aira mauricio - gotemburgo destino final

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  • Gotemburgo,DestinoFinal.

    Diario de unexiliado boliviano

    Mauricio AiraCon la participacin de:Winston Estremadoiro

    Un libro electrnico de:Noticiasbolivianas.com

    GOTEMBURGO, DESTINO FINAL - Mauricio Aira - Winston EstremadoiroUn libro electrnico de NoticiasBolivianas.com - http://www.noticiasbolivianas.com

  • Contenido

    Avant propos 1Prlogo 2Captulo Primero 4

    Del Palacio Presidencial a la casa de seguridad 522 presos en 10 metros cuadrados 6Radiografa de los represores 7Fetidez, arengas y soliloquios 9Entre amigos pilatunos y buenos samaritanos 11Saudades de Bolivia 12

    Captulo Segundo 14Tiempos borrascosos 15Marcelo Quiroga Santa Cruz 16El da del golpe 16Soldado, no matars 18Las lecturas subversivas de mi padre 19

    Captulo Tercero 21Fiat voluntas tua 22De la sartn a las brasas? 22El primo de Prez Esquivel 23El Hombre de la Mancha 24Penurias del exilio 25La vocacin de un exiliado 26

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  • LA DENOMINADADOCTRINA DE LA SEGURIDAD NACIONALES MORAL, ES HUMANA, ES CRISTIANA?

    EN HOMENAJE A LAS NACIONES UNIDAS, CUYO COMISIONADO PARA LOSREFUGIADOS HA SALVADO LA VIDA DE TANTOS HOMBRES, MUJERES Y NIOSDE MANOS DE LAS DICTADURAS MILITARES.

    A LOS MILES DE EXILIADOS BOLIVIANOS QUE SOPORTARON UNAEXISTENCIA DIFERENTE LEJOS DE LA PATRIA.

    En Cochabamba, La Paz, Buenos Aires y en Madrid recog los recuerdos de cientoochenta das. Entre la incomunicacin en una casa de seguridad del dictador Garca Mesa,luego el exilio y la soledad en Argentina y, finalmente, el vuelo a Ri de Janeiro dondeme reun con esposa e hijos para seguir viaje a Frankfurt y Hamburgo, a Ronneby yfinalmente a Gotemburgo en el reino de Suecia.

    Esos apuntes dispersos se transformaron en un libro luego de que hace unos meses lospusiera en manos de mi entraable amigo Winston Estremadoiro, quien con unalaboriosidad incomparable edit y depur mis notas, dndoles forma y ubicando cadaacontecimiento en un contexto lgico.

    El resultado es un libro a dos manos que ofrezco a mi esposa Jenny Dabura, a mis hijosMara del Rosario, Amrica, Mara Luisa, Arturo, Mauricio y Joaqun y a cada uno demis nietos: Sandra, Valentina, Vanessa y Josefina, Christofer, Johannes y Leonardo.Fuera este la respuesta a una pregunta casi cotidiana: 'Papi, por qu estamos enSuecia?'.

    Este libro no habra podido publicarse sin el extraordinario apoyo y permanente estmulode Karim Boudjema, cuyo contagioso entusiasmo acompan incansable, nuestrasiniciativas.

    El Autor

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  • Avant proposMadrid, noviembre de 1989.Hijo mo:Te he visto cavilar, con la cabeza gacha, apenas has querido conversar. S que sufres, que eldestierro que tu padre padece, lejos de la Patria, de los amigos, del clido ambiente que allnos rodeaba, nos provoca dolor. S que, a veces, te sientes inmensamente solo, como en unaisla desierta y abandonada. La infranqueable barrera del idioma te rodea cual un alto muro, froe insensible, que no deja lugar a ninguna aproximacin humana. Y cunta necesidad tienes dela amistad, de la camaradera, del compaerismo, que aqu en el exilio no aparecenfrecuentemente. Lo mismo me pasa a mi, que soy tu padre, pero, a diferencia tuya, yo hevivido lo mio. Puedo ahora refugiarme en mis libros, en mis lecturas, cosa, que an tu nopuedes hacer. Debes saber que yo sufro por t, que, a veces, no s si hago bien en prolongarvoluntariamente este exilio, en reteneros mayor tiempo aqu. Ms pienso en la bondad deDios, que del mal saca siempre el bien. Algn provecho ha de venir de este largo destierro.No te desanimes, hijo mo!. No hagas madurar en t el resentimiento. Levanta el nimo ysupera tu encierro. Reza que hay un Amigo que siempre nos comprende, que no nos abandonay permanece con nosotros en todas las circunstancias.El es un verdadero Amigo, pues dio su propia vida por los suyos y t y yo sabemos que nohay amor ms grande que del que da la vida por los que ama.Pdele la gracia de ser amigo suyo, sincero y leal, lo cual es harto difcil y entonces tu, como yopodremos superar esta terrible pena de estar incrustados en una realidad que no nos pertenece.Slo as, con una visin cristiana del destierro podremos caminar por el desierto los "cuarentaaos que nos separan de la casa del Padre" alimentndonos del man de su invariableamistad.Estas palabras de oro que encontramos en las Sagradas Escrituras parecen inspiradas para ti,para mi, para todos cuantos padecemos este castigo del exilio obligado:

    Los visitar y cumplir la promesa de hacerlos volver a la Patria. (Jeremas: 29, 70)Todo hombre tiene derecho a la libertad de movimiento y de residencia dentro de lacomunidad poltica de la cual es ciudadano . Juan XXIIINuestro Seor en su niez fu un refugiado obligado a huir del odio que se habadesatado y de la persecucin que el poderoso de entonces, el Rey Herodes, haba impuesto.Jess y su familia tuvieron que abandonar Judea y refugiarse en un pas extrao hastaque el tirano hubo muerto. Juan Pablo IIEl exilio es una grave violacin de la vida en sociedad, en oposicin flagrante con laDeclaracin de los Derechos Humanos. El hombre no debe ser privado del derechofundamental de vivir y de respirar en la Patria que lo vio nacer, all, donde conserva losms entraables recuerdos de la infancia, la tumba de sus antepasados, la cultura quele confiere identidad espiritual, las tradiciones que le dan alegra de vivir y el conjunto derelaciones humanas que lo sostienen y protegen. Roma, 31.01.1982.Inspirado en estas reflexiones, he querido anotar algunas lneas que servirn para queexpliques a tus hermanos, a tus hijos y a los hijos de tus hijos el porqu nos obligaron aabandonar la Patria que tanto amamos.

    Tu padre.

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  • Prlogo"El paterno amor con que Dios nos mueve a amar a todos los hombres, nos hace sentir unaprofunda afliccin ante el infortunio de quienes se ven expulsados de su Patria por motivospolticos. La multitud de exiliados, en nuestra poca, se ve acompaada de manera constantepor muchos e increbles dolores" (Artculo 103 de la Encclica Pacem In Terris, de Juan XXIII)El enunciado anterior se aplica con elocuente experiencia a miles de compatriotas bolivianosque eligieron o fueron obligados a elegir el camino del ostracismo durante la negra noche dela dictadura "garcamezista".Mauricio Aira Flores, un acucioso informador, relata en forma novelada con pattica vivenciaen lo que le toc vivir, en su cuota parte, el drama colectivo que le cupo vivir al pueblo deBolivia. Como afirma el autor, se trata de una "sencilla historia, una de entre variostestimonios de bolivianos que fueron expulsados, sin otra alternativa que elegir, a los pases deEuropa". Fueron compelidos a buscar un lugar circunstancial donde poder vivir en libertad,con decoro y dignidad. Mantuvieron el pensamiento puesto en el retorno a la Patria, pararestituir el proceso democrtico quebrado por la sinrazn de las armas, el poder omnmodo dela fuerza de un rgimen autoritario que a ttulo de "reconstruccin nacional" sumi en ladesesperacin y el terror a todo un pueblo amante de su libertad.Sin embargo como lo afirm el Libertador Simn Bolvar en 1829, existe una recompensa paraquienes practican la libertad que no consiste en otra cosa que en "la administracin de lajusticia y en el cumplimiento de las leyes para que el justo y el dbil no teman".El testimonio de Mauricio Aira en su obra Destino Final Gotemburgo, es una reflexinprofundamente humana frente al siniestro hecho de nuestra historia contempornea, con susecuela de deshumanizacin extrema donde infortunadamente nadie se salv de la catstrofe enla que un grupo de uniformados llev al borde del abismo a nuestra querida Patria.Porque, como afirma el polgrafo Agustn Aspiazu "hay ms honra en los vencidos por unacausa justa que en los vencedores que luchan por la esclavitud de los pueblos".El libro de Aira Flores es una suerte de combinacin entre el relato personal de su protagonistaen Buenos Aires para conseguir el tratamiento de refugiado poltico en el Reino de Suecia, conlos sucesos del 17 de julio de 1980 en Bolivia y los meses posteriores.Es, adems, la demostracin pragmtica que se cumple, gracias a Dios, el artculo 14 de laDeclaracin Universal de los Derechos Humanos que reza: "en caso de persecusin toda personatiene derecho a buscar asilo y a disfrutar de el en cualquier pas que se lo ofrezca".Claro est que no se trata precisamente de un disfrute, sino ms bien de una prueba tangiblede solidaridad coyuntural hacia quienes se vieron obligados a abandonar Bolivia, o como en elcaso presente fueron simplemente transplantados desde Bolivia a Gotemburgo, muchos deellos seguidos por sus seres queridos, otros completamente solos.Se trata del drama de los refugiados, de las vicisitudes que tuvieron que pasar para reunirsecon sus hijos y esposas. Con la fe y la esperanza nunca perdidas y tan explcita ydramticamente mencionadas en las cartas familiares con palabras sencillas, "palabras conalas y color" como dira Jos Mart.La solidaridad universal y americanista expuesta en la Asamblea General de las NacionesUnidas en favor de los exiliados y refugiados polticos fue el punto determinante para lograrque varios miles de latinoamericanos, varios cientos de bolivianos pudieran vivirtemporalmente en pases europeos, donde recibieron un trato humano y digno.Entretanto, en Bolivia, la resistencia al ignominioso rgimen dictatorial fue incesante,sacrificada y gloriosa. Nuestro homenaje a todos los que lucharon para derrocar al gobiernode facto de la vergenza nacional.

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  • Que el testimonio de Mauricio Aira, uno de entre seguramente varios cientos tal vezmayormente dramticos, permita desterrar de Bolivia, de la Amrica Latina y del mundo lasprcticas reeditadas del fascismo. Que como lo sealaron en Puebla los ObisposLatinoamericanos, la Iglesia Catlica siga haciendo escuchar su voz, denunciando ycondenando los abusos de poder tpicos de los regmenes de fuerza, la angustia por la represinsistemtica o selectiva, acompaada de la delacin, de la violacin de la privacidad individualy familiar, de los apremios desproporcionados, de las torturas, del exilio, del dolor de tantasfamilias por la desaparicin de sus seres queridos y de tantas formas de violacin de losderechos humanos irrenunciables.Dios quiera que en el futuro se cumpla aquello que estableci en 1948 el Artculo 9 de laDeclaracin de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas: "Nadie podr serarbitrariamente detenido, preso ni desterrado"

    Gotemburgo, Destino Final tiene ese contenido. El juicio queda sin embargo, librado al mejorcriterio de nuestros estimados lectores.

    Gonzalo Vizcarra Pando.

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  • Captulo Primero

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  • Del Palacio Presidencial a la casa de seguridad

    En la ciudad de La Paz, en una casa de la Avenida Arce frente a la Embajada de Brasil, a launa y quince de un lluvioso viernes seis de febrero de 1981, me encontraba reunido con lafamilia en la mesa del almuerzo, cuando la sirvienta anunci con su particular sintaxis:- Dos jvenes lo buscan al caballero -dijo- con l siempre quieren hablar-aadi.Sal a la verja que daba a la calle, enfrentndome a dos soldados, arquetpicos campesinosindgenas uniformados del ejrcito boliviano:-Somos del Servicio de Seguridad de Palacio y mi General quiere hablar con usted, dijo uno.-Pero yo acabo de llegar, tengo que almorzar.-No importa, seor Aira, le vamos a esperar.Llova copiosamente cuando media hora ms tarde, con el corazn golpendome el pechosobre las intenciones del tal General, pero cansado de estar a salto de mata, cog unimpermeable para asistir a la convocatoria de quien no era otro que Luis Garca Meza, dictadorde Bolivia desde el sangriento golpe de estado del 17 de julio, seis meses atrs.Mi esposa Jenny se ofreci a acompaarme y lo acept con secreta alegra:- Me parece bien- fing liviandad, - despus de hablar con el General podremos ir a comprarlos tiles escolares que necesitan los nios.An con la incertidumbre como espina atravesada en el alma, lejos estaba de sospechar,pobre de m, que nunca ms volvera a casa y que a partir de aquel da mi destino cambiarapara siempre.Camino a Palacio me puse a cavilar, porque haca meses que me senta perseguido. La mismaempleada de la casa haba afirmado que una vagoneta beige del Servicio de Seguridad delEstado, que el rgimen utilizaba en la represin, haba aparcado cerca de la casa montandoguardia. Un da antes, cuando asista a una reunin social en un cntrico hotel, me habanadvertido que no volviera a casa porque agentes de seguridad me estaban esperando.Ante aquella alarma, llam por telfono esa misma noche a quin creyera un amigo. Era elcoronel Faustino Rico Toro, alto personero del rgimen y asesor en asuntos de seguridad, unaespecie de ministro de la caza de brujas de la represin:-Sabes algo en relacin a una orden de detencin contra mi persona?-No s de qu se trata, en ste momento me ha llamado mi General y estoy dirigindomehacia el despacho Presidencial.-Quiero decirte, Tinino, que estoy en el Hotel Gloria y me puedes llamar aqu, que no tengoningn motivo para esconderme.Por precaucin aquella noche me abstuve de volver a casa y pas la noche en otro hotel.Durante algunos das no pas nada y concurr normalmente a mi oficina en la Cmara Nacionalde Hotelera.Heme aqu ahora -pens- en curiosa comitiva con mi esposa y los dos guardias, camino alpalacio presidencial en un taxi cuya carrera tendra que pagar. Subimos por la calle Ayacucho,donde varios turistas escalaban a pi la empinada va en esta tortuosa ciudad de aire ralo ypaisajes que te quitan el aliento, adems. En el viejo edificio de la Plaza Murillo, nosinvitaron a pasar al segundo piso, a una pequea habitacin donde empez una larga espera.Luego de casi tres horas, mi esposa tuvo que retornar a nuestro hogar, no sin antes indagarcon los guardias que nos haban llevado hasta all. Le dijeron que el Presidente estaba en elBeni, que estaba lloviendo mucho y que el avin presidencial no poda levantar vuelo. Jennysali con la promesa de regresar rpidamente. No volvera a verla hasta medio ao despus,en Ro de Janeiro.Al salir mi esposa se haba encontrado con el coronel Rico Toro, quien le comunic que yoquedara detenido en forma indefinida por orden del General Garca Meza. Mientras tanto, fui

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  • invitado a pasar a la sala de edecanes, donde se me sirvi una comida bastante suculenta,aunque difcil me fue degustarla por la inquietud de no saber porqu estaba all.

    22 presos en 10 metros cuadrados

    Terminada la cena, fui trasladado a una casa de seguridad en la avenida 20 de Octubre, apocas cuadras de mi residencia. La tal casa de seguridad, situada muy cerca de la Embajadade Chile, estaba casi en ruinas. Tena unas escaleras que se caan a pedazos y en el segundopiso haba una especie de oficina con pocos muebles, todos desvencijados.A golpe de vista, advert que haba cuatro personas, dos de ellas sentadas frente a mquinas deescribir relativamente nuevas. En una pared haba un plano de la ciudad y un ttulo que me hizosonrer: PLANO SECRETO. Eran las 9 de la noche, y not que los ocupantes de la oficina yprisin estaban desconcertados y no atinaban a concederme un trato acorde al de un prisioneropoltico.El que pareca ser el jefe se adelant a saludar corts, pero firmemente. Recibi el encargo demis captores y les firm un recibo. Me hizo varias preguntas, datos de ndole general. Ni unasola palabra acerca de la causa de mi detencin. Haba all un sacerdote, o por lo menos uno alque los dems llamaban "padre". La nica pregunta que atin a formular fue:-Qu hace aqu el vestido con sotana?-Aqu trabaja-, me contestaron.Terminado el interrogatorio me descendieron al stano, y se me aposent en una minscula ymaloliente habitacin de cuatro camastros en litera, separados por un espacio de tres metros, unbao inmundo por la falta de agua, y otros dos presos. En la misma habitacin descansabancuatro guardianes o carceleros; visitantes entraban y salan. Ah estuve cautivo, observando loque ocurra a mi alrededor, algo inconsciente, quiz insensible, an ajeno al drama que meesperaba.Un agente que haca de secretario me acompa y me present como "el alojado", dejndomejunto a los otros dos presos y los cuatro agentes que estaban apiados en un espacio de noms de 10 metros cuadrados. Pronto se iniciaron las presentaciones. Uno de los detenidoshaba sido ex-candidato a diputado para la lista del MNRI de Siles Suazo por la provincia deAchacachi, de nombre Germn Condori; el otro era un profesor rural, ambos humildesciudadanos de origen campesino.La conversacin se prolong hasta las 12 de la noche, cuando se oy un grito y salieron losagentes corriendo para buscar ms detenidos. Entonces ocurri algo increble. Trajeron 22presos y los embutieron all, en sa celda donde ahora apenas podamos caber de pie todos a lavez y sin movernos.Muchos de los recin llegados estaban borrachos y hablaban con dificultad, y entre losdetenidos haba dos capitanes, clases y soldados: militares de la fuerza fluvial, mecnicos deaviacin; otros eran funcionarios del gobierno en diferentes reparticiones. Eran infractores deltoque de queda, la ley marcial vigente desde el 17 de julio de 1980, que prohiba la circulacinde las personas por las calles de las ciudades despus de las nueve de la noche.Me impresion lo que pasaba con stos detenidos. Algunos de ellos se orinaban en suspantalones y otros nerviosamente desfilaban por el nico inodoro all existente. Pude entoncesentender una antigua expresin boliviana, cagarse de miedo, porque en efecto ms de uno delos presos defec en sus pantalones y en plena celda. Otros se contaban chistes de subido tonoy rean nerviosamente.Dos detenidos me reconocieron en el ambiente de penumbra y preguntaron si podan haceralgo por m. Eran encarcelados que saban que en pocas horas ms saldran en libertad,mientras que yo permanecera preso. Nada, fue mi respuesta, primero porque desconfiaba decualquier extrao dadas las circunstancias y luego porque no deseaba comprometerles.

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  • Esa noche fue un infierno. Hubieron peleas de puetes y patadas, y golpes con los cachetes delos revlveres que ms de uno llevaba, especialmente los marineros. Otros se pusieron acantar en quechua y aymara. No alcanc a conciliar el sueo ni por diez minutos y la cabezame dola horriblemente.Al da siguiente, para poner en libertad a los detenidos por el toque de queda les sonsacaroncien pesos de multa a cada uno; los que no tenan cdula de identidad debieron pagar cientocincuenta. Quin no tena dinero se quedaba para barrer las oficinas y limpiar los baos. A uncampesino le pegaron con palos por no tener dinero para pagar 1a extorsin.Uno de los guardianes me dijo:-Seorcito, cuando usted salga libre quiero que me d trabajo, dgame qu necesita, que yopuedo ir a su casa.Aunque saba que corra riesgo, le di la direccin de la casa y le ped que me trajera algo de ropa,pasta dental, jaboncillo, toallas, etc. Ms tarde supe por Jenny que, en efecto, el hombrecillose present en mi hogar y pidi dinero que nunca me entreg, aunque s los calcetines y la ropainterior. Por lo menos pude asearme un poco, aunque sin saber que estas pocas pertenenciasseran las nicas que me llevara al exilio das ms tarde.Amaneci y a las 9 de la maana quedamos de nuevo los tres detenidos del da anterior. Losguardias ms antiguos dijeron que en el tercer piso estaba la sala de torturas y el archivo. Deall el domingo pasado haban retirado materiales para ir a quemarlos al ro. La mayora de estosdocumentos eran cartas que decomisaban en los allanamientos, cartas censuradas por elpersonal de inteligencia del rgimen, correspondencia violada por esta reparticin represivacontraviniendo normas de Naciones Unidas que garantizan la libertad de comunicacin y quehonran los correos de todo el mundo.Otra documentacin quemada inclua folletera sobre los Derechos Humanos requisada ensindicatos, iglesias, sedes de partidos polticos, etc. Muchos libros saqueados del domicilioparticular del Dr. Siles Suazo estaban all en una gran fogata; alguno de sus amigos presos quefueron obligados a colaborar en el fuego criminal trataron de quedarse con algunos papeles,pero fueron revisados y ni una hoja de papel se salv.Me enter por stos locuaces agentes que algunas unidades del Ejercito se negaban a salir depatrullaje por los calles de la ciudad. Arrestaban a los reacios y por esa razn traan tanta gentea ste sitio inmundo, ya que no haba dnde llevarlos.En las noches del sbado y el domingo, haba mayor nmero de detenidos, ms golpes,ms borrachos. Campesinos a quienes se haca sangrar para meterles miedo, se los tratabacruelmente. El domingo trajeron detenido a un joven homosexual al que pegaronabusivamente; se salv de mayores ultrajes porque declar ser el peluquero que atenda a lasecretaria, Rosario Poggi, del Ministro del Interior.

    Radiografa de los represores

    Desde que fui detenido no estuve solo ni un momento, pero mi mente trabajaba febrilmente enobservar lo que pasaba a mi alrededor y sin perder detalle alguno, quiz una reaccininconsciente para distraerme de pensar en mi propio destino.En Bolivia, como en la mayora de los pases latinoamericanos, los organismos de represin hantenido varios nombres y diversas estructuras, aunque su misin no ha cambiado, ni suconstitucin. Las caractersticas de estos servicios empiezan con una constante: la dependenciadirecta del poder central. A la cabeza se ubican las personas de mayor confianza de los tiranosde turno. En la base la gente ms incapaz, ms incondicional y la ms pobre; en lo posibleseres ignorantes, siempre dispuestos a obedecer ciegamente, sin preguntar nunca nada y quese contentaban con muy poco: comida abundante, si posible; bebidas alcohlicas, eso s, comoaliciente a su trabajo sucio, apareados con visitas a prostbulos o la oportunidad de saciar sus

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  • instintos bestiales con violaciones y hasta asesinatos de los detenidos.La mayora de estos agentes --algn membrete hay que darles-- se recluta entre la gente delhampa, los bajos fondos de la sociedad y los cuarteles. A los muchachos reclutados en loscuarteles les resulta prctico hacer de agentes, ganarse la vida, y hasta con un algo dealtruismo, ya que lo tomaban como una continuacin del servicio militar, o sea del servicio a laPatria. Como si por trabajar en la represin poltica se les concediera una oportunidad ms ensus vidas secas, todos estaban esperanzados con el aliciente de que al trmino de susgestiones les ofreceran una chamba, quiz un empleo permanente en los organismospoliciales, as hubieran tenido problemas anteriores de disciplina.Algo ms de una veintena de estos agentes se sucedan en el cuartucho que nos albergaba.Observ que entre los esbirros se llamaban por apodos o alias, igual que entre los guerrilleroso los delincuentes. Elabor mentalmente una lista de los "agentes de seguridad".Ah estaba Chichi, gravemente enfermo de los nervios, alardeaba de haber matado unoscuantos detenidos polticos. Era zurdo, pendenciero y est siempre buscando una oportunidadpara provocar camorra. O Miqui, quin tendra unos 17 aos, enamorado de una hija defamilia cuyo padre lo ech de su casa porque Miqui se puso a disparar en la calle luego dehaber bebido demasiado. No dejaba de limpiar y relimpiar su arma, casi apuntando a la cabezade los detenidos. Roberto, "el gordo", experimentado agente transferido del Departamento deInvestigaciones, era el ms considerado de sta banda. Otros alias que recuerdo eran"guila", "Chaly", "Costa", "Mateo", "Too", "Escorpio", "Loco" y "Coco".El "Archivero" era un sujeto especial que se encargaba de meter miedo a los compaeros deprisin:-Deben cantar todo lo que saben, es mejor para que no les apliquen la picana, tortura elctricaen los testculos. Los que no cantan la pasan muy mal y a m me da mucha pena-, le deca el"Archivero" a Germn Condori, el ms asustado de todos los presos.-Ustedes pueden convertirse en informantes y entonces tendrn toda la ayuda del Jefe-,sentenciaba.Algunos de stos infelices haban participado en los crmenes de la calle Harrington deSopocachi, tan slo 20 das atrs. Irrumpieron en un departamento en que se reuna ladirigencia del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria, de Jaime Paz Zamora) yasesinaron a mansalva a nueve de ellos. Se rumoreaba que no todos los que murieron estabanall, ya que antes haban dado muerte a dos detenidos, precisamente en la casa de seguridaddonde me encontraba.Otro agente a quien los dems guardias obligaban a bailar al son de la msica de unagrabadora era "Mandingo" un joven negro de 17 aos. Otro era "Sombra," tambin deascendencia africana, quien de 18 aos llegara de Tupiza. Orgulloso, me cont que fuerecomendado por el oficial Emilio Lanza, quin fuera su comandante en una unidad militar yle ofreciera trabajo:-Soy muy buen tirador, era el mejor de la compaa en el manejo del fusil, repeta.Otro agente, un cambita que pareca arrepentido de hacer lo que haca, me cont:-Yo era un buen ranger --soldado de lite-, pero me pele con mi padre y como no tengoningn oficio me met a sto. Le confieso que estoy desesperado por cambiar de oficio, estequehacer es muy riesgoso y no hay ninguna garanta-, aseguraba.Bajando la voz, acotaba:- Los agentes desaparecen, despus de tres meses les dan de alta.Lo que en verdad ocurra era que tenan que desaparecer los agentes, como testigoscomprometedores, autores, o implicados en los crmenes polticos o en las torturas infringidas alos detenidos. Pobres infelices, eran la punta de lanza de un sistema represivo del que tenanque ser borrados con carcter preventivo, testigos que eran de crmenes. La historia estabademasiado llena de ejemplos en que los que cumplan simplemente rdenes, pudieran luego

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  • revelar detalles que condujeran al esclarecimiento y lo que es ms, al castigo de los culpablesde estos denominados "crmenes polticos".Casualmente yo estaba enterado de que esta forma de actuar la aprendieron de una especie de"Manual para matar" que les inculcaron tcnicos militares argentinos a los oficiales deinteligencia bolivianos. Me lo haba contado un coronel Canido, de cuya boca escuch que enjunio de 1980 tuvieron un cursillo los oficiales de G-2 en el Hotel Los Tajibos de Santa Cruzde la Sierra, parte de la siniestra cooperacin de los militares sudamericanos en lo que luego sedevelara como el Plan Cndor.Estos jvenes -pensaba intensamente- no tienen ms destino que obedecer. Si no lo hacan,eran castigados en el Departamento de Orden Poltico o finalmente los liquidaban sinproblema alguno. Eran vctimas desgraciadas del propio sistema de represin al que servan.Uniformados de chaquetas y pantalones de mezclilla azul, la vida se les haca regalona y semoran de aburrimiento. No hacan nada productivo, su misin era salir a las calles, tomar presosy luego acosarlos y torturarlos.Como en el caso de Pablo Flores, maestro campesino y mi segundo compaero de celda enste encierro, cuyo delito fue estar parado frente a una librera luego de haber comprado algo,mostrando que tena dinero. El agente le culp de pretender repartir propaganda udepista (elfrente poltico de Siles Suazo) que el propio esbirro coloc frente a l con la foto de donHernn:-Es un panfletista-, lo acus, y lo meti en la crcel sin ms ni ms.Pablo me cont que el tal agente le arrebat todo el dinero que por ser maestro de escuela habacobrado por el mes, dos mil cuatrocientos bolivianos. Un verdadero robo en nombre de laSeguridad del Estado.Por sta va me enter de que los responsables de stos turnos de servicio era los oficialesdel Ejrcito Helguero y Freddy Quiroga, mientras que el jefe de la represin era el mayorQuiroga. Todos haban sido reincorporados a la institucin armada, luego de haber sido dadosde baja por problemas de disciplina en el pasado.Muy temprano el lunes 10 de febrero, fui llevado junto a mis dos compaeros de infortunio auna nueva crcel, esta vez en la calle Comercio, a pocos metros del Palacio Presidencial.Apenas llegamos record que anteriormente ya haba estado detenido en ste mismo lugar,donde me tuvieron incomunicado 26 das. Fue durante el gobierno del General Hugo Bnzer,pocos das despus de la masacre de Tolata, luego de ser conducido en avin desdeCochabamba a La Paz.Pero esta vez fuimos escoltados por hombres armados de metralletas que nos apuntaban todoel tiempo. Nos embutieron en ambulancias convertidas en carros de detencin. De color blancooriginalmente, las haban pintado de beige quiz sintiendo vergenza de mantener el color dela inocencia y de la caridad asistencial. Los vehculos estaban preparados para el serviciopblico, donacin de algn gobierno exterior para los hospitales, pero Luis Arze Gmez, eltenebroso Ministro del Interior de Garca Meza, les haba dado este truculento destino. Nuestrodiscurrir por las calles de La Paz se hizo con la fanfarria del ulular de sirenas, lo que haca quemucha gente se detuviera a mirar el siniestro cortejo.

    Fetidez, arengas y soliloquios

    Al ingresar me preguntaron mi nombre, record luego que respond en voz alta, buscando quealguna persona amiga pudiera orme. En el interior de la prisin, fuimos internados en una celdabastante grande en un tercer patio, cuya fetidez nos provoc dolores de cabeza inmediatamente:los orines cubran la celda de pared a pared, el aire era irrespirable.Nuestra prisin estaba ubicada en la parte posterior del Palacio Legislativo, en lo que antaohaban sido las caballerizas de los coches de senadores y diputados. Irona el que al lado del

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  • templo de la democracia estuviera la prisin para castigar a los demcratas.Al da siguiente pudimos el tro de cautivos echarle bastante agua a nuestra celda y limpiarla,aunque el olor no alcanz a desaparecer. Al habitculo no le entraba un slo rayo de sol, eratotalmente hermtico cuando se cerraba su pesada puerta metlica.La comida era mala, aunque poda ser peor. Con cierta regularidad, en el mejor estilo de lacostumbre andina de cuatro yantares livianos, seguramente porque tal era la comida de latropa, el desayuno se serva a las 9:00, el almuerzo a las 14:00, el t a las 17:00 y la cena a las20:30.Tres largos das con sus interminables noches se sucedieron all en la calle Comercio. Nopermitan una sola visita, aunque pude enterarme de que mis hijos Arturo y Mauricio habantratado de verme, aproximndose varias veces sin xito a la puerta de entrada.Despus de que mis compaeros campesinos Germn Condori y Pablo Flores fueranllamados a declarar y retornaran al borde de la histeria, pas largas horas levantando la moralde esos compaeros que haban entrado en una gran depresin y se ponan a llorar y temblar dedesesperacin. Empeado en racionalizar nuestra angustiosa incertidumbre, les arengaba deque el pretendido nacionalismo de los militares golpistas era una mentira.-No hay tal-, afirmaba enfticamente ante mis compaeros, -los militares quieren el podertotal.Todo financiado desde Hong Kong, la China Nacionalista haba ayudado con dineros para elgolpe de Garca Meza. Doce das antes del golpe, pude enterarme del ingreso de apreciablessumas de dinero en las cuentas bancarias de los militares con mando de tropa. El que menos,recibi cinco mil dlares americanos, aunque en moneda nacional.Taiwan buscaba apoyo y prestigio a su casi extinguida existencia como repblica. Su causaante el mundo estaba perdida, aunque no lo queran aceptar. Pretenda el apoyo de pases comoBolivia en los foros internacionales, aparte de sumar votos en los organismos de NacionesUnidas, para no quedar completamente hurfana ante la arremetida diplomtica de laRepblica Popular China para lograr su reconocimiento de ser la nica China.-Los golpistas son pobres de ideas, no tienen ninguna doctrina, han buscado el poder por elpoder mismo, sin ningn programa de gobierno, menos queriendo desarrollar laspotencialidades del pas en provecho de la poblacin o para mejorar el estndar de vida de losbolivianos.-Miren el caso de Garca Meza-, les explicaba a Germn y a Pablo, tratando de serconvincente all en la umbra y hmeda celda.-Se aprovecha de sus amigos militares en Argentina para secundar una lnea abiertamentederechista y reaccionaria, pro-estadounidense de dientes para afuera. Se apoya en unaArgentina que quiere arrebatar a Chile los territorios del Beagle y quiz ayudar a Bolivia arecuperar su costa en el Ocano Pacfico.-No podrn durar-, les remarcaba, -porque Garca Meza habla de establecer en el pas una"democracia indita". Esto quiere decir participar abiertamente del gran negocio de la cocana,sin ningn rubor. Asociarse con los contrabandistas de la riqueza maderera que sale por losros del Beni. Subvencionar a los productores de algodn y de azcar para que se venda aprecios por debajo de los valores internacionales. Recibir comisiones por las compras dearmamento, como aquella en la que el dictador pretenda la adquisicin de aviones franceses decombate.-Todo le vale para lograr su ascenso al grado de General de tres estrellas, ya que otrosmritos no tiene. Si hasta sus propios camaradas le han puesto del mote de "maestro albail"por su caracterstica torpeza y ordinariez.Soltbamos la carcajada y la tensin disminua.-Ustedes-, les estimulaba, -no tienen nada qu temer. Este rgimen represivo ha de pasarrpidamente, lo importante es no renunciar a las ideas propias y a la vocacin democrtica,

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  • que no es otra cosa que el reconocimiento de la capacidad del hombre para elegir su propiodestino, haciendo uso de su derecho al voto, a su propia opinin.Matizbamos as la angustia comn en la obscura prisin. Despus cada uno se retraa arumiar su monlogo interior. A repetirse, una y otra vez, que nada haba que temer, que losgolpistas no tenan la razn, que iban contra la historia. Da haba de llegar en que lloraranlgrimas de arrepentimiento por haber causado tan graves heridas a la patria. Luego, enespiral depresiva, cavilar que an si nos llegara la muerte, sta sera una liberacin. Despus,la angustia por los que quedaban atrs, por nuestros seres queridos. Finalmente, ensoliloquios mudos de ojos anegados en lgrimas, con el fuego de alguna pizca de fe avivadopor la brisa caliente de la desesperanza, musitar un acto de contricin y refugiarnos en Dios.

    Entre amigos pilatunos y buenos samaritanos

    El 12 de febrero de 1981 amaneci soleado. Temprano haba rezado una corta oracin:-Seor, te agradezco por ste da. Por ste sol, que no me llega, pero que esta ah para ricos ypobres. Dame fortaleza, dame fe, Seor.Apenas haba terminado el magro caf paceo, cuando siendo las 9:15 A.M. fui ordenado desalir de la celda con todas mis cosas. Tom mi bolso, el impermeable blanco y las dosfrazadas. Tena la camisa recin lavada, que por la noche haba estado secando. Para qu, sihaciendo fro en celda empec a sudar de temor e incertidumbre.Al salir de la prisin en medio de otros dos agentes armados de metralletas, vi de nuevo lavagoneta caf. Me colocaron en el asiento trasero. No me di cuenta hacia dnde enfilaba elvehculo hasta despus de unos minutos me pareci que suba hacia El Alto, a la zona delaeropuerto. Por algn motivo el vehculo se detuvo y entonces convers con el chofer y unguardia.-Adnde vamos?-Usted volar a Santa Cruz, responden.-Por favor, lleven stas frazadas a mi esposa.Los agentes recibieron felices las frazadas nuevas, que nunca entregaran a la destinataria. Perome ofrecieron cigarrillos y en aquel momento desvalido me conmovi el gesto de miscarceleros.La mente me revoloteaba recordando multitud de detalles, atando cabos sobre la causa de midetencin y posterior prisin. En realidad, despejada la posibilidad, real aquellos das, de acabarcon mis huesos en alguna tumba annima de paraje desconocido, estaba preparado desde hacamucho para el exilio. Preparado espiritualmente. Un hombre que lucha, aunque preso, puedever claramente que los ideales se sobreponen a toda dimensin material, se aprecia la conviccinpor encima de todo, aunque ciertas consecuencias polticas puedan repercutir de manera inslitaen la vida del ms humilde de los ciudadanos.Durante el tiempo que la vagoneta caf se haba detenido camino al aeropuerto, apareci el jefedel Departamento de Orden Poltico (DOP), quien se embarc tambin para aprovechar unaprimera etapa del viaje de La Paz a Santa Cruz:-Yo le conozco, don Mauricio, fui jefe del Departamento de Investigacin Criminal (DIC) enCochabamba, me llamo Julio Gmez-, se me present, -aqu tiene su pasaporte, lamento lo que lepasa.Dicho esto me pas un sobre con los billetes de avin, que a su vez los haba recibido de VickyCaldern, una antigua funcionaria del Lloyd Areo Boliviano, a quin reconoc al pie delenorme avin que se dispona a partir.Guard mis papeles sin leerlos hasta que estuve bien sentado en la nave. A punto de levantarvuelo, durante los minutos del carreteo, le, destino: Buenos Aires, pasaje de ida. Respiraliviado, al menos me conservaban la vida. El vuelo a Santa Cruz fue emotivo porque, entre

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  • otros conocidos, encontr a la esposa de un coronel de polica amigo, quien se ubic en elasiento trasero:-Chepita-, le dije, -me estn sacando de Bolivia. Me estn desterrando. El seor que estconmigo es un polica. Avsale a mi mujer, dile que me deportan a Buenos Aires. Si tienesdinero, psame lo que puedas.Chepita me dio cincuenta dlares. El propio agente me entreg otros cincuenta, y me dijo:-Qu lstima que no pueda darle ms. Yo estoy cansado de este trabajo, recomindeme asus amigos, a ver si pueden darme algo mejor. En Santa Cruz, podr usar el telfono, podrusted llamar a quin quiera, con toda libertad.La estancia en el aeropuerto cruceo fue breve, no ms de 30 minutos. No dio tiempo parallamar a nadie, solo un intento de ubicar a Juan Carlos Camacho, abogado y locutor de radio,amigo de siempre y que al parecer gozaba de influencia en los crculos castrenses, por seramigo personal de generales y coroneles, y en aquel momento Asesor Legal del SegundoCuerpo de Ejrcito en Santa Cruz.Trat de cambiar moneda, all en pleno camino del exilio, trocar los pocos pesos bolivianosque me quedaban a moneda estadounidense. Divis de pronto al empresario Ricardo Rojas,del hotel Los Tajibos. Convers con l unos minutos asuntos de su trabajo:-Ricardo, no tengo plata y no puedo viajar as, prstame algo de dinero.Me respondi que no tena a la mano, que tratara de ir hasta el hotel y conseguirlo, a menos dequince minutos del aeropuerto de El Trompillo. Insist:-Por favor, Ricardo, habla con Carlos Calvo, (Calvo era Presidente de la Federacin deEmpresarios Privados y socio de Rojas), que llame al Presidente, l puede pedirle que medeje regresar pronto.Ricardo prometi:-Claro que lo har, no te preocupes.De nuevo en el avin, un vuelo de casi tres horas hasta el aeropuerto de Buenos Aires. Graciasa Dios, encontr a un amigo de la infancia, Jorge Dueri. Amigo de esos de quien se escribe sunombre con letras de molde, habida cuenta de la nobleza, la bondad y seoro que mostr anteel drama que su amigo estaba viviendo con su detencin, expulsin y exilio. Me dej whisky,cigarrillos y dinero que hicieron menos penoso por algunos das ste castigo.Castigo debe ser -pensaba- por el delito de amar a Bolivia, por buscar el entendimiento entrelos bolivianos. Por pregonar que el problema nacional no lo resolvera slo un sector, losarmados de uniforme, sino por el conjunto de ciudadanos que integran la gran comunidadboliviana.

    Saudades de Bolivia

    Encontr a mi padre tecleando la mquina de escribir en la esquina que mi madre habaseparado para su escritorio en el pequeo departamento. En desordenado (para nosotros)orden, como en un altar shintosta, se amontonaban hojas mecanografiadas, recortes deperidicos recibidos de Bolivia, una media docena de libretas empastadas con espirales dealambre con los apuntes que el viejo atesoraba y le habiamos trado desde Bolivia, un par demarcos con fotos de familia y de amigos de la patria lejana, y la radio.Bendita radio de onda corta con la que se mantena al tanto de los noticieros bolivianos ylatinoamericanos. Maldita radio de ondas que iban y venan, de llorones huayos y saltarinascuecas interrumpidas por el locutor y la esttica, de que tanto disfrutaba el viejo.Llegando de la universidad me haba aproximado casi surrepticiamente cuando escuchaba laradio, queriendo asustarle con un abrazo de oso menor a sus amplias espaldas de oso mayor.Al verle el rostro percib sus ojos llenos de lgrimas. Par en seco deseando evitarle elbochorno de mostrarse en su llanto solitario de hombre, pero ya haba girado la cabeza hacia

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  • m.-Qu pasa, papito?-Nada hijito, solo me sangra el alma de nostalgia- me respondi mientras sacaba el pauelodel bolsillo.-Vale tantas lgrimas ese pas de mierda?- quise preguntarle, pero solo atin a palmear suhombro cuando deseaba arrebujar su rostro en mi pecho.Ahora soy yo quien llora cuando escucho a Freddy Mercury y Queen cantar Radio Ga-Ga yla parte donde pregona: radio, what's new, someone still loves you... y me acuerdo de miviejo.Gotemburgo, mayo de 1987, Arturo Aira, estudiante universitario.

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  • Captulo Segundo

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  • Tiempos borrascosos

    A los ojos de la historia, dicen algunos, la eleccin de Lydia Gueiler a la presidencia de Boliviafue el resultado de un forcejeo entre el Congreso y la Central Obrera Boliviana (COB).Algunos parlamentarios sin mayor representacin haban promovido el interinato gobiernointerino de Gueiler, sin tomar en cuenta que ya Walter Guevara Arze haba sido otro presidenteinterino sin xito en la Presidencia. Derrocado que fuera por el golpe del general AlbertoNatusch Busch en noviembre de 1979, el repudio popular expuls al golpista militar luego dediecinueve efmeros y sangrientos das.El Congreso Nacional, en vez de reponer a Guevara Arze, haba derivado en intrigas,maniobras y ambiciones de todo tipo con tal de no elegir Presidente a Vctor Paz Estenssoro.Tal escenario dio como resultado otro gobierno interino, uno sin pena ni gloria y marcado porla debilidad y el oportunismo.Se cuenta que el general Alberto Natusch Busch, incomprendido derrocador de WalterGuevara Arce, fue quin ms influy para animar a la seora Gueiler a aceptar el interinato.Lo real es que posesionada en el alto cargo, fue el propio Natusch que advirti a la Presidentesobre la inconducta y las poco disimuladas intenciones del general Luis Garca Meza dehacerse del poder.Lamentable es que Gueiler no escuch a Natusch, dando renovado impulso a continuar con lospreparativos de su propio golpe, estando seguro el militar golpista de que el parentesco quedeca unirle a doa Lydia, por lo Tejada que les relacionaba, le asentaba firmemente en el altocargo de Comandante en Jefe del Ejrcito que ocupaba hasta el fatdico sptimo mes del ao1980.Segn el experimentado actor poltico de entonces que fue Guillermo Bedregal Gutirrez,todos los sntomas de inestabilidad estaban dados en contra de la seora Gueiler.La seora Presidenta haba logrado efectivamente presidir la celebracin de elecciones.Nuevamente el candidato de la UDP, Hernn Siles Suazo, haba triunfado con una ampliapluralidad de votos, aunque sin lograr el 50% de los sufragios emitidos. La eleccinpresidencial, nuevamente, iba a estar en manos del Congreso, el cual tena programadoreunirse en agosto de 1980. No lo hara.El cruento golpe militar encabezado por el general Luis Garca Meza destituy a la Presidenta,desconoci el resultado electoral y estableci una de las ms sangrientas y feroces dictaduras,la cual result estar en colusin con el narcotrfico, conforme se demostrara un tiempodespus.El 17 de julio de 1980 es una fecha de vergenza poltica y militar en la historia de Bolivia,escribira despus Guillermo Bedregal en su Breviario Histrico del MNR, libro escrito paradescribir el protagonismo del Movimiento Nacionalista Revolucionario en los ltimoscincuenta aos de la historia de Bolivia.Se refiere, con total acierto, a que el golpe de julio de 1980 haba empezado meses antes,cuando Luis Arze Gmez, jefe de la Seccin Segunda de inteligencia militar, por instruccionesde su comandante Garca Meza asalt los archivos del Ministerio de Gobierno y traslad ladocumentacin existente desde tiempos del control poltico en la dcada de los cincuenta, algran cuartel militar de Miraflores.Pocas semanas despus los servicios de inteligencia militar denunciaron la existencia de unplan siniestro contra la existencia de Bolivia que sera ejecutado por agentes incrustados en lasociedad boliviana. Una nmina de cien terroristas fue ofrecida por el G-2 del Ejrcito, algobierno de la seora Gueiler. Al pie del informe, invocando el sagrado deber de velar por laintegridad de Bolivia se peda expresa autorizacin de la Presidenta para desbaratar el supuestoplan a cualquier costo.

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  • Al parecer la seora Gueiler no tuvo ms remedio que estampar su firma al pie delmemorando, que fue el punto de partida para que se cometiesen crmenes de Estado. Elprimero de ellos fue contra Luis Espinal, sacerdote jesuita asesinado por la polica civil encumplimiento de rdenes superiores, cuyo cadver cruelmente torturado fue encontrado en unbasural. El mrtir Luis Espinal fue el nmero uno, Marcelo Quiroga Santa Cruz haba de serel nmero dos.

    Marcelo Quiroga Santa CruzMarcelo Quiroga Santa Cruz era un joven intelectual cochabambino formado en Chile yMxico. Haba vuelto al pas haca muy pocos aos y se haba colocado a la cabeza de uno delos tres partidos socialistas en Bolivia.Su pensamiento era muy claro desde un principio: denunciaba el mal uso que se haca delpoder poltico, de las tremendas contradicciones en que incurran los distintos gobiernos y laaccin imperdonable de destruir o entregar a la voracidad de empresas extranjeras los valiososrecursos naturales del pas.Censuraba el mantenimiento y desarrollo del aparato policial y militar, con menosprecio deotras muy importantes reas como son la salud y la educacin, valiente actitud que le granjemuy pronto la enemistad y antipata de jefes y oficiales de las instituciones armadas.Marcelo adquiri pronto una gran capacidad de convocatoria. Su juventud, su sencillez y esaextraordinaria entrega al pueblo que se manifestaba, entre otras cosas, en una disposicin aresponder con sinceridad a las preguntas de los hombres de la radio y de la prensa,despertaron celos y enconos entre otros personajes polticos menos populares.Muy pronto, Marcelo Quiroga Santa Cruz organiz su pequeo grupo de correligionarios,nombrndole Partido Socialista Uno para distinguirlo de los otros.Haba formado parte del gobierno militar del General Alfredo Ovando Candia , como Ministrode Energa. Le toc tomar la iniciativa en la nacionalizacin de la Bolivian Gulf Oil Company,que arranc de manos de la empresa americana.Si bien la historia detrs de bambalinas documenta que la referida nacionalizacin fue enexceso compensada por el gobierno boliviano a la transnacional petrolera texana para quest la Embajada de los Estados Unidos, la medida fue un estandarte de los sectoresnacionalistas que propiciaban, desde cincuenta aos atrs, que el pas administrara susrecursos naturales y les aadiera valor agregado transformndolos en nuestro territorio.Tanto el control de las ingentes riquezas en hidrocarburos, como la refinacin en lingotesmetlicos del estao hasta entonces exportado como pedregones a refineras inglesas yestadounidenses, podran significar la retoma de las riendas de un destino nacional msventuroso. Por lo menos, esa era la intencin de una capitalismo de estado que despus fuecorrodo por una burocracia estatal de supernumerarios contratados al color de la prebenda y elservicio a la clientela poltica.Pero por tales posiciones, tal como me lo corroborara el mismo general Alfredo Ovando enBuenos Aires ms tarde, los americanos no le perdonaran jams a Marcelo y quizs laexplicacin de su muerte est por estos rumbos.

    El da del golpe

    El 17 de julio de 1980 haba sido un da como otro cualquiera. Como todas las maanas, habadejado el hotel donde estaba morando despus de mudarme con mi esposa y mis cuatro niosa La Paz, y tom un taxi hasta Radio Cosmos, entonces en la calle Sucre.Llegu a las 7:15 A.M. para dar lectura a mi comentario editorial y entregar las noticiasmatinales al gran pblico radial. Estuve all ms de dos horas. Luego sal para recoger

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  • algunos papeles en una oficina de enfrente a la emisora, cruzando la calle. Cuando llegu all,desde el segundo piso pude ver como irrumpan en la emisora gente armada que haba llegadodesordenadamente en dos camionetas. Eran los ya conocidos paramilitares:Dnde est Mauricio Aira? , preguntaron.No est en la radio, les respondieron.Y procedieron a clausurar la emisora, cerrando as el centro periodstico de mayor oposicin algolpe militar. Casualidad la de salvarme de ser detenido por el escaso margen de minutos,aparte de haber sido testigo del operativo paramilitar de mi bsqueda.Alrededor de las 11 horas de aquel aciago 17 de Julio, al confirmarse la rebelin de la guarnicinde Trinidad, Beni, claro signo del levantamiento militar, el viejo dirigente obrero Juan Lechn,quien haba sido elegido Presidente del Comit de Defensa de la Democracia, convoc a reuninde ste organismo, acto previsible y cantado a voces con anticipacin para cuando llegara aproducirse el anunciado golpe de estado.El Comit de Defensa de la Democracia estaba constituido por todos los partidos polticosvigentes con representacin parlamentaria, o sea, los expresidentes Vctor Paz del MNR,Hernn Siles Suazo de la UDP, Hugo Bnzer de ADN y lderes polticos como Jaime PazZamora y Oscar Motete Zamora Medinacelli del MIR y del PC, lnea Pekn, respectivamente,entre otros en que destacaba Marcelo Quiroga Santa Cruz, fundador del Partido SocialistaUno.Algunos paramilitares y buzos esperaron discretamente desperdigados en el vecindario delvetusto edificio de la Central Obrera Boliviana, donde tena que celebrarse la sesin. Cuandotodos los defensores de la democracia estuvieron reunidos, alrededor de la una de la tardellegaron simultneamente cerca de cinco vagonetas ambulancia, de donde descendieronmedia centena de paramilitares, reclutados entre ex policas de investigacin criminal,hampones, maleantes de la peor calaa y desocupados permanentes, todos armados hasta losdientes.Dando ordenes de mando y disparando sus armas de fuego para amedrentar a una pequeamultitud que se haba congregado en las afueras de la Avenida 16 de Julio para acompaar alos dirigentes polticos y sindicales reunidos, los esbirros irrumpieron en la sala de sesiones yobligaron a los concurrentes a salir por la escalera, anunciando que todos estaban detenidos.Toda esta operacin qued fielmente registrada en las cintas magnticas que documentaban eldesarrollo de la histrica sesin.Anecdtico fue que para el Dr. Hernn Siles Suazo la impuntualidad le salvara la vida.Llegaba tarde al cnclave y a pocas cuadras de la Secretara Permanente de la COB, losdisparos que se escuchaban por toda la ciudad le advirtieron de ponerse a buen recaudo. Virpor un desvo y se refugi en alguno de los escondites que tena siempre a mano para ocasionessemejantes.Ante el atropello, lderes como Lechn, hombre experimentado en situaciones similares en suazarosa vida poltica y sindical, recomendaron prudencia, serenidad y no oponer resistencia alos armados.No fue bice para que Marcelo fuera identificado y ametrallado con una rfaga que lo dejherido y mat a un lder sindical vecino a l. El malherido Marcelo fue subido a una de lasambulancias y rematado en alguna de las casas de seguridad como aquella que conociera alcomienzo de mi calvario. Su cadver no puede ser encontrado hasta ahora.Testigos sobrevivientes destacan que la animadversin contra Marcelo fue notoria desde elprimer momento. En la toma de la Secretara de la COB le buscaron y provocarondeliberadamente, as como buscaron sin xito al Dr. Siles Suazo, en aquel momentorepresentante de una oposicin de avanzada al militarismo.Los paramilitares actuaron de un modo tpico, como los famosos escuadrones de la muerte enlas guerras contra revolucionarias de Argentina, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala.

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  • Eran mercenarios y asalariados que mataban cumpliendo las sentencias que los falsosnacionalistas a ultranza dictaban a control remoto desde tenebrosos concilibulos, en elmarco de la nefasta doctrina de la seguridad nacional.Marcelo Quiroga Santa Cruz fue asesinado y luego nadie quiso asumir la responsabilidad civilde su desaparicin. Burln, Luis Arce Gmez dijo que fue un disparo fortuito y el dictador GarcaMeza, sarcstico, declar que cuando Marcelo muri an gobernaba Lidia Gueiler, laPresidenta Constitucional.El crimen se inscribe entre tantas otras crnicas de sangre, que se inspiran en aquella necesidadde eliminar a los enemigos de dentro por ser un factor de riesgo a los designios de dominacinde ciertos grupos hegemnicos opuestos a los principios democrticos.El escenario y las circunstancias me recordaron la forma ideal de eliminar a los opositores,justamente de la forma que el coronel Canido, jefe de inteligencia (G-2) de la Octava Divisinen Santa Cruz, me la haba descrito.Los argentinos nos recomendaron, me haba dicho el militar en presencia de Juan CarlosCamacho, que reunamos a los rojos en un slo cuarto y los hagamos volar a todos juntos. Vayareceta criminal.Garca Meza lleg al poder asesinando ciudadanos indefensos, cerr el Poder Legislativo,aterroriz a los Magistrados del Poder Judicial y se encaram en un gobierno calificado por loshistoriadores como terrorista y tirnico.

    Soldado, no matarsRecuerdo con claridad el llamado a la resistencia al da siguiente del golpe militar, escritas envolantes, llamados poticamente palomitas, que palomas de palabras eran.Junto a Jaime Bedregal, Fernando Baptista, y Mario Sanjins Uriarte ex-ministro, ex-embajador y conocido correligionario del Dr. Hernn Siles Suazo, habamos lanzado a lacirculacin miles de palomitas impresas en una mquina multicopiadora. En pocas palabrascondenbamos el brbaro asalto al poder y el asesinato de Marcelo Quiroga Santa Cruz y deotros por las bandas alevosas transportadas en ambulancias.Los cuatro amigos tenamos en comn una profunda bronca, y una infinita impotencia portodos lo que estaba ocurriendo. Los cuatro compartan techo en el Hotel Capitol deCochabamba.Advertamos del imperio de patotas de paramilitares a las que el quinto mandamiento de "nomatars" se haba concedido convertir en orden de asesinar. Todo en nombre de salvaguardarlos ms altos intereses de la patria, segn los perciban los militares.Condenbamos las consignas comunes de gran parte de los uniformados armados delcontinente, aleccionados por la doctrina estadounidense de la seguridad nacional, venenodoctrinario que inspir los ms feroces crmenes en tantos pases pobres y dependientes de laAmrica Latina:Soldado de la Patria, nigate a disparar contra tus hermanos. Los enemigos de Bolivia estnfuera de ella. Los mineros y los estudiantes son tambin bolivianos. Los gorilas quieren elpoder para llenar las crceles de patriotas y vender Bolivia a los pichicateros. No dispares amatar. Dispara al aire. Soldado, no matars".Por ello es que desde el primer da haba comprendido que no quedaba otra solucin queprepararse para la lucha. No se poda claudicar y buscar una convivencia con los militaresgolpistas. Luchar, caer preso y morir. Y como alternativa ser echado del pas, perspectiva estaltima que se haba cumplido dramticamente. Ya me llegara el da del destierro.Varias semanas despus de llegar a Buenos Aires, con la barba crecida y un desarreglogeneral y ya sin recursos aparte de mi carcter e iniciativa personal, conoc a un amigoargentino, Carlos Pastor. Hombre sensible que oyendo mi historia me dedic un verso a

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  • propsito del valor de los que escriben:

    Pluma, cuando considerolos agravios y mercedes,el bien y el mal que tu puedescausar en el mundo entero,que un rasgo tuyo sereno,puede matar a un tiranoy que otro torpe y livianomanchar puede un alma pura,me estremezco de pavura,al estrecharte la mano.

    Valen las rimas del argentino para Marcelo Quiroga Santa Cruz, Luis Espinal y los centenaresque en Bolivia han sido asesinados, han padecido las penurias de la prisin y han sufrido eldesgaje del alma por el exilio.

    Las lecturas subversivas de mi padre

    Mi padre era la anttesis del revolucionario. Hombre de familia, pulcro, bien vestido y mejorcomido, era ms un tpico burgus y estaba lejos de ser el prototipo de revolucionariolatinomericano barbado y de mirada febril que llegu a conocer en Suecia en los posters ypoleras del Ch Guevara, aquellas que exhiban, orgullosos, algunos de mis compaeros deuniversidad.Intentaba explicarme a m mismo cmo un hombre sin haber tomado jams un fusil ni unrevlver, ni ser parte de una organizacin poltica con planteamientos temerarios, se constituyen un enemigo de un rgimen de facto. Alguna vez mi padre coment que el dictador GarcaMeza le haba querido embarcar en el proyecto de su golpe de estado, asunto que mi padrehaba rechazado con energa. Pero eso no bastaba para explicar el encono.Entre las lecturas de mi padre destacaban una aporreada versin de Pedagoga del Oprimidodel brasileo Paulo Freire y otro de Bolivia: el desarrollo de la conciencia nacional delsocilogo boliviano Ren Zavaleta. La Historia de Cristo de Giovanni Papini, obrascompletas de Jackes Maritain, y la infaltable Sagrada Biblia de Eloino Ncar y AlbertoColunga. Todas en versin de bolsillo, mi madre insisti en esconderlos dentro del equipajepara devolverlos a quien seguramente los haba ledo una y otra vez, cuando se volvieron aencontrar luego de su expulsin de Bolivia.Creo que la veintena de aos de ejercicio periodstico a travs de la radiodifusin de mi padreen Bolivia se nutran de la fuerza de las ideas de Freire y Zavaleta. Deduzco tambin que sonlos intelectuales los verdaderos enemigos de las tiranas, tal vez porque piensan y tienen unaproyeccin mental algo diferente a la de los dems. Solo as se explica la vigencia de obrasliterarias de autores revolucionarios, cuyas biografas siguen influyendo en la mente de losjvenes.Obras como las del Ch Guevara, del padre guerrillero Camilo Torres, de Catalano o deGutirrez han sido prohibidas y en muchos casos incendiadas como producciones diablicaspara los nefastos designios del capitalismo, que ve en el pensamiento libre el freno a susplanes de dominar y sojuzgar a las masas.Son libros que han sido de plano prohibidos en Amrica Latina, aunque en Europa circulenlibremente. Quiz porque cuestionan esa mal llamada independencia a partir de la primeradcada del siglo XIX, que fue solo una transferencia del poder de los espaoles a los hijosde stos, los criollos nacidos en las colonias.El poder poltico continu en manos de los ricos, adems de derivar a los tentculos de otras

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  • metrpolis extractivas Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, Italia, etc. que han usufructuadodel trabajo y la riqueza de los pueblos americanos. Aunque pocos quieran reconocerlo, en loshechos las civilizaciones nativas fueron desplazadas por el colonialismo y sus pueblos sonajenos a decidir su destino, aunque nadie quiera reconocerlo.Pero en el siglo XX la Iglesia Catlica, mejor tarde que nunca, empez a escuchar a los pobresy reconocer que fueron objeto del gran despojo de sus tierras, de sus riquezas, de supersonalidad y de su historia. Con su Teologa de la liberacin se abri un nuevo captulo de lasrelaciones de los pastores con su rebao.Hoy en da, claro est, el imperialismo es ms sutil. Trata de no entrometerse en asuntosdomsticos, es ms, ya no elige a hombres, sino a sistemas. Elabora acuerdos, otorgacrditos y asistencia econmica, tcnica y cientfica. Los convenios tienen que cumplirse araja tabla, independientemente de quin gobierne. Los acuerdos son sagrados y todo elaparato del neoimperialismo est para hacerles cumplir: Fondo Monetario, Banco Mundial,Organizacin del Comercio, y la mayora de los gobiernos son controlados por EstadosUnidos, por Gran Bretaa, por el Grupo de los Ocho. Son entes que otorgan beneficios amanos llenas y luego exigen su contraparte por las ddivas que conceden a los gobiernosdependientes: la sumisin, el voto en organismos como Naciones Unidas, donde ejercen uncontrol indirecto. En cada pas, el imperialismo tiene sus partidos polticos y su prensa.Gotemburgo, mayo de 1987, Arturo Aira, estudiante universitario.

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  • Captulo Tercero

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  • Fiat voluntas tua

    Era sbado a la medianoche cuando despert despus de dormir de un tirn ms deveinticuatro horas, tal era el estado de nervios y la tensin a los que haba sido sometido en losdiez ltimos das desde mi detencin en La Paz. Ahora me costaba aceptar que haba sidotrasladado a miles de kilmetros de distancia.Solo, desamparado y hambriento, camin a un restaurante vecino, ped un bife, algo de vino ycaf. Luego de comer volv a mi habitacin en el Hotel Savoy de la avenida Callao para cavilarsobre mi situacin hasta que Morfeo, piadoso, me llev otra vez a sus parajes de sueosinquietos.Uno de los graves problemas del exilio es la supervivencia en condiciones dignas. El hambrees un compaero real y evidente y era claro que no podra escapar a esta regla. Para mtambin, pronto empezaran los problemas prcticos, haba que pagar la cuenta del hotel ybueno, haba que comer.Pero el problema que ms me preocupaba era la situacin de la familia all en La Paz. Erapresa de una angustia indefinible pensando todo el tiempo en mis hijos y en mi esposa. Cmopodran mantenerse all, con qu medios hacer frente a los problemas de alimentacin ysupervivencia? No se vislumbraba ninguna solucin, bienes no tenamos de ninguna naturalezay nuestros hijos eran todos menores, de catorce, doce, diez y ocho aos, que no podan deninguna manera valerse por s mismos.Recin el domingo 15 me anim a salir a caminar por la avenida Callao. Recorr elminicentro de Buenos Aires. Llegu hasta la Avenida Constitucin, donde est elimpresionante monumento a la revolucin de 1810. Pero el templo argentino a su democraciaestaba cerrado.Deseaba asistir a la misa dominical, de modo que busqu un templo. Cerca estaba el de losJesutas, llamado El Salvador. Me sorprendi encontrar una iglesia tan grande y tan llena degente. Cost abrirse paso y conseguir un buen lugar cerca del altar mayor. Desde allacompa con devocin y profundo recogimiento todo el santo oficio. Llor por dentro todoel tiempo, entremezclando sentimientos de gratitud por conservarme Dios con vida, de hondaamargura por todo lo que pas, de preocupacin por mis hijos y mi esposa que haban quedadotan lejos en el desamparo.Por muchos aos haba de recordar el canto de la comunin de esa misa solitaria en medio de lamultitud de fieles argentinos: Seor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho minombre, en la arena he dejado mi barca, junto a Ti buscar otro mar, que enton fervoroso,con clara pero temblorosa voz. Hice un acto de fe sincero y contrito, y me acerqu a la mesacomn donde tom el pan de los pobres e implor:Como en otros momentos de mi vida, estoy enteramente en tus manos, Seor Jess. No medesampares, cuida de los mos, dales tu proteccin e insflales la fe que fortalece. Que se hagatu voluntad. Fiat voluntas tua!

    De la sartn a las brasas?La Argentina viva tambin una noche negra. Como en Bolivia a la Presidenta Lydia Gueiler,un nuevo golpe militar haba encarcelado a su Presidenta Isabel Pern y colocado a losuniformados en la administracin nacional.La historia de los desaparecidos era cosa de cada da, en todas partes se respiraba un aire dedesconfianza, de callada sospecha y miradas recelosas. El imperio del miedo y el terror habalogrado sus efectos, el pueblo argentino de generoso, confiado y bonachn se haba convertidoen vigilante, susceptible y reservado.

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  • Mi situacin de exiliado en la Argentina era frgil. Haba ingresado a este pas con unsalvoconducto. Una simple hoja que deca: viaja slo, viaje de ida; no era ningn pasaporte.Este salvoconducto daba derecho a quedarse legalmente en el pas tres meses a lo sumo yluego vendra la clandestinidad y la posibilidad cierta de ser detenido.Por el trabajo periodstico conoca de sobra la suerte de los desaparecidos en la nacin de Gardely de Borges. En pocos pases del globo se haba desatado tan feroz persecucin y represin a lagente de la izquierda del espectro poltico. Se estaba escribiendo en aquel momento la mssangrienta historia argentina de los tiempos modernos. Los desaparecidos sumaban treinta mily Buenos Aires era el centro de esa brutal represin.Para llevarme de la sartn a las brasas bastaba una leve denuncia. Por ejemplo que elpropietario del hotel llamara a la polica y denunciara que un exiliado boliviano no pagaba lacuenta. La detencin habra sido inmediata, sobrevendran los interrogatorios y quien sabe...En ese contexto tenebroso, pero armado de optimismo y esperanza, al da siguiente dej muytemprano el hotel y me encamin hacia la Cmara Argentina de Turismo. Esperabaencontrar a Antonio Gmez, presidente de dicho organismo. Le haba conocido pocos mesesantes, en el Segundo Congreso Interamericano de Hoteles en Ro de Janeiro.Gmez era el propietario del Grand Hotel y me invit a tomar un trago juntos y conversar sobrelas posibilidades de empleo cuya necesidad le haba adelantado.Qued muy contento del resultado de la entrevista, donde aparte de volver a lo que otrorafuera cosa rutinaria en Bolivia, ccteles y cena con un amigo, a partir de ese momento tuveadems el beneficio de contar con las oficinas de la Cmara Argentina de Turismo, paraescribir sendas misivas a mi Jenny, a Ricardo Rojas y a Guillermo Cceres, estas ltimaspara dejar en claro los asuntos pendientes de mi ltimo empleo en Bolivia.Mi ltimo empleo en La Paz haba sido como Gerente de la Cmara Boliviana de Hoteles ycomo tal estaba al tanto del movimiento hotelero. Con estos antecedentes y con el respaldo delingeniero Gmez, luego de haber ledo bastante material en las oficinas de su institucin elaborun informe y algunas sugerencias para mejorar y fortalecer la Cmara Hotelera Argentina.El documento fue dejado en manos de Gmez y ste consider muy interesante la proposicinaunque no formul ninguna promesa de darme trabajo. Se habl en todo caso de la necesidad delegalizar mi permanencia en Argentina. Como condicin previa antes de pensar en alguna pega,tendra que ir a ver un oficial de Inmigracin y hablar con l del tema.Pero continuaban, como espina en el corazn, las cavilaciones sobre lo que podra convertirseen un caer de la sartn a las brasas. Asustado como un Adn expulsado del paraso quemiraba receloso los peligros que me acechaban, haba deambulado a lo largo de la avenidaCallao, mirando vitrinas y detenindome como siempre lo haca por costumbre a leercartulas de libros en los escaparates.

    El primo de Prez EsquivelLlegu a uno que pareca una librera catlica, alejndome unos metros mir la marquesina,Librera San Pablo. Entr confiado y estaba hojeando un libro y otro, cuando se me ocurripreguntar discretamente si alguno conoca las oficinas de Derechos Humanos.Un empleado se dirigi a otro, ste se le acerc casi al odo. Luego asegurndose de que nadiele oa, me dijo:Si usted vuelve por aqu al cerrar el negocio, como a las siete de la noche, lo llevar yo mismo.Descuide, yo estar de vuelta.Sal a la calle y mir el reloj. Faltaban tres horas para las siete, de modo que decid volver alhotel, entrar en la habitacin y tomar una ducha, la tercera del da.El calor de Buenos Aires en los meses de enero y febrero es pegajoso y el aire se vuelvecaliente. Curioso contrasentido el que se lo combata tomando caf todo el tiempo para

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  • combatir los 30 ms grados del trrido verano. Una gran parte de los negocios estabancerrados, lo mismo que las industrias. Miles de bonaerenses se marchaban a sofocar loscalores capitalinos en las playas de Mar del Plata o de Punta del Este en el vecino Uruguay.A la hora convenida estuve de regreso a la librera. Le tend la mano al librero de medianaestatura, frente amplia y ojos brillantes:Soy Mauricio, fui detenido y expulsado de Bolivia por los militares. Estoy desesperado.Necesito ayuda.Me llamo Norberto y soy primo de Adolfo Prez Esquivel, exiliado como usted, me dijo.Prez Esquivel ganara posteriormente el Premio Nobel de la Paz por su defensa intransigentede los derechos humanos.Norberto estaba casi febril de poder ayudar:Tiene usted suerte, pues las oficinas estn muy cerca, a pocas cuadras de aqu sobre estamisma avenida y justamente a esta hora siguen abiertas an, ya que se trata de la AsambleaPermanente de Derechos Humanos.Pareja de amigos recientes, nos encaminamos con paso firme hasta un conjunto de edificiosaltos, ubicados precisamente frente al templo adonde haba ido a misa el da anterior. No habaningn letrero, salvo un pequeo papel en una pared lateral: Asamblea Permanente deDerechos Humanos, Oficina 36. Ingresamos por una puerta lateral, subiendo y bajandoescaleras hasta llegar all.Buenas noches, vengo acompaado por un compaero boliviano que ha estado preso y hasido expulsado.Conoc entonces a Alberto Airala y a Eduardo Pimentel, presidente de la Asamblea. Deinmediato me pidieron hacer una relacin de mis vicisitudes en una mquina de escribir quepusieron a mi alcance.Ya podemos imaginar cmo lo ests pasando. Toma algo de dinero y ven por aqu maana,que te presentar al Dr. Augusto Comte McDonell, vice-presidente de la Asamblea ymiembro de la Democracia Cristiana, estoy seguro que l podr encaminarte y sugerirte ques lo que puedes hacer afirm Alberto, quien luego me acompa de regreso al hotel.Al da siguiente pas por la librera San Pablo para dar a Norberto las gracias y noticias delresultado de la entrevista y seleccionar algunos libros de lectura. Yo segua incrdulo de quetan pronto mis oraciones hubieran sido atendidas. Musitaba una breve frase de gratitud:Gracias a Dios!

    El Hombre de la Mancha

    Pasaban los das en rutinas sin trascendencia, del hotel a la Cmara de Hotelera, a la oficinade Derechos Humanos, y as lleg otro fin de semana. De nuevo la soledad y el sobresalto.Qu hacer? Qu va a ser de m? Todava no haba una solucin en claro y la espera, preadade incertidumbre en cada hora, con extremos de entusiasmo y de pena, se tornaba angustiosa.Cuando no haca mucho calor o no llova, me complaca con grandes paseos recorriendo estefabuloso Buenos Aires, urbe que por las noches arrojaba enjambres de gente a las calles, lamayora bien trajeadas y en busca de diversin. Cont entonces ms de quince teatros en lazona central, entre Corrientes y Santa Fe, Suipacha y Callao. Ms de treinta y cincocinematgrafos, restaurantes por los centenares y casas de diversin por docenas.Por lo corto de recursos como andaba entonces, apenas poda animarme a una taza sin pastelesdel negro brebaje en los ubicuos cafs de la capital portea.Pero una noche tir la casa por la ventana y decid entrar a una funcin de teatro. Estaba encartelera El Hombre de la Mancha, extraordinaria obra basada en una recreacin entremezcladade Miguel de Cervantes Saavedra y su personaje Don Quijote. Fueron dos horas intensas de lapieza, que por ser de gran valor estuvo doce aos en el escenario de un teatro neoyorquino,

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  • tres aos en Madrid y en Buenos Aires iba por los seis meses. La obra haba sido representadatambin en Cochabamba teniendo por protagonista al gran actor dramtico Eduardo Dabura,con la extraordinaria participacin del Instituto Laredo dirigido por don Franklin Anaya. Elsuceso artstico fue grande, aunque falt el respaldo del pblico.Es necesario situarse en las circunstancias del que vive angustias o padece penurias paraentender la emocin en participar de aquella obra teatral, cuyas escenas durante mucho tiempono podra borrar de la mente.Recuerdo a Sancho al pie del lecho de enfermo de su amo y seor Don Quijote. El Quijotedelira y suea:Sancho! , le dice, preprate! Un mundo entero espera por nosotros, tierras que conquistar,nuevas aventuras nos aguardan...!Sancho responde:Ms desventuras todava?En su sencillez de campesino, llevado por su credulidad y lealtad al noble caballero, le habaseguido en su quimera caballeresca por las tierras de La Mancha padeciendo privaciones einfortunios. Estaba en verdad agotado de tanto sufrimiento.Don Quijote, al borde de la tumba, consecuente con su espritu aventurero, soaba con msepisodios de dramas y combates. Para el visionario y romntico caballero, esto era la vida: laaventura y la conquista. Para el pobre escudero, cansado de velar por el amo y de soar con lansula prometida, esto significaba nuevas desventuras y desgracias.El mismo caballero enamorado tena cerca de su lecho de enfermo a su dulce ilusin, laDulcinea de sus sueos, quien llorando de angustia por la postracin del ilustre moribundo,deseosa de cumplir los mandatos de su seor y su patrn, segura de merecer su confianza ypresa de gran confusin ante el exquisito trato que le dispensaba Don Quijote, se formulabainteriormente, la gran pregunta:Qu quieres de m?Sal del teatro camino a la solitaria habitacin de hotel y cavil sobre una humilde AldonzaLorenzo convertida en bella Dulcinea por la fantasa quijotesca. Pens en su cuestionamientointerior y convert la frase de Dulcinea en una oracin. Desde entonces repeta una y otra vez:Seor! qu quieres de m? y me encomendaba a Dios, sintindome como pecio flotante enla marejada del naufragio de la democracia sudamericana.

    Penurias del exilio

    Proyectando el anhelo de quien espera una manifestacin de la voluntad divina, un milagro, alda siguiente me dirig a las oficinas del Lloyd Areo Boliviano (LAB), la lnea area nacionalde Bolivia, para preguntar si haba alguna carta, alguna noticia de mis seres queridos.Eduardo Morales me recibi con un gran abrazo:Viejo, qu pena siento por tu situacin!, toma 100 dlares, s que no son muchos, pero algo teayudarn en ste caso. El coronel Jorge Rodrguez desea verte en la Embajada.Me sent reconfortado, no haba sido en vano que trabaj en el LAB como Jefe de RelacionesPblicas, ni vana mi costumbre de acoger nuevos amigos. Uno de ellos era Eduardo Morales,agente del LAB en Buenos Aires.Encontr adems una carta de mi esposa en respuesta a la que le enviara desde el avin en quesal deportado, no sin antes pedirle a una azafata de la nave que buscara a mi esposa en La Paz.Haca veinte das que no mudaba el terno de color plomo y azul con que me haba vestido el dade mi detencin en La Paz. Pero adems, la dieta forzada y la angustia me haban hechoadelgazar casi ocho kilos y la ropa me bailaba en el cuerpo.Jenny me informaba que mandaba una maleta y 200 dlares. Pero nunca imagin losengorrosos procedimientos para retirar la maleta de la aduana en el Aeropuerto de Ezeiza.

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  • Tuve que cumplir trmites durante dos das para retirar los adminculos y la ropa quenecesitaba con urgencia, afrontando adems el tormento de un sol abrasador y con laansiedad de andar con los bolsillos vacos.El diario Clarn de Buenos Aires publicaba noticias desastrosas para Bolivia, con un gobiernobastardo ligado al trfico de drogas. Pareca que se trataba de crear en Argentina una opininadversa al gobierno militar boliviano, al parecer fuertemente comprometido con bandas denarcotraficantes. Se poda apreciar en esta intencin la mano de los estadounidenses, quehabiendo sopesado la situacin poltica en el pas vecino, haban resuelto desenmascarar a losnarcotraficantes y sus aliados polticos.Racionalic como periodista que el mensaje entre lneas era que la poderosa embajada deEstados Unidos no estaba contenta con el nuevo gobierno. Si no tienen el apoyo de losnorteamericanos pensaba no puede durar mucho tiempo el rgimen. Esto significaba unendurecimiento del control sobre los ciudadanos y sobre los militares disconformes.Este fue el tema de la conversacin con el coronel Jorge Rodrguez, quien no obstante ser partede la representacin diplomtica boliviana, era claramente opuesto al grupo de Garca Meza.El militar haba llegado haca poco a Buenos Aires como Agregado Aeronutico y no habaterminado de instalarse en un departamento que acababa de arrendar. Se port noble ygeneroso, me abri las puertas de su amistad, invitndome un par de veces a su departamentodonde viva con modestia, y comimos sentados sobre cajas de madera.Los medios econmicos estaban agotndose, de modo que haba que apurar las soluciones. Laangustia se ahondaba a la par de que las cartas que llegaban de Bolivia remarcaban quecontinuaba vigente el estado de sitio y las reglas de excepcin, que facultaban al rgimen defacto a utilizar la fuerza para imponer el orden, prohiban las manifestaciones y el normalfuncionamiento de las instituciones.Si bien mi esposa haba enviado algo ms de dinero para afrontar los gastos que demand larecuperacin de la valija en los interminables trmites de la burocracia aduanera, Febrero habasido un mes de pesadillas, un tiempo para repasar los acontecimientos y empezar a hacerfrente a las nuevas realidades. Ahora estaba en un pas ajeno, lejos de mi patria, de mi esposa ymis hijos. Tena unos pocos amigos, pero mal poda estar viviendo de su caridad para siempre.Dadas las circunstancias, volva la sensacin de una eternidad de desamparo. Me pona a pensarde nuevo en los mos, casi de un modo mecnico, aterrado por la idea de tantos meses sin miapoyo. Qu hara mi esposa?; qu cosa podran hacer mis pequeos hijos?Trat de acomodar mi tiempo mantenindome ocupado con la lectura de diarios y libros.Desarroll una rutina diaria entre visitar el Palacio San Martn, proseguir los trmites ante lasoficinas de Naciones Unidas y las visitas al Lloyd Areo Boliviano en bsqueda incesante denoticias de Bolivia.Con el pasar de los das, advert cierta desconfianza entre la gente de la Asamblea Permanentede Derechos Humanos. Ciertamente una cosa era que todos ellos anduvieran ocupados en susactividades propias y otra que no tuvieran la suficiente amabilidad y paciencia conmigo. Erancavilaciones producto de mi estado de nimo, que se sucedan al advertir, por ejemplo, que senegaban a prestarme el telfono. Quiz teman verse comprometidos. En medio de su propiaversin de terror represivo, algunos de ellos ya haban sido detenidos, sentan temor por lapersecucin y les asista una prudencia que me pareca excesiva.

    La vocacin de un exiliadoDios y Patria eran dos marcas indelebles estampadas en el carcter de mi padre por laeducacin cristiana recibida de instituciones y ordenes religiosas, que sealan hitos de obraejemplar en Bolivia.Mi padre haba quedado hurfano de su madre a los dos aos, quien por problemas

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  • ginecolgicos muri siendo muy joven. Luego perdi a su padre, quien dej este mundo a la edadde 54 aos. Su formacin temprana se debi a las religiosas de Santa Ana, que hicieron lasveces de verdaderas madres educadoras all en Potos, en la casa del Hospicio de Ancianos deSan Roque.Muchas jornadas de los inviernos en el templo catlico del Cristo Rey fueron matizadas porentonaciones en latn de mi padre. El Credo in Unum Deum, del Ave Mara, el Tantum ErgoSacramentum, el dulce canto del Salve Regina y del Pater Noster. Eran oraciones quecantaba sin cometer un slo error y en voz estentrea. Tambin conoca una serie de cancionesitalianas, porque la orden religiosa era de origen romano y entre sus educadoras tenaalgunas italianas, aunque tambin haban bolivianas.Mi viejo gustaba recordar el Hospicio donde pas largos meses, mientras su padre, nacido enBarcelona, se hallaba de viaje trabajando como concesionario de los coches comedor de losferrocarriles bolivianos.Recordaba por lo menos a tres religiosas: la Madre Mausetina, no precisaba siquiera si as seescriba, pero s la rememoraba alta, rubia, blanca, muy bien parecida pero enrgica: ella lehaba enseado a leer.La madre Ildefonza, que era la superiora, le tena particular afecto y de nio le tena muchaconfianza. Luego haba una joven religiosa crucea, morena, bajita y muy cariosa.Recordaba que el chfer del convento haca muchas bromas sobre ella, refirindose a subelleza y juventud.En el convento de la Hijas de Santa Ana en Potos se celebraba con gran pompa el 15 deagosto, da de San Roque. En vista de que la nave mayor del templo haba sido destruido poralguna catstrofe, la pequea capilla adyacente se llenaba de miles de campesinos vestidosde diablos y de morenos y bailaban alrededor de la pequea imagen del santo patrono de losperritos y la conducan en hombros de un lado a otro.Casi poda ver a San Roque con su traje de caballero espaol del medioevo, de color guindo yvivos amarillos, con un sombrerito de plata, a sus pies un perro fiel, que, por supuesto, tenala particularidad de curar con la lengua las heridas lacerantes de los amigos del santo.Haba una treintena, tal vez ms, de ciegos en el hospicio. Mi padre, entonces de unos sieteaos, jugaba con ellos, especialmente con los nios, cuyos nombres conoca de memoria.Aprendi a cantar, a tocar la batera y otros instrumentos como el charango, la quena. Elidioma quechua era su lenguaje de cada da.Protagonistas centrales de este cuadro fueron los invidentes, especialmente Luciano Quispe,a quien encontrara aos despus convertido en dirigente gremial de los voceadores deperidicos. De ellos haba aprendido algo vital: a usar de la palabra como instrumento decomunicacin. Su vivencia con los que no podan ver la luz del sol, le haba enseado que lapalabra es el atributo mayor que el hombre ha recibido de Dios. All le naci la vocacin por lacomunicacin social.Gotemburgo, mayo de 1987, Arturo Aira, estudiante universitario.

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