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Sobrevivir en las montañas y valles de Bolivia Testimonios de campesinos y dirigentes confrontados con los Riesgos del Cambio Climático

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Sobrevivir en las montañas y valles de BoliviaTestimonios de campesinos y dirigentes confrontados con los Riesgos del Cambio Climático

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Sobrevivir en las montañas y valles de Bolivia. Testimonios de campesinos y dirigentes confrontados con los riesgos del cambio climático.

Reducción del riesgo de desastres de la Cooperación Suiza en Bolivia.

HELVETAS Swiss Intercooperation.

Autor Chris van Dam

Edición general Claudia Rivadeneira

Oscar Paz

Fotos Chris van Dam, PRRD

R. Arévalo (Tapa)

Depósito legal 4-2-827-14

Diseño e impresión Teleioo SRL.

Abril 2014

Créditos

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Prólogo 3

Jesús Huanca: Hacer frente a la sequía en el corazón del territorio aymara 4

Francisco Condori: El Yapuchiri que recorre el altiplano con sus enseñanzas 8

Josué Cuellar Areco: La gestión de riesgos en la pequeña producción vitícola tarijeña 12

Carmela Gómez: De campesina a dirigente política 16

Teodora Godoy: El aguayo, memoria del clima y protección contra los desastres 20

Teófilo Quilo: En un área de extremo riesgo de Potosí, una luz de esperanza 24

Mario Izaguirre e hijos: La agricultura orgánica y las acciones de prevención aseguraran nuestra producción ante el cambio climático 28

Fidel Quispe: “Estoy contento de haberme asegurado, no me voy a volver rico con lo que me pagan, pero tengo el incentivo” 32

Máximo Miranda Céspedes: El cuidado del agua como recurso estratégico en tiempos de sequía 36

Contenido

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Prólogo

La mejor manera de valorar las acciones que un proyecto o un programa realizan, es recopilando las experiencias propias de los beneficiarios, conocer sus proble-mas, sus esperanzas, las acciones que emprenden y sus proyecciones. La gente del área rural que está en contacto directo y sufre con mayor severidad los embates de las amenzas de origen natural (sequías, heladas, granizadas, inundaciones) tiene su mirada propia y pueden aportar con sus conocimientos para que las interven-ciones futuras, no sólo de la cooperación sino de los propios gobiernos locales y regionales, sean adecuadas en éste ámbito.

Esta recopilación de historias de vida visibilizan las acciones que desde el Programa de Reducción del Riesgo de Desastres (PRRD) se impulsaron en los ámbitos locales, recoge las vivencias de mujeres como Carmela y Teodora que, pese a las restriccio-nes que el contexto les plantea, son capaces de aportar con su trabajo y dedicación para entender y enfrentar los impactos de las amenazas de orden climático que en sus municipios y comunidades se generan. Se presentan también casos como el de Mario Izaguirre que no se doblega ante las pérdidas que le ocasionan los riesgos climáticos y más bien asume, junto a sus hijos, sus labores agrícolas gestionando el riesgo. Alienta también cómo el Yapuchiri Francisco Condori recupera y revaloriza conocimientos locales y hace de esto una religión, al compartir con sus colegas agricultores conocimientos y experiencias que les permita afrontar las inclemen-cias climáticas y así garantizar alimento para la subsistencia y el comercio.

Desde el PRRD, no queremos solamente mostrar los efectos y los defectos del programa en meros números y resultados técnicos, sino en percepciones humanas que permitan mostrar, en su justa dimensión, cómo la Reducción del Riesgo de Desastres y la Adaptación al Cambio Climático deben ser políticas derivadas en acciones locales.

Debemos agradecer a Chris van Dam quien visitó los diferentes espacios geográ-ficos en los que el PRRD desarrolló sus actividades y lo más importante compartió con la gente y pudo sistematizar estos testimonios que consideramos servirán para reflexionar sobre los roles de los diferentes actores ante esta temática que cada día toma más importancia. Recomendamos visitar nuestra página www.prrd.com.bo para tener los testimonios en una versión ampliada.

