tonkonoff juventud exclusión y delito

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  • 8/4/2019 Tonkonoff Juventud Exclusin y Delito

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    Juventud, exclusin y delito.

    Notas para la reconstruccin de un problema

    Sergio Tonkonoff Constantin*

    El presente artculo pretende, en primer lugar,

    discutir la forma en la que habitualmente se piensa

    la cuestin criminal. Tanto el sentido comn como

    las perspectivas tericas sobre este tema postulan

    al infractor de la ley penal como un individuo

    diverso; como el portador de una diferencia

    radical (sociolgica o psicolgica) respecto del

    no-delincuente. Por nuestra parte, postularemos

    que en el caso que nos ocupa el delito popular

    juvenil urbano estas presunciones no se verican.

    Lo cual no signica que se trate de presuncionesinocuas. Antes bien, mostraremos cmo funcionan

    performativamente en tanto elemento central del

    control social formal e informal. En segundo lugar,

    buscaremos introducir el concepto de estrategia de

    reproduccin en procura de situar correctamente la

    relacin Juventud-Exclusin-Delito, y de componer

    una imagen ms adecuada del infractor juvenil

    popular urbano.

    This article intends, in the rst place, to discuss

    the customary thinking about criminal matter.

    Both the common sense as well as the theoretical

    perspectives on this matter postulate the offender

    as a different individual as the carrier of

    a radical difference (psychological and

    sociological), in comparison with the non-

    offender. On our side, we shall postulate that

    in the case we are considering, the urban

    popular youth offenses, these presumptions are

    not necessarily true. This does not mean thesepresumptions are innocuous. On the contrary, it

    shall be shown how they work performatively as

    the central element of the formal and informal

    social control. Secondly, the concept reproduction

    strategy shall introduced in order to correctly

    locate the Youth-Exclusion-Crime relationship

    and to paint a more adequate portrait of the urban

    popular offender.

    * Profesor-Investigador, uam-a.

    Sumario: 1. Qu hacer con los jvenes que delinquen? / 2. Las verdades del sentido comn:

    el delincuente como otro. / 3. Las visiones de la teora: el delincuente positivo. / 4. El conceptode estrategias juveniles de reproduccin. / 5. Una gura alternativa: la deriva juvenil

    y sus estrategias de reproduccin. / Bibliografa.

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    SeccinArtculos deInvestigacin

    34 alegatos, nm. 65, Mxico, enero/abril de 2007

    1. Qu hacer con los jvenes que delinquen?La resolucin de un problema tiene mucho que ver con los trminos en que es planteado.

    Y en el planteamiento de un problema son fundamentales las palabras que se escogen

    para hacerlo. Por ejemplo, si se dice que la guerra es un asunto de tctica y estrategia

    (como el ajedrez), se estar poniendo de relieve la dimensin racional y ocultando el

    carcter horrendo de todo conicto blico.1 En nuestro caso: si comenzamos armando

    que un joven transgresor de la ley es un delincuente, nos privaremos de saber que, en

    general, los jvenes son casi siempre ms jvenes que delincuentes. Este artculo tiene,

    entre otros, el objetivo de mostrar que esto no es slo un juego de palabras.

    Armar que alguien es delincuente implica colocarlo como un ser constitutiva-

    mente diferente de la media de los ciudadanos; percibirlo como un otro hostil, intrn-

    secamente peligroso. De all que la resolucin del problema, as planteado, se caigapor su peso: de l/ella que hay que separarse (o, ms bien, es a l/ella a quien hay que

    separar). La crcel es su lugar, nadie parece dudarlo.

    Sin embargo, cierta tradicin terica y un importante conjunto de investigaciones

    sociolgicas sobre el tema ponen en duda tales armaciones. Son estos enfoques te-

    ricos y estas investigaciones las que nos permiten pensar de otro modo, elegir otras

    palabras. Es decir, reconstruir el problema (y por lo tanto sus soluciones).

    Qu pasara si frente a un joven infractor enfatizramos ms su condicin juvenil

    y menos su conducta delictiva? Y qu sucedera si a la variable juventud agregra-

    mos la variable exclusin social para explicar esta conducta no deseada? Y entonces:cmo enfrentar el problema que implica la condicin popular juvenil en una socie-

    dad de consumo? No estamos as frente a otro problema (bastante ms complicado)?

    Qu soluciones son pertinentes ahora?

    En principio, digamos que es necesario abandonar las rpidas respuestas del sen-

    tido comn criminalizante. Son falsas respuestas: los problemas que dicen resolver

    estn mal planteados. Digamos tambin que la pregunta que lleva por el titulo esta

    introduccin es incorrecta (o cuanto menos, apresurada). Antes de saber qu hacer

    con los jvenes infractores, hay que averiguar en qu situacin se encuentran esos

    jvenes, porqu actan como actan y en qu contexto lo hacen. Y an antes que eso,es imprescindible revisar nuestros (pre)juicios sobre el delito y sobre la juventud.

    Al abandono de las nociones fantsticas con las que habitualmente se piensa la

    cuestin criminal y a la construccin de las herramientas necesarias para situar co-

    rrectamente la relacin entre juventud, exclusin y delito, se propone contribuir el

    presente artculo.

    1 Bruyn, S., The Human Perspective in Sociology:The Methodology of Participant Observation, Englewood

    Cliffs: Prentice Hall, 1966.

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    2. Las verdades del sentido comn: el delincuente como otroLa gura del delincuente es un poderoso mito de la vida cotidiana. Su sola evocacin

    trae a la mente imgenes de salvajismo, demencia o maldad. Quien transgrede la ley

    penal, se piensa, es delincuente. Como si su acto transgresivo hubiera revelado su

    identidad verdadera; como si hubiera mostrado que posee una constitucin radical-

    mente diversa a la del individuo normal. El delincuente, entiende el sentido comn,

    no es como nosotros, posee una naturaleza diferente a la nuestra. Adems, puesto

    que es esencial, constitutivamente delincuente, siempre lo ha sido y siempre lo ser.

    Se tratara pues de un tipo tan particular de individuo que permanecera impermeable

    a los azares que impregnan toda biografa. Para l (o para ella) slo ha existido y

    slo existir una posibilidad, o ms bien un destino: el crimen.

    Pero el mito va ms lejos. No conforme con postular al delincuente como un ex-trao absoluto a toda red social e intersubjetiva, piensa al delito como una realidad

    uniforme. Una totalidad que tendra mltiples manifestaciones mgicamente comuni-

    cadas. Consumo de drogas prohibidas, narcotrco, asesinato: no habra diferencias

    importantes entre las distintas conductas prohibidas. Todas ellas seran epifanas de

    un ncleo criminal, exteriorizaciones de la esencia delictiva de algunos individuos.

    As por ejemplo, el habitual encadenamiento de la serie transgresin-enfermedad-

    peligrosidad-delincuencia. Quien consume drogas prohibidas, se dice mticamente,

    es un adicto, y siendo adicto es peligroso, ya que su dependencia compulsiva puede

    llevarlo al robo o incluso al homicidio.2Como todo mito, el del delincuente, opera por repeticin obstinada de sus relatos.

    Relatos que reenviandose unos a otros crean las condiciones de su ecacia simblica.

    De este modo, el sujeto transgresor de ciertas normas penales es objetivado en torno

    a la combinacin de fragmentos heterogneos de discursos (polticos, mdicos, jur-

    dicos, estticos y morales) instituyentes de un universo de signicacin totalizante.

    Signicacin que esencializa al delito buscando ocultar su carcter de conicto social

    y su fundamental dependencia de las normas jurdicas vigentes en determinado tiem-

    po y lugar. Dicho de otro modo, lo que el mito del delincuente oculta es que el delito

    debe pensarse como una relacin social (sin dudas conictiva). Relacin que depen-de, en primer lugar, del sistema penal que dene determinados actos como prohibidos

    y que, al mismo tiempo, reacciona contra ellos.

    Pero hay algo ms. El status social de delincuente presupone necesariamente, el

    efecto de la intervencin de esas agencias de control penal sobre determinados grupos

    e individuos. En este sentido, la criminalidad no es el atributo singular y privativo de

    2 Thomas de Quincey ironizaba sobre esta serie mitolgica invirtindola: se comienza asesinando a alguien,

    para despus robar, luego embriagarse, y no detenerse hasta blasfemar contra la Iglesia y los sacramentos.

    De Quincey, T. (1991),El Asesinato como una de las Bellas Artes, Siglo XXI, Mxico.

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    algunas personalidades sino, ms bien, la cualidad asignada por tales agencias a unos

    individuos y no a otros. No llega a formar parte de esestatus quien, habiendo tenido

    un comportamiento legalmente punible, no ha sido alcanzado por la accin sistema

    penal.3

    El mito desconoce todo esto. Aqu, el delincuente es lo Otro de la ley, de la moral,

    de la sociedad. Y la sociedad es entendida como el conjunto producido por la confor-

    midad perpetua de sus integrantes a las normas que lo organizan. De all que clasi-

    que a los individuos segn dos tipos de compromisos permanentes y exclusivos: el de

    los ciudadanos con la ley, y el de los delincuentes con el delito.

    Sobre este fondo mitolgico, y a travs de estos estereotipos y violencias simb-

    licas, acta el sistema penal con sus prcticas selectivas, diferenciadoras y estigma-

    tizantes. Prcticas mediante las cuales algunos infractores de la ley son separados de

    la sociedad tanto como divididos en su propio interior. Separados de la sociedad por

    cuanto son delincuentes y como tales quedan emplazados en un impreciso territorio

    imaginario donde se agitan las guras de la maldad, la enfermedad y el salvajismo.

    Escindidos de s mismos, en tanto que siendo percibidos unilateralmente en funcin

    de una unca caracterstica de su comportamiento (la transgresin de una norma jur-

    dica), se les obliga a reconocerse en la imagen esteriotipada que las prcticas de cu-

    racin y castigo les devuelven. El resultado nal de esto, es un pequeo grupo de

    individuos estigmatizados cuya nica posibilidad es vestir el traje que se les fabric a

    medida, y ociar de y percibirce como verdaderos delincuentes.4

    En este sentido, puede decirse que la criminalidad es uno de los productos ma-

    yores de la actividad criminalizante del Estado. De all la importancia de distinguirentre criminalizacin primaria y secundaria5. Si la primera hace referencia a la

    fase de la previsin normativa penal (institucin de las leyes penales), la segunda

    considera el accionar del sistema penal en la seleccin de qu ilegalismos deben ser

    perseguidos y qu sujetos deben ser criminalizados. Dicho de otro modo: una vez

    denido qu es delito y qu no lo es, los agentes de control social penal actan como

    una polica de trnsito de los ilegalismos: dejan pasar algunos delitos y reprimen

    otros. Habr que decir que a este ecaz mecanismo responde la sobre-representacin

    de pobres existente en la poblacin carcelaria?

    De persistente presencia en la comunicacin masiva y la opinin pblica, as comoen la estructura ideolgica del sistema penal, el mito del delincuente interviene vigo-

    3 Sobre la selectividad del Sistema Penal: Foucault, M., Vigilar y castigar, Siglo XXI, Buenos Aires, 1989;

    Baratta, A., Criminologa crtica y crtica del derecho penal, Siglo XXI, Mxico, 1986; Pavarini, M., Con-

    trol y dominacin, Siglo XXI, Mxico, 1983.4 Sobre el proceso de estigmatizacin y construccin social de personalidades desviadas: Becker, H., Los

    extraos. Sociologa de la desviacin, Tiempo Contemporneo, Buenos Aires, 1971; Goffman, E.,Estigma.

    La identidad deteriorada, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1989.5 Baratta, A., op. cit.; Pavarini, M., op. cit.

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    rosamente en la produccin y reproduccin del orden hegemnico.6 Y esto por cuanto

    reduce el concepto de delincuente a las caractersticas estigmatizadas y estigmati-

    zantes de ese mnimo grupo de infractores reclutados por el sistema penal. Un sistema

    penal que produciendo, de este modo, un determinado tipo de visibilidad, operandoun determinado recorte sobre el universo total de las infracciones, se muestra menos

    interesado por las transgresiones en s mismas que por su administracin estratgica.7

    Esto signica que el sistema penal, ms que combatir el delito en trminos genera-

    les, procede selectivamente en funcin de la reproduccin de relaciones de produc-

    cin, poder y propiedad.8

    Producida de este modo, la llamada Cuestion Criminal consistir en una cuidadosa

    seleccin de los peligros que la constituyen: delitos sern solo los micro-delitos y

    delincuentes sern siempre (o casi siempre) las vctimas de la exclusin social. En

    el imaginario de la inseguridad urbana el delincuente tendr un rostro amenazante,

    pobre y, adems, joven.

    3. Las visiones de la teora: el delincuente positivoLa lgica que caracteriza al individuo que delinque como sustancialmente diferente y

    permanentemente comprometido con su delito no es privativa de la mitologa popu-

    lar sobre la ley y el orden. Esta misma lgica se encuentra presente en los discursos

    hegmonicos en las ciencias sociales.

    Se ha sealado, en repetidas oportunidades, la matriz positivista de ciertas formasde comprensin del delito hasta hoy vigentes en los mbitos acadmicos 9. Invirtiendo

    los postulados de la llamada Escuela Jurdica Clsica reprentada por Beccaria y Ca-

    rrara, el Positivismo Criminolgico que se organiz alrededor de tres ejes centrales.

    En primer lugar, la primaca del infractor como punto de partida para la construccin

    de teoras etiolgicas del delito, en detrimento del anlisis de las agencias de control

    social en la denicin del delito y del delincuente (nfasis en el ofensor, entonces, y

    no en el delito). Luego, la recusacin de lo que se llam metafsica del libre albedro

    del actor, en benecio de un determinismo biolgico o ambiental en la constitucin

    6 Melossi, D., Changing Representations of the Criminals, en Brithish Journal of Criminology, 40, 2000;

    Melossi, D., La gaceta de la moralidad, enDelito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales, uba, nm. 3,

    1990.7 Foucault, M., op. cit.8 Foucault, M., op. cit. Tambin Baratta, A., Fundamentos ideolgicos de la actual poltica criminal sobre

    drogas, enLa actual poltica criminal sobre drogas: una perspectiva comparada. Tirant lo Blanch, Valen-

    cia, 1993, pp. 19-36.9 Taylor, I., Walton, y Young, J., Criminologa critica, Siglo XXI, Mxico, 1981; Baratta, A., op. cit.; Pavari-

    ni, M., op. cit.

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    del individuo delincuente. Y nalmente, la caracterizacin del individuo delincuente

    como fundamentalmente distinto de los individuos normalmente constituidos.10

    Con el advenimiento de lo que podra llamarse teoras de la primaca ambien-

    tal, los postulados positivistas permanecieron latentes tanto en forma de teoras dela personalidad como de teoras sociolgicas. As, en las primeras, la delincuencia

    tiende a ser vista como un comportamiento agresivo y antisocial, producto de cierta

    desorganizacin en la estructura psquica del individuo. Este carcter antisocial del

    delincuente se elaborara en el medio familiar durante el perodo que va de cero a cin-

    co aos, y sera independiente de cualquier normativa jurdica vigente en el espacio

    social tomado en su conjunto. Carcter que vivira como estado latente en ciertos

    individuos durante su niez, luego de la cual, de no aplicarse un tratamiento adecua-

    do, la carrera criminal deviene habitual.11

    Las teoras sociolgicas, en cambio, buscaron dar cuenta de aquello que, ms all

    de la familia, estara promoviendo este tipo de conductas. Y encontraron posibilida-

    des explicativas en la atmsfera cultural y social de ciertas zonas de la sociedad. De

    este modo, aparecieron como causales de delito (adems de la familia), la clase, la

    etnia, los ciclos econmicos, las migraciones. Este cambio de perspectiva ha permiti-

    do armar, por ejemplo, que no hace falta hallarse en posesin de una malformacin

    psquica para delinquir: basta con haber sido socializado normalmente en un medio

    cuyas deniciones normativas sean favorables a la comisin de actos delictivos.12

    Esta perspectiva sociolgica, al enfatizar la pluralidad de constelaciones cultu-

    rales presentes en las sociedades complejas, y dejando ver los conictos actuales o

    potenciales que existen entre ellas, constituye un importante avance en la desmito-logizacin de la cuestn criminal. Con todo, aunque trabajen con la imagen de un

    delincuente sociolgico y subcultural que desafa las habituales nociones esterioti-

    padas y estigmatizantes, estas teoras siguen concibindo al infractor de la ley penal

    como sustantivamente diferente de la media de los individuos no-delincuentes. Y esto

    en un punto central: el delincuente sera distinto del resto de los actores sociales en

    lo que se reere a los valores que estructuran su comportamiento, y al modo en que

    se encuentra comprometido con esos valores. Se trata de un delincuente que ya no

    estara compelido a delinquir por defectos hereditarios o trastornos emocionales sino

    por una conguracin cultural particular en la que se habra socializado normalmentey que comandara sus acciones. La delincuencia pasara a ser as una traduccin de

    10 Sobre la relacin Positivismo Criminolgico y Escuela Jurdica Clsica vase Vold, G., Theoretical Crimi-

    nology, Oxford University, New York, 2002. Tambin Baratta, A., op. cit.11 Friedlander, K.,Psicoanlisis de la delincuencia juvenil, Paids, Buenos Aires, 1972, p. 273. Para un traba-

    jo pionero em esta escuela vase Alexander, F. y Staub, H., The Criminal, The Judge and The Public, The

    McMillan Co., New York, 1962.12 Sutherlad, E.,Principles of Criminology, J. B. Lippincott, Philadelphia, 1955.

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    creencias en acciones. Pero esas creencias (subculturales) deferiran considerable-

    mente de las creencias y valores dominantes en el conjunto de la sociedad.

    Ejemplos desarrollados de esta perspectiva pueden hallarse en dos autores por de-

    ms relevantes para la problemtica que nos ocupa: Albert Cohen y Walter Miller.Autores que han tratado el delito juvenil interpretndolo a la luz de una teora de las

    subculturas. Cohen entiende que una subcultura juvenil delictiva sera aquella orga-

    nizada alrededor de valores que representan una reaccin negativista a los valores

    socialmente dominantes.13 Miller, por su parte, sostiene que la inuencia determinan-

    te en el comportamiento delictivo juvenil es la propia comunidad de clase baja en la

    que estos comportamientos tienen lugar (y no un pretendido conicto con los valores

    dominantes, como quisiera Cohen).14

    En ambos casos, se ve cmo, a pesar de sus importantes diferencias y de sus no-

    tables aportes, estas perspectivas sociolgicas permanecen ancladas en la gura del

    delincuente positivo.15 Es decir, aquel individuo fundamentalmente diferente a los

    no delincuentes y duraderamente comprometido con el delito esta vez no por con-

    guracin gentica o psicolgica sino valorativa.

    4. El concepto de estrategias juveniles de reproduccinNo pretendemos negar aqu la existencia de actores (incluso juveniles) comprometidos

    con un rol delictivo. Es decir, sujetos para los cuales el delito pas a ser, de una forma

    u otra, una actividad principal en su vida cotidiana. Tampoco intentamos desconocerla posible ocurrencia de delitos cometidos por individuos aquejados por patologas

    mentales. De lo que se trata, en nuestro caso, es de saber cules son los conceptos

    ms apropiados para aprehender la problemtica relacin entre jvenes populares ur-

    banos y los microdelitos a su alcance. Y ms especcamente: intentamos construir

    una imagen adecuada de ese infractor popular juvenil. Creemos que el concepto de

    estrategias juveniles de reproduccin se ha mostrado til en este sentido.16

    13 Cohen, A., Delinquent Boys, The culture of the gang, The Free Press, Chicago,1955. Cohen, A., Delin-

    quent Subcultures, enAmerican Sociological Review, vol. 15, NYU, (1963), pp. 534-560.14 Miller, W., Lower Class Culture as Generating Mileu of Gang Delinquency, enJournal of Social Issues,

    vol. 14 (1958), nm. 3 , pp. 289-311.15 La expresin es de Matza, D.,Delinquency and Drift, John Wiley, New York, 1964.16 El concepto de estrategia surge para responder a los interrogantes acerca de la reproduccin en trminos

    de trabajo, ingreso y consumo de los grupos sociales con posiciones ms desfavorables en la estructura

    social. En las ciencias sociales latinoamericanas, es puesto en circulacin en los aos setenta a partir de

    la nocin de estrategias de supervivencia. Nocin sta que ha sido ampliamente criticada por limitar su

    empleo a procedimientos relacionados con la subsistencia mnima (orgnica) y por basarse en una concep-

    cin naturalista de necesidad. En realidad, los distintos tipos de estrategias practicados por los actores

    sociales se encuentran en relacin tanto con los modos de trabajo y consumo vigentes como con el accionar

    del Estado y los procesos polticos e ideolgicos vigentes en su espacio social. De all, que los bienes y

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    Este concepto permite el anlisis de los procedimientos colectivos y/o individuales

    adoptados por los distintos agentes abordados por la investigacin sociolgica (y cri-

    minolgica), para cubrir sus necesidades alimentarias, de vivienda, vestuario, salud,

    ocio, etc., a travs de la generacin y/o seleccin satisfactores a su alcance. Y, apli-cado a nuestro objeto los ilegalismos de los jvenes populares urbanos posibilita

    adems evitar todo sesgo escencialista y mitolgico, ya que posibilita pensarlo en

    trminos de interaccin social ms que como una cualidad intrnseca de los actores.

    Evita, al mismo tiempo, sealara priori un compromiso duradero de estos actores

    con una u otra estrategia (sea sta legal o ilegal).

    Dicho de otro modo, por cuanto considera la existencia de distintas posibilidades

    de medios-nes como constitutivas de la conducta, tanto como la probabilidad de

    mltiples reacciones sociales frente a la conducta adoptada, el concepto de estrategia

    de reproduccin se abre a la temtica de la delincuencia, siempre que sta sea conce-

    bida como producto del carcter y grado del control social. Veamos:

    La utilizacin sistemtica de esta nocin en diversas investigaciones y estudios de

    caso17 nos ha permitido llegar a las siguientes conclusiones:

    A) Las imgenes presentes en el sentido comn, tanto como las esbozadas por las

    perspectivas tericas antes sealadas, nos informan sobre una relacin permanente

    de los jvenes con el delito. Nuestra experiencia en el campo da cuenta, en cambio,

    del delito popular juvenil como una prctica transitoria e intermitente. Estos com-

    portamientos microdelictivos parecen ubicase, en general, entre dos mrgenes: el de

    la propia cotideaneidad de estos jvenes y el del mundo del delito. Es decir, que

    las actividades microdelictivas no ocupan la mayor parte de su tiempo y que, aunque

    servicios que procuran las estrategias, maniestos como necesidades naturales para los propios agentes,

    estn determinados social y culturalmente. Aparece as, el concepto de estrategias de reproduccin para

    denotar los procedimientos adoptados por los distintos agentes sociales, destinados a alcanzar su repro-

    duccin mediante la optimizacin de sus condiciones materiales y no materiales de vida. Esta nocin de

    estrategia, como entramado social complejo de comportamientos, quiere adems dar cuenta de los nexos

    existentes entre las elecciones individuales y la estructura social. Cabe sealar, nalmente, que no se reere

    a los comportamientos conscientes y racionales de un homo economicus ideal, sino ms bien a un sentido

    prctico en trminos de Bourdieu. Es decir que si bien involucra una dimensin racional, intenta tambin

    dar cuenta de una racionalidad social y culturalmente situada (y no necesariamente conciente). (Vase Bour-

    dieu, P.,El sentido prctico, Taurus, Madrid, 1991; Bourdieu, P., Cosas dichas, Gedisa, Barcelona, 1988).

    Para una revisin global del desarrollo de este concepto vase Hintze, Susana, Estrategias alimentarias de

    reproduccin: un estudio de caso en el Gran Buenos Aires, ceal, Buenos Aires, 1989. Tambin Borsotti,

    C., La organizacin social de la reproduccin de los agentes sociales. Las unidades familiares y sus estra-

    tegias, Cuaderno cenep, nm. 23, Buenos Aires, 1981; Macri M y van Kemenade S., Estrategias laborales

    en jvenes de barrios carenciados, ceal, Buenos Aires, 1993; Torrado, S., El enfoque de las estrategias

    familiares de vida en Amrica Latina, ceur, Buenos Aires, 1982.17 Tonkonoff. S. (1998), Desviacin, diversidad e ilegalismos: Comportamientos juveniles en el gba, enDe-

    lito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales, nm. 10, La Colmena, Buenos Aires, pp. 139-167; Tonkonoff,

    S., Meter cao. Jvenes populares urbanos entre la exclusin y el delito, enDelito y Sociedad, nm. 15,

    Buenos Aires, 2001, pp. 156-172; Tonkonoff, S., Juventud y delito. El nacimiento de una subcultura, en

    Revista Ciencias Sociales, nm. 23, Buenos Aires, 2002. pp. 25-27.

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    mantengan relaciones con las estructuras profesionales del robo o el traco de drogas,

    no pertenecen a ellas. En general, los jvenes populares urbanos entran y salen de la

    ilegalidad, no viven all.

    B) El mbito de interaccin cotidiana de estos jvenes no es el de una bandadelictiva. Su grupo de pares rene a individuos en diferentes grados relacionados

    con actividades ilegales, pero tambin a quienes nunca han incurrido en tales com-

    portamientos.

    C) La mayora de los jvenes abordados en nuestra investigacin se muestran

    capaces tanto de comportamientos delictivos como de conductas estndar (trabajo,

    estudio, ocio, etc). Y por lo general se desempean en ambas situaciones alternativa-

    mente.

    D) Respecto de sus relaciones con el propio vecindario y la propia familia, es

    posible postular que stas no son la del simple rechazo mutuo. Sus lazos, acaso debi-

    litados, son multiples. Estos jvenes son ampliamente conocidos en las zonas en las

    que habitan; y entre ellos un reconocimiento positivo por parte del entorno inmediato

    parece tener un valor considerable. De all que una de las normas de su comporta-

    miento ilegal sea no delinquir en el propio territorio. Y aunque esta regla no se respete

    en todos los casos, su sola presencia indica la complejidad del entramado que se teje

    entre estos jvenes y sus respectivos entornos.

    Las presunciones de aislamiento, abandono o exclusin pura y simple de estos j-

    venes por parte de sus vecinos y familiares, sealadas por algunos estudios recientes,

    aparecen as como tributarias del mito del delincuente como Otro. Tambin en estos

    estudios el joven micro-delincuente es imaginado como comprometido con el delito,esencialmente diferente, y por tanto separado de los dems.

    No es que esta lgica del compromiso y la otredad no se encuentre presente en

    el espacio popular urbano. Existe claramente. Slo que para los padres y vecinos de

    estos jvenes delincuentes tienden a ser los jvenes de otras zonas de la ciudad. Este

    desplazamiento de la identidad social negativa parece un intento de preservar bajo la

    lnea de ruptura la harto compleja, y a menudo conictiva, relacin entre jvenes y

    adultos de un mismo vecindario. Una dicultad mayor presente en esta relacin pare-

    ce ser la imposibilidad de los sectores populares (y no slo de stos) de (re)construir

    un sistema valorativo compartido respecto de lo que puede y debe ser un joven hijo ovecino. Porque, en un contexto de exclusin social y de crisis en las formas tradicio-

    nales de socializacin vinculadas al trabajo y a la educacin cmo han de valorarse

    las estrategias implementadas autnomamente por los jvenes para reproducirse ma-

    terial y simblicamente?, qu decir y cmo actuar frente a la ilegalidad que algunas

    de ellas comportan?18

    18 La crisis de las formas tradicionales de socializacin de los jvenes vinculadas al trabajo y a la educacin

    sobre la que se recorta nuestro objeto es, tambin, una crisis en el marco interpretativo de los actores que

    involucra. Nos encontramos frente a un quiebre en el pensar habitual de los sectores populares urbanos en lo

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    E) Las estrategias populares juveniles (tanto las legales como las ilegales) resultan

    incomprensibles si no se las sita en el contexto del entramado de estrategias de re-

    produccin tejido por su entorno inmediato. Es decir, en su vinculo con las estrategias

    familiares y vecinales, las llevadas adelante por las distintas agencias del Estado (enespecial, la polica), as como las desarrolladas por agentes no estatales (partidos

    polticos, iglesias, etc.). En el caso especco de las estrategias juveniles ilegales, la

    investigacin emprica hace evidente que las mismas slo pueden llevarse a cabo en

    el marco de un circuito econmico ilegal controlado por adultos ampliamente ex-

    tendido en espacio popular urbano. Es al interior de ste circuito donde, por ejemplo,

    circulan las armas que utilizarn los jvenes para robar, y donde vendern los objetos

    que robaron. Tambin puede darse el caso que sea ste el circuito donde actores ju-

    veniles vinculados al comercio de drogas prohibidas cambien drogas (o el dinero que

    reditan) por los preciados bienes de consumo que por all circulan. Pero es tambin

    aqu, donde consumidores bien habientes adquieren a muy bajo costo una gran

    cantidad de objetos mal habidos. Un ejemplo paradigmtico del funcionamiento

    de este entramado es el de la cadena de transacciones establecida entre quien roba un

    auto, quien lo desarma, quien vende las autopartes, y quienes nalmente las compran

    (proceso ste que se realiza con la connivencia arancelada de la polica cuando me-

    nos en dos de sus segmentos: el de los desarmaderos y el de los comerciantes).

    F) La investigacin muestra adems que en ausencia de otras instancias institu-

    cionales (en especial de la escuela), la polica se ha tornado la agencia preeminente

    de control social formal de estos jvenes. Pero tambin, que la polica acta en este

    mbito articulando sus propias estrategias con una autonoma relativa respecto delresto de las agencias estatales. Esto es: la policia no siempre funciona como sistema

    penal.19 Siendo la autoridad cara a cara predominante en el espacio desinstitucio-

    nalizado de las calles y esquinas, esta agencia participa tanto del creciente proceso de

    criminalizacin de los jvenes populares, como del complejo entramado que congu-

    ran las extensas redes de una economa ilegal vigorosamente activa en el espacio po-

    pular urbano. De las multiples consecuencias que este comportamiento policial aca-

    rrea sealaremos aqu slo una: esta ambivalencia, muy probablemente estructural,

    en el accionar policial posee una inuencia central en la carrera desviada/delictiva20

    de los jvenes en cuestin. Y esto tanto por los estigmas producidos por la criminali-zacin en su identidad personal y social, como por las oportunidades ilegales abiertas

    para estos jvenes gracias al funcionamiento de esas redes.

    que reere a las recetas usuales de interpretacin y de interaccin entre jvenes y adultos. Y las estrategias

    de reproduccin juveniles aqu consignadas parecen ser un particular tipo de respuesta a tal quiebre.19 Entendido como un sistema dinmico de funciones, en las que puede distinguirse: produccin de normas

    (criminalizacin primaria); aplicacin de dichas normas (criminalizacin secundaria); y ejecucin de la pena.20 Sobre este concepto vase Matza, D., Becoming Deviant, Prentice-Hall, New Jersey, 1969; Becker, H. (ed.),

    The Other Side: Perspectives on Deviance, New York, Free Press, 1964.; Goffman, op. cit.; Becker, H., op. cit.

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    5.Unafguraalternativa:laderivajuvenilysusestrategiasde reproduccin

    Un concepto acuado por el socilogo norteamericano David Matza puede describir,

    en parte, lo antedicho. Se trata del concepto de deriva.21 Para Matza, el joven de-

    lincuente se encuentra transitoriamente en un limbo entre la convencin y el crimen,

    respondiendo alternativamente a las demandas de cada uno, coqueteando ora con uno

    ora con otro, pero posponiendo el compromiso, evadiendo la decisin.22 El delin-

    cuente juvenil se halla, pues, casual y transitoriamente involucrado en patrones de

    accin ilegales. Su inversin afectiva es lo bastante alta como para obtener satisfac-

    ciones mediante este comportamiento, pero no lo suciente como para inhabilitarlo

    para otros tipos de accin. Por ello, insiste Matza, el joven no se encuentra compro-

    metido con ninguna de sus posibilidades (legales o ilegales). De all que el trminoelegido para describir su situacin sea deriva.

    Por nuestra parte hemos preferido el concepto de estrategia juvenil de reproduc-

    cin. Como vimos postular que las actividades delictivas populares juveniles (como

    el robo y el narco-menudeo) forman parte de determinadas estrategias de reproduc-

    cin signica que las mismas tienen lugar en el marco las mltiples prcticas a travs

    de las cuales estos jvenes buscan la satisfaccin de sus necesidades materiales y

    simblicas. Y signica, como qued dicho, que estos ilegalismos se realizan en forma

    intermitente, alternndose con otras modalidades implementadas para la satisfaccin

    de sus necesidades de alimento, vivienda, vestuario, esparcimiento, etc. (entre lasque se cuentan, fundamentalmente, el recurso al sostn familiar y la realizacin de

    trabajos legales temporarios y remunerados). Signica en denitiva que, en principio,

    estos jvenes entran y salen de la legalidad, que no son delincuentes.

    Se ve entonces lo lejos que estamos de la gura de unos individuos cuyas acciones

    ilegales seran el producto de su maldad innata, sus malformaciones psicolgicas, o

    su sociopata. Si los jvenes derivan entre la legalidad y el delito, lo hacen, entre

    otras cosas, porque son jvenes. Es decir, porque han ingresado en un estadio tran-

    sitorio y relativamente indeterminado entre la heteronimia de la infancia y la auto-

    noma de la adultez.23

    Coquetean con el delito, del mismo modo que con los roleslegales. Puede que, en el futuro, sean ladrones profesionales. Pero tambin puede

    que sean carpinteros, mecnicos o burcratas. En estas circunstancias, encarcelarlos

    implica jarlos del lado de la ilegalidad: hacerlos efectivamente delincuentes. Es la

    crcel la que detiene su deriva. Los marca, frente a otros y frente a s mismos, como

    21 Matza, D.,Delinquency and Drift, op. cit.22 Matza, D.:Delinquency and Drift, op. cit. p. 28.23 Vase Acerca del concepto de subcultura juvenil delictiva como herramienta analtica de prxima publi-

    cacin en elAnuario de Investigacin de la Universidad Autnoma de Campeche, Mxico.

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    delincuentes. Y ms: no slo les provee de una identidad que antes no tenan (delin-

    cuentes), tambin les proporciona el ingreso a una estructura delictiva adulta a la que

    no pertenecan. Ahora ya no estarn disponibles para otro tipo de comportamiento,

    ni para otra identidad. Sern reconocidos y se reconocern como delincuentes muchoms que como jvenes. De este modo, quienes castigndolos penalmente crean re-

    solver un problema, no hacen sino crearlo.

    Por otra parte, y esto es lo que el concepto de Matza tal vez no deje captar bien

    conceptualizar a las prcticas delictivas juveniles como estrategias de reproduccin

    permite vislumbrar sus lazos con el conjunto de las estrategias de reproduccin pre-

    sentes en su entorno. Es decir, este concepto implica y desmitica tambin a los

    no-delincuentes. Y esto porque no slo des-escencializa la deriva delictiva juvenil:

    tambin obliga a la consideracin del espacio social en el que sta deriva tiene lu-

    gar. Concretamente, pensar las prcticas juveniles micro-delictivas como estrategias

    signica hacer referencia a la multiplicidad de actores (juveniles y adultos) con los

    que aqullas se encuentran estrechamente vinculadas y sin los cuales resultaran im-

    practicables. Permite pues dar cuenta de la activa y extensa red de relaciones sociales

    grises en la que lo legal y lo ilegal bascula, se conecta y se confunde. Red en la cual

    la deriva juvenil se halla inserta.

    Finalmente, caracterizar las prcticas populares juveniles aqu abordadas en tr-

    minos de estrategias de reproduccin implica armar que las mismas no son meras

    estrategias de supervivencia. Y no podra ser de otro modo: reducir una estrategia

    de reproduccin (legal o ilegal) a la mera conservacin siolgica, supondra que con

    la sola ingesta de alimentos se alcanza el estatuto humano, y que se es joven por elhecho de tener 20 aos de edad. Esta operacin de reduccionismo biologicista parece

    permear dos posiciones antagnicas: las inculpaciones del sentido comn criminali-

    zante (no roban para comer) y la indulgencia de la buena conciencia sociologista

    (la indigencia lleva al delito por el camino de la necesidad pura y dura). En contra-

    posicin con ambas, quisiramos postular aqu que los jvenes en cuestin delinquen

    para ser jvenes, para ser socialmente jvenes.

    Sucede que ser legtimamente joven en las sociedades contemporneas se en-

    cuentra en estrecha relacin con el acceso a determinadas actitudes, actividades, es-

    pacios y consumos. La ropa, la msica, las dietas, los sitios frecuentados, el usodel tiempo libre, producidos y/o capturados por la lgica impenitente del mercado,

    conguran signos y rituales de un tipo de identidad juvenil que ha logrado aparecer

    frente al conjunto de la sociedad como la suma de lo anhelado. Es ste un ser jo-

    ven a la medida de nuestro ethos epocal: post-histrico, desencantado e impasible.

    Un ser joven a la sazn aptico, acrtico, despolitizado, individualista y bello. Ajeno

    al futuro y al pasado, habitante pragmtico de la dimensin sin espesor del tiempo

    posmoderno. Un modelo que tiende a constituirse en el doble deseable de la sociedad

    en su conjunto.

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    Si esto es cierto, hay que reconocer que el mandato social que este modelo hege-

    mnico implica pesa tambin sobre los excluidos. As, fuera o en los mrgenes del

    mercado laboral y del sistema de educacin formal, sin otro lugar que el del ocio

    forzado, los miembros biolgicamente jvenes de los sectores populares urbanos notienen ms remedio que ser tambin socialmente jvenes. All deben pugnar por cons-

    truir una identidad con los elementos capaces de signicarlos de un modo positivo:

    los bienes de consumo. Slo que deben hacerlo (cmo podra ser de otro modo?) por

    medio de la combinacin de satisfactores a su alcance. Entonces algunos entre ellos

    pugnan con tal vehemencia por hacerse de los atributos de lo joven hegemnico que

    llegan a transgredir la ley para lograrlo. Culturalmente incluidos y socialmente expul-

    sados, incursionan en el robo o en el narcomenudeo procurando la identidad que les

    est negada. Es decir, buscan, tenaz e infructuosamente, ser legtimamente jvenes.

    Es este el punto, digmoslo una vez ms, en el que el sistema penal suele intervenir

    jando la oscilacin juvenil del lado del delito; cristalizando la identidad que, segn

    declara, quisiera diluir.

    Si esta operacin se muestra no slo infructuosa, sino tambin contraproducente

    qu hacer entonces?. Tal vez no sepamos, todava, que tipo de reaccin social y que

    tipo de polticas estatales convendra promover frente al delito de los jvenes. Pode-

    mos sospechar, sin embrago, que las soluciones se encuentran ms cerca de la mul-

    tiplicacin de oportunidades legitimas para ellos (trabajos bien remunerados, educa-

    cin calicada, ocio de calidad) que de su encarcelamiento. O para ser ms exactos:

    no sabemos si la multiplicacin de las oportunidades legtimas resuelve el problema

    de la delincuencia popular juvenil. Lo que parece seguro es que su criminalizacinno lo hace.

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