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LOS VISIGODOS EN ESPAÑA

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LOS VISIGODOS EN ESPAÑA

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Contenido 1 DEFINICIÓN DE LO VISIGODO ......................................................................... 5

2 LOS REYES GODOS ....................................................................................... 11

3 ARTE Y CULTURA ......................................................................................... 17

3.1 La instrucción: escuelas y bibliotecas ................................................... 17

3.2 Cultura literaria: Isidoro de Sevilla........................................................ 20

3.3 Manifestaciones y tendencias artísticas ............................................... 21

3.4 Arquitectura y ornamentación ............................................................. 22

3.5 Artes industriales: orfebrería y metalurgia ........................................... 22

ANEXO ................................................................................................................ 25

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1 DEFINICIÓN DE LO VISIGODO

Visigodo es todo aquello que puede relacionar se con el pueblo godo originario

del norte de Europa y que se asentó en la Península Ibérica a finales del siglo V,

después de haber permanecido largo tiempo en las tierras del mar Negro. El

problema es ¿cómo se identifica lo que es visigodo? y si ¿existe un método

correcto para su identificación?

Los historiadores ya desde el siglo XIX han creído que las manifestaciones

artísticas y la cultura material son el testimonio de los visigodos en Hispania. Pero

en sus razonamientos se han entremezclado conceptos como el de raza, etnia,

tribu, etnicidad, nación, soberanía, etcétera, que al estar utilizados desde la

semántica e ideologías contemporáneas han falseado la realidad histórica.

Para responder a la pregunta ¿qué es visigodo? es necesario preguntarse ¿cuáles

fueron las estrategias de distinción que utilizaron? y ¿con qué fin? Los individuos

de estas comunidades construyen su identidad a partir de la diferencia. Diferencia

establecida según cuatro conceptos: el origen, la religión, la legislación y la lengua.

Son unos signos de identidad étnica frente a otras posibles formas de identidad

colectiva.

La arqueología y la historia del arte deberían ser capaces de distinguir cuáles

fueron y cómo quedaron fijados esos signos de identidad. Suele ser habitual que

se llame "visigodo" a todos los restos hallados en la Península de los siglos VI y VII

d.C. Como un saco roto donde se ha metido todo lo que no cuadra con lo

puramente paleocristiano o altomedieval. Así desde bien entrado el siglo XX, en

todas las historias del arte tenemos un arte visigodo, una orfebrería visigoda, una

escultura, una arquitectura, y un largo etcétera, que no se atiene a diferencias

sino a globalizaciones que abogan por una homogeneidad y unidad de la sociedad

de aquel momento. Actualmente la forma de investigar -mucho más

intirdisciplinar y dialogante ha cambiado completamente la visión que se tenía de

los visigodos en Hispania, o al menos está haciendo que los documentos, de

cualquier naturaleza, sean revisados lejos de prejuicios o intenciones políticas.

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Los visigodos en España

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Durante todo el siglo XX, las iglesias de San Pedro de la Nave, Quintanilla de las

Viñas, San Juan de Baños, Santa María de Melque y Santa Comba de Bande (por

citar las más conocidas) han sido etiquetadas como visigodas o mozárabes. Los

criterios para encuadralas en una u otra época están hoy puestos en duda y el

problema por resolver. Lo que no se puede decir es que fueron arquitectos de

origen godo quienes construyeron estas iglesias. Y menos aún cuando no se tiene

ninguna base arqueológica o artística para decir que esas iglesias son anteriores al

71 1. El único indicio cronológico que hasta ahora se había considerado como

fiable esta cuestionado. Se trata de la inscripción situada sobre el arco triunfal de

la iglesia de San Juan de Baños donde se dice que fue construida por Recesvinto.

¿Es posible que la inscripción haya sido reutilizada en este edificio y que no se

encuentre en su lugar de origen?

El mismo desconcierto se tiene con la escultura. Si se pone en duda la cronología

de las iglesias, también se pone la decoración escultórica. Los programas

iconográficos debidos a excelentes artistas no son comprendidos en toda su

dimensión. Es necesario que los especialistas de distintos campos dialoguen para

conocer el significado de la iconografía. A este problema se añade el de

numerosos fragmentos escultóricos que se encuentran desplazados de su lugar

original. Han pasado a ser meros objetos artísticos que difícilmente pueden

responder a cosas esenciales como por ejemplo si estaban destinados a decorar

edificios de uso privado o público, dónde, cuándo y porqué fueron tallados, las

funciones que tenían... Las teorías se alzan como un castillo de naipes construido

sobre hipótesis frágiles y supuestos teóricos que inducen inevitablemente al error.

Los estudios micro-regionales que se están realizando detectarán las variedades y

diferencias locales. Después de contrastarlas entre si se podrá valorar lo que está

sucediendo en toda la Península. Ahora conocemos mucho mejor las cronologías y

las producciones de Mérida, frente a las que se están dando en Toledo, o la

ornamentación de las llamadas iglesias asturianas, frente a las llamadas visigodas

de la Meseta. También la orfebrería esta siendo objeto de discusión. Siempre se

ha-dicho que el tesoro de Guarrazar atestiguan la presencia de unos artesanos

visigodos que trabajaron en la propia corte de Toledo y ha sido interpretado como

un instrumento de poder y símbolo de la supuesta unidad nacional (como si se

tratase de la imagen misma del III Concilio de Toledo del año 589). Lo mismo que

aquella lista de los reyes godos que se aprendía de carrerilla en la escuela sin

comprender el sentido. Por un lado resulta difícil aceptar que las coronas votivas,

suspendidas sobre los altares de las iglesias de Toledo, sean instrumentos de

poder; por otro no creo que se pueda aceptar un taller áulico en la ciudad, cuando

se conocen objetos iguales técnicamente en otros lugares del Mediterráneo. Al

contrario, el tesoro de Guarrazar lo que hace es demostrar una vez más la

apertura de la Península hacia el Mediterráneo, la continuidad de las relaciones

comerciales y los contactos con los talleres orientales del circulo

constantinopolitano.

Lo visigodo, como tal, es por tanto poco reconocible y queda reducido a

prácticamente nada. Quizá sólo pueden ser considerados como signos de

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Definición de lo visigodo

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identidad los objetos de indumentaria personal hallados en la Meseta castellana y

fechados a finales del siglo V y primera mitad del VI. A muchos les suenan los

grandes cementerios como Duratón, Castiltierra o El Carpio de Tajo. Los

arqueólogos durante un tiempo buscaron a los visigodos altos, rubios y con ojos

azules vestidos con vistosos adornos de la moda goda; supravalorando el

significado de estos adornos personales como si fueran verdaderos estandartes

nacionales.

Hoy, tanto historiadores como arqueólogos observan una mezcla de población

entre romanos y visigodos, que induce a pensar que estos objetos, más que a una

moda, responden a objetos de prestigio que recuerdan los que llevaban durante

su estancia en Crimea. Se reincide así sobre la identidad dentro de la diversidad.

A la pregunta ¿qué es visigodo? la respuesta está todavía lejos de ser clara pero

clama a la prudencia cuando se enfatiza o se carga de significado una

manifestación artístico, y más todavía cuando se ínstrumentaliza como símbolo de

una ideología política. Si la Historia no es una falacia, y sirve para algo es para

saber que los comportamientos sociales se repiten y que la experiencia del

pasado no es un modelo de respuesta pero si un punto de reflexión importante

para comprender y solventar los conflictos actuales.

Tras una larga emigración desde la lejana isla de Scandia, en el Báltico, los pueblos

góticos se encontraban hacia el 230 asentados al norte del mar Negro, donde

influenciados por nómadas iranios (alanos) habían adoptado ciertas tradiciones de

éstos, al tiempo que fundaban dos poderosos reinos, Allí, a lo largo del siglo IV,

sufrieron la influencia de Roma, de donde les llegó incluso el Cristianismo en su

credo arriano -lo que sin duda les dio una mayor cohesión y personalidad cultural-

. Pero todo ello se desmoronó cuando el principal de estos reinos -el de los

ostrogodos- fue derrotado en el 375 por unos recién llegados de las

profundidades de la estepa del Asia central, los hunnos. Tras la derrota y muerte

del rey ostrogodo, Ermanerico, un pánico indescriptible se iba a apoderar de toda

la sociedad goce.

Mientras que una porción muy importante, compuesta esencialmente de

visigodos, pidió y obtuvo del Imperio ser acogida y establecida en Tracia, otros se

asentarían de momento en los Cárpatos y Moldavia bajo el protectorado de los

hunnos. Ante el peligro que representaban los godos de Tracia, en continua

rebelión ante la explotación de que eran objeto por los traficantes y funcionarios

imperiales, el emperador Valente intentó aniquilarlos, pero resultó derrotado y

muerto en la terrible batalla de Adrianópolis (9-VIII-378). Teodosio el Grande

consiguió apaciguarles, convertirlos en foederati del Imperio, y establecerlos en la

evacuada Mesia. Mas nuevas dificultades se avecinaban.

Alarico nombrado Magíster militum per Ilyricum, decició, sin embargo, en el 401,

dirigirse bruscamente hacia Occidente en busca de botín y provisiones para su

pueblo, En Italia, tras numerosos enfrentamientos con Estilicón y Honorio en

busca de subsidios, se ve obligado, finalmente, al saqueo de Roma en el 410. Tras

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Los visigodos en España

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los frustrados intentos de Ataulfo por entroncar con la familia imperial, los

visigodos serían, finalmente, estabilizados por el patricio Constancio en el sur de

las Galias, en el 418. En virtud de su correspondiente tratado de alianza-foedu, los

visigodos quedaban acantonados en la Aquitania, donde recibieron tierras en

virtud del régimen de la hospitalitas (dos tercios de la propiedad para el

«huésped» visigodo), creándose un primer intento de gobierno autónomo en el

interior del Imperio Romano. Este intento, conocido como reino de Tolosa, se

basó fundamentalmente en una colaboración bastante estrecha entre la poderosa

aristocracia senatorial de Aquitania, el régimen imperial y los visigodos. En

concreto y según la conocida tesis E. A. Thompson , los visigodos resultaban ser un

freno y seguridad ante la peligrosa agitación campesina, conocida como la

Bagauda. En está situación no hay que extrañarse que el reino de Tolosa pronto

adquiriese un rudimentario aparato administrativo basado en el provincial

romano, una organización militar típicamente tardorromana, en la que no fueron

raros los elementos galorromanos.

De la romanización linguistica y cultural muy rápida de los visigodos en esta

época, da cumplida cuenta los fragmentos conservados del famoso Codigo legal

de Eurico (466-84), al que hoy se considera unánimemente como «verdadero

monumento del derecho vulgar romano». Los acontecimientos antes señalados,

sin duda, debieron forzar la ya tradicional presión germana sobre el limes o

frontera del Rhin, línea, además, muy debilitada a principios del siglo V por las

continuas agitaciones internas del Imperio. Todo ello unido permitió, finalmente,

su definitiv la Navidad del 406, lo que determinó la inundación de la Galia, y

después de la Península Ibérica, a partir del 409, por un vasto y heterogéneo

conglomerado de pueblos, entre los que destacaban los vándalos (asdingos y

silingos), suevos y alanos. De esta forma, a partir del 409 la Península Ibérica se

vio sometida a un profundo saqueo y destrucción. En esta situación iba a

intervenir un nuevo factor y de importancia decisiva a la larga: la actuación en los

asuntos peninsulares de los reyes visigodos de Tolosa. Esta penetración, que

comenzó a realizarse en nombre de¡ Imperio, acabaría siendo completamente au-

tónoma a partir de los años 460 y siguientes. Puesto que va a ser la constitución

del reino visigodo de Toledo en el siglo VI el principal acontecimiento en la

historia de la Península en todo este periodo, convendría que lo analizásemos un

poco más detenidamente. No obstante, será bueno que digamos que como

consecuencia de esta intervención silingos y alanos serían casi completamente

destruidos entre el 416 y el 418. Los restos de ambas agrupaciones pasarían a

engrosar las tilas de los reunidos en torno al núcleo de la monarquía militar de los

asdingos: una vez más funcionó aquí el mecanismo de la Stámmesbildung, al que

antes aludimos.

Esta nueva agrupación popular, mucho más homogénea, tras saquear todo el

mediodía peninsular acabaría por trasladarse en el 429 al norte de Africa en

número al parecer de unos 80.000 (esta cifra se ha intentado rebajar últimamente

por parte de Ch. Courtois). Por su parte, los elementos suevos, sin formar una

monarquía unitaria claramente definida, intentarían a partir del 430 dominar más

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Definición de lo visigodo

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o menos efectivamente todo el Occidente y el mediodía peninsular, con la

finalidad manifiesta de tener acceso a los grandes núcleos urbanos de dichas

zonas, al tiempo que se veían envueltos en múltiples confrontaciones con la

aristocracia gallega. En esta última zona, los suevos lograrían un asentamiento

bastante estable -tal como en opinión de W- Reinhart parece mostrar la

toponimia- en las tierras en derredor de Braga, La posterior intervención del rey

visigodo, Teodorico II, a mediados del siglo V, les reduciría ya para siempre a este

rincón del noroeste penínsular, donde poco a poco irían llegando a una situación

de equilibrio y acomodo con los restos de la aristocracia romana (aunque la

documentación es escasísima a esto al menos parece desprenderse de la

existencia de un reino de fe católica y bastante homogéneo en la segunda mitad

del siglo V)

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2 LOS REYES GODOS

Como se vera sumamente clara la significación social de esta institución: su

progresiva extensión no cabe duda que aumentaría el poder económico y político

del señor, sobre todo si se tiene en cuenta que muchos de los componentes de la

Gefolge eran guerreros. De todas formas hay que destacar siempre la estrecha

unión en sus orígenes de esta institución con la soberanía doméstica antes

señalada y con esa clientela servil; piénsese que siempre continuo existiendo una

Gefolge compuesta de aldeanos, y que en épocas posteriores a los miembros de

ciertas Gefoígen de un status social bastante elevado -pues se trataba de

Gefolgen reales-- conservan nombres que, como gardingi (visigodos) y gasindi

(lombardos); hacen referencia a un primitivo origen doméstico o incluso servil.

Pero sin duda hay que destacar que las Gefolgen compuestas de guerreros tenían

unas posibilidades de evolución muy grandes, sobre todo en épocas tales como la

de las grandes invasiones y fundación de los reinos germánicos. Muchas de las

realezas germánicas de tiempos de las invasiones tienen su origen en la

institución de la Gefolge. Se trataba ciertamente de la elección como Heerkónig

(rey del pueblo en armas) del jefe de una de estas Gefolgen constituidas por

guerreros; es, en dichos tiempos, cuando en los «séquitos» pueden entrar a

formar parte gentes de condición social elevada -grandes propietarios, jefes a su

vez de otros «séquitos»-, estableciéndose de esta forma una verdadera jerarquía

dentro de las Gefolgen. Junto a esta poderosa aristocracia también se daba en

muchos pueblos -sobre todo en los del llamado grupo óstico- una realeza que en

su origen pudo tener un cierto carácter divino. Y, desde luego, en todas las

agrupaciones tribales en tiempos de guerra se elegía a unos líderes -duces, según

los escritores latinos- de entre los nobles, cuyo poder, naturalmente, dependería

mucho de la amplitud de sus propias Gefoigen y de su fortuna militar. Por todo

ello no resulta difícil de comprender que con las invasiones uno de los grandes

vencedores fuera la institución monárquica, que se beneficio enormemente de la

partición de tierras, de la estructura del pueblo con vistas al Ejército y del

contacto con las formas monárquicas absolutas del Bajo imperio.

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Los visigodos en España

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Un último aspecto a resaltar, en lo que respecta a la organización y estructura de

los germanos en el momento de las grandes invasiones, es sin duda el mecanismo

de formación de las grandes unidades populares -o, si se quiere, nacionales-

germánicas, proceso conocido por la erudición tudesca como Stamrnesbildung.

No cabe duda que siempre ha sorprendido la facilidad con que aparecen en el

escenario histórico grandes agrupaciones populares con unos nombres y una

cultura «nacionales» muy definidos, así como, por otro lado, la facilidad con que

pueden desaparecer sin dejar el menor rastro ante los primeros descalabros

militares. La explicación más satisfactoria de estos fenómenos es sin duda la

ofrecida por el historiador de Gáttingen R. Wenskus, La mayoría de los pueblos

germánicas comportan como elemento aglutinante una realeza dinástica en torno

a la cual se adhiere con fuerza un núcleo reducido portador del nombre y de las

tradiciones nacionales (del Stammo).

Mientras este núcleo pueda resistir, la agrupación popular se salvará, pues

continuamente podrá ir aglutinando y dando cohesión a elementos muy

heterogéneos que serán los que constituirán la gran masa invasora. Esta teoría

resuelve, además, otro muy grave problema: la exigüedad de las «patrias», o

lugares de origen, asignadas a las grandes estirpes germánicas y la gran

importancia que éstas pudieron alcanzar en el apogeo de su carrera. Las grandes

oleadas En lo que podríamos llamar propiamente la historia militar de las grandes

invasiones se distinguen claramente varias oleadas o etapas: 1 ) la primera de

ellas tuvo como puntos culminantes la batalla de Adrianópolis (378) y el paso

sobre el Rhin, helado, en la Navidad del 406, teniendo por protagonistas a pueblos

ósticos: se caracterizó por la amplitud de los movimientos migratorios -de las

orillas del mar Negro a la Peninsula Ibérica y norte de Africa- y la fundación de los

primeros Estados bárbaros en suelo Imperial, 2) la segunda, mucho menos

aparatosa, fue, sin embargo, de resultados mucho más duraderos: penetración

continuada y en masas cerradas de germanos -francos, alemanes y bávaros- en la

Galia y Baviera; 3) la tercera tuvo como resultado principal el establecimiento de

los lombardos en Italia y el dominio de los ávaros (pueblo no germano) sobre las

estepas de Europa central y oriental. Junto a estas tres grandes oleadas o

pulsaciones hubo una cuarta, contemporánea sobre todo de las dos primeras, que

se desarrolló sobre la fachada atlántica de Europa, teniendo como principal

resultado la germanización -y desromanización- de la Gran Bretaña. Alarico

derrota al Imperio Como hemos dicho, la primera gran oleada se centra en torno a

dos grandes hitos: la batalla de Adrianópolis (378) y el paso del Rhin (406), siendo

esencialmente obra de los germanos orientales -visigodos, ostrogodos,

burgundios y vándallos, más los suevos (germanos occidentales) y los alanos

(pueblo de estirpe irania, no germánica). Indudablemente, para el análisis de las

causas inmediatas de esta gran invasión hay que recurrir a la observación de lo

que estaba por entonces ocurriendo en el trasfondo del mundo germánico: en las

grandes y abiertas estepas centroeuropeas y euroasiáticas.

Todo comenzó cuando aún mandaban los romanos en Hispania. El general

constantiniano Gerontius, árbitro de la Península pero enfrentado al usurpador

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Los reyes godos

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Constantino III y enemistado con la aristocracia hispanorromana, se propuso

conquistar la provincia y llamó en su ayuda a las tribus bárbaras que hablan

llegado hasta la Aquitania. Así fue como sucesivas oleadas de suevos, vándalos,

alanos y visigodos entraron en Hispania, codiciando desde el primer momento sus

fértiles tierras.

A Gerontius lo asesinaron su propios secuaces y Honorio, el augusto del momento

en Roma, consiguió conservar sólo, y por poco tiempo, la Tarraconense. Desde el

año 411 la antigua Iberia fue tierra de nadie y campo de batalla entre suevos

(Galicia), vándalos (Bética) y alanos (cuencas del Duero y el Tajo).Tras varias

décadas de guerras, los visigodos se lucieron con el poder. Para sobrevivir, los

hispanorromanos pactaron con los nuevos señores, a través de un feudo o

juramento que rendía sumisión a cambio de ser protegidos y que dio origen al

feudalismo.

Alarico no puede ser considerado, en rigor, el primer rey visigodo de Hispania,

porque apenas estuvo en la Península y murió en 412 cuando se disponía a

conquistar Sicilia. Le sucedió su cuñado Ataúlfo, el apuesto galán que raptó a Gala

Placidia, hija del emperador, para llevarla como esposa a Barcelona. Al final fue

asesinado tres años después por Sigerico, jefe del dan contrario, que hizo matar a

los seis hijos de Ataúlfo pero no pudo evitar su propia muerte a manos de sus

vasallos el mismo año de su coronación. Comenzaba la tradición violenta de la

dinastía, el llamado "morbo gótico", una afición desmedida por liquidar al

coronado arrebatándole la vida.

Los cronistas de la época dicen que Walia, cuarto rey, resultó buen gobernante y

mejor soldado. Consiguió pactar con Honorio, a condición de hacer la guerra a

suevos, vándalos y. alanos. El sucesor Tcodorico (418-45 l) fue el primer monarca

"estable": llegó a reinar 33 años. Como hijo de Alarico, trató de establecer la

sucesión hereditaria al trono, aumentó su territorio en Hispania y Galia y tomó

parte en la liga que vendó a Atila en los Campos Cataláunicos, donde murió.

Heredo la corona su hijo mayor Turismundo, que fue asesinado por su hermano

Teodorico II, monarca que alcanzó tal poder que se permitió poner en el trono

imperial de Occidente a su protegido Avito. Tras 13 años de reinado, fue

asesinado por un tercer hermano. Eurico (466-484) fue un monarca batallador

que combatió a los francos pero tuvo tiempo para recopilar antiguas leyes y crear

otras nuevas en un código que tomó su nombre y dio estructura jurídica al nuevo

Estado germano.

Eurico murió en Arlés en 484. En sus 22 años de reinado, su hijo Alarico II se

ocupó de seguir la tarea legislativa de su padre. Pero los francos codiciaban las

tierras visigodas entre los Pirineos y el Ródano y el rey Clovis le declaró la guerra.

El propio Clovis mató con sus manos a Alarico II en 507, fecha a partir de la cual

llegó la gran oleada de visigodos que huían de las Galias. La derrota supuso el

declive de Tolosa como capital y el aislamiento del reino de Hispania. Con el

apoyo del ostrogodo Teodorico, reino primero Gesalico (507-11), hijo de Eurico,

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Los visigodos en España

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luego Almalarico (5 11-3l), hermano suyo, y finalmente Teudis (531-48), por

elección de los nobles. A la prudencia de éste le sucedió la violencia arbitraria de

Teudiselo, quien atraído por los hombres no reparaba en medios para

conseguirlos, incluido el asesinato de sus celosas esposas. Murió en Sevilla,

cuando celebraba un banquete, a manos de un grupo de rencorosos favoritos.

La anarquía se instaló en el poder y el caos fue aprovechado Por los bizantinos,

que se instalaron en Levante, movidos por al afán de Justiniano por recuperar las

antiguas tierras del Imperio. Fueron 20 años de pugnas sangrientas entre las

facciones del inicuo rey Agila y el fiero Atanagildo. Finalmente el segundo asesino

al primero, ciñó la corona y tuvo el acierto político de trasladar la capital a Toledo

A su muerte subió al trono Liuva, que se casó con su viuda y volvió a trasladar la

capital allende los Pirineos, en Narbona. Los visigodos españoles se rebelaron y

Liuva envió a su hermano Leovigildo para someterlos. Éste, sin embargo, hizo

causa común con sus compatriotas, renunció a los territorios galos y reclamó el

trono hispano.

Leovigildo habria de ser el gran monarca que unificó la Patria Goda, Spania toda.

Le sucedió su hijo o Recaredo. Tras los brillantes reinados de su padre y de su

abuelo, reinó Luava II, aunque a los dos años fue eliminado por un golpe de

estado encabezado por Viterico, quien empezó una nueva etapa de inestabilidad.

Aquel general que se proclamó vigesimoprimer rey de la dinastía, fracaso en su

gobierno de 13 años y en un suntuoso banquete fue asaltado, su cuerpo

arrastrado por Toledo y arrojado a una inmunda cloaca. La sucesión hereditaria

soñada por Leovigildo no conseguía asentarse.

Los nobles eligieron a Gundemaro (610-612), un monarca de transición que murió

en su lecho. Le sucedió Sisebuto, hombre de gran cultura que mantuvo una

estrecha amistad con San Isidoro y combatió a los bizantinos. También consiguió

que no le asesinaran y que le sucediera su lújo Recaredo II, quien murió, al

parecer, por causas naturales. En 621 fue elegido Suintila, un general victorioso

que perdió el juicio al ver morir a su heredero en una batalla. Su esposa Teodora

tomó las riendas del poder pero no demostró talento más que para yacer con los

hombres que le gustaban y luego asesinarles.

Un noble poderoso, Sisenando, apoyado por el rey franco Dagoberto, depuso a

Suintila y reinó cinco años. Con Chintila (636 - 3 9) volvió la paz, pero tras su

muerte prematura la corona recayó en su hijo Tulga, un joven débil que fue

depuesto por una conjura nobiliaria, que lo envió a un monasterio. La corona, que

definitivamente era electiva, no admitía clérigos. Para llegar a rey, el aspirante

debía ser varón, de etnia goda y estirpe noble.

Los nobles eligieron a Chindasvinto (642-53), que reforzó la autoridad real. Como

empezó a reinar con 8 0 anos, asoció al trono a su lújo Recesvinto.

Chindasvinto gobernó cinco años, fue tirano y violento. Recesvinto, sin embargo,

demostró ser un rey moderado y complaciente con la aristocracia, pero no pudo

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Los reyes godos

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evitar las luchas entre el dan político-familiar de su padre y el de Wamba, que a

partir de entonces se turnaron en el trono. En 672 los magnates palatinos

eligieron a Wamba. Tras ocho años de desgobierno fue depuesto por el conde

Ervigio.

Los 50 años restantes fueron una lenta agonía. Las malas cosechas y la hambruna

en tiempo de Ervigio y la peste que asoló el reinado de Égica, yerno del anterior,

debilitaron a una población diezmada y desmoralizada. En 702 subió al trono su

hijo Witiza, personaje turbulento y misterioso que murió antes de los 30 años sin

poder dejar la corona a ninguno de sus hijos que eran aun niños. El Senado eligió a

Rodrigo. El clan de Witiza pareció reconocer la designación, pero el mismo año de

la coronación, a través del enigmático Don julián, entraron en tratos con los

musulmanes para hacerle la guerra. En la batalla de Guadalete, Don Rodrigo

perdió más que su propia vida. Con él pereció la monarquía visigoda. La dinastía, a

pesar de los continuos sobresaltos, había durado 300 años.

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3 ARTE Y CULTURA

El 589, año de resonancias especiales en la historia de la España visigótica, fue

testigo de la conversión oficial del pueblo godo al catolicismo. Se trata de un

acontecimiento cuya significación rebasa con mucho los limites de lo

estrictamente político y espiritual, para convertirse -dice J. Fontaine- en un

auténtico problema de civilización que, como tal, hubo de repercutir hondamente

en todos los órdenes de la existencia. También, cómo no, en el de las

manifestaciones culturales y artísticas que no son, a fin de cuentas, sino un

puntual reflejo de la sociedad que las produce.

La adopción de la fe católica influyó de dos maneras distintas en el mundo de la

educación y la cultura. Asi, para que aquélla no quedara reducida a un mero acto

político, simbólico y formal, se hizo necesario fomentar la instrucción religiosa de

los nuevos fieles. A tal impulso responde la creación de buen número de escuelas

y tal im pulso iba a repercutir necesariamente en el progreso intelectual de la

nobleza visigoda, minoria para la cual constituyó la conversión un factor decisivo

de romanización.

Esto por un lado, Por otro, los años de calma y prosperidad que siguieron

inmediatamente a la unidad política y religiosa favorecieron una eclosión cultura¡

sin precedentes, en un clima de revalorización de la cultura antigua, cuyo máximo

adalid fue San lsidoro de Sevilla. Gracias a la brillante producción literaria escrita

en estos años, la Hispania visigótica -se insiste una y otra vez pudo arrogarse el

papel de conservadora de la cultura clásica. Expresión ésta que autores como M.

Díaz y Diaz prefieren sustituir por la más oportuna de erudición clásica, en tanto

en cuanto a las grandes figuras de la Antigüedad sólo se accede por vías indirectas

y su obra no se valora sino en función del potencial servicio a la ciencia cristiana.

3.1 La instrucción: escuelas y bibliotecas

Hablar de instrumentos y sistemas educativos en la época que nos ocupa es tarea

ardua debido a la escasez de fuentes. Pero existe un hecho incuestionable que en

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Los visigodos en España

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su día señalara P. Riché y es que, enmarcado en las fronteras de una nueva

civilización intelectual, el periodo isidoriano -siglo VII- representa un puente

tendido entre la educación antigua y la educación medieval.

Comenzando por el fenómeno escolar, durante los siglos VI y VII no parecen haber

existido escuelas de carácter oficial, estatales o municipales. Sólo las hubo

vinculadas con instituciones eclesiásticas, y orientadas por tanto -no única, pero sí

prioritariamente- a la formación del clero.

Respecto a centros parroquiales apenas disponemos de más noticia que una

escueta alusión en el concilio emeritense del año 666. Mayor, mucha mayor

implantación alcanzaron las escuelas episcopales, a cuya constitución venían

instando desde antiguo los sucesivos concilios. Son, en efecto, los padres del II

Concilio de Toledo (527) los artífices de lo que J. Fontaine ha llamado acta de

nacimiento de las escuelas episcopales, al prescribir en el Canon I respecto a los

jóvenes oblatos que ... una vez tonsurados y confiados al ministerio de los

elegidos, sean educados en la casa de la iglesia bajo la inspección del obispo y por

una persona encargada especialmente de ellos.

Ulteriores concilios se encargarían a continuación de ir regulando el

funcionamiento de las escuelas diocesanas. Se conminó primero al futuro clérigo a

abandonar las ocupaciones seculares. Y en el curso del IV Concilio de Toledo que

presidiera San lsidoro en el año 633 fueron dictadas tres medidas relevantes: la

adjudicación a cada estudiante de lo que hoy llamaríamos un tutor; la

obligatoriedad para cualquier presbítero de haber pasado por una escuela

episcopal antes de su ordenación; y la exhortación a los obispos para mantener

centros escolares en sus diócesis.

La enseñanza impartida en estas escuelas tenían un marcado carácter profesional

y se orientaba al correcto ejercicio de las funciones pastorales, articulándose en

torno a unas cuantas disciplinas: gramática, canto, liturgia, dogma, patrística y

estudios bíblicos. Materias que se van aprendiendo en sucesivas etapas -hoy

hablaríamos de niveles de enseñanza-, cada una de las cuales aseguraba la

capacitación para recibir una de las órdenes sacras (lectorado, subdiaconado,

diaconado y presbiteriado).

La pregunta que surge inmediatamente es si tenían cabida también las

enseñanzas seculares, pregunta de difícil solución al no existir acuerdo entre los

especialistas: P. Riché niega categóricamente tal posibilidad, que defiende en

cambio Garcia Villada, mientras que J. Fontaine alberga dudas y no se pronuncia

con rotundidad.

Lo que sí es seguro es que en las escuelas de los monasterios se atendió a la

cultura profana, a la que tuvieron acceso al menos las mentes más privilegiadas,

aunque no como el objetivo básico de una instrucción centrada, desde luego, en

los estudios bíblicos y la literatura ascética. Estos centros de saber conocieron un

notable desarrollo desde el último tercio de¡ siglo vi, auspiciado, seguramente,

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Arte y Cultura

19

por una caterva de monjes refugiados de Africa y capitaneados por el célebre

Donato. A él se debe la fundación de¡ monasterio servitano en las proximidades

de Valencia: un cenobio cuya escuela destacó en la época, como también las de

Dumio (Braga), Mérida y Sevilla.

De la calidad de la enseñanza impartida en estos monasterios dan idea hechos

como que San lsidoro se educara en uno de ellos, el sevillano; que tanto él como

su hermano mayor Leandro hubieran sido monjes antes de acceder al episcopado,

igual que lo fueron obispos de la talla intelectual de un Renovatus de Mérida o

San Martín de Braga; y que, en definitiva, los monasterios se configuran como la

cantera de donde procede lo más granado del clero no sólo regular sino también

secular. Circunstancias todas que en ocasiones han llevado a sobrevalorar las

excelencias de la escuela monástico frente a la episcopal: una enseñanza -dicen

algunos- más teórica e intelectual en la primera, de tipo técnico y profesional en

los centros diocesanos. Pero la realidad es otra. Ni en unos ni en otros hubo nunca

planes de estudio fijos ni criterios pedagógicos únicos, de manera que el

rendimiento depende única y exclusivamente de las capacidades personales de

maestros y alumnos, no del sistema educativo.

Dicho esto, conviene hacer una breve referencia al papel de la corte de Toledo

como lugar de formación e irradiación cultural, que lo fue, y mucho. Allí se

educaban los jóvenes aristócratas destinados a las carreras administrativa y de

leyes. Pero, sobre todo, debió de imperar en la capital del reino un clima de

exaltación intelectual y de auténtico amor por la cultura, ambiente que explica la

sucesión de reyes ilustrados en el curso de la séptima centuria: así,

especialmente, Sisebuto (612-621), también Chindasvinto y su hijo Recesvinto.

Otro medio de formación, al margen de los centros escolares y de carácter más

personal, eran las bibliotecas. Mejor surtidas en autores cristianos que paganos,

casi todas las noticias al respecto -ciertamente exiguas- nos las proporciona la

correspondencia de Braulio, obispo de Zaragoza en la primera mitad del siglo VII y

acreditado bibliófilo.

La relación de bibliotecas coincide básicamente con la de centros educativos de

prestigio. Entre las monásticas parecen haber sobresalido las de los cenobios

agaliense (Toledo), servitano (Valencia), caulieino (Mérida) y dumiense (Braga). En

cuanto a bibliotecas diocesanas, en el siglo VI descollaba la de Cartagena, primacia

que en la siguiente centuria disputarían Sevilla, Toledo y Zaragoza. En la capital

debió de haber además alguna biblioteca especializada en libros jurídicos y temas

cancillerescos, sin olvidar la ubicada en palacio. Tenemos, finalmente,

documentada alguna biblioteca de propiedad privada, como la de un tal conde

Laurentius y la de cierto presbitero llamado Emiliano.

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Los visigodos en España

20

3.2 Cultura literaria: Isidoro de Sevilla

Desde aproximadamente el año 550, la Hispania visigótica conoce un lento

resurgimiento cultura¡ que tendrá como expresión más acabada el llamado

renacimiento isidoriano. Se trata, en efecto, de un período renovador, coincidente

grosso modo con la séptima centuria y caracterizado por el florecimiento de una

rica literatura, de contenido fundamentalmente religioso, que testimonia dos

actitudes nuevas cuales son el amor por la erudición y el interés por la cultura

antigua.

En el establecimiento, como ha escrito P. Riché, de la paz entre cristianismo y

literatura profana cupo la máxima responsabilidad a San Isidoro, al cual define por

su parte Fontaine -y no en balde- como príncipe de las letras latino-cristianas en la

España del siglo VII, Hombre polifacético, donde los haya, desarrolló una

incansable actividad pastoral, política y cultural a lo largo de sus más de setenta

años de vida, haciéndose acreedor de los juicios más halagüeños ya desde sus

mismos dias: Gloria de Hispania y pilar de la Iglesia, le llamó su discípulo Braulio; y

Doctor egregio de nuestro siglo, los padres del Concilio VIII de Toledo (653).

Toda la obra del obispo hispalense, vasta y diversa, responde a planteamientos

didácticos y pastorales. Es -dice Fontaine- como si nuestro autor hubiera querido

ser la conciencia cristiana de la España de su tiempo. Pragmatismo, carácter

enciclopédico y variedad serían, en suma, los rasgos definitorios de esta

abundante producción literaria, de la cual sólo podemos mencionar unos cuantos

títulos.

Entre los de carácter histórico ocupa el lugar preeminente la Historia de los godos,

con su celebérrimo Laus Hispaniae. Contenido filosófico tienen, entre otros, el

Libro de la naturaleza de las cosas y el Libro del universo. Sobre temas teológicos,

escrituristicos o exegéticos versan las Sentencias -especie de manual de doctrina y

dogma-, los Sinónimos, de orientación cuasimística, los Proemios y las Alegonás.

De la pluma de San lsidoro salió además una exitosa Regla de monjes, as¡ como

sendos libros De las diferencias sobre asuntos gramaticales; ciencia ésta cuyos

métodos están tan presentes en la obra isidoriana que Fontaine la atribuye un

carácter pangramatical.

Y falta por hablar de la obra maestra de este sevillano universal, aquélla donde

plasma mejor su enorme erudición enciclopédica: las Etimologlás. A partir de la

interpretación etimológica de un sinfin de vocablos y con el soporte de

reconocidas autoridades, tanto cristianas como profanas, se condensan en veinte

libros todas las ramas del saber de la época, desde el trivíum y el quadrivium -las

artes liberales- hasta cuestiones geográficas, teológicas, lingüísticas, cientificas y

antropológicas. Una obra, desde luego excepcional, que por si sola justificaría el

prestigio de quien se convirtió en el escritor más leido hasta el Renacimiento y -

alguien ha dicho- el instructor de Occidente.

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Arte y Cultura

21

Pero volvamos al escenario hispánico para ocuparnos someramente de las

siguientes generaciones de escritores e intelectuales, influidos todos por el

magisterio -directo o no- de lsidoro, e injustamente ensombrecidos a veces por la

figura del maestro. En Toledo hubo dos focos culturales de primera magnitud: el

monasterio de Agali, cantera de literatos que serían al tiempo obispos, como

Eugenio, el Astrónomo, e lidefonso, al cual se deben varias obras poéticas y

teológicas; en segundo lugar, la propia escuela catedralicia, de la cual son dignos

representantes Eugenio, el Poeta, y Julián, escritor polifacético y notable al que se

ha llegado a definir (M. Diaz y Díaz) como segundo Isidoro.

Zaragoza fue otro activo centro cultura¡, donde cabe destacar la obra de dos

ocupantes sucesivos de la silla episcopal: Braulio, del que más arriba se hizo

mención; y Tajón, en cuyo haber está el haber completado las Sentencias de San

¡sidoro.

3.3 Manifestaciones y tendencias artísticas

Por último, una escueta alusión a la literatura ascética, que florecería con fuerza

en el norte de la Península durante la segunda mitad del siglo vi¡ y de la cual son

dignos cultivadores: Fructuoso de Braga, autor de dos peculiares regias

monásticas (Regula monachorum y Regula communís) y Valerio del Bierzo,

también infatigable fundador de monasterios, que escribió varios opúsculos de

carácter ascético y haglográfico.

El episodio de la conversión se configura en el terreno de¡ arte, igual que en el de

la cultura, como una referencia cronológica de primer orden. Hasta entonces

asistimos, en efecto, a la decadencia de¡ estilo romano provincial, que se va

llenando de influjos extraños, principalmente bizantinos. Desde el año 589, con la

unidad política y religiosa como telón de fondo, comenzaba una nueva etapa en la

creación artística, la de madurez y la de mayor originalidad. As¡, paralelamente a

la evolución de unas formas que se van haciendo cada vez más personales, el arte

visigodo se convierte en un estilo aúrico y oficial. Arte de corte en cuyo seno se

desarrollan, al decir de P. Paloi, las tendencias hispanorromanas tardías que cabe

calificar propiamente de visigóticas. Quizá como una reacción frente al esplendor

de la cultura bizantina, sugiere J. Fontaine, que se trata de emular utilizando los

medios de la cultura occidental subsistente, En cualquier caso, y contra lo que

tradicioralmerite se había venido manteniendo, nadie duda hoy en día que el arte

visigodo -nos referimos en sentido estricto al gastado a partir de¡ siglo vi¡- hunde

sus raíces en la sociedad hispánica, no en la germánica. Con una sola excepción: la

orfebrería y las artes industriales, donde la tradición germánica o bárbara -en

definitiva, no clásica- será un compo^ nente no único pero si dominante.

Al lado de esta dualidad de inspiraciones, entre las convencionalmente llamadas

artes mayores y menores, destacamos como rasgos sobresalientes de la estética

visigoda la plasticidad, una clara tendencia ornamental, el gusto por las formas

geometrizantes y abstractas, la escasa figuración y lo que Fontaine denomina la

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Los visigodos en España

22

técnica de la reutilización, es decir, el aprovechamiento sistemático e incluso la

imitación de materiales antiguos.

3.4 Arquitectura y ornamentación

Partiendo de que la escultura estuvo siempre en función de la arquitectura, en la

cual se integra plenamente sin alcanzar un desarrollo autónomo, juzgamos más

oportuno hablar de ornamentación o de elementos decorativos que de

manifestaciones escultóricas propiamente dichas. En cuanto a la pintura, apenas

se conservan restos, aunque percibimos claras influencias pictóricas en algunos

relieves -caso de los capiteles de San Pedro de la Nave y sobre todo en la posterior

miniatura mozárabe.

Tampoco queda en pie construcción alguna de carácter civil, sólo unas pocas

iglesias levantadas en el curso de¡ siglo vii y ubicadas todas en la mitad

septentrional de la Península. De sus hermanas de¡ sur nos hablan las fuentes

históricas y literarias; y nos habla, con mucha mayor elocuencia, una serie de

elementos materiales que si han subsistido, desde inscripciones y restos

arqueológicos hasta fragmentos esculpidos.

3.5 Artes industriales: orfebrería y metalurgia

Tradicionalmente se daba por bueno el origen germánico de las artes menores

visigóticas, entendiendo por tales tanto la orfebrería como una variada gama de

objetos litúrgicos y de uso personal realizados en metal: armas, fíbulas. broches y

hebillas de cinturón... Tales tesis germanistas tienden en la actualidad a ser

revisadas, aceptándose desde luego la tradición germánica pero no como fuente

de inspiración única sino en coexistencia con, al menos, otras dos corrientes: por

un lado, las influencias bizantinas, más patentes conforme avanzamos en el

tiempo; y, a su lado, destacar la supervivencia de determinados elementos

hispanorromanos.

Pues bien, esta conjunción de técnicas y tendencias es patente en la serie de

piezas -sobre todo fíbulas y broches- descubiertos en cementerios como los de

Castiitierra (Segovia) y Carpio del Tajo (Toledo). En cambio, los objetos litúrgicos

(vasos, patenas, incesiarios, jarras) testimonian mayores influjos bizantinos e

incluso coptos, orientales en definitiva.

Y, por fin, la orfebrería, que debió alcanzar un gran desarrollo en la corte toledana

y en la cual los artesanos visigodos se revelaron como auténticos maestros.

Aunque, desgraciadamente, son escasas las muestras conservadas.

Destacan por su elegancia, belleza y perfección técnica los tesoros de Guarrazar y

Torredonjimeno. El primero procede de la provincia de Teledo, destacando en él

las coronas votivas y, en particular, la de Recesvinto. Similar en cuanto al

contenido es el conjunto de Torredonjimeno, descubierto en la provincia jienense

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Arte y Cultura

23

e integrado por objetos votivos, coronas y cruces, tratándose en ambos casos de

piezas de oro con piedras preciosas, perlas y vidrios incrustados.

Aquí ponemos el punto final a este recorrido, por fuerza rápido, sobre el arte

visigodo. Arte de síntesis, arte receptivo a múltiples influencias, pero arte de

raíces fundamentalmente hispánicas y arte, en suma, de gran originalidad

creativa.

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ANEXO

25

ANEXO

El general constantiniano Gerontius, árbitro de la

Península pero enfrentado al usurpador Constantino

III y enemistado con la aristocracia hispanorromana,

se propuso conquistar la provincia y llamó en su

ayuda a las tribus bárbaras que hablan llegado hasta

la Aquitania. Así fue como sucesivas oleadas de

suevos, vándalos, alanos y visigodos entraron en

Hispania, codiciando desde el primer momento sus

fértiles tierras.

A Gerontius lo asesinaron su propios secuaces y

Honorio, el augusto del momento en Roma,

consiguió conservar sólo, y por poco tiempo, la

Tarraconense. Desde el año 411 la antigua Iberia fue

tierra de nadie y campo de batalla entre suevos

(Galicia), vándalos (Bética) y alanos (cuencas del

Duero y el Tajo).Tras varias décadas de guerras, los

visigodos se lucieron con el poder. Para sobrevivir,

los hispanorromanos pactaron con los nuevos

señores, a través de un feudo o juramento que

rendía sumisión a cambio de ser protegidos y que

dio origen al feudalismo.

Alarico no puede ser considerado, en rigor, el primer

rey visigodo de Hispania, porque apenas estuvo en la

Península y murió en 412 cuando se disponía a

conquistar Sicilia. Le sucedió su cuñado Ataúlfo, el

apuesto galán que raptó a Gala Placidia, hija del

emperador, para llevarla como esposa a Barcelona.

Al final fue asesinado tres años después por Sigerico,

jefe del dan contrario, que hizo matar a los seis hijos

de Ataúlfo pero no pudo evitar su propia muerte a

manos de sus vasallos el mismo año de su

coronación. Comenzaba la tradición violenta de la

dinastía, el llamado "morbo gótico", una afición

desmedida por liquidar al coronado arrebatándole la

vida.

Los cronistas de la época dicen que Walia, cuarto

rey, resultó buen gobernante y mejor soldado.

Consiguió pactar con Honorio, a condición de hacer

la guerra a suevos, vándalos y. alanos. El sucesor

Tcodorico (418-45 l) fue el primer monarca

"estable": llegó a reinar 33 años. Como hijo de

Alarico, trató de establecer la sucesión hereditaria al

trono, aumentó su territorio en Hispania y Galia y

tomó parte en la liga que vendó a Atila en los

Campos Cataláunicos, donde murió. Heredo la

corona su hijo mayor Turismundo, que fue asesinado

por su hermano Teodorico II, monarca que alcanzó

tal poder que se permitió poner en el trono imperial

de Occidente a su protegido Avito. Tras 13 años de

reinado, fue asesinado por un tercer hermano.

Eurico (466-484) fue un monarca batallador que

combatió a los francos pero tuvo tiempo para

recopilar antiguas leyes y crear otras nuevas en un

código que tomó su nombre y dio estructura jurídica

al nuevo Estado germano.

Eurico murió en Arlés en 484. En sus 22 años de

reinado, su hijo Alarico II se ocupó de seguir la tarea

legislativa de su padre. Pero los francos codiciaban

las tierras visigodas entre los Pirineos y el Ródano y

el rey Clovis le declaró la guerra. El propio Clovis

mató con sus manos a Alarico II en 507, fecha a

partir de la cual llegó la gran oleada de visigodos que

huían de las Galias. La derrota supuso el declive de

Tolosa como capital y el aislamiento del reino de

Hispania. Con el apoyo del ostrogodo Teodorico,

reino primero Gesalico (507-11), hijo de Eurico,

luego Almalarico (5 11-3l), hermano suyo, y

finalmente Teudis (531-48), por elección de los

nobles. A la prudencia de éste le sucedió la violencia

arbitraria de Teudiselo, quien atraído por los

hombres no reparaba en medios para conseguirlos,

incluido el asesinato de sus celosas esposas. Murió

en Sevilla, cuando celebraba un banquete, a manos

de un grupo de rencorosos favoritos.

La anarquía se instaló en el poder y el caos fue

aprovechado Por los bizantinos, que se instalaron en

Levante, movidos por al afán de Justiniano por

recuperar las antiguas tierras del Imperio. Fueron 20

años de pugnas sangrientas entre las facciones del

inicuo rey Agila y el fiero Atanagildo. Finalmente el

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Anexo

26

segundo asesino al primero, ciñó la corona y tuvo el

acierto político de trasladar la capital a Toledo

A su muerte subió al trono Liuva, que se casó con su

viuda y volvió a trasladar la capital allende los

Pirineos, en Narbona. Los visigodos españoles se

rebelaron y Liuva envió a su hermano Leovigildo

para someterlos. Éste, sin embargo, hizo causa

común con sus compatriotas, renunció a los

territorios galos y reclamó el trono hispano.

Leovigildo habria de ser el gran monarca que unificó

la Patria Goda, Spania toda. Le sucedió su hijo o

Recaredo. Tras los brillantes reinados de su padre y

de su abuelo, reinó Luava II, aunque a los dos años

fue eliminado por un golpe de estado encabezado

por Viterico, quien empezó una nueva etapa de

inestabilidad. Aquel general que se proclamó

vigesimoprimer rey de la dinastía, fracaso en su

gobierno de 13 años y en un suntuoso banquete fue

asaltado, su cuerpo arrastrado por Toledo y arrojado

a una inmunda cloaca. La sucesión hereditaria

soñada por Leovigildo no conseguía asentarse.

Los nobles eligieron a Gundemaro (610-612), un

monarca de transición que murió en su lecho. Le

sucedió Sisebuto, hombre de gran cultura que

mantuvo una estrecha amistad con San Isidoro y

combatió a los bizantinos. También consiguió que no

le asesinaran y que le sucediera su lújo Recaredo II,

quien murió, al parecer, por causas naturales. En 621

fue elegido Suintila, un general victorioso que perdió

el juicio al ver morir a su heredero en una batalla. Su

esposa Teodora tomó las riendas del poder pero no

demostró talento más que para yacer con los

hombres que le gustaban y luego asesinarles.

Un noble poderoso, Sisenando, apoyado por el rey

franco Dagoberto, depuso a Suintila y reinó cinco

años. Con Chintila (636 - 3 9) volvió la paz, pero tras

su muerte prematura la corona recayó en su hijo

Tulga, un joven débil que fue depuesto por una

conjura nobiliaria, que lo envió a un monasterio. La

corona, que definitivamente era electiva, no admitía

clérigos. Para llegar a rey, el aspirante debía ser

varón, de etnia goda y estirpe noble.Los nobles

eligieron a Chindasvinto (642-53), que reforzó la

autoridad real. Como empezó a reinar con 8 0 anos,

asoció al trono a su lújo Recesvinto.

Chindasvinto gobernó cinco años, fue tirano y

violento. Recesvinto, sin embargo, demostró ser un

rey moderado y complaciente con la aristocracia,

pero no pudo evitar las luchas entre el dan político-

familiar de su padre y el de Wamba, que a partir de

entonces se turnaron en el trono. En 672 los

magnates palatinos eligieron a Wamba. Tras ocho

años de desgobierno fue depuesto por el conde

Ervigio.

Los 50 años restantes fueron una lenta agonía. Las

malas cosechas y la hambruna en tiempo de Ervigio

y la peste que asoló el reinado de Égica, yerno del

anterior, debilitaron a una población diezmada y

desmoralizada. En 702 subió al trono su hijo Witiza,

personaje turbulento y misterioso que murió antes

de los 30 años sin poder dejar la corona a ninguno

de sus hijos que eran aun niños. El Senado eligió a

Rodrigo. El clan de Witiza pareció reconocer la

designación, pero el mismo año de la coronación, a

través del enigmático Don julián, entraron en tratos

con los musulmanes para hacerle la guerra. En la

batalla de Guadalete, Don Rodrigo perdió más que

su propia vida. Con él pereció la monarquía visigoda.

La dinastía, a pesar de los continuos sobresaltos,

había durado 300 años.

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ANEXO

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