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MANUEL GARRIDO BONAÑO, O.S.B. Año litúrgico patrístico (3) Pascua Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2002

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2 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

MANUEL GARRIDO BONAÑO, O.S.B.

Año litúrgicopatrístico

(3) Pascua

Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2002

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Triduo Pascual

Jueves SantoEntrada: «Nosotros hemos de gloriar-

nos en la cruz de nuestro Señor Jesucris-to: en Él está nuestra salvación, vida yresurrección; Él nos ha salvado y libera-do» (cf. Gál 6,14).

Colecta (de nueva composición): «Se-ñor Dios nuestro, nos has convocado hoy(esta tarde) para celebrar aquella mismamemorable Cena en que tu Hijo, antes deentregarse a la muerte, confió a la Iglesiael banquete de su amor, el sacrificio nue-vo de la Alianza eterna; te pedimos que lacelebración de estos santos misterios noslleve a alcanzar plenitud de amor y de vi-da».

Ofertorio: «Concédenos, Señor, parti-cipar dignamente en estos santos miste-rios, pues cada vez que celebramos estememorial de la muerte de tu Hijo, se rea-liza la obra de nuestra redención».

Comunión: «Este es mi cuerpo, que seentrega por vosotros. Esta copa es la nue-va alianza sellada con mi sangre; hacedesto cada vez que bebáis, en memoriamía» (1 Cor 11,24-25).

Postcomunión: «Concédenos, Dios to-dopoderoso, que la Cena de tu Hijo, que

nos alimenta en el tiempo, llegue a saciar-nos un día en la eternidad de tu reino».

En este día santo Cristo Jesús, adelan-tando en su Corazón el misterio de su Pa-sión, quiso celebrar en el Cenáculo supropia Pascua. Con esa celebración esta-ba dando plenitud real y salvífica a la Pas-cua judía e instituyendo la realidad sa-cramental de la Pascua cristiana o NuevaAlianza en su Sangre. Cristo instituye enla Última Cena los sacramentos delSacerdocio y de la Eucaristía.

–Éxodo 12,1-8.11-14: Prescripcionessobre la cena pascual. El sacrificio del cor-dero pascual fue realizado por vez prime-ra por el pueblo de Dios en la noche enque lo libró de la esclavitud de Egipto. Enla Antigua Alianza la cena con ese sacrifi-cio era el signo que garantizaba el amorde Dios a su pueblo.

–Con el Salmo 115 proclamamos queel cáliz que bendecimos es la comuniónde la Sangre de Cristo. «¿Como pagaré alSeñor todo el bien que me ha hecho? Al-zaré el cáliz de la salvación, invocando sunombre... Te ofreceré un sacrificio de ala-banza, invocando tu nombre, Señor...»

–1 Corintios 11,23-26: Cada vez quecoméis el Pan y bebéis del Cáliz, procla-máis la muerte del Señor. Nuestra Pas-cua es Cristo, perpetuada sacramental-mente en nosotros por el sacrificio euca-rístico, que actualiza en el tiempo y en elespacio su Pasión y Muerte Redentora ysigue realizando su salvación pascual hastaque vuelva. Es el memorial perenne de laNueva Alianza en la Sangre de Cristo.

–Juan 13,1-15: Los amó hasta el ex-tremo. La Eucaristía es signo y testimo-nio del Amor sin límites con que Jesu-cristo nos ha amado y nos sigue amando.Es urgencia de caridad con la que debenamarse sus discípulos. El lavatorio fue ysigue siendo el impresionante testimonio

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del Amor real de Cristo a los hombres,sus hermanos.

San Efrén admira las acciones de Cris-to en la Última Cena:

«Fue una tarde perfectísima, en la cual Cristollevó a cabo la verdadera Pascua; fue una tarde, laúltima de las tardes, en la cual selló Cristo sudoctrina; tarde, cuyas tinieblas fueron ilumina-das... En aquella tarde, en la cual los judíos usa-ban los ázimos, Jesús constituyó a la Iglesia he-redera en el mundo de su Sangre. ¡Oh tarde glo-riosa, en la cual se realizaron los misterios, seselló el pacto antiguo, se enriqueció la Iglesia delas Gentes! Tarde bendita, tiempo bendito, en elque la Cena fue consagrada; mesa bendita que fuealtar para los Apóstoles. En aquella Cena llevó atérmino el Señor el alimento espiritual y mezclóla bebida celestial...» (Sermones de la SemanaSanta 4,7).

«¡Oh dichoso lugar! Nunca ha sido preparadauna mesa como la tuya, ni en casa de los reyes, nien el tabernáculo, ni en el Sancta Sanctorum. Enti fue partido el pan de las primicias, tú fuiste laprimera Iglesia de Cristo y el primer altar; en ti sevio la primera de todas las oblacioness» (Himnode la Crucifixión 12).

Y también Cirilona dice:«¡Oh milagro asombroso! Fíjate bien, oyente:

pescadores y recaudadores de contribuciones sesientan con Él a la mesa, mientras los ángeles yarcángeles están temblando ante Él. Los hombreshan sido hechos comensales de Dios. ¡Oh bien-aventurados Apóstoles, de cuán alto honor ha-béis sido hechos dignos! Ellos comieron la Pas-cua antigua y dieron cumplimiento a laLey» (Himnos 1).

Viernes Santo«Tanto nos ha amado Dios que llegó a

entregarnos, por el sacrificio, a su Hijo...que nos amó y se entregó por nosotros»(Jn 3,16; Gál 2,20).

–Oración (del Misal anterior, tomada delGelasiano): «Señor, Dios nuestro; Jesu-cristo, tu Hijo, al derramar sus sangre pornosotros, se adentró en su misteriopascual; recuerda, pues, que tu ternura ytu misericordia son eternas, santifica atushijos y protégelos siempre».

O bien (del Gelasiano): «Oh Dios, quepor la Pasión de Cristo, Señor nuestro,has destruido la muerte, consecuencia delprimer pecado, que a todos los hombresalcanza; te pedimos nos hagas semejan-tes a tu Hijo; así, quienes por nuestra na-turaleza humana somos imagen de Adán,el hombre terreno, por la acción de tu gra-cia, seamos imagen de Jesucristo, el hom-bre celestial».

En el Calvario sobraron espectadores yfaltaron creyentes. Sobró curiosidad yfaltó amor. Sobró irresponsabilidad y fal-tó humilde sinceridad religiosa, salvo laVirgen María, la Madre de Jesús, SanJuan, el discípulo amado, y las piadosasmujeres. Tengamos los mismos sentimien-tos que tuvo Cristo Jesús... «hecho pornosotros obediente hasta la muerte ymuerte de Cruz» (cf. Flp 2,5 ss.).

–Isaías 52,13-53.12: Él fue traspasa-do por nuestras rebeliones. El cuarto cán-tico de Isaías sobre el Siervo de Dios nospresenta al Mesías como Víctima vicariay solidaria, machacada por nuestros pe-cados. Varón de dolores; castigado y he-rido por nuestras iniquidades.

–Con el Salmo 30 decimos: «A Ti, Se-ñor, me acojo, no quede yo nunca defrau-dado; Tú eres justo, ponme a salvo. A tusmanos encomiendo mi espíritu; Tú, elDios leal, me librarás»

–Hebreos 4,14-16; 5,7-9: Experimen-tó la obediencia y se convirtió en causade salvación eterna para todos los que leobedecen. Es una proclamación delSacerdocio Mediador de Cristo, el Ino-cente, el Hijo muy amado, Víctima denuestros pecados. Por ello es causa desalvación para cuantos creen en Él.

–Juan 18,1-19,42: Pasión de NuestroSeñor Jesucristo. La meditación de la Pa-sión evoca los acontecimientos del Cal-vario. No interesa tanto lo anecdótico delos sucesos, cuanto la obediencia, el Amor

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victimal y la inocencia redentora con queJesús nos amó y se entregó por noso-tros. Oigamos a San Agustín:

«Marchaba, pues, Jesús para el lugar dondehabía de ser crucificado, llevando su cruz. Ex-traordinario espectáculo: a los ojos de la piedad,gran misterio; a los ojos de la impiedad, grandeirrisión; a los ojos de la piedad, firmísimo cimien-to de la fe; a los ojos de la impiedad documentode ignominia; a los ojos de la piedad, un rey quelleva, para en ella ser crucificado, la cruz que ha-bía de fijarse en la frente de los reyes; para losojos de la impiedad, la mofa de un rey que llevapor cetro el madero de su suplicio. En la Cruzhabía de ser despreciado por los ojos de los im-píos, y en ella ha de ser la gloria del corazón delos santos, como diría después San Pablo: “Noquiero gloriarme, sino en la Cruz de Nuestro Se-ñor Jesucristo” (Gál 6,14). Él recordaba su cruzllevándola sobre sus hombros; llevaba el candela-bro de la lucerna encendida, que no debía ser pues-ta debajo del celemín» (Tratado 119,1 sobre elEvangelio de San Juan).

Sábado SantoBienaventurados quienes prestan a Je-

sús el obsequio de una fe íntegra y de unamor sincero.

«Bienaventuradas tus manos, oh José, que pres-taron servicio a Cristo y palparon las manos ylos pies del cuerpo divino de Jesús, de dondetodavía manaba sangre. Bienaventuradas tus ma-nos, que estuvieron en contacto con el divinocostado del que brotaba sangre, habiendo tú rea-lizado este acto antes que Tomás, el creyenteincrédulo y panegirista curioso. Bienaventuradatu boca, que quedó plenamente saciada al aproxi-marse a la boca de Cristo y de entonces se llenódel Espíritu Santo. Bienaventurados tus ojos quecontemplaron los ojos de Jesús y de ellos recibie-ron la Luz verdadera. Bienaventurado tu rostro,que se acercó a la divina faz. Bienaventurados tushombros que transportaron al que todo sostienecon su poder. Bienaventurada tu cabeza a la quese se aproximó Jesús, Cabeza de todos. Bien-aventuradas tus manos, con las que llevaste alque lleva todaslas cosas.

«Bienaventurados fueron José y Nicodemo,pues aventajaron a los querubines, elevando ytransportando al mismo Dios. Aventajaron tam-

bién a los ángeles provistos de seis alas, puesellos honraron al Señor y lo cubrieron no conalas, sino con el lienzo. José y Nicodemo lleva-ron a hombros a Aquél ante quien se estremecenlos querubines y se extasían todas las legiones deángeles» (Antigua Homilía sobre el grande y san-to Sábado).

San Germán de Constantinopla dice:«Esta es la gran festividad que hoy se celebra

en los infiernos: es una solemnidad maravillosa yllena de esplendor. Aquel Sol que sobrepasa laaltitud de los cielos ha llenado de resplandecienteluz las regiones que estaban debajo de la tierra, yuna claridad meridiana ha iluminado prodigi-osamente a aquéllos que se hallaban sumidos enla oscuridad y sombras de muerte. Ahora el Pa-dre celestial ha hecho aparecer su Sol sobre malosy buenos y también ha dispuesto que lloviesesobre justos e injustos (Mt 5,45), al fluir del cos-tado abierto de su Unigénito la doble lluvia de lasangre y del agua que purifica y da vida, puesambas cosas eran necesarias para quienes habita-ban en las resecas y miserables mansiones delinfierno.

«El Buen Pastor, en efecto, murió por todoslos hombres, justos e injustos y bajó hasta lasprofundidades del infierno por razón de la ovejaque había ido a parar a ese lugar, después de que-dar privada de la gloria divina y de haber sidoexpulsada de las praderas del paraíso, no conser-vando más protección que su lana y padeciendo,sobre todo, la mordedura de los atroces dientesdel infierno» (Homilía sobre la sepultura de Cris-to).

San Efrén alaba a Cristo en sus miste-rios pascuales:

«Gloria a Ti, amigo de los hombres.Gloria aTi, oh misericordiosoGloria a Ti, oh magnífico.Gloria a Ti, que absuelves los pecados.Gloria a Ti, que has venido para salvar nues-tras almas...Gloria a Ti, que fuiste atado.Gloria a Ti, que fuiste flagelado.Gloria a Ti, que fuiste escarnecido.Gloria a Ti, que fuiste clavado en la Cruz.Gloria a Ti, que fuiste sepultado y has resuci-tado.Gloria a Ti, que has predicado a los hombres yellos han creído en TiGloria a Ti que has subido a los cielos...

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Gloria al que se ha dignado salvar al pecador,por su misericordiosa bondad»(Sermón sobre los sufrimientos del Salvador 9).

Domingo de ResurreciónEntrada: «He resucitado y aún estoy

contigo, has puesto sobre mí tu mano: tusabiduría ha sido maravillosa, aleluya»(Sal 138 18,5-6). O bien: «Era verdad, haresucitado el Señor, aleluya. A Él la gloriay el poder por toda la eternidad» (Lc24,34; cf. Ap 1,6) .

Colecta (del misal anterior, completadacon texto del Gelasiano): «Señor Dios, queen este día nos has abierto las puertas dela vida por medio de tu Hijo, vencedor dela muerte; concédenos, al celebrar la so-lemnidad de su resurrección que, reno-vados por el Espíritu, vivamos en la es-peranza de nuestra salvación futura».

Ofertorio (del misal anterior, corregidacon texto del Gelasiano): «Rebosantes degozo pascual, celebramos, Señor, estossacramentos, en los que tan maravillosa-mente ha renacido y se alimenta tu Igle-sia».

Comunión: «Ha sido inmolado nuestravíctima pascual, Cristo; celebremos,pues, la Pascua con los panes ázimos dela sinceridad y la verdad. Aleluya» (1Cor5,7-8)

Postcomunión (del Sacramentario deBérgamo): «Protege, Señor, a tu Iglesiacon amor paternal, para que, renovada porlos sacramentos pascuales, llegue a la glo-ria de la resurrección».

En la Vigilia Pascual hemos vivido elgran acontecimiento de nuestra Pascua:Cristo Resucitado. Celebramos el Miste-rio de Cristo-Luz que ha vencido el poderde las tinieblas y de la muerte. A todos senos proclamó el Misterio de Vida nueva yrenovamos gozosos nuestras esperanzasbautismales y la alegría de ser de Cristo.

Esta gran realidad no se agota en una ce-lebración. La Iglesia le dedica el cin-cuentenario pascual, para saturarnos deCristo, muerto y resucitado con un Ale-luya perenne.

–Hechos 10,34,37-43: Nosotros hemoscomido y bebido con Él después de suResurrección. Pedro es la primera voz dela Iglesia que nos proclama y garantiza elacontecimiento de la Resurrección. Sutestimonio avala nuestra fe y nos recuer-da que la Resurrección es la que da senti-do a toda la vida de Cristo, el Señor.

–Con el Salmo 117 cantamos alboro-zados: «Este es el día en que actuó el Se-ñor; sea nuestra alegría y nuestro gozo.Dad gracias al Señor, porque es bueno,porque es eterna su misericordia. La dies-tra del Señor es poderosa, la diestra delSeñor es excelsa. No he de morir, vivirépara cantar las hazañas del Señor. La pie-dra que desecharon los arquitectos esahora la piedra angular. Es el Señor quienlo ha hecho, ha sido un milagro patente».

–Colosenses 3,1-4: Buscad los bienesde allá arriba, donde está Cristo. SanPablo nos recuerda también que la resu-rrección del Señor es el acontecimientoque, por el bautismo, ha dado sentido di-vino a toda nuestra existencia de creyen-tes en Cristo y nos ha injertado en su con-dición de Hijo muy amado del Padre.

O también: 1 Corintios 5,6-8: Barredla levadura vieja, para ser una masa nue-va. Incorporados a Cristo, por el Miste-rio Pascual, la autenticidad de nuestra fetiene un signo y una urgencia insoslaya-ble: nueva vida de santidad en Cristo.

–Secuencia: «Ofrezcan los cristianosofrendas de alabanza a gloria de la Vícti-ma propicia de la Pascua. Cordero sinpecado que a las ovejas salva, a Dios y alos culpables unió con nueva alianza... Reyvencedor, apiádate de la miseria humana

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y da a tus fieles parte en tu victoria santa.Amén. Aleluya».

–Juan 20,1-9: Él había de resucitar deentre los muertos. El acontecimiento de laPascua y el reencuentro con Cristo Re-sucitado hizo que se volviera a reunir laprimera comunidad eclesial -el ColegioApostólico- rehaciendo sus vidas del es-cándalo de la Cruz. De la resurrección deCristo nació de nuevo la Iglesia. San Me-litón de Sardes explica las gracias que nosvienen de la resurrección de Cristo:

«Fijaos bien, queridos hermanos: el Misteriode Pascua es a la vez nuevo y antiguo, eterno ypasajero, corruptible e incorruptible, mortal einmortal. Antiguo según la ley, pero nuevo segúnla Palabra encarnada. Pasajero en su figura, peroeterno en la gracia. Corruptible por el sacrificiodel cordero, pero incorruptible por la Vida delSeñor. Mortal por su sepultura en la tierra, peroinmortal por su Resurrección de entre los muer-tos. La ley es antigua, pero la Palabra es nueva.La figura es pasajera, pero la gracia es eterna.Corruptible el cordero, pero incorruptible el Se-ñor, el cual, inmolado como Cordero, resucitócomo Dios...

«Venid, pues, vosotros todos, los hombres queos halláis enfangados en el mal, recibid el perdónde vuestros pecados. Porque yo soy vuestro per-dón, soy la Pascua de salvación, soy el Corderodegollado por vosotros, soy vuestra agua lustral,vuestra vida, vuestra resurrección, vuestra luz,vuestra salvación y vuestro Rey. Puedo llevaroshasta la cumbre de los cielos, os resucitaré, osmostraré al Padre celestial, os haré resucitar conel poder de mi diestra» (Homilía sobre la Pascua2-7.100-103).

Triduo Pascual

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Tiempo Pascual

Octava de Pascua

LunesEntrada: «El Señor nos ha introducido

en una tierra que mana leche y miel, paraque tengáis en los labios la Ley del Señor.Aleluya (Ex 13,5-9). O bien «El Señor haresucitado de entre los muertos, como lohabía dicho; alegrémonos y regocijémo-nos todos, porque reina para siempre.Aleluya»

Colecta (del Misal anterior y antes delGelasiano y Gregoriano): «Señor Dios,que por medio del bautismo haces crecera tu Iglesia, dándole siempre nuevos hi-jos; concede a cuantos han renacido en lafuente bautismal, vivir siempre de acuer-do con la fe que profesaron».

Ofertorio: «Recibe, Señor, en tu bon-dad, las ofrendas de tu pueblo, para que,renovados por la fe y el bautismo, consi-gamos la eterna bienaventuranza».

Comunión: «Cristo, una vez resucitadode entre los muertos, ya no muere más;la muerte ya no tiene dominio sobre Él.Aleluya» (Rom 6,9).

Postcomunión: «Te pedimos, Señor, quela gracia del misterio pascual llene total-

mente nuestro espíritu, para que, quienesestamos en el camino de la salvación, sea-mos dignos de tus beneficios».

–Hechos 2,14.22-32: Dios resucitó aeste Jesús y todos nosotros somos testi-gos. Sigue Pedro anunciando a todos laresurrección de Jesucristo, en quien secumplieron las profecías de la Escritura.Este es el tema central de la primera pro-clamación del mensaje cristiano: el Mis-terio de Cristo muerto y resucitado, se-gún el plan de salvación de Dios. La cele-bración eucarística, al hacer presentes denuevo los acontecimientos salvíficos, en-rola y compromete toda nuestra vida ac-tual en el plan salvífico de Dios, que semanifestará en plenitud cuando experi-mentemos la liberación definitiva en la vidagloriosa. Dice San Juan Damasceno:

«El Señor recibió en herencia los despojos delos demonios, o sea, aquellos que desde antiguohabían muerto, y liberó a todos los que se halla-ban bajo el yugo del pecado. Habiendo sido con-tado entre los malhechores, él fue quien implantóla justicia. La semilla de los incrédulos se abolió;el luto se cambió en fiestas y el llanto en himnosde gozo. En medio de las tinieblas brilló paranosotros la luz; de un sepulcro surgió la vida ydel fondo de los infiernos brotaron la resurrec-ción, la alegría, el gozo y la exultación» (Homilíasobre el Sábado Santo 27).

–La resurrección de Cristo es esperan-za de incorrupción. Ella hace posible quelas afirmaciones del autor del Salmo 15tengan plenitud de sentido en los labioscristianos. Por Cristo el cristiano puedevivir su vida en esperanza de inmorta-lidad: «Protégeme, Dios mío, que me re-fugio en Ti; yo digo al Señor: “Tú eres mibien”. El Señor es el lote de mi heredad ymi copa, mi suerte está en su mano. Ben-deciré al Señor que me aconseja, hasta denoche me instruye internamente. Tengopresente al Señor, con Él a mi derecha novacilaré. Por eso se me alegra el corazón,se gozan mis entrañas, y mi carne des-

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cansa serena; porque no me entregarás ala muerte ni dejarás a tu fiel conocer lacorrupción. Me enseñarás el sendero dela vida, me saciarás de gozo en tu presen-cia, de alegría perpetua a tu derecha».

–Mateo 28,8-15: Id a comunicar a mishermanos que vayan a Galilea; allí meverán. Las santas mujeres se encuentrancon Jesús resucitado, que les encarga queavisen a sus discípulos que vayan a Galilea.Entre tanto, los guardianes de la tumbareciben dinero para que defiendan la ideade que han robado el cuerpo de Jesús,mientras ellos dormían. Es una prepara-ción para la manifestación a los Apósto-les, que serán los verdaderos testigos dela Resurrección. San Agustín dice atina-damente:

«Pusieron guardas para custodiar el sepulcro.Tembló la tierra y resucitó el Señor. Sucedierontales milagros junto al sepulcro que aun los mis-mos soldados, que habían ido a custodiarlo, ha-brían servido de testigos, si hubieran querido de-cir la verdad. Mas aquella avaricia que se apoderóigualmente de los soldados los inutilizó. “Os da-mos este dinero, les dijeron, y decid que, estandovosotros dormidos, llegaron sus discípulos y selo llevaron”. Verdaderamente se cansaron en vanodiscurriendo tales cavilaciones. ¿Qué es lo quehas dicho, infeliz astucia? ¿Hasta ese extremoabandonas la luz de la verdadera prudencia y tesumerges en el abismo de la malicia que dices:“afirmad que estando nosotros dormidos, llega-ron sus discípulos y se lo llevaron”? ¿Alegas tes-tigos dormidos? Verdaderamente tú mismo dor-mías, cuando en tales cavilaciones caíste» (Co-mentario al Salmo 63).

MartesEntrada: «Les dio a beber del agua de

la sabiduría; en ellos se hizo fuerza y nocederá; los ensalzará por encima de to-dos para siempre. Aleluya» (cf. Eclo 15,3-4).

Colecta (del Misal anterior y antes delGelasiano y Gregoriano): «Tu, Señor, quenos has salvado por el misterio pascual,

continúa favoreciendo con dones celes-tes a tu pueblo, para que alcance la liber-tad verdadera y pueda gozar de la alegríadel cielo que ya ha empezado a gustar enla tierra».

Ofertorio: «Acoge, Señor, con bondadlas ofrendas de tu pueblo, para que, bajotu protección, no pierda ninguno de tusbienes y descubra los que permanecenpara siempre».

Comunión: «Ya que habéis resucitadocon Cristo, buscad los bienes de arriba,donde está Cristo, sentado a la derechade Dios; aspirad a los bienes de arriba.Aleluya» (Col 3,1-2).

Postcomunión: «Escúchanos, Dios To-dopoderoso, y concede a estos hijos tu-yos, que han recibido la gracia incompa-rable del bautismo, poder gozar un día dela felicidad eterna».

–Hechos 2,36-41: Convertíos y bau-tizaos todos en nombre de Jesucristo. Anteel mensaje apostólico sólo cabe una acti-tud por parte de los judíos y para los pa-ganos que sean de recto corazón: dejar lasenda descarriada por medio de la con-versión, la fe y el bautismo, que confiereel perdón de los pecados y el don del Es-píritu. Para todos es necesario estar enestado de conversión permanente, pasarde un grado menos perfecto a un gradomás perfecto en la vida cristiana. Esto espara nosotros vivir continuamente en mis-terio pascual. Sobre esta permanente con-versión, Rabano Mauro dice:

«Todo pensamiento que nos quita la esperan-za de la conversión proviene de la falta de piedad;como una pesada piedra atada a nuestro cuello,nos obliga a estar siempre con la mirada baja,hacia la tierra, y no nos permite alzar los ojoshacia el Señor» (Tres libros a Bonosio 3,4).

Y Juan Pablo II ha escrito: «El auténtico cono-cimiento de Dios, Dios de la misericordia y delamor benigno, es una constante e inagotable fuentede conversión, no solamente como momentáneoacto interior, sino también como disposición es-

Octava de Pascua

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table, como estado de ánimo. Quienes llegan aconocer de este modo a Dios, quienes lo ven así,no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar aÉl. Viven, pues, en un estado de conversión, eseste estado el que traza la componente más pro-funda de la peregrinación de todo el hombre porla tierra en estado de viador» (Dives in miseri-cordia 13).

–En el plan salvador de Dios, fruto desu misericordia, la resurrección ocupa unlugar central. Dios resucitó a Jesús y re-sucitará a todos los que creen en Él, enuna resurrección de gloria, porque de sumisericordia está llena la tierra. Así lo pro-clamamos con el Salmo 32: «La palabradel Señor es sincera, y todas sus accio-nes son leales; Él ama la justicia y el dere-cho, y su misericordia llena la tierra. Losojos del Señor están puestos en sus fie-les, en los que esperan en su misericor-dia, para librar sus vidas de la muerte yreanimarlos en tiempo de hambre. Noso-tros aguardamos al Señor: Él es nuestroauxilio y escudo. Que tu misericordia,Señor, venga sobre nosotros, como loesperamos de Ti».

–Juan 20,11-18: He visto al Señor yha dicho esto. Jesús se aparece a MaríaMagdalena, que ha venido a llorar junto alsepulcro. Tras un momento de duda, ellareconoce al Maestro y recibe de éste laorden de anunciar a los discípulos que vaa subir al Padre. Comenta San Agustín:

«Al volverse los hombres, un afecto más fuer-te sujetaba al sexo más débil en el mismo lugar. Ylos ojos que habían buscado al Señor, sin encon-trarlo, se deshacían en lágrimas, sintiendo mayordolor por haber sido llevado del sepulcro que porhaber sido muerto en la Cruz, porque ya no que-daba recuerdo de su excelente Maestro, cuya vidales había sido arrebatada. Este dolor sujetaba a lamujer al lado del sepulcro» (Tratado 121,1 sobreel Evangelio de San Juan).

Y San Gregorio Magno dice también:«Llorando, pues, María se inclinó y miró en el

sepulcro. Ciertamente había visto ya vacío el se-pulcro, ya había publicado que se habían llevado

al Señor. ¿Por qué, pues, vuelve a inclinarse yrenovar el deseo de verle? Porque al que ama, nole basta haber mirado una sola vez, porque lafuerza del amor aumenta los deseos de buscar. Y,efectivamente, primero le buscó, y no le encon-tró; perseveró en buscarle y le encontró. Sucedióque, con la dilación, crecieron sus deseos, y cre-ciendo, consiguió encontrarle» (Homilía 25 so-bre los Evangelios).

MiércolesEntrada: «Venid vosotros, benditos de

mi Padre, heredad el Reino preparado paravosotros desde la Creación del mundo.Aleluya» (Mt 25,34).

Colecta (del Misal anterior y antes delos Sacramentarios Gelasiano y Grego-riano): «Oh Dios, que todos los años nosalegras con la solemnidad de la resurrec-ción del Señor; concédenos, a través dela celebración de estas fiestas, llegar undía a la alegría eterna».

Ofertorio: «Acepta, Señor, este sacrifi-cio, con el que has redimido a todos loshombres, y concédenos bondadosamen-te la salud del alma y del cuerpo».

Comunión: «Los discípulos conocieronal Señor Jesús al partir el pan. Aleluya»(Lc 24,35).

Postcomunión: «Te pedimos, Señor, quela participación en los sacramentos de tuHijo nos libre de nuestros antiguos peca-dos y nos transforme en hombres nue-vos».

–Hechos 3,1-10: Te doy lo que tengo:en nombre de Jesucristo, echa a andar.Lo que actúa en San Pedro al curar aeste lisiado de la Puerta Hermosa del Tem-plo en Jerusalén, es el Nombre de Jesu-cristo, esto es, su Persona y su fuerza.

Sobre el Nombre de Jesús dice San Ber-nardo:

«El nombre de Jesús no es solamente Luz, estambién manjar. ¿Acaso no te sientes confortadocuantas veces lo recuerdas? ¿Qué otro alimento

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como él sacia así la mente del que medita? ¿Quéotro manjar repara así los sentidos fatigados, es-fuerza las virtudes, vigoriza la buenas y honestascostumbres y fomenta las castas afecciones? Todoalimento del alma es árido si con este óleo no estásazonado; es insípido si no está condimentadocon esta sal. Si escribes, no me deleitas, a no serque lea el nombre de Jesús. Si disputas o conver-sas, no me place, si no oigo el nombre de Jesús.Jesús es miel en la boca, melodía en los oídos,alegría en el corazón. ¿Está triste alguno de voso-tros? Venga a su corazón Jesús, y de allí salga a laboca. Y he aquí que apenas aparece el resplandorde este nombre desaparecen todas las nubes ytodo queda sereno» (Sermón 15 sobre el Cantar1.2).

–Las grandes maravillas de Dios en fa-vor de su pueblo culminan con la resu-rrección de Jesús, primicia de los que re-sucitaremos. Cantemos con el Salmo 104al Señor, que ha sido fiel a sus promesas,haciendo maravillas con su pueblo al nom-bre de Jesús: «Dad gracias al Señor, in-vocad su nombre, dad a conocer sus ha-zañas a los pueblos, cantadle al son deinstrumentos, hablad de sus maravillas.Gloriaos de su nombre santo, que se ale-gren los que buscan al Señor. Recurrid alSeñor y a su poder, buscad continuamentesu rostro. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;hijos de Jacob, su elegido! Él Señor esnuestro Dios, Él gobierna toda la tierra».

–Lucas 24,13-35: Reconocieron a Je-sús al partir el pan. Aparición a los discí-pulos de Emaús. A Jesús se le sigue en-contrando en su Palabra, en la Eucaristía,en los hermanos, en los pobres y necesi-tados. Comenta San Gregorio Magno:

«En verdad les dirigió la palabra, les reprendiósu dureza de entendimiento, les descubrió losmisterios de la Escritura Sagrada que a Él se refe-rían... Fingió ir más lejos. Convenía probarlospor si podían amarle, al menos como extraño, losque como a Dios no le amaban todavía. Pero,como no podían ser extraños a la caridad los hom-bres con quienes la Verdad caminaba, le ofrecenhospitalidad... Ponen pues la mesa, presentan pany manjares; y en el partir el pan conocen a Dios,a quien en la explicación de la Sagrada Escritura

no habían conocido. Al escuchar, por lo tanto,los preceptos de Dios, no fueron iluminados; perosí lo fueron al cumplirlos, porque escrito está:“No son justos ante Dios los oyentes de la ley,sino que serán justificados los que la observen”.Así pues, todo el que quiera entender lo que haoído, apresúrese a poner por obra todo lo que hapodido oir. He aquí que el Señor no es conocidomientras habla, y se digna ser reconocido cuandole sustentan» (Homilía 23 sobre los Evangelios).

JuevesEntrada: «Ensalzaron a coro tu brazo

victorioso, porque la sabiduría abrió laboca de los mudos y soltó la lengua delos niños. Aleluya» (Sab 10,20-21).

Colecta (del Misal anterior y antes delos Sacramentarios Gelasiano y Grego-riano): «Oh Dios, que has reunido pue-blos diversos en la confesión de tu nom-bre; concede a los que han renacido en lafuente bautismal una misma fe en su es-píritu y una misma caridad en su vida».

Ofertorio: «Recibe, Señor, en tu bon-dad, las ofrendas que te presentamos enacción de gracias por los nuevos bautiza-dos, para que venga sobre ellos la ayudadel cielo»

Comunión: «Pueblo adquirido por Dios,proclamad las hazañas del que os llamó asalir de la tiniebla y a entrar en su luz ma-ravillosa. Aleluya» (1Pe 2,9).

Postcomunión: «Escucha, Señor, nues-tras oraciones, para que este santo inter-cambio, en el que has querido realizarnuestra redención, nos sostenga durantela vida presente y nos dé las alegrías eter-nas».

–Hechos 3,11-26: Matasteis al Autor dela vida; pero Dios lo resucitó de entre losmuertos. La curación del paralítico ofre-ce a San Pedro una nueva ocasión paraproclamar el mensaje de salvación. Jesús,el Crucificado, ha resucitado. Dios ha dadocumplimiento a las Escrituras e invita a la

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conversión mediante el perdón de los pe-cados, mientras aguardamos el retorno deCristo, que volverá a restaurar todo el uni-verso. La ignorancia que llevó al pecadose debe cambiar en el arrepentimiento.Cristo es el tesoro escondido en el campode este mundo y en el frondoso bosquede las sagradas Escrituras. Así dice SanIreneo:

«Si uno lee con atención las Escrituras, encon-trará que hablan de Cristo y que prefiguran lanueva vocación. Porque Él es el tesoro escondidoen el campo (Mt 13,44), es decir, en el mundo, yaque el campo es el mundo (Mt 13,48); tesoroescondido en las Escrituras, ya que era indicadopor medio de figuras y parábolas, que no podíanentender según la capacidad humana antes de quellegara el cumplimiento de lo que estaba profeti-zado, que es el advenimiento de Cristo. Por estose dijo al profeta Daniel: “Cierra estas palabras ysella el libro hasta el tiempo del cumplimiento,hasta que muchos lleguen a comprender y abun-de el conocimiento” (Dan 12,4)» (Contra lasHerejías 4,26,1).

–Cristo resucitado, a quien se sometetoda la Creación, da la respuesta a la pre-gunta del salmista en el salmo 8: El hom-bre tiene vocación de resurrección. ¡Quéadmirable es, Señor, tu nombre. «¡Señor,Dios nuestro, qué admirable es tu nom-bre en toda la tierra! ¿Qué es el hombrepara que te acuerdes de él, el ser humanopara darle poder? Lo hiciste poco inferiora los ángeles, lo coronaste de gloria y dig-nidad; le diste el mando sobre las obrasde tus manos, todo lo sometiste bajo suspies. Rebaños de ovejas y toros y hastalas bestias del campo, las aves del cielo,los peces del mar, que trazan sendas porel mar».

–Lucas 24,35-48: Estaba escrito: elMesías padecerá y resucitará de entre losmuertos al tercer día. Jesús se aparece alos Once, mostrándoles la autenticidad desu cuerpo resucitado: come con ellos yluego les demuestra que las Escrituras hantenido cumplimiento en su pasión y resu-

rrección y en la futura predicación de suobra a todos los pueblos. Jesús es con-descendiente y ayuda a los incrédulos. Semuestra como Hijo de Dios que persigueamorosamente a su pueblo. Los apósto-les se transforman. Jesús se hace presentea ellos y les entrega sus poderes. Comienzala era de la Iglesia. Jesús vive hoy pre-sente en medio de nosotros; pero la fe esfruto de la gracia y no del caminar huma-no. Hemos de estar siempre abiertos a lagracia divina. San Ambrosio habla de estaaparición de Jesús a los Apóstoles:

«Cosa maravillosa es cómo una naturaleza cor-pórea pasó a través de un cuerpo impenetrable;cómo una carne visible entró de un modo invisi-ble, y, siendo asequible al tacto, era difícil com-prender. Asustados los discípulos, juzgaron, endefinitiva, ver un espíritu. Por eso el Señor, paradarnos una prueba de su resurrección, les dijo:“Tocadme y ved que el espíritu no tiene carne nihueso, como veis que yo tengo”... Resucitare-mos, pues, con nuestro cuerpo. Porque se siem-bra el cuerpo animal y resucitará como cuerpoespiritual; éste más sutil, aquél más grosero ymaterial, por sentir aún el peso de la enfermedadterrestre. Y ¿cómo podrá dejar de ser cuerpo,aquél que tenía las señales de las llagas y los ves-tigios de las cicatrices que el Señor les dio a tocar?Con lo cual no sólo corrobora la fe, sino que exci-ta también devoción, ya que prefirió llevar al cie-lo las llagas que padeció por nosotros y no quisoborrarlas, a fin de presentarlas a Dios Padre comoprecio de nuestra libertad...» (Comentario a SanLucas lib. 10,c. 24),

ViernesEntrada: «El Señor condujo a su pue-

blo seguro, sin alarmas, mientras el marcubría a sus enemigos. Aleluya» (Sal77,53).

Colecta (del Misal anterior y antes delGregoriano): «Dios Todopoderoso y eter-no, que por el misterio pascual has res-taurado tu alianza con los hombres; con-cédenos realizar en la vida cuanto cele-bramos en la fe».

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Ofertorio: «Realiza, Señor, en nosotrosel intercambio que significa esta ofrendapascual, para que el amor a las cosas dela tierra se transfigure en amor a los bie-nes del cielo».

Comunión: «Jesús dijo a sus discípu-los: “Vamos, comed”. Y tomó el pan y selo dio. Aleluya» (cf. Jn 21,12-13).

Postcomunión: «Dios Todopoderoso, noceses de proteger con amor a los que hassalvado, para que así, quienes hemos sidoredimidos por la Pasión de tu Hijo, poda-mos alegrarnos en su Resurrección».

–Hechos 4,1-12: Ningún otro pudo sal-var. Los apóstoles, al ser interrogados porlos sumos sacerdote luego de su arresto,responden por boca de Pedro: «Dios re-sucitó de entre los muertos a Jesús a quienvosotros crucificásteis; se han cumplidolas Escrituras y nadie, fuera de Él, puedeotorgar la salvación». La causa de la per-secución es la proclamación del podersalvífico de Jesucristo muerto y resuci-tado, en el que se cumplen las Escrituras.Los apóstoles no saben ni quieren dar otromensaje distinto del que ellos han sido tes-tigos, aunque tengan que sufrir persecu-ción y castigos por ello, y más tarde lamuerte. Todo por Jesús, muerto y resu-citado. Oigamos a San Hipólito:

«Antes que los astros, inmortal e inmenso, Cris-to brilla más que el sol sobre todos los seres. Porello, para nosotros que nacemos en Él, se instauraun día de Luz largo, eterno, que no se acaba: laPascua maravillosa, prodigio de la virtud divina yobra del poder divino, fiesta verdadera y memo-rial eterno, impasibilidad que dimana de la Pasióne inmortalidad que fluye de la muerte. Vida quenace de la tumba y curación que brota de la llaga,resurrección que se origina de la caída y ascen-sión que surge del descanso... Este árbol es paramí una planta de salvación eterna, de él me ali-mento, de él me sacio. Por sus raíces me enraízoy por sus ramas me extiendo, su rocío me regocijay su espíritu como viento delicioso me fertiliza.A su sombra he alzado mi tienda y huyendo delos grandes calores allí encuentro un abrigo lleno

de rocío... Él es en el hambre mi alimento, en lased mi fuente... Cuando temo a Dios, Él es miprotección; cuando vacilo, mi apoyo; cuandocombato, mi premio; y cuando triunfo, mitrofeo...» (Homilía de la Pascua).

