba parte de esamisin para promover el consumo de carne de conejo en otras ciudades de Atlantis.Hizo muchas preguntas durante la cena con la intencin de poder transmitir en detallea mi familia cmo me encontraba en Sexta. Nos cont que se alojaba en los galpones

    dormitorios del puerto, y ante nuestras expresiones de estupor, aclar que los galponesestaban limpios.

    Haridian se ofreci a acompaar a su invitado de regreso al puerto. Encendi unalmpara portable para el camino, y el to Ahar parti con ella luego de que yo le dieramuchos abrazos y besos para que l los repartiera a mi familia.

    Los das lentamente se hacan ms largos, seal de que se terminaba el ao.

    Hubo algunas jornadas apenas clidas y en la Eskuelacombinamos para ir a la playaal atardecer. Aunque el mar no invitaba a baarse, se poda estar hasta la noche sinabrigo. Volvimos a reunirnos. Los cuatro varones, Baraso, Etxekide, Manindar yGuadarteme y las cuatro amigas, Sutziake, Hagora, Gazmira y yo, esta vez sinpresencia de adultos. Encendimos un fuego mientras asistamos a una hermosa puestadel sol en el horizonte.

    Hagora jugaba a treparse a los hombros de Baraso y l se sacuda para impedrselo. Alfinal ella logr su objetivo y pudo pararse con sus dos pies sobre los poderosos hombrosdel hermano de Gazmira. Entonces Manindar se puso en cuclillas para que Sutziakepudiera hacer lo propio sobre l, lo que no era tan fcil porque mi hermano era mspequeo que mi amiga. Luego de muchos intentos fallidos, que festejamos a

    carcajadas, Sutziake logr subirse a caballo de Manindar. Ambos nos desafiaron aimitarlos y yo no esper mucho para treparme a la espalda de Etxekide. No fue sencillopara Gazmira montarse sobre Guadarteme, pero en cuanto lo hizo, fuimos hacia ellospara hacerlos caer. Fue un triunfo inmediato, que no pudimos festejar, porqueManindar y Sutziake cargaron sobre nosotros. Forcejeamos en las alturas unmomento, pero mi caballo era ms fuerte que el de ella. Los vencimos rpidamente.

    Nos quedaba nicamente el temible adversario llamado Baraso-Hagora, quienes sehaban mantenido al margen, rindose de nosotros. Era dudoso intentar hacer caer alcaballo, por lo que fui decidida hacia la jinete. Trat de empujarla pero Baraso lamantena firmemente sujeta de las rodillas. Ella intent lo mismo, pero Etxekide dio

    un oportuno paso hacia atrs que hizo que el impulso de Hagora quedara en el vaco yse cayera hacia adelante. Baraso trat de sostenerla avanzando, pero Hagora se ibahacia abajo y l tuvo que sujetarla de la cintura para que no se golpeara la cabeza en

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    Temprano a la maana siguiente me despert Hagora. Ella nunca pasaba por mi casaantes de ir a la Eskuela. Pens que vena a disculparse por su comportamiento de lanoche anterior, pero la expresin de su cara me hizo descartarlo. Me adelant que algosorprendente haba ocurrido al regreso de la playa. Me result raro que Manindar nome hubiera contado, asumiendo que haban vuelto juntos.

    Manindar estaba callado y su mirada denotaba fastidio con Hagora. Ella aguardabaimpaciente que saliramos de la casa, y era evidente que no iba a hablar delante de mihermano.

    En cuanto partimos en direccin a la Eskuela, Hagora hizo un relato confuso de loocurrido la noche anterior. Baraso la haba besado. O ella lo haba besado. En realidadhaban tenido una pelea en la playa. O en la puerta de su casa. Eran dos discusiones,pero por el mismo motivo. Los varones haban querido irse pero Gazmira y ella habanquerido quedarse. Baraso haba logrado convencer a Gazmira de regresar a la casa,pero Hagora se haba negado y persuadido a Baraso de permanecer otro rato en laplaya. Etxekide se haba marchado solo. Finalmente Gazmira se haba ido

