vivienda y familia sociologia

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    Sociolgica, ao 22, nmero 65, septiembre-diciembre de 2007, pp. 159-187Fecha de recepcin 24/08/05, fecha de aceptacin 27/06/07

    Vivienda y familia en medios urbanos.Un contenedor y su contenido?

    Claudia Carolina Zamorano Villarreal1

    RESUMENPodemos comprender la interaccin entre la vivienda y la familia, entendindola como algo

    ms complejo que una simple relacin entre un contenedor y su contenido? sta es la pregunta

    central del presente artculo. Para responderla, se establece un estado del arte sobre los estu-

    dios que abordan estos dos ejes temticos, el cual permite pensar que la aparente obviedad de

    sus interacciones y el contexto cientfico mexicano impidieron hacer esfuerzos para pro-blematizarlas hasta inicios de los noventa. Se analizan as las aportaciones realizadas desde aquellos

    aos, agrupndolas en dos dimensiones: las interacciones vivienda-grupo domstico y vivienda-

    grupo de parentesco. Finalmente, se proponen algunas herramientas conceptuales que podran

    ayudar a profundizar en el estudio de estas interacciones.

    PALABRAS CLAVE: vivienda, familia, individuos en familia, estrategias residenciales.

    ABSTRACTCan we understand the interaction between housing and the family as something more com-

    plex than a simple relationship between a container and its content? This is the central question

    this article asks. To respond, the author establishes the state of the art of studies dealing with these

    two cross-cutting themes, making it possible to think that the apparent obviousness of their in-

    teractions and the context of Mexican science made it impossible to make any efforts to analyze

    it until the early 1990s. The article thus analyzes the contributions made at that time, dividing

    them into two dimensions: the housing-household group and the housing-kin group. Finally,

    it proposes some conceptual tools that might help to deepen the study of these interactions.

    KEY WORDS: housing, family, individuals in the family, residential strategies.

    1 Investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social,sede Distrito Federal. Responsable del proyecto: Los hijos de la modernidad y sus prcticasresidenciales. Ciudad de Mxico (1930-2004). El material de este artculo se discuti en elmarco de la Ctedra Alfonso Reyes, que me fue asgnada en la primavera de 2005 en el Institutdes Hautes tudes de lAmrique Latine, Pars III, Nueva Sorbona. Agradezco a ese instituto elrico espacio de discusin que me proporcion.

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    INTRODUCCIN

    EN CASI TODOS LOS MEDIOS PARECE imposible hablar de vivien-das sin hacer referencia a las familias que las habitan. El InstitutoNacional de Estadstica, Geografa e Informtica, por ejemplo, al igual

    que otras instituciones censitarias en el mundo, conciben la viviendacomo una pieza o un grupo de piezas que tiene una entrada indepen-diente. A partir de esta descripcin se define tambin la familia o, msexactamente, el hogar, como un grupo de personas que compartenuna puerta de entrada para su vivienda. La misma interdependenciade conceptos aparece en estudios cualitativos que definen a la vivien-da como el espacio de reproduccin de la familia. Sin embargo, si loscampos semnticos que cubren estas dos nociones son poco claros,

    las relaciones que existen entre ellas lo son todava menos.Es posible comprender la interaccin entre estos dos elementos

    si vamos ms all de la simple relacin que existe entre un contene-dor (la vivienda) y su contenido (las familias o los hogares)? Esta es lapregunta que anima el presente artculo. Para responderla realizarun breve estado de la cuestin sobre los estudios que abordan los dosejes temticos que nos ocupan, el cual nos conduce a pensar que laaparente obviedad de sus profundas interacciones fue la causa que

    impidi emprender esfuerzos para problematizarlas y asirlas hastainicios de los noventa, cuando las ciencias sociales mexicanas empe-zaron a ocuparse del asunto.

    En la profunda imbricacin que estos estudios nos permiten des-cubrir podremos repensar a la vivienda como un espejo, un testigoy un motor de las diferentes prcticas de los miembros de las familias;

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    las residenciales, claro est, pero tambin las profesionales, las migra-torias, las matrimoniales, las de movilidad social, etctera. El reto esten acuar herramientas conceptuales aptas para explicar este fen-meno de manera sistemtica.

    VIVIENDA Y FAMILIA: DOS OBJETOSDE ESTUDIOCON DESARROLLO PARALELO (1950-1990)

    En los aos cincuenta, el antroplogo estadounidense Oscar Lewisestudi a la familia urbana mexicana encontrando elementos reve-ladores de la complejidad de esta institucin, a la cual observ tantocomo grupo domstico y como grupo de parentesco. El trabajo mssignificativo es el de Los hijos de Snchez, publicado en Mxico hasta1961. A partir de tcnicas etnogrficas como la observacin, estanciasde 24 horas en la casa de los Snchez y la multientrevista (entre-vistas repetidas con los miembros de la familia), este investigador

    se esforz en comprender las relaciones que cada una de estas per-sonas establecieron entre s, con su entorno sociopoltico y con todoun sistema de sentimientos, representaciones y aspiraciones. Incrus-tada en ese sistema, encontramos retratada esa compleja relacin quehay entre dos generaciones de la familia y su vivienda. Se trata de unarelacin de idas y venidas de los integrantes de la familia Snchezen aquel cuarto redondo de una vecindad del barrio de Tepito; deuna lucha por la apropiacin de aquel pequeo espacio; de la mul-

    tiplicidad de usos que se le daban en diferentes horas del da; de unarelacin de amor y odio entre los miembros de la familia, ciertamente,pero tambin entre aqullos y su morada.

    Pese a sta y muchas otras lecturas que se pueden hacer de estetrabajo que nos ofrece ricos elementos de anlisis para comprenderla relacin vivienda-familia, la recepcin que se hizo en Mxico deesa obra no permiti profundizar esta veta de investigacin. Por unlado Lewis, en tanto que antroplogo culturalista, busc y encontr

    un conjunto de representaciones y acciones que anclan a los inmigran-tes de la ciudad de Mxico a la pobreza material, cultural y social.A este fenmeno lo nombr la cultura de la pobreza. Tal denominacinpareci ofender a la Sociedad Mexicana de Geografa y Estadsticaque, bien convencida de que el pas haba alcanzado el desarrollo yla modernidad, bloque la publicacin del texto en espaol hasta 1961.

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    Por otra parte, el punto de inters central de este autor se enfo-caba en el estudio de cuestiones relativas a la cultura, el desarraigo,la integracin y la identidad. Con estos ejes de investigacin, Lewistrataba de resolver el antiguo debate sostenido con Redfield sobre latesis del continum folk-urbano. Ello condujo a la antropologa urba-na mexicana a privilegiar el anlisis de asuntos relacionados conla fragmentacin y la heterogeneidad, los cuales, como lo seala Pa-tricia Safa (2001: 44), plasmaron su huella definitiva sobre la dis-ciplina, que abund en investigaciones que trataban de comprender

    la diversidad de experiencias y comportamientos urbanos de los inmi-grantes procedentes del campo.Ciertamente, el tema es apasionante y ha rendido muchos frutos,

    pero su difusin parece haber sofocado la posible construccin deotros objetos de estudio. As, la cuestin de la vivienda y su relacincon la familia, y las valiosas aportaciones que sobre el tema podanhacer Los hijos de Snchez, quedaron rezagadas. Por eso no sorprendeel poco eco que tuvo la sociologa de la vivienda que Paul-Henry

    Chombart de Lauwe comenzaba a instituir en Francia (1956 y 1959-1960).2 Inspirado tambin en la Escuela de Chicago, este autor plan-te dos preguntas centrales: cmo las familias, con su cultura, modosde vida y de consumo se adaptan o no a sus viviendas?, y cmoestas viviendas determinan el comportamiento de las familias y suintegracin en un mundo en pleno proceso de industrializacin?

    Aunque en Mxico como veremos esta perspectiva ha ganadoterreno en la investigacin urbana de nuestros das, en aquella poca

    slo fue considerada parcialmente y a partir de fuentes y experien-cias estadounidenses por algunos planificadores urbanos y tomadoresde decisiones de la Secretara de Salubridad y Asistencia. En la aca-demia, la cuestin mereci un captulo del libro La Merced, estudioecolgico y social de una zona de la ciudad de Mxico, del etnlogoEnrique Valencia (1965).

    Habindose dado una vuelta a esta pgina, todo parece indicarque los estudios urbanos de la vivienda y la familia empezaron a tomar

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    2 Este autor cuenta entre sus mritos el de ser uno de los pioneros en la sistematizacin de mto-dos etnogrficos aplicados en las ciudades de los pases desarrollados. A principios de los cin-cuenta cre el Groupe dEthnologie Sociale du Centre dEtudes Sociologiques, equipo multi-disciplinario en el cual participaban investigadores, estudiantes y trabajadores sociales queestudiaron la vivienda y la familia desde diferentes perspectivas, principalmente con preo-cupaciones higienistas.

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    una cierta importancia a partir de los setenta. Sin embargo, las in-vestigaciones sobre estos dos ejes de estudio tendan a llevar caminosparalelos hasta los aos noventa.

    EL GRUPO DOMSTICO EN DEMOGRAFA:DEFINIDO A PARTIR DE SU VIVIENDA,

    PERO IGNORANDO SU VIVIENDA

    Al observar los estudios realizados sobre la familia urbana hasta losaos noventa podemos constatar, si no una entera desvinculacincon los estudios sobre la vivienda, al menos s algunas aproximacionestangenciales que impedan comprender la interaccin de nuestros dosejes de estudio. Antes, en los setenta, la demografa y la sociodemografaacuaron los conceptos de hogar o unidad domstica, definindo-los (como todava se estila en Mxico) del siguiente modo: La unidadformada por una o ms personas, unidas o no por lazos de paren-

    tesco, que residen habitualmente en la misma vivienda y se sostienende un gasto comn para la alimentacin (INEGI, 2000). Aunque mu-chas veces las nociones de familia, hogar y unidad domstica sonempleadas como sinnimos, con esta definicin observamos que noes as. En efecto, se reduce la importancia que pudiera tener la con-sanguinidad en la familia, dndole mayor peso al aspecto de la corre-sidencia. Dicho en otras palabras, la vivienda representa y circuns-cribe al hogar.

    Ya en 1982, Orlandina de Oliveira, Brgida Garca y HumbertoMuoz constataban y vean con beneplcito el establecimiento delos conceptos de unidad domstica y de hogar como el centro de inte-rs y como la unidad analtica en los estudios sobre la familia demuy diversa ndole:

    La nueva economa del hogar, los estudios sobre la reproduccin de la

    fuerza de trabajo y el trabajo domstico constituyen los ejemplos ms

    recientes e importantes de lneas de investigacin en donde la unidaddomstica adquiere un lugar analtico preponderante. Tambin hay que

    mencionar que en los estudios de fecundidad y de participacin femenina

    en la poblacin econmicamente activa el inters por la familia o unidad

    domstica es tradicional. Numerosas investigaciones sobre estos ltimos

    temas incorporan aspectos del mbito familiar para explicar los com-

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    portamientos individuales, o trabajan en la concepcin e investigacin

    concreta del hogar como unidad de anlisis para la explicacin de fe-

    nmenos especficos (Oliveira et al, 1982: 7).

    En estos estudios, la vivienda y la familia se entendan entoncesen su estrecha relacin, pero a mi modo ver se comprenda como larelacin que se da entre un contenedor y su contenido. Cuando sehablaba de familia (o ms bien de grupo domstico), aunque se de-fina por las paredes y el techo que lo contena, ninguno de estos tra-

    bajos parece haberle conferido importancia a la manera en que elgrupo haba accedido a, construido, utilizado y significado ese espacio.Tampoco se hablaba de cmo este espacio podra forjar y determi-nar a la familia y a muchas de sus prcticas sociales, e incluso a lasprofesionales, que tanto se haban estudiado.3 En efecto, la cuestinde la vivienda era un coto reservado a los estudios urbanos que, encuestiones de familia, slo lograron establecer un verdadero dilogocon la demografa hasta los aos noventa. Veamos cmo.

    LA VIVIENDA EN LA CORRIENTE CRTICA MARXISTA:UN OBJETO SIN SUJETO

    Durante los setenta la vivienda urbana fue, como objeto de estudio,construida fundamentalmente bajo los paradigmas marxistas estruc-turalistas de lo que se dio en llamar la Escuela Francesa de Socio-

    loga Urbana, surgida en Pars durante la dcada anterior y cuyosprincipales representantes fueron Christian Topalov, Manuel Castellsy Henri Lefebvre. En Mxico y en Amrica Latina el eco de estostrabajos fue de rpida resonancia debido, principalmente, a la tem-prana traduccin al espaol de las obras de estos investigadores; lamigracin temporal o definitiva de algunos de ellos a la regin; ylos viajes de estudio e intercambio cientfico que investigadores lati-noamericanos realizaron a Europa, especialmente a Francia y Espaa.

    Bajo los paradigmas de esta escuela, la vivienda fue considerada esen-

    3 Un ejemplo de esta relacin se observa en la obra Familles mobilises, de Cuturello y Godard(1982), quienes observan en la ciudad de Niza cmo se transforma la divisin familiar entretrabajo asalariado y domstico, as como otra serie de estrategias puestas en marcha por losgrupos familiares para acceder a la propiedad de una vivienda.

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    cialmente como una mercanca y como un derecho. Analicemos estaspropuestas y su relacin con la familia.

    Retomando los supuestos de Topalov (1976), para Emilio Pra-dilla (1987: 17). La vivienda tena que ser considerada como una mer-canca (real o virtual),4 que tiene un valor de uso y un valor de cambio.En este sentido, las necesidades que cubra este valor de uso ataandirectamente a las familias:

    El objeto vivienda es el soporte material de un conjunto complejo de acti-

    vidades individuales, familiares y sociales: alimentacin, reposo, ocio,relaciones sexuales de reproduccin, relaciones interpersonales, etc.,

    necesarias para el mantenimiento de la capacidad productiva de los com-

    ponentes de la familia y la multiplicacin de los individuos; en una

    palabra, necesarias para el mantenimiento y la reproduccin amplia-

    da de la fuerza de trabajo social(Pradilla, 1987: 17).5

    En esta aproximacin, la familia aparece como un agente que al

    mismo tiempo que es consumido por el capital se constituye comoconsumidor de una vivienda. Sin embargo, este tipo de anlisis seenfoc principalmente a cuestiones relacionadas con la produccinde esta mercanca, dejando a un lado la problemtica del consumo.Adems, al poner en primer plano la relacin territorio-poder, desdeesta perspectiva los problemas urbanos (incluido el de la vivienda)fueron considerados como problemas globales y de gestin pblica,lo que conduca a ahondar en el papel que desempea el Estado como

    productor del espacio urbano (Safa, 2001) y, por lo tanto, como pro-ductor de la vivienda (Perl, 1981 y 1979). Slo a finales de los ochen-ta, cuando se empezaron a considerar otros actores sociales comoproductores de la ciudad, se integraron las empresas, sobre todo laindustria de la construccin, y la sociedad civil en los anlisis de losproductores del espacio habitable(Schteingart, 1989). No obstante,pese a las notables contribuciones que estudios como stos pudieronhacer a la comprensin de la ciudad, la familia segua ausente.

    A la vivienda, como espacio de reproduccin de la fuerza de tra-bajo, se la conceba tambin como un derecho (Lefebvre, 1978; y

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    4 Mercanca real, si el agente que la produce la integrara inmediatamente al mercado. Mer-canca virtual, si el agente productor es el mismo que la consume, como en el caso de la auto-construccin (Pradilla, 1987: 19).

    5 Subrayados del autor.

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    Turner y Fichter, 1972). Este punto de partida alentaba el sustentointelectual y material de las organizaciones de colonos asentadas enterrenos para la autoconstruccin, mismas que integraban una partede los llamados movimientos urbanos populares, uno de los obje-tos de estudio ms importantes de esta corriente en Amrica Latina.En efecto, convicciones militantes y supuestos cientficos encontraronun punto de accin en este objeto, que fue estudiado desde enfoquesmuy diversos: poltica urbana, gnero, accin social, democracia,tcnicas de autoconstruccin, etctera.

    En esta aproximacin se dio un ligero acercamiento entre los dosobjetos de estudio que el presente artculo trata de entrelazar, pueslas familias de bajos recursos que se asociaban con los movimientosurbanos y populares aparecan como las protagonistas principales.Algunos estudios, sobre todo de corte feminista, llegaron a observarla participacin de cada miembro del grupo domstico en las orga-nizaciones de colonos, destacando el papel preponderante de la mujeren las mismas, as como en el proceso de autoconstruccin. Se profun-

    diz, asimismo, en el peso de la composicin familiar y de las fases delciclo de vida para comprender esa participacin (Massolo, 1992). Sinembargo, este tipo de anlisis se limitaba al estudio de familias de ba-jos recursos que practicaban la autoconstruccin, dejndose de lado ala poblacin que adquira un crdito de inters social, as como a lasclases medias y altas. Adems, aunque en muchas de estas investiga-ciones encontrbamos el papel fundamental de los individuos y de lasfamilias participantes, poco sabamos de su constitucin, historia, l-

    gicas y prcticas cotidianas para acceder a la vivienda, para ocuparlay para apropirsela.

    Soslayar todos estos aspectos conduca a presuponer que el grue-so de los habitantes, con necesidades y prioridades relativamente homo-gneas, se cie a las reglas de un mercado de la vivienda impuestaspor las estructuras econmicas y polticas, es decir, ajeno a las prc-ticas de la propia poblacin. A partir de autores como Topalov (1990)y Duhau (1992), podemos afirmar que la vivienda, como muchos

    otros objetos construidos bajo la perspectiva del estructuralismo mar-xista de los aos setenta, apareca como un objeto sin sujeto.

    Esta crtica implica una cuestin terico metodolgica profundaque, sin duda, toma parte del conocido debate entre Pierre Bour-dieu y Claude Levi-Strauss en el cual el primero, al defender la utili-dad de la nocin de estrategia, afirma que esa nocin es el instru-

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    mento de ruptura con el punto de vista objetivista y con la accinsin agente que supone el estructuralismo (Bourdieu, 1996: 70). Enefecto, los paradigmas estructuralistas que tanto tiempo sostuvieronlos estudios urbanos latinoamericanos estaban ya resquebrajndosedesde su cuna francesa.

    LA CRISIS DE LOS PARADIGMAS MARXISTASY LAS NUEVAS TENDENCIAS EN LOS NOVENTA

    Con este breve esbozo de los estudios urbanos sobre familia y vi-vienda realizados en Mxico entre los setenta y los ochenta cons-tatamos el desarrollo tangencial que tuvieron los dos ejes temticosque pretende cruzar este artculo. No obstante, para los estudios urba-nos mexicanos esos aos no se abocaron a ellos. Fueron tambintiempos de cuestionamiento, de bsqueda y de reflexin en torno anuevos objetos de estudio que las inditas realidades sociales iban

    imponiendo, as como sobre las mejores maneras de aprehenderlas.No hay duda, adems, de que estos esfuerzos ganaron mpetu conla crisis de los paradigmas marxistas estructuralistas que Emilio Duhaudescribi con agudeza (1992 y 2000).

    Segn este autor, uno de los principales cambios se dio a nivelterico metodolgico, pues se pas del modo deductivo de investi-gacin al modo interrogativo. Ello significa que los estudiosos delo urbano empezamos a preguntarnos cmo suceden las cosas antes

    de decretar cmo deben ser. El cambio transform la investigacinurbana en diversos niveles. Primero, ya no se trat de reducir elsignificado de los procesos urbanos a su funcin en la reproduccinde la urbanizacin capitalista, sino de interpretar su desarrollo y suscambios en cuanto a procesos multidimensionales. Enseguida, sereconoci la necesidad de caracterizar e interpretar las prcticassociales, cuya reproduccin explica las tendencias generales del pro-ceso de urbanizacin. En ese tenor, se asumi que las prcticas socia-

    les no son el producto de las estructuras, sino que la realidad so-cial est estructurada en tanto y en cuanto los actores sociales, a travsde la accin, reproducen prcticas y relaciones sociales. De este modo,aunque el polo ms fuerte de las investigaciones urbanas todava esla relacin territorio-poder, que confiere al Estado un papel central,esta institucin deja de ser concebida como entidad preconstituida

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    que opera sobre la sociedad, [y se pasa] al anlisis de la reproduc-cin y transformacin del poder estatal a travs de las relaciones entregobernantes y gobernados (Duhau, 2000: 58-59). As, la capacidadreguladora del Estado y de su funcionalidad respecto de la acumu-lacin de capital deja de sobrevalorarse y el proceso de urbanizacinse visualiza ahora como el resultado de la intervencin y las prcti-cas de una multiplicidad de agentes.

    Observamos, as, una multiplicacin de temticas, perspectivas eintereses en torno a lo urbano, donde las prcticas sociales (sean po-

    lticas o cotidianas; colectivas, familiares o individuales) comienzana articular en buena medida la nueva investigacin. Ciertos investiga-dores, representantes de la corriente marxista, cambiaron su pers-pectiva y, adems de establecer un dilogo ms slido entre estudiosurbanos y demografa, se situaron en el nivel de las prcticas.

    Son dos los aportes que nos parece interesante mencionar, porquepermiten constatar que el mercado inmobiliario se construye tam-bin por las familias y sus prcticas cotidianas. El trabajo de Selby

    (1994) es uno de los primeros en mostrar que la corresidencia entredistintas generaciones de una familia extensa constituye una estra-tegia para enfrentar las crisis financieras que se han presentado enel pas desde los aos setenta. Adems, esta prctica familiar, aparen-temente ntima, tambin tiene una expresin social al disminuir eldficit habitacional y crear una vlvula de escape que mitiga las pre-siones que soporta el mercado de la vivienda. Lo mismo podemos decirdel caso descrito por Ren Coulomb (1995), quien descubre un im-

    portante desarrollo del mercado inquilinario en las colonias de auto-construccin situadas en la periferia de la capital mexicana. En efecto,tal desarrollo es producto de las estrategias de ciertas familias queacondicionan cuartos y departamentos al interior de sus viviendasparticulares para rentarlos y aumentar as sus ingresos.

    En resumen, lo que estas investigaciones nos invitan a pensar esque las prcticas familiares silenciosas y ms difciles de observar quelos grandes movimientos estructurales (Topalov, 1990) contribu-

    yen a la construccin del mercado inmobiliario visto como un siste-ma. El estudio de estos puntos nos permite comulgar con una reflexinque el mismo Topalov hara 16 aos despus de la publicacin de sumulticitada obra La renta inmobiliaria (1976), donde sostiene quela vivienda es una mercanca. La vivienda nos dice recientemen-te el autor es en realidad una extraa mercanca, cuyas fases de pro-

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    duccin y circulacin estn determinadas ciertamente por factoresmercantiles, pero tambin por factores sociales, polticos y, sobretodo, familiares (1992: 11-13).

    Pese a la riqueza de estas investigaciones y a la fuerza de esta afir-macin, los estudios en torno a la relacin entre la familia y la vi-vienda continan, por lo general, como cargando con una especiede histresis que acta en el campo de las ciencias sociales urbanas,caminando por vas tangenciales. Un buen sustento de esta afirmacines el desarrollo del Tercer Congreso Internacional de la Red Nacio-

    nal de Investigadores Urbanos, que se llev a cabo en septiembre de2003 en la ciudad de Puebla. Una de las quince mesas que se formaronen este evento trat los temas de la produccin del marco construidoy de las formas de apropiacin del suelo y la vivienda. Otra mesa muyaparte abord la cuestin de la familia, insertada como tradicio-nalmente se ha hecho dentro de los estudios de poblacin y de mer-cados de trabajo.

    Adicionales a los trabajos citados existen algunas investigaciones

    muy localizadas que tratan acerca de la interrelacin entre la vivien-da y la familia, visualizndola ms all de la posible interconexinque puede existir entre un contenedor y un contenido. En estos tra-bajos podemos identificar dos perspectivas no necesariamente exclu-yentes: la primera busca entender la relacin entre las unidadesdomsticas y sus viviendas, mientras que la segunda explora las deter-minaciones que ejerce el grupo de parentesco sobre las decisionesy situaciones residenciales de un ncleo domstico dado. Revisemos

    estas aportaciones por separado.

    VIVIENDA Y UNIDAD DOMSTICA

    Sin duda, en Mxico una de las primeras investigaciones que tratande sistematizar el anlisis de la interaccin entre la vivienda y la unidaddomstica en medios urbanos es la de Francisca Lima Barrios. En

    1992 esta autora realiz un estudio etnogrfico en el barrio de SantoDomingo, colonia de autoconstruccin por invasin situada al surde la ciudad de Mxico. Familia popular, sus prcticas y la conforma-cin de una cultura dedica un captulo a la organizacin del espacioextra e intradomstico, mismo en el cual se considera a la viviendacomo uno de los recursos estratgicos para la sustentacin econmica,

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    poltica y cultural de la familia (Lima, 1992: 52). Con base en los tra-bajos del investigador francs Michel Pinon (1986), la autora mues-tra cmo la vivienda, sus dimensiones, apariencia y localizacinestructuran la vida cotidiana y las prcticas de sus habitantes. En estesentido, a la vivienda se la concibe como un elemento que determinalas condiciones de produccin de lo que Pierre Bourdieu define comohabitus, es decir, lo que hemos adquirido, [y] est interiorizadoen el cuerpo de manera durable bajo la forma de disposiciones per-manentes (Bourdieu, 1980: 134). Con estas premisas la autora cruza

    sus observaciones de campo con las entrevistas a profundidad efec-tuadas con diferentes miembros de los grupos domsticos, accedien-do con ello a poder observar la estrecha relacin y lgica existentesentre las historias y las estructuras de la familia y las de la vivienda.

    Con experiencias como sta y dado el profundo cuestionamientoque produjo la llamada crisis de los paradigmas marxistas, al finalde la dcada de los noventa las investigaciones en torno a la vivienday la unidad domstica cobraron mayor importancia y se situaron ya no

    tanto del lado de la produccin de la vivienda sino tambin desdela posicin del consumo, la apropiacin y el uso.

    Un buen ejemplo de ello es el trabajo de Luca Bazn (1999) sobrelas colonias La Petrolera y Santa Luca, situadas en la delegacin Azca-potzalco de la ciudad de Mxico. Se trata de zonas habitacionalesconstruidas en los aos cuarenta para los empleados de Petrleos Me-xicanos. Desde sus inicios se constata una estrecha relacin con laRefinera 18 de Marzo, que desde haca dos generaciones daba tra-

    bajo a sus habitantes. Debido a esta dependencia, el cierre de la re-finera en 1991 signific una profunda colisin en las colonias que setradujo en un aumento del desempleo entre sus pobladores. Ante talsituacin, las familias convirtieron algunos espacios de su casa entalleres o tiendas al menudeo, que adems se extendieron sobre lasbanquetas y calles. Asistimos as a una profunda transformacin delos usos de las viviendas y del entorno urbano. Estas modificacioneso reapropiaciones constituyeron el objeto central de la investigacin.

    La autora afirma que las ciudades son el resultado de las relacionessociales, y particularmente de las relaciones productivas de quieneslas construyen, las usan, las viven (Bazn, 1999: 23). Con tal asevera-cin contradice a la Escuela de Chicago, cuyas tesis consideraban a laciudad sus densidades, sus dimensiones y su heterogeneidad comola determinante fundamental del comportamiento y la mentalidad

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    de sus habitantes. Si bien dadas sus conclusiones la autora se alineaa la corriente marxista estructuralista, cabe resaltar en su trabajo unaporte fundamental para los estudios urbanos mexicanos, sustentadoen la idea de estudiar los usos del espacio urbano (vivienda y entorno)y ya no slo la produccin de ese mismo espacio, como se vena ha-ciendo. Apoyada en la metfora de cuando una puerta se cierra otrasse abren, la autora moviliza entonces tres variables: vivienda, fa-milia y trabajo. Gracias a ello es que puede convidarnos pasajes me-diante los cuales nos permite entender cmo una transformacin

    macrosocial en el mundo del trabajo, que se tradujo en el cierre de laRefinera 18 de Marzo, impacta en la divisin del trabajo asalariadoen el propio seno de la familia, as como en sus fuentes de ingreso.A su vez, todo esto repercute sobre la estructura y el significado delas viviendas, las cuales dejan de ser, as, el recipiente que engloba ala familia de forma pasiva, apareciendo ahora como el resultado oel producto de las prcticas familiares y de su relacin con el mun-do laboral.

    Otra aproximacin que se sita del lado del consumo la consti-tuye el trabajo de Virginia Molina y Kim Snchez titulado El fin dela ilusin (1999). Los autores estudian las posibilidades de mo-vilidad social ascendente entre las familias de la colonia Demin Car-mona, situada al oriente de la ciudad de Mxico. Se trata de un barrioque fue creado a finales de los aos treinta bajo la modalidad que sedio en llamar colonias proletarias, en las cuales el Departamentodel Distrito Federal, apoyado por el gobierno federal, proporciona-

    ba lotes para autoconstruccin con un sistema de crdito bastanteaccesible. Los autores demuestran que esta forma de facilitar el acce-so a la propiedad del suelo urbano form parte de las condiciones in-directas que favorecieron la movilidad social de sus habitantes(Molina y Snchez, 1999: 47). La propiedad de los predios permitaevidentemente liberarse del pago de una renta, rubro en el que lasfamilias trabajadoras gastan ms del 25% de sus ingresos. Pero ese noera el nico beneficio. El tamao de los terrenos, en promedio de

    200 m2, permita el diseo de espacios tanto para la reproduccincotidiana de la familia, como para la produccin de bienes y servi-cios capaces de integrarse al mercado. Adems, al paso de los aosla propiedad de un espacio amplio y bastante cntrico permiti a losfundadores de las colonias albergar a sus hijos en buenas condicio-nes cuando stos empezaban su vida conyugal, e incluso ms tarde.

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    La propiedad de la vivienda en un lugar amplio y con posibilidades detransformacin segn las necesidades y las posibilidades de la fa-milia no slo puede significar la constitucin de un espacio de repro-duccin ampliada de la fuerza de trabajo o un contenedor inerte dela familia, sino tambin un recurso, un elemento activo en sus estra-tegias de sobrevivencia e, incluso, de movilidad social, as como elreflejo concreto de dichas estrategias.

    Finalmente, no podemos soslayar los estudios efectuados desde1995 (publicados en 2000) por un grupo de investigadoras de la es-

    pecialidad de sociologa urbana de la Universidad Autnoma Metro-politana, unidad Azcapotzalco. Este equipo, constituido fundamental-mente por Villavicencio, Esquivel, Durn y Giglia, logra un sugestivocruce de los dos ejes temticos que nos interesan con el fin de evaluarlas polticas de vivienda del fideicomiso Fondo Nacional para Habita-ciones Populares (Fonhapo) y del Fondo de Operacin y Financia-miento Bancario a la Vivienda (Fovi), otra vez en la ciudad de Mxico.El grupo retoma algunas herramientas conceptuales de la psicolo-

    ga, como por ejemplo la de satisfaccin residencialde Amrigo(1995). Asimismo, utiliza algunas nociones de la corriente cultura-lista de Chombart de Lauwe (1959-60), adems de que no pone ensaco roto treinta aos de investigacin urbana en Mxico (Villavicencio,2000; y Esquivel, 2000).

    As, sin perder de vista la problemtica de su produccin en elcontexto nacional, las autoras tambin analizan detenidamente losmodos de acceso, usos y apropiaciones de las viviendas de inters

    social. Primero, reconstruyen la complejidad de su asignacin tanto entiempos como en formas: largos periodos de espera entre la soli-citud y la ocupacin de la vivienda, y altos grados de incertidumbrey discrecionalidad por parte de los lderes. Las autoras remarcan cmoen este lapso (que puede durar cuatro aos o ms) la mujer asume bue-na parte de las tareas que exige la organizacin gestora de las vivien-das, relacionadas principalmente con la asistencia a manifestacionesy asambleas. Si bien esta afirmacin coincide con las de las investiga-

    doras que estudiaban desde los aos ochenta la participacin de lamujer en el movimiento urbano popular, este grupo logra determinar,adems, cmo estas mujeres movilizan un capital social indispensablepara participar en la organizacin: la familia extensa.

    Por otro lado, las autoras comparan la situacin residencial pre-via a la obtencin de estas viviendas y observan ciertamente una

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    mejora en cuanto a estatus ocupacional al pasar de arrendadores, ysobre todo cohabitantes, a casipropietarios, lo que permite empe-zar a acumular un cierto patrimonio. La mejora se observa tambinen el tamao de los espacios habitables, aunque stos no dejan de serinsuficientes para las dimensiones y las estructuras de las familiasbeneficiadas. Finalmente, lo que en definitiva se observa como unadesventaja es la ubicacin perifrica y el pobre entorno urbano dela mayora de los conjuntos que construyen estas instituciones. Estosfactores obligan a los miembros de las familias a realizar largos y cos-

    tosos desplazamientos hacia sus lugares de trabajo y estudio, inhibenla construccin de una identidad local, complican la sociabilidad delos beneficiarios entre s y con los asentamientos del entorno y, final-mente, los alejan de su familia extensa, aquel capital social que aunqueno libre de conflicto pudieron movilizar durante el periodo desolicitud del crdito.

    En esa brecha que se abri dentro los estudios urbanos mexica-nos observamos algunas de los frutos que puede ofrecer el estudio de

    la relacin entre vivienda y grupo domstico. Vivienda: reflejo de laconformacin de la cultura de las familias urbanas; objeto estructu-rado y estructurante de las prcticas familiares; recurso que se invierteen las estrategias de vida; producto y reflejo de las prcticas familiares,y no nicamente de las residenciales, sino tambin de las profesio-nales, matrimoniales y de solidaridad; reflejo, en fin, de las condi-ciones macroeconmicas que viven las familias.

    Ahora bien, son solamente estas interrelaciones las que nos per-

    miten escudriar el cruce de los ejes temticos vivienda y familia?Resulta evidente que no. Estos avances en la investigacin conciernennicamente a la interrelacin entre grupo domstico y vivienda, eincluso en este rubro quedan algunas cuestiones por profundizar:qu papel juegan las estrategias residenciales dentro del conjuntode estrategias de vida consideradas como un sistema interdependiente?,cmo la vivienda, considerada como un motor de las estrategias de vida,obliga a las familias a movilizar sus recursos sociales, culturales y ma-

    teriales para acceder a ella?, cmo la vivienda, cuando es vista comoun espejo de las estrategias de vida, refleja la movilizacin de esos re-cursos?, cmo las prcticas familiares ayudan a estructurar los mer-cados de la vivienda?

    Algunos avances en este sentido los he desarrollado en el trabajoNaviguer dans le dsert, donde se estudian unidades familiares de

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    escasos recursos de Ciudad Jurez, principalmente familias traba-jadoras de la maquila (Zamorano, 2003a y 2004). Tratando de pro-fundizar en lo estudiado por Lima Barrios (1992), analizo las historiasentrelazadas entre la vivienda y la familia concentrndome en los pa-peles de los diferentes miembros de esta ltima a lo largo de su ciclode vida en la produccin y la apropiacin del espacio domstico co-mn. Se observa as el amplio margen de acciones individuales quese operan sobre la trama de complejos arreglos familiares tanto parala obtencin como para el mantenimiento, mejoramiento y apro-

    piacin de los espacios domsticos comunes. Sin embargo, este tra-bajo representa una primera aproximacin a la cuestin que, con-sidero, merece profundizarse.

    VIVIENDA Y GRUPO DE PARENTESCO

    Otra veta de investigacin que explora mi ltimo trabajo citado trata

    la segunda perspectiva que quisiera abordar: la relacin entre la vi-vienda y el grupo de parentesco. En este caso, la problemtica estconstruida mediante un dilogo con autores del viejo continente. Enel libro Logement, une question de famille, las sociodemgrafas fran-cesas Bonvalet y Gotman (1993) constatan la existencia de herenciasmateriales y simblicas de la familia a lo largo de las generacionesen materia de localizacin, tipo de vivienda y vas de acceso a ella.Por mi parte, con una aproximacin ms etnogrfica a la cuestin,

    en Ciudad Jurez logr observar que las transmisiones intergenera-cionales estn lejos de tener un impacto regular: a) la alianza matri-monial, por ejemplo, conduce a ciertas rupturas con la generacinprecedente, pues obligan a la combinacin y al compromiso (en elsentido de convenio o arreglo) de dos historias de vida, de aspiracio-nes a veces divergentes, de dos itinerarios residenciales y de recur-sos sociales y materiales diferentes para acceder y usar la vivienda;b) existen adems los cambios de los contextos social, econmico y

    poltico, que obstruyen el libre flujo de saberes y de haberes resi-denciales entre las generaciones; c) ocurren tambin, finalmente,las transformaciones que sufren las aspiraciones de los miembros deun grupo de parentesco con el paso de las generaciones. Estos fac-tores nos permiten observar un juego de rupturas y continuidadesque se dan en las prcticas residenciales tanto en el nivel transversal,

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    en un grupo de hermanos y primos, como en el longitudinal, entrepadres e hijos (Zamorano, 2002 y 2003b).

    Un aspecto que se desprende del anlisis de las influencias inter-generacionales en la localizacin residencial es la construccin deconfiguraciones residenciales concentradas y dispersas, herramien-tas conceptuales tiles para enmarcar el estudio de las relaciones desolidaridad familiar, del arraigo e identidad espacial, de las estrategiasde sobrevivencia, entre otros aspectos. En el primer caso, la mayorparte de los miembros de un grupo de parentesco habitan en la misma

    colonia o en colonias vecinas, mientras que en el segundo, padres ehijos habitan en diferentes zonas de la ciudad.En Mxico, un estudio que contempla el primer tipo de configu-

    raciones es el de Larissa Lomnitz (1977). Inspirada en los estudiosde redes sociales de la antropologa social anglosajona, la autora rea-liz una investigacin en la Cerrada del Cndor, una barriada de200 casas situada en Mixcoac, tambin en la ciudad de Mxico. Enella descubri varios grupos de parentesco que viven en cercana. Si

    bien esta proximidad se explica principalmente por las redes de apoyoa la migracin construidas entre los habitantes de la barriada y susparientes del interior de la repblica, no deja de sorprender que, conel paso de los aos, se construy una gran estabilidad de los parien-tes al interior de la barriada. El arraigo al lugar parece explicarsepor las redes de reciprocidad, confianza e intercambio establecidasprincipalmente entre parientes. Mediante la lgica y solidez de estasredes, Lomnitz trat de explicar a los polticos y los cientficos so-

    ciales que trataban de interpretar las limitaciones del modelo de de-sarrollo mexicano para incorporar a los inmigrantes al mercado detrabajo formal urbano cmo la poblacin llamada marginal podavivir en la ciudad que les negaba todo (Arias, 1996: 4).

    Este estudio trataba de introducir en Mxico el debate sobre redessociales, de amplia tradicin anglosajona, con su importante baga-je terico y sus valiosos trabajos empricos realizados en zonas urbanas(por ejemplo: Bott, 1957; Elas y Scotson, 1997; Young y Willmott,

    1983). Sin embargo, me parece que la propuesta fue un tanto mar-ginal, no por el nmero de investigadores que la han ledo y citado,sino por la cantidad de investigaciones que adoptaron este modeloexplicativo. Como lo seala Arias: [] las crticas al estudio deLomnitz, provenientes sobre todo de la perspectiva marxista, de-sanimaron la hechura de estudios intensivos de barrios y colonias

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    populares desde el punto de vista de las redes de las relacionessociales (Arias, 1996: 4). Tales crticas, cabe sealar, calificaron eltrabajo de Lomnitz como funcionalista y despolitizado (RamrezSaz, 1989).

    Slo la generacin de investigadores de mediados de los noven-ta retom de esta autora cuestiones como las estrategias de sobrevi-vencia y las dinmicas econmicas de produccin al interior de losbarrios llamados marginales. Tambin en estos aos Clara SalazarCruz (1996) se inspira en el modelo de redes de Lomnitz para estu-

    diar la importancia de las relaciones extradomsticas en los hoga-res populares de Santa rsula Xitla y Nueva Aragn, dos colonias dela periferia de la capital creadas por invasin y autoconstruccin enlos aos setenta. La autora encuentra que:

    Las redes de relaciones sociales y ayuda mutua no constituyen la forma

    ms importante ni la nica como las mujeres adultas de los hogares po-

    pulares se relacionan con sus vecinos y parientes; adems es probable

    que con el tiempo las redes de apoyo no continen jugando el papel tanfundamental que se les ha asignado repetidamente como parte de las

    estrategias de sobrevivencia en la cotidianidad de las unidades doms-

    ticas populares (Salazar, 1996: 119).

    La autora supone que esta profunda diferencia entre sus resul-tados y los de Lomnitz puede explicarse por la consolidacin de lascolonias en cuestin, la cual exige menos trabajos para la colectivi-

    dad relacionados especficamente con la instalacin de servicios.Sin embargo, habra que preguntarse si esta diferencia no tiene suexplicacin en el mtodo utilizado por la autora, que consisti en larealizacin de entrevistas a profundidad con una treintena de mujeresadultas de cada colonia, seguidas por la aplicacin de un cuestionariode preguntas cerradas (Salazar, 1996: 116). En efecto, este estudioque tiende ms hacia la sociologa no puede en absoluto arrojarlos mismos resultados que una investigacin etnogrfica holstica como

    la que realiz Lomnitz en los setenta y en el cual se aplica la obser-vacin participante y se pone la mirada en las relaciones de inter-accin e interdependencia de su universo de estudio.

    Apenas unos aos ms tarde, Alicia Lindn (1999) matiza la apre-ciacin de Salazar Cruz a partir del caso de Valle de Chalco. La auto-ra muestra cmo a pesar de la fuerte homogeneidad socioeconmica

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    de las familias vallechalquenses, a su interior se observa una grandiversidad de modos de vida que se reflejan tambin en las formas desociabilidad en el vecindario, las cuales van desde las relaciones nu-merosas hasta las escasas. En lugar de situarse del lado de algnsector especializado de la sociologa, como la sociologa del trabajo,la de la familia o la de la ciudad, Lindn adopta la perspectiva de lasociologa de la vida cotidiana, lo que le permite comprender desdeel referente del individuo y sus prcticas cotidianas cmo se estruc-tura su espacio y su tiempo en los mbitos laborales, familiares, y

    urbanos y/o vecinales. Aunque la autora no analiza a profundidadla intensidad de la relacin de estos hogares con el grupo de paren-tesco que vive en vecindad parece que su apuesta epistemolgicapodra tambin rendir muchos frutos en este campo, pues permitiraobservar dentro del amplio abanico de las redes vecinales las formasen que se estructuran, sirven o incluso perturban a aquellas que seconstruyen con parientes que viven en proximidad.

    Recientemente, la importancia de las redes familiares tejidas en

    un vecindario y sus zonas aledaas saltan a la vista en algunas tesisde antropologa social, aunque me parece que no ha sido bastanteexplorada y explotada. Mara de los ngeles Haces, por ejemplo, en suesfuerzo por construir una muestra ms o menos aleatoria de gruposdomsticos en Chalco, reporta las dificultades que tuvo para entre-vistar personas que no tuvieran lazos de parentesco con las perso-nas entrevistadas previamente (Haces, 2002). Ello nos habla justa-mente de las densas redes de parentesco en su terreno de estudio, mismas

    que no estudi a profundidad a pesar de que el trabajo trataba decomprender las formas de ejercer la paternidad, prctica en la que,al parecer, apoyarse en miembros del ncleo de parentesco consti-tuye una de las principales acciones estratgicas. Selvia Larralde, porsu parte, en su trabajo sobre enfermos crnicos y organizacin fa-miliar en las clases medias de la ciudad de Mxico nos deja entreverque una de las estrategias para hacer frente a los arduos trabajos queimplica la atencin a estas personas dentro de un grupo de parentesco

    es la residencia a proximidad de varias familias nucleares (Larralde:2001). Esta proximidad resulta de gran valor para la organizacindel grupo, ya que permite la asistencia inmediata al enfermo crnicoo a su cuidadora sin tener que compartir el mismo techo, es decir,permite la defensa del coto de intimidad de la familia nuclear, tanimportante para la clase media capitalina.

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    Estos son seguramente algunos de los factores que nos explicanpor qu Mara Eugenia Zavala (2005) descubre en una muestra detres mil habitantes una fuerte tendencia a la proximidad residencialentre los grupos de parentesco mexicanos. Aunque, si esta prcticatrae al menos algunos beneficios, entonces por qu los hijos pre-sentan una disposicin a alejarse de sus familias de origen?, culesson los factores sociales y materiales que los conducen a formar con-figuraciones residenciales de tipo neolocal o dispersa?, qu signi-fica simblica y materialmente la lejana fsica entre los miembros de

    un grupo de parentesco?, cmo solucionan los problemas que gene-ralmente sus parientes prximos les ayudaran a resolver?El estudio sobre las configuraciones residenciales dispersas o neo-

    locales comienza apenas a desarrollarse en las ciencias sociales me-xicanas. Algunos resultados arrojados por la investigacin que actual-mente realizo en el Centro de Investigaciones y Estudios Superioresen Antropologa Social (Zamorano, 2003b), junto con otros queprovienen de las tesis de licenciatura de los etnlogos Ricardo Ward

    (2005) y Elizabeth Gmez Gordillo (en proceso), nos permiten su-poner que la neolocalidad se da sobre todo en una fase relativamentetarda del ciclo de vida. Adems, se puede apreciar que existe unaserie de factores coyunturales que incitan las familias a la neoloca-lidad, la cual tiene que ver antes que nada con las necesidades labo-rales y las oportunidades que se presentan en el mercado inmobilia-rio: obtener una vivienda de inters social en una nueva periferia;beneficiarse del prstamo de una vivienda lejos de la zona en que viven

    los padres; o bien, en el caso de algunos sectores de la clase mediacapitalina, el acceso a un crdito para comprar un departamento enlo que actualmente se denomina el Bando 2, o encontrar la casaideal (en renta o en propiedad) a un precio accesible en una colo-nia ideal, pero alejada de la familia de origen, etctera.

    Estas respuestas aparentemente pragmticas llevan, sin embargo,un trasfondo relacionado con dos cuestiones esenciales: la primeratiene que ver con el crecimiento de las ciudades, su lgica de densi-

    ficacin y la dinmica de los precios del suelo urbano que conducea las jvenes generaciones a desplazarse hacia zonas alejadas de lasque habitan sus padres, es decir, de los espacios donde tuvieron susocializacin inicial. La segunda se refiere a las dinmicas familiaresy a la evolucin de metas y aspiraciones de algunos miembros de lasfamilias que buscan en sus espacios de residencia elementos de distin-

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    cin social. Qu significa para los miembros de un grupo de pa-rentesco estar dispersos por toda una ciudad o incluso ms all?,tienen estas dinmicas efectos sobre sus prcticas cotidianas, susrelaciones afectivas y la construccin de redes de solidaridad?, esta-mos presenciando como algunos pesimistas lo sostienen el fin dela familia y la entrada a una sociedad individualizada?

    CONCLUSIN

    Este balance, aunque no llega a ser exhaustivo, muestra cmo larelacin entre la vivienda y la familia es ms profunda que la rela-cin existente entre un contenedor y su contenido. La vivienda sindejar de considerarse como un reflejo de las condiciones polticas,econmicas y culturales de una ciudad o un pas aparece tambincomo un elemento estructurado y estructurante de las prcticas fa-miliares; como un espacio de representacin de la familia ante la

    sociedad; como un recurso activo para el despliegue de estrategiasfamiliares. Asimismo, se presenta como el resultado de un procesode socializacin que rene herencias de y rupturas con generacionesprecedentes; que refleja movilidades sociales ascendentes o descen-dentes; y que manifiesta anclajes a un lugar, a una forma de habitary a un modo de vida, as como deseos de distincin social.

    La familia, por su parte, deja de visualizarse como un contenidofluido que se adapta y se somete al recipiente la vivienda que le

    fue asignado por las estructuras econmicas y polticas. Incluso re-conociendo las fuertes limitaciones que estas estructuras le imponen,la familia comienza a pensarse como un grupo social que interpreta,se apropia y transforma su espacio domstico y su habitatsegn susnecesidades, posibilidades y gustos, considerando a estos ltimos comoel producto de un complejo proceso de socializacin, como el reflejode su cultura. Asimismo, a la familia se la observa como un agenteactivo que ya sea con prcticas cotidianas e individuales o con abrup-

    tas acciones colectivas participa en la constitucin de la estructuradel mercado de la vivienda. En este sentido es que merece tambinser analizada como productora del espacio habitable.

    Como el lector(a) seguramente estar intuyendo, la lista de ca-racterizaciones se puede extender indefinidamente. Cmo sistema-tizarlas?, cmo hacerlas ms asequibles para la produccin de un

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    conocimiento cientfico sobre la familia y su vivienda? Me parece quela respuesta a estas preguntas tiene que pasar por una reflexin entorno a la familia y a sus estrategias residenciales.

    La nocin de individuos en familia, acuada a partir de los tra-bajos de Francis Godard, me parece que ofrece una entrada perti-nente a la cuestin. El autor considera a la familia como un lugar deunin, pero tambin como un lugar de socializacin y de individua-lizacin. La fuerza de los lazos de consanguinidad y alianza conducena los miembros de la familia a realizar acciones conjuntas, mismas

    que se estructuran a partir de una relacin compleja de matrices sim-blicas en las que a cada miembro de la familia se le asignan ciertospapeles en los planos econmico, moral y jurdico o legal. No obs-tante, la solidez de estos lazos no impide que los miembros de la fa-milia puedan realizar acciones individuales, guiadas por interesespersonales, por contextos socioeconmicos especficos que les tocavivir y por la influencia de una red social construida fuera del grupofamiliar (Godard, 1992: 7-8). Si bien el autor analiza esta trama para

    entender cmo se dan los cambios en la institucin de la familia atravs de las generaciones, estas ideas me parecen adecuadas comola base para entender sus estrategias de vida y, al interior de ellas, lasestrategias residenciales (Zamorano, 2003a: 18 y 116).

    En este sentido, a la familia no puede considerrsela como unamasa homognea unida de manera irremediable, que tiene que con-cebirse como un grupo de individuos con intereses tanto personalescomo colectivos, intereses cuyo peso es variable en las distintas fases

    de su vida segn los papeles simblicos que le son asignados o queasume. Lo anterior nos permite hablar ya no tanto de la familia sinode un grupo de individuos en familia que entra en un conjunto de pro-cesos simultneos de unificacin, socializacin e individualizacin.En funcin de estos procesos, los individuos en familiatrazan y ope-ran estrategias destinadas a garantizar su reproduccin y satisfacersus intereses personales. Por ello, entre estos intereses personales unode los ms importantes suele ser la sobrevivencia y la reproduccin de

    su familia.Las estrategias residenciales concebidas como elemento deter-

    minante y determinado por un sistema complejo de estrategias devida tambin deben abordarse en esa negociacin compleja entrela unin, la socializacin y la individualizacin. En consecuencia, a lavivienda no se la puede considerar como una cuestin de familia,

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    como lo sugiere el libro de Bonvalet y Gotman (1993), Le logement,une affaire de famille. Para comprender la compleja trama de lasprcticas individuales en un contexto familiar, la vivienda debe deser enfocada como una cuestin de individuos en familia. En otras pa-labras, como un objeto que los diferentes miembros de la familia vana utilizar, apropiarse, construir y transformar en funcin de sus pa-peles econmicos, morales y jurdicos o legales, mismos que evolucio-nan y se trastocan con el paso de la vida y al interior del seno de esosentreverados procesos de unificacin, socializacin e individualizacin.

    Pensada as, la aplicacin de esta nocin podra ser de utilidadpara comprender los dos niveles de relacin entre vivienda y familiaque ocuparon el inters del presente artculo: la relacin vivienda-grupo domstico y la relacin vivienda-grupo de parentesco. En elprimer plano, esta herramienta nos permitira comprender cmo losdiferentes miembros de la familia construyen, se apropian, usan ytransforman los diferentes espacios de la vivienda comn. En trmi-nos concretos, nos ayudara a profundizar el conocimiento de la lucha

    que emprenden los jvenes que viven con sus familias de origen paraganar espacios en su propia morada y en su entorno urbano (Correa,1998); el significado de la instalacin en la vivienda comn de untaller o negocio llamado familiar, pero al que no siempre todos losmiembros de la familia contribuyen (Bazn, 1999; Lindn, 1999);las tensiones y las alianzas que se generan en la cohabitacin entre ge-neraciones (Selby, 1994) y, cuando reflexionemos en torno a la cues-tin de la satisfaccin residencial (Villavicencio, 2000; Amrigo,

    1995), los grados de adecuacin de la morada para cada miembro delgrupo domstico. En este plano, la nocin ayudara tambin a com-prender otros fenmenos todava no explorados por la investigacinurbana, como las dificultades familiares y legales que se establecen enla subdivisin de un lote originalmente unifamiliar o en la distribu-cin entre hermanos de una vivienda intestada. En el segundo plano,la nocin de individuos en familia nos permitira entender la serie derupturas y continuidades que se observan en las prcticas y situaciones

    residenciales de las diferentes generaciones de un mismo grupo de pa-rentesco y el porqu dentro de un mismo grupo de parientes colaterales(hermanos y primos) existen situaciones residenciales profundamentediferentes.

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