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Alteraciones organiza ti va s producidas por el cambio social: la marginación social Margarita CAMPOY LOZAR RESUMEN ABS TRACT Este trabajo comporfa un recorrido, en primer lugar por los orígenes y subsecuente desarrollo que el concepto de marginación ha experimenta- do en el ámbito de la sociología. Aborda también aspectos referentes a las diferencias y relaciones que tal concepto guarda con otros como delin- cuencia, desviación e inadaptación. El análisis del fenómeno, que se ha delimitado conceptualmenle, conduce a aquellos factores cuya incidencia sobre la marginación es harto manifiesta. As4 pobreza, emigración, enfermedad, delincuencia, etc. La dis- conformidad y rebelión juveniles han sido trata- das, asimdmo. como expresíónes de tal dimen- sion de la realidad social y son vistas a la luz del “derecho a la disidencia”, más propio de las so- ciedades económicamente desarrolladas y políti- ca e ideológicamente plurales. C uando, en 1928, Robert Park publica su articulo ‘La migra- ción humana y el hombre mar- ginal”, aparecido en el volumen XXXIII del American Journal of Sociology, en- tra en escena un concepto que habrá de tener, posteriormente, una larga trayectoria en el análisis de ciertos fe- nómenos característicos de la socie- The organizational moves resulting from social change: social marginalization. Beginning with the histoty of ‘marginalisation” 33 a concept in Sociology the author examines its evolution and considers the difierences between Ihis concept anó otrier related sociological concepís: deviance, delinquency lack of adaptation. She explains the impact of poverly, migration, illness, delinquency etc, on marginalisation. Youth reved is also considered as a reflection of current social trends associated with the phenomenon anó intormed by Ihe ‘right of dissidence” vihích is particular to pofítícal and io’eologíóal pfurafí~m of advanced economic societies. dad moderna. Hay que advertir, sin embargo, desde el primer momento, que sólo a través de un amplio proce- so de extensión y dispersión semánti- ca, llegará a tener las connotaciones con las que actualmente se emplea. Las referencias usuales al artículo de Park suelen aludir al hecho de que, a consecuencia de la emigración, sur- Cuadernos de Trabajo Social o.” 8<1995). Págs. 17-38 Servicio de Publicaciones. Universidad Complutense. Madrid, 1995 17

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Alteraciones organizativas producidas por

el cambio social: la marginación social

Margarita CAMPOY LOZAR

RESUMEN ABS TRACT

Este trabajo comporfa un recorrido, en primerlugar por los orígenes y subsecuente desarrolloque el concepto de marginación ha experimenta-do en el ámbito de la sociología. Aborda tambiénaspectos referentes a las diferencias y relacionesque tal concepto guarda con otros como delin-cuencia, desviación e inadaptación. El análisis delfenómeno, que se ha delimitado conceptualmenle,conduce a aquellos factores cuya incidencia sobrela marginación es harto manifiesta. As4 pobreza,emigración, enfermedad, delincuencia, etc. La dis-conformidad y rebelión juveniles han sido trata-das, asimdmo. como expresíónes de tal dimen-sion de la realidad social y son vistas a la luz del“derecho a la disidencia”, más propio de las so-ciedades económicamente desarrolladas y políti-ca e ideológicamente plurales.

C uando, en 1928, Robert Parkpublica su articulo ‘La migra-ción humana y el hombre mar-

ginal”, aparecido en el volumen XXXIIIdel American Journal of Sociology, en-tra en escena un concepto que habráde tener, posteriormente, una largatrayectoria en el análisis de ciertos fe-nómenos característicos de la socie-

The organizational moves resulting from socialchange: social marginalization.

Beginning with the histoty of ‘marginalisation”33 a concept in Sociology the author examines itsevolution and considers the difierences between Ihisconcept anó otrier related sociological concepís:deviance, delinquency lack of adaptation. Sheexplains the impact of poverly, migration, illness,delinquency etc, on marginalisation. Youth reved isalso considered as a reflection of current socialtrends associated with the phenomenon anóintormed by Ihe ‘right of dissidence” vihích isparticular to pofítícal and io’eologíóal pfurafí~m ofadvanced economic societies.

dad moderna. Hay que advertir, sinembargo, desde el primer momento,que sólo a través de un amplio proce-so de extensión y dispersión semánti-ca, llegará a tener las connotacionescon las que actualmente se emplea.

Las referencias usuales al artículode Park suelen aludir al hecho de que,a consecuencia de la emigración, sur-

Cuadernos de Trabajo Social o.” 8<1995). Págs. 17-38Servicio de Publicaciones. Universidad Complutense. Madrid, 1995 17

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gen híbridos culturales que son el frutode la fusión de formas de vida y de tra-diciones de dos pueblos distintos. Noobstante, el punto de partida de las te-sis de Park remite a un tema de grancalado: lo que a él le preocupa es ladiscusión de las principales doctrinasque intentan explicar, a partir de unacausa dominante, las diferencias cultu-rales que existen entre las razas y lospueblos.

De Montesquieu se deriva la es-cuela que pretende explicar tales dife-rencias a partir de las peculiaridadesdel clima y del contorno físico. De igualmodo. será Gobineau (La desigualdadde las razas humanas), el punto departida de la escuela que atribuye lasdiferencias culturales a rasgos innatosde las razas, transmitidos por herenciabiológica.

Pero a Park le resulta más atracti-va, por atenerse mejor a la enorme di-versidad de los hechos de experienciay permitir la explicación de un númeromucho mayor de situaciones, la que élllama “teoría catastrófica de la civiliza-ción”, que tendría su origen en Hume,en Inglaterra y’ en Turgot, en Francia.Según tal teoría, más importante quelas razas y la conservación de sus ras-gos, será el contraste, la mezcla, inclu-so el antagonismo entre las mismas.En este contexto da entrada Park al te-ma de los movimientos migratorios,junto con las guerras y las revolucio-nes.

Pero para él —pensador de unasociedad formada por poblaciones dealuvión— la emigración tiene una impor-tancia especial y no debe ser estudia-da únicamente en sus aspectos másgruesos y externos, que se refieren a

los cambios en la moral y en las cos-tumbres, sino que debe ser enfocada,también, en sus aspectos subjetivos.Será necesario prestar atención a loscambios que la emigración introduceen los tipos de personalidad.

“Cuando la organización de la so-ciedad tradicional —dice Park— se rom-pe como resultado del contacto y coli-sión con una nueva cultura invasora, elefecto es, por así decirlo, la emancipa-ción del individuo. Las energías queantes estaban controladas por las cos-tumbres y las tradiciones se liberan”.

El resultado es la emancipacióndel individuo que, de algún modo, seconvierte en extranjero y cosmopolita,ocupando la secularización el lugar dela antigua mentalidad sagrada. Obvioes decir que, en este punto, aparece lareferencia a Simmel —su antiguo maes-tro—, por lo que se refiere al estudio delextranjero y, junto a ella, el análisis, to-davía embrionario, del judío que aban-dona el ghetto. En esta primera elabo-ración del concepto de “hombremarginal” destacan los siguientes ras-gos: se trata de un hombre que, a con-secuencia de la emigración, se en-cuentra entre dos razas, pueblos y/oculturas, emancipado respecto de lasuya y libre frente a la nueva y, por tan-to, en una peculiar situación de relativaindependencia, que puede estimular laaparición de respuestas creadoras.

Tres años más tarde, en 1931,volverá Park sobre “el hombre margi-nal”, en su artículo “Personalidad yconflicto cultural’, afirmando ahora queel hombre marginal típico es la personacon herencia racial mezclada.

Pero mayor importancia tiene laaparición, en 1937, del libro de E. V.

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Stonequist, El hombre marginaL dedi-cado al desarrollo e ilustración del con-cepto acuñado por Park. Precisamen-te, en la ‘Introducción’ a dicho libro,hace Park especial hincapié en losefectos desorganizadores de la margi-nalidad:

“El hombre marginales aquel aquien el destino ha condenado a viviren dos sociedades y en dos culturas,no meramente distintas, sino antagóni-cas” (PARK, 1937).

Stonequist, por su parte, caracte-rizará y ejemplificará cuatro tipos dehombre marginal: el emigrante extran-jero, el emigrante de segunda genera-ción, el judío emancipado del ghetto yel mestizo. También menciona otros ti-pos de marginalidad, como el “parvo-nu , el desclasado, el emigrante delcampo a la ciudad y la mujer que asu-me papeles nuevos, pero apenas si de-dica atención a estos casos.

La introducción del concepto de‘hombre marginal” por Park y su desa-rrollo efectivo por Stonequist permitirá,como analiza Martín López (1975>, aBarber y Merton precisar como uno delos significados de la ambivalencia so-ciológica la que surge en quienes hanvivido en dos o más sociedades, vi-niendo a orientarse por valores diferen-tes; es decir, un caso típico de doblesocialización, cuyo ejemplo más ilus-trativo resultan ser los emigrantes.

La reconsideración, a la luz de lateoría del hombre marginal, de los es-tudios que Thomas y Znaniecki habíanpublicado, en 1918, sobre Elcampesi-no polaco en Europa y en América, tu-yo como consecuencia que,en los añossiguientes a la publicación del libro deSionequial, se centrará la atención de

los sociólogos sobre la segunda gene-ración de los emigrantes, como el gru-po marginal más distintivo. Favorecíanesta caracterización datos como el in-dice de criminalidad, relativamente al-to; la desorganización de las familias ylas perturbaciones emocionales de losindividuos.

Las investigaciones posteriorestendieron a poner de relieve que lamarginalidad no está conectada intrín-secamente con situaciones étnicas yraciales, que lleven aparejada la subor-dinación. Así, Golovensky, en un arti-culo publicado en Social Forces en1952 critica las connotaciones evaluati-vas de la marginalidad y el hecho deque el término se aplique restrictiva-mente a los grupos étnicos, cuando enuna sociedad pluralista y complejaexisten otros muchos tipos de hombremarginal. En el mismo sentido, apun-tan las criticas de A. W. Creen (1947-1948), quien muestra cómo el análisisinterno descubre variables analíticasolvidadas por Stonequist. Así, el montodel conflicto cultural, los esfuerzos porsalirse del grupo étnico y los factoressituacionales de rechazo.

Más recientemente el concepto demarginalidad se ha aplicado a miem-bros de los más diversos grupos y es-tratos sociales, como, por ejemplo, enlos estudios de David Riesmann.

Mas ha sido necesario un notabledesplazamiento semántico para llegara las acepciones que actualmente re-viste, en Sociología, el término margi-nalidad. No deja de ser significativoque, aunque en nuestra lengua no estáreconocida la palabra “marginación”, elverbo “marginar” incluye, como una desus acepciones, la de “preterir a al-

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guien, dejarlo al margen de alguna ac-tividad, prescindir o hacer caso omisode alguien”, además de la de ‘poner odejar a una persona o grupo en condi-ciones sociales de inferioridad”. A locual hay que añadir la locución adver-bial ‘al margen”, que se emplea para‘indicar que una persona o cosa no tie-ne intervención en el asunto de que setrata”. Estas definiciones de uso coinci-den en señalar la existencia de dosmundos, personales o grupales, queen parte coinciden y en parte no, pro-duciéndose la separación y el distan-ciamiento de los miembros de uno deellos, por obra del otro, quienes, de esemodo, quedan en situaciones de mfe-rioridad social o cultural. Un uso figura-do del término ‘margen”, como ‘oca-sión, oportunidad, holgura, espaciopara un acto o suceso’, deja la puertaabierta para incluir cierto tipo de margi-nalidad, producto del ‘derecho a la di-sidencia’, que aparece en las socieda-des económicamente desarrolladas eideológicamente plurales.

En sentido próximo a las definicio-nes de uso se mueven los intentos deconceptualización de dos sociólogos:Gino Germani (1973) y Valverde Moli-na <1988).

Con Gino Germani podemos defi-nir la marginalidad como “la falta departicipación de individuos y grupos enaquellas esteras en las que de acuerdocon determinados criterios les corres-pondería participar o deberían partici-par’ -

Valverde Molina define como mar-ginal aquel individuo que por algún mo-tivo y en un área más o menos concre-ta se encuentra al margen de la“normalidad” de un grupo. Con este au-

tor el concepto de marginación socialcobra algunas precisiones. En primerlugar, se exige la referencia a un grupoconcreto, ya que el individuo margina-do revela una carencia con respecto alas demandas de ese grupo. De otraparte, tal grupo de referencia es nor-mativo, ya que establece pautas deconducta que serán consideradas nor-males. Igualmente el grupo habrá dedisponer, por imprecisa que sea, deuna estructura de poder desde el cualconceptualizar al marginado en funciónde la distancia que guarde con el gruponormativo. Por último, la marginaciónequivale a una situación en la que seencuentra el individuo de forma pasiva,sin que intervengan, por lo general, supropia decisión o sus intereses.

Con todo, reconoce el autor quees un concepto indeterminado porcuanto puede englobar a sujetos muydiferentes, dependiendo de los criteriosque se utilicen para definir la situaciónde marginación: bien la edad —no estáintegrado ni el individuo que aún no haalcanzado la madurez <independenciaeconómica y afectiva) ni quien hayapasado a ser un elemento pasivo, porhaber dejado de tener una vida pro-ductiva en el cuerpo social—, bien laeconomía —las épocas de crisis, cual elmomento actual, tendrían como conse-cuencia un incremento de marginacióno, a la inversa, una reducción del peri-odo en que el individuo está plenamen-te integrado—, el sexo, la pertenencia auna minoría étnica, la pobreza o lasde-ficiencias mentales y físicas.

Se desprende, por lo tanto, quecon el concepto de marginación puedealudirse a realidades muy diferentesque tienen como denominador común

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una cierta o al menos parcial exclusiónde la consideración de normalidad deun determinado sistema social, gene-rándose así un distanciamiento conrespecto a las normas comportamenta-les predominantes. Y lo que quizás re-suIte más interesante és que el autordistingue nítidamente dicho conceptode otros, como inadaptación y delin-cuencia, en demasiadas ocasionesusados de manera confusa,

La inadaptación equivaldria al fra-caso ante los estfmulos que el medioofrece. Consecuentemente resulta másapropiado para calificar a aquellos suje-tos que no sólo se encuentran al mar-gen, sino que además manifiestan uncomportamiento discrepante respecto alo considerado normal en un contex-to dado, de modo que la tolerancia delsistema hacia el inadaptado estará enfunción de las siguientes variables: ladistancia y/o proximidad al grupo nor-mativo prevaleciente, característicaspersonales y reconocimiento social dela valía aportada, y del modo como lasociedad aborde su control, según lamayor o menor intensidad de la amena-za que suponga para el sistema.

Mientras tanto, la delincuencia po-ne ante todo de relieve el carácter jurí-dico del delito. Así, denota aquellos ac-tos relacionados con unos parámetroslegales que, a su vez, pueden conside-rarse como una modalidad de inadap-tación social. Desde esta perspectiva,la delincuencia incorpora al conceptode inadaptación los efectos de la insti-tucionalización represiva.

En lo que si inciden convergente-mente, una y otra vez, la literatura y lainvestigación sociológicas es en obser-varía profunda influencia de los proce-

sos de modernización —industrializa-ción, urbanización, secularización,etc.—, en el fenómeno de la margina-ción social. Porque sin que haya la me-nor sombra de duda sobre el hecho deque en cualquier sociedad de cualquiertiempo y lugar haya existido un volu-men de población marginada —del mis-mo modo que en todos los órdenes so-ciales ha habido que contar con unvolumen de conducta desviada—, enlas sociedades industriales parecenactuar unos dispositivos y mecanismosque transforman su presencia en reali-dad peculiar y “sui generis”.

Asilo pone de manifiesto, en primerlugar, el argumento que desarrollaRuesch (1973) en los siguientes térmi-nos: cuando la energía muscular y lashabilidades individuales constituian elfundamento de la producción, quien nopodía participar en las actividades pro-ductivas —ciegos, mutilados, retrasados,etc.—, quedaba también privado de losbeneficios. Actualmente, la automatiza-ción ha cambiado la concepción y éticatradicionales del trabajo y, con ellas, loscriterios valorativos: más que la aporta-ción activa, se valora lo que se consume.

Desde tal óptica, el comporta-miento marginal resulta menos eviden-te, puesto que las actividades se handispersado y asistimos a una pérdidade eficacia en lo que al control y enjui-ciamiento de la conducta se refiere. EnOtros términos, estamos inmersos enun momento de transformación de laseveridad en tolerancia y de la respon-sabilidad personal en estatal: enfer-mos, incapacitados y marginados, otro-ra protegidos por el grupo de parienteso por las instituciones caritativas reli-giosas, han pasado a ser competencia

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de las organizaciones asistenciales delEstado. Y como quiera que la pobla-ción de las sociedades más desarrolla-das está organizada en torno a un gru-po central —donde se ubican elgobierno, la industria, las finanzas, lasactividades científicas y técnicas, elejército y la educación— a cuyo alrede-dor proliferan los consumidores de bie-nes y servicios, quedan para la perife-ria todos cuantos no dispongan de unafunción significativa que desempeñar:los marginados. Unos porque se opo-nen a la organización oficial de la vida—caso de los hyppies—, otros porqueexigen mayor participación, incluso re-curriendo a comportamientos destructi-vos -cual sería el caso de los activis-tas—, los más porque son realmenteinhábiles y, en esa misma medida,marginados. Pero, ¿quiénes son losque verdaderamente engrosan sus fi-las? La respuesta es obvia: los incapa-citados, losenfermos, los analfabetos ycuantos por la persistencia de la crisiseconómica sufren la escasez de em-pleo, los parados. En líneas generales,todos aquellos que bien por una cir-cunstancia personal —disfuncionalida-des físicas, psicológicas y sociales—,bien por la naturaleza de su situación—carencia de los requisitos exigidos—,son conducidos a la exclusión de losámbitos del trabajo, la vida familiar o ladiversión, por la presencia de alguno oalgunos de los siguientes factores:— alteración de las convenciones en eluso del tiempo (por ejemplo, con el ab-sentismo laboral),— infracción del uso del espacio y lapropiedad,— irregularidad en la distribución de losrecursos económicos disponibles,

— ineptitud para aplicar la propia ener-gía a las diferentes actividades,— incapacidad para establecer y mane-jar adecuadamente los mecanismos einstrumentos de la comunicación,— ineficacia del propio comportamientoen vistas a alcanzar las metas pro-puestas, y— éxito por parte del entorno en la cali-ficación de la perturbación.

De cualquier modo, el procesoque culmina en tal exclusión puedeproducirse por una doble via: porquese han establecido requisitos previos ala admisión y el marginado no los reú-ne o a causa de la valoración negativa,al menos no lo suficientemente atracti-va, de las prestaciones aportadas trashaber formado parte del conjunto.

Así pues, el grupo de los margina-dos sociales se nutre de individuos quehan sufrido traumas o enfermedades,presentan deficiencias sensoriales omotrices, o están aquejados por algunaforma de neurosis o psicosis. A estegrueso se agregan todos aquellos quepor razones culturales, educativas yeconómicas se han visto y se ven en-tregados a privaciones sociales sin es-tar, a mayor abundamiento, en condi-ciones de usar los servicios técnicos ysimbólicos de que dispona nuestra so-ciedad.

Y lo que pudiera resultar aún másgrave. La descripción comporta la ad-vertencia de un riesgo: en la mismamedida en que continúen desarrollán-dose las potencialidades del conoci-miento, será cada vez mayor el núme-ro de los que no puedan acomodarse alas circunstancias sociales vertiginosa-mente cambiantes.

Las Jornadas Internacionales so-

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bre la Reinserción Social del Transeún-te, celebradas en Granada en 1986,vuelven a insistir de modo reiterado enque las crisis económicas que amorda-zan a los paises occidentales han lle-vado y continúan llevando a muchosciudadanos a situaciones de pobreza ymarginación, y aunque sus principalespuntos de mira son los indigentes,mendigos y transeúntes, consiguen es-tablecer tanto una caracterización sub-cultural como una tipología de alcancegeneral para el fenómeno global de lamarginación social.

Por lo que a la delimitación del fe-nómeno concierne, cabe enumerar elsiguiente abanico de rasgos:— Buena parte de esta población, alre-dedor del 50%, presenta algún proble-ma psicológico originado por una esci-sión interior entre el ‘yo ideal”,estructurado sobre el deber ser y sus-tentado en la interiorización de los va-lores del primer proceso de socializa-ción, y el “yo externo”, arrojado a unasituación de hecho absolutamente di-vergente de aquél.— El alcoholismo resulta ser un compo-nente inseparable del proceso de mar-ginación: debilita las capacidades, tan-to físicas como intelectuales, sin quepueda dilucidarse si la conducta alco-hólica es causa o consecuencia de di-cha marginación.— Tres cuartas partes de la población ala que aquí nos venimos refiriendo, es-tá compuesta por varones, puesto queen nuestra sociedad sigue siendo elhombre el principal responsable deldestino del grupo familiar— Procede de la emigración rural queno ha conseguido integrarse en la vidaurbana ni. por lo tanto, plasmar los ob-

jetivos que motivaron la salida de suentorno de origen. En el mejor de loscasos, se emplearon como peones dela industria y la construcción de modoinestable y sin pertenecer a la Seguri-dad Social.— Por todo ello, se ven envueltos en si-tuaciones variables, inseguras, de es-casa remuneración. Condiciones todasque, huelga añadir, obstaculizan el pro-ceso de arraigo social, en tanto encuanto se torna imposible la materiali-zación de sus expectativas.— Por último, un sector bastante signifi-cativo está constituido por personas jó-vanes en periodo laboral.

En cuanto a las característicassubculturales del mundo de la margina-ción, según los trabajos de PascualEsteve presentados en las Jornadasmencionadas, vienen a ser derivacio-nes del paulatino relegamiento de lavaloración del trabajo y la autodiscipli-na, la familia, la corrección, el orden yla limpieza, la inteligencia y la vida in-telectual, la posposición de las gratifi-caciones o deseos de aspiración cadavez más elevados. Por el contrario, laresocialización en la inadaptación ge-nera acusado sentido de la impotencia—la realidad queda definida como algoinalterable—, primacía del presente —lapérdida del control sobre sus actos ysu vida deviene también en pérdida delas perspectivas futuras—, búsqueda degratificaciones inmediatas, carencia depautas de comportamiento reguladas—lo cual se traduce con harta frecuen-cia en resistencia a la responsabilidadindividual—, ausencia de participación,pasividad e incluso servilismo en el tra-to con la “autoridad” y marcada ten-dencia al aislamiento —no conceden

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crédito a las creencias y conviccionesde los demás, sino solamente a las desu propio mundo.

Por todo lo anterior, se advierte denuevo el equivoco anteriormente men-cionado, que supondría no deslindar ní-tidamente marginación y delincuencia. Anuestro juicio, el mundo del delito, espe-cialmente el de la delincuencia juvenil,dispone de un ambiente de referencia enel que aprender las técnicas e ideologíade su actitud y comportamiento. El ámbi-to de la marginación y del desarraigo sesufre en soledad, a lo sumo y en el me-jor de los casos, con la familia.

En los trabajos recogidos por lasJornadas a que aquí nos referimos yadoptando como criterio el grado deruptura con la realidad que el sujetomuestre, se deslindan tres categoríasde marginados: puntuales, precrónicoso carenciales y crónicos o instaurados.

El perfil de los primeros nos retra-ta a un colectivo que se encuentra, la-boralmente, en situación de paro, aun-que, eso si, no demasiado prolongada—han trabajado recientemente—, inmi-grados a la ciudad, con problemáticafamiliar —puede tratarse de jóvenes fu-gados de casa o de mujeres que huyendel marido o los padres—. El deteriorode su personalidad aún no reviste gra-vedad, por cuanto que la problemáticaresulta estar localizada y es conocidapor el propio individuo. Suelen conser-var todavía bastantes amistades quecontrarrestan así el vacío producidopor la ruptura, en la mayoría de los ca-sos reciente, con la familia.

Los marginados precrónicos o ca-renciales, como su propio nombre indi-ca, muestran carencias significativas ensus relaciones sociales y en algún as-

pecto de su personalidad: emotivas, deaprendizaje, etc. Con posibilidades deencontrar algún trabajo eventual o “mar-ginal” (venta ambulante, carga y descar-ga, etc.), destaca su actitud de vivir aldía, disfrutar lo que se pueda y gastar loque se tenga. Los vinculos familiares, yarotos, todavía cobijan sentimientos deafecto para alguno de sus miembros, pe-ro rechazan la posibilidad de reintegrar-se en tal grupo. Esporádicamente recu-rren a las instituciones de beneficencia yacogida, mostrando también como ras-go sobresaliente pocas amistades.

Los marginales crónicos o instau-rados han interiorizado plenamente es-te modo de vida. Son los propiamentedenominados mendigos o indigentes,puesto que la mendicidad y la beneli-cencia son su medio de vida. Puedendefinir su marginalidad de forma trági-ca y proceden de las capas más bajasde la clase trabajadora. Rechazan in-tensamente la vida en las instituciones,aunque acuden a ellas en busca de re-cursos y protección. Su acusado dete-rioro físico y psiquico se complementacon un comportamiento cínico y ridícu-lo, propio de los catalogados como“hombres desgraciados”. Disponen deantecedentes en hospitales psiquiátri-cos, han roto absolutamente con sunúcleo familiar y su muy prolongada si-tuación de desempleo les impedirá in-sertarse en el mundo productivo, ni si-quiera de manera eventual.

Los grupos marginados:Pobreza y emigración

De lo expuesto en el intento deacotar conceptualmente el fenómeno,

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se desprende que el volumen de po-blación marginal parece guardar unaíntima vinculación con la distribuciónde las oportunidades vitales. Por ello,nada ha de sorprendernos que, poruna parte, la marginación sea tratadacomo consecuencia de la pobreza, eincluso identificada con ella y, por otra,que sean las ciencias sociales de lospaises subdesarrollados, especialmen-te del ámbito hispanoamericano, lasque vengan prestándole una atenciónmás decisiva y sostenida.

Alejandro Lasser (1982) nos ofre-ce las siguientes perspectivas de expli-cación. En primer lugar, la tesis ecoló-gica asimila la marginación conbarriadas periféricas y miserables delas grandes ciudades, habitadas pormigrantes de las áreas rurales. Equi-valdría a lo que en la obra de Adíer deLomnitz (1987) se analiza como pers-pectiva urbanística, según la cual bas-tana con reemplazar las barriadas porhábitat modernos para que se solucio-nana el problema de la marginalidad.Pero es evidente que la residencia enbarriadas no basta para definir la mar-ginalidad. Y, relacionada con este posi-cionamiento, está la argumentaciónque sostiene que las barriadas y lamarginación instalada en ellas son so-lamente una etapa transitoria acarrea-da por el movimiento migratorio: elmarginado seria un campesino todavíano integrado en la clase obrera urbanaque, antes o después, terminará absor-biéndolo. Es decir, la marginación se-ría, según esto, un aspecto puntual ytransitorio de la migración. Sin embar-go, la existencia de marginados naci-dos en la ciudad desmienten tal razo-namiento.

En segundo término, la tesis de-sarrollista sostiene que este hecho so-cial se origina en las contradiccionesdel crecimiento económico: las insufi-ciencias del desarrollo agrícola, indus-trial y tecnológico, junto a la escasezde mano de obra cualificada y las des-ventajas del comercio exterior, termi-nan por traducirse en desempleo pro-longado, estructural. Presenta, anuestro juicio, la dificultad de identificarla marginación social con los desem-pleados de larga duración. En relacióncon los efectos del desarrollo económi-co presentan mayor interés las tesis,ya clásicas, de Costa Pinto (1969) so-bre la marginalidad estructural, comopropia de una sociedad de transiciónen la que lo residual arcaico, aunquetodavia permanezca, ya no domina, entanto que lo emergente, aunque sóloesté presente, todavía no predomine.Tal marginalidad es la manifestación di-námica de las sociedades en transi-ción, de sus dualidades, asimetrías ydiscontinuidades: entre las zonas rura-les y las zonas urbanas; entre el arte-sanado y la gran industria; entre la vidaparroquial de las aldeas atrasadas ylas regiones metropolitanas moderni-zadas; entre las clases más pobres ymenos educadas y las élites cosmopo-litas de esas sociedades, etc. Sin em-bargo, los planteamientos macrosocio-lógicos y estructurales de Costa Pintodesbordan nuestros intereses actua-les.

Una tercera concepción, denomi-nada histórico-cultural, contemple lacuestión de la población marginal co-mo un problema de excedente demo-gráfico. Aquella, consecuentemente,se genera por la imposibilidad de inser-

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tarse en el sistema de producción, es-pecialmente si se trata de sistemas ca-pitalistas dependientes. Además, ad-quiere perfiles más graves por cuantoque en tales sistemas hay que contarcon una acusadísima concentración dela riqueza. Cabe objetar aquí no sóloque la marginación también existe enlas sociedades de capitalismo autóno-mo, sino igualmente que el factor eco-nómico no agota su causalidad, pu-diendo intervenir otros como el politico,el religioso o el étnico.

Resulta posible acudir, en cuartolugar, a la teoria anglosajona del eti-quetaje. La marginación es contempla-da desde la atención a “lo diferente”para, simultáneamente, negarle el de-recho a la diferencia. Así, la primeraconsecuencia de tal proceso es la es-tigmatización social, una especie depenalización, que deviene en margina-ción de hecho; la segunda, una penali-zación jurídica, frente a la cual cabeúnicamente proponer la tolerancia. Encualquier caso, ni existe una exclusivamodalidad de marginación, ni un singu-lar factor que la produzca. Es más, ob-servada su existencia en todas las épo-cas y sociedades, el denominadorcomún resulta ser la diferenciación, ex-plicitada sociológicamente en estratifi-cación y económicamente en desigualdistribución de la riqueza. De este mo-do concebida, la marginación se ase-meja, sin llegar a identificarse, con ladiscriminación. Recordemos a esterespecto el estudio sobre el estigma yla estigmatización de Goffman <1970>.

Las formulaciones de R. Veke-mans, más conocidas por las del Insti-tuto Desal, resultan especialmenteadecuadas para comprender la margi-

nalidad del mundo hispano, pues remi-te hasta la época de la conquista espa-ñola el problema de la marginación.Los conquistadores habrían impuestoexternamente su cultura y tal imposi-ción se tomó subjetiva tras la emanci-pación, dando lugar a la yuxtaposiciónde dos sociedades separadas al tiem-po que paralelas: la participante en elpoder y la marginal y dominada, entrecuyos rasgos sobresalen un sentimien-to de desarraigo, que se suele transfor-mar en apatía, desintegración interna,envolver todas las dimensiones de laexistencia, incapacidad para superarlasituación y revestir gravedad o urgen-cia extremas.

Resulta imprescindible agregar alos anteriores discursos el análisis deOscar Lewis <1961). Según el investi-gador norteamericano, la pobreza, da-da por supuesta como parte natural delas sociedades más primitivas, adquie-re en las modernas sociedades indus-triales connotaciones propias: crea, porsu misma dinámica, una subcultura quesupera los límites nacionales. La dispa-ridad de ingresos, los desequilibrios re-gionales, la escasez de puestos de tra-bajo, la dependencia económica delexterior, el hacinamiento, el equipa-miento insuficiente de las viviendas y ladesorganización familiar de la que nosocuparemos posteriormente, y que seconcreta en la abrumadora presenciade uniones libres, el predominio de la fi-gura masculina y los lazos emocionalesde los h~os más estrechos con la figuramaterna. Todo esto conduce a Lewis aidentificar la marginación con la “culturade la pobreza”. Sin embargo, siendocierto que la pobreza económica, el ori-gen rural y la residencia en barriadas

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Alteraciones organizativas producidas por el cambio social: la marginacion. -.

denotan marginalidad, habrá que admi-tir con Adíer de Lomriitz, que algunosmarginados ganan más que un obreroindustrial y que hay marginados que noviven en barriadas y no son emigrantes.Por todo ello, erigir en “cultura de la po-breza” al conjunto de racionalizacionesy mecanismos de defensa diversos alos ideales de la cultura dominante,equivale a culpar a los pobres de su po-breza. No hay que olvidar, por otra par-te, que desde no hace muchos años ycomo consecuencia del comienzo de lacrisis del Estado de Bienestar, se haempezado a hablar en Europa de la“nueva pobreza”, aludiendo FranzKaufmann a un grupo marginal que pa-dece de “inseguridad social” y que, en1977, la Comisión de las ComunidadesEuropeas publicó un informe titulado Lapercepción de la miseria en Europa.

Si continuamos en esta misma lí-nea propuesta por Lomnitz, la margina-ción, en sus dimensiones contemporá-neas, no sólo viene a ser un fenómenosocioeconómico reciente, sino hastaun estrato nuevo de las sociedades envías de industrialización, Y no faltan ra-zones a la Doctora Adíer por cuantoque en sus análisis dedica una minu-ciosa atención a los mecanismos desubsistencia 1 supervivencia de la po-blación marginada. Aquéllos se basanen un intercambio precario de mano deobra por dinero, en torno a actividadesintersticiales como servicio domésticoo reciclaje de desechos. Estos generanun peculiar sistema de relaciones so-ciales cimentado tanto en la transcen-dencia que encierra la seguridad eco-nómica —asunto de vida o muerte—,como en las redes de asistencia mutuaque llegan a funcionar como un siste-

ma económico informal, caracterizadosiempre por el aprovechamientode losrecursos sociales y que actúa sobre elintercambio entre iguales. La margina-lidad asegura su supervivencia me-diante la reciprocidad —intercambio defavores como parte integrante de unarelación social— entre parientes y veci-nos, que suplen la carencia de seguri-dad económica y social. Pero no sólodesempeñan una función económica.Del mismo modo, configuran una ideo-logía de ayuda mutua reforzada por elrecurso a “instituciones tradicionales”como parentesco, vecindad o compa-drazgo y apoyada en dos aspectos de-cisivos: la cercanía fisica y la confian-za. La una, porque las mismascondiciones de vida dan lugar a unasucesión inagotable de emergenciasimprevistas y la ayuda requiere de di-cha cercanía para resultar eficaz. Laotra, porque, al suponer capacidad ydeseo para entablar la relación, volun-tad de cumplir con las obligaciones im-plícitas y familiaridad suficiente comopara no ser rechazado, está conectadacon una imperceptible distancia socialy, de este modo, se tornan más fluidaslas relaciones sobre la condición previade la igualdad.

La comprensión de las funcionesque cumplen dichos mecanismos infor-males de subsistencia —alojar y alimen-tar a los nuevos emigrantes durante elperíodo inicial de su adaptación, mante-ner a los iguales en las épocas de de-sempleo o incapacitación y otorgar apo-yo emocional y moral—, requiere noperder de vista que, al tratarse de unapoblación emigrante, contar con la pre-sencia previa de un pariente resulta de-cisivo. E igualmente no soslayar que los

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frecuentes cambios de residencia vanatados al propio sistema de parentescoque, a mayor abundamiento, refleja quelos individuos comparten ocupacionessimilares, si no es que idénticas: traba-jos manuales no cualificados cuyo de-nominador común ya ha sido contem-pIado como falta de seguridadeconómica y social. Trabajan a tantopor jornada, no están adscritos a orga-nizaciones públicas o privadas, tienenbajo nivel de ingresos y limitadas posi-bilidades de consumo. Es decir, ausen-cia de un rol económico articulado conel sistema de producción industrial, locual muestra una doble dimensión: elmarginado puede resultar una cargasocial y entonces, por eso mismo, seríasusceptible de transformarse en unacuestión sociopo¡itica, sin dejar de ser,por ello, un símbolo de atraso. En cual-quiera de los casos, nunca equiparablede manera exclusiva con la pobreza ymucho menos identificada ésta con unasituación de ingresos escasos.

En suma, el proceso de industria-lización abre un abismo tan infranque-able entre los participantes en el pro-ceso de producción y los excluidos,que confiere al fenómeno de la margi-nación un carácter estructural. Una di-námica imparable que encadena al de-sarrollo tecnológico, la complejidad delas organizaciones, la especialización,la concentración del poder y del controleconómico-político, culmina en la ten-dencia a relegar grupos sociales cadavez mayores, cuantitativa y cualitativa-mente hablando. A su vez, tal tenden-cia resulta tanto más arraigada cuantomás acelerado sea el ritmo hacia el de-sarrollo. Por ello, mientras en las so-ciedades más avanzadas se intenta

paliar el problema con tecnologías queprocuran incorporar la “población so-brante”, en las más atrasadas margina-lidad y pobreza pueden llegar a con-fundirse. En otros términos, laproducción industrial moderna requierecualificación y conocimientos actualiza-dos que sólo están disponibles parasectores privilegiados. Para los margi-nados, emigrantes rurales que salieronde sus lugares de origen por un sinfínde razones —explosión demográfica,agotamiento de las tierras, baja pro-ductividad agrícola, rudimentaria tec-nología rural, carencia de inversionesen el campo, creciente atractivo por losservicios sanitarios, educativos, etc.,de la ciudad y mejora de las vías de co-municación, por mencionar las másdestacadas—, sólo quedan las ocupa-ciones manuales sin cualificar en laconstrucción, limpieza, vigilancia, repa-radón o servicio doméstico. He aquípor qué la marginación no es un fenó-meno transitorio de corta duración.

Los efectos de las situaciones asíacotadas se dejan sentir, como ante-riormente anunciábamos, en una pecu-liar estructura familiar. No poder incor-porarse a la ciudad ni querer el regresoa los lugares de origen supone experi-mentar un choque cultural en el que seengendra una nueva mentalidad queno se reduce a poseer un lenguaje, va-lores, costumbres y visiones del mundopropias. Como señalan las investiga-ciones de Garza, Mendiola y Rábago<1983) se debilitan la autoridad y elprestigio paternos, irrumpen conflictosgeneracionales, se produce una altera-ción de las pautas reguladoras de lasrelaciones sexuales y la función de lamujer se torna más activa.

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Las condiciones y salubridad delas viviendas, hechas de materiales pe-recederos y vulnerables a los fenóme-nos metereológicos, indeterminacióndel espacio para las diversas funciones,carencia de privacídad, paupérrimoequipamiento, inadecuada ventilación,hacinamiento, etc., además de guardarobvía relación con altos índices de mor-talidad infantil, suelen traer aparejada lapromiscuidad y la exposición de todoslos miembros de la familia a los aconte-cimientos de la más diversa naturaleza:relaciones sexuales, nacimiento, muer-te o conflictos paternos.

El elevado índice de natalidad—pues la maternidad es un valor fuerte-mente arraigado— implica una delega-ción de funciones en la hija mayor, cu-ya autoridad es aceptada por sushermanos, pero que priva a la mayoríade una escolaridad regular Y aunqueexiste un relativo avance en la escola-ridad recibida en la ciudad en compa-ración con la que recibieron los padresen el campo, el analfabetismo persistede modo harto generalizado. Además,las posibilidades de educarse requie-ren una mínima infraestructura —comi-da, ropa, zapatos y, cuanto menos, lá-piz y cuaderno— que demasiadasfamilias no pueden sostener y, muchomenos, sistemáticamente, por no men-cionar sino de paso que la insuficiente,al mismo tiempo que inadecuada ali-mentación, los padecimientos físicosocasionados por una pésima atenciónal parto y la deficiente calidad de la en-señanza, neutralizan las esperanzaseducativas que se transforman en de-serción escolar.

En tales circunstancias, la mani-festación del afecto tiene también un

significado peculiar Un padre es buenosi es capaz de aportar el sustento bási-co para satisfacer las necesidades ele-mentales. Por ello, la forma de mostrarcariño es luchar contra las condicionesadversas. El rol masculino no incluyeser afectuoso con la esposa y los hijos;su actitud es, por el contrario, distantey, al menos aparentemente, de indife-rencia. Tampoco son extraños los ma-los tratos físicos y psíquicos que resul-tan, en cualquier caso, preferibles alabandono.

El tránsito de la niñez a la edadadulta se produce de modo casi imper-ceptible. El hecho de que el padre sededique a trabajos inciertos y de altoriesgo provoca la ocupación de los hi-jos varones en el cuidado y limpieza decoches, como limpiabotas o en activi-dades cercanas a la delincuencia. Paralas hijas, que desde muy pronto asu-mieron responsabilidades en las tareasdomésticas, queda emplearse en elservicio doméstico. A cualquiera deellos se le recriminará violentamente laactitud de pereza o se le hará sentirque es una carga. Si en este puntoagregamos que la legislación prohíbeel trabajo a los menores, ¿qué proyec-to de vida queda para la adolescenciamarginada?

En suma, los efectos de la emi-gracián y la pobreza en la peculiar videfamiliar de los marginados y la margi-nación en general pueden sintetizarsetal como lo hace David Matza <1972)en su ensayo sobre “los pobres des-preciables”. Dice as¡:

“La gente frecuentemente acudea la violencia en la educación de los ni-ños y en las discusiones de asenta-mientos; el pegar a la esposa, la pre-

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matura iniciación del sexo y las unio-nes libres o matrimonios consensualesson frecuentes y las incidencias de ma-dres y niños abandonados alta... Lasrelaciones entre los padres frecuente-mente se caracterizan por constantesdisensiones y la ausencia de afecto yconfianza mutua. Como resultado, ladisolución de la familia es frecuente yhay una presión clara hacia una tamíliacentrada en la madre: una versión de-sorganizada de loque losantropólogosllaman monogamia serial con un go-bierno de base feminista. La disposi-ción al autoritarismo paternal es fuerte,pero, puesto que con frecuencia se vedesafiada la autoridad paterna, sucumplimiento requiere una demostra-ción de poder y fuerza ... Además, lafamilia es extremadamente compleja.Puede contener hijos de diversos pa-dres... De modo que las manifestacio-nes normales de rivalidad de los hijosestán quizá aumentadas”.

Los grupos marginados:Enfermedad y marginación

Como bien ha puesto de relieveRoger Bastide (1967) la población ru-ral, llamada por la industrialización a in-sertarse en el entorno urbano, experí-menta dificultades que pueden tenerconsecuencias patológicas. Es decir, eldesarraigo pudiera encontrar respues-ta en la posibilidad de ponerse al mar-gen del mundo social desarrollandouna enfermedad. Pero hay más. Sabe-mos que existe relación entre enferme-dadas, prejuicios y marginación, tal ycomo han estudiado Canguílhem(1979), Becker (1971), Herzlich <1969)

y, entre nosotros, Alicia Kaufmann(1981). Pareciera que la ciudad, a pe-sar de tener una representación colec-tiva con respecto a la enfermedadmental más positiva que en la vida ru-ral —en ésta equivale a una tacha infa-me mientras que en aquélla se creemás en la posibilidad de cura y recupe-ración con la ayuda de la medicina— esun ámbito con mayores riesgos pató-genos.

Así lo han manifestado tanto lostrabajos de Chombart de Lauwe comolos estudios sobre ecología urbana.Los primeros han reforzado la hipótesisde que los trastornos psíquicos se rea-grupan en las zonas de mestizaje,aculturación y, en general, en las zonaseconómicamente más desfavorecidas.Los segundos —esto es, los estudios deecología urbana—, han aportado evi-dencia al fenómeno de la segregacióny concentración de lo patológico en laszonas de transición: áreas invadidaspor un grupo primitivamente extranjeroque desplaza comercios y diversioneshacia las zonas residenciales acarre-ando un abandono de las casas, unacaída de las rentas y la emergencia deuna zona móvil donde actúa la prostitu-ción, el hampa, la inmigración reciénllegada, etc.

Ahora bien, a juicio de Bastide re-sulta necesario relativizar el grado deconcentración demográfica con el deorganización o desorganización de lavida social. O si se prefiere, convienecomplementar el enfoque ecológico,factor precipitante, con el sociológicopuesto que las variables sociales inter-fieren las físico-ambientales. Con talescriterios puede Roger Bastide esbozarun conjunto de rasgos que caracterizan

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a los sectores con elevados porcenta-jes de trastornos psíquicos en los tér-minos siguientes:— Conocer a un reducido número deamigos y vecinos.— Mayor frecuencia de inquilinos quede propietarios.— Menor participación en actividadessindicales, en las convocatorias electo-rales o cualquier otro tipo de asocia-ción.— Mayor movilidad profesional.— Menores desplazamientos a otros sec-tores de la ciudad.

En suma, aislamiento. Pero síadoptamos una perspectiva más gene-ralizadora, el aislamiento se conformacomo una de las características denuestra sociedad —recordemos La mu-chedumbre solitaria, de Ríesmann y Lasoledad del hombre en la sociedadamericana, de Oberdórfern—, y pesaríasobre todos la amenaza de una vidamutilada, engendrada por la contradic-ción entre el sentido que empuja a laparticipación en las más diversas acti-vidades del mundo entorno y los dis-cursos, cual el de 1<. Jaspers, que en-salzan la soledad como terrenoabonado para el cultivo y desarrollo delespíritu. Pero abordar en profundidadtal riesgo escapa tanto al contexto co-mo al sentido y los límites del punto ar-gumental en el que ahora estamos si-tuados.

Retomando la conexión entre en-fermedades y variables sociológicas,Bastíde encuentra relevantes la cate-goría profesional, la clase social y losgrupos étnicos. Con respecto a la pri-mera, se impone notar que mientras enlos comienzos de esta línea de trabajose atribuían los más altos porcentajes

de enfermedad a las profesiones libe-ralas, los análisis más recientes losatribuyen a las profesiones manuales,debido a las consecuencias que sobreel cuerpo pueden ejercer ciertos ofi-cios, al escaso prestigio social o a ladesigualdad de ingresos. Con el desa-rrollo de la Sociología Industrial se hapodido diferenciar la “neurosis del di-rector” y las de “huelga”, “renta” o “pa-rado’ que, como resulta obvio, sonmás propias de los obreros. En refe-rencia a las clases cabe mayor contun-dencia: en la misma medida que los in-dividuos expresen, mediante laenfermedad mental, su reacción antelas situaciones originadas por la “soli-claridad orgánica” y la “anomía”, sepresentarán en mayor proporción entrequienes pueden defenderse menos desus efectos: las clases más desfavore-cidas. Y en lo que atañe a los gruposétnicos, la influencia de la mezcla depueblos sobre la salud mental se dejasentir sobre todo en los emigrantes ru-rales a la ciudad, los varones entre 15-25 años y en aquellos sectores de lapoblación que más distancia culturalmantienen entre su medio de origen yel de acogida. Un doble riesgo puedepesar sobre ellos. Si, en primer lugar,durante el período inmediatamentesubsecuente a la migración, el sujetoestá fuera del control de su grupo depertenencia, se ibera de las pasadascoacciones sin sentir las nuevas. Deaquí, que pueda incurrir en la comisiónde conductas delictivas. Si, en segun-do término, se produce la adaptación,no dejará de persistir un conflicto inter-no entre dos culturas que se librará enlo más profundo de su ser y podrámostrar como sintomatología una mes-

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tabílidad producida por el deseo de serleal a dos grupos antagónicos, actitu-des ambivalentes, desesperación e hi-persensibilidad. En cualquiera de loscasos, un mundo de competencia muí-tidimensional —sexual, laboral, ecológi-ca, etc.— le aparta y relega.

Desde luego la intensidad de larelegación que se deriva de la enfer-medad guarda relación no sólo con lanaturaleza y gravedad de la misma, si-no también con la extracción social delenfermo. Pero siempre encontrará ar-gumentosen la desconfianza hacia susfacultades y aptitudes o en el temor alas consecuencias que su comporta-miento pueda acarrear Progresiva-mente se irán extinguiendo las relacio-nes laborales y las sociales, pudiendopenetrar el rechazo hasta el círculo delos más allegados, parientes y familia-res. Su punto álgido lo marcará, final-mente, la reclusión en una institución,como la célebre obra de Goffman, In-ternarios, analiza fiel y detalladamente.Porque si antaño la locura iba atada ala antitesís de lo sacro, a la lucha deSatán contra Dios y al pecado, actual-mente el loco no deja de ser un sujetopeligroso, al igual que el criminal, el de-sahuciado o el miserable y no tiene ca-bida en una sociedad que reposa sobrela razón y frente a la cual aquél es undesatino. De nuevo, los límites que noshemos impuesto, impiden que poda-mos profundizar en aquellas posturasque, a partir de la conexión genéricaentre enfermedad mental y estructurasocial, sostienen que, en el contexto denuestra mentalidad productiva, la locu-ra es el precio del progreso (Freud oMarcuse), una respuesta saludable pa-ra desacreditar un mundo que se ha

vuelto loco (Níetzsche) o se resisten aseparar locura y normalidad porque sudistancia se reduce a una inadecuadacomunicación (Lacan).

Los grupos marginados:Otras modalidades demargineción

Resultaría una grave traición a laverdad reducir la marginación a los fac-tores hasta ahora considerados. Otrasvariables como la transgresión de lasnormas, la edad y el sexo, la pertenen-cia a minorías étnicas o las mínusvalí-as también muestran su presencia enlos procesos y mecanismos de la ex-clusión y el desarraigo. Permítasenossobre ellas un breve comentario, si-guiendo los planteamientos de la obrade Lasser, Marginalidad sociaL justiciasocial y otros ensayos, ya referida.

Las relaciones entre delincuenciay marginación resultan complejas. Pue-de llegarse a la marginación tras laco-misión de un delito, entonces éste ac-túa como causa, o como derivación delas privaciones socioeconómicas sufri-das y equivaldría, por lo tanto, a unaconsecuencia. Sea como fuere, la ley,aunque no deje de tener efectos inte-gradores, preside el fenómeno. Con to-do, la margínalidad penal no es absolu-ta por cuanto no todo delincuente esmarginal. Es decir, marginación y delitono guardan una relación de causa aefecto; por el contrario, requieren elconcurso de otros factores, de los queno son de menor importancia los moti-vos que inspiren la transgresión y los fi-nes perseguidos. De aquí, que se im-ponga, de una parte, diferenciar entre la

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delincuencia apoyada en un substratode conformismo —obtener un resultadoal precio de un delito—, de la de quienesconsciente y deliberadamente recha-zan la sociedad —de la que nos ocupa-remos más adelante—, y la de quienespor pasividad o pobreza no están iden-tificados con el orden social. Pero, porotra parte, se impone también contem-pIar el problema de la delincuencia a laluz del contexto general de anomía ydesintegración, por el cual se produceuna suplantación de los valores espiri-tuales por los materiales. Modalidadestodas que no pueden por menos querecordarla tipología de conducta adap-tativa elaborada por Robert K. Merton(1974), según la disposición con la quelos sujetos se sitúen frente a las metasy los medios institucionalizados.

La margínación que se deriva delsexo recae con mayor intensidad y fre-cuencia sobre la mujer Genéricamenteconsiderada, la marginalidad de la mu-jer se sitúa más propiamente en aque-llas sociedades en las que un insufi-ciente grado de desarrollo económico ymodernización social, o la inercia de lamentalidad tradicional, sostienen prin-cipios jurídicos en los que al hombre,esposo y padre, corresponden la tomade decisiones, la administración de lasociedad conyugal y el ejercicio de lapatria potestad. Tal situación puedeverse agravada sí la mujer no goza dela autonomía económica que propor-ciona su incorporación al mundo labo-ral. Situación que, por lo demás, chocacon el rol central que la mujer desem-peña en a reproducción de la especiey la crianza y educación de los hijos.Por todo ello, la marginación que afec-ta al género femenino varia también en

función de los modelos familiares exis-tentes.

La variable edad nos coloca anteel fenómeno del menor inadaptadoque, definido como aquel cuyo compor-tamiento no se ciñe a las normas deconvivencia del medio en el que vive,admite dos tipos: el menor infractor y elmenor abandonado. Connota al prime-ro la comisión de un hecho antisocial;al segundo, la carencia de los cuida-dos, educación y protección que de-manda su incapacidad. Aquél obedecemás a los desajustes del desarrollo ur-bano; éste a las debilidades mismasdel subdesarrollo económico, de talmodo que en las sociedades caracteri-zadas por él, la frecuencia de familiasincompletas o incompetentes, el ab-sentismo escolar, etc., ponen ante suspropios ojos la ínfima posición que ocu-pan en la estratificación social. Su pri-migenio sentimiento de inferioridad so-cial se agudizará en la edad juvenil.Para entonces, cuando trate de darrespuesta a su situación, contará concuatro posibles salidas: evadirse de sulugar originario, bien físicamente, bienmediante la búsqueda de paraísos arti-ficiales a través del consumo de dro-gas; enfrentarse a la situación y tratarde superarla a través de la educación—no son muy numerosos los que si-guen este camino y muchos menos losque consiguen el objetivo propuesto—,aceptarla condición o rebelarse contrael orden social, ya bajo la forma de de-lincuencia o ya como rebeldía.

Para el caso de losdisminuidos fí-sicos, la anomalía biológica es condi-ción necesaria pero no suficiente demargínación. Ceguera, sordera, senili-dad, invalidez, etc., asociadas a otras

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dimensiones, especialmente a la po-breza, permiten delimitar unas conno-taciones a la marginación en la cual,junto al rechazo social, actúa la priva-ción afectiva.

Reflexionar sobre la marginalidadque comporta la pertenencia a minorí-as étnicas podría llevarnos a un discur-so inagotable. Tendremos, pues, que li-mitarnos a referir que la conjunción defactores genéticos, culturales y socia-les puede desencadenar que una razaque se autocalifique como superiormargine, bajo la práctica de la segre-gación, a otra u otras que juzgue infe-riores. A nuestro entender, es la diná-mica del prejuicio lo que mejor definesemejantes circunstancias. Y, en estesentido, acudir a las palabras del histo-riador Th. Mommsen, aunque no resul-ta demasiado alentador, si suponeaproximarnos de manera sumamentesintética a su naturaleza más intima.Tal y como lo refiere Max Horkheimeren una de las tantas obras que publi-cara con Adorno (1979):

“En el ochenta y tantos del últimosiglo se le pidió una vez al historiadorTheodor Mommsen que se expresasecontra el antisemitismo, ya que sus pa-labras podrían ser “beneficiosas y puri-ficadoras”; en su respuesta decía: ‘Seengañan quienes suponen que, en ge-neral, podría lograrse algo mediante larazón. Hace años, yo mismo también locreía, y seguía en mis protestas contrala inaudita infamia del antisemitismo.Pero es inútil, enteramente inútil.Cuanto yo, u otro cualquiera, podamosdecir son, a fin de cuentas, argumentoslógicos y éticos, a los que no prestaráo¡do ningún antisemita; sólo escuchana su propio odio y a su propia envidia,

a sus instintos más bajos; todo lo de-más no cuenta para ellos; son sordos ala razón, el derecho y la moral; no esposible influirles. Es una epidemia te-rrible, como la del cólera; no se la pue-de explicar ni curar; es preciso, esperarpacientemente hasta que el veneno seconsuma así mismo y termine por per-der su virulencia”’.

Relacionado con la marginaciónproducida por el criterio étnico está, porúltimo, el caso de los refugiados. Esecolectivo que, según los trabajos de lasJornadas Internacionales sobre laReinserción Social del Transeúnte, hu-ye de sus países de modo forzado porhaber sufrido cárcel, tortura, malos tra-tos y persecución, o tienen fundadasrazones para temerlos, desvinculándo-se de su familia, amigos, profesión,bienes y entorno político-social y reli-gioso. Expulsados de sus respectivospaíses por el hecho de mantener com-promisos ideológicos con un modelodistinto de sociedad, tiene difícil la in-serción en un nuevo país, a veces dis-tante y con frecuencia hostil, en el cualsu comportamiento —fruto de actitudescontradictorias y propio de personas in-satisfechas— puede parecer descon-certante o generar sospecha, duda eincomprensión.

Los grupos marginados:Disconformidad y rebeliónjuveniles

David Ríesman en Individualismo,marginalidad y cultura popular <1954)lamenta que la actitud sociológica pre-dominante hacia la marginación sea dedesagrado y añoranza, como si en los

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Alteraciones organizativas producidas por el cambio social: la marginación...

sistemas sociales del pasado cadacual estuviera arraigado, y que, por lotanto, sólo tienda a considerar los as-pectos negativos de la misma. Se ase-mejarían, así, los problemas de la mar-ginación con los de la alienación.

Y nos llama la atención no sobrela marginalidad manifiesta —que es a laque Park se refería, como vimos al co-mienzo de este trabajo—, sino sobre laque él denomina margínalídad secreta,en la que incluye a todo aquel individuoque no se ajusta, que no mantiene co-hesión, que está desorganizado, quefracasa en sentir la identidad que seespera de ellos, que puede llegar aidentificarse con nuevos grupos, ex-cepto con el que ha abandonado. Sindigerir que la protesta de los demássea adecuada para sí, el secretamentemarginado no tiene confianza en quehaya otros que reconociblemente com-partan su situación. De aquí que sesientan aislados y que provenga de ex-periencias de carácter individualizador—carácter, temperamento, conforma-ciones, posición o cualquier otra.

Por lo demás, la generalizacióndel ‘hombre dirigido por otros’ podríaexpandir igualmente la aspiración a serdiferente, ausente en otras épocas enlas que la conformidad era más rigida.En otras palabras, estaríamos inmer-sos en un orden social con altas proba-bilidades de incrementar la marginali-dad secreta, pues podríamos utilizar laversatilidad que el sistema nos brindapara reducir el malestar que produce ydel cual no se suele tener conciencia.

De ello derivamos lo que quedóapuntado al inicio de esta exposición:que al menos un aspecto de la margí-nalidad relleja el ejercicio del “derecho

a la disidencia’, pues de igual modoque existen diferencias de base fisioló-gica que una cultura puede aprove-char, cualquier otra forma de diferen-ciación puede servir para apartarnosde los demás, pero también para inte-gramos con ellos.

La disidencia como modalidad pe-culiar de marginación social abarca,como señala Lasser (1982>, a aquellosgrupos que por razones ideológicas,religiosas, políticas, etc., rechazan losvalores establecidos en el sistema so-cial de que se trate. Es decir, a quienesdeliberadamente se enfrentan al ordenestablecido y/o desarrollan accionesrevolucionarias inspiradas en el deseode un futuro mejor y distinto.

Dos rasgos, por excelencia, deli-mitan esta margínalídad: autoposiciónde censura al sistema y elección de lasituación. Por ello, no hay lugar parasentimientos de estigmatización. Por elcontrario, se sienten privilegiados. Yaunque, como vamos a ver, resulta ine-ludible distinguir formas y categoríasen virtud de la intensidad e intenciona-lidad del disidente, su dinámica se in-sena por derecho propio en la ampliatemática sociológica del cambio social.

Así situados dirigiremos especial-mente nuestra atención a la rebeliónjuvenil. La rebeldía en tanto que deso-bediencia, activa o pasiva, con respec-to al poder, suele esgrimir, para justífí-carse, el argumento de la injusticia,aunque no necesariamente aspire a re-emplazar el orden establecido. En estesentido, cabría negar la existencia deuna rebelión juvenil propia de estetiempo, aduciendo que la juventudsiempre ha sido rebelde. Sin embargo,esta realidad parece dotada hoy, como

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Lasser contempla, de rasgos propios.En primer lugar, porque la juventud ac-tual desempeña una función política ysocial de mucho mayor alcance que encualquier otra época. Además, su rebe-lión es total y no exclusivamente políti-ca, es decir, se dirige contra la socie-dad global. Asimismo, resulta másacusado el dístanciamiento generacio-nal, lo cual implica que se inclinen abuscar ayuda entre ellos mismos, que-dándose solos y sin precedentes enesta soledad. Igualmente, enarbolanun marcado sentido de la individuali-dad y voluntad de desmasífícación quemanifiestan a través del lenguaje, delvestido, etc.

En tal contexto, resulta posible di-ferenciar tres tipos de rebelión juvenil:la ideológica, la existencial y la reactiva.

La primera se inspira en cuantasfilosofías, de distinto credo y signo,propugnan cambios sociales y políti-cos, aunque no consiguen acuerdo nien cómo transformar la sociedad ni conqué van a sustituirla. Unicamente sa-ben que sus causas son la justicia y lalibertad.

La rebelión juvenil existencial sepronuncia contra el orden y sentidomismos de la vida. Prevalece el senti-miento de desesperación ante lanada,que explica su habitual indiferencia yabulia. Muestran aversión por el traba-jo, hábitos desordenados, desinteréspor la apariencia física o inmersión enconductas como el libertinaje sexual yel consumo de drogas. Las causas deesta rebelión obedecen a la irrupciónde la filosofía del absurdo y de la nadaque, junto a los acontecimientos y mo-vimientos sociales que giraron alrede-dor de la Segunda Guerra Mundial,

resquebrajaron la tradición cultural delmundo occidental.

La reactiva, cercana a las res-puestas delictivas, se inserta en el con-texto de la delincuencia juvenil. Caren-cias afectivas en la infancia, maltratos,recuerdo de privaciones sufridas..., vanfraguando un hondo resentimiento queimpulsa a la comisión de conductasanómalas en reacción a las condicio-nes calificadas de intolerables. Su acti-tud emocional no viene motivada porun compromiso con la justicia social.

Como se trata de una tipología cu-yas fronteras son permeables y suma-mente flexibles, la rebeldía ideológicapuede convertirse en reactiva cuandosucumbe ante la violencia, ya contralas personas o ya contra el orden y lapropiedad. Y de este riesgo es del queadvierte Horkheímer cuando, en el Pre-facio a la reedición de sus ensayos delas décadas treinta y cuarenta, bajo eltitulo Teoría tradicional y teoría crítica(1974), afirma:

“Muchos de mis motivos estánemparentados con los de la juventud:el deseo de un mundo mejon de unasociedad sana... Comparto tambiénsus reservas con respecto a la educa-ción que se imparte en escuelas y uni-versidades. Me separo de ella en loque concierne al recurso a la violencia

Los argumentos que se han invoca-do para justificar la violencia —como noconsentir en la marcha invasora de laburocracia totalitaria, aliada de las fuer-zas de la derecha— son seudo-revolu-cionarios. El conservadurismo auténti-co, el que se toma verdaderamente enserio las adquisiciones de la tradicióncultural, está más próximo a la menta-lidad comprometida”.

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Alteraciones organizativas producidas por el cambio social: la marginación...

Ambas pueden compartir el den-varse de factores económico-sociales,con la salvedad que la primera no seencuentra afectada por las condicionesque se ceban en la segunda. Sise pre-tiere, la una es la conciencia y repre-sentación de la otra.

Ahora bien, sobre todo la rebeldíaideológica no podría ser cabalmentecomprendida sin atender a que, comoconsecuencia de los profundos cam-bios acaecidos por la transición de lasociedad tradicional a la industrial, seafianza un progresivo reconocimientode la rebeldía como ideal ético. Asi, laactitud rebelde gana crédito frente a laobediencia, a menudo equiparada conla sumisión y aún con el servilismo.

Tal rebeldía ideológica es la queanaliza Theodore Roszal< (1980) cuan-do al preguntarse quién tiene la culpade que nos hayan salido unos hijos tanrebeldes, encuentra la clave de la res-puesta en los padres, en particular, ylos principios educativos en general.Unos, porque la educación familiarles ha equipado con un superyo ané-mico; otros, porque han formado a lajuventud desde unos criterios particu-larmente tolerantes. De estos jóvenes,educados de manera lamentable, be-neficiarios de la patente opulencia ymal preparados para el mundo real, al-gunos logran desarrollar un sentidoapropiado de la responsabilidad, perootros, incorregiblemente infantiles, en-tienden que el placer y la libertad sonderechos humanos y se resisten a to-das las fuerzas que insistan en la ne-cesidad de mantener la disciplina: ‘Losincorregibles se politizan o desapare-cen. O quizá fluctúan entre ambosmundos, desazonados, confundidos,

hambrientos de mejores ideas sobre loque significa la mayoría de edad -

Conclusiones

1. Desde las primeras formulacio-nes de Park y las referencias a ellasmás usuales, hasta las de Stonequist,pasando por la reconsíderación deThomas y Znaníecki y las criticas deGolovensky o Green, teniendo igual-mente en consideración los desarrollosmás recientes del conocimiento y la in-vestigación sociológicas, cabe identifi-car como hombre marginal a quienhaya vivido o viva, sucesiva o simultá-neamente, en dos o más sociedades,orientándose por valores diferentes, oque acepte valores de grupos de loscuales no es miembro, pero aspira apertenecer a ellos.

2. En estrecha conexión con loanterior, se impone, a la hora de anali-zar sociológicamente la marginaciónsocial, tener presente un amplio espec-tro de factores: raciales y étnicos, eco-lógicos, ideológicos, culturales, econó-micos y políticos, educativos yprofesionales, género y edad, etc.,puesto que la posición ocupada en elsistema de estratificación, en los orde-namientos espaciales, en la estructurade edades o en los universos simbóli-cos contribuyen a caracterizar este fe-nómeno, en cuya esencia encontramosuna exclusión sistemática de los cau-ces de participación de personas o gru-pos en la vida social.

3. Ciertamente los individuos mar-ginales de la estructura social cuentancon mayores probabilidades creativas,puesto que han sido parcialmente so-

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cialízados en los valores y pautas decomportamiento predominantes, res-pecto de los cuales tienen, como decíaPark, una cierta independencia, pu-diendo así desempeñar lo que Ríes-mann califica como ‘función social delhombre marginal’. Sin embargo, y conindependencia de lo anterior, tambiénes más probable que experimentensentimientos de inseguridad y sean di-chos sujetos más propensos a sucum-bir en la anomía; es decin resultan másexpuestos al desarrollo tanto de laambivalencia psicológica, estudiadaampliamente por Freud, como de laambivalencia sociológica analizada es-pecialmente por Robert Merton y ElinorBarber

4. Los fenómenos sociales de des-viación y de margínación, pese a queguardan ambos concomitancia con losprocesos de modernización, industriali-zación y desarrollo económico, tienenentre sí una significativa diferencia: ladesviación constituye, cuando menos,una amenaza al orden existente; lamarginación, por su parte, plantea unaconnotación que, tanto individual comogrupalmente, puede expresarse comocrisis de identidad que, a su vez, y apartir de la carencia de puntos firmes deseguridad y de arraigo, suscita senti-mientos de incertidumbre y de conflicto.

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