    acompaada por Manindar y Guadarteme. Y ella y Baraso se haban quedado. Pero lestaba enojado. En ese momento haba sido la primera discusin. Ella le haba gritadoy l la haba amenazado con irse y dejarla sola en la playa. No exactamente sola, sinocon sus amigos de Navegacin. Ella haba aceptado el desafo, decidida a quedarse.Pero Baraso no se haba resignado a dejarla. Durante el regreso ella le habarecriminado todo el camino, hasta que al llegar a la puerta de su casa, haban tenido lasegunda discusin. l le haba reprochado por querer quedarse con sus amigos. Ellaestaba indignada porque haba sido l quien los haba presentado. Mientras l seguareprobando su actitud, a ella le haba parecido extremadamente atractivo tan enojado.Entonces ella lo haba besado en la boca, consiguiendo que l se quedara en silencio,mirndola. Ella haba intentado darle la espalda y entrar en su casa, pero l no se lo

    haba permitido. Tomndola por la cintura la haba abrazado con tal fuerza que ellahaba quedado con los pies en el aire, mientras l la besaba. Y luego se haba ido sinemitir una palabra.

    Qued atnita. Y confundida. La historia me resultaba poco comprensible. No sabaqu decirle.

    No me dio tiempo a que lograra articular una frase. Porque me hizo aquella preguntainslita, imprevisible, absurda.

    - Te parece que debo ofrecerle mi flor ?

    Que me dej completamente aturdida.

    Hagora me miraba contenta y expectante. Esperaba mi aprobacin. Luch con unconflicto de emociones. La amistad que me una a ella desde los cinco aos. El vnculoque nos haba trado a Sexta. La amargura de la Ceremonia de Recepcin. El fastidiopor su comportamiento. La entreverada historia que acababa de contarme. Para colmo,estbamos llegando a la Eskuelay nos quedaba poco tiempo para hablar. No se meocurra la forma de decirle que estaba siendo una estpida sin arriesgar todaposibilidad de dilogo posterior.

    - Hagora. Creo que tenemos que hablar de ... todo esto ... con ms tiempo.

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    Ella se mostr decepcionada. Insisti. Pero logr convencerla de volver a reunirnos alatardecer para continuar la conversacin. Finalmente acept y fue un alivio para m.Necesitaba todo el da para saber qu iba a decirle.

    Me cost prestar atencin en la Eskuelade Construccin durante la maana y estuvecomo ausente en la tarde en la Eskuelade Cultivo.

    Me senta sumamente molesta con Hagora.

    Ella se haba comportado como una tonta en la playa. No se haba enterado de lo quele pasaba a Sutziake. Se haba mostrado embobada con los amigos de Baraso. Eraresponsable de haber separado y generado discusiones en el grupo de amigos. Y sinembargo pareca encantada por lo ocurrido. Con un beso haba logrado eliminar elenojo de Baraso. Me resultaba incomprensible. Y por si fuera poco, quera ofrecerle suflor.

    Me preocupaban las consecuencias que aquello podra traer. No slo para ella, sinopara los dems. La oferta de Hagora a Baraso, no terminara implicndonos ? AGazmira, a Sutziake y a m ?

    Qu pensaran Etxekide, Guadarteme y Manindar de enterarse ? Baraso los pondra altanto ? O lo hara la propia Hagora ? Trataran ellos de hacer lo mismo ? Molestarsecon nosotras para buscar un beso y ... algo ms ? No. No lo haran. Entenderan que nonecesariamente las dems seguiramos su forma de actuar. Y eso ... no provocara quetodos los varones se interesaran en Hagora y no en nosotras ? De modo que endefinitiva deberamos hacer lo mismo que ella para recuperarlos ? Tendra yo tambinque ofrecer mi flor ?

    Qu deba recomendarle a mi amiga ? Por otra parte, estara ella dispuesta aescucharme ? Existira algn argumento para convencerla de no hacer lo queobviamente estaba dispuesta a hacer ? Por qu haba venido a m con aquella terriblepregunta ?

    Trat de ocultar la molestia y la consternacin al volver a reunirme con Hagora. Perofue imposible. Inici la conversacin tratando de darle importancia al acto de ofrecersu flor por primera vez y me top con una respuesta que me dej desarmada.

    - No sera la primera vez. - Anunci sonriente.

    Qued perpleja. Mi pecho se aceler. Era posible que Hagora hubiera ofrecidopreviamente su flor sin que yo me hubiera enterado ?

    - Cmo ?

    - Ya lo hice ... - puso cara de pcara - varias veces.

    Me estaba desconcertando.

    - Cmo ?

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    - T no lo has hecho con tu madre ? - Su tono era triunfante.

    - Con ... tu ... madre ?

    - S, tontita, - dijo ella alegremente - con tu madre Haridian.

    Pens si mi noche en la cama de mi madre adoptiva poda contar como haber ofrecidomi flor. Decid que no. Hagora deba estar confundida.

    - Ehh ... no.

    Hagora me mir. La expresin de festejo de su cara fue cambiando a sorpresa.

    - No le has dado tu flor ? - Insisti.

    Aquella conversacin con mi amiga se haca inmanejable.

    - De qu estamos hablando, Hagora ?

    Para mi asombro, ahora ella pareca fastidiada conmigo

    - Estamos hablando de ofrecer nuestra flor, nuestra natura, a nuestras madres.

    Trat de explicarle.

    - Ofrecer significa no solamente dejar ver, no solamente dejar tocar, tambin significadejar entrar.

    - Exactamente.

    No poda creer lo que estaba oyendo.

    - Tu madre Anixua ... entr ... en tu canal ?

    - Claro.

    La mir asombrada. Ella se vea tan tranquila como si estuviramos hablando de ropa.

    - Puedes ... explicarme ... por favor ?

    - Me ests diciendo que t nunca lo hiciste con tu madre ?

    - Bueno. En realidad, - me pareci honesto especificar - yo s ... entr en su canal. Peroella no entr en el mo.

    - No se lo pediste ?

    - No.

    Ella sonri.

    - De lo que te has perdido, Itahisa.

    Ahora s me hallaba completamente desorientada. Ella estaba en pose de ensear y yono tena qu decirle.

    Itahisa de Atlantis, Parte Dos 92

  • 7/30/2019 Itahisa de Atlantis: Parte Dos, Adopcin

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    - Puedes contarme cmo ocurri ?

    Hagora pareci no escuchar mi pregunta.

    - S. Supongo que el problema tuyo es que no se lo pediste. Deberas hacerlo.

    - T ... se lo pediste ? - Atin a preguntar.

    - No. No fue necesario.

    - No fue necesario ?

    - No. Simplemente ocurri la tercera o cuarta noche que dorm con ella.

    Cada respuesta de Hagora me suma en un pozo ms profundo.

    - Qu ?

    - S. Tercera, creo, o cuarta.

    - Cuntas veces has dormido con ella ? - pregunt exasperada.

    - No s. Ya perd la cuenta.

    Me qued en silencio. Ella agreg.

    - Gazmira me dijo que tambin lo haba hecho con su madre. Entonces asum que eralo normal. Y que lo mismo pasara contigo. Y con Sutziake. Que todas lashamabineskakdorman algunas noches en las camas de sus madres. Y las complacan.

    No estuve equivocada. T tambin complaciste a tu madre Haridian. Si ella no lo hizocontigo fue porque ... fue porque no se lo pediste.

    Me mantuve en silencio. Ella sigui.

    - La prxima vez que duermas con ella, hazlo. Itahisa, vers que se siente estupendo.

    No soportaba aquella clase dictada por Hagora. Pens en dar por terminada laconversacin, aunque ni siquiera habamos empezado a hablar de lo que nosconvocaba.

    - Slo dorm una noche con Haridian. - Inform para asombro de mi amiga.

    - Slo una ?

    - S. Y no s si habr ... otra.

    Hagora me miraba con compasin. Como si yo estuviese contando algo triste.

    - Todas las noches est el to ... cmo se llama ?

    - Jacomar. No. No todas las noches.

    - Y no duermes con ella cuando l no se queda ?

    - No.