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Un día de entrenamiento con Ahmel Echevarría Leopoldo Luis Copyright: Leopoldo Luis Entrevistar a un escritor puede constituir un ejercicio difícil. O todo lo contrario, depende del escritor. Hay a quienes les parece una pérdida de tiempo, en tanto otros aprovechan para “soltar amarras” y compartir opiniones sobre temas que, por lo general, captan la atención de la gente. Tiene que ver con la mística de la Literatura. No suele preocuparnos demasiado lo que piensa una estrella de pop sobre tal o cual asunto con sus excepciones, claro, pero en cuanto un novelista vierte un par de criterios, las reacciones no tardan. La temperatura de tales reacciones dependerá de la naturaleza de los criterios. Ojalá esta primera sesión de entrenamiento con Ahmel Echevarría nos haga “entrar en calor”, en lo que aguardamos la llegada de tres libros suyos, recién premiados en una tríada de concursos. Ojalá también nos ayude a descifrar los signos que marcan su escritura y nos despierte, como lectores, el deseo impostergable de acercarnos a ella. Con tus primeros libros, Inventario (Premio David 2004) y Esquirlas (Premio Pinos Nuevos 2005), experimenté una sensación de ambigüedad en cuanto a género: ¿novela corta o cuento? Después solo tuve contacto con tu producción

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Un día de entrenamiento con Ahmel Echevarría

Leopoldo Luis

Copyright: Leopoldo Luis

Entrevistar a un escritor puede constituir un ejercicio difícil. O todo lo

contrario, depende del escritor. Hay a quienes les parece una pérdida de tiempo,

en tanto otros aprovechan para “soltar amarras” y compartir opiniones sobre

temas que, por lo general, captan la atención de la gente. Tiene que ver con la

mística de la Literatura. No suele preocuparnos demasiado lo que piensa una

estrella de pop sobre tal o cual asunto —con sus excepciones, claro—, pero en

cuanto un novelista vierte un par de criterios, las reacciones no tardan. La

temperatura de tales reacciones dependerá de la naturaleza de los criterios.

Ojalá esta primera sesión de entrenamiento con Ahmel Echevarría nos haga

“entrar en calor”, en lo que aguardamos la llegada de tres libros suyos, recién

premiados en una tríada de concursos. Ojalá también nos ayude a descifrar los

signos que marcan su escritura y nos despierte, como lectores, el deseo

impostergable de acercarnos a ella.

—Con tus primeros libros, Inventario (Premio David 2004) y Esquirlas (Premio

Pinos Nuevos 2005), experimenté una sensación de ambigüedad en cuanto a

género: ¿novela corta o cuento? Después solo tuve contacto con tu producción

cuentística (incluyendo el relato que ganó un accésit en el concurso La Gaceta de

Cuba). Acabas de recibir tres importantes premios en línea con igual número de

novelas. ¿Con cuál de los dos te sientes más a gusto: con el relato breve o con la

narración extensa?

—Les he comentado a algunos amigos que Inventario es en realidad un proyecto de

novela abortado. ¿Cuál era la razón? El total desconocimiento de cómo abordar la

escritura de un texto de ficción de tan largo aliento, incluso el miedo. Creía tener en

las manos el tema para una novela, pero sentía que la propia impericia haría de las

suyas y al final tendría un montón de folios que no animarían la lectura. Entonces

aposté por el cuento, o una serie de cuentos, en un escenario común y en donde los

protagonistas fueran los miembros de una familia cubana. Me dijeron que mi libro

era una “cuentinovela”. Yo no sabía que existía ese calificativo —que de veras es

horrible—, pero había leído varios libros de autores cubanos con una estructura que

se acercaba a lo que andaba buscando y podía asumir. Me siento satisfecho con el

resultado.

“Esquirlas, libro con el cual gané el Premio Pinos Nuevos de Cuento, es la

cristalización de lo que en aquel momento estaba buscando: construir un universo a

partir de piezas narrativas en su mayoría independientes —en los que el protagonista

y los coprotagonistas alternaran el peso y la importancia de su papel, de manera

indistinta, a lo largo del libro—. Te digo que esos textos son independientes en su

mayoría porque hay piezas narrativas que funcionan comointro y coda, como paradas

de reflexión o evocación o respiro, pero todas están narradas por una misma voz,

muy intensas, pero que al ser leídas en conjunto dan la sensación de unidad, del

transcurso del tiempo en la vida del narrador —a la vez personaje—, del desarrollo

de uno o varios conflictos de ese personaje y de los otros con los que interactúa. Esas

piezas narrativas forman lo que llamo un cuaderno.

“No me interesaba la militancia en un género determinado; al entrar Esquirlas en

edición, en Letras Cubanas me dijeron que era mejor ponerle el vago calificativo de

Narrativa, porque en realidad, y cito lo que me dijo Ernesto Pérez Castillo (editor del

libro): ‘es un cuento que Esquirlas es un libro de cuentos’.

“Si analizas su estructura, Esquirlas es un rizoma. Es casi imposible determinar qué es

trama y subtrama en el libro, por lo tanto, se desarrolla más en el plano horizontal (el

bulbo de una cebolla blanca o morada) que en la vertical (la raíz de la imponente

ceiba). Si nos ceñimos a los géneros, creo que nunca fui estrictamente un cuentista,

porque en ese género por lo general solo un hecho puede convertirse en suceso, y me

ocurría que no me interesaba solo un instante de una vida, sino varios, y la relación

de esa vida con otras; ese modo de ver y construir una historia no puedes ubicarla en

el terreno del cuento, sino, por comodidad, en el de la novela.

“Esos tres libros premiados a los que haces referencia son: Días de

entrenamiento, Búfalos camino al matadero y La noria. Los llamo novelas a falta de un

nombre mejor, a fin de cuentas hace falta una clasificación y no la impuse yo, pero en

el espacio íntimo de la creación los llamo Cuadernos. Es mi manía de nombrar, de

clasificar, de estructurar; utilizo categorías para ir allanando el camino.

“A propósito de tu pregunta, siento que en este siglo y milenio la novela se parece

más a nosotros, a los tiempos que corren, y menos a lo que dicta o dictó el canon. No

me refiero solo a la existencia de textos a mitad de camino entre el cuento y la novela,

sino también a esos híbridos en los que hay de ficción y de ensayo, entre el

testimonio y la ficción. Las mezclas pueden ser sorprendentes. Como mi formación es

técnica —recuerda que soy graduado de Ingeniería Mecánica—, digamos que en mi

caso apuesto por la pieza (una pieza narrativa) para lograr un mecanismo —o un

conjunto de mecanismos— lo más eficiente posible (una máquina narrativa)”.

—Pastel para pit bulls obtuvo una Mención en el Luis Felipe Rodríguez de

la UNEAC 2009, donde concursó como libro de cuentos. Hace pocos días Búfalos

camino al matadero se alzó con el Premio José Soler Puig de Novela y tengo

entendido que, básicamente, se trata de la misma historia. ¿Qué diferencias

percibes, a nivel estructural o estilístico, entre uno y otro volumen? ¿Todo se

reduce a un simple cambio de título o hay algo más en lo tocante a género?

—Precisemos: no es que sea “básicamente la misma historia”. Es el mismo libro pero

con un título diferente (cambiar el título solo fue un asunto, digamos, extra literario).

Por lo tanto, no hay diferencias estructurales ni estilísticas. Te hablé en extenso de

cómo es la estructura de mis libros, Búfalos camino al matadero no es la excepción. Ha

ido pasando el tiempo y las piezas narrativas que integran mi libros no se quedaron

solo en el terreno de las pequeñas ficciones enlazadas, sus estructuras integran

fragmentos de diarios, fotos (el performance de la foto o la imagen en sí), poemas

(escritos por mí o no) o fragmentos de canciones, incluso la correspondencia entre

dos personajes. Por su estructura, el cuaderno Búfalos camino al matadero te llevará a

experimentar, al igual que con Esquirlas, y cito tus palabras: “una sensación de

ambigüedad en cuanto a género”. Si Esquirlas ganó el Pinos Nuevos de Cuento en

2005 y según algunos lectores es una novela, en cuanto a género para mí da igual

que Búfalos… ganara en el 2009 el Luis Felipe Rodríguez de la UNEAC o el José Soler

Puig de Novela en 2012. A fin de cuentas son dos premios importantes que

garantizan una cuidada edición y una bella publicación. Si tienes un 4×4 puedes ir

con él a donde quieras.

—Tengo entendido que Búfalos… tiene como protagonista a un soldado, veterano

de la guerra de Irak. ¿Por qué un escritor cubano se arriesga a narrar un drama que,

a primera vista, pudiera resultarle ajeno?

—Esa pregunta me perseguirá, creo, hasta después que termine desecho en menudos

pedazos amontonados en una cajita en el Cementerio de Colón. Búfalos… no es un

libro sobre La Guerra de Irak, sino la historia de varios personajes que conviven en

los márgenes de la sociedad. Es una galería de perdedores, de seres derrotados o que

se resisten a ser derrotados. Todos son marginales —digamos que en diferentes

gradaciones—; la fuerza centrífuga de la sociedad en que viven los lanza bien lejos de

los centros de poder, de legitimación; en los bordes, en esos márgenes, construyen

una vida marcada por el delito, la zozobra, la precariedad. No soy ni por mucho un

Viajero Inmóvil, esa categoría en Cuba le corresponde a un peso pesado (literalmente

hablando). Pero he aquí las paradojas: tengo una gran amiga psicóloga a la cual

físicamente he visto poco más de un par de veces y por muy poco tiempo, nuestra

relación es insólitamente intensa y extrañamente virtual —y cuando digo virtual me

refiero a intercambios vía e-mail o chat—. Ella es cubana pero vive en Nueva York,

donde trabaja atendiendo casos sociales. Y entre sus “casos” había un veterano de

guerra. Mi amiga siente pasión por la literatura, pero no se le da muy bien contar

historias. Un 11 de noviembre —Día de los Veteranos en USA, se rinde honores a

aquellos que dieron su vida por el país durante la I y la II Guerra Mundial—, mi

amiga me contó una jodida pero hermosa historia sobre un viejo soldado que peleó

en la II Guerra Mundial. Le propuse que la escribiera, incluso la convidé a hacerlo

entre los dos. Ella, como Bartleby el Escribiente, respondió “preferiría no hacerlo”. A

cambio propuso ser mis ojos en ese otro lado del mundo.

“La historia de aquel viejo no me dejaba conciliar el sueño, decidí entonces que debía

hacer algo, porque el insomnio es una cosa muy persistente. No me convenía la II

Guerra Mundial, demasiado ajena y lejana para mi gusto. El conflicto en Irak me

resultaba ‘más familiar’. Las guerras son ahora un show mediático, el mundo es una

aldea global. Le conté a mi amiga mis propósitos, ella aceptó —es tan terca como

yo—, así que fui para mi amiga psicóloga uno de sus ‘casos sociales’. Me atendió a

cuerpo de rey. Con su mirada fui sorteando algunos problemas que se me cruzaron a

lo largo de la escritura.

“Búfalos… pone el colimador, no en un conflicto bélico, tampoco en una ciudad —es

un libro que transcurre casi en interiores—, sino en un hombre al que le falta un ojo y

está más que jodido, en las pocas personas con las que interactúa, en las dos mujeres

que ama, en las dos o tres personas en las cuales confía. Se trata del alma humana, de

sus peores paisajes, de muchas derrotas y un par de victorias pírricas, en fin, se trata

de un libro que se interesa por la más común de las vidas. En las páginas de ese

cuaderno verás a personas que, irremediablemente, van camino al matadero.

“Si la vida miserable de aquel viejo no me dejaba dormir, ¿por qué no apostar por

escribirla sabiendo que ninguno de mis ‘compañeros de viaje’ lo habría hecho, y

teniendo a mi favor una persona que me corrigiera el rumbo?

“Hice una apuesta, convencí a una mujer para que se aventurara conmigo, una de las

piezas del libro ganó el accésit de La Gaceta de Cuba, como proyecto de novela

convenció al jurado, y en el Premio José Soler Puig se estableció el pacto ficcional

entre mi libro y los tres miembros del jurado. Ahora le espera otro reto: esos lectores

de fierro a los que tampoco les puedes pasar pollo por pescado, y ese reto mayor que

es el tiempo”.

—Hay todavía una novela más reciente: La noria, merecedora del Premio Italo

Calvino 2012. ¿En qué cuerda se mueve? ¿Está de alguna manera enfocada hacia la

realidad cubana o sigues apostando por temáticas, digamos, de corte más

cosmopolita? ¿En qué medida se distancian (o imbrican) lo nacional y lo universal

en tu obra y en general en la literatura cubana contemporánea?

—La noria tiene una estructura más cercana a lo que la tradición marcó como novela.

Pero ni tanto. A la ficción, o a los bloques de ficción que en este caso no se pueden

leer de manera independiente, los cruza una serie de cartas, o una parte de la

correspondencia entre Julio Cortázar y uno de los personajes del libro —digo una

parte porque solo se podrá leer las cartas escritas por Cortázar—. Hay en ella una

Habana posible, pero no “la real”; es el escenario donde transcurrirá la vida de un

escritor sexagenario (El Maestro) que ha pasado más de veinte años sin escribir. Para

llevar a cabo un irrefrenable deseo, El Maestro decide plagiar un cuento de Cortázar.

Su interés no es solo escribir un relato a partir de recientes y extraños episodios de su

vida —desconoce que en ellos está envuelto David, hombre de 50 años con quien

comparte una relación sentimental y que aparenta ser un profundo admirador de su

obra—, también desea retomar el oficio, recuperar y ganar nuevos lectores. ¿Cuáles

son los motivos de tan largo silencio? En el año 1971, una Comisión determinó

que Fin de semana en Neverland era una novela que no se ajustaba a los tiempos que

vivía el país. Tras el dictamen, El Maestro recibió un insólito castigo: enterrar y

exhumar cadáveres. En el Cementerio de Colón trabajó durante poco más de un

quinquenio.

“La noria es una novela o cuaderno de amor entre dos hombres, de afinidades, dolor

y traición. Indaga en los orígenes de una inverosímil política cultural, en sus

consecuencias, así como en la posible actitud de algunos de sus actores y víctimas.

“Este libro tiene al mundo, o a una parte del mundo, incrustado en él. Está Galicia o

una parte de ella, algunos platos típicos, parte de la literatura de Rosalía de Castro y

la muñeira. El jazz, el fado, trazas de la literatura universal son vectores que la

cruzan. No es exactamente cosmopolita en el sentido estricto de la palabra, sino que

se abre al mundo.

“Tu pregunta podría ser un tema de tesis, es abarcadora a más no poder. Y yo ni

siquiera he fatigado todos los libros escritos por autores de mi generación. En mi

caso, me interesa una partícula inestable y universal: el hombre. Se ama y se odia en

el mundo. Se tiene sexo y se traiciona y se mata en nombre de causas que aparentan

enorme justicia. En fin, el hombre es el lobo del hombre, o el tigre del hombre, o el

tiburón blanco del hombre, o la claria del hombre. Con él, creo, los escritores cubanos

podemos acercarnos a lo que es de interés en Londres, Madrid, Praga, Shanghái.

Todo está en que no nos dé por embarcarnos en preocupaciones o conflictos que no

son tales”.

—Tu último libro publicado (sin contar las compilaciones y antologías en que has

participado) fue Esquirlas (Letras Cubanas, 2005). ¿Qué razones condicionaron

estos seis años de silencio editorial? ¿Hasta qué punto puede resultar beneficioso

(o perjudicial) para un escritor el mantenerse trabajando, podría afirmarse que en

la sombra, sin una certeza de publicación inmediata?

—Para mí la Literatura no es una carrera de caballos. Hay quienes se proponen

publicar todos los años. Su sistema de trabajo se los permite. Son prolíficos. Incluso

los jurados de los concursos a los que esos escritores envían sus manuscritos

apuestan por esas obras. No digo que haya un problema tanto en el lado de los

escritores como en el de los jurados. Son métodos de trabajo, protocolos de lectura,

incluso buena o mala distribución de prestigio —como diría el poeta Rito Ramón

Aroche—. Mi paso es el del mulo. Me toma tiempo investigar, revisar el manuscrito

—lo hago varias veces, la primera versión no es igual, nunca, a la última; me

preocupa no solo el tema y la verosimilitud, la consistencia y los conflictos de los

personajes, también el sonido de las palabras—. Mi preocupación es no solo estética,

sino también ética, al menos ética conmigo mismo. No recuerdo de quién es la frase

“escribo para perder el rostro”, pero si cambio de rostro y repito ese rostro en otro

libro nada o poco hice. Por lo tanto, me tomo mi tiempo.

“Tuve una etapa a la que llamo Ciclo de la Memoria (Inventario, Esquirlas, Días de

entrenamiento), en la que fui desplazando el foco de atención del narrador. Era la

mirada de un joven treintañero. Del espacio social (la intención de dar respuestas) fui

a una suerte de punto medio: el espacio social y el individual. El ciclo cierra

formulando preguntas y no dando respuestas, formulándolas con la mirada puesta

en el hombre y desde el hombre —el cubano de hoy en la posible Cuba de mañana—.

Luego aposté por el veterano de la Guerra de Irak —libro del que ya te hablé—, y a

continuación me centré en la vida de un hombre sexagenario y gay y escritor sumido

en un slump creativo ‘gracias’ a una real pero inverosímil política cultural.

“Salvando las distancias, más de un escritor cubano se mantuvo trabajando en

silencio, como si arañara una roca, sin más esperanza o regocijo que el que le

brindaba el texto terminado, o que la aprobación o desaprobación de los amigos. Sin

esperanzas, pero sin miedo. O sin mucho miedo. Y esa roca que arañó está ahí, a la

vista de todos, porque esa escritura no se trataba de un asunto menor, de mirarse el

ombligo. A eso se debería aspirar, es decir, a escribir el texto y proyectarlo al futuro,

pero es patrimonio de unos pocos. Lo común es que nos toque o nos gane el olvido.

Puedes darte con un canto en el pecho si logras inocular en la memoria de los

lectores, al menos, un buen libro —o un buen cuento o un buen poema.

“Si publicas mucho y te pagan mucho, hay un buen negocio; y si ese es tu negocio,

pues no hay problemas. Pero si publicas mucho y te pagan poco, y además no hay

manera de que puedas jugar en otra liga por el tipo de literatura que haces —porque

solo le interesa a tu grupito de amigos, y no hablamos de una literatura solo para

elegidos—, y además ni siquiera eres profeta en tu tierra… bueno, hay un gran

problema de fondo en esa manera de escribir.

“Por cierto, publicar solo te quita de arriba la condición de escritor inédito. Debo

consignar que no esperé hasta el 2012 para soltarlo todo, sino que fui trabajando y

probando suerte tan pronto sentí que el libro en cuestión estaba terminado”.

—¿Cómo valoras la llegada de estos premios que, además del reconocimiento de

los jurados, implican la edición de las obras y su puesta a disposición de los

lectores?

—Cuando María Elena Llana supo de mi Premio José Soler Puig, dijo: “Ahmel, ya no

eres una promesa”. Hay en sus palabras la condensación de un reto. Lo dijo con total

honestidad y sin sombras de miserias humanas. Porque ese premio supone un antes

y un después. A otros jóvenes escritores quizá les han dicho con otras palabras lo

mismo que a mí. Más allá de la cualidad y calidad de sus obras y de la mía, con sus

protocolos de lectura, el jurado determinó que esas eran las que merecían el

galardón.

“Uno siempre se impone un reto, pero cuando empiezas a escribir, es decir, cuando

eres un escritor que te inicias en el oficio, te ubican en ‘las ligas menores’. Ahora se

supone que estás en ‘otra liga’ y como tal te juzgarán. Es bueno, muy bueno, saber —

y saber que saben— que estás jugando al duro, aunque siempre lo hayas hecho.

“En mi caso, parece que al menos hasta ahora cumplí con las expectativas, porque

detrás del Premio Oriente vino el Italo Calvino —también sé que otros escritores de

la generación a la que pertenezco (ellos saben quiénes son) están jugando al duro y

van a por más. Cuando dieron los resultados de la última edición del Premio Nicolás

Guillén y los Premios Alejo Carpentier me dio muchísima alegría: Jamila, Luis

Yuseff, Osdany, Marcial Gala (casi de fondo creía escuchar el estribillo de un tema de

Calle 13: los de atrás vienen conmigo, conmigo vienen los de atrás…). Por supuesto, claro

que deliro, pero así lo sentí… sé que no estoy jodidamente loco.

“En lo personal, claro que estoy muy feliz, pero solo por el momento, porque pasará

el día de la ceremonia de premiación y de la presentación de los libros (de los que

estoy satisfecho). Luego caerán en manos de los lectores y el tiempo; que pasen la

primera prueba solo significa que has convencido a los que vivieron en tu misma

época.

“Si ganar un premio implica un compromiso, sería entonces conmigo mismo: un

compromiso ético y estético. Soy tan terco y tan duro conmigo que me impongo un

camino cuya cuesta es cada vez más empinada. Pero me place muchísimo.”

2

Segundas partes nunca fueron buenas. Peor cuando se trata de entrevistas y el

entrevistador no supo aprovechar ese “primer impacto” para atraer la atención

con sus mejores preguntas. El doble de malo si el entrevistado es un escritor y

horrible si el escritor, en definitiva, “no es solo aquel individuo al que nada más

le debe interesar la literatura”.

Llega, por fin, esta segunda sesión de entrenamiento con Ahmel Echevarría,

escritor y ciudadano: categorías que entrañan una responsabilidad inmensa.

Ojalá nos estimule, en tanto lectores, a procurarnos cualquiera de sus libros:

aquellos “de los que ya no queda rastro ni en los centros espirituales” o los que

verán la luz en venideros meses. Ojalá nos ayude a establecer los rumbos que

sigue la literatura cubana más reciente, y ojalá —lo doy por descontado— el

nuestro no termine siendo un ejercicio estéril, como marcha de búfalos

camino al matadero…

—Perteneces a una generación literaria que se dio a conocer en los primeros años

de este siglo. ¿Cuán cerca y cuán lejos te sientes del resto de los escritores de esa

hornada, en lo tocante a intereses temáticos, maneras de narrar, maneras de

entender la literatura? (Estoy pensando en habaneros como Raúl Flores, Orlando

Luis Pardo, Michel Encinosa y Jorge Enrique Lage, pero también en narradores

que viven en otras provincias, como Ernesto Peña, Yunier Riquenes y Alejandro

Cernuda). ¿Puede hablarse de una estética generacional o cada quien está

escribiendo y de alguna manera perfilando su propio estilo?

—A esta generación la llaman Generación 0. El nombre proviene de una deformación

de Generación Año Cero, que fue idea del escritor Orlando Luis Pardo; su intención

era darle cuerpo, voz y visibilidad a lo que estábamos haciendo un grupo de amigos

narradores. Éramos pocos, no una generación, sino un grupo que compartíamos

lecturas, criterios, algunos puntos de contacto en nuestra incipiente narrativa.

Habíamos coincidido a inicios del nuevo siglo y milenio en el Taller Salvador

Redonet —coordinado por Jorge Alberto Aguiar (JAAD)—, y además comenzamos a

publicar nuestros libros en los 2000. Eres testigo de lo que sucedió cuando nos

reunimos para hablarle a El Caimán Barbudo acerca de nosotros. Resultó que solo a

Orlando, a Lage y a mí nos interesaba de veras esa alianza. Al resto no le importó, o

no entendieron lo que teníamos en las manos, lo que estábamos a punto de gestar.

¿Se fueron con la bola de trapo? Quizá solo les interesaba su nicho de creación (la

soledad del corredor de fondo), o quizá nosotros no supimos proveer el combustible

suficiente a aquella máquina imaginada por Orlando y que solo aprovechamos él,

Lage y yo (de ahí surgió ele-zine de escritura irregular the revolution evening post;

el spirit de ese fanzine es el aura que hay en los textos narrativos y críticos de cada

uno de nosotros —por supuesto, cada cual con su manera particular de asociar, de

asumir la escritura, de la escritura misma).

“Lo cierto es que una década después se deformó el nombre original que ahora sirve

para identificar al batallón más joven de escritores cubanos, a pesar de la resistencia

de los que estuvieron en esa entrevista grupal en La Cabaña. Lo ocurrido allí

caracteriza a nuestra generación: la dispersión, la no unidad temática, la aparente

diversidad de estilos, la apatía, la fragmentación. Creo que no es interés de casi nadie

hacer el ‘gran libro’. Poco espíritu de resistencia (¿con qué frecuencia lees un texto

crítico pensado desde nuestra generación, quiénes lo escriben?). Esa puede ser la

marca de estos tiempos, o el efecto de estos tiempos (eso que vino después del

Período Especial) sobre nosotros. Pero no todo es gris, hay quienes están haciendo

algo no solo por ellos mismos, ahí están Isliada, Claustrofobias, La noria, 33 y 1/3…

“Debes suponer que aquello que nos distancia es, paradójicamente, lo que nos

agrupa. En estos momentos te puedo decir, sin temor a equivocarme, que no ha

variado mucho el panorama desde aquella entrevista en La Cabaña. Sólo que somos

menos jóvenes y un poco más ladinos”.

—En lo personal, ¿qué influencias eres capaz de reconocer en tu “modo de hacer”?

¿Qué lecturas, qué tics, qué subterfugios se esconden detrás de tu escritura?

—Las influencias han ido variando con el tiempo. Llegué tarde a la literatura y

delante de mí hay todo un universo por descubrir; no provengo de una familia de

académicos, por lo tanto, a pesar de que en mi niñez leí mucho, no era lo que

podríamos llamar “buena literatura para niños y jóvenes”. Leía, pero también

disfrutaba muchísimo andar de mataperros (puedes incluso leerlo literalmente),

haciendo barbaridades a la vista de nadie aunque después me matara el cargo de

conciencia. Así que no me preocupa para nada haber descubierto tarde a ciertos

escritores. Lo importante es saber qué hacer con todo ese material, cuál es tu

verdadera tradición literaria, qué te propones en tanto escritor y, en especial, qué

escritor quieres ser.

“Decirte nombres y apellidos es responderte rápido y mal de dónde podrían

provenir esas ‘participaciones profundas’ que están en mis textos. Hay clásicos y

contemporáneos. Debo confesarte que mi interés no está solo en los autores y libros

clásicos; digamos que a los clásicos los leo buscando fraguar bien eso que podría ser

‘los cimientos’. Los escritores contemporáneos serían el update en la arquitectura de

mis libros.

“Pero no extraigo combustible solo de la literatura; me interesan mucho las artes

plásticas, por ejemplo, el universo Picasso y Picasso en tanto creador, en tanto ser

humano —vaya tipo interesante, complejo, duro de pelar, ladino; no creas que no he

pensado hacer mi versión literaria de Las señoritas de Avignon—, o Lam, Warhol… No

te imaginas lo que experimenté en El Prado —no en el museo, sino en nuestro paseo

custodiado por leones— el día en que Los Carpinteros ejecutaron su Conga

irreversible…

“Tampoco puedo dejar fuera a la música —en especial el jazz, la Nueva Trova y la

timba, y esos cubanos nostálgicos y rabiosos que, antes de irse en estampida, se

reunían en 13 y 8 o en el Bartolo—, las series para TV, el cine. Y no solo presto

atención a la obra de arte, también me interesa la cosmovisión del creador, lo que se

ha planteado para con su obra”.

—La presencia de escritores en la web mediante proyectos personales y blogs, más

la publicación creciente de libros digitales, genera un espacio prácticamente

inexplorado por los autores cubanos. ¿Cómo evalúas esa opción en aras de

favorecer la promoción y difusión de sus obras? ¿En qué medida condiciona a

nuestros escritores la circunstancia de su desconexión a Internet y la afiliación casi

exclusiva respecto a las editoriales del patio?

—Cuba es un caso singular. Alto nivel educacional, alta alfabetización (incluso

tecnológica, si es que existe el término); en los noticiarios te hablan de Internet, de

Facebook y Twitter, del Presidente Chávez como twittero y del gran alcance de esa

herramienta. Sin embargo, a muchos cubanos de a pie es como si les hablaran en

cantonés, porque de Internet solo conocen el nombre.

“Si no tienes la posibilidad de comprar (o pedir en préstamo) literatura clásica o

contemporánea —ya sea porque no esté a la venta en las librerías, en CUP o CUC, o

porque no esté en las bibliotecas—, la única variante es leer en formato digital. Hay

un gran filón ahí. Pero los libros digitales se descargan en Internet o se envían por

correo electrónico. Surge la barrera. Eso te aísla doblemente, porque las redes sociales

y el e-mail te permitirían establecer alianzas fuera de las aguas territoriales y pensar

en la ‘toma de una cabeza de playa’. Esos proyectos digitales independientes vienen

como anillo al dedo, porque ya no hay que depender en su totalidad de una

institución que tiene diseñado un lentísimo plan de publicación y promoción para las

obras de autores cubanos, o de las revistas nacionales.

“Esa inmediatez del entorno digital es frescura y freescura (como diría Orlando Luis).

Se establece un diálogo vivo y en tiempo casi real, sobre todo con lectores no

cubanos. La fuerza de esos proyectos es directamente proporcional a la fuerza de

quienes los hagan, de quienes se enrolen y colaboren (como también su debilidad).

La lista de ejemplos sería larga y agruparía no solo esfuerzos en los predios de la

literatura. Es cierto que la blogosfera, las redes sociales, la web, es un mundo de

cierta manera inexplorado por buena parte de los escritores cubanos. Pero no todos

se quedan de brazos cruzados y algunos se inventan alternativas para acceder a esos

espacios o para dar a conocer lo que en esos espacios se hace”.

—Háblame de Vercuba. ¿Por qué un escritor —o un grupo de ellos— se decide por

la implementación de un sitio de mirada amplia, trascendiendo el ámbito de lo

estrictamente literario?

—Vercuba es una suerte de cooperativa de opinión. Para mí, el escritor no es solo

aquel individuo al que nada más le debe interesar la literatura. Carpentier decía que

él, antes que escritor, era un ciudadano. Y si tienes el don de la palabra, si tu oficio te

obliga no solo a observar, sino también a asociar, ¿por qué no ejercer la opinión en

otros terrenos? Es cierto que el grueso de los textos del sitio opinan sobre literatura;

pero propiciar la escritura de blogs o bitácoras en las que se hable de lugares de

Cuba, se entrevisten a cubanos cuyo campo de acción sea la música, la literatura, el

activismo social, o seres sin más historia que el mínimo acontecer de sus vidas, que se

vea reflejada la vida de los cubanos fuera de su país natal, que se hable de cine y

teatro, es la posibilidad de otorgarle al escritor ese espacio que no tiene y que debería

tener en la prensa.

“¿Qué escritor cubano tiene una columna en la prensa plana para hablar, por

ejemplo, sólo de literatura? Me entristece leer, gracias al e-mail, los textos de opinión

escritos por Padura. Me entristece porque creo que lo natural sería leerlo en nuestra

prensa; deberían publicarse, aunque fueran refritos, en el macuto que Granma edita

los viernes, a fin de cuentas es lo que por lo general hace ese periódico con

intelectuales extranjeros. ¿Has comparado la cantidad de intelectuales extranjeros

que aparecen publicados en el Granma de los viernes con respecto a la cantidad de

cubanos? Ojalá esté equivocado, equivocarme sería muy saludable, no sólo para mí”.

—¿Y qué papel juega el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso?

¿Cuánto te sientes ligado a esa institución (de la cual eres egresado) y cómo valoras

tu experiencia de varios años administrando el sitio web correspondiente?

—Toda institución que se respete debe tener su espacio en Internet. No solo un sitio

web, también su nichito en las redes sociales, de lo contrario no existe. En su sitio

web (Centronelio) está la labor que ha ido haciendo el Centro Formación Literaria

Onelio Jorge Cardoso, desde 1998, con los jóvenes escritores cubanos. Por supuesto,

ese trabajo está incompleto, falta lo que ha hecho el Centro en la rama editorial; está

en proyecto subir a la web lo concerniente a la Editorial Cajachina (la revista El

cuentero, las antologías del Concurso Internacional de Minicuentos El Dinosaurio, los

libros de cuentos y novelas publicados).

“Es un proyecto constructivo y amoroso, toma tiempo desarrollarlo. En un inicio

pensé que trabajaría contra el vacío y en el vacío, pero los correos que recibo y las

estadísticas sobre el funcionamiento del sitio web me demostraron que no solo en

Cuba se interesan por la información que yo administro y edito para Centronelio,

información concerniente a la labor del Centro y a la literatura en general.

“El Taller del Onelio fue una apuesta que hice en este largo e interminable proceso de

formación e interacción que es la literatura. Y fue una apuesta de la que obtuve

buenos dividendos. Allí descubrí parte de lo que debía o no hacer; hicimos circular

ideas, autores y libros, establecí alianzas, surgieron buenas amistades que duran

hasta hoy. El Onelio fue la puerta (como para muchos jóvenes escritores cubanos)

para salir por primera vez fuera de Cuba. No creo que sea una fábrica, que impongan

un dogma, una ‘metodología’; si sales con una es porque te fuiste con la de trapo, y

ese caso en cualquier lugar te pasarían pollo por pescado”.

—A partir de su presencia en Internet (mediante uno u otro proyecto), de la

publicación en medios tradicionales o de su eventual aparición en espacios

radiales y televisivos, ¿dirías que tiene suficiente peso la opinión de los escritores

cubanos? Fuera de los círculos intelectuales, ¿son apreciados los criterios que

emiten? ¿Llega con efectividad a los lectores la literatura que escriben nuestros

contemporáneos?

—Ha sido larga la entrevista. Me has pegado contra las cuerdas y yo, a gusto, he

aceptado el cuerpo a cuerpo. Estoy fatigado y siento que, sin proponérmelo, te he ido

respondiendo esas interrogantes. A la primera parte de tu pregunta mi respuesta

debería ser afirmativa. Pero camino en la ciudad y sobre mí y varios transeúntes

pende una gran interrogante.

“A la segunda, mi respuesta también debería ser afirmativa. Pero transcurren los

años y muchos cubanos jóvenes (y no tan jóvenes) apuestan por emigrar.

“Y en cuanto a la última: Me sorprende que a seis años de la publicación

de Esquirlas e Inventario, la gente me hable de esos libros, de los que ya no queda

rastro ni en los centros espirituales. Te hablo de gentes que no son ‘lectores

profesionales’. No digo centenares, pero he visto a personas en la guagua leyendo a

Michel Encinosa, a Raúl Flores, a Yoss, a Chavarría, las antologías que

hace Garrandés… Padura casi todo lo puede y no es una sorpresa. No sé si eso es

‘efectividad’ o que el público se ha convertido en una especie de lector ‘por cuenta

propia’, pero sucede y es una maravilla.”