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La lujuria invade la segunda novela del músico australiano La lujuria invade la segunda novela del músico australiano Antihéroe Nick Cave Antihéroe Nick Cave Babelia 929 NÚMERO 929. EL PAÍS, SÁBADO 12 DE SEPTIEMBRE DE 2009

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La lujuria invade la segunda novela del músico australianoLa lujuria invade la segunda novela del músico australiano

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ABORREZCO LAS palabras líder, excelencia, proactivo, desafío,reto, misión, visión, retroalimentación y oportunidad. Elvocabulario empresarial globalizado penetra poco a pocoen el habla coloquial y estandariza los comportamientossociales. El colonialismo lingüístico no es nuevo bajo el sol.Las culturas tecnológica o económicamente poderosassiempre han pretendido imponer sus estilos. El lenguaje esun medio idóneo para ello. Pero detrás de las palabras seesconden agazapadas las ideas y en cualquier momento dedescuido van y saltan a la yugular. Mediante el uso dellenguaje la certeza puede transmutarse en duda y es capazla mentira de revestirse de verdad. Es también en el lengua-je donde el totalitarismo intolerante encuentra el rostro desu amabilidad.

Las detesto. Excelencia me suena a vasallaje absolutista,desafío a despido inminente y retroalimentación a novelade Orwell. Cuando oigo hablar de líder me imagino uncaudillo a caballo jaleado por una masa amorfa, carne decañón. Yo fui educado en el valor de la individualidad, en ladiferencia como rasgo representativo de la persona, en elcriterio frente a la sumisión y ahora estas palabras, estelenguaje mendaz y regresivo choca en mis oídos a todashoras con la fuerza del uso social. Descreo de las verdadesreveladas y por eso el lenguaje que las difunde me produceescozor. ¿Misión, visión? Fanatismos verbales a la orden deldía que van determinando los comportamientos de quie-nes los acatan sin reparos. ¿Misión? Sí, Jeremy Irons en lasselvas americanas con la música de fondo de Ennio Morri-cone. ¿Visión? También; aquel superhéroe de mi infanciacon rayos en los ojos para devastar a los malvados. Estelenguaje repleto de eufemismos malévolos que en el mun-do empresarial globalizado impera pervierte los valores ytira por tierra la dignidad del trabajador. Es el eufemismo alservicio del management, el lenguaje a disposición del des-potismo directivo. Pero ya se sabe; contra el eufemismo:tabú. Ser proactivo equivale a acatar, a obedecer, a resignar-se. Desafío implica amenaza de despido, y reto suponetrabajar el doble por la mitad. Un afamado directivo retabaa sus subordinados a que cada vez que acudieran al trabajoreflexionasen sobre lo que irían a hacer en ese día paramejorar su desempeño con respecto al de sus competido-res. En otras palabras, les trasladaba mediante el uso dellenguaje el contenido implícito a su propio cometido, a supropia gestión. Al delegar la obligación de triunfo se trans-fiere al mismo tiempo la responsabilidad sobre el fracaso ypor lo tanto las consecuencias negativas a él implícitas. Esuna cuestión emocional al fin y al cabo en la que el lenguajeparticipa aportando el sectarismo necesario: “¡Somos losmejores, somos los mejores, vamos a triunfar!”. Desde lue-go. Es el triunfo de la imposición por la repetición: el man-tra; la matraca, la oración. Las palabras son a veces trampasinsalvables, bombas de racimo que arrasan la decencia delos demás. Este lenguaje que se va imponiendo sin remediolegisla a la postre una nueva relación laboral no sustentadaen la ley como expresión de la voluntad popular sino en lamera imposición empresarial. En tiempos de sometimien-to, de miedo, de necesidad, el lenguaje se vuelve peligroso.Los significados se diluyen y un mundo espurio apareceante nuestros ojos de repente. Hay que tener mucho cuida-do con las palabras y no porque las cargue el diablo, sinoporque a la postre son las que inventan la realidad. O

Fernando Royuela (Madrid, 1963) es autor, entre otros libros, de lasnovelas El rombo de Michaelis y La mala muerte (ambas en Alfaguara).

EN PORTADA Brenda Otero / Antonio Jiménez Morato 4

Nick Cave La muerte de Bunny Munro, la segunda novela del músico y escritor, cuenta la historia de un tipocondenado desde el primer párrafo. Aunque tiene destellos de humor y tristeza, el protagonista, un vendedor decosméticos a domicilio que, muerta su mujer, se lanza con su hijo a la carretera en un viaje delirante y trágico, es “unpersonaje violento y misógino” que no busca redimirse. Foto: de Gavin Evans, realizada la pasada primavera.

IDA Y VUELTA La cara de la guerra Antonio Muñoz Molina 7

EL LIBRO DE LA SEMANA Los demonios, de H. von Doderer José María Guelbenzu 8

Cuando Genet cambió una vida J. Ernesto Ayala-Dip / Julio José Ordovás 9

La historia intelectual según Steiner Jordi Gracia 10

La filosofía..., de P. Hadot / Ser quien eres, de E. Lledó Jesús Ferrero / Enrique Lynch 10

Entrevista con Isabel Fonseca Patricia Tubella 12

CRÓNICAS DE AMERICA LATINA Padres Iván Thays 15

SILLÓN DE OREJAS Apetito irresistible Manuel Rodríguez Rivero 16

DANZA El ideario de La Ribot Roger Salas 17

ARTE Baselitz, astronauta de la pintura Fietta Jarque 18

MÚSICA Litto Nebbia nunca mira atrás Juan Puchades 21

PURO TEATRO El diablo, probablemente Marcos Ordóñez 22

RELECTURAS Educando mujeres correctas Enrique Vila-Matas 23

Aborrezcolas palabras

E Lecturas Primeras páginas de La muerte de Bunny Munro, de Nick Cave; Los demonios, de Heimito vonDoderer; Vínculo y Enterradme de pie. La odisea de los gitanos, de Isabel Fonseca, y George Steiner en TheNew Yorker.

Babelia

+ .com

929Fernando Royuela

Georg Baselitzinaugurará

el próximo jueves enMadrid una exposición de

su obra reciente. Foto:Martin Mueller

SUMARIO

2 EL PAÍS BABELIA 12.09.09

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José Luis Cuerda posa con uno de los espléndidos tomates de su huerta, en su casa de Allariz (Ourense), lejos del mar. Foto: Diego Lemos

LA CASA ORENSANA de Gomariz (Leiro) de José Luis Cuerda es una especie de oasis, unmar de calma chicha encendido por las cepas del vino ribeiro que el director manchego,de 62 años, viene produciendo desde hace cuatro años. Fue en 2001 cuando Cuerda seaferró a Galicia y desde entonces ejerce de “orensano adjunto”. No ha querido la costa:“Ni hablar, eso del mar es para los que creen en Dios y yo no quiero dar ese salto; a míme gustan los ríos, ese paisaje en donde están las putas, los asaltadores, lo pequeño ytoda esa fauna”, justifica su elección mientras pasea la vista por las seis hectáreas deviñedo que le trabaja con esmero José Antonio Gomes, el mismo que en la huerta de supropiedad cultiva tomates, algunos de cuyos ejemplares llegan a pesar casi kilo y medio.

En cuanto llegó a Allariz para rodar La lengua de las mariposas, Cuerda se hizoorensano. Fue una conversión en toda regla. Buscaba un rincón en el mundo y encontró“la mejor casa en el mejor valle para blancos” de la comarca de O Ribeiro, así que no lequedó “más remedio” que llenar la finca de cepas. “Es que todo esto eran viñas desde elsiglo XII”, dice mientras muestra los papeles —manuscritos del siglo XV hasta el XX quedocumentan la historia del ribeiro, de O Carballiño e incluso de la ciudad de Ourense—

que el anterior propietario le dejó metidos en una caja para no tener que dejarlemobiliario —“por si le sirve de algo”, le dijo—. Ahora el realizador de Los girasolesciegos, siempre preocupado por la situación del cine español —“ha pasado a manos delas televisiones”—, los cataloga con esmero junto a Nieves Amado. “Nos pasamos losdos un verano entero limpiándolos, estaban llenos de polvo y de excrementos deratón”, explica. Cuerda reconoce que no habla aún gallego —“ni siquiera en privado”—,mientras enseña en su estudio, en donde trabaja en un par de guiones, la carpeta en laque guarda la correspondencia que el penúltimo propietario de la finca, un catedráticode Literatura en Ribadavia, mantenía con Manuel Fraga en su etapa de ministro, “casisiempre para pedirle recomendaciones”, y con el padre del portavoz de Justicia del PP,Federico Trillo, natural de Leiro, en la misma comarca de O Ribeiro. Pero el catedráticohabía arrancado las cepas milenarias y ahora es Cuerda quien ha vuelto a sus orígenes.La primera cosecha de su vino, de nombre Sanclodio, fue en 2005. Desde entoncesproduce al año una media de 35.000 botellas, cuyas ganancias le dan sólo “paraamortizar lo que cuesta hacerlo”. Cristina Huete O

Entre ríos y cepas en tierras de OurenseJosé Luis Cuerda encuentra su lugar en el mundo produciendo vinos en O Ribeiro

EL RINCÓN

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“Todo lo que escribo está visto tras un prisma de violencia”, confiesa Nick Cave. El músicoaustraliano publica su segunda novela, una comedia antiheroica de humor lacerante con unpersonaje lascivo que sueña con cantantes y modelos mientras se dirige al abismo. Por Brenda Otero

Sexo, muerte y fantasíaNick Cave (Warracknabeal, Australia,1957) publica Lamuerte de Bunny Mun-ro, que escribió durante la gira con TheBad Seeds. Foto: AFP / Marc Mueller

LARGO SE HA debatido sobre elrol de los cantautores comopoetas. Si llevan la lírica con-temporánea al gran público.Si las letras rock pueden alcan-zar la categoría de poesía. En

el caso del australiano Nick Cave, no haydudas. En sus más de tres décadas en elpanorama musical con formaciones comoThe Birthday Party, The Bad Seeds o Grin-derman ha sido autor de 14 álbumes, cons-truyendo un universo poético de fugitivos,diluvios, pistolas, asesinos enamorados ydioses vengativos. A la vez ha publicadouna recopilación de sus letras. Ha escritonarrativa y firmado guiones cinematográfi-cos. Ahora, publica su segunda novela: Lamuerte de Bunny Munro (Global Rhythm).

Como avisa el título, la novela cuenta lahistoria de un tipo condenado desde el pri-mer párrafo. Bunny Munro es un vendedorde cosméticos a domicilio, que tras la muer-te de su mujer se lanza con su hijo a lacarretera. Durante su delirante viaje intenta-rá seducir y desplumar a sus clientas.

“Todo lo que escribo está visto tras unprisma de violencia” dice Cave, serio. “Inclu-so si hago una canción sobre una pareja enuna pradera llena de flores, está visto desdela perspectiva de una consciente ausenciade violencia. Somos criaturas violentas.Siempre ha sido así y siempre lo será. Noestamos nunca lejos de la agresión”. Lamuerte de Bunny Munro, pese a los destellosde humor y su inherente tristeza, no es unaexcepción: “El personaje es violento y misó-gino”, corrobora.

La cita tiene lugar en la oficina de Cave,en las inmediaciones de la ciudad costera deBrighton, al sureste de Inglaterra. Se tratadel sótano del edificio donde vive con sumujer, Susie Bick, y dos de sus cuatro hijos.Allí se encierra cada día a trabajar, siguiendoun estricto horario de oficinista. Y el entor-no, al contrario de lo que se pueda imaginar,es perfectamente manso. En el pasillo haycajas de cartón rebosantes de porcelana anti-gua. En la habitación, decorada con papelpintado, hay un piano, dibujos infantiles,compactos de Bob Dylan, DVD de la serietelevisiva The Wire. Desde las ventanas se veel mar. Cave, de 51 años, reflexiona antes decontestar, es pálido y de figura severamentealargada. Sentado en su escritorio de made-ra sorbe una taza de té con leche y juega conun cigarro liado. Lleva la camisa abierta, quedeja ver un caprichoso colgante de oro ypiedras verdes, a juego con los gemelos.

Sólo contados detalles punzan la domes-ticidad: los inquietantes cuadros de gatos deLouis Wain, un artista que terminó sus díasen una institución mental. Alguna películade Lars von Trier. Y los cambios de tono deCave, que a ratos es solemne o irreverente.

Cave ha publicado La muerte de BunnyMunro veinte años después de Y el asno vioun ángel, su debut narrativo. “En este tiem-po, gracias a los guiones, he aprendido asostener la escritura y mantener una ideacoherente. Mi segunda novela no parece es-crita por un compositor de canciones conun poder de concentración limitado. Y elasno vio un ángel sí lo parece. Algunos capí-tulos son muy buenos, pero como conjuntotiene problemas”.

Mientras preparaba la edición revisada

de su primera novela, sus editores le propu-sieron escribir otra. Entonces se acordó deun guión que le había encargado su amigoel director de cine John Hillcoat, con el queya había colaborado en el western australia-no La proposición. No recaudaron suficientedinero para rodar la película y el guión sequedó en un cajón: “Queríamos hacer algode calidad, no una de esas malas películasinglesas”, apunta soltando una carcajada. Elguión constituyó el esqueleto de la novela.

El vía crucis de Bunny Munro discurreentre hostales de mala muerte, barras debar y viviendas sociales. Un paisaje diferen-te al que Cave creó para Y el asno vio unángel, que transcurría en un imaginario pue-blo del sur de Estados Unidos, un valle enve-nenado por la hipocresía, la crueldad y elfanatismo religioso. Esta vez, Cave sólo tuvo

que mirar por la ventana para encontrarsecon personajes tragicómicos, vulgares y ex-cepcionales como Bunny Munro.

“Por Brighton ves mucha gente maravillo-samente excéntrica y sórdida. Hay un fenó-meno subterráneo de estos vendedores, quebeben mucho e intentan acostarse con susclientas. Y aunque no se note en la novela,me gusta este lugar. Su playa, su arquitectu-ra. Se habla de su gloria desvaída pero a mítodavía me parece muy hermoso”.

Cave describe su infancia como “maravi-llosa”. Creció en la libertad en el campo aus-traliano, con un padre profesor de literaturade la escuela local, una madre bibliotecariay tres hermanos: “A los 12 años salíamosborrachos a cazar conejos. Era algo normalen Australia: que los chicos salieran de caza.Ahora se me rompe el corazón pensando enlos animales que disparé”.

Cuando tenía 19 años, su padre fallecióen un accidente de tráfico. A partir de enton-ces Cave asegura que ha intentado llenar suvacío escribiendo: “No lo hago consciente-mente pero este evento se filtra en toda miobra; también en este libro”.

Cave es padre de cuatro hijos. Ha expre-sado su arrepentimiento por no haber esta-do presente en los primeros años de uno deellos. Hoy mantiene con todos una buena

relación. La reflexión sobre su rol como pa-dre y como hijo enciende los contados res-plandores entre la miseria de la novela. Elhijo de Bunny Munro sigue a su padre hastasu convulso final. No importa que no lepreste atención, caiga en el ridículo, no ten-ga escrúpulos, que tome decisiones de con-secuencias desastrosas. “Tengo dos hijos ge-melos de 9 años, la misma edad que Bunnyhijo. Es una edad preciosa, en la que quie-ren a su padre incondicionalmente. Esa si-tuación cambia. A los 11 o 12 años empie-zan a verte de diferente manera”, confiesa.

Cave bebe de “estilistas de la prosa” co-mo Nabokov o John Updike. Pero en la cru-deza, las resacas y la obsesión por el sexo delpersonaje que ha creado Cave resuenan lashistorias de Bukowski. Y precisamente unode sus libros reposa en la biblioteca de Cave.

“Esto no debería estar aquí”, respondelanzando el libro al otro lado de la habita-ción. “Le considero un poeta de mierda. Ca-da vez que voy de gira, los chicos (del públi-co) se acercan después del concierto y meregalan libros de Bukowski. Vuelvo a casacon una maleta llena”, continúa. “Soy parti-dario de la separación del poeta y su obra.En cambio, él llena las páginas de sus cosas.Encuentro irritante la manera en la que quie-re convertir su pobre existencia en algo he-roico. Y es horripilantemente sentimental”.

Con rabieta contra Charles Bukowski Ca-ve quiere demostrar que su concepción delarte se aleja de lo confesional. Un intento dedisuadir a los que hurgan en sus versos máscrípticos para sacar conclusiones. “Compon-go canciones narrativas. Escribo historias depersonajes y me resulta difícil hacer algo di-ferente. De esta manera, puedo separarmede mi escritura, verlo desde fuera. He pasa-do periodos en los que compuse cancionesmuy personales —como las del álbum TheBoatman’s call— y me siento incómodo conellas. Revelan demasiado sobre mí y no soninclusivas con otros músicos de la banda.Esto no quiero decir que no sean obras per-sonales, sólo que la cara íntima está oculta”.

Cave escribió La muerte de Bunny Mun-ro en apenas seis semanas, durante las ho-ras muertas de la gira con The Bad Seeds.Tecleando de noche o de madrugada en ha-bitaciones de hotel, en el autobús, en aero-puertos o taxis.

Y el asno vio el ángel le llevó tres años.Vivía en Berlín y a pesar de su adicción a laheroína y sus penurias económicas, trabaja-ba sin tregua: “Me sentaba en el escritoriodía y noche. Dormía en el sofá y al día si-guiente empezaba de nuevo. Ahora lo tengobajo control. Para mí siempre ha sido difícilmantener el trabajo bajo control y trabajarun número razonable de horas cada día”.

El lenguaje —febril, rico, arcaico— esuna prioridad para Cave. La flexibilidad an-glosajona le anima a acuñar términos pro-pios. En sus cuadernos apunta arcaísmos,términos esotéricos y palabras que llamansu atención. Trabaja con un tesauro: “Siem-pre habrá una palabra más acertada”. Sufascinación por el lenguaje es sobre todopatente en Y el asno vio el ángel, donde re-produce la voz de un joven mudo, que creetener línea directa con dios. “El personajeno hablaba y no utilizaba el lenguaje de

Pasa a la página siguiente

“Escribir canciones es másdifícil. Es algo abstractoque provoca ansiedad. Conuna novela es diferente.Ejerces tu control”

“Bunny parece interesadoen el sexo, pero no lo está.Está huyendo. Ese tipo degente escapa épicamentedel amor y la intimidad”

EN PORTADA / Entrevista

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“Todo lo que escribo está visto tras un prisma de violencia”, confiesa Nick Cave. El músicoaustraliano publica su segunda novela, una comedia antiheroica de humor lacerante con unpersonaje lascivo que sueña con cantantes y modelos mientras se dirige al abismo. Por Brenda Otero

Sexo, muerte y fantasíaNick Cave (Warracknabeal, Australia,1957) publica Lamuerte de Bunny Mun-ro, que escribió durante la gira con TheBad Seeds. Foto: AFP / Marc Mueller

LARGO SE HA debatido sobre elrol de los cantautores comopoetas. Si llevan la lírica con-temporánea al gran público.Si las letras rock pueden alcan-zar la categoría de poesía. En

el caso del australiano Nick Cave, no haydudas. En sus más de tres décadas en elpanorama musical con formaciones comoThe Birthday Party, The Bad Seeds o Grin-derman ha sido autor de 14 álbumes, cons-truyendo un universo poético de fugitivos,diluvios, pistolas, asesinos enamorados ydioses vengativos. A la vez ha publicadouna recopilación de sus letras. Ha escritonarrativa y firmado guiones cinematográfi-cos. Ahora, publica su segunda novela: Lamuerte de Bunny Munro (Global Rhythm).

Como avisa el título, la novela cuenta lahistoria de un tipo condenado desde el pri-mer párrafo. Bunny Munro es un vendedorde cosméticos a domicilio, que tras la muer-te de su mujer se lanza con su hijo a lacarretera. Durante su delirante viaje intenta-rá seducir y desplumar a sus clientas.

“Todo lo que escribo está visto tras unprisma de violencia” dice Cave, serio. “Inclu-so si hago una canción sobre una pareja enuna pradera llena de flores, está visto desdela perspectiva de una consciente ausenciade violencia. Somos criaturas violentas.Siempre ha sido así y siempre lo será. Noestamos nunca lejos de la agresión”. Lamuerte de Bunny Munro, pese a los destellosde humor y su inherente tristeza, no es unaexcepción: “El personaje es violento y misó-gino”, corrobora.

La cita tiene lugar en la oficina de Cave,en las inmediaciones de la ciudad costera deBrighton, al sureste de Inglaterra. Se tratadel sótano del edificio donde vive con sumujer, Susie Bick, y dos de sus cuatro hijos.Allí se encierra cada día a trabajar, siguiendoun estricto horario de oficinista. Y el entor-no, al contrario de lo que se pueda imaginar,es perfectamente manso. En el pasillo haycajas de cartón rebosantes de porcelana anti-gua. En la habitación, decorada con papelpintado, hay un piano, dibujos infantiles,compactos de Bob Dylan, DVD de la serietelevisiva The Wire. Desde las ventanas se veel mar. Cave, de 51 años, reflexiona antes decontestar, es pálido y de figura severamentealargada. Sentado en su escritorio de made-ra sorbe una taza de té con leche y juega conun cigarro liado. Lleva la camisa abierta, quedeja ver un caprichoso colgante de oro ypiedras verdes, a juego con los gemelos.

Sólo contados detalles punzan la domes-ticidad: los inquietantes cuadros de gatos deLouis Wain, un artista que terminó sus díasen una institución mental. Alguna películade Lars von Trier. Y los cambios de tono deCave, que a ratos es solemne o irreverente.

Cave ha publicado La muerte de BunnyMunro veinte años después de Y el asno vioun ángel, su debut narrativo. “En este tiem-po, gracias a los guiones, he aprendido asostener la escritura y mantener una ideacoherente. Mi segunda novela no parece es-crita por un compositor de canciones conun poder de concentración limitado. Y elasno vio un ángel sí lo parece. Algunos capí-tulos son muy buenos, pero como conjuntotiene problemas”.

Mientras preparaba la edición revisada

de su primera novela, sus editores le propu-sieron escribir otra. Entonces se acordó deun guión que le había encargado su amigoel director de cine John Hillcoat, con el queya había colaborado en el western australia-no La proposición. No recaudaron suficientedinero para rodar la película y el guión sequedó en un cajón: “Queríamos hacer algode calidad, no una de esas malas películasinglesas”, apunta soltando una carcajada. Elguión constituyó el esqueleto de la novela.

El vía crucis de Bunny Munro discurreentre hostales de mala muerte, barras debar y viviendas sociales. Un paisaje diferen-te al que Cave creó para Y el asno vio unángel, que transcurría en un imaginario pue-blo del sur de Estados Unidos, un valle enve-nenado por la hipocresía, la crueldad y elfanatismo religioso. Esta vez, Cave sólo tuvo

que mirar por la ventana para encontrarsecon personajes tragicómicos, vulgares y ex-cepcionales como Bunny Munro.

“Por Brighton ves mucha gente maravillo-samente excéntrica y sórdida. Hay un fenó-meno subterráneo de estos vendedores, quebeben mucho e intentan acostarse con susclientas. Y aunque no se note en la novela,me gusta este lugar. Su playa, su arquitectu-ra. Se habla de su gloria desvaída pero a mítodavía me parece muy hermoso”.

Cave describe su infancia como “maravi-llosa”. Creció en la libertad en el campo aus-traliano, con un padre profesor de literaturade la escuela local, una madre bibliotecariay tres hermanos: “A los 12 años salíamosborrachos a cazar conejos. Era algo normalen Australia: que los chicos salieran de caza.Ahora se me rompe el corazón pensando enlos animales que disparé”.

Cuando tenía 19 años, su padre fallecióen un accidente de tráfico. A partir de enton-ces Cave asegura que ha intentado llenar suvacío escribiendo: “No lo hago consciente-mente pero este evento se filtra en toda miobra; también en este libro”.

Cave es padre de cuatro hijos. Ha expre-sado su arrepentimiento por no haber esta-do presente en los primeros años de uno deellos. Hoy mantiene con todos una buena

relación. La reflexión sobre su rol como pa-dre y como hijo enciende los contados res-plandores entre la miseria de la novela. Elhijo de Bunny Munro sigue a su padre hastasu convulso final. No importa que no lepreste atención, caiga en el ridículo, no ten-ga escrúpulos, que tome decisiones de con-secuencias desastrosas. “Tengo dos hijos ge-melos de 9 años, la misma edad que Bunnyhijo. Es una edad preciosa, en la que quie-ren a su padre incondicionalmente. Esa si-tuación cambia. A los 11 o 12 años empie-zan a verte de diferente manera”, confiesa.

Cave bebe de “estilistas de la prosa” co-mo Nabokov o John Updike. Pero en la cru-deza, las resacas y la obsesión por el sexo delpersonaje que ha creado Cave resuenan lashistorias de Bukowski. Y precisamente unode sus libros reposa en la biblioteca de Cave.

“Esto no debería estar aquí”, respondelanzando el libro al otro lado de la habita-ción. “Le considero un poeta de mierda. Ca-da vez que voy de gira, los chicos (del públi-co) se acercan después del concierto y meregalan libros de Bukowski. Vuelvo a casacon una maleta llena”, continúa. “Soy parti-dario de la separación del poeta y su obra.En cambio, él llena las páginas de sus cosas.Encuentro irritante la manera en la que quie-re convertir su pobre existencia en algo he-roico. Y es horripilantemente sentimental”.

Con rabieta contra Charles Bukowski Ca-ve quiere demostrar que su concepción delarte se aleja de lo confesional. Un intento dedisuadir a los que hurgan en sus versos máscrípticos para sacar conclusiones. “Compon-go canciones narrativas. Escribo historias depersonajes y me resulta difícil hacer algo di-ferente. De esta manera, puedo separarmede mi escritura, verlo desde fuera. He pasa-do periodos en los que compuse cancionesmuy personales —como las del álbum TheBoatman’s call— y me siento incómodo conellas. Revelan demasiado sobre mí y no soninclusivas con otros músicos de la banda.Esto no quiero decir que no sean obras per-sonales, sólo que la cara íntima está oculta”.

Cave escribió La muerte de Bunny Mun-ro en apenas seis semanas, durante las ho-ras muertas de la gira con The Bad Seeds.Tecleando de noche o de madrugada en ha-bitaciones de hotel, en el autobús, en aero-puertos o taxis.

Y el asno vio el ángel le llevó tres años.Vivía en Berlín y a pesar de su adicción a laheroína y sus penurias económicas, trabaja-ba sin tregua: “Me sentaba en el escritoriodía y noche. Dormía en el sofá y al día si-guiente empezaba de nuevo. Ahora lo tengobajo control. Para mí siempre ha sido difícilmantener el trabajo bajo control y trabajarun número razonable de horas cada día”.

El lenguaje —febril, rico, arcaico— esuna prioridad para Cave. La flexibilidad an-glosajona le anima a acuñar términos pro-pios. En sus cuadernos apunta arcaísmos,términos esotéricos y palabras que llamansu atención. Trabaja con un tesauro: “Siem-pre habrá una palabra más acertada”. Sufascinación por el lenguaje es sobre todopatente en Y el asno vio el ángel, donde re-produce la voz de un joven mudo, que creetener línea directa con dios. “El personajeno hablaba y no utilizaba el lenguaje de

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“Escribir canciones es másdifícil. Es algo abstractoque provoca ansiedad. Conuna novela es diferente.Ejerces tu control”

“Bunny parece interesadoen el sexo, pero no lo está.Está huyendo. Ese tipo degente escapa épicamentedel amor y la intimidad”

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manera práctica. Ésa fue mi excusa parautilizar un lenguaje particularmente difícil,para permitirme cualquier cosa”. En su se-gunda novela se propuso controlar su cor-nucopia lingüística. “Mi editor me ayudóporque me suelo entusiasmar demasiado(en la primera versión de su novela de de-but no contó con un editor)”.

Cave busca que la lectura de La muertede Bunny Munro se acometa de manera tandirecta como se escribió: “Es una novela deaeropuerto y se lee de una sentada”, comen-ta medio en broma. Pero para el artista, ellenguaje es algo más que un divertimento:“Es nuestra manera de comunicarnos condios”, dice mirando al suelo. “Mis creen-cias cambian continuamente; sin embargo,creo que como humanos tenemos queplantearnos la cuestión de su existencia.Podemos hacerlo mediante el lenguaje. Lacuestión sobre la existencia de dios me es

irrelevante. Es el intento por comprenderlo que me parece más interesante. Lo últi-mo que deseo es que haya pruebas de quedios no exista. Todo sería muy aburrido”.

Cave se ve esencialmente como un mú-sico. Considera que su trabajo está enraiza-do en la tradición del folk y del blues.“Siempre vuelvo a John Lee Hooker, SkipJames o Howlin Wolf. De ahí sale granparte de mi inspiración”.

En 1998 impartió una lección sobre lascanciones de amor en la Academia de Poe-sía de Viena. En ella, aseguraba que unabuena canción de amor debe tener una“tristeza inexplicable que alberga en el cora-zón de ciertas obras de arte”. Es fundamen-tal que albergue la saudade o el duende quedescribe Lorca: “Amo la poesía de Lorca yveo el duende como indefinible. No tene-mos una palabra en inglés para ello. No esmelancolía, o desolación, es algo que se pue-de moldear de diversas maneras”, aventura.

Puede que imparta lecciones en la mate-ria, pero a Cave componer canciones le damás quebraderos de cabeza que la narrati-va. “Escribir canciones me es más difícil. Esincierto. No sabes si vale hasta que la can-tas en el disco. He escrito versos malos que

son bellos de escuchar, y al contrario. Heescrito letras buenas que han resultado ma-las canciones. Es algo abstracto que provo-ca ansiedad. Con una novela es diferente,sabes que has escrito una buena frase ypunto. Ejerces tu control”.

Bunny Munro busca tenaz y persistente-mente el sexo mecánico, fabricado con reta-

les de películas porno, lo que le va enfilan-do hacia el precipicio. “Parece interesadoen el sexo, pero no lo está”, aclara Cave.“Está huyendo. Ese tipo de gente escapaépicamente del amor y la intimidad”.

En las fantasías de Bunny se cuelanrostros de la cultura popular: cantantescomo Kylie Minogue y Avril Lavigne, mo-delos como Kate Moss. “Bunny no tieneimaginación sexual”, afirma Cave. “Sólopiensa en la vagina. Y en un buen díapuede imaginarse la vagina de una celebri-dad de segunda. Está inmerso en el mundo

real y en toda la basura que absorbemos”.En la última página del libro el autor

pide disculpas a Minogue —con la que cola-boró musicalmente en el pasado— y a La-vigne: “De parte de mi personaje”, puntuali-

za, para que no se crea que ha dado escapea las fantasías que le hierven en la cabeza.

“Para mí siempre hubo una maravillosatensión en lo que Kylie hace. Es clara einocente, pero en alguna de sus cancioneshay un plano oscuro que la mayor parte dela gente no capta”. En el libro, Cave descri-be una de las canciones de Minogue como“una oda a la sodomía”: “No hace falta ungran salto de la imaginación para realizaresa conexión”, justifica. “Sólo puse en pala-bras lo que todo el mundo pensaba”.

¿Y por qué incluyó a la lolita punk AvrilLavigne en la odisea de Bunny? “Es guapa,me gusta su canción Skater boy, su éxito fuetransitorio y era alguien que me apetecíadescribir. En el libro es objeto de una obse-sión demente y me preocupa que lo consi-dere una intrusión. Espero que me perdo-ne. Si ella escribiera un libro sobre mi peneno me molestaría”.

En las últimas páginas del libro, Caveparece dejar una puerta abierta a la re-

dención de Bunny. El artista, en un princi-pio, lo niega: “No quería contar una típicahistoria de redención: en la que el perso-naje se comporta mal, pero se arrepientey finalmente es redimido. Bunny no bus-ca el perdón. Muere rápido y eso es elfinal. Su pequeño lapso buscando reden-ción, antes de morir, es inútil. En un esce-nario deliberadamente hortera, similar alde un plató de televisión. No creo que loshumanos tengamos que enfrentarnos anuestros pecados. Y la vida no culminalimpiamente. No estamos junto a nues-tros seres queridos para decirles lo queles queremos”. De repente, Cave duda:“De alguna manera, Bunny Munro sí seredime. Tiene el amor de su hijo. Ésa essu salvación”. O

La muerte de Bunny Munro.Nick Cave. Traducciónde Miguel Izquierdo. Global Rhythm. Barcelona,2009. 240 páginas. 22 euros. En catalán: La mortd'en BunnyMunro.Traducción deDavid Fernández.Empuries. Barcelona, 2009. 272 páginas. 18 euros.

Nick Cave ofrecerá una velada de lectura, músicay conversación el 24 de octubre en Barcelona, enel Casino L’Aliança del Poble Nou.

Viene de la página anterior

KylieMinogue es una de las fantasías de BunnyMunro, el protagonista de la novela de Nick Cave. Reuters / H. Prammer

EN UNA DE SUS declaraciones más famosasy repetidas, Frank Zappa se despachabaasí: “Los críticos de rock son personas queno saben escribir, haciendo entrevistas atipos que no saben hablar para gente queno sabe leer”. Hoy, que cada año suena elnombre de Bob Dylan en las quinielas delPremio Nobel, todo hace suponer que lostiempos están cambiando. Para bien o pa-ra mal ya no están tan alejados la literaturay el rock. Buena muestra de ello es el con-senso crítico con que se han recibido lasdos novelas de grandes del rock comoNick Cave, tanto la recién editada La muer-te de Bunny Munro como la anterior Y elasno vio al ángel, o la expectación quegenera en los medios más elitistas cadanuevo disco o gira de Leonard Cohen, unescritor, conviene recordarlo, metido acantante porque le dijeron que así podíaganar más dinero, del que se acaba de recu-perar una de sus novelas de los años sesen-ta: El juego favorito.

En España ha venido produciéndoseuna evolución similar. Además del eviden-te tirón mercantil que poseen para las edi-toriales —hay más gente que escucha mú-

sica pop de la que lee, no nos engañe-mos—, algunos de los más interesantescompositores del pop-rock hispano se hanacercado a la literatura. Y, lo que es másimportante, con buena acogida de públicoy crítica sin haber tenido la necesidad deatenuar lo más mínimo ni sus mundos par-ticulares ni el modo en que los presentan.

A los hombres de buena voluntad y Notengo el placer, ambos editados por Xordi-ca, podrían haber sido, sin problema algu-no, dos discos de cualquiera de los gruposen los que militó Sergio Algora. En cadauno de los cuentos que los componen apa-recen los mismos mundos delirantes o laalucinación provocada por los hechos in-trascendentes sólo en apariencia de la vidaque hicieron inolvidables las canciones deEl Niño Gusano, Muy poca Gente o LaCosta Brava. La prematura muerte de Algo-ra nos ha privado de conocer en qué mo-mento él intuía que tenía una canción oun cuento latiendo bajo las imágenes quecomenzaban a tomar forma en su cabeza.Nos queda, eso sí, la suerte de poder poneruno de sus discos o de leer sus cuentos.

Esperadísimo, no sólo por sus fans, es

el debut literario de Antonio Luque, másconocido como Sr. Chinarro. La indiscuti-ble calidad de sus canciones, con letrasque enlazaban chispazos del mejor surrea-lismo con un costumbrismo casi siemprebienhumorado, prometían un libro llenode hallazgos y delirantemente divertido.Tanto Socorrismo, pequeño libro compues-to por el relato que da nombre al libro yotro llamado ‘La mina’, como su relato‘Me siento haciendo un NO8DO’ incluidoen la antología Matar en Barcelona, amboslibros editados por Alpha-Decay, entreganese burbujeo verbal y sintáctico junto a susubyugante imaginario que lo ha converti-do en un referente lírico para toda unageneración. Parece ser que estos tres cuen-tos no son más que el inicio de una dedica-ción que se prolongará, en principio, através de más títulos. Si su progresión cua-litativa es similar a la exhibida en sus dis-cos no podemos hacer más que frotarnoslas manos llenos de alegría.

La última de las novedades recienteses lírica, se trata del nuevo libro de una delas figuras más singulares del panoramamusical español. Javier Corcobado ha pu-

blicado varios libros de poesía y una nove-la, y reaparece en las librerías con unpoemario donde se repiten el desgarro, lasinceridad casi exhibicionista y el mundotenebroso y socavador que comparece entoda su obra. Cartas a una revista porno-gráfica viuda se convertirá en una piezaineludible para sus seguidores, y en unapuerta de entrada única a su lírica descar-nada y torturada capaz de arañar los senti-mientos de todo lector que se atreva aabrirles la puerta.

Varios han sido los músicos que se hanatrevido a dar el salto a las librerías, mu-chos con éxito, así que tan sólo se puededesear que otros se les unan en la experien-cia. Peticiones del oyente: ¿un libro de J deLos Planetas, por ejemplo, o de Manolo deAstrud? Por pedir que no quede. O

Sergio Algora. A los hombres de buena voluntad yNo tengo el placer (Xordica). Nick Cave. Y el asnovio al ángel (Pre-Textos). Leonard Cohen. El juegofavorito (Edhasa). Javier Corcobado. Cartas a unarevista pornográfica viuda (Arrebato libros). Anto-nio Luque. Socorrismo (Alpha-Decay). Varios auto-res. Matar en Barcelona (Alpha-Decay).

“Avril Lavigne es objetode una obsesión dementey me preocupa que loconsidere una intrusión.Espero que me perdone”

“Tengo dos hijos de 9años, como Bunny hijo.Es una edad preciosa, enla que quieren a su padreincondicionalmente”

Por Antonio Jiménez Morato

Del pentagrama al procesador de textos

EN PORTADA / Entrevista

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CUANDO ERA NIÑO trabajé muchasveces en el campo junto a hom-bres que habían sido soldados enla guerra: mi abuelo paterno, algu-

no de sus hermanos, peones que ayudabana recoger la aceituna o a los que mi padrecontrataba en su huerta. Yo los escuchabahablar mientras se afanaban inclinados so-bre la tierra en alguna tarea, o cuando para-ban para comer y para fumar un cigarrillo,en los veranos a la sombra de las higueras yde los granados, en invierno buscando el solentre las hileras de olivos. Para mí la guerraeran las películas americanas de comandosy los tebeos todavía tan populares de Haza-ñas Bélicas. Por eso me intrigaba que aque-llos hombres tan poco novelescos que per-tenecían a mi familia o al círculo de susconocidos hubieran participado también enuna guerra, y no en los territorios fantásticosde los tebeos o del cine sino en el mismopaís en el que yo vivía, en lugares que teníannombres muchas veces cercanos. Para unniño son viejos todos los adultos un pocomayores que sus padres. Pero los hombres alos que yo escuchaba con una atención silen-ciosa en la que ellos no repararían rondabanentonces los cincuenta y tantos o los sesen-ta años, y todavía estaban fuertes y lúcidos.

En mi imaginación la guerra de la quehablaban había sucedido en un tiempo re-moto, pero para ellos debía de ser tan próxi-ma, tan clara en el recuerdo, como lo sonahora para mí los primeros años ochenta.Había grandes narradores y otros que habla-ban muy poco o guardaban silencio y sóloasentían con la cabeza. Los relatos solíanrepetirse, igual que el tono en el que secontaban, despojado siempre de jactancia,de entusiasmo ideológico o bélico, o de ani-mosidad hacia el enemigo. La guerra teníaalgo de la inevitabilidad de las catástrofesnaturales y el grado de sinrazón y de absur-do que los campesinos tendían a encontraren cualquier clase de empeño que no fuerael de ganarse la vida con el esfuerzo físico yel trabajo de las manos. En las películas lossoldados se lanzaban valientemente al com-bate contra el enemigo. En las historias queyo oía la principal ocupación de aquelloshéroes improbables parecía haber sido la

de buscar remedio al frío o al hambre, unbuen chaquetón, unas botas aceptables, yel concepto del enemigo era tan imprecisocomo los presuntos ideales en cuyo nom-bre había sido preciso que muriera tantagente y se ocasionara tanta destrucción. Enlas películas el enemigo era una horda con

los cascos de acero y los uniformes grisesdel ejército alemán, o bien con las carasmorenas y asiáticas de los terribles soldadosjaponeses, que daban más miedo porquelanzaban gritos agudos al atacar traidora-mente en la jungla. En la realidad de la queaquellos hombres hablaban con tan burles-co escepticismo mientras cavaban la tierrao vareaban aceituna el enemigo era alguiena veces invisible y a veces exactamente idén-tico a ellos, con el que hablaban de unatrinchera a otra mientras se mataban lospiojos o distraían el hambre o el tedio, conel que podían jugar partidos de fútbol conuna pelota hecha de trapos viejos.

La guerra era el hambre y la falta de taba-co. En la zona republicana no había tabaco,porque las regiones donde se producía, Ex-tremadura y Canarias, habían quedado enel lado de los nacionales. Pero el papel defumar se fabricaba en Alcoy, en territorio dela República, de modo que a un lado deaquellas líneas de trincheras cavadas contanta dificultad en la tierra seca y pedregosael tabaco abundaba, pero no el papel paraliarlo, así que usaban áspero papel de estra-za o de periódico, y en el otro los librillos depapel de fumar no servían de casi nada porculpa de la mezquindad de las raciones de

tabaco que se repartían. Como en las trin-cheras de la Primera Guerra Mundial, en lasque está documentada la ira inútil de losoficiales ante los frecuentes gestos de frater-nidad entre soldados enemigos, en las de laguerra española el desgarro de la matanzaentre quienes no tenían ningún motivo per-sonal para odiarse quedaba en suspenso pa-ra que pudiera celebrarse el rito inmemorialy mucho más sensato del intercambio y elregateo: el papel de fumar a cambio del taba-co, el alivio tan plácido del primer cigarrillodespués de una larga privación, que ellosrevivían fumando mientras conversaban enlos descansos de las tareas extenuadoras delcampo, repitiendo siempre un dicho quetenía algo de mandamiento sagrado:

—En todos los trabajos se fuma.Leyendo la entrevista que le hizo aquí

Guillermo Altares a Antony Beevor y sulibro estremecedor sobre la batalla de Nor-mandía en el verano de 1944 me he acorda-do de aquellos soldados de una guerra mu-cho más pobre pero no menos sanguinariaa los que escuché tantas veces cuando eraniño. La razón por la que ellos callaban unaparte de su experiencia, y sólo contaban,insistentemente, lo trivial o lo absurdo, sepuede intuir en la crónica minuciosa deBeevor: en la guerra hay un grado de espan-to que casi excluye la posibilidad de contar.En la tormenta de metal y metralla del ama-necer del 6 de junio en Normandía el mun-do era para los soldados que desembarca-ban un caos terrorífico en el que antes deperder la vida muchos perdían sin remedioel sentido de la realidad. Las barcazas avan-

zaban sobre un oleaje embravecido en unanegrura sin indicios del amanecer y loshombres rezaban y tiritaban y vomitabanlos unos sobre los otros, y cuando les llega-ba la orden de lanzarse a la playa resbala-ban en los vómitos y caían a un agua dema-siado profunda y se ahogaban bajo el pesoenorme del equipo. Con la claridad del díay la playa gris batida por el viento venía lacerteza de estar a punto de morir. Hombresque habían parecido valientes se encogíanchillando y llorando de miedo y mordiéndo-se los puños hasta hacerse sangre cobijadosen el cráter de una explosión. Otros enlo-quecían y les cortaban las orejas a los ene-migos a los que acababan de matar y se lasguardaban en los bolsillos chorreantes desangre. La tripulación entera de un carro decombate alcanzado por un proyectil se con-vertía en pulpa quemada y grasa hirvientesobre planchas de hierro.

Beevor tiene un talento único para enhe-brar las experiencias de la gente común enla panorámica atroz de una batalla que essobre todo una abrumadora matanza. Perotan revelador como el testimonio de losque han preservado el recuerdo es el silen-cio de los que nunca quisieron hablar. Lomás común es que quien sobrevive al es-panto no cuente nada sobre él. En aquellastertulias campesinas mi abuelo paterno,un hombre siempre muy callado, muy po-cas veces despegaba los labios. Había pasa-do los tres años de la guerra yendo de unfrente a otro como soldado de infantería.Lo único que le oí contar era que siempredisparaba con los ojos cerrados. O

La cara de la guerraPor Antonio Muñoz Molina

Un soldado republicano fotografiado en el frente de Madrid durante la Guerra Civil.

Tan revelador como eltestimonio de los que hanpreservado el recuerdoes el silencio de los quenunca quisieron hablar

IDA Y VUELTA

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Los demoniosHeimito von DodererTraducción de Roberto Bravo de la VargaAcantilado. Barcelona, 20091.664 páginas. 48 euros

Por José María Guelbenzu

ACOSTUMBRADO A LA TIRANÍA de la novedady de la actualidad, un día el lector seencuentra de pronto ante la eternidad.Eso sucede cuando dejamos de pasearpor las ásperas, perono ingratas, colinas delos diversos dramascontemporáneos y lle-gamos de pronto a lospies de una altura for-midable. Los demo-nios, obra cumbre delaustriaco Heimito vonDoderer, es uno deesos “ochomiles” de lanovela (pensemos enMoby Dick, en la trilo-gía Los sonámbulos,en El hombre sin atri-butos, en Viaje al finde la noche, en El ruidoy la furia, en el Ulises…)que conviene visitar decuando en cuando pa-ra restablecer la jerar-quía del arte de la es-critura. Algún graciosodirá que eso lo deja pa-ra los alpinistas profe-sionales y se equivocaráde medio a medio por-que para escalar estascimas sólo hace faltainteligencia, sensibili-dad, curiosidad y te-són, virtudes generalesque se practican me-nos de lo deseable, pordesgracia.

Franz Carl HeimitoRitter von Doderer(1896-1966) pertene-cía a una rica familiaaustriaca del ImperioAustrohúngaro, que per-dió buena parte de sufortuna tras la PrimeraGuerra Mundial, en laque Heimito participócomo voluntario y des-pués como soldado deinfantería hasta que loapresaron los rusos y lo deportaron a Si-beria, de donde regresó en 1920. Fue en-tonces cuando decidió ser escritor. En1936 emprendió la redacción de su obramaestra al tiempo que se afiliaba al Parti-do Nacionalsocialista Obrero Alemán (an-tes lo fue del austriaco), pero ese mismoaño comienza su alejamiento de los na-zis. Sin embargo, al término de la guerrase encuentra con la prohibición de editarpor causa de su afiliación, prohibiciónque no logrará levantar hasta 1947. Alaño siguiente publica su otra gran nove-la, Las escaleras de Strudlhof (Destino,1981). En 1956 dará cima a Los demonios.

“Una obra narrativa lo es tanto máscuanto menos idea puede hacerse uno deella por su contenido”. Esta afirmaciónde Von Doderer no sólo encierra una no-table sabiduría sino que es también laclave de su novela. Von Doderer es unescritor calmoso, minucioso, muy pe-netrante, pero siempre poniendo una dis-tancia exterior en el conflicto; construyesu novela sobre un arco social de la Vienade entreguerras que va del hampa crimi-nal a la más selecta aristocracia y por ahíabre y entrelaza vías y vidas bien distin-tas sin perder el hilo; exige, por tanto, un

lector también calmoso dispuesto a entraren un mundo complejo y completo. Todaslas historias personales que se entrecru-zan vienen sostenidas, pautadas o enmar-cadas por descripciones absolutamenteextraordinarias, tanto físicas como emo-cionales; las primeras operan como espa-cios de descanso, de serenidad, de re-flexión, recuerdan a verdaderas epifaníasen la mayoría de ocasiones; las segundasconstituyen la acción, una acción medida,austera, reflexiva en su misma emocionali-dad, y prolija. El resultado es una crea-

ción de ambientes de un acabado admi-rable. De tanto cuidado, surgen constan-temente imágenes excelentes; así: “Derepente cobró conciencia de su propiainseguridad. Fue un pensamiento tan cla-ro —redondo y liso como una perla quese cae del hilo y viene rodando…—”; o:“Fue un instante, sólo unos segundos enlos cuales nos clavamos los dientes con lamirada”. O también: “En el rostro de esteconde húngaro, lo más reciente se habíacolocado al fondo y lo más antiguo habíaascendido a la superficie, de modo que elorigen coronaba el fin”.

Me apoyaré en esta última imagen pa-ra regresar a la clave de la novela. Hayuna evidencia en todo el libro y es laausencia como protagonista de la Histo-ria. Todo sucede entre 1925 y 1927. Hayreferencias históricas, pero muy leves, y1927 culmina con la quema del Palaciode Justicia de Viena tras la liberación delos asesinos de unos sindicalistas, lo quesupuso el primer enfrentamiento graveentre fuerzas conservadoras y revolucio-narias en una Austria por la que tambiénpasaba el “fantasma que recorre Euro-pa”. Pero el trasfondo histórico se va adel-gazando a favor de la presencia y conflic-

tos de los personajes, conflictos, por otraparte, propios de una burguesía poco da-da a experimentos sociales, a la que conplena convicción pertenecía Von Dode-rer; de hecho, él es un hombre de ideolo-gía conservadora, un amante del ordensocial. Sin embargo, no es su ideología laque desplaza el fondo histórico sino sudoctrina literaria.

Von Doderer mira al pasado para retra-tar el presente. Esta actitud va unida aotra paredaña: sólo el retrato del presen-te nos permitirá reconocer la verdad en el

futuro. La novela transcurre entre 1925 y1927, pero en un momento dado, el narra-dor nos recuerda que está escribiendo,sobre todos sus cuadernos de notas, pro-pias y allegadas, en 1955. En este momen-to (que es también el del lector, lea cuan-do lea) aquel presente cronológico de lanovela ya es pasado y ahora estamos le-yendo desde lo que entonces era futuro.Este juego de perspectivas es la primerapropuesta. La segunda consiste en cargar

todo el peso del relato sobre los retratosde las personas y sus relaciones; sea indi-vidualmente, cara a cara o alejando elfoco, en las magníficas descripciones, en-volventes y, a la vez, particularizadas, delas reuniones sociales y sus entresijos, elalma de una ciudad y el alma de sus habi-tantes se va mostrando con una lucidezpreciosa. La minuciosidad del autor, eldetallismo siempre significativo en todo(personas, calles, parajes, establecimien-tos, objetos…) crea una indisolubilidadentre espacios y personas que constitu-yen la prueba de fuerza de su escritura. Atodo ello contribuye el hallazgo del narra-dor general, que escribe sobre los diariosque tomó como cronista de aquellosaños, y otra voz, inidentificable, que losustituye cuando llegan las escenas quenecesitan de una mirada objetiva. Ade-más, este mismo narrador escribe sobresí mismo, a partir del momento en que sesiente superado sobre la realidad que hade narrar (“Había querido narrar el tejido

de la vida y ahora me daba cuenta de queme rebasaba”).

A quien no le rebasa es a Von Doderer.Claudio Magris le reprocha solamente laausencia de lo demoniaco y tiene razón.Von Doderer ha levantado una catedralen la que, sin embargo, si nos atenemosal título, falta esa dimensión demoniaca.Yo creo que es porque, en su concepciónde la vida, cabe lo inesperado y, si meapuran, lo absurdo azaroso, pero no lodemoniaco. Este libro, tan narrativo queno cabe hacerse idea de él por su conteni-do —ver la máxima del autor citada alprincipio—, claro que tiene contenido: elcontenido es la Vida, el tejido de la vida.Éste es un texto emblemático de la urbemoderna (aquí, la Viena de entreguerras,como lo son, cada uno a su modo, elBerlin Alexanderplatz de Döblin, el Peters-burgo de Biely, el Manhattan de Dos Pas-sos). Ante semejante reto, la mirada fuer-za la exterioridad porque la introspecciónno llega a proporcionarnos la certeza in-dudable de los hechos como lo hacen loshechos, los actos de las personas queaquí se afligen, se reúnen y se separan.“Sólo los hechos hablan. La profundidadestá fuera”. Un libro para la eternidad. O

Literatura para la eternidadVon Doderer, perteneciente al Imperio Austrohúngaro, es minucioso y penetrante. Su obracumbre, Los demonios, editada por primera vez en España, transcurre en la Viena deentreguerras: mira al pasado para retratar el presente y reconocer la verdad en el futuro

Imagen tomada en Viena en los años treinta. Foto: Imagno / Getty Images

EL LIBRO DE LA SEMANA

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Genet en el RavalJuan GoytisoloGalaxia Gutenberg/Círculo de LectoresBarcelona, 2009145 páginas. 19,50 euros

Por J. Ernesto Ayala-Dip

LA VISCERALIDAD en sus denuncias, en ladescripción de los cuerpos deseados, enlos rostros amados, nunca escondió quepara Jean Genet su victoria más codiciadafuera la verbal. Él mismo lo reconoció casicon estas palabras. Sólo bajo esta circuns-tancia se pueden entender sus dos librosfundamentales en prosa: Diario de un la-drón y Un cautivo enamorado. A los dos losdiferencian los asuntos que tratan. Pero loshermana la sintaxis entrecortada, la lógicachocante de los relatos que se interrumpeny se invaden. Si en el primer libro las metá-foras de la inmoralidad y el crimen se ins-trumentan para desnudar las razones bur-guesas de la existencia (o la inexistencia,que también), en el segundo se ejercita lacompasión por el “otro”, como denominaEdward W. Said a la experiencia palestinadel escritor francés. Si en uno primaba lapulsión erótica y el orgullo trasgresor, en elotro prima la pulsión por comprender ur-gentemente en aras de la solidaridad.

Juan Goytisolo reúne en Genet en el Ra-val cuatro textos sobre el escritor. En la‘Nota introductora’ explica de qué librossuyos y periódicos fueron extraídos. El volu-men se cierra con siete cartas de Jean Ge-net a Juan Goytisolo. En la misma nota nosdice el autor de Juan sin Tierra: “El recursoa muy diferentes enfoques y prismas per-mite así al conjunto del libro dar con elcomún denominador y la singular cohe-rencia de un autor que escapa a toda clasi-ficación literaria y ética. Inútil añadir quemi relación con él cambió felizmente elrumbo de mi vida”. Estas palabras definenel espíritu del presente volumen. Recordar-nos las constantes estética y ética que defi-nen la obra de Genet, y la deuda, en virtudde esas constantes, que nuestro autor reco-noce haber contraído con la obra del autorfrancés.

De los textos citados, destacaría ‘Genety los palestinos: ambigüedad política y ra-dicalidad poética’, un excelente ejerciciode interpretación textual (de Un cautivoenamorado) y, también, un ejercicio de in-cursión a sí mismo a través de la figura dea quien tanto se debe. Lo destaco tal vezporque aquí es donde se hace diana res-pecto a la verdadera sustancia genetiana:el estilo, su estilo. No voy a entrar en lasvaloraciones ideológicas a las que Genetapunta, espinosas y delicadas dado el cala-do político de las mismas. Aunque no dejade ser encomiable el hecho de que Genethaya optado por entender la causa palesti-

na hablando (y sufriendo con ellos), en vezde hacerlo con sus defensores desde lacómoda Europa, siguiendo el razonamien-to del escritor israelí Amos Oz, según elcual él se entiende mejor con los palesti-nos que con los propalestinos. Quiero ha-cer referencia aquí a un libro ineludible sise quiere comprender por dentro aspectosinéditos del estilo. Me refiero a Sobre elestilo tardío, de Edward W. Said. El intelec-tual palestino (fallecido en el año 2003)incluye en esta casi lírica categoría a escri-tores y músicos. Uno de los escritores esprecisamente Jean Genet. El estilo tardíolo define Said como lo que “ocurre si elarte no abdica de sus derechos en favor dela realidad”. Es necesario leer los dos tex-tos, el de Goytisolo y el de Said, para cap-tar el verdadero sentido de la operaciónverbal a la que se entrega casi religiosamen-te Genet. Goytisolo habla de varios centrosnarrativos en Un cautivo enamorado. YSaid, sobre el mismo libro, nos convencede que Genet ha instituido en sus páginasel mejor antídoto contra las sensibilidadesdomesticadas, además de registrar suamor por el “otro” (y más que seguro,amor por sí mismo). Perfecta la definiciónde Goytisolo cuando hace hincapié en la“escritura desestabilizadora” de Genet enbusca de una verdad fragmentada en mi-les de temas, asociaciones, datos y sabe-res. El estilo y la realidad se buscan y en-cuentran en la tristeza ajena, podríamosdecir. Juan Goytisolo invoca siempre a Ge-net en este libro como poeta. Tal vez evo-cando a Villon, a Rimbaud. Merodeadoresdel mal expiando los delitos del alma y talvez del cuerpo. Las cartas que completaneste libro confirman al Genet real, el quenecesita Nembutal o pide un favor domés-tico. Juan Goytisolo nos recuerda en suGenet el dolor de algunas pasiones: el delas palabras y el de los seres marginados. O

Los almuerzosEvelio RoseroTusquets. Barcelona, 2009144 páginas. 14 euros

Por Lolita Bosch

EVELIO ROSERO (Bogotá, 1958) es un escri-tor excelente. Vaya por delante esta eviden-cia. Tiene algo persuasivo verdaderamentedeslumbrante. No sólo en el sentido gene-ral de sus textos, sino en las palabras con-cretas, en lo pequeño: lo preciso. Algo em-baucador pero no falso que logra convertirun texto en un cedazo capaz de filtrarlotodo como si lo purificara. Hasta ceñirse,estrictamente, en lo esencial. Hasta conver-tir las palabras en objetos verdaderos, ínti-mos. Casi masticables.

Ésta es su capacidad inmensa. Su talento.

Lo consiguió magistralmente con Losejércitos (Tusquets, 2007), una novela per-fecta que ganó el Premio Tusquets en 2007y el Independent Foreign Fiction Prize enLondres en 2009. Una narración sobre laaparición inesperada de la violencia en lavida de un viejo que trastoca su delimitadocontexto hasta enrarecerlo tanto que el vie-jo parece incapaz de reconocerse en él.

Y ahora, dos años después, Evelio Rose-ro regresa con Los almuerzos, que habíasido publicada en 2001 por la Universidadde Antioquia y que cuenta un episodio enla vida de Tancredo: un jorobado que viveen una parroquia aparentemente inocua ybondadosa, de rutinaria simpleza, peroque en realidad esconde una extrañezaoculta e inesperada que el lector va descu-briendo y en la que se va adentrando amedida que avanza la novela. Un libro quesucede en un corto espacio de tiempo y

con pocos personajes. Casi una obra deteatro de enredos en la que “las tres Lilias,el sacristán Machado, su ahijada SabinaCruz y él, acólito, él, Tancredo, él joroba-do” ven de qué modo todo se precipita ycambia radicalmente. Igual que sucederá,años después, en Los ejércitos, donde elmundo del viejo desaparece en un cortoespacio de tiempo.

Y sin embargo en Los almuerzos, Evelio

Rosero crea un mundo que el lector debeobservar desde afuera porque no necesitade él. Un mundo construido con la meticu-losidad que le es propia al autor, igual depulcro en su escritura, pero más cerrado ensí mismo. Más terminado. Y, tal vez por eso,menos obsesivo.

Un mundo que podría no necesitar allector.

Quizás se deba al entorno religioso en elque todo sucede y a los extraños personajesque lo habitan, que convierten el entornode la novela en un mundo voluntariosamen-te enrarecido. Un lugar que no podría ser elnuestro. No un contexto que se va enrare-ciendo a medida que la violencia lo invade,por poner como ejemplo lo que sucede enLos ejércitos. No un entorno capaz de engu-llirnos. Sino un mundo que el lector descu-bre hecho, terminado. Y que, precisamentepor eso, tiene su puerta de entrada cerrada.

Una novela que podemos mirar y rese-guir, pero sin construirla. Y aun así: unanovela necesaria. Porque el depurado estiloy la pulcra escritura de Evelio Rosero resul-tan, en verdad, inolvidables. O

Un libro a puerta cerrada

Por Julio José Ordovás

AUNQUE LE FASTIDIARA que Cocteau y Sartre lo hubieran convertidoen estatua, en la estatua del ángel caído, Genet quiso aprovecharel pedestal que en un principio le ofreció la Radio Nacional france-sa para escupir a los hombres de buena voluntad un discursoradicalmente provocador, en el que se rebelaba contra la compa-sión que los delincuentes menores de edad inspiraban a la socie-dad. El primero de los dos textos recogidos en El niño criminal, yque le da título al libro, es una soflama contra el espíritu de losreformatorios y un corte de mangas al buenismo colectivo. AGenet, investido con la túnica de apóstol del mal, le repugnabaque la sociedad pretendiera reformar y reconducir a los pequeñosdelincuentes como si fueran corderos descarriados. Pero cuandoGenet defiende a los niños criminales se está defendiendo a símismo, y sus zarpazos son los de un gato panza arriba. Francia

siempre ha sido una especialista en santificar a sus maudits. Y a éllo habían santificado en vida, lo habían castrado. De ahí que en sucanto rabioso a los “malos salvajes” resuene un patetismo trágico,el del héroe diabólico reducido a enfant terrible.

Sartre escribió en Saint Genet que si el Marqués de Sadesoñaba con extinguir el fuego del Etna con su esperma, la arro-gante locura de Genet se proponía llegar mucho más lejos, hastamasturbar el universo. El segundo texto, Fragmentos de un discur-so, es el intento fallido de ese gran masturbador que fue Genet,entregado a la locura de escribir un libro total, a la manera deMallarmé, como explica Irene Antón en el prólogo. El resultadofue un fracaso, pero glorioso. Genet se perdió en un laberinto deespejos, siguiendo el rastro del prostituto romano que, preten-diendo birlarle la cartera, le había robado el corazón. O

El niño criminal. Jean Genet. Traducción y prólogo de Irene Antón. ErrataNaturae. Madrid, 2009. 93 páginas. 10,90 euros.

El gran masturbador

Cuando Genet cambió una vida

Evelio Rosero, autor de Los almuerzos. Foto: B. Pérez

Juan Goytisolo (izquierda) y Jean Genet vistos por Loredano.

LIBROS / Narrativa

EL PAÍS BABELIA 12.09.09 9

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George Steiner en TheNewYorkerEdición de Robert BoyersTraducción de María CondorSiruela. Madrid, 2009392 páginas. 23,90 euros

Por Jordi Gracia

ARTÍCULO. PARTE DEL SECRETO está en laspreguntas, y Steiner siempre preguntabien. Por eso sus artículos trasciendenla función del artículo-reseña y adquie-ren sin aspavientos la consistencia deensayos, o de breves capítulos de histo-ria intelectual, en torno a conflictos cru-ciales contemporáneos: pregunta porla turbadora convivencia de barbarie yalta cultura y pregunta por la atraccióndel esoterismo o la mística en escrito-res excepcionales; pregunta por la ra-zón de algunos géneros, como el episto-

lar, y pregunta por la naturaleza secre-ta de las convicciones. En The New Yor-ker Steiner publicó entre 1967 y 1997unos 150 artículos y este libro recogeun puñado nada más, y algunos ya apa-recidos en otras compilaciones traduci-das al español. Pero es mucho y muyintenso: el baile se cierra con un ensa-yo autobiográfico que tiene forma dereseña de un libro sobre el rector de laUniversidad de Chicago en los añostreinta y cuarenta pero se ha abiertocon un extenso y fascinante análisis dela figura del espía e historiador del arteAnthony Blunt. En medio ha estado dis-cutiendo con solvencia las posicioneslingüísticas de Chomsky o ha tratadode entender la particular fascinaciónde la literatura de Céline, y también suslímites, como ha lamentado las espira-les automáticas de Thomas Bernhardsin discutir su valor o ha discutido elvalor de demasiadas simplezas superfi-ciales de E. M. Cioran, como ha extraí-do del primer tomo de la autobiografíade Bertrand Russell algunos elementosreflexivos cruciales y un retrato de per-sonaje equilibrado entre la fría veraci-dad del autobiógrafo y la impiedad aso-ciada.

Todos estos casos, por no decir quetodos los incluidos en el libro, tienenuna virtud común: son autores que handesafiado las convenciones y las tradi-

ciones asentadas; son autores con voca-ción de radicalidad y sobre todo de li-bertad segura de asumir los riesgos deesa libertad, incluido Albert Speer y susdiarios (antes de su obra autobiográfi-ca más conocida), incluido el músicoAnton Webern y el ostracismo que lesalvó del nazismo militante, la narrati-va y el teatro de Samuel Beckett o elGeorge Orwell de 1984. Pero más alládel acierto en preguntar y el acierto enescoger a los autores, hay otro factorreservado a muy pocos: ya no es sólo lavoluntad de comprender los mundosintelectuales de los autores particu-lares, sino la aptitud para hacerlo des-de la solvencia de una informacióncompleta, suficiente, sobre las trayecto-rias y las inquietudes de cada uno deellos. El último peldaño para hacer es-tos ensayos insustituibles es la sutil in-teligencia para armar retratos sintéti-

cos con brío de autor,donde las síntesis ver-tiginosas se cruzan ysolapan con asuntoscruciales de nuestromundo contemporá-neo. El Steiner que ha-bla en estos ensayoses una creación genui-namente literaria, ensu plena madurez vi-tal, y dispuesto a iden-tificar la excelenciamás allá de la psicopa-tología, como en el en-sayo dedicado a Simo-ne Weil y su obstinadamortificación en vidacomo método de com-prensión del mundo.Es muy posible queSteiner esté autorre-tratándose con elegan-cia cuando explica lascondiciones necesa-rias del gran erudito,el que se fía obstinada-mente “de su nariz deperro trufero para eldocumento oculto pe-ro clave” y “despliegaa partir de él la aplica-ción, la inferencia ge-neralizadora”. Y aun-que éstos no sean en-sayos de erudición si-no de crítica cultural

—y no literaria solamente— opera unresorte creativo y estilístico que dotade autonomía a los textos. Porque cadaautor y cada libro es en el fondo unamarre que sirve para ahondar en laspropias intrigas, como si el mundo delos otros valiese también como meca-nismo de exploración de las propiasintuiciones o sensaciones. Por eso tan-tas veces los ensayos de Steiner poseenla autonomía de la literatura de ficción:funcionan poderosamente como textosliterarios, persuasivos, y alimentan nola curiosidad informativa sino la inda-gación reflexiva del lector. Y Steiner sa-be que la combinación de todo ello lohace un clásico imbatible en estos suti-les equilibrios entre la soberbia del au-tor y la humildad del crítico. Su estimapor Jorge Luis Borges es la más alta yen el balance general de su particular“extravagancia” no calla ni la propen-sión preciosista de su literatura ni la“elaboración rococó que puede ser cau-tivadora pero también asfixiante” por-que el orden borgiano se aleja “del acti-vo desaliño de la vida”. La síntesis finales casi mágica al presentar un Borges“anarquista y arquitecto; sus sueños so-cavan y reconstruyen el paisaje chapu-ceado, provisional, de la realidad”. Va-le la pena no callarlo: después de leer aSteiner lo mejor que se puede hacer esolvidarlo. O

Restauración y DictaduraRamón Villares y Javier Moreno LuzónCrítica / Marcial Pons. Madrid, 2009760 páginas. 33 euros

ENSAYO. ESTE VOLUMEN de la magnífica Histo-ria de España que dirigen Josep Fontana yRamón Villares cubre ese periodo tan decisi-vo en el que muchas cosas parece que toda-vía podían hacerse, pero que no se hicieron:de la Restauración (1876) a la Dictadura dePrimo (1923-1930). Ese tramo está sobradode jalones en los que detenerse como la pe-núltima guerra de Cuba, el primer reinadode la Restauración, el asesinato de Cánovas,la Gran Guerra y la propia censura que supu-so el golpe de Miguel Primo de Rivera, perouno de ellos gigantea sobre todos los demás,el 98. Por eso puede decirse que la obra secompone de dos libros y no uno; un antes yun después de la fecha que permitió decir alos españoles aquello de “más se perdió enCuba”. En la primera etapa restauracionistadomina un mecanismo que comunica la Es-

paña real con la oficial, el caciquismo queaunque no era la democracia, sí, probable-mente, lo único a lo que podían aspirar losespañoles para que medio funcionaran lasinstituciones. Esos fueron los años, brillante-mente explorados por Villares, en que aúnse podía intentar que España fuera Francia,con la despensa y escuela de Costa, y lafabricación de un Estado-nación cuyas gra-ves insuficiencias, arrastradas hasta el pre-sente, ilustran hoy la kale borroka y un rege-neracionismo catalanista que ya sólo mirahacia sí mismo. El gran parteaguas nacionalque saca todas las vergüenzas al aire será laguerra hispano-norteamericana; es la Espa-ña sin pulso de Silvela con la pendiente ha-cia algún tipo de solución quirúrgica quefue la primera dictadura, y sobre la que aúnse discute si murió o no el enfermo en lamesa de operaciones. ¿Iba la Restauraciónhacia una modernidad, de la que no podríaapartarla ni Primo? como sostienen Ray-mond Carr y Shlomo Ben Ami, o era ¿un culde sac que chapoteaba sobre el propio terre-no? Pero a lo largo de ambos subperiodos lomás notable es lo que España no hizo: segre-gar una teoría de sí misma como naciónbien fuese plural, regional, “mancomuna-da”, iberoamericanizada, o lo que sea, todomejor que esperar mano sobre mano a quealguien proclamara al amparo de una gue-rra un presunto destino en lo universal, o loque es lo mismo: nacional-catolicismo. Y sialgo hay que reseñar en un brevísimo y leví-simo “debe”, es posible que a la obra leconviniera un poco más de Europa alrede-dor, sobre todo en el primer libro, para disi-par dudas de que España haya sido nuncadiferente. Puede que España comience a seren 1812, pero lo seguro es que esa promesano fue atendida en los cien años siguientes.Después vino Franco y ya el cataclismo tuvoque ser inenarrable. M. Á. Bastenier

La filosofía como forma de vidaPierre HadotTraducción de María Cucurella MikelAlpha Decay. Barcelona, 2009266 páginas. 29,50 euros

FILOSOFÍA. POR EXTRAÑO que parezca, Hadotfue el hombre en el que creyó Foucault y alque ayudó a entrar en el club de los sabios:el Colegio de Francia. Pero no es tan asom-broso si se tiene en cuenta lo obsesionadoque estaba Foucault por la filosofía comoforma de vida y, ya entonces, antes de entraren el Colegio de Francia, Hadot había redes-cubierto una de las claves fundamentalespara la interpretación y asimilación del pen-

samiento antiguo, sintetizada en la idea deque para los griegos y los romanos la filoso-fía era una forma de vida que determinabauna forma de conducta, además de un ma-gisterio siempre basado en el diálogo y en elsistema de preguntas y respuestas. Por eso,Hadot evidenció que los ejercicios espiritua-les que más tarde caracterizarían a ciertascorporaciones cristinas estaban basados enlos ejercicios reflexivos que hacían todos losfilósofos antiguos, y no sólo los que pertene-cían a sectas como la pitagórica, basadas enla meditación. Con estas y otras iluminacio-nes se va a encontrar el lector en La filosofíacomo forma de vida, las conversaciones queHadot mantuvo con Carlier y Davidson, bue-nos conocedores de su pensamiento. El li-bro se convierte así en una guía perfecta dela vida y las reflexiones de Hadot, así comoen una arqueología de su pensamiento, des-de sus orígenes católicos a su posterior desa-rrollo neopagano. Jesús Ferrero

Ser quien eres: Ensayos para unaeducación democráticaEmilio LledóIntroducción de Antonio Bernat MontesinosPrensas Universitarias de ZaragozaZaragoza, 2009. 284 páginas. 22 euros

ENSAYO. RESULTA SIGNIFICATIVO que algunosde los pensadores españoles más conocidosy que suelen ser identificados con la filoso-fía que se hace en este país se reconozcan así mismos como pedagogos y, como tales,den un papel decisivo a la educación en laconstitución ética de los ciudadanos. Piensoen José Antonio Marina, en Fernando Sava-ter y, a tenor de este volumen —que recogeartículos de prensa, conferencias e interven-ciones públicas a lo largo de los últimostreinta años— en Emilio Lledó. Aunque es

inevitable establecer muchas diferencias,los tres ponen un especial énfasis en su pa-pel como educadores, no rechazan para síla etiqueta de pedagogos y atribuyen a laeducación en todos los niveles una funcióndecisiva para la formación del ciudadano yla consolidación de los valores de la socie-dad española democrática. En la figura inte-lectual de Lledó se funden tres acervos quedan a su personal y sostenida labor comopedagogo un sesgo inconfundible. Por unaparte, la pasión de enseñar, que Lledó en-tiende como relación íntima y fecunda en-tre maestro y alumno sin más mediaciónque el lenguaje y la memoria común. Ensegundo, la herencia de la tradición herme-néutica alemana que Lledó aprendió de sumaestro Gadamer: la hospitalidad y la tole-rancia en el contraste de las ideas y el placerde la permanente conversación entre razo-nes. Y, lo que quizá sea su pauta más perso-nal: su reconocida capacidad para interpre-tar productivamente la paideia de la Greciaclásica como ideal irrenunciable de la educa-ción moderna. Esta fusión de la tradiciónantigua con la Ilustración marca no sólo suvocación y su tarea como pensador sinoque configura un auténtico compromiso in-telectual y político. Enrique Lynch

Portada de The New Yorker.

La historia intelectualsegún Steiner

LIBROS / Ensayo y Narrativa

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Clarke Street 64Andrew HolmesTraducción de Julia Osuna Aguilar451 Editores. Madrid, 2009440 páginas. 19,50 euros

Por Marcos Giralt Torrente

NARRATIVA. LA CRÍTICA británica ha com-parado a Andrew Holmes (Inglaterra,1972) con Martin Amis, Ian McEwan oNick Hornby. A juzgar por Clark Street64, su tercera novela, la comparaciónno es desacertada. Nos referimos, claroestá, al mundo que en ella se represen-ta, cercano al de novelas como La infor-mación, Amor perdurable o Un gran chi-co. La inspiración realista en el retratode la sociedad británica de hoy, y, másespecíficamente, de la londinense, asícomo el soterrado humor paródico mer-ced al que la tentación costumbristaqueda cauterizada, son claramente simi-

lares. No lo es, en cambio, el Londres enel que sus personajes viven. Atrás quedala ciudad más o menos chic de las nove-las de Amis o McEwan, e incluso la pro-letaria de Hornby. Holmes nos habla deun Londres interracial poblado de man-gantes de medio pelo, de perdedoresque caminan a disgusto por el lado oscu-ro de la vida; gentes que dieron un malpaso y torcieron su rumbo pero que ca-recen de una verdadera vocación crimi-nal. Es el caso de Dash y Max, que seven involucrados sin quererlo en el se-cuestro de un niño y cuyos desvelos pa-ra zafarse del calamitoso destino que losamenaza sostienen la trama. Holmes de-muestra talento para el enredo cómicoy la creación de vidas. Cabe reprocharlesu falta de contención, que necesite con-tarlo todo, y que, más allá de la inten-ción redentora implícita en la compren-sión que destila por las debilidades desus personajes, no se intuya una volun-tad reflexiva de mayor calado. O

Perdedores con agallas

El guardián de la auroraRichard ZimlerTraducción de Albert VitóDestino. Barcelona, 2009475 páginas. 19,90 euros

NARRATIVA. RICHARD ZIMLER (NUEVA YORK,

1956) consiguió con El último cabalista deLisboa un éxito internacional gracias a unaobra sobre los pogromos de la Lisboa de1506. Medianoche fue el segundo título desu trilogía sobre los sefarditas portugueses,que finaliza con El guardián de la aurora.Todas protagonizadas por la familia Zarco.Como en su dos novelas anteriores, el leit-motiv es la resolución de un enigma. Y co-mo en las otras, destaca la diversidad deescenarios, símbolo de la diáspora. Si en Me-dianoche el protagonista viajaba a Américaen pos de un esclavo africano, aquí la acciónse sitúa en Goa, India. El brazo de fuego dela Inquisición llega a las colonias de Portu-gal, cayendo sobre los Zarco. Tiago pierde asu padre, cautivo, y luego es desgajado de suvida por una delación. Sufre el auto de fe ysobrevive sólo para resolver el enigma delodio que se cernió sobre su casa. Zimler esun narrador cuidadoso con los detalles y laatmósfera de su historia. Intuitivo pero se-rio, suele transitar por senderos que conocebien y esto comunica veracidad. Es brillanteen la construcción de personajes y su psico-logía peculiar, rara y sugerente. El resultadoes una excelente novela histórica, en la fron-tera de lo sentimental y lo verosímil, en laque destaca la obsesión por la identidad y ladignidad, por conmover haciendo partícipede la experiencia humana en situaciones lí-mite. José Luis de Juan

Los hermanos RajkDuncan ShielsTraducción de David StaceyAcantilado. Barcelona, 2009330 páginas. 22 euros

NARRATIVA. LAS PURGAS de los años treinta enla URSS se reanudaron, después de la Segun-da Guerra Mundial, en los países satélites.La limpieza empezó por Hungría. Al pocode que el partido comunista dirigido porMatías Rakosi se hiciese con el poder, elimi-nó al más carismático de sus subalternos, elministro del Interior Lazslo Rajk, ex oficialen las Brigadas Internacionales en la GuerraCivil. Apenas obtenido el poder absoluto,Rakosi le aparcó en el insignificante Ministe-rio de Asuntos Exteriores, para darle Interiora Janos Kadar y encargarle que destruyese aquien era su íntimo amigo. Fuese por ansiasde poder o porque le fuera en ello tambiénla vida, Kadar no vaciló, detuvo y torturó aRajk y, chantajeándole con la vida de sumujer y su hijo, consiguió que se autoincul-para en un juicio grotesco y que se le ahorca-ra. El proceso Rajk sirvió de modelo a todaslas purgas que siguieron, desde Sofía 1949 aPraga 1952. En 1956 el mismo Kadar aplastóla insurrección húngara e hizo matar a sulíder, Imre Nagy, y a partir de ese momento,complaciente con el Kremlin pero adoptan-do una economía semiliberal, devino el lí-

der comunista más popular en Occidente.Este ensayo, Un drama familiar europeo,recrea la tragedia de la reciente historia hún-gara al hilo de la pasión y muerte de Rajk, delas peripecias de sus 10 hermanos y de lasactividades de su hijo, destacado disidenteliberal. Un caudal de información puntualprocedente de los archivos de la familiatraza una microhistoria de detallada plasti-cidad dentro del marco de los trágicos acon-tecimientos. Obra de un pulcro periodistabritánico y amigo de la familia, el estilo esameno y claro y sólo le sobran algunas, nomuchas, novelerías. Ignacio Vidal-Folch

El chico de las cigüeñasLuisa CuerdaEdiciones del Viento. A Coruña, 2009154 páginas. 16 euros

NARRATIVA. SI LUISA CUERDA en Otra vida porvivir (Editorial Gens, 2005) nos ofreció unasátira de la vida de urbanización en el extra-rradio de una gran ciudad, ahora con Elchico de las cigüeñas nos brinda una elegíapor el pasado en los pueblos de Castilla.Escrita a dos voces, la de Santiago, un autorque ha logrado un importante premio, y lade su maestro, don Ventura, un ancianoque malvive en una pensión madrileña, lanovela narra su reencuentro. Podría pare-cer que el escritor tan sólo pretende recupe-rar la relación con aquel maestro veneradoy que fue figura de autoridad mientras per-maneció en el pueblo. También podría pa-recer que el maestro, esquivo y gruñón, notiene ningún motivo para seguir el juego aljoven. Sin embargo, les une una mujer, Ma-tilde, la madre de Santiago y enamoradaque fue de don Ventura. Dicho de otro mo-

do, son dos personajes ansiosos por partici-par en el drama familiar freudiano. No hayinocencia ni bondad en la búsqueda deljoven, ni desinterés del viejo. El final, paraquien lea estos diálogos incisivos y disfrutecon la prosa atinada y muy castellana deCuerda. Fernando Castanedo

Los demonios del lugarÁngel OlgosoAlmuzara. Córdoba, 2009190 páginas. 16 euros

NARRATIVA. LIBRO DE CUENTOS, muchos desólo una página, representativos del mun-do narrativo de Ángel Olgoso (Cullar Ve-ga, Granada, 1961). Sus cuentos presen-tan de forma directa, y sin necesidad debuscar justificaciones, un universo imagi-nario donde sueño y realidad se fundenen un todo inextricable. Olgoso demues-tra con su práctica literaria que la capaci-dad de la palabra para fundar realidadesautónomas es ilimitada. La realidad asíformada por palabras vivas puede alejar-se de lo que en la vida cotidiana llama-

mos “real”. El lenguaje barroco, las enu-meraciones llenas de adjetivos insólitos ytérminos abstractos, las inusuales asocia-ciones mentales enriquecen con la mayornaturalidad su mundo rodeado de “nie-bla, sombra y formas atroces”. La prime-ra página es un microrrelato, ‘Viaje’, unametáfora de la vida, tan breve que se gas-ta en tres gestos, subir, sentarse y arran-car. El relato más largo, ‘Los palafitos’, esuna obra maestra. Narra el insólito en-cuentro de un personaje con una reali-dad muy distinta y arcaica de la que haexperimentado hasta entonces. El con-traste entre civilización y primitivismo yla conciencia de que hay en la vida huma-na algo aterrador que ni el progreso másdeslumbrante puede borrar es el fondosignificativo de este cuento, deudor de lainquietante literatura de Arthur Machen.Olgoso engarza con naturalidad cuentosvampíricos, mitos orientales, supersticio-nes medievales e incluso uno kafkiano enque el checo vive el presente acosado porel futuro glorioso que le aguarda tras sumuerte. Lluís Satorras

El pequeño libro de la subversiónfuera de toda sospechaEdmond JabèsTraducción de Sarah MartínTrotta. Madrid, 200880 páginas. 11 euros

ENSAYO. EL LIBRO CLAVE de Edmond Jabès(1912-1991), Libro de las preguntas, epicen-tro de toda su obra, apareció en 1963. En suórbita se sitúa este pequeño libro publicadoen 1982 y por ello sus certidumbres no de-sembocan en ninguna claridad y quietudsino a una especie de interrogación insacia-ble e incansable que afecta a cuestiones co-mo Dios, el tiempo, la memoria, la eterni-dad, el pensamiento, la muerte, el libro, lalectura, el vacío, la nada, la angustia… Losaforismos avanzan y se entrelazan y se enre-dan unos en otros creando una especie detejido en el que toda la existencia está enjuego, y además de una manera susurrantee intensa a la vez, como si la voz baja delsusurro no fuera incompatible con el afánde penetrar en lo que parece en sí mismoimpenetrable. Ésa parece ser la entraña deeste libro: querer saber y no poder saber,intentar entrar y no poderlo hacer del todo,llamar y no ser atendido, solicitar y no oírrespuesta. Por ejemplo, el libro escrito esuna realidad fáctica, objetiva, consolidadapero hay algo en él, y por tanto en la escritu-ra misma, que se escapa, que no se fija, quehuye, que es inapresable, un poco comoquería Blanchot, evidente presencia en másde una ocasión en estas páginas. No es ex-traño que el filósofo Jacques Derrida vieraen Jabès un buen lugar en el que atestiguarsus renuncias a los hechos incontesta-blemente ciertos y a las lecturas incontes-tablemente cerradas. Pura apertura a lo in-definido, a lo inasible, a lo esencialmenteescurridizo, pero también aproximacionesfulgurantes a lo que presumimos como cer-cano a lo que es más esencialmente huma-no. El pequeño libro de la subversión fuerade sospecha es un limpio ejercicio de bús-queda y de afán por conocer lo que talvez sea incognoscible y de decir lo que talvez sea difícil decir. ¿Por qué decirlo enton-ces? ¿Por qué intentarlo? Porque la llamadade las palabras es muy poderosa y porquelas exigencias de la existencia, también. Vi-vir es intentar comprender y la poesía esintentar comprender por qué y para quévivir. “Elevar lo efímero —lo profano— alrango de lo perdurable —lo sagrado—, ¿noes ésta la acción de todo escritor?”. ¿No esésta una bella certidumbre? Ángel Rupérez

Vista callejera de Londres tomada en 2001. Foto: Uly Martín

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Por Patricia Tubella

AUNQUE SEA por una sola vez, arran-car la conversación con Isabel Fon-seca aludiendo a su famoso mari-do viene justificado por razones de

cortesía. La escritora y periodista neoyorqui-na nos recibe en el amplio y exquisito salónde su casa del norte de Londres con el gestoalgo fatigado, la secuela de una “pequeñafiesta” familiar celebrada aquí la víspera conmotivo del 60º cumpleaños de Martin Amis.La prensa británica ha dado cumplidacuenta de la efeméride, una excusa paraimprimir otra vuelta de tuerca a este autorbritánico tan reconocido por su obra comocuestionado a raíz de sus controvertidas opi-niones sobre el mundo de hoy. Fonseca inte-gra la otra mitad de la pareja más glamouro-sa de la élite literaria londinense y, como tal,la publicación en el mercado anglosajón desu novela Vínculo (2008) —que edita Anagra-ma en España— le procuraba una atenciónmediática de la que disfrutan pocos autoresde ficción primerizos. Una ventaja pero altiempo un pesado equipaje.

“La escritura y la edición son dos activida-des muy diferentes, casi opuestas. La prime-ra es un acto privado, que haces por ti mis-ma ajena a influencias, y lo otro se convierteen un acontecimiento público en el que real-mente no tienes la palabra”, subraya dis-tanciándose de la presión que entraña lainvariable etiqueta de “la señora Amis”. Co-laboradora habitual de importantes publi-caciones a ambos lados del Atlántico, elnombre de Fonseca brilla por derecho pro-pio gracias a un magnífico libro sobre loscódigos de la cultura roma (Enterradme depie. La odisea de los gitanos, 1995, reeditadopor Anagrama), traducido a una veintena delenguas. Trece años mediaron entre aqueltrabajo en la mejor tradición de la antropolo-gía de campo y su primera novela. “Por muydiferentes que parezcan, creo que mis doslibros son una continuidad, para mí encar-nan una única voz”, dice sobre ese tránsito,si bien admite que la ficción “te expone y teexige más a la hora de ganarte un lugar”.

Vínculo es la ácida y al tiempo humorísti-ca disección de una pareja de largo recorri-do, de las ansiedades que acompañan a laedad madura y al inevitable declive físico,relatada con una pluma elegante y mordazque revela la habilidad de la autora para elretrato humano. Al encarar ese trabajo, Fon-seca no se sintió intimidada por la talla lite-raria de su compañero “ni tampoco temíasu influencia, porque Amis es tan particularque no podrías emularlo aunque quisieras”.Frente a la tentación de comparaciones su-braya que “el oficio de escribir no es compe-titivo, eso es una invención de la prensa engeneral, porque en la realidad estás sola entu habitación y realmente no importa conquién estés casada”.

El título en inglés de su novela, Attach-ment, entraña un doble significado que noresulta tan obvio en su traducción al espa-ñol. Alude a los vínculos familiares, senti-mentales y emocionales, pero también a ese“archivo adjunto” tan habitual en el tráficode mensajes por Internet, y que en el libro

ejerce de desencadenante de la trama. JeanHubbard es una americana que firma unacolumna sobre temas de salud, casada des-de hace dos décadas con un brillante creati-vo publicitario británico. Mientras su hijapermanece al cuidado del domicilio familiaren Londres, la pareja ha emprendido unaño sabático en una isla del Índico, edénparadisiaco y conjura de las rutinas habitua-les del trabajo y el matrimonio. La protago-nista intercepta por error una carta dirigidaa su marido que le conduce a una cuentasecreta de correo digital y a ese attachmentque descoloca los pilares de su mundo: elmail regala las imágenes pornográficas deuna joven y sugiere una aventura extramari-tal de Mark.

En algún despacho editorial el personajede Jean fue tildado de “poco feminista” (opi-nión muy cuestionable cuando se avanza enla narración), porque, en palabras de Fonse-ca, “querían que fuera heroica, que se en-frentara a su marido” tras el desconcertantedescubrimiento. En su lugar, la protagonistaopta por suplantar la personalidad de Mark,iniciando su propia correspondencia sexualcon esa amante que responde al nombre deGiovana. El tono tragicómico de esos episo-dios constituye uno de los logros del libro.

Si el material literario de Vínculo no co-rresponde tan sólo a la imaginación de laescritora es una cuestión que suscitan losrasgos autobiográficos de su criatura ficti-cia. Jean está a punto de cumplir los 46años, los mismos que tiene Fonseca, ambasson naturales de Nueva York, comparten di-rección en el barrio londinense de Candemy en algún momento pusieron tierra de pormedio para irse a otro lugar. (Fonseca yAmis vivieron en Uruguay entre enero de2004 y septiembre de 2006). “Por supuestoque estaba interesada en escribir sobre laspreocupaciones de una mujer de mi edad ycreo que, como en toda la escritura, eso im-

plica la proyección de las propias ansieda-des. No digo que escribir sea una terapia,pero es una forma de desarrollar ideas des-hilvanadas”, tercia Fonseca. Ni buscó ni evi-tó los paralelismos. Precisa, sin embargo,que su “espíritu” es muy diferente del de laingenua Jean y que en general rehúye identi-ficarse con sus personajes, como tampocopretende que lo haga el lector, porque “loimportante es que trate de desentrañar loque el escritor quiere decir”.

La curiosidad por establecer concomitan-cias entre las dos mujeres (la real y la nove-lesca), y por extensión de sus respectivosmaridos, nace de la fascinación que la pare-

ja Fonseca-Amis ejerce en el Reino Unidodesde que cruzaran sus caminos hace yatres lustros. Su relación se convirtió en lacomidilla del mundillo literario londinensecuando el otrora enfant terrible de las letrasinglesas rompiera con su primera mujer, laacadémica americana Antonia Phillips, conquien tenía dos hijos pequeños. Tambiénacabó plantando a su agente literaria, PatKavanagh, esposa del entonces amigo JulianBarnes. Los dos escritores no volvieron ahablarse. Al igual que hicieran las crónicasde la época al relatar aquella doble ruptura,en tiempos más recientes se ha vuelto a su-gerir la influencia de Isabel Fonseca —porsu condición de judía americana— en el es-coramiento de Amis hacia posiciones muycontrovertidas sobre el peligro islámico o elsesgo antiamericano entre sus conciuda-danos. Inquirida al respecto, elude todocomentario sobre las opiniones de Amis,aunque confirma sin problemas las suyaspropias que detectan un estado de ánimocontrario a Israel en cierto sector del pro-gresismo británico (“empecé a pensar asícuando vine a vivir a este país”). Su apostillasobre tanta controversia, no obstante, sugie-re una lectura de diferente calado: “En Esta-dos Unidos adoran el éxito; aquí lo odian”.

Lleva media vida instalada en las islasbritánicas, desde que aquella joven guapa,culta y rica recalara en la Universidad deOxford, tras graduarse en Columbia, paraestudiar filosofía, políticas y económicas.Nacida y criada en un universo artístico yprivilegiado, es la pequeña de los cuatro hi-

jos del gran escultor uruguayo Gonzalo Fon-seca y la pintora americana Elizabeth Ka-plan, además de nieta por parte materna deun magnate de los zumos. “Lo mejor decrecer en aquel entorno fue la noción deque podías ganarte la vida haciendo lo quete gustaba”, rememora de su niñez y juven-tud en Nueva York. Sobre la mesa de caféreposa el catálogo que el IVAM dedicó en2003 a su hermano Caio Fonseca, cuyasobras exhiben grandes museos como el Me-tropolitan o el Whitney. Las pinturas del ar-tista y las del otro hermano, Bruno (fallecidode sida en 1994), acaparan las paredes delsalón, también forrado de estanterías de li-bros y con el toque delicioso de una máqui-na de millón antigua.

Isabel es la única que no siguió los pasosartísticos de sus padres (su hermana Quinaes diseñadora), a pesar de la propia admi-sión de poseer “mejor ojo” que ese “oído”tan esencial, a su entender, en un buen escri-tor. ¿Por qué se decantó entonces por lasenda literaria? “Me eligió, no lo elegí yo, secruzó en mi camino”. Fonseca enlazó lostiempos de Oxford con una sucesión de tra-bajos en la editorial Bloomsbury, las colabo-raciones con varios medios británicos y suapreciada labor en el suplemento literariode The Times. En 1991 se embarcaba en unrecorrido de cuatro años por los países de laEuropa ex comunista, de convivencia consus comunidades gitanas, que se tradujo enel éxito internacional de Enterradme de pie.Durante los años sucesivos, siguió escribien-do en numerosas publicaciones, participó

en un libro homenaje a su hermano Bruno ytuvo dos hijas con Amis. La salida de unnuevo libro se dilató hasta 2008.

Vínculo surgió de la idea de escribir unrelato corto sobre el robo de identidad que,finalmente desarrollada en novela, se erigeen una reflexión sobre cuán enigmáticospueden resultar entre sí los miembros deuna pareja, aunque se trate de un matrimo-

nio aparentemente sólido. La aparición deGiovana fuerza a la protagonista a mirar conotros ojos no sólo a su marido, sino a símisma. A las decisiones del pasado que mol-dearon su vida, a las inseguridades con elpropio cuerpo ya maduro, porque el idealde la juventud y belleza femenina, sentenciaFonseca, está sobrevalorado “de una formainsana”. Los intercambios internautas su-

mergen a Jean en el lado más obsceno deInternet, en el descubrimiento de la recom-pensa solitaria de la pornografía o en la expe-riencia tan mortificante como placentera deuna noche de sexo salvaje.

Toda fantasía se desvanece cuando el per-sonaje debe encarar los resultados inciertosde unos análisis médicos y la enfermedad desu padre. Fonseca coincide en que el paso

del tiempo, cómo encaramos el hecho deenvejecer, es una de las cuestiones principa-les en el trasfondo del libro. El relato destilaun sentimiento de nostalgia, la necesidad de“revisitar los valores de juventud”, en pala-bras de la autora, cuando la protagonistaregresa a su Nueva York natal. Si Fonsecacomparte esa morriña no lo confiesa exacta-mente durante la entrevista, aunque sí mani-fiesta contundente: “No quiero vivir siempreen el Reino Unido”. Lo explica en un inglésque no ha perdido su marcado acento ameri-cano a lo largo de todos estos años. Punteala conversación con algunas expresiones ypalabras en español, la lengua paterna quedice no dominar como desearía.

Apenas lo practica desde la etapa vividaen Uruguay, dos años y medio durante loscuales se entrevistó con allegados de los de-saparecidos bajo la dictadura militar paraescribir un libro con el que en su momentono se atrevió. Una parte de su familia sufrióla represión, y se sentía demasiado implica-da: “Es un país tan pequeño que todo elmundo se conoce y tiene una relación perso-nal con los dos lados del drama”. Ahora estádecidida a regresar al tema con una nuevaobra de ficción en la que está trabajandosobre la amistad de dos mujeres en aquelladura década de los setenta. No quiere reve-lar más detalles porque entonces “la historiamuere contigo”.

Su rincón de escritora está en el últimopiso de la casa familiar, “el lugar más lejanoque puedo conseguir” del estudio de MartinAmis, ubicado en una cabaña del jardín. Fon-seca define la convivencia de los dos escrito-res como “una soledad compartida”, unasuerte de apoyo mutuo cuando cada unoestá encerrado en su propio universo. “Vol-carte en un libro es tan absorbente que aca-bas viviendo con esa otra gente que es ahoratu verdadera familia, y quienes te rodeantienen que pagar un precio. Intento protegerde ello a mis hijos, pero no puedo imaginar-me estar casada con una persona que salierade la oficina a las siete de la tarde… Martinentiende mejor que nadie que, además deesposa y madre, soy escritora”. Sobre su de-but en la novela explica que no dio a leerVínculo a su marido hasta después de termi-narla, “y tampoco fue la primera persona”.Cuando añade enigmáticamente que “que-ría que le gustara, pero ¿quién sabe?”, seimpone preguntarle si realmente desconoceel veredicto de Martin Amis: “Bueno, no esuna persona que desvele fácilmente sus sen-timientos, pero me dio muy buenas notasporque es un lector muy inteligente”. O

Vínculo. Isabel Fonseca. Traducción de Eva Alma-zán. Anagrama. Barcelona, 2009. 392 páginas.19,50 euros. En catalán: Vincle. Traducción: JoanPuntí. Empúries. Barcelona, 2009. 320 páginas.19,50 euros.

Enterradme de pie. Isabel Fonseca. Tradución deJosé Manuel Álvarez Flórez. Anagrama. Barcelo-na, 2009. 392 páginas. 19,50 euros.

Isabel Fonseca“En Estados Unidosadoran el éxito; enInglaterra lo odian”El archivo adjunto de un mensaje electrónicodesencadena la trama de Vínculo, primeranovela de la escritora, que disecciona larelación de una pareja de largo recorrido

“Por muy diferentes que parezcan, creo que mis librosson una continuidad, encarnan una única voz”, dice Isa-bel Fonseca, autora de Vínculo. Foto: Carmen Valino

“No temía su influencia,porque es tan particularque no podrías emularloaunque quisieras”, dice desu marido, Martin Amis

LIBROS / Entrevista

12 EL PAÍS BABELIA 12.09.09

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Por Patricia Tubella

AUNQUE SEA por una sola vez, arran-car la conversación con Isabel Fon-seca aludiendo a su famoso mari-do viene justificado por razones de

cortesía. La escritora y periodista neoyorqui-na nos recibe en el amplio y exquisito salónde su casa del norte de Londres con el gestoalgo fatigado, la secuela de una “pequeñafiesta” familiar celebrada aquí la víspera conmotivo del 60º cumpleaños de Martin Amis.La prensa británica ha dado cumplidacuenta de la efeméride, una excusa paraimprimir otra vuelta de tuerca a este autorbritánico tan reconocido por su obra comocuestionado a raíz de sus controvertidas opi-niones sobre el mundo de hoy. Fonseca inte-gra la otra mitad de la pareja más glamouro-sa de la élite literaria londinense y, como tal,la publicación en el mercado anglosajón desu novela Vínculo (2008) —que edita Anagra-ma en España— le procuraba una atenciónmediática de la que disfrutan pocos autoresde ficción primerizos. Una ventaja pero altiempo un pesado equipaje.

“La escritura y la edición son dos activida-des muy diferentes, casi opuestas. La prime-ra es un acto privado, que haces por ti mis-ma ajena a influencias, y lo otro se convierteen un acontecimiento público en el que real-mente no tienes la palabra”, subraya dis-tanciándose de la presión que entraña lainvariable etiqueta de “la señora Amis”. Co-laboradora habitual de importantes publi-caciones a ambos lados del Atlántico, elnombre de Fonseca brilla por derecho pro-pio gracias a un magnífico libro sobre loscódigos de la cultura roma (Enterradme depie. La odisea de los gitanos, 1995, reeditadopor Anagrama), traducido a una veintena delenguas. Trece años mediaron entre aqueltrabajo en la mejor tradición de la antropolo-gía de campo y su primera novela. “Por muydiferentes que parezcan, creo que mis doslibros son una continuidad, para mí encar-nan una única voz”, dice sobre ese tránsito,si bien admite que la ficción “te expone y teexige más a la hora de ganarte un lugar”.

Vínculo es la ácida y al tiempo humorísti-ca disección de una pareja de largo recorri-do, de las ansiedades que acompañan a laedad madura y al inevitable declive físico,relatada con una pluma elegante y mordazque revela la habilidad de la autora para elretrato humano. Al encarar ese trabajo, Fon-seca no se sintió intimidada por la talla lite-raria de su compañero “ni tampoco temíasu influencia, porque Amis es tan particularque no podrías emularlo aunque quisieras”.Frente a la tentación de comparaciones su-braya que “el oficio de escribir no es compe-titivo, eso es una invención de la prensa engeneral, porque en la realidad estás sola entu habitación y realmente no importa conquién estés casada”.

El título en inglés de su novela, Attach-ment, entraña un doble significado que noresulta tan obvio en su traducción al espa-ñol. Alude a los vínculos familiares, senti-mentales y emocionales, pero también a ese“archivo adjunto” tan habitual en el tráficode mensajes por Internet, y que en el libro

ejerce de desencadenante de la trama. JeanHubbard es una americana que firma unacolumna sobre temas de salud, casada des-de hace dos décadas con un brillante creati-vo publicitario británico. Mientras su hijapermanece al cuidado del domicilio familiaren Londres, la pareja ha emprendido unaño sabático en una isla del Índico, edénparadisiaco y conjura de las rutinas habitua-les del trabajo y el matrimonio. La protago-nista intercepta por error una carta dirigidaa su marido que le conduce a una cuentasecreta de correo digital y a ese attachmentque descoloca los pilares de su mundo: elmail regala las imágenes pornográficas deuna joven y sugiere una aventura extramari-tal de Mark.

En algún despacho editorial el personajede Jean fue tildado de “poco feminista” (opi-nión muy cuestionable cuando se avanza enla narración), porque, en palabras de Fonse-ca, “querían que fuera heroica, que se en-frentara a su marido” tras el desconcertantedescubrimiento. En su lugar, la protagonistaopta por suplantar la personalidad de Mark,iniciando su propia correspondencia sexualcon esa amante que responde al nombre deGiovana. El tono tragicómico de esos episo-dios constituye uno de los logros del libro.

Si el material literario de Vínculo no co-rresponde tan sólo a la imaginación de laescritora es una cuestión que suscitan losrasgos autobiográficos de su criatura ficti-cia. Jean está a punto de cumplir los 46años, los mismos que tiene Fonseca, ambasson naturales de Nueva York, comparten di-rección en el barrio londinense de Candemy en algún momento pusieron tierra de pormedio para irse a otro lugar. (Fonseca yAmis vivieron en Uruguay entre enero de2004 y septiembre de 2006). “Por supuestoque estaba interesada en escribir sobre laspreocupaciones de una mujer de mi edad ycreo que, como en toda la escritura, eso im-

plica la proyección de las propias ansieda-des. No digo que escribir sea una terapia,pero es una forma de desarrollar ideas des-hilvanadas”, tercia Fonseca. Ni buscó ni evi-tó los paralelismos. Precisa, sin embargo,que su “espíritu” es muy diferente del de laingenua Jean y que en general rehúye identi-ficarse con sus personajes, como tampocopretende que lo haga el lector, porque “loimportante es que trate de desentrañar loque el escritor quiere decir”.

La curiosidad por establecer concomitan-cias entre las dos mujeres (la real y la nove-lesca), y por extensión de sus respectivosmaridos, nace de la fascinación que la pare-

ja Fonseca-Amis ejerce en el Reino Unidodesde que cruzaran sus caminos hace yatres lustros. Su relación se convirtió en lacomidilla del mundillo literario londinensecuando el otrora enfant terrible de las letrasinglesas rompiera con su primera mujer, laacadémica americana Antonia Phillips, conquien tenía dos hijos pequeños. Tambiénacabó plantando a su agente literaria, PatKavanagh, esposa del entonces amigo JulianBarnes. Los dos escritores no volvieron ahablarse. Al igual que hicieran las crónicasde la época al relatar aquella doble ruptura,en tiempos más recientes se ha vuelto a su-gerir la influencia de Isabel Fonseca —porsu condición de judía americana— en el es-coramiento de Amis hacia posiciones muycontrovertidas sobre el peligro islámico o elsesgo antiamericano entre sus conciuda-danos. Inquirida al respecto, elude todocomentario sobre las opiniones de Amis,aunque confirma sin problemas las suyaspropias que detectan un estado de ánimocontrario a Israel en cierto sector del pro-gresismo británico (“empecé a pensar asícuando vine a vivir a este país”). Su apostillasobre tanta controversia, no obstante, sugie-re una lectura de diferente calado: “En Esta-dos Unidos adoran el éxito; aquí lo odian”.

Lleva media vida instalada en las islasbritánicas, desde que aquella joven guapa,culta y rica recalara en la Universidad deOxford, tras graduarse en Columbia, paraestudiar filosofía, políticas y económicas.Nacida y criada en un universo artístico yprivilegiado, es la pequeña de los cuatro hi-

jos del gran escultor uruguayo Gonzalo Fon-seca y la pintora americana Elizabeth Ka-plan, además de nieta por parte materna deun magnate de los zumos. “Lo mejor decrecer en aquel entorno fue la noción deque podías ganarte la vida haciendo lo quete gustaba”, rememora de su niñez y juven-tud en Nueva York. Sobre la mesa de caféreposa el catálogo que el IVAM dedicó en2003 a su hermano Caio Fonseca, cuyasobras exhiben grandes museos como el Me-tropolitan o el Whitney. Las pinturas del ar-tista y las del otro hermano, Bruno (fallecidode sida en 1994), acaparan las paredes delsalón, también forrado de estanterías de li-bros y con el toque delicioso de una máqui-na de millón antigua.

Isabel es la única que no siguió los pasosartísticos de sus padres (su hermana Quinaes diseñadora), a pesar de la propia admi-sión de poseer “mejor ojo” que ese “oído”tan esencial, a su entender, en un buen escri-tor. ¿Por qué se decantó entonces por lasenda literaria? “Me eligió, no lo elegí yo, secruzó en mi camino”. Fonseca enlazó lostiempos de Oxford con una sucesión de tra-bajos en la editorial Bloomsbury, las colabo-raciones con varios medios británicos y suapreciada labor en el suplemento literariode The Times. En 1991 se embarcaba en unrecorrido de cuatro años por los países de laEuropa ex comunista, de convivencia consus comunidades gitanas, que se tradujo enel éxito internacional de Enterradme de pie.Durante los años sucesivos, siguió escribien-do en numerosas publicaciones, participó

en un libro homenaje a su hermano Bruno ytuvo dos hijas con Amis. La salida de unnuevo libro se dilató hasta 2008.

Vínculo surgió de la idea de escribir unrelato corto sobre el robo de identidad que,finalmente desarrollada en novela, se erigeen una reflexión sobre cuán enigmáticospueden resultar entre sí los miembros deuna pareja, aunque se trate de un matrimo-

nio aparentemente sólido. La aparición deGiovana fuerza a la protagonista a mirar conotros ojos no sólo a su marido, sino a símisma. A las decisiones del pasado que mol-dearon su vida, a las inseguridades con elpropio cuerpo ya maduro, porque el idealde la juventud y belleza femenina, sentenciaFonseca, está sobrevalorado “de una formainsana”. Los intercambios internautas su-

mergen a Jean en el lado más obsceno deInternet, en el descubrimiento de la recom-pensa solitaria de la pornografía o en la expe-riencia tan mortificante como placentera deuna noche de sexo salvaje.

Toda fantasía se desvanece cuando el per-sonaje debe encarar los resultados inciertosde unos análisis médicos y la enfermedad desu padre. Fonseca coincide en que el paso

del tiempo, cómo encaramos el hecho deenvejecer, es una de las cuestiones principa-les en el trasfondo del libro. El relato destilaun sentimiento de nostalgia, la necesidad de“revisitar los valores de juventud”, en pala-bras de la autora, cuando la protagonistaregresa a su Nueva York natal. Si Fonsecacomparte esa morriña no lo confiesa exacta-mente durante la entrevista, aunque sí mani-fiesta contundente: “No quiero vivir siempreen el Reino Unido”. Lo explica en un inglésque no ha perdido su marcado acento ameri-cano a lo largo de todos estos años. Punteala conversación con algunas expresiones ypalabras en español, la lengua paterna quedice no dominar como desearía.

Apenas lo practica desde la etapa vividaen Uruguay, dos años y medio durante loscuales se entrevistó con allegados de los de-saparecidos bajo la dictadura militar paraescribir un libro con el que en su momentono se atrevió. Una parte de su familia sufrióla represión, y se sentía demasiado implica-da: “Es un país tan pequeño que todo elmundo se conoce y tiene una relación perso-nal con los dos lados del drama”. Ahora estádecidida a regresar al tema con una nuevaobra de ficción en la que está trabajandosobre la amistad de dos mujeres en aquelladura década de los setenta. No quiere reve-lar más detalles porque entonces “la historiamuere contigo”.

Su rincón de escritora está en el últimopiso de la casa familiar, “el lugar más lejanoque puedo conseguir” del estudio de MartinAmis, ubicado en una cabaña del jardín. Fon-seca define la convivencia de los dos escrito-res como “una soledad compartida”, unasuerte de apoyo mutuo cuando cada unoestá encerrado en su propio universo. “Vol-carte en un libro es tan absorbente que aca-bas viviendo con esa otra gente que es ahoratu verdadera familia, y quienes te rodeantienen que pagar un precio. Intento protegerde ello a mis hijos, pero no puedo imaginar-me estar casada con una persona que salierade la oficina a las siete de la tarde… Martinentiende mejor que nadie que, además deesposa y madre, soy escritora”. Sobre su de-but en la novela explica que no dio a leerVínculo a su marido hasta después de termi-narla, “y tampoco fue la primera persona”.Cuando añade enigmáticamente que “que-ría que le gustara, pero ¿quién sabe?”, seimpone preguntarle si realmente desconoceel veredicto de Martin Amis: “Bueno, no esuna persona que desvele fácilmente sus sen-timientos, pero me dio muy buenas notasporque es un lector muy inteligente”. O

Vínculo. Isabel Fonseca. Traducción de Eva Alma-zán. Anagrama. Barcelona, 2009. 392 páginas.19,50 euros. En catalán: Vincle. Traducción: JoanPuntí. Empúries. Barcelona, 2009. 320 páginas.19,50 euros.

Enterradme de pie. Isabel Fonseca. Tradución deJosé Manuel Álvarez Flórez. Anagrama. Barcelo-na, 2009. 392 páginas. 19,50 euros.

Isabel Fonseca“En Estados Unidosadoran el éxito; enInglaterra lo odian”El archivo adjunto de un mensaje electrónicodesencadena la trama de Vínculo, primeranovela de la escritora, que disecciona larelación de una pareja de largo recorrido

“Por muy diferentes que parezcan, creo que mis librosson una continuidad, encarnan una única voz”, dice Isa-bel Fonseca, autora de Vínculo. Foto: Carmen Valino

“No temía su influencia,porque es tan particularque no podrías emularloaunque quisieras”, dice desu marido, Martin Amis

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Por Guillermo Altares

HAY ESCRITORES QUE se leen en la infancia yen la juventud a los que no resulta nadarecomendable volver, es mucho mejorque queden confinados en el recuerdo por-que, a diferencia de los buenos vinos, nollevan nada bien el paso del tiempo. Sinembargo, hay algunos autores a los quehay que regresar de forma constante, por-que sus textos ofrecen siempre nuevas lec-turas, son narradores infinitos. Y Jack Lon-don, como R. L. Stevenson, es uno de esosescritores que no se acaba nunca.

Alianza Editorial ha rescatado las anti-guas (y estupendas) traducciones de sucolección de bolsillo con nuevas cubier-tas: desde los grandes clásicos como Col-

millo Blanco, La llamada de la naturalezao El vagabundo de las estrellas hasta librosmenos conocidos, como Asesinatos S.L.,además de sus geniales cuentos (traduci-dos y seleccionados por Carmen Criado):Relatos de los Mares del Sur, El silencioblanco y otros cuentos y Siete cuentos de lapatrulla pesquera y otros relatos. La edito-rial Navona ha rescatado además un extra-ño texto, Antes de Adán, la peste escarlata,una historia de anticipación escrita al finalde su vida, que transcurre entre el pleisto-ceno y el año 2072.

Basta con leer el principio de ColmilloBlanco (“eran las Tierras Vírgenes, la sole-dad salvaje, el helado corazón de los deso-lados yermos del norte”) para sentir todala emoción de la infancia. Pero al adentrar-se de nuevo en aquellos espacios del dolor

blanco, del frío y de la nieve, de la luchacontra una naturaleza invencible, el lectoradulto descubre que estas páginas escon-den mucho más que la infinita aventura

que descubrió en su infancia, que la histo-ria de ese perro guarda una potente metá-fora sobre la humanidad, sobre la destruc-ción del hombre por el hombre.

Jack London (1876-1916) creció en lascalles más duras de San Francisco y ejer-ció todo tipo de oficios, algunos tan pocorecomendables como ladrón de ostras(una forma de ganar mucho dinero) yotros directamente aventureros, comobuscador de oro en el Gran Norte. Alcanzóel éxito literario bastante pronto (en reali-dad, London hizo todo pronto porque mu-rió a los 40 años). Fue un escritor prolífico,un gran navegante desde los 17 años,trabajó como corresponsal de guerra ycambió los sueños de decenas de niños yadolescentes. Sin embargo, el mundo deLondon es mucho más profundo e inquie-tante que los deseos de aventuras, porqueal final sus historias siempre dejan el re-gusto amargo de un mundo hostil en elque hay que luchar por la vida, un mundoque no ha cambiado tanto. O

Los caballos azulesRicardo Menéndez SalmónAlfabia. Barcelona, 2009. 52 páginas. 5 euros

NARRATIVA. EL PODER REINVENTARSE e iniciar una vida nueva esuno de los sueños de muchos. Y esa búsqueda de identidad essólo una de las lecturas de este relato con el que RicardoMenéndez Salmón obtuvo el Premio Juan Rulfo en 2003. Conuna narración que insinúa más que muestra, y muy sugerentesobre los hechos presentes, pasados y futuros del protagonista,Los caballos azules cuenta la vida un hombre que ha dejado deser lo que era y se ha convertido en su antítesis en un ambientede sueño o duermevela. El misterio sobrevuela el relato y asalta

de preguntas al lector, mientras el propio personaje va desvelando su biografía a manerade puzle. Pronto la historia adquiere pinceladas de relato policiaco de dos vidas bifurca-das que se ven abocadas a cumplir con el destino y volver a ser una sola. W. M. S.

El mundoJuan José MillásBooket. Barcelona, 2009. 233 páginas. 8,85 euros

Visión del ahogadoJuan José MillásPunto de Lectura. Madrid, 2009. 237 páginas. 8,95 euros

NARRATIVA. JUAN JOSÉ MILLÁS tenía el encargo de escribir unreportaje sobre sí mismo —sus hábitos y rarezas— pero estabúsqueda introspectiva no concluyó con un artículo sinocon una novela, El mundo, Premio Planeta 2007 y Nacionalde Narrativa 2009. A la vez que se edita en bolsillo, se rescata

un viejo título, Visión del ahogado (1977). Lo protagoniza un ladrón obsesivo que,perseguido por la policía, se refugia en el cuarto de calderas de un inmueble. Para sudesgracia unas plantas más arriba su mujer se mete cada día en la cama de un sádicoamigo de ambos. Sordidez y erotismo se funden en esta obra. E. S.

Anaconda y El regreso de anacondaHoracio QuirogaMenoscuarto. Palencia, 2009. 120 páginas. 8,50 euros

NARRATIVA. LA PALENTINA Menoscuarto reedita a uno de losmaestros del cuento latinoamericano, el uruguayo HoracioQuiroga (1878-1937). En el relato Anaconda (1921), la instala-ción en un deshabitado bungaló de madera del InstitutoSeropático despierta la alarma de las víboras de la selva quetras un congreso consensúan actuar. Si las capturan, estarán“condenadas a entregar su veneno para la preparación desueros antivenenosos” y no hay nada que pueda aterrorizar-las más. Son las culebras —sus “primas sin veneno y ojos de

pescado”— las primeras espías, pero luego las mayores están obligadas a tomar elmando. Mientras que en el segundo cuento, El regreso de anaconda (1925), laserpiente de oscuro terciopelo protagonista ya no es una joven en plenitud de suvigor, sino que ha cumplido treinta años y planea la reconquista del río. E. S.

Infinito Jack London

Marie Curie y su tiempoJosé Manuel Sánchez RonCrítica. Madrid, 2009236 páginas. 9,57 euros

BIOGRAFÍA. LA VIDA DE MARIE CURIE y doble premio Nobel(Física, 1903, y Química, 1911) es abordada de manera muycompleta porque interrelaciona su faceta personal con el ejerci-cio profesional, y con su entorno y la época. El académico ycatedrático de Historia de la Ciencia, José Manuel Sánchez Ronlogra mostrar a una mujer única en su interés científico y congran sensibilidad, donde sobresale su condición de mujer enun mundo que aún estaba poco preparado para ellas. Una de

las dimensiones poco conocidas y que Sánchez Ron destaca de madame Curie es la delpapel que jugó y juega en la industria, y no sólo en el campo científico, pues, porejemplo, sus investigaciones de la radiactividad son clave en el desarrollo actual. R. B.

Por Elisa Silió

PRONTO DIEGO Moreno, editor de NórdicaLibros, se dio cuenta de que en los títulosilustrados tenía un auténtico filón. Sus tresobras más vendidas pertenecen a esta colec-ción. Los concibió como libros-regalo deexquisita encuadernación en tela y, visto eléxito, apostó por una posterior publicaciónen pequeño formato: los miniilustrados. Esdecir, una edición de bolsillo más barata—casi a mitad de precio—, pero de delica-da apariencia con el mismo papel, impre-sión y dibujos. Y vista de nuevo la estupen-da acogida, Nórdica, premio Nacional a laMejor Labor Editorial 2008 con otros sietejóvenes sellos, se ha animado a publicardirectamente en reducido tamaño obrasmás arriesgadas y quizá de peor venta. Es elcaso de La maravillosa historia de PeterSchlemihl, del alemán Adelbert von Chamis-so (1781-1838), con ilustraciones del argenti-no Agustín Comotto (1968). La maravillosahistoria... (1814) es el título más conocidode Chamisso, y en él un hombre enjuto,gris y tímido hace una insólita propuesta aun imprudente joven: venderle esa “hermo-sa sombra que proyecta ante la luz del solcon un cierto noble desdén, sin prestarleatención”. O el relato de terror Vi, del ucra-nio Nikolái Gógol (1809-1852), con dibujosnegros y tenebrosos del argentino Luis Sca-

fati (1947). Según su autor, la obra, reco-mendada por Tolstói para jóvenes entre los14 y los 20 años, cuenta una leyenda popu-lar protagonizada por Vi, “el jefe de los gno-mos, cuyos párpados llegan hasta el suelo”.

Con vistas a este nuevo curso, Nórdicasaca a la venta en formato de lujo Alicia enel país de las maravillas, de Lewis Carroll,con Marta Gómez-Pintado como ilustrado-ra. Y en marzo —coincidiendo con el estre-no de la película de Tim Burton— , su forma-to de bolsillo. Para el pequeño de Hamlet yde Las navidades de un chico en Gales, deDylan Thomas, que se publican esta tempo-rada, habrá que esperar más tiempo.

Su gran sorpresa fue descubrir que estosclásicos de la literatura —algunos, de lectu-ra obligatoria en los colegios— no sólo atra-pan a los adultos, su público original, sino alos jóvenes que hasta ahora veían con rece-lo El festín de Babette, de Isak Dinesen; Bart-leby, el escribiente, de Herman Melville, oSecuelas de una larguísima nota de rechazo,de Charles Bukowski, todos ellos miniilus-trados. Y por esa razón el sello se planteacrear una colección juvenil. O

La maravillosa historia de Peter Schlemihl. Adel-bert von Chamisso. Traducción de Ulrike Michael-Valdés y Hernán Valdés. Ilustraciones de AgustínComotto. 171 páginas. 18 euros. Vi. Nikolái Gógol.Traducción de Víctor Gallego. Ilustraciones deLuis Scarfati. 115 páginas. 15 euros.

Bocados ilustrados

Ilustración de Agustín Comotto para La maravillosa historia de Peter Schlemihl, de Adelbert Chamisso.

EthanHawke, enColmillo blanco (1991), deR. Kleiser.Disney

EQUIPAJE DE BOLSILLO

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Siete maneras de matar un gatoMatías NéspoloLos Libros del Lince. Barcelona, 2009217 páginas. 18 euros

Por Edgardo Dobry

LA LITERATURA argentina vive en la tensiónentre escribir como se escribe y escribir co-mo se habla. Siete maneras de matar un gatoes un ejemplo notorio de esta segunda op-ción: lunfardo, argot juvenil y jerga del sub-mundo del pequeño delito son la lenguaexclusiva de esta primera novela de MatíasNéspolo. Las voces de Roberto Arlt, OsvaldoSoriano y el tango canyengue se mezclan

con las del denominado “nuevo cine argenti-no”: películas como Pizza, birra y faso o Unoso rojo, ambas de Adrián Caetano, son muycercanas al orbe del relato. Al registro colo-quial corresponde un paisaje suburbano, vio-lento, dominado por pequeñas mafias de pu-ño pesado y gatillo fácil, negociantes de todaclase de drogas, donde los jóvenes aprendenantes a usar una pistola que a seducir a unachica. El viejo culto argentino de la hombría,presente en el Martín Fierro, en Lugones, enBorges, se transforma sagazmente aquí enelemento central de una novela de género.

El Gringo, el adolescente que narra superipecia, lee obsesivamente Moby Dick—la única novela que conoce y que es lareferencia con la que todo se compara—, es

socio del taimado Chueco —que lo salvó delreformatorio y ahora lo extorsiona con esadeuda moral— y por el amor de Yanina semete de lleno en una sanguinaria guerra detraficantes. Néspolo (Buenos Aires, 1975),periodista afincado en Barcelona, exhibe to-do el abanico del léxico y las frases hechasdel habla rioplatense —como en los poemasgauchescos, un glosario al final del libro ayu-

da al lector no argentino—. Y lleva progresi-vamente al primer plano el retrato a la vezdramático y mordaz, agudo y fresco, de laactualidad argentina: la crisis crónica, la fron-tera cada vez más estrecha entre mundo civi-lizado y marginalidad sin ley, el futuro deses-perado, la inútil contienda de piquetes,manifestantes y policía, la falsa y excluyenteprosperidad de la ciudad de Buenos Aires. O

Quizá el hijo debe esperar la muerte del padre para entrar en su propia vida. La relación paterno-filial, enla vida o en la literatura, revela la evidencia de que los compromisos se deben asumir, las batallas se debenpelear y de que nada es fácil nunca, para nadie, en ninguna época, en ninguna parte. Por Iván Thays

MI PADRE ESTÁ internado. Duer-me. Ha tenido una isquemiacerebral y luego le han detecta-do un cáncer al colon que tu-

vieron que operar dos veces. Está internadoen el Hospital del Empleado porque eso eslo que ha sido toda su vida, un empleado.Durante el evento Bogotá 39 nos pregunta-ron frecuentemente sobre nuestra relacióncon los autores del boom narrativo, nuestrospadres literarios. Lo que opino de ellos es lomismo que opino sobre mi padre: los admi-ro aunque sostuvieron ideas, escribieron li-bros y tuvieron preocupaciones que no com-parto y que siento completamente ajenas eincluso envejecidas. Veo a mi padre vulnera-ble en esa cama de hospital y pienso en suvida. Y ahora que soy también padre no pue-do dejar de pensar en lo complicado quedebe haber sido para él, como ahora paramí, no sólo pagar cuentas sino compartirconmigo el amor, la educación, la enseñan-za, el tiempo libre. Pienso en lo complicadoque debe haber sido, también, escritor lati-noamericano en una época en que ese arte-facto no existía en el mundo. Mi padre medejó una enseñanza de perseverancia; mispadres literarios también.

¿Qué me ha heredado mi padre? ¿Qué heheredado de los autores del boom? No uncamino para transitar ni una alta vara deexcelencia que debe ser superada, como po-drían pensar algunos, sino la evidencia deque los compromisos se deben asumir, lasbatallas se deben pelear y que nada es fácilnunca, para nadie, en ninguna época, enninguna parte. Antes de la enfermedad demi padre, por coincidencia —aunque lascoincidencias no existen— estuve leyendolibros sobre padres e hijos. El de MartinAmis y su padre, el de Philip Roth y su pa-dre, el de Hanif Kureishi y su padre. Tam-bién leí hace poco, por segunda vez, El olvi-do que seremos de Héctor Abad Faciolince. Adiferencia de los libros de Amis, de Kureishio de Roth, en el de Abad no parece haber unarreglo de cuentas sino, al contrario, rendi-da admiración por aquel padre que le ense-ñó que la felicidad y el amor son no sóloingredientes para una receta familiar sinouna medicina social y preventiva contra laviolencia. Sin embargo, incluso en ese relatotan entrañable de amor filial ocurre el parri-cidio inevitable: el hijo debe esperar la muer-te del padre para entrar en su propia vida.Antes del asesinato del padre, el narrador sepresenta como un joven fallido, incapaz dedomesticar la velocidad de un auto o su pro-pia vida de padre joven sin trabajo. Luego

de la muerte y del exilio, el retorno a Colom-bia lo convierte en el escritor extraordinarioque ahora es y que su padre supo prever.

El cuento más hermoso, más justo, quehe leído sobre la relación padres e hijos esuno de Julio Ramón Ribeyro llamado Lasbotellas y los hombres. En él, un padre queabandonó a su hijo de pequeño va a buscar-lo a su trabajo cuando éste es mayor. El hijoes ahora un joven casi adulto, dedicado a

enseñar tenis en un club donde empezó co-mo recogedor de pelotas extraviadas. A pe-sar de que aún guarda rencor por el padreausente, y siente asco y lástima por las fa-chas de alcohólico y vagabundo del padre,decide invitarlo a beber unas copas con susamigos y luego prestarle un poco de dinero.¿Por qué lo llevó a ese bar? Quizá tenía lasecreta intención de ver cómo su padre loadmiraba y lo necesitaba. Quizá sólo quería

recuperar a su padre. Sin embargo, el hom-bre menoscabado que se le acercó tras lasrejas del club una vez dentro del bar y movi-do por el alcohol asume su verdadera perso-nalidad, aquella que la alejó de su familia.Ahora es un hombre agresivo, ingenioso,parlanchín, seguro de sí mismo, machista. Yen el colmo de su cinismo, olvidando queestá siendo invitado por aquel hijo educadopor la mujer que él abandonó, se atrevióincluso a ofender a la madre del muchacho.Eso colmó el vaso y los resentimientos salie-ron a flote. Luego de una discusión, decidie-ron terminar la pelea a golpes. Los dos cami-nan hacia un callejón detrás del bar, ensilencio. Se internan en la oscuridad, se dis-tancian, se quitan los sacos y muestran lospuños. Ahí tenemos la imagen simbólicafotografiada: padre e hijo a punto de repre-sentar con los puños aquella pelea antiquísi-ma, la pelea tribal por el poder. Sin embar-go, el padre está tan borracho que ante elprimer golpe tropieza y cae. No se levantamás. El hijo entonces hace algo admirablepor su complejidad, por su dramatismo,por su capacidad de resumirlo todo en ungesto: al ver a su padre vencido finalmente,se saca un anillo de rubí y se lo pone en eldedo. Y para evitar que se lo roben, paracuidar la joya y cuidar a su padre, le davuelta a la piedra.

Mi padre ha despertado, me mira conojos húmedos e intenta hablar. Es el dolorde la enfermedad y, al mismo tiempo, estáconmovido de verme al pie de su cama. Am-bos sabemos que hemos peleado nuestrasbatallas muchas veces en aquel callejón os-curo y muchas veces ha sido él quien hadebido levantarme, aunque también he teni-do mis triunfos. Discutir con mi padre o leera los autores del boom con el rabillo del ojo,da lo mismo, son cosas normales, cosas debotellas y hombres diría Ribeyro. Pero ahoraes diferente. Mi padre respira agitado, tienemiedo de morir. Entiende que ahora soy yoel que lo cuida, como antes era él quienvelaba mi sueño de niño enfermizo. Los doslo hemos comprendido. Sonríe y le sonrío.Es como dar vuelta a un anillo para escon-der un rubí. O como leer a los 40 años unanovela de Vargas Llosa, de Carlos Fuentes,de García Márquez o de Julio Cortázar conuna nueva mirada. La mirada de la distan-cia, pero también del agradecimiento. O

Iván Thays (Lima, 1968) ha publicado reciente-mente Un lugar llamado oreja de perro (Anagrama),finalista del Premio Herralde 2008. Tiene el blogliterario notasmoleskine.blogspot.com.

Padres

Ilustración de Fernando Vicente.

Suburbio violentode Buenos Aires

Cartoneros en la plaza de San Martín de Buenos Aires, en 2003. Foto: Patrick Zachmann

CRÓNICAS DE AMÉRICA LATINA

EL PAÍS BABELIA 12.09.09 15

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Quién fuera DiosTibor FisherTraducción de Victoria Alonso BlancoTusquets. Barcelona, 2009289 páginas. 19 euros

Por Javier Aparicio Maydeu

TIBOR FISCHER (1959), que pertenece a lageneración Granta desde que Bill Buford lodio a conocer junto a Hanif Kureishi en elnúmero Best of Young British Novelists, 43(1993), y que junto a Nick Hornby, IrvineWelsh, Jeanette Winterson o Jonathan Coeforma una de las más brillantes promocio-nes de la narrativa británica contemporá-nea, no tiene la fama de la que gozan mu-

chos de sus compañeros de generación, talvez porque su terreno es el humor, y el hu-mor, ya se sabe, muchos piensan que nohay que tomárselo muy en serio. Con todo,Bajo el culo del sapo (1992), su primera nove-la, un relato picaresco y de sátira políticabasado en la vida de su padre, un jugador debaloncesto huido del comunismo húngaro,alcanzó a ser finalista del Booker Prize, yluego vinieron nuevas novelas y un muynotable (y disparatado) libro de relatos, Noapto para estúpidos (2002), humor negro ysarcástico en estado puro, más cerca del bur-lesque centroeuropeo que del british humorde Sharpe o Barnes, la misma línea que si-gue ahora Quién fuera Dios: perdedores sinremedio, chalados neuróticos y fracasadoscon ideas de chorlito, víctimas de una socie-

dad que nos desquicia y a veces nos convier-te en seudohéroes de cómic venidos a me-nos, en caricaturas de lo que pudimos serpero no fuimos, tipos estrafalarios que Fis-her dibuja muy, muy bien. Se puede hacermetafísica de la buena partiendo del humor,y Fisher es valiente, lo intenta y lo consigue.

Quién fuera Dios es una novela que, enrealidad, es una colección de facecias, dehistorietas, sketches o microrrelatos que Fis-cher hilvana hasta componer una tramadisparatada, como lo son casi siempre lassuyas, pero destinada una vez más a hurgaren las ansiedades y angustias del ciudada-no medio, en este caso Tyndale Corbett, uncomercial en paro, cuarentón divorciado ysin perspectivas de nada, que por azar co-noce el lujo en la siempre muy recatadaciudad de Miami, se engancha y juega a serDios para poder deshacerse para siemprede su mediocridad cotidiana. Si decimosque empieza por hacerse con una parro-quia que se llama iglesia del Cristo Fuerte-

mente Armado, y que hay milagros de tra-moya…, entenderemos por dónde va aquíel humor del autor de El coleccionista decoleccionistas, cercano a Monty Python’s, aMel Brooks, descabellado, histriónico, efi-caz a la hora de conseguir numerosos lecto-res que disfruten con la broma aunque lavean venir. Quienes, en cambio, vean en elrevés de la trama una crítica ácida de lasapariencias y los simulacros, del controlsocial a través del poder espiritual, de losvalores que cotizan y los que no en la cíni-ca bolsa de nuestra sociedad carente devalores, sabrán apreciar otros valores de lanovela de Fischer, algo más acordes con lanarrativa literaria que con la comercial.

Divertida y con un ritmo endiablado(que mengua al final), Quién fuera Dios,que podría subtitularse ‘Aventuras y des-venturas del pícaro Tyndale en Florida’, esuna muy buena novela mala (y apuesto aque su autor entenderá la expresión sinmolestarse). O

UNA DE LAS RAZONES por las queme gusta Manhattan es que allícabe a menudo la posibilidad deser el más delgado en un auto-

bús abarrotado de gente. La sensación desentirse (por comparación con los que lerodean) con aspecto famélico es una de lasmás estimulantes que puede experimentaralguien obsesionado por su sobrepeso, aun-que sólo dure lo que el trayecto entre, ponga-mos, Riverside Drive y Union Square. Losmotivos por los que han llegado a ser tangordos los gordos de esta ciudad es algo quepreocupa a las autoridades sanitarias y eco-nómicas, que han visto dispararse el núme-ro de patologías y gastos médicos vincu-lados al sobrepeso. De la extensión de esapreocupación al resto de la sociedad esbuen indicador la enorme bibliografía acer-ca de la obesidad y las dietas disponible enlas librerías. Se diría que todo el mundo seva a poner a régimen de un momento a otroen esta ciudad en la que, por sólo unos centa-vos de más, le upgradúan (el verbo se lo oí aun hispano en un restaurante de comidarápida) a uno el plato que ha pedido hastaconvertirlo en una espuerta de comida conla que no podría ni el renombrado Panta-gruel. Uno de los últimos best sellers sobre laobesa epidemia es The End of Overeating:Taking Control of the Insatiable AmericanAppetite, publicado por Rodale. Su autor,David Kessler, ha sido uno de los responsa-bles de la Food and Drug Administration, laagencia estatal encargada de velar por laseguridad de los alimentos y medicinas quese comercializan en Estados Unidos. Allí sehizo famoso, entre otras cosas, por su de-nuncia de la manipulación de la nicotinallevada a cabo por algunos fabricantes de

cigarrillos para hacerlos más adictivos. Ensu nuevo libro demuestra que la industriade la alimentación también recurre a prácti-cas semejantes para estimular psicológica yquímicamente el deseo del consumidor yaumentar su “apetito” por determinadosproductos, provocando lo que denomina“sobrealimentación condicionada”. El cóc-tel de sal, grasas, azúcares y condimentos delaboratorio se utiliza para fabricar alimentos“irresistibles” que, convenientemente publi-citados, se convierten en objetos de consu-mo habitual de muchas familias modestas. Ycada vez se diseñan más alimentos que nohay que masticar: se tragan sin esfuerzo y sinla pérdida de tiempo que supondría triturar-los. Son agradables y sabrosos. Y engordanmuchísimo. Leyendo el libro de Kessler hesentido envidia de los anacoretas: sentaditosante su cueva mientras los cuervos (tal vez enforma de libro) les acercan el diario sustento.

NegritudesLA TEMPORADA editorial barcelonesa se ini-ció la semana pasada con la fiesta ofrecidapor RBA con motivo de la concesión de supremio internacional de novela “negra”. Labolsa —125.000 eurillos— se la llevó PhilipKerr, de quien recuerdo con especial agradosu entretenido thriller Una investigación filo-sófica (Anagrama, 1996), en el que la adora-ble inspectora Jakowicz perseguía a un asesi-no de nombre Wittgenstein cuyas víctimasse llamaban Locke, Kant, Spinoza o Ber-trand Russell. Kerr también tiene el méritode haber imaginado al estupendo sabuesoBernie Gunther, que deshace entuertos enla Alemania nazi y a cuya serie de aventuraspertenece la novela ahora premiada Si los

muertos no resucitan, que pronto llegará alas librerías. Del mismo modo que hace unpar de años parecía que sólo se vendía lanovela histórica, hoy resulta que la narrativi-dad más jaleada parece refugiada casi exclu-sivamente en la llamada novela “negra”,que es la que se lleva la parte del león delexiguo presupuesto familiar destinado a lacompra de ficciones de papel (incluida laprensa). En la fiesta coincidí con el profesorRico, que además de ser personaje de lasnovelas de Marías, es un ente muy enteni-mentat (juicioso) de carne y hueso y de cuyaconversación siempre me enriquezco. Ha-blome ante unas ahumadas maltas de lasHighlands (en la fiesta de RBA la crisis sólose notó en lo referente al alimento sólido)acerca de una colega petrarquista que en sutodavía próxima juventud había militado enlas Brigate Rosse. No entiendo por qué elprofesor Rico —cuya fortuna personal haaumentado considerablemente gracias a sudedicación a lo literario— no ha comprendi-do el potencial novelesco que encierra unpersonaje semejante. A mí me gustaría leeruna novela negra —negrísima— escrita porRico con una detective hecha a medida deesa nueva Madonna Laura profesoral y (previ-siblemente) alocada de la que enseguida mesentí secretamente enamorado. El motor dela trama podría ser el espantoso asesinato deun académico, de un erudito o de una agen-te literaria. En la intriga —que transcurriríaentre Florencia y Barcelona— estarían impli-cados periodistas (asalariados de Berlusconi)y un nacionalista catalán cuyo padre trabajóa las órdenes de (y fue humillado por) Galin-soga (el fascista de “tots els catalans són unamerda”, que dijo en castellano). Saldrían pu-tas (finas) de la Bonanova y tiradas de la Bo-

quería, velinas de Bari y promotores inmobi-liarios de Caserta y Platja d’Aro. Y hasta JavierMarías tendría un cameo en un avión rumboa Estocolmo. Una autoría como la de Ricoafianzaría sin duda la tendencia al Professor-enroman tan apreciable en la actual produc-ción novelesca española. Si se da prisa podríaquizás obtener el próximo RBA de novelanegra. Y, de paso, persuadir a los organizado-res de la conveniencia de restablecer la mesacon pinchitos de cocina que faltaba este año.

RockNO CREO QUE A Haulen Caulfield, el protago-nista de El guardián en el centeno (1951), lehubiese impresionado la pintada “organizatu rabia”, que lee Martina, la protagonista ynarradora de Deseo de ser punk (Anagrama),en las paredes de su instituto. Aunque suadolescencia también fuera un desierto, susexpectativas no eran tan limitadas como lasde esta pariente espiritual y literaria. En laúltima —y, para mí, más poderosa— novelade Belén Gopegui, la música (cuando porfin la encuentra) es la que consigue organi-zar el malestar de esa adolescente a la quetodos conocemos (ayer, sin ir más lejos, la vien el metro) y le permite aventar su protestaen un mundo en el que se siente de más ysin futuro. En el país donde se registran losmayores porcentajes de fracaso escolar y dedesempleo de jóvenes de Europa, y en elque —lo acabamos de saber— el 14% de loschicos entre 16 y 24 años ni estudia ni traba-ja, Martina no es una (anti) heroína de ex-cepción. Desde su soledad compartida en lacalle, enarbola, como discurso con relieve,su música ni blanda ni pedigüeña. Si se sabeescucharla, comprenderemos su rabia. O

Una comedia ligera

Apetito irresistible

Ilustración de Max.

SILLÓN DE OREJAS Por Manuel Rodríguez Rivero

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Por Roger Salas

LA RIBOT (María J. Ribot, Madrid, 1966)estrenó el último fin de semana de agostoLlámame mariachi en La Comèdie de Gi-nebra, coproducción con el Festival deOtoño de París que se verá este 24 deseptiembre en Bruselas y en noviembreen el Centro Pompidoude París y otras plazas eu-ropeas. Llámame maria-chi, dirigido y coreogra-fiado por La Ribot, es untrío para tres mujeres. Apropuesta de Babelia, lapolifacética artista queha creado un estilo par-ticular y distintivo a par-tir de sus solos, discurresobre temas cercanos asu estética y sus proce-sos creativos.

1 DEL SOLO PROPIO

AL TRÍO DE MUJE-

RES. “O al dúo conMathilde Mon-

nier o al dúo próximocon Anna Williams. Noson ideas preconcebi-das, son cosas que sur-gen porque encuentrocontinuidad con ciertaspersonas y para mí es im-portante entender el tra-bajo como un procesocontinuo, fragmentadotemporal y espacialmen-te por la economía delespectáculo, del arte; opor las muchas otras ra-zones que fragmentan lavida y el trabajo, perodonde doy mucha impor-tancia a la continuidad.He encontrado a estasmujeres: Marie CarolineHominal y Delphine Ro-say en Ginebra, AnnaWilliams en Londres yMathilde Monnier enFrancia. No cultivo el so-liloquio per se. Empezótambién así con las Pie-zas distinguidas, con el striptease, y lo cul-tivé en su momento, también era necesa-rio para mí y además estábamos en unmomento político y económico del Ma-drid de los noventa muy concreto…, perono tiene por qué continuar siendo así.Hominal y Rosay son dos intérpretes queme siguen divertidamente en casi todoslos sentidos, complejos y caprichos, de lacreación. No es fácil, pero casi me sientocomo si estuviera sola. Hay mucho entu-siasmo y mucho respeto en este trabajo.En Laughinh Hole ya estoy con ellas, aun-que lo hice antes sola y lo presenté ensolitario por primera vez en Art unlimitedBasel, un proyecto con Soledad Lorenzo;la versión con ellas es mucho más rica yademás ¡tenemos las mismas batitas queen Carita de ángel [una creación de LaRibot de 1988], donde también éramostres mujeres. Lo reciclo todo, es una for-ma de trabajar con la memoria, y unarealidad permanente. Trabajar con muje-res en escena tiene algo de político, esuna forma de feminismo sin militancia.No milito en nada, porque no sé cómo sehace (me desconcentro en el camino), pe-ro hay simpáticas estrategias que me per-miten imaginar y hablan por sí solas”.

2 EL DESTINO DE LAS PIEZAS DISTINGUI-DAS. “Sigo con las piezas distin-guidas. Tengo proyecto de haceruna nueva serie para Anna Wi-

lliams y para mí, alternándonos, una pie-za para ella, una para mí y así una serielarga, para 2010-2011, y será para la granescena, entendiéndola en toda su dimen-

sión masiva y política, pero está aún enuna fase de proyecto sin concretar. Es-toy esperando a después del estreno deLlámame mariachi para empezar a con-cretar este proyecto que me chifla. Lastres series de las 34 Piezas… pienso aho-ra que quedarán así, grabadas en esemontage-panoramix-filmico (que se pa-rece mucho al Panoramix) para algunos

y para otros en sus retinas, corazones,memoria…, es la condición fundamen-tal del acto vivo, la memoria, y la ‘irre-productibilidad’, la experiencia”.

3 DEFINITIVAMENTE, LA ESCENA O LA

GALERÍA. ESCENARIO CONVENCIONAL

O ESPACIO ALTERNATIVO. “Poco hayde definitivo. Consigo hacer lo

que puedo, con lo que tengo, y acercarmeal máximo a lo que me interesa. No siem-pre es posible, no siempre encajan misideas o necesidades con las de los otros(espacios). Los espacios de convocatoriaal público, a una comunidad reunida (eslo que más me interesa, pues me interesala presencia y lo vivo, y por eso no pintoun cuadro), la escena, la galería, el teatro,los lugares alternativos, son opciones consus requisitos económicos, sociales y polí-ticos algo diferentes o muy diferentes ypor supuesto (y desgraciadamente a ve-ces) demasiado separados disciplinaria-mente. Sin por esto querer o pretenderser interdisciplinar. Pretendo hacer untrabajo autónomo, autóctono como si yofuera un territorio fértil, y libre, como siestuviera presa, llena de códigos, forma-tos, marcos y reglas que cumplir. Sólo meinteresa el ejercicio de la libertad y lapráctica del humor. Me parece que el tra-bajo y la vida se complican en vez desimplificarse, y estas prácticas son funda-mentales, y moverme de un espacio aotro me enriquece, nunca pierdo, de vezen cuando sí me despisto, pierdo el tiem-po de cavar y me quedo en la superficie,pero forma parte del trabajo. Con Mathil-

de Monnier nos vamos a la escena con-vencional, y yo aprendo a colaborar, acompartir y me pongo en forma. Cuandotrabajo para una galería encuentro otrascuestiones, otras personas, otra mirada.Ahora con Llámame mariachi intento pro-bar un sistema, una mirada, un lenguaje.Me renuevo en el movimiento. Algunaspiezas mías han pasado por todo tipo de

espacios, e incluso van de uno a otro casisin cambiar; otras son más site specific,otras se adaptan a nuevos contextos olugares”.

4 LA TEXTURA DE LO COTIDIANO NO SE

AGOTA TEMÁTICAMENTE PERO NECESI-

TA UNA REFLEXIÓN. “Sí, posiblemen-te lo histórico, el documental, la

realidad y lo onírico apetezcan más aho-ra, pero muchas de las cosas que me haninteresado entran en esa textura cotidia-na. Y me siguen interesando; es casi ine-vitable desde los dadaístas, la pinturaflamenca con sus escenas domésticas,los sesenta en general, que son mi infan-cia, Pina Bausch y su magnificencia ge-nial respecto a lo cotidiano, Cage, Filliou,tantas cosas. Pienso que ya en Gustaviahay una reflexión al respecto y en Lláma-me mariachi más libertad, pero caigo enel defecto de que lo insólito lo conviertoen doméstico y accesible para poderlomanipular a mi antojo”.

5 PARTES DE SER UNA BAILARINA EN TO-

DA REGLA, DESDE LA FORMACIÓN A LA

DESINTEGRACIÓN DEL CÓDIGO EN TU

PROPIO LENGUAJE. “Haciendo Gus-tavia con Mathilde he comprendido me-jor mi bagaje de bailarina, de intérprete.Siempre he puesto en mi currículo ‘co-reógrafa’. La forma de atacar el trabajo,la forma de trabajarlo, la forma de man-tenerlo, pertenece en muchas cosas a lacultura del bailarín. Mi interés por lasartes visuales y la capacidad de podertrabajar en vídeo, o con el live art ingles,

de mi época inglesa, son cosas que su-man y no sustituyen. Las disciplinas sonfronteras económicas y académicas, notanto artísticas. Empecé por la danzapues de todas las artes era la que necesi-taba una cierta juventud, pero no tienepor qué ser el fin. Es el principio y labase, el punto de partida, mi interés másnatural. El arte escénico y el arte visual

tienen que ver con lapercepción y la mirada,es una forma de pensarel espacio, medir el sue-lo, observar los objetos(sillas, edificios, ciuda-des) y su movimiento,relacionar ideas y si nose entiende esto, chocascon todo ello. Luego lacuestión política, disci-plinar, social, sería có-mo se plantea esta mira-da, desde dónde, haciaqué, para ser pertinentecon el pasado, con la ac-tualidad, con lo que terodea. Yo no creo que elarte pueda hacer políti-ca, para eso hay que de-dicarse a la política, pe-ro sí puede cuestionar yretomar el contexto enel que vive. Me pareceimportante desarrollaruna mirada personal,un lenguaje que se im-pone ante el código. Metiembla el corazón cuan-do entro en un teatro, ysi está vacío, aún más,pues está lleno de rela-tos, de música, ‘esperan-do’. Pero en una galería,en un lugar de exposi-ción la disposición men-tal es maravillosa, el es-pacio vacío y pequeñocomparado al edificioteatral invita a todo sue-ño e ideas y entoncesme tiemblan las pier-nas. Me interesa el po-der que ejerce la esce-na, y la posibilidad deconvocatoria de un gran

grupo. Me parece más interesante ha-blar a un grupo de 300 personas que auno de 30, me interesa el conflicto deltiempo que pasa, del tiempo que no sevuelve objeto jamás. Pero el espacio delibertad que ofrece el arte contemporá-neo no se puede comparar con el escéni-co que está lleno de códigos, mitos yrelatos”.

6 EL ESTILO. UNA BAILARINA, UN ESTI-

LO. EL ARTE DE DISTINGUIRSE ¿FÓR-

MULA DE ÉXITO O PROCESO QUE NO

TERMINA? “Dentro de esta indisci-plinada, heterogénea y poco jerárquicamente mía, las Piezas distinguidas enca-jaron muy bien y encajan todavía. Es unsistema sin lógica aparente, sin jerar-quías, y que no responde a una sistema-tización, y extrañamente permite el ca-pricho. Para mí es como una ‘cultura’que cultivo con mucho cuidado y queme mantiene el pensamiento vivo, algoque aplico a muchos otros proyectos ycosas de la vida. Ahora con Llámamemariachi, estoy poniendo a prueba estepensamiento ‘largo’, y esta vez con dosintérpretes, es decir, a trío, y lleno decomplejidad, pues no responde a lógicasestablecidas, no hay aparente orden, nohay jerarquías, y por su puesto no eslineal”. O

Llámame Mariachi se representará el próximodía 24 en Bruselas (Les Halles de Schaerbeek); del11 al 14 de noviembre en el Centro Pompidou deParís, y del 20 al 23 de enero de 2010 en Lausana(Arsenic). www.laribot.com/

“Con Llámame mariachi intento probar un sistema, una mirada, un lenguaje. Me renuevo en el movimiento”, señala La Ribot. Foto: Gilles Jobin

El ideario de La Ribot“Sólo me interesa el ejercicio de la libertad y la practica del humor”, dice la artista, que estrena el trío Llámame mariachi

DANZA / Entrevista

EL PAÍS BABELIA 12.09.09 17

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“Para mí es importante terminar con las ideas falsasde mi pasado”, afirma Baselitz, que expondrá sus tra-bajos a partir del cuadro Un día de guerra, del pintorsoviético Geli Korzev. Foto: Martin Mueller

CON 71 AÑOS, Georg Baselitz seempeña en ser un rebelde,un provocador, un hombreincómodo. No le ve otro senti-do al hecho de ser un crea-dor. “El artista es un ser aso-

cial. Eso es así, le guste o no”, afirma deforma categórica. “Es alguien a quien la so-ciedad no necesita en absoluto. No lo quie-re, lo rechaza. Generaciones posteriores qui-zá encuentren interesante lo que el artistaha hecho, pero a sus contemporáneos pro-bablemente les molestará y les disgustará”.

Por ir a la contra, dio en 1969 con unade las claves de su pintura: todas las figurasde sus cuadros están pintadas del revés.Cabeza abajo. “Para empezar, no sigo pin-tando así porque esté loco”, explica. “Estoybastante bien de la cabeza, y ese plantea-miento es algo en lo que pienso constante-mente. En segundo lugar, una idea fija pue-de durar mucho tiempo, toda la vida. Entercero, un artista tiene que hacer algo dis-tinto. Aunque sea un cambio muy peque-ño, alguien va a ser el autor de ese cambio,de ese distintivo”.

No, no está loco. Y le ha ido bastantebien. Está considerado como uno de los másimportantes artistas europeos vivos. Nos re-cibe en su casa, una preciosa residencia dise-ñada por los arquitectos Herzog & DeMeuron, en una localidad en las afueras deMúnich. En los jardines que la rodean estátambién su amplio estudio. Se muestra ama-ble y conversador. Pese al reconocimientointernacional de su obra, mantiene la posi-ción de un outsider. “No diría que soy unburgués normal porque no me creo alguienintegrado en la sociedad. No soy dependien-te del Estado social, de sus estructuras. Soymás independiente, por ejemplo, que un pia-nista. No necesito público para hacer lo quehago. No necesito que nadie vea mis cua-dros. Tampoco necesito ningún encargo es-tatal ni privado. Soy como un artista que entiempos de Franco, en España, emigró aotro país para hacer lo que quería. Que so-brevivió y tuvo éxito. Así es un artista”.

Todo ello tiene ecos muy sonoros relacio-nados con su pasado. Sus primeros añostranscurrieron entre el miedo y la escasezde la Segunda Guerra Mundial. Algunos desus más antiguos recuerdos son los ruidosensordecedores de los bombardeos. Luego,en Berlín Este, como estudiante de arte, fuealeccionado en el realismo socialista. Peroya entonces se mostró reacio y fue expulsa-do por “inmadurez sociopolítica”. En 1958,tres años antes de que se levantara el murode Berlín, se instaló en el sector Oeste yposteriormente se cambió de nombre.Georg Kern se convirtió en Georg Baselitz,nombre de la ciudad donde nació.

Si bien se le considera un neoexpresionis-ta figurativo, él dice sentirse más cercanodel art brut. Con todo, se ha mantenido fiela las disciplinas clásicas de pintura y escultu-ra. “El arte se dividió, en determinado mo-mento, en dos caminos. Los artistas que usa-ban los materiales tradicionales y los quehan buscado otros. Yo he seguido usandolos tradicionales, pero siempre como conse-cuencia de un proceso mental”, explica.

Ha atravesado, sin merma de su presti-

gio, por dos o tres décadas en las que laescena más avanzada del arte ha estado do-minada por el conceptual, una disciplinaque en sus inicios se oponía a la pintura y laescultura tradicionales, y convirtió estos me-dios en algo demodé. Hoy las cosas parecencambiar de nuevo. “Ahora el conceptual haenvejecido y la pintura vuelve a estar demoda”, comenta. “Cuando yo empecé seoía decir que la pintura había muerto. Nun-ca pretendí, ni pretendo, decir que yo teníala razón o que los demás estaban equivoca-dos. Pero la experimentación que se ha veni-do haciendo en el arte ha entrado en unafase de adormecimiento”.

En ese sentido, sostiene que la pinturano existe sin el concepto. “Un trozo de pa-pel sigue siendo para mí el mejor lugar don-de explicar un concepto”, continúa. “Ahí de-jo mis señales y planteo mis cuadros. Es loque he hecho toda mi vida y se me ha consi-derado anacrónico. Los jóvenes vuelven

hoy a la pintura y lo hacen de una formatotalmente novedosa, no pintan como sehacía hace un siglo. De todas formas, nocreo que los materiales del arte hayan sidoen ningún momento un problema. Nadietiene la razón y todos la tienen a la vez. Enarte todo está permitido”.

Bueno, no todo. Baselitz se muestra críti-co con la relación entre el arte y el poder.“Hay un factor en el arte que siempre me hadesagradado, y es el del entretenimiento. Elarte no es entretenimiento, pero mucha gen-te ha querido resaltar ese aspecto. Los políti-cos piensan muchas veces que el arte debellegar a la sociedad y que éste debe ser algoagradable. Creo que el arte concierne prin-cipalmente a los artistas, a esos escasos in-dividuos que tienen una especie de locura,cierta capacidad de hacer lo contrario a loesperado, la de irritar, incomodar, provo-car, darles qué pensar. Es el sentido de lapintura. El principal sentido es ir en contra”.

Y, como ejemplo, añade un comentariosobre España. “Sé que en España hay ungrave problema. Y es que con cada gobierno—de izquierdas, luego de derechas, otra vezde izquierdas— cambian totalmente de polí-tica respecto a la cultura. Cambian a los res-ponsables según el signo de cada gobierno.Y eso es un terrible error que trae sus conse-cuencias. La cultura debe ser independientedel poder. De la dirección política. Es lo queha hecho que la cultura española sea en estemomento totalmente plana, irrelevante”.

Y matiza. “Sin embargo, la sociedad noestá compuesta sólo de gente estúpida ysimple. Hay una pequeña proporción de

gente inteligente, una élite. Esa élite puedeser interesante. En ella puede haber gentede la política o de la iglesia. En el pasadohubo grandes papas que se rodearon degrandes artistas. Pero también ha habidomalos papas sin artistas”.

La exposición que presenta en la galeríaHeinrich Ehrhardt, de Madrid, es una serierealizada hace pocos meses y se basa enuna obra del pintor soviético Geli Korzev.“En los años cincuenta, Korzev pintó unoscuadros que yo conocí siendo estudiante”,relata. “A su regreso de la guerra, del frente,pintó un retrato de Stalin, sólo un boceto.Lo tituló Un día de guerra. Pero Stalin murióy lo sucedió Jruschov, y el culto a la persona-lidad del anterior se acabó. Korzev pintó eselienzo de blanco por encima del dibujo. Loque voy a presentar en Madrid es un trabajo

a partir de ese cuadro. Me interesó el temaporque me siguen preocupando las falseda-des y cosas equivocadas que me enseñaronde niño y de joven en la República Democrá-tica Alemana. Me pregunto por qué me hi-cieron tragar tantas mentiras. Korzev erauno de esos pintores de propaganda. Cuan-do era estudiante, sus cuadros no me moles-taban, pero con el tiempo sí. Para mí esimportante terminar con esas ideas falsasde mi pasado”.

¿Y cuál es la verdad que ha puesto en sucuadro? “He convertido un mal cuadro enuno bueno”, dice con humor (y convic-ción). Otro aspecto curioso de ese cuadro esque no lo ha pintado completamente al re-vés, sino en un ángulo de 90 grados. “Estafalta de orientación es un elemento con elque trabajo. No es importante en sí. Lo que

me interesa es quitarle el suelo al especta-dor. Quiero quitarle al cuadro la base derealidad que el cuadro podría tener”.

En realidad, Baselitz es como un astro-nauta de la pintura para el que no importaqué está arriba y qué está abajo. No se rigepor otra fuerza de la gravedad que no sea laseriedad con que asume su trabajo. Le hacegracia la comparación. “Lo que me importaes mantener siempre que un cuadro no tie-ne nada que ver con la realidad. Pero unavez que has pintado un objeto, ¿cómo hacespara subrayar que ese objeto no es real? Ledas la vuelta. Ponerlo del revés es una per-manente llamada de atención”.

En los últimos diez años ha estado ha-ciendo unos remixes —así los llama él— desus cuadros. Reinterpretaciones de obras desus inicios. “Pintar es como escribir un dia-

rio”, dice. “Son documentos que quedan fi-jos, que figuran en catálogos, en museos. Aveces incomodan o irritan al propio artista.Pero uno se hace mayor y todo parece másdébil. No es que no tengas la potencia sinoque quieres saber cómo vas a dirigir tusfuerzas hacia algo nuevo. Escogí obras dediferentes épocas, una de los sesenta, otrasde los setenta. Las tengo todavía en la cabe-za. Y las he pintado de nuevo como las ha-bría hecho yo hoy. Desde la posición delpresente. Cambian totalmente, pero siguensiendo las mismas”.

Sin embargo, muchos los ha pintado enblanco y negro. “Pintar en blanco y negro es

una buena disciplina. Es un nivel superiorpara mí. No tengo problemas con el color,me resulta algo sencillo. Suelen gustar más.La vida es multicolor. Para pintar en blancoy negro tengo que disciplinarme y concen-trarme mucho. Me gustan porque suelenser más eficientes”.

Es un reto. “Sí, me gustan los proble-mas”, reconoce. “Si piensas en El Greco,admiras su color. Pero si lo piensas en blan-co y negro puede resultar mucho mejor. Enel pasado todos pintaban con color. Era lamanera de reflejar el mundo. No se pensabaque el blanco y negro era mucho más eficaz.Esto sólo se trasluce en los grabados. EnGoya, por ejemplo, sus grabados son mejo-res que sus pinturas”.

La revisión de su propio pasado sigue sien-do una preocupación para Baselitz. En su

estudio hay nuevas pinturas que tienen quever con otro de los artistas del realismo socia-lista, como Brodski, o una obra perdida deOtto Dix. No obstante, no cree que el papeldel artista sea una especie de intérprete delsubconsciente de la sociedad. “Si alguienpiensa que un artista es un catalizador querecibe algún material que él es capaz de tra-ducir, de filtrar, de transformar, está muyequivocado”, apunta. “Un artista es, ante to-do, alguien que ama el arte. Alguien que tie-ne que ver sólo con el arte. No tiene nada quever con la sociedad, salvo que ésta resultauna molestia. Así se mantiene la rebeldía”. O

Georg Baselitz. Pintura 2009. Galería HeinrichEhrhardt. San Lorenzo, 11. Madrid. Del 17 septiem-bre al 21 de noviembre. www.heinrichehrhardt.com/. www.georgbaselitz.com/

Georg Baselitz “repinta” imágenes de su pasadoy explica por qué sus cuadros parecen flotaren el espacio. El artista alemán expone su obramás reciente en Madrid. Por Fietta Jarque

El astronauta de la pintura

“El arte no esentretenimiento.Mucha gente ha queridoresaltar ese aspecto,pero yo lo rechazo”

ARTE / Entrevista

18 EL PAÍS BABELIA 12.09.09

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“Para mí es importante terminar con las ideas falsasde mi pasado”, afirma Baselitz, que expondrá sus tra-bajos a partir del cuadro Un día de guerra, del pintorsoviético Geli Korzev. Foto: Martin Mueller

CON 71 AÑOS, Georg Baselitz seempeña en ser un rebelde,un provocador, un hombreincómodo. No le ve otro senti-do al hecho de ser un crea-dor. “El artista es un ser aso-

cial. Eso es así, le guste o no”, afirma deforma categórica. “Es alguien a quien la so-ciedad no necesita en absoluto. No lo quie-re, lo rechaza. Generaciones posteriores qui-zá encuentren interesante lo que el artistaha hecho, pero a sus contemporáneos pro-bablemente les molestará y les disgustará”.

Por ir a la contra, dio en 1969 con unade las claves de su pintura: todas las figurasde sus cuadros están pintadas del revés.Cabeza abajo. “Para empezar, no sigo pin-tando así porque esté loco”, explica. “Estoybastante bien de la cabeza, y ese plantea-miento es algo en lo que pienso constante-mente. En segundo lugar, una idea fija pue-de durar mucho tiempo, toda la vida. Entercero, un artista tiene que hacer algo dis-tinto. Aunque sea un cambio muy peque-ño, alguien va a ser el autor de ese cambio,de ese distintivo”.

No, no está loco. Y le ha ido bastantebien. Está considerado como uno de los másimportantes artistas europeos vivos. Nos re-cibe en su casa, una preciosa residencia dise-ñada por los arquitectos Herzog & DeMeuron, en una localidad en las afueras deMúnich. En los jardines que la rodean estátambién su amplio estudio. Se muestra ama-ble y conversador. Pese al reconocimientointernacional de su obra, mantiene la posi-ción de un outsider. “No diría que soy unburgués normal porque no me creo alguienintegrado en la sociedad. No soy dependien-te del Estado social, de sus estructuras. Soymás independiente, por ejemplo, que un pia-nista. No necesito público para hacer lo quehago. No necesito que nadie vea mis cua-dros. Tampoco necesito ningún encargo es-tatal ni privado. Soy como un artista que entiempos de Franco, en España, emigró aotro país para hacer lo que quería. Que so-brevivió y tuvo éxito. Así es un artista”.

Todo ello tiene ecos muy sonoros relacio-nados con su pasado. Sus primeros añostranscurrieron entre el miedo y la escasezde la Segunda Guerra Mundial. Algunos desus más antiguos recuerdos son los ruidosensordecedores de los bombardeos. Luego,en Berlín Este, como estudiante de arte, fuealeccionado en el realismo socialista. Peroya entonces se mostró reacio y fue expulsa-do por “inmadurez sociopolítica”. En 1958,tres años antes de que se levantara el murode Berlín, se instaló en el sector Oeste yposteriormente se cambió de nombre.Georg Kern se convirtió en Georg Baselitz,nombre de la ciudad donde nació.

Si bien se le considera un neoexpresionis-ta figurativo, él dice sentirse más cercanodel art brut. Con todo, se ha mantenido fiela las disciplinas clásicas de pintura y escultu-ra. “El arte se dividió, en determinado mo-mento, en dos caminos. Los artistas que usa-ban los materiales tradicionales y los quehan buscado otros. Yo he seguido usandolos tradicionales, pero siempre como conse-cuencia de un proceso mental”, explica.

Ha atravesado, sin merma de su presti-

gio, por dos o tres décadas en las que laescena más avanzada del arte ha estado do-minada por el conceptual, una disciplinaque en sus inicios se oponía a la pintura y laescultura tradicionales, y convirtió estos me-dios en algo demodé. Hoy las cosas parecencambiar de nuevo. “Ahora el conceptual haenvejecido y la pintura vuelve a estar demoda”, comenta. “Cuando yo empecé seoía decir que la pintura había muerto. Nun-ca pretendí, ni pretendo, decir que yo teníala razón o que los demás estaban equivoca-dos. Pero la experimentación que se ha veni-do haciendo en el arte ha entrado en unafase de adormecimiento”.

En ese sentido, sostiene que la pinturano existe sin el concepto. “Un trozo de pa-pel sigue siendo para mí el mejor lugar don-de explicar un concepto”, continúa. “Ahí de-jo mis señales y planteo mis cuadros. Es loque he hecho toda mi vida y se me ha consi-derado anacrónico. Los jóvenes vuelven

hoy a la pintura y lo hacen de una formatotalmente novedosa, no pintan como sehacía hace un siglo. De todas formas, nocreo que los materiales del arte hayan sidoen ningún momento un problema. Nadietiene la razón y todos la tienen a la vez. Enarte todo está permitido”.

Bueno, no todo. Baselitz se muestra críti-co con la relación entre el arte y el poder.“Hay un factor en el arte que siempre me hadesagradado, y es el del entretenimiento. Elarte no es entretenimiento, pero mucha gen-te ha querido resaltar ese aspecto. Los políti-cos piensan muchas veces que el arte debellegar a la sociedad y que éste debe ser algoagradable. Creo que el arte concierne prin-cipalmente a los artistas, a esos escasos in-dividuos que tienen una especie de locura,cierta capacidad de hacer lo contrario a loesperado, la de irritar, incomodar, provo-car, darles qué pensar. Es el sentido de lapintura. El principal sentido es ir en contra”.

Y, como ejemplo, añade un comentariosobre España. “Sé que en España hay ungrave problema. Y es que con cada gobierno—de izquierdas, luego de derechas, otra vezde izquierdas— cambian totalmente de polí-tica respecto a la cultura. Cambian a los res-ponsables según el signo de cada gobierno.Y eso es un terrible error que trae sus conse-cuencias. La cultura debe ser independientedel poder. De la dirección política. Es lo queha hecho que la cultura española sea en estemomento totalmente plana, irrelevante”.

Y matiza. “Sin embargo, la sociedad noestá compuesta sólo de gente estúpida ysimple. Hay una pequeña proporción de

gente inteligente, una élite. Esa élite puedeser interesante. En ella puede haber gentede la política o de la iglesia. En el pasadohubo grandes papas que se rodearon degrandes artistas. Pero también ha habidomalos papas sin artistas”.

La exposición que presenta en la galeríaHeinrich Ehrhardt, de Madrid, es una serierealizada hace pocos meses y se basa enuna obra del pintor soviético Geli Korzev.“En los años cincuenta, Korzev pintó unoscuadros que yo conocí siendo estudiante”,relata. “A su regreso de la guerra, del frente,pintó un retrato de Stalin, sólo un boceto.Lo tituló Un día de guerra. Pero Stalin murióy lo sucedió Jruschov, y el culto a la persona-lidad del anterior se acabó. Korzev pintó eselienzo de blanco por encima del dibujo. Loque voy a presentar en Madrid es un trabajo

a partir de ese cuadro. Me interesó el temaporque me siguen preocupando las falseda-des y cosas equivocadas que me enseñaronde niño y de joven en la República Democrá-tica Alemana. Me pregunto por qué me hi-cieron tragar tantas mentiras. Korzev erauno de esos pintores de propaganda. Cuan-do era estudiante, sus cuadros no me moles-taban, pero con el tiempo sí. Para mí esimportante terminar con esas ideas falsasde mi pasado”.

¿Y cuál es la verdad que ha puesto en sucuadro? “He convertido un mal cuadro enuno bueno”, dice con humor (y convic-ción). Otro aspecto curioso de ese cuadro esque no lo ha pintado completamente al re-vés, sino en un ángulo de 90 grados. “Estafalta de orientación es un elemento con elque trabajo. No es importante en sí. Lo que

me interesa es quitarle el suelo al especta-dor. Quiero quitarle al cuadro la base derealidad que el cuadro podría tener”.

En realidad, Baselitz es como un astro-nauta de la pintura para el que no importaqué está arriba y qué está abajo. No se rigepor otra fuerza de la gravedad que no sea laseriedad con que asume su trabajo. Le hacegracia la comparación. “Lo que me importaes mantener siempre que un cuadro no tie-ne nada que ver con la realidad. Pero unavez que has pintado un objeto, ¿cómo hacespara subrayar que ese objeto no es real? Ledas la vuelta. Ponerlo del revés es una per-manente llamada de atención”.

En los últimos diez años ha estado ha-ciendo unos remixes —así los llama él— desus cuadros. Reinterpretaciones de obras desus inicios. “Pintar es como escribir un dia-

rio”, dice. “Son documentos que quedan fi-jos, que figuran en catálogos, en museos. Aveces incomodan o irritan al propio artista.Pero uno se hace mayor y todo parece másdébil. No es que no tengas la potencia sinoque quieres saber cómo vas a dirigir tusfuerzas hacia algo nuevo. Escogí obras dediferentes épocas, una de los sesenta, otrasde los setenta. Las tengo todavía en la cabe-za. Y las he pintado de nuevo como las ha-bría hecho yo hoy. Desde la posición delpresente. Cambian totalmente, pero siguensiendo las mismas”.

Sin embargo, muchos los ha pintado enblanco y negro. “Pintar en blanco y negro es

una buena disciplina. Es un nivel superiorpara mí. No tengo problemas con el color,me resulta algo sencillo. Suelen gustar más.La vida es multicolor. Para pintar en blancoy negro tengo que disciplinarme y concen-trarme mucho. Me gustan porque suelenser más eficientes”.

Es un reto. “Sí, me gustan los proble-mas”, reconoce. “Si piensas en El Greco,admiras su color. Pero si lo piensas en blan-co y negro puede resultar mucho mejor. Enel pasado todos pintaban con color. Era lamanera de reflejar el mundo. No se pensabaque el blanco y negro era mucho más eficaz.Esto sólo se trasluce en los grabados. EnGoya, por ejemplo, sus grabados son mejo-res que sus pinturas”.

La revisión de su propio pasado sigue sien-do una preocupación para Baselitz. En su

estudio hay nuevas pinturas que tienen quever con otro de los artistas del realismo socia-lista, como Brodski, o una obra perdida deOtto Dix. No obstante, no cree que el papeldel artista sea una especie de intérprete delsubconsciente de la sociedad. “Si alguienpiensa que un artista es un catalizador querecibe algún material que él es capaz de tra-ducir, de filtrar, de transformar, está muyequivocado”, apunta. “Un artista es, ante to-do, alguien que ama el arte. Alguien que tie-ne que ver sólo con el arte. No tiene nada quever con la sociedad, salvo que ésta resultauna molestia. Así se mantiene la rebeldía”. O

Georg Baselitz. Pintura 2009. Galería HeinrichEhrhardt. San Lorenzo, 11. Madrid. Del 17 septiem-bre al 21 de noviembre. www.heinrichehrhardt.com/. www.georgbaselitz.com/

Georg Baselitz “repinta” imágenes de su pasadoy explica por qué sus cuadros parecen flotaren el espacio. El artista alemán expone su obramás reciente en Madrid. Por Fietta Jarque

El astronauta de la pintura

“El arte no esentretenimiento.Mucha gente ha queridoresaltar ese aspecto,pero yo lo rechazo”

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EN SU CUARTO disco largo, Cali retoma la tra-dición zurda de la chanson: impulso airado,agitador, arrebatado. Hijo de italiano y cata-lana, Bruno Caliciuri usa aires flamenquitospara evocar L’espoir, la novela de Malrauxsobre la Guerra Civil española. El argumentocentral del álbum es la necesidad de reaccio-nar, en lo personal o en lo social: Le resistan-ce cita el 6 de mayo de 2007, fecha del triunfopresidencial de Sarkozy. Pero también se en-

frenta a asuntos más peliagudos, como elautomatismo de muchos jueces en procesosde divorcio (Le droit des péres). Tratándosede música que invita a cantar a pleno pul-món, sorprenden los detalles hip-hop o laquerencia guitarrera de varias piezas, heren-cia del pasado punki de Cali. Los créditosdestacan la presencia vocal de Mike Scott yOlivia Ruiz pero resultan más decisivos losarreglos de Ken Stringfellow y la finura de losinstrumentistas. Diego A. Manrique

EL HIJO DEL escritor Philippe Delerm esuno de los niños bonitos de la nouvellechanson en la presente década. Y si biensu capacidad no alcanza el dardo en lapalabra de Brassens ni la sensualidad so-nora de Gainsbourg, él busca en los últi-mos tiempos combinar ingenio literariocon arreglos elegantes. Este cuarto álbumno supone su mejor trabajo (el anterior,Les piqûres des araignée, estaba algunoscuerpos por encima) pero sí recoge partede las virtudes que conforman el encantodel cantautor normando. Entre ellas desta-ca el cimbreo de su voz, sobre todo en loscortes agridulces, aquí superiores a aque-llos en los que Delerm opta directamentepor el humor. Ramón Fernández Escobar

VariosJohnny Cash RemixedCompadre Records

Bill EvansNew Jazz Conceptions52nd Street-Distrijazz

CaliL’espoirVirgin / Galileo

Nova Galega deDanzaTradicciónFalcatruada / Lonxa

Vincent DelermQuinze chansonstót Ou tard /Green Ufos

EL TERCER ESPECTÁCULO de esta compañíade danza contemporánea con música endirecto es también el primero tras la mar-cha del acordeonista Xosé Lois Romero,que hasta ahora había ejercido de composi-tor y arreglista principal para el sexteto. Ysu ausencia se nota: pese a las excelenciasde la escritura del clarinetista Pedro Lamas,el grupo carece ahora de esa versatilidadplural que tanto se agradecía con un tán-dem de autores al frente. Lamas se mantie-ne fiel a la estética de Oregón, Paul McCand-less y el jazz más lírico, y es sorprendentecómo traduce a este lenguaje piezas estric-tamente tradicionales. El trabajo con lasMoliñeiras de Poso es sencillamente espec-tacular, pero, por vez primera en la disco-grafía de NGD, a ratos emerge una ciertasensación de déjà vu. Fernando Neira

SI EL HOMENAJEADO levantase la cabeza, sevuelve al hoyo, tan sólo de escuchar algunasde las 18 canciones que se incluyen en esteabominable disco consentido por su fami-lia. Un grupo de raperos, sampleadores yremezcladores de toda condición se lo mon-tan de maravilla para destrozar una por unavarias de las composiciones del hombre denegro en Sun Records. Ahí es nada: I Walkthe Line, Folsom Prison Blues o Get Rhythm,entre otras. Repleto de remixes y bases, ho-rroriza escuchar la inconfundible voz deCash con un ritmo machacón inaguantabley otras barbaridades. Fernando Navarro

18 Y 27 DE SEPTIEMBRE de 1956: Bill Evansgraba su primer álbum como líder. Faltantodavía tres años para que le robe la silla aWynton Kelly en el conjunto de Miles Davisy cinco para que deje al mundo con la bocaabierta con sus grabaciones a trío desde elVillage Vanguard. En New Jazz Conceptions,el pianista más imitado sobre la tierra deljazz busca su sitio entre las sombras alarga-das de sus maestros. Del bebop quinta-esencial de I love you a las profundidadesinsondables de la interpretación de jazz en-tendida a la manera de Lennie Tristano. Sonen total 11 números (incluyendo la versiónoriginal de Waltz for Debby) más una tomaalternativa y seis extras de otras sesiones delmismo periodo. Junto a Evans, Teddy Ko-tick, al contrabajo, y Paul Motian, a la bate-ría, quien permanecería junto al maestro al-gunos años. Chema García Martínez

Por Carlos Galilea

SÓLO EL NOMBRE en la portada. Su tercerdisco en once años —tras La llorona(1998) y The living road (2003)— se llamacomo ella. “No se me ocurría un título yme pareció una señal. Creo que le va bienal disco porque lo he producido yo mismay me he fiado mucho de mí”, explica estamujer nacida en el Estado de Nueva York ycuyas canciones se escuchan en una pelí-cula de John Sayles, el documental de Ma-donna o la serie Los Soprano.

Hija de un profesor mexicano y unafotógrafa estadounidense, que le puso denombre el de la capital del Tíbet, Lhasavive en Montreal. Llegó con 19 años: “Esuna ciudad que me sienta bien, me da

energía, me calma. Estoy rodeada de gen-te creativa, con muy poco ego, con la queresulta fácil trabajar. Y se puede creartranquilamente. No hay estrés. Canadá esun país enorme con una población peque-ña y eso se nota en la comunidad de losmúsicos. No necesitas pelearte para tenertu espacio”.

Le ha gustado la experiencia de produ-cir por primera vez un disco. Está graba-do con todos los músicos tocando juntos,sin ordenador, sin metrónomo, con suspequeños defectos. “Por la forma en quese trabaja ahora en un estudio, grabandode uno en uno, está todo muy desconecta-do. No puedes reaccionar a lo que estátocando o cantando el otro. Y te sientesun poco solo”.

Lhasa no canta ya en español. “Cada

vez confío más en mi instinto. Son las can-ciones las que me dicen cómo es el disco.Las canciones me han indicado que estedisco era en inglés y yo lo acepto. Cadacanción pide un idioma, una manera decantar y tocar, un tipo de arreglo…”, ase-gura, y añade: “Creo que este disco va asorprender a los que conocen los dos ante-riores. ¡Hasta mi madre se ha sorprendi-do!”. “No quería nada nostálgico. Para míésta es la nueva música. Siento que la músi-ca comercial ha llegado a tal extremo quecada vez hay más gente intentando reen-contrar algo más cálido, más íntimo, aque-llo que hace que la música sea poderosa.Sin ese sonido de la música comercial quees el mismo sea hip hop, country o r&b,venga de Asia o de América Latina”.

“Voy a hacer la música como he queri-

do hacerla. Grabar un disco con una ban-da y salir con ella por las carreteras. Viviruna historia con los mismos músicos deprincipio a fin”. Se explica: “Para la gira deThe living road, en dos años 200 concier-tos en 17 países, el grupo se montó des-pués del disco. La grabación se había he-cho con músicos de estudio. Ahora losmúsicos se sienten muy implicados conlas canciones porque ellos han creadoconmigo su sonido”.

Si en la época de La llorona escucha-ba a Chavela Vargas o Taraf de Haido-uks, estos últimos años se ha sentidoatraída por Al Green, Sam Cooke, Bon-nie Prince Billy, Antony and the John-sons… “Una canción es una destilación.Igual que cuando hierves algo, se evapo-ra el agua, y queda la esencia”. La últimadel disco, Anyone and everyone, terminacon un revelador “y nadie te tiene mie-do / y tú no temes a nadie”.

Lhasa está editado por Warner.

Por Carles Gámez

JULES DASSIN con Rififí (1955) lanzó sucarrera cinematográfica y vocal y pusosobre la pantalla una de las escenas mu-sicales más sensuales del cine de losaños cincuenta. Un año después, Maga-li Noël conocía a Boris Vian gracias aJacques Canetti, promotor, director dis-cográfico y hermano del autor de Lasvoces de Marrakech. Magali Noël se con-vertirá en la portavoz femenina de lostextos líricos y provocadores del escri-tor. A los cincuenta años de la muertedel escritor y en medio de los homena-

jes, la actriz y cantante ha hecho oír suvoz como la depositaria artística en vi-da de la obra musical del autor de Lahierba roja. Una amistad fraternal quequedará forjada en una serie de títulosque Vian, con participación musical deAlain Goraguer y Michel Legrand, le ser-virá en bandeja de plata. A mitad de losaños cincuenta, Michel Legrand se hatraído de un viaje ultramarino el nuevoritmo del rock and roll y Vian, en compa-ñía de Henri Salvador, bautiza el nacien-te rock tricolor acentuándolo por su la-do más absurdo y paródico. Magali Noëldebuta con un rock and roll rebozadode sexualidad y destinado a convertirseen piedra angular de la obra vianiana,Fes-moi mal, Johnny. La canción, canta-

da con la complicidad de Boris Vian,topará con la censura radiofónica estu-pefacta ante esta insólita declaración fe-menina, sexual y sadomasoquista. A pe-sar de la censura, la composición harásu camino, y las audacias y otros descu-brimientos literarios de Vian serán reco-gidos por su heredero, Serge Gains-bourg, nueva encarnación del dandinarcisista. Anotemos como curiosidadque el tema hasta mereció entre noso-tros una relectura a cargo de Guillermi-na Motta y Joan Manuel Serrat.

Como otras intérpretes del vecino país—Jeanne Moreau, Brigitte Bardot, MarieLaforet, Anna Karina, Vanesa Paradis—,

Magali Noël conta-bilizará con ducti-lidad las grabacio-nes y actividadescinematográficasy teatrales. Si sucarrera en Francianunca pasó deuna discreta serieB aunque se cruzóentre otros conRené Clair y JeanRenoir, tuvo el acier-to de que el maes-tro Fellini llamarátres veces a supuerta, y a la ter-cera, la vencida.Su papel de la Gra-disca de Amar-cord quedará en-tre los fantasmasinmortales del di-rector mientras pa-sea su pompis y ta-lla de pin-up porlas calles de un Ri-mini de cartón ypiedra. Hoy a los78 años presume

de no tener una cana importunando sularga caballera de leona en invierno. Elnombre y el aniversario de Vian la hanhecho salir de su madriguera provenzalpara recordar historias como cuando sa-lía del cabaré y a la puerta esperándolatenía el clan formado por Vian, JacquesPrévert y Raymond Queneau. Regard surVian, su homenaje ahora reeditado, reú-ne a medio camino entre jazz y chansonaquellas canciones escritas por el hom-bre que prefirió el sarcasmo y la ironíacomo armas de defensa y, entre otrostextos, le dejó, Rue Watt, la calle pordonde Magali Noël sigue paseando sussueños. O

Regard sur Vian.Magali Noël. Dreyfus Records.

Magali Noël reedita su homenaje a Boris Vian.

Magali Noël vuelveotra vez a Boris VianLa actriz y cantante reedita su disco de homenaje al autor

Los caminos de Lhasa

MÚSICA / Discos

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Por Juan Puchades

DISCULPA, LITTO BAJA enseguida,pero es que le vino una can-ción. Una melodía bellísima”.Quien habla es Álex de Luca,

la mujer de Litto Nebbia, en elportal de unos apartamentosdel barrio madrileño de Sala-manca. Los prolegómenos deesta entrevista se ajustan así auno de los tópicos que rodeana este músico: lo prolífico desu arte, su permanente estadode vigilia compositiva. Tieneescritas bastantes más de milcanciones y supera amplia-mente los cien álbumes. “Lascanciones vienen solas. Se meocurren cosas todo el tiem-po”, explica sonriente cuandobaja. No ha traído grabadoraen este viaje y la canción queha “llegado” esta mañana laha estado transcribiendo apapel pautado, de ahí la de-mora.

Litto Nebbia (Rosario, Ar-gentina, 1948) no hace gala desu estatus de leyenda de lamúsica popular en nuestroidioma, y podría, pues su cu-rrículo apabulla: a los 16 añosgrabó con el grupo Los GatosSalvajes, sentó las bases del“rock nacional” argentino —orock de autor en castellano—en 1967 con Los Gatos, paralos que escribió, junto a Tan-guito, y en los lavabos de LaPerla del Once —uno de loslocales que sustentan la mito-logía rock de aquel país—, esehimno fundacional llamadoLa balsa, del que se vendieronen tiempo real 200.000 copias.Tras cinco discos con el gru-po, inició una carrera solistaque ha estado marcada poruna búsqueda constante: defi-nió la canción urbana, seaproximó al folclore, probó laimprovisación jazzística apli-cada al rock, firmó inmensascanciones que forman partede la memoria popular argen-tina, se empapó de funk, escri-bió bandas sonoras, músicapara orquesta sinfónica y can-ciones infantiles, se alió conmúsicos brasileños y urugua-yos, grabó una soberbia trilo-gía en la que releyó a su aire elcancionero Beatle, y última-mente se ha adentrado en elblues junto al trío La Luz—banda versátil creada a sumedida—. Además, este músi-co culto y completo produce yarregla discos de otros —porejemplo, El palacio de las flores, de An-drés Calamaro— y, persiguiendo la liber-tad artística completa, desde hace másde veinte años mantiene su propio estu-dio de grabación y discográfica, Melo-pea Discos. Sello fundamental en losaños noventa para el resurgir del tango,desde donde recuperó a tres de las glo-rias del género olvidadas en aquellostiempos —Enrique Cadícamo, VirgilioExpósito y Roberto Polaco Goyeneche—y descubrió a nuevos y tan sólidos valo-res como Adriana Varela o, ahora mis-mo, a los jóvenes afincados en MadridMariel Martínez y Alejandro Picciano, alos que ha producido su notable estreno.

Litto Nebbia es, en fin, tan torrencialy polifacético como imposible de ajustara un estilo: él es, en sí mismo, un género.

“Para mí, la música es sólo una”, comen-ta, “lo único que divide la música es lagente: hay gente que toca como el culo ygente que toca bien; hay gente que tienebuen gusto, y gente que no. Cuando memeto en algo trato de mostrarme de ma-nera natural. Me metí mucho a producir

tango, pero no quiero convencer a nadiede que vengo del tango ni de que soy untanguero. Si uno ama una música queno le pertenece de raíz, tiene que ilus-

trarse en la temática de esa música parapoder tocar algo con el estilo personalde uno, humildemente y sin ofender aesa música, tratando de hacer algo crea-tivo. Porque qué sentido tiene, para lahumanidad o para mí mismo, que hagaun tango idéntico a como era, ¡no sirve

para nada!”. En todo caso, y pese a susgiros estilísticos, que en ocasiones pue-den haber despistado a muchos, su im-pronta personal siempre ha permaneci-do indeleble, y él sigue considerándoseparte del rock: “Sí, sin duda. Lo que nun-ca me gustó es que me pusieran unaetiqueta, porque cuando te la ponen escomo si después no pudieras hacer otracosa”.

En Madrid, en el verano de 2008, ulti-mó la grabación de su más reciente dis-co, Soñando barcos. Un trabajo que na-ce de ese entusiasmo, casi inconscienteque, cumplidos 60 años, es su fuerza:recibió un correo electrónico del letristasalmantino Juan Mari Montes, al que noconocía de nada, presentándose comoadmirador suyo. Montes lleva dos déca-

das firmando textos de canciones paragente tan dispar como Cómplices, Lo-quillo, José Mercé, Los Chichos, HilarioCamacho o el Dúo Dinámico. “Me enviócinco letras”, recuerda Nebbia, “y al ra-to me puse con el piano y musicalicédos de ellas de un tirón. Si mal no re-cuerdo, Si te vas y Botellas vacías. Hiceuna maqueta en mi casa y se la envié enmp3. Como le gustaron mucho, me en-vió más textos, y pasó lo mismo, seguímusicalizándolos. Finalmente, en unpar de meses llegué a tener catorce can-ciones. Sus letras son muy sensibles yestéticas. Es la primera vez que me ocu-rre algo así… escribir tantas cancionescon alguien a quien no conozco perso-nalmente”. Una de esas canciones, Si te

vas, acabó siendo interpreta-da por Ana Belén en su últi-mo álbum.

Montes le pasó las maque-tas de esos temas al músico yproductor Paco Ortega y éste,entusiasmado, se ofreció a pro-ducir un disco con ese mate-rial. Así comenzó a crecer So-ñando barcos, con el correoelectrónico como medio de co-municación. Un trabajo graba-do por Nebbia y La Luz en suestudio de Buenos Aires, y re-tomado en Madrid por Orte-ga. Donde se introdujeron al-gunas ajustadas pinceladasflamencas —con la guitarra deJosé Losada— y se grabaron—tocando en directo— tres te-mas enteros en Musigrama, elestudio de Ortega donde se fi-nalizó este álbum viajero enel que todo encaja y suena per-fecto, hermoso: con bando-neón o con guitarra flamenca,es puro Nebbia, el Nebbia quedomina ritmo y melodía, el dela voz cálida y próxima, elcreador que vive en constanteevolución. Para él, éste es suprimer disco “hispano-ar-gentino, por producción y can-ciones”.

Soñando barcos acaba dellegar a las tiendas, pero an-tes, en Argentina, ha visto laluz Bella Madrid, una produc-ción que tomó cuerpo duran-te los tiempos muertos de lagrabación de Soñando barcos.Son improvisaciones aprove-chando el piano de cola delestudio. Al escucharlas, consi-deró que ahí había “un discosólo a piano”. Este redactorfue testigo de cómo, tras ca-lentar unos pocos minutos, yante el pasmo de los presen-tes, grababa nuevas e increí-bles improvisaciones para fi-nalizar su otro disco español.Y es que Nebbia no piensa enmúsica, la respira y no pierdeel tiempo: en Argentina acabade editar otra obra, La virtuddel día, en la que musicalizapoemas de Hugo Diz, con laque cubre un año poniendomúsica a versos ajenos. Comose puede apreciar, ordenar sudiscografía es una pesadillapara el aficionado.

Para presentar Soñandobarcos, tras girar por Francia, ofrecerávarios conciertos en pequeñas salas es-pañolas durante septiembre y octubre,tocando él solo guitarra y piano y, encontra de lo que dice la leyenda —“¡esosólo fue una época!”—, sí tocará algunosde esos clásicos que pertenecen a variasgeneraciones de oyentes: Sólo se trata devivir, El otro cambio, los que se fueron,Yo no permito o Nueva zamba para mitierra. O

Soñando barcos. El Pescador de Estrellas / EMI.

Litto Nebbia actuará el próximo día 22 de sep-tiembre en San Sebastián (Bar & Jazz Alt Xerri), yen octubre, los días 9 y 10, en Madrid (La Cuevadel Bolero); el 29 y el 30, en Vigo (El Contrabajo),y el día 31, en A Coruña (Jazz Vides).

Litto Nebbia nunca mira atrásEl legendario fundador del rock argentino es tan torrencial y polifacético comoimposible de ajustar a un estilo: él es, en sí mismo, un género. El autor de La balsa presentaen España Soñando barcos, un álbum viajero en el que todo encaja y suena perfecto

“Nunca me gustó queme pusieran unaetiqueta, porque cuandote la ponen es comosi después no pudierashacer otra cosa”

“Las canciones vienen solas. Se me ocurren cosas todo el tiempo”, dice Litto Nebbia. Foto: Consuelo Bautista

MÚSICA / Entrevista

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EL TWO-HANDER (mano a mano) escasi un género (literario, teatral,cinematográfico) en sí mismo,no en vano los anglosajones lo

bautizaron con ese nombre. Un génerocon reglas propias, inmutables. Un perso-naje, por lo general misterioso, quierealgo de otro. Buena parte del interés de latrama (desde Zoo Story hasta La huella)radica en averiguar qué es lo que quiere ycómo va a conseguirlo. Al principio eldiálogo tiende a ser vivaz, casi en clavede comedia. El personaje que irrumpetambién tiene un término que le define,como el clown y el augusto en el circo:the smiler with the knife under the cloak,el que sonríe mientras oculta un cuchillobajo el abrigo. Poco a poco, la trama seoscurece y la inquietud avanza hasta al-canzar un punto sin retorno. Y luego hayuna inversión de roles. El que pensabasque era de un modo es de otro, y vicever-sa. La pieza suele culminar en una nuevasorpresa. Sorpresas relativas, porque, depuro inmutables, las reglas permiten adi-vinar buena parte de los puntos de giro,como diría un guionista. Cosmética delenemigo (Cosmetique de l’ennemi, 2001),la novela de Amélie Nothomb, encaja ple-namente en los paradigmas del género. Yen una subsección un tantico frecuenta-da: la senda que comienza en WilliamWilson y El Horla y llega, pongamos, has-ta El club de la lucha, de Palahniuk. Peroeso, aunque un poco molesto, quizás sealo de menos. La originalidad argumentalcede paso a la creación de personajes y ala brillantez del diálogo, salpimentado deparadojas y vericuetos sorprendentes. Co-mo los libros de Javier Tomeo, su tío ma-ño (Amado monstruo, El castillo de la car-ta cifrada), Cosmética del enemigo pedíaa gritos una adaptación teatral. Tras unagira por media España, la versión firma-

da y dirigida por José Luis Sáiz ha llegadoal Borrás barcelonés y a partir del 8 deoctubre se verá en Madrid, en el Fernán-Gómez. Situación: dos tipos se encuen-tran en un aeropuerto. El augusto, Jérô-me Angust, tiene mucho de angustiado ylo interpreta José Pedro Carrión. El clown(o smiler) se llama Textor Texel. Ese extra-ño nombre aliterante oculta (o revela) aun tejedor de tramas y corre a cargo deJesús Castejón. La clave de la historia es-tá en su título. Cosmética alude, obvia-mente, a maquillaje, ocultación, engaño.Y Textor no para de hablar del Enemigo.El enemigo interior, aquel que “desdedentro, destruye todo lo que vale la pena.El que saca a la luz tu bajeza y la de tusamigos. El que, en un día perfecto, encon-trará una excelente razón para que tetortures”. O sea, lo que el señor Freuddefinió como Super Yo tiránico. Señale-mos también que el Enemigo, en la Bi-blia, es uno de los nombres del diablo. Alprincipio, el parlanchín Textor pareceuna criatura de Francis Veber: el protago-nista de L’emmerdeur, por ejemplo. Lue-go se calificará de jansenista en su peorfaceta: un elegido para la condenación.Ah, es la mejor excusa para un psicópatadionisiaco: hago lo que me rota porqueme espera el fuego eterno. Textor (o TT)es la gran creación de Nothomb: su niñobonito, nunca mejor dicho. Porque comotodos los críos perversos y sin barreras loquiere todo, lo quiere ya, y acaba ocupan-do todo el espacio. El amo del texto esTextor, pero eso supone un problema pa-ra Carrión, un primer actor cuyo persona-je acaba teniendo poca tela que cortar.Escasas reacciones disponibles en la pri-mera parte: las que van del “pero quécoñazo es usted” a “pero qué cabrón esusted”. En la segunda le queda, desdeluego, la lucha para desasirse de la telara-

ña, donde hace gala de sus mejores talen-tos, y el momentazo de la revelación fi-nal, del reconocimiento, donde, en miopinión, muestra una cierta e innecesa-ria afectación. En plata: Cosmética es unavolea servida para Jesús Castejón. Servi-da pero conquistada línea a línea, ojo.Castejón se ha lanzado al cuello de suprimer protagonista absoluto, y lo sirve

con su amplísima panoplia de recursos.Autoridad escénica, convicción, gracia araudales. Dicción diáfana y gestualidadcontrolada, sin un solo estrambote. Lomejor (del texto y del espectáculo) es1) el tránsito, estupendamente modula-do, del inicial tono de comedia a la insta-lación en el horror; 2) la avasalladorapresencia de TT, un monstruo perfectoque Anouilh o Vitrac no hubieran desde-ñado firmar, y 3) la desoladora ausenciade Isabelle, la víctima. Nothomb (y Cas-tejón y Carrión) nos hacen ver esa falta,ese agujero negro, esa terrible historiade violación y asesinato. En pocas obraslogra dibujarse un personaje invisiblecon tanta claridad y tanta potencia emo-cional. Sobra, a mi modo de ver, una

frase peligrosamente justificatoria: “Mata-mos siempre lo que amamos”, dice TT,citando una de las mayores chorradas deWilde. Según ese axioma, Hitler ordenóel Holocausto porque amaba a los ju-díos. Y quienes acaban con sus parejaslas adoraban un montón. TT no necesitaese cliché baboso. Cierro con dos pre-guntas, una para los que ya conocen tex-to y espectáculo, y la otra para el adap-tador. Primera: ¿ustedes se tragan queAngust no haya visto antes a TT y que selo encuentre por primera vez en ese aero-puerto, después de todo lo que ha pasa-do y lo que pasará? Segunda: el final. Yame imagino que el remate de la novelatiene difícil traducción escénica, peroCosmética es una función sobre la culpay el castigo. No hay redención posible.No sólo por la pauta jansenista, es que lalógica de este tipo de narraciones lo im-pide. TT ha venido al mundo, digámosloasí, para revelar una enfermedad y curar-la de la manera más radical posible. Nohay curación confesional. Puede haberladurante un ratito, pero, desengañémo-nos, se desvanecerá a la mañana siguien-te o, peor, a la noche siguiente. Angustsólo podría decir lo que le hace decir elseñor Sáiz en el caso de necesitar urgen-temente un taxi. Hay tiempo, sugiero, decorregir ese final, de ser fiel al texto y aAmélie Nothomb, que no sé si se sentiríamuy feliz con esa propuesta. A fin decuentas, si el adaptador lo ha llevado enesa dirección bien puede girar otra vezel volante y restituirle al texto su sentidooriginal. O

Cosmética del enemigo, de Amélie Nothomb. Di-rección: José Luis Sáiz. Intérpretes: Jesús Caste-jón, José Pedro Carrión. Teatro Borrás. Barcelona.Hasta el 27 de septiembre. Teatro Fernán-Gómez.Madrid. Del 8 de octubre al 1 de noviembre.

José Pedro Carrión (izquierda) y Jesús Castejón, en una escena de Cosmética del enemigo, dirigida por José Luis Sáiz sobre la obra de Amélie Nothomb.

Jesús Castejón seha lanzado al cuellode su primer protagonistaabsoluto, y lo sirvecon su amplísimapanoplia de recursos

El diablo, probablementeCosmética del enemigo es una función sobre la culpa y el castigo. No hay redención posible. El remate de la novelade Amélie Nothomb tiene difícil traducción escénica, pero hay tiempo de corregir el final, de ser fiel al texto. Trasuna larga gira, el montaje dirigido por José Luis Sáiz llega a los escenarios de Barcelona y Madrid

PURO TEATRO Por Marcos Ordóñez

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FLEUR JAEGGY va siempre a lo esen-cial y, como si tuviera bien aprendi-da la involuntaria lección de Kafka,consigue muchas veces en una sola

página, y a veces en una sola línea, que sehaga visible de golpe, a modo de repentinarevelación, la estructura desnuda de laverdad. Ese pavoroso desvelamientosiempre llega acompañado de la inevi-table crueldad, jamás desligada de larutinaria, aunque secreta, vida de la ver-dad. Tal vez por eso se dice a veces deesta escritora que es tan peligrosa. Peroes que su arte, al dejar sólo en pie loesencial, no tiene a veces salida másnatural que la inteligencia y la cruel-dad. La frialdad la añade la propia Jaeg-gy, y acaso sea éste el rasgo suplementa-rio más destacado de su estilo; un ras-go que acude siempre sigiloso a su citacon las frases simples —algunas terri-blemente sencillas— y que, en el fon-do, es también su trazo más divertido.

“Una cierta glacialidad también re-vela sentimientos”, dijo en cierta oca-sión, y a algunos nos recordó a Walserconfesando en Jakob von Gunten quehabría querido decir muchas cosas pe-ro no encontraba palabras para expre-sar sus sentimientos. Y rematando asísu confesión: “Fuera, en el patio, lanieve caía en copos grandes y húme-dos”. Y también nos recordó a JavierRodríguez Marcos cuando dijo que enJaeggy, “desechado todo sentimentalis-mo, es justamente el frío del ambienteel que otorga valor a los sentimientoscuando éstos aparecen: el mismo valorque cobra en una morgue cualquier se-ñal de vida”.

Cabe suponer que aquel día, cuan-do ella habló de glacialidad, habló enserio. Pero a algunos nos hizo reír. Defelicidad inesperada. Porque para algu-nos su timidez fue como un oasis decalor en pleno Ártico, como un avisoque hubiera venido a recordarnos queen Jaeggy, después de todo, su rasgomás definido de estilo es esa huella dehumor helado que a la larga deja siem-pre una rara marca de agua veraniegaen sus lectores.

No está de más, si uno se acerca porprimera vez al mundo del frío de FleurJaeggy, tener en cuenta la recomenda-ción de Flavia Company, su traductoraen El temor del cielo: “Olvídese de todolo que ha leído y de todo lo que va aleer. Jaeggy es distinta”. Y suavementeterrible, habría que añadir. Sospechoque le gusta desenmascarar públicamentela estupidez. En un penoso coloquio sobreRobert Walser en París fui testigo de cómoera justamente despiadada con los ilustresescritores que en el escenario no parabande decir tópicos acerca del escritor suizo.Jaeggy es deliciosamente maligna y a todasluces distinta, y la mejor forma de acercarsea ella por primera vez es acudir a su libro desiete relatos, El temor del cielo, donde seencuentra un cuento, ‘Sin destino’, que jun-to con otro relato impresionante, ‘Los geme-los’ (también en el mismo libro), me parecela más eficaz y rápida entrada en su mundotan personal. Hay incluso una leyenda quehabla de que ‘Sin destino’ suele convertirseen un relato siempre memorable para quienlo lee. ¿Accederá Marie Anne a dejar en ma-nos de unos ricos señores a su pequeña hija,a la que en realidad detesta? El desenlacedel cuento nos deja alelados, mirando nues-tro destino. Mejor dicho, mirando por dón-de ha pasado nuestro destino. Es un finalque define muy bien el tipo de inteligencia,inseparable de una extrema libertad mental,que exige la lectura de Jaeggy.

Pero lo mejor siempre llega con su nove-la breve Los hermosos años del castigo, quepude releer ayer con renovada admiración.Este libro se desarrolla —es un decir— enel ambiente severo y claustrofóbico de uninternado para jovencitas de buena familia

en Appenzell, en la Suiza alemana, añoscincuenta. Que el libro se desarrolla es su-mamente discutible, ya que en el retrógra-do Bausler Institut de Appenzell nada enrealidad se mueve, nada se agita. Y ya nosólo eso, sino que la gélida educación para

futuras amas de casa perfectas —perfec-ción y locura están relacionadas, piensaJaeggy— parece encogerlo todo, incluidoslos sueños. En medio del ambiente claus-trofóbico de este libro autobiográfico, una

niña de 14 años trata de vivir su propianovela de formación mientras se mira en elespejo de la realidad de su escuela: sórdidafábrica de esposas correctas y de caligra-fías de letra redonda y frases simples.

La verdad es que pasé años dedicado a

admirar en secreto el delicado hilo de lasfrases simples y tal vez por eso, cuando meencontré por primera vez con Los hermososaños del castigo, las primeras palabras (“Alos catorce años yo era alumna de un inter-nado de Appenzell”) me recordaron al por-tentoso y simple comienzo de Karen Blixenen su libro de memorias: “Yo tuve una gran-ja en África, a orillas de los montes Ngong”.Vivir en las frases simples. Ese deseo de otrotiempo regresó ayer cuando reencontré lasencillez dulce pero potente de Jaeggy: “Alos catorce años yo era alumna de un inter-nado de Appenzell. El lugar por el que Ro-bert Walser había dado muchos paseoscuando estaba en el manicomio, en Heri-sau, no lejos de nuestro instituto. Murió enla nieve. Hay fotografías que muestran sus

huellas y la posición del cuerpo en la nieve.Nosotras no conocíamos al escritor (…) Esuna verdadera lástima que no hubiésemosconocido la existencia de Walser, habríamosrecogido una flor para él. También Kant an-tes de morir, se conmovió cuando una des-

conocida le ofreció una rosa”.Suiza como gran lugar apacible, lu-

gar de formación de esposas perfectasy, en el fondo, monstruoso manico-mio. El Instituto Benjamenta de la no-vela de Walser y el Bausler Institut deJaeggy tienen puntos en común, y noes casual que la estructura de Los her-mosos años del castigo remita a la deJacob von Gunten. Walser aparte, y talvez porque dicen que la improvisaciónmusical se genera en la misma regióndel cerebro que se utiliza cuando seescribe narrativa autobiográfica, la voznarrativa de Los hermosos años del cas-tigo me ha parecido, en esta nueva lec-tura del libro, que se ajustaba muybien al tono de improvisación musicalque tiene la voz —modulación someti-da a un juego pérfido— de la cantantedel nada inocente grupo CocoRosie.Esa delicada voz de Jaeggy, tan falsa-mente cándida, nos va introduciendoen el instituto Bausler, oscuro herma-no de sangre del manicomio de Heri-sau y perversa factoría de futuras muje-res correctas. Ambiente sobrio, calmo,terriblemente reprimido, y muy suizo,très suisse. “Je me suis suissidé”, recuer-do que decía alguien con toda la frial-dad de este mundo. Voces bajas y cons-tantes. Ya en el cuento ‘Los gemelos’se leía, como anticipando la explosiónde locura que cerrará, al cabo de losaños, la historia de aprendizaje en elInstituto de Appenzell: “Como si laexistencia no fuera sino una secuenciade voces, un alternarse de voces bajasy constantes, bien educadas. Y final-mente una voz aullante, como fuerade sí, de poseso”.

Un ambiente sobrio y disciplinado yaparentemente cómodo, pero que vadibujando las frágiles fronteras entre laperfección y la locura, nos llevará haciaFredérique, la “muchacha altiva” quees amiga de la narradora y será la vozsuavemente aullante, desquiciada, quereencontraremos al final del fúnebre pa-raíso suizo. Muchos años después,cuando hasta el instituto se ha desvane-cido ya de la memoria de todos, la na-rradora tendrá todavía un recuerdo pa-ra aquel lugar donde no aprendieron a

ser correctas y buenas esposas y donde enrealidad no aprendieron absolutamente na-da, salvo a ser unas perfectas inocentes mo-dernas, lo que a la larga les dejó un rescoldoinfinito de odio hacia la contención y hacialas dulces cortinas de los interiores burgue-ses: “Le dije a Fredérique que tal vez habíansido nuestros pensamientos, o las emanacio-nes que habitan la edad de la inocencia, losque habían destruido el Bausler Institut. Y esque ella decía que la inocencia era una in-vención de los modernos”. O

www.enriquevilamatas.com

Los hermosos años del castigo. Fleur Jaeggy. Tra-ducción de Juana Bignozzi. Tusquets. Barcelona,2009. 120 páginas. 13 euros.

Educando mujeres correctasFleur Jaeggy es deliciosamente maligna y a todas luces distinta. En su libro autobiográfico Los hermosos años delcastigo, una niña de catorce años trata de vivir su propia novela de formación mientras se mira en el espejo de la realidad

Fleur Jaeggy (Zúrich, 1940), autora de Los hermosos años del castigo, en su casa de Milán. Foto: Tancredi Mangano / Tam Tam

Suiza como gran lugarapacible, lugar deformación de esposasperfectas y, en el fondo,monstruoso manicomio

RELECTURAS Por Enrique Vila-Matas

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