el asadillo manchego

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El asadillo manchego se inventó PRECISAMENTE ASÍ

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Cuento en el que se explica cómo se hace el Asadillo manchego

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Page 1: El Asadillo manchego

El asadillo manchego se inventó

PRECISAMENTE ASÍ

Page 2: El Asadillo manchego

Si Joseph Rudyard Kipling

no hubiese nacido en los

exóticos territorios del

imperio de La Pérfida

Albión, sus relatos y sus

cuentos no tendrían como

protagonistas a los

escurridizos leopardos, las

tozudas ballenas o los

curiosos elefantes. No nos habría explicado que

“precisamente así” consiguió el elefante su

trompa, sus manchas el leopardo o las barbas que

le impiden tragar cosas grandes, la ballena,

avariciosa y tontorrona.

Page 3: El Asadillo manchego

Si Joseph Rudyard Kipling hubiera nacido en un

sitio sencillo y corriente, como por ejemplo en las

tierras de La Mancha (ese lugar que casi todos

conocen de paso pero en el que casi nunca se

detienen), si hubiese nacido en donde lo que se

encuentra uno a la vuelta de cada esquina, es vino

aceite y algunas hortalizas, seguramente habría

contado otras historias. Seguramente ni siquiera

hubiera tenido un nombre anglosajón y

rimbombante.

Page 4: El Asadillo manchego

Yo puedo imaginar fácilmente que se habría

llamado Pepe Rodríguez Quintanilla.

Precisamente un tal Señor Quintanilla me contó

cómo llegó a prepararse el “asadillo manchego”

esa comida que a algunos nos parece que existió

siempre porque nuestra abuela y nuestra madre

ya nos la hacían de pequeños y eso, siempre es una

patente de eternidad. Pero no. Hubo un tiempo

remoto en que no existía. Es difícil de imaginar,

pero en las noches de verano no se podía cenar

asadillo porque no se había inventado. Y fue

“Precisamente así” como ocurrió.

Ocurrió que se habían juntado siete amigos para

vendimiar la viña de la cuñada del primo hermano

de uno de ellos. Y eran siete porque ese número

debe ser importante ya que Nuestro Señor lo

Page 5: El Asadillo manchego

utilizó para algo tan extraordinario como fabricar

el mundo. Así que, si siete días habían bastado

para fabricar este mundo tan grande que en él

cabe de todo, siete amigos bien podrían vendimiar

una viña, que, a fin de cuentas, solamente era de

una cuñada, más bien feucha aunque hacendosa y

cariñosa con las visitas.

Y cuando iban caminando por los senderos resecos

del otoño, cada uno miraba con glotonería mal

disimulada las alforjas que los demás llevaban al

hombro, imaginando en ellas circunspectas

longanizas y rollizos salchichones, alguna que otra

empanada y, no podrían faltar, chorizo y queso

fuerte.

Page 6: El Asadillo manchego

Pero todo debía estar en las alforjas de los otros,

porque cada uno pensaba que solamente él llevaba

poca cosa.

Lucas, que era bajito y

regordete, fue el primero que

se decidió a hablar:

-- ¡Bueno! Yo traigo aquí unos

pimientos que servirán para

acompañar lo que traigáis

vosotros. Comeremos bien, ¿verdad? --

Martín contestó rápidamente con una voz fuerte

y destemplada que

acostumbraba a asustar a los

pájaros de las cercanías:

-- Pues yo traigo los tomates.

Page 7: El Asadillo manchego

Y son de la huerta de mi tía Tranquilina, la que

vive en El Río, así que son buenos. ..

Millán, tímido como era

siempre, casi enrojeció

mientras confesaba:

-- Yo solamente traigo sal. Mi

madre dice que siempre es

necesaria ...

Julián, que era uno de esos mozos morenos que

están encantados de haberse

conocido, miró a los otros con

altanería y les soltó:

-- Lo verdaderamente importante

lo que traigo yo. Traigo aceite --

Page 8: El Asadillo manchego

Vicente miró con parsimonia a cada uno de ellos y,

con una seriedad que no

parecía concordar con su

actitud habitual, dijo

desafiante:

-- ¡Pues yo tengo huevos!

Saturnino, como todos los demás, se paró en

medio del camino y se puso a reír, dando palmadas

en la espalda de sus amigos. Respondía con una

sonrisa pícara a las miradas inquisitivas de todos

los demás que creían adivinar el contenido de su

alforja. Su padre era un hombre panzudo que

recorría los pueblos de los alrededores, vestido

con una chambra de rayas grises, vendiendo

especias, al que todos llamaban con respeto,

porque viajaba mucho, “El Tío Cominero”

Page 9: El Asadillo manchego

-- Si, dijo. ¡He traído cominos!

A estas alturas, todos habían perdido la

esperanza de la comilona que imaginaron. No

quedaba en su imaginación ni un mal rastro de los

sabrosos chorizos, los especiados salchichones ni

del queso curado que empapa la boca de sabor

espeso. Ni siquiera quedaba su amigo Domingo

como última esperanza. Era el más pequeño de

todos y no esperaban de él gran cosa en lo que se

refiere a viandas sabrosas.

Page 10: El Asadillo manchego

Domingo, vivaracho, con los ojos muy abiertos y

las manos en los bolsillos del pantalón, miraba a

todos con desparpajo y cuando dejaron de reír

alborotados, cuando se hizo silencio, les dijo sin

inmutarse:

-- Pues yo no he traído nada pero si me dejáis

vuestras cosas seguramente se me ocurrirá

algo.—

Page 11: El Asadillo manchego

Domingo Quintanilla, que luego, de mayor, fue

conocido como el Señor Quintanilla, tenía fama

entre sus amigos de ser ingenioso, rápido de

pensamiento, habilidoso con cualquier situación

inesperada y atrevido a la hora de tomar

decisiones. Es cierto que apenas había ido a la

escuela pero había sido suficiente para leer,

escribir y conocer las cuatro reglas. Con eso se

apañaba bien. Y como ayudaba a su padre

vendiendo ultramarinos por toda la comarca a

bordo de una tartana que arrastraba la mula

Capitana, completó su formación con el

desparpajo que proporciona el trato con clientes

resabiados y los viajes lentos en los que, muchas

veces, se encuentra alguien con quien hablar y de

quien aprender.

Page 12: El Asadillo manchego

Como todos conocían de sobra sus cualidades

aceptaron encantados su proposición y decidieron

que se quedara en la casilla de la viña mientras

ellos iban haciendo el trabajo.

Y, precisamente así fue como ocurrieron las

cosas.

Domingo echó una ojeada por la casilla y localizó

el fogón. Y una sartén de esas que tienen patas

para poner sobre las ascuas. Y unos buenos

manojos de sarmientos.

Y se puso a pensar.

-- Los pimientos están buenos asados. Pues los

asaré sobre los sarmientos.

Page 13: El Asadillo manchego

-- El tomate está bueno guisado. Pues lo guisaré

en la sartén.

Cuando esto se había hecho miró el resultado y no

le parecía nada brillante. Además, los huevos de

Vicente daban para poco. Habría que escalfarlos

en el tomate y el pimiento aunque a Vicente le

molestara.

--¡ A revolverlo todo ! – se dijo con decisión – Así

parecerá algo más abundante y apetitoso.

Utilizó la sal y los cominos para dar el toque de

sabor y miró satisfecho su obra. Se retiró dos

pasos de la sartén con patas y con las manos en

los bolsillos tarareó una canción. (Una canción que

veréis al final de este relato,. Aprendedla que

será útil para cocinar el asadillo)

Page 14: El Asadillo manchego

¡Entonces fue cuando se dio cuenta de su olvido!

Tened esto muy presente porque es

importante.

Entonces se dio cuenta de que ¡había olvidado

utilizar el aceite!

El fuego ya estaba muerto pero no se preocupó y

decidido como de costumbre, vertió el aceite

crudo en el guiso y lo revolvió todo con

desenvoltura.

Y de esta manera es como se inventó el asadillo

manchego. Hay poca gente que lo sepa pero yo

tuve la suerte de conocer a Pepe Rodríguez

Quintanilla que me la contó.

Page 15: El Asadillo manchego

Domingo Quintanilla, el que de mayor era conocido

como el Señor Quintanilla, nunca se casó y no se

sabe si porque era tímido con las mujeres o

porque tenía miedo de que le quitaran la

espontaneidad como Dalila quitó los cabellos a

Sansón. Pero si que se casó una hermana suya,

Josefina, que, en su momento y por derecho, tuvo

un hijo. Este es Pepe Rodríguez Quintanilla (a

quien de mayor también llamaban Señor

Quintanilla), que escuchó esta historia de su tío y

que me la contó una noche, después de cenar unas

chuletillas de cordero acompañadas de asadillo

manchego.

Page 16: El Asadillo manchego

Solamente los allegados sabemos que el olvido del

aceite (ya os dije que debíais tenerlo presente) se

convirtió en lo esencial del guiso. El aceite crudo

es el que proporciona el aroma intenso que

siempre se recuerda.

Esta es la canción que tarareaba Domingo

Quintanilla mientras miraba complacido su obra,

por la que nunca pidió derechos de autor.

Page 17: El Asadillo manchego

SEGUIDILLA MANCHEGA

El asadillo.

Con tomate y pimiento

el asadillo

Sabroso con aceite

y con cominos.

Cómelo frío

Enfríalo en el pozo,

cómelo frío

que es comida muy buena

para el estío.

Aunque es sencillo

¡Qué bueno está en el campo!

Aunque es sencillo

¡qué bueno está en el campo

el asadillo!

Page 18: El Asadillo manchego

Y, por si acaso queréis cantarla, aquí está la música

Juan Dorado Vicente. Alcobendas 11 de marzo de 2009