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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo

SEMINARIO DE ESTUDIO 2007-2008

ABORDAJE DE LOS NUEVOS PERFILES DESDE EL MOVIMIENTO

ASOCIATIVO

Federación Andaluza de Drogodependencias y Sida ENLACE

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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo

Conclusiones del Seminario de Estudio 2007-2008 de la Federación Andaluza de Drogodependencias y Sida ENLACE. Texto definitivo aprobado en la Asamblea Ordinaria de marzo de 2009

Edita: Federación Andaluza de Drogodependencias y Sida ENLACE.

Marzo de 2009

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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo

ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN

2. UNA APROXIMACIÓN A DISTINTOS PERFILES RELACIONAD OS CON LAS DROGODEPENDENCIAS Y LA EXCLUSIÓN SOCIAL.

3. INTERVENCIÓN CON PERSONAS CON PROBLEMÁTICAS ASOC IADAS DE SALUD MENTAL.

4. INTERVENCIÓN CON COLECTIVOS DE RIESGO.

5. INTERVENCIÓN CON COLECTIVOS CON PROBLEMAS DE ADI CCIÓN QUE NO ACUDEN A NINGÚN RECURSO.

6. NECESIDADES Y PLANTEAMIENTOS.

a. ASOCIACIONES.

b. FEDERACIONES PROVINCIALES.

c. FEDERACION ENLACE.

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1. INTRODUCCIÓN

El Seminario de Estudio 2007-2008, “Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo”, es una continuación del anterior, en el que abordamos los cambios en el actual modelo socioeconómico, la evolución del fenómeno de las drogodependencias y nuestro papel como asociaciones de drogodependencias en este nuevo contexto.

De esta reflexión conjunta surge la necesidad de replantearnos nuestro posicionamiento y papel como asociaciones de drogodependencias, teniendo en cuenta el modelo de sociedad actual y los cambios producidos en nuestro ámbito de intervención.

Apuntes sobre el modelo de sociedad actual

Ya en el Seminario de Estudio anterior concluimos que vivimos en una sociedad en la que la dimensión económica está por encima de todo, en la que existe un reparto desigual de la riqueza, y en la que los valores dominantes son el individualismo, el consumismo (tener por encima de ser, obtención de placer de forma inmediata), el hedonismo (placer como fin supremo de la vida), competitividad, cultura del ocio, etc.

En este contexto, se generan problemas que afectan a todos en la sociedad actual: vivienda, precariedad laboral, falta de redes sociales, exceso de información (no necesariamente adecuada, manipulada en muchos casos por los medios de comunicación), carencias personales, provocadas, en muchos casos, por todo lo anterior, falta de horizontes y expectativas, cultura del miedo, etc.

Por otro lado, el modelo de sociedad actual favorece la multiplicación de los rostros de exclusión, fenómeno que ya no se determina sólo por tener o no tener, por estar a un lado o al otro de la pobreza, sino que puede afectar a personas en muy variadas situaciones: personas que emigran para sobrevivir o mejorar sus condiciones de vida y que viven múltiples situaciones de precariedad (legal, económica, familiar…); minorías étnicas que se enfrentan a la ausencia de políticas efectivas de integración; personas con algún tipo de discapacidad que no tienen apoyo suficiente; personas ancianas dependientes con necesidad de atención continua; personas desempleadas de edad avanzada, que tienen muy complicado el retorno al mercado laboral; mujeres con dificultades para conciliar la vida laboral y privada; o los propios jóvenes, educados en la sociedad de consumo y bajo una fuerte presión hacia el mismo, con poca tolerancia a la frustración, pero que se quedan fuera del mercado laboral o sólo acceden de forma precaria, pese a disfrutar, en general, de más oportunidades de formación que en épocas anteriores.

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Cambios en el fenómeno de las drogodependencias

En relación a la evolución del fenómeno de las drogodependencias, la década de los ochenta estuvo marcada por la expansión del consumo de heroína que fue muy rápida entre jóvenes pertenecientes a barrios periféricos o marginales de las ciudades y pueblos, llegando a constituir en esta etapa un perfil de consumidores muy definido, bajo el concepto de “drogadicto”: jóvenes, principalmente urbanos, con altos índices de fracaso escolar, problemas familiares y grandes dificultades de inserción socio-laboral, consumidores sobre todo de heroína, aunque también de otras sustancias, utilizando la vía inyectada como principal modo de consumo. Estas personas a menudo entraban en la espiral “droga, delincuencia y cárcel”, fenómeno que no ha desaparecido en la actualidad.

Nuestro posicionamiento como movimiento asociativo ante esta realidad preocupante surgió de la reflexión conjunta de todas las asociaciones que componían ENLACE, llegando a consensuar, en 1992, un documento en el que establecimos que el problema de las drogodependencias no se podía ceñir a los efectos nocivos del consumo abusivo de determinadas sustancias, sino que era una muestra de las consecuencias que tiene, para muchas personas, vivir en una sociedad generadora de graves desigualdades sociales y en la que imperan valores como el individualismo, la competitividad, el consumismo sin medida, etc.

En la segunda mitad de la década de los noventa comienzan a diversificarse los perfiles de consumo. Al tiempo que se resalta la figura del “politoxicómano”, que consume alcohol, heroína, cocaína, barbitúricos, etc., comienza a hablarse de las drogas de diseño que, supuestamente, iban a sustituir a la heroína en el primer puesto de la lista de drogas problemáticas. Sobre estas sustancias se crea un gran alarmismo.

En la actualidad , nos encontramos con la convivencia de viejos y nuevos patrones de consumo ya que, si bien se han diversificado las formas de consumo abusivo y las sustancias consumidas, siguen existiendo personas con problemáticas cronificadas de larga duración o con patología dual, a las que aún no se ha dado una respuesta adecuada e integral. Pero también son cada vez más los jóvenes que consumen drogas como forma de diversión, ya sea que estén en una situación de vulnerabilidad social o en una situación más normalizada. Además, teniendo en cuenta que una de las preocupaciones que nos han identificado como movimiento asociativo de drogodependencias ha sido el trabajo hacia la transformación social, poniendo el énfasis en las personas de la sociedad que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad y/o en exclusión social, en la actualidad nos podemos encontrar distintas situaciones sociales preocupantes relacionadas con los consumos problemáticos de drogas y con otras situaciones de exclusión social. E incluso nos podemos encontrar personas en muy distintas situaciones de exclusión social que, a priori, no tienen por qué presentar consumos problemáticos de drogas.

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A pesar de todo, la alarma social en torno a la problemática de las drogas parece haber descendido, sin embargo, desde nuestro movimiento asociativo seguimos pensando que los problemas asociados a las drogodependencias seguirán existiendo mientras se sigan dando las condiciones sociales que los provocan.

2. UNA APROXIMACIÓN A DISTINTOS PERFILES RELACIONAD OS CON LAS DROGODEPENDENCIAS Y/O LA EXCLUSIÓN SOCIAL

• Personas que han sido consumidoras principalmente de heroína, en tratamiento o no, con enfermedades asociadas (Sida, hepatitis…), con problemas jurídicos (personas privadas de libertad y/o exreclusas). Este es el perfil atendido de forma tradicional por las asociaciones y sobre el que ya existe una profunda reflexión.

• Jóvenes consumidores de distintas sustancias, tanto en situación de exclusión social (con problemas de fracaso escolar, pertenecientes a familias multiproblemáticas), como de entornos más normalizados. Pueden llegar a tener consumos problemáticos, muy asociados al ocio y dentro de un contexto marcadamente consumista. Búsqueda de nuevas sustancias (por ejemplo, Ketamina), consumo intensivo de alcohol, etc.

• Personas preocupadas por haber detectado algún tipo de consumo de drogas en algún miembro de su familia. Suelen ser padres, madres, hermanos…, que perciben que alguien de su familia puede estar consumiendo drogas.

• Consumidores adultos, hombres y mujeres, generalmente con un perfil distinto al del drogodependiente atendido tradicionalmente en las asociaciones: dependientes a la cocaína, mujeres adictas a fármacos, personas con problemas de alcoholismo, etc.

o En los hombres, principalmente se dan consumos abusivos de cocaína, no asociados necesariamente a la marginación o a la exclusión, en algunas ocasiones relacionados con la eficacia y el éxito social, pero que no dejan de ser problemáticos.

o Asimismo, encontramos adultos con dependencia al alcohol.

o Mujeres adictas a fármacos, que sufren su problemática desde la invisibilidad social y que en ocasiones son víctimas de violencia de género y tienen grandes dificultades para acceder al mercado laboral.

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• Personas con problemas de patología dual, en las cuales concurren problemas mentales y de adicciones.

• Personas en distintas situaciones de exclusión social, no siempre drogodependientes: personas sin hogar, inmigrantes, desempleados de larga duración, drogodependientes que sufren recaídas, jóvenes en situación de exclusión social y/o en riesgo de estarlo, mujeres prostitutas… Son las muy distintas y variadas situaciones de exclusión social que nos podemos encontrar en la actualidad, y que no siempre conllevan consumos problemáticos de drogas.

En un intento de sistematización de las distintas formas de consumo y de perfiles de personas que sufren las consecuencias de las drogodependencias o están en riesgo de hacerlo, así como de la variada casuística que las rodean, podríamos establecer tres grupos en donde encuadrar las distintas situaciones: personas con problemas de salud mental, colectivos en situación de riesgo y colectivos con problemas de adicción que no acuden a ningún recurso. Somos conscientes de que la realidad es mucho más compleja, pero al mismo tiempo, esta clasificación nos puede resultar útil para reflexionar sobre nuestro trabajo y nuestras formas de intervención.

La variedad que existe entre las entidades es muy amplia, no todos los perfiles acuden o se detectan de igual manera en todas ellas las entidades. Hay algunas que los atienden desde hace tiempo y otras por las que no aparecen o no se detectan en su contexto.

3. INTERVENCIÓN CON PERSONAS CON PROBLEMATICAS ASOCIADAS DE SALUD MENTAL

Son personas que, como consecuencia de su drogodependencia y/o de otras situaciones que han propiciado su deterioro personal, han desarrollado problemas de salud mental. Y personas con problemas de salud mental que son más “propensas” a consumir distintas sustancias de forma compulsiva.

Entre las personas que presentan un cuadro de patología dual nos encontramos con varios perfiles:

• Adultos, hombres y mujeres, consumidores de heroína en su día, que en la actualidad están en tratamiento para su adicción, en programas de metadona, o lo han estado en algún momento, que siguen consumiendo de forma esporádica, sobre todo “rebujao”, y que han desarrollado en los últimos años un trastorno mental (de tipo psicótico, depresivo, compulsivo, etc.). En muchos casos, no están ni diagnosticados, ni en tratamiento por el trastorno mental, y en el caso de que exista diagnóstico y tratamiento, en general, la adhesión al mismo es bastante baja, ya que, o bien no lo hacen de la forma adecuada, o bien siguen consumiendo de forma esporádica, lo cual interfiere en los efectos del mismo, siendo también muy usuales los abandonos del tratamiento.

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• Al perfil anterior, en el caso de las mujeres, se le suman situaciones familiares de posible retiradas de menores, descontrol en la casa (ya que, en la mayoría de los casos, suelen ser las mujeres las que llevan la organización familiar).

• Personas jóvenes, que han consumido de forma abusiva, sobre todo cocaína y pastillas, que desarrollan un trastorno mental, y que suelen tener una baja conciencia de su enfermedad (negación de la realidad, poca conciencia del riesgo…) con necesidad de ocupar su tiempo libre, con pocas opciones de trabajar, etc. Suelen estar fuera de la red de recursos de salud mental.

• Personas que padecen un trastorno mental y que hacen un uso abusivo de sustancias, sobre todo, de forma compulsiva.

En cualquiera de los casos anteriores, suelen existir problemas de convivencia familiar (incluida violencia en muchos de los casos), económicos, jurídicos (multas por consumo, peleas…), desorganización del tiempo, falta de hábitos saludables y, en general, una carencia de redes sociales de apoyo (no pertenecen a ningún grupo, ni al de enfermos mentales, ni al drogodependientes…). Un rasgo común es que el consumo suele tener un carácter muy compulsivo.

Las demandas que plantean estas personas cuando acuden a las entidades, suelen ser las de búsqueda de trabajo y ocupación de ocio y tiempo libre, fundamentalmente. Pero implícitamente, encuentran en nuestras entidades un lugar en el que se les acoge y se les escucha, donde tienen un espacio para hablar y donde se trabaja con ellos abordando todos los aspectos de su persona.

Sin embargo, presentan una serie de características personales que hacen muy difícil el trabajo con ellos y el hecho de que se nos planteen nuevos retos de intervención.

La intervención que se plantea con estas personas, tanto en el caso de que ya sean usuarios de las entidades, como si es la primera vez que se acercan a ellas, es el de hacerles una buena acogida, atendiendo y escuchando sus demandas, tanto de ellos como de sus familias, intentando crear un espacio en el que se sientan escuchados…

De cara a la intervención, lo primero que hay que plantearse es conseguir un diagnóstico adecuado para así poder establecer un buen tratamiento. Para ello, tendremos que lograr una buena coordinación entre los recursos de salud mental y los específicos de drogodependencias. En paralelo, habrá que trabajar la motivación tanto de la personas, como de su familia, para que acudan a los recursos y mantengan la adherencia al tratamiento. Una vez se haya conseguido esto, habrá que hacer un seguimiento en coordinación con su familia, si es posible, de diversos aspectos, tales como la toma correcta de la medicación, control de consumo de otras sustancias (que interfieren con el

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tratamiento), asistencia a las citas correspondientes, etc., así como trabajar aspectos de su vida tales como la ocupación del tiempo libre, incorporación laboral, pagas, salud en general,…

En los casos de patología dual, se hace muy necesaria la coordinación con distintos recursos, tales como los centros específicos de drogodependencias, salud mental, centros de salud o servicios sociales; los centros de drogodependencias deben adaptarse a las nuevas características de las personas que acuden a sus recursos y actualizar sus “tratamientos”.

Además, es necesario conseguir una adecuada coordinación entre ellos, para hacer efectivo el seguimiento integral de estas personas, ya que en la mayoría de los casos, la coordinación entre estos recursos es nula y lo que hacen es “pasarse” los pacientes de unos a otros, sin establecer tratamientos integrales y adecuados. En muchos casos, los tratamientos se limitan a la prescripción de fármacos, sin establecer mecanismos de seguimiento.

Sería necesaria la creación de recursos públicos especializados, o la adaptación de los que ya existen a las características actuales, por ejemplo, que en todos los centros de salud hubiese dispositivos de salud mental, lo que facilitaría la asistencia y seguimiento de estos casos.

En las entidades nos encontramos con muchas dificultades para abordar estos casos, aparte de las descritas anteriormente (falta de recursos inespecíficos, problemas de coordinación), entre ellas, la falta de formación de las personas que atienden a estas personas en la asociación (técnicos y voluntarios).

4. INTERVENCIÓN CON COLECTIVOS DE RIESGO

En este grupo incluimos a personas que se encuentran en riesgo de exclusión social –o incluso en situación de exclusión social– por motivos diversos, sin que dicha situación tenga que estar asociada a un consumo problemático de sustancias adictivas, a pesar de que en algunos casos pueda existir el hábito de consumo. Las situaciones y perfiles de personas que se encuentran en riesgo de exclusión social pueden ser muy diversos, desde personas inmigrantes que viven en condiciones precarias y que, en ocasiones, añaden a sus problemáticas consumos abusivos de sustancias como el alcohol, hasta jóvenes que desarrollan conductas de riesgo (consumo intensivo de drogas, prácticas sexuales no protegidas, etc.) y que no cuentan con hábitos protectores. En muchas ocasiones, las personas que demandan orientación y apoyo a las asociaciones para intervenir en situaciones de este tipo son los propios familiares –sobre todo en el caso de adolescentes y jóvenes–, movidos por una gran preocupación y/o por sentirse desbordados para actuar por sí mismos. En otros casos, la asociación es una entidad de referencia en la comunidad y estas personas llegan a ella a través de recomendaciones de otras personas que recibieron apoyo en momentos anteriores, resultándoles más accesible la asociación que un recurso público –por ejemplo, para

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personas inmigrantes que no cuentan con residencia legal en el país-. También incide el hecho de recibir en la asociación una atención integral, más allá de centrar la intervención en una u otra problemática específica, que, además, en muchas ocasiones, no es percibida como tal por la persona afectada.

Las problemáticas asociadas a situaciones de vulnerabilidad o riesgo de exclusión social son muy variadas, tanto como los perfiles antes descritos.

Centrándonos en el perfil de adolescentes y/o jóvenes, para empezar, la propia edad es una condición considerada “de riesgo”, ya que en este periodo de la vida son habituales actitudes como la experimentación, la necesidad de construir una identidad en contraste o en relación con el entorno y los grupos con los que se relaciona (familiares, otros adultos, grupo de iguales, etc.) y, en general, la falta de percepción de que determinadas experiencias o situaciones que le afectan directamente, son problemáticas, o pueden serlo.

El consumo se convierte en un medio de socialización, pudiendo ser esporádico o bien llegar a un aumento, tanto del consumo como de la periodicidad, que puede convertirse en problemático.

También podemos encontrar en este perfil situaciones añadidas, como problemas de conducta, cambios de carácter (violencia, agresividad hacia la familia y su entorno…), etc. Así como factores que provocan o agravan situaciones de riesgo o exclusión social en adolescentes y jóvenes, tales como carencias afectivas o de pautas de educación, desestructuración familiar o incluso maltrato en el seno de la familia.

Asimismo, en el medio escolar, los adolescentes y/o jóvenes pueden vivir diferentes circunstancias que van desde los problemas de adaptación, pasando por el aislamiento en relación al resto de la comunidad educativa, hasta llegar a situaciones que se convierten en estructurales tales como el absentismo y/o fracaso escolar.

La falta de herramientas protectoras frente a posibles experiencias de riesgo puede provocar la aparición de enfermedades, por ejemplo, de transmisión sexual. También se pueden desarrollar patologías, tanto físicas como de carácter mental, asociadas a situaciones de desestructuración tales como el hecho de vivir en la calle, ya sea de forma permanente o durante un periodo de tiempo.

En relación a la intervención que podemos desarrollar con personas que se encuentran en situación de riesgo de exclusión social, presenten o no consumos problemáticos de drogas, en primer lugar, es fundamental realizar una acogida adecuada. Teniendo en cuenta que en muchas ocasiones no existe percepción de la existencia de problemáticas como tales, es muy importante hacerles ver que pueden contar con nuestro apoyo, ya que han dado el paso de acercarse hasta la Asociación.

Por lo tanto, como respuestas inmediatas ante una demanda de ayuda realizada por personas que presentan este perfil, podemos realizar una acogida

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en la que le ofrezcamos información, apoyo y asesoramiento en torno a la problemática o problemáticas planteadas, indagando, al mismo tiempo, en otras necesidades y problemas añadidos o que influyen en su situación.

En el caso de familiares que solicitan apoyo para abordar situaciones relacionadas con sus hijos u otros familiares menores de edad, es importante ofrecer apoyo tanto a unos como a otros.

El abanico de actuaciones que podemos desplegar en estos casos es muy variado, empezando por el acompañamiento y seguimiento, tanto al menor como a su familia. Podemos desarrollar desde la asociación las acciones que consideremos adecuadas, por ejemplo, la intervención en los problemas de conductas o en las pautas de ocio, tener en cuenta la importancia de incidir en todos los ámbitos de socialización (familiar, educativo, laboral, etc.), o bien derivar a las personas a entidades que aborden problemáticas específicas y que pueden ofrecerle una respuesta adecuada. De todas formas, en este apartado, es muy importante el trabajo en red y la coordinación con todo tipo de espacios y recursos: centros educativos, servicios sociales, centros provinciales de drogodependencias, asociaciones juveniles, ayuntamientos, programas específicos como el de “Ciudades ante las drogas”, recursos de empleo… Otra iniciativa que podemos impulsar o utilizar en nuestras actuaciones es contar con Mediadores Sociales.

Asimismo, también nos encontramos con la propia inexperiencia de trabajo en este terreno, por ejemplo, en estrategias de acercamiento a los familiares o para abordar actitudes en las personas atendidas, tales como la agresividad, la negación del problema o incluso el rechazo a recibir el apoyo prestado por la asociación. A esta situación, se une también el desconocimiento de aquellos recursos que pueden resultarnos útiles para realizar una intervención integral.

En relación a los recursos externos en los que podemos apoyarnos, existen muchos déficit, empezando por su escasez: por ejemplo, de mediadores sociales o de programas tales como los de Garantía Social o los Programas de Cualificación Profesional Inicial. Además, en su funcionamiento no siempre se produce una gestión adecuada.

También pueden producirse dificultades en la coordinación, porque pueden confluir puntos de vista muy distintos, interferir prejuicios de técnicos o voluntarios, o verse afectadas decisiones exclusivamente terapéuticas o de intervención, por cuestiones políticas totalmente ajenas, sin olvidar que en muchas ocasiones no existe una voluntad política de compromiso real para abordar las diversas problemáticas.

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5. INTERVENCIÓN CON COLECTIVOS CON PROBLEMAS DE ADICCION QUE NO ACUDEN A NINGUN RECURSO

En este grupo se incluyen a personas que no acuden a nuestra asociación, ni a ningún otro recurso de drogodependencias, a pesar de tener como hábito el consumo de sustancias adictivas. Entre este perfil podemos encontrarnos con mujeres que consumen alcohol y/o fármacos, sobre todo tranquilizantes, sin prescripción médica (muchas veces fomentado por la medicamentalización de los problemas en el sistema actual de salud), hombres adultos que consumen alcohol y/o cocaína, y jóvenes en general, con la característica común de tener un consumo abusivo de sustancias, sin recurrir a ningún tipo de dispositivo, a pesar de que presentan problemas de distinto tipo relacionados con dicho consumo. En la mayoría de los casos, el consumo de estas sustancias está tolerado en nuestra sociedad. El conocimiento de estas situaciones nos llega, en muchas ocasiones, a través de personas cercanas (familiares, vecinos, amigos) o de profesionales de otros recursos (otras asociaciones del entorno, servicios sociales comunitarios, centros educativos…). Por otro lado, en el caso de los jóvenes, la detección de hace también, muchas veces, por medio del trabajo de calle que realizan algunas entidades.

Ante estas situaciones se nos plantean una serie de interrogantes, partiendo de la cuestión de por qué no se acercan a nuestras entidades, bien porque no consideran que tienen un problema, o bien porque, si reconocen que están teniendo problemas de distinta índole, no los relacionan con el consumo de sustancias (en el caso de medicamentos), no consideran que desde nuestras asociaciones se les puede prestar ayuda (ya que nos tienen asociadas a otro tipo de perfil de consumidores), etc.

Una vez que se establece el contacto, las demandas que se plantean son de acercamiento y escucha, y nuestra intervención debe ir dirigida a trabajar la toma de conciencia para hacerles ver su situación de consumo y las consecuencias que eso les está trayendo, tales como problemas físicos (cansancio, de salud, trastornos del sueño, etc.), familiares (desorganización, dejadez de tareas, etc.), accidentes (domésticos, de coche, laborales, etc.).

Por ello, para poder acceder a “trabajar” con este tipo de personas, nos planteamos distintas estrategias a corto y a largo plazo.

A corto plazo serían el acercamiento, toma de contacto, trabajo de calle, cercanía, calidez, detección de otras necesidades para realizar una intervención integral, etc.

A largo plazo, estaríamos ante la apertura de nuestra asociación a la comunidad, que conozcan nuestros programas, ser un referente en el barrio o en nuestro entorno, modificar nuestra imagen, de forma que sea un recurso que da cabida diversos tipos de “consumos”, etc.

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Para conseguir esto, es necesaria la coordinación con otros recursos, así como la formación en distintas áreas, sobre todo acerca de los dispositivos con los que nos tenemos que coordinar.

Y, finalmente, sería necesario contar con más programas de acercamientos a jóvenes y a padres.

6. NECESIDADES Y PLANTEAMIENTOS

A continuación, exponemos una serie de planteamientos e ideas generales, que nos permitan avanzar como asociaciones, federaciones provinciales y federación andaluza –y también en la coordinación con otras entidades y recursos–, para mejorar la atención e intervención con los distintos perfiles recogidos en este documento, así como en una mayor visibilización social de sus problemáticas y necesidades.

De modo general, podemos plantear las siguientes ideas. Para empezar, las asociaciones viven situaciones muy diversas que, en cierto modo, también influyen en la atención prestada a los distintos perfiles, desde aquellas que son reconocidas como referentes por los servicios ofrecidos (especialmente, la capacidad de acogida y escucha), hasta aquellas otras en las que las personas que intervienen, pese a realizar una labor de calidad, son tratadas como “profesionales de segunda”, sin valorar que en muchas ocasiones prestamos una labor que nadie más realiza. En este sentido, el escaso reconocimiento (social o institucional) que tiene la asociación no se corresponde con su experiencia, trayectoria o labor.

Otra circunstancia común es la falta de recursos económicos. De esta forma, una estrategia cada vez más necesaria es la diversificación de las fuentes de financiación, apoyándonos no sólo en la pública, sino también en la privada, así como la búsqueda de autofinanciación, con la que, además, podemos reducir al máximo, posibles interferencias de naturaleza política en el trabajo que queramos desarrollar.

También nos encontramos, de forma general, con limitaciones y carencias en los recursos humanos con los que contamos para desarrollar nuestra labor, a lo que se añade una burocratización cada vez más creciente que afecta a nuestra capacidad de ofrecer una atención individualizada. En particular, existe un alto grado de rotación de profesionales por la precariedad laboral del sector y una reducción progresiva de voluntariado como motor de las asociaciones, a lo que se añade, en ambos casos, la necesidad permanente de formación (en técnicas, estrategias, instrumentos, habilidades sociales…).

Y, finalmente, una conclusión común es la realidad de que debemos mejorar nuestras estrategias de acercamiento a las familias, ya que constatamos que, en muchos casos, los padres y madres, o cualquier otro familiar, no llegan a la asociación, o sólo lo hacen cuando perciben que tienen una problemática que les desborda.

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Por otro lado, también constatamos que la red pública no se adapta a las necesidades de los nuevos patrones de consumo y no invierte económicamente en este necesario “reciclaje”. Al mismo tiempo, como hemos mencionado, las necesidades van cambiando y percibimos que las asociaciones nos acoplamos a esta realidad antes que la Administración.

También es necesario un mayor grado de reivindicación de todas estas situaciones, que se hagan visibles socialmente y que la administración asuma sus competencias fomentando la creación de dispositivos especializados y la adaptación de los ya existentes a las nuevas realidades que se presentan.

Y, en general, seguir trabajando para mejorar la imagen que proyectamos exteriormente y adaptarla a la diversidad y riqueza actual de intervenciones que realizamos. En definitiva, mostrarnos como entidades que actuamos abiertas a la comunidad, con calidad y calidez.

Además de todo lo anterior, podemos realizar los siguientes planteamientos y propuestas específicos desde el ámbito de las asociaciones, las federaciones provinciales y la federación andaluza.

Asociaciones

En general, además de insistir, una vez más, en la carencia de recursos humanos y la necesidad de trabajar este aspecto, una idea importante es asumir que, como asociaciones, no podemos abarcarlo todo ni pretender resolver con nuestra intervención directa todos los frentes de problemáticas y/o de exclusión social presentes en nuestro entorno.

Por lo tanto, una línea de actuación será la de seguir apostando por la coordinación con el resto de recursos de la comunidad en la que nos ubicamos. Asimismo, tampoco es necesario diseñar programas exclusivos y específicos para abordar cada uno de los diversos perfiles que nos vayamos encontrando. Es importante avanzar en planteamientos y estrategias de intervención eficaces, basadas en principios como el acompañamiento, el tratamiento individualizado, la incorporación de la persona atendida en el diseño y seguimiento de la intervención, etc., introduciendo en dichas estrategias, cuando sea necesario, cuestiones específicas tales como la perspectiva de género, la multiculturalidad…

En relación al perfil de personas que presentan problemas de salud mental, es importante que nuestras asociaciones sean espacios de “puertas abiertas”, es decir, que no nos convirtamos en un recurso más que da la espalda a esta problemática. No podemos olvidar que estas personas, en general, no encuentran respuesta en la mayoría de recursos a los que acuden –si es que lo hacen–, y que sufren en muchas ocasiones continuas derivaciones de un recurso a otro sin recibir una atención adecuada. Y también es importante desarrollar estrategias de acercamiento eficaces, a través de la educación de calle. Otras intervenciones con las que podemos mejorar la situación de estas personas son las de visibilización de su problemática y de

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sensibilización comunitaria acerca de la importancia de actuar de forma conjunta para abordar este tipo de situaciones.

No obstante, debemos ser conscientes de que no siempre vamos a contar con la formación adecuada, por lo que se abren caminos diversos para dar respuesta a esta carencia. Por un lado, podemos esforzarnos en contar con personal especializado en la atención a personas con problemas de salud mental. Para ello, es importante cuidar la formación en la asociación, buscando incluso financiación específica para ello.

Sin embargo, el hecho de que en una asociación contemos con una formación adecuada para realizar la acogida y acompañamiento a estas personas, no implica que asumamos competencias que no nos corresponden. Por lo tanto, otra línea de intervención es la de esforzarnos por establecer y/o mejorar de forma constante la coordinación con recursos públicos y privados específicos de salud mental y, en general, con toda la comunidad. En particular, podemos avanzar en aspectos prácticos como la elaboración y puesta en marcha de protocolos comunes y consensuados, que ayuden a coordinar las actuaciones de los distintos recursos.

Respecto a la intervención con personas en situación de riesgo social, también es necesario aprender y saber cambiar como asociaciones. En particular, propiciar un cambio o convivencia generacional en las personas que forman la asociación puede contribuir a mejorar la atención, sobre todo la dirigida a adolescentes y jóvenes. Por eso, una estrategia que tenemos que mejorar es la captación de voluntariado joven y comprometido con esta tarea. Y desarrollar estrategias que nos permitan estar más presentes, por ejemplo, en la calle, en los ámbitos de socialización informarles de los adolescentes y jóvenes. También debemos ser conscientes de que, en muchas ocasiones, los jóvenes no se acercan a nuestra entidad porque la vinculan con un perfil “tradicional” de personas con problemas de drogodependencias muy alejado de su realidad. Una opción podría ser la de actualizar los documentos de la entidad y reflejar en los fines o incluso en nuestro nombre, la evolución de nuestra asociación en sus ámbitos de intervención. No se tratar de ocultar que nuestro ámbito de intervención –o uno de ellos- es el de las drogodependencias, sino de mostrar una identidad pública más adaptada a nuestra realidad actual. De la misma manera que en el perfil anterior, cuestiones como la formación, o la búsqueda de financiación, también son básicas.

En relación a las personas que tienen problemáticas diversas, pero que no acuden a los recursos, además de potenciar estrategias de acercamiento como la educación de calle, debemos diversificar las actuaciones que realizamos, porque si no han acudido a la asociación, entre otros motivos, debemos entender que puede deberse a que nos les hemos ofrecido respuestas adaptadas a su realidad. O bien, abrir nuestros recursos y programas, por ejemplo, talleres ocupacionales, a otro perfil de personas al que queremos atender. También debemos asumir que en nuestra intervención podemos encontrarnos una gran probabilidad de abandono por parte de las

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personas que atendemos, por su extrema vulnerabilidad social o por la falta de conciencia del problema.

En particular, mejorar nuestra intervención en el ámbito familiar repercutirá en que los padres y madres perciban la asociación como un recurso de referencia. Y, en general, tenemos que aprender a abrir la asociación a la comunidad, haciéndola más visible o mejorando la imagen que proyectamos a la sociedad, por ejemplo, dando a conocer nuestro trabajo, o intensificando la concienciación social o trabajando para disminuir o eliminar el rechazo social hacia determinados perfiles de personas con las que trabajamos o queremos trabajar. Finalmente, en este caso, como en los anteriores, es imprescindible impulsar la coordinación con el resto de recursos. Y no podemos olvidar la importancia de reivindicar a las administraciones públicas la adaptación de sus recursos a las diversas problemáticas.

Federaciones Provinciales

En relación a las Federaciones Provinciales, existen varias líneas de actuación que pueden impulsarse para mejorar la atención a los perfiles citados: actividades que intensifiquen la coordinación entre las asociaciones que componen la federación provincial; facilitar a las asociaciones más información sobre subvenciones y recursos; ofrecer formación específica sobre intervención con los distintos perfiles (cursos, jornadas conjuntas, materiales, etc.); mayor labor de sensibilización y presencia en los medios de comunicación, aprovechándola, entre otras cuestiones, para hacer más visible el trabajo realizado por las asociaciones y para difundir realidades sociales demasiado invisibles, por ejemplo, el abuso de fármacos en el ámbito doméstico; utilización de las nuevas tecnologías (tanto para la comunicación y prestación de servicios a las asociaciones como para la sensibilización social, por ejemplo, impulsando la página Web o publicaciones periódicas digitales); mayor coordinación con administraciones relacionadas con nuestro ámbito de intervención; así como contar con herramientas para disponer de un mayor conocimiento de la labor realizada por las asociaciones.

Federación Andaluza

Respecto a la Federación Andaluza, es necesario impulsar estrategias que permitan consolidar una cercanía constante con las asociaciones. Entre otras cuestiones, la fluidez de contacto permite conocer más a fondo la labor realizada por cada una de ellas, así como sus necesidades y dificultades cotidianas. Esta información, además, puede resultar útil para elaborar informes y estudios que nos permitan introducir medidas de mejora colectivas y específicas, y, al mismo tiempo, hacer más visible el trabajo de las asociaciones (reportajes en la revista de la federación andaluza, información trasladada a los medios de comunicación, etc.).

Como labor propia de la Federación, es necesario incidir más en los medios de comunicación, a fin de garantizar una presencia constante y convertirnos en referente público en los medios de comunicación, valorando la

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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo

viabilidad y oportunidad de acciones como la inserción de anuncios en el medio televisivo o introduciendo medidas de mejora de la imagen corporativa.

También se pueden fomentar más encuentros y jornadas para facilitar a las asociaciones la formación, el debate y el intercambio de experiencias sobre la realidad y abordaje de los distintos perfiles que nos encontramos en nuestro entorno de actuación.

Otro ámbito al que dedicar esfuerzos es el de la sensibilización y la elevación de demandas (más ayudas, recursos, coordinación…) a las administraciones implicadas.

Y el apoyo no sólo debe ir dirigido a las asociaciones, sino también a las federaciones provinciales, como una forma de asegurar indirectamente que también llegue a las primeras.

También desde la Federación Andaluza se puede seguir ofreciendo apoyo específico a la labor de intervención de las asociaciones, por ejemplo, en el asesoramiento jurídico. Y es importante, además, consolidar la labor de investigación, aprovechando la riqueza de las asociaciones como observadoras de la realidad a pie de calle, convirtiéndose la Federación en altavoz de los problemas que no tienen respuesta, y ofreciendo alternativas y propuestas construidas desde el análisis y el estudio profundo de la realidad.