Oscar Paz Rada

Coordinador del PRRD

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Esa sequía no sólo marcó a Jesús y sus esfuerzos permanentes por asegurar el agua para sus animales, sino también fue el principal motivo para que las familias del ayllu se fueran de Sullca Tunca, para siempre. “Por eso Curahuara está como desierto. La mayoría de la gente se fue en esos años debido a la sequía, y muy pocos volvieron”.

Recién en 1997, muchos años después, Jesús y su madre lograron recuperar sus llamas. Hoy, aunque Jesús Huanca formó su propia familia y tiene tres hijos, sigue viviendo con su madre en la estancia Mamanchucuña que lo viera nacer. Y tiene unas 100 cabezas de llamas y unos cincuenta ovinos. En su momento tuvo también un toro, que era quien lo ayudaba en las tareas agrícolas.

La terrible sequía a inicios de los 80

A inicios de los años 80 una terrible sequía asoló el Altiplano. Jesús Huanca, por entonces de doce años, vio cómo se morían una tras otra las llamas del rebaño familiar. Su padre Eulogio Huanca Chambi murió cuando él tenía cuatro años, Jesús era el único varón en estas tierras del Ayllu de Sullca Tunca donde vivía con su madre, Mauricia Chambi Puña y sus tres hermanas. Jesús tiene ese recuerdo grabado a fuego: “no había agua y los animales morían, los cueros amontonados así. Ya no había vida aquí en Curahuara. La thola se estaba secando, como leña estaba. Y la paja helada. ¿Agua?, ni para ver… Mi madre lloraba de cómo sustentar a su familia, a sus hijos, y yo tenía un poquito de temor de decir mamá, quiero comida”.

Jesús Huanca Hacer frente a la sequía en el corazón del territorio aymara

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La nevada a destiempo también preocu-pa: “…no permite que los animales co-man los forrajes. A partir de septiembre es buena la nevada, porque entonces humedece el suelo y se puede sembrar, germina rápido; la quinua se siembra en septiembre y en febrero se puede co-sechar. Pero que nieve en mayo y junio hasta agosto no es bueno, porque tapa el forraje. Y para eso tenemos que tener apriscos, corralones, establos para los animales, para las llamas, para que no les nieve y no les congele”.

Y explica cómo estos factores climáticos están afectando su economía: “Nues-tro dinero, en otras palabras son nuestros animales, no hay otro más… la agricultura es nuestro autosustento. Con nuestros animalitos hacemos estudiar a nuestros hijos, entonces si los animales se mueren, estamos chambos”. Y agrega: “El cambio climático afecta en la parte económica, porque una helada fatal: a la llama, un medio kilo por noche consume. Porque su grasa es su protección para contrarrestar el frío. A campo abierto, el animal no tiene abrigo, no tiene como nosotros ponchos, abrigos, sólo tiene su fibra. Entonces, pierde peso y luego tenemos poca rentabilidad para nuestras casas. Eso hemos comprobado: antes, al campo libre hacíamos dormir y la llama pesaba apenas 70 u 80 kg, ahora de lo que duerme (bajo techo) está pesando 150 Kg. Antes la llama paría con 5, 6 hasta 7 Kg, ahora nace con 11 Kg. Entonces hay diferencia”.

La pequeña localidad de la “Capilla Sixtina de los Andes”

Curahuara de Carangas es una pequeña localidad en el corazón del territorio ay-mara (Curahuara Marka) a 3.700 msnm. Es conocida por el cuartel Tocopilla y por su Iglesia edificada en 1608, una de las más hermosas de esa época, denomi-nada “la Capilla Sixtina de los Andes”.

Curahuara de Carangas tiene 14 ayllus, cada uno con sus autoridades originarias, las cuales cada martes se reúnen en la plaza para conversar entre ellos y con el alcalde. Sullca Tunca, el ayllu de Jesús Huanca, es uno de ellos.

