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Biblioteca JurídicaColección

Literatura

Abelardo Leal Hernández

Justiciay

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JUSTICIA Y LITERATURA

Abelardo Leal Hernández

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Leal Hernández, Abelardo

Justicia y Literatura, Bogotá, UMB

169 páginas, 17 x 24 cm

Temas relacionados: 1. Derecho 2 Literatura 3 Justicia 4 Filosofía 5 Derechos Humanos Primera Edición

© Abelardo Leal Hernández

© Universidad Manuela Beltrán

Bogotá, Colombia

http://www.umb.edu.co

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier proceso gráfico o fónico, particularmente por fotocopia,

microfilme u offiset.

Ley 23 de 1982

Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia

Leal Hernández, Abelardo

Justicia y literatura / Abelardo Leal Hernández. -- 1a. ed. -- Bogotá : Universidad Manuela Beltrán, 2018.

p. – (Colección biblioteca jurídica)

Incluye bibliografía.

ISBN 978-958-8744-97-1

1. Derecho y literatura I. Título II. Serie

CDD: 809.933554 ed. 23 CO-BoBN– a1018876

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Universidad Manuela Beltrán

Autoridades Administrativas

GerenteJuan Carlos Beltrán Gómez

Secretario GeneralJuan Carlos Tafur Herrera

Autoridades Académicas

RectoraAlejandra Acosta Henríquez

Vicerrector AcadémicoJaiver Urrego Alfaro

Vicerrectora de investigacionesDiana Estefy Gutiérrez Galvis

Secretario académicoJhon Jairo Carvajal Acevedo

ISBN: 978-958-8744-97-1Diagramación: Robinson Hernández Torres

Diseño de portada: Robinson Hernández Torres

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ColecciónBiblioteca Jurídica

Biblioteca Jurídica es una colección en la que se reúnen textos de Derecho pensados, planeados y elaborados desde registros escriturales, diferentes, al estrictamente jurídico. En este espacio se reúnen las voces que hablan del derecho a partir de la historia, la sociología, la literatura, la filosofía, el análisis crítico y, en fin, todas aquellas disciplinas y saberes desde los que resulta válida la reflexión jurídica.

Estaba destinada esta colección a llevar este nombre. Pues las bibliotecas, son justamente los lugares de encuentro de un amplio conjunto de documentos, imágenes, historias y textos de toda naturaleza (convencionales, apócrifos, de amplia difusión, olvidados, extraños, etc.). Documentos que, gracias a la curiosidad y entusiasmo de sus lectores, cobran vida.

En este sentido, estamos convencidos de lo revitalizador y benéfico que resulta para la academia, elaborar y divulgar textos que promuevan el diálogo interdisciplinar entre los saberes, porque este puede ser uno de los espacios que posibilite la superación de los dogmas, prejuicios o puntos ciegos en los que, comúnmente, se encuentran atrapadas las disciplinas.

Ponemos a disposición de todos nuestros autores y lectores Biblioteca Jurídica, y esperamos que los textos que aquí se publican, estén llamados a perdurar.

Luis Eduardo Serrano RincónCoordinador de investigaciones, programa de Derecho

Vicerrectoría de investigacionesUniversidad Manuela Beltrán

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El hombre moderno tiene la pretensión de pensar despierto. Pero este despierto pensamiento nos ha llevado por los corredores de una sinuosa

pesadilla, en donde los espejos de la razón multiplican las cámaras de tortura. Al salir, acaso, descubriremos que habíamos soñado con los

ojos abiertos y que los sueños de la razón son atroces. Quizá, entonces, empezaremos a soñar otra vez con los ojos cerrados.

Octavio Paz

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ContenidoI. Justicia y Literatura 11

El extranjero 13El proceso y en la Colonia Penitenciaria 17Edipo rey y Edipo en Colona 19De profundis y la Balada de la cárcel de Reading 22Otelo 24Crimen y castigo 27El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde 31Los límites del dolor 34El amor a la vida 36El juicio de Pierre Rivière 40reflejo de las falencias de la justicia 40El corazón del hombre 43Apuntes sobre el debate Hart- Dworkin 47Derechos humanos e intervención 49Conclusiones 55La independencia judicial en América Latina: pasado,presente y futuro 57Introducción 57Conclusiones 69Norma fundamental y defensa de la constitución:¿mecanismos de protección de los derechoshumanos, desobediencia civil o disidencia activa? 72Planteamiento del Problema 72Hipótesis 75Marco teórico 76Conclusiones 87El papel de los medios de comunicación en laconstrucción de un mundo en paz 88

II. Interpretación filosófica y literaria 90Marcel Proust y la memoria: una búsqueda del arte yde sí mismo 91Reflexiones en torno a la escritura 105La poesía hermética 113

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Análisis del libro VII de “La República” 117La genealogía de la moral 127Percepción del hombre en Siddharta y El lobo estepario 131I. Percepción del hombre en Siddharta 131II. Percepción del hombre en El lobo estepario 138La poesía 145La poesía de José Asunción Silva: temas y vasos comunicantes 148

BIBLIOGRAFÍA 163

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I. Justicia y Literatura

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Biblioteca jurídica

La presente obra gira en torno a la justicia, analizándola a partir de libros literarios y sociológicos de grandes autores del ámbito mundial. En dichos textos campean situaciones donde sus protagonistas son injustamente acusados y juzgados; este libro busca desmenuzar tales situaciones y hacerlas patentes, recalcando las falencias y arbitrariedades cometidas por quienes administran y aplican dicha justicia, haciendo énfasis en la defensa de los derechos positivos y naturales que tiene, o debe tener, el ser humano al ser juzgado.

Se evidencian yerros como el prejuzgamiento de las personas por sus rasgos físicos, condiciones sociales o económicas, o por sus creencias morales, políticas o religiosas, entre otros. Igualmente, se aboga por una nueva concepción de justicia que busca imponer penas educativas y no meramente dolorosas, de castigo o venganza, como la pena de muerte, las torturas o cadenas perpetuas infundadas. También se pugna por la disminución o, incluso, eliminación de las penas para delitos anodinos o que no causen un daño real a la sociedad o a los individuos que la componen.

De esta manera se podrá erigir una justicia no vindicativa sino pedagógica que tenga como meta la construcción de sociedad, de convivencia entre sus miembros, y de respeto a sus normas, las cuales deben explicarse, exhibir sus fines - que deben perseguir el interés general- y, una vez el individuo las aprehenda, las respetará con convicción, pues se han hecho para proteger sus derechos y no estará inclinado a transgredirlas.

Finalmente, se analiza la independencia judicial y los factores que la amenazan, proponiendo fórmulas para defenderla y arraigarla. Se estudian los mecanismos de protección de los derechos humanos y fundamentales, tanto oficiales como alternativos, de carácter individual y grupal o nacional, dilucidando los problemas que entraña dicha protección cuando la misma defensa se perfila, a su vez, como otra violación a los derechos que se buscan tutelar.

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El extranjeroMeursault es un ser humano como cualquiera que sufre los embates

de la cotidianidad. Es un empleado de escasos recursos, vive en una pequeña habitación. Su vida está marcada por la rutina y un sentimiento de desasosiego. Fuera de esto, es víctima de la incomprensión de la sociedad y del aparato judicial, quienes no lo aceptan como es: un ciudadano que ostenta diferentes cánones religiosos. El juicio al que es sometido muestra el gran poder del ente judicial para tomar el camino que desee, interpretando los hechos y las declaraciones a sus anchas para condenar a un hombre sin ningún asidero racionalmente válido.

Se construye la imagen criminal con argumentos insustanciales. Se juzga desde la perspectiva del positivismo. No hay que probar la realidad de los hechos, no hay que buscar sustentos jurídicos. El juez los hilvana basándose en sus propios criterios y, del mismo modo, descarga críticas absurdas, ajenas al caso concreto, sobre el acusado: “Señores jurados: al día siguiente de la muerte de su madre, este hombre tomaba baños, comenzaba una unión irregular e iba a reír con una película cómica”1.

No es comprensible por qué se sacan a relucir situaciones personales aisladas del caso, que no pueden ni deben significar algún indicio de culpabilidad del sindicado. Sin embargo, todo lo que vaya en contra de la moral cristiana es asociado con la delincuencia. A Meursault se le critica que se haya divertido- o tratado de divertir- un rato después de la muerte de su madre. ¿Y es que no podía hacerlo?, ¿tenía que entregarse a la tristeza? Y por otro lado, con respecto a su unión con María Cardona: ¿es esto un delito por no estar casados? o mejor: ¿eso lo hace culpable del asesinato que se le imputa?

El Abogado General, el Procurador, los jurados y los asistentes al juicio, quieren hacer valer las normas religiosas y morales por encima del ámbito jurídico. Por eso no es un juicio objetivo ni tampoco se busca la verdad: es una construcción errada de un sujeto normal y sacudido por sentimientos y pasiones momentáneas, quien es deformado en un delincuente, en un individuo que por seguir otras ideas religiosas y otras directrices morales, es blanco de dicterios. El ateísmo es sinónimo de

1 CAMUS, Albert. El Extranjero. Bogotá: Ed. Oveja Negra, 1990, p. 109.

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criminalidad, igual que las supuestas violaciones de las normas morales: “El mismo hombre que al día siguiente de la muerte de su madre se entregaba al desenfreno más vergonzoso, mató por razones fútiles y para liquidar un incalificable asunto de costumbres inmorales”2. A la justicia, como se ve, le parece que matar a una persona en legítima defensa, como sucedió aquí, es una razón fútil, pero: ¿de dónde sustrae estas aseveraciones? ¿acaso tiene pruebas fehacientes que las confirmen? Desde luego que no las hay. Solamente existen desacertadas apreciaciones que se hacen ver como verídicas.

Por otra parte, es cierto que Meursault es amigo de Raimundo – un proxeneta que golpea a su amante-, mas no comparte las conductas de éste: no está de acuerdo con que agreda a su concubina; es más, reprueba tácitamente este comportamiento. Es amigo de Raimundo porque él le ha brindado su amistad. Pero no se puede decir de manera alguna que Meursault es un inmoral por ser amigo de un hombre que lo es. El ente judicial, entonces, comunica las conductas de una persona a otra: endilga los antivalores, pero no los valores. Y no se le tiene consideración a Meursault: no se aprecia que es un hombre solitario, confundido, incomprendido por el conglomerado social.

En el juicio se habla de Meursault como un delincuente, como un individuo despojado de valores. Pero no se hace referencia a su supuesto delito, no se trata de reconstruir fehacientemente lo sucedido, no se mira si hay circunstancias que disminuyan la pena, ni siquiera se aprecian las declaraciones del imputado: “Durante los alegatos del Procurador y del abogado, puedo decir que se habló mucho de mí y quizá más de mí que de mi crimen”3.

El Abogado General hace una reconstrucción de los hechos que no coincide con la verdad: “no se trata de un asesinato común, de un acto irreflexivo que ustedes podrían considerar atenuado por las circunstancias. Este hombre, señores, este hombre es inteligente. Ustedes le han oído, ¿no es cierto? Sabe contestar. Conoce el valor de las palabras. Y no es posible que haya actuado sin darse cuenta de lo que hacía”4.

2 Ibíd.p. 1113 Op. Cit. p. 1144 Op. Cit. p.116

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A pesar de que Meursault declara que no tuvo la intención de cometer el crimen y que éste se debió al sol que lo azotaba, no se le da crédito a sus palabras. Entonces: ¿para qué se le pide una declaración? Aquí el acusado no tiene modo alguno de defenderse. Meursault no es más que un extraño en su propio juicio: no lo comprende. Y esto se debe a que ignora cómo se comporta la justicia: con discrecionalidad y autoridad desbordada.

El Procurador aclara el porqué se condena a Meursault: “Declaró que yo no tenía nada que hacer en una sociedad cuyas reglas más esenciales desconocía y que no podía invocar al corazón humano cuyas reacciones elementales ignoraba”5. Es visto como un monstruo, como un ser que solo porta antivalores. Pero estas afirmaciones están basadas en conjeturas y banalidades. Como Meursault se muestra nervioso ante las preguntas de la justicia (cosa que puede ser natural), y responde que le dio aburrimiento haber matado al árabe, entonces se le condena sin que se tenga certeza sobre lo acaecido.

El mismo Procurador, quien afirma poseer altos valores, pide la pena de muerte para Meursault. La justicia, junto con la sociedad, condenan fríamente y por aspectos que escapan al campo jurídico. El protagonista es sentenciado por violar leyes morales, no por transgredir normas del Derecho Positivo. Como la sociedad y la justicia detentan el poder, sus principios son correctos y morales; y Meursault, por ser ateo y tener amigos inmorales, es un hombre ruin y carente de sentimientos humanos. Sin embargo, la sociedad y la justicia ostentan antivalores como la arbitrariedad, el prejuicio moral y el deseo de venganza.

Antes de ser ejecutado, Meursault pasó varios días en la cárcel. Allí tuvo que dormir en una tabla de madera y además no se le permitió a su novia que lo visitara, porque no era su cónyuge. Pero si Meursault no tenía más allegados, entonces: ¿por qué María no podía visitarlo? Con esto solo se buscaba aumentar su dolor.

El reo debió pagar una pena menor porque cometió un homicidio culposo: no tuvo la intención de matar al árabe, mas lo hizo movido por factores externos a su voluntad. No obstante, recibió un castigo desmedido, pedido abiertamente por la sociedad: “los periódicos hablaban a menudo

5 Op. Cit. 119

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de una deuda con la sociedad que, según ellos, era necesario pagar”6. ¿A la sociedad realmente le importaba que el árabe hubiera muerto? Claro que no: solamente le interesaba infligir dolor al acusado. Ella era indiferente frente a la muerte del árabe, pero no ante la pena capital impuesta a Meursault.

Para concluir, se debe señalar que la justicia no debe juzgar a los hombres por los dogmas religiosos y morales que incuben a su interior, así como tampoco por su aspecto físico. Se debe desterrar la imagen de la Escuela Positiva y respetar las diferencias (que no son flaquezas ni visos de delincuencia, sino otras formas de ser y pensar). Igualmente, la justicia debe tener en cuenta las declaraciones del acusado; debe considerarlas y probar su veracidad, no suponer de entrada que son falsas y descabelladas., en aras de respetar el derecho humano y fundamental de la presunción de inocencia.

Si la justicia no tiene pruebas para condenar al acusado, debe dejarlo libre. Si quiere condenarlo, debe probar su responsabilidad. Pero no condenarlo porque lo desee arbitrariamente, y menos imponerle una pena desproporcionada con relación al acto cometido, sin siquiera determinar si hay lugar a la reducción de la misma o si existen eximentes de responsabilidad aplicables (verbi gracia, la legítima defensa, o el estado de ira o intenso dolor).

Si el sistema judicial no es correcto ni objetivo, no tiene razón alguna para discriminar a las personas que no tengan los mismos valores- o antivalores- de la sociedad. No tiene poder ético para juzgarlos ni condenarlos, pues la arbitrariedad que ostenta actuando de esa forma es menos moral y ética que el comportamiento presuntamente desviado de aquéllos.

La ley y la justicia deben ser el sumun de los valores, garantes de principios y derechos, para que gocen de legitimidad al actuar e imponer sus decisiones.

6 Op. Cit. 127

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El proceso y en la Colonia Penitenciaria

La ley es vista como sinónimo de verdad y justicia, es venerada de tal forma que se llega a creer que es perfecta, pero, en realidad, no es más que producto de la creación humana: de sectores sociales, políticos y económicos que tienen puestos intereses en ellas, unos más que otros. El hombre común, inocente y de buenos principios, cree ciegamente en la ley y confía en su imparcialidad, mas cuando vive en carne propia la pesadez y arbitrariedad de la misma, se perturba y desvanece, no puede creerlo, se desespera al ver que los dogmas básicos de justicia no son más que palabras enclenques que no se aplican; así sucede en El Proceso, donde “El visitante no creía que la Ley pudiera tener dificultades”7.

La ley no solo tarda en dar su dictamen, sino que éste a veces es injusto. Quienes anhelan que los proteja, los abrigue en su caparazón y los defienda o los absuelva, no siempre pueden salir satisfechos, pues los somete con su poder inmenso, los acusa sin que haya razones suficientes para ello; incluso, llega a condenarlos con base en el abuso de sus funcionarios, muchos de los cuales carecen de los valores éticos requeridos. Y el hombre, solitario, sin poder, sin posibilidad de defenderse (sus palabras no son tenidas en cuenta, su inocencia no se presume), no tiene otra opción que sucumbir ante el embate de ese monstruo descarriado, que, por su mala y oscura administración, ha dejado de servir a la sociedad y, en cambio, ahora inyecta dolor a sus miembros a través de penas desproporcionales. Incluso, llega a idear la pena de muerte como castigo supremo. Y se ufana de emplearla para desaparecer a quienes la han “violado”.

Quien tiene la oportunidad de observar el funcionamiento de la ley sin estar siendo procesado por ella puede darse cuenta de sus falencias y sus laberintos. Puede ver que acusa y condena a las personas por cuestiones fútiles, no meritorias de pena o por lo menos no de penas implacables.

La ley no brinda a las personas la posibilidad de un juicio transparente donde puedan refutar las acusaciones que les hagan o controvertir las pruebas (que a veces no existen) que presenten en su contra. Todos los postulados de Becaria y la Escuela Clásica que apuntan a que el Estado presuma la

7 KAFKA, Franz. El Proceso. Bogotá: Ed. Reflexión. 1990, p. 184.

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inocencia del acusado y le permita defenderse por los medios más idóneos, se resquebrajan de tajo. Se llega a acuñar la máxima fundamental: “la culpa es siempre indudable”8.

También se inventan nuevos métodos de castigo, con aparatos mediante los cuales la pena se hará efectiva. Esto provoca que los ciudadanos tengan por comunes y correctas estas formas de tortura estableciéndose una relación entre lo “legal “y “normal”: la ley y las doctrinas que la defienden como prototipo de verdad y justicia, hacen que nadie ponga en duda sus actuaciones ni las impugne. Los que quieren hacerlo, no lo hacen, atemorizados por el poder judicial. Los que lo hacen, son aplastados. Y el hombre que observa los excesos de la mal llamada “justicia”, queda perplejo, sin palabras. Solo piensa en huir, en dejar atrás esa realidad horripilante9.

En nuestra realidad, la ley y su aplicación es vista como encarnación de verdades absolutas, como pivote de justicia y probidad. Pero son muchos los casos en los que ha fallado y aún falla; y no parará de hacerlo: seguirá habiendo impunidad, condenándose a personas inocentes, imponiéndose penas desproporcionadas con relación a la conducta cometida y al daño causada por la misma. Aunque la pena de muerte ha sido abolida en muchos países, siendo este un gran paso en materia de derechos humanos- pese a que en algunos Estados subsiste-, abundan penas desaforadas impuestas por delitos menores o a personas que no son delincuentes en sentido estricto sino que se ven inmersas en el delito por necesidad, desesperación o coacción de terceros.

Esto seguirá sucediendo mientras no se trabaje en pro de la construcción de un aparato judicial manejado por funcionarios leales, honestos, ampliamente capacitados y poseedores de un craso sentido de justicia. Aunado a este tópico, debe ir una política estatal orientada a reducir la dureza de las penas, según las circunstancias en que se cometan los delitos y el detrimento causado por los mismos. Pero, sobre todo, se debe coadyuvar a la recuperación y resocialización de quienes violan la ley. De lo contrario, seguirán violándola y la pena no servirá para nada.

8 KAFKA, Franz. En la Colonia Penitenciaria. Bogotá .Ed. Panamericana, 2001, p. 183.9 Recuérdese que en la obra En la Colonia Penitenciaria, el Viajero, después de cono-cer el execrable mundo de dicha Colonia, decide marcharse, sin querer llevar consigo al soldado y al condenado, sin saber más de esos violentos hechos que lo impresionaron.

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Edipo rey y Edipo en ColonaEdipo representa al hombre que es condenado injustamente. No se

tiene en cuenta que mató a su padre por una causa justa: la legítima defensa. Además, tampoco se aprecia que ignoraba el nexo familiar que tenía con la persona a quien dio muerte. Aún así, se le condena al destierro.

El destierro es ordenado por los hijos de Edipo y por Creonte, hermano de Yocasta- su madre-. Pero todo el pueblo de Tebas también se muestra conforme con este castigo, que se impone para dar cumplimiento a sus leyes, que son duras e inflexibles, sordas a la justicia; la religión y la moral imperan en su racionalidad: no se acepta que un hombre haya matado a su padre bajo las citadas circunstancias, ni tampoco que se haya casado con su madre, sin saber que lo era, y haya procreado con ella cuatro hijos; esto es visto como un sacrilegio, como una completa atrocidad; no importa que Edipo ignorara el parentesco que tenía con ellos: el acto cometido es lo que cuenta.

Se trata, entonces, de una justicia objetiva, que castiga ciegamente a quien cometió el delito sin mirar las circunstancias bajo las cuales lo consumó, sin apreciar si la persona quería cometer el delito y sabía que lo estaba cometiendo, aspectos que no se consideran al condenar a Edipo por los delitos de incesto y parricidio. Se busca vengar a la sociedad. Pero ¿qué venganza es ésta?, ¿no es más injusta la pena que el delito supuestamente cometido?; o mejor ¿es necesario imponerle una pena tan absurda a quien más ha sufrido con el acto acaecido? Este ciego proceder solo refleja la falta de razonamiento y sentido de proporcionalidad que ostentan quienes condenan a Edipo al ostracismo.

Pero no olvidemos que Edipo es el rey de Tebas, la suprema autoridad en materia de justicia. Así, como suprema autoridad de una justicia vengativa y arbitraria, fue el primero en indicar que al autor de la muerte de Layo (su padre biológico y rey antecesor) se le impondría una pena bastante dolorosa, acorde con los principios del pueblo tebano. De este modo, habló fuertemente contra el responsable del crimen citado:

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[…] a este hombre, quien quiera que sea, yo prohíbo a todos los de esta tierra en que yo tenga poder y trono que le acojan; que nadie le hable, que no sea aceptado a participar con los demás en las súplicas y en los sacrificios a los dioses, que no tenga sitio en las purificaciones. Que todos lo excluyan de su familia como quien es para nosotros una mancha de sangre […]10.

Como se puede apreciar, Edipo juzga a priori al posible culpable, ignorando que se trata de él mismo: lo muestra como escoria, como mancha que debe ser lavada a través de un castigo doloroso. Pero si Edipo hubiera sabido que él era el culpable, obviamente que no hubiese abogado por castigar duramente al asesino. Al saber la verdad de lo acontecido, se considera culpable, se llena de temor e impotencia, y se condena a sí mismo, sacándose los ojos con sus propias manos. Si el mismo acusado no se defiende habiendo argumentos que prueban su inocencia, ¿qué puede esperar de la justicia? Lógicamente ésta lo condenará, porque no es del todo imparcial y está hambrienta de castigar por castigar, de encontrar en quién descargar su furia, para legitimarse de este modo y hacer ver que castiga a los culpables. No se tomará el esfuerzo de investigar los hechos. Es seguidora de los principios de la Escuela Positiva, que aboga porque a las personas se les condene objetivamente, por la acción cometida, sin analizar los aspectos subjetivos de dicha conducta.

Edipo es consciente de que es el azar quien ha querido que ejecute los actos que lo llenan de infortunio; sin embargo, no alega esto ante su pueblo, no intenta salvar su responsabilidad. Se entrega a la injusticia de hombres arbitrarios, que ponen la religión y la moral por encima de los derechos de los individuos, sin hacer caso a las palabras de Yocasta: “¿qué puede temer un hombre, si es el azar quien lo gobierna y no hay forma de prever nada de modo cierto?”11. No se llena de fortaleza en un momento en que debe hacerlo, no defiende la verdad, no piensa en ser justo consigo mismo; y en cambio defiende su condena: “¿Qué podía yo ver que me fuera grato?, ¿A quién podía preguntar cuya respuesta pudiera, amigos, oír con placer? Echadme lejos, lo más lejos que podáis, echad a esta ruina, amigos, a este hombre tan maldecido, al más odiado por los dioses”12..

10 SÓFOCLES. Edipo Rey. Barcelona: Editorial Iberia, 1995. p. 1111 Op. Cit p. 3412 Op. Cit p. 34

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El héroe trágico, una vez se encuentra en su amargo destierro en la ciudad de Colona, reflexiona y llega a la conclusión de que él no es responsable de los mismos; así se lo hace ver a Creonte (hermano de Yocasta), quien sigue rechazándolo por haber violado las leyes de Tebas:

Vas por un camino y te asaltan, quieren quitarte la vida, ¿te detendrías a preguntarle si era tu padre? ¡Loco que fueras, te defenderías! Amas tu vida, tienes que defenderla, repeles al agresor y lo matas. Ésa fue mi desgracia: no la busqué yo, me la impusieron los dioses^ […] ¡Mi madre, ah, mi madre es tu propia hermana... Infeliz, y aún así, ¿te atreves a mancillarla con tu lengua? Ella me dio a luz, ella, sin saberlo ni quererlo, me hizo nacer al infortunio, y luego ella me dio hijos. Los engendré en el seno mismo en que yo fui engendrado. ¡Ni ella ni yo sabíamos el misterioso designio de los dioses!13

Edipo se da cuenta de la arbitrariedad y la injusticia con que fue juzgado: a pesar de que no actuó con pleno conocimiento y con la intención de cometer los delitos de parricidio e incesto, fue condenado. Por eso se absuelve a sí mismo. Ya no se siente culpable y descarga sus insultos sobre Creonte y su hijo Polinice, quienes lo desterraron injustamente. A Polinice le reprocha su falsedad, su actitud hipócrita, ya que viene a pedirle ayuda y a rogarle que regrese a su patria pero solo porque necesita recuperar el trono de Tebas, que se lo ha quitado su hermano Eteocles. Mas Edipo ya ha recobrado su sensatez y aplica una verdadera justicia, da a cada cual lo que merece; así, responde a Polinice: “¡Este abismo de infortunios en que me debato, a ti te lo debo! Me echaste de la patria, me haces ir mendigando el pan cada día, y si no hubiera dado yo el ser a estas dos niñas... ¡qué tiempo hiciera que ya estaría en la tumba!”14.

Los hijos de Edipo (Polinice y Eteocles) representan la injusticia y la mentira: condenan a su padre cuando no era responsable por los actos imputados, no los había cometido con dolo, intencionalmente. En cambio sus hijas (Antígona e Ismena) representan la justicia y la rectitud, pues no abandonan a su padre a pesar de los señalamientos que le hace la supuesta justicia, y lo cuidan en su destierro con verdadero amor; no aspiran a recibir de él ningún trono, ningún poder, ninguna legitimación. Simplemente quieren ayudarlo, porque es su padre y consideran que no es justo su destierro.

13 Op. Cit p. 4514 Op. Cit p. 86.

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Se puede concluir, entonces, que debemos criticar las actuaciones judiciales en las cuales se condena a las personas sin tener en cuenta los aspectos subjetivos de su conducta. Si la persona comete el delito objetivamente, pero sin que medie el elemento dolo (conocer la ilicitud del acto y querer cometerlo), debe ser absuelta o reducírsele la pena y aplicarse una pena pecuniaria, para que indemnice los daños causados a las víctimas por su accionar culposo. Ahora bien, si el acto se comete bajo una eximente de responsabilidad (verbi gracia la legítima defensa), es imperativo para las autoridades librar al agente de toda responsabilidad penal.

Finalmente, la aplicación de la ley debe ser igual para todos sin mediación de discriminación alguna, la cual generalmente proviene de un imaginario social sesgado.

De profundis y la Balada de la cárcel de Reading

Después de leer De Profundis se acentúa la idea de que la pena de prisión es amarga y dura para quien la vive; quien la impone parece ignorar que en la cárcel convergen diversas vicisitudes: la soledad, el hambre, el desasosiego, la tristeza... y, por supuesto, la monotonía: “Para nosotros el tiempo no progresa. Siempre retorna. Parece que gira en torno a un círculo de dolor”15.

Wilde tuvo que sufrir estos tormentos para poderlos relatar con precisión y también darse cuenta de que la libertad es el bien más preciado que puede ostentarse; de nada sirven el oro, la fama, las falsas siluetas valiosas en el ámbito social, si no se tiene la libertad. Cuando se está en la cárcel, todo lo demás se hace irrisorio: “Las cosas externas de la vida me parecen ahora carentes de la menor importancia”16.

La cárcel engendra desesperación en el reo al encontrarse lejos de sus familiares y entorno social. La difamación surge: es visto como escoria y lastre para la sociedad, aunque en ocasiones sea inocente y

15 WILDE, Óscar. De Profundis. Bogotá: Ed. Panamericana, 2000, p. 32.16 Op. Cit. p. 35

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haya sido encarcelado arbitrariamente. Cuando sale, no cesa la lluvia de miramientos y las puertas del trabajo, los amigos y la sociedad, se le cierran herméticamente. El reo, pues, es un ser incomprendido, llagado por la desgracia y el olvido.

La justicia, muchas veces, no protege a la persona cuando esta acude a ella. Y, sin embargo, cuando esa misma persona la contraría, actúa en forma rauda y eficiente. Deseosa de castigar, de aplastar con contundencia a quien ha osado transgredir sus leyes y principios, se abalanza a condenar sin mirar siquiera si esa persona es culpable y merece una pena tan ignominiosa que solo consigue el resquebrajamiento físico y moral, postración, locura, acumulación de odio y deseos de venganza.

Si bien Wilde aprendió a no guardar amargura hacia la sociedad y a refugiarse en la esperanza y la resignación durante su estadía en el presidio de Reading, no son atinadas sus siguientes frases: “Tengo que pensar que todo lo que me ha sucedido es bueno para mí”17. A mi juicio, estas palabras no pueden ser generalizadas, no pueden hablar por todos los presos: la cárcel es algo cruel, oscuro y fementido para muchos. ¿Cómo puede ser bueno un castigo que asfixia la libertad, que pone a vivir bajo la cochambre y la soledad a un ser humano? Aunque Wilde diga que “la mayoría de la gente son otras personas”18 y que piensan igual a las otras, no es creíble que en este asunto coincidan en mirar la cárcel como algo bueno para sus vidas. Eso sería ver la tortura como un elixir, como un placer incluso, cosa ampliamente paradójica.

Muchos presos se arrepienten en la cárcel de sus delitos. Pero eso ocurre cuando están confinados en ella. Cuando salen, lo olvidan. La cárcel, sin una educación constructiva que se imparta en ella, no es un método efectivo para reducir la criminalidad y enseñar una lección de convivencia. Y qué decir de los inocentes: ¿de qué se van a arrepentir? Su única esperanza es que al salir la sociedad los “perdone “Pero como esto no va a suceder, entonces- al igual que Wilde- han de buscar en la vida misma, en sus profundas aguas, la comprensión y el consuelo que les negarán la gente y la justicia, quienes conservan de ellos un concepto de “malos “que les sirve de antecedente.

17 Op. Cit. p. 3918 Op. Cit. p. 43

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Por otra parte, en la Balada de la cárcel de Reading, la pena impuesta es la pena capital, castigo que aún está vigente en países como China, Estados Unidos, Irak y Guatemala, entre otros. El condenado es una persona como cualquiera, con alma y sentimientos; al saber que va a morir siente tristeza por tener que dejar la vida y quiere beber con firmeza las últimas gotas de su existencia: “pero nunca la luz del día/ vi contemplar con más ahínco”195.

La justicia no se apiada del condenado, ni antes ni después de su muerte, no valora para nada su vida, ni siquiera su descanso después de muerto: “Como a una bestia lo colgaron/ sin un réquiem, sin un responso”20..

Se necesita de una justicia más racional, ética y pedagógica que no contemple castigos como la pena capital sino penas o sanciones que lleven a la verdadera recuperación del infractor. Ésa es la justicia que tanto soñamos y que no existe, porque como bien lo dice Saramago: “Si hubiese justicia, la existencia no sería, para más de la mitad de la humanidad, la condenación terrible que objetivamente ha sido”21.

OteloEn sociedad no hay justicia sin derecho natural o civil que la

fundamente. No hay derecho sin expresión de ese derecho.

El Hombre Rebelde- Albert Camus

En el texto de Otelo la ley se interpreta de forma arbitraria por sectores dominantes en la esfera estatal. Esto se evidencia en las primeras páginas de la obra cuando el Dux responde a las acusaciones del senador Brabancio, quien afirma que su hija Desdémona ha sido seducida por Otelo a través de medicinas y sortilegios:

Sea quien fuere el que por este odioso procedimiento ha privado así a vuestra hija de sí propia y a vos de ella, sufrirá la aplicación del sangriento libro de la ley interpretado por vos mismo,

19 Wilde, Óscar. La Balada de la Cárcel de Reading. Bogotá: Ed. Panamericana, 1999. p. 33.20 21 SARAMAGO, José. Lecturas Dominicales. En: El Tiempo, Bogotá: (24 de febrero de 2002); p. 2.

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como os convenga en su texto más implacable; sí, lo será, aun cuando vuestra acusación recayera en nuestro propio hijo22

El poder legislativo se mezcla con el judicial: los senadores hacen la ley, la interpretan y la aplican según sus conveniencias. No encontramos allí la división de poderes defendida por Montesquieu en su obra Del espíritu de las leyes. Además, se percibe que la ley no es interpretada, en caso de duda o falta de certeza, a favor del acusado, sino en contra. Por otro lado, observemos que se habla del “sangriento libro de la ley”, es decir que dura lex sed lex, la ley es dura pero es ley. Tan alto es el grado de dureza de la ley que, según se aprecia en las frases citadas, impone la pena de muerte aun cuando seducir a una mujer por medio de sortilegios no es una conducta merecedora de este castigo. No importa que el delito no lo amerite, ni que hasta los mismos familiares de quien hace e interpreta la ley puedan caer bajo sus garras. La pena de muerte se considera necesaria, y por eso se contempla en la ley. Este castigo es rechazado por Beccaria como norma general y solo es admitido por él en casos excepcionales, como cuando el condenado representa un peligro inminente para la sociedad. Así las cosas, la ley no es consecuente, no tiene en cuenta las circunstancias en que pueden cometerse los delitos. Y quienes la aplican quieren castigar por castigar, por demostrar al infractor quién ostenta la fuerza y la autoridad; pero no persiguen el propósito de buscar la recuperación de los condenados, lo cual es lo mejor para éstos y para la sociedad, porque supone cortar de raíz la posibilidad de que esas personas cometan más delitos o infracciones.

Por otra parte, también se puede apreciar en Otelo que no se presume la inocencia del acusado. El senador Brabancio considera que Otelo es culpable, sin antes oír su defensa: bajo sus ojos, Otelo es un moro usurpador, de bajo linaje, que quiere arrebatarle a su hija para aprovecharse de su alta posición social. Ella desmiente las acusaciones hacia Otelo buscando la absolución por parte de los senadores, pero queda cierto resquemor, cierta estela de duda en ellos y, sobre todo, total inconformidad en la persona de Brabancio. La presunción de inocencia no es respetada y se presume la culpa del acusado. Los postulados de Beccaria y Carrara a este respecto no se tienen en cuenta: se aplastan con la arbitrariedad presente en el juicio.

22 SHAKESPEARE, William. Otelo. México: Ed. Espasa, 1957. p. 17.

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Otro punto destacable es que el odio y el dinero pueden impulsar a la persona a violar la ley y a fraguar conductas bajas, que en otra situación no hubiese cometido. Así, por dinero y por odio a Otelo, Iago (alférez de Otelo) propone ayudar a Rodrigo (hidalgo veneciano, enamorado de Desdémona) a conseguir el amor de la hija de Brabancio. Iago se predispone para el delito, al incubar en su interior estos pensamientos: “Me falta a veces la maldad, que me sería útil”23. Luego concibe la idea de hacer creer a Otelo que Cassio (su teniente) tiene relaciones amorosas con su amada Desdémona; todo lo hace “para conseguir su puesto y dar libre vuelo a mi venganza por una doble bellaquería”24. Iago se aprovecha de la confianza que Otelo tiene en él para alcanzar su maligno propósito. Esto nos deja de lección que las cosas no son como se muestran: las personas pueden tener dos rostros y la justicia también: puede ser clara y oscura, puede equivocarse o acertar en sus fallos. Hay, pues, que estudiar los hechos objetivamente, y no dejarse convencer por los aspectos superficiales.

Iago al fin logra su propósito. Otelo cree sus palabras, aunque después de cierto tiempo. Como el mismo Iago dice: “Las ideas funestas son, por su naturaleza, venenos que en principio hacen sentir su mal gusto; pero a poco que obran sobre la sangre, abrasan como minas de azufre (...)”25.

Otelo se deja convencer por los rumores. Pide a Iago una prueba de la infidelidad de Desdémona y la prueba es que ella le dio a Cassio un pañuelo que él (Otelo) le había regalado. Al ver que Cassio realmente lo tiene, cree firmemente en la infidelidad de su amada. Y lanza una sentencia sobre ella, prejuzgándola: “¡Sea condenada la impúdica bribona! “5 No importa que luego le diga que no es cierto, que nunca lo ha traicionado. Aunque la prueba no sea fehaciente, Otelo decide tomarse la justicia por sus manos y ahoga a Desdémona. Solo luego, cuando Emilia (esposa de Iago) aclara lo sucedido, revelando que ha sido un engaño creado por Iago, cree en la sinceridad de su amada. Otelo, entonces, se apuñala. Se castiga por su error. Cree que así va a solucionar todo: se va a redimir y a borrar su equivocación. Mas como dijo Confucio en uno de sus adagios: “Cometer un error y no corregirlo es otro error. “Matar a Desdémona fue un error, que no se corregía con otro error, como suicidarse, siendo cobarde para

23 Ibíd.24 Ibíd.25 Ibíd.

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enfrentar su equivocación al prejuzgar a Desdémona sin darle oportunidad de defenderse. Esta justicia vindicativa, ciega y esquilada de razón, que se asemeja a una fuerza bruta que solo tiene como argumento su poder, debe ser extirpada. Por su errado ejercicio, se ha juzgado y condenado a muchos inocentes a través de la historia. Y, lo que es peor, su inocencia y su honor aún no han sido reivindicados.

Crimen y castigoCuando el sujeto ha interiorizado los controles que gobiernan su

vida, comienza a sentirse sometido, vigilado de lleno por un orden superior a él mismo, y no le queda otra opción que seguir los lineamientos de ese sistema de poder. Este mecanismo de poder refuerza el sentimiento de culpa, aunque el individuo no haya violado la ley y no haya cometido ningún crimen. Dicho sistema de poder funciona como un círculo vicioso.

A más vigilancia y supervisión, más crece el sentimiento de culpa, ampliamente mortificante para el individuo; éste buscará un hecho al cual imputar su angustia y, luego, buscará el castigo, como remedio para este sentimiento, para la zozobra que lo embarga. Entonces, el individuo creerá que ha hecho lo correcto, lo justo, que es lo que le dicta ese sistema de poder: someterse a sus reglas y controles.

El objetivo de la normalización social es convertir a la persona en un ser automatizado y previsible: saber de antemano sus comportamientos, sus normas de conducta, sus temores. De este modo, las instancias de control social podrán seguir fácilmente los pasos y pensamientos del infractor. La interiorización de los modelos de conducta por parte del criminal señalarán pautas de procedimiento y estrategias para que la justicia logre sus cometidos: atrapar y condenar al infractor. Ello se puede vislumbrar en los interrogatorios que se le hacen a Raskólnikov. Estos buscan producir en él reacciones automáticas, codificadas, así como acrecentar sus miedos y convertir su sentimiento de culpa en una especie de aliado del sistema que inducirá a éste a confesar sus crímenes.

