rinconespanol.files.wordpress.com · web viewno sobreviven muchos ejemplares de los largos libros...

25

Click here to load reader

Upload: donguyet

Post on 05-Nov-2018

212 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

Cervantes y Don Quijote

Daniel Eisenberg

Orígenes del Quijote

Cervantes y la literaturaCervantes merece el título de primer historiador de la literatura española, en aquel

momento la más desarrollada literatura de Europa. Repasa la poesía en La Galatea y el Viaje del Parnaso; comenta la evolución del teatro español en el prólogo a sus Ocho comedias; discute el teatro y más el nuevo y español género de la novela en la Primera Parte del Quijote; se presenta como innovador en el prólogo a las Novelas ejemplares. Ningún documento anterior, como las "cartas-proemio" del Marqués de Santillana y de Boscán, tiene tan anchas miras o tanta conciencia histórica.

Para Cervantes, la literatura (en la cual incluiría, si viviera hoy, el cine y la televisión) es importantísima. Nos divierte, y al hombre le hacen falta legítimas y sanas diversiones: "no es posible que esté siempre el arco armado", afirma. Más importante, la literatura nos enseña cómo vivir, y sus enseñanzas son más sentidas y profundas que las de un tratado. La lectura nos cambia. Importa, entonces, leer correctamente, leer o ver en el escenario o la pantalla obras que nos transformen de un modo positivo. Comparten la responsabilidad el lector, el autor y los editores y productores teatrales. En el caso de lectores torpes, que no saben distinguir entre literatura buena y mala, la responsabilidad autorial y editorial es doble.

Literatura verdadera y mentirosaLa literatura buena es verdadera, y la verdad es santa, según principio del predilecto de

Cervantes entre los padres de la Iglesia, San Agustín. El término "verdadero" tiene dos significados. En su sentido más estricto, lo verdadero es lo histórico, y el autor verdadero es, entonces, el historiador. Cervantes tenía mucho respeto para la historia, y tiene que haberla leído extensamente. Por boca del canónigo de Toledo, uno de sus más sabios personajes, recomienda la lectura histórica a los lectores del Quijote.

Pero la historia tiene un defecto. Para ser verdadera, tiene que contar las imperfecciones así como las virtudes. La historia puede facilitar muy malos ejemplos. También, hay menos libertad para el historiador que para el novelista, y menos rendimiento en cuanto al prestigio o fama.

La literatura de creación, empero, ofrece perspectivas más anchas. Igual que el pintor, una comparación que Cervantes hace a menudo, el autor de literatura imaginativa puede crear sus mundos según su voluntad. Aunque el tema de su cuadro o novela sea ficticio, todavía puede ser verdadero. Se aproxima a la verdad por ser verosímil, o en término más familiar hoy día, realista. La obra más realista, entonces, es la más verdadera, y por ello la más sana. También puede ser verdadera en el sentido de presentar una verdad moral.

La corrupción literaria de que Cervantes se veía rodeado Según Cervantes, la literatura de su época estaba corrompida. Que fuera mala

estéticamente, desproporcionada y mal escrita, era lo de menos. Era mentirosa, y no sólo en el sentido de no ser histórica. También lo era porque contenía absurdos que jamás pudieron haber sido. Era falsa además por su inmoralidad, pintando, por ejemplo, una exagerada lascivia femenina y una sexualidad libre de embarazos y enfermedades. Para el colmo, esta literatura mentirosa, que pudiera haber sido honra de la nación, afirmaba descaradamente su veracidad, engañando activamente a los lectores. Aunque no era el único tipo -otro sería la comedia- el más difundido e influyente de esta literatura corrompida lo constituían los libros de caballerías, lectura predilecta del ignorante vulgo. Ésta era la literatura que mejor se pagaba, y no faltaban autores dispuestos a escribir lo que el gran público pedía y no lo que unos pocos ingeniosos habrían estimado.

1

Page 2: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

Don Quijote, un ataque a los libros de caballerías Desde el prólogo hasta la última página, Don Quijote se describe como un ataque

orientado a "derribar la máquina mal fundada de los libros de caballerías". El tema aparece al principio y fin de las dos partes. Sería difícil encontrar a un autor y obra que más claramente declararan su propósito.

Hay, por cierto, unas alabanzas de los libros de caballerías en Don Quijote, pero hay de tener en cuenta quien los alaba. Es según el loco don Quijote que los libros de caballerías son verdaderos y educativos, y según las mujerzuelas de la venta, que son gustosos. El problema mayor no es reconciliar un ataque con los elogios contenidos en la obra, sino con el hondo conocimiento que Cervantes tenía de estos libros tan abominables en su propia opinión. Recordemos que mientras el Persiles se dirige al iniciado, Don Quijote fue escrito para el vulgo, una enorme clase intelectual, inferior en sabiduría a la a que pertenecía su autor. Para esta gente, los libros de caballerías son peligrosísimos, pues presentan gustosas relaciones sexuales sin enseñar sus riesgos. Entre sus desastrosas consecuencias figuran mujeres y niños abandonados.

Los contados sabios y discretos que los leen durante horas ociosas, los toman por lo que son: una ficción sencilla pero entretenida, sin grandes pretensiones. Aunque no exentos de riesgo aun para ellos (muéstralo el caso de don Quijote mismo), proporcionan "algún contento", en palabras del canónigo de Toledo, el experto cuerdo. Pueden divertir, y una cierta pérdida de tiempo es estimulante y saludable. No hay, entonces, problema en aceptar lo que el conocimiento detallado de dichos libros sugiere: en algún momento de su vida Cervantes mismo fue un estusiasta de ellos. Había leído varios, y el Amadís más de una vez.

Ya que estos libros representan el tema declarado de Don Quijote, la lectura favorita de su protagonista y durante alguna época lectura frecuente de su autor, merecen nuestra examinación.

Los libros de caballerías

Una precisión terminológicaEl barbarismo "libros de caballería", no documentado antes de la segunda mitad del siglo

XVIII, ha llegado a tener tal autoridad que incluso existe una antología así titulada (que, por más señas, no contiene ningún extracto de un libro de caballerías tal como los entendían Cervantes y sus contemporáneos). Cervantes, Lope, Juan de Valdés, Santa Teresa, Gracián y todos los numerosos autores del Siglo de Oro que hacen referencia a dichos libros, sin excepción alguna, siempre se refieren a los "libros de caballerías". Tampoco llaman a ningún texto una "novela de caballería", "de caballerías" o "caballeresca", pues carecían del término "novela" en el sentido en que lo usamos actualmente. Si nos resulta necesario para fines taxonímicos, podemos aplicar el término "novela" a obras del Siglo de Oro, caballerescas u otras. Tal etiqueta, por válida que sea según la terminología actual, no la usó ni Cervantes ni ningún contemporáneo suyo.

Dicho sea de paso, Cervantes tampoco dispuso del término "romance" en el sentido inglés que comienza a emplearse en castellano: una novela primitiva. Los libros de caballerías sí pertenecen a la moderna categoría de "romance", pero para Cervantes no existió esta categoría. Los términos genéricos de que disponía eran contados: novela, historia, libro y varias subdivisiones de la amplia categoría de poesía.

¿Cuáles eran los libros de caballerías de que Don Quijote trata? Las inexactitudes de los manuales y antologías, en cuanto a materia caballeresca, son

extraordinarias, y llegan incluso a verdaderos despistes. Desde el siglo XIX la presentación de estos libros ha sido manipulada para fines regionalistas o político-culturales.

Ello sorprende más porque el texto del Quijote está completamente claro. En él Cervantes nombra a muchos libros: Amadís de Gaula, el anónimo libro predilecto de don Quijote, su continuación las Sergas [hechos] de Esplandián. Las obras de Feliciano de Silva (Lisuarte de Grecia, Florisel de Niquea, Rogel de Grecia, Silves de la Selva), su autor favorito. También Palmerín de Oliva (en la primera edición, de Olivia); Palmerín de Inglaterra, el único libro de caballerías portugués mencionado por Cervantes; Platir, de la misma familia. El caballero del

2

Page 3: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

Febo, autor de un soneto preliminar a don Quijote, cuya historia se llama el Espejo de príncipes y caballeros. También se mencionan Belianís de Grecia, Cirongilio de Tracia, Felixmarte de Hircania, Olivante de Laura, Tablante de Ricamonte, y Tirante el blanco, y hay alusiones a otros libros cuyos títulos no aparecen. Los títulos, como se ve, suelen contener el nombre y la patria del protagonista.

Estos libros mencionados forman un conjunto consistente. Casi todos son castellanos y escritos en el siglo dieciséis. Las ediciones conocidas se fechan entre 1508 y 1602, aunque sabemos que la edición de Amadís de 1508 no fue la primera. La única edición posterior al Quijote, el Espejo de príncipes de 1617, parece ser una réplica. Con la única excepción de Tablante de Ricamonte, son obras muy extensas, del tamaño, muy aproximadamente, del Quijote mismo. Aunque el género puede calificarse como neoartúrico, un derivado hispánico de los textos tocantes al ficticio rey inglés Arturo y su corte, ninguna de las obras tiene vínculo directo con la tradición artúrica. Por último, Cervantes no menciona ninguna obra de Chrétien de Troyes, poeta caballeresco francés, de quien difícilmente tendría noticia. Los autores de los libros castellanos nombrados arriba tampoco podían conocer sus obras, y el influjo de Chrétien sobre ellos, si innegable, es remoto e indirecto.

No sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados como sin valor. Hay las suficientes ediciones modernas como para tener una idea de su contenido; al final daremos unas orientaciones bibliográficas. Pero muchos no han sido editados desde sus ediciones originales, las cuales son rarísimas, incluso algunas de ejemplares únicos.

No ha nacido nadie desde Cervantes que haya leído todos estos libros. Quien lo hiciera tendría que vivir sin otras diversiones y estudios. Dedicarse a recrear las lecturas de un lector constante de hace cuatro siglos, despreciando la literatura moderna, es algo que el propio Cervantes sería el primero en desaconsejar.

Ya que son extensos y poco accesibles, pero al mismo tiempo primordiales para el correcto entendimiento del Quijote, los examinaremos con cierto detalle.

Los libros de caballerías, dos veces mentirosos Los libros de caballerías españoles contienen biografías de héroes de siglos anteriores. De

sangre real, por peripecias diversas viven separados de sus padres desde la niñez. Haciéndose armar caballeros, andan por el mundo (son caballeros andantes), y encuentran aventuras. Su campo es preferiblemente lugares exóticos de la Europa oriental y Asia (Tracia, Hircania, Trapisonda), aunque hay también aventuras inglesas y norafricanas. Raramente aparece un tema o figura española. Pueden o no tener un escudero, pero suelen viajar con amigos. Al caballero andante le gusta la floresta y la vida libre, pero aborrece la soledad.

Las aventuras pueden propiciarse por el socorro a gentes necesitadas urgentemente de su ayuda: reyes y reinas cuyos reinos han sido invadidos, rebeldes que amenazan el orden público en partes remotas, mujeres burladas, personas cautivadas que precisan el brazo del caballero para ponerse en libertad. Algunas veces el caballero tiene que luchar con fieras o visiones diabólicas elaboradas por malvados.

Los caballeros andantes propagan con sus armas la religión cristiana. Muchas veces tienen un sabio o mago como mecenas (no como enemigo, según uno entendería por Don Quijote). Participan en torneos y ganan atención femenina. No es rara la vicisitud de un personaje preso muchos años por encantamiento. Al final, llegan a conocer su verdadera identidad, a casarse y a ser coronados. Entonces tienen que quedarse en la corte para desempeñar sus responsabilidades, pero engendran hijos que repiten el ciclo.

Lo malo es que estos héroes de siglos anteriores son falsos. Jamás existieron ni Amadís, ni Palmerín, ni Cirongilio. Sus hechos, sus reinos, sus problemas políticos, sus historiadores, cronistas y traductores son completamente fabulosos. En la periferia del género, lo poco histórico que contienen algunas obras, como la batalla de Roncesvalles, ha sido tratado con una tremenda libertad novelesca, abandonando la verdad histórica con el más alegre y ofensivo descaro.

Agravando su falsedad, se presentan los libros de caballerías no como obras ficticias, como novelas, sino como obras completamente históricas. Éste es el sentido del término "libro" del "libro de caballerías": el lector típico esperaría que un libro de caballerías fuera tan informativo como lo eran un Libro de cocina, el Libro de las meditaciones de San Agustín o el Libro del arte de las comadres o madrinas, de un médico del siglo XVI. Los libros de

3

Page 4: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

caballerías se presentan como traducciones recientes del griego u otra lengua extranjera. Los autores se deshacen en buscar recursos para engañar al lector en este aspecto. Aparecen fingidos historiadores y cronistas. Narran los autores sus ficticios descubrimientos de los manuscritos enterrados. Escriben prólogos en nombre del supuesto traductor. No son históricos, pero proclaman serlo a voces.

No puedo recomendar la lectura de estos libros de caballerías sino al que quiere reconstruir el contexto intelectual y espiritual del siglo XVI. Contienen palacios fabulosos, magia y encantamientos, viajes, reencuentros, batallas y torneos. A veces divierten y hay alguna que otra escena interesante, pero como sugiere el canónigo de Toledo en el capítulo I, 47 del Quijote, la diversión es pasajera. Hay poca erudición en ellos, poco pensamiento, poco o ningún verismo en sus viajes, maravillas rutinariamente extraordinarias (palacios con piedras preciosas en los muros, por ejemplo). También hay pocas escenas o citas que permanezcan indelebles en la memoria. Es más provechoso y divertido leer las variopintas obras de Cervantes que leer libros de caballerías. Cervantes diría lo mismo. Ahora bien, la reconstrucción del paisaje intelectual y espiritual del siglo XVI es un proyecto importante muy lejos de estar acabado, y bien puede justificar exploraciones caballerescas.

Un paréntesis: Feliciano de Silva; Tirante el blanco Hay un autor y un libro que no encajan bien con esta condena. El autor es Feliciano de

Silva, el más prolífico autor de libros de caballerías. Silva es el autor predilecto de don Quijote, y el más condenado en la obra. Para evitar que leamos sus obras Cervantes las calificó (en Don Quijote I, 1) de imposibles de leer e ideales para perder el juicio. No son nada ilegibles y creo que Cervantes las describió de esta manera para evitar el contacto del lector con unas obras eróticas. (Condenar unas obras por eróticas sería simplemente atraer los lectores a ellas.) Espero una futura rehabilitación de este autor, el más interesante de todos los autores de libros de caballerías.

Cervantes, quien manejaba exclusivamente la traducción castellana, no pudo saber que Tirante el blanco fuera valenciano ni del siglo XV, pues estos datos faltan en la traducción. Juzgándolo según las mismas normas que aplica a los libros castellanos del siglo XVI, lo califica en el capítulo I, 6 de disparatado. Con todo, se ufana de poseer este viejo y olvidado texto, en su edición única de 1511, que en mi reconstrucción de su biblioteca figura como la joya principal de ella. Lo celebra como una obra cómica, sea sin propósito de serla, en un mundo que carecía de dichas obras: "por su estilo, es el mejor libro del mundo". Como obra humorística, contiene "un tesoro de contento y una mina de pasatiempos", y sirvió de modelo para el humor del Quijote. Ha sido, más que cualquier otro de los libros, elogiado por sus lectores modernos.

Lectores de los libros de caballeríasEstos libros eran extensos y caros. Al principio del siglo XVI, eran lectura de la nobleza y

de la clase media alta. Inspiraban a Loyola y a Santa Teresa, como también a varios exploradores y conquistadores del Nuevo Mundo.

Durante el reinado de Carlos V (1521-1555), los libros de caballerías disfrutaban del apoyo real. El entusiasmo del rey, entusiasta de espectáculos y vida caballerescos, llevó nada menos que a la composición de una continuación de Belianís de Grecia, y se ha visto una inspiración de su abdicación y retiro al Monasterio de Yuste en las Sergas de Esplandián. Siguiendo el modelo real, los cortesanos y la alta nobleza castellana también leían los libros de caballerías. Excepción importante es el príncipe Felipe II, nada proclive a las lecturas entretenidas.

Los leían porque ofrecían una distracción a la monotonía de sus vidas, presentando una visión liberadora de huida, de escape de las presiones de la soledad. Eran libros de viajes imaginarios, emprendidos a solas o con amigos escogidos. En un mundo sin películas ni televisión, entonces, ofrecían una oportunidad de conocer otros paisajes y maravillas. Poco importaba si las maravillas eran verdaderas o no, había tantas recién descubiertas, y tanto exotismo asociado con Granada, Turquía y América, que se daba por sentado que existían maravillas desconocidas en otras partes del mundo. Lo que no provocaban dichos libros era el oficio de pensar. La vida es una aventura tras otra; con tiempo y paciencia se logra siempre la victoria; el bien triunfa y abundan los cuerpos hermosos y su gozoso retozar.

4

Page 5: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

Aquellos que carecían de medios para adquirir un libro de caballerías, y no tenían acceso a la lectura de uno de ellos, estaban abastecidos de romances caballerescos. Al principio de Don Quijote y en el retablo de Maese Pedro vemos cómo dichos romances también son nocivos. Pero durante el reinado de Felipe II, perdido el mecenazgo real y bajados de precio los libros de caballerías, en circulación ejemplares de ocasión o de alquiler, llegaron a las clases más modestas. Es verosímil, entonces, que en Don Quijote todas las clases sociales lean libros de caballerías.

Oposición a los libros de caballerías Cervantes no era, con mucho, el primero en oponerse a dichos libros. Al contrario, fueron

objeto de una serie ininterrumpida de ataques a través del siglo XVI. Los escritores moralistas y los padres de familia pedían insistentemente su prohibición. Señalaban sobre todo su sensualidad y su presentación favorable de las relaciones sexuales prematrimoniales. Recurso frecuente de los libros de caballerías que sacaba de quicio a dichos padres y curas era el matrimonio secreto: el juramento ante Dios de los interesados, como máximo una criada por testigo, seguido del goce carnal. Tal posiblemente desastrosa burla de la autoridad patriarcal y eclesiástica era intolerable.

Cervantes también se oponía a la sexualidad desenfrenada de algunos de dichos libros, que eran, junto con Celestina, los más lascivos del mercado y a veces hasta calificables de literatura erótica. Ya mencioné su original medida de describir las obras del autor más licencioso, Feliciano de Silva, para que no se leyeran, como ininteligibles. Cervantes no compartía la oposición teórica de la Iglesia a la sexualidad, ni concebía la virginidad como un estado superior. Todo lo contrario. Pero se preocupaba ante el problema real de las mujeres y niños desamparados. ¿Qué haría la mujer casada en secreto si su secreto marido desapareciera, o negara la existencia del vínculo? ¿Cómo podría reclamar? También Cervantes estaba preocupado con el problema del matrimonio rápida y malamente contraído, en una época sin divorcio.

Hasta aquí Cervantes y los escritores moralistas estaban de acuerdo. Pero Cervantes añade otra crítica: los libros de caballerías, y la caballería andante que celebran, eran antinacionales. Ninguno de ellos se ubica en territorio español. Ninguno celebra una hazaña o un héroe españoles, y con sus mentiras hacían que la verdadera caballería española, las auténticas hazañas y héroes, se menospreciaran. Glorificaban mendaz y exageradamente las glorias de extranjeros inexistentes, dando preferencia a los franceses. (La "Gaula" de Amadís se entendía como "Francia".) Las falsas hazañas de los franceses, de las cuales también hay muchas en el Orlando furioso, ofendían enormemente a Cervantes.

Medidas fracasadas de control de los libros de caballerías La exportación de los libros de caballerías a América, para evitar el "contagio" de los

supuestamente puros indígenas, se prohibía desde 1531, aunque los registros de barcos constatan que llegaban cajas enteras de este contrabando. En España, a pesar de las peticiones de las cortes, jamás se prohibieron completamente.

Pero con el retiro de Carlos V en 1555, los libros de caballerías perdieron su promotor y protector en la corte. Durante el reinado de su hijo, el asceta Felipe II, hubo una serie de medidas para controlar y desestimular la circulación de los libros. En la nueva capital, Madrid, ningún editor se atrevía a lanzar una edición de un libro de caballerías. Las nuevas obras tenían que publicarse fuera de Castilla, y dentro de ella sólo se reimprimían textos ya editados. Aun entonces se excluían las obras del rijoso Feliciano de Silva, y hubo unos extensos períodos secos, sin edición alguna, que tienen que reflejar actitudes oficiales. Estas medidas no gozaron del éxito deseado, y concedieron a los libros de caballerías la imantada atracción de lo prohibido.

Una segunda medida era la publicación de lectura sustitutiva. Ésta incluía varias obras históricas o semihistóricas, como las Guerras civiles de Granada de Pérez de Hita y la Mexicana de Gabriel Lasso de la Vega, o las crónicas de Juan Segundo y del Gran Capitán. El Libro del passo honroso de Fray Juan de Pineda fue un auténtico, aunque libresco, incidente caballeresco. Por extraño que parezca hoy, De los nombres de Cristo de Fray Luis de León y La conversión de la Magdalena de Malón de Chaide se escribieron para los lectores de libros de caballerías. También había libros de caballerías a lo divino, en los cuales historias bíblicas o alegorías religiosas se contaron en forma caballeresca.

5

Page 6: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

Estos libros gustaron poco a los lectores de los libros de caballerías, y tampoco consiguieron erradicar el interés hacia los mismos. Con la inauguración del menos severo Felipe III en 1598, apareció, en la corte por más señas, el primer nuevo libro de caballerías en Castilla desde el reinado de Carlos V. Se trata de Policisne de Boecia (1602), un libro sin gran interés intrínseco, pero que muestra el renovado interés en dichos libros en el momento de componer Don Quijote. Lo confirman los comentarios de la vida cortesana: los libros de caballerías volvían a ser muy populares. Nuevamente libres de restricciones, cabía la posibilidad de un renacimiento de su antiguo fulgor.

El primer intento cervantino: el "famoso Bernardo" Cervantes fue un escritor de pluma fácil, un experimentador literario que ensayaba

muchos géneros. Si los libros de caballerías existentes eran deficientes -glorificando falsos héroes extranjeros, lascivos varios de ellos- ¿por qué no escribir él mismo un libro ejemplar? Para el experto canónigo de Toledo, el género ofrece un gran potencial desaprovechado. El canónigo sabe cómo remediar el género, según describe detalladamente en los capítulos 47 y 48 de la Primera Parte.

Los libros de caballerías, dice el canónigo, ofrecían materia "para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, describiendo naufragios, tormentas, reencuentros y batallas, pintando un capitán valeroso con todas las partes que para ser tal se requieren...; allí una hermosísima dama, honesta, discreta y recatada; aquí un caballero cristiano, valiente y comedido; acullá un desaforado bárbaro fanfarrón; acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado; representando bondad y lealtad de vasallos, grandezas y mercedes de señores. Ya puede mostrarse astrólogo, ya cosmógrafo excelente, ya músico, ya inteligente en las materias de estado, y tal vez le vendrá ocasión de mostrarse nigromante, si quisiere. Puede mostrar...todas aquellas acciones que pueden hacer perfecto a un varón ilustre, ahora poniéndolas en uno solo, ahora dividiéndolas en muchos."

Parece un plan de trabajo, y en efecto el canónigo tiene escritas más de cien hojas. No faltaban en España héroes verdaderos que celebrar, continúa el canónigo, cuyos hechos son tan auténticos como valerosos. Fernán González, el Cid, el "gran capitán" Gonzalo Fernández de Córdoba, Garcilaso: están en cada lado y en todas las épocas. Como escribió el cortesano Luis Zapata, un autor a quien Cervantes leyó cuidadosamente, "una higa para todos los golpes que fingen de Amadís y los fieros hechos de los gigantes, si hubiese en España quien los de los españoles celebrase".

Afortunadamente, a Cervantes le gustaba discutir sus proyectos. Los comentaba en sus prólogos y dedicatorias, y todas sus comentarios son fidedignos, según los datos disponibles. La obra descrita por el canónigo puede con confianza identificarse con uno de ellos, nombrado en la dedicatoria del Persiles. Se trata del "famoso Bernardo", del cual no le quedaban en el alma, dice, sino "ciertas reliquias y asomos".

Bernardo del Carpio, de quien la obra habrá tratado, fue para el Siglo de Oro el arquetipo del héroe hispano. (El Cid le reemplazaría en el siglo XIX, tras el descubrimiento de su Cantar.) Según la historiografía contemporánea, fue el sobrio Bernardo, vasallo del rey leonés Alfonso II El Casto, quien comenzó la Reconquista. Inmune a los encantos femeninos, que enloquecerían al inferior héroe francés Roldán, pudo mostrar que los cristianos hispánicos sabían defenderse. No había necesidad de pedir ayuda a Francia, como en efecto hizo el histórico rey Alfonso II. Habrá estado al frente de las tropas españolas durante la importante (aunque legendaria) batalla de Clavijo, en la que apareció Santiago Matamoros en un caballo blanco. Por último, hubiera matado al altivo Roldán en Roncesvalles. Desde entonces, según los historiadores del tiempo de Cervantes, se fechaba el descubrimiento de los supuestos restos de Santiago en Galicia, y la fundación de los "caballeros de Santiago". Ésta fue una orden militar medieval que existía en época de Cervantes, aunque ya era meramente honorífica.

El Bernardo hubiera sido, así un libro de caballerías nacional, basado en la verdad histórica y respetándola celosamente. Los escuetos datos que ofrecieron los historiadores sobre Bernardo del Carpio todavía dejaron ancho campo para que el autor hiciera gala de sus conocimientos y capacidades.

6

Page 7: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

El abandono del BernardoCervantes no acabó su Bernardo, según sus propias palabras. El canónigo, cuyo proyecto

también quedó truncado, ofrece una explicación: gustaría a unos pocos iniciados, pero no al numeroso vulgo. Desconfiaba Cervantes del juicio de éste, vistas sus nada exigentes reacciones a la -en teoría- deficiente comedia de Lope. Es decir, un libro de caballerías histórico y bien escrito sería un éxito crítico, pero también un fracaso en la acogida del gran público a quien realmente se dirigía.

Hay otra posible explicación que no se encuentra en los textos de Cervantes, pero que los datos externos sugieren. El abandono de su libro de caballerías genuino sobre Bernardo del Carpio puede bien responder al progreso historiográfico, del cual, al parecer, Cervantes estaba muy al tanto. Fue precisamente en aquel momento cuando los historiadores españoles comenzaron a darse cuenta de que no había existido Bernardo, que él era tan mítico como Amadís. Poca mejora representaría en lo verídico un libro dedicado a las caballerías imaginarias de este héroe apócrifo.

Don Quijote, la medida cierta Don Quijote representa un nuevo intento de Cervantes de atacar los libros de caballerías.

(El "Entremés de los romances", supuesto modelo para Don Quijote, es posterior a él.) Los lectores urgían de instrucción para poder entender los que se publicaban, para distinguir entre las obras históricas y las que, o abierta o sutilmente, presentaban fantasías. Incluso el concepto de ficción, de obras "mentirosas" que se recibían como tales, para mero entretenimiento, sin querer engañar a nadie, precisaba de explicación.

Los ignorantes lectores de los libros de caballerías no leerían una discusión de los defectos del género, ni lectura alternativa, histórica o religiosa. Para atraerlos, habría que escribir el libro de su gusto, un libro de caballerías. Aunque nosotros podemos calificar a Don Quijote de "primera novela moderna", y tenemos completo derecho a hacerlo, para Cervantes y sus primeros lectores no existía esta noción genérica en el sentido en que usamos el término. Para ellos Don Quijote es, genéricamente, un libro de caballerías que sigue en muchos aspectos su patrón. Es la historia de un caballero andante, quien anda por el mundo en busca de aventuras, cuya historia la escribe un sabio. Ahora bien, todo esto es una burla, y Don Quijote es un libro de caballerías burlesco.

Don Quijote, I, un libro de caballerías burlesco La Primera Parte de Don Quijote es una burla, es decir un ataque en clave de humor,

dirigido a los libros de caballerías. Cervantes los ridiculizó para que sus lectores dejaran de leerlos, o al menos de creerlos. Muy posiblemente Cervantes pensaba que la destrucción de los libros de caballerías mentirosos permitiría la publicación de libros de caballerías verdaderos, entre ellos su Bernardo o una historia caballeresca de don Juan de Austria, brillante héroe de la batalla de Lepanto.

El Don Quijote, I, que el editor Francisco de Robles publicó en 1605, se burla de las convenciones de los libros de caballerías, mostrando como el mundo que pintan es caduco, cuando no falso completamente.

En los libros de caballerías españoles, el protagonista es un joven y hermoso hijo de rey. Su abolengo y las circunstancias de su nacimiento se describen cuidadosa y detalladamente. En cambio, Don Quijote -sólo al final identificado como Alonso Quijano- es un hombre sin historia, un hijo de nadie. Una antítesis de héroe, es feo y viejo, con armas herrumbrosas y un flaco rocín por montura. Mientras los héroes de los libros de caballerías son oriundos de Gaula, Grecia, Tracia, Hircania y otros reinos más remotos y misteriosos, don Quijote es del lugar menos digno que Cervantes podía imaginar: la árida llanura de La Mancha. "La Mancha" es una broma constante en el libro, de allí las varias referencias a sus inexistentes archivos, reinas y emperatrices. Un caballero auténtico debería evitar manchas a toda costa.

Como distracción a la monotonía de su vida lugareña, don Quijote ha reunido una excelente biblioteca. Se aficiona a los libros de caballerías, y ha pensado seriamente en escribir una continuación de Belianís de Grecia. Su lectura le atrae tanto que vende tierras para costearlos. Trasnocha en su lectura, y por falta de sueño se le seca el cerebro y pierde el juicio, llegando a creer verdaderas todas las mentiras contadas en sus libros caballerescos. Rematada su locura, "vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el

7

Page 8: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciéndose todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama" (I, 1). De esta locura arranca todo el libro. El manchego pierde el contacto con la realidad y cree que sucedió todo lo que pintan los libros. Para remediar los males de su país, y no menos para conseguir la inmortalidad de los famosos caballeros, decide resucitar la "ya casi muerta" caballería andante.

Como preparación, don Quijote se esfuerza en escoger su nombre, el de su caballo y el de su dama. Es cómica su exagerada meditación sobre el tema. Más lo es todavía su selección de una dama. Porque la caballería le obliga a tener dama, según su loca distorsión de ella, escoge como señora de sus pensamientos a la puta del lugar, Aldonza Lorenzo, rebautizada como Dulcinea con el vulgar sobrenombre de "Toboso". Es, otra vez, lo más divertido que Cervantes pudo imaginar. Don Quijote, un viejo impotente sin interés en casarse, no conoce a ninguna otra mujer disponible.

La primera salidaProveído con exagerado cuidado de nombre, dama, caballo y armas, don Quijote, como el

típico héroe de los libros de caballerías, sale de casa a escondidas, de madrugada (I, 2). Busca aventuras que le darán, rápidamente, una fama eterna y merecedora de recordarse en un libro. Llega a una venta y cree que es un castillo. Es materia de grande risa, según dice el texto, verle comer, pues no puede quitarse la celada, tiene que beber por una caña, y no puede comer nada si otro no le pone el alimento en la boca. Pide ser armado caballero, y el ventero socarrón le inviste como tal en una ceremonia de chirigota en la que una ramera le ciñe la espada (I, 3). Al día siguiente encuentra al pastorcico Andrés, a quien su amo pega (I, 4). Don Quijote intenta ayudar al aparentemente menesteroso joven, pero no toma en cuenta, a pesar de la observación de Andrés, que el amo no es caballero y miente sobre sus futuras acciones. Cuando Andrés vuelve a aparecer más adelante (I, 31), suplica a don Quijote que no le ayude otra vez, pues su intervención sólo le ocasionó más palizas.

Don Quijote también intenta poner en la práctica lo aprendido de sus libros cuando encuentra unos mercaderes. Les prohíbe el paso si no confiesan, sin verla, la belleza de su señora Dulcinea. Tras unas palabras burlonas de los mercaderes y un ataque del colérico protagonista, éste acaba maltrecho y rodando por el suelo (I, 4).

Un vecino lleva a don Quijote a su lugar. Allí se cura y se provee, según consejo del ventero, de dinero. Sus amigos el cura y el barbero, espantados ante el efecto que tuvieron en él sus malsanos aunque amados libros de caballerías, saquean su biblioteca y hacen una hoguera con el contenido caballeresco de ella. Salvan de la quema unos pocos libros, como Amadís de Gaula y Tirante el blanco (I, 6).

Sancho PanzaLas posibilidades del monólogo le resultaron limitadas a Cervantes, y don Quijote se

busca un escudero, es decir un asistente y compañero. En vez del joven aprendiz de caballero, tal como aparecía en los libros de caballerías, recluta como escudero a un labrador gordo, glotón, bebedor, lascivo y motivado por el eventual lucro de las aventuras. Ignorante y crédulo al principio, espera enriquecerse rápidamente por su servicio a don Quijote. Éste le promete, con término arcaizante, una ínsula (isla) para gobernar. Sancho sería el peor de los gobernadores, pues se le ocurre, como a Colón, vender a sus súbditos. Con dinero Sancho podrá satisfacer a su mujer, de quien gozosamente se separa.

Sancho no está loco y no participa en las alucinaciones de su amo. Le explica que no se alojan en un castillo (I, 15), que los molinos de viento no son gigantes (I, 8) y que los rebaños de ovejas no son ejércitos de soldados (I, 18).

Cide HameteAl final del capítulo I, 8, Cervantes se burla de un defecto estructural de los libros de

caballerías. Dichos libros solían acabar inconclusos, sin completar la acción ni resolver los problemas creados en sus mundos. Al contrario, finalizaban bruscamente en medio de una escena, para cuyo desenlace el lector tendría que esperar y adquirir la continuación. El

8

Page 9: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

recurso, admirable desde un punto de vista comercial e imitado incluso en numerosos cortometrajes de las primeras décadas del cine, revelaba mejor que nada que los autores perseguían fundamentalmente el lucro, postergando para un lugar segundón el arte. Es, naturalmente, lo contrario de lo que debe hacer el artista genuino.

Cervantes lleva este recurso a un extremo ridículo. Según la voz de "Cervantes" que oímos en la obra, sus fuentes acabaron en medio de un combate entre don Quijote y un vizcaíno. El tomo que hoy conocemos como la Primera Parte de Don Quijote estaba dividido en cuatro partes. La primitiva "Primera Parte" (los primeros ocho capítulos) se acaba repentinamente, permaneciendo don Quijote y un vizcaíno con las espadas en alto, preparados para descargar tremendos golpes. Continuando la burla, Cervantes finge haber encontrado la continuación en un lugar insólito.

Los supuestos manuscritos de las historias de Belianís de Grecia, Cirongilio de Tracia y otros héroes del género fingían haber sido recuperados en Asia o en el este de Europa, donde habían sido cuidadosa y honradamente conservados. La continuación de la historia de don Quijote la encuentra "Cervantes" a la venta como papel viejo en el mercado de Toledo (I, 9). Además, la continuación es creación de un historiador arabigo-español, Cide Hamete Benengeli. Su obra está necesitada de traductor, hecho evidentemente incompatible con los libros contemporáneos que poseía don Quijote, como en el mismo texto se señala. El lector percibirá que un libro puede engañar, y se nota en sus propias contradicciones internas. Es una lección sumamente valiosa.

El historiador arábigo añadido, y la intervención de un traductor cuya fidelidad no sabemos, nos separan más de los hechos de don Quijote. El libro mismo sugiere que Cide Hamete, por ser arábigo, habrá sido enemigo de un héroe cristiano como don Quijote, y pudo haber manipulado su historia. El texto comunica que tanto Cide Hamete como el traductor comentan o alteran la obra. El recurso que se explica al lector ingenuo es, entonces, el narrador informal o infidente. No todo lo que refieren los libros es cierto, al contrario de lo que cree un ignorante ventero en el capítulo I, 32. Los textos pueden manipularse. Hay que ser un lector inteligente. Con nuestra razón podemos distinguir entre lo verosímil y lo imposible, como el mismo Cide Hamete nos recordará más adelante.

Aventuras de la Primera ParteContinuamos con una serie de aventuras que no vamos a adelantar, dejando que las

saborees. Don Quijote sigue portándose como si viviera en el mundo descrito en sus amados libros, con los consiguientes palos y pedradas. Tan a menudo usa un lenguaje arcaico, entre otras cosas sustituyendo una f inicial por una h (fermosura), que algunos de los que encuentra no le entienden. Pasa la noche en una venta, y piensa que la Maritornes, meretriz feísima, es una hermosa princesa enamorada de él (I, 16). Unos rebaños de ovejas los toma por ejércitos de caballeros famosos (I, 18). Unos espantosos ruidos de la noche se revelan producidos por batanes, máquinas movidas por agua (I, 20). Se topa con unos galeotes, criminales condenados a remar en las galeras del rey, y tras oír sus pintorescas confesiones pone a dichos "menesterosos" en libertad, pidiendo que lleven su cadena como testimonio a su dama Dulcinea del Toboso, cosa que los galeotes se niegan a hacer (I, 22). Tiene que esconderse de la justicia en la Sierra Morena.

Don Quijote, rescatado y enjauladoDesde la Sierra Morena don Quijote envía a Sancho Panza con una carta en lenguaje

arcaico para Dulcinea (I, 25). Éste encuentra al cura y barbero de su lugar, que buscan a don Quijote para llevarle a su

casa y curarle de su manía. Se valen de una estratagema caballeresca: se viste primero el cura, después el barbero de doncella, para pedir a don Quijote el don de acompañarles adonde le llevaren (I, 26-27).

Encuentran a una Dorotea, quien se encarga del papel de doncella (I, 29), y el grupo lleva a don Quijote otra vez a la venta. Duerme mientras los demás escuchan la lectura de la "Novela del curioso impertinente" (I, 33-35), aunque despierta brevemente para atacar unos cueros llenos de vino. Hacen mofa de él las sinvergüenzas hembras de la venta (I, 43).

Hace tiempo don Quijote había robado una bacía a un barbero, afirmando que es el dorado yelmo mágico de Mambrino, héroe caballeresco italiano (I, 21). La identidad del objeto (si es bacía o yelmo) ha sido tema de discusiones entre don Quijote y Sancho. El bárbaro

9

Page 10: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

ahora aparece y reclama su bacía. Varios personajes se divierten insistiendo burlonamente que es yelmo, dando origen a una escaramuza que para don Quijote en uno de sus momentos más poderosos e iluminados (I, 45).

Para asegurarse contra su posible huida, sus amigos le encierran dentro de una jaula. La colocan encima de un carro de bueyes, y salen para el pueblo. En el camino encuentran al Canónigo de Toledo ya mencionado, con quien don Quijote mantiene una larga discusión sobre los libros de caballerías, la comedia y la historia (I, 47-50). Cuando le dejan salir para hacer su necesidad, ataca a unos disciplinantes que llevan una imagen de la virgen María a una ermita (I, 52). Llegan a la aldea y acuestan a don Quijote en su cama.

Materia intercalada: Grisóstomo y Marcela, El curioso impertinente, Cardenio y Dorotea, El capitán cautivo, Andrés y Doña Clara

Las andanzas de don Quijote y Sancho que acabo de resumir no llenan, con mucho, las páginas de la Primera Parte de la obra, que incluye también una variedad de cuentos extensos. Una tarde, mientras don Quijote duerme, la "Novela del curioso impertinente" es leída en voz alta a los presentes en una venta (I, 33-35). Se trata de la historia de dos íntimos amigos, uno de los cuales se casa. Aunque éste tiene una mujer buena y fiel, quiere la prueba de su fidelidad, y pide a su amigo que intente seducirla. El amigo primero se resiste pero ante la insistencia de su amigo accede, con consecuencias desastrosas para todos.

Otros cuentos los desgranan sus propios protagonistas. Cardenio, un loco que don Quijote y Sancho encuentran en la Sierra Morena, está desesperado pensando que su querida Luscinda se ha casado con Fernando, aunque no es así. También aparece Dorotea, seducida y abandonada por Fernando, a quien busca. Los problemas de Dorotea y Cardenio demuestran otros efectos negativos de los libros de caballerías (de los que son lectores). Estos problemas se resolverán con la unión de Cardenio con Luscinda, y Fernando con Dorotea (I, 24, 27-29, 36).

No acaban allí estas historias incorporadas en la obra. Don Quijote y Sancho encuentran unos cabreros que acuden al entierro de Grisóstomo, un rico que se metió de pastor por amor de la bella y esquiva Marcela (I, 12-14). Aparece un capitán recién salido de cautiverio en Argel, acompañado de una mora cristiana quien le ayudó a huir (I, 37, 39-42). Un joven se ha escapado de casa de su padre rico y se hace mozo de mulas, por amor de la menos noble Clara (I, 43-45). Los rivales Eugenio y Anselmo pretenden por mujer a la hermosa Leandra, quien se dejó llevar por el galán Vicente de la Rosa (I, 51).

Importancia de estos materialesDesde la publicación de Don Quijote en 1605 se ha discutido la inclusión de estos

materiales ajenos a don Quijote y Sancho, algunos sin duda de factura anterior. La crítica más reciente los ve como relacionados. La "Novela del curioso impertinente", una obra de ficción contenida en otra, sirve para aumentar la ilusión de realismo de Don Quijote. Don Quijote, Sancho y los demás personajes nos parecen más reales que los de la novelita que se lee.

Todas estas novelas y cuentos comparten un tema común, nada alejado de los problemas de don Quijote: la correcta relación entre hombre y mujer. Hombre y mujer deben quererse; la mujer suelta y hermosa es un peligro, llevando tras sí, quiera o no, a los jóvenes. Es necesario tener mucho cuidado al tomar esposo, y la mujer y sus eventuales hijos necesitan la protección legal del casamiento antes de entregarse. No se desespere en el amor, pues el amante que porfíe, siendo su fin razonable, tendrá éxito. El hombre debe confiar en la mujer buena.

Don Quijote y las mujeresEstas lecciones, dirigidas a los lectores de los libros de caballerías que Cervantes quería

captar y educar, son especialmente necesarias dadas las malas enseñanzas de dichos libros. El mismo don Quijote se interesa por los libros de caballerías, algunos con matices eróticos, en parte porque le falta una relación íntima con una mujer. Las teme y las rechaza, y no tiene interés en casarse y sentar cabeza. Prefiere su fantasía de una mujer perfecta aunque inexistente. Los libros de caballerías le agudizan esta fantasía.

Sancho no está nada contento con su gorda esposa Teresa, estimándola necia, celosa y avarienta. Si así no fuera, no tendría tanto interés en pasear con don Quijote, ni sentiría el gran entusiasmo que demuestra por Aldonza Lorenzo.

10

Page 11: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

El tema de la realidad y el encantamientoSancho pronto se da cuenta de la locura de su amo. El positivismo del buen Sancho está

basado en las experiencias de su cuerpo. El dolor en las espaldas, los malos efectos que le producen una medicina preparada por don Quijote, ser echado al aire en una manta como un perro, le convencen de que la visión caballeresca del mundo que le relata su amo no corresponde a la realidad.

Para protegerse y para proteger a su amo de futuros daños, Sancho explica a don Quijote que percibe el mundo erróneamente. Es pedir peras al olmo, es decir, es inútil. Don Quijote echa mano del encantamiento, de mano de un mago enemigo, para explicar sus contratiempos. El encantador, de quien hay constancia en la Biblia (Exodo, 7) como también en los libros de caballerías, podía hacer que una cosa pareciera otra. Las demostraciones de Sancho están cada vez mejor razonadas, y en su desarrollo parece haber algo de investigación filosófica cervantina. Si tienes funciones corporales, explica Sancho a don Quijote, no puedes estar encantado. Pero la locura de don Quijote resiste a estos argumentos. "Yo sé y tengo para mí que voy encantado", dice. No hay, en efecto, manera de hacer consciente a un loco de su locura. No hay manera de convencer a don Quijote de que la bacía de barbero no sea un yelmo mágico. Consecuencia de su fracaso es que Sancho, otra vez para protegerse y para proteger a su amo, comienza a desobedecerle y a intervenir en la historia. Ata las patas del caballo (I, 20), o inventa libre y ridículamente descripciones de su imposible visita a Dulcinea (I, 30-31). Esta invención llega a su clímax en la Segunda Parte cuando Sancho explica a don Quijote que una aldeana maloliente es Dulcinea encantada (II, 10). Si Sancho no puede convencer a don Quijote de lo que ve, tampoco tiene don Quijote recurso cuando Sancho se vale de piadosas mentiras.

Éxito de la Primera ParteLa Primera Parte de Don Quijote no se presentó ni fue conocida como tal; fue publicada

como una obra completa. La promesa de una continuación con que acabó era mera declaración formal y apenas significaba nada. Nadie, ni el propio Cervantes, sabía si se escribiría una continuación, ni se pensaba mucho en esta posibilidad. Su división en cuatro partes, desgraciadamente suprimida en varias ediciones modernas, apoyaba esta impresión de obra completa. Durante diez años, referirse a Don Quijote era referirse a la Primera Parte.

La obra que Francisco de Robles publicó en 1605 tuvo un éxito que le sorprendió tanto como al autor. Era, durante unos meses, el libro de que se hablaba en la corte. Lo leyó el mismísimo rey. Fueron impresas cinco ediciones en 1605, y hasta se pirateaba: no fue el mayor éxito editorial hasta entonces, como se afirma algunas veces, pero sí un éxito innegable y real, muy superior a la modesta recepción de La Galatea. Pronto se traducía al inglés, italiano y francés. Cervantes podía estar satisfecho. Se decidiría a escribir una continuación.

Don Quijote, II: Cervantes triunfante y herido Se discute la Primera Parte

Al principio de la Segunda Parte encontramos la técnica más genial de todo el libro: la discusión entre los personajes del éxito de la Primera Parte y de los comentarios sobre él. De golpe Cervantes reforzó la ficción de la Primera Parte de ser genuina, pues sólo personajes históricos podrían discutir una obra que trataba de ellos. Los personajes de una novela, para quienes el autor es dios, no pueden tener conciencia de ser sujetos de ella. Al incorporar la Primera Parte dentro de la Segunda, Cervantes avanza el concepto "novela" rompiendo con lo que había sido un principio narrativo.

En estos primeros capítulos vemos a los personajes (y tras ellos a Cervantes) ufanos y satisfechos. La Primera Parte ha sido un gran éxito, reeditada incluso fuera de Castilla. Cervantes ha querido ser lo que ya es: un autor popular, y don Quijote siempre ha querido ser tema de un libro. Es de suponer que la decisión de continuar Don Quijote refleja este inesperado éxito.

11

Page 12: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

Cervantes toma en cuenta los comentarios hechos a la Primera Parte La Primera Parte no sólo fue un éxito, fue comentada por muchas personas, y Cervantes

repasa estos comentarios. En la Segunda Parte responde de varias maneras a ellos. Sancho gustó mucho, a algunos más que don Quijote, y por ende su papel en la Segunda Parte es mucho mayor. Había quien creyó que Sancho era demasiado crédulo en creer en la ínsula prometida por su señor. Para hacer que esta crítica sea infundada, Sancho recibirá una ínsula. Las "novelas sueltas y pegadizas" de la Primera Parte desaparecen, sustituyéndolas episodios novelescos basados en los mismos don Quijote y Sancho, y haciendo de las novelas otro libro. Por último, había quien, leyendo la Primera Parte, se divertía buscando errores pequeños en el texto; esta persona probablemente fue su rival Lope de Vega. Un "puntualísimo escudriñador de los átomos" se esfuerza en eliminar todas las incongruencias que pudieran manchar la Segunda.

La relación entre Don Quijote y Sancho se enriquece Sancho ya ve que su amo ha merecido ser tema de un libro, que le incluye a él también y

ha dado gusto. Sancho queda muy impresionado. Aunque todavía está preocupado ante la locura de su señor, su fin lucrativo está ahora menos pronunciado.

Don Quijote y Sancho, unidos al principio por interés, comienzan a quererse. Aunque no tienen completa confianza entre sí, son conscientes de formar una pareja. El afecto entre los dos llega en la Segunda Parte al amor, aunque sin asomo de sexualidad. Cuando se separan se entristecen. Son inseparables hasta la muerte.

Don Quijote pierde su locura y Sancho su necedad Don Quijote y Sancho llegan no sólo a quererse sino también a parecerse. Don Quijote

paulatinamente ve las cosas como son, deja de destruir, cobra dignidad y se impone a las personas que le rodean por su personalidad, idealismo, sabiduría y dotes retóricas. Sancho, quien comenzó como un campesino codicioso y estúpido ("de muy poca sal en la mollera"), muestra disponer de una sabiduría popular y a veces de un hedonismo sensato. En la Primera Parte comenzaron estas evoluciones, pero se agudizan en la Segunda. Don Quijote llega a cobrar matices religiosos, santos y hasta mesiánicos. Su amor para Dulcinea deja de ser ridículo para convertirse en espiritual. Con todo, continúan como figuras ambiguas y contradictorias -don Quijote el loco cuerdo, Sancho el tonto sabio- hasta el final del libro.

El encantamiento de DulcineaPara dar buen comienzo a su nueva salida, don Quijote decide visitar el Toboso para

recibir la bendición de Dulcinea. Cuando no pueden encontrar su supuesto palacio, Sancho se vale de una de las estratagemas de su amo para salir del paso. Inventa que una maloliente villana de Sayago, montada en burra, es Dulcinea encantada (II, 10). Este "descubrimiento" es motivo de gran pesar para don Quijote, y su deseo de desencantar a Dulcinea se hace tema central de la Segunda Parte.

La victoria sobre Sansón CarrascoEn la Segunda Parte hay un importante personaje nuevo: Sansón Carrasco, recién

bachiller por Salamanca. El estudiar en escuela o universidad no es ninguna distinción para Cervantes, quien siempre prefiere la autoeducación y el aprendizaje de la lectura, de los campesinos y de la naturaleza.

Cervantes, creativo con los nombres, da el nombre de Sansón a un hombre pequeño. Sansón es muy socarrón, y tiene cierta simpatía por el estilo de vida de don Quijote. Antes de salir los dos, deseoso Sancho de un salario regular, Sansón se burla de él declarándose dispuesto a ser el escudero de don Quijote (II, 7).

Arrepentido Sancho, idos los dos en su viaje, Sansón se disfraza como el Caballero de los Espejos. Sigue a don Quijote y le desafía, con el propósito de vencerle y obligarle a volver al pueblo. Pero en la batalla, don Quijote sale victorioso. Sansón, distraído por su caballo y su lanza, no ofrece resistencia alguna ante un golpe de don Quijote que le deja postrado en el suelo (II, 12-15).

12

Page 13: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

La aventura de los leones; el Caballero del Verde Gabán Pronto encuentran en el camino a un carro de leones, destinados al jardín de fieras del

rey. Don Quijote, quien naturalmente toma el encuentro como una aventura, obliga al leonero a abrir la jaula y desafía al león macho. El león se revuelve, bosteza, le enseña las partes traseras, y vuelve a echarse. Esta negativa del león a medirse en un "desafío" don Quijote la interpreta como una victoria, y tal proceder de parte de un león hambriento es inexplicable si no entra la voluntad divina. El protagonista, quien en la Primera Parte tenía el apodo caballeresco de Caballero de la Triste Figura, ahora declara ser el Caballero de los Leones (II, 17).

Testigo de este episodio es Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán. Admirado de los concertados disparates de don Quijote, les lleva a él y a Sancho a su casa para comer (II, 18). Se quedan cuatro días. Diego, un hombre rico y felizmente casado, es un ejemplo de cómo debería vivir un noble como don Quijote. Es caritativo, devoto, enemigo de la hipocresía y la presunción. Los libros de caballerías no han pasado por sus puertas. Con todo, tiene una vida aburrida y se desinteresa completamente del bien de su país.

Diego tiene un hijo poeta, dos de cuyos raros poemas se leen. Don Quijote absurdamente le declara el mejor poeta del mundo.

La cueva de MontesinosDon Quijote decide visitar un monumento caballeresco local. Se trata de la cueva llamada

de Montesinos, en La Mancha, el origen de cuyo vínculo con el héroe francés del romancero no se conoce. Baja con soga y cuando le sacan, está durmiendo. Al despertar, y quejándose del abandono a una dulcísima visión, cuenta una historia de su encuentro en la cueva con Montesinos y Durandarte. Éstos, típicos héroes caballerescos encantados, le esperan "luengos siglos ha". Evidentemente, la fantasía de don Quijote se hace realidad en su sueño. También figura en él Dulcinea encantada y menesterosa (II, 22-23).

Los acontecimientos y conversaciones narrados por don Quijote ocuparían muchas más de las pocas horas que ha estado en la cueva, y la contradicción es tema de discusión. Él mismo cree que su gustosa visita a la cueva ha durado tres días y tres noches. Pero el lector, a quien Cide Hamete llama prudente y pide juicio (II, 24), tiene los materiales para entender el episodio. Cervantes nos demuestra la subjetividad del tiempo y el placer del sueño. También vemos que, igual que no se puede convencer al loco de su locura, es igualmente dificultoso que el sujeto distinga entre sueño y vigilia.

Otras aventuras y temas de conversación Hay, en esta primera sección de la Segunda Parte, otras aventuras y discusiones. En las

fiestas de la boda del rico Camacho, el pobre Basilio, a quien don Quijote defiende con éxito, se vale de una estratagema para justamente separar de Camacho a su querida Quiteria (II, 19-22). La enemistad entre dos pueblos se satiriza en el episodio pacifista de los rebuznadores, cuya prolongada contienda no tiene, realmente, un fundamento (II, 25 y 27). El titiritero Maese Pedro representa El retablo de la libertad de Melisendra, sacada de romances y crónicas francesas, mentirosos todos ellos. El efecto de esta falsa historia caballeresca en don Quijote es el mismo que le ocasionaron los libros de caballerías. Reaparece su locura, interrumpe la representación y destruye varios títeres (II, 26).

El tema religiosoSancho y don Quijote tienen tiempo al principio de la Segunda Parte de conversar de

muchos temas. Uno de los más importantes alcanza su máximo desarrollo en esta sección: la religión. Don Quijote, según Sancho, habla con tanta elocuencia y sentido que podría ser predicador (II, 22).

Don Quijote, como sin duda el mismo Cervantes, no está conforme con la vida monástica. Los religiosos, con toda paz y sosiego, piden al cielo el bien de la tierra, dijo don Quijote, pero los soldados y caballeros ponemos en la práctica lo que ellos piden (I, 13). Aun más acerba y sutilmente, Sancho sugiere que alcanzará la inmortalidad más rápidamente como frailecito que como valiente caballero (II, 8). Los santos que más se comentan en Don Quijote son caballeros (II, 58). Dada la delicadeza del tema -las órdenes monásticas eran ricas e influyentes- estas palabras son muy atrevidas.

13

Page 14: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

Sancho se proclama "enemigo mortal de los judíos" y cristiano viejo; don Quijote ninguno de los dos, y es forzoso concluir que él también era, como su autor, de la clase de los cristianos nuevos, los descendientes de judíos.

El abandono de la Segunda ParteLos primeros capítulos de la Segunda Parte se escribieron pocas semanas después de la

publicación de la Primera Parte en 1605, cuando Cervantes sentía al máximo su triunfo. Lo demuestra la discusión en los capítulos II, 3 y 4 de un error de la primera edición de la Primera Parte: el robo del Rucio, el burro de Sancho. En la primera edición, publicada en enero de 1605, el Rucio desaparece y reaparece sin explicación, ya que los pasajes describiendo su robo y recuperación habían sido suprimidos sin salvar la incongruencia. En la segunda edición legítima (intervinieron dos piratas en Lisboa) este error está corregido. Esta segunda edición se publicó en mayo de 1605, y es inevitable la conclusión de que los capítulos de la Segunda Parte en los cuales se discute el error se escribieron entre enero y mayo de 1605.

La composición de la Segunda Parte continuó por algún período que desconocemos. Sin embargo, la obra no se publicó hasta 1615, y hay muchos comentarios hacia el final sobre un libro publicado en 1614. Entonces existe algún momento en que Cervantes abandonó la obra para retomarla, años después.

Este momento fue poco antes de llegar al capítulo II, 30, con que una nueva y diferente sección comienza. Se ve la costura entre las dos secciones de la Segunda Parte en el rapidísimo traslado de La Mancha a Aragón. También es un dato la Aventura del Barco Encantado (II, 29), la única aventura de la Segunda Parte que se basa en deformación de la realidad visible y que algunos críticos han pensado que es un episodio ya escrito, que quedó fuera de la Primera Parte.

Los motivos por el abandono temporal de la Segunda Parte no nos son conocidos con seguridad. Me parecen verosímiles los siguientes. Cervantes abandonó la Segunda Parte porque se dio cuenta de que con la Primera Parte consiguió en gran parte su fin: los libros de caballerías, ridiculizados, se leían mucho menos, sin duda motivo de mucho contento suyo. También parece haberla dejado porque la exploración epistemológica contenida en ella -anticipo de la de Descartes- no lleva sino a callejones sin salida. No hay manera de estar seguro de no ser un loco, un soñador o un borracho. Dada la existencia del encantamiento, tampoco hay manera de saber si la apariencia del mundo ha sido alterada. Es imposible conocer con seguridad los pensamientos o sensaciones que experimenta otra persona. Una actitud de desesperación ante el tema se halla al final de la Aventura del Barco Encantado.

El motivo de retomarla está más claro. Un competidor escribió otra Segunda Parte, apropiándose de don Quijote y Sancho y alterándolos de manera que le ofendió a Cervantes, a quien también ataca. Para proteger a sus personajes, entonces, tiene que acabar y publicar rápidamente su propia continuación. Una de las primeras alusiones a la posibilidad de existir otros don Quijote y Sancho está precisamente en el capítulo II, 30, en el encuentro con la duquesa.

La visita a los duquesEn el capítulo II, 30 comienza la sección más larga del libro, la visita a unos duques

aragoneses, que dura hasta el capítulo II, 57. Casi desaparece el tema de los libros de caballerías, como también el lenguaje caballeresco arcaico de don Quijote.

En esta sección se encuentran las aventuras más complejas de todo el libro. El duque y sus empleados montan complicados espectáculos para burlarse de don Quijote. En el más importante, un sirviente se disfraza de Merlín, y en un desfile campestre anuncia la manera de desencantar a Dulcinea. Su desencanto se producirá cuando Sancho se dé, voluntariamente, tres mil trescientos azotes en "ambas sus valientes posaderas" (II, 35). Las disputas entre don Quijote y Sancho sobre estos azotes, desavenencias creadas por los duques para su diversión, constituyen un tema constante en los últimos capítulos.

Los duques son figuras moralmente ambiguas. Tratan a don Quijote y Sancho como quieren ser tratados, como un gran caballero y su escudero. Intentan que las aventuras que provocan no les causen daño físico y que las víctimas de las manipulaciones no se den cuenta de ellas. Pero no son buenos nobles. Viven de trampas, según nos informa su criada Doña

14

Page 15: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

Rodríguez (II, 48), y los dos son presumidos. Don Quijote nunca se siente completamente a gusto con ellos, y es un alivio para él continuar finalmente su viaje.

Las burlas complicadas creadas por los duques no satisfacen al lector, ni con mucho, tanto como las situaciones creadas por el propio don Quijote y Sancho. Los incidentes más cómicos durante la estancia en el palacio ducal son los originados por la vanidad de los protagonistas. La fantasía de Sancho de haber visto, desde el espacio, un hombre del tamaño de una avellana posado encima de un mundo del tamaño de un grano de mostaza, es ridícula y propicia la risa como no lo consigue ninguna de las aventuras preparadas por el duque (II, 41). Incluso nos alegramos de ver al duque burlado cuando su lacayo Tosilos no sigue sus instrucciones y no pelea con don Quijote, declarándose vencido sin batalla y deseoso de casarse con la mujer que supuestamente había abandonado (II, 56).

Sancho gobernadorLa aventura más larga e importante de la visita a la casa de los duques es la entrega a

Sancho de lo que ha deseado desde el principio, una ínsula para gobernar (II, 32, 44, 45, 47, 49, 51 y 53). Comienza como una burla de Sancho, tan ignorante como para no darse cuenta de que su isla Barataria debe estar rodeada de agua. El duque escribe a empleados suyos en Barataria, quien le preparan una serie de vejaciones: el médico gubernamental, por ejemplo, le cuida su alimentación con tanto esmero que Sancho no puede comer nada.

Pero Sancho muestra pronto su buen natural y frustra los intentos de los burladores. Hace buenas leyes y toma decisiones justas, mereciendo de sus insulanos, a la conclusión, el título del "Gran Gobernador Sancho Panza". Dios ilumina al simple que tiene buena voluntad, tanto en el gobierno como en otras cosas.

Los insulanos fingen una invasión, durante la cual Sancho permanece en el suelo, inmovilizado entre dos escudos, con tropas pasando encima de él. O por darse cuenta de la burla, o por cansarse de las duras responsabilidades del gobernador concienzudo, abandona su ínsula y vuelve al castillo de los duques y a su amo don Quijote. Ha aprendido algo de sí mismo y de sus límites: que no nació para gobernador. Es el cénit de Sancho.

El episodio de Sancho gobernador ofrece a Cervantes y a don Quijote la oportunidad de comunicar a los lectores sus ideas sobre gobierno y gobernadores (II, 42). Ello es bien necesario porque, según Sancho, han llegado a ser gobernadores más de dos asnos. Es importante que el gobernador sepa leer y escribir. Pero la buena voluntad resulta más necesaria que la pericia, según la teoría política de Cervantes. En términos modernos, la pericia puede comprarse, pero no la motivación de hacer el bien.

Según un comentario confuso de Cide Hamete al principio del capítulo II, 44, y el cierre típicamente cervantino a final del capítulo II, 51, estimo probable que el episodio de Sancho gobernador existió como novela separada antes de incorporarse a la Segunda Parte.

Avellaneda y la conclusión del libroDe nuevo en el camino, don Quijote encuentra en una venta a unos viajeros que leen una

historia de don Quijote, escrito por "un tal de Avellaneda" (II, 59). Se trata de un libro misterioso publicado en 1614, que proclama ser la Segunda Parte de Don Quijote. Hemos sabido recientemente que el autor ocultado tras la firma "Alonso Fernández de Avellaneda" fue Jerónimo de Pasamonte, cuyo padrino fue Lope. (De Lope es la autoría del feo prólogo del libro, muy ofensivo a Cervantes.) Jerónimo de Pasamonte inspiró el personaje Ginés de Pasamonte, grandísimo bellaco y criminal liberado de su condena por don Quijote en la Primera Parte, y reaparecido como el titiritero Maese Pedro en la Segunda. Los dos Pasamontes escribieron autobiografías. El personaje Ginés estaba seguro de sobrepasar al Lazarillo de Tormes (libro que menciona) con la suya.

Cervantes se sintió herido y fastidiado por la continuación de "Avellaneda". En este libro, no sin mérito, Avellaneda presenta otras aventuras de "don Quijote" y "Sancho". Cervantes muestra tener ahora un afecto y un sentido de posesión hacia sus personajes y sus personalidades. Que Avellaneda haya convertido a don Quijote en el Caballero Desenamorado y a Sancho en un glotón grosero le ofende enormemente.

Cervantes se refiere al libro de Avellaneda repetidas veces en los últimos capítulos de su propia continuación. Irónicamente, concede al libro de Avellaneda una vida y difusión en la actualidad de que nunca hubiera gozado si no fuera por los comentarios cervantinos. Cervantes llega al extremo de hacer aparecer en su propio libro un personaje de Avellaneda,

15

Page 16: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

Álvaro Tarfe, quien firma un documento declarando que los verdaderos don Quijote y Sancho son los cervantinos (II, 72). En el sueño de un personaje, el libro de Avellaneda sirve a los diablos del infierno como pelota (II, 71).

Hemos de agradecer a Avellaneda que haya ofendido tanto a Cervantes que le obligó a acabar su propia y legítima Segunda Parte.

Barcelona. Muerte de don QuijoteLa Primera Parte concluye mencionando un viaje de don Quijote a Zaragoza, y Avellaneda

le lleva a esta ciudad. El héroe en la Segunda Parte de Cervantes, hasta su contacto con la obra de Avellaneda, también viaja a Zaragoza. Pero cuando el don Quijote de Cervantes se entera del libro de Avellaneda, decide no poner pie en Zaragoza, para desautorizar con más fuerza el "mentiroso" libro de Avellaneda. Otra vez Cervantes rompe las anteriores leyes de la novela, haciendo que don Quijote se porte como un hombre de carne y hueso, en vez de como lo haría un personaje de ficción.

Rodeando a Zaragoza, don Quijote se dirige a Barcelona, ciudad muy elogiada en la obra. En el camino conoce al histórico bandolero Roque Guinart, un ladrón pintoresco cuya manera de vivir fascina a don Quijote (II, 60). En Barcelona le alcanza por segunda vez Sansón Carrasco, esta vez disfrazado del Caballero de la Blanca Luna. Le vence y le obliga a volver a su aldea por el plazo de un año (II, 64). En el camino de vuelta, apresurado para acabar el libro, se desarrolla unas de las aventuras menos elaboradas y pensadas: en la "cerdosa aventura" una manada de puercos pasan por encima de don Quijote y Sancho (II, 68). Impedido por haber entregado su palabra al Caballero de la Blanca Luna de abandonar sus gestas y los caminos durante un año, discute con Sancho y con sus otros amigos la posibilidad de pasar el plazo convertidos en pastores (II, 67 y 73). Pasa otra vez por el castillo de los duques (II, 69-70).

De regreso en su aldea, recupera su cordura y le conocemos, por primera vez, como Alonso Quijano el Bueno. Se arrepiente de su afición a los libros de caballerías, y muere (II, 74). Para evitar que un plagiario resucite a don Quijote -un peligro real, pues es lo que pasó en la continuación de Feliciano de Silva de Celestina- subraya el texto que está en la fosa, tan largo como es, imposibilitado de movimiento que permita nueva salida y jornada, abandonado para siempre de la vida.

Éxito de la Segunda ParteConforme a lo que habrá sido la expectativa de Cervantes, poco partidario de

continuaciones, la primera reacción a la Segunda Parte fue mucho más moderada que la que tuvo la Primera. Hubo ocho ediciones de la Primera Parte antes de publicar la Segunda, pero sólo cuatro ediciones sueltas de la Segunda. Robles, poseedor del privilegio castellano, publicó tres ediciones de la Primera Parte, pero sólo una de la Segunda, y nunca publicó las dos juntas. Lo mismo pasó con Don Quijote que con Guzmán de Alfarache: la publicación de la Segunda Parte casi mató el interés en el libro, del cual no se hizo edición entre 1617 y 1637.

Doscientos años más tarde, según discutiremos en el capítulo siguiente, comenzó a valorarse la Segunda Parte por encima de la Primera. Para mí, la Segunda Parte contiene los episodios que más me gustan (los primeros treinta capítulos), pero también los que me gustan menos (la vuelta a su aldea tras la derrota).

El valor del QuijoteNuestro aprecio de Don Quijote es diferente del de Cervantes. Los libros de caballerías no

representan ningún peligro hoy, pues viven casi exclusivamente como apostillas a Don Quijote, como materiales para entenderlo mejor. Ningún lector moderno lee a Amadís de Gaula antes de leer a Cervantes.

El "provecho" que Cervantes incorporó a la obra también es de un interés reducido. Hay juicios que parecen eternos, como "la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos" (II, 58), pero muchos otros no lo son. Su visión religiosa del mundo y del matrimonio ya es arcaica, y hay juicios ofensivos, como "la mujer es animal imperfecto" (I, 33).

Muchos de los principios literarios presentados en Don Quijote son también imperecederos. Los mismos problemas continúan. Los libros, incluidas las novelas, tienen influjo en nuestras vidas, y el autor y lector comparten la responsabilidad de la lectura

16

Page 17: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

positiva. Son numerosos los reportajes populares o televisivos que engañan a los lectores o espectadores, ofreciendo como ciertos los datos que el espectador quiere y está dispuesto a pagar. La pornografía presenta una visión de la mujer como ser promiscuo que no corresponde sino con la imaginación de sus muchos consumidores. Pero la forma que estos principios toman en Don Quijote -se presentan en el contexto de discusiones de libros hoy olvidados- sólo es accesible a los eruditos.

También el humor de la obra, tan apreciado por los primeros lectores, tiene una importancia reducida hoy. En contraste con el mundo de Cervantes, hoy abundan las obras de humor. Mucho del humor del Quijote ha perdido su fuerza y hasta su sentido, con el olvido del contexto cultural. También, es forzoso confesarlo, hay humor muy primitivo en Don Quijote, simples bufonadas.

Por consiguiente, los entusiastas de siglos posteriores encuentran en Don Quijote algo diferente de lo que puso en él Cervantes. Incluso estos lectores, algunos de los cuales leen la obra varias veces, toman apuntes y escriben guías para nuevos lectores, ven y aprecian cosas que no percibió el primer público, cuya lectura fue más superficial. El libro que merece el status de "un clásico" tiene que gustar a lectores de diferentes épocas, y será siempre algo diferente de lo que su autor quería. Vamos a explicar algunos de los motivos de su popularidad permanente.

La riqueza lingüísticaCervantes es uno de los autores lingüísticamente más brillantes que hayan escrito en

castellano. La variedad del lenguaje usado en Don Quijote es impresionante. Oímos el habla no sólo de nobles, como era costumbre en los libros de caballerías y otras ficciones primitivas, sino de campesinos, criminales, barberos y prostitutas, cada uno con su léxico. Un vizcaíno malpara el castellano; don Quijote usa un estilo arcaizante. Cervantes, reivindicador del castellano sobre el latín, es consciente de la historia de las palabras y de la presunción lingüística.

Ya en el siglo dieciocho, el editor Bowle recomendó la lectura del original, cuyos matices lingüísticos son intraducibles. El deseo de percibir al máximo glorioso la joya lingüística que es Don Quijote ha motivado a muchos lectores extranjeros, como Freud, a aprender el castellano. Para el que lo sepa ya, su lectura y estudio mejorarán el nivel de expresión en la lengua. No se da cuenta, por lo general, del grado en que Don Quijote, extractos del cual lee todo español en la escuela, ha influido en el castellano moderno. Por citar una manera, muchas expresiones -creer a pies juntillas, andar con pies de plomo- y refranes -quien canta sus males espanta, a quien madruga Dios le ayuda- se conocen hoy principalmente porque los usó Cervantes. "La lengua de Cervantes se ha erigido en norma, siendo utilizada sólo por él", ha escrito Zamora Vicente.

Una descripción de una España desaparecida En vez de las fantasías de los libros de caballerías, novelas pastoriles u otros tipos de

ficción anteriores, Cervantes describe el mundo en que vivía. Al hacer tal, se anticipó a su tiempo. Hay pocos autores hasta que lo hizo él que nos pinten con todo detalle el mundo que les tocó vivir. El autor que lo hace, sin embargo, deja una obra más duradera. Con el progreso de la historia sabemos más de la Edad Media española que él, por lo cual su Bernardo hubiera envejecido mucho, pero ninguno de nosotros puede saber tanto sobre la España del Siglo de Oro como Cervantes.

Aun más, escogió para sujeto la España de su tiempo que nos es menos accesible: la popular, la humilde. Hay muchas descripciones del Madrid de entonces y su vida cortesana aparece infinitamente en la comedia de su tiempo. Las ventas, los viajeros, la vida de lugar son mucho menos frecuentemente tema de obra literaria. El gusto cervantino por el pueblo, el tomarlo como tema novelable, es uno de los aspectos más modernos de su obra.

La verosimilitud de don Quijote y Sancho y la relación entre ellos Don Quijote, más que España, literatura, ideas o aventuras, nos presenta principalmente

personas. La obra se compone en gran medida de sabrosa conversación, y los trozos sin conversación son hoy los menos interesantes.

Tanto don Quijote como Sancho aprenden y evolucionan. Su desarrollo, que nos parece normal y deseable en una obra de ficción, es uno de los aspectos de Don Quijote más

17

Page 18: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

innovadores y atractivos para lectores modernos. Parece que hasta cierto punto, este crecimiento "moral" de los personajes ocurrió sin propósito de Cervantes de fomentarlo. Los lectores de su tiempo no esperaron sino personajes fijos, lo cual contribuye a explicar su entendimiento parcial de la obra. Pero para nosotros, corresponde con nuestra visión de la inestable personalidad humana, y nos interesa.

Igual que nosotros, Sancho y don Quijote tienen emociones y defectos. Aprenden, olvidan, son egoístas, idealistas y soñadores. Cada uno tiene una visión de sí mismo diferente de la de su compañero y también de la del lector. Su relación intelectual y emocional es tan compleja como se haya presentado en la literatura nunca. Su amistad no tiene antecedente. Ni precio.

La sabiduría de Cervantes mismoA través del prisma de Don Quijote tenemos contacto con uno de los hombres más sabios

de todos los tiempos. Cervantes había leído muchísimo; era su principal diversión. Había viajado extensamente dentro y fuera del país. Participó en la gran batalla de Lepanto, en la cual perdió el uso de una mano; sufrió cinco años de cautiverio en otra cultura, aprendiendo "paciencia en las adversidades". Pocos autores de novelas han leído o viajado tanto como él. Es por ello que declara su capacidad para tratar del "universo todo" (II, 44). Aparecen en Don Quijote hartos recuerdos de sus viajes y de sus lecturas.

También nos damos cuenta, a veces a pesar nuestro, que hay juicios de Cervantes que son aplicables a nuestras propias vidas. Ya hemos citado el notable elogio de Don Quijote de la libertad y la simplicidad de vida al principio del capítulo II, 58. El gusto cervantino para el silencio, expresado numerosas veces en la obra, nos atrae. Es todavía cierto que, según explica otra vez don Quijote, las promesas de enamorados son ligeras de prometer y muy pesadas de cumplir (II, 52) y que el matrimonio "está muy a peligro de errarse, y es menester gran tiento y particular favor del cielo para acertarle" (II, 19). Pero con todo, "quiere hacer uno un viaje largo, y si es prudente, antes de ponerse en camino busca alguna compañía segura y apacible con quien acompañarse; pues ¿por qué no hará lo mismo el que ha de caminar toda la vida, hasta el paradero de la muerte, y más si la compañía le ha de acompañar en la cama, en la mesa y en todas partes, como es la de la mujer con su marido?" (II, 19).

Los que conocen bien el texto del Quijote se encuentran citándolo y aplicándolo constantemente. Thomas Lathrop, director de la editorial Juan de la Cuesta y asesor técnico de la revista Cervantes durante sus primeros nueve años, dice que se divide su vida en dos etapas: antes de conocer a Cervantes, y después.

Aunque fue un gran hombre, la figura de Cervantes nos atrae aun más porque vemos con nuestros ojos que se equivoca, que comete errores como cualquier hijo de vecino. Cervantes no volvió a leer la Primera Parte antes de publicarla, pues no pensó que tendría lectores sabios o críticos. Por consiguiente la obra contiene muchos pequeños errores -la desaparición y reaparición del burro de Sancho, los varios nombres de su esposa, la confusa cronología, y otros- que muestran que Cervantes tuvo una memoria tan falible como los demás.

Don Quijote nos atrae por ser un libro de caballerías depurado Don Quijote está libre de los defectos que Cervantes vio en los libros de caballerías. No es

lascivo, no tiene encantamientos, no presenta aventuras increíbles ni "fabulosos disparates". Su estilo no es duro, no tiene increíbles hazañas, ni huye de la verosimilitud e imitación. Todo lo contrario.

Libre de estas tachas, pueden relevarse, en Don Quijote, los atractivos de los libros de caballerías de que es un notable descendiente y heredero. Igual que ellos, ofrece al lector una fantasía bonita y descansada. La vida de don Quijote, en cuanto deja de provocar al mundo a represalias físicas, es muy gozosa. Viaja en compañía grata, conoce mundo y gente, vive sin responsabilidades. Está seguro de sí mismo. Aunque sea de un sueño, está enamorado. Gana fama -inclusa figura en un libro- y es conocido por todo el país. En la Segunda Parte, es tratado por nobles como su huésped de honor. La vida de don Quijote es mucho más rica por haber salido de su casa y aldea que lo sería si Alonso Quijano se hubiera quedado, como Diego de Miranda, cuidando de su hacienda. A muchos de nosotros nos gustaría una vida tan plena y libre como la suya.

18

Page 19: rinconespanol.files.wordpress.com · Web viewNo sobreviven muchos ejemplares de los largos libros de caballerías castellanos. O se deshicieron por el continuo uso o fueron desechados

La paradoja del QuijoteUna paradoja es una contradicción lógica, una imposibilidad que existe o una pregunta sin

respuesta. Un ejemplo puro es la frase "miento". Si quien la dice miente, no está mintiendo, pero si no miente, dice verdad y lo hace.

Durante el renacimiento estaban de moda las paradojas literarias, que constituían un minigénero y una diversión. Se escribieron elogios de cosas aparentemente indignas: las pulgas, los cuernos (símbolo de infidelidad de la esposa, tema de un elogio paradójico de Gutierre de Cetina), las enfermedades venéreas, la nariz grande, la locura (el libro de Mondragón ya citado) y la estupidez, elogiada por Erasmo en un libro (el mal traducido de título Elogio de la locura) que no existió en castellano hasta mucho después de Cervantes. También hay muchas en el cristianismo: Dios es uno y tres al mismo tiempo; Cristo, hijo suyo, y nacido de virgen, es alfa y omega; Dios es omnisciente pero gozamos de libre albedrío.

Cervantes, consciente de la paradoja renacentista, incluye en Don Quijote varios tipos. Hay un capítulo descrito como "apócrifo" (II, 5), en el cual Sancho habla con una sabiduría de que no dispone, hecho notado en el capítulo mismo. Durante el gobierno de Sancho, se le plantea la clásica paradoja del mentiroso (II, 51). Los personajes de la novela discuten el libro en que figuran, y se espantan ante la capacidad del narrador de incluir cosas que dijeron a solas. El prólogo a la Primera Parte, el más original de la literatura española, tiene como tema la escritura de un prólogo.

El libro en su totalidad, insusceptible de interpretación cabal, también es una paradoja, y la son también sus personajes. Es fingido y verdadero a la vez. Don Quijote es el cuerdo loco, payaso y santo, el necio Sancho un gran gobernador. Nos reímos de ellos al mismo tiempo que les admiramos.

Los libros de caballerías, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más, según comunica el prólogo de la obra, son al mismo tiempo deleitosos y detestables. Don Quijote acabó con ellos, como también la continuación de "Avellaneda", pero a mayor plazo los dio vida. Los errores de la obra contribuyen a su encanto. Cervantes no la consideró su obra mayor, y las causas de su posición de clásico le sorprenderían mucho. Sus personajes evolucionan a pesar suyo. Quería escribir una obra sencilla, pero nos dejó, acaso, la más compleja escrita jamás.

Porque es paradójico, lógicamente contradictorio, Don Quijote es el colmo del realismo. Se parece al paradójico microcosmos -el hombre- y también al cosmos. Somos virtuosos pecadores, pacifistas y violentos, racionales pero animales. No nos entendemos. El universo no tiene principio ni fin. Lleno de bien y de mal, carece de otro sentido que el que le damos. Nacemos para morir.

19