viento sur, nº 118, septiembre 2011

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    w w w . v i e n t o s u r . i n f o

    SUR

    N 1 1 8 A O X X 8 E S E P T I E M B R E 2 0 1 1

    VIENTOl Debates sobre el decrecimiento. Chato Galante y

    Ladislao Martnez (editores), Jos Manuel Naredo, Yayo Herrero,

    Luis Gonzlez Reyes, Iaki Brcena l Euro. Salir o no

    salir?Michel Husson lMarx y la Comuna. El tiempo

    del reloj y el tiempo de las cerezas. Miguel Romero

    lDebate sobre el estalinismo. Las obsesiones de

    Domenico Losurdo.Antonio Moscato l El humor del

    15-M contra el neo-caca-pipi-talismo.Mara Dolores

    Vivero Garca l Vota y no te metas en poltica.

    Democracia y sistema electoral. Pablo Iglesias Turrin

    Foto: Cynthia Gonzlez

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    1

    el desordenglobal

    2miradasvoces

    3pluralplural

    4plural2plural2

    5

    vocesmiradas

    6aquy ahora

    7subrayadossubrayados

    propuestagrfica

    Nmero 118 / septiembre 2011 / 8

    EuroSalir o no salir?Michael Husson 5

    Melanclicos. Cynthia Gonzlez 16

    Debates sobre el decrecimientoPresentacin. Ladislao Martnez y Chato Galante 21Reflexiones sobre la bandera del decrecimiento. Jos Manuel Naredo 23

    Decrecimiento justo o barbarie. Yayo Herrero y Luis Gonzlez Reyes 36Decrecimiento? Si, gracias! 6 tesis a favor de decrecimiento sostenible...Iaki Barcena Hinojal 46

    Un trmino inconveniente.Ladislao Martnez y Chato Galante 54

    Marx y la ComunaEl tiempo del reloj y el tiempo de las cerezas. Miguel Romero 63Polmica sobre el estalinismoLas obsesiones de Domenico Losurto. Antonio Moscato 85

    Gua del odio. Ferran Fernndez (Barcelona, 1956)Antonio Crespo Massieu 101

    Humor y subversin de la Doxa. El humor del 15M contra el neo-caca-pipi-talismo.Mara Dolores Vivero Garca 107

    Vota y no te metas en poltica. Democracia y sistema electoral.Pablo Iglesias Turrin 117

    Los libros de VIENTO SUR. Mart Caussa 122El imposible capitalismo verde

    Daniel Tanuro Yayo Herrero yManuel Gar 122Juan Andrade (1897-1981) Vida y voz de un revolucionarioPelai Pags, Jaime Pastor y Miguel Romero (eds.)Carlos Huerga y Pepe Gutirrez 124

    Cynthia Gonzlez

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    BarcelonaLa Central del RavalElisabets n6. (08001).

    La CentralMallorca, 237. (08008).

    LaiePau Clans, 85 . (08010).

    Llibreria DocumentaCardenal Casaas, n4.(08002).

    BilbaoLibreria CmaraEuskalduna, 6 . (48008).

    CrdobaEspacio Social CulturalAl BordeConde de Crdenas, 3(14003).

    Granada

    Libreras PicassoObispo Hurtado, 5(18002).

    HuescaLibrera AnnimaCabestany,19. (22005).

    Las Palmasde Gran CanariaAsociacin Canaria deEconoma Alternativa

    Caf dEspacioCebrin, 54. (35003).

    MadridLibrera AntonoMachadoFernando VI n 17(28004).

    Librera Rafael AlbertiTutor n 57. (28008).

    La LibreArgumosa n 39.(28012).

    La MarabuntaTorrecilla del Real, 32(28012).

    Librera Facultad deCiencas Poltcas SociologaUniversidad ComplutenseCampus de Somosaguas

    Traficantes de sueosEmbajadores n 35(28012).

    KioskoSan Milln / PlazaCascorro. (28012).

    MlagaLibreria ProteoPta Buenaventura n 3(29008).

    Oviedo-UviuConceu AbiertuLa Gascona, 12 baxu A(33001).

    Tienda de ComerciuXustu"L'Arcu la Viea"El Postigu Altu 14, baxu(33009).

    Pamplona-IrueaZabaldi (CasaSolidardad)Navarreria, 23, bajo(31001).

    La Hormiga AtmikaLiburuakCuria 2, bajo. (31001).

    SantanderLa Libre (librera alterna-tiva)Cisneros, 17. (39001).

    SevillaAteneo Tierra LibertadMiguel Cid, 45

    ValenciaLlibrera tres i quatreOctubre Centre de CulturaContemporniaSan Ferrn, 12(46001).

    ValladolidLibrera SandovalPlazuela del Salvador, 6(47002).

    Vitoria-GasteizESKBeethoven, 10, bajo(01012).

    Zaragoza

    Papelera GerminalSepulcro, 21(50001).

    Librera AntgonaPedro Cerbuna, 25(50009).

    Librera ClamoPlaza San Francisco, 4(50009).

    Koskos- Plaza San Francisco(50009).- San Juan de la Cruz, 3(50009).

    2 VIENTOSUR Nmero 118/Septiembre 2011

    Puntos de difusin de VIENTO SUR

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    Si la palabra terrorismo conserva an su sentido original, si sigue sig-nificando conseguir resultados polticos por medio de aterrorizar al adversario, lapoltica de la troika FMI, Banco Central Europeo, Comisin Europea- debe califi-carse de terrorismo econmico y su adversario son las clases trabajadoras europeas.

    En nuestra poca, no hay poltica sin poltica de comunicacin (aunque no pare-ce que la izquierda alternativa lo tenga muy en cuenta). El terrorismo econmicose difunde cada da por los medios convencionales, que dedican un espacio cre-ciente a la intoxicacin econmica, por medio de un discurso protocolizado queutiliza a Grecia como paradigma: la crisis se agrava+hay que endurecer los ajus-tes+cuando se endurezcan, la crisis se seguir agravando+hay que hacer nuevosajustes+no hay alternativa.

    En un mitin reciente de CC OO, su secretario general hablaba en un atril en elque se lea: Con nosotros hay futuro. La verdad es ms bien la contraria: lamayora de las y los trabajadores han dejado de creer en la capacidad de sus ins-trumentos tradicionales de organizacin -en primer lugar, las grandes organizacio-nes sindicales- no ya para asegurarles un futuro digno, sino ni siquiera como pro-teccin ante un futuro amenazador. Y creen tambin que no hay instrumentos, nialternativas de recambio. El secretario general de CC OO les ratificar en estasideas cuando su alternativa es: Que el G-20 tome iniciativas (sic). Si as fuera,

    apaga y vmonos.El problema no est tanto en la formulacin de objetivos: por ejemplo, en torno

    al combate contra el yugo de la deuda, hay numerosas propuestas muy bien orien-tadas en la larga entrevista con Eric Toussaint que publicamos en nuestra web. Elproblema est en cmo conseguir acciones eficaces que nos aproximen a esosobjetivos. Encontrar respuestas es extremadamente difcil, pero ese es hoy el sen-tido fundamental de la poltica anticapitalista. Michel Husson es el economistamarxista que ms se arriesga en la bsqueda de polticas concretas. En el articuloque publicamos sobre la crisis del euro, propone un debate muy pertinente: Ah

    se sita el verdadero debate: cul es, en la escala del radicalismo, la posicindel cursor que mejor permite movilizar?.

    El movimiento del 15-M se encuentra en una fase complicada. Lasenormes expectativas que se crearon en las primeras semanas, y que el movimien-to se crey sobre s mismo, pueden producir ahora un efecto de rebote y producirpreocupaciones o desilusiones excesivas. Parece ms razonable pensar que esta-mos en un cambio de marcha, desde la exaltacin y el vrtigo de los primerostiempos, al tiempo largo, del trabajo a medio plazo, cuando hay que caminar no

    por los terrenos liberados de las plazas pblicas, sino por los caminos sperosdel protagonismo de la poltica institucional y los graves ataques sociales ante los

    VIENTOSUR Nmero 118/Septiembre 2011 3

    alvuelo

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    que no bastan las denuncias, las concentraciones o las acciones locales. No hay nin-guna razn para el pesimismo, pero s hay por delante un trabajo ms duro y pro-bablemente menos gratificante del que tuvimos la alegra de vivir en mayo y junio.

    La condicin de nuevo sujeto poltico adjudicada al 15-M quizs con demasia-das prisas no es algo adquirido, sino que debe ser conquistada y no ser fcil.El texto que publicamos de Mara Dolores Vivero analiza un aspecto que no

    suele considerarse en los grandes movimientos sociales: su sentido y su uso delhumor. Pero el estado de nimo de un movimiento social tiene una influenciadeterminante en su accin y el humor es imprescindible para conocerlo. PabloIglesias ha titulado su texto: Vota y no te metas en poltica. Muy oportuno esvsperas electorales.

    Me cuentan que el Partido Comunista Griego difunde en la plazaSyntagma una oferta para comprar la obras completas de Stalin con un importan-te descuento. Se podra tomar a broma, si no fuera porque este partido, al que lla-marle estalinista es un eufemismo, es de lejos la primera fuerza a la izquierda delPASOK, y mientras intenta vender obras de Stalin, organiza a miles de jvenes.Es desesperante, pero es as. La crtica radical de estalinismo no es un tema delsiglo XX. Debera formar parte de la memoria de la izquierda alternativa del sigloXXI. El libro de Domenico Losurdo que ha publicado El Viejo Topo enturbia esamemoria. Antonio Moscato la restablece en el artculo que publicamos.

    M.R.

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    Carlos Azagra

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    El desarrollo de la crisis puede resumirse de forma simple: el capitalismo seha reproducido durante los dos decenios que han precedido a la crisis acumu-lando una montaa de deudas. Para evitar el hundimiento del sistema, losEstados han asumido lo esencial de estas deudas que de privadas han pasadoa ser pblicas. Su proyecto es de ahora en adelante presentar la factura a losciudadanos bajo forma de recortes presupuestarios, de aumento de los impues-tos ms injustos y de congelacin de los salarios. En resumen, la mayora dela poblacin (las y los trabajadores y jubilados) debe asegurar la realizacin

    de beneficios ficticios acumulados durante largos aos.El gusano estaba en la fruta. Querer construir un espacio econmico con una

    moneda nica, pero sin presupuesto, no era un proyecto coherente. Una uninmonetaria truncada se convierte en una mquina de fabricar heterogeneidad ydivergencia. Los pases que conocen una inflacin superior a la media pierdenen competitividad, son incitados a basar su crecimiento en el sobreendeuda-miento.

    Retrospectivamente, por otra parte, la opcin del euro no tena justificacinevidente en relacin a un sistema de moneda comn, con un euro convertible

    para las relaciones con el resto del mundo, y monedas reajustables en el inte-rior. En realidad, el euro estaba concebido como un instrumento de disciplinapresupuestaria y, sobre todo, salarial. Siendo imposible el recurso a la deva-luacin, el salario se converta en la nica variable de ajuste.

    Sin embargo, el sistema ha funcionado ms o menos gracias al sobreendeu-damiento y, al menos en un primer momento, a la bajada del euro en relacinal dlar. Estos recursos no podan sino agotarse, y las cosas comenzaron aestropearse con la poltica alemana de deflacin salarial que le ha conducidoa aumentar su parte de mercado, sobre todo en el interior de la zona euro.

    Incluso si la zona euro estaba globalmente en equilibrio, ha aumentado elhueco entre los excedentes alemanes y los dficit de la mayora de los dems

    1eldesordenglobal

    Salir o no salir?

    Euro

    Michel Husson

    VIENTOSUR Nmero 118/Septiembre 2011 5

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    pases. Las tasas de crecimiento de los pases dela zona euro no se han acercado: han tenido, alcontrario, tendencia a diverger, ya desde la pues-

    ta en pie del euro.Esta configuracin no era sostenible. La crisisha acelerado brutalmente los procesos de frag-

    mentacin y la especulacin financiera, ha hecho aparecer a la luz del da lastensiones inherentes a la Europa neoliberal. La crisis ha profundizado la pola-rizacin de la zona euro en dos grupos de pases. De un lado, Alemania, losPases Bajos y Austria gozaban de importantes excedentes comerciales y susdficit pblicos seguan siendo moderados. Del otro, se encontraban ya losfamosos PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, Espaa) en una situacin inversa:fuertes dficit comerciales y dficit pblicos ya por encima de la media. Conla crisis, los dficit pblicos han aumentado en todas partes pero mucho menosen el primer grupo de pases que conservan excedentes comerciales. En todoslos dems pases, la situacin se degrada con la explosin de los dficit pbli-cos, y un desequilibrio creciente de la balanza comercial. En Europa, la crisisde las deudas soberanas ha acelerado el giro hacia la austeridad que estabaprogramado de todas formas. La especulacin contra Grecia, luego Irlanda yPortugal no ha sido posible ms que porque no ha habido ninguna medida decontrol de los bancos, ni de toma en cargo conjunta de las deudas a escalaeuropea. Son, por otra parte, los bancos centrales los que proporcionan las

    municiones, prestando a los bancos al 1% el dinero que ser luego utilizadopara beneficiarse de la subida de las tasas de inters pagadas por los Estados,y embolsarse la diferencia.

    Con el endeudamiento pblico tomando el relevo al endeudamiento privado,la crisis financiera se reanuda en este terreno. Desde este punto de vista, losplanes de salvamento del euro son en realidad planes de salvamento de losbancos europeos que poseen una buena parte de la deuda de los pases amena-zados. Los ataques especulativos son utilizados como argumento en favor deun paso rpido a planes de austeridad drsticos. Es un sinsentido que no puede

    desembocar ms que en una nueva recesin, incluso en Alemania donde lasexportaciones hacia los pases emergentes no podrn compensar las prdidasen los mercados europeos.

    En el fondo, los gobiernos europeos no tienen ms que un solo objetivo:volver lo ms rpidamente posible al business as usual. Pero este objetivono puede ser alcanzado, precisamente porque todo lo que haba permitidogestionar las contradicciones de una integracin monetaria defectuosa hasido hecho inutilizable por la crisis. Estos elementos de anlisis son hoybastante ampliamente compartidos. Conducen sin embargo a pronsticos y

    orientaciones opuestas: estallido de la zona euro, o refundacin de la cons-truccin europea.

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    Produzcamos mspara poder crearempleos? Es tomar

    las cosas al revs

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    Por una refundacin de EuropaEl principio esencial, es la satisfaccin ptima de las necesidades sociales. Elpunto de partida es, pues, el reparto de las riquezas. Desde el punto de vista

    capitalista, la salida de la crisis pasa por una restauracin de la rentabilidad y,por tanto, por una presin suplementaria sobre los salarios y el empleo.Pero es la parte de la renta nacional sangrada de los salarios la que ha ali-

    mentado las burbujas financieras. Y son las contrarreformas neoliberales lasque han aumentado los dficit, antes incluso del estallido de la crisis.

    Por tanto la ecuacin es sencilla: no se saldr de la crisis por arriba sin una modi-ficacin significativa del reparto de las rentas. Esta cuestin viene antes de la delcrecimiento. Ciertamente, un crecimiento ms sostenido sera favorable al empleoy a los salarios (an cuando haya que discutir su contenido desde un punto de vistaecolgico) pero, de todas formas, no se puede contar con esta variable si, al mismotiempo, el reparto de las rentas se vuelve cada vez ms desigual.

    Hay, pues, que atenazar las desigualdades: de un lado, con el aumento de lamasa salarial; del otro, con la reforma fiscal. La puesta al da de la parte de lossalarios podra seguir una regla de los tres tercios: un tercio para los salariosdirectos, un tercio para el salario socializado (la proteccin social) y un terciopara la creacin de empleos mediante la reduccin del tiempo de trabajo. Estaprogresin se hara en detrimento de los dividendos, que no tienen ninguna

    justificacin econmica ni utilidad social. El dficit presupuestario debera serprogresivamente reducido, no por un recorte en los gastos, sino por una refis-

    calizacin de todas las formas de rentas que han sido poco a poco dispensadasde impuestos. En lo inmediato, el coste de la crisis debera ser asumido por susresponsables o, dicho de otra forma, la deuda debera ser en gran parte anula-da y los bancos nacionalizados.

    El paro y la precariedad eran ya las taras sociales ms graves de este siste-ma: la crisis los endurece an ms, tanto ms cuanto que los planes de auste-ridad van a provocar recortes en las condiciones de existencia de los ms des-favorecidos. Ah tambin, un hipottico crecimiento no debe ser consideradocomo el camino real. Produzcamos ms para poder crear empleos? Es tomar

    las cosas al revs. Hay que operar aqu un cambio total de perspectiva y tomarla creacin de empleos tiles como punto de partida. Sea por reduccin deltiempo de trabajo en el sector privado o por creaciones de puestos en las admi-nistraciones, servicios pblicos y colectividades, hay que partir de las necesi-dades y comprender que son los empleos los que crean riqueza (no forzosa-mente mercantil). Y esto permite establecer una pasarela con las preocupacio-nes medioambientales: la prioridad al tiempo libre y la creacin de empleostiles son dos elementos esenciales de todo programa de lucha contra el cam-bio climtico.

    La cuestin del reparto de las rentas es, pues, el buen punto de enganche,alrededor de este sencillo principio: no pagaremos por su crisis. Esto no

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    tiene nada que ver con un relanzamiento por lossalarios, sino con una defensa de los salarios,del empleo y de los derechos sociales sobre la

    que no debera haber discusin. Se puede enton-ces plantear la nocin complementaria de con-trol: control sobre lo que hacen de sus ganancias(entregar dividendos o crear empleos); controlsobre la utilizacin de los impuestos (subvencio-nar a los bancos o financiar los servicios pbli-cos). El desafo es cambiar la orientacin de la

    defensa al control y slo esta reorientacin puede permitir que el cuestiona-miento de la propiedad privada de los medios de produccin (el verdaderoanticapitalismo) adquiera una audiencia de masas.

    Como resume bien zlem Onaran/1: Emerge un consenso entre las fuerzasanticapitalistas europeas alrededor de una estrategia fundada en cuatro pila-res: 1) resistencia a las polticas de austeridad; 2) reforma fiscal radical ycontrol de los capitales; 3) nacionalizacin /socializacin de los bancos bajocontrol democrtico; 4) auditora de la deuda bajo control democrtico segui-da de un eventual default (suspensin de pagos).

    Salida del euro?Cul sera la ventaja de una salida del euro? El argumento principal es que

    hara posible una devaluacin de la nueva moneda que restablecera la compe-titividad del pas considerado. Devolvera al Banco central la posibilidad deemitir moneda a fin de financiar de otra forma su dficit. Los ms optimistasven ah un medio de reindustrializar una economa, de alcanzar un crecimien-to ms elevado y de crear empleos.

    La fusin de las monedas nacionales en el seno del euro ha retirado unavariable de ajuste esencial, la tasa de cambio. Los pases cuya competitividad-precio retrocede no tienen otro medio, en el marco europeo actual, que el frenode los salarios y la huda hacia adelante en el endeudamiento. Es cierto, pero

    eso no impide que el guin de salida del euro sea incoherente.La salida del euro no resolvera en nada la cuestin de la deuda y, al contra-rio, la agravara en la medida en que la deuda a no residentes sera inmediata-mente aumentada con la tasa de devaluacin. La reestructuracin de la deudadebera pues, en cualquier caso, ser realizada antes de la salida del euro.

    Volver a una moneda nacional en el caso de pases que registran importan-tes dficit exteriores les somete directamente a la especulacin sobre la mone-

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    Dar a entender quela salida del europodra en s misma

    mejorar lacorrelacin defuerzas en favor delos trabajadores esel error de anlisisfundamental

    1/Onaran, . (2011) An internationalist transitional program towards an anti-capitalist Europe, Interna-tional Viewpoint, 435, abril 2011. Disponible en: http://internationalviewpoint.org/spip.php?article2096

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    da. La pertenencia al euro tena al menos la ventaja de preservar a los pasesde esos ataques especulativos: as el dficit comercial de Espaa haba llega-do al 9% del PIB sin efecto, evidentemente, sobre su moneda.

    Una devaluacin hace los productos de un pas ms competitivos, en cual-quier caso hacia los pases que no devalan. Sera preciso pues que la salidadel euro no afectara ms que a un pequeo nmero de pases. Es pues unasolucin nacional no cooperativa en la que un pas intenta ganar partes de mer-cado sobre sus socios comerciales. Pero una devaluacin hace aumentar losprecios de las importaciones, que repercuten sobre la inflacin interna y puedeanular en parte las ganancias de competitividad sobre los precios a la exporta-cin. El economista Jacques Sapir, que ha establecido un plan de salida deleuro para Francia/2, reconoce que la inflacin impondr devaluaciones regu-lares (todos los aos o cada 18 meses) para mantener la tasa de cambio realconstante. Esto equivale a aceptar un bucle inflacin-devaluacin sin fin. Lacompetitividad de un pas se basa en elementos materiales: las ganancias deproductividad, la innovacin, la especializacin industrial, etc. Pensar que lamanipulacin de las tasas de cambio puede bastar para asegurar la competiti-vidad es, en gran medida, una ilusin. Es por lo que no hay casi ninguna expe-riencia de devaluacin que no se haya traducido en un aumento de la austeri-dad que recae en definitiva sobre los asalariados. Para que la devaluacin sirvapara poner en marcha un reparto diferente de las rentas y un modelo diferentede crecimiento, sera necesario que las correlaciones de fuerzas sociales hayan

    sido profundamente transformadas. Hacer de la salida del euro una cuestinprevia equivale, pues, a invertir las prioridades entre transformacin social ytasa de cambio. Hay ah un deslizamiento extremadamente peligroso. En sudocumento, Jacques Sapir subraya que la nueva moneda debera entonces serinsertada en los cambios de poltica macroeconmica e institucional () si sequiere que d todos los efectos esperados. Entre esos cambios, cita una recu-peracin de los salarios, el mantenimiento de los sistemas sociales, un controlestricto de los capitales, la requisa del Banco de Francia, el control del Estadosobre los bancos y los seguros. Pero todas estas medidas deberan haber sido

    impuestas antes incluso de todo proyecto de salida del euro.Por otra parte, un gobierno de transformacin social cometera un terribleerror estratgico comenzando por salir del euro, puesto que se expondra as atodas las medidas de represalia.

    Polticamente, es muy grande el riesgo de dar una legitimidad de izquierdaa los programas populistas. En Francia, el Frente Nacional hace de la salidadel euro uno de los ejes de su poltica. Enlaza con una lgica nacional-socia-

    VIENTOSUR Nmero 118/Septiembre 2011 9

    2/ Sapir, J. (2011) Sil faut sortir de lEuro, document de travail, 6/04/2011. Disponible en :http://gesd.free.fr/sapirsil.pdf

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    lista que combina el discurso xenfobo con unalectura que hace de la integracin europea lafuente exclusiva de todos los males econmicos

    y sociales.Es el fondo de la cuestin. La mundializaciny la integracin europea neoliberales refuerzanla correlacin de fuerzas a favor del capital.Pero no es posible hacer de ello la causa nica,como si un mejor reparto de las riquezas pudie-

    ra establecerse espontneamente, en el interior de cada pas, con la nica con-dicin de tomar medidas proteccionistas. Dar a entender que la salida del europodra en s misma mejorar la correlacin de fuerzas en favor de los trabaja-dores es en el fondo el error de anlisis fundamental. Basta sin embargo con-siderar el ejemplo britnico: la libra esterlina no forma parte del euro, pero esono pone a la poblacin al abrigo de uno de los planes de austeridad ms bru-tales de Europa.

    Los partidarios de la salida del euro plantean otro argumento: la salidadel euro sera una medida inmediata, relativamente fcil de tomar, mien-tras que una perspectiva de refundacin europea sera algo inalcanzable.Este argumento deja de lado la posibilidad misma de una estrategia de rup-tura, que no presupone que se produzca de forma simultnea en todos lospases europeos.

    Por una estrategia de ruptura y de extensinLa opcin parece, pues, estar entre una aventura azarosa y una armonizacinutpica. La cuestin poltica central es entonces salir de ese dilema. Paraintentar responder a ello, hay que trabajar la distincin entre los fines y losmedios. El objetivo de una poltica de transformacin social es, una vez ms,asegurar al conjunto de las y los ciudadanos una vida decente en todas susdimensiones (empleo, salud, jubilacin, vivienda, etc.). El obstculo inmedia-to es el reparto de las rentas que hay que modificar en la raz (entre beneficios

    y salarios) y corregir a nivel fiscal. Es preciso, pues, tomar un conjunto demedidas que apunten a deshinchar las rentas financieras y a realizar una refor-ma fiscal radical. Estos objetivos pasan por la puesta en cuestin de los inte-reses sociales dominantes, de sus privilegios y este enfrentamiento se desarro-lla ante todo en un marco nacional. Pero las bazas de la clase dominante y lasmedidas de represalia posibles superan ese marco nacional: se invoca inme-diatamente la prdida de competitividad, las fugas de capitales y la ruptura conlas reglas europeas.

    La nica estrategia posible debe entonces apoyarse en la legitimidad de las

    soluciones progresistas, que resulta de su carcter eminentemente cooperativo.Todas las recomendaciones neoliberales remiten en ltima instancia a la bs-

    10 VIENTOSUR Nmero 118/Septiembre 2011

    Ah se sita el ver-dadero debate:cul es, en la escala

    del radicalismo,la posicin delcursor que mejorpermite movilizar?

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    queda de la competitividad: hay que bajar los salarios, reducir las cargaspara, a fin de cuentas, ganar partes de mercado. Como el crecimiento serdbil en el perodo abierto por la crisis en Europa, el nico medio para un pas

    de crear empleos, ser quitrselos a los pases vecinos, tanto ms cuanto quela mayora del comercio exterior de los pases europeos se hace en el interiorde Europa. Es cierto incluso para Alemania (primero o segundo exportadormundial con China), que no puede contar slo con los pases emergentes paratirar de su crecimiento y de sus empleos. Las salidas de crisis neoliberales son,pues, por naturaleza no cooperativas: no se puede ganar ms que contra losdems, y ste es por otra parte el fundamento de la crisis de la construccineuropea.

    En cambio, las soluciones progresistas son cooperativas: funcionan tantomejor en la medida en que se extienden a un mayor nmero de pases. Si todoslos pases europeos redujeran la duracin del trabajo y aumentaran los impues-tos a las rentas del capital, esta coordinacin permitira eliminar las conse-cuencias a las que sera expuesta esta misma poltica llevada a cabo en un solopas. La va a explorar es, pues, la de una estrategia de extensin que podraseguir un gobierno de la izquierda radical:

    1) Se toman unilateralmente las buenas medidas (por ejemplo, unimpuesto sobre las transacciones financieras).

    2) Se les aaden medidas de proteccin (por ejemplo, un control de loscapitales).

    3) Se acepta el riesgo poltico de infringir las reglas europeas.4) Se propone modificarlas extendiendo a escala europea las medidas

    tomadas.5) No se excluye un pulso y se usa la amenaza de la salida del euro.Este esquema toma en consideracin que no se puede condicionar la puesta

    en marcha de una buena poltica a la constitucin de una buena Europa.Las medidas de represalia de todo tipo deben ser anticipadas por medio demedidas que, efectivamente, recurren al arsenal proteccionista. Pero no setrata de proteccionismo en el sentido habitual del trmino, pues ese proteccio-

    nismo protege una experiencia de transformacin social y no los intereses delos capitalistas de un pas dado frente a la competencia de los dems. Es puesun proteccionismo de extensin, cuya lgica es desaparecer a partir delmomento en que las buenas medidas sean generalizadas.

    La ruptura con las reglas europeas no se hace sobre una cuestin de princi-pio, sino a partir de una medida justa y legtima, que corresponde a los intere-ses de la gran mayora y que es propuesta como paso a seguir a los pases veci-nos. Esta experiencia de cambio permite entonces apoyarse en la movilizacinsocial en los dems pases y construir as una correlacin de fuerzas que puede

    influir en las instituciones europeas. La experiencia reciente del plan de salva-mento del euro ha mostrado, por otra parte, que no haba necesidad de cam-

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    biar los tratados para dejar de lado un ciertonmero de sus disposiciones.

    La salida del euro no es ya, en este esquema,

    un previo. Es, al contrario, un arma para utilizarcomo ltimo recurso. La ruptura debera msbien hacerse sobre dos puntos que permitiranconseguir verdaderos mrgenes de maniobra:nacionalizacin de los bancos y denuncia de ladeuda.

    Ruptura y refundacinEl primer punto de apoyo es la capacidad de atacar los intereses capitalistas:el pas innovador puede reestructurar su deuda, nacionalizar los capitalesextranjeros, etc., o amenazar con hacerlo. Incluso en el caso de un pequeopas, la capacidad de respuesta es considerable, si se tiene en cuenta la imbri-cacin de las economas y de los mercados financieros. Muchos podran per-der en ello, por ejemplo los bancos europeos en el caso de Grecia. En lugar dearrodillarse literalmente ante las finanzas, Papandreu habra podido entablarun pulso diciendo: Grecia no puede pagar, por tanto hay que discutir. Es loque hizo Argentina suspendiendo su deuda en 2001 y obteniendo una renego-ciacin de su deuda.

    Pero el principal punto de apoyo residira en el carcter cooperativo de las

    medidas tomadas. Es una enorme diferencia con el proteccionismo clsico queintenta siempre en el fondo sacar sus castaas del fuego quitando partes demercado a sus concurrentes. Todas las medidas progresistas, al contrario, sontanto ms eficaces en la medida en que se generalizan a un mayor nmero depases. Habra pues que hablar aqu de una estrategia de extensin que reposeen el discurso siguiente: Afirmamos nuestra voluntad de tasar el capital ytomamos las medidas de proteccin adecuadas. Pero es esperando que estamedida, como la proponemos, sea extendida al conjunto de Europa. Es,pues, en nombre de una Europa diferente como sera asumida la ruptura con

    la Europa realmente existente. Ms que oponerlas, hay que reflexionar sobrela articulacin entre ruptura con la Europa neoliberal y proyecto de refunda-cin europea.

    El proyecto y la correlacin de fuerzasUn programa que slo intentara regular el sistema de forma marginal estarano slo subdimensionado, sino que sera tambin poco movilizador. En senti-do inverso, una perspectiva radical corre el riesgo de desanimar ante la ampli-tud de la tarea. Se trata de alguna forma de determinar el grado ptimo de radi-

    calidad. La dificultad no es tanto elaborar dispositivos de orden tcnico: esevidentemente indispensable y es un trabajo ampliamente adelantado, pero

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    La opcin pareceestar entre unaaventura azarosa y

    una armonizacinutpica. La cuestinpoltica central essalir de ese dilema

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    ninguna medida hbil puede permitir esquivar el enfrentamiento inevitableentre intereses sociales contradictorios.

    Sobre los bancos, el abanico va desde la nacionalizacin ntegra a la regula-

    cin, pasando por la constitucin de un polo financiero pblico o la puesta enpie de una reglamentacin muy exigente. La deuda pblica puede por su parteser anulada, suspendida, renegociada, etc. La nacionalizacin ntegra de losbancos y la denuncia de la deuda pblica son medidas legtimas y econmica-mente viables, pero pueden parecer inalcanzables, debido a la correlacin defuerzas actual. Ah se sita el verdadero debate: cul es, en la escala del radi-calismo, la posicin del cursor que mejor permite movilizar? No correspondea los economistas zanjar este debate y por eso, ms que proponer un conjuntode medidas, este artculo ha intentado plantear cuestiones de mtodo y subra-yar la necesidad, para una verdadera salida de la crisis, de tres ingredientesindispensables:

    1) Una modificacin radical del reparto de las rentas.2) Una reduccin masiva del tiempo de trabajo.3) Una ruptura con el orden mundial capitalista, comenzando por la Europa

    realmente existente.El debate no puede ser encerrado en una oposicin entre antiliberales y anti-

    capitalistas. Esta distincin tiene evidentemente un sentido, segn que el pro-yecto sea librar al capitalismo de la finanza o librarnos del capitalismo. Peroesta tensin no debera impedir hacer un largo camino juntos, a la vez que se

    lleva a cabo este debate. El programa comn podra basarse aqu en lavoluntad de imponer otras reglas de funcionamiento al capitalismo. Y sta esclaramente la lnea de divisin entre la izquierda radical de ruptura y el socialliberalismo de acompaamiento. En todo caso, la tarea prioritaria para laizquierda radical es construir un horizonte europeo comn que sirva de base aun verdadero internacionalismo.

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    Traduccin: Alberto Nadal para VIENTO SUR

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    Michel Husson es economista. Pueden consultarse sus obras en castellano en

    http://hussonet.free.fr/espanol.htm

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    Cynthia Gonzlez

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    MelanclicosCynthia Gonzlez

    Nos encontramos frente a la obra de una fotgrafa consumada. Tanto su

    excelente tcnica como su lenguaje personal, original y sugerente as nos loconfirma. Sus diferentes proyectosMood (reflexin sobre edificios en rui-nas, abandonados, solitarios), Yo es otro (se fragu en un espacio domsti-co de La Habana y termina en Madrid advirtiendo del nomadismo viajerode la cultura cubana) ; pequeos vdeos vitalistas comoDancing in the stre-et, o culturales en los que da cuenta, por ejemplo, del montaje de las expo-sicionesEl sudario o la librera de Fernando Bermejo. Me interesa sealarsu participacin enArtesles. Se trata de un festival de arte al aire libre quese desarrolla cada ao en Esles, en el Valle de Santa Mara de Cayn en

    Cantabria que merece destacarse por su continuidad y su innovacin enmateria visual, artstica y musical.En el proyecto Los melanclicos, que presentamos aqu, encontramos

    imgenes muy preparadas, lo opuesto al famoso momento decisivo. Sonseres que no se encuentran situados en el mundo, incgnitas ante el futuro,confusos en sus orgenes y su entorno. Surgen de la tierra, se cuestionan supropio camino marcado nos interrogan desde su identidad.

    En su pgina web, podemos ver todas las imgenes de sus trabajos y,sobre todo, sus vdeocreaciones. http://www.cynthiagonzalez.es/

    Carmen Ochoa Bravo

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    Debates sobre el decrecimiento

    3pluralplural

    Si hubiera que definir el ecologismo social deberamos referirnos a unmovimiento amplio y diverso, que sita el origen de la crisis ecolgica en elmodelo de produccin y consumo del sistema, del que se derivan a su vezotros graves problemas sociales. Desde su inicio se ha caracterizado por suvoluntad explcita de desarrollar un pensamiento propio y su inters en parti-cipar, junto a otros movimientos, en el impulso de todo tipo de iniciativas yconflictos sociales. Se trata sin duda de un ecosistema inquieto, con una salu-dable tendencia al debate y a la puesta en cuestin de las ideas propias y aje-nas.

    En esta corriente viene desarrollndose en los ltimos aos un intenso deba-te sobre la teora del decrecimiento formulada por Serge Latouche (La apues-ta por el decrecimiento, Barcelona, Icaria, 2008). Debate que abarca desdeaspectos tericos sustantivos, particularmente relacionados con aportaciones

    conceptuales de la economa ecolgica, a cuestiones tcticas como la utilidado no de impulsar una definicin de la corriente alrededor de este trmino,pasando por debates de un significativo calado poltico como su papel en unaestrategia de cambio del modelo de sociedad.

    Probablemente hace tiempo que deberamos haber tratado este

    tema en un Plural, pero tambin es cierto que este es un momento muy opor-tuno para hacerlo y que nos permite abordarlo con mayor claridad. Vyase louno por lo otro. Hemos intentado abordar el debate en toda su amplitud, pro-

    curando que las distintas aportaciones dieran una visin suficiente sobre elconjunto de temas que abarca. Adems, como siempre, pretendemos recogeropiniones significativas de las distintas opiniones presentes. Creemos haberloconseguido, pero sin duda quedan temas y puntos de vista del mayor intersque podremos publicar ms adelante.

    Jos Manuel Naredo es el referente principal de nuestro pas en el campode la economa ecolgica; con este trabajo se estrena en una colaboracin queesperamos larga y fructfera con nuestra revista. Partiendo de un recuadro querecoge una crtica sistemtica del decrecimiento, desarrolla su elaboracin en

    dos planos. Por una parte, analiza los problemas para la utilizacin del trmi-no en el conjunto de la sociedad, ms all de su papel como aglutinante de

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    gente crtica con el sistema, ya convencida y que sobreentiende su significa-do. Por otra, critica su falta de un respaldo conceptual slido, sin el cual dif-cilmente puede construirse una alternativa slida y creble al sistema econ-

    mico actual.Yayo Herrero y Lus Gonzlez Reyes, reconocidos representantes deEcologistas en Accin, parten en su artculo de sealar los lmites del planetacomo frontera insuperable por un supuesto crecimiento econmico ilimitadoconsustancial al capitalismo. A continuacin abordan la relacin del decreci-miento con distintas variables sociopolticas: calidad de vida, trabajo, empleoy distribucin de la riqueza. Por ltimo, cierran su aportacin con un intere-sante apartado que propone diversas prcticas de decrecimiento a nivel macro-econmico.

    Iaki Barcena,profesor de la UPV-EHU y miembro de Ekologistak Martxan,a partir de una caracterizacin de la situacin actual del movimiento decrecen-tista articula su discurso en torno a seis tesis, que van desde el anlisis de sucarcter de herramienta frente a la insostenibilidad econmica y ecolgica hastasu papel en la formacin de alternativas poscapitalistas, pasando por su utilidadpara establece alianzas con el Sur global o la caracterizacin del pico del petr-leo como inevitable mensajero del decrecimiento econmico.

    Ladislao Martnez miembro de ATTAC, Izquierda Anticapitalista yEcologistas en Accin y Chato Galante,miembro de Ecologistas en Accin,analizan el decrecimiento en funcin de su aportacin a los postulados bsicos

    del ecologismo social y su utilidad poltica para este movimiento. Tras apun-tar las limitaciones tericas del concepto y sealar la existencia de mejoresfrmulas de identificacin, se detienen en la crtica del contenido del pensa-miento decrecentista a la hora de elaborar una alternativa estratgica al siste-ma, para acabar insistiendo en la necesidad de encontrar espacios para la refle-xin y la accin comn.

    Ladislao Martnez y Chato Galante (editores).

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    Tras ser invitado por los redactores de esta revista a reflexionar sobre la ban-dera del decrecimiento que enarbolan ahora muchos compaeros del movi-miento ecologista, en principio, pens hacerlo tambin sobre el antineolibera-lismo que abraza la mayora de los crticos del actual sistema socioeconmi-co, pues ambos responden con el contrario al pie forzado que nos marca laideologa dominante, en vez de emanciparse de ella pensando libremente almargen suyo. Pero, al ser temas tan diferentes, he optado por dejar los comen-

    tarios de este ltimo para otra ocasin.Hace ya algn tiempo que expres mis puntos de vista sobre el tema del

    decrecimiento respondiendo a la pregunta que me hizo Jorge Riechmann enlas conversaciones sobre la crisis y sus alternativas que componen la segundaparte de un libro reciente: empezar por transcribir estos comentarios paraampliarlos despus [A continuacin se reproducen estos prrafos tomados dellibro de Naredo (2009), pp. 314-318].

    Jorge Riechmann: qu opinin te merecen las propuestas de

    decrecimiento que se han avanzado en los ltimos aos?, sobre todoen Francia donde han dado origen a cierto movimiento social. Sabesque hay ah toda una serie de gente, entre los cules quizs el msconocido es Latouche, pero con cierto tirn entre el movimiento eco-logista tambin por aqu.Jos Manuel Naredo: S claro, conozco esta corriente que empezenarbolando en Francia la bandera de decrecimiento. Buena parte desu integrantes, y el propio Latouche, forman parte de la asociacinLa ligne dhorizon de amigos de Franois Partant, autor, entre

    otras cosas, de un libro tituladoEl fin del desarrollo publicado haceun cuarto de siglo y reeditado con el apoyo de esa asociacin. Ellos

    1. Debates sobre el decrecimiento

    Jos Manuel Naredo

    Reflexiones sobre la banderadel decrecimiento

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    me invitaron, incluso, a dar una charla en Pars, con motivo de los actosorganizados el veinte aniversario de la muerte de Partant. Tambinconozco la extensin de esa corriente de ideas en nuestro pas.

    Para responder a tu pregunta, creo que hay que diferenciar si se usael trmino decrecimiento simplemente para llamar la atencin,como ttulo de un libro, o de una revista, o si se toma en seriocomo concepto para articular sobre l una verdadera meta o propues-ta alternativa al actual sistema econmico. En el primer caso elempleo de la palabra podra ser acertado. Este es, por ejemplo, elcaso de la revista que se publica en Francia con el ttuloLa decrois-sance: se trata de una revista de crtica radical del desarrollismoimperante, que hace bien en subrayar con tintes surrealistas losabsurdos que la mitologa del crecimiento conlleva y en utilizar esettulo a modo de desafo o de provocacin frente al pensamiento eco-nmico ordinario. Ese fue tambin el caso del libro Demain ladcroissance, que public hace treinta aos y reedit (con el ttulo

    La dcroissance) hace ms de diez, mi amigo Grinevald, en el queintroduca y traduca al francs algunos textos clave de Georgescu-Roegen y del que conservo un ejemplar dedicado por el autor. Esettulo responda ms a una ocurrencia publicitaria provocadora,orientada a pillar a contrapi la palabra y el mito del crecimientoeconmico, que a un intento serio de proponer el decrecimiento

    como meta o alternativa. Pues ni la introduccin, ni los textos pre-sentados en el libro, tejen en torno al decrecimiento ninguna pro-puesta o enfoque alternativo. La palabra apenas figura en el texto y,desde luego, brilla por su ausencia en el programa bioeconmicomnimo propuesto por Georgescu-Roegen. Por lo tanto, resultaengaoso presentar a ambos autores como pioneros del decrecimien-to como propuesta.

    En lo referente al segundo de los usos indicados, tengo que decirque me parece desacertada la eleccin del trmino decrecimiento

    para articular sobre l un enfoque econmico alternativo al actual-mente dominante. Pues para que un trmino con pretensiones polti-cas cumpla bien esa funcin, necesita tener a la vez un respaldo con-ceptual y un atractivo asegurados, de los que carece el trminodecrecimiento.

    La nocin ordinaria de crecimiento econmico encuentra ese res-paldo conceptual en el reduccionismo pecuniario de la idea usual desistema econmico y de los agregados que lo cuantifican en el siste-ma de cuentas nacionales al uso. Ya vimos que la mitologa del cre-

    cimiento se apoya en la metfora de la produccin, que oculta el ladooscuro e indeseado del proceso econmico. Ya comentamos que lo

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    que se entiende normalmente por crecimiento no es otra cosa que elcrecimiento del producto o renta nacional. Y en este marco de refe-rencia, el decrecimiento tiene tambin nombre propio: se llama rece-

    sin y conlleva la cada de esa renta o producto nacional y el empo-brecimiento del pas, con consecuencias sociales generalmente inde-seadas. Por lo que, de entrada, el objetivo del decrecimiento nopuede resultar atractivo para la mayora de la poblacin, tributaria dela ideologa econmica dominante. Pero la idea general del decreci-miento tampoco encuentra solidez conceptual fuera del reduccionis-mo propio del enfoque econmico ordinario. Pues desde los enfo-ques abiertos y multidimensionales de la economa ecolgica, odesde lo que yo llamo el enfoque eco-integrador, no hay ningunavariable general de sntesis cuyo crecimiento, o decrecimiento, sepueda considerar inequvocamente deseable. Esto lo explicaba yacon claridad en la primera edicin de mi libroLa economa en evo-lucin, de 1987 (3 ed. 2003, pp. 514-515). En el ltimo captulo,sobre los nuevos enfoques de lo econmico, sealaba que los ele-mentos que componen mi propuesta de enfoque ecointegrador, al noser expresables en una nica magnitud homognea, no pueden darlugar a ningn saldo o indicador global cuyo crecimiento (o decre-cimiento) se estime inequvocamente deseable. Y por este mismomotivo el enfoque ecointegrador no debe asumir tampoco el objeti-

    vo del crecimiento cero (que entonces estaba de moda, como tam-poco el del decrecimiento que ahora lo sustituye). Pues la recon-versin propuesta del sistema econmico entraar, sin duda, laexpansin de ciertas actividades y la regresin de otras, el uso acre-centado de ciertos materiales y energas y la regresin de otras. Porejemplo, desde este enfoque tiene sentido proponer la reduccin delconsumo de energa fsil y contaminante, pero no el de la energasolar y sus derivados renovables, que se acaban disipando igualaunque no se usen.

    De ah que el movimiento ecologista que defiende el decrecimien-to, tiene que empezar a ponerle apellidos sobre la marcha para queel objetivo resulte inteligible y razonable desde fuera del enfoqueeconmico ordinario. Se dice as defender el decrecimiento del con-sumo superfluo, de la exigencia de energa fsil y contaminante, dedeterminados materiales, o de la generacin de residuos, sin ero-sionar, se matiza a veces, la calidad de vida de la gente. Pero el obje-tivo de hacer que decrezcan las exigencias materiales del procesoeconmico, coincide grosso modo con el de la llamada desmateria-

    lizacin de la vida econmica, lo que introduce cierto elemento deconfusin. Pues los propios defensores del sistema actual han veni-

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    do afirmando la desmaterializacin como tendencia que estabateniendo lugar, ilustrada por la disminucin del requerimiento deenerga y/o materiales por unidad de renta observada en algunos pa-

    ses ricos. Se ha confundido, as, esta tendencia, que no tiene nada desorprendente (ya que es un simple corolario de la por mi denomina-da Regla del Notario), con la disminucin de los requerimientostotales de energa y materiales per cpita, que est bien lejos de pro-ducirse (Naredo, 2010). En suma, que creo que los objetivos borro-samente apuntados por los defensores del decrecimiento, quedaranmucho mejor expresados por el eslogan mejor con menos, puestoque hace referencia a una tica de la contencin voluntaria, no slomedida en trminos fsicos, sino tambin pecuniarios y de poder, ala vez que afirma el disfrute de la vida.

    Considerando, como subraya Georgescu-Roegen, que la Tierra esun sistema cerrado en materiales, lo que permite verla como un granalmacn de recursos naturales, el creciente uso y deterioro de estosrecursos que genera la actual civilizacin industrial, no puede menosque apuntar a una merma en las disponibilidades y a un menor usofuturo de los mismos. Desde esta perspectiva, el decrecimiento enel uso de determinados recursos ser el horizonte obligado hacia elque apuntan las tendencias en curso. Aprovechando esta evidencia,Serge Latouche propone prever y planificar este decrecimiento

    para evitar que se produzca de forma dramtica y habla de la nece-sidad de aplicar una lgica econmica diferente para conseguirlo,que es lo que yo vengo proponiendo desde hace tiempo. Llegados aeste punto, creo que el principal objetivo a plantear es cambiar esalgica y reconvertir el metabolismo econmico de la sociedad. Elproblema estriba en que anteponer el objetivo del decrecimientogenera confusin cuando permanece en vigor la mitologa del creci-miento y cuando los objetivos ms generales de cambio y recon-versin del sistema econmico estn todava lejos de ser compren-

    didos y asumidos por la poblacin. Por lo que creo que el movimien-to ecologista tendra, sobre todo, que hacer ms hincapi en ellos yen la propuesta mejor con menos, que sustituye con ventaja a ladel decrecimiento.scar Carpintero: Esto est relacionado con el horizonte de crisisecolgica hacia el que nos arrastra la actual civilizacin. Aunquehayamos decidido centrar ms estas reflexiones sobre la crisis eco-nmica, no estara de ms que definieras en dos palabra cmo vesese horizonte de crisis ecolgica.

    Jos Manuel Naredo: Ya hemos sealado que el metabolismo de lasociedad industrial arrastra hacia un creciente deterioro de la base de

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    recursos planetaria, con una creciente polarizacin social y territo-rial. A partir de mis trabajos con Antonio Valero (se da cuenta deestos trabajos en mis libros, Naredo 2009 y 2010, incluidos entre las

    referencias del final) sobre la evolucin de la corteza terrestre, elagua y la atmsfera y sobre la composicin del estado de mximaentropa hacia la que tiende nuestro planeta, he podido concluir quesi la vida surgi y evolucion en la Tierra a partir, como se dice, deuna sopa primigenia, la civilizacin industrial la est empujandohacia una especie de pur pstumo en el que estaran revueltostodos los materiales que la componen. La metodologa que hemoselaborado nos ha permitido cuantificar la composicin qumica deese pur pstumo y calcular el coste fsico de devolverlo a la situa-cin actual. Permite, en suma, cuantificar y agregar el gradiente depotenciales disponibles en la Tierra en el momento actual y seguir eluso de ellos que est haciendo la civilizacin industrial: se puede uti-lizar y degradar ms o menos rpidamente el stock de potencia con-tenido en la Tierra, como se turbina el agua de un embalse. Nuestrametodologa permite cuantificar la evolucin del deterioro de la basede recursos planetaria, permitiendo hacer un seguimiento preciso dela sostenibilidad o viabilidad del modelo de gestin imperante. Creoque la escasa acogida y apoyo institucional que ha tenido nuestralnea de trabajo evidencia que el medioambientalismo banal en boga

    no est interesado en aadir precisiones al tema de la insostenibilidaddel crecimiento: su objetivo es ayudarnos a convivir con el deterioroecolgico en curso mediante campaas de imagen verde, no reconver-tir el metabolismo de la sociedad industrial hacia un futuro social yecolgicamente menos degradante.

    La puerta falsa de las metforasQu puedo aadir sobre el empeo de utilizar la bandera del decrecimientocomo divisa aglutinante del movimiento ecologista, dos aos despus de haber

    comunicado en estos prrafos mis puntos de vista? La verdad es que mi juiciosobre esta cuestin no ha variado sustancialmente e, incluso, se ha reforzado.Porque no veo que ninguno de los dos aspectos crticos arriba comentados sehaya desvanecido: 1) no creo que la palabra decrecimiento suscite hoy msentusiasmo que hace unos aos, ms bien al contrario, cuando las penalidadesasociadas al paro y a los recortes de la crisis, hacen que la poblacin aoreel crecimiento anterior, y 2) tampoco creo que goce hoy de un respaldo con-ceptual generalmente asumido, ms slido que hace unos aos, ni que sehayan disipado sus amplias dosis de ambigedad.

    Conviene recordar que buena parte de la ideologa que orienta los juicios devalor y el comportamiento de las personas se cuela, sin advertirlo, por la puer-

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    ta falsa de la metforas, como argument en lasegunda parte de mi libroRaces antes citado(Naredo, 2010). De ah que el xito de un eslo-

    gan dependa, en buena medida, de que resultenatractivas las metforas que suscite. Y, hoy porhoy, hemos de contar con que grande se consi-dera mejor que pequeo/1 (se habla as de ungran pensador, literato, o deportista), alto oelevado se considera mejor que bajo (se hablade automviles de alta gama, o de sentimientoselevados frente a aquellos otros bajos o rastre-

    ros), como tambin avanzar resulta ms atractivo que retroceder (se habla as,de avances de la medicina o de la ciencia o de estudios avanzados), yque crecer se considera mejor que decrecer (se habla as, no solo de crecimien-to econmico, sino tambin de crecimiento del nivel de vida, o de creci-miento personal).

    En este contexto creo que la bandera del decrecimiento aglutina a crticosdel sistema ya convencidos que sobreentienden su significado, pero no meparece que resulte atractiva para la mayora de la poblacin, que es a la quehabra que atraer y convencer para que el movimiento crtico progrese. Sobretodo cuando el grueso de la poblacin, adems de permanecer prisionero de laideologa econmica dominante, sufre el decrecimiento efectivo de sus ingre-

    sos y de su patrimonio motivado por una crisis que se revela de larga duraciny por mutaciones del capitalismo que hacen que las nuevas generaciones ten-gan ms dificultades que sus padres para conseguir un trabajo y una viviendadignos. Los que desde el movimiento ecologista se dicen partidarios del decre-cimiento, deberan de matizar bien su posicin frente a ese decrecimiento quenos estn imponiendo desde el poder estatal y empresarial en forma de recor-tes de salarios, pensiones, gastos sociales o plantillas, a la vez que se siguensubiendo impuestos y tarifas. Por mucho que se matice, creo que declararse eneste contexto partidarios del decrecimiento para cambiar la mentalidad de la

    gente, es un empeo de remar contra corriente sin utilizar los vientos ms favo-rables que brindan otras ideas. Porque, si nuestra meta es domesticar, reconver-tir y, en suma, cambiar el sistema socio-econmico imperante, creo habra queaprovechar que el sistema est en crisis y no puede adormecer a la poblacin conla droga del crecimiento, para enarbolar la bandera del cambio (un cambio queabarcara, desde el sistema monetario internacional, hasta las reglas que rigen lavaloracin, el comercio, y los patrones de consumo) en vez de declararse

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    1/Precisamente, para llamar la atencin, frente a la valoracin usualmente ms positiva de lo grande, Schu-

    macher (1973) eligi lo pequeo como ttulo de su libro, pero tuvo la precaucin de calificarlo de hermo-so para hacerlo ms atractivo (como mejor con menos).

    Lo importante no estanto cuestionarlas tasas formales

    de crecimiento deesos agregados,como las reglasde valoracinsubyacentes

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    partidarios del decrecimiento justo cuando el propio sistema nos lo regala,recortando el empleo, los salarios, los derechos, y el consumo de recursos(aunque sus precios suban, y el dlar caiga, animados por la enorme liqui-

    dez que se sigue inyectando para reanimar el pulso de la actividad econ-mica).

    Una gran confusinEn lo que concierne al segundo punto, tampoco creo que los que se dicen par-tidarios del decrecimiento hayan dotado hoy a este trmino de un respaldoconceptual ampliamente asumido que se revele ms slido que hace unosaos, ni que, en consecuencia, se hayan disipado las amplias dosis de ambi-gedad que su uso genera, ni la falsa paternidad que se le atribuye. Me sor-prende y desalienta que se siga presentando en los media al matemtico yeconomista rumano Nicholas Georgescu-Roegen como el padre del decre-cimiento y a Jacques Grinevald como su discpulo (Dubuis, 2011, p. 29).Se da la falsa impresin de que el primero enarbol el decrecimiento comopropuesta y que el segundo sigui dcilmente sus enseanzas. Cuando, poruna parte, Grinevald no es economista, sino filsofo e historiador de la cien-cia y tampoco fue alumno, sino amigo y bigrafo suyo, y me consta que comobuen librepensador tiene otros muchos autores de cabecera o, si se quiere,maestros, por mucho que admire y valore, como yo, al economista rumano. Ycuando, por otra parte, fue a Grinevald al que se le ocurri poner la palabra

    decrecimiento en el ttulo del libro antes citado, que traduca y divulgaba enfrancs algunos de los textos de Nicholas Geogescu-Roegen (NGR), en cuyosttulos originales no figuraba esa palabra. Es ms, me atrevo a afirmar conbuen conocimiento de causa/2, que ninguno de los textos originales deGeorgescu-Roegen, anteriores o posteriores a la aparicin del libro introduci-do por Grinevald, incluye en el ttulo la palabra decrecimiento y/o se dedica adefender el decrecimiento como propuesta.

    Conociendo el carcter fuerte de NGR, estoy seguro de que habra pilladoun buen rebote si se hubiera enterado de que ahora lo presentan como el

    padre del decrecimiento. As ocurri cuando el economista Herman Daly del que s podemos decir, con ms visos de realidad, que fue discpulo suyose declar partidario del crecimiento cero, tras la aparicin del primer Informedel Club de Roma sobreLos lmites del crecimiento (1971). NGR critic convehemencia la propuesta del estado estacionario, formulada por Daly (creoque con bastante ms precisin, dicho sea de paso, de la que ahora acompaa

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    2/Me lo ha confirmado scar Carpintero, que estuvo investigando durante todo un curso acadmico en losarchivos de Georgescu-Roegen, depositados en la Duke University, para preparar su interesante libro titu-

    ladoLa bioeconoma de Georgescu-Roegen (2006), que recomiendo a las personas que deseen conocer ellegado intelectual de este autor y de las personas que hemos divulgado y desarrollado su pensamiento.

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    a la propuesta del decrecimiento (Daly, 1977 y 1980)/3. Entre los textos deNGR introducidos por Grinevald en el libro arriba citado, figura un captulotitulado El estado estacionario, un milagro a la moda, que sigue a otro titu-

    lado El crecimiento: mitos polmicas y sofismas: una gran confusin empezaba diciendo nuestro autor impregna las vivas controversias relativasal crecimiento, simplemente porque este trmino se utiliza en mltiplesacepciones (p. 104). Para esclarecer esta confusin, que est lejos de haber-se disipado, nuestro autor revisa las posibles acepciones de la palabra y con-creta que el usualmente llamado crecimiento econmico es el que los eco-nomistas miden con el agregado de renta o producto nacional (per cpita ydeflactado o a precios constantes, precisa NGR). Y como este agregadomonetario puede tener las correspondencias ms variopintas en el mundo fsi-co, a nivel puramente terico, el crecimiento econmico puede ser compati-ble con una baja de la tasa de agotamiento (de los recursos naturales) (p.106). NGR remacha que el error crucial consiste en no ver que, no slo elcrecimiento, sino que tambin un estado de crecimiento cero e incluso un esta-do de decrecimiento que no tendiera a la anulacin, no podran durar eterna-mente en un medio ambiente finito (p. 112).

    El estancamiento o el decrecimiento de los agregados monetarios suele, cier-tamente, moderar, pero no evitar, el deterioro del medio natural que ocasionael proceso econmico, que a la postre lo hace inviable. Slo la reconversindel proceso puede evitarlo en la medida en la que siguiendo el ejemplo de

    la biosfera apoye sus flujos fsicos en fuentes renovables y cierre los ciclosde materiales obtenidos de la corteza terrestre, reconvirtiendo los residuos enrecursos o inertizndolos y reinsertndolos en el entorno sin deteriorarlo. Esesta reconversin, y no el decrecimiento, lo que propone NGR, aunque consi-dera irrealista la posibilidad de erradicar o invertir por completo el carcterentrpico del proceso econmico y la naturaleza depredadora y consumista delser humano, como se observa en los propios textos recogidos por Grinevaldbajo el ttulo La decroissance. Valgan como botn de muestra estas referen-cias: Justus Von Liebig escribi que la civilizacin es la economa de ener-

    ga.En el momento actual, la economa de la energa, en todos sus aspectos,requiere una reconversin (ntese que no dice un decrecimiento, sino una

    3/Sobre la polmica de NGR en torno a la propuesta de Daly del estado estacionario, vase tambin Car-pintero (2006). La propuesta del estado estacionario pas, sin pena ni gloria, a la historia, como una modapasajera, como seguramente ocurrir tambin con la propuesta del decrecimiento. Lo que no quita para quesigan decreciendo sordamente las dotaciones de recursos. Por ejemplo, si se ha utilizado ya la mitad delpetrleo convencional que exista en la corteza terrestre, es evidente que ya no se podr utilizar de nuevo.Eso s, se seguir extrayendo, con mayores costes, el petrleo no convencional y fabricando petrleo arti-ficial a partir del carbn o de las biomasas, como ya hicieron Alemania y Japn durante la segunda guerramundial, y esquilmando y degradando, de una u otra manera, los recursos y el ambiente planetarios, en

    una huida hacia adelante, que no cambiar mientras no lo hagan las reglas del juego econmico habitualque impulsan este proceder, que enunciamos a continuacin en este mismo artculo.

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    reconversin) (p. 132). Y esta reconversin entraara el aumento del recurso aciertas energas renovables y la reduccin del manejo de otras ms limitadas ycontaminantes, el mayor uso, reutilizacin y reciclaje de ciertos materiales y la

    reduccin de la utilizacin de otros, lo cual es incompatible con la propuestadel decrecimiento como objetivo generalizado (ms adelante volveremos sobrela posibilidad de elegir algunos agregados fsicos o de sntesis cuyo crecimien-to o decrecimiento pueda aparecer como un objetivo generalmente deseable).

    Flujos o stocksTampoco el panorama econmico tan desigual que se aprecia en el mundo, sepresta a decretar por todas partes la misma divisa del decrecimiento y NGR losubray afirmando, de acuerdo con otros autores, que dada la naturalezahumana si frenramos por todas partes el crecimiento econmico, congela-ramos la situacin actual y eliminaramos la posibilidad de las naciones pobresde mejorar su suerte (p. 130). Evidentemente, los que ahora proponen planifi-car el decrecimiento, son concientes de ello y reorientan su propuesta pensandoen los problemas de los pases del Sur. Como puntualiza el propio Latouche,atribuirnos el proyecto de un decrecimiento ciego, que impedira que los

    pases del Sur resolvieran sus problemas, raya en el absurdo, cuando no en lamala fe. Nuestro proyecto de construccin de sociedades conviviales, autno-mas y ecnomas, tanto en el Norte como en el Sur, implica ciertamente hablaren este caso de un a-crecimiento, como se habla de a-teismo, ms bien que

    de un decrecimiento (Latouche, 2006, p. 242). En cualquier caso ha de notar-se que estas matizaciones quitan universalidad a la propuesta del decrecimiento,lo que no ocurre con la propuesta de reconversin de las reglas del juego de laactual economa globalizada, que sufren especialmente los pases del Sur.

    En mi libro La economa en evolucin (1987, 3 ed. 2003) antes citadocomento largo y tendido todos estos aspectos, insistiendo en que cualquiertasa de crecimiento de los agregados monetarios puede ser compatible con laaplicacin de muy diversas tecnologas e impactos sobre el entorno y sobre lavida de las personas. (por lo que) no cabe hablar de crecimiento cero (o de

    decrecimiento) como solucin a la crisis ecolgica, sin precisar su conexincon el mundo fsico, biolgico e incluso utilitario (p. 365). Y hasta ejempli-fico con un dibujo cmo un mismo flujo de salida, tanto monetario, como fsi-co, puede tener implicaciones ecolgicas bien diferentes y ser ms o menosviable o sostenible, segn se articule sobre stocks o sobre flujos procedentesde fuentes renovables. El problema estriba en que el universo homogneo delos valores monetarios en el que se desenvuelve la idea usual de sistema eco-nmico, induce a confundir lo que son flujos y stocks en trminos fsicos, impi-diendo el tratamiento adecuado de estos temas relativos al volumen y evolu-

    cin de los flujos de salida que son compatibles con la estabilidad de los sis-temas. En consecuencia, las tasas de variacin de los agregados pecuniarios

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    dicen poco sobre estos problemas que por supropia naturaleza encubren, al igual que la pro-pia recomendacin del crecimiento cero

    (entonces de moda o del decrecimiento, queahora tiende a sustituirla) (p. 368).As las cosas, hay una pregunta clave a la que

    quiero responder para aclarar la relacin entrelos agregados monetarios y el mundo fsico:qu es lo hace que los agregados monetariosnormales, ya sea en estado de crecimiento,estancamiento e incluso decrecimiento, tengan

    un reflejo negativo sobre el medio natural, al financiar con mayor o menorintensidad operaciones orientadas a esquilmar recursos y generar residuos? Eldeterioro fsico asociado al crecimiento monetario de los agregados de produc-to o renta nacional responde no slo al reduccionismo monetario y a la exten-sin del intercambio mercantil el malvado mercado, sino tambin y sobretodo a las reglas de valoracin imperantes, que permanecen generalmenteindiscutidas, y al marco institucional que las propicia, al avalar y proteger ladesigualdad, el afn de poder y de lucro, las relaciones de subordinacin y lasorganizaciones jerrquicas estatales y empresariales que las aplican. En efec-to, como expongo con mayor amplitud en el libro antes citado (Racespp.66-69 y 204-220) el reduccionismo monetario imperante, adems de valorar

    slo el coste de extraccin, no el de reposicin, de los recursos naturales(favoreciendo, as, el esquilmo de los recursos y penalizando la conservaciny el reciclaje), impone una creciente asimetra entre el valor monetario y elcoste fsico y humano de los procesos: es decir, que a mayor coste fsico y traba-

    jo penoso, menor valoracin monetaria. Es esta asimetra creciente, que trasladasordamente a nuestras sociedades mercantiles y democrticas los valores propiosde sociedades jerrquicas anteriores, la que hemos denominadoRegla del Notarioy aparece formalizada matemticamente, cuantificada y ajustada para ilustrar suaplicacin a procesos reales en Naredo y Valero (1999) y en Naredo (2010). A las

    reglas de valoracin imperantes, plasmadas en laRegla del Notario, se aade unmarco institucional que respalda derechos de propiedad desiguales, organizacio-nes jerrquicas (como son las empresas capitalistas y los partidos polticos), rela-ciones laborales dependientes,y un sistema financiero que espolea el afn delucro, amplificando la desigualdad hasta extremos antes insospechados.

    Evidentemente, con estos mimbres salen estos cestos: los agregados mone-tarios, al ser tributarios de esas reglas de valoracin y ese marco institucional,tienen como reflejo obligado el deterioro ecolgico y la polarizacin social yterritorial. Y este deterioro y esta polarizacin se producen, incluso, en situa-

    ciones de estancamiento o de decrecimiento de los agregados monetarios. Loimportante no es tanto cuestionar las tasas formales de crecimiento de esos

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    no slo hay queseguir la vida delos procesos y

    productos desdela cuna hasta latumba, sino desdela cuna hasta lacuna

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    agregados, como las reglas de valoracin subyacentes. Habra que corregir yenderezar laRegla del Notario para hacer que el proceso econmico fuera eco-lgica y socialmente menos degradante y establecer marcos institucionales

    que propicien la igualdad, la solidaridad, la cooperacin, tal y como propon-go en el libroRaces Habra, en suma, que corregir las reglas del juego eco-nmico para cambiar su orientacin y reconvertir los procesos hacia horizon-tes ecolgica y socialmente ms saludables que los actuales.

    Para conseguirlo, los nuevos enfoques e instrumentos tienen que abrir esecajn de sastre de valor monetario que nos ofrecen los agregados para enjui-ciar su reflejo fsico y social y separar el grano de la paja, promoviendo losfrutos y los procesos ecolgica y socialmente recomendables y recortandoaquellos indeseables. La economa ecolgica, con sus derivaciones de agroe-cologa, ecologa industrial, etc., trabaja en aportar el instrumental necesariopara ello, desvelando las mochilas y huellas de deterioro ecolgico quearrastran los productos, analizando el ciclo de vida de los procesos asocia-dos a ellos desde la cuna hasta la tumba. Sin embargo, como venimos pro-poniendo Antonio Valero y yo, hay que ampliar ms el objeto de estudio: noslo hay que seguir la vida de los procesos y productos desde la cuna hastala tumba, sino desde la cuna hasta la cuna, considerando tambin el coste dereconvertir los residuos en recursos. Si no lo hacemos, seguiremos dando porbuenas unas reglas de valoracin sesgadas, que consideran slo el coste deextraccin, pero no el de reposicin de los recursos naturales y empujando as

    hacia la continua degradacin de la base de recursos y/o del medio ambienteplanetario.

    Cambiar las reglas del juegoComo ya he apuntado antes, respondiendo a la pregunta de scar Carpinterorecogida arriba, en el recuadro, [ver pginas 23-27] Antonio Valero y yo hemosdesarrollado y aplicado una metodologa que permite cuantificar, en unidades deenerga, el coste de reposicin del deterioro que el proceso econmico inflingea la base de recursos planetaria, posibilitando establecer el seguimiento agrega-

    do de la misma. Esta metodologa es de utilidad para llenar de contenido preci-so la propuesta del decrecimiento: todo el mundo podra estar de acuerdo en elobjetivo de reducir o hacer que decrezca el deterioro de la base de recursos pla-netaria, asociada a lo que se conoce como deterioro ambiental, por extraccin derecursos y emisin de residuos. Creo que esta meta sustituye con ventaja a otrosintentos de llenar de contenido fsico la propuesta del decrecimiento, proponien-do asociarlo a variables menos bsicas o ms parciales, ambiguas o imprecisas,como son las de reducir el requerimiento total de materiales, de energa,o laapropiacin de biomasa neta. Pero el mismo empeo de dar solidez terica y

    emprica al objetivo planificado del decrecimiento requiere de propuestas yprocesos que escapan a la simple palabra decrecimiento, al exigir reconversio-

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    nes con aumentos y disminuciones. Tal vez por ello nuestra propuesta hayasido silenciada tanto por el medioambientalismo banal en boga, como por losdefensores del decrecimiento. La reduccin del deterioro de la base de recur-

    sos y el ambiente planetarios, exigira cambiar las reglas del juego econmicoen el sentido antes indicado, para promover (y aumentar) el uso de las energ-as renovables y la conservacin y el reciclaje de materiales, adems de desac-tivar (y reducir) el uso de aquellos no renovables y de los afanes adquisitivosy/o consuntivos extendidos por todo el cuerpo social. Afanes que hacen quehasta los pobres se esfuercen en trabajar para los ricos con el ilusorio empeode emular los patrones de vida de stos recurriendo a los sucedneos de la lla-mada sociedad de consumo. En este sentido de cambiar las reglas del juego ylos afanes adquisitivo-consuntivos, apuntan tanto el programa bioeconmicomnimo que propone NGR en el texto antes citado, que empieza por prohibirlas guerras y la fabricacin de armamento..., como las orientaciones quenos da Lewis Mumford por citar a otro de mis autores de cabecera en elltimo captulo de su libro Tcnica y civilizacin (1934), con apartados comoAumenten la conversin!, Economicen la produccin! Normalicen el con-sumo! Socialicen la creacin!..... El problema estriba en que este tipo depropuestas de reconversin trascienden por completo la simple bandera deldecrecimiento, al proponer, insisto, aumentos, disminuciones, normalizacio-nes, socializaciones y hasta prohibiciones. No se si es por esto, o por sim-ple desconocimiento, que estas propuestas no acostumbran a ser son divulga-

    das, que yo sepa, por los defensores del decrecimiento. En el Esbozo de pro-grama poltico para la construccin de una sociedad del decrecimiento quehace Serge Latouche en su libroLa pari de la dcroissance (2006), no apare-ce ni una sola referencia a los dos autores mencionados. Es que, como diceMumford, la actividad saludable exige restriccin, monotona, repeticin,as como cambio, variedad, expansin (p. 418). O tambin, NGR, tras apun-tar que el deterioro de la base de recursos planetaria empuja, no ya hacia unestado estacionario, sino hacia el decrecimiento de los mismos, recuerda aquienes quieran escribir un proyecto para la salud ecolgica de la especie

    humana, comprendan que la naturaleza de la evolucin e, incluso, de la his-toria, no se asemeja a un proceso fsico-qumico controlable, como el de cocerun huevo o enviar un cohete a la Luna, sino que consiste en una lucha perma-nente con la constante aparicin de formas nuevas (p. 115). Para participarcon eficacia en esa lucha, hemos de aportar eslganes y propuestas que, ade-ms de ser atractivos, gocen de un slido respaldo conceptual, lo que comohemos visto no ocurre en el caso del decrecimiento. Eslganes y propuestasque apunten a cambiar las ideas y reglas del juego econmico, ms all de laepidermis de sus agregados y sus tasas de crecimiento, para reconvertir con

    algunas posibilidades de xito la sociedad hacia un horizonte social y ecolgi-camente ms saludable.

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    Jos Manuel Naredo es economista. Su libro ms reciente es Races econmicas deldeterioro ecolgico y social. Ms all de los dogmas. Madrid: Siglo XXI.

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    En nuestra sociedad, que podra llamarse la sociedad del exceso, paradjica-mente la mayor parte de las cosas importantes o imprescindibles van a menos.Las reservas pesqueras disminuyen de forma alarmante debido al exceso depesca; el petrleo, base de nuestra organizacin econmica, empieza a agotar-se a causa de la extraccin excesiva; el equilibrio climtico se quiebra debidoal exceso de transporte motorizado; los ecosistemas se fraccionan y deteriorandebido al exceso de cemento y hormign; el agua, el aire y el suelo se envene-nan debido al uso excesivo de productos qumicos; las desigualdades socialesse profundizan porque existe una acumulacin y consumo excesivo de bienes

    por parte de una minora; la articulacin social que garantizaba los cuidadosse est destruyendo, entre otras cosas, porque hombres y mujeres deben dedi-car un tiempo excesivo a trabajar para el mercado; la diversidad social y cul-tural desaparece ante los excesos de un modelo homogeneizador.

    Si los problemas que afrontamos estn causados por una extraccin excesi-va de recursos, por la ingente generacin de residuos, por la incautacin exce-siva de los tiempos para la vida por parte del mercado y por una acumulacinobscena de riqueza por una parte de la humanidad; si los problemas que colo-can la vida, tal y como la conocemos, en situacin de riesgo vienen dados por

    la extralimitacin, es fcil imaginar por dnde tendrn que ir las soluciones.

    1. Nada puede crecer indefinidamente en un pla-neta con lmitesEl planeta Tierra cuenta con una cantidad finita de materiales y, por tanto, laextraccin y uso de los mismos no puede ser ilimitada. Los sumideros quedegradan los desechos y residuos que genera cualquier actividad, tambin pre-sentan lmites.

    Los recursos no renovables (o renovables slo en tiempo geolgicos) estn

    limitados por la cantidad total disponible. Los renovables no estn limitadosen cantidad si el uso es prudente y respeta sus ritmos de regeneracin. La ener-

    2. Debates sobre el decrecimiento

    Decrecimiento justo o barbarieYayo Herrero y Luis Gonzlez Reyes

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    ga solar no est limitada por la cantidad total ni por la tasa de uso, pero s loest por el hecho de que la estructura de captacin (los seres que realizan lafotosntesis o las placas solares) es finita.

    Si el planeta est sujeto a lmites, en su seno nada puede crecer ilimitada-mente. El ineludible hecho de que el sistema econmico se encuentre dentrode la biosfera, de que requiera materiales y energa, y de que inevitablementeemita residuos y calor, implica que no puede sostenerse sobre el supuesto deun crecimiento ilimitado.

    Puesto que no es posible un crecimiento indefinido dentro de una biosferade recursos y sumideros finitos y que los lmites ya han sido superados, elcamino hacia la sostenibilidad est forzosamente marcado por la disminucinde la extraccin y la generacin de residuos.

    Cada recurso utilizado por la economa est limitado, pero estos lmites sondifciles de fijar porque fuentes y sumideros forman parte de un sistema, labiosfera, que es dinmico y est interconectado. As, una parcela de tierra, porejemplo, puede ser fuente de cosechas de alimentos y, a la vez, un sumiderode CO2, procedente de la utilizacin de combustibles fsiles.

    El clculo de la huella ecolgica global pone de manifiesto la superacin delos lmites de la capacidad de carga del planeta por encima de un 30%. Estaresponsabilidad en la superacin de esta capacidad de carga se reparte deforma muy desigual entre los diferentes pases.

    2. Movimiento por el decrecimientoLa propuesta del decrecimiento constituye una corriente de pensamiento conorgenes muy diversos que defiende la necesidad de abandonar la lgica quesostiene el modelo de vida occidental. Pretende denunciar la inviabilidad de lasociedad del crecimiento y apunta a una disminucin radical de la extraccinde materiales y generacin de residuos, con todos los efectos sociales, econ-micos, ecolgicos y culturales que ello conlleva. Cuestiona el objetivo de cre-cer por crecer, ignorando la naturaleza de las producciones y sus consecuen-cias. Sus principales reflexiones no son nuevas y proceden en buena medida

    de los anlisis del ecologismo social. Se nutre tambin de la crtica social yecolgica a la economa convencional, del anlisis feminista y de reflexionesprocedentes del Sur.

    El reto del decrecimiento es aprender a producir valor y felicidad reducien-do progresivamente la utilizacin de materia y energa.

    El incremento del consumo de recursos y su inseparable generacin de resi-duos se encuentran hoy directamente acoplados al aumento del PIB, tal ycomo muestran los estudios de la economa ecolgica. El movimiento por eldecrecimiento propone desmarcarse de la obsesin por el crecimiento de PIB.

    Utiliza un trmino provocador que trata de llamar la atencin sobre el absur-do de crecer por crecer sin valorar la naturaleza de las producciones que sos-

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    tienen ese crecimiento. No cae en la ingenuidadde reclamar una mera disminucin del PIB, pueses obvio que no todo tiene que decrecer, al igual

    que no todo crece en la economa capitalista.

    3. La adiccin al crecimientodel capitalismoVivimos en un sistema, el capitalista, que funcio-

    na con una nica premisa: maximizar el beneficio individual en el menor tiem-po. Uno de sus corolarios inevitables es que el consumo de recursos y la produc-cin de residuos no puede parar de crecer, formando una curva exponencial.

    Vemoslo con un ejemplo. Partimos del Banco Central Europeo (BCE) quepresta dinero a los bancos privados a un tipo de inters. Pongamos que elBanco Santander toma unos millones de euros del BCE. Obviamente, no lohace para guardarlos, sino para conseguir un beneficio con ello. Por ejemplo,se los presta, a un tipo de inters mayor, a Sacyr-Vallehermoso. Para qu lepide la constructora el dinero al banco? Por ejemplo para comprar el 20% deRepsol-YPF. Sacyr espera recuperar su inversin en Repsol con creces, va larevalorizacin de las acciones de la petrolera y/o el reparto de beneficios.Ambas cosas pasan por un incremento continuado de los beneficios de Repsol.

    Es decir, que para que Sacyr rentabilice su inversin y le devuelva el prs-tamo al Santander y este a su vez al BCE, Repsol no puede parar de crecer. Si

    no hay tal crecimiento, la espiral de crditos se derrumba y el sistema se vieneabajo. El crecimiento no es una consecuencia posible de este sistema, es unacondicin indispensable para que funcione.

    Y cmo crece Repsol? vendiendo ms gasolina y aumentando el cambioclimtico (a travs de costosas campaas de publicidad); recortando los costessalariales (como tras la compra de YPF); extrayendo ms petrleo incluso deParques Nacionales (como el Yasun en Ecuador) o de reservas indgenas(como las guarans en Bolivia); bajando las condiciones de seguridad (comoen la refinera de Puertollano); subcontratando los servicios (como en el trans-

    porte de crudo); apoyando a dictaduras (como hace en Guinea) (Gabald yCarrin, 2007). En definitiva, a costa de las poblaciones de las zonas perifri-cas y de la naturaleza.

    Y esto tambin es aplicable al mbito de la economa financiera, ya que searticula sobre la productiva, que es sobre la que tiene que ejercer, en ltimotrmino, su capacidad de compra. Es decir, que los complicados derivadosfinancieros al final se basan en derechos de compra sobre acciones, materiasprimas o deuda, que a su vez dependen del consumo creciente de materia yenerga, una constante en la historia del capitalismo (Fernndez Durn, 2011).

    Por lo tanto, el capitalismo es intrnsecamente incompatible con los lmitesfsicos del planeta. Por ello ha ido desarrollando toda una serie de pseudo-

    El sistema capitalis-ta no puede pagarlos costes de

    reproduccin social,ni tampoco puedesubsistir sin ella

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    soluciones que toman la categora de mitos. Todas ellas se caracterizan porintentar demostrar que se puede seguir creciendo indefinidamente en un pla-neta de recursos limitados. Entre ellas destaca la promesa incumplida de la

    desmaterializacin de la economa a partir de la ecoeficiencia. La eficiencia escondicin necesaria pero no suficiente. El efecto rebote que ha acompaado amuchas innovaciones tecnolgicas que pretendan desmaterializar la econo-ma da buena muestra de ello.

    En realidad las renovables y la eficiencia son el futuro, pero acompaadasde una desmaterializacin basada en una reduccin real de la actividad mone-taria. En ese escenario el papel clave no ser el de la tecnologa, sino el de loscambios culturales y econmicos; el de los cambios sistmicos.

    4. Decrecimiento y calidad de vida. Cunto essuficiente?Uno de los escollos que se plantean a las propuestas decrecentistas es el de lasupuesta prdida de calidad de vida. Cuando la poblacin vive en condicionesde miseria, incrementos en el consumo de recursos y energa se asocian direc-tamente con el aumento de la calidad de vida. Esto est claro en varios indica-dores, como el aumento de la esperanza de vida, el acceso a la educacin o lafelicidad.

    Sin embargo, a partir de un determinado umbral, esa correlacin se pierde.Por ejemplo, incrementos continuados en el consumo de energa por encima

    de una tonelada equivalente de petrleo por persona y ao no van acompaa-dos de incrementos significativos en indicadores como el ndice de DesarrolloHumano, la esperanza de vida, la mortalidad infantil o el ndice de educacin(Lago y Brcena, 2009), en algunos casos incluso se producen disminuciones.Una tonelada equivalente de petrleo es el consumo energtico aproximado deUruguay y Costa Rica, que tienen indicadores de calidad de vida similares,aunque algo menores, a Espaa, cuyo consumo ronda las 3,6 toneladas.

    Esta cifra podra ser un punto de referencia que respondiese a la pregunta dehasta dnde decrecer?, aunque podramos tomar otras referencias ms bajas,

    como la de los/as habitantes de Can Masdeu, en la periferia de Barcelona, quetienen una calidad de vida excelente con un consumo que ronda el cuarto deesa tonelada equivalente de petrleo (Lago y Brcena, 2009). En Can Masdeucultivan sus alimentos bajo criterios agroecolgicos, se mueven en bicicleta oen transporte pblico, tienen un ingenioso sistema de depuracin de sus aguas,generan una parte importante de la energa que necesitan, reducen su consumoa lo justo para satisfacer sus necesidades... En definitiva, all se vive de otraforma, los valores y las prioridades han cambiado y ya no son maximizar losbeneficios sino satisfacer las necesidades.

    Otros estudios apuntan a que la felicidad tampoco guarda una correlacincon el crecimiento a partir de determinado lmite. Por ejemplo, en EE UU,

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    aunque el poder adquisitivo se ha ms que duplicado desde 1950, se han incre-mentado problemas como las rupturas familiares, la inestabilidad mental, laobesidad