breve historia de los concilios (hubert jedin)

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HUBERT JEDIN

BREVE HISTORIADE LOS CONCILIOS

B A R C E L O N A

EDITORIAL HERDER1960

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Versión española porALEJANDRO RO S, hecha direc tam ente sobre 1»primera edic ión de la obra or igina l a lemana Kleine Kotuiliengeschichte,de HUBERT JEDIN, publicada en 1959 por Verlag Herder KG de Frlburgo

de Brisgovia

E n la c ub ie r ta , se reproduce unde ta l le de la xilografía que figura en JaCkronik des Concils tu Constan!, de TJLRICH VON RICHBNTAL (H14 -1416)-

1.» edición : octubre de 19592 .a edición revisada : dic iembre de 1958

Nrarx. OBSTAT: El censor: JOS É M AR Í A DAL M AU, S. I.

IHPRIMATUR: Barce lona , 3 deoc tubre de 1959

Dr. J U A N S E R R A P Ü I G , Vicario General

P o r m a n d a t o de Su Bxc ia . Rvm a .ALEJANDRO P ECB , Pbro. , Canc il le r-Secre ta r io

Editorial Herder, Barcelona zaio

Es PR OP I E DAD DE PÓS I T O L E GAL B. 12386-1959 P R I N T E D m SPADM

GHAFESA, Torres Amat, 9 - Barcelona

Í N D I C EP á g s .

Aclaración de conceptos 9

Pr imera par te: Los ocho concilios ecuménicos de laantigüedad •. . . . 17El «grande y santo sínodo de los 318 padres» enNicea —Disputa en torno al Niceno —Concilioecuménico en Constantinopla (381) —Dos escuelas: dos imágenes cristológicas — Cirilo contraNestorio — El concilio de Éfeso (431) — Un«sínodo de ladrones» — La fe de Calcedonia —Retoños de monofisismo — La cuestión de Hono

rio — Alborada de unmundo nuevo — Iconoclasta s y culto de las imágenes: el Niceno de787 —Epílogo en Occidente — El cisma de Focio y susupresión por el octavo concilio ecuménico.

Segunda parte: Los concilios generales papales de laalta edad media 47Sínodo papal de reforma y concilio depaz en laépoca de la guerra de las investiduras —Los dosprimeros concilios generales de Letrán — Lucha

por lapaz con Barbarroja; el tercer concilio de Letrán — Inocencio 111 en el cuarto concilio de Letrán— Deposición del emperador Federico 11 en el primer concilio de Lyon — Cruzada, unión de losgriegos y ordenamiento del conclave en el segundoconcilio de Lyon — La sombra de Bonifacio vin —El ceremonial litúrgico de la sesión de apertura enViena — El proceso de los templarios y la reforma eclesiástica.

Tercera parte: ¿Está el concilio por encima del papa? 75

Origen de la «teoría conciliar» —El gran cisma

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de Occidente — Un concilio en Pisa: tres papasen lugar de dos — El rey Segismundo y Juan xxmconvocan el concilio de Constanza — Fuga y deposición de Juan xxm — Resignación de Gregorio XII y deposición de B enedicto xm — Elecciónde Martín v — Reformas eclesiásticas y concordatos — Proceso de Juan Hus — Eugenio iv y elconcilio de Basilea — Ruptura definitiva entre elpapa y el concilio — Concilio para la unión conlos griegos en Ferrara-Florencia — Composicióndel cisma de Basilea — Supervivencia de la ideaconciliar — Un quinto concilio de Letrán.

Cuarta parte: Ruptura de la unidad de la fe y concilio de TrenteUn «concilio general, libre, cristiano en tierra alemana» — El fracaso de Mantua-Vicenza — Colo

quio religioso en vez de concilio — Primera convocación en Trento (1542) — La guerra de Es-malcalda y el concilio de Trento (1545-15-47) —La justificación y el concepto sacramental — Traslado a Bolonia — Regreso a Trento (1551-1552)— Los protestantes y Trento — El calvinismo enFrancia — Tercera etapa del concilio (1562-1563)— La gran crisis conciliar y su superación — Granproyecto de reforma de Morone — Conclusión yejecución.

Quinta parte: El concilio vaticanoEl «Syllabus» de Pío ix — Notificación de unconcilio ecuménico — Convocación del concilio —Trabajos preparatorios y estatuto conciliar — Losartículos de la «Civiltá Cattolica» y la opiniónpública europea — Apertura — El primer decretosobre la fe — Debates sobre cuestiones de cura dealmas — Se agudiza la cuestión de la infalibilidad— Eco en toda Europa — Debate sobre el prima

do y la infalibilidad del papa — Definición del pri-

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I>ágs.

mado pontificio — La definición de la infalibilidadpontificia — Aceptación y contradicción — Ojeadaretrospectiva. Panoramas.

Fue ntes e indicacion es bibliográficas 163Ta bla cronológica 170

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A C L A R A C I Ó N D E C O N C E PT O S

Según el derecho canónico vigente (CIC can. 222-229),

los concilios ecuménicos son asambleas de obispos y dedeterminadas personas investidas de jurisdicción que, convocada s y presididas po r el papa , dictan resoluciones — quedeben ser refrendadas por el papa mismo— sobre asuntosconcernientes a la fe y a la disciplina eclesiástica. Participan en ellos por derecho propio los cardenales, aunqueno posean el orden episcopal, los patriarcas, arzobispos yobispos, incluso los obispos titulares (caso que en la convocación hayan sido mencionados expresamente), el abad

primado y los abades generales de las congregaciones monásticas, los superiores generales de las órdenes exentas ylos abades y prelados con jurisdicción territorial propia. Elderecho de participación está ligado a la persona; no estáexcluida la delegación, pero ésta no implica derecho a pluralidad de voto. Los participantes tienen derecho, con anuencia de la dirección del concilio, a presentar ponencias sobreel programa del mismo. El concilio ecuménico goza de «lasuprema autoridad sobre la Iglesia universal».

Conviene distinguir de los concilios ecuménicos a losconcilios provinciales de los obispos de una misma provincia eclesiástica reunidos bajo su metropolitano, así comolos concilios plenarios, que comprenden varias provinciaseclesiásticas y se celebran bajo la presidencia de un legado pontificio (CIC can. 2 81-283 s) . Los sínodos diocesanos, organizados por los obispos, no son concilios en todoel rigor de la palabra, dado que en tales sínodos es siempre el obispo el único legislador.

Mientras los concilios provinciales son anejos a una an

tiquísima institución de la organización eclesiástica, el con-

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junto de diócesis provincial o metropolitano, los conciliosplenarios reúnen a los obispos de varias provincias eclesiásticas de un determinado país o de un grupo de países,en los que parece conveniente coordinar la labor misioneray de cura de almas. En este sentido, los tres concilios plenarios de Baltimore (1852-1884) contribuyeron a la organización de la cura de almas en los Estados Unidos deAmérica.

De los concilios provinciales y plenarios en el sentidodel código de derecho canónico hay que distinguir las conferencias episcopales que se vienen celebrando en variospaíses (en Alemania desde 1848) bajo la presidencia delobispo, o cardenal, más elevado en rango, y a veces delnuncio acreditado o de delegados apostólicos. Se ocupande los asuntos generales de las diócesis del país en cuestión,pero no gozan de poder legislativo como los concilios, demodo que sus decisiones no obligan en derecho a los participantes. En los países de misión las conferencias episcopales reúnen a veces a los obispos de regiones enteras, comola conferencia episcopal celebrada en Manila del 10 al 17de diciembre de 1958, que, bajo la presidencia del cardenalAgagianian, reunió a más de cien obispos de las tierras de lExtremo Oriente, desde el Japón hasta Indonesia.

En este librito no nos ocupamos de estas conferenciasepiscopales ni de los concilios de categoría inferior, sinoúnica y exclusivamente de los veinte concilios ecuménicosreconocidos por la Iglesia. Hasta fines del primer milenario

no es la intención ni la voluntad de reunir tal concilio expresada por el convocante, la que determina el carácter deecumenicidad de un concilio. Tampoco el reconocimientode las decisiones por el papa en aquel período tuvo desde unprincipio el carácter de aprobación formal, como lo tuvoclaramente en los concilios ecuménicos posteriores. Precisamente el reconocimiento de estos veinte concilios como ecuménicos no remonta a un acto legislativo pontificio que losabarque a todos, sino que se ha ido afirmando en la ciencia

y en la práctica eclesiásticas. Aunque no existe todavía nin-

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guna investigación científica detallada de cómo llegaron aser recibidos por la Iglesia tales concilios, sin embargo, sepuede afirmar que los ocho concilios ecuménicos de la antigüedad se consideraban ya a principios del siglo dieciséiscomo un bloque de determinada fijeza. Donde se notan vacilaciones es en el enjuiciamiento del primer concilio Latera-nense y — como es na tural — del concilio de B asilea. Elcardenal Domenico Jacobazzi, en su obra «Sobre el Con

cilio» redactada durante el quinto concilio Lateranense, perono publicada hasta 1538, no enumera los dos primeros concilios Lateranenses ni tampoco el de Basilea. Lo mismo elobispo Matías Ugoni en su obra de 1532 sobre los concilios. En el concilio de Trento los españoles y los francesesse resistieron a reconocer el quinto concilio Lateranense.En cambio, el cardenal Belarmino tiene ya la misma enumeración de hoy. Para la edición romana de los concilios (v.infra Fuentes e Indicaciones bibliográficas) compuso una

«Advertencia al lector» acerca del concilio de Basilea, que,sin embargo, quedó inédita al momento de la publicación porel hecho de no publicarse las actas del concilio de Basilea.

Además de esto, la realidad histórica es mucho más matizada de lo que podrían sugerir las netas caliñcaciones ydefiniciones de conceptos del código de derecho canónico. Enrealidad aparecen en la historia muchos más tipos de concilios, que ni siquiera el historiador llega siempre fácilmentea distinguir. Nos vamos a contentar con algunas insinuaciones.

La reunión en Jerusalén de los «apóstoles y ancianos»(Act 15, 6-29) se consideró en época posterior comp elprototipo de las asambleas de obispos de la antigüedad cristiana, llamadas sínodos (de aóvoSoí, asamblea, o lugar donde se celebra). En aquella reunión Pablo y Bernabé abogaron por la liberación de la ley judaica de los cristianosprovenientes del paganismo. El resultado fue la aceptacióny transmisión a la comunidad de Antioquía de la propuestaconciliadora del apóstol Santiago el Menor: «Nos ha pa

recido al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros otra

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carga, fuera de éstas que son precisas: que os abstengáis demanjares inmolados a los ídolos, y de sangre, y de animalsofocado, y de la fornicación.» Los 85 «cánones apostólicos», presunta compilación de Clemente de Roma transmitida en el Libro octavo de las «Constituciones Apostólicas», no remontan al tiempo de los apóstoles, sino que probablemente fueron compilados a principios del siglo quintoa base de cánones de anteriores concilios, sobre todo del

concilio de Antioquía del año 341. En la edad media pasaban por auténticos.Cabe dudar si los más antiguos sínodos episcopales co

nocidos, que se reunieron en Asia Menor en la segundamitad del siglo segundo contra la secta de los montañistas,enlazaban con el citado «Concilio apostólico»; como tampoco se ha demostrado que tuvieran como modelo a las asambleas provinciales de los romanos. La explicación más obviaes la siguiente: los obispos de regiones colindantes se reu

nían para deliberar y tomar decisiones en común sobre errores y discrepancias en la fe, que daban qué hacer a suscomunidades. En estos casos correspondía desde luego lainiciativa y la precedencia a comunidades de origen apostólico. El obispo de Roma, Víctor, reunió en 197 un sínodo,en el que se decidió en contra de la fecha de la Pascua divulgada en Oriente.

En el siglo m son ya una institución estable los sínodosepiscopales, anejos en parte a las uniones metropolitanasque van surgiendo, pero que a veces se extienden más allá

de esos límites. Cipriano, obispo de Cartago, reúne en 256a 87 obispos africanos, para reforzar su opinión de la invalidez del bautismo administrado por los herejes. Poco después del año 300 se reúnen en Elvira 19 obispos españolesy 24 presbíteros de toda la Península, consignando disposiciones sobre la disciplina eclesiástica en 81 cánones quetodavía se conservan. Es verdad que a estos sínodos lesfalta todavía una competencia netamente definida; ellos mismos se consideran como testigos de la tradición y su auto

ridad depende de la eventual aceptación por la Iglesia uni-

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versal. El canon 5." del concilio de Nícea, que prescribedos sínodos por año, desmuestra que los sínodos episcopales eran ya una institución estable a principios del siglocuarto.

La posibilidad y al mismo tiempo la necesidad de reunirselos obispos de toda la otxouuiv*), es decir, de todo el mundo de cultura grecolatina, se dio por primera vez cuandoel cristianismo, por obra de Constantino el Grande, disfrutó

de tolerancia, convirtiéndose finalmente en religión predominante del Estado. La unidad y el orden en la Iglesia vinoa ser a la vez interés del Estado. Ya en el año 314 convocóConstantino en Arles un sínodo de 33 obispos de todo elmundo occidental, sínodo que se ocupó de la disputa do-natista surgida en África, de la cuestión del bautismo de losherejes y de la fecha de la Pascua. Un decenio más tardele siguió el primer concilio ecuménico de Nicea, que fue ala vez concilio de estado (v. parte primera). No hay sinembargo que olvidar que más de un concilio de estado que

se había proyectado como ecuménico, no obtuvo esta categoría, como sucedió con el de Sárdica (343) y los de Se-leucia y Rímini (359/360), que actuaron separadamente paraOriente y Occidente; mientras, al contrario, el concilio deConstantinopla, proyectado sólo para la parte oriental delImperio (381), debido a sus importantes definiciones de fesobre la divinidad del Espíritu Santo que eran de interésgeneral, logró aceptación también en Occidente, merced ala autoridad del obispo de Roma.

Paralelamente a la elaboración de las organizaciones metropolitana y patriarcal se fueron desarrollando los tipos desus correspondientes sínodos: los sínodos patriarcales quereunían a los patriarcas de Alejandría y Antioquía, y mástarde también de Constantinopla; los sínodos provinciales,que se reunían dos veces al año en Oriente para decidir sobrela elección y la consagración de los obispos y para liquidardiscusiones. Por otra parte, en África se tenían conciliosplenarios de los obispos africanos en Cartago, que no estaban ligados a una provincia eclesiástica o a un patriarcado.

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No exageramos al decir que en estos sínodos palpitaba lavida de la Iglesia antigua; los concilios ecuménicos eranla clave de todo el edificio sinodal.

Un nuevo tipo conciliar surge en los dominios germanos, en los cuales los reyes ejercían influjo decisivo en lasiglesias nacionales. Estos concilios de estado o nacionales,que a veces iban a la par con asambleas nacionales de losmagnates del país sin estar por eso identificados con ellas,

se llamaron sínodos o concilios generales porque no se limitaban a los obispos de una provincia eclesiástica, sino queabarcaban a toda la nación; sin embargo, no eran conciliosgenerales en el moderno sentido de la palabra. Incluso enasambleas nacionales mixtas se trataban asuntos eclesiásticos en deliberaciones particulares de obispos, si bien enla época carolingia sus decisiones eran promulgadas por elrey como leyes de la nación. Durante toda la alta edad media celebraron los reyes alemanes en Alemania y en Italiasínodos nacionales, en los que a menudo se hallaban pre

sentes grandes del mundo, sin que por ello perdieran los sínodos su carácter eclesiástico. Aparte de los sínodos nacionales se reunían también otros puramente episcopales, comolos del obispo de Maguncia, Aribón, en Seligenstadt y enHochst (1023/24). En Inglaterra permanecieron las cortesdel reino separadas de los sínodos nacionales celebradosbajo la presidencia del arzobispo de Cantórbery.

Si es verdad que en los concilios nacionales visigóticos,francos y alemanes, convocados por los soberanos, tuvo

la palabra en la Iglesia el poder secular, con todo en losconcilios celebrados por los papas a partir de la reformagregoriana fue creciendo el influjo del papado reformadoren la lucha por la libertad de la Iglesia. Los concilios dereforma de León ix y los sínodos romanos de cuaresmade sus sucesores fueron precursores de los concilios papalesgenerales de la edad media, que han logrado aceptación ecuménica (v. segunda parte).

La posición dominante del papado desde el siglo docese hace palpable cuando, principalmente en el siglo trece, se

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celebran concilios nacionales bajo la presidencia de legadospontificios, como el de Hungría en Gran (1256), el de Francia en París (1263) y el de Alemania en Wurzburgo (1287),Este tipo desaparece en el siglo catorce con el desarrollo delos estados nacionales occidentales y el debilitamiento delpapado con el gran cisma. Las asambleas * nacionales deobispos y clero organizadas sin intervención del papa, queprocuran evitar la denominación de concilios nacionales,

están por lo regular animadas de tendencias antipapales, comolos concilios nacionales de París (1395, 1398, 1406), quese ocuparon en poner fin al cisma. Es una época en la que,después de ver frustrados todos los otros medios, el concilio ecuménico debía tomar por su cuenta la superación delcisma, intentan, sin embargo, a la vez, bajo el influjo dela teoría conciliar, constituirse en última instancia por encima del papado (v. tercera parte).

Pero fue en el siglo siguiente, cuando los concilios proyectados e incluso celebrados a escala nacional empiezan a

constituir la preocupación constante de los papas y un motivo serio para la convocación de un concilio ecuménico. Elconcilio nacional de Spira (1524) proyectado en Alemania nollegó a efectuarse; la asamblea dal clero en Poissy (1561)acompañada de un coloquio religioso, que equivalía a unconcilio nacional, confirmó a Pío iv en su resolución de reanudar el concilio de Trento (v. cuarta parte).

La reforma tridentina da nueva vida a los conciliosprovinciales, que desde el siglo catorce habían caldo casi

completamente en desuso. Los concilios provinciales de Milán organizados por san Carlos Borromeo sirvieron de pautaa otros muchos. Las «asambleas generales del clero francés»del siglo dieciséis al dieciocho no eran en realidad concilios,sino servían preferentemente para la aprobación de impuestos destinados al rey de Francia; con todo, la asamblea de1682 adoptó los cuatro artículos galicanos.

Queda todavía por disipar un malentendido. Los concilios ecuménicos no derivan este nombre del hecho de reunir, siquiera aproximadamente, a los obispos de todo el

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mundo habitado; en el mismo concilio Vaticano no se cumplía esta condición (v. parte quinta). Y ni siquiera todaslas provincias eclesiásticas han tenido siempre representación en los concilios ecuménicos. Ante todo, nuestro concepto de «ecuménico» no tiene que ver lo más mínimo conel moderno «movimiento ecuménico». Significa tan sólo queuna parte considerable de la totalidad del episcopado estaba presente en tales concilios y que sus decisiones fueronaceptadas por la Iglesia universal o que fueron, en otraspalabras, refrendadas por el papa. Esta última nota es ladecisiva en el estadio actual del conocimiento teológico. Unteólogo moderno, Forget, define el concilio ecuménico o general como «la asamblea solemne de los obispos del globoterráqueo debida a la convocación y bajo la autoridad y dirección del papa, con objeto de deliberar y legislar en comúnsobre asuntos generales de la Iglesia». La historia de losconcilios muestra la trayectoria que ha seguido la institución desde sus principios hasta llegar a su forma actual.

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Primera parte

LOS OCHO CONCILIOS ECUMÉNICOSD E L A A N T I G Ü E D A D

Los ocho concilios ecuménicos que, convocados primero

por los emperadores romanos y luego por los emperadoresbizantinos, se celebraron en territorio del Imperio de Oriente,en Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia, se distinguentanto de todos los siguientes, convocados por los papas y celebrados en Occidente, que se cree uno autorizado a tratarlos como una unidad histórica, aunque en parte penetran yaen la alta edad media, y aunque los cuatro primeros deellos, los «antiguos concilios» en sentido estricto, se destacannetamente por su significado de los siguientes.

El papa san Gregorio Magno comparó a los cuatro porsu autoridad con los cuatro Evangelios, por haberse formulado en ellos los dogmas fundamentales de la Iglesia:el dogma trinitario y el cristológico. Al lado de esta función capital, pasan a segundo término todos los otros asuntos que en ellos se trataron. Vamos a enumerar sólo algunospuntos para poner en claro la compenetración de los concilios con la situación histórica de la Iglesia.

La cuestión que, a partir de la Reforma, tan vivamentese ha discutido en los últimos tiempos entre el teólogo dogmático Scheeben y el historiador de la Iglesia Funk, a saber,si los emperadores al convocar los antiguos concilios contaban de antemano con la aprobación o incluso con el encargode los obispos de Roma, en realidad parece haber quedado resuelta negativamente; esto, sin embargo, deja del todointacto el derecho fundamental de los papas. No menos ciertoes que los papas, en cuanto patriarcas de Occidente y envirtud de un especialísimo primado de categoría, tenían supropia representación, que sus legados tuvieron siempre una

posición de preferencia e incluso a veces la presidencia, y

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que su aprobación de las decisiones era indispensable parasu validez ecuménica.

Constantino el Grande había dado la libertad a la Igle-sia, pero al mismo tiempo habia «ligado la Iglesia al Impe-rio y el Imperio a la Iglesia» (Schwartz). Pero Iglesia yEstado estaban agitados por una disensión religiosa, en laque estaba comprometido el valor más alto: la persona delFundador. La Iglesia primitiva lo veneraba como a su Señor

(jcipw?), colocándole al lado de Dios, por cuyo Hijo sehabía profesado. Confería el bautismo, conforme al encargo de Jesús, en nombre del Padre, del Hijo y del EspírituSanto. ¿Cómo se podía conciliar la fe en el Señor y la fórmula trimembre del bautismo con el pensamiento estrictamente monoteísta, que el Cristianismo habia heredado delJudaismo?

Cuando a fines del siglo segundo el pensamiento teológico comenzó a desarrollarse vigorosamente, se aplicó in

mediatamente a estos misterios. Era un pensar griego, en elque la idea del Logos y del D emiurgo — formador o arquitecto del mundo—, el más alto en toda una escala de seresintermedios entre Dios y el hombre, parecía indicar una víaaceptable para la comprensión humana, con que salir del aparente dilema. En la línea de este pensar griego varios teólogos del siglo tercero, si ya no explicaban, como Sabelio,las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, como modosde manifestación de un solo Dios (modalismo), por lo menosdaban una enseñanza «subordinaciana», es decir, subordi

naban la persona del Hijo a la del Padre. El sacerdote alejandrino Arrio recogió esta concepción de su maestro Luciano de Antioquía y la acentuó: el Logos, según él, es una«creatura del Padre»; carece del atributo de eternidad: «Huboun tiempo en que no era.»

Arrio no era un pensador solitario. Personalidad religiosa de gran atractivo y fuerza de convicción, y a la vezbien dotado como escritor, reunió en torno a sí una comunidad de adictos. Su obispo Alejandro, en un gran sínodo

(318) le excluyó de la comunión de la Iglesia por causa de

su doctrina, pero su facción era ya demasiado grande. Latentativa de mediación emprendida por un hombre de confianza del emperador, el obispo Osio de Córdoba, no obtuvoresultado. La disputa levantó enorme marejada en todo elOriente.

El «grande y santo sínodo de ¡os 318 padres» en Nicea.

Como todavía había otras cuestiones debatidas que producían desazón en la Iglesia, entre otras la fecha de lacelebración de la Pascua, convocó Constantino en Nicea deBitinia a los obispos del Imperio, decretando que, como losaltos funcionarios, podían para el viaje utilizar el correoimperial. El número de participantes que se suele citar, 318,es una reminiscencia bíblica de los 318 siervos de Abraham(Gen 14, 14). En realidad es difícil que rebasaran mucho

los 220, cuyos nombres conocemos; el «padre de la HistoriaEclesiástica», Eusebio de Cesárea, habla de más de 250,pero hace notar que procedían de todas las partes de laOJXOOUÍVT]: «[el concilio] comprendía a sirios y cilicios,fenicios, árabes y palestinos; asimismo egipcios, tebeos, libios y otros llegados de Mesopotamia; hasta un persa tomóparte en el sínodo; ni faltaba en el corro el escita; Pontoy Galacia, Capadocia y Asia, Frigia y Panfilia enviaronlo mejor de los suyos. Más aún, hasta acudieron tracios ymacedonios, aqueos y epirotas, y hombres que vivían aún

más lejos; incluso de España estaba presente aquel hombrerenombradísimo [Osio] entre los numerosos participantesen la asamblea. Aunque de la ciudad imperial [Roma] nopudo venir el Obispo [Silvestre] por su avanzada edad, acudieron de su parte sacerdotes para representarle. De Occidente sólo habia cinco obispos.

El concilio actuó desde el 20 de mayo hasta el 25 dejulio del año 325 en una sala del palacio imperial de verano en Nicea. El emperador asistió en persona, tuvo una

alocución en latín para exhortar a la paz, pero sin mez-

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ciarse en las negociaciones «dejó la palabra a la presidencia del concilio» (Eusebio). No consta con certeza quiénesformaban la presidencia, pues faltan en absoluto protocolosde este concilio y del siguiente.

No faltaron obispos que «llevaran en su cuerpo los estigmas de nuestro señor Jesús» por haber profesado valientemente su fe en las anteriores persecuciones, como el obispo Pablo de Neocesarea, junto al Eufrates, que tenia las

dos manos paralizadas, pues le habian estropeado los tendones con un hierro candente, y el egipcio Pafnucio, quehabía perdido un ojo en la persecución de Maximino. Arriodefendió su doctrina personalmente; el más poderoso de sus17 secuaces era el obispo de corte, Eusebio de Nicomedia.En «largas deliberaciones, no pocas luchas y precisas ponderaciones» logró imponerse el partido ortodoxo contrariobajo la guía del obispo Marcelo de Ancyra (Ankara), delobispo Eustacio de Antioquía y del diácono alejandrino, Ata-nasio. Al mismo tiempo, partiendo del símbolo bautismal dela Iglesia de Cesárea, presentado por su obispo Eusebio,elaboraron el símbolo de Nicea, que con expresiones nadaambiguas excluía toda subordinación del Logos al Padre:es «de la substancia del Padre», «Dios de Dios, luz de luz.Dios verdadero del verdadero Dios, engendrado, no hecho,consu stancial (ófAoúcrioc.) al P adr e» . En un anejo se c ondenaron expresamente las principales tesis de Arrio. Elsímbolo de la fe fue aceptado por el concilio el 19 de juniodel 325, a excepción de dos obispos que se negaron a sus

cribirlo. Éstos fueron, lo mismo que Arrio, excluidos de lacomunión con la Iglesia y desterrados. El símbolo fue promulgado por el emperador como ley del Imperio.

Las ponencias menores ocuparon todavía un mes al concilio. Hubo unanimidad sobre el cómputo de la fecha dela Pascua, tal como aún hoy sigue en vigor, el domingosiguiente al primer plenilunio de primavera, y se dio al obispo de la culta ciudad de Alejandría el encargo de dar a conocer cada año la fecha de la Pascua que él debería calcu

lar. También a esta decisión dio el emperador fuerza de

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ley. AI obispo rigorista Melecio de Licópolis, que no estabaconforme con el trato benigno aplicado por el obispo deAlejandría a los tímidos en la persecución de Diocleciano, lefue prohibido inmiscuirse en los derechos de aquél. En veintebreves disposiciones dio el concilio su parecer sobre cuestiones menores discutidas y sobre abusos y con ello impusouna dirección (canon = regla, norma) a la vida eclesiástica.Aquí, como en los siguientes concilios, arrojan los cánones

no poca luz sobre la situación histórica de la Iglesia. Habíaque liquidar el período de las persecuciones: el canon 1." dispone que los apóstatas de la persecución de Licinio podíanser readmitidos con plenos derechos tras una penitencia dedoce años repartida en tres grados. Entre los muchos quese habían adherido a la Iglesia a raíz de su liberación nofaltaban oportunistas y arrivistas: el canon 2." confirma laregla ya existente, según la cual los recién bautizados no podían ser consagrados sacerdotes u obispos inmediatamente,sino sólo tras una más larga espera. Otros cánones se referían a la constitución y a la liturgia de la Iglesia: segúnel canon 4.° se requieren por lo menos tres obispos paraconferir la consagración episcopal: se subordinan al obispode Alejandría todos los metropolitanos de Egipto, Libia yTebaida, con lo que aquél adquiere una posición análoga(patriarcal) a la del obispo de Roma. El canon 20 fija lapráctica de permanecer de pie durante la oración los domingos y todo el tiempo pascual. El canon 17 contra la usurase reiteró innumerables veces en concilios sucesivos.

El historiador de la Iglesia griego, Sócrates, refiere queel concilio de Nicea tuvo la intención de introducir el celibato de los obispos, sacerdotes y diáconos, pero que desistió de ello cuando el obispo confesor Pafnucio puso enguardia contra la imposición de un yugo demasiado duro.Este informe no carece de probabilidad: su seguro fundamentohistórico es que el concilio confirmó la práctica oriental deque los sacerdotes célibes no podían contraer matrimonio después de las órdenes, mientras los ya casados podían con

tinuar en el matrimonio. El canon 3.° permite a los clérigos

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vivir con su madre, hermana y tia, o con personas que nopudieran dar lugar a sospechas.

Después de concluidas las sesiones del concillo, Constantino, que celebraba entonces el vigésimo aniversario desu imperio, Invitó a los obispos a un banquete tan suntuosoque Eusebio cierra su relación con estas palabras: «Hu-biérase podido creer que todo ello era un sueño y no unarealidad.» Todo el esplendor del Imperio recién restaurado

se volcó sobre aquel primer concilio ecuménico de una Iglesia que resurgía después de la persecución. Pero no aportóla anhelada paz; sólo fue el punto de partida de violentasluchas religiosas que llenaron la mitad de un siglo.

Dispata en torno al Niceno. v

Pocos años después del concilio, el partido medio de

los simpatizantes con Arrio, que había sido derrotado enNicea, con Eusebio de, Nicomedia a la cabeza, logró ejercer influjo sobre Constantino, al que utilizó para una guerrasin cuartel contra Atanasio, elevado ya a la sede episcopalde Alejandría. Éste fue desterrado en 335 a Tréveris.

Sólo la muerte impidió a Arrio volver a ser recibido en lacomunión de la Iglesia (336). Un nuevo concilio de estadocelebrado en Sárdica, hoy Sofía, el ano 342, no logró restablecer la unidad eclesiástica, sino acabó en un nuevo cisma:los occidentales declararon injusta la deposición de Atanasioy renovaron el Niceno; los orientales, que tenían sus sesionesaparte, le condenaron, así como al papa Julio I, cerca delcual habla hallado acogida. Forjaron una fórmula que escamoteaba el «consustancial» (¿(lofoto;). Con gran celofraguaron nuevas fórmulas de compromiso, como la de queel Hijo era «semejante» al Padre, «en todo semejante» o «semejante al Padre en la substancia». Los adversarios del Niceno determinaron al arrianófllo emperador Constancio aconvocar un nuevo concilio de estado, que tuvo sus sesiones

en Rímini para Occidente y en Seleucia para Oriente (359),

pero que tampoco condujo a la reconciliación. Los obisposreunidos en Rlmini (alrededor de 400) renovaron el Nicenoy los de Seleucia quedaron divididos. El emperador Constancio amenazó con el destierro a todos los obispos que senegaran a suscribir una fórmula ideada en Nike (de ahíNicenum en vez de Nicaenum): el P adre y el Hijo son semejantes, conforme a la sagrada Escritura. Aunque el papaLiberto y san Hilario de Poitiers se negaron a suscribir, no

le faltaba del todo la verdad a san Jerónimo cuando mástarde escribía: «Toda la tierra suspiró y notó con sorpresaque se habla vuelto arriana.»

Por fin, con la muerte de Constancio (361) se produjoun cambio. Juliano el Apóstata, su sucesor, esperaba que elregreso que había ordenado de los obispos desterrados deambos partidos tendría como resultado el propio desgarramiento y el hundimiento del Cristianismo que tanto odiaba;pero sus cálculos salieron fallidos. Tampoco el emperadorValente, de tendencias arrianas, pudo impedir la desintegración y la ruina del arrianismo y del semiarrianismo, nombre que incluye las numerosas variedades de arríanos moderados. La política pacifica del emperador Graciano (375-383), animado de sentimientos católicos, y del papa Dámaso i (366-384) se impuso incluso en Oriente, donde hallóel terreno preparado por los llamados «neo-nicenos», lostres grandes capadocios Basilio, Gregorio de Nisa y Gregorio de Nacianzo, que hablan despejado los equívocos quese oponían a la correcta interpretación de la fórmula ni-

cena mediante este lema: «Una esencia, tres hipóstasis». Secomprende que los severos nicenos de antaño, lo mismo enAlejandría que en Occidente, acogieran al principio con desconfianza esta fórmula. Así, por ejemplo, en Antioquía, dondehabía estallado un cisma, apoyaban al viejo-niceno Paulino contra el neo-niceno Melecio. El emperador Teodosio iconcibió el plan de poner término a la tensión todavía existente y sellar definitivamente la paz mediante un nuevo concilio de estado, que a la vez redondearía el símbolo trinitario incorporándole la divinidad del Espíritu Santo.

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En efecto, los arríanos y seniiarrianos, consecuentes consu punto de vista, hablan hecho del Espíritu Santo unacreatura del Hijo. Ya por los años de 362/363 se les habíaopuesto Atanasio en dos sínodos de Alejandría, Varios sínodos romanos habían ya condenado a los «adversarios delEspíritu Santo» fpneumatómacos). Entre estos se contabael obispo Macedonio de Constantinopla, por lo cual a vecesse les llamaba macedonianos.

(Concilio ecuménico en Constantinopla (381).

El sínodo de estado convocado por el emperador Teodo-sio e inaugu rado en mayo del .381, reunia sólo obispos deOriente, por lo cual no alcanzó el número de participantesdel Niceno. Eran éstos unos 150, El papa Dámaso no asistió ni envió representantes; los obispos de Occidente sehablan reun ido en Aquilea en la primavera del 381. De lasdeliberaciones sabemos aún menos que de las de Nicea. Tenía la presidencia el patriarca Melecio de Antioquía, patrocinado por Teodosio. Se hallaban presentes san Gregorio Na-cianceno, cuya elevación a la sede de Constantinopla enlugar de Macedonio, fue confirmada por el concilio, y sanCirilo de Jerusalén, cuyas catequesis mistagógicas pasan porser una joya de la antigua literatura cristiana.

En vano se trató de convencer de su error a los 36 macedonianos, que abandonaron la ciudad. Después de la muerte

de Melecio parece haber presidido algún tiempo el conciliosan Gregorio Nacianceno, que, sin embargo, tuvo que abandonar el puesto por haber fracasado en su empeño de orillar el cisma de Antioquía mediante la elevación de Paulinoa la sede de Melecio: el sínodo opuso enérgica resistencia yeligió a un allegado del difunto, el sacerdote Flaviano.Cuando, tras reiteradas y apremiantes invitaciones del emperador, se presentaron en el sínodo los obispos egipcios,comenzó a soplar «en el sínodo — como dice Gregorio N a

cianceno en su relación — un fuerte viento de O ccidente».

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Gregorio, en aras de la paz, renunció a la sede episcopalde Constantinopla y pronunció su célebre discurso de despedida. Desde entonces dirigió el concilio su sucesor Nectariohasta su clausura en julio del mismo año.

El primero de los cuatro cánones auténticos renovó laprofesión de fe de Nicea y condenó sumariamente las diversas tendencias de arríanos, semiarrianos o pneumatómacos, que eran equiparados en estos pasajes, y también a los

sabelianos. En el canon tercero se reconoce al obispo deConstantinopla — en vista de la posición de esta ciudad comonueva residencia imperial — un rango preferente entre lospatriarcas de Oriente, aunque después del obispo de Roma.Los cánones 5-7, que en una recensión griega se atribuyenal concilio ecuménico de Constantinopla, no son de éste,sino de otro sínodo celebrado allí mismo el año 382. Esteenvió a los obispos de Occidente los cánones del conciliocelebrado el año anterior, pero no obtuvo su aprobación(por rechazarse en Roma el canon tercero), aunque sí lade la profesión de fe aceptada después de la retirada delos macedonianos.

El que generalmente se conoce como símbolo Niceno-Constantinopolitaño y como profesión de fe de estos dosconcilios, era en realidad la profesión de fe bautismal recomendada por el obispo Epifanio de Constancia en Chipreen su libro Ancoratus, y procedía probablemente de Jerusalén. En su primera parte era idéntico con el Niceno, perocontenía un aditamento que corroboraba la divinidad del

Espíritu Santo: «Señor y vivificador, que procede del Padre,que con el Padre y el Hijo es igualmente adorado y glorificado, que habló por boca de los profetas.»

Una vez que el concilio de Constantinopla de 381 obtuvola aceptación como ecuménico, vino a ser esta profesión defe la profesión clásica de la Iglesia griega. Incluso llegóa imponerse en la Iglesia de Occidente; todavía hoy estáen vigor en la liturgia romana de la misa, si bien con unpequeño retoque que ha desempeñado en la historia un papelfatal. En efecto, los griegos entendían la fórmula «que pro-

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cede del Padre» como una procesión «del Padre por elHijo», mientras los occidentales entendían «del Padre ydel Hijo». El aditamento «fllioque», que apareció por primera vez en España y se halla también en el símbolo rítmicofalsamente atribuido a san Atanasio «Quicumque vult salvusesse» (Todo el que quiera salvarse...) se convirtió en manzana de discordia entre la Iglesia oriental y la occidental,dado que los griegos no lo miraban como glosa explicativa,

sino como falsificación del texto consagrado.

Dos escuelas: dos imágenes cristológicas.

Desde luego, parece lógico que después que el magisterio eclesiástico hubo precisado la fe trinitaria en los dosprimeros concilios ecuménicos, se orientara el pensamientoteológico hacia el misterio de la persona de Cristo. Sinembargo, no se debió esto a un proceso lógico, sino másbien a un viejo conflicto entre dos escuelas teológicas, a lavez agudizado por una rivalidad de política eclesiástica.

La escuela catequética de Alejandría, que veneraba comosus cabezas a Clemente de Alejandría y a Orígenes —elma yor teólogo de la Iglesia griega —, se servía del métodoalegórico para la explicación de la Sagrada Escritura. Supensar era platónico y su fuerte la especulación teológica.A ella habían pertenecido Atanasio y los tres Capadocios;su mayor teólogo a principios del siglo quinto era san Cirilo de Alejandría, patriarca de esta ciudad desde el año

412. En su empeño de presentar la unión de la divinidad yla humanidad en Jesucristo como la más íntima posible,hablaba Cirilo de «una naturaleza del Verbo encarnado»sensibilizándola mediante una imagen sumamente fácil deretener: la naturaleza divina penetra a la humana como elfuego a una brasa encendida o a un trozo de leña que arde.Él mismo no se hacía cargo de que tal modo de hablarpodría acabar por esfumar la naturaleza humana de Cristoy dar lugar a una concepción de la unión como «confusión»

(aúyxpaaic,) de las dos naturalezas.

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En cambio, la escuela de Antioquia, por cuyo fundador se suele tener a Luciano de Antioquia (o de Samosata),se distinguía por su sobria exégesis histórico-gramatical dela Sagrada Escritura. De pensar más bien aristotélico, estaba influida por un ligero soplo de racionalismo. Subenemérita y altamente venerada cabeza en el siglo cuarto,Diodoro de Tarso (f antes de 394), como concienzudo exe-geta que era, tomó tan en serio el ser humano de Cristo, que

corrió peligro de relajar su unión substancial con la divinidad (que él desde luego reconocía) y reducirla a una uniónpuramente moral. Esta tendencia aflora apenas en su grandiscípulo san Juan Crisóstomo, que en 398 sucedió a Nectario en la sede de Constantinopla, algo más en el influyenteexegeta Teodoro de Mopsuestia (f 428), y fuertemente acentuada en su discípulo Nestorio, quien a la muerte de su maestro fue nombrado obispo de Constantinopla. La diferencia entre ambas concepciones queda de relieve en la imagenque utilizaban los antioquenos para sensibilizar la unión delas naturalezas divina y humana en Cristo: el Logos habitaen el hombre Jesús como en un templo.

