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Universidad y Derechos Humanos: un enfoque desde Jorge Millas
Por Juan Carlos Claret
El mes de Agosto recién pasado siempre es un mes que tanto religioso como civilmente es marcado
por el tópico de la Solidaridad. No sé si por casualidad o premeditadamente éste año ha tenido un
sello distinto. El mensaje ya no es “ayuda al otro” a secas como en otrora, sino “déjate ayudar”. De
esta forma, los “acardios” y aquel niño que busca a un adulto que no es sino él mismo en el futuro
para agradecerle lo cauto que fue hoy, se toman la palestra mediática.
Y es que ante el tema que nos convoca a todos y todas, la dinámica de los Derechos Humanos y la
Educación no son más que la imagen de aquel niño que nos busca e interpela preguntándonos “Y tú,
¿qué has hecho hoy para cuidarme en el futuro?”
Por eso señoras y señores, quiero enfocar mis palabras al rol que desempeña la Universidad en el
resguardo de los Derechos Humanos, para lo cual me apoyaré en el pensamiento del filósofo
nacional Jorge Millas.
Éste neokantiano admirador de Aristóteles, Newton, Cervantes, Lincoln y Beethoven, entre otros,
pasó su etapa escolar en San Bernardo, destacándose por su inteligencia y elocuencia, pero
también, por ser tímido y recluso. No fue hasta cuarto de humanidades en el Internado Nacional
Barros Arana donde logró formar su primer grupo de amigos de la mano del antipoeta Nicanor Parra,
el pintor Carlos Pedraza, el bioquímico Hermann Niemeyer y el escritor Luís Oyarzún.
Hombre inteligente, mas no “mateo”, las cuatro de la madrugada era la hora de inicio de su día para
poder degustar a Nietzsche u Ortega y Gasset.
Estudió Derecho en la Universidad de Chile y aunque fue una obligación de su padre no hay dudas
que gustaba de esta área. Por voluntad propia, realizó estudios paralelos en Historia. En su
quehacer estudiantil, se convirtió en presidente de la FECH, el cual fue su primer contacto con la
política, pero “cada vez que hablaba terminaba triste, descorazonado, sintiéndome falsificado1”, por
lo que así comprendió que su vida no iba por allí. “Fui un casi-político, un casi-poeta y un casi-
abogado2” dirá.
Se tituló de Profesor de Estado en Filosofía en 1945. Fue Docente en la Universidad de Chile y en
Puerto Rico, país donde colaboró en la formulación de un Proyecto de Ley para la Reforma de su
Universidad a petición del congreso puertorriqueño. Historia parecida vivió en Perú.
1 EHRMANN EWART, Hans. “Jorge Millas, presencia de un hombre tímido” en Rev Ercilla [on line], 3 de Sept. 1975. [citado 20 de Agosto 2013], p. 22. Disponible en la World Wide Web: http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0043782.
2 MILLAS JIMÉNEZ, Jorge. Rev. austral cienc. soc. [online]. ago. 1997, no.1 [citado 21 Agosto 2013], p.46. Disponible en la World Wide Web: http://mingaonline.uach.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-17951997000100005&lng=es&nrm=iso.
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Ganador de innumerables concursos y partícipe en varias instituciones republicanas, los valores de
la Democracia y de la individualidad marcaron su ruta de vida. Destacan así sus obras “Idea de la
Individualidad”, “El Desafío Espiritual de la Sociedad de Masas”, “Filosofía del Derecho” e “Idea y
Defensa de la Universidad”, texto desde el cuál hablaré y que publicó mientras era Decano de la
Facultad de Filosofía y Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile. Con seguridad, Millas
recorrió el Jardín Botánico, la Alameda o estos pasillos, mal que mal, él ayudó en la fundación de
esta Universidad. No obstante, una de las razones para su retorno como decano fue su exoneración
determinada por los rectores delegados una vez intervenida la casa de Bello, tras la publicación de
su texto “La Universidad Vigilada”.
Su oposición al gobierno de aquel entonces, la astucia de sus escritos y su compromiso con la
Democracia, hicieron que él junto a un ex presidente fueran los únicos oradores en el primer evento
masivo contra la Dictadura. Bajo techo eso sí.
Su labor académica en esta Facultad fue fructífera y reconocida. Incluso, el restaurante Paula, que
ya no existe, dedicó el salón de su segundo piso a “Don Jorge”, pues era el lugar donde el filósofo
compartía sus típicas tertulias con sus alumnos, en su afán de llevar la Universidad al centro de la
ciudad. Lamentablemente, también fue exonerado de esta casa de estudios, situación que será
recordada por ser la primera vez que el cuerpo docente junto a alumnos se manifestaran
abiertamente en las calles del campus contra la determinación del régimen militar, provocando que
profesores muy renombrados, distantes y apolíticos marcaran presencia, incluso, algunos saludando
las cámaras que los enfocaban, sin saber que no era la prensa, sino la CNI.
La labor filosófica de este prominente filósofo nacional, es definida por él mismo como “casi-leída,
casi-estudiada y casi-racionalista, pero seguro, muy seguro, de que el mundo de las cosas y de los
hombres es tan complejo, que puede casi-comprenderse3”.
Y es así, la realidad que nos rodea es compleja. Pero es compleja en cuanto es intervenida o
interpretada por hombres y mujeres dotados de razón. Cada uno tendrá su experiencia, su historia,
su perspectiva desde el cual mirará el mundo y el mundo nos mirará. Esta pluralidad de visiones es
poesía, es creación y como tal es cultura, es legado. Parafraseando a Ratzinger, la única forma de
conocer la verdad, es escuchando la verdad del otro, pues así ampliamos la nuestra4.
De esta forma, el diálogo se configura como el medio por el cual la sociedad comparte y crea
consensos los cuales, junto a lo mejor de nuestra cultura es estudiado y propagado por instituciones
culturales, donde sobresale la Universidad. Allí enseñamos y transmitimos lo mejor de nuestros
avances intelectuales, donde desde ya tres siglos se posicionaron los Derechos Humanos. No es
casualidad que hayan ramos, postgrados, congresos y coloquios tan a menudo sobre este tema. En
3 Ibídem.
4 RATZINGER RIEGER, Joseph. “Sobre la esencia de lo académico y de su Libertad”. En su: Naturaleza y Misión de la Teología. Editorial Ágape, Buenos Aires, Argentina, 2009, pp. 39-40.
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la vorágine de ensayo y error, nuestros antecesores han descubierto en ellos una forma de
preservación y dignidad, la cual, nosotros también acogemos como justas y necesarias.
Para Millas, la Universidad es “una comunidad de maestros y discípulos destinada a la transmisión y
al progreso del saber superior5”. Esta frase, muy parecida a la de Alfonso el Sabio en las Siete
Partidas, es sencilla pero profunda. La Universidad puede hacer todo lo que pueda mientras no deje
de ser lo que es.
Tener en cuenta esta definición lo considero determinante para todo el proceso que como sociedad
estamos viviendo. Tener en cuenta esto, puede prevenirnos ante nuestra histórica antropofagia.
A pesar que la obra “Idea y Defensa de la Universidad” fue publicada el año 1981 recogiendo los
escritos del autor previos al golpe militar incluso, no deja de sorprender por lo vigente de su pluma.
Los problemas que aquejaban a la Universidad fueron la masificación y la ideologización. No sé si
será porque como sostienen algunos la historia es cíclica, que no mucho ha cambiado. Pero vamos
por parte. Primero me referiré al problema de la masificación en sus diversas aristas y segundo, al
problema de la ideologización de la academia, en cuanto reflejo de la sociedad. Tras estos dos
bloques, concluiré en el impacto de ambos en los Derechos Humanos.
Anejo al progreso científico e intelectual, está el progreso material de la humanidad. Basta ver los
niveles tecnológicos que hemos alcanzado o la esperanza de vida al nacer, para concluir que el
mundo se ha masificado. Pero en esta oportunidad, no he de referirme a la masificación solamente
entendida como cantidad, sino también al riesgo que inquietaba a Millas, que en una sociedad de
masas, concepto cuyo análisis escapa a estas páginas, la idea de Universidad se pierda. La
preocupación no estriba en que ingresen más alumnos a las aulas, más bien a que el desenfrenado
ingreso entorpezca el normal desarrollo de las labores universitarias. Por eso, me atrevo a
relacionarlo con la aglomeración: todo está lleno. Cada ciento cincuenta kilómetros de distancia, se
aglutinan cuatro o más centros universitarios por ciudad. O sea, se masifica la producción de sedes.
Luego, ¿qué pasa con la capacidad del cuerpo docente? Claramente, para satisfacer la demanda,
las casas de estudio deben contratar profesores quizá no calificados, no interesados en el progreso
del saber superior o sin tiempo disponible para aquello. Lo esencial de la Universidad se perjudica.
Se masifica el cuerpo docente.
Pero se perjudica además porque como hay que satisfacer a como dé lugar la demanda, no hay un
planeamiento justo de la Academia. O si la hay, no dice relación con el significado de ésta, sino a
los recursos de la misma, pero aquí hay un problema, porque la Universidad es un estilo de vida
intelectual, y quizá un negocio que signifique pérdida en términos económicos, puede significar un
gran negocio en términos académicos, en cuanto institución cultural. Hay grandes planeamientos
5 MILLAS JIMÉNEZ, Jorge. “La Universidad y su Reforma”. En su: Idea y Defensa de la Universidad. Santiago: Editorial Pacífico, 1981, p. 27.
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económicos, pero muchos estudiantes están en Universidades que en lo esencial en términos
“millanos”, improvisan. Esto se debe a que el mercado se ha masificado.
Otro impacto negativo de la masificación es el impacto en el aprendizaje, pues las clases se hacen
más impersonales, se preparan para una población mayor y las evaluaciones se vuelven más
acotadas. Como cada vez más la falacia de que la Universidad es para todos se pregona con más
euforia, los estándares de ingreso se vuelven más dóciles perdiéndose así la identidad inherente.
Por tanto, se masifica la identidad.
No en pocas universidades, a partir del noble deseo de brindar mayor accesibilidad, los estudiantes
pedimos que el número de matrícula aumente, pues parece que ese es el medio más eficaz de un
cambio social. Para Millas, “el cambio social es consecuencia de la Universidad, no al revés6”. Por
eso, no deja de ser curioso que a esta institución “se le pida atender a todos los problemas del
bienestar público, en la medida que ellos dependen del conocimiento, y que la condenemos por
buscarlo mientras los problemas no estén resueltos7”. El cambio en la sociedad se produce en tanto
en cuanto se vayan gestando nuevos egresados, pero no da lo mismo que sean cualquier tipo de
egresados, deben ser comprometidos con la humanidad. Esto no se logra en la medida de cuánto la
Universidad pudo transmitirle conceptos, ideas y visiones; no, Millas nunca se paró frente a sus
alumnos a esperar siquiera que acogieran sus palabras, más bien lo contrario, que haya debate,
pues jamás quiso ideologizar, la Academia no debe ideologizar, porque el compromiso con la
humanidad se traduce en el respeto por la individualidad, de aceptar que la otra persona, aunque
para uno parezca erróneo, tiene el derecho de tener un plan de vida distinto al nuestro.
El rol social de una Universidad es la enseñanza, descubrimiento y manejo de la ciencia. Pero ésta
ha terminado masificándose. El crecimiento acelerado del conocimiento científico ha sido
diversificado y ramificado. Las academias no pueden pasar todas las ideas de ciencia, sino que
desde la rama que al estudiante le es útil, éste ha de comprender la totalidad de ella, o sea,
improvisar. En la injusta medida que la ciencia, o sea la original identidad de la Universidad pierde su
seriedad, ¿qué nos garantiza que materias tan sensibles como los Derechos Humanos sean
reflexionadas y transmitidas mesuradamente?
Para que vean cómo la masificación se ha salido del carril en el sistema educativo, basta darse
cuenta que una buena universidad junto con los beneficios que recibirá son determinadas por la
demanda de alumnos que salimos recién de la Enseñanza Media, sin experiencia ni noción
universitaria y donde factores socioeconómicos e instrumentos de medición deficientes son
fundamentales en nuestra decisión.
6 MILLAS JIMÉNEZ, Jorge. “Problemas Fundamentales de la Universidad Contemporánea”. En su: Idea y Defensa de la Universidad. Santiago: Editorial Pacífico, 1981, p. 125.
7 Ibíd., pp. 128-129.
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Si esto está ocurriendo en las aulas, no tiene otra explicación sino que en la sociedad está
ocurriendo lo mismo. Por acción u omisión, todos y todo lo estamos masificando. Al parecer, Millas
tenía razón, la “Universidad es función de su tiempo y de su medio8”.
Contenida en su definición y esbozada en el análisis de la masificación de la Universidad, los
saberes superiores no son sino “el producto de las técnicas más elaboradas que el tiempo dispone
para la búsqueda, el discernimiento, la integración y verificalidad del conocimiento humano”9. La
Universidad, por tanto, debe buscar la objetividad y para ello debe distanciarse, ver desde arriba lo
que sucede en la sociedad, pues mal que mal, será ella la institución encargada de transmitir a las
futuras generaciones lo que hoy comunitariamente estamos construyendo o destruyendo. “En una
sociedad de masas, la Universidad no tiene por qué ser masificada. Los saberes eso sí, se deben
entregar desde esa perspectiva […] como lo exige la sociedad contemporánea10” sentencia Millas.
En esta institución se guarda un gran tesoro: el mejor saber de nuestro tiempo. Entonces, el
contenido de la Universidad es la construcción de imagen del mundo; su valor inspirador es la
verdad; su valor instrumental es mediar esa imagen del mundo con la verdad, libertad de
investigación y expresión dentro de la sala de clases. Pues bien, para lograrlo el método es la
discusión racional. No perdamos esta noción, más aún, cuando hoy por hoy, los estudiantes
estamos haciendo reiterados intentos por cambiar la definición de Universidad. Ante esto, propongo
innovar, o sea, observar, discernir lo que se debe quedar y modificar lo que esté siendo incompatible
con la sustancia o la esencia en términos del autor. Es de vital importancia estar atentos a que el
pensamiento de quienes propugnan la masificación no obvie la reflexión sincera de los Derechos
Humanos, aunque este tópico exija la idea de persona o individuo contra las mayorías.
Actualmente, una institución universitaria que no satisfaga las exigencias de la masificación es una
torre de marfil. Debo decir eso sí, que en la práctica existen muchas torres, que son aquellas a las
que la simple idea de masificación les produce repulsión y se van al otro extremo, la exclusividad.
Éstas se ubican en la periferia urbana, algunas sobre mil metros de altura y que al igual que la
masificación, buscan personas no iguales, sino uniformes, donde al no haber discusión no hay
reflexión, y al no haberla en materias que exigen análisis diario como los Derechos Humanos se
estacan y dogmatizan.
Pero la Universidad, la que defiende Millas, fue acusada de ser una torre de marfil. Y fue él, no otro,
quien respondió “¿La torre de marfil? Sí, claro, la famosa torre donde mataron a Arquímedes los
romanos que invadieron Sicilia y de dónde sacaron a Servet quienes lo llevaron a la hoguera; la torre
desde donde Newton pudo ver que una manzana que cae y la luna que gira se mueven conforme a
8 MILLAS JIMÉNEZ, Jorge. “La Universidad y su Reforma”. En su: Idea y Defensa de la Universidad. Santiago: Editorial Pacífico, 1981, p. 25.
9 Ibid., p. 28.
10 Ibíd., p. 33.
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unas mismas leyes; la torre en donde sorprendió a Pavlov la Revolución Rusa y a donde los
revolucionarios acudieron a ofrecerles sus respetos; la torre desde donde, justo por ser alta se mira
más lejos, y a donde, por lo mismo, hay más silencio para dialogar mejor; la torre, en fin, que es de
este mundo, porque la ha edificado la inteligencia del hombre en la historia, que es su historia en
este mundo precisamente11”.
Con esto, quiero pasar al segundo problema que identificó nuestro autor: la ideologización.
Aquí debo distinguir. Aunque son términos que se les intenta igualar, la politización es distinta a la
ideologización. Por ejemplo, la postura de la Universidad Pública ante el modelo educativo chileno,
se traduce, entre tantas otras cosas, en la existencia de cupos especiales de ingreso. Esto es una
clara manifestación de la Política en la Academia. Pero cosa distinta ocurre con la ideologización,
que es encasillarse con una visión de mundo, ponernos anteojeras definidas, y desde esa trinchera
tergiversar conceptos cambiándolos de contexto por fines proselitistas. Esto no quiere decir que en
el mundo Universitario no debe haber partidos políticos, este no sería el pensamiento de Millas, más
bien, a lo que hay que poner mucho cuidado y esto exige un esfuerzo constante de nosotros, es que
la Universidad no se ideologice. Así, se rompe el diálogo y se transforma en trinchera de facciones.
Si caemos en esto, la manipulación o abuso de los Derechos Humanos están bastante próximos.
La ideologización fue el problema que padecimos cuya expresión más cabal fue desde los años
sesenta en adelante. El contexto mundial influyó en esta larga y angosta faja de tierra. No obstante,
la Universidad, en especial la chilena, ha sabido dar pelea a este fenómeno incluso en momentos de
crisis social e institucional bastante compleja por decirlo menos. Y es que la fortaleza espiritual es
producto de la historia democrática de la nación. Así, Millas, lo menciona en su texto “Imperativo de
Confianza en la Universidad Chilena”.
La Democracia es un constructo social que la Universidad, como reflejo de los saberes más altos de
la sociedad, ha recogido y transmitido. No obstante, si no se tiene instituciones comprometidas con
ella ni en su propagación y perfeccionamiento, queda a merced de grupos que no hacen sino
imponer sus intereses. Ya Hegel en 1820 decía "la forma particular de la mala conciencia que se
manifiesta en esa especie de retórica, de la cual se pavonea la superficialidad, puede hacerse
criticable aquí; y sobre todo cuan más despojada está del espíritu, más habla del Espíritu; donde
más estéril y áridamente se expresa, tiene en los labios la palabra "vida" e "iniciar en la vida";
cuando manifiesta el más grande egoísmo del vacío orgullo, más hace uso de la palabra "pueblo". El
sello propio, sin embargo, que lleva en la frente es el "odio contra la ley”12".
Esto tiene la característica de transversalidad. Tanto la Izquierda como la Derecha, cuando se han
presentado las oportunidades, han aprovechado de imponer sus vientos de doctrinas en el claustro
11 MILLAS JIMÉNEZ, Jorge. “Universidad y Sociedad”. En su: Idea y Defensa de la Universidad. Santiago: Editorial Pacífico, 1981, p. 67.
12 HEGEL, George. “Filosofía del Derecho” -2da edición-, Buenos Aires, Argentina, Editorial Claridad, 2009. p.29
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académico. Ayer fuimos los cristianos, hoy son los ateos. A cualquier tambaleo, la balanza la cargan
hacia un lado. Ante esto, hay un solo culpable, y es la mayoría. Porque cuando la Universidad
masificada se politiza, tanto maestros como alumnos ya no asumen responsabilidades. Nos
escondemos en la mayoría pues en total, ¿quién podrá distinguir a uno de nosotros entre tantos en
las asambleas?
Jorge Millas propone un test de blancura para saber cuándo hemos caído en la ideologización: la
interrupción del diálogo racional13.
Entonces, la pregunta que hay que hacerse es ¿cuándo se rompe el diálogo racional? Pues bien, se
rompe con su opuesto, la violencia, actos que son más comunes de lo que dimensionamos: los
paros y tomas. Ambas son de suyo violencia, pero que no necesariamente se expresa como
violencia física o sicológica, pero por el hecho de impedir el diálogo, la constituye. Asumiendo esto,
luego se podrá discutir su legitimidad o necesidad. La certeza en los Derechos Humanos presume la
capacidad de aceptación de la diferencia. Entonces ¿cómo se debe entender el hecho de prohibir el
acceso a las aulas y recintos universitarios a quienes piensan distinto? Lo condenamos cuando lo
hicieron otros, aunque por mucho más tiempo que una toma claro está.
De lo anterior se desprende que hacer violencia en una universidad masificada e ideologizada es
fácil, pues total, no hay responsabilidad personal. Pero quien comete esta falta, no comprende que la
“violencia en la Universidad es mucho más grave que en cualquier otra zona del organismo social,
pues allí se resguardan los valores del conocimiento, de la individualidad y del libre
discernimiento14”.
Cegados por la retórica, quienes usan a la que ven como una torre de marfil, no disciernen que una
Universidad es acción social de principio a fin, ya que a parte de enseñar, produce conocimiento a
través de la investigación y perfecciona las vías de la búsqueda de la verdad, todo esto, tal cual
instrumento para los fines sociales del Estado, idea que hoy está trastocada. Quienes acusan a la
Universidad de ser una torre de marfil, tampoco captan que una autoridad democrática no se oculta
en la mayoría, sino que es representativa y responsable. Pero la Universidad dirán algunos, es un
órgano más de la acción social, ante esto, respondo en voz de Millas, que “no, no es uno más, es el
único órgano de la acción social, pues sólo a ella competen funciones del más delicado sentido y
mecanismo15”. Y aquí vuelvo a la definición del comienzo, la Universidad puede hacer otras cosas,
siempre y cuando no deje de ser lo esencial.
13 MILLAS JIMÉNEZ, Jorge. “La Universidad y su Reforma”. En su: Idea y Defensa de la Universidad. Santiago: Editorial Pacífico, 1981, p. 35.
14 Ibídem.
15 MILLAS JIMÉNEZ, Jorge. “Democracia y Autoridades Universitarias”. En su: Idea y Defensa de la Universidad. Santiago: Editorial Pacífico, 1981, p. 42.
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Ante los cuestionamientos de hoy a la autoridad, he escuchado en la diaria conversación, y en las
asambleas, que su existencia o atribuciones ponen en riesgo la autonomía universitaria.
Ante un discurso así, basta darse cuenta de la motivación original del orador, tan solo contando
cuántas veces menciona la palabra revolución y cuántas veces diálogo, reflexión, saberes
superiores, docencia o investigación. Como dijera Millas “todas las generaciones históricas han sido
rebeldes en su etapa de juventud, pero raras veces han sido dueñas de su rebeldía; tras ella hay
una vieja generación que se apoderó de su impulso para lograr sus propias metas16”, por eso nos
recomienda “no se dejen embaucar. El privilegio de dedicar tantas horas al conocimiento y el
ejercicio de la inteligencia y de prepararse para ser más tarde oído y creído impone ese deber desde
la partida. Es, en realidad, el deber de mantenerse libres allí en donde se halla la más segura
fortaleza de la libertad, pero que no es inexpugnable17”.
Al usar la palabra autonomía universitaria, cabe hacerse la pregunta si es que se refiere a la
autonomía administrativa, académica o física, porque en una democracia, ahondar esto es
redundante. Quienes ponen en riesgo la autonomía, son aquellos que quieren poner en un escenario
ideologizado la esencia de la Universidad.
Esto no es menor, porque muestra un modo de pensar que es reflejo de lo que sucede en la
sociedad. Nuestros padres vivieron lo que fue el golpe militar y la Dictadura. Tras diecisiete años sin
democracia, cuando en 1990 la vieron llegar sólo por la vía institucional, es lógico ponerse en el
lugar de ellos, y entender que a toda costa quieren defenderla, pues no quieren volver a vivir lo de
épocas pasadas. Para un verdadero demócrata, el compromiso de “nunca más” fue de corazón. Este
defender, ha significado consensos, latas discusiones e incluso olvido de temas que hoy resurgen,
en fin, un montón de situaciones que para nosotros, hijos de la democracia, parece incompresible e
injusto. Pero lo que consideramos incoherentes de nuestros padres, puede ser bastante coherentes
en la medida de los bienes que se propusieron perseguir.
Por eso, cuando escucho compañeros, universitarios o candidatos pregonar en recintos
universitarios que hay que obedecer la voluntad general, no dejo de inquietarme un poco por que la
Voluntad General, término acuñado por Rousseau en su obra el “Contrato Social”, también puede
ser antidemocrática y con ello vulnerar los derechos fundamentales.
La voluntad general fue el recurso usado por Hitler; la voluntad general fue el recurso usado para
justificar los episodios oscuros de la humanidad; la voluntad general, puede ser antidemocrática
cuando vulnera el derecho de las minorías. En total, como somos mayoría, no hay responsabilidad
personal.
16 MILLAS JIMÉNEZ, Jorge. “La Universidad y su Misión de Pensamiento”. En su: Idea y Defensa de la Universidad. Santiago: Editorial Pacífico, 1981, p. 93.
17 MILLAS JIMÉNEZ, Jorge. Rev. austral cienc. soc. [online]. ago. 1997, no.1 [citado 21 Agosto 2013], p.47. Disponible en la World Wide Web: http://mingaonline.uach.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-17951997000100005&lng=es&nrm=iso.
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Como ha sucedido en lo largo de la historia, lo antidemocrático se sella por los vítores y aplausos de
las masas. Por eso, cuando veo a compañeros de generación aplaudir con pasión a quienes apelan
a este concepto, me preocupo. No sé si será porque no ha comprendido o no ha compadecido lo
que vivimos como país, o no dimensiona que en el ciego afán de cambiar o perfeccionar la
democracia podemos perderla. Claras son las palabras de Millas al responder la pregunta que le
formularon estudiantes como nosotros sobre si notaba alguna diferencia entre los jóvenes de ahora y
los de antes de 1973 al responder que “se les había convencido con doctrina y acción, que debían
vivir exacerbados y que era un primer deber suyo la lucha política. En esta misma Universidad dijo
una vez un joven dirigente que el fin de las acciones que el encabezaba era „destruir la Universidad‟
porque allí comenzaba la sociedad capitalista […] y los jóvenes de hoy, no son menos libres que los
de aquel entonces, por el arrebato y convicción de que en la Universidad todo es posible, porque se
haya comprometida18”. El primer síntoma de este malestar social es, entonces, lo que sucede en las
Universidades. Todos nosotros tenemos la responsabilidad de no terminar sin ningún bloque de
marfil del cual sostenernos.
Como se señaló anteriormente, la Universidad es un estilo de vida intelectual. La democracia
también lo es. En mi realidad diaria de estudiante de derecho, me siento todos los días al lado de
compañeros que estudian derecho, memorizan el derecho, pero no creen en el derecho. No logran
captar su sentido y valor, más bien, quieren destruirlo. Me inquieta el hecho, de que quizá eso
mismo esté ocurriendo con la democracia y los derechos humanos: los definen, memorizan,
obtienen buenas calificaciones con saliva llena de frases vacías, sin la sustancia que da creer en lo
que se dice.
Por todo lo anterior señores, aquí, en este sitio donde se cultiva el saber superior, aquí donde
enseñó Jorge Millas, estemos atentos a los síntomas que ponen en riesgo los Derechos Humanos,
que nacen desde la realidad masificada e ideologizada de la Universidad, que no es más que la
realidad social actual y que está por venir, pues como dice don Jorge “el hombre es en lo espiritual
un ser de tendencias oníricas, que a menudo despierta de un sueño para caer en otro o continuar
viviendo sonambúlicamente19”. Ahora que está de moda decir que Chile despertó, de nosotros
depende descubrir si no hemos despertado para caer en otro sueño. El niño que nos interpelará o
nos agradecerá en el futuro por el accionar de hoy, somos nosotros ahora; ojalá que el
agradecimiento supere la interpelación, no sólo en Derechos Humanos. Muchas Gracias.
18 MILLAS JIMÉNEZ, Jorge. Rev. austral cienc. soc. [online]. ago. 1997, no.1 [citado 21 Agosto 2013], p.49. Disponible en la World Wide Web: http://mingaonline.uach.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-17951997000100005&lng=es&nrm=iso. 19 EHRMANN EWART, Hans. “Jorge Millas, presencia de un hombre tímido” en Rev Ercilla [on line], 3 de Sept. 1975. [citado 20 de Agosto 2013], p. 21. Disponible en la World Wide Web: http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0043782.