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Boletín informativo de la Editorial Universitaria Año IV, No. 26 Enero de 2015 Universidad Nacional Autónoma de Honduras Ciudad Universitaria, Edificio Juan Ramón Molina Tel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo: [email protected] editorialUNAH @editorialUNAH Diseño gráfico: Rony Amaya Hernández Mercadeo y publicidad: Tania Arbizú Apoyo logístico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarría Director: Rubén Darío Paz Edición: Suny del Carmen Arrazola Néstor Ulloa Carlos Aguilar H a llegado enero. Un nuevo año, un nuevo comenzar. Este año 2015 viene cargado de nuevos retos y nuevos proyectos en pro del fortalecimiento de la vida cultural de nuestro país. La Editorial Universitaria ra- tifica su compromiso de continuar en la ardua labor de divulgación de la producción científica y artística de nuestra Honduras. En este número, nos honramos al dedicar Página al viento a uno de los artistas plásticos más emblemáti- cos del país y una de las personas que se ha ganado el respeto de intelectuales y artistas, propios y extraños, por su dedicación al fortalecimiento y conservación del patrimonio y manifestaciones culturales ligadas al universo de la etnia lenca. A Mito Galeano: artista excepcional y ser humano monumental. Presentamos una entrevista que el artista nos conce- dió en su vieja casa de Gracias, donde con sinceridad y la más hermosa sencillez nos habla de su mundo y su arte. Una visión panorámica del trabajo plástico de Galeano, a cargo de Salvador Madrid, una “pro- badita” de la muestra “Pichinguitos” preparada por Mito Galeano, tomando como sustrato los dibujos de niños y niñas de Lempira. Y como muestra de la importancia de la figura de Galeano para la vida nacional, una selección de apreciaciones de al- gunos de los más connotados intelectuales y artistas hondureños, así como de sus pai- sanos gracianos, que no quisieron dejar pa- sar la oportunidad de decir algo sobre este gran hondureño. La Editorial Universitaria, a través de su bo- letín Pagina al viento, se siente sumamente honrada al dedicar el presente número al artista Mito Galeano. Un humilde recono- cimiento ante lo gigantesco que su nom- bre, su obra y su legado de vida represen- tan para la historia y la cultura nacional. Mito Galeano: la certeza de un universo mítico En este número: Mito Galeano: arte y memoria de un pueblo / Néstor Ulloa / 2 “El arte es siempre un grito de la vida” / Entrevista a Mito Galeano / 3 Mito Galeano, poesía de la tierra / Salvador Madrid / 8 “Pichinguitos”: el arte como memoria y resistencia cultural / Salvador Madrid / 10 Ágora mítica / 13 Foto: Dany Alvarado

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Page 1: Boletín Página al viento-N°26

Boletín informativo de la Editorial UniversitariaAño IV, No. 26 • Enero de 2015

Universidad Nacional Autónoma de HondurasCiudad Universitaria, Edificio Juan Ramón MolinaTel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo: [email protected] editorialUNAH @editorialUNAH

Diseño gráfico: Rony Amaya Hernández Mercadeo y publicidad: Tania ArbizúApoyo logístico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarría

Director: Rubén Darío Paz Edición: Suny del Carmen Arrazola Néstor Ulloa Carlos Aguilar

Ha llegado enero. Un nuevo año, un nuevo comenzar. Este año 2015 viene

cargado de nuevos retos y nuevos proyectos en pro del fortalecimiento de la vida cultural

de nuestro país. La Editorial Universitaria ra-tifica su compromiso de continuar en la ardua

labor de divulgación de la producción científica y artística de nuestra Honduras.

En este número, nos honramos al dedicar Página al viento a uno de los artistas plásticos más emblemáti-

cos del país y una de las personas que se ha ganado el respeto de intelectuales y artistas, propios y extraños, por su dedicación al fortalecimiento y conservación del patrimonio y manifestaciones culturales ligadas al universo de la etnia lenca. A Mito Galeano: artista excepcional y ser humano monumental.

Presentamos una entrevista que el artista nos conce-dió en su vieja casa de Gracias, donde con sinceridad y la más hermosa sencillez nos habla de su mundo y su arte. Una visión panorámica del trabajo plástico de Galeano, a cargo de Salvador Madrid, una “pro-badita” de la muestra “Pichinguitos” preparada por Mito Galeano, tomando como sustrato los dibujos de niños y niñas de Lempira. Y como muestra de la importancia de la figura de Galeano para la vida

nacional, una selección de apreciaciones de al-gunos de los más connotados intelectuales

y artistas hondureños, así como de sus pai-sanos gracianos, que no quisieron dejar pa-sar la oportunidad de decir algo sobre este

gran hondureño.

La Editorial Universitaria, a través de su bo-letín Pagina al viento, se siente sumamente

honrada al dedicar el presente número al artista Mito Galeano. Un humilde recono-cimiento ante lo gigantesco que su nom-bre, su obra y su legado de vida represen-

tan para la historia y la cultura nacional.

Mito Galeano:la certeza de un universo mítico

En este número: Mito Galeano: arte y memoria de un pueblo /

Néstor Ulloa / 2

“El arte es siempre un grito de la vida” / Entrevista a Mito Galeano / 3

Mito Galeano, poesía de la tierra / Salvador Madrid / 8

“Pichinguitos”: el arte como memoria y resistencia cultural / Salvador Madrid / 10

Ágora mítica / 13

Foto: Dany Alvarado

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Mito Galeano: arte y memoria de un puebloAl pie de la cumbre más alta de Hon-duras, la ciudad de Gracias es un refe-rente nacional impregnado de historia y tradición que aún puede sentirse a flor de piel al transitar por sus añejas calles. Este es el poblado que sería testigo de la historia de la familia Galeano, en cuyo seno, uno de sus miembros llamado José Eduardo, a quien miles de personas conocerían como Mito Galeano, llega-ría a convertirse en uno de los pintores y trabajadores del arte más respetados de Honduras.

Mito Galeano se hundió en el universo mítico de los descendientes de los len-cas desde su tierna infancia, y hoy por hoy, esa es una influencia ineludible y una marca indeleble en su trabajo ar-tístico que es prueba de su autenticidad como sujeto social y como artista.

Con una fuerte carga simbólica, se abraza a lo telúrico no como una im-posición de la moda o como estrategia de mercadeo, sino que es signo de la personalidad del artista, quien encarna perfectamente la definición de lo que la

resistencia cultural viene a significar: la conservación de la memoria cultural, la necesidad del discurso desde la realidad cultural del pueblo lenca, el respeto y apego a las tradiciones, la dignificación del hombre sencillo, la justicia, el ima-ginario creativo popular y la lucha por su conservación; no son sólo elementos que pueden ser identificados en la obra de Mito Galeano, sino que forman par-te de sus actos vitales. De ahí el respeto y sobre todo el aprecio que el pueblo graciano, las comunidades indígenas y los artistas e intelectuales de Honduras prodigan a la figura de Mito Galeano, sumado al reconocimiento de la aca-demia por la calidad indiscutible de su producción artística.

El trabajo realizado por Mito Galeano no se circunscribe únicamente a su obra artística: infatigable trabajador del arte, explorador, animador cultural, reserva moral y testigo activo de cuanto sucede en la vida pública, su casa es un símbo-lo de la memoria histórica de Gracias, que también abre sus puertas para brin-dar talleres y orientar a jóvenes artistas,

Néstor Ulloa*

* Poeta. Máster en literatura española e hispanoamericana. Actualmente se desempeña como corrector de estilo de la Editorial Universitaria.

estudiantes, profesionales, campesinos, artesanos e intelectuales nacionales y extranjeros, y ofrece la oportunidad de apreciar sus obras, sus historias o para degustar la mejor gastronomía de la zona con esas características iniguala-bles donde el sincretismo une y dispersa sabores, condimentos, platos criollos y otros autóctonos. Esta apertura lo ha llevado a establecer fuertes lazos con las comunidades e instituciones, como por ejemplo su última etapa artística, donde se aprecia la honda materia de su idea estética al trabajar el imaginario de re-sistencia cultural desde las historias y los dibujos de los niños, una plataforma lúdica, comunitaria, viva, espontánea y sobre todo auténtica que ha desemboca-do en una de las colecciones de dibujos más impresionantes de nuestra plástica nacional contemporánea, hablamos de “Pichinguitos”, presentada en 2014 du-rante el Festival Gracias Convoca.

Es, pues, Mito Galeano, un artista, un ser humano que pone a disposición del arte y sobre todo de su pueblo, sus capacidades y su vida.

Mito Galeano en su estudio, en los años noventa. Foto: archivo personal del artista.

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“El arte es siempre un grito de la vida”

¿Cómo surge Mito Galeano, el artista?

Desde niño los dibujos y la pintura se me atravesaban constantemente en el camino, mis cuadernos de clase están plagados de ellos más que de palabras. Aún recuerdo días lluviosos al lado de mi abuela Elvira y de mi madre Arca-dia llenando el mundo de garabatos y colores, mi padre nos regaló una bi-blioteca y desde allí el mundo se tornó infinito.

De las historias de la casona, contadas por los viejitos, los familiares y los vi-sitantes, siempre aparecía don Alberto Galeano Trejo, mi tío abuelo, un gran señor, maestro, pintor, músico y natu-ralista del que heredé el gusto por los colores, la música y me imagino que el gusto por el buen comer.

Estudié en la escuela Juan Lindo, en la Presentación Centeno, en el instituto Ramón Rosa de Gracias, en el Álvaro Contreras de Santa Rosa y por no irme para Tegucigalpa, estudié magisterio en la Escuela Normal Mixta Justicia y Libertad de Gracias. Aquí continúo asimilando la carga emotiva, histórica y cultural de la gente nuestra. Las prác-ticas de magisterio me acercan a los cipotes, a su forma de ver la vida, en La Campa, por ejemplo, vislumbré que la educación no tenía que darse den-tro de un aula teniendo tanto universo afuera, mis clases las daba en el río, en los cerros, en la calle, en los llanos, y los niños aprendían y me enseñaban un mundo aparte.

Desde muy joven tomé conciencia de dedicar mi vida a la plástica, fuesen cuales fuesen las circunstancias. Más que un trabajo o vocación, lo asumí como una forma de vivir. De vivir para la pintura. Desde entonces, mi dedica-ción a la pintura, más que una afortu-nada actividad profesional, ha deve-nido en una parte sustantiva unida al proceso vital.

Algunos de los pintores que han in-fluido en mi obra son los clásicos espa-ñoles, italianos, franceses, todo el arte clásico. Fue mi forma de aprender a ca-minar dentro del arte. Investigándolos descubrí cómo se mueven los pinceles, cómo se combinan los colores; perse-guí las composiciones y de qué forma veía cada pintor su espacio, temática, objetos y la vivencia del artista dentro de la sociedad que le tocó vivir… De los pintores hondureños he aprendido puchitos de todos: de Aníbal Cruz su humildad, su forma de ver el mundo, su paleta de colores tan cocinada y tra-

bajada; a Ernesto Argueta le admiro su dignidad, su valía como persona; to-davía tengo chichotes en la cabeza, de cuando trataba de hacer que entendie-ra sus enseñanzas, también su mirada hacia nuestros ancestros, sus costum-bres y rituales; Delmer Mejía me ense-ñó a entender la protesta como forma pictórica. Las influencias son muchas, creo que de todos se puede aprender, hasta de un principiante, que en oca-siones (y han sido varios) puede inocu-larnos sorpresa, respeto y admiración. Esta ventana siempre la tengo abierta. Y de los veteranos del terreno Delmer, Lutzgardo Mejía, Neto, Aníbal, Luis Hernán Padilla, Virgilio Guardiola, Víctor López, Óscar Mendoza, Rami-ro Rodríguez, Rafael Gerardo Cáceres, Blas Aguilar, César Rendón, Gabriel Zaldívar, Gustavo Armijo, Felipe Bur-chard, Ezequiel Padilla, Dino Fancon-ni, Dante Lazzaroni, Álvaro Canales, Pastor Sabillón, son referentes a los que acudo siempre.

¿Sigue algún proceso específico de creación artística?

Me gusta la relación con la gente, pla-ticar largo y tendido con las personas mayores; jugar con los cipotes, mirar el mundo con los ojos de ellos, hurgar en sus vidas; ir recolectando historias, cuentos, leyendas, saberes que a pesar de la globalización siguen vigentes.

Para mí el arte es todo, es algo que ins-pira en mi vida felicidad. Se me quedó grabada una frase de un poeta al que se le preguntó a qué había venido a la tierra, y él respondió que a ser feliz, y eso es para mí el arte, una puerta infinita a muchas co-sas, al autoconocimiento, a

Entrevista aMito Galeano

Foto: Juan Carlos Torrez

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saber por qué estoy aquí, a saber mis orígenes, estudiar la vida y estudiarme a mí mismo, yo pienso que cada perso-na debe conocerse para ser un mejor ser humano.

Creo que vivimos tiempos convulsos que requieren de activismo y de ser críticos más que nunca. No podemos estar al otro lado del escaparate miran-do como si no fuera con nosotros la cosa, debemos y tenemos que ser parte de la solución.

En muchas de mis obras añado men-sajes ocultos, normalmente de carácter emotivo, filosófico o reivindicativo. Es mi forma de expresarme. Pienso que un cuadro tiene que tener cierta pro-fundidad y no me refiero a las leyes de la perspectiva, me refiero a un mensaje profundo y reflexivo sobre el tema en cuestión. La razón de que sea oculto, es sencilla: hacer que el espectador in-dague y piense, que se sienta parte del misterio del cuadro. Y como artista vi-sual es lo que más deseo. Si la persona no se implica o no lo siente, la obra no tiene sentido.

¿Cómo se da su relación con los descendientes de los lencas?

Nació en la infancia, nació en esta misma casa; pues muchos hombres y mujeres de origen lenca trabajaban aquí. Recuerdo que eran seis mujeres y ocho hombres lencas, yo pasaba todo mi tiempo escuchando sus historias, sus creencias y compartiendo todo el tiempo con ellos. Mis hermanos siempre andaban viendo con quien se engavillaban fuera de casa o adentro; pero yo pasaba metido en la cocina de los trabajadores, en el mundo de ellos. Todas las historias ellos me las conta-ron, las leyendas, su forma de vida me marcó. Esa relación fue desde siempre, desde que recuerdo y creo que como

desde los cuatro años tengo más claros esos recuerdos. Me gustaba andar con ellos

para arriba y para abajo, les ayudaba en la sembrada del maíz, en sus queha-ceres y me relacioné con sus ritos y su forma de ser.

¿Cómo pasa de esta primera relación afectiva con el imaginario indígena, al conocimiento del mundo de los lencas?

Cuando estaba en la Escuela Nacional de Bellas Artes comencé a investigar más, pero lo primero fue leer mucho porque me gustaba, fue así que me leí la biblioteca de mi escuela Juan Lindo, me metía debajo de las mesas para que no me molestaran, y luego, cuando es-taba en bachillerato en Santa Rosa me gustaba siempre andar buscando libros.

Los rituales de los lencas los investigué más cuando estaba en Bellas Artes y comienzo a viajar a las comunidades lencas, a caminar con ellos, a las ferias, a las celebraciones, fiestas; a conocer su artesanía y manualidades; a saber cómo viven. Y como me miran medio dundo quizá pensaron en ayudarme, me gané su confianza… Además siem-pre hago un montón de amigos, espe-cialmente viejitos y viejitas y yo no sé por qué no me ocultaron nada, me con-

taban sus cosas, no escondieron lo que ellos tenían. De niño aprendí mucho de sus rituales, luego ya joven apren-dí a hacer composturas, ese ritual de pago a Los Señores a Los Amos, o sea a los espíritus; por cierto, hay un sin nú-mero de composturas: para los pájaros, los peces, la siembra, la cosecha, la ca-cería, el barro, las frutas. También cacé con ellos y ese es otro universo, desde El Duende, Los Espíritus de los cerros hasta los venados encantados.

¿Qué descubrió en las comunidades de los lencas?

La relación espiritual con el maíz y la tierra. Hay como doce pagos o com-posturas para el maíz: desde arreglar la semilla, preparar la tierra, sembrar, limpiar, cosechar, hasta para recoger los sedimentos o basuritas que quedan de la milpa; hasta a los animales salva-jes les sembraban una parte de la milpa para que se la comieran. Conocí a los artesanos, el trabajo del barro y todo lo mítico alrededor del barro. La relación con la naturaleza perfecta y equilibrada. En el caso del barro no es tan simple, es un universo y hay hasta cuatro com-posturas para el barro; el barrial es sa-grado, es de los espíritus y ellos prestan el barro, y no se puede tocar si la mujer anda con su menstruación, o si alguien anda borracho o en mala luna, no se puede desperdiciar el barro, y si una pieza o vasija de barro se quiebra hay que recoger los pedazos y regresarlo a la montaña. El barro te puede enfermar si él quiere o te puede curar una enfer-medad y si no se le hace pago o com-postura puede molestarse y hasta se te quiebran las piezas. También descubrí la pobreza de la gente y la injusticia, la ignorancia de quienes no compren-den ese mundo mágico que tiene una razón, no es ocurrencia, pues está todo conectado con la naturaleza. Descubrí la mala influencia de la iglesia cristia-na protestante que obliga a la gente a olvidar, a negar o a destruir sus creen-cias siendo esto tan bonito y bueno. Obra: Luna de fiesta.

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Su obra pictórica hunde sus raíces en manifestaciones apegadas a lo telúrico, en el imaginario de nuestros pueblos, ¿podemos hablar de una reivindicación de los desposeídos a través de su pintura?

Lempira (antes Gracias a Dios) es el departamento epicentro del desarrollo de los grupos indígenas lencas a la lle-gada de los españoles. Es aquí donde se gestan las primeras y más grandes luchas de resistencia ante la presencia extranjera. Los ejércitos de Lempira, en lo que se conoce como LA GRAN REBELION DE LOS LENCAS en el si-glo XVI son derrotados, y a partir de entonces los indígenas pierden sus te-rritorios y su dignidad, y pasan a con-vertirse en siervos de los encomende-ros. A pesar de haber transcurrido ya más de cuatro siglos, la población del departamento sigue siendo marginal, con los índices de analfabetismo más altos de Honduras, principalmente en los reductos poblacionales con influen-cia indígena. Pero a pesar del evidente atraso, este pueblo ha sabido guardar en sus entrañas una cultura ancestral, que hoy es una cultura mestiza como nosotros, una cultura con raíces indí-genas y aportes extranjeros. Una cul-tura que cada día se transforma, con el riesgo de perder su estirpe ancestral para convertirse en una cultura sin madre, enclenque, subvalorada y cada vez más débil.

Por eso esta labor de rescate a través de la pintura, para mostrar la lucha del indígena por sobrevivir, lucha que se refleja en sus ritos religiosos, en sus guancascos, en su fe, en fin, en su otro universo sensorial que es completa-mente diferente. Por eso el uso de los colores vivos, fuertes, brillantes; por eso los contrastes tonales enérgicos, por eso también la composición en registros superpuestos en los que se unen el pasado y el presente, el sueño y la realidad, lo cotidiano con lo mágico;

mezcla hoy del sincretismo al que tuvo que someterse para no desaparecer, una cultura a la que hasta hace poco tiempo se le ha tomado en cuenta y que es para algunos desconocida.

Los universos a los que recurro de al-guna manera existen, son reales, cier-tos, físicos. Pero sin duda alguna, tam-bién se integran en el mundo de ciertas ensoñaciones.

Sabemos que en Gracias realiza numerosas actividades en pro del fortalecimiento de manifestaciones culturales populares, ¿puede hablarnos de algunos proyectos?

Desde que regresé al pueblo he ma-nejado el proyecto de establecer una escuelita de arte, con ese fin llevo casi diecisiete años reparando, restauran-do la vieja casona de mis abuelos. Al correr de los años hemos participado desde la casona en el rescate de ferias, comidas tradicionales ya casi olvida-das que han vuelto a renacer desde acá. En los ochenta formamos parte del grupo que formó la primera Casa de la

Cultura de Gracias, Lempira. También del grupo fundador de la Coordinado-ra de Soberanía e Identidad Nacional en Gracias, Lempira en 1992. Esceno-grafía, afiches, pancartas, mantas, im-presiones, serigrafías y grabados, di-seños de carátulas de libros, diseño de logotipos, publicidad; trabajamos con estudiantes y jóvenes, damos talleres gratuitos de arte, participamos docu-mentando las tradiciones, cuidamos los diseños originales, formamos parte de los simposios de escultura que pro-mueve el artista Fausto Tábora. Reali-zamos murales con otros artistas y con niños; actualmente colaboro con el Festival Gracias Convoca no sólo con mi obra, sino motivando a los artistas jóvenes y a los intelectuales a que se to-men esta ciudad y colaboramos como voluntarios con el proyecto de biblio-tecas comunitarias de Plan Internacio-nal Honduras en seis comunidades de Lempira, ahí dibujamos y leemos con los niños, hacemos teatro y estoy por terminar en mi casa los talleres de al-farería, cerámica y madera, que van a dar frutos.

¿Cómo se consolida la relación entre arte y comunidad?

Trabajando con ellos. Irse a las comu-nidades a crear con ellos, a que ellos practiquen a ser artistas. El error ha sido sublimar al artista y convertirlo en semidiós. El arte siempre ha sido la expresión del mundo. El arte como voz comunitaria y la comunidad como abrigo del arte, rescate, construcción y reconstrucción mutua, una unidad a partir de la diversidad y viceversa.

En palabras de don Mario Ardón, “La consolidación arte y comunidad se da únicamente cuando el artista asume su papel con responsabilidad de abrirse a una dinámica de creación colectiva, considerando que los aportes del ser y actuar de los pobla-dores y pobladoras de un territorio son valiosos para

Obra: Doña Carmen y la Malinche.

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brindar identidad y alta referenciali-dad a la creación artística”

¿Por qué es valioso el aporte de los niños para comprender una realidad compleja y un universo simbólico?

Cada persona comprometida con cualquier actividad artística tiene que aprender a conocer y comunicarse con el niño que lleva dentro de él, porque sólo él le ayudará a darle forma a su trabajo artístico, a moldearlo. Los ni-ños ven el mundo de manera simple y sus símbolos también vuelven simple lo complejo. En este caso, los niños dis-frutan más la magia del simbolismo que los discursos aburridos de los adultos.

Desde siempre, las sociedades huma-nas han asumido visiones adultocen-tricas. En ese aspecto la niñez ha sido percibida como un ser humano que camina hacia un proyecto adulto. No siempre han tenido voz, ni forma parti-cular de ver e interpretar el mundo que habita y le habita. Ante ello, es nece-sario abrir senderos de protagonismo infantil y conocer sus códigos simbóli-cos en los que sin duda, se alimentan y sustentan sus preocupaciones, sueños y esperanzas.

“Pichinguitos” es una muestra que sacudió el mundo de quienes hemos podido apreciarla… cuéntenos acerca de la misma.

Es un proyecto de dibujo para romper los esquemas de subordinar el arte a la técnica. Lo importante fue el proceso y su consolidación, todo comienza con-tando historias entre ellos o con la co-munidad y luego ellos las pintan.

Más que una prueba de habilidad artís-tica es ese diálogo sincero con la obra

de arte. Aquí fue más impor-tante la creatividad del niño para simplificar el mito y la realidad de su entorno. Y el

artista que domina la técnica se deja llevar por la magia infantil, por la bús-queda en el relato de las comunidades expresada en la prolífica imaginación de los niños. Lo interesante de un pro-ceso así es el descubrimiento de la rea-lidad desde una perspectiva, digamos intacta, inocente, pero es una inocencia que se revela sin subordinarse a nada, que se expresa puntual, sincera, lúdi-ca y a veces visceral; porque cuando el niño dibuja las historias de la comuni-dad, las creencias o la vida cotidiana hay una autenticidad y una verdad que no está condicionada por ese mundo incierto de los adultos; pero tampoco es que la relación es directa de repro-ducción, no, a pesar de ser “sencilla” es honda, desinteresada, bella y letal; por eso digo yo, aún al final del proce-so, que el dibujo es de los niños, no es que el artista imagina lo que piensan los niños, es el artista que simplemente custodia esa imaginación.

¿Cómo ve Mito Galeano la producción pictórica de Honduras?

Hay artistas que están haciendo un trabajo muy serio y profesional, pero creo que algunos están cayendo en una

trampa, en la trampa del facilismo, en querer que las personas creamos que están haciendo cosas monumentales y realmente están haciendo cosas que repetidamente se han hecho, y verda-deramente no están aportando muchas cosas nuevas. Pero bueno, son artistas jóvenes y espero que con el tiempo ellos vayan viendo esas cosas. Me alegra por-que el arte no puede estancarse, el arte tiene que moverse, tiene que caminar, sólo que esperamos que avance para co-sas buenas. No siempre todo lo que es moderno es bueno, hay cosas de la so-ciedad y del arte que hay que conservar-las, entonces, en ese sentido, me refiero a que hay algunos jóvenes a quienes les falta madurar un poco su trabajo.

Todo vale, pero no todo tiene valor. A lo largo de la historia ha habido mu-chos artistas mediocres que en su mo-mento estuvieron de moda y disfruta-ron de notable éxito, y este tiempo que vivimos no es una excepción. Cuando pasen unos años y se puedan juzgar sus obras con mayor perspectiva y li-bertad, irán cayéndose de la lista mu-chos nombres.

La creación va hacia espacios muy defi-nidos, en donde hay toda una temática desesperada que cada día es destroza-da por un consumismo, tanto ideoló-gico, religioso, comercial y político.

Porque el arte tiene un precio y las per-sonas que pueden adquirir una obra es una élite, la que a su vez cree tener el poder para decidir por dónde va a ir el arte, la música, la literatura o la danza; han pretendido mover el barco del apa-rato cultural del país, sin embargo, es el mismo arte quién se rebela a ser elitis-mo. El arte es siempre un grito de la vida.

¿Cómo concibe la relación entre la política y el arte?

El arte y la política. Eso depende del artista que pone su oficio, sus herra-mientas y sus sueños con una causa. La

Obra: La canción de la montaña.

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sociedad está construida sobre relacio-nes de poder y el artista decide de qué lado está. En un sentido riguroso, de-bería existir una relación dialéctica en-tre política y arte, puesto que desde un enunciado utópico ambas satisfacen o debiesen satisfacer aspectos vitales del ser humano. Mientras que la política plantea -teóricamente- el ejercicio del poder a fin de buscar el bien co-mún, el arte proyecta al ser humano en su esencia desde un discurso estético y un planteamiento teórico que cuestio-na, compila y hasta denuncia, aquellas rupturas que ocasiona el ejercicio de una política vernácula y viciada, como la que históricamente ha caracterizado a la hondureña. En este aspecto, el arte asume su papel de recoger y proyectar las aspiraciones de una sociedad em-pobrecida por ese desacierto de la po-lítica y al acercarse a ese pueblo, a ve-ces, se distancia de quienes ostentan el poder político. En un Estado compro-metido con el arte, sus políticas debe-rían estar orientadas a su promoción, a acercarlo a aquellos sectores margina-dos y potenciar el arte popular con el propósito de contribuir a darle soporte espiritual a una sociedad que navega en el fanatismo y la desesperanza.

¿Qué opinión tiene acerca del Festival Gracias Convoca?

Gracias Convoca me parece una com-binación inteligente de recursos y oportunidades de la diversidad de ac-tores del territorio -independiente-mente de sus ideologías-, que genera un espacio abierto de diálogo e incluso confrontación respetuosa y atenta de la diversidad de puntos de vista de los actores y actoras de un territorio, que durante el evento Gracias Convoca se abren al diálogo hacia sí mismos, en interacción con los demás actores re-gionales y nacionales. Lo veo como un espacio abierto para la comunica-ción, educación, un espacio abierto para el fomento de la identidad desde sus raíces mismas, sin negar esa visión

de universalidad que Edgar Morin plantea muy bien cuando nos invita a asumir una identidad planetaria que nos haga cada vez más conscientes de nuestra ciudadanía de una tierra Patria y Matria, compartida por todos los se-res humanos y demás elementos y su-jetos de la creación.

Con respecto a cómo mejorar Gracias Convoca, me parece que cada vez más se debe avanzar en desplazar el evento hacia el territorio, y previamente a la semana principal del evento se podría atraer interesados e interesadas en di-versos temas de la cultura, el ambiente, la industria, el comercio, la arqueo-logía, antropología para desarrollar eventos teórico prácticos, de tal ma-nera que durante la semana del evento se puedan socializar resultados finales y parciales, con el fin de que Gracias Convoca se constituya con el tiempo en el impulsor de una comunidad de aprendizaje continuo que ensancha sus visiones y acciones a nivel temporal, espacial y de la diversidad de actores. Creo que están sentadas las bases para ello y sólo queda una mayor divulga-ción de los avances y dejar abiertas las posibilidades para un mayor involu-cramiento de actores propios y ajenos al territorio. Es posible que hasta aho-ra el mayor peso de los esfuerzos haya recaído en las y los actores de Gracias, pero es posible a partir de estos esfuer-zos pioneros, contar con las bases para la atracción hacia una participación más incluyente de todos y todas, bajo el lema de buscar juntos cómo incluir a los últimos y los demás.

Debe servir para visualizar nuestros esfuerzos como tierra. Que sirva para crear más movimientos artísticos de artes visuales y de las letras. Hay mu-chos jóvenes a los que hay que motivar para que salgan a lidiar. También los artistas deberían de salir con un tantito de ganancia en sus bolsas y no sólo los empresarios. Más participación activa con gente de Gracias, que no solo sean

espectadores. Trabajar con los cipotes en talleres artísticos literarios antes del evento y que ellos expongan sus cosas también.

¿Cuál es el significado de la resistencia cultural en la producción y la vida de un artista?

La resistencia es la constancia en el desarrollo de la obra bajo las motiva-ciones más esenciales del artista y de la sociedad que lo contiene. Esa misma es la que llena de inspiración, sensibi-lidad y creatividad para manifestar a nivel espacial, temporal y de los múl-tiples actores, las expectativas más ge-nuinas de su tierra y de su gente.

Hoy más que nunca, en este proceso globalizador que se ha fortalecido con los avances en la ciencia y en la tecno-logía, las culturas hegemónicas o do-minantes se expanden por toda esta aldea global, que no sólo universaliza una economía de mercado, un discur-so político y una influencia ideológi-ca del consumismo y la competencia; sino una cultura hegemónica que bus-ca homogeneizar a los seres humanos, a quienes convierte en clones, en de-trimento de los rasgos culturales diver-sos que han sobrevivido en nuestros pueblos. Ante ello, no queda más que resistir: rescatando, promoviendo y reinterpretando nuestras particulares y comunes cosmovisiones, a fin de no deformarnos y construir y fortalecer nuestro sentido de identidad.

La resistencia cultural es esa capacidad del artista de vincular su quehacer con el entorno cultural, sin sucumbir a la tentación de seguir corrientes artís-ticas que impone la moda, ya sea por el mercado o la influencia de las élites que controlan el poder. Es el compro-miso de participar en construir con su pueblo sobre los sueños colec-tivos, afianzando sus raíces, construir una nueva sociedad.

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Mito Galeano, poesía de la tierraSus cuadros son cuentos, trazos narra-tivos de la leyenda, del decir, de la con-dición de los seres humanos anónimos que en el lienzo se vuelven personajes envueltos en auras míticas, mágicas o descubiertos de manera directa en sus afanes diarios.

Mito Galeano nos devela a los habitan-tes de la deriva. Si bien el universo de sus seres humanos posee las características de la fabulación, tiene que ver a veces con el ojo del espectador o con el exo-tismo que convocan; sin embargo, sus tareas: contar, mercar, bendecir la cose-cha, rezar las oraciones de los espíritus, forman parte de sus actos vitales, y en eso Galeano ha sido preciso al llevarlos al lienzo no como seres extravagantes, sino como mensajeros de un tiempo, de una realidad, de una tierra.

Este proceso, digamos, poético y hasta cierto punto idílico, es mucho más rico que su sola representación, pues mate-rializa el imaginario de la evocación de un mundo complejo, de antípodas que aluden su realidad, pero tamizado en las mil interpretaciones de las interrogantes y explicaciones de sus seres que buscan un lugar en el mundo. Esos seres necesi-tan contar el mundo y que el mundo los cuente; pero sobreviven en la vocación del silencio, se saben hacedores y vícti-mas; su permanencia deambula entre la fábula y la realidad; por eso los cuadros de Galeano, a diferencia de la búsqueda visual del efecto, del intento por captar los sentidos o de recabar en lo concep-tual, prefieren el trazo narrativo. A ve-ces los seres de su pintura miran larga-mente, otras son devorados por la selva o por cierta arquitectura donde más que habitantes se vuelven reliquias.

Hombres que son sujetos del mito y hacedores de su descenden-

cia. Hombres sencillos, an-

cianos, niños; rostros que Galeano ha registrado en las miles y miles de foto-grafías y en su memoria de los viajes y exploraciones por las comarcas y mon-tañas; gente que en su pintura deja de ser paisaje, tarjeta postal o festín del falso turismo para volverse el silencio que delata su necesidad, porque esa es la esencia de la pintura de Mito Galea-no: la necesidad cotidiana, la que en la práctica no aspira a trascender, sino simplemente a respirar, a fraguar la lu-cha por la sobrevivencia y que luego en

sus cuadros, se materializa como esen-cia figurativa que nos ofrece una lectu-ra más allá de la mera representación y dictamina miradas más profundas; es decir, la pintura de Galeano es aca-démica por procedimiento y elección y totalmente relevadora porque los signos elegidos pertenecen a una memoria que no quiere reconciliarse con la vida, sino indagarla, abrir el mito como relato y sal de la creencia, pero también unir los fragmentos de la alucinación oral, del testimonio del hombre común para anteponerla al relato oficial o a la histo-ria que es falsete y orden superior de los andamiajes del poder.

Mito Galeano habita la imaginación de los hombres y mujeres de los pueblos indígenas lencas, una imaginación más real que los estudios antropológicos o que los legajos de la historia; por esa condición, encuentro en el trabajo de Galeano las posibilidades de una lec-tura superior, y él mismo es así: sabe mucho y es silencioso, hombre de pocas palabras, yo digo que no habla, susurra, como el rumor de su casona antigua en Gracias, Lempira, a la que ha dedicado su vida entera para restaurar y en la que está organizando talleres de cerámica, serigrafía, escultura, pintura para que todo aquel que quiera aprender tenga la oportunidad; es un hombre de cos-tumbres, su siesta es sagrada, más de algún presidente de la república se ha quedado sin verle por llegar a esa hora. La casona, entonces, cambia de color, quedan los pájaros en el jardín silencio-sos como el cielo del pozo de malacate cerca de su estudio y se pueden contem-plar las formas del bochorno aleteando entre los trazos de la somnolencia. Mito Galeano hace la siesta y nadie jamás lo despertará.

Los motivos frecuentes de los cuadros de Galeano son señales que nos llevan

Salvador Madrid*

* Poeta y gestor cultural.

Artista y memoria viva de un pueblo, Mito Galeano,

dignifica la historia del hombre sencillo a través

de su pintura”.

Obra: Cargando esperanzas.

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al universo de sus seres: vasijas, guaca-les, canastos, tambores, máscaras, flau-tas, redes, lazos. Hay además un juego sincrético de los relatos tradicionales indígenas, mezclados con los criollos o con otros relatos de culturas lejanas, escogidos por Galeano, quizá, porque encuentra relación con las historias lo-cales, con sus mensajes, moralejas o por su intertextualidad.

Respecto al sincretismo histórico, Ga-leano no eligió a la mujer y al hombre

para juntar en su rostro los rasgos de dos culturas, sino que prefirió la arqui-tectura: indígenas entre las casonas co-loniales, siempre están llegando, o van de paso, o están a punto de partir, mer-can y desaparecen; se sabe que no per-tenecen ahí, que en ese ahí serían sólo decoración, tarjeta postal o motivo naif, ellos pertenecen al relato oral, a la fabu-lación y son huéspedes de honor nada más en los trazos de Galeano, que no los inventa sino que los invita, los dignifi-ca desde el arte, desde la memoria de la

Obra: Las señoras del pan.

necesidad, parados en el tiempo fren-te al fantasma de sus pesares. Hay que agregar que Galeano celebra al hombre y a la mujer que trabajan o que narran, pues en su pintura, narrar es trabajo, delicado y noble trabajo, ya que implica no sólo transmitir la historia real, sino transgredir la historia oficial.

En la pintura de Galeano la religiosidad vale como ritualismo a la tierra, como un culto ecológico donde los seres se-llan pactos de respeto con la naturale-za y pesa en ella, más que los signos del catolicismo, otros objetos que dictami-nan un peso histórico ligado a la impo-sición; es así que uno encuentra en los cuadros los yelmos del colonizador y las espadas, sin embargo, es interesante que estos objetos que simbolizan poder no están abandonados o herrumbrados sino límpidos, en perfecto estado, con-trario a las herramientas de trabajo del indígena que están casi desvencijadas, una lectura bastante actual de la condi-ción del indígena y el poder, del hombre sencillo que no espera venganza, sino justicia.

He visto su pintura de nuevo, su esen-cia, esa gente sencilla, esas mujeres cu-yas vestimentas son burdas y simples, pero que parecen sacerdotisas de la vida cotidiana; pensé en la dulzura y en las adversidades de mi país, en un cuadro donde Diego, el duende, convoca a los espíritus del bosque. Pensé si esos seres humanos son reales porqué no pertene-cen a ninguna parte y sólo encuentran una tierra en los sueños pictóricos de Galeano. Claro, obvio, podemos empe-zar aquí el monólogo político e históri-co, pero ¿no son suficientes los años de historia mestiza inventada e impuesta a los pueblos indígenas? ¿No son ya de-masiados los monumentos a un tiem-po que no nos representa y que nunca nos representó? No tengo respuestas, sino preguntas al ver la pintura de Mito Galeano, testimonio alucinante de un mundo complejo y feroz, de la belleza y la injusticia, de los seres simples que dan su pelea diaria por su luz y su pan: los lencas, habi-tantes milenarios.

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“Pichinguitos”: el arte como memoria y resistencia cultural

Su pintura interroga desde la magia de los relatos de la gente sencilla a ese re-lato oficialista de la historia; confronta al poder con esa otra belleza que no es pasiva, sino llamado puntual a la resis-tencia cultural a la que tiene derecho una tierra. Su trabajo ha dado la bata-lla contra la manipulación o contra la construcción de una falsa identidad na-cional bajo la sutileza del deber cívico o de la decadencia del fervor folclórico tan mal entendido e integrado al siste-ma educativo y al canon cultural.

Mito Galeano, presentó en la ciudad de Gracias, en el marco del Festival Gra-cias Convoca, una serie de dibujos que es un adelanto de la exposición en la que ha estado trabajando desde junio de 2014: “Pichinguitos”; este sugerente nombre designa una colección de dibu-jos que se hicieron en la libreta del ar-tista, pasaron al formato virtual y luego se imprimieron. La sencillez, el humor, la versatilidad, la destreza técnica del artista al recrear un universo tan com-plejo bajo la premisa del dibujo infantil son apenas umbrales a un universo de inagotables significados; un hombre di-bujando como un niño, un artista que transforma el dibujo académico y lo im-

pregna de una imaginación que parece improvisada, pero que al verlo con detenimiento

nos damos cuenta de los detalles, de la destreza, de su intensión pura que cele-bra una historia y es la siguiente: estos dibujos tienen su basamento en los di-bujos realizados por niños de comuni-dades rurales a quienes el artista les pi-dió dibujar las historias que sabían del cacique Lempira, de su comunidad, de la fauna, de las leyendas; luego el artista reprodujo esos dibujos siendo fiel a su

Salvador Madrid

Mito Galeano, a través de su arte, dignificó la memo-ria de los descendientes de

los lencas”.

origen (es más, algunos son calcados del dibujo original) y enriquecidos con los elementos del imaginario del occidente de Honduras.

Este proceso de arte comunitario es ejemplar, no sólo implica una tarea de desdoblamiento, sino el intento por in-ternarse en un relato infantil acerca de la vida; de nuevo surge Lempira, arma-

Obra: Cabeza de Lempira jaguar

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Los “Pichinguitos” de Galeano hacen memoria de una tierra, de su gente, de la necesidad, de la belleza y la carencia; pero sobre todo de la imaginación, y en este caso la imaginación viene de las niñas y niños que dibujaron estos per-sonajes que sirvieron de boceto y punto de partida para el artista. La colección está más lejos de su nombre, encierra un universo de ironías, ternura, sarcas-mo y humor; guarda en su centro una visión clara: es una muestra de identi-dad, una forma autentica de mirar la vida y el mundo. Sin duda la propuesta evolucionará, al muralismo y al animé, además de una segunda serie que ya

está sobre la mesa del artista y es tra-bajar directamente

sobre el dibujo de los niños e intervenir-

lo sutilmente con colores y diseños, un reto mayor, pero de resultados estéticos profundos,

totalmente lúdicos, antiforma-les y desacralizados de todo

emparentamiento con algu-na naturaleza espontánea

de representación.

A Galeano hay que reconocer-le no sólo su magnífica destreza, sino lo que él representa: un referente de digni-dad y de arte revolucionario. Y cuando

digo que Mito Galeano es un revolucionario, Obra: Lempira jaguar.

Obra: Españolito.

Obra: Jolote.

do y vivo ante el invasor que es identifi-cado a caballo y con la indumentaria de la conquista, aunque en algunos dibujos el invasor sea un pájaro con uniforme militar. Se resucitan las historias orales y sus personajes fantásticos, además de recrear una lucha entre el bien y el mal, entre los valores de la vida y la sobrevi-vencia cotidiana en un mundo lleno de retos y calamidades sociales; en cierto modo es la representación estética de un discurso infantil real, esperanzador y soñador, pues en los dibujos claramen-te se interpreta que gana la celebración al pesimismo y al silencio, la ternura al sufrimiento.

alejo de esa palabra las mezquindades políticas y pienso en esos espíritus y ac-ciones que proyectan sus vidas más allá de su circunstancia.

Hace muchos años su ciudad, sus ad-miradores y sus amigos esperaban una exposición del artista, el que ha guar-dado la memoria de los descendientes de los lencas, referencia plena de resis-tencia cultural y del arte que al ser au-téntico vitaliza a la historia o llama a la discusión puntual donde la falsedad se desbarata como se desbaratan los falsos dioses que aspiran a multiplicar el odio y la desesperanza.

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Los dibujos de los niños y del artista crean un uni-

verso estético maravilloso, prueba de habilidad y de

arte comunitario”.

Obra: Quetzal.

Obra: Tucano.

Obra: Casita.

Obra: Las tortuguitas.

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“La creación de Mito Galeano invita al público a insertar-se en la iconografía que los pueblos aborígenes, y luego, durante el mestizaje, edificaron en la búsqueda de plas-mar sus entrañas culturales. El mundo simbólico de nues-tra sociedad, perceptible en la obra de Mito, se manifiesta en sus sabores, colores y los rostros de un pueblo que no se detienen en sus ánimos de expresión.

Mito Galeano es la prueba de las capacidades de creación de una nación multicultural, su obra es la reivindicación

del respeto a la diversidad cultural. Escapa de las imposi-ciones estilísticas y nos muestra un mundo de armonía y de convivencias equilibradas para poder marchar por los senderos de una sociedad más justa, en oposición a la actual sociedad caótica de manipulaciones mediáticas y de miedos a la verdad y la justicia”.

Edgar Soriano OrtizHistoriador

(Desgarrando el mito)

Ágora míticaPaisanos, artistas e intelectuales opinan

sobre Mito Galeano y su obra.

“Mito Galeano, es una de esas historias entre la magia y la realidad. Identidad, arte y cultura en su trabajo y en su vida. Sus obras son testimonio vivo del patrimonio cultu-ral y natural, de la creatividad de un pueblo, de su forma de entender el mundo, sus signos, sus creencias.

Mito Galeano ha entregado cuadros hermosos, murales realizados con niños, trabajos donde todos nos reconoce-mos, y su casa y su vida es mágica.

No es sencillo describir lo que Mito significa para nuestra tierra, su amor, su compromiso, su ejemplo y su trabajo de ser la voz de tantos sueños y anhelos.”

Suyapa DíazInvestigadora social y regidora municipal, encargada de

cultura de Gracias.(Mito Galeano: la voz de nuestros sueños)

“Los suyos son, pues, actos diarios de prestidigitación, de magia inconclusa ya que jamás, por mucho esfuerzo, reconstruirá los pálpitos enteros del tiempo que murió. Quiero decir que esa incesante búsqueda del origen hondo de nuestra identidad, de la epidermis cobriza que es ga-meto del mestizaje, de lo indígena que dentro de nosotros combate al europeo blanco para ayuntarnos o descom-ponernos, encadenarnos o liberarnos, constituyen (insti-tuyen), todo ello, el trasfondo de cada una de estas bellas creaciones visuales. Mito prosigue peleando batallas, elu-diendo la paz, pues los rostros latinoamericanos son legio-nes; espada y flecha quemaron nuestras sangres y es im-posible escindirlas sin riesgo de negar la autenticidad. Esa

llaga insepulta que es la memoria del dolor se extinguirá quizás cuando escribamos la nueva historia, una nuestra -que es lo que Mito intenta- donde no haya héroes de distancias raciales, mujeres albas ni cetrinas sino la trans-parencia intensa de la humanidad que construye -la del arado, la colmena y el arpón-, seres ajenos a prejuicio o dudas, armadores del alba y el amor… Entonces será im-posible olvidarlos”.

Julio EscotoEscritor y ensayista

(Mito Galeano en un golpe de luz)

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“Esa hermosa y colorida pintura de Mito describe en efec-to los mitos, costumbres y tradiciones de los lencas -que sin duda son la cultura donde reposa nuestra identidad na-cional-, como ser los guancascos, las danzas, las ceremo-nias agrícolas ancestrales como la “Compostura del maíz común”; y desde luego los personajes fantásticos como la Siguanaba, el Sisimite, la Sigualepa, Comizahuatl, el Duen-de, y por supuesto no podía faltar el cacique Lempira, que en la zona representa algo más que un personaje de carne y hueso, y se ha constituido en un verdadero mito fundacio-nal de la cultura lenca y mestiza. Pero lo más trascendente del trabajo artístico de Mito es que en su pintura retrata

a la gente, a los campesinos, hombres, mujeres, niños y niñas lencas, así como los imponentes paisajes de la sie-rra de Celaque, y los edificios, iglesias y monumentos que enriquecen el patrimonio histórico colonial y republicano del occidente, convirtiendo a Mito Galeano en el principal “hacedor” de historias allá en la antañona Gracias, Lempi-ra, capital cultural de las Hibueras”.

Jorge AmayaHistoriador

(El hacedor de historias)

“Este extraordinario artista durante su ávida carrera nos perfila la mirada para que logremos ver más allá esa otra dimensión fantástica del realismo mágico de nuestro pue-blo; es en ese espacio, entre el lienzo, la arcilla y la piedra, donde encuentra el diálogo diario que va transformando minuciosamente en su ventana al infinito, a la posibilidad de creer que somos la memoria entre el incienso que se esfuma y la mirada a lo simple que es ser hijos del maíz. Es allí donde empieza el lenguaje gestual y onírico de Mito Galeano que traspasa la imagen a través del dibujo, sigi-

losamente acabado con gran dominio, donde lo mágico persiste y juega con el dominio colorido

la construcción de una identidad. Su obra pictórica es el referente más inmediato para poder visualizar la mística atmosfera de los pueblos de la región lenca. Esa narrativa que se desborda en sus lienzos va cargada de las nostalgias de sus personajes, que a manera de interlocutores transmi-ten el desasosiego y la incertidumbre de lo habitual de esa historia no contada, de esa pausa milenaria”.

Byron MejíaArtista visual

(Mito Galeano: una ventana al infinito)

“Leyendas. Guancascos. Composturas. La esencia del mundo lenca. Vale decir, la esencia del trabajo de Mito Galeano, el pintor que volcó su paleta hacia su propia tie-rra donde nunca le faltarán los temas. La fauna de varie-dad paradisíaca: pucuyos, cacalotes, estiquirines, guajolo-tes, guaras, pericos, quetzales, tucanes, tacuazines y gatos de monte. Flora, de colorido perenne: fragantes pinares y cañafístolas convertidas en cascadas amarillas; orquídeas, acacias y macuelizos. Sin faltar, la brillante piel del jiote o indio desnudo. Personajes incontables: el cadejo, la su-cia, los itacayos, los sisimites. Innumerable la estirpe de Los Dueños, defensores de los animales y de las fuentes de agua; los que velan para que el bosque no pierda lozanía; los que sólo permiten la pesca o la caza del alimento coti-diano.

Nunca, a Mito Galeano se le acabarán los temas. Fluyen en cada cuento, leyenda o conseja que brota de los labios de los ancianos o de los niños, atentos a captar el lado mágico de lo que escuchan. Allí está, para ratificarlo, su soberbia colección “Pichinguitos”, dibujos infantiles poéticamente transcritos al código particular del excelente pintor gracia-no que, además, desborda en solidaridad para todo aquel que se acerca a su hospitalaria casa en donde, como guía del trabajo, siempre escucha la voz de los ancestros”.

Helen UmañaCrítica de literatura y arte

(Mito Galeano: la voz de los ancestros)

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“Mito Galeano es como un antiguo árbol de raíces profun-das donde los pájaros del mundo encuentran refugio. Los locos enamorados, la corteza del hogar donde se han de afinar obra y gracia universal y la niñez-pincel con iden-tidad con la que se divierten aprendiendo bajo la sombra del gigante amigo.

Mito Galeano, no sólo nos concede el rostro agraciado del lenca y el mestizo, hay en su razón de ser una reserva mo-

ral comprometida con el respeto a la vida y la dignidad de los sueños.

Cuando uno se encuentra con este generoso hombre-ár-bol, la esperanza se multiplica y el futuro no es incierto”.

Delmer López MorenoTeatrista y gestor cultural

(Ese hombre llamado Mito)

“Yo no conozco a Mito. Nunca lo he visto. No creo que habite, es más, ni creo que exista tal antañona ciudad de calicanto y leyendas de buleros donde lo ubican. Sospecho que todo se debe a un sueño de noctámbulos, de adivina-dores de suerte: una leyenda que va y viene en el tiempo, una ronda con Guancascos errantes, luna, atabales, pi-tos y espejos, que refiere como alma de esa ciudad dorada, donde existe un Mito que todas y todos aman, por el sim-ple hecho de los sortilegios del amor.

Algunos amigos que han ido por ese camino, que es el mismo de La Campa de San Matías, para sacarme de la testarudez, me narran que no hay que afanarse mucho en su búsqueda, que se le ve en cualquier lugar, en cualquier mirada, bajo el abrigo de cualquier abrazo. Me hablan los

más osados narradores de que es habitante del Iris de una mujer que lo ama y lo sueña y de dos Lunas que lo ilumi-nan. Y a su vez, de un par de cipitles y sus perros estelares, que lo persiguen por las huellas de las cenizas de atizade-ros míticos en torno a los que han pernoctado caminantes, poetas, artistas y alucinados de la algarabía y el convite, que lo acosan como a un vellocino de oro, de otro tiempo, de otra dimensión. Y para mí, confieso, creo que mucho de ello es coloquio, coplas emocionales, cantos de gallos y cuentos de camino real con figuraciones de la dicha compartida y la pompa por ser siempre alegre la gente”.

Candelario Reyes GarcíaPoeta y dramaturgo

(Mito)

“Mito Galeano es un creador que ha encontrado en la ino-cencia de las niñas y niños de las comunidades rurales de Lempira el potencial artístico, social y cultural que secre-tamente muere con ellos cuando no tienen la oportunidad de desarrollarlo, exponerlo y pintarlo como él lo está ha-ciendo.

Es el artista de nuestra casa que disfruta de la belleza que atesora nuestro pueblo, uno de esos artistas con quien da gusto compartir, de los que no pierden su origen y sobre

todo de los que valoran a quienes menos tienen material-mente, pero que conservan una riqueza de ideas e imagi-nación que a muchos en otras esferas les hace falta. El futuro se puede pintar con las manos de este gran ar-tista”.

Edgardo CruzGerente de Plan Internacional Honduras, Lempira.

(Un artista de nuestra casa)

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“‘Deja que el tiempo se vaya, que los hombres piensen que dominan los símbolos de un poder siempre transitorio. Deja que el mundo se vuelva traslucido y que al igual que las nubes, la realidad se mezcle, como la sombra que ha sido eso que llaman historia. Nosotras somos las guardia-nas de la cultura, las hacedoras del color, las que del humo del copal levantamos los pilares de la vida…’ Esta es la voz que percibo cuando veo un cuadro de Mito Galeano, la voz de la mujer lenca y su omnipresencia cotidiana en las fiestas, en el rito anónimo de sus labores en el campo y en la casa.

Porque es sobre la mujer donde se concentra la pintura que Mito ha logrado establecer como referente de nuestra

nacionalidad, los murales en pequeña escala que simboli-zan la narrativa del silencio. Profundo conocedor de los rincones de ese territorio existencial que en Honduras co-nocemos como el mundo lenca, Mito Galeano nos devuel-ve la antigua fuerza espiritual que poblaba y regía en los bosques y ríos ahora amenazados por la brutal avanzada de una novísima nación sin arquetipos. La pintura, enton-ces, se convierte en depositaria de cultura al igual que la mujer, terreno de un barro inagotable que el tiempo sólo transforma y pigmenta”.

Fabricio EstradaPoeta

(El barro inagotable)

“En Mito se cumple lo que Pablo Freire planteaba acerca de que la conciencia de la identidad familiar, comunitaria, territorial y nacional eran las bases para la constitución de seres humanos de trascendencia universal. Desde su in-fancia, Mito viene siendo marcado por la convivencia con portadores auténticos de lo más profundo de la tradición cultural lenca y campesina del occidente de Honduras.

A nivel de métodos innovadores para la formación y de-sarrollo de la creatividad artística con seres humanos de diferentes edades, Mito Galeano nos sorprende en cada

visita que realizamos a Gracias, con varios aportes innovadores, en donde Mito ha roto con esos patro-

nes occidentalizantes y abriendo espacios de creatividad entre niños y niñas de diferentes edades, en donde ellos y ellas se convierten, bajo el acompañamiento atento, es-tricto y cariñoso del artista profesional, en los bocetea-dores y ejecutores de obras de sorprendente creatividad e identidad cultural con alta referencialidad del contexto en que tiene lugar la vida cotidiana de niños y niñas de co-munidades rurales y urbanas del occidente de Honduras”.

Mario Ardón MejíaInvestigador

(Mito Galeano o la creatividad desde el interior de su tierra y de su gente)

“A Julián le decían el loco porque hablaba con las estre-llas y retaba a la sanidad pública; sólo que Julián no estaba loco, ni solo. Existía el loco de las montañas y los arraba-les que también contaba estrellas escondidas y se escapaba buscando nahuales. Ese muchacho (no es cabal). Realmen-te fue un privilegio ser rebelde; lograr que Julián fuese un ícono del pueblo, que la ignorancia cultivada para estig-matizar indígenas se quebrara y redimiera las esperanzas ancestrales; convertir a la irreverencia en un foco lumino-so que ha contribuido a acercar culturas de manera res-petuosa; hacer de la desobediencia una oportunidad para que la magia artística contagiara a otras generaciones, pero

también para ponerle flechazos de indignación a la injus-ticia para romper esquemas domesticadores de sueños.No es un mito. Es un ser sencillo que hace magia con los colores, que convoca a la conciencia enmascarada del mes-tizo para que se reencuentre con su maternidad indígena de la que ha renegado.

A veces creo que Mito Galeano es un poema”.

Misael CárcamoInvestigador social y animador cultural

(El mito de los montes)