Cirilo, patriarca de Alejandría; Nestorio, patriarca deConstantinopla: la tensión que emanaba de las tendenciasde escuela quedó reforzada por la rivalidad de ambas sedesepiscopales. Constantinopla, la residencia imperial en el Bosforo, fue dejando en la sombra y postergada a la prestigiosa Alejandría, sede de la ciencia y baluarte de la ortodoxia.El C risóstomo ( t 407) hab ía tenido ya que sufrir de los ,„

celos del patriarca de Alejandría, Teófilo, hombre ambicio- * "so y ávido de poder; a éste sucedió su sobrino Cirilo. Sedeja muy fácilmente comprender que este último se constituyera en ardiente impugnador de las inquietantes teorías deNestorio sobre la persona de Cristo.

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Cirilo contra Nestorio.

Fiel a su teología de escuela ant ioquena, Nestor io , consu ar rol ladora e locuencia , polemizó en sus sermones cont rala ca l i f icación de la engendradora Madre de Cr is to comoQSÓTOXOÍ;, enge ndra dora de Dios ; sólo cabía l lamar la xP '*"1*-TOXOS, engendradora de Cr i s t o , ya que hab í a dado a l uz

a l hom bre Cr i s t o , en qu i en D ios «hab i t aba com o en un t em p lo» . El pueblo f ie l no se res ignaba a renunciar a l t í tu lohonor í f ico de Madre de Dios , que le era fami l iar . Ci r i lo , sobretodo, no lo perdió de vis ta . En la consueta car ta pascualdi r ig ida a los obispos de Egipto e l año 429 y en una c i rcular a sus f ie les más adic tos , los monjes que se contaban pormiles , reprobó Cir i lo la doct r ina de Nestor io y sol ic i tó delpapa Ce l e s t i no i ( 4 2 2 -432 ) una dec i s i ón . En un s í nodoreun ido en Rom a (430) Ce l e s t i no t om ó pa r t i do po r l a t e s i sde C i r i l o . Es t e i n t im ó en tonces a N es to r i o que s e r e t r ac t a r ay le envió una l i s ta de doce er rores ( los «anatemat ismos»)que deb í a ab ju r a r . E l p r im ero r ezaba : «Q u ien no con fe sa r eque .Emm anuel es en ver dad D ios y que la Virg en San t ís i m a e s M adre de D ios po r habe r engendrado s egún l a ca rnea l V e rbo de D ios , s ea ana t em a . » E l t e r ce r ana t em a t i sm ocondenaba la expres ión de «reunión» (ouvátpcia) de la d i v in idad y l a hum an idad en e l V e rbo hecho ca rne , u sadapor los ant ioquenos; pero a la vez para expresar las dosnaturalezas usaba el término Ü7ióaTa<jic, en sentido de «subs

tancia», lo cual no dejaba de pres tarse a equívocos .En la bata l la por e l t í tu lo de «Madre de Dios» se con

cre tó la v ie ja oposic ión de escuelas exis tentes ent re Alej and r í a y A n t ioqu í a . E l pa t r i a r ca Juan de A n t ioqu í a s e pusodec id idam en te de pa r t e de N es to r i o , pe ro exhor t á ndo l e ala vez a la paz , pues también e l té rmino «theotokos» podíatom ar se en buen s en t i do . N es to r i o s e m an tuvo en sus t r ece .E l p r im ero de l o s doce «con t r aana t em a t i sm os» que s e l e a t r i buyen y cuya au t en t i c i dad de t odos m odos r e su l t a dudosa ,

r echazaba e l OSÓTOXO?, porque D i o s só lo hab i t ó en l a na tu -

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r a l eza hum ana que a sum ió en e l s eno de l a V i rgen . N es to r i oconvenc ió a l em perador Teodos io u pa r a que convoca ra ,mediante una c i rcular d i r ig ida a todos los metropol i tanosde O r i en t e y O cc iden t e ( a é s t o s po r enca rgo de V a l en t i n i a -no i n ) , un conc i l i o ecum én ico en Éfe so en l a Pen t ecos t é sde l año 431 . Es t a c i udad pose í a un a i g l e si a de M ar í a , queha s ido obje to de rec ientes inves t igaciones arqueológicas yque entonces const i tuyó la sede del conci l io . Nos es pos ibleseguir e l desarrol lo dramát ico de es te conci l io mejor queel de los precedentes , dado que disponemos de sus ac tas yde g r an can t i dad de ca r t a s .

El concilio de Éfeso (431).

El más grande teólogo de la Ig les ia occidenta l , Aurel ioAgust ín , fue invi tado a Éfeso con un escr i to personal delemperador , pero antes de que pudiera tener not ic ia de la

invi tac ión imper ia l , mur ió en su c iudad de Hipona s i t iadapor l o s vá nda los . La pe r sona l i dad dom inan t e en e l conc i l i ode Éfeso fue Cir i lo de Alejandr ía , que a l mismo t iempo ost en t aba l a rep r e sen t ac ión de l papa . Co n 16 d í a s de r e t r a so ,inauguró e l conci l io e l 2 2 de junio del año 431, aunque todav í a no hab í an l l egado l o s an t i oquenos cap i t aneados po rsu pa t r i a r ca Juan . N es to r i o , a pe sa r de ha l l a r s e en Éfe so ,s e negó a com parace r , no obs t an t e una t r i p l e c i t a c ión . E rata l en Éfeso la animosidad del pueblo cont ra é l , que sol ic i tó

y obtuvo una escol ta imper ia l para la protección de sup e r s o n a .

En la ses ión de aper tura se dio lec tura a un escr i to doct r inal de Cir i lo sobre la unión hipostá t ica de las dos naturalezas en Cr is to , que obtuvo la aprobación del conci l io . Asi mismo se leyó una colección de pasajes concernientes a lcaso, tomados de los escr i tos de los Padres de la Ig les ia , quedaban tes t imonio de la fe t radic ional , y en cont ras te conel los ot ros veinte pasajes de los escr i tos de Nestor io . Entonces se procedió a d ic tar la sentencia : «Jesucr is to , cont ra

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qu ien ha b l a s f em ado [N es to r i o ] , d i spone po r e s t e s an tos ínodo que Nestor io sea excluido de la d ignidad episcopaly de toda com unión sacerd ota l .» 198 obisp os que se se hal l aban p r e sen t e s susc r i b i e ron e s t a s en t enc i a . En m ed io de ljúbi lo del pueblo y a l resplandor de las hachas fueronacom pañados l o s ob i spos a sus ca sa s .

El comisar io imper ia l de l conci l io , Candidiano, habíap ro t e s t ado con t r a l a ape r tu r a en ausenc i a de l o s an t i oque -

n o s . Su informe y e l de Nestor io l legaron a l emperador . Elconci l io también le envió e l suyo. Después los obispos ant ioquenos , que l legaron a Éfeso e l 26 ó 27 de junio , se const i tuyeron en ant iconci l io y excluyeron de la comunión ecles iás t ica a Cir i lo y a l obispo de Éfeso, Memnón, a l que , después de C i r i l o , hac í an r e sponsab l e de l o s acon t ec im ien tos .También los ant ioquenos t ra taron de jus t i f icar su ac t i tudce rca de l em perador . Teodos io , s i n m á s cons ide r ac iones , de c l a ró nu lo t odo l o acaec ido has t a en tonces . Los an t i oquenos

t r iunfaron, pero su gozo fue ef ímero.El conci l io , que en su segunda ses ión de 10 de ju l io encasa de M em nón , hab í a acog ido a l o s t r e s l egados pon t i f ic ios , dos obispos y un presbí tero , en la cuar ta ses ión del16 de ju l io declaró nula la sentencia del ant iconci l io , excomunicó en la quinta ses ión (17 de ju l io) a l pa t r iarca Juany a sus secuaces y f inalmente en la sépt ima y úl t ima ses ión(e l 31 de ju l io , a lo que parece) , que de nuevo tuvo lugaren la ig les ia de Mar ía , adoptó se is cánones di r ig idos cont raNestor io y su facción. En una c i rcular informaron a los

ob i spos ausen t e s sob re l o hecho .Los nes to r i anos hab í an l og rado i n t e r cep t a r t odas l a s

car tas de Cir i lo y de la mayor ía del conci l io a l emperador .U n m ensa j e ro d i s f r azado de m end igo pudo f i na lm en te pa sa rde con t r abando a l a c i udad , e scond ida en un bas tón , unaca r t a no conse rvada de C i r i l o a l o s m on je s de Cons t an t i no -pla host i les a Nestor io . Es tos acudieron en t ropel ante lares idencia imper ia l , pero no consiguieron s ino que Teodosioconf i rmara la deposic ión lo mismo de Nestor io que de sus

adve r sa r i o s C i r i l o y M em nón y que h i c i e r a enca rce l a r a

es tos úl t imos. Un nuevo comisar io conci l iar de rango máselevado fue expedido a Éfeso. Era e l tesorero Juan. El f ie lde la balanza comenzó a osci lar ; s in embargo, la causa de losan t i oquenos no pa r ec ió aún en m ane ra a lguna pe rd ida . I n culparon a Cir i lo de haber seducido a los res tantes obisposde l a m ayor í a y de habe r am ot inado a l pueb lo , y de f end i e ron su doct r ina formulando una profes ión de fe . El emper ado r de s ignó a ocho d ipu t ados po r am bas pa r t e s pa r a que

l e i n fo rm aran . P e ro p r ec i s am en te en tonces t uvo l uga r en é lun cam bio de pos tu r a . A l cabo de a lgún t i em po se negó yaa r ec ib i r a l o s d ipu t ados an t i oquenos y rom pió ab i e r t am en tecon N es to r i o : «Q ue nad i e m e hab l e ya m á s de e se hom bre . »Conf inóse a N es to r i o en un conven to ce r ca de A n t ioqu í a y a lf in se le des ter ró a l A l to Egipto .

Los miembros del conci l io , ent re e l los Cir i lo , pudieronreg re sa r a sus ca sa s . E l 30 de oc tub re de 431 en t r aba C i r i l oen Alejandr ía . El papa Sixto I I I (432-440) hizo colocar en

memoria del conci l io en e l arco de t r iunfo de la bas í l ica deSan t a M ar í a l a M ayor , que acababa de cons t ru i r , l o s m osa i cos de l a V i rgen M ar í a que t odav í a s e conse rvan .

Un «sínodo de ladrones».

En Éfe so s e hab i a condenado a N es to r i o , pe ro no a t odal a e scue l a an t i oquena n i a l pa t r i a r ca Juan de A n t ioqu í a con

sus adhe ren t e s en cuan to no s egu í an a f e r r ados a l a pe r sonade N es to r i o . H ubo nes to r i anos que s e m an tuv i e ron en l a se scue l a s de Edesa y N í s ibe y en 498 funda ron en Se l euc i a -C te s i fon t e un pa t r i a r cado p rop io , que en s i g lo s u l t e r i o r e sextendió sus mis iones has ta China y la India .

A los ant ioquenos moderados fac i l i tó Cir i lo la reconci l iac ión, aceptando en 453 una profes ión de fe conci l iante redactada por e l los , que contenía e l té rmino OSÓTOXOC. P e r oel germen del er ror , contenido también en la imagen a le

j and r ina de Cr i s t o , V o lv ió a da r l uga r a una nueva he r e j í acr is to lógica , por lo que fue necesar io un nuevo conci l io .

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Eut iques , a r ch im andr i t a , o s ea abad , de un m onas t e r i o enCons t an t i nop l a y adve r sa r i o acé r r im o de l o s ne s to r i anos ,sos tuvo l a op in ión de que después de la unión de las natur a l eza s d iv ina y hum ana en J e suc r i s t o , é s t a f ue abso rb ida ' po rl a p r im era , de m odo que ya no s e pod í a hab l a r m á s que deun a natura leza , a saber , la d ivina . El monof is i t i smo, comopor es ta razón se l lamó a la here j ía , res t r ingía e l ser humano del Señor , que es e l requis i to para la redención. Un

s ínodo t en ido en Cons t an t i nop l a en 448 ba jo e l pa t r i a r caF l av i ano condenó a Eu t i ques , qu i en , com o se puede com prende r , encon t ró apoyo en e l pa t r i a r ca de A le j and r í a , D iós -c u r o , sucesor de Cir i lo ; e l cual , s i e ra como és te ce loso de lacr is to logía a le jandr ina , d i fer ía de é l en su desaprensivaambición y en una fa l ta bruta l de consideraciones . Es t imul ado po r D ioscu ro convocó e l em perador Teodos io u unnuevo conci l io de es tado en Éfeso, donde bajo la fuer tepres ión de la mi l ic ia imper ia l y de los monjes de Eut iquesconvocados a l e f ec to , quedó r ehab i l i t ado e l he r e s i a r ca . E l

papa León i , a cuyo legado se negó la pres idencia y cuyoescr i to expl ica tor io no fue permi t ido leer , c reó la denominac ión de «la t rocinio», «s inodo de ladrones», con que fue des i gnado e l conc i l i o . D e t odas pa r t e s s e l evan t a ron p ro t e s t a scontra sus decis iones . Ya e l 13 de octubre de 449 León i ,en su nombre y en e l de los obispos de Occidente , p idióa l em perador que convoca ra un nuevo conc i l i o en I t a l i a . D osveces r enovó su ruego , pe ro en van o . P o r f in , e l suceso rde Teo dos io H , M a rc i ano , condescend ió y conv ocó e l 17 de

m ayo un nuevo conc i l i o , pe ro no en I t a l i a , s i no en N icea ,aunque t odav í a an t e s de l a ape r tu r a l o t r a s l adó a Ca l cedon i aen e l Bosforo, que tenía la venta ja de hal larse cerca de lacap i t a l . E l cua r to conc i l i o ecum én ico de Ca l cedon i a , aunqueuna vez m á s convocado po r e l em perador , f ue m ér i t o deLeón i , a l que la h is tor ia ha dado e l sobrenombre de Magno.Gracias a la abundancia de las fuentes (protocolos de of i c io , l i s tas de los obispos presentes , car tas) es tamos mejor informados sobre e l curso de es te conci l io que sobre todos losdem á s de l a an t i güedad .

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La fe de Calcedonia.

El conc i l i o de Ca l cedon i a sob repu jó en núm ero de pa r t ic ipantes — genera lmente se dice 600, aun que c ier tame nteeran m uchos m enos — a tod os los conci l ios preced entes ya la mayor par te de los subsiguientes has ta e l conci l io Vat icano. Occidente , por lo que se ref iere a l número, tenía

escasa representación: c inco legados pont i f ic ios ( t res obisposy dos presbí teros) , que , conforme a la exigencia formuladapor e l papa, tuvieron la pres idencia (e l aspecto adminis t rat ivo es taba conf iado a se is comisar ios imper ia les) , y dosa f r i canos que hab í an hu ido de l o s vá nda los . D esde l a p r i mera ses ión, que tuvo lugar e l 8 de octubre de 451 en laigles ia de santa Eufemia , e l organizador del la t rocinio deÉfeso , D iósco ro , t uvo que ocupa r e l banco de l o s acusados .Se desenmascararon sus métodos de violencia y e l 13 deoctubre , en la tercera ses ión, se procedió a su deposic ión.

Con sus secuaces se usó más benignidad. En la segunda ses ión in termedia se leyó la profes ión de fe de Nicea y una«ca r t a dogm á t i ca» de s an León M agno sob re l a s dos na tu ra lezas de Jesucr is to . «Ésta es la fe de los padres», exclamaron los obispos; «és ta es la fe de los apóstoles . Así creem os . Po r León ha hab l ado Ped ro . »

Todav í a quedaba po r de spe j a r a l gunos e sc rúpu los con t r ala formulación de la doct r ina de las dos natura lezas , quehabían surgido ent re los obispos de Pa les t ina y de I l i r ia . Los

r ep re sen t an t e s de l papa s e opon í an a l a r edacc ión de unanueva fó rm ula , ya que l a cosa hab í a quedado ya en c l a ro .Sin embargo, en la quinta ses ión del 2 2 de octubre , en presencia de la pare ja imper ia l , fue aprobada y suscr i ta portodos l o s ob i spos una fó rm ula de f e p r epa rada po r 2 5 ob i s pos y en in t ima conexión con la car ta dogmát ica del papa:«Todos noso t ros p ro f e sam os a uno e i dén t i co H i jo , nues t roSeñor Jesucr is to , completo en cuanto a la d ivinidad, y comple to en cuanto a la humanidad. . . , en [n o de ] d o s n a t u r a l eza s , i nconfusas e i n t r ansm utadas [ con t r a l o s m onof i s i t a s ] ,

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inseparadas e indivisas [contra los nestorianos], aunadasambas en una persona y en una hipóstasis.»

La sexta sesión, en la que Marciano y su enérgica esposa Pulquería tuvieron la presidencia de honor, fue'sinduda alguna el punto culminante del concilio. Los padreslo dieron por clausurado, pero el emperador manifestó sudeseo de ver resueltos algunos asuntos tocantes a la disciplina y a las persona s, como la plena rehab ilitación de T eo -

doreto de Ciro y de Ibas de Edesa, dos pilares de la escuela antioquena. El último de los 28 cánones propuestosen la sesión 16 del 31 de octubre suscitó la oposición de loslegados pontificios, que en la sesión de clausura del 1." denoviembre presentaron contra él una protesta formal. Elcanon decia que la sede de la nueva Roma [Constan tinopla]debia gozar de las mismas prerrogativas que la antigua Romay ocupar el segundo lugar después de ella. León Magno seopuso, a pesar de las instancias del emperador y del concilio. En efecto, esto estaba en contradicción con la doctrina

del primado del papa, que precisamente san León había comprendido con gran claridad y defendido con no menosresolución.

El canon 6.° del concilio prohibía las llamadas ordenaciones absolutas de eclesiásticos, es decir, no destinadas ala cura de una comunidad determinada. Los cánones 3.°, 4.°y 20 sometían a los monjes a la jurisdicción de los obispos.A estos cánones hubieron de referirse más de una vez losconatos tridentinos de reforma.

Retoños del mono¡isismo.

Calcedonia siguió la vía media entre las falsas ideas cris-tológicas de los nestorianos y de tes monofisistas. Era al mismo tiempo una síntesis entre Oriente y Occidente, entre elPontificado y el Imperio, y era «el resultado de una luchatenaz de fuerzas en colisión: política estatal del emperador,rivalidades de patriarcas, intereses nacionales particulares.

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entusiasmo monacal» (Grillmeier). Con todo, el modo depensar monofisita había echado en Egipto y en los paísescolindantes\raíces demasiado profundas para que pudieradesarraigarlo la fe de Calcedonia. Por otra parte, se aliabacon el separatismo de las provincias más alejadas del centrodel imperio. En Alejandría se llegó a revueltas sangrientas,se nombró patriarca a un monofisita y muchas sedes episcopales fueron provistas con mononsitas. Durante más de

un siglo los emperadores bizantinos se esforzaron desesperadamente por dominar la resistencia latente o manifiesta.Idearon una confusa fórmula de unión, el «Henotikón»(482), y hasta llegaron a tolerar un cisma con Roma, el llamado cisma Acaciano (484-519). El emperador Justiniano(527-565), el restaurador del imperio, cuya esposa Teodorasimpatizaba ocultamente con los monofísitas, elevó a la sedede Roma a Vigilio, anteriormente legado pontificio en Constantinopla y que, condescendiente al parecer, daba esperanzas de eliminar la resistencia de Occidente al acerca

miento de los mononsitas. Pero también Vigilio se declaróen definitiva por la fe de Calcedonia.

Entonces un consejero del emperador tuvo la idea deresolver indirectamente el conflicto, es decir, descargar ungolpe contra los primates de la escuela de Antioquía y asimostrarse complaciente y hasta quizás aplacar a los mononsitas. Mediante un edicto imperial condenó Justiniano: 1.° lapersona y los escritos de Teodoro de Mopsuestia. 2.°, los escritos de Teodoreto de Ciro (t hacia el 460) contra Cirilo

de Alejandría y el concilio de Éfeso. 3.°, una carta de Ibas deEdesa que defendía a Teodoro contra Cirilo. Éstos eranlos «tres capítulos» contra los que debía manifestarse elconcilio de Constantinopla convocado por Justiniano de acuerdo con el papa, a principios del año 553.

Vigilio tuvo que sufrir grave presión. El emperador lehizo traer a Constantinopla desde Italia, que tras la ruinadel reino ostrogodo pertenecía al imperio de Oriente, y letrató como prisionero. Vigilio huyó a Calcedonia y desde

su asilo, la iglesia del concilio anterior, celebrado allí, retiró

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prescrito el monotelismo mediante un decreto de estado

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al emperador su palabra de tomar parte personalmente en elconcilio, pues temía el influjo de la mayoría griega. Sin supresencia, más aún, a pesar de su protesta, inauguró elpatriarca Eutiquio el concilio —el segundo de Constantino-plaj— el 5 de mayo en la sacristía de la iglesia episcopal,en presencia de 150 obispos. 164 obispos suscribieron laoctava sesión, de clausura, el 2 de junio de 553. En sussesiones 5.* y 6.* (19 y 26 de mayo respectivamente) con

denó el concilio los «tres capítulos», si bien Vigilio, en unadeclaración del 14 de mayo firmada por dieciséis obisposen su mayor parte occidentales agrupados en torno a él,se había desentendido de la condena de la persona de Teodoro, asi como de los otros dos «capítulos». Sólo posteriormente, el 8 de diciembre de 553 y de nuevo, con una extensa explicación, el 23 de febrero de 554, accedió Vigilioa la condenación de los «tres capítulos», preparando así elterreno para la aceptación ecuménica del concilio. Habíallegado a la convicción de que con ello no se perjudicabaa la fe de Calcedonia. Las provincias eclesiásticas de Milány de Aquilea se resistieron largo tiempo a reconocer elconcilio. Por fin, el año 607 volvió a la comunión con laiglesia de Roma el metropolitano de Aquilea, que en el ínterin había adoptado el título de patriarca.

Algo más tarde el patriarca de Constantinopla, Sergio(610-638), emprendió nuevos tanteos para reconciliar a losmonofisitas con la Iglesia estatal. Partiendo de la unidadmoral de la actividad divino-humana de Jesucristo, admitía

en El una única energía natural divino-humana y una única voluntad divino-humana (monotelismo). Un grupo moderado de monofisitas, los severianos (de Severo de Antioquia)se dejó ganar para la causa, mientras los partidarios delconcilio de Calcedonia, principalmente el monje Sofronio, queen 634 fue elevado a la sede patriarcal de Jerusalén, seopusieron decididamente a la sospechosa fórmula de compromiso. Sergio tuvo la habilidad de arrancar al papa Honorio i (625-638), poco versado en aquella cuestión sutil,

un consentimiento en términos generales, a raíz del cual quedó

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«ekthesis» del año 638. Sin embargo, el papa Martín i(649-655), en un sínodo Lateranense del año 649 se manifestó contra tal doctrina y en favor de las «dos voluntadesnaturales y dos modos de obrar> en Jesucristo; por lo cualfue declarado reo de alta traición y desterrado en Crimea,donde murió victima de los malos tratos recibidos.

Corrían ya los tiempos del emperador Constantino m(668-685) cuando el imperio bizantino, agobiado al norte

y al este por avaros y árabes, volvió a virar sin ambigüedades en la dirección de Calcedonia. De acuerdo con el papaAgatón (678-681) convocó el emperador un concilio deestado en Constantinopla. Ocho emisarios del papa llevaron allá un escrito sinodal del sínodo patriarcal romano, enel que se exponía la doctrina ortodoxa.

El sexto concilio ecuménico, tercero de Constantinopla, iestuvo reunido desde el 7 de noviembre de 680 hasta el 16de septiembre de 681 en la sala de la cúpula del palacio

impe rial (GpiiXXo?, de ahí tr ula no) bajo la pre siden cia d e loslegados pontificios. Si bien los baluartes del monofisismo,los patriarcados de Alejandría y de Jerusalén, habían entretanto caído en manos de los árabes y apenas se hallaronrepresentados, ascendió a 174 el número de los participantes.El emperador Constantino m tomó parte personalmente en lasonce primeras sesiones. Después de un profundo estudio dela cuestión, y después de desvirtuar los pretendidos argumentos del portavoz de los monotelitas, Macario de Antioquia, el 28 de marzo de 681, en la sesión 13, se condenóa los autores y fautores del monotelismo. En la sesión 16,de clausura, una vez más en presencia del emperador, seadoptó la correspondiente profesión de fe, que calificaba deconforme con los cinco concilios precedentes la doctrina delas dos voluntades naturales y las dos energías en Jesucristo.

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clasmo mediante un s ínodo no dio resul tado: la guardia ,

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Iconoclastas ti culto de las imágenes: el Niceno de 787,

La invas ión á r abe no só lo a r r ancó am pl i a s p rov inc i a sa l imper io bizant ino, s ino que a f ines del s ig lo sépt imo avanzó has ta las puer tas mismas de la capi ta l . Sólo la habi l idades t ra tégica de León m el I sáur ico sa lvó a Constant inopla decae r en m ano / de l o s á r abes (717 /718) . P e ro e l m i sm o em perador , ins t igado por sectores ec les iás t icos host i les a las

imágenes , y /quizá también movido por precedentes judíos eislámicos, pqbhibió en 730. mediante edicto imperial , el cultode las imágenes ( eht.6vzc,). Se t r a tó de apoya r l a p roh ib i c ión par te con e l Ant iguo Testamento («No te fabr icarásimágenes ta l ladas») , y par te también, en cuanto se t ra tabade imágenes de Jesucr is to , con la imposibi l idad de captar enuna imagen la natura leza divina de Jesucr is to : representarpu ram en te l a na tu r a l eza hum ana hub i e r a s i do nes to r i an i sm o .Muchas obras magnif icas de ar te fueron des t ruidas s in con

s ideración; los defensores de las imágenes , como el pat r iarcaG erm ano de Cons t an t i nop l a , f ue ron depues tos y pe r segu idosduramente . En vano e l papa Gregor io ni en un conci l io Romano (731) protes tó cont ra e l iconoclasmo. Un s ínodo tenido en Hiere ia en e l Bosforo apoyó a és te con argumentosteológicos y le d io e l v is to bueno (754) . «El los solos e levaron por su cuenta», as i caracter iza sus decis iones e l cronis tabizant ino Teófanes , «a dogmas sus propias opiniones , s inque se hal lara presente uno solo de las sedes episcopales catól icas , a saber , de Roma, Alejandr ía , Ant ioquía y Jerusa-

lén.» El emperador Constant ino v (741-775) se deshizo cont ra los par t idar ios de! cul to de las imágenes aún con másfuror que sus predecesores ; sólo en agosto del 766 fueronejecu tados 16 altos funcio narios y oficiales.

La oposic ión del pueblo y sobre todo de los monjes cont ra e l iconoclasmo ecles iás t ico es ta ta l que no se había l legado a ca lmar , es ta l ló por pr imer ; vez cuando la enérgica empera t r iz I rene asumió la regencia en lugar de su hi jo menqíde edad (780) . Su pr imera tenta t iva de l iquidar e l icoao-

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host i l a las imágenes , i r rumpió con las espadas desenvainadas en la ig les ia de los Apóstoles y disolvió la asamblea(31 de ju l io de 786) . Pero I rene no se dio por vencida .A poyada po r e l pa t r i a r ca Ta ra s io , pa r t i da r i o de l cu l t o delas imágenes , e levado por e l la a la sede , organizó en e l o toño de 787 e l sépt imo conci l io ecuménico, en Nicea , que enocho se s iones /de l 2 4 de s ep t i em bre a l 2 3 de oc tub re , anu lólas decis iones de los iconoclas tas , refutó los argumentos de

la Sagrada Escr i tura y de la t radic ión a legados por e l loscontra el culto de las imágenes y definió como dogma de fe:que es l íc i to representar en imágenes a Cr is to , a la Virgensant ís ima, a los ángeles y a los santos , pues su vis ta es t imula a recordar y a imi tar a los modelos representados . Elculto que se da a las imágenes (TCpoaxúviqaii;) va dirigido almodelo , a l protot ipo representado por e l las , y se debe dis-t ingi r de la adoración (Xarps ía) que sólo es debida a Dios .Se usó benignidad con los obispos iconoclas tas de antaño,con ta l que most raran ar repent imiento . La octava ses ión, enla que tomaron par te I rene y su hi jo , tuvo lugar en e l pa lac io de Magnaura; más de 300 obispos , con los dos legadospontificios a la cabeza, estamparon sus firmas. El cronistaTeófano r e sum e a s í l o s hechos : «N ada nuevo se enseñó ;únicamente se mantuvieron inconcusas las enseñanzas de lossan tos y bea tos pad re s y s e r echazó l a nueva he r e j í a . . . Po rfin hubo paz en la Iglesia de Dios, si bien el enemigo, val iéndose de sus cómpl ices , no cesa de esparc i r c izaña. P erola Igles ia de Dios , aunque combat ida , sa le s iempre t r iunfan

te .» En rea l idad, e l iconoclasmo volvió a levantar cabeza enel s ig lo nono, pero para quedar def ini t ivamente aplas tado.

Epilogo en Occidente.

En Occidente se había repudiado constantemente e l iconoclasmo. No sólo no se desechaba e l cul to de las imágen e s , s ino que se las es t imaba sobre todo por su valor d idác-

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Segunda pa r t e

L O S C O N C I L I O S G E N E R A L E S P A P A L E SD E L A A L T A E D A D M E D I A

Si se exceptúa la tenta t iva de Car lomagno de oponer a l

conci l io de Nicea de 787 un ant iconci l io , un s ínodo de es tado occidenta l , no t ra tó la temprana edad media de reuni rningún conci l io genera l . N i s iquiera tuvo es ta pre tens ión e lverdaderamente cé lebre s ínodo de Sut r i , en e l que e l rey Enr ique ni , e l año 1046, descar tando a los t res papas r ivales ,acabó po r de sen reda r l a m araña po l í t i c a de Rom a en quehabía ca ído e l papado. Los conci l ios genera les de la edadm ed ia — com o e l l o s m i sm os s e denom inan— nac i e ron de l o ss ínodos reunidos por los papas del per íodo de la reforma,

ya sea en Roma, ya fuera de e l la , a l pr incipio con un número l imi tado de par t ic ipantes , aunque no res t r ingido, a I ta l ia ;s ínodos que se ocuparon de cues t iones ec les iás t icas de índolegene ra l . Su a l cance y au to r i dad ecum én icos depende de l p ro greso del papado en aquel la época reformadora y de su prest ig io universa l , que logró imponerse t ras dura lucha. Sonconci l ios papales en todo e l r igor de la palabra .

Sínodo papal de reforma y concilio de paz en la épocade la guerra de las investiduras.

D esde l a s Decretales pseudo- is idor ianas (compi lac ión formada en e l s ig lo noveno con car tas de papas en su mayor ía apócr i fas y con cánones conci l iares , la mayor par tede e l los autént icos , y que fue aceptada de buena fe por e lpapa N ico l á s i ) , s e r econoc í a en Rom a com o p r inc ip io j u r í d i co que t odos l o s s í nodos m ayore s , que aba rca r an a va r i a sprovincias ec les iás t icas (s ínodos genera les , aunque no en e l

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sent ido de hoy) , sólo podían tener lugar con aprobación del f in de que los poderes seculares tomaran par te en la del ibe

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papa. Este mismo sent ido t iene e l ar t ículo 16 del cé lebre Dr ' c-íafus Papae de Gregor io vi l : «Ningún s ínodo se puede l lamar genera l s in su decis ión (del papa) .» Siendo as í que lospapas de l pe r i odo de r e fo rm a p rom ov ían pe r sona lm en te , yno por medio de sus legados , s ínodos con ampl ia par t ic ipac ión de diversas provincias ec les iás t icas e inc luso países ent e ros , s ínodos en que se t ra taban cues t iones de la Ig les ia yde la cr i s t iandad, cues t iones de fe , de la t regua de Dios , p lanes de cruzadas o la cues t ión candente de la época, o seala l iber tad de la Ig les ia , no pudo menos de i r c rec iendo laautor idad de es tas asambleas s i los comparamos con los cor r ientes conci l ios provincia les o nacionales anter iores . Ya loss ínodos de reforma de Pa vía y Reims (1049) prom ovido spor León ix (1049-1054) , e l papa «alemán», or iundo de Lo-rena , rebasaron los l ími tes de las asambleas provincia les . A lconci l io romano de 1050 invi tó León ix , ent re o t ros , tambiéna obispos ingleses . A l mismo t iempo e l obispo de Lie ja , Deo-

duino, se opuso a l p lan del rey de Francia de condenar lahere j ía de Berengar io de Tours en un conci l io nacional f rancés . El papa Nicolás n (1059-1061) , en e l s ínodo romano deÍ059 , en el que tomaron parte 113 obispos, emanó el célebredecre to de la e lección pont i f ica l , que reservaba a los cardenales la e lección del papa. Los s ínodos de Gregor io vi l ( 1 0 7 3 -1085) tenían por mira e l gran obje t ivo de reforma que sehabía propuesto es te papa: la lucha cont ra la s imonía y lainves t idura de los seglares y en pro del ce l ibato ec les iás t ico .Estos s ínodos no pre tendían tener v igor sólo en un sector

l imi tado, s ino en toda la Cr is t iandad catól ica , a la que Gregor io t ra tó de dar una unidad mucho más consis tente quetodos sus predecesores (Tangí) . A l conci l io de la cuaresmade 1075 invi tó a obispos del nor te de I ta l ia y de Francia ;obispos a lemanes sospechosos de s imonía hubieron de comparecer para s incerarse . A los t iempos de Gregor io vi l remonta , en cuanto se puede demost rar , la pr imera invi tac iónde abades a t a l e s a sam bleas . Es t e papa p rocu ró t am biénque los pr íncipes enviaran diputados a los conci l ios , con e l

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rac ión sob re cues t i ones m arg ina l e s que l e s conce rn í an . A m bos es tados del mundo medieval , e l ec les iás t ico y e l secular ,debían es tar representados en los s ínodos bajo la a l ta d i recc i ón d el P a p a .

En los escr i tos polémicos acerca de la lucha por las inves t iduras se t ra ta profusamente del papel que e jerc ieron losconci l ios en la const i tuc ión ecles iás t ica . Según e l gregor ianoBernoldo de Constanza , e l ju ic io de Gregor io vi l sobre Enriqu e IV es «el juicio de la Iglesia en ge nera l» po r hab er sidod i c t ado no po r e l papa só lo (p r i va t im ) , s i no en cuan to t e nía la pres idencia de un conci l io genera l (genera l i synodopraes idens) ; semejante conci l io romano, s in ser ecuménico,es, s in embarg o, «un conci l io universa l í s imo » (genera l i ss imasynodus ) . Po r e l con t r a r i o , P ed ro Cra s sus , pa r t i da r i o de Enrique IV, insiste en la conv oca ció n de los concilios gen erale spor e l emperador . El autor del l ibro De unitaíe Ecclesiaees de parecer que es ta unidad radica no en e l poder del papa

sobre la Ig les ia universa l , s ino en la unidad del episcopado,com o se pod i a l e e r ya en s an C ip r i ano .

P or es ta oposic ión de pare cere s se expl ica e l que no sellevara a cabo un conci l io , tantas veces proyectado, paraponer fin a la lucha de las investiduras y al cisma a que éstadio or igen. El papa hubiera tenido que someterse a una dec is ión arbi t ra l de l conci l io , a lo cual , como se comprendefáci lmente , no accedió nunca Gregor io vu. Murió en e l dest ier ro , ases inado, según parece , pero ya bajo su segundo sucesor , e l f rancés Urbano n (1088-1099) , const i tuyeron losconc il i os papa l e s un ve rdad e ro t r iun fo de l pap ado . En P i a -cenza (1095) , según se dice ante 200 obispos de I ta l ia , Franc ia y Alemania , y de mi l lares de c lér igos y seglares , h izoel papa Urbano n un l lamamiento para l iberar de los inf ieles a la Ig les ia or ienta l . El mismo año de la ar rebatadoraexhor tac ión del papa en Clermont ante 92 obispos y 90 abades dio la señal para la pr imera cruzada. El pont i f icado,l levado por una ola de re l ig ioso entus iasmo, consol idó suposic ión ecles iás t ica y pol í t ica en la lucha todavía pendiente

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por la l iber tad de la Ig les ia y cont ra la supremacía de los grandes cuestiones de la reforma de la Iglesia, sobre la elec

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pode re s s ecu l a r e s .Po r o t r a pa r t e , no hay que o lv ida r que a l t om ar cue rpo

la idea conci l iar en la lucha por las inves t iduras , no sólosacó provecho de e l lo la autor idad pont i f ic ia , s ino que también los obispos adquir ieron mayor segur idad de s í mismos,pues de su cooperación en los conci l ios hubieron de depender las más graves decis iones de la Ig les ia . Según la doct r ina de san Ivo de Char t res ( f 1117) , e l papa y e l conci l ioconjuntamente garant izan e l f ie l mantenimiento de los usosecles iás t icos . Es ta idea del derecho de in tervención de losobispos se hizo manif ies ta cuando Pascual n (1099-1118)el año 1111, por ex acción de Enr iq ue v , se dejó ar re bat ar e lacue rdo de Pon t e M am m olo , que o to rgaba a l r ey l a i nves t idura de ani l lo y báculo de los obispos antes de la consagración episcopal : precisamente la conces ión que con tantaresolución había denegado Gregor io vi l . La res is tencia delos obispos , pr incipalmente en Francia , fue tan violenta que

en e l s ínodo Lateranense de 1112 se vio e l papa obl igadoa r evoca r e l p r i v i l eg io — que l o s adve r sa r i o s l l am aban p r a -vilegio, o p r i v i l eg io ve rgonzoso — o to rgado a l r ey , y a op t a rde nuevo exp re sam en te po r l o s p r i nc ip ios de sus p r edece sores Gregor io vi l y Urbano n . El s ínodo Lateranense de1116, en e l que es taban presentes no sólo obispos y abades ,s ino también duques y condes de las más var iadas regiones ,ent re o t ras de España, excomulgó a l rey , s i b ien e l papa,conforme a una promesa dada, se negó a publ icar como suyala excomunión. Al fa l larse la sentencia , uno de los par t ic i pantes contó 427 c i r ios en las manos de los obispos y abades p r e sen t e s .

Como se ve , lo mismo e l número de par t ic ipantes que lastareas de los conci l ios papales se habían ampl iado constantemente desde que e l movimiento de reforma se hubo extendido a l pont i f icado. Se invi taba a obispos , abades , representantes del c lero ca tedra l de I ta l ia , A lemania y Francia , yhas t a de España e I ng l a t e r r a . N o f a l t aban r ep re sen t an t e s delos poderes seculares . Se del iberaba y se decidía sobre las

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ción pont i f ica l , la inves t idura de los obispos , e l p lan dec ruzada , l a t r egua de D ios .

Los dos primeros concilios generales de Letrán.

El papa Cal ixto I I (1119-1124) l iquidó la lucha por lasi nves t i du ra s m ed ian t e e l conco rda to de W orm s de 112 2 conel soberano a lemán. El rey renunciaba a la inves t idura deani l lo y báculo , pero se garant izaban los in tereses del re ino.No t iene en s í nada de ext raño ni debe en manera a lgunaconsiderarse como pura formal idad e l que e l año s iguientehic iera conf i rmar es te acuerdo por un conci l io de Let rán. Elpr imer conci l io de Let rán que ha obtenido reconocimientocom o ecum én ico — 11 . ° conc i l i o ecum én ico— tuvo l uga r , alo que parece , de l 18 de marzo a l 6 de abr i l de 1123 en labas í l ica de Let rán, la ig les ia episcopal del papa. El palac io

cont iguo a la ig les ia , que durante un mi lenio había s ido res idencia de los papas , inc luía una sa la conci l iar , const ruidapor León m y acces ible d i rec tamente desde la bas í l ica . Ladecoración en mosaico, de la que en verdad poseemos escasas not ic ias , debía ser sumamente expres iva . El mosaico delábs ide pr incipal representaba a Jesucr is to , a la Virgen Mar ía y a los apóstoles san Pedro y san Pablo; en los ábs idesl a t e r a l e s e s t aban r ep re sen t ados l o s dem á s após to l e s . Se pue de suponer que las del iberaciones de los conci l ios Latera-nenses medievales se desarrol lar ían en es ta sa la , mient ras los

actos solemnes tendr ían lugar en la cont igua bas í l ica .