El clima ha cambiado en el Ayllu Sullca Tunca

Aunque la famosa sequía de inicios de los años 80 no volvió a producirse, al menos en esa intensidad, para Jesús Huanca es claro que el clima ha cambiado y ahora se dan otros acontecimientos climáticos, como las heladas: “En San Juan debería estar 20 bajo cero… y no está helando. Esos son los cambios que vemos. Y eso es una amenaza. Porque congelando, las nevadas en el cerro Sajama aguantan más, por lo tanto luego habrá más agua del deshielo. Pero ahora con lo que no ha congelado, se va a derretir más…”. Al no helar el Sajama y los demás nevados no logran retener las nevadas transformadas en hielo, lo que afectará la disponibilidad de agua cuando avance la primavera y el verano. La esposa de Jesús con sus llamas.

“El cambio climático afecta en la parte económica, porque una helada fatal: a la llama, un medio kilo por noche consume”.

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Pero el problema crucial es la disponi-bilidad de agua para los animales, los cultivos y el consumo humano. Jesús Huanca tiene muy presente que el agua es cada vez más escasa y que la razón es el aumento de la temperatura, la mayor radiación solar: “Cuando tenía 4 años ya era huérfano, y por ganarme el pan del día iba a trabajar donde mis tíos o vecinos; por donde caminaba había más agua… había vertientes, ahora ya se han secado, donde había riachuelos ya no hay riachuelos. Hago memoria y el calor está más fuerte que antes, el calor no era tan quemante”.

La erosión cultural afecta la capacidad de adaptarse al cambio climático

Como en muchos otros lugares de los Andes, las comunidades siempre tuvie-ron formas de anticipar o pronosticar el clima, para en función de ello tomar decisiones para sus cultivos y su ganado. Jesús da varios ejemplos de sus abuelos: “¿Indicadores de cuando venía la helada, la granizada?… Había. Mi abuelo me de-cía, esto hay que mirar, por ejemplo los nidos de los pájaros, los ch’ijtas. Ahora está su nido colgado, va a ser buen año. Hay entonces que trabajar, va a haber

buena siembra, va a haber buena cose-cha. Otro, el leke leke, siempre coloca el nido sobre un morrito, una champita. En-tonces cuando el huevo es verde, es que va a llover bien, va a estar bien. Ah, pero a veces (lo pone) en el río, entonces, no, no va a llover. ¿Por qué? Porque se su-pone que en el río no va a venir agua. Entonces descolorido está su huevo”. Y así, Jesús menciona diversos indicadores que tenían los abuelos.

Pero esos conocimientos se han ido per-diendo, insiste Jesús, y hay que recupe-rarlos, al igual que algunas prácticas de los abuelos que fueron desapareciendo, como el piruar agua, que era el alma-cenamiento de agua para la época de estiaje.

Los proyectos de cosecha de agua

Jesús se ha beneficiado con la imple-mentación de dos cosechas de agua, una es en tierra y otra es en plástico.

La primera que se hizo en 2010 es un atajado que puede captar 1.500 m3 de agua, y se hizo gracias al proyecto Acharangas, que aún no ha dado los resultados esperados: “Tengo un

“...por donde caminaba había más agua… había vertientes, ahora ya se han secado, donde había riachuelos ya no hay riachuelos”.

Jesús y su esposa en su parcela.

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Jesús nos cuenta que esa agua es para consumo humano. Y su señora agrega “… tenemos el agua cerquita, si es para cocinar y para tomar aguanta, si lavaríamos ropa, allí tal vez se podría terminar rápido”. Un tanque de 1.100 litros aguanta tres semanas.

Jesús propone cosechas de agua para más familias

Jesús propone dos cosas a partir de sus experiencias de cosecha de agua: la primera es hacer una carpa solar, un invernadero para producir hortalizas: “Me están exigiendo mis hijos, ‘haremos, haremos’, dicen. Invernadero para producir hortalizas, lo más esencial, nabo, apio, lechuga, zanahoria y perejil”. Y la segunda, un reservorio de cemento, que le permita represar el agua de lluvia que obtiene de su techo de calamina, para allí guardar el agua y regar la carpa solar.

Jesús también es consciente de que para que tenga impacto, la cosecha de agua tiene que extenderse a muchas más familias: “Lo que hacemos todavía es un paliativo, son pequeñas obras y sólo para algunas familias: mira, nosotros somos 13 ayllus y en áreas dispersas… desde aquí son 115 km hasta el distrito B (Curahuara es distrito A), toda esta área tiene que gozar del proyecto. Como piloto lo veo biensísimo la cosecha de agua, ya hemos hecho dos o tres cosechas”.

