domingo muñoz leon - el apocalipsis y la universalidad de la redencion en cristo

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Revista Bíblica – Año 55 – Nº 51 – 1993/3 – Págs. 141-157 [141] EL APOCALIPSIS Y LA UNIVERSALIDAD DE LA REDENCIÓN EN CRISTO Domingo Muñoz León Madrid, España El Apocalipsis, último libro de la Biblia, describe la culminación del designio salvífico: La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero (7, 10). Para estudiar el tema dela universalidad dela redención en este libro 1 vamos a considerar primero la secuencia del drama redentor en el desarrollo del escrito y después intentaremos una visión sintética del concepto de redención con una atención particular a las secciones que conciernen a la universalidad y haciendo después una aplicación a la relación con otras religiones. I. El desarrollo del Drama redentor No nos vamos a entretener en describir las distintas estructuras que se han dado de este libro. Por el momento remitimos al cuidadoso estudio del Prof. Lambrecht. 2 Para nuestro propósito indicaremos solamente los pasos principales del libro. 1 No considero oportuno para la finalidad de este trabajo adjuntar una bibliografía amplia. Me remito a la siguiente obra: R. Rábanos Espinosa-D. Muñoz León, Bibliografía joánica. Evangelio, Cartas y Apocalipsis, 1960-1986, C.S.I.C., Madrid, 1990. Para la estructura del Apocalipsis los números 1.762-1973c; para el concepto de Salvación en el Apocalipsis números 3.899-3.902a. Algunos estudios particulares los daremos más adelante. 2 Véase J. Lambrecht, A Structuration of Rev. 4,1-22,5, en Id., L’Apocalipse johannique et l'apocalyptique dans le N. T. (Coll. Bibl. ETL 53). Gemblour Duculot; Leuven: Leuven Un. Press, 1980, p. 77-104. Véase también E. Schüssler Fiorenza, The Book of Revelation. Justice and Judgment, Philadelphia, Fortress Press, 1989 (2a ed.), p. 159-180 («The Composition and Structure of Revelation»). Un estudio más amplio en U. Vanni, La struttura letteraria dell'Apocalisse, Brescia, 1980 (2a ed.).

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Page 1: Domingo Muñoz Leon - El Apocalipsis y La Universalidad de La Redencion en Cristo

Revista Bíblica – Año 55 – Nº 51 – 1993/3 – Págs. 141-157

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EL APOCALIPSIS Y LA UNIVERSALIDAD

DE LA REDENCIÓN EN CRISTO Domingo Muñoz León Madrid, España El Apocalipsis, último libro de la Biblia, describe la culminación del designio salvífico: La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero (7, 10). Para estudiar el tema dela universalidad dela redención en este libro1 vamos a considerar primero la secuencia del drama redentor en el desarrollo del escrito y después intentaremos una visión sintética del concepto de redención con una atención particular a las secciones que conciernen a la universalidad y haciendo después una aplicación a la relación con otras religiones. I. El desarrollo del Drama redentor No nos vamos a entretener en describir las distintas estructuras que se han dado de este libro. Por el momento remitimos al cuidadoso estudio del Prof. Lambrecht.2 Para nuestro propósito indicaremos solamente los pasos principales del libro.

1 No considero oportuno para la finalidad de este trabajo adjuntar una bibliografía amplia. Me remito a la siguiente obra: R. Rábanos Espinosa-D. Muñoz León, Bibliografía joánica. Evangelio, Cartas y Apocalipsis, 1960-1986, C.S.I.C., Madrid, 1990. Para la estructura del Apocalipsis los números 1.762-1973c; para el concepto de Salvación en el Apocalipsis números 3.899-3.902a. Algunos estudios particulares los daremos más adelante. 2 Véase J. Lambrecht, A Structuration of Rev. 4,1-22,5, en Id., L’Apocalipse johannique et l'apocalyptique dans le N. T. (Coll. Bibl. ETL 53). Gemblour Duculot; Leuven: Leuven Un. Press, 1980, p. 77-104. Véase también E. Schüssler Fiorenza, The Book of Revelation. Justice and Judgment, Philadelphia, Fortress Press, 1989 (2a ed.), p. 159-180 («The Composition and Structure of Revelation»). Un estudio más amplio en U. Vanni, La struttura letteraria dell'Apocalisse, Brescia, 1980 (2a ed.).

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[142] Secciones preliminares (1-3) Ya en el mismo saludo trinitario el autor incorpora una doxología con la síntesis de la obra redentora (con el esquema del Éxodo) (1, 5b-6). Más adelante veremos el contenido de esta síntesis y de la proclamación que sigue en 1,7. La presentación de Dios como "el que es, el que era y el que va a venir" (1,8) nos anuncia la intervención definitiva de Dios. Asimismo la representación (en la visión inaugural: 1,13-20) de Jesús como el Hijo del hombre, Rey mesiánico y sacerdote, con los atributos divinos (el viviente, el Primero y el Ultimo), indica la inminencia de la consumación del reinado de Dios, es decir, de la acción divina salvadora de los buenos y condenatoria de los malvados. El septenario de cartas a las Iglesias de Asia Menor insiste en la próxima venida del Señor: "vengo pronto" (3,11 ). El trono de Dios y el Cordero (4-5) La parte apocalíptica de la obra comienza con la visión del trono de Dios (c. 4) que trae de nuevo la definición de Dios como "el que es, el que era y el que va a venir" (4,8). Sigue la visión del Cordero. Ya la misma imagen escogida para representar a Jesucristo nos lleva a su condición de redentor (por el sacrificio de su sangre). Así se expresará en el cántico de los Ancianos (5, 9-10 ) en que encontramos una síntesis de la obra redentora sobre la que volveremos más adelante. Sellos y trompetas (6-10) Dios entrega el libro de los siete sellos al Cordero y con ello se le otorga el señorío sobre la historia y su consumación. El despliegue de los siete sellos y el toque de las sucesivas siete trompetas desencadenan el mecanismo de las plagas que anuncian el fin y lo llevan a su término. Esta sección, que hemos llamado "Apocalipsis del Día de Yahveh"3 (cf. 6,17), es el cumplimiento de lo que se había anunciado en 3,10 (carta de las Iglesia de Filadelfia): "La hora de la prueba que va a venir sobre el orbe (oikoumenes holes) para probar a los habitantes de la tierra".4

3 Véase nuestro estudio La estructura del Apocalipsis de Juan. Una aproximación a la luz de la composición del 4° de Esdras y del 2° de Baruc. Est. Bibl. 48 (1985) 125-172. 4 Ello indica que las cartas están escritas pensando al menos en el Apocalipsis del Día de Yahveh (sin excluir por supuesto que estén pensando en todo el contenido de la parte profética del Apocalipsis, c. 4-22).

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[143] Tras el sexto sello viene la visión de los redimidos (144.000 signados y la muchedumbre inmensa) y el cántico de éstos (7,10). En esta visión se contiene una proclamación de la universalidad de la salvación (de nuevo con el esquema del Éxodo) que analizaremos más adelante. En la sección de las trompetas (y ya antes en los sellos) la dimensión universal dela intervención divina se expresa con la frase «los habitantes de la tierra» (8,13; cf. 3,10; y de una manera equivalente 6,15). Las perturbaciones cósmicas (sol, luna y estrellas) y los fenómenos sísmicos afectan a toda la tierra. Tras la sexta trompeta tenemos un intermedio (al igual que lo habíamos encontrado tras el sexto sello). En este intermedio el autor del Apocalipsis nos presenta una serie de visiones que parece deben ser consideradas como la transición del «Apocalipsis del Día de Yahveh» al «Apocalipsis de las Bestias y de su derrota por el Mesías» (cf. nota 3). La primera visión es la de un ángel poderoso que ofrece al vidente un pequeño rollo abierto. El ángel proclama la inminencia del fin mediante un juramento por el Viviente, creador de cielo, tierra y mar. El vidente, tras comer el pequeño rollo, escucha estas palabras: Tienes que profetizar otra vez contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes (Apc 10,11). La universalidad está expresada con todo rigor. Después volveremos sobre el alcance de este texto. La segunda visión de esta sección de transición es el episodio de los «dos testigos» (11, 1ss) que profetizan, son matados por la Bestia, resucitan y ascienden al cielo. La visión contiene ya en avance la naturaleza profética del testimonio de la Iglesia y su persecución a la vez que el triunfo final de los mártires. Las proclamaciones del reinado de Dios y de Cristo en c. 11-12 La proclamación del reinado de Dios y de su Cristo tras el toque de la séptima trompeta tiene como horizonte el mundo: Tocó el séptimo Ángel... Entonces sonaron en el cielo fuertes voces que decían: «Ha llegado el reinado sobre el mundo de nuestro Señor y de su Cristo,- y reinará por los siglos de los siglos» (Apc 11,15). En el cántico de acción de gracias de los veinticuatro Ancianos, que sigue a esta proclamación del reinado de Dios, reaparece la definición de Dios que hemos visto en 1, 4 pero con una modalidad. Ya

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[144] no se habla de que «va a venir» sino se proclama que Dios ha asumido su inmenso poder para establecer su reinado: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, ‘Aquel que es y que era’ porque has asumido tu inmenso poder para establecer tu reinado (11,17). La dimensión universal se expresa a continuación en 11,18 en el recurso a Sal 2,1. 5: «Las naciones se habían encolerizado». Con el capítulo doce comienza una nueva sección que hemos llamado «Apocalipsis de las Bestias y de su derrota por el Mesías» (cf. nota 3). La sección está inspirada en la visión de Daniel 7, con la actualización de la cuarta Bestia aplicándola al Imperio romano, idólatra y perseguidor de los cristianos. El capítulo doce, con la visión de la Mujer y el Dragón, marca el comienzo de la confrontación remontándose al protoevangelio (Gen 3,15) que es también actualizado. El himno tras la derrota del Dragón por Miguel proclama de nuevo la llegada del reinado de Dios y de su Cristo: Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios» (Apc 12, 10). La victoria de los redimidos se debe a la sangre del Cordero: Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte (Apc 12,11). Las consecuencias afectan al cielo y a la tierra: al cielo en forma de regocijo y a la tierra en forma de lamento porque el Diablo, derrocado del cielo, pasa ahora a perseguir a los habitantes de la tierra con gran furor «sabiendo que le queda poco tiempo» (12,12). El desarrollo de la confrontación y el triunfo de Dios y de su Cristo (13-20) La visión de la acción perseguidora de la Bestia del mar y la Bestia de la tierra (el imperio idólatra y la propaganda embustera) (c. 13) pone de relieve las dimensiones universales de la confrontación. En la parte opuesta está el Cordero con su acompañamiento de los 144.000 vírgenes que cantan el cántico nuevo de la victoria y de la salvación.5 5 Cf. nota de Bdjr 14,3 que remite a Ex 15,1-2 y a Apc 15,3 (el cántico de Moisés): «el cántico nuevo celebra la nueva liberación del pueblo de Dios y el nuevo orden instaurado por el Cordero inmolado».

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[145] En visiones sucesivas los ángeles anuncian la hora del juicio (14,6-13) y, a continuación, con las acciones simbólicas de la siega y la vendimia, se procede a la salvación de los justos y la perdición de los impíos (14,14-20). El autor del Apocalipsis nos lleva ahora a una nueva secuencia. Es la visión delos siete ángeles con las siete últimas plagas y la visión de los triunfadores junto a un mar de cristal y cantando el cántico de Moisés. En esta nueva versión del cántico se proclama a Dios «Rey de las naciones» (15,3 ) y se anuncia: «todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti» (15,4; cf. Sal 86,9). Las siete plagas que se contienen en las siete copas son una aplicación de las plagas de Egipto a la Bestia y su trono, y una preparación del combate definitivo (Harmaguedón). La dimensión universal de la confrontación se expresa en 16,19: La Gran Ciudad se abrió en tres partes, y las ciudades de las naciones se desplomaron (Apc 16,19a). La sección sobre el castigo de Babilonia (Apc 17,1-19,10 ) narra la derrota de las Bestias con la imagen de la ciudad representada como una prostituta montada sobre una Bestia. Es una versión en cierto modo paralela del final del Drama escatológico. Tras la ruina de la Ciudad (la gran Ramera) se vuelve a proclamar con cantos triunfales el reinado de Dios y la llegada de las Bodas del Cordero (Apc 19,6b-7). En una nueva sección el autor del Apocalipsis nos presenta la batalla decisiva en un doble combate escatológico separado por el reino de mil años. El autor ha recogido una doble forma de representación de la batalla final: la primera (19,11-21) con la confrontación del Mesías (Jinete sobre un caballo blanco) con la Bestia y los reyes de la tierra coaligados (la victoria es del Mesías); la segunda (20,7-10) con la derrota de Gog y Magog que asedian a la Ciudad Santa (el fuego que baja del cielo les devora). Tras este segundo combate escatológico, que termina con el aherrojamiento del Diablo al lago de fuego y azufre donde están también la Bestia y el falso profeta, viene el juicio (20,11-15). Primero tiene lugar la resurrección universal y a continuación el juicio de cada uno según las obras con la consiguiente condenación de los malos al Lago de fuego. Esta sección que la Biblia de Jerusalén titula «El Juicio de las Naciones» es en realidad el juicio final de la historia. Tiene una dimensión universal (toda la humanidad). La Jerusalén futura (21-22) Los dos últimos capítulos del Apocalipsis nos muestran la meta

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[146] de la salvación, la Jerusalén futura en una doble figura: la Jerusalén celestial (Apc 21,1-8) y la Jerusalén mesiánica (21, 9-22,15). La dimensión universal se formula, como en seguida veremos, con la expresión «Las naciones caminarán a su luz» (21,24) y con la indicación de 22,4: «Sus hojas (de los árboles de la vida) sirven de medicina a los gentiles» (cf. Ez 47,12). II. El contenido de la redención por Cristo según el Apocalipsis En las páginas que preceden hemos visto que el tema del Fin de los tiempos y de la salvación o condenación definitivas es el contenido del Apocalipsis. En el desarrollo del drama redentor hemos indicado ya muchos elementos que apuntan a la universalidad de la redención. Sobre estos lugares volveremos en el apartado siguiente (III). Ahora en el presente apartado, en una perspectiva sintética, nos preguntamos: ¿Cómo concibe este libro la redención y cuál es el papel de Cristo en ella?6 Distinguiremos dos estadios: la salvación en la vida presente y la salvación definitiva en la vida futura. Pero antes veamos la relación entre redención y Reinado de Dios. A) Redención y Reinado universal de Dios De una manera general podemos decir que, para el autor, la redención es el triunfo del Reinado de Dios (véanse las proclamaciones, que hemos indicado más arriba, de 11,15.17;12,10) o dicho de otra manera, el establecimiento del Reinado de Dios llega con la redención. La proclamación del Reinado universal de Dios es la proclamación de la eficacia universal de la redención (y en consecuencia de la salvación para los que acogen el reinado). Esta perspectiva de la universalidad del Reinado de Dios se expresa en la tradición sinóptica con la imagen del banquete del reino en el que se sentarán los venidos «de oriente y occidente» (Mt 8,11). La expresión «muchos» tiene presente sin duda las personas que han respondido pero no prejuzga que la invitación no sea universal. El Redentor es Cristo a quien se aplican por derás de traspaso los atributos del Dios del Éxodo. La figura central de la obra es, junto a

6 Véase E. Schüssler Fiorenza, o. c. en nota 2, p. 68-81: «Redemption as Liberation (Revelation 1:5-6 and 5:9-10»). La autora ha seleccionado con todo acierto estos dos textos sobre los que volveremos en nuestra exposición.

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[147] Dios, Jesucristo en su imagen de Cordero degollado (5,6.9) y resucitado (El viviente). Él redime con su sacrificio (con su sangre). El Hijo del hombre es Rey y Sacerdote (1,13.20). La persona del Redentor se integra en la dimensión divina trinitaria (cf. l,1-6): «De parte de 'Aquel que es, que era, y que va a venir' y de parte de los siete Espíritus que están ante su trono y de parte de Jesucristo.. . ». En el mismo saludo inaugural el autor del Apocalipsis nos ofrece una síntesis de la obra redentora en una doxología: Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (1,5b-6).7 Otra síntesis veremos en seguida en 5,9-10 al tratar de la universalidad. Si nos preguntamos ahora por el contenido de la redención, ésta se concibe en dos estadios. De ello tratamos a continuación. B) La salvación o redención de Cristo en la vida presente La dos síntesis de la obra redentora que hemos citado (1,5-6;5,9-10) y que aplican el modelo de liberación-alianza del Éxodo, conciben la obra redentora como liberación del pecado por la sangre de Cristo y constitución de un pueblo sacerdotal (reino, sacerdotes). Veamos con más detalle. a) Liberación del pecado: limpieza de los vestidos en la sangre del Cordero Para la acción liberadora en 1,5 se habla de lavado de los pecados con la sangre de Jesucristo, y en 5, 9 se habla de compra con la sangre del Cordero. En consecuencia el Apocalipsis concibe la muerte de Cristo como fuente de la redención. Así lo pone de relieve también la presentación del Cordero como degollado (5,9). Recordemos que también en 7,14 las vestiduras blancas de los salvados se atribuyen

7 Respetamos la forma («Reino de Sacerdotes») con que la BdJr traduce la frase griega «basileian, hiereis». Sobre esta expresión, eco de Ex 19,6 y la coincidencia del Apocalipsis con las traducciones targúmicas véase nuestro estudio Un Reino de sacerdotes y una nación santa (Ex 19,6). La interpretación neotestamentaria de nuestro texto a la luz de los Setenta y de las traducciones targúmicas, Est. Bibl. 37 (1978) 149-2l2. Para el alcance del texto bíblico y de los Setenta puede verse E.S. Fiorenza, Priester für Gott, Münster, 1972.

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[148] a que «han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero». Asimismo en 12,11 la victoria de los redimidos se atribuye a la sangre del Cordero. En la mención del lavado por la sangre de Cristo, la alusión al Bautismo (y también quizá a la Eucaristía) se funde con la referencia a la muerte sangrienta y martirial de Cristo, fuente de la que brotan los sacramentos. b) La consagración: Pueblo sacerdotal La constitución del pueblo sacerdotal se expresa en ambos lugares (1,6;5,10) con las mismas palabras (reino y sacerdotes) pero en 5,10 se añade: «y reinan sobre la tierra». Esto indica que el Apocalipsis concibe la situación del Pueblo sacerdotal como el ejercicio de una realeza sobre la tierra que se deja sin explicar pero que probablemente consista en la participación de la potestad mesiánica de Cristo (recordemos que en la visión inaugural Jesucristo aparece al vidente en la figura del Hijo del hombre, sacerdote y rey, es decir, con túnica talar y cinturón de oro). El «Reino» es el Pueblo sacerdotal: los cristianos son sacerdotes y reyes (cf. Ex 19,6). c) La redención definitiva en el cielo Pero la redención tiene un estadio ulterior y definitivo. El autor lo expone en 7,15-17 (que parece ser una anticipación del final del libro) y sobre todo en los capítulos 21-22 en que, según hemos visto, se habla de la consumación. El estadio definitivo, tras la resurrección y el juicio universal comienza con la visión de un cielo nuevo y una tierra nueva (Apc 21,1). El autor añade: «porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron y el mar ya no existe». La imagen del nuevo cielo y la tierra nueva se remonta (cf. nota de BdJr a Apc 21,1) a Is 65,17;66,22: «La expresión sólo era el símbolo de la renovación de la era mesiánica. Siguiendo a Cristo, cf. Mt 19,28; 2 P 3,13, San Pablo abre perspectivas más realistas: toda la creación será renovada un día, liberada de la servidumbre de la corrupción transformada por la gloria de Dios (Rm 8,19)». La afirmación del Apocalipsis implica una renovación del universo, es decir, una transformación del entorno vital de la humanidad que haga posible la comunión directa con Dios y la inmortalidad. La liberación o salvación (en el aspecto de liberarse de un mal) consiste en librarse de la muerte segunda (cf. 20,14; 2,11 ). Esto se expresa también con otros términos, a saber:

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[149] Ya no tendrán hambre ni sed, ya no les molestará el sol ni bochorno alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida (Apc 7,16-17b). Otro tanto se dice en Apc 21,4: Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado. La parte positiva consiste en la comunión eterna, la visión de Dios (22,4), la Morada de Dios en medio de su Pueblo (7,15;21,3). La inmortalidad se expresa con la metáfora dela comida del fruto del árbol (o árboles) de la vida y de la bebida en el manantial de aguas vivas a que conduce el Cordero (7,17 cf. 22,1-2). La seguridad y alegría se representa con la imagen de la Jerusalén amurallada e iluminada con la luz de la Gloria de Dios; la lámpara es el Cordero (21,23). Aquí el autor del Apocalipsis acude a la representación de la Jerusalén mesiánica como centro de iluminación y peregrinación de las naciones: Las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra irán a llevarle su esplendor. Sus puertas no se cerrarán con el día -porque allí no habrá noche- (21,24-25). Como veremos en seguida, aunque esta representación está tomada de la Jerusalén mesiánica cuando aún se piensa en la Jerusalén terrena (Is 60, 3), la imagen es muy sugestiva para indicar la universalidad de la Salvación. La comunión se expresa también en la imagen nupcial. La Nueva Jerusalén es la Novia, la Esposa del Cordero (21,2. 9). Los vestidos de gala (vestiduras blancas y adornos) con que se atavía la Esposa, son símbolo de la gracia, fruto de la redención. La Esposa es la Comunidad redimida, la humanidad redimida. Es el pueblo de Dios (o «los pueblos» de Dios) (21,3). Las bodas son la salvación. El Reino es el referente a esta imagen. El Reinado de Dios y de Cristo es la comunión eterna del amor salvador y redentor del Padre y de Jesucristo con los elegidos. Es la consumación de la alianza con el Dios Uno y Trino. Recordemos los atributos con que Dios se presenta en 1,8: «Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, 'Aquel que es, que era y que va a venir', el Todopoderoso». También Cristo es «el Alfa y Omega, El Primero y el Último, el Principio y el Fin» (22,13). Ello significa la unidad del Padre y del Hijo, es decir, la unión de Dios y del Cordero que se proclama a lo largo de todo el libro. La dimensión trinitaria se completa con la mención del Espíritu (22,17; cf. 1,4 y

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[150] sobre todo la promesa del Espíritu a las siete Iglesias: cf. 2,7.11.17.29; 3,6.13.22). La redención de Cristo y su consumación tienen una dimensión universal. De ello tratamos a continuación: III. Redención universal: De todos los pueblos, razas, lenguas y naciones Tras examinar el contenido dela redención según el Apocalipsis, es necesario delimitar el alcance de la dimensión universal de esta redención que es el tema de nuestra encuesta, veremos en primer lugar los textos que afirman esta universalidad y en segundo lugar las concepciones que parecerían oponerse a ella. A) Textos que afirman la universalidad de la redención La redención de Cristo es universal como la creación (4,11;10,6).8 Por ello la adoración al Dios Creador se une con la adoración al Cordero. El Apocalipsis expresa la idea de la universalidad de la obra redentora en varios lugares. a) En primer lugar, en el mismo saludo de Juan a las siete Iglesias, inmediatamente después de la síntesis dela obra redentora (1,5b-6) que hemos visto más arriba, se proclama: He aquí que viene con las nubes y lo verá todo ojo, también los que lo traspasaron y se lamentarán sobre él todas las familias de la tierra (Apc 1, 7). La alusión a la venida del Hijo del hombre (con referencia a Dan 7) se une con la alusión a Zac 12,10 sobre el Pastor traspasado que el cuarto evangelista ve cumplida en Cristo atravesado por una lanza (Jn 19, 34.37). La universalidad de la redención y del juicio se expresa con los términos «todo ojo» y «todas las familias» (phylai). Notemos que en Jn 19,37 el evangelista emplea el texto de Zac 12,10 para indicar a Cristo en la Cruz como signo de salvación. Si se relaciona con Jn 12,32 («cuando Yo sea levantado en alto, atraeré a todos hacia mí mismo»), la idea de la universalidad queda reforzada.

8 Véase G. Daly, Creation and redemption, Dublin 1988, Wilmington, Glazier, 1989.

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[151] b) Ya en la parte apocalíptica, al hablar de la obra redentora de Cristo como constitución de un pueblo sacerdotal (un texto que hemos indicado más arriba), se expresa también la universalidad de los salvados: Y cantan un cántico nuevo diciendo: «Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un Reino de Sacerdotes, y reinan sobre la tierra» (Apc 5,9-10). La diferencia con el texto de Ex 19,5-6 en que se inspira el Apocalipsis, es significativa. Allí el beneficiario es el pueblo de Israel, aquí son todos los pueblos de la tierra. Ese es el fruto de la sangre redentora de Cristo. El texto no habla de universalidad de la redención en el sentido de totalidad (es decir, que todos los hombres de todas las razas, lenguas y pueblos y naciones hayan de hecho de encontrarse entre los salvados) sino en el sentido de que el Nuevo Pueblo de Dios se compone de (ek) hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación. Pero implícitamente se afirma que la redención de Cristo es universal, veremos más adelante que en 14,6 el mensaje (Buena Noticia) se expresa con características de universalidad con la partícula epi (y no ek). La universalidad de los salvados se realiza ya de alguna manera en la universalidad del Pueblo de Dios (Iglesia) y especialmente en la Eucaristía que es la reunión de todos los hijos de Dios dispersos por el mundo (cf. Didaché IX, 4; X,5). Esta universalidad se anticipa también en el pueblo real y sacerdotal (cf. también 1,5b-6) que reina sobre la tierra, es decir, instaura la civilización del amor con la justicia y el derecho a todo hombre y a toda raza, lengua, pueblo y nación. La fe en la redención de Cristo es así creadora de una civilización de dimensión universal. En efecto, la obra de Cristo tiene como finalidad unir a los hombres en la gran comunión de los hijos de Dios (Jn 1,12;11,52). Esta unión traspasa las fronteras de la raza y de la cultura, más aún, esta unión engloba todas las razas, pueblos, lenguas y naciones. c) La visión de los salvados en el c. 7 afirma también esta universalidad: Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus

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[152] manos. Y gritan con fuerte voz: «La salvación es ale nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero» (Apc 7,9-10). Esta visión de la universalidad9 contempla sin duda la salvación en su término, el cielo, pero ello mismo indica la eficacia universal de la redención de Cristo. También aquí, como en el texto citado de 5,9-10, la preposición «de» (ek) indica procedencia universal y no «totalidad» en el sentido de que todos son salvados, pero la condenación no es por falta de eficacia de la redención de Cristo, sino por el rechazo de esa redención por el hombre (libre). d) Como hemos indicado más arriba, el vidente recibe en 10,11 el encargo de profetizar en relación con la muchedumbre de pueblos, gentes, lenguas y reyes. El designio divino es universal. e) La universalidad de la redención está implícita en el mensaje (Buena Noticia) que se dirige a los habitantes de la tierra invitándoles a temer a Dios y darle gloria: Luego vi a otro Ángel que volaba por lo alto del cielo y tenía una buena nueva eterna que anunciar a los que están en la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo... Decía con fuerte voz: «temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales de agua» (Apc 14~6-7). La universalidad está expresada esta vez con la preposición epi (y no con la preposición ek). Además la referencia al Creador y a su obra (con la mención del cielo, la tierra, el mar y las fuentes de agua) implica que el mensaje está dirigido a todos los hombres.10 Si ese mensaje es una Buena Noticia, es porque es oferta de salvación para todos; evidentemente ello no implica que todos se conviertan y den gloria a Dios. El Apocalipsis, como todo el Nuevo Testamento, cuenta con la posibilidad de rechazo (cf. Apc 9,20.21). f) Antes de terminar este apartado es oportuno recordar que la frase de Apc 21,3 que hemos citado más arriba («Ellos serán su pueblo») tiene una lectura variante significativa y que muchas

9 Cf. W. Bousset, Die Offenbarung Johannis, Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1966 (reed. de 1906) p. 288-289. El autor opina que nuestro lugar expresa la concepción de la universalidad de la salvación. El Apocalipsis, obra quizá de un judío cristiano, ha puesto en primer lugar el resto de Israel (los 144.000) y a continuación toda la humanidad, objeto de la misión cristiana. 10 G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation (New Century Bible Commentary) London, 1987, p. 224, indica que se trata de la llamada a los gentiles para participar en la herencia del Reino y que la hora para esa llamada llega con la resurrección de Cristo y la efusión del Espíritu Santo.

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[153] ediciones críticas consideran como la original: «Ellos serán sus pueblos» (Kai autoi laoi autou ésontai). La lectura es un testimonio insigne de la universalidad de la obra redentora.11 B) Concepciones del Apocalipsis que pueden parecer contrarias a la universalidad de la redención por Cristo Junto a la afirmación de universalidad que hemos enumerado anteriormente, es oportuno examinar el alcance de algunos lugares que parecen oponerse a tal universalidad. a) El libro de la vida En primer lugar mencionaremos la concepción sobre el libro de la vida. Según Apc 13, 8 adorarán a la Bestia todos los habitantes de la tierra que no están inscritos desde la creación del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado, cf. 17,8 (la misma frase pero sin la mención del Cordero degollado).12 En 20,15 se utiliza la expresión: «si uno no fuera encontrado inscrito en el libro de la vida» (cf. 20,12). Por su parte en 21, 27 se habla de que se salvarán solamente los inscritos en el libro de la vida.13 Esta concepción podría ser entendida como un elemento predestinacionista (que algunos pretenden ver presente también en el 4º evangelio). Sería pues una objeción para la exposición de la universalidad que hemos presentado. Nuestra respuesta es la siguiente: La concepción del libro de la vida, propia de la apocalíptica, está encuadrada en los escritos de Juan en el marco de la afirmación de la revelación divina gratuita, de la llamada a la conversión y del juicio según las obras (cf. 20,12-15). En consecuencia, sea cual sea su sentido en otros libros apocalípticos, en el Apocalipsis de Juan es solamente una expresión simbólica para expresar la presciencia divina (que por otra parte no suprime la libertad del hombre puesto que en ese caso no se podría

11 P. Prigent, L'Apocalypse de Saint Jean (Commentaire du Nouveau Testament, XIV), Lausanne, Paris 1981, p. 327-328, considera que el texto primitivo es el plural y añade: «Notre auteur marquait ainsi que l'accomplissement de ces prophéties s'ouvrait sur un universalisme intéressant de nombreux peuples. Les nations elles-mêmes deviennent des peuples de Dieu»; en nota hace referencia a Jn 10,16: Un solo pastor y un solo rebaño pero ovejas de diferentes orígenes. 12 Este texto de 17,8 nos asegura que la expresión «desde la creación del mundo» en 13,8 se refiere a la inscripción en el libro de la vida y no al Cordero degollado. 13 Otra mención del libro de la vida en 3,5 «no borraré su nombre del libro de la vida».

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[154] hablar de libertad ni de responsabilidad moral ni de «juicio según las obras»). b) La signación En 7,1ss el Apocalipsis nos habla de 144.000 sellados (cf. también 14,1ss y la mención de la diadema en las frentes de los elegidos). Aunque el número es simbólico, puede dar la impresión de que el designio salvador (o preservador) se restringe a un número determinado de personas. En consecuencia el Apocalipsis no tendría una idea universalista de la redención de Cristo. También aquí podemos responder que la concepción de la signación no se opone a la universalidad de la Redención por Cristo. Los signados son los mártires (c. 7) o los vírgenes (c. 14).14 En ambos casos son cristianos destacados pero no representan la totalidad de los salvados. Esto aparece claramente en 7,9ss donde, junto a los 144. 000 signados, se menciona una muchedumbre inmensa de toda raza, lengua, pueblo y nación (un texto que hemos comentado más arriba). En consecuencia podemos decir que tanto la concepción sobre el libro de la vida como el hecho de la signación no implican que la salvación está limitada a solo un grupo de personas. Ciertamente los mártires y las vírgenes forman un grupo especial con Cristo pero no son los únicos a los que llega la redención de Cristo (cf, 1,5-6). IV. La relación de la Redención de Cristo con respecto a otras religiones Comenzamos con una pregunta: El alcance de los lugares, que acabamos de ver, en que los elegidos se presentan «de toda raza, lengua, pueblo y nación» ¿podría extenderse también diciendo: «de toda religión»? Y, unida a ella, esta otra pregunta: ¿Ello implicaría que todas las religiones son iguales? En cuanto a la primera pregunta, la respuesta ha de ser necesariamente matizada, especialmente porque el nombre de «religión» puede aplicarse con tanta amplitud que la respuesta afirmativa sería falsa en muchos casos: ¿cómo aplicar por ejemplo la categoría de «fuente de salvación» (o incluso de «religión») a las aberraciones

14 Si se trata del Resto de Israel, la dificultad también desaparece. Véase la discusión en J. Massyngberde Ford, Revelation (The Anchor Bible 38), New York, 1975, p. 120-128.

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[155] de algunas religiones paganas (idolátricas) o de algunas sectas actuales (inmorales)? Pero si se trata de religiones (como el Judaísmo o el Islam) en que el concepto de Dios es fundamentalmente conforme a la verdad del Dios revelado, probablemente la ampliación de la expresión («de toda religión») sería aceptable. En efecto, estas formas de religión han sido el cauce por el que ha llegado a muchos pueblos el conocimiento del Dios Único y verdadero. Otro tanto podríamos decir de las grandes religiones orientales que contienen principios de Sabiduría que pueden ser consideradas como «Semina verbi». Aplicar el fruto de la sangre de Cristo a la salvación de los fieles de estas religiones no es sino expresar la fuerza salvadora universal de su sacrificio. Pero entonces surge inevitable la cuestión: ¿Son todas las religiones iguales puesto que todas son vehículos de salvación? ¿Qué falta hacía en ese caso la Redención de Cristo? Nos parece que la respuesta a esta pregunta no se puede dar en abstracto sino en concreto. La Revelación nos indica que la redención de Cristo es universal pero a la vez exige para la salvación la fe en Cristo. La forma de conciliar estos dos extremos viene siendo un tema crucial de la Teología y las soluciones han sido muy variadas según las épocas. Santo Tomás pensaba que Dios no dejaría de hacer llegar el conocimiento de Cristo, aunque fuera con un milagro, a aquellas personas que buscan sinceramente la verdad. Recientemente se ha hablado de cristianos «anónimos» o «implícitos». El Vaticano II (especialmente en la Declaración «Nostra aetate»)15 y posteriormente la Encíclica «Redemptoris Missio» se han planteado este problema con toda seriedad. De otra parte ni la necesidad de la redención por Cristo ni su valor quedarían menoscabados si se admite que todo el que se salva (también fuera de la religión cristiana), se salva por Cristo. Entonces

15 «Se encuentra en los diversos pueblos una cierta percepción de aquella fuerza misteriosa que se halla presente en la marcha de las cosas y en los acontecimientos de la vida humana, y a veces también el conocimiento de la suma Divinidad e incluso del Padre» (Nostra aetate 2). Los modos de obrar y de vivir de estas religiones «no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres» (ibid). Otras referencias importantes del Concilio Vaticano II a nuestro propósito son: LG 17 que menciona el bien que se encuentra diseminado no solamente en el espíritu y en el corazón de los hombres sino también en los ritos y costumbres de estos pueblos; AG 4 que, respecto de las tradiciones religiosas, afirma que «El Espíritu Santo obraba ya en el mundo antes de que Cristo fuera glorificado».

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[156] únicamente queda por preguntarse si el conocimiento de Dios ofrecido por esas religiones, como el Judaísmo y el Islam, es equivalente en su fuerza salvadora a la fe en Cristo, o si puede suplirla. La respuesta afirmativa a esta cuestión tal vez representaría una revolución dentro de la Iglesia Católica semejante a la que supuso el reconocimiento por parte de Pablo de que todos, judíos y gentiles, eran y estaban llamados a ser herederos de Cristo. Algunos han llamado a esta postura «el paso del Rubicón». Pero el testimonio del Nuevo Testamento sobre la necesidad de la fe en Cristo es tan explícito que la cuestión merece ser estudiada con todo cuidado. A modo de tema para discusión, hago las siguientes sugerencias: - El Apocalipsis sugiere las dos afirmaciones: la redención por la sangre de Cristo y la procedencia de los redimidos de toda raza, lengua, pueblo y nación. - El juicio universal es según las obras de cada uno (Apc 19,12). En consecuencia a quienes no haya llegado la posibilidad de la fe en Cristo, la conciencia les ha de servir ante Dios (cf. Rom 2-3). - El valor del sacrificio redentor de Cristo llega a toda la humanidad aunque muchos de ellos lo ignoren. Si se admiten las anteriores afirmaciones, no puede sacarse legítimamente la consecuencia de que todas religiones son iguales, puesto que se reconoce que el valor salvífico de toda religión viene en último caso de la sangre de Cristo. Pero aquí surge una última pregunta: ¿No supone esta afirmación situarse la religión cristiana en un plano de superioridad respecto a las otras religiones? La respuesta en este caso (como en el caso de la conciencia de la Iglesia Católica respecto del resto de las confesiones cristianas) quizá debe combinar dos actitudes: En primer lugar es necesario mantener firme la adhesión a una verdad que se presenta como revelada por Dios y que en consecuencia debe ser proclamada y ofrecida a todos como un don; en segundo lugar hay que estar dispuestos a respetar el hecho de que el mismo Dios, que ha enviado a su Hijo al mundo, lo ha hecho propiciación por el mundo entero (1Jn 2,2). En consecuencia parece coherente concluir que Dios, en su Providencia amorosa y universal, concede valor de salvación (en virtud de la sangre de Cristo) al homenaje que se le tributa en el seno de una serie de instituciones y tradiciones religiosas, principalmente de aquellas que admiten al Dios Único y verdadero. En efecto, este reconocimiento es fruto de la misma revelación divina del A.T. (Judaísmo), o fruto de un conocimiento y aceptación más o menos completo del A. y N. Testamento (Islam), o fruto de una depuración

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[157] secular por la sabiduría humana de la experiencia religiosa correspondiente a la idea de Dios inscrita en el corazón humano (Semina Verbi). De esa manera el verbo Creador y Redentor hace llegar su esplendor a todos los tiempos y lugares. Dadas las dimensiones histórico-cronológicas de la humanidad en la tierra ¿será excesivo conceder a las grandes religiones (y de manera especial al Judaísmo y al Islam) la contribución a la salvación, como «preparatio evangelica», que Justino y otros Padres de la Iglesia atribuían a las filosofías paganas? V. Conclusión: Visión sintética sobre la universalidad de la salvación en el Apocalipsis La redención es el tema del Apocalipsis. El desarrollo del libro es la descripción de la consumación con la derrota de las fuerzas del mal (y condenación de los malvados) y la salvación de los elegidos. La redención consiste en la liberación del pecado y en la constitución de un pueblo sacerdotal (1,5b-6; 5,9-10). La universalidad de la salvación se expresa en varios lugares: En el saludo (1,7), en la síntesis de la obra redentora de Cristo de 5,9-10 y en la visión de 7, 9-10 en que se presenta la multitud de los salvados de toda raza, lengua, pueblo y nación. La universalidad se expresa en estos dos últimos lugares con la preposición ek que no indica totalidad pero tampoco la excluye. Asimismo se afirma la universalidad en la descripción de los destinatarios del mensaje profético (10,11 y 14,6) y en la fórmula de la alianza incluyendo a los pueblos (21,3). Las concepciones del libro de la vida (cf. 17,8) y de la signación (7, 1ss) se integran en un sistema en que el donde la gracia se concede respetando la voluntad. De ahí el juicio según las obras (20,12-15). La afirmación de la universalidad de la salvación parece implicar que la redención de Cristo se comunica también a través del cauce de la conciencia. Por ello debe plantearse el puesto salvador de las religiones, especialmente las que tienen como constitutivos verdades reveladas (Judaísmo, Islam) y otras religiones que profesan un conocimiento de Dios fruto de una experiencia secular y purificada de lo divino. Todo ello no es contrario a la universalidad de la redención por Cristo, sino más bien la pone de relieve.