velas del istmo - ambardiseno.com

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100 Domingo 17 de mayo en la igle- sia de Santo Domingo de Guz- mán, hombres y mujeres, enga- lanados con sus trajes regionales, escuchan misa. Los estandartes en honor a los santos están lis- tos. Los listones multicolores se encuentran enrollados en espera de ser desplegados por la corte que acompañará a los capitanes y capitanas. Las velas son encen- didas; hermosos trajes bordados adornan la belleza de las muje- res que caminan orgullosas en- tre olanes blancos… En Tehuantepec, entre las velas más im- portantes del año destacan la Sandunga, la cual se realiza en la última semana de mayo ‒en ella se corona a la reina de la Sandunga‒ y la vela Tehuantepec, que se lleva a cabo el 26 de diciembre en un salón de baile. El pueblo vecino de Tehuantepec, Ju- chitán, inicia la temporada grande de ve- las con el calor de fines de abril y termina, El istmo de Tehuantepec fue la joya más codiciada del país durante el siglo XIX. Los norteamericanos intentaron en mu- chas ocasiones obtener concesiones para explotar la región. El gobierno porfirista impulsó su desarrollo económico al inau- gurar, en 1907, el ferrocarril transítsmico que unía Coatzacoalcos, en Veracruz, con Salina Cruz, en Oaxaca. Por sus cami- nos transitó el comercio que llegaba del Atlántico y el que provenía del Pacífico. Tehuantepec y Juchitán, las dos po- blaciones principales del istmo, se han de- sarrollado con su propia dinámica, pero comparten tradiciones culturales y fies- tas. Entre estas se encuentran las velas istmeñas: veladas organizadas por las fa- milias o por diversos grupos para honrar santos, hechos históricos y otros motivos importantes, como la celebración de ofi- cios ‒artesanos, pescadores, ganaderos‒ y la diversidad sexual. También los istme- ños que habitan en la ciudad de Oaxaca continúan esta tradición, como lo refiere Claudia Díaz Jiménez en Tradicionales ve- las del istmo: [La cerveza]... ...llegó hasta el cielo y echó san Pedro su probadita. Que no se emborrache el santo, que a lo mejor nos la quita ya que cuando iremos pa’l camposanto será con las botellitas.3 Fines de abril, mayo... VELAS DEL ISTMO 105 en su parte más destacada, a fines de mayo; hay dos más en junio, otras dos en agosto, dos en septiembre y una en noviem- bre. El jolgorio mayor va de san Vicente Ferrer ‒patrón de Ju- chitán‒ a san Juan, pasando por san Isidro; a estos dos últimos santos se les agradece por la lluvia y las buenas cosechas. Otro pretexto para las velas de mayo es la celebración del otorga- miento del título de Villa al pueblo de Juchitán, concedido en 1857 por el entonces gobernador Benito Juárez. Se considera esta fecha como la primera vela oficial. En septiembre se lleva a cabo la vela Heroica, que conmemora la batalla del 5 de septiembre de 1866 ‒en recuerdo de la defensa de Juchitán contra la invasión francesa‒, y en noviembre, la de la comu- nidad muxe. Todas las velas, no importa el tamaño o el pretexto, son pre- paradas con gran ímpetu y respetando la tradición, ya sea en Tehuantepec o en Juchitán. Los antecedentes de estas fiestas co- munitarias se remontan a los tiempos anteriores a la conquista, cuando los antiguos zapotecas realizaban rituales festivos para rendir culto a la naturaleza, a fin de procurar abundantes lluvias y buenas cosechas. Uno de estos rituales era que los sacerdotes formaban un montículo de harina de maíz y pasaban la noche en vela, en es- pera de alguna señal de los dioses. Cuando esta les era dada, llamaban a toda la comunidad, que llegaba acompañada de música y danzaba. De estas vigilias en adoración a los elemen- tos, a los peces y al mar, al maíz y al lagarto… adquieren su nombre algunas de sus fiestas. La tradición Las actividades de la vela comienzan con “la entrega”, como se conoce a la recepción de cera y enseres para hacer los cirios, que se lleva a cabo en la entrada principal de la iglesia unos seis meses antes de la fiesta. A esta le sigue la “labrada de la cera”, la cual consiste en elaborar las velas que serán encendidas en honor al santo festejado. Como parte de esta última, las jóvenes reparten leche y tiras de marquesote, el pan típico de Oaxaca. Tradicionalmente, la vela es patrocinada por los mayordomos ‒en general, matrimonios de la región‒, pero el “fiestero” o “sacri- ficante”, como también se le conoce al mayordomo, no está solo. Toda la comunidad participa en el tequio y contribuye en especie, ofreciendo harina, azúcar y todo lo necesario para la “molida de polvo”, parte del rito en que las mujeres machacan los ingredien- tes para los tamales de mole, el chocolate y los panes, además de cocinar todos los alimentos que se consumirán durante la fiesta. La noche anterior a la vela, en Tehuantepec, la calenda, acom- pañada de cohetes y banda, va de iglesia en iglesia a lo largo del

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100Domingo 17 de mayo en la igle-sia de Santo Domingo de Guz-mán, hombres y mujeres, enga-lanados con sus trajes regionales, escuchan misa. Los estandartes en honor a los santos están lis-tos. Los listones multicolores se encuentran enrollados en espera de ser desplegados por la corte que acompañará a los capitanes y capitanas. Las velas son encen-didas; hermosos trajes bordados adornan la belleza de las muje-res que caminan orgullosas en-tre olanes blancos…

En Tehuantepec, entre las velas más im-portantes del año destacan la Sandunga, la cual se realiza en la última semana de mayo ‒en ella se corona a la reina de la Sandunga‒ y la vela Tehuantepec, que se lleva a cabo el 26 de diciembre en un salón de baile.

El pueblo vecino de Tehuantepec, Ju -chitán, inicia la temporada grande de ve-las con el calor de fines de abril y termina,

El istmo de Tehuantepec fue la joya más codiciada del país durante el siglo xix. Los norteamericanos intentaron en mu-chas ocasiones obtener concesiones para explotar la región. El gobierno porfirista impulsó su desarrollo económico al inau-gurar, en 1907, el ferrocarril transítsmico que unía Coatzacoalcos, en Veracruz, con Salina Cruz, en Oaxaca. Por sus cami-nos transitó el comercio que llegaba del Atlán tico y el que provenía del Pacífico.

Tehuantepec y Juchitán, las dos po-blaciones principales del istmo, se han de -sarrollado con su propia dinámica, pe ro comparten tradiciones culturales y fies-tas. Entre estas se encuentran las velas ist meñas: veladas organizadas por las fa-milias o por diversos grupos para honrar santos, hechos históricos y otros motivos importantes, como la celebración de ofi-cios ‒artesanos, pescadores, ganaderos‒ y la diversidad sexual. También los istme-ños que habitan en la ciudad de Oaxaca continúan esta tradición, como lo refiere Claudia Díaz Jiménez en Tradicionales ve­las del istmo:

[La cerveza]......llegó hasta el cieloy echó san Pedro su probadita.Que no se emborrache el santo,que a lo mejor nos la quitaya que cuando iremos pa’l camposantoserá con las botellitas.3

Fines de abril, mayo...

velas del istmo

105

en su parte más destacada, a fines de mayo; hay dos más en ju nio, otras dos en agosto, dos en septiembre y una en noviem-bre. El jolgorio mayor va de san Vicente Ferrer ‒patrón de Ju-chitán‒ a san Juan, pasando por san Isidro; a estos dos últimos santos se les agradece por la lluvia y las buenas cosechas. Otro pre texto para las velas de mayo es la celebración del otorga-miento del título de Villa al pueblo de Juchitán, concedido en 1857 por el entonces gobernador Benito Juárez. Se considera esta fecha como la primera vela oficial. En septiembre se lleva a cabo la vela Heroica, que conmemora la batalla del 5 de septiembre de 1866 ‒en recuerdo de la defensa de Juchitán contra la invasión francesa‒, y en noviembre, la de la comu-nidad muxe.

Todas las velas, no importa el tamaño o el pretexto, son pre-paradas con gran ímpetu y respetando la tradición, ya sea en Tehuantepec o en Juchitán. Los antecedentes de estas fiestas co-munitarias se remontan a los tiempos anteriores a la conquista, cuando los antiguos zapotecas realizaban rituales festivos para rendir culto a la naturaleza, a fin de procurar abundantes lluvias y buenas cosechas.

Uno de estos rituales era que los sacerdotes formaban un montículo de harina de maíz y pasaban la noche en vela, en es-pera de alguna señal de los dioses. Cuando esta les era dada, llamaban a toda la comunidad, que llegaba acompañada de

música y danzaba. De estas vigilias en adoración a los elemen-tos, a los peces y al mar, al maíz y al lagarto… adquieren su nombre algunas de sus fiestas.

La tradición

Las actividades de la vela comienzan con “la entrega”, como se conoce a la recepción de cera y enseres para hacer los cirios, que se lleva a cabo en la entrada principal de la iglesia unos seis meses antes de la fiesta. A esta le sigue la “labrada de la cera”, la cual consiste en elaborar las velas que serán encendidas en honor al santo festejado. Como parte de esta última, las jóvenes reparten leche y tiras de marquesote, el pan típico de Oaxaca.

Tradicionalmente, la vela es patrocinada por los mayordomos ‒en general, matrimonios de la región‒, pero el “fiestero” o “sacri-ficante”, como también se le conoce al mayordomo, no está solo. Toda la comunidad participa en el tequio y contribuye en especie, ofreciendo harina, azúcar y todo lo necesario para la “molida de polvo”, parte del rito en que las mujeres machacan los ingredien-tes para los tamales de mole, el chocolate y los panes, además de cocinar todos los alimentos que se consumirán durante la fiesta.

La noche anterior a la vela, en Tehuantepec, la calenda, acom-pañada de cohetes y banda, va de iglesia en iglesia a lo largo del

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MÉXICO CELEBRA

La construcción de la cultura mexicana transita inva­riablemente por la fiesta y por la celebración. Las dos culturas que dieron forma a la identidad nacional reconocían en la música, el baile, el júbilo y la alga­rabía parte de su propia esencia. La fiesta mexicana recogió la tradición prehispánica e hispánica; le agregó elementos religiosos y cívicos y generó una identidad propia. México es un país cuya historia y tradición po­dría contarse a través de sus fiestas; las dedicadas a los santos patronos, a las advocaciones de las vírgenes, a la tradición histórica o al hecho heroico. México celebra es un recorrido por las fiestas que definen a México don­de el color, los aromas, los ritmos, los sabores, la danza, la música es la gran aportación para el mundo.

Prólogo: José N. IturriagaIntroducción: Paulina DegetauTextos: Alejandro Rosas Coordinación editorial: Adriana Sánchez­Mejorada Fotografía: Ignacio Urquiza

isbn: 978­607­7896­49­4 Tamaño: 25 cm x 30.5 cmPáginas: 244Encuadernación: Pasta dura con camisa francesaPrimera edición: 2017Segunda edición: 2018

Disponible en español e inglés