No obstante, Raskólnikov no desconoce los procedimientos con los que se suele perseguir al delincuente. Sabe que el sistema empleará trampas y artimañas camufladas tras la apariencia de lo legal; comprende

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que la interpretación de la norma por parte de las autoridades tenderá a desfavorecerlo. Por esto duda antes de cometer sus crímenes; le teme al castigo. A pesar de ello consuma el delito en un intento de demostrarse a sí mismo y a los demás que él, un hombre de escasa alcurnia, de reducidos recursos económicos y ateo, puede violar la ley y los cánones sociales y religiosos con los cuales no se siente identificado.

Quiere ser diferente, hacerse tal vez inmortal con estos crímenes; no es un asesino típico, quiere dejar de ser cobarde, mostrar que puede ir en contra del Derecho, ser rebelde.

Raskólnikov termina sometiéndose a la justicia: confiesa sus crímenes y se entrega al dominio del sistema de poder interiorizado en él que no pudo vencer. A pesar de su titubeo para confesar – porque teme al castigo – reflexiona y concluye que no puede huir, no puede escapar al poder estatal que tarde o temprano lo capturará y le impondrá una pena más alta. Decide, entonces, entregarse y así disminuir la pena, pues él ha reconocido su culpa y se ha sometido a lo correcto, que es la justicia. Se entrega para quedar tranquilo, sin golpes de consciencia; también lo hace por su madre y por Sonia, su amada, para que ellas no sufran, para que vean que hace lo único que puede salvarlo, pues también están alienadas por el sistema de poder, y el bien para ellas es supeditarse a la voluntad de éste.

Un punto importante para señalar es que algunos de los crímenes de Raskólnikov (como el de la señora Alena Ivanovna) es aprobado por la sociedad, incluso las mismas autoridades dicen acerca de ella: “sin duda que no merece vivir “y civiles indican que es una usurera y un lastre para la sociedad. Surge entonces, la pregunta: ¿desde qué ética se juzga a Raskólnikov?, ¿no es una hipocresía querer la muerte de una persona y luego condenar a quien la asesina? Y es que Raskólnikov acaba con la vida de Alena Ivanova porque ve en ella una usurera, a una ladrona legal, o mejor, no considerada por la justicia como delincuente aunque lo sea para la sociedad.

Raskólnikov quiere confesar sus actos, para así recibir un castigo y zafarse de ese sentimiento de culpa que lo cruza: “A Raskólnikov volvieron a entrarle, de pronto, unas ganas horribles de sacar la lengua”26. Y de la

26 DOSTOYEVSKI, Fiodor. Crimen y Castigo. Bogotá: Ed. Panamericana, 1994.

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misma forma: “En numerosas ocasiones, después de realizado el proyecto criminal, estuvo Raskólnikov a punto de revelar su crimen, en diferentes circunstancias y ante diferentes personajes”.

Con los años se ha transformado la idea que se tenía del infractor, y éste ya no es aquél que causa daño a un particular, sino además al Estado y a la sociedad; Foucault lo denomina “enemigo interno”. Así, el sujeto infractor es reconceptualizado: si vulnera un bien jurídico de un particular deberá enfrentarse no al particular como tal, sino al Estado, frente a cuyo aparato judicial quedará prácticamente desprotegido y en clara desventaja. El Estado también se ha ajustado a esta nueva forma de ver la subjetividad del infractor, y busca controlar a los individuos; por eso está interesado en apreciar la personalidad del transgresor y las situaciones externas e internas que rodean el caso.

Para Foucault el Estado, además de ejercer un poder sobre las masas, ejerce un poder individualizador, lo que él llama pastorado. Este poder lo ejerce solapadamente, sin que el individuo pueda darse cuenta de él sin analizar su trasfondo: desde la escuela, la familia, los medios de comunicación, etc., el Estado ejerce control y su ley debe ser respetada. Pero subsiste un dilema: ¿si la misma ley y su aplicación es arbitraria, debemos cumplirla o refutarla para reivindicar nuestros derechos?

Foucault se ha referido así acerca de este punto:

[…] todas estas técnicas cristianas de examen, de confesión, de dirección de consciencia y de obediencia tienen una finalidad: conseguir que los individuos lleven a cabo su propia mortificación en este mundo. La mortificación no es la muerte, claro está, pero es una renuncia al mundo y a uno mismo: una especie de muerte diaria […]. 27

Raskólnikov, como víctima del poder individualizador del Estado, confiesa. La confesión resulta benéfica para él, se disminuye la pena y se tiene en cuenta que no es un criminal típico sino una persona sociable, que ha dado muestras de solidaridad al ayudar a sus compañeros de universidad en momentos difíciles. La justicia es recta en estos dos puntos, pues aprecia

27 FOUCAULT, Michel. Tecnologías del yo y otros textos afines. Barcelona: Eds. Pai-dós Ibérica; I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1990. p.116.

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debidamente la confesión y el arrepentimiento de Raskólnikov (quien entonces no será un infractor difícil de corregir, pues prácticamente se corrigió él mismo), y además- aspecto en el que coincido plenamente- reduce la pena teniendo en cuenta aspectos positivos de Raskólnikov (su sentido de solidaridad) y no aspectos negativos; se consideran también sus desórdenes mentales, su condición económica y su exclusión social como factores que lo llevaron a cometer los crímenes referidos:

La condena, sin embargo, resultó más benévola de lo que cabría esperar, teniendo en cuenta el crimen cometido y quizá precisamente porque el criminal no solo quiso justificarse, sino que incluso manifestó el deseo de acusarse a sí mismo. Fueron tomadas en consideración las circunstancias raras y especiales. No ofrecieron ninguna duda el estado enfermizo y de miseria del criminal antes de que cometiera el crimen. El que no se hubiera aprovechado de lo robado se interpretó, en parte, como efecto del arrepentimiento que empezó a producirse y, en parte, por el estado algo anormal de sus facultades mentales en el momento de cometer el crimen 28

Pero Raskólnikov, luego de encontrarse en la cárcel, reflexiona y se da cuenta de que él se encuentra automatizado por la ley penal, lo que lo hizo confesar: no tiene personalidad propia, es el Estado quien controla sus pensamientos hasta llevarlo a ver su noción de crimen, de justicia e injusticia. Hasta llevarlo a ver el castigo que está recibiendo como algo adecuado y justo, aunque no lo sea. Raskólnikov critica esos convencionalismos impuestos por un Estado dominador:

¿Por qué mi acción les parece tan vituperable?- se preguntaba. ¿Por qué es un crimen? ¿Qué significa la palabra crimen? Mi conciencia está tranquila. Naturalmente, he realizado un acto condenado por el código penal; naturalmente, he violado la letra de la ley y he vertido sangre; bueno, tomad mi cabeza por la letra de la ley y... ¡basta! Naturalmente, en este caso, incluso muchos bienhechores de la humanidad no han obtenido el poder por herencia, sino que se han adueñado de él por sí mismos, deberían ser ejecutados al dar los primeros pasos. Pero esos hombres llegaron a donde se proponían llegar y por eso tienen razón; yo no he llegado y, por lo tanto, no tenía derecho a permitirme ese paso 29.

28 DOSTOYEVSKI. Op. cit., p. 56.29 Op. Cit p. 524- 525.

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También en la cárcel Raskólnikov vuelve a ser víctima de la exclusión social: los reos lo insultan, lo rechazan por ser ateo:

“¡Eres un ateo! ¡No crees en Dios!- le gritaban-. Habría que matarte”30. Se puede observar que los reos tenían individualizada otra subjetividad, la de la religión, que la misma sociedad y el Estado a través de sus mecanismos de poder habían impuesto o por lo menos querido imponer. Raskólnikov, por no tener esta religión, es infractor de una ley social, y su ateísmo es incorrecto y merecedor de castigo.

Visto lo anterior, se puede concluir la ambigüedad del aparato penal, la cual puede ser disuelta si la sociedad y la justicia se abstienen de castigar cuando el acto delictuoso no es acorde a sus parámetros morales, pues debe ser imparcial.

La sociedad, al ley y su aplicación por la justicia muchas veces son las culpables de que las personas se conviertan en delincuentes, porque las excluyen, las rechazan, las difaman, no aceptan sus diferencias, no son imparciales y racionales, provocando que deseen vengarse o tomar el camino de la ilegalidad.

También es preciso remachar que la sociedad y el aparto judicial no deben ver como criminales a los ciudadanos por su condición económica o por ser depositarios de otros principios éticos, morales, políticos o religiosos; considerarlos como tal, es juzgar sin fundamento.

El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. HydeEl doctor Jekyll, como todo hombre, es depositario de impulsos

disímiles, de fuerzas internas que pugnan entre sí, tratando de eclipsarse unas a otras; el bien y el mal, se expresan según la ocasión, el momento y la disposición. El doctor Jekyll es consciente de que estos dos sentimientos se asilan en su interior y no quiere ser hipócrita, no quiere engañarse a sí mismo ni a los demás. Siente deseos de abandonarse al mal pero también quiere ejercer su actitud bondadosa, digna de un hombre estudioso y estimado socialmente.

30 Ibíd.

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Para Jekyll “el hombre no es uno realmente, sino dos”31. Y seguidamente expresa: “me atrevo a adivinar que algún día el hombre será conocido como una multiplicidad de forasteros independientes, incongruentes y polifacéticos “32 Pero Jekyll no quiere vivir atormentado, por ello abriga la idea de separar esas dos fuerzas, de ser un hombre netamente bueno y un hombre netamente malo. De ahí que trabaje en pro de este designio y lo logre: “el injusto marcharía por su propio camino, libre de las aspiraciones y remordimientos de su mellizo más virtuoso, y el justo podría caminar más veloz y con mayor seguridad su camino ascendente”33.

Jekyll desea comportarse con maldad. Es más, siente placer con ello. Cuando encarna a Hyde, desfoga todos estos anhelos sin preocupación alguna, se siente libre y satisfecho. Jekyll, antes de convertirse en Hyde, ya sentía placer con el mal, porque es una parte natural de él, por ser hombre, pero en el cuerpo y pensamiento de Hyde (ser con consciencia y voluntad independientes de Jekyll, sin escrúpulos ni limitaciones morales que le impidan cometer injusticias,) puede explayarse por los terrenos de la delincuencia sin el temor de ser reconocido como el doctor. Jekyll fue cobarde al no combatir su ente malvado y querer eludir esa realidad encarnando a otra persona. Hizo creer a los demás que Hyde era el malo; pero viendo las cosas a profundidad el malvado era Jekyll, quien creó a Hyde sin reparar en las consecuencias que esto podría traer.

Hyde se convierte con el tiempo en un ser incontrolable, desalmado, títere de la malicia: “en un rapto de felicidad, mutilé el cuerpo que no ponía resistencia, degustando la delicia en cada golpe”34 Pronto Hyde empieza a permear el espíritu de bondad presente en Jekyll: “parecía que solo por medio de un gran esfuerzo, como el que hace el gimnasta, y solo bajo el estímulo inmediato de la droga, era capaz de asumir el semblante de Jekyll”35 Jekyll siente miedo: teme que lo condenen a la horca. Pero luego este temor se traslada al hecho de no poder dejar de ser Mister Hyde: “ya no era el miedo a la horca, era el horror de ser Hyde lo que me preocupaba”36.

31 STEVENSON, Louis. El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Bogotá: Ed. Nor-ma, 1998. p. 100.32 Ibid.33 Ibíd. 34 Ibíd.35 Ibíd. 36 Ibíd.

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Hyde es una idea del doctor Jekyll, un recurso al cual acude para expresar su maldad sin inhibiciones; entonces: ¿por qué se hace ver inocente, si Hyde no es más que el reflejo de una de sus personalidades que no ha sabido controlar? Y, por otro lado, ¿realmente acabaron sus remordimientos con la creación de Hyde? En realidad continúan: Jekyll siente repulsión por los crímenes fraguados por Hyde, y por ello lo odia. Pero esta aversión debe ir dirigida a él mismo, ya que es el creador de Hyde. Si hubiese vencido sus impulsos malignos, no hubiese creado a Hyde, y así la niña víctima de su maldad no hubiese sido vilmente pisoteada, ni el parlamentario Carew hubiese muerto de una forma tan abyecta.

Sin embargo, Hyde no es un hombre absolutamente insensible y cerrado a los dones humanos. El amor a la vida se mece en su alma; desea vivir y no ser presa de la muerte: “de no haber mediado su temor a la muerte, mucho rato hacía que se habría arruinado para llevarme a mí en esta ruina. Pero su amor a la vida es maravilloso “37

Lo anterior, aplicado al derecho, demuestra que hay delincuentes que gozan con la ejecución de sus crímenes; esos hombres que con consciencia y voluntad libres delinquen experimentando altas dosis de placer deben ser castigados, pero no en la misma medida aquellas personas que cometen delitos bajo el peso de circunstancias económicas, sociales, religiosas, que constituyen factores para reducir sus penas o no imponérselas. Para ello se requiere la simplificación de la justicia: que se desprenda de su vieja idea de castigar sin miramientos: “y ahora me había convertido en presa de caza común de la humanidad, perseguido, sin techo. Era un asesino conocido, el siervo perfecto para la horca”38.

La justicia es como el doctor Jekyll: tiene un lado bueno y un lado malo; a veces actúa correctamente, a veces comete grandes errores en perjuicio de inocentes. Se trata, entonces, de instituir una justicia que actúe con la verdad, y sea eficiente, imparcial, racional en sus fallos, proporcional: que imponga las penas de acuerdo al daño real que se produzca al bien tutelado, y que elimine la pena de muerte como condena pues es más grave que el mismo delito cometido, ya que es estatuir la muerte como una legalidad.

37 Op. Cit p.124.38 Op. Cit. 118-119.

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La pena debe ser educativa: buscar la regeneración del condenado, y no su muerte o martirio, porque él, como Hyde, también ostenta sentimientos y sufre la dureza del castigo.

Los límites del dolorEl castigo ha sido visto a lo largo de la historia como un mecanismo

indispensable para lograr el bienestar de la sociedad y del individuo. A su alrededor ha surgido una veneración influenciada por los regímenes judiciales y políticos y, sobre todo, por las doctrinas de la moral, que hacen creer a las personas que el castigo es una prescripción divina: “durante algunos años, el moralismo dentro de nuestro campo ha sido una actitud o, incluso, un término que se asocia con los defensores de la ley y el orden y de las severas sanciones penales”39.

¿Cómo puede castigarse a una persona con la excusa de que la moral y las costumbres así lo ordenan? La moral es un constructo humano, un convencionalismo; y no entraña más verdades que las que queramos darle. Si castigamos a las personas basándonos en preceptos morales, estamos siendo injustos. La moral se vale de palabras para avalar el castigo, y “las palabras son un buen medio de disfrazar el carácter de nuestras actividades”40 Por medio del lenguaje se disemina la idea de que el castigo es correcto, aunque solo lleve implícito un deseo de venganza.

El castigo va asociado al dolor, y con este se busca disuadir al delincuente: “de todas maneras, es obvio que el castigo sí disuade”41. No obstante, tal afirmación es controvertible, pues el castigo no siempre disuade En cambio afecta la salud del condenado, y hace crecer en él sentimientos de odio y de venganza hacia el sistema judicial. ¿Qué pasa, además, cuando la persona que recibe el castigo es inocente? Entonces: ¿de qué se le intenta disuadir, si no ha cometido ningún delito?

Llama la atención cuando Christie asevera que “sin ningún castigo, podría surgir el caos”42. A contrapelo, debe considerarse que si no

39 CHRISTIE, Nils. Los límites del dolor. México: Ed. FCE, 1990. p. 13.40 Ibid. p. 16.41 Op. Cit. p. 40.42 Ibid.

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existieran castigos severos y meramente vengativos, habría un gran alivio para el individuo y la sociedad; habría más justicia, porque no se castigaría por infligir dolor, sino se miraría la forma más adecuada de dirimir los conflictos. No habría caos si no existiese el castigo. Lógicamente, el castigo se necesita, pero no el castigo doloroso, sino el castigo que eduque, que enseñe y subraye la importancia de no delinquir y no vulnerar los derechos de los conciudadanos. Así, se podría hablar no de un castigo, sino más bien de una terapia educativa, de un proceso de resocialización, porque, después de todo con el primero se logra únicamente un sufrimiento exacerbado.

Es relevante indicar que Nils critica los postulados del neoclasicismo y del positivismo. Los dictados del neoclasicismo no deben aplicarse en la actualidad, porque son arbitrarios e injustos. Se considera, por ejemplo, que el postulado de la prevención general, como excusa para condenar a los delincuentes es inadecuado, porque no asegura que las demás personas, ante la amenaza de ser castigadas, no cometan actos delictuosos. Además, en la actualidad quizá no se tiene este propósito: se quiere castigar al individuo para sentar un precedente social acerca de lo que puede pasarle a sus miembros si ejecutan conductas delictivas. Se quiere causar dolor al delincuente para hacerle ver que él es nada frente al Derecho Penal, quien representa la justicia y el poder.

Es criticable, por un lado, que la antijuricidad que predica esta escuela como criterio para imponer el castigo puede ser incorrecta y discrecional, porque quien mide si una conducta es nociva para la sociedad, no es la sociedad- quien debería serlo- sino el juez. Este puede considerar arbitrariamente que un acto es antijurídico (aunque no lo sea) e imponer la pena al acusado. El neoclasicismo, al pretender que el juez actúe solamente dentro del marco legal para que no haya injusticias ni excesos, incurre en una falencia, o más bien, en un olvido: no tiene en cuenta que la misma ley puede ser arbitraria e injusta estableciendo condenas donde no haya lugar. La fuente principal de la arbitrariedad y la injusticia puede ser la ley, movida a veces por intereses políticos, económicos y religiosos determinados.

Respecto al positivismo, es pertinente poner en duda la forma como condena al individuo: impone una pena por su conducta, por el hecho objetivo, sin tener en cuenta los aspectos subjetivos de su proceder. Así, la persona recibe el castigo aunque no lo merezca: ¿para qué sirve esto? Sin

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duda, para contribuir a la degradación del individuo y para alejar la imagen de una justicia correcta.

El castigo se ha convertido en algo sistemático y preconcebido donde se fijan las sanciones y se penalizan cada vez más conductas: se crean penas para o conductas insignificantes; se emplean mecanismos tecnológicos para tener a la mano los antecedentes criminales de las personas y así encarcelarlas fácilmente, aumentarles las penas o vigilarlas, porque pueden reincidir.

Se tiene un gran interés en imponer castigos, sofisticar los métodos de imposición de éstos y asegurar que nadie escape al cerco del dolor. Pero no se piensa en el sufrimiento del condenado. No se tiene consideración sobre su estado, ni sobre su naturaleza humana; se olvida el dolor causado. Quizás porque no importa, porque no son ellos (la justicia y la sociedad que invoca el castigo) quienes lo sufren: “El dolor que causan los castigos y el sufrimiento y la congoja que se sienten son elementos que generalmente no aparecen en los textos”43 .

En conclusión, es necesario reconsiderar la necesidad del castigo. El dolor no debe reducirse, como dice Christie, sino tratar de erradicarse de lleno. Dolor y castigo deben estar separados: a los delincuentes debe imponérseles sanciones educativas, constructivas, regenerativas, no hacerlos sufrir irrazonablemente, sino educarlos en el respeto a la ley. Así, el dolor se disiparía y la sociedad y los infractores no lo tendrían en su consciencia, venerándolo o maldiciéndolo. Habría una verdadera prevención del delito, y no una justicia vengativa.

El amor a la vidaLa abundancia tiene dos matices, dos rostros a saber: la abundancia

positiva y la mala o negativa. La primera hace referencia a la satisfacción de las necesidades materiales básicas o a la falta de escasez; la segunda hace atingencia al hecho de que en la sociedad de consumo todo lo que no sea dinámico, activo, que no se ajuste a los cánones de la producción, es visto como sobrante, digno de ser rechazado por cuanto no genera ninguna

43 Op. Cit. p.19.

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utilidad; de ahí que Fromm afirme: “Cuando consumimos abundancia mala, nuestra actividad aparente es, en última instancia, pasividad”44.

Ese consumismo desbordado, que obedece a las ideas capitalistas contemporáneas, hace ver al hombre contemplativo, que medita y sopesa su interior, como pasivo e inútil. Lo útil es lo que produce, se mueve, consume y genera ganancias. Pero entonces ¿la verdadera capacidad creadora no deriva del pensamiento? El hombre pasivo no es en verdad pasivo, sino activo, es quien tiene su mente libre, enmarcada dentro de un pensamiento crítico, y no alienada por el consumismo. El hombre pensativo, después de todo, es quien ha fraguado el mundo: los sistemas numéricos, las obras literarias, los inventos científicos... Calma, meditación, introspección, no significan ocio, pobreza o pasividad. Connotan, al contrario, intelectualidad.

El consumismo es la verdadera pasividad. Es la rutina, el trabajo monótono, el deseo de tener más, lo cual impide el florecimiento de la libertad y la felicidad del hombre: “en los Estados Unidos es precisamente máximo el número de quienes han percibido que pese a todo el confort moderno no se es más feliz, sino más bien más pasivo, impersonal y manipulable”45 Y más adelante: “De la diferencia entre abundancia mala y buena depende nada más y nada menos que el futuro del hombre”46. El futuro del hombre es su felicidad, la preservación de su existencia con base en la explotación de su riqueza interna que lo va a llevar a acrecentar su autoestima y enriquecer sus relaciones con las demás personas.

Por otro lado, Fromm nos habla de los orígenes de la agresión. Una de las causas por las cuales el hombre agrede es porque ve amenazados sus intereses vitales (agresividad humana biológicamente aceptada para Fromm). Pero a diferencia del animal, el hombre reacciona ante la agresión no solo en el presente, sino también está pendiente de reaccionar ante posibles agresiones futuras. Extralimita, pues, su agresión. Se obsesiona con ella.

Otra de las clases de agresión la constituye la que es sugerida a través de símbolos y palabras, que hacen las veces de zarzas instigadoras

44 FROMM, Erich. El amor a la vida. Bogotá: Ed. Círculo de Lectores, 1988, p. 23.45 Op. Cit. p. 70.46 Ibid.

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de la violencia. Al hombre se le hace creer que está amenazado y por tanto debe defenderse. De este modo, los dirigentes encauzan a sus pueblos a la guerra, aunque en verdad tales amenazas no existan en el plano fáctico. El animal, dice Fromm, no es susceptible de ser persuadido mediante símbolos y palabras de que su vida y su libertad están amenazados, por cuanto no entienden las simbologías de marras. No obstante, siendo más críticos, a los animales se les puede hacer creer que corren peligro a través de ciertas argucias. El animal, por carecer de razón, es quizá más fácil de engañar que el mismo hombre.

En tercer lugar Fromm señala que el hombre agrede cuando considera que están siendo atacadas las personas o instituciones con las cuales se identifica.

Se puede añadir que el origen de la agresión también estriba en el carácter específico de cada hombre, en la ausencia de valores, en su fuero interno y también en el impacto negativo del entorno en que vive. Una persona con voluntad y consciencia libres puede no inclinarse por la agresión a pesar de que esté siendo agredida o amenazada de una u otra forma. La agresión se ha diseminado como necesaria; incluso la justicia maneja la idea de agredir al culpable para castigarlo por haber violado la ley. Sin embargo, la agresión ejecutada por el hombre en pleno uso de sus facultades mentales no se justifica si pudo escoger otro camino sin que ello implicara arriesgar su vida. Pero el hombre es testarudo y se deja arrastrar por la fuerza de los símbolos y los influjos de una sociedad esquilada de valores: agrede por gusto, por demostrar que es fuerte. Con estos actos solo revela su animalidad.

El sadismo es otro de los puntos que subraya Fromm como veta de agresión. No obstante, Fromm se refiere al sadismo maligno, no al benigno, en el cual el hombre controla a otro para ayudarlo, para guiarlo en las tareas que debe realizar en pro de su bienestar. El sadismo maligno es, contrario censu, el deseo de dominar a otro para infligirle dolores físicos e internos y satisfacer sus ímpetus de soberbia y narcisismo.

El sádico busca someter al débil, aprovecharse de su condición de indefenso. Mas frente a los superiores su deseo de dominio y su ancha soberbia encuentran cortapisas: ellos no se dejarán dominar, porque saben que ostentan mayor poder. La ocasión hace al sádico: “El desamparo de ese

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hombre- el débil- lo provoca mucho más, porque es la base para ejercer el control completo sobre él”47. El sádico también debe su posición a la facilidad con que los débiles se someten a sus dictados.

Las personas deben rechazar los propósitos del sádico: no deben supeditarse a él, así su poder busque obligarlos. Si bien Calígula, Hitler, Stalin, entre otros, tenían gran poder sobre sus súbditos, también es cierto que estos pudieron haber rechazado su sadismo al menos internamente.

Fromm habla de Heinrich Himmler (político alemán director de la Gestapo o policía secreta del Estado nazi y ministro del interior de Hitler) como el modelo o arquetipo de hombre sádico, que quiere controlar a los débiles y solo se postra ante los entes superiores que pueden ser un hombre o la naturaleza, la historia, el pasado... Así, Fromm asevera que “hay caracteres sádicos, y hay caracteres no sádicos”48. Personas que a pesar de tener la oportunidad de ser sádicos (porque ostentan gran poder sobre otros) no lo son y personas que buscan la oportunidad para serlo. De estos caracteres es que habla Fromm. Los que aprovechan su coyuntura actual para ser sádicos son algunos dirigentes que ven a quienes están bajo su gobierno como súbditos, como ovejas, como cosas, cuando en realidad son ellos quienes les han entregado el poder con sus votos. Se requiere, entonces, que valoremos a las personas por lo que son (por los buenos sentimientos que entrañan) y eliminemos el sadismo negativo que solo conduce a degradar la sociedad y a llevar a que los hombres sigan los dictados de otros por temor a ser reprendidos: el pensamiento del hombre deber ser libre, y no maniatarse por los deseos del sádico.

Fromm es un crítico de la vida artificial norteamericana, pero también señala que no toda la sociedad estadounidense desconoce la superficialidad de su vida: “muchos hombres comprenden hoy que cuando lo tenemos todo y lo hemos disfrutado todo, pese a ello nos sentimos muy insatisfechos y desdichados, que la vida, pese a eso, no tiene ningún sentido”49. La gente se ha venido dando cuenta de que es más importante ser más que tener más: desarrollar las riquezas internas, alcanzar el autoconocimiento de nosotros mismos y poder sentirnos en felices.

47 Op. Cit .p. 98.48 Op. Cit. p. 10149 Ibíd.

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Fromm culpa a la ausencia de la simpatía como motor de la degradación de la existencia humana. La simpatía es el amor al hombre, a la vida. Y ser indiferente ante la simpatía, es ser indiferente hacia la vida. Los hombres para Fromm tienen un trasfondo y están dotados de razón, y por tanto, si lo quieren y proponen, pueden hacer un análisis de su existencia y hallar lo que les sirve para su crecimiento y lo que les impide el desarrollo de una vida verdaderamente feliz. Lo que obstaculiza ese desarrollo es la tendencia a desvalorar la vida, a reducirla al plano de lo técnico, de lo pecuniario, de lo prefijado.

No es rutina, preocupación, angustia o urgencia. Es expresión, desbordamiento de felicidad y bienestar social. Vida digna, sin limitaciones económicas, sin conversión del hombre en medio, en foco para lograr utilidades. Para alcanzar esta vida y el progreso humano, se necesita la unión de los hombres en torno a este propósito, tal como lo establece Fromm “todos los hombres de buena voluntad, mejor dicho, todos los hombres que amen la vida, deben formar un frente unido en favor de la supervivencia”50.

El juicio de Pierre Rivièrereflejo de las falencias de la justicia

La mentira es una de las viejas herramientas que utilizan los acusados para tratar de evadir su responsabilidad ante los ojos de la justicia. Pierre Rivière encarna un prototipo de hombre mentiroso, que quiere hacer ver su inocencia donde no la hay: así, en el primer interrogatorio se escuda en argumentos insustanciales, abstractos, despojados de todo vestigio de lógica: ¿cómo puede pretender que la justicia lo absuelva diciendo que asesinó a su madre y a sus hermanos por mandato divino?

Rivière, una vez que la justicia se muestra incrédula de este argumento, recurre a decir que asesinó a su madre en virtud de un impulso de misoginia, esto es, de aversión a las mujeres. Y arguye que su madre estaba empeñada en causarle daño a su padre.

El motivo por el cual mató a sus hermanos, según él, también obedece a este hecho: estaban, a su parecer, de parte de su madre. Es de

50 FROMM, Erich. ¿Podrá sobrevivir el hombre? Bs.Aires: Ed. Paidós, 1962, p. 256-257

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apreciar que un informe médico señalaba que esta aversión de Rivière la tenía desde niño y es otro de los indicios que apuntan a establecer que se encontraba loco.

Con este segundo argumento Rivière también trata de evadir su culpa... pero: ¿qué lo hace pensar que van a absolverlo por haber cometido los crímenes citados movido por un impulso de venganza hacia su madre? Ésta no es una eximente de responsabilidad, ni ahora ni en esa época (S. XIX); a contrapelo, el hecho de que Rivière haya cometido los crímenes consabidos en venganza de un supuesto daño que no existe (su madre únicamente se había separado de su padre), solo contribuye a afianzar la idea de que Rivière no estaba loco, ya que asesinó a sus familiares habiendo premeditado dichos crímenes. Luego sus mismas declaraciones desmienten su locura.

El verdadero motivo por el cual Rivière mata a sus familiares, es un enigma. En realidad, aunque diga que les dio muerte por la razón supradicha, pudo haberlos asesinado por otra razón diferente, que no quiere revelar porque pretende ser absuelto o declarado demente con base en su argumento de que es un misógino y que Dios le encargó cometer los crímenes mencionados.

En el segundo interrogatorio la justicia hace acopio de las declaraciones dadas por los testigos que conocen el temperamento de Rivière; con fundamento en estas declaraciones y en las memorias escritas por Rivière, formula la siguiente pregunta al acusado: “– La información ha probado en contra suya ciertos actos que denotan en su carácter un instinto de ferocidad. Tal como usted mismo lo confiesa en su manuscrito, crucificó a menudo ranas y pajarillos, ¿qué le llevaba a hacer eso?”51 .A lo que Rivière contesta: “ – Me gustaba52.

Como puede apreciarse, la justicia construye al Rivière criminal con base en aspectos que no vienen al caso: ¿es Rivière culpable de los crímenes que se le imputan por haber matado animales cuando era niño?, o mejor: ¿tiene esto que ver directamente con los crímenes ejecutados?, ¿deben considerarse como antecedentes delictivos? La justicia se extralimita: acusa

51 FOUCAULT, Michel. Yo, Pierre Rivière., Barcelona : Ed. Tusquets, 1998. p. 50.52 Ibid.

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a la persona por lo que es, por lo que ha hecho desde su infancia; la juzga teniendo en cuenta matices ajenos al caso.

Es una justicia fundada en los postulados de la escuela positiva, donde el criminal ostenta unas características físicas peculiares y unos comportamientos singulares que lo hacen culpable, aunque no lo sea. En verdad, tal “ferocidad “referida por la justicia no lo es en sentido estricto, sino picardías, travesuras, conductas típicas de los niños que por su naturaleza carecen de una consciencia que les permita ver lo incorrecto de sus comportamientos.

En este segundo interrogatorio Rivière se confiesa. Reconoce la hoz con que consumó los crímenes, se muestra resignado a la pena de muerte y dice estar arrepentido de lo que hizo: “una hora después de mi crimen mi consciencia me decía que había hecho mal y que no tenía que volver a hacerlo”53.

Con base en esta confesión, se decide condenar a Reviere a la pena de muerte, lo cual es acertado al considerar a Rivière culpable, mas no en cuanto a imponer un castigo tan bárbaro, que nada recupera ni construye; por el contrario, degrada y banaliza los derechos del hombre (defendidos en Francia a partir de la revolución de 1789... pero que en la misma Francia se violaban imponiendo penas inhumanas en el siglo diecinueve).

Los dictámenes de los médicos son contradictorios: unos señalan que Rivière es un demente, otros que tiene plena capacidad de razonamiento. El Ministro de Justicia también está convencido de que si bien Rivière muestra signos de cordura, también es cierto que devela aspectos demenciales: “El crimen de su hermano, un niño todavía, el razonamiento que llevó a Rivière a cometer este crimen, no pueden atribuirse más que a una persona cuyas facultades mentales están claramente alteradas”54. O sea que, a deducir por estas frases, solo una persona demente puede matar a su hermano menor; esto es un absurdo, pues personas en pleno uso de sus facultades mentales han asesinado a sus hermanos más pequeños, o incluso a sus hijos.

53 Ibid.54 Ibíd.

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No se tiene certeza sobre si Rivière está o no demente. Por esto se le cambia la pena de muerte por la de prisión perpetua. Con esto se demuestra la arbitrariedad de la justicia: si no está segura de la responsabilidad del acusado, no debe condenarlo. Sin embargo, en este caso la justicia tenía elementos para establecer su responsabilidad: él mismo se había declarado culpable en los interrogatorios; había reconocido el arma homicida y se había declarado arrepentido de sus crímenes. Su consciencia lo remordía, luego tenía capacidad de raciocinio: no estaba loco. La justicia debió analizar minuciosamente estos elementos y fallar con base en ellos, sin mirar los informes contradictorios de los médicos, por no ser claros ni precisos.

Como punto final, vale indicar que la justicia debe operar con sentido crítico, sopesando meticulosamente los elementos probatorios y las declaraciones del acusado y los testigos del crimen. Debe tener claro que mentir no es sinónimo de locura. Asimismo, debe exigir a las ciencias que la auxilian que le proporcionen datos concretos y verídicos, que sean fruto de un estudio concienzudo y responsable, para que así pueda fallar con base en pruebas sólidas, y no divagar en sus apreciaciones.

El corazón del hombreNo todo acto ejercido por un hombre en contra de otro debe

traducirse como un acto de necrofilia o amor a la muerte y la destrucción. La utilización de la violencia en defensa de la vida es justificable. Fromm así lo expresa: “la violencia en defensa de la vida es de diferente naturaleza que la violencia que tiende a destruir por el gusto de la destrucción”55. No se puede decir lo mismo de la violencia vengativa, la cual es irracional e innecesaria porque el daño ya se ha hecho y con la reacción posterior al mismo solo se atiza la llama del odio. Se busca anular el daño hecho, el cual que no puede disiparse.

Esta violencia vengativa ha estado presente en las culturas más civilizadas y actualmente existe: la justicia busca anular el daño causado a la víctima de un acto delictuoso castigando al delincuente, vengándose de él infligiéndole dolor. Pero la víctima ya ha sufrido, y ese sentimiento quedará impreso en ella aunque se castigue al culpable.

55 FROMM, Erich. El corazón del hombre. Bogotá : Ed. FCE, 1998. p. 21.

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El biófilo (que ama la vida intensamente) no acuña en su interior sentimientos de venganza, no vive en el pasado. Piensa en construir, en mejorar su vida hacia el futuro, en resarcir los daños que le han causado. Pero hasta el biófilo puede verse inundado por sentimientos de celos, pasión, emoción o ira que lo llevan a fraguar conductas destructivas, ya que son humanos y como tal pueden verse espoleados por estos sentimientos. El biófilo no es aquél que nunca destruye, sino el que dentro de sus cabales tiene como propósito no destruir, aunque eventualmente lo haga: no por eso dejará de tener como norma de conducta el amor a la vida.

Sin embargo, no es atinado afirmar, como lo hace Fromm, que el amor a la vida “se manifiesta en los procesos corporales de una persona, en sus emociones, en sus pensamientos, en sus gestos; la orientación biófila se expresa en todo el hombre”56. Una persona puede aparentar ser biófilo camuflándose en acciones que lo lleven a ser catalogado como tal; pero en realidad puede hacerlas en público para reflejar una imagen de justicia y probidad que no tiene internamente, porque puede perseguir en su cabeza propósitos malignos. Ejemplo de esta situación son algunos personajes públicos que generalmente son vistos como biófilos pues emanan ante el público honestidad y rectitud, pero a veces emplean esa confianza depositada en ellos para cometer delitos como la corrupción. Lo mismo puede suceder con políticos, empresarios, militares, y en términos generales con quienes exteriorizan conductas correctas pero no es ése su verdadero rostro o actitud constante.

La justicia, asimismo, tiene dos rostros: el que todos presumimos- que es recta e imparcial en sus decisiones- y el que muestra en algunos casos, al ser arbitraria o errar en sus apreciaciones y fallos.

El lobo es el hombre necrófilo, que desea destruir y siente gusto por ello. Pero esta decisión de destruir ha sido asumida por él mismo, libre y voluntariamente, aunque a ello ha coadyuvado su contacto con una sociedad violenta, degradada, acólita de la muerte. El cordero es también un necrófilo, porque sigue los pasos e indicaciones del lobo; lo hace porque se siente identificado con la muerte y también porque es fácil de convencer; le falta carácter, sentido crítico, capacidad para analizar las consecuencias de sus actos. Por eso miles de personas caen en la delincuencia: se dejan

56 Op. Cit. p 46.

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convencer por las palabras de otros delincuentes (lobos), por los actos violentos o destructivos que éstos ejecutan, y quieren imitarlos para ganar respeto y obtener beneficios pecuniarios. El cordero no es cordero porque exista el lobo, sino porque se deja arrastrar por las palabras o actos de éste y los acepta como modelos de conducta.

Otro aspecto que puede enmarcarse dentro del ámbito de la necrofilia es la forma como la industrialización, el capitalismo y la organización burocrática de la sociedad convierte a las personas en autómatas que obran sistemáticamente, de acuerdo con unos cánones económicos previamente establecidos.

El sicólogo norteamericano también nos habla del narcisismo como una conducta que, si bien no es directamente necrófila, puede llegar a serlo. El narcisismo tiene dos vertientes: el narcisismo benigno y el maligno. El benigno es aquel amor propio que siente la persona hacia sí misma, pero sin llevarla a menospreciar o ignorar la importancia de las otras. Este amor propio es vital para la conservación del individuo, ya que debe quererse a sí mismo y aceptarse para que pueda vivir plenamente y relacionarse con los demás (para que no lo invadan ideas de suicidio o frustración). Por el contrario, en el narcisismo maligno la persona solamente se ama a sí misma, no piensa en los demás como entes valiosos y dignos de amor: “emplean su energía en admirarse a sí mismos y no ven las cosas desde el punto de vista de la persona a quien ayudan”57.

El narcisismo individual puede derivar en narcisismo social o de grupo, el cual consiste en el nacionalismo exagerado en sentido negativo, de modo que surge desprecio por las demás naciones o grupos humanos. Emerge la xenofobia, la discriminación injustificada. Unas naciones se creen superiores que otras en todos los aspectos (cultural, político, económico, social, religioso), aunque no lo sean; quienes detentan el poder político y militar hacen creer a sus compatriotas que su nación es la mejor para disimular sus problemas internos. Si bien las naciones deben sentirse orgullosas de sus culturas, no deben extralimitarse denigrando a las otras naciones, las cuales merecen respeto por ser formas de vida diferentes y portadoras de una cultura propia.

57 Ibíd.

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El amor a la vida no solo debe desarrollarse en la persona, sino en el conglomerado social. Amor a la vida es asegurar la existencia de las personas, entendida como una vida digna en las condiciones materiales, culturales, sociales. Igualmente debe existir una justicia que se traduce, no solo en que nadie puede ser empleado como instrumento por otro- como afirma Fromm- sino en que se respeten los derechos de las personas a no ser condenadas arbitrariamente, a recibir una condena acorde con la dañosidad de su conducta delictiva y a poder acudir a dicha justicia para que ésta las proteja en sus derechos de forma eficiente y transparente. En síntesis, que la justicia sirva al individuo y a la sociedad y no que los perjudique. Además, la persona debe ser libre para poder construir su vida, para relacionarse con la sociedad dentro del marco legal. Para idear propuestas de superación, desarrollo y convivencia.