Jesús considera que el PRRD debe dar prioridad a aquellos “que ni tienen agua para beber, por ejemplo a quienes están buscando el agua a dos o tres km, en eso todo el mundo estaría de acuerdo, porque estaría bien justificado. Eso es lo que estamos pensando… más cosechas de agua, pero sobre todo para los que la traen de lejos”. Y explica que para muchos, el traer el agua es un enorme sacrificio hoy en día: “La traen en asno, en bicicleta, a veces cargadito… en bidones de 20 litros los traen. ¡Pesado es!”.

problema… el terreno no es apto y tengo que impermeabilizar. Lo tengo rústico. Se impermeabiliza con arcilla, se compacta. Los técnicos me han dicho que no lo tengo que llenar de golpe, porque tiene que asentarse, la tierra está suelta. Este año si lo puedo llenar a full”.

La segunda cosecha de agua la hizo con la Mancomunidad y el PRRD, es para consumo humano y consiste en un tanque que recolecta agua de lluvia que cae en un techo de calamina: el tanque tiene en su base una canilla que permite disponer de agua cuando se la necesita. Jesús cuenta que la misma noche que puso el tanque y la canaleta “llovió y en una noche se ha llenado el tanque… de ambos lados del techo teníamos canaleta en ese entonces, ahora sólo lo tenemos de un lado, porque lo tenemos que cuidar del sol, ya que es de plástico. En una sola noche ha llenado full. Esa noche empezó a llover desde las 4 pm hasta las 8 am del día siguiente”.

“Eso es lo que estamos pensando…más cosechas de agua, pero sobre todo para los que la traen de lejos”.

Jesús y la “cosecha de agua”.

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a su comunidad que dista hora y me-dia de La Paz y descubre que estaba el PROSUKO (Programa de Suka Kollus), en el cual decide participar “pero en ese entonces no había vacancia para ser socio-afiliado… Ya, dije, participaré así nomás en los talleres, cursos, como oyen-te. Era en la construcción de Suka Kollus. Después nos pidieron que nos organice-mos, y como no querían participar, me metí de presidente”. Ese año sembró papa en un cuarto de hectárea y, de ese pedacito, saco 120 quintales, papas de 1,6 Kg. Y así fue como Francisco se iría convirtiendo en un líder productivo, en un conocido Yapuchiri.

“Ya no pienso volver a la ciudad… yo era constructor, pero se ganaba menos y como acá hay producción, entonces para que… vendo mi papa, también tengo vacas lecheras… con ello es suficiente”.

Francisco Condori, agricultor y ganadero

Cuando Francisco Condorí tenía 15 años pensó que no había futuro para él en Cutusuma, ubicada a orillas del lago Titicaca, y partió a La Paz en busca de nuevos horizontes. En ese entonces, la comunidad no tenían producción de papa, su principal actividad era la cerámica. Francisco explica que la gente cultivaba poco, porque le tenían temor a los factores climáticos: “tenían miedo, porque al sector llegaba la helada, la inundación, aquí llovía más, entonces sólo sembraban en la parte de arriba, partes chiquititas, 20 surcos, 30 surcos. No se podía vivir. Por eso muchos han migrado, también a otros países”.

Así fue como, durante muchos años, Francisco se dedicó a la construcción y sólo ocasionalmente volvía a su comu-nidad, de visita. En los años 90, regresa

Francisco Condori El Yapuchiri que recorre el Altiplano con sus enseñanzas

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“Un Yapuchiri es un líder productivo, que ha ido cambiando, que ha mejorado su producción”.

Francisco explica que “un Yapuchiri es un líder productivo, que ha ido cambian-do, que ha mejorado su producción, que en la comunidad muestra su producción, que no flaquea. El Yapuchiri tiene que ser de vocación, no obligado. El Yapu-chiri tiene que investigar, luego tiene que hacer en su parcela su práctica, lue-go demostrar lo que está haciendo. Fi-nalmente, el Yapuchiri debe dar asisten-cia técnica a otros. Hacemos la réplica, el intercambio de experiencias con otras organizaciones, para finalmente contac-tar otras ONG, algunas instituciones. Y así nos hemos formado como equipo de Yapuchiris, el brazo técnico de la UNAPA (la Unión de Asociaciones Productivas del Altiplano)”.

