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Pedro Grases Escritos selectos Índice Presentación Prólogo Criterio de esta selección I. Humanismo y libertad en la emancipación La generación de la independencia (Esquema para una investigación del siglo XVIII venezolano) La conspiración de Gual y España y el ideario de la independencia I. La conspiración 1. Las nuevas ideas 2. El plan de la conspiración de Gual y España 3. Textos de la conspiración de Gual y España 4. Confusiones y esclarecimientos 5. Problemas bibliográficos de los Derechos del hombre y del ciudadano con varias máximas republicanas y un discurso preliminar dirigido a los americanos II. Trascendencia de los textos de la conspiración de Gual y España A) Planteamiento B) Los derechos del hombre en los primeros textos legales hispanoamericanos III. La canción americana IV. La Carmañola americana V. Recapitulación

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  • Pedro Grases

    Escritos selectos

    ndice Presentacin Prlogo Criterio de esta seleccin I. Humanismo y libertad en la emancipacin La generacin de la independencia (Esquema para una investigacin del siglo XVIII venezolano) La conspiracin de Gual y Espaa y el ideario de la independencia I. La conspiracin 1. Las nuevas ideas 2. El plan de la conspiracin de Gual y Espaa 3. Textos de la conspiracin de Gual y Espaa 4. Confusiones y esclarecimientos 5. Problemas bibliogrficos de los Derechos del hombre y del ciudadano con varias mximas republicanas y un discurso preliminar dirigido a los americanos II. Trascendencia de los textos de la conspiracin de Gual y Espaa A) Planteamiento B) Los derechos del hombre en los primeros textos legales hispanoamericanos III. La cancin americana IV. La Carmaola americana V. Recapitulacin

  • Temas de Francisco de Miranda I. La casa de Grafton Street, en Londres II. La imprenta de la expedicin libertadora III. Miranda y Bello IV. La biblioteca del Precursor V. La historia singular de un libro de la Biblioteca de Miranda La introduccin de la imprenta en Venezuela La imprenta de Gallaguer y Lamb Traducciones de inters poltico-cultural en la poca de la independencia de Venezuela Temas de Andrs Bello I. Andrs Bello, humanista liberal II. La personalidad de Andrs Bello III. La obra literaria de Andrs Bello IV. Las aportaciones de Bello en el estudio del Poema del Cid Temas de Simn Bolvar I. Hitos bibliogrficos bolivarianos II. El carcter hispnico de la emancipacin hispanoamericana (12 de octubre de 1982) III. Bolvar y Gngora II. De libros e imprentas I. El pleito del lugar de impresin del libro de Cisneros II. Calendario manual y Gua universal de forasteros en Venezuela para el ao de 1810 (El primer libro impreso en Venezuela) III. Impresos de Angostura I. La imprenta de Andrs Roderick II. Una imprenta porttil para Angostura en 1819 III. Repblicos del siglo XIX I. Valentn Espinal (1803-1866) II. Fermn Toro (1807-1865) III. Juan Vicente Gonzlez (1810-1866) IV. Definidores modernos 1. Manuel Segundo Snchez (1868-1945) 2. Vicente Lecuna (1870-1954) 3. Rmulo Gallegos (1884-1969) I. La Alborada II. De la novela en Amrica III. Una carta indita de Rmulo Gallegos 4. Augusto Mijares (1897-1979) 5. Mariano Picn Salas (1901-1965) 6. ngel Rosenblat (1902-1984) 7. Eugenio Mendoza (1960-1979) V. Escarceos de lenguaje La idea de Alboroto en castellano La obra lexicogrfica de Lisandro Alvarado (1858-1929) Frmulas de tratamiento en Venezuela en la poca de la independencia La nomenclatura de bailes y canciones de Hispanoamrica Galern en tierra firme

  • Liberal A) Liberal, voz hispnica B) Algo ms sobre Liberal Locha Nombre de fraccin monetaria de Venezuela Notas lexicolgicas VI. De educacin 1. De la intimidad de la enseanza (Carta para una revista de ex-alumnos) 2. Palabras en un Coloquio de Humanidades 3. El problema de la investigacin humanstica en Venezuela 4. En la recepcin de premios del Consejo Nacional de Cultura (CONAC) (Diciembre de 1981) 5. La universidad metropolitana y la educacin superior en Venezuela 6. Discurso de inauguracin de la Biblioteca Pedro Grases en la Universidad Metropolitana de Caracas 7. Tres retratos en una biblioteca Cronologa Bibliografa I. Obras de Pedro Grases. Inventario de contenido II. Crtica, libros y folletos III. Hemerografa. Seleccin IV. Obras de referencias Presentacin La tragedia doblemente desastrosa, por guerra y por civil, que sufri Espaa entre 1936 y 1939, provoc un xodo de intelectuales hacia las playas americanas. Hombres del ms alto mrito intelectual y profesoral, de la manera ms inesperada y azarienta, se encontraron de pronto en la necesidad de abandonar lo que haba sido el ambiente de su vida y el mbito de su labor creadora para lanzarse, como inesperados e involuntarios aventureros, a rehacer en los pases americanos su vida fecunda. Cientficos de la mayor categora, pensadores, creadores literarios, profesores de renombre internacional vinieron en esa forma a inventar una experiencia americana, casi de descubrimiento, y a traer a aquella otra parte, mal conocida, de la comunidad lo ms valioso y fecundo de la Espaa de su tiempo. Grandes y no bien reconocidas han sido las consecuencias de esa situacin que afect a tanta gente valiosa. Fue indudablemente un enriquecimiento para la Amrica Espaola y lo fue tambin para Espaa. Se echaron las bases fundamentales para la formacin de una nueva conciencia viva de la comunidad histrica y cultural, cuyos frutos han sido copiosos y varios y que constituye el comienzo de un nuevo tiempo para la mutua y ms profunda

  • comprensin entre los distintos miembros de la comunidad iberoamericana. En Venezuela, como en tantos otros pases americanos, la llegada de esos hombres marc de inmediato una ampliacin del horizonte intelectual y una aceleracin de los procesos del saber y el crear. Entre los peregrinos del dolor de Espaa vino a Venezuela un joven profesor de Letras, hijo histrico del Condado de Barcelona, despierto, activo y desbordante de ganas de hacer. Se llamaba Pedro Grases y vena, acaso sin proponrselo, a constituirse en uno de los mayores servidores intelectuales de Venezuela. -X- En todo lo que se relaciona con la historia literaria, la bibliografa, la investigacin de fuentes y de autores nacionales se puede hablar sin exageracin de la poca de antes de Pedro Grases y de la etapa posterior. Es casi imposible estudiar autores y obras del pasado nacional sin tener que recurrir a lo que este hombre infatigable ha encontrado y dicho. Lo que hoy sabemos de Andrs Bello, por ejemplo, se le debe a l en un grado eminente. Durante ms de cuatro dcadas ha dedicado su esfuerzo, su acuciosidad, su infatigable bsqueda y su seguro criterio al estudio de la obra y de la vida de este gran caraqueo. La monumental publicacin de las Obras Completas de Bello realizada por la Fundacin Andrs Bello de Caracas se le debe, en muchas formas, al entusiasmo, al buen criterio y a la inagotable laboriosidad de Pedro Grases. Es una labor ciclpea y asombrosa que por s sola lo hace acreedor al reconocimiento de todos los interesados en el pasado cultural de nuestra Amrica. Enfrentarse con Bello y con su vasta y variada obra era ya una empresa desproporcionada. El gran polgrafo, que vino a representar la sabidura y la conciencia de su tiempo para los hispanoamericanos no dej campo ni aspecto de la vida cultural del continente que no tocara y en el que no aportara alguna contribucin importante. Desde la revaluacin del Poema del Cid hasta su admirable y no superada Gramtica de la Lengua Castellana, desde su serena obra de poeta culto hasta su periodismo educador y divulgador, desde las ciencias jurdicas hasta la historia, desde el anlisis crtico hasta el estudio de la sociedad civil, desde el afn por el buen decir hasta los textos de la legislacin, desde la filosofa hasta la ciencia aplicada, la inmensa obra de Bello, dispersa en el tiempo y en el espacio en libros, revistas, peridicos, folletos, actas de Congresos y cartas, era en buena parte un mundo por redescubrir. Hoy, por el contrario, el gran venezolano es uno de los autores mejor estudiados y ms completamente conocidos en todo el mbito de la cultura iberoamericana, gracias a la insigne labor de la Comisin Editora de sus obras, al patrocinio tenaz de Rafael Caldera y, particularmente y en toda justicia, al celo y a la iluminada voluntad de Pedro Grases. No resultara descaminado advertir lo mucho de ejemplo e inspiracin de Bello que debi actuar, casi inconscientemente, en la vocacin de Grases, de no encerrarse en la celda del especialista sino, al contrario, con vocacin conquistadora, lanzarse a conocer y dominar todos los campos de la literatura y el pensamiento de esa Amrica Espaola, tan mal y tan fragmentariamente conocida. Este libro, que no puede ser otra cosa que un muestrario insuficiente de

  • la extensin y de la variedad de la obra de Grases, permite darse cuenta de la vastedad y variedad de su estudio y de todo lo que de ese esfuerzo sin tregua ha trado para extender y completar la imagen intelectual y el aporte creador de esta Amrica. -XI- La parte relativa a Bello, que no poda faltar, es una sobria y rica eleccin de todo lo que en una vida ha llegado a conocer y a incorporar definitivamente a la figura de aquel hombre ejemplar, que tanto tiene que ensear todava. Pero la mayor parte del volumen est consagrada a otros personajes y a otros aspectos de la evolucin poltica y cultural de estos pueblos. Estudia, con mucha novedad de criterio y de noticias, la Conspiracin de Gual y Espaa y, al travs de ella, los orgenes ideolgicos de la Independencia. Sobre Miranda ha trado a luz muchos aspectos importantes de su formacin intelectual. Sigue la pista a aquella imprenta que vino como nueva arma del espritu en el sollado del Leander, a traer a tierra venezolana, con tres siglos de retraso aquello que Bolvar iba a llamar la artillera del pensamiento. En este aspecto hay que sealar el gran servicio que ha prestado al encontrar y publicar el catlogo de la subasta de la biblioteca que acompaaba a Miranda en Londres en sus ltimos tiempos. La lectura de aquellos ttulos suscita en todo hombre educado la visin viviente de aquel ser excepcional, hroe de la accin y del espritu, que pretendi colocar sobre sus hombros el pasado cultural de Occidente para ponerlo al servicio de la creacin de una nueva Amrica. Tambin la figura de Bolvar le debe mucha valiosa investigacin y hallazgo. Datos nuevos para conocer la historia de la Carta de Jamaica o la elaboracin del Discurso de Angostura, entre otras cosas, sin contar su larga colaboracin, desde los das de Vicente Lecuna, en la formacin y orientacin del Archivo del Libertador. Lo que ha hecho para determinar el sitio de impresin del famoso libro de Cisneros sobre la Venezuela colonial es una ejemplar pesquisa de sabueso del saber, que lo ha llevado con seguro tino detectivesco a descubrir la imprenta de la edicin original en Espaa. La risuea sombra de Sherlock Holmes podra decir otra vez: Elemental, Watson. Una mente tan abierta e inquieta, como la de Grases, no se poda confinar al solo pasado. Con todo lo que de nuevo ha extrado de l, su curiosidad fecunda, y esa especie de necesidad de complementaridad que sienten todos los espritus elevados; lo ha llevado constantemente a mirar al presente. Hay mucha leccin abierta en las pginas que dedica a hombres de las ms diversas condiciones. Desde la labor procera e iluminada del impresor Valentn Espinal, hasta Fermn Toro y Juan Vicente Gonzlez, hasta los ms actuales ejemplos de Manuel Segundo Snchez, que lo acogi y gui en sus primeros pasos en la bibliografa venezolana, hasta Rmulo Gallegos, Augusto Mijares, Mariano Picn Salas, ngel Rosenblat, Vicente Lecuna, y ese buen ejemplo de hacedor de cosas que fue Eugenio Mendoza. -XII- El resto est dedicado a Escarceos de Lenguaje y al inagotable tema de la Educacin. Buena muestra de su multiplicidad de intereses. El origen del nombre liberal, el del galern o el de la humilde y desaparecida locha, o el gran tema inagotable y siempre actual de La idea de

  • alboroto en Castellano que tanto puede decir sobre la psicologa colectiva de los pueblos de la herencia hispnica. Es una buena muestra, ciertamente, que debe servir, sobre todo, para que muchos lectores, despierto el apetito de aprender, se lancen a buscar todo el tesoro de informacin sobre la historia y las ideas que llena la extensa bibliografa de este bibligrafo que, por amor de los libros, termin escribiendo una biblioteca propia. No son unos breves apuntes como stos los que pueden dar cuenta de la gran obra de Pedro Grases, ella habla por s sola, y est perpetuamente abierta para todos los que sienten hambre y sed de conocer mejor lo que es, lo que ha sido, de dnde viene y hacia dnde va esto que todava, despus de tantos siglos, carece de nombre pero que existe, y es la Comunidad Iberoamericana. Arturo Uslar Pietri Caracas, marzo de 1988 -XIII- Prlogo Los aos del encuentro El ocho de agosto de mil novecientos treintaisiete transcurri en el caliente y entonces pintoresco puerto de La Guayra como cualquier otro da. Desde mucho antes del amanecer, ya el sol anticipaba su clido recibimiento a los viajeros que llegaran en las naves provenientes de pases cuyo legado cultural habamos venido acogiendo desde remotos tiempos. Dentro de la rutina del da, que nada presagiaba diferente, se produjo el arribo de una nave en cuya gastada proa unas letras com ponan el significativo nombre de Simn Bolvar. Los hombres de la caleta descargan la mercanca almacenada en sus bodegas, y de los apretados camarotes bajan tambin los pasajeros con sus fatigas a cuestas. Entre ellos se encontraba Pedro Grases, un profesor y abogado cataln que la crueldad de una guerra civil lanza a nuestras costas. Hubo de abandonar su pas natal ante el fracaso de la experiencia republicana, para no doblegarse a la amenazante dictadura, y con la ansiedad arrastrada por un exilio que le sali al paso, sin buscarlo, se encontr, repentinamente, en un pas que estaba iniciando un lento, inseguro y contradictorio proceso de construccin institucional, y al que se incorporar generosamente, de lleno, sin temores ni reticencias, con toda la pasin y el amor de los hombres nacidos en las tierras mediterrneas. Aos ms tarde, cuando ya las races son profundas, cuando el arraigo es definitivo, uno de los proyectos en los que ha intervenido desde los primeros momentos de su creacin, la Fundacin Mendoza publica un libro fundamental, Venezuela moderna, 1926-1976, que coordina Grases, y en el

  • que colaboran Ramn J. Velsquez, Arstides Calvani, Carlos Rafael Silva y Juan Liscano. En Aspectos de la evolucin poltica de Venezuela en el ltimo medio siglo, as ve el prim ero de ellos este perodo de la historia venezolana: Empieza el pueblo a caminar, se desatan las lenguas, en los pueblos del interior las multitudes toman justicia por sus propias manos, las playas y -XIV- las calles se llenan de gritos de protesta, de banderas y cartelones y en unas oportunidades la multitud persigue y quiere castigar a los gomecistas, en otras saquean sus casas y destruyen sus haciendas (p. 28). Aos antes, Mariano Picn Salas rene en un libro de modesta apariencia intitulado 1941, cinco ensayos sobre pasado y presente de la nacin venezolana. A lo largo de escasas ciento cuarenta pginas nuestro ilustre escritor presenta un panorama de lo que ofreca y lo que se le ofreca al pas en ese momento, despus que la muerte del viejo Dictador abri el pas a las corrientes de la vida moderna. Un ao despus, de all el ttulo que era tal vez lo que a Picn Salas ms le interesaba destacar, Venezuela asistira, ya que no participara directamente, al primer acto de ejercicio democrtico, cuando el cinco de mayo de 1941 el Congreso, donde haba calificada representacin de incipientes organizaciones polticas, procedera a legitimar la eleccin de un nuevo Presidente de la Repblica. Desde el momento de la desaparicin fsica de Juan Vicente Gmez haban venido ocurriendo hechos significativos, de especial aliento en cuanto a cambios profundos en el sistema poltico de la nacin, y en general, de la forma de vida y las perspectivas futuras del venezolano. A la muerte del Dictador haba tomado el poder su Ministro de Guerra, el general Eleazar Lpez Contreras, quien, de acuerdo con el historiador Salcedo-Bastardo inicia una poltica creadora, entusiasta y de atencin justa y creciente para Venezuela entera. Faltaba apenas una dcada para que el siglo que ahora nos agobia consumiera la mitad de sus aos tiles, pero Venezuela durante los primeros treinta y seis aos de la centuria arrastraba la barbarie que caracteriz nuestro siglo diecinueve, despus de la muerte de Bolvar, y que ha permitido especular acerca de la prolongacin del ochocientos precisamente hasta la muerte de Gmez, en oposicin a quienes piensan que lo que este acontecimiento seala es el comienzo del veinte. Un hecho es incuestionable: mil novecientos treintaisis es la referencia obligada para el recuento histrico. Economa, educacin, sanidad, industria, poblacin, poltica, todas las actividades que, en su conjunto, constituyen un pas, en el caso venezolano no merecen consideracin sino despus de la muerte de Gmez. Desde estudios de corte y enfoque tradicional hasta renovadores del proceso histrico nacional, sostienen, como ya hemos sealado, que Venezuela entra en el siglo XX y en la historia universal a partir de 1936. Aunque incursionamos en un terreno que no nos es familiar, y aun a riesgo de alguna audacia apreciativa, nos atrevemos a plantear que ms que inicio del siglo XX lo que marc la muerte de Gmez fue el final del siglo XIX. Entre el primero y ms difundido -autorizado, sera quizs ms apropiado- enfoque y el que, no

  • sin audacia, nos atrevemos a proponer ahora hay un pequeo matiz que consideramos de alguna importancia, ya que al plantear el nfasis en la prolongacin del diecinueve se insiste ms en el atraso, en la persistencia, durante los primeros cuarenta aos del veinte, de una historia cargada de montoneras, caudillaje, masas iletradas o simplemente analfabetas. Lo que buscamos destacar es, precisamente, -XV- en cul medida la historia venezolana del mencionado siglo sin hospitales, sin escuelas, sin conciencia de nacin se prolonga considerablemente. Mientras otros pases americanos no slo atendan problemas domsticos -como la creacin de escuelas y hospitales, precisamente- sino se ocupaban tambin en adelantar polticas de poblamiento de reas deshabitadas, nuestra clase dirigente descargaba sus mpetus creadores en hacer ms deshabitada an la vasta geografa nacional. Entender estos primeros cuarenta aos del presente siglo como prolongacin del anterior es, aunque se considere una interpretacin pesimista, participar de la Venezuela mestiza surgida de la montonera primitiva, del pueblo sin gua, del estado sin forma que hemos sufrido a travs de las crueles guerras inexpiables y las dictaduras de los siglos XIX y XX, como la conceba don Mariano Picn Salas en 1941. Por lo dems, no hemos hecho otra cosa sino tomar prestada la idea. Picn Salas la presenta con su clara prosa en el aludido libro: Con breves interregnos de civilidad y legalismo que ni alcanzaban a gustarse, se desarrolla as todo un perodo de nuestra historia social que comenz en 1858, o acaso mejor en 1848 con la Presidencia de Jos Tadeo Monagas, para terminar en 1935 con la Presidencia que pareca vitalicia de Juan Vicente Gmez. Interregno trgico de ochentisiete aos en que los venezolanos hemos alternativamente peleado o llorado, o bien, porque era menos peligrosa razn de vivir, nos adormecimos en el sopor de una vida material fcil ya que exiga poca cultura y poco bienestar y el trpico regalaba sin esfuerzo sus opimos frutos (p. 68). En este ao de 1988, precisamente cuando se cumple el medio siglo de valiosa y sostenida labor identificadora del pensamiento nacional, encontramos plena vigencia en las palabras iniciales de la Revista Nacional de Cultura. En la presentacin del primer nmero, seguramente escritas por el mismo Picn Salas, su primer Director, leemos: Cuando en los primeros das de 1936 despert la conciencia civil venezolana hasta entonces agobiada bajo un pesado silencio poltico, surgi y se repiti una palabra en que los hombres de Venezuela afirmaron su amor a la tierra, su ansia de recuperar una potente tradicin histrica, de abonar y preparar el suelo nativo para una nueva empresa de Cultura y justicia (p. l). Es como si el pas hubiera necesitado el transcurso de un siglo luego de la muerte de Bolvar para adquirir conciencia de la legitimidad y la adultez de sus actos. Mientras, ms tarde o ms temprano, otras naciones americanas dan inicio, durante el siglo XIX a la organizacin de las instituciones bsicas, el pueblo venezolano insiste ciegamente en mantener

