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Los Cuadernos del Diálogo CARLOS EDMUNDO DE ORY: «SOY UN REY DESTERRADO EN UN RETRETE» Jesús Fernández Palacios P or empezar de algún modo, permitidme la períasis. Es como el náuago que advierte cerca un barco y no se fija sino en su contorno, en su rotunda ame- naza, sin apreciar siquiera -¡maldita lta le hace!- los detalles de la mole. Como el caminante que se ve sorprendido por un lobo hambriento, y se fija más en sus colmillos que en la necesidad que lo solivianta. Es eso, pero no lo es. Porque uno ni ejercita de náuago o caminante, ni estima en Ory la erza de un paquebote o la saña de un lobo. No es eso. Más bien quiero decir que mi proximi- dad a este hombre, generosamente correspondida, me impide en muchos aspectos emitir un juicio fiable, por objetivo, sobre su personalidad, que es humana y poética -ya se sabe-, que es relevante y singular -como también se sabe-. Dicho esto, y puesto que cualquier juicio crítico , -previo a la conversación sostenida- tendría en todo caso una categoría parcial y subjetiva, me .limitaré a realizar unas cálidas enunciaciones so- gre el po?a, por aquello de ir creando una atmós- ra natural, como poca va quedando. Carlos es mi amigo, y yo digo con Sócrates que un buen amigo me contenta «infinitamente más que la co- dorniz más linda del mundo, que el más hermoso de los gallos e incluso -Zeus es testigo- que el mejor de los caballos o de los perros». Desde este principio, le estimo además como poeta. Yo sé que en su guedeja de león trotamundos hay se- senta años de grito y de silencio. Nació en vier- nes, a la puesta del Sol, y desde entonces, sus ojos catan. Su mirada se reproduce joven encima de la rija. Anda con pasos infantes, desde enton- ces. Se rinde a la ternura. Es un provocador. Como buen Tauro, persigue a sus objetos, los palpa en confianza, recuenta sus pertenencias, plisa, por ejemplo, el pañuelo en su sitio, y aco- moda, pertinaz, las gas en su funda. Que nadie diga, pues, que yo no he dicho que es ordenado. Que sí lo es, y yo lo he visto. Es el poeta kan- tiano, de horas distribuidas, confiando en los seres totales. Es un ocioso en el alba y un trabajador noctívago. Su nocturno no es la melodía dulce y apacible, pero es perito en melodías. Ahí sus ver- sos. Pues bien, desde esa amistad invocada, en la convocatoria de la noche, hablé con el poeta, y estas eron mis preguntas y esas eron sus res- puestas: -En primer lugar te voy a pedir, más que una 119 Carlos Edmundo de O . respuesta a una puntual pregunta, tu comentario a estas dos citas: «La verdadera solidaridad sólo es posible entre solitarios» (José Bergamín); y «Atri- buyó al poeta soledad y solidaridad: trato así de caracterizar socialmente -y aún más, éticamente- la condición de este hombre que se recoge en sí mismo para abrirse en la palabra» (Fernando Sa- vater). -No controlaremos la ilusión del lenguaje. Por eso no voy a d respuestas estructuradas, ni voy a repensar los asuntos. Yo huyo de la vociración. Tengo a la lengua por imposible y tan babilónica como siempre ha sido entre nosotros las mujeres. Déjame con mi tartamudeo, la ase relampa- gueante y la paradoja. Seré agmentario y orís- tico. Nada de dialéctica preordenada contem- plando contextos históricos. Acuérdate de la carta que escribió Ginsberg a McNamara: «Los poetas dicen hoy que la Historia se acabó». En ecto, yo mismo opiné en este sentido en un texto titulado «Oscurantismo y honor». Hablando ahí de lo que nos preocupa, escribí: «El héroe es un individuo que ignora el miedo. Desembocó en la idea román- tica de soledad que heroizó Ibsen ciando su evangelio individualista: «El hombre más erte es el que está más sólo». A la idea romántica del héroe solitario se opone la dignidad de la «Madre Coraje» de Bertold Brecht» (dice, junio 1965). Y ya estamos dentro del tema que ocupa tu pregunta. Tenemos en vista dos raíces etimológi- cas: «solus» y «sólidus», que se convierten en dos cristales perfectos -Soledad y Solidaridad- refle- jando respectivamente «individuo» y «masa». Esta es la dualística de dos desarrollos paralelos en el seno de la unidad de la humanidad, «puesta de vez en cuando en duda (aún cuando sólo sea emocionalmen_te) ...», revelándose, «en la com- pleta similitud, constantemente discernible, entre el desarrollo de la humanidad y el desarrollo del

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Los Cuadernos del Diálogo

CARLOS EDMUNDO DE ORY:

«SOY UN REY

DESTERRADO EN UN

RETRETE»

Jesús Fernández Palacios

Por empezar de algún modo, permitidme la perífrasis. Es como el náufrago que advierte cerca un barco y no se fija sino en su contorno, en su rotunda ame-

naza, sin apreciar siquiera -¡maldita falta le hace!­los detalles de la mole. Como el caminante que se ve sorprendido por un lobo hambriento, y se fija más en sus colmillos que en la necesidad que lo solivianta. Es eso, pero no lo es. Porque uno ni ejercita de náufrago o caminante, ni estima en Ory la fuerza de un paquebote o la saña de un lobo. No es eso. Más bien quiero decir que mi proximi­dad a este hombre, generosamente correspondida, me impide en muchos aspectos emitir un juicio fiable, por objetivo, sobre su personalidad, que es humana y poética -ya se sabe-, que es relevante y singular -como también se sabe-.

Dicho esto, y puesto que cualquier juicio crítico , -previo a la conversación sostenida- tendría en todo caso una categoría parcial y subjetiva, me .limitaré a realizar unas cálidas enunciaciones so­gre el poeta, por aquello de ir creando una atmós­fera natural, como poca va quedando. Carlos es mi amigo, y yo digo con Sócrates que un buen amigo me contenta «infinitamente más que la co­dorniz más linda del mundo, que el más hermoso de los gallos e incluso -Zeus es testigo- que el mejor de los caballos o de los perros». Desde este principio, le estimo además como poeta. Yo sé que en su guedeja de león trotamundos hay se­senta años de grito y de silencio. Nació en vier­nes, a la puesta del Sol, y desde entonces, sus ojos carttan. Su mirada se reproduce joven encima de la rija. Anda con pasos infantiles, desde enton­ces. Se rinde a la ternura. Es un provocador. Como buen Tauro, persigue a sus objetos, los palpa en confianza, recuenta sus pertenencias, plisa, por ejemplo, el pañuelo en su sitio, y aco­moda, pertinaz, las gafas en su funda. Que nadie diga, pues, que yo no he dicho que es ordenado. Que sí lo es, y yo lo he visto. Es el poeta kan­tiano, de horas distribuidas, confiando en los seres totales. Es un ocioso en el alba y un trabajador noctívago. Su nocturno no es la melodía dulce y apacible, pero es perito en melodías. Ahí sus ver­sos.

Pues bien, desde esa amistad invocada, en la convocatoria de la noche, hablé con el poeta, y estas fueron mis preguntas y esas fueron sus res­puestas:

-En primer lugar te voy a pedir, más que una

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Carlos Edmundo de Ory .

respuesta a una puntual pregunta, tu comentario a estas dos citas: «La verdadera solidaridad sólo es posible entre solitarios» (José Bergamín); y «Atri­buyó al poeta soledad y solidaridad: trato así de caracterizar socialmente -y aún más, éticamente­la condición de este hombre que se recoge en sí mismo para abrirse en la palabra» (Fernando Sa­vater) .

-No controlaremos la ilusión del lenguaje. Poreso no voy a dar respuestas estructuradas, ni voy a repensar los asuntos. Y o huyo de la vociferación. Tengo a la lengua por imposible y tan babilónica como siempre ha sido entre nosotros las mujeres. Déjame con mi tartamudeo, la frase relampa­gueante y la paradoja. Seré fragmentario y aforís­tico. Nada de dialéctica preordenada contem­plando contextos históricos. Acuérdate de la carta que escribió Ginsberg a McNamara: «Los poetas dicen hoy que la Historia se acabó». En efecto, yo mismo opiné en este sentido en un texto titulado «Oscurantismo y honor». Hablando ahí de lo que nos preocupa, escribí: «El héroe es un individuo que ignora el miedo. Desembocó en la idea román­tica de soledad que heroizó Ibsen cifrando su evangelio individualista: «El hombre más fuerte es el que está más sólo». A la idea romántica del héroe solitario se opone la dignidad de la «Madre Coraje» de Bertold Brecht» (Indice, junio 1965).

Y ya estamos dentro del tema que ocupa tu pregunta. Tenemos en vista dos raíces etimológi­cas: «solus» y «sólidus», que se convierten en dos cristales perfectos -Soledad y Solidaridad- refle­jando respectivamente «individuo» y «masa». Esta es la dualística de dos desarrollos paralelos en el seno de la unidad de la humanidad, «puesta de vez en cuando en duda (aún cuando sólo sea emocionalmen_te) ... », revelándose, «en la com­pleta similitud, constantemente discernible, entre el desarrollo de la humanidad y el desarrollo del

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Los Cuadernos del Diálogo

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hombre aislado» (Kafka, Diarios 1913). Tal es «la inexplicable unidad del ser vivo» (C. G. Jung). Ahora se aprovechan las homofonías de los voca­blos para el juego de las equivalencias, ¿no es así? Se traman esas frases de tus excelentes citas. Me recuerda algo a nuestro Cervantes, quien usó igualmente el emparejamiento parónimo, llamando a los poetas italianos: «solos y soles» . Bueno. La palabra «Solidaridad» está otra vez de moda a la polonesa y se baila bien. Antes, en pleno Mayo 68, el contestatario situacionista podía decir: « .. .la solidaridad, este altruismo de izquierda» . Yo me pregunto, ¿es que no nos basta con la vasta Adhe­sión humana que preconizó el «viejo hermoso Walt Whitman» , alma ingenua post-erística y pre-Hiroshima? No tocó la trompeta del regi­miento comunitario; lo suyo era una auténtica flauta de Pan. Paganismo natural y universal. Los sabios de la Nueva Gnosis, que nos hablan hoy con voz anónima, ¿qué dicen?: «No queremos cruzadas, no «rearme moral» , nada de proselitis­mos, ni de conversiones masivas» . La lucha no es política, es poética. Liberación psíquica para una «felicidad» que no sea terapia-cataplasma de unas horas, y vuelta a la sarna. Acuérdense de los liippies en el hospital del mundo, curados de es­panto y sonrientes. ¿ Y los beatniks? Pues bien, esa juventud de época, era la cruzada de los lo­cos, antes de la cruzada de los sabios. Pen:> estos, que no se dejan ver (porque son sabios), abrazan igualmente la idea del «totalismo» místico panteís-

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tico. La soledad es humanista. Achicar distancias entre los hombres hasta la Gran Reunión planeta­ria, tal es el ethos de la desafiliación. Hay una «realidad invisible de lo esencial» , de la cual habla Jaspers diciendo: «es esta solidaridad de quienes son ellos mismos» (el subrayado es suyo) y hay comunicación auténtica cuando «hay realidad con certidumbre» , dice el filósofo del ambiente espiri­tual de nuestro tiempo; y he aquí para terminar una frase suya muy clara: «La dádiva óptima es hoy el acercamiento de hombres que son ellos mismos.»

-Pasemos a otra cuestión. Quiero destacar unafrase que me llama la atención en la definición de Chicharro sobre el Postismo, cuando dice, acerca de la exaltación automática: « ... pero siempre con alegría ... » ¿Es que vuestro movimiento, aunque inserto en ella, ignoraba la realidad del país? ¿ Cuál era vuestro compromiso, y cuál debe ser el compromiso del poeta ahora y siempre? ¿Crees en el redentorismo poético? ¿ Se puede decir que existe una poesía de la salvación, sin que nos tachen de ingenuos?

-Nosotros éramos muy conscientes del pano­rama cultural. Nos enfrentamos con la realidad pública a sabiendas. Sintiéndonos también artistas españoles, fundamos nuestro movin11ento abier­tamente, honradamente y con letras grandes anunciamos: ESPAÑA LANZA EL POSTISMO. Una estética rebelde y, por lo tanto, una herejía en su época. A poco de irrumpir en las calles, nos tiraron piedras. Marginados, continuamos en la brecha, y ahora nuestro acto de fe se inscribió también en letras grandes: NOS ECHAN DE LA POESIA. Maldición. Anatema. Touo lo pisába­mos con nuestra andadura revolucionaria. «Por eso dicen pisamos la Ley, sembramos malos ins­tintos y sentamos piedra de escándalo» (La Cer­batana). Nuestro caminar era firme y no tardamos en definirnos con carácter extraestético en un término global fijando la universidad de nuestra marcha: «nosotros, que somos el Hombre» (Id.). Pusimos por escrito cuatro manifiestos. En ellos expresamos claramente nuestros anhelos. Ahí sen­tamos nuestro credo y_ consignamos nuestras afir­maciones más inmediatas». (Manifiesto del Pos­tismo); «No escondemos nuestro estado· de ánimo ... (Segundo M. del P.); «El Primer Mani­fiesto fue una proclama; el Segundo, una larga Carta que escribimos nosotros a España; este Tercero es, simplemente, una estadística.» (Ter­cer M. del P.); «Nos manifestamos ( ... ) ... hoy enseñamos sólo la cara. Mañana enseñaremos lo otro, que es lo redondo del postismo.» (Cuarto M. del P.). No hay ningún enigma que desentrañar, amigo mío. En tanto que artistas culturales --cul­ture free-, situados a las antípodas de la oficiali­dad, éramos la expresión de una generatio aeterna y no de un «ismo» más definidor de una época. Ya lo dijimos: «El Postismo no ha sido inventado ni creado; existe desde siempre. Los postistas no han hecho más que descubrirlo y darle un nom-

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bre.» (T.M.P.). Y dijimos dónde «hay postismo»

desde los infusorios hasta la improvisación popu­lar, y desde la estilización china, azteca, cretense, etc., hasta vete a saber dónde se esconde (véanse nuestras listas) pasando por «el Quijote» , La Di­vina Comedia, la Biblia, etc. Y el Postismo no tenía que tener «más programa (estético) que el de la creación libre y (social) que el de la universal libertad de creación, pensamiento, juicio y crítica»

(Id.).

¿Por qué te llama la atención todo deseo de «alegría» , allí donde tiene su manadero? No hay que confundir los momentos. Nuestro Allegro hay que tomarlo al pie de la letra. Somos beethovenia­nos. Es bueno y sano crear con alegría. Sobre todo, en medio del abatimiento del mundo -gue­rras y más guerras- que testimonie la alegría con su ala. ¡ Loados sean Schiller y José Hierro! No se piden poetas felices, pero sí creación feliz. Abre la Biblia: «Hazme oír gozo y alegría» (Salmos, 51,8). Al margen de la práctica social, en el puro seno del arte, Eduardo y yo berreábamos de felicidad, gracias a la poesía. Nos reuníamos para gozar juntos sensaciones puras, y ya he hablado otras veces de la Risa postista, perfectamente zen. La creación poética, tanto como el amor o todavía más, es auténtica fuente de goces. Parece que estas cosas no se entienden ya ni para la poesía ni pa,ra · el amor. Tampoco los surrealistas sabían nada de la sutil locura del humor a rienda suelta. Románti­cos empedernidos tragedizaron lo cómico en sus breviarios del humour noir. Al Surrealismo le faltó esta «Alegría» canónica del alma entregada a su propia música. Carecía de las dos expresiones -la Risa y la Música-, hasta para lo Maravilloso. Se contentó con el furor sintético de un delirio de imágenes. Hizo una dinámica concentrada .de las cuatro especies o éxtasis de los que hablara Cor­nelius Agripa, según Platón y los Alejandrinos; vana creyeron la distinción defurores bienquistos de los dioses. Son las demencias poéticas, pro­piamente divinas, que se reparten Apolo, Dioni­sos, las Musas y Afrodita. Pues bien, «la locura inventada», esto es, el Postismo, retorna a las fuentes del pensamiento musical, el primero de los grandes favores que «nos vienen de oneidos (la locura)» (Platón, Fedro 244 A). De este modo encendíamos la belleza de la «Nueva Estética»

con esa «alegría» como _desiderátum de la imagi­nación portentosa, «exaltada automáticamente».

Pero ... , ¿que si creo en .. el «redentorismo poé­tico? En toda mi poesía «maldita» se habla religio-

. samente de ESO. Por lo menos se toca la llaga en mi poema «A la memoria de un ex cadáver». ¿No te acuerdas? Te tr,aigo esta terrible memoria a la• tuya, incluso hay un verso que dice: « Yo sé lo que es mi música me salva» ... Pero, ¿para qué quiero salvarme solo? No soy ni santo ni pájaro, esos supremos egoístas. Hay que reconocer mayor bondad en los anarquistas que quieren la salud colectiva del color de la felicidad. ¿Quién se apunta solo al Paraíso? Por lo que a mí toca, yo no

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C. E. de Ory en Jerez, 1981.

me enrolo en una comunidad de poetas salvados. También dijo: «Seguir adelante, seguir extravián­dose» (Aerolitos).

La vida se quema en el fuego de la vida, ¿no? Con otras palabras: en el mar de la vida no juegan buen papel los botes salvavidas. Eso quedó arrin­conado en la dársena de los metafísicos profesio­nales. ¡ La filosofía de la autosalvación! Mira allí, sentado en su butaca de paz filosófica, el mismí­simo hombre solitario kantiano, héroe «antropo­ético» de la eterna soledad, únicamente fiel a sí mismo como vasallo del Deber. No ríe, le da ver­güenza la felicidad. Lo que a él le importa, por encima de la vida y del mundo, no es otra cosa que salvar su inteligencia salvándose al mismo tiempo. La meta redentorista obedece a la moral de hierro de un imperativo categórico: la Razón. Sólo la Razón ordena: non ridere, non lugere,neque detestari (Spinoza). ¿Entonces qué tenemos que hacer? Sed intelligere. ¿Sabes cómo pinta a los que piden socorro a la salvación el joven sui­cida Otto Weininger? Así: «No hay alternativas, debe responder a su propio imperativo categórico.¡Redención!, grita, ¡ sólo reposo ante el enemigo! Paz, cese esta lucha sin fin.» Queda aterrorizado:incluso en el deseo de ser redimido late una co­bardía ... ¿Quién grita así, sólo Kant? También «Grita Schopenhauer, grita Wagner» ... Traidores a la Tierra, el mundo de los hombres: al que estamos condenados y del que no podemos salir. No hay puertas falsas que valgan. El mayor éxito en nuestra vida de ser humano consiste en reco-

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rrer los caminos de la vida y sobrevivir. Estar vivo es lo que cuenta. Acepta tu destino de hom­bre: «Si eres algo no eres más que un hombre», digo yo en mi poema «Palabras de un hombre», el último de Técnica y llanto.

-Siguiendo con el Postismo, ¿no te parece quesu falta de proyección hacia Europa, al contrario de la que tuvo su antecedente, el Surrealismo, fue motivada por el aislamiento político y cultural de aquella España, más que por una carencia de no­vedad histórica, como le atribuyen algunos? ¿En qué medida se hubiera desarrollado más y mejor si el ambiente nacional hubiera sido otro?

-¿ Qué tengo yo que hacer con los contextoshistóricos del Postismo, del Surreálismo o· del Charlotismo? ¿ Y qué me importa el pasado? Hace tiempo que murió Chicharro, y murió Bretóp., .Y murió Charlot. Y o les hice poemas a cad:l uno de ellos cuando estaban en vida. Los muerfos están muertos, ya no entran en el juego. El Postismo· fue para sí una expansión creadora y eminentemente humana: mi amistad con Eduardo, nuestro libro de romances postistas en común, Las patitas de lasombra, mis «cinco poemas edmundianos» de Doblo hablo con la Solapa de él para el libro que se quedó sin publicar. Nada de lo nuestro se pu­blicó entonces, todavía conservo Las patitas iné­dito, y tantas cosas, tantos rostros: Juan Eduardo Cirlot, Francisco Nieva, Juan Alcaide Sánchez, Ignacio Aldecoa, Fernando Arrabal, Gabino Ale­jandr9 Carriedo, Angel Crespo, Miguel Labor-

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deta,' Félix Casanova de Ayala, ¡Nanda Papiri! y otros que vinieron después ... Anda, saca otras preguntas del saco.

-De acuerdo. Cuando ya han transcurrido casicuarenta años desde que Eduardo, Silvano y tú fundárais dicho movimiento de vanguardia, con esa perspectiva que presupone, quizá una mayor objetividad, ¿lo siguen considerando un ismo re­novador? Siendo así, ¿en qué grado de interés por sus aportaciones? ¿De qué modo se podría consi­derar su vigencia hoy, en las nuevas generaciones poéticas?

-Hay que poner las cosas en sus sitios para quese vean y se miren, no se piensen, in albis, y se especule sobre algo que no se conoce. Hoy se ve el Postismo con prismático. Parece como si fuera un anacrónico menhir hincado en lontananza, cosa inmóvil, estática, inasequible. No se ha mirado de cerca, no se ha cogido con las manos. Eso sí, ha sido objeto de estudio aplicado, académico. Mu­chas tesis y tesinas dentro de España, y fuera, en Francia; conferencias en los Estados Unidos, y millones de. veces se ha pronunciado la palabra «postismo» en el mundo desde enero de 1945. En su época, en España, se utilizaba a diestro y si-· niestro como adjetivo calificativo en un grado de significación posible y acorde al sustantivo de turno. Era de una congruencia fantástica como predicado nominal bueno para toda ocurrencia ab­soluta. Lo mismo que sucede con los distintivos conjeturales o concluyentes: «dantesco», «kaf­kiano». Tuvo mucho éxito el vocablo. Dije antes que el Postismo quedó en el aire como algo intan­gible, aunque muy vistoso. Esto es sólo una ver­dad panorámica. Porque, ciertamente, ha sido examinado con atenciones, además de intelectua­les, cordiales. Si en su época se le señaló con el dedo, a partir de 1970 comenzó a enfocarse con lucidez y hasta con un· cierto delirio. El primero que, en aquella misma fecha, trató inteligente­mente y generosamente el «postismo» fue Félix Grande en sus «Apuntes sobre poesía española de posguerra» (Cuadernos Taurus). Hoy por hoy me es dado apreciar la labor entusiasta y pesquisa­dora de tres personas amigas dedicando tiempo al Postismo: Jaime Pont y Rafael de Cózar en España, y José Manuel Polo de' Bernabé, en Nueva York. Luego están los grupos y los individuos que se han imbuido de postismo o han seguido sus trazas. Por ejemplo, el grupo poético-musical Hovno de Félix Francisco Casanova Martín, hijo del poeta Félix Casanova de Ayala, y por lo tanto, heredero legítimo del «espíritu postista». Felixín -él escri­bía Felito Fr. Casanovín en sus mensajes al Viejo Postista- murió a los veinte.años en su isla, Santa Cruz de Tenerife. Por ejemplo, también, el estruc­turado grupo del movimient()_ con manifiesto y re­vista denominado Peismo (1978), muy activo, cuyos miembros se confiesan continuadores re­mozados del Postismo en Valencia: «3. El Peismo continúa la línea dada en el plano surrealista en el espacio postista añadiendo una nueva dimensión a

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la estética: la paranoia industrializada.» ( Mani­fiesto, «Novedades Técnicas e Industriales» , Bo­letín N.0 3). Nombremos a estc

i

s jóvenes: Fran­cisco Cabezas, Ricardo y Alfredo Usón, Juan V. Piqueras, Jordi Redondo, Rafael Navarro y otras sensibilidades. Tenían alrededor de veinte años cuando iniciaron las Jornadas Postistas y sacaron su revista muy interesante. Por ejemplo, también, el grupo encabezado por José Manuel Calleja, en Mataró, en contacto conmigo desde 1975, a raíz de un viaje mío a Barcelona; pocos pero activos, no sé si sacan todavía esos cartones en forma de acordeón tan llenos de sorpresas: poesía visual lúdica postista. Habrá otros que yo no sepa. No me olvido del grupo «Marejada» , en Cádiz, con su revista de un solo número, enero 1973. A José Ramón Ripoll, Rafael de Cózar y Jesús Fernández Palacios se les sitúa juntos en el campo de los «ismos» cuando se les quiere dar familiatura. Pero esto es una tontería. Estáis siguiendo caminos di­ferentes y confusos con apetencias y tentativas calientes, que os apartan de la broza poética. Como gaditanos de sangre borbota mi influjo en vosotrós. Esta droga intravenosa no hace estragos en ninguno de vosotros, sin embargo, y no se hizo espectacular su uso en la revista que diera nombre al grupo, salvo una· excepción evidente en el poema tuyo, titulado «Treinta monedas de pus» , más que lindo, cabal. En ti, como en el hijo de Casanova de Ayala, por propio patrimonio se infil­tra el oleaje de una herencia profunda oryana, y no eres un convertido intruso en esas playas. Tie­nes temperamento postista, y se ha visto en tus «Coplas de Israel Silvo». Has seguido, desde el principio, un aprendizaje apasionado y volunta­rioso sin perder contacto conmigo, en lo personal, y con mi entera escritura ex tolo corde a solas. Sin forzarte la mano te contemplo y, a lo sumo, te animo a que te sueltes el pelo escribiendo poesía. -Otros jóvenes vinieron a mí, llenos de entusiasmopoético extratradición, y puse mi esperanza en susespíritus herejes, pero se desinflaron. Alguno,como Joaquín Giménez-Arnau se bañaría en misaguas por un tiempo sin engañar a nadie, lealnadador. No así, algunos otros, hundidos hasta elcuello en mis espumas de manera pecaminosa,ocultando al profesor de natación. Ya ves, se ·dancamelos así, cuando no irrumpe descarado el pla­gio rotundo o incluso la copia literal fraudulentasin puntos ni comas, porque mi escritura no llevaeso. Pues, ¿quién será la mujer que firmó con sunombre cuatro poemas míos en una hoja literariadel «El Día Dominical» , Santa Cruz de Tenerife,13 junio 1976? ¡Cielos e inviernos! Los signos deexclamación son míos, y de Ramón Irigoyen laocurrencia y los poemas que ahí están dándomecontento a mí. Postismo o no postismo, lo queimporta ha de ser la vigencia de una poesía librerevolucionaria en lo artístico y lo social. La praxispoética. Nosotros dijimos: «El patrón habrá debuscarlo en las obras, en la obra del Postismo.»

(M. del P.). Ahí habrá. de buscarlo quienquiera,

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hoy, leyendo «Música celestial y otros poemas»

.· de Eduardo Chicharro y mi propia ópera. -Siempre que se habla de ti, de tu vida y de tu

obra, se establece una relación inmediata, y casi exclusiva, con el Postismo, como experiencia vital y artística. ¿No crees que se ha gastado ya un embalse de tinta en resaltar esa lectura tuya, cuando tu obra presentada además, y no en menor importancia, pienso yo, otros aspectos que mere­cen destacarse? ¿Cuánto sigue nutriéndose de esa estética vanguardista, que fundásteis en 1945, tu obra sucesiva y actual?

-Tu pregunta se contesta ella sola por sí misma.Yo no puedo controlar los tinteros. En cuanto al

· hecho vanguardístico que supone la filiación dePostista a troche y moche, cuando uno es unpoeta natural, es decir, genital, etimológicamentehablando, pasa de castaño oscuro. Una vez con­testé a una entrevista muy seria que tocaba estepunto del concepto «vanguardista» , y no he cam­biado de opinión al respecto: en sentido literario,corresponde a la sociología de la literatura. Dijeentonces: «Psicológicamente, un escritor es de«vanguardia» , cuando es un revolucionario delhecho estético. De todos modos, la voluntad deacción revolucionaria se extiende a la vida, a la

-existencia misma del escritor. .. ( ... ) La «vanguar­dia» es un joven de veinte años que no se hasuicidado, y su pistola -ya que no él- entra comopieza de convicción en el proceso público. Con­victo y confeso de no auto-crimen, le reemplaza

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Los Cuadernos del Diálogo

otro joven con otra pistola inútil debajo de la almohada.» (Diario de Mallorca, Letras, 8 de julio de 1971).

-A tu juicio, de todos tus libros, ¿cuál juzgasmás próximo a la vanguardia?

-No pronuncies esa estúpida «gran palabra»

que yo rechazo para que la asuma de algún modo. Prefiero mil veces ser llamado «poeta maldito» . Escucha este párrafo grandilocuente y persua­sivo de un hombre de teatro francés: «El poeta maldito, el clown shakespeariano, el «mauvais gar-1,on» han sido creados para contrabalancear el invencible aburrimiento de la regla y de la ley. El arte debe replantear la vida, sino es una impos­tura.» (Jean-Louis Barrault). Pregúntate a ti mismo, si cuadran en vanguardia alguna, gente como Artaud, Katka, Vallejo y el mismo Ory. ¡Jamás! Piensa que el fenómeno social de «·van­guardia» , prefigurado prácticamente y simbólica­mente por el Futurismo italiano, arrastró su «revo­lución estética» hacia la dictadura intelectual. Ma­rinetti, burgués y académico, lanzó su cuadrilla avanzando directamente hacia el fascismo.

-Llevas publicados hasta la fecha, trece librosde poesía, incluyendo las antologías: uno, en 1945; y doce, entre 1963 y 1982. ¿Con cuál de ellos te sientes más satisfecho en su relectura? ¿ Y el que más impacto ha causado en los lectores? Lo mismo te podría preguntar de tu obra narrativa (siete libros, incluyendo antología y Diario) y de ensayos (tres libros) ... . -Ningún libro mío es mío enteramente a la hora

de la lectura, si tuviera lugar. No me considero autor ni tampoco escritor. Es inconcebible para mí la pertenencia de la obra. Lo mío es el trabajo y la

· inquietud que comporta. «La página ·escrita, noqueda sino la inquietud, con el hambre de la pá­gina siguiente» (Jouve). Guardo mis libros, sí,pero nunca me leo narcísicamente. Leerse a símismo con satisfacción, confina en lo patológico.Hay que estar loco de remate para esos baños enlas virtudes personales. En general, leo poesíararas veces. Tengo que estar solo ante la Poesía, yen ese privatissime me olvido de mí. Entoncesigual cojo mi Trilce que mi Técnica y llanto. O miArmand Robin que mi Ory. Ya sé en qué aguasdel conocimiento me baño. No existen propieda­des en estas cosas. Hay que descubrir, en el en­cuentro con la poesía, el Lagos participable. Como poetas sentirnos «terratenientes» para losterrae cognitae eJ {ncognittie del conocimiento,según aconsejan los sabios anónimos de la NuevaGnosis, «con reverencia hacia el Soberano desco­nocido» . El poeta es un enigma y no vale la penaconfundirlo con el hombre de todos los días capazde autoglorificación a lo d' Annunzio. Esta actituddel artista corresponde a la psicología humana ge­neral en cada aventura particular narcísica. Poreso, C. G. Jung vio un tópico en la afirmación:«Todo artista es un narcisista». Los libros de unono son álbumes de fotos de su persona en distintasposes y ámbitos buenos para recordarse embele­sado.

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-Con mi mejor ánimo, he oído decir, y quizá yotambién lo haya dicho en alguna ocasión, que eres un poeta genial, pero sin rigor autocrítico para callarte cuando no lo eres: ¿querrías hacerme al­gún comentario al respecto? ¿Crees que el artista tiene que exponer, aun a riesgo de parecer poco riguroso y ser criticado, todo el producto de su trabajo?

-Constantemente me refiero en mi poesía a esazona abismática de donde surge la voz inconfun­dible del hallazgo. Ahí soy sonámbulo que camina y habla involuntariamente. Me someto a la irresis­tibilidad de la acción poética: no pienso ni com­prendo. Ejecuto de manera inconsciente. La re­flexión ahora no me vale para nada. Sólo funcionala imaginación sub-liminal. Y yo la sondeo y la descubro, por veces, tomando conciencia de su proceso, la poesía in statu nascendi, única vía de indagación de mi Poética. Numerosos poemas míos señalan la naturaleza de tales poderes domi­nantes. En «A la memoria de un excadáver» , «Las palabras», «Examen de poesía» , «Poética» , «Concentración directa» , «Fantasías acerca de mi arte» , y tantísimos más, hago mención de ese ha­bla paranormal o crisis del lenguaje de la expe­riencia normal. Recuerda aquel verso de uno de los poemas nombrados: «Lector te entregaré mi espalda de dos fuegos» . Un crítico tan fino como Azancot vio la dualidad a la que haces referencia, diciendo: «Existen dos Carlos Edmundo de Ory: uno, desvalido como todos los hombres, some­tido a las leyes del tiempo y del espacio, arbitra­rio, tierno, apasionado;, otro, dotado de· plenos poderes, absolutamente libre, abocado a lo nece­sario, dominado por la sola pasión de ser.» (Dos Carlos, Litoral, 19/20). Y cuando me hago violen­cia vegetando en lo estéril, me llamo «sedentario loco» que «manejo estos versos de noche /-y con casero amor "los firmo» (Aprendizaje de desdi­cha). Todas estas experiencias del quehacer poé­tico pasan por alto, humildemente, o indiferente­mente, el producto del trabajo acabado. Allá los críticos de poesía, capaces -¡Dios santo!- de _en­venenar la mente pura de Keats, «en especial los de la revista Quarterly», pero no la mía menos adamantina.

-Bueno, Carlos, vamos a ir concluyendo estacharla. Me gustaría que respondieras a tantas co­sas ... , pero ya no queda más espacio. Me intere­saría ahondar, por ejemplo, en tus relaciones con tu padre, en el sentido literario, claro está, pero ahora no es posible. De modo que, y para termi­nar, aunque sé que huyes « ... del aplauso misera­ble /- de la despreciable adoración de la multitud /­que piensa en cosas mundanas ... » , ¿cómo preferi­rías que se te recordase a través del tiempo?

-Si dentro de España, que se diga de mí: -No seconoce su origen ... Pero si fuera de España, pre­guntan a un español, de paso por el ex­tranjero: -¿Qué piensa usted de Ory?, me .... gustaría que respondiese: -Nació en Cá- �-, diz.