PROSUCO ha logrado identificar y trabajar con 237 Yapuchiris en distintas zonas de Bolivia, que están en diferentes momentos de su formación. El técnico Eleodoro Baldiviezo de PROSUCO menciona que: “en la última campaña agrícola, a través de este esquema se ha logrado dar asistencia técnica a 1.000 familias y, en el marco del PRRD, se ha sensibilizado a 5.000 familias en gestión de riesgo de desastres”.

Un impacto muy importante de los Yapuchiris fue el incremento de la producción o la disminución de las pérdidas a raíz de la posibilidad de pronosticar el clima y reducir los riesgos: en años medios en cuanto a incidencia climática, se ha logrado reducir pérdidas en 30 a 40%, lo cual es económicamente muy significativo.

La recuperación, revaloración y validación de los bioindicadores

Los Yapuchiris trabajan en la recupe-ración de bioindicadores para luego validarlos a través de un registro diario y sistemático llamado Pachagrama, un cuaderno especialmente pensado para que los agricultores puedan hacer sus anotaciones diarias sobre el clima.

En Cutusuma viven hoy 590 personas, pero sólo unas 34 son parte de la Aso-ciación de Productores Agroindustria y Agrícola, desde donde Francisco pro-mueve una nueva agricultura para la zona: ecológica y orgánica, basada en la recuperación de los saberes y prácti-cas ancestrales, y que toma en cuenta los riesgos a través de una observación sistemática de indicadores que le permi-ten pronosticar el clima.

Francisco tiene 8 hectáreas propias, dos con alfalfa y las demás con cultivos diversos: oca, papa lisa, arveja, quinua, maíz y haba. Y ocho variedades de papa, 4 nativas y 4 “mejoradas”. Pero lo importante para Francisco son sobre todo sus ocho vacas lecheras, que “cada semanita me da la platita”. Todos los días con el ordeño se obtienen, aproximadamente, 155 litros y todas las tardes la mujer de Francisco hace queso, que lo vende a un comprador el día sábado en la Feria de Batallas.

PROSUCO y el modelo Yapuchiri

En 1994, el PROSUKO era un proyecto de la Cooperación Suiza que buscaba recuperar y rehabilitar los Suka Kollus (surcos elevados, en Aymara), una tec-nología de la antigüedad utilizada para cultivar en el altiplano. Un ecosistema sujeto a condiciones climáticas extre-mas, especialmente por las constantes heladas y la baja precipitación. En 2004, el PROSUKO se convierte en PROSUCO (Promoción de la Sustentabilidad y Co-nocimientos Compartidos) y termina de dar forma al modelo Yapuchiri.

Comunidad de Cutusuma.

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Francisco cuenta cómo fue el proceso de recuperación de los bioindicadores escu-chando a las personas mayores (“abue-los”) de las comunidades. “Ellos mane-jaban quipus de lana, amarraditos, para recordar lo que había sucedido en 1940, 42 ó en los 60. Yo me admiraba como se acordaban. En la lana se registraba como había sido el clima en cada año”. El pro-ceso de investigación y validación duró varios años. “Recién cuando hemos he-cho las pruebas y vimos que estaba dan-do resultado después de tres años conse-cutivos, hemos difundido. Teníamos que estar seguros que los bioindicadores fun-cionan, no era cuestión de lanzarse”.

Francisco menciona los principales bioindicadores. “El 19 de marzo hay que chaquear. Si las nubes vienen del Norte va a ser un año lluvioso, si viene del Este un poquito más va a venir la helada”. Y el 3 de mayo, Francisco mira la Cruz del Sur. “Este año no se han visto las estrellas porque ha estado toda la noche nublado, eso quiere decir que va a ser un año lluvioso. En agosto hay varios bioindicadores, hay de zorro, de reflejos y de nubes. En agosto también está el kerekere, que es como un picaflor, que hace su nidito en la totora y según la altura donde lo haga, allí va a llegar el nivel del agua del Lago Titicaca a fines de marzo, eso nos indica cuánto va a llover. El agua no puede sobrepasar ese nivel, tampoco puede ser menos.”

