boletín página al viento-n°15

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En este número: “La dama de las letras hondureñas” / 2 Blanca Olmedo: una novela nacida para ser negada/ Julio Escoto / 4 Danlí, parte de su legado / Rubén Darío Paz / 6 “Cuando mi voz los alcance...” / 8 Boletín informativo de la Editorial Universitaria Año III, No. 15 Enero de 2014 Universidad Nacional Autónoma de Honduras Ciudad Universitaria, Edificio Juan Ramón Molina Tel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo: [email protected] editorialUNAH @editorialUNAH Diseño gráfico: Rony Amaya Hernández Mercadeo y publicidad: Tania Arbizú Apoyo logístico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarría Director: Rubén Darío Paz Edición: Suny del Carmen Arrazola Néstor Ulloa C on el inicio de este nuevo año académico 2014, el mes de enero ha conmemorado fechas de gran importancia en nuestro país: el Día Nacional de la Mujer Hondureña, estableci- do mediante Decreto N° 60 desde 1954 y el primer centenario del fallecimiento de Antonio Ramón Vallejo, el padre de los estudios históri- cos en Honduras. Nuevamente, las autoridades universitarias han de- cidido rendir homenaje a una figura destacada de las letras hondureñas. En esta ocasión le ha correspondido a doña Lucila Gamero de Medina, quién forjó un lu- gar fundamental en la historia literaria de nuestro país. Página al viento en su tercer año de circulación comienza dedicándole un espacio a través de un pequeño esbozo bio- gráfico, además de un artículo escrito por Julio Escoto so- bre la que fue, por mucho, su obra cumbre: Blanca Olmedo. Por otro lado, debido a la irreparable pérdida del poeta Faus- to Maradiaga ocurrida el 22 de este mes, no podemos pasar la ocasión para recordar parte de lo que fue su gran legado como maestro, poeta y amigo. Igualmente, inauguramos una nueva sección que estará dedicada a recorrer lugares de nuestro territorio y arrancamos con Danlí, por ser la cuna de Lucila Gamero de Medina y del fallecido Fausto Mara- diaga. El equipo de la Editorial Universitaria, impulsado por el amor a las artes, las letras y la cultura latinoamericana, ha comenzado este año con un plan de actividades y nuevas publicaciones que próximamente estarán dis- ponibles para toda la comunidad universitaria y para los lectores y lectoras, que cada vez son más, de nuestro boletín. Bienvenidos y bienvenidas estudiantes y docentes de la UNAH. Año Académico “Lucila Gamero de Medina”

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Page 1: Boletín Página al viento-N°15

En este número: “La dama de las letras hondureñas” / 2

Blanca Olmedo: una novela nacida para ser negada/ Julio Escoto / 4

Danlí, parte de su legado / Rubén Darío Paz / 6

“Cuando mi voz los alcance...” / 8

Boletín informativo de la Editorial UniversitariaAño III, No. 15 • Enero de 2014

Universidad Nacional Autónoma de HondurasCiudad Universitaria, Edificio Juan Ramón MolinaTel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo: [email protected] editorialUNAH @editorialUNAH

Diseño gráfico: Rony Amaya Hernández Mercadeo y publicidad: Tania ArbizúApoyo logístico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarría

Director: Rubén Darío Paz Edición: Suny del Carmen Arrazola Néstor Ulloa

Con el inicio de este nuevo año académico 2014, el mes de enero ha conmemorado fechas

de gran importancia en nuestro país: el Día Nacional de la Mujer Hondureña, estableci-

do mediante Decreto N° 60 desde 1954 y el primer centenario del fallecimiento de Antonio Ramón Vallejo, el padre de los estudios históri-

cos en Honduras.

Nuevamente, las autoridades universitarias han de-cidido rendir homenaje a una figura destacada de las

letras hondureñas. En esta ocasión le ha correspondido a doña Lucila Gamero de Medina, quién forjó un lu-gar fundamental en la historia literaria de nuestro país. Página al viento en su tercer año de circulación comienza dedicándole un espacio a través de un pequeño esbozo bio-gráfico, además de un artículo escrito por Julio Escoto so-bre la que fue, por mucho, su obra cumbre: Blanca Olmedo.

Por otro lado, debido a la irreparable pérdida del poeta Faus-to Maradiaga ocurrida el 22 de este mes, no podemos pasar la ocasión para recordar parte de lo que fue su gran legado como maestro, poeta y amigo.

Igualmente, inauguramos una nueva sección que estará dedicada a recorrer lugares de nuestro territorio y arrancamos con Danlí, por ser la cuna de Lucila Gamero de Medina y del fallecido Fausto Mara-diaga.

El equipo de la Editorial Universitaria, impulsado por el amor a las artes, las letras y la cultura latinoamericana, ha comenzado este año con un plan de actividades y nuevas publicaciones

que próximamente estarán dis-ponibles para toda la comunidad universitaria y para los lectores y

lectoras, que cada vez son más, de nuestro boletín.

Bienvenidos y bienvenidas estudiantes y docentes de la

UNAH.

Año Académico“Lucila Gamero de Medina”

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2Casa donde nació y vivió la novelista en su natal Danlí.

¿Cómo no respetar, pues, a una voz que supo quebrar los muros de silencio en que su condición de mujer la colocaba? Además, en sus palabras –tal como hermosamente lo dice Alfonsina Storni– no está solo ella. Hablan, sobre todo, las mujeres que fueron tragadas por la vorágine histórica, implacable con

quienes al no poder conquistar su derecho a la expresión, sepultaron su posibilidad de ser.”Helen Umaña

1 Umaña, Helen (1990). Narradoras hondureñas. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, p. 39

“La dama de las letras hondureñas”

Lucila Gamero de Medina nació en Danlí en 1873, solo tres años antes

de que en nuestro país iniciara la Refor-ma Liberal impulsada por Ramón Rosa y Marco Aurelio Soto, por ello “su pri-mera infancia transcurrió, pues, dentro de una vivificante atmósfera cultural”1. En esa época, la ciudad de Danlí era más una zona campestre llena de ha-ciendas en las cuales se cultivaba maíz, café y tabaco, y que pertenecían a fa-milias de linaje español. Sus padres, el doctor Manuel Gamero y doña Camila Moncada, venían de las familias fun-dadoras de la ciudad. En 1897, Lucila contrajo matrimonio con Gilberto Lo-renzo Medina y de la unión nacieron sus dos hijos: Aída Cora y Gilberto.

Sus primeros trabajos literarios apare-cen en la revista Juventud hondureña,

dirigida por Froylán Turcios: ahí se publicó Amelia Montiel, que constaba de nueve capítulos cortos que pudie-ron leerse entre el 31 de marzo y el 30 de junio de 1892. Sin haber tenido una formación académica institucional, su vocación de escribir y la pasión por la lectura que traía desde la infancia, su-madas a un inquebrantable carácter, le abrieron paso en la palestra intelectual dominada hasta por ley por el género masculino. Feminista y defensora de los derechos de la mujer, fue la pri-mera presidenta de la Federación de Asociaciones Femeninas Hondureñas (FAFH) en su filial de Danlí, represen-tante de Honduras en la Segunda Con-ferencia Panamericana de Mujeres ce-lebrada en Perú en 1924, y figuró como socia delegada al Primer Congreso In-

teramericano de Mujeres de 1947, cele-brado en Guatemala.

Murió en Danlí en el año de 1964, ocu-pando un lugar histórico dentro de la literatura hondureña de su época, y con justa razón el crítico y escritor Luis Ma-riñas Otero la llamó “la gran dama de las letras hondureñas”.

El valor de su obra

Lucila Gamero, con todo y las limi-tantes que tuvo, fue capaz de reivindi-car para el género femenino -para las mujeres escritoras en sí- la posibilidad de ser admitidas y valoradas, en una cultura y en una sociedad de marcado carácter patriarcal.

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3Doña Lucila con sus nietas y don Ángel Sevilla Ramírez.

“Lucila Gamero de Medina continúa siendo un símbolo

permanente de nuestra literatura y hondureñidad,

en estos momentos que un profundo desequilibrio social

abate los distintos estratos de nuestra fraterna Honduras.”

Darío González C.

1 Umaña, Helen (1990). Narradoras hondureñas. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, p. 39

Hay una carta que envió al poeta Juan Ramón Molina, en la que se lee: “(…) lo poco que he producido ha sido arras-trado por mi vocación: exuberancia de ideas y de pensamientos que en un te-rreno cultivado tal vez hubieran dado buenos frutos (…)”

Helen Umaña ha sido una de las que, en sus publicaciones, ha realizado un estudio concienzudo de la obra de Lu-cila Gamero.

Sobre Aída (1912), Umaña explica cómo un cierto romanticismo de tipo social es el eje temático de la obra: “(…) revelando con ello una sensibilidad social fuera de lo común, la escritora hondureña ha dejado el testimonio de avanzadas concepciones ideológicas que, en aspectos medulares, no han perdido vigencia (…)” y expone cómo esta novela -a pesar de haberse escrito en una época en que los dogmas reli-giosos iban aparejados a todo-, procla-ma la necesidad de una educación laica.

Igualmente, en El dolor de amar (1955) “dentro del marco de una historia de corte romántico, la autora supo engar-zar suficientes elementos que apuntan –sin idealizaciones- hacia aspectos del quehacer cotidiano del pueblo hondu-reño”.

No obstante, Umaña de forma muy objetiva señala los desaciertos en la obra de Lucila Gamero. En relación a La secretaria (1954), explica que “es una novela que, en el argumento, en el tratamiento de las situaciones y en el tipo de lenguaje empleado, no difiere mucho de la que -en forma bastante inapropiada- se califica como subli-teratura” y no duda en considerar esta novela como “ un lamentable error en la bibliografía de Lucila Gamero de Medina”. En esta misma línea, al hablar de Amor exótico (1954), dice: “la inve-rosimilitud en la línea argumental hace de la obra una especie de subproducto literario, en donde el valor artístico se esfuma por completo.”

Blanca Olmedo, su obra cumbre, den-tro de una historia de amor trágico nos

muestra un paisaje y un claro testimo-nio de lo que fue la Honduras de fina-les del siglo XIX e inicios del siglo XX. Es una de las novelas más conocidas dentro e incluso fuera del país, y forma parte del canon nacional.

“La médica de los pobres”

No puede obviarse todo el trabajo que Lucila Gamero realizó en el área de sa-lud: desde muy joven fue una apasio-nada de la medicina y siempre estuvo a la orden de los enfermos que llega-ban en busca de su ayuda. Aprendió asistiendo y observando a su padre y, junto a él, en 1894 viajó a Tegucigalpa donde laboró en el Hospital de Sangre. En 1936, fungió como jefa del Hospital de Sangre de Danlí. Además de eso fue delegada de Sanidad en el departamen-to de El Paraíso; laboró en la clínica del doctor Llenera, un médico guatemal-teco que residía en Honduras; y se sabe que participó en múltiples campañas contra el alcoholismo y la sífilis. Por su dedicación abnegada, el doctor Ma-nuel Zúniga, decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNAH, le ex-tendió el título honoris causa de Médi-co Cirujano.

Bibliografía consultada

Argueta, Mario (2004). Diccionario de escritores hondureños. Tegucigalpa: Editorial Universitaria.

Gold, Janet (comp.) (1998). Volver a imaginarlas: Retratos de escritoras cen-troamericanas. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras.

Martínez, Juan Ramón (1994). Lucila Gamero de Medina: Una mujer ante el espejo. Tegucigalpa: Editorial Universi-taria.

Umaña, Helen (1990). Narradoras hon-dureñas. Tegucigalpa: Editorial Guay-muras.

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El retratista español Ramón de Me-sonero Romanos, en “El roman-

ticismo y los románticos” (Escenas matritenses, 1837), se quejaba, con justificadas razones, de las actitudes, poses y gestos estereotipados que des-pertó entre los jóvenes del siglo el mo-vimiento literario citado. Sobre todo protestaba “el curioso parlante” por la continua negación del pasado español (en lo superficial del Romanticismo) y por la admiración que provocaban autores como Víctor Hugo, quienes, según Mesonero, habían bebido sus elíxires temáticos precisamente en las fuentes del siglo de oro de la literatura española.

No es esta una actitud novedosa por cuanto responde a un natural meca-nismo de defensa ante la ignorancia por falta de estudio. Sucede en toda re-gión, en todo tiempo. De allí que, en la actualidad, cuando preguntamos a al-guien si ha leído Blanca Olmedo de Lu-cila Gamero de Medina nos responda con una sonrisa indulgente y no mati-zado con vapores de suficiencia (hablo, desde luego, de individuos que apenas sí conocen a los Beatles o que suponen que Balzac es un plagiario de García Márquez).

Mas, ¿cuán razonable es tal actitud? Sinceramente debo decir que tiene cierta justificación, aparte de la nefas-ta escuela que nos ha enseñado a ne-garnos a nosotros mismos. En efecto, Blanca Olmedo, como obra literaria responde a los cánones estéticos de una época romántica que, en su tiempo, era atrasada ya. La obra fue escrita en 1903, escasamente ocho años antes de que

Enrique González Martínez

Blanca Olmedo: una novela nacida para ser negada

Julio Escoto*

difundiera su libertador grito de “tuér-cele el cuello al cisne”, es decir, cuan-do el Modernismo llegaba a su puerta final. Ilógico es, desde todo punto de vista, que en el siglo XX se continúe elaborando literatura con patrones ro-mánticos. Se repite, de esta manera, el endémico atraso en cuanto a informa-ción literaria, típico en Hispanoamé-rica. Para la generalidad, pues, Blanca Olmedo es lo que comúnmente se ca-lifica como “obra dulzona” o con cual-quiera otra forma despectiva. Mas, en su exacta dimensión histórica el texto tiene razón para existir y, como se verá después, encierra muchos valores que no pueden ser despreciados.

Por otra parte, todos los pueblos tie-nen entre sus monumentos literarios algunos con pedestal de terracota y a pesar, sabiéndolo, mantienen su estu-

dio, difusión y valoración continua. España incluye en sus antologías e ín-dices literarios esa falla técnica que se llama La gaviota (Fernán Caballero, 1849) y no se avergüenza de ello, de-bido a la representación, al testimonio que la obra lleva. Chile conserva, con dignidad, narraciones un tanto faméli-cas, como Martín Rivas (Alberto Blest Gana) o Alsino (Pedro Prado, 1920); Perú ha visto traducciones abundantes de El mundo es ancho y ajeno (Ciro Ale-gría, 1941) y, sin embargo, la novela no oculta visibles defectos de elaboración. Venezuela considera como una de sus producciones literarias cumbre a Las lanzas coloradas (Arturo Uslar Pietri, 1931), aunque una crítica severa po-dría descubrirle faltas. Estos y muchos otros relatos forman parte de lo clásico dentro de las fronteras en que fueron producidos, bien por su carácter de representatividad, por el valor históri-co, por la denuncia o la crítica social, o simplemente porque forman la heren-cia cultural de sus naciones, el patrimo-nio legítimo indestructible.

Entre nosotros, ¿qué importancia se concede (se otorga, más bien) a nove-las como Prisión verde, Blanca Olmedo o a libros de poemas, ensayos o cuen-tos?... Lastimosamente poca, más por desconocimiento que por verdadera inteligencia. Este desprecio se acentúa, misteriosamente, con Blanca Olmedo, una obra literaria que creó escándalo, admiración, rencillas, anatemas y dis-cusión continua y que, aparte de ello, está muy bien escrita.

Tanto en el momento de su aparición, en 1903, como ahora, se le niega, se abomina de ella. ¿Por qué?

✳ Narrador, ensayista y crítico literario hondureño. Este artículo fue publicado en la revista APORTES de 1974, pp. 21-23.

Portada de la primera edición de Blanca Olmedo.

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CostillaresJulio Escoto

“Cuando Blanca Olmedo se escribe, en Honduras, el campo de la novelística equivale a un

desierto.”Helen Umaña

✳ Narrador, ensayista y crítico literario hondureño. Este artículo fue publicado en la revista APORTES de 1974, pp. 21-23.Retrato de Lucila Gameroen su juventud.

Blanca Olmedo consta de cincuenta capítulos divididos entre doscientas cincuenta y tres páginas. En su organi-zación interna, la estructura es perfec-tamente reconocible: presentación de ambiente y personajes, centro o nudo de la trama y el funesto desenlace. La parte central de la obra sirve para des-cribir escenas felices o ligeramente du-bitativas: reticencia de Blanca, pasión de Gustavo, secreta ayuda de Adela,

compromiso amoroso establecido y época de felicidad en los protagonis-tas. Puede deducirse de ello que la obra obedece a un plan previa y claramente establecido. La anécdota, la historia, se desarrolla perfectamente en forma pa-ralela a la extensión real, física, del li-bro. Así, Blanca arriba a la casa de doña Micaela en las páginas iniciales (cual una entrada a amplio escenario), reci-be el ofrecimiento de amor de Gustavo en la página ciento veintiuno (primera

edición), exactamente a la mitad de la obra, y llega al final de los protago-

nistas, sin falsas prolongaciones, en las últimas líneas.

La acción moldea los lími-tes de la naturaleza, según el característico procedimien-to romántico. Las flores son frescas en el instante del dulce concierto humano, revolotean

las mariposas y se oye el canto de los pajarillos; en cambio, el

primero de septiembre de 1900, fecha de la partida del Dr. Moreno,

quien es enviado a la revolución, es “día triste, día helado, día brumoso

con amenazas de lluvia…” (pág. 178), y cuando doña Mi-

caela injuria a Blan-ca hay también “un aire frío, húmedo, y una lluvia menuda” (pág. 224).

En contraste con otros testimonios románticos esta obra evita la insis-tente aparición de presagios. Solo en un momento el tono

semeja ser repetición de algo funesto escrito en el futuro. Si en María es un animal el que anuncia las desgracias (o el cuervo en Poe), en Blanca Olmedo el vaticinio arriba con la música, lo que es una elaboración más estética: la prota-gonista canta un aria de La traviata y Gustavo pide la interrupción porque “eso es muy triste (…) tiene para mí algo extraño, algo temido como un fa-tal presentimiento…” (pág. 127).

Páginas después, cercano el debilita-miento de la agonía, Blanca volverá a cantar el mismo fragmento. El ciclo se cierra, se completa la imagen, los espe-jos vuelven a cubrirse de pátina, el fu-turo deja de existir para convertirse en presente.

Finalmente, hay un instante en que esta novela alcanza y supera las fronteras de Angelina. Tal parece que Lucila Game-ro llegó al estadio narrativo en que se quedó Carlos F. Gutiérrez y logra una visión más amplia del tema, con lo que produce una solución alternativa. He aquí: Gustavo teme que Joaquín le robe el amor de Blanca. Al preguntar esta qué hubiera hecho él si tal cosa suce-diera, Moreno responde: “Arrancarlo de tu lado, dejarlo muerto a tus pies y cogerte y llevarte lejos, a un mundo que no conoces, y estrecharte en mis brazos, delirante y loco, y hacer que me amaras, que fueras mía…” (pág. 124)

¿Similitudes literarias o sorprendentes analogías mentales en los escritores hondureños? Eso es algo que jamás lle-garemos a saber…

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Más conocida como la “ciudad de las colinas”, Danlí es una de las tres princi-pales ciudades del departamento de El Paraíso, que constituye un importante polo de desarrollo para la economía de la región oriental. Se localiza sobre un pequeño valle, denominado desde tiempos inmemorables, como Cuscate-ca, sin embargo, esta toponimia indíge-na apenas conocida, cobra vida en una de las aldeas aledañas a la ciudad. Los cerros que la rodean forman parte de la sierra de Dipilto, algunos como el cerro San Cristóbal se acentúan por su altitud (casi 1,544 m) y otros por su irregular forma, como el cerro de la Piedra Apa-güís, del que se cuentan innumerables leyendas que engalanan nuestro folklo-re. Resulta impresionante la amplia vista panorámica que desde el men-cionado cerro de Apagüís se tiene de la ciudad. A finales del siglo XVIII, Danlí

se convirtió en el centro su-

Danlí, parte de su legadoRubén Darío Paz*

ministrador de carnes, tabacos y granos básicos del Real de Minas de San José de Yuscarán, pues para esas fechas se consolidaba su esplendor minero. Ob-tuvo el título de ciudad el 12 de abril de 1843, durante la presidencia de Francis-co Ferrera y en el último periodo presi-dencial de José María Medina (1869) se creó el departamento de El Paraíso.

Un centro urbano digno de conservarse

Esta animada ciudad tiene calles y ave-nidas que siguen un plano renacentista, por lo que algunas familias de abolengo conservan bellas casas de arquitectura colonial provistas de considerables ex-tensiones de terreno, jardines interio-res, altas y amplias puertas con dinteles algunas veces irrepetibles, aposentos para la servidumbre y dilatados corre-dores. Aunque algunas edificaciones

han sufrido cambios bruscos en sus techos y fachadas, aún se está a tiempo para realizar un proyecto de conserva-ción y restauración del centro histórico de la ciudad.

Su iglesia parroquial es sobria y elegan-te, dedicada a la Inmaculada Concep-ción, se empezó a construir a finales del siglo XVIII, siguiendo pautas de la arquitectura colonial efervescente para aquellos años. Es una construcción de estilo neoclásico que recuerda a las mag-níficas edificaciones realizadas en otras ciudades importantes del país e incluso a algunas de la vecina Nicaragua. Otro patrimonio nacional lo constituye el edi-ficio de la pequeña iglesia de San Sebas-tián, que aún conserva un impresionante retablo mayor de estilo barroco, dedica-do al patrón del mismo nombre.

Singular importancia reviste el antiguo edificio que ahora alberga el Museo

*Director de la Editorial Universitaria en la UNAH. Docente del Departamento de Ciencias Sociales en la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán”.

Vista panorámica de la ciudad de Danlí, El Paraíso. Foto: R. Paz

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Danlí, parte de su legado Municipal, cuya construcción es de dos plantas, provista de amplios corredores, y que para la época en que se construyó, sin duda fue un ejemplo de la pujanza económica de la ciudad. Fue construido en 1857 y en sus inicios se le conoció como la “casa del ayuntamiento o casa consistorial”. Al llegar a los umbrales del siglo XX, la ciudad de Danlí expe-rimentó cambios significativos en su desarrollo urbano: se trazaron nuevas calles, surgieron otros barrios y los ser-vicios básicos se modernizaron. La ac-tividad económica se fortaleció con el surgimiento de sucursales de capital ex-tranjero como los Rossner, Sierke, Ko-hncke, Doborow. La agricultura se ex-tendió hasta el fértil valle de Jamastrán, con el cultivo del tabaco que se tecnificó y alcanzó niveles importantes de expor-tación. Los grandes hatos ganaderos y la producción cafetalera complementan la actividad económica.

Talentos literarios

Las páginas de la historia y la literatura hondureña reconocen el talento de per-sonajes ilustres como don Pedro Nufio, Cornelio Lazo, Antonio Lazo Arriaga, Lucila Gamero de Medina, Manuel Ga-mero Idiáquez, Ibrahín Gamero, Manuel de Adalid y Gamero, Federico Gonzales, Luis Hernán Sevilla, Nery Alexis Gaytán, Carlos Molina y Darío González, solo para citar algunos. De todos ellos el que logró trascender por sus ideales pedagó-gicos y que se convirtió en un innova-dor en el campo de la educación fue don Pedro Nufio Martínez, guatemalteco de nacimiento, pero su legado transcurrió en Honduras. Llegó a Danlí en 1883 para trabajar en el colegio del pueblo y en 1906 fundó en Tegucigalpa la Escuela Normal de Varones. Por su aporte a la educación nacional, varias instituciones educativas llevan su nombre. El parque central, construido en el lugar que ocu-pó la plaza de armas de la incipiente villa de Danlí, se le conoce como Parque “Pe-dro Nufio”. De hecho, un busto en már-mol de carrara fue elaborado, en 1954, por el connotado escultor hondureño don Mario Zamora Alcántara, que pro-

longa la admiración y el reconocimiento de la sociedad danlidense. Particular in-terés despierta al centro de este mismo parque un monumento al maíz, símbolo de identidad nacional. En las afueras de la ciudad se encuentra el viejo acueduc-to más conocido como “los arcos”: una construcción colonial que sirvió para guardar y distribuir agua para los habi-tantes de Danlí. Se construyó en 1770, ahora es un monumento histórico que alcanza seis metros de altura y quince metros de largo. Actualmente, ya casi abandonado, sufre un proceso de dete-rioro acelerado.

Centros educativos

La “ciudad de las colinas” cuenta con excelentes centros de enseñanza de re-conocimiento nacional, como la otrora Escuela Normal España de Villa Ahu-mada, fundada en 1952, durante la ad-ministración de Juan Manuel Gálvez Durón. Esta Normal se convirtió, por muchos años, en referente educativo, ya que de sus aulas egresaron miles de pro-fesionales de los más apartados lugares de Honduras; ahora sigue funcionando ya con nuevas modalidades. Vale des-tacar que desde hace unos pocos años funciona en la ciudad de Danlí el cen-tro regional de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, que se desem-peña con buen suceso.

Festividades danlidenses

Don Félix Roldán Castillo alcalde de Danlí en 1984, con el apoyo del Institu-to Hondureño de Turismo, acordó que el tercer sábado del mes de agosto da-ría inicio el Festival Nacional del Maíz, hoy convertido en un evento de presti-gio nacional e internacional. Durante esta festividad, las actividades cultu-rales son abundantes; la gastronomía a base de maíz, exquisita; los desfiles de carrozas, exposiciones, concursos de baile, música y juegos tradicionales son muy entretenidos. En diciembre de cada año, los danlidenses celebran las fiestas en honor a la Virgen de Inmacu-lada Concepción, festividad religiosa donde participan “los viejos del ocho”, personajes muy queridos en la ciudad. Se disfrazan con trajes y máscaras co-loridas y bailan entre ellos o con los transeúntes. Esta tradicional festivi-dad cultural es vigente en el país. Danlí cuenta con buenas condiciones para invertir en el turismo, como infraes-tructura hotelera, medios de comuni-cación, transporte fluido, recursos hu-manos competitivos y los suficientes atractivos naturales y culturales para incorporarse a un amplio proyecto de desarrollo nacional. Mientras tanto, es importante destacar el entusiasmo, la competencia y la amabilidad de los danlidenses.

Acueducto del siglo XVIII en las afueras de Danlí. Foto: R. Paz

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“Cuando mi voz los alcance…”Gracias a Fausto, todos los que pertene-

cimos durante tres años al Taller Lite-rario “Edilberto Cardona Bulnes” aprendi-mos mucho sobre poesía, pero más que eso, nos enseñó sobre la vida, sobre el amor a la vida y el valor que se requiere para continuar con ella, dando la batalla en un país que pa-rece recordarnos a cada instante que nuestra misma existencia no vale nada. Contrario a la línea general de la literatura hondureña, sumamente depresiva, acostumbraba citar que “si el arte se desentiende de la vida, la vida se desentiende del arte.”

Fausto Maradiaga nos formó y en cada uno de sus discípulos se va a continuar su legado, esa es su victoria, la de los grandes maestros.

Manuel Martínez GaleanoToluca, México, 22 de enero de 2014

Para NizánUna miga de pan es más grande que un sueñode agua donde lentamente muere un pez;chisporroteando, escamas desprendidasiluminan el silencio donde agoniza.

Huyendo del invierno,cruzó sendas estrechas entre corrientes fabulosas;multiplicó los giros de mortales contorsionesalimentándose con todos los anzuelos.

Cada cardumen le obstaculizó el pasorecibiéndole con la cortesía de las dentelladas.Supo resumir las innumerables caricias del suplicioen el filo de una sola treta y jamás llegó a utilizarla.

Fue verdugo del almaen medio de tormentas y dentro del deshielo,apiadado únicamente de una infinita soledad.

Ignorando la muerteun crepúsculo suspendidorelampaguea.

*La lluvia emprendió su regreso esta mañanadejando los caminos dispuestosa futuras hendiduras.

La playa larga y solainundada por el tedioescucha el chasquido que produce la sequía.

Una rama seca pelea contra su sombraen el polvoy las golondrinas no vienenmás bien van.

*Cuando mi voz los alcancehan de saber que los tuvimos presentesque realizamos eventos para darles la bienvenidaque todo el mundo abrió los brazos para recibirlosy que anudamos los pañuelos y bailamos en grupo;que nos hemos querido hasta no poder másque horneamos juntos el deseocon levadura de Violeta Parracon esencias infinitas de Neruday con todo el universal dolor de Vallejo.

Altas voces que nos esperan seguir adelante.

Imago –istmoHerida la raízel verso de sangre abiertabusca restituir a borbollonesesta ternura que amenaza el silencio.

Aquíel tenedor de la tierraes la cuchara del hambre.

Por esoestá la semilla levantadaen el claroscuro del momentofrente al rechinar de la pólvoray su dentadura de violencia.

SábadoEn la calle,un viento subepor las espaldas de la mañana.En la plazael Níspero recoge su sombraque columpia en silencio.Por donde cruzo,las piedras me saludancon brillante alegría.Definitivamentehoy encuentro un rastro del amora cada paso.

Fausto Maradiaga1947-2014

El poeta Fausto Maradiaga con algunos de los miembros del taller “Edilberto Cardona Bulnes”.