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Ernest Nagel La estructura de la ciencia Problemas de la lógica de la investigación científica PAIDÓS Barcelona Buenos Aires México

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Modelos explicativos de las ciencias

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Ernest Nagel

La estructura de la ciencia

Problemas de la lógica de la investigación científica

PAIDÓS Barcelona

Buenos Aires México

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Nagel, Ernest (2006), "Modelos de explicación científica", en su La estructura de la ciencia, Barcelona, Paidós, pp. 35-50.
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Capí tu lo II

MODELOS DE EXPLICACIÓN CIENTÍFICA

En el capítulo anterior hemos dicho que el objetivo distintivo de la empresa científica es suministrar explicaciones sistemáticas y adecuada­mente sustentadas. C o m o veremos, es posible ofrecer tales explicacio­nes para sucesos individuales, para sucesos recurrentes o para regulari­dades invariables y regularidades estadísticas. Esta tarea no constituye la exclusiva preocupación de la ciencia, aunque sólo sea por el hecho de que buena parte de sus esfuerzos están dirigidos a establecer cuáles son los hechos, en nuevos dominios de la experiencia, para los que pueden buscarse luego explicaciones. Es evidente que, en un momento deter­minado, las diversas ciencias difieren en el énfasis que dan a las explica­ciones sistemáticas en elaboración, y también en el grado en que logran completar tales sistemas explicativos. Sin embargo, la búsqueda de ex­plicaciones sistemáticas nunca se halla totalmente ausente de ninguna de las disciplinas científicas reconocidas. Comprender los requisitos y las estructuras de las explicaciones científicas, por lo tanto, equivale a comprender un rasgo m u y general de la empresa científica. En este ca­pítulo trataremos de preparar las bases para tal comprensión, destacan­do, como paso previo, las formas manifiestamente diferentes de la ex­plicación que se encuentran en las diversas ciencias.

1. E J E M P L O S DE E X P L I C A C I Ó N CIENTÍFICA

Las explicaciones son respuestas a la pregunta: «¿por qué?». Sin embargo, se necesita m u y poca reflexión para darse cuenta de que tal pregunta es ambigua y que, en contextos diferentes, puede haber di­ferentes t ipos de respuesta a ella. La siguiente lista breve contiene ejemplos diversos del uso de «por qué», varios de los cuales impo­nen ciertas restricciones distintivas sobre las respuestas admisibles a las preguntas formuladas mediante esas palabras.

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1. ¿Por qué u n cuadrado perfecto es s iempre la suma de cual­quier sucesión de enteros impares consecutivos que comience con 1 (por ejemplo, 1 + 3 + 5 + 7 = 1 6 = 4 2 )? En este caso, se supondrá que el «hecho» que se quiere explicar (llamado el explicandum) es un as­pirante a la denominac ión familiar, aunque no to ta lmente clara, de «verdad necesaria», en el sentido de que su negación es contradic to­ria. U n a respuesta atinente a la cuest ión es, p o r lo tanto, una demos­tración que n o sólo establece la verdad universal del explicandum, sino también su carácter necesario. La explicación logrará esto si los pasos de la demostración cumplen con los requisi tos formales de la prueba lógica y, además, las premisas de la demost rac ión son tam­bién, en cierto sentido, necesarias. Las premisas, presumiblemente , serán los pos tu lados de la aritmética, y su carácter necesario queda­rá asegurado, po r ejemplo, si se las puede considerar verdaderas en vir tud de los significados asignados a las expresiones que aparecen en su formulación.

2. ¿Por qué se cubr ió de humedad la par te exterior del vaso, ayer, cuando se lo llenó de agua helada? E n este caso, el hecho que se quiere explicar es un suceso aislado. Su explicación, en líneas gene­rales, podr ía ser la siguiente: la tempera tura del vaso, después de lle­narlo de agua helada, era considerablemente inferior a la t empera tu­ra del aire circundante; el aire contenía vapor de agua; y el vapor de agua del aire, en general, se licúa cuando el aire entra en contacto con una superficie suficientemente fría. E n este ejemplo, c o m o en el an­terior, el mode lo formal de la explicación parece ser el de una de­ducción. E n realidad, si las premisas explicativas fueran formuladas de una manera más completa y cuidadosa, la forma deductiva sería inconfundiblemente clara. Sin embargo, el explicandum de este caso n o es una verdad necesaria, c o m o n o son verdades necesarias las pre­misas explicativas. Po r el contrar io, las premisas son enunciados que se basan en evidencias de juicio observacionales o experimentales.

