entrevista a hebe uhart

3
1 POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS H ay entrevistas que son eso: preguntas que uno hace y respuestas que escucha. La idea es, luego, tratar de pre- guntar algo que profundice, que revele más del entrevistado. A veces hay poco tiempo y todo debe salir más o menos rápido. Otras entrevistas, como la de Hebe Uhart (Moreno, 1936), son muy distintas. Primero, porque también ella pregunta cosas y se interesa por saber de nosotros, y, segundo, porque gracias a su amabili- dad uno se siente en confianza, como si ella fuese un familiar que volvemos a ver después de no mucho tiempo. Es rara esa sensación de estar por pri- mera vez frente a una persona y sentir que la conoce desde hace años. Por ejemplo, mientras Hebe habla de su juventud período donde tuvo una “tormenta en la cabeza”–, nos dice “¿Vos también tuviste una adolescencia terrible? ¿Cómo fue la tuya?”. Sin darnos cuenta y de forma natu- ral, le contamos de nuestras experiencias, de lo que nos gusta, de lo que queremos hacer en la vida. Hebe escucha atenta, cuenta historias para ilustrar su punto de vista y nos aconseja. Nos ofrece más bebi- da (“¿Querés más “Paso de los toros”? Es buena, ¿eh?”), invita a asistir a una de sus clases de taller para que conozcamos a sus alumnos (“Pero no traigas nada, mirá que yo acá tengo de todo: galletas, queques, bebidas, todo”), muestra los libros que está leyendo y nos recomienda varios es- critores jóvenes argentinos. Después, Hebe prende un cigarrillo, expulsa el humo y retoma la respuesta a la pregunta que, a esta altura, nosotros ya habíamos olvidado. A cada tanto se ríe, tapándose la boca con la mano derecha y doblando el cuerpo hacia adelante. También reímos. Hay entrevistas que son distintas. En rea- lidad, a Hebe Uhart no la entrevistamos: sólo estuvimos conversando con ella mientras pasaba la tarde. UHART, LA LECTORA - De niña, ¿cómo fue su relación con la lectura? - En la infancia, es fuerte. Y, en la pri- mera adolescencia, también. Es decir, lec- turas como (Fiódor) Dostoievski, (Søren) Kierkegaard, que vos leés des- apasionadamente, que los mirás con obje- tividad, con distancia, te influyen en el destino y te obligan a tomar decisiones. Cuando Kierkegaard dice o lo uno o lo otro y pensás en ir por este camino o por el 1

Upload: ojo-seco

Post on 16-Mar-2016

249 views

Category:

Documents


2 download

DESCRIPTION

Entrevista a la escritora argentina Hebe Uhart (Moreno, 1936) en el sitio web OjoSeco.cl. Por Matías Claro Valenzuela y Francisco Gallegos Celis.

TRANSCRIPT

Page 1: Entrevista a Hebe Uhart

1

POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS

H ay entrevistas que son eso: preguntas que uno hace y respuestas que escucha. La idea es, luego, tratar de pre-

guntar algo que profundice, que revele más del entrevistado. A veces hay poco tiempo y todo debe salir más o menos rápido. Otras entrevistas, como la de Hebe Uhart (Moreno, 1936), son muy distintas. Primero, porque también ella pregunta cosas y se interesa por saber de nosotros, y, segundo, porque gracias a su amabili-dad uno se siente en confianza, como si ella fuese un familiar que volvemos a ver después de no mucho tiempo.

Es rara esa sensación de estar por pri-mera vez frente a una persona y sentir que la conoce desde hace años. Por ejemplo, mientras Hebe habla de su juventud –período donde tuvo una “tormenta en la cabeza”–, nos dice “¿Vos también tuviste una adolescencia terrible? ¿Cómo fue la tuya?”. Sin darnos cuenta y de forma natu-ral, le contamos de nuestras experiencias, de lo que nos gusta, de lo que queremos hacer en la vida. Hebe escucha atenta, cuenta historias para ilustrar su punto de vista y nos aconseja. Nos ofrece más bebi-da (“¿Querés más “Paso de los toros”? Es buena, ¿eh?”), invita a asistir a una de sus clases de taller para que conozcamos a sus

alumnos (“Pero no traigas nada, mirá que yo acá tengo de todo: galletas, queques, bebidas, todo”), muestra los libros que está leyendo y nos recomienda varios es-critores jóvenes argentinos. Después, Hebe prende un cigarrillo, expulsa el humo y retoma la respuesta a la pregunta que, a esta altura, nosotros ya habíamos olvidado. A cada tanto se ríe, tapándose la boca con la mano derecha y doblando el cuerpo hacia adelante. También reímos. Hay entrevistas que son distintas. En rea-lidad, a Hebe Uhart no la entrevistamos: sólo estuvimos conversando con ella mientras pasaba la tarde.

UHART, LA LECTORA

- De niña, ¿cómo fue su relación con la lectura?

- En la infancia, es fuerte. Y, en la pri-mera adolescencia, también. Es decir, lec-turas como (Fiódor) Dostoievski, (Søren) Kierkegaard, que vos leés des-apasionadamente, que los mirás con obje-tividad, con distancia, te influyen en el destino y te obligan a tomar decisiones. Cuando Kierkegaard dice o lo uno o lo otro y pensás en ir por este camino o por el

1

Page 2: Entrevista a Hebe Uhart

2

otro.

El chico lee de una manera distinta a la del adulto. El chico lee siguiendo al perso-naje. Si al personaje lo castigan, dice “¿cómo no hace lo suficiente como para que no lo castiguen?”. Quiere advertirlo. Realmente, emocionalmente, se lee desde chico, de cuando uno es chico, comprome-tiéndose la persona.

De adolescente, en una etapa de catorce a dieciséis años, leí poco. No quería leer, pero tampoco podía leer. Estaba muy en-frascada en mí misma, en mis abismos y no leía. Después sí leí, cuando entré a la facul-tad. A los diecisiete entré a la facultad y ahí empecé a leer y no paré. Un primo culto, que leía, me decía “tenés que leer a (Pablo) Neruda, a (César) Vallejo y (Nicolás) Guillén. Después no leí más poesía, pero en esa edad sí. Y, después, prosa y todo, pero en la facultad, desde los diecisiete en adelante.

- En su juventud, ¿qué importan-cia tuvo la lectura para usted?

- Lo que pasó fue que la lectura me em-pezó a poblar mi cabeza, que era como una tormenta y un caos. Me empezó a pillar el proceso de adolescencia aguda y, entonces, empecé a abrirme y a leer. No sería lo mis-mo Dostoievski a los diecinueve años que ahora, de ninguna manera. Ahí sí se lee emocionalmente acompañando y como una cosa sumamente vital. Pero no es que la lectura me haya cambiado; en la medida en que estuve “madura” para leer, empecé a leer. Antes, no quería leer. Estoy escri-biendo de eso, de mi infancia y mi adoles-cencia tormentosa.

- ¿Qué relevancia tuvieron los li-bros en sus años de universidad?

- Leía por la noche, en la cama. O leía un libro que me ocupaba la cabeza tres o cua-tro días, o que me provocaba para escribir cosas sobre lo que había leído. Muchas lec-turas de ese tipo. De hecho, terminé filo-sofía, comí y viví toda la vida de la filosofía,

pero ya en cuarto año no me interesaba mucho más y me ponía a leer literatura. Estaba en Filosofía Moderna y leía a Dos-toievski, a los rusos. Había descubierto to-do eso. Después me gustó mucho la filosof-ía para enseñar. Cuando tuve que enseñar, la retomé y con placer.

UHART, LA ESCRITORA

- ¿Hubo algún autor que le des-pertó las ganas de escribir?

- El único maestro que reconozco es Fe-lisberto Hernández. Es mi maestro, uruguayo, y me parece que es extraordina-rio. Es con el que me identifico –como cuando vos te identificás con lo que leés-. Para mí, leer lecturas es la lectura que tie-ne todo escritor, la lectura que tiene todo aquel que escribe. Pero me identifico con él. Siento –como si sintieras como es la persona- que podés admirar a (Jorge Luis) Borges, pero no me identifico con lo que hace, es un ser completamente apar-te del mío. Yo tenía un novio que decía que había vivido de entre casa y amigos de sa-

“L a lectura me em-pezó a poblar mi cabeza, que era

como una tormenta y un caos. Me empezó a pillar el proceso de adolescencia aguda y, entonces, empecé a abrirme y a leer (…) Pero no es que la lectura me haya cambiado; en la me-dida en que estuve “madura” para leer, em-pecé a leer”.

2

Page 3: Entrevista a Hebe Uhart

3

lir; amigos que son más domésticos y otros amigos más para otras cosas. Borges es un escritor de salir. Felisberto es un escritor íntimo, es de entre casa. A mí me gusta mucho.

- ¿Dónde encuentra sus historias y personajes?

- Muchas cosas las saco de las personas, directamente. Y sacás muchas cosas del mismo emisor. Te gusta y las sacás. Yo sa-qué muchas cosas de una señora que venía a limpiar acá y después las usaba yo y se las pasaba a mis amigos. Me decía “yo avanzo en la vida sin poder delantear a na-die”. Entonces, de esas, miles de cosas.

- ¿Tiene algún método o rutina pa-ra escribir?

- No, yo no tengo método, porque escri-bo discontinuamente. Hay un momento en que se ve que puedo hacer algo, lo hago y lo sigo, y después dejo un tiempo y después vuelvo. Dejo y vuelvo. No es que escriba todos los días. No creo que sirva ponerse a

escribir todos los días, en seco. Método no tengo, pero eso no es un método que sea una cosa que sea de afuera para adentro, es una cosa que se va formando con el tiem-po. Solo se forma, como una capa: solo. Es decir, el escritor nuevo cree que todo se

puede escribir y uno no puede escribir to-do. Uno tiene que saber dónde va su direc-ción, sus cosas, para dónde vamos. Cada uno tiene sus temas; no se puede escribir de todas las cosas. Y cada uno tiene su talón de Aquiles. Yo, por ejemplo, no sé manejar muchos personajes. Tengo que manejar unos poquitos. Pero lo que uno tiene que hacer es acompañarse a sí mismo y defender su tema. Es decir, cuando le gusta algo, sea lo que fuere, no es fácil. No es fácil porque el mundo te lleva a ir al ci-ne, al teatro, etc. Te dicen: “¿cómo, no vas al teatro?”. Y tú dices: “no, no tengo ganas de ir al teatro”.

- ¿Qué cree usted que se necesita para ser escritor?

- Si vos pensás mucho en cómo te pegan las cosas, si vos tenés una sensibilidad muy a flor de piel y pensás cómo te pegan las cosas, vos no podés escribir porque sos una fuente de rencor. Cuanto más soportas en la vida, más puedes escribir. Si vos decís “esto no, porque me produce tal cosa”, “la lana no, porque me pica”, “echarpe de lana, tampoco, porque se me cae”, qué se yo. Hay gente que son cúmulos de imposibili-dades en su vida; después, eso se traduce en la literatura. Ahora, si vos aguantás más, tu dolor es más fuerte y resistís más, evitás todo ese fenómeno rencoroso de cómo te tocan las cosas a vos. La gente está muy pendiente de cómo le hacen cosas: lo miró mal, lo saludó mal, le contestó mal. Es notorio este proceso. Entonces, ante eso tenés que ser más resistente. Si tenés mie-do, rencor, tormenta, qué sé yo, sos vos una tormenta. No puedes escribir de la tor-menta. Tenés que estar fuera, para el obje-tivo de eso. Si vos no aguantás el persona-je, no es que vos no aguantás el personaje, no te aguantás vos escribiendo más, y dices “a este lo caso”, “a este lo divorcio”, “a este lo mando a ir a Europa”, “ya está, me tiene harto”. Entonces, para tener cierta conti-nuidad, concentración y atención, tenés que hacerte resistente. Si no, te aburrís enseguida.

“Y o no tengo método, por-que escribo

discontinuamente. Hay un momento en que se ve que puedo hacer algo, lo hago y lo sigo, y después dejo un tiempo y después vuelvo. Dejo y vuelvo. (...) Cada uno tiene sus temas; no se puede escribir de to-das las cosas”.

3 © Todos los derechos reservados

Diseño de formato Docuseco: Francisco Gallegos Celis