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TRABAJO – LA COMUNICACIÓN Y LA ADECUACIÓN PRAGMA Nombre y apellido/s: Silvia L. Ardila Osorio Código: COFPMELE 191536 Curso: Comunicación y Adecuación Pragmalingüística Grupo: 12 Fecha: 26 de mayo de 2008 1

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TRABAJO – LA COMUNICACIÓN Y LA ADECUACIÓN PRAGMALINGÜÍSTICA

Nombre y apellido/s: Silvia L. Ardila OsorioCódigo: COFPMELE 191536Curso: Comunicación y Adecuación PragmalingüísticaGrupo: 12Fecha: 26 de mayo de 2008

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TRABAJO – LA COMUNICACIÓN Y LA ADECUACIÓN PRAGMALINGÜÍSTICA

ÍNDICE

Pág.

1. DEL PRETEXTO AL TEXTO 3

2. ESCENA I: ¿SE CREA EL SÍMBOLO? 4

3. ESCENA II: EL OBJETO POR SU VALOR 7

4. ESCENA III: UN NUEVO SÍMBOLO, UN NUEVO USO 9

5. CONCLUSIÓN 11

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 12

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1. DEL PRETEXTO AL TEXTO

¿Qué es una farola? ¿Cuánto vale una farola? ¿Qué tan importante es la farola para

que genere tanto inconveniente? ¿Es la farola o es lo que significa? O, finalmente,

¿serán las ocho mil pesetas lo importante? De hecho, Santa debe pagar ese precio,

pero detrás de todo el rollo de la farola y su valor, existe un pretexto, una especie de

evasiva que Santa llama “precio moral”, que siente que no debe pagar y que por el

contrario, el afectado directamente es él y no el demandante por el daño hecho. Y a

todas estas preguntas, ¿quién es el que realmente se queja del valor de la farola?

¿Será el director Fernando León de Aranoa?

Durante las tres escenas, los elementos repetitivos en contextos diferentes son los

mismos: la farola, su precio y la sanción que debe cumplir Santa. Pero para cada

contexto los intereses son diferentes con relación a cada elemento. No estaría mal

entonces revisar cada una de las escenas y ver qué es lo que se cuenta, quién lo

cuenta y ¿por qué no?, para qué se cuenta.

Al respecto, es importante tomar como punto de partida el personaje central, Santa,

cuyo sentir y el de sus amigos representa un gran número de personas que cobran el

paro, pero que por su edad son discriminados para acceder a nuevos puestos de

trabajo. Los personajes de “Los lunes al sol” pasan por una situación complicada y es

Santa quien concentra el peso de esa incertidumbre, a la que los lleva la edad y el

desempleo.

De esta manera, es posible indagar las situaciones que se muestran en cada una de

las escenas y las respuestas que se generan en cada uno de los personajes. En vista

de que el arte tiene todas las posibilidades de ser interpretado, estas escenas se

convierten en un juego de palabras y actitudes que nos dan cuenta de los mecanismos

que empleamos los seres humanos para entender y ser entendidos, para hablar y ser

escuchados, para quedarnos en la superficie o ir al quid del asunto. Así las cosas,

estaría bueno entrar al plató de cada escena y compartir el protagonismo con Javier

Bardem.

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2. ESCENA I: ¿SE CREA EL SÍMBOLO?

Personajes: demandante y su abogado. Santa y su defensor. El juez.

Lugar: sala de juicios

Hecho: los personajes se encuentran en el juzgado por tercera vez, para cobrar a

Santa una indemnización de 8 mil pesetas por dañar una farola.

En la situación particular de la escena las intervenciones de los personajes son cortas,

pero lo suficientemente claras como para ver que un elemento conocido por todos

genera el conflicto: la farola. Pero antes, es importante revisar ese contexto particular y

la incidencia de éste en el elemento. Es natural que en un juzgado se hable con

solemnidad, criterio y argumentos, estos últimos con la importancia que merece el

hecho de ser defendido o atacado. En un primer momento, el ente acusatorio solicita

que el acusado pague la indemnización por el daño material. Posteriormente, la

defensa de Santa, usando argumentos poco sólidos, insiste en que el daño lo ha

recibido realmente el acusado, pues al haberse quedado sin empleo, al igual que sus

compañeros, y debido al enfrentamiento con la fuerza pública se vio forzado, de

alguna manera, a romper la farola que estaba situada en mal lugar.

De lo anterior, podemos apreciar como la farola es el elemento de la discordia, algo

que para quienes acusan representa un bien que debe ser restituido. Por su parte, la

defensa considera que si la farola hubiera estado en un mejor lugar, es posible que el

acusado no cometiese el daño. Santa asiente con la cabeza, enfatiza verbalmente lo

que menciona la defensa y se muestra indignado. Pero hay algo que no funciona y es

justamente la farola, dañada de por sí. No funciona, no porque no sea un elemento

que vincula lo que se dice y lo que se quiere decir, sino porque decir que estaba en el

lugar equivocado le hace perder fuerza y es poco lo que este argumento puede aportar

a la defensa de Santa.

Es claro que, para quienes acusan, la farola tiene un precio como lo tienen todos los

elementos y eso es lo que reclaman. Pero el precio de la farola para la defensa no

está claro. Para el abogado, el precio no es claro en términos sociales, sólo acude a

subterfugios sicológicos para defender a Santa, pero no enfatiza en el precio “moral”

que el acusado manifiesta más adelante. Santa ve en la farola un símbolo, le

encuentra otro significado y es en ese momento que el valor del objeto cobra otra

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importancia, es una especie de manipulación del elemento bajo el contexto social en el

que se ve involucrado el personaje.

De lo anterior podemos decir que Santa entra en el campo de la interpretación del

objeto y por tanto del símbolo que para él representa desde ese momento,

independiente de si está convencido de eso o si solo está evadiendo su

responsabilidad frente al daño cometido.

Sin entrar en detalles, pero para aclarar un poco más el símbolo, en el texto de

Bertuccelli (1996:67) se hace mención de lo que para Morris es semiosis, que define

como ese proceso en el que cualquier objeto funciona como símbolo, proceso que

tiene en cuenta tres factores: a) lo que se muestra como signo. b) lo que el signo toma

como referencia. c) el efecto que se produce en un intérprete, quien hace del objeto un

símbolo.

Así las cosas, si tenemos en cuenta estos factores, el faro es el elemento común de

quien acusa y quien defiende, pero en adelante las cosas cambian. Para quienes

acusan, el faro se refiere a un daño que debe ser pagado, para quien defiende el faro

se refiere a una situación social que genera el daño, es aquí cuando hay “ruido” en la

comunicación. Por último, quien acusa ve en el faro el símbolo del poder económico,

mientras que más para Santa que para su abogado, el faro es símbolo de desamparo,

precariedad y humillación.

En fin, lo más probable es que Santa crea que su abogado entiende realmente lo que

él está sintiendo, pero los argumentos del abogado centrados en los hechos

verificables y en sus propias interpretaciones sobre los mismos, no son creíbles ni por

él mismo. El asunto radica en que cada cual genera su propio contexto de situaciones

y por tanto de significaciones de los elementos y de los hechos que le rodean. Igual

para el abogado si lo que dice sirve o no, pues él no es el afectado. Para Santa, el

asunto trasciende porque, de una parte, no tiene el dinero para pagar y de otra, no

considera que deba hacerlo.

En el juego de la escena entran otros elementos que podrían fortalecer el discurso de

la defensa, pero que finalmente no aportan lo necesario. Es el abogado de Santa

quien habla por él, pero no es Santa el que habla y eso hace, en cualquier caso, que el

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asunto prospere o fracase. El fin último del abogado es el éxito a costa de la

resignificación de elementos y hechos, de manera cautelosa, rigurosa y manipulada

con todos los sentidos puestos en tal oficio. Sin embargo, en la escena el abogado no

tiene mucho qué hacer frente a la debilidad de sus argumentos. Cuando Santa

interviene con sus palabras y movimientos, distrae al juez y no genera credibilidad,

pues solo repite la última palabra de las frases de su defensor. La comunicación no es

eficaz y así lo vemos en cada plano.

El director de la película ha hecho uso de los encuadres que permiten entender que el

asunto no prospera para Santa. La repetición del plano medio de Santa en actitud de

supuesta debilidad y el encuadre que muestra al abogado casi escondido y con poca

gracia, ya nos muestran en qué va a parar todo. Por su parte, el juez aparece en un

encuadre que lo hace ver como la autoridad que sabe ejercer y del otro lado a los

acusadores, con buena pinta y con un estilo que transmite seguridad. En este caso los

elementos cinematográficos, incluso desde la construcción del guión, refuerzan los

mensajes de la situación.

Ahora bien, podemos encontrar otro elemento adicional relacionado con el símbolo y

su uso. De alguna manera, la palabra “farola” se convierte en la bandera de quien

acusa y de quien defiende o es defendido. Por lo menos, en la primera escena el

símbolo empieza a notarse, para luego ver su uso reiterativo. Si atendemos la

referencia en el texto de Bertuccelli (1996:108), cuando habla de las lenguas como

símbolos “que relacionan o conectan las respuestas de una comunidad entre ellos y

con su ambiente”, además de hablar de las reglas pragmáticas como la manifestación

de costumbres de comportamiento, podría decirse lo siguiente:

El símbolo (farola) que se muestra esencial en la escena, debe representar lo

mismo para todos con el fin de que la comunicación sea clara y exista un

acuerdo al respecto.

Existe la necesidad de encontrar un contexto social, distante del estrado

judicial, en el que dicho símbolo logre transmitir el significado que tiene para

Santa.

Si falla la intención de transmitir determinado mensaje con el mismo símbolo,

entonces no queda más remedio que transformarlo o remplazarlo con otro y

ponerlo en común, reiterando su uso y mejorando la comunicación.

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Finalmente, ¿qué es la farola? Pues ocho mil pesetas, que es su valor. Al terminar la

escena esa es la preocupación, lo que podría haberse tomado como un símbolo

representativo de una situación social delicada como la falta de empleo, finalmente se

toma como lo que es para el común de la gente, un objeto que debe ser repuesto. Así

las cosas, entendemos una defensa débil, sin el apoyo de argumentos necesarios que

le hubieran dado al símbolo un uso más adecuado, pues las necesidades, deseos o

intereses de parte y contraparte con relación al objeto no son las mismas. Para los

dueños es un objeto valioso; para Santa, quizás en un comienzo, nada, sólo que

requiere encontrar un pretexto en ese objeto para llevar a cabo su defensa. Igual, todo

ha sido inútil, porque debe pagar las ocho mil pesetas.

3. ESCENA II: EL OBJETO POR SU VALOR

Personajes: Santa y su abogado

Lugar: un pasillo a la salida del juzgado

Hecho: Santa sale detrás de su abogado. Han perdido el pleito y Santa debe pagar el

precio de la farola. La discusión se centra en que Santa no considera que deba pagar,

porque además de haber sido despedido tiene que pagar un daño. El personaje

manifiesta que es como si tuviera que pagar porque lo han echado. Por lo visto, la

sanción debe cumplirse, así Santa no quiera. El abogado cree que ese valor no es

tanto, pero Santa tiene otro concepto del asunto y queda solo.

Para los dos personajes es claro que no era mucho lo que se podía hacer en el

estrado judicial. El juego del juicio radica en cómo poner en común la idea sobre algo,

en este caso la farola, esto sin importar parte y contraparte, porque para los dos la

tarea es igual. El hecho final es que Santa debe pagar y punto. Entre tanto, el asunto

ya no es la defensa sino el pago. Como la defensa ha perdido, el abogado muestra

otra actitud y su relación con el defendido es diferente. Las manifestaciones orales y

no orales representadas en actos locutivos e ilocutivos de amonestación así lo

manifiestan y el cambio es más que evidente, lo cual le resta validez al “cotexto”1

presente en el estrado.

1 Calsamiglia y Tusón (1999: 109) definen “cotexto” a aquello que se está considerando para el análisis

en la medida que debe tenerse en cuenta lo que se ha dicho antes y lo que viene después.

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Si repasamos la escena vemos a un abogado enfadado seguido por Santa, quien

muestra una actitud de “desconcierto”. Como los argumentos no han funcionado (el

abogado lo sabía desde el comienzo) entonces la toma contra Santa, para que pague

porque ocho mil pesetas no es un precio alto, es entonces cuando el problema deja de

ser la farola para convertirse en una cifra.

Vemos entonces una transición del símbolo, aunque la idea siga siendo la misma para

Santa, la representación del desamparo, precariedad y humillación. Farola es igual a

ocho mil pesetas en ese sentido, aunque el valor del objeto pueda variar

permanentemente en términos comerciales.

Ahora, podemos advertir en la actitud de los dos personajes varios aspectos que

“comunican”, nos dicen algo de la situación, incluso sin que mediaran media palabra.

Sin embargo, es en las palabras en las que finalmente nos apoyamos y en esos

gestos que de alguna manera resultan convencionales y de esta manera, fácil de

entender.

Bien, recordemos en este momento el gesto de disgusto del abogado defensor. No es

para menos, acaba de perder en el juzgado, además sabe que no tenía los

argumentos de peso para la defensa. Eso lo sabemos y su gesto nos habla de esa

situación interna del personaje, sin entrar en detalles sicológicos. De la misma manera,

la actitud de Santa es similar. También es de suponer que sabía que no había nada

qué hacer con los argumentos presentados por su abogado, pero en el fondo tiene la

convicción de su postura frente al símbolo “farola” y las consecuentes molestias que

ha generado el daño.

En una entrevista echa para televisión a Tippi Hedren, protagonista del filme “Los

pájaros” de Alfred Hitchcock, la actriz comentaba sobre una escena en la que su

personaje entra a una habitación infestada de aves dispuestas a destrozarlo todo. El

personaje se detiene en la puerta y advierte qué puede encontrar cuando abra, sin

embargo, entra y sólo queda a la imaginación del espectador lo que sucedió después.

Hedren manifestaba que la orden del director era esa, que ella entrara como si no

supiera lo que pudiera pasar y que al entrar no se sintiera el menor sonido por parte de

ella. Si en el caso de Los lunes al sol, el director hubiera decidido suprimir los diálogos

y dejar solo al final un texto del abogado diciendo “Págalos”, ¿se habría modificado la

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escena? Lo más probable es que no. Quizás es un atrevimiento decirlo, pero las

actitudes de los personajes ya portaban todos los “símbolos” de la derrota, pero

también del inconformismo, tanto del abogado como de Santa, respectivamente,

evidentes para el espectador.

Ahora son ocho mil pesetas el asunto por resolver, el tema “farola” ha terminado y

empieza una especie de resignificación de la situación que involucra a Santa. Cuando

el abogado se marcha, con esa molestia a cuestas, Santa permanece quieto, lo más

probable es que él tampoco se crea mucho el cuento de la supuesta “humillación”,

quizás si tuviera el dinero hubiera pagado y el asunto estaría resuelto. Pero como se

trata de una historia para cine, si no hay conflicto, al igual que en el teatro, no habría

nada y así debe pasar, que Santa no tenga dinero para pagar y que además crea que

la justicia falla porque es un desempleado más, al igual que sus compañeros.

Si observamos, lo que “comunica” la escena, no es necesariamente lo que se

“comunica” entre los personajes. Hay una especie de autoengaño con el uso del

símbolo en la escena, pero el espectador sabe que hay una trampa en todo esto,

desde el momento en que están en la sala de juicios, hasta el momento en el que los

personajes se separan en el pasillo. Lo interesante es ver que el guionista y el director

nos hablan utilizando sus propios “símbolos” y los personajes también. El juego del

espectador es descubrirlos.

4. ESCENA III: UN NUEVO SÍMBOLO, UN NUEVO USO

Personajes: Santa y tres amigos suyos

Lugar: un bar

Hecho: Santa se encuentra en un bar con un par de amigos para discutir el asunto de

las ocho mil pesetas que debe pagar. Mientras uno de ellos le presta atención, el otro

está distraído viendo la televisión, como si no le importaran las palabras de Santa.

Mientras avanza la escena, Santa ha empezado a considerar que el valor que tiene

que pagar es muy superior al valor en sí mismo. Para él, ocho mil pesetas no son ocho

mil pesetas y esto confunde al único amigo que le presta atención. Así, si algo no es

igual a sí mismo, entonces ¿a qué es igual? Pero bueno, recordemos que hemos

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pasado de una transición en el elemento, ya no es una farola lo que genera la

discusión sino su precio. Claro, para Santa la representación de los dos es la misma.

Volviendo a las ocho mil pesetas, la pregunta de Santa es ¿cuánto valen ocho mil

pesetas? Su amigo responde con otra pregunta ¿en euros? – No. Responde Santa. En

pesetas.- Es fácil pensar en la equivalencia de la moneda en euros, dólares, pesos,

en fin, porque se piensa en términos económicos. Santa sigue discutiendo y para él el

precio se convierte en un problema moral. Pagar esas ocho mil pesetas es como

despojarse de su dignidad y eso es de lo que intenta convencer a sus colegas. Claro,

si Santa fue quien dañó la farola, pues que él la pague, pero el truco es equiparar el lío

económico con un lío moral, de manera que sus amigos también desempleados y con

quienes estuvo en la manifestación, se sientan afectados de igual manera.

Con lo anterior, el juego de Santa es muy divertido. Podríamos buscarle diferentes

equivalencias a las ocho mil pesetas de acuerdo a una situación determinada, con

fines completamente diferentes. Ocho mil pesetas podrían ser, mil preocupaciones, un

compromiso saldado, tranquilidad, un encuentro romántico con un final de película, un

delito, un reencuentro con un amigo, en fin, y estamos hablando de lo que significa, del

uso que hacemos de ese símbolo para comunicar siempre algo diferente.

Teniendo en cuenta lo anterior, vale destacar lo que Wittgenstein (1953. En: J. Berko y

N. Bernstein, 1999:202) denomina como “uso” para “significar”. Según el filósofo, el

significado de algo depende del uso que hagan de él los individuos, en contraposición

a la idea de que el significado depende de lo que una comunidad comparte por

costumbre. Desde el punto de vista de Wittgenstein, son los individuos por separado

quienes “resignifican” los elementos, las palabras, según sus intereses. En el caso de

Santa, su interés está en demostrar que la sociedad los ha discriminado por su edad y

que no hay soluciones para superar el alto índice de desempleo.

Para uno de los amigos de Santa, ocho mil pesetas valen ocho mil pesetas, porque no

está afectado y no tiene interés alguno en demostrar otra cosa, así que para él las

cosas no son complicadas. Otro de ellos, simplemente afirma que la farola es barata y

que no pasa nada. Santa, por su parte, no solo insiste que ocho mil pesetas valen más

de diez millones de pesetas en términos morales, que sus amigos no entienden, de

alguna el personaje asume una postura política que los demás no perciben.

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5. CONCLUSIÓN

Teniendo en cuenta la idea de Santa, es posible que la farola y las ocho mil pesetas

puedan convertirse en un icono del inconformismo, entendido como icono

representativo en el lenguaje cinematográfico. Quizás, la sola muestra de la farola en

algún momento de la película puede comunicarnos el conflicto interno del protagonista

del filme. De esta manera, el diálogo en la escena trasciende más allá de la mera

creación cinematográfica, para convertirse en un elemento de discusión sobre la

situación particular del desempleo. De la misma manera, en su título, Los lunes al sol

es la metáfora del conflicto, el símbolo y el símbolo de una situación difícil para una

generación de hombres cuya edad se ha vuelto un obstáculo.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BERKO, J. y BERNSTEIN, N.: 1999. Psicolingüística. Madrid. Mc Graw Hill.

BERTUCCELLI, M.: 1996. Qué es la pragmática. Barcelona. Paidos.

CALSAMIGLIA, H. y TUSÓN, A. Las cosas del decir: manual de análisis del discurso.

Barcelona. Ariel.

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