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ORACION FÚNEBRED E

LUIS X VI, REY B E FRANCIAT B E N A F A R R A :

POR UN C APELLA N FRANCES , BACHILLER EN

SAGRADA TEOLOGIA.

T R A D U C I D A D E L I D I O M A F R A N C E S

A L E S P A Ñ O L

P O R E L D . E N A , D . D . A N T O N I O J Ü G L A T F O N T , Abogado de los R eales Consejos , y de la R ea l Audieti'- d a de Cataluña,

C O N L I C E N C I A :

'

Reimpresa en Murcia : En la Oficina de la V iu d a de

Teruel. Año de 1793.

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O R A C I O N F U N E B R E

D E LU IS X V I , R E Y D E F R A N C IA

Y D E N A V A R R A .

M elior est patiens m irofyrti ^et qui dowinatur animo suo Expugnatore ür^iun?. Proverb. Cap. i6 . ver. 3 2 .

E l hombre prudente es superior al varón fuerte , y el que sabe suietarse á sí mismo, lo es al Conquistador de las

Ciudades.

H a g a consistir el Mundo quanto quiera la grandeza de los Poderosos en su valor y en sus victorias: yo d exaréd e buena gana á los Oradores profanos el cuidado de cele~ brar sus hazañas y sus triunfos; y rico de caudales propios de mi asunto y de mi santo ministerio, creeré cumplir con mi obligación, haciendo justicia al que el Espíritu Santo nos propone superior á los hombres belicosos : melior est patiens v iro fo rti. N o es mi animo obscurecer el mérito de los guerreros, que son los executores del Dios de las batallas \ pero tampoco entiendo envidiar su gloria. Ellas la han de partir con todos los que cooperan al feliz éxito de sus empresas f mas el que se sujeta á sí mismo , goza de un bien personal todo propio , y nada debe á la que el Mundo W mdL fortuna , ni teme sus reveses.

Si los laureles de los Heroes no se marchitan mientras viven, todos sus triunfos acaban en el sepulcro; y sus con­quistas ninguna seguridad nos dan de su suerte eterna, aun­que sus valerosos hechos se trasladen á la posteridad. Pe­

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To las virtudes nunca abandonan á los Principes verdade- ramcnte Christianos ; sus preciosos nombres quedarán para siempre grabados en los fastos de los Bienaventurados, y h a sti á is mismos oprobrlos les aseguran una gloria inalte­rable. Viniendo pues á llorar aí pie de los Altares á un Principe , mas zeloso de sujetar su alm a, que de aprisionar Pueblos vencidos, mirémosle á la luz de la brillante antor­cha de fa R eirgibn, y veamos cómo sujetó su alma en la prosperidad , y cómo la sujetó entíe los horrores del infor­tunio’. Esta és‘. A ; O . M ., la piedra^ de toque con que se han de probar los hombres , y particularmente los Prín­cipes porque su Elevación y su caida les hace objetos de l¿€.xp?ctíicion de todo, el m undo, y los expone , al pare­cer 5 á ser esclavos de sus pasiones, mas que á los otros hombres.

En la primera época, esto es^ «n la prosperidad , Luis X V I fué un Príncipe verdaderamente amable^ en la segun­da;, esto e s , en eliíífortunio, fué-urL;Príncipe verdadera­mente Christiano. . n ,

Nobles Francesesi, que sois partícipes del cáliz del ma» desgraciado de los M onarcas, dexad que os representé sus virtudes.- Si los malvados hacen todos los esfuerzos posi­bles para oprimiros, la Religión hará ver cómo sois mag-* nanimos en todas las situaciones. Q uiera Dios que este Discurso que se consagra á la memoria del mejor Prínci-* p e , R ey de Francia y de N a v a rra , sea al mismo tiempo un tributo de nuestro respeto y amor, y un estímulo el mas poderoso para animarnos i la virtud ; al paso que nos ser­virá de protestación contra los ultrages hechos á su repu­tación 5 á su dignidad y á su persona.

P R I-

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- STo es de adm irar, A . O . M ., que se haya querido des­figurar del todo la conducta de nuestro R ey. M ucho tiem­po hace que el espíritu de seducción preparaba oculta y cautamente los medios de conseguirlo. Quería preocupar al Pueblo contra el Gobierno M onárquico, no solamente con presentarle una agradable perspectiva en la idea de «na falsa libertad, sino también con despreciar á nuestra vista á los que el Todo-Poderoso nos manda respetar , á pesar de sus defectos. Por esto los Filosofos y los H ere- ges debieron de hacer todos sus esfuerzos para obscurecer las bellas prendas de un Príncipe, cuyo nombre solo les era odioso. Mas habiéndose descubierto ahora estos hom­bres insidiosos y malignos, la calumnia ha de perder toda su fuerza, no quedando la menor apariencia de verdad á las Anécdotas que de propósito han esparcido. E l R ey pudo haber sido muy amable en la prosperidad , á pesar de las calumnias de sus enemigos 5 y para dexar á estos del todo confundidos, demostraré que en efecto lo fué, con decir en una sola palabra , que en tiempo de su pros­peridad fué casto.

Luis X V I exercitó las mas sublimes virtudes desde sus mas tiernos años. Las aprendió con las bellas lecciones que le daban las instrucciones diarias y los exemplos domésti­co s: el amor filial las imprimió en su corazon, junto con la Religión. Educado con los mayores desvelos por la Rey- na.su abuela, el Delfín su padre y la Delfina su madre5 rodeado á costa de su vigilancia y buena elección , de hombres capaces de formar grandes Príncipes, logró antes de perderlos la fortuna de quedar bien precaucionado de los tiesgos de la menor ed ad , que podian ser muy perju-

A a d i-

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diciaks á sus costumbres. H uyó pues los funestos atracti­vos del deleyte , porque habia aprendido á contenerse, y porque sabia que el hombre es infeliz aun en la eminencia ¿el T ro n o , quando se dexa dominar de alguna pasión: y fu é casto en una edad en que todo se excusa y disimula; y en un tiempo , situación y parages en que todo concurria á hacer conocer el mal, á executarlo y á perseverar en él.

Dos hechos se presentan en prueba de esto , que no necesitan de justificación alguna, y me excusan de dete­nerme en otras particularidades. Es bien sabido que la Cor­te de Luis X V , su abuelo, no respiraba mas que el goce de los placeres: que en ella se ofrecian inciensos á los Ído­los del deleyte; y que los viles aduladores tendian por to­das partes lazos á sus Señores, con que hacerles caer ó en­tretenerles en las alhagueñas delicias del amor lascivo, y procuraban dar pábulo á sus pasiones , áfin de satisfacer con mayor seguridad sus propios deseos; pero es igualmente sabido que el joven Príncipe se portó tan sabiamente en es­ta misma C o rte , como si hubiese envejecido en el exerci- cio de la abnegación de sí mismo^ de m anera, que jamás dio lugar á la menor sospecha de su conducta 5 porque supo siempre condenar al vicio con sus palabras y con sus obras.

Para hacer el correspondiente juicio del mérito que tu­vo en poseer esta virtud, es preciso considerar que fué Delfín hácia el tiempo de su pubertad que era de una complexión robusta y de un natural sensible que el vicio hablaba á sus oidos, á sus ojos y á su corazon, pero que fué de tal manera dueño de su a lm a , que no le conoció sino para combatirle. Tem ia á Dios , queria servirle , y por esto fué ca sto : y como para conservar esta virtud, según los principios de la Religión , habia de poseer todas las otras , su castidad es una prueba nada equívoca de loi esfuerzos que hizo para resistir á las tentaciones del comua

enfr'

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enemigo: de manera que esta sola expresión, L u is X F h f u é ca sto , es una convincente prueba que demaestra quan estimable debe ser á nuestros ojos el Príncipe que lloramos.

Este don precioso de sujetarse, de dominarse á sí mis­mo , no puede mirarse como un efecto de la sola razón. L a castidad es un don de Dios. L a filosofía, que se extien­de á todo, que todo quiere verlo , conocerlo todo, pene­trarlo todo , dirigirlo, todo , animarlo todo , y despreciar todo lo que le desagrada, nunca parece mas ignorante, mas débil y ma§ culpable, que quando se jacta mas de su po­der. Nuestro Príncipe jamás recurrió á sus maximas. Sabia que no se puede guardar la castidad sin especial auxilio del Cielo j y pudo decir como el S á b io ; y o he entendido que 5 la sabiduría consiste en saber que este don viene de Dios, , y por esto he recurrido á él y le he invocado ( i ) . ’ Sábese que aquel buen Principe juntando las precauciones natura­les á los socorros sobrenaturales, trocó en ocupaciones pe­nosas la vida regalada de la C o rte ; y es cosa que pasma ver su aplicación y su habilidad en una especie de trabajo que los Príncipes no conocieron jamás (2) 5 pero él hacia guerra á los vicios, y la naturaleza de sus diversiones, atendidos los motivos, merece los mayores elogios.

E l hombre que se dexa arrastrar de los atractivos de la carn e, ciegamente idolatra de sí mismo, solo se ocupa en lo que puede lisonjear sus sencidos 5 pero el que cautiva su corazon á las maximas de la Fe , se hace una continua guerra. Los honores que le exaltan nunca desvanecen su es-

pi-

(1) K t ut scivi quoniam aliter non possutn esse continens, nisi D eus det , et boc ipsum erat sa p ien tia , scire cujus esset hoc donutn , adii D om inum , et deprecatus sum. Sap. 8. v. 2 1,

(2) E l Rey se distraía de las ocupaciones del espíritu , cc?> los trabajos del cuerpo ; y se babta aplicado de tal niodQ á la C erra jería , que era sobresaliente en ella.

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piritu , y sus riquezas no son capaces de hacerle perder de vista los bienes eternos. Desprendido de lodo aquello que puede impedir el conocimiento de la verdad, y la afición á la virtud, es siempre recto, fiel y exácto en todos los es­tados de su vida.Este fué el principal carácter de Luis X V I, que fué igualmente sabio que casto. Estas dos virtudes sor- prehenden en este siglo pero debe cesar el pasmo , quan­do se consideran las instrucciones .que recibió nuestro Príncipe.