El hombre tiene la posibilidad de ser necrófilo o de inclinarse por la biofilia: puede escoger valiéndose de su voluntad. Los actos del hombre deben ser humanos, y para que un acto sea humano debe darse en él pleno conocimiento y decisión libre de la voluntad. El conocimiento pleno implica advertencia y deliberación previa. La voluntad de un acto puede ser inmediata, cuando se trata de un acto propio y libre de la persona, como los actos de querer, consentir, elegir, etc. Y puede ser mediata, cuando el acto es ejecutado por otras facultades bajo el mandato y control de la voluntad, como comer, pensar, etc. El límite entre lo voluntario y lo involuntario no es idéntico para todos ni inamovible. El hombre puede alcanzar grandes niveles de autocontrol. Depende del ejercicio que realice en tal sentido. Los hábitos, los instintos, las pasiones, los mecanismos orgánicos pueden ser en gran parte controlados si nos lo proponemos. Pero pueden también llegar a dominarnos si nos abandonamos a ellos.

Finalmente, los hombres biófilos deben transmitir su amor a la vida a los demás, para así contribuir al crecimiento de la armonía y la convivencia entre los miembros de la sociedad y consecuentemente a la disminución de las conductas delictivas que se producen por los pensamientos destructivos o mortíferos de personas necrófilas, pues: “el amor a la vida es tan contagioso como el amor a la muerte”.

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Apuntes sobre el debate Hart- DworkinEl presente ensayo tiene como fin explorar con lupa crítica los

argumentos expuestos por Hart y Dworkin en la obra referenciada, para luego dar algunas conclusiones.

Empecemos con Hart. Este doctrinante, al distinguir entre los casos fáciles y difíciles, se aboca a un error: considera que en los casos fáciles (cuya solución estriba en la estricta aplicación de la ley) no es necesaria la interpretación del juez; contrariamente, en los casos difíciles el juez puede interpretar la ley incluso discrecionalmente, creando derecho. En los casos fáciles es necesaria la interpretación de la ley y también la adecuación de esa ley al caso concreto, porque es complicado que un caso se ajuste plenamente a la ley. Hay por ende que sopesar las circunstancias y carices peculiares del mismo, así como las pruebas y consecuencias nocivas que podría traer tomar cierta decisión.

Con respecto a los casos difíciles, vale decir que según Hart el juez debe crear Derecho para solucionarlos, pero en esta labor debe respetar los principios procesales del ordenamiento (incluyendo las normas existentes que podrían servir en la resolución del caso) y ser ampliamente imparcial. Cabe la pregunta: ¿cuál Derecho está creando, si se está moviendo dentro del campo de éste? Crear Derecho es inventarlo, es fabricar leyes nuevas o diferentes y aplicarlas, cosa que aquí no se aprecia de forma ostensible.

Por otra parte, Hart considera que el derecho está compuesto únicamente por reglas, que en frases de Robert Alexy son “mandatos definitivos”, esto es “que no son susceptibles de ponderación y tampoco la necesitan” .Exigen su cumplimiento, sin que haya que interpretarlas: solo hay que atender a su tenor literal.

Sin embargo, en las reglas están implícitos los principios (“mandatos de optimización “según Alexy), y entonces Hart no se aparta totalmente de ellos al decir que el juez aplica las reglas existentes en los casos fáciles sin interpretar su sentido: al aplicar la regla, de forma involuntaria el juez está aplicando el principio implícito en ella. Lo que el juez de Hart no hace es extraer y cotejar principios, mirar cuál prima sobre cuál en el caso concreto. Así, se observa que Hart no desecha del todo los principios.

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Por otra parte, al referirnos a Dworkin, debemos señalar su intención de comparar la interpretación del derecho con la interpretación literaria. Son ámbitos divergentes. El derecho se cimienta en las realidades sociales y económicas fácticas (entre otras), mientras que la literatura es un constructo subjetivo, fruto de la imaginación y con contenidos de realidad que se mezclan con lo imaginario. El autor de obras literarias tiene el designio de crear nuevos mundos para recrear la mente de los lectores. A contrapelo, el legislador al crear el derecho tiene diversos propósitos- personales como generales-, pero en principio su deber ser es proteger los intereses colectivos y particulares de la sociedad y el individuo respectivamente.

En su obra Dworkin habla de un juez interpretativo que debe desmenuzar la ley, hallar los principios implícitos en ella para luego ponderarlos y aplicar el más importante, el que más satisfaga los intereses de los afectados. Debemos señalar que no todas las veces el juez puede encontrar cuál es el principio ínsito en la ley, qué pretendió amparar o castigar el legislador al hacerla: puede ser que el juez entienda otra cosa, o- lo que es peor- que ese principio obedezca a propósitos difusos.

Es preciso inclinarse porque el juez interprete la ley y si es el caso interprete los principios que entraña dicha ley, y no los aplique cuando sean injustos o ilegales a la luz de normas supremas, como la Constitución o los tratados internacionales.

Hart es acertado al afirmar que en el Derecho existen lagunas. Y debemos discrepar de Dworkin al considerar que basta con interpretar la ley, y todo se soluciona: se disipan los vacíos e inconsistencias. No es verosímil este último planteamiento; por eso Hart dice refiriéndose a Dworkin: “habla como si el Derecho fuese un sistema sin vacíos en el cual hay una solución para cada caso que el juez debe descubrir, no inventar” 58.

No basta con que el juez interprete la ley, sino que sea imparcial en la interpretación y aplicación de la misma. Esto, obviamente, es difícil, ya que la pretendida neutralidad del juez de Dworkin no existe (como tampoco la del juez de Hart, que supuestamente es imparcial en la resolución de casos difíciles): muchas veces los principios son fraguados por diversas

58 RODRIGUEZ, César. La decisión judicial: El debate Hart- Dworkin. Bogotá: U. de los Andes, 1997. p. 138.

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concepciones e intereses del legislador. Si el juez se vale de ellos se está valiendo de apreciaciones discrecionales. Pero si el juez quiere decidir atendiendo únicamente a sus intereses y criterios individuales, también puede hacerlo. Así, el mismo Dworkin ha dicho: “si mis aseveraciones respecto al papel de la política son razonables, entonces sería de esperar que encontrásemos opiniones decididamente liberales o radicales o conservadoras”59. Del mismo modo Duncan Kennedy se ha pronunciado: “quizá, incluso, siempre sea posible proponer razonamientos jurídicos viables para justificar cualquier resultado que uno quiera”60. El juez entonces puede valerse de X o Y reglas o principios para fallar discrecionalmente dentro del mismo predio del derecho.

El derecho es una mixtura de política, economía, religión, moral, etc. No consideremos, como Dworkin, “que la política, el arte y el Derecho se unen, de alguna manera, en la filosofía”61 . Digamos que en el Derecho convergen política, filosofía, modelos económicos y sociales, etc.: unos con mayor fuerza que otros.

Finalmente, se puede decir que en ocasiones la ley se interpreta y aplica de forma discrecional, bien por motivos y convicciones del juez, o por presión o influencia de las partes o terceros. Las decisiones así producidas pueden ser acertadas o no; por ello se requiere mayor objetividad. Es indispensable que se analicen las circunstancias especiales de cada caso y se decida en consonancia con este estudio, persiguiendo los fines generales que debe reflejar la ley y la Constitución.

Derechos humanos e intervenciónEste texto busca resolver el interrogante: ¿En caso de una grave

crisis humanitaria reconocida por la colectividad, se puede intervenir militarmente al Estado que está cometiendo o permitiendo estos actos?

Antes de responder esta pregunta, es preciso exponer la legislación internacional que sirve de fundamento para dar una respuesta. Así, encontramos que uno de los principios consagrado en la carta de la ONU,

59 Ibíd.60 Ibíd.61

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es el de la No intervención en los asuntos internos de un Estado, dispuesto en el artículo 2, apartado 4 de la Carta de la ONU, que reza: “ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho a intervenir directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de ningún otro. Por lo tanto, no solamente la intervención armada, sino también cualquier otra forma de injerencia (...) son violaciones del derecho internacional”.

Asimismo, está el principio de la protección de los derechos humanos. Es más, se considera un deber la protección de estos derechos, tal como lo disponen los Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos Adicionales de 1977. También es una obligación hacerlos respetar.

Como se ve, uno de los propósitos y principios de la ONU es proteger los derechos humanos. Pero si para hacer efectivo este principio tuviese que emplearse el poder militar, ¿no estaría vulnerando otro de sus principios, el de no intervención en los asuntos internos de un Estado? Esta pregunta también la formuló Jacques Forster (Vicepresidente del Comité Internacional de la Cruz Roja), de esta manera:

La pregunta que surge en relación con una intervención armada es la siguiente: ¿la obligación de hacer respetar el derecho internacional humanitario, permite el uso de la fuerza basándose solamente en esa cláusula? La pregunta puede ser respondida negativamente sin la menor vacilación. El Artículo 89 del I Protocolo Adicional de 1977 elimina toda duda al respecto al especificar, (y cito): “En situaciones de violaciones graves de los Convenios o del presente Protocolo, las Altas Partes contratantes se comprometen a actuar, conjunta o separadamente, en cooperación con las Naciones Unidas y en conformidad con la Carta de las Naciones Unidas62.

Igualmente, podemos consultar la jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia de 1986 sobre el litigio que enfrentaba a Nicaragua con Estados Unidos, la cual expresa que “el recurso unilateral a la fuerza no podría ser un método apropiado para verificar y asegurar el respeto de los derechos humanos”.

62 FOSTER, Jacques. Intervención Humanitaria y Derecho Internacional Humanitario, Discurso inaugural del Noveno Seminario Anual de DIH para Diplomáticos acreditados en las Naciones Unidas, en www.icrc.org, año 2000, p. 2.

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De modo pues que la pregunta planteada se resuelve afirmando que se puede intervenir militarmente en un Estado en pro de conjurar una grave crisis humanitaria que exista en él, pero bajo las directrices y mandatos de la Carta de la ONU, y no de manera unilateral. Eso si se quiere que la intervención se ajuste al Derecho internacional. ¿Pero de dónde dimana esta habilitación? Es preciso observar el capítulo VII de la Carta de la ONU. Allí encontramos los artículos 39 a 42, que consagran lo siguiente:

Art. 39 El Consejo de Seguridad determinará la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión y hará recomendaciones o decidirá qué medidas serán tomadas de conformidad con los Artículos 41 y 42 para mantener o restablecer 1a paz y la seguridad internacionales.

Art. 40. A fin de evitar que la situación se agrave, el Consejo de Seguridad, antes de hacer las recomendaciones o decidir las medidas de que trata el Artículo 39, podrá instar a las partes interesadas a que cumplan con las medidas provisionales que juzgue necesarias o aconsejables. […] Dichas medidas provisionales no perjudicarán los derechos, las reclamaciones o la posición de las partes interesadas. El Consejo de Seguridad tomará debida nota del incumplimiento de dichas medidas provisionales.

Art. 41. “El Consejo de Seguridad podrá decidir qué medidas que no impliquen el uso de la fuerza armada han de emplearse para hacer efectivas sus decisiones, y podrá instar a los Miembros de las Naciones Unidas a que apliquen dichas medidas, que podrán comprender la interrupción total o parcial de las relaciones económicas y de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aéreas, postales, telegráficas, radioeléctricas, y otros medios de comunicación, así como la ruptura de relaciones diplomáticas”.

Art. 42. “Si el Consejo de Seguridad estimare que las medidas de que trata el Artículo 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado serlo, podrá ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea necesaria para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales. Tal acción podrá comprender demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecutadas por fuerzas aéreas, navales o terrestres de Miembros de las Naciones Unidas”.

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Se habla de una excepción al principio de no intervención en un Estado, pues se pone de manifiesto que de presentarse una amenaza contra la paz y seguridad, se podrá, incluso, emplear la fuerza militar en caso de fracasar las medidas provisionales. Ahora bien, no se habla de que tal intervención puede hacerse cuando exista una grave violación a los derechos humanos, pero si tenemos en cuenta que es un deber de los miembros de la ONU velar por el respeto de dichos derechos, tal como lo consagran los Protocolos enunciados, y además considerando que las graves violaciones a los derechos humanos constituyen una amenaza contra la paz y la seguridad, diremos que se puede intervenir militarmente en un Estado cuando haya en él una ostensible crisis derivada de la violación de derechos humanos.

No obstante, si nos ceñimos a una interpretación exegética de las disposiciones de la ONU, encontramos que no hay una implementación ni un desarrollo de las medidas a tomar en caso de una grave crisis de vulneración de los derechos humanos en un Estado, pues si bien se establece como un deber hacer cumplirlos, no se señala en sus disposiciones que pueda usarse la fuerza militar en caso de ser vulnerados gravemente, pues, como se dijo, se habla de amenazas contra la paz, quebrantamiento de la paz y agresión, pero no, taxativamente, se afirma que en caso de una grave crisis humanitaria se podrá recurrir a una acción militar. Dependerá, entonces, de la consideración al respecto que se haga por parte de los miembros de la ONU y del Consejo de Seguridad, quienes son los encargados de decidir o no la intervención, si esos actos constituyen una amenaza o un quebrantamiento de la paz, para proceder a hacer aplicación de las medidas provisionales convenientes, o, de fracasar éstas, iniciar acciones militares que conlleven a conjurar la situación.

Para M. C. Añaños Meza deben concurrir tres situaciones para que pueda haber una intervención humanitaria, y son: “que el acto sea el empleo de la fuerza militar, que exista una violación real de derechos humanos fundamentales y que la motivación humanitaria sea genuina y por tanto, consista en garantizar el respeto del estándar mínimo humanitario por los Estados”63. Además, la doctrina y las normas sobre derechos humanos, establecen que debe haber una violación grave de derechos humanos fundamentales, es decir, no de todo tipo de derechos humanos,

63 Ver su artículo Algunas reflexiones sobre la legalidad de la intervención militar de la OTAN en Kosovo, consultado en la web www.menschenrechte.org, p. 2.

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sino de aquellos considerados como fundamentales o mínimos por el DIH y los Convenios internacionales, como son la prohibición del genocidio, el derecho a la vida, el derecho a no ser torturado y a no ser condenado a muerte, y la prohibición a ser discriminado por razones de raza, etnia o religión.

Estos derechos son absolutos, no pueden ser menoscabados, desconocidos ni tampoco derogados por ningún Estado inclusive en caso de emergencia, pues es lo mínimo que garantizan los tratados internacionales, y tienen plena validez y garantía a la luz del derecho internacional de los derechos humanos y el DIH.

Es obligación de los Estados velar por su respeto y cumplimiento, e incluso los terceros Estados, los que no los están violando, pueden hacerlos cumplir. De forma que puede constituir una excepción al principio de no intervención consagrado en el art. 2 de la Carta de la ONU, además de la contemplada en los artículos 39 y el 51 de la misma, que tratan de la legítima defensa individual o colectiva en caso de agresión.

Pero una cosa es la intervención multilateral, la que se hace con la aprobación de la ONU y bajo las normas de la Carta de la ONU y los Convenios internacionales, y otra la unilateral, que se hace por fuera del marco jurídico de la ONU y que debe analizarse desde la óptica de los principios generales del derecho internacional y del derecho consuetudinario internacional, la cual se ha presentado en muchas ocasiones. Si es así, nos salimos del marco jurídico de la Carta de la ONU y los Convenios internacionales y nos encontramos ante una intervención militar para conjurar una grave crisis de derechos humanos, pero a la vez ante una acción de facto. Un ejemplo lo constituye la intervención de Vietnam en Camboya, en 1978. El ejército de Vietnam invade Camboya derrotando a los Kmers rojos y poniendo fin a la dictadura de Pol Pot, responsable de dos millones de asesinatos de población civil, además de torturas y explotación contra la misma. No hubo aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, no se hizo a la luz de las normas internacionales. Fue una intervención unilateral.

Igualmente, está el caso de los bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia. En vista de las masacres y desplazamientos perpetrados por las tropas serbias en su lucha contra el Ejército de Liberación de Kosovo,

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la OTAN decide bombardear Yugoslavia para poner fin al exterminio de los albanokosovares. Tampoco esta intervención se hace con la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU. Es decir, aunque tiene justificación en la protección de los derechos humanos, a su vez transgrede las normas internacionales consagradas en la Carta de la ONU, especialmente el mencionado artículo 2, que prevé el respeto a la soberanía de los Estados.

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ConclusionesTanto en la Carta de la ONU, como en los Convenios y tratados

internacionales, no hay una disposición expresa que permita una intervención militar en un Estado donde se estén violando gravemente los derechos humanos, o se esté permitiendo su violación. No obstante, están reconocidos en dichas normas los derechos humanos fundamentales, que son ius cogens, están al mismo nivel o categoría que las demás normas de la Carta de la ONU, como lo es la de la prohibición del uso de la fuerza-art. 2- y el principio de no intervención. De manera que se produce un choque de principios, el de protección de los derechos humanos fundamentales (más que protección obligación de protegerlos y hacerlos respetar) y el de no intervención. De modo que es decisión de los miembros de la ONU considerar cuál debe primar en el caso específico, bajo el supuesto de que se trate realmente de una grave violación de esos derechos y la intervención militar sea con el fin de evitar que se sigan vulnerando.

Igualmente, existe como marco jurídico el art. 42 de la Carta de la ONU, que habilita al Consejo de Seguridad de la ONU para ejercer acciones militares en caso de haber amenazas o quebrantamiento a la paz, si previamente han fracasado las medidas provisionales impuestas. Sin embargo, corresponde a la ONU determinar si una grave violación de los derechos humanos constituye una amenaza o quebrantamiento a la paz. De ser afirmativa la interpretación, sería posible la intervención militar, bajo el marco jurídico de la referida Carta, fundamentándose en la seguridad colectiva.

Las intervenciones militares para contener graves violaciones a los derechos humanos, no solo se presentan de manera multilateral, es decir bajo la tutela de la ONU, sino que se hacen unilateralmente. En los dos casos pueden provocar desplazamientos y muertes de civiles, como acaeció con la intervención de la OTAN en Yugoslavia en 1999, pues como afirma Noam Chomsky:

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En dos semanas el número de refugiados, la mayoría provenientes de las regiones del sur de Kosovo fronterizas con Macedonia y Albania, había llegado a ser de unos 350.000, mientras que un número desconocido de serbios huía hacia el norte, a Serbia, escapando del aumento de la violencia proveniente de aire y tierra64.

En otros casos, cuando se requiere una intervención militar para conjurar graves crisis humanitarias, ésta no se realiza ni de manera multilateral ni unilateral, como sucedió en 1975 en Indonesia, tras el golpe militar de Suharto, bajo cuya dictadura fueron asesinados más de medio millón de civiles y aniquilado el partido comunista. Pero no hubo intervención alguna de ningún Estado para evitar las masacres.

Como punto final, es preciso señalar que las intervenciones militares en caso de violación a los derechos humanos, pueden producir transgresiones a los mismos, porque no se miden las consecuencias ni los alcances de estas acciones. Obedecen a fines humanitarios, pero otras veces a estrategias políticas o militares.

Por eso, antes que aprobarse una intervención de este tipo, se debe hacer, no un análisis de necesidad real de la intervención que atienda a un propósito humanitario, aunque lo más adecuado siempre será buscar solucionar el problema suscitado por la vía de la diplomacia internacional, con la ayuda de la Cruz Roja y las demás entidades que abogan por la defensa de estos derechos inmanentes al ser humano.

64 CHOMSKY, Noam. Estados Canallas. Barcelona: Ed. Paidós, 2001. p. 49.

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La independencia judicial en América Latina: pasado, presente y futuro

Introducción

La independencia judicial, propuesta desde hace varios siglos por Aristóteles en La Política65, fue refrendada por Montesquieu en su obra Del Espíritu de las Leyes66 generando una división de los poderes, esto es, independencia de las ramas ejecutiva, legislativa y judicial. No obstante, a través de la historia, dicha división, y más aún la independencia de un poder respecto a otro, no se ha materializado o dicha materialización ha sido parcial o ha tenido falencias.

La rama judicial es quizá la que menos ha podido ostentar independencia respecto de las otras. En América Latina, por ejemplo, son numerosos los casos de funcionarios judiciales permeados y sometidos por dictadores o presidentes plenipotenciarios que han suprimido cargos judiciales, destituido jueces, etc. También sucede en el seno de las democracias: “En el marco de regímenes dictatoriales y, lo que es más preocupante aún, en el contexto de las democracias, el poder judicial ha estado sometido a diverso tipo de presiones y controles por los poderes ejecutivo y legislativo”67.

La independencia judicial estriba en que los jueces puedan ejercer sus funciones y tomar decisiones sin verse obligados por otra autoridad a fallar de acuerdo a su dictamen, como tampoco ser influenciados por terceros o por las mismas partes procesales. En síntesis, significa que el juez razona y toma sus decisiones libre de injerencias que incidan en sus funciones siguiendo el derrotero trazado por las leyes, ajustados, a su vez, a los mandatos constitucionales.

65 ARISTÓTELES. La política. Madrid: Alianza editorial, 2005. 66 MONTESQUIEU. Del espíritu de las leyes. Madrid: Alianza editorial, 2012. 67 BURGOS S. Germán. ¿Qué se entiende hoy por independencia judicial? Algunos elementos conceptuales. En: Independencia judicial en América Latina: ¿De quién? ¿Para qué? ¿Cómo? Bogotá: Ed. ILSA, 2003. p. 7.

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Los cambios recientes en América Latina respecto a la organización estatal han contribuido en construir o afianzar la construcción de una independencia judicial que antes hubiese sido imposible concebir. Tales cambios posibilitan la independencia y su credibilidad, por ello es de suma importancia estudiar, analizar y reflexionar sobre la forma como se ha violado la independencia judicial en América Latina, los factores y actores que han participado en dicha transgresión, sus causas y consecuencias, y la manera como debe o puede afrontarse para construir una independencia judicial real.

Josep Aguiló Regla, en su texto De nuevo sobre independencia e imparcialidad de los jueces y argumentación de los jueces, señala que, en el marco de la argumentación jurídica, existen dos teorías: del descubrimiento y de la justificación. La teoría del descubrimiento hace referencia al proceso mismo de descubrimiento de una teoría; dentro de ella se consideran la historia y la sociología de la ciencia, tomando así modelos de teorías que a través del tiempo se han dado. La teoría de la justificación, contrariamente, se preocupa por justificar los descubrimientos realizados, por señalar la validez de los mismos, a través del método científico, entre otros tópicos. En el campo judicial, esto se aplica en el sentido de considerar el contexto social, el estado psicológico, la inclinación ideológica, etc., bajo los cuales el juez toma la decisión judicial, lo que se acomodaría dentro de la teoría del descubrimiento, que se trata desde un punto de vista empírico, en tanto que las razones alegadas para llegar a la decisión tomada, vendrían a analizarse dentro de un componente o marco jurídico. Así, la corrección de una decisión, viene dada por la corrección de las razones esgrimidas para justificar la decisión tomada.

La argumentación jurídica, entonces, distingue estas dos teorías, considerándolas independientes, y se interesa por el estudio de la justificación de las decisiones judiciales.

A su vez, la argumentación jurídica distingue entre las razones explicativas y las justificativas de una decisión. Las justificativas son los alegatos en los cuales se apoya la decisión, en tanto que las explicativas son los móviles o motivos que llevan a tomarla. Así, la mencionada argumentación se inclina porque los jueces deben mostrar como correctas las decisiones, mas no señalar los motivos que tuvieron para tomarlas, o dicho de otra manera, explicarlas.

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Otro punto importante que se analiza dentro del campo de la argumentación jurídica es la independencia de los jueces, que es considerado un ideal, una meta a la cual quiere llegarse en un Estado de Derecho. Un postulado señala que está sujeto al plano institucional del mismo Estado, a la forma como funcionan sus instituciones, donde juegan los equilibrios de poder, las acciones previstas para conjurar problemas, etc.

Una segunda concepción apunta a que los ideales de independencia de los jueces en un Estado de Derecho, están sujetos al comportamiento mismo de los sujetos de quienes se predican esos ideales, esto es, los jueces, y los que puedan incidir en su conducta. Desde esta perspectiva, los valores y los ideales predicados por el Estado de Derecho, pasan a ser deberes que deben cumplir los sujetos, en cuyo comportamiento juega la autodeterminación, la disposición frente a su labor, etc.

El autor indica no estar de acuerdo con reducir el principio de independencia de los jueces a un mero aspecto institucional, esto es, que depende de que los poderes sean igualmente independientes para que no haya injerencia, por ejemplo, del poder político sobre la actividad de los jueces. Argumenta que no hay que confundir ese principio con las condiciones institucionales, y más bien se inclina porque la independencia debe mirarse desde el punto de vista de los jueces, quienes son sus protagonistas y quienes van a ser o no independientes según la conducta que desarrollen. Por eso, es un deber de ellos, quienes están llamados a cumplir el derecho y respetar las normas, al igual que todos los ciudadanos.

Los ciudadanos deben comportarse conforme a las normas lo prescriben, bien sea actuando o absteniéndose de actuar. Ostentan unos derechos de los cuales son titulares y por eso pueden invocarlos y hacerlos valer jurídicamente. Pero no tienen ese deber de independencia, el cual está dirigido a los jueces y a otras autoridades. Esta justificación se exige para que la decisión no sea arbitraria.

Existen diferencias entre lo que es independencia y dependencia y lo que constituye independencia y representación. De esta forma, la independencia se mira como que el juez obre, tome decisiones fundado en razones que provengan del marco legal, que el derecho le otorgue, y no movido por razones que emanen del componente social o político.

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Así las cosas, la independencia apunta a que el juez no debe someterse a ningún superior, a nadie que controle su función jurisdiccional e incida en sus decisiones, sino que solamente debe estar sujeto a la ley, a lo que el derecho le señale. Luego no hay dependencia con respecto a un superior, pero sí con respecto al derecho.

Con estos planteamientos coincide Juan Luis Requejo Pagés, pues señala que la independencia judicial implica que el juez se someta al derecho, esto es, tenga una dependencia con respecto al marco jurídico que le compete- y no a cualquier norma-, delimitándose su actuar a aquel, mas no a otros ámbitos o factores no jurídicos que desborden ese campo y esas funciones que debe cumplir de manera imparcial. De esta forma, Requejo expresa:

La independencia del juez, por tanto, no es más que aquella institución jurídica en virtud de la cual el sistema delimita con precisión el sector del ordenamiento que encierra los elementos relevantes para el juez a la hora de ejercer jurisdicción, desconectando a éste de los sectores sistémicos que por su mayor grado de indeterminación o por contener información sistémica escasamente parece conveniente excluir de lo que ha de constituir el núcleo argumentativo y de actuación con arreglo al cual el juez debe aplicar jurisdiccionalmente el derecho 68 .

De manera que si el juez se ciñe al marco jurídico que le fija sus funciones, tareas y competencias, se evita, o mejor, se busca evitar, que sea influenciado por diferentes sectores que pueden tener injerencias en su labor:

Con esta desvinculación se persigue que el ordenamiento sea la única base de actuación del juez y, además, que lo sea sin la injerencia de otros órganos a la hora de delimitar e interpretar el sector del ordenamiento que ha de aplicarse en cada caso. Se confía en el juez para que sea él decida qué norma y de qué modo debe aplicarse, sin que puedan producirse injerencias desde otras sedes, razón por la cual se priva de relevancia jurídica a todo tipo de orden o requerimiento encaminado a imponer al juez un determinado criterio. El único criterio jurídicamente relevante es el configurado

68 REQUEJO PAGÉS, Juan Luis. Jurisdicción e Independencia Judicial. Madrid: Ed. Centro de Estudios Constitucionales, 1989. p. 164.

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por la norma jurídica interpretada y aplicada de conformidad con las reglas de interpretación y aplicación contenidas en el propio sistema, y de entre las cuales el principio de independencia excluye, por ejemplo, las órdenes de los superiores jerárquicos69.

En el texto Independencia en Juego, del Observatorio colombiano de Administración de Justicia, se consagra una definición que va hacia el mismo punto: la sujeción del juez a la ley para asegurar la independencia. Asimismo se expresa que esa independencia persigue unos fines que son los del Estado y la Constitución:

La independencia así definida en términos normativos es ante todo un medio para un conjunto amplio de fines. Su objetivo inmediato es permitir el imperio de la ley y su aplicación de manera imparcial a los casos concretos. Solo si las órdenes y decisiones producidas por un juez o fiscal son realizadas al margen de la intervención indebida del gobierno, las partes o los actores sociales, se puede garantizar que la ley sea aplicada y que tal aplicación sea en principio lo más neutral posible. La defensa de la Constitución es el segundo objetivo normativo de la independencia judicial. Los jueces y las cortes deben contar con un grado adecuado de independencia a fin de poder declarar inconstitucionales aquellas leyes o decretos que, producidos por el Ejecutivo o el Legislativo, riñan con la norma superior. Finalmente, en un sentido más mediato, se ha afirmado que la independencia judicial permite una mujer garantía de los derechos humanos70 .

Germán Burgos, por su parte, establece, acorde con otros autores, que el fin de la independencia judicial no es tanto el cumplimiento y sujeción a la ley, sino que su objetivo primario es el cumplimiento de la Constitución: “los poderes ligados al control de constitucionalidad permiten el cumplimiento de la defensa de la Constitución en cuanto objetivo central de la independencia”71. Sin embargo en el texto de Burgos se coincide en afirmar que BURGOS.

69 Ibíd.70 OBSERVATORIO COLOMBIANO DE ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. Bogo-tá: Independencia en Juego- El caso de la Fiscalía General de la Nación, 2005. p. 8-9.71 Op. cit., p. 16.

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En el plano normativo, pero en un sentido más mediato, se ha afirmado que la independencia judicial permite una mejor garantía de los derechos humanos. Se asume que el juez al margen de presiones indebidas de los poderes públicos, o de determinados actores poderosos, aplicará la ley donde se garantiza el marco de derechos, aun en contra de los agente gubernamentales o de actores estratégicos en una sociedad. De hecho, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos incluyen a la independencia judicial como una de las garantías básicas para el respeto de los derechos72.

Burgos señala un nuevo aspecto: que la independencia judicial también persigue o se asocia con el desarrollo económico de los países en vía de desarrollo, ya que:

Un judicial independiente forma parte de los dispositivos institucionales a los cuales apelar a fin de garantizar el control de la discrecionalidad administrativa de las burocracias o del cambio repentino e injustificado de las leyes en las que se establecen los marcos legales o regulatorios de la política económica73.

La independencia judicial tiene dos factores determinantes, que se indican en el texto de Burgos, y son la independencia personal del juez y la institucional. La primera “precisa la garantía constitucional y legal de períodos fijos de ejercicio, salarios estables y dignos, una carrera judicial que establezca el sistema del ingreso y ascenso con límites claros sobre la posibilidad de trasladar o cerrar juzgados. La existencia de un régimen de incompatibilidades e inhabilidades, y un marco legal claro en materia disciplinaria y de evaluación que eviten al máximo el ejercicio discrecional y arbitrario del control por los superiores. En este ámbito, la garantía de la seguridad personal de los jueces constituye un requisito de partida para el goce del resto. Algunos de estos arreglos institucionales forman parte de los Principios Básicos para la Independencia Judicial, adoptados por la Asamblea de las Naciones Unidas en 1985”74.

La segunda “se asocia al reconocimiento y respeto de un presupuesto judicial adecuado tanto por el legislativo como por el ejecutivo, el cual

72 Op. Cit. p. 14.73 Ibíd.74 Op. Cit p. 16.

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debe ser gestionado directamente por la rama o por una instancia no perteneciente al ejecutivo, como sería el caso de los actuales Consejos de la Judicatura. También tiene que ver con la posibilidad de tener competencias no intervenidas por el ejecutivo en materia de administración judicial, tales como las referidas a la organización de la rama, la creación, cierre y distribución de los juzgados, el establecimiento de las líneas básicas de la política judicial y la posibilidad de reglamentar y administrar diversos aspectos de la carrera judicial”75.

De otro lado, la independencia judicial para Joseph Aguiló no implica solamente que el juez falle conforme al derecho, sino que las razones expuestas para justificar el fallo estén a tono, asimismo, con el derecho. Igualmente, conlleva que los sujetos destinatarios de esos fallos, no sean afectados de manera que dichas decisiones sean determinadas por injerencias de terceros, bien sean sectores políticos, sociales o económicos.

La imparcialidad es un principio al cual también debe someterse el juez, y consiste en que éste debe ser ajeno a las partes y al objeto del proceso, es decir, no debe fallar influenciado por los intereses o las presiones de cierta parte, sino decidir en consonancia con el derecho.

La neutralidad (otro aspecto que debe observar el juez), consiste en que éste durante las etapas del proceso no debe hacer prejuzgamientos, de modo que haya un equilibrio entre las partes y no se incline por favorecer a alguna en contra de otra. La imparcialidad viene a aplicarse en cuanto a que el juez influye en el resultado, porque dicta un fallo, pero ese fallo debe ajustarse al derecho, y no ser determinado por alguna de las partes.

Aguiló sostiene que tanto la imparcialidad como la independencia del juez no buscan solamente que el juez tome las decisiones y esgrima las razones pertinentes ceñido al derecho, sino que además, se busca cumplir con el régimen de incompatibilidades, la recusación, etc., que las razones y decisiones de los jueces, tengan credibilidad por parte de otras autoridades, de los ciudadanos y, por supuesto, de las mismas partes procesales.

Este autor también señala que hoy en día el postulado de que el juez independiente e imparcial es el que está sujeto a la ley, se encuentra

75 Ibíd.

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en desuso, y es más preciso hablar del juez que se somete a un Estado Constitucional de Derecho y a sus preceptos, donde hay lugar a una mayor valoración de los principios jurídicos, ponderándolos, deliberando acerca de ellos.

En este nuevo modelo de Estado, la Constitución está por encima de la ley, de modo que los jueces deben interpretar la ley de acuerdo a la Constitución, y si hay leyes contrarias a la Constitución, debe inaplicarlas. Con este modelo, se reducen las diferencias o límites entre el aspecto interno y externo del derecho, ya que la validez interna de éste incorpora casos de justicia material, en la protección de ciertos derechos.

Entonces cabe decir dentro de este modelo que el juez imparcial e independiente es aquél que se sujeta a los principios y normas constitucionales. Como se ve, en el ensayo de Joseph Aguiló, al igual que en el texto de Burgos, se expone como fin primario de la independencia judicial el cumplimiento de la Constitución y sus principios rectores.

Por último, considera Aguiló que la imparcialidad e independencia de los jueces debe observar unas exigencias de racionalidad, no solo de mera legalidad, y otras relacionadas con sus inclinaciones particulares y el contexto social, político, etc., en que trabaja.

En su ensayo Fortalecer la Independencia Judicial, Margaret Popkin expone un concepto de independencia judicial similar a la de Aguiló Regla, pues en él señala, que la independencia implica que los jueces tomen las decisiones con imparcialidad, ceñidos a los hechos y al derecho, sin ser influenciados por presiones o prebendas de terceros.

La autora señala que en los años 80 en Latinoamérica, la independencia judicial no existía, por cuanto eran los sectores políticos dominantes quienes nombraban a los jueces supremos, y éstos a su vez eran los encargados de hacer los nombramientos, traslados, etc., de los jueces de menor rango.

En los países donde hubo dictaduras, como Chile, entre otros, el poder militar determinó el desempeño de los jueces, quienes debían ajustarse a sus dictámenes.

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Es así como jueces que se oponían al poder político, fueron destituidos, y tuvieron que buscar el resarcimiento de sus derechos en organismos internacionales, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Los jueces no tenían poder para evitar, en la práctica, las torturas y las demás violaciones contra los derechos humanos que se producían bajo dichos regímenes.

Burgos señala estos casos de transgresión de la independencia judicial, indicando que: “El control de la aprobación y desembolso del presupuesto judicial, la variación del número de integrantes de las altas cortes, el uso impropio del juicio de responsabilidades respecto a los magistrados de las cortes supremas, la presión respecto a casos sensibles, han estado entre los mecanismos más usados para someter al judicial”76.

Por su parte, el Observatorio Colombiano de la Administración de Justicia indica que “las intromisiones indebidas que afectan la independencia judicial pueden originarse en tres tipos de factores conceptualmente diferenciables. De un lado está la inexistencia o ineficacia de un conjunto de arreglos institucionales que imposibiliten o dificulten dichas intromisiones. De otro lado están los intereses, la capacidad de poder y las estrategias de determinados actores estatales y no estatales para querer influir en el funcionamiento del judicial. Finalmente, está la ausencia de convencimiento y actitud de defensa de la independencia por parte de los mismos operadores judiciales”77.

Con el ánimo de la democracia y los derechos humanos, se implementaron medidas como el cambio de la selección de los jueces, teniendo en cuenta sus méritos, la constitución de magistraturas, cuerpos colegiados, aumento de sueldo, etc.

A pesar de estos cambios, está arraigada en la opinión pública la idea de impunidad, de ineficiencia en la justicia. Pero un avance alcanzado es el juzgamiento de ex presidentes, militares y otras autoridades acusadas de violar derechos humanos, que antes no hubiera sido posible.

76 Op. Cit. p. 7.77 Op. Cit. p. 9.

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Para implantar esos cambios, se hizo necesario en primer lugar modificar el nombramiento de los miembros de la Corte Suprema de Justicia, de modo que se instauraron más instancias de elección, y no solo el legislativo o ejecutivo exclusivamente. Es así como en algunos países es el Ejecutivo junto con los miembros del Consejo de la Magistratura quienes los eligen, o el Ejecutivo y el legislativo, o la misma Corte Suprema de Justicia de ternas enviadas por el Consejo de la Magistratura.

La Corte Constitucional o el Tribunal Constitucional, constituye otro avance en lo que a independencia judicial se refiere, aunque propiamente no sea considerado como ente judicial. Es así como este organismo ha declarado inconstitucionales fragmentos de leyes impulsadas por el Ejecutivo, como es el caso de la Ley de Defensa y Seguridad Nacional en el 2002, en lo referente a allanamientos por parte de militares. Se observa, entonces, que ha sido un organismo garante de los derechos humanos.

Con respecto a la selección de los jueces, si bien es cierto que es un avance que se realice mediante concurso, también existen falencias por cuanto el criterio de selección puede reducirse al mero currículum. Sin embargo, es más idóneo que se realicen exámenes técnicos y psicológicos, y se dé participación a la opinión pública acerca de las capacidades e idoneidad de los candidatos.

Con relación a la permanencia de los jueces en el cargo, es decir a la inamovilidad, la autora considera que es adecuada mientras exista un proceso de selección transparente, democrático y estricto, porque de no ser así, se estaría arraigando en su cargo a funcionarios elegidos de manera unilateral que no serían los más idóneos en pro de asegurar la independencia judicial y la satisfacción del interés general. También critica el hecho de que en algunos países las elecciones de los jueces coincidan con las presidenciales, por cuanto se pueden elegir jueces que tengan determinada inclinación política, siendo un proceso, entonces, sesgado.

Tratándose del sistema de evaluación de los jueces y el disciplinario, que es otro de los tópicos recientemente introducidos, encontramos, según la autora, que en el primero se evalúan aspectos como calidad de trabajo, rendimiento, publicaciones, organización, lo cual contribuye a controlar el desempeño judicial en esos campos. En cuanto al régimen disciplinario,

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éste no es suficientemente transparente pues condena a los jueces por emitir decisiones que sean contrarias a la decisión querida por una instancia superior, además de favorecerse la influencia política. No hay, por tanto, un debido proceso para estos jueces.

En cuanto a la lucha contra la corrupción, ésta ha sido una política constante en Latinoamérica, pero no se ha podido implantar un mecanismo efectivo contra ella. Por ello, es necesario abrir la selección de los jueces a la participación ciudadana, para que los ciudadanos sepan quiénes son, y puedan ejercer control sobre ellos mediante monitoreos, ONGs, etc., porque la independencia judicial, según la autora “no es un valor en sí, sino es algo que permite la imparcialidad judicial y un mejor servicio al público. Por lo tanto, es esencial que hayan rendición de cuentas y control ciudadano sobre la actuación del poder judicial”.78

En lo que se refiere al aumento de los sueldos de los jueces, Popkin indica que ello no ayuda a la independencia e imparcialidad de los jueces si no va acompañado de mayor transparencia y rendición de cuentas. Afirma que los buenos sueldos los ganan magistrados de alto rango, mientras que los auxiliares y jueces de menor rango no perciben un salario atractivo, dando espacio a que sean susceptibles de caer en la corrupción.

En lo referente a la reforma procesal penal, la autora arguye que contribuye a fortalecer la independencia e imparcialidad judiciales, porque con el nuevo sistema acusatorio los jueces deben emitir las decisiones una vez sea presentada la prueba en juicio y no habrá lugar a delegaciones, disminuyéndose las posibilidades de corrupción. Popkin anota que también se requiere que la policía, la Defensoría Pública y el Ministerio Público obren con transparencia.

Finalmente, la autora señala que no basta con reformas institucionales y legales para hacer posible la independencia e imparcialidad de los jueces, sino que se hace necesario abrir campo a la participación ciudadana, con controles difusos de constitucionalidad, defensores del pueblo, etc., y también la colaboración de ONGs, empresas privadas, instituciones

78 PORKIN, Margaret. Iniciativas para mejorar la independencia judicial en América Latina: una perspectiva comparativa. En: BURGOS, Germán. Independencia judicial en América Latina: ¿De quién? ¿Para qué? ¿Cómo?, Bogotá: Ed. Silva (ILSA), 2003.

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académicas, entre otros, de modo que se supere la politización partidaria controlando la selección de jueces, para que se haga de acuerdo con sus méritos e idoneidad y la justicia logre transparencia, beneficiándose así a los usuarios, que, al fin de cuentas, fue para quienes se creó. Así se cumplirían los principios de la democracia y la equidad.

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ConclusionesLa independencia judicial ha sido violada en América Latina a

lo largo de la historia, bien por las dictaduras, bien bajo la égida de las democracias. Hoy en día la rama judicial también es susceptible de ser influenciada, en todo momento, por la sociedad civil y las diferentes ramas del poder público, como quiera que cumple la función de juzgar a todos los miembros de la sociedad. Su poder es grande, y por ello no menos grande es la inminencia de ser presionada o influenciada.

No es suficiente con que exista un régimen de incompatibilidades y figuras como la recusación, entre otras, sino que se hace necesario hacer un control más estricto al funcionamiento del aparato judicial, con la creación de veedurías públicas y privadas.

El hecho de que el juez deba ceñirse a la Constitución, y no ya a la ley, tampoco suprime el riesgo de la dependencia judicial. Deben existir nuevos mecanismos para frenar esta situación, mediante la aplicación de principios constitucionales tendientes a acabar con las injerencias sobre el poder judicial. El sometimiento de la ley a la Constitución coadyuvó en la protección de los derechos humanos y al fortalecimiento de la democracia, pero no aseguró la independencia judicial.

La independencia judicial no debe mirarse solo con referencia a entes externos, sino también dentro del mismo seno del ente judicial, puesto que pueden, como lo menciona Popkin, existir jueces de inferior rango que vayan a fallar ceñidos a lo que el derecho y la Constitución les dicten, pero jueces de mayor rango los pueden presionar para fallar de diferente forma.

Por ello se requiere que tanto los jueces inferiores como los superiores, se ciñan a la Constitución y al acervo legal para evitar caer en injerencias de esta índole y así lesionar los intereses de la sociedad que confía en la transparencia del aparato judicial. Se requiere, pues, que la independencia judicial deje de ser un presupuesto teórico y se empiece a implementar efectivamente, como lo afirma Requejo Pagés: “la independencia debe ser asegurada en el terreno de lo fáctico. Y ello porque la independencia en sentido jurídico se realiza plenamente con la privación de relevancia jurídica a determinado tipo de subordinaciones, pero no se virtualiza en la

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práctica- que es donde al fin y al cabo debe operar si no se quiere perder de vista que el fin de todas las instituciones jurídicas y del ordenamiento en su conjunto es el de incidir en la realidad social- más que en la medida en que haga frente a todo tipo de subordinaciones no jurídicas cuya posibilidad y verificación es capaz de reducir y hasta eliminar la trascendencia práctica de esta institución jurídica”79.

La independencia judicial debe construirse en la práctica, máxime en países como Colombia, donde diferentes actores influyen directa o indirectamente en la labor judicial (en materia penal son numerosas las amenazas o presiones a jueces). Para ello, debe implementarse la carrera judicial, elegirse jueces y magistrados por concurso, o en su defecto ser escogidos mediante votación popular. De igual modo debe hacerse con los jueces de las Altas Cortes, y crearse un estatuto disciplinario fuerte que castigue las acciones arbitrarias de estos con respecto a las decisiones objetivas de los jueces inferiores. Que puedan fallar ajustándose al derecho y a sus conocimientos, y no compelidos por las órdenes de jueces superiores, pues no basta con que los jueces quieran defender la independencia y la Constitución, sino que se les brinden las garantías para ello.

Es importante atender a lo expresado por los autores Klerman y Mahoney, que indican:

A fully independent judiciary is one in which judges enjoy tenure during good behaviour, a salary sufficient to shield them from pressure from either government or private parties, sufficient prestige that the hope of promotion to a more prominent post is not a large motivator, a system of perquisites (location and appointments of offices, etc.) that is hard for the government to manipulate, and rules regarding jurisdiction over cases that are resistant to executive and legislative meddling 80.

79 Op. Cit. p 166.80 Principalmente los autores proponen en este punto que una judicatura completa-mente independiente es una en la cual los jueces gozan de un sueldo suficiente blindado de la presión del gobierno o de los partidos privados- de sus sobornos-, suficiente presti-gio de manera que la esperanza de la promoción a un puesto más alto no los motive a dejarse influenciar, un sistema de gratificaciones por su labor eficiente y transparente, de modo que para el gobierno y el legislativo sean difíciles de manipular, ante todo en los casos donde tengan intereses, que deben sujetarse a reglas especiales para asegurar la independencia.

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Deben unificarse las estrategias para construir y asegurar la independencia judicial, ya que “no se pueden considerar aisladamente y que lo más probable es que se requerirá de otras adicionales para que éstas sean eficaces”81.

KLERMAN, Daniel M. & MAHONEY, Paul G., The Value of Judicial Independence: Evi-dence from 18th Century England ( January 2004). Univ. of Virginia Law & Econ Research Paper No. 03-12; USC Law and Public Policy Research Paper No. 04-2; USC Law School, Olin Research Paper No. 04-2. Available at SSRN:http://ssrn.com/abstract=495642 or http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.495642. 81 POPKIN, Margaret. Op. cit. p. 210.

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Norma fundamental y defensa de la constitución: ¿mecanismos de protección de los derechos humanos, desobediencia civil o disidencia activa?

Planteamiento del Problema

Dentro de un Estado constitucional democrático se considera que el carácter civil está dado por los principios de derecho y justicia, y la dinámica de la organización política privilegia la garantía de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Pero, asimismo, como lo afirma Habermas:

La Constitución de un Estado democrático de derecho tiene como objetivo primario prevenir los peligros que pueden presentarse en la dimensión Estado- ciudadano, es decir, en las relaciones entre el aparato estatal monopolizador de la violencia y personas privadas desarmadas.82

Esta Constitución es la “norma de normas”, y lo es por cuanto ha sido fruto de la participación de los diferentes estamentos que componen la sociedad. Para su construcción, en principio, han confluido diversas concepciones que tras muchos debates han acordado una normatividad común. Para que esta Carta Magna no pierda su jerarquía y se apliquen los principios que entraña, las leyes que la reglamenten o desarrollen o que se creen para regular diversas materias, no pueden contrariarla, ni vulnerar los principios sobre los que se cimienta. Y no pueden dado que dicha Constitución es una Carta Política, consensuada, y al transgredirla se caería en la arbitrariedad, la injusticia y la antidemocracia, por lo que las leyes que se hagan también deben ser concertadas, o respetar el consenso depositado en la Constitución, sometiéndolas a la opinión pública o discusión común, ya que “para que una determinada propuesta se convierta en una alternativa tiene que ser posible la puesta en común, discusión y maduración de dicha propuesta. Los procesos de formación de la opinión pública deben contar

82 HABERMAS, Jürgen. Facticidad y Validez. Madrid: Ed. Trotta, Madrid, 1998. p. 318

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con mecanismos que cumplan esa función para que se pueda decir que son potencialmente generadores de alternativas. De esta capacidad depende que deban ser considerados o no dignos de protección por el derecho en el marco de un sistema que se pretenda democrático”83.

Para evitar que las leyes que se creen violen los dictados de la Constitución, se crea el Tribunal constitucional, que hace parte de la concepción de división de poderes defendida por Montesquieu en su obra Del Espíritu de las Leyes; este Tribunal está encargado de preservar la Constitución, de conservar su espíritu, de inaplicar las normas que le sean contrarias, de declararlas “inexequibles”, por ser opuestas a dicha Carta, y por ser, entonces, transgresoras del consenso, de la democracia, de la justicia, que se entienden depositados en la misma.

El Tribunal sopesa los principios de la Constitución que lleguen a colisionar entre sí, dando prelación a los que defiendan derechos fundamentales, y, dentro de ellos, protegiendo aquellos que sean de mayor rango o jerarquía; los derechos fundamentales pasan a ser principios cuya defensa es necesaria para preservar la Constitución; de esta manera “la transformación de las normas de derecho fundamental en principios que deben ser ponderados entre sí supone una materialización del Derecho Constitucional. El intérprete debe determinar el peso relativo que atribuye a los diferentes principios en función de las circunstancias. La solución del caso concreto es, pues, la decisión que se considere más justa dadas las circunstancias y dadas las exigencias de los diferentes principios concurrentes”84.

Sin embargo, estas valoraciones que hace el Tribunal, en tanto racionales, de ponderación, análisis, pensamiento, discernimiento, no son vistas como jurídicas, ni como técnicas, sino que desbordan estos planos y se convierten en políticas, pues van orientadas a preservar una Constitución que tiene esta naturaleza, que es resultado de debates y pensamientos de diversas esferas.

83 ESTÉVEZ ARAÚJO, José Antonio. La Constitución como Proceso y la Desobedien-cia Civil. Madrid: Ed. Trotta, 1994. p. 141.84 Ibíd. p. 140.

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A esto se une el pensamiento y criterio político propio del Tribunal:

La materialización de los derechos fundamentales pone en cuestión la legitimidad del juez constitucional. La función de defensa de la Constitución es entendida como derogación de la normativa infraconstitucional incongruente con la Constitución. Pero dicha tarea no puede ya ser presentada como una actividad técnico-jurídica. Pues implica la realización de valoraciones y la adopción de decisiones para las que un órgano configurado según el modelo de un tribunal no está legitimado85. Desde esta perspectiva, se considera que el Tribunal, al derogar la normatividad inconstitucional- porque en la práctica, al inaplicarla, eso es lo que hace-, se arroga funciones legislativas, funge como creador de derecho; igualmente, en su función de interpretación, de decir cómo deben entenderse o aplicarse las leyes; de ahí que se pregunte Habermas: cómo una práctica interpretativa que procede en tales términos reconstructivos puede operar dentro de los límites de la división de poderes propia del Estado de derecho sin que la administración de justicia invada competencias legislativas86.Y más adelante agrega el mismo autor: “toda interpretación tiene un carácter creador. Y sigue siendo interpretación aun cuando sirva a responder a cuestiones de derecho constitucional y tenga por objeto normas de la amplitud y apertura de las que son propias del derecho constitucional87.

Se ha dicho que el Tribunal constitucional se encarga de hacer valer la Constitución frente a otras normas de menor jerarquía que contraríen sus principios, sobre todo en el campo de los derechos fundamentales, que son en los cuales se basa la Constitución o los que especialmente quiere reconocer y defender dicha Carta, pues son los derechos mínimos de todo ser humano que deben garantizarse en toda sociedad y democracia, sin los cuales no sería posible un Estado de derecho regido por la dignidad y respeto humanos. El Tribunal constitucional defiende esos derechos y principios que se predican justos, frente a la injusticia o arbitrariedad de normas que los vulneren, inaplicándolas.

Pero, ¿si, en vez de inaplicarlas, las ratifica, desconociendo los derechos fundamentales de terceros y los principios que debe preservar?

85 Op. Cit. p. 140.86 Op. Cit. p. 311.87 Op. Cit. p. 317.

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O, por otro lado, ¿si la misma Constitución es quien viola esos principios y derechos intrínsecos al ser humano, al no ser tenidos en cuenta éstos en su elaboración, al ser excluidos del debate político de su creación grupos minoritarios que ahora se ven afectados por esa exclusión?, ¿si la injusticia brota de la misma Carta Política, o más aún, del mismo proceso excluyente o no democrático de su elaboración?

HipótesisTeniendo en cuenta la Constitución Política constituye una creación

del sistema político, es decir, nace de debates de esta índole, y representa la máxima norma jurídica por la cual se guía el sistema jurídico, cuando el contenido de las normas que la integran no ha nacido como resultado de un consenso político y social universal que proporcione al sistema político-jurídico la legitimidad o aceptación y credibilidad suficiente por parte del público receptor de esas normas, coexistiendo a su interior diversas normas que en su interpretación y desarrollo generen conflictos o choques o hagan disfuncional al sistema, éste- cuando amenaza su inestabilidad- se autorregula acudiendo a una función unificadora que impone orden desde el mismo marco jurídico, inaplicando las normas incompatibles con el texto constitucional, lo que supone una derogación de aquéllas.

Esto refleja la conexión estructural que existe entre derecho y política, y asimismo revela el papel o la función política que el Tribunal constitucional desempeña en defensa del consenso constitucional- por encima de los poderes ejecutivo y legislativo- en las sociedades contemporáneas, reinterpretando la Norma Básica- la norma constitucional en este caso-, no en términos excluyentes que restrinjan el acceso o la participación de otros sectores políticos y sociales, sino en términos incluyentes, de igual participación democrática para todos los sujetos colectivos.

No obstante, cuando dicho Tribunal no puede garantizar este consenso, por su ineficiencia, yerro, arbitrariedad o lineamiento político determinado, o porque la norma constitucional acusada es quien restringe la participación o es excluyente en algún sentido, emerge en los individuos o grupos afectados la opción de la desobediencia civil, como señal de rechazo y protesta a normas o procedimientos injustos que contrarían, bien la Constitución, bien el derecho natural y la concepción de justicia que desde una perspectiva moral y racional tienen los ciudadanos.

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Marco teóricoLa justicia implica la aceptación de unos principios por parte de

todos los miembros de una sociedad. Está asociada con la política, pues su fundamento está en el consenso. Las normas, y, ante todo, la Constitución, son producto de la participación de todos los estamentos de la sociedad. Como tal, se juzgan legítimas, aceptadas por el conglomerado social, por cuanto obedecen a la expresión de sus voluntades. Para Rawls, la concepción de una justicia pública debe observarse como “una sociedad en la que cada cual acepta, y sabe que todos los demás aceptan, la misma concepción política de la justicia (y así, los mismos principios de justicia política). Además, este conocimiento es reconocido mutuamente: es decir, la gente sabe todo lo que sabría si su aceptación de dichos principios fuera cosa de acuerdo público”88.

Este autor considera que dicha concepción también “implica la idea de regulación efectiva por una concepción pública de la justicia, por lo cual se sabe públicamente, o hay buenas razones para creer, que la estructura básica de la sociedad- esto es, sus principales instituciones políticas y sociales, y el modo en que se acoplan para formar un modelo de cooperación, satisface esos principios de justicia”89.

Por su parte, en un Estado de derecho, las actuaciones de los jueces deben ceñirse al derecho, ya que: “Como la práctica de las decisiones judiciales está ligada al derecho y a la ley, la racionalidad de la administración de justicia depende de la legitimidad del derecho vigente”.90 El Tribunal Constitucional no escapa a este punto: debe observar la Constitución y la ley, y si ésta última es inconstitucional, inaplicarla, pues contraría la norma de mayor jerarquía que se predica consensuada, plural, democrática y justa. Al hacerlo de esta forma, cotejando principios y protegiendo los derechos fundamentales de las personas, puede satisfacer las necesidades y reclamaciones de éstos con respecto a normas que violan sus derechos. El Tribunal constitucional, entonces, analiza el caso concreto, y hace la debida interpretación de los principios constitucionales, encontrando que

88 RAWLS, John. La Justicia como Equidad: Una reformulación. Barcelona: Ed. Pai-dós, 2002.p. 31.89 Op. Cit. p. 31. 90 HABERMAS. Op. cit, p. 311.

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son transgredidos por la norma o normas acusadas. De esta manera, hace una labor no jurídica, no técnica como tal, sino política y racional, donde valora principios según su criterio o forma de interpretar el espíritu de la Constitución.

No obstante, cuando ratifica normas que según las reclamaciones de los ciudadanos son inconstitucionales o vulneran sus derechos fundamentales, surge inconformidad por parte de éstos, pues las consideran injustas. Se rompe así el paradigma de que son consensuadas, democráticas e incluyentes. Pierden su legitimidad o aceptación, o mejor, nunca tuvieron legitimidad. Como el órgano legalmente constituido para corregir estas injusticias o yerros del sistema democrático y sus normas, no ha funcionado para reivindicar sus derechos, se acude a desobedecer dichas normas, en una postura crítica, racional y natural, ya que no son justas.

Esta postura también se explica por la carencia de otros medios para combatir la inconstitucionalidad, arbitrariedad o antidemocracia, pues:

“[U]na procedimentalización suficiente de la defensa de la Constitución significaría el establecimiento de mecanismos y procedimientos de participación de los ciudadanos y grupos de la sociedad civil en esa tarea. Dichos mecanismos podrían consistir en el reconocimiento a los ciudadanos de la posibilidad de cuestionar directamente la constitucionalidad de las leyes, en un incremento de las posibilidades de personarse o presentar alegaciones en los procesos ante el juez constitucional, en el establecimiento de mecanismos que permitieran instar al Tribunal Constitucional a que revisara su propia doctrina y en el establecimiento de mecanismos de responsabilidad política de los miembros del Tribunal Constitucional. La carencia de estos canales de participación determina que el órgano de defensa de la Constitución aparezca configurado como un tribunal, pero se ve obligado a realizar valoraciones y adoptar decisiones para las que un tribunal no está legitimado”.91

Cuando el juez constitucional no tiene en cuenta la opinión pública en su interpretación de la Carta Magna, y no escucha sus reclamaciones o decide sin consultarlas, desconociendo los derechos fundamentales de aquellos-que son violados por las normas acusadas-, genera inconformidad

91 Op. Cit. p. 142.

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en los ciudadanos, y rompe los postulados de justicia y democracia, perdiendo- al igual que las normas- su legitimidad, al no ser éstas aceptadas por los afectados, y ser vistas como injustas y contrarias al derecho natural y a la Constitución.

No habría en este caso una defensa de la Constitución por parte del

juez, pues

[L]a idea de la Constitución como proceso significa, por un lado, una apertura de la defensa de la Constitución a la opinión pública. Se trata de considerar como criterios relevantes de interpretación constitucional las concepciones y puntos de vista existentes en la esfera pública acerca de los valores, derechos, principios, etc., contenidos en el texto constitucional. Ello confiere carácter dinámico al contenido material de la Constitución. En segundo lugar, la idea de la Constitución como proceso supone un anclaje de la legitimidad democrática de los procedimientos estatales de toma de decisiones en la apertura de los procesos sociales de formación de opinión pública92.

Sucede, entonces, que en términos de Rawls no hay justicia, no hay consenso social, no hay participación de la ciudadanía en la justicia que se aplica, pues Rawls aboga por “orientar los procedimientos jurídicos desde una concepción política de justicia que sea el producto del consenso social de la ciudadanía”93.

De esta manera, el derecho y la interpretación del derecho, están ligados a la política, es más, la política los determina muchas veces, al igual que la labor interpretativa del juez. Se reclama que esas normas no sean excluyentes, que atiendan la opinión pública, que consulten sus derechos y expectativas, so pena de caer en la ilegitimidad. Esta sumisión de lo jurídico y lo político a la opinión pública es esgrimida por Habermas, quien “ha planteado expresamente un nuevo paradigma jurídico-político de carácter discursivo-procedimental que resuelva la tensión entre mundo de la vida y sistema, en que hoy se debate el derecho en las sociedades contemporáneas,

92 Ibíd. 93 MEJÍA QUINTANA, Óscar. La Problemática Iusfilosófica de la Obediencia al Dere-cho y la Justificación Constitucional de la Desobediencia Civil. Bogotá: Ed. Universidad Nacional de Colombia, 2001 p. 273.

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abriendo deontológicamente el derecho y la política a los imperativos de la opinión pública”94.

Entonces, como estas normas, procedimientos y actuaciones judiciales son injustas, no democráticas y excluyentes, emerge la necesidad y la convicción de no acatarlas por parte de los ciudadanos que se ven afectados, ante la carencia de vías convencionales o legales, o ante el fracaso, inoperancia o inefectividad de aquéllas. Es la desobediencia civil de tales normas, procedimientos y actuaciones, que se explica por la falta de legitimidad del derecho, de las normas frente a los ciudadanos, y de quienes las interpretan y aplican. La desobediencia civil ha sido planteada por el sociólogo alemán Max Weber, quien mostró “la manera en que esta figura progresivamente surge e, incluso, se impone como la única alternativa para una sociedad desgarrada por diferentes sujetos colectivos con preformas jurídico-políticas en conflicto y concepciones legitimatorias diferentes”95.

Autores como Rawls, Dworkin y Habermas, abogan porque la desobediencia civil no sea solo una iniciativa alentada por los ciudadanos, sino que el mismo Estado debe asegurarla y permitirla, como un medio para reivindicar los derechos de éstos, como un medio que “debe estar constitucionalmente garantizado en un Estado democrático de derecho”96, volviéndose a interpretar de esta forma “la obediencia al derecho en términos de su legitimidad, es decir, de la justificación y aceptación intersubjetiva que el orden jurídico-político convoque entre la ciudadanía, lectura ésta que haría factible proponer una justificación jurídica de la misma “97.

La desobediencia civil es como “un potencial test de constitucionalidad y actualización de los derechos fundamentales”98. Este test lo practican los ciudadanos al no haber otros mecanismos para hacer valer, o querer hacer valer, la Constitución y la justicia. Ellos son, por así decirlo, quienes defienden la Carta Política y sus principios, que están siendo vulnerados en su perjuicio. La desobediencia civil es un camino para poder participar en esa defensa, deliberar y expresar el rechazo a ciertas normas o actuaciones injustas, que excluyen el debate y la opinión pública.

94 Op. Cit. p. 272.95 Ibíd. 96 Ibíd. 97 Ibíd. 98 Ibíd.

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Esta postura es defendida por Habermas y Rawls, en lo que se conoce como “paradigma deliberativo”, que “asume la insumisión al derecho- es decir su no acatamiento- particularmente en las figuras de la objeción de conciencia y la desobediencia civil, no como una posibilidad extrema a la que solo en determinados momentos se tuviera que recurrir, sino como una disposición que tiene que ser garantizada de manera institucional, precisamente para no verse obligado a reconocerla a posteriori en momentos extremos”99.

Esta desobediencia no es violenta, como la que ejerció Gandhi para protestar contra el régimen colonial británico en la India, pero tampoco está reconocida constitucional o legalmente, en el derecho positivo, no con el nombre de desobediencia civil, aunque en el caso de Colombia y otros países existe la objeción de conciencia, que sería la base nominal para la desobediencia civil. Pero esa no consagración taxativa de la desobediencia obedece también a la “crisis de legitimidad de los procedimientos de defensa de la Constitución como consecuencia de la materialización del derecho constitucional. La desobediencia civil debe ser entendida como un mecanismo informal e indirecto de participación en un ámbito de toma de decisiones que no cuenta con suficientes canales participativos, aunque, en realidad, precisaría de ellos para poder presentarse como legítimo”100.

Explicados estos puntos, podemos definir la desobediencia civil como un mecanismo de participación política que evidencia la relación moral entre el ciudadano y la ley. Por lo general reconoce el sistema en su conjunto pero llama la atención sobre una norma- o normas- o un comportamiento social que causa injusticia.

Hay tres supuestos sobre los cuales la desobediencia civil no tendría lugar a presentarse en un Sistema Constitucional de Derecho; el primero es la existencia de un consenso sobre los principios de justicia y de derechos, el segundo es el concepto de bien común o voluntad general sobre los que se cimienta la democracia y el tercero es la participación en el sistema. Al mismo tiempo son estos puntos los que nos permiten justificar la desobediencia civil sobre situaciones concretas, por las siguientes razones: Si bien existe un consenso generalizado sobre los principios de justicia y de derecho, el sistema democrático debe permitir la deliberación

99 Op. Cit. p. 272-273.100 Op. Cit. p. 143.

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e interpretación sobre los mismos. Por otro lado, ha sido ampliamente discutido el concepto de .bien común en la teoría clásica de la democracia, debido a que sobre su concepción no existe consenso. Con respecto al tercer punto, los mecanismos de participación democrática son determinantes en la legitimidad del sistema, y han tenido grandes variaciones y ampliaciones, no limitándose solo al sufragio.

La desobediencia civil y la democracia no se excluyen. Al contrario, tienen muchos aspectos en común, pues la democracia no se limita a la regla de la mayoría y la desobediencia civil no cuestiona la regla de la mayoría. Igualmente, la desobediencia civil no se plantea como un debate entre la razón de la mayoría contra la razón de la minoría. Del mismo modo, la desobediencia civil respeta los principios democráticos, no contradice la garantía de los derechos fundamentales ni el sometimiento del poder público al derecho.

La desobediencia civil en un sistema democrático hace parte de una forma de participación congruente con el sistema, aunque se sitúe en lo extralegal. Y esta forma de participación surge porque dentro de las democracias se presentan fenómenos negativos que obstaculizan la efectividad de otras formas de participación. Es un método eficaz y deseable para el restablecimiento de la democracia en términos ideales, en los casos en que las Repúblicas han entrado en crisis o se plantean falsas democracias. Tanto para Rawls, como para Dworkin y Habermas, la desobediencia civil es parte de la democracia como fundamento moral, es síntoma de una cultura política madura, una obediencia reflexiva y conciente al derecho, un límite a la regla de la mayoría. Ahora bien, en el caso de los regímenes no democráticos, la desobediencia civil, no es civil en tanto democrática, es civil en tanto no violenta, como un método de lucha que pretende subvertir el orden imperante sin violencia, y posiblemente bajo los parámetros y lineamientos de la lucha no violenta.

La relación entre la desobediencia civil y la constitucionalidad es menos evidente que entre democracia y desobediencia civil, pero igualmente compatibles. La compatibilidad está dada porque la ley transgredida pone a prueba su constitucionalidad. Cuando esto sucede, el procedimiento a seguir es debatir sobre la validez de la ley a la luz de los derechos fundamentales, lo cual permite o bien reafirmar la constitucionalidad

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infringida por los desobedientes o bien modificarla porque se trata de una ley anticonstitucional. Así, la constitucionalidad del régimen democrático se fortalece.

Por otro lado, la desobediencia civil encuentra sustento en la moral, la conciencia y también en la responsabilidad ciudadana, y en los postulados del liberalismo, que se desarrolla acompañado de conceptos como la responsabilidad, la razón, la igualdad y el derecho natural, que permiten consolidar esta corriente de pensamiento. La desobediencia civil nace en la concepción liberal, donde un individuo tiene la libertad de manifestar su disentimiento al margen de la organización política.

Pero, ¿qué le permite esta libertad?, no solo la libertad misma, como aquella condición del derecho natural intrínseca al ser humano, sino también la voluntad y conciencia que acompaña el ejercicio de esa libertad. La conciencia permite establecer una relación moral entre los ciudadanos y las leyes. Las leyes surgen de los principios, costumbres y tradiciones de los pueblos, la obediencia a la ley está dada por el consentimiento, y éstas (las leyes) a su vez deben guardar respeto a las costumbres, la tradición y la moral.

El escritor norteamericano Henry Thoreau - autor de Desobediencia civil y otros escritos-101, plantea la relación entre la conciencia individual y los hechos de injusticia, cuestionando a los individuos que pueden vivir tranquilos conociendo hechos injustos, y cuya omisión es tomada como cooperar con esos hechos o no criticarlos. Así, expresa que existe una responsabilidad que emerge de la intranquilidad que produce la injusticia, y en donde atendiendo a la moral individual, se debe actuar para frenar esas injusticias o no acatarlas.

De esta forma, la relación entre la moral y la política, está en actuar cuando suceden actos de injusticia, cuando la conciencia individual o colectiva nos llena de intranquilidad porque hay una contrariedad con los principios y nos sugiere una actuación pública no violenta.

101 THOREAU, HENRY. Desobediencia civil y otros escritos. Madrid: Alianza Editorial, 2012.

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Por otro lado, una cuestión relevante con respecto a la justificación moral de la desobediencia civil, tiene que ver también con la aceptación del castigo. El desobediente civil por lo general asume el castigo que le acarrea su actuación, esto implica que: Hay un compromiso moral con la desobediencia y acepta el sistema en su conjunto, incluyendo la pena que le amerita la desobediencia. Por su parte, la modernidad desarrolla los postulados sobre el individuo como sujeto de derechos y libertades. El contractualismo pretende hacer una construcción de organización política coherente con dichos postulados y principios de justicia, pero desafortunadamente no contempla la desobediencia civil como parte intrínseca de la dinámica activa de las organizaciones políticas, partiendo de supuestos que no permanecen intactos ni resuelven debates de ética política como la igualdad, la justicia, la inclusión, la diferencia, la pluralidad, las minorías, etc. Son los clásicos modernos de la desobediencia civil quienes plantean en materia de teoría política dicha figura como una forma de obligación política frente a las injusticias y guardando total coherencia con los principios de justicia y los supuestos modernos individualistas. Pensadores como Thoreau, Gandhi y Martin Luther King plantean la desobediencia civil y la ejemplifican luchando contra las injusticias.

Son los autores contemporáneos quienes revisando la construcción de los Estados modernos y sin alejarse de los principios de justicia, integran la desobediencia civil al desarrollo de la teoría política, como un test de constitucionalidad, intrínseca a la democracia misma como parte de su espíritu, y como una estrategia no violenta que permite la transformación positiva y la evolución de las formas políticas y cuyo objetivo primordial es corregir las injusticias que presenta el sistema mismo.

Con respecto al desarrollo de la justificación política de la desobediencia civil, vemos que gira en torno a la relación moral del ciudadano con la ley, a la evolución de una democracia que responde a los desafíos de las minorías, la pluralidad y la inclusión, el desarrollo constitucional, además de la exposición de la conciencia y responsabilidad ciudadana con la organización política y el cuestionamiento a los métodos violentos en la consecución de fines políticos o de otro tipo.

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La desobediencia civil es, así las cosas, la vía o alternativa que se toma ante la injusticia de ciertas normas o ciertos procedimientos judiciales, desobediencia que ni la misma coacción del derecho impide que florezca, pues “El elemento de la coacción no garantiza ya la vinculatoriedad del derecho”.102 De esta manera, no hay una obediencia absoluta al derecho, como lo expresan los positivistas ( verbi gracia Kelsen), sino que se rompe ese paradigma, y emerge la desobediencia a ese derecho que es injusto y nocivo para cierto grupo de individuos, pues viola sus derechos fundamentales a la igualdad, libre expresión, conciencia, desarrollo de su personalidad, etc. Además, va en contravía de los principios constitucionales de democracia y participación, que también son de orden político, pues política y derecho se funden, el primero permea las normas, las determina, ya que el hombre, como lo ha dicho Aristóteles, es un “animal político”, y fragua las leyes o interviene en su creación vertiendo en los debates y discusiones sus pensamientos e intereses, que enarbolan los de varios grupos sociales.

La desobediencia civil es el sendero para no legitimar esas normas injustas, para desacatarlas desde una perspectiva moral y racional arrojada por la convicción interna de que son sesgadas, excluyentes, antidemocráticas. Como vía para conjugar la injusticia en un Estado de derecho, “tiene que ser considerada estructuralmente por el sistema jurídico, en los diferentes niveles de administración de justicia, comenzando por el fiscal y el juez y terminando por los altos tribunales donde se dirimen los conflictos sobre las normas. Pero incluso cuando éstos ratifican su contenido normativo, queda para el ciudadano la posibilidad de continuar desobedeciéndolo, pues el deber jurídico coactivo no puede estar por encima del deber moral de actuar de forma autónoma, principio que rige la conducta moral del individuo moderno”103.

La injusticia no solo proviene de la norma, sino también del juez encargado de interpretarla y velar por la defensa de la Constitución, que puede ratificar normas que lesionen derechos fundamentales de los ciudadanos, caso en el cual la desobediencia civil se erige como una alternativa para luchar contra dichas normas y actuaciones injustas y no acatarlas, porque al agotarse los recursos y vías jurídicas, no queda otra opción que desobedecerlas, pues racional y moralmente tenemos una concepción de

102 MEJÍA. Op. Cit. p. 273.103 Op. Cit. p. 274.

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justicia propia de cada individuo o grupo, que es la concepción natural de justicia, la cual nos dice o nos lleva a pensar que normas violadoras de derechos fundamentales, connaturales, intrínsecos al ser humano, no pueden ser justas, al menos no moralmente, aunque estén consagradas en el derecho positivo como “legales”. Esta desobediencia ha alcanzado ““no solo una justificación moral, como el mismo positivismo había terminado aceptando, sino una justificación jurídica ante la imposibilidad de imponer normas injustas, o, en caso de que así fuere, de que el ciudadano tuviere que aceptarlas, heterónomamente, contra su voluntad autónoma”104.

Otros de los problemas que pueden surgir está asociado con la injusticia que emana de la misma Constitución, cuando sus propias normas son excluyentes, cuando en su elaboración no fueron tenidos en cuenta las opiniones, puntos de vista e intereses de grupos minoritarios, o, si se quiere, de grupos que no ostentan mayor poder político, pero que constituyen la sociedad. La Constitución consagra derechos fundamentales, y se estatuye para que éstos sean cumplidos y respetados, mas cuando ella misma rompe con derechos fundamentales que no están en su normatividad positiva- o bien que están, mas no se considera que las normas acusadas los violen-., pero que tienen esta característica por su naturaleza y porque son ínsitos al ser humano, entonces ¿qué otro camino puede tomarse para que sean escuchadas las reclamaciones de los individuos o grupos que se sienten excluidos, discriminados o afectados en su persona por estas normas que son las de máxima jerarquía, y donde el juez constitucional no puede hacer nada porque está para defender la Constitución, y esta es injusta?

La desobediencia civil, vuelve a ser, en este caso, una postura crítica, racional y moral que esgrime el ciudadano para defender y reclamar sus derechos pisoteados por la exclusión de sus opiniones en el debate político de la creación de la Carta Magna, ya que se está resquebrajando la figura de la democracia, de la participación, de la pluralidad de pensamientos y opiniones, pues se está mirando desde un lente sesgado, no ecuménico.

Uno de los ejemplos de este tipo de exclusión de las normas constitucionales es el de los homosexuales, a quienes la misma Constitución que se presume pluralista, y establece principios como la libertad de conciencia, de expresión, de libre desarrollo de la personalidad, de

104 Ibíd.

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participación, entre otros, prohíbe la conformación de familia y también contraer matrimonio, pues de tajo manifiesta en su artículo 42: “La familia es el núcleo de la sociedad. Se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla”. (La bastardilla es mía). Como se ve, durante los debates políticos de la creación de esta Carta, fueron excluidos los homosexuales, o sus opiniones no fueron escuchadas o tenidas en cuenta. De lo contrario, si hubiese habido una participación realmente pluralista, no discriminatoria, no antidemocrática, sus peticiones hubiesen sido oídas en tales debates, reflejándose en el texto constitucional, porque ellos también hacen parte de la sociedad, ejercen el sufragio, y gozan de los derechos ciudadanos.

Frente a esta exclusión, han optado por conformar familias desobedeciendo los dictados de la Constitución, porque tienen un deseo propio de conformarla por instinto natural, y porque su moral rompe con las cerradas normas constitucionales que los perjudican o excluyen. Asimismo, pugnan, con base en el mismo derecho fundamental de libertad de expresión que la Constitución les otorga, porque las normas del Estado democrático en que viven reconozcan sus derechos naturales, y su derecho fundamental al libre desarrollo de la personalidad, de manera que puedan casarse legalmente y conformar familia. Mientras tanto, su libertad de conciencia y su convicción moral, los lleva a desobedecer las normas injustas, a no legitimarlas, a no aceptarlas como justas o incluyentes, ni como resultado de un proceso válidamente democrático o participativo105.

105 Recientes fallos han otorgado derechos a este grupo como es el caso de la decisión tomada por la Sala Plena de la Corte Constitucional el 7 de abril de 2016 donde dicha Corporación aprobó matrimonio entre parejas del mismo sexo.

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ConclusionesLa desobediencia civil nace por los vacíos del sistema político, que

es excluyente al crear las normas, al no surtirse en su elaboración procesos democráticos incluyentes, que tengan en cuenta la opinión pública, la cual es muchas veces heterogénea, pero representa el pensamiento, el sentir y el interés de todos y cada uno de los grupos que integran la sociedad. Por ello, la desobediencia civil es un camino para protestar no solo contra normas injustas, sino contra procesos políticos injustos y no deliberativos. De ahí que se requiera abrir campo a la pluralidad de pensamientos y de estamentos sociales en los debates políticos de creación de las normas, y también en los procesos de aplicación de las mismas, para frenar y depurar sus injusticias o exclusiones, pues el juez puede ratificarlas o hacer caso omiso a las reclamaciones de los afectados. Así, como lo afirma José Antonio Estévez: “Una de las líneas de solución que se han explorado para solventar el déficit de legitimidad resultante de la materialización del derecho ha sido la introducción de mecanismos participativos en el propio proceso de aplicación del mismo”106.

Si el sistema político no está legitimado, por ser excluyente- como se ha explicado-, tampoco lo estará el jurídico, ya que aquél surte a éste de las normas, las impulsa y las crea. La legitimidad está asociada con la democracia, con los ciudadanos, con su participación, su opinión, su disenso frente a las normas jurídicas y las actuaciones políticas. La democracia, a pesar de ser pisoteada, es el apero de que se valen los ciudadanos para expresar su pensamiento, para luchar por sus derechos fundamentales, humanos o naturales, para hacerlos valer frente al sistema político y jurídico y frente al juez, quien debe ser garante de éstos, todo en un marco de inclusión social, ya que la democracia debe asegurar el consenso, pero también el disenso, la crítica, la protesta pacífica- a la manera de Gandhi- contra las injusticias, y la reivindicación de derechos ignorados o vulnerados por normas ciegas a éstos o por directrices o procesos políticos cerrados, porque:

106 ESTÉVEZ. Op. Cit. p. 140.

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La democracia, más que de consensos debe poder nutrirse, para sobrevivir como forma de agrupación política, de la rebeldía, de la confrontación, de la crítica: en pocas palabras, del disenso en sus más radicales expresiones. Y el juez constitucional tiene que aprender a interpretarlo y a reconocerle el espacio social y político que le corresponde. De ello depende la legitimidad del sistema político, pero también la misma validez y, por su intermedio, la mínima eficacia- como Kelsen lo había anticipado- del sistema jurídico 107

El papel de los medios de comunicación en la construcción de un mundo en paz

El sueño de Mahatma Gandhi era la paz. La no violencia. La tolerancia como camino hacia la felicidad. Para él la violencia traslucía animalidad, irracionalidad, torpeza. Por ello se retractó de desfogarla: “Pero yo me arrepiento todavía de aquella violencia. Temo que aquel día le dejé ver no el espíritu, sino el animal que hay en mí”108.

La paz añorada por Gandhi se encuentra amenazada por el mismo hombre. De ahí que debamos profesarla, consolidarla y preservarla como un derecho y un deber. Para alcanzar este propósito es indispensable el papel de los medios de comunicación, que gracias a su poder de difusión y convicción pueden permear hogares, mentes y consciencias. Pueden criticar la violencia, mostrar sus manifestaciones que ponen en riesgo la existencia. Igualmente, hacer énfasis en los perjuicios morales y físicos que causa. E instigar mediante mensajes de reproche a quienes la generan para que la suspendan y reflexionen sobre su conducta, reprobándola y resarciendo a las víctimas, no solo económicamente, sino invocando su perdón.

La violencia es una serpiente venenosa. Debe pararse. Los medios de comunicación no pueden ser imparciales con ella. No pueden limitarse a ser veraces en sus informaciones. Deben tomar partido. Desacreditarla, señalar sus males. Permitir que las personas que deseen expresarse en contra de ella tengan un espacio para hacerlo. Impulsar esta campaña de crítica a la violencia y de promoción de la paz desde su mismo seno. Hacer

107 MEJÍA. Op. Cit. p. 276.108 CABEZA, Enrique & PEÑALOZA, Miguel. El Lenguaje Total. Bogotá: Ed. Norma, 1992. p. 220.

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proselitismo del diálogo, de la convivencia, de los valores humanos, por encima del mercantilismo y las conveniencias. La violencia no debe ser una razón de Estado. Siempre hay una salida para ella. No es necesaria. Debemos rechazarla a través de los canales masivos: prensa, radio, televisión, Internet, porque la palabra impacta, conmueve, traza un puente hacia quien la escucha o la lee. Igual que la imagen.

La indiferencia debe cortarse. Somos como piedras que callamos. No vemos. Hay que partir ese silencio, los medios de comunicación pueden ayudar a hacerlo no siendo pasivos, sino activos contra la violencia y lo que ésta produce: pobreza, hambre y analfabetismo. Como bien lo dice Borges: “a veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fe, tan apacible o inocente soberbia, y los años pasan, inútiles”109.

Para que los años no pasen inútiles, se debe impartir educación a través de programas que rechacen los conflictos y estimulen el diálogo, la comprensión y el respeto a la vida, y así se erigirán valores y se irá fundando la paz como una constante. Es ahí donde los medios de comunicación pueden darle prioridad a este tipo de programas por encima de otros y crear un espacio para la paz: “Abrid el corazón, / abrid el pecho, /para que salga esta paloma / a poseer el mundo”110.

La meta que se puede alcanzar es grande: arraigar la paz y construir tejido social. Pero primero se requiere que “Todos los hombres de buena voluntad, mejor dicho, todos los hombres que amen la vida, deben formar un frente unido a favor de la supervivencia, en pro de la continuación de la vida y la civilización”111. Esos hombres pueden ser todos los que tengamos algo valioso para comunicar. Expresarse a favor de la paz es salvar la vida y proteger nuestros derechos. Y los de las generaciones futuras. Si no actuamos pronto “las circunstancias, las instituciones y las armas por nosotros creadas se nos impondrán y decidirán nuestro destino”112.

109 BORGES, Jorge Luis. Nueva Antología Personal. Barcelona: Ed. Bruguera, 1980. p. 74.110 CASTRO SAAVEDRA, Carlos. Antología Poética Quinto Centenario. Bogotá: Ed. FICA, 1995. p. 37. 111 FROMM, Erich. ¿Podrá sobrevivir el hombre? Bs. Aires: Ed. Paidós, 1962 p. 256-257.112 Ibid. p. 257.

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II. Interpretación filosófica y literaria

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El presente aparte busca socavar la esencia de textos filosóficos y literarios donde es protagonista el hombre como sujeto de deseos, sueños y angustias. Como depositario de vacíos existenciales y de cegueras mentales creadas por él mismo y su entorno. Asimismo, tocarán la relación, siempre conflictiva, entre el individuo y la sociedad.

Las obras filosóficas y literarias representan pensamientos y sentimientos humanos. En ellas se vierte el hombre. Desentrañar dichos pensamientos y sentimientos es el designio capital de este capítulo, que constituye una relectura de dichas obras pero también un complemento a las mismas, al expresar voces que no dicen pero que en ellas subyacen, y al añadir otras que les sirven de sustento.

Marcel Proust y la memoria: una búsqueda del arte y de sí mismo

Quitar a los placeres el lado imaginativo es reducirlo a nada.Marcel Proust

La obra de Marcel Proust retrata vivencias. Es un mar de sentimientos, acciones, rostros, voces, nombres, lugares, olores percibidos, y miradas que desnudan el alma. Es un monólogo interior, una rememoración que madura en el propio autor y sale a flote a través de la palabra escrita, confidente de sus sueños, deseos y tristezas. Proust al escribir la saga En busca del tiempo perdido se escribe a sí mismo. Al narrar su infancia en Illiers- actual Combray-, al evocar sus calles, catedrales, castaños, rosedales, está descubriéndose. Al evocar la magdalena bañada en té o en agua de tila, remueve sus íntimas raíces. Al traer a colación a su madre, y el gran cariño que le profesaba, al sacar a relucir el beso que le daba todas las noches, muestra los sentimientos más nobles de su corazón.

Y cuando retrata el mundo aristocrático, ese mundo que Béraud captura en sus cuadros de salones con cortinajes largos y lujosos, también escribe el tiempo que vivió. Uno de los ámbitos donde transcurrió su vida. El señor Swann, de alta alcurnia que sin embargo no desdeñaba el trato con personas que no fueran de su linaje, movió su interés y por ello fue recreado

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por la pluma de Proust. Su gusto por el arte lo llevó a ganar la amistad de Marcel y la inmortalidad que ha logrado su obra. De la misma forma, Marcel captura el mundo que se escapa, que se esfuma como una ilusión, para conservarlo en la tinta, pues en la memoria personal, donde puede vivir un tiempo, va de todas formas a desintegrarse cuando quien recuerda muera. Por eso la salvación a ese naufragio reside en la letra.

Proust libra una batalla contra el olvido, contra lo pasajero y el instante, que uno tras otro hacen la vida. Las cocottes, los Verdurin, Gilberte, su padre, su tío Alfonso, Odette- la elegante dama dueña de un carruaje que fungía de prostituta refinada en los salones-, el pasado merovingio que evoca la linterna mágica, etc., son también parte de él. Como también lo son aquellos autores que lo influencian: Chateaubriand, cuyas Memorias de ultratumba son un precedente de la literatura que reconstruye la memoria (al igual que las Confesiones de San Agustín), Honorato de Balzac, Émile Zola, Gustavo Flaubert, John Ruskin, Guy de Maupassant, Stendhal, palpitan en sus páginas, tal vez no aludidos directamente, pero sí en el discurrir de su proceso creativo y narrativo.

Igualmente, poetas como Charles Baudelaire, que resaltaba la belleza de lo feo- en Spleen de París y Las flores del mal-, así como Arthur Rimbaud, Leconte de Lisle, Alfred de Musset, Alfred de Vigny, Víctor Hugo- también narrador, autor de Los Miserables-, Gérard de Nerval- que fue encontrado ahorcado en una calle de París en un aparente suicidio que discute Francis Carco-, también serpentean en las páginas de Proust, o mejor, en sus venas, en su memoria, en la esencia de sus días. Otro de ellos es Jean Racine, el consagrado dramaturgo del Siglo de Oro Francés, autor de obras como La Tebaida, Andrómaca, Berenice, Ifigenia, Fedra- obra que el narrador aprecia con placer-, que lo hicieron relucir como el maestro de la tragedia francesa. Estas obras estuvieron basadas en la mitología greco-romana, y las posteriores, Esther y Athalí, en temas bíblicos. Racine influye en Proust por su riqueza en el lenguaje, por su verso armónico, por su forma magistral de adaptar historias y recrearlas en las piezas de teatro.

En este sentido, también se puede afirmar que todo el arte que apreciaba Proust hace parte del mismo Proust y su obra: Tiziano, El Giotto, Watteau, Rubens- que hace óleos de bueyes desollados que sin embargo son artísticamente bellos-, Renoir, Gauguin, Cézanne, entre otros, están tejidos a sus fibras y campean en sus páginas.

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La historia lo permea: las conquistas de Carlomagno, la Toma de la Bastilla en 1789, el imperio napoleónico, la Comuna de París, la guerra franco-prusiana, donde fue derrotada Francia en la Batalla del Sedan, así como la historia de la Francia Republicana, entre muchos otros hechos, desfilan por la prosa de Proust, muchas veces no de manera directa, sino soterrada, pero siempre están latentes como marco social, histórico y político que marca la vida.

Es válido afirmar, entonces, que la literatura de Proust es “la contemplación de la esencia de las cosas pero mediante la recuperación de la esencia de las vivencias”113. Pero esta contemplación no es solo física, es una contemplación con una mirada más honda, que es la memoria, el arte, el estudio de los episodios de la historia y su evocación, el recuerdo de los lugares conocidos, la apreciación de la obra de otros autores, la remembranza del pensamiento de otras personas, de sus actos, voces y fisonomías. Es una mirada memoriosa y totalizante. Una contemplación en amplios términos, donde entran en juego todos los sentidos: olfato, gusto, vista, tacto, oído, y, por su puesto, la mente, la memoria, el recuerdo reflexivo.

Por ello, “En busca del tiempo perdido es, en cierto modo, la etapa definitiva de una gran investigación estética que, en sus sucesivos desarrollos, se convierte en supremo balance y superación de toda una existencia”114. La obra de Proust es entonces el resultado de un proceso de búsqueda, de lectura, de contemplación, de atención al mundo que se vive, donde también el inconsciente juega un papel importante al retener el narrador de manera automática, y no directa, sentimientos y sensaciones, en una suerte instintiva. Es una apreciación estética del mundo, de la historia, del ser humano, de la amistad, del arte, de la literatura, de las pasiones, del mismo Proust: “al leer En Busca del tiempo perdido, es el mundo secreto del sexo y del amor el que es redescubierto con mayor novedad y con más asombrosa complejidad”115.

Proust escribe su novela cuando ya ha vivido lo narrado, constituyendo un relato ulterior desde el punto de vista del tiempo de la historia que se cuenta. Ello le permite actuar como testigo y rememorar y

113 GÓMEZ, Eduardo. Ensayos de crítica interpretativa. Bogotá: Ed. Universidad de los Andes, 2006. p. 11.114 Op. Cit. 13.115 Op. Cit. p. 14.

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reconstruir lo vivido, ya con más elementos de juicio, y con mayor capacidad de reevaluar los sucesos y sensaciones y explicarlas más ampliamente, o responder inquietudes que antes no hubiese podido absolver, o dejar sobre la mesa otras que definitivamente constituyen grandes dilemas o enigmas de su vida, de sus sentimientos o de su pensamiento.

La memoria es punto fundamental en la obra de Proust. Para Bergson está asociada con la duración, ya que “La duración es esencialmente memoria, conciencia, libertad porque en primer lugar es memoria”116. De esta forma, hay una identidad entre duración y memoria, ya que la memoria es también “conservación y acumulación del pasado en el presente”, porque se recuerda en un presente, y lo que se recuerda es el pasado, las experiencias vividas, las sensaciones percibidas. El presente, entonces, contiene el recuerdo del pasado. El narrador alberga el pasado en su interior, en su memoria. La historia transcurre en él, es testigo, da fe de ese pasado, conservando la imagen del mismo; de esta forma la memoria se presenta o es posible cuando “ya sea que el presente encierra distintamente la imagen siempre creciente del pasado, ya sea, más bien, que testifica, mediante su continuo cambio de cualidad, la carga que uno lleva a sus espaldas, tanto más pesada cuanto más viejo uno se va haciendo”117.

La memoria es directamente proporcional al tiempo vivido, es decir, a la edad. Entre más años, más sucesos, más memoria, porque “el momento siguiente contiene siempre, además del precedente, el recuerdo que éste le ha dejado”118.

La obra de Proust es una búsqueda del mismo Proust, una pesquisa que el autor hace de su propia vida, que realiza en una temporalidad subjetiva, que él ha vivido y solo el puede reconstruir. Se trata, entonces, de buscar la verdad, de esclarecer los sentimientos, repensarlos, analizarlos, sopesarlos, junto con los sentimientos y acciones de los demás, como también analizar el entorno, pero sobre todo su relación con el mismo, que no es pasivo, juega un papel protagónico al suscitar sentimientos de nostalgia, tristeza, excitación, etc. Así, se puede afirmar que “La Recherche du temps perdu, en

116 DELEUZE, Gilles. El bergsonismo, Madrid: Ed. Cátedra, 1987. p. 51.117 Ibid.118 Ibid.

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fait, est une recherche de la vérité. Si elle s’apelle recherche du temps perdu, c’est seulement dans la mesure où la vérité a un rapport essentiel avec le temps”119.

Es una búsqueda de la verdad desde la consciencia de unos hechos vividos, y desde su análisis en el presente. Desde allí se toma consciencia de situaciones no advertidas o no pensadas o repensadas, como el hecho de que un recuerdo trae otro recuerdo, que el narrador vive cuando, en su casa, le sirven una magdalena con té, y recuerda, por ese suceso, sus vacaciones o estadía en casa de sus abuelos, donde los domingos le daban una magdalena que bañaba en agua de té.

Para Proust “tenemos ciertos recuerdos que son como la pintura holandesa de nuestra memoria”120; es decir, hay recuerdos que nos marcan y que se conservan en nosotros, como una pintura; pintura que es de nosotros mismos, de nuestros sentimientos, de nuestras acciones y las que hemos contemplado y han impactado nuestra mente.

Por su parte, el narrar las vivencias desde muchos años después de vivirlas, le permite retomar o reconsiderar los sentimientos de ese entonces con los actuales, y saber si todavía se sostienen o han cambiado. Igualmente, puede sopesar con más amplitud el carácter de los personajes, su amistad con ellos, así como retratar sus vidas, alegrías y vicisitudes. Así ocurre con el señor Swann, a quien va desnudando sobre todo a través de sus relaciones amorosas, que lo marcan en todo su ser.

Pero antes de hablar de los amores de Swann es preciso decir que la relación del narrador con él es más intelectual que social, aunque por relaciones sociales es que lo conoce, cuando acude a casa de sus abuelos a cenar o a platicar. Se va tejiendo una amistad basada en el arte, ya que Swann es coleccionista de cuadros. Por medio de este canal es que pueden ahondar en otros aspectos como la literatura, la música, etc. Aunque, en síntesis, es una relación ambivalente, pues Swann le arrebata el beso que le da la madre antes de acostarse a dormir, ya que su visita la entretiene alejada momentáneamente de su presencia. Por su parte, la relación que sostiene con Robert de Saint- Loup, es más social que intelectual, aunque

119 DELEUZE, Guilles, Proust et les signes. París: Ed. Press universitaires de France, 1964. p. 23.120 PROUST, Marcel. La muerte de las catedrales. Bogotá: Ed. Norma, 1993. p. 107.

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también le permite hurgar en el mundo de la aristocracia, para poder retratarlo posteriormente. Y aunque se diga que Proust no era un aristócrata en sentido estricto, de todas formas hacía parte de ese mundo, así solo sea nominal o superficialmente, ya que era de una familia acomodada y frecuentaba salones, fiestas y reuniones de la alta sociedad. Gracias a ello es que pudo impregnarse de ese ambiente y narrarlo.

Pasando a hablar de los amores de Swann, podemos decir que son una tensión, como la propia vida amorosa de Marcel, que se debate en el bisexualismo, a veces oculto, a veces descubierto. Pero, en fin, una realidad que se aprecia en la obra, en su trato con el barón de Charlus, y que también se delata por sus relaciones con Montesquiou, un poeta francés de su época bastante presumido. Pero la tensión en los amores de Swann radica en el desconocimiento del ser amado, en no poder penetrar en él, en no poder aprehenderlo en todo su ser. Aunque haya habido relación sexual, penetración física- hacer catleya-, ello no conlleva al conocimiento del ser amado. La amada- Odette- es esquiva, fugaz, indiferente muchas veces, y en otras seductora, capaz de regalar flores a su pretendiente. Sin embargo es un juego que enciende una llama intensa en Swann, llama que lo atormenta, que lo hace sentir celoso, impotente, deseoso de poseer totalmente a la amada. Al no ser posible, un gran vacío, una gran ansiedad, acompañada de una recurrente imaginación a manera de ensoñación de lo imposible, gobiernan el alma de Swann.

El mismo narrador también sufre en carne propia esta agonía del rechazo, de la indiferencia, del amor no materializado. Es una punción constante. El ruido de las campanas, el tintinear de la cuchara al rozar la taza de té o al caer al piso, le evocan el rechazo de Gilberte- la hija de Swann, a quien pretende-, o lo que el narrador interpreta como rechazo.

Gilberte es un amor de juventud, que se va desvaneciendo cuando el narrador envejece. También porque surgen otros amores que lo ocupan, ya que “nuestro deseo, siempre impersonal por naturaleza, se fija en seres nuevos”121. Cuando esto sucede, viene el olvido, ya que “la memoria no ejerce una actividad constante, y, tras una larga separación, el olvido nos sume al fin en la nada mental tan necesaria a nuestro espíritu”122. Gilberte

121 MAUROIS, André. En busca de Marcel Proust. Bogotá : Ed. Vergara, 2005. p. 197.122 Ibíd.

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no es precisamente olvidada, es relegada, lo cual es otra forma de olvido; la misma narración la evoca, pero es dejada a un lado, pierde importancia frente al nuevo amor. Lo que no sucede con el amor del narrador por su abuela, o por su madre, que continúan presentes en su interior, a diferencia del amor de Gilberte, e incluso de la duquesa de Guermantes, que van difuminándose con el tiempo.

El amor que el narrador siente por Gilberte es ingenuo y traumático por la indiferencia de la amada. No tiene la fuerza vital del erotismo. No con intensidad. Sin embargo, la libido campea en su interior. Esa libido que para Freud se manifiesta de manera natural en la niñez y que está representada por el instinto, está en el narrador de manera oculta, y va despertando a medida que avanza la historia.

El erotismo no es solo la relación sexual, también hace referencia a la contemplación estética, a la apreciación de paisajes, rostros, cuerpos, la percepción de olores, el degustar comidas, visitar salones, vestir, observar cuadros de grandes pintores, leer con pasión en una cama cercada por cortinas, escribir, en fin, aprehender la vida desde la visión del arte y de su fugacidad que la hace más valiosa y por tanto es necesario reivindicarla y gozarla.

Desde esta óptica es que el narrador contempla a las muchachas en flor, es decir, las jóvenes, en el balneario aristocrático de Balbec. Ya es más maduro, y el sol, el rumor del mar, el aire fresco que se respira, incitan al deseo y acicatean las ansias del espectador.

Si bien el narrador se convierte en una especie de lobo que sigue a su presa- las mujeres-, como una sombra, como un obsesionado de su belleza; si bien hasta una mujer que lleva la leche, o una que trabaja en una tienda o charcutería, o una que vende flores, conchas o pasteles, son objeto de sus acechanzas, no deja de ser mero instinto de conquistador. Son sentimientos abrasivos, pero no profundos. Por ello que ninguna de estas mujeres logra atarlo como Albertine Simonet, de quien llega a enamorarse perdidamente, en un amor que es fuego, tormenta y delirio. Un amor que produce celos en el narrador, deseos de eterna posesión.

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Al no conseguirlo, vienen la decepción y el descontento: “A solas, pensaba en ella, pero la echaba en falta, no la poseía. En su presencia, le hablaba, pero estaba demasiado ausente de mí mismo para pensar. Cuando ella dormía no había necesidad alguna de hablar, no me sentía observado por ella ni tenía por qué seguir viviendo en la superficie de mí mismo. Al cerrar los ojos y perder la consciencia, Albertine se despojaba, uno tras de otro, de los diferentes rasgos de humanidad que me habían desilusionado desde que la conocí”123.

Entonces, ante esa realidad de Albertine, ante esa muralla que es su indiferencia y su carácter, surge la ensoñación, la evasión, bien desde el sueño, desde la contemplación de la amada dormida y sin conciencia, o desde la literatura y la recreación de situaciones idealizadas.

El amor de Swann es tormentoso, y el que genera Albertine en el narrador también lo es. De esta forma, “Las relaciones amorosas de Swann con Odette y del narrador con Albertine, para tomar los dos ejemplos más importantes, los llevan al aislamiento y a una degradación ansiosa y paralizante, pero les hacen tocar fondo en el conocimiento de la sociedad burguesa y aristocrática en que viven, y es la muerte de Albertine la que cierra el ciclo de El tiempo perdido y abre al narrador las puertas del mundo del arte como la posible realización y como la consolidación de su virilidad más fecunda”124.

Si Swann padece el amor espinoso de Odette, el narrador sufre el de Albertine. Claro que no llega a él por un camino escueto. Antes ha tenido que superar el amor de Gilberte, que todavía estaba arraigado en él. Cuando ésta le escribe una carta para que se vean en su casa, ante la imposibilidad de verse en los campos Elíseos, los cuales ya no frecuenta, siente felicidad:

Mientras leía aquellas palabras, mi sistema nervioso recibía con admirable diligencia la noticia de que me sobrevenía una gran dicha. Pero mi alma, es decir, yo mismo y, en una palabra, el principal interesado, seguía ignorándolo. La dicha- la dicha por mediación de Gilberte- era algo con lo que no había dejado de soñar, algo totalmente propio de los pensamientos, era, como decía Leonardo de la pintura, cosa mentale. Una hoja de papel cubierta de caracteres

123 PROUST, Marcel. En busca del tiempo perdido, Tomo II: A la sombra de las mucha-chas en flor. Barcelona: Ed. Lumen, 2001. p. 310.124 GÓMEZ. Op. cit., p. 14.

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es algo que el pensamiento no asimila enseguida. Pero, en cuanto hube terminado de leer la carta, pensé en ella, pasó a ser un objeto de ensueño, pasó a ser, también ella, cosa mentale y la amaba ya tanto, que cada cinco minutos tenía que releerla, besarla. Entonces experimenté la felicidad125.

Como vemos, es un idilio, un amor de ensoñación, donde no hay materialización. El amante se envuelve en el velo de los sueños, y de él derivan su dicha y su desdicha. El pensamiento está gobernado por el ser amado. Es un amor tejido con la mente. Quizá por esto sea más intenso. Es un amor que encuentra barreras no solo en la lejanía de la amada, ni en su indiferencia, sino también, cuando hay algún asomo de dicha para el amante - porque es posible verse con su amada-, surge el óbice de los padres, que le impiden ir a visitarla o, al menos, eso se da a entender, cuando la madre expresa que: “Hay que ver, siempre que este chico va a casa de los Swann vuelve enfermo”126.

Por ello, resulta contradictorio que el mismo narrador afirme que la posible gestora de que Gilberte le hubiese escrito la carta para verse, fuera su madre: “La vida está sembrada de esos milagros que siempre pueden esperar quienes aman. Es posible que aquél fuese provocado artificialmente por mi madre, quien, al ver que desde hacía algún tiempo había perdido totalmente las ganas de vivir, tal vez hubiera mandado pedir a Gilberte que me escribiese”127.

De una u otra forma, el amor de Gilberte está obstaculizado, bien por los padres de ella, que muchas veces le impiden verla, bien por los padres del narrador, por la actitud hermética de Gilberte, o por la simple adversidad, pues la enfermedad que padece él es una cortapisa para ir a los Campos Elíseos, donde se veían, ya que el aire puede perjudicarle.

Es tanto el amor que el narrador llega a sentir por Gilberte, que desea tener un mechón de su pelo, o al menos, ante la imposibilidad real de tenerlo, una fotografía de su cabello. Gilberte es una mujer evasiva, y eso la hace difícil, más interesante. Pareciera que espoleara al narrador al seguirla amando y pretendiendo. La angustia que le produce esa no posesión,

125 PROUST. Op. cit. p. 80.126 Op. Cit. p. 87.127 Op. Cit. p. 81.

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como se la produce Odette a Swann, lo ata más a ella. Pero es esta misma intensidad del amor, y el hecho de delatarlo frente a la amada, mostrándole fervientemente el deseo de poseerla, de tenerla siempre ante su presencia, el que imposibilita la materialización del amor, que se mantiene en el campo de la ensoñación, puesto que: “Las relaciones con una mujer amada pueden permanecer platónicas por otra razón aparte de la virtud de la mujer: la impaciencia desmedida del enamorado, su exceso de amor, que le impide esperar, fingiendo el grado adecuado de indiferencia, el momento de obtener lo que desea”128.

El efecto que se genera con este comportamiento es la dilatación, e incluso la no concreción del amor. La mujer, al saberse deseada, sabe que puede mantener en vilo a su pretendiente y no entregarse a él, obteniendo de éste lo que busca; la impaciencia, la búsqueda persistente de la posesión no fructifica en ésta muchas veces, puesto que:

Las mujeres perciben esta impaciencia y saben que pueden permitirse el lujo de no entregarse jamás a aquellos en quienes adivinan, si por su nerviosismo desmesurado no lo han disimulado los primeros días, el deseo irrefrenable de poseerlas. Muy feliz es la mujer que, sin dar nada, recibe mucho más de lo que habitualmente consigue cuando se entrega129.

Este es quizá el problema del narrador: su obsesión, lejos de acercarlo a la posesión de Gilberte, y más adelante de Albertine, lo aleja. En ese yermo, en ese vacío, entonces, se levanta la ensoñación.

Sin embargo, esa misma indiferencia, esa misma apatía de la amada, esa espera, cuando se alarga, y cuando hay una separación de hecho entre los dos- amada y pretendiente-, va creando una distancia que apaga el amor. La impotencia, la angustia de no poder estar con ella, si bien antes alimentaban el deseo, ahora lo alejan, porque “la fuerza del sentimiento engendrado por el deseo o la angustia no resiste a la posesión ni a la revelación de la inanidad de lo que tanto habíamos idealizado”130. El cansancio acude a apagar ese sentimiento que antes fue fervoroso. Y la resignación de que no fructificará por razones ajenas a nuestra voluntad. Así “El tiempo y la indiferencia hacen que veamos de pronto a estas personas tal como

128 MAUROIS. Op. Cit., p. 194.129 Op. Cit. p. 194-195.130 Op. Cit. p. 191.

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son. Marcel se percata del egoísmo de Gilberte, la dureza de la duquesa de Guermantes, la vulgaridad de Albertine. Y entonces les retira el papel que les había adjudicado, que queda disponible para cualquier comedianta nueva, más joven o simplemente más favorecida por las circunstancias, y que siempre aparece en el momento en que la necesitamos”131.

La idealización de la amada es creada por el narrador, quien le da importancia y la hace objeto de su obsesión. Solo él puede revertirla, y curarse de esa obsesión. No obstante, no lo hace sino hasta que la dureza de la realidad, la indiferencia constante de la amada, la espera que se dilata por largo tiempo, hacen mella en su ímpetu y lo despiertan al mundo fáctico, lo hacen ver que la amada es humana, con defectos, y entonces se diluyen el gusto y la atracción por ella.

Del amor por el Gilberte se pasa al amor por Albertine. El amor es una sucesión, cambia la mujer, pero el sentimiento es el mismo: ardor, pasión, deseo. La figura de Albertine en la playa, recostada contra el mar, su sonrisa, sus ojos, su cuerpo, son suficientes para generarlo. La mirada es la celestina, por ella entra el amor, pero también el entorno juega un papel importante: el paisaje romántico, la luz, la arena, el mar azul, sirven de atizador.

La mente vuelve a crear el juego del amor, como en el caso de La Berma, de quien el narrador podría decir estaba en cierto sentido cautivado, por su voz, su rostro, y ante, todo, su arte: la actuación teatral. El amor por Albertine es carnal. No es solo ensoñación. Cuando el narrador se encuentra en su habitación, adonde se hallan a escondidas, desea poseerla físicamente, y cree que la situación ha sido creada por Albertine con ese fin: “yo me decía que, si una muchacha deja a un joven acudir a su habitación a hurtadillas, arreglándoselas para que su tía no se entere, ha de ser para algo, que, por lo demás, la audacia sale bien a quienes saben aprovechar las ocasiones; en el estado de exaltación en que me encontraba, el redondeado rostro de Albertine, iluminado por un fuego interior, como por una lamparilla, cobraba tal relieve para mí, que me parecía girar, imitando la rotación de una esfera ardiente, como esas figuras de Miguel Ángel arrastradas por un torbellino inmóvil y vertiginoso”132.

131 Op. Cit. p. 198.132 PROUST. Op. cit., p. 532.

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El narrador quiere poseer a Albertine: intenta besarla, pero ella se niega. Esto produce impotencia e insatisfacción en el amante, quien ha descubierto que quiere poseerla, y no solo estar en el mundo de la ensoñación: “Yo había creído que el amor que sentía por Albertine no se basaba en la esperanza de la posesión física”133. Pero es un hecho que desea el amor físico, el contacto sexual. Éste se ve frustrado por el sonido del timbre, que Albertine hace sonar, remitiéndonos al mismo problema que acompaña al narrador desde su amor con Gilberte: el rechazo, que se simboliza con el sonido del timbre, de la campana, de la cuchara al rozar la taza de té, o al caer al piso.

Sin embargo aquí no para el amor. Hay nuevas emociones y mujeres donde depositar ese deseo. Así, surge Andrée como objeto de esa pasión, o al menos así se vislumbra: “Sin embargo, si Albertine no hubiese existido, tal vez me habría yo privado del placer que empecé a sentir cada vez más los días siguientes, con la amabilidad que me manifestaba Andrée”134.

Andrée llama la atención del narrador porque es semejante a él: intelectual, tímida, nerviosa, y susceptible a las enfermedades. Algo que no tiene Albertine. El amor entonces cambia de cuerpo, de persona. Y queda el recuerdo vacío de la amada anterior.

El comportamiento indiferente y provocador de Albertine puede explicarse, no obstante, con relación al temor que siente de que el amor vaya a terminar al materializarse, al entregarse al narrador. Entonces él podrá ver cumplido su deseo y desinteresarse de ella. Por esto, la estrategia puede ser postergar ese episodio de amor carnal. Sin embargo, la espera, la indiferencia, el cansancio y el tiempo, hacen que el amante, por más ferviente que sea, desista, o piense en desistir, o amase la posibilidad de buscar otro amor.

Otro elemento que campea en la obra de Proust es la poesía. En su obra Crónicas ya se aprecia esta intención poética, cuando expresa: “Acabo de correr la cortina: en el balcón, el sol ha extendido sus mullidos cojines”135. Aquí la luz se compara con la suavidad. Esto es, es una luz tenue. Que no fastidia. Que no quema.

133 Op. Cit. p. 533.134 Ibid.135 PROUST, Marcel. Crónicas. Bogotá : Ed. Instituto colombiano de Cultura, 1972. p. 17.

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En busca del tiempo perdido también contiene una veta de poesía: los paisajes, la fila de castaños, los rosedales, las calles, los sonidos de las campanas de las iglesias, los cortinajes de los salones, la música que flota en el aire, las obras de arte que se exhiben, el vino que rueda en la boca, la comida que se degusta con placer, la linterna mágica que evoca el pasado merovingio y a Genoveva de Brabante, la sugieren; y cuando compara, en Por el camino de Swann, a la almohada con mejillas suaves y rosadas- tal vez como las de Albertine, que son coloradas-, crea una bella metáfora.

La misma contemplación de la playa, del mar bañado por la luz, de las muchachas en flor, son poesía no escrita, aprehensible con los sentidos. La mirada que es el espejo del alma, y que se vierte en otra mirada y le comunica su deseo, es un poema sensorial. La mujer joven, tierna y bella, la encarna. Gilberte es poesía, como Albertine. Por ello Marcel la compara con un fruto apetecible: “Iba a conocer el olor, el sabor, que tenía aquel desconocido fruto rosáceo”136.

El mismo deseo del narrador, sus ansias, esos fuegos internos que lo abrasan, ese impulso por saborear la piel de la amada, son metáforas de la pasión, símbolos de la libido que lo recorre. Es un vino que viaja por sus venas y abre su sed de amor físico. Por ello se deleita viendo el cortejo de mujeres jóvenes, de muchachas en flor, lo cual también es una metáfora, porque connota la juventud de ellas, y su crecimiento (florecimiento). Así las retrata, en una pincelada poética: “¿ Qué habría podido reconocer en ellas, recién salidas de una edad en la que se cambia tan completamente, una masa amorfa y deliciosa, aún totalmente infantil, de niñas a las que, tan solo unos años antes, se podía ver sentadas formando un círculo en la arena, en torno a una tienda: como una blanca y vaga constelación en la que no se habrían distinguido dos ojos más brillantes que los otros, un rostro malicioso, un pelo rubio, salvo para volver a perderlos y confundirlos en seguida en el seno de la indistinta y láctea nebulosa?”137

Esa constelación de niñas hermosas, son volubles, no solo físicamente, sino también en su forma de ser. Son fugaces, pero esa fugacidad hace que sea más importante contemplarlas, pues no podrá hacerse siempre, ya que mudarán su cuerpo y sus hábitos. Allí reside la delicia de la contemplación.

136 PROUST, Marcel, Op. Cit. p. 532-533.137 Ibíd.

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Pero la contemplación no es solo de deseo carnal, de amor o libido. Con el tiempo va a trascender esos tópicos. Va a hacerse una contemplación artística, estética, sensual. Una contemplación para el recuerdo. Porque es fugaz la belleza femenina, fugaz el instante, mas no la pieza que se logra con el arte nacido de esa contemplación. No es fugaz si es, como en este caso, tan bella como la piel rosácea de las muchachas en flor.

La obra de Proust es la recreación de la memoria. Leerlo es ser testigo de su vida, deseos y angustias. Adentrarse en su infancia, sus juegos y pensamientos, y en el entorno que lo rodea. Escribe una novela sobre su existencia y el tiempo: sus edades, recuerdos, descripciones e interiorizaciones de la época en que vive. Es por ello que

La novela, que el mismo Proust comparó con la compleja estructura de una catedral gótica, es la reconstrucción de una vida, a través de lo que llamó «memoria involuntaria», única capaz de devolvernos el pasado a la vez en su presencia física, sensible, y con la integridad y la plenitud de sentido del recuerdo, proceso simbolizado por la famosa anécdota de la magdalena, cuyo sabor hace renacer ante el protagonista una época pasada de su vida.

El tiempo al que alude Proust es el tiempo vivido, con todas las digresiones y saltos del recuerdo, por lo que la novela alcanza una estructura laberíntica. El estilo de Proust se adapta perfectamente a la intención de la obra: también la prosa es morosa, prolija en detalles, profusa en sobre-interpretaciones y obsesiva en sus descripciones138.

El tiempo está detenido en la obra de Proust. No es lineal, ostenta digresiones, del pasado se pasa al futuro y de éste al presente: es un mismo tiempo interminable. Tiene múltiples matices: juventud, vejez, amor, nostalgia, lugares y personas. El francés ha hecho universal su vida e inmortal el tiempo y espacio que habitó, al capturar su memoria en una obra que conserva fresca y palpitante sus imágenes, voces y sensaciones. Ha logrado rescatarla y hacerla arte.

138 VÁSQUEZ, Adolfo. Proust y Deleuze; signos, tiempo recobrado y memoria involun-taria. En Almiar MARGEN CERO, Revista Fundadora de la ASOCIACIÓN DE REVIS-TAS DIGITALES DE ESPAÑA - Nº 40, 2008. http://www.margencero.com/articulos/new/proust.html

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Reflexiones en torno a la escrituraEl alma humana encierra, en sus repliegues más hondos, una bestia, una bestia inmunda, de la cual nadie debe avergonzarse, puesto que ella y nosotros confor-

mamos un ente único, un solo ser, una aviesa fusión… Germán Espinosa

La escritura es un volcán que hace erupción. Un magma que desgarra el silencio y sale a flote a través de la palabra. La que comunica el desnudo interior. Los pensamientos y sentimientos del autor, o la intención que persigue o quiere imprimir en la obra que cree. Porque, después de todo, la escritura tiene una intención. Puede ser comunicar, criticar, sublimar, o llevar a cabo un ejercicio placentero. A veces busca romper la rutina, constituirse en un medio para expresar, de un modo diferente, la vida que se contempla, o que se padece, o las sensaciones o impresiones causadas por el entorno y el trato social.

La escritura parte el tedio. Como bien lo afirma Rodrigo- el narrador que usa Clarice Lispector para expresarse-: “escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo: estoy de sobra y no hay lugar para mí en la tierra de los hombres. Escribo por mi desesperación y mi cansancio, ya no soporto la rutina de ser yo, y si no existiese la novedad continua que es escribir, me moriría simbólicamente todos los días”139. La escritura, entonces, surge como una necesidad de expresar, de recrear la realidad, con algunas diferencias que se imprimen a la obra, como mezclar a hechos, acciones, lugares verdaderos- o reales-, otros que no lo son, o tomar el carácter de ciertas personas y con él revestir a un personaje que se crea, con un nombre ficticio. Es un deseo de reflejar sentimientos, pensamientos y conflictos. Y de transgredir la rutina del tiempo que se traga todo, menos la letra, que se conserva en su tinta sustancial.

La escritura es autobiográfica en ocasiones. No porque se hayan vivido las situaciones narradas como estrictamente sucedieron, sino porque se toman elementos de ellas para construir la historia, como personajes, hechos o sentimientos generados por la experiencia vivida. Un cuento, o una novela, no son absolutamente reales. No pueden serlo. La ficción siempre va en ellas. Porque no se puede hacer un relato con los nombres

139 LISPECTOR, Clarice. La Hora de la Estrella. Madrid: Ed. Siruela, 2001.

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y apellidos reales de sus protagonistas, so pena de ser demandado, o a lo menos increpado. Porque no se pueden recrear detalladamente los hechos, las personas, los sentimientos tal y como se presentaron en la vida real, pues la vida es vaporosa y pasajera, y es imposible capturarla de manera precisa; esto no lo pueden lograr ni siquiera las crónicas, que de todas formas tienen elementos ficcionales.

Muchas historias se basan en situaciones reales, o bien en aspectos reales, ya que el escritor se mueve en el mundo y hace parte de él, es decir, es realidad, y la materia prima de sus narraciones es necesariamente extraída de ésta, pues hasta los sueños suceden a personas de carne y hueso como nosotros, y las ideas son concebidas por seres reales. Sin embargo, no son del todo reales. La imaginación las tiñe. Tienen ropajes de ficción. Sergio Ramírez lo dice de este modo: “La nueva figura conseguida, y concebida, por la imaginación, parte siempre de lo real, tomando de lo real sus partes componentes, y el soplo que da vida a la criatura surge de la complejidad del mundo subjetivo de lo real donde viven en estrecha oscuridad el deseo y la necesidad. Bajo ese soplo sucio de deseo y necesidad se insufla vida a la criatura que se contamina de imaginación, como emanación de la realidad, para alejarse del vacío estático de la fantasía. No se trata simplemente de un asunto figurativo, con lo cual bien podríamos quedarnos en el terreno sin sustancia de lo fantástico. En el acto de la metamorfosis, o en la hibridación, avienta ese soplo infeccioso de necesidad y deseo, que da vida al mito y su figura”140.

Si bien el escritor puede basarse en la experiencia personal para escribir, no siempre es así. A veces el relato- o mejor, su trama- son extraídos de experiencias impersonales, esto es, hechos que no se han vivido, pero que es interesante inventar, bien para fijar una postura frente a la vida, la sociedad, la literatura, etc., o para satisfacer un capricho o deseo propio. Como afoirma Hemingway que un escritor “inventa o hace a partir del conocimiento personal e impersonal, y algunas veces parece poseer un conocimiento inexplicado que podría venirle de la experiencia racial o familiar olvidada”141.

140 RAMÍREZ, Sergio. Mentiras verdaderas. México: Ed. Alfaguara, 2001. p. 84.141 HEMINGWAY, Ernest. El oficio de escritor. México: Biblioteca Era, 1995. p. 219.

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Hay historias que se desarrollan principalmente en ámbitos urbanos, aunque algunas veces episodios de ellas transcurren en zonas o espacios rurales, o de la periferia urbana, entre la ciudad y el campo. Sin embargo, no dejan de tocar la ciudad, sus habitantes, sus palpitaciones, sus intrigas. Ello se explica porque el autor es habitante de la urbe y ella taladra su mente con sus bullicios, sufrimientos y pasiones. En ella se debate, encuentra el llanto, la sonrisa, el placer o a la amargura. Prostitutas, avaros, mendigos, vendedores ambulantes, poetas, narradores, etc. Un universo para escribir.

La escritura no solo deriva de la ciudad. También de la misma literatura, de los cuentos, novelas y poemas que se leen. Una frase de otro escritor puede convertirse en el epígrafe o inicio de una historia propia. La lectura enriquece, genera ideas, impulsos, ansias de escribir.

Podemos considerar, como Hemingway, que en la creación de cuentos “algunas veces uno tiene la historia. Algunas veces uno la inventa a medida que escribe y no tiene la menor idea de cómo va a salir. Todo cambia a medida que se mueve. Eso es lo que produce el movimiento que produce el cuento. Algunas veces el movimiento es tan lento que no parece estarse moviendo. Pero siempre hay cambio y siempre hay movimiento”142. Los cuentos se tienen concebidos y se pasan de la mente a la hoja unas veces. Esto se produce porque se tiene una elaboración mental de la historia, se ha pensado y madurado, y solo falta transcribirla de la mente a la hoja, con las debidas correcciones. Pero a veces no se tiene la historia, solo una idea, la cual se va desarrollando a medida que se escribe. El trabajo es más complejo y demorado. Sin embargo lo anima el propósito de ver la idea convertida en una pieza literaria. Otras veces se tiene el deseo de escribir sobre un tema, por razones personales o por interés, y este deseo anima la escritura y lleva a la redacción del texto. En otras ocasiones la escritura no fluye. Se empoza. Bien porque no haya idea para desarrollar, porque no se logra una elaboración mental coherente y sustanciosa, porque no hay ánimo en el escritor, ni creencia en que la historia que se quiere construir vaya a resultar lograda. Pero reza el dicho: “No hay peor diligencia que la que no se hace”. No sabes si algo va a ser bueno o malo si no lo haces. La escritura está cimentada en la corrección, en hacer y corregir, o destruir, o retomar, o reconstruir, puesto que “lo que se hace nunca es tan bueno como podría ser. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que uno sabe

142 Op. Cit. p. 215.

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que puede apuntar. No preocuparse por ser mejor que sus contemporáneos o sus predecesores. Tratar de ser mejor que uno mismo”143. Los errores son comunes en la escritura. Se trata de saber corregirlos, y de querer corregirlos, y así obtener conocimiento y experiencia práctica para pulir la escritura, ya que “Uno tiene que enseñarse por medio de sus propios errores; la gente solo aprende a través del error”144.

Un punto que debe ponderarse, tratándose de la uniformidad del relato, es el tono en que discurre, el ritmo que lleva. Que no se salte de una página a otra. Que se sostenga. Que tenga una especie de música que impulse al lector a hacer la lectura y terminarla. Esto es relevante, porque como lo asevera Forster: “La música, aunque no emplea seres humanos y está gobernada por intrincadas leyes, ofrece, en su expresión final, una forma de belleza que la ficción puede lograr a su modo”145. La ficción puede lograrla siendo uniforme en su lenguaje, sea complejo o sencillo, con o sin tintes poéticos, o mezclados. Las narraciones tienen un ritmo que lo da el lenguaje, pero también la puntuación que se emplea, que pueden hacerlo veloz el ritmo, lento, atractivo o tedioso, si no se le estampa esa música de que habla Forster.

Son buenos los lenguajes sencillos y complejos – adornados con figuras literarias, descripciones más largas, datos históricos y de conocimiento general, etc.-. Ambos son destacables. El estilo de Gustavo Álvarez Gardeazábal, escueto y preciso, llama la atención. Así se aprecia en su obra Cuentos del Parque Boyacá, que relatan la violencia bipartidista de mitad del siglo XX: “En este pueblo somos diez los que firmamos la carta. Los cinco miembros del directorio liberal, los tres concejales, Ramona Uribe y yo, Donaldo Arrieta. Si hubiésemos sido más, las cosas que estaría pensando en este momento serían distintas, pero no fuimos sino nosotros los que nos arriesgamos a denunciar a León María. Por eso estoy aquí, tendido en este andén, mirando cómo se apretuja la gente a mi lado, esperando el momento en que venga Ramona con sus loras en el hombro recitando que fue León María, y que Filopotes su ganso se acerque a mi cabeza y se unte el pico con mi sangre”146.

143 FAULKNER, William. El oficio de escritor. México: Biblioteca Era, 1995. p. 170.144 Op. Cit. p. 174.145 FORSTER, E.M. Aspectos de la Novela. Madrid: Ed. Debate, 1983. p. 168.146 ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL. Gustavo, Donaldo Arrieta. En: Cuentos del parque Bo-yacá. Bogotá: Ed. Plaza y Janés, 1978, p.11.

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Otro escritor que posee un estilo escueto, es Guy de Mausappasant. Su cuento Bola de Sebo es una pieza magistral que retrata la Francia derrotada por los prusianos en la batalla del Sedan, mostrando que éstos imponían sus normas, por duras y abusivas que fueran, sobre los franceses (en este caso tratar a una mujer de la nación vencida como quisieran). Dice un fragmento del cuento señalado:

La mujer que a su lado iba era una de las que se llaman galantes, famosa por su abultamiento prematuro, que le valió el sobrenombre de Bola de Sebo; de menos que mediana estatura, mantecosa, con las manos abotargadas y los dedos estrangulados en las falanges- como rosarios de salchichas gordas y enanas-, con una piel suave y lustrosa, con un pecho enorme, rebosante, de tal modo complacía su frescura, que muchos la deseaban porque les parecía su carne apetitosa. Su rostro era como una manzanita colorada, como un capullo de amapola en el momento de reventar; eran sus ojos negros, magníficos, velados por grandes pestañas, y su boca provocativa, pequeña, húmeda, palpitante de besos, con unos dientecitos apretados, resplandecientes de blancura147.

Otros escritores que siguen este estilo, y marcan la escritura, son Fedor Dostoyevski, Juan Rulfo y Albert Camus. Su lenguaje, pero profundo. Sus historias dejan huella, como las de Rulfo, que versan sobre la revolución mexicana, como las de Dostoievski que retratan la vida en la cárcel- en la Casa de los Muertos-, como las de Albert Camus, que señalan el dolor de la existencia, su complejidad, la incomprensión del hombre, y la arbitrariedad de la justicia, en El Extranjero.

Escritores profundos, pero de un estilo más complejo o rico en figuras literarias y en reseñas históricas e investigación de datos científicos, gramaticales, técnicos, y de diversas materias, también aportan a la escritura. Ellos son Edgar Allan Poe, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Germán Espinosa, y Camilo José Cela- que en la Familia de Pascual Duarte muestra un estilo sencillo muy admirable pero que en novelas como Mazurca para dos muertos y La Cruz de San Andrés denota un lenguaje más complejo y surtido de conocimiento-. Marcel Proust, de la misma manera, sirve de faro para la escritura. Su prosa es clara, pero rica en conocimiento, y se adorna de metáforas, comparaciones y descripciones magistrales.

147 DE MAUPASSANT, Guy. Bola de Sebo. Bogotá Ed. Instituto Colombiano de Cultu-ra,.1972. p. 22-23.

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En Borges son admirables sus temas: la historia universal, las reflexiones sobre autores y obras, el rescate de la memoria, de una forma más impersonal a como lo hace Proust. Es elogiable su ingenio, su imaginación para crear historias diferentes, no normales, como la del hombre que es inmortal, que es todos los hombres, que es Homero, que es guerrero, que es… al fin nadie, como lo dice: “Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy”148.

En Cortázar se aprecia, de la misma forma, su ingenio e imaginación, pero también cómo juega con el lenguaje, cómo narra superando los cánones clásicos de la escritura, como en Rayuela.

Edgar Allan Poe es un escritor de hondo conocimiento y perspicacia. Sus cuentos son perfectamente concebidos y desarrollados, complejos en sus temas, tramas y personajes, además de novedosos, como en Los hechos en el caso del señor Valdemar, que trata de la hipnosis in articulo mortis.

Pues bien, la escritura se nutre de estos escritores y de los estilos que manejan. Uno no es mejor que otro. Ambos son interesantes y enriquecedores. En este punto debemos ser eclécticos, porque no se puede discriminar uno u otro estilo o tendencia, ya que eso redundaría en negarnos la diversidad de la literatura.

La poesía es amiga de la narrativa, y la narrativa de la poesía. Por ello es preciso maquillar de poesía algunas frases, cuando sea pertinente, y no como algo hecho de paso. El mismo Proust emplea la poesía cuando, en Por el camino de Swann - la primera novela de En busca del tiempo perdido-, compara a la suavidad de la almohada con la suavidad de unas mejillas tiernas y rosadas. También se advierte un lenguaje poético en el cuento La hora y la oportunidad de Augusto Matraga, de Joao Guimaraes Rosa: “el sol, como un inmenso globo de azufre en el fondo de una olla, marinaba cielo arriba, con un azul de aguas sin playas, con la luz derramada”149.

148 BORGES, Jorge Luis. Nueva antología personal, Barcelona: Ed. Bruguera, 1980, p. 158.149 GUIMARAES ROSA, Joao. La hora y la oportunidad de Augusto Matraga. En: Cam-po General y otros relatos, México: Colección Tierra Firme, Fondo de Cultura Económi-ca, 2000. p. 126.

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Pasando a hablar de la técnica, ésta es diversa. Algunas obras se escriben en primera persona, algunos en segunda, varias en tercera. Debe buscarse novedad formal y temática, o en cuanto a la trama de la historia. Novedades, o asomos de novedades, o no recurrencia a las formas tradicionales, como cuando se empieza a narrar en tercera persona y al final el narrador confiesa que él es el protagonista de la historia, terminando el relato en primera persona. O cuando se intenta narrar en infinitivos el comienzo o final de un cuento.

No debemos compartir la apreciación de Sergio Ramírez en cuanto afirma que: “Narrar hechos en calidad de protagonista, como Bernal y San Juan, constituye un límite al proceso de construcción de la veracidad”. 150 No debemos compartir esta postura pues narrar una historia en primera persona no atenta contra la veracidad. Eso depende de cómo el autor maneje la historia, su tono o ritmo y los hechos, espacios, personajes y situaciones que la rodean. Muchos cuentos y novelas narrados en primera persona son obras maestras de la literatura. Citemos la novela El Extranjero, que comienza así: “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé: recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer”151.

Podemos citar el comienzo de la novela La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela: “Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuéramos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mimo fin: la muerte”152.

O para poner un último ejemplo, el cuento Macario de Juan Rulfo: “Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas. Anoche, mientras estábamos cenando, comenzaron a armar el gran alboroto y no pararon de cantar hasta que amaneció”153.

150 RAMÍREZ. Op. cit., p. 72.151 CAMUS, Albert. El Extranjero. Madrid: Ed. Alianza Editorial. 1977, p. 7.152 CELA, Camilo José. La Familia de Pascual Duarte. Barcelona: Ed. Bruguera. 1982. p. 13. 153 RULFO, Juan. El llano en llamas. México: Ed. Era. 1985. p. 7.

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Narrar en primera persona, lejos de atentar contra la veracidad, puede ayudar a construirla, porque se puede sentir como si el narrador hubiese vivido los hechos que cuenta. Es responsabilidad del autor lograr con su prosa que esto ocurra.

La escritura se vale del estilo sencillo y del estilo complejo. Del lenguaje sencillo y del provisto de metáforas y términos poco comunes para el público general, pero que si se ponen en boca de un poeta, escritor o protagonista culto, no suenan arbitrarios, ya que serían los términos con los que coloquialmente éste se expresa, o por lo menos, que él maneja. Sin embargo, la ambición no debe residir en este punto, como en narrar las historias que queremos contar. Historias que llaman nuestra atención y se convierten en obsesiones. En llamas internas. En bestias que quieren mostrarse por medio de la palabra. Decir lo que quieren decir. Porque el escritor escribe lo que quiere escribir. Él es el dios de su obra, y como tal crea lo que quiere. Y destruye lo que no le gusta.

Además de satisfacer ese deseo propio de crear una historia determinada, debe procurarse que resulte atractiva. Debemos hilvanar obras interesantes. Que atrapen la mirada del lector. Que lo sumerjan en su mundo. Que las sienta. Que las sufra. Que las disfrute, porque después de todo: “la historia solamente puede tener un mérito: el conseguir que el público quiera saber qué ocurre después. A la inversa, solo puede tener un defecto: conseguir que el público no quiera saber lo que ocurre después”154.

154 FORSTER, E.M, Op. cit., p. 34.

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La poesía herméticaLa poesía hermética es aquélla que se define como oscura e

impenetrable, haciendo así alusión al filósofo griego Hermes, quien hacía escritos cerrados, de difícil entendimiento. En el contexto europeo, autores como Federico García Lorca, Giuseppe Ungaretti y Eugenio Montale, entre otros, escribieron obras que fueron consideradas herméticas, por no ser de fácil comprensión, sino crípticas. En el contexto latinoamericano, surgieron escritores contemporáneos como José Lezama Lima, Octavio Paz e incluso Pablo Neruda, quienes hicieron composiciones poéticas complejas, siendo catalogados como autores de poesía hermética. En el ámbito colombiano, la poesía de León de Greiff se ha enmarcado como abstrusa, de difícil comprensión.

Observando la poesía de Octavio Paz, encontramos que, del conjunto de su obra, se ha dicho por parte de la crítica: “los versos revelan y dan sentido a las más delgadas y filosas intuiciones con una lengua tenazmente críptica.”155 En Octavio Paz hallamos una poesía compleja, imbuida de metáforas que no revelan claras atmósferas a simple vista. No obstante, no se aprecia una constante en este aspecto, ya que no todas sus obras se enmarcan dentro de este término. En este sentido, en un mismo poema de Paz es posible encontrar versos de fácil comprensión y otros de más cerrado entendimiento. Verbi gracia, en el poema Piedra de Sol:

[V]oy por tu cuerpo como por el mundo, tu vientre es una plaza soleada, tus pechos dos iglesias donde oficia la sangre sus misterios paralelos, mis miradas te cubren como yedra, eres una ciudad que el mar asedia...156

Así, los dos primeros versos ofrecen un entendimiento sin mayores complicaciones, pues se expresa el recorrido que el poeta hace por el cuerpo de la mujer cantada, comparando su vientre con una plaza soleada, lo que traduce su tez morena, donde se centra el erotismo. Los dos últimos versos reflejan esa ansia del poeta por conocer la mujer, por tenerla, por seguirla. De ahí que diga que sus miradas la cubren como yedra, es decir, que la colman, que sus ojos están fijos en ella. Lo mismo cuando expresa que “eres

155 MAGIS, Carlos. La poesía hermética de Octavio Paz. México: Ed. Colegio de Méxi-co, 1978. p. 3156 PAZ, Octavio. Libertad bajo palabra. Bs. Aires: Ed. Sol 90, 1993. p. 210.

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una ciudad que el mar asedia. “El mar es el poeta, sus ansias, sus deseos de amor, de pasión, de contemplación de su amada.

Sin embargo, son complejos los versos que expresan: “tus pechos dos iglesias donde oficia/ la sangre sus misterios paralelos. “Es difícil hallar su significado. Desde luego, el poeta, de antemano, quiso darles un matiz, un sentido. Pero para el lector es difícil dar con el mismo. De ahí proviene la poesía hermética de Octavio Paz, de versos e incluso poemas y obras completas, que no ofrecen, ab initio, una luz para descifrar su significado.

Con respecto a José Lezama Lima, encontramos que este autor se acerca a una poesía barroca, con los aditamentos que ésta conlleva: complejos versos, alambicados, con muchos adornos, entre otros tópicos. En su obra hay una amalgama de literatura y filosofía. Su cosmología poética se nutre de una vasta cultura. Veamos algunos versos de su poema Una oscura pradera me convida:

Una oscura pradera me convida,Sus manteles estables y ceñidos,Giran en mí, en mi balcón se duermen.Dominan su extensión, su indefinidaCúpula de alabastro se recrea.Sobre las aguas del espejo,Breve la voz en mitad de cien caminos,Mi memoria prepara su sorpresa:Gamo en el cielo, rocío, llamarada157.

No hay metáforas obvias, salvo la de “aguas del espejo”, comúnmente usada por los poetas. El significado de los versos es algo confuso, el poeta no habla en términos coloquiales, sino que, empleando un juego de palabras, nos remite a la sorpresa de su atmósfera. Pero el hermetismo no solo radica en el significado de los versos, sino en la alusión misma del poema, al tema de éste, pues habla de una “oscura pradera “que bien puede ser una pradera real, concreta, o una imaginaria, que guarde relación, por ejemplo, con la noche, con los recuerdos, con la infancia...

157 LEZAMA LIMA, José. Una oscura pradera me convida En: Antología de poesía co-lombiana e hispanoamericana. Bogotá: Ed. Panamericana, 1995. p. 269.

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Con relación a Pablo Neruda, se puede decir que su poesía inicial no es hermética. En Crepusculario y Veinte Poemas de Amor, no se observa ese rasgo de complejidad, sino una poesía intimista, de ostensibles significados. Es en la etapa medular de su poesía, a partir de Residencia en la Tierra y Canto General, donde empieza a surgir esa poesía un tanto abstrusa. Veamos apartes del poema Caballo de los sueños:

Innecesario, viéndome en los espejosCon un gusto a semanas, a biógrafos, a papeles,Arranco de mi corazón al capitán del infierno,Establezco cláusulas indefinidamente tristes.Vago de un punto a otro, absorbo ilusiones,Converso con los sastres en sus nidos:Ellos, a menudo, con voz fatal y fríaCantan y hacen huir los maleficios158

Se nota claridad en algunos versos, y en el sentido melancólico que quieren expresar. La poesía hermética radica en el título del poema, que no guarda una relación directa con los versos. Asimismo, el segundo verso dice: “Arranco de mi corazón al capitán del infierno”. ¿Qué quiso decir Neruda al referirse al capitán del infierno? Igualmente, cuando habla de que conversa “con los sastres en sus nidos”, establece una metáfora más compleja, pues un verso obvio hubiese dicho: “converso con los sastres en sus casas”. Varios poemas de Neruda tienen estampado ese hermetismo y nutren su creación.

En Colombia, un representante de poesía hermética es León de Greiff. Su poesía ostenta adornos literarios, palabras rimbombantes y arcaicas y giros gramaticales que la hacen difícil su entendimiento. Pero, en este caso, tampoco todos sus poemas- ni sus versos- pueden catalogarse como tal. Observemos unos versos herméticos, y otros de fácil comprensión. Comencemos por los de su poema Favilas:

Nació en el Viento y se finó, ¡radiosaCanción maravillosa!“Nació en el Viento y se finó en el Viento:- briznas de luz, cernidas por irisar las alasintangibles de fina mariposa...159

158 NERUDA, Pablo. Caballo de los sueños. En: Antología poética. Bogotá: Ed. Círculo de lectores, 1973. p. 75.159 DE GREIFF, León. Favilas En: Antología poética. Bogotá: Colección de poesía Quin-to Centenario, Ed. FICA, 1990. p. 23.

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No es fácil comprender estos versos. El mismo título lo constituye una palabra poco común: Favilas. Hay que empezar por saber el significado de esta palabra para posteriormente descifrar los versos subsiguientes.

Sucede lo contrario con otros versos suyos, como éstos de su poema Ritornelo:

Esta rosa fue testigoDe ese, que si amor no fue,Ninguno otro amor sería160.

Como se ve, se trata de una rosa que es símbolo de amor, que fue ofrendada por el poeta.

La poesía hermética es compleja, en ella se hace patente la madurez poética del autor. No es simplemente críptica, ininteligible. Tiene un significado, un sentido a descubrir. Es tarea del autor llegar a él. No se trata de poesía obvia, donde el significado salta a la vista. Es poesía trabajada, bien en el fondo, bien en la forma, o ambas, donde se nota el esfuerzo del autor por esculpir metáforas nuevas o que establezcan paralelos desde otra óptica diferente a la común, como no decir “tu piel de nieve”, sino “tu piel que habla con la flor de alheña. “La flor de alheña es blanca. He ahí la metáfora, trabajada de forma más compleja, menos directa. La poesía hermética es madura, pensada para no dejar un significado explícito, sino latente, que haga reflexionar al lector.

160 Op. Cit. p. 24.

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Análisis del libro VII de “La República”La idea que Platón busca resaltar en este aparte de su obra La

República, es que la educación permite discernir entre el bien y el mal. El bien como luz, conocimiento y aprehensión de la realidad; el mal como sombra, ignorancia y mentira. Platón se refiere a una caverna donde varios hombres están atados por las piernas y el cuello y no pueden voltear la cabeza. Solo pueden ver las sombras de ellos mismos y de otros hombres que transportan objetos (estas sombras son producidas por el fuego o la luz que viene de arriba, de la entrada o superficie) y asimismo las sombras de los objetos que transportan a través del camino que conduce a la salida, a lo largo del cual se extiende una especie de mampara.

Los hombres que se encuentran atados no ven la totalidad de las sombras de dichos objetos, que son estatuas de hombres y animales construidas en piedra, madera y otros materiales, ya que la parte que de ellos proyecta el fuego a manera de sombra, es la que sobresale por encima de la mampara o paredilla, pues estos objetos sobrepasan la altura de aquélla. La parte que sobresale, entonces, es la que es proyectada como sombra por el fuego. Esto sugiere la idea de que los hombres atados están contemplando solo una parte de la sombra de los objetos, y por tanto solo están conociendo parcialmente su sombra. El yerro es mayor: no solo hay desconocimiento de la imagen real del objeto, sino también de la totalidad de su sombra.

Los hombres que transportan objetos a lo largo del camino, hablan y sus voces suenan como ecos en el interior de la caverna. Así llegan hasta quienes se encuentran atados. Ellos las perciben distorsionadas por el eco. Y las asumen como voces de las sombras. No solo está distorsionada la imagen real de los hombres que transportan objetos, sino también sus voces. El conocimiento es doblemente errado: tanto en la persona de los transportadores de objetos, como en los sonidos que emiten. Así, se están reproduciendo la falsedad y la nesciencia.

Como las sombras son lo único que pueden ver aquellos hombres atados, encadenados con ligaduras de ignorancia y esquilados de educación, son la representación de la realidad; son la verdad. No tienen otra opción porque se hallan sumidos en la penumbra, que es el desconocimiento de la realidad, y al no poder volver sus cabezas para mirar atrás y contemplar el camino, la mampara que se alza a través de él, y los hombres que transportan

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objetos, así como el fuego que arde y proyecta las sombras, tienen que naufragar en lo que ven sus ojos: sombras. Y en lo que oyen sus oídos: ecos.

Puede surgir la pregunta: ¿no pueden dudar acaso de estas sombras?, ¿no pueden, per se, creer que las sombras no son los objetos reales? Se asume que la naturaleza humana a causa de la falta de educación se halla maniatada y ciega, pero puede ser que alguno de los hombres que Platón presenta como faltos de educación pudiera tener un conocimiento intuitivo que le permitiera dudar de las sombras que está tomando como reales, o que corre el riesgo de tomar como reales. Porque la educación no es solo seguir unas directrices determinadas, sino escuchar la voz de la razón interior derivada del análisis de la realidad y del conocimiento que de ella se tiene.

En la obra de Platón ninguno de los hombres atados parece guiarse por sí solo hacia la luz. Para ellos la realidad son las sombras que perciben. Tiene que ser alguien externo quien libere a uno de ellos y lo obligue a ir hacia la luz: “Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿ qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?”161.

El paso de la sombra a la luz, de la ignorancia al conocimiento, de la falsedad a la verdad, no es sencilla. Es un proceso que requiere tiempo y disposición para comprender y aprehender la realidad. El hombre liberado no dará fe a las palabras de quien lo desató. No creerá que es cierto lo que él dice, esto es, que las sombras que contemplaba antes solo eran sombras y no personas, y quienes emitían sonidos no eran sombras, sino personas. Tampoco creerá que los objetos que puede contemplar ahora, a plena luz, son los objetos reales, y que los que contemplaba cuando se hallaba en la caverna, eran sombras, es decir, distorsiones de los verdaderos objetos.

161 PLATÓN. Libro VII En: La República. Madrid: Alianza Editorial, 1990. p. 370-371.

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Cuando está arraigado en la mente un conocimiento errado, o superficial y por tanto incompleto, es difícil superarlo. A veces tenemos la certeza de estar en lo cierto y podemos estar equivocados. El conocimiento debe abrirse a la refutación. Ella permite medirlo y confirmarlo o evidenciar sus falencias. El aprendizaje es lento. Para vencer el conocimiento sesgado se requiere de tiempo y demostración. Al principio somos renuentes a dejar nuestras convicciones, que hemos creído comprobar porque las hemos extraído de la experiencia personal, como en el caso de las sombras de la caverna, y por eso nos aferramos a ellas sin atender a ideas contrarias a éstas: “— Y, si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿ no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos son realmente más claros que los que le muestran?”162

La tara fijada en nuestra mente es tan acérrima que no queremos dejarla, o mejor, no podemos dejarla fácilmente. Es una tortura superarla, su proceso en principio no es voluntario, o dicho de otra manera, no es consentido por nosotros, o no nos sentimos con ganas para seguirlo porque no lo consideramos necesario, sino perjudicial:

— Y, si se lo llevaran de allí a la fuerza- dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado y, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas? 163.

La obstinación en el yerro no nos permite ver la verdad. Nos cierra los ojos a ella.

La verdad se recibe como un golpe doloroso, como un elemento nocivo a para quienes están acostumbrados a la sombra. La que se produce por falta de educación y sobre todo por no buscarla en sus fuentes (los libros, el análisis de los fenómenos, la observación, las instituciones). Por lo cual se entroniza en nuestro interior y multiplica el desconocimiento de la verdad, haciéndonos reacios a ésta. La luz duele porque vivimos en la sombra. El ejercicio de caminar fastidia porque somos estáticos. Entonces,

162 Op. Cit. p. 371.163 Ibíd.

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no podemos asimilar inicialmente la verdad. Nos pesa. Somos incapaces para observarla, llegar a concebirla como tal y sostenernos en ella. Somos incrédulos porque es más simple mantenernos en la ignorancia. Ello no supone ningún esfuerzo y además estamos casados con la idea de que dicha verdad es equivocada y la falsedad que conocemos y tenemos interiorizada es la “verdad”.

Debemos aprender paso a paso, para ir superando la sombra a que estamos avezados. La luz nos hiere y no nos permite ver; en cambio, nos obliga a cerrar los ojos. Por eso hay que contemplarla poco a poco:

— Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio – 164.

La verdad- o luz-, se va aprendiendo detenidamente, por fragmentos. Se empieza por lo más pequeño o sencillo, y se va avanzando en el aprendizaje. No se abarca la totalidad sino después de conocer las partes. El conocimiento es vasto, y no puede asirse de una sola vez. Pero a medida que más se aprende, más se conoce; a medida que más se contempla, más avezados a la contemplación son los ojos. Nos vamos preparando para conocer más, y llegar a asimilar la verdad, que en el texto de Platón está representada por la luz del sol, que gobierna el mundo visible: “— Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar”165.

Una vez el proceso del aprendizaje, y del empalme al nuevo conocimiento adquirido o descubierto avanzan, se llega a dudar del antiguo conocimiento, que más bien era ignorancia. La razón emerge como herramienta restauradora y como consciencia que reafirma la verdad y desacredita el conocimiento- o nesciencia- anterior: “Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros

164 Ibíd. 165 Op. Cit. p. 372.

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de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?”166 La respuesta es afirmativa, puesto que ya teniendo en la mente otro criterio, y comparándolo con el anterior- el de las sombras- ve que es más cierto y real que éste; así, quien vivió en la caverna comprobará la condición de turbamiento y error en la que transcurría su percepción de la realidad mientras era habitante de dicho recinto caliginoso. Así se dará cuenta de que la región donde vivía “es fosca, sucia, no merece que la miremos dos veces”167.

La región es fosca porque es engañosa, no contiene la verdad, la distorsiona. Es sucia porque no entra en ella la razón que clarifica el conocimiento y sirve para analizar los fenómenos reales, así como las situaciones, estados y problemas del conocimiento. Además, es sucia porque precisamente no es diáfana, es embustera y falaz. Sin embargo, cabe anotar que los prisioneros ayudan a robustecer la oscuridad de la caverna, la ignorancia que en ella campea, pues no son proclives a la crítica y la duda, y caen ciegamente en la maraña de las sombras y la confusión que ellas suscitan en el conocimiento.

Las cadenas son mentales. La prisión es del intelecto. El medio es hostil a la verdad, a la realidad en toda su amplitud, pero un prisionero que hubiese sido liberado y ascendido hacia donde dimana la luz, bien pudo haberse sostenido en su yerro y negarse, de manera rotunda, en tomar como cierta la luz del sol, esto es, la verdad y realidad, y seguir aferrado a su precario estado del conocimiento, a su ignorancia. Las cadenas son voluntarias. En ellas ha coadyuvado el medio, pero en permanecer en ellas también coadyuva el prisionero.

Quien ha asimilado la verdad, quien ha contemplado la luz radiante y conocido su intensidad, se creerá favorecido y no querrá regresar de nuevo a ese estado de ceguera mental; por el contrario, se compadecerá de sus compañeros, por estar avalando el error con sus recompensas o distinciones donde quien conozca mejor las sombras- es decir, la falacia-, será el ganador; donde quien más sepa de ese mundo lóbrego es el que ostenta mayor conocimiento. Querrá recibir cualquier otro destino o estar en cualquier otro ambiente o circunstancia, menos preso de la mentira creada por su entorno y por su mismo pensamiento equivocado:

166 Ibíd.167 SARAMAGO, José. La Caverna. Bogotá: Ed. Alfaguara, 2001. p. 13.

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— Y, si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿ crees que sentiría aquel nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquéllos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable? – 168

Dar un premio a quien está errado, a quien reproduce la ignorancia, es una ignorancia mayor. Es destacar la falacia, lo que imposibilita o rechaza de plano la verdad o la búsqueda de la verdad. Por eso los habitantes de la caverna, además de estar prisioneros, están muertos. Alienados por la sombra. Vendados sus ojos y atadas sus consciencias. Por ellos mismos y por el entorno que reproducen en ellos la distorsión y la mentira. La caverna es el Hades, el infierno. En ella no crece la vida, el conocimiento, la verdad. Solo la sombra, la necedad, la turbulencia. La expresión ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal, connota que quien forzosamente ha ascendido a la luz y al conocimiento verdadero, después de salir de la caverna o ignorancia, preferirá sufrir cualquier otra suerte que volver a estar entre la mentira cobijada como verdad. En efecto, esta expresión, que es extraída del capítulo XI de la Odisea, y que representa una frase pronunciada por el espíritu de Aquiles en el Hades, no es más que una reafirmación en el statu quo en que ahora se encuentra el liberto, quien ha sido desceñido, con ayuda del aprendizaje y de él mismo, de las antiguas cadenas de nesciencia que lo ataban. Es una muestra de que se siente a gusto en este nuevo estado de conocimiento, y que no desea volver a pisar la tenebrosa caverna que es la región de los muertos, de quienes no ven la luz, de quienes son títeres del engaño y están esquilados de facultades como la crítica y el raciocinio.

Si es difícil superar la ignorancia y el conocimiento errado, es más fácil volver a caer en él, si no se tiene una postura crítica y de lucha contra la ceguera mental. Puesto que el conocimiento errado al propagarse contamina, y al estatuirse como cierto, sin dar lugar a ser impugnado, genera la sensación casi indubitable de que es correcto y por tanto debe

168 PLATÓN. Op. cit., p. 372-373.

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acatarse a toda costa: “si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas como a quien deja súbitamente la luz del sol?”

Cuando vivimos en el error y nos reafirmamos en él, todo lo que le sea contrario es falso y nocivo para nuestro conocimiento. Por ello lo rechazamos y creemos estar en una posición más elevada, y lo que es más extremo, creemos que esgrimimos el único conocimiento, el absoluto, el verdadero. Por lo cual tildamos como ignaro o equivocado aquel conocimiento de alguien que refute el propio, por haberse educado en otros criterios o parámetros o haber hecho el ejercicio fáctico y racional de buscar la verdad comparando otros conocimientos con el nuestro- que él antes defendía-:

— Y, si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad- y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían, si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?169

La negación a la crítica o refutación constituye en sí misma una agresión. Es como matar otras ideas o propuestas. Como monopolizar el conocimiento, como hacer valer el conocimiento propio como el único verdadero. Esta actitud hermética no hace sino rezagar el conocimiento y no permitir que sea clarificado, complementado o modificado para beneficio de todos, y, lo que es de igual importancia, para ayudar a quien porta el conocimiento errado a superar sus deficiencias.

La caverna es la prisión del conocimiento. En ella el conocimiento verdadero se halla maniatado, no se revela a los hombres. Es una oscuridad constante y honda, donde se ahoga quien la contempla. Es una trampa, una cárcel donde los grilletes están en nuestro intelecto. En cambio, la luz del fuego, que es la luz del sol, representa la verdad, encarna el verdadero conocimiento, el cual permite ver las cosas en su plenitud y tal como

169 Op. Cit. p. 373.

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son, sin confusiones, sin distorsiones engañosas. Llegar a la verdad, a la “región inteligible”, donde brilla la luz del conocimiento- que es el bien para nosotros, pues nos cura de la ignorancia y el error-, no es fácil; por ello hay que escalar la escarpada subida que conduce a ella. Pero una vez obtenida, nos daremos cuenta de que es indispensable para nuestras vidas y que gracias a ella podemos distinguir la verdad de la falacia:

Hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que solo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública 170.

A falta de educación, nos encontramos sumidos en un mundo de ignorancia o error. La educación es indispensable para desbrozar el camino hacia el conocimiento y la verdad o luz que de él emana. Pero dicho conocimiento no solo se alcanza desde las fuentes educativas formales, las cuales a veces pueden ser portadoras de errores o falacias que profesan entre sus alumnos y así reproducen la penumbra o error del conocimiento. El conocimiento está en todas partes. En los libros, en los pensamientos de otros, en uno mismo. Su vastedad solo puede tratar de ser alcanzada por el individuo, por su deseo de conocer e investigar más acerca de determinados temas que motiven su estudio. A veces es necesario desaprender lo aprendido, cuando este conocimiento haya distorsionado la realidad o la verdad.

Ahora bien, la educación debe partir de la base de no ser cuantitativa, sino cualitativa. Los números nada expresan. Las evaluaciones no pueden atender a cifras pues éstas no indican las falencias, y ante todo, no señalan

170 Ibíd.

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el sendero de la corrección. El aprendizaje es un proceso que requiere de un faro que lo alumbre, y no de guarismos que cierren la posibilidad de diálogo. Los números no pueden aprehenderse como las palabras. Al ser ininteligible su mensaje, es inútil su función.

La postura crítica es la que más alimenta el conocimiento. Los postulados de Hegel, tesis, antítesis y síntesis, deben manejarse de manera asidua, en un continuum de debates que faciliten ahondar más en los problemas estudiados.

El conocimiento no solo se refiere a la ciencia, ni a las áreas del saber que se estudian en centros educativos. Es también el conocimiento del arte, de la música, de la danza, de los fenómenos psíquicos, de las relaciones humanas. El conocimiento de la lúdica, de los aforismos, de la sabiduría que entrañan los libros y la historia. Conocimiento que los entes educativos no están en capacidad de enseñar, puesto que es somero lo que se alecciona, o no se imparte. Tenemos la creencia de que el conocimiento solo está encerrado en dichos claustros. Y ello nos priva de conocer más, y a fondo. Las horas de estudio que brindan no pueden tomarse como suficientes. Su enseñanza siempre será parcial, porque el conocimiento muta, se complementa, o es refutado por un conocimiento o teoría más completa o creíble. Debemos ser maestros de nosotros mismos, tomar las enseñanzas básicas que nos han impartido, y desde allí apropiarnos de todo el conocimiento que falta aprender, y mirar con lupa crítica lo aprendido. Comenzaremos a ver la luz con nuestros propios ojos. Porque el conocimiento es subjetivo. En cada persona es diferente. Como sus ideas y pensamientos.

No se trata de adoptar una postura dogmática o escéptica frente al conocimiento, ya que la primera desconoce el sujeto del conocimiento, y la segunda es radical en considerar que “el sujeto no puede aprehender el objeto. El conocimiento, en el sentido de una aprehensión real del objeto, es imposible, según él. Por eso no debemos pronunciar ningún juicio, sino abstenernos totalmente de juzgar”171.

171 HESSEN, Juan. Teoría del conocimiento. Bogotá: Ediciones Universales, 1993, p. 36.

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Ambas posturas son insuficientes para aprehender el conocimiento, puesto que

[…] mientras el dogmatismo desconoce en cierto modo el sujeto, el escepticismo no ve el objeto. Su vista se fija tan exclusivamente en el sujeto, en la función del conocimiento, que ignora por completo la significación del objeto. Su atención se dirige íntegramente a los factores subjetivos del conocimiento humano. Observa cómo todo conocimiento está influido por la índole del sujeto y de sus órganos de conocimiento, así como por circunstancias exteriores (medios, círculo cultural). De este modo escapa a su vista el objeto, que es, sin embargo, tan necesario para que tenga lugar el conocimiento, puesto que éste representa una relación entre un sujeto y un objeto172.

No debemos abstenernos de juzgar, como considera el escepticismo. Los juicios son propuestas que enriquecen el conocimiento, en tanto no sean definitivos o absolutos, sino que estén abiertos a la refutación, modificación o complemento. Los juicios también constituyen complementos, modificaciones o críticas a otros juicios ya tomados, y en ese sentido son necesarios.

Es cierto que en el conocimiento influyen el sujeto y el medio sociocultural, el cual no puede desconocerse en el proceso de aprehensión del conocimiento. Pero éste se relaciona con un objeto, recae sobre un objeto del conocimiento.

El proceso de análisis del objeto, puede ser de carácter subjetivo, así como su aprehensión definitiva, los juicios emitidos entorno a él y las teorías, tesis o críticas que de él se deriven. Es en ese sentido que el conocimiento, o el proceso del conocimiento, es subjetivo, en cuanto a la persona y su aprehensión del objeto.