3. ¿Por qué durante el ú l t imo cuarto del siglo xix h u b o u n po r ­centaje de católicos suicidas m e n o r que el de los suicidas pro tes tan­tes, en los países europeos? U n a respuesta bien conocida a este inte­rrogante es que el o rden inst i tucional bajo el cual vivían los católicos tenía u n grado mayor de «cohesión social» que las organizaciones protestantes; y, en general, la existencia de fuertes vínculos sociales

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entre los miembros de una comunidad da m a y o r apoyo a los seres humanos en los per íodos de conflictos personales. E n este caso, el explicandum es u n fenómeno histórico descri to estadísticamente, en contraste con el hecho aislado del ejemplo anterior; po r consi­guiente, la explicación propues ta no trata de explicar n ingún suicidio individual del pe r íodo en discusión. E n realidad, aunque las p remi­sas explicativas n o están formuladas de manera precisa ni completa, es evidente que algunas de ellas t ienen u n conten ido estadístico, al igual que el explicandum. Pero, dado que las premisas no están for­muladas de manera completa , n o está m u y claro cuál es, exactamen­te, la estructura lógica de la explicación. Supondremos , sin embargo, que es posible hacer explícitas las premisas implícitas y, además, que la explicación presentará, entonces, un aspecto deductivo.

4. ¿Por qué flota el hielo en el agua? El explicandum de este ejemplo n o es u n hecho histórico, aislado o estadístico, sino una ley universal que establece una asociación invariable de ciertas caracte­rísticas físicas. Se lo explica comúnmen te presentándolo c o m o la consecuencia lógica de otras leyes: la ley de que la densidad del hie­lo es menor que la del agua; la ley de Arquímedes , según la cual u n fluido empuja hacia arriba a un cuerpo sumergido en él con una fuerza igual al peso de la cantidad de fluido desplazado po r el cuer­po; y otras leyes relativas a las condiciones en las cuales los cuerpos sujetos a fuerzas están en equilibrio. D e b e observarse que en este caso, en contraste con los dos ejemplos precedentes, las premisas ex­plicativas son enunciados de leyes universales.

5. ¿Por qué la adición de sal al agua d isminuye su p u n t o de con­gelación? E n este caso, el explicandum es también una ley, de m o d o que, en este aspecto, este ejemplo no difiere del anterior. Además , su explicación corriente consiste en deducir lo de los principios de la te rmodinámica jun to con ciertas suposiciones acerca de la composi ­ción de las mezclas heterogéneas; en consecuencia, este ejemplo también coincide con el anter ior con respecto al mode lo formal de la explicación. Sin embargo, incluimos este ejemplo para una referen­cia futura, po rque las premisas explicativas presentan ciertas caracte­rísticas distintivas, prima facie, que t ienen u n considerable interés metodológico. Pues los principios te rmodinámicos incluidos entre las premisas explicativas de este ejemplo son suposiciones de mucha

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mayor ampl i tud que cualquiera de las leyes citadas en los ejemplos anteriores. A diferencia de estas leyes, tales suposiciones uti l izan n o ­ciones «teóricas», como las de energía y entropía, que no parecen es­tar asociadas con n ingún procedimiento experimental establecido de m o d o manifiesto para identificar o medir las propiedades físicas que esas nociones presumiblemente representan. A las suposiciones de este t ipo se las llama con frecuencia «teorías» y a veces se las distingue ta­jantemente de las «leyes experimentales». Pe ro debemos postergar para su pos ter ior discusión la cuest ión relativa a si esta distinción se justifica, y, en caso de que así sea, cuál es su importancia . Po r el m o ­mento , este ejemplo s implemente registra una especie p resun tamen­te distinta de explicación deductiva en la ciencia.

6. ¿Por qué sucede que en la progenie de guisantes híbr idos o b ­tenidos c ruzando progeni tores r edondos y arrugados aproximada­mente tres cuartas partes de los guisantes son siempre redondos y una cuarta par te arrugados? P o r lo común se explica el explicandum deduciéndolo de los principios generales de la teoría mendeliana de la herencia, junto con ciertas suposiciones adicionales acerca de la const i tución genética de los guisantes. Obviamente , el hecho expli­cado, en este caso, es una regularidad estadística, n o una invariable asociación de atr ibutos, y está formulada como la frecuencia relativa de una característica determinada en cierta población de elementos. Además, c o m o resulta evidente cuando se formulan con cuidado las premisas explicativas, algunas de éstas también t ienen u n contenido estadístico, ya que formulan la probabi l idad (en el sentido de una frecuencia relativa) de que guisantes progeni tores t ransmitan ciertos determinantes de caracteres genéticos a su descendencia. Este ejem­plo es semejante al anterior en el sentido de que ilustra u n mode lo deduct ivo de explicación que cont iene suposiciones teóricas entre sus premisas. Sin embargo, es diferente de cualquier ejemplo ante­rior en el hecho de que el explicandum y algunas de las premisas son, manifiestamente, leyes estadísticas, que formulan regularidades es­tadísticas y n o regularidades invariables.

7. ¿Por qué Casio t r amó la muer te de César? El hecho que se quiere explicar es, nuevamente , u n suceso his tór ico particular. D e creer a Plutarco, la explicación debe buscarse en el odio innato que Casio tenía a los t iranos. Sin embargo, esta respuesta es obviamente

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incompleta sin una serie de otras suposiciones generales, po r ejem­plo, acerca de la manera en que se manifiesta el odio en determinada cultura entre personas de cierto rango social. Es improbable , con todo, que tales suposiciones, para que sean verosímiles, puedan ser afirmadas con estricta universalidad. Si la suposición concuerda con los hechos conocidos, sólo será, en el mejor de los casos, una gene­ralización estadística. Po r ejemplo, una generalización verosímil puede afirmar que la mayoría de los hombres (o un determinado por ­centaje de ellos) de cierto t ipo y de determinada especie de socieda­des se compor ta rá de determinada manera. Po r consiguiente, pues to que el hecho que se quiere explicar en este ejemplo es u n suceso his­tórico particular, mientras que la suposición explicativa fundamen­tal tiene forma estadística, el explicandum n o es una consecuencia deductiva de las premisas explicativas. Po r el contrario, el explican­dum, en este caso, solamente se hace «probable» en vir tud de estas últimas. Se trata de una característica distintiva de este ejemplo que lo separa de los precedentes. Además, otra impor tante y sustancial diferencia entre este ejemplo y los anteriores es que las premisas ex­plicativas, en este caso, mencionan una disposición psicológica (es decir, u n estado o act i tud emocional) c o m o u n o de los resortes de la acción. En consonancia con esto, si se plantea la pregunta «¿por qué?» para obtener una respuesta en té rminos de disposiciones psi­cológicas, esa pregunta sólo será significativa si hay alguna base para suponer que tales disposiciones, en efecto, aparecen en el tema en consideración.

8. ¿Por qué Enr ique VII I de Inglaterra t ra tó de anular su matr i ­mon io con Catalina de Aragón? U n a explicación corriente de este hecho histórico consiste en atribuir a Enr ique VII I u n objetivo conscientemente sustentado, y no una disposición psicológica c o m o en el ejemplo anterior . Así, a m e n u d o los historiadores explican los esfuerzos del rey Enr ique VII I p o r anular su mat r imonio con Cata ­lina ci tando el hecho de que, como ella no le daba n ingún hijo, aquél deseaba volver a casarse para tener u n heredero masculino. Sin duda, el monarca poseía muchas disposiciones psicológicas que pueden haber sido, en parte, responsables de su conducta hacia Catalina. Sin embargo, en la explicación que acabamos de mencionar tales «resor­tes psicológicos de la acción» no se mencionan con respecto a la con­ducta de Enr ique VIII , sino que se explican sus esfuerzos po r obte-

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ner la anulación c o m o medios deliberados arbi trados para conseguir u n objetivo consciente (o u n fin en vista). Por consiguiente, la dife­rencia entre este ejemplo y el anter ior reside en la dist inción entre una disposición o resorte de la acción psicológicos (de los cuales u n individuo puede permanecer inconsciente, aunque controlen sus ac­ciones) y u n fin en vista conscientemente perseguido (y para lograr el cual un individuo puede adoptar determinados medios). Esta dis­t inción se reconoce comúnmente . A veces se explica la conducta de u n h o m b r e en términos de resortes de acción, aunque no tenga nin­gún fin en vista que dirija su conducta. Por o t ro lado, no se considera satisfactoria una explicación, para cierta clase de acciones humanas , si no alude a algún objetivo consciente para cuya obtenc ión se em­prenden dichas acciones. E n consecuencia, en de terminados contex­tos, un requisi to para la inteligibilidad de las cuestiones que plantea la pregunta «por qué» es que se afirmen, en esos contextos, objetivos explícitos.

9. ¿Por qué los seres h u m a n o s t ienen pu lmones? Esta pregunta es ambigua, pues se la puede interpretar c o m o planteando u n p r o ­blema de la evolución histórica de la especie humana o c o m o solici­tando una explicación de la función de los pu lmones en el cuerpo h u m a n o en la etapa actual de su desarrollo evolutivo. A q u í entende­remos la p regunta en este ú l t imo sentido. C u a n d o se la entiende de este m o d o , la respuesta usual que suministra la fisiología corriente alude al carácter indispensable del oxígeno para la combus t ión de las sustancias alimenticias en el cuerpo, así c o m o al papel instrumental de los pu lmones al t ranspor tar el oxígeno del aire a la sangre y, p o r su intermedio, a las diversas células del organismo. Por consiguien­te, la explicación considera la operación de los pu lmones c o m o esen­cial para el mantenimiento de determinadas actividades biológicas. La explicación presenta, así, prima facie, una forma característica. N o menciona explícitamente las condiciones en las cuales se realizan los complejos sucesos l lamados «el funcionamiento de los p u lmo ­nes». Describe, más bien, de qué manera los pu lmones , c o m o parte especialmente organizada del cuerpo humano , con t r ibuyen al man­tenimiento de algunas de las otras actividades del cuerpo.

10. ¿Por qué la lengua inglesa actual tiene tantas palabras de ori­gen latino? El hecho histórico para el cual se pide una explicación, en

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este caso, es un complejo conjunto de hábitos lingüísticos manifes­tados p o r ciertos hombres durante un per íodo histórico definido u n poco vagamente, en diversas partes del mundo . También es impor ­tante observar, que, en este ejemplo, la pregunta «¿por qué?», a dife­rencia de las preguntas anteriores, tácitamente pide una explicación acerca de cómo se ha desarrol lado de terminado sistema hasta adqui­rir su forma actual, a part i r de alguna etapa anterior del sistema. Sin embargo, para el sistema en consideración no poseemos «leyes diná­micas de desarrollo» de carácter general, c o m o las que se encuentran en la física, p o r ejemplo, para la evolución de una masa gaseosa en rotación. U n a explicación admisible del hecho en cuestión, po r lo tanto, tendrá que mencionar cambios sucesivos a lo largo de un pe­r íodo de t iempo, y n o solamente un conjunto de sucesos en algún t iempo inicial anterior. Po r lo tanto, la explicación corriente de ese hecho incluye referencias a la conquista de Inglaterra po r los no r ­mandos, al lenguaje ut i l izado po r los vencedores y los vencidos an­tes de la conquista y a los procesos que se opera ron en Inglaterra y en otras partes después de la conquista. Además, la explicación pre­supone una serie de generalizaciones más o menos vagas (no siempre formuladas explícitamente, y algunas de las cuales, sin duda, t ienen un contenido estadístico) concernientes a las formas en que los hábi­tos lingüísticos de comunidades con lenguas diferentes sufren altera­ciones cuando estas comunidades entran en u n ín t imo contacto. E n resumen, la explicación solicitada en este ejemplo es de carácter ge­nético, y su estructura es evidentemente más compleja que la estruc­tura de las explicaciones anteriores. N o debe atribuirse tal compleji­dad a las circunstancias de que el explicandum sea un hecho de la conducta humana. U n a complejidad semejante la manifiesta una ex­plicación genética del hecho de que el contenido salino de los océa­nos sea actualmente de u n 3 % , aproximadamente , po r volumen.

2 . C U A T R O T I P O S DE EXPLICACIÓN

La lista anterior no agota los tipos de respuesta que reciben a veces el n o m b r e de «explicaciones». Pero es suficientemente larga c o m o para pone r bien en claro el importante hecho de que aun las respues­tas limitadas a la clase de cuestiones que plantea la pregunta «¿por qué?» n o son todas de la misma especie. E n realidad, la lista sugiere

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claramente que las explicaciones ofrecidas en las diversas ciencias como respuesta a tales cuestiones pueden diferir en la forma en que las suposiciones explicativas se relacionan con sus explicanda, de m o d o que las explicaciones obedecen a diferentes modelos lógicos.

Seguiremos el camino indicado po r esa sugerencia y caracteriza­remos los t ipos en apariencia dist intos de explicación en los que pue­den ser clasificados los ejemplos de la lista anterior . Pe ro n o nos em­barcaremos, en este pun to , en el p roblema de saber si los diferentes modelos lógicos aparentemente dist intos de explicación son o no, en realidad, variantes formuladas imperfectamente o casos límites de al­gún mode lo común. Po r el m o m e n t o , en todo caso, identificaremos cuat ro modelos de explicación principales y manifiestamente dife­rentes.

1. El modelo deductivo. U n t ipo de explicación que se encuentra po r lo c o m ú n en las ciencias naturales, aunque n o exclusivamente en ellas, tiene la estructura formal de u n razonamien to deductivo, en el cual el explicandum es una consecuencia lógicamente necesaria de las premisas explicativas. Po r consiguiente, en las explicaciones de este t ipo, las premisas expresan una condición suficiente (y a veces, aun­que no siempre, necesaria) de la verdad del explicandum. Este t ipo de explicación ha sido es tudiado intensamente desde la Ant igüedad. H a sido considerado como el paradigma de toda explicación «genui-na», y a m e n u d o ha sido adop tado como la forma ideal a la cual de­ben tender todos los esfuerzos po r hallar explicaciones.

Los pr imeros seis ejemplos de la lista anter ior son prima facie i lustraciones de este t ipo de explicación. Sin embargo, hay entre ellos impor tan tes diferencias que vale la pena examinar. E n el pr imer ejemplo, tan to el explicandum c o m o las premisas son verdades nece­sarias. Sin embargo, aunque el p u n t o requerirá una discusión más detallada, pocos de los científicos experimentales de la actualidad creerán —si es que hay a lguno que lo crea—• que puede demostrarse de sus explicanda que son intr ínsecamente necesarios. E n realidad, es jus tamente p o r q u e las proposic iones (singulares o generales) in­vestigadas p o r las ciencias empíricas pueden ser negadas sin incurrir en u n absurdo lógico po r lo que se necesitan elementos de juicio ob -servacionales que las sustenten. Po r consiguiente, la justificación de las afirmaciones acerca de la necesidad de las proposiciones, así c o m o la explicación de po r qué hay proposiciones necesarias, cons-

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t i tuye la tarea de disciplinas formales como la lógica y la matemát i ­ca, y no de la investigación empírica.

E n el segundo y en el tercer ejemplo, el explicandum es u n hecho histórico. Sin embargo, en el segundo, el hecho es u n suceso par t icu­lar, mientras que en el tercero es u n fenómeno estadístico. E n ambos ejemplos, las premisas cont ienen po r lo menos una suposición «en forma de ley» de carácter general, y po r lo menos u n enunciado sin­gular (particular o estadístico). Po r o t ro lado, la explicación de los fenómenos estadísticos se caracteriza p o r la presencia en las p remi­sas de una generalización estadística.

E n los ejemplos cuarto, quin to y sexto, el explicandum es una ley: en los casos cuar to y qu in to un enunciado estrictamente univer­sal que establece una asociación invariable de ciertas características, y en el sexto una ley estadística. Sin embargo, la ley del cuar to ejem­plo se explica deduciéndola de suposiciones que son «leyes experi­mentales», en el sentido ya indicado brevemente. E n los ejemplos quin to y sexto, en cambio, las premisas explicativas incluyen enun­ciados l lamados «teóricos»; en el sexto ejemplo, con una ley estadís­tica c o m o explicandum, la teoría explicativa misma contiene suposi­ciones de forma estadística.

Las diferencias que acabamos de observar entre las explicaciones que se ajustan al mode lo deduct ivo sólo han sido descritas de mane­ra esquemática. Pos te r io rmente daremos una descripción más deta­llada de ellas. Además , los requisitos puramente formales que deben satisfacer las explicaciones deductivas no agotan todas las condicio­nes que se requiere de las explicaciones satisfactorias de este t ipo, y necesitaremos examinar una serie de otras condiciones. E n par t icu­lar, aunque el impor tan te papel de las leyes generales en las explica­ciones deductivas ha sido señalado con brevedad, subsiste la cues­tión, m u y controvert ida, acerca de si es posible caracterizar las leyes, s implemente, c o m o enunciados universales supuestamente verdade­ros o si un enunciado universal, para pode r ser uti l izado c o m o pre­misa en una explicación satisfactoria, debe poseer también u n t ipo característico de estructura relacional. Po r otra parte, aunque se ha mencionado el hecho de que en la ciencia se logran sistemas explica­tivos integrados y de gran alcance mediante el uso de las llamadas su­posiciones «teóricas», será necesario indagar más minuciosamente cuáles son los rasgos que dist inguen a las teorías de otras leyes, qué rasgos de ellas dan cuenta de su pode r para explicar una gran varie-

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dad de hechos de una manera sistemática y cuál es el estatus cognos­citivo que se les puede asignar.

2. Explicacionesprobabilísticas. Muchas explicaciones, en prácti­camente todas las disciplinas científicas, n o t ienen, prima facie, una forma deductiva, pues sus premisas explicativas n o implican formal­mente sus explicanda. Sin embargo, aunque las premisas sean lógica­mente insuficientes para asegurar la verdad del explicandum, se dice que hacen a este ú l t imo «probable».

Las explicaciones probabilísticas se presentan, habitualmente, cuando las premisas explicativas contienen una suposición estadística acerca de algunas clases de elementos, mientras que el explicandum es u n enunciado singular acerca de determinado individuo de esta clase. I lustran este t ipo de explicación los ejemplos sépt imo y décimo de la lista anterior, aunque más claramente el séptimo. C u a n d o se formula este ú l t imo de una manera más explícita, adopta las siguientes formas: en la antigua Roma, la frecuencia relativa (o probabi l idad) de que u n individuo perteneciente a las capas superiores de la sociedad y poseí­do po r un gran odio hacia la tiranía tramara la muer te de hombres que estaban en situación de adquir ir un poder tiránico era elevada. Casio era u n romano semejante y César u n t i rano potencial. Po r con­siguiente, aunque de lo anterior n o se deduce que Casio tramara la muer te de César, es sumamente probable que lo haya hecho.

D e b e m o s hacer algunas observaciones. Se sostiene a veces que las explicaciones probabilísticas sólo son etapas intermedias y t empora­rias hacia el ideal deduct ivo y que n o const i tuyen, p o r lo tanto, u n t ipo distinto. T o d o lo que se debe hacer, se ha sugerido, es reemplazar las suposiciones estadísticas en las premisas de explicaciones p roba­bilísticas p o r u n enunciado estr ictamente universal; p o r ejemplo, en el caso anter ior , po r u n enunciado que establezca una asociación in­variable entre ciertas características psicosociológicas cuidadosa­mente delimitadas (que Casio presumiblemente poseía) y la partici­pación en intentos de asesinato. Pero , si bien la sugerencia n o carece necesariamente de valor y puede ser u n est ímulo para la investiga­ción ulterior, de hecho, es sumamente difícil, en muchas disciplinas, afirmar, aunque sea con moderada plausibilidad, leyes estrictamente universales que n o sean triviales y, p o r consiguiente, inútiles. A me­nudo , lo más que puede lograrse establecer con cierta garantía es una regularidad estadística. E n consecuencia, n o es posible ignorar las

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explicaciones probabilísticas, so pena de excluir del examen relativo a la lógica de la explicación importantes ámbitos de investigación.

Es impor tan te n o confundir el p rob lema de saber si las premisas de una explicación son verdaderas con el p roblema de discernir si una explicación es del t ipo probabilíst ico. Puede ocurr ir que en n in­guna explicación científica se sepa si las suposiciones generales con­tenidas en las premisas son o no verdaderas y que toda suposición semejante sólo puede ser afirmada como «probable». Pero aun cuan­do esto ocurra, n o elimina la diferencia entre t ipos de explicación de­ductivos y tipos probabilíst icos. Pues la dist inción entre unos y otros se basa en diferencias manifiestas en la forma en que las p remi­sas y los explicártela se relacionan entre sí, y no en alguna presunta diferencia en nues t ro conocimiento de las premisas.

D e b e observarse, finalmente, que aún está sin resolver la cuest ión relativa a saber si una explicación debe contener una suposición es­tadística para ser de t ipo probabil íst ico, o si las premisas que n o tie­nen carácter estadístico n o pueden hacer «probable» u n explican­dum, en algún sentido n o estadístico de la palabra. T a m p o c o hay acuerdo, en general, entre los estudiosos del tema, en cuanto a la ma­nera de analizar la relación entre premisas y explicanda, aun en aque­llas explicaciones probabilísticas en las cuales las premisas son esta­dísticas y los explicanda son enunciados acerca de algo individual. Más adelante dedicaremos nuestra atención a estas cuestiones.

3. Explicaciones funcionales o teleológicas. En muchos contextos de investigación —en especial, aunque no exclusivamente, en la biología y en el estudio de cuestiones humanas— las explicaciones adoptan la forma de la indicación de una o más funciones (o hasta disfunciones) que una unidad realiza para mantener o dar concreción a ciertas carac­terísticas de u n sistema al cual pertenece dicha unidad, o de la formula­ción del papel instrumental que desempeña una acción al lograr cierto objetivo. Tales explicaciones son llamadas comúnmente «funcionales» o «teleológicas». Es característico de las explicaciones funcionales que empleen locuciones típicas tales como «con el fin de», «con el propósi­to de», etc. Además, en muchas explicaciones funcionales hay una re­ferencia explícita a algún estado o suceso futuro, en términos del cual se hace inteligible la existencia de una cosa o la realización de u n acto.

Está implícito en lo que acabamos de decir que es posible distin­guir dos t ipos subsidiarios de explicación funcional. Puede buscarse

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una explicación funcional para u n acto, estado o cosa particular que surge en u n m o m e n t o de terminado. El octavo ejemplo de la lista an­ter ior ilustra este caso. O , al ternativamente, puede darse una expli­cación funcional de u n rasgo presente en todos ios sistemas de u n cierto t ipo, sea cual fuere el m o m e n t o en el que puedan existir tales sistemas. El noveno de los ejemplos anteriores ilustra este caso. A m ­bos ejemplos presentan los rasgos característicos de las explicaciones funcionales. Así, se explican los esfuerzos de Enr ique VII I po r anu­lar su pr imer mat r imonio señalando que obedecían al p ropós i to de obtener u n heredero masculino; y se explica la existencia de p u lmo ­nes en el cuerpo h u m a n o mos t r ando que operan de determinada ma­nera para mantener cierto proceso químico y, de este m o d o , asegu­rar el mantenimiento de la vida del organismo.

Cuál es la estructura detallada de las explicaciones funcionales, c ó m o se relacionan con las n o teleológicas y p o r qué las explicacio­nes teleológicas son frecuentes en ciertos dominios de investigación y raras en otros , son prob lemas cuyo examen reservamos para más adelante. Sin embargo, hay dos ideas erróneas concernientes a las ex­plicaciones teleológicas que hacen necesaria inmediatamente una breve observación.

Es equivocado suponer que las explicaciones teleológicas sólo son inteligibles si las cosas y actividades explicadas de tal manera son agentes conscientes o p roduc tos de tales agentes. Así, en la explica­ción funcional de los pu lmones no se hace n inguna suposición, ex­plícita o tácita, de que los pu lmones tengan algún p ropós i to cons­ciente en vista o que hayan sido creados po r algún agente para u n p ropós i to definido. E n resumen, la aparición de explicaciones teleo­lógicas en la biología o en otras disciplinas no es necesariamente u n signo de an t ropomorf i smo. Po r o t ro lado, algunas explicaciones te­leológicas suponen manifiestamente la existencia de planes delibera­dos y propós i tos conscientes; pe ro tal suposición n o es ilegítima cuando los hechos la garantizan, c o m o en el caso de las explicaciones teleológicas de ciertos aspectos de la conducta humana .

Es u n error , también, suponer que las explicaciones teleológicas afirman táci tamente que el futuro actúa causalmente sobre el pre­sente po r el hecho de que tales explicaciones cont ienen referencias al futuro para explicar lo que ya existe. Así, al explicar los esfuerzos de Enr ique VI I I po r obtener la anulación de su mat r imonio , n o se hace ninguna suposición de que el estado futuro aún n o realizado de su

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posesión de u n heredero masculino lo llevó a realizar cierto t ipo de actividades. Por el contrario, la explicación de la conducta de Enr i ­que VI I I es enteramente compatible con la idea de que fue su deseo, existente en ese m o m e n t o , de u n cierto t ipo de futuro, y no el futu­ro mismo, el que de te rminó causalmente su conducta . D e m o d o aná­logo, en la explicación funcional de los pu lmones humanos n o se hace suposición alguna de que sea la futura oxidación de los alimen­tos en el cuerpo la que da origen a los pu lmones o los hace actuar; y la explicación no depende de la negación de que el funcionamien­to de los pu lmones esté de terminado causalmente po r la existente const i tución del cuerpo y su medio ambiente. D a r una explicación teleológica, p o r lo tanto, n o equivale necesariamente a admit ir la doctr ina de que el futuro es el agente de su propia realización.

4. Explicaciones genéticas. N o s queda po r mencionar u n t ipo de explicación, aunque está en discusión si const i tuye o no un t ipo dife­rente. Las investigaciones históricas tratan con frecuencia de explicar po r qué u n objeto de estudio de terminado tiene ciertas característi­cas describiendo de qué manera el objeto ha evolucionado a par t i r de o t ro anterior. Tales explicaciones son llamadas comúnmente «gené­ticas» y se las ha presentado tan to para entes animados como inani­mados , tan to para características individuales c o m o para caracterís­ticas de grupo. El décimo ejemplo de la lista anter ior ilustra este t ipo de explicación.

La tarea de las explicaciones genéticas es determinar la secuencia de sucesos principales a través de los cuales u n sistema originario se ha t ransformado en o t ro poster ior . Las premisas explicativas de ta­les explicaciones, p o r lo tanto , contendrán necesariamente u n gran n ú m e r o de enunciados singulares acerca de acontecimientos pasados en el sistema en investigación. Cabe destacar o t ros dos pun tos acer­ca de las premisas explicativas de las explicaciones genéticas. El pr i ­mero es el hecho obvio de que no se menciona t odo suceso pasado en la evolución del sistema. El segundo es que los sucesos mencio­nados son elegidos sobre la base de suposiciones (con frecuencia tá­citas) relativas al t ipo de sucesos que t ienen importancia causal para el desarrollo del sistema. D e acuerdo con esto, además de los enun­ciados singulares las premisas también incluirán (explícita o implíci­tamente) suposiciones generales acerca de las dependencias causales de diversos tipos de sucesos.

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Esas suposiciones generales pueden ser leyes de desarrollo bastante precisas y para las cuales se dispone de elementos de juicio inductivos independientes. (Esto puede ocurrir cuando el sistema en estudio pue­de ser considerado, para los propósi tos en vista, como miembro de una clase de sistemas similares que sufren una evolución semejante, po r ejemplo, en el estudio del desarrollo de las características biológicas de un miembro individual de alguna especie. Pues entonces es posible, a menudo, emplear métodos de análisis comparativos para establecer ta­les leyes de desarrollo.) E n otros casos, las suposiciones generales pue­den ser solamente vagas generalizaciones, quizás de contenido estadís­tico, sin referencia a algunos de los rasgos sumamente específicos del objeto de estudio. (Esto sucede a menudo cuando el sistema investiga­do es bastante excepcional, por ejemplo, cuando se investiga el desa­rrollo de alguna institución en una cultura particular.) Sin embargo, en ningún caso las premisas explicativas de los ejemplos comunes de ex­plicaciones genéticas formulan las condiciones suficientes para la apa­rición del hecho mencionado en el explicandum, aunque a menudo las premisas enuncian algunas de las condiciones que, en las circunstancias que generalmente se dan por descontadas, son necesarias para la apari­ción del mismo. Por eso, una conclusión razonable es que las expli­caciones genéticas son totalmente probabilísticas. Pero por el momen­to pospondremos la consideración detallada de la estructura de las explicaciones genéticas y, en general, de las explicaciones históricas.

3 . ¿ E X P L I C A N LAS CIENCIAS?

H e m o s dis t inguido entre esos cuatro t ipos principales de expli­cación p o r q u e parecen cor responder a las diferencias estructurales reales de los ejemplos de explicación que hemos examinado y p o r ­que dicha clasificación suminis t ra un marco de referencia conve­niente para examinar algunos temas importantes de la elaboración de explicaciones sistemáticas. E n el capítulo siguiente abordaremos algunos de los problemas asociados especialmente, aunque n o exclu­sivamente, con las explicaciones deductivas.

Pero antes de abandonar el esbozo de los modelos explicativos ex­puestos en este capítulo, comentaremos brevemente una objeción, que ha tenido importancia histórica, contra la afirmación de que las ciencias realmente elaboran explicaciones. N inguna ciencia (y, p o r

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cierto, ninguna ciencia física), reza la objeción, responde realmente a la pregunta de por qué se p roducen los sucesos, o de por qué las cosas se relacionan de determinadas maneras. Sólo sería posible responder a tales preguntas si pudiéramos demostrar que los sucesos en cues­tión deben producirse y que las relaciones entre las cosas deben exis­tir. Pero los métodos experimentales de la ciencia no permiten esta­blecer ninguna necesidad absoluta lógica en los fenómenos que son el objeto úl t imo de toda indagación empírica; y aun cuando las leyes y las teorías de la ciencia sean verdaderas, sólo son verdades lógica­mente contingentes acerca de las relaciones de concomitancia o de los órdenes de sucesión de los fenómenos. Por consiguiente, las pregun­tas que las ciencias responden son preguntas relativas a cómo (de qué manera o en qué circunstancias) se p roducen los sucesos y se relacio­nan las cosas. Po r lo tanto, las ciencias pueden llegar, a lo sumo, a sis­temas amplios y exactos de descripciones, no de explicaciones. 1

Esta argumentación plantea más problemas que los que podemos discutir con provecho en este punto . E n particular, el problema de si las leyes y teorías son meras formulaciones de relaciones de concomi­tancia y sucesión entre fenómenos requiere más atención que la que ahora podemos dedicarle. Pero, aunque se admita esta concepción acerca de las leyes y las teorías, es evidente que el argumento depen­de, en cierta medida, de una cuestión verbal. Pues el argumento supo­ne que sólo hay un sentido correcto en el cual las preguntas del t ipo «por qué» pueden ser planteadas, a saber, el sentido en el que la res­puesta apropiada es una prueba de la necesidad intrínseca de una p ro ­posición. Pero se trata de una suposición equivocada, como lo testi­monia la anterior lista de ejemplos. Por ende, una respuesta suficiente

1. «La idea m u y c o m ú n de q u e la f u n c i ó n de la ciencia natural es explicar fe­n ó m e n o s f ís icos n o p u e d e ser cons iderada verdadera a m e n o s que se use la pala­bra "explicar" en u n sent ido m u y l imitado. Las n o c i o n e s de causac ión ef ic iente y de neces idad lógica n o s o n aplicables al m u n d o de los f e n ó m e n o s f ísicos, p o r lo cual la f u n c i ó n de la ciencia natural es describir c o n c e p t u a l m e n t e las s u c e s i o ­nes de e v e n t o s que se observan en la naturaleza; p e r o la c iencia natural n o p u e ­de explicar la existencia de tales suces iones y , p o r l o tanto , t a m p o c o p u e d e ex ­plicar los f e n ó m e n o s de los m u n d o s físicos, en el más estricto sent ido e n el cual puede usarse el t é r m i n o "expl icación". As í , la c iencia natural describe en tan­to puede , cómo o de a c u e r d o c o n qué reglas s u c e d e n los f e n ó m e n o s , p e r o es to ­talmente incapaz de r e s p o n d e r a la pregunta de por qué suceden» . E. W . H o b -son, The Domain of Natural Science, Londres , 1923, págs. 81-82.

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a este argumento, cuando se basa en tal suposición, es que de hecho hay usos bien establecidos de las palabras «por qué» y «explicación», de m o d o que es totalmente correcto llamar «explicación» a una res­puesta a una pregunta del t ipo «por qué», aunque tal respuesta no dé razones para considerar al explicandum como intrínsecamente nece­sario. E n verdad, hasta los autores que rechazan oficialmente la idea de que las ciencias pueden explicar algo usan, a veces, u n lenguaje que describe ciertos descubrimientos científicos como «explicaciones». 2

E n la medida en que dicho a rgumento repose exclusivamente so­bre suposiciones acerca del uso lingüístico, carece de importancia y de interés. Pero, en realidad, ese a rgumento tiene m a y o r entidad. La objeción que plantea estuvo dirigida originalmente contra varios blancos. U n o de ellos era el an t ropomorf i smo subsistente en la físi­ca y la biología, parte del cual se reflejaba en los significados co­m ú n m e n t e asociados incluso a conceptos técnicos c o m o los de fuer­za y energía, mientras que o t ro aspecto del m i smo se manifestaba en el uso acrítico de categorías teleológicas. E n este sentido, la objeción equivalía a una operación de limpieza intelectual, y est imuló la rea­lización de u n programa de análisis cuidadoso de las ideas científi­cas, p rograma que aún mant iene su vitalidad. O t r o blanco contra el que estuvo dirigida la objeción fue una concepción de la ciencia m u y difundida en una época y que aún cuenta con dis t inguidos adeptos, en una u o t ra forma. Según esta concepción, la tarea de la ciencia es explicar los fenómenos sobre la base de leyes de la naturaleza que t raduzcan u n o rden necesario de las cosas y , po r lo tanto , que sean algo más que cont ingentemente verdaderas. La objeción, así, equiva­le a negar la afirmación de que las leyes de la naturaleza poseen algo más que una universalidad de jacto, negación que coincide con una de las principales conclusiones del análisis de la causalidad hecho p o r David H u m e . El p rob lema real que plantea dicho a rgumento n o es u n p rob lema trivial de usos lingüísticos, sino u n p rob lema esen­cial acerca de la corrección de una concepción esencialmente h u m a ­na de las leyes científicas. Dedicaremos nuestra atención a este p r o ­blema en el capítulo IV.

2. P o r e jemplo , M a c h describe el análisis h e c h o p o r Gal i l eo del equil ibrio s o ­bre u n p l a n o inc l inado e n términos del principio de la palanca c o m o expl icación del pr imero (Ernst Mach , The Science of Mechantes, La Salle, 111., 1942, pág. 31).

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