Los necios é insensatos que no saben mirar á los R e­yes sino como unos tiranos, y que nos presentan pasages de la Historia profana para deslustrar las virtudes christia- nas, atiendan á un hecho puramente doméstico, que tan sencillo como él e s , ha de hacernos formar el debido con­cepto , asi de la sublimidad de las maximas que aprendió Luis en su mocedad , como de la energía del modo. A pe­nas llegó á la edad de discernimiento, el Delfin su padre, queriendole hacer entender la principal mira con que un Príncipe sabio ha de gobernar, le llevó á la Parroquia de Nuestra Señora de Versalles, pidió al Parroco el registro de los Bautismos, haciéndole buscar la partida del de su h ijo , y volviéndose al Príncipe, que entonces no era mas que Duque de B erri, le dixo : ’ M ira , hijo mío , tú has ) nacido como los demás hombresi no eres , en quanto , á la naturaleza , diferente del hijo del labrador , que te , precede 5 y del artesano , que te subsigue : eres hijo de , Adán como ellos, y como ellos hubiste de limpiarte de , la mancha de tu origen. Aqui hallarás tus mayores T í- 5 tulos y sepas que has de obrar conforme á los precep- , tos de la Iglesia , de que eres hijo. E l Bautismo debe j acordarte que todos los Franceses son tus hermanos, y , ^ue has de gobernarlos por las Leyes de tu santa R eli-

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, gion ( i ) . ’ Estas palabras, proferidas en tan oportunas circunstancias, penetraron el alma de Luis f quien jamás las olvidó. Háblese pues como se quiera de su conducta; no me detendré en amontonar hechos particulares para formar el elogio de su sabiduría, solo diré que no supo formarse principios nuevos, ni se gobernó por otros, que los que la sabiduría, el orden y la Religión nos presentan: conoció la baxeza de la política puramente humana ; y por esto subiendo al Trono de sus abuelos , siendo de la misma edad que Salomon , quando subió al de D avid, hi­zo á Dios esta suplica: ’ D ad m e, Señor, la sabiduría que 5 asiste á vuestro T ro n o , y no me saquéis del numero de , vuestros siervos, pues yo lo soy : tengo poca experien- , cia , ignoro el modo de ju z g a r , y no conozco las L c - , y e s : enviadme del Cielo esa sabiduría , para que me , asista y obre conmigo (2), ’

Un Príncipe sábio debe temblar al tomar las riendas del gobierno de un Estado: si Dios no le sostiene ha de caer precisamente en muchos yerros. Feliz mil veces si acierta en escoger Ministros temerosos de Dios. ! Sábio de M uy , tú mereciste la confianza de Luis! Sabia éste quáa digno eras de ella pero viviste muy poco para la satisfac­ción de su alma y bien de su Pueblo j y no halló otro que pudiese hacerle olvidar tu perdida.

Los sugetos dignos de obtener el Ministerio , le mira­ban con asombro f y nadie los hacia conocer al Rey. N o

A 3 fal-

(1) Vida del Delfín , fa d re de L uis X V I , por el Abate P ro y a it, 5cc.

(2) D a mibi sedium tuarum assistrícem sapientiam , ut itie cutn s i t ; et noli me reprobare á pueris tuis : quoniam servus fuus sum e g o e x i g u i temporis , et minar ad intellectum ju - 4j f i i et legum M itte illam de cxlis sanctis tuis , ut mecum Sit f et mecum laboret, Sap. p. y. 5. et lOt

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faltaban ambiciosos que lo dcfcaban; pero eran muy hipó­critas para descubrirse. Se hicieron jugar varios resortes para que se confiriera á ciertos hombres que eran sospe­chosos á L u is , y éste les rechazó constantemente 5 pero no por esto fué mejor servido. Entretanto su sabiduría resalta­

b a tanto, que uno de los que trabajaron siete años baxo sn G obierno, y que se puede mirar como la causa princi­pal de la revolución, dÍxo en un tiempo en que nada te­nia que tem er, ni esperar de su parte: To no be notado en este Monarca un solo movimiento espontáneo , un solo pensamiento nacido de é l sin algún influxo ageno , un so* ¡o sentimiento salido inmediatamente de su alm a , que no fu e se conforme á las Leyes de la moral y del honor ( i ) , y esto se le observó en toda clase de asuntos, en un G a­binete en que se trataban los negocios de mayor importan­cia 5 en que las pasiones podian excitarse tan fácilmente, y en una ocasion en que el Príncipe parecía ser muy due­ño de sus acciones.

Luego es preciso culpar al s ig lo , si Luis X V I no fué feliz. Alexandro no debió desconfiar de su M edico, ¿ y cómo un R ey podrá sospechar de todos sus Privados ? A sí que no hemos de vituperar á Luis , sino compadecernos de él 5 al considerar aquella expedición que la política le presentó de un modo tan engañoso j expedición que favo­reciendo á los Pueblos distantes en el proyecto de su in­dependencia , fué para los Cortesanos un aprendizage de rebelión y de ingratitud. N i fué menester mucho tiempo para que el R ey advirtiese que habían sorprehendido su R eligión; pero el mal estaba hech o, y el R ey se aprove­chó de é l , que es todo lo que debía hacer.

N i hay para que gentes poco instruidas de las c irrcuns- V

{%) Monsieur N ecker: Reflexiones presentadas á la^aciorif ende Octubre de 17^2.

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T Tcunstancias en que el R e y se ha hallado, vengan á acu­sarle de haber cerrado los ojos en quanto á la circulación de libros perniciosos , y de haber sacado del destierro á algunos de sus Autores. E l R ey los detestó antes de subir al Trono , y nunca gustó de e llos, ni Ies quiso favorecer. Sábese que respondió sobre este punto á los Diputados públicos 5 y á las particulares quejas del Clero ; bastan^ temente se ha providenciado sobre esto. Habia hecho bellísimos reglamentos 5 y las Cámaras Sindicales execu- taban puntualmente sus ordenes; pero éstas mismas C a - m aras, precisadas á ceder á unos hombres prevaricado­res , devolvían á sus manos estas obras para suprimirlas^ y esto era ocasion de que los pérfidos Dependientes de Rentas negociasen ocultamente , é hiciesen comprar el de­recho de vender impunemente el veneno que habia de corromper la Francia ( i ) . Un General pide al R ey el perdón de un Autor , cuya obra le habia sido útil en un viage de Indias, asegurándole su arrepentimiento y el R e y hace lo que qualquier otro hubiera hecho en su si­tuación. ¿ Es menester mas para justificarle ? ¿ Puedese dudar de su sabiduría , aun en aquello que parecía obs­curecerla ?

Añádese á esto , que Luis X V I amó entrañablemen­te á su Pueblo : ningún establecimiento mil faltó á la Francia : él los protegió todos , y los multiplicó : los Seminarios y Hospitales jamás tuvieron tanta facilidad y proporcíon para su establecimiento, dotacion y subsisten­cia : se conformó con todo lo que se le proponía favorable á ellos , porque era naturalmente compasivo. El aprecio con que distinguía á las gentes que le rodeaban, era par­ticular : hubiera querido hacer felices á todos sus vasa-

____ líos,

(l) Quejas amargas hechas al A utor por el mhmo Berion Sindico agregada á la Camara de Libreros de Parts*

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lío s , y si estos no lo fueron como él deseaba, fué porque no podía conocer sus necesidades, sino quando se le re­presentaban, ó porque los medios de socorrerlas eran su­periores á sus deseos.

S í : Luis amó á su P u eb lo , abolió á su favor los ho- menages ó servicios personales , no solo con sus Leyes, sino también con su exemplo , empezando por sus propios señoríos : detestó las torturas , tan dolorosas, que exponen algunas veces al inocente á confesarse r e o , y á justificar con una confesion ignominiosa unos suplicios preliminares y anticipados , que no habia merecido: acostumbrado á compadecerse de la suerte de los infelices, creyó que los hombres acreedores del rigor de las Leyes eran aun dig­nos de su compasion : y nunca se persuadió haber repeti­do bastantemente á su Pueblo estas expresiones : todo lo que puede esp>crar el tnayor interés á fa v o r del bien del Tublico todo lo que pueble pedir á un Soberano el mas querido de sus vasallos , todo lo podéis esperar vosotros d t vú { I ),

L a Francia parecía haber llegado al colmo de su feli­cidad , atendida la brillantéz de su comercio y de su luxo^ pero despues de mucho tiempo ha experimentado su ruina, por haber dado oidos á los filósofos, y haberlos escucha­do con demasiada complacencia. E l R ey preveia el mal, y si bien buscaba los remedios , le parecía demasiado gran­de para remediarlo por sí solo. Auguraba mejor de las Provincias, que de la C o rte , y por eso quiso fortalecerse con el consejo de todas. Creía que las prebendas de la Ig­lesia podían distribuirse m ejor, que su espíritu podía ser mas fielmente seguido, y la Religión mas bien observada en todos los estados y condiciones: que la Justicia podía administrarse coa mas exáctitud , y con menores costas y

di-

(i) Hhcurso dsl R ey 4 los Estados GenerahSi

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dificultades; que los Pueblos podian ser mas aliviados , y el caudal público susceptible de mejor administración : y se propuso todo lo que el amor del bien publico pudo su­gerirle para conseguirlo.

Sábese quanto hizo Luis á este intento. N o buscó po­líticos 5 ni económicos, que solo ofrecen un fantasma de teoría ; buscó gente de experiencia que pudiesen contener los abusos que se experimentaban, sin causarlos mayores: convocó los hombres eminentes en todas clases y de todas las Provincias. Los Notables fueron los que formaron su consejo , para dirigirle en la reforma que meditaba. Es­tableció diferentes Juntas , presididas todas por Principes de su sangre , y por Obispos de la mayor reputación: muchos de los quales habían sido ya llamados a las Asambleas Provinciales , que su amor al Pueblo le hizo establecer. E l hombre de mejores intenciones no hubiera podido hacer mas. E l oyó todos los votos, y se reservo el poner en execú^cion los mejores proyectos.

Pero mientras que el Rey descubría las bondades de fiu corazon, los Ministros ambiciosos trabajaban oculta­mente para destruir de un golpe la Religión y el Trono. Fómentan parcialidades , y aparentan la necesidad de con­vocar los Estados generales de la Francia. Luis adopta gustoso este medio , puesto que los Parlamentos pedían una Asambléa de su Nación. E l R ey que quería que des­de el Esgelda hasta al Mediterraneo , y desde el monte Jura hasta al Océano fuesen sus vasallos felices, mandó que cada Clase del Estado nombrase sus Representantes, y que les instruyese de sus quejas, á fin de saber lo que deseaban.

Luis espera ansioso el momento de verles unidos , co­mo el mejor de sus días : éste finalmente llega , y les ex­pone los motivos de 1 convocacion j como Monarca que

no .

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no desea reynar sino en los corazones, como padre de familias que quiere ponerlo todo en buen orden , y como amigo que anhela remediar los males de cada uno. ¿ Pue­de haber otro mas digno de vivir dichoso que é l , hacien­do , como h ace , tan buen uso de su Corona ? ¿ Y quién habrá que no reconozca la pureza de su v id a , la recti­tud de sus intenciones, y el deseo del bien ? Podemos decir con uno de sus mas oficiosos defensores, que no te­me ser desmentido de sus mas declarados enemigos : f u é en el Trono esem plar de las costumbres , pues no descu­brió alguna flaqueza culpable : f u é en é l económico, ju s ­to^ severo y constante amigo del Pueblo ( i) . Luego Luis es un Príncipe verdaderamente amable. Pero la virtud no es siempre la que decìde de la fortuna 5 ella está expuesta muchas veces á las mayores pruebas , y este es el punto de vista en que nos hemos de representar á nuestro H é - r e o , verdaderamente Christiane.

S E G U N D A P A R T E .

jLia, gente de bien se prometía fas mayores ventajas de la convocacion de los Estados generales , al ver los pliegos de las Senescalías, E l Clero conocía la necesidad del Es­tado , y pedia juntarse para el bien de la Iglesia G alica­na : clamaba por una buena educación que asegurase la felicidad de la patria, y suplicaba que los Estados Laicos se contuvieran dentro sus justos límites. L a N obleza que­ría sufrir el peso de las cargas públicas, y que los T ítu­los de honor no fuesen el precio de la fortuna. E l tercer Estado pedia la proteccíon del R ey , y el esplendor de

la

(1) Defensa del Rey fo r el Ciudadano D eseze 9 en *6 4 * D itiem bre de 1792.

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la Religión y del Trono. Parecía que sus Apoderados ha­bían de obrar con el mismo espíritu; pero apenes muchos de éstos , que eran bien intencionados en su patria , res­piraron el ay re de la C a p ita l, quedaron seducidos. Nun-r ca se han visto mas frustradas las esperanzas deúnexce^ lente Príncipe; nunca un Príncipe ha necesitado de ma* v irtu d , para arrostrar á los mayores infortunios. Sigá­mosle en los principios, en los progresos , y en e l fin de sus desgracias, para ju zg a r , cómo sujetó su alma qual Heroe verdaderamente Christiano, á pesar de los reveses de la fortuna.

Permitidme ahora , A . O . M ., que os acuerde la Hls^ toria de la revolución de Francia. E lla es O bra del abis- nio j que preparaba ya de lejos la destrucción de todo bien. L a filosofía humana habia trazado los medios. Por nuestra desgracia se habían escuchado con sobrada com- placencia aquellos hom bres, que alhagaban las pasiones. Las luces de la verdad no penetraban ya tan fácilmente, desde que se hablaba con elogio de la humanidad, para hacer olvidar la caridad Christiana 5 y aunque parecía que se observaban algunas exterioridades de virtud esto DO era mas que dorar el borde del vaso. E l Pueblo, fué ganado por donde mas flaquea , por el amor propío y el interés j y quando se creyó que podía declararse impune­mente , vino á ser á un mismo tiempo bárbaro y sin pu- dor. En vano el Príncipe y sus fieles vasallos hacen sus esfuerzos para oponerse á aquel torrente. Las intrigas de un Ministro de Estado prevalecen y su secta , que lie»- vaba el yugo con disgusto , le subministra tantos agentes, guamos son los Hereges , Judíos, Deístas y Ateístas. To^ do hace con él la causa com ún: el mas vil populacho de París se alborota; la conmocion se hace sentir hasta cu los parages mas remotos del Reyno : el corazon dcl Rey

no

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no licne otro recurso que el de su paciencia , que le dexa ver el mal sin preocupación , y buscar el remedio.

En esto llega el dia para Luis de la mayor aflicción que puede tener un padre : pierde al D elfín , y no se le da un instante de tiempo para derramar á su vista siquiera una lágrima : sufre la privación de su amado hijo y la insolencia de sus súbditos. En qualquier otro tiempo hu­biera podido contenerlos ; pero estaba á la vista de unas gentes malvadas por estudio, por corrupción y por empe­ño , que ni saben lo que deben á un padre afligido , ni temen el enojo de un R ey á quien ultrajan. Bien querría tomar sus medidas 5 pero se vé vendido por su mismo Consejo. Todos los medios de restablecer el orden son inútiles. Los conmovidos se alborotan mas : la rebelión queda absolutamente resuelta el dia 1 4 de Julio, y has­ta los aduladores se declaran abiertamente contra el R ey.

Bien presto el Pueblo le precisa á que se conforme con sus ideas ; y como que le indica lo que le espera, le hace pasar por el suelo manchado con la sangre de sus fieles criados, Y aquí e s , donde un aleve faccionario tie­ne la audacia de presentarle la señal de la rebelión y de ia infamia , y se jacta en su propia presencia de haber conquistado á su R ey. ¿ Cómo le has vencido, cobarde ? M ejor dirás , pérfido , que le has vendido. ¿ Cómo le has conquistado ? ¿ Para quien ? T u R ey era todo de la pa­tria , y si la hubiese tenido ménos am or, antes te hubie­ra sacrificado, para asegurar la pública tranquilidad y su Corona. T ú , traidor , has sobornado las Guardias Fran­cesas , has sublevado el Pueblo. | Con estos delitos se ga­na al R ey , se sirve á la Patria 1 ¡ Y quando se ha con­quistado , se hace ver quanto se estima su conquista , con esparcir toda suerte de escritos injuriosos, con apoyarles y ampliarles!

E l

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E l Principé siente estos ultrajes; los disimula, porque no puede impedirlos: los sufre, y los ofrece a Dios: á Dios rinde su Corona, su persona, su fam ilia, y sus Es­tados 5 y como el Real Profeta, perseguido y abandonado de todos, le dice: ’ S eñ or, libradme de mis enemigos, y , de aquellos que se rebelan contra m í: libradme de los , que obran la iniquidad, y salvadme de los hombres san- 5 guiñarlos (1).’

E l primer Cuerpo Militar de Francia es incorruptible: el valor que manifestó en Fontenóy nada ha perdido de su fuerza, y siente verse contenido por la voluntad del R ey. Vióse desecho un acampamento que habia de reprimir las maquinaciones sediciosas de los salteadores de P aris, y se temen los últimos horrores. Luego la tempestad que ame­nazaba á esta grande C iu d ad , viene á caer sobre Versa­lles. Un General lleno de valor desconfia de lo d o , si Luis espera al enemigo; pero el R ey que prefiere la salud del Pueblo a su propia seguridad, desecha la proposicion que le hacen de dexar la Corte. E l Palacio se vé luego inunda­do de facciosos. Unos hombres cobardes en medio de la gente armada, están llenos de osadia á la frente de los mal­vados: ellos encubren su propio sexo, tanto es lo que te­men el delito que les dicta su furor: y corren al precipi­cio. Los Guardias de Corps indignamente desobedecidos, no pueden armarse; pero hacen un resguardo de su propio cuerpo, para salvar la vida de la Reyna, Mas de veinte mil hombres apuntan sus armas al R ey , que se presenta; y éste Príncipe se vé al fin obligado á seguir á los amo­tinados.

Los políticos se ocuparán aquí en especular y decidirpor

( i ) Eripe me de tnituicts meis y Deus metts , et ab insii-: 'n' ttbus in me y libera me y eripe me de operantihus iniqiiitaieth* tt é VíVw san^uinum salva Psalin. 58 , v. z. et 3.

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por último recurso !o que el Rey habia de hacer. ¿E s aca­so fácil de resolver, quando concurren tantas razones pa- ra balancear el ju icio? Sin duda habia mas valor en espe­ra r , que en h u ir, mas paciencia en sufrir los m ales, que en evitarlos 5 mas grandeza de ánimo en contenerse , que en darse á la desesperación. Luis podía contar aun con el amor de los Franceses: podia esperarlo todo de su corazon, y de los medios de apaciguar á sus súbditos': habia sus' in­convenientes en ambos partidos, y él se inclinó al mas prudente.

E l R ey adhiere á los deseos de esta tropa, que le propone habitar en París. Espera que podrá restablecer el buen órden, sacrificando, si es menester, su misma Coro­na al bien público. Podia juzgarse de sus disposiciones por la serenidad de su semblante pero querían hacerle tem­blar : el Pueblo deseaba hacer alarde de sus fuerzas, y que se viese no tenia otro dueño que su voluntad. ¡ Qué fatalidad ! E l R ey se halla en poder de los Conquista­dores de la Bastilla, y de los despojadores de San L áza­ro. Su marcha es el triunfo de una canalla insolente, que lleva la mofa y la barbarie hasta el extremo de hacer que precedan á su coche las cabezas sangrientas de las Guardias que sacrificaron, al querer librar á la Reyna. E l R ey sufre todo esto. Un filósofo hubiera sido tan cobarde, que se hubiera entregado al despecho ; pero el Héroe Christlano acepta esta Ignominia con suma resignación: se une á los exécrables ultrajes que su Señor ha sufrido por nuestra salud, y hé aquí su único recurso y todo su con­suelo.

Los Franceses no pueden dexar de admirarse de su R e y : éste les am a, y viviría aun, s ile s hubiera amado ménos. N o quiere otra cosa que la voluntad de D ios, y la felicidad de su Pueblo; hará á su favor todo quanto de-

pen-

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penda de é l : pero quando se trata de la Iglesia, pide lu­ces al Sumo pontifice , y reconoce que en las cosas Ecle^ siásticas carece de facultades. Puede condescenderá quan­to quiera la Nación en el orden civil pero confiesa que nada puede en el espiritual. Espera que la Asam bléa ad­mirará el desinterés de los Obispos, que aceptará las dis­posiciones Canónicas, pues que no son gravosas al Estado, y son conformes al espíritu de la Iglesia. Cede por algún tiempo, temeroso de perderlo todo. Subscribe la pretendi­da Con^itucion del C lero , creyendo que sean legales las fórmulas ( i) . Esto fué un yerro pero hemos de olvidar­le : él lo reconoció, se arrepintió de haberlo cometido, y lo reparó. Los motivos que le induxeron á e llo , deben excusarle^ y sus expresas declaraciones, forman de esto una ocasion de gloria y de longaminidad.

S í , señores, hemos de hacer justicia al R ey: la fuer­za , la violencia fué la que le arrancó de la mano aquella firma. ¿P odía él creer que la F ran cia, siempre unida á la Iglesia, fuese tan ciega que se separase de e lla , por complacer á la Asam blea? ¿Q u é hallase malvados sin vergüenza que desterrasen á sus legítimos Pastores? Es­ta revolución no podia imaginarse. E l R ey cedió á las cir­cunstancias 5 pero su corazon fué siempre el mismo. N o re­conoció á los scismáticos, ni á los intrusos : siempre se consideró como verdadero declarado Católico.

L a prisión del R ey se asegura mas cada d ia : sin em­bargo cree aquel en este estado tener bastante libertad pa­ra marcharse secretamente hácia las fronteras. Execriialo, y se atreven á acusarle de cobarde, como si Luis no .fué- 6é aquí el mismo, que en 20 de Junio hizo abrir su apo-

s e n -

. (t) N os rogahat frim o ut quinqué^ deinde ut septetn sahem p'érmodüm pr'óvisionis f probaremus artículos, ^io XV*!, ííe A b r i l d e 1 7 ^ 1 .

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■ZTTseiiío á los facinerosos: el que siempre inquieto por la suer­te de la R eyn a, rehusó, no pensando sino en ella, Jos socorros que se le ofrecían: y el que aunque despreveni­d o ,, y sin arm as, amedrentó á los hombres armados que quisieron intimidarle. Pero se le forma un delito de la fu­g a , que se le hacia necesaria y fácil. Vuelve á su escla­vitud para perder su Real Guardia y el uso de su propio P a lacio , en que no obstante ledexan aun, para ser guar­dado de Corchetes; y sobre to d o, para saber que la N o­

bleza de sus Estados va divagando por los Paises extraa- geros, esperando la ocasion de poder derramar la sangre para salvar su vida. Sabe que se hace un delito de su fi­delidad , y que es proscripta porque defiende la causa de su R e y : que los buenos Ciudadanos están expuestos á toda suerte de horrores. Tem e por sus hermanos, su her­mana , su esposa, sus hijos, por sí mismo, y por sus fie­les Vasallos. ¡Q ué de heridas dadas de un golpe al co - razon de L u is ! ¡ Qué de constancia para sufrir tantos males!

Luis está en estado de saber todas estas especies de injurias, ya por parte de los pregoneros públicos, ya de los picaros é infames. Conserva bastante valor para su­frir que se le degrade, y que se proclame su degradación. H abia mas de tres años, que veía acumularse las desgra­cias sobre la Francia y sobre su cab eza, quando entendió que la malicia de la Convención Nacional iba á precipi­tarse á los últimos ultrajes. Se le encierra en una Torre como reo, despues de haber ¡do á echarse á los brazos de sus súbditos: fórmanle proceso; le ck an ; comparece. ¡ Tantos excesos eran menester para probar la longanimi* dad del R e y , y hacer ver á sus enemigos lo que es una »Ima bella rodeada de malhechores! E l numero de éstos y sus intenciones no le trastornan: responde como hom­

bre

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bre que posee su alma , con una precisión y una firmezaque pasma: dice francamenie lo que ha hecho , y niega sencillamente lo que no ha executado : pero los pérfidos que han reducido al M onarca á estos extremos, no que­dan apaciguados.

E l Príncipe preveé el golpe que ellos meditan 5 pero - en este punto en que las pasiones se agitan con tanto Ím­petu , Luis dá á todos una prueba la mas cabal de su re­signación y de la entereza de su alma. Acrimínanle su bon­dad , su lealtad, su propia defensa , y hasta los sentímien? tos mas legítimos 5 y le privan de todo consuelo.

Sabe que le han condenado antes de oirle 5 que han querido penetrar sus mas íntimos secretos; que no tienen para con él aquellas miras que los hombres mas baxos pueden exigir en fuerza de la L ey que amotinan contra él al Pueblo .5 que los votos de proscripción han llegado á Ja otra parte de los mares. Tem e que se comprenda en las mismas desgracias lo que él mas ama : y un Puebla á quien ha querido y quiere todavía , es el que medita* contra él los mas horribles atentados. ¡ A h ! Señores j que ES menester mucha Religión en una alma tan sensible pa-* ra sufrir tan terribles golpes. . r

T od a la Europa ha visto el Testamento que le dictó su corazón por su propio impulso, y en el instante mas crítico : píntase él mismo tal qual e s , todo animado de su R eligión , perdonando generosamente á sus guardias , á sus verdugos , á sus'enemigos y i sus traidores. ¿ Puede leerse aquel monumento de Ghristiandad, único en su gé­nero , ¿Q parte de un R ey, y digno del mas generoso M ar- tir::::-puede traerse á la memoria sin derramar lagrimas Los que duden tal vez de la Religión de L u is , ó acaso quieran imputarle todavia sentimientos opuestos á 1 J g “ lesia, lean aquellas palabras .: Kuego 4 D ios que recita

■ la

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Ja confesion que k he hecho , y sobre todo el arrepentí^ iniento 'profundo que tengo de haber firmado ( aunque contra mi voluntad , ) aquellos actos que pueden ser con* trarios á la disciplina y creencia de la Iglesia Católica^y á la qual be estado siempre sinceramente unido de cora­zon {i ) ,

¿ Se ha visto cosa mas form al? Se explica así en un tiempo el ménos sospechoso, porque está dispuesto á todos los acontecimientos. Despuesde esto cierra los ojos átodo lo que concierne á él mismo, para no abrirlos sino sobre la Francia. Este R ey no tan floreciente, ya no subsiste: es infamado por todos los delitos ; y no le queda ya mas que uno que cometer. E l Clero Católico se ha transferido á tierras extrañas : la Nobleza está proscripta y fugitiva: los Monasterios vendidos ó destruidos : las Vírgenes santas sin asilo: el sacrilegio triunfante: los Pueblos seducidos: la verdad cautiva : y la Heregía levanta insolentemente la cabeza. ¡ O Cielos! ¡ Qué de males á un tiempo ! Su co*- razón está penetrado del mas vivo dolor.

Ocultemos , A . O . M ., si es posible , los horrores, por los quales se ha hecho pasar á este Príncipe. Arráncan- le para siempre de los brazos de una esposa que ama , y de unos hijos que son todo su consuelo, y la causa de su temor. N o : yo no puedo decirlo::::- V os dais, ó Dios mió, el exemplo de vuestro H ijo á nuestro R ey. Este Hijo tu­multuariamente condenado por su P u eb lo , conducido en espectáculo al suplicio en su C apital, colocado en el lugar mas eminente para cubrirle de mayor ignominia, vos que- reís que sea clavado en un madero infame, despues de ha­ber aceptado el cáliz de su Pasión. Luís será de él la co ­pla viva , si es menester: y pues que enviásteis un An-^

_________________________________________ gel(1) P rofias faiabras del Testamento de L u is , d i 25 de D i*

tíembre de *792. ' -)

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g e l del C ielo para confortar á nuestro Salvador en su ago nía ; haced que un Ministro Católico aliente á nuestro P rín cipe, y le ayude á ofreceros su sacrificio.

Y t ú , M onarca , el mas infeliz de todos, glorio­so descendiente de San Luis , fixa tus ojos en las mora-* das eternas : allí hallarás el fin de tus calam idades, y re cibirás una corona que los hombres no podrán quitarte: pon tu alma en las manos de aquel que se dió todo por nuestra salud : espéralo todo de é l , que te ama : he aquí el fin de tus trabajos : ve á unirte con aquel que te ha criado para él solo. Este es el instante mas precioso : tu suerte es envidiable.

Luis ofrece sus trabajos en remisión de sus pecados, su sangre para cimentar la felicidad de los Franceses (i)^ su vida por la gloria de Dios. Luis no vive ya:::::;- L a na­turaleza se estremece del regicidio : los mismos monstruos se llenan de horror : los asesinos llevarán por todas partes el carácter de su reprobación como Cain , y los Judíos D eicidas: pero Luis vivirá eternamente. E l buen uso que ha hecho de la prosperidad y de la adversidad, demues­tran que fué un Príncipe verdaderamente amable , y u^ Héroe verdaderamente Christiano : sus virtudes le eleva­rán sobre los Conquistadores de mayor fama : m dior ^st

ro f o r t i , & c.Si es que folten en algún tiempo monumentos de már­

mol y de bronce á la gloria de nuestro ilustre Monarca, nuestro amor no acabará sino con nosotros. Sabrá la pos­teridad que Luis no ha muerto como mueren comunmen­te los hombres ; sino rendido á los golpes de la impiedad, por el amor de su Religión y de su Pueblo : que el Clero, la N obleza y todo el Pueblo Católico se han unido á su

oaw-

(i) Testimonio público de 23 de Febrero d i 179^ fo r Sala^ m o n , ixecutor de las stnteneias triminales.

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ícausa , y lloran amargamente à i a sola memòria de sus ..desgracias. O jalá que nuestros sentimiento? y nuestros vo­tos sean recibidos del T odo-P oderoso, s¡ su grande cons­tancia no es todavía coronada*

S eñ o r, volved vuestros ojos sobre su precioso hijo que flun nos conserváis ; sed el consolador de la viuda que su­fre tan generosamente el fiero golpe de la muerte del Rey: velad sobre su augusta familia : y sí nosotros no podemos vengar su muerte 5 contribuyendo á la felicidad que él quiso proporcionar á la Francia , hacednos á lo ménos dignos de padecer por nuestra Religión y por nuestra patria , y de trasladar la Fe á nuestros descendientes has­ta la mas remota posteridad , á fin de que muramos todos con la esperanza y caridad Christiana. Amen.

ReimprímasejQuQsada*

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