–Este es el día en que actuó el Señor.Cristo rechazado por los suyos, ha resu-citado y es el centro de todas las cosas.Llenos de gozo proclamamos con el Sal-mo 117, que ha sido un milagro patente yabrimos nuestro corazón a la plenitud quela resurrección da a nuestra fe: «Dad gra-cias al Señor, porque es bueno, porque eseterna su misericordia. Diga la Casa deIsrael: “eterna es su misericordia”. Diganlos fieles del Señor: “eterna es su miseri-cordia”... La piedra que desecharon losarquitectos es ahora piedra angular. Es elSeñor quien lo ha hecho, ha sido un mila-gro patente. Éste es el día en que actuó elSeñor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.Señor, danos la salvación; Señor, danosprosperidad. Bendito el que viene en elnombre del Señor; el Señor es Dios; Élnos ilumina».

–Juan 21,1-14: Jesús se acerca, tomael pan y se lo da, y lo mismo el pescado.Jesús resucitado se muestra junto al lagode Galilea a sus discípulos, que han vuel-to a sus ocupaciones habituales: la pescamilagrosa va acompañada de una comidadel Resucitado con los suyos. ComentaSan Agustín:

«Con esto hizo el Señor una comida para aque-llos siete discípulos suyos, a saber, con el pezque habían visto sobre las brasas y con algunosde los que habían cogido y con el pan que elloshabían visto, según la narración. El pez asado esCristo sacrificado. Él mismo es el pan bajado delcielo. A este pan se incorpora la Iglesia para par-ticipar de la eterna bienaventuranza. Y por esodice: “Traed los peces que ahora habéis cogido”,para que cuantos abrigamos esta esperanza po-damos por medio de estos siete discípulos, en loscuales se puede ver figurada la totalidad de todosnosotros, tomar parte en tan excelente sacramen-to y quedar asociados a la misma bienaventuran-za. Esta es la comida del Señor con sus discípu-

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los, con lo cual el Evangelista San Juan, aun te-niendo muchas cosas que decir de Cristo, y ab-sorto según mi parecer en alta contemplación decosas excelsas, concluye su Evangelio» (Tratado123,2 sobre el Evangelio de San Juan).

SábadoEntrada: «El Señor sacó a su pueblo

con alegría, a sus escogidos con gritosde triunfo. Aleluya» (Sal 104,43).

Colecta (compuesta con textos delGelasiano y del Gregoriano) : «Oh Dios,que con la abundancia de tu gracia nocesas de aumentar el número de tus hi-jos, mira con amor a los que has elegidocomo miembros de tu Iglesia, para que,quienes han renacido por el Bautismo,obtengan también la resurrección glorio-sa».

Ofertorio: «Concédenos, Señor, dartegracias siempre por medio de estos mis-terios pascuales; y ya que continúan ennosotros la obra de tu redención, seantambién fuente de gozo incesante».

Comunión: «Los que os habéis incor-porado a Cristo por el Bautismo, os ha-béis revestido de Cristo. Aleluya (Gál3,27)».

Postcomunión: «Mira Señor con bon-dad a tu pueblo, y ya que has querido re-novarlo con estos sacramentos de vidaeterna, concédele también la resurreccióngloriosa».

–Hechos 4,13-21: No podemos menosde contar lo que hemos visto y oído. Pe-dro y Juan se niegan a hacer caso a lasprohibiciones de los jefes del Sanedrín,para que no hablen más que de Jesús,puesto que, como ellos mismos dicen, tie-nen que obedecer a Dios antes que a loshombres. A pesar de todas las amenazas,prosiguen proclamando el mensaje de laresurrección de Jesús. Así manifiesta elnombre de Jesús toda la plenitud de su

poder salvífico; no sólo salva de la enfer-medad, sino que es la única fuente de sal-vación, que infunde una valentía, un po-der superior, contra el que chocan todoslos planes humanos que intentan destruir-lo.

Nuestra participación eucarística nospone en contacto experimental con la si-tuación de Jesús resucitado. Adquirimosde este modo un compromiso de obedien-cia y de testimonio y recibimos la fuerzadel Espíritu para vivir y proclamar libre yvalientemente la salvación que hemos ex-perimentado.

La profundidad y amplitud del misteriode Cristo se expresa en la inefable riquezade los nombres con que es designado elSalvador. Así se expresa Nicetas de Reme-siana:

«Se llama Verbo, porque ha sido engendradosin pasión alguna por Dios Padre... O bien por-que por su medio habló Dios Padre a los ángelesy a los hombres. Se dice Sabiduría, porque pormedio de Él se ordenó todo sabiamente al princi-pio. Se llama Luz, porque Él iluminó las primerastinieblas del mundo y con su venida hizo desapa-recer la noche de los corazones de los hombres.Se llama Potencia, porque ninguna criatura lopuede vencer. Se dice Diestra y Brazo, porquepor su medio fueron creadas todas las cosas y Éllas abarca todas. Se llama Angel del Gran Conse-jo, porque Él es personalmente nuncio de la Vo-luntad paterna. Se llama Hijo del Hombre, por-que porque por nosotros los hombres se dignónacer como hombre. Se dice Cordero, por su ino-cencia singular. Se llama Oveja para que quedepatente su Pasión. Se dice Sacerdote, bien por-que ofreció a Dios Padre en favor nuestro su Cuer-po como oblación y sacrificio, bien porque sedigna ofrecerse cada día por nosotros. Se diceCamino, porque por medio de Él llegamos a lasalvación. Verdad, porque rechazó la mentira. Sellama Vida, porque destruye la muerte. Se llamaVid, porque al extender los ramos de sus brazosen la Cruz proporcionó al mundo el gran fruto dela dulzura... Se llama Médico, porque con su visi-ta curó nuestras enfermedades y heridas... Se dicePaz, porque reunió en la unidad a los que estabandispersos y nos reconcilió con Dios Padre. Se

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llama Resurrección, porque resucitará todos loscuerpos... Se llama Puerta, porque por su mediose abre a los fieles la entrada del Reino de loscielos» (Catecumenado de adultos B P 16,32-38).

–El salmo responsorial es el mismo queayer.

–Marcos 16,9-15: Id al mundo entero ypredicad el Evangelio. La fe de los após-toles se basa en la experiencia directa yen una renovación de la convivencia conel Señor. Así quedan constituidos en tes-tigos y reciben el homenaje del Resucita-do para difundirlo por todo el mundo. SanJuan Crisóstomo dice:

«El mensaje que se os comunica no va destina-do a vosotros solos, sino que habéis de transmi-tirlo a todo el mundo. Porque no os envío a dosciudades, ni a diez, ni a veinte; ni tan siquiera osenvio a toda una nación, como en otro tiempo alos profetas; sino a la tierra, al mar y a todo elmundo, y a un mundo, por cierto muy mal dis-puesto. Porque al decir: “Vosotros sois la sal dela tierra”, enseña que los hombres han perdido susabor y están corrompidos por el pecado. Porello exige a todos sus discípulos aquellas virtudesque son más necesarias y útiles para el cuidadode los demás» (Homilía sobre San Mateo 15, 6).

Lo único importante es que Cristo seaanunciado, conocido y amado. Él es elque actúa por medio de los apóstoles deentonces y de ahora. Así lo expresa SanAgustín:

«Podemos amonestar con el sonido de nuestravoz, pero si dentro no está el que enseña, vano esnuestro sonido... Os hable Él, pues, interiormen-te, ya que ningún hombre está allí de maestro»(In 1 Jn. 2,4).

2ª Semana de Pascua

DomingoEntrada: «Como el niño recién nacido,

ansiad la lecha auténtica, no adulterada,para crecer con ella sanos. Aleluya» (1Pe 2,2). O bien: «Alegraos en vuestra glo-ria, dando gracias a Dios. que os ha lla-mado al reino celestial. Aleluya» (Esd 2,36-37).

Colecta (del Misal Gótico): «Dios de mi-sericordia infinita, que reanimas la fe detu pueblo con la celebración anual de lasfiestas pascuales, acrecienta en nosotroslos dones de tu gracia, para que compren-damos mejor que el bautismo nos ha pu-rificado, que el Espíritu nos ha hecho re-nacer y que la sangre nos ha redimido».

Ofertorio (del misal anterior, retocadacon textos de los Sacramentarios Gela-siano y de Bérgamo): «Recibe, Señor, lasofrendas que (junto con los recién bauti-zados) te presentamos y haz que, reno-vados por la fe y el bautismo, consiga-mos la eterna bienaventuranza».

Comunión: «Trae tu mano y toca la se-ñal de los clavos; y no seas incrédulo, sinocreyente. Aleluya» (Jn 20,27).

Postcomunión (del misal anterior, reto-cada con textos del Gelasiano): «Concé-denos, Dios todopoderoso, que la fuerza

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del sacramento pascual que hemos reci-bido, persevere siempre en nosotros».

CICLO AEl acontecimiento pascual y el

reencuentro con el Corazón de CristoResucitado rehizo la fe y la vida del cole-gio apostólico y puso en marcha la Igle-sia de Cristo como comunidad de creyen-tes reunidos en torno al Señor Jesús, vi-viente de nuevo en su Palabra y en suEucaristía. Los neófitos dejaron ayer lastúnicas bautismales.

–Hechos 2,42-47: Los creyentes vivíanunidos y lo tenían todo en común. Por lafuerza de la predicación apostólica de losprimeros testigos de la Resurrección seinició la Iglesia como comunidad de fe yde amor entre los hombres. Es el primerdiseño de la Iglesia, fundada en la fe y enla Eucaristía. San Cipriano dice:

«Esta unidad de la Iglesia está prefigurada en lapersona de Cristo... Quien no guarda esta unidadde la Iglesia, ¿va a creer que guarda la unidad de lafe? Quien resiste obstinadamente a la Iglesia, quienabandona la cátedra de Pedro, sobre la que estácimentada la Iglesia, ¿puede confiar que está en laIglesia? (Sobre la unidad de la Iglesia 3,2)

–Sal. 117. Salmo responsorial como enel Domingo de Resurrección.

–1 Pedro 1,3-9: Por la resurrección deCristo de entre los muertos nos ha hechonacer de nuevo para una esperanza viva.San Pedro proclama la grandeza de nues-tra vocación cristiana como miembros dela Iglesia, comunidad de salvación en me-dio del mundo por la fe en Cristo. Afir-ma, sobre el nuevo nacimiento SanHipólito:

«El que se sumerge con fe en este baño de rege-neración renuncia al diablo y se adhiere a Cristo;reniega al enemigo del género humano y profesasu fe en la divinidad de Cristo, se despoja de sucondición de siervo y se reviste de la de hijo adop-tivo, sale del bautismo resplandeciente como el

sol, emitiendo rayos de justicia y, lo que es másimportante, vuelve de allí convertido en hijo deDios y coheredero de Cristo» (Sermón sobre laTeofanía).

–Juan 20,19-31: A los ocho días se lesapareció el Señor. Es el texto evangélicopara los tres ciclos y presenta la primeracomunidad eclesial surgida de la Pascua.Comunidad de creyentes, reunidos parainiciar su misión de testigos, por la fe,del acontecimiento de la Resurrección deCristo. Nos fijamos aquí en la duda deSanto Tomás, comentada por San Gre-gorio Magno:

«Sólo Tomás, llamado el Mellizo, estaba au-sente y, al volver y escuchar lo que había sucedi-do, no quiso creer lo que le contaban. Se presentade nuevo el Señor y ofrece al discípulo incrédulosu costado para que lo palpe, le enseña las manosy, mostrándole la cicatriz de sus heridas, sana laherida de su incredulidad. ¿Qué es, hermanos muyamados, lo que descubrís en estos hechos? ¿Creéisacaso que sucedieron porque sí todas estas co-sas: que aquel discípulo elegido estuviese prime-ro ausente, que luego al venir oyese, que al oirdudase, que al dudar palpase, que al palpar cre-yese?

«Todo esto no sucedió porque sí, sino por dis-posición divina. La bondad de Dios actuó en estecaso de un modo admirable, ya que aquel discí-pulo que había dudado, al palpar las heridas delcuerpo de su Maestro, curó las heridas de nues-tra incredulidad. Más provechosa fue para nues-tra fe la incredulidad de Tomás que la fe de losotros discípulos, ya que, al ser él inducido a creerpor el hecho de haber palpado, nuestra mente,libre de toda duda, es confirmada en la fe.

«De este modo, en efecto, aquel discípulo quedudó y que palpó se convirtió en testigo de larealidad de la resurrección... Teniendo ante susojos a un hombre verdadero, lo proclamó Dios,cosa que escapaba a su mirada... “Dichosos losque crean sin haber visto”: en esta sentencia elSeñor nos designa especialmente a nosotros. Contal que las obras acompañen nuestra fe» (Homi-lía 26 sobre los Evangelios).

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CICLO BEl acontecimiento pascual, Muerte y

Resurrección del Señor, rehizo la fe delColegio apostólico y puso en marcha laobra de Cristo, que es la Iglesia comocomunidad de creyentes reunidos en Cris-to, vivientes de su Palabra y de su Euca-ristía.

–Hechos 4,32-35: Todos pensaban ysentían lo mismo. Por la fuerza de la pre-dicación apostólica de los primeros testi-gos de la Resurrección se inició la Igle-sia, como comunidad de fe y de amorentre los hombres. San Fulgencio deRuspe dice:

«Dios, al conservar en la Iglesia la caridad queha sido derramada en ella por el Espíritu Santo,convierte a esta misma Iglesia en un sacrificioagradable a sus ojos y le hace capaz de recibirsiempre la gracia de esa caridad espiritual, paraque pueda ofrecerse continuamente a Él comouna ofrenda viva, santa y agradable» (Lib. 3,11-12).

–Salmo responsorial 117.–1 Juan 5,16: Todo el que ha nacido

de Dios vence al mundo. La vida de feiniciada por el bautismo y vivificada porla Eucaristía, es la clave que da autentici-dad a nuestra condición de hijos de Diosen medio del mundo. San Atanasio así lomanifiesta:

«Siempre resultará provechoso esforzarse enprofundizar el contenido de la antigua tradición,de la doctrina y de la fe de la Iglesia Católica, talcomo el Señor nos la entregó, tal como la predica-ron los apóstoles y la conservaron los SantosPadres. En ella, efectivamente, está fundamenta-da la Iglesia, de manera que todo aquél que seaparta de esta fe deja de ser cristiano y ya nomerece el nombre de tal» (Carta I a Serapión 28-30).

–Juan 20, 19-31. Ver Ciclo A.

CICLO CConcluimos la octava de Pascua. La li-

turgia nos ha hecho vivir intensamente elgozo y la alegría de ser de Cristo, el quemurió y resucitó por nosotros. Desdeahora, a lo largo del tiempo pascual, elpentecostés de alegría aleluyática, la Igle-sia en su liturgia irá desentrañando ennuestra conciencia el Misterio de Cristoresucitado y de su Iglesia, en la que nosintegramos por el bautismo. Hemos de serresponsables de estas sagradas realidades,realizadas en la historia de la salvación yen nuestra propia vida.

–Hechos 5,12-16: Crecía el número delos creyentes. En torno a los Apóstolescomienza a formarse la primera comuni-dad eclesial, avalada por la fe en la resu-rrección del Señor Jesús. No tiene fron-teras, como explica San Cirilo de Jerusa-lén:

«La Iglesia se llama católica o universal por-que está esparcida por todo el orbe de la tierra, deuno a otro confín, y porque de un modo universaly sin defecto enseña todas las verdades de la feque los hombres deben conocer, ya se trate de lascosas visibles o invisibles, terrenas o celestiales;también porque induce al verdadero culto a todaclase de hombres, a los gobernantes y a los sim-ples ciudadanos, a los instruidos y a los ignoran-tes; y, finalmente, porque cura y sana toda clasede pecados sin excepción, tanto los internos cuan-tos los externos; ella posee todo género de virtu-des, cualquiera que sea su nombre, en hechos ypalabras y en cualquier clase de dones espiritua-les» (Catequesis 18,23-25).

–Apocalipsis 1,9-11.12-13.17-19: Es-taba muerto y ya ves que vive por los si-glos. El triunfo de Jesús sobre la vida y lamuerte sigue siendo el gran acontecimien-to, que mantiene eficaz la fe y la esperan-za de la Iglesia. La resurrección de Jesu-cristo es la fianza y la prueba infalible denuestra esperanza, el firme apoyo de nues-

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tra fe, la garantía más segura de que no-sotros hemos sido redimidos, de que so-mos llamados a la vida eterna. Estabamuerto, pero ha resucitado para ser nues-tra vida y Pontífice intercesor ante el Pa-dre.

–Juan 20,19-31. Ver Ciclo A.

LunesEntrada: «Cristo, una vez resucitado de

entre los muertos, ya no muere más; lamuerte ya no tiene dominio sobre Él. Ale-luya» (Rom 6,9).

Colecta (tomada del Sacramentario deBérgamo): «Dios todopoderoso y eterno,que nos permites que te llamemos Padre,aumenta en nuestros corazones el espíri-tu filial, para que merezcamos alcanzar laherencia prometida».

Ofertorio: «Recibe, Señor, las ofrendasde tu Iglesia exultante de gozo, y pues enla resurrección de tu Hijo nos diste moti-vo de tanta alegría, concédenos partici-par de este gozo eterno».

Comunión: «Jesús se puso en medio desus discípulos y les dijo: “Paz a vosotros”.Aleluya» (Jn 20,19).

Postcomunión: «Mira, Señor, con bon-dad a tu pueblo, y ya que has querido re-novarlo con estos sacramentos de vidaeterna, concédele también la resurreccióngloriosa».

–Hechos 4,23-31: Al terminar la ora-ción, los llenó a todos el Espíritu Santo yanunciaban con valentía la Palabra deDios. Después de la liberación de Pedro yde Juan, la comunidad cristiana orarememorando las palabras del Salmo 2,interpretadas como una profecía de lapasión y de la resurrección del Mesías.Se trata de la primera oración comunita-ria de la Iglesia. La persecución provocay acentúa una mayor unión de sentimien-

tos y el recurso a Dios, que escucha lasúplica de la Iglesia reunida. En la accióneucarística, al hacer presente la actuaciónsalvífica de Dios en Cristo, pedimos y re-cibimos la fuerza del Espíritu, que se hade manifestar en el testimonio valiente denuestras palabras y de nuestras obras.

San Agustín habla muchas veces sobrela oración pública y privada, sobre suscualidades y eficacia:

«Cuando nuestra oración nos es escuchada esporque pedimos aut mali, aut male, aut mala.Mali, porque somos malos y no estamos biendispuestos para la petición. Male, porque pedi-mos mal, con poca fe y sin perseverancia, o conpoca humildad. Mala, porque pedimos cosasmalas, o van a resultar, por alguna razón, no con-venientes para nosotros» (La Ciudad de Dios20,22).

«Hablar mucho en la oración es como tratar unasunto necesario y urgente con palabras super-fluas. Orar, en cambio, prolongadamente es lla-mar con corazón perseverante y lleno de afecto ala puerta de Aquél que nos escucha. Porque confrecuencia la finalidad de la oración se logra máscon lágrimas y llantos que con palabras y expre-siones verbales» (Carta 130 a Proba).

–Cristo resucitado, sentado a la dere-cha del Padre, lleva a plenitud el signifi-cado del salmo 2. Todo se lo ha dado elPadre. Su herencia: las naciones; su po-sesión: los confines de la tierra. Él inter-cede por nosotros como Pontífice supre-mo de nuestra fe. Es el Mediador y pre-senta al Padre nuestra oración. Con elSalmo 2 cantamos a la grandeza de Jesu-cristo:

«¿Por qué se amotinan las naciones ylos pueblos planean un fracaso? Se alíanlos reyes de la tierra, los príncipes cons-piran contra el Señor y contra su Mesías:“Rompamos sus coyundas, sacudamos suyugo”. El que habita en el cielo sonríe, elSeñor se burla de ellos. Luego les hablacon ira, los espanta con su cólera: “Yomismo he establecido a mi rey en Sión,en mi monte santo”. Voy a proclamar el

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decreto del Señor: Él me ha dicho: “Túeres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy;pídemelo: te daré en herencia las nacio-nes; en posesión, los confines de la tie-rra. Los gobernarás con cetro de hierro,Los quebrarás como jarro de loza”».

–Juan 3,1-8: El que no nazca del aguay del Espíritu no puede entrar en el reinode Dios. Jesús manifiesta a Nicodemo elmisterio del bautismo, como nuevo naci-miento a la vida divina y como entrada enel Reino de Dios. Todo está relatado enorden al Bautismo. Comenta San Juan Cri-sóstomo:

«En adelante nuestra naturaleza es concebidaen el cielo con Espíritu Santo y agua. Ha sidoelegida el agua y cumple funciones de generaciónpara el fiel... Desde que el Señor entró en lasaguas del Jordán, el agua no produce ya el bullirde animales vivientes (Gén 1,20), sino de almasdotadas de razón, en las que habita el EspírituSanto» (Homilía sobre el Evangelio de San Juan26,1).

Y San Agustín:«No conoce Nicodemo otro nacimiento que el

de Adán y Eva, e ignora el que se origina de Cris-to y de la Iglesia. Sólo entiende de la paternidadque engendra para la muerte, no de paternidadque engendra para la vida. Existen dos nacimien-tos; mas él sólo de uno tiene noticia. Uno es de latierra y otro es del cielo; uno de la carne y otro delEspíritu; uno de la mortalidad, otro de la eterni-dad... Los dos son únicos. Ni uno ni otro se pue-den repetir» (Tratado 11,6 sobre el Evangelio deSan Juan).

MartesEntrada: «Con alegría y regocijo de-

mos gloria a Dios, porque el Señor ha es-tablecido su reinado. Aleluya» (Ap 19,7.6).

Colecta (del Gelasiano): «Te pedimos,Señor, que nos hagas capaces de anun-ciar la victoria de Cristo resucitado; y puesen ella nos has dado la prenda de los do-nes futuros, haz que un día los poseamosen plenitud».

Ofertorio: «Concédenos, Señor, dartegracias siempre por medio de estos mis-terios pascuales; y ya que continúan ennosotros la obra de tu redención, seantambién fuente de gozo incesante»

Comunión: «Era necesario que el Me-sías padeciera y resucitara de entre losmuertos, para entrar en su gloria. Alelu-ya» (cf. Lc 24,46.26).

Postcomunión: «Escucha, Señor, nues-tras oraciones, para que este santo inter-cambio, en el que has querido realizarnuestra redención, nos sostenga durantela vida presente y nos dé las alegrías eter-nas».

–Hechos 4,32-37: Los creyentes todospensaban y sentían lo mismo. En los re-súmenes de la acción pastoral de losApóstoles y primeros discípulos se mani-fiesta de un modo especial el mensaje deCristo muerto y resucitado y la unión demente y corazón que existía entre ellos ylos fieles, en toda la Iglesia. Comenta Ter-tuliano:

«Es norma general que toda cosa debe ser refe-rida a su origen, y, por esto, toda la multitud decomunidades son una con aquella primera Iglesiafundada sobre los Apóstoles, de la que procedentodas las otras. En este sentido son todas prime-ras y todas apostólicas, en cuanto que todas jun-tas forman una sola. De esta unidad son pruebasla comunión y la paz que reinan entre ellas, asícomo su mutua fraternidad y hospitalidad. Todolo cual no tiene otra razón de ser que su unidad enuna misma tradición apostólica» (Sobre la pres-cripción de los herejes, 20).

San Cipriano dice:«Tenemos que mantener y defender esta uni-

dad, sobre todo los obispos, que tenemos la pre-sidencia de las Iglesias... Nadie engañe a la comu-nidad de hermanos con una mentira, nadie defor-me la verdad de la fe con una deformación infiel...La Santa Iglesia es una sola... Lo mismo que el soltiene muchos rayos, pero una sola luz, y el árboltiene muchas ramas, pero un tronco único al queprofundas raíces dan posición fija, y lo mismoque de una fuente saltan muchos arroyos, así la

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20 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

unidad es conservada en el origen, aunque parez-ca que de ella brota una pluralidad en rica abun-dancia» (Sobre la unidad de la Iglesia,6).

–¡El Señor reina! Ha triunfado de lamuerte y es el Señor del mundo y de lahistoria. Y reinará para siempre, porquesu trono es eterno. El cristiano caminahacia la consumación de ese reinado y poreso, no obstante las dificultades, la per-secución, la Iglesia unida en oración gritaesperanzada: ¡El Señor reina!. Así lo pro-clamamos nosotros con el Salmo 92: «ElSeñor reina, vestido de majestad, el Se-ñor vestido y ceñido de poder. Así estáfirme el orbe y no vacila. Tu trono estáfirme desde siempre y tú eres eterno. Tusmandatos son fieles y seguros, la santi-dad es el adorno de tu casa, Señor, pordías sin término».

–Juan 3,11-15: Nadie ha subido al cie-lo sino el Hijo del Hombre, el que bajódel cielo. Si Jesús puede otorgar a Nico-demo el conocimiento de las realidadesdivinas, es porque viene de Dios. Sólo Élpodrá volver un día junto al Padre, des-pués de que sea elevado sobre la tierra.La prueba principal de su bajada es suelevación en la Cruz. El que así lo con-templa tendrá la vida como los israelitasen el desierto aseguraban sus vida con-templando la serpiente de bronce elevadapor Moisés... Comenta San Agustín:

«¿Qué es la serpiente en lo alto levantada? Lamuerte del Señor en la Cruz. Porque la muerte esla serpiente, por su efigie fue simbolizada. Lamordedura de la serpiente es mortal. La muertedel Señor es vital. Se mira a la serpiente paraaniquilar el poder de la serpiente... Pero, ¿quémuerte es ésta? Es la muerte de la vida; y porquese puede decir, es admirable lo que se dice... ¿Noes Cristo la Vida? Y, sin embargo, Cristo está en laCruz. ¿No es Cristo la Vida? Y, sin embargo, Cristoestá en la muerte. Pero en la muerte de Cristoencontró la muerte su muerte. Porque la Vidamuerta mató a la muerte; la plenitud de la vida setragó la muerte... Los que miran con fe la muertede Cristo quedan sanos de las mordeduras de los

pecados» (Tratado 12,12 sobre el Evangelio deSan Juan).

MiércolesEntrada: «Te daré gracias entre las na-

ciones, Señor; contaré tu fama a mis her-manos. Aleluya» (Sal 17,50; 12.23).

Colecta (compuesta con textos delGelasiano): «Al revivir nuevamente esteaño el misterio pascual, en el que la hu-manidad recobra la dignidad perdida y ad-quiere la esperanza de la resurrección fu-tura, te pedimos, Señor de clemencia, queel misterio celebrado en la fe se actualicesiempre en el amor».

Ofertorio: «Oh Dios, que por el admi-rable trueque de este sacrificio nos hacespartícipes de tu divinidad; concédenos quenuestra vida sea manifestación y testimo-nio de esta verdad que conocemos».

Comunión: «Dice el Señor: “Yo os heescogido sacándoos del mundo y os hedestinado para que vayáis y deis fruto yvuestro fruto dure”. Aleluya» (cf. Jn 15,16.19).

Postcomunión: «Ven, Señór en ayudade tu pueblo y, ya que nos has iniciado enlos misterios de tu reino, haz que abando-nemos nuestra antigua vida de pecado yvivamos, ya desde ahora, la novedad dela vida eterna».

–Hechos 5,17-26: Los hombres quemetisteis en la cárcel están ahí en el Tem-plo y siguen enseñando al pueblo. Porsegunda vez son detenidos los apóstoles,pero se ven libres de la prisión de modomilagroso. Los apóstoles son fieles almandato de Jesucristo de predicar la bue-na nueva, aunque los persigan y encarce-len. La Palabra de Dios triunfa siempre.En los Apóstoles triunfa Cristo, que losllena de su fortaleza. Siempre ha sido así.

Oigamos a San Juan Crisóstomo:

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«Muchas son las olas que nos ponen en peli-gro y una gran tempestad nos amenaza; sin em-bargo, no tememos ser sumergidos, porque per-manecemos de pie sobre la roca. Aun cuando elmar se desate, no romperá esta roca; aunque selevanten las olas nada podrán contra la barca deJesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muer-te? Para mí la vida es Cristo y la muerte unaganancia. ¿El destierro? Del Señor es la tierra ycuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes?Nada trajimos al mundo, de modo que nada po-demos llevarnos de él. Yo me río de todo lo que estemible en este mundo y de sus bienes. No temola muerte ni envidio las riquezas. No tengo de-seos de vivir si no es para vuestro bien espiritual.Por eso os hablo de lo que ahora sucede, exhor-tando vuestra caridad a la confianza» (Homilíaantes del exilio 1-3).

–Todas las aflicciones del hombre sonpequeñas muertes. Pero la muerte ha sidovencida, por eso el Apóstol puede clamarcon esperanza, lleno de fortaleza, desdelo más profundo de su contradicción, desu dolor, de su propia miseria. Lo deci-mos con el Salmo 33: «Bendigo al Señoren todo momento, su alabanza está siem-pre en mi boca; mi alma se gloría en elSeñor, ensalcemos juntos su nombre. Yoconsulté al Señor y me respondió, me li-bró de todas mis ansias. Contempladlo yquedaréis radiantes, vuestro rostro no seavergonzará. Si el afligido invoca al Se-ñor, Él lo escucha y lo salva de sus an-gustias. El ángel del Señor acampa en tor-no a sus fieles y los protege. Gustad yved qué bueno es el Señor, dichoso el quese acoge a Él».

–Juan 3, 16-21: Dios mandó su Hijoal mundo para que el mundo se salve porÉl. La fe en Cristo Jesús supone aceptar-lo como el único Salvador; vivir en la Luz,es decir, en la práctica de las obras bue-nas, hechas según el mandato del Señor.Esto tiene como consecuencia la salva-ción, que es iluminación y manifestaciónde que las obras están hechas según Dios.Lo contrario es no creer, es la condena-ción, es no tener a Cristo como Salvador.

Comenta San Agustín:«Amaron las tinieblas más que la luz... Mu-

chos hay que aman sus pecados y muchos tam-bién que los confiesan. Quien confiesa y se acusade sus pecados hace las paces con Dios. Diosreprueba tus pecados... Deshaz lo que hiciste paraque Dios salve lo que hizo. Es preciso que abo-rrezcas tu obra y que ames en ti la obra de Dios.Cuando empiezas a desterrar lo que hiciste, en-tonces empiezan tus obras buenas, porque re-pruebas las tuyas malas. El principio de las obrasbuenas es la confesión de las malas. Practicas laverdad y vienes a la luz. ¿Qué es practicar laverdad? No halagarte, ni acariciarte, ni adularte túa ti mismo, ni decir que eres justo, cuando eresinicuo. Así es como tú empiezas a practicar laverdad, así es como vienes a la Luz» (Tratado 12sobre el Evangelio de San Juan 13).

JuevesEntrada: «Oh Dios, cuando salías al

frente de tu pueblo y acampabas con ellosy llevabas sus cargas, la tierra tembló, elcielo destiló. Aleluya» (cf. Sal 67,8-9.20).

Colecta (compuesta con textos de losSacramentarios Gelasiano y de Bérgamo):«Te pedimos, Señor, que los dones reci-bidos en esta Pascua den fruto abundanteen toda nuestra vida».

Ofertorio: «Que nuestra oración, Señor,y nuestras ofrendas sean gratas en tu pre-sencia, para que así, purificados por tugracia, podamos participar más dignamen-te en los sacramentos de tu amor»

Comunión: «Sabed que estoy con vo-sotros todos los días, hasta el fin del mun-do. Aleluya» (Mt 28,20).

Postcomunión: «Dios Todopoderoso yeterno, que en la resurrección de Jesu-cristo nos has hecho renacer a la vida eter-na; haz que los sacramentos pascualesden en nosotros fruto abundante y que elalimento de salvación que acabamos derecibir fortalezca nuestra vida».

–Hechos 5,27-33: Testigo de esto so-mos nosotros y el Espíritu Santo. El Con-

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sejo y los sacerdotes se inquietan ante laobstinación de los Apóstoles en hablar deJesús de Nazaret. Y le mismo interroga-torio ofrece a los Apóstoles ocasión paraproclamar una vez más el mensaje funda-mental del cristianismo: «Cristo muerto yresucitado. De Él viene toda la salvación».Los Apóstoles eran consecuentes con sufe y la vocación a la que habían sido lla-mados, sin importarles que esto fuese malvisto de los demás. Esto mismo decía SanJuan Crisóstomo en el siglo V:

«Lo que hay que temer no es el mal que digancontra nosotros, sino la simulación de nuestraparte; entonces sí que perderíais vuestro sabor yseríais pisoteados. Pero, si no cejáis en presentarel mensaje con toda su austeridad, si después oíshablar mal de vosotros, alegraos. Porque lo pro-pio de la sal es morder y escocer a los que llevanuna vida de molicie. Por tanto, estas maledicen-cias son inevitables y en nada os perjudicarán,antes serán pruebas de vuestra firmeza. Mas, sipor el temor de ellas, cedéis en la vehemenciaconveniente, peor será vuestro sufrimiento, yaque entonces todos hablarán mal de vosotros yos despreciarán; en esto consiste en ser pisotea-dos por la gente» (Homilía sobre San Mateo 15).

Por eso dice San Gregorio Magno:«Así como el hablar indiscreto lleva al error,

así el silencio imprudente deja en su error a quie-nes pudieran haber sido adoctrinados» (ReglaPastoral 2).

–Jesús pasó por la Cruz para llegar a laResurrección. Es necesario que el granode trigo muera para que pueda dar fruto.Los sufrimientos de todo apóstol, de todocreyente, pues todos hemos de ser após-toles en nuestro ambiente, están marca-dos con vida. El Señor está cerca de losque sufren. Así nos lo dice el Salmo 33:«Bendigo al Señor en todo momento, sualabanza está siempre en mi boca. Gus-tad y ved qué bueno es el Señor, dichosoel que se acoge a Él. El Señor se enfrentacon los malhechores para borrar de la tie-rra su memoria. Cuando uno grita el Se-ñor lo escucha y lo libra de sus angustias.

El Señor está cerca de los atribulados,salva a los abatidos. Aunque el justo su-fra muchos males, de todos lo libra elSeñor».

–Juan 3,31-36: El Padre ama al Hijoy todo lo ha puesto en sus manos. El quees de la tierra se opone a Cristo, que pro-cede del cielo y da testimonio de cuantoha visto. El que cree en el Hijo posee lavida eterna. Hay que defender la fe noobstante los contradictores y las dificul-tades de propios y extraños. San Agustínadvierte:

«En otros tiempos se incitaba a los cristianos arenegar de Cristo; en nuestra época se enseña alos mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía,ahora se enseña; entonces se oía rugir al enemigo,ahora, presentándose con mansedumbre insinuan-te y rondando, difícilmente se le advierte. Es cosasabida de qué modo se violentaba entonces a loscristianos a negar a Cristo; procuraban atraerlosasí para que renegasen; pero ellos, confesando aCristo, eran coronados. Ahora se enseña a negar aCristo y, engañándoles, no quieren que parezcaque se les aparta de Cristo» (Comentario al Sal-mo 39).

«Como ciego que oye las pisadas de Cristo quepasa, le llamo... pero cuando haya comenzado aseguir a Cristo, mis parientes, vecinos y amigoscomienzan a bullir. Los que aman el siglo se meponen enfrente: “¿Te has vuelto loco? ¡Qué ex-tremoso eres! ¿Por ventura los demás no son cris-tianos? Esto es una tontería. Esto es una locura”.Y cosas tales clama la turba para que no sigamosllamando al Señor los ciegos» (Sermón 88).

ViernesEntrada: «Con tu sangre, Señor, has

comprado para Dios hombres de toda tri-bu, lengua, pueblo y nación; has hechode ellos una dinastía sacerdotal que sirvaa Dios. Aleluya» (Apoc 5,9-10).

Colecta (del misal anterior, y antes delGregoriano): «Oh Dios, que, para librar-nos del poder del enemigo, quisiste quetu Hijo muriera en la Cruz; concédenosalcanzar la gracia de la resurrección».

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Ofertorio: «Acoge, Señor, con bondadlas ofrendas de tu pueblo, para que, bajotu protección, no pierda ninguno de tusbienes y descubra los que permanecenpara siempre».

Comunión: «Cristo nuestro Señor fueentregado por nuestros pecados y resu-citado para nuestra justificación. Aleluya»(Rom 4,25).

Postcomunión: «Dios todopoderoso, noceses de proteger con amor a los que hassalvado, para que así, quienes hemos sidoredimidos por la Pasión de tu Hijo, poda-mos alegrarnos en su resurrección».

–Hechos 5,34-42: Salieron contentos dehaber merecido aquel ultraje por el nom-bre de Jesús. Una notable intervención deGamaliel –el maestro de Saulo– inclina alos sanedritas a dar libertad a los Apósto-les. Pero, no obstante esto, fueron azota-dos y amenazados. Sin embargo, ellos sa-lieron gozosos por haber sufrido a causadel nombre de Jesús. La situación es dis-par: para los judíos sanedritas el nombrede Jesús se convierte en causa de rabia,fracaso, envidia y venganza; pero para losfieles seguidores de Cristo es fuerza, va-lentía, liberación y gozo en el sufrir porÉl. El sentido de la alegría de los Apósto-les por padecer por Cristo nos lo da JuanPablo II:

«La alegría cristiana es una realidad que no sepuede describir fácilmente, porque es espiritualy también forma parte del misterio. Quien verda-deramente cree que Jesús es el Verbo Encarnado,el Redentor del hombre, no puede menos de ex-perimentar en lo íntimo un sentido de alegría in-mensa, que es consuelo, paz, abandono, resigna-ción, gozo... ¡No apaguéis esa alegría que nace dela fe en Cristo crucificado y resucitado! ¡Testi-moniad vuestra alegría! ¡Habituaros a gozar deesta alegría!» (Alocución de 24-III-1979)

–El cristiano es hombre que vive su pre-sente proyectado hacia el futuro; salva-ción consumada que es vida eterna. Gozode esperar la patria celeste. Espera vivida

con la ayuda del Señor. Así lo proclama-mos con el Salmo 26: «El Señor es miluz y mi salvación, ¿a quién temeré? Unacosa pido al Señor, eso buscaré: habitaren la Casa del Señor por los días de mivida; gozar de la dulzura del Señor con-templando su Templo. Espero gozar de ladicha del Señor en el país de la vida. Es-pera en el Señor, sé valiente, ten ánimo,espera en el Señor».

–Juan 6,1-15: Jesús repartió los panes;todo lo que quisieron. La multiplicaciónde los panes y de los peces renueva elprodigio del maná en el desierto; Jesús semuestra en el presente caso como un nue-vo Moisés, a quien aventaja en todo. Peroel milagro conecta también con la ÚltimaCena y con las comidas con el Resucita-do. La consignación de este episodio porseis veces en los cuatro Evangelios, evi-dencia el entusiasmo que debió despertaren la catequesis primitiva, sin duda por elvalor simbólico que esta multiplicacióntuvo desde muy pronto. Comenta SanAgustín:

«Ciertamente es mayor milagro el gobierno detodo el mundo que la alimentación de cinco milhombres con cinco panes. Y con todo de aquellonadie se admira. De esto nos admiramos, no por-que sea mayor, sino porque es rara. Y a la verdad,¿quién ahora alimenta a todo el mundo sino Aquélque con pocos granos produce los alimentos?Jesucristo obró, pues, como Dios. Con el mismopoder con que multiplica pocos granos produ-ciendo las mieses, hizo que en sus manos se mul-tiplicasen los cinco panes. El poder estaba en lasmanos de Cristo. Aquellos cinco panes eran comosemillas, no puestas en la tierra, sino multiplica-das por Aquél que hizo la tierra. Presentó, pues,este milagro a nuestros sentidos para ejercitarnuestra mente. Quiso que admirásemos al Diosinvisible a través de sus obras visibles, a fin deque, robustecidos en la fe y purificados por ella,deseáramos ver a aquel Dios cuya invisible reali-dad nos manifiestan las cosas visibles... Pregun-temos a los mismos milagros qué nos predican deCristo, pues también ellos tienen un lenguaje paraquien sabe comprenderlos. En efecto, siendo Cris-

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24 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

to el Verbo de Dios, todo lo que hace el Verbo estambién una Palabra para nosotros» (Tratado 24sobre el Evangelio de San Juan).

SábadoEntrada: «Pueblo adquirido por Dios,

proclamad las hazañas del que os llamó asalir de la tiniebla y a entrar en su luzmaravillosa. Aleluya» (1Pe 2,9).

Colecta (compuesta con textos delGelasiano y del Gregoriano): «Señor, túque te has dignado redimirnos y has que-rido hacernos hijos tuyos, míranos siem-pre con amor de padre y haz que cuantoscreemos en Cristo tu Hijo, alcancemos lalibertad verdadera y la herencia eterna».

Ofertorio: «Santífica, Señor, con tubondad estos dones, acepta la ofrenda deeste sacrificio espiritual y a nosotros trans-fórmanos en oblación perenne».

Comunión: «Padre, este es mi deseo:“que los que me confiaste estén conmigodonde yo estoy y contemplen la gloria quetú me has dado”. Aleluya» (Jn 17,24).

Postcomunión: «Después de recibir lossantos misterios, humildemente te pedi-mos, Señor, que esta Eucaristía, celebra-da como memorial de tu Hijo, nos hagaprogresar en el amor».

–Hechos 6,1-7: Eligieron siete hombresllenos del Espíritu Santo. La elección delos siete abre un nuevo apartado de losHechos de los Apóstoles, en el que ocu-pan el primer plano cristianos proceden-tes de mundo griego. Tendrán éstos unaparte importante y activa en la difusiónmisionera del cristianismo entre las na-ciones paganas. Al frente de los siete,consagrado por la imposición de las ma-nos, destaca Esteban. Aparece así un em-brión de estructura eclesial, fundada en elservicio y en el amor. Es muy expresivolo que dicen los Apóstoles: «nosotros nosdedicaremos a la oración y al servicio de

la Palabra». Es todo un programa de apos-tolado. Sin vida interior, sin oración, noes posible una verdadera evangelización.Así lo ve San Agustín:

«Al hablar haga cuanto esté de su parte, paraque se le escuche inteligentemente, con gusto ydocilidad. Pero no dude de que, si logra algo y enla medida en que lo logre, es más por la piedad desus oraciones que por sus dotes oratorias. Portanto, orando por aquellos a quienes ha de hablar,sea antes varón de oración, que de peroración ycuando se acerque la hora de hablar, antes de co-menzar a proferir palabras, eleve a Dios su almasedienta, para derramar de lo que bebió y exhalarde lo que se llenó» (Sobre la Doctrina Cristiana,4). Y también: «Si no arde el ministro de la Pala-bra, no enciende al que le predica» (Sermón 21)

–Jesús resucitado es signo manifiestode que Dios quiere salvarnos de todo loque es negativo en nuestra vida. Se nosexige una confianza absoluta en la miseri-cordia del Señor. Así nos lo dice el Sal-mo 32: «Que la misericordia del Señorvenga sobre nosotros, como lo espera-mos de Él». A esto se llega por medio dela oración constante: «Aclamad, justos, alSeñor, que merece la alabanza de los bue-nos; dad gracias al Señor con la cítara,tocad en su honor el arpa de diez cuer-das. La palabra del Señor es sincera y to-das sus acciones son leales; El ama la jus-ticia y el derecho, y su misericordia llenala tierra. Los ojos del Señor están puestosen sus fieles, en los que esperan en sumisericordia, para librar sus vidas de lamuerte, y reanimarlos en tiempo de ham-bre».

–Juan 6,16-21: Vieron a Jesús andan-do sobre el lago. Lo mismo que la multi-plicación de los panes, manifiesta su do-minio sobre los elementos y prepara a susdiscípulos para recibir la doctrina del Pande la vida. Con sus prodigios Jesús buscael bien de la gente que lo contempla. Asílo afirma Orígenes:

«Mas Jesús llevaba, por los milagros que ha-cía, a los que contemplaban aquel hermoso es-

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pectáculo a que mejorasen en sus costumbres.¿Cómo no pensar entonces en que se ofrecía a símismo como ejemplo de la vida más santa, nosólo ante sus auténticos discípulos, sino tambiénante los otros? Ante sus discípulos, para mover-los a enseñar a los hombres conforme a la volun-tad de Dios; ante los otros, para que enseñados ala par por la doctrina, vida y milagros cómohabían de vivir, todo lo hicieran con intención deagradar a Dios sumo» (Contra Celso 1,68),

Los milagros han continuado durantetoda la vida de la Iglesia hasta nuestrosdías. No hay beatificación ni canoniza-ción sin verdaderos milagros, muy com-probados minuciosamente.

3ª semana de Pascua

DomingoEntrada: «Aclamad al Señor tierra en-

tera, tocad en honor de su nombre, can-tad himnos a su gloria. Aleluya» (Sal 65,1-2).

Colecta (compuesta con textos del Ve-ronense, Gelasiano y Sacramentario deBérgamo): «Que tu pueblo, Señor, exultesiempre al verse renovado y rejuvenecidoen el espíritu; y que la alegría de haberrecobrado la adopción filial afiance su es-peranza de resurrección gloriosamente».

Ofertorio (del Misal anterior, retocadacon textos de los Sacramentarios Gela-siano y de Bérgamo): «Recibe, Señor, lasofrendas de su Iglesia exultante de gozo;y pues en la resurrección de su Hijo nosdiste motivo para tanta alegría, concéde-nos participar de este gozo eterno».

Comunión: Año A: «Los discípulos co-nocieron al Señor Jesús al partir el pan.Aleluya» (Lc 24,35). Año B: «Así estabaescrito: el Mesías padecerá, resucitará deentre los muertos al tercer día y en sunombre se predicará la conversión de lospecados a todos los pueblos. Aleluya» (Lc24,46-47). Año C: «Jesús dice a sus dis-cípulos: “Vamos, comed”. Y tomó el pany se lo dio. Aleluya» (Jn 21,12-13).

3ª Semana de Pascua

26 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Postcomunión (compuesta con textosdel Veronense, Gelasiano y Sacramentariode Bérgamo): «Mira, Señor, con bondada tu pueblo y, ya que has querido reno-varlo con estos sacramentos de vida eter-na, concédele también la resurrección glo-riosa».

CICLO ALa Iglesia en su liturgia nos sigue mos-

trando su gozo por la resurrección delSeñor, como lo tuvo la primitiva comuni-dad cristiana, que tomó en serio todo elsignificado de esa resurrección. Tambiénnosotros hemos de corresponder con unafe profunda y vivificante.

–Hechos 2,14.22-28: No era posibleque la muerte lo retuviera bajo su domi-nio. Pedro fue el primero en proclamarante el mundo el hecho de la resurreccióndel Señor. Así lo hace hoy para nosotrosen la primera lectura de este Domingo.

–Y lo corrobora con textos del Salmo15, que utiliza como Salmo responso-rial: «Tengo siempre presente al Señor,con Él a mi derecha no vacilaré. Por esose me alegra el corazón, exulta mi lenguay mi carne descansa serena, porque nome entregarás a la muerte ni dejarás a tufiel conocer la corrupción. Me has en-sanchado el sendero de la Vida. Me sacia-rás de gozo en tu presencia». San JuanCrisóstomo comenta:

«¡Admirad la armonía que reina entre los Após-toles! ¡Cómo ceden a Pedro la carga de tomar lapalabra en nombre de todos! Pedro eleva su vozy habla a la muchedumbre con intrépida confian-za. Tal es el coraje del hombre instrumento delEspíritu Santo... Igual que un carbón encendido,lejos de perder su ardor al caer sobre un montónde paja, encuentra allí la ocasión de sacar su calor,así Pedro, en contacto con el Espíritu Santo quele anima, extiende a su alrededor el fuego que ledevora» (Homilía sobre los Hechos 4).

–1 Pedro 1,17-21: Habéis sido redimi-dos con la sangre de Cristo, el Corderosin defecto. También es Pedro quien con-tinúa emplazándonos a vivir en serio elMisterio de la Resurrección del Señor,como exigencia de vida nueva en cuantoshemos sido redimidos. Melitón de Sardesadora el Misterio de la Pascua de Cristo:

«Este es el Cordero que enmudecía y que fueinmolado; el mismo que nació de María, la her-mosa Cordera; el mismo que fue arrebatado delrebaño, empujado a la muerte, inmolado al atar-decer y sepultado por la noche; aquél que no fuequebrantado en el leño, ni se descompuso en latierra; el mismo que resucitó de entre los muertose hizo que el hombre surgiera desde lo más hondodel sepulcro» (Homilía sobre la Pascua 71).

–Lucas 24,13-35: Lo reconocieron alpartir el pan. Como en Emaús, la presen-cia de Cristo rehace de nuevo la fe vaci-lante y desconcertada de cuantos aún nohan alcanzado a vivir la alegría santifica-dora de la resurrección. San León Magnoexplica el profundo cambio que experi-mentan los discípulos, en sus mentes ycorazones:

«Durante estos días, el Señor se juntó, comouno más, a los dos discípulos que iban de caminoy les reprendió por su resistencia en creer, a ellosque estaban temerosos y turbados, para disiparen nosotros toda tiniebla de duda. Sus corazones,por Él iluminados, recibieron la llama de la fe y seconvirtieron de tibios en ardientes, al abrirles elSeñor el sentido de las Escrituras. En la fraccióndel pan, cuando estaban sentados con Él a la mesa,se abrieron también sus ojos, con lo cual tuvieronla dicha inmensa de poder contemplar su natura-leza glorificada» (Sermón 73).

Nuestro reencuentro con Cristo resu-citado debe dar sentido evangélico a todanuestra vida. En la medida en que seamosconscientes de nuestra unión responsa-ble con Cristo, el Señor, estaremos enactitud de ser testigos de su obra reden-tora en medio de los hombres, con nues-tras palabras, pero sobre todo con nues-tra vida.

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CICLO BCentramos nuestra atención en Cristo

muerto y resucitado. Los textos bíblicosy litúrgicos nos hablan de Él. Esto nosayuda a tomar conciencia de los frutosde conversión santificadora que en nues-tras vidas debió producir la Cuaresma. Es-to es lo que nos ayuda a vivir la vida delResucitado, una vida nueva de constanterenovación espiritual. Esto no deben ex-perimentarlo solamente los recién bauti-zados, sino también todos los demás, por-que la renovación pascual ha de reviviren todos nosotros la responsabilidad deelegidos en Cristo y para Cristo por lasantidad pascual.

–Hechos 3,13-15.17-19: Matasteis alautor de la vida, pero Dios lo resucitó deentre los muertos. Pedro inaugura la mi-sión de la Iglesia, proclamando valiente-mente la necesidad de la conversión pararesponder al designio divino de salvarnosen Cristo Jesús, muerto y resucitado pornosotros. Comenta San Juan Crisóstomo:

«San Pedro les dice que la muerte de Cristo eraconsecuencia de la voluntad y decreto divinos.¡Ved este incomprensible y profundo designio deDios! No es uno, son todos los profetas a coroquienes habían anunciado este misterio. Pero, aun-que los judíos habían sido, sin saberlo, la causa dela muerte de Jesús, esta muerte había sido deter-minada por la Sabiduría y la Voluntad de Dios,sirviéndose de la malicia de los judíos para elcumplimiento de sus designios. El Apóstol noslo dice: “aunque los profetas hayan predichoesta muerte y vosotros la hayáis hecho por igno-rancia, no penséis estar enteramente excusados”.Pedro les dice en tono suave: “Arrepentíos yconvertíos”. ¿Con qué objeto? “Para que seanborrados vuestros pecados. No sólo vuestro ase-sinato en el cual interviene la ignorancia, sino to-das las manchas de vuestra alma”» (Homilía so-bre los Hechos 9).

–Con el Salmo 4 proclamamos: «Hazbrillar sobre nosotros el resplandor de turostro. Escúchame cuando te invoco,Dios mío, tú que en el aprieto me disteanchura, ten piedad de mí y escucha mioración. Sabedlo: El Señor hizo milagrosen mi favor, y el Señor me escucharácuando lo invoque. Hay muchos que di-cen: “¿Quién nos hará ver la dicha, si laluz de tu rostro ha huido de nosotros”.En paz me acuesto y enseguida me duer-mo, porque Tú sólo, Señor, me haces vi-vir tranquilo».

–1 Juan 2,1-5: Él es víctima de propi-ciación por nuestros pecados y por los delmundo entero. Si realmente el MisterioPascual ha prendido en nuestra vida, loevidenciará nuestra renuncia real al peca-do y nuestra fidelidad amorosa a la Vo-luntad divina. Tal vez uno de los textosmás expresivos y valioso de la mediacióne intercesión de Cristo ante el Padre comoSupremo Pontífice de nuestra fe lo en-contremos en los escritos de Santa Ger-trudis:

«Vio la santa que el Hijo de Dios decía ante elPadre: “¡Oh, Padre mío, único y coeterno y con-sustancial Hijo! Conozco en mi insondable Sabi-duría toda la extensión de la flaqueza humanamucho mejor que esta misma criatura y que todaotra cualquiera. Por eso me compadezco de milmaneras de esa flaqueza. En mi deseo de reme-diarla, os ofrezco, santísimo Padre mío, la absti-nencia de mi sagrada boca para reparar con ellalas palabras inútiles que ha dicho esta elegida”...»[Y así va enumerando diversos ofrecimientos yreparación y sigue:] “Finalmente, ofrezco, Padreamantísimo a Vuestra Majestad mi deífico Cora-zón por todos los pecados que ella hubiere come-tido”» (Legatus IV,17).

–Lucas 24,35-48: Así estaba escrito:El Mesías padecerá y resucitará de entrelos muertos al tercer día. La realidad deCristo crucificado compromete a toda laIglesia en la misión de proclamar la nece-sidad de la conversión a Cristo y a su Evan-

3ª Semana de Pascua

28 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

gelio, para que los hombres puedan al-canzar su salvación. Oigamos a San Ig-nacio de Antioquía:

«Pues yo sé y creo que después de su resu-rrección Él existe en la carne. Y cuando vino a losque estaban alrededor de Pedro, les dijo: “Tomady tocadme y ved que no soy un fantasma incor-póreo” (Lc 24,39). Y seguidamente lo tocaron ycreyeron, fundiéndose con su cuerpo y con suespíritu. Por ello despreciaron la muerte y estu-vieron por encima de la muerte. Después de laresurrección comió y bebió con ellos como car-nal, aunque espiritualmente estaba unido al Pa-dre» (Carta a los de Esmirna 3,1-3).

CICLO CEn la celebración del cincuentenario

pascual hemos de recobrar nuestra con-ciencia de miembros vivos de la Iglesia,como comunidad de testigos responsa-bles de la Resurrección y de la obrasalvadora de Cristo en medio del mundo.La liturgia de estos domingo nos ofrececomo tema de meditación el Misterio dela Iglesia, prolongación del Misterio deCristo, en el que hemos sido injertadospor el bautismo.

–Hechos 5,27-32. 40-41: Testigos deesto somos nosotros y el Espíritu Santo.Históricamente la Iglesia comenzó a exis-tir como una pequeña comunidad de tes-tigos de Cristo, dispuestos a obedecer aDios antes que a los hombres. ComentaSan Juan Crisóstomo:

«Dios ha permitido que los Apóstoles fueranllevados a juicio para que sus perseguidores fue-ran instruidos, si lo deseaban... Los Apóstolesno se irritan ante los jueces, sino que les ruegancompasivamente, vierten lágrimas y sólo buscanel modo de librarlos del error y de la cólera divina.Están convencidos de que no hay peligro paraquienes temen a Dios, sino para quienes no letemen y de que es peor cometer injusticia quepadecerla» (Homilía sobre los Hechos 13).

Y más adelante dice:

«Es verdad que Jeremías fue también azotadoa causa de la Palabra de Dios y que Elías y otrosprofetas se vieron amenazados, pero aquí losApóstoles, como antes por los milagros, mani-festaron el poder de Dios. No se dice que nosufrieron, sino que el sufrimiento les causó ale-gría. Lo podemos ver por la libertad que actoseguido usaron: inmediatamente después de laflagelación se entregaron a la predicación con ad-mirable ardor» (Ibid. 14).

–Con el Salmo 29 decimos: «Te ensal-zaré, Señor, porque me has librado y nohas dejado que mis enemigos se rían demí. Señor, sacaste mi vida del abismo,me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.Tañed para el Señor, fieles suyos, dadgracias a su nombre santo; su cólera durapor un instante, su bondad de por vida.Escucha, Señor y ten piedad de mí, Se-ñor, socórreme. Cambiaste mi luto endanzas, Señor, Dios mío, te daré graciaspor siempre».

–Apocalipsis 5,11-14: Digno es el Cor-dero degollado de recibir el poder y laalabanza. Cristo, Cordero degollado enla Pasión, ha quedado constituido, por laResurrección, en Señor de la historia. LaIglesia es el signo y el testigo de su obraentre los hombres. La escena que nosdescribe San Juan es de una grandeza ad-mirable. Cristo, el Cordero que ha sidodegollado, recibe juntamente con el Libro,el homenaje y el dominio de toda la crea-ción.

Es muy significativo que la alabanza detoda la creación vaya dirigida a Dios y alCordero indivisiblemente unidos. SanJuan junta las criaturas materiales con losángeles en la glorificación del Corderoredentor, a quien atribuyen la bendición,el honor, la gloria y el imperio por los si-glos. En esta doxología de cuatro térmi-nos, que toda la creación dirige a Dios yal Cordero, se descubre una clara alusióna las cuatro partes del universo: cielo, tie-

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rra, mar y abismo, o las cuatros regionesdel mundo: norte, sur, este y oeste. Aso-ciémonos nosotros a esa alabanza contoda nuestra vida.

–Juan 21,1-19: Jesús se acercó, tomóel pan y se lo dio; lo mismo el pescado.Pedro sigue siendo el primer responsabledel Amor y de la presencia viva de Cristoen su Iglesia y entre los hombres. Sobreesta piedra ha edificado el Señor su Igle-sia. Comenta San Agustín este milagrohecho por Cristo resucitado:

«Los discípulos se marcharon a pescar y entoda la noche no cogieron nada. Pero el Señor seles apareció de mañana en la orilla y les preguntósi tenían algo que comer, ellos le contestaron queno. Entonces les dijo: “Echad las redes a la dere-cha y encontraréis” (Jn 21,6). Ved cuánto les otor-gó gratuitamente el que aparentemente había ve-nido a comprar, les dio el producto del mar, crea-do por Él. ¡Gran milagro sin duda! Echaron lasredes al instante, y captaron tal cantidad de pe-ces que, debido a su número, no podían sacar lasredes. Pero, si consideramos quién es el autor deese milagro, deja de causar admiración, pues ha-bía hecho ya otros mayores. Pues para quien conanterioridad había resucitado muertos, no era grancosa el haber hecho que se pescaran aquellos pe-ces» (Sermón 252,1).

LunesEntrada: «Ha resucitado el Buen Pas-

tor, que dio la vida por sus ovejas y sedignó morir por su grey».

Colecta (del Misal anterior, retocada contextos del Veronense, Gelasiano y Grego-riano): «Oh Dios, que muestras la luz detu verdad a los que andan extraviados, paraque puedan volver al camino de la santi-dad; concede a todos los cristianos re-chazar lo que es indigno de este nombrey cumplir cuanto en él se significa».

Ofertorio: «Recibe, Señor, las ofrendasde tu Iglesia exultante de gozo; y pues enla resurrección de tu Hijo nos diste moti-

vo de tanta alegría, concédenos partici-par de este gozo eterno».

Comunión: «La paz os dejo, mi paz osdoy. No os la doy como la da el mundo,dice el Señor. Aleluya» (Jn 14,27)

Postcomunión: «Dios todopoderoso yeterno, que en la resurrección de Jesu-cristo nos has hecho renacer a la vida eter-na; haz que los sacramentos pascualesden en nosotros fruto abundante y que elalimento de salvación que acabamos derecibir fortalezca nuestras vidas».

–Hechos 6,8-15: No lograban hacerfrente a la sabiduría y al Espíritu con quehablaba. La posición radical de Estebanen lo tocante a la ley y al templo recrude-cerá la persecución, en especial en con-tra de los siete. Se van a repetir las mis-mas acusaciones que se emplearon con-tra Jesús, en un claro paralelismo con suPasión, demostrado hasta en el empleo delas mismas palabras. Y de nuevo Dios vaa demostrar su fuerza en los que elige. Surostro les parecerá como el de un ángel.Muchos comentaristas han visto en estouna semejanza con Moisés al bajar delmonte. Entre ellos San Juan Crisóstomo,que dice:

«Era la gracia, era la gloria de Moisés. Meparece que Dios le había revestido de este res-plandor porque quizá tenía algo que decir y paraatemorizarlos con su propio aspecto. Pues esposible, muy posible, que las figuras llenas degracia celestial sean amables a los ojos de losamigos y terribles ante los adversarios» (Homilíasobre los Hechos 15).

–Acertadamente cantamos ahora el Sal-mo 118, en algunos de sus versos, puesencaja perfectamente en todo lo referentea San Esteban. Una señal de que hemosresucitado con Cristo es nuestra vida in-tachable. Renacidos en Cristo por el Es-píritu, fortalecidos por el pan que ha ba-jado del Cielo y permanece por siempre,cumplimos la voluntad del Padre: «Dicho-

3ª Semana de Pascua

30 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

so el que camina con vida intachable. Aun-que los nobles se sientan a murmurar demí, tu siervo medita tus leyes; tus pre-ceptos son mi delicia, tus decretos sonmis consejeros. Te expliqué mi camino yme escuchaste; enséñame tus leyes; ins-trúyeme en el camino de tus decretos, ymeditaré tus maravillas. Apártame del ca-mino falso, y dame la gracia de tu volun-tad; escogí el camino verdadero, deseétus mandamientos».

–Juan 6,22-29: Trabajad no por el ali-mento que perece, sino por el alimentoque perdura. Luego de la multiplicaciónde los panes, en su ansia por el alimentoterreno, la multitud busca a Jesús. Peroéste les invita a saciarse con un ideal su-perior, aspirando a otro manjar que per-dura para siempre. Para recibir este ali-mento es menester realizar las obras deDios, es decir, creer en el Enviado. Co-menta San Agustín:

«Jesús, a continuación del misterio o sacra-mento milagroso, hace uso de la palabra, con laintención de alimentar, si es posible, a los mis-mos que ya alimentó; de saciar con su palabra lasinteligencias de aquellos cuyo vientre había sa-ciado con pan abundante, pero es con la condi-ción de que lo entiendan y, si no lo entienden, quese recoja para que no perezcan ni las sobras si-quiera... “Me buscabais por la carne, no por elEspíritu”. ¡Cuántos hay que no buscan a Jesússino para que les haga beneficios temporales!Tiene uno un negocio y acude a la mediación delos clérigos; es perseguido otro por alguien máspoderoso que él y se refugia en la iglesia. Nofaltan quienes piden que se les recomiende a unapersona ante la que tienen poco crédito.

«En fin, unos por unos motivos y otros porotros, llenan todos los día la iglesia. Apenas sebusca a Jesús por Jesús... “Me buscabais poralgo que no es lo que yo soy; buscadme a Mí pormí mismo”. Ya insinúa ser Él este manjar, lo quese verá con más claridad en lo que sigue...Yo creoque ya estaban esperando comer otra vez pan ysentarse otra vez, y saciarse de nuevo. Pero Élhabía hablado de un alimento que no perece, sinoque permanece hasta la vida eterna. Es el mismo

lenguaje que había usado con la mujer aquellasamaritana... Entre diálogos la llevó hasta la bebi-da espiritual. Lo mismo sucede aquí, lo mismoexactamente. Alimento es, pues, éste que no pe-rece, sino que permanece hasta la vida eterna»(Tratado 25,10-12 sobre el Evangelio de SanJuan).

MartesEntrada: «Alabad a nuestro Dios todos

sus siervos y los que le teméis, pequeñosy grandes, porque ya llega la victoria, elpoder y el mando de nuestro Mesías. Ale-luya» (Apoc 19,5;12,10).

Colecta (compuesta con textos de losSacramentarios Gelasiano, Gregoriano yde Bérgamo): «Señor, tú que abres laspuertas de tu reino a los que han renacidodel agua y del Espíritu. Acrecienta la gra-cia que has dado a tus hijos, para que pu-rificados del pecado alcancen todas tuspromesas».

Ofertorio: «Recibe, Señor, las ofrendasde tu Iglesia exultante de gozo; y pues enla resurrección de tu Hijo nos diste moti-vo de tanta alegría, concédenos partici-par de este gozo eterno».

Comunión: «Si hemos muerto con Cris-to, creemos que también viviremos conÉl. Aleluya» (Rom 6,8).

Postcomunión: «Mira, Señor, con bon-dad a tu pueblo, y ya que has querido re-novarnos con estos sacramentos de vidaeterna, concédele también la resurreccióngloriosa».

–Hechos 7,51-59: Señor Jesús, recibemi espíritu. La defensa de Esteban antesus acusadores se transforma en una acu-sación, ante la incredulidad de los jefesdel pueblo, y le acarrea el martirio pormedio de la lapidación. Al morir Estebanruega al Señor en términos similares a losque Éste se dirigió al Padre desde la Cruz.Es el testimonio más antiguo de una ora-

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ción dirigida a Cristo en la gloria del Pa-dre. La celebración eucarística configuraprogresivamente nuestra vida cristiana ala imagen ideal de Cristo. Al mismo tiem-po nos hace testigos del Señor: nos poneen contacto experiencial con la Palabrade Vida y nos empuja a una actividadapostólica, fruto de la libertad del Espíri-tu. Comenta San Efrén:

«Es evidente que los que sufren por Cristogozan de la gloria de toda la Trinidad. Estebanvio al Padre y a Jesús situado a su derecha, por-que Jesús se aparece sólo a los suyos, como a losApóstoles después de la resurrección. Mientrasel Campeón de la fe permanecía sin ayuda enmedio de los furiosos asesinos del Señor, llegadoel momento de coronar al primer mártir, vio alSeñor, que sostenía una corona en la mano dere-cha, como si se animara a vencer la muerte y paraindicarle que Él asiste interiormente a los que vana morir por su causa. Revela, por tanto, lo que ve,es decir, los cielos abiertos, cerrados a Adán yvueltos a abrir solamente a Cristo en el Jordán,pero abiertos también después de la Cruz a todoslos que conllevan el dolor de Cristo y en primerlugar a este hombre. Observad que Esteban reve-la el motivo de la iluminación de su rostro, puesestaba a punto de contemplar esta visión maravi-llosa. Por eso se mudó en la apariencia de unángel, a fin de que su testimonio fuera más fide-digno» (Sermón sobre los Hechos 7).

–En tus manos encomiendo mi espíritu.Palabra que en Cristo encuentran pleni-tud de sentido: el abandono, el sufrimien-to, la confianza, la liberación. Invitacióna todos los creyentes a una apertura totala Dios que revela los prodigios de su mi-sericordia protectora. Por eso empleamosel Salmo 3, en el que se insertan estaspalabras: «Señor, sé la Roca de mi refu-gio, un baluarte donde me salve, Tú queeres mi Roca y mi baluarte, por tu nom-bre dirígeme y guíame. A tus manos, Se-ñor, encomiendo mi espíritu; Tú el Diosleal, me librarás; yo confío en el Señor.Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sál-vame por tu misericordia. En el asilo de

tu presencia nos escondes de las conju-ras humanas».

–Juan 6,30-35: No fue Moisés, sino quees mi Padre quien os da el verdadero pandel cielo. Como en otros pasajes del Evan-gelio, Jesús hace pasar a sus oyentes delsentido material al espiritual. De este modollegamos al culmen de la revelación deJesús, cuando éste proclama: «Yo soy elPan de Vida». Comenta San Ambrosio:

«¿A qué fin pides, oh judío, que te conceda elpan Aquél que lo da a todos, lo da a diario, lo dasiempre? En ti mismo está el recibir este pan:acércate a este pan y lo recibirás. De este panestá dicho: “Todos los que se alejan de ti perece-rán” (Sal 72,27). Si te alejares de Él, perecerás. Site acercares a Él, vivirás. Este es el pan de la vida;así pues, el que come la vida no puede morir.Porque, ¿cómo morirá aquél para quien el manjares la vida? ¿Cómo desfallecerá el que tuviere sus-tancia vital?

«Acercaos a Él y saciaos, porque es pan. Acer-caos a Él y bebed, porque es fuente. Acercaos aÉl y seréis iluminados (Sal 33,6), porque es luz(Jn 1,9). Acercaos a Él y sed libres, porque don-de está el Espíritu del Señor, allí está la libertad (2Cor 3,17). Acercaos a Él y sed absueltos, porquees perdón de los pecados (Ef 1,7). ¿Preguntáisquién es éste? Oídle a Él mismo que dice: “Yosoy el Pan de Vida; el que viene a Mí no tendráhambre; y el que cree en Mí no pasará nunca sed”(Jn 6,35). Le oísteis y le visteis y no le creísteis;por eso estáis muertos; ahora siquiera, creed paraque podáis vivir» (Exposición sobre el Salmo118,28).

MiércolesEntrada: «Llena estaba mi boca de tu

alabanza y de tu gloria. Te aclamarán mislabios, Señor. Aleluya» (Sal 70,8.23)

Colecta (compuesta con textos de losSacramentarios Gelasiano, Gregoriano yde Bérgamo): «Ven Señor en ayuda de tufamilia, y a cuantos hemos recibido el donde la fe, concédenos tener parte en la he-rencia eterna de tu Hijo resucitado».

3ª Semana de Pascua

32 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Ofertorio: «Concédenos, Señor, dartegracias siempre por medio de estos mis-terios pascuales; y ya que continúan ennosotros la obra de tu redención sean tam-bién fuente de gozo incesante»

Comunión: «El Señor ha resucitado. Élnos ilumina a nosotros, los redimidos porsu sangre. Aleluya».

Postcomunión: «Escucha, Señor, nues-tras oraciones, para que la participaciónen los sacramentos de nuestra redenciónnos sostenga durante la vida presente, ynos dé las alegrías eternas».

–Hechos 8,1-8: Al ir de un lugar paraotro iban difundiendo la buena noticia.La violencia de la persecución contra elgrupo de Esteban –en la que tuvo parteactiva Saulo– obligó a la dispersión de susmiembros por Samaria, en donde de estemodo se expandió el mensaje cristiano.Felipe, uno de los siete, proclama la Pala-bra y obra curaciones. En la celebracióneucarística, reunidos en torno al altar delSeñor, proclamamos el mensaje personalque trae Cristo y recibimos la fuerza delEspíritu, que confirma nuestra unidadeclesial y alienta nuestro testimonio de vidacristiana.

San Juan Crisóstomo, en su Homilíasobre los Hechos dice que los cristianoscontinúan la predicación, en vez de des-cuidarla. Y San León Magno:

«La religión, fundada por el misterio de la Cruzde Cristo, no puede ser destruida por ningún gé-nero de maldad. No se disminuye la Iglesia porlas persecuciones, antes al contrario, se aumenta.El campo del Señor se viste entonces con unacosecha más rica. Cuando los granos que caenmueren, nacen multiplicados» (Homilía sobre losSantos Apóstoles Pedro y Pablo).

–La acción redentora de Cristo desplie-ga su poder salvador en nuestra vida: elcristiano recibe y proclama esta salvaciónen la comunidad eclesial. Que toda la tie-rra aclame al Señor que obra maravillas.

Así lo proclamamos con el Salmo65: «Aclama al Señor, tierra entera, tocaden honor de su nombre, cantad himnos asu gloria; decid a Dios: “Qué terribles sontus obras. Que se postre ante Ti la tierraentera, que toquen en tu honor, que to-quen para tu nombre”. Venid a ver lasobras de Dios, sus temibles proezas enfavor de los hombres. Transformó el maren tierra firme, a pie atravesaron el río.Alegrémonos con Dios, que con su po-der gobierna eternamente».

–Juan 6,35-40: La voluntad de mi Pa-dre es que todo el que ve al Hijo tengavida eterna. Tras haberse manifestado aSí mismo como Pan de vida, Jesús hacehincapié en la necesidad de la fe que con-duce a la vida eterna y a la futura resu-rrección. La vida eterna y la resurrecciónen el último día son dos aplicaciones con-cretas del don de la Vida al creyente. Perono agotan todo el don de Cristo-Vida. SanAgustín comenta este pasaje evangélico:

«“No he venido a hacer mi voluntad, sino lavoluntad del que me envió”. Ésta es la mejor re-comendación de la humildad. La soberbia hace suvoluntad, la humildad hace la voluntad de Dios.Por eso, “al que se llega a Mí no lo arrojaré fue-ra”. ¿Por qué? “No he venido a hacer mi voluntadsino la voluntad del que me envió”. Yo he venidohumilde, yo he venido a enseñar la humildad, yosoy el maestro de la humildad. El que se llega aMí se incorpora a Mí; el que se llega a Mí seráhumilde, porque no hace su voluntad, sino la deDios.

«Esa es la causa de que no se le arroje fuera;estaba arrojado fuera cuando era soberbio... Seentrega Él mismo al que conserva la humildad yÉl mismo lo recibe; y, en cambio, el que no laconserva está distantísimo del Maestro de la hu-mildad. “Que no se pierda nada de lo que medio”. No es, pues, voluntad de mi Padre que pe-rezca uno solo de estos pequeñuelos. De entrelos que se engríen no dejará de haber alguien queperezca; en cambio, de entre los humildes no sedará el caso de perecer uno solo... El que se llega

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a Mí resucita ahora hecho humilde, como uno demis miembros; pero yo lo resucitaré también enel día postrero según la carne» (Tratado 25,16 y19 sobre el Evangelio de San Juan).

JuevesEntrada: «Cantemos al Señor; sublime

es su victoria. Mi fuerza y mi poder es elSeñor. Él fue mi salvación. Aleluya» (Ex15,1-2).

Colecta (del Gelasiano): «Dios Todopo-deroso y eterno, que en estos días de Pas-cua nos has revelado claramente tu amory nos has permitido conocerlo con másprofundidad; concede a quienes has libra-do de las tinieblas del error adherirse confirmeza a las enseñanzas de tu verdad».

Ofertorio: «¡Oh Dios! que por el admi-rable trueque de este sacrificio nos hacespartícipes de tu divinidad; concédenos quenuestra vida sea manifestación y testimo-nio de esta verdad que conocemos».

Comunión: «Cristo murió por todos,para que los que viven ya no vivan parasí, sino para el que murió y resucitó porellos. Aleluya» (2 Cor 5,15).

Postcomunión: «Ven Señór en ayuda detu pueblo y, ya que nos has iniciado enlos misterios de tu reino, haz que abando-nemos nuestra antigua vida de pecado yvivamos, ya desde ahora, la novedad dela vida eterna».

–Hechos 8,26-40: Mira, agua. ¿Qué di-ficultad hay en que me bautice? Felipeinterpreta en favor de un peregrino llega-do a Jerusalén un pasaje del libro de Isaíasacerca del Siervo de Yahvé, mostrándolesu cumplimiento en Jesucristo. El etíoperecibe el bautismo y Felipe prosigue suobra de evangelización hasta Cesarea. Laexpansión de la Iglesia es obra del Espíri-tu Santo y se lleva a cabo mediante el anun-cio de la Buena Noticia de Jesús. Él esquien, con su muerte y su resurrección,

ya anunciada proféticamente, ha conse-guido la salvación universal que es la úni-ca fuente de alegría. La alegría del reciénbautizado es lógica por las muchas gra-cias que confiere el bautismo. San JuanCrisóstomo dice:

«Los nuevos bautizados son libres, santos, jus-tos, hijos de Dios, herederos del cielo, hermanosy coherederos de Cristo, miembros de su Cuer-po, templos de Dios, instrumentos del EspírituSanto... Los que ayer estaban cautivos son hoyhombres libres y ciudadanos de la Iglesia. Losque ayer estaban en la vergüenza del pecado seencuentran ahora en la seguridad de la justicia; yno sólo libres sino santos» (Catequesis bautis-males 3,5).

Y San León Magno:«El sacramento de la regeneración nos ha he-

cho partícipes de estos admirables misterios, porcuanto el mismo Espíritu, por cuya virtud fueCristo engendrado, ha hecho que también noso-tros volvamos a nacer con un nuevo nacimientoespiritual» (Carta 31).

–El creyente puede testimoniar lo queDios ha hecho con él: le ha devuelto lavida. Por esto invita a todos los pueblos aque bendigan al Dios que tan portentosa-mente le ha salvado y lo hacemos con elSalmo 65: «Bendecid, pueblo, a nuestroDios, haced resonar sus alabanzas: Por-que Él nos ha devuelto la vida y no dejóque tropezaran nuestros pies. Fieles deDios, venid a escuchar, os contaré lo queha hecho conmigo; a Él gritó mi boca ylo ensalzó mi lengua. Bendito sea Dios,que no rechazó mi súplica, ni me retirósu favor».

–Juan 6,44-52: Yo soy el Pan vivo queha bajado del cielo. El Pan de vida, quees Cristo, hay que comerlo ante todo confe. Mas la revelación avanza aún máscuando Jesús afirma que el pan que Éldará es su propia carne, como sacrificiopara la vida del mundo. Comenta SanAgustín:

3ª Semana de Pascua

34 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

«El maná era signo de este pan, como lo eratambién el altar del Señor. Ambas cosas eran sig-nos sacramentales: como signos son distintos,más en la realidad hay identidad... Pan vivo, por-que desciende del cielo. El maná también descen-dió del cielo; pero el maná era sombra, éste laverdad... ¡Oh qué misterio de amor, y qué símbo-lo de la unidad y qué vínculo de la caridad! Quienquiere vivir sabe donde está su vida y sabe dedónde le viene la vida. Que se acerque y que crea,y que se incorpore a este cuerpo, para que tengaparticipación de su vida...» (Tratado 26,12 y 15sobre el Evangelio de San Juan).

Y San Ambrosio:«Cosa grande, ciertamente, y de digna venera-

ción, que lloviera sobre los judíos maná del cielo.Pero, presta atención. ¿Qué es más: el maná delcielo o el Cuerpo de Cristo? Ciertamente que elCuerpo de Cristo, que es el Creador del cielo.Además, el que comió el maná, murió; pero el quecomiere el Cuerpo recibirá el perdón de sus peca-dos y no morirá para siempre. Luego, no en vanodices tú “Amén”, confesando ya en espíritu querecibes el Cuerpo de Cristo... Lo que confiesa lalengua, sosténgalo el afecto» (Sobre los Sacra-mentos 24-25).

ViernesEntrada: «Digno es el Cordero dego-

llado de recibir el poder, la riqueza, la sa-biduría, la fuerza, el honor, la gloria y laalabanza. Aleluya» (Apoc 5,12).

Colecta (compuesta con textos delGregoriano y del Sacramentario deBérgamo): «Te pedimos, Señor, que, yaque nos has dado la gracia de conocer laresurrección de tu Hijo, nos concedas tam-bién que el Espíritu Santo, con su amor,nos haga resucitar a una vida nueva».

Comunión: «El Señor crucificado re-sucitó de entre los muertos y nos resca-tó. Aleluya».

Ofertorio: «Santifica, Señor, con tu bon-dad estos dones, acepta la ofrenda de estesacrificio espiritual y a nosotros transfór-manos en oblación perenne».

Postcomunión: «Después de recibir lossantos misterios, humildemente te pedi-mos, Señor, que esta eucaristía, celebra-da como memorial de tu Hijo, nos hagaprogresar en el amor».

–Hechos 9,1-10: Este hombre es un ins-trumento elegido por Mí para dar a co-nocer mi nombre a los pueblos. Saulo esllamado misteriosamente por Dios a con-vertirse en uno de los grandes apóstolesde la religión de Jesús a la que perseguía.La conversión de Saulo es una verdaderavocación a ser primero discípulo de Cris-to y luego un gran apóstol de su mensajede salvación. Esto es uno de los aconte-cimientos más grandes de la historia de laIglesia. Un instrumento elegido por Diospara ser el apóstol de todos los siglos. Élmurió, pero sus Cartas siguen proclaman-do ese mensaje salvífico de Jesucristo.San Juan Crisóstomo dice del apóstol:

«Qué es el hombre, cuán grande su nobleza ycuánta su capacidad de virtud lo podemos colegirsobre todo de la persona de Pablo. Cada día selevantaba con una mayor elevación y fervor deespíritu y, frente a los peligros que lo acechaban,era cada vez mayor su empuje... En medio de lasasechanzas de sus enemigos, habla en tono triun-fal de las victorias alcanzadas sobre los ataquesde sus perseguidores, y, habiendo sufrido en to-das partes azotes, injurias y maldiciones, comoquien vuelve victorioso de la batalla, colmado detrofeos, da gracias a Dios... Imbuido en estos sen-timientos, se lanzaba a las contradicciones e inju-rias, que le acarreaba su predicación con un ardorsuperior al que nosotros empleamos en la conse-cución de los honores, deseando la muerte másque nosotros la vida; la pobreza más que noso-tros las riqueza...

«Por esto mismo, lo único que deseaba era agra-dar siempre a Dios y, lo que era para él más im-portante de todo, gozaba del amor de Cristo; conesto se consideraba el más dichoso de todos; sinesto le era indiferentes los poderosos y los prín-cipes; prefería ser con este amor, el último detodos... Para él, el tormento más grande y ex-traordinario era el verse privado de este amor;para él, su privación significaba el infierno, el

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único sufrimiento, el suplicio infinito eintolerable» (Homilía 2 sobre las alabanzas dePablo).

–Por eso lo mejor que podemos haceres cantar con el Salmo 116: «Alabad alSeñor todas las naciones, celebradlo to-dos los pueblos. Firme es su misericordiacon nosotros, su fidelidad permanece porsiempre».

–Juan 6,53-60: Mi carne es verdaderacomida y mi sangre es verdadera bebida.Respondiendo a la admiración de susoyentes, Jesús afirma con claridad: si unoquiere poseer la vida ha de comer su car-ne y beber su sangre. El maná del desier-to fue importante, pero mucho más lo esel alimento eucarístico que da la vida eter-na. Comenta San Agustín:

«Lo que buscan los hombres en la comida y enla bebida es apagar el hambre y la sed, mas estono lo logra de verdad sino este alimento y bebidaque a los que lo toman hace inmortales e inco-rruptibles, en la sociedad misma de los santos,donde existe una paz y unidad plena y perfec-tas... Comer aquel manjar y beber aquella bebidaes lo mismo que permanecer en Cristo y tener aJesucristo que permanece en sí mismo. Y, poreso, quien no permanece en Cristo y en quienCristo no permanece, es indudable que no comeni bebe espiritualmente su cuerpo y su sangre,aunque materialmente y visiblemente toque consus dientes el sacramento del Cuerpo y de la San-gre de Cristo: sino antes, por el contrario, come ybebe para su perdición el sacramento de la reali-dad tan augusta, ya que, impuro y todo, se atrevea acercarse a los sacramentos de Cristo, que nadiepuede dignamente recibir sino los limpios...» (Tra-tado 26 sobre el Evangelio de San Juan 17-18).

SábadoEntrada: «Por el Bautismo fuísteis se-

pultados con Cristo y habéis resucitadocon Él, porque habéis creido en la fuerzade Dios que lo resucitó. Aleluya» (Col2,12).

Colecta (compuesta con textos delGelasiano y del Gregoriano): «Oh Dios,

que has renovado por las aguas del bau-tismo a los que creen en ti, concede tuayuda a los que han renacido en Cristo,para que venzan las insidias del Mal y per-manezcan siempre fieles a los dones quede Ti han recibido».

Ofertorio: «Acoge, Señor, con bondadlas ofrendas de tu pueblo, para que, bajotu protección, no pierda ninguno de tusbienes y descubra los que permanecenpara siempre».

Comunión: «Padre, por ellos ruego, paraque todos sean uno en nosotros, y así creael mundo que tú me has enviado, dice elSeñor. Aleluya» (Jn 17,20-21).

Postcomunión: «Dios Todopoderoso, noceses de proteger con amor a los que hassalvado, para que así, quienes hemos sidoredimidos por la pasión de tu Hijo, poda-mos alegrarnos en su resurrección».

–Hechos 9,31-42: La Iglesia se ibaconstruyendo y se multiplicaba animadapor el Espíritu Santo. La actividad apos-tólica de Pedro se desarrolla en un princi-pio dentro de un período de paz para laIglesia. El Apóstol cura a un paralítico deLidia y resucita a una mujer en Jafa, pro-vocando con ello nuevas conversiones.La asamblea eucarística realiza y cons-truye continuamente la comunidad de sal-vación, que es la Iglesia. En ella encon-tramos la paz del Espíritu Santo y el alientopara una vida al servicio del Señor y delos hermanos. San Cipriano comenta:

«En los Hechos de los Apóstoles está claroque las limosnas no sólo ayudan al pobre. Ha-biendo enfermado y muerto Tabita, que hacíamuchas buenas obras y limosnas, fue llamadoPedro y apenas se presentó, con toda diligenciade su caridad apostólica, le rodearon las viudascon lágrimas y súplicas... rogando por la difuntamás con sus gestos que con sus palabras. CreyóPedro que podría lograrse lo que pedían de mane-ra tan insistente y que no faltaría el auxilio deCristo a las súplicas de los pobres en quienes Élhabía sido vestido... No dejó, en efecto, de pres-

3ª Semana de Pascua

36 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

tar su auxilio a Pedro, al que había dicho en elEvangelio que se concedería todo lo que se pidie-ra en su nombre. Por tal causa se interrumpe lamuerte y la mujer vuelve a la vida y con admira-ción de todos se reanima, retornando a la luz delmundo el cuerpo resucitado. Tanto pudieron lasobras de misericordia, tanto poder ejercieron lasobras buenas» (Sobre las obras y limosnas 6).

–Con su resurrección Cristo ha venci-do a la muerte. Las cadenas que nos ata-ban han quedado definitivamente rotas.Jesús nos ha salvado ¿Cómo pagar taninmenso bien? La Santa Misa es la acciónde gracias más agradable al Padre. Con elSalmo 115 decimos: «¿Cómo pagaré alSeñor todo el bien que me ha hecho? Al-zaré la copa de la salvación, invocandosu nombres. Cumpliré al Señor mis votosen presencia de todo el pueblo. Mucho lecuesta al Señor la muerte de su fieles.Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijode tu esclava: Rompiste mis cadenas. Teofreceré un sacrificio de alabanza, invo-cando tu nombre, Señor».

–Juan 6,61-70: ¿A quién vamos a acu-dir? Tú tienes palabras de vida eterna.Algunos discípulos abandonan a Jesúsante sus llamativas afirmaciones, pero Si-món Pedro proclama su fe en Él, el Me-sías, el Hijo de Dios. Comenta SanAgustín:

«¿Nos alejas de Ti? Danos otros igual que Tú.¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eter-na. Mirad cómo comprendió esto Pedro con laayuda de Dios y confortación del Espíritu Santo.¿De dónde le viene esta inteligencia sino de su fe?Tú tienes palabras de vida eterna. Porque Tú dasla vida eterna en el servicio de tu cuerpo y de tusangre y nosotros hemos creído y entendido. Noentendimos y creímos, sino creímos y entendi-mos. Creímos, pues, para llegar a comprender;porque si quisiéramos entender primero y creerdespués, no nos hubiera sido posible entendersin creer. ¿Qué es lo que hemos creído y qué loque hemos entendido? Que Tú eres el Cristo, elHijo de Dios, es decir, que Tú eres la misma vidaeterna y que no comunicas en el servicio de carney sangre sino lo que Tú eres» (Tratado 27,9 so-bre el Evangelio de San Juan).

4ª Semana de Pascua

DomingoEntrada: «La misericordia del Señor lle-

na la tierra, la palabra del Señor hizo elCielo. Aleluya» (Sal 32,5-6).

Colecta: (textos del Gelasiano, Grego-riano y Sacramentario de Bérgamo): «DiosTodopoderoso y eterno, que has dado atu Iglesia el gozo inmenso de la resurrec-ción de Jesucristo; concédenos tambiénla alegría eterna del Reino de tus elegidos,para que así el débil rebaño de tu Hijo ten-ga parte en la admirable victoria de suPastor».

Ofertorio (del Misal anterior, retocadacon textos del Gelasiano y del Gregoriano):«Concédenos, Señor, darte gracias siem-pre por estos misterios pascuales, paraque esta actualización repetida de nuestraredención sea para nosotros fuente degozo incesante»

Comunión: «Ha resucitado el Buen Pas-tor, que dio la vida por sus ovejas y sedignó morir por su grey. Aleluya».

Postcomunión (del Veronense, Gela-siano y Gregoriano): «Pastor bueno, velacon solicitud sobre nosotros y haz que elrebaño adquirido por la sangre de tu Hijopueda gozar eternamente de las verdespraderas de tu Reino».

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CICLO AEn este Domingo pascual la Iglesia nos

presenta la figura inefable de Cristo, BuenPastor, que nos lleva al Padre, que da suvida por nosotros, que nos alimenta conlos pastos ubérrimos de su Palabra y desu Cuerpo y de su Sangre, que nos de-fiende del lobo rapaz del demonio y desus secuaces.

–Hechos 2,14.36-41: Dios lo ha hechoSeñor y Mesías. Pedro es siempre el Pri-mer Pastor-Vicario de Cristo que nos lla-ma a todos, por la conversión y por la feal redil de salvación que es la Iglesia.

Pedro les contestó: “Convertíos y bau-tizaos todos en nombre de Jesucristo yrecibiréis el Espíritu Santo“. El Buen Pas-tor nos da al Espíritu Santo. San Basiliodice:

«De la misma manera que los cuerpos transpa-rentes y nítidos, al recibir los rayos de luz sevuelven resplandecientes e irradian brillo, las al-mas que son llevadas e ilustradas por el EspírituSanto se vuelven también espirituales y llevan alos demás la luz de la gracia. Del Espíritu Santoproviene el conocimiento de las cosas futuras, elentendimiento de los misterios, la comprensiónde las verdades ocultas, la distribución de losdones, la ciudadanía celeste, la conversación conlos ángeles. De Él la alegría que nunca termina, laperseverancia en Dios, la semejanza con Dios y,lo más sublime que puede ser pensado, el hacerseDios» (Del Espíritu Santo 9,23).

–Con el Salmo 22 decimos: «El Señores mi Pastor nada me falta, en verdes pra-deras me hace recostar...»

–1 Pedro 2,20-25: Habéis vuelto al Pas-tor y guardián de vuestras vidas. Por elbautismo hemos sido incorporados al re-dil de salvación que es la Iglesia de Cris-to. Es en ella donde podremos vivir en laautenticidad su amor de Buen Pastor quenos redime y santifica. San Bernardo, tras

repasar los padecimientos de Jesucristo,decía:

«Esto me sostiene en la adversidad, me con-serva humilde en la prosperidad y me hace andarcon paso firme y seguro en el regio sendero de lasalvación, a través de los bienes y males de lapresente vida, librándome de los peligros que meamenazan a diestra y siniestra» (Sermón 43,4sobre el Cantar).

–Juan 10,1-10: Yo soy la puerta de lasovejas. Cristo mismo, como Buen Pastores el único que tiene el derecho a reunir-nos en el redil del Padre. Él es siempre lala única puerta de salvación. Comenta SanAgustín:

«Escuchadle deciros tan encarecidamente: “Yosoy el Buen Pastor, todos los demás, todos lospastores buenos, son miembros míos”, porqueno hay sino una sola Cabeza y un solo Cuerpo:un solo Cristo. Sólo hay, por tanto ,un Cuerpo,un rebaño único, formado por el Pastor de lospastores, bajo el cayado del Pastor supremo. ¿Noes esto lo que dice el Apóstol? “Porque lo mismoque, siendo uno mismo el cuerpo, tiene muchosmiembros, y todos los miembros del cuerpo, conser muchos, son un cuerpo único, así tambiénCristo” (1 Cor 12,12). Luego, si también Cristoes así y si tiene incorporados a Él todos los pas-tores buenos, con razón no habla sino de unosolo al decir: “Yo soy el Buen Pastor, Yo el único;todos los demás forman conmigo una sola uni-dad. Quien apacienta fuera de Mí, apacienta con-tra Mí; quien conmigo no recoge, desparra-ma”» (Sermón 138,5).

Y San Gregorio de Nisa dice al BuenPastor:

«¿Dónde pastoreas, Pastor Bueno, Tú que car-gas sobre tus hombros a toda la grey? Muéstra-me el lugar de tu reposo, guíame hasta el pastonutritivo, llámame por mi nombre, para que yoescuche tu voz y tu voz me dé la vidaeterna» (Homilía 2 sobre el Cantar).

CICLO B

Cristo, el Buen Pastor, es el centro vitalque debe polarizar las vivencias de todaslas almas integradas en su Iglesia. Signos

4ª Semana de Pascua

38 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

visibles de Cristo, Príncipe de pastores(1 Pe 5,4) son nuestros pastores, pues-tos por Dios para regir nuestras almas ensu Iglesia hasta que vuelva.

–Hechos 4,8-12: Ningún otro puede sal-var. Pedro, el Primer Pastor-Vicario deCristo en su Iglesia, inicia su misión deproclamar ante el mundo que sólo en Cris-to, Buen Pastor, es posible nuestra salva-ción. Cristo es la piedra angular. En Élnos apoyamos y nos sostenemos todos.Es el gran fundamento de nuestra fe, detoda nuestra vida cristiana.

–Decimos con el Salmo 117: «Dad gra-cias al Señor, porque es bueno, porque eseterna su misericordia. Mejor es refugiarseen el Señor que fiarse de los hombres;mejor es refugiarse en el Señor, que fiar-se de los jefes».

–1 Juan 3,1-2: Veremos a Dios tal cuales. Toda la autoridad redentora de Cristoy de sus Vicarios o Pastores en la Iglesia,se cifra en hacer visible la amorosa pa-ternidad de Dios sobre nosotros sus hi-jos. Comenta San Agustín:

«¿Qué mayor gracia pudo hacernos Dios? Te-niendo un Hijo único lo hizo Hijo del Hombre,para que el hijo del hombre se hiciera hijo deDios. Busca dónde está tu mérito; busca de dón-de procede, busca cuál es tu justicia; y verás queno puedes encontrar otra cosa que no sea puragracia de Dios» (Sermón 185),

También San Ambrosio lo dice:«El que tiene el Espíritu de Dios se convierte

en hijo de Dios. Hasta tal punto es hijo de Diosque no recibe un espíritu de servidumbre, sino elespíritu de los hijos, de modo que el EspírituSanto testimonia a nuestro espíritu que nosotrossomos hijos de Dios» (Carta 35,4).

–Juan 10,11-18: El Buen Pastor da lavida por sus ovejas. La garantía de nues-tra salvación está en el Corazón de CristoJesús que, como Buen Pastor, dio su vidapor sus ovejas. Nos amó y se entregó pornosotros (Ef 2,4).

Véase el comentario al Evangelio en elciclo A.

CICLO CEn este Domingo cuarto de Pascua se

centra nuestra atención y nuestra feagradecida en la presencia misteriosa delmismo Cristo Jesús, Pastor único y uni-versal de nuestras almas. Cristo ha pro-longado esta cualidad suya en los Pasto-res de su Iglesia. Hemos de descubrir aCristo Jesús en el magisterio y en la auto-ridad de nuestros legítimos Pastores, encomunión con el Romano Pontífice, Vi-cario de Cristo. Hemos de vivir en la Igle-sia el problema serio de las vocacionesconsagradas. La necesidad de que los ele-gidos de Dios para una dedicación total alEvangelio, a la santidad y a la acción pas-toral en la Iglesia sepan responder fiel-mente y con generosidad total a este de-signio divino sobre sus vidas.

–Hechos 13,14.43-52: Nos dedicamosa los gentiles. La misión y la obrasalvadora de Cristo, Buen Pastor, y la dequienes hacen sus veces en la Iglesia, nopueden quedar limitadas por privilegios ra-ciales o religiosos. Es universal, por cuantotodos los hombres necesitan, por igual,de Cristo Redentor. La Iglesia es univer-sal y aunque los judíos hubieran aceptadoel mensaje salvífico del Evangelio, la Igle-sia se extendería por doquier. ComentaSan Agustín:

«Admirable es el testimonio de San Fructuo-so, obispo. Como uno le dijera y le pidiera que seacordara de rogar por él. El santo respondió: “Yodebo orar por la Iglesia católica, extendida deOriente a Occidente”. ¿Qué quiso decir el santoobispo con estas palabras? Lo entendéis, sin duda,recordadlo ahora conmigo: “Yo debo orar por laIglesia Católica; si quieres que ore por ti, no tesepares de aquélla por quien pido en mi oración”»(Sermón 273).

–Con el Salmo 99 decimos: «Servid alSeñor con alegría; entrad en su presencia

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con vítores. Sabed que el Señor es Dios;que Él nos hizo y somos suyos, su pue-blo y ovejas de su rebaño. El Señor esbueno, su misericordia es eterna, su fide-lidad por todas las edades»

–Apocalipsis 7,9.14-17: El Cordero serásu Pastor y los conducirá hacia fuentesde aguas vivas. La Iglesia triunfante enlos cielos será el fruto de una comunidadde creyentes, elegida de toda nación, razao lengua, y santificada por la sangre uni-versalmente redentora del Cordero. Lamuchedumbre vestida de túnicas blancas,lavadas en la sangre del Cordero no sonúnicamente los mártires de la persecuciónneroniana, sino también todos los fielespurificados de sus pecados por el bautis-mo. El sacramento del bautismo recibede la sangre del Cordero, que es tambiénPastor, la virtud de lavar y purificar lasalmas.

–Juan 10,27-30: Yo doy la vida eternaa mis ovejas. Fue designio del Padre ha-cer de su Hijo encarnado el único Pastorpara el único Pueblo de elegidos para lasalvación.

Véase el comentario al Evangelio en elciclo A.

LunesEntrada: «Cristo, una vez resucitado de

entre los muertos ya no muere más; lamuerte ya no tiene dominio sobre Él. Ale-luya» (Rom 6,9).

Colecta (del Misal anterior y ha sido re-tocada con textos del Gelasiano y delGregoriano): «Oh Dios, que por medio dela humillación de tu Hijo levantaste a laHumanidad caída; concede a tus fieles laverdadera alegría, para que quienes hansido librados de la esclavitud del pecadoalcancen la felicidad eterna».

Ofertorio: «Recibe, Señor, las ofrendasde tu Iglesia exultante de gozo, y pues en

la resurrección de tu Hijo nos diste moti-vo de tanta alegría, concédenos partici-par de este gozo eterno».

Comunión: «Jesús se puso en medio desus discípulos y les dijo: “Paz a vosotros”.Aleluya» (Jn 20,19).

Postcomunión: «Mira, Señor, con bon-dad a tu pueblo, y, ya que has queridorenovarlo con estos sacramentos de vidaeterna, concédele también la resurreccióngloriosa».

–Hechos 11,1-18: También a los genti-les les ha concedido Dios la salvación quelleva a la vida. Después de la milagrosaefusión del Espíritu Santo sobre los con-vertidos no judíos de Cesarea, Pedro losbautizó. Seguidamente sube a Jerusalén,donde cuenta su modo de proceder y con-vence a todos, que glorifican a Dios porla llegada de los paganos a la Iglesia. Laacción del Espíritu Santo es expuesta porlos Santos Padres de modo diverso. Oi-gamos a San Cirilo de Jerusalén:

«Su actuación en el alma es suave y apacible,su experiencia es agradable y placentera y su yugoes levísimo. Su venida va precedida de los rayosbrillantes de su luz y de su ciencia. Viene con labondad de genuino protector; pues viene a sal-var, a curar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, aconsolar, a iluminar, en primer lugar la mente delque lo recibe y después, por las obras de éste, lamente de los demás. Y del mismo modo que elque se hallaba en tinieblas, al sentir el sol, recibesu luz en los ojos del cuerpo y contempla contoda claridad lo que antes no veía, así también alque es hallado digno del don del Espíritu Santo sele ilumina el alma y, levantado por encima de surazón natural, ve lo que antes ignoraba» (Cate-quesis 16, sobre el Espíritu Santo).

Algo semejante sucedió a aquellos nojudíos de Cesarea y que fue tan eficientepara la expansión de la Iglesia ymentalización de los primeros cristianosjudíos.

–Convertirse a Dios es abrirse a la vida.Con el Salmo 41 cantamos y subraya-

4ª Semana de Pascua

40 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

mos nuestro carácter de peregrinos go-zosos por caminar hacia el que es Luz,Verdad y Vida: «Como busca la siervacorriente de agua, así mi alma te busca aTi, Dios mío. Mi alma tiene sed del Dios,del Dios vivo. ¿Cuándo entraré a ver elrostro de Dios? Envía tu luz y tu verdad:que ellas me guíen y me conduzcan hastatu monte santo, hasta tu morada. Que yome acerque al altar de Dios, al Dios de mialegría; que te dé gracias al son de la cíta-ra, Dios, Dios mío».

–Juan 10,1-10.11-18: Yo soy la puertade las ovejas. El Buen Pastor da la vidapor sus ovejas. Ante los malos pastoresJesús se presenta a sí mismo como elPastor legítimo, que conoce a cada unade sus ovejas y camina delante de ellas.Seguidamente aparece una segunda ima-gen: Jesús es la puerta del aprisco, la úni-ca vía de acceso al Padre. Él es el BuenPastor que da la vida por sus ovejas; másaún, tiene el poder para entregar su vida yrecuperarla. Hay en este evangelio unaalusión a la pasión y resurrección. Perotambién nos enseña la intimidad entre elPadre y el Hijo y entre el Hijo y sus segui-dores, así como el de la unidad de su re-baño. San Agustín comenta:

«Aunque camine en medio de la sombra de lamuerte; aun cuando camine en medio de esta vida,la cual es sombra de muerte no temeré los males,porque Tú, oh Señor, habitas en mi corazón porla fe, y ahora estás conmigo a fin de que, despuésde morir, también yo esté contigo. Tu vara y tucayado me consolaron; tu doctrina, como varaque guía el rebaño de ovejas y como cayado queconduce a los hijos mayores que pasan de la vidaanimal a la espiritual, más bien me consoló queme afligió, porque te acordaste de mí» (Comenta-rio al Salmo 22,4).

MartesEntrada: «Con alegría y regocijo de-

mos gloria a Dios, porque ha establecido

su reinado el Señor, nuestro Dios Todo-poderoso. Aleluya» (Ap 19,7.6).

Colecta (del Gregoriano): «Te pedimos,Señor Todopoderoso, que la celebraciónde las fiestas de Cristo resucitado aumenteen nosotros la alegría de sabernos salva-dos».

Ofertorio: «Concédenos, Señor, dartegracias siempre por medio de estos mis-terios pascuales; y ya que continúan ennosotros la obra de tu redención, seantambién fuente de gozo incesante».

Comunión: «Cristo tenía que padecer yresucitar de entre los muertos para entraren su gloria. Aleluya» (cf. Lc 24,46.26)

Postcomunión: «Escucha, Señor, nues-tras oraciones, para que este santo inter-cambio, en el que has querido realizarnuestra redención nos sostenga durantela vida presente y nos dé las alegrías eter-nas».

–Hechos 11,19-26: Se pusieron tambiéna hablar a los griegos, anunciándoles alSeñor Jesús. La Iglesia en Antioquía semuestra decididamente inclinada a la evan-gelización de los paganos y logra la con-versión de un gran número de ellos. Ber-nabé, enviado de la Iglesia en Jerusalén,se alegra y va en busca de San Pablo enTarso. Llamados a colaborar personal-mente en la expansión de la Iglesia, nosreunimos en asamblea eucarística para re-cibir la fuerza del Espíritu, que nos hagaproclamar universalmente, de palabra yde obra, la Buena Noticia del Señor.

Los predicadores de Antioquía son cris-tianos corrientes, por eso comenta SanJuan Crisóstomo:

«Observad cómo es la gracia la que lo hacetodo. Considerad también que esta obra se co-mienza por obreros desconocidos y sólo cuandoempieza a brillar, envían los Apóstoles aBernabé» (Homilía sobre los Hechos 25).

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En Antioquía es donde por vez primeralos discípulos de Cristo se llamaron cris-tianos. Así lo expone San Atanasio:

«Aunque los santos Apóstoles han sido nues-tros maestros y nos han entregado el Evangeliodel Salvador, sin embargo no hemos recibido deellos nuestro nombre, sino que somos cristianospor Cristo y por Él se nos llama de este modo»(Sermón primero contra los arrianos 2).

–Cantamos la maravillosa propagaciónde la Buena Nueva de Cristo y de su Igle-sia con el Salmo 86, que es un canto a laJerusalén terrenal, figura de la Iglesia:«Alabad al Señor todas las naciones. ElSeñor ha cimentado a Sión sobre el mon-te santo, y prefiere sus puertas a todaslas moradas de Jacob. ¡Qué pregón tanglorioso para ti, ciudad de Dios! Contaréa Egipto y a Babilonia entre mis fieles;filisteos, tirios y etíopes han nacido allí.Se dirá de Sión: “Uno por uno todos hannacido en ella; el Altísimo en persona laha fundado”. El Señor escribirá en el re-gistros de los pueblos: “Este ha nacidoallí”; y cantarán mientras danzan: “Todasmis fuentes están en ti”».

–Juan 10,22-30: Yo y el Padre somosuno. Con ocasión de una controversia conlos incrédulos fariseos, Jesús vuelve a va-lerse de la imagen del Pastor. El Padre esquien le ha dado los que que creen en Él.El los protege, puesto que el Padre y Élno son sino una sola cosa. A todos lospastores que han apacentado el pueblo deDios el Buen Pastor los aventaja por laentrega voluntaria de su vida en favor desus ovejas. Así lo dice San Gregorio Mag-no:

«Por ello dice también el Señor en el texto quecomentamos: “Igual que el Padre me conoce y yoconozco al Padre, yo doy mi vida por lasovejas” (Jn 10,15). Como si dijera claramente:“La prueba de que conozco al Padre y el Padreme conoce a Mí está en que entrego mi vida pormis ovejas, es decir, en caridad con que mueropor mis ovejas, pongo de manifiesto mi amor porel Padre”» (Homilías sobre los Evangelios 14, 3).

Jesús, como Pastor y Cordero, es objeto deespecial atención en los inspirados versos deSan Efrén:

«Oh Hijo de Dios, Tú viniste al mundopara atraer hacia Ti a la oveja racional.Naciendo de la Virgen, te hiciste Corderoy hacia Ti corrió la oveja descarriada,porque oyó la voz de tu balido.¡Oh Cordero que trajiste la santidad!¡Oh Lactante, que eres el antiguo de día!¡Oh Pastor y Lactante, cuán mansoeres!» (Himno a Santa María 10,16).

MiércolesEntrada: «Te daré gracias entre las na-

ciones Señor; contaré tu fama a mis her-manos. Aleluya» (Sal 17,50;12,23).

Colecta (del Gelasiano): «Señor, Tú queeres la vida de los fieles, la gloria de loshumildes y la felicidad de los santos, es-cucha nuestras súplicas, y sacia con laabundancia de tus dones a los que tienensed de tus promesas».

Ofertorio: «¡Oh Dios!, que por el ad-mirable trueque de este sacrificio nos ha-ces partícipes de tu divinidad; concéde-nos que nuestra vida sea manifestación ytestimonio de esta verdad que conoce-mos».

Comunión: «Dice el Señor: “Yo os heescogido sacándoos del mundo y os hedestinado para que vayáis y deis fruto yvuestro fruto dure”. Aleluya» (cf. Jn15,16.19).

Postcomunión: «Ven, Señor, en ayudade tu pueblo y, ya que nos has iniciado enlos misterios de tu Reino, haz que aban-donemos nuestra antigua vida de pecadoy vivamos, ya desde ahora, la novedad dela vida eterna».

–Hechos 12,24-13,5: Apartadme aBernabé y a Saulo. En Antioquía, en eltranscurso de una celebración litúrgica,el Espíritu Santo designa a Saulo y a

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Bernabé para una gran empresa de evan-gelización dentro del mundo gentil. De estemodo, comienzan por Salamina, la isla deChipre, el primer viaje misionero del Após-tol de los gentiles. En la celebracióneucarística, congregados en torno al al-tar, experimentamos la actuación del Es-píritu Santo, que ha de impulsar y orien-tar nuestra vida de testimonio cristiano.El Espíritu Santo deja oir su voz en la Igle-sia de Cristo. Oigamos a Nicetas de Reme-siana:

«¿Quién puede, pues, silenciar aquella digni-dad del Espíritu Santo? Pues los antiguos profe-tas clamaban: “Esto dice el Señor” (Ez 22,28). Ensu venida Cristo aplicó esta expresión a su per-sona diciendo: “Y yo os digo” (Mt 5,22,43). Ylos nuevos profetas ¿ qué clamaban? Como Agaboque profetiza y dice en los Hechos de los Após-toles: “Esto dice el Espíritu Santo” (21,11). Y elmismo Pablo en la Carta a Timoteo: “El EspírituSanto dice claramente” (1 Ti 4,1). Y Pablo diceque él ha sido llamado por Dios Padre y porCristo: “Pablo, dice, apóstol no por los hombres,ni por medio de un hombre, sino por medio deJesucristo y Dios Padre ”(Gál 1,1). Y en los He-chos de los Apóstoles se lee que fue segregado yenviado por el Espíritu Santo. En efecto, así estáescrito (13,2)» (El Espíritu Santo, 15).

–En Cristo nos ha bendecido Dios contoda clase de bendiciones espirituales. Poreso, agradecidos, alabamos al Señor conel Salmo 66: «El Señor tenga piedad y nosbendiga, ilumine su rostro sobre nosotros:conozca la tierra tus caminos, todos lospueblos tu salvación. Que canten de ale-gría las naciones, porque riges el mundocon justicia, riges los pueblos con recti-tud, y gobiernas las naciones de la tierra.Oh Dios, que te alaben los pueblos, quetodos los pueblos te alaben. Que Dios nosbendiga; que le teman hasta los confinesdel orbe».

–Juan 12,44-50: Yo he venido al mun-do como Luz. Cristo, Palabra del Padre,es la Luz del mundo que condena a losque viven las tinieblas de la incredulidad.

Amad a Cristo y desead la Luz que esCristo. Comenta San Agustín:

«No les dijo: “Vosotros sois la luz, habéis ve-nido al mundo para que quien crea en vosotros nopermanezca en las tinieblas”. Yo os aseguro queno leeréis esto en ningún lugar. Candelas son to-dos los Santos. Pero la Luz aquella que les da laluz no puede separarse de sí misma, porque esinconmutable. Creemos, pues, a las candelas en-cendidas, como son los profetas y los apóstoles,pero de tal modo les damos fe, que no creemos enla misma candela iluminada, sino que por mediode ella creemos en aquella Luz que las ilumina,para que nosotros seamos también iluminados,no por ellas, sino con ellas, por aquella Luz dequien ellas reciben la suya.

«Y al decir que vino “para que todo aquel quecrea en Mí no permanezca en tinieblas”, clara-mente manifiesta que a todos encontró envueltosen las tinieblas; pero para que no permanezcanen las tinieblas en que fueron hallados deben creeren la Luz que vino al mundo, porque por Ella fuehecho el mundo» (Tratado 54,4 sobre el Evange-lio de San Juan).

JuevesEntrada: «Oh Dios, cuando salías al

frente de tu pueblo y acampabas con ellosy llevabas sus cargas, la tierra tembló, elcielo destiló. Aleluya» (cf. Sal 67,8-9.20).

Colecta (textos del Gelasiano y delSacramentario de Bérgamo): «Oh Dios,que has restaurado la naturaleza humanaelevándola sobre su condición original, noolvides tus inefables designios de amor yconserva, en quienes han renacido por elBautismo, los dones que tan generosamen-te han recibido».

Ofertorio: «Que nuestra oración, Señor,y nuestras ofrendas sean gratas en tu pre-sencia, para que así, purificados por tugracias, podamos participar más digna-mente en los sacramentos de tu amor».

Comunión: «Sabed que estoy con vo-sotros todos los días hasta el fin del mun-do. Aleluya» (Mt 18,20).

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Postcomunión: «Dios Todopoderoso yeterno, que en la resurrección de Jesu-cristo nos has hecho renacer a la vida eter-na; haz que los sacramentos pascualesden en nosotros fruto abundante, y que elalimento de salvación que acabamos derecibir fortalezca nuestras vidas».

–Hechos 13,13-25: Dios sacó de la des-cendencia de David un salvador para Is-rael, Jesús. San Pablo presentó el mensa-je cristiano en la sinagoga de Antioquíade Pisidia, haciendo un resumen de la his-toria de la salvación, desde la elección deIsrael en Egipto hasta el rey David, decuya descendencia Dios suscitó comoSalvador a Jesucristo. Se manifiesta la con-tinuidad de Israel y de la Iglesia y el ca-rácter único e irrepetible de Cristo, cen-tro y clave de la historia. Por eso los Após-toles exaltan tanto la pertenencia a la Igle-sia. Origenes decía:

«Si alguno quiere salvarse, venga a esta Casa,para que pueda conseguirlo. Ninguno se engañe así mismo: fuera de esta Casa, esto es, fuera de laIglesia, nadie se salva» (Homilía sobre Jesús enla barca 5).

Y San Agustín llega a decir algo increíble: «Fuera de la Iglesia Católica se puede encon-

trar todo menos la salvación. Se puede tener ho-nor, se pueden tener los sacramentos, se puedecantar aleluya, se puede responder amén, se pue-de sostener el Evangelio, se puede tener fe en elPadre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, y predi-carla, pero nunca, si no es en la Iglesia Católica,se puede encontrar la salvación» (Sermón 6).

– El Señor ha sido fiel y del linaje deDavid nos ha dado un Salvador. Jesús,hijo de David, tiene un trono eterno, ven-ce a los enemigos y extiende su poder atodo el mundo por medio de su Iglesia. Éles el Ungido que recibe una descendenciaperpetua: los hijos de la Iglesia que se per-petuará en la Jerusalén celeste. Con elSalmo 88 cantamos la fidelidad y la mi-sericordia del Señor: «Cantaré eternamen-te la misericordia del Señor. Anunciaré su

fidelidad por todas las edades. Porque dije:“Tu misericordia es un edificio eterno,más que el cielo has afianzado tu fideli-dad”. Encontré a David mi siervo y lo heungido con óleo sagrado, para que estésiempre con él y mi brazo lo haga valero-so. Mi fidelidad y misericordia lo acom-pañarán, por mi nombre crecerá su po-der. Él me invocará: “Tú eres mi Padre,mi Dios, mi Roca salvadora”».

–Juan 13,16-20: El que recibe a mienviado me recibe a Mí. Después del la-vatorio de los pies a sus discípulos, Jesúsanuncia el cumplimiento de las profecíasen la traición de Judas. Seremos bienaven-turados si aprendemos esto: que no es elsiervo mayor que su señor. Y lo que hizoCristo fue darles un ejemplo de humildadpor caridad. Esto es lo que todos hemosde practicar: la humildad por caridad. Eslo que les dirá muy pronto como un pre-cepto nuevo: amar como Él ha amado.Lo que les dice en enseñanza sapienciales lo que, con el lavatorio de los pies, lesenseña con una parábola en acción. LosApóstoles y todos los discípulos reten-drán el espíritu de esta acción concreta,practicándolo con otras obras cuando lanecesidad lo reclame. Con la humildad serelacionan todas las demás virtudes, perode modo especial: la alegría, la obedien-cia, la castidad, el deseo de recomenzar,etc. De ahí procede una paz profunda,aun en medio de las debilidades y flaque-zas.

ViernesEntrada: «Con tu sangre, Señor, has

comprado para Dios hombres de toda tri-bu, lengua, pueblo y nación; has hechode ellos una dinastía sacerdotal que sirvaa Dios. Aleluya» (Ap 5,9-10)

Colecta (tomada del Misal Gótico): «Se-ñor Dios, origen de nuestra libertad y de

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nuestra salvación, escucha las súplicas dequienes te invocamos; y puesto que noshas salvado por la sangre de tu Hijo, hazque vivamos siempre de Ti y en Ti en-contremos la felicidad eterna».

Ofertorio: «Acoge, Señor, con bondadlas ofrendas de tu pueblo, para que, bajotu protección, no pierda ninguno de tusbienes y descubra los que permanecenpara siempre».

Comunión: «Cristo Nuestro Señor Je-sús fue entregado por nuestros pecadosy resucitado para nuestra santificación.Aleluya» (Rom 4,25).

Postcomunión: «Dios Todopoderoso, noceses de proteger con amor a los que hassalvado, para que así, quienes hemos sidoredimidos por la Pasión de tu Hijo, poda-mos alegrarnos en su resurrección».

–Hechos 13,26-33: Dios ha cumplidola promesa resucitando a Jesús. San Pa-blo evoca en Antioquía de Pisidia, la con-dena a muerte de Jesús en Jerusalén y lasubsiguiente resurrección de la que fue-ron testigos los Apóstoles. Así se hancumplido las promesas hechas por Diosy las profecías. El plan salvífico se lleva acabo mediante el cumplimiento de las Es-crituras. Constantemente se están cum-pliendo en nosotros el plan salvífico deDios, sobre todo con la celebracióneucarística. De este modo hemos de sercontinuadores de los Apóstoles en la pro-clamación de este mensaje de salvación.

San Juan Crisóstomo llama a las Sagradas Es-crituras «cartas enviadas por Dios a los hom-bres» (Homilía sobre el Génesis, 2).

San Jerónimo exhortaba a un amigosuyo con esta recomendación:

«Lea con mucha frecuencia las divinas Escritu-ras; es más, nunca abandones la lectura sagrada»(Carta 52).

La Iglesia lee en la celebración de laEucaristía las Escrituras Sagradas tanto

del Antiguo cuanto del Nuevo Testamen-to. Allí encontramos las promesas, las pro-fecías y su realización en Cristo Jesús,como Él mismo lo dijo a sus discípulos yluego estos lo tuvieron presente en la pro-clamación del mensaje salvífico.

–El Salmo 2 se refiere a la entroniza-ción de un rey de la dinastía davídica. Esun Salmo mesiánico. La Iglesia lo ha re-ferido a Cristo. En Él se cumplen las pro-mesas de Dios y las profecías, sobre todocon su resurrección. Con este sentido locantamos nosotros: «Yo mismo he esta-blecido a mi rey, en Sión, mi monte san-to. Voy a proclamar el decreto del Señor.Él me ha dicho: “Tú eres mi Hijo, yo te heengendrado hoy. Pídemelo: Te daré en he-rencia las naciones, en posesión los con-fines de la tierra. Los gobernarás con ce-tro de hierro, los quebrarás como jarrode loza”. Y ahora, reyes, sed sensatos,escarmentad los que regís la tierra. Ser-vid al Señor con temor».

–Juan 14,1-6: Yo soy el Camino, la Ver-dad y la Vida. Mientras Jesús está ausen-te, los discípulos han de defenderse de laturbación y afirmar su fe en Dios y en Élmismo, puesto que llegará un día en quevolverá el Señor a colocarlos junto a Síen la vida bienaventurada. Cuando Jesúsresponde a Tomás, se da a conocer comoCamino, Verdad y Vida. Comenta SanAgustín:

«Si lo amas, vete detrás de Él. Lo amo, contes-tas, ¿por qué camino seguirlo? Si el Señor Diostuyo te hubiera dicho: “Yo soy la Verdad y laVida”, tu deseo de la Verdad y tu amor a la Vida tellevarían ciertamente a la búsqueda del caminoque te pudiera conducir a ellas y te dirías a timismo: “Magnífica cosa es la Verdad y magníficacosa es la Vida, si existiera el camino de llegar aellas mi alma”. ¿Buscas el camino? Oye lo prime-ro que te dice: “Yo soy el Camino”... Dice prime-ro por dónde has de ir y luego adónde has de ir.En el Señor del Padre está la Verdad y la Vida;vestido de nuestra carne es el Camino» (Tratado34,9 sobre el Evangelio de San Juan).

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SábadoEntrada: «Pueblo adquirido por Dios,

proclamad las hazañas del que os llamó asalir de la tiniebla y entrar en su luz mara-villosa. Aleluya» (1Pe 2,9).

Colecta (del Sacramentario deBérgamo): «Dios Todopoderoso y eter-no, concédenos vivir siempre en plenitudel Misterio Pascual para que, renacidosen el Bautismo, demos frutos abundantesde vida cristiana y alcancemos finalmen-te las alegrías eternas».

Ofertorio: «Santifica, Señor, con tu bon-dad estos dones, acepta la ofrenda de estesacrificio espiritual y a nosotros transfór-manos en oblación perenne».

Comunión: «Padre, este es mi deseo:que los que me confiaste estén conmigodonde yo estoy, y contemplen la gloriaque me has dado. Aleluya» (Jn 17,24).

Postcomunión: «Después de recibir lossantos misterios, humildemente te pedi-mos, Señor, que esta Eucaristía, celebra-da como memorial de tu Hijo, nos hagaprogresar en el amor».

–Hechos 13,44-52: Nos dedicamos alos gentiles. En vista de la oposición sus-citada por los judíos de Antioquía dePisidia, Pablo declara que, puesto que elloslo rechazan, se dedicará a los gentiles.Ante esto, los judíos declaran una per-secución: Pablo y Bernabé son expulsa-dos y parten a Iconio. Aceptar con senci-llez, humildad y generosidad la Palabra deDios, así quedaremos llenos de la alegríadel Espíritu Santo, camino hacia la vidaeterna, no obstante las dificultades y lamisma persecución, pues, como dice SanAgustín:

«El vendaval que sopla es el demonio, quien seopone con todos sus recursos a que nos refugie-

mos en el puerto. Pero es más poderoso el queintercede por nosotros, el que nos conforta paraque no temamos y nos arrojemos fuera del navío.Por muy sacudido que parezca, sin embargo en élnavegan no sólo los discípulos, sino el mismoCristo. Por esto, no te apartes de la nave y ruegaa Dios. Cuando fallen todos los medios, cuandoel timón no funcione y las velas rotas se convier-tan en mayor peligro, cuando se haya perdido laesperanza en la ayuda humana, piensa que sólote resta rezar a Dios» (Sermón 63).

Y San Juan Crisóstomo anima también:«No desmayéis, pues, aunque se haya dicho

que os rodearán grandes peligros, porque no seextinguirá vuestro fervor, antes al contrario, ven-ceréis todas las dificultades» (Homilía sobre SanMateo, 46).

–La persecución hace que el Evangeliose extienda por otras partes y así, al anun-cio de la resurrección de Jesús, se difun-de por doquier y todas las naciones co-nocen la revelación de la victoria del Se-ñor. Esto es lo que motiva que la Iglesiacante y proclame la misericordia y la fi-delidad del Señor y lo hace ahora con elSalmo 97: «Cantaré al Señor un cánticonuevo, porque ha hecho maravillas. Sudiestra le ha dado la victoria, su santo bra-zo. El Señor da a conocer su victoria, re-vela a las naciones su justicia; se acordóde su misericordia y su fidelidad en favorde la casa de Israel –la Iglesia, el almacristiana–. Los confines de la tierra hancontemplado la victoria de nuestro Dios.Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vi-toread, tocad».

–Juan 14,7-14: Quien me ha visto aMí ha visto a mi Padre. Una pregunta delApóstol Felipe ofrece a Jesús la ocasiónpropicia para dar cuenta de su íntima uni-dad con el Padre: Quien ve a Cristo, ve alPadre y el Padre habla y actúa en Cristo ylos discípulos de Éste actuarán por Él,resucitado, y su oración será escuchada.No quedan desamparados. Esta es la fe yconfianza de la Iglesia en medio de todas

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sus dificultades y persecuciones. SanAgustín comenta esta materia en sus Tra-tados 70 y 71 sobre el Evangelio de SanJuan. He aquí un párrafo:

«Así, pues, prometió que Él mismo haría aque-llas obras mayores. No se alce el siervo sobre suSeñor, ni el discípulo sobre su Maestro. Dice queellos harán obras mayores que las suyas, perohaciéndolas Él en ellos y por ellos, y no ellos porsí mismos. A Él se dirige la alabanza...Y ¿cuálesson esas obras mayores? ¿Acaso que su sombra,al pasar, sanaba los enfermos? Pues es mayormilagro sanar con la sombra que con el contactode la fimbria de su vestido. Esto lo hizo Él mis-mo; aquello por ellos, pero ambas cosas las hizoÉl, pues es el gran Mediador» (Tratado 71, 3)

5ª Semana de Pascua

DomingoEntrada: «Cantad al Señor un cántico

nuevo, porque ha hecho maravillas; reve-la a las naciones su justicia. Aleluya» (Sal97,1-2).

Colecta (compuesta con textos delGelasiano, Gregoriano y Sacramentario deBérgamo): «Señor, Tú que te has dignadoredimirnos y has querido hacernos hijostuyos; míranos siempre con amor de Pa-dre y haz que cuantos creemos en Cristotu Hijo, alcancemos la libertad verdaderay la herencia eterna».

Ofertorio: «¡Oh Dios!, que por el ad-mirable trueque de este sacrificio nos ha-ces partícipes de tu divinidad; concéde-nos que nuestra vida sea manifestación ytestimonio de esta verdad que conoce-mos».

Comunión: «Yo soy la vid verdadera;vosotros los sarmientos. El que perma-nece en mí y yo en él, ése da fruto abun-dante. Aleluya» (Jn 15,1.5).

Postcomunión (del Misal anterior , re-tocada con textos del Veronense, Gela-siano y Gregoriano): «Ven Señor en ayu-da de tu pueblo y, ya que nos has iniciadoen los misterios de tu Reino, haz que aban-donemos nuestra antigua vida de pecado

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y vivamos, ya desde ahora, la novedad dela vida eterna».

CICLO ALa Iglesia es toda ella un misterioso tem-

plo de Dios, en el que Cristo, Piedra viva(1 Pe 2,4) ha sido puesto por el Padrecomo cimiento. Sobre Él se construye elnuevo Pueblo de Dios con piedras vivasy vivificadas por Cristo, que somos no-sotros.

–Hechos 6,1-7: Escogieron a siete hom-bres llenos del Espíritu Santo. Véase elsábado de la 2ª Semana de Pascua.

–1 Pe 2,4-9: Vosotros sois una raza ele-gida, un sacerdocio real. Por nuestra unióncon Cristo Sacerdote todos debemos sen-tirnos piedras vivas de un inmenso tem-plo viviente que glorifica a Dios y es sig-no de salvación para todos los hombres.Orígenes afirma:

«Todos los que creemos en Cristo Jesús so-mos llamados piedras vivas... Para que te prepa-res con mayor interés, tú que me escuchas, a laconstrucción de este edificio, para que seas unade las piedras próximas a los cimientos, debessaber que es Cristo mismo el cimiento de esteedificio que estamos describiendo. Así lo afirmael Apóstol Pablo. Nadie puede poner otro ci-miento distinto del que está puesto, que es Jesu-cristo (1 Cor 3,11)» (Hom. In Jesu Nave 9,1).

––Juan 14,1-6: Yo soy el Camino, laVerdad y la Vida. Véase comentario en elviernes 4ª semana.

CICLO BEl cristianismo no es un club de entu-

siastas admiradores de Cristo, ni un gre-mio de selectos, asociados y mentalizadospor una filosofía dimanante del Evange-lio. La Iglesia es fundamentalmente elmisterio de nuestra incorporación perso-nal y comunitaria a la Persona viviente de

Cristo Jesús. Incorporación interior y pro-funda, mediante la vida de fe, de gracia yde caridad. Y también incorporación ga-rantizada externamente, mediante nuestrapermanencia visible a la propia Iglesia,una, santa, católica y apostólica. Lo queCristo instituyó para prolongar su obra desalvación hasta el fin de los tiempos.

–Hechos 9,26-31: Les contó cómo ha-bía visto al Señor en el camino. Pablofue predestinado y elegido por Dios pararealizar la obra de Cristo. Y fue plenamentede Cristo, cuando quedó aceptado e incor-porado a su Iglesia jerárquica y visible,como garantía de comunión con los de-más cristianos. Comenta San JuanCrisóstomo:

«Los discípulos temían que los judíos hicierande Pablo un mártir, como habían hecho con Este-ban. A pesar de este temor le envían a predicar elEvangelio a su propia patria, donde estará másseguro. Veis en esta conducta de los Apóstolesque Dios no lo hace todo inmediatamente con sugracia y que con frecuencia deja actuar a sus dis-cípulos siguiendo la regla de la prudencia» (Ho-milía sobre los Hechos, 21).

Con el Salmo 21 decimos: «El Señores mi alabanza en la gran asamblea. Cum-pliré mis votos delante de sus fieles. Losdesvalidos comerán hasta saciarse. Ala-barán al Señor los que lo buscan; viva suCorazón por siempre. Lo recordarán yvolverán al Señor, se postrarán las fami-lias de los pueblos. Ante Él se inclinaránlos que bajan al polvo. Me hará vivir paraÉl, mi descendencia le servirá, hablarándel Señor a la generación futura...»

–1 Juan 3,18-24: Éste es su manda-miento: que creamos y que nos amemos.La garantía más profunda de nuestra sin-ceridad cristiana está siempre en la au-tenticidad de nuestra fe, verificada en elamor, como comunión de vida con el Co-razón de Cristo, Amor avalado del Padre(Jn 3, 14). San Beda dice:

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«Ni podemos amarnos unos a otros con recti-tud sin la fe en Cristo, ni podemos creer de ver-dad en el nombre de Jesucristo sin amor frater-no... Que Dios sea tu casa y que tú seas la casa deDios; habita en Dios y que Dios habite en ti.Dios habita en ti para apoyarte: tú habitas enDios para no caer. Observa los mandamientos,guarda la caridad» (Comentario a la 1 Jn).

–Juan 15,1-8: El que permanece en Míy yo en él, ése da fruto. La Iglesia no essino la realización del misterio del Cristototal. Él, Cabeza; nosotros, sus miembros.Él, la Vid; nosotros, los sarmientos injer-tados en la cepa por la fe y la gracia quesantifica. Comenta San Cirilo de Ale-jandría:

«El Señor, para convencernos que es necesa-rio que nos adhiramos a Él por el amor, ponderócuan grandes bienes se derivan de nuestra unióncon Él, comparándose a Sí mismo con la vid yafirmando que los que están unidos a Él e injerta-dos en su persona, vienen a ser como sus sar-mientos y, que, al participar del Espíritu de Cris-to, éste nos une con Él. La adhesión de quienes sevinculan a la vid consiste en una adhesión de vo-luntad y de deseo; en cambio, la unión de la vidcon nosotros es una unión de amor y deinhabitación» (Comentario al Evangelio de SanJuan 10,2).

CICLO CEl amor divino del Verbo encarnado,

muerto y resucitado para reconciliarnoscon el Padre, es el origen, la razón de ser,la misión permanente y la garantía supre-ma de la Iglesia. El amor evangélico es lalección suprema que nos dejó el CorazónRedentor de Jesucristo.

–Hechos 14,21-26: Contaron a la Igle-sia lo que Dios había hecho por medio deellos. Urgido por la caridad de Cristo, Pa-blo proclama el Misterio de la RedenciónPascual, creando comunidades de fe y deamor entre los gentiles, con su palabra y,sobre todo, con su vida. Oigamos a SanJuan Crisóstomo:

«Cristo nos ha dejado en la tierra para que sea-mos faros que iluminen, doctores que enseñen,para que cumplamos nuestro deber de levadura,para que nos comportemos como ángeles, comoanunciadores entre los hombres, para que sea-mos adultos entre los menores, hombres espiri-tuales entre los carnales, a fin de ganarlos; queseamos simientes y demos numerosos frutos. Nisiquiera sería necesario exponer la doctrina sinuestra vida fuese tan radiante, ni sería necesariorecurrir a las palabras si nuestras obras dieran taltestimonio. Ya no habría ningún pagano si noscomportáramos como verdaderos cristianos»( Homilía primera sobre 1 Tim.).

–Con el Salmo 144 proclamamos: «ElSeñor es clemente y misericordioso...ElSeñor es bueno con todos..»

–Juan 13,31-33.34-35: Os doy un man-damiento nuevo: que os améis unos a otros.A criaturas nuevas, redimidas por Cristo,corresponden conductas nuevas, avaladaspor el mandamiento nuevo: la caridad evan-gélica. Comenta San Agustín:

«Nuestro Señor Jesucristo declara que da a susdiscípulos un mandato nuevo de amarse unos aotros (Jn 13,34). ¿No había sido dado ya esteprecepto en la antigua ley de Dios (Lev 19,18)?¿Por qué, pues, el Señor lo llama nuevo cuandoconoce su antigüedad? ¿Tal vez será nuevo por-que despojándonos del hombre viejo nos ha re-vestido del hombre nuevo? El hombre que oye, omejor, el hombre que obedece, se renueva, no poruna cosa cualquiera, sino por la caridad, acerca dela cual, para distinguirla del amor carnal, añade elSeñor: “Como yo os he amado”. Este amor nosrenueva para ser hombres nuevos, herederos delNuevo Testamento y cantores del cántico nuevo.Este amor, carísimos hermanos, renovó ya en-tonces a los justos de la antigüedad, a los patriar-cas y profetas, como renovó después a los Após-toles y es el que también ahora renueva a todaslas gentes...» (Tratado 65,1 sobre el Evangeliode San Juan).

LunesEntrada: «Ha resucitado el Buen Pas-

tor, que dio la vida por sus ovejas y quese dignó morir por su grey. Aleluya».

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Colecta (del Misal anterior, retocada contextos del Veronense, Gelasiano y Grego-riano): «¡Oh Dios!, que unes los corazo-nes de tus fieles en un mismo deseo; ins-pira a tu pueblo el amor a tus preceptos yla esperanza en tus promesas, para que,en medio de las vicisitudes del mundo,nuestros corazones estén firmes en laverdadera alegría».

Ofertorio: «Que nuestra oración, Señor,y nuestras ofrendas sean gratas en tu pre-sencia, para que así, purificados por tugracia, podamos participar más dignamen-te en los sacramentos de tu amor».

Comunión: «La paz os dejo, mi paz osdoy. No os la doy como la da el mundo –dice el Señor–. Aleluya» (Jn 14,27).

Postcomunión: «Dios todopoderoso yeterno, que en la resurrección de Jesu-cristo nos has hecho renacer a la vida eter-na; haz que los sacramentos pascualesden en nosotros fruto abundante y que elalimento de salvación que acabamos derecibir fortalezca nuestras vidas».

–Hechos 14,5-17: Os predicamos laBuena Noticia, para que dejéis los diosesfalsos y os convirtáis al Dios vivo. Trasunas nuevas sediciones provocadas porlos judíos de Iconio, los dos misioneros,Pablo y Bernabé, llegan a Listra, en don-de Pablo cura a un enfermo. La multitudlos toma por dioses y se aprestan a ofre-cerles un sacrificio, de suerte que tienenque protestar con vehemencia y procla-mar que no hay más que un solo Dios. Lasalvación de Cristo se nos anuncia y senos hace realidad en la Eucaristía. Tene-mos que actualizarla en medio del mundocon el testimonio de nuestra palabra y denuestra vida. San Beda explica que:

«Así como el hombre cojo, curado por Pedro yJuan en la puerta del Templo prefigura la salva-ción de los judíos, también este tullido licaoniorepresenta a los gentiles, alejados de la religión dela ley y del Templo, pero recogidos ahora por la

predicación del Apóstol Pablo» (Comentario alos Hechos).

Los dos misioneros manifiestan su ver-dadera obra. No buscan honores para sí,sino sólo para Dios y para Jesucristo, elSeñor, cuya doctrina, obra y vida ellospredican para la salvación de todos loshombres: predican con su palabra y pre-dican también con su conducta.

–Los cristianos hemos heredado de Is-rael el oficio de testimoniar y dar gloria aDios. Y el primer testimonio es que Cris-to ha resucitado y ha sido glorificado. Poreso proclamamos con el Salmo 113: «Noa nosotros, Señor, no a nosotros, sino atu nombre da la gloria. Por tu bondad,por tu lealtad. ¿Por qué han de decir lasnaciones: “Dónde está tu Dios”? NuestroDios está en el cielo, lo que quiere lo hace.Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,hechura de manos humanas. Benditosseáis del Señor que hizo el cielo y la tie-rra. El cielo pertenece al Señor, la tierrase la ha dado a los hombres».

–Juan 14,21-26: El Paráclito, el Espí-ritu Santo, que enviará el Padre en minombre, será quien os lo enseñe todo. Je-sús hace notar los lazos vitales que le uni-rán con sus discípulos después de su glo-rificación, por la inhabitación de la Santí-sima Trinidad en el alma del justo. Con elEspíritu Santo nos sentimos confortadosen nuestro interior de un modo inefable.San Gregorio Magno habla de la necesa-ria acción del Espíritu Santo en el enten-dimiento de los cristianos:

«El Espíritu se llama también Paráclito –de-fensor–, porque a quienes se duelen de sus peca-dos cometidos, al tiempo que les dispone para laesperanza del perdón, libera sus mentes de laaflicción y de la tristeza. Por eso, con razón sehace esta promesa: “Él os enseñará todas las co-sas” (Jn 14,26). En efecto, si el Espíritu no actúaen el corazón de los oyentes, resultan inútiles laspalabras del que enseña. Que nadie, pues, atribu-ya al hombre que instruye a los demás aquello

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que desde la boca del maestro llega a la mente delque escucha, pues si el Espíritu no actúa interna-mente, en vano trabaja con su lengua aquél queestá enseñando. Todos vosotros, en efecto, oíslas palabras del que os habla, pero no todos per-cibís de igual modo lo que significan» (Homilía30,3 sobre los Evangelios).

MartesEntrada: «Alabad a nuestro Dios todos

sus siervos, los que teméis, pequeños ygrandes, porque ya llega la victoria, elpoder y el reino de nuestro Dios y el man-do de su Mesías. Aleluya» (Apoc 19,5;12,10).

Colecta (compuesta con textos del Gre-goriano y del Sacramentario de Bérga-mo): «Señor, tú que en la resurrección deJesucristo nos has engendrado de nuevopara que renaciéramos a una vida eterna,fortifica la fe de tu pueblo y afianza suesperanza, a fin de que nunca dudemosque llegará a realizarse lo que nos tienesprometido».

Ofertorio: «Recibe, Señor, las ofrendasde tu Iglesia exultante de gozo; y pues enla resurrección de tu Hijo nos diste moti-vo de tanta alegría, concédenos partici-par de este gozo eterno».

Comunión: «Si hemos muerto con Cris-to, creemos que también viviremos conél. Aleluya» (Rom 6,8).

Postcomunión: «Mira, Señor, con bon-dad a tu pueblo, y ya que has querido re-novarlo con estos sacramentos de vidaeterna, concédele también la resurreccióngloriosa».

–Hechos 14,18-27: Contaron a la co-munidad lo que Dios había hecho por sumedio. Unos judíos llegados de Antioquíay de Iconio suscitan una persecución con-tra Pablo, que parte para Derbe y conti-núa su misión evangelizadora exhortandoa todos a perseverar en la fe, no obstante

los sufrimientos. Luego regresa a Antio-quía, donde expone la obra que había rea-lizado en su viaje apostólico. Más que unaobra humana es una obra de Dios queayuda a sus elegidos. Véase el domingoanterior ciclo C).

–Después de haber experimentado losbeneficios del Señor, también nosotros nosalegramos por el fruto obtenido por Pa-blo y nos unimos a su acción de gracias ya proclamar la gloria del Señor con el Sal-mo 144: «Que todas tus criaturas te dengracias, Señor, que te bendigan tus fieles,que proclamen la gloria de tu reinado, quehablen de tus hazañas. Explicando tus ha-zañas a los hombres, la gloria y majestadde tu reinado. Tu reinado es un reinadoperpetuo, tu gobierno va de edad en edad.Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,todo viviente bendiga su santo nombre,por siempre jamás».

–Juan 14,27-31: Mi paz os doy. Jesúspromete a los suyos la paz; no la paz delmundo, siempre precaria, sino la suyapropia. Él se va, pero volverá junto a ellos.Esta venida no sólo tendrá lugar al fin delos tiempos, sino que ya desde ahora em-pezarán a existir nuevos lazos entre Él ylos suyos, tras su paso de este mundo alPadre. Dice San Beda:

«La verdadera, la única paz de las almas en estemundo consiste en estar llenos del amor de Diosy animados de la esperanza del cielo, hasta elpunto de considerar poca cosa los éxitos o reve-ses de este mundo... Se equivoca quien se figuraque podrá encontrar la paz en el disfrute de losbienes de este mundo y en las riquezas. Las fre-cuentes turbaciones de aquí abajo y el fin de estemundo deberían convencer a ese hombre de queha construido sobre arena los fundamentos de supaz» (Homilía 12 para la Vigilia de Pentecostés).

San Columbano comenta también estaspalabras de Cristo:

«“Os doy mi paz, os dejo mi paz” (Jn 14,27).Pero, ¿para qué nos sirve saber que esta paz esbuena, si no la cuidamos? Lo que es muy bueno

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normalmente es muy frágil y los bienes precio-sos reclaman mayores cuidados y una vigilanciamás esmerada. Muy frágil es la paz que puedeperderse por una palabra inconsiderada o por lamenor herida causada a un hermano. En efecto,nada agrada más a los hombres que hablar fuerade propósito y ocuparse en lo que no les atañe,pronunciar vanos discursos y criticar a los au-sentes» (San Columbano Instrucción 11,1-4).

Y también San Pedro Crisólogo:«La paz es madre del amor, vínculo de la con-

cordia e indicio manifiesto de la pureza de nues-tra mente; ella alcanza de Dios todo lo que quiere,ya que su petición es siempre eficaz. Cristo, elSeñor, nuestro rey, es quien nos manda conservaresa paz, ya que Él ha dicho:“La paz os dejo, mipaz os doy”, lo que equivale a decir: Os dejo enpaz, y quiero encontraros en paz; lo que nos dioal marchar quiere encontrarlo en todos cuandovuelva» (Sermón sobre la paz).

MiércolesEntrada: «Llena estaba mi boca de tu

alabanza y de tu gloria todo el día. Te acla-marán mis labios. Aleluya» (Sal 70,8.23).

Colecta (textos del Gelasiano, del Gre-goriano y del Sacramentario de Bérgamo):«¡Oh Dios!, que amas la inocencia y ladevuelves a quienes la han perdido; atraehacia ti el corazón de tus fieles, para quesiempre vivan a la luz de tu verdad losque han sido librados de las tinieblas delerror».

Ofertorio: «Concédenos, Señor, dartegracias siempre por medio de estos mis-terios pascuales; y, ya que continúan ennosotros la obra de tu redención, sean tam-bién fuente de gozo incesante».

Comunión: «Resucitó el Señor e ilumi-nó a quienes habíamos sido rescatadoscon su sangre».

Postcomunión: «Escucha, Señor, nues-tras oraciones, para que este santo inter-cambio, en el que has querido realizar nues-tra redención, nos sostenga durante la vidapresente y nos dé las alegrías eternas».

–Hechos 15,1-6: Se decidió que subie-ran a Jerusalén a consultar a los Apósto-les y a los presbíteros sobre la controver-sia. ¿Los gentiles tenían que abrazar la leyjudaica antes de convertirse al cristianis-mo? La solución tiene que venir del cuer-po responsable de la Iglesia: los Apósto-les y ancianos. Así nació el primer conci-lio de la Iglesia. La nota jerárquica de laIglesia se manifiesta desde sus orígenes.Juan Pablo I, en su alocución del 3 deseptiembre de 1978 cita estas palabras deSan Efrén:

«Nos parece escuchar como dirigidas a Nos,las palabras que, según San Efrén, Cristo dirigió aPedro: “Simón, mi Apóstol, yo te he constituidofundamento de la Santa Iglesia. Yo te he llamadoya desde el principio Pedro, porque tú sosten-drás todos los edificios; tú eres el superintenden-te de todos los que edificarán la Iglesia sobre latierra...Tú eres el manantial de la fuente, de la queemana mi doctrina; tú eres la cabeza de misApóstoles...Yo te he dado las llaves de mi reino”».

–La resurrección de Jesús ha fijado anuestra vida una meta de esperanza. EnJerusalén está Pedro. Allí se dirigen Pa-blo y Bernabé para que con los demásapóstoles y ancianos determinen lo quese ha de hacer en la cuestión judaizante.Nosotros vamos con ellos y cantamos elSalmo 121: «Qué alegría cuando me di-jeron: vamos a la casa del Señor. Ya estánpisando nuestros pies tus umbrales, Je-rusalén. Jerusalén está fundada como ciu-dad bien compacta. Allá suben las tribus,las tribus del Señor. Según la costumbrede Israel, a celebrar el nombre del Señor.En ella están los tribunales de justicia, enel palacio de David». Todo esto ha pasa-do a la Iglesia, a su jerarquía, a Pedro,cabeza del Colegio apostólico.

–Juan 15,1-8: El que permanezca enMí ese dará fruto abundante. ComentaSan Agustín:

«Y si el sarmiento da poco fruto, el agricultorlo podará para que lo dé más abundante. Pero, si

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no permanece unido a la vid, no podrá producirde suyo fruto alguno. Y puesto que Cristo nopodría ser la Vid si no fuese hombre, no podríacomunicar también esa virtud a los sarmientos sino fuera también Dios. Pero, como nadie puedetener vida sin la gracia, y sólo la muerte cae bajoel poder del libre albedrío, sigue diciendo: “El queno permaneciere en Mí será echado fuera, comoel sarmiento y se secará, lo cogerán y lo arrojaránal fuego para que arda” (Jn 15,6).

«Los sarmientos de la vid son tanto más des-preciables fuera de la vid, cuanto son más glorio-sos unidos a ella, y como dice el Señor por elprofeta Ezequiel (15,5), cortados de la vid, sonenteramente inútiles al agricultor y no sirven parahacer con ellos ninguna obra de arte. El sarmientoha de estar en uno de estos dos lugares: en la vido en el fuego; si no está en la vid, estará en elfuego. Permanece, pues, en la vid para librarte delfuego» (Tratado 81,3 sobre el Evangelio de SanJuan).

JuevesEntrada: «Cantemos al Señor, sublime

es su victoria. Mi fuerza y mi poder es elSeñor; Él fue mi salvación. Aleluya» (Ex15,1-2)

Colecta (del Gelasiano): «Señor Dios To-dopoderoso, que, sin mérito alguno denuestra parte, nos has hecho pasar de lamuerte a la vida y de la tristeza al gozo;no pongas fin a tus dones, ni ceses derealizar tus maravillas en nosotros, y con-cede a quienes ya hemos sido justifica-dos por la fe la fuerza necesaria para per-severar siempre en ella».

Ofertorio: «¡Oh Dios!, que por el ad-mirable trueque de este sacrificio nos ha-ces partícipes de tu divinidad; concéde-nos que nuestra vida sea manifestación ytestimonio de esta verdad que conoce-mos».

Comunión: «Cristo murió por todos,para que los que viven ya no vivan parasí, sino para el que murió y resucitó porellos. Aleluya» (2 Cor 5,15).

Postcomunión: «Ven, Señor, en ayudade tu pueblo, y, ya que nos has iniciadoen los misterios de tu reino, haz que aban-donemos nuestra antigua vida de pecadoy vivamos, ya desde ahora, la novedad dela vida eterna».

–Hechos 15,7-21: A mi parecer no hayque molestar a los gentiles que se con-vierten. En el concilio de Jerusalén, Pe-dro y Santiago toman la palabra en favorde los nuevos cristianos en relación conla ley judaica: libertad plena ante la ley,pero evitar prácticas que resulten dema-siado chocantes a los judíos. En definiti-va: moderación, caridad y libertad. No-sotros aceptamos la gracia de Cristo, quenos comunica la salvación y no un pre-cepto legal. Orígenes comenta:

«Pienso que no pueden explicarse las riquezasde estos inmensos acontecimientos si no es conayuda del mismo Espíritu que fue autor deellas» (Homilía sobre el Exodo 4,5).

Y San Efrén hace decir a San Pedro:«Todo lo que Dios nos ha concedido mediante

la fe y la ley, lo ha concedido Cristo a los gentilesmediante la fe y sin la observancia de la ley»(Sermón sobre los Hechos 2).

Fue un acontecimiento importantísimoen la vida de la Iglesia, que mostró la ex-celencia, la sublimidad y la eficacia de laobra redentora realizada por Jesucristo.Es admirable cómo aquellos judíos tan ex-tremadamente celosos de las prácticas ju-daicas cambiaron radicalmente ante laobra salvadora de Cristo. Esto, ciertamen-te, no se explica sin una gracia especialí-sima del mismo Cristo.

–El anuncio de las maravillas que hahecho Dios tiene una proyección univer-sal. Está destinado a todos los pueblos. Atodos tiene que llegar ese anuncio. De ahíla vocación misionera del cristiano: con-tar a todas las naciones las maravillas delSeñor. Por eso usamos el Salmo 95 paraclamar: «Cantad al Señor un cántico nue-

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vo, cantad al Señor toda la tierra; cantadal Señor, bendecid su nombre. Proclamaddía tras día su victoria. Contad a los pue-blos: “El Señor es Rey. Él afianzó el orbey no se moverá. Él gobierna a los pueblosrectamente”».

–Juan 15,9-11: Permaneced en miamor para que vuestra alegría llegue aplenitud. El lazo de amor que une al Pa-dre con Cristo y sus discípulos es la obe-diencia a los mandamientos de Cristo,fuente de la perfecta alegría. Comenta SanAgustín:

«Ahí tenéis la razón de la bondad de nuestrasobras. ¿De dónde había de venir esa bondad anuestras obras sino de la fe que obra por el amor?¿Cómo podríamos nosotros amar si antes no fué-ramos amados? Ciertamente lo dice este mismoevangelista en su carta: “Amemos a Dios porqueÉl nos amó primero... Permaneced en mi amor”.¿De qué modo? Escuchad lo que sigue: “Si ob-servareis mis preceptos, permaneceréis en miamor”.

«¿Es el amor el que hace observar los precep-tos o es la observancia de los preceptos la quehace el amor? Pero, ¿quién duda de que precede elamor? El que no ama no tiene motivos para ob-servar los preceptos. Luego, al decir: “Si guardareismis preceptos, permaneceréis en mi amor”, quie-re indicar no la causa del amor, sino cómo el amorse manifiesta. Como si dijere: “No os imaginéisque permanecéis en mis amor si no guardáis mispreceptos; pero, si los observareis, permanece-réis” en es decir, “se conocerá que permanecéisen mi amor si guardáis mis mandatos” a fin de quenadie se engañe diciendo que le ama si no guardasus preceptos, porque en tanto le amamos encuanto guardamos sus mandamientos» (Tratado82,2-3 sobre el Evangelio de San Juan).

ViernesEntrada: «Digno es el Cordero dego-

llado de recibir el poder, la riqueza, la sa-biduría, la fuerza, el honor, la gloria y laalabanza. Aleluya».

Colecta (compuesta con textos del Gre-goriano y del Sacramentario de Bérgamo):

«Danos, Señor, una plena vivencia delmisterio pascual, para que la alegría queexperimentamos en estas fiestas sea siem-pre nuestra fuerza y nuestra salvación».

Ofertorio: «Santifica, Señor, con tu bon-dad, estos dones, acepta la ofrenda de estesacrificio espiritual y a nosotros transfór-manos en oblación perenne»

Comunión: «El Crucificado resucitó deentre los muertos y nos rescató»

Postcomunión: «Después de recibir lossantos misterios, humildemente te pedi-mos, Señor, que esta eucaristía, celebra-da como memorial de tu Hijo, nos hagaprogresar en el amor».

–Hechos 15,22-31: Hemos decidido elEspíritu Santo y nosotros, no imponerosmás cargas que las indispensables. De-creto final del primer Concilio del cristia-nismo. Esto abrió una amplia perspectivaal desarrollo de la misión apostólica. Sesubraya la unión de caridad en la primiti-va Iglesia: «El Espíritu Santo y nosotros».La sagrada Eucaristía produce y consa-gra esa unión y caridad, que es la auténti-ca ley del Espíritu y lo verdaderamenteindispensable en nuestra vida cristiana. SanAgustín expone así que la caridad es ma-dre de la unidad:

«No están todos los herejes por toda la tierra,pero hay herejes en toda la superficie de la tierra.Hay una secta en Africa, otra herejía en Oriente,otra en Egipto, otra en Mesopotamia. En paísesdiversos hay diversas herejías, pero todas tienenpor madre la soberbia; como nuestra única Ma-dre Católica engendró a todos los fieles cristianosrepartidos por el mundo. No es extraño, pues,que la soberbia engendre división, mientras la ca-ridad es madre de la unidad (Sermón 46, sobrelos Pastores).

–La vocación de los gentiles es el cum-plimiento del universalismo mesiánico.Por eso damos gracias a Dios ante todoslos pueblo y cantamos para Él ante lasnaciones con el Salmo 56: «Mi corazón

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está firme, Dios mío, mi corazón está fir-me. Voy a cantar y a tocar. Despierta glo-ria mía; despertad cítara y arpa, desper-taré a la aurora. Te daré gracias ante lospueblos, Señor, tocaré para Ti ante lasnaciones; por tu bondad que es más gran-de que los cielos, por tu fidelidad que al-canza a las nubes. Elévate sobre el cielo,Dios mío, y llene la tierra tu gloria».

–Juan 15,12-17: Esto os mando: queos améis unos a otros. El mandamientosupremo de Cristo consiste en la caridadfraterna, que llega hasta el don de la pro-pia vida en favor de los seres amados.Jesús da a conocer a los discípulos elegi-dos por Él mismo todo cuanto conocedel Padre. La revelación del Padre no esotra cosa que Jesucristo y es revelaciónpor el amor, para el amor y en el amor. Elamor de los discípulos entre sí será el fun-damento y la condición de la permanen-cia gozosa en ellos de Jesús, después desu partida de este mundo. San Juan Cri-sóstomo dice:

«El amor que tiene por motivo a Cristo es fir-me, inquebrantable e indestructible. Nada, ni lascalumnias, ni los peligros, ni la muerte, ni cosasemejante será capaz de arrancarlo del alma. Quienasí ama, aun cuando tenga que sufrir cuanto sequiera, no dejará nunca de amar si mira el motivopor el que ama. El que ama por ser amado termi-nará con su amor apenas sufra algo desagrada-ble..., pero quien está unido a Cristo jamás seapartará de ese amor» (Homilía sobre San Ma-teo 60).

Y San Bernardo afirma:«El amor basta por sí solo y por causa de sí. Su

premio y su mérito se identifican con él mismo.El amor no requiere otro motivo fuera de él mis-mo, ni tampoco ningún provecho; su fruto con-siste en su misma práctica. Amo porque amo,amo para amar. Gran cosa es el amor, con tal quese recurra a su principio y origen, con tal quevuelva el amor a su fuente y sea una continuaemanación de la misma» (Sermón 83).

SábadoEntrada: «Por el bautismo fuisteis se-

pultados con Cristo y habéis resucitadocon Él, porque habéis creído en la fuerzade Dios que lo resucitó. Aleluya» (Col 2,12).

Colecta (compuesta con textos delGelasiano y del Gregoriano): «Señor, DiosTodopoderoso, que por las aguas del bau-tismo nos has engendrado a la vida eter-na; ya que has querido hacernos capacesde la vida inmortal, no nos niegues ahoratu ayuda para conseguir los bienes eter-nos».

Ofertorio: «Acoge, Señor, con bondadlas ofrendas de tu pueblo, para que, bajotu protección, no pierda ninguno de tusbienes y descubra los que permanecenpara siempre».

Comunión: «Padre, por ellos ruego,para que todos sean uno en nosotros, yasí crea el mundo que tú me has enviado–dice el Señor».

Postcomunión: «Dios todopoderoso, noceses de proteger con amor a los que hassalvado, para que así, quienes hemos sidoredimidos por la pasión de tu Hijo, poda-mos alegrarnos en su resurrección».

–Hechos 16,1-10: En aquellos días Pa-blo fue a Derbe y luego a Listra. San Pa-blo prosigue su obra misionera. Su afánes que todos los hombres conozcan aCristo, crean en Él y se salven. No hayimpedimentos. El se desvive por procla-mar el mensaje evangélico a todos. SanJuan Crisóstomo dice que todos los cris-tianos han de participar en la evangeliza-ción de los no creyentes:

«No puedes decir que te es imposible atraer alos demás. Si eres verdadero cristiano, es imposi-ble que esto suceda. Si es cierto que no hay con-tradicción en la naturaleza, es también verdad lo

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que nosotros afirmamos, pues esto se desprendede la misma naturaleza del cristiano. Si afirmasque un cristiano no puede ser útil, deshonras aDios y lo calificas de mendaz. Le resulta másfácil a la luz convertirse en tinieblas que al cristia-no no irradiar. No declares nunca una cosa impo-sible, cuando es precisamente lo contrario lo quees imposible» (Homilía 20 sobre los Hechos).

«A esto hay que añadir que San Pablo no hala-gaba, sino que presentaba el mensaje de Cristo entoda su exactitud, centrado en la Cruz. Todas lasverdades y todos los preceptos de Cristo inclusolos más exigentes fueron materia de su predica-ción. Lo muestran sus Cartas. No quiere saberotra cosa que a Cristo y a Cristo Crucificado,escándalo para unos e insensatez para otros» (Co-mentario a los Hechos 5,7).

–Los viajes apostólicos de San Pablo sonuna expresión práctica del deseo del au-tor del Salmo 99: «Que toda la tierra acla-me al Señor». También nosotros, con losmismos sentimientos del santo Apóstol,empleamos las mismas palabras delsalmista y decimos: «Aclamad al Señor,tierra entera, servid al Señor con alegría,entrad en su presencia con vítores. Sa-bed que el Señor es Dios; que Él nos hizoy somos suyos, su pueblo y ovejas de surebaño. El Señor es bueno, su misericor-dia es eterna, su fidelidad por todas lasedades».

–Juan 15,18-21: No sois del mundo,sino que yo os he escogido sacándoos delmundo. La suerte de los discípulos deCristo en este mundo no será mejor quela de su Maestro: ellos también, comoCristo, serán odiados y perseguidos porlos hombres. Comenta San Agustín:

«Si queréis saber cómo se ama a sí mismo elmundo de perdición que odia al mundo de reden-ción, os diré que se ama con un amor falso, noverdadero. Y si se ama con amor falso, en realidadse odia: porque quien ama la maldad tiene odio asu propia alma... Pero se dice que se ama porqueama la iniquidad que le hace inicuo; y se dice quea la vez se odia, porque ama lo que es perjudicial.En sí mismo odia la naturaleza y ama el vicio;ama lo que en él hizo su propia voluntad.

«Por lo cual se nos manda y se nos prohibeamarlo. Se nos prohibe cuando dice: “No améis elmundo”; y se nos manda en aquellas palabras:“Amad a vuestros enemigos”. Se nos prohibe,pues, amar en él lo que él en sí mismo odia, estoes, la hechura de Dios y los múltiples consuelosde su bondad. Se nos prohibe amar sus vicios yse nos manda amar su naturaleza, ya que él amasus vicios y odia su naturaleza. A fin de quenosotros lo amemos y odiemos con rectitud, yaque él se ama y se odia con perversidad» (Trata-do 87,4 sobre el Evangelio de San Juan).

5ª Semana de Pascua

56 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

6ª Semana de Pascua

DomingoEntrada: «Con gritos de júbilo, anun-

ciadlo y proclamadlo; publicadlo hasta elconfín de la tierra. Decid: “El Señor haredimido a su pueblo”. Aleluya» (Is 48,20).

Colecta (compuesta con textos del Ve-ronense y del Gelasiano): «Concédenos,Dios todopoderoso, continuar celebran-do con fervor estos días de alegría enhonor de Cristo resucitado; y que los mis-terios que estamos recordando transfor-men nuestra vida y se manifiesten en nues-tras obras».

Ofertorio (textos del Veronense y delSacramentario de Bérgamo): «Que nues-tra oración, Señor, y nuestras ofrendassean gratas en tu presencia, para que así,purificados por tu gracia, podamos parti-cipar más dignamente en los sacramen-tos de tu amor».

Comunión: «Si me amáis, guardaréis mismandamientos” –dice el Señor–. Yo le pe-diré al Padre que os dé otro Defensor, queesté siempre con vosotros» (Jn 14,15-16).

Postcomunión (del Gelasiano): «Diostodopoderoso y eterno, que en la resu-rrección de Jesucristo nos has hecho re-nacer a la vida eterna; haz que los sacra-mentos pascuales den en nosotros fruto

abundante y que el alimento de salvaciónque acabamos de recibir fortalezca nues-tras vidas».

CICLO ALa gran promesa que nos hizo Cristo

fue el envío del Espíritu Santo, tercerapersona de la Santísima Trinidad, don delPadre a los que por la fe y el amor se en-tregan a Cristo. Es también el Espíritu deVerdad, fuente de vida y de santidad paratoda la Iglesia.

–Hechos 8,5-8.14-17: Les imponían lasmanos y recibían el Espíritu Santo. Lajerarquía eclesial es el órgano sacramentalque nos garantiza la donación y la pre-sencia del Espíritu Santo en la vida de laIglesia. San Basilio afirma:

«Hacia el Espíritu Santo dirigen su mirada to-dos los que sienten necesidad de santificación,hacia Él tiende el deseo de todos los que llevanuna vida virtuosa y su soplo es para ellos unamanga de riego que los ayuda en la consecuciónde su fin propio. Fuente de santificación, Luz denuestra inteligencia, Él es quien da, de Sí mismo,una especie de claridad a nuestra razón naturalpara que conozca la verdad. Inaccesible por natu-raleza, se hace accesible por su bondad; todo lodirige con su poder, pero se comunica solamentea los que son dignos de ellos, y no a todos en lamisma medida, sino que distribuye sus dones enproporción a la fe de cada uno. (Sobre el EspírituSanto 9,22-23).

–Con el Salmo 65 proclamamos llenosde gozo: «Aclamad al Señor, tierra ente-ra, tocad en honor de su nombre, cantadhimnos a su gloria...»

–1 Pedro 3,15-18: Murió en la carne,pero volvió a la vida por el Espíritu. Eldon del Espíritu Santo no es sino el mis-mo Espíritu de Cristo (Rom 8,9), que aÉl lo glorificó en su Resurrección y a no-sotros nos santifica y nos injerta en suCuerpo místico. Toda nuestra vida ha deser un himno de alabanza y de acción degracias a Cristo, que nos otorga tantos

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bienes materiales y espirituales. Casianodice:

«Debemos expresarle nuestro agradecimiento,porque nos inspira secretamente la compunciónde nuestras faltas y negligencias; porque se dignavisitarnos con castigos saludables; por atraernosmuchas veces, a pesar nuestro, al buen camino;por dirigir nuestro albedrío, a fin de que podamoscosechar mejores frutos, aunque nuestra tenden-cia hacia el mal sea tan acusada. Porque se digna,en fin, orientar esa tendencia y cambiarla, merceda saludables sugestiones, hacia la senda de la vir-tud» (Instituciones 12,18).

–Juan 14,15-21: Yo le pediré al Padreque os dé otro defensor. Oigamos a SanBasilio:

«Se le llama Espíritu porque Dios es Espíritu(Jn 4, 24), y Cristo Señor es el espíritu de nues-tro rostro (Lam 4,20). Le llamamos santo comoel Padre es santo y santo el Hijo. La criaturarecibe la santificación de otro, mas para el Espíri-tu la santidad es elemento esencial de su naturale-za. Él no es santificado, sino santificante. Lo lla-mamos bueno como el Padre es bueno y buenoaquel que ha nacido del Padre bueno; tiene la bon-dad por esencia. Él es, sin embargo, el Señor Dios,porque es verdad y justicia y no sabrá desviarseni doblegarse, en razón de la inmutabilidad de sunaturaleza. Es llamado Paráclito como elUnigénito, según la palabra de éste: “Yo rogaré alPadre y él os enviará otro Paráclito” (Jn 14,16).

«Así, los nombres que se refieren al Padre y alHijo son comunes al Espíritu, que recibe otrasapelaciones diversas en razón de su identidad denaturaleza con el Padre y el Hijo, ¿de dónde levendría si no, su identidad?... ¿Cuáles son susoperaciones? De una grandeza insuperable, unamultitud innumerable...» (Tratado del EspírituSanto 19).

CICLO BLa Iglesia, a través de su liturgia, trata

de abrirnos y hacernos dóciles a la ac-ción interior del Espíritu Santo, subrayán-donos la necesidad que tenemos de Él paravivir con autenticidad nuestra condiciónde miembros de Cristo y de su Iglesia.San Pablo nos recuerda que la grandezadel cristiano arranca del amor de Dios,

que nos eligió para derramar sobre noso-tros su amor mediante el don del EspírituSanto.

–Hechos 10,25-26.34-35.44-48: El dondel Espíritu Santo se derramará tambiénsobre los gentiles. La acción santificado-ra del Espíritu Santo es la que da univer-salidad a la misión de la Iglesia, como sa-cramento de salvación para todos los hom-bres. Fue un caso importantísimo el he-cho de la recepción en la Iglesia deCornelio, oficial romano. Una intervenciónespecialísima del Espíritu Santo que ac-túa en la Iglesia, como el mismo Cristo lohabía profetizado. Oigamos a San Jeróni-mo:

«Verdaderamente se ha cumplido en vosotrosla palabra apostólica y profética: “Su sonido lle-gó a la tierra entera, y a los confines del orbe supalabra” (Sal 18,5). Porque, ¿quién pudiera creerque la lengua bárbara de los godos buscara la ver-dad hebraica y, mientras los griegos dormitan yhasta contienden entre sí, la Germania misma es-cudriña los oráculos del Espíritu Santo? La manopoco ha callosa de empuñar la espada y los dedoshechos a tirar del arco se reblandecen para el esti-lo y la pluma, y los pechos belicosos se vuelvena la mansedumbre cristiana. En verdad me doycuenta de que Dios no hace acepción de perso-nas, sino que cualquier nación que teme a Dios yobra la justicia le es acepta (Hch 10,34-35)» (Car-ta 106 a Sumnia y Fretela sobre el Salterio).

Con el Salmo 17 proclamamos: «Cantadal Señor un cántico nuevo, porque ha he-cho maravillas: su diestra le ha dado lavictoria, revela a las naciones su justicia,se acordó de su misericordia y de su fi-delidad en favor de la casa de Israel –dela Iglesia, de las almas–. Los confines dela tierra han contemplado la victoria denuestro Dios. Aclama al Señor, tierra en-tera, gritad, vitoread, tocad».

–1 Juan 4,7-10: Dios es amor. «La ca-ridad de Dios ha sido derramada sobrenosotros por el Espíritu Santo que se nosha dado» (Rom 5,5). Se es cristiano en lamedida en que se responde al amor de

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Dios y a su mandato de caridad. SanAgustín repite que Dios es Amor:

«Aunque nada más se dijese en alabanza delamor en todas las páginas de esta Carta; aunquenada más se dijera en todas las páginas de lasSagradas Escrituras y únicamente oyéramos porboca del Espíritu Santo: “Dios es Amor”, nadamás deberíamos buscar» (Comentario a la Pri-mera Carta de San Juan 7,5).

«La fuente de todas las gracias es el amor queDios nos tiene y que nos ha revelado, no exclusi-vamente con las palabras, sino también con loshechos. El amor divino hace que la segunda per-sona de la Santísima Trinidad, el Verbo, el Hijo deDios Padre, tome nuestra carne, es decir, nuestracondición humana, menos el pecado,. Y el Verbo,La Palabra de Dios es la Palabra de la que procedeel Amor» (De Trinitate 9, 10).

San Gregorio de Nisa dice a este res-pecto:

«...Con tales flores aquel Artífice de los hom-bres adornó nuestra naturaleza a su propia ima-gen. Y si se desea seguir encontrando otras, conlas que se expresa la divina belleza, te darás cuen-ta de que, en nuestra imagen, se ha conseguidocuidadosamente la semejanza. En la naturalezadivina está el pensamiento y la palabra. Está di-cho en la Sagrada Escritura que en el principioexistía la Palabra (Jn 1,1). También los posee elhombre. En ti mismo ves que tienes palabra ymente inteligente, verdadera imagen de aquellainteligencia y palabra. Dios es también caridad yfuente del amor mutuo. Así lo dice el apóstol SanJuan: “El amor viene de que Dios es amor” (1 Jn4,7-8). También el Creador de todas las cosasimprimió esta nota en nuestro rostro, pues dice:“En esto conocerán de que sois mis discípulos,en que os tenéis amor los unos a los otros” (Jn13,35). Por tanto, si este amor mutuo falta ennosotros, todas las notas de nuestra imagen sehan alterado» (Tratado sobre la obra del hombre 5),

–Juan 15,9-17: Nadie tiene amor másgrande que el que da la vida por sus ami-gos. La misión que Cristo transfiere a suIglesia es, fundamentalmente, misión deamor salvífico. «Como el Padre me haamado, así os he amado yo. Permaneceden mi Amor» (Jn 15,9). Por ello, el mis-terio del amor del Corazón de Jesucristoserá siempre el centro de la Iglesia. Véase

el Evangelio del viernes de la quinta se-mana de Pascua.

CICLO CLa Iglesia es prolongación misteriosa

viva y operante del mismo Cristo. Por laIglesia, la presencia de Cristo resucitadoactuará entre nosotros hasta el final delos tiempos.

–Hechos 15,1-2.22-29. Véase la primeralectura del viernes de la quinta semana dePascua.

–Apocalipsis 21,10-14.22-23: Me en-señó la ciudad santa que bajaba del cie-lo. Al Espíritu de Dios, inhabitando en lasalmas, se debe el que sean los propioscreyentes quienes hacen de la Iglesia en-tera un templo vivo de Dios.

–Juan 14,10-14 y 22-23: El EspírituSanto os irá recordando todo lo que os hedicho. La acción íntima del Espíritu deCristo es la que mantiene la fe auténticade los creyentes y les enseña a vivir larealidad santificadora del misterio de Cris-to. Véase el Evangelio del lunes y martesde la quinta semana de Pascua. San Máxi-mo el Confesor dice:

«Por tanto el que no ama al prójimo, no guardasu mandamiento. Y el que no guarda su manda-miento, no puede amar a Dios... El que ha llegadoa alcanzar en sí la caridad divina, no se cansa nidecae en el seguimiento del Señor, su Dios, segúndice el profeta Jeremías, sino que soporta confortaleza de ánimo todas las fatigas, oprobios einjusticias, sin desear mal a nadie... El fruto de lacaridad consiste en la beneficencia sincera y decorazón para con el prójimo, en la liberalidad y lapaciencia, y también en el recto uso de las cosas»(Centuria de la Caridad 1,16-17.28.40).

LunesEntrada: «Cristo, una vez resucitado de

entre los muertos, ya no muere más; lamuerte ya no tiene dominio sobre Él»(Rom 6, 9).

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Colecta (textos del Gelasiano y del Sa-cramentario de Bérgamo): «Te pedimos,Señor de misericordia, que los dones re-cibidos en esta Pascua den fruto abun-dante en toda nuestra vida».

Ofertorio: «Recibe, Señor, las ofrendasde tu Iglesia exultante de gozo, y pues enla resurrección de tu Hijo nos diste moti-vo de tanta alegría, concédenos partici-par de este gozo eterno».

Comunión: «Entró Jesús, se puso enmedio y les dijo: “Paz a vosotros. Alelu-ya”» (Jn 20,19).

Postcomunión: «Mira, Señor, con bon-dad a tu pueblo, y ya que has querido re-novarlo con estos sacramentos de vidaeterna, concédele también la resurreccióngloriosa»

–Hechos 16,11-15: El Señor abrió elcorazón de Lidia, para que aceptara loque decía Pablo. La misión en Europa co-mienza por una conversión. Pablo predi-ca, pero es Dios quien abre el corazón deLidia y la conduce a la fe y al bautismo.La hospitalidad de Lidia no es mera cor-tesía oriental, sino una auténtica manifes-tación de caridad cristiana, como verda-dero fruto de la fe. Esta fe que profesa-mos y renovamos en la celebración eu-carística tiene que fructificar en una vidde auténtica unión.

Comenta S. Juan Crisóstomo:«Qué sabiduría la de Lidia! ¡Con qué humildad

y dulzura habla a los apóstoles: “Si juzgáis quesoy fiel al Señor”! Nada más eficaz para persua-dirlos que estas palabras hubiesen ablandado cual-quier corazón. Más que suplicar y comprometera los apóstoles, para que vayan a su casa, lesobliga con insistencia. Ved cómo en ella la fe pro-duce sus frutos y cómo su su vocación le pareceun bien inapreciable» (Homilía 35 sobre los He-chos).

Y dice también el mismo Santo Doctor:«Nada puede hacerte tan imitador de Cristo

como la preocupación por los demás. Aunque

ayunes, aunque duermas en el suelo, aunque -pordecirlo así- te mates, si no te preocupas del pró-jimo poca cosa hiciste, aún distas mucho de suimagen» (Homilía sobre la primera Carta a losCorintios).

–El contenido del anuncio cristiano, parael que Dios abre el corazón del hombre,es la victoria de Jesucristo sobre sus ene-migos, especialmente sobre la muerte. Poreso nos alegramos con el Señor y le can-tamos con el Salmo 149: «Cantad al Se-ñor un cántico nuevo, resuene su alaban-za en la asamblea de los fieles, que se ale-gre Israel por Creador, los hijos de Siónpor su Rey. Alabad su nombre con dan-zas, cantadle con tambores y cítaras, por-que el Señor ama a su pueblo, y adornacon la victoria a los humildes. Que losfieles festejen su gloria y canten jubilososen filas con vítores a Dios en la boca».

–Juan 15,26-16.4: El Espíritu de la ver-dad dará testimonio de Mí. Los discípu-los se verán asistidos en medio de la per-secuciones por el Paráclito, el Defensor,el Espíritu de la Verdad, que les enviaráCristo desde el Padre. Las persecucionesson una continuación del proceso judicialdel mundo que condenó a Jesús y le se-guirá condenando en los suyos. Pero elEspíritu Santo está en su Iglesia y con Élnada pueden temer. Pasan los persegui-dores, y Cristo permanece ayer, hoy ysiempre. San Agustín exclama:

«Señor y Dios mío; en ti creo, Padre, Hijo yEspíritu Santo. No diría la Verdad: “Id, bautizada todas las gentes en el nombre del Padre y delHijo y del Espíritu Santo”(Mt 28,19), si no fueraTrinidad. Y no mandarías a tus siervos bautizar,mi Dios y Señor, en el nombre de quien no esDios y Señor. Y si vos, Señor, no fuerais al mis-mo tiempo Trinidad y un solo Dios y Señor, nodiría la palabra divina: “Escucha, Israel: El Señortu Dios, es un Dios único” (Dt 6,4). Y si tú mis-mo no fueras Dios Padre y fueras también Hijo,y Espíritu Santo, no leeríamos en las Escriturascanónicas: “Envió Dios a su Hijo” (Gál 4,4); ytú, ¡oh Unigénito!, no dirías del Espíritu Santo:“que el Padre enviará en mi nombre” (Jn 14,26)

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60 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

y que “yo os enviaré de parte del Padre” (Jn 15,26)...

«Cuando arribemos a tu presencia, cesarán es-tas muchas cosas que ahora hablamos sin enten-derlas, y tú permanecerás todo en todos, y en-tonces modularemos un cántico eterno alabándo-te a un tiempo unidos todos a ti. Señor, Dios unoy Dios Trinidad, cuanto con tu auxilio queda di-cho en estos mis libros, conózcanlo los tuyos; sialgo hay en ellos de mi cosecha, perdóname tú,Señor, y perdónenme los tuyos. Así sea» (Tra-tado sobre la Stma. Trinidad 15,18,51)

MartesEntrada: «Con alegría y regocijo de-

mos gloria a Dios, porque el Señor ha es-tablecido su reinado. Aleluya» (Ap 19,7.6).

Colecta (del Gelasiano): «Que tu pue-blo, Señor, exulte siempre al verse reno-vado y rejuvenecido en el espíritu; y quela alegría de haber recobrado la adopciónfilial afiance su esperanza de resucitar glo-riosamente».

Ofertorio: «Concédenos, Señor, dartegracias siempre por medio de estos mis-terios pascuales; y ya que continúan ennosotros la obra de tu redención, seantambién fuente de gozo incesante».

Comunión: «Cristo tenía que padecer yresucitar de entre los muertos, para en-trar en su gloria. Aleluya. (cf. Lc24,46.26).

Postcomunión: «Escucha, Señor, nues-tras oraciones, para que este santo inter-cambio, en el que has querido realizarnuestra redención, nos sostenga durantela vida presente y nos dé las alegrías eter-nas».

–Hechos 16,22-34: Cree en el SeñorJesús y te salvarás tú y tu familia. Pabloy Silas, víctimas de un tumulto, son apri-sionados y más tarde liberados de modomilagroso. El carcelero, desesperado, essalvado por Pablo y Silas: abraza la fe en

el Señor Jesús y recibe el bautismo juntocon toda su familia. La experienciasalvífica es fuente de gozo y de alegríafamiliar celebrada en torno a la mesa; asítambién la salvación experimentada en lacelebración eucarística tiene que manifes-tarse en una vida personal alegre y queesa alegría sea irradiada alrededor. Comen-ta San Juan Crisóstomo:

«Ved al carcelero venerar a los Apóstoles. Lesabrió su corazón, al ver las puertas de la prisiónabiertas. Les alumbra con su antorcha, pero esotra la luz que ilumina su alma... Después leslavó las heridas y su alma fue purificada de lasinmundicias del pecado. Al ofrecerles un alimen-to, recibe a cambio el alimento celeste... Su doci-lidad prueba que creyó sinceramente que todaslas faltas le habían sido perdonadas» (Homilíasobre los Hechos, 36).

–Justo es que demos gracias a Dios porla salvación recibida. Salvación corporalde los apóstoles; salvación espiritual delcarcelero y en su familia. También noso-tros somos salvados. Y los hacemos conel Salmo 137: «Te doy gracias, Señor, detodo corazón; delante de los ángeles ta-ñeré para Ti. Me postraré hacia tu san-tuario. Daré gracias a tu nombre: Por tumisericordia y lealtad, porque tu promesasupera a tu fama. Cuando te invoqué meescuchaste; acreciste el valor en mi alma.El Señor completará sus favores conmi-go: Señor, tu misericordia es eterna, noabandones la obra de tus manos».

–Juan 16,5-11: Si no me voy no ven-drá a vosotros el Paráclito. La marchade Jesús provoca la tristeza de sus discí-pulos. Mas es necesario que venga elParáclito, el Defensor, el Espíritu de laVerdad y les ayude en sus tareas apostóli-cas. Así lo explica San Agustín:

«Veía la tormenta que aquellas palabras suyasiban a levantar en sus corazones, porque, care-ciendo aún del espiritual consuelo del EspírituSanto, tenían miedo a perder la presencia corpo-ral de Cristo y, como sabían que Cristo decía laverdad, no podían dudar de que le perderían, y

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por eso se entristecían sus afectos humanos alverse privados de su presencia carnal. Bien cono-cía Él lo que les era más conveniente, porque eramucho mejor la visión interior con la que les ha-bía de consolar el Espíritu Santo, no trayendo uncuerpo visible a los ojos humanos, sinoinfundiéndose Él mismo en el pecho de los cre-yentes...

«Os conviene que esta forma de sierpe se se-pare de vosotros: como Verbo hecho carne, vivoentre vosotros, pero no quiero que continuéisamándome con un amor carnal... Si no os quitarelos tiernos manjares con que os he alimentado noapeteceréis los sólidos... No podéis tener el Es-píritu de Cristo mientras persistáis en conocer aCristo según la carne... Después de la partida deCristo, no solamente el Espíritu Santo, sino tam-bién el Padre y el Hijo estuvieron en ellos espiri-tualmente...» (Tratado 94, 4 sobre el Evangeliode San Juan).

MiércolesEntrada: «Te daré gracias entre las na-

ciones, Señor; contaré tu fama a mis her-manos. Aleluya» (Sal 17,50).

Colecta (del Gelasiano): «Escucha, Se-ñor, nuestra oración y concédenos que,así como celebramos en la fe la gloriosaresurrección de Jesucristo, así también,cuando Él vuelva con todos sus santos,podamos alegrarnos con su victoria».

Ofertorio: «¡Oh Dios, que por el admi-rable trueque de este sacrificio nos hacespartícipes de tu divinidad; concédenos quenuestra vida sea manifestación y testimo-nio de esta verdad que conocemos».

Comunión: «Soy yo quien os he elegidodel mundo –dice el Señor– y os he desti-nado para que vayáis y déis fruto, y vues-tro fruto dure. Aleluya» (cf. Jn 15,16-17).

Postcomunión: «Ven, Señor, en ayudade tu pueblo, y, ya que nos has iniciadoen los misterios de tu reino, haz que aban-donemos nuestra antigua vida de pecadoy vivamos, ya desde ahora, la novedad dela vida eterna».

–Hechos 17,15.22-18,1: Eso que ve-neráis sin conocerlo, os lo anuncio yo.En Atenas, Pablo expone en el areópagoun sermón preparado con esmero, sobreel conocimiento del verdadero Dios. Pero,cuando al final aborda el tema del juicio yde la resurrección de Cristo, los oyentes,imbuidos por la mentalidad ambiental, in-accesible a semejantes doctrinas, se apar-tan de él con burlas.

En nuestro mundo secularizado estesuceso es de gran importancia. Hay ne-cesidad de una seria conversión, y paraello hemos de hacer prevalecer lo sagra-do con la celebración eucarística. San Pa-blo debió quedar muy abatido tras su ac-tuación en Atenas. Por eso escribió a losCorintios: «Me he presentado a vosotrosdébil y con temor y mucho temblor, y mimensaje y mi predicación, no se han ba-sado en palabras persuasivas de sabidu-ría, sino en la manifestación del Espírituy del poder» (1 Cor 2,3-4).

–Dios creó todas las cosas y en ellasdejó sus huellas. Nosotros lo reconoce-mos y por eso invitamos a toda la crea-ción a una alabanza agradecida y lo hace-mos con el Salmo 148: «Alabad al Señoren el cielo, alabad al Señor en lo alto,alabadlo todos sus ángeles, alabadlo, to-dos sus ejércitos. Reyes y pueblos delorbe, príncipes y jefes del mundo, los jó-venes y también las doncellas, los viejosjunto con los niños. Alaben el nombre delSeñor, el único nombre sublime. Su ma-jestad sobre el cielo y la tierra. Él aumen-ta el vigor de su pueblo. Alabanza de to-dos sus fieles, de Israel, su pueblo esco-gido». Taciano dice así:

«La obra que por amor mío fue hecha por Diosno la quiero adorar. El sol y la luna hechos porcausa nuestra; luego, ¿cómo voy a adorar a losque están a mi servicio? Y ¿cómo voy a declararpor dioses a la leña y a las piedras? Porque almismo espíritu que penetra la materia, siendocomo es inferior al espíritu divino, y asimilado

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como está a la materia, no se le debe honrar a pardel Dios perfecto. Tampoco debemos pretenderganar por regalos al Dios que no tiene nombre;pues el que de nada necesita, no debe ser pornosotros rebajado a la condición de un meneste-roso» (Discurso contra los griegos 4).

–Juan 16,12-15: El Espíritu de la Ver-dad guiará hasta la Verdad plena. Jesúspone de relieve una de las funciones delEspíritu Santo: guiará a los discípuloshasta la Verdad plena, completando susenseñanzas y dándoles a conocer las rea-lidades futuras. Comenta San Agustín:

«El Espíritu Santo, que el Señor prometió en-viar a sus discípulos para que les enseñase toda laVerdad, que ellos no podían soportar en el mo-mento en que les hablaba –del cual dice el Após-tol que hemos recibido ahora en prenda, para dar-nos a entender que su plenitud nos está reservadapara la otra vida– ese mismo Espíritu enseña ahoraa los fieles todas las cosas espirituales de quecada uno es capaz. Mas también enciende en suspechos un deseo más vivo de crecer en aquellacaridad que les hace amar lo conocido y desear loque no conocen, pensando que aun las cosas queconocen en esta vida no las conocen como se hande conocer en la otra vida, que ni el ojo vio, ni eloído oyó, ni el corazón pudo imaginar» (Tratado97,1 sobre el Evangelio de San Juan).

JuevesEntrada: «Oh Dios, cuando salías al

frente de tu pueblo, y acampabas conellos y llevabas sus cargas, la tierra tem-bló, el cielo destiló. Aleluya» (Sal 67,8-9.20).

Colecta (procedente del Misal Gótico):«Oh Dios, que nos haces partícipes de laredención, concédenos vivir siempre laalegría de la resurrección de su Hijo».

Ofertorio: «Que nuestra oración, Señor,y nuestras ofrendas sean gratas en tu pre-sencia, para que así, purificados por tugracia, podamos participar más dignamen-te en los sacramentos de tu amor».

Comunión: «Sabed que yo estoy convosotros todos los días, hasta el fin del

mundo. Aleluya» (Mt 28,20)Postcomunión: «Dios todopoderoso y

eterno, que en la resurrección de Jesu-cristo nos has hecho renacer a la vida eter-na, haz que los sacramentos pascualesden en nosotros fruto abundante, y que elalimento de salvación que acabamos derecibir fortalezca nuestras vidas».

–Hechos 18,1-8: Se quedó a trabajaren su casa. Todos los días discutía en lasinagoga. Después de Atenas, Pablomarchó a Corinto y en casa de Aquila tra-bajaba como tejedor de lona para mante-nerse. Misionaba en la sinagoga, pero losjudíos no lo podían aguantar y decidióevangelizar a los gentiles. La cruz es elsigno de los misioneros apostólicos. DiceSan Cirilo de Jerusalén:

«No nos avergoncemos de la cruz del Salvador,antes bien gloriémonos en ella, porque el mensajede la cruz es escándalo para los judíos, necedadpara los gentiles; mas para nosotros, salvación.Y, ciertamente, para aquellos que están en vías deperdición es necedad; mas para nosotros, queestamos en el camino de la salvación, es fuerza deDios. Porque el que moría por nosotros no era unhombre cualquiera, sino el Hijo de Dios hechohombre... Si alguno no cree en la virtud de Cristocrucificado, pregunte a los demonios, y si no leconvencen las palabras, que mire a los hechos.Muchos han sido los crucificados en el mundo,pero a ninguno de ellos temen los demonios; encambio, solamente con ver la Cruz de nuestroSalvador, los demonios se echan a temblar; por-que aquéllos murieron por sus propios pecados,mas Él, por los de los demás» (Catequesis 13).

–Con el Salmo 97 cantamos al Señorque revela a las naciones su victoria, comohemos visto en la lectura anterior. Tam-bién nosotros nos alegramos con esa vic-toria y decimos: «Cantad al Señor un cán-tico nuevo, porque ha hecho maravillas;su diestra le ha dado la victoria, su santobrazo. El Señor da a conocer su victoria,revela a las naciones su justicia; se acor-dó de su misericordia y su fidelidad enfavor de la casa de Israel. Los confines

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de la tierra han contemplado la victoria denuestro Dios. Aclama al Señor, tierra en-tera; gritad, vitoread, tocad».

–Juan 16,16-20: Estáis tristes, perovuestra tristeza se convertirá en alegría.Comenta San Agustín:

«Para los discípulos era esto oscuro entonces,y después quedó aclarado; para nosotros es yacosa clara: después de algún tiempo padeció ydejaron de verle; después de otro poco de tiemporesucitó y le vieron de nuevo... “El mundo sealegrará, pero vosotros os contristaréis”: estopuede tomarse en el sentido de que los discípulosse contristaron por la muerte del Señor e inme-diatamente se alegraron con su resurrección; elmundo en cambio, bajo cuyo nombre quiso signi-ficar a sus enemigos que le crucificaron, se gozóde la muerte de Jesucristo precisamente cuandolos discípulos se contristaron. Por mundo puedeentenderse la malicia de este mundo, o sea, losamigos de este mundo, según dice el Apóstol San-tiago: “El que quiera ser amigo de este siglo, sehace enemigo de Dios” (4,4), por cuya enemistadno perdonó ni a su Hijo unigénito» (Tratado101,1-2, sobre el Evangelio de San Juan).

ViernesEntrada: «Con tu Sangre, Señor, has

comprado para Dios hombres de toda tri-bu, lengua, pueblo y nación; has hechode ellos una dinastía sacerdotal que sirvaa Dios. Aleluya» (Ap 5,9-10).

Colecta (del Gelasiano): «Escucha Se-ñor nuestras súplicas, para que la predi-cación del Evangelio extienda por todo elmundo la prometida salvación de tu Hijoy todos los hombres alcancen la adop-ción filial que Él anunció dando testimo-nio de la verdad».

Ofertorio: «Acoge, Señor, con bondadlas ofrendas de tu pueblo, para que, bajotu protección, conserve los dones pas-cuales y alcance la felicidad eterna».

Comunión: «Cristo nuestro Señor fueentregado por nuestros pecados y resu-citado para nuestra justificación. Aleluya»

Postcomunión: «Dios todopoderoso, noceses de proteger con amor a los que hassalvado, para que así, quienes hemos sidoredimidos por la muerte de tu Hijo, poda-mos alegrarnos en su resurrección».

–Hechos 18,9-18: Muchos de esta ciu-dad son pueblo mío. La comunidad deCorinto iba a jugar una misión importanteen la vida de San Pablo y toda la Iglesiaprimitiva. No es de extrañar que ya desdeel principio se vean allí signos de la inter-vención divina especial. San Pablo expe-rimenta la protección especial de Dios, quele permitirá un largo trabajo de consolida-ción de la comunidad. El Señor está connosotros en la celebración eucarística. Allínos congregamos como pueblo escogidopor Dios y se confirma nuestra vocaciónde testimonio profético. El Apóstol es efi-caz con su palabra. Había oído del Se-ñor: «No temas, sigue hablando y no tecalles». Oigamos a San Juan Crisóstomo:

«Mas en la cura de alma no hay que pensar ennada de eso –medios violentos–; aparte del ejem-plo, no se da otro medio ni camino de salvaciónsino la enseñanza por la palabra. Este es el ins-trumento, éste es el alimento, éste el mejor tem-ple del aire. La palabra hace veces de medicina,ella es nuestro fuego. Lo mismo si hay que que-mar que si hay que cortar, de la palabra tenemosque echar mano. Si este remedio nos falla, todoslos demás son inútiles. Con la palabra levanta-mos al alma caída y desinflamos a la hinchada, ycortamos lo superfluo, y suplimos lo defectuo-so, y realizamos, en fin, toda otra operación con-veniente para la salud de las almas» (Sobre elsacerdocio 4,3).

–Con el Salmo 46 cantamos al Señorque es el Rey del mundo. Por eso invita-mos con el salmista a todos los pueblos aalabar al Señor, a batir palmas, a que lo acla-men con gritos de júbilo. «Porque el Señores sublime y terrible, emperador de todala tierra. Él nos somete los pueblos y nossojuzga las naciones; él nos escogió porheredad suya: gloria de Jacob su amado».

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–Juan 16,20-23: Se alegrará vuestrocorazón y nadie os quitará vuestra ale-gría. El tema del gozo pascual es normalen las lecturas de estos días. Hay triste-zas que desembocan en la alegría, que sonnecesarias, y que están en proporción conel grado de alegría subsiguiente. Este esel caso. Pero aquí la alegría, el gozo, noencontrará más motivos para oscurecer-se. Y con el gozo, la visión clara, en la fe,del plan y de la persona de Jesús, que haráinnecesarias las preguntas, llenas de in-comprensión, hasta ahora frecuentes enlos discípulos. Es ya la plenitud de la feindestructible de que Jesús ha vencido.En Él todo lo tenemos. Por lo tanto no te-nemos razón para la tristeza, sino para unagran alegría en el Señor. Así dice San Gre-gorio Nacianceno:

«Vengamos a ser como Cristo, ya que Cristo escomo nosotros. Lleguemos a ser dioses por Él,ya que Él es hombre por nosotros. Él ha tomadolo que es inferior para darnos lo que es superior.Se ha hecho pobre, para que su pobreza nos enri-quezca (2 Cor 8,9); ha tomado forma de esclavo(Flp 2,7) para que nosotros recobremos la liber-tad (Rom 8,21); se ha bajado para alzarnos a no-sotros; aceptó la tentación para hacernos vence-dores; ha sido deshonrado para glorificarnos;murió para salvarnos y subió al cielo para unir-nos a su séquito, a nosotros, que estábamos de-rribados a causa del pecado» (Sermones 1,5).

SábadoEntrada: «Pueblo adquirido por Dios,

proclamad las hazañas del que os llamó asalir de la tiniebla y a entrar en su luz ma-ravillosa. Aleluya» (1 Pe 2,9).

Colecta (del Gelasiano, Gregoriano ySacramentario de Bérgamo): «Mueve,Señor nuestros corazones para que fruc-tifiquen en buenas obras y, al tender siem-pre hacia lo mejor, concédenos vivir ple-namente el misterio pascual».

Ofertorio: «Santifica, Señor, estos do-nes, acepta la ofrenda de este sacrificio

espiritual y a nosotros transfórmanos enoblación perenne».

Comunión: «Padre, éste es mi deseo:que los que me confiaste estén conmigodonde yo estoy y contemplen la gloria queme has dado» (Jn 17,24).

Postcomunión: «Después de recibir lossantos misterios, humildemente te pedi-mos, Señor, que esta eucaristía, celebra-da como memorial de tu Hijo, nos hagaprogresar en el amor».

–Hechos 18,23-28: Apolo demostrabacon la Escritura que Jesús era el Mesías.La figura de Apolo, judío alejandrino, quepredica en Efeso y pasa luego a Corinto,es desconcertante y al mismo tiempo su-gestiva. Se nos presenta como elocuentey muy versado en la Escritura, lo que ayu-da a mostrar la verdadera personalidad deCristo Jesús. Hizo una excelente laborapostólica. Del mismo modo, la Escrituranos habla de Cristo y a Cristo hemos dever en ella. San Ireneo dice:

«Si uno lee con atención las Escrituras, encon-trará que hablan de Cristo y que prefiguran lanueva vocación. Porque Él es el tesoro escondidoen el campo (Mt 13,44), es decir, en el mundo, yaque el campo es el mundo (Mt 13,38); tesoroescondido en las Escrituras, ya que era indicadopor medio de figuras y parábolas que no podíanentenderse según la capacidad humana, antes deque llegara el cumplimiento de lo que estaba pro-fetizado, que es el advenimiento de Cristo. Comodice el profeta Daniel (12,4-7) y el profeta Jere-mías 23,20... Por esta razón, cuando los judíosleen la ley en nuestros tiempos, se parece a unafábula, pues no pueden explicar todas las cosasque se refieren al advenimiento del Hijo de Dioscomo hombre. En cambio, cuando la leen los cris-tianos, es para ellos un tesoro escondido en elcampo, que la cruz de Cristo ha revelado y expla-nado. Con ella, la inteligencia humana se enrique-ce y se muestra la sabiduría de Dios manifestan-do sus designios sobre los hombres, prefigu-rándose el reino de Cristo y anunciándose de an-temano la herencia de la Jerusalén santa...» (Con-tra las herejías 4,26,1).

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–El salmo responsorial es en parte el deayer, el Salmo 46: «Los príncipes de losgentiles se reúnen con el pueblo del Diosde Abrahán.Porque de Dios son los gran-des de la tierra y Él es excelso. Dios es elRey del mundo. Pueblos todos batid pal-mas».

–Juan 16,23-28: El Padre os ama, por-que vosotros me queréis y habéis creído.Comenta San Agustín:

«¿Nos ama Él porque le amamos nosotros, omás bien le amamos porque nos ama Él? Respon-de el mismo evangelista en su carta: “Nosotros leamamos porque Él nos ha amado primero”. No-sotros hemos llegado a amar porque hemos sidoamados. Don es enteramente de Dios el amarle.Él, que amó sin haber sido amado, lo concediópara ser amado. Hemos sido amados sin tenerméritos para que en nosotros hubiera algo que leagradase. Y no amaríamos al Hijo si no amásemostambién al Padre. El Padre nos ama porque ama-mos al Hijo, habiendo recibido del Padre y delHijo el poder amar al Padre y al Hijo, difundien-do la caridad en nuestros corazones el Espíritu deambos, por el cual amamos al Padre y al Hijo,amando también a ese Espíritu con el Padre y elHijo. Ese amor filial nuestro con que honramos aDios, lo creó Dios, y vio que era bueno; por esoÉl amó lo que Él hizo. Pero no hubiera creado ennosotros lo que Él pudiera amar si, antes de crearlo,Él no nos hubiese amado» (Tratado 102,5 sobreel Evangelio de San Juan).

7ª Semana de Pascua

Domingo: Ascensión del SeñorEntrada: «Galileos, ¿qué hacéis ahí

plantados mirando al cielo? El mismo Je-sús que os ha dejado para subir al cielovolverá como lo habéis visto marcharse.Aleluya» (Hch 1,11).

Colecta (del Sermón 73 de San LeónMagno): «Concédenos, Dios todopodero-so, exultar de gozo y darte gracias en estaliturgia de alabanza, porque la Ascensiónde Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra vic-toria y Él, que es la Cabeza de la Iglesia,nos ha precedido en la gloria a la que so-mos llamados como miembros de suCuerpo».

Ofertorio (textos del Gelasiano y delSacramentario de Bérgamo): «Te presen-tamos, Señor, nuestro sacrificio en estedía de la gloriosa Ascensión de tu Hijo;que este divino intercambio nos haga vi-vir en el reino de Jesucristo resucitado».

Comunión: «Y sabed que yo estoy convosotros todos los días hasta el fin delmundo. Aleluya» (Mt 28,20).

Postcomunión (textos del Veronense,Gelasiano y Sacramentario de Bérgamo):«Dios Todopoderoso y eterno, que mien-tras vivimos aún en la tierra nos das yaparte de los bienes del cielo; haz que de-

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seemos vivamente estar junto a Cristo, enquien nuestra naturaleza humana ha sidotan extraordinariamente enaltecida queparticipa de tu misma gloria».

Cristo desapareció visiblemente de en-tre los hombres para seguir actuando enmedio de la humanidad a través de su pre-sencia invisible y salvífica en su Iglesia.

–Hechos 1,1-11. Se elevó a la vista deellos. Con perfecta lógica inicia San Lucasla historia de la Iglesia naciente, comoCuerpo místico de Cristo, allí donde cul-mina la desaparición temporal o históricade Cristo, su Cabeza. Jesús ha concluidohistóricamente su obra. Ahora nos tocacontinuarla a nosotros a diario.

–Efesios 1,17-23: Lo sentó a su dere-cha en el cielo. Jesús entronizado ya enla gloria del Padre por su Ascensión a loscielos, sigue actuando en medio de la hu-manidad mediante su Cuerpo místico vi-sible, la Iglesia.

–Ciclo A) Mateo 28,16-20: Se me hadado pleno poder en el cielo y en la tierra.

Ciclo B) Marcos 16,15-20: Ascendióal cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Ciclo C) Lucas 24,46-53: Mientras losbendecía, iba subiendo al cielo.

Desde su Ascensión a los cielos, Jesústiene transferido a su Iglesia el mandatode seguir realizando su obra de evangeli-zación y salvación hasta el fin de los tiem-pos.

Oigamos a San León Magno, que en sus Ser-mones 73 y 74 expuso el Misterio de la Ascen-sión del Señor:

«El misterio de nuestra salvación, que el Crea-dor del universo estimó en el precio de su Sangre,se fue realizando, desde el día de su nacimientohasta el fin de su Pasión, mediante su humildad.Aunque bajo la forma de siervo, se manifestaronmuchas señales de su divinidad; con todo, su ac-ción durante este tiempo estuvo encaminada amostrar la verdad de su naturaleza humana. Pero,

después de su Pasión, libre ya de las ataduras dela muerte, las cuales habían perdido su fuerza alsujetar a Aquel que estaba exento de todo peca-do, la debilidad se convirtió en valor, la mortali-dad en inmortalidad, la ignominia en gloria. Estagloria la declaró nuestro Señor Jesucristo, me-diante muchas y manifiestas pruebas (Hch 1,3),en presencia de muchos, hasta que el triunfo de lavictoria conseguida con la muerte fue patente consu Ascensión a los cielos.

«Por lo mismo, así como la Resurrección delSeñor fue para nosotros causa de alegría en lasolemnidad pascual, así su Ascensión a los cieloses causa del gozo presente, ya que nosotros re-cordamos y veneramos debidamente este día, enel cual la humildad de nuestra naturaleza, sentán-dose con Jesucristo en compañía de Dios Padre,fue elevada sobre los órdenes de los ángeles, so-bre toda la milicia del cielo y la excelsitud detodas las potestades (Ef 1,21). Gracias a estaeconomía de las obras divinas, el edificio de nues-tra salvación se levanta sobre sólidos fundamen-tos... Lo que fue visible a nuestro Redentor hapasado a los sacramentos (a los ritos sagrados) y,a fin de que la fe fuese más excelente y firme, lavisión ha sido sustituida por una enseñanza, cuyaautoridad, iluminada con resplandores celestia-les, han aceptado los corazones de losfieles» (Sermón 74,1-2).

LunesEntrada: «Cuando el Espíritu Santo des-

cienda sobre vosotros, recibiréis fuerzapara ser mis testigos en Jerusalén y hastalos confines del mundo. Aleluya» (Hch1,8).

Colecta (del Veronense y del Gelasiano):«Derrama, Señor, sobre nosotros la fuer-za del Espíritu Santo, para que podamoscumplir fielmente tu voluntad y demostestimonios de ti con nuestras obras».

Ofertorio: «Este sacrificio santo nospurifique, Señor, y derrame en nuestrasalmas la fuerza divina de tu gracia».

Comunión: «No os dejaré desampara-dos, volveré –dice el Señor– y se alegra-rán vuestros corazones. Aleluya» (Jn14,18;16,22).

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Postcomunión: «Ven, Señor, en ayudade tu pueblo, y, ya que nos has iniciadoen los misterios de tu reino, haz que viva-mos, ya desde ahora, la novedad de la vidaeterna».

–Hechos 19,1-8: ¿Recibisteis el Espí-ritu Santo al aceptar la fe? Pablo encon-tró en Efeso a unos discípulos y les pre-guntó si habían recibido el Espíritu San-to, a lo que le respondieron que ni siquie-ra habían oído hablar de Él. Los catequi-zó, los bautizó, les impuso las manos y lorecibieron. La Eucaristía renueva en no-sotros la fuerza profética del Espíritu quehemos recibido y en la confirmación. SanGregorio Nacianceno dice:

«Espíritu recto, principal, Señor, que envía,que segrega, que se construye un templo mos-trando la vida, operando a su arbitrio y repartien-do sus gracias. Es Espíritu de adopción, de ver-dad, de sabiduría, de entendimiento, de ciencia,de piedad, de consejo, de fortaleza, de temor,como son enumerados (Is 11,2). Por quien el Pa-dre es conocido, y el Hijo glorificado, y por loscuales Él mismo es conocido solamente... ¿Paraqué más palabras? Todo lo que tiene el Hijo lotiene el Padre, menos el ser engendrado» (Ser-món 41).

Y San Basilio:«Por la iluminación del Espíritu contempla-

mos propia y adecuadamente la gloria de Dios; ypor medio de la impronta del Espíritu llegamos aAquél de quien el mismo Espíritu es impronta ysello» (Sobre el Espíritu Santo, 26).

–La gran marcha de Dios que caminadelante de su pueblo desde el Sinaí a Sión,simboliza la marcha de Dios en Cristo,que deja la tierra para subir al cielo. En laacción litúrgica nosotros nos asociamosa esta grandiosa procesión de júbilo y loexpresamos con el Salmo 67: «Se levan-ta Dios y se disipan sus enemigos, huyende su presencia los que lo odian. Como elhumo se disipa, se disipan ellos; como sederrite la cera ante el fuego, así perecenlos impíos ante Dios. Los justos se ale-gran, gozan en la presencia de Dios, re-

bosando de alegría. Cantad a Dios, tocaden su honor; su nombre es el Señor, ale-graos en sus presencia. Padre de huérfa-nos, protector de viudas. Dios vive en suSantuario, en su santa morada; Dios pre-para casa a los desvalidos, libera a los cau-tivos y los enriquece».

–Juan 16,29-33: Tened valor. Yo hevencido al mundo. Jesús anuncia que to-dos los abandonarán en el transcurso desu Pasión. Pero el Padre está con Él. Lacruz será la victoria de Cristo Redentor.Comenta San Agustín:

«Como si dijera: “Entonces llegará vuestraturbación, hasta el punto de abandonar lo queahora creéis”; porque llegarán a tal desesperacióny, por decirlo así, muerte de su fe antigua, comose ve en aquel Cleofás, que, hablando con Él, sinconocerlo, después de su resurrección y contán-dole lo sucedido dijo: “Nosotros esperábamosque Él había de rescatar a Israel”. Ahí tenéis cómole habían abandonado, perdiendo también la feque antes habían tenido en Él.

«En cambio no le abandonaron en aquella tri-bulación que padecieron después de su glorifica-ción, recibido ya el Espíritu Santo; y, aunquehuyeron de ciudad en ciudad, no huyeron de Él,sino que en medio de las persecuciones del mun-do conservaron en Él la paz, sin abandonarle,antes buscando en Él su refugio. Recibido el Es-píritu Santo, se verificó en ellos lo que les habíadicho: “Confiad: Yo he vencido al mundo”. Con-fiaron y vencieron. ¿Por quién sino por Él? Nohubiera Él vencido al mundo, si el mundo alcan-zase la victoria sobre sus miembros» (Tratado103,3 Sobre el Evangelio de San Juan).

MartesEntrada: «Yo soy el primero y el últi-

mo. Estaba muerto y, veis, vivo por lossiglos de los siglos. Aleluya» (Ap 1,17-18).

Colecta (del Misal anterior): «Te pedi-mos, Dios de poder y de misericordia queenvíes tu Espíritu Santo, para que, ha-ciendo morada en nosotros, nos convier-ta en templos de su gloria».

7ª Semana de Pascua

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Ofertorio: «Con estas ofrendas, Señor,recibe las súplicas de tus hijos, para queesta eucaristía, celebrada con amor, noslleve a la gloria del cielo».

Comunión: «El Espíritu Santo, que en-viará el padre en mi nombre, será quienos lo enseñe todo y os vaya recordandotodo lo que os he dicho –dice el Señor–.Aleluya» (Jn 14,26).

Postcomunión: «Después de recibir lossantos misterios, humildemente te pedi-mos, Señor, que esta eucaristía, celebra-da como memorial de tu Hijo, nos hagaprogresar en el amor».

–Hechos 20,17-27: Lo que importa escompletar mi carrera y cumplir el encar-go que me dio el Señor. Al final de sutercer viaje misional, San Pablo, en cami-no hacia Jerusalén, anuncia a los ancia-nos de la Iglesia de Efeso que el EspírituSanto le ha revelado las graves pruebasque tendrá que padecer en la ciudad san-ta. Les asegura que ya no le volverán aver más en este mundo. La participaciónen el sacrificio eucarístico de Cristo nosdará fuerzas para confirmar nuestra vidasegún la imagen de Cristo crucificado alque sigue tan de cerca el santo Apóstol.Comenta Orígenes:

«Conviene saber que seremos juzgados ante eltribunal divino no sólo por nuestra fe, como si nohubiéramos de responder de nuestra conducta; nisólo por nuestra conducta, como si la fe no hu-biera de sufrir examen. Es la rectitud de ambas laque nos justifica y la falta de una u otra nos haríamerecedores de castigo» (Diálogo con Herá-clides 9) .

«Desde el mismo día en que la Palabra divinase introduce en nuestra alma, es necesario que seentable una batalla de las virtudes contra los vi-cios. Antes de que la Palabra llegara a atacarlos,los vicios permanecían en paz; desde el momentoen que la Palabra comienza a juzgarlos uno a unose produce un gran movimiento y nace una guerrasin cuartel. ¿Qué tiene que ver la justicia con lainiquidad? (2 Cor 6,14)» (Homilía 3 sobre elExodo 3).

–Jesús, que ha subido al cielo, no sedespreocupa de nosotros. Sigue derra-mando en su heredad, en la Iglesia, unalluvia copiosa de gracias. Ha ascendidopara mostrarnos el camino. Así lo pro-clamamos con el Salmo 67: «Derramas-te en tu heredad, oh Dios, una lluvia co-piosa; aliviaste la tierra extenuada y tu re-baño habitó en la tierra que tu bondad, ohDios, preparó para los pobres. Bendito elSeñor cada día, Dios lleva nuestras car-gas, es nuestra salvación. Nuestro Dioses un Dios que salva, el Señor Dios noshace escapar de la muerte».

–Juan 17,1-11: Padre, glorifica a tuHijo. Jesús anuncia que ha llegado la horade su glorificación. Es como el testamen-to de Jesús. Él será glorificado con lamisma gloria que tenía antes de bajar y deella participa su humanidad santísima. Lossuyos, todos los que pertenecerán a suIglesia, tienen su Palabra, su Vida eterna,la fe en su misión. La obra consumadapor Jesucristo es la Hora por antonoma-sia. Comenta San Agustín:

«En verdad que si la vida eterna es el conoci-miento de Dios, tanto más tendemos a vivir cuan-to más adelantemos en este conocimiento. Nomoriremos en la vida eterna, el conocimiento deDios será perfecto cuando la muerte deje de exis-tir. Entonces será la suma glorificación de Dios,porque será la suma gloria... Los antiguos handefinido la gloria, que hace gloriosos a los hom-bres, de este modo: “gloria es la constante famacon loa de una cosa”. Y si el hombre es alabadocuando se da crédito a su fama, ¿cómo será Diosalabado cuando sea visto?... La alabanza de Diosno tendrá fin allí donde el conocimiento del mis-mo Dios será pleno; y porque este conocimientoserá pleno, será suma la clarificación o glorifica-ción» (Tratado 105,3 Sobre el Evangelio de SanJuan).

MiércolesEntrada: «Pueblos todos, batid palmas,

aclamad a Dios con gritos de júbilo. Ale-luya» (Sal 46,2).

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Colecta (del Veronense y delGregoriano): «Padre lleno de amor, con-cede a tu Iglesia, congregada por el Espí-ritu Santo, dedicarse plenamente a tu ser-vicio y vivir unida en el amor, según tuvoluntad».

Ofertorio: «Recibe, Señor, este sacrifi-cio que tú mismo has querido que te ofre-ciéramos, y por esta eucaristía, que cele-bramos para glorificarte, dígnate san-tificarnos y darnos tu salvación».

Comunión: «Cuando venga el Paráclito,que os enviaré desde el Padre, el Espíritude la Verdad, que procede del Padre, éldará testimonio de mí, y también voso-tros daréis testimonio –dice el Señor–.Aleluya» (Jn 15,26-27).

Postcomunión: «La participación en lossantos misterios aumente, Señor, nuestrasantidad, y, al purificarnos de nuestrospecados, nos haga cada vez más capacesde recibir tus dones».

–Hechos 20,28-38: Os dejo en manosde Dios, que tiene poder para construirosy daros parte en la herencia. Pablo anun-cia las dificultades que van a sufrir den-tro de la propia comunidad y les hace susúltimas recomendaciones. Un cristianis-mo auténtico es una vida de íntimo con-tacto con Dios, que no ahoga, sino queabre cauces a la expansión de una intensaemoción humana. La palabra y la acciónde gracias nos edifican como Iglesia y nosdan la herencia de los santos.

San Gregorio de Nisa, expone unas normas se-guras para el gobierno de las almas:

«Es necesario que los que gobiernan la comuni-dad ejerciten dignamente las actividades de direc-ción... Existe el peligro de que algunos que seocupan de otros y los dirigen hacia la vida eternapuedan destruirse a sí mismos sin notarlo. Esnecesario que quienes supervisan trabajen másque el resto, sean más humildes que quienes es-tán bajo ellos, les ofrezcan su propia vida comoejemplo de servicio y consideren a los súbditos

como un depósito que Dios les ha confiado... Noes conveniente que los hombres cristianos, aten-tos al esfuerzo humano, consideren que la enteracorona depende de sus peleas, sino que es nece-sario refieran a la voluntad de Dios sus esperan-zas en el premio»(De Institución Cristiana).

–En la Ascensión del Señor, Dios hadesplegado su poder. Ha resplandecido sumajestad. Jesús desde el cielo da fuerza ypoder a su pueblo. Ha avanzado por loscielos y ahora reina junto al Padre. Así loproclamamos con el Salmo 67: «Oh Dios,despliega tu poder, tu poder, oh Dios, queactúa en favor nuestro. A tu templo de Je-rusalén traigan los reyes su tributo. Re-yes de la tierra cantad a Dios, tocad parael Señor que avanza por los cielos, loscielos antiquísimos, que lanza su voz, suvoz poderosa: Reconoced el poder deDios. Sobre Israel resplandece su majes-tad y su poder, sobre las nubes. ¡Dios seabendito!».

–Juan 17,11-19: Que sean uno comonosotros. Jesús pide por la unidad de losque han de ser sus discípulos, de toda laIglesia. Son muchos los santos Padres quehan tratado de la unidad de la Iglesia. DiceSan Cipriano:

«Esta unidad de la Iglesia está prefigurada en lapersona de Cristo por el Espíritu Santo en elCantar de los Cantares, cuando dice: “Una solaes mi paloma, mi hermosa es única de su madre,la elegida de ella” (6,8). Quien no guarda estaunidad de la Iglesia, ¿va a creer que guarda launidad de la fe? Quien resiste obstinadamente ala Iglesia, quien abandona la cátedra de Pedro,sobre la que está cimentada la Iglesia, ¿puede con-fiar que está en la Iglesia?» (Sobre la unidad de laIglesia, 5).

Y San Ireneo:«Por diversos que sean los lugares, los miem-

bros de la Iglesia profesan una misma fe y únicafe, la que fue transmitida por los Apóstoles a susdiscípulos» (Tratado sobre las herejías 1,10).Cristo nunca habla de Iglesias, sino de la Iglesia,de su Iglesia y por ella oró en la última Cena.

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70 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

JuevesEntrada: «Acerquémonos confiadamen-

te al trono de la gracia; a fin de alcanzarmisericordia y hallar gracia en el tiempooportuno. Aleluya» (Heb 4,16).

Colecta (del Veronense): «Que tu Éspí-ritu, Señor, nos penetre con su fuerza,para que nuestro pensar te sea grato ynuestro obrar concuerde con tu volun-tad».

Ofertorio: «Santifica, Señor, con tu bon-dad, estos dones, acepta la ofrenda de estesacrificio espiritual y a nosotros transfór-manos en oblación perenne».

Comunión: «Lo que os digo es verdad:“os conviene que yo me vaya, porque sino me voy no vendrá a vosotros el Pará-clito”. Aleluya» (Jn 16,7).

Postcomunión: «Te pedimos, Señor, quelos santos misterios nos hagan compren-der tus designios y nos comuniquen tumisma vida divina, para que así logremosvivir en plenitud las riquezas de tu Espíri-tu»

–Hechos 22,30-23.6-11: Tienes que dartestimonio de Mí en Roma. Defensa dePablo ante el sanedrín con gran éxito. Sien-te que el Señor lo llama a Roma. Tieneque dar testimonio allí de su fe en Cristo.San Pablo es un fiel cumplidor de la vo-luntad de Dios. A esta voluntad hemos desometernos todos. Oigamos a San Cipria-no:

«Nunca hemos de olvidar que nosotros no he-mos de cumplir nuestra propia voluntad, sino lade Dios, tal como el Señor nos mandó pedir ennuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido yqué desviación es no someterse inmediatamenteal imperio de la voluntad del Señor, cuando Élnos llama para salir de este mundo!» (Tratadosobre la muerte 18,24).

San Juan Crisóstomo dice: «Si no me hubiera

retenido el amor que os tengo, no hubiese espera-do a mañana para marcharme. En toda ocasión yodigo: “Señor, hágase tu voluntad. No lo que quie-re éste o aquél”. Este es mi alcázar, esta es miroca inaccesible, éste es mi báculo seguro. Si estoes lo que quiere Dios, que así sea haga. Si quiereque me quede aquí, le doy gracias. En cualquierlugar donde me mande le doy gracias también»(Homilía antes del exilio 1,3).

–El Salmo 15 tiene una plena realiza-ción en Cristo, a quien el Padre no permi-te experimentar la corrupción, sino quelo levanta a su presencia y lo sienta a suderecha. Por Cristo el cristiano conoce larealidad de la vida celeste, espera en ella,la pregusta en las celebraciones litúrgi-cas: «Protégeme, Dios mío, que me refu-gio en Ti. Yo digo al Señor: “Tú eres mibien”. El Señor es el lote de mi heredad ycopa, mi suerte está en tu mano. Bende-ciré al Señor que me aconseja, hasta denoche me instruye internamente. Tengosiempre presente al Señor, con Él a miderecha no vacilaré. Por eso se me alegrael corazón, se gozan mis entrañas y micarne descansa serena. Porque no me en-tregarás a la muerte, ni dejarás a tu fielconocer la corrupción. Me enseñarás elsendero de la vida, me saciarás de gozoen tu presencia, de alegría perpetua a tuderecha».

–Juan 17,20-26: Que sean completa-mente uno. Persiste Jesús en la unidad desu Iglesia, de todos los que han de creeren Él. El Padre nos ama como ama a Cris-to. Comenta San Agustín:

«El amor con que Dios ama es incomprensibley, al mismo tiempo, inmutable. Porque no co-menzó a amarnos desde que fuimos con Él recon-ciliados por la Sangre de su Hijo, sino que nosamó antes de la formación del mundo, para quejuntamente con su Hijo fuésemos hijos suyos,cuando nosotros no éramos absolutamente nada.Pero, al decir que hemos sido reconciliados conDios por la muerte de su Hijo, no debemos oírloni tomarlo como si el Hijo nos hubiera reconcilia-do con Él para comenzar a amar a quienes antesodiaba, al modo que un enemigo se reconcilia con

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otro enemigo para hacerse amigos, amándose des-pués los que antes se odiaban; sino que fuimosreconciliados con el que ya nos amaba y cuyosenemigos éramos por el pecado» (Tratado 110,6Sobre el Evangelio de San Juan).

ViernesEntrada: «Aquél que nos amó, nos ha

librado de nuestros pecados por su San-gre, nos ha convertido en un reino y he-chos sacerdotes de Dios, su Padre. Ale-luya» (Ap 1,5-6).

Colecta: (del Veronense y del Sacra-mentario de Bérgamo): «¡Oh Dios, quepor la glorificación de Jesucristo y la ve-nida del Espíritu Santo nos has abierto laspuertas de tu reino, haz que la recepciónde dones tan grandes nos mueva a dedi-carnos con mayor empeño a tu servicio ya vivir con mayor plenitud las riquezas denuestra fe».

Ofertorio: «Mira complacido, Señor, lasofrendas de tu pueblo, y haz que el Espí-ritu Santo nos purifique para que poda-mos presentarte un sacrificio agradable»

Comunión: «Os enviaré el Espíritu Santode la Verdad –dice el Señor–; Él os co-municará toda la verdad. Aleluya» (Jn16,13).

Postcomunión: «Tus sacramentos, Se-ñor, nos han purificado y alimentado; hazque nuestra participación en la eucaristíanos lleve también a la posesión de tu rei-no».

–Hechos 25,13-21: Se trataba de cier-tas cuestiones de un difunto, llamado Je-sús, que Pablo sostiene que está vivo. Élgobernador Festo expone al rey Agripa elasunto de Pablo. Es un testimonio valio-sísimo de la fe cristiana. Cristo resucitó.Cristo está vivo. Esta es nuestra fe. Estees nuestro convencimiento. Este es el fun-damento de la predicación apostólica, demodo especial de San Pablo: Si Cristo noresucitó, vana es nuestra fe. San Pablo

subraya el carácter pascual de la vida cris-tiana: participación real en la vida de Cris-to resucitado. Oigamos a San Jerónimo:

«No es de poco estudio que sepamos la espe-ranza de la vocación y la riqueza de la heredad deDios en los santos. Necesitamos de ellas paraconocer estas cosas por el poder que también usóDios en su Hijo, resucitándolo no una vez, sinosiempre, de entre los muertos, y haciéndolo libreentre los muertos, no manchado por contagio al-guno de muerte (Sal 87,6;15.10). Todos los díasresucita Cristo entre los muertos, todos los díasse despierta en los penitentes. No porque no ten-ga poder según la carne para entregar su alma yvolver a tomarla (Jn 10,18); nadie se la quita si Elno la da por sí mismo, sino porque, según la dis-posición de la carne y del Hijo, se diga que haresucitado hombre e Hijo por Dios Padre» (Co-mentario los Efesios 2,5).

–Estamos invitados a la alabanza delSeñor, que puso en el cielo su trono. No-sotros bendecimos a Jesús, que ha subi-do al cielo y está sentado a la derecha delPadre y gobierna el universo. Lo hace-mos con el Salmo 102: «Bendice, almamía, al Señor, y todo mi ser a su santonombre. Bendice, alma mía, al Señor yno olvides sus beneficios. Como se le-vanta el cielo sobre la tierra, se levanta subondad sobre sus fieles; como dista eloriente del ocaso, así aleja de nosotrosnuestros delitos. Él Señor puso en el cie-lo su trono, su soberanía gobierna el uni-verso. Bendecid al Señor, ángeles suyos,poderosos ejecutores de sus órdenes».

–Juan 21,15-19: Apacienta mis corde-ros, apacienta mis ovejas. La misión dePedro es confirmada por Jesús despuésde la triple negación y de la triple mani-festación de amor. Comenta San Agustín:

«Este fue el fin de aquel negador y amador;engreído con la presunción, postrado con la nega-ción; purgado con las lágrimas, coronado con lapasión; este fin halló: morir en caridad perfectapor el nombre de Aquél con quien había prometi-do morir, arrastrado por una perversa precipita-ción. Confirmado con su resurrección, realiza loque a destiempo su flaqueza prometía. Convenía

7ª Semana de Pascua

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que Cristo muriese antes para salvar a Pedro ydespués muriese Pedro por la predicación de Cris-to. Sucedió en segundo lugar lo que había comen-zado a osar la humana temeridad, siendo éste elorden dispuesto por la Verdad... La triple nega-ción es compensada con la triple confesión, paraque la lengua sea menos esclava del amor que deltemor» (Tratado 123, 4-5, Sobre el Evangelio deSan Juan).

SábadoEntrada: «Los discípulos se dedicaban

a la oración en común con algunas muje-res, entre ellas María, la Madre de Jesús,y con sus hermanos. Aleluya» (Hch 1,14).

Colecta (del Misal anterior): «Dios To-dopoderoso, concédenos conservar siem-pre en nuestra vida y en nuestras costum-bres la alegría de estas fiestas de Pascuaque nos disponemos a clausurar».

Ofertorio: «Que la venida del EspírituSanto nos prepare, Señor, a participar fruc-tuosamente en tus sacramentos, porqueÉl es el perdón de todos los pecados»

Comunión: «El Espíritu Santo me glori-ficará, porque recibirá de mí lo que os irácomunicando –dice el Señor–. Aleluya»(Jn 16,14).

Postcomunión: «Señor de misericordia,escucha nuestras súplicas, y, ya que noshas hecho pasar de los ritos antiguos alos sacramentos de la nueva alianza, ayú-danos a pasar de la vida caduca, fruto delpecado, a la nueva vida del Espíritu».

–Hechos 26,16-20.30-31: Pablo vivióen Roma predicándoles el Reino de Dios.En régimen de semilibertad, el Apóstol nodeja de continuar la misión para la quefue elegido por el Señor predicar el Reinode Dios. El plan salvífico de Dios realiza-do en Cristo por su Muerte-Resurreccióne impulsado por el Espíritu tiene una di-mensión universal. La Iglesia como co-munidad y sacramento de salvación, debeactualizar y llevar a cumplimiento el plan

de Dios. Nos toca a nosotros continuaresa misión con todos los medios que po-damos: nuestra oración, nuestra palabra,nuestra vida... Dice San Gregorio de Nisa:

«Esta es la verdadera perfección, no detenersenunca en el camino hacia lo que es mejor y noponer límites a lo perfecto» (De la perfecta for-ma cristiana). «La gracia del Espíritu Santo seconcede a cada hombre con la idea de que debeaumentar e incrementar lo que recibe» (Institu-ción cristiana).

Y San Gregorio Nacianceno:«Procurad una limpieza de espíritu siempre en

aumento. Nada agrada tanto a Dios como la con-versión y salvación del hombre... Sed como lum-breras en medio del mundo, como una fuerza lle-na de vida para los demás hombres»(Disertación39).

–Jesús está en el cielo y los buenos loverán. El cristiano vive con ansias de verel rostro del Señor, convencido de que veráa Dios cara a cara. Con esta confianzacaminamos hacia el gran día de la segun-da venida del Señor. Por eso proclama-mos con el Salmo 10: «El Señor está ensu templo santo, el Señor tiene su tronoen el cielo; sus ojos están observando, suspupilas examinan a los hombres. El Se-ñor examina a los inocentes y culpables,y al que ama la violencia Él lo odia. Por-que el Señor es justo y ama la justicia.Los buenos verán su rostro».

–Juan 21,20-25: Este es el discípuloque ha escrito todo esto y nosotros sabe-mos que su testimonio es verdadero. Co-menta San Agustín:

«“Sígueme”, porque por él padeció Cristo, delcual dice el mismo Pedro: “Cristo padeció pornosotros, dejándonos ejemplo para que sigamossus huellas”. Por eso le fue dicho: “Sígueme”.Pero hay otra vida inmortal en la que no haymales: allí veremos cara a cara lo que aquí vemosen espejo y figuras cuando se ha progresado mu-cho en la verdad.

«Así, pues, la Iglesia tiene conocimiento dedos vidas que le han sido predicadas y encomen-dadas por divina inspiración, de las cuales una es

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en la fe y la otra en la contemplación; la una en eltiempo de la peregrinación, la otra en la eternidadde la mansión; la una en el trabajo, la otra en eldescanso; la una en el camino, la otra en la patria;la una en el trabajo de la actividad, la otra en elpremio de la contemplación; la una se afana porconseguir la victoria, la otra vive segura en la pazde la victoria..., en conclusión, la una es buena,pero llena de miserias, la otra es mejor y bien-aventurada...» (Tratado 124,5 Sobre el Evange-lio de San Juan).

Domingo de Pentecostés

Misa del día.Entrada: «El Espíritu llena el mundo, y

Él, que mantiene todo unido, habla consabiduría. Aleluya» (Sab 1,7). O bien: «Elamor de Dios ha sido derramado en nues-tros corazones con el Espíritu que se nosha dado. Aleluya» (Rom 5,5).

Colecta (del Gelasiano y Gregoriano):«¡Oh Dios!, que por el misterio de Pente-costés santificas a tu Iglesia extendida portodas las naciones, derrama los dones detu Espíritu sobre todos los confines de latierra y no dejes de realizar hoy, en el co-razón de los fieles, aquellas mismas ma-ravillas que obraste en los comienzos dela predicación evangélica».

Ofertorio (del Sacramentario de Bér-gamo): «Te pedimos, Señor, que según lapromesa de tu Hijo, el Espíritu Santo noshaga comprender la realidad misteriosa deeste sacrificio y nos lleve al conocimien-to pleno de toda la verdad revelada».

Comunión: «Se llenaron todos del Es-píritu Santo y cada uno hablaba de las ma-ravillas de Dios. Aleluya» (Hch 2,4.11).

Postcomunión (con textos del Vero-nense y de la antigua liturgia hispana omozárabe): «¡Oh Dios!, que has comuni-

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cado a tu Iglesia los bienes del cielo, hazque el Espíritu Santo sea siempre nuestrafuerza y la Eucaristía que acabamos derecibir acreciente en nosotros la salva-ción».

Con la donación solemne del EspírituSanto, el Padre vinculó definitivamente lapersona y la obra de su Verbo encarnado,muerto y resucitado a la realidad visible ehistórica de su Iglesia, realizando así elmisterio del Cristo histórico y Cristo to-tal: Cabeza y Miembros vivificados por elmismo Espíritu de Cristo, que Él enviócon el Padre, hasta la consumación de lossiglos.

–Hechos 2,1-11: Se llenaron todos delEspíritu Santo y empezaron a hablar. Lavenida del Espíritu Santo es, en la historiade la salvación, un acontecimiento para-lelo a la Encarnación del Verbo.

–1 Corintios 12,3-7.12-13: Hemos sidobautizados en un mismo Espíritu, paraformar un solo Cuerpo. El Espíritu es elque da vida y sostiene la unidad en el senode la Iglesia. Nos hace sintonizar miste-riosamente con el Corazón de Jesucristo.

–Juan 20,19-23: Como el Padre me haenviado así también os envío yo. Recibidel Espíritu Santo. En virtud de la accióniluminadora y santificadora del EspírituSanto, se realiza nuestra reconciliacióncon Dios en el misterio de Cristo. Oiga-mos a San Ireneo:

«Dios había prometido por boca de sus profe-tas que en los últimos días derramaría su Espíritusobre sus siervos y siervas y que éstos profeti-zarían. Por esto descendió el Espíritu Santo so-bre el Hijo de Dios que se había hecho Hijo delHombre, para así, permaneciendo en Él, habitaren el género humano, reposar sobre los hombresy residir en la obra plasmada por manos de Dios,realizando así en el hombre la voluntad del Padrey renovándolo de la antigua condición a la nueva,creada en Cristo.

«San Lucas nos narra cómo después de la As-censión del Señor, descendió sobre los discípu-

los, el día de Pentecostés, el Espíritu Santo, conel poder de dar a todos los hombres entrada en lavida y dar su plenitud a la nueva alianza. Todos auna los discípulos alaban a Dios en todas las len-guas, al reducir el Espíritu a la unidad a los pue-blos distantes y ofrecer al Padre las primicias detodas las naciones.

«Por esto el Señor había prometido que nosenviaría aquel Defensor que nos haría capaces deDios: del mismo modo que el trigo seco no puedeconvertirse en una masa compacta y en un solopan, si antes no es humedecido, así también no-sotros, que éramos antes como un leño árido,nunca hubiésemos dado el fruto de vida, sin estagratuita lluvia de lo alto. Nuestros cuerpos, enefecto, recibieron por el baño bautismal la unidaddestinada a la incorrupción, pero nuestras almas,pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.

«El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor:Espíritu de prudencia y de sabiduría, Espíritu deconsejo y de valentía, Espíritu de ciencia y detemor del Señor; y el Señor, a su vez, lo dio a laIglesia, enviando al Defensor sobre toda la tierradesde el cielo... Recibiendo por el Espíritu la ima-gen y la inscripción del Padre y del Hijo hagamosfructificar el denario que se nos ha confiado, re-tornándolo al Señor con intereses» (Contra lasherejías 3,17,1-3).

San Basilio dice a su vez: «Ante todo, ¿quién habiendo oído los nombres

que se dan al Espíritu, no siente levantado suánimo y no eleva su pensamiento hacia la natura-leza divina? Ya que es llamado Espíritu de Dios yEspíritu de Verdad, que procede del Padre. Espí-ritu firme. Espíritu generoso. Espíritu Santo essu nombre propio y peculiar... Hacia Él dirigensu mirada todos los que sienten necesidad de san-tificación; hacia Él tiende el deseo de todos losque llevan una vida virtuosa y su soplo es paraellos a manera de riego que les ayuda en la conse-cución de su fin propio y natural. Capaz de per-feccionar a los otros, Él no tiene falta de nada...Élno crece por adiciones, sino que está constante-mente en plenitud; sólido en Sí mismo, está entodas partes. Él es fuente de santidad, Luz parala inteligencia; Él da a todo ser racional como unaLuz para entender la verdad.

«Aunque inaccesible por naturaleza, se dejacomprender por su bondad; con su acción lo llenatodo, pero se comunica solamente a los que en-cuentra dignos, no ciertamente de manera idénti-

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ca ni con la misma plenitud, sino distribuyendosu energía según la proporción de su fe. Simpleen su esencia y variado en sus dones, está íntegroen cada uno e íntegro en todas partes. Se repartesin sufrir división, deja que participen de Él, peroÉl permanece íntegro, a semejanza del rayo delsol, cuyos beneficios llegan a quien disfrute de élcomo si fuera único, pero, mezclado con el aire,ilumina la tierra entera y el mar... Por Él se elevana lo alto los corazones; por su mano son conduci-dos los débiles; por Él los que caminan tras lavirtud llegan a la perfección. Es Él quien iluminaa los que se han purificado de sus culpas y, alcomunicarse a ellos, los vuelve espiri-tuales...» (Tratado sobre el Espíritu Santo 9).

La Santísima Trinidad

Entrada: «Bendito sea Dios Padre y suHijo unigénito, y el Espíritu Santo, por-que ha tenido misericordia de nosotros».

Colecta (del Misal anterior): «Dios, Pa-dre todopoderoso, que has enviado al mun-do la Palabra de la Verdad y el Espíritu dela santificación, para revelar a los hom-bres tu admirable misterio; concédenosprofesar la fe verdadera, conocer la glo-ria de la eterna Trinidad y adorar su uni-dad todopoderosa».

Ofertorio (del Misal anterior): «Por lainvocación de tu santo nombre, santifica,Señor, estos dones que te presentamos ytransfórmanos en ofrenda perenne a sugloria».

Comunión: «Como sois hijos, Dios en-vió a vuestros corazones al Espíritu de suHijo que clama: “¡Abbá! Padre”» (Gál 4,6).

Postcomunión: «Al confesar nuestra feen la Trinidad santa y eterna y en su uni-dad indivisible, concédenos, Señor y Diosnuestro, encontrar la salud del alma y delcuerpo en el sacramento que hemos reci-bido».

La fiesta de la Santísima Trinidad co-menzó a celebrarse en algunos monaste-rios benedictinos ya en el siglo IX. AntesSan Benito de Aniano había redactado unformulario litúrgico en honor de la Santí-sima Trinidad para el Suplemento del Sa-

Domingo de Pentecostés

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cramentario Gregoriano-Adriano. Estafiesta se extendió a varias diócesis deFrancia y Alemania. En 1334 Juan XXIIla extendió a toda la Iglesia.

CICLO ALa Santísima Trinidad es el misterio

que, con amor infinito, Dios mismo nosha revelado en la plenitud de los tiempos:El amor del Padre que nos eligió,predestinándonos desde la eternidad paraser hijos suyos adoptivos. El amor del Hijo,que se entregó hasta dar su vida por no-sotros. El amor del Espíritu Santo, que senos ha dado para que more en nosotrostoda la Santísima Trinidad.

–Éxodo 34,4-6.8-9: Señor, Señor, Dioscompasivo y misericordioso. Somos elpueblo de Dios. Desde el comienzo de laRevelación, el Señor, único y eterno, senos manifestó como el solo Dios verda-dero, en medio de los dioses paganos. Co-menta San Ambrosio:

«Donde está el corazón del hombre, allí estátambién su tesoro; pues el Señor no suele negar ladádiva buena a los que se la han pedido. Y ya queel Señor es bueno, y mucho más bueno todavíapara los que son fieles, abracémonos a Él, este-mos de su parte con toda nuestra alma, con todoel corazón, con todo el empuje de que somoscapaces, para que permanezcamos en su luz, con-templemos su gloria y disfrutemos de la graciadel deleite sobrenatural. Elevemos, por tanto,nuestro espíritu hasta el Sumo Bien, estemos conÉl y vivamos con Él, unámonos a Él, ya que suser supera toda inteligencia y todo conocimientoy goza de paz y tranquilidad perpetuas, una vezque supera también toda inteligencia y toda per-cepción» (Sobre la huida del mundo 6,36).

–Como Salmo responsorial usamos elHimno de Daniel 3,52-56: «Bendito eres,Señor, Dios de nuestros padres, a Ti glo-ria y alabanza por los siglos».

–2 Corintios 13,11-13: La gracia de Je-sucristo, el amor de Dios y la comunión

del Espíritu Santo. Llegada la plenitud delos tiempos, este único y eterno Dios nosreveló sus designios de amor, manifes-tándose como Padre, haciéndonos hijospor Cristo, su Hijo amado, otorgándonossu Espíritu de santificación.

Testimonio claro de la Santísima Trini-dad, en el que, según Santo Tomás deAquino, van incluidos todos los bienes so-brenaturales necesarios:

«La gracia de Cristo, por la que somos justifi-cados y salvados; el amor de Dios Padre, por elque somos unidos a Él; y la comunión del Espíri-tu Santo, que nos distribuye los donesdivinos» (Comentario a 2 Corintios).

–Juan 3,16-18: Dios mandó al mundoa su Hijo para que se salve por Él. Por lafe y el bautismo, todos formamos un nue-vo pueblo de Dios, reunido en la unidaddel Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

«Consumada, pues, la obra que el Padre confióal Hijo en la tierra, fue enviado el Espíritu Santoen el día de Pentecostés para que indeficien-temente santificara a la Iglesia, y de esta formalos que creen en Cristo pudieran acercarse al Pa-dre en un mismo Espíritu... Así se manifiestatoda la Iglesia como “una muchedumbre reunidapor la unidad del Padre y del Hijo y del EspírituSanto”» (Lumen Gentium 4)

Comenta San Agustín:«Pues el médico en cuanto tal viene a curar al

enfermo, a sí mismo se da la muerte quien seniega a observar las prescripciones del médico. ElSalvador ha venido al mundo para salvarlo, nopara que condenarlo? ¿No quieres que Él te sal-ve? Por tu conducta serás juzgado. Pero: ¿quédigo: “serás juzgado”? Mira lo que dice: “El quecree en Mí, no es juzgado; mas el que no cree”...¿Qué esperas que se diga sino que será juzgado?“Ya –dice– está juzgado”. El juicio aún no se hapublicado, pero ya está hecho. Sabe el Señor quié-nes son los suyos, sabe quiénes quedarán para lacorona, quiénes para las llamas; conoce en su eracuál es el trigo y cuál es la paja, como cuál es lamies y cuál la cizaña. Ya está juzgado quien nocree. ¿Por qué juzgado ya? Porque no creyó en elnombre del Hijo unigénito de Dios (Tratado 12,12sobre el Evangelio de San Juan).

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El misterio trinitario que hoy hemos pro-clamado y celebrado es siempre centrode nuestra fe y debe constituir el puntode referencia de nuestra autenticidad cris-tiana.

CICLO BEn profunda actitud de adoración y de

amor responsable nos reunimos para vi-vir en común los lazos entrañables quenos vinculan al misterio insondable de lavida íntima de Dios: Padre, Hijo y Espíri-tu Santo, para cobrar conciencia de nues-tra condición de criaturas suyas que, porel bautismo, fuimos elegidos y consagra-dos para ser testigos del amor del Padre,coherederos del Hijo y santificados por eldon de Espíritu Santo.

–Deuteronomio 4,32-34.39-40: El Se-ñor es el único Dios allá arriba en el cie-lo y aquí abajo en la tierra. No hay otro.Una amorosa iniciativa divina nos hizoPueblo de Dios; más aún, nos hizo hijossuyos. No podemos degradarnos con elculto de dioses falsos, que son también eldinero, los honores, la fama, el poder, elorgullo... Oigamos a San Ireneo:

«Así, pues, según la condición natural, pode-mos decir que todos somos hijos de Dios, ya quetodos hemos sido creados por Él. Pero, según laobediencia y la enseñanza seguida, no todos sonhijos de Dios, sino sólo los que confían en Él yhacen su voluntad. Los que no se le confían nihacen su voluntad son hijos del diablo, puestoque hacen las obras del diablo. Que esto sea así sededuce de Isaías: “Engendré hijos y los crié, peroellos me despreciaron” (Is 1,2). Y en otro lugar:“Los hijos extraños me han defraudado” (Sal 17,46)» (Tratado contra las herejías 4,41).

–Proclamamos con el Salmo 32: «Di-chosa la nación cuyo Dios es el Señor. Lapalabra del Señor es sincera y todas susacciones son leales. Él ama la justicia y elderecho, y su misericordia llena la tierra.La palabra del Señor hizo el cielo, el alien-

to de su boca, sus ejércitos, porque Él lodijo y existió, Él lo mandó y surgió. Losojos del Señor están puestos en sus fie-les, en los que esperan en su misericor-dia, para librar sus vidas de la muerte yreanimarlos en tiempo de hambre. Noso-tros aguardamos al Señor: Él es nuestroauxilio y escudo; que tu misericordia,Señor, venga sobre nosotros, como loesperamos de Ti».

–Romanos 8,14-17: Habéis recibido unEspíritu de hijos adoptivos que nos hacegritar: ¡Abbá! Padre. Por el don de suEspíritu, Dios nos ha hecho además hijossuyos, coherederos con Cristo, su Hijoamado. Comenta San Basilio:

«Por el Espíritu se nos restituye el Paraíso,por Él podemos subir al Reino de los cielos, porÉl obtenemos la adopción filial, por Él se nos dala confianza de llamar a Dios con el nombre dePadre, la participación de la gracia de Cristo, elderecho de ser llamados hijos de la luz, el serpartícipes de la gloria eterna y, para decirlo todode una vez, la plenitud de toda la bendición, tantoen la vida presente como en la futura. Por Élpodemos contemplar como en un espejo, cual siestuvieran ya presentes, los bienes prometidosque nos están preparados y que por la fe espera-mos llegar a disfrutar» (Sobre el Espíritu Santo15,35-36).

–Mateo 28,16-20: Bautizándolos en elnombre del Padre y del Hijo y del Espíri-tu Santo. Por la fe y el bautismo todoshemos sido elegidos de Dios. San Am-brosio dice:

«Tú has sido bautizado en nombre de la Trini-dad. Has profesado -no lo olvides- tu fe en elPadre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Viveconforme a lo que has hecho. Por esta fe hasmuerto para el mundo y has resucitado para Dios...Descendiste a la piscina bautismal. Recuerda tuprofesión de fe en el Padre, en el Hijo y en elEspíritu Santo. No significa esto que creas enuno que es el más grande, en otro que es menor,en otro que es el último, sino que el mismo tenorde tu profesión de fe te induce a que creas en elHijo igual que en el Padre, en el Espíritu igual queen el Hijo, con la sola excepción de que profesas

Santísima Trinidad

78 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

que tu fe en la Cruz se refiere únicamente a laPersona del Señor» (Sobre los Misterios 21 y38).

CICLO CLa solemnidad de la Santísima Trinidad

nos recuerda la total identidad de las tresdivinas Personas, a las que estamos con-sagrados por nuestro bautismo y cuyoamor multiforme sigue realizando la obrade nuestra salvación y santificación. EnDios confesamos tres Personas distintas,que son idénticas en su esencia.

–Proverbios 8,22-31: Antes de comen-zar la tierra, la Sabiduría ya había sidoengendrada y se nos mostró en sombrasy figuras como un eco de la presencia vi-va del Verbo, el Hijo muy amado, en elseno del Padre. San Agustín, comentan-do el prólogo del Evangelio de San Juan,dice:

«Él es la Sabiduría de Dios y en el salmo se lee:“todo lo hiciste en la Sabiduría”. Si Cristo es laSabiduría de Dios y el Salmo dice que lo hicistetodo en la Sabiduría, se sigue que todo ha sidohecho en Él y por Él... La tierra es hechura suya,pero no es criatura que tenga vida. Lo que es vidaes la forma espiritual, según la cual la tierra hasido hecha y existe en la misma Sabiduría... EstaSabiduría contiene en Sí la forma de todo antesque salga al exterior, y por eso todo lo producidosegún esta forma tiene vida en el Verbo, aunqueen sí mismo no la tenga. La tierra, el cielo, la lunay el sol, que vuestra vista contempla, existen pri-mero en su arquetipo y en Él son vida y fuera deÉl son cuerpos sin alma» (Tratado 1,16-17 sobreel Evangelio de San Juan).

–Con el Salmo 8 cantamos al Señor,Dueño nuestro, cuyo nombre es admira-ble en toda la tierra: «Cuando contemploel cielo, obra de tus dedos, la luna y lasestrellas que has creado: ¿qué es el hom-bre, para que te acuerdes de él, el ser hu-mano para darle poder? Lo hiciste pocoinferior a los ángeles, lo coronaste de gloriay dignidad, le diste el mando sobre las

obras de tus manos. Todo lo sometistebajo sus pies: rebaños de ovejas y toros,hasta las bestias del campo, las aves delcielo, los peces del mar que trazan sen-das por el mar».

–Romanos 5,1-5: Caminamos haciaDios, por medio de Cristo, en el amor de-rramado en nuestros corazones por el Es-píritu. En la plenitud de los tiempos, Diosha querido revelarnos su intimidad divi-na, para hacernos hijos de Dios-Padre, porla redención de Dios-Hijo, en virtud de lagracia de Dios-Espíritu Santo que se nosha dado. Comenta San León Magno:

«Bienaventurados los pacíficos, porque ellosserán llamados hijos de Dios (Mt 5,9). Esta bien-aventuranza, amadísimos, no se refiere a cual-quier concordia y armonía, sino a aquélla de lacual dice el Apóstol: “Tened paz para con Dios ”(Rom 5,1) y de la que habla el profeta David (Sal118,16). Esta paz no se la apropian los lazos es-trechísimos de la amistad ni las indiferentes se-mejanzas de ánimo si no están en completa armo-nía con la voluntad de Dios. Fuera de la dignidadde esta paz están las consideraciones de las ape-tencias mundanas, las federaciones de los peca-dos y los pactos de los vicios.

«El amor del mundo no concuerda con el amorde Dios ni llega a la sociedad de los hijos de Diosel que no se aparta de la generación carnal. Maslos que están siempre solícitos de conservar launidad con el vínculo de la paz (Ef 4,3), por launidad de su mente con Dios, jamás se apartan dela ley eterna, diciendo fielmente la ora-ción: “Hágase tu voluntad, así en la tierra comoen el cielo” (Mt 6,10). Estos son los pacíficos.Estos son los que están perfectamente unánimesy santamente concordes» (Sermón 95, sobre lasBienaventuranzas).

El Espíritu Santo se nos ha dado y conÉl el amor de Dios para que seamos ver-daderamente pacíficos.

–Juan 16,12-15: Todo lo que tiene elPadre es mío; el Espíritu recibirá de lomío y os lo anunciará. Jesús, reveladordel Padre, nos envió a su Espíritu parasantificarnos y hacernos vivir su propia

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vida divina y los sentimientos más pro-fundos de su Corazón de Hijo muy ama-do del Padre. Comenta San Agustín:

«El Espíritu Santo, que el Señor prometió en-viar a sus discípulos para que les enseñase toda laverdad, que ellos no podían soportar en el mo-mento en que les hablaba y del cual dice el Após-tol que hemos recibido ahora en prenda para dar-nos a entender que su plenitud nos está reservadapara la otra vida, ese mismo Espíritu Santo ense-ña ahora a los fieles todas las cosas espiritualesde que cada uno es capaz, mas también enciendeen sus pechos un deseo más vivo de crecer enaquella caridad que los hace amar lo conocido ydesear lo que no conocen» (Tratado 97,1 Sobre elEvangelio de San Juan).

El Cuerpo y la Sangredel Señor

Entrada: «Con flor de harina los alimen-tó, y con miel silvestre los sació» (Sal80,17).

Colecta (del Misal anterior): «¡Oh Dios,que en este Sacramento admirable nosdejaste el memorial de tu Pasión, concé-denos venerar de tal modo los sagradosmisterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,que experimentemos constantemente ennosotros los frutos de tu redención».

Ofertorio (del Misal anterior): «Conce-de, Señor, a tu Iglesia, el don de la paz yde la unidad, significado en las ofrendassacramentales que le presentamos».

Comunión: «El que come mi carne ybebe mi sangre habita en Mí y yo en él,dice el Señor» (Jn 6,57).

Postcomunión (del Misal anterior): «Tucuerpo y tu sangre, Señor, signo del ban-quete del Reino, que hemos gustado ennuestra vida mortal, nos llenen del gozoeterno de tu divinidad».

Hacia el año 1000 hubo un despertareucarístico en la Iglesia, pero la solemni-dad del Cuerpo y de la Sangre del Señorhay que relacionarla más concretamentecon la visión que tuvo la Beata Juliana deRétine, priora del monasterio de Monte

Santísima Trinidad

80 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Cornelio, cerca de Lieja (1193-1228) y almilagro de Bolsena. La Beata Juliana (quealgunos la consideran canonizada) tuvouna visión en la que veía un disco res-plandeciente con una franja oscura y en-tendió que eso significaba la ausencia deuna fiesta eucarística en el año litúrgico.Esta visión fue recibida positivamente yel obispo de Lieja, Roberto de Thorote laintrodujo en su diócesis el jueves despuésde la octava de Pentecostés. Entre los teó-logos que dictaminaron en sentido positi-vo sobre la fiesta estaba el provincial delos dominicos Hugo de Thierry, que mástarde fue cardenal y legado de la SantaSede, que confirmó la fiesta el 1252.

Más tarde, en 1261, subió al solio pon-tificio Santiago Pantaleón, antiguo archi-diácono de Lieja, con el nombre de Urba-no IV. El obispo de Lieja le sugirió queextendiese a toda la Iglesia esa fiesta.Dudó un poco, pero lo decidió el milagrode Bolsena: un sacerdote en la consagra-ción tuvo grandes tentaciones sobre lapresencia real de Cristo en la Eucaristía yentonces de la sagrada forma salió san-gre que manchó los corporales, que seconservan en la catedral de Orvieto, don-de se encontraba Urbano IV. Éste decidióla extensión de la fiesta del Corpus a todala Iglesia con la Bula «Transiturus de hocmundo». Este hecho tuvo una acogidaentusiasta en general, con procesiónsolemnísima y otros actos piadosos y fol-clóricos, que todavía se conservan en mu-chos lugares. El formulario litúrgico sedebe a Santo Tomás de Aquino.

CICLO ACon inmenso gozo abre la Iglesia hoy

sus templos para manifestar su fe ardien-te y su alegría fervorosa por la PresenciaReal de Cristo en la Sagrada Eucaristía:Sacramento-Presencia, Sacramento-Sa-crificio, Sacramento-Comunión. Todo fue

obra del inmenso amor de Cristo Reden-tor, que pide nuestra correspondencia deamor a Él y a los hermanos, todos loshombres.

–Deuteronomio 8,2-3.14-16: Te ali-mentó con el maná que no conocías, niconocieron tus padres. Era figura de la Eu-caristía. San Ambrosio compara el manácon el pan eucarístico:

«Es, ciertamente, admirable el hecho de queDios hiciera llover maná para los padres y losalimentase cada día con aquel manjar celestial...Considera, pues, ahora qué es más excelente, siaquel pan de ángeles o la carne de Cristo, que es elcuerpo de vida. Aquel maná caía del cielo, ésteestá por encima del cielo; aquél se corrompía si seguardaba para el día siguiente, éste no sólo esajeno a la corrupción, sino que comunica la inco-rrupción a todos los que lo comen con reveren-cia... Si te admira aquello que no era más que unasombra, mucho más debe debe admirarte la reali-dad... Los dones que tú posees son mucho másexcelentes, porque la luz es más que la sombra, larealidad más que la figura, el Cuerpo del Creadormás que el maná del cielo» (Sobre los Misterios43,47-49).

–Con el Salmo 147 glorificamos al Se-ñor, que «ha reforzado los cerrojos de lapuertas de Jerusalén y ha bendecido a sushijos dentro de ella. Él los sacia con florde harina y envía su mensaje a la tierra»

–1 Corintios 10,16-17: El Pan es uno,y así nosotros, aunque somos muchos for-mamos un solo cuerpo. En el Nuevo Tes-tamento el amor entrañable de Dios a suHijo muy amado se ha extendido a todosnosotros mediante nuestra comunión conÉl. Todos, en comunión con el Corazónde Cristo, formamos un solo Cuerpo mís-tico, que es la Iglesia. El efecto principalde la Sagrada Eucaristía es la unión ínti-ma con Cristo. San Juan Crisóstomo dice:

«¿Qué es en realidad el pan? El Cuerpo de Cris-to. ¿Qué se hacen los que comulgan? Cuerpo deCristo. No muchos cuerpos, sino un solo cuer-po... Porqué no te alimentas tú de un cuerpo yaquél de otro, sino que todos nos alimentamos

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del mismo... Si, pues, todos participamos delmismo Pan y todos nos hacemos una misma cosa¿por qué, pues, no manifestamos la misma cari-dad y con ello nos convertimos en una mismacosa?» (Homilía 24, 2).

–Juan 6,51-54: Mi carne es verdaderacomida y mi sangre verdadera bebida. Porla Eucaristía, la misma Vida divina que seinjertó en la humanidad mediante el mis-terio de la Encarnación del Verbo se hacetambién vida en nosotros. Sin comuniónvital con Cristo Jesús no hay realmentevida cristiana. Comenta San Agustín:

«Los fieles conocen el Cuerpo de Cristo si nose olvidan de que son cuerpo de Cristo. HazteCuerpo de Cristo si quieres vivir del espíritu deCristo... El Cuerpo de Cristo no puede vivir sinodel Espíritu de Cristo. De aquí que hablándonosel Apóstol San Pablo de este Pan, dijo: “Porqueel Pan es uno, somos muchos un solo Cuerpo” (1Cor 10,17). ¡Oh sacramento de misericordia! ¡Ohsímbolo de unidad! ¡Oh vínculo de caridad! Quienquiera vivir aquí tiene donde vivir, tiene de dondevivir. Acérquese, crea, forme parte de este Cuer-po para ser vivificado. No recele de la unión delos miembros, no sea un miembro canceroso quemerezca ser cortado, ni miembro dislocado dequien se avergüencen; sea hermoso, esté adapta-do, esté sano, esté unido al Cuerpo, viva de Dios,para Dios; trabaje ahora en la tierra, para quedespués reine en el cielo» (Tratado 26,13 Sobreel Evangelio de San Juan).

CICLO BPor el acontecimiento eucarístico, pue-

de gozar la Iglesia entera de una continuapresencia viviente de Cristo en medio desu pueblo. Se actualiza sacramentalmenteel misterio de la Pasión, Muerte y Resu-rrección del Señor y así podemos partici-par personalmente de la misma vida divi-na del Corazón del Hijo de Dios, hechohombre para hacernos a los hombres hi-jos de Dios.

–Éxodo 24,3-8: Esta es la sangre de laalianza que hace el Señor con vosotros.En la historia de la Salvación el sacrificio

y la sangre con que se selló la AlianzaPascual primitiva fue signo y figura delsacrificio definitivo de la Nueva Alianzaen la Sangre de Cristo. Comenta el Am-brosiaster:

«Esto fue imagen del Testamento al que llamónuevo el Señor por los profetas; de modo que esviejo aquel que dio Moisés. Así, pues, con San-gre se ha establecido el Testamento, ya que lasangre es testigo del beneficio divino. En tipo delo cual nosotros recibimos el místico cáliz de lasangre para defensa de nuestro cuerpo y alma;porque la Sangre del Señor redimió nuestra san-gre, es decir, salvó a todo hombre. Pues la carnedel Salvador, por la salvación del cuerpo, y lasangre se derramó por nuestra alma como anteshabía sido prefigurado por Moisés» (Comenta-rio a 1 Cor 11,20-24.26).

–Por eso clamamos con el Salmo115: «Alzaré la copa del Señor invocandosu nombre. Mucho le cuesta al Señor lamuerte de sus fieles. Señor, yo soy tu sier-vo, rompiste mis cadenas. Te ofreceré unsacrificio de alabanza, invocando tu nom-bre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos,en presencia de todo el pueblo».

–Hebreos 9, 11-15: La sangre de Cristopodrá purificar nuestra conciencia. Cris-to, Sacerdote eterno, con su sacrificio de-finitivo en la Cruz, perpetuado sacramen-talmente por la Eucaristía, ha garantizadola nueva y definitiva Alianza. San Juan Cri-sóstomo habla del inmenso valor de lasangre de Cristo:

«¿Quieres saber el valor de la Sangre de Cristo?Remontémonos a las figuras y recordemos losantiguos relatos de Egipto. San Juan Crisóstomocomenta: “Inmolad, dice Moisés, un cordero deun año; tomad su sangre y rociad las dos jambasy el dintel de la casa”... ¿Deseas descubrir aúnpor otro medio el valor de esta Sangre? Mira dedónde brotó y cuál sea su fuente: empezó a bro-tar de la misma Cruz y su fuente fue el costadodel Señor. Pues, muerto ya el Señor, dice el Evan-gelio, “uno de los soldados se acercó con la lanzay le traspasó el costado y al punto salió agua ysangre”: agua como símbolo del bautismo; sangrecomo figura de la Eucaristía. El soldado le traspa-só el costado, abrió una brecha en el muro del

El Cuerpo y la Sangre del Señor

82 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

templo santo, y yo encuentro el tesoro escondi-do y me alegro con la riqueza hallada» (Cateque-sis bautismales, 3, 13-19).

Y Orígenes:«Cuando vieres que los gentiles abrazan la fe,

que se construyen iglesias, que los altares se ti-ñen con la sangre preciosa de Cristo, cuando vieresa los sacerdote y levitas como ministros no de lasangre de toros y de machos cabríos (Heb 9,13),sino de la palabra de Dios por la gracia del Espí-ritu Santo, di entonces que después de Moiséstomó y obtuvo el principado Jesús, no aquel Je-sús hijo de Neve, sino Jesús el Hijo de Dios»(Homilía 2,1 sobre Josué).

–Marcos 14,12-16.22-26: Esto es miCuerpo. Esta es mi Sangre. La comunióneucarística, fruto de una acción sacrificialinstituida y verificada sacramentalmentepor el propio Jesucristo, nos hace parti-cipar realmente en el misterio de la Muer-te, Pasión y Resurrección de Jesucristo.Comenta San Efrén:

«Después que comieron los discípulos el pannuevo y santo, y entendieron por la fe que por élhabían comido el Cuerpo de Cristo, siguió Cristodesarrollando y dando el sacramento completo.Tomó y mezcló el cáliz de vino; después lo ben-dijo, signó y santificó, declarando que era su San-gre que había de ser derramada... “Cuando os re-unáis en mi nombre en la Iglesia, en cualquierparte de la tierra, haced en memoria mía lo quehice: comed mi Cuerpo y bebed mi Sangre”. Tes-tamento Viejo y Nuevo... Fue una tardeperfectísima en la cual Cristo llevó a cabo la ver-dadera Pascua» (Homilía 4, en la Semana Santa,6-7).

CICLO CLa solemnidad del Corpus deja viva en

nuestra conciencia la real presencia deCristo en la Eucaristía. Sin esto, seríaCristo para nosotros una realidad pasaday su Evangelio una simple filosofía reli-giosa. Por la Eucaristía su SacratísimoCorazón sigue palpitando en nuestros al-tares, y en los Sagrarios, al alcance denuestro amor y de nuestra vida.

–Génesis 14,18-20: Melquisedec ofre-ció pan y vino. Por su condición de Sa-cerdote único y eterno, Jesús sigue sien-do el gran Mediador entre el Padre y no-sotros. Por su sacrificio eucarístico veri-fica constantemente en nosotros su obrade salvación. San Cipriano explica la se-mejanza entre Melquisedec y Cristo:

«También vemos en el sacerdote Melquisedecprefigurado el misterio del sacrificio del Señor,según lo que Atestigua la Escritura divina: “Túeres sacerdote para siempre según el orden deMelquisedec” (Sal 109,3). El cual orden, cierta-mente, es éste que procede de aquel sacrificio yque desciende de haber sido Melquisedec sacer-dote del Dios sumo, de haber ofrecido pan y vino,de haber bendecido a Abrahán. Porque ¿quiénmás sacerdote del Dios sumo que nuestro SeñorJesucristo, que ofreció sacrificio a Dios Padre yofreció aquello mismo que había ofrecidoMelquisedec: pan y vino, es decir, su Cuerpo ysu Sangre? Y la bendición de entonces a Abrahánse refería a nuestro pueblo. Porque Abrahán cre-yó a Dios y le fue tomado en cuenta de justicia,ciertamente quienquiera que cree a Dios y vivepor la fe, es hallado justo; y aparece ya en el fielAbrahán, bendecido y justificado, como afirma elbienaventurado Apóstol Pablo en Gálatas 3,6-9»(Carta 63,4).

–Con razón proclamamos el sacerdociode Cristo con el Salmo 109: «Oráculo delSeñor a mi Señor: Siéntate a mi derecha yharé de tus enemigos estrado de tus pies.Desde Sión extenderá el Señor el poderde tu cetro: somete en la batalla a tus ene-migos. Eres príncipe desde el día de tunacimiento, entre esplendores sagrados;yo mismo te engendré, como rocío, an-tes de la aurora. El Señor lo ha jurado yno se arrepiente: Tú eres sacerdote eter-no según el rito de Melquisedec».

–1 Corintios 11,23-26: Cada vez quecoméis y bebéis proclamáis la muerte delSeñor. Sacerdote Jesucristo sigue siendotambién Víctima inmolada, puesta a nues-tro alcance en el tiempo, hasta que vuel-va. Comenta San Juan Crisóstomo:

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«Por tanto, si te acercas a la Eucaristía, nohagas indigno de ello: no avergüences a tu herma-no, no desprecies al que tiene hambre, no te em-briagues, no deshonres a la Iglesia. Te acercas adar gracias por lo que has recibido: por tanto, datu también algo en cambio y no te apartes de tuprójimo. Pues Cristo dio a todos por igual, di-ciendo: “tomad y comed”. Él dio a todos porigual su Cuerpo y ¿tú ni si quieras das por igual elpan ordinario? E igualmente por todos fue parti-do, y para todos fue Cuerpo por igual» (Homilía27 sobre 1 Corintios, 4).

–Lucas 9,11-17: Comieron todos y sesaciaron. Para garantizarnos su podereseucarísticos, Jesús ofreció un día los sig-nos visibles de su divinidad: su impresio-nante poder sobre los elementos materia-les de una comida en el desierto. SanAmbrosio explica este milagro relaciona-do con la Eucaristía:

«Tiene también sentido místico el que, comien-do el pueblo, se sacie, y que sirvan los Apósto-les; porque también en la sociedad se designa unindicio de que el hambre ha sido para siemprerechazada, porque no tendrá hambre el que recibael manjar de Cristo, y en el ministerio de losApóstoles se anuncia la futura separación delCuerpo y la Sangre del Señor» (Comentario alEvangelio de San Lucas 6,84).

Hemos de ser siempre custodias vivientes, con-vertidos por la comunión eucarística enostensorios vivos de Cristo y de su Evangelio enmedio de los hombres, con la palabra y con lapropia vida.

El Sagrado Corazón de Jesús

Entrada: «Los proyectos de su Cora-zón, de edad en edad, para librar sus vi-das de la muerte y reanimarlos en tiempode hambre» (Sal 32,11.19).

Colecta (de nueva redacción): «Diostodopoderoso, al celebrar la solemnidaddel Corazón de tu Hijo unigénito recorda-mos los beneficios de tu amor para connosotros; concédenos recibir de esa fuen-te divina una inagotable abundancia degracia». O también (del Misal anterior):«¡Oh Dios!, que en el Corazón de tu Hijo,herido por nuestros pecados, has deposi-tado infinitos tesoros de caridad; te pedi-mos que, al rendirle el homenaje de nues-tro amor, le ofrezcamos una cumplidareparación».

Ofertorio (del Misal anterior): «Mira,Señor, el amor del corazón de tu Hijo, paraque este don que te ofrecemos sea agra-dable a tus ojos y sirva para el perdón denuestras culpas».

Comunión: «Dice el Señor: el que tengased que venga a Mí, el que cree en Mí,que beba. De sus entrañas manarán to-rrentes de agua viva» (Jn 7,37-38). O

El Cuerpo y la Sangre del Señor

84 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

bien: «Uno de los soldados con la lanza letraspasó el costado y al punto salió san-gre y agua» (Jn 19,34).

Postcomunión (de nueva redacción):«Este sacramento de tu amor encienda ennosotros el fuego de la caridad que nosmueva a unirnos más a Cristo y a reco-nocerle presente en los hermanos».

El amor infinito con que Dios ha reali-zado espontáneamente sus designios desalvación se nos ha revelado en una cons-tante alianza de amor permanente: «Dioses caridad» (1 Jn 4,8.16). La prueba de-finitiva es este Corazón que tanto ha amadoa los hombres. El culto al Sacratísimo Co-razón de Jesús tiene sus bases firmísimasen las Sagradas Escrituras. Los SantosPadres lo revelaron profusamente, sobretodo con el hecho histórico de la lanzadadel soldado al costado de Cristo. En elMedievo, la meditación de este pasaje bí-blico recordado en la liturgia llevó a pro-fundizar mucho en ladevoción al Cora-zón de Jesucristo, principalmente en el mo-nasterio benedictino de Helfta (Alemania)sobre todo con Santa Matilde y Santa Ger-trudis.

En el siglo XVII la divulgó mucho suculto San Juan Eudes, que compuso untexto litúrgico para su fiesta. En ese mis-mo siglo las revelaciones a Santa Marga-rita María de Alacoque le llevaron a pro-pugnó que se aprobase por Roma comofiesta litúrgica para toda la Cristiandad.Esta difusión se abrió camino sobre todopor mediación de los obispos polacos, entiempos de Clemente XIII, en 1765. Elculto se fue extendiendo por doquier y en1856 Pío IX extendió la fiesta a toda laIglesia universal. León XIII consagró elmundo al Corazón de Jesús el 11 de juniode 1899. Pío XI elevó la fiesta al rango deprimera clase con octava privilegiada, en1928. Después del Concilio Vaticano II,

con la renovación del Calendario Litúrgi-co, esta fiesta tiene el carácter de solem-nidad.

CICLO A–Deuteronomio 7,6-11: El Señor se

enamoró de vosotros y os eligió. El amorsalvífico de Dios es absolutamente gra-tuito. Nos ama por iniciativa propia, noporque nosotros lo hayamos merecidoprimero.

–1 Juan 4,7-16: Él nos amó. Dios, quees la perfección toda y en todo, ha queri-do revelársenos explícitamente comoAmor. ¡Dios es caridad tan infinita quellegó a darnos a su propio Hijo como Víc-tima por nuestros pecados!

–Mateo 11,25-30: Soy manso y humil-de de Corazón. En Cristo se nos ha mani-festado la plenitud del Amor que Dios nostiene y el modelo perfecto del amor quenos pide en correspondencia.

CICLO B–Oseas 11,1.3-4.8-9: Se me revuelve el

Corazón. El profeta Oseas proclama larazón última de la alianza de Dios con supueblo: El Amor eterno con que determi-nó desde el principio salvar a sus elegi-dos.

–Efesios 3,8-12.4-19: Comprendiendolo que trasciende toda filosofía: el amorcristiano. Jesucristo es la Encarnación realy palpitante del Amor del Padre: «tantoamó Dios al mundo que llegó a entregarlea su propio Hijo» (Jn 3, 16).

–Juan 19,1-37: Le traspasó el costadoy al punto salió sangre y agua. Por amorJesús se entregó todo entero como Re-dentor y Víctima inmolada. La lanzada delCalvario fue un hecho providencial, que

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nos señalaba el Corazón que tanto haamado a los hombres.

CICLO C–Ezequiel 34,11-16: Yo mismo apacen-

taré a mis ovejas y las haré sestear. Todala historia de la salvación ha sido un pro-ceso intensivo de acercamiento de Dios asu pueblo, como un Pastor en medio desu rebaño. La historia culmina en Cristo:el Buen Pastor por antonomasia.

–Romanos 5,5-11: Dios nos da pruebade su amor. Sin Cristo estaríamos perdi-dos, como ovejas sin pastor. Pero el amorde Dios nos reconcilió en Cristo Jesús, elPastor de nuestras almas.

–Lucas 15,3-7: He encontrado la ove-ja perdida. Es una gran alegría en el cielola conversión del pecador. Ante el Cora-zón de Jesucristo todo hombre es siem-pre recuperable. Es Él quien ha hechoposible, y sólo Él podía hacerlo, nuestrareconciliación con el Padre.

La Iglesia, en el Oficio de esta solemni-dad, nos presenta un bello texto de SanBuenaventura:

«Corre con vivo deseo al Corazón de Jesústraspasado, a esa Fuente de Vida y de Luz quien-quiera que seas. ¡Oh alma, amante de Dios! y contoda la fuerza de tu corazón exclama: ¡Oh hermo-sura inefable del Dios altísimo, resplandor purí-simo de la eterna Luz! ¡Vida que vivificas todavida, Luz que ilumina toda luz y conservas enperpetuo resplandor millares de luces que desdela primera aurora fulguran ante el trono de tudivinidad! ¡Oh eterno e inaccesible, claro y dulcemanantial de la Fuente oculta a los ojos mortales,cuya profundidad es sin fondo, cuya altura es sintérmino, su anchura ilimitada y su purezaimperturbable!» (El árbol de la vida 29-30.47).

El Sagrado Corazón de Jesús

86 P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Indice

Jueves Santo, 3.–Viernes Santo, 4. –Sábado Santo, 5. –Domingode Resurrección, 6.

Octava de Pascua. –Lunes, 8. –Martes, 9. –Miércoles, 10. –Jueves, 11. –Viernes, 12. –Sábado, 14.

2ª Semana de Pascua. –Domingo, 15. –Lunes, 18. –Martes, 19.–Miércoles, 20. –Jueves, 21. –Viernes, 22. –Sábado, 24.

3ª Semana de Pascua. –Domingo, 25. –Lunes, 29. –Martes, 30.–Miércoles, 31. –Jueves, 33. –Viernes, 34. –Sábado, 35.

4ª Semana de Pascua. –Domingo, 36. –Lunes, 39. –Martes, 40.–Miércoles, 41. –Jueves, 42. –Viernes, 43. –Sábado, 45.

5ª Semana de Pascua. –Domingo, 46. –Lunes, 48. –Martes, 50.–Miércoles, 51. –Jueves, 52. –Viernes, 53. –Sábado, 54.

6ª Semana de Pascua. –Domingo, 56.–Lunes, 58. –Martes, 60. –Miércoles, 61. –Jueves, 62. –Viernes, 63. –Sábado, 64.

7ª Semana de Pascua. –Domingo: Ascensión del Señor, 65. –Lunes, 66. –Martes, 67. –Miércoles, 68. –Jueves, 70. –Viernes,71. –Sábado, 72.

Domingo de Pentecostés, 73.

La Santísima Trinidad, 75.

El Cuerpo y la Sangre del Señor, 79.

El Sagrado Corazón de Jesús, 83.