No poseemos actas , o escr i tos protocolares , sobre e l desar rol lo de las del iberaciones en és te n i en los s iguientes conci l ios Lateranenses . Lo que de e l los sabemos procede deconvoca to r i a s a i s l adas que s e han conse rvado , de pa sa j e sde crónicas y de su propio resul tado, a saber , los decre tos ocánones . Fal tan l i s tas de los par t ic ipantes , como las solemostener de los demás conci l ios . Es de creer que e l número depar t ic ipantes se e levara a «unos 300 obispos». La indicación

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de 997 que contiene la biografía de Calixto n según Pandulfo Al año siguiente (1139) Inocencio n, reconocido ya unl-

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— comprendidos los obispos y ab ades que pa rticiparon enel concilio— es sin duda alguna exagerada.

Los 25 cánones del primer concilio de Letrán renuevanen parte, anteriores disposiciones: la prohibición de la simonía, la observación de la tregua de Dios, que había sidoproclamada en Clermont. A los cruzados se concede remisiónde las penas temporales y se les garantizan las familiasy los bienes dejados en el país, se decreta la excomunión paralos actos de pillaje contra los peregrinos de Roma. Los demás cánones se refieren a la colación de las órdenes y a laadministración de los otros sacramentos, así edino a la atribución de funciones eclesiásticas. Durante el concilio, el28 de marzo, se canonizó al obispo Conrado de Constanza(f 976). Fue concedido el palio al arzobispo de Hamburgo-Brema. Los arzobispos de Cantórbery y York llevaron anteel concilio sus cuestiones de precedencia.

De la lista de los asuntos a tratar se desprende que este

primer concilio de Letrán fue ya en alto grado el punto decita y como el foro de la Cristiandad. Ocasión del segundoconcilio fue una reyerta en el seno de la Iglesia: el cisma deAnacleto lí.

A la muerte del papa Honorio u (1124-1130), dieciséiscardenales, en su mayoría franceses, habían elegido Papa alcandidato de la potente familia Frangipani, Gregorio Papa-reschi, que había adoptado el nombre de Inocencio n. Pocodespués veinte cardenales eligieron a Pedro Pierleoni, de unafamilia originariamente judía, el «papa del ghetto», Anacleto II. Estaba fuertemente apoyado por el rey Roberto n deSicilia, pero la intervención de san Bernardo de Claraval enfavor de Inocencio II inclinó la balanza del lado de éste,tanto más que el emperador Lotario m, con dos expedicionesa Roma, se puso de su parte y se hizo coronar por él. Sinembargo, Anacleto n mantuvo sus pretensiones hasta sumuerte (25 enero 1138), en el Vaticano y en la Ciudad Leonina, es decir, el ámbito en torno a San Pedro, que León ivhabía hecho amurallar como baluarte contra los sarracenos.

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versalmente, invitó a los obispos y abades de Occidente aun «sínodo plenario» — como él lo llamó, en lug ar de la expresión ya corriente de «sínodo general»—. Sólo se ha conservado la invitación a la remota provincia de Compostela.Una vez más las cifras de participantes oscilan mucho: losAnales de Melk en el Danubio hablan de 500; la Crónicade Otón de Freising, de cerca de mil participantes. Aunteniendo por más probable el número inferior, hay que reconocer que Otón de Freising transmite la impresión de loscontemporáneos al calificar de «grandísimo» (máxima) alsínodo. Lo mismo que en el primer concilio de Letrán, también en este segundo demuestran los numerosos documentospapales redactados durante el concilio, que los participantesprocedían de casi todos los países de la cristiandad de entonces: de Lincoln en Inglaterra, de Huesca en España;de Jerusalén; desde luego, las iglesias y conventos de Francia, Suiza, Alemania y Austria son las que gozan de mayor

representación.El concilio duró del 4 de abril de 1139 hasta fines del

mismo mes. En la oración de apertura lamentó el papa laconfusión producida por el cisma de Anacleto y depuso asus partidarios, que hubieron de entregar palios, báculos yanillos episcopales. Con gran disgusto de san Bernardo deClaraval tuvo lugar, entre otras, la deposición de su protegido, el cardenal Pedro de Pisa. La mayor parte de los30 cánones del concilio vuelve a reproducir ideas del movimiento gregoriano de reforma, aunque también prohibe lausura, así como los torneos, y el estudio del derecho y dela medicina por los monjes. Gran importancia para la observancia del celibato tenían el canon 7° , que declarabainválido, no sólo ilícito como lo era hasta entonces, el matrimonio contraído por clérigos (a partir del subdiacona-do) y por monjes. El canon confirma al capítulo catedralel derecho de elegir al obispo, aunque sin excluir a lossuperiores de órdenes religiosas que ya gozaban de este privilegio.

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Este canon fue el origen de la influyente posición del a Alejandro m, que se negó a asistir al concilio reunido en

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capitulo catedral en la edad Media.El campo de acción se extiende ahora mucho más que

en 1123. Ciertos sectarios, que rechazan la eucaristía y elbautismo de los niños, el sacerdocio y el matrimonio, sonexcluidos de la Iglesia por el canon 23: son ya prenunciode los grandes movimientos heréticos que poco después tanto han de dar qué hacer a la Iglesia. Según la relación deOtón de Freising, el canónigo Arnaldo de Brescia fue acusado por su obispo por pretender que ningún eclesiásticoo monje que poseyera bienes podía salvarse, pero todavíasalió bien librado, pues el concilio se limitó a imponerle silencio. También el segundo concilio Lateranense fue teatrode una canonización: el primer abad de Fulda, Sturmio, fuecanonizado el 18 de abril.

No estaba presente en el concilio el hombre más influyente de la época, a la que ha dado su nombre: Bernardode Claraval. El gran santo puso en movimiento la malogra

da segunda cruzada, con sólo su inflamada palabra, sin elapoyo de concilio alguno.

Lucha g paz con Barbarroja; el tercer conciliode Letrán.

Una cuestión de política eclesiástica, la lucha por lasinvestiduras, había sido la ocasión exterior del primer concilio Lateranense; un cisma, la del segundo. Ambos motivos están contenidos en la prehistoria del tercero.

Cuando fue elegido papa con el nombre de Alejandro ni(1159-1181) el sienes Roldan Bandinelli, el emperador Federico, por sobrenombre Barbarroja, recordando la bruscaintervención de este cardenal en la dieta de Besancon de1157, opuso otro candidato en la persona del cardenal Oc-taviano de Montecelio, al que se llamó Víctor iv. El intento de Barbarroja de volver a restaurar en Italia el poderimperial, agrupó a las ciudades del norte de Italia en torno

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Pavía el año 1160. Por fin, al cabo de tres lustros de encarnizada lucha, en la paz de Venecia de 1177 abandonóBarbarroja a su antipapa Calixto m, segundo sucesor deVíctor, y se comprometió a entregar los bienes eclesiásticosque estaban en su poder. El tercer concilio Lateranense, yaprevisto en las negociaciones de paz, fue como el sellopuesto por la Iglesia al pie del tratado, y al mismo tiempouna confirmación de la potencia del pontificado. El concilio

— así reza ba la invitación dirigida a los obispos toscanos —«según la usanza de los santos padres» ha de confirmar lapaz, comunicándole una fuerza que sin él no poseería. Así,pues, Alejandro enlaza ya con los concilios de la Iglesiaantigua. Su deseo era agrupar en torno a sí «si no a todoel mundo, por lo menos a toda la catolicidad» (Tangí).

Del tercer concilio Lateranense — 1 1 ." concilio ecuménico — poseemos p or primera vez listas de nombres de obispos participantes, en total 291 nombres; el número real de

los participantes debió de pasar de los 300. El grueso (124)lo formaban naturalmente los obispos de Italia central ymeridional, pero estaban representadas por sus mismos metropolitanos o por sufragáneos las provincias eclesiásticasde Inglaterra, Escocia, Irlanda, Francia y Alemania. DeEspaña asistieron 19 obispos, 5 de Dalmacia y 8 de los estados de los cruzados. Aunque se desconoce el número delos abades presentes, sin embargo, debió de ser considerable, a juzgar por la masa de privilegios otorgados a monasterios durante el concilio. Una fuente inglesa hace notar

que fueron enviados «representantes de casi todos los emperadores, reyes y príncipes de toda la Cristiandad.»

El concilio tuvo tres sesiones, el 5, el 7 (o el 14) y el19 (o el 22) de marzo de 1179. El cronista Guillermo deTiro dice en su Historia de las Cruzadas: «Sobre las decisiones de este concilio, los nombres, número y títulos delos obispos, se puede leer el escrito que nosotros mismoscompusimos a ruegos de los sinodales y que depositamos enel archivo de nuestra iglesia de Tiro.» Este escrito, desgra-

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ciadamente , no se conserva . Prác t icamente no sabemos r iada fiere del de la Iglesia autigua: en la herejía ven no sólo un

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sobre e l desarrol lo de las negociaciones en es te conci l io , de lque únicamente conocemos e l resul tado, los 27 «capí tulos».Los dos pr imeros hacen e l ba lance de la d isputa precedente . P ara p reve ni r fu turos c ismas se es tablece que pa ra lae lección del papa en adelante se requer i rá una mayor ía delas dos terceras par tes . Se declaran invál idas las órdenessagradas y dignidades confer idas por los c ismát icos . Deentre las res tantes decis iones vamos a ent resacar a lgunos

ejemplos que darán idea del radio de acción del conci l iodesde e l te r reno ecles iás t ico has ta e l c iv i l. P ara la e leccióndel obisp o se exige como edad mínima 30 años (disposic ióntodavía en vigor) y legi t imidad de nacimiento . Nadie puede posee r va r i a s d ign idades — o p a r ro qu i a s— , que e s l aprohibic ión de la l lamada acumulación de benef ic ios . Encada catedra l debe haber un maest ro que ins t ruya a losniños pobres y a los c lér igos . Se apl ica la excomunión a lsuminis t ro de armas o de mater ia les des t inados a armamen

tos , como el h ier ro y la madera para la const rucción debuques , a l o s s a r r acenos . Los j ud íos y s a r r acenos no puedentener esc lavos cr i s t ianos . Se fulmina e l anatema contra lasec t a de l o s ca t a ros p ropagada po r e l su r de F ranc i a , ex comunión que se ext iende también a quienes les den a lojamiento o trafiquen con ellos; sus bienes quedan confiscados;quien, s iguiendo e l consejo de los obispos , tome las armascontra e l los , queda pues to , como los cruzados , ba jo la protección eclesiástica. Según informes fidedignos, se presentóen e l conci l io una delegación de los «pobres de Lyon»,

adep tos de l com erc i an t e Ped ro V a ldo , que p r e sen t a ron sut raducción de la Bibl ia y sol ic i taron la aprobación de susp red i cac iones s eg l a r e s . Fue ron desped idos con una nega t i va ,aunque s in condena. Más tarde , es te movimiento de pobres ,nacido de las mejores in tenciones , se convir t ió en una secta no menos pel igrosa que la de los ca taros , condenada pore l conci l io . Tanto la una como la o t ra acabaron en movimientos subvers ivos . Ahí es tá la expl icación de por qué e lproceder de los conci l ios medievales cont ra los here jes d l -

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error en mater ia de fe , s ino también un a tentado cont ra laIgles ia y cont ra la sociedad: no sólo se condena la doct r ina ,s ino que se extermina también a los promotores .

P a r a t e rm ina r, r ep roduc i r em os a lgunos ra sgos p in to r e s cos que recoge e l cronis ta de Stade , en la Baja Sajonia : «Enel conci l io fueron consagrados obispos por e l papa dos ingleses y dos escoceses , que habían ido a l conci l io , e l unocon un solo cabal lo , y e l o t ro a p ie con un acompañante .

Se hal ló también un obispo i r landés , e l cual contó a Escolás t ico de Brema que se procuraba la subsis tencia con t resvacas l e che ra s , que cuando ce saban de da r l e che e r an r eem plazadas con ot ras por sus diocesanos .»

Los t res pr imeros conci l ios Lateranenses obtuvieron vi gencia universa l por e l hecho de haber pues to e l se l lo a lasolución de los problemas candentes de entonces : l iquidac ión de la lucha por las inves t iduras , c ismas de Anacle to I Iy de Ba rba r ro j a . E l núm ero con t i nuam en te c r ec i en t e de pa r

t ic ipantes , as í como la mayor convicción de los convocantes, dis t inguen netamente a es tos conci l ios de los precedentes conci l ios papales . Y s in embargo, aun és tos no son másque e l pre ludio del cuar to conci l io de Let rán, e l 12 . " ecuménico, ce lebrado e l año 1215.

Inocencio III en el cuarto concilio de Letrán.

«Con ans i a he de seado ce l eb ra r e s t a Pa scua con vos ot ros antes de padecer .» Con es tas palabras del Señor (Luc2 2 , 15) Inocencio m, pres int iendo su cercana muer te , inauguró e l 11 de noviembre de 1215 e l gran conci l io de Let rán,a l que había invi tado ya dos años antes , e l 19 de abr i lde 1213, «a la manera de los ant iguos padres», a los obispos de Oriente y de Occidente , a los super iores de las grandes órdenes monást icas , y también a los reyes cr i s t ianos .En t r e l o s 404 ob i spos conoc idos po r sus nom bres , que acep taron la invi tac ión, fa l taban los gr iegos , también invi tados ,

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del patriarcado de Constantinopla. En cambio, se hallaron mediante la predicación, se les impone la obligación de de

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presentes obispos de países del este de Europa que antesno h abían estado representados:' de Bohemia, Hungría, P olonia, Estonia y Livonia, que con su presencia se profesaban por miembros del Occidente cristiano. El número de losabades parece haber sido de unos 800. El emperador Federico II, los reyes de Francia, Inglaterra, A ragón, Hun gría,los estados de los cruzados y algunas ciudades, como Genova, enviaron delegados. Toda la cristiandad, eclesiásticay secular, estaba representada.

El concilio tuvo sólo tres sesiones, el 11, el 20 y eí 30de noviembre de 1215. Su resultado fueron los 70 capítulos, incorporados en su mayoría al código de derecho eclesiástico. Sobre su origen, como en general sobre la marchadel concilio, vuelven a faltarnos las fuentes. A la cabezava una profesión de fe dirigida, aunque sin nombrarlos,contra los cataros. Contiene además el concepto de «tran-substanciación» en la eucaristía, elaborado en las discusio

nes acerca de la herejía de Berengario de Tours, asi comola condenación de la doctrina trinitaria del abad calabrés,Joaquín de Fiore. La lucha que tuvo que sostener la Iglesiacontra las herejías de los cataros, valdenses y otros gruposanálogos de sectarios, se refleja en las prescripciones acerca de la Inquisición. Todavía hoy está en vigor el célebrecapitulo 21, según el cual todo cristiano llegado al uso de larazón está obligado una vez al año a la confesión y ala comunión pascual. Se trata de una exigencia mínima queresponde perfectamente al deseo del papa de no decretarnada que no se pudiera realizar y que se redujera por consiguiente a letra muerta.

Este sentido realista penetra todas las leyes de reformadel concilio, que conforme a un plan bien meditado abarcaban todos los grados de la jerarquía y todos los estados,y habían de servir a la cura de almas. Ninguna diócesispuede estar más de tres meses privada de pastor (c. 23). Yaque los obispos, dada la extensión de sus diócesis, no puedencumplir siempre personalmente su deber de anunciar la fe

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signar en las catedrales predicadores y confesores idóneos(c . 10) y especialmente de velar por la predicación en lalengua materna de los fieles (c. 9). Sínodos provincialesanuales (c. 6) y capítulos generales de las órdenes (c. 12)deben mirar por el cumplimiento de los decretos de reforma. P ara fomentar la formación del clero debe haber encada catedral un maestro de gramática, y teólogos bien for

mados, en las iglesias metropolitanas (c. 11). Para los seglares tenía importancia la limitación de los impedimentosmatrimoniales, la prohibición de los matrimonios en secreto(matrimonios clandestinos), así como la protección contrael fraude religioso en materia de reliquias y peregrinaciones(c . 62). La legislación contra los judíos (prohibición de salir los días de semana santa, obligación de una indumentaria especial) no provenía de prejuicios raciales ni tratabade infligirles un insulto humillante, dado que se aplicabaigualmente a los musulmanes que vivían entre cristianos.

Su objeto era proteger la fe cristiana, aunque no deja deser un tributo pagado a las ideas del tiempo.

Bajo Inocencio m llegó el pontificado en la edad mediaal apogeo de su autoridad espiritual y temporal. Sin embargo , el cuarfo concilio de Letrán no fue en manera alguna un«escenario del papa como soberano absoluto de la Iglesiauniversal», como tampoco se rebajaron los obispos bastaquedar reducidos «a instrumentos del papa omnipotente»(Heiler). El mismo Inocencio no logró imponer su voluntad

en todos los terrenos. La provisión pecuniaria de las oficinaspontificias (cancillería y cámara) y de la corte del papapor medio de contribuciones regulares de la Iglesia universal no obtuvo la aprobación de la mayoría del concilio.Desgraciadamente, podemos decir, pues quizá con ello sehubiera evitado la formación del sistema curial de tasas eimpuestos en el siglo catorce, que tanta irritación causaríaentre las gentes. Por muy marcado que lleven algunos decretos conciliares el sello de la personalidad del papa, hay,sin embargo, que reconocer que la legislación de reforma del

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cua r to conc i l i o de Le t r á n e s p roduc to de una ve rdade ra co laboración ent re e l papa y los miembros del conci l io . P re Deposición del empacador Federico II en el primee

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cisamente por e l lo produjo tan buenos efectos , pr incipal mente en Ingla ter ra , s i b ien no tuvo lugar la radical renovación de la Ig les ia que se había promet ido e l papa. El 16de ju l io del año s iguiente l legó «la úl t ima hora del papa»(Fe de re r ) , a l que l a h i s t o ri a — n o se s abe cóm o— ha r e husado e l sob renom bre de G rande . Fa l l ec ió en Pe rusa a l o s55 años .

En vi r tud de la autor idad que se a t r ibuía y e jerc ía e lpapa, inc luso en e l te r reno de lo temporal , tomó e l conci l io decis iones pol í t icas , que c ier tamente es taban en a lgunamanera l igadas con in tereses ec les iás t icos : la a t r ibucióndel condado de Tolosa , que era e l foco de los ca taros , aSimón de Montfor t , la repudiación de la Charta Magnaarrancada a la fuerza a Juan Sin Tier ra , la conf i rmación deFed er ico H com o emp erado r . El conci l io fi jó e l 1.° de juniode 1217 como fecha, y Sic i l ia como punto de reunión para

una gran cruzada; a f in de cubr i r los gas tos , debía ent regare l c lero durante t res años la v igés ima par te de sus ingresos .P a r a r e se rv a r a l o s c ruzados l a capac idad d i spon ib l e deba rcos , s e p roh ib ió du ran t e cua t ro años t odo t r á f i co nava lcon los musulmanes , as í como el mercado de armas y mater ia l bé l ico y e l servic io como pi lo tos o t imoneles en emba rcac iones m usu lm anas . La p ropaganda en g r an e sca l a enp ro de l a c ruzada ob tuvo un g r an éx i t o , pe ro l a c ruzadam ism a , d i r i g ida con t r a Eg ip to , de donde pa r t í an t odaslas amenazas cont ra los santos lugares , fue un verdadero

f r acaso .El conci l io genera l de Lyon convocado por Inocencio ív

intervino en e l acaecer pol í t ico mucho más profundamenteaun que e l cuar to conci l io de Let rán. Su tea t ro de acciónindica e l fa ta l desplazamiento del cent ro de gravedad, quehabía comenzado durante la ú l t ima e tapa de la cont iendaent re e l pont i f icado y los Hohenstaufen en e l s ig lo t rece yen e l s iguiente acabó con e l t ras lado de los papas a Francia .

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concilio de Lyon.

La noche del 28 a l 29 de junio del año 1244 un pequeñogrupo de cabal leros , a toda pr isa y en e l secre to más profundo, se abr ían camino por los bosques ent re Sut r i y e lpuer to de Civi tavecchia : e l papa Inocencio ív , antes Sini -ba ldo F i e sch i , de G enova , a com pañado so l am en te po r sus

sobr inos , dos camar lengos , e l capel lán y e l confesor , seap re su raba po r gana r e l pue r to s a lvador , en que l e agua r daba una f lo ta genovesa . Huía del emperador Feder ico i i ,con quien hacía meses es taba en negociaciones para resol ver e l conf l ic to , que había surgido ya en t iempos de su predecesor Gegor io íx , acerca de los derechos de la Ig les ia ydel Imper io en I ta l ia ; conf l ic to que, en la opinión del papa,no tenía solución por fa l ta de buena voluntad. Un cordónde t ropas imper ia les rodeaba a l papa impidiéndole todo con

tac to con e l mundo. La fuga, s in embargo, se l levó fe l izm en te a cabo .

U na vez ya en G enova , a c l am ado po r sus pa i s anos ,p ronunc ió e l papa l a s pa l ab ra s de l Sa lm o (12 3 , 7 ) : «N ues t ra a lma, como un pá jaro , se ha l ibrado del lazo de loscazadores ; se ha roto e l lazo y es tamos l ibres .»

El papa creyó haber hal lado en Lyon e l lugar mejor s i tuado para la bata l la que es taba decidido a l ibrar a l emperador . Aunque la c iudad se hal laba dent ro de los l ími tesdel imper io , per tenecía s in embargo a l arzobispo y gozabade las mejores comunicaciones lo mismo con Alemania quecon Francia . De a l l í se cursaron a l mundo entero e l 3 deenero de 1245 las invi tac iones para e l 13. ° conci l io genera l . En gran número acudieron los obispos de Francia yde España, menos numerosos de Ingla ter ra y de I ta l ia ,y aún menos de los dominios de la nación a lemana: e l emperador había prohibido con e l mayor r igor la as is tencia a lconci l io y había incluso obst ruido las v ías de acceso pormar . El número de par t ic ipantes en e l conci l io fue muy in-

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ferior al del último concilio de Letrán: en total, de 140 a150 obispos, según puede calcularse.

tiandad, de las que había hablado el papa en la oración deapertura. Él mismo asumió los gastos de instalación de for

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Poseemos un cuadro más animado del concilio, puescontamos con una breve relación de las actas y una descripción en la crónica de Mateo de París. En la sesión deapertura, que tuvo lugar en la catedral de Lyon el 28de junio de 1245, habló el papa de cinco dolores que le afligían: los pecados de los eclesiásticos, la pérdida de la ciudad santa de Jerusalén (en 1244 había caído definitivamen

te en manos de los musulmanes), las angustias del imperiolatino de Constantinopla (fundado durante la cuarta cruzada) , la irrupción de los mongoles en Europa y, finalmente,el asunto capital, la persecución de la Iglesia por el emperador Federico n. Contra él formuló el papa las más graves acusaciones: herejía, alianza con los infieles, infracciónde tratados y perjurio. El magistrado supremo de la corte,el siciliano Tadeo de Suessa, defendió a su soberano inteligente y objetivamente, pero Inocencio lo refutó punto por

punto. Una de las acusaciones se refería al concilio queGregorio ix había tratado de reunir en Letrán el año 1241y que Federico había impedido, capturando la flota geno-vesa que conducía a bordo a más de cien prelados y haciendo prisioneros a los tripulantes.

Una semana después, en la segunda sesión del 5 de julio, se reasumió el proceso contra el emperador. Tadeo deSuessa no logró refutar la acusación de haber usado violencia con los obispos, que pesaba sobre Federico; sin embargo, obtuvo que se difiriera la sentencia doce dias, a finde recibir nuevas instrucciones de su soberano.

En el ínterin despachó el concilio asuntos eclesiásticos.De los 22 capítulos (no 17 ó 19, como antes se suponía),ocho eran sencillamente decisiones preconciliares, que elconcilio se limitó a confirmar. Antes de su pontificado habíasido Inocencio profesor de derecho canónico en Bolonia; deahí su interés por la reordenación del derecho procesaleclesiástico, del que trata una parte de los capítulos. Tampoco se olvidaron las grandes preocupaciones de la cris-

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tificaciones contra posibles incursiones de los mongoles.A los prebendados no residentes se impuso la obligaciónde contribuir con un tercio de su renta anual al mantenimiento del emperador latino de Constantinopla, y a todoslos eclesiásticos, lo mismo que en el cuarto concilio de Letrán, a aportar la vigésima parte de sus ingresos para elrescate de los santos lugares de Palestina.

Estas decisiones fueron aceptadas por el concilio en latercera sesión de 17 de julio. En la misma sesión se recusó la protesta de una delegación de los barones ingleses contra la colación de prebendas inglesas a italianos. Sin embargo, el punto central de las negociaciones fue la sentencia enel proceso contra el emperador. Federico n, acusado de perjurio, de perturbar la paz y de sospecha de herejía, fuedepuesto en cuanto rey de Alemania y emperador romano.Fue ésta la primera deposición de un emperador por el papa

desde los días de Gregorio vn. «¡Oh día de ira, de infortunio y de luto!», exclamó Tadeo de Suessa. En realidad erael comienzo del ocaso de los Hohenstaufen y de la decadencia del poder imperial, pero también a la vez una prueba de fuerza de la plenitud de poderes papales en el terrenode lo temporal, que a la larga no pudo sostener el pontificado.

Pasado más de un mes de la sesión de clausura del concilio, el 25 de agosto de 1245, expidió Inocencio iv a lasuniversidades los 22 capítulos del concilio «para que fueranutilizados en la jurisprudencia y en la enseñanza», con locual les confirió fuerza de ley. Aumentados con otros oncedecretos, pasaron a la colección definitiva de leyes del papapublicada el año 1253. El hecho es sumamente instructivopor lo que se refiere a las relaciones entre el papa y elconcilio y volverá a ocuparnos una vez más en el siguiente concilio.

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Cruzada, unión de loa gciegos y ordenamiento del

t o t a l unos 2 00 , cuya a s i s t enc i a s e puede com proba r . Loscá lculos de los cronis tas , en los que van comprendidos los

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conclave en el segundo concilio de Lyon.

La más larga sede vacante precedió a l segundo conci l iode Lyon, e l 14. ° genera l . Casi t res años habían t ranscurr idodesde la mu er te de Clem ente IV e l 29 de noviem bre de 1268sin que los cardenales , d ivididos en facciones , pudieran pone r se de acue rdo sob re un cand ida to . P a r a f o r za r l e s a una

dec i s i ón , l o s c i udadanos de V i t e rbo hab í an l evan t ado e l t e jado del palac io episcopal , en que es taba reunido e l conclave . El 1 . ° de sept iembre de 1271 fue e legido TedaldoViscont i , de P iacenza, que por entonces res idía en San Juande Acre , ú l t imo baluar te de los cr i s t ianos en Oriente . Sedeja entender cuan a l corazón le l legaba la causa de lacruzada, aunque en rea l idad def ini t ivamente perdida . A l despedi rse parece haber d icho: «¡Jerusalén, Jerusalén, s i a lgunavez t e o lv ida r e !» P e ro G rego r io x s e in t e r e saba t am bién

por l a un ión con l o s g r i egos , que hab í an r ecupe rado Cons -tant inopla y derrocado e l imper io la t ino a l l í es tablecido,aunque s egu í an t em iendo un con t r aa t aque de l r ey Ca r lo sd e Ñ a p ó l e s .

Los t em as p r i nc ipa l e s de l conc i l i o , nuevam en te convocado en Lyon en abr i l de 1273 por Gregor io x , fueron lae lección del papa, la cruzada y la unión de los gr iegos .No sólo se invi tó a los arzobispos , obispos , cabi ldos ca tedra les y abades (uno de cada dióces is ) , s ino también a losr eyes y p r í nc ipes de O cc iden t e , a l em perador g r i ego de

Constant inopla , Miguel , a l rey y a l «kathol ikós» (cabezasuprema de la Ig les ia) de Armenia , e inc luso a l gran khande Mongol ia , sobre cuya propensión a l cr i s t ianismo habíanl legado a Occidente not ic ias , s i no fa lsas , por lo menos exage radas . La a s i s t enc i a no a l canzó e l núm ero de l cua r to con ci l io de Let rán, pero se le pareció en la universa l idad. Después de I ta l ia , A lemania tenía la mayor representación, consus 6 a r zob i spos y 2 8 ob i spos ; de F ranc i a a s i s t i e ron 31 ;25 de la península Ibér ica y ot ros tantos de Ingla ter ra . En

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abades , as í como los ot ros dignatar ios ec les iás t icos y procu radore s , a l canzan y has t a r ebasan e l m i l l a r . Fa l t aba unode l o s l l am ados , e l m ayor de t odos : s an to Tom á s de A qu i -no había fa l lec ido en e l monaster io de Fossanova cerca deRom a e l 7 de marzo de 1274, en su via je de Ñapóles aLyon . Le hab í a a l canzado l a m i sm a sue r t e que a s an A gus t ín antes del conci l io de Éfeso.

El segundo conci l io de Lyon se inauguró e l lunes de lasem ana de Roga t i va s , e l 7 de m ayo de 12 74 . En su ape r t u r a G regor io x p ronunc ió una o r ac ión que com enzaba conlas mismas palabras que la de su predecesor Inocencio men la aper tura del cuar to conci l io de Let rán: «Ardientemente he deseado. . .» Como t r ip le obje t ivo del conci l io enunció:la ayuda a Jerusalén, la unión con los gr iegos y la reforma de la Ig les ia . A la derecha del papa as is t ían los car denales obispos , ent re los cuales san Buenaventura , a la

izquierda los cardenales presbí teros ; les seguían a ambosl ados l o s a r zob i spos , ob i spos y abades . Los pa t r i a r ca s l a t i nos de Cons t an t i nop l a y de A n t ioqu í a t en í an pues tos e spe c ia les en la nave de la ig les ia , como para s igni f icar que poren tonces no s e p r e t end í a t odav í a pone r l a d ign idad pa t r i a r ca l po r deba jo de l c a rdena l a to . Espec i a l e s pues tos e s tuv i e ron reservados también a l rey Ja ime de Aragón y a losenviados de los reyes de Francia , A lemania , Ingla ter ra y Si c i l ia , as í como a los representantes de las órdenes mi l i tares .

A f in de apor tar los recursos necesar ios para una gran

cruzada, juzgó e l papa necesar io un sacr i f ic io cuat ro vecesmayor que e l rec lamado por Inocencio m: e l d iezmo durantese is años . Gracias a su prudente tác t ica en las negociaciones ,l og ró a r r anca r su consen t im ien to a l o s p r e l ados r eca l c i t r an t e s ; en lugar de t ra tar con e l los en ses ión plenar ia , lo h izosepa radam en te con l o s r ep re sen t an t e s de cada p rov inc i aecles iás t ica . En in terés de la cruzada decre tó e l papa unapaz de s e i s años , pe ro ya an t e s de que pud i e r a o rgan i za r sel a c ruzada , s e hab í a pe rd ido A cre e l 18 de m ayo de 12 91 .

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El 24 de junio hic ieron su l legada los enviados gr iegos:e l en ot ro t iempo pat r iarca de Constant inopla , Germano, e l

se aprobó en las ses iones tercera (7 de junio) , quinta ysexta (16 y 17 de julio), se refieren a la elección de los

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arzobispo de Nicea y e l logote ta (canci l ler ) de l emperador . En la cuar ta ses ión de 6 de ju l io aceptaron la profes ión de fe que se les había impuesto y que contenía e lreconocimiento del pr imado pont i f ic io , la doct r ina del purgator io y e l número de s ie te de los sacramentos , y juraronen nombre de su emperador la unión con la Igles ia de Roma.Durante la misa se cantó e l Credo, con e l filioque, en latín

y en gr iego. Una vez que as í habían profesado los gr iegossu fe en el [Moque, se les permi t ió conservar e l texto t radic ional de su s ímbolo. La unión no tuvo consis tencia , nosólo porque e l emperador se había dejado l levar por mot i vos pol í t icos y hubo de hal lar oposic ión en e l episcopadogr iego, s ino también porque e l papa Mart ín iv (1281-12 85) hab í a apoyado l o s p royec tos de conqu i s t a en O r i en t ede l r ey de Ñ apó l e s .

La cé lebre ley sobre la e lección papal «Ubi per iculum»q u e , adoptada en la ses ión quinta de 16 de ju l io y —conl igeras var ian tes y a mpl iac iones — tod avía hoy es tá envigor , d isponía , s iguiendo las e lecciones de magis t rado dealgunas c iudades i ta l ianas , que diez días después de lamuer te del papa debían los cardenales reuni rse para la e lecc ión del sucesor , reunión que debía tener lugar en r igurosoais lamiento del mundo exter ior (conclave) . Si a l cabo detres días no se ha ultimado la elección, se servirá a losconclavis tas un solo pla to a l mediodía y por la noche, yc inco d í a s de spués so l am en te pan y agua . M ien t r a s du ra

el conclave , ceden sus ingresos a la Ig les ia universa l . Aunque no fa l tó la comprensible oposic ión de los cardenales ,es ta ley e lec tora l fue aprobada por e l conci l io .

P ara la reforma ecles iás t ica hab ía ya e l pa pa a ntes delconci l io recogido pareceres , t res por lo menos de los cuales se han conservado, ent re e l los e l de l genera l de los dom in i cos, H um ber to de Rom an i s . H as t a qué pun to fueronnormat ivos se podrá deduci r del resul tado f inal de las negociaciones . A lgunos de los 31 capí tu los , cuya mayor ía

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obispos y a o t ras e lecciones ec les iás t icas . La extensa act iv idad apostól ica de las cuat ro órdenes medicantes nacidasen e l decurso del s ig lo t rece , los dominicos , f ranciscanos ,ermi taños de san Agust ín y carmel i tas , había hal lado nopoca oposic ión en e l c lero secular . Así e l capi tu lo 23 conf i rmó sus pr ivi legios , aunque no pudo e l iminar la tens iónexis tente , de la que habrán de ocuparse todos los conci l ios

subsiguientes has ta e l Tr ident ino.Las decis iones del conci l io fueron pues tas en vigor por

Gregor io x e l 1 de noviembre de 1274, por c ier to con a l gunas var iac iones , aunque no muy radicales , lo cual es unaprueba palmar ia de que e l papa se a t r ibuía y e jerc ía lasuprema potes tad sobre e l conci l io .

Por su representación ecuménica , en cuanto asamblea detoda la Cr is t iandad, e l segundo conci l io de Lyon se puede com para r con e l cua r t o La t e r anense . Tam bién s e pa r e

c ieron como tea t ro de decis iones pol í t icas . La cont ienda porla corona rea l a lemana ent re e l rey Alfonso de Cast i l la yRodolfo de Habsburgo se resolvió en cuanto a la substancia ,rec ibiendo e l papa las promesas que empeñaban a Rodolfoe invi tando a su r ival a la renuncia . El reconocimiento for mal de Rodolfo tuvo lugar una vez c lausurado e l conci l io ,e l 26 de sept iembre de 1274. Con e l lo quedaba canceladoel infor tun ado in ter regno. El rey Ja im e I de Arag ón, q uehabía as is t ido a l conci l io con la in tención de ser coronadopor e l papa , r eg r e só d i sgus t ado po rque G regor io l e hab í a

exigido juramento de f idel idad y un t r ibuto feudal . El reyde F ranc i a r e s ignó e l condado V ena i s s i n que , aunque hac í at iempo per tenecía a l papa, es taba adminis t rado por un cabal lero feudal . Una delegación del gran khan de Mongol iase esforzó por obtener una a l ianza cont ra Egipto . No laconsiguió , pero un miembro de la delegación se hizo baut i zar . Las tenta t ivas de l levar e l cr i s t ianismo a l ext remoOriente a l abr igo de la to lerancia e jerc ida por los khanesmongoles quedaron s in resul tado, debido a las d is tancias , a

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pesar de algunas sorprendentes realizaciones, como las delfranciscano Juan de Montecorvino. La grandeza de ideales

blin, de Colonia, Magdeburgo y Brema, demuestra que «elepiscopado universal tenia plena representación en el con

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y de voluntad que Gregorio x —venerado por la Iglesiacomo beato — proyectó sobre el concilio, es algo admirabley sorprendente.

La sombra de Bonifacio VIH.

Cuatro lustros más tarde alcanzó el pontificado bajo elimperioso Bonifacio VIII, la cumbre de su poder. En la bula«Unam sanctam» formuló este papa la doctrina, no ciertamente nueva, pero más y más condicionada por los tiempos,de las dos espadas en la mano del papa, la espiritual yla temporal, una de las cuales es manejada po r la Iglesia y laotra para la Iglesia. Su colisión con el rey Felipe el Hermoso, de Francia, y su reclusión en Anagni por los emisariosde éste el 7 de septiembre de 1303, forman el preludio de

una nueva época del pontificado, su «destierro en Aviñón».La sombra de Bonifacio VIII se extendió también sobre elconcilio que su segundo sucesor Clemente v convocó el 12de agosto de 1308 desde Poitiers, donde se había reunido conFelipe el Hermoso. Viena del Delfinado fue designada comosede del concilio. En la bula de convocación se mencionaban como objeto de las deliberaciones el asunto de la orden del Temple, cuestiones de fe, la reforma de la Iglesiay el rescate de Tierra Santa. No todos los obispos fueroninvitados al concilio, como se había estilado hasta entonces:

se hizo una excepción tras un acuerdo con el rey de Francia, lo cual es un indicio de la situación en que se hallabaya el pontificado. Una lista de convocados, llamada «listade París» por haberse descubierto allí, contiene 165 nombres; la otra, la definitiva, 231. De éstos se hallaron presentes 20 cardenales, 4 patriarcas, 29 arzobispos, 79 obispos y 36 abades. Los más numerosos eran los franceses ylos italianos; sin embargo, la presencia de los arzobispos deTarragona, Braga y Compostela, de York, Armagh y Du-

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cilio* (E. Müller). Muchos de los ausentes enviaron delegados o procuradores. El concilio de Viena, con ser unconcilio de obispos, fue también «concilio de procuradores».

«Muchas cosas me desazonan aquí. El lugar es extraordinariamente frío, cosa que a mi edad me ocasiona no pocasmolestias. Gran cantidad de gente se aglomera en la pequeña ciudad, lo que da lugar a muchas incomodidades.Pero hay que tener paciencia». Así escribía el 9 de noviembre de 1311 el obispo Raimundo de Valencia, enviado delrey Jaime n de Aragón, en una carta resignada a su soberano. Tres semanas antes, el 16 de octubre, había inaugurado Clemente v el concilio general de Viena.

El ceremonial litúrgico de la sesión de apertura en Viena.

Las sesiones de los concilios generales no son meros actos jurídicos de la Iglesia, sino al mismo tiempo solemnidades litúrgicas, en cierto modo como las canonizaciones o-como la coronación del papa. Su forma litúrgica no es un puro revestimiento exterior, sino más bien algo que pertenece asu esencia misma; los concilios, al decidir perentoriamentesobre la fe y la disciplina, realizan un acto de culto divino.

La sesión inaugural del concilio de Viena del 16 de octubre de 1311 revela ya el mismo orden litúrgico que observaremos en los concilios de Constanza, Basilea y Trento;algunas divergencias que en él se notan son debidas a lapresencia personal del papa en Viena.

Clemente v, vestido de pontifical y acompañado de unpequeño séquito, hizo su ingreso en la catedral y tomó asiento en su trono en el presbiterio. Los patriarcas latinos deAlejandría y de Antioquía tenían puestos reservados fuerade las filas en medio de la iglesia. Los demás prelados, concapa pluvial y mitras blancas de lino, ocupaban tres filasconsecutivas, en la nave central: en total, 114 mitrados.

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El papa impar t ió l a bendic ión , los can tores en tonaron laan t í fona y a l a ind icac ión de l d iácono Flectamus genua El proceso e le los templarios y la reforma eclesiástica.

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se pos t ra ron todos . Volv ió a l evan ta rse la asamblea y e lpapa , vue l to hac ia e l conc i l io , p ronunc ió la o rac ión a l Esp í r i tu Santo prescr i t a en e l r i tua l : «Henos aquí , Señor ,. .. r eun idos en vue s t ro nom bre . Ve nid a noso t ro s y as i s t idnos . . .» Terminada la o rac ión , vo lv ie ron todos a a r rod i l l a r se y rezaron las l e tan ías de los Santos , a l as que s igu ióu n a n u e v a o r a c i ó n d e l p a p a . E l c a r d e n a l d i á c o n o N a p o l e ó nOrs in i can tó e l evange l io de la mis ión de los 70 d i sc ípu los(Luc 10, 1-16), que ya se hab ía can tado en e l segundoconc i l io de Lyon y que , 200 años más ta rde , vo lver ía acan ta rse en la aper tura de l conc i l io de Tren te Entoncesen tonó e l papa e l h imno Veni, cceaíor Spiritus, toda laasamblea se un ió a l can to y te rminó la es t rofa .

Todo es to e ra só lo la p reparac ión . A cont inuac ión comenzó e l papa su a locuc ión inaugura l desar ro l lando e l p rograma de l conc i l io , que abarcaba t res puntos : l a cues t ión

de los t emplar ios , e l resca te de Tie r ra Santa , l a re forma delas cos tumbres y las l ibe r tades ec les iá s t icas . P a ra t e rminarnotif icó la formación de una delegación concil iar para inves t igar en e l asun to de los t emplar ios , pe ro no f i jó p lazopara la p róx ima ses ión , como se so l ía hacer de ord inar io .Cer ró la ce remonia la bendic ión papa l .

Ta l fue la inaugurac ión de l conc i l io de Viena . En conc i l ios pos te r io res , ce lebrados s in as i s tenc ia de l papa , p reced ía a l a ce remonia inaugura l que acabamos de descr ib i r unamisa de l Esp í r i tu Santo con a locuc ión de un miembro de lconc i l io . En lugar de la o rac ión inaugura l de l papa , e lp res iden te t en ía una breve a locuc ión y a cont inuac ión setomaba e l acuerdo de inaugurar e l conc i l io , expresado pore l «p lace t» de los que ten ían vo to en la asamblea . En lasses iones pos te r io res se l e ían y aprobaban los decre tos . Losvotos e ran reg is t rados por un co lec tor de vo tos que recor r ía uno por uno los pues tos y recogía las cédulas (schedae)de puño y le t ra de los vo tan tes , con las eventua les mot i vac iones o res t r icc iones dadas por esc r i to .

La aper tura de l conc i l io se hab ía d i fe r ido más de unaño . Es to se deb ió a l p roceso cont ra l a o rden mi l i t a r delos t emplar ios , que hab ía de zan ja rse en e l conc i l io . Lostemplar ios , c reados en un pr inc ip io para la p ro tecc ión delos peregr inos de Tie r ra Santa y para la defensa de los

san tos lugares , con la pérd ida de Tie r ra Santa no ten íanya su prop ia razón de ex is t i r . E l rey Fe l ipe de Franc ia ,movido por sus g randes r iquezas y con e l p re tex to de in mora l id ades , que s in duda ex is t í an en t re e l los , hab ía a r res tado , e l 13 de oc tubre de 1307 , a todos los miembros de laorden en su pa í s y hab ía conf i scado sus b ienes : un go lpede mano en toda reg la , s i nos es l í c i to usar es te t é rminotan poco s impá t ico . Era una t ransgres ión f lagran te de l dere cho canónico , a l que es taba su je ta l a o rden . E l papa , quese hab ía rese rvado e l caso y hab ía nombrado una comis ión

pont i f ic ia de encues ta , seguía ba jo la p res ión de l rey , quetodavía se h izo sen t i r más con su pre tens ión de que porf in se condenara a su mor ta l enemigo de an taño , Boni fa c io vm.

D u r a n t e t o d o e l p r o c e s o , m a n e j ó F e l i p e e s t a p r e t e n s ión como ins t rumento de pres ión po l í t i ca . Los jueces des ignados por e l papa sos tuv ie ron que la sen tenc ia en e l p rocesode los t emplar ios no podía basarse exc lus ivamente en ac tosinquis i to r ia les deb idos a exacc ión en e l to rmento , s ino quese deb ía dar a l a o rden opor tun idad de defenderse . E l re su l tado de las l a rgas negoc iac iones , que duraron todo e l in v ie rno , de 1311-1312 , no fue una sen tenc ia jud ic ia l de l conc i l io , s ino un ac to ju r i sd icc iona l de l p rop io papa que , e l2 2 de marzo de 1312 , dos d ías después de la l l egada deFe l ipe a Viena , decre tó la d i so luc ión de la o rden . Sus b ie nes , s in embargo , no pasaron , como lo hab ía rec lamado e lrey, a una futura orden mili tar , y, a través de el la , al reymismo, s ino fueron a t r ibu idos a l a o rden de Mal ta . La d i so luc ión de la o rden se h izo públ ica en la segunda ses ión

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del 3 de abr i l de 1312 . El pro ceso co nt ra Bonifacio van quedóen suspenso .

sólo dos pude adjudicar .» Si se recorren las rec lamacionesde los obispos , se ven señalados cas i todos los abusos de

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En la tercera ses ión del 6 de mayo de 1312 se publ i caron las dos const i tuc iones sobre la observancia de la pobreza en la orden de los f ranciscanos y sobre la doct r inadel franciscano Juan P edro Ol ivi . La prehis tor ia de ambases también larga . La corr iente de los «espi r i tua les», invocando e l espí r i tu del fundador , san Francisco de Asís ,echaba en ca r a a l a m ayor í a de l a o rden habe r abandonado

el ideal pr imi t ivo de pobreza , apoyándose en pr ivi legiospont i f ic ios . La mayor ía , por su par te , a tacaba la or todoxiade uno de los jefes de los espi r i tua les , precisamente e l mencionado Ol ivi . La encuesta l levada a cabo por una comis ión de cardenales y obispos del conci l io dio como resul tadola absolución de la mayor ía , s i b ien se les impusieron normassobre l a p r á c t i ca de l i dea l de pobreza (u sus paupe r ) . T re sdoct r inas a t r ibuidas a Ol ivi fueron condenadas s in mencionar a la persona, ent re e l las la opinión de que e l a lma hu

mana no es «forma» del cuerpo.Con e l f in de recoger mater ia les para las del iberaciones

sobre la reforma, había ordenado Clemente v a los obisposreunieran en memoria les los abusos dominantes en sus dióces i s . D el abundan t e m a te r i a l apo r t ado s e de s t acaban doscomplejos de cues t iones : las quejas (gravamina) acerca dela in t romis ión — e Incluso a t ropel lo — de los pod eres seculares en la esfera eclesiástica, por ejemplo, en la particularcondic ión jur íd ica del c lero , en su exención de impuestos( inmunidad) , en la adminis t rac ión de bienes de la Ig les ia

y de los hospi ta les ; la coar tac ión de los obispos medianteexenciones , es deci r , mediante la exclus ión de la competenc ia de los obispos otorgada por los papas a cabi ldos catedra l ic ios y de colegia tas , a conventos par t iculares y aórdenes enteras . Lo pr imero era una consecuencia del crec iente poder del es tado, lo segundo se debía a l cent ra l i smoque había ido surgiendo en la cur ia romana. El obispo deA nge r s , Lem a i r e , s e l am en taba : «D e 35 p r ebendas conce didas a mi ca tedra l en mis 20 años de ac t iv idad episcopal ,

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que se ocuparon los conci l ios de los s ig los quince y diec isé is .Lo cual quiere deci r que los decre tos de reforma que seaprobaron en la ses ión de c lausura no tuvieron resul tadoefect ivo. El sucesor de Clemente v , Juan XXII, los envió porf in , t ras nueva redacción, a las univers idades poniéndolosa la vez en vigor (25 de octubre de 1317) . Forman par tede las l lamadas «Clement inas», que son un adi tamento a l

Corpus Iur is Canonic i . Ins is t imos en e l lo : e l papa se cre íaautor izado a redactar def ini t ivamente las decis iones tomadasen los conci l ios , a someter las a revis ión s i lo juzgaba necesa r io , en fin, a ponerlas en vigor.

También volvió a t ra tarse de la cruzada. Se hizo, s inembargo, manif ies to que la idea de cruzada, es deci r , de guer ra cont ra los inf ie les , iba perdiendo ter reno, mient ras prosper aba la idea mis ional. Po r in ic ia t iva del fi lósofo Raim und oLul io , el l lamado «canon de lenguas» del conci l io de Viena

dispuso que se crearan en las univers idades cá tedras degr iego, hebreo y á rabe , por ser imprescindible e l conoci miento de es tas lenguas para la labor mis ionera ent re judíosy musulmanes. La eficacia del canon fue casi nula por laescasez de ta les profesores en las univers idades .

E l ob i spo D urando de M ende hab í a de sa r ro l l ado en suvoluminoso «Tratado sobre e l conci l io genera l» ampl iasideas de reforma: gradual robustecimiento del poder episcopal con s imul tánea l imi tac ión del e jerc ic io de la administ rac ión papal , revivi f icación de la const i tuc ión s inodal de

la ig les ia ant igua, e levación de la cul tura del c lero . Denada de es to l legó a t ra tarse en Viena. Sin embargo, enta les ideas se vis lumbra ya una nueva época.

«El concilio está ya en la confluencia de dos mundos»( E . Müller ) . Los conci l ios genera les de la a l ta edad mediahab í an s i do hechura s de l papa de l a r e fo rm a . Todos hab í ans ido convocados y di r ig idos por papas . Eran conci l ios deobispos , como los ant iguos conci l ios , pero ampl iados conla par t ic ipación de abades , representantes de los cabi ldos e

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incluso de los poderes seculares, que, si no tenían voto ensentido pleno, tenían por lo menos voz en los asuntos que

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les concernían a ellos mismos. El papa daba a los decretosconciliares la forma definitiva y los incorporaba en granparte a su código legal. Él mismo asiste a los concilioscomo cabeza de la Iglesia y a la vez de la cristiandad,como vértice de una pirámide que cobijaba no sólo a laIglesia sino a la comunidad de los pueblos cristianos. Todoesto cambió cuando comenzó a reclamarse para los conci

lios — en calidad de «representantes» de la cristiandad yde los miembros de la Iglesia —- derechos constitucionalesque se trató de imponer durante un período de debilidaddel pontificado.

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Tercera parte

¿ESTA EL CONCILIO POR ENCIMA DEL PAPA?

El concilio de Viena fue el último de los concilios generales papales de la alta edad media. Mientras se celebraba

flotaban ya en el aire ideas que asignaban a los conciliosgenerales una función mucho más vasta que la que habíanejercido hasta entonces, la de última y suprema instanciaa la que competía restaurar la unidad de la Iglesia, a pesarde un pontificado dividido, y llevar por fin a cabo la tanurgente reforma de la Iglesia en sus miembros y en sucabeza (re[ormatio in capite et mem bcis).

Origen de la «teoría conciliar».

Hasta hace poco se había hecho remontar la doctrinade la supremacía del concilio sobre el papa, que comúnmente se conoce como «teoría conciliar», a Marsilio deP adua (-¡-1342), el revolucionario teorizante de la soberaníadel pueblo, y a su adepto Guillermo de Ockham (4/1349).El razonamiento parecía obvio. Asi como el estado procedede la voluntad del pueblo y se va organizando de abajoarriba, lo mismo sucede en la Iglesia. Su jerarquía, formada por papa y obispos, no fue instituida por Jesucristo, sinoes efecto de una evolución histórica. La potestad de la Iglesia, que está restringida a la predicación de la palabra y ala administración de los sacramentos, radica en la «asambleade los fieles». El concilio general «representa» a la Iglesiay está por encima de todos los miembros de la Jerarquía,sin excluir al papa.

Esta derivación de la teoría conciliar de Marsilio y deOckham, que a sabiendas hemos simplificado en gracia de

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la claridad, no responde, como ya es sabido hoy, a la realidad histórica. Ante todo, la idea de representación es an

Con estas vías que de las concepciones de la alta edadmedia conducen a la teoría conciliar concurren hechos históricos, en los que se manifiesta el contraste con la doctrina

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terior a Marsilio, que no tuvo el menor influjo en su formación. Radica en una concepción de la Iglesia comocorporación compuesta de cabeza y miembros, que constituyen un todo y ejercen una función común, pero cada unode los cuales tiene de por sí derechos y deberes propios.Según ella, el papa no es, como lo pretenden los rígidoscurialistas, el poseedor único de toda la potestad en la Iglesia. Ésta, como se expresa el dominico Juan de París( t l 3 0 6 ) , figura clave de esta teoría, no reside exclusivamente en la_ cabeza , sino se ex tiende también a los miembros. Éstos, mediante la elección realizada por los cardenales, transmiten sus derechos al papa, transmisión quepueden revocar en el caso en que el papa incurra en algúnerror en la fe o abuse de su potestad en daño de la Iglesia.

En esta teoría de la Iglesia late un estrato aún másantiguo, que remonta a los canonistas del siglo doce. El

papa, opinaba el canonista bolones Huguccio (f 1210),maestro de Inocencio m, puede personalmente errar, la Iglesia no. Con ello entendía en primer lugar la Iglesia romana,pero también la Iglesia universal en cuanto comunidad delos fieles. Ahora bien, ¿quién puede determinar si un papayerra en la fe o no? La respuesta obvia debería ser: el concilio en representación de la Iglesia universal. Hasta allíno llegan los canonistas, pues recelan ponerse en contradicción con el reconocido aforismo de derecho: «AI papa nole juzga nadie», como lo harían si atribuyeran al concilioautoridad judicial sobre el papa; el concilio podrá a lo sumohacer constar el hecho del error, con lo cual el papa en errordejaría «ipso facto» de ser papa. Para salir del atolladerorecurren a este razonamiento: En decisiones de fe el papadebe atenerse al parecer de los obispos; es infalible cuandorecoge este parecer en el concilio que representa la Iglesia.A esta cooperación del concilio con el papa se aplica eldicho: El concilio (con el papa) es mayor que el papa(solo).

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de la plenitud de potestad del papa. Cuando el papa Bonifacio vm procedió contra los cardenales rebeldes de la casaColonna, apelaron éstos a un concilio general. Felipe elHermoso dio el golpe de Anagni para doblegar al papa anteun concilio antipapal por él proyectado. La apelación deSachsenhausen por parte del emperador Luis el Bávaro

(1324), contra la sentencia de Juan xxn, se basaba en la tesisjurídica de que se podía apelar al concilio general contra unpapa que se saliera de sus atribuciones.

El gran cisma de Occidente.

Estas ideas de la «representación» de la Iglesia por elconcilio general alcanzaron por fin un significado eminentemente práctico cuando los veinte cardenalesv que no estabanconformes con el regreso de Gregorio xi de Aviñón ni conla personalidad autócrata de su sucesor, Urbano vi, el 20de septiembre de 1378 eligieron en Fondi como antipapaal cardenal Roberto de Ginebra y se trasladaron con él aAviñón bajo la tutela de la monarquía francesa. Dos papasse enfrentaban, cada uno con sus seguidores (o como sedecía dos obediencias). El gran cisma de Occidente se distinguía de la mayor parte de los precedentes por el hechode que, por lo menos inmediatamente, no entraban en juego

los poderes seculares cómo, por ejemplo, en los tiemposde Barbarroja: era la mayoría de los legítimos electores laque consideraba como impuesta (por el pueblo de Roma),y por consiguiente inválida, la elección de Urbano vi y sóloreconocía por válida la nueva elección. ¿Cuál era el papalegítimo, Urbano vi o Clemente vil? ¿Quién había de decidir sobre la legitimidad de la elección?

Dos teólogos alemanes que enseñaban en la universidadde París dieron como respuesta: el concilio general. Enri-

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que de Langenstein y Conrado de Gelnhausen expusieronya en 13^,9 la tesis de que en la necesidad presente un concilio general que representara a la Iglesia universal, era

pos, de 200 abades, de un centenar de cabildos catedralicios y de 13 universidades. La tercera parte de los participantes eran franceses. Se citó a comparecer ante el concilio

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juez competente lo mismo sobre los cardenales que sobrelos dos papas elegidos por ellos. La universidad de Parísel año 1393, en an memorial redactado en su nombre porNicolás de Clemanges y dirigido al rey Carlos v de Francia, adoptaba la solución conciliar para el caso de nc*. poderlograrse la abdicación voluntaria de ambos papas o su

sumisión a un arbitraje. Dos decenios hubieron de pasarantes de que se pusiera en práctica la solución conciliar,lo que demuestra que la idea madre de la teoría conciliar estaba muy lejos de poseer todavía la fuerza y de gozar dela aceptación que su prehistoria había hecho prever. Sólocuando hubieron fracasado todas las tentativas para unacuerdo entre los dos papas (el napolitano Bonifacio IX, enRoma desde 1389 y el aragonés Benedicto xm, en Aviñóndesde 1394), así como la renuncia de Francia a su papaaviñonés, que, convencido de sus plenos derechos, se mantenía en sus trece, sólo entonces se pusieron de acuerdo enLiorna 13 cardenales, que se habían desentendido de él ydel papa romano Gregorio xu (1406-1415), para convocar enPisa un concilio general para el 25 de marzo de 1409, afin de acabar así con el desdichado cisma.

Un concilio en Pisa: tres papas en lugar de dos.

La base jurídica del concilio de Pisa era de lo más insegura por el mero hecho de que por lo menos los cardenalesconvocantes de un a obediencia no podían ser legítimos.Y así, dos días antes de la apertura, el 23 de marzo de1409, el monarca alemán Ruperto del Palatinado elevó enHeidelberg una protesta contra el concilio de Pisa. A pesarde ello, los convocantes obtuvieron un éxito completo. Sehallaron presentes casi cien arzobispos y obispos y numerosos abades, además lo s procuradores de más de 100 obis-

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a Gregorio xu y a Benedicto xm como cismáticos pertinaces.Al no comparecer, se les trató como rebeldes y el 5 de junio de 1409, ambos quedaron depuestos. Ya en las sesionesprecedentes octava y nona el concilio se había declaradoecuménico. Los cardenales presentes, delegados por el concilio, eligieron el 26 de junio al sabio franciscano Pedro

Filarghi de Candía, que tomó el nombre de Alejandro v.Detrás de él se dejaba ya notar otra figura, Baltasar Cossa,legado de Bolonia, enérgico y desaprensivo, que ya al añosiguiente sucedió al griego con el nombre de Juan xxm.Al «perverso dualismo», decía un tratado de la época, había sucedido una «malhadada tríada». En efecto, lo mismoGregorio xii que Benedicto xm, aun después de la elecciónde Pisa, mantuvieron su pretensión de ser los legítimos poseedores de la dignidad papal, aunque sus respectivas obediencias habían sufrido una merma considerable. Amboshabían contrapuesto al concilio de Pisa otros dos sínodoscon escasos participantes, en Cividale (Friuli) y Perpiñánrespectivamente. Por Gregorio sólo se declararon, ademásdel rey Ruperto, Ñapóles, Venecia y el duque Malatestade Rímini; por Benedicto, la Península Ibérica y Escocia.El «papa del concilio» tenía el mayor número de adheren-tes, aunque su legitimidad era y siguió siendo dudosa. Así,pues, la primera tentativa de restablecer la unidad de laIglesia por medio de un concilio terminó en un fracaso.

El rey Segismundo y Juan XXIII convocan el conciliode Constanza.

Si por fin tuvo éxito la tentativa conciliar, el méritorecae en el monarca alemán Segismundo (1410-1437). Estesoberano, espíritu ágil, aunque caprichoso, demostró en elconcilio prodigiosa habilidad y gran perseverancia, Rom-

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piendo con la política de su predecesor, se puso de partede Juan xxm y logró que éste le diera — aunque de malagana— su conformidad para la convocación de un conci

sentes y de las corporaciones eclesiásticas (conventos, cabildos, universidades), juntamente a los doctores en teologíay derecho canónico.

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lio de la unidad en la ciudad alemana de Constanza, a orillas del lago del mismo nombre. El rey anunció su celebración con cartas para toda la cristiandad el 30 de octubrede 1413. Más tarde, el 9 de diciembre del mismo año, loconvocó por su parte Juan xxm. Mediante negociacionescon los otros dos papas y con casi todos los estados euro

peos, obtuvo Segismundo una proporción ecuménica de participantes. Incluso el emperador Manuel de Constantinoplahabía sido invitado.

Juan xxm consideró al concilio de Constanza como continuación del de Pisa. Esperaba obtener de él la confirmación de su dignidad. Como casi toda Italia había abandonadoa Gregorio xn, y los italianos formaban en Constanza lamayoría, no eran del todo malas las perspectivas que se leofrecían. Pero ya pocos meses después de la apertura, quetuvo lugar el 5 de noviembre de 1414, comenzaron a soplarotros vientos. Para contrarrestar la mayoría italiana, lograron los ingleses, alemanes y franceses que la votación nose verificara por cabezas, sino por naciones, es decir, quecada una de las «cuatro naciones del concilio» emitiera unvoto, independientemente del número de sus miembros. Elcolegio cardenalicio tendría el quinto.

La votación por naciones fue característica del conciliode Constanza. No se trata, sin embargo, como a primeravista podría creerse, de la aparición del principio de las

nacionalidades. Las naciones son en el concilio, algo asicomo las «naciones» en las universidades medievales, conjuntos condicionados por la política, agrupaciones consultivas y de voto, que pueden reunir a varias nacionalidades.En el concilio la «nación» alemana reunía, además de losalemanes, a los escandinavos, polacos, checos, húngaros,croatas y dálmatas; la inglesa, a los escoceses e irlandeses.En Constanza, como ya antes en Pisa, los obispos y abadespresentes eran minoría frente a los procuradores de los au-

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Faga y deposición de Juan XXIII.

Poco después de Navidad se formularon ya en el senodel concilio las primeras acusaciones contra Juan xxm, cuyo

tenor de vida no era ciertamente inmaculado. Viendo quesu esperanza de ser confirmado como papa se iba esfumando , se mostró dispuesto a resignar la dignidad, aunque bajodeterminadas condiciones. Sin embargo, meditaba ya en secreto el plan de fuga con el fin de dispersar el concilio.Desde antes del concilio había concluido un acuerdo de protección con el duque Federico, del Tirol. Con esta esperanza se fugó a Schaffhausen el 20 de marzo de 1415, disfrazado y caballero «en un pequeño jaco». Siendo como eraJuan xxm formalmente el convocante del concilio, ¿habríaéste ahora de disolverse?

Casi parecía asi. Muchos adherentes, entre ellos ochocardenales, le siguieron. Los comerciantes, forasteros o dela localidad, recogieron sus efectos temiendo un saqueo. Elburgomaestre llamó a los ciudadanos a las armas. Sólo Segismundo pudo salvar la situación: junto con Ludovico, conde del Palatinado, cabalgó por la ciudad «dirigiéndose atodos los cambistas, fueran o no italianos, y a todos lostenderos y comerciantes, a todos los cardenales y señores,

hizo sonar incesantemente las trompetas, mientras él enpersona gritaba que nadie debía escaparse» (Ulrico de Ry-chenthal). Gerson, canciller de la universidad de París, el23 de marzo pronunció un gran discurso en el que sacó dela teoría conciliar las consecuencias relativas a la situación:todos los miembros de la Iglesia, incluso el papa, debenobediencia al concilio general. El concilio no puede, es verdad, suprimir la plena potestad del papa, pero puede restringirla, si así lo exige el bien común de la Iglesia.

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La unión de Cristo con su Iglesia es indisoluble; no asíla del papa.

Tales eran las ideas que recogió el concilio en su famoso

Mucho más difícil de manejar fue la cuestión del papaaviñonés, Benedicto xm. Una vez que Francia le hubo aban

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decreto del 6 de abril «Sacrosancta» (por la palabra conque comienza): El concilio ecuménico reunido en Constanzalleva la representación de la Iglesia; su autoridad le vienedirectamente de Cristo; todos, incluso el papa, le debenobediencia en cosas de fe, de la unidad eclesiástica y dereforma de la cabeza y de los miembros.

No se debe perder de vista que este decreto, emanadoa raíz de la fuga del papa, se consideró como dictado porla necesidad. Aunque su contenido respondía a la teoríaconciliar, sin embargo, ya por entonces topó con la oposición de una parte de los cardenales. Pedro de Ailly, el taninfluyente cardenal francés, no asistió a la sesión, y su colega y compatriota Fulastre se negó a dar lectura al decreto. Éste fue, sin embargo, aprobado por el concilio. Conello se había superado la crisis más grave. El 17 de mayoJuan XXIII fue llevado prisionero a Radolfzell, y el 29 demayo tuvo lugar su deposición.

Resignación de Gregorio XII y deposiciónde Benedicto XIII.

Todavía seguían en funciones los otros dos papas. Elmás correcto se mo stró Gregorio XII, abandon ado por casitodos y motejado con poca gracia por Dietrich von Niem,

quien desfiguró su apellido Correr, en latín Corrarius, llamándole Errorius (= error, extravío). Consecuente hastael fin con su pretensión de ser el legítimo papa y despuésde haber por su parte legitimado el concilio con una nuevabula de convocación, hizo que su protector Malatesta deRimini presentara al concilio en la sesión 14 del 4 de juliode 1415, su escritura de resignación. Volvió a incorporarseal colegio cardenalicio y dos años más tarde murió siendocardenal obispo de Porto.

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donado, se transfirió a los territorios de la soberanía del reyde Aragón. En agosto de 1415, Segismundo, en compañía deuna delegación del concilio, le hizo una visita en Nar-bona. Aunque Benedicto no rechazó en principio la abdicación, puso por condición que se anulara el concilio dePisa y se trasladara el de Constanza a otro lugar que lefuera más grato. Se accedió a la primera demanda, pero noa la segunda. Cuando Segismundo por fin le intimó la abdicación, dio por respuesta (según la crónica de su partidario Martín de Alpartil): «Vosotros decís que ni yo nimi contradictor [Gregorio XII] somos papas. Entonces y osoy el único cardenal [el único cardenal sobreviviente delpapa anterior al cisma], y yo sólo tengo derecho a elegir papa. Si queréis, lo elegiré en el plazo de un día, y os doymi palabra de no elegirme a mí mismo.» A esta exigencia,que demostraba un pensar jurídico riguroso, aunque a la

vez rígido, no se accedió tampoco. Cuando Benedicto comprendió que no le quedaba otro recurso que la renuncia,huyó de Perpiñán con algunos de sus partidarios y se refugió en la roca inexpugnable de Peñíscola diciendo: «Aquíestá el arca de Noé, la verdadera Iglesia.» Sus partidariosse separaron de él en el tratado de Narbona de 13 de diciembre de 1415, ejemplo que siguieron los reyes de Aragón,Castilla, Navarra y Portugal, que hasta entonces le habíansostenido. España envió representantes al concilio de Constanza, formando así la quinta nación del concilio. Se formó

proceso a Benedicto xm, limitado al único punto de su obstinación en no abdicar, pues por lo demás era una personalidad intachable. Su deposición tuvo lugar el 26 de juliode 1417.

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divergentes. Con razón decía el profesor de Viena, Pedrovon Pulka: «Por el momento, temo que no se llegue a una

fueron condenadas el 4 de mayo de 1414. Como él, viendolas numerosas lacras de que sufría la pobre Iglesia presente,se refugiaba en la iglesia espiritual de los predestinados por

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seria reforma.» Es cierto que en la sesión 43 de 21 de marzo de 1418 se despacharon 7 decretos de reforma. Entreotras cosas se restringía a 24 el número de cardenales; también se intentó reducir a sus límites anteriores al cisma laintervención del papa en empleos y prebendas (exenciones,incorporaciones), que coartaba en gran manera la acción

de los obispos. Sin embargo, los asuntos, con mucho, másgraves no se resolvieron en general y en virtud del concilio,sino mediante negociaciones del papa con las diferentes naciones conciliares. Estos «concordatos» de Constanza noeran, como los concordatos modernos, tratados entre la Iglesia y los estados, sino — exceptuando el inglés, que teniavigor de una vez para siempre— acuerdos quinquenales entre el papa y las naciones del concilio, que iban revestidosde la forma de constituciones papales. Sus extremos solían

ser: reconocimiento por el papa de elecciones de obispos yabades, restricción de la reservación de prebendas, restricción de indulgencias; pago de las «annate» (contribucionesa la curia con ocasión de la colación de dignidades). Sinembargo, nadie se hacia ilusiones. La declaración que acompañó a la aprobación de los 7 decretos de reforma y de losconcordatos, según la cual quedaba cumplida la resolucióntomada antes de la elección del papa, tenían un significadopuramente formal. No tardó mucho en evidenciarse que nohabía quedado satisfecho el anhelo de una verdadera reno

vación de la Iglesia.

Proceso de Juan Hus.

Precisamente esta renovación de la Iglesia había tenidoante los ojos del profesor de Praga, Juan Hus, de cuya doctrina y persona se ocupó el concilio en la pausa de las negociaciones que siguió a la deposición de Juan xxm. Su

modelo había sido el inglés Juan Wiclef, cuyas 45 tesis

Dios, en la que ni el sacerdocio en cuanto ministerio ni laadministración objetiva de los sacramentos, sino sólo la posesión del neuma garantizaba la participación en la redención.Personalmente irreprochable, con sus criticas inconsideradasdel clero se había malquistado incluso al que había sido suprotector, el arzobispo de Praga, pero al mismo tiempo ha

bía hallado amplia adhesión entre la nobleza y la poblacióncheca. Al concilio correspondía decir la última palabra sobre el caso.

Para su viaje a Constanza le había provisto el rey Segismundo de un salvaconducto y se le había levantado laexcomunión que pesaba sobre él, pero no la suspensión, esdecir", la prohibición de celebrar misa y de predicar. ComoHus transgrediera en Constanza la prohibición, fue arrestado. Ante los jueces designados por el concilio para conocer

en su causa, se negó a retractar su doctrina diciendo: «Yono enseño ningún error; ningún checo es hereje.» El 6 dejulio de 1415 se le condenó como a hereje pertinaz y, conforme al derecho vigente, se le entregó para la ejecuciónal brazo secular. Un año después le siguió a la hoguera suamigo Jerónimo de Praga, quien en un principio se habíaretractado. La entereza con que se dirigió a la muerte, arrancó al humanista Poggio, que presenció la ejecución, estasentencia: «Vir praeter fidem egregius» (si se prescinde dela fe, un hombre extraordinario).

En la misma sesión en que se condenó a Hus rechazóel concilio la tesis del franciscano Jean Petit, según la cualera lícito dar muerte a un tirano con astucia y sin respetoal juramento de fidelidad. Esta reprobación del tiranicidio,aunque nacía de presupuestos muy concretos y en funciónde las condiciones de la época, ha surtido su efecto hastanuestros tiempos.

«El concilio de Constanza», así concluye su diario el cardenal Fillastre, «fue más difícil de convocar que todos los

conci l ios precedentes , su marcha fue más s ingular y admirable , pero también más pel igrosa; por ú l t imo, también enduración los sobrepujó .» Tenía razón Fi l las t re : e l conci l io

tomadas por e l conci l io , se refer ía únicamente a l asuntodel dominico Juan Falkenberg. Sin embargo, e l papa condenó indi rec tamente la teor ía conci l iar a l prohibi r en tér

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de Constanza había durado más que todos los precedentes ,que por lo regular habían cumpl ido su comet ido ep pocassemanas o meses . Pero es te comet ido había s ido e l másarduo que jamás se había presentado a un conci l io , con locual se expl ican sus pel igrosas conces iones a la teor ía conci l iar . Fue la asamblea más movida y abigarrada que

jamá s l levó el nomb re de conci l io : El t rov ado r Osw aldo deWolkenste in , a l recordar la cares t ía que re inaba en Constanza , for jó es tos versos ; «Cuando pienso en e l lago deConstanza , s iento dolor en la bolsa .» La presencia de 300cardenales , obispos y abades , la cor te de Segismundo y denumerosos pr íncipes con sus séqui tos , en to ta l , a lo que sepuede calcular , de 15 a 20 .000 foras teros en una c iudadde menos de 10.000 habi tantes hubo necesar iamente de cont r ibui r a la a lza de los precios . En las ca l les de Constanzase oían todas las lenguas del mundo conocido de entonces .El conci l io fue e l empor io de la v ida in te lec tual ; e l humanismo i ta l iano empezó su expedic ión de conquis ta , de laque no dejó de repor tar bot ín e l rebuscar textos de los c lá s icos en las b ibl io tecas de los conventos de la región dell ago de Cons t anza ; Pogg io encon t ró a «P l au to en un con vento de monjas». Sin embargo, lo más impor tante fue e lres tablecimiento de la unidad de la Ig les ia , aunque por c ier togravada con una fuer te h ipoteca . La teor ía conci l iar , nacidaen la s i tuación ap ura da de la Ig les ia , - s iguió prol i ferando, a

pesar de no poderse compaginar con la es t ructura jerárquicade la Ig les ia : és ta , s i se considera la igualdad de los hombres ante Dios , es democrá t ica , pero no por eso es unadem ocrac i a .

Ma r t ín V no conf i rmó formalmente los decre tos de Con stanza , por la senci l la razón de que la mayor ía del conci l ioimbuida de la menta l idad conci l iar , d i f íc i lmente habr ía aceptado ta l conf i rmación; la declaración dada por e l papa enla ses ión 45, según la cual aprobaba todas las decis iones

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minos expresos la apelación del papa a l conci l io . Con todo,s e a tuvo a l dec r e to «Frequens» . T ranscu r r i do e l p l azo de5 años , convocó un conci l io en P av ía , como se había deter minado ya en Constanza , aunque luego lo t ras ladó a Sienay f inalmente lo disolvió , debido a l exiguo número de as is t en tes . Pasados o t ro s s i e t e años convocó , aunque a r egaña

dientes e impres ionado por veladas amenazas , un nuevoconci l io en Basi lea .

Eugenio IV y el concilio de Basilea.

Una expl icación ent re la potes tad pr imacia l de l papa yel conci l iar i smo era inevi table . Pero cabe dudar s i habr íat ranscurr ido tan dramát ica y con tantos pel igros para e l

papado, s i e l sucesor de Mar t ín , Eugenio iv (1431-1447) ,sobr ino del papa dimis ionar io , Gregor io xn, con toda sure l ig ios idad y benignidad, no hubiera s ido tan indeciso yt an en t r egado a l o s que l e r odeaban . Los ob i spos no s e ha bían repuesto todavía de la fa t iga conci l iar . El conci l iode Basi lea , 17.° ecuménico, fue inaugurado e l 23 de ju l io de1431 por los representantes del legado pont i f ic io Cesar ini ,s in que se hal lara presente un solo obispo. Hasta e l o toñofueron tan escasos los par t ic ipantes que e l papa se creyóen derecho de disolver el concilio el 18 de diciembre. Lo

que ya se había temido en Siena , sucedió en Basi lea : e lconci l io rehusó la obediencia . Cuando l legó e l momento depubl icarse la bula de disolución, abandonaron la sa la losconci l iares y Cesar ini res ignó la pres idencia . Se renovó e ldecre to «Sacrosancta» de Constanza y se in t imó a l papa revocara la d isolución y has ta se pre tendió hacer le comparecer par a rendi r cuentas an te e l conci l io . El profundopensador de la época, N icolás de Cusa , junto a l Mosela ,escr ibió entonces en defensa del conci l io su «Concordant ia

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Cathol ica». El conci l io gozaba de poderosos protectores , e lrey Segismundo y e l duque Viscont í de Milán.

Dos años duró e l conf l ic to . Eugenio a l f in cedió . Una

Est imulado por numerosos dic támenes de reforma, rnhellos uno sumamente original del obispo de Lübeck, Jii /n>Schele , emanó e l conci l io en los años de 1433 a 1436 dren

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par te de los cardenales había , desde un pr incipio , desaprobado la precipi tada disolución del conci l io ; santa FranciscaRomana aconsejaba la revocación. Mes t ras mes iba disminuyendo e l núm ero de los adic tos a l papa; e l «condot t iere»For tebraccio se lanzaba sobre e l es tado de la Ig les ia . Elconci l io , en cambio, pudo apuntarse un éxi to nada pequeño:

los husi tas , que con sus correr ías depredator ias se habíanconver t ido en f lagelo de las t ie r ras c i rcunvecinas y habíande r ro t ado a va r i o s cruzados expedidos cont ra e l los , e l 30de nov i em bre de 1433 acep t a ron l o s «Com pac t ados de P r a g a » , que bajo c ier tas condic iones les concedían e l «cá l iz delos legos» y contenían además ot ras conces iones . EntoncesEugenio iv , e l 15 de dic iembre de 1433, revocó e l edic to dedisolución y declaró que e l conci l io de Basi lea debía cons iderarse como legi t imo. Con es to pareció completo e l t r iunfo de los de Basi lea .

En e l ín ter in , e l conci l io de Basi lea habla comenzadopor poner en práct ica la teor ía conci l iar , const i tuyéndose ensuprem a instancia jud icial y administrativa de la Iglesia. Secreó of ic inas y todo un apara to de funcionar ios , entendió enprocesos , concedió prebendas e indulgencias . El conci l io deBasi lea era , todavía en mayor grado que e l de Constanza ,una a sam blea de p rocu radore s y doc to r e s . En una vo t ac ióndel 3 de dic iembre de 1436 se hal laron 3 cardenales , 19obispos y 29 abades f rente a o t ros 303 conci l iares ; los obis

pos formaban, por lo tanto , mucho menos de la décima par tede la as is tencia . Quienquiera que se incorporara a l conci lio, poseía derecho de voto y podía ser e legido para a lguna de las cuat ro comis iones : de cues t iones genera les , de lafe , de la reforma y de la paz . En cuanto a l ordenamiento delos negocios se parecía e l conci l io a un par lamento modern o ; as imismo en la tendencia de acaparar más y más negocios y con e l lo práct icamente la d i rección efect iva de laIgles ia .

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tos de reforma ecles iás t ica dignos de consideración, que .s i se hubiesen pues to en práct ica , habr ían cont r ibuido notablemente a la renovación de la Ig les ia : acerca de la reuniónper iódica de s ínodos provincia les y diocesanos , sobre la l i turgia de la Ig les ia , cont ra e l concubinato de los c lér igos ,cont ra inmot ivados recursos a Roma. Otros decre tos , en

cambio, manifes taban c laramente la tendencia a reduci r lapotes tad papal y a poses ionarse del e jecut ivo, como, pore jemplo, la abol ic ión completa de las «annate» y de todaslas tasas que se pagaban a la cur ia romana, que de es temodo perdía la mayor par te de sus ingresos s in ningunacompensación. El conci l io invi tó a todos los recaudadorespapales a dar cuenta de su ges t ión en Basi lea . Se aprobóun nuevo e s t a tu to pa r a l a e l ecc ión papa l .

Eu gen io IV, que a duras pena s había podid o escapar de

una r evo luc ión desencadenada en Rom a y r e s id í a en F lo rencia , protes tó , en agosto de 1435, por medio del genera lde los camaldulenses y en la pr imavera de 1436 por medio delos cardenales A lbergati y Cervantes, pero sin resultado.P or f in , la ruptura ent re e l pa pa y e l conci l io sobrevino e lverano de 1437 con mot ivo de la cues t ión del lugar en quehabía de ce lebrarse e l conci l io para la unión con los gr iegos .

Ruptura definitiva entre el papa y el concilio.

El em perador Juan vm Pa l eó logo , hos t i gado a l e s t e y a loes te por los o tomanos , buscó a l ianza y ayuda en Occi dente , pero juzgaba, y con razón, que para e l lo se requer ía la res tauración de la comunión ecles iás t ica con Roma.Sobre és ta t ra tó as í con e l papa como con e l conci l io .Como lugar de reunión propuso e l conci l io Basi lea o Avi-f ión, y Eugenio iv Udine o Florencia . No era un espectáculo edi f icante e l ver cómo de Occidente se di r ig ían a Cons-

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tantinopla dos embejadas rivales. Cuando al cabo de largasdiscusiones, la mayoría, el 7 de mayo de 1437, se decidiópor las localidades primeramente mencionadas y la mino

de vista de los latinos, y éstos respondían. Antes de quese previera un resultado, el papa, falto de dinero — se habíaencargado de proveer a la subsistencia de los 700 griegos —,se vio obligado a aceptar una oferta pecuniaria de la ciu

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ría por las segundas, el papa se puso del lado de la minoría.Los griegos aceptaron su propuesta y se pusieron de acuerdocon él sobre la elección de Ferrara, cuya situación les eramás favorable. A esta ciudad trasladó el papa el 18 deseptiembre el concilio de Basilea. La minoría, entre elloslos cardenales Cesarini y Nicolás de Cusa, obtemperaron

al decreto de traslado; la mayoría, en cambio, permanecióen Basilea.Los conciliaristas radicales lograron imponerse y deja

ron de lado toda consideración; declararon dogma de fe lasupremacía del concilio sobre el papa y a Eugenio iv, que,como es natural, lo negaba, le depusieron como a herejeel 25 de junio de H39. El 5 de noviembre del mismo añoeligieron en su lugar al duque Amadeo de Saboya (Félix v), personalidad sin tacha, cuyas riquezas le hacíanrecomendable al concilio que se hallaba en apuros pecuniarios. El mismo conciliarismo que había servido en Constanza para liquidar el gran cisma, condujo en Basilea aotro nuevo, el último en la historia de los papas. Y éstefue su mayor error.

Concilio para la anión con tos griegos en Fervara~Florencia.

Entre tanto un gran éxito de Eugenio iv había consoli

dad o su po sición. El 9 d e abril de 14Í3S se hab5a in augu radoen la catedral de Ferrara el concilio para la unión en presencia del papa y de más de 70 obispos occidentales, delemperador bizantino, del patriarca José de Constantinopla,de los arzobispos de Éfeso, Nicea y Kiev, así como de losrepresentantes de los patriarcas de Alejandría, Antioquíay Jerusalén. Las doctrinas controvertidas entre latinos ygriegos fueron discutidas en comisiones especiales de estamanera: los griegos exponían sus objeciones contra el punto

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dad de Florencia y a trasladar a ella el concilio (16 de enero de 1439). Allí, en primer lugar, se logró el acuerdo sobreel {Moque añadido al símbolo de la fe (sobre el que no cesaba de disputarse desde la época carolingia), es decir,sobre la procedencia del Espíritu Santo del Padre y del

Hijo. A continuación, tras largas y acaloradas disputas, sobre el más difícil de todos los puntos controvertidos, ladoctrina del primado del papa: la sede apostólica y el papaposee el primado sobre toda la tierra; el papa, sucesor dePedro y vicario de Cristo, es la cabeza de la Iglesia universal, padre y doctor de todos los cristianos, con potestad para regir a toda la Iglesia, conforme a las actas y alos cánones de los antiguos concilios. En realidad, esta última añadidura la entendieron los latinos en sentido explicativo; los griegos, en cambio, en sentido restrictivo (ex-

plicative, restrictive). La bula de unión Laetentuc caeli,cuyo original todavía se conserva, fue leída en latín en lasesión del 6 de julio de 1439 por el cardenal Cesarini, yen su versión griega por el cardenal Besarión, arzobispode Nicea. La primera llevaba 115 firmas; la segunda, 33,encabezadas por la del emperador.

Un ruso que había acompañado a Florencia al arzobispo de Kiev, Isidro, interpretaba a su manera el júbilo delos latinos: «por haber obtenido el perdón de los griegos».

Pero la unión no pudo subsistir por el hecho de que laaversión del clero griego contra los latinos era aún másfuerte que su miedo a los otomanos. Cuando Mahomet IIel Conquistador atac ó a Constantinopla en 1453, no reaccionó el Occidente para emprender una acción en común.

Tampoco la unión concluida con los armenios (22 denoviembre de 1439) y con los monoflsltas (1442) lograronabarcar en su totalidad a estas Iglesias autocéfalas de Oriente . El 25 de abril de 1442 fue transferido el concilio a Roma.

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Composición del cisma de Basilea.e) concordato de Viena de 17 de febrero de 1448, concluidocon el sucesor de Eugenio, Nicolás v. Tenía semejanza conel concordato de Constanza, con la diferencia de ser perpetuo. Una vez que Francia hubo abandonado su actitud

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El logro de la unión con los griegos había sido paraEugenio iv una victoria en su conflicto con el concilio deBasilea, pero distaba mucho de ser una victoria definitiva.El partido del antipapa era en realidad exiguo, pues selimitaba a Suiza, Austria, una parte de Baviera, la universidad de París y algunas otras universidades. Mucho más

peligrosa era la neutralidad de Francia y de Alemania. Yaen mayo y junio de 1438 una asamblea nacional francesa enBourges había acordado mantenerse neutral en el conflictoentre el papa y el concilio, y al mismo tiempo había puesto arbitrariamente en vigor parte de los decretos de reformade Basilea (pragmática sanción de Bourges), reconociendocon este acto la supremacía del concilio sobre el papa. Lospríncipes electores de Alemania se habían declarado neutrales en Francfort; un año después el episcopado alemán, siguiendo el ejemplo de los franceses, reconoció fuerza deley a parte de los decretos de Basilea (instrumento de aceptación, de Maguncia, 1439). Inglaterra, Borgoña y Veneciase mantenían fieles al papa.

El mayor peligro procedía, pues, no ya del cisma encuanto tal, sino de la neutralidad, basada en la teoría conciliar. Pero aquel concilio amputado, al acentuar más ymás su radicalismo, se dio a sí mismo la sentencia de muerte . Apretado por dificultades pecuniarias, se transfirió a Lau-sana, donde residía el antipapa. Los países, unos tras otro,

fueron volviendo a la obediencia de Eugenio iv: Hungría,Aragón, Castilla, Escocía, Polonia. Eneas Silvio Piccolomi-ni , que había sido secretario del concilio y había entradoal servicio del emperador Federico ra, logró ganar paraEugenio a su soberano. En la dieta de Francfort de 1446viraron los alemanes y concluyeron con el papa los llamados concordatos de Francfort contra la garantía de quese convocaría en una ciudad alemana un nuevo y «tercer»concilio. A estos acuerdos siguió como resultado definitivo

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neutral, Félix v renunció el 7 de abril de 1449.Eugenio IV debió su triunfo definitivo sobre el concilio de

Basilea no menos que a las torpezas de éste, al cambiode actitud de las potencias occidentales, que veían con inquietud el radicalismo de los cismáticos. En el colegio car

denalicio le asistía toda una serie de hombres excepcionales: Cesarini, en otro tiempo presidente del concilio;Albergati, Capránica, Nicolás de Cusa, los cardenales Vitel-leschi y Scarampo habían reforzado su posición en el estado de la Iglesia; en la gran «Suma sobre la Iglesia» delcardenal Torquemada salía a flote la restauración de laidea primacial. Sin embargo, no estaba superada todavíala teoría conciliar, debido principalmente a que concilio yreforma seguían íntimamente ligados en la mentalidad de laépoca.

Supervivencia de la idea conciliar.

Por más que sucumban los patrocinadores de una idea,la idea misma no desaparece del campo de la historia hastaser superada en el terreno ideológico. El conciliarismo moderado tuvo como defensor al más grande canonista de laépoca, Nicolás Tudeschi, arzobispo de Palermo (de ahí

«el Panormitano»). §e enseñaba también en muchas universidades. Era una manera de pensar sobre la Iglesia. Muchos,por cierto no los peores, tenían por imposible una reformade la Iglesia sin el concilio. El cartujo Jacobo de Jüterbogkdecía que el papa solo no lograría nunca reformar a la Iglesia. El dominico Andrés Zamometic intentó el año 1482resucitar el concilio de Basilea, que no se había concluidoformalmente; fue una tentativa desesperada de un aventurero, que hubo de fracasar. Pero no fue el papado el que

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forma: en la sesión 8.a, sobre el sistema de contribucionesde la curia; er^ la 9.a (5 de mayo de 1514), sobre la elección de los obispos, la enseñanza del catecismo y la se

a

Cuarta parte

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guridad de los bienes de la Iglesia; en la 10. (4 de mayode 1515), sobre los «montes de piedad», casas de préstamos de utilidad común, tan necesarias en los albores delcapitalism o, y so bre la cen sura de libros; en la 11.* sobrela predicación. En las deliberaciones sobre esta última, eldescontento de los obispos por los privilegios de las órde

nes mendicantes se desató en violentas quejas y acusaciones. Pero mirando en conjunto, hay que reconocer que elconcilio no obró con mano fuerte —sin la que era inútilpensar en reformas— precisamente respecto a los malesmás graves. Entre éstos se contaban la acumulación deprebendas en una misma persona, el descuido de la obligación de residencia, el abandono y la despreocupación detantos dignatarios eclesiásticos. El combustible que se habíaacumulado principalmente en el norte, nadie pensó en neu

tralizarlo. Ni se cumplió lo que reclamaba un memorialespañol: «El juicio debe comenzar por la casa del Señor.»Ni siquiera tuvo vitalidad ni eficacia el modesto contenidode los decretos de Letrán. En realidad faltaba la voluntadconsecuente de ponerlos en práctica, sin abrirles brechas condispensas concedidas a la ligera. León x, hijo de Lorenzo elMagnífico, no tenía temple de reformador. En un mundo cambiado no era ya posible dar vida a los sínodos lateranensesde la edad media. El quinto concilio de Letrán se dio porconcluido el 16 de marzo de 1517: el 31 de octubre del

mismo año Martín Lutero clavaba sus 95 tesis en el portalde la iglesia en la plaza de Wittenberg.

RUPTURA DE LA UNIDAD DE LA FEY C O N C I L I O D E T R E N T O

«Todos claman: ¡Concilio, concilio!», informaba el nunciopontificio desde la dieta de Worms (1521), en la que se

estaba tratando el asunto de Lutero. El joven agustino,después del frustrado interrogatorio de Augsburgo por elcardenal legado Tomás de Vio, de Gaeta (1518), y mientras todavía estaba pendiente el proceso, había apelado alpapa mejor informado y al concilio general. Olvidaba queMartín v había prohibido tales apelaciones, y que Pío n,Sixto IV y Julio n habían reiterado la prohibición, reforzándola con la cláusula de invalidez. Una vez más, siguiendoel consejo de los jurisconsultos de Wittenberg, había vueltoLutero a apelar al concilio, al tener noticia de la bula «Ex

surge, Domine» de 15 de junio de 1520, conminatoria deexcomunión. En este caso debió de ser la apelación sólouna estratagema procesal, pues un año antes, en la disputade Leipzig con Juan Eck había calificado de injusto y defalso el juicio del concilio de Constanza sobre Juan Hus,y al verse en aprieto, había asegurado que incluso los concilios podían equivocarse. Por entonces era ya para él única norma de fe la Sagrada Escritura (sola Scriptura).

Creía firmemente en la utilidad de concilios de reforma.

El mismo año 1520 salió su libro «A la nobleza cristianade la nación alemana». En él incitaba a la «nobleza», esdecir, a los príncipes y a las corporaciones seculares, aemprender personalmente la reforma de la Iglesia y, si eranecesario, por medio de un concilio. «Por eso, cuando lanecesidad lo exija y el papa dé escándalo a la cristiandad,el que mejor pueda, como miembro fiel del cuerpo total,debe procurar haya un concilio completamente libre, cosaque nadie como el poder secular puede llevar a cabo.» Lu-

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t e ro t razó un ampl io programa de re forma para un conc i l iofu turo , cuyas c r i t i cas de la cur ia romana y de los demásdesórdenes de la Ig les ia t en ían no pocos puntos de contacto con an te r io res esc r i tos de re forma; s in embargo , se d i s t in

también porque e l represen tan te de l papa , e l nunc io Alean-der , no se p res taba a t a l so luc ión , b ien que por mot ivos muydis t in tos . S in embargo , l a convicc ión de que só lo un concil io general era competente para emitir un juicio definit ivo

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guían de el los por atr ibuir los males de la Iglesia no tantoa la fal ta de moralidad de los hombres cuanto a la falsif i cac ión de l verdadero Evange l io , de la que a su parecere ran cu lpab les en pr imer lugar e l papado y la esco lás t icaar i s to té l ica . Lo que é l l l amaba «re forma» e ra a lgo d i s t in

to de los conatos de reforma de la al ta edad media, inclusode los conc i l i a r i s tas . Cuando sa lga a l a luz de la oscur idaden que — según Lule ro — se en cuent ra e l Eva nge l io , cu ando se proclame la just if icación por sola la fe, entonces recup erará l a Ig lesia su «forma» genuina , en tonces que dará« r e f o r m a d a » .

La menc io nada condenac ión p or e l pa pa d e las 41 tes istomadas de los esc r i tos de Lute ro no contó para muchos ,que todavía estaban bajo el influjo de la teoría concil iar ,como la ú l t ima pa labra de la Ig les ia ; es ta pa labra só lo unconc i l io genera l l a podía p ronunc ia r . «Lute ro ha es tado ysigue estando en la Iglesia; sólo se le puede excluir de el laen un conc i l io que le condene lega lmente .» Es ta g losa de ls í n d i c o d e A u g s b u r g o , C o n r a d o P e u t i n g e r , t r a d u c í a e l p e n samiento de vas tos sec tores no só lo de l mundo, s ino también de la Ig les ia . S in embargo , hubo de pasar cas i unagenerac ión an tes de que se reunie ra un conc i l io . Las causas de la d i lac ión se deb ie ron no só lo a l cambio que sehabía operado en la idea de l conc i l io , c i rcuns tanc ia que

insp i raba prudenc ia y rese rva a los papas , s ino también ala lucha por l a hegemonía en t re los Habsburgos y Franc ia .

Un «.concilio general, libre, cristiano en tierra aleman a».

La so luc ión conc i l i a r no ob tuvo e fec to en la d ie ta deW o r m s , n o s ó l o p o r g u e L u t e r o s e n e g ó a s o m e t e r s e i n c o n -d ic iona lmente a l a dec i s ión de un conc i l io genera l , s ino

1íY)

sobre la verdad y e l e r ror en la doc t r ina de Lute ro , es tabatan d i fundida que en la u l te r io r d ie ta de Nurenberg todoslos es tados de la nac ión , ca tó l icos o par t idar ios de Lute ro ,rec lamaron un «conc i l io genera l , l ib re , c r i s t i ano en t i e r raa l e m a n a .»

La fórmula parec ía anodina , pero t ras e l l a se ocu l taban ,por lo menos en la mente de los lu te ranos , ex igenc ias , queno podían menos de causar g raves inquie tudes en Roma.Por « l ib re» se en tendía « l ib re de la in te rvenc ión de l papa»;como e l papa e ra par te en la causa de Lute ro , no deb íaconvocar n i d i r ig i r e l conc i l io ; e l emperador e ra qu ien deb ía convocar lo jun tamente con los p r ínc ipes c r i s t i anos . «Cr i s t i ano» s ign i f icaba que en ta l conc i l io hab ían de par t ic ipary dec id i r no só lo ob ispos y c lé r igos , s ino también seg la res , yque se hab ía de proceder «cr i s t i anamente» , es dec i r , quese hab ían de juzgar ún icamente según e l c r i t e r io de la Sagrada Escr i tu ra . La razón de deberse ce lebra r en te r r i to r ioa lemán e ra que e l conf l ic to a d i r imi r hab ía surg ido en Alemania : por l a misma razón se hab lan ten ido en Or ien te losviejos concil ios de los primeros siglos. Como se ve, estain te rpre tac ión de la fó rmula de Nurenberg rebasaba conmucho las var iac iones que hab ía exper imentado e l concepto de ecumenic idad a lo l a rgo de la a l t a y ba ja edad med ia . A la luz de la h i s to r ia de los conc i l ios aparece como

r e v o l u c i o n a r i a .As í se expl ica que la fó rmula topara en Roma con

graves reparos . Era papa en tonces Clemente v i l (1523-1534) ,pr imo de León x . Compar t ía l a avers ión de sus p redecesores hac ia los conc i l ios , no só lo recordando los acontec i mien tos de Con s tanz a y B as i lea — que envue lve n en es p e s a s s o m b r a s t o d a l a p r e h i s t o r i a d e l c o n c i l i o d e T r e n t o — ,s ino además por mot ivos persona les , que no se re fe r ían asu conduc ta mora l , s ino a su i l eg í t imo nac imien to . Mien t ras

101

vivió , t ra tó s iempre de desviar y esquivar los rec lamos a lconc i l i o , aunque s i n p ronunc i a r nunca un no ro tundo . Es pe r aba pode r con t r a r r e s t a r po r o t ro s m ed ios e l m ov im ien tode apostas ía : cre ía en la magia del ar te d iplomát ico.

Aun entonces mantuvo Francia su ac t i tud de repulsa o porlo m enos de expec t a t i va . E l p ruden t í s im o papa Fa rnese , a lque mejor que cualquier palabra escr i ta caracter izan losincom parab l e s r e t r a to s de T i z i ano , hac í a m ucho que hab í a

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Poco t rabajo le cos tó impedir e l conci l io nacional a lemán, que , en vis ta de la evidente pas ividad de Roma, enla segunda die ta de Nurenberg de 1524 se había convocado para Spi ra : e l emperador lo prohibió s in más . Sinembargo, en lo suces ivo, e l emperador , joven y guiado pol í

t icamente por su gran canci l ler Gat t inara , se convir t ió enel más acérr imo propugnador de la solución conci l iar . Eneste sent ido se expresa en sus memorias , escr i tas en tercer a pe r sona : «E l em perador , de sde que po r p r im era vezes tuvo en I ta l ia y se encontró con e l papa Clemente , nocesó nunca de urgi r , por s í mismo o por sus minis t ros , lacelebración de un conci l io genera l , lo mismo en todas susen t r ev i s t a s con l o s papas C lem en te y Pau lo que en t odaslas d ie tas del imper io que ce lebró y en todo t iempo y c i r cuns t anc i a . » En e s to dec í a ve rdad . Cuando Ca r lo s , en 1530 ,

obtuvo en Bolonia la corona imper ia l en su via je de España a A lem an ia , a r r ancó a l papa su consen t im ien to pa r aun conci l io bajo una condic ión, a saber , en e l caso en queno se lograra e l acuerdo que se es taba procurando con losprotes tantes . En rea l idad no se logró en la gran die ta deAugsburgo. Sin embargo, tuvieron tanta fuerza para Clemente vn los reparos cont ra e l conci l io en comparación conlas venta jas , que puso a su convocación toda c lase de cond i c iones . Las negoc i ac iones en t ab l adas nau f r aga ron . E l papa

ha l l ó apoyo en ' F r anc i s co i de F ranc i a , pa r a qu i en un con ci l io que resolviera e l c isma re l ig ioso en Alemania s igni f icaba un aumento del poder de su adversar io Car los , quet an to r ece l aba .

En la pr imavera del año 1536, con ocas ión de una vis i taa Roma del emperador , e l sucesor del segundo papa Mediéis, Paulo m (1534-1549) , de la casa Farnese , le d io def i ni t ivamente su consent imiento y poco después , e l 2 dejunio del mismo año, convocó efect ivamente e l conci l io .

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comprendido que ya no se podía res is t i r por más t iempoa la pres ión de la opinión públ ica . Conci l io y reforma ecles iás t ica const i tu ían los puntos pr incipales de su programade gobierno, aunque cuanto más corr ían los años , tantomás c laramente se hacía cargo de las ar r iesgadas cont in

gencias de un concilio y de los sacrificios que exigía alpapa una reforma tomada en ser io , por todo lo cual es tabacada vez más indeciso en su ac t i tud genera l . Sólo con a l guna res t r icc ión se le puede l lamar e l pr imer papa de lareforma catól ica .

El fracaso de Mantua-Vicenza.

La pr imera convocación del conci l io para e l 23 de ma

yo de 1537 en Mantua , que , como feudo del imper io , encier to modo respondía a la condic ión impuesta por e l empera dor , fue un golpe en fa lso . P or una par t e , volv ió aes ta l lar la guerra ent re Car los v y Francisco i , lo cual inva l i daba de nuevo e l déb i l consen t im ien to dado po r F r an c i a . Po r o t r a pa r t e , e l duque de M an tua ex ig ió pa r a a lbe r gar a l conci l io en su cor te que e l papa formara y cos tearauna enorme guardia del conci l io (de c inco a se is mi l homb r e s ) . Por es tas razones , t ras unas conversaciones con los

venecianos , e l 8 de octubre de 1537 t ransf i r ió e l papa e lconci l io a Vicenza. A pesar de haber s ido nombrados t reslegados pont i f ic ios , los cardenales Campeggio, Simonet ta yAleander , y de haberse encaminado a Vicenza, fueron contados los par t ic ipantes en e l conci l io , inc luso de I ta l ia . A lgunos enviados de obispos a lemanes l legaron y en seguidaemprendieron la vuel ta ; los protes tantes a lemanes , unidospol í t ica y mi l i tarmente en la l iga de Esmalcalda desde 1531,rechazaron bruscamente la invi tac ión que les t ransmit ió e l

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nuncio Pedro van der Vors t . La inauguración del conci l iose iba difiriendo de una fecha a otra hasta que por fin el2 1 de m ayo de 1539 quedó ap l azada sine die.

El rey Enr ique vm de Ingla ter ra , que con sus ac tos

dic iones eran más favorables que nunca. Los razonamientosdel senescente Erasmo ( t 1536) no habían er rado e l golpe:muchos erasmianos ocupaban canci l ler ías de pr incipes ysedes episcopales . Paulo m envió a Rat isbona a l cardenal

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de supremacía de 1534 se habia separado de la Ig les ia romana, quedó a l tamente sa t i s fecho de es te resul tado, puestemía que llegara a formarse en el concilio una liga cont inenta l d i r ig ida cont ra é l . P rofundamente descorazonadosquedaron, en cambio, los ca tól icos a lemanes , que iban dis

minuyendo a ojos vis tas . Ent re los protes tantes se decíaabier tamente que a l papa le tenía completamente s in cui dad o e l conci l io y que lo que quer ía era — as í se lo acha caba e l l u t e r ano Corv inus— «de j a r con un pa lm o de na r ices a los reyes y a l mundo entero».

Cier tamente no quer ía es to e l papa. Prec isamente conm i ra s a l p royec t ado conc i l i o hab í a convocado en Rom apor e l o toño de 1536 una comis ión para la reforma, const i tu ida por nueve pre lados , ent re e l los los rec ién nombradoscardenales Contar ini y Carafa . La comis ión presentó e l 9de marzo de 1537 un dic tamen «sobre la pur i f icación de laIgles ia», que en c lar idad no dejaba nada que desear y recomendaba las medidas más radicales respecto a l s i s tema burocrá t ico de la cur ia y a toda la v ida ec les iás t ica . Se for maron subcomis iones para la reforma de la canci l ler ía pontificia y de la cámara, de la penitenciaría y de la dataria,que era obje to de los más violentos a taques . El mot ivo nodeja lugar a la menor duda: se quer ía comenzar por la «reforma de la cabeza», antes de que e l conci l io manifes tara

es ta pre tens ión y se lanzara por e l camino que en Basi leahabía conducido a l c isma.

Coloquio religioso en vez de concilio.

Una vez más in tentó e l emperador , no por encargo delpapa, s ino con su to lerancia , l legar a una in te l igencia conlos protes tantes mediante un coloquio re l ig ioso. Las con-

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Contar ini , s inceramente deseoso de un acuerdo. Una vezmás naufragó e l proyecto de unión, y no precisamente porque tanto Roma como Lutero rechazaron la fórmula decom prom iso sobre la justificación (el ho mb re es justificadomediante la jus t ic ia de Cr is to y la jus t ic ia comunicada a l

hombre) , s ino en def ini t iva por e l d i ferente concepto deigles ia de ambas par tes . Como ios protes tantes repudiaranla doct r ina de la t ransubstanciación eucar ís t ica def inida pore l cuar to conci l io de Let rán, observó e l cardenal Contar inique toda ul ter ior conces ión no ser ía más que una «concord i a en apa r i enc i a» ( concord i a pa l l i a t a ) .

Con un golpe de vista histórico es fácil decir que enRat isbona se in tentó lo imposible . Pero , ¿no era la unidadde la Ig les ia un bien tan apreciable y no era tan perentor ia la voluntad de Cr is to de que todos sus disc ípulos fueran

unos , que no se debieran agotar has ta las ú l t imas posibi l i dades?

Primera convocación en Trento (1542).

Inmedia tamente después de la ruptura de las negociac iones para la unión en Rat isbona, Paulo m, ser iamentepreocupado por la penet rac ión del protes tant i smo en I ta l ia ,

reasumió e l proyecto de conci l io . Su nuncio Morone, e l d i plomát ico más hábi l de la cur ia , se puso de acuerdo enSpira con los es tados del re ino acerca del lugar del conci l io . Trento per tenecía a l imper io , pero era fác i lmenteacces ible a los i ta l ianos y era c iudad i ta l iana en su mayor ía . Aunque respondía , pues , a las exigencias de los es tad o s , el papa no la aceptó s in escrúpulos . Señor de la c iudade ra e l p r í nc ipe -ob i spo , c a rdena l Cr i s t óba l M adruzzo . D esu via je a I ta l ia nos legó Alber to Durero un re t ra to de la

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ciudad: coronada por un potente cas t i l lo episcopal , ampl iado con un a la del renacimiento , la c iudad que por entonces contaba poco más de 6 .000 habi tantes , podía en casode neces idad acoger a un centenar o más de obispos y a

La guerra de Esmalcalda g el concilio de Tcenío (1545-1547).

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los enviados de las potencias con su acompañamiento; perocuando, en e l te rcer per íodo del conci l io , aumentó notablemente e l número de los miembros , entonces fue cuando comenzó a sent i rse es t rechez .

La segunda convocación del conci l io , por pr imera vez

en Tren t e no d io t am poco r e su l t ado . D os s em anas despuésde la publ icación de la bula de convocación (22 de mayo de1 5 4 2 ) , declaró Fran cisco I la guerra a l emp erado r . Loslegados pont i f ic ios esperaron en vano que fuera aumentand o la as is tencia . P or f in , e l pap a y e l emperad or , en unencuentro en Busseto , cerca de Parma, en 1543, decidieronde común acuerdo di fer i r e l conci l io . La guerra cont inuaba.E l em perador , que neces i t aba l a ayuda de l o s p ro t e s t an t e s ,se vio obl igado en la d ie ta de Spi ra , e l verano de 1544, ahacer les conces iones que produjeron c ier ta t i rantez de relac iones ent re Roma y la cor te imper ia l . El papa, en unbreve m on i to r i o , adv i r t i ó a l em perador p r ecav i éndo l e coneí recuerdo de /as grandes tachas de ía edad media ent re elpont i f icado y e l imper io . Cuando rec ibió e l breve e l empe rador , hab í an cam biado ya l a s c i r cuns t anc i a s . E l t r a t a do de paz de Crépy de sept iembre de 1544 volvía a a l lanare l camino a l conci l io ; en una c láusula secre ta Francisco idaba su conformidad para la aper tura del conci l io en Trentoy s e com prom e t í a a env i a r r ep r e sen t an t e s de F ranc i a . E l

19 de noviembre derogó e l papa la suspensión del conci l ioy lo convocó para la dominica Laetare (15 de marzo) de1545 en Trento . Más aún: a comienzos del verano de 1545se pusieron de acuerdo e l papa y e l emperador para unaacción común contra los protes tantes a lemanes . En pr i inerlugar se trató de destruir la fuerza militar de la l iga deEsmalcalda; luego se pensó en una posible par t ic ipaciónde los protes tantes en e l conci l io . Ser ía es to par te de unvasto plan de res tauración de la unidad de la fe .

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En real idad no se pudieron mantener las e tapas pref i j a d a s . El emperador comenzó con re t raso la guerra ( ju l iode 1546, mot ivada por haberse negado los protes tantes apar t ic ipar en e l conci l io , que había ya comenzado haciamedio año. En efecto , se había inaugurado e l 13 de dic iem

bre de 1545, con la asistencia de sólo 31 obispos, en sumayor ía i ta l ianos . La di rección es taba encomendada a t reslegados pont i f ic ios : e l cardenal del Monte , que por derechode ant igüedad en e l rango quedaba a la cabeza de la asamblea , e l e rudi to Cervini , corazón del conci l io como hombrede conf ianza del papa, y e l inglés Pole , que hubo de pagarcon e l des t ier ro su oposic ión a los ac tos de supremacía deEnr ique vm .

El 22 de enero de 1546 se había resuel to t ra tar parale lamente los dos asuntos pr incipales del conci l io , mencio

nados ya en la bula de convocación, a saber, la fi jacióndel dogma catól ico y la reforma de la Ig les ia . En la cuar tasesión de 4 de abrí} se había em anado una declaración depr incipio que había de ser decis iva para toda la marcha delconci l io : debía aceptarse la t radic ión apostól ica con la mism a devoc ión (pari pietaíis affectu) que l a Sag rada Esc r i tura , cuyo canon se es tableció s imul táneamente . En la misma sesión se declaró auténtica, es decir, suficiente para lademost rac ión dogmát ica , la vers ión la t ina corr iente de la

Bibl ia , la «Vulgata» de san Jerónimo. Con lo cual no pretendía e l conci l io declarar ocioso o impedir e l es tudio delos id iomas or iginales del sagrado texto .

El conci l io se había as ignado además su propia forma,que se a le jaba notablemente del es ta tuto de los conci l iosdel s ig lo quince . Sólo los obispos , los genera les de órdenesre l ig iosas y los representantes de congregaciones monást icas (no sus procuradores ni los representantes de corporaciones ec les iás t icas , como cabi ldos ca tedra les y univer-

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s idades) , tenían derecho a l voto; voto que habr ía de emit i r se por cabezas y no por naciones . A pesar de que e iconci l io tenia la «representación» de la Ig les ia universa l ,y es to en vi r tud de su convocación, que era también la

c ias acredi tados cerca del conci l io , podían presentar ponencias a la d i rección.

A pesar de la exigencia del emperador , formulada porsu enviado Francisco de Toledo, de que se di f i r iera la de

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opinión de los legados , s in embargo no se accedió a lasins tancias de los españoles y de a lgunos i ta l ianos de hacerpreceder a los decre tos la fórmula r i tua l de los conci l ios deCons t anza y Bas i l ea . Las negoc i ac iones p roced í an po r g r a d o s . La gradación era t r ip le : había en pr imer lugar las «con

gregaciones de teólogos», que en def ini t iva servían para informar a los pre lados con derecho a l voto . Es taban compuestas por competentes teólogos s in dignidad episcopal ,que se extendían en discursos sobre los temas en cues t ión.En e l las pudo oí rse la voz de luminares de la teología deentonces , como el dominico Domingo Soto y e l f ranciscanoAlfonso de Cast ro . Const i tu ía e l segundo grado la congregación genera l de todos los pre lados con derecho a l voto ,que se reunían en un pr incipio en la sa la de la res idenciade los legados , e l «palazzo» Pra to , y más tarde , cuando

creció e l número de par t ic ipantes , en la ig les ia renacent is tade San t a M ar í a M agg io re . En e s t a s r eun iones daba cadauno su «votum» sobre las cues t iones dogmát icas o de reforma, or ig inándose a menudo animados debates . La for mulación de los decre tos es taba encargada a delegacioneselegidas a l efec to , aunque a veces asumían es te papel loslegados , asesorados por técnicos . En las ses iones solemnes , que se ce lebraban en la ca tedra l románica de SanVigi l io , se l imi taban a votar sobre los decre tos presentados

ya en forma def ini t iva . Su ceremonial l i túrgico era sus tan-c ia lmente e l mismo del conci l io de Viena. Actuaba comosecre tar io del conci l io e l d i l igente Ángel Massare i l i , queredactó con la mayor sol ic i tud ¡os protocolos que se conservan en e l archivo Vat icano, as í como también s ie tediar ios .

El derecho de proposic ión, es deci r , la determinaciónde la orden del d ía , compet ía a los legados; s in embargo,todos los miembros , as i como los enviados de las póten

los

l iberación dogmát ica , los legados , para evi tar brechas ent relos conci l iares , cont inuaron s in t regua las negociaciones .En la ses ión quinta del 17 de junio de 1546, se aprobó e ldecre to sobre e l pecado or iginal , d i r ig ido en pr imer lugarcontra los pelagianos , pero también cont ra la tes is protestante de la permanencia del pecado or iginal después delbaut ismo. Un decre to de reforma otorgó a los obispos e lderecho de vigi lancia sobre los predicadores , inc luso de lasó rdenes exen t a s . Cuando acababa de com enza r se e l deba t esobre el artículo principal, el de la justificación, las primeras operaciones de la guerra de Esmalcalda pusieron ente la de ju ic io la subsis tencia del conci l io en Tiento .

En Tren to s e t uvo no t i c i a de que l a s t r opas p ro t e s t an tes de Schar t l in habían ocupado e l desf i ladero de Ehren-berg y amenazaban tomar los pasos de los Alpes . El pánico

es ta l ló ent re los i ta l ianos , que aun s in eso habían acud ido de m a la gana a T ren to . A du ra s penas l og ra ron l o sl egados , apoyados po r M adruzzo , m an t ene r r eun ido e l con cil io. Aunque gemían bajo la constante pres ión del emperador , no se permi t ieron, s in antes consul tar a l papa, haceruso del derecho que les as is t ía de t ransfer i r a o t ra par te e lconci l io .

La justificación y el concepto sacram ental.

Los rumores de un inminente t ransfer imiento del conci l io a l cent ro de I ta l ia habían l legado a oídos del emperador , que hacía recaer la responsabi l idad en e l cardenal Cer-vini , e l hombre de conf ianza del papa, como se cre ía y enreal idad e ra . Sin embarg o, e l proy ecto de t ransfer imiento que dó s in obje to a l lograr e l emperador , secundado por t ropaspontificias, restablecer la situación militar. A fines de septiem-

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bre se reanudó el debate sobre la justificación, en el que sediscut ieron a fondo cues t iones especia les , como el grado decer teza de la gracia o de la sa lvación, y e l problema de ladoble jus t i f icación, que se habían pues to sobre e l tapete

a votación un decre to sobre la obl igación de res idencia ,que sancionaba con penas una ausencia no jus t i f icada deseis meses . Es to eran sólo «paños ca l ientes». Se seguíanignorando las rec lamaciones , en gran par te jus t i f icadas , delos obispos . A l contar los votos se observó que de los 60

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en Rat isb ona . Po r fin , t ras revis ión del decre to , su terceresquema, a cuya e laboración se hablan apl icado in tensamente e l cardenal Cervini y e l genera l de los agust inos ,Ser ipando, obtuvo en la ses ión sexta del 7 de enero de1547 la cas i unánime aprobación del conci l io . La doct r inacatólica de la justificación se expuso en forma positiva en16 capí tu los doct r inales ; en 33 cánones a e l los subordinadosse condenaban los er rores cont rar ios . Los dos puntos dec is ivos eran: 1) la cooperación de la voluntad humana conla gracia d ivina que penet ra todo e l proceso de la jus t i f i cación, con lo cual resul ta pos ible e l mér i to por par te delhombre; 2 ) la sant i f icación in ter ior del hombre (en oposi c ión con la pura jus t ic ia puta t iva) por medio de la graciasant i f icante . Con razón se ha dicho que la ruptura dela unidad de la fe se hubiera podido evi tar o que, por lo

menos , hubiera tomado ot ro sesgo, s i es te decre to de la just i f icación hubiera emanado ya del quinto conci l io deLe t r á n .

Si se p iensa en la unanimidad moral con que se preci só la doct r ina ca tól ica de la jus t i f icación en cont raposic ióncon la protes tante , la cues t ión de la reforma se dis t inguiópor una m arcada d ive r s i dad de pa r ece r e s en t r e e l g rupo h i s -pano- imper ia l y la mayor ía i ta l iana . Una de las más graves lacras de la v ida ec les iás t ica consis t ía en que obispos y

párrocos no cumpl ían personalmente , s ino por delegados ,las obl igaciones de su función. Ya en mayo de 1546 habíansol ic i tado los españoles un debate sobre la obl igación deres idencia ; a pr imeros de ju l io var ios pre lados , ent re e l losuno de los t res f ranceses presentes en e l conci l io , habíanpresentado a los legados memoria les sobre los impedimentosde la res idencia , o sea sobre todo e l conjunto de obstáculosque de ar r iba y abajo , por par te de la cur ia y del es tado, seponían a la acción episcopal . En la sexta ses ión se presentó

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ob i spos vo t an t e s só lo 2 8 hab í an vo t ado con un s í i ncondic ional . P or f in , el 25 de febrero , después de un aná l i s i spo rm enor i zado de l o s vo tos em i t i dos , pudo da r se po r ap ro bado e l decre to , no s in antes asegurar a la oposic ión quese t r a t a r í a de l a s m enc ionadas r ec l am ac iones . O t ro de

cre to de reforma, que fue aprobado en la ses ión sépt imade 3 de marzo, con los votos en cont ra de cuat ro españoles, prohibía la acumulación de var ios obispados en unasola persona, que había s ido precisamente una de las causas de descuidar la obl igación de res idencia ; e l mismo decre to echaba las bases para una nueva reglamentación dela potes tad de orden y de jur isdicc ión. En la misma ses iónse aprobó por unanimidad un decre to sobre los sacramentosen general (número de siete, eficacia objetiva aneja a la

posic ión del s igno exter ior ) y sobre los sacramentos delbaut ismo y de la conf i rmación. La sus tancia de es te decreto es la doct r ina de que los sacramentos conf ieren la gracia en virtud de la ejecución del ri to (ex opere opereta),no sólo por la fe en palabra y en la promesa divina .

A es ta sazón es taban presentes en e l conci l io 64 obispos y 7 super iores de órdenes . Los t rabajos seguían sucurso s in que nada hic iera prever la ca tás t rofe que amen a z a b a .

Traslado a Bolonia.

El 6 de marzo falleció en lo mejor de la edad, trascor ta enfermedad, e l obispo de Capaccio en e l re ino de Ñap ó l e s . Los días suces ivos se mul t ip l icaron los casos de enfermedad y de muer te . El médico del conci l io , Fracas toro ,que e l año anter ior había compuesto un l ibro con nuevas

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or ientaciones sobre las enfermedades infecciosas , d iagnost icó acer tadamente : se t ra taba de casos de t i fus exantemát ico, t r a í do p robab l em en te po r l o s so ldados r epa t r i ados deAlemania . Los imper ia les negaron la exis tencia del pel igro ,pero los legados , y con e l los la mayor ía del conci l io , c re

forma de la práct ica sacramenta l , pero en ninguna de lasdos ses iones ce lebradas en Bolonia se publ icaron respect i vos dec r e tos . ¿ Po r qué no?

Con e l t ransfer imiento del conci l io a Bolonia vio e l em

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ye ron l l egado e l m om en to de abandona r T ren to y l i b r a r sede la férula del emperador . En la ses ión octava de l l demarzo de 1547 decidieron t ransfer i r e l conci l io a Bolonia ,segunda c iudad del es tado de la Ig les ia . Una minor ía de14 obispos protes tó . Uno de e l los d i jo : «El desplazamientodel conci l io pone en pel igro la vuel ta a l redi l de los a lemanes descarr iados , la paz y la unidad de la Ig les ia .»

El gran plan que e l papa y e l emperador habían t razado como base de acción en común era : pr imero la guerra ,después e l conci l io . Ahora bien, desde f ines del año 1546y pr incipios del 47 apuntaba la inminente vic tor ia del emperador . Las t ropas de Esmalcalda , que en las pos t r imer íasdel o toño se habían enfrentado con las armas imper ia lesen la Alemania del sur , se re t i raban por fa l ta de recursos ,

y las c iudades , una t ras o t ra , se iban r indiendo a l emper ado r : U lm , F ranc fo r t , A ugsburgo y m uchas c iudades m en o r e s , A l pa r ec e r de l pa pa , l a gue r r a s e hab í a dec id ido yse habían sentado ya las premisas para las negociacionesde paz . Así , re t i ró sus cont ingentes . El emperador aspi raba a la v ic tor ia to ta l . Mient ras los legados se t ras ladabande Trento a Bolonia , marchó hacia e l nor te e l e jérc i to imper ia l , con e l f in de a tacar a l pr incipal enemigo, e l pr ínc ipe e lec tor Juan Feder ico de Sajonia . El 24 de abr i l de1547 fue derrotado y hecho pr is ionero en Mühlberg, junto

a l E lba .

¿Qué era del conci l io? Se hal laba en Bolonia , no enTren to , com o se hab í a aco rdado en un p r i nc ip io . E l 2 1 deabr i l se ce lebró en las imponentes naves de la ig les ia gót icade San Pet ronio una ses ión con sólo 36 obispos . El veranoy e l o toño enteros duraron las del iberaciones sobre la doct r ina de los sacramentos : eucar is t ía , peni tencia , ext remaunción, matr imonio y orden; se reunió mater ia l para la re-

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pe rador de sba ra t ado su p l an . En tonces robus t ec ió l a m ino r í aque hab í a quedado en Tren to , f o rm ada p r i nc ipa lm en te po re spaño l e s , y r ec l am ó en Rom a e l r eg r e so a T ren to . E l papase negó apoyándose en la legi t imidad de la decis ión de t ransfer imiento y puso como condic ión de las negociaciones que

la minor ía se le somet iera y se di r ig iera a Bolonia . Ambospar t idos recelaban la ruptura y aun e l c isma. Como el emperador , e l 16 y e l 23 de enero, respect ivamente , de 1548,depusiera solemne protes ta en Roma y en Bolonia , suspendió e l papa las negociaciones en Bolonia y convocó enRom a a a lgunos r ep re sen t an t e s de l conc i l i o — que en t r etan to se hab ía eng rosado con a lgun os f ranceses — comotambién a delegados de la minor ía de Trento , con obje to deque l e i n fo rm aran . Todo m enos d i spone r e l r eg r e so a T ren to .

En la enérgica die ta de Augsburgo se vio e l emperador

obl igado a imponer a los protes tantes vencidos una soluc ión media , e l l lamado «ínter in de Augsburgo», que , s i b ienera católico en su contenido, hacia algunas concesiones,como el cá l iz de los legos y e l matr imonio de los sacerdotes .Pa r a l e l am en te s e ap robó un e s t a tu to de r e fo rm a pa ra l o scatól icos , para cuya e jecución e l papa, t ras a lgunas vaci l ac iones , env ió dos nunc ios a A lem an ia . P ron to s e dem os t ró que e l ín ter in había s ido un golpe en fa lso , no sóloporque es taba desprovis to de la autor ización ecles iás t ica ,

s ino pr incipalmente porque no se disponía de suf ic ientes e lem en tos ( s ace rdo t e s , p r i nc ipa lm en te p r ed i cadore s ) pa r a l arenovación catól ica de regiones que desde una generacióne ran ya p ro t e s t an t e s .

Los protes tantes , forzados por la neces idad, habían promet ido en Augsburgo enviar representantes a l conci l io deTre n to — n o a l de Bo lon i a — , aunque con c ie r t a s r e se rvasque hacían nula su promesa, a saber , que e l conci l io nodebía es tar bajo la d i rección del papa y que había que

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volver a revisar los decretos emanados anteriormente enTrente. Estas reservas persistían todavía el año 1550, cuando el entonces pre sidente del concilio, el pap a Julio IU(1550-1554), se mostró dispuesto a ordenar el traslado a

la penitencia la necesidad de la confesión auricular, la índole judicial de la absolución, y la satisfacción; el decretosobre la extremaunción, a la que Lutero consideraba comopura ceremonia, destacó su carácter sacramental.

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Trente, al que se habla opuesto su predecesor (1.° de mayo de1551). El emperador hacía caso omiso de la ambigüedadde la promesa de los protestantes; el papa en un principiono tuvo noticia de ella. Y esa ambigüedad fue la causa deque fracasara esta primera y última tentativa de resolver en

un concilio, con la colaboración alemana, la crisis de la fe.

Regreso a Tiento (1551-1552).

El concilio se inauguró en Trente, conforme a lo ordenado, el 1." de mayo de 1551. Lo presidian, junto con elcardenal legado Crescenzio, dos conocedores de Alemaniacon rango episcopal, Pighino y Lippomani. Era la sesión

duodécima. Sin embargo, las negociaciones no comenzaronhasta primeros de septiembre, en que llegaron los representantes del episcopado alemán, principalmente los obisposde Maguncia y de Tréveris, a los que pronto se unió elmetropolitano de Colonia. Durante los meses siguientes seelevó a 13 el número de los obispos alemanes presentes.Los franceses estaban ausentes. El rey Enrique n, volviendoa la actitud de su padre, se negaba a reconocer como concilio el «conventículo» de Trente.

En la sesión decimotercera de 11 de octubre, apoyándose en los trabajos preliminares de Bolonia, se llegó a definir la doctrina de la eucaristía: la presencia real de Jesucristo en virtud de la transubstanciación y, por consiguiente,aun fuera de la recepción sacramental. Por el momento seretiró el articulo de la administración de la eucaristía bajolas dos especies (el «cáliz de los legos»). También el debate sobre la penitencia y la extremaunción se concluyócon relativa rapidez. La sesión 14, de 25 de noviembre,sostuvo en 9 capítulos doctrinales y en 15 cánones sobre

Menos satisfactorio fue el curso de los debates sobre lareforma. Los esquemas presentados por Crescenzio no respondían Ib bastante a los deseos del episcopado y tenían demasiados miramientos con la práctica de la curia de entonces. Cuando el obispo de Verdún, Pseaume, autor de un

diario del concilio, solicitó la completa abolición de lasencomiendas claustrales (traspaso de abadías a personasajenas a la orden en cuestión), le llamó el legado tan enérgicamente al orden que los arzobispos de Colonia y Maguncia se quejaron violentamente ante sus colegas españoles.«¿Esto se llama un concilio libre?», preguntó el obispo deColonia al de Orense. La pregunta, hecha en un momentode excitación, no prueba nada contra la libertad del concilio, pero da bien a conocer la tensión que allí reinaba.

Los protestantes y Tiento.

La tensión creció todavía cuando llegaron delegacionesde los protestantes a Trente. Sólo los de Brandeburgo,que llegaron los primeros, se sometieron el 11 de octubrea las decisiones del concilio. Los de Wurtemberg, que presentaron una profesión redactada al efecto, la confessioVirtembeigica, y el enviado de Estrasburgo, el historiador

Juan Sleidan, mantuvieron firme su punto de vista y se negaron a toda concesión en cuestiones de principio. Evitaron todo contacto directo con los legados del concilio, conel que trataron sólo a través de los enviados del emperador.Juntamente con los enviados del principe elector, Mauriciode Sajonia, que llegaron el 9 de enero de 1552, exigieronen la congregación general de 24 de enero que se les librarapara su seguridad personal un salvoconducto mejor que elanterior. En efecto, la suerte de Juan Hus en Constanza

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no de jaba de proyec ta r sus sombras . Al d ía s igu ien te seles o torgó e l sa lvoconduc to en la fo rma deseada . En camb i o , no pudo e l conc i l io acceder a o t ras ex igenc ias de mayora lcance (abso luc ión de los ob ispos de su ju ramento de f i

de l Conc i l io , Cerv in i , y a su pron ta muer te e l ca rdena l Ca-ra fa con e l nom bre de P au lo IV; s in embarg o , no se pens óya en cont inu ar e l conc il io . Pau lo IV lo miraba como unaaventura . E l s ínodo de re forma, que é l mismo convocó enRoma e l año 1556 y que deb ía se r e l p re lud io de un nuevo

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de l idad a l papa , sumis ión de l papa a l conc i l io en e l sent ido de l conc i l io de Cons tanza , reasunc ión de las negoc ia c iones sobre los decre tos de fe ya adoptados) , pues cone l lo e l conc i l io se desau tor izaba a s í mismo. Las negoc ia c iones l l evadas a cabo en t re bas t idores f racasaron . E l mis

mo emperador , que desde Innsbruck seguía de ce rca lamarcha de és tas , no sab ía qué ins t rucc iones dar a su env iado , s i no e ra impedi r a toda cos ta l a suspens ión de lconc i l io .

La nave conc i l i a r fue i r remediab lemente a l a der iva des de e l momento en que no t ic ias inquie tan tes de Alemaniaobl igaron a los ob ispos a lemanes a regresar a su pa t r ia . E lpr inc ipe e lec tor Maur ic io de Sa jon ia , a l i ado de Franc iad e s d e e l v e r a n o d e 1 5 5 1 , c o m e n z ó l o s p r e p a r a t i v o s d e g u e r ra cont ra e l emperador . A f ines de marzo descargó e l

go lpe y marchó por Augsburgo hac ia e l sur . E l emperador ,to ta lmente desarmado, se re fug ió en Innsbruck . E l conc i l io ,comple tamente para l izado con la g rave enfe rmedad de l l e gado , decre tó la suspens ión e l 28 de abr i l de 1552 . E l conc i l io de la un ión hab ía nauf ragado .

Cuando los padres de l conc i l io regresaron a sus d ióces i s de ja ron en e l conc i l io todo a medio hacer . Ni se hab íanes tab lec ido au tor i ta t ivamente todas las doc t r inas cont rover t idas , n i se hab ia resue l to de modo sa t i s fac tor io e l p rob le

ma de la re forma ec les iá s t ica . Los decre tos , fa l tos de laconf i rmac ión papa l , no podían se r derecho v igen te . Las tenta t ivas de poner los en v igor , emprendidas por p rop ia in i c ia t iva en Esp aña y P or tug a l , sug i r ie ron a Ju lio n i l aidea de reuni r en una gran bu la de re forma, comple tándolos , los decre tos de re forma de l Tr iden t ino , pero mur ió s inpoder lo rea l iza r . E l movimien to de re forma se hab ía impues to def in i t ivamente en los dos conc laves de los que sa l ió e leg ido con e l nombre de Marce lo n e l an te r io r l egado

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conc i l io de Le t rán , deb ió suspenderse a causa de la guer racon España . Es ta vez ven ía de Franc ia l a in ic ia t iva de rea nudar e l conc i l io de Tren to .

El calvinismo en Francia.

El conc i l io de Tren to en sus dos pr imeras e tapas ten íapues ta l a mi ra en Alemania , pa í s de or igen de la rup turade la fe ; fo rmaban par te de un gran p lan po l í t i co-ec les iá s t i co de res taurac ión de la un idad de la Ig les ia , t r azado encomún por e l papa y e l emperador , pe ro sobre cuya e jecuc ión acabaron por d i sc repar . En las d i scus iones dogmát icas se hab ia t en ido presen te a Lute ro , a Zwingl io y a

a lgunos re formadores de segundo orden . En cambio , no sehabia p res tado cas i n inguna a tenc ión a Ca lv ino , cuya obrapr inc ipa l hac ia t i empo ex is t í a . Los progresos que h izo e l ca l v in i smo en Europa occ iden ta l , p r inc ipa lmente en Franc iaya duran te e l re inado de Enr ique n y esporád icamente asu muer te ba jo la regenc ia de Ca ta l ina de Médic i s con supol í t i ca de péndulo , d ie ron que temer por e l ca to l ic i smo dela «h i ja p r imogéni ta de la Ig les ia» . E l conc i l io no hab iaquedado c lausurado , s ino suspendido , en 1562 . En es te mo

men to v io en é l P í o ív (1559-1565) , sucesor de P au lo ív , e lmedio más ind icado para impedi r l a apos tas ía de Franc iay p a r a c o m p l e t a r l a t a r e a q u e h a b í a q u e d a d o t r u n c a d a .¿Había de se r l a con t inuac ión de las dos precedentes e tapas ,como lo ex ig ía enérg icamente Fe l ipe u de España , o unnuevo conc i l io , por e l que abogaban Franc ia y e l emperad o r F e r n a n d o l ?

La bu la de convocac ión de 29 de noviembre de 1560favorec ía l a p r imera tendenc ia , aunque no descar taba la

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La gran crisis conciliar y su superación .

El 13 de noviembre de 1563 hizo su ent rada en Trento ,aco mp aña do de 13 obisp os f ranceses , e l carde nal de Lo re- -

fa lso suponer que e l conci l io carecía de propia voluntad yse dejaba l levar como de la cadena por Roma. Los subsi dios que obispos s in haberes y teólogos rec ibían de la ca jadel conci l io no eran una compra de votos . Eran absolutamente necesar ios , pues s i no ¿cómo hubieran podido los

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na, Car los de Guisa . La in tervención de es te personaje , joven, resuel to y de a l tas prendas , cont r ibuyó notablemente aagudizar la cr i s i s que acababa de es ta l lar en e l conci l io , lasegunda y a la vez la más grave por que a t ravesó la asamblea . Ent re tanto se había vuel to a t ra tar del decre to deres idencia abandonado en la pr imavera , y a l mismo t iempohabía comenzado e l debate sobre e l sacramento del orden.En ambos se t ra taba de la pos ic ión en que se hal laba la potes tad del papa respecto a la potes tad episcopal , que todavía no se había precisado por e l magis ter io ec les iás t ico .En ot ras palabras , se t ra taba de la cues t ión: ¿Cómo se puede conci l iar la ins t i tuc ión del episcopado por Cr is to con lapotes tad pr imacia l de l papa?

Toda la agudeza teológica y todo e l ar te de formular la

imaginables se pusieron en juego para hal lar una soluciónde compromiso, aceptable lo mismo para Roma y los ce lantes que para la oposic ión f ranco-española . P ero todas lastenta t ivas de solución se es t re l laron cont ra la in t rans igenciade los par t idos en l i t ig io . Guisa logró hal lar e l modo de quese decidiese a in terveni r e l emperador Fernando i , que ot ravez se hal laba en Innsbruck. Éste , en una car ta de 3 demarzo de 1563 conjuró a l papa que no se opusiese a unareforma por medio del conci l io y que hic iera de nuevo posibles las negociaciones mediante una mayor flexibilidad delos ce lantes . Era de temer un paso aná logo de Fel ipe H . Laintervención de los poderes seculares podía dar e l golpe degracia a l conci l io .

La t i rantez se exter ior izó en acusaciones mutuas , favoreciendo las in t r igas . Un f rancés lanzó e l donai re de que e lEsp í r i t u San to l l egaba a T ren to en l a va l i j a de Rom a . N ose podía negar que los legados , como representantes delpapa, debían a tenerse a sus ins t rucciones ; s in embargo, era

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obispos de dióces is pobres af rontar la cares t ía de Trento?Se daban s in condic iones , en proporción sólo con la indi gencia , y , por o t ra par te , e ran tan reducidos que e l ca lvi nis ta f rancés Languet pudo permi t i rse e l sarcasmo de quelos obispos vendían sus a lmas tan bara tas como los lansquenetes a lemanes su servic io mi l i tar . Era , además, natura lque para af lo jar los f rentes se procurara ganar para la mayor ía a miembros de la oposic ión. El duque Cosme de Florencia invi tó a dos obispos de su es tado a deponer su act i tud de oposic ión. La respuesta de uno de e l los , e l de Fié-sole, es muy s igni f ica t iva: «Yo he emi t ido mi voto segúnmi conciencia y no puedo cambiar lo , aunque hubiera de pagar lo con la v ida . Yo soy sumiso a l papa y , en todas lascosas de la t ie r ra , a vos , mi duque, obediente . Pero tengo

en mucha es t ima la sa lvación de mi a lma para poder votaren el concilio en contra de mis mejores sentimientos.»

D uran t e e s t a s semanas de la más al ta tens ión, in tervinola muer te en los fas tos del conci l io . A poca dis tancia det iempo, e l 2 y e l 17 de marzo, respect ivamente , mur ieron,abrumados de t rabajo y de pena, los dos legados más ant i guos en r ango , G onzaga y Se r ipando . E l papa P ío i v nom bró en su lugar a su mejor d iplomát ico y hombre de conf ianza , Morone, y a l veneciano Navagero. Morone fue e lsa lvador del conci l io . Seguro de la absoluta conf ianza delpapa dejó fuera de combate a la camar i l la de los ce lantes ,con su cabeci l la Simonet ta , se d i r ig ió a Innsbruck para t ranqui l izar a l emperador y ganó a Guisa para un compromisoen la cues t ión de las potes tades . El papa, en una car ta desu mano a Fel ipe n , respondía de tomar en ser io la reformade la Iglesia. La sesión 2 3, de 14 de julio de 1563 , que p orf in era posible después de una in ter rupción de diez meses ,marcó e l punto de vi ra je del conci l io . És te se l imi tó a re-

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chazar la doctrina de Lutero sobre el sacramento del ordeny a dar una forma más rigurosa al derecho sobre la residencia, aunque sin mencionar para nada el tas divinam. Undecreto de erección de seminarios diocesanos creó por finla institución que faltaba para la formación del clero. Se

bildos catedrales, la provisión de las parroquias y la predicación parroquial; la reforma de las órdenes se ciñó a algunas normas generales sobre la admisión, el noviciado, laclausura, etc. Sin exagerar se puede decir que estos decretos de reforma de Morone forman el núcleo de lo que

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había comprendido, en efecto, que la creación de lectoradosde teología prevista en la cuarta sesión y que no hacía másque renovar un canon lateranense, no respondía suficientemente a las exigencias de los tiempos.

Gran proyecto de reforma de Morone.

Como lo hablan hecho en Viena los obispos y en Constanza las naciones conciliares, así también en Trento losobispos y en parte los gobiernos de los países representados habían presentado memoriales conteniendo sus deside-rata de reforma: a primeros de marzo de 1562 un grupo deitalianos, en abril los españoles; el 7 de junio de 1562 los

legados imperiales habían presentado su «libelo de reforma», y el 3 de enero de 1563 los legados de Francia laspeticiones del episcopado francés. Deseo común de todos era,en interés de una bien ordenada cura de almas, reforzarla autoridad episcopal sobre el clero secular y regular delas diócesis y eliminar los impedimentos que les creaban lasexenciones y las apelaciones injustificadas, así como las intervenciones por parte del estado. Teniendo en cuenta estosdeseos nacionales de reforma, que en parte iban bastantelejos, como también las ideas más conservadoras que seabrigaban en Roma, redactó Morone en julio de 1563 unvasto esquema de reforma compuesto de 42 artículos, quefue discutido durante el otoflo y, tras una intensa labor deretoque, aprobado en las sesiones 24 y 25.

En él se regulaba el nombramiento y los deberes delcargo de cardenales y obispos, la organización anual desínodos diocesanos y la trienal de concilios provinciales, lavisita de las diócesis por el obispo, la reforma de los ca-

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se suele denominar «la reforma tridentina». La ley internaa que obedecen se resume así: ante todo, la salud de lasalmas.

Los debates dogmáticos, que se desarrollaban paralela

mente, desembocaron en la sesión 24, del 11 de noviembre,en un decreto sobre la índole sacramental del matrimonio,que fue completado con el importantísimo decreto de reforma«Tametsi»: los matrimonios contraídos en secreto, es decir,sin testigos, no sólo son ilícitos, sino también inválidos;sólo es válido el matrimonio contraído ante el párroco competente y en presencia de dos o tres testigos; tal matrimonio debe inscribirse en un registro. La sesión 25, de clausura, añadió decretos sobre e! purgatorio, las indulgencias,el culto de los santos, de sus reliquias e imágenes. «Es bue

no y saludable invocar a los santos», sus reliquias «han deser veneradas por los fieles», así como las imágenes deCristo y de los santos, «no porque creamos que posean virtud divina», sino en atención a los modelos que representan.El «decreto de las imágenes» no hacia, pues, en sustancia otracosa sino renovar la definición del 7° concilio ecuménico.

Conclusión y ejecución.

Morone, a pesar de la tenaz resistencia del embajadorespañol, conde de Luna, y de más de un obispo, se dio prisa por terminar el concilio, aunque no fuera más que porlo dispendioso que resultaba para el papa, gravando seriamente sus finanzas; durante el primer período había costadoanualmente de 30 a 40.000 escudos, casi la décima partede los ingresos totales; en el tercer período ascendieronpoco más o menos al triple. La sesión de clausura se había

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previsto en un principio para mediados de diciembre. Mashe aqui que de repente el 1." de diciembre llegó una cartaalármente del sobrino del papa, Carlos Borromeo; el papahabía caído enfermo y había que temer un desenlace. Conel fin de evitar de antemano una controversia sobre el de

universal y hasta se habría quedado en letra muerta, si nohubiera aplicado el papado toda su autoridad a poner enejecución y a completar sus decretos, infundiéndoles verdadera vida. Pío rv creó el 2 de agosto de 1564 una con

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recho de elección papal, como había sucedido en circunstancias muy distintas en el concilio de Constanza, decidióMorone adelantar la sesión de clausura. Hubo de durar dosdías, pues en ella se leyeron y aprobaron una vez más todos los anteriores decretos. 199 obispos, 7 abades y 7 generales de órdenes dieron sus firmas. Al finalizar la sesión,el cardenal Guisa, un tiempo jefe de la oposición, ahoraportavoz del concilio, rompió en aclamaciones al papa reinante y a sus predecesores que habían llevado a cabo elconcilio, a los emperadores Carlos y Fernando y a todoslos que habían contribuido a su feliz resultado. Con las palabras «Id en paz» despidió Morone a la asamblea. El papaconfirmó el 28 de enero de 1564 todos los decretos sin excepción ni enmienda, confiriéndoles con ello fuerza de ley.

El concilio de Trento había sido la respuesta por partedel supremo magisterio eclesiástico a la reforma protestantey la realización posible, ya que no perfecta, del deseo hacia tanto tiempo sentido de renovación interior de la Iglesia. Dio claras normas a la teología y a la predicación, pronunció definiciones doctrinales, pero sin dividir lo que nose había dividido de por sí. Contrapuso a la Reforma protestante la Reforma católica, pero sin resucitar sencillamente la edad media, sino modernizando la legislación y la cura

de almas. No fue ya Trento una asamblea de la cristiandad indivisa en la fe, como el cuarto concilio de Letrán opor lo menos como el concilio de Constanza, ni se vio comoaquéllos envuelto en el esplendor de un papa-rey y de unemperador; fue sencillamente un acto, con apariencias modestas, pero precisamente por eso de más duradera eficacia,de examen de conciencia y de propia renovación.

Sin embargo, difícilmente habría ejerddo a través de lossiglos su influjo en la historia de la Iglesia y en la historia

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gregación de cardenales, que existe todavía hoy, para lainterpretación auténtica de los decretos; su sobrino CarlosBorromeo, con su acción como arzobispo de Milán, fue unmodelo de pastor tridentino. Su sucesor, Pío V, envió a todos los obispos, para que les sirvieran de norma, las edi

ciones oficiales de los decretos conciliares: a Alemania pormedio de san Pedro Canisio; llegaron hasta América y elCongo. Siguiendo una recomendación del concilio, publicóel Catecismo Romano: un manual de la doctrina de la febasado en las definiciones del concilio, destinado a los párrocos, así como un Breviario y un Misal corregidos, cuyareforma se había comenzado en el concilio sin que se hubiera podido ultimar. Bajo el reinado de Gregorio xm (1572-1585), se dio a los nuncios el encargo de velar dentro de

los límites de su competencia por la ejecución de los decretos del concilio. Sus sucesores Sixto v y Clemente vni publicaron la versión corregida de la Vulgata. En interés dela ejecución, se esforzaron los papas por obtener el reconocimiento del concilio por los estados, con resultado enEspaña, Polonia y los estados italianos, sin éxito en Alemania y Francia. Así se puede afirmar que el concilio deTrento, «por su duración y más aún por la extensión, multiplicidad y oportuna modernidad de su acción, por la profundidad y verdadero valor de sus definiciones doctrinales,

por el buen sentido de sus disposiciones constitucionales ydisciplinares, por el número y el prestigio de los sabios quedejaron oir su voz en él, finalmente por sus efectos ulteriores, ha dejado en la sombra a todos los demás concilios»(Merkle).

En flagrante contraste con este juicio tan ponderado deun historiador moderno, el primer historiador del conciliohostil al papado, Paolo Sarpi (1619), calificó de leyenda lareforma de Trento y al concilio mismo como una artimaña

de los papas para acaparar de nuevo el poder. Su libroquedó refutado en muchos de sus detalles, con fuentes másabundantes y más seguras, por el jesuíta Pallavicino en suHistoria del concilio de Ttentó (1656), pero en forma aúnmás contundente por el hecho incontestable de que en ese

Quinta parte

E L C O N C I L I O V A T I C A N O

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concilio se formó toda una época de la Iglesia. Tres siglospasaron hasta que volviera a reunirse un concilio ecuménico. Cuando éste se convocó, su punto de arranque fueprecisamente lo que el anterior concilio habla dejado comouna laguna sin colmar: la doctrina relativa a la Iglesia.

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El oleaje de la Revolución Francesa y la subsiguientesecularización habían pasado por el edificio aparentementecaduco de la Iglesia católica. Como una catarata arrastraron todo lo que en la época del absolutismo había ligado ala Iglesia con el Estado y con la sociedad. Los obispadosprincipescos de Alemania, los obispos de palacio franceses,claustros milenarios, como Reichenau y Cluny, desaparecieron. Y aun antes, la Compañía de Jesús había caído victima del despotismo ilustrado de las cortes borbónicas.Cuando con la caída de Napoleón se hubo calmado la marejada, se vio con sorpresa que las paredes maestras deledificio seguían en pie. La Iglesia, ignorada y aun despre

ciada durante un siglo por el racionalismo, volvía a gozarde consideración. El inerme papa Pío vil había logrado hacer frente al omnipotente dictador. De Maistre y Chateaubriand descubrían la grandeza del papado como instituciónsupranacional; Lamennais, Montalembert y Górres reconocían las grandes posibilidades que la mágica palabra «libertad» creaba para la Iglesia, hasta entonces esclavizada a lapolítica eclesiástica del estado. Una vez más volvía la Iglesia a demostrar su fuerza vital, inagotable, como divinaque era. Aunque empobrecida y todavía coartada interior y

exteriormente por tal o cual resto del pensar eclesiástico-estatal, la Iglesia avanzaba impávida hacia los nuevos tiempos, hacia la era de la técnica y de las masas, lentamente,no sin resistencias y retrocesos, pero de todos modos encontinuo progreso.

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El «Syllabus» de Pi ó IX .

Con un espí r i tu que podr íamos l lamar «l ibera l» , esdeci r , abier to a las nuevas tareas de la Ig les ia , había comen

consideró como un mentís de la Iglesia católica a la culturamoderna, y como ta l se le combat ió con la mayor violencia ;en Francia se prohibió incluso su publ icación. En rea l idadel «Syl labus» era un movimiento de oposic ión. Una vezmás se ceñía la Ig les ia a su mis ión pr imordia l poniendo una

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zad o P ío IX su re inad o e l 16 de junio de 1846. La re voluc ión del año 1848, que había asegurado l iber tad de movimientos a los ca tól icos de Prus ia y de Aust r ia-Hungr ía ,dando lugar a un rápido progreso de la v ida ec les iás t ica ,hab í a causado a l pap a una am arga des i lu s ión . H uy endo del a r evo luc ión hab í a abandonado Rom a , a l a que pudo r e gresar gracias a la in tervención de t ropas ext ranjeras f ranc e s a s . Persuadido en lo más ín t imo de que era necesar iooponer un dique a la irrupción de las ideas fi losóficas y pol í t icas modernas en e l espí r i tu de la Ig les ia , aprovechó unaidea de l en tonces a r zob i spo de Pe rusa , P ecc i , m á s t a rdeLeón xiu , y preparó una compi lac ión de er rores de la época . El nuncio en Viena somet ió ya en 1851-1852 a l arzobispo de Colonia , Geisse l , un «Syl labus» de ta les tes is , re

comendándole lo hic iera examinar por sus teólogos . Lacompi lac ión, que debía publ icarse a l mismo t iempo que ladef inic ión del dogma de la Inmaculada Concepción (1854) ,no se terminó para es ta fecha, porque e l cardenal Fornar i ,encargado de es te t rabajo , no lo había podido ul t imar . En1860 publ icó e l obispo Gerber t de Perpiñán una ins t rucc ión pas tora l que condenaba 85 tes is er róneas . És ta fue laque finalmente se util izó como base para el «Syllabus» encuest ión: para e l lo se había formado una comis ión de car denales pres idida por e l cardenal Cater in i . Se hizo un com

pendio en 61 proposic iones , que una comis ión más ampl iavolvió a e laborar , y e l 8 de dic iembre de 1864 se expidióa los obispos juntamente con la encíc l ica Quanta cuta.

El «Syllabus» condenaba sistemas fi losóficos, como elpante ísmo y e l rac ional i smo, as í como teor ías socia les , comoel comunismo, y er rores sobre la moral cr i s t iana , en par t icular sobre e l matr imonio, pero sobre todo, los re la t ivos a laIgles ia y a sus re lac iones con e l es tado. Generalmente se

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barrera a la desenfrenada fe en e l progreso y a la fasc inac ión cul tura l de aquel la generación que avanzaba a pasosacelerados . Fueron muy pocos los que fuera de la Ig les iacomprendieron lo que profe t izaba en la Jornada Catól icade Tréver is de 1865 e l teólogo de Maguncia Heinr ich: «Muchas veces son amargas las medic inas reconst i tuyentes . . .Cuando e l s ig lo diec inueve haya pasado a la h is tor ia , comprenderá la humanidad lo sa ludable y necesar ia que ha s idola medic ina .»

Notificación de un concilio ecuménico.

Dos días antes de la publ icación del «Syl labus», e l 6 de

dic iembre de 1864, después de una ses ión de la Congregac ión de Ri tos , re tuvo e l papa a los cardenales as is tentes yles manifes tó su plan de «poner remedio a las ext raordinar ias t r ibulaciones de la Ig les ia de una manera ext raordinar ia [e l conci l io ] .» En e l más r iguroso secre to invi tó luego a21 cardenales res identes en Roma a exponer le su parecersobre la opor tunidad de convocar un conci l io ecuménico.La m ayor í a r e spond ió a f i rm a t ivam en te , dos nega t i vam en tey se is con a lgunos reparos . El parecer más extenso fue e ldel cardenal a lemán de cur ia , Reisach. Éste mot ivaba laneces idad del conci l io con la c i rcunstancia de que e l conci l io Tr ident ino, e l ú l t imo celebrado, no había refutado expl íc i tamente e l er ror fundamenta l de los reformadores , a saber , la negación de una ig les ia const i tu ida jerárquicamentey de su magisterio infalible, y que a esto se debían las vac i lac iones que se notaban en la Ig les ia . En rea l idad, en loscuat ro «ar t ículos gal icanos» formulados e l año 1682 porBossuet para la asamblea del c lero f rancés , se había apro-

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bado e l decre to «Sacrosancta» del conci l io de Constanza yse había establecido la tesis de que las decisiones de fe delpapa sólo eran infa l ib les después de haber obtenido e l asent imiento de la Ig les ia . En Alemania , e l obispo auxi l iar deTréve r i s , H on the im , con e l p seudón im o Febron ius , en suobra «Sobre la s i tuación de la Ig les ia» (1763) , había ex

cardenal secre tar io de Estado, Antonel l i , es taba poco incl i nado a l proyecto de conci l io y , temiendo compl icacionespo l í t i c a s , t r a t ó de d i suad i r a l papa . En tonces fue D upanloup quien animó a l pont í f ice : «Estoy convencido de que e lconci l io a ce lebrar en Roma ha de dar a l mundo entero

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presado la opinión de que e l papa no goza en absoluto demayor potes tad que los obispos , s iendo su pr imado un purop r im ado de honor . A unque l a Revo luc ión y l a s ecu l a r i za c ión habían desarmado a los promotores de las ideas gal i

canas y episcopal ianas , és tas , s in embargo, no habían s idocom ple t am en te supe radas y r e fu t adas . E l p rob l em a de l aIgles ia , que desde los t iempos de Bonifacio VIH y Mars i l iode Padua no ce saba de p l an t ea r se y d i s cu t i r s e , s egu í a t oda vía en pie .

El 9 de marzo de 1865 tuvo su pr imera ses ión en casadel cardenal v icar io , Pa t r iz i , la comis ión de c inco cardenales, que hab í a nom brado e l papa pa r a l a p r epa rac ión de lconci l io . El secre tar io , arzobispo Gianel l i , apor tó un nuevo

mot ivo de convocación: desde hacia t res s ig los no se habíacelebrado ningún conci l io ecuménico, in tervalo que no tenia ejemplo en la historia de la Iglesia.

A f ines de abr i l de 1865 dio e l papa e l segundo paso:consul tó a 36 obispos sobre e l p lan de conci l io : 11 eran deI t a l i a , 9 de F ranc i a , 7 de España , o t ro s t an tos de A lem an iay A us t r i a -H ungr í a j un t a s , uno de Bé lg i ca y o t ro de H o lan da . Entre los consul tados se hal laban los futuros r ivales , e la r zob i spo de W es tm ins t e r , M ann ing , y e l ob i spo de O r -l eá ns , D upan loup . Sus r e spues t a s con f i rm aban en sus t an

c ia los argumentos de los cardenales consul tados anter ior mente ; convenían en que la confus ión in te lec tual en que sevivía , exigía que se des tacaran con c lar idad los grandespr incipios cr i s t ianos y la autor idad de la Ig les ia . Ocho pareceres apoyaban la def inic ión de la infa l ib i l idad del papa.

Sin embargo, nada se había concluido def ini t ivamente .H ub ie ron de pasa r dos años an t e s de que l og ra r a e l papadis ipar todos los escrúpulos . Su más ín t imo colaborador , e l

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el impres ionante espectáculo de 500 ó 600 obispos de todaslas la t i tudes , es t rechamente unidos en una fe común respecto a todas las grandes cues t iones que in teresan a la humanidad.»

Convocación del concilio.

Una buena ocas ión de revelar e l secre to y de anunciarpúbl icamente e l conci l io se of rec ió en junio de 1867, a l hal larse reunidos en Roma cas i 500 obispos venidos de todoel mundo para la conmemoración del mar t i r io de los pr ínc ipes de los apóstoles . En una a locución de 26 de junio lesmanifes tó e l papa su plan «de ce lebrar un conci l io genera l

y ecuménico de todos los obispos de la cr i s t iandad catól ica , enel que con la as is tencia divina , mediante del iberacionesen común y esfuerzos aunados se hal lasen los remedios necesar ios cont ra los males , desgraciadamente tan numerosos ,que af l ig ían a la Ig les ia .» Los obispos as is tentes expresaronsu sol idar idad con e l papa en un escr i to redactado por e larzobispo Haynald de Kalocsa y reaf i rmaron su fe en e l decre to de unión de Florencia , aunque s in pronunciar la palabra «infa l ib i l idad».

Exactamente un año después , e l 29 de junio de 1868,apareció la bula de convocación Aeterni Pattis, que habias ido preparada con gran esmero y en la que se f i jaba como fecha de inauguración e l 8 de dic iembre de 1869 y comolugar de las ses iones la bas í l ica de San Pedro. Iba di r ig idaa todos los obispos , inc luso t i tu lares , a los super iores delas congregaciones monást icas , a los genera les de órdenes ,des tacando as í e l grupo de los miembros con derecho a lvo to , aná logam en te a com o lo hab í a hecho e l T r iden t i no .

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El papa, en un breve de 8 de sept iembre de 1868, invi tó alos obispos de las ig les ias or ienta les no unidas con Roma,haciendo mención de los conci l ios de unión de Lyon y Florencia . El pat r iarca de Constant inopla lo devolvió s in abr i r lo , obse rvando que ya conoc í a su con t en ido — hab ia apa

preparación: 1) la comis ión de la fe , d i r ig ida por e l cardenal Bi l io , para la e laboración de los esquemas dogmát icos(24 miembros) : tenia e l comet ido de la congregación deteólogos del Tr ident ino; 2 ) la comis ión de la d isc ipl ina ec les iás t ica , ba jo e l cardenal Cater in i , prefecto de la Congre

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rec ido prem aturam ente en la pren sa —; no se hacia i lus iones sobre la as is tencia de obispos or ienta les por e l hechode que e l breve habia s ido una fa l ta de «atención a laigualdad de derechos y f ra ternidad apostól icas». De mane

ra aná loga se compor taron los pat r iarcas de los armenios ,jacobi tas y coptos no unidos . No se invi tó , en cambio, alos obispos de la ig les ia angl icana ni a los jansenis tas . Sinembargo, d i r ig ió e l papa e l 13 de sept iembre de 1868 unacar ta abier ta a « todos los protes tantes y acatól icos», invi tándoles a volver a l único redi l de Cr is to . La reacción dela opinión públ ica protes tante fue resuel tamente más negat iva que la de los or ienta les . El consis tor io supremo de laigles ia evangél ica de Ber l ín rechazó e l escr i to del papa«como injerencia injustificada en nuestra Iglesia». Los dele

gados de la unión protes tante l ibera l , reunidos e l 31 dem ayo de 1869 en W orm s «a l o s p i e s de l m onum en to de Lu-tero» se declararon «contra toda tu te la jerárquica y c ler ica l , cont ra toda coacción del espí r i tu y pres ión en las conc i enc i a s» . Tam bién de Su i za , F r anc i a , H o landa y N or t eam ér ica se rec ibieron ot ras respuestas negat ivas . Con e l lo sehacia palpable que e l conci l io Vat icano no podía ser unconci l io para la unión.

Trabajos preparatorios y estatuto conciliar.

En el conci l io Tr ident ino ocurr ieron largas y pel igrosasdi lac iones debidas a haberse re legado a l conci l io mismo ladeterminación del programa y la e laboración de las mater ias de las negoc iaciones . P ara e vi tar que volviera a surgi re l mismo inconveniente , la comis ión cardenal ic ia d i r igentedel conci l io optó por formar c inco subcomis iones para su

gación del Conci l io ; 3) La comis ión de las Igles ias Or ientales y de las Mis iones , pres idida por e l cardenal Barnaba(17 miembros) ; 4) la comis ión pol í t ico-ecles iás t ica di r ig idapor e l c a rdena l Re i sach ( 2 6 m iem bros ) .

Todas las comis iones , inc luso la d i r igente l lamaron ensu ayuda a pe r i t o s no só lo rom anos , s i no t am bién de o t r a spa r t e s . D e A lem an ia s e convocó en t r e o t ro s a l o s p ro f e so r e s H e t t i nge r y H e rgen ró the r de W ürzburgo , y H e fe l e , deTub inga , au to r de l a Historia de tos Concilios; en cam bio ,no se invi tó a l reconocido jefe de la escuela his tór ica deteología en Alemania , e l profesor Ignacio Dol l inger , de Munich, porque, según se di jo , habia asegurado a l papa queno aceptar la la invi tac ión, aunque la verdadera razón fues in duda e l habe r se hecho pe r sona poco g r a t a po r sus con

ferencias sobre la soberanía temporal del papa. De Franciase l l am ó a l c anón igo G ay de Po i t i e r s , que hab i a de pa r t i c i par in tensamente en la redacción de la const i tuc ión dogmát i ca ; de Ing l a t e r r a , hab i éndose negado N ew m an , a l r ec to rde l Sa in t Edm ond ' s Co l l ege de W es tm ins t e r ; de España , a lp ro f e so r de Cá d i z , Lab rador . Las g r andes ó rdenes e s t abanrep re sen t adas po r sus m e jo re s cabezas ; de l a Com pañ ía deJesús , los teólogos dogmát icos Per rone, K leutgen, Franzel iny Sch rade r .

Las subcomis iones emprendieron sus tareas ya en 1868.Basá ndose en l a s p ropos i c iones hechas po r l o s ob i spos ( co lec t ivamente o en par t icular ) , y por los super iores de ór denes e laboraron esquemas para cada una de las mater iasde del iberación. El resul tado pr incipal de es ta labor in tensa de preparación fue la publ icación de un es ta tuto pocoantes de la aper tura del conci l io , e l 27 de noviembre de1869. Habia s ido preparado s iguiendo e l consejo de Hefeley con su colaboración. El derecho de proposic ión fue reser -

vado a l papa , como a cabeza de l conc i l io ; para la fo rmulac ión de los decre tos fueron prev is tas cua t ro de legac ionespermanentes , de 24 miembros cada una , a e leg i r por e l concilio, que t raba ja r ían ba jo la d i recc ión de uno de los c incopres iden tes (Re isach , De Luca , Bizzar r i , B i l io y Capa l t i ) .

mavera de 1869 se h izo pa ten te que e l conc i l io Vat icano sehabía conver t ido , con t ra toda expec tac ión , en un acontec i mien to a l tamente po l í t i co .

El 6 de febre ro aparec ió en la «Civ i l t á Ca t to l ica» , l arevista oficiosa quincenal de los jesuítas, un art ículo t i tula

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A és tas se t ransmi t ían los esquemas e laborados por l as subcomis iones . Sobre las p ropues tas p resen tadas por los ob is pos hab ía de dec id i r l a l l amada de legac ión para e l p rograma(de propos i t i s ) nom brada por e l pap a . Pa ra l as asamb leas

p lenar ias (congregac iones genera les ) y ses iones so lemnes sees tab lec ió un orden de l d ía . Como secre ta r io de l conc i l iohabía s ido nombrado ya e l 27 de abr i l de 1869 e l ob ispo deSt . Pó l ten , Fess le r .

La pues ta en marcha de l conc i l io Vat icano se hab ía p re parado incomparab lemente mejor que la de todos los an te r io res . Incomparab lemente más v ivo fue también e l in te réscon que la op in ión públ ica mundia l aguardaba e l conc i l io .P or p r im era vez en la h i s to r ia de los conc i l ios , la p rensa ye l t e légra fo la pondr ían a l cor r ien te de los acontec imien tos .

Los artículos de la «Civiltá Cattolica» y la opiniónpública europea.

En la bu la de convocac ión de l conc i l io de Tren to se hab ía inv i tado a l emperador , a l rey de Franc ia y a todos lospr ínc ipes cristianos a participar en e l conc i l io persona lmente o por medio de de legados . La bu la de convocac ión de l

conc i l io Vat icano no conten ía t a l género de inv i tac ión , s inosó lo un deseo , expresado en té rminos genera les , de que lospr ínc ipes ca tó l icos cont r ibuyeran a l buen éx i to de l conc i l io .No es d i f íc i l ad iv inar e l mot ivo de es te cambio de ac t i tud :se quería evitar la injerencia del estado en los asuntos inte r io res de l conc i l io . En la escena de l Vat icano no aparecenlos «oradores» que se observan en Jos cuadros de l conc i l iode Tren to . Desde luego , n i e ra pos ib le , n i se p re tendía quelas po tenc ias se des in te resaran comple tamente . En la p r i

d o Correspon dencia de París, según e l cua l se esperaba enFranc ia que e l p róx imo conc i l io def in iese por ac lamaciónlas doc t r inas conten idas en e l «Syl labus» , p r inc ipa lmente Jade la in fa l ib i l idad de l papa . E l a r t í cu lo , que hab ía s ido com

pi lado en la nunc ia tura de Pa r í s con escr i tos de ec les iá s t i cos f ranceses , reproduc ía puntos de v i s ta como los que hab ía expues to Luis Veui l lo t en e l per iód ico «L 'Univers» .Veui l lo t no esperaba nada de los deba tes conc i l i a res , corr ientes en los sínodos anteriores: a la efusión del Espíri tuSanto en la p r imera f ies ta de Pen tecos tés , dec ía , no hab íanpreced ido d i scus iones de n ingún género .

El a r t i cu lo de la «Civ i l t á» cayó como una bomba y laexpec ta t iva c rec ió has ta e l parox ismo. Dól l inger , con e lpseudónimo «Janus» , publ icó en la «Augsburger Al lgemeine

Zei tung» c inco a r t í cu los : El papa y el concilio, en los que ,apoyándose en a rgumentos h i s tó r icos , no só lo rechazaba laidea , ev iden temente exagerada , de la in fa l ib i l idad de l papa que sos ten ían V eui l lo t , e l ing lés W a r d y sus ad ic tos , s inoque combat ía l a au tor idad misma de l papado con una v i rulenc ia desconoc ida desde los t i empos de Sarp i . Los a r t í cu losse publicaron en jul io en forma de l ibro. El efecto que produje ron en la op in ión públ ica de Alemania fue ta l que losescr i tos en cont ra , como e l Anti-Janus d e H e r g e n r ó t h e r , a p e

nas s í pudie ron a tenuar lo . Inc luso desencadenaron una acc ión d ip lomát ica .

En una c i rcu la r de 9 de abr i l de 1869 , e l p res iden te de lconse jo de Bavie ra ponía en guard ia a los gobie rnos de loses tados cont ra l as pos ib les consecuenc ias en e l t e r reno pol í t ico de una definición de la infal ibi l idad del papa. En vanoesperó una in te rvenc ión co lec t iva de las po tenc ias : los j e fesde l gobie rno de las dos grandes po tenc ias , P rus ia y Aus t r ia ,Bismarck y Beus t , se mantuvie ron a l a expec ta t iva , negán-

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dose en par t icu la r a nombrar enviados para e l conc i l io ,cosa en que la Ig les ia no hab ía s iqu ie ra pensado . «La par t i c ipac ión en un conc i l io de todos los poderes de l es tado» ,escr ib ía Bismarck a su embajador en Roma, Arn im, e l 26de mayo, «se apoya en un te r reno ex t raño , inex is ten te ya

También la mayor ía de los ob ispos a lemanes , reun idosen Fulda ba jo la p res idenc ia de l a rzobispo de Colonia , Mel -cher , en una car ta de 4 de sep t iembre a l papa , cons idera ban «menos oportuna» la definición de la infal ibi l idad pont i f i c ia . Median te una pas tora l co lec t iva se es forzaron por

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para noso t ros , en una re lac ión en t re e l Es tado y la Ig les iaque per tenece ya a l pasado» , que ha cambiado ya completamente . Bismarck pensaba en e l conc i l io de Tren to y suobservac ión es innegablemente exac ta .

E l gobie rno f rancés , cuyas t ropas garan t izaban desde1849 la existencia del Estado de la Iglesia, no dejó de ins i s t i r en e l derecho de l emperador de Franc ia a env ia r unrepresen tan te a l conc i l io (d i scurso de l p res iden te de l conse jo ,Ol l iv ie r , e l 11 de ju l io de 1869) . S in embargo , Napoleón n irenunc ió , con gran sa t i s facc ión de l papa , a env ia r un embajador a l conc i l io , por más que e l decano de la Sorbona ,Mare t , l e hab ía inc i tado a e l lo , a f in de hacer f racasar «proyec tos dañosos para la Ig les ia y e l Es tado» .

Mare t , en un l ib ro de gran apara to Sobre el concilio ge-

neral y la paz religiosa (1868) y en su apolog ía de l mismoEl papa y los obispos ( 1 8 6 9 ) , h a b í a p r o p u g n a d o u n a c o n cepc ión de la Ig les ia moderadamente ga l icana : no son losposeedores de la in fa l ib i l idad e l papado o e l ep i scopado ,s ino e l papado y e l ep i scopado . En es te respec to Veui l lo tle t ra tó de heres ia rca . En su per iód ico publ icaba d ia r iamente l is tas de part idarios de su idea de la infal ibi l idad. Unp a r t i d o i n t e r m e d i o c a p i t a n e a d o p o r e l a r z o b i s p o d e P a r í s ,Darboy , y por Dupanloup , ca l i f i caba de no opor tuna la definición de la infal ibi l idad pontif icia. No hay, decía Dupanloup en sus «Observac iones» , neces idad de def in i r l a in fa l ib i l idad , pues duran te 18 s ig los ha bas tado la doc t r ina dela in fa l ib i l idad de la Ig les ia ; en Tren to se hab ía p resc ind i do de la def in ic ión para ev i ta r d ivergenc ias en t re los ob is pos; la infal ibi l idad, que no carecía de grandes dif icultadesh is tó r icas y teo lóg icas , cons t i tu i r ía una bar re ra para lasig les ias o r ien ta les y para los p ro tes tan tes y conduc i r ía aconfl ictos con el estado.

l l f i

ca lmar la exc i tac ión que re inaba en la op in ión públ ica : «Elconc i l io no ha de es tab lecer p r inc ip ios nuevos , s ino los quela fe y la conciencia os han escri to ya en el corazón.» Enc a m b i o , l o s a r z o b i s p o s D e c h a m p s , d e M a l i n a s , y M a n n i n g ,d e W e s t m i n s t e r , s e c o n s t i t u y e r o n e n p r o p u g n a d o r e s d e c i d i dos de la definición. A la cabeza de los infal ibi l is tas franceses iban e l ca rdena l de Burdeos , Donne t , y P ie , ob ispode Po i t i e r s .

.Aperíura.

«Grandiosa , indescr ip t ib le» , t a l fue la impres ión que produjo a l ob ispo de Bi rmingham, Ul la thorne , l a ses ión de aper tu ra de 8 de d ic iembre de 1869 . Como au la de l conc i l io se

había e leg ido e l t ramo derecho de la nave t ransversa l deS a n P e d r o . E n o c h o f i l a s e s c a l o n a d a s s e s e n t a b a n 6 4 2 p r e lados con , derech o de vo to , los ob ispos con c apa s p luv ia lesbordadas de p la ta y b lancas mi t ras . Los func ionar ios de lconcil io, la oficina con los taquígrafos que registraban lasses iones , es taban sen tados en e l p lano . A ambos lados hab ía t r ibunas para los t eó logos e inv i tados de honor . A la v i s ta de todos se l evan taba e l a l t a r ; sobre un t rono es taba co loc a d a l a S a g r a d a E s c r i t u r a . « N u n c a a n t e s d e h o y — d e c í aUl la thorn e —, ha v i s to e l mu ndo un a asam blea semejan te

de pre lados , sea que se cons idere su número , o l a ca l idad desu cu l tu ra y lo vas to de su exper ienc ia .» Cuando añadía«que nunca conc i l io comenzó con mejor y más san ta unani midad», tenia también razón si se piensa en la f irmeza de lafe y en la f idelidad a la Iglesia de los obispos, pero hayque restr ingir algo la afirmación, si se recuerdan sus diferentes posiciones en las cuestiones sobre la infal ibi l idad quehabían surg ido an tes de l conc i l io .

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2) la necesidad de la revelación divina, 3) la esencia de lafe, 4) la relación entre la fe y la ciencia.

Debates sobre cuestiones de cura de almas.

que a veces "dormita también el buen Homero"...» «Se debían también eliminar historias apócrifas y poco felices homilías, como la de san Gregorio sobre el inminente fin delmundo.» El presidente: «El objeto de las deliberaciones esla vida de los eclesiásticos; el orador ha expresado ya sufi

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En la pausa entre los dos debates sobre el decreto de lafe, es decir, del 8 de enero al 22 de febrero, se ocupí elconcilio de cuestiones de disciplina eclesiástica y de cura

de almas, sobre las cuales habían llegado multitud de ponencias de todas las partes del globo, ocupando unas 300columnas de a folio. Las condiciones de la cura de almas,que variaban de país a país explican el que los esquemastrazados por la comisión preparatoria distaran mucho dehallar la aprobación incondicional de los obispos; al contrario, fueron sometidos a un análisis sin miramientos. Elarzobispo Darboy, de París, lamentaba que sólo se hablasede las obligaciones de los obispos y de sus vicarios generales, sin hacer alusión a sus derechos; faltaba en los esque

mas un planteamiento claro de los problemas, conforme ala condición de los tiempos. Le daba la sensación de queel que los había redactad o fuera un. hom bre que miraba almundo desde el fondo de una cueva. Los cardenales Schwrar-zenberg, de Praga, y Matthieu, de Besangon, echaban de menos en el esquema prescripciones a los cardenales y a losoficiales de la curia. Aquí corrió por cuenta de Strossmayerel que nadie se aburriera durante hora y cuarto que durósu oración.

En el esquema sobre el modo de vida de los eclesiásticos se trató del Breviario. El obispo Verot, de Savannah,echaba de menos una mejor selección de las lecciones delos santos Padres: «Confieso que no puedo leer sin distraerme la homilía de san Agustín sobre los 38 años del paralítico en la piscina de Bethesda (Joh. 5, 5).» A lo cual el presidente: «Ruego al reverendísimo orador se exprese con másrespeto sobre los santos Padres.» Verot: «Eminencia, mi deseo es hablar de los santos Padres con todo respeto, sólo

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cientemente su deseo de reforma del Breviario.»Ciertamente no era fácil impedir las digresiones de los

oradores al tratar de temas de tal envergadura.Con ocasión de las conversaciones sobre la introducción

de un catecismo único en toda la Iglesia (8-22 de febrero)surgió la mayor divergencia de opiniones acerca de la utilidad de los catecismos de san Roberto Belarmino y sanPedro Canisio. Los esquemas fueron reformados y una vezmás discutidos en mayo, pero ninguno de ellos quedó maduro para la publicación. Parece haberse comprendido quela uniformidad en este terreno no era posible y ni siquieradeseable. No se utilizó en las discusiones la enorme cantidad de preciosos materiales que se habían amontonado enlas delegaciones para las órdenes religiosas, para los ritos

orientales y las misiones. Sin embargo, varios decenios después prestaron buenos servicios, juntamente con los mate-nales sobte la disciplina eclesiástica, en la ptepatación delnuevo Código de derecho canónico.

Se agudiza la cuestión de la infalibilidad.

Entre tanto, la cuestión de la infalibilidad del papa, que

ya antes del concilio tanto había excitado y dividido losánimos, se convirtió en el tema dominante. Los frentes sehabían formado ya en diciembre, al momento de elegirse ladelegación para las cuestiones de la fe. Bajo la direccióndel cardenal Manning, al que apoyaban el arzobispo De-champs, de Malinas, y los obispos Senestrey, de Ratisbona,y Martin, de Paderborn, los infalibilistas habían formadouna lista de la que estaban excluidos todos los adversariosde la infalibilidad pontificia. Éstos, en su mayoría france-

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ses (Matthieu, Darboy, Dupanloup y otros), austro-húngaros(Schwarzenberg, Rauscher, Simor, Haynald) y alemanes(Melchers, Hefele, el obispo de Maguncia, Ketteler) constituyeron una lista contraria, que no lograron, sin embargo,llevar adelante. Los portavoces de la infalibilidad, animados por este éxito, acordaron el 23 de diciembre recoger

cuestiones de fe había que atenerse a la «unanimidad moral» del concilio. ¿Con qué criterio se había de determinarel número de votos requeridos para destruirla? Sobre ellono había ninguna norma.

Otra consideración se impone todavía. Desde fines deaño estaban enfrentados dos «partidos». Al emplear este tér

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firma s en pro d e la definición d e la infalibilidad pontificia.A fines de enero dirigieron una petición al papa acompañada de 380 firmas. El memorial presentado por parte dela minoría llevaba sólo 140.

Los infalibiíistas, con sus métodos demagógicos, habíandespertado tales recelos en la minoría que ésta consideró comouna tentativa de mayorización las disposiciones complementarias sobre el estatuto del concilio publicadas el 22 de febrero. Cualesquiera que fueran las intenciones de sus promotores, no se puede negar que contribuyeron a disminuirla duración de los debates, de que se sentía tanta necesidad.Se trataba de tres disposiciones importantes: 1) ya antes decomenzar los debates se podían presentar por escrito pro

posiciones de enmienda, 2) el modo de votar consistiría enlevantarse o permanecer sentado, 3) la ponencia de diezpadres al final de un debate debía tomarse en consideración.

Lo cierto es que las disposiciones complementarias eranuna innovación. El estatuto del concilio de Trento, redactado posteriormente por Masarelli y, por lo tanto, no oficial,no contenia tales restricciones de las discusiones orales. Estedocumento fue suministrado a la minoría por el prefectodel Archivo secreto Vaticano. Cinco protestas contra la innovación salidas de las filas de la minoría, quedaron sinefecto.

Si se consideran los hechos sin pasión, con la debidadistancia histórica, ocurre espontáneamente la pregunta: ¿Dequé manera se podía acelerar la marcha arrastrada del concilio y lograr un resultado positivo, si los casi 700 votantes,que en manera alguna estaban ligados por una disciplina departido como en los modernos parlamentos, podían usarde la palabra sin restricción? La minoría pretendía que en

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mino debemos, sin embargo, añadir, que no se trataba departidos como en los parlamentos; sobre todo, no eran fracciones con sus reuniones periódicas y su disciplina de partido. Los partidos del concilio eran sencillamente agrupa

ciones de miembros que, respecto a una cuestión absolutamente concreta sentían de una misma manera, movidosexclusivamente por una decisión de su conciencia personal.Nada sería más descaminado que aplicar al concilio nuestros conceptos corrientes, aunque, desde luego, no se puedan negar ciertas analogías.

Eco en toda Europa.

Aunque se mantuvo secreto el contenido de los debates,no podían pasar inadvertidos los contrastes que se producían en el seno del concilio. La prensa se encargaba deatizar el fuego. Veuillot, que estaba personalmente en Roma,proveía de información a su periódico «L'Univers». «TheTablet», órgano de los católicos ingleses, editaba un suplemento sobre el concilio. De ningún valor eran los reportajes del corresponsal de «The Times», Mozley, por basarseen informes de segunda mano. Mucho mejor informado esta

ba el redactor de las «Cartas romanas del concilio», que conel pseudónimo «Quirinus» aparecían en la «AugsburgerAllgemeine Zeitung». Recibía los materiales de dos discípulos de Dóllinger, Lord Acton y Friedrich que, en íntimocontacto con el cardenal de curia alemán, Hohenlohe, enviaban a Munich sus reportajes a través de la embajada deBaviera en Roma. Todavía más crítica era la hoja volante«Lo que pasa en el concilio» (Ge qui se passe au concile),

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que se publ icó en mayo en Par ís . Los pres identes del conci l io juzgaron necesar io protes tar públ icamente cont ra e l la .El mismo Dól l inger a tacó violentamente , e l 21 de enero, e lescr i to de la mayor ía sobre la infa l ib i l idad: «Nadie , escr i bía , desde e l pr incipio de la Ig les ia has ta nues t ros días , hacre ído en la infa l ib i l idad del papa.» Fueron numerosas las

Debate sobre el primado g la iniálibilidad del papa.

El esquema «De la Igles ia de Cr is to», de que se t ra tóen todas es tas d iscus iones , es taba desde e l 21 de enero enmanos de los padres . En los c . 1-10 contenía la doct r ina

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adhesiones que rec ibió , pero e l teólogo Scheeben «con inm enso do lo r» — a l r ec o rda r l o s ti em pos en que D ó l l i nge rhab ía s ido un o de los l íderes del ca tol ic ismo a lem án — l lamó a l ar t ículo una «declaración de guerra cont ra e l con

ci l io». Ket te ler , ant iguo disc ípulo de Dól l inger , aunque eramiembro entus ias ta de la minor ía , abandonó a su maest ro .Los escr i tos polémicos de Dupanloup, Ket te ler , Hefele ,Dechamps y muchos ot ros autores sobre e l problema de lainfa l ib i l idad l lenan es tantes enteros . La opinión públ ica europea di r ig ía sus miradas a Roma.

En marzo hubo todas las apar iencias de que fueran ainterveni r a lgunas de las grandes potencias . El pr imer minis t ro inglés , G ladstone, informado uni la tera lmente por

D ó l l i nge r y A c ton , a cabó po r r enunc i a r a su p royec to . EnFrancia , e l minis t ro del cul to , Daru, amigo de Dupanloup,t ra tó s in resul tado de ganar para su causa a l pres idente delconsejo , O l l iv ier . En cambio, e l canci l ler aus t r íaco, Beust ,daba ins t rucciones e l 11 de febrero a l embajador en Romapara que hic iera presente a Antonel l i que los cánones contenidos en e l esquema sobre la Ig les ia de Cr is to , que aúnno se habían discut ido y t ra taban de las re lac iones ent rela Igles ia y e l Es tado, podían abr i r un abismo ent re lasdos ins t i tuc iones . A Antonel l i le preocupaban tanto todos

es tos incidentes que e l 25 de marzo se presentó en personaal papa abogando por que fuera re t i rado e l esquema sobre la infa l ib i lidad. P ío ix repl icó: «¡Yo abr i ré la m archa!»

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sobre la Ig les ia en genera l ; los c . 11-12 t ra taban del pr imadodel papa, y los c . 13-15 de la pos ic ión de la Ig les ia respecto a los poderes sec ulares . El 6 de marz o, conforme, a l memorial de los infalibil istas, se añadió al c. 11 un anejo sobre

la infa l ib i l idad del papa. La tens ión se acentuó a l propagarse e l rumor de que se iba a procurar hacer aceptar poraclamación e l dogma de la infa l ib i l idad. Era infundado. Elesquema sobre la Ig les ia se t ra tó conforme a los es ta tutos .

En marzo y abr i l se fueron presentando y se impr imieron las proposic iones escr i tas de enmienda. Llenaban 346columnas de a fol io . Basándose en es tas propuestas de enmienda la delegación de la fe reformó los anter iores c . 11y 12 del esquema y e l 9 de mayo los presentó divididos ya

en cuat ro capí tu los , de jando de lado los res tantes . El 13 dem ayo com enzó e l m em orab l e deba t e .

Desde un pr incipio formó e l problema de la infa l ib i l idadel punto cent ra l . El arzobispo Dechamps, s in dejarse l levarde exageraciones como las del seglar Veui l lo t y las delardiente Manning, expuso que la infa l ib i l idad del papa noera personal , pues era inherente a la función, n i absoluta ,pues es taba l igada a determinadas condic iones . Por la par tecontrar ia presentó Hefele las d i f icul tades his tór icas con quechocaba la def inic ión, en par t icular la «cues t ión de Hono

r io». El ú l t imo adversar io de la def inic ión, Maret , hablóel 3 de junio . En to ta l habían hablado 39 oradores en prode la def inic ión, y 26 en cont ra ; aún quedaban 40 oradoresen la l i s ta . Entonces subió a la t r ibuna e l secre tar io delconci l io , Fess ler , y not i f icó que 150 padres habían sol ic i tado la c lausura del debate , pues no era de esperar que apar ec i e r an nuevos pun tos de v i s t a . La pe t i c i ón fue ap robada ,aunque con p ro t e s t a s po r pa r t e de l a m ino r í a .

i

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La conclus ión del debate genera l no cor taba en maneraalguna la palabra a la minor ía , pues aún es taba pendienteel debate especia l sobre e l texto de cada uno de los capí tu los . 12 0 o r ado re s hab í an ped ido l a pa l ab ra . En l a con gregación genera l , que duró del 15 de junio a l 4 de ju l iohablaron en pro de la infa l ib i l idad 35 oradores , y 22 en

Definición del primad o pontificio.

Antes de ocuparnos del desenlace de es tos esfuerzos , esnecesa r i o vo lve r a t r á s pa r a t r a t a r de l deba t e e spec i a l queversó sobre los c . 1-3 del esquema del 9 de mayo y duró

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contra . Es te modo de expresarse es inexacto: los adversar iosde la definición no lo eran de la infalibil idad sin más. Comocon gran c lar idad lo manifes tó e l cardenal Rauscher , e l losl igaban la infa l ib i l idad del papa a l parecer y a l tes t imoniode la Ig lesia univ ersa l . P or eso acog ieron con júbi lo e l s igu i en t e p royec to de canon p r e sen t ado po r e l a r zob i spoGuidi , de Bolonia , e l 18 de junio: «Quien di jere que e lpapa , a l da r una dec i s i ón dogm á t i ca , ob ra a rb i t r a r i am en tee independientemente de la Ig les ia , sea anatema.» St ros-sm aye r ab razó a l o r ado r y l o m i sm o D echam ps que D arboyvieron en la propuesta la base de un posible compromiso.

Por lograr ta l compromiso se esforzaba ya desde febrero un «par t ido in termedio» capi taneado por e l arzobispo

de Bal t imore , Spalding, par t ido con e l que s impat izabanpersonal idades inf luyentes de la cur ia , como también e l genera l de los jesuí tas , Beckx. De él fo rm aban pa r t e en t r ee l episcopado f rancés e l cardenal Bonnechose , de Ruán, e larzobispo Laviger ie , de Argel , y e l obispo Forcade, deN eve r s ; t am bién e l ob i spo U l l a tho rne , de B i rm ingham , cu yas car tas del conci l io se cuentan, por su imparcia l idad,ent re las mejores fuentes de es tos dramát icos acontecimientos . El par t id o medio se dis tanció de los ext remis tas (M an-ning de la mayor ía , Dupanloup de la minor ía) y se esforzópor lograr una formulación aceptable para todos de la doct r ina de la infa l ib i l idad. «Aunque modesto e ingra to , supapel no fue inút i l» (Auber t ) .

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del 6 a¡ 14 de jun io. Su obj eto fue la insti tución (c. 1) , laperma nencia (c . 2 ) y la ampl i tud (c . 3) del pr imad o pon tificio.

Los dos pr imeros capí tu los no ofrecieron ser ias d i f icul tades , pues habla unanimidad sobre la in terpre tac ión delas palabras del Señor en Mat . 16, 18 y Juan 21, 15,as í como sobre la t ransmis ión de la potes tad pr imacia l desan Pedro a sus sucesores . El capí tu lo tercero , en cambio,era muy escabroso. La re lac ión ent re la potes tad pr imacia ly la episcopal se había discut ido violentamente desde losconci l ios del s ig lo quince: la d ivers idad de pareceres enTren to hab í a pues to en pe l i g ro e l conc i l i o . A hora s e adoptaba en el esquema en cuestión la definición del concilio

Florent ino de la unión, pero con una c láusula ac lara tor ia :la potes tad pr imacia l de l papa es una potes tad episcopalordinar ia e inmedia ta sobre toda la Ig les ia y todas las ig les ias par t iculares , pero no supr ime la potes tad ordinar ia einmedia ta de los obispos en sus propias dióces is . A l cardenalRausche r y a l ob i spo de A nge r s , F r eppe l , an t e r i o rm en teprofesor en la Sorbona, se debió e l que , mediante a lgunasmodif icaciones del texto , se h ic iera comprensible la coexistencia de las dos potes tades ordinar ias . La inmedia ta responsabi l idad de los obispos ante Dios se reforzó con e l adi

t am en to «es t ab l ec idos po r e l Esp í r i t u San to» (H echos 2 0 ,2 8) co mo sucesores de los apósto les . P or o t ra par te , por in i c ia t iva de Manning, que en es te par t icular contaba con e lapoyo del papa, se in t rodujo en e l canon anejo la fórmula:e l papa posee «toda la p leni tud de la suprema potes tad»(totam plenitudinem huius supremae potestatis).

La de l egac ión adop tó só lo cua t ro de l a s 7 2 p ropues t a sde enmienda, incorporándolas a l texto . La def inic ión de!

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pr imado, h is tór icamente la más impor tante del conci l io , recibió así su forma definitiva, según informe del obispo deTreviso, Zinel l i , de 5 de ju l io . Los dos pasajes decis ivosrezan: «Así pues , renovamos la decis ión del conci l io genera lde Florencia , según la cual todos los f ie les cr i s t ianos debencreer que la santa sede apostól ica y e l papa de Roma poseen

una deliberación, en la que se fi jó el texto definitivo de ladefinición de la infalibil idad. El pasaje decisivo decía: «Queel papa de Roma, cuando habla ex caíhedra, es decir, cuando desempeña su función como pas tor y maest ro de todoslos cr i s t ianos y decide def ini t ivamente en vi r tud de su suprema autor idad ecles iás t ica que una doct r ina sobre la fe o

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el pr imado sobre toda la t ie r ra y que precisamente e l papade Roma es sucesor de san Pedro, pr íncipe de los apóstoles ,verdadero vicar io de Cr is to y , como cabeza de toda laIgles ia , es padre y maest ro de todos los cr i s t ianos; y queen la persona de san Pedro le ent regó nues t ro Señor Jesucr is to la p lena potes tad de apacentar , regi r y gobernar atoda la Ig les ia , como también se cont iene en las ac tas delos conci l ios genera les y en los santos cánones .» Despuéscont inúa la def inic ión: «P ero es mu y a jeno a la verd ad queta l potes tad del sumo y supremo sacerdote menoscabe lapotes tad ordinar ia e inmedia ta de la jur isdicc ión episcopal ,en vi r tud de la cual los obispos que, es tablecidos por e lEspí r i tu Santo , han sucedido en lugar de los apóstoles ,

apacientan y r igen, como verdaderos pas tores , las greyesque les han s ido as ignadas , cada uno la suya; antes b ienes ta potes tad es protegida , consol idada y defendida por e lsupremo y universa l pas tor . . . »

La definición de la infalibilidad pontificia.

En la congregación genera l de 11 de ju l io e l obispo de

Bres sanone , G asse r , du ran t e cua t ro ho ra s i n fo rm ó ex t ensa mente y con notor ia imparcia l idad sobre la labor de la delegación acerca del capí tu lo cuar to del esquema de decre tore la t ivo a la infa l ib i l idad del papa: se había debido teneren cuenta 144 propuestas de enmienda. Dos días despuésse votó sobre es te capí tu lo . Fue e l d ía cr í t ico del conci l io :451 padres votaron «s í» (placeí), 88 «no» (non placet),62 votaron «s i con condic ión» (placet iuxta modum). L aspropuestas de enmienda del tercer grupo exigieron todavía

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las costumbres debe ser tenida firmemente por cierta portoda la Iglesia, goza, por razón de la asistencia divina, quele fue promet ida en la persona de san Pedro, de la infa l i b i l idad de que e l d ivino Salvador quiso es tuviera provis ta

su Igles ia a l de terminar def ini t ivamente sobre una doct r inatocante a la fe o a las cos tumbres ; y que, por consiguiente ,tales decisiones definitivas del romano pontífice son porsí mismas, y no por el asentimiento de la Iglesia, irreformables .»

Este texto , cuya úl t ima f rase excluía la cooperación dela Iglesia en las decisiones doctri nale s pontificias (exigidacomo necesar ia por la minor ía de los obispos) , fue aceptadoen la últ ima congregación general del concilio de 16 de ju

l io por cas i todos los votos de los 552 obispos presentes .Si se compara es te número de votos con e l de la votaciónprecedente , sa l ta inmedia tamente a la v is ta una notable di ferencia . ¿Dónde habían quedado los demás votos?

El 15 de ju l io , una delegación de la minor ía , compuestapor e l arzobispo de Par ís , Darboy, y los de Gran, Simor ,y de Munich, Scherr , y por los obispos Ginoulhiac , de Gre-noble , y Ket te ler , de Maguncia , habían a ú l t ima hora supl icado a l papa que a f in de fac i l i ta r la aceptación unánimedel decre to , se supr imieran la fórmula de la p leni tud de la

potes tad en e l te rcer canon y las palabras «y no por e lasentimiento de la Iglesia», y que en lugar de éstas se inser tara un pasaje de es te tenor : El papa, a l dar una decis ióndoct r inal infa l ib le , debe apoyarse en e l tes t imonio de lasigles ias (par t iculares) . El papa desechó es tas modif icacionesporque no quer ía in jer i rse en las decis iones del conci l io .Entonces la minor ía , b ien mermada numéricamente , deci dió a ins t igación de Dupanloup ausentarse de la ses ión so-

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lemne y emprender el viaje. 55 padres pertenecientes a laminoría dirigieron al papa una carta colectiva justificandoeste paso.

En la cuarta sesión del concilio, del lunes, 18 de julio,se aprobó por 533 votos positivos y 2 negativos (Fitzgeraldde Little Rock y Riccio de Cajazzo) la constitución «Pastor

por lo menos en parte, la laguna que había dejado el concilio Tridentino; la doctrina de la Iglesia como un todo;que tampoco había sido definida en Trento, pero estabacontenida en el primitivo esquema del concilio Vaticano,no llegó a tratarse. Si se da una mirada retrospectiva, sesiente uno inclinado a descubrir una razón providencial:los «tiempos de la Iglesia» no hablan despuntado aún.

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Aeternus» y al mismo tiempo se acordó la suspensión delconcilio. Durante la sesión descargó una fuerte tormenta.Por hora y media se sucedieron relámpagos y truenos. «Ja

más he visto escena más impresionante», escribía el corresponsal de «The Times», Mozley. Cuando se llevó al papael resultado de la votación, era la obscuridad tan densa quehubo que encender un candelabro para que Pío ix pudieraleer el texto de la confirmación: «Definimos con asentimientodel santo concilio todo, según ha sido leido, y lo confirmamos en virtud de la autoridad apostólica.»

Aceptación y contradicción.

Al día siguiente de la sesión estalló la guerra franco-prusiana. Dos meses después, el 21 de septiembre, ocupabanla ciudad de Roma las tropas piamontesas. Desde entoncesfue Pío ix el «prisionero del Vaticano». Por el momento nohabía que pensar en reanudar el concilio que, hasta hoy,no se ha clausurado formalmente.

Los dos decretos dogmáticos del concilio Vaticano, encuanto fueron aceptados en presencia del papa e inmediata

mente confirmados por él, tienen, conforme al modelo delos concilios de Letrán, la forma de constituciones pontificias. Definen dos sectores del dogma católico que intriganal hombre moderno. La constitución «Dei Filius» de 24 deabril de 1870 precisa la relación entre la fe y la ciencia,el conocimiento de fe y el conocimiento racional; la constitución «Pastor Aeternus» de 18 de julio de 1870 establecela amplitud de la potestad primacial del papa y la infalibilidad del magisterio pontificio. Esta última definición colma,

El concilio Vaticano no emanó decretos disciplinares,como lo habían hecho casi todos los anteriores concilios.Pero la discreta labor preparatoria concerniente a todos los

sectores de la cura de almas, que se llevó a cabo en lascinco comisiones preparatorias y en las correspondientes delegaciones, no ca yó en el vacio. P ío X en su reforma legislativa y los padres del nuevo código eclesiástico, el Codexluris Canonici, se surtieron de los materiales acumuladosentonces.

Dos días después de la sesión de clausura, escribía Du-panloup: «Se ha decidido contra nosotros. Ni una sola palabra que pudiera interpretarse en mal sentido.» Ningún

obispo de la minoría rehusó la sumisión. La mayor partelo hicieron en seguida, algunos necesitaron tiempo para acomodarse interiormente con la decisión: así Hefele y Haynald;el último en notificar su sumisión, en diciembre de 1872,fue Strossmayer. Por mucho que en el concilio hubierandiscrepado los pareceres en cuanto a los detalles, una mismaactitud de fe católica unía a todos los obispos. En el mundo entero se recibió con júbilo a los obispos a su regresoa sus patrias. Cuando el 10 de noviembre hizo su ingresoen Baltimore el arzobispo Spalding, le aguardaba una mu

chedumbre de 50.000 almas, se echaron al vuelo las campanas de todas las iglesias católicas y en solemne cortejo sele acompañó a la catedral. Otro tanto en Inglaterra, enIrlanda, en Bélgica; en Francia, donde la polémica antesdel concilio y durante él había levantado las mayores oleadas, no surgió la menor oposición. El conde Montalembert,amigo de Dupanloup y de Dóllinger, murió el 13 de marzode 1870, antes de que tuviera lugar la decisión. Pocos días

antes de mor i r había escr i to , cas i nos a t revemos a deci rprofé t icamente : «A pesar de todas las apar iencias cont rar ias , tengo la f i rme persuas ión de que, t ras muchas amarguras y tormentas , es ta cr i s i s acabará por ser sa ludable ypur i f icadora .»

Más di f icul tades encontró la aceptación de la decis iónconci l iar en los países de habla a lemana. Los obispos a le

la Santa Sed e e l año 1855, pues hab ía cam biado la par tecon t r ayen t e . La t en t a t i va de H ungr í a de ap l i ca r con t r a l apubl icación de los decre tos un «placet» sacado de la t rastera ec les iás t ico-pol í t ica , se es t re l ló cont ra la protes ta delpr imado Simor: n ingún es tado había impedido la publ icac ión de los decre tos .

Éstos han pasado a la conciencia ca tól ica de la Ig les ia .

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manes declararon en una pas tora l colect iva de 30 de agosto : «El magisterio infalible de la Iglesia ha decidido, el Espí r i tu Santo ha hablado por boca del v icar io de Cr is to y

del episcopado en unión con é l ; por tanto , todos , obispos ,sacerdotes y fieles, deben acatar con fe firme estas decisiones com o ve rdades r eve l adas po r D ios . » U na m ayor í a ap l a s tante obedeció a es ta exhor tac ión; no as í una par te de losinte lec tuales . Su cabeci l la era Dól l inger .

El arzobispo Scherr , a su regreso a Munich, d i jo a Dól l inger que le rec ibió en la es tac ión: «¡Vamos a l t rabajo!»Dól l inger repl icó: «¡Por la v ie ja Igles ia!» El arzobispo: «Nohay más que una Igles ia .» Dól l inger : «Han creado unan u e v a . »

En una con fe r enc i a o rgan i zada po r D ó l l i nge r en N üren -berg, un grupo de profesores e in te lec tuales declaró e l 25de agosto a l conci l io Vat icano como no ecuménico y negaron la l iber tad de sus decis iones . Dól l inger mismo, que, t rasre i terados requer imientos del arzobispo, se negó a someterse , fue exco mulga do e l 17 de abr i l de 1 871. Sus adhe rentesse agruparon en la ig les ia de los «Viejos Catól icos» y e l14 de junio de 1873 e l ig ieron por su obispo, en Colonia ,a l ex-profesor de teología de Bres lau, Reinkens , quien poco

después rec ibió , en Deventer , de manos de un obispo jansenis ta la consagración episcopal . La protección que otorgóel es tado prus iano a los ec les iás t icos vie jocatól icos fue unode los mot ivos del «Kul turkamp f» (comb ate po r la cul tura )p rus i ano . D e m ane ra aná loga s e com por tó Bav i e r a , dondeel minis t ro de cul tura , Lutz , consideró las decis iones vat i canas como pel igrosas para e l es tado. Aust r ia las tomócom o p re t ex to pa r a denunc i a r e l conco rda to conc lu ido con

El i r remediable abismo ent re la Ig les ia y e l mundo cul tom ode rno que t em ían m uchos obse rvadore s , i nc luso av i s a d o s , no ha sobrevenido. Los papas que han sucedido a

P ío IX , sobre todo su inm edia to suceso r , León xm, han e jer c i tado con sus encíc l icas e l magis ter io ordinar io en mayorg rado que l a m ayor pa r t e de sus an t eceso re s , pe ro r a r a sveces se han decidido a dar declaraciones ex cathedra, ú n i cas que son obje to de def inic iones pont i f ic ias . La autor idadmoral del papado ha crecido incesantemente .

Ojeada retrospectiva. Panoramas.

Una mirada re t rospect iva a la h is tor ia de los conci l iosecuménicos puede ser para e l lec tor un mot ivo de medi tac ión, d is t in ta para e l ca tól ico , para e l protes tante o parael gr iego or todoxo, y aún más dis t in ta s i e l lec tor no esc r i s t i ano . N o p r e t endem os o rdena r en c i e r t a m ane ra l o spuntos de medi tac ión, s ino desgranar s in r igor lógico a lgunas ref lexiones , con las que no pocos lec tores es tarán segu ram en te de acue rdo .

En pr imer lugar , se of rece a la consideración la geogra

f ía de los conci l ios y e l consiguiente «problema de comunicaciones». Si t razamos una l inea que pase por las d iversassedes de los conci l ios , resul ta una curva que par t iendo delpuen t e eu roas i á t i co en que e s t á n s i t uadas N icea , Cons t an -t inopla , Éfeso y Calcedonia , pasa por Roma, cont inúa porFranc i a y po r l o s pa í s e s de hab l a a l em ana y po r Fe r r a r a -F lo r enc i a y Tren to vue lve o t r a vez a Rom a . O cho de l o sveinte conci l ios ecuménicos se ce lebraron en e l or iente

griego, que iba a la cabeza de la especulación teológica enla antigüedad; los doce restantes se reparten entre tres grandes núcleos de la cristiandad occidental, Italia, Francia yAlemania: Roma va a la cabeza con seis concilios. No esesto una pura materialidad, como pudiera parecer; es mucho más: demuestra ¡a posición del papado como guía y laimportancia de estos tres países para la marcha interna de

Sería tentador detenerse en semejantes reflexiones dehistoria de la civilización. Hay, sin embargo, una todavíamás importante, que se impone a lo largo de la historia delos concilios. Si se compara la historia de la Iglesia con untapiz en el que estén entretejidas sus vicisitudes, aparecenlos concilios como el dibujo que se va repitiendo en el tapiz,

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la Iglesia.En diecinueve de los veinte concilios es el mismo en

sustancia el estado de Jas comunidades. Se viajaba a pie, a

caballo y por mar. Los miembros de los antiguos conciliosdisponían, como dignatarios del imperio, de las vías de comunicación imperiales con las etapas de relevo estatales,que ya no existían en la edad media. Por eso se explica elque sean relativamente raros los obispos portugueses, irlandeses o escandinavos en los concilios de la alta edadmedia, lo cual no se debía sólo a las distancias, sino alcosto de tales viajes, tanto más sensibles para quien, comoaquel obispo irlandés del tercer concilio de Letrán, cifrabasu existencia en el producto de sus tres vacas. Tenemosnoticia de viajes conciliares de enorme duración. Bartolomé de Martyribus abandonó su sede episcopal de Bragael 24 de marzo de 1561 y, por España y el sur de Francia,llegó a Trento el 18 de mayo, invirtiendo, por tanto, en elviaje poco menos de dos meses. No menos molesta, y a lavez peligrosa, era la travesía por mar. Una de las dos naves que debían conducir al segundo concilio de Lyon, a losenviados bizantinos, naufragó en el cabo meridional delPeloponeso, salvándose sólo uno de los pasajeros. El es

pañol Martín Pérez de Ayala refiere en su autobiografíaque a su regreso del segundo período legislativo de Trento,hubo de permanecer tres semanas en Ibiza, detenido por losvientos contrarios y el peligro de los piratas. Por primeravez los miembros del concilio Vaticano tuvieron a su disposición el ferrocarril y los barcos de vapor, razón por lacual este concilio se vio más frecuentado que todos los precedentes.

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aunque siempre con detalles distintos. Precisamente nuestramanera histórica de considerar a la Iglesia es de tal condición que a primera vista en el teatro de los acontecimientos históricos hace más impresión lo variable que lo per

manente.Por lo pronto, ¡qué cambios en la puesta en escena!

Constantino el Grande en su residencia de verano en Nicea,en medio de los obispos, que han asistido al gran cambiohistórico, habiendo, en parte, pasado por la prueba de lapersecución. Dos emperatrices, Pulqueria e Irene, que tienenparte en la organización y se encargan de la proteccióndel concilio de Calcedonia y del segundo de Nicea. Multitudes entusiastas que se exaltan celebrando al «theotokos»

que acaba de sacar triunfante Cirilo de Alejandría. Unpapa rey, Inocencio m, en su iglesia episcopal de Letrán,rodeado por la corona de dignatarios de toda la cristiandad,unida todavía en la fe. El suspiro lleno de presentimientosde Tadeo de Suessa cuando ve apagarse los cirios en lacatedral de Lyon después de la deposición de Federico H.Los miles y miles de almas que se apiñan ante la lonja deConstanza cuando, después de 39 años de cisma, se oyeproclamar: ¡Tenemos papa! La modesta procesión de obispos que, a los 28 años de la ñjación de las tesis de Witten-

berg, penetran en la catedral de Trento para iniciar el concilio más reciamente combatido y más prolongado de todoslos tiempos.

En esta sucesión de estampas se observa una mudanzacontinua de personajes, los participantes en los concilios,y de substancia espiritual, a saber, las tareas y las materiasde deliberación de los mismos.

Los más antiguos concilios y los más recientes tienen de

común e l haber s ido conci l ios puramente de obispos . Enel in termedio vemos ampl iarse e l c í rculo de par t ic ipantes ,que se ext iende a los abad es — signo de la impor ta nciadel mona cato p ara la cr i s t iandad oc cidenta l —, a los representantes de corporaciones ec les iás t icas , como los cabi l dos y las univers idades , en f in , a los representantes de lospoderes seculares . En los conci l ios de la a l ta edad media

Ha cambiado e l es ta tuto de las del iberaciones . Poco sabemos sobre las del iberaciones de los dos pr imeros conci l ios ,como tampoco de los de Let rán antes de Inocencio m, porno habe r se r edac t ado p ro toco los . P e ro en l o s ca sos en quese han conservado las ac tas , las ses iones de los ant iguosconci l ios dan la sensación de discus iones ext remamente ani m a d a s .

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es tá representada no sólo la Ig les ia , s ino toda la cr i s t iandad, bajo su aspecto espi r i tua l y temporal . En vano se pretende descubr i r en Basi lea una especie de par lamento ec le

s iás t ico .Las mater ias de consul ta han var iado también. La razón

pr imera y e l obje t ivo pr incipal de los ant iguos conci l iosfue la solución de cont rovers ias doct r inales mediante la f i ja c ión conceptual de los dogmas cr is t ianos fundamenta les . Loscánones en que se concre tó su ac t iv idad legis la t iva eranuna añadidura , desde luego muy impor tante en e l te r renoadminis t ra t ivo, l i túrgico y pas tora l ; durante medio mi leniofueron las colecciones de cánones norma de vida de la Ig le

sia y en ellos se basa desde el siglo once la ciencia delde r echo canón i co .

En Jo s concilios d e la alta edad media interesa, antetodo, poner orden en la Ig les ia y en e l mundo. Regulanla e lección papal y los cargos ec les iás t icos , d isponen t reguas de Dios e impuestos de cruzada, condenan a here jes ,precisamente como per turbadores del orden ecles iás t ico ysocial. Desde fines del siglo trece la reforma eclesiástica, t itu lada en lo suces ivo «reforma de la cabeza y de los miembros», const i tuye e l tema capi ta l de los conci l ios y s igue

s iéndolo has ta que l lega a ser Trento senci l lamente e l conci lio de la reforma. El mismo concilio traza la l ínea divisoriaent re la doct r ina ca tól ica y la protes tante . Cismas papalesestán a la orden del día en el segundo y tercer concilio deLetrán, y aún más en e l conci l io de Constanza . Cismas e t i -t re las Ig les ias de Or iente y Occidente ocupan a l oc tavoconci l io , cont ra Focio , as í como al segundo conci l io de Lyony a l de Fe r r a r a -F lo r enc i a .

Las ses iones cambian de carácter en la edad mediapara conver t i r se en ac tos f inales canónico- l i túrgicos , en losque se recapi tulaba lo anter iormente t ra tado en las asam

bleas plenar ias o congregaciones genera les , que desde lareforma conci l iar del s ig lo quince const i tu ían e l núcleo dela ac t iv idad conci l iar . Junto a e l las adquieren cada vez másimpor tancia las delegaciones , e legidas o nombradas parala preparación de los decre tos . El es ta tuto de las negociaciones fue en e l conci l io Vat icano obje to de violentas polémicas . Los conci l ios son en verdad asambleas ec les iás t icas , perodado que la Iglesia es Iglesia en la t ierra, en su historia repercute e l va ivén de re lac iones ent re Igles ia y Estado has ta

caer en e l campo magnét ico de la gran pol í t ica . Para Constant ino e l Grande fue la convocación del N iceno un casode pol í t ica . Jwstiniano pretendía, mediante el segundo con ci l io de Constant inopla , l igar más es t rechamente con e l imper io a l Egipto monof is i ta . En e l pr imer conci l io de Lyonse depuso a un emperador . Fel ipe e l Hermoso l levó adelanteen Viena e l proceso de los templar ios a f in de sanear susf inanzas. Fran cisco I de Franc ia sab oteó e l conci l io de T ren to porque veía en é l un acrecentamiento de la potenciade Car los v . Incluso e l conci l io Vat icano, en cuya convoca

c ión se tuvo buen cuidado de descar tar a las potencias ,ocupó a los grandes hombres de es tado de la época, G lads-tone y Bismarck.

Sólo quien considere superf ic ia lmente la h is tor ia verá enes tos mot ivos pol í t icos de los convocantes , as í como en susrepercusiones pol í t icas , la función capi ta l de los conci l ios .Como tampoco ser ía menos superf ic ia l pasar por a l to lopermanente en la cont inua suces ión de los fenómenos .

Algo permanente es la cooperación de la cabeza y losmiembros del cuerpo de Cr is to en la profes ión de una fecomún y en la rea l ización de las tareas que impone a losapóstoles y a sus sucesores e l encargo de Cr is to de mis ióny de cura de a lmas . Las palabras del Señor : «Como meenvió e l padre , as í os envío yo; id y enseñad y baut izada todas las gentes ; yo es toy con vosot ros has ta e l f in de los

«oposic ión», y has ta se puede deci r que un conci l io s inoposic ión infundir la sospechas de no ser un conci l io l ibre .La oposic ión de los ant ioquenos en Éfeso, como la de losa le jandr inos en Calcedonia desempeñó una función en labúsqueda de l a ve rdad . La e scue l a agus t i n i aná en Tren tocontr ibuyó a que en e l decre to de la jus t i f icación se dieramás vigoroso re l ieve a l papel de la fe y de la jus t ic ia de

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t iempos» legi t iman e l empeño de los obispos reunidos enconci l io de ordenar la doct r ina y la d isc ipl ina ec les iás t icas .La conciencia de gozar de la as is tencia del Espí r i tu Santo

en la práct ica del magis ter io es en e l los exactamente tanviva como en los apóstoles que encabezaban su decis ióncon las palabras : «Nos ha parecido a l Espí r i tu Santo y anosot ros .»

La as is tencia del Espí r i tu Santo que, según la doct r inacatól ica , garant iza la infa l ib i l idad de las decis iones conci liares, no excluye en modo a lguno los esfuerzos in tensos pordescubr i r la verdad, s ino que los presupone y los impone.En una comunidad se l lega a descubr i r la verdad a t ravés

del d iá logo de dos in ter locutores , mediante un torneo in tel ec tua l . Com o dondequ i e r a que l a s pe r sonas l uchan m utua m en te po r la verdad, también en los concilios s e paga t r i bu to a l o hum ano , y a l o dem as i adam en te hum ano : l opr imero lo quiere Dios , lo segundo únicamente lo permi te .Se podrá pensar lo que se quiera sobre los métodos deCir i lo en Éfeso o sobre los de Inocencio ív en e l segundoconci l io de Lyon, pero no por eso habrá que poner en te lade ju ic io la legi t imidad de los resul tados de ambos conci l ios. El t r ibuto de humanidad que pagan los conci l ios es

e l t r ibuto que debe sa t i s facer la Ig les ia v is ib le por su vis i bi l idad en medio de los hombres .

Los esquemas conci l iares no son todavía decis iones . Nopor ans ia de cr i t icar , s ino por deber de conciencia señalaronlos padres del conci l io Vat icano las def ic iencias de los esquemas disc ipl inares , como fue también deber de concienciael que e l pres idente velara por e l orden y e l progreso enlas negociaciones . En los conci l ios hay «par t idos» y hay

Cris to . También los par t idos de cent ro tenían su des t inoprovidencia l . Como fueron los neonicenos quienes pusieronfin a la disp uta so bre el ófJioúaioi;, as i tambié n en el V a

t icano e l par t ido del cent ro cont r ibuyó a ac larar la esenciay los l ímites de la infalibil idad pontificia.

Un conci l io debe saber to lerar la presencia de e lementosdiscordantes , como el obispo Marte l l i , de Fiésole , e l imper tér r i t o p ropugnador de l o s de r echos ep i s copa l e s en e l T r iden -t ino, y e l obispo St rossmayer , fogoso defensor de la l iber tadde palabra en e l Vat icano. Un conci l io debe incluso mantenerse a f lo te en medio de las in t r igas , como las urdidas porSimonet ta y Manning, en la conf ianza de que a l f in la ver

dad y sólo la verdad ha de t r iunfar . El que a menudo enlos conc i l i o s s e p roceda m uy hum anam en te , no a rguye nada ,con t r a su autoridad: más bien es una confirmación de sul iber tad. Una asamblea de gentes que a todo di jeran amén,no ser ía un conci l io , s ino una car ica tura de conci l io .

* * #

Su San t i dad Juan xxm , a l anunc i a r un Conc i l i o Ecu ménico e l 25 de enero de 1959, ha desment ido las voces delos que decían que la definición de la infalibil idad en el con

ci l io Vat icano había s ido e l f in de los conci l ios . El r igorinter ior y exter ior de la const i tuc ión de la Ig les ia que, superando e l cent ra l i smo f i scal de la edad media , comienzaen Trento y a lcanza su apogeo en e l conci l io Vat icano, sed i s t i ngue m arcadam en te de l a s d i c t adu ra s , ya que no sup r i m e, ni puede supr imir , la v ida propia y la propia responsabi l idad de los miembros . P or eso conser van los conci l iosecuménicos su función en la vida histórica de la Iglesia.

Quizá se pueda incluso i r más le jos y deci r : Nuest rost iempos rec laman un conci l io y fac i l i tan su organización.Esto úl t imo es a todas luces evidente . La rapidez de in

formación y la fac i l idad de comunicaciones han supr imidolas dis tancias ent re las par tes más remotas del g lobo, demodo que la convocación de un conci l io es hoy día inf in i tamente más fác i l que en cualquier t iempo pasado. Desde e l

or ienta les y reformadas? Y en caso de respuesta af i rmat iva ,¿en qué forma se debe rea l izar? El derecho canónico t ienees tablecido quiénes hayan de par t ic ipar en un conci l io ecuménico; s in embargo, no parece fuera de propósi to e l pensarq u e , a imi tac ión de los conci l ios medievales , para determinados efectos se pueda ir más allá de los l ímites fi jados.

La más alta misión de los concilios ecuménicos fue siem

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punto de vis ta puramente técnico ser ía pos ible reuni r unconci l io en una semana. La t ransmis ión de las invi tac iones ,que en los reducidos l ími tes del mundo grecorromano o de

la cr i s t iandad occidenta l exigía meses enteros , podr ía hoyreal izarse en horas , a pesar de hal larse los des t inatar ios dis persos por las c inco par tes del mundo.

Mucho más impor tante es e l o t ro aspecto , e l de neces i dad. El mundo ha a lcanzado una unidad desconocida enot ros t iempos. Focos pol í t icos de explos ión, como Corea oel Tibet , in teresan a l europeo lo mismo que Hungr ía o Berl ín . El in tercambio de productos rebasa las f ronteras y losocéanos . El encargo universa l de mis ionar conf iado por

Cris to no t ropieza con las mismas barreras que en e l pasado,los problemas de las mis iones son ya en todo e l r igor de lapalabra nuestros problemas, una cuestión de ex i s t enc i a pa r ala Igles ia y has ta para e l cr i s t ianismo. Se deben superarlas reacciones de los pueblos de Asia y de Áfr ica anteel colonia l i smo; e l europeísmo de los métodos de evan-gel ización debe ser descar tado con una bien ponderada acom odac ión .

¡Qué de posibi l idades no ofrece un conci l io ecuménicopara hal lar soluciones obje t ivas y es tablecer lazos ent re los

hom bres !La solución de c ismas , la res tauración de la unidad de

la fe y de la Iglesia ocupó a la mayoría de los concilios.Sal ta a la v is ta que t ras medio s ig lo de movimiento ecuménico s in par t ic ipación de la Ig les ia , e l problema de launidad de los cr i s t ianos se ha hecho más agudo que nunca.Y aún queda completamente por resolver es ta cues t ión: ¿Sedebe interesar a los obispos y a la dirección de las iglesias

pre sa lvaguardar la predicación de la fe mediante la del i mi tac ión neta de la doct r ina ca tól ica f rente a los er roresdel t iempo; ha habido conci l ios que no dic taron disposic iones

disc ipl inares , pero ninguno que no refutara a lgún er ror oexcluyera de la Ig les ia a a lgún here je , N ingún er ror de nuest ros t iempos debe preocupar más que la desf iguración, porno deci r des t rucción, del concepto cr i s t iano del hombre bajoel inf lu jo de doct r inas socia les a teas . N inguna verdad defe exige con tanta urgencia ser precisada , en nues t ros «t iempos de la Ig les ia», como el concepto mismo de Igles ia .

La historia de la Iglesia no es profecía. No tiene lapresunción de dar a los guías responsables de la Ig les ia

un consejo que nadie le p ide . Sólo aspi ra a servi rse del conocimiento del pasado para aguzar su vis ión del presente ysu mirada hacia el fu turo .

F U E N T E S E I N D I C A C I O N E S B I B L I O G R Á F IC A S

Las indicaciones que damos a continuación no prefen-

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den, naturalm ente, ser una bibliografía científica de la his~toria de los concilios g ni siquiera una selección de la misma.Su objeto es doble: indicar con más precisión los trabajosde los autores que he utilizado y, cuando se daba el caso,

citado en mi texto sin dar una referencia exacta de la obra;también he querido dar a conocer al lector los medios deque puede servirse, si desea profundizar sus conocimientosde la materia.

Obras generales.

Ningún sector de la h is tor ia ec les iás t ica , n i s iquiera lahagiograf ía , se v io tan pronto provis to de compi lac iones ocolecciones de fuentes como la historia de los concilios. Sólodos generaciones después de la invención de la imprenta ,e l año 1524, aparecía ya en Par ís la colección, todavía bastante incompleta , en dos tomos, de decre tos y ac tas de losconci l ios , de Jacques Mer l in . Los padres del conci l io deTrento ut i l izaron una ampl iac ión de es ta obra por e l f ranc i s cano Ped ro Crabbe , de M a l ina s , cuya p r im era ed i c ión endos tomos (1538) y la segunda en t res (1551) sa l ió delas prensas de Quente l , en Colonia ; de la tercera edic iónen cuat ro tomos se encargó e l car tu jo Lorenzo Sur ius , en1567, y de la cuar ta en c inco tomos, e l canónigo de Colonia , Sever ino Bini , en 1606.

Estas pr imeras colecciones de conci l ios contenían únicamente textos la t inos . Los pr imeros textos or iginales gr iegosaparecieron en la edic ión romana de los Concilia generalia,única de carácter of ic ioso, promovida por Sixto v y publ i cada bajo Paulo v , de 1608 a 1612 . Luego se pusieron losf ranceses a la cabeza: la edic ión de Par ís , «edi t io regia»,de 1644 era una impres ión de lu jo en 37 volúmenes de afolio. Esta edic ión fue aventa jada en contenido por losSacrosancta concilia de los dos jesuí tas FELIPE LABBÉ y G A BRIEL COSSART, que apa rec ió en Pa r í s en 17 vo lúm enes(1671-1672) y a la que volvió a hacer venta ja la Collectioregia máxima del jesuíta JUAN HARDOUIN, en 12 vo lúm enes ,

que por dificultades de la censu ra no l legó a pub l i ca r se ha s t a qu ince años después de su p r e p a r a c i ó n , el 1725. Eracon m ucho , la mejor de las edic iones conocidas has ta ent onces , com o e l abo rada con más pene t r an t e c r i t i c a .

En tonces vo lv i e ron a t o m a r la dirección los i ta l ianos .B a s á n d o s e en los t r aba jos de los f ranceses , SEBASTIÁN C O -LETI, pa r t i endo de la colección de Labbé -Cossa r t , pub l i cóen Venecia (1728-1733) una colección de 23 tomos; final

de la Iglesia (Barcelona 2 1 9 5 9 ) . S o b r e la posic ión de los

conci l ios en la his tor ia del d e r e c h o y adm in i s t r a t i va o r i en t aH . E. FEINE, Kirchliche Rechtsgeschichte ( 2 1954) . S igues iendo c lás ica la o b r a de P. HINSCHIUS, Kirchenrecht m

(1883) 325-666.

Sobre la primera parte.

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m ente Juan D om in i co M ans i , su Amplissima collectio, en31 vo lúm enes , en Flo renc i a ( 1759-1798) . La colección de

MANSI es t o d a v í a en nues t ro s d í a s la obra « s t anda rd» defuentes para la his tor ia de los conci l ios . Así se expl ica que

P e t i t y M ar t in hayan cu idado una re impres ión en L y o n( 1 8 9 9 - 1 9 2 7 ) , que en 60 tomos cont iene , además de los ant i guos , los conci l ios genera les y los más im por t an t e s de lospa r t i cu l a r e s del siglo xvi al xix.

U na v i s t a de conjunto sobre el or igen de es tas coleccione s más an t i guas de conci l ios da el bened i c t i no H. QUENTIN,/ . D. Mansi, et les grandes collections conciliaices (1900) .

Só lo de los conci l ios ecuménicos tercero al qu in to y delos concilios de Cons t anza , Bas i l ea , Fe r r a r a -F lo r enc i a yTren to poseem os ed i c iones m ode rnas de fuentes , publ icadasa base de nuevos e s tud ios sob re m anusc r i t o s . Las m enc io

n a r e m o s en las secciones correspondientes .E n H a r d o u i n y M a n s i se b a s a la vasta exposic ión dela h is tor ia de los conci l ios de C. J. H EFELE, más t a rde ob i s p o de R o t t e n b u r g , Conciliengeschichte, 9 t om os (los t om os8 y 9 por F. HERGENRÓTHER; de los 1-6 hay segunda ed i c ión ) , 1855-1890 . Es t a ob ra « s t anda rd» fue t r aduc ida al f rancés y pues t a al n ive l de la i nves t i gac ión m ode rna por elbenedic t ino H. LECLERQ, Histoite des Concites, 1907-182 1 .Ambas obras l legan sólo has ta el quinto conci l io de Le t r á n ;la cont inuación por P. Richard, re la t iva al concilio de T r e n to , apa rec ió en 1930-31 . Una v i s t a de con jun to , aunque incom ple t a , de la bibl iograf ía rec iente sobre his tor ia de los

conci l ios cont iene mi a r t í cu lo : Nouvelles données sur l'his-toire des Concites, en «Cahiers d 'h is to i re mondia le» 1 (1953)164-178. A r t í cu los sob re los conci l ios en gene ra l y brevesexposic iones sobre los conci l ios en pa r t i cu l a r se pueden l ee ren las grandes encic lopedias teológicas , ent re las que sólom enc iona ré el Dictionnaire de théologie catholique (desde1903) , el Lexikon für Théologie und Kirche (desde 2

1957) y

Die Religión in Geschichte und Gegenwart (desde 3 1957) .Las decis iones de fe de los conci l ios en su t ex to o r i g ina l

se hal lan en H. DENZINGER, Enchiridion symbolorum ( 3 1 1 9 5 7 ) ,ob ra t r aduc ida al cas te l lano bajo el t í tu lo de El magisterio

L a más impor tante edic ión de fuentes , notablemente másampl ia que la de M a n s i , son los Acta Conciliorum Oecu-

menicorum,ed. por EDUARDO SCHWARTZ,

cua t ro s ecc ionesen 25 vols . (1914-40) , que cont ienen las fuentes de los conci l ios ecuménicos 3.°, 4." y 5.°. De los num erosos e s tud iosq u e a c o m p a ñ a r o n a la grande ob ra , me l imito a c i t a r :E . SCHWARTZ, Ueber die Bischofslisten der Synoden von

Chalkedon, Nicaea und Konstantinopel: A b h a n d l u n g e n derB a y r . A k a d . der W iss . , Ph i l . -H i s t . K l a s se NF 1937, 13.S o b r e la convocac ión y confirmación de los ant iguos conci lios dio la p a u t a F. X. FUNK, Kirchengeschichtliche Abhandlungen und Untetsuchungen i (1897) 3 9 - 1 2 1 . A c e n t u ó másq u e F u n k la función de los p a p a s en los ant iguos conci l iosC . A. KNELLER, Papst und Konzil im ersten Jahrtausend, en

«Zei tschr i f t für K athoüsche Théo log i e» 27 (1903) 1-36,391-42 8 , con la con t i nuac ión de los años s iguientes ; rec ientemente , F. DVORNIK, Emperors, Popes and General C o « n -cils, en « D u m b a r t o n O a k s P a p e r s » 6 (1951) 1-23. Conc i sa ,pero segura exposic ión de las controvers ias t r in i tar ias ycr is to lógicas en K. B I H L M E Y E R — T . T Ü C H L E , Kirchenges-chichte I (

12 1951) . Los cá nones de los conci l ios de la an t i güedad e s t á n r eun idos con c l a r i dad en la obra del mismot í tu lo de F. LAUCHERT (1896) . Las ci tas en el t ex to se refieren a la Bibliothek der Kirchenváter de KÓSEL.

P a r a el concilio de Calcedon i a es fundam en ta l la o b r acolect iva de los jesuí tas de St. G e o r g e n - Franc fo r t , con o c a

sión del centenario de 1951: A. GRILLMAIER — H. B A C H T ,Das Konzil von Chalkedon. Geschichte und Gegenwart,3 vo l s . ( 1951-54 ) . P a r a el es tud io del ambiente pol i t ico ycul tura l , sobre todo de los úl t imos conci l ios de la a n t i g ü e d a d es imprescindible G. OSTROGORSKY, Geschichte des by~

zantinischen Staates (2 1 9 5 2 ) . Los pasa j e s de la c rón i ca de

Teófanes r e l a t i vos al 7." conci l io ecuménico, en L. BREYER,Bilderstreit und Arabersturm in Byzanz (1957) . Sobre Foc io ,F . DVORNIK, Le Schisme de Photios, Histoire et légende(1950) .

165

Sobre la segunda pacte.

Las fuentes pr incipales se hal lan en Mansi y en losA na l e s Ec l e s i á s t i cos de Rayna ld . Conv i ene adem á s consu l tar las h is tor ias de los papas . Sobr ia y segura es la deF. X . S E P P E L T , Geschichte dev Pápste u- iv (1955-57) . Animada, pero a veces unilateral en el juicio, la de J. HALI,ER,Das Papstttm m-v (1952-53) .

lac ión sobre las negociaciones con Benedic to xm es tá to

m ada de F . E H R L E , Mactin von Alpartils Chronica actita*torum tempocibus Benedicti XIII (1906) .Sobre e l conci l io de Constanza: además de la p intores

ca Chronik Ulrichs von Richental (ed. de M. R. BUCK, 1 8 8 2 ) ,e l gran reper tor io de fuentes de H . FINKE, H . H EIM P EL yJ. HOLLNSTEINER, Acta concilii Constantiensis, 4 vols. (1896-1 9 2 8 ) . V é a s e H . FINKE, Bilder vom Konstanzer Konzil(1903); el mejor resumen en J. HOLLNSTEINER, Die Kircheim Ringen um die christliche Gemeinschaft (1940) 269-294.

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Sigue s iendo bás ica para comprender e l paso de la edadant igua a la edad media A . HAUCK, Die Rezeption undUmbildung dev allgemeinen Synode im Mittelatter, en «H i s -tor ische Vier te l jahrschr i f t» 10 (1907) 456-482 . P ara los datos

sobre la composic ión personal de los conci l ios medievaleshe seguido a G . TANGL, Die Teilnehmec an den AllgemeinenKonzilien des Mittelaltecs (192 2 ) ; pa r a e l 4 . g conci l io deLetrán he ut i l izado además a H . TIIXMANN, Papst Inno-cenzlll (1954) .

De suma impor tancia para la pos ic ión de los Papasrespecto a los conci l ios de Lyon son los es tudios deST. KUTTNER, Die Konstitutionen des ecsten AllgemeinenKonzils von Lyon, en «S tud i a e t D ocum en ta H i s to r i a? e tIuris» 6 (1940) 71-110; Conciliar Law in the Making. TheLyonese Constitutions (1274) of Gregory X in a Manuscciptat Washington, en «Miscel lanea P ió P aschini I I» (1949)39-81 . P ar a e l conci l io de Vie na es fundamen ta l la monogra f í a de E . M Ü LLER (de la escuela de H . Finke) , OasKonzil von Vtenne (1934) .

Sofcre la tercera parte.

B. TIERNEY, Fondations o í the Conciliar Theocy (1955)ha descubier to las ra ices de la teor ía conci l iar en la c ienciacanónica . Acerca de su papel en la composic ión del grancisma s igue s iendo fundamenta l e l sól ido es tudio de F. BLIE-

METZRIEDER, Das Generalkonzil im Grossen AbendlándischenSchisma (1904) . Se puede consul tar también a H . HEIMI>EL,Dietcich von Niem (1932 ) ; V . MARTIN, Les origines duGallicanisme, 2 vo l s . ( 1939) ; E . F . JACOB, Studies in theConciliar Epoch (1943) ; J . G ILL, The Council of Florence,(1959) .

Fuentes del conci l io de P isa de 1409: J . VINCKE, Actaconcilii Pisani, en «Romische Quar ta lschr i f t» 46 (1938) 81-331. Del mismo autor : edic ión de Briefe zum Pisaner Konzil(1940) y Schrifstücke zum Pisaner Konzil (1942 ) . La r e -

16 6

La publ icación de fuentes más impor tante sobre e l conci l io de Basi lea : Concilium Basiliense, ed. por J. HALLER,H . HERRÉ y C . BECKMANN, 8 vols . (1896-1936) . Igualmente

sob re e l conc i l i o de Fe r r a r a -F lo r enc i a : Concilium Florenti-num, ed. del Pont i f ic io Ins t i tu to Or ienta l de Roma, 6 vols .(1940-55) . Véase sobre e l par t icular e l es tudio del d i rector de es ta publ icación, G . HOFMANN, Papato, conciliarismo,patriarcato (1940) .

Una visión de conjunto del influjo ulterior de la teoríaconciliar en el siglo xv y a principios del xvi, en el primerlibro de mi Geschichte des Konzils von Trient (2 1951) .

Sobre la cuacta parte.

Hay una edic ión of ic ia l de los decre tos del conci l iode Tren to , im presa en 1564 po r Pab lo M anuc io y s egu ida deinnum erab l e s r e im pres iones . Edición facsímil del au tóg ra fode Massare l l i de las s ie te pr imeras ses iones , con excelenteint roducción de St . KUTTNER, Decreta septem pciorum ses-sionum Concilii Tridentini sub Paulo III (1945) . Breve h i s tor ia del or igen de los decre tos , en A . M IC H A EL, Le s d e cre te du concite de Trente (1938) . La ve rdade ra ob ra deconsul ta , aún no terminada es e l Concilium Tridentinumde la GORRES-GESELLSCHAFT; has t a aho ra 12 vo l s . (1901-1950) , que cont ienen diar ios , protocolos , car tas y t ra tados .La his tor ia sumamente accidentada de la inves t igaciónsobre e l conci l io Tr ident ino se puede leer en H . JEDIN, DasKonzil von Trient. Ein Ueberblick über die Erforschungseiner Geschichte (1948) . La prehis tor ia inmedia ta del conci l io y su pr imer per iodo de ses iones es tán descr i tos en miG esch i cn í e de s Konzils von Trient, 2 vo l s . ( 1950 /57 ) ; so bre e l ú l t imo per íodo se puede consul tar mi l ibro , Krisisund Wendepunkt des Tvientec Konzils (1941) . H e dadotambién una vis ión de conjuntó de las publ icaciones del centenar io , antes y después de 1945, en la obra colect iva de

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G . SCHREIBER, Das Weítkonzil von Trient i (1960) 11-31.

H . JEDIN, ¡Rede- und Stimmfreiheit auf dem Konzil vonTrient, en «His tor isches Jahrbuch» 75 (1956) 73-93 . Sobrelos ca tá logos impresos de par t ic ipantes : G . ALBERIGO, Ca -taloghi dei partecipan íi al concilio di Trento editi duranteil medesimo, en «Rivis ta d i Stor ia del la Chiesa in I ta l ia»10 (1956) 345-373; 11 (1957) 49-94; el mismo, / vescoviitaliani al concilio di Trento (1958) . C. GUTIÉRREZ, Españoles en Trento (1951) . Sobre la e jecución: L. PASTOR,

T A B L A C R O N O L Ó G I C A

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Geschichte der Pápste, VII-XI (véase la t raducción españolade R . Ru i z A m ado ; Historia de los papas, (1911) . Relaciónsobre la ejecución en Italia: G. ALBERIGO, Studi e pro-blemi relativi all' applicazion e del concilio di Trento in Italia:

en «Revis ta s tor ica i ta l iana» 70 (1958) 239-298.

Sobre la quinta parte.

Los protocolos del conci l io Vat icano, en la cont inuaciónde la Amplissima Collectio de MANSI p o r P ETIT , t om os49-53 (192 3 -192 7 ) ; s i n em bargo , conv i ene t odav í a con f ron tar la Collectio Lacensis vii (1892) de los jesuítas SC H N E-EMANN y GRANDERATH, por contener p iezas de las ac tas ,que fa l tan en Mansi . La exposic ión de conjunto más c i rcunstanciada es la de Th. GRANDERATH, Geschichte des Vatika-nischen Konzils, 3. vols . (1903-1906) . Hay t raducción a lemana de la edic ión de las car tas del obispo Ul la thorne (1930) ,com ple t ada po r H . LANG en Das Vatikanische Konzil(3 1933) , de la que he tomado numerosas c i tas . Breve exposic ión por J . SCHMIDLIN, Papstgeschichte der neuestenZeit I I (1934) 2 55-29 2 . La m ejor es la de R. , AUBERT, Lepont i f icar de Pie IX (1952 ) 311 -367 ; véase adem á s R . A U BERT, Documents concernants le tiers parti au concile duVatican, en Festschrift Kan Adam (1952 ) 2 41 - 2 59 .

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1. P r imer conci l io de Nic ea : 2 0 de mayo a 25 de ju l io (?)de 325. Si lves t re I , 314-355. Profes ión de fe de Niceacontr a Arr io: consu bstancia l id ad del H i jo con e l P adr e .2 0 cá nones .

V . p . 19.2 . P r im er conc i l i o de Cons t an t i nop l a : de m ayo a j u l i o de

381. D á m aso I , 366 -384 . S ím bo lo N iceno— Cons t an t i no -po l i t ano : d iv in idad de l Esp í r i t u San to . 4 cá nones .V . p . 2 4 .

3. Conci l io de Éfeso: 5 ses iones , desde 22 de junio a 17 deju l io de 431 . Ce l e st i no I , 4 2 2 -432 . M a te rn ida d d iv inade M ar í a con t r a N es to r i o . 6 cá nones .V . p . 2 9 .

4. Conci l io de Calcedonia : 17 ses iones , desde 8 de octu

bre a 1 .° de noviem bre de 451 . San L eón I Mag no ,440-461 . D os na tu r a l eza s en una pe r sona de Cr i s t o .2 8. cá nones .V . p . 33 .

5. Segundo conci l io de Constant inopla : 8 ses iones , desde5 de mayo a 2 de junio de 553. El papa Vigi l io , 537-555. Condenación de los « t res capí tu los» de los nes-t o r i anos .V . p . 34 .

6 . Te rc e r conc i li o de Cons t an t i nop l a (Tru l l ano ) : 16 s e s iones , desde 7 de noviembre de 680 has ta 16 de sep

t iembre de 681 . Los pa pa s Agató n, 678-681 y León I I ,6 8 2 / 8 3 . Condenac ión dé l a doc t r i na de una vo lun t ad enCris to (monote l i smo); la cues t ión de Honor io .V . p . 37 .

7. Segundo conci l io de Nicea: 8 ses ionas , desde 24 de sept iembre has ta 23 de octubre de 787. Adr iano I , 772 -795. Significado y l icitud del culto de las imágenes.2 0 cá nones .V . p . 40 .

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8. Cu ar to conc i l io de Con s tan t ino pla : 10 ses iones , desde

5 de oc tubre de 869 has ta 28 de febre ro de 870 . PapasNico lás I , 858-867 y Adr iano I I , 867-872 . L iqu idac iónde l c i sma de Foc io . 27 cánones .V . p . 4 3 .

9 . P r im er conc i l io de Le t rán : de 18 de marz o a 6 de abr i lde 112 3 . Ca l ix to I I , 1119-1124 . Conf i rmac ión de l Con c o r d a t o d e W o r m s . 2 5 c a p í t u l o s .V . p . 5 1 .

bre de 1417 . Con denac ión de Juan Hus . Dec re to «S acro-

sanc ta» : supremacía de l conc i l io sobre e l papa ; decre to«Frequens» sobre la per iod ic idad de los conc i l ios . Concorda tos con las c inco nac iones conc i l i a res .V . p . 7 9 .

17. Conci l io de Bas i lea -Fer ra ra -F lorenc ia : 25 ses iones enBas i lea , desde 23 de ju l io de 1431 has ta 7 de mayo de1437 . Tran sfe r im ien to a Fer r a ra por Euge nio IV (1431-1447) el 18 de septiembre de 1437, defini t ivamente el

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10 . Segundo conc i l io de Le t rán : abr i l de 1139 . Inocenc io I I ,1130-1143. Cisma de Anac le to I I . 30 cap í tu los .V . p . 5 2 .

11 . Tercer conc i l io de Le t rán : 3 ses iones , de l 5 a l 19 (ó 2 2 )de marzo de 1179 . Ale jandro I I I, 1159-1181 . 2 7 cap í tu los. Mayor ía de dos te rc ios para la e lecc ión papa l .V . p . 5 4 .

12 . Cuarto concil io de Letrán: 3 sesiones, de 11 a 30 denoviembre de 1215 . Inocenc io I I I , 1198-1216 . 70 cap í tu los : p rofes ión de fe cont ra los ca ta ros ; t ransubs-tanc iac ión eucar í s t i ca ; confes ión y comunión anua l .V . p . 5 7 .

13 . Pr imer conc i l io de Lyon: 3 ses iones , desde 28 de jun io

17 de ju l io de 1245 . Inocenc io IV, 1243-1254 . Depos i c ión de l emperador Feder ico I I . 2 2 cap í tu los .V . p . 6 1 .

14 . Segundo conc i l io de Lyon: 6 ses iones , desde 7 de mayohas ta 17 de ju l io de 12 74 . Grego r io X, 12 71-1276 . Es ta tu to de l conc lave , un ión de los g r iegos , c ruzada .31 cap í tu los .V. p . 64 .

15 . Conci l io de Vien a : 3 ses iones , desde 16 de oc tubre de1311 has ta 6 de mayo de 1312 . Clemente V, 1305-1314 .Supres ión de los t emplar ios . Cues t ión de la pobreza de

ios f ranc iscanos . Decre tos de re forma.V. p . 69 .

16 . Conci l io de Cons tanza : 45 ses iones , de l 5 de noviembre de 1414 a l 2 2 de abr i l de 1418 . Com pos ic ión de lg r a n c i s m a : r e s i g n a c i ó n d e l p a p a r o m a n o , G r e g o r i o X I I(1405-14 15) e n jul io de 1415; depo sición del pa pa con c i l i a r , Juan XXII I (1410-1415) e l 29 de mayo de 1415 ,y de l av iñonés . Benedic to XII I (1394-1415) e l 26 deju l io de 1417 . E lecc ión de Mar t in V e l 11 de noviem-

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1." de ener o de 1438; de al l í a Flo renc ia el 16 de ene rode 1439. En Florencia: unión con los griegos el 6 deju l io de 1439 , con los a rmenios e l 2 2 de noviembre

de 1439, con los jacobitas el 4 de febrero de 1442. Desp lazamiento a Roma e l 25 de abr i l de 1442 .V . p . 8 9 .

18 . Quinto conc i l io de Le t rán : 12 ses iones , desde 10 demayo de 1512 has ta 16 de marzo de , 1517 . Ju l io I I , 1503-1513 y León X , 151 3-152 1 . Con t ra e l conc i lio c i smát ico de P i sa , 1511-1512 . Sobre la inmor ta l idad de l a lma .Decre tos de re forma.V . p . 9 6 .

19 . Conci l io de Tren to : 25 ses iones , desde 13 de d ic iembre de 1545 has ta 4 de d ic iembre de 1563 , repar t idas

En t res per íodos : ses iones 1-8 , en Tren to , 1545-47; 9 -11 , en Bolonia , 1547 , toda s e l las ba jo P au lo I I I (153 4-1549) . Ses iones 12 -16 , en Tren to , 1551-52 , ba jo Ju l io I I I(1550-1555) . 17-25 , en Tren to , ba jo P ío IV (1559-1565) . Doc t r ina sobre la Escr i tu ra y la Trad ic ión , pecado original y just if icación, sacramentos y sacrif iciode la Misa , cu l to de los san tos . Decre tos de re forma.V. p . 99 ,

2 0. Conci l io Vat icano: 4 ses iones , desde 8 de d ic iembre de1869 has ta 18 de jul io de 1870. Pí o IX, 184 6-1878. De finición de la doctr ina sobre la fe católica y sobre elprimado, y de la infal ibi l idad pontif icia.V . p . 1 2 7 .

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