SOBRE LUCUBRACIONES

Por Ramón E. AZÓCAR A. (curriculumramonazocar.blogspot.com)

La Poesía de Alberto JIMÉNEZ URE no puede pasar inadvertida. El escritor (ensayista, poeta, pero básicamente narrador) no ha podido desprenderse de la ensoñación de la «versificación libre». Ya en sus anteriores libros, como Trasnochos (1987) y Luxfero (1991) había plasmado «síntesis filosóficas» (así define sus poemas) en torno a lo mundano: e igual indagaciones acerca de la existencia del Hombre y su lugar mítico en el Universo. Pero, es en Lucubraciones («Universidad de Los Andes», 1994) donde el autor rompe el monólogo hombre-medio-ambiente y hombre-espíritu para crear un diálogo plural: entre las voces del recuerdo, la interpretación de los vicios y las nimiedades de la vida.

Lucubraciones es similar a un «puente de palabras» que comunican al escritor con su realidad múltiple, enfrentándolo y retándolo a fin de conquistar una sonoridad melancólica que magnifica sucesos humanos como el siguiente: «[…] Es la Poesía para mí sólo el instrumento físico/Mediante el cual desahogo mis reflexiones en redor/De una Humanidad por el Big Bang lamentablemente parida […]» (Ob. cit., p. 14) Captamos el sentido espiritual de una poesía escrita en pulcra Lengua Castellana, y que nos transmite la intención del poeta por darle a la palabra un rasgo instrumental: armónico con las experiencias reales que desdibujan comportamientos y actos. También es perceptible en la obra de ureriana sus incesantes especulaciones filosóficas. Alguna vez expresó Blake: «[…] La Poesía es Filosofía Pura […]». Esa Filosofía Pura se manifiesta en casi la totalidad de la obra literaria de Alberto JIMÉNEZ URE:

la cual entremezcla con discernimientos psicológicos relacionados con sus tribulaciones, sufrimientos y nostalgias personales. Sin proponérselo quizá, J. URE revela en sus poemas una dolorosa desesperación por sus seres queridos. No insinuamos específicos y particulares problemas: sino angustias plurales que, bajo el pensamiento discursivo y la musicalidad, se erigen en bastiones de la expresión poética. El escritor critica las frivolidades de una burguesía que ha promovido en la mujer una lamentable inversión de valores: «[…] Debí suponer que tu reaparición era incidental/Que sólo cuando te sientes (asfixiada) abrumada de mundanismo/De fatuocircundante, buscas cuanto se presenta puro ante ti […]» (Idem., p. 37) JIMÉNEZ URE es atrevido y despiadado. Parece convencido que el amor –en realidad- no existe, y de haberse quedado sin Dios: «[…] Me he quedado sin

Dios/Yo, que alguna vez fui su devoto./Me he transformado en un hombre/Cuyo destino de sí mismo depende […]» (Ibídem., p. 17). ¿Es que –acaso- adherimos al Racionalismo Filosófico que devela nuestras ambiciones de grandeza? Pero, ¿por qué preguntar en este tono cuando ni siquiera estamos seguros si el autor se refiere al «dios» glorificado por las religiones? ¿No será posible que el escritor sólo nos metaforice otro aspecto del espíritu que nosotros, en nuestra cotidianidad burguesa, no hemos advertido aún? Lucubraciones es más un reservorio de preguntas que respuestas. Nadie que se tope con este libro hallará en él una explicación sobre lo que es el Mundo, sino un compendio de las abominaciones teológicas y filosóficas por las que atraviesa el Hombre en sus ansias de «falotrar» al Universo. En la medida que nos internamos en la obra de J. URE, contemplamos una especie de «orgasmo

de las palabras»: y un fecundo, limpio, pensamiento libertario. Exento de toda censura y enfermedad putrefacta. Yo «lucubro» con Lucubraciones.