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Leonardo Bracamonte El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto Steve Ellner (2011). El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto. Caracas: Fundación Centro Nacional de Historia. E l reto intelectual de pensar el alcance de las transformacio- nes más perdurables de todos estos años en que el proceso bolivariano ha impactado a la sociedad venezolana, resulta un objetivo complejo, más aun si seguimos estando en presencia del desarrollo de esas transformaciones. Creo que ese es el objetivo principal del último trabajo de Steve Ellner, El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto, publicado por el Centro Nacional de His- toria en asociación con el Fondo Editorial Tropykos. Uno de los puntos fuertes de esta investigación es tratar de poner en cuestión una tesis que ha contado con grados importantes de legitimidad, no sólo en los ámbitos académicos dentro y fuera de Venezuela, sino que se ha proyectado al resto de la sociedad. Es aquella que el propio Ellner nombra como la tesis del excepcionalismo venezolano, según la cual en la historia sobre todo gestada durante una parte importante del siglo xx, el país no ha sucumbido a conflictos de grandes intensidades entre grupos, clases sociales, confrontacio- nes étnicas, entre otras cosas porque la mayoría de la sociedad y su liderazgo encarnado en los jefes del bipartidismo, construye- ron un sistema político que en varios aspectos se ha considerado como una “democracia modelo”. Esta tesis que Ellner pone como objetivo de sus cavilaciones, se fundamenta en el tipo de protagonismo de los dos partidos polí- ticos dominantes durante la democracia de Punto Fijo, Acción Democrática y Copei, y su papel en proporcionarle a la sociedad venezolana un sistema estable políticamente. Un supuesto fun- damental de la tesis del excepcionalismo se apoya en el carácter multiclasista de aquellos partidos, cuyos esfuerzos en la lucha por la democracia se iniciaron, por parte de unas capas medias emergentes, en contra de la dictadura de Juan Vicente Gómez durante las primeras décadas del siglo xx. Ese modelo propor- cionó a Venezuela, según los que defendieron esta tesis, en una democracia que logró reducir sus conflictos sobre todo de clases a su mínima expresión. Las pruebas se sustentan en la margina- ción de los grupos de izquierdas, en el papel bastante débil de los sindicatos y en el carácter centrista de sus organizaciones parti- distas dominantes, y en que se establecieron como instituciones democráticas que no eran, sostiene la tesis, refugio ni de opor- tunistas ni trepadores. El predominio de esta opinión se fue agotando aceleradamente en los años noventa, tiempo duran- te el cual se escenificó una grave crisis general, que incluyó una insurrección popular en febrero-marzo de 1989, controlada por una represión desmedida, más adelante los pronunciamientos militares de 1992, la puesta en práctica de medidas neoliberales que fueron minando la legitimidad social del sistema, la desti- tución del presidente Carlos Andrés Pérez, la elección de Rafael Caldera, quien para el momento no pertenecía al tinglado de los partidos hegemónicos. La tesis del excepcionalismo planteada más arriba tuvo conse- cuencias en las interpretaciones sucesivas que terminaron por dificultar una explicación competente sobre la crisis en que había sucumbido la sociedad en los años noventa. Sobre todo porque se había tomado como un dato innegable la conquista de la armonía social y la implantación de una igualdad progresiva, las cuales llegaron a potenciar a esa democracia modelo. La irrupción del proceso bolivariano, y las críticas severas por parte de Chávez y de los principales líderes chavistas, hacia aquel sistema políti- co, puso de presente la debilidad de la tesis del excepcionalismo. En términos de convenciones culturales incorporadas al ima- ginario social, de suyo más permanentes, las implicaciones de la impronta de la tesis confrontada por Ellner permeó las inter- pretaciones sobre el país y sobre la interpretación de su historia, cuando se desestimó el papel de los conflictos entre grupos y cla- ses y, en general, de las tensiones sociales que inevitablemente generaba la dinámica social. En suma, Ellner comprueba que esta

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Articulo sobre chavismo en Venezuela

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Page 1: 266-270-El Fenómeno Chávez de Ellner-LBracamonte

Leonardo Bracamonte

El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto Steve Ellner (2011). El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto. Caracas: Fundación Centro Nacional de Historia.

E l reto intelectual de pensar el alcance de las transformacio-nes más perdurables de todos estos años en que el proceso

bolivariano ha impactado a la sociedad venezolana, resulta un objetivo complejo, más aun si seguimos estando en presencia del desarrollo de esas transformaciones. Creo que ese es el objetivo principal del último trabajo de Steve Ellner, El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto, publicado por el Centro Nacional de His-toria en asociación con el Fondo Editorial Tropykos. Uno de los puntos fuertes de esta investigación es tratar de poner en cuestión una tesis que ha contado con grados importantes de legitimidad, no sólo en los ámbitos académicos dentro y fuera de Venezuela, sino que se ha proyectado al resto de la sociedad. Es aquella que el propio Ellner nombra como la tesis del excepcionalismo venezolano, según la cual en la historia sobre todo gestada durante una parte importante del siglo xx, el país no ha sucumbido a conflictos de grandes intensidades entre grupos, clases sociales, confrontacio-nes étnicas, entre otras cosas porque la mayoría de la sociedad y su liderazgo encarnado en los jefes del bipartidismo, construye-ron un sistema político que en varios aspectos se ha considerado como una “democracia modelo”.

Esta tesis que Ellner pone como objetivo de sus cavilaciones, se fundamenta en el tipo de protagonismo de los dos partidos polí-ticos dominantes durante la democracia de Punto Fijo, Acción Democrática y Copei, y su papel en proporcionarle a la sociedad venezolana un sistema estable políticamente. Un supuesto fun-damental de la tesis del excepcionalismo se apoya en el carácter multiclasista de aquellos partidos, cuyos esfuerzos en la lucha por la democracia se iniciaron, por parte de unas capas medias emergentes, en contra de la dictadura de Juan Vicente Gómez durante las primeras décadas del siglo xx. Ese modelo propor-cionó a Venezuela, según los que defendieron esta tesis, en una democracia que logró reducir sus conflictos sobre todo de clases

a su mínima expresión. Las pruebas se sustentan en la margina-ción de los grupos de izquierdas, en el papel bastante débil de los sindicatos y en el carácter centrista de sus organizaciones parti-distas dominantes, y en que se establecieron como instituciones democráticas que no eran, sostiene la tesis, refugio ni de opor-tunistas ni trepadores. El predominio de esta opinión se fue agotando aceleradamente en los años noventa, tiempo duran-te el cual se escenificó una grave crisis general, que incluyó una insurrección popular en febrero-marzo de 1989, controlada por una represión desmedida, más adelante los pronunciamientos militares de 1992, la puesta en práctica de medidas neoliberales que fueron minando la legitimidad social del sistema, la desti-tución del presidente Carlos Andrés Pérez, la elección de Rafael Caldera, quien para el momento no pertenecía al tinglado de los partidos hegemónicos.

La tesis del excepcionalismo planteada más arriba tuvo conse-cuencias en las interpretaciones sucesivas que terminaron por dificultar una explicación competente sobre la crisis en que había sucumbido la sociedad en los años noventa. Sobre todo porque se había tomado como un dato innegable la conquista de la armonía social y la implantación de una igualdad progresiva, las cuales llegaron a potenciar a esa democracia modelo. La irrupción del proceso bolivariano, y las críticas severas por parte de Chávez y de los principales líderes chavistas, hacia aquel sistema políti-co, puso de presente la debilidad de la tesis del excepcionalismo. En términos de convenciones culturales incorporadas al ima-ginario social, de suyo más permanentes, las implicaciones de la impronta de la tesis confrontada por Ellner permeó las inter-pretaciones sobre el país y sobre la interpretación de su historia, cuando se desestimó el papel de los conflictos entre grupos y cla-ses y, en general, de las tensiones sociales que inevitablemente generaba la dinámica social. En suma, Ellner comprueba que esta

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interpretación no ha dado cuenta de una historia que tiene en el conflicto uno de sus fundamentos.

Por eso, el análisis sobre la Venezuela bolivariana trasciende en buena medida al fenómeno específicamente de Chávez como una persona sin duda determinante, más bien lo incorpora un esce-nario donde a Chávez y al chavismo le han tocado conducir un tramo crucial de la historia, pero en parte condicionado por unas tendencias que se han gestado a lo largo de nuestra evolución social. Se mantiene en el desarrollo del libro la centralidad que en todo momento han tenido los conflictos a través de la histo-ria de Venezuela. Por eso analiza no solamente la conducta de los líderes carismáticos de nuestra historia reciente, sino que pasa a explorar las políticas económicas y sociales emprendidas por los gobiernos, las pugnas de poder a lo interno de las organiza-ciones políticas y entre ellas mismas, cuya evaluación permite tener una idea más rigurosa de lo que en verdad ha acontecido en los últimos años en Venezuela.

Ellner ha llamado la atención cuando los analistas de nuestra realidad se enfocan con regularidad en las conductas que lle-van adelante los líderes carismáticos, en las decisiones que toman, en sus humores, etc., y olvidan o desdeñan tendencias poderosas que permanecen en ámbitos más ocultos de la realidad, pero que podrían ser las verdaderas causas que dan cuenta de proce-sos de cambio social en marcha. Variables económicas, sociales y culturales, que relacionadas permiten un acercamiento más científico a una realidad compleja. Las orientaciones de los pro-cesos de cambio estructurales sobre todo, no descansan de ninguna manera en el papel de los liderazgos y de las decisio-nes que determinado actor social o actores sociales tomen, por más relevantes que puedan ser. El traslado del énfasis en el aná-lisis de Ellner, desde lo que han hecho determinados liderazgos o grupos o partidos por más hegemónicos que sean, hasta el exa-men de tendencias sociales, económicas y culturales puestas en relación y en tensión, constituye el aporte teórico más impor-tante de la investigación.

Es en todo caso un punto de partida para tener una comprensión más cabal sobre, por ejemplo, la política internacional que ade-

lanta la revolución, explicada por Ellner en el último capítulo del libro, más compleja que lo que comúnmente muestran algunos analistas internacionales, empeñados en reducir su “explica-ción” a los humores, caprichos o poca disposición que tenga un presidente para atacar las convencionales formas de conducta de los así estimados como estadistas. Desde esta perspectiva, se pueden incluso ensayar nuevas formas de interpretación de la historia de Venezuela que logren trascender las lecturas demasia-do centradas sobre lo que hacen, cómo piensan, o las ocurrencias de determinados liderazgos. Al respecto sostiene Ellner:

Un número importante de analistas políticos, en lugar de enfocarse en el “efecto demostración” de las políticas venezolanas, se centra en la afirmación de Washington de que Chávez está utilizando el dinero del petróleo para financiar a las izquierdas latinoamericanas. Al hacer-lo, pasan por alto el verdadero significado de lo que está ocurriendo en Venezuela. En resumen, las políticas de suma cero y la emergencia de un nuevo modelo deberían estar en el centro del análisis, y no la personalidad y la retórica, temas que los analistas políticos y perio-distas a menudo sobre-enfatizan (p. 15).

Claro que este enfoque no aboga por colocar a los liderazgos en un papel como manipulados por fuerzas ciegas, pero sí sostener que tales formas de asumir la conducción de un proceso siempre se acomodan a un contexto que las explica. Por eso no se debe per-der nunca de vista esa relación. Comenta Ellner más adelante:

El discurso y las acciones del gobierno y el movimiento de Chávez han influenciado la forma en que los venezolanos se ven a sí mis-mos y en el proceso han promovido un reexamen de la sociedad, la política, la etnicidad y la historia del país. El fenómeno chavis-ta también ha abierto la discusión en temas controvertidos, tales como el racismo que anteriormente no era tomado muy en cuenta. El nuevo ambiente político conduce a un nuevo enfoque en el deba-te político e intelectual, como también la investigación académica durante los años venideros. La reconsideración de las presunciones que por mucho tiempo fueron ampliamente aceptadas puede ir más allá de los partidarios de Chávez. A pesar de la polarización aguda, los actores y observadores políticos han alcanzado un consenso vir-tual que, independiente de la permanencia de Chávez en el poder, su elección en 1998 señaló cambios definitivos y la nación nunca será la misma (p. 16).

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Esto tiene una relevancia. Naturalmente, Hugo Chávez no ha sido el único líder que ha contribuido a moldear opiniones. Con orientaciones en algunos casos contrarias, los líderes de los partidos durante el siglo xx «moldearon el pensamiento de la población general», pero incluso también los caudillos en el siglo xix ayudaron a prefigurar opiniones, sensibilidades, afectos, ideas sobre la comunidad nacional, formas de socia-bilidad que hacen parte de algunos rasgos de nuestra cultura política. Para el caso específico del siglo xx, los partidos, sos-tiene Ellner, al tiempo en que politizaban a la población –sobre todo al comienzo de sus trayectorias–, también propagaron nociones sobre la historia política. En todo caso, uno de los objetivos más ambiciosos de la investigación es comprobar que esas nociones sobre cómo los venezolanos se percibieron por mucho tiempo, y distinguieron algunas de las peculiari-dades de Venezuela como nación, no soportan una revisión de la historia, hecha desde las emergencias de nuestro presente. Es lo que hace el autor desde una perspectiva historiográfica-mente revisionista en uno de los primeros capítulos, donde trata de detectar la permanencia del conflicto en la historia de Venezuela, se trata del capítulo II, «De la época colonial al derrocamiento de Pérez Jiménez».

El capítulo III, «La democracia “modelo” de Venezuela, 1958-1988», trata de mostrar cómo el conflicto siguió estando presente en la dinámica sociopolítica, en momentos en que desde el poder y a través de algunas interpretaciones prove-nientes de intelectuales, profesores universitarios, se impone una versión de la democracia de Punto Fijo, vista como un modelo para los países del ámbito latinoamericano. Una de las tesis de la excepcionalidad, comentada al principio de esta comunicación, sostiene, según Ellner:

El ingrediente básico del éxito de Venezuela fue la existencia de líde-res moderados y responsables que idearon alianzas interpartidistas para evitar la hegemonía de AD del período del trienio y para margi-nar a la izquierda. La democracia pactada de Venezuela proporcionó “garantías mutuas” e “incentivos para la moderación y el otorga-miento de concesiones”, en tanto que su principio básico de “aceptar y vivir con la diversidad”, evidentemente excluía a los derechistas e izquierdistas (p. 16).

El autor, para contrarrestar esa tesis, examina buena parte de las tensiones, conflictos entre tendencias, gobiernos enfrentados a sus partidos, sectores confrontados con el capital extranjero, for-mas de autoritarismos internos de los partidos, personalismos que primaron sobre la vida política, el contenido represivo del sistema político, etc. Estos acontecimientos recurrentes fueron casi siempre dejados de lado o subestimados por los analistas. Las reformas neoliberales y en breve el malestar popular que generó, tanto en el conglomerado dominante como en los sec-tores populares, los trata Ellner con detenimiento. Uno de los tramos más sugerentes del trabajo es el que se detiene en el pro-ceso bolivariano, no solamente hay allí una información bastante completa de las políticas ensayadas a lo largo de estos años, sino una interpretación de las etapas por las que atraviesa la revolu-ción bolivariana; las cuales las organiza Ellner como sigue: una etapa moderada (1999-2000), una más radical (2001-2004), y una donde se va confeccionando el modelo económico bolivaria-no (2005) y las estrategias que el chavismo se ha planteado para transitar un camino hacia el socialismo.

Por último, hay un aspecto que analiza Ellner y que conviene tomar en cuenta. Son las tendencias que hacen parte del cha-vismo. El autor sostiene que por varias razones esa realidad no ha sido asumida por el liderazgo del proceso, ni por el cha-vismo en general. Eso ha demorado definiciones ideológicas, y en parte ha contribuido a propiciar incomprensiones entre nosotros mismos. Existe diferencias notables entre parti-darios de inyectarle más rapidez en el camino al socialismo, y otros que prefieren un trayecto sin tantos sobresaltos, o más controlado. Entre posturas más radicales, y otras más concentra-das en las ejecutorías corrientes de un gobierno. Entre opiniones fuertemente anti-estatales y anti-burocráticas, y otras que le encuentran importancia a la conducción del Estado como pro-piciador de transformaciones sociales. Unos parten de premisas y de principios que los creen inalterables, y otros prefieren darle más dimensión a su responsabilidad en el aquí y el ahora.

El trabajo que presenta Steve Ellner es de obligante lectura. No solamente aborda con sistematicidad aspectos comúnmen-te dejados de lado por los analistas, sino porque propone una

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interpretación revisionista sobre cómo se ha entendido la his-toria de Venezuela, producto de una reflexión detenida sobre lo que ha ocurrido y viene ocurriendo especialmente desde 1998, una vez que la mayoría de los venezolanos decidió a través de formas legales,no solamente cambiar a un gobierno, sino transi-tar un camino de trasformaciones radicales para su sociedad.

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