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Actas XIV Congreso AIH (Vol. III). María Estela HARRETCHE. De Jiménez a Alberti: un mismo ... - De Jiménez a Alberti: un mismo espectro emblemático María Estela Harretche SMITH COLLEGE HACIA LOS AÑOS '20 ES ya Juan Ramón Jiménez un poeta nuevo y distinto. El Diario de 1916 es un libro de renovación total, posible-dirá después él mismo-gracias al amor y al mar. Los jóvenes del '27 son entonces mucho más jóvenes y menos poetas. Juan Ramón dirige casi todo lo que sucede en materia de revistas literarias de la época, en donde dará a conocer los primeros poemas de cada uno de ellos. Y en esta empresa se encuentra por aquellos años, él, mágico nombrador, fuente inagotable de proyectos e ideas. Como confesará años más tarde Rafael Alberti en sus memorias: «Por aquellos apasionados años madrileños, Juan Ramón Jiménez era para nosotros el hombre que había elevado a religión la poesía, viviendo exclusivamente por y para ella» (Arboleda 1). En reiteradas oportunidades la crítica ha señalado la clara relación de este poeta precursor con los que van a formar la llamada generación del '27, y entre ellos, la influencia en Alberti. Ciertos críticos (Crespo, Da Paepe, Gómez Bedate, Maurer, R. Gullón, Sánchez Romeral o) han hecho posible el ordenamiento de la obra de estos poetas con el fin de facilitar su estudio; otros (Cano Ballesta, Solita Salinas, Debicki, entre otros) han estudiado el alcance de estas relaciones, presentando evidencias del diálogo entre los poetas y de la evolución de dicho diálogo, en su mayor o menor complejidad. Sin embargo, creo necesario profundizar en el análisis intertextual detallado entre la obra de uno y otro poeta, establecer los puentes gracias a los cuales las palabras han viajado entre los textos, recrear el itinerario de ese viaje y el punto de intersección en que éstas han coincidido o cambiado de dirección. El elemento que une a los dos poetas es el mar. Pero no un mar en abstracto, sino aquel que ellos llaman <<nuestro mar», el mar de Cádiz, que ha sido visto y entrevisto por ambos en circunstancias similares aunque en distintos tiempos. Recordemos que es el Colegio de San Luis Gonzaga en el Puerto de Santa María, las vivencias comunes de la infancia, y ese mismo paisaje marítimo, lo que va a definir a estos dos andaluces como «paisanos, por cielo, mar y tierra». Materia de este trabajo es analizar, por una parte, a) el proceso de diseminación existente entre la imagen del mar y el sujeto poético; y, por otra, b) el del movimiento contrario, el de convergencia sujeto-imagen poética. Importa evaluar el sentido último de estos procesos en la poesía de ambos poetas, haciendo un 281 -t .. Centro Virtual Cervantes

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. III). María Estela HARRETCHE. De Jiménez a Alberti: un mismo ...-

De Jiménez a Alberti: un mismo espectro emblemático

María Estela Harretche SMITH COLLEGE

HACIA LOS AÑOS '20 ES ya Juan Ramón Jiménez un poeta nuevo y distinto. El Diario de 1916 es un libro de renovación total, posible-dirá después él mismo-gracias al amor y al mar. Los jóvenes del '27 son entonces mucho más jóvenes y menos poetas. Juan Ramón dirige casi todo lo que sucede en materia de revistas literarias de la época, en donde dará a conocer los primeros poemas de cada uno de ellos.

Y en esta empresa se encuentra por aquellos años, él, mágico nombrador, fuente inagotable de proyectos e ideas. Como confesará años más tarde Rafael Alberti en sus memorias: «Por aquellos apasionados años madrileños, Juan Ramón Jiménez era para nosotros el hombre que había elevado a religión la poesía, viviendo exclusivamente por y para ella» (Arboleda 1).

En reiteradas oportunidades la crítica ha señalado la clara relación de este poeta precursor con los que van a formar la llamada generación del '27, y entre ellos, la influencia en Alberti. Ciertos críticos (Crespo, Da Paepe, Gómez Bedate, Maurer, R. Gullón, Sánchez Romeral o) han hecho posible el ordenamiento de la obra de estos poetas con el fin de facilitar su estudio; otros (Cano Ballesta, Solita Salinas, Debicki, entre otros) han estudiado el alcance de estas relaciones, presentando evidencias del diálogo entre los poetas y de la evolución de dicho diálogo, en su mayor o menor complejidad. Sin embargo, creo necesario profundizar en el análisis intertextual detallado entre la obra de uno y otro poeta, establecer los puentes gracias a los cuales las palabras han viajado entre los textos, recrear el itinerario de ese viaje y el punto de intersección en que éstas han coincidido o cambiado de dirección.

El elemento que une a los dos poetas es el mar. Pero no un mar en abstracto, sino aquel que ellos llaman <<nuestro mar», el mar de Cádiz, que ha sido visto y entrevisto por ambos en circunstancias similares aunque en distintos tiempos. Recordemos que es el Colegio de San Luis Gonzaga en el Puerto de Santa María, las vivencias comunes de la infancia, y ese mismo paisaje marítimo, lo que va a definir a estos dos andaluces como «paisanos, por cielo, mar y tierra». Materia de este trabajo es analizar, por una parte, a) el proceso de diseminación existente entre la imagen del mar y el sujeto poético; y, por otra, b) el del movimiento contrario, el de convergencia sujeto-imagen poética. Importa evaluar el sentido último de estos procesos en la poesía de ambos poetas, haciendo un

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282 MARÍA ESTELA HARRETCHE

seguimiento de su evolución, desde el primer texto, en su génesis, hasta el último. Pero como no es éste un análisis de la escritura, sino de la escritura como resultado de la lectura y viceversa, nos interesa prestar especial atención a la relación Jiménez y Alberti, como maestro y discípulo, precursor y sucesor, desterrado y desterrado, a través de los años.

Se hace preciso ahora ir a textos concretos en los que se pueda establecer esta intertextualidad. Las conexiones que planteo en este artículo entre Alberti y JRJ son significativas sólo de momentos puntuales en la evolución de la poesía de ambos escritores.

Tres son los textos de cada autor que nos irán llevando por un camino poético dibujado desde similares circunstancias. Tres textos que se corresponden con momentos equivalentes de sus respectivas vidas.

El primer texto de Juan Ramón, pertenece a poemas muy tempranos, (de los libros Nubes sobre Moguer (1896-1902) y Baladas del Monsurio (1907), publicados en la versión de Leyenda, en la edición de Sánchez Romeral o), el segundo texto coincide con el momento del destierro y está incluido en El otro costado (1936-1942), y el tercer texto a analizar, se remite a una época que podríamos considerar como la última de Juan Ramón, con el poema Espacio. En el caso de Alberti, los textos coinciden con las mismas instancias vitales: primera juventud, destierro y madurez en el exilio. Me refiero a Marinero en tierra ( 1924 ), Entre el clavel y la espada ( 1939-1940 ), y Pleamar ( 1942-1944 ).

Juan Ramón Jiménez va a destacar a Alberti de entre el grupo de los entonces muy jóvenes poetas del 27, como el de mayor talento . Con motivo del premio al mejor texto en «Poesía Lírica» adjudicado por unanimidad a Alberti en junio de 1925, Juan Ramón escribe una carta, que quedará eternizada como Prólogo a la edición del que luego se titulará Marinero en tierra. «La serie ésta del Puerto-que yo he elegido-( dice Juan Ramón) es una verdadera orilla, igual que la de la bahía de Cádiz, de ininterrumpida oleada de hermosura, con una milagrosa variedad de olores, espumas, esencias y músicas[ ... ] ¡Bendita sea la Sierra de Rute, en donde la nostaljia de nuestro solo mar del sudoeste le ha hecho exhalar a usted, hiriéndole a diario con la espada de sal de su brisa, esa esquisita sangre evaporada!» (Marinero 117) Vayamos ahora al análisis del primer texto.

Cuando nos referimos a diseminar, lo hacemos tanto en el sentido de l. dispersar, arrojar o enviar cosas en distintas direcciones, o 2. separar cosas que están juntas. Estas «cosas que están juntas» pueden contener en sí o en su relación dialéctica, incompatibili-dades lógicas o retóricas. Lo que intento es, a través del análisis de la palabra poética en los textos específicos mencionados, demostrar cómo esas incompatibilidades están encubiertas y, a la vez, han sido asimiladas por el texto, creando la disonancia que percibimos. Una incompatibilidad que no pueda ser resuelta armónicamente va a dar lugar a un desplazamiento del significado, dejando de existir un centro unívoco de significación. Por lo tanto, entre lo que el texto dice y el cómo lo dice no hay convergencia, a pesar de que todo parezca indicar que tal convergencia es posible.

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DE ]!MÉNEZ A ALBERT!. . . 283

Marinero En los primeros versos que sirven de Prólogo a Marinero en tierra, la voz poética

nos sitúa en el punto de partida de su dolor:

¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste del mar?

En sueños , la marejada Me tira del corazón; Se lo quisiera llevar.

(Marinero 118)

El sujeto que habla es el que está en tierra y que añora a ese otro que se quedó en el mar. Curiosamente la voz poética usa el verbo «desenterraste» para expresar la dimensión de ese haber sido arrancado de cuajo, como una planta en flor, y trasladado a un mundo que le es ajeno, injertado en una realidad en la que no puede respirar. Hay una tensión dada por fuerzas contrarias ( el padre que lo trajo a la ciudad, desenterrán-dolo del mar, y la marejada, que le tira del corazón, queriéndoselo llevar). Tensión que va a quedar sin resolverse.

La identificación del sujeto con el mar expresa el conflicto: el mar ya no está; yo, por lo tanto, soy eso ausente. Asistimos a una primera paradoja: el mar es una ausencia hecha sólo presente en la palabra poética. ¿Adónde está el sujeto que habla, entonces? Hay una huella de ese sujeto del pasado en la expresión de deseo. Ambos sujetos (el de la ciudad y el del mar, están unidos por el deseo, pero se trata de un deseo que no se va a realizar):

Dime que sí

Dime que sí, compañera, marinera, dime que sí.

Dime que he de ver la mar, que en la mar he de quererte; compañera, dime que sí.

(Marinero 129)

Y ese deseo se va a abrir en multiplicidad de posibilidades. No sólo el sujeto desea amar

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284 MARÍA EsTELA HARRETCHE

en el mar, sino que desea allí también morir.

Si mi voz muriera en tierra, llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera

¡Oh, mi voz condecorada con la insignia marinera!

(Marinero 143)

No se nos dice: «Si yo muriera en tierra», sino «Si mi voz muriera en tierra». Es el poeta el que nos habla, consciente de que corre el riesgo de no poder nunca más recuperar su voz poética, esa «voz condecorada/con la insignia marinera». Seguramente el Alberti de este libro no está pensando en cualquier insignia marinera, sino en aquella específica que vio un cierto día, al salir de la escuela camino del puerto. Así mar=poesía y marinero=poeta. La metáfora que llega desde el romancero, con toda su carga mágica en aquel:

¡Quién hubiera tal ventura sobre las aguas del mar como hubo el Infante Arnaldos la mañana de San Juan!

Marinero que la guía diciendo viene un cantar que la mar ponía en calma, los vientos hace amainar,

(Antología 103)

se transforma aquí en emblema, evocando in absentia, una realidad que puede ser imaginada por todos, pero que en su integridad, sólo podrá ser comprendida por aquellos que la han vivido desde la misma costa gaditana.

Asistimos en el último poema de Marinero a la muerte del sujeto poético. Pero ¿cuál de los dos, el de la tierra o el del mar?

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DE JJMÉNEZ A ALBERTI. . .

Funerales

Llueve sobre el agua, llueve nieve fría de alga fría. Entre glaciares de nieve, Abierta, la tumba mía.

¡Funerales de las olas! ¡El viento, en los arenales! -Entre apagadas farolas se hunden mis funerales-.

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(144)

Morir, han muerto los dos. En realidad el de la tierra ha decidido acabar con su sufrimiento, y para ello ha matado a lo que quedaba vivo de ese sujeto del mar, largamente añorado. Si ese mar era la poesía y el marinero, el poeta, ¿habrá podido Rafael Alberti salvar poesía y poeta del abismo de la nada después de este libro?

Hablábamos antes de la importancia de considerar esta escritura en simbiosis con la lectura, y viceversa. Alberti debió haber leído, entre muchos otros, a Juan Ramón Jiménez, a todos los juanramones, pero sobre todo al «paisano del sudoeste andaluz», el que comulga junto con él en la hermosura de la tierra compartida. Un poema muy temprano de Juan Ramón Jiménez, perteneciente a Baladas del Monsurio ( 1907) es el que, años más tarde, va a ser citado por Alberti, en uno de sus textos, de manera muy significativa. Se trata de un romance:

El corazón en el viento

¡Granados en cielo azul! ¡Calle de los marineros; qué verdes están los árboles, qué alegre tienes el cielo!

¡Viento ilusorio de mar! ¡Calle de los marineros (ojo gris, mechón de oro, rostro florido y moreno)!

Por la tarde, brilla el aire; el ocaso está de ensueños; es un oro de nostaljia, de llanto y de pensamiento.

(Como si el viento trajera el sinfín y, en su revuelto afán, la pena mirara y oyera a los que están lejos).

¡Viento ilusorio de mar! ¡Calle de los marineros (la blusa azul, y la cinta milagrera sobre el pecho)!

¡Granados de cielo azul! ¡Calle de los marineros!

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286 MARÍA ESTELA HARRETCHE

¡El hombre siempre en el mar, y el corazón en el viento! (Leyenda 165)

Ese viento ilusorio que hace que brille el aire, que tiene alegre al cielo, que trae de ensueño el ocaso, es el que vela a esos marineros. Es aire de mar y por eso, son hombres de blusa azul, rostro florido y moreno, y, lo que es más, sobre la blusa llevan esa cinta milagrera que los hace partícipes del milagro de la calle, y que los acompañará, -protegiéndolos contra los naufragios-, en el mar. Notemos que el sujeto es un observador muy sensible, con su alma abierta a esa realidad. A diferencia de los poemas de Alberti antes analizados, aquí hay coincidencia espiritual, simultaneidad de sensaciones (el sujeto parece sentir lo mismo que esa tarde que describe o que esos marineros a punto de partir), convergencia.

Es en el poema titulado Ilusión de Marinero en tierra, donde Alberti incorpora los versos «la blusa azul, y la cinta milagrera sobre el pecho!» del poema de JRJ, haciendo así explícito el referente de su discurso poético. Pero el sujeto de este poema no habla desde la proximidad, sino desde la nostalgia y el deseo suspendidos en imposibilidad:

-Madre, vísteme a la usanza de las tierras marineras:

el pantalón de campana, la blusa azul ultramar y la cinta milagrera.

Y de pronto aparece una voz que quiebra la ilusión:

-¿Adónde vas, marinero, por las calles de la tierra?

(Marinero 133)

Lo que el texto nos dice es que el marinero no es un marinero, y que desearía al menos llevar las ropas a la usanza de las tierras marineras, para así, por vía emblemática, volver a sentir lo que se siente en el mar, a pesar de estar en tierra. La disonancia surge del conflicto entre ese sujeto que ya no puede ser lo que era. Sujeto que se muestra bifurcado hasta el extremo de dejar de ser. Ya no es el que era, a pesar del deseo, ni puede dejar de ser el que es, a pesar de su rechazo.

Destierro En el caso de JRJ, la Guerra Civil supondrá el exilio. Tener que irse sin nada. Dejar

atrás proyectos, papeles, la Obra de toda una vida. Los primeros versos que escribe al dejar España hablarán de otro mar, el Atlántico, al cual Juan Ramón se había enfrentado ya veinte años antes, aunque en circunstancias muy diferentes. El mar que aparece En el otro costado (1936-1942) es, en principio, un «mar de subibaja, sin nombre ni sentido»:

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Ola sin nada más

Un mar que queda fuera, cuyo color, silbar, olor nada me dicen; un mar al que le busco inútilmente el corazón, al que le pongo inútilmente el corazón [ ... ] no abismo de consuelo, sí sombra desasida, suelta ola; sombra que no se une, ola sin nada más. (Leyenda 581)

El sujeto ha perdido su centro al perder su tierra. Y así, el mar resulta algo ajeno, inexplicable, tan sin raíces como el propio sujeto que lo observa, y que se pregunta:

Mar sin mar

Este mar que me trae y que me lleva (azul y alto, morado, dulce y oro, liso o tremendo, verde) a ciudades sin fe, de tierras hueras, ¿es agua, puede ser sólo agua? (Leyenda 582)

El 6 de marzo de 1939 sale Alberti de España en un exilio que se extenderá durante cuarenta años de su vida. Antes, arrancado de la costa, desmarado, ahora, sin mar y sin tierra, así se expresa en el poema 21 de Entre el clavel y la espada (1939-1940):

Canario solo en el mar. Canta al toro que se aleja, que se va.

En el mar perdí la mar Y en tierra perdí la tierra

Que se va, canta al toro que se va. (55)

A diferencia de Juan Ramón, quien decide que la única manera de recuperarse es aprendiendo a ser él mismo en sí mismo, como el mar:

El nuevo mar

Pero a mí no me importa que no escuches. Yo sé que tú eres tú, y que yo podría ser como tú, y eso me basta[ ... ] Tú, mar desnudo, vives, mar, en el centro de la vida (Leyenda 584)

Alberti se alejará de sí, irá perdiéndose, a medida que se aleja de su tierra. El mar de Cádiz y su España aparecerán siempre, pero en la nostalgia, en la desesperación, en la ilusión que se desvanece, inalcanzable. Aquí, en un poema del libro Pleamar (1942-1944)

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288 MARÍA ESTELA HARRETCHE

Hoy, mar, triste ola suelta, Desterrada del mar, sin pleamares. (77)

Un sujeto disgregado, que no es más que una triste ola suelta/ desterrada del mar. Un sujeto para siempre diseminado, en conflicto constante por no perderse, por no disolverse.

Recapitulemos: El sujeto poético del primer Alberti, un sujeto ya en la ciudad, va a luchar por recuperar ese yo del mar que era la medida de su esencia. Al no poder hacerlo, decide matarlo en el poema último de Marinero. El sujeto así sigue adelante, pero con la huella viva de ese yo muerto que se quedó en el mar, y que Alberti va a intentar recuperar una y otra vez a través de su poesía. En el proceso, un largo proceso de intentos que no logran terminar de plasmarse, el sujeto va a disgregarse, apareciendo con distintos perfiles: el yo de América, que apuesta a aceptar la realidad presente que le rodea; el que no se resigna y vive sólo de la nostalgia del pasado; el yo de España, que siente que un día futuro volverá a ser; y aquel yo, el del mar, que empezó a morir al ser trasladado a Madrid y terminó muriendo del todo en el momento del destierro. Este sujeto disgregado va a coincidir con una poesía que se disemina, y que -sin quererlo-, dejar de ser.

El sujeto de la poesía de Juan Ramón Jiménez, en cambio, va a ir centrándose cada vez más en sí mismo (como el mar, de quien ha aprendido la lección), y el proceso que va a experimentar (sobre todo a partir del destierro) es de evolución por metamorfosis. Estamos ante un sujeto que sobrevive gracias a que no va a perder nunca su centro, haciendo coincidir su esencialidad con la poesía que crea. Proceso de convergencia.

En 1949, y con motivo de la visita de Juan Ramón Jiménez a la Argentina, los dos poetas (maestro y discípulo) van a reencontrarse en el exilio, luego de más de trece años de distancia en el exilio. El poema que escribe Alberti es mucho más que poesía de circunstancias.

Retornos de un día de cumpleaños (J.R.J.)

Subí yo aquella tarde con mis primeros versos a la sola azotea donde entre madreselvas y jazmines él en silencio ardía. Le llevaba yo estrofas de mar y marineros, médanos amarillos, añil claro de sombras y muros de cal fresca estampados de fuentes y jardines

Subía yo este ramo de naturales, tiernas,

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DE JIMÉNEZ A ALBERT!. ..

alegres, breves cosas sucedidas con el mismo temblor de árbol sobrecogido que en un día de fiesta me cubrió cuando quise llegar al pararrayos de la torre. Estaba él derramado Como cera encendida en el crepúsculo,

Hablamos con vehemencia de nuestro mar, lo mismo que del amigo ausente a quien se está queriendo ver de un momento a otro después de muchos años. Cuando se entró la noche y apenas le veía, era su opaca voz, era tal vez la sombra de su voz que hablaba todavía del mar, del mar como si acaso no fuera a llegar nunca. ¡Oh señalado tiempo! El entonces tenía la misma edad que hoy, dieciséis de diciembre, tengo yo aquí tan lejos de aquella tarde pura en que le subí el mar a su sola azatea.

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Es un poema que retrata la relación de maestro y discípulo, lector y leído, la de dos paisanos andaluces y la de un Alberti, allí, en el pasado, todavía entero, todavía vivo, tan poderoso que pudo subir[le] el mar(a su maestro)/ en su azatea, con su sola poesía.

OBRAS CITADAS

Rafael Alberti, La arboleda perdida, Barcelona: Seix-Barral, 1987. ---,Marinero en tierra, ed. Robert Marrast, Madrid: Editorial Castalia, 1972. ---, Poemas del destierro y de la espera, Madrid: Espasa-Calpe, 1976. ---,Retornos de los vivo lejano, Madrid: Alianza editorial, 1989. Angelo Marchese y Joaquín Forradellas, Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria,

Barcelona: Editorial Ariel, 1994.

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290 MARÍA EsTELA HARRETCHE

Jacques Derrida et al., Teoría literaria y deconstrucción, ed. Manuel Asensi, Madrid: Ar-co/Libros, 1990.

Juan Ramón Jiménez, Leyenda, ed. Antonio Sánchez Romeralo, Madrid: Cupsa, 1978. ---,Espacio, ed. Aurora de Albornoz, Madrid: Editora Nacional, 1982.

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