El conocimiento, así como los juicios de valor en torno a su aprehensión, y al análisis del objeto aprehendido, es consustancial a cada persona. En cada una el proceso es diferente. Actuamos, y aprendemos, según nuestro intelecto, juicios y posturas. Eso hace que el conocimiento sea diverso, y su percepción varíe según el sujeto, ya que el objeto no va a

172 Op. Cit. p. 36-37.

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ser visto de la misma forma por uno u otro individuo. Esto, lejos de obstruir el conocimiento y su proceso de aprehensión, lo enriquece, lo estimula, lo perfecciona, al complementarlo y señalar sus vacíos o inconsistencias. El conocimiento se nutre de las mutaciones que sufre, y de los aportes que recibe de todas las corrientes que en él confluyen. Solo así puede llamarse conocimiento.

La genealogía de la moralLa moral no es un concepto de origen natural. Es, contrariamente,

una construcción humana. Los términos “bueno “y “malo “surgen de las valoraciones hechas a quienes se hallan envueltos en la sociedad: emanan de la vida en ella, de las consideraciones que ésta tiene con respecto al individuo.

El término “malo “en un principio se empleó para señalar al hombre vulgar, y el término “bueno “hacía referencia al hombre poderoso. Pero como la moral es histórica es, por tanto, versátil, relativa al flujo de las épocas, a los fenómenos que en ella se presenten. De modo que al surgir la religión profesada por los sacerdotes, la moral cambia de fuente. Ahora es vista desde otro extremo. Y, obviamente, la religión da un concepto diferente de lo que es “bueno “y lo que es “malo “(en realidad, crea el término “malvado “en reemplazo de éste), tratando de adaptarlo a su modo de ver el mundo y haciéndolo de la forma más conveniente a sus intereses. Así, subvierte el significado inicial del término “bueno “considerando como tal al hombre vulgar (el que en un principio era visto como “malo”) y encierra bajo el epíteto de “malvado “al hombre poderoso (que antes ostentaba el calificativo de “bueno”).

Claramente se observa que los términos para describir determinada conducta cambian dependiendo del punto de vista desde donde se miren. Al hombre, o mejor, a su comportamiento y su condición se le da un valor (yo diría que a veces un antivalor) que no precisamente es imparcial, ni cierto o razonable: depende del punto de vista de un ente ya arraigado como fuente aparente de verdad y saber (en este caso, la religión).

No obstante, en la actualidad la moral es definida, no solo por la religión, sino también por el Estado, quien a través del Derecho Penal

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maneja su propia moral, describiendo conductas como “malas “o “nocivas “para la sociedad e imponiendo una pena determinada para quienes las realicen, a los que denomina delincuentes, antisociales, manchas a lavar. A los demás les llama seres sociales, rectos, cumplidores de la ley. El Derecho Penal del Estado, en general, se mira como fuente de verdad y justicia; pero no siempre son ciertas estas percepciones: algunas conductas no son meritorias de pena, o la sanción impuesta no es proporcional a aquélla, y algunas personas son consideradas delincuentes no siéndolo o existiendo causales que exoneran su responsabilidad.

Por otra parte, los dioses, al igual que la moral, son una invención humana. Tienen su origen en la mala consciencia del hombre. Sin embargo, a menudo se cree que tienen su origen en sí mismos: que siempre han existido. Solo el hombre ateo entiende que no son más que una construcción del hombre, que los fraguó cuando quiso reivindicarse con la sociedad, pagarle los daños que le había ocasionado al violar sus dogmas y principios. La sociedad por esto lo castigó, lo discriminó, le hizo ver que estas violaciones no eran “buenas”. El hombre, entonces, sintió dolor, culpa, remordimiento. Y creó a los dioses, esos seres “superiores”, que debía venerar y alabar para que le fueran perdonadas sus “malas “conductas.

Nietzsche habla de la forma como en la antigüedad las penas podían ejecutarlas los acreedores sobre los deudores. Los primeros tenían la facultad de cobrarse lo debido por medios dolorosos. En efecto, cuando el deudor no cancelaba su deuda, por una u otra razón, el acreedor podía imponerle una pena, que era avalada por la justicia. Dicha pena era necesariamente de dolor físico infligido por el acreedor mediante diversos métodos (como el látigo, por ejemplo).

La pena, sin embargo, en consideración de Nietzsche, no produce remordimiento en el infractor:

El auténtico remordimiento de conciencia es algo muy raro cabalmente entre delincuentes y malhechores; las prisiones, las penitenciarías no son las incubadoras en que florezca con preferencia esa especie de gusano roedor: — en esto coinciden todos los observadores concienzudos, los cuales, en muchos casos, expresan este juicio bastante a disgusto y en contra de sus deseos

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más propios. Vistas las cosas en conjunto, la pena endurece y vuelve frío, concentra, exacerba el sentimiento de extrañeza, robustece la fuerza de resistencia. Cuando a veces quebranta la energía y produce una miserable postración y autorrebajamiento, tal resultado es seguramente menos confortante aún que el efecto ordinario de la pena: el cual se caracteriza por una seca y fría seriedad173.

Para Nietzsche la pena no necesariamente lleva a volver al hombre bueno, sino que puede suceder lo contrario; lo que lleva es a domesticarlo: “Lo que con la pena se puede lograr, en conjunto, tanto en el hombre como en el animal, es el aumento del temor, la intensificación de la inteligencia, el dominio de las concupiscencias: y así la pena domestica al hombre, pero no lo hace mejor – con mayor sentido sería lícito afirmar incluso lo contrario-”174.

Por otro lado, Nietzsche se ocupa del sufrimiento. El sufrimiento que el hombre no rechaza, sino quiere; no se preocupa por él, sino por su sentido:

El hombre, el animal más valiente y más acostumbrado a sufrir, no niega el sufrimiento: lo quiere, lo busca incluso, presuponiendo que se le muestre un sentido del mismo, un para-esto del sufrimiento. La falta de sentido del sufrimiento, y no este mismo, era la maldición que hasta ahora yacía extendida sobre la humanidad175.

El ascetismo, al interpretar el sufrimiento, encuentra ese sentido. Y por ello surge el ideal ascético, ya que contiene la explicación al sufrimiento. Este ideal repugna todo lo humano, y se constituye en un

Odio contra lo humano, más aún, contra lo animal, más aún contra lo material, esa repugnancia ante los sentidos, ante la razón misma, el miedo a la felicidad y a la belleza, ese anhelo de apartarse de toda apariencia, cambio, devenir, muerte, deseo, anhelo mismo — ¡todo eso significa, atrevámonos a comprenderlo, una voluntad de la nada, una aversión contra la vida, pero es, y no deja de ser, una voluntad! 176

173 NIETZSCHE, Friedrich. La Genealogía de la Moral. Madrid: Ed. Alianza, 1993, p. 93.174 Op. Cit.p. 95.175 Op. Cit. p. 185.176 Op. Cit.p. 186.

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De todo lo dicho se puede concluir que la moral, los dioses y el Derecho Penal, son construcciones humanas. Y como tal adolecen de falencias. La moral y la justicia, que también entraña una moral determinada, juzgan según su parecer, que a veces es sesgado. En ciertas ocasiones condenan y estigmatizan sin antes analizar a la persona sobre la cual recae su embestida. Sin antes comprender su forma de ser y de pensar. Sin antes permitir que explique las raíces de su comportamiento y las circunstancias que lo han determinado. La pena es útil en cuanto construye, señala un camino, es educativa; mas cuando solo persigue imponer un castigo con el fin de causar dolor y cobrar venganza, no conlleva un fin social.

La moral emite juicios pero no se mira a sí misma. No se da cuenta de que en determinados casos es ella quien está violando principios, al ignorar las formas disímiles de ver el mundo que tienen los ciudadanos, al reprimir sus derechos a la libertad de expresión, opinión y libre desarrollo de la personalidad. Al erigirse como rectora de las conductas, al señalar qué es “bueno “y qué es “malo”, está siendo arbitraria y por tanto injusta, al no dejar espacio a la contradicción. La actuación de quien juzga debe poder ser examinada, debe poder ser sometida al juicio racional de quienes está juzgando, a través de argumentos y pruebas. Así no será un poder absoluto. Y el hombre tendrá la libertad de construirse.

Igualmente, es pertinente concluir que el ascetismo es más bien una reivindicación del sufrimiento. El ascetismo niega el placer, niega la felicidad, niega el deseo y así niega al hombre. Estamos acostumbrados al sufrimiento, creemos que es necesario y bueno padecerlo. Pero no es más que una concepción humana, que nos hace querer ser mártires. El sufrimiento no puede ser la meta humana. No puede ser nuestra voluntad. En cambio, deberíamos seguir los postulados de Epicuro: placer y bienestar. Solo teniendo esta consciencia veremos que el dolor ha sido invención nuestra y no ha redundado sino en hacernos infelices y verdugos de nosotros mismos.

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Percepción del hombre en Siddharta y El lobo estepario

La verdadera profesión del hombre es encontrar el camino hacia sí mismo. Hermann Hesse

I. Percepción del hombre en Siddharta

Siddharta representa al hombre insatisfecho. Al hombre que siente sed de conocimiento interior, del yo, del atman. Pese a ser hijo de un brahmán o sacerdote hindú perteneciente a una casta superior, y vivir rodeado de sabios y aprender de su sabiduría, no siente que haya conocido su interior ni el mundo exterior. Tiene un vacío intelectual y espiritual, que no se llena con el amor de sus padres y la amistad de su amigo Govinda, ni tampoco con las enseñanzas de sus profesores: “Siddharta había empezado a alimentar el descontento en su interior. Comenzó por comprender que el amor de su padre, el cariño de su madre, y también el afecto de su amigo Govinda, no le harían feliz para toda la vida. No le satisfacía ni le bastaba. Había empezado a presentir que su venerable padre y los otros profesores, junto con los sabios brahmanes, ya le habían comunicado la parte más importante de su sabiduría. Adivinaba que ya habían henchido hasta la plétora el recipiente, y, sin embargo, el recipiente no se encontraba lleno. El espíritu no se hallaba satisfecho, el alma no estaba tranquila, el corazón no se sentía saciado. Las abluciones eran buenas, pero eran agua; no lavaban el pecado, no curaban la sed del espíritu, no tranquilizaban el temor del corazón”177.

Siddharta se interroga sobre los dioses, las invocaciones y sacrificios ofrendados a ellos, y su naturaleza, que podría ser igual a la de los humanos, es decir, sujeta al tiempo, pasajera. Se cuestiona sobre si los sacrificios, y la veneración de los dioses, son fuentes de felicidad. Las dudas inundan su pensamiento. Ve la necesidad de conocer el atman. El atman que es, después de todo, su interior, su yo. Como su padre, como los profesores, como el culto a los dioses no enseñan el camino al atman, porque quizá no lo conozcan, decide emprender su búsqueda.

177 HESSE, Hermann. Siddharta. Bogotá :Ed. Unión, 2002. p. 10-11.

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Deja su ciudad natal para iniciar la búsqueda del atman. Pero no va solo. Lo acompaña su amigo Govinda, compañero de infancia y adolescencia. Se dirigen hacia el bosque, a encontrarse con los samanas o ascetas, quienes practican una vida austera. De este modo, se integra a su estilo de vida, y ayuna durante varios días, al cabo de los cuales sus carnes quedan flácidas y secas; asimismo, sustituye la túnica que llevaba por un taparrabos; y se dedica a viajar con los ascetas, a recorrer lugares, contemplando funerales, negocios, prostitutas que se ofrecen, enfermos tratados por médicos, caza de animales, todo lo cual le parece vano e hipócrita: “todo ello no era digno de la mirada de sus ojos, todo mentía, todo apestaba; olía todo a hipocresía, todo aparentaba tener sentido y felicidad y belleza, mas, sin embargo, todo era ignorancia y putrefacción”178.

Adopta una vida escéptica, indiferente a los sueños, a los deseos, a los impulsos: “deseaba quedarse vacío, sin sed, sin deseos, sin sueños, sin alegría ni penas. Deseaba morirse para alejarse de sí mismo, para no ser yo, para encontrar la tranquilidad en el corazón vacío, para permanecer abierto al milagro a través de los pensamientos despersonalizados: ése era su objetivo. Cuando el yo se encontrase vencido y muerto, cuando se callasen todos los vicios y todos los impulsos de su corazón, entonces tendría que despertar lo último, lo más íntimo del ser, lo que ya no es el yo, sino el gran secreto”179.

La austeridad de Siddharta no es solo con respecto a los vicios, deseos e impulsos. Incluso lo es respecto a las funciones corporales: procura no respirar mucho, así como desacelerar los latidos de su corazón, como también no sentir el dolor que le produce el hambre, el calor, el frío, la vida menesterosa que lleva. Se dedica a la despersonalización, a no sentir lo de él, sino lo que sienten los otros; para ello, entra en cuerpos ajenos a través de su concentración meditabunda: “Una garza voló sobre el bosque de bambú y Siddharta absorbió a la garza en su alma; voló con ella, sobre el bosque y las montañas; era garza, comía peces, sufría el hambre de la garza, hablaba el idioma de la garza, sentía la muerte de la garza. Un chacal muerto se hallaba en la orilla arenosa, y Siddharta entraba en el cadáver: era chacal muerto, yacía en la playa, se hinchaba, apestaba, se descomponía; sintiose descuartizado por las hienas, decapitado por los cuervos; se tornó esqueleto, y polvo, y el vendaval se lo llevó”180.

178 Op. Cit.p. 17.179 Op. Cit..p. 17-18.180 Ibíd.

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Siddartha ya no busca el yo, sino salir del yo para sentir el interior ajeno. Sin embargo, este ejercicio termina por dejarlo inconforme, porque supone huir del yo, y ello se puede lograr de cualquier otra forma, no siendo necesario el ayuno, contener la respiración y los latidos, y ensimismarse para abandonar el cuerpo. Con embriagarse también se puede lograr este fin. Así se lo comunica a su amigo Govinda, quien le dice: “¿acaso andamos en círculo, nosotros, los que pretendemos evadirnos del círculo?”181

Siddharta no es fácil de llenar en su interior. Ni aun la vida austera de los samanas llena su vacío. Es crítico, no se convence de que haya aprendido algo importante. Ha experimentado, pero esto solo le ha servido para comprobar que aún no sabe lo que busca. Adopta una postura aún más escéptica que la de los ascetas: “he necesitado tiempo para aprender, y aún no he conseguido entender que no se puede aprender nada!”182

Entonces decide marcharse, abandonar su vida de asceta junto con los samanas. Rehúsa la invitación de éstos para aprender a caminar sobre el agua. No le interesa. Sabe que ello no va a llenar su vacío, y lo que ha aprendido, y lo que pueda aprender de más con los ascetas, no va ser nada nuevo en su interés por alcanzar el atman.

Siddharta, junto con Govinda, parten hacia donde el buda Gotama, alentados por lo que oyen hablar de él. Gotama tiene numerosos discípulos y vive en la ciudad de Savathi, en el bosque Jetavana. Siddartha va tras la doctrina de Gotama, y según ésta el mundo está lleno de sufrimiento y dolor y éste solo se cura siguiendo el camino de buda, mediante la redención del sufrimiento. Gotama presenta el mundo como una cadena uniforme de causas y efectos, donde se unen lo pequeño y lo grande, por la misma causa del nacer y morir; pero según él mismo, esta uniformidad se rompe por una pequeña fisura, el dolor o sufrimiento, que se supera mediante su redención. Sin embargo, a Siddharta esta doctrina no le parece convincente, o mejor, que satisfaga su búsqueda de conocimiento interior, puesto que por un lado la relación de uniformidad del mundo se rompe cuando aparece la fisura, y entonces ya no puede decirse que haya tal uniformidad, y por otro la doctrina de Gotama no es más que el relato de cómo Gotama ve el mundo según sus reflexiones, pero no comunica el secreto de su experiencia

181 Op. Cit. p. 21.182 Op. Cit. .p. 22.

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personal, de donde precisamente deriva su doctrina. Así se lo comunica al mismo Gotama:

Has encontrado la redención de la muerte, la has hallado con tu misma búsqueda, con tu propio camino, a través de pensamientos, ensimismaciones, ciencia, reflexión, inspiración. ¡Pero no la has encontrado a través de una doctrina! Yo pienso, majestuoso, ¡que nadie encuentra la redención a través de la doctrina! ¡A nadie, venerable, le podrás comunicar con palabras y a través de la doctrina lo que te ha sucedido a ti en el momento de tu inspiración! Mucho es lo que contiene la doctrina del inspirado buda, a muchos les enseña a vivir honradamente, a evitar lo malo. Pero esta doctrina tan clara y tan venerable no contiene un elemento: el secreto de lo que el majestuoso mismo ha vivido, él solo, entre centenares de miles de personas 183.

Siddharta continúa su camino de búsqueda de sí mismo, recorriendo el mundo, su vastedad, viéndolo con sus propios ojos. Esta vez emprende solo el viaje, ya sin Govinda. No buscará maestros, por sí mismo hallará lo que persigue, o intentará hallarlo, aprendiendo de su propia experiencia: “Quiero aprender de mí mismo, deseo ser mi discípulo, conocerme, adentrarme en el misterio de Siddharta”184.

En su viaje encuentra a Kamala, una bella cortesana que tiene criados a su servicio y es transportada en una litera. Kamala seduce a Siddharta con solo él verla; y despierta en su admirador el deseo, ya no espiritual, sino físico. Siddharta intenta cortejarla, pero ella se cierra ante sus pretensiones, pues su amor no se alcanza con palabras, como pretende Siddharta: “Tus labios son como un higo recién abierto”185. Sin embargo Kamala reclama ofrendas materiales, no verbales: “Tienes que ir vestido con ropas elegantes, y debes llevar finos zapatos y mucho dinero encima, y traer también regalos para Kamala”.186

Siddharta, ante la negativa de Kamala, le dice que puede forzarla para obtener su amor, pues es fuerte. A lo cual la mujer responde: “Kamala

183 Op. Cit. p. 33-34.184 Op. Cit. p. 37.185 Op. Cit.. p. 50.186 Ibid.

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es bonita y encarnada, pero intenta besarla contra la voluntad de Kamala, y no disfrutarás ni una sola gota de la dulzura que sabe dar”187.

Kamala termina cediendo ante unos versos que le recita Siddharta, y le regala un beso que enciende su deseo carnal. Es una cata de vino que lo embriaga. Ha sido solo una muestra del amor que Kamala sabe dar y del cual quiere aprender Siddharta. Para ello debe ajustarse a las exigencias de su maestra en la ciencia del amor. Kamala le pide que visite al comerciante Kamaswami para trabajar con él y así poder cumplir sus requerimientos.

Siddharta empieza a trabajar como comerciante, al lado de Kamaswami. Con el dinero ganado, obtiene dinero para Kamala, y así disfruta de su amor, de su cuerpo que le proporciona el placer carnal: “El cuerpo de ella era elástico como el de una pantera, como el arco de un cazador”188.

Siddartha no amaba a Kamala, solo quería aprender su arte, que más de amor, era de pasión, de deseo. Kamala se percata de ello y Siddartha no lo niega. Pone en tela de juicio que Kamala lo amara. Ambos eran presos del instinto, no de sentimientos más profundos, a pesar de que Kamala expresó su deseo de tener un hijo con Siddharta.

Siddharta disfruta de los placeres carnales, pero llega al punto de que se hastía de ellos. Se da cuenta de que no llenan su interior, de que todavía debe seguir buscando el camino hacia su yo. Los placeres se relacionan con la muerte. Una vez harto de ellos, ya no se desean. Tocan a su fin. Siddharta se aleja de Kamala, como un pájaro que es liberado y se remonta por los cielos, dejándola en cinta.

Está hastiado del mundo, y el hastío es fastidio. No soporta la existencia. Desea la muerte. La invoca, y llega a intentar suicidarse junto a un río, en cuyas aguas se hunde. Entonces escucha una voz, la del om, la de la perfección. Y reversa su decisión de morir motu proprio, cayendo en un sueño donde descubre que sus experiencias han sido como una vida pasada, que todavía late en su conciencia: “Había intentado buscar la muerte. Un deseo tan pueril había podido crecer en su interior: ¡encontrar

187 Op. Cit.p. 51.188 Op. Cit. p. 63.

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la tranquilidad apagando su vida! Lo que no habían logrado en todo ese tiempo la tortura, el despecho y la desesperación, lo consiguió el Om han penetrar en su consciencia. Siddartha reconoció su miseria y error”189.

Regresa por los pasos caminados. Y se reencuentra con su amigo Govinda. Este regreso se debe a que Siddharta se da cuenta de que los viajes que ha hecho no han fructificado en lo que busca: el yo interior, el atman. Y se percata de lo volátil que es la vida: “Acuérdate, amigo, que el mundo de las formas es pasajero, temporal, sobre todo con nuestros vestidos, nuestro cabello y todo nuestro cuerpo”190. Ha trabajado, ha vestido como un rico, ha sido libertino, y esto se ha difuminado. Pero ha descubierto el Om, la clave del amor; si el mundo le parecía insípido, abominable, era porque no había aprendido a amarlo: “en el sueño se había preparado para amarlo todo; se encontraba lleno de amor hacia todo lo que contemplaba. Y justamente ésa fue su enfermedad anterior, según le parecía ahora: el no saber amar a nada ni a nadie”191.

Empieza a descubrir el atman, el yo interior, como resultado, más que de sus experiencias, de la reflexión de dichas experiencias que ha llegado luego de la ensoñación en que se sumió: “He tenido que sufrir con desesperación, me he visto obligado a rebajarme hasta la idea más necia, la del suicidio, para poder recibir la gracia de sentir el Om, para volver a dormir bien y a despertarme mejor. Tuve que convertirme en un ignorante para poder encontrar al atman en mi interior. He tenido que pecar para volver a resucitar”192.

Deja de odiar al mundo y de odiarse. Siente de nuevo sed de aprender más de él y de sí mismo. Conoce al barquero del río a cuyos pies se encuentra, con quien aprende a vivir tranquilo, en calma, en paz consigo mismo y el mundo. Vuelve a sentirse niño, y ve que todo tiempo, pasado, presente y futuro, se funden en uno solo: “descubrí mi vida, que también era un niño, y el niño Siddharta, el hombre Siddharta, el viejo Siddartha solo estaban separados por sombras, por nada real. Y tampoco los nacimientos anteriores de Siddharta eran pasado, ni su muerte y su renacimiento al

189 Op. Cit. p. 75.190 Op. Cit.p. 79.191 Ibid.192 Op. Cit. p. 81.

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Brahma han sido futuro. Nada fue, ni será; todo es, todo tiene esencia y presente193.

Mientras transcurre este descubrimiento interior, se entera de que Kamala, quien fue su maestra en el amor, está enferma. Acude a verla, y conoce a su hijo, el joven Siddharta. Kamala muere, y le deja a su retoño. Asume el papel de padre, y lleva a su hijo a vivir en la cabaña del viejo barquero Vasudeva, junto al río. Pero ése no es el ambiente que el joven anhela. Se ha criado en la ciudad, con comodidades, con criados a su servicio. Y no desea sino vivir en ella. Tarda tiempo en darse cuenta de ello, hasta que el mismo joven le recalca que no quiere ser, vivir o pensar como él, sino que prefiere cualquier otro destino. Y huye en una barca sin remo, para que no lo sigan. Siddharta al fin comprende, aconsejado por el viejo Vasudeva, que su hijo no desea estar con él, resignándose a ello.

Siddharta encuentra en el río la voz de la unidad, de la perfección, la música del dolor y de la risa, de los fines y los anhelos, del todo. Cuando ha aprendido esto, el barquero Vasudeva lo abandona, y se marcha hacia el bosque. Siddharta parte también. Se encuentra en su camino nuevamente con Govinda, con quien se ensarta en conversaciones que hacen relucir su filosofía actual.

Ha aprendido que: “el saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar”194.

Predica su conocimiento, sin tener la intención, sin saberlo acaso. Teje una filosofía propia, derivada de sus reflexiones. El tiempo no es real para Siddharta. Así lo afirma: “el tiempo no es real, Govinda, lo he experimentado muchísimas veces. Y si el tiempo no es real, también el lapso que parece existir entre el mundo y la eternidad, entre el sufrimiento y la bienaventuranza, entre lo malo y lo bueno, es una ilusión”195.

Ha madurado su pensamiento, ha descubierto que el mundo, sea bueno o malo, merece su amor. Pero esto lo ha conseguido tras hundirse

193 Op. Cit. p. 89.194 Op. Cit. p. 115-116.195 Ibíd.

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en la meditación, en el análisis y contemplación del mundo en toda su amplitud: “En la profunda meditación existe la posibilidad de anular el tiempo, de ver toda la vida pasada, presente y futura a la vez, y entonces todo es bueno, perfecto: es Brahma. Por ello, lo que existe me parece bueno; creo que todo debe ser así, canto la muerte como la vida, el pecado o la santidad, la inteligencia o la necesidad; todo necesita únicamente mi afirmación, mi buena voluntad, mi conformidad de amante; entonces es bueno para mí, y nunca podrá perjudicarme”196.

Siddharta representa al hombre que ha aprendido del sufrimiento, de la libido, del hastío. Del mundo. Y se ha dado cuenta, tras meditar sobre él, que no debe odiarlo, porque al hacerlo se está odiando a él mismo, pues él hace parte del mundo. Dolor, alegría, placer. Por ello decide amarlo, en toda su plenitud, sin entrar a juzgarlo. No es un engaño. El mundo es lo que es. Y así debe aceptarlo. No clavarle la ponzoña del samsara o hastío que connota fastidio y odio. La sabiduría está en comprender. En dilucidar el mundo a través de la meditación, de la reflexión profunda. Así no solo se conoce el mundo, sino también al hombre, parte íntegra de él.

II. Percepción del hombre en El lobo esteparioHarry Haller, el protagonista de esta novela, es un hombre

ambivalente, movido por dos facetas: la de hombre y la de lobo. Esto se produce porque, a fin de cuentas, es un ser incomprendido, extraño, que a su vez no logra comprender el mundo, o si se quiere lo comprende y lo halla absurdo. Movido por sus deseos de desfogarse, relata su vida en unos cuadernos que abandona en la pensión donde vivía. Así está dando a conocer su aspecto de artista, pensador, escritor y hombre culto. Su vida es entonces una novela que él mismo narra; más que por un deseo de crear una pieza literaria, por la necesidad de vaciar su interior y retratar las experiencias que lo han marcado, los pensamientos que circulan en su mente, y las sensaciones que viajan por sus venas.

Relata que posee una dualidad: lobo y hombre. Tal relación es contradictoria y a la vez conciliatoria, generando comportamientos disímiles; a esto se añaden emociones y pensamientos generados por sus experiencias

196 Ibíd.

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vitales, dentro de las cuales la soledad juega un papel determinante. Por ello, Harry está compuesto por muchos carices, tal vez por cientos, tal vez por miles: es un mundo de ideas, de sentimientos, de cultura, y a la vez, un lobo, un mundo sombrío de instintos, fiereza, crueldad, naturaleza ruda. A pesar de esta división en dos esferas hostiles, ha comprobado que por un momento feliz se reconcilian el lobo y el hombre.

Si Harry quisiera tratar de determinar en cada instante aislado de su vida, en cada uno de sus actos, en cada una de sus sensaciones, qué participación tuviera el hombre y cuál el lobo, se encontraría en un callejón sin salida y se vendría abajo toda su teoría del lobo: “Pues no hay un solo hombre, ni siquiera el negro primitivo, ni tampoco el idiota, tan lindamente sencillo que su naturaleza pueda explicarse por la suma de solo dos o tres elementos principales; y querer a un hombre precisamente tan diferenciado como Harry con la división pueril en lobo y hombre, es un intento infantil desesperado. Harry no está compuesto de dos seres, sino de cientos, de millares. Su vida oscila (como la vida de todos los hombres) no ya entre dos polos, por ejemplo el instinto y el alma, o el santo y el libertino, sino que oscila entre millares, entre incontables pares de polos197.

Harry es entonces un ser polifacético, y esta amplia gama de matices que en él convergen lo hacen aún más extraño. Tanto para él como para los demás, pero sobre todo para él. Es un ser solitario, sombrío, que vive en una pensión de donde solo sale en ocasiones. Parece encerrado en sí mismo, pero ello no le asegura que tenga clara la percepción de su paisaje interior. Él mismo califica como lobo estepario, quien bajo la máscara de un narrador en tercera persona, se llama lobo estepario. Está haciendo con su relato una introspección en su interior, se está auscultando a sí mismo:

Érase una vez un individuo, de nombre Harry, llamado el lobo estepario. Había aprendido mucho de lo que las personas con buen entendimiento pueden aprender, y era un hombre bastante inteligente. Pero lo que no había aprendido era una cosa: a estar satisfecho de sí mismo y de su vida. Acaso ello proviniera de que en el fondo de su corazón sabía (o creía saber) en todo momento que no era realmente un ser humano, sino un lobo de la estepa198.

197 HESSE, Hermann, El Lobo Estepario. Madrid: Ed. Alianza, 1980. p. 64.198 Ibíd. p. 47.

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El interior de Harry es desolador y desolado. Como lo afirma Mario Vargas Llosa, es “un pozo de desesperanza y de exasperación, una incapacidad radical para interesarse por nada de lo que colma la vida de los demás”199.

Harry es un lobo de la estepa, o se asimila a él, por su carácter solitario, por sus costumbres nocturnas, por su deseo de libertad. De no estar atado a nadie, quizá a ninguna norma social, quizá a ninguna ligadura artificial. Su insatisfacción deriva, tal vez, de hallarse incomprendido tanto por él como por el mundo. Pero también proviene del hambre que padece. Hambre de qué, quizá ni siquiera Harry lo sabe. Se mueve en la noche porque así va a sentirse más solo en el mundo, porque la sombra lo cobija, porque la noche despierta sus deseos. Porque en ella se siente libre:

A los caracteres del lobo estepario pertenecía el que era un hombre nocturno. La mañana era para él una mala parte del día, que le asustaba y que nunca le trajo nada agradable. Nunca estuvo verdaderamente contento en una mañana cualquiera de su vida, nunca hizo nada bueno en las horas antes de mediodía, nunca tuvo buenas ocurrencias ni pudo proporcionarse a sí mismo ni a los demás alegrías en esas horas. Solo en el transcurso de la tarde se iba entonando y animando, y únicamente hacia la noche se mostraba, en sus buenos días, fecundo, activo y a veces fogoso y alegre. Nunca ha tenido hombre alguno una necesidad más profunda y apasionada de independencia que él. En su juventud, siendo todavía pobre y costándole trabajo ganarse el pan, prefería pasar hambre y andar con los vestidos rotos, si así salvaba un poco de independencia. No se vendió nunca por dinero ni por comodidades, nunca a mujeres ni a poderosos; más de cien veces tiró y apartó de sí lo que a los ojos de todo el mundo constituía sus excelencias y ventajas, para conservar en cambio su libertad. Ninguna idea le era más odiosa y horrible que la de tener que ejercer un cargo, someterse a una distribución del tiempo, obedecer a otros 200.

Harry odia el mundo burgués, porque supone renunciar a su libertad. Sin embargo, a veces se comporta como burgués, y se mueve, de todas

199 VARGAS LLOSA, Mario. La verdad de las mentiras. Bogotá: Ed. Seix Barral, 1990. p. 74.200 HESSE. Op. cit., p. 53.

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formas, en su ámbito, aunque no lo comparta: “El lobo estepario estaba, según su propia apreciación, completamente fuera del mundo burgués, ya que no conocía ni vida familiar ni ambiciones sociales. Se sentía en absoluto como individualidad aislada, ya como ser extraño y enfermizo anacoreta, ya como hipernormal, como un individuo de disposiciones geniales y elevadas sobre las pequeñas normas de la vida corriente. Consciente, despreciaba al hombre burgués y tenía a orgullo no serlo. Esto no obstante, vivía en muchos aspectos de un modo enteramente burgués; tenía dinero en el Banco y ayudaba a parientes pobres, es verdad que se vestía sin atildamiento, pero con decencia y para no llamar la atención; procuraba vivir en buena paz con la Policía, con el recaudador de contribuciones y otros poderes parecidos. Pero, además, lo atraía también un fuerte y secreto afán constante hacia el mundo de la pequeña burguesía, hacia las tranquilas y decentes casas de familia, con jardincillos limpios, escaleras relucientes y toda su modesta atmósfera de orden y de pulcritud”201.

Es esta misma independencia, esta misma libertad, la que lo aísla del mundo, y lo confina a la soledad, entendida ésta no únicamente como estar solo, sino incomprendido, tanto por él como por sus congéneres; esa libertad adquiere, entonces, ribetes de muerte, de vacío, de tristeza, de soledad: “Pero en medio de la libertad lograda se dio bien pronto cuenta Harry de que ésa su independencia era una muerte, que estaba solo, que el mundo lo abandonaba de un modo siniestro, que los hombres no le importaban nada; es más, que él mismo a sí tampoco, que lentamente iba ahogándose en una atmósfera cada vez más tenue de falta de trato y de aislamiento202”. Esta soledad la siente en carne propia, es como un tatuaje impuesto por él y por el mundo. No siente capacidad de entablar relación alguna, de comprender a alguien y de que alguien lo comprenda: “nadie se le aproximaba espiritualmente, por ninguna parte surgía compenetración con nadie, y nadie estaba dispuesto ni era capaz de compartir su vida. Ahora lo envolvía el ambiente de soledad, una atmósfera de quietud, un apartamiento del mundo que lo rodeaba, una incapacidad de relación, contra lo cual no podía nada, ni la voluntad, ni el afán, ni la nostalgia. Éste era uno de los caracteres más importantes de su vida”203.

201 Ibid. p. 57-58.202 Ibid. 203 Op. Cit. p. 54.

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Es un ser oscuro y contradictorio, pero además orgulloso y buen lector. Frente a la soledad que lo amenaza y a los problemas existenciales que afronta, tiene una salida. Una salida que ha madurado en él hasta hacerse latente y estar lista para ser empleada cuando ya no haya más subterfugios. Esa salida es la muerte. El suicidio. Entonces encontrará la paz, el descanso que no ha encontrado en la vida:

Ciertamente en él, como en todos los individuos de su clase, toda conmoción, todo dolor, toda mala situación en la vida, despertaba al punto el deseo de sustraerse a ella por medio de la muerte. Pero poco a poco se creó de esta predisposición una filosofía útil para la vida. La familiaridad con la idea de que aquella salida extrema estaba constantemente abierta, le daba fuerza, lo hacía curioso para apurar los dolores y las situaciones desagradables, y cuando le iba muy mal, podía expresar su sentimiento con feroz alegría: Tengo gran curiosidad por ver cuánto es realmente capaz de aguantar un hombre 204.

La muerte es, pues, una salida que le da consuelo, que le permite seguir, porque si pierde, si es vencido por la adversidad, tendrá una forma de superarla, aunque ello signifique su extinción. La muerte es una salida a su soledad, como también a los remordimientos que le produce su edad, cargar en su cuerpo cincuenta años, estar alejado de su añorada juventud, la que le permitía beber el vino más dulce y disfrutar los placeres.

Pero existe otra salida a estas vicisitudes. Y es el humor, que le permite conciliar la adversidad con la ventura. Se puede vivir en el mundo, y en realidad estar fingiendo vivir en él; se puede obedecer la ley, y por dentro estar contradiciéndola o burlándose de ella. El humor otorga esta patente, que es también ilusión o fantasía. Mas da fuerza para sobrellevar la existencia:

Los lobos esteparios, sin tregua ni reposo, estos mártires perpetuos, a los cuales les es negada la potencia necesaria para lo trágico, para abrirse camino hasta los espacios siderales, que se sienten llamados hacia lo absoluto, y sin embargo, no pueden vivir en él: a ellos se les ofrece, cuando su espíritu se ha fortalecido y se ha hecho elástico en el sufrimiento, la salida al humorismo. El

204 Op. Cit. p. 54.

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humorismo es siempre un poco burgués, aun cuando el verdadero burgués es incapaz de comprenderlo. En su esfera imaginaria encuentra realización el ideal enmarañado y complicado de todos los lobos esteparios: aquí es posible no solo afirmar a la vez al santo y al libertino, plegando los polos hasta juntarlos, sino comprender además en la afirmación al propio burgués. Al poseído de Dios le es, sin duda, muy posible afirmar al criminal, y viceversa205.

El humor, así las cosas, es a su vez una salida a la muerte. Éste es el camino que toma Harry, o parece tomar, ya que no opta por el suicidio. No materialmente. Aunque en el juego resulte un dictamen que es su ejecución, y él asienta a ella, a manera de suicidio u homicidio consentido, no fructifica, pues es un juego. Una ilusión, una representación mental. Después de todo quiere estar vivo para poder comprender la existencia y comprenderse, así no lo consiga.

No solo no cree en las normas sociales, sino tampoco en Dios. Es ateo. Este ateísmo deriva de su incredulidad en la vida, en las personas, en sus creencias, y en la incapacidad para trabar conversación con ellas y entenderlas.

Harry hace parte de un círculo cultural y social, acude al Teatro Mágico, se relaciona con Armanda y María, dos bellas muchachas que ejercen la prostitución, pero no ello no traduce que sea social. Muestra su repugnancia por este círculo cultural, como por los credos religiosos y sociales, e incluso por el arte:

Me parecía que allí estaba, en aquel hoyo sucio de barro, con las estúpidas palabras confusas del predicador, con los estúpidos rostros confusos de la comitiva fúnebre, a la vista desconsoladora de todas las cruces y lápidas de mármol y latón, con todas estas flores falsas de alambre y de vidrio, no solo el desconocido, y acabaría un día u otro también yo mismo, enterrado en el lodo ante la confusión y la hipocresía de los asistentes, no, sino que así acababa todo, todos nuestros afanes, toda nuestra cultura, toda nuestra fe, toda nuestra alegría y nuestro placer de vivir, que estaba tan enfermo y pronto habría de ser enterrado allí también. Un cementerio era nuestro mundo cultural, aquí eran Jesucristo y Sócrates, eran Mozart y

205 Op. Cit.p. 62.

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Haydn, Dante y Goethe, nombres borrosos sobre lápidas de hojalata llenas de orín, rodeados de hipócritas y confusos circunstantes206.

Es un ser insatisfecho. Un ser que se ve consumido por el instinto y el deseo que éste produce. Por eso se entrega al amor de María, mujer fogosa y experimentada en el amor, incluso con ambos sexos. Ella le hace recobrar su juventud, al besar su cuerpo joven y sus labios frescos: “María me enseñó- en aquella primera noche singular y en los días siguientes- muchas cosas, no solo lindos jugueteos desconocidos para mí y arrobamientos de los sentidos, sino también nueva comprensión, nuevos horizontes, amor nuevo”207.

María es una prostituta que logra compaginar con Harry, al menos, en el juego del amor. Armanda es otra de ellas, pero no tan erótica como María. Ambas frecuentan los bares, los sitios de baile, los antros de placer. Ése es su mundo. Para ellas es normal, no lo juzgan. En él transcurren. Con Armanda no alcanza a catar la miel del placer, como sí lo hace con María. Armanda es más cerrada. María es una mariposa que abre las alas a sus deseos: “Luego llegó María, y después de una comida alegre me fui con ella a nuestro cuartito. Estuvo en esa noche más hermosa, más ardiente y más íntima que nunca, y me dio a gustar delicadezas y juegos que consideré como el límite del placer humano”208.

Harry es un lobo hambriento. Un lobo solitario que se ve invadido por los años, los cuales le auguran más soledad; como él mismo se describe en un poema: “Yo voy, lobo estepario, trotando/ por el mundo de nieve cubierto; / del abedul sale un cuervo volando, / y no cruzan ni liebres ni corzas el campo desierto”209.

La nieve representa la vejez que ataca a Harry. El cuervo el espanto, el hastío, la incomprensión del mundo. Las libres y las corzas lo que él sueña, lo que desea: placer, juventud, felicidad. El campo desierto la soledad que lo acompaña. No obstante, el lobo sigue teniendo el anhelo de encontrar y devorar liebres y corzas, que connotan muchachas, y alegrías derivadas del placer: “Me enamora una corza ligera, / en el mundo no hay nada tan

206 Op. Cit. p. 86-87.207 Op. Cit. p. 150.208 Op. Cit.., p. 168.209 Op. Cit. p. 75.

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lindo y hermoso; / con mis dientes y zarpas de fiera / destrozara su cuerpo sabroso”210.

Ese anhelo, si bien se cumple con María, se mantiene como un sueño constante, pues la soledad interior sigue habitando en Harry: “hace tiempo que estoy sin hogar y viudo/ y que troto y que sueño con corzas y liebres/ que mi triste destino me ahuyenta y espanta. / Oigo al aire soplar en la noche de invierno, /hundo en nieve mi ardiente garganta, / y así voy llevando mi mísera alma al infierno”211.

Harry, como Siddharta, son hombres insatisfechos. Hombres que buscan explicaciones del mundo y de sí mismos. Que sienten deseos, que se ven espoleados por el instinto y logran probar el placer, Siddharta con Kamala, Harry con María, pero descubren que éste es fugaz como el tiempo. Son meditabundos, sondean su interior. Y hallan respuestas, pero sobre todo interrogantes. La búsqueda no termina, porque cambian de ropajes, experimentan nuevas sensaciones, experiencias, sentimientos. Sus caracteres son complejos, como su conocimiento interior y la interpretación que hacen, o buscan hacer, del mundo. Nos enseñan que el ser humano no es de piedra. Siente, llora, ríe, es golpeado por la angustia, por los deseos de autodestrucción, pero también por el amor, la libido y la esperanza. Al palpar sus experiencias, al sus pensamientos y sentimientos, estamos palpando al hombre.

La poesíaLa poesía es alimento para el alma. Con ella se maquilla la vida,

se resalta, se embellece. La poesía surge como una necesidad de retratar sentimientos, ideas o concepciones. Nace del alma y sirve de abrevadero para el alma. Como bien lo dice Saint-John Perse: “toda creación del espíritu es, ante todo, poética”212. Busca reflejar emociones y pensamientos, surgidos del contacto con el entorno social o de la contemplación o evocación de lugares, personas, elementos, fenómenos, objetos. Pretende nombrarlos o mostrarlos de un modo diferente, no cotidiano, no superfluo. En cambio,

210 Ibíd.211 Op. Cit. p. 76.212 PERSE, Saint –John. Poesía. En: El lenguaje total. Bogotá: Editorial Norma, Bogotá, 1993. p. 180.

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abigarrado. De allí nace la metáfora, la comparación de unos tópicos con otros, relación que rompe con las normas rutinarias, y crea “arrecifes imaginarios, florecimientos de islas ingrávidas”213, en el pensar de José Ortega y Gasset. Surge un mundo no común, vástago de la imaginación creativa. De ahí que el mismo Perse diga: “Poeta es aquel que rompe, para nosotros, la costumbre”214. La costumbre es lo prosaico, lo banal, lo no metaforizado.

La poesía nos permite mostrar nuestras raíces humanas, sueños, penas, amores, que laten en el silencio y quieren emerger como magmas, para curar el hambre que tenemos de expresarlos. También permite retratar instantes, momentos que impactan nuestros sentidos, para comunicarlos y alargar su memoria.

La contemplación de paisajes, los sentimientos emanados de la percepción de un olor, de un sabor, de una música, caben en su mundo e incentivan su escritura, al igual que la figura femenina, que para Bécquer representa poesía: “¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía… eres tú”215. De la misma forma son fuente de poesía las costumbres, las gentes, las culturas, sus mitos e historia.

La vida misma es poesía. Un árbol batido por el viento, un pájaro cantando, una voz suave o brusca, una colina, una comida. Un recuerdo que nos llena de nostalgia. Un deseo que nos quema. El mar que revienta contra la playa. El arrebol que se tiende en el cielo. El águila devorando su presa. El pez que se esconde, y que, al ver una borona de pan latiendo sobre las aguas, surge como un rayo levantando burbujas. Una de rosadas yemas, como dice Homero. Una tarde pasada por la lluvia. La noche donde habitan grillos, murciélagos, ortópteros… Todo es poesía. Basta interpretarla, desgajarla, como se desgaja un fruto.

Por eso el poeta es un traductor de imágenes. O un ladrón de paisajes, de maravillas que descuellan en la realidad, o en el sueño, pues

213 ORTEGA Y GASSET, José. La metáfora. en El lenguaje total. Bogotá: Editorial Norma, Bogotá, 1993, p. 128.214 PERSE. Op. Cit. p. 180.215 BÉCQUER, Gustavo Adolfo. Rima XXI En: Rimas y leyendas. Barcelona: Ed. Bru-guera, 1973, p. 74.

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como dice Baudelaire: “los hechos más reales me parecen ensueños”216. El poeta, entonces, contempla esa belleza, esas maravillas, y ve en ellas la poesía, la magia, el ensueño. Y la traslada a la hoja, donde el poeta sus interpretaciones del mundo y de sus sentimientos. Porque están destinadas a ser leídas; ése es el propósito: que no sean presas del olvido.

El hombre es fugaz, no su poesía. Al no ser fugaz su poesía, no es fugaz la vida, porque es poesía, sentimiento, apreciación, pensamiento. Para conservar la vida, se hace poesía. Gracias a ella persiste el dolor y la amargura de Quevedo, y los placeres báquicos gozados por Anacreonte, que mediante el arte poético supo retratar las sensaciones que experimentó durante su existencia. La poesía lucha contra la muerte. Camina hacia el recuerdo.

Rafael Alberti rescata sus vivencias con el verso. Para que no naufraguen en el olvido su infancia, sus juegos en el mar, su admiración del paisaje, escribe poesía. Marinero en tierra es una evocación de su feliz pasado frente al mar. Es una vuelta a su niñez. En estos poemas se entrega a la ensoñación, añorando vivir en medio del rodante espejo, en una suerte de escenario fantástico: “¡Tan bien como yo estaría / en una huerta del mar, / contigo, hortelana mía! / En un carrito, tirado / por un salmón, ¡qué alegría / vender bajo el mar salado, /amor, tu mercadería!”217.

De la misma manera Pablo Neruda estampa en el papel sus sentimientos, para poder desahogar las llamas de amor y nostalgia que lo embargan, y comunicarlas al lector. Dialoga con su amada desde el verso. No importa si ella no llega a leer las líneas que el poeta escribe. Es un coloquio tácito. La belleza del poema lo hace eterno. Le impregna un perfume de vida, vibración, sentimiento: “Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, / te pareces al mundo en tu actitud de entrega. / Mi cuerpo de labriego salvaje te socava/ y hace saltar el hijo del fondo de la tierra”218. A veces es la tristeza o la melancolía quienes se constituyen en vetas de poesía: “Sobre mi corazón llueven frías corolas. / ¡Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!219 “

216 BAUDELAIRE, Charles. La voz En: Las flores del mal. Madrid: Ed. El Mundo, 1999. p. 243.217 ALBERTI, Rafael. Pregón submarino. En: Marinero en tierra- Bogotá: Ed. Espasa, Bogotá, 2007. p. 43.218 NERUDA, Pablo. Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Bogotá: Ed. Nor-ma, 1995. p. 7. 219 Op. Cit.p. 49.

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Neruda revela el secreto de las palabras, el ejercicio de embellecerlas, de engalanarlas para volverlas poesía. Creación para la amada: “Para que tú me oigas / mis palabras / se adelgazan a veces / como las huellas de las gaviotas en las playas”220. Y reconoce que las palabras derivan de la amada, son inspiradas por ella, y por tanto le pertenecen: “Y las miro lejanas mis palabras. / Más que mías son tuyas”221.

La poesía está hecha de nosotros mismos y nuestro entorno. Con ella podemos comunicarnos y entendernos. Es una herramienta de reflexión y comunidad. Gracias a ella el hombre puede expresar sus miedos, alegrías y angustias. Sus deseos más ocultos. La poesía nos permite desnudarnos. La poesía es vida y recuerdo.

Según Aurelio Arturo: “nos rodea la palabra”222. Es decir, delante de nosotros la palabra, y la poesía, vibran. El poeta solo la observará, la descubrirá con sus sentidos-, y la vaciará en el papel. Para que sea conocida por los lectores. Para que éstos sientan su universo. No se puede caer en el peligro de despreciarla. Por el contrario, debemos reivindicarla, y aprender más acerca de ella y sus figuras y recursos literarios, para conocer la profundidad y riqueza de su lenguaje. Solo ella puede transformar lo vacuo en música. Sin poesía, el lenguaje es insípido. La poesía embellece el lenguaje: narrativo, periodístico, coloquial… Porque es nuestro reflejo más sublime.

La poesía de José Asunción Silva: temas y vasos comunicantes

La poesía de José Asunción Silva es un grito que parte el silencio y desnuda el alma del poeta. Alma cargada de sueños, angustias, esperanzas y deseos. Su poesía es un trasunto de su vida, de sus palpitaciones, de los sentimientos que lo inundan. Ella lo condena y lo libera. Es su amante. Y su consuelo frente a los interrogantes y pesadumbres. También su vicio, y no puede liberarse de él porque circula por sus venas, es él mismo.

220 Op. Cit.p. 15.221 Ibíd.222 ARTURO, Aurelio. Palabra, En: colección de poesía Quinto centenario. Bogotá: Ed. FICA, 1995, p. 40.

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Los objetos y paisajes que contempla, las ensoñaciones, las visiones, ejercen en él una especie de embrujo, de encantamiento, de ansias de capturarlos en el verso, para así retratar en él su alma, el gusto que siente por el ejercicio de hacer música: “Si os encerrara yo en mis estrofas, / frágiles cosas que sonreís, / pálido lirio que te deshojas /, rayo de luna sobre el tapiz”223.

Las cosas tienen una voz: la poesía. Son poéticos los besos, los sueños, las sombras. Quien los ve con los ojos del verso, quien los ve con los ojos del poeta, aprecia la poesía que entrañan y desea extraerla para estamparla en la hoja.

El verso es así un “vaso santo”, donde se vierten pensamientos puros, que lo son porque suponen desnudar el alma, desfogar los sentimientos. En él se pueden reflejar tristezas y alegrías, y tiempos pasados que todavía brillan en la memoria, y que son “recuerdos deliciosos de tiempos que no vuelven”224, es decir, la infancia; pero también mediante él se pueden recrear placeres o bellezas que son como “nardos empapados en gotas de rocío”225. Para curar la sobriedad de la existencia, para adornarla de gracia, se debe apurar el verso: “Para que la existencia mísera se embalsame/ como de esencia ignota/, quemándose en el fuego del alma enternecida, / de aquel supremo bálsamo: basta una sola gota”226.

El pensamiento también es poesía. El que establece o descubre la metáfora y el símil. Silva sabe que la reflexión, y la meditación sobre los fenómenos del mundo, así como de la naturaleza humana, son vetas de poesía. Dichas reflexiones van construyendo la poesía, y mediante el verso alcanza a expresarlas con la música que asegura su permanencia en el tiempo.

Los temas que maneja son el amor, la nostalgia frente al tiempo ido, donde la ingenuidad connotaba alegría, e igualmente el humor representado mediante la ironía y la mordacidad. Pero, sobre todo, su poesía encierra fatalidad. Muerte de sentimientos, tiempos, acciones, recuerdos, amores, experiencias, deseos. Y por supuesto fatalidad del cuerpo.

223 SILVA, José Asunción. La voz de las cosas En: Antología poética. Bogotá: Ed. Esqui-lo, 1995, p.18.224 Ibíd.225 Ibíd.226 Ibíd.

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Sus nocturnos conjugan el amor con la fatalidad, la tristeza y la nostalgia que produce melancolía. El Nocturno I evoca el placer amoroso vivido con la amada de veinte años, en un marco campestre y sombrío, lo que agrega la idea de niebla, soledad y muerte: “La selva negra y mística fue la alcoba sombría, / en aquel sitio el musgo tiene olor de reseda”227. La amada es melancólica. No se explica por qué. Acaso por su concepción de la existencia, acaso porque su forma de ser y sentir es de este carácter; a su vez, el poema conjuga el amor con los recuerdos, que brillan rescatando el tiempo feliz y ya perdido:

¡Ah!, de las noches dulces me acuerdo todavía. En señorial alcoba, do la tapicería amortiguaba el ruido con sus hilos espesos,desnuda tú en mis brazos, fueron míos tus besos; tu cuerpo de veinte años entre la roja seda, tus cabellos dorados y tu melancolía 228.

Pero del amor se pasa al llanto. De los besos a la muerte. La felicidad y el placer están cercanos al sufrimiento. Al silencio. A la soledad. El poeta da paso a los primeros besos, luego a la cópula de los cuerpos; y después a la tristeza de la pérdida de la amada. Todo está tan cerca, tan junto, que no se sabe si el placer anuncia la muerte. La atmósfera del amor, la atmósfera de la dicha, está matizada por un “olor de reseda”, y la de la muerte también, lo que da a entender que vida, amor y muerte ostentan vasos comunicantes: “¡ Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda, / la llama de los cirios temblaba y se movía, / perfumaba la atmósfera un olor de reseda, / un crucifijo pálido los brazos extendía, /y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!”229

La mortaja de la amada es negra, como el lecho sombrío donde se amaron. La niebla, que es melancolía, estaba presente desde el marco amoroso, y ahora se desborda. La belleza de la amada se ha extinguido, la belleza que antes adoró. Silva recalca la fugacidad de la existencia y de la belleza; el viento parece arrastrarlo todo hasta la muerte, que es eterna, mientras que el placer, el amor, la vida misma, son volátiles. Esta destrucción de la belleza, este paso de la juventud a la vejez, es una preocupación constante en Baudelaire, quien hace poesía de la vejez, de la

227 Ibíd. 228 Ibíd.229 Ibíd.

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muerte, del tiempo que se fuga y deja ruina en el cuerpo y alma; ello se ve en el poema Las viejecitas: “¡Esos monstruos deformes fueron antes mujeres! / ¡Lais o Epónima, amémosles! Rotos y contrahechos, /son almas todavía estos trágicos seres! “(…) “¡A ti que fuiste un día la belleza o la gloria, / ¡nadie te reconoce!”230.

La poesía de Silva bebe de la de Baudelaire. Toma de ella también la fatalidad que la persigna. Silva, como Baudelaire, resalta el amor, pero lo envuelve en un manto trágico, el de la muerte, bien del cuerpo, bien del mismo sentimiento amoroso en el poeta o su amada. Cuando en A una carroña Baudelaire dice a su amada que es hermosa y la ama, pero le recuerda que será como el cadáver que ven en el camino, es decir, fea y destrozada por el tiempo y la muerte, está compaginándose con la poesía de Silva, o mejor, Silva se compagina con su poesía al retomar estos elementos de belleza- muerte-fealdad, y expresarlos en sus versos: “¡ Ay!, un día serás como aquella basura, / como aquella horrible infección/, oh estrella de mis ojos, oh sol de mi llanura, / tú, mi ángel y mi pasión”231. La poesía de Baudelaire se refleja en sus temas, pero también se nutre de su pensamiento, para reforzar el propio, o mejor, para construir el propio. Los pensamientos son fuente de poesía, y la idea de la fatalidad y la fugacidad de la existencia, así como de los goces o placeres, son reflexiones que van a constituir poesías. Están tanto en Baudelaire como en Silva, y son determinadores de la mayor parte de su obra.

Silva muestra al tiempo como villano. Asemeja al tiempo con la muerte. Baudelaire también, porque considera que “El tiempo es un tahúr que gana y no se sacia”232. El tiempo gana porque nos destruye. No se sacia porque, no conforme con destruirnos físicamente, destruye los recuerdos. El tiempo es olvido. Y el olvido muerte.

Baudelaire, no obstante, canta a la belleza femenina. En El reloj no solo resalta los siniestros, también tiene un espacio, aunque menor, para destacar lo hermoso de la vida: “La risa juega en tu semblante/ como un viento fresco en la altura”233.

230 BAUDELAIRE, Charles, Op. cit., p. 297.231 Op. Cit.. p. 285.232 Op. Cit. p. 291.233 Op. Cit. p. 307.

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El poeta vuela con su imaginación y pensamiento. Pero este mismo pensamiento, y la realidad en que se mueve, lo abofetean. Le muestran que una cosa es el mundo onírico y otro el de los hombres. Las adversidades campean a sus anchas. El mundo de los sueños se estrella contra el real, que se encarga de derrumbarlo en el plano fáctico; es un pájaro, un albatros rey de los aires, y preso y miserable en la tierra: “El poeta es igual… Allá arriba, en la altura, / ¡qué importan flechas, rayos, tempestad desatada! / Desterrado del mundo, concluyó la aventura: / ¡sus alas de gigante no le sirven de nada!”234

La poesía de José Asunción Silva asimismo encuentra raíces en la de Paul Verlaine. Ambos se conocieron durante un viaje que Silva hizo a París. Juntos hacen un canto a la tristeza. Canción de otoño es melancolía: “Largos sollozos/ de los violines/ que otoño afina/ hieren mi alma/ de una incurable/ melancolía”235. Pero también es una búsqueda de los sueños anhelados, un suspirar por los deseos que quiere fructifiquen en la realidad, ello se ve en el poema Mi sueño familiar: “Un sueño misterioso a veces me sorprende/ de una mujer extraña que me quiere y que quiero/, y que no es cada noche la misma mujer, pero/ que no es otra tampoco; mas me ama y me comprende”236.

Verlaine tiene un vacío que cubre, o trata de cubrir, con el verso. Quizá no lo llene, pero puede desfogarlo y expresarlo, ya que consume su interior como un incendio. Al igual que Silva, canta porque necesita una música que lo exorcice de la rutina. Es su confidente. La única que lo escucha en un mundo sordo y urgente.

En el Nocturno II, Silva exalta el amor elevado por la maestría artística de la amada al pulsar con sus manos el piano. No habla de tristeza. Quizá para evitar la retahíla; pero, sobre todo, debido a que el poeta quiere resaltar la belleza y destreza femeninas; tanto el físico como el interior, que amplía la belleza física. En este poema se encuentran semejanzas con la escritura de Gustavo Adolfo Bécquer, el gran poeta romántico sevillano. Así, cuando Silva emplea el término “alta noche”, está empleando un vocablo utilizado por Bécquer: “A veces, cuando en la alta noche tranquila/ sobre las teclas vuela tu mano blanca, / como una mariposa sobre una lila/ y al teclado

234 Op. Cit. p. 20.235 Op. Cit. p. 339.236 VERLAINE, Paul. Antología de la poesía francesa. Bogotá: El Áncora Editores, 1995. p. 339.

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sonoro notas arranca”237. Bécquer, por su parte, emplea este término en la Rima XXVIII en uno de sus poemas, muchos años atrás, pues Bécquer fallece en 1870, y Silva en 1896: “Y en el luminoso día, / y en la alta noche sombría/, si en todo cuanto rodea/ al alma que te rodea, /te creo sentir y ver”238.

En el mismo poema, se aprecia otra coincidencia en los términos empleados, esta vez más en cuanto a la creación y concepción de una metáfora, como es la de comparar las paredes o piedras musgosas con la vejez. Silva dice: “y en gótico castillo donde en las piedras, / musgosas por los siglos, crecen las hiedras, / puestos de codos ambos en la ventana/ miramos en las sombras morir el día, / y subir de los valles la noche umbría”239. Bécquer en la Rima LXX se expresa de esta forma: “¡Cuántas veces al pie de las musgosas/ paredes que la guardan, / oía la esquila que al mediar la noche / a los maitines llama!”240.

Los dos escriben sobre el tiempo que devora los objetos y a los hombres, así como sus recuerdos. Las influencias de Bécquer en Silva son grandes, aunque se diga que Silva es un poeta modernista. Lo cierto es que su poesía abreva en los temas de Bécquer, como también en sus expresiones.

Del modernismo, podría decirse que Silva toma lo formal, las ideas de renovación, pero no llega a emplear ostensiblemente su terminología de cisnes, piedras preciosas, lozas chinas, princesas y atmósferas parisinas. Con Rubén Darío se encuentran, no obstante, semejanzas en cuanto a los términos usados, y a la intención de dichas expresiones; el poeta declara a su amada que es su paje, esto es, su servidor en el campo del amor: “Y soy tu paje rubio, mi castellana”241. Por su parte Rubén Darío, que es contemporáneo de Silva y muere en 1916, escribe en Era un aire suave: “La marquesa alegre llegará al boscaje, / boscaje que cubre la amable glorieta/ donde han de estrecharla los brazos de un paje/ que siendo su paje será su poeta”242.

237 SILVA. Op. Cit. p. 6.238 BÉCQUER. Op. Cit. p. 78.239 SILVA, Op. Cit., p. 6240 BÉCQUER. Op. Cit., p. 96.241 Ibíd. 242 DARÍO, Rubén. Antología de poesía colombiana e hispanoamericana. Bogotá: Ed. Panamericana, 1995. p. 111.

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Ambos cantan a la noche. Invocan la muerte y a la juventud perdida. En su Nocturno el tiempo es, como en Silva, enemigo y, punto de partida para la reflexión: “Quiero expresar mi angustia, en versos que abolida/ dirán mi juventud de rosas y de ensueños, / y la desfloración amarga de mi vida/ por un vasto dolor y cuidados pequeños”243.

La juventud es una ilusión que se pierde como agua entre los dedos, es un tesoro porque es pasajero; si fuese eterna, no tendría el mismo valor. Los dos son conscientes de ello. Lamentan que se marchite. En Canción de otoño en primavera el tiempo que es contentivo de la muerte: “Juventud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver! / Cuando quiero llorar, no lloro…/ y a veces lloro sin querer…”244

La angustia los gobierna. En el Nocturno III Silva llora la muerte de su amada, que se piensa puede ser su hermana Elvira, probable fuente de inspiración de este poema: “Sentí frío; era el frío que tenían en la alcoba/ tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas, / entre las blancuras níveas/ de las mortuorias sábanas”245. El nicaragüense también cantará la muerte de la mujer querida en Margarita: “Y en una tarde triste de los más dulces días, / la Muerte, la celosa, por ver si me querías, / ¡como a una margarita de amor te deshojó!”246

En Lo fatal Rubén Darío canta al sino trágico de la existencia. Reflexiona sobre la muerte y sobre el mundo que ofrece placer y llanto en un mismo plato: “Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, / y más la piedra dura porque esa ya no siente, / pues no hay dolor más grande que el dolor de estar vivo, / ni mayor pesadumbre que la vida consciente”. 247

La vida consciente, la reflexión del poeta en torno a la muerte, permite descubrir la tragedia del tiempo y del destino, pero también suscita interrogantes que no pueden ser resueltos sino con nuevos interrogantes, que se mantienen en el plano de la reflexión poética y no logran dilucidar, sino cantar, dichos enigmas: “Y el espanto seguro de estar mañana muerto, / y sufrir por la vida y por la sombra y por/ lo que no conocemos y apenas

243 Op. Cit. p 71.244 Op. Cit. p. 72.245 SILVA, Op. Cit., p.7.246 DARÍO. Op. Cit. p. 27.247 Op. Cit. p. 94.

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sospechamos, / y la carne que tienta con sus frescos racimos, / y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, / ¡ y no saber adónde vamos, / ni de dónde venimos!...”248

Silva en La respuesta de la tierra se interroga sobre la existencia, el nacimiento y la muerte, la fugacidad del tiempo y la naturaleza humana:

¿Qué somos? ¿A do vamos? ¿Por qué hasta aquí venimos? ¿Conocen los secretos del más allá los muertos? ¿Por qué la vida inútil y triste recibimos? ¿Hay un oasis húmedo después de estos desiertos? ¿Por qué nacemos, madre, dime, por qué morimos?249

La respuesta es el silencio que mantiene invicto el enigma y el interrogante: “La tierra, como siempre, displicente y callada / al gran poeta lírico no le contestó nada”250.

Bécquer, como Silva y Rubén Darío, se pregunta adónde va lo que muere, como el amor que, en la Rima XXXVIII, se extiende por analogía a la muerte en general: “Los suspiros son aire y van al aire. / Las lágrimas son agua y van al mar. / Dime, mujer, cuando el amor se olvida/ ¿sabes tú adónde va?”251

La respuesta vuelve a ser el silencio. El poeta la plantea, como inquietud suya, y la deja a consideración de la amada y del lector para que éstos le busquen respuesta o se planteen el interrogante.

Silva vuelve a formular esta pregunta, esta quisicosa que lo quema, en su poema Crisálidas: “si al dejar su cárcel triste/ la mariposa alada, / la luz encuentra y el espacio inmenso, / y las campestres auras, / al dejar la prisión que las encierra/ ¿qué encontrarán las almas?”252

La afinidad que existe entre la poesía de Silva y la de Bécquer es grande. Su estilo se acerca más al del poeta sevillano que al de Rubén Darío,

248 Ibíd.249 SILVA. Op. Cit., p. 35.250 Ibíd.251 SILVA. Op. Cit. p. 6 BÉCQUER. Op. Cit., p. 82.252 SILVA. Op. Cit., p. 20.

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por cuanto es sencillo y musical, y no recurre a la complejidad que se advierte en los poemas de Rubén; de hecho, Silva no alude a tantos términos propios del modernismo como piedras preciosas, sistros, animales fabulosos como sátiros, etc. Es una poesía más realista, sin dejar de tener toques oníricos.

En su nocturno más conocido, llora la muerte de su amada, mientras camina por una estepa solitaria. Y la sombra de su cuerpo se junta con la sombra del alma de su amada. El poeta expresa que su pensamiento se junta con la amada, la recuerda y al recordarla se está fusionando con ella. El camino que sigue es oscuro y solo está iluminado por la “luna pálida”. La noche es sinónimo de muerte. El poeta siente el vacío de la ausencia de su amada, lo que connota frío o soledad: “solo y mudo/ por la senda caminaba…/ y se oían los ladridos de los perros a la luna, / a la luna pálida, / y el chillido/ de las ranas…”253

La expresión ladridos de los perros a la luna, es también empleada por Bécquer en su rima XXVI: “Mujer al fin del siglo diez y nueve/ material y prosaica… ¡Boberías! / ¡Voces que hacen correr cuatro poetas/ que en invierno se embozan con la lira! / ¡Ladridos de los perros a la luna! / Tú sabes y yo sé que en esta vida / con genio es muy contado el que la escribe/ y con oro cualquiera hace poesía”254.

Es posible, o quizá seguro, que Silva haya leído esta rima y le haya quedado sonando la expresión señalada. Las Rimas de Bécquer fueron publicadas en 1871, un año después de la muerte del poeta español. Silva muere en 1896, habiendo nacido en 1865. De manera que alcanzó a leer las Rimas, y éstas ejercieron gran influencia en él. Ambos escriben sobre el amor, y sobre la herida del amor, como también sobre la muerte. Pero además hace poemas a animales a los cuales canta o alude Bécquer, como las golondrinas255.

Silva hace poemas sobre niñas que mueren, poniendo de manifiesto que la muerte está cercana a la juventud, o viceversa. De esta manera resalta los avatares del destino. La contraposición juventud-muerte, se deshace para dar paso a una fusión de las mismas. En plena flor mueren las niñas.

253 Ibíd. 254 BÉCQUER Op. Cit. p. 77.255 Véase el poema Las golondrinas, de Silva, y la Rima LIII, de Bécquer.

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Silva así lo canta:

¡Bajad a la pobre niña, bajadla con mano trémula, y con cuidadoso esmero entre la fosa ponedla, y arrojad sobre su tumbafríos puñados de tierra. ¡Aún sobre sus labios rojos la sonrisa postrimera; tan joven y tan hermosa, y descansa helada, yerta, y está marchito el tesoro de su dulce adolescencia!256.

Bécquer también canta la muerte de niñas, haciendo referencia al cortejo fúnebre:

Cerraron sus ojos que aún tenía abiertos, taparon su cara con un blanco lienzo, y unos sollozando, otros en silencio, de la triste alcobatodos se salieron (…)Del último asilo, oscuro y estrechoabrió la piquetael nicho a un extremo:allí la acostaron, tapiáronle luegoy con un saludodespidióse el duelo(…)En las largas nochesdel helado invierno, cuando las maderascrujir hace el vientoy azota los vidriosel fuerte aguacero, de la pobre niñaa veces me acuerdo257.

256 SILVA. Notas perdidas en Op. Cit., p. 19.257 BÉCQUER., Rima LXXIIII en Op. Cit., p. 101.

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El ambiente de los velorios y el cementerio está presente en los poemas de los dos. La muerte es silencio y soledad. Y el tiempo catapulta el olvido, haciendo borrosos los recuerdos “de lo que fue y ya no existe”258. La lucha es infructuosa. El olvido triunfa, y la soledad viene aparejada con él. Silva y Bécquer saben que la soledad es la eterna compañera del hombre; soledad amorosa, pero también soledad que viene tras la muerte: “¿Vuelve el polvo al polvo?, / ¿Vuela el alma al cielo?, / ¿Todo es sin espíritu/ podredumbre y cieno? / ¡No sé; pero hay algo/ que explicar no puedo, / algo que repugna/ aunque es fuerza hacerlo, / al dejar tan tristes/ tan solos los muertos!”259

La pregunta sobre la existencia y sobre sus enigmas vuelve a hacerse. Es una inquietud constante en ambos. Sus pensamientos son hondos. No se preocupan por lo artificial, por lo que el hombre crea, como sí por el destino que corre.

Silva usa el verso en Midnight dreams para quejarse, para expresar el hambre que lo embiste. Hambre de lograr sus sueños, metas y deseos, la fructificación de sus amores, de toda aquella fortuna que le ha sido esquiva: “Anoche, estando solo y ya medio dormido, / mis sueños de otras épocas se me han aparecido. / Los sueños de esperanzas, de glorias, de alegrías/ y de felicidades que nunca han sido mías”260.

El amor se presenta como una necesidad y como culminación de la felicidad. Es la antípoda de la muerte. La mujer es portadora de belleza; en Madrigal, la belleza es una voz que llama y busca a alguien para que la descubra y la posea: “el ritmo de tu paso, tu voz velada, / tus cabellos que suelen, si los despeina/ tu mano blanca y fina toda hoyuelada, / cubrirte como un rico manto de reina; / tu voz, tus ademanes, tu… no te asombre: / todo eso está, y a gritos, pidiendo un hombre”261.

El amor que alcanza su cima en el goce de la carne, es momentáneo. Dura lo que dura el ser humano. Solo puede disfrutarse por un instante. Por ello es más valioso y necesario aprovecharlo, sin atender a los refrenos de

258 SILVA. Muertos en Op. Cit., p. 33.259 BÉCQUER. Rima LXXIIII en Op. Cit., p. 101.260 SILVA. Op. cit. p. 20.261 Op. Cit. p. 42.

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la razón o de los credos, ya que la muerte acecha: “¿Son sabios los místicos rezos/ y las humildes madrugadas/ en celdas tan solo adornadas/ con una cruz y cuatro huesos? / ¡No, soñadores de infinito! / De la carne el supremo grito/ hondas vibraciones encierra. / ¡Dejadla gozar de la vida/ antes de caer, corrompida, / en las negruras de la tierra!”262El amor es una comunicación en Obra humana, un lenguaje. Mediante él se expresa el hombre y desnuda sus más profundos sentimientos: “Y en donde fuera en otro tiempo el nido, / albergue muelle del alado enjambre, / pasaba en el espacio un escondido / telegrama de amor, por el alambre”263.

El amor es un juego y, como tal, requiere de pericia y engaño. El engaño en Serenata es el anzuelo, la pócima, el brebaje. La música es uno de ellos y busca abrir la celosía del alma: “Tal vez la serenata con su ruido/ busca un alma de niña que ama y espera, / como buscan alares donde hacer nido/ las golondrinas pardas en primavera”264.

La poesía no solo surge del amor, también está presente en la vida misma. En Poesía viva hay paisajes y visiones que impactan la memoria y desperezan el verso, que trota vivo en el campo: “¡Oh! mira cómo destapa/ la luna el bosque sombrío/ y, temblando, se retrata/ en los cristales del río”265.

La poesía de Silva recuerda la infancia como época ingenua y feliz. Se siente lejos físicamente de ella y busca acercársele desde el verso que la evoca; el verso que se hace canción dirigida a la infancia y a quienes quieran recobrarla con la memoria: “¡Aserrín! / ¡Aserrán! / Los maderos de San Juan/ piden queso, piden pan; / los de Roque, / alfandoque; / los de Rique, / alfeñique/ los de Trique, trique, tran. / ¡Triqui, triqui, triqui, tran!...”266

La infancia poblada de sueños y personajes fantásticos lo conmueve. Es un territorio perfecto y alegre. El pasado contiene la vida. El futuro la angustia y la muerte: “La abuela se sonríe con maternal cariño, / mas cruza por su espíritu como un temor extraño / por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño, / los días ignorados del nieto guardarán…”267

262 Op. Cit. p. 22.263 Op. Cit. p. 23.264 Op. Cit. p. 13.265 Op. Cit.p. 40.266 Op. Cit.. 53.267 Ibid.

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Silva escribe poesía crítica, donde pone de manifiesto males sociales, empleando el apero de la ironía o del sarcasmo. Ironía y sarcasmo tácitos. Habla de manera soterrada para despertar el sentido reflexivo del lector. Así, el problema del Mal del siglo-el hambre-, sinónimo de pobreza y mal gobierno, es expuesto de esta forma: “– Eso es cuestión de régimen. Camine/ de mañanita; duerma largo; báñese; / beba bien; coma bien; cuídese mucho: / ¡lo que usted tiene es hambre!...”268

La poesía de José Asunción Silva, si bien encuentra influencias en poetas contemporáneos y en otros anteriores, sirve de inspiración a poetas futuros: la poesía de Jorge Luis Borges se relaciona en cierto sentido con la de Silva. En ambos se advierte la preocupación por el tiempo y la muerte. El hombre es fugaz como el aire, como El tango, un sonido que se escucha y se pierde en el silencio: “Hecho de polvo y tiempo, el hombre dura/ Menos que la liviana melodía”269.

La poesía de Borges guarda nexos comunicativos con la de Silva. Parece que los textos de uno y otro dialogaran, o mejor, que los poetas se estrecharan en ideas o metáforas comunes. Silva escribe en su poema Vejeces: “Las cosas viejas, tristes, desteñidas, / Sin voz y sin color, saben secretos/ De las épocas muertas, de las vidas/ Que ya nadie conserva en la memoria”270. Borges, muchos años después, escribe: “¡Cuántas cosas, / Limas, umbrales, atlas, copas, clavos, / Nos sirven como tácitos esclavos, / Ciegas y extrañamente sigilosas! / Durarán más allá de nuestro olvido; / No sabrán nunca que nos hemos ido.”271

Las cosas, tanto para Silva como Borges, son testigos del pasado. Testigos silentes. Inconscientes. Saben secretos que no pueden comunicar. Tienen la virtud de no sentir. Y así no pueden morir como los hombres, a quienes acompañan y sirven.

268 Op. Cit. p. 43.269 BORGES, Jorge Luís. El tiempo presente. Bogotá: Ed. Tiempo presente, Bogotá, 1990. p.41.270 SILVA, José Asunción. Vejeces en: Antología de la poesía colombiana e hispanoame-ricana. Bogotá: Ed. Panamericana, 1995. p. 102.271 BORGES, Jorge Luís. Las cosas en: Nueva antología personal. Barcelona: Ed. Bru-guera, 1980. p. 53.

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Otro poeta influenciado por Silva es Octavio Paz. La poesía de Paz tiene tintes, más que melancólicos, de zozobra frente al devenir humano. Es pesimista a veces: “De una palabra a la otra / Lo que digo se desvanece. / Yo sé que estoy vivo/ Entre dos paréntesis”272. La vida es un sueño, una ilusión que se disipa. Es tiempo que pasa como el viento. Por eso el poeta está vivo entre paréntesis. Su muerte ya está escrita en el futuro.

Silva se suicidó en 1896, a la edad de treinta años, de un disparo en el corazón. Pero su suicidio no fue fortuito, es una idea que venía alimentando en los versos de Cápsulas: “Luego, desencantado de la vida, / filósofo sutil, / a Leopardi leyó, y a Schopenhauer, / y en un rato de spleen, / se curó para siempre con las cápsulas/ de plomo de un fusil”273.

La muerte se muestra como salida al pensamiento. Aquel que revela la tragedia humana. Silva es un filósofo que piensa a través del verso. En él desenrolla sus ideas y reflexiones. Su voz es melancólica como la de Leopardi, y su razonamiento profundo como el de Schopenhauer, quien reflexiona sobre la muerte. En el poema Psicopatía, la muerte implica dejar de pensar, y dejar de pensar significa dejar de apurar el trago de angustia de estar vivo y no poder explicar el fenómeno de la muerte:

Pero el joven aquel es caso gravecomo conozco pocos: más que cuantos nacieron piensa y sabe; irá a pasar diez años con los locos,¡y no se curará sino hasta el díaen que duerma a sus anchasen una angosta sepultura fría,lejos del mundo y de la vida loca, en un negro ataúd de cuatro planchas, con un montón de tierra entre la boca! 274

272 PAZ, Octavio. Certeza en: Antología de la poesía colombiana e hispanoamericana. Bogotá: Ed. Panamericana, 1995. p. 319.273 SILVA. Op. Cit., p. 46.274 Op. Cit. p. 38.

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Estos versos de Silva son antesala de su suicidio, el cual obedece, más que a sus penurias, a su decaimiento interior. A la soledad que lleva acuestas, derivada de la muerte de sus seres queridos (su padre y su hermana Elvira). Pero sobre todo se debe a su condición de pensador, de poeta que socava la existencia y la halla adversa; que siente curiosidad por descubrir el enigma que lo atormenta: adónde van las almas, adónde van los muertos cuando abandonan el cuerpo, crisálida del alma., se pregunta.

A pesar de su suicidio y de los poemas que lo señalaban como ruta para cortar los pesares, Silva se muestra de otro talante en A un pesimista, donde en contra de este pensamiento escribe: “Hay demasiada sombra en tus visiones, / algo tiene de plácido la vida; / no todo en la existencia es una herida/ donde brote la sangre a borbotones”275. La vida tiene pesadumbre, pero también alegrías y placeres, representados, por ejemplo, por la ternura materna, símbolo del amor supremo. La esperanza nunca debe cojear. Es una luz en medio de la sombra.

Sin embargo el poeta bogotano se suicida. Pero su muerte no apaga su poesía. Ésta empieza a arder intensamente. Es la poesía de la humanidad. En ella confluyen las voces de muchos poetas. De los que lee, de los que lo leen. Poetas pasados y futuros se alimentan de su poesía, y él de la de ellos, de forma consciente o inconsciente. Su poesía atraviesa siglos, se complementa, retoma viejos temas, asume nuevos, repasa metáforas, forja otras para enriquecer su universo. En sus versos que cantan al amor, la infancia y la muerte, Silva está presente. Quizá su muerte fue ilusoria. No puede morir porque sus sentimientos como sus pensamientos, han cobrado eternidad al hacerse verso.

275 Op. Cit. p. 21.

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