baudelaire y las flores del mal

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BAUDELAIRE Y LAS FLORES DEL MAL EL SIMBOLISMO Los movimientos literarios no se suceden unos a otros de forma progresiva, a veces se superponen o interrelacionan. Así, Las flores del mal de Baudelaire (Simbolismo) y Madame Bovary , de Flaubert (Realismo), fueron publicadas el mismo año. También observamos esta relación al presentarse el Simbolismo como un programa complementario de la poética del Romanticismo. En Las flores del mal aparecen elementos claramente románticos, como la concepción del poeta como un ser inadaptado a la sociedad, como un vidente; y categorías y usos retóricos del lenguaje totalmente novedosos o contrapuestos a esta escuela. Baudelaire también innovó respecto al Romanticismo al hacer entrar a la ciudad en el poema como un espacio fundamental. Creó una nueva poética basada en la sinestesia, y sentó las bases para relacionar de forma estrecha la entidad verbal del verso y la eficacia fonético-conceptual de su musicalidad, algo así como relacionar las palabras con su sonoridad y significado. El Simbolismo fue un movimiento de largo alcance, y Baudelaire supone sólo el inicio. Su legado alcanza a movimientos y estéticas literarias tan distintas como el decadentismo o el neorromanticismo. Si tuviéramos que definirlo, diríamos que se trató de un cierto refinamiento en el arte de la ambigüedad para expresar lo indeterminado en la sensibilidad humana y en algunos fenómenos naturales (la ciudad y otros). El símbolo para Baudelaire Modificó la relación lógica entre el mundo material y el sobrenatural, entre las características físicas de los objetos y los paisajes, y las cualidades morales. Lo concibió poniendo en contacto lo visible con lo invisible, conectando lo que sentimos con los sentidos por medio de imágenes combinadas que sugieren un efecto “sinestésico”, es decir, que apela a más de un sentido a la vez. También es importante tener en cuenta la importancia que daba el Simbolismo a la música. Verlaine dijo: “La música 1

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BAUDELAIRE Y LAS FLORES DEL MAL

EL SIMBOLISMO

Los movimientos literarios no se suceden unos a otros de forma progresiva, a veces se superponen o interrelacionan. Así, Las flores del mal de Baudelaire (Simbolismo) y Madame Bovary, de Flaubert (Realismo), fueron publicadas el mismo año. También observamos esta relación al presentarse el Simbolismo como un programa complementario de la poética del Romanticismo. En Las flores del mal aparecen elementos claramente románticos, como la concepción del poeta como un ser inadaptado a la sociedad, como un vidente; y categorías y usos retóricos del lenguaje totalmente novedosos o contrapuestos a esta escuela. Baudelaire también innovó respecto al Romanticismo al hacer entrar a la ciudad en el poema como un espacio fundamental. Creó una nueva poética basada en la sinestesia, y sentó las bases para relacionar de forma estrecha la entidad verbal del verso y la eficacia fonético-conceptual de su musicalidad, algo así como relacionar las palabras con su sonoridad y significado.El Simbolismo fue un movimiento de largo alcance, y Baudelaire supone sólo el inicio. Su legado alcanza a movimientos y estéticas literarias tan distintas como el decadentismo o el neorromanticismo. Si tuviéramos que definirlo, diríamos que se trató de un cierto refinamiento en el arte de la ambigüedad para expresar lo indeterminado en la sensibilidad humana y en algunos fenómenos naturales (la ciudad y otros).

El símbolo para Baudelaire

Modificó la relación lógica entre el mundo material y el sobrenatural, entre las características físicas de los objetos y los paisajes, y las cualidades morales. Lo concibió poniendo en contacto lo visible con lo invisible, conectando lo que sentimos con los sentidos por medio de imágenes combinadas que sugieren un efecto “sinestésico”, es decir, que apela a más de un sentido a la vez.También es importante tener en cuenta la importancia que daba el Simbolismo a la música. Verlaine dijo: “La música ante todo”. Los poetas simbolistas buscarán recursos para trasladar los efectos sonoros a sus composiciones. A fin de cuentas, se trataba de buscar alternativas nuevas y adecuadas para expresar sus ideas y sentimientos. La forma de expresarse de los románticos les parecía agotada, al igual que creyeron gastada la jerga y la moral mercantilista de la burguesía, clase social a la que repudiaban de todo corazón. En un gesto que enlaza con el orgullo de algunos poetas románticos (Lord Byron) se decidieron por un lenguaje poético que abriera las mentes semidormidas de esta clase. Pretendían desmarcarse, singularizarse hasta la extravagancia. Concuerda con esta idea la imagen exagerada de los decadentistas (Oscar Wilde). Esta lucha contra la burguesía empezó aquí, continuó con las vanguardias, y podría seguir dándose ahora, ya que, desgraciadamente, impera en nuestros días la mentalidad burguesa del enriquecimiento y el bienestar propio (capitalismo).

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Análisis de algunos poemas

El albatros

Por distraerse, a veces, suelen los marinerosDar caza a los albatros, grandes aves del mar,Que siguen, indolentes compañeros de viaje,

Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,

Dejan penosamente arrastrando las alas,Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!

¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es un príncipe, gran señor de las nubes,Cuya casa es el viento, que no teme al arquero;

Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,Sus alas de gigante le impiden caminar.

El autor presenta al poeta, metafóricamente, como un albatros de enorme envergadura sometido a la injuria y los insultos de la plebe (la sociedad); como un ser de enorme singularidad a quien son incapaces de entender aquellos que viven en la rutina y la costumbre. El poeta sigue siendo un ser superior, como en el Romanticismo, pero cae, ridícula víctima, Ícaro irrisorio, en la cubierta del barco donde los marineros lo torturan. Su fuerza no sirve para nada: sus alas de gigante le impiden caminar. La visión del poeta de Baudelaire ha cambiado, ya no es un héroe, un mesías capaz de vencer o de morir para redimir. El mundo del poeta es, a la vez, cerrado sobre sí mismo e infinito.Es una característica de todo el movimiento presentar la naturaleza o los objetos en una consonancia recíproca, como si se quisiera evocar, con esta síntesis, antes una sensación que un contenido conceptual; o presentar el contenido del poema a partir de la resonancia que posee su propio material léxico y fonético (significado y sonoridad de las palabras).

Este hecho se ve muy bien en otro poema: “Correspondencias”.

Correspondencias

La Naturaleza es un templo donde vivos pilareshacen brotar a veces vagas voces oscuras;

pasa, a través de bosques de símbolos, el hombre al cuál estos observan con familiar mirada.

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Como difusos ecos que, lejanos, se fundenen una tenebrosa y profunda unidad,

como la claridad, como la noche, vasta,se responden perfumes, sonidos, colores.

Hay perfumes tan frescos como un cuerpo de niño,verdes como praderas, dulces como el oboe,

y hay otros corrompidos, triunfantes, saturados

con perfiles inciertos de cosas inasibles,como el almizcle, el ámbar, el incienso, el aloe,

que cantan los transportes del alma y los sentidos.

En este poema Baudelaire expresa la correspondencia que existe entre los elementos de la naturaleza, es decir, el eco que se envían unos a otros, hasta confundirse en una unidad indiscernible (que no se puede distinguir). Aquí la Naturaleza no es vista como una referencia pasiva, sino como una especie de conjunto que recoge el sentido de todos sus signos (evocaciones) parciales. El hombre recorre esta naturaleza como si fuera un “bosque de símbolos” que sabe que el ser humano podrá interpretar, pues, como aclara Baudelaire, esas voces de la naturaleza, aunque confusas, nos miran con “ojos familiares”.La 2ª estrofa recoge el efecto “sinestésico” de B. y de todo el Simbolismo: en el seno de la naturaleza, sus “perfumes, sonidos y colores” (apelación al olfato, el oído y la vista) se funden y se responden entre sí “como difusos ecos”.Las dos últimas estrofas afinan en la descripción sensorial de estos ecos o estas “confusas voces”, al hablar de “perfumes frescos como un cuerpo de niño” (de hecho, como su piel); verso en el que alude al tacto y al olor; de otros “verdes como praderas” (=visión); y de otros “corrompidos, triunfantes, saturados/ con perfiles inciertos de cosas inasibles”, siguiendo el estilo contradictorio del autor. En los dos últimos versos queda claro que los distintos olores y tactos de esa naturaleza se corresponden con los “transportes” del alma (el aspecto intelectual o espiritual) y de los sentidos (aspecto sensual).

Perfume exótico

En la cálida noche otoñal, a ojos ciegos,cuando aspiro el dolor de tu pecho ardoroso,

vuelvo a ver ante mí unas tierras felicesque deslumbra el brillar de un monótono sol.

Una isla morosa donde hay árboles raroscomo nunca hemos visto, y unas frutas sabrosas;

y unos hombres de cuerpo esbelto y vigorosoy mujeres que asombran por su franca mirada.

Tu perfume me guía a lugares de sueño,veo un puerto que llenan blancas velas y mástiles

fatigados aún por las olas marinas,y el olor de los verdes tamarindos, que mientras

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ha invadido los aires y acaricia el olfato,se mezcla en el alma a canción marinera.

Este poema fue compuesto para la mulata Jeanne Duval, amante del poeta, que le inspiró una pasión atormentada y para quien escribió una serie de composiciones que nacieron de su vida en común. Se anuncian ya aquí los tres temas puntales de la pasión baudelairiana: la sensualidad, la evasión (especialmente hacia mundos exóticos), y el viaje. Se incide en las mismas cuestiones descritas antes. Ahora se trata de un poema de amor, pero los “referentes objetivos” que sirven para reforzar, ambientar o definir ese amor ya no son los que solemos encontrar en la poesía romántica, sino unos muy novedosos, exóticos en este poema, fundados en la sensualidad y en la ya descrita correspondencia de los distintos sentidos.

Hay dos aspectos más en la obra de los simbolistas a mencionar: la presencia de la ciudad y la tendencia a crear situaciones antirrománticas con un lenguaje poético completamente adecuado. Iremos por partes:

Presencia de la ciudad:

Esencialmente Paris. Sin que Baudelaire renunciara al topos de la naturaleza, recurre a los escenarios de la metrópolis para enfatizar aquel tipo de “naturaleza artificial” que empezaba a pesar, en la vida de los ciudadanos europeos, mucho más que lo que entendemos por naturaleza.

El cisne

IAndrómaca, yo pienso en vos! Este riachuelo,

pobre y triste espejo donde antaño resplandecióla inmensa majestad de vuestros dolores de viuda,

este Simoïs mentiroso que con vuestras lágrimas crece,

Ha fecundado de pronto mi memoria fértil,cuando yo atravesaba el nuevo Carrousel.

Mi París ya no existe (las ciudades, ay, cambian más aprisa de forma que un corazón mortal);

sólo en sombras contemplo el campo de chabolas,montón de capiteles y fustes desbastados,

hierbajos, grandes bloques con verdín de los charcos,y el baratillo informe brillando en los cristales.

Allí se mostraba antaño una casa de fieras;allá vi una mañana, cuando bajo los cielos

helados el Trabajo se despierta, y un sombrío huracán en el aire el vertedero empuja,

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a un cisne que se había escapado de su jaula,y, con sus patas palmípedas frotando el empedrado seco,

sobre el suelo' áspero arrastraba su blanco plumaje.Cerca de un arroyo sin agua la bestia abriendo el pico

bañaba nerviosamente sus alas en el polvo,y decía, el corazón lleno de su bello lago natal:

"Agua, ¿Cuándo lloverás? ¿Cuándo tronarás, trueno?"Yo veo este desdichado, mito extraño y fatal,

Hacia el cielo algunas veces, como el hombre de Ovidio,hacia el cielo irónico y cruelmente azul,

sobre su cuello convulsivo tender su cabeza ávida,¡como si dirigiera reproches a Dios!

II

¡París cambia! aunque, nada ha cambiado en mi tedio.Esos nuevos palacios, los andamios, sillares,

viejos barrios, todo se convierte en mí en alegoría,y mi amado recuerdo es más pesado que las piedras.

También ante este Louvre una imagen me oprime:Y pienso en mi gran cisne, con sus gestos locos,

como los exiliados, ridículo y sublime,¡y roído por un deseo sin tregua! y luego en vos,

Andrómaca, del brazo de un gran esposo caída,vil rebaño, bajo la mano del soberbio Pirro, en éxtasis curvada junto a una sepultura

Vacía; ¡viuda de Héctor, ay, y mujer de Heleno!

Yo pienso en la negra, enflaquecida y tísica,chapoteando en el lodo, y buscando, con sus ojos salvajes,

los cocoteros ausentes del África soberbiadetrás de la muralla inmensa de neblina;

En cualquiera que ha perdido lo que no se encuentrajamás,¡ jamás! ¡en los que beben lágrimas!y maman del Dolor cual de una buena loba

¡en los delgados huérfanos que cual flores se secan!

¡También en la selva donde mi espíritu se exiliaun viejo Recuerdo resuena con la plenitud del cuerno!

Pienso en los marineros olvidados en una isla,en los cautivos, en los vencidos... ¡y en muchos otros todavía!

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Baudelaire expresa su admiración por la ciudad y por sus cambios. Cuando dice: “Mi París ya no existe (las ciudades, ay, cambian/ más aprisa de forma que un corazón mortal”); o más adelante, en la primera estrofa de la segunda parte, se está refiriendo a los enormes cambios producidos en París durante una reforma urbanística que derrumbó gran parte del París medieval y renacentista para el trazado lineal de la ciudad moderna. Los viejos paisajes urbanos se mudaron en otros modernos en su tiempo. Sobre la modernidad dijo Baudelaire: “La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte; la otra mitad es lo eterno e inmutable.”

Por eso es normal que dedicara uno de sus más famosos poemas a una transeúnte, a una mujer que pasa, en el que aparecen las mismas palabras que acabamos de leer.

A una transeúnte

La calle atronadora aullaba en torno mío.Alta, esbelta, enlutada, con un dolor de reina

una dama pasó, que con gesto fastuosorecogía, oscilantes, las vueltas de sus velos,

agilísima y noble, con dos piernas marmóreas.

De súbito bebí, con crispación de loco,y en su mirada lívida, centro de mil tornados,

el placer que aniquila, la miel paralizante.

Un relámpago. Noche. Fugitiva bellezacuya mirada me hizo, de un golpe, renacer.

¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!

Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,¡tú a quien hubiese amado. Oh tú, que lo supiste!

Un poema así jamás se hubiera escrito en un medio rural; queda justificado por los mecanismos propios de la gran ciudad, por su sociología y sus costumbres. Surge aquí el tema del anonimato propio de la ciudad, cuando el poeta ve pasar a una dama en medio de una “calle atronadora”, que recoge el borde de la falda (recordar cómo vestían las mujeres de esta época, ver pasajes de M. Bovary, por ejemplo).2ª estrofa: el autor queda “crispado” (término más próximo a las sensaciones de la gran ciudad) por la belleza de esa mujer y, más todavía, con una fugaz mirada de ésta. Tan fugaz que luego llega “la noche”, es decir, la desaparición de esta mirada del campo de visión del poeta. Igual que la mirada le hizo renacer, es posible que vuelva a verla jamás, si acaso, “luego, ya tarde”. Ninguno de los dos sabe a dónde se dirige el otro. Y aparece aquí el verso más bello y definitivo del poema: “¡Tú a quien hubiese amado. Oh tú, que lo supiste!” La situación solo podía ser propia de una gran ciudad, en ella todo es fugaz (recordar los versos de El cisne: “las ciudades, ay, cambian más aprisa de forma que un corazón mortal”), como esa mirada al azar entre dos

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desconocidos. Baudelaire habría amado a esa mujer (= lo que hoy llamamos “flechazo”), y lo peor es que ella se dio cuenta, sin que pudiera hacer otra cosa que seguir pasando. Otro hecho cargado de fatalidad, ineludible, de la gran ciudad.

Tendencia a crear situaciones antirrománticas:

No es que B. no tenga nada que ver con el Romanticismo, sino que reaccionó contra el lenguaje tontorrón de muchos poetas románticos. Él, ejemplo de modernidad literaria, no podía permitírselo. Como ejemplo a esto, otro de sus poemas:

Una carroña

Recuerda el objeto que vimos, alma mía,aquella bella mañana de verano tan dulce:al torcer de un sendero una carroña infame

sobre una cama sembrada de guijarros,

las piernas al aire, como una mujer lúbrica,ardiente y sudando los venenos,

abría de una manera descuidada y cínicasu vientre lleno de exhalaciones.

El sol brillaba sobre esta podredumbre,como para cocerla a punto,

y de rendir al céntuplo a la gran Naturalezatodo esto que al mismo tiempo había unido.

Y el cielo miraba el esqueleto soberbiocomo una flor abrirse.

El hedor era tan fuerte, que en la hierbate creíste desmayar.

Las moscas zumbaban sobre este vientre pútrido,de donde salían negros batallones

de larvas, que se deslizaban como un espeso líquidoa lo largo de estos viventes harapos.

Todo aquello descendía, subía como una ola,o se lanzaba chispeante;

se habría dicho que el cuerpo, hinchado de un aliento vago,vivía multiplicándose.

Y este mundo comportaba una extraña música,como el agua corriente y el viento,

o el grano que un aventador de un movimiento rítmicoagita y devuelve a su harnero.

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Y las formas se borraban y sólo eran un sueño,un esbozo lento en venir,

sobre la tela olvidada, y que el artista acabasolamente para el recuerdo.

Detrás de las rocas una perra inquietanos miraba con aire enojado,

espiando el momento de recuperar del esqueletoel trozo que había abandonado.

_Y, por tanto, tú eres parecida a esta porquería,a esta horrible infección,

estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,tú, mi ángel y mi pasión.

¡Sí! tal serás, oh, reina de las gracias,después de los últimos sacramentos,

cuando irás bajo la hierba y las floraciones grasas,a enmohecer entre las osamentas.

Entonces, ¡oh, mi belleza! dile al gusanoque te comerá a besos,

que he guardado la forma y la esencia divinade mis amores descompuestos.

En estos versos la enamorada es comparada con la carroña de un perro: no puede llevarse más lejos el intento de desmitificar el modo en que la poesía amorosa de todos los tiempos, hasta entonces, había cantado al amor a la dama. Al principio el lector cree que se trata de una descripción de una carroña, sin imaginar cómo acabará. Cuando la comparación se presenta, tendrá que pensar que expresiones como “hembra lúbrica” que se abre “de forma indolente y cínica”, sobre cuyo “vientre pútrido” danzan moscas y avanzan las larvas a millares, se refiere a la mujer que acompaña al poeta por el camino. Aunque el sendero debe ser rústico, la descripción se aleja del locus amoenus que aparece en las situaciones amorosas en la poesía latina o renacentista. Aparece aquí una de las imágenes que tiene B. de la mujer: la llamada mujer natural, es decir, sometida a la naturaleza, esclava de sus instintos y que se degrada paulatinamente (con el paso del tiempo). Era la forma de B. de vengarse de los poetas tardorrománticos, sensibleros y llorones que quedaban. Habla irónicamente en las últimas estrofas, refiriéndose a la mujer, de “estrella de mis ojos, claro sol de mi vida, tú, mi pasión, ¡mi Ángel!”, y “reina de las gracias”.El final del poema es del estilo de autores como Shakespeare y muchos otros, que recurrían a la idea de que el poema, el arte, sobreviviría al amor que sentían por su amada (Ars longa, vita brevis), por eso afirma que ha “guardado la forma y la esencia divina/ de mis amores descompuestos”. La imagen del gusano aparece también en otros poemas del libro (XXIV: “Y yo ataco y me lanzo al asalto,/ como tras de un cadáver un coro de gusanos”; El vampiro: donde dice sentirse atado como “el borracho a la botella,/ y a los gusanos la carroña”, entre otras cosas).

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Otros poemas:

La cabellera

¡Oh vellón, que rizándose baja hasta la cintura!¡Oh bucles! ¡Oh perfume cargado de indolencia!¡Éxtasis! Porque broten en esta oscura alcoba

los recuerdos dormidos en esa cabellera,la quiero hoy agitar, como si un pañuelo fuese.

La languidez de Asia, los ardores de África,todo un mundo lejano, ausente, casi muerto,

habita tus abismos, ¡bosque aromático!tal como otros espíritus se pierden en la música,el mío, ¡oh dulce amor!, navega en tu perfume.

Me iré lejos, donde, llenos de savia, el árbol y el hombre se extasían, bajo climas ardientes;

¡oh fuertes trenzas, sed la ola que me lleve!Contienes tú, mar de ébano, un deslumbrante sueño

de velas, de remeros, de navíos, de llamas:

Un rumoroso puerto donde mi alma bebieraa oleadas el ruido, el perfume, el color;donde naos surcando el oro y el moaré,

abren inmensos brazos para estrechar la gloriade un puro cielo, donde vibre eterno calor.

Y hundiré mi cabeza sedienta de embriaguezen ese negro océano, donde se encierra el otro,

y mi sutil espíritu que el vaivén acariciasabrá cómo encontraros, ¡oh pereza fecunda!¡mecimiento infinito del ocio embalsamado!

Oh cabellos azules, oscuros pabellonesque me entregáis, inmensa, la bóveda celeste;

sobre la pelusilla de tus mechas rizadasconfundidos, me embargan los ardientes olores

del aceite de coco, del almizcle y la brea.

¡Largo tiempo! ¡Por siempre! ¡Mi mano en tu melena sembrará perlas, rubíes, zafiros,

para que el deseo mío no puedas rechazar!¿No eres, acaso, oasis en que sueño, y el odredel que aspiro a oleadas el vino del recuerdo?

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Para que una imagen alcance valor simbólico, B. comprende que hay que precisarla y darle exactitud visual, alternando los elementos lejanos y exóticos con los cotidianos. Empieza así en él el procedimiento moderno de los poetas de ir a parar a un punto diminuto y conocido, cuando se ha partido de algo grande y emotivo, apelando a la experiencia más real para vivificar lo que podría difuminarse en los temblores del corazón. Es lo que ocurre en este poema al evocar paisajes de África y Asia, puertos con navíos, etc. Pone, como un punto de amarre realista una comparación humilde: “¡Éxtasis! Porque broten en esta oscura alcoba/ los recuerdos dormidos en esa cabellera, la quiero hoy agitar, como si un pañuelo fuese”.Sería interesante comentar, para comprender mejor el poema, algunas de las imágenes que el autor utiliza: en la 3ª estrofa identifica a la amada con un mar de ébano. Se produce esta imagen a partir de la de los cabellos sueltos. La imaginación del poeta se evade desde aquí hacia su equivalente, el mar inmenso. En la 5ª estrofa, en los dos últimos versos, vuelve a plasmarse (como en otros poemas) la idea de anulación del paso del tiempo. Añadir, por otro lado, que la alusión en el primer verso al cabello suelto es señal de consentimiento sensual.

Mujer representada como un guía, como una divinidad que hace conocer el éxtasis a su amante (éxtasis en su sentido fuerte: el hombre es transportado a un Edén más perfecto, desde la oscuridad). De nuevo es la reconquista de la edad de oro. La cabellera es representada mediante atributos típicos: "crines pesadas, bucles, mechas retorcidas. En cierto modo, estas acepciones otorgan a la mujer un cierto carácter animalizado. Es asimilada al mundo natural y vegetal, con la inocencia anterior al pecado original.El poema se inicia con una suerte de oración al cabello, seguido de un rito: agitar el cabello "como un pañuelo". Se diviniza en cierto modo cada gesto. El lugar, la alcoba, etc., sugieren una atmósfera mágica, de éxtasis amoroso. De nuevo imágenes sensoriales: bosque aromático, mar de ébano, negro océano… en las que se unen el misterio y la atracción, casi la dependencia.

El enemigo

Mi juventud no fue sino una tenebrosa borrasca,Atravesada aquí y allá por brillantes soles;El trueno y la lluvia han hecho tal desastre,

Que restan en mi jardín muy pocos frutos bermejos.

He aquí que he llegado al otoño de las ideas,Y que es preciso emplear la pala y los rastrillosPara acomodar de nuevo las tierras inundadas,

Donde el agua orada hoyos grandes como tumbas.

Y ¿quién sabe si las flores nuevas con que sueñoEncontrarán en este suelo lavado como una playa

El místico alimento que haría su vigor?

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— ¡Oh, dolor! ¡Oh, dolor! ¡El Tiempo devora la vida,Y el oscuro Enemigo que nos roe el corazón

Con la sangre que perdemos crece y se fortifica!

En este poema B. habla de diferentes etapas de su vida. Debería relacionarse con su biografía: la juventud fue una tenebrosa borrasca debido a su vida bohemia, a su adicción al alcohol, las drogas y las prostitutas. Aún así, es posible ver algún recuerdo positivo (“Atravesada aquí y allá por brillantes soles”). Esta época le ha dejado pocos resultados positivos (“restan en mi jardín muy pocos frutos bermejos”). Ahora se encuentra en el otoño; piensa que todavía es posible, con trabajo y esfuerzo, encontrar una posibilidad de resurrección (referencia a la fecundidad del agua). En la última estrofa aparece la identificación de ese enemigo: es el Tiempo, que se come la vida. Se le relaciona con imágenes que corresponden a bestias devoradoras y bebedoras de sangre. La referencia a un posible vampiro aparecerá en otros poemas del libro, incluso se identificará a la mujer con un vampiro que chupa la sangre del poeta.

Don Juan en los infiernos

Cuando bajó Don Juan a la onda subterránea, y cuando le hubo dado su óbolo a Caronte,

una sombra mendiga, airada como Antístenes,con brazo vengador agarró cada remo.

Con sus pechos colgantes y sus ropas abiertasbajo el oscuro cielo se crispaban mujeres,

y, como un gran rebaño de víctimas dispuestas, arrastraban tras él un extenso mugido.

Riendo Sganarelle le pedía su paga,en tanto que con dedo tembloroso, Don Luis

enseñaba a los muertos que por la orilla errabanel hijo audaz que un día deshonró su alba frente.

Temblando bajo el luto, la casta y flaca Elvira,junto al pérfido esposo que también fue su amante,

parecía exigirle la sonrisa supremadonde dulce brillase su primer juramento.

Erguido en su armadura, un gran hombre de piedrasujetaba el timón, cortando el negro cauce;

mas el héroe, calmo, apoyado en su estoque,contemplaba la estela sin dignarse a ver nada.

Don Juan es el prototipo clásico del personaje que ignora los límites, prescinde de ellos, y aparece con una naturaleza, un yo, salvajes. Se erige en dios y exige sacrificios rituales para sí mismo. Las mujeres que ha seducido aparecen como “un rebaño que ha aceptado la muerte”. Él no debe nada: ni respeto, ni

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fidelidad a la esposa...Encarna, como Baudelaire, el Gran Rechazo a todo lo impuesto, a toda ley.En la última estrofa aparece de forma impasible pese a saber que su barco(*) va a naufragar y que morirá.(*) Posible referencia a un cuadro de Delacroix, “El naufragio de Don Juan”, que B. visitó en el Louvre.

Himno a la belleza

¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo,Oh, Belleza? Tu mirada infernal y divina,

Vuelca confusamente el beneficio y el crimen,Y se puede, por eso, compararte con el vino.

Tú contienes en tu mirada el ocaso y la aurora;Tú esparces perfumes como una tarde tempestuosa;

Tus besos son un filtro y tu boca un ánforaQue tornan al héroe flojo y al niño valiente.

¿Surges tú del abismo negro o desciendes de los astros?El Destino encantado sigue tus faldas como un perro;

Tú siembras al azar la alegría y los desastres,Y gobiernas todo y no respondes de nada,

Tú marchas sobre muertos, Belleza, de los que te burlas;De tus joyas el Horror no es lo menos encantador,

Y la Muerte, entre tus más caros dijes,Sobre tu vientre orgulloso danza amorosamente.

El efímero deslumbrado marcha hacia ti, candela,Crepita, arde y dice: ¡Bendigamos esta antorcha!El enamorado, jadeante, inclinado sobre su bella

Tiene el aspecto de un moribundo acariciando su tumba.

Que procedas del cielo o del infierno, qué importa,¡Oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso, ingenuo!

Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puertaDe un infinito que amo y jamás he conocido?

De Satán o de Dios ¿qué importa? Ángel o Sirena,¿Qué importa si, tornas —hada con ojos de terciopelo,

Ritmo, perfume, fulgor ¡oh, mi única reina!—El universo menos horrible y los instantes menos pesados?

El poema refleja la incertidumbre de Baudelaire ante el misterio de la belleza. Se trata de un canto, de una suerte de himno religioso. La Belleza es manifestación de lo Sagrado, pero la naturaleza de lo Sagrado permanece oculta ("Mysterium tremendum y mysterium fascinans"). En el poema se oponen lo ascendente y el descenso (interrogación, afirmación, interrogante, etc.). Confluyen en la belleza el cielo y el infierno, los astros y las tinieblas, el bien y el crimen, la muerte y el nacimiento, la alegría y los desastres, la irresponsabilidad y el poder absoluto, el horror y el asesinato, la cobardía y la

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valentía, el sexo y la muerte, Eros y Thanatos. A los ojos del poeta, es, indiferentemente, Dios o Satán, ángel o diablo. La belleza genera y destruye el tiempo, simultáneamente. Aparece con forma de mujer (relación entre imágenes de tiempo, muerte y regeneración). Devuelve a los instantes su parte positiva, no importa su naturaleza mientras haga al universo "menos ruin y este tiempo más leve”.

El vampiro

Tú que, como una cuchillada,En mi corazón doliente has entrado;

Tú que, fuerte como un tropelDe demonios, llegas, loca y adornada,

De mi espíritu humilladoHaces tu lecho y tu imperio,

—Infame a quien estoy ligado,Como el forzado a la cadena,

Como al juego el jugador empedernido,Como a la botella el borracho,

Como a los gusanos la carroña,— ¡Maldita, maldita seas!

He implorado a la espada rápidaLa conquista de mi libertad,Y he dicho al veneno pérfidoQue socorriera mi cobardía.

¡Ah! El veneno y la espadaMe han desdeñado y me han dicho:

"Tú no eres digno de que te arranquenDe tu esclavitud maldita,

¡Imbécil! — de su imperioSi nuestros esfuerzos te libraran,

Tus besos resucitaríanEl cadáver de tu vampiro!"

Feminidad terrible y demoníaca de nuevo. La divinidad ejerce su poder por la violencia irresistible “Tú que en mi corazón doliente entraste/como una cuchillada”. Esclaviza el espíritu para convertirlo en su lecho y su dominio. Para demostrar la infamia del servilismo erótico en el espíritu humillado, Baudelaire lo compara al encadenamiento, al borracho y su botella... Pero el peor servilismo es el que el vampiro encuentra en la complicidad del hombre mismo (arquetipos vampirescos, referentes habitualmente de la feminidad devoradora, imágenes de un devenir destructor, dulcificado por el erotismo, pero dudoso).

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Invitación al viaje

Mi niña, mi hermana,¡Piensa en la dulzuraDe vivir allá juntos!Amar libremente,

¡Amar y morirEn el país que a ti se parece!

Los soles llorososDe esos cielos encapotados

Para mi espíritu tienen la seducciónTan misteriosa

De tus traicioneros ojos,Brillando a través de sus lágrimas.

Allá, todo es orden y belleza,Lujo, calma y voluptuosidad.

Muebles relucientes,Pulidos por los años,

Decorarían nuestra alcoba;Las más raras flores

Mezclando sus oloresAl vago aroma del ámbar

Los ricos artesonados,Los espejos profundos,El esplendor oriental,

Todo allí hablaríaAl alma en secreto

Su dulce lengua natal.

Allá, todo es orden y belleza,Lujo, calma y voluptuosidad.

Mira en esos canalesDormir los barcos

Cuyo humor es vagabundo;Es para saciar

Tu menor deseoQue vienen desde el cabo del mundo.

—Los soles en el ocasoRecubren los campos,

Los canales, la ciudad entera,De jacinto y de oro;

El mundo se adormeceEn una cálida luz

Allá, todo es orden y belleza,Lujo, calma y voluptuosidad.

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Poema dedicado a Marie Daubrun (amor otoñal), quien estuvo a punto de irse a vivir con el poeta, pero que finalmente marchó a Italia. El poema podría aludir a Holanda, país que se estaba utilizando para evocar la calma, la limpieza y el bienestar. El barco lleva al país de la imagen de la mujer amada, en la que no han desaparecido todos los peligros (misterio, brumas, ojos traidores tras las lágrimas...). La imaginación del poeta olvida tales miedos, y el tiempo y la muerte tampoco tienen efectos destructores en estos versos. El devenir temporal no destruye: perfecciona y embellece. Se recrea un paraíso de infancia perfecta, de seguridad total, de felicidad, de sentidos completamente saciados..., con especial relieve y positividad en los símbolos de la intimidad (habitaciones, muebles, olores, etc.). El techo cierra la habitación y es lo más importante, porque la transforma en algo íntimo, personal. El cuarto debe tener lo necesario para satisfacer el más mínimo deseo. Es el símbolo de la posesión de una totalidad de la plenitud. La feminidad del decorado y del paisaje hacen del lugar sede del reposo y de la perpetua intimidad sensual.

Spleen

Pluvioso, irritado contra la ciudad entera,de su urna, en grandes oleadas vierte un frío tenebroso

sobre los pálidos habitantes del vecino cementerioy la mortandad sobre los arrabales brumosos.

Mi gato sobre el ladrillo buscando una literaagita sin reposo su cuerpo flaco y sarnoso;el alma de un viejo poeta vaga en la goteracon la triste voz de un fantasma friolento.

El bordón* se lamenta, y la madera ahumadaacompaña en falsete al reloj acatarrado,

mientras que en un mazo de naipes lleno de sucios olores,

herencia fatal de una vieja hidrópica,con la reina de espadas la hermosa sota de oroscharlan siniestramente de sus amores difuntos.

El dios de este poema, Pluviôse, parece tener los poderes de Jupiter pluvius, en el momento de enviar la lluvia para la purificación de los pecados; también podría referirse al 5º mes del calendario revolucionario (20 de enero- 19 de febrero). El frío tenebroso, la lluvia, la niebla, la enfermedad, la miseria y la mortalidad son los signos de la ira divina, como un castigo que se cierne sobre los culpables. Parece como si una maldición sobrenatural hubiese caído en esos lugares. En definitiva es la muerte del amor, la degradación y miseria físicas, la muerte... Pero la muerte no es el reposo de la nada. Es como una continua queja en la que nada deja de sufrir, dentro del universo maldito.

(*) Bordón: campana que con su tañido anuncia la muerte.

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Spleen

Yo tengo más recuerdos que si tuviera mil años.

Un gran mueble de cajones atiborrado de facturas,De versos, de dulces esquelas, de procesos, de romances,

Con abundantes cabellos enredados en recibos,Oculta menos secretos que mi triste cerebro.

Es una pirámide, una inmensa cueva,Que contiene más muertos que la fosa común.—Yo soy un cementerio aborrecido de la luna,

Donde, como remordimientos, se arrastran largos gusanosQue se encarnizan siempre sobre mis muertos más queridos.

Yo soy un viejo gabinete lleno de rosas marchitas,Donde yace toda una maraña de modas anticuadas,Donde los pasteles plañideros y los pálidos Boucher,

Solos, exhalan el olor de un frasco destapado.

Nada iguala en longitud a las cojas jornadas,Cuando bajo los pesados flecos de las nevadas épocas

El hastío, fruto de la melancólica incuria,Adquiere las proporciones de la inmortalidad.

—Desde ya tú no eres más, ¡oh, materia viviente!Que una peña rodeada de un vago espanto,

Adormecida en el fondo de un Sahara brumoso;Una vieja esfinge ignorada del mundo indiferente,

Olvidada sobre el mapa, y cuyo humor hurañoNo canta más que a los rayos del sol poniente.

“ Yo tengo más recuerdos que si tuviera mil años. ”. Se escucha la voz de un Baudelaire apesadumbrado por el peso de su pasado. No le preocupa ya el destino mortal, sino la inmovilidad de un pasado que convierte sus treinta y pocos años en un milenario. Esta distensión del tiempo multiplica hasta el infinito la cantidad de sus recuerdos. Su peso sobrepasa las fuerzas humanas. Hay una enumeración de los recuerdos, contenidos en grandes muebles pesados, combinándose en el desorden y la multiplicidad. La ensoñación de la intimidad dirige el poema hacia el sentido de lo negativo. La imagen del conjunto es lo fúnebre, lo muerto, lo miserable, en el caos.

Spleen

Yo soy como el rey de un país lluvioso,Rico, pero impotente, joven y no obstante antiquísimo,Que, de sus preceptores despreciando las reverencias,

Se hastía con sus perros como con otras bestias.Nada puede distraerle, ni caza, ni halcón,

Ni su pueblo muriendo ante su balcón.Del bufón favorito la grotesca balada

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No distrae más la frente de este cruel enfermo;Su lecho flordelisado se transforma en tumba,

Y las azafatas, para las que todo príncipe es bello,No saben más encontrar el impúdico tocado

Para arrancar una sonrisa a este joven esqueleto.El sabio que le hace el oro jamás ha podidoDe su ser extirpar el elemento corrompido,

Y en esos baños de sangre que de los romanos proceden,Y de los que de sus lejanos días los poderosos se recuerdan,

No ha sabido recalentar este cadáver aleladoPor el que corre, en lugar de sangre, el agua verde del Leteo.

La figura del rey desengañado ilustra la omnipotencia destructora de las fuerzas nocturnas. A pesar de sus riquezas, es impotente. A pesar de su juventud, es demasiado anciano. Ni el saber de sus preceptores ni la magia del alquimista le sirven de ayuda. Su poder se extiende sobre los animales y los humanos. La caza, los ritos de la sangre, etc., pierden su virtualidad por una lluvia que lo impregna todo, y que convierten al rey en un joven esqueleto, en un cadáver. El conjunto es, de nuevo, la desaparición de yo en el destino temporal.

Spleen

Cuando el cielo bajo y pesado como tapaderaSobre el espíritu gemebundo presa de prolongados tedios,

Y del horizonte, abarcando todo el círculo,Nos vierte un día negro más triste que las noches;

Cuando la tierra se cambia en un calabozo húmedo,Donde la Esperanza, como un murciélago,

Se marcha batiendo los muros con su ala tímidaY golpeándose la cabeza en los cielorrasos podridos;

Cuando la lluvia, desplegando sus enormes reguerosDe una inmensa prisión imita los barrotes,Y una multitud muda de infames arañas

Acude para tender sus redes en el fondo de nuestros cerebros,

Las campanas, de pronto, saltan enfurecidasY lanzan hacia el cielo su horrible aullido,

Cual espíritus errabundos y sin patriaPoniéndose a gemir porfiadamente.

—Y largos cortejos fúnebres, sin tambores ni música,Desfilan lentamente por mi alma; la EsperanzaVencida, llora, y la Angustia atroz, despótica,

Sobre mi cráneo prosternado planta su bandera negra.

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Combate simbólico que opone las fuerzas de las tinieblas a las del espíritu. El cielo negro es enemigo y asola el espíritu por todas partes. No queda posibilidad de evasión, ya que abarca todo el horizonte. En todo el círculo del horizonte el día es negro, con una imposición de la muerte. El espíritu gime por ser presa de ‘largos aburrimientos’. La forma -regulariza rítmica ininterrumpida, anáforas idénticas- refuerza la sensación de aplastamiento total. El horizonte se estrecha y aplasta el espíritu. El hombre aparece preso tras la lluvia intensa y vertical que cae.

El sonido de las campanas no es la expresión de la adoración de los fieles, sino la protesta del hombre, exiliado de su verdadera patria. Los espíritus errantes y sin patria podrían aludir a Satán y sus ángeles que Dios echó para siempre del cielo, injustamente, según Baudelaire. Pero todo es inútil y el rechazo del hombre también. Hay fuertes imágenes de ruido y estruendos, manifestación de una divinidad atroz, ante quien no cabe la esperanza.

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