vidal cesar - mahoma - el guia

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    Csar Vidal

    Mahoma

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    Ttulo original:Mahoma

    Csar Vidal, 2015

    Editor digital: turolero

    ePub base r1.2

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    Introduccin

    La figura de Mahoma contina siendo una gran desconocida en Occidente.Durante siglos, Mahoma slo fue contemplado como el origen de un impulsoenemigo que haba ocupado partes enteras de Europa desde la pennsula Ibricahasta los Balcanes pasando por Sicilia al que se entendi y present como unarchihereje o como el mismo Anticristo. Los golpes asestados por los ejrcitosmusulmanes eran ciertos y dolorosos, pero la visin que se tena de Mahoma y delislam resultaba tambin, en no escasa medida, deplorable y falsa. Se tard siglos en

    traducir el Corn a cualquier lengua occidental y tambin durante siglos, losautores occidentales pudieron permitirse afirmar que los musulmanes adoraban aun dolo de Mahoma doble disparate en una religin monotesta y que ademsprohbe el culto a las imgenes y vincularon su vida y su enseanzaexclusivamente con menciones a la lujuria de los harenes y a los horrores de laguerra.

    A decir verdad, hubo que esperar prcticamente hasta el siglo XIX para quelos acercamientos historiogrficos a la figura de Mahoma se acometieran partiendo

    de criterios cientficos. El cambio result espectacular ya que se analiz entoncescon notable rigor el conjunto de fuentes relacionadas con Mahoma y el islam; se lassometi a la crtica histrica y, finalmente, se elaboraron aportes ciertamentenotables al estudio cientfico. En paralelo a los intentos de biografiar a Mahoma, seabordaron cuestiones como el origen del Corn, su desarrollo o su contenido. Setrat de una lnea de trabajo que tambin lleg a Espaa y que ya en el siglo XX,cont con aportes hispanos como los de Cansinos Assens o Vernet, ambos, demanera bien reveladora, traductores tanto del Corn como deLas mil y una noches.Ciertamente, en ninguno de los dos casos sus biografas se adentraron en losterrenos de la crtica historiogrfica, pero s se refirieron, al menos, al contenido delas fuentes islmicas e intentaron acercar el personaje a un pblico hispanotradicionalmente hostil y que todava hace unos aos contaba chistes de dudosogusto sobre Mahoma.

    De manera bien reveladora, mientras que los estudios sobre Mahoma y elislam han continuado desarrollndose de manera extraordinaria en el curso de la

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    ltima dcada, no es menos cierto que, en el caso de Espaa e Hispanoamrica, lamayora de las nuevas biografas publicadas estn teidas por una coloracinirenista o incluso proselitista. As, o han aparecido biografas que orillanprcticamente todos los aspectos espinosos de la vida de Mahoma (K. Armstrong)

    o lo presentan simplemente desde la perspectiva del islam de una maneratotalmente acrtica (M. Lings) cuando no abiertamente propagandstica (T.Ramadan). Incluso, hemos llegado a ver textos donde Mahoma aparece absorbidoen la Nueva Era (D. Chopra).

    El irenismo y el proselitismo tienen, sin duda, su inters desde unaperspectiva sociolgica e incluso psicolgica, pero ninguna de las dos actitudes espropia de una investigacin histrica seria y rigurosa. sa es, por el contrario, lafinalidad de esta biografa con la que, por aadidura, concluye la triloga iniciadacon Jess, el judo y continuada por Buda, el prncipe que tiene como meta

    acercar la figura de uno de los grandes fundadores de religiones a un pblico que,verdaderamente, quiera conocer quin era y qu ense Mahoma.

    Mahoma es un personaje relevante desde una perspectiva historiogrficaindependientemente de fenmenos contemporneos como el terrorismo islmico,la revolucin iran o la primavera rabe. Es cierto que todos ellos pueden estarinspirados, en mayor o menor medida, por Mahoma y sus enseanzas, pero stasya resultaban de notable importancia muchos siglos antes. Sin duda, un fenmenorelacionado con ms de mil millones de personas que creen en Mahoma como el

    sello de los profetas posee una enorme importancia por s mismo. Sin duda, no esposible analizar con propiedad situaciones como la Hermandad musulmana oHams sin conocer la enseanza de Mahoma. Sin duda, no est de ms intentarcomprender lo que creen y, sobre todo, sienten las decenas de millones demusulmanes que se han asentado en los ltimos aos en el seno de la UninEuropea. Sin embargo, la figura y la enseanza de Mahoma disfrutan de unaimportancia per se que trasciende de esos hechos de la misma manera que Jesses mucho ms relevante que las Cruzadas, el arte gtico o el Vaticano Segundo yque Buda lo es ms que el Dalai Lama, la dieta vegetariana seguida por algn actor

    de Hollywood que afirma encontrarse entre sus seguidores o alguna despistadapelcula de Bertolucci.

    Como en el caso de Jess y de Buda, en el presente volumen se ha seguidouna metodologa propia de la ciencia histrica y no de la teologa o de la filosofa.As, se ha procedido a analizar las fuentes para determinar lo que podemos saberde su vida y enseanza; a someterlas a la crtica partiendo de los ltimos estudios

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    filolgicos, arqueolgicos e histricos sobre el tema en su inmensa mayora notraducidos al espaol y desconocidos por el pblico de habla hispana y aarticular unas conclusiones relativas al desarrollo vital del personaje y de suenseanza. Deducir en qu medida de esos desarrollos derivan fenmenos actuales

    es un proceso en el que ya no entra esta obra, y queda al libre arbitrio del lector lasconclusiones al respecto. Precisamente por ello, si, gracias al resultado final,alguien consigue comprender de manera ms cabal quin fue Mahoma y lo queense, el autor se dar por ms que satisfecho.

    Madrid-Dallas-Miami-Madrid, invierno de 2011

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    Existi realmente Mahoma?[1](I): el Corn

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    Las fuentes histricas sobre Mahoma (I): el Corn[2]

    La primera pregunta obligada a la hora de acercarse histricamente a lafigura de Mahoma es la de si realmente existi y, en caso de ser as, qu es lo queconocemos de l. Por chocante que pueda resultar semejante pregunta para los noespecialistas, resulta obligado indicar que hay autores que cuestionan la existenciahistrica de Mahoma o que indican la prctica imposibilidad de saber nada ciertoacerca de l.[3]Sus posiciones han sido expuestas con solidez, se apoyan en unanlisis exhaustivo de las fuentes y no pueden desdearse como delirios. Sinembargo para abordar esas y otras cuestiones, como siempre sucede en Historia,tenemos que examinar, en primer lugar, las fuentes que nos permiten reconstruirlos hechos.

    Por regla general, se cita el Corn como la primera fuente para trazar unabiografa de Mahoma. La afirmacin es comprensible puesto que, por definicin,constituye la revelacin que entreg. La realidad, sin embargo, en trminoshistoriogrficos, no resulta tan evidente. De entrada, el primer problema queplantea esta afirmacin es que, hasta la fecha, existe una ausencia de una edicincrtica del Corn como las que tenemos, por ejemplo, del Antiguo o del Nuevo

    Testamento. Esta circunstancia provoca dificultades al investigador que quedanrealzadas por las circunstancias a las que nos referiremos a continuacin. Como haresumido un estudio reciente, la simple lectura gramatical del Corn nos enfrentacon palabras cuyo significado no es claro;[4]con frases cuyo significado no resultadifano;[5]con pasajes y palabras fruto de interpolaciones, inserciones o revisiones;[6]con frases que contienen errores gramaticales desde el punto de vista del rabeclsico en que est escrito el Corn;[7]con frases y versculos que parecen haber sidocambiados de sitio y cuya relacin con el texto resulta oscura,[8]as como un largolistado de problemas textuales adicionales.[9]

    Por si lo anterior fuera poco, un problema especial relacionado con el Cornes el de su transmisin. La tradicin islmica ha insistido, con el paso del tiempo,en la existencia de un libro en el cielo cuyo descenso se corresponde, sin alteracinalguna, con el texto del Corn que podemos encontrar hoy impreso.[10]A decirverdad, la inmutabilidad del texto resulta un dogma indiscutible desde el punto devista del islam. Sin embargo, la realidad histrica es notablemente diferente. Desde

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    la primera aleya que comunic a sus coetneos, Mahoma sigui anunciando otrasrevelaciones prcticamente hasta su muerte. Pero cuando sta se produjo, adiferencia, por ejemplo, de lo sucedido con las cartas de Pablo de Tarso (II Pedro 3,16-16), no exista un texto en el que se hubiera recogido su contenido ntegro. Hasta

    entonces tal situacin no haba sido un problema, en parte, porque el propioMahoma poda autenticar las versiones que corrieran de los anuncios que habarealizado en los aos anteriores y, en parte, porque, segn la tradicin, algunos desus seguidores, como Ubayy ibn Kab, Muadh ibn Jabal, Zaid ibn Thabit, Abu Zaidy Abu ad-Darda, las haban ido aprendiendo de memoria. El fallecimiento deMahoma y la muerte especialmente en combate de buen nmero de laspersonas que haban ido memorizando las sucesivas revelaciones convirtieron enobligado el poner por escrito la totalidad del texto del Corn. Tngase en cuenta,por ejemplo, que la primera generacin de seguidores de Mahoma no saba aciencia cierta si la primera revelacin era la contenida en 96: 1-5 o en 74: 1-7[11]y quelos nicos textos puestos por escrito circulaban en materiales tan perecederos comoomoplatos de camello o pedazos de cuero recogidos ya en la poca en queMahoma se haba instalado en Medina.[12]

    La muerte de Mahoma provoc, adems, otros problemas aadidos. No setrataba slo de que no quedaba nadie que pudiera dar por cannicas lasrevelaciones, sino que, por aadidura, ya antes de su fallecimiento, haban idoapareciendo en Arabia otros personajes que afirmaban ser profetas que tambinentregaban revelaciones. Asimismo, comenzaron tambin a circular versiones

    diversas de las suras reveladas. Por ltimo, las guerras que estallaron en distintospuntos de Arabia tuvieron como consecuencia que cayeran en el campo de batallaalgunos de los que haban aprendido de memoria alguna parte de las revelaciones.As, tras la batalla de Yamama, Omar insisti ante el califa Abu Bakr, el sucesorprimero de Mahoma, sobre lo urgente del problema y ste orden a Zaid ibnThabit que preparara, al fin y a la postre, una edicin escrita del Corn. Segn latradicin, Zaid realiz una labor exhaustiva de recopilacin de fuentes escritas yorales en las que incluso se encontr con fragmentos que l no recordaba, como losconservados en la memoria de Abu Juzaimah. El resultado final fue un texto

    privado que se entreg a Abu Bakr y que luego pas a Omar y a su hija Hafsa. Apesar de todo, resulta significativo que nadie pareciera creer que todas lasrevelaciones anunciadas por Mahoma se hubieran conservado. Por ejemplo, elpiadoso hijo del califa Omar afirmara: Que ninguno diga que tiene todo el Cornen su posesin. Cmo sabe que lo tiene completo? Mucho del Corn hadesaparecido.[13]No sorprende, pues, que durante el gobierno de los dos primeroscalifas esta fijacin por escrito fuera de carcter privado y coexistiera con otras

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    distintas. Se trat de una situacin que no dur mucho. Durante el califato deOtmn comenzaron a surgir serias discrepancias en cuanto al contenido exacto deltexto del Corn. En Irak, por ejemplo, se prefera el texto de Abdullah ibn Masud,mientras que en Siria el ms apreciado era el de Ubayy ibn Kab. Para zanjar

    controversias tan enojosas adems de delicadas a la hora de sustentar el origendivino del Corn, Otmn orden que el texto recopilado durante el califato de AbuBakr se convirtiera en cannico y que se llevara a cabo la destruccin de todos losdems textos y volmenes cornicos.

    Ha sido objeto de discusin si semejante orden no tuvo como consecuenciaque se destruyera algn material anunciado por Mahoma. Desde luego, las propiasfuentes islmicas indican, por ejemplo, que la sura 33: 23 fue omitida de larecensin realizada por Otmn y que lo mismo sucedi con las dos ltimas aleyasde la sura 9. De la misma manera, distintos jadiz parecen indicar la existencia de

    determinadas enseanzas de Mahoma inicialmente anunciadas por l, pero que noaparecen en el texto del Corn del que disponemos actualmente. Partiendo de estosdatos, no debera extraar que las reacciones de los poseedores de otras versionesdel Corn resultaran muy speras. De hecho, y por citar un ejemplo, slo en ladenominada sura de la vaca haba no menos de un centenar de variantes entre elnuevo texto cannico y el de Ibn Masud.

    En el ao 661 tuvo lugar el asesinato de Al, califa, yerno y primo deMahoma. Sus seguidores los shies insistieron en su legitimidad y prefirieron

    al Corn de Otmn su propia recensin de las revelaciones de Mahoma. Se tratabadel denominado texto de Ibn Masud que hasta el siglo X al menos se siguiutilizando de manera preferente en Kufa. Partiendo de estos hechos no puedesorprender que las monedas y las inscripciones oficiales de finales del siglo VIIciten el Corn de una manera que no es la cannica,[14]o que la epstola de Hasanal-Basri tambin cite el Corn pero de una manera que no es la del texto otmnico.[15]

    Los manuscritos ms antiguos del Corn han conservado, por aadidura,

    variantes del texto. Los primeros ejemplares del Corn que nos han llegadocompletos son del siglo IX, pero contamos con otros fragmentos ms antiguosaunque su datacin no resulte del todo segura. Los ms antiguos podran ubicarseincluso en la primera parte del siglo VIII. Un ejemplo lo encontraramos en lacoleccin de Sana,[16]que tanta controversia ha provocado en los ltimos aos.Descubierta en el Yemen en 1972 por un equipo de arquelogos germano-yemenen el recinto de la Gran Mezquita, esta coleccin ha permitido constatar que el

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    nmero de las variantes es mucho mayor de lo que se haba pensado hasta la fecha,que la ortografa de estos manuscritos tambin difiere de la que tenemos en lasediciones del Corn cannico, y que el orden de las suras es distinto sin que, por elcontrario, coincida siempre con el orden divergente que conocemos de otras

    versiones del Corn distinta de la Vulgata otmaniana.

    [17]

    La idea, pues, de que elCorn es una copia exacta de un original que existe en el cielo puede tener suinters como afirmacin teolgica, pero no coincide, desde luego, con los restos deltexto que se han hallado y eso a pesar de la destruccin de los textos divergentesordenada por Otmn.

    La canonizacin completa del texto del Corn se produjo, finalmente,durante el califato de Abd al-Malik (685-705) cuando, bajo el emir omeya de Irak,Hajiaj ibn Yusuf (694-714), se estableci finalmente una scriptio plena. Con todo,el problema no qued del todo solventado. A mediados del siglo IX se fue

    extendiendo la opinin de que el texto se sostena sobre siete cadenas de sabiosde una autoridad reconocida. A inicios del siglo X es decir, tres siglos despus deMahoma todava tuvieron lugar en Bagdad dos procesos contra algunos doctoresque no aceptan la versin cannica. Uno de ellos, Ibn Shannabudh, haba llegado aarrogarse el derecho de mantener el texto de Otmn con las variantes shies.[18]Alfin y a la postre, se opt por llegar a un compromiso relativo al texto sagradomediante el que se confirm la autoridad de los siete transmisores sumada a la deotros siete. De esa manera, en el siglo X, el texto estaba prcticamente fijado y elandalus Ad-Dani (muerto en 1053) pudo escribir un comentario a la recensin de

    los siete transmisores. En el sunismo la cuestin aparece zanjada. No sucederigual en el shismo. Ibn Hazm, por ejemplo, menciona como los jariyesconsideraban que la sura 12 era falsa y no formaba parte del texto inspirado delCorn. Igualmente, los shies insistieron en que Abu Bakr y Omar habanarrancado del Corn todos los textos que podan sustentar la legitimidad espiritualy poltica de Al. As, segn ellos, en las suras 15 y 24 se habran suprimidodocenas de aleyas. No fueron, desde luego, los nicos que insistieron en lasalteraciones sufridas por el texto cornico. El clebre biblifilo iraqu Ibn an-Nadin(muerto despus de 977) dej testimonio de cmo haba visto en Kufa dos antiguos

    Coranes que contenan textos cuyos ttulos de las suras y nmeros de las aleyasofrecan notables divergencias con el Corn cannico de Otmn.[19]La realidad,pues, es que las variantes del Corn resultan histricamente innegables,[20]aunquea da de hoy no hayamos establecido una relacin exhaustiva de stas.

    Adems de las dificultades relacionadas con su transmisin, el texto delCorn plantea el problema de la escasez de material histrico contenido en l. Por

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    ejemplo, el Antiguo Testamento abunda en datos histricos sobre Moiss, David oSalomn, mientras que el Nuevo Testamento recoge incluso ms referencias si cabea las vidas de Jess o de Pablo de Tarso. No se puede afirmar lo mismo en el casodel Corn. A decir verdad, su texto muestra una enorme parquedad respecto a

    nombres y referencias.

    [21]

    El Corn cita tan slo cuatro comunidades religiosas(judos, cristianos, magos y sabeos); tres divinidades rabes (todas ellas femeninas);tres personajes de la poca (uno de ellos es Mahoma); dos grupos tnicos(coraishes y romanos) y nueve lugares. De estos lugares, cuatro son mencionadoscon referencia a hechos militares (Badr, la Meca, Hunayn y Yatrib); cuatro enrelacin con el santuario (tres de esos lugares tienen que ver con ritos deperegrinacin y un cuarto, Bakka, puede que sea tan slo un nombre alternativopara la Meca), y uno ms, que es el monte Sina. Por aadidura, las referenciasincluso en esos casos aislados resultan muy escasas. Por ejemplo, Mahoma esmencionado cuatro veces como tal y, posiblemente, una como Ahmad.

    Desde una perspectiva historiogrfica, estas referencias son, obviamente,muy escasas aunque la tradicin islmica ha intentado sortear esa dificultadmediante la vinculacin de ciertos pasajes cornicos con determinados hechos. Sinembargo, esta situacin plantea un problema muy grave como es el de determinarhasta qu punto una tradicin realmente arroja luz sobre un pasaje del Corn o,por el contrario, ha sido creada para facilitar la interpretacin del texto corniconotablemente oscuro.[22]No se trata, sin duda, de una tarea fcil y las mismastradiciones islmicas no estn al respecto a salvo de contradicciones. Por ejemplo, a

    finales del siglo VII, Abida al-Salmani se neg a interpretar una aleya del Cornalegando que ya haban muerto los que podran haber aclarado su contextohistrico.[23]Su posicin denotaba quin puede dudarlo? una considerablehonradez intelectual pero, a lo largo de la Historia del islam, cuntos han obradocomo l y cuntos se han entregado a la conjetura?

    Otro problema aadido que plantea el Corn como fuente es el de laordenacin de las suras. De una extensin bastante similar a la del NuevoTestamento, el Corn contiene una serie de textos que se interpretan

    convencionalmente como el conjunto de revelaciones recibidas por Mahoma a lolargo de un par de dcadas y comunicadas por ste a sus contemporneos. Para ellector inexperto, la obra puede parecer, en un primer acercamiento, desprovista decoherencia. Los fragmentos fundamentalmente poticos se alternan con normas nodel todo sistematizadas que van del derecho de familia al de sucesiones pasandopor el de guerra. Para colmo, las disposiciones parecen incluso contradecirse. Enrealidad, esa impresin se desprende fundamentalmente de la ordenacin que

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    presenta el Corn.

    El texto del Corn est compuesto por 114 captulos, denominados suras oazoras, que a su vez se dividen en versculos, tambin llamados ayas o aleyas. En laordenacin de estos captulos no se sigui un criterio cronolgico sino deextensin. Esta conducta no es tan extraa como puede parecer a primera vista. Dehecho, tambin las cartas del apstol Pablo figuran en el Nuevo Testamento deacuerdo con su extensin y no por su orden cronolgico. As, en el Corn, salvo laprimera sura (Al-Fatiha), suelen aparecer primero las suras ms largas y acontinuacin las dems en orden decreciente de extensin. Sin embargo, cuando seprocede a una lectura del Corn no de acuerdo a su orden actual sino alcronolgico, el texto cobra una mayor coherencia y un valor nada desdeable comofuente histrica.

    Los especialistas dividen, con escasas variaciones, los textos del Corn encuatro perodos de aparicin a los que se denomina primero mecano o mequ(correspondiente a los aos 610-615), segundo mecano (615-619), tercero mecano(619-622) y medins que va desde la Hgira o abandono de la Meca por Mahoma hasta su fallecimiento. No coinciden los expertos en el orden que han de tenerlas suras[24]siquiera porque no faltan las aleyas ms antiguas o ms modernasinterpoladas en suras que son de otra poca. Al respecto, el orden de las surassemioficial propuesto por la Universidad Islmica de Al-Azhar no es aceptado sindiscusin y ha sido objeto recientemente de planteamientos alternativos.[25]Intentos

    de recolocacin muy notables han sido los de Blachre[26]

    y Bell[27]

    especialmenteel ltimo pero no se puede decir que la coincidencia sea ni lejanamente total.Con todo, s existe una posibilidad razonable de clasificar la mayora de las surasde acuerdo con los perodos, circunstancia sta que arroja notable luz sobre laevolucin de la predicacin de Mahoma.

    Tambin nos movemos con una certeza razonable a la hora de determinar laubicacin cronolgica de las suras. El primer perodo mecano corresponde a surasque cuentan con un estilo similar. Las aleyas tienen, por regla general, entre seis y

    diez slabas; las frases se suceden de manera rtmica y suelen aparecer gruposestrficos con estribillo (77). De manera reveladora, no es extrao encontrarreferencias a los astros o a los montes sagrados (81) que llevan a pensar en lo quepudo ser la religin mecana de la poca de Mahoma. En este primer perodomecano pueden advertirse, a su vez, tres divisiones relativamente claras. Laprimera se caracteriza por suras breves en las que Mahoma aparece como unindividuo dubitativo que se siente dbil e incluso que raya en la desesperacin al

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    reflexionar en la amplitud del cometido que tiene que llevar a cabo (74: 1-7; 93: 1-11; 94: 1-8). Despus de estos primeros textos, habra que situar otras veintitrssuras en las que el tema fundamental es el anuncio de una Hora que est prxima.Se trata de un Juicio que va a ser inmediato y del que nadie podr escapar (70; 99).

    Responder o no a esa advertencia tendra consecuencias directas de recompensa ode castigo (99: 1-8; 15-29). A esta poca pertenecen descripciones de las delicias delParaso (72) sobre cuyo origen e inspiracin se sigue discutiendo a da de hoy.[28]

    El mensaje de ese primer perodo mecano no se centra slo en la advertenciadel Juicio y en las consecuencias que derivan de l, sino que tambin incluyereferencias a deberes morales como el de la caridad (92). Curiosamente, en esta fasehallamos titubeos en relacin con una de las enseanzas que ser capital en elislam como es la de la unicidad de la Divinidad. De hecho, como veremos en lasura 53: 19-25, parece apreciarse una reticencia a condenar el culto de tres

    divinidades femeninas de la Meca.[29]De esa ambigedad se saldr, no obstante,poco ms adelante (72: 1-4).

    Tras estas dos agrupaciones de suras, nos encontramos con otras oncedispersas en la Vulgata otmaniana a partir de la 70. En ellas se percibe ya laconsciencia de Mahoma de que sera difcil llegar a un acuerdo con sus adversariosmecanos (73: 10-13). Esta amarga realidad discurre en paralelo con una insistenciaen la limosna (90: 1-21), con referencias a la devocin nocturna (73: 1-4) e inclusocon la aparicin de una oracin propia de los seguidores de Mahoma, la que sera

    conocida comoFatiha, la primera sura del Corn.

    El segundo perodo mecano nos ha llegado a travs de veintids captulosque comienzan en la sura 18 y se intercalan hasta la 53. A diferencia de los textosprevios, breves, intensos y completos en s, aqu nos encontramos con suras queson fruto de una acumulacin (18). Las aleyas son ms largas, contando con unamedia de doce a veinte slabas. Por aadidura, los textos no tienen ya el tonocontundente como un trallazo del perodo anterior, sino que predomina ms ladiatriba y el discurso entrelazado con argumentos. Las frases adems suelen

    concluir en asonancias de variedad limitada.

    En este perodo resulta significativo el uso del ttulo de ar-Rajmn parareferirse a Dios (43: 8/9-12/13; 36: 33-44). Los seguidores de Mahoma aparecenseparados de sus adversarios (23: 83/81-92/90) que encontrarn su castigo en laGuehenna (44: 33/34-59). De manera bien relevante, encontramos que el dogma dela unicidad divina ya resulta indiscutible (23: 93/91-94/92). Igualmente, la misin

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    de Mahoma aparece claramente perfilada como la de un monitor o exhortador (18:93/94-95/96). Empieza a ser comparado igualmente con otros profetas del pasadoque fueron enviados por Dios y a los que sus respectivos pueblos rechazaron (54;37; 71; 26; 15; 21). De manera significativa, se menciona a Abraham, que choc con

    la ceguera pagana de su padre (19: 42/41-51/50; 43: 25/26-38/39), y a Jess, el hijode Mara (Isa bin Maryama), palabra de verdad (19: 34), que supo lo que era elrechazo de los judos (19).

    El tercer y ltimo perodo mecano aparece en veintids suras que presentanun estilo muy similar al del segundo. En no pocas ocasiones nos encontramos conque incluyen revelaciones posteriores al ao 622 interpoladas en textos de losprimeros tiempos de la Meca. Es el caso, por ejemplo, de las aleyas 5 y ss. de la sura17. Es bastante corriente, por otro lado, encontrarse con suras en las que se da citaun estilo tpico de las homilas que ya ha aparecido antes, pero que ahora resulta

    mucho ms comn. Se trata de textos que ya no tienen como objetivo convertir a losmecanos sino ampliar ms bien el espectro de personas al que se dirige el mensaje.La temtica gira fundamentalmente en torno a tres cuestiones: el recuerdo de losfracasos sufridos por los profetas en el pasado, la insistencia en la veracidad de lapredicacin y la resignacin que deben sentir los seguidores de Mahoma frente asu destino. Encontramos as referencias desarrolladas a Moiss (7: 102/104-175/176) o a Jos (12), sura esta ltima que, como hemos visto, fue consideradaapcrifa por algunos musulmanes. Incluso llega a relacionarse por primera vez lafigura de Abraham con el culto de la Meca (14: 38, 40-42). Se anuncia tambin a los

    que rechazan el mensaje de Mahoma en la Meca que les espera un castigosemejante al que sufrieron en el pasado otras naciones que no aceptaron laadvertencia de los profetas (46: 25/26-27/28). Esta circunstancia, dicho sea de paso,resulta muy relevante ya que en aquella poca daba la sensacin de que losmecanos no se volveran hacia su predicacin (16: 39/37).

    En el ao 622, Mahoma abandon la Meca y se estableci en Medina.Semejante cambio esencial, como tendremos ocasin de ver, en la vida deMahoma tiene tambin su reflejo en el Corn. Mahoma deja de ser un monitor

    para convertirse en un verdadero caudillo. A esta poca pertenecen veinticuatrosuras que se hallan dispersas por el texto del Corn. Las ms largas se encuentranal inicio (suras 2 a 5) mientras que otras, como la 41 o la 98, aparecen recogidas amitad del Corn o al final. Su contenido legislativo es innegable y lgico. Porejemplo, en la sura 24 encontramos referencias al tratamiento del adulterio, a lasrelaciones conyugales adecuadas o a las esposas.

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    Al mismo tiempo, en las suras de este perodo podramos contemplar elreflejo de episodios como el distanciamiento y posterior ruptura con los judos. Enesta poca, desde luego, las referencias a los judos son negativas. Se les acusa depracticar la usura (4: 159/161), de haber alterado el texto de la revelacin (2: 70/75;

    73/79; 4: 48/46) y de ceguera (2: 87/93; 3: 177/181 a 181/184). De maneracomprensible, Jerusaln deja de ser el lugar en cuya direccin se ora y pasa a sersustituido por la Meca (2: 136/142 a 147/152). De forma significativa tambin, noexiste inicialmente esa misma hostilidad hacia los cristianos. Incluso se recomiendaa algunos de ellos como los creyentes ms cercanos a los seguidores de Mahoma (5:85/82), por ms que se insista en negar la doctrina de la Trinidad (5: 169/171).Incluso se afirma que algunos de ellos podran entrar en el Paraso (2: 59/62; 57: 27;5: 88/85). Semejante visin presumiblemente cambi cuando se produjeron losprimeros choques con los cristianos. De entonces son posiblemente las condenasconjuntas dirigidas contra judos y cristianos (2: 114/120 y 129/135).

    Tambin en esta poca encontramos las primeras referencias a la guerralegitimada por razones religiosas (8: 40/39-41/40), a las peripecias del harn deMahoma (33: 59), al control represivo ejercido sobre disidentes juzgados peligrososcomo es el caso de los poetas (26: 224-228/227) o a una jerarqua social y a ladesigualdad entre los sexos (2: 229; 3: 31/35; 4: 38/34; 16: 73/71; 6: 165).

    Estos pasajes proporcionan no poca informacin que adems resultaextraordinariamente valiosa, pero plantean un problema como fuente histrica, y

    es que no sealan el engarce concreto de las respectivas predicaciones con la vidade Mahoma. A decir verdad, ste tiene que deducirse de tradiciones externas. Deesa manera, entramos en una especie de razonamiento circular que priva de lavalidez ansiada a no pocas conclusiones.

    Por ltimo, una dificultad aadida al uso del Corn como fuente histrica esla de que no sabemos qu parte del material contenido en las suras es original yqu porciones pueden ser una derivacin de textos previos. Los especialistas hanencontrado en sus aleyas huellas judas,[30]esenias,[31]cristianas[32]y, muy

    recientemente, del cristianismo siraco hasta el punto de adelantarse la hiptesisque afirma que una parte no escasa del Corn podra consistir simplemente enrestos de un himnario cristiano escrito en esa lengua.[33]Esta circunstancia haservido incluso para afirmar que se ha interpretado errneamente el contenido dealgunos de los textos incluidos en el Corn precisamente por desconocerse suorigen siraco. As, por ejemplo, las vrgenes del Paraso originalmente slo eranuvas de claridad cristalina.[34]

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    Resumiendo, pues, podemos decir que el Corn plantea notables dificultadespara ser utilizado como fuente histrica, como el hecho de que contiene muyescasas referencias histricas que puedan identificarse por s mismas; que entraauna innegable dificultad para relacionar no pocas de sus suras con episodios de la

    vida de Mahoma; que cuenta con notables variantes y alteraciones del texto; queincluye no escasa dificultad en la fijacin de la cronologa exacta de sus pasajes, yque plantea un conjunto de problemas sobre sus orgenes que resulta casiimposible de despejar en el momento actual. Sin embargo, estas dificultades, queciertamente son imposibles de orillar, para cualquier historiador riguroso nosignifican que el Corn carezca de valor como fuente histrica. Por el contrario,como tendremos ocasin de ver, puede resultar de notable relevancia paraestablecer la predicacin de Mahoma en aspectos fundamentales, as como suevolucin e incluso algunos episodios concretos de su vida.

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    Existi realmente Mahoma? (II): la Sira y los jadiz

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    Las fuentes histricas sobre Mahoma (II): la Sira

    Como vimos en el captulo anterior, el Corn puede y debe ser aceptadocomo fuente histrica para escribir una biografa de Mahoma, pero, a diferencia delo que hallamos en el Antiguo Testamento en relacin con Moiss, David ySalomn, o en el Nuevo respecto a Jess o Pablo de Tarso, en realidad apenas nosproporciona datos biogrficos. A decir verdad, las primeras biografas de Mahomano se escribieron hasta el siglo IX, es decir, no menos de dos siglos despus de sufallecimiento. Estas obras eran, fundamentalmente, compilaciones de historias enlas que los autores se esforzaron por recoger tradiciones que haban circulado demanera oral no es tan seguro que lo hicieran por escrito si bien no por ellodejaron de servirse de una considerable libertad a la hora de escoger los materiales,de ponerlos por escrito y de omitir lo que no consideraron conveniente.[35]

    La primera fuente importante de este tipo que nos ha llegado es elKitab al-maghazi(Libro de las Guerras) de Waqidi[36](muerto en 822). El texto de Al-Waqiditiene una limitacin muy importante y es que slo se dedica a las campaasmilitares de Mahoma. Algo posterior son laSirat un-Nabi(Vida del Profeta) de IbnHisham (muerto en 833)[37]y elKitab ul-Tabaqat ul-Kabirde Ibn Sad (muerto en 844).[38]Con todo, alguna de las biografas citadas no pasa de ser una refundicin demateriales previos. Es el caso, por ejemplo, de Ibn Hisham (muerto en 833), que selimit nica y exclusivamente a utilizar la obra de uno de sus antecesores, IbnIshaq (muerto en 767). A decir verdad, edit la parte de la obra de Ibn Ishaq queestaba dedicada a la vida de Mahoma y que le haba sido transmitida por uno desus maestros. A pesar de todo, Ibn Hisham tambin tuvo la honradez intelectual desealar que haba omitido materiales. Semejante conducta ha quedado confirmadapor la aparicin de alguno de ellos.

    La biografa de Ibn Ishaq no fue la nica surgida en su poca. De hecho,contamos, por ejemplo, con una ms breve debida a Mamar ibn Rashid (muerto en770) y que nos ha llegado de la misma manera que la de Ibn Ishaq. Con todo, no esexagerado afirmar que la Sira de Ibn Ishaq es prcticamente nuestra nica fuentepara la vida de Mahoma preservada dentro de la tradicin islmica.[39]

    Las biografas mencionadas, a pesar del cuidado con que se redactaron y de

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    que se sustentaban en materiales procedentes de personajes que crean en Mahomacomo profeta, no estn exentas de contradicciones. Por ejemplo, Ibn Ishaq sealaque Abdallah, el padre de Mahoma, falleci cuando el nio todava no habanacido. Mamar ibn Rashid coincide con este dato, pero otros dos bigrafos del

    mismo siglo citados en una recopilacin del siglo IX sitan la muerte de Abdallahcuando Mahoma tena veintiocho o siete meses de edad. A finales del siglo VIII,Waqidi poda incluso permitirse dar una serie de referencias relativas a la muertede Abdallah y hasta el lugar de su sepultura.[40]A la luz de estos datos, para elhistoriador lo que resulta probable es que Mahoma fue hurfano de padre y que sevio reducido a esa situacin a una edad muy temprana, pero ir ms all, en elestado actual de las fuentes, resulta sencillamente imposible, y desde luego hayque llegar a la conclusin de que Waqidi no aportaba nuevos datos sino,seguramente, un esfuerzo de imaginacin para llenar huecos.[41]

    Por aadidura, como han dejado de manifiesto diversos estudios, lacronologa de la Sira est determinada por razones teolgicas[42]y resulta, por esomismo, endeble.[43]Dado que la distancia entre las obras y los hechos narrados esde dos siglos prcticamente, la base de lo relatado se halla sobre todo en el Corn yen la tradicin recogida en los jadiz. Los jadiz, como veremos, descansan sobretodo en colecciones, las ms relevantes de las cuales son la de Bujari (muerto en870) y la de Muslim (muerto en 874). En otras palabras, la relevancia de las fuentes

    biogrficas deriva directamente de un texto que ya vimos que no nos proporcionamuchos datos claros e indiscutibles y unas tradiciones a las que nos vamos a referir

    ahora.

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    Las fuentes histricas sobre Mahoma (III): los jadiz[44]

    Como hemos podido ver en pginas anteriores, la reconstruccin de la vidade Mahoma y de los inicios del islam no arranca propiamente del Corn nitampoco de biografas redactadas en la cercana cronolgica de los hechosrelatados. A decir verdad, la conexin de las suras cornicas con episodiosconcretos de la vida de Mahoma y la elaboracin de los escritos que puedenconsiderarse biogrficos derivan fundamentalmente de tradiciones orales que hansido recogidas en los denominados jadiz. La importancia del jadiz, dicho sea depaso, excede con mucho la de ser una mera fuente histrica. En realidad, entre elCorn y su aplicacin prctica tanto cotidiana como a lo largo de la Historia seencuentra precisamente el jadiz (o narracin). El jadiz, ciertamente, no cuenta conel mismo valor cannico que el Corn, pero, en la prctica, pesa enormemente en lavida de los centenares de millones de musulmanes que hay en el mundo. Entrminos realistas, hay que sealar que su papel en el cambio de la Historia noresulta muy inferior al del propio Corn. Pese a todo, los diferentes jadiz distanmucho de ser conocidos en el mundo no islmico. De hecho, muy pocas lenguas y entre ellas no se incluye el espaol cuentan con una traduccin completa dealguna de las compilaciones ms importantes de jadiz.

    El jadiz es, de manera formal, una tradicin de contenido religioso quepretende remontarse al mismo Mahoma. Sin embargo, su recopilacin no comenzhasta dos siglos despus de la muerte del profeta del islam, lo que obliga afundamentar su veracidad en una cadena de autoridades (isnad) que aparecenconsignadas antes del texto (matn) de cada jadiz. Como resulta fcil imaginar, notodas las tradiciones pueden considerarse dotadas de la misma seguridad y estacircunstancia ha provocado que se las clasifique como coherentes (sajih), buenas(jasan) y dbiles (daif). Para los musulmanes sunes, existen al respecto dos obras

    escritas de suma relevancia a las que denominansajij. Se trata de las compilacionesrealizadas por Bujari (muerto en 870) y por Muslim (muerto en 875). Aunque hay almenos otras cuatro recopilaciones ms, stas no se consideran de tanta relevancia.

    Respecto a los musulmanes shies, cuentan con sus propias compilacionesrealizadas primero por Kulini (muerto en 939) tres siglos despus de la muertede Mahoma y posteriormente por Qumm (muerto en 991) y Tusi (muerto en

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    1067).

    Sin duda, la coleccin ms antigua, ms importante y ms dotada deautoridad es la de Abu abd-Allah Muhammad al-Bujari conocida como elSajij al-Bujari. Al-Bujari naci en el ao 811, casi dos siglos despus del fallecimiento deMahoma. Guando tena unos diez aos comenz a estudiar los jadiz, una tarea queacab por obsesionarle. Deseoso de plasmar por escrito todo este conjunto detradiciones, se dedic a viajar extensamente hasta recoger unas trescientas mil delas que lleg a memorizar las dos terceras partes. Hacia el final de su vida habacompilado 7275 jadiz respecto de los cuales no tena ninguna duda de que setratara de materiales relacionados con enseanzas o acciones reales de Mahoma.

    La extensin de su obra compilatoria, elSajij al-Bujari, no es pequea. Dehecho, la edicin utilizada para redactar el presente captulo cuenta con ms de

    cuatro mil pginas distribuidas en nueve volmenes.[45]

    Desgraciadamente, en trminos de garantas de veracidad en la transmisinoral, Mahoma a diferencia, por ejemplo, de Jess o de sus apstoles no fue unrabino y no tenemos constancia de que dominara el sistema de enseanza propiodel rabinismo. La transmisin de sus enseanzas, por el contrario, se realizbil-mana, es decir, centrndose nicamente en el sentido general.[46]

    De entrada, las tradiciones utilizadas por los primeros compiladores Abu

    Mijnaf, Sayf b. Omar, Awana, Ibn Ishaq, Ibn al-Kalbi y otros han sido calificadaspor algn arabista como simples pilas de tradiciones dispares que no reflejanninguna personalidad, escuela, tiempo o lugar.[47]A lo que ha aadido conconviccin: La diversidad es deprimentemente engaosa.[48]

    Asimismo, como ha sealado, entre otros, Patricia Crone, los contornosoriginales de la tradicin fueron difuminados ms all de toda esperanza dereconocimiento.[49]De hecho, las tradiciones que nos han llegado tuvieron comocanal al ulema, una institucin religiosa que no apareci hasta mediados delcalifato de los omeyas. De esa manera, como ya vio con claridad a finales del

    siglo XIX Goldziher,[50]las tradiciones nacieron no tanto de la realidad histricacomo del enfrentamiento entre distintas visiones teolgicas. Se trataba de unainterpretacin acertada en la que profundizaron Lammens,[51]Becker[52]y, msrecientemente, Wansbrough,[53]ya que las tradiciones se vieron afectadas demanera directa y fueron fruto del choque teolgico entre diversos pretendientes sobre todo, califas y ulemas a la autoridad espiritual en el seno del islam.[54]No

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    resulta por ello extrao que Ibn Hisham sealara que omiti de su recensin de laSira de Ibn Ishaq aquello que pens que pudiera ser repugnante u ofensivo.[55]Loshistoriadores, por el contrario, habramos preferido que el autor musulmn no sehubiera dejado llevar tanto por el buen gusto y la piedad y s ms por el deseo de

    consignar todos los datos posibles.

    Finalmente, la recopilacin ltima de las tradiciones se form entre cientocincuenta y doscientos aos despus de la muerte de Mahoma. Esta circunstanciaha llevado a una rigurosa especialista a sealar que la tradicin religiosa del islames un monumento a la destruccin ms que a la preservacin del pasado.[56]Adecir verdad, si el historiador acaba aceptando no pocos de los datosproporcionados por la tradicin islmica se debe no tanto a que resultenconvincentes como a que no hay alternativa para intentar reconstruir lo sucedido.[57]

    Como habr ocasin de ver, los jadiz mezclan tradiciones de signomaravilloso y difcilmente verosmil con otras que, por el contrario, emanan unaclara nota de autenticidad. En los siguientes captulos se podr comprobar poraadidura cmo, en realidad, constituyen nuestra fuente fundamental paraelaborar una vida de Mahoma e incluso de entrelazar sta con porciones concretasdel Corn.

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    Las fuentes histricas sobre Mahoma (IV): las fuentes no literarias

    Adems de las fuentes sealadas, en los ltimos aos la investigacinhistrica ha ido acumulando una serie de fuentes no literarias que resultan deespecial inters no slo para redactar una biografa de Mahoma sino tambin parahistoriar los primeros aos del islam. Las obras publicadas sobre el trabajoarqueolgico en ellimes arabicus[58]dejan de manifiesto, por ejemplo, que Bizancioabandon sus fortificaciones de frontera durante los siglos V y VI dejando ladefensa en manos de filarcas rabes. De hecho, a finales del reinado de Justiniano,Bizancio se haba retirado ya de la frontera rabe. En la Siria del siglo VI ya noexista resto alguno de presencia imperial.[59]En otras palabras, los bizantinos sehaban retirado de al-Sham un siglo antes de que los persas sasnidas comenzaransus avances en 604 d. C. Los persas aprovecharon esta circunstancia para deportara los cristianos melquitas, pero ni siquiera despus de que el emperador bizantinoHeraclio los derrotara la zona volvi a ser ocupada por Bizancio.

    An ms revelador y sorprendente es que las excavaciones llevadas acabo en la zona del Hijaz en Arabia no hayan encontrado restos paganos para lossiglos VI o VII, ni tampoco santuarios paganos como los descritos en las fuentes

    islmicas. De manera an ms reveladora, no hay huellas de presencia juda enMedina, Jaybar o Wadi al-Qurra. Todo esto contrasta con la abundancia de restospaganos, por ejemplo, en el Nguev central. En otras palabras, no tenemos pruebaarqueolgica de que lo relatado por las fuentes islmicas acerca del contextohistrico sea cierto, y s indicios considerables de lo contrario.

    An ms llamativo es el hecho de que las primeras monedas rabes nocontengan, hasta por lo menos el ao septuagsimo de la Hgira, ningunareferencia a Mahoma ni tampoco fraseologa propiamente islmica. De hecho,

    trminos comobism Allah, bism Allah rabbi/al Malik; rabbi Allahson todos denaturaleza monotesta, pero no necesariamente islmica ya que pueden ser ycompartidos por gentes de diversas religiones.

    Por lo que se refiere a la epigrafa, resulta especialmente revelador que noexista una sola inscripcin hallada en el Hijaz y escrita en rabe clsico antes delreinado del califa Muawiya. La fecha ms antigua al respecto gira en torno al ao

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    660 d. C. y procede del rea de Taif. Por aadidura, las inscripciones rabes delHijaz se valieron no del alfabeto rabe sino de uno siraco.

    En su conjunto, pues, todas estas fuentes no slo no nos ayudan a reconstruirla vida de Mahoma sino que incluso obligan a poner en tela de juicio buena partede la reconstruccin de la historia de los inicios del islam que hemos aceptadodurante siglos y que procede de las fuentes islmicas.

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    Las fuentes histricas sobre Mahoma (V): las fuentes no islmicas[60]

    En las pginas anteriores hemos tenido ocasin de examinar un conjunto defuentes que procedan, esencialmente, de ambientes islmicos. Tambin existenreferencias a Mahoma en documentos no musulmanes, pero cabe sealar que setrata de referencias muy escasas y que no aportan mucho a la dilucidacin dehechos histricos concretos. La referencia ms antigua a Mahoma en la literaturacristiana se encuentra en laCrnica de Sebeosde autor armenio. Redactada en elsiglo VII es decir, antes de la aparicin de la mayora de las fuentes islmicas,nos seala que Mahoma era un ismaelita (un rabe), que pretenda ser profeta yque enseaba a sus paisanos a regresar a la religin de Abraham.[61]

    De manera bien reveladora, las fuentes escritas durante el siglo VII no hacenreferencia a una invasin rabe planeada, ni a batallas donde fuera derrotado elejrcito bizantino ni a ningn califa anterior a Muawiya.

    Por su parte, en el tratado de Juan de DamascoAcerca de los herejes(743 d. C.)da incluso la impresin de que el Corn careca an de forma cannica.

    No encontramos mucho ms en los autores bizantinos. Nicetas escribi unaRefutacin de Mahoma[62]y Bartolom de Edessa un tratadoContra Mahoma[63]en losque el personaje es contemplado como un hereje que, fundamentalmente, repetaantiguas doctrinas falsas surgidas en el seno del cristianismo. Sin embargo, a esasalturas, aunque el conocimiento del islam ya era ms directo, prcticamente selimitaba a los choques blicos entre rabes y bizantinos y, desde luego, no a unanlisis profundo de las enseanzas de Mahoma. Poco ms bien nada aaden,pues, estas fuentes a nuestro conocimiento.

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    Existi realmente Mahoma?[64]

    La naturaleza de las fuentes histricas de que disponemos en relacin conMahoma y los inicios del islam han provocado entre buen nmero de especialistasun comprensible escepticismo no slo relacionado con la posibilidad de poderreconstruir su biografa sino tambin sobre la realidad de su existencia histrica.Las razones alegadas al respecto no son escasas. De entrada, carecemos de restosarqueolgicos relacionados con Mahoma y el islam hasta el califa Muawiya algoincomprensible en un movimiento que no slo fue religioso sino adems poltico;los materiales con que se form el Corn son diversos y de origen no del tododeterminado sin que, por aadidura, puedan aportarnos datos indiscutiblementefiables sobre Mahoma; las tradiciones orales que han llegado hasta nosotros serecopilaron varios siglos despus de la muerte del profeta del islam y son de valordiverso y, por ltimo, las primeras biografas se basan precisamente en esasmismas tradiciones orales. De hecho, las primeras obras histricas a las que sepueda considerar dignas de tal nombre no aparecen hasta el califato de losabasidas iraques (749-1258). Por si todo lo anterior fuera poco, el Corn nos sirvecomo fuente histrica en la medida en que lo leemos a travs de unas tradicionesque se recopilaron dos siglos despus de Mahoma y que, a su vez, constituyen la

    base de las biografas del profeta del islam. Sopesando todos estos datos, no resultasorprendente que alguna historiadora haya sealado que los orgenes del islamproporcionan una vasta informacin pero que la vasta informacin es chismorreoque no puede ser utilizada por lo que asevera, slo por lo que implica,primordialmente el trasfondo y el estatus de las personas sobre las que sechismorrea.[65]

    Con ese trasfondo, tampoco puede extraar el enorme escepticismo dehistoriadores como Patricia Crone o Michael Cook[66]en relacin a lo que podemos

    saber sobre Mahoma, o que incluso algunos otros especialistas nieguenrotundamente su existencia y consideren que no pas de ser un mito forjadodcadas despus por la necesidad de contar con un profeta nacional rabe.[67]Paraeste ltimo sector de la historiografa contempornea, Mahoma simplemente nohabra existido jams y no pasara de ser una creacin interesada de polticosrabes que ya se asomaban con sus tropas al Mediterrneo.

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    Nuestro punto de vista que aparece expuesto en las pginas siguientesno es tan pesimista. En primer lugar, parte de la base de que las fuentes histricasde la Antigedad no pueden equipararse con las de la Edad Moderna o laContempornea. Son, por regla general, ms escasas y ms cercanas a la

    mitologizacin, pero no se hallan necesariamente ms impregnadas de interesesideolgicos que las de otros perodos histricos. En este sentido, es verdad queprcticamente nada podemos derivar para redactar una biografa de Mahoma delas fuentes no literarias o de las no surgidas en un medio islmico, pero esacircunstancia no elimina ni mucho menos la posibilidad de reconstruir la vida delprofeta del islam. La fuente fundamental sigue siendo un conjunto copioso detradiciones que no son igualmente fidedignas y que es preciso someter a la crticahistrica, pero que permiten extraer no poca informacin sobre la existencia y laenseanza de Mahoma. Esas fuentes nos permiten tambin, con todas laslimitaciones que se desee, recibir luz sobre pasajes concretos del Corn desgraciadamente, no todos ni mucho menos y discernir en no escasa medida elvalor de los materiales recogidos en la Sira. La tarea, pues, de reconstruir la vida yla enseanza de Mahoma no constituye, desde luego, una tarea fcil, pero, comointentaremos demostrar en los captulos siguientes, tampoco se trata de un empeoimposible necesariamente abocado al fracaso. Ms all de detalles secundarios y decuestiones muy concretas, Mahoma y el conjunto de sus predicaciones constituyenun campo de investigacin al alcance del historiador riguroso que conozca lasfuentes.

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    Infancia, adolescencia y juventud

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    Infancia y orfandad[68]

    Uno de los primeros problemas con que ha de enfrentarse el historiador quedesea trazar una biografa de Mahoma es la ubicacin real de la Meca no slo en suvida sino en la geografa y en la Historia. John Wansbrough seal en su da que elpropsito de todas las tradiciones islmicas ha sido demostrar los orgeneshijazes del islam, lo que ha llevado a algn otro historiador como Ibn al-Rawandia afirmar que de ello se desprende que en realidad el islamnose origin en elHijaz, y, ms especficamente,nose origin en la Meca.[69]En las fuentesmusulmanas, desde luego, se insiste en que la Meca fue un prspero centrocomercial rebosante de mercaderes que intercambiaban bienes valindose de rutascaravaneras que conectaban al sur con el Yemen y al norte con Siria y el Imperioromano. La realidad histrica, sin embargo, es que no contamos con la menor basepara sustentar esas afirmaciones. A decir verdad, fuera de las fuentes islmicas noencontramos ninguna referencia a una Meca en el lugar donde ahora se halla laciudad que lleva ese nombre, e identificarla, como se ha hecho ocasionalmente, conel enclave conocido como Macoraba plantea dificultades enormes tal y como hadejado de manifiesto Patricia Crone en una obra indispensable.[70]Realmente, siPtolomeo mencion alguna vez la Meca, fue para referirse a la ciudad de Moka,

    ubicada en la Arabia Petraea.[71]Se tratara, por lo tanto, de una ciudad no situadaen el Hijaz, como el enclave que ahora lleva su nombre, sino en la parte norte deArabia, en el rea de la ciudad de Petra que se encuentra actualmente en Jordania.

    Ciertamente, no existe una sola fuente griega, latina, siraca, aramea, copta ode cualquier otro origen no rabe que se refiera a los coraishes[72]o a la Meca.[73]Nodeja de ser significativo al respecto que, por ejemplo, Jacobo de Edessa conociera laKaaba como el lugar hacia el que oraban los musulmanes, pero lo situara en unlugar ms cercano a la Moka de Ptolomeo que a la Meca actual y, desde luego, sin

    relacionarlo con papel comercial alguno.[74]

    An ms. En el supuesto de que laMeca actual hubiera tenido alguna relevancia en el trfico mercantil (que habrasido, muy posiblemente, de escassima relevancia), ste no podra haber estadorelacionado con las especias. De hecho, la Meca que conocemos hoy no ha estadonunca situada en la encrucijada de las rutas comerciales rabes ni tampoco fue unaparada natural en la ruta del incienso que iba del sur de Arabia a Siria. Cualquieraque se tome la molestia de observar un mapa de Arabia puede ver con toda

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    facilidad que la Meca tiene una ubicacin que imposibilita que ocupara esaposicin. A decir verdad, no existe la menor razn para que los viajeros asumieranun descenso empinado por un valle desierto como el de la Meca actual cuandotenan la posibilidad de detenerse en Taif, donde, dicho sea de paso, haba tambin

    un santuario y pozos.

    [75]

    La Meca de hoy en da se encontraba, en realidad, a varioscentenares de millas de la ruta del incienso y no slo era un punto distante y yermosino adems situado fuera de las rutas racionales. Adase que quiz los coraishespudieron estar vinculados con alguna forma de comercio, pero, si as fue, debi deresultar de escasa relevancia.

    Las fuentes islmicas tambin hacen referencia a un santuario en la Meca delque habran sido guardianes los coraishes. La realidad es que resulta msplausible que hubiera dos santuarios en lugar de uno, pero que los coraishes nofueran guardianes de ninguno de ellos.[76]Por aadidura, como concluy, ya en

    1887, Wellhausen, no hubo peregrinacin a la Meca antes del islam.[77]

    Con estos datos histricos, slo podemos especular acerca de cul fue larealidad histrica en torno a la Meca, los coraishes y el propio Mahoma de losprimeros aos. Para Patricia Crone, lo ms probable es que la vida de Mahoma sedesarrollara en el noroeste de Arabia. All s hubiera podido darse un trfico en elque habran participado los coraishes centrado en la Moka de Ptolomeo. Tambinen esa zona consta la existencia de un santuario y estaban asentadas diversas tribus

    judas. Si, efectivamente, all estuvo ubicada la Meca original, los coraishes

    comerciaron y Mahoma desarroll su carrera, la pregunta que se planteaobviamente es por qu y cmo todo acab desplazndose en las tradiciones a laMeca actual. En este sentido, la misma Patricia Crone reconoce que no contamoscon una respuesta.[78]

    Resulta, entonces, totalmente imposible que la Meca actual sea el lugar conel que estuvo relacionado Mahoma? No necesariamente si aceptamos, porsupuesto, otra alternativa, la de que, efectivamente, la Meca actual se correspondacon la de la tradicin islmica, pero que los relatos respecto a la misma hubieran

    sido exagerados, embellecidos e incluso totalmente inventados con la sencillaintencin de proporcionar ms relevancia al lugar de nacimiento de Mahoma. Dehecho, como ya indic en su da G. R. Hawting, parece obvio que los musulmanesadoptaron una serie de ideas muy posiblemente de origen judo y lasaplicaron al santuario de la Meca.[79]Semejante posibilidad es ciertamente plausibley, desde luego, cuenta con notables paralelos a lo largo de la Historia universal. Seacomo fuere, no resulta fcil negar que las fuentes sobre el surgimiento del islam

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    estn equivocadas en uno o ms aspectos fundamentales.[80]

    Por lo que se refiere al nacimiento de Mahoma, de creer las afirmaciones deIbn Ishaq, aconteci el lunes 12 de rabi del ao en que tuvo lugar la expedicin delelefante. Aunque estos datos pueden dar una cierta sensacin de solidez, la verdades que distan considerablemente de proporcionarnos una fecha clara. Laexpedicin del elefante recibe este nombre porque en ella se utiliz uno de estosanimales. Supuestamente, concluy a causa de un milagro que los historiadoreshan identificado con una epidemia de viruela. Si puede identificarse con un ataqueque lanz Abraha, gobernador abisinio del Yemen, contra la Meca,[81]estaramoshablando del ao 570 d. C. El principal problema con esa conclusin es que lacitada expedicin no resulta del todo segura en trminos histricos y algunos[82]

    creen que no pasa de ser una leyenda inspirada en otro episodio blico, ste s real,que tuvo lugar en el ao 530.

    Por si esto fuera poco, hay que tener en cuenta que el calendario rabeprimitivo era lunar como el judo y por ello, para que coincidiera con el solar,haba que proceder a intercalar un mes adicional (nasi) cada bienio o trienio. Laprctica fue prohibida por el Corn posteriormente (9: 36/36-37/37) lo que implicaque los historiadores rabes subsiguientes no resultan del todo fiables a la hora deestablecer fechas anteriores al inicio del calendario musulmn.

    Otros datos proporcionados para fijar la fecha del nacimiento de Mahoma

    (por ejemplo, el ao 24 del reinado de Anusirwan, rey de Persia) no nos acercanms a la realidad histrica. Como tampoco lo hace el que Musa b. Nawbajt, ya en elsiglo X, lo situara en el cambio de triplicidad de Escorpio. Demos, pues, como loms probable que Mahoma naciera a finales del siglo VI d. C., e incluso en elltimo cuarto, sin intentar precisar ms.

    Los datos sobre sus parientes son ms seguros aunque no puede decirse lomismo de su valoracin. Su padre era Abd Allah b. Abd al-Muttalib b. Hasim b.Abd Manaf,[83]miembro del clan de los hashimes, supuestamente poderoso otroray ahora enfrentado con los omeyas o abdsames por el control del comercio deSiria. El nombre que recibi el nio fue el de Qutam, aunque ste ha quedadosustituido por Ahmad y luego por Muhammad, de donde viene nuestro Mahoma.[84]Tradicionalmente, las fuentes islmicas han insistido en la alcurnia de Mahoma.Hoy en da, sin embargo, existe una corriente slida y cada vez mayor queconsidera exagerada esa pretensin.[85]Resulta ms que probable que la familia deMahoma no disfrutara de la relevancia que se le adjudica en las fuentes s

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    llegara a tenerla con posterioridad y tambin es notablemente discutible que laMeca tuviera un papel tan importante en el comercio de la poca.[86]Parece tambin

    bastante posible que la familia de Mahoma tuviera contacto con alguna formaheterodoxa de cristianismo como el de los ebionitas, una secta judeo-cristiana que

    negaba la divinidad de Cristo.

    [87]

    Podemos dar por seguro que el padre deMahoma, Abd Allah, contrajo matrimonio con Amina bint Wahb b. Abd Manaf,hija del jefe de los Banu Zuhra. La esposa qued pronto embarazada a los tresdas del enlace, segn una tradicin tarda y dio a luz a Mahoma. La tradicin,tambin apunta a que, por esa poca, Abd Allah dio inicio a un viaje de negociosque deba conducirlo a Siria, pero al regresar, cay enfermo y falleci en Yatrib.Como ya se ha indicado,[88]no resulta fcil determinar si Mahoma fue un hijopstumo. S resulta indudable que qued hurfano de padre a edad muytemprana. Segn una tradicin, por toda herencia su padre dej una esclavaabisinia, cinco camellos y unas cuantas ovejas. Mahoma, un hurfano precoz,crecera sin la cercana de su padre.

    Ibn Ishaq ha transmitido la noticia de que el nio fue criado por una nodrizallamada Halima bint abi Duayb, del clan de Sad. Al parecer, ninguna queraaceptarlo porque, al ser hurfano, no caba esperar el recibir alguna ddiva delpadre.

    Tambin segn la misma fuente, incluso Halima hubiera seguido la mismaconducta de no ser porque no encontr ningn otro nio al que atender.[89]Durante

    dos aos aliment a la criatura, que, al parecer, creci fuerte. A Halima,supuestamente, debemos tambin el relato referente a los dos hombres que habrantumbado a Mahoma en el suelo y le habran abierto el cuerpo hurgando en suinterior. De manera peculiar, la tradicin indica que Halima no fue testigo ocularde los hechos, sino que, de manera un tanto curiosa, atribuy lo sucedido aldemonio por lo que decidi devolver a la criatura a su madre. Como era de esperar,la madre de Mahoma rechaz la eventualidad de que su hijo hubiera sidoabordado por seres demonacos y seal que confiaba en que el pequeo llegara aser famoso. Con el paso del tiempo, el episodio, fuera cual fuese su naturaleza, se

    interpret como una visita angelical a Mahoma y as ha sido incorporado abiografas modernas escritas por musulmanes.[90]Sin embargo, el historiador notiene manera de saber qu sucedi exactamente porque las mismas fuentes sealanque las tradiciones sobre el hecho variaron presentando el episodio tanto comodesde una intervencin demonaca como otra anglica. S podemos dar por seguroque el nio fue devuelto a su madre y que sta se qued con l. Segn la tradicin,no sobrevivi mucho a ese episodio. Emprendi un viaje con la criatura y con una

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    esclava negra, Umm Ayman, en direccin a Yatrib con la intencin de visitar a susfamiliares, los Banu Adi b. al-Nashshar, as como la tumba de su difunto esposo.Logr su propsito, pero en el camino de regreso a la Meca cay enferma y fallecipoco despus en Al-Abwa. La esclava prosigui el viaje y, una vez llegada en la

    Meca, hizo entrega del nio a su abuelo Abd al-Muttalib. Sin embargo, nodisfrutara mucho tiempo Mahoma de la cercana de su abuelo. En torno al ao577, falleci y el hurfano fue entregado ahora a su to Abu Talib. Por entoncesMahoma tena unos nueve aos de edad.

    Ibn Ishaq ha narrado que, por esa misma poca, Abu Talib decidi llevarconsigo a Mahoma en un viaje que realiz a Siria. Durante el mismo se habraproducido un encuentro con un monje sirio llamado Bahira[91]que, maravillado alver cmo las ramas de un rbol se inclinaban para cubrir a Mahoma, decidi hablarcon l. De manera sorprendente en un monje cristiano, Bahira habra conjurado a

    Mahoma por Al-Lat y Al-Uzza, dos divinidades femeninas veneradas en la Meca,para que respondiera a sus preguntas. El nio habra respondido que no habanada que detestara ms que esos dos nombres y Bahira, tras descubrir una marcaentre los dos omoplatos del nio, lo habra identificado con un futuro profeta deacuerdo a un libro que supuestamente posea. Al despedirse de Abu Talib, el monjehabra sugerido al to de Mahoma que protegiera a la criatura de los judos, que, desaber quin era, lo perseguiran.

    La historia de Bahira plantea varios problemas, el menor de los cuales no es

    su carcter tardo sino las referencias poco verosmiles a un libro cristiano en el quese describan las seales fsicas de un profeta venidero o la advertencia a laanimadversin de los judos contra l. Por aadidura, todo parece indicar queMahoma no comenz sus viajes hasta un perodo posterior de su vida,posiblemente cuando ya se haba casado con Jadiya en torno al 605 d. C.[92]Enrealidad, lo ms seguro es que el relato no pase de ser legendario y que adems,paradjicamente, surgiera de un juego de palabras ideado para algunos cristianospara burlarse de los primeros seguidores del islam y explicar el origen de lapredicacin de Mahoma.[93]En realidad, Bahira no es sino la arabizacin deBehir ra

    que en hebreo significa elegido del mal. Ese personaje, quiz ficticio, era al quealgunos cristianos, seguramente con bastante mala intencin, atribuan lo queconsideraban herejas de Mahoma. De hecho, as es como aparece en un escritosirio anterior al ao 828 denominadoApocalipsis de Bahira. Los musulmanes, que nocaptaron la sangrante irona de la historia, muy posiblemente tomaron al elegidodel mal y lo transformaron en un monje que, por el contrario, habra reconocidolas virtudes de su profeta desde su infancia. Como en tantos otros casos, dentro y

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    fuera del islam se habra inventado un relato con la finalidad de engrandecer a unafigura religiosa.

    S parece ms probable que Mahoma hubiera tenido otro contacto con unmonje cristiano durante su infancia. Segn una tradicin, cuando contaba sieteaos, padeci una enfermedad de los ojos que no pudo ser curada en la Meca. Fuellevado entonces a un monje cristiano de Ukaq que lo trat y lo cur.[94]

    A decir verdad, los datos ms fiables que nos han llegado sobre la infanciade Mahoma lo describen como un pastorcillo que se ganaba la vida guardandoganado en los alrededores de la Meca. Esta circunstancia confirmada por elpropio Mahoma tiempo despus[95]confirma que la situacin econmica del nioy de su familia no era precisamente desahogada.

    En torno al 585-590 Mahoma rondara la quincena estall, segn lasfuentes islmicas, la guerra del Fishar entre la tribu de kinana, emparentada conlos coraishes, y la tribu de qays, al frente de la cual estaban los taqif de Taif. Alparecer, Mahoma particip en el conflicto, pero no entrando en combate erademasiado joven sino como auxiliar. Cabe la posibilidad de que, en el curso de laguerra, Mahoma realizara viajes comerciales acompaando a algunos parientes.Sea como fuese, lo que s resulta seguro es que en torno al 595 se haba afincado enla Meca afilindose al Hilf al-Fudul, una cofrada que se dedicaba a proporcionarseguridad a los viajeros que acudan a las ferias. Al poco tiempo, Mahoma entr al

    servicio de una viuda rica, Jadiya bint Juwalid b. Asad b. Abd al-Uzza b. Qusayy, ysu vida experiment un vuelco radical.

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    Jadiya[96]

    Se han discutido en los ltimos aos no pocos de los datos referidos a Jadiyaen las distintas tradiciones islmicas, incluido el de la diferencia de edad entreambos que sitan a Jadiya ya en los cuarenta y a Mahoma a mitad de la veintena.[97]

    Aunque algunas de las objeciones merecen ser examinadas, se puede concluir quecontamos con un terreno relativamente slido al hablar de la existencia histrica de

    Jadiya y del papel que tuvo en la vida de Mahoma. Por ejemplo, podemos dar porcierto[98]que le dio ocho hijos[99]Zaynab, Umm Kultum, Ruqayya, Ftima, al-Qasim,al-Tahir, al-Tayyib, Abdallah lo que implic prcticamente un embarazo anualhasta que falleci. Esta circunstancia obliga a pensar en una mujer ms joven en elmomento de contraer nupcias. Con todo, debe reconocerse que los datosproporcionados por los jadiz son, como ha afirmado recientemente una autoramusulmana, inconsistentes.[100]

    Jadiya contaba con una cierta fortuna que proceda y empleaba en el negociode las caravanas enviadas con fines comerciales. Al parecer, cada ao[101]serealizaban tres viajes de relevancia. El primero se diriga a Busra, en Siria, paraaprovechar el mercado de Rashab; el segundo a Suq Hubasah, en Tihama, y el

    tercero, a Shuras, en el Yemen. Fue en el curso de uno de estos viajes cuando, segnuna tradicin, Mahoma contempl un eclipse de sol un episodio cuya veracidadha sido muy cuestionada[102]y, con ms probabilidad, conoci a un monjecristiano al que algunas tradiciones islmicas atribuyen ancdotas muy semejantesa las que aparecen en otras a las que ya hemos hecho referencia. Las relaciones deMahoma con cristianos es uno de los aspectos ms sugestivos y, a la vez, msoscuros de su vida, pero es ms que probable que en esta poca, y teniendo comoocasin los citados viajes, se encontrara con algunos y pudiera escuchar sus puntosde vista. Volveremos a hablar de este tema en futuros captulos ya que result de

    notable relevancia. Debemos ahora volver a Jadiya, porque, siendo patrona deMahoma, decidi contraer matrimonio con l y le sugiri es difcil saber si conpermiso de su padre Juwalid o sin l[103]que la pidiera como esposa. Al parecer,Mahoma enseguida acept semejante eventualidad y, efectivamente, se celebr elenlace que tendra fecundas consecuencias para el joven.

    Hasta esa fecha, la vida de Mahoma ciertamente no haba sido fcil.

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    Hurfano de padre y madre desde temprana edad, tambin se haba visto obligadoa ser un humilde pastor durante la infancia para luego, en la juventud, dedicarse alcomercio caravanero. Ahora, de repente, se encontr elevado a una posicineconmica acomodada y ese cambio de fortuna le permiti, por ejemplo, centrarse

    en la meditacin y en el examen de diferentes religiones. Se abra as un perodoque se extendera a lo largo de una dcada y que estara preada de repercusionesfuturas. No parece que el patrimonio de Jadiya sufriera especialmente porque suesposo se dedicara a la reflexin en lugar de al negocio de las caravanas, quizdebido a que ste fue sustituido por otro empleado que asumi sus funciones.Segn una tradicin, por esa poca Mahoma colabor en la reconstruccin de laKaaba, el santuario mecano, que al parecer se encontraba en ruinas.[104]Unatradicin seala que un da transportaba una gran piedra sobre la cabeza con esafinalidad y, como se haca dao, se quit la ropa que llevaba puesta y con ella seform una especie de cojn para colocrselo en la cabeza y mitigar el roce. Al dejaral descubierto sus partes, se habra escuchado una voz del cielo, segn latradicin que le habra advertido del estado en el que se encontraba y habraprovocado que se desplomara al suelo, de donde fue recogido por sus compaeros.Con el paso del tiempo, esta ancdota dara lugar a una norma islmica queprohbe dejar ver a alguien del mismo sexo la parte del cuerpo que va del ombligoa las rodillas.

    En esta poca tambin, al disfrutar de una situacin econmicamenteacomodada y al ser un ao de notable caresta, Mahoma adopt, a peticin de su

    to Abu Talib, que lo haba recogido en la infancia, a su primo Al b. abi Talib,mientras que un hermano suyo, Al-Abbas Abd-al Muttalib, adopt a Shafar.

    En ese contexto de precariedad, no sufrida por l, pero s por muchos rabes,resulta ciertamente llamativo que Mahoma se entregara, sobre todo, a laespeculacin espiritual. Sin embargo, no debera interpretarse ese comportamientocomo una muestra de irresponsabilidad o diletantismo. A decir verdad, pareceestablecido que por entonces exista un clima de inquietud espiritual entre losrabes y haba diversas corrientes de monotesmo de notable relevancia.[105]De

    entrada, varias tribus rabes haban aceptado el judaismo como su religin.[106]

    Igualmente, la presencia del cristianismo era mucho mayor de lo que se hareconocido habitualmente.[107]A todo ello se sumaba la existencia de personajesque, ms o menos legendarios, ms o menos reales, buscaban al Dios verdadero sininclinarse por el cristianismo o por el judaismo.[108]Por aadidura, no faltaban losque crean en la posibilidad de que surgiera un profeta rabe y sustentabansemejante esperanza en personajes como Hud, Salih y Suayb, vinculados a las

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    tradiciones de las tribus de Ad, Tamud y Madyan. De todos ellos encontramosreferencias en el Corn y los jadiz, aunque resulta difcil saber si nos hallamos antepersonajes histricos o ante legitimaciones de la aparicin de un profeta rabecomo Mahoma.[109]Sea como fuere, el comportamiento seguido por el joven marido

    de Jadiya encajaba en un contexto de bsqueda espiritual y no cabe duda susrepercusiones cambiaran la Historia de la Arabia de la poca.

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    Crisis y revelacin[110]

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    El contexto

    En torno al ao 607, el de la reconstruccin de la Kaaba, Mahoma era unhombre joven, libre de agobios econmicos a pesar de las dificultades de la poca ydotado de cierto prestigio local que tena, entre otras consecuencias, la de que,segn la tradicin, se recurriera a l como mediador en algunas disputas. A esto seaada que estaba enormemente interesado en cuestiones espirituales. Es posibleque no conociera a la sazn el Antiguo Testamento s, quiz, algunos relatostalmdicos que pudo escuchar a judos y, desde luego, resulta verosmil quehubiera escuchado predicar a cristianos como el obispo de Nashran.[111]Tambinentra dentro de lo posible que las fuentes islmicas hayan minimizado laimportancia de esos contactos,[112]pero lo cierto es que a la sazn Mahoma no habaencontrado la paz espiritual ni el sosiego que ansiaba. No slo eso. Adems, porentonces comenz a sufrir frecuentes depresiones. Semejante circunstancia ha sidoexplicada como un sntoma de epilepsia,[113]pero no es seguro que as fuera.

    Resulta difcil desentraar las races de la desazn depresiva de Mahoma.[114]

    Quiz baste con atribuirla al hecho de no encontrar una corriente espiritual quecalmara dicha desazn, a dar con respuestas religiosas contradictorias como era

    el caso del judaismo y de las diversas formas de cristianismo que no lesatisfacan plenamente, e incluso a ciertas caractersticas psicolgicas sobre las queno podemos especular con certeza. Ese malestar podra tambin explicar la maneraen que Jadiya le ofreci todo su apoyo y vio con naturalidad que, en lugar deentregarse al trfico mercantil, su marido se retirara con frecuencia a meditar a unacueva. Fue precisamente en una de esas ocasiones cuando tuvo lugar unacontecimiento que trastorn completamente la vida de Mahoma.

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    La primera revelacin

    La primera revelacin de Mahoma tuvo como escenario, segn la tradicin,un monte cercano a la Meca, el Hira, en una de cuyas cuevas se retiraba confrecuencia para meditar.[115]Segn las fuentes islmicas ya tardas recogidas en un

    jadiz,[116]el episodio tuvo lugar de la manera siguiente:

    3. Narr Aishah, la madre de los creyentes fieles: El inicio de la Revelacin alMensajero de Al.lah fue en forma de unos sueos verdaderos que se hicieronrealidad como la luz brillante del da, y entonces se le concedi el amor de lareclusin. Acostumbraba a recluirse en la cueva de Hira en donde sola darse a ladevocin de manera continuada durante muchas noches antes de regresar con sufamilia. Sola llevar consigo la comida del da y entonces regresar con Jadiya paravolver a llevar comida hasta que de repente la Verdad descendi sobre l mientrasestaba en la cueva de Hira. El ngel se le acerc y le pidi que leyera. El Profetacontest: Qu he de leer?.

    El Profeta aadi: Entonces me agarr y me apret con tanta fuerza que yano lo poda soportar. Entonces me solt, y otra vez me dijo que leyera y le contest:

    Qu he de leer?. Una vez ms me agarr y me apret por segunda vez hasta queno pude soportarlo. Me solt entonces y una vez ms me dijo que leyera, pero unavez ms le contest: Qu he de leer?. Entonces me agarr por tercera vez y meapret, y luego me solt y entonces dijo: Lee en el nombre de Al.lah que hacreado. Ha creado al hombre de un cogulo. Lee! Y tu Dios es el ms generoso.Entonces el mensajero de Al.lah regres con la Revelacin y con el coraznlatindole muy fuerte. Entonces fue con Jadiya bint Juwalid y dijo: Tpame!Tpame!. Lo taparon hasta que desapareci el miedo que tena y de esto le dijo a

    Jadiya todo lo que haba ocurrido: Temo que algo me pueda pasar. Jadiya

    respondi: Nunca! Por Al.lah, Al.lah nunca te dejar caer en desgracia. T guardabuenas relaciones con tus parientes, ayuda a los pobres y a los desvalidos, sirvegenerosamente a tus invitados y asiste a los afligidos por la calamidad.

    La revelacin en la cueva del Hira que tena aproximadamente unasuperficie de un metro y medio por tres metros y medio ha sido objetolgicamente de diversas explicaciones. Para algn autor, por ejemplo, simplemente

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    se trat de un episodio semejante al de la Pitia y el orculo de Delfos en el que lasreducidas dimensiones del recinto y las emanaciones del subsuelo acababanprovocando un estado exttico.[117]Sea como fuere, la tradicin indica que Mahomase tranquiliz durante un tiempo. Sin embargo, cuando volvi a escuchar la voz,

    sufri tal desazn que a punto estuvo de lanzarse al vaco desde el monte Hira.

    [118]

    Como hemos visto, un ser que se present como Gabriel, y que le anunci que erael profeta de Al.lah, haba formulado una orden para l resumida en una solapalabra:iqra.

    Se ha especulado mucho sobre el significado del trmino. Literalmente,significa lee, y as debi de entenderlo Mahoma que respondi que no podahacerlo, una circunstancia que ha llevado a discutir la posibilidad de que fueraanalfabeto. Semejante interpretacin queda muy relativizada si aceptamos que lapalabra tambin pude ser interpretada como un predica. A continuacin, Gabriel

    le habra comunicado no la sura 96 del Corn, como a veces se ha afirmadoerrneamente,[119]sino sus cinco primeras aleyas, para despus desaparecer. Lacitada sura comienza precisamente con la palabraiqra:

    En el nombre de Al.lah, el Compasivo, el Misericordioso!

    1. Lee en el nombre de tu Seor, que ha creado.

    2. Ha creado al hombre de un cogulo.

    3. Lee! Tu Seor es el ms generoso,

    4. que ha enseado a travs del clamo,

    5. ha enseado al hombre lo que no saba.

    El texto enormemente sencillo afirma el monotesmo basado en un dioscreador que ya se ha revelado por escrito en el pasado. Se trata de una afirmacinque hubieran aceptado sin ningn problema tanto judos como cristianos salvo por

    la referencia al cogulo, que choca frontalmente con lo relatado en el libro bblicodel Gnesis (2: 7).

    Las fuentes islmicas distan mucho de proporcionarnos un relato nico deeste episodio. De entrada, la fecha exacta no resulta fcil de precisar. En el Corn, lasura Al-Bagara (2: 181/185) la sita en el mes de Ramadn en un sentido amplio,pero la sura 97 la ubica en la noche del Destino (laylat al-qadr). Esta fecha se ha

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    ido identificando tradicionalmente con el 27 de Ramadn, aunque el origen de esavisin se suele atribuir a un origen maniqueo.[120]Tampoco coinciden las fuentesislmicas en lo que al contenido de la revelacin se refiere. Como ya he sealado,existen indicios claros de que, como mucho, lo recibido en aquella ocasin fue la

    sura 96, pero posteriormente se insisti en que se haba tratado de todo el Corn

    [121]

    que se habra borrado de la memoria de Mahoma y que luego ira descendiendo denuevo en partes, una tesis que, examinados los hechos histricos, no resulta fcil deaceptar. Tampoco quedan claramente establecidas en las fuentes otrascircunstancias relacionadas con el episodio. En algunos casos, Gabriel aparece conlas alas propias de un ser angelical y llevando un pao de seda en el que estabaescrita la revelacin que deba leer Mahoma. En otros, Gabriel se ve sustituido porel Espritu (Ruh) o el Espritu Santo (Ruh al-Quds). En este sentido, las variacionesrecuerdan considerablemente los distintos relatos sobre su primera revelacin quedio Joseph Smith, el profeta de los mormones.[122]

    S parece ms slidamente establecido que, tras atravesar por estaexperiencia, fuera cual fuese su contenido concreto, Mahoma corri al lado de

    Jadiya. Esta acept el relato de su marido y, de hecho, siendo cristiana,[123]seconvirti en su primera adepta. Con todo, semejante paso no signific para ella unarenuncia a sus creencias previas. ElSajij al-Bujarilo cuenta as:

    Jadiya lo acompa entonces a ver a su primo Waraqa bin Naufal bin Asadbin Abdul Uzza, quien, durante el perodo de la Ignorancia se hizo cristiano y

    utiliz la escritura con letras hebreas. Escribi el Evangelio en hebreo. EntoncesJadiya dijo a Waraqa: Escucha a tu sobrino, oh mi primo!. Waraqa pregunt:Oh mi sobrino! Qu has visto?. El Mensajero de Al.lah describi todo lo quehaba visto. Waraqa dijo: ste es el mismo ngel Yibril [Gabriel] que Al.lah envi aMusa [Moiss]. Ojal fuera joven y viviera lo suficiente como para ver cuando sugente se junte. El Mensajero de Al.lah pregunt: Me rechazarn?. Waraqarespondi de forma afirmativa y dijo: Cualquiera que ha llegado con algo similara lo que has trado fue tratado con hostilidad; y de estar vivo ese da, te apoyarcon fuerza. Pero despus de unos das Waraqa muri y la Revelacin Divina

    tambin tuvo una pausa por un tiempo.[124]

    Este encuentro, conservado por la tradicin, pudo tener una importanciadecisiva sobre Mahoma hasta el punto de que algn autor lo considera esencialpara comprender su visin espiritual.[125]Waraqa era pariente lejano del propioMahoma[126]y la misma referencia al Evangelio en hebreo constituye una claveesencial para captar cules eran sus creencias. Tenemos noticia efectivamente de un

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    texto conocido como Evangelio de los hebreos gracias a diversas fuentes.Eusebio, por ejemplo, indica que era un texto sagrado de los ebionitas, una secta

    judeo-cristiana que crea en Jess como profeta y mesas, pero negaba su divinidad.Tambin Epifanio (muerto en 403) lo describe como una versin alterada e

    incompleta del Evangelio cannico de Mateo. Jernimo, por su parte, comenta quese haba traducido al latn. La tradicin islmica citada antes seala que Waraqa lohaba traducido al rabe, lo que hace pensar que tena un especial inters encomunicar sus creencias religiosas de cristiano ebionita a las gentes que seexpresaban en esta lengua. Ebionita convencido y adems deseoso de transmitir elmensaje religioso en que crea, Waraqa posiblemente vio en su pariente Mahoma aalguien que confirmaba sus mejores esperanzas y as lo recibi.

    Por lo que se refiere a Mahoma, su experiencia no tiene por qu ser calificadanecesariamente de perversa o patolgica, como han hecho algunos autores.[127]Un

    monje cristiano, que adems tena cierta instruccin teolgica, haba corroboradosu revelacin. Era semejante a lo que l mismo crea; enlazaba con otrasrevelaciones previas, y precisamente por eso le anunci que sera objeto deoposicin. Sin embargo, l mismo estara dispuesto a apoyarlo.

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    La angustia

    De la manera ms inesperada, tras recibir el respaldo de Waraqa, lasrevelaciones se interrumpieron. Esta circunstancia arrastro a Mahoma a un nuevoestado de desazn del que, segn la tradicin, sali gracias a que recibi el mensajecontenido en la sura 93:

    En el nombre de Al.lah, el Compasivo, el Misericordioso!

    1. Por la maana!

    2. Por la noche cuando reina la calma!

    3. Tu Seor no te ha abandonado ni desdeado.

    4. Ciertamente, la ltima vida ser mejor para ti que sta.

    5. Tu Seor te dar y quedars satisfecho.

    6.Acaso no te encontr hurfano y te proporcion amparo?

    7.No te encontr perdido y te guio?

    8.No te hall pobre y te enriqueci?

    9. Por eso al hurfano, no lo oprimas!

    10. Y al mendigo, no lo rechaces!

    11. Y el favor de tu Seor, publcalo!

    El texto, uno de los ms bellos del Corn, puede interpretarse como un clarollamamiento dirigido a Mahoma para que conserve la fe. Precisamente por ello,tena que recordar lo que ya haba recibido de Al.lah, que era quien, en realidad, seencontraba despus de la preservacin que haba experimentado a lo largo de suvida. El texto, de cuya autenticidad no hay por qu dudar, tendra adems una

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    notable importancia porque nos permite acceder a aquello en lo que consistan lascreencias de Mahoma a la sazn. Era el suyo un monotesmo sencillo que afirmabael cuidado providente de Al.lah e insista en que aquel que lo conoca debaatender compasivamente a los menesterosos y proclamar el mensaje. Como haba

    sucedido con la primera revelacin, aquellas afirmaciones podan ser compartidassin problemas a condicin, claro est, de que Al.lah se identificara con el Dios dela Biblia y no con otra divinidad por judos y por cristianos.

    A pesar de todo, las revelaciones de Mahoma volvieron a detenerse porrazones no del todo determinadas, aunque algunas tradiciones apuntan a unasituacin de enfermedad.[128]Fue un perodo de sequa que se prolong, segn latradicin, durante tres aos y que le caus un profundo sufrimiento. De hecho, lasfuentes sealan que en esa poca Mahoma se envolva deprimido en susvestimentas sin deseos de hacer nada, y que incluso intent suicidarse en varias

    ocasiones. Si no lleg a consumar sus propsitos se debi, segn las tradicionesislmicas, a diversas intervenciones de Gabriel. En una de ellas, le habracomunicado las cuatro primeras aleyas de la sura 74:

    En el nombre de Al.lah, l Compasivo, el Misericordioso!

    1. Oh, t, el envuelto en un manto!

    2. Levntate y advierte!

    3. A tu Seor, enslzale!

    4. Tu vestido, purifcalo!

    5. Y qudate lejos de los dolos!

    ElSajij al-Bujari, por su parte, recoge as el episodio:

    4.Jabir bin Abdullah al-Ansari, mientras hablaba del perodo de pausa en la

    revelacin, cit al Profeta: Mientras iba caminando, de repente escuch una vozque proceda del cielo. Elev la mirada y vi al mismo ngel que me haba visitadoen la cueva de Hira. Estaba sentado en una silla entre el cielo y la tierra. Le tuvemiedo y regres a casa y dije: Cubrme. Y entonces Al.lah revel los siguientessantos versculos: Oh t el envuelto en un manto cubierto! Levntate y advierte yqudate lejos deAr-Rujz[los dolos]! (74: 1-5). Tras esto, la revelacin comenz ahacerse ms fuerte y ms frecuente.[129]

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    No resulta fcil conciliar todas las tradiciones ni tampoco discernir lahistoricidad de cada detalle, pero no se puede negar que Mahoma pas por unafase psicolgica y espiritualmente muy dolorosa tras la primera revelacin. Resultaobvio el estado de postracin en que se encontraba Mahoma ya que, segn la

    tradicin, se envolvi en su vestimenta, se tumbaba y as dejaba pasar el tiempo sinatender siquiera a la higiene personal. Semejante comportamiento parece indicarun proceso depresivo, algo lgico en una persona sensible que crea haber salidode su inquietud espiritual para verse sumida nuevamente en el silencio. Fue steun perodo, sin duda, relevante de la vida de Mahoma, pero los datos de quedisponemos no resultan seguros. Por ejemplo, hay tradiciones islmicas que sitanen esta poca la recepcin de normas relativas a la oracin. Sin embargo, el datodista de ser fiable. De entrada, el Corn ubica esas disposiciones al final delperodo mecano (17: 80/78), pero es que todava en el siglo XII, segn el testimoniode Averroes el abuelo (muerto en 1126), los horarios de las cinco oraciones diariasno estaban del todo fijados, y en la poca de Mahoma eran tan slo tres o cuatro.[130]

    En ste, como en otros casos, la tradicin colisiona con los datos histricos de quedisponemos y, como ocurre con otros personajes relevantes en la Historia de lasreligiones, nos encontramos con situaciones muy posteriores retrotradas a unperodo muy anterior, en esta ocasin, de varios siglos.

    En cualquiera de los casos, la recepcin de la sura 74 debi de ser un oasis enmedio del desierto porque, aunque ciertamente Mahoma iba a compartir elmensaje con algunos vecinos, las impresiones que caus en ellos no fueron

    positivas.

  • 7/23/2019 Vidal Cesar - Mahoma - El Guia

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    El rechazo

    La tradicin seala que en la poca en que Mahoma comenz a ser objeto derevelaciones gozaba de cierto prestigio que se traduca, por ejemplo, en que seacudiera a l como mediador en conflictos domsticos. Sin embargo, ese prestigiono fue ni mucho menos suficiente como para que sus coetneos consideraranaceptable su sencilla predicacin. En un principio, en el perodo queconvencionalmente se conoce como lanubuwa, Mahoma se limit a comunicar elmensaje a un reducido crculo de allegados. Fue as como fueron abrazndoloprimero familiares y luego algunos amigos. Los contornos de aquella primerapredicacin se centraron, al parecer, en el monotesmo sencillo que ya hemos vistoconectad