  • una forma de vida alejada de la civilizacin. Un signo, modesto si se quiere, pero de incuestionable relevancia, se encuentra en la prolongada espera antes de la aparicin de una literatura nacional, que aunque consciente de su significado no adquiere trascendencia de universalidad hasta transcurridas las tres primeras dcadas del nuevo siglo, mantenindose dentro de los estrechos mrgenes de un acentuado y superado criollismo. En este sentido es significativo sealar cmo, a -XVI- pesar de constituir el modernismo el punto de partida de esa literatura nacional, lo cual significa contemporaneidad y universalidad, la muestra aparece por dems limitada y la huella de muy poca profundidad. Pero slo con literatura no se construye una nacin. Se requiere algo ms. Se requiere la voluntad consciente de una decisin colectiva. Cada ciudadano necesita saber que su participacin es importante. Y esto es lo que no ocurra en absoluto en la Venezuela anterior a mil novecientos treintisis, y que en la nacin actual slo ocurre relativamente. Pas pobre, de poco ms de tres millones de habitantes, la azarosa economa se sustentaba en las manos de los escasos intermediarios de la recin descubierta riqueza petrolera. Segn autorizadas palabras de Carlos Rafael Silva, recogidas en el Bosquejo histrico del desenvolvimiento de la economa venezolana en el siglo XX (en Venezuela Moderna. Medio siglo de historia 1926-1976), el perodo se caracteriza por una economa estacionaria y a veces regresiva, en el que hay una virtual ausencia de la clase media, y la administracin de la cosa pblica tiene una orientacin semifeudal, en la cual se confundan el manejo de la riqueza nacional y del Erario Pblico con el peculio personal del gobernante. Por otra parte, el mismo Picn Salas, un ao despus, en el nmero seis de la publicacin que diriga sostendr que estamos ante un pas de grandes extensiones, que mantiene una agricultura: ... tosca y rutinaria como el alma rural que la produce. Y nada hacemos reemplazando con el tractor o el arado mecnico los viejos implementos agrcolas si no se transforma fundamentalmente la deprimida existencia material y moral de nuestra masa campesina. En Venezuela ello es una cuestin excepcionalmente grave no slo por el analfabetismo, la desnutricin, el atraso tcnico, la miserable vivienda y los flagelos endmicos que pesan sobre la poblacin agraria sino por el xodo y el abandono destructor que desde los dos ltimos lustros ha comenzado trgicamente en nuestros campos (p. 24). Tres aos despus de muerto el Dictador, Arturo Uslar Pietri presentar en el nmero cuatro de la Revista Nacional de Cultura una apretada sntesis del movimiento cultural de la poca: La cultura ha tenido tan poca funcin en el curso de nuestra historia porque, mientras la barbarie brotaba de los ms profundos cauces autctonos, lo que llambamos la cultura era una entelequia inoperante. Era apenas el entendimiento, el refugio, y estoy casi por decir el vicio, de una nfima minora, sin capacidad de accin y sin voluntad de comprender. Florecan los fillogos -cuando necesitbamos economistas; tenamos jurisconsultos solemnes, y

  • faltaba un gegrafo; legiones de poetas y de torrentosos oradores, y ni un gelogo, ni un veterinario, ni un agrnomo, ni un higienista. Mientras el pueblo de Venezuela se desangraba en la guerra civil [...] la clase culta se reuna en el saln de algn antiguo convento para celebrar con frases vacas la designacin de uno de los suyos como miembro correspondiente de la Academia Espaola... (p. 10). -XVII- No poda ser diferente el panorama de un pas con sesentisis por ciento de la poblacin en condicin de analfabetismo, y ochenta por ciento de la poblacin infantil en edad escolar sin poder asistir a una escuela. En la vasta geografa nacional apenas funcionaban tres liceos y dos universidades, y la inmensa mayora de los maestros y profesores no eran profesionales preparados para el ejercicio docente sino egresados de otras disciplinas prestados al ejercicio de la docencia. Picn Salas sostiene que El mdico, el abogado, el poeta espontneo, han solido ser los nicos representantes en nuestra vida cultural. Fue necesario esperar hasta setiembre de 1939 para que se creara, bajo la Presidencia de Eleazar Lpez Contreras el Instituto Pedaggico Nacional. Mientras tanto, en una Encuesta sobre educacin asienta Uslar: La falta de actualidad es el ms tremendo cargo que contra la educacin venezolana puede formularse, casi hasta nuestros das, con entera justicia. No slo el anacronismo en el tiempo, ya bastante grave, sino la inoperancia en el espacio, mucho peor. Salvo las escuetas y rpidas referencias a la historia nacional, convertidas en fechas muertas o rimbombantes fastos, y a la geografa, transformada en un catlogo esttico de jurisdicciones polticas, nuestra enseanza ignora a Venezuela. (RNC 4, p. 10) Profundo y extremo desaliento, por decir lo menos, cuando casi medio siglo despus la situacin de la instruccin, sin duda mejorada, permite que se la enjuicie con palabras similares. Ms optimista y generoso aparece Mariano Picn-Salas cuando tres meses despus, en abril del mismo ao, en un ensayo intitulado Destino y educacin venezolana considera que: ... desde hace tres aos ha penetrado en nuestro pas al romperse con la dictadura gomecista aquel muro de silencio y mentira que gravitaba sobre la vida nacional, una profunda emocin educativa. (RNC 6, p. 22) Las nuevas tierras

  • Acercarse al tema Amrica, en especial si no hay un amplio conocimiento de la disciplina histrica, comporta riesgos que pueden costar caro, sobre todo en los das que corren cuando hablar del Nuevo Mundo implica, aunque no se quiera, una toma de posicin. Aun cuando la inocencia no salva, facilita atrevimientos que, cuando estn sustentados en posiciones de inconfundible buena fe, permiten desarrollar los propios puntos de vista con todo el arrojo de quien no conoce el peligro. Ayer, vastas extensiones del orbe eran desconocidas, y cuando el hombre europeo supo de ellas por vez primera se consider durante siglos que haba descubierto una porcin del mundo, poblado por gente salvaje a la que era preciso educar, en la ms amplia acepcin, para incorporarla a una civilizacin que se consideraba superior. Espaoles y portugueses principalmente, pero tambin ingleses y franceses, amn de algn afortunado navegante italiano, se desbordaron hacia un nuevo mundo que apreciaron estaban descubriendo y al que decidieron conquistar y colonizar, -XVIII- es decir dominar y sojuzgar, si era necesario por las armas, hacer que se pareciera lo ms posible al mundo de donde procedan. El enfoque ha variado, especialmente en los ltimos aos, y ya no es posible mantener impunemente la anterior afirmacin. Y aunque no hay respuesta clara y definida, hoy se habla de encuentro de civilizaciones, o se pregunta quin fue el descubierto? Pero no est en correspondencia con nuestros objetivos profundizar en un planteamiento que no parece tener fin. Descubierta o encontrada, lo que interesa en este momento es destacar la fascinacin que las nuevas tierras ejercieron sobre los hombres del viejo continente; fascinacin que no ha cesado, sino que ahora se manifiesta de manera diferente, cambiando el descubrimiento de riquezas por la bsqueda de sosiego espiritual y de una nueva forma de vida. Pedro Grases, viajero recin llegado, no escap al hecho comn: Viva encandilado con mi descubrimiento de Amrica. Probablemente, si no todos, la gran mayora de los emigrados a tierras colombinas, ignorbamos cmo eran estos pases a donde nos condujo el azar. Tengo muy presente la indignacin (hasta vergenza) que senta porque no se nos hubiese explicado en nuestros estudios anteriores en Espaa, la existencia de pueblos y naciones tan cercanos a nosotros. Sola yo decir que ni en primaria, ni en los seis aos de secundaria, ni en los cinco de universidad, ni en posgrado, se me haba abierto los ojos para saber de un mundo de gentes americanas, como las que encontr en Venezuela. (Obras 1, p. 25) En un artculo publicado originalmente en El Universal, con motivo de la aparicin de Doa Brbara, que se transcribe en este volumen, Pedro Sotillo se refiere a la maravillosa epopeya de la llanura contra el hombre. Pues bien, vivir Amrica implica una postura semejante; implica ser testigo diario de la permanente epopeya de la naturaleza, que algunas

  • veces va en detrimento de la capacidad creadora del hombre cuando se expresa por medio de esa riqueza natural y espontnea que permite casi no tener que trabajar para que brote la simiente, mientras el fruto se encuentra durante todo el ao al alcance de la mano, y el jefe altanero / de la espigada tribu, hincha su grano hasta en la reseca y abandonada tierra al borde de la ruidosa autopista o en medio mismo del trfico capitalino, mientras el banano cuaja y larga sus hijos hasta en reducidas macetas de las terrazas de las nuevas residencias urbanas. Quinientos aos despus de su arribo a las nuevas costas, el hombre europeo sigue siendo susceptible de aquella fascinacin, con menor curiosidad, tal vez, pero buscando siempre la nueva vida, la segunda patria, lo que no se ha hecho. Salvo en los casos de las ciudades con un desarrollo incontrolado -So Paulo, Buenos Aires, Ciudad de Mxico- Amrica sigue siendo el continente a poblar, y con ello contina ofreciendo la generosa oportunidad para quien est en disposicin de entrega. A pesar de la explotacin insensata e irracional de sus riquezas mineras, el subsuelo americano est lleno todava de bienes, algunos preciosos, otros no tanto, de inacabable disfrute, a pesar de la continuada irracionalidad de su explotacin y de que no siempre sta -XIX- se traduce en felicidad y bienestar para los pueblos, como en el caso del petrleo, a propsito del cual Picn Salas escriba en el nmero seis de la Revista Nacional de Cultura: Las industrias extractivas del subsuelo que han alcanzado con tcnicas y capitales extranjeros un desarrollo vertiginoso en los ltimos diez aos, estn produciendo en Venezuela un trastorno social semejante al que ocurriera en la Inglaterra de los primeros lustros del siglo XIX cuando el nacimiento de la economa industrial atraa y hacinaba en las ciudades nuevas cubiertas de humo, en miserables barriadas proletarias, una masa rural que haba perdido su sano contacto con la tierra (p. 24). Dos aos despus de su llegada a Caracas, cuando todava no conoca la extensa geografa nacional, Grases decidi gastarse todos los ahorros que haba logrado hasta ese momento en la venta de mquinas para escribir -su primer brevsimo trabajo- y en sus clases en diferentes institutos educacionales. Ochocientos dlares fueros estirados para darle la vuelta al Nuevo Mundo: ... vi a Cartagena, que me encandil con su majestad... los das de Lima provocaron en mi nimo la ms viva reaccin de admiracin... Santiago de Chile fue otra revelacin... el vuelo a Buenos Aires era en 1939 una real aventura, compensada por la contemplacin del Aconcagua... Ro de Janeiro y So Paulo dos urbes que daban el nivel de un imperio... (Obras 1, p. 335) Sin pretender asimilar estas lneas a las descripciones de los antiguos viajeros de Indias, como seguramente tampoco fue objetivo de Grases al

  • describir estos comentarios, ms bien de corte familiar, de nostlgico recuerdo de sus primeros aos en Amrica, es indudable que al hacerlo est expresando la misma emocin producida en aqullos, ante la visin de las nuevas tierras. Abandonar el pas de origen, no saber cundo se volveran a contemplar los paisajes de la infancia y juventud, si es que acaso tal acontecimiento podra ocurrir, someterse al traumtico y desgarrador proceso del desarraigo, implica algo ms que entrega al proceso de adaptacin, fcil de decir, difcil de cumplir. El lugar comn de las anteriores lneas pudiera adquirir incuestionado valor cuando el proceso forma parte del cotidiano quehacer, cuando se han vivido y padecido aos significativos, que no se pueden borrar con la mera superposicin de diferentes paisajes o nuevas y preciosas amistades. El desarraigo es sustituido por la ilusin de la nueva vida, que en el caso de Grases fue gratificadora, pero la incertidumbre de los primeros das era tan grande que haca difcil el camino. Desconsuelo y nostalgia, mucha nostalgia, ha debido entorpecer el alma durante los primeros das en el nuevo suelo. No es fcil asumir, ahora, como hecho cumplido que en esta Tierra de Gracia estaba el futuro y que, cortadas las amarras, la nica alternativa era ponerse a trabajar, ni siquiera en lo que se quera y se saba hacer, escribir y ensear, sino vendiendo mquinas. Verlo con la perspectiva actual, superados los obstculos, aliviados los dolores, llenados los vacos, calmadas las angustias, con la alegra y el consuelo -XX- de los nietos, es como hacer trampa, es como engaar a la propia vida, al convertir un futuro incierto en moldeado y estable pasado. Venezuela es su cancin En la evaluacin que generalmente se hace de los problemas que agobian al pas durante los ltimos aos, hay una tendencia general a dirigir la mirada principalmente hacia los aspectos econmicos, como si todo el mal residiera en la balanza de pagos, el precio del petrleo, el incremento de las exportaciones no tradicionales o el mercado cambiario. Es indudable la gran importancia que revisten estas cuestiones en la marcha de las naciones, industrializadas o en proceso de desarrollo industrial, y es natural que la evolucin del mundo tienda a colocar en primer lugar valores de este carcter al emitir juicios sobre el estado de una comunidad. Sera absurdo y anacrnico pretender que al enjuiciar la actual crisis por la que atraviesa Venezuela se estuviera en capacidad de obviar tales factores. Sin embargo, aun a riesgo de ser, precisamente, anacrnicos, creemos firmemente que dirigir la atencin exclusivamente hacia el mundo de las finanzas en la bsqueda de soluciones taumatrgicas a nuestros males es, por lo menos, enfocar tan slo una parte de esa crisis que hoy se manifiesta en la descompuesta estructura familiar, en la desorientada educacin, en una actuacin poltica dirigida a la solucin improvisada, de cuestiones inmediatas, en la impdica avidez hacia la

  • riqueza, en la corrupcin, en la falta de objetivos claros y definidos por parte de la llamada clase dirigente que se preocupa ms por una buena ubicacin en los diferentes niveles del poder que en las posibilidades de realizar un trabajo que rinda beneficios para el pas, en lo que sin ninguna timidez ni rubor nos permitimos considerar la falta de amor por Venezuela. Es una minora notable la que manifiesta conciencia por los males que agobian al pas. No quiero decir que sean pocos los que padecen los efectos de la falta de amor de la clase dirigente, pero es que la culpa de todo no es lgico atribuirla slo a sta, porque tambin por debajo de ella hay muchos venezolanos que slo buscan medrar y vivir del medro. Junto a los nativos estn los extranjeros, los que se diferencian de ellos por el solo hecho de haber nacido en otros lares, y entre los cuales encontramos muchos confundidos con aqullos en la bsqueda de la riqueza fcil, sin importar los medros ni los daos. Pero tambin hay otros con clara conciencia de los males, que aman a Venezuela como amaron o siguen amando sus tierras de origen. Conozco varios, pero slo en dos de ellos he visto el dolor aflorar con la fuerza de lo incontenible, la frustracin que deja la impotencia, el anhelo por lo que parece imposible, la pasin de la venezolanidad. De uno de ellos no viene al caso su mencin en esta oportunidad. El otro es Pedro Grases. Ms que espaol, cataln en toda su dimensin, expresa hacia su nueva patria tanto dolor por los desatinos o tanta emocin por los aciertos como el que ms. -XXI- Entre los muchos libros de Grases que han visto la luz pblica con el aporte nico de su peculio personal, hay uno que se destaca por su hermosa intimidad venezolanista. Me refiero a Digo mi cancin a quien conmigo va -publicado en 1974-, del que se recogen ac varias pginas, y al que forzosamente, en razn de su intrnseca hermosura, haremos referencia ms de una vez en este Prlogo. Pero entre los ensayos que hubieron de quedar fuera, por comprensibles razones de espacio, queremos destacar el que dedica a la memoria del crtico alemn Ulrich Leo, bajo el expresivo ttulo La difcil emigracin originalmente escrito como Prlogo a la reedicin de Rmulo Gallegos. Estudio sobre el arte de novelar. En las entrelneas de este ensayo creemos encontrar una intencin que trasciende los lmites del comentario a la vida y la obra de Ulrich Leo. Aunque la vida de ambos discurri por diferentes caminos, se nos ocurre que hay como un deseo escondido, una sutil inclinacin por parte de Grases para verse reflejado en las circunstancias que lo llevan a interpretar de esa manera los episodios de la vida de Leo. Grases destaca con ahnco el venezolanismo que se cre en el alma de Leo durante los ocho aos de permanencia entre nosotros, desde 1938 hasta 1945, que se expresa con mayor fuerza al abandonar el pas: En 1945, decidi Leo trasladarse, con su familia, a Estados Unidos, como profesor en Oskaloosa (Iowa), donde comenz el proceso de intensa aoranza de su Venezuela, que me consta se llev prendida en el alma. La correspondencia desde este tiempo hasta el fin de sus das es un canto de nostalgia a la tierra que se convirti en solar de sus amores. (Obras 7, p. 270)

  • Por dems significativo es el hecho de que por encima de la exgesis del pensamiento crtico o la exposicin de la metodologa de Leo, en este corto estudio rememorativo de su presencia en Venezuela, Grases no olvide la dedicatoria del crtico alemn a otro de sus libros, Interpretaciones hispanoamericanas. Venezuela si hubiera querido, habra tenido en m un hijo. *** No solamente en el mundo hispanoparlante sino en el de los hispanistas de otras lenguas, los trabajos de Pedro Grases son reconocidos gracias a la autoridad que le confieren la seriedad metodolgica de las investigaciones, el rigor de los juicios y el enfoque globalizador de la cuestin tratada. Cualquier docente, investigador o estudioso interesado en la historiografa venezolana as como en la historia de la cultura en Venezuela o en Latinoamrica, tendr forzosamente que remitirse en algn momento a Pedro Grases. Larga sera la lista para quien se propusiera hacer un recuento o seguimiento de los juicios emitidos por autorizados escritores venezolanos sobre su trabajo. En 1962 a parece el ensayo de Juan Liscano, intitulado Ciento cincuenta aos de cultura venezolana, -XXII- publicado en el volumen Venezuela independiente 1810-1960, donde el serio analista de la historia cultural venezolana considera que: Gracias a Grases, hemos vuelto a leer a Garca de Sena, a Simn Rodrguez, a Juan Germn Roscio, a Toms Lander, a Fermn Toro, a Baralt. Gracias a l, Bello adquiri contemporaneidad. Gracias a su acuciosidad se han creado fuentes bibliogrficas que facilitan cualquier tipo de indagacin en campos de estudio de la literatura, del 19 de abril, de la Independencia, y de los orgenes de la Emancipacin, [...] sobre el Primer libro impreso en Venezuela, sobre las traducciones de obras que influyeron en el proceso de la Independencia (p. 618). El agudo espritu crtico de Guillermo Sucre respalda la anterior apreciacin de Liscano, con estas palabras: Con la discrecin cervantina que exalta en uno de sus libros y que rige tambin toda su vida, Grases ha sentado las bases de una historia de la cultura venezolana. Habra que mencionar tan slo las ediciones que ha realizado de las obras de Bello, Baralt, Codazzi, Roscio, las colecciones que ha dirigido como el Pensamiento Poltico Venezolano del Siglo XIX, los repertorios bibliogrficos y compilaciones que ha preparado, adems de los ensayos y prlogos que ha escrito, para darse cuenta de este hecho. (Imagen, 25, mayo 1968) En opinin del historiador y socilogo Augusto Mijares, la obra de Pedro

  • Grases es insustituible: Digmoslo de una vez y categricamente: en la actualidad ninguna obra histrica de alguna importancia puede escribirse entre nosotros sin recurrir a los estudios documentales y bibliogrficos de Pedro Grases. (El Nacional, 9-8-65). Y en la oportunidad de presentar a nuestro investigador en la Asociacin Cultural Humboldt, Ramn J. Velsquez lo considera continuador de Manuel Segundo Snchez y de Adolfo Ernst, y se refiere a la Venezuela totalmente desconocida que Grases descubri para los venezolanos letrados, gracias a su profundo amor por el pas de adopcin y el deseo de desentraar las grandes lneas de la trayectoria venezolana. En posteriores pginas de esta introduccin comentaremos aquellos estudios que nos parecen ms significativos, entre los cuales citaremos algunos no incorporados a esta Seleccin, pero ahora queremos resaltar un aspecto que consideramos de especial significacin. No es apropiado limitar el enjuiciamiento de la obra de Grases a sus escritos, olvidando al hombre, a su actividad en las diversas manifestaciones de la cultura en Venezuela, en las que le ha tocado intervenir, y que nos permiten conocer e interpretar situaciones de su vida que consideramos importantes para mejor comprender su pensamiento. El desarrollo de nuevas metodologas hacen que un planteamiento de esta ndole presente visos de anacronismo, que aceptamos sin discusin en la medida en que dentro de esa lectura se pretenda fundamentar todo un enfoque a travs del -XXIII- deformado cristal de la ancdota sobre la que se buscaba explicar, de la manera ms fcil posible, una determinada posicin del escritor. Tanto la historiografa como la crtica literaria en Venezuela estn llenas de trabajos sustentados en estructuras anecdticas vacas de un verdadero contenido o de simples reflexiones acerca del hecho histrico o del anlisis crtico. En la bibliografa del siglo XIX se repiten a menudo casos como el sealado. Por ello, no querramos siquiera plantear la posibilidad de fundamentar un comentario, en el lugar comn de el hombre y su obra, que sera motivo de forzada condena de acuerdo con el enfoque de las actuales metodologas interpretativas. En el caso de Pedro Grases consideramos ineludible una referencia en este sentido para mejor exponer esa otra parte oculta, no mostrada. Pero lo queremos hacer no en su estricto contenido biogrfico sino como sustento, precisamente de la obra escrita. Eludir la acusacin o condena que se nos pudiera lanzar por temor al lugar comn es otra manera ms de escamotear el verdadero compromiso. Desatender o menospreciar este aspecto equivaldra a olvidar la nobleza y la entrega de toda una vida dedicada generosamente a transmitir experiencia y a compartir conocimientos acerca de la historia venezolana, y que durante los treinta y tantos aos de trnsito conjunto nos han permitido apreciar la diferencia entre una comunicacin limitada al trato enseanza-aprendizaje y la capacidad de transmitir lo que en el lenguaje de Simn Rodrguez se llamara lecciones de vida. Cuando revisamos la obra

  • escrita de Grases, nos percatamos que por encima de ella se yergue la figura de un humanista que anhela respaldar con los hechos cuanto ha trazado con la pluma. Parece indudable que para comentar o glosar la obra escrita de un investigador es necesario abordarla atendiendo a normales exigencias metodolgicas basadas en la ms estricta objetividad, destacando sus valores, sealando sus fallas, realizando, en fin, un acabado trabajo crtico. En el caso que nos ocupa, podemos acercarnos a las pginas del escritor despojados de emocin, con la objetividad como nico instrumento, pero apenas nos adentramos en su trabajo nos va envolviendo el calor de una fuerza humana que se est expresando permanentemente en cualquiera de los temas o de los personajes. Equivoca completamente el objetivo quien pretenda una lectura de la obra de Grases despojada de emocin. Seguramente esta apreciacin nuestra es esencialmente contradictoria, y niega, por ende, la que alguien podra considerar condicin bsica de un historiador. Esto nos sugiere otra consideracin, cual es la de que Grases ms que historiador sea un hombre que descubre el pasado a partir de una documentacin. En lo que acabamos de decir podra verse un simple juego de palabras, pero no hay tal. Y es as por la manera misma como Grases enfrenta ese descubrimiento, por el manejo de la documentacin, por la participacin humana en la escueta identificacin histrica. En cualquier rea de la obra escrita de Grases encontramos un respaldo proveniente de una manera de concebir la vida, poco comn en el quehacer intelectual; mucho ms raro en el ejercicio historiogrfico -XXIV- que por las exigencias de permanente objetividad empujan hacia zonas de frialdad e insensibilidad que deforman la natural espiritualidad del hombre. Diecisis gruesos volmenes conforman la obra escrita de Pedro Grases, de la que en este libro presentamos una condensada seleccin de los ms representativos trabajos desarrollados durante cincuenta aos de sostenida labor. Son pginas dedicadas a hombres y temas fundamentales en la formacin de los pueblos y las naciones de Hispanoamrica, en especial aquellos que tienen relacin con la obra de Andrs Bello y Simn Bolvar, el Humanista y el Libertador, el civilista y el guerrero. Junto a ellos, temas que ayudan a comprender mejor el proceso independentista y civilizador emprendido por toda una generacin que tuvo en estos dos hombres sus mejores representantes. Bastara consultar el volumen quince, dedicado al ndice Acumulativo para valorar debidamente la significacin de la obra de Grases al presentarse ante nuestra atencin la gran amplitud de temas tratados y la inmensa variedad de personajes y figuras claves en la historia de Hispanoamrica. No creemos exagerado conceder a este volumen vida propia, independiente de los anteriores. El tomo quince es de por s una indispensable herramienta que no puede faltar en cualquier biblioteca bien sea de pblica consulta u organizada por el estudioso para su utilizacin particular. No es slo el ndice de la obra de un autor. Es, principalmente, un ndice para mejor estudiar el proceso de formacin de un pueblo. *** Aunque no es hombre que niegue el goce pleno de la vida -sera imposible en un cataln tropicalizado- don Pedro Grases encaja a la perfeccin en lo

  • que entendemos como un scholar, y para mayor contradiccin -por su catalanidad, nos permitimos decir- con apariencia de scholar britnico. Disciplina invariable y memoria a toda prueba son dos de los primeros atributos que los aos no han podido cambiar; pero tambin lo adornan vastedad y profundidad de conocimientos sin llegar a la insensible erudicin; es indeclinable en la fidelidad a los principios que l mismo se ha impuesto, desde los conceptuales hasta en el modo de vestir. Pero antes que esto, es un hombre que comunica. Ms que obra de intelectual -que lo es- la voluminosa obra de Pedro Grases trasciende el objetivo primordial y natural de todo escritor, cual es mostrar su pensamiento, comunicarse con sus lectores y escuchas, Grases agrega a este objetivo un afn: el de transmitir sus conocimientos con sentido de enseanza. De all que se dedicara a los temas de la formacin de una nacionalidad, que no le era propia de origen pero que hizo suya, no por conveniencia o decisin particular o familiar sino por plena identificacin. La condicin de espaol en Amrica -y en Venezuela, patria de Bolvar y Bello, para mayor precisin- confiere a la obra de Grases un significado que sera insensato desestimar al tomar en cuenta que sus dos grandes temas son la Emancipacin y Andrs Bello. El primero no -XXV- es otra cosa sino la lucha que Bolvar encabeza contra el dominio espaol. Adentrarse Grases en su estudio representa, en cierta forma, una manera de redefinirse como investigador del proceso histrico. El segundo gran tema, adems del aporte especfico en el esclarecimiento de la obra del primer humanista de Amrica, que permite afirmar a Uslar Pietri que cuanto hoy sabemos de Andrs Bello [...] se le debe a l en un grado eminente, es tambin una identificacin con una vida y un destino americanos. El azar, como l mismo lo dice -o un extrao destino, quizs- hace que, una vez en estas tierras le sea imposible sustraerse al enorme poder de atraccin de las dos ms importantes personalidades americanas. En las lneas introductorias que Grases escribi para esta seleccin, se expresa un concepto del trabajo intelectual que va ms all de la mera explicacin de los criterios que privaron para organizar la muestra de escritos. Me refiero a lo que considero un escondido complejo de no escritor. Grases confiesa que en su trabajo se hacen evidentes unas limitaciones producto de actividades carentes de cualidades que dan rango esttico, por lo que su prosa carece de atractivo para el lector moderno. Sin entrar a considerar la validez de la relatividad de lo que puede ser o no atractivo para un lector de nuestros das, pero tomndolo en su sentido ms comn creemos que a Grases le asiste la ms completa razn: su prosa carece de atractivo. Pero es as en la medida en que fundamenta el valor o la trascendencia de su trabajo a partir de un proceso comparativo con los nombres de famosos artistas en la creacin literaria. Indudablemente, la lectura de El reino de este mundo, el Responso a Verlaine o Rayuela guardan ms escondidos placeres que la igualdad temtica de los dos volmenes de las Investigaciones bibliogrficas, la documentacin contenida en Materiales para la historia del periodismo en Venezuela o la historia de nuestro primer pleito bibliogrfico, contenido en La descripcin exacta de la Provincia de Benezuela, de Jos Luis de Cisneros, que Grases aclara definitivamente, despus de una investigacin que debera considerarse modelo de manejo de datos documentales. En lo que

  • yerra Grases es en plantear el asunto en los trminos vistos. La mayor o menor importancia de los escritos de Grases no se encuentra en el mayor o menor atractivo de una prosa que no ha sido hecha para agradar sino que se explica por la capacidad que tenga para convencer y ensear, porque ha sido concebida como un instrumento para mejor conocer el pasado de un pueblo. El valor de los escritos de Grases no se encuentra en la comparacin con escritores que manejan el lenguaje con finalidad artstica, creando mundos, seres, situaciones y emociones; o bien hombres que buscan en la palabra una va de comunicacin para expresar ideas, conceptos, imgenes del mundo donde cada uno est inserto. Narradores y ensayistas transitan vas diferentes a las de los investigadores, para quienes el acto de escribir no requiere de la emocin, porque no contiene sentimientos, y en consecuencia no la expresa. Lo que se destaca es el apoyo referencial, la validez del documento, la irrefutable riqueza bibliogrfica, que son las virtudes del trabajo que Grases ha venido -XXVI- realizando en nuestro pas durante medio siglo cumplido. Y si avanzamos en este campo, con todo el respeto a ilustres nombres del pasado, el aporte metodolgico de la obra de Grases es fundamental a la hora de hacer el balance de los estudios sobre temas y hombres venezolanos entre fines del siglo XVIII y nuestros das. Estudios sobre Andrs Bello Los dos primeros tomos de las Obras de Pedro Grases -un mil doscientas pginas, en total- contienen exclusivamente estudios sobre el legado intelectual de Andrs Bello, pero es conveniente advertir que no estn all reunidos los resultados de todas las investigaciones de Grases sobre nuestro gran pensador aunque en su conjunto podran considerarse, quizs, los ms importantes. En razn del ordenamiento por materia, que parece acomodarse ms a la orientacin que el autor imprime a la coleccin, en diferentes tomos de sus Obras don Pedro dar cabida tambin a otros escritos que, por guardar relacin con temas dismiles -imprenta y bibliografa, por ejemplo- encuentran en stos posiblemente, ms lgica ubicacin que en los tomos dedicados al humanista. En el Prlogo a Maestros y amigos, volumen sptimo de sus Obras, Pedro Grases se atreve a lanzar una afirmacin tan cargada de riesgosa ingenuidad que sorprende en un hombre de su condicin y experiencia, aunque tal vez por ello mismo le hace honor. De la manera ms clara y directa -abrupta, preferira quiz algn perfeccionista- asienta haber nacido para tener amigos. En verdad, si leemos con detenimiento y fijamos la atencin en el texto, la expresin de Grases no es generalizadora ni definitiva, pues ms que exponer una realidad expresa un deseo, un pensamiento, mejor: Pienso, a veces, que he nacido para tener amigos. Es as como se lee textualmente, lo cual quiere decir que l piensa tambin que, a veces por lo menos, puede no tener amigos. Y es eso lo que ha ocurrido por su apasionada entrega, por la manera como ha profundizado en

  • la obra del humanista. Antes de Grases, la difundida imagen que se tena de Bello era la de un gramtico, ni siquiera el gramtico, que haba escrito poesa de corte neoclsico, de escaso aliento y mnima inspiracin; se le conoca tambin por la autora del Cdigo Civil de Chile, que para algunos constitua ms bien motivo de oprobio que de orgullo pues se le consideraba muestra de su alejamiento del pas de origen; por otra parte, a sus estudios filosficos no se les confera mayor originalidad. En resumen, la obra de Andrs Bello no era suficientemente estimada. No en comprometedoras pginas, que a tanto no ha llegado el atrevimiento, pero s en conversaciones acadmicas, durante algn tiempo se estuvo repitiendo una apreciacin que no podemos menos que considerar inexacta e injusta, para decirlo de la manera menos ofensiva posible: Pedro Grases se apropi de Andrs Bello, y lo ha venido exprimiendo durante aos. Por supuesto, lo que se ha querido -XXVII- decir no es que Grases le ha dedicado cincuenta fecundos aos de su vida, porque si as fuera la arbitraria apreciacin habra sido expresada sin ambages. Lo que se ha querido es enturbiar la accin venezolanista de Grases, desvalorizar su trabajo de rescate bellista por su condicin de reencauchado como l mismo la llama. Otros hubieran podido realizar esa labor, pero no la cumplieron. Es decir, a otros hubiera podido caber la gloria de, finalmente, valorizar debidamente la obra del ilustre humanista venezolano. Pero no fue as. Unos, por falta de inters; muchos, desafortunadamente, por su identificacin con la calumnia; otros, por complejo antivenezolano, porque no les caba el humanista en su estrechez mental; otros, por simple ignorancia, por la inexplicable razn de que desconocan la proyeccin de la labor de Bello; y as, se podra prolongar un elenco que no es otra cosa sino una larga demostracin de flojera. Aunque en otro contexto, y en relacin con diferente temtica, pero muy a propsito de la anterior apreciacin, queremos traer a colacin lo que ya deca Rmulo Betancourt, cuando en el Prlogo a Latifundio, de Miguel Acosta Saignes pona de relieve La tendencia tropical a la pereza, a la ociosidad mental, cuando se refera a la inclinacin venezolana a aceptar lo que viene de afuera, antes de crear un producto propio, pues le resulta ms cmodo rumiar la frmula europea, antes que luchar a brazo partido con nuestra realidad y desentraarle su contenido. Con la figura y el pensamiento de Andrs Bello ocurra lo mismo. De afuera recibamos todo preparado. El humanista conocido era el que haban estudiado en otras latitudes, y lo tombamos como nos lo ofrecan. Pero Grases comenz desde cero y nos present otra figura, una propia y nueva, diferente, completa. Desde los primeros aos de su llegada a Caracas, Grases comenz a trabajar el tema Andrs Bello y, sin descanso, lo ha continuado haciendo ininterrumpidamente hasta nuestros das. Es ms, no creo que haya dejado transcurrir veinticuatro horas sin dedicarle tiempo y pensamiento a la figura, la vida o la obra del humanista. Haba empezado a aprender quin haba sido Bello, en mis das de Caracas, desde 1937, pero tena de l simples noticias primarias y poco precisas. Es una confesin importante, que va ms all de una honesta declaracin de poca familiaridad o escaso conocimiento, si tomamos en cuenta que Grases la escribe en 1979, es decir, cuando ya el tema no le guarda mayores secretos, cuando ya la

  • figura de Bello se ha metido tan profundamente en su vida que casi se la tropieza en el dormitorio o en el altillo de la biblioteca de su residencia caraquea, cuando se encuentra casi concluido el plan editorial de la Comisin Editora de las Obras Completas de Andrs Bello, que se haba iniciado en 1951 con los volmenes III, Filosofa, y IV, Gramtica. Pero hay otro aspecto que es preciso destacar en las palabras de Grases que acabamos de transcribir, por cuanto ponen de relieve una situacin por dems desalentadora, debido a la escasa atencin que en el pas natal se le haba concedido al insigne humanista, como bien lo demuestran las siguientes palabras de Mariano Picn Salas. Publicadas hace cincuenta aos, en el nmero 6 de la Revista Nacional de Cultura: -XXVIII- Siendo uno de los hombres de mayor dimensin que dio nuestra Repblica, nosotros no conocemos a don Andrs Bello sino a travs del muro aislador de sus gramticas y de sus odas neoclsicas donde dej, fuera de uno que otro cuadrito delicioso, mucho de aquella divagacin erudita -y por lo tanto muy poco potica- cuyo modelo haba dado el aburridsimo Delille de Los Jardines. [...] Muchos venezolanos que no lo estudiaron, consideran a don Andrs como el primero y ms notable de aquellos acadmicos correspondientes que en nuestra Amrica tuvieron el monopolio de los versos tediosos; los que cantaban a la vacuna, a la lengua castellana, al cultivo del trigo o del maz o al progreso del siglo XIX... (p. 26). Durante el viaje que Pedro Grases emprende en 1939 por los pases de Amrica del Sur, en la calle San Diego, de Santiago de Chile, pierde el juicio con las libreras de ocasin que ofrecan libros usados, segn l de segunda y hasta de novena mano: All tropec con las Obras Completas de Andrs Bello, en la edicin chilena, y en particular con el tomo segundo, contentivo de la edicin del Poema del Cid sobre el que Bello estuvo trabajando desde sus aos londinenses, pero que no pudo ver editado antes de morir. Este tomo, confiesa Grases, no slo fue una revelacin autntica sino que sacudi fuertemente su nimo. Los primeros frutos de la dedicacin de Pedro Grases a la figura y obra de don Andrs Bello aparecen, entonces, a su regreso de este viaje cuando, con motivo de la Exposicin del libro venezolano, realiza una edicin conmemorativa del Discurso inaugural de la Universidad de Chile. Pero es en 1941 cuando en el Boletn de la Academia Venezolana Correspondiente de la Espaola se publica el primer trabajo relevante, Don Andrs Bello y los estudios cidianos, que pasar a integrar el captulo III del libro La pica castellana y los estudios de Andrs Bello sobre el Poema del Cid, con el que en 1953 obtiene el Premio Andrs Bello. Seis aos despus de su arribo al pas ha avanzado tanto en el conocimiento de la trayectoria y la trascendencia de la obra de Bello que se encuentra en condiciones de apreciar la calidad y magnitud de los estudios sobre las etapas de Caracas, Londres y Santiago, pudiendo as referirse al exhaustivo conocimiento de la ltima, gracias sobre todo a los estudios de los hermanos Amuntegui, mientras consideraba inabordable el ciclo londinense a pesar de que es un tema tentador y sugerente para

  • el estudio que algn da habr de hacerse. Estas consideraciones estn contenidas en La singular historia de un drama y un soneto de Andrs Bello en cuyas breves pginas encontramos adems importantes apreciaciones sobre un perodo durante el cual es signo y mdula de la cultura en Venezuela, por lo que representa un papel de primer orden. Este ciclo caraqueo de Bello ofrece esplndidas perspectivas al investigador debido al convencimiento que tiene de que est por hacerse la interpretacin a fondo de la vida de Bello en los ltimos aos del siglo XVIII y en los diez primeros del XIX, labor que en ese entonces no haba sido emprendida con la tenacidad y rigor requeridos, -XXIX- pero que el tiempo ha ido estimulando -adelanto en los estudios, mejor organizacin de archivos y bibliotecas, conciencia y profesionalizacin del investigador- como se revela en tantos escritos referidos al perodo mencionado, aparecidos en los ltimos cuarenta aos y de los que una buena muestra se encuentra en los volmenes publicados por la Fundacin La Casa de Bello, con motivo del Bicentenario del nacimiento de don Andrs Bello. A propsito de este trabajo de Grases vale la pena recordar aqu una ancdota que revela cun lejos en el tiempo y cun profunda es la permanente admiracin de Grases hacia la obra de nuestro pensador, aunque se trata de un episodio interno, que hoy tal vez no ira ms all de la resea periodstica, pequeo por tanto, pero de indudable significacin en la historia del Instituto Pedaggico Nacional, como se llamaba entonces el actual Instituto Universitario Pedaggico, integrado en fecha reciente a la Universidad Pedaggica Libertador. Un grupo de profesores, bajo la emocionada inspiracin de don Pedro, fueron dndole cuerpo a la idea de rendir un homenaje perenne a la memoria de Andrs Bello. La idea se convirti en realidad y se erigi as, en el patio principal, a la entrada del viejo edificio sede, un busto del humanista, costeado en parte con los fondos recabados de la venta del opsculo de Grases sobre el drama perdido y el soneto a la victoria de Bailn, al significativo precio de dos bolvares por ejemplar. En un breve recuento histrico que Humberto Parodi Alister publica en 1986 (El Instituto Pedaggico. Fundacin y trayectoria), rememora esos momentos: A principios de 1943 se lanzaron las ideas de colocar en el Instituto un busto de don Andrs Bello y de publicar unos Anales. Recordemos que los presupuestos eran escassimos y muy reducidos los gastos generales, y tambin lo eran los del Ministerio, quien nos podra ayudar slo en pequea parte. La Embajada de Chile en Venezuela nos ofreci un busto de don Andrs Bello que reposa en su sede, para poder copiarlo, y un artista venezolano, el profesor Bracho, recin llegado de Chile, donde se haba graduado en la Escuela de Artes Plsticas, se ofreci gentilmente para realizar la copia en bronce. Y de dnde sacar unos dos mil bolvares que costara su confeccin? De todas partes: por pequeas colectas, por funciones artsticas pagadas, que se verificaron en el Auditorium. [...] Y algo parecido para publicar los primeros Anales: apoyo econmico de los profesores, del Ministerio de Educacin, y otros Ministerios a los cuales vendamos un folleto publicado por el profesor Pedro Grases referente a un singular escrito de Andrs Bello. Pedro Grases, profesor del Instituto desde 1937, fue uno de

  • los principales motorizadores de estas dos iniciativas; desde aquellos tiempos conserva su pasin bellista. (p. 55-56). La elaboracin de una gloga juvenil de Bello es uno de los primeros trabajos de Grases producidos en el pas, posteriormente incluido entre los Temas de Crtica del segundo volumen de sus Obras. Aunque fruto de estudios que apenas iniciaba, su autor revela ya un acabado conocimiento sobre una temtica familiar al mundo literario del clasicismo, que demuestra ampliamente a travs de una intrincada comparacin -XXX- de los versos del venezolano con los inspiradores poemas de Virgilio, Garcilaso y Figueroa. Es importante sealar que Grases no intenta buscar las fuentes latinas ni la inspiracin de Garcilaso y Figueroa en Virgilio sino la presencia de la tradicin temtica espaola en la gloga Tirsis habitador del Tajo umbro, lo que adquiere mayor relieve si se toma en cuenta que estamos ante una composicin de juventud, que Grases data alrededor de 1805, notoriamente superior al resto de los trabajos en verso del caraqueo, aspecto este que no es, sin embargo lo que ms llama la atencin del crtico, sino el inters de indagar y, en consecuencia, esclarecer un aspecto de las fuentes formativas de Bello. Dentro de la relativa importancia de este breve estudio, se destaca la siguiente conclusin de Grases: ... el clsico Bello, en sus aos mozos, traduce a Virgilio gracias a su dominio del latn, pero el hecho potico lo expresa en el, a su juicio, mejor estilo castellano que ha encontrado en el tipo de composicin que est vertiendo del latn a su propio idioma. Pero no slo las anteriores lneas justifican la mencin de esta indagacin de Grases. Hay otro aspecto que deseamos subrayar por cuanto pone de manifiesto un momento de ntima satisfaccin que se manifiesta mediante un detalle, menudo tal vez, y seguramente de escasa significacin para quien no atina a desentraar la belleza que hay dentro de la frialdad y rutina de la tarea que signa la vida del verdadero investigador. En un primersimo trabajo de 1943, La singular historia de un drama y un soneto de Andrs Bello -que comentbamos prrafos atrs-, Grases se refiere a dos cartas de un venezolano residente en Madrid, fechadas en 1827, firmadas con el seudnimo de Th. Farmer y dirigidas a Bello, a las que Amuntegui ya se haba referido en su Vida de Bello. A continuacin Grases agrega: Conjetura Amuntegui que Farmer sea un nombre convenido, a cuyo amparo se esconda un sacerdote venezolano. En diversos pasajes de su estudio Grases habla del desconocido Farmer, del incgnito Farmer o de la personalidad escondida debajo de tal nombre. Todo esto en 1943. Todava cuatro aos despus, en la nota 4 al estudio sobre la gloga, Grases se sigue refiriendo al no identificado Farmer, pero ya en 1950 cuando aparece el libro Doce estudios sobre Andrs Bello, en el que incorpora el tantas veces mencionado estudio, en el texto de la nota 4 aparece un agregado, que dice: (Al corregir estas pruebas puedo adelantar que Th. Farmer, agente secreto de la Gran Colombia en Espaa, ha sido identificado en el caraqueo Toms J. Quintero, Secretario Civil del Arzobispo don Narciso Coll y Prat). De los cuatro trabajos incorporados en esta seleccin, en la parte Temas de Andrs Bello, solamente Las aportaciones de Bello en el estudio del

  • Poema del Cid procede, en parte, del Tomo I de las Obras, mientras La Obra literaria de Andrs Bello, aunque no totalmente, forma parte del volumen segundo; La personalidad de Andrs Bello fue escrito con posterioridad a la publicacin de sus Obras, y forma parte del libro Latin American Writers, de prxima aparicin en Norteamrica; a su vez Andrs Bello, humanista liberal procede del tomo -XXXI- 3 catorce, el segundo de los dedicados a Ensayos y reflexiones. El mencionado tomo primero rene importantes investigaciones monogrficas como El Resumen de la Historia de Venezuela de Andrs Bello, Calendario Manual y Gua Universal de Forasteros en Venezuela para el ao 1810 y el primer producto del trabajo de Grases acerca de los estudios cidianos de Bello, que reuni bajo el ttulo de La pica espaola y los estudios de Andrs Bello sobre el Poema del Cid, que no corresponde al que ac se reproduce, pero con el que guarda estrecha relacin. Las pginas incorporadas en esta seleccin proceden del Estudio Preliminar al volumen VII, Estudios filolgicos II, de las Obras Completas de Andrs Bello, publicado en 1987, y en el que, aun aprovechando algunas partes del anterior trabajo sobre la pica espaola, recrea el tema haciendo alarde callado del profundo conocimiento acumulado durante esos cuarenta y cuatro aos de pacientes indagaciones entre el empolvado y apolillado material de archivos y bibliotecas. Es natural que en tan amplio lapso se presenten reiteraciones y hasta diferencias de enfoques -como l mismo lo reconoce-, lo que no slo no va en desmedro de la calidad de una obra sino que la acrecienta y robustece, como se desprende fcilmente de una rpida comparacin entre el primer estudio escrito entre 1941 y 1953 con el que publica en 1987. El profundo y extenso conocimiento de la obra de Bello est expresado en todos los escritos que Grases ha dedicado al humanista caraqueo, pero es en el Estudio preliminar al mencionado volumen VII de las Obras Completas, publicado por La Casa de Bello en 1987, -parcialmente reproducido ac, repetimos- donde apreciamos cabalmente ese dominio del tema, al emplear durante muchas pginas una modalidad que nos hace valorar y gozar a plenitud no slo la mencionada profundidad sino tambin una familiaridad que aade tonos personales a la investigacin. La altura que Bello alcanza luego de los estudios de Grases, hace ms significativa an la anterior declaracin acerca de la pobreza documental encontrada a su llegada al pas, cuando apenas lo conoca mediante simples noticias primarias y poco precisas. La complejidad de los aspectos tratados o los inevitables cabos sueltos que quedan despus de una investigacin no empequeecen o afectan en absoluto la anterior apreciacin que aparece respaldada por la detallada reconstruccin de los estudios cidianos de Bello. No hay detalle que escape a su vista y a su intuicin. Reconstruye con tanta seguridad y firmeza los diferentes momentos del trabajo de Bello que deja en el lector la sensacin de estar acompandolo en Londres o en Santiago, durante los largos aos de estudio. De las ciento cincuenta pginas que componen el Prlogo al volumen VII, las primeras cien estn dedicadas especficamente a la interpretacin de los estudios cidianos de Bello; las pginas restantes estn dirigidas a otros aspectos -imprescindibles en este tipo de estudio- de la lengua y la literatura castellana y a una seleccin, riqusima por lo dems, de referencias bibliogrficas. Durante ms de la mitad de esas primeras cien pginas,

  • Grases parece querer tomarnos de la mano para transitar juntos los caminos recorridos por Bello durante los largos aos de reflexin y reconstruccin del -XXXII- Poema. La aproximacin al tema, la bsqueda incesante del investigador asediado por infinidad de problemas, cada uno de los cuales era suficiente para hacerlo abandonar la empresa, la constancia, los hallazgos alentadores y la experiencia existencial de Bello nacida de la convivencia intelectual con el hroe, son algunas de las circunstancias que se desprenden de la lectura del mencionado Prlogo. Una extraa sensacin se apodera de nosotros cuando leemos detenidamente estas pginas, porque, sin abandonar el rigor metodolgico ni apartarse de las exigencias de este tipo de estudio, toma prestadas formas propias de la narrativa, y las introduce sutilmente, quizs sin darse cuenta, sin una plena conciencia de lo que est haciendo, para fijar aspectos o fechas, presentar argumentaciones o respaldar una posicin acerca de cualquiera de los tantos puntos controversiales. Es preciso dominar sin debilidades un tema para llegar a esta afirmacin: No es difcil, sin embargo, seguir la va de estudio de Andrs Bello a propsito del Poema. Basta examinar la relacin cronolgica de sus escritos y analizar los cambios que se producen en su pensamiento, el cual en lneas generales, est ya perfectamente elaborado en Londres. Pocas cosas aade ya en Chile, en donde su labor ser ms de divulgacin que de investigacin. (OCAB VII, p. 53). *** En el trabajo de Grases encontraremos, tambin, planteamientos de carcter general que ponen de relieve aspectos de la obra bellista, los cuales, si bien no eran desconocidos, no haban sido valorados en su justa dimensin, hasta el punto de que en diferentes trabajos del mismo investigador observamos significativos cambios en la apreciacin de los aportes de Bello. Como sealbamos antes, la investigacin de Grases acerca de los estudios cidianos de Bello comenzaron en 1941, con un discurso pronunciado en el Paraninfo de la antigua sede de la Universidad Central, que luego public en el Boletn de la Academia Venezolana Correspondiente de la Espaola, y aparece incorporado, como captulo III, en La pica castellana y los estudios de Andrs Bello sobre el Poema del Cid, publicada el ao siguiente de la concesin en 1953, del Premio Nacional Andrs Bello. Ya desde estos estudios Grases comienza a trabajar los aspectos ms relevantes y los aportes sustanciales de los estudios cidianos del humanista caraqueo. Pero si comparamos estas primeras contribuciones de don Pedro con su ltimo escrito concluido en esta seleccin, encontraremos algunas diferencias favorables a la evolucin de su pensamiento sobre este punto. En los trabajos anteriores seala como un aporte de Bello la divisin del Poema en tres partes, y aunque no aporta ninguna argumentacin adicional respecto de esta forma tripartita, considera justificado el creer que fuera l quien intuyera, el primero, la divisin en los tres Cantares que tiene el Poema; pero la importancia de esta

  • apreciacin, se ve disminuida cuando agrega, a continuacin, que Sin embargo, no me atrevo -XXXIII- a afirmarlo rotundamente. En respaldo a esta cautelosa posicin, el crtico apela a la autoridad: Menndez Pidal, en su obra, tampoco dice de quin adopta la divisin tripartita. Por mi parte, dejo insinuada la posibilidad de que fuera ste otro hallazgo de Bello. Pero la seguridad lleg con el tiempo. Como podemos fcilmente constatar, el enfoque contenido en el trabajo que se reproduce en esta seleccin, no ofrece ms cabida a la cautelosa posicin, y elimina las dudas, colocando el punto final en la justificacin de la creencia que fuera l quien sealara por vez primera la divisin del Poema en tres Cantares. Hay otros aportes de la obra de Bello que Grases se preocupa en sealar. El sistema de asonancias caracterstico de la poesa medieval europea, el uso de las Crnicas como recurso enmendatorio del Poema, diferentes cuestiones de orden gramatical, y la teora de los romances, con proyeccin en toda la teora sobre la literatura medieval, son algunas de estas sustanciales contribuciones del pensador caraqueo. En relacin con el primero, el sistema de asonancias, por ejemplo, Grases afirma que se trata de uno de los grandes descubrimientos de Bello, quizs el de mayor trascendencia ya que de no haber alcanzado a esclarecer este punto de carcter general no habra podido avanzar en el estudio del Poema y le habra sido imposible llegar a las conclusiones a las cuales lleg. Por su parte, la gran contribucin de Grases ha sido incorporar el nombre de Andrs Bello a la bibliografa sobre el Poema del Cid, al lado de otras figuras consideradas autoridades indiscutibles sobre la materia. A partir de ahora ningn estudioso de la pica castellana podr seguir desconociendo los aportes de Andrs Bello. La anterior afirmacin adquiere mayor perspectiva a la luz de estas palabras de Grases, que se encuentran en el Prlogo general a sus Obras. Estoy convencidsimo de que no olvidar mientras viva el ntimo regocijo que sent en setiembre de 1937, cuando me encontr frente a unos alumnos de secundaria, en el Liceo Fermn Toro de Caracas, o ante los estudiantes, ya maestros, de la Escuela Normal Superior, en la misma ciudad, a quienes les expliqu lecciones de literatura y de lenguaje. Me apodaron Mo Cid, seguramente por el entusiasmo con que les habl del gran poema medieval, sobre el que haca pocos aos haba recibido, en Madrid, las lecciones nada menos que de don Ramn Menndez Pidal, en el curso de Doctorado que daba en las aulas del Centro de Estudios Histricos... (Obras 1, p. 23). Imprenta y bibliografa

  • En trminos de una aceptable generalizacin, trabajos sobre la aparicin de la imprenta en Venezuela as como recopilaciones bibliogrficas constituyen aportes fundamentales y de apoyo para cualquier -XXXIV- estudio serio que se quiera emprender sobre aspectos de la historia de la cultura en Venezuela. Pero manejadas por Grases se convierten en materias de primer orden relacionadas con la fundacin de la nacionalidad. Una revisin cuidadosa y atenta de sus estudios sobre los primeros impresos aparecidos en Venezuela as como sus investigaciones bibliogrficas, nos obliga a considerar estas dos reas estrechamente relacionadas con el surgimiento del pas y con su posterior consolidacin. De todas las carencias que afligen y fatigan al investigador, tal vez la mayor de todas sea el insuficiente apoyo bibliogrfico, la escasez de fuentes de consulta sobre las que fundamentarse a la hora de establecer el diseo de una investigacin. Si volvemos la mirada hacia atrs, quizs el origen pueda encontrarse en la reducida atencin y en el poco inters que haba hacia el trabajo bibliogrfico, el cual, durante aos ha sido considerado como un aporte menor y se le ha visto con ojos de irresponsable condescendencia. Pedro Grases lo sealaba en 1941 en el Prlogo al Catlogo de la Segunda Exposicin del Libro Venezolano: Se ha hablado muchsimas veces -y por quien esto escribe- de la gran dificultad con que se tropieza en cualquier investigacin de carcter histrico en Venezuela, a causa de la carencia de guas bibliogrficas orientadoras en la cultura nacional. Al argumento de que entre las prioridades del Estado no se encuentra formar bibligrafos, debemos contestar que sin ellos sera ms dbil todava la memoria del pas. Aun cuando son muchas las reas que no disponen de adecuados instrumentos de trabajo, sera injusto dejar de reconocer que en los ltimos aos ha habido un cambio de comportamiento en organismos e instituciones con responsabilidad en este campo. La intervencin de Grases se ha visto reflejada en un cambio cualitativo. Su aporte ha sido definitivo en lo que queremos llamar el nuevo enfoque, en el estudio de los fondos bibliogrficos. Lo que en un principio fue una labor de rescate solitaria, individual, se ha convertido en una referencia bsica y ejemplar, ineludible, para el estudioso del pasado venezolano. Sus investigaciones bibliogrficas constituyen hoy una fuente documental imprescindible para el desarrollo de los estudios histricos en Venezuela. En este sentido el aporte de Grases debe considerarse definitivo y el de mayor significacin individual. Quiero con esto decir que hay trabajos bibliogrficos de gran importancia producidos por un equipo dentro de una misma disciplina o como resultado de un armonioso acoplamiento interdisciplinario; pero como resultado de sostenidas investigaciones personales, el aporte de Grases parece el ms importante, no slo porque supera a todos los anteriores bibligrafos sino por el contenido humanstico que encontramos en su trabajo. A este respecto, y a pesar de su inevitable e innegable tono muy personal queremos destacar una caracterstica de ese calor humano del investigador, especialmente porque no est presente en la escritura sino en el recuerdo que nace en medio de la conversacin acerca de muchas de sus investigaciones. Pensamos en este momento en la enorme diferencia entre la lectura fra, aunque documentada de las pginas 395 y siguientes

  • del cuarto volumen de sus Obras, y el brillo de la mirada y la inocultable emocin al hablarnos de ese curioso personaje llamado Bernardo Mendel, cuyo nombre se dignific al quedar ligado para siempre a la Biblioteca Lilly de la Universidad de Indiana en Bloomington (EE.UU.), al adquirir sta la invalorable -XXXV- coleccin de piezas relativas a la historia latinoamericana, que fue reuniendo durante su vida, y en la que Grases encontr un ejemplar del Proyecto de la Constitucin de Bolivia, original de Simn Bolvar, con correcciones manuscritas de puo y letra de Antonio Jos de Sucre. La intensidad con que vive sus temas, hace que cualquier conversacin con Grases, se matice con consideraciones adicionales, que aunque no guarden necesaria relacin directa con el tema en s, convierte a los protagonistas en participante