Y en función a esos indicadores se to-man decisiones: “Si sabemos que va a haber poca lluvia, poco roturamos, ape-nas si hacemos un cuartito de hectárea. O más bien según eso buscamos los luga-res húmedos, ladera, pampa, para garan-tizar la producción”. En otras palabras, cuando el productor sabe que son años secos, hace parcelitas pequeñas y en lu-gares más húmedos. Si sabe que van a ser años lluviosos, buscan partes más al-tas y se animan a cultivar una superficie más grande.

También hay bioindicadores para saber si van a haber muchas heladas o nevadas. A fines de septiembre se empiezan a validar todos los indicadores, cuáles han fallado y cuáles han coincidido.

Francisco menciona que tuvieron varios encuentros con el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (SENAMHI). En el primero, los Yapuchiris tuvieron la oportunidad de exponerles los pronósticos que habían hecho y sus bioindicadores, pero los técnicos del SENAMHI no les creían, les decían “se requieren equipos para hacer estos pronósticos, cómo un animal va a poder pronosticar eso, es una mentira, no sirve. Pero, la segunda vez les hemos dicho ¿coincide o no coincide? ¿ha llovido o no ha llovido?” Ahora SENAMHI y Yapuchiris intercambian información a través del celular.

“El 19 de marzo hay que chaquear. Si las nubes vienen del Norte va a ser un año lluvioso, si viene del Este un poquito más va a venir la helada”.

Francisco muestra un bioindicador del clima.

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una suerte de extensionistas; b) el que se vayan insertando como especialistas en diferentes proyectos, Organizaciones No Gubernamentales y municipios; c) incidiendo en las políticas públicas, aprovechando la sintonía existente con el Gobierno Nacional, actualmente.

Los grandes cambios en la vida de Francisco

Francisco menciona que con las activi-dades realizadas su vida ha cambiado bastante. “Hemos empezado a hacer un manejo ecológico y mis wawas ya comen productos sanos y orgánicos. Antes como piedras eran las parcelas. He tenido que poner agua verde, arveja, he tenido que poner abonamiento, hacer alfalfa para que recupere la tierra. Ya tengo mi cer-tificación ecológica, por lo cual estoy or-gulloso”.

Un segundo cambio importante para Francisco es la posibilidad de trabajar como extensionista, para algunas ONG. “Hasta las Facultades de Agronomía me llevan, me convocan. Ese conocimiento no ha sido en vano, ha cambiado un poquito mi trabajo, me da algo de dinerito, en una semana, dos o tres veces salgo. Ingeniero a veces me dicen, y yo digo, compadre, hermano, no soy ingeniero, soy como ustedes, he venido a compartir mi experiencia”.

“Económicamente también (ha cambiado mi vida). Antes con mi papá vendíamos a 12 bolivianos, 15, hasta 18… Ahora con mi producción orgánica vendo a 30, 35 bolivianos”.

Francisco termina pensando en cómo quiere ser recordado: “Un día quisiera que me recordaran por mi conocimiento, mi experiencia. En varios lugares me han dicho: ‘tú no has sido en vano’. Ya estoy trabajando con los jóvenes, ya tengo mis frutos… creo que me recordarán, y dirán, ‘he aprendido de don Francisco’ ”.

Y así con el apoyo de PROSUCO y el PRRD, los Yapuchiris han ido desarro-llando otras actividades en el altiplano como el Fondo de Mitigación del Riesgo Agrícola, un mecanismo financiero que permite compensar a los productores que pierden total o parcialmente su co-secha debido a una helada o granizada. También han trabajado en una primera inserción de la problemática de Gestión de Riesgos en los colegios, donde do-centes y alumnos han ido incorporando el registro del clima y la revaloración de los bioindicadores a las actividades pe-dagógicas. Finalmente han ido estable-ciendo algunos Centros de Bioinsumos, donde se elaboran y se guardan todos los preparados orgánicos que utilizan los productores en sus cultivos, además de ser su lugar de reunión y de capaci-tación. Francisco señala que allí “se ca-pacita para preparar los abonos foliares, extractos de hierbas, caldos minerales y otros preparados”.

Las estrategias de difusión, escalamiento e incidencia

El modelo Yapuchiri tiene que difundirse y extenderse a otras zonas del Altiplano, a otras organizaciones económicas y territoriales, e incluso puede con ciertos ajustes, implementarse en otras áreas del país. Para ello se han privilegiado tres mecanismos: a) el que los Yapuchiris puedan brindar asistencia técnica, como

“Un día quisiera que me recor-daran por mi conocimiento, mi experiencia. En varios lugares me han dicho: ‘tú no has sido en vano’. Ya es-toy trabajando con los jóvenes, ya tengo mis frutos… creo que me recorda-rán, y dirán, ‘he aprendido de don Francisco’”.

Profesores y alumnos del colegio de Cutusuma.

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en 2011 creó el Comité de Prevención de Riesgos y Protección del Medio Ambiente, también con productores de hortalizas, papa y de cría de animales. Hoy su objetivo es que el Municipio de Uriondo incorpore toda una serie de lineamientos y disposiciones en su Carta Orgánica, dando entidad legal, política y presupuestaria a la defensa de la producción frente a los embates del clima.

Un hombre de lucha

“Mi padre fue viticultor, el dejó la papa, el tomate, la cebolla y se dedicó a la viticultura. Yo desde los 14 años viajaba a Santa Cruz a dejar uva, iba con el camión, y de allá me volvía en avión, había platita… Mi papa iba en avión y me esperaba, y yo quería volver en el camión, pero mi papa me decía, no hijo volvete conmigo en el avión, eran los años 80, 86”.

Don Josué Cuellar heredó de su padre una pequeña viña en el Valle de la Concepción, en el Municipio de Uriondo, la zona vitivinícola por excelencia de Bolivia, conocido por sus singanis y sus vinos tintos. Y aunque uno conoce las grandes bodegas, Casa Real, Kohlberg, Rujero, poco se sabe acerca de los más de 1.300 pequeños productores de vid que tiene Tarija. Y menos aún de cómo, año tras año, la incertidumbre climática afecta a estos productores.

Josué perdió su cosecha dos veces, la primera vez cuando el río se desbordó e inundó su viñedo, la segunda, años después, cuando la granizada lo dejó con una deuda de USD 18.000.

Desmoralizado, dejó de producir vid, pero decidió organizar a los productores para defenderse de los fenómenos climáticos. Logró crear un seguro agrario para los pequeños productores de vid y

Josué Cuellar ArecoLa gestión de riesgos en la pequeña producción vitícola tarijeña

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“La viticultura es el único cultivo con futuro en Tarija, el único que te permite acceder a créditos”.

dedicadas al cultivo de la papa. Su obje-tivo para los próximos años es volver a poner viña, al menos en tres hectáreas.

El Municipio de Uriondo y la Mancomunidad de Héroes de la Independencia

El Municipio de Uriondo tiene 60 comunidades, la mayoría de ellas dedicadas a la viticultura. “La viticultura es el único cultivo con futuro en Tarija, el único que te permite acceder a créditos”, señala Josué. Los pequeños productores tienen entre ¼ y 3 hectáreas.

Uriondo se ubica a pocos kilómetros de Tarija por ruta asfaltada. La primera impresión que te da al llegar, es que es un área pujante. Y seguramente es el Municipio con menor índice de pobreza extrema (21,08%) de los cuatro que componen la Mancomunidad Héroes de la Independencia, formada por los municipios de El Puente, San Lorenzo, Yunchará y Uriondo.

La Mancomunidad no busca incidir di-rectamente en los gobiernos munici-pales, primero hace un “rodeo” en las comunidades, para que éstas a su vez incidan en los planes de desarrollo mu-nicipal. Decisión inteligente que forta-lece la dinámica de participación entre comunidades y municipio, y le da soste-nibilidad a las políticas (cuya continui-dad está dada por las comunidades, no por los gobiernos municipales, que son coyunturales), los institucionaliza.

La defensa frente a las inclemencias climáticas: seguro agrario, malla y riego tecnificado

Cuando Josué pierde por segunda vez su viