concilios de la iglesia

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1 CONCILIOS DE LA IGLESIA

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CONCILIOS DE LA IGLESIA

Page 2: Concilios de La Iglesia

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Concilio de Jerusalén El Concilio de Jerusalén es el nombre dado a la primera reunión normativa de la Iglesia

cristiana primitiva (hacia el año 50 d. C.), según se relata en el capítulo 15 de los Hechos de los

apóstoles. Existe la controversia de si llamarlo o no Concilio, normalmente no se le incluye

dentro de los concilios de la Iglesia Católica aunque en la mayoría de las ediciones católicas de

la Biblia sale con este título.

Antecedentes Fue en la comunidad de Antioquía luego de que llegaran judíos creyentes en Jesucristo que se escandalizaron al ver que los miembros conversos no habían sido circuncidados ni cumplían otros preceptos de las leyes judías. Estas personas, que no aparecen determinadas mayormente en el texto de los Hechos, comenzaron a predicar que era necesaria la circuncisión y la asunción de toda la Torá (ley) de Moisés causando un gran estupor entre los primeros creyentes griegos. Por esta razón, los discípulos de Antioquía encomendaron a Pablo y Bernabé junto a ―algunos de ellos‖ a acudir hasta Jerusalén para zanjar la situación.

Objetivo El principal objetivo era determinar si el gentil piadoso creyente en Jesús debía convertirse formalmente al judaísmo (lo que implicaba: ser circuncidado y seguir todos los preceptos de la Torá de Moisés [1] o bastaba con seguir ciertos preceptos que la Torá impuso antes de que Israel fuese nación, junto con la obediencia a Jesús, el Mesías. La postura que expuso Santiago está registrada en Hechos 15:20, la asamblea lo aprobó y posteriormente envió a otros creyentes para que comuniquen la decisión tomada como se ve registrado en Hechos 15:28-29 donde dice: "Que hemos decidido el espíritu santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas necesarias: Abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de lo ahogado y de la fornicación. Haréis bien en guardaros de estas cosas."

Éstos preceptos para los gentiles están también registrados en el judaísmo, bajo el nombre de: "preceptos noájidas" (Talmud, Sanedrín 56 a y b). De los 7 mandamientos noájidas, 4 aparecen en el Concilio de Jerusalén y los demás aparecen implícitos en las enseñanzas de Pablo a los gentiles: • No adorar dioses falsos (Cualquier dios fuera del Dios de Israel) • No blasfemar. • No asesinar. • No robar. • No mantener relaciones sexuales ilícitas (fornicación). • No comer carne de animal con sangre o vida (lo ahogado, la sangre). • Promover el juicio y la justicia en el lugar de residencia (Vidas honestas y rectas).

Participantes y Proceso Además de los mencionados Pablo, Bernabé y miembros de la iglesia de Antioquía, participaron los Apóstoles, y presbíteros (ancianos) de la comunidad de Jerusalén. Primero expusieron algunos de la rama farisaica, que proponían imponer toda la Torá (ley) de Moisés a los gentiles, luego Pablo y Bernabé explicaron sus posturas, pronunciaron dos importantes discursos Pedro (Kefa) y Yakov (Santiago). Este Yakov evidentemente no es el mismo apóstol que murió en el año 44. Y parece que fue el mismo Yakov que escribió el libro bíblico que lleva el nombre de Jacobo (o Santiago, en algunas versiones).

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Documentos Al final del concilio se escribe el ―decreto de Jerusalén‖ que luego de exponer la situación determina que los conversos no judíos sólo deben cumplir con ciertos preceptos, como son: abstenerse de idolatría, de impureza sexual, de ahogado y de sangre. El texto de esta carta es el que sigue: Los Apóstoles y ancianos saludan a los hermanos gentiles de Antioquia, Siria y Cilicia. Por cuanto hemos oído que algunos de los nuestros, a los cuales no hemos dado ningún mandato, os han inquietado con palabras, turbando vuestros ánimos, nos ha parecido bien de forma unánime elegir a unos varones y enviarlos a vosotros, con los queridos Bernabé y Pablo, hombres que han encomendado su vida al servicio de nuestro Señor Jesús el Mesías. Así que hemos enviado a Judas y Silas, y ellos os informarán de palabra de las mismas cosas. Fue el parecer del espíritu santo, y el nuestro, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de lo ahogado, y de fornicación. Haréis bien en absteneros de tales cosas. Tened Salud (He 15,23-29) La Biblia de Jerusalén dice textualmente: 28 Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables: 29 abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza. Haréis bien en guardaros de estas cosas. Adiós.» Se repite la idea bíblica de abstenerse de sangre, de igual modo, que Dios le dijo a Noé (Noaj) y su familia (toda la humanidad) después del Diluvio, en Génesis 9 3 Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba verde. 4Sólo dejaréis de comer la carne con su alma, es decir, con su sangre, 5 y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre: la reclamaré a todo animal y al hombre: a todos y a cada uno reclamaré el alma humana. (Biblia de Jerusalén) Referencias [1] La Torá de Moisés es el libro de la instrucción que Dios entregó a Israel en el Sinaí, que consta de 613 preceptos cuyo cumplimiento implica aceptar como propia la voluntad de Dios. Aunque estos preceptos abarcaban desde lo civil, lo sanitario y lo religioso, en realidad son la clave de la conexión con Dios (algunos de estos preceptos están en la Torá en forma expresa, otros se deducen en el texto).

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Concilio de Nicea

Primer Concilio de Nicea

Iº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 325

Fecha de término 325

Aceptado por Iglesia católica, Iglesia ortodoxa, Iglesia copta, Iglesia luterana e Iglesia anglicana

Concilio anterior Concilio de Jerusalén

Concilio posterior Concilio de Constantinopla I

Convocado por Emperador Constantino I el Grande

Presidido por Obispo Osio de Córdoba

Asistencia 300

Temas de discusión

Arrianismo

El primer Concilio ecuménico se celebró en el año 325 en Nicea (actualmente Iznik), ciudad de Asia Menor, en el territorio de la actual Turquía, y de la que recibe el nombre por el que es conocido, Concilio de Nicea I. Fue convocado por el emperador Constantino I el Grande, por consejo del obispo San Osio de Córdoba.

Convocatoria El Primer Concilio de Nicea fue convocado por el emperador romano Constantino I, quien acababa de imponer su dominio sobre la totalidad del Imperio Romano después de vencer a Licinio. Previamente, Constantino ya había dado muestras de sus simpatías por el Cristianismo al dictar el Edicto de Milán del año 313, que daba a los cristianos libertad para reunirse y practicar su culto sin miedo a sufrir persecuciones. No obstante, el emperador era consciente de las numerosas divisiones que existían en el seno del Cristianismo, por lo que, siguiendo la recomendación de un sínodo dirigido por Osio de Córdoba en ese mismo año, decidió convocar un concilio ecuménico de obispos en la ciudad de Nicea, donde se encontraba el palacio imperial de verano. El propósito de este concilio debía ser establecer la paz religiosa y construir la unidad de la Iglesia cristiana. En aquellos momentos, la cuestión principal que dividía a los cristianos era la denominada controversia arriana, es decir, el debate sobre la naturaleza divina de Jesús. Un sector de los cristianos, liderado por el obispo de Alejandría, Alejandro, y su discípulo y sucesor Atanasio, defendía que Jesús tenía una doble naturaleza, humana y divina, y que por tanto Cristo era Dios; en cambio, otro sector liderado por el presbítero Arrio y por el obispo Eusebio de Nicomedia, afirmaba que Cristo había sido la primera creación de Dios antes del inicio de los tiempos, pero que, habiendo sido creado, no era Dios mismo. Este fue el primer concilio general de la historia de la Iglesia cristiana, a excepción del llamado concilio de Jerusalén del siglo I, que había reunido a Pablo de Tarso y sus colaboradores más

allegados con los apóstoles de Jerusalén encabezados por Santiago el Justo y Pedro.

El Concilio Aunque todos los obispos cristianos del Imperio fueron formalmente convocados a reunirse en Nicea, en realidad asistieron alrededor de 300 (según san Atanasio), o quizá un número ligeramente inferior. La mayoría de los obispos eran orientales, si bien participaron también dos representantes del Papa Silvestre. El concilio fue presidido por Osio de Córdoba. También estuvo presente Arrio y algunos pocos defensores de sus posiciones teológicas. La posición contraria a Arrio fue defendida, entre otros, por Alejandro de Alejandría y su joven colaborador, Atanasio.

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Constantino, aunque simpatizaba con los cristianos, no se bautizó hasta que se hallaba en su lecho de muerte. Sin embargo, aparentemente ya se había convertido al cristianismo tras su victoria militar sobre Majencio en 312, ya que había invocado al Dios de los cristianos antes de la batalla. Por ello interpretó su victoria como indicio de la superioridad del Dios cristiano, aunque se guardó de compartir esta interpretación con sus tropas. ¿Qué papel desempeñó en el Concilio de Nicea aquel emperador no bautizado? La Enciclopedia Británica relata: ―Constantino mismo presidió y dirigió activamente las discusiones y personalmente propuso [...] la fórmula decisiva que expresaba la relación de Cristo con Dios en el credo que el concilio emitió, que es ‗consustancial con el Padre‘ [...] Impresionados por el emperador, los obispos —con solo dos excepciones— firmaron el credo, aunque muchos de ellos no estaban muy inclinados a hacerlo‖. [Cita requerida] Por lo tanto, el papel de Constantino fue crítico. Después de dos meses de enconado debate religioso, Constantino inclinó finalmente la balanza a favor de los que decían que Jesús era Dios. ―Básicamente, Constantino no entendía nada de las preguntas que se hacían en teología griega‖, dice A Short History of Christian Doctrine (Breve historia de la doctrina cristiana). Lo que sí entendía era que aquella división religiosa era una amenaza para su imperio, y él quería fortalecer su dominio. Esta es la visión que presenta también Eusebio de Cesarea en su obra "Vida de Constantino": el Emperador participando e influyendo activamente en el desarrollo del Concilio. Sin embargo, el autor J. M. Sansterre, en su obra ―Eusebio de Cesarea y el nacimiento de la teoría cesaropapista‖, ha rebatido esta posición, señalando que la actuación de Constantino fue respetuosa de los temas que eran de estricta competencia de los Padres Conciliares.

Consecuencias Después de Nicea los debates sobre este asunto siguieron por décadas y el propio Constantino y sus sucesores fueron alternando su apoyo entre los arrianos y los partidarios de las resoluciones de Nicea. Finalmente, el emperador Teodosio estableció el credo del Concilio de Nicea como la norma para su dominio y convocó el Concilio de Constantinopla en 381 para aclarar la fórmula. Aquel concilio acordó colocar al Espíritu Santo en el mismo nivel de Dios y de Cristo y empezó a perfilarse la doctrina trinitaria. Sin embargo, ni siquiera después del Concilio de Constantinopla llegó la Trinidad a ser un credo extensamente aceptado. Algunos se oponían a él, y se atraían por ello violenta persecución. Solo en siglos posteriores fue formulada la Trinidad en credos fijos. La Enciclopedia Americana dice: ―El desarrollo pleno del trinitarismo tuvo lugar en Occidente, en el escolasticismo de la Edad Media, cuando se quiso dar una explicación en términos filosóficos y psicológicos‖.

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Concilio de Constantinopla I Primer Concilio de Constantinopla

IIº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 381

Fecha de término 381

Aceptado por Iglesia católica, Iglesia ortodoxa, Iglesia copta, Iglesia luterana e Iglesia anglicana

Concilio anterior Concilio de Nicea I

Concilio posterior Concilio de Éfeso

Convocado por Emperador Teodosio I

Presidido por Melecio de Antioquía, Gregorio Nacianceno y Nectario de Constantinopla.

Asistencia 150

Temas de discusión

Arrianismo, Macedonianismo, Apolinarismo.

Cánones 7 El Primer Concilio de Constantinopla se celebró entre mayo y julio de 381, está considerado

el II Concilio Ecuménico por las Iglesias Católica y Ortodoxa.

Motivación del concilio Tras la celebración en 325 del Concilio de Nicea en el que se condenó como herético el arrianismo, doctrina que negaba la divinidad de Jesucristo, este resurgió con fuerza en la propia Constantinopla gracias al apoyo de su obispo, Eusebio de Nicomedia, quien logró convencer a los sucesores del emperador Constantino para que apoyaran el arrianismo y rechazaran la línea ortodoxa aprobada en Nicea y sustituyeran a los obispos nicenos por obispos arrianos en las sedes episcopales de Oriente. Además había surgido una nueva doctrina defendida por Macedonio de Constantinopla que, aunque afirmaba la divinidad de Jesucristo, se la negaba al Espíritu Santo y que es conocida como herejía Macedonia o Pneumatómaca. Esta situación era la que se encontró Teodosio I cuando, en 379, subió al trono imperial. Teodosio decidió entonces convocar el primero de los concilios que habrían de celebrarse en Constantinopla para solucionar las controversias doctrinales que amenazaban la unidad de la Iglesia.

El concilio El concilio se inició bajo la presidencia del Patriarca Melecio de Antioquía y con la asistencia de 150 obispos de las diócesis orientales, ya que el papa Dámaso I no envió legado alguno, y entre sus principales participantes destacaron los llamados "Padres Capadocios"; Basilio el Grande, Gregorio Niseno y Gregorio Nacianceno. Este último fue designado por el propio concilio como obispo de Constantinopla y, tras la muerte de Melecio, pasó a presidir el mismo hasta su dimisión y sustitución por Nectario. La gran medida adoptada por el Primer Concilio de Constantinopla fue la reafirmación del Credo niceno introduciendo en el mismo la consubstancialidad del Espíritu Santo con el Padre y con el Hijo mediante la expresión: Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre per Filium procedit (Creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre a través de Hijo).

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Con este añadido, que fijaba la ortodoxia de la Iglesia afirmando la divinidad tanto del Hijo (contra los arrianos) como del Espíritu Santo (contra los pneumatómacos), el credo niceno paso a denominarse Credo niceno-constantinopolitano. El concilio también tomó medidas respecto a: • La condena del Arrianismo, el Macedonianismo y el Apolinarismo (Canon 1). • La delimitación de las provincias eclesiásticas, prohibiéndose a los titulares de cada diócesis interferir en los asuntos de otra (Canon 2). • La declaración de Constantinopla como la "Nueva Roma" elevando su obispo a la dignidad de patriarca, segundo en el orden jerárquico tras el obispo de Roma (Canon 3). • La invalidez de la consagración de Máximo como obispo de Constantinopla (Canon 4). • La condena del Priscilianismo doctrina herética defendida por Prisciliano. Al final del concilio, el emperador Teodosio emitió un decreto imperial, declarando que las iglesias debían restaurar a aquellos obispos que habían confesado la igualdad en la divinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El carácter ecuménico de este Concilio, en el que no participó ningún representante de la Iglesia occidental, fue confirmado por el Concilio de Calcedonia en 451.

Consecuencias Tras el Primer Concilio de Constantinopla, las disputas teológicas acerca de la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, fueron sustituidas por las disputas cristológicas acerca de cómo se integraban en Jesucristo sus naturalezas humana y divina, y que darán lugar al nestorianismo, el monofisismo y el monotelismo.

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Concilio de Éfeso

Concilio de Éfeso

IIIº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 22 de junio de 431

Fecha de término 16 de julio de 431

Aceptado por Iglesia católica, Iglesia ortodoxa e Iglesia copta

Concilio anterior Concilio de Constantinopla I

Concilio posterior

Concilio de Calcedonia

Convocado por Emperador Teodosio II

Presidido por Patriarca Cirilo de Alejandría

Asistencia 200 - 250

Temas de discusión

Nestorianismo

Cánones 8

El Concilio de Éfeso se celebró entre el 22 de junio y el 16 de julio del año 431, en Éfeso, antiguo puerto griego, en la actual Turquía. Está considerado por la Iglesia Católica, por la Iglesia Ortodoxa y por la Iglesia Copta como el

III Concilio Ecuménico.

Motivación del concilio A modo de reacción al apolinarismo (Apolinar de Laodicea 310-390) que propugnaba que el Verbo se habría encarnado tomando solo cuerpo pero no alma humana, la Escuela de Antioquía comenzó a proponer que las naturalezas humana y divina en Cristo eran completas a tal grado que formaban dos sustancias independientes, dos personas en definitiva. Teorías de esta índole fueron propuestas por Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia que empleaban imágenes como la presencia de una persona (persona divina) en un templo (persona humana) o el vestido (persona divina) que se pone alguien (persona humana) para explicar la unión de las dos naturalezas. Dado que la terminología no era clara y única, los ejemplos y explicaciones variaban. Por otro lado, las teorías explicadas en la escuela de Antioquía no tenían mucha difusión y pudieron pasar desapercibidas hasta que Nestorio las dio a conocer con motivo de la denominación de la Virgen como «Madre de Dios». Nestorio se había hecho monje y alcanzó gran fama en Antioquía por sus dotes de predicador. Fue elegido patriarca de Constantinopla en 428. Se le pidió intervenir en un tumulto causado por un monje que afirmaba que María no era madre de Dios. Explicó el patriarca que María era «madre» de la naturaleza humana de Cristo y que, por tanto, se le podía llamar Madre de Cristo pero que era un error llamarla «madre de Dios». La respuesta del patriarca causó estupor. No tardaron en salir los defensores de la maternidad divina de María. Así, por ejemplo, Eusebio de Dorilea y Proclo de Constantinopla. Nestorio acudió a las autoridades civiles para acallar a los monjes que se le oponían y escribió al papa Celestino I (429) para pedirle su opinión sobre esta doctrina que enseñaba. Le enviaba para ello una serie de sermones que el papa puso a consideración de Juan Casiano. Pero Cirilo de Alejandría tomó con fuerza la lucha contra Nestorio, movido también por las rivalidades entre las escuelas de Alejandría y la de Antioquía. Cirilo envió a Roma a Posidonio con escritos y argumentaciones que demostraban la heterodoxia de Nestorio. En esos días, Casiano también dio su parecer desfavorable sobre los escritos del patriarca de Constantinopla. La respuesta de Celestino (430), tras pedir

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nuevamente consejo en un sínodo celebrado en Roma [1] fue dar plenos poderes, a modo de delegado suyo, a Cirilo y escribir a Nestorio para que se sometiera a la doctrina que Cirilo le presentaría como ortodoxa. Ese mismo año se celebró otro sínodo, esta vez en Alejandría, que Cirilo presidió y que dio como fruto los célebres Doce anatematismos que expresaban la doctrina considerada ortodoxa. Este texto fue enviado a Nestorio para que, como había indicado la iglesia de Roma, fuera suscrita por el patriarca. Sin embargo, las expresiones empleadas por los anatematismos no eran exactas y luego fueron empleadas por los monofisitas. El mismo Nestorio se dio cuenta de la ambigüedad de los textos y respondió con sus Doce antianatematismos intentando refutar las posiciones de san Cirilo. En este momento otros personajes intervienen tratando de aplacar los ánimos y sobre todo aclarando que las afirmaciones de Cirilo tampoco resultaban ortodoxas dado que parecían sostener una sola naturaleza en Cristo. Así se pronunciaron el patriarca de Antioquía, Juan y Teodoreto de Ciro (ambos formados también en la escuela de Antioquía). Nestorio acudió también al emperador, Teodosio II quien, para evitar conflictos mayores, decidió convocar un concilio. Escribió al papa para comentarle su idea y éste le prometió que enviaría sus legados al concilio. Hay que decir que la situación era compleja pues la posición de Nestorio había sido ya condenada por Celestino y, por tanto, el concilio –si quería evitar un cisma– debía hacer otro tanto. El emperador fijó el 431 para la celebración del concilio e indicó que se realizaría en Éfeso. Allí Celestino envió a sus legados: los obispos Arcadio y Proyecto y el presbítero Filipo. Por otra parte, el papa escribió a Cirilo para que no se condenara a Nestorio sin oírlo antes. Al contrario de los anteriores concilios cuyas cuestiones teológicas se referían principalmente a la unicidad de Dios, el concilio de Éfeso supuso un cambio de dirección, pues se debatió sobre la naturaleza de Cristo dada la negación de los nestorianos a la unicidad de la naturaleza de Cristo y considerar que sus naturalezas, divina y humana, se encontraban separadas, prevaleciendo la naturaleza humana sobre la divina, por lo que María no debía ser considerada Madre de Dios (Theotókos), sino sólo "Madre de Cristo" (Khristotokos, ya que había dado a luz a un hombre en que la divinidad había ido a habitar).

Desarrollo del concilio En la primera sesión del concilio, celebrada el 22 de junio, y aprovechando la ausencia de Nestorio que se negaba a comparecer hasta que no llegara a Éfeso su amigo el patriarca Juan de Antioquía, se procedió a condenar la doctrina nestoriana como errónea (Cánones 2 a 5), decretando que Cristo era una sola persona con sus dos naturalezas inseparables. Asimismo decretó la maternidad divina de María. Cirilo logró además que se aprobara un decreto redactado por él que deponía y excomulgaba a Nestorio. El 27 de junio llegó a Éfeso Juan de Antioquía, celebrando inmediatamente una asamblea paralela en la que acusa a Cirilo de herejía arriana, por lo que se procedió a su condena y deposición. El 10 de julio llegaron los legados papales (los obispos Arcadio y Proyecto y el representante personal del papa Celestino I, Felipe), que aprueban la sesión celebrada el 22 de junio y con ello la condena de Nestorio. La solución no satisfizo a ninguno y ambos comenzaron a hacer presión sobre el emperador. Consta que Cirilo sobornó a autoridades imperiales. Teodosio finalmente mandó publicar las decisiones del concilio, confirmando la condena de Nestorio, enviándolo al monasterio de Eutropio y nombrando un nuevo patriarca de Constantinopla, Candidiano. Dado que Nestorio continuó publicando obras y difundiendo sus ideas fue trasladado a diversas prisiones hasta llegar a Egipto. Allí publicó todavía el Libro de Heráclides. El nestorianismo se propagó desde Edesa y luego, perseguido en todo el imperio, en Persia y de ahí a India y Turquía.

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Otras decisiones El concilio de Éfeso, además de condenar la doctrina de Nestorio, condenó también como herética la doctrina del Pelagianismo, excomulgando a su principal valedor, Celestio (Canon 1). Decretó asimismo la excomunión para todos los que no se atuvieran a lo decretado en el propio concilio (Canon 6), y estableció asimismo el anatema para quien no respetara los cánones surgidos del concilio de Nicea, especificando que el texto del Credo surgido en dicho concilio no debería sufrir adición o sustracción alguna (Canon 7).

Notas [1] El libro de Llorca dice 340 (cf. página 526) pero es un evidente error de tipeo.

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Concilio de Calcedonia

Concilio de Calcedonia

IVº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 8 de octubre de 451

Fecha de término 1 de noviembre de 451

Aceptado por Iglesia católica e Iglesia ortodoxa

Concilio anterior Concilio de Éfeso

Concilio posterior Concilio de Constantinopla II

Convocado por Emperador Marciano

Presidido por Patriarca Anatolio I de Constantinopla

Asistencia 520 - 630

Temas de discusión Nestorianismo, Monofisismo

Cánones 28 El Concilio de Calcedonia fue un concilio ecuménico que tuvo lugar entre el 8 de octubre y el 1 de noviembre del año 451 en Calcedonia, ciudad de Bitinia, en Asia Menor. Es el cuarto de los primeros siete concilios ecuménicos de la Cristiandad, y sus definiciones dogmáticas fueron desde entonces reconocidas como infalibles por la Iglesia Católica y por la Iglesia Ortodoxa. Rechazó la doctrina del monofisismo, defendida por Eutiques, y estableció el Credo de Calcedonia, que describe la plena humanidad y la plena divinidad de Cristo, segunda persona de la Santísima Trinidad.

Precedentes En el Concilio de Éfeso (431) había sido condenada la herejía nestoriana (difisitas), que defendía que las dos naturalezas (divina y humana) de Cristo eran completamente independientes entre sí, es decir, que Cristo era a la vez Dios y hombre, pero formando un compuesto de dos personas distintas. En el concilio, San Cirilo de Alejandría se había distinguido rebatiendo las tesis de Nestorio. Según sus oponentes, Cirilo, al atacar a Nestorio, había incurrido a su vez en error, llegando a negar la existencia de dos naturalezas en Cristo. Había escrito que en Cristo no hay más que una physis, la del Verbo encarnado, utilizando la fórmula «La única physis encarnada de Dios Verbo» (mia physis tou Theou logou sesarkoménee) (Epíst. 17; Epíst.46). En 433, dos años después del concilio, la controversia entre Cirilo y sus adversarios se resolvió con un edicto de unión, en el que explícitamente se hablaba de las dos naturalezas de Cristo.

Eutiques En 444, dos años después de la muerte de Cirilo, un anciano archimandrita de Constantinopla llamado Eutiques, comenzó a predicar que la naturaleza humana de Cristo estaba como absorbida por la divina, de modo que, en la unión de ambas, no había sino una naturaleza. Eutiques se proclamaba seguidor de Cirilo de Alejandría; sus tesis tuvieron muchos seguidores, entre ellos Dióscoro, sucesor de Cirilo en la sede de Alejandría. La herejía de Eutiques se denomina monofisita, del griego monos ("uno") y physis ("naturaleza") Las ideas de Eutiques encontraron pronto opositores convencidos: entre ellos, Teodoreto de Ciro, Eusebio de Dorilea y Flaviano, patriarca de Constantinopla. En cierto modo, el conflicto monofisita se planteó también como una pugna entre las sedes de Alejandría y de Constantinopla.

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En un sínodo regional celebrado en Constantinopla en 448, Eusebio de Dorilea denunció las tesis de Eutiques. El sínodo expresó inequívocamente la ortodoxia de la doctrina de las dos naturalezas, y requirió la presencia de Eutiques. Éste se negó rotundamente a aceptar la decisión del sínodo, reafirmándose en su doctrina de una sola naturaleza de Cristo, por lo que el sínodo lanzó anatema contra él y contra sus partidarios.

El "latrocinio de Éfeso" Eutiques no aceptó la autoridad del sínodo, y recurrió al Papa León I. Éste respondió con la Epístola Dogmática, en la que reafirmaba la doctrina de las dos naturalezas. Esta solución no fue aceptada por Eutiques ni por sus partidarios; a instancias de Dióscoro, el emperador de Oriente, Teodosio II, monofisita, convocó un sínodo general en Éfeso en agosto del año 449. Este acontecimiento es denominado por los historiadores católicos "latrocinio de Éfeso", siguiendo una expresión del Papa León I. El nuevo sínodo declaró la absolución de Eutiques, anatemizando la doctrina de las dos naturalezas, y depuso a Flaviano, patriarca de Constantinopla, quien fue conducido al destierro y falleció a consecuencia de los malos tratos que le dispensaron sus captores. El Papa movió todos los hilos a su alcance para modificar la situación: escribió al emperador Teodosio II, a su hermana Pulqueria, partidaria del entendimiento con Roma, e intentó hacer intervenir al emperador de Occidente, Valentiniano III. Se abrió una profunda crisis entre León I y Dióscoro, patriarca de Alejandría, quien llegó a excomulgar al Papa. La muerte de Teodosio II en 450 produjo un giro en la situación: fue sucedido por Pulqueria; ella, y su marido Marciano eran partidarios de las tesis de Flaviano y León, y realizaron varios gestos, como conducir a Constantinopla los restos de Flaviano para darles solemne sepultura. Finalmente, decidió convocarse el concilio, no en Italia, como pretendía el Papa, sino en Calcedonia, en Asia Menor.

El Concilio El concilio se reunió en Calcedonia en octubre de 451. Asistieron unos 600 obispos, de los que solamente 2 eran occidentales, dejando aparte los legados pontificios. Frente a la mayor estabilidad del imperio romano oriental, en occidente hay que tener en cuenta que en ese año 451 se produciría el enfrentamiento con los hunos de Atila, (Batalla de los Campos Cataláunicos) y la famosa intervención, legendaria o cierta, evitando que el Huno marchara sobre Roma, del propio papa León I; quien no impediría la destrucción y saqueo de Roma por los vándalos de Genserico tres años más tarde. La presidencia del Concilio fue ocupada por el patriarca de Constantinopla, Anatolio, al lado de los representantes del Papa. El emperador Marciano apoyaba decididamente la ortodoxia. En la segunda sesión, se reconoció la Epístola Dogmática del Papa como documento de fe. Dióscoro fue condenado por unanimidad -parece ser que los obispos egipcios fueron presionados-, y todos sus decretos fueron declarados nulos. Los partidarios de Eutiques debieron aceptar la Epístola del Papa para continuar formando parte de la Iglesia. Trece obispos egipcios, sin embargo, rehusaron aceptarla, arguyendo que sólo aceptarían "la fe tradicional". En su canon 28, el Concilio aprobó también la práctica equiparación de las sedes de Roma y Constantinopla, a pesar de las protestas del Papa. Se dice que en este concilio fue la primera vez que se utilizó el término griego prosopon, que quiere decir máscara, para referirse a persona, como hoy conocemos el término.

Consecuencias La principal consecuencia del Concilio fue el cisma de los monofisitas. El Patriarca de Alejandría no aceptó el concilio y finalmente terminó por escindir su patriarcado del resto de la Iglesia. También muchos obispos repudiaron el concilio arguyendo que la doctrina de las dos naturalezas era prácticamente nestoriana. En las principales sedes apostólicas del Imperio bizantino, se abrió un período de disputas entre monofisitas y ortodoxos, con diversas vicisitudes, en las que intervinieron a menudo los emperadores. Aquí tienen su origen las

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antiguas iglesias orientales, que aún hoy rechazan los resultados del Concilio: la Iglesia Ortodoxa Copta que nació de la ruptura del Patriarcado de Alejandría con el resto de la Iglesia, la Iglesia Apostólica Armenia, la Iglesia Ortodoxa Siríaca y la Iglesia Ortodoxa Malankara, de la India.

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Concilio de Constantinopla II Segundo Concilio de Constantinopla

Vº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 5 de mayo de 553

Fecha de término 2 de junio de 553

Aceptado por Iglesia católica e Iglesia ortodoxa

Concilio anterior Concilio de Calcedonia

Concilio posterior Concilio de Constantinopla III

Convocado por Emperador Justiniano I

Presidido por Eutiquio de Constantinopla

Asistencia 166

Temas de discusión Monofisismo, Nestorianismo El Segundo Concilio de Constantinopla se celebró en ocho sesiones entre el 5 de mayo y el 2 de junio de 553, y está considerado el V Concilio Ecuménico por las Iglesias Católica y Ortodoxa.

Motivación del concilio Aunque la celebración en 451 del Concilio de Calcedonia supuso la condena del monofisismo, esta doctrina seguía muy extendida por amplias zonas de Oriente, sobre todo en Egipto. Para el emperador Justiniano I, el posible cisma que en el seno de la Iglesia amenazaba con provocar el monofisismo, podía desembocar en la posterior independencia política de un territorio que, como en épocas anteriores, era considerado el "granero del Imperio". Justiniano trató por tanto atraerse a los monofisitas mediante la publicación, en 543, de un edicto conocido como "Los Tres Capítulos" por el que se condenaban los escritos de tres obispos nestorianos, Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa que habían logrado en el citado Concilio de Calcedonia la no condenación del nestorianismo. El papa Vigilio rechazó sin embargo esta condena por lo que el emperador le reclamó para que acudiera a Constantinopla con el objeto de lograr una solución, logrando que el 11 de abril de 548 firmara el Indicatum, un manifiesto en el que aprobaba la condena recogida en "Los Tres Capítulos". Esta aprobación papal produjó un fuerte rechazo en occidente que llevó a Vigilio a acordar con Justiniano la celebración de un concilio ecuménico, y que hasta el mismo no se tomaran medidas unilaterales. Justiniano rompió el acuerdo mediante la publicación, en 551, del decreto Homologia tes pisteos en el que se reafirmaba en la condena de los Tres Capítulos. Vigilio manifestó su protesta retirándose a la Iglesia de Santa Eufemia, la sede donde se había celebrado el concilio de Calcedonia, y amenzando con la excomunión a quienes apoyasen la condena de los Tres Capítulos. Justiniano, comprendiendo que si mantenía su postura provocaría una ruptura en la unidad de la Iglesia, cedió convocando el concilio que habría de celebrarse en Constantinopla. La sede fijada no fue del agrado de Vigilio, ya que supondría una mayoría de asistentes de origen oriental con lo que su postura quedaría en minoría, por lo que se negó a ostentar la presidencia del mismo. Será el recién elegido Patriarca de Constantinopla, Eutiquio quien presidirá el concilio, cuando fue inaugurado el 5 de mayo de 553, con la asistencia de 168 obispos de los que sólo 11 pertenecían a diócesis occidentales y con la presencia del propio emperador.

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Decisiones conciliares El decreto conciliar se articula en dos partes muy diferentes. La primera, cuyo género literario es bastante complejo, contiene la sentencia de los Tres capítulos, mezclada con una breve crónica de los hechos y una profesión de Fe. La segunda ofrece catorce anatemas, donde los diez primeros son de un contenido teológico y los cuatro restantes de condena de las personas y los escritos de Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa. El objetivo del concilio consistía en la corrección y la condena de los secuaces de Nestorio. Después ofrece una síntesis de las negociaciones con el papa Vigilio.

El concilio El concilio procedió, como era de esperar, a la condena del nestorianismo mediante la ratificación de la condena de los tres capítulos al promulgar catorce cánones muy similares a los trece que formaban la Homologia publicada en 551 por Justiniano. Esta condena fue refrendada por todos los obispos asistentes a pesar de que Vigilio había enviado al emperador el documento conocido como Primer Constitutum que, firmado por él mismo y dieciséis obispos, condenaba sesenta proposiciones de Teodoro de Mopsuesta, pero donde no condenaba las de Teodoro de Ciro y las de Ibas de Edesa. Justiniano reaccionó ordenando el destierro del Papa si este no aceptaba íntegramente las decisiones del concilio, por lo que Vigilio tuvo que presentarse personalmente en el concilio y retractarse emitiendo la Segundo Constitutum. También se condenaron algunas de las tesis expuestas por Orígenes que, impregnadas de platonismo, se alejaban de la doctrina oficial.

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Concilio de Constantinopla III Tercer Concilio de Constantinopla

VIº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 7 de noviembre de 680

Fecha de término 16 de septiembre de 681

Aceptado por Iglesia católica e Iglesia ortodoxa

Concilio anterior Concilio de Constantinopla II

Concilio posterior Concilio de Nicea II (católicos) Concilio Quinisexto (ortodoxos)

Convocado por Emperador Constantino IV

Presidido por Emperador Constantino IV

Asistencia Los documentos tienen de 43 a 174 firmas.

Temas de discusión Monotelismo El Tercer Concilio de Constantinopla, celebrado del 7 de noviembre de 680 al 16 de septiembre de 681, también recibe el nombre de Concilio Trullano, [1] en alusión a la sala del palacio imperial donde se realizó, que llevaba el nombre de trullos (cúpula). Fue convocado por el emperador romano de oriente Constantino IV, y presidido por él en persona. Los principales protagonistas fueron Constantino IV y el patriarca Sergio; también dos Papas: San Agatón y el León II. El motivo de convocar el concilio, desde el punto de vista doctrinal, fue el problema de la herejía del monotelismo, que admitía en Cristo una sola voluntad y una sola operación o principio de operación, a saber: la divina. Es un sucedáneo del monofisismo que sólo admite en el hombre-Dios una sola naturaleza: el Logos.

Contexto doctrinal, político y eclesiástico El año 553 el Segundo Concilio de Constantinopla había reinterpretado el Concilio de Calcedonia. Rebatiendo la doctrina de Cirilo de Alejandría, se acentuó la unidad de la persona divina del Hijo de Dios hecho hombre. Desde el punto de vista teológico, el partido monofisita, hacia el cual se inclinaban sobre todo los monjes, había querido condenar una vez más al nestorianismo. Temiendo que se reforzara se asieron a la doctrina de la mia physis, ―una sola naturaleza‖, muy difundida en Egipto. Al mismo tiempo, intentaban alcanzar la paz ideológica dentro de un Imperio cada vez más heterogéneo, en donde la lengua y la filosofía griega no habían circulado con la fluidez necesaria para comprender conceptos tan elaborados como los cristológicos. Durante esta época, el acentuado intervencionismo de los emperadores y de su corte (incluidas las consortes) en las cuestiones dogmáticas terminaban mezclando el debate político con las cuestiones de doctrina teológica. No se puede olvidar que en un sistema teocrático como el bizantino, la unidad política depende de la unidad religiosa; y esta unidad religiosa es buscada acudiendo a una formulación dogmática de compromiso. La tendencia de los sucesores de Justiniano —tanto Zenón (474-475, 476-491) como Justino II (565-578) que condenaba los Tres Capítulos— fue, en efecto, la de buscar soluciones intermedias que, a la larga, favorecieron la vuelta a escena de los obispos, teólogos y monjes monofisitas que existían. Tales directrices llegaron poco antes de la ocupación persa, que redujo notablemente el control bizantino sobre Asia Menor, Siria y Egipto. El emperador Heraclio (610-641), al recuperar los territorios perdidos, encontró varios focos de monofisismo entre las comunidades cristianas. Allí no había llegado la reflexión cristológica, madurada y concluida en Calcedonia, ni se habían conocido las nuevas fórmulas dogmáticas. Los hechos obligaban a buscar una solución que pacificara las zonas recuperadas, favoreciendo una vuelta a la doctrina monofisita.

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Para poner fin a las polémicas, Sergio (610-638), patriarca de Constantinopla, propuso una nueva doctrina, a la cual se adhirió también el emperador Heraclio. La tesis del patriarca Sergio intentaba ser una vía intermedia y según ésta en Jesús se dan, ciertamente, dos naturalezas inconfusas pero un sólo tipo de operaciones (monoenergeia). Más tarde terminó atribuyendo a Jesús también una única voluntad (monotelismo), porque la voluntad humana de Jesús estaría movida por su voluntad divina de tal modo que la voluntad humana sería totalmente pasiva, sin producir un propio querer humano. Heraclio por su parte, a medida que avanzaba su campaña militar, había iniciado los trámites para alcanzar la unidad con la iglesia armena, presente en Siria y Egipto, mediante la doctrina de una nueva fórmula: el único y mismo Cristo operante ―con la única energía teándrica‖. Ciro, electo patriarca de Alejandría en 631, se empeñó en tal meta, a la cual también se unió desde Roma el papa Honorio. Aunque parecía un simple acuerdo, rápidamente encontró obstáculos, tanto en los monofisitas de Siria como en los calcedonenses en Egipto. El monje Sofronio, elegido patriarca de Jerusalén en 634, atacó duramente tal solución, pues iba en detrimento de los logros doctrinales de Calcedonia. También el papa Honorio terminó apoyando esta postura. Entonces el patriarca Sergio presentó una nueva solución, por la cual, prescindiendo de la energía, afirmaba la presencia en Cristo de una sola voluntad; es decir, el monotelismo. La nueva doctrina, sostenida en Bizancio por la Iglesia y el Estado, fue condenada por el emperador por medio del edicto Ekthesis del 638, que debería constituir la nueva carta de la unidad religiosa del Imperio. En realidad, a pesar del inicial consenso del sucesor de Sergio, del patriarca Pirro y del papa Honorio, la solución fue rechazada por todos y se dejó, como las intentos precedentes, en un mero acuerdo. No se había podido sanar la división religiosa. Mientras tanto, eliminada la fuerza que contenía a los persas, Heraclio abría una brecha para la expansión islámica, que se extendía con una fuerza incontrolable. Por otra parte, entre política y religión, el Imperio bizantino tenía bastantes problemas para resolver y, por una tradición arraigada, el emperador continuaba prestando una particular atención a solucionar los asuntos doctrinales de la vida cristiana. A propósito del monotelismo, la disputa teológica, bastante agudizada en Constantinopla, se trasplanto a África, donde había terminado exiliado el patriarca Pirro. En la capital, en efecto, los eventos políticos posteriores a la muerte de Heraclio no maduraron bajo el signo de la paz social. Muerto el primogénito Constantino y depuesto el siguiente heredero, la situación política estaba bajo el control del senado, que quería acrecentar su propio papel dentro del Estado y de la corona. Constante Pogonato, hijo de Constantino, nuevo basileus, se encontró, además de los tradicionales enemigos, los Eslavos, que le acosaban por la espalda, con el deber de hacer frente a los árabes, ya en posesión de las provincias orientales del Imperio. Por lo demás, en aquellas regiones la división teológica fragmentaba la resistencia militar: basta pensar que en Alejandría el patriarca monofisita Benjamín se sometió espontáneamente a los árabes, declarándose en contra de Bizancio. En este contexto adquiere relieve la figura de San Máximo el Confesor, que, siendo sólo un monje, pero con gran autoridad teológica, entró en la controversia monotelita y monoenergita, antes en África y finalmente en Roma y Constantinopla. En el año 645, en Cartago, el patriarca monotelita de Constantinopla, Pirro, exiliado, realizó un debate público con Máximo ante Gregorio, prefecto de África, muchos obispos, eclesiásticos y otras personalidades. La Disputatio cum Pirrho ofrece una idea de la complejidad del problema cristológico, pero también ilustra como para Máximo, si Jesucristo era el nuevo principio de la vida del cristiano, necesariamente Él era verdadero Dios y hombre completo. Probablemente Máximo estaba convencido de que detrás de las proposiciones controversiales renacían los problemas dramáticos de Nicea y Calcedonia: en Cristo existían dos naturalezas y por tanto eran consecuentes dos voluntades y dos modos de obrar, o energías; sin embargo, la facultad de querer pertenece a la naturaleza; el hecho de elegir y de querer es propio de la persona, por lo tanto, en Cristo, el Logos inclina las determinaciones del querer (querer gnómico) y guiaba la voluntad humana junto a la divina dejando fuera el pecado y el error. A comienzos del 646, el suceso de la argumentación de Máximo indujo a varios obispos africanos a convocar un sínodo, condenando como herético el monotelismo sostenido por el

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patriarca y el gobierno bizantino. La situación se hizo más crítica cuando el prefecto Gregorio se reveló contra el Emperador sin tomar en cuenta la amenaza árabe que se cernía sobre la costa africana desde la conquista de Alejandría en el 642. Casualmente en el 647 los árabes asaltaron el territorio de norte de África. El perfecto perdió la vida en la batalla y la estructura del imperio se debilitó más aún. Los hechos acaecidos eran una prueba de lo peligroso de las fracturas teológicas en el Imperio. Según el punto de vista desde el que se vea el problema, se podría inculpar a unos y otros de los dos partidos; aun así, si se tiene presente el valor de una cristología ortodoxa, la cual ha quedado como baluarte del sentido más genuino de la tradición salvífica, se debe decir que el partido de Máximo garantizaba mejor tales valores fundamentales cristianos: era lo mismo que paso en Nicea y Calcedonia. El Emperador, con el Typos de 648, prohibió más discusiones sobre el problema de la energía y de la voluntad de Cristo, aboliendo el Ekthesis (exposición) y trasladando las discusiones a su punto de partida. La disputa, entonces, se complicó en Roma, a donde Máximo se trasladó con el patriarca Pirro. Es interesante subrayar su veneración por aquella sede, que él consideraba la única base y fundamento de todas la Iglesias de la tierra, a la que Jesús había concedido las llaves del poder universal sobre la ortodoxia de la fe. Un motivo más de dificultad apareció en el 649. El papa Martín reunió en Roma un sínodo, en el cual fueron rechazados tanto el Ekthesis como el Typos y fue definida la doctrina de las dos voluntades en Cristo, excomulgándose a los patriarcas Sergio, Paolo, Porro y Ciro. El emperador reaccionó haciendo capturar al Papa y trasladándolo a Bizancio, donde fue procesado y exiliado al Quersoneso. Allí murió el 16 de septiembre de 655. La misma suerte compartió Máximo, hecho prisionero y conducido a la capital. El año de la muerte del Papa sufrió un juicio que le procuró el exilio. Procesado más adelante, por no adherirse a la voluntad imperial, luego de numerosas travesías, murió martirizado en Lazica el 13 de agosto de 662. Si bien Máximo desapareció bajo el poder imperial, sus ideas continuaron viviendo en las disputas teológicas de los siglos sucesivos. El emperador murió asesinado, en Sicilia, en Siracusa. Durante el período de su sucesor, Constantino IV (668-685), los árabes aparecieron una vez más en Asia Menor; en el 674 atacaron Constantinopla asediándola reiteradamente sin conseguir conquistarla. La resistencia de la capital significó un cambio histórico en la lucha contra el islam, acrecentando el prestigio de Bizancio. Sin bien la capital no había caído, gran parte del territorio estaba en manos de los árabes, sobre todo aquellos que simpatizaban, primero con el monofisismo y después con el monotelismo. La Iglesia monofisita, jacobita y monotelita, bajo el dominio árabe no constituyeron más un problema para el Imperio.

Preparación, desarrollo y conclusión del concilio El emperador Constantino IV Pogonato, ya en el año 679 había enviado un carta al papa Dono (676-678), en la cual le solicitaba que enviara a Constantinopla una delegación de obispos, pero la carta llegó cuando el Papa había muerto. Su sucesor Agatón (678-681) envió la delegación hasta el año 680, conformada por tres obispos italianos, tres apocrisiarios pontificios, un representante del arzobispo de Ravena y cuatro monjes de los conventos griegos de occidente. El 10 de septiembre, Constantino IV ordenó al patriarca Jorge que convocará a Concilio a los obispos de su patriarcado y que enviara entre ellos a Macario I, patriarca de Antioquía, que se encontraba en Constantinopla con sus obispos. El 7 de noviembre, en la gran sala de la cúpula del palacio imperial se abrió el concilio, que en los discursos fue definido como ecuménico. Constantino IV, flanqueado por sus oficiales y senadores, asistió personalmente a las primeras once asambleas, de las cuales la última tuvo lugar el 20 de marzo de 681. El protocolo requería que todas las intervenciones fueran dirigidas al emperador o a sus representantes. Participaron en el concilio, además de la delegación papal, Macario I, que era un enardecido monotelita, los representantes delegados de los patriarcas de Jerusalén y de Alejandría y los obispos del Ilírico oriental y de todas las regiones del imperio, cuyo número varía de una sesión a otra; sin embargo, la profesión de fe final fue firmada por 161 obispos y por dos diáconos representantes de sus respectivos obispos. Largas fueron las discusiones de carácter dogmático.

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Primera sesión Durante la primera sesión los legados romanos preguntaron al Emperador por el origen de la doctrina sobre una única voluntad y actividad en Cristo. El emperador dio la palabra a Jorge y Macario. Los patriarcas defendieron con astucia su oposición a las dos voluntades revelando su monotelismo. Conocían el deseo del emperador de reconciliarse con Roma. Arguyeron las actas de supuestos concilios en que se apoyaban y que estarían en consonancia con Roma.

Segunda sesión A petición del Emperador, fueron leídas las actas de Éfeso y las de Calcedonia. La lectura fue interrumpida por la objeción de los legados pontificios a una interpretación incorrecta de un texto de Cirilo de Alejandría. El Padre de la Iglesia hablaba de dos actividades naturales, sin confusión ni división. Esta intervención abrió un diálogo entre el Emperador y Macario respecto a la referencia a dos actividades naturales y no a una. Macario se defendió argumentando que incluso el papa León no llegaba hablar de dos actividades y que la actividad a la que él se refería sería una sola operación divino-humana. Teófano, uno de los mejores teólogos del concilio, invitó a Macario y su discípulo Esteban a que descubrieran detrás de la voluntad natural la referencia a la humanidad de Cristo. Esteban replicó que tal voluntad de Cristo no sería otra que una voluntad electiva y auto determinante como la que poseía Adán antes de la caída. Según su punto de vista, Adán, como co-creador junto a Dios, tenía una única voluntad co-sustancial a la de Dios. Se trataba de una aproximación al problema equiparando la naturaleza humana de Cristo a la situación de Adán antes de la caída, puesto tal sería la naturaleza humana que asumió el Verbo en vistas a preservarla del pecado original.

Tercera sesión Se abrió (13 de noviembre), una vez más, leyendo las actas de un Concilio Ecuménico, en este caso, el quinto,celebrado en Constantinopla. El libellus resultó estar adulterado, al comienzo se habían incluido cuatro páginas que no correspondían a la fecha del documento. Como tal añadidura no sostenía la postura de Macario, el Emperador permitió que la contienda teológica siguiera adelante. El 7 de diciembre se suspendieron las sesiones y no se reanudaron sino hasta el mes de febrero. En la octava sesión (7 de marzo), el patriarca Jorge se adhirió a la doctrina de las dos voluntades. Macario, si bien desde el principio había negado tal doctrina, admitió en la novena sesión que había mutilado el texto en el que se apoyaba. Durante esa sesión fue depuesto, junto a su discípulo, el abad Esteban. Durante la décimo tercera sesión, el 28 de marzo de 681, el concilio declaró que era necesario borrar de los frontispicios además de Macario y Esteban, a los patriarcas de Constantinopla Servio, Pirro, Pablo II, Pedro, el patriarca de Alejandría, Ciro, el obispo de Farán, Teodoro, y, finalmente, al papa Honorio. Durante esta misma sesión, examinadas las cartas dogmáticas escritas por Sergio, en su tiempo patriarca de esta ciudad [Constantinopla]..., tanto a Ciro que entonces era obispo de Fasi, como a Honorio que era obispo de la antigua Roma y la carta [Scripta fraternitatis, del año 634] con la cual este último, es decir Honorio, respondió a Sergio, se les condenó como heréticas. El emperador asistió a la décimo octava sesión, que se tuvo el 16 de septiembre, en la cual se recitó una profesión de fe en que los padres conciliares decían: Predicamos igualmente en Él [Cristo] dos voluntades naturales o quereres y dos operaciones naturales, sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión, según la enseñanza de los santos Padres; y dos voluntades, no contrarias (...) sino que su voluntad humana sigue a su voluntad divina y omnipotente, sin oponérsele ni combatirla, antes bien, enteramente sometida a ella. Era, en efecto, menester que la voluntad de la carne se moviera, pero tenía que estar sujeta a la voluntad divina del mismo (...). Porque a la manera que su carne dice y es carne de Dios Verbo, así la voluntad natural de su carne se dice y es propia de Dios Verbo, como Él mismo dice: «Porque ha bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me ha enviado» [Jn 6, 38], llamándola suya la voluntad de la carne, puesto que la carne fue también suya (...) Glorifiquemos también dos operaciones naturales, sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión, en el mismo Señor nuestro Jesucristo, nuestro verdadero Dios, esto es, una operación divina y otra operación humana (...) Porque no vamos a

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admitir una misma operación natural de Dios y de la criatura, para no levantar lo creado hasta la divina sustancia ni rebajar tampoco la excelencia de la divina naturaleza al puesto que conviene a las criaturas. El concilio, al final, dirigió un homenaje al emperador y envió una carta al papa Agatón. Después que los legados del Papa volvieron de Constantinopla a Roma, León II envió varias cartas proclamando la validez del Concilio. Escribió al emperador la denominada Regí regum, de aproximadamente agosto del 682; y también a España, a los obispos —Cum diversa sint— y al rey Ervigio—.Cum unus exset— En otra carta denominada Fides papae, recogida en el Liber diurnos Romanorum pontificum, se propone como declaración de fe la condena del papa Honorio que dice [Patres Concilii] auctores vero novi dogmatis Sergium, Pyrrhum... una cum Honorio, qui pravis eorum adsertionibus fomentus impendit, ...nexu perpetue anathematis devinxerunt; pero [los Padres conciliares] ataron con el lazo del anatema perpetuo a los autores de la nueva doctrina, Sergio y Pirro, ...juntamente con Honorio, que concedió su favor a las depravadas afirmaciones de ellos . Respecto al papa Honorio, León II dejó claro en su carta al emperador el motivo de la condena: no habiéndose esforzado para hacer resplandecer la fe apostólica, permitió que esta fe inmaculada fuese mancillada. En el año 692 se celebró el Segundo Concilio Trullano, que emitió 102 cánones disciplinares. Tuvo gran aceptación en oriente, como complemento de los dos anteriores de Constantinopla. No tuvo la misma acogida en occidente a causa del viejo canon 28 de Calcedonia, en donde se equiparaba Constantinopla a Roma en importancia política y la incipiente doctrina sobre el celibato sacerdotal.

Aportación doctrinal del concilio El aporte fundamental del Tercer Concilio de Constantinopla fue la definición dogmática respecto a las voluntades y operaciones de Jesús. Este Concilio cierra, por así decirlo, el ciclo de los concilios cristológicos. Es, a la vez, continuación de los concilios anteriores. Esto se ve especialmente cuando aplica a las voluntades y a las operaciones de Jesús los términos que el Concilio de Calcedonia había aplicado a las dos naturalezas; es una consecuencia necesaria, ya que voluntad y operaciones son propias de las dos naturalezas. De hecho, una naturaleza humana sin una efectiva voluntad humana sería una naturaleza profundamente mermada; Cristo no sería entonces perfecto hombre. Por otra parte, resume la doctrina sobre Cristo tal como la entendieron los Padres de la Iglesia desde los primeros tiempos. San Atanasio, comentando Mt 26, 39, dice: Jesús manifiesta allí dos voluntades, la voluntad humana que es aquella de la carne y la voluntad divina que es de Dios; la voluntad humana pide, por la debilidad de la carne, el alejamiento del sufrimiento; sin embargo la voluntad divina está dispuesta. Por otra parte, San Juan Damasceno dice: Existe en Nuestro Señor Jesucristo, según la diversidad de naturalezas, dos voluntades, no contrarias. Ni la voluntad natural, ni la natural facultad de querer, ni las cosas que están naturalmente sujetas, ni el ejercicio natural de la misma voluntad, son contrarias a la voluntad divina. La voluntad divina creó todas las cosas naturales. Solamente lo que es contrario a la naturaleza lo es también a la voluntad divina, como el pecado, que Jesucristo no tomó. Mas porque una es la persona de Jesucristo y uno el mismo Jesucristo, uno es también el que quiere por medio de cada una de las dos naturalezas.

Notas [1] El Tercer Concilio de Constantinopla también es denominado: Primer Concilio Trullano (o Trulano). Posteriormente se celebró un Segundo Concilio Trullano (692), también conocido como Concilio Quinisexto o Sínodo Trullano.

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Concilio de Nicea II Segundo Concilio de Nicea

VIIº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 24 de septiembre de 787

Fecha de término 13 de octubre de 787

Aceptado por Iglesia católica e Iglesia ortodoxa

Concilio anterior Concilio de Constantinopla III (católicos) Concilio de Constantinopla V (ortodoxos)

Concilio posterior Concilio de Constantinopla VI (católicos) Concilio de Constantinopla VII (ortodoxos)

Convocado por Emperatriz Irene

Presidido por Emperatriz Irene

Asistencia 350

Temas de discusión Iconoclasia

El Concilio de Nicea II se celebró del 24 de septiembre al 13 de octubre de 787 en Nicea. Fue convocado por Irene, madre del emperador Constantino VI. Los participantes más destacados de la asamblea fueron Adriano I, los legados papales: el Arcipreste romano Pedro y el Archimandrita del monasterio griego de san Saba y el patriarca de Constantinopla Tarasio. El concilio fue convocado a raíz de la controversia iconoclasta iniciada por el emperador León III el Isáurico en el 726. Los iconoclastas negaban la legitimidad de las imágenes y su culto. Se habla de diversas causas en esta postura: cierto esquema todavía monofisita que no había sido totalmente vencido, la influencia musulmana y judía en el imperio de Oriente, el origen sirio del emperador León III, y el deseo de contrarrestar el poder de los monjes, defensores de la iconodulia, doctrina contraria a la iconoclasta. Además los iconoclastas usaban argumentos derivados de la prohibición que en el Antiguo Testamento vetaba la creación de imágenes (cf. Ex 20, 4; Dt 5, 8) o de la filosofía platónica ya que el uso de imágenes implica representar modelos a partir de lo que solo son sombras o reflejos. Los cánones del concilio permiten hacer una distinción entre el culto dado a Dios (llamado de «adoración» o λατρεία) y la veneración especial tributada a las imágenes (la palabra griega

"προσκύνησις", proskýnisis que significa "veneración"). Así se evitaban ambos extremos igualmente presentes en la cultura oriental: la adoración de la imagen como si fuera Dios mismo y por otro lado la destrucción de estas por miedo a la idolatría o por motivos de conveniencia y paz. La intervención de la emperatriz regente Irene fue continua y fuerte. Ella misma presidió los trabajos de la última sesión asegurándose así de que las conclusiones fueran en la línea favorable a las imágenes. Los decretos y cánones fueron promulgados por ella. Sin embargo, las disputas en el interior de la familia imperial a causa de este problema continuaron hasta el emperador Teófilo (842). Una de las novedades en este Concilio es la baja asistencia de los patriarcas orientales. Sólo asistió el de Jerusalén (que llegó con retraso) y el de Constantinopla. Nicea II declaró no ecuménico el sínodo de Constantinopla del 754, por no haber sido celebrado en comunión con la iglesia de Roma. El concilio fue recibido en Occidente con algunas reservas, debido a la mala traducción latina del griego original de las actas del concilio.

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Concilio Quinisexto El Concilio Quinisexto, también conocido como Segundo Concilio Trullano, [1] fue convocado por el emperador Justiniano II, el año 692 en Constantinopla. Se llamó Quinisexto por ser un complemento del los anteriores concilios quinto y sexto: el II y III concilios de Constantinopla. Es el cuarto Concilio de Constantinopla, aunque la Iglesia Romana utiliza dicho nombre para designar al sexto concilio celebrado en Constantinopla, dado que no reconoce ni este cuarto concilio del año 692, (que sí es importante para la Iglesia Ortodoxa pues contiene la parte principal para su derecho canónico) ni tampoco reconocerá el quinto del año 754.

Historia y contexto Justiniano II fue un príncipe muy creyente. En las inscripciones numismáticas se atribuía el nombre de servus Cristi «siervo de Cristo», y fue el primero de los emperadores bizantinos en grabar la efigie de Cristo en el reverso de las monedas. También se distinguió por perseguir a los maniqueos. Durante su reinado se celebró un concilio (años 691/2), en el que se completaron las decisiones dogmáticas de los dos concilios ecuménicos anteriores, el quinto del año 553 y el sexto del año 680/1, con una amplia serie de cánones, siendo por ello conocido con el nombre de Quinisextum, aunque también es llamado Concilio Trullano II, por el lugar donde se celebraban las sesiones: la sala cupulada o sala trullos, del palacio imperial de Constantinopla. En el fondo, es un concilio oriental, sin representantes de occidente ni delegados papales. El papa Sergio I (687-701) no lo reconoció, y cuando lo llevaron preso a Bizancio, el pueblo romano no lo permitió, pero sus sucesores fueron deportados a Bizancio. El emperador, contrariado, decidió no auxiliar a los romanos cuando los longobardos quisieron invadir Italia.

Temas tratados En este Concilio se trataron cuestiones disciplinares, pues en los anteriores sólo se habían tratado temas dogmáticos: se habían condenado los Tres Capítulos y el monotelismo. Se confirmó el canon 28º del Concilio de Calcedonia sobre el rango eclesiástico de las ciudades y el papel del emperador (no aprobado por el papa); se desprecia la práctica del celibato de los presbíteros (sólo lo practicaban los monjes; por eso, los obispos eran monjes); se prohibió el consumo de sangre, el ayuno del sábado y representar a Jesús como un cordero. Se ratificaron 102 cánones y las decisiones de los anteriores Concilios Ecuménicos. Se sancionaron los denominados «85 Cánones Apostólicos» y se aprobaron las decisiones disciplinarias de varios Concilios regionales. Se añadieron una serie de cánones a los ya existentes. El Concilio Quinisexto fijó el fundamento de la Ley Canónica Ortodoxa. En uno de ellos aparecen las autoridades canónicas antiguas que deben ser seguidas. Es la parte disciplinar de los concilios precedentes. El objetivo principal es legislar oriente y reconoce matrimonio de clérigos. Aunque defendía Roma ponía en segundo lugar a Alejandría.

Aceptación Es reconocido por la Iglesia Ortodoxa y contiene la parte principal para su derecho canónico. En oriente se considera que es la continuación de Concilio de Constantinopla III o culmen de los concilios ecuménicos quinto y sexto: «quinisext» o «quintosexto», por los cánones disciplinares. El séptimo concilio ecuménico reconocido por la Iglesia Oriental es el Concilio de Nicea II, convocado en el año 787. La Iglesia Católica Apostólica Romana sigue sin reconocer el Concilio Quinisexto, y lo denomina también synodus erratica. Es ecuménico, pero fue omitido de la lista, por encontrar la jerarquía de Roma discrepancias con algunos de sus cánones.

Notas [1] El Tercer Concilio de Constantinopla también es denominado: Primer Concilio Trullano, Concilio Trullano, o Concilio Trulano.

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Concilio de Constantinopla VI

Sexto (Cuarto) Concilio de Constantinopla

VIIIº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 5 de octubre de 869

Fecha de término 28 de febrero de 870

Aceptado por Iglesia católica

Concilio anterior Concilio de Nicea II

Concilio posterior Concilio de Letrán I

Convocado por Emperador Basilio I

Temas de discusión Condenación a Focio

El Sexto Concilio de Constantinopla, –Cuarto Concilio de Constantinopla para la Iglesia Romana, que lo considera el octavo concilio ecuménico– fue convocado por el emperador bizantino Basilio I el Macedonio en 869, y finaliza en 870, estando en Roma de papa Adriano II.[1] El tema principal fue condenar y deponer al Patriarca de Constantinopla Focio. Diez años después, Focio convocó un concilio revocando lo adoptado en éste: el Séptimo Concilio de Constantinopla.

Contexto histórico En Oriente había dos candidatos para ser patriarcas de Constantinopla: uno era Ignacio, que al final es elegido, y otro Focio. El emperador Miguel III lo depone pues, según él, era una elección irregular por estar presente sólo la emperatriz y, mediante otra elección, entra en su lugar Focio, amigo de Miguel, académico. El Papa era Nicolás I, y favorecía a Ignacio. En este contexto llega la carta encíclica de Focio (864), comentando que los misioneros han degradado algunas tradiciones. En la carta, Focio denunciaba a los misioneros occidentales en Bulgaria y criticaba las prácticas litúrgicas occidentales. De forma más señalada, el patriarca Focio consideró una blasfemia la añadidura de la cláusula filioque en el Credo. El patriarca de Constantinopla Focio, en 867 dirigió una encíclica en términos muy enfáticos a los otros patriarcas orientales, comentándoles la crisis política y eclesiástica en Bulgaria así como las tensiones entre Constantinopla y Roma.

Convocatoria del concilio Ante esta situación, se llama a concilio para condenar y derrocar a Focio, con la guía del Papa Adriano II. Después, Juan VIII lo restauró de nuevo en el cargo y, nuevamente, fue derrocado.

Temas tratados En la primera sesión se leyó y aprobó la regla de fe de Hormisdas. Cánones contra Focio: Can. 1. Queriendo caminar sin tropiezo por el recto y real camino de la justicia divina, debemos mantener, como lámparas siempre lucientes y que iluminan nuestros pasos según Dios, las definiciones y sentencias de los Santos Padres (Denzinger: 650). Can. 21. [...] Y quienquiera usare de tanta jactancia y audacia que, siguiendo a Focio y a Dióscoro, dirigiera, por escrito o de palabra, injurias a la Sede de Pedro, príncipe de los Apóstoles, reciba igual y la misma condenación que aquellos (Denzinger: 662).

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El Concilio se manifiesta claramente en contra del llamado "usurpador" Focio: «Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes han de dar cuenta de ellas» (Hb 13, 17), advierte el gran apóstol Pablo. Por ello, considerando al beato Papa Nicolás como instrumento del Espíritu Santo, al mismo modo que su sucesor, el santo Papa Adriano, establecemos y ordenamos que todo cuanto ellos han expuesto y promulgado en diversos momentos mediante concilios, sea para la defensa y la pacificación de la iglesia de Constantinopla y de su arzobispo, el santísimo patriarca Ignacio, sea para la expulsión y la condena del neófita y usurpador Focio, se mantenga siempre en vigor y sea observado integralmente y sin mutilaciones con los «capitula» expuestos, y que ningún obispo, sacerdote, diácono o cualquier otro miembro del clero se atreva a infringir o desaprobar cualquier cosa de ello. Quien, tras esta decisión nuestra, resulte culpable de despreciar cualquier punto de los capítulos y de los decretos promulgados por estos papas, si es sacerdote o clérigo sea privado de su dignidad y de su rango; si es monje o laico, sin importar la dignidad que tenga, será excomulgado, hasta que, tras arrepentirse, prometa observar tales decretos. Canon 2

Aceptación No es reconocido por la Iglesia Ortodoxa. En Oriente, Focio es santo teólogo. Las actas auténticas de este Concilio no se conservan. De estos cánones se posee doble forma, una griega, más breve y que ofrece menor número de cánones, y otra de la versión del bibliotecario Anastasio, que acusa a los griegos de falsificación y afirma que la trasladó de las actas auténticas, conservadas en los archivos de la Iglesia Romana. Extraño es, sin embargo, que lo que favorece al Romano Pontífice se halle en el griego, y falte lo que favorece al obispo de Constantinopla. Denzinger. El emperador Basilio I y el Papa Adriano II convocaron otro concilio, diez años más tarde, que canceló varias decisiones: fue el Séptimo Concilio de Constantinopla.

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Concilio de Constantinopla VII El Séptimo Concilio de Constantinopla fue convocado en el año 879, por el Patriarca de Constantinopla Focio, en la capital del imperio bizantino, Constantinopla, con la finalidad de anular el anterior concilio. Finalizó en el año 880.

Cuestiones tratadas En este Concilio fueron rechazadas las decisiones del anterior, el Sexto Concilio de Constantinopla, que había sido convocado por el emperador bizantino Basilio I «el Macedonio», al objeto de confirmar la destitución del patriarca de Constantinopla, Focio, quien posteriormente fue restituido en dicho cargo en el año 877.

Aceptación El Séptimo Concilio de Constantinopla fue reconocido por la Iglesia de Oriente, como octavo concilio ecuménico de la Iglesia. Lógicamente, este Concilio no fue reconocido por la Iglesia de Occidente.

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Concilio de Letrán I Primer Concilio Lateranense

IXº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 18 de marzo de 1123

Fecha de término 11 de abril de 1123

Aceptado por Iglesia católica

Concilio anterior Concilio de Constantinopla VI

Concilio posterior Concilio de Letrán II

Convocado por Papa Calixto II

Presidido por Papa Calixto II

Asistencia 300 - 1000

Temas de discusión Querella de las investiduras

Cánones 25 El Primer Concilio Lateranense se celebró en Roma, con la Basílica de San Juan de Letrán como sede, y desarrolló sus sesiones entre el 18 de marzo de 1123 y el 11 de abril del mismo año. Está considerado por la Iglesia Católica como el IX Concilio Ecuménico y el primero de los celebrados en Occidente. Fue convocado por el papa Calixto II en diciembre de 1122 inmediatamente después del Concordato de Worms que puso fin a la querella de las investiduras y a él asistieron, según la fuentes, entre 300 y 1000 participantes que promulgaron 25 cánones, aunque muchos de los cuales se ciñeron exclusivamente a confirmar decretos de concilios anteriores, en los que legisló sobre las siguientes cuestiones: • Ratificación del Concordato de Worms que puso fin a la Querella de las investiduras. • Mantenimiento de la Tregua de Dios, instituida en el año 987. Una de las decisiones más importantes y que marcará la distribución eclesiástica y la vida monacal, es la decisión de Canon 3 y 11, que prohíbe el matrimonio a los miembros vinculados con la Iglesia. Esta postura fue tomada con una intención de control y sumisión de los agentes internos para con la congregación. Gastos, distracciones, familias y alojamientos eliminados de las preocupaciones para llevar a cabo las tareas propias de cada cargo, pero que nunca es mencionado en la Biblia.

Cánones principales • Condena de la simonía (Canon 1). • Se prohíbe el matrimonio a los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, y monjes. También les prohíbe mantener concubinas y la permanencia en sus casas de cualquier mujer diferente a las admitidas por los antiguos cánones. Los matrimonios en vigor de los clérigos son nulos de pleno derecho, y los que los hubiesen oficiado son declarados pecadores y obligados a confesión (Cánones 3 y 11). • Se declaran nulas todas las ordenaciones efectuadas por el antipapa Gregorio VIII desde el momento de su excomunión (Canon 6). • Se conceden exenciones a las familias y posesiones de los cruzados (Canon 11). • Se condena con la excomunión a los laicos que se apoderasen de los ofrecimientos hechos a la Iglesia, y de aquellos que fortificasen las iglesias como fortalezas (Canon 14). • Se establece también la excomunión para los que asaltasen a los peregrinos en su camino a Roma (Canon 16). • Se prohíbe a los abades y religiosos alojar a pecadores penitentes, visitar los enfermos, administrar la extremaunción y cantar misas solemnes y públicas; sin haber obtenido antes santo crisma y el santo aceite de sus respectivos Obispos (Canon 17).

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Concilio de Letrán II Segundo Concilio de Letrán

X Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha 1139

Reconocido por Catolicismo

Concilio anterior Letrán I

Concilio posterior Letrán III

Convocado por Papa Inocencio II

Presidido por Papa Inocencio II

Participación 1000

Tema principal Cisma de Anacleto II

Cánones 30 El Segundo Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de San Juan de Letrán, y desarrollando sus sesiones entre el 4 de abril de 1139 y el 11 de abril del mismo año. Está considerado por la Iglesia Católica como el X Concilio Ecuménico, y el segundo de los celebrados en Occidente.

Temas tratados Fue convocado por el papa Inocencio II con objeto de ratificar la condena del antipapa Anacleto II, y a él asistieron alrededor de mil participantes que promulgaron treinta cánones, en los que se trató sobre la simonía, la usura, falsas penitencias y sacramentos, decretándose: • Que los obispos y eclesiásticos no debían escandalizar por los colores, la forma, o la extravagancia de sus ornamentos, por lo que vestirían de forma modesta. (Canon 4). • La condena y persecución de los matrimonios y concubinatos de los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, monjes y monjas (Cánones 6, 7 y 11) • La excomunión a los laicos quienes no pagasen los diezmos a los obispos, o no cediesen a éstos últimos las iglesias cuya posesión tuviesen retenidas, ya porque fueron recibidas de manos de los Obispos, u obtenidas de príncipes u otras personas (Canon 10). • La fijación de los períodos y duración de los Armisticios de Dios (Canon 12). • La condena de la usura. • La prohibición de que los monjes se dedicaran al estudio de materias profanas como el Derecho o la Medicina. • La prohibición, bajo pena de privación de un entierro cristiano, de justas y torneos que pusiesen en peligro la vida (Canon 14). • La obligación de reyes y príncipes de dispensar justicia de acuerdo con los obispos (Canon20). • La excomunión de Arnaldo de Brescia y Pedro de Bruys, acusados de heréticos (Canon 23). • La prohibición de aceptar beneficios de las manos de un laico (Canon 25). • La prohibición a las monjas cantar el Oficio Divino en un mismo coro con los monjes o canónigos (Canon 27), • La prohibición de que las iglesias dejaran la dignidad de obispo vacante por más de tres años desde la muerte del último (Canon 28). • La prohibición del uso contra cristianos del arco y la ballesta (Canon 29).

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Concilio de Letrán III Tercer Concilio de Letrán

XI concilio ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha 1179

Reconocido por Catolicismo

Concilio anterior Letrán II

Concilio posterior Letrán IV

Convocado por Papa Alejandro III

Presidido por Papa Alejandro III

Participación 302

Tema principal Herejías cátara y valdense

Cánones 27 El Tercer Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de San Juan de Letrán, y desarrollándose en tres sesiones durante el mes de marzo de 1179. Está considerado por la Iglesia Católica como el XI Concilio Ecuménico, y el tercero de los celebrados en Occidente.

Temas tratados Fue convocado por el papa Alejandro III y como fruto de sus tres sesiones se promulgaron 27 cánones en los que se legisló sobre las siguientes cuestiones: • En la elección papal sólo participaran cardenales, siendo necesarios para una elección válida el voto de al menos dos tercios de los electores. Si se proclamase Papa un candidato sin dicha mayoría, tanto él como sus partidarios serian condenados a la excomunión (Canon 1). • La anulación de las ordenaciones realizadas por los antipapas Víctor IV, Pascual III y Calixto III. • Establecer la edad mínima de treinta años para ser consagrado obispo, y de 25 años para acceder a funciones pastorales (Canon 3). • La regulación del tren de vida de los prelados (Canon 4). • La prohibición de ordenar clérigos sin los correspondientes medios de subsistencia (Canon 5). • La prohibición de exigir pago por dar la bendición, administrar los sacramentos o enterrar a los difuntos (Canon 7). • La revocación a las órdenes militares de los Templarios y de los Hospitalarios de la observación de regulaciones canónicas (Canon 9). • La prohibición de aceptar, mediante pago, nuevos miembros en los monasterios, condenando al que lo hubiera admitido con la privación del cargo (Canon 10). • La prohibición a los clérigos de que recibieran a las mujeres en sus casas, o para frecuentar los monasterios de monjas (Canon 11). • El establecimiento en cada iglesia catedral de un beneficio que permita un maestro encargado de la enseñanza gratuita de los clérigos y a los estudiantes pobres (Canon 18). • La excomunión para los que recibieron contribuciones en las iglesias y de los clérigos sin el consentimiento del clero (Canon 19). • La prohibición de los torneos (Canon 20). • La prohibición de facilitar armas a los sarracenos bajo pena de excomunión (Canon 24). • La exhortación a la cruzada contra los albigenses y excomunión a los cátaros (Canon 27).

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Concilio de Letrán IV Cuarto Concilio de Letrán

XII Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha 1215

Reconocido por Catolicismo

Concilio anterior Letrán III

Concilio posterior Lyon I

Convocado por Papa Inocencio III

Presidido por Papa Inocencio III

Participación 71 patriarcas y metropolitanos, 412 obispos, 900 abades y priores

Temas principales

Estados Cruzados, querella de las Investiduras.

Documentos 70 decretos papales: Transubstanciación, primacía papal, conducta del clero, confesión al menos una vez al año, Quinta Cruzada.

El IV Concilio de Letrán comenzó en 1215 y acabó en 1216. Fue convocado por el papa Inocencio III para tratar temas relativos a la fe y la moral, aunque la mayoría de historiadores apuntan a los intereses políticos y económicos del reino de Francia y del Papado, sobre todo en la condena de las herejías de los albigenses o cátaros y de los valdenses. La condena a los albigenses se basaba en las diferencias de fe de este grupo, propugnando que era una sola la Iglesia Universal y que la salvación del alma no era posible fuera de ella. A los valdenses, que difunden una doctrina de desapego material, el único defecto que se les puede achacar para controlarlos es que ―no han sido enviados‖, aduciendo a que no han sido acreditados por la Iglesia. También se condenaron las opiniones del abad Joaquín respecto a la Trinidad, la creación, Cristo Redentor y los Sacramentos. Finalmente, el concilio revisó y fijó la legislación canónica referente a los impedimentos matrimoniales, e impuso a los fieles la obligación de la confesión anual y de la comunión en pascua.

Convocatoria La bula de convocatoria enviada por Inocencio III ya en 1213, la "Vineam Domini Sabaoth" habla de la reunión de una asamblea "siguiendo la antigua costumbre de los Santos Padres".[1] Se deseaban alcanzar dos objetivos: de un lado, "extirpar los vicios y afianzar las virtudes... suprimir las herejías y fortalecer la fe..."; y, de otro, "apoyar a Tierra Santa con la ayuda tanto de clérigos como de laicos". En resumen: afianzar la reforma y promover la cruzada. Inocencio III deseaba que el concilio fuera auténticamente ecuménico. El número de participantes fue, en efecto, impresionante para aquella época: más de cuatrocientos obispos de la cristiandad latina (incluidos los de los países más jóvenes), más de ochocientos representantes de las distintas órdenes religiosas y los embajadores de todos los príncipes y de numerosas ciudades. No se consiguió, sin embargo, la presencia de representantes de la Iglesia griega. De Oriente sólo llegaron los patriarcas latinos.

Cánones e influencia Las disposiciones surgidas del concilio fueron recogidas en 71 cánones. Los tres primeros hacían referencia al dogma: solemne proclamación de fe católica, reprobación de ciertos errores trinitarios de Joaquín de Fiore y condena de las ideas heréticas en general.

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A los obispos se les amenazaba con la desposesión del cargo caso de que se mostrasen remisos a la hora de limpiar sus diócesis de fermentos heréticos. El canon 4, a su vez, lanzaba algunas reconvenciones contra la Iglesia griega a la que se acusaba de insolencia frente a los latinos. Un elevado número de cánones afectaban a la disciplina eclesiástica, siguiendo la más clásica tradición reformadora. Otros mostraban su interés por el desenvolvimiento de las órdenes religiosas: funcionamiento de los capítulos y prohibición de nuevas fundaciones a fin de evitar una anárquica proliferación. Dos importantes cánones tocaban específicamente a los laicos: el 21 (utriusque sexus) que imponía la obligatoriedad anual de la confesión y la comunión; y el 51 que rebajaba al cuarto grado de consanguinidad la prohibición de contraer matrimonio y prevenía contra su clandestinidad. Los judíos -afectados ya por disposiciones del III Concilio de Letrán fueron en el IV objeto de nuevas restricciones: los cánones 68 a 70 les imponían trajes especiales, el alejamiento de los cargos públicos y prohibían radicalmente a los conversos retornar a su antigua fe. El canon 71, por último, daba un conjunto de normas para la organización de una nueva Cruzada. Los beneficios espirituales se harían extensivos no sólo a los expedicionarios, sino también a todos aquellos cristianos que colaborasen económicamente en la preparación de la empresa. El IV Concilio de Letrán fue también escenario de algunas importantes decisiones políticas. Federico II vio ratificados sus derechos al trono imperial en detrimento del derrotado Otón de Brunswick. La Carta Magna fue objeto de reprobación pontificia. Por último, el conde Raimundo VI de Tolosa, acusado de entendimiento con los herejes del Mediodía francés, fue despojado de sus tierras en beneficio del jefe militar de la cruzada anticátara, Simón de Montfort. Los días finales de 1215 y los iniciales de 1216 los empleó Inocencio III en vigilar la aplicación de las medidas –las políticas especialmente- tomadas a lo largo de las sesiones conciliares.

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Concilio de Lyon I Primer Concilio de Lyon

XIII Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha 1245

Reconocido por Catolicismo

Concilio anterior Letrán IV

Concilio posterior Lyon II

Convocado por Papa Inocencio IV

Presidido por Papa Inocencio IV

Participación 250

Tema principal Deposición de Federico II

Cánones 38 El Primer Concilio de Lyon se celebró en Lyon, desarrollándose en tres sesiones los días 28 de junio, 5 de julio y 17 de julio de 1245. Está considerado por la Iglesia Católica como el XIII Concilio Ecuménico y el quinto de los celebrados en Occidente.

Temas tratados Fue convocado el 3 de enero de 1245 por el papa Inocencio IV al objeto de deponer a Federico II de sus títulos de rey y emperador, acusándolo de usurpador de los bienes y opresor de los bienes de la Iglesia Católica. Como fruto de sus tres sesiones se promulgaron 38 cánones en los que: • Se depuso y excomulgó al emperador Federico II, • Se excomulgó a Sancho II, Rey de Portugal, • Se obligó a los cistercienses a pagar diezmos, • Se decretó el sombrero rojo como propio de la vestimenta de los cardenales • Se hicieron declaraciones rituales y doctrinales a seguir por los griegos ortodoxos como una medida de acercamiento de los mismos. Se convocó una cruzada (la séptima) de la que se designaría a Luis IX de Francia (San Luis) al mando. No publicaron decretos dogmáticos.

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Concilio de Lyon II Segundo Concilio de Lyon

XIV Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha 1274

Reconocido por Catolicismo

Concilio anterior Lyon I

Concilio posterior Concilio de Vienne

Convocado por Papa Gregorio X

Presidido por Papa Gregorio X

Participación 560 obispos y abades

Tema principal Cisma de Oriente y Occidente Está considerado por la Iglesia Católica como el XIV Concilio Ecuménico, y el sexto de los celebrados en Occidente. Los temas principales que fueron tratados en el concilio hicieron referencia a la conquista de Tierra Santa, la unión con la Iglesia Ortodoxa y el sistema de elección papal.

Participación Convocado en 1272 por el papa Gregorio X, el concilio se desarrolló en seis sesiones a las que asistieron unos quinientos obispos, sesenta abades y más de mil prelados o sus procuradores entre los que destacaron San Buenaventura que falleció durante las sesiones. En cambio, no pudo intervenir Santo Tomás de Aquino que falleció cuando se dirigía al concilio. También estuvieron presentes Jaime I de Aragón, el embajador del emperador Miguel II Paleólogo con miembros del clero griego, y los embajadores de los reyes de Alemania, Hungría, Inglaterra, Escocia, Francia, Sicilia entre otras monarquías, que por primera vez aparecían representadas como tales en un concilio eclesiástico. Especial trascendencia tuvo la presencia de los embajadores del Khan de los Tártaros cuyo reino, situado a espalda del Islam, abría la posibilidad de atenazar a los musulmanes entre dos frentes.

Conquista de Tierra Santa El concilio deliberó sobre la preparación de una nueva cruzada centrándose en los aspectos financieros de la misma, para lo cual se decidió que durante seis años un diezmo de todos los beneficios de la cristiandad deberían destinarse a la cruzada. Jaime I se mostró partidario de iniciarla inmediatamente pero al oponerse los Templarios no se tomó ninguna decisión. Ante las indecisiones de los demás asistentes a la asamblea canónica, Jaime I se despidió del Santo Padre, abandonó la reunión con los miembros de su séquito y les dijo: "Barones, ya podemos marcharnos: hoy a lo menos hemos dejado bien puesto el honor de España"

Unión con la Iglesia Ortodoxa Para terminar con el cisma entre las Iglesias de Oriente y Occidente, Gregorio X había enviado una embajada a Miguel II Paleólogo que había reconquistado Constantinopla y había acabado con el Imperio Latino de Oriente establecido en 1204 con la toma por cruzados occidentales de la ciudad. San Buenaventura por parte de la Iglesia Católica y Juan Bekkos en representación de la Ortodoxa, lograron un acuerdo sobre las diferencias que separaban ambas Iglesias: primado romano, filioque, sacramentos, etc. El aparente éxito de la unión fue sin embargo muy efímero ya que se encontró, desde el primer momento, sin la aceptación del bajo clero y del pueblo griego.

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Elección papal La última elección papal se había eternizado provocando que el trono de San Pedro permaneciera vacante durante casi tres años. Para evitar una situación parecida en el futuro, el concilio publicó la bula Ubi Periculum en la cual se establecía que los cardenales electores debían reunirse transcurridos diez días tras la muerte del Papa, en total aislamiento y encerrados bajo llave, cum clavis (cónclave). Si no llegaban a un acuerdo transcurridos tres días, verían drásticamente reducido su alimento. Si pasados otros cinco días seguían sin tomar una decisión, sus comidas se verían reducidas a pan, agua y vino. Además se estableció que mientras durase el cónclave, los ingresos de los cardenales pasarían a ser propiedad de la Iglesia en su conjunto.

Otras decisiones Se confirmaron los privilegios de las cuatro órdenes mendicantes: dominicos, franciscanos, agustinos y carmelitas, que serían las únicas toleradas procediendo a la supresión de las restantes. Respecto a la reforma de la Iglesia, se denunció la forma de vida de muchos prelados y se procedió a deponer a varios obispos y abades por su indignidad. Se dio solución al conflicto entre Alfonso X el Sabio y Rodolfo I de Habsburgo sobre quién debía proclamarse emperador de Sacro Imperio, resolviendo el concilio a favor de éste último.

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Concilio de Vienne Concilio de Vienne

XV Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha 1311 –1312

Reconocido por Catolicismo

Concilio anterior Lyon II

Concilio posterior Concilio de Constanza

Convocado por Papa Clemente V

Presidido por Papa Clemente V

Participación 20 cardenales, 122 obispos y 38 abades

Tema principal Supresión de la Orden del Temple El Concilio de Vienne se celebró en la catedral de Vienne (Francia), entre el 16 de octubre de 1311 y el 6 de mayo de 1312. Está considerado por la Iglesia Católica como el XV Concilio Ecuménico, y el séptimo de los celebrados en Occidente.

Convocatoria Convocado en 1308 por el papa Clemente V mediante la publicación de la bula "Regnums in coelis" oficialmente con la finalidad de reformar la Iglesia y recuperar Tierra Santa, sus verdaderas motivaciones fueron, influido por el rey francés Felipe IV el Hermoso, la supresión de la Orden del Temple y la condena póstuma del papa Bonifacio VIII.

Supresión del Temple La Orden del Temple había sido fundada en 1119 con la finalidad de defender Tierra Santa, acumulando a lo largo de los años numerosas riquezas, gracias a los beneficios y exenciones fiscales otorgadas por los distintos monarcas cristianos. Cuando en 1291 cae San Juan de Acre, el último bastión cristiano en Tierra Santa, los templarios se trasladan a Europa y se convierten en los principales banqueros y prestamistas de las monarquías europeas, especialmente de la francesa, en cuyo territorio se localizaban sus mayores posesiones. En 1307 el mayor deudor de los templarios era el rey francés Felipe IV quien decidió confiscar las riquezas del Temple acusando a sus miembros de prácticas heréticas e inmorales y procediendo, el 13 de octubre de dicho año, a encarcelar a todos los miembros de la orden que pudo apresar en su Reino. La actuación del rey francés supone una afrenta al Papa de quien dependen directamente los templarios, pero no reacciona debido a las confesiones que Felipe IV le presenta. Dichas confesiones, obtenidas bajo tortura, presentan a los detenidos como culpables de los cargos de idolatría, sodomía, profanación de símbolos cristianos y negación de Cristo entre otros; y hacen que Clemente V publique la bula "Pastoralis praeminen" que decreta la detención de los templarios en todos los territorios cristianos. Apremiado además por Felipe, el Papa procedió a convocar el concilio que mediante la bula "Vox in excelso" suprimía, aunque no condenaba, la orden templaria pero sus bienes no pasaron a la corona francesa como quería Felipe, sino que fueron transferidos a otras órdenes militares, a través de las bulas "Ad providam" y "Considerantes".

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Caso de Bonifacio VIII Bonifacio VIII había gobernado la Iglesia católica entre 1294 y 1303. Su pontificado se caracterizó por su continuo enfrentamiento con el rey francés Felipe IV el Hermoso por determinar cuál de ellos era superior. Durante esta pugna entre el poder temporal y el espiritual, el Papa amenazó en varias ocasiones a Felipe con la excomunión. Finalizó con el ultraje que el rey francés infligió a Bonifacio al hacerlo prisionero en Anagni. Tras su liberación, el Papa excomulgó al monarca francés y poco después falleció. En 1308, Felipe IV se reunió en la ciudad de Poitiers con el entonces papa, Clemente V a quien presionó para que convocara un concilio en el que dictaminase que el pontificado de Bonifacio había sido nefasto para la Iglesia y que la actuación del rey francés había estado totalmente justificada. El traslado de la sede papal a la ciudad de Aviñón, en territorio francés, en 1309, hizo que el Papa cediese a las pretensiones de Felipe y aunque se intentó un juicio contra su predecesor, finalmente el concilio cerró el proceso sin veredicto. Otras decisiones Se condenó a los seguidores de Pedro Juan Olivi quien encabezaba una facción radical dentro de la orden franciscana conocida como los Espirituales y cuya doctrina se basaba en la observancia de una pobreza extrema. Se decretó asimismo la creación de cátedras de griego, hebreo y árabe en las universidades, al constatarse que el conocimiento de dichas lenguas era imprescindible para la labor evangelizadora en Oriente.

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Concilio de Constanza Concilio de Constanza

XVI Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha 1414 – 1418

Reconocido por Catolicismo

Concilio anterior Concilio de Vienne

Concilio posterior Concilio de Basilea

Convocado por Antipapa Juan XXIII El concilio de Constanza fue un concilio ecuménico de la Iglesia Católica, convocado el 30 de octubre de 1413 por Segismundo de Hungría, emperador germánico, y el papa del concilio de Pisa, Juan XXIII. El concilio, que estuvo reunido desde el 5 de noviembre de 1414 hasta el 22 de abril de 1418[1] en Constanza, persiguió el fin de acabar con el Gran Cisma de Occidente y estudiar la reforma de la Iglesia. Entre otros, el concilio condenó a Jan Hus, quien fue quemado por su orden en la hoguera el 6 de julio de 1415.

Elección del Papa A la convocatoria del concilio, tres personas reclamaban el solio pontificio. Un intento del Concilio de Pisa de 1409 de solucionar la cuestión con la elección de Alejandro V había resultado infructuoso, pues tanto Gregorio XII en Roma como Benedicto XIII en Aviñón se habían negado a aceptar la autoridad conciliar por encima de la propia y continuaban dirigiendo facciones de la Iglesia. A la apertura del concilio, sólo los obispos que apoyaban al sucesor de Alejandro V, Juan XXIII, estaban presentes. En línea con la doctrina conciliarista que habían adoptado en Pisa, el concilio declaró la primacía de su autoridad y en mayo de 1415 depuso a Juan XXIII, que había esperado de ellos confirmación de sus títulos para el papado. Sin embargo, puesto que debía su nombramiento original a la autoridad conciliar, acató la decisión. En julio de ese mismo año, con la presencia ya de los cardenales de Gregorio XII, se reabrió el concilio, que aceptó la renuncia de Gregorio. La postura de éste, que no había admitido la doctrina de que la autoridad conciliar estuviera por encima del Papa, sería finalmente confirmada por concilios posteriores. Ante la situación, Benedicto XIII abandonó los planes de sumarse al concilio y huyó desde Aviñón a Peñíscola, en la costa valenciana. Tras largas negociaciones de Segismundo con el rey de Aragón, a la sazón monarca de esos territorios, se consiguió finalmente que una parte de los cardenales y obispos de Benedicto se incorporasen al concilio y votasen la destitución del mismo. Benedicto no abandonaría el castillo de Peñíscola hasta su muerte; sin embargo, quizás en atención a su origen —Benedicto había nacido como Pedro Martínez de Luna en Illueca, Aragón— las coronas de Navarra y la escocesa lo reconocieron como Papa durante el resto de su vida. Aragón mantendría durante años una posición poco clara, como medio de presión ante Roma, para proteger sus intereses en el sur de la península italiana. La elección de un nuevo Papa se mostró en extremo compleja por las constantes presiones de los monarcas, que —preocupados por la presencia de Segismundo— buscaron también influir en la decisión. Finalmente la elección el 11 de noviembre de 1417 del moderado cardenal Otón de Colonna como Martín V logró aplacar las tensiones. Con ésta se dio fin al Gran Cisma de Occidente, tras casi cuarenta años de disputas.

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Reformas El concilio continuó también las obras del de Pisa en cuanto a las reformas de doctrina y teología sacramental. Los reformadores Jan Hus, John Wycliff y Jerónimo de Praga fueron condenados como herejes. Los restos de Wycliff, que llevaba ya varias décadas muerto, fueron exhumados y transportados a Constanza, donde fueron quemados. Pese a que Segismundo había garantizado su protección a Hus, éste también fue hecho prisionero y condenado a muerte. Fue ejecutado el 6 de julio de 1415, junto con Jerónimo. La reacción no se hizo esperar en Bohemia, donde la revolución husita tendría la región en conflicto permanente hasta la guerra de los Treinta Años. El decreto Haec santa, promulgado el 6 de abril de 1415, estableció la solidaridad colegial entre las decisiones conciliares y la autoridad papal, continuando la línea de reformas iniciada en Pisa. Sin embargo, y en parte debido a las medidas que debió tomar luego Martín V para restaurar la debilitada influencia del papado en Roma, el curso de acción, que debía incluir, entre otras cosas, concilios regulares convocados quinquenalmente, se suspendió. Algunos historiadores ven en ello una de las causas de la Reforma protestante.

Otros asuntos El concilio debatió también la acusación, realizada por los caballeros Teutónicos, de que Polonia albergaba y defendía activamente a paganos; los intereses de la orden, que desde la conversión al cristianismo de Jagellón de Lituania y su matrimonio con la reina Eduviges de Polonia había culminado con su ascensión al trono como Ladislao II, había visto mermada su capacidad de acción, fueron sin embargo desatendidos. El rector de la Universidad de Cracovia, Pawel Wlodkowic, un eminente jurista, defendió la teoría del derecho al autogobierno de todas las naciones, aun las paganas, que sería luego recogida y desarrollada en las obras de la escuela de Salamanca. Es conocido este concilio porque, tras su celebración, se estudió imponer claramente el celibato sacerdotal (Concilio de Trento, un siglo más tarde), pues se asegura que durante el Concilio de Constanza, 700 mujeres públicas asistieron para atender sexualmente a los obispos participantes.

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Concilio de Basilea Concilio de Basilea

XVII Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha 1431 – 1445

Reconocido por Catolicismo

Concilio anterior Concilio de Constanza

Concilio posterior Letrán V

Convocado por Papa Martín V

Presidido por Cardenal Cesarini (Basilea) Eugenio IV (Ferrara y Florencia)

Participación 117 latinos y 37 griegos

Tema principal Herejía husita Cisma de Oriente y Occidente El Concilio de Basilea se inició en Basilea en 1431, desde donde se trasladó a Ferrara en 1438 y al año siguiente a Florencia donde finalizaría en 1445. Entre tanto, el Concilio se mantuvo reunido y rebelde al papa en la ciudad de Basilea, llegando a deponer a Eugenio IV y a elegir al antipapa Félix V. Está considerado por la Iglesia Católica como el XVII Concilio Ecuménico, y el noveno de los celebrados en Occidente.

Basilea Fue convocado el 1 de febrero de 1431 por el papa Martín V en aplicación del decreto Frequens que, aprobado en el Concilio de Constanza, establecía la celebración periódica de los concilios. Su localización inicial en Basilea (Suiza) se debió al deseo de los participantes de desarrollar las sesiones fuera de los territorios dominados por las grandes potencias de la época para evitar influencias externas al propio concilio. Martín V designó para presidir el concilio al cardenal Julián Cesarini, iniciándose las sesiones el 23 de julio de 1431 ya bajo el pontificado de Eugenio IV al haber fallecido Martín el 20 de febrero de ese mismo año. El concilio se dividió en cuatro comisiones, cada una de las cuales abordó uno de los objetivos previstos en la convocatoria. Así, una comisión se ocupó de los problemas de la fe, con los objetivos principales de la herejía husita y la unión con la Iglesia Ortodoxa; otra trabajó en la consecución de la paz entre los reinos cristianos, sobre todo en los conflictos entre Francia e Inglaterra, por un lado, y entre los reinos ibéricos, por otro; una tercera comisión se dedicó a la reforma de la Iglesia; y la cuarta a los asuntos generales. Inmediatamente comenzaron a tomarse decisiones, como la obligación de celebrar dos concilios provinciales por año y, sobre todo, y pese a la opinión papal, el acuerdo con los husitas a los que se les permitió, mediante la publicación del decreto Compactata, recibir la comunión en ambas especies (pan y vino) en las zonas donde esa costumbre se hubiera implantado. El concilio se impregna así de conciliarismo, doctrina iniciada en el anterior Concilio de Constanza que daba preeminencia a los decretos aprobados en las asambleas conciliares frente a las decisiones del Papa como monarca absoluto de la Iglesia. El 18 de diciembre, Eugenio IV, ante el caríz que estaban tomando las sesiones, decide disolver el concilio. Sin embargo, los participantes en Basilea, reforzados en su doctrina conciliarista, se niegan a reconocer la bula de disolución y mantienen el concilio vivo hasta que, el 15 de diciembre de 1433, el Papa, presionado por el emperador del Sacro Imperio, numerosos monarcas y con el colegio cardenalicio en su contra, se ve obligado a anular la bula de disolución.

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Ferrara Cuando el concilio intenta solucionar el Cisma de Oriente y Occidente, Eugenio IV ve una oportunidad para concluir un concilio que pretende acabar con el absolutismo pontificio, al surgir una discusión sobre si el lugar adecuado para tratar el tema de la unión de la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa era Basilea u otro lugar más accesible a la legación griega que debía participar en las deliberaciones. Surgieron ciudades candidatas, como Avignon, Udine y Florencia, ciudad esta última donde residía el Papa tras verse obligado a abandonar Roma por los conflictos en que se hallaba inmersa. Pero la elegida será Ferrara. Eugenio IV, sintiéndose reforzado en su posición tras este éxito, promulgó en 1436 el Libellus apologeticus, una feroz crítica a los logros de Basilea y posteriormente, el 18 de septiembre de 1437, ordenó el traslado del concilio a Ferrara donde se iniciarán las sesiones el 8 de enero de 1438. Aunque una pequeña parte de los reunidos en Basilea acató la orden papal y se trasladaron a la nueva sede conciliar, la gran mayoría se negó a obedecer y decidieron continuar reunidos y declarar, el 25 de julio de 1439, depuesto al Papa acusándolo de cismático y herético.

Florencia El 6 de julio de 1439, y debido a un brote de peste en Ferrara, Eugenio IV logró que el concilio se trasladase a Florencia, donde tiene fijada su residencia. Allí recibe la noticia de que Basilea, donde siguen reunidos en concilio, ha procedido a elegir, el 5 de noviembre, un nuevo papa que adoptará el nombre de Félix V. Reunido con los legados de la Iglesia Ortodoxa y con el emperador bizantino Juan VIII Paleólogo se alcanza, mediante la firma de la bula Laetentur Coeli, la unificación de ambas Iglesias. Las sesiones en Florencia continuarán hasta 1445, logrando el Papa Eugenio frenar los avances conciliaristas logrados. Mientras, en Basilea las sesiones se extenderán hasta el 25 de abril de 1449, fecha en que se disolverá espontáneamente el concilio tras la abdicación del antipapa Félix.

Magisterio • Bula Laetentur coeli (6 de julio de 1439), sobre el Espíritu Santo, la Eucaristía y los Novísimos. • Bula Exultate Deo (22 de noviembre de 1439), sobre los Sacramentos. • Bula Cantate Domino (4 de febrero de 1442), sobre la Trinidad y la Encarnación.

Repercusiones El resultado principal fue el reconocimiento por parte de la Iglesia Ortodoxa de que la cabeza de la Iglesia era el Papa, opción apoyada por el emperador Juan VIII Paleólogo, el Patriarca latino de Constantinopla (Basilio Bessarión) y el Patriarca ortodoxo de Constantinopla (Gregorio III). Sin embargo, la oposición de los monjes griegos, que tenían un gran poder en la iglesia de oriente, y la conquista de Constantinopla por los turcos acabó con el acuerdo, ratificándose la separación de ambas iglesias en 1472.

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Concilio de Letrán V Concilio de Letrán V

XVIIIº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 1511

Fecha de término 1511

Aceptado por Iglesia católica

Concilio anterior Concilio de Basilea

Concilio posterior Concilio de Trento

Convocado por Papa Julio II

Presidido por Papa Julio II Papa León X

Asistencia 100

Temas de discusión Disciplina eclesiástica

Cánones {{{cánones}}} El Quinto Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de San Juan de Letrán, y desarrollándose en doce sesiones entre el 3 de mayo de 1512 y el 16 de marzo de 1517. Está considerado por la Iglesia Católica como el XVIII Concilio Ecuménico, y el décimo de los celebrados en Occidente.

El concilio de Pisa La derrota del conciliarismo con el que se cerró el Concilio de Basilea, hizo que durante toda la segunda mitad del siglo XV no se volviera a celebrar un concilio ecuménico. A principios del siglo XVI, en 1503, Julio II es elegido papa gracias a la promesa bajo juramento de que convocaría un concilio ecuménico. Tras nueve años de pontificado dicho concilio no había sido aún convocado por el Papa. Esta dilación fue aprovechada por Luis XII de Francia, enfrentado con un papa que pretendía liberar Italia de la influencia francesa, para lograr que un grupo de cardenales convocase, el 16 de mayo de 1511, el Concilio de Pisa, señalando como fecha de inicio el 1 de septiembre de dicho año. El inicio del concilio se retraso hasta el 1 de octubre, teniendo lugar entre siete u ocho sesiones, en las que se procedió a suspender a Julio II y se intentó recuperar el espíritu conciliarista que animó los concilios de Constanza y Basilea, para trasladarse en 1512 a Milán donde languidecería hasta su disolución.

El concilio El Papa reaccionó a la convocatoria del concilio de Pisa, al que calificó de "conciliábulo", declarándolo nulo y convocando, el 18 de julio, el Quinto Concilio Lateranense fijando inicialmente su apertura para el 19 de abril de 1512, aunque su inicio se retraso hasta el 3 de mayo debido a la victoria francesa de Rávena. Julio II falleció el 21 de febrero de 1513 cuando sólo se habían celebrado cinco sesiones en las que los acuerdos más relevantes hicieron referencia a: • La condena del concilio de Pisa. • La condena del conciliarismo. • La derogación de la Pragmática Sanción de Bourges.

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El sucesor de Julio, León X, continuó con el concilio logrando los siguientes acuerdos en las siete sesiones que presidió: • La adhesión al concilio de los franceses quienes, tras la muerte de Luis XII y su sucesión por Francisco I, abandonaron las posturas del concilio de Pisa. • La condena de Piero Pomponazzi y de su doctrina de negación de la inmortalidad del alma, reconociendo además la existencia de un alma distinta para cada hombre. • La obligación de que toda obra impresa sea autorizada por la Iglesia. Esta censura previa se traducirá, en 1559, en la creación del Index Librorum Prohibitorum.

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Concilio de Trento Concilio de Trento

XIXº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 1545

Fecha de término 1563

Aceptado por Iglesia católica

Concilio anterior Concilio de Letrán V

Concilio posterior Concilio Vaticano I

Convocado por Papa Paulo III

Presidido por Papa Paulo III Papa Julio III Papa Pío IV

Asistencia 255 (última sesión)

Temas de discusión La escisión de la Iglesia por la reforma protestante. Se decretó sobre la Justificación, los Sacramentos, la Eucaristía, el Canon de la Sagradas Escrituras y otros temas, con variadas disposiciones disciplinares.

Cánones {{{cánones}}} El Concilio de Trento fue un concilio ecuménico de la Iglesia Católica Romana desarrollado en periodos discontinuos durante 25 sesiones, entre el año 1545 y el 1563. Tuvo lugar en Trento, una ciudad del norte de la Italia actual, que entonces era una ciudad libre regida por un príncipe-obispo.

Contexto histórico Desde 1518, los protestantes alemanes venían reclamando la convocatoria de un concilio alemán, y el emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico intentaba cerrar las diferencias entre católicos y reformistas para poder hacer frente a la amenaza turca. En la Dieta de Worms (1521) se intentó zanjar las disputas, pero sin éxito: Martín Lutero (a quien Carlos V permitió que fuera convocado a dicha Dieta) acusó a Roma de ejercer la tiranía, y el Emperador se comprometió por escrito a defender la fe católica incluso con las armas. En las Dietas posteriores, los príncipes alemanes, tanto protestantes como católicos, continuaron insistiendo en un concilio. En vista de la situación hubo grandes presiones del emperador sobre el Papa Clemente VII para que lo convocara, a lo que éste se resistía. Al cabo de un tiempo, en 1529, Clemente VII se comprometió a ello, pero la oposición del legado papal en la Dieta de Augsburgo de 1530 retrasó de nuevo el proyecto. Sin embargo, el principal responsable de que no se llegara a convocar fue la férrea oposición del rey Francisco I de Francia, ya que para que el concilio tuviese éxito era necesaria la aprobación de la mayoría de los monarcas. Desde antes de esta crisis extrema, la iglesia había intentado mejorar. Podemos mencionar a los cardenales Francisco Jiménez de Cisneros, Hernando de Talavera y Pedro González de Mejía, que en el siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos, en España, se dedicaron a mejorar la moral de la institución, nombrando obispos de grandes cualidades y fundando establecimientos educativos. En Italia, se había creado una asociación de seglares piadosos y clérigos, llamada el Oratorio del Amor Divino, que inició sus actividades secretas en 1517, sobre la base del amor al prójimo. Estos intentos, sin embargo no bastaban. En Alemania se destacó la labor del obispo Nicolás de Cusa.

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Fue Paulo III, que había vivido las luchas en Italia, quien asumió el compromiso de unificar a los católicos, logrando la reunión de un Concilio, después de que varios Papas lo hubieran intentado sin éxito. Al principio fue admirador del humanista cristiano Erasmo de Rotterdam, y vio factible una posible reconciliación con los protestantes, pero luego acabó desechando esa posibilidad.

Convocatoria Paulo III intentó reunir el concilio primero en Mantua, en 1537, y luego en Vicenza, en 1538, al mismo tiempo que negoció en Niza una paz entre Carlos V y Francisco I. Tras diversos retrasos, convocó en Trento (Italia) un Concilio General de la Iglesia, el 13 de noviembre de 1545, que trazó los lineamentos de las reformas católicas (luego conocidas como Contrarreforma). Se contó con la presencia de veinticinco obispos y cinco superiores generales de Órdenes Religiosas. Las reuniones, que sumaron en total 25, con suspensiones esporádicas, se prolongaron hasta el 4 de diciembre de 1563. El espíritu e idea del concilio, fue plasmada por la gestión de los jesuitas, Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Francisco Torres. La filosofía le fue inspirada por Cardillo de Villalpando y las normas prácticas, sobre sanciones de conductas, tuvieron como exponente principal al obispo de Granada, Pedro Guerrero. En este concilio, que culminó bajo el mandato del Papa Pío IV, se decidió que los obispos debían presentar capacidad y condiciones éticas intachables, se ordenaban crear seminarios especializados para la formación de los sacerdotes y se confirmaba la exigencia del celibato clerical. Los obispos no podrían acumular beneficios y debían residir en su diócesis. Se impuso, en contra de la opinión protestante, la necesidad de la existencia mediadora de la iglesia, como Cuerpo de Cristo, para lograr la salvación del hombre, reafirmando la jerarquía eclesiástica, siendo el Papa la máxima autoridad de la iglesia. Se ordenó, como obligación de los párrocos, predicar los domingos y días de fiestas religiosas, e impartir catequesis a los niños. Además debían registrar los nacimientos, matrimonios y fallecimientos. Reafirmaron la validez de los siete sacramentos, y la necesidad de la conjunción de la fe y las obras, sumadas a la influencia de la gracia divina, para lograr la salvación, restando crédito a Lutero que sostenía que el hombre se salva por la fe y no por las obras que realizase. También se opuso a la tesis de la predestinación de Calvino, quien aseguró que el hombre está predestinado a su salvación o condena. En refutación a esa idea, la iglesia sostuvo que el hombre puede realizar obras buenas ya que el pecado original no destruye la naturaleza humana, sino que solamente la daña. Los santos fueron reivindicados al igual que la misa, y se afirmó la existencia del purgatorio. Para cumplir sus mandatos, se creó la Congregación del Concilio, dándose a conocer sus disposiciones a través del ―Catecismo del Concilio de Trento‖. Se reinstauró la práctica de la Inquisición que había surgido en el siglo XIII, para depurar a Francia de los herejes albigenses. Ya restablecida en España desde el año 1478, se propagó por varios países europeos bajo la denominación de Santo Oficio, que usó la tortura para obtener confesiones. Si ese método no daba los resultados esperados, de arrepentimiento del hereje, éste quedaba en manos del poder civil, que lo condenaba generalmente a la muerte en la hoguera. El protestantismo debió soportar la Inquisición en varios estados, pero fue principalmente efectivo en España, Italia y Portugal. También creó el Índice, en 1557, por el cual se estableció una censura contra la publicación de pensamientos que pudieran ser contrarios a la fe católica, y se quemaron muchos libros considerados heréticos. Posterior al Concilio, en 1592, se publicó una edición definitiva de la Biblia, sosteniéndola como fuente de la revelación de la verdad divina, pero otorgando también dicho carácter a la Tradición, negándose su libre interpretación, considerando ésta, una tarea del Papa y los obispos, herederos de San Pedro y los apóstoles, a quienes Cristo les asignó esa misión.

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Desarrollo Cuando finalmente se convocó fue un concilio difícil y con continuas interrupciones, en el que pueden distinguirse hasta tres periodos con tres Papas diferentes: Pablo III, Julio III y Pío IV. Pablo III siempre había sido muy favorable, como cardenal, a la celebración de un concilio general, que finalmente convocó para mayo de 1537 en la ciudad de Mantua. Pero sufrió sucesivos aplazamientos y cambios de lugar por variados motivos: • La mayoría de los prelados se mostraban reacios a celebrar un concilio en aquel momento. • Los príncipes alemanes protestantes reunidos en la ciudad de Esmalcalda en 1535 (la Liga de Esmalcalda) cambiaron de estrategia y también se opusieron. • Los impedimentos puestos por Enrique VIII de Inglaterra y, sobre todo, por Francisco I de Francia. • El progresivo distanciamiento de Carlos I y el papa Pablo III. Los dos monarcas cristianos más importantes de aquel momento, Carlos I y Francisco I, estaban continuamente enzarzados entre ellos en disputas y conflictos militares. El monarca francés presentaba una actitud cambiante y ambigua frente al Papa, la amenaza turca y los protestantes, mientras que Carlos I se mostró claro y decidido en estos temas. A pesar de ello, el Papa siempre aparecía neutral en sus disputas, lo que irritaba profundamente al emperador. Finalmente, el 13 de diciembre de 1545 se pudo declarar abierto el concilio en la ciudad de Trento. En marzo de 1547 se trasladó a Bolonia debido a una plaga, aunque parte de los obispos se negaron a desplazarse. Tras varias disputas se acabó prorrogando de manera indefinida en septiembre de 1549. Pablo III murió en noviembre de 1549. Julio III, nombrado Papa en 1550, entabló inmediatamente negociaciones con Carlos I para reabrir el concilio, lo que tuvo lugar en Trento el 1 de mayo de 1551. Pero apenas se celebraron unas pocas sesiones. El elector Mauricio de Sajonia, aliado de Carlos I, lanzó un ataque furtivo sobre éste. Tras derrotar a las tropas imperiales, avanzó sobre el Tirol, con lo que puso en peligro a la propia ciudad de Trento. Esta amenaza provocó una nueva interrupción en abril de 1552. Julio III murió en 1555. Tras el corto papado de Marcelo II (23 días) fue elegido Pablo IV en 1555. Llevó a cabo reformas en la Iglesia, pero no convocó la continuación del concilio. Carlos I de España abdicó en 1556 y dividió sus estados entre su hijo Felipe (Felipe II de España) y su hermano Fernando de Austria. Pío IV fue elegido Papa en 1559 y se mostró en seguida dispuesto a la continuación del concilio. Sin embargo, Fernando I y Francisco I preferían un concilio nuevo en una ciudad diferente a Trento y, además, los protestantes se oponían frontalmente a un concilio. Tras nuevos retrasos se reabrió el 18 de enero de 1562 y ya continuó hasta su clausura el 4 de diciembre de 1563. Constituye el periodo conciliar más importante de los tres. El Emperador intentó, al igual que hizo en su momento con la Dieta de Worms, que estuvieran representadas todas las partes, incluyendo a los protestantes, para que el concilio fuese verdaderamente ecuménico. Reiteró las invitaciones a los protestantes en los tres periodos y les ofreció salvoconductos. Sin embargo, sólo tenían derecho de palabra; al haber sido excomulgados no tenían derecho a voto. Esto, unido a las frecuentes escaramuzas militares y al complicado mapa político alemán, hizo que finalmente no acudiesen delegados protestantes. El número de asistentes varió considerablemente entre los tres periodos. Los nombres que merecen destacarse por sus contribuciones son Domingo de Soto O.P., Diego Laínez S.J., Alfonso Salmerón S.J., Reginaldo Pole, Jerónimo Seripando O.S.A., Melchor Cano O.P. y Johannes Azra. Los teólogos y prelados españoles e italianos fueron los más importantes, tanto por su número como por la influencia que ejercieron.

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Metodología del Concilio Trento tuvo una actitud de apertura a escuchar las distintas escuelas teológicas; es decir, no es cierto que el concilio se cerrase al pluralismo teológico. El concilio de Trento abordará dos temas fundamentales: 1. Los fundamentos de la fe donde se contiene la revelación. Los protestantes dirán que el único principio de la fe es la Sola Scriptura, pero esto no puede ser admitido por los católicos por ir contra el Magisterio de la Iglesia. Por tanto Trento promulga un Decreto sobre los libros sagrados y las Tradiciones ¿Dónde se contiene la revelación? El concilio afirma que la revelación se contiene in libris scriptis et sine scripto traditionibus. ¿Cuál es la relación entre Escritura y Tradición?, es decir, ¿la revelación se contiene parte en la Sagrada Escritura y parte en la Tradición? El concilio no se pronuncia. La primera redacción del decreto decía partim... partim, pero esto se sustituyó por un et en la redacción definitiva. 2. Estas tradiciones ¿qué tradiciones son? Para los protestantes son creaciones humanas/costumbres eclesiásticas. El concilio dice que se trata de las Traditiones tum ad fidem tum ad mores pertinentes (tradiciones relativas a la fe o las costumbres). El problema son las tradiciones pertenecientes ad mores /costumbres o a los fundamentos del actuar cristiano. ¿Las costumbres eclesiásticas contienen la Revelación, pertenecen a la Tradición constitutiva de la Revelación? El concilio no detalla más. El problema está en distinguir qué elementos pertenecen a las tradiciones eclesiásticas y qué elementos a la Tradición constitutiva. Hay, pues, que interpretar.

Acuerdos adoptados en las sesiones Sesiones I y II: Celebradas el 13 de diciembre de 1545 y el 7 de enero de 1546 respectivamente. Cuestiones preliminares y orden del concilio. III: Celebrada el 4 de febrero de 1546. Se reafirmó el Credo Niceno-constantinopolitano. IV: Celebrada el 8 de abril de 1546. Aceptación de los Libros Sagrados y las tradiciones de los Apóstoles. Se declararon la Tradición y las Sagradas Escrituras como las dos fuentes de la revelación. La Vulgata se consideró la traducción aceptada de la Biblia. V: Celebrada el 17 de junio de 1546. Decreto sobre el Pecado original. VI: Celebrada el 13 de enero de 1547. Decreto de la Justificación en 16 capítulos (se reafirmó el valor de la fe junto al de las buenas obras). Cánones sobre la justificación. Ésta fue la sesión más importante del primer período. VII: Celebrada el 3 de marzo de 1547. Cánones sobre los sacramentos en general. Cánones sobre el sacramento del bautismo. Cánones sobre el sacramento de la confirmación. Reforma de pluralidades, exenciones y asuntos legales del clero. VIII: Celebrada el 11 de marzo de 1547. Se acepta el traslado a Bolonia para huir de la peste. IX: Celebrada el 21 de abril de 1547 en Bolonia. Prórroga de la sesión. X: Celebrada el 2 de junio de 1547 en Bolonia. Prórroga de la sesión. Suspensión del concilio por el papa. XI: Celebrada el 1 de mayo de 1551. Continuación del concilio. XII: Celebrada el 1 de septiembre de 1551. Prórroga. XIII: Celebrada el 11 de octubre de 1551. Decreto y cánones sobre el sacramento de la Eucaristía. Reforma de la jurisdicción episcopal y de la supervisión de los obispos. XIV: Celebrada el 25 de noviembre de 1551. Doctrina y cánones sobre el sacramento de la penitencia y la extremaunción. XV: Celebrada el 25 de enero de 1552. No se toman decisiones. XVI: Celebrada el 28 de abril de 1552. Acuerdo de suspensión del concilio. XVII: Celebrada el 18 de enero de 1562. Reapertura del concilio. XVIII: Celebrada el 26 de febrero de 1562. Necesidad de una lista de libros prohibidos. XIX: Celebrada el 14 de mayo de 1562. Prórroga. XX: Celebrada el 4 de junio de 1562. Prórroga. XXI: Celebrada el 16 de julio de 1562. Doctrina y cánones sobre la comunión bajo las dos especies y la comunión de los párvulos. Reforma de la ordenación, el sacerdocio y la fundación de nuevas parroquias. XXII: Celebrada el 17 de septiembre de 1562. Doctrina acerca del santísimo sacrificio de la Misa. La Eucaristía se definió dogmáticamente como un auténtico sacrificio expiatorio en el que el pan y el vino se transformaban en la carne y sangre auténticas de Cristo. Reforma de la

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moral del clero, la administración de fundaciones religiosas y los requisitos para asumir cargos eclesiásticos. XXIII: Celebrada el 15 de julio de 1563. Doctrina y cánones sobre el sacramento del orden (la ordenación). Jerarquía eclesiástica. Obligación de residencia. Regulación de los Seminarios. XXIV: Celebrada el 11 de noviembre de 1563. Doctrina sobre el sacramento del matrimonio. Se reafirmó la excelencia del celibato. Reforma de obispos y cardenales. XXV: Celebrada los días 3 y 4 de diciembre de 1563. Decreto sobre el purgatorio. Se reafirman la existencia del purgatorio y la veneración de los santos y reliquias. Reforma de las órdenes monásticas. Supresión del concubinato en eclesiásticos. Se dejó al Papa la tarea de elaborar una lista de libros prohibidos, la elaboración de un catecismo y la revisión del Breviario y del Misal. De la Trinidad y Encarnación (contra los unitarios). Profesión tridentina de fe. Clausura del concilio.

Comentarios finales Aunque no consiguió reunificar la cristiandad, el Concilio de Trento supuso para la Iglesia Católica una profunda catarsis. Se convocó como respuesta a la Reforma Protestante para aclarar diversos puntos doctrinales. También abolió los ritos eucarísticos locales, respetando solo aquellos que atestaban de más de dos siglos de antigüedad (Rito mozárabe, rito lionés, rito ambrosiano) y estableció el rito de la ciudad de Roma conocido como Misa Tridentina, como rito de toda la iglesia latina. Desde un punto de vista doctrinal, es uno de los concilios más importantes e influyentes de la historia de la Iglesia Católica. Por otro lado se abordó la reforma de la administración y disciplina eclesiásticas. El concilio eliminó muchos abusos flagrantes, como la venta de indulgencias o la educación de los clérigos, y obligó a los obispos a residir en sus obispados, con lo que se evitó la acumulación de cargos. Sus decisiones giraron sobre cuatro puntos principales: 1) Contra los protestantes, que admitían como única autoridad la de las Escrituras, afirmando que la tradición (las enseñanzas recibidas por los Apóstoles por medio oral, y conservadas a través de los siglos en los textos de los Padres Apostólicos, de los Padres del desierto, y de los Padres de la Iglesia, la sucesión petrina ininterrumpida del Primado de Roma, y los Concilios) constituyen, con las Escrituras, uno de los fundamentos de la fe, y recomendando para el estudio bíblico, la Biblia Vulgata, traducción latina hecha por San Jerónimo, sobre textos griegos de los primeros siglos. 2) Confirmó y definió los dogmas y prácticas rechazadas por los protestantes (presencia real de Cristo en la Eucaristía, justificación por la fe y por las obras, conservación de los siete sacramentos, las indulgencias, la veneración de la Virgen María y los santos, etc.), fijando con nitidez la frontera entre la ortodoxia y las nuevas herejías, consumando la diferenciación clara entre la Iglesia Apostólica y los movimientos reformadores surgidos del luteranismo. 3) Adoptó medidas para asegurar a la Iglesia un clero más moral y más instruido (prohibición del casamiento de los sacerdotes, prohibición de acumular beneficios, obligación de residencia para obispos y curas, creación de seminarios para la formación de sacerdotes, etc.) 4) Fortificó la jerarquía y, con ello la unidad católica, al afirmar enérgicamente la supremacía del papa, «Pastor Universal de toda la Iglesia» e, implícitamente, su superioridad sobre los concilios.

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Concilio Vaticano I Concilio Vaticano I

XXº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 8 de diciembre de 1869

Fecha de término 20 de octubre de 1870

Aceptado por Iglesia católica

Concilio anterior Concilio de Trento

Concilio posterior Concilio Vaticano II

Convocado por Pío IX

Presidido por Pío IX

Asistencia 774

Temas de discusión De la fe y constitución de la Iglesia. Se definió la potestad del Romano Pontífice y su infalibilidad cuando habla ex cathedra.

Cánones {{{cánones}}} El concilio Vaticano I fue el primer concilio celebrado en la Ciudad del Vaticano. Convocado por el Papa Pío IX en 1869 para enfrentar al racionalismo y al galicanismo. En este Concilio se aprobó como dogma de fe la doctrina de la infalibilidad del Papa. Tuvo 4 sesiones: 1. Primera Sesión: celebrada el 8 de diciembre de 1869 con el Decreto de apertura del concilio. 2. Segunda Sesión: celebrada el 6 de enero de 1870 con la Profesión de Fe. 3. Tercera Sesión: celebrada el 24 de abril de 1870 concluyendo con la aprobación de la Constitución Dogmática Dei Filius sobre la fe católica. 4. Cuarta Sesión: celebrada el 18 de julio de 1870 concluyendo con la aprobación de la Constitución Dogmática Pastor Aeternus sobre la Iglesia de Cristo que declara el dogma de la infalibilidad papal. El concilio fue suspendido por Pío IX el 20 de octubre de 1870, después que se hubiera consumado la unión a Italia de los Estados Pontificios.

Antecedentes En un principio, no parecía necesario un nuevo concilio para afrontar asuntos no tratados en el anterior Concilio de Trento, por lo que cuando Pío IX convocó el Concilio Vaticano I causó sorpresa y hasta extrañeza. El 8 de diciembre de 1864 el Papa al concluir una reunión de la Congregación de ritos hizo salir a quienes no eran cardenales y preguntó a estos sobre la posibilidad de convocar un concilio: 15 de 21 se manifestaron a favor. Luego hizo una consulta a todos los cardenales y a 36 obispos. La situación de los Estados Pontificios en ese período no era la mejor y varios cardenales mostraron sus dudas sobre la oportunidad de la celebración de un concilio. Sin embargo, otros –como el Card. Reisach, el entonces obispo Manning y el obispo Dupanloup– apoyaron la iniciativa. El Papa Pío IX anunció públicamente su intención de convocar un concilio el 26 de junio de 1867 e hizo la convocatoria oficial el 29 de junio de 1868 con la bula Aeterni Patris. Al momento se crearon 5 comisiones que comenzaron la preparación de los esquemas para los documentos y a consultar los temas que debían tratarse. Las áreas de las cinco comisiones eran: doctrina, disciplina, vida religiosa, misiones y Oriente, y los temas político-religiosos. Al inicio estas comisiones estaban formadas solo por clérigos de Roma, pero luego, debido a las quejas que esta decisión hizo surgir, se varió su composición e incorporaron a los más ilustres teólogos del tiempo con algunas excepciones importantes como Newman y Döllinger. Al concluir sus trabajos, estas comisiones habían elaborado 50 esquemas bastante heterogéneos. Al P. Hefele le fue confiada la elaboración de un reglamento para el concilio que fue publicado a fines de noviembre de 1869. Desde el inicio se conocía que la infalibilidad del Papa sería el argumento principal de este concilio ecuménico, de manera que la nueva doctrina reforzaría la autoridad del Papa. Sin embargo, se produjeron diversos casos de contestación incluso antes de la celebración del

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concilio. Así 14 de los 20 obispos alemanes reunidos en Fulda en septiembre de 1869 redactaron una nota que enviaron al Papa en la que solicitaban que el tema de la infalibilidad no se tratase. También causó fuertes debates la idea de que el concilio apoyara y promoviera la acción contra los así llamados «errores modernos» que el Pío IX venía haciendo, y suscribiera el syllabus.

Desarrollo Los trabajos del concilio comenzaron el 8 de diciembre de 1869. A diferencia de los concilios generales anteriores, los jefes de Estado no fueron invitados a participar y solo los obispos, los superiores generales de órdenes religiosas y monásticas y los abades nullius gozaban de voto deliberativo. Se invitó a participar a los jerarcas de la Iglesia Ortodoxa (por medio del breve Arcano divinae Providentiae consilio) y a los líderes de denominaciones protestantes (por medio de la carta Iam vos omnes) pero ambos rechazaron la invitación alegando que la forma usada para ello, les denigraba. El reglamento no consideraba la posibilidad de largas discusiones sobre los esquemas ni la posibilidad de que hubiera una gran cantidad de votos negativos a las propuestas pre elaboradas. Al comienzo, el programa de temas a tratar era muy extenso. Preponderó la necesidad de hablar más de la Iglesia. También era necesario hablar de la relación entre fe y razón por ser un tema relevante en tiempos de la ilustración y el desafío que esto suponía para la Iglesia, al igual que otros descubrimientos científicos como el evolucionismo, que parecían cuestionar las teorías cristianas más tradicionales. Otro tema a tratar eran las grandes misiones católicas de la época. El 10 de diciembre se indicó la composición de la diputación de postulados, encargada de recibir las propuestas de temas a tratar por el concilio. El 14 de diciembre comenzaron las votaciones para fijar las comisiones de trabajo. El 28 de diciembre comenzó la discusión del esquema doctrinal elaborado por el P. J.B. Franzelin y que fue ásperamente criticado por su carácter demasiado académico, impropio de un concilio. Desde el 6 de enero se discutieron otros esquemas como el relativo a los obispos y al clero diocesano así como el que proponía la elaboración de un nuevo y único catecismo. Todos fueron rechazados y volvieron a sus respectivas diputaciones sin que para el 22 de febrero nada hubiese sido aprobado. Durante el concilio y visto el tenor de las discusiones, se hizo necesario cambiar el reglamento para adaptarlo a la posibilidad de mayor libertad a la hora de rechazar y ampliar los documentos propuestos por las comisiones preparatorias. Así las discusiones se centraron rápidamente en los dos temas principales: La infalibilidad y las relaciones entre fe y razón.

Infalibilidad Como se ha mencionado anteriormente, ya en los meses anteriores al inicio del concilio las discusiones sobre el tema de la infalibilidad se hicieron fuertes. Döllinger y Dupanloup se oponían abiertamente. Henry Maret desde la Sorbona hablaba de una infalibilidad del Papa en unión con los obispos, etc. La preocupación de algunos sectores de la Iglesia creció cuando el 1 de febrero de 1869 la Civiltà Cattolica publicó un artículo en el que se mencionaba la posibilidad, deseada, de que la doctrina sobre la infalibilidad del Papa fuera declarada por aclamación durante el concilio. Había oposición sea por considerar tal dogma inadmisible, sea por inoportuno, sea también porque una declaración en esos términos no podría explicar con la fineza teológica necesaria el alcance del dogma. En ese contexto, Döllinger –con el pseudónimo de Janus– publicó una serie de artículos donde no sólo criticaba el posible dogma de la infalibilidad pontificia sino también se oponía al primado de jurisdicción papal. La respuesta llegó de parte de un historiador, Joseph Hergenröther pero los debates se agriaban con el pasar del tiempo y lograban el efecto contrario: dado que el tema había llegado a ser tan discutido, era inevitable que el concilio se ocupase de él.

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En el concilio el grupo contra la infalibilidad estaba compuesto por los obispos de Austria-Hungría, mayoría de los de Alemania y el 40% de los de Francia. Estos se organizaron y formaban más o menos un quinto de los padres conciliares. Los a favor eran los obispos de Estados Unidos e Italia, con algunos nombres conocidos como Manning, Dechamps y Senestrey, obispo de Ratisbona. El Papa al ver estas dificultades decidió retirar del esquema sobre la Iglesia cualquier mención al tema de la infalibilidad, pero los obispos lo convencieron de añadirlo en marzo de 1870. Así se presentó a discusión el que iba a ser el capítulo XI del esquema sobre la Iglesia y que a petición de la mayoría (con algunas excepciones importantes como el Card. Bilio y el Card. Corsi) fue el primero en tratarse en aula. Entonces se hizo una nueva redacción del capítulo, más amplio (llegaron a ser cuatro capítulos: institución del primado, perennidad del primado, el primado de jurisdicción y la infalibilidad) y con vistas a publicarlo como una constitución independiente. También se adaptó la normativa del concilio permitiendo que los documentos fueran aprobados por mayoría simple y no por la unanimidad tradicional, lo cual generó nuevas discusiones dentro y fuera del concilio. Las discusiones, por orden del Papa, debían mantenerse en secreto pero de todos modos iba saliendo información a la opinión pública debido a la expectación y a la ausencia de comunicados oficiales. Entonces, las discusiones sobre la infalibilidad llegaron a los medios de comunicación masivos. Louis Veuillot y los redactores de la Civiltà Cattolica se pusieron a favor de la infalibilidad. Dupanloup, Gratry y Döllinger seguían sus publicaciones de naturaleza histórica y dogmática contra la infalibilidad. En realidad se trataba de tres grupos: los contrarios al dogma en cuanto tal, los que no lo consideraban oportuno y los que estaban a favor del dogma. Por otro lado, se supo que el esquema sobre la Iglesia retomaba y confirmaba las enseñanzas de los católicos en relación con los dos poderes, espiritual y temporal, sin considerar el cambio de las estructuras políticas y sociales de Europa. Esto generó una serie de protestas por parte de los gobiernos de Austria y Francia. Sin embargo, las discusiones más ásperas seguían siendo las relativas al capítulo sobre la infalibilidad. Desde 13 de mayo al 6 de junio se discutió sobre el documento completo sin llegar a ningún consenso aunque sí se lograra en relación al primado de jurisdicción. Los miembros de la comisión explicaron a los padres conciliares que el dogma de la infalibilidad se contenía en la reflexión sobre la Iglesia y que no era algo «personal» del Papa sino en vistas a su función dentro de ella. Luego se comenzó a discutir, hasta el 13 de julio sobre cada parte del documento. El Papa Pío IX manifestó a sus colaboradores que buscaba una definición extensa que no solo tuviera en cuenta las definiciones pontificias ex cathedra y contaba con el apoyo de jesuitas y del Card. Manning. Pero la asamblea conciliar se opuso a esto y se discutió solo si sería necesario el consenso explícito de los obispos para que una decisión papal fuera infalible. Finalmente el 13 de julio se votó la constitución. Los resultados fueron: • 88 non placet • 62 placet iuxta modum • 50 no se presentaron • 451 placet La discusión sobre la necesidad del consenso de los obispos se prolongó con diversas vicisitudes. Varios obispos se presentaron al Papa para pedirle que cediera en este punto pero no obtuvieron respuesta. Entonces unos días antes de la votación definitiva, 55 padres conciliares enviaron una carta al Papa comunicándole su decisión de no participar en esa sesión: estos obispos se retiraron inmediatamente de Roma. El 18 de julio se votó la constitución y obtuvo 533 votos a favor de 535 aun cuando fue solicitado el cambio del título del capítulo y de De Romani Pontificis infallibilitate quedó en De Romani Pontificis infallibili magisterio. El texto finalmente aprobado sobre la infalibilidad es el siguiente: Por esto, adhiriéndonos fielmente a la tradición recibida de los inicios de la fe cristiana, para gloria de Dios nuestro salvador, exaltación de la religión católica y salvación del pueblo cristiano, con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos como dogma divinamente revelado que: El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema

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autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables.

Fe y razón A fines del mes de diciembre de 1869 se discutió el tema de la condena al racionalismo. El esquema propuesto que había sido redactado por los padres Franzelin y Clement Schrader fue rechazado. Entonces se encargó a otros sacerdotes, los padres Kleutgen y Dechamps la elaboración de un nuevo esquema llamado De fide catholica. La discusión se prolongó hasta el 6 de abril de 1870 y se aprobó la Constitución Dei Filius seis días después. En ella se afirma que las fuerzas naturales de la razón son suficientes para descubrir la existencia de Dios aun cuando al mismo tiempo subraya la necesidad e importancia de la Revelación divina. Se trata además de la doble naturaleza de la fe como virtud infusa y al mismo tiempo libre adhesión de la inteligencia a Dios mismo. Finalmente se condenan los diversos errores del ateísmo, del materialismo, del panteísmo, del racionalismo, del tradicionalismo fideísta.

Suspensión Desde el inicio el concilio fue amenazado por dos conflictos inminentes: el franco-prusiano y el hecho de que Roma estaba rodeada por el ejército italiano para la unificación. El 19 de julio, un día después de la aprobación de la Pastor Aeternus se desencadenó la guerra entre Francia y Prusia. Los obispos entonces decidieron abandonar la ciudad de Roma. El 20 de septiembre la ciudad fue ocupada por las tropas de Vittorio Emmanuele (dado que las francesas que defendían al Papa habían salido de la ciudad para participar en la guerra). Pío IX suspendió los trabajos del concilio el 20 de octubre siguiente por medio del breve Postquam Dei munere sin indicar una fecha de reinicio de los trabajos conciliares. En la práctica el concilio nunca se concluyó.

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Concilio Vaticano II Concilio Vaticano II

XXIº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica

Fecha de inicio 11 de octubre de 1962

Fecha de término 8 de diciembre de 1965

Aceptado por Iglesia católica

Concilio anterior Concilio Vaticano I

Concilio posterior -

Convocado por Juan XXIII

Presidido por Juan XXIII (1962) Pablo VI (1963-1965)

Asistencia 2450 obispos

Temas de discusión Promover el desarrollo de la fe católica. Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles. Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.

Cánones {{{cánones}}}

Documentos y declaraciones

Constituciones: Dei Verbum, Lumen gentium, Gaudium et spes y Sacrosanctum concilium. Decretos: Ad Gentes, Apostolicam Actuositatem, Christus Dominus, Inter Mirifica, Optatam Totius, Orientalium Ecclesiarum, Perfectae Caritatis, Presbyterorum Ordinis y Unitatis Redintegratio. Declaraciones: Dignitatis Humanae, Gravissimum Educationis y Nostra Aetate.

El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX. El Concilio constó de cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo Papa en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965. La lengua oficial del Concilio fue el latín. Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación de lenguas y razas, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas.

Objetivo El Concilio se convocó con los fines principales de: • Promover el desarrollo de la fe católica. • Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles. • Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo. • Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales. Se pretendió que fuera un aggiornamento o puesta al día de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus actividades. Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos.

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El Concilio Vaticano I (1869-1870) no había terminado debido a la suspensión impuesta por el estallido de la guerra franco-prusiana. Algunos querían que se continuara este concilio pero no fue así. Los sectores más liberales o modernistas dentro de la Iglesia lo consideran uno de los cinco concilios más importantes (Niceno I, Calcedonenses, Lateranense IV, Tridentino y Vaticano II). Trató de la Iglesia, la revelación, la liturgia, la libertad religiosa, etc. siendo sus características más importantes la renovación y la tradición. En cambio, los sectores más conservadores aplican un término llamado la hermenéutica de la continuidad para leer los textos conciliares a la luz de la Tradición y del Magisterio bimilenario para que no entre en contradicción. Por su parte, los sectores tradicionalistas minoritarios, como la Hermandad San Pío X, denuncian que el Concilio enseña errores y que hay puntos que deben ser condenados porque contradicen abiertamente la Tradición, el Magisterio Papal y de los anteriores Concilios de la Iglesia católica.

Antecedentes A lo largo de los años 1950, la investigación teológica y bíblica católica había empezado a apartarse del neoescolasticismo y el literalismo bíblico que la reacción al modernismo había impuesto desde el Concilio Vaticano I. Esta evolución puede apreciarse en teólogos como los jesuitas Karl Rahner o John Courtney Murray, que se habían venido esforzando por integrar la experiencia humana moderna con el dogma cristiano, así como en otros: el dominico Yves Congar, Joseph Ratzinger (ahora Papa con el nombre Benedicto XVI), Henri de Lubac y Hans Küng que buscaban lo que veían como una comprensión más ajustada de la Escritura y de los Santos Padres, un retorno a las fuentes (ressourcement) y una actualización (aggiornamento). Al mismo tiempo los obispos de todo el mundo venían afrontando tremendos desafíos asociados al cambio político, social, económico y tecnológico. Algunos de ellos aspiraban a formas nuevas de responder a esos cambios. El Concilio Vaticano I, desarrollado casi un siglo antes, había sido interrumpido cuando el ejército italiano entró en Roma en los momentos finales de la unificación italiana. Sólo habían concluido las deliberaciones relativas al papel del papado, dejando sin resolver los aspectos pastorales y dogmáticos concernientes al conjunto de la Iglesia.

Preparación Desde febrero de 1959 a noviembre de 1962 tuvo lugar la etapa de preparación del Concilio, bajo la responsabilidad de la Curia Romana.

Primer anuncio Durante la celebración de la fiesta de la Conversión de san Pablo el 25 de enero de 1959, en un consistorio que el Papa Juan XXIII tuvo con los cardenales tras la celebración en la basílica de san Pablo Extramuros, anunció su intención de convocar un concilio ecuménico. El secretario del papa Juan describió así la situación en que el pontífice brindó el «discorsetto» (discursito) que, con una simplicidad llamativa, modificó el rumbo pastoral de la Iglesia Católica, al anunciar la intención de realización del Concilio: Fue un día como los demás. Se levantó el pontífice como de costumbre a las cuatro, hizo sus devociones, celebró la misa y asistió después a la mía. Se retiró a continuación a la salita de comer para la primera colación, dio una ojeada a los periódicos y quiso revisar el borrador de los discursos que había preparado. A las diez partimos para la Basílica de San Pablo Extramuros. La primera parte de la ceremonia duró de las 10.30 hasta las 13. Entonces entramos en la sala de los monjes benedictinos, nos retiramos todos y quedó el papa con los cardenales. Leyó el discursito que había preparado, digo «discorsetto» porque así lo definió él mismo, y en un cuarto de hora estaba todo terminado. Pocos minutos después se difundía por el mundo la noticia del Concilio ecuménico. Mons. Capovilla, secretario de Juan XXIII

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Juan XXIII presentó la iniciativa como algo absolutamente personal: Pronuncio ante ustedes, cierto, temblando un poco de conmoción, pero al mismo tiempo con humilde resolución de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración de un sínodo diocesano para la Urbe y de un concilio ecuménico para la iglesia universal. Los cardenales reaccionaron con un «impresionante y devoto silencio». El anuncio causó una gran sorpresa en todos: todavía no pasaban tres meses desde la elección de Juan XXIII, en el cónclave de octubre de 1958, que lo había elegido como un Papa considerado extraoficialmente "de transición", a continuación del papado de Pío XII. Los medios de comunicación, a excepción de L'Osservatore romano, dieron gran eco a la noticia subrayando diversos elementos del discurso del Papa. En sus discursos posteriores, el Papa fue poco a poco delineando los objetivos del concilio y recalcando especialmente que se trata de un concilio pastoral y ecuménico. Aunque el propósito de Juan XXIII encontró muchas formas de manifestarse durante los tres años siguientes, una de sus expresiones más conocidas fue aquella que, preguntado por los motivos, presentó al tiempo que abría una ventana: «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior». Invitó a otras iglesias a enviar observadores al concilio, aceptándolo tanto iglesias protestantes como ortodoxas. La Iglesia Ortodoxa Rusa, por temor al gobierno soviético comunista, sólo aceptó tras recibir seguridades de que el concilio sería apolítico (es decir, de que no se reiteraría la condena al comunismo).

Etapa antepreparatoria El 17 de mayo de 1959, Juan XXIII anunció la creación de la comisión antepreparatoria: encargó la presidencia de la comisión al Cardenal Domenico Tardini y la secretaría a mons. Pericle Felici. Los secretarios de varios dicasterios de la curia fueron los demás miembros de la comisión. El 26 de mayo se reunió por primera vez y se decidió dar luz verde a dos cartas: una a los organismos de la curia para que prepararan comisiones de estudio sobre los temas a tratar en el Concilio y otra a todos los obispos para que antes del 30 de octubre indicaran sus sugerencias para el Concilio. A estas dos consultas se añadió luego una tercera a las facultades de teología y de derecho canónico que tenían plazo hasta el 30 de abril de 1960 para enviar sus propuestas. El 15 de julio de 1959, el Papa Juan XXIII comunicó a Tardini que el concilio se llamaría «Vaticano II» y que, por lo tanto, no debía considerarse como una continuación del Vaticano I (que había quedado suspendido). Para el 30 de octubre siguiente se habían recibido ya 1600 respuestas de obispos, superiores generales y facultades de teología o de derecho canónico. En la fecha límite, 30 de abril de 1960, se contó con 2109 respuestas, a cuya catalogación y ordenamiento se procedió de manera que fuera posible su síntesis. El documento final se llamó Analyticus conspectus consiliorum et votorum quae ab episcopis et praelatis data sunt.

Fase preparatoria La fase preparatoria propiamente dicha se inició el 5 de junio de 1960 con la publicación del motu proprio Superno Dei nutu que fue redactado por el Cardenal Tardini. Este documento fijó las comisiones preparatorias por temas en 10 con una comisión central que supervisaba y coordinaba los trabajos de todas. Pericle Felici fue nombrado secretario general de esta comisión central. Los presidentes de las comisiones temáticas preparatorias eran los prefectos de los dicasterios correspondientes de la curia. A estos organismos se añadió, para cubrir el deseo del Papa de que las demás iglesias cristianas participaran en el concilio, un «Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos» presidido por el cardenal Augustin Bea, quien solicitó a Mons. Johannes Willebrands que le ayudara como secretario del nuevo ente. También se creó un Secretariado para los medios de comunicación.

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El 14 de octubre de 1960, el Papa constituyó un secretariado administrativo del Concilio al que le encargó tratar los asuntos de financiamiento y desarrollo material del mismo. El 7 de noviembre se creó la comisión para el ceremonial que trataría los temas relacionados con la liturgia y los lugares a ocupar en la Basílica de San Pedro por parte de los padres conciliares. El presidente de esta última comisión fue el cardenal Eugène Tisserant. Los trabajos de las comisiones comenzaron oficialmente el 14 de noviembre de 1960, tras un discurso de Juan XXIII. La principal misión de estas comisiones era elaborar los documentos que, tras pasar por el visto bueno del Papa, serían presentados para la discusión en aula. Las temáticas eran tan variadas que fue necesario incluso crear subcomisiones. Tras un año y medio de trabajos, las comisiones y el Secretariado para la unión de los cristianos produjeron un total de 75 esquemas. Estos esquemas fueron revisados luego por la comisión central que incluyó diversas modificaciones y recortes. El 25 de diciembre de 1961, el papa Juan XXIII convocó la celebración del concilio para 1962 con la bula Humanae salutis y el 2 de febrero siguiente, por medio del motu proprio Consilium diu fijó la fecha de apertura para el 11 de octubre.

El reglamento Una novedad del Concilio Vaticano I fue que el reglamento a seguirse durante las sesiones no fue votado por los mismos padres conciliares. Dado este precedente y tras el código de derecho canónico de 1917 que daba muchos más poderes en relación con el concilio al Papa, no se contempló que en este nuevo concilio el reglamento fuera sometido al parecer de sus participantes. Así, en marzo de 1961 mons. Felici solicitó a la comisión preparatoria central que se manifestara sobre algunos temas relacionados con el reglamento. En junio siguiente el Cardenal Arcadio Larraona solicitó la formación de una subcomisión para la redacción del reglamento. El 7 de noviembre la subcomisión fue creada y trabajó desde el 11 de noviembre hasta el 27 de junio. Dos días después el texto fue entregado al P. Felici quien a su vez lo hizo ver al papa Juan XXIII. Tras integrar algunos cambios solicitados por el mismo pontífice, el reglamento fue oficializado el 6 de agosto de 1962 mediante motu proprio titulado Ordo Concilii oecumenic Vaticani II celebrandi. El texto estaba dividido en tres partes: participantes, normas y procedimientos. Participantes Además de los obispos diocesanos, se contempló que los obispos titulares tuvieran voto deliberativo así como los superiores generales de congregaciones de derecho pontificio con más de 3000 miembros. Los expertos y teólogos invitados por el Papa podrían participar en las congregaciones generales e incluso, si se les solicitaba, intervenir en el aula o en la redacción de esquemas para las diversas comisiones. Los observadores podrían participar solo en las congregaciones generales y sesiones públicas, que gozarían de traducción simultánea. Los peritos invitados por cada obispo no podrían participar en las congregaciones generales. Normas Se mantendría el secreto sobre lo discutido en el Concilio. La lengua oficial sería el latín, aunque en las comisiones podían emplearse otras lenguas. El derecho a hablar se daba en orden eclesiástico: los cardenales primero, luego los patriarcas, a continuación los arzobispos, obispos, etc. Se creaba una «presidencia del concilio» formada por 10 cardenales y una secretaría general. Existirían además 10 comisiones (según las 10 comisiones preparatorias aunque con alguna variante) con 24 miembros cada una: 16 elegidos por la asamblea y 8 nombrados por el Papa (entre los cuales el presidente de cada comisión). A estas comisiones se añadió un secretariado para asuntos extraordinarios. Procedimientos Los textos preparados por las comisiones preparatorias, tras el visto bueno del Papa se enviarían a los padres conciliares para su conocimiento antes de tratarse en las congregaciones generales. En la sesión correspondiente, un relator -normalmente el secretario de la comisión preparatoria respectiva- presentaría el esquema a la asamblea.

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Cada padre conciliar podría, a continuación y durante 10 minutos, intervenir para admitir, rechazar o solicitar enmiendas generales del esquema presentado. Sin embargo, tales intervenciones deberían ser indicadas con tres días de antelación a la secretaría del concilio. Luego se votarían los cambios propuestos y se analizarían los resultados de la votación. Finalmente, se daría una votación del esquema completo y, si este obtenía la mayoría necesaria, se dejaría pendiente su aprobación solemne para la siguiente sesión pública con la presencia del Papa. El texto del reglamento no preveía con claridad los pasos a seguir en caso de que un esquema fuera rechazado, pero sí los pasos para incluir las enmiendas propuestas.

Participantes del concilio • Los 2450 obispos de la Iglesia católica. El único grupo que fue excluido fue el de los obispos del bloque comunista chino, por lo que estuvieron ausentes unos 200 obispos. Existía un convenio con los soviéticos para permitir a los obispos salir de y entrar a sus países sin problemas. Así, fue el concilio más grande en cuanto a cantidad (a los efectos de comparar, el concilio de Calcedonia contó con unos 200 participantes y el concilio de Trento, unos 950) y en cuanto a catolicidad, pues fue la primera vez que participaron de modo sustancial los obispos no europeos (sobre todo africanos y asiáticos). En los primeros dos años, predominaron las intervenciones de los obispos europeos, pero las siguientes sesiones fueron más participadas. Incluso participaron algunos cardenales teólogos o no obispos, pero por insistencia de Juan XXIII fueron ordenados obispos. Además participaron algunos abades, superiores o maestros de grandes órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, etc.). • Teólogos invitados del Papa como consultores, no como miembros plenos (Yves Congar, Karl Rahner, Henri de Lubac, Hans Küng, Gérard Philips). Podían escuchar aunque no hablar en el aula, pero mantenían influencia en las diez comisiones ya mencionadas. Al inicio del Concilio se dio el nombramiento de las comisiones conciliares (dos tercios nombrados por los obispos y un tercio por el Papa) teniendo como tarea guiar y escribir aquellos decretos ya discutidos en el aula. • Consultores de Iglesias ortodoxas e Iglesias protestantes. • Observadores, y católicos laicos (cf. Mary Goldic, Ospite a casa propia, ed. en inglés) • Periodistas. Se dio participación como observadores a periodistas de muchas publicaciones, en especial el Times; Raniero La Valle para L'Avvenire d'Italia; Caprile para La Civiltà Cattolica; el redentorista Francis X. Murphy, bajo el pseudónimo de Xavier Rynne, para The New Yorker; y enviados de otras publicaciones como Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Monde, Assomptionisti La Croix, etc. En este sitio puede también incluirse el diario personal que llevó el teólogo Yves Congar, conocido como Mon Journal du Concile (Paris: du Cerf, 2002), de gran valor histórico-documental.

Sesiones La primera sesión (1962) La primera sesión partió con la inauguración solemne en la Basílica de san Pedro el 11 de octubre de 1962. Juan XXIII presidió la Misa y ofreció un discurso programático, el Gaudet Mater Ecclesia, donde habló del puesto de los concilios en la historia de la Iglesia, de la situación del mundo y de algunos aspectos generales que debían tenerse en cuenta durante el concilio: se trata de custodiar el depósito de la fe católica enseñarlo de una manera adecuada a los tiempos empleando para ello los métodos más eficaces. También recordó que no era una actitud de condena de los errores sino de misericordia, lo que se esperaba del concilio. Alude al tema del ecumenismo que era uno de los que habían causado mayor expectativa en los medios de comunicación. Para el 13 de octubre se tenía programada la elección del porcentaje de miembros de las comisiones que correspondía nombrar a la asamblea conciliar. La secretaría general del concilio entregó entonces una lista con los nombres de todos los padres conciliares y otra lista con los nombres de los miembros de las respectivas comisiones preparatorias. Sin embargo, el cardenal Achille Liénart, tras recibir una solicitud de un grupo de obispos franceses y alemanes, solicitó al consejo de presidencia más tiempo de manera que los participantes pudieran

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conocerse y hacer una votación concienzuda. Por tanto, la elección fue pospuesta para el 16 de octubre y tras los recuentos de votos e intervenciones sobre cuál mayoría sería tomada en cuenta, se eligieron los miembros respectivos de las comisiones. El 20 de octubre, tomando en cuenta el interés mostrado por algunos padres conciliares de ofrecer un mensaje de parte del concilio al mundo, se votó rápidamente una propuesta que obtuvo la mayoría necesaria y fue asumida como Mensaje de los padres conciliares a todos los hombres. Luego comenzó la discusión del esquema sobre la liturgia (De sacra liturgia que luego se llamará Sacrosanctum concilium). Las discusiones, con diversos puntos de vista enfrentados, se prolongaron hasta el 14 de noviembre en que se hizo una primera votación exploratoria. El texto fue ampliamente aprobado (2162 placet contra 46 non placet) Ese mismo día, se presentó en aula el esquema De fontibus revelationis (que luego será el Dei Verbum). Las diferencias dentro del concilio se hicieron todavía más claras durante las discusiones sobre este esquema de manera tal que parecía que el documento sería rechazado completamente. Esta posibilidad no estaba contemplada en el reglamento lo cual hacía más tensas las discusiones de esos días. Tras una votación exploratoria, no se alcanzó la cuota necesaria para que el texto volviera a la comisión y el mismo papa Juan XXIII intervino el 21 de noviembre, creando una comisión mixta que reharía el texto de la constitución dogmática. El 23 de noviembre se entregó a los padres conciliares dos esquemas para su estudio antes de la discusión en aula: era el De Ecclesia (luego la constitución dogmática Lumen Gentium) y un apéndice con un esquema sobre la Virgen María (De beata Maria Virgine). Ese mismo día se comienza a discutir la constitución sobre los medios de comunicación social (que luego será el decreto Inter mirifica). El texto fue aprobado en sus grandes rasgos aunque se solicitó que fuera reducido considerablemente y que se tratase más ampliamente del rol de los laicos en los medios de comunicación. La votación exploratoria dejó 2138 placet y 15 non placet. Para el 27 de noviembre inició la discusión del esquema sobre la unidad de los cristianos, Ut omnes sint. El texto causó desilusión ya que, dado que había sido preparado por la comisión preparatoria para las Iglesias orientales, trataba únicamente de esas iglesias sin hablar, por ejemplo, de los protestantes. El patriarca Maximos de los melquitas criticó el esquema que consideraba mediocre. Dado que la comisión preparatoria teológica y el secretariado para la unidad habían preparado otros esquemas sobre los mismos temas, los padres conciliares solicitaron que fueran fundidos en un solo documento reelaborado por una comisión mixta. Ese fue el resultado de la votación que a propósito se realizó: 2068 placet y 36 non placet. El 1 de diciembre se comenzó a discutir el esquema De ecclesia. El cardenal Ottaviani había intentado en días anteriores que la discusión en aula del esquema se retrasase a la siguiente sesión, pero el consejo de presidencia prefirió mantener el orden del día como había sido propuesto inicialmente. La discusión fue menos acalorada que la de las fuentes de la revelación. Pero de todas maneras a medida que proseguía el debate las críticas de aspectos generales del esquema se hacían más populares. Así, por ejemplo, mons. Emil de Smedt que consideraba que el esquema era triunfalista, clericalista y juridicista. Sin embargo, era el tema del episcopado el que más discusión generaba. El debate no llega a puerto y las discusiones se concluyen el 7 de diciembre, víspera de la clausura de la primera sesión conciliar. Unos días antes, tanto el cardenal belga Leo Jozef Suenens como el cardenal italiano Giovanni Montini habían intervenido en aula solicitando una dirección más clara para el concilio y proponiendo para ello una visión eclesiológica: se trataría de la Iglesia ad intra y ad extra y esta temática podría dar unidad y finalidad a los trabajos. Esto dejaba al documento De ecclesia como el más importante y programático del concilio. El 5 de diciembre la secretaría general comunicó que los 75 esquemas serían reducidos a 20. Asimismo se dieron a conocer los modos de trabajo de las comisiones durante el período de intersesión. Se elaborarían nuevos esquemas de acuerdo con el sentir manifestado por la mayoría de los obispos durante el concilio y se pasarían a aprobación del Papa. Este los haría llegar a los padres conciliares para que estos indicaran las enmiendas consideradas oportunas

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a la comisión antes del inicio de la segunda sesión. Para organizar todo este trabajo, Juan XXIII creó una comisión de coordinación a cargo de la Secretaría de Estado. El 8 de diciembre se concluye oficialmente la primera sesión con un discurso del Papa.

Primera intersesión Las comisiones continuaron el trabajo de elaboración y agrupamiento de esquemas. El Papa envió una carta, la Mirabilis ille (6 de enero de 1963) donde recordaba a los padres conciliares que el concilio continuaba durante el período entre sesiones. La comisión de coordinación comenzó sus trabajos el 21 de enero. El 22 de abril, Juan XXIII aprobó 12 de los 17 esquemas que la comisión le había hecho llegar. Estos fueron enviados a los obispos en mayo y se iniciaron reuniones de grupos de obispos en todo el mundo para discutir juntos los esquemas y llegar así a la segunda sesión con propuestas conjuntas de enmiendas. El 3 de junio, el papa Juan XXIII falleció. El 21 de junio siguiente fue elegido el cardenal Montini, que tomó el nombre de Pablo VI. Al día siguiente, en su primer radiomensaje, aseguró que el concilio continuaría y el 27 anunció la fecha de apertura de la segunda sesión: el 29 de septiembre de 1963. En el período inmediatamente anterior al inicio de la segunda sesión, Pablo VI introdujo algunas modificaciones en el reglamento. Se amplió el número de observadores integrando incluso laicos que fueron llamados a participar aunque sin voto deliberativo. La comisión de coordinación quedaba como organismo permanente del concilio. Y, dada la ineficacia mostrada por el consejo de presidencia, se nombraba un grupo de cuatro delegados o moderadores que agilizarían y dirigirían los debates.

La segunda sesión (1963) El 29 de septiembre, tras una sencilla ceremonia inaugural y un discurso de Pablo VI, los trabajos recomenzaron en San Pedro. Al día siguiente se reinició la discusión en aula del esquema De ecclesia. El nuevo texto fue presentado por el cardenal Ottaviani y atrajo mayor consenso que el anterior. El texto a modo de base para la discusión fue votado y obtuvo 2231 placet contra 43 non placet. Entonces, de acuerdo con el reglamento, comenzó la discusión de cada capítulo. Para cada capítulo fueron declarándose las objeciones de los padres o los aspectos que convenía añadir. El tema de la naturaleza sacramental del episcopado ya había obtenido la casi unanimidad de los consensos pero el de la colegialidad episcopal permanecía discutido (debido a que algunos lo consideraban un atentado contra el primado pontificio) y se dieron intervenciones a favor y en contra durante las sesiones. Lo mismo en relación con la posibilidad de reactivar el diaconado permanente. Las discusiones continuaron hasta el 15 de octubre sin llegar a un acuerdo. Ese día el cardenal Leo Jozef Suenens propuso verificar el apoyo que las diversas posturas tuvieran en la asamblea por medio de una votación de algunos puntos discutidos. Indicó incluso que al día siguiente se tendría tal votación, pero mons. Felici obtuvo que el Papa permitiera impedir esa votación. Suenens también acudió a Pablo VI, quien mandó reunir a la comisión de coordinación, al consejo de presidencia y al secretariado general para tratar el asunto. Era ya el 23 de octubre. En esos días se fijó el texto de las preguntas y el Papa aprobó que se hiciera la consulta para el 30 de octubre. La idea era que de la votación se saliera con una indicación clara para la comisión teológica sobre los contenidos discutidos del esquema. La gran mayoría de los padres se manifestó a favor de la definición de la colegialidad y, aunque menos, también de la reactivación del diaconado permanente. A continuación se discutieron los demás capítulos del De Ecclesia y se trató sobre la posibilidad de integrar el esquema sobre la Virgen María al final de este. La asamblea se dividió completamente (la votación explorativa dio 1114 placet y 1074 non placet). El 2 de noviembre se comenzó a tratar el esquema sobre el episcopado. Era evidente que no podía ser discutido sin haber decidido lo concerniente a la colegialidad en el esquema De Ecclesia: de hecho, las discusiones sobre ese punto continuaron ya que el cardenal Ottaviani buscaba minimizar los resultados de la votación del 30 de octubre. Se produjeron discusiones

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de tono más elevado y el cardenal Josef Frings incluso cuestionó durante una sesión en aula, el modo de actuar del Santo Oficio, provocando una áspera respuesta del cardenal Ottaviani. La discusión del esquema se prolongó hasta el 15 de noviembre. Un nuevo esquema sobre el ecumenismo se presentó para la discusión. El nuevo texto tenía cinco capítulos e incluía también el tema de los no cristianos especialmente los judíos. También se incluyó en este esquema el texto sobre la libertad religiosa. Aun cuando la discusión inicial fue difícil, finalmente se aprobó en línea de principio el texto aunque se solicitó a la comisión mixta que mejor separase lo aplicable a las denominaciones cristianas de los no cristianos. Durante los debates de estos esquemas se realizaban también las votaciones de los capítulos de los esquemas sobre la liturgia y sobre los medios de comunicación. Ambos obtuvieron finalmente el consenso requerido y fueron oficialmente promulgados en la sesión pública del 4 de diciembre. Antes de la ceremonia conclusiva de la segunda sesión, Pablo VI anunció que se aumentaría el número de participantes en las comisiones. En el discurso conclusivo resumió los resultados, que consideraba positivos, de la sesión y anunció su intención de visitar Tierra Santa.

Segunda intercesión Al concluir los trabajos de la segunda sesión, el papa Pablo VI había mencionado su interés en reducir el tiempo requerido para concluir el concilio por medio de la reducción de los esquemas o de la elaboración de textos que siguieran las directivas ya consideradas mayoritarias. Por ello encargó al cardenal Julius August Döpfner que elaborara una propuesta en ese sentido. La idea indicada por él era reducir a seis los esquemas más amplios a discutirse y dejar los demás en una serie de proposiciones que ya no se discutirían sino solo votarían. La comisión de coordinación analizó la propuesta del 28 de diciembre al 15 de enero, la aprobó e indicó a las demás comisiones que procedieran de ese modo. El Papa en los meses siguientes tuvo que tranquilizar a los obispos que consideraban que esto era una medida para concluir «expeditivamente» el concilio. Ya en abril se enviaron los primeros textos (de los esquemas más importantes: De Ecclesia, De fontibus revelationis y sobre la Iglesia en el mundo actual, llamado Esquema XIII) a los obispos para que prepararan su análisis durante el concilio. Por su parte, los cardenales Larraona, Micara y Ruffini enviaron cartas a Pablo VI para que reservara al magisterio pontificio el tema de la colegialidad y mandara retirar el capítulo correspondiente del esquema De Ecclesia.

Tercera sesión (1964) La tercera sesión del concilio se inauguró el 14 de septiembre de 1964. La misa, ya aplicando la constitución Sacrosanctum concilium fue concelebrada por 24 padres conciliares con el Papa. El discurso de Pablo VI resultó esclarecedor de su posición dado que empleó la expresión colegio episcopal apoyando así la posición de la mayoría conciliar. Al día siguiente se inició la discusión de los últimos capítulos del esquema De Ecclesia. El capítulo sobre la escatología fue rápido y sin problemas. En cambio el de la Virgen María aunque fue también breve mantuvo las diferencias de concepto entre los padres conciliares que se habían manifestado en la segunda sesión y en la última intersesión dentro de la comisión teológica. Se optó por una solución de compromiso con un texto que pudiera complacer a ambas partes. El 16 de septiembre comenzaron las votaciones por capítulo del esquema aunque el capítulo tercero (sobre la jerarquía), que era el más discutido, fue votado número por número (38 votaciones). El 18 de septiembre se retomó el esquema sobre los obispos que pasó las votaciones casi sin problemas. El 23 de septiembre se presentó un esquema nuevo sobre la libertad religiosa. Aunque todos estaban de acuerdo en el principio, el texto dividía a la asamblea conciliar por la forma de presentar la doctrina y las consecuencias que podía tener (por ejemplo, en los países donde por concordato la Iglesia católica tenía privilegios). El 9 de octubre, mons. Felici indicó de parte del Papa, que el texto debía ser reformulado por una comisión mixta donde se incluyó al mayor opositor del texto, el arzobispo Marcel Lefebvre.

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A continuación se examinó el esquema sobre los hebreos que había sido rehecho y ampliado tomando en consideración las religiones no cristianas. Las posiciones encontradas (por motivos de oportunidad pastoral) hicieron que el texto volviera al secretariado para ser reescrito. En el secretariado se rehízo el texto sobre los hebreos y se añadieron párrafos relacionados con las demás religiones (hindúes y budistas). El nuevo texto fue votado el 20 de noviembre y obtuvo la mayoría necesaria para aprobarse definitivamente. El texto del esquema sobre la Revelación fue representado y tras cinco sesiones fue aprobado aunque quedaban varios elementos discutidos y que debían tratarse en sede de la comisión teológica. Esta terminó las enmiendas a mediados de noviembre, ya demasiado tarde para que se pudiera discutir de nuevo en aula. Mientras, y ya desde el 7 de octubre, se había comenzado a estudiar el documento sobre el apostolado de los laicos. Las opiniones eran variadas y las críticas al texto venían de todas las sensibilidades. El 20 de octubre otro texto complejo, el llamado esquema XIII fue presentado en aula. La mayoría de las críticas lo consideraban un esquema aceptable pero poco fundado teológicamente. Las discusiones sobre los problemas particulares tratados en el esquema (el ateísmo, la guerra, la familia, el matrimonio) fueron más ásperas. Ese mes de octubre se trataron los esquemas más breves que habían sido reducidos a proposiciones a votar. Así, por ejemplo, los que trataban de los presbíteros, la formación sacerdotal, las iglesias de rito oriental, las misiones, los religiosos, la educación cristiana y el matrimonio. Este último fue convertido en una serie de observaciones que se hicieron llegar al Papa para que él decidiera qué hacer. El mes de noviembre vio el renacer del problema de la colegialidad. Las discusiones en la comisión no llegaban a puerto por lo que se encargó a Mons. Gérard Philips que redactara una nota explicativa que aclarara los elementos empleados en la redacción propuesta, que era una solución que buscaba contentar a todas las partes. El Papa pensaba introducir esta nota como explicación del capítulo III de la Lumen Gentium y tras hacer algunas modificaciones al texto la mandó al concilio. Esta se presentó el 14 de noviembre y causó perplejidad por lo que implicaba de intervención pontificia en el concilio. Tras la lectura del texto y las votaciones el texto de la Lumen gentium se aprobó. Sin embargo, el 19 de noviembre se presentaba el texto de la declaración sobre la libertad religiosa que en vez de ser corregido según las intervenciones anteriores, había sido casi completamente rehecho. Se solicitó entonces que fuera votado de nuevo pero la presidencia del concilio anunció que no se votaría el nuevo texto hasta la siguiente sesión. Esto causó molestia en varios padres conciliares (por ejemplo, los cardenales Meyer, Ritter, Léger, Suenens y Frings), quienes intentaron por todos los medios persuadir a Pablo VI de que se procediese a la votación, pero el Papa no cedió. El descontento de éstos creció cuando se informó a la asamblea que el Papa había introducido 19 modificaciones al esquema sobre el ecumenismo que ya había sido votado y aprobado los padres (aunque todavía no había sido oficialmente promulgado). Estos hechos –aunque a la luz de la historia posterior no se manifestaron tan importantes (el texto de la nota explicativa realmente no cambia lo indicado en el texto final de la Lumen gentium, el mayor tiempo de elaboración del esquema sobre la libertad religiosa permitió perfilarlo mejor y las modificaciones incluidas en el esquema sobre el ecumenismo eran de mera forma) – crearon un clima de descontento y desilusión en los obispos y expertos de la así llamada «mayoría» conciliar. La sesión pública conclusiva vio la aprobación de nuevos documentos (la Lumen gentium, los dos decretos sobre el ecumenismo y el de las Iglesias orientales). Además el Papa proclamó a María como Madre de la Iglesia.

Tercera intersesión Al concluir la tercera sesión conciliar, las comisiones quedaban con 11 esquemas sobre los que trabajar para la cuarta, según las orientaciones recibidas de parte de la asamblea conciliar.

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Algunos textos como el que trataba de la revelación, requerían retoques más o menos importantes; otros, como el que hablaba de los presbíteros debía ser rehecho a partir de las proposiciones que se habían votado. Los textos elaborados fueron enviados a mediados de junio a los obispos para que prepararan sus intervenciones o hicieran llegar directamente sus comentarios a las comisiones.

La cuarta sesión (1965) El 14 de septiembre de 1965 se reanudaron los trabajos en San Pedro. En el discurso de apertura, Pablo VI anunció la creación del sínodo de los obispos (que algunos inicialmente consideraron la aplicación de la colegialidad) y que visitaría la sede de la ONU para el XX aniversario de su creación. Al día siguiente el Papa participó en la congregación general donde firmó el decreto de creación del sínodo. Después que Pablo VI se retirara de la basílica, se inició la discusión del esquema sobre la libertad religiosa. El debate fue tenso y tras cinco días no se llegaba al consenso. La comisión de coordinación se reunió para discutir si se podía hacer la votación del esquema como base y el resultado fue no hacer la votación. Pero el Papa intervino e indicó que se votaría de todos modos. El esquema recibió luz verde (1997 a favor y 224 en contra) para ser usado como base aunque debía «ser perfeccionado según la doctrina católica sobre la verdadera religión y en base a los cambios propuestos durante el debate» según indicaba la pregunta. El 21 de septiembre se llega a la discusión sobre el esquema XIII, debate que se prolongó durante dos semanas. La votación sobre el esquema en cuanto tal (antes de pasar a los capítulos) fue positivo (2100 placet y 44 non placet). El debate sobre el capítulo del matrimonio fue más breve debido a que el Papa había reservado a sí el tema del control de la natalidad. Los demás capítulos pasaron sin mayores dificultades. Desde el 7 de octubre se discutió el esquema sobre las misiones. El texto fue bien acogido y se sugirieron una serie de mejoras. Sin embargo, un texto del documento que hablaba de cómo universalizar el dicasterio de Propaganda fidei fue modificado por la comisión debido a que la reforma de la curia era competencia exclusiva del Papa según había indicado la Comisión pontificia para la reforma de la Curia romana. Alrededor de 300 padres firmaron un manifiesto de protesta por este cambio en un documento aprobado con 2070 placet. Luego se discutió el documento sobre los presbíteros. Volvió a discutirse el tema del celibato o al menos de la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados. El 11 de octubre, Pablo VI mandó leer un comunicado por el que solicitaba que no se discutiera públicamente el argumento y que las propuestas le fueran enviadas a través del consejo de presidencia. Los días siguientes se dedicaron solo a votaciones de esquemas o de capítulos de estos sin debates. El 28 de octubre se tuvo una sesión pública de promulgación solemne de la Christus Dominus, la Perfectae caritatis, la Optatam totius, la Gravissimum educationis y la Nostra aetate. El 29 de octubre se reiniciaron las votaciones, esta vez del documento sobre la revelación, Dei Verbum. Nuevamente se llegó a un punto muerto por las enmiendas que consentía el sistema de votación iuxta modum. Entonces Pablo VI envió una serie de propuestas de redacción (teológicamente aceptables) para que la comisión teológica, con la ayuda del cardenal Augustin Bea, escogiera la más apropiada. Así, a pesar todavía del disenso de unos pocos padres (55 en la votación preliminar) se logró pasar la constitución. Desde el 9 de noviembre se votó el esquema sobre el apostolado de los laicos. El documento sobre las misiones fue nuevamente propuesto y recibió 712 placet iuxta modum que obligaba a la comisión a enmendar el texto. El 18 de noviembre se tuvo otra sesión pública donde se promulgaron la Dei Verbum y la Apostolicam actuositatem. El Papa, en la homilía, anunció laapertura de los procesos de beatificación de Pío XII y de Juan XXIII. En los días siguientes se continuaron las agotadoras votaciones. La declaración sobre la libertad religiosa pero no fue posible vencer la oposición de un grupo de 250 padres.

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La votación de la constitución Gaudium et spes fue todavía sufrida debido a las peticiones de incluir una condena expresa del comunismo y por una nueva intervención del Papa en el capítulo sobre el matrimonio. Pero finalmente lograron el consenso sobre el texto. Los últimos días del concilio se desarrollaron entre agradecimientos. El 7 de diciembre fue la última sesión pública solemne: se promulgó la constitución pastoral Gaudium et spes, los decretos Ad gentes y Presbyterorum ordinis, la declaración Dignitatis humanae. Asimismo se leyó la declaración común que retiraba las excomuniones recíprocas con la Iglesia ortodoxa. El concilio concluyó con una misa presidida por Pablo VI el 8 de diciembre.

Documentación y nivel de aceptación por los Padres Conciliares El Concilio Vaticano II dio lugar a un total de 4 constituciones (2 de ellas dogmáticas y 1 pastoral), 9 decretos conciliares y 3 declaraciones conciliares, a los que se pueden sumar la Constitución apostólica Humanae salutis por la cual Juan XXIII convocó el concilio, el mensaje Ad omnes de los Padres del concilio a todos los hombres, los mensajes del concilio a la humanidad, y otros breves (In Spiritu Sancto y Ambulate in dilectione). Los documentos se pueden ver en «Le fonti ufficiali» que se conservadan en un archivo dividido en: • Materia preparatoria: • Serie I, ante preparatoria que corresponde a antes del inicio del concilio, son las respuestas de los obispos a los cuestionarios. No están en sentido sistemático. • Serie II, Materia preparatoria (4 volúmenes en 6 tomos). Corresponde al último año después de la convocación del concilio. Son los documentos preparados por la Curia para el concilio. La Curia divide los temas en 10 temas (que corresponden a los 10 dicasterios del Vaticano que presidían las 10 comisiones preparatorias). Tras un largo y duro trabajo, se redactaron 16 documentos, cuyo conjunto constituye una toma de conciencia de la situación actual de la Iglesia y define las orientaciones que se imponen. Los documentos son: Constituciones • Dei Verbum (Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación) • Lumen Gentium (Constitución Dogmática sobre la Iglesia) • Sacrosanctum Concilium (Constitución sobre la Sagrada Liturgia) • Gaudium et Spes (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual) Decretos conciliares • Ad Gentes (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia) • Presbyterorum Ordinis (Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros) • Apostolicam Actuositatem (Decreto sobre el apostolado de los laicos) • Optatam Totius (Decreto sobre la formación sacerdotal) • Perfectae Caritatis (Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa) • Christus Dominus (Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos) • Unitatis Redintegratio (Decreto sobre el ecumenismo) • Orientalium Ecclesiarum (Decreto sobre las Iglesias orientales católicas) • Inter Mirifica (Decreto sobre los Medios de comunicación social) Declaraciones conciliares • Gravissimum Educationis (Declaración sobre la Educación Cristiana) • Nostra Aetate (Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las Religiones no cristianas) • Dignitatis Humanae (Declaración sobre la libertad religiosa) 1: