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1 ADAPTACIÓN AL CAMBIO CLIMÁTICO EN ARGENTINA: ¿DONDE ESTAMOS? Vicente Barros* ** y Rubén Bejarán** * CIMA (CONICET) ** Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos, UBA, Abril de 2005 1. Introducción El cono sur de América del Sur es una de las regiones sub-continentales del planeta con mayor tendencia positiva en la precipitación anual durante el siglo XX (Giorgi 2003), Fig. 1. Al este de los Andes, las tendencias positivas se hicieron más pronunciadas en la segunda mitad del siglo simultáneamente con el agravamiento del calentamiento global. Figura 1: Tendencias en la precipitación anual periodo 1900- 2000. Fuente IPCC 2001 Este cambio se registró en los valores medios y también en la mayor frecuencia de precipitaciones extremas con la secuela de inundaciones de todo tipo, desde las que se originan en las márgenes de los grandes ríos por las grandes precipitaciones aguas arriba en Brasil y Paraguay, hasta las de llanura que permanecen en el lugar debido al escaso drenaje. Entender como la sociedad argentina reaccionó a estos cambios es muy interesante pues es una experiencia que trasciende el ámbito local, debido al actual contexto de cambio climático global. Como los gases de efecto invernadero duran en la atmósfera por décadas y siglos y el sistema climático se ajusta a ellos con varias décadas de retraso. Por ello, debido a las emisiones pasadas, el cambio climático para las próximas tres décadas es ya inevitable. La adaptación es por lo tanto necesaria y como tendrá un costo altísimo, quizás del mismo orden que el del proceso de mitigación necesario para amortiguar la velocidad del cambio climático, los países en desarrollo, que no son los responsables primarios del cambio climático, están pidiendo la cooperación de los

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ADAPTACIÓN AL CAMBIO CLIMÁTICO EN ARGENTINA: ¿DONDE ESTAMOS?

Vicente Barros* ** y Rubén Bejarán** * CIMA (CONICET) ** Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos,

UBA, Abril de 2005

1. Introducción El cono sur de América del Sur es una de las regiones sub-continentales del planeta con mayor tendencia positiva en la precipitación anual durante el siglo XX (Giorgi 2003), Fig. 1. Al este de los Andes, las tendencias positivas se hicieron más pronunciadas en la segunda mitad del siglo simultáneamente con el agravamiento del calentamiento global.

Figura 1: Tendencias en la precipitación anual periodo 1900- 2000. Fuente IPCC

2001

Este cambio se registró en los valores medios y también en la mayor frecuencia de precipitaciones extremas con la secuela de inundaciones de todo tipo, desde las que se originan en las márgenes de los grandes ríos por las grandes precipitaciones aguas arriba en Brasil y Paraguay, hasta las de llanura que permanecen en el lugar debido al escaso drenaje. Entender como la sociedad argentina reaccionó a estos cambios es muy interesante pues es una experiencia que trasciende el ámbito local, debido al actual contexto de cambio climático global. Como los gases de efecto invernadero duran en la atmósfera por décadas y siglos y el sistema climático se ajusta a ellos con varias décadas de retraso. Por ello, debido a las emisiones pasadas, el cambio climático para las próximas tres décadas es ya inevitable. La adaptación es por lo tanto necesaria y como tendrá un costo altísimo, quizás del mismo orden que el del proceso de mitigación necesario para amortiguar la velocidad del cambio climático, los países en desarrollo, que no son los responsables primarios del cambio climático, están pidiendo la cooperación de los

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países desarrollados (máximos responsables) para afrontarla. Hasta ahora, la respuesta de estos ha sido muy esquiva y sólo se han comprometido algunos fondos muy insuficientes. En el marco de la COP X, la Argentina propuso y logró una declaración, la Decisión 1/CP.10 llamada ¨ El programa de Buenos Aires ¨, sobre adaptación y medidas de respuesta, que si bien es un instrumento declarativo, traza lineamientos que permitirán canalizar favorablemente la negociación futura en lo atinente a adaptación.

Los cambios climáticos ocurridos en Argentina y en los países vecinos están muy probablemente relacionados con el cambio climático global; pero más allá de ello y cualquiera haya sido su causa, sus efectos han sido importantes y en algunos casos no pasaron desapercibidos para amplios sectores de la sociedad. En esos casos se pusieron en marcha mecanismos de respuesta, cuyo estudio ayudará al proceso de adaptación a los cambios que están aún por llegar según lo indican los escenarios climáticos para el siglo XXI. Dentro del proceso de toma de conciencia a la nueva realidad climática e hidrológica, la inundación de la ciudad de Santa Fe es un punto de inflexión. Las dramáticas circunstancias que rodearon el evento hidroclimático de abril de 2003, han causado un fuerte impacto en los distintos sectores involucrados con el manejo y estudio del agua y el clima y en el público en general. Claramente, este evento, como esta ocurriendo con otros desastres en el resto del mundo ha contribuido a aumentar la conciencia de que se está en presencia de cambios climáticos importantes, a los que se necesariamente nos debemos adaptar para reducir los riesgos y optimizar el uso del recurso clima en sus múltiples usos.

En este contexto, el objetivo de este trabajo es describir en que medida la Argentina se está adaptando a las consecuencias de las fuertes tendencias climáticas que parecen estar relacionadas con el cambio climático global. Se hace al respecto una breve introducción al problema del cambio climático, seguida de la descripción de los principales cambios y tendencias observados en el país y zonas vecinas, secciones 2 y 3. La sección 3 también analiza en que medida pueden atribuirse estos procesos de cambio regional al calentamiento global originado en el aumento de los gases de efecto invernadero. Las respuestas públicas y colectivas de adaptación a estos cambios son analizadas en la sección 4. De allí surge que el mayor déficit de adaptación es a la mayor frecuencia e intensidad de las precipitaciones intensas, por lo que la sección 5 describe algunas de las características de las precipitaciones intensas en la Argentina y de los sistemas que las causan. El más impactante de estos episodios fue el que se produjo en abril de 2003 y que originó la crecida excepcional del Salado y la inundación de la ciudad de Santa Fe. Por ello, este evento se analiza en detalle en la sección 6 y en la sección 7 se discute el impacto que ha tenido en el desarrollo del conocimiento y de la conciencia sobre este tipo de fenómeno en particular, y sobre el cambio climático en general Finalmente en la sección 8 se hacen algunas conclusiones. Muchos de los temas y resultados que se muestran en este trabajo han sido desarrollados por los autores y por colegas con los que trabajan habitualmente. Están publicados o en proceso de publicación en revistas, informes y libros, aunque esos artículos respondían a diferentes objetivos del que tiene este documento. De todos modos, vale advertir que

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en este documento se ha extractado, a veces, material de esos trabajos, por lo que en cada sección se menciona en pie de página su primer origen. 2. Cambio Climático global1 La Tierra recibe radiación solar que atraviesa la atmósfera con poca absorción. Una parte es reflejada al espacio exterior por las nubes, la propia atmósfera y por la superficie terrestre y otra es absorbida en esta última. A su vez, la superficie del planeta y la atmósfera reemiten energía en forma de radiación pero en otra longitud de onda ya que están mucho más frías que el Sol. La atmósfera no es transparente a esta radiación terrestre y la mayor parte es absorbida, excepto en una determinada banda del espectro de emisión llamada técnicamente la ventana de radiación porque por ella escapa al espacio la radiación terrestre, Fig. 2. Como la emisión de radiación saliente es proporcional a la cuarta potencia de la temperatura, la temperatura media del planeta se ajusta hasta que está se equilibra con la radiación solar absorbida. La opacidad de la atmósfera en la mayor parte del espectro de la radiación terrestre actúa como un invernadero y por ello la temperatura del planeta es mayor (unos 30° C) que la que tendría en su ausencia.

Figura 2: Balance de radiación en el sistema Tierra- Atmósfera Algunos pocos gases, como el agua y el dióxido de carbono, absorben parte de la radiación saliente en la banda de la ventana de radiación. Cuando su concentración aumenta, es menor la radiación saliente al espacio exterior y por lo tanto se produce un calentamiento del planeta. La mayor temperatura adquirida aumenta la radiación saliente hasta equilibrar nuevamente la radiación solar absorbida. El metano y el óxido nitroso son los otros dos gases de invernadero importantes.

1 Extractado de ¨ El Cambio Climático Global ¨, V. Barros, editorial Libros del Zorzal, Buenos Aires 2004, 170 pp. y de El Cambio Climático en el Río de la Plata, capitulo 1 de V. Barros, editores V. Barros, Á. Menéndez y G. Nagy, CIMA , Buenos Aires 2005, 200 pp.

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La humanidad es aún incapaz de modificar directamente el contenido de vapor de agua, porque éste está regulado por la temperatura que condiciona su remoción a través de la condensación y la congelación. En cambio, hay evidencias incuestionables que las emisiones de origen antrópico de los otros gases de efecto invernadero (GEI) han modificado sus concentraciones atmosféricas. Las emisiones de dióxido de carbono por la quema de hidrocarburos tuvieron un crecimiento de tipo exponencial desde el comienzo del período industrial, a las mismas se deben sumar las que se originan en la deforestación, cuya estimación aproximada es de tres o cuatro veces menor que la anterior. Parte del dióxido de carbono emitido está siendo captado por los océanos, por la biosfera y los suelos y casi la mitad se está acumulando en la atmósfera. Esto último origina el aumento de las concentraciones que se han incrementado un 30 % en los últimos 150 años, Fig. 3. La concentración de metano aumentó en un 150 % en el mismo periodo y la del óxido nitroso en un 16 %

Figura 3: Concentraciones atmosféricas de CO2 desde el año 1000 al 2000 a partir de

datos de testigos de hielo y mediciones atmosféricas directas durante los últimos decenios. Las proyecciones sobre concentraciones de CO2 durante el período 2000–

2100 están basadas en los escenarios del IPCC (Tomado de IPCC 2001)

Las emisiones de GEI tienen una permanencia media en la atmósfera que va desde alrededor de 15 años en el metano, a 100-150 años en el dióxido de carbono y el óxido nitroso. Hay otros GEI que son artificiales, afortunadamente de muy baja emisión, para los que se estiman tiempos de permanencia en la atmósfera antes de su destrucción de entre 40 y miles de años según de que gas se trate. El hecho que los tiempos de vida de los GEI sean en muchos casos superiores a los 100 años implica que, aún en el caso que las emisiones antrópicas se redujeran a cero, cosa totalmente imposible a menos de un cataclismo mundial, la atmósfera continuaría con concentraciones muy superiores a las del periodo preindustrial por muchas décadas y decayendo sólo después de un siglo a los valores de principios del siglo XIX. Además, la capacidad calorífica del sistema climático es enorme, particularmente en los océanos, donde el equilibrio térmico con las nuevas concentraciones de GEI se alcanza sólo

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después de 50 a 100 años. En consecuencia, el efecto combinado de la prolongada permanencia de los GEI en la atmósfera y el retardo con que las temperaturas del sistema climático se acomodan a las concentraciones de los GEI implica que las emisiones presentes tendrán su mayor efecto en el futuro no muy inmediato. A esta problemática se la llama cambio climático. Se trata de un calentamiento global del planeta que entraña ciertamente un importante cambio climático no sólo en temperatura sino en otras variables climáticas importantes para la vida y las actividades productivas como la precipitación, los vientos y la humedad. La temperatura promedio en la superficie de la Tierra aumentó 0,6° C en los últimos 150 años, Fig. 4. Ambos hemisferios muestran básicamente las mismas tendencias y fluctuaciones. Hay toda una serie de indicadores del sistema climático que son consistentes con esta tendencia, por ejemplo, se observa una retirada general de los glaciares y la temperatura de la superficie del mar se calentó al menos en 0,6° C. Como la capacidad calorífica de la capa del mar que se ha calentado es de al menos 35 veces la de la atmósfera, este calentamiento muestra que ha habido una enorme acumulación de calor en el planeta. La temperatura nocturna aumentó más rápidamente que la diurna desde 1950 lo que esta indicando que el aumento de la temperatura es por el efecto invernadero y no por el aumento de la radiación solar. También hay una aceleración del ciclo hidrológico, lo que también es consistente con un calentamiento global. Todos estos y otros indicios son indicativos que hubo un aumento de la temperatura global en la superficie y las capas bajas de la atmósfera, que sobretodo en los últimos 30 años fue originado en el aumento de las concentraciones de GEI, como lo es también, aunque parezca paradójico, el enfriamiento de la estratosfera desde 1980 en más de 0.5° C.

Figura 4: Variación de la temperatura media anual global de superficie en 1860–2000 con respecto al promedio de 1960-1990. La línea roja es el promedio móvil de 20 años.

Sobre la base de estos resultados el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC 2001) en su informe del año 2000 ha concluido que la tendencia al calentamiento observada en el siglo XX tiene una importante componente de origen humano.

anom

alia

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(°C

)

-0.8

-0.6

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1860 1880 1900 1920 1940 1960 1980 2000

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En el futuro, el nivel a que llegarán las concentraciones de los GEI va a depender de varios factores cuya predicción es bastante compleja: el desarrollo económico, el crecimiento demográfico, los cambios tecnológicos y las respuestas colectivas de la humanidad para reducir o al menos disminuir la tasa de crecimiento de las emisiones. El calentamiento global no es ni será uniforme geográficamente. Ello implica cambios en los actuales gradientes de temperatura y en la circulación de los vientos, la distribución de las precipitaciones y las corrientes marinas lo que está produciendo, y producirá en el futuro, cambios climáticos regionalmente diferentes. Para el siglo XXI, en escala global se espera un aumento de la intensidad del ciclo hidrológico con mayores precipitaciones, aunque en algunas regiones pueda darse lo contrario. Se espera también una mayor frecuencia e intensidad de los fenómenos asociados a las precipitaciones intensas, cosa que ya está ocurriendo en muchas regiones del globo. La preocupación internacional sobre el Cambio Climático se plasmó en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático firmada en 1992 en Río de Janeiro y en el contexto de la misma, en el Protocolo de Kyoto en 1997. Ambos instrumentos de política internacional constituyen los primeros pasos hacia una solución colectiva, integrada y progresiva hacia la mitigación de este grave problema.

3. Las tendencias climáticas de las precipitaciones en Argentina 2

3.1 Las precipitaciones medias Entre 1956 y 1991, al este de los Andes, entre 20° S y 40° S, el incremento en las precipitaciones medias anuales fue más del 10 % en la mayor parte del territorio argentino y en algunas zonas, mayor al 40 % (Castañeda y Barros, 1994). Algunos ejemplos se ilustran en la Fig. 5.

Las regiones, donde se han producido las mayores tendencias positivas son el oeste de la Provincia de Buenos Aires y este de La Pampa y en el Noreste. En la diagonal que une estas regiones (sur de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos) las tendencias positivas han sido muy marcadas, Fig. 6. En algunas zonas, los incrementos fueron de más de 250 mm en los valores medios anuales en apenas 44 años. En el este de la Pampa u oeste de Buenos Aires el incremento porcentual fue casi del 50 % y allí se han venido registrando frecuentes inundaciones y algunos campos bajos se han transformado en lagunas permanentes. En el caso de Corrientes, el estero y lagunas del Iberá han expandido su superficie notoriamente, excepto este último año en el que por una sequía prolongada han vuelto a la superficie de la década del 60. Las mayores tendencias se han registrado en el verano y las estaciones intermedias con escasa o nula tendencia en el invierno (Castañeda y Barros 1994), pero al oeste de 59º

2 Extractado del capitulo de Tendencias climáticas. Proyecto Agenda Ambiental Regional. Fundación Di Tella-Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable, de El Cambio Climático en el Río de la Plata, capitulo 2 de I. Camilloni, editores V. Barros, Á. Menéndez y G. Nagy, CIMA , Buenos Aires 2005, 200 pp y de Interanual variability of the South Atlantic High and rainfall in southeastern South America during summer months. Inés Camilloni, Moira Doyle y Vicente Barros. Primer Congreso de CLIVAR, Baltimore.2004

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W, las tendencias positivas importantes se registraron sólo en el verano y el otoño (Castañeda y Barros 2001).

a Monte Caseros - Precipitación Anual

mm

600

800

1000

1200

1400

1600

1800

2000

2200

2400

1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000

b Ceres - Precipitación Anual

mm

200

400

600

800

1000

1200

1400

1600

1900 1920 1940 1960 1980 2000

c Pehaujo - Precipitación Anual

mm

500

700

900

1100

1300

1500

1950 1960 1970 1980 1990 2000

d Buenos Aires - Precipitación Anual

mm

400

600

800

1000

1200

1400

1600

1800

2000

1900 1920 1940 1960 1980 2000

Figura 5: Precipitación anual para cuatro localidades: En trazo rojo lleno, el ajuste lineal. En trazo rojo cortado, las bandas de la media más y menos un desvío estándar.

-70 -65 -60 -55 -50 -45 -40-40

-35

-30

-25

-20

-15

Figura 6: Tendencia lineal en mm/año (1959-2003) (Doyle et al 2005)

3.2 Las precipitaciones extremas Un completo análisis de las tendencias en las precipitaciones extremas está aún sin realizar. Sin embargo, hoy sabemos que desde la década de 1970, en el este y centro de la Argentina, ha habido una tendencia hacia precipitaciones extremas mas frecuentes.

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Esta tendencia se agudizó en la década de 1990. En la figura 7 se muestra el número de casos con precipitaciones mayores a 100 y 200 mm, registrados cada 4 años en 16 estaciones del Servicio Meteorológico Nacional de las provincias de Entre Ríos, Corriente, Santa Fe, Córdoba, Chaco y Santiago del Estero desde 1959 hasta 1992. Cuando se comparan los tres primeros períodos y los tres últimos períodos de 4 años, se observa que el número de casos se ha triplicado.

Figura 7: Número de precipitaciones mayores a 100 mm en no más de dos días de 16 estaciones de la región Centro y Este de Argentina: Provincias de Chaco, Corrientes,

Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Santiago del Estero (Barros et al 2005)

Los eventos que se contabilizan en la Figura 7, son los que eventualmente pueden causar inundaciones, en especial si las condiciones del terreno no facilitan el escurrimiento o lo concentran en determinados lugares. Estas precipitaciones son producidas por sistemas convectivos de mesoescala cuyas principales características se describen brevemente en la sección 5.

0

5

1 0

1 5

2 0

2 5

3 0

3 5

4 0

5 9 /6 2 6 3 /6 6 6 7 /7 0 7 1 /7 4 7 5 /7 8 7 9 /8 2 8 3 /8 6 8 7 /9 0 9 1 /9 4 9 5 /9 8 9 9 /0 2

A Ñ O S

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Figura 8: Frecuencia anual de precipitaciones de más de 150 mm en dos días. Periodo

1983/2002, (Barros et al 2005) La frecuencia anual de precipitaciones extremas por encima de 150 mm se muestra en la figura 8 para el periodo 1983/2002. Gran parte del Litoral está expuesto a precipitaciones mayores de 150 mm en dos días, con una frecuencia de una o más veces cada dos años. En Corrientes y Misiones, esta frecuencia supera un caso por año. Estas condiciones son muy diferentes a las que existían hace varias décadas atrás. La figura 9 muestra el cociente entre la frecuencia anual de casos con precipitaciones por encima de 150 mm entre dos períodos de 20 años, al final de la serie 1983/2002 y en 1959/1978. Hay un notable incremento de precipitaciones de características extremas en todo el noreste del país que se extiende por la mitad norte de las provincias de Santa Fe, Córdoba y entre Ríos y el este de Santiago del Estero.

Figura 9: Cociente entre la frecuencia anual de casos de dos períodos de 20 años al final de la serie 1983/2002 y al comienzo de las series 1959/1978, para

precipitaciones con más de 150 mm, (Barros et al 2005)

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Como muestra la figura 7, las mayores frecuencias de eventos extremos se registraron en realidad a partir de la década de 1990. Esto se puede apreciar con claridad en la figura 10 donde se muestra las precipitaciones máximas diarias de cada año para dos áreas de un grado de longitud por un grado de latitud de la Provincia de Santa Fe. Las máximas anuales se mantuvieron aparentemente estables hasta 1990, a pesar del cambio en los valores medios anuales (Fig. 5b). Desde esa fecha, se registra una tendencia muy positiva en los valores máximos y lo relativamente reciente de este último cambio, puede haber favorecido que pasara desapercibido hasta el evento de abril de 2003. Cuando el umbral de precipitación extrema de dos días se toma en 100 mm, todo el Litoral, gran parte del centro del país y casi toda la provincia de Buenos Aires, excepto el sudoeste, esta expuesto a precipitaciones mayores de 100 mm en dos días, con una frecuencia de una o más veces por año. En Corrientes y Misiones, esta frecuencia supera los 3,2 casos por año. En todo el Litoral, el aumento de la frecuencia de grandes precipitaciones ha sido de tal magnitud que incrementó la vulnerabilidad social y de la infraestructura.

máx

ima

prec

ipita

ción

dia

ria (m

m)

0

50

100

150

200

250

1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000

Sauce ViejoCeres

Figura 10: Precipitaciones mensuales máximas de cada año: para dos regiones de 1x1

grado de latitud y longitud conteniendo las localidades de la provincia de Santa Fe indicadas en el panel.

3.3 La vinculación con el cambio climático global Cabe preguntarse si el mayor nivel de precipitaciones y los cambios en los eventos extremos de las últimas décadas se mantendrán durante las próximas décadas o si por el contrario y de acuerdo a una visión extendida en algunos ámbitos profesionales es sólo un ‘ciclo húmedo’, cuyo fin estaría próximo. El cambio actual está generalizado sobre una enorme superficie que incluso excede los límites del país y ha durado ya tres décadas y en algunas zonas cuatro por lo que resulta más propio hablar de un cambio climático y no de un ciclo húmedo. El aumento de las precipitaciones en la Argentina subtropical se ha intensificado en los últimos 30/40 años coincidiendo con la aceleración del calentamiento global (ver figura 3) y con cambios en la circulación atmosférica regional. Parece ser parte de un patrón global y particularmente del Hemisferio Sur, observado a lo largo del siglo XX. En la figura 1 se ve que los dos continentes que se extienden hasta latitudes medias, América

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del Sur y Australia, comparten el mismo patrón con tendencias positivas en el este y negativas en el oeste. Esto es resultante, en parte, del desplazamiento de los anticiclones subtropicales hacia latitudes más altas, proceso que también se está registrando en el Hemisferio Norte. En algunos MCGs, la simulación de los campos de presión al nivel del mar en América del Sur es tan buena que además de reproducir correctamente los campos medios anuales y su ciclo anual, reproducen las tendencias observadas del desplazamiento hacia el sur del anticiclón del Atlántico Sur. Ello permitió atribuir dicho desplazamiento a las emisiones antrópicas de los GEI y los sulfatos, ya que estas emisiones son el único forzamiento de estos experimentos (Escobar et al 2003). Además, todos los MCG que reproducen satisfactoriamente el campo de presión al nivel del mar en la región indican que durante el presente siglo continuará la tendencia del centro de alta presión del Atlántico Sur a desplazarse hacia latitudes más altas. Las tendencias de las precipitaciones están vinculadas en algunas zonas del país a este desplazamiento de los anticiclones, pero en otras, esta relacionada con el aumento de la temperatura de la superficie del mar en el Atlántico Sur y en gran parte del noreste a que el fenómeno del Niño se ha hecho más intenso en las últimas décadas. Hay también una coincidencia en tiempo entre el calentamiento de la Antártida y al aumento de las precipitaciones en Argentina. Resumiendo, las nuevas condiciones de precipitación están relacionadas con tres procesos que probablemente estén vinculados entre sí: la mayor intensidad y frecuencia de eventos El Niño, el aumento de la temperatura de la Antártida y el desplazamiento del anticiclón del Atlántico Sur, esto último causado por el aumento de las concentraciones de GEI, es decir, que está vinculado al cambio climático global.

4. Adaptaciones a las tendencias de la precipitación Argentina3 4.1 El corrimiento de la frontera agropecuaria En los últimos 40 años, simultáneamente con la aceleración del calentamiento global se han registrado varios cambios climáticos en la Argentina, tales como el retroceso de los glaciares cordilleranos y de los caudales de los ríos de Cuyo, Comahue y la Patagonia y el aumento de nivel del mar en las costa Atlántica y del Río de la Plata. Aunque las respuestas o la falta de ellas a estos cambios son interesantes, en este trabajo se discutirán sólo las respuestas relacionadas con las tendencias en la precipitación, dejando las restantes para un futuro trabajo. Como consecuencia del aumento de la precipitación media anual y de los cambios tecnológicos se ha extendido hacia el oeste la frontera agrícola en lo que antes era parte de la zona semiárida del país, generándose así una considerable renta agropecuaria adicional. En contraste, otras áreas han comenzado a inundarse con frecuencia o en ciertos casos están bajo inundación permanente. Esto ocurre en parte de Santa Fe, oeste y centro de Buenos Aires y en Corrientes. La figura 11 muestra la posición de las isoyetas para dos periodos, al comienzo del cambio y en los últimos años 3 Extractado de Adaptation to climate trends: lessons from the Argentine experience de V. Barros, del libro en preparación del Proyecto AIACC ¨ Synthesis on adaptation processes ¨

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Figura 11: Isoyetas en mm. 1950-1969 in negro y

1980-1999 en rojo La figura 11 muestra un corrimiento de unos 100 Km hacia el oeste de las isoyetas que son consideradas el límite de la agricultura extensiva, es decir 600 mm en el sur y 800 mm en el norte. En el sector agropecuario se produjo una adaptación autónoma muy rápida, bastante efectiva en términos de beneficios económicos inmediatos. La figura 12 muestra las áreas bajo cultivo en seis provincias. En los últimos 20 años no hubo mayores cambios en el caso de Buenos Aires y La Pampa, y una tendencia positiva y permanente en las otras 4 provincias. Esto es consistente con las tendencias de precipitación observadas. El aumento de las precipitaciones no fue simultáneo sobre todo el sudeste de América del Sur. En el sur de Brasil y norte de Argentina, las tendencias más positivas se iniciaron a partir de mediados de la década de 1970 y están correlacionadas con la mayor intensidad y frecuencia del fenómeno de El Niño (Barros y Doyle 1996; Barros et al 2000). En las provincias de Buenos Aires y la Pampa el cambio se inicia antes, en la década de 1960, Fig. 5c y d. Consecuentemente, la expansión de la agricultura en las provincias de Buenos Aires y La Pampa ya había tenido lugar antes de 1983.

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Figura 12: Áreas bajo cultivo en hectáreas par seis provincias

(Escofet y Menéndez 2004) Esta adaptación fue autónoma y no planificada por el gobierno u otra organización centralizada. Resultó de un gran número de decisiones individuales que fueron tomadas aún antes que los técnicos se dieran cuenta de que las nuevas condiciones climáticas permitían la agricultura exitosa en tierras que eran consideradas antes sin aptitud agrícola. Desde luego, esta adaptación siguió las tendencias climáticas con una demora de una o dos décadas, después que los productores se dieron cuenta que las nuevas condiciones climáticas eran persistentes. La expansión de la agricultura en algunas áreas, aunque exitosa desde el punto de vista económico se realizó a expensas del medio ambiente afectando los ecosistemas y la biodiversidad. Pero en ciertas regiones, aún los resultados económicos han sido dudosos. En el norte del país, algunos productores han sufrido grandes pérdidas porque en los últimos 40 años, no solo aumento la precipitación media anual, sino también su variabilidad interanual, Fig. 13. Este cambio incrementó la vulnerabilidad de la agricultura, que en el caso de la tecnología moderna requiere considerable inversiones y por lo tanto es sumamente riesgosa cuando la probabilidad de sequías es alta. El cambio en las medias anules fue rápidamente percibido por los productores, pero no así el del aumento de la variabilidad interanual, lo que condujo a numerosos fracasos.

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Figura 13: Cambio porcentual de la variabilidad interanual de la precipitación media (Desvío estándar / valor medio) del período 1980-1999 con respecto de 1950-1969 El desmonte para la conversión de la tierra a la agricultura está causando la pérdida de los ecosistemas en el norte del país. Aún si el reciente tren positivo en la precipitación fuera sólo originado en el proceso de calentamiento global, se podría revertir en el futuro, dado que la relación entre la precipitación en Argentina y la temperatura global puede no ser necesariamente lineal. En tal caso, la pérdida de la cobertura vegetal natural puede llevar a un proceso de desertificación. Atento a ello, hace muy poco, la intervención federal en la Provincia de Santiago del Estero decretó una moratoria que prohíbe nuevos desmontes. Las consecuencias no deseadas de la rápida adaptación autónoma del sector agropecuario muestran que la adaptación autónoma tiene que ser asistida con investigación y consejo técnico para morigerar sus impactos negativos y ayudar a la elección de mejores opciones, tanto desde el punto de vista económico como ambiental. 4.2 Respuesta a la mayor frecuencia de inundaciones de los grandes ríos del Litoral El aumento de las precipitaciones estuvo acompañado de una tendencia similar en los caudales de los ríos. En todos los casos se aprecia el inicio de una marcada tendencia positiva desde mediados de la década del 70. Este hecho fue documentado en varios trabajos, como por ejemplo García y Vargas (1998) y Genta et al 1998). En las sub cuencas del Plata, la amplificación porcentual en los cambios de los caudales resultó dos a tres veces mayor que la de la precipitación (Berbery y Barros 2002). Esta gran amplificación de los caudales de los ríos a los cambios en la precipitación ha llevado a concluir erróneamente que gran parte del cambio en los caudales se debían al cambio de uso de suelo por los avances de la agricultura y la urbanización (Fuschini Mejía, M. 1986). Hoy se sabe que este efecto es menor que el del cambio en las precipitaciones y que esta amplificación es inherente a la naturaleza de estas cuencas (Berbery y Barros 2002: Tucci 2004).

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En los valles aluviales de los tres grandes ríos de la cuenca del Plata se producen inundaciones por crecidas casi siempre originadas por precipitaciones extraordinarias en territorio brasileño y paraguayo. Estas inundaciones se han hecho más frecuentes desde mediados de la década del 70. Como estos eventos se prolongan durante varios meses y se propagan lentamente aguas abajo, su pronóstico es posible (con algunas excepciones) con uno o varios meses de anticipación y con bastante precisión. Aunque los grandes caudales se originan en territorio brasileño y paraguayo, las más grandes inundaciones ocurren en la Argentina a lo largo de las riberas del Paraná. La figura 14 muestra un conjunto de imágenes de satélite, provistas por la CONAE, que corresponde a la inundación de 1997-1998 y combina la máxima área inundada en cada mosaico. El área inundada alcanzó 45.000 Km2. equivalente a la superficie de Misiones. La figura es representativa de similares inundaciones en 1992 y 1983.

Figura 14: La inundación de 1998. En celeste, las aguas permanentes y en azul, las inundadas en esa ocasión. (Proyecto sobre inundaciones-UBA)

Una clara indicación del cambio de frecuencia de estas inundaciones es que 4 de las 5 mayores crecidas del siglo XX en el Paraná ocurrieron durante los últimos 20 años, Tabla 1.

Fecha y fase ENSO Anomalías en los caudales(m3 /s)

Junio 1983 El Niño 38335 Junio 1992 El Niño 26787 Junio 1905 El Niño 24153 Mayo 1998 El Niño 22999

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Sep 1989 Neutral 16698 Tabla 1: Mayores anomalías mensuales en los caudales en Corrientes (m3/s) donde el

caudal medio es 18,000 m3 /s Una situación similar se ha dado en los ríos Paraguay y Uruguay. En este último la frecuencia de las mayores crecidas tuvo una marcada tendencia durante los últimos 50 años. Por ejemplo, en Salto, las crecidas que superaron la media más tres veces el desvío estándar fueron 1 durante la década de 1950, 2 en las de 1960 y 1970, 5 en la de 1980 y 6 en la de 1990. Un estudio del Banco Mundial indica que las pérdidas económicas asociadas a inundaciones llegan a causar en la Argentina costos superiores al 1 % del PBI anual. La magnitud del área inundada y el número de personas afectadas ayudaron a crear una rápida conciencia pública sobre las inundaciones de los grandes ríos y la necesidad de actuar en consecuencia. Puesto que las mayores inundaciones estuvieron relacionadas con el fenómeno de El Niño, tabla 1, se generó la creencia pública de que este era un fenómeno nuevo. En realidad, lo que si era nuevo era la mayor intensidad de estos eventos y sus impactos sobre la hidrología de la región. Esta conciencia pública creó las condiciones para la acción gubernamental que contó con importante financiación internacional. Como resultado de esta conciencia pública, se desarrolló una política de adaptación después de la gran inundación de los grandes ríos del Plata en 1983 y su reiteración en 1992. Después de 1983 se creó un sistema de alerta hidrológico que se implementó con foco en los grandes ríos de la cuenca del Plata. Luego de la crecida de 1992, el sistema de alerta fue mejorado y se hicieron importantes obras de reconstrucción de la infraestructura y de defensa contra las inundaciones Aunque los caudales y la duración de las crecidas fueron diferentes en cada caso, las áreas inundadas en 1983 y 1998 fueron similares. Sin embargo, debido a las defensas construidas, el número de evacuados fue considerablemente menor en 1998, alrededor de 100.000, contra 234.000 en 1983. Desafortunadamente, esta es la única medida objetiva de la adaptación exitosa aunque aún incompleta, aparte de la directa estimación cualitativa hecha inmediatamente después de la inundación de 1998. Ello se debe a que todavía no se ha hecho una estimación nacional de las perdidas económicas de la inundación de 1998 comparable a la hecha para la de 1983. Lo que este caso tiene en común con el anterior discutido en la sección 4.1, fue que los actores claves pudieron percibir rápidamente el cambio ocurrido. En el primer caso, la reacción de los agricultores se adelantó a la del gobierno y a la de los sectores técnicos, mientras que en el segundo fue percibido por toda la sociedad, lo que llevó en ambos casos a relativamente rápidas acciones de adaptación. 4.3 Demora en la respuesta a la mayor frecuencia de precipitaciones extremas El aumento de la frecuencia en las precipitaciones extremas, ha sido importante desde fines de la década de 1970. Esta tendencia se aceleró considerablemente desde 1990, lo que incrementó los daños a la infraestructura, las propiedades y las personas. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido con los dos casos anteriores, el conocimiento experto y la conciencia pública demoraron mucho más en percibir el cambio, aunque

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estos eventos producen devastadores efectos tanto en ambientes rurales como urbanos. Como se verá en la próxima sección, cada caso individual afecta un área limitada y se produce en diferentes tiempos y en diferentes lugares. Probablemente, estas características no ayudaron a que el incremento de la frecuencia de estos eventos fuera percibido como un fenómeno único de toda la región. Los daños causados por estos eventos se magnifican por la infraestructura inadecuada que no fue diseñada para responder a las nuevas condiciones climáticas. Pero lo que es aún peor es que hasta muy recientemente, quienes estaban a cargo de los diseños de la nueva infraestructura hídrica para el manejo del drenaje y otros usos de los recursos hídricos no estaban enterados de los cambios producidos. La adaptación en este caso también se vio demorada, como se verá en la sección 7, por la falta de conocimiento técnico de lo que estaba pasando, por la falta de una apropiada red pluviométrica oficial y por las dificultades que el Servicio Meteorológico pone a la diseminación rápida y libre de toda su información. Sin embargo, es posible que, aún con la información suficiente no se hubieran desarrollado medidas de adaptación antes de que se registrara una gran catástrofe como la de abril del 2003 en la ciudad de Santa Fe. En esto, como ocurre en casi todo el mundo, las medidas preventivas sólo siguen a las grandes catástrofes, y difícilmente se anticipan como lo muestra el caso de la ola de calor del año 2003 en Europa. La población urbana en el área donde las precipitaciones de más de 150 mm se duplicaron durante al segunda mitad del siglo XX (Fig. 9) es de 2,5 millones. Esta población sólo tiene una idea difusa del cambio y aunque los pobres, que suelen ser los más perjudicados, pueden haber tenido cierta percepción del mismo, lo cierto es que no existían reclamos de medidas de adaptación antes de abril del 2003. A partir de entonces se han iniciado algunas medidas de adaptación como un nuevo sistema de alerta a ser implementado en Santa Fe y un programa del INA para desarrollar nuevas técnicas para el diseño de la infraestructura relacionada con los recursos hídricos que contemplen los cambios climáticos e hidrológicos. 5. Características de las precipitaciones extremas en la Argentina4 En la región subtropical de la Argentina, la precipitación se alimenta del vapor de agua que proviene fundamentalmente del continente tropical y en menor medida del Atlántico (Wang y Paegle 1996; Doyle y Barros 2002). La mayor parte de la lluvia se origina en nubes convectivas, especialmente en el verano, primavera y otoño. Estas nubes convectivas, denominadas cumulunimbus, alcanzan un espesor vertical de varios miles de metros. La precipitación que originan es intensa, asociada frecuentemente con actividad eléctrica y con vientos muy fuertes. Su dimensión típica es del orden de 10 Km de diámetro y alcanzan alturas de hasta 15.000 m. Pueden presentarse en forma aislada, pero lo más común es que formen parte, en gran número, de sistemas de mayor escala como los frentes o ciclones extra-tropicales.

4 Extractado de Climatology of extreme precipitations in southeaster South America. Camilloni, I. y V. Barros 2004: Enviado al Theor. and Applied Climatology.

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Un sistema convectivo de gran importancia en el sudeste de América del Sur son los llamados sistemas mesoconvectivos (SMCs) (Velasco y Fritch 1987). Estos sistemas son de una dimensión menor que la de los ciclones extra-tropicales y los frentes, pero pueden estar asociados a estos últimos. Su radio característico es de alrededor de 200 Km y la precipitación que producen puede alcanzar enorme intensidad, más de 100 mm en pocas horas. Su duración es del orden de 6 a 18 horas. Algunos autores estiman que en el nordeste del país, estos sistemas pueden ser responsables de hasta el 70 % del total de la lluvia estival. Sin suscribir esta cifra en particular, es cierto que las precipitaciones de los SMCs en la Argentina subtropical son responsables de gran parte de la precipitación y sobre todo de aquellas que tienen un enorme potencial destructivo por su intensidad sobre superficies de hasta 50 000 Km². El sudeste de América del Sur es una de las dos regiones del mundo donde estos fenómenos son mas frecuentes; la otra es la zona sur del medio oeste de los Estados Unidos (Nesbitt y Zisper 2000). Se cree que esto se debe a la presencia en ambas regiones de una intensa corriente de aire húmedo y cálido proveniente del trópico. Esta corriente se encuentra en las capas bajas de la atmósfera y aporta la enorme cantidad de vapor de agua necesaria para alimentar los SMCs. En Argentina, estos sistemas se suelen originar en el oeste del país, en algunos casos en las laderas orientales de las sierras, y se propagan normalmente en dirección noroeste sudeste, es decir en dirección perpendicular a la de la propagación de los frentes fríos. Inicialmente, se trata de apenas algunos cúmulos aislados que se van aglomerando hasta dar lugar al SMC. En la próxima sección se comentarán las imágenes satelitales de un par de situaciones con SCMs que dieron lugar a la inundación de abril de 2003 en Santa Fe.

La predicción de las grandes precipitaciones cuando son causadas por SMCs, no es posible con mucha anticipación, pero si es factible identificar con esa antelación, las situaciones meteorológicas que podrían favorecer su desarrollo. En esas condiciones, se puede alertar acerca de su probable (no segura) ocurrencia con unos pocos días de antelación. Su pronóstico requiere de mucha capacidad computacional, una densa red de radiosondeos y una red radares meteorológicos, todos elementos con los que no se cuenta en la Argentina. Estos elementos estuvieron disponibles durante un corto tiempo durante el South American Low Level Jet Experiment (SALLJEX) que se llevó a cabo entre noviembre de 2002 y febrero de 2003 en el este de Bolivia, Paraguay y el norte de Argentina para generar una base de datos que permitiera comprender la estructura espacial y vertical de la corriente en chorro en niveles bajos y la relación existente entre este sistema y los SMCs. Estos datos están siendo estudiados y se espera que de ellos surja información relevante sobre los SMCs. La presencia de los SMCs se refleja en los valores mensuales como puede observarse en la figura 15. En ella se muestra la anomalía en varios meses de abril con respecto a la precipitación media mensual. Se aprecia que en muchos casos se registran uno o dos centros con anomalías de más de 200 mm con una escala espacial que es la típica de los SMCs. La presencia inferida de estos sistemas abarca toda la región subtropical del este de América del Sur, lo que implica que se producen casi indistintamente en cualquier zona de la misma.

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Figura 15: Exceso de precipitación por encima de la media para meses de abril en mm (Fuente: Camilloni y Barros 2005)

La mayor fuente de variabilidad interanual de la precipitación en la Argentina subtropical es la fluctuación de la temperatura superficial del Océano Pacífico tropical donde se desarrolla el fenómeno conocido como El Niño (EN) (Ropelewsky y Halpert 1987; Kiladis y Díaz, 1989; Barros y Silvestri 2002) Se han realizado importantes progresos en el pronóstico del desarrollo del Niño, que ya puede ser anticipado con algunos meses de antelación. Además, se conoce la respuesta de la precipitación regional al fenómeno del Niño en términos estadísticos (Grimm et al 2000). Sin embargo, si bien prácticamente toda la Argentina es vulnerable a la ocurrencia de intensas lluvias y probables inundaciones durante EN, es aún difícil anticipar para cada evento en que zona se desarrollarán las tormentas más intensas. Ello se debe a que apenas uno o dos SMCs suelen definir la zona de mayor precipitación para cada fase del evento El Niño en una forma bastante aleatoria, aunque siempre dentro de la gran región subtropical del este de América del Sur, Fig.15. Esta figura muestra también que en el mes de abril hay una incidencia de núcleos de precipitación positiva anómala (probablemente SMCs) durante casi todos los eventos El Niño, esto es en los meses de abril de 1980, 1983, 1987, 1991,1992, 1993, 1995 y 1998. Pero esos núcleos también ocurrieron en durante periodos no Niños como 1985, 1986 y 1990. La característica predominantemente convectiva de las precipitaciones en la Argentina subtropical, y primordialmente su origen en SMCs de gran intensidad, contribuyen a agravar los efectos negativos de las mismas cuando caen sobre zonas donde las condiciones de escurrimiento no son propicias para la evacuación de las aguas superficiales dentro de los cauces normales. De esta forma, su secuela son las inundaciones con efectos destructivos. En función de los resultados mostrados en la sección 3.2 es muy probable que la frecuencia de ocurrencia de estos sistemas haya estado en aumento durante las últimas décadas. 6. El evento meteorológico de abril de 2003 en Santa Fe Dada la trascendencia que este evento ha tenido, tanto por sus consecuencias directas como las indirectas al generar conciencia en todos los sectores sobre las nuevas condiciones climáticas, se analiza el mismo con cierto detalle. 6.1 Características de la cuenca del Salado El río Salado del Norte tiene un régimen de escaso escurrimiento superficial y una cuenca favorable a los estados de inundación por su escasa densidad de drenaje y baja

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pendiente. A estos dos factores fisiográficos se suman las características meteorológicas de la región, propensas a la generación de SMCs de gran intensidad. 6.2 Situación sinóptica La situación sinóptica durante los primeros días del mes de abril se presentó con presiones altas, cielos mayormente despejados y sin mayores singularidades.

El día 8 un sistema frontal débil atravesó la provincia de Santa Fe y posteriormente se instaló un anticiclón postfrontal en el centro de la Argentina generando por varios días flujo del sector sur en todas las provincias del Litoral. Esta advección del sector sur generó bajas temperaturas durante los días 9, 10, 11, 12, 13 y 14. Con el fin de estudiar con más detalle lo ocurrido a partir del 15 de abril, se va a hacer referencia a la Figura 16 en varias partes el texto. En ella se muestra la evolución de variables de gran importancia para poder explicar lo ocurrido: la temperatura para entender que tipo de masa de aire fue la que domino en este periodo, la temperatura de rocío para tener una primera aproximación de la capacidad de esta masa de aire a generar nubosidad que desemboque en precipitaciones y por otro lado la capacidad de este aire de favorecer al proceso de evaporación del agua precipitada. Por ultimo también se muestra la presión reducida al nivel del mar con el objeto de evaluar si los sistemas precipitantes pudieron provenir de sistemas frontales o de masa de aire.

El día 15 la temperatura recuperó los valores normales para esta época del año, producto de cielos mayormente despejados y algo de viento del sector norte.

Figura 16: Evolución de la temperatura, de la temperatura de rocío y la presión de una

estación próxima a la Ciudad de Santa Fe. Periodo 15 al 26 de abril 2003. Fuente Weather Underground

El día 16, la Baja del Noroeste Argentino (BNOA), Fig. 17, se empezó a insinuar, producto de esto la presión en Santa Fe comenzó a descender 3 hPa, tabla 1. Con escaso viento y una temperatura de rocío (Td) cercana a los 13 0C pero en aumento, la atmósfera presentaba índices que sugerían estabilidad.

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Figura 17: Campo de altura neopotencial de 1000 hPa del día 16 de abril de 2003.

Fuente NOAA/CIRES El día 17 ingresó una importante vaguada en 500 hPa que se aproximaba desde el Oeste favoreciendo los ascensos del aire en el centro norte de Argentina en los niveles medio y superior de la atmósfera, Fig. 18. Mientras tanto, un frente frío proveniente del sur se situaba sobre la Provincia de Buenos Aires.

Figura 18: Altura de 500 hPa del día 17 de abril de 2003. Fuente NOAA/CIRES

La profundización de la BNOA, el pasaje de la depresión en altura y la convergencia de masas de aire contribuyeron a un importante desarrollo de actividad convectiva en la masa de aire caliente. En la imagen satelital de la figura 19 es posible apreciar el comienzo de dicha actividad. La actividad que comenzó en la provincia de Salta con núcleos convectivos aislados se fue propagando y desarrollando hacia la cuenca del Salado con importantes actividad convectiva que generó precipitaciones muy abundantes en el norte de Santa Fe.

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Figura 19: Imagen Satelital GOESS-12. IR 2 del 17/04/2003 06:39 UTC. Fuente CPTEC/INPE

Día 18. La fuerte advección cálida intensificó la zona frontal sobre la cual se produjo una intensa ciclogénesis con centro en Entre Ríos, Fig.20, cuyas precipitaciones alcanzaron una amplia zona, incluyendo el norte de Santa Fe. La ciclogénesis fue consecuencia de la gran advección de vorticidad en altura. El sistema ciclónico así formado se intensificó rápidamente y se acopló con la baja de altura desplazándose hacia el sudeste. Simultáneamente y por la acción de este sistema, el frente se movió hacia el norte como frente frío.

Figura 20: Imagen GOESS-12. IR 2 del 18/04/2003 06:39 UTC. Fuente CPTEC/INPE Día 19. Mejoró transitoriamente el tiempo sobre el centro y este de Argentina, mientras el frente progresó hacia Brasil y Paraguay. Día 20. Un centro de baja presión ya maduro ingresó desde el Pacifico por Santa Cruz, mientras se establecía una intensa zona baroclínica sobre la Patagonia norte, La Pampa y Provincia de Buenos Aires. Esta zona baroclínica persistió durante los días siguientes.

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Día 21. La baja semipermanenrte del noreste argentino se restableció aportando otra vez aire cálido y húmedo desde el continente tropical sobre el centro y este de Argentina. La baja que provenía del Pacifico cruzó la Patagonia y se reforzó la zona baroclínica en la latitud de la Provincia de Buenos Aires Día 22. En la Figura 21 se aprecia como se profundizo considerablemente la BNOA. En consecuencia, se hizo más intensa la advección cálida y húmeda sobre el centro y este de Argentina. Esto favoreció, a su vez, la intensificación de la zona frontal en la Provincia de Buenos Aires y la baroclinicidad asociada que permaneció estacionaria sobre la misma. Si bien no es posible apreciar inestabilidad atmosférica en el radiosondeo de las 12UTC de Córdoba, durante este día la atmósfera se fue inestabilizando apreciablemente, de modo que al finalizar el día en la imagen GOES de la 21: 09,hora local, se puede ver el primer desarrollo convectivo, Fig. 22.

Figura 21: Campo de Altura geopotencial de 1000 hPa. Del 22 de abril de

2003. Fuente NOAA/CIRES

Figura 22: Imagen GOESS-12. IR 2 del 23/04/2003 00:09 UTC. Fuente CPTEC/INPE

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Día 23. Persistió una circulación de la atmósfera sobre Argentina parecida a la de los dos días anteriores tanto en capas bajas como altas. Sin embargo al oeste de Chile, la circulación en altura se alteró para generar una intensa vaguada. Como consecuencia de esto, se intensificó la advección de vorticidad sobre la Argentina central y se formó un intenso SMC sobre parte de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos que progresó con dirección Sudeste-Noroeste, dando lugar a intensas precipitaciones en esa zona, Figuras 23 y 24.

Figura 23: Imagen GOESS-12. IR 2 del 23/04/2003 09:09 UTC. Fuente CPTEC/INPE

Figura 24: Imagen GOESS-12. IR 2 del 24/04/2003 00:09 UTC. Fuente CPTEC/INPE

Día 24. Siguió persistiendo la misma circulación atmosférica del día anterior, pero la zona baroclínica progresó hacia el norte abarcando Entre Ríos y el sur de Santa Fe. El SMC se desplazó hacia el noreste pero como la inestabilidad más al sur se mantuvo, se generó un nuevo SMC en el centro de la provincia de Santa Fe, Fig. 25. La situación de ese día presentaba índices de inestabilidad Lifted y velocidades verticales propias de

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sistemas convectivos en gran parte de la región centro y noreste de Argentina. Esto puede ser apreciado en la Figura 26 a y b. Día 25. El desplazamiento de la vaguada de altura hacia el este, favoreció el desplazamiento de la mayor actividad convectiva prefrontal hacia el este, produciéndose un mejoramiento temporario en el centro y este de Argentina.

Figura 25: Imagen GOESS-12. IR 2 del 24/04/2003 12:10 UTC. Fuente CPTEC/INPE

a)

b)

Figura 26: a) Campo del índice de inestabilidad Lifted, y b) velocidad vertical Omega

del 24 de abril de 2003. Fuente NOAA/CIRES

Día 26. La baja presión en superficie con centro en el limite entre las provincias de Santa Fe y Chaco fue la responsable en aportar aire húmedo del este que generó nubosidad baja de tipo estratiforme que dio lluvias y lloviznas durante gran parte del

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día: Esto se vio favorecido por una difluencia en 250 hPa que perduró hasta el día 27, obviamente estas condiciones inhibieron la evaporación del agua precipitada los días anteriores y por el contrario tendió a agravarla.

Día 27. La baja presión en superficie permaneció en el mismo lugar, pero algo mas intensa. En el centro y norte de Santa Fe dominó un persistente viento del sector sudeste con muy alto contenido de humedad. Esta humedad y las condiciones de convergencia en niveles bajos fueron condiciones propicias para la generación de núcleos de tormenta que afectaron a la región durante la mañana y parte de la tarde, el resto del día permaneció con lloviznas o cielo nublado. Día 28. Como muestra la figura 27 la existencia de una vaguada en 500 hPa sobre la costa chilena y la baja presión en superficie que permaneció en el mismo lugar incluso hasta el día 30 produjeron lloviznas durante todo el día sobre la cuenca del Salado. Día 29. Las condiciones sinópticas se mantuvieron y por lo tanto el día se mantuvo con lluvias durante todo el día. En las primeras horas de la mañana, producto de la inestabilidad de la atmósfera se desataron tormentas convectivas que pueden apreciarse en la figura 28.

a)

b) Figura 27: a) Campo de altura de 500 hPa (mpg), y b) Campo de altura de 1000 hPa

(mpg) del 28 de abril de 2003. Fuente NOAA/CIRES

Figura 28. Imagen GOESS-12. IR 2 del 29/04/2003 11:39 UTC. Fuente

CPTEC/INPE

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Día 30. Un leve corrimiento hacia el este de la baja presión en superficie permitió el ingreso de viento del sector sudeste, la masa de aire advectada estaba totalmente saturada (ver figura 16) como la de los siete días anteriores. Llovizno en las primeras horas del día y luego el cielo permaneció nublado el resto del día con nubosidad de tipo estratiforme de niveles bajos. Día 1 de mayo. El avance hacia el este de la baja presión en superficie que había permanecido durante cinco días centrada en la provincia del Chaco, el pasaje de la vaguada en niveles medios a través de la cordillera de los Andes y el retiro de una corriente en chorro en 250 hPa hacia el Océano Atlántico permitieron la entrada de un anticiclón por el centro del país que trajo una masa sensiblemente diferente a la que había permanecido durante ocho días. Como se aprecia en la figura 16, la temperatura de rocío descendió a los valores normales y en las primeras horas de la mañana el cielo se encontraba mayormente despejado con el viento soplando del sector sur con humedad en franco descenso y la presión aumentó hasta alcanzar los 1024 hPa. 6.3 Las precipitaciones registradas Un hecho que confirma la distinta naturaleza del evento de lluvia del 17 de abril por un lado y del 22/24 por el otro, es la variabilidad espacial de las precipitaciones. Es posible apreciar en la Tabla 2 que para el día 17, la lluvia fue producto de una ciclogénesis y posterior pasaje de un sistema frontal dando lluvias cuya distribución fue más uniforme espacialmente y sin extremos conspicuos, mientras que en las lluvias del 22/24 existe una gran diferencia en la cantidad de precipitación entre localidades muy próximas (ver diferencias entre la máxima y mínima lluvia). Esto es típico de los SMCs.

Estación 17 a 19 de abril 22 de abril

23 de abril

24 de abril

28 de abril Total

Tostado 70 0 11 60 0 141

Vera 59 0 17 150 32 258

Ceres 75 30 9 32 3 149

Margarita 102 0 24 328 3 457

Arrufó 80 38 90 34 6 248

San Cristóbal 69 23 60 58 4 214

La Penca 80 0 78 310 0 468

Suardi 34 36 140 30 5 245

Palacios 36 75 160 0 3 274

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San Justo 75 50 35 35 6 201

Rafaela 40 10 87 13 2 152

Esperanza 66 34 65 12 11 188

Candioti 42 30 100 10 20 202

Máxima 34 0 9 0 0 141

Media Aritmética 63.7 25.1 67.4 82.5 7.3 245.9

Máxima 102 75 160 328 32 468

Tabla 2: Precipitaciones sobre la Cuenca Baja del Río Salado entre el 17 y el 28/04/03 [mm] Fuente: Dirección de Comunicaciones de la Prov. de Santa Fe

Otro elemento que requiere nuestra atención es que en la región de estudio se estaba en presencias de persistentes anomalías positivas en la precipitación como es posible apreciar en la Tabla 3. En algunas localidades entre febrero y abril se superaron los 1000 milímetros. Este punto no es menor si se tiene en cuenta que la Cuenca del Salado posee una escasa escorrentía y en el mes de abril la evaporación se reduce sensiblemente a algo menos de 3 milímetros por día. Es decir que una enorme masa de agua estaba disponible para escurrir hacia Santa Fe

Estación Febrero Marzo Abril Total Tostado 115 24 253 392

San Cristobal

489 33 478 1000

La Penca

482 40 565 1087

San Justo

293 12 238 543

Tabla 3: Precipitaciones de los meses previos sobre la Cuenca Baja del Río Salado [mm]. Fuente: Dirección de Comunicaciones de la Prov. de Santa Fe A ello se han sumado circunstancias de carácter excepcional, en cuanto las precipitaciones se produjeron con una distribución espacial y un timing que favoreció la intensificación de la onda de crecida en el río Salado. En efecto, las precipitaciones del 17 al 19 de abril que se originaron en actividad convectiva pre-frontal pero también en una ciclogénesis seguida de un pasaje frontal frío se distribuyeron sobre toda la cuenca con valores muy altos sobre la parte norte de la misma en la provincia de Santa Fe, Fig. 27. Gran parte del núcleo de mayor precipitación que se registro el 23 y 24 de abril fue ya aguas abajo del máximo registrado en la semana anterior, Fig. 28. Esto contribuyó a incrementar la onda de crecida con enormes volúmenes debido a la circunstancia poco frecuente de que dos SMC hayan seguido uno tras otro con pocas horas de diferencia los días 23 y 24 descargando sus mayores precipitaciones prácticamente en la misma zona.

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Figura 27: Estimación de precipitación por satélite (mm) del día pluviométrico 17 de abril 2003. Fuente: Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos (Daniel

Barrera), UBA

Figura 28: Estimación de precipitación por satélite (mm) del día pluviométrico 23 de abril 2003. Fuente: Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos (Daniel

Barrera), UBA La conclusión que se puede extraer tanto de las figuras 27 y 28 como de la Tabla 2 es que los dos SMCs del día 23 y 24 responsables de las intensas y excepcionales

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precipitaciones sobre la cuenca baja del Salado, el primero y sobre toda la cuenca santafesina el segundo, fueron el factor determinante de la crecida del Salado que el día 28 comenzó a inundar la ciudad de Santa Fe. La media de las estaciones en la tabla 2 par los días 22, 23 y 24 es 174 mm, lo que es un valor enorme y excepcional. A ello se sumó la lluvia del día 28 que tuvo valores muy altos en Candioti, localidad cercana a la ciudad de Santa Fe. Las precipitaciones del 17 al 19 de abril y el estado probable de saturación de la cuenca han contribuido seguramente a agravar la situación, pero fueron de menor peso y por si mismas no hubieran ocasionado una crecida del orden de la que ocurrió. 7. El impacto del evento de Santa Fe en el proceso de adaptación. La importancia del evento de Santa Fe comenzó a modificar la percepción de distintos sectores en la Argentina respecto de las tendencias en las precipitaciones extremas y del cambio climático en general. 7.1 En el sector científico A principios de 2003, existía un conocimiento científico incompleto sobre los aspectos del cambio en las precipitaciones en la Argentina. El estado de ese conocimiento en este tipo de tema, puede ser analizado fácilmente por cuanto el mismo se documenta en publicaciones. Existía un buen conocimiento desde la década de 1990 sobre las tendencias extraordinariamente positivas de las precipitaciones medias (Castañeda y Barros 1994; Barros y Doyle 1996; Hoffmann et al 1997; Tucci y Clarke 1998; Barros et al 2000; Castañeda y Barros 2001). Sin embargo, poco se había avanzado hasta el año 2004 en la comprensión de las causas de estos cambios y de su posible vinculación con el calentamiento global. Sólo desde ese año se ha comenzado a lograr algún avance en ese sentido. Además, estos resultados solían ser confrontados por opiniones presuntamente expertas que argumentaban que el cambio observado no era más que un ciclo húmedo como otros observados en el pasado. Estos argumentos nunca se cristalizaron en trabajos en revistas con referato internacional como las que citamos previamente, pero influyeron negativamente en la percepción de la nueva realidad en la sociedad y aún en los medios técnicos especializados. La relación de los eventos El Niño (EN) con las inundaciones también conocida, incluso fuera del ámbito científico, debido a lo ocurrido con los eventos de 1983 y en 1998. Ello llevó incluso a la construcción de numerosas obras de defensa con el auxilio de créditos del BID y del Banco Mundial. Desde el punto de vista científico, había ya varios trabajos que mostraban una relación entre EN y los caudales medios anuales o de ciertas épocas del año (Aceituno 1988; Amarasenka et al 1997, Depetris et al 1998, Camilloni y Barros 2000; Berri et al 2002), pero no en forma explícita con las mayores crecidas. Recién a principios de 2003, se publicó un trabajo sobre los forzamientos climáticos de las mayores inundaciones en el Río Paraná (Camilloni y Barros 2003) y en el 2004,

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otro sobre el río Paraguay, (Barros et al 2004). Un trabajo con similar objetivo ha sido enviado para su publicación por Camilloni y Caffera (2005) en el caso del río Uruguay. Sobre los cambios en las inundaciones de llanura y sus causas no se tiene conocimiento, hasta el presente, sobre literatura científica. Respecto a la mayor intensidad y frecuencia de precipitaciones extremas, no existía a principios del 2003 ningún tipo de publicaciones, y sólo algunos miembros dentro de la comunidad científica sospechaban que eso estaba ocurriendo, pero no por trabajos técnicos, sino por la información de los medios de comunicación sobre las consecuencias desastrosas de estos eventos. Recién en mayo de 2003 se hizo pública en una conferencia internacional, la tendencia hacia mayores frecuencias de eventos de lluvia mayores a 100 mm en la provincia de Buenos Aires (Canziani 2003). Es posible que esta información estuviera publicada en alguna memoria técnica del autor, pero sin difusión en el ámbito científico. Toda la información presentada en la sección 3.2 se desarrolló precisamente con motivo del interés que generó la inundación de Santa Fe. Tampoco la comunidad científica internacional tenía conocimiento de esta tendencia. En un informe síntesis elaborado por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, 2003) se estima que como consecuencia del calentamiento global se debe esperar en el futuro una intensificación del ciclo hidrológico con mayor frecuencia de precipitaciones intensas en algunas zonas. En la revista que se hace de de lo ocurrido en la segunda mitad del siglo XX sólo se indica que ello fue observado en algunas zonas de latitudes medias del Hemisferio Norte, tabla 4.

Confianza en los cambios observados (segunda mitad del

siglo XX)

Cambios en los fenómenos

Confianza en los cambios proyectados (para el siglo

XXI)

Probable Aumento de las temperaturas máximas y de la cantidad de días calurosos en casi todas las zonas terrestres

Muy probable

Muy probable Aumento de las temperaturas mínimas y disminución de la cantidad de días fríos y días de heladas en casi todas las zonas terrestres

Muy probable

Muy probable Reducción del rango de variación de la temperatura diurna en la mayoría de las zonas terrestres

Muy probable

Probable en muchas zonas

Aumento del índice de calor en las zonas terrestres

Muy probable, en la mayoría de las zonas

Probable, en muchas zonas terrestres de latitudes medias a altas del Hemisferio Norte

Más episodios de precipitaciones intensas Muy probable, en muchas las zonas

Probable, en unas pocas zonas

Aumento de la desecación continental durante el verano y riesgo consiguiente de sequía

Probable, en la mayoría de las latitudes continentales interiores de las latitudes medias (ausencia de proyecciones uniformes respecto de otras zonas)

No se observa en los Aumento de la intensidad máxima de los Probable, en algunas zonas

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pocos análisis disponibles

vientos de los ciclones tropicales

No hay datos suficientes para hacer una evaluación

Aumento de la intensidad media y máxima de las precipitaciones de los ciclones tropicales.

Probable, en algunas zonas

Tabla 4: Estimaciones de la confianza en los cambios observados y proyectados en los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos. Tomado de IPCC 2003

Entre las razones por las cuales este tema no había sido tratado previamente, se encuentran las dificultades para acceder a los datos diarios de precipitación. Por una parte, existen dificultades en el acceso a los datos disponibles en el organismo oficial, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), y por otra parte, el mismo no ha digitalizado aún toda su información. Peor aún, el SMN no coloca libremente su información digitalizada en Internet como lo hacen, con criterio moderno, la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación y numerosas agencias del Brasil. Por otra parte, las estaciones de observación meteorológica de la red oficial son muy pocas y presentan importantes falencias. Sólo muy pocas estaciones meteorológicas tienen registros diarios de precipitación completos de al menos 50 años. Tampoco han existido esfuerzos para compilar otros registros de precipitación que se toman en el país, ya sea en otros ámbitos oficiales o en el sector privado. De los eventos que causan las más extremas precipitaciones había cierta información académica. Velasco y Fritsch (1987) mostraron la existencia de sistemas convectivos de mesoescala (MCS) en América del Sur e incluso Nesbitt y Zisper (2000) hicieron estadísticas de estos eventos. A pesar de ello, recién en el año 2002, con la tesis de PHD de un alumno de Zisper en EE.UU., se había llegado a comprender la enorme importancia de estos sistemas en las precipitaciones extremas. Los eventos de Santa Fe de abril de 2003 llevaron también a explorar el efecto de los SCMs en las precipitaciones extremas. De esta exploración surgen las figuras de los paneles de la figura 15, información aún no publicada en el ámbito científico. 7.2 En la comunidad profesional Antes de abril de 2003, algunos estudios habían ya tenido en cuenta los cambios hidrológicos registrados. Pero estos trabajos se referían a los caudales de los grandes ríos y no a las precipitaciones intensas, como por ejemplo el estudio llevado a cabo por el INA (Hopwood et al 1991), en el que se propone utilizar como series temporales de niveles, sólo los registros a partir de 1970, es decir, ignorar lisa y llanamente los datos anteriores a esa fecha debido, precisamente, a la clara diferenciación y persistencia del nuevo “período húmedo ¨. Sin embargo, ésta actitud ha sido la excepción más que la regla. En la comunidad profesional en general, se interpretaba al cambio observado en el régimen hidrológico desde inicios de la década del 70 como un “ciclo húmedo”, similar al registrado en la década de 1910. Cabe señalar que este viejo ciclo sólo duró 6 ó 7 años, afectó únicamente la zona húmeda del país y sus precipitaciones promedio estuvieron muy por debajo de las registradas en estas últimas décadas. La consecuencia errónea de esta visión fue asumir que el cambio observado se revertiría en cualquier momento y por lo tanto se siguiera creyendo que las estadísticas del pasado representaban adecuadamente las condiciones actuales y futuras. También se acreditaba

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erróneamente que las tendencias hidrológicas eran causadas fundamentalmente por el cambio de uso de suelo como ya se mencionó en la sección 4.2. Ambos conceptos han contribuido negativamente en el abordaje de las actividades relacionadas con los recursos hídricos, desde el diseño de las obras al manejo de situaciones de emergencias como la ocurrida en abril de 2003 en Santa Fe. En síntesis, no existía en la comunidad profesional, y probablemente aún falta, el adecuado conocimiento acerca del cambio climático y de la naturaleza de las tendencias climáticas observadas en la región que son las mayores responsables del cambio observado en el régimen hidrológico. La ocurrencia de algunos períodos secos, propios de la variabilidad climática aún dentro de tendencias a largo plazo hacia mayores precipitaciones, contribuye a confundir a los profesionales más escépticos acerca de los cambios registrados. A partir de la inundación de abril de 2003, la comunidad hidrológica se hizo más receptiva a la idea de que las condiciones climáticas e hidrológicas habían sufrido un importante cambio en la región. Se empezó a buscar alternativas y en algunos casos se propusieron márgenes de seguridad mayores en los diseños de la infraestructura para contemplar las nuevas condiciones extremas que no son fácilmente estimables por los métodos tradicionales. 7.3 En la aceleración de la adopción del nuevo conocimiento Es difícil estimar un tiempo medio en la difusión del conocimiento científico a las esferas profesionales. Ello depende de varias circunstancias, pero en el caso que aquí se trata, la experiencia y el conocimiento personal nos lleva a estimar que ese tiempo medio no parece bajar de los cinco años. En el caso particular que se analiza, un aspecto no desdeñable para entender la lentitud con que el nuevo conocimiento es finalmente utilizado, es la resistencia que muchas veces ofrecen algunos profesionales a modificar sus puntos de vista y las técnicas que han estado usando por muchos años. De todos modos, este pudo haber sido el caso respecto de la actitud profesional sobre el aumento de las precipitaciones medias y de los caudales de los grandes ríos, pero no sobre la intensificación de las precipitaciones extremas. En este último aspecto, vimos que ni siquiera el sector generador del conocimiento había documentado el cambio, sino hasta después de abril de 2003. El transcurso de varios años entre la generación del conocimiento y su uso por el área profesional es moneda corriente en todas las ciencias y no privativo de la climatología y la hidrología. El conocimiento científico no se difunde en las esferas técnicas llamadas a utilizarlo en forma inmediata. En algunos casos el proceso se facilita cuando los autores de un descubrimiento son a la vez los encargados de su aplicación. En general, ello es más la excepción que la regla. En otros casos, en las áreas del conocimiento muy vinculadas a la producción de bienes, la adopción del conocimiento científico suele abreviarse por razones urgencias comerciales. Una vez establecido un conocimiento mediante la investigación, este suele publicarse en revistas científicas, lo que no lleva menos de uno o dos años por el proceso de arbitraje que tienen estas publicaciones y por las demoras posteriores de tipo editorial. Para abreviar este lapso, se suelen adelantar los resultados en congresos, talleres o conferencias científicas, pero en general lo que en ellos se muestra es lo que ya está en

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vías de publicación, y por otra parte, a menos de ser algo muy excepcionalmente valioso, la comunidad científica no lo tiene demasiado en cuenta hasta su publicación en revistas con arbitraje internacional. La participación en talleres y conferencias del sector profesional por parte de los autores u de otros profesionales conocedores de los resultados es quizás la vía más rápida, pero esto no ha sido muy frecuente en la Argentina en el caso que nos ocupa. La recopilación del conocimiento actualizado en libros es otro camino al igual que su inclusión en las clases universitarias. Esto último, está, en general, orientado a la formación de futuros profesionales, a menos que se trate de cursos de actualización. Cuando se produce un hecho que, como en el caso de las catástrofes, captura la atención pública, si el conocimiento relativo al mismo esta disponible, el proceso de transferencia al sector profesional y al público abrevia sus tiempos y omite algunas de las etapas mencionadas. Eso es lo que ocurrió a partir de 2003 en la Argentina, donde no solo se desarrolló el conocimiento faltante, sino que el concepto del cambio de las condiciones climáticas e hidrológicas pasó a ser mucho más aceptado, e incluso vinculado con el cambio climático global. Además, como se mencionó en la sección 7.2, comenzó la búsqueda de alternativas para el manejo de los recursos hídricos, tema que será tratado en más detalle en la próxima sección. 8. Necesidades en materia de investigación y observación para hacer factible la adaptación a las nuevas condiciones climáticas Para el análisis de riesgo derivado de las precipitaciones extremas se ha operado en general utilizando las técnicas clásicas desarrolladas sobre la hipótesis de que las condiciones climáticas son estacionarias. Esta es una hipótesis que, a la luz de las tendencias climáticas observadas en la Argentina y en el contexto del cambio climático global, resulta totalmente inadecuada. En concordancia con la visión minimizadora de la magnitud del cambio hidrológico observado se han seguido calculado los periodos de recurrencia de las condiciones extremas con las series climáticas o hidrológicas desde fechas en que las condiciones eran muy diferentes a las actuales. Esto ha llevado a tener que efectuar correcciones significativas en la cuantificación del riesgo a posteriori de cada nuevo evento extremo, bajándose entonces significativamente la estimación de la recurrencia esperada de ese evento, lo cual constituye una clara ilustración de la fragilidad del método utilizado. A título de ejemplo, el caudal pico de alrededor de 4000 m3/s asociado a la crecida del 2003 en Santa Fe, de acuerdo a los estudios del INA-UNL, tenia una recurrencia de más de 1000 años al considerar la serie completa hasta 1998, y de 580 años si se consideraba sólo la serie desde 1971 por ser más representativa del nuevo estado hidrológico; pero, cuando se incluye el evento del 2003 iniciando la serie en 1971, la recurrencia pasa a ser algo menos de 100 años. Pero lo más probable es que ni aún esta última recurrencia sea la correcta debido a la tendencia creciente en la frecuencia de grandes precipitaciones. Los encargados de la toma de decisiones, que generalmente forman parte de la comunidad profesional, no ha estado recibiendo informes técnicos con premisas claras en cuanto al análisis de riesgo debido a que las técnicas clásicas de análisis son ahora inadecuadas y a que no se han desarrollado nuevas herramientas de análisis por la falta del conocimiento científico que el tema requiere.

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Mientras tanto, la creciente conciencia acerca de nuevos niveles de riesgo hidrológico está llevando a que se efectúen recomendaciones para adoptar mayores márgenes de seguridad que los que surgen de los análisis estadísticos clásicos. Ello suele chocar con los límites impuestos por los incrementos de los costos asociados, difíciles de asumir por los tomadores de decisión sin una justificación técnica universalmente aceptada. Por lo tanto es preciso convenir que esta aproximación metodológica debe ser superada lo antes posible ya que las presiones por controlar las inundaciones o mitigar sus efectos mediante obras de infraestructura no permiten esperar mucho tiempo. Asimismo, para asegurar una adaptación exitosa a las precipitaciones medias anuales en la agricultura, en la generación de energía y en otros usos del agua, sería importante saber cuales serán las condiciones climáticas de las próximas décadas. En el contexto del cambio climático global, la única forma aceptada por la comunidad científica internacional para estimar las condiciones climáticas futuras en términos cuantitativos es el desarrollo de escenarios climáticos. La metodología más extendida para ello es el uso de MCGs combinados con modelos regionales de alta resolución. Sin embargo, estos modelos presentan serias falencias en la simulación de las precipitaciones medias y extremas en la región de la Cuenca del Plata y zonas vecinas. Estas falencias se deben entre otras causas a su incapacidad para representar los MSCs y a la subestimación de la frecuencia de las perturbaciones atmosféricas como los pasajes frontales. Por lo tanto, es necesario desarrollar el conocimiento sobre los SMCs, mejorar la parametrización de los procesos de precipitación en los modelos e investigar las causas de las falencias de estos en la región sudamericana. En última instancia, todo ello solo podrá ser desarrollado mediante la cooperación regional, en particular con la comunidad científica de Brasil. Otra línea de trabajo que debería ser profundizada es la de los tratamientos matemáticos en la estimación de valores extremos de series aleatorias no estacionarias, línea en la que apenas hay algunas publicaciones aplicadas a la hidrología (Clarke 2003). Estos trabajos puramente matemáticos suelen asumir tendencias lineales y deberían ser complementados con hipótesis sobre la evolución futura de las series provenientes del conocimiento del sistema físico.

Desde el punto de vista operativo, existen fuertes limitantes para poder anticipar con un mínimo tiempo las precipitaciones extremas derivadas de la actividad convectiva, en especial de los SMCs, en parte porque hay severas limitantes ene el sistema nacional de observación. La densidad de estaciones meteorológicas y sus condiciones operativas se han ido deteriorando desde hace por lo menos 30 o 40 años. Particularmente insuficiente, es la red de observación oficial del SMN. Esto llama la atención en un país que depende fuertemente de su producción agropecuaria y en el cual la evolución de esta red ha seguido un camino inverso a la de no sólo países desarrollados como Australia o Canadá, sino incluso la de países vecinos como Brasil. Los radiosondeos son una importante herramienta para medir la estabilidad de la atmósfera, pero en la Argentina la red de radiosondeos resulta insuficiente ya que en la actualidad se realiza un solo radiosondeo en Ezeiza a las 21 horas y solo 8 a las 9 horas en las estaciones Salta, Resistencia, Córdoba, Mendoza, Ezeiza, Santa Rosa, Neuquén y

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Comodoro Rivadavia. En el momento del evento de abril de 2003 la cantidad de radiosondeos era aún menor. Desde el punto de vista del pronóstico, hasta fines del año 2003 el SMN no contaba con un modelo de mesoescala. En estos momentos se dispone de un modelo más apropiado que los que había entonces para predecir con cierta y exactitud las grandes tormentas. Sin embargo, aún este modelo dista mucho de ser aceptable en la predicción del inicio de los SMCs, su localización, el área afectada y la cantidad de milímetros de precipitación. Este es un problema generalizado de los modelos, y debido a ello se recurre a redes de radares y otras técnicas modernas como los sistemas de detección de descargas eléctricas. En el caso argentino, no existen estas herramientas y en el caso de los radares, hay uno sólo operativo en Ezeiza, cuyo alcance eficiente es menor a los 300 Km. La falta de una red de radares es por lo tanto otra limitante importante para localizar y alertar sobre los SMCs y otras formas de precipitación convectiva. Hay pocas mediciones de humedad en suelos que sólo se hacen en muy pocos lugares del país. Por ello, a pesar de que hay muy buena información sobre la estructura de los suelos, que se dispone de numerosos modelos de humedad en suelo y a que se cuenta con sensoramiento satelital, no se cuenta con sistemas operativos de diagnóstico y pronóstico cuantitativos de la humedad en el suelo que puede ser en ciertas circunstancias muy importante para el desarrollo de inundaciones en las llanuras. Debido a las limitaciones mencionadas, el sistema de alerta hidrológico, con algunas excepciones en zonas montañosas, esta fuertemente volcado a las predicciones de las inundaciones de los grandes ríos del Litoral, en los que la lenta propagación de la onda de crecida permite su anticipación con varios días e incluso meses. Cabe aclarar que tampoco las provincias cuentan con un sistema de alerta hidrológica temprana en tiempo real con los medios adecuados. Conclusiones El evento meteorológico que afectó a la ciudad de Santa Fe entre los días 23 y 24 de abril de 2003 puso de manifiesto una serie de debilidades que hacen que el país sea vulnerable a este tipo de eventos. El mismo tuvo como característica que fue el producto de una sincronía en el tiempo y espacio de dos eventos, una ciclogénesis precedida de un SMC que afectó toda la cuenca del Salado y luego de unos días de dos SMCs consecutivos en el término de dos días con intensísimas y excepcionales precipitaciones en la cuenca baja del mismo río. Estos sistemas son difíciles de detectar y peor aún de predecir en la Argentina por motivos que pueden resumirse en la insuficiente observación de las variables meteorológicas y la falta de conocimiento científico sobre los mismos, productos ambos de la deficiente asignación de recursos a la meteorología y la climatología, tanto en el área operativa como en la científica. Los cambios en las precipitaciones han puesto en crisis mucha de la infraestructura hídrica y vial que fuera dimensionada para un clima que ya no existe. Ante esta circunstancia, es necesario modificar las técnicas de diseño, planificación y manejo que se basaban en la hipótesis de clima estacionario. Como el diseño y la planificación son

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obviamente para el futuro, se requiere de métodos que permitan manejar la incertidumbre sobre el clima futuro. Sin embargo, para ello faltan aún técnicas suficientemente precisas como para estimar las condiciones del clima futuro en un contexto no estacionario, sobretodo porque los modelos climáticos globales (MCG) no reproducen adecuadamente los campos y las características de la precipitación como ocurre en el sur de América de Sur. Este es el mayor desafío de la climatología para la presente década como lo anunciará un reconocido climatólogo al iniciarse la misma (Trenberth 2000). En la Argentina, a pesar de los avances que se han realizado en materia de pronósticos hidrometeorológicos, los daños por inundaciones de todo tipo han ido en aumento durante las últimas décadas. Esto es una consecuencia tanto de la mayor frecuencia de eventos climáticos extremos como de la ocupación territorial de zonas que no fueron anegadizas sino hasta las últimas décadas. Este proceso de ocupación territorial es difícilmente reversible por lo que se impone una nueva adecuación del territorio a las nuevas condiciones climáticas ya que la mayoría de la infraestructura existente fue diseñada para el clima del pasado que, en cuanto a lluvias intensas, era más benigno que el actual. Hay otro factor menos evidente que aumenta considerablemente la vulnerabilidad a las precipitaciones intensas. Se trata del desconocimiento sobre el cambio operado en el clima por parte de la comunidad técnica. Cabe sin embargo, advertir que este desconocimiento comenzó a revertirse, especialmente después del evento de abril de 2003. A ello se agregan falencias en el conocimiento científico como surge del balance del estado del conocimiento hecho en la sección anterior, especialmente en lo atinente a las técnicas que permitan manejar adecuadamente las estimaciones de las precipitaciones extremas y sus consecuencias hidrológicas en el contexto de un clima no estacionario. Esto último reviste gran importancia práctica para la definición de los parámetros de diseño de las obras de infraestructura y su manejo Los temas pendientes presentan grandes dificultades objetivas por su complejidad, pero a ello se suma la falta de recursos humanos y financieros, producto no sólo de los magros presupuestos del sector científico-tecnológico, sino también de dificultades en la gestión de algunos sectores de esas áreas. Referencias Aceituno, P., 1988: On the functioning of the Southern Oscillation in the sector, PartI: Surface Climate. Mon. Wea.. Rev. 116, pp 505-524 Amarasekera, K., R. Lee, E. Williams, E. Eltahir 1997: ENSO and the natural variability in the flow of tropical rivers. J. Hidrology. 200, 24-39 Barros, V. and M. Doyle, 1996: Precipitation trends in southern South America to the east of the Andes. Center for Ocean-Land-Atmosphere Studies (COLA). Report N°26, 26 Editors. S. Kinter III and E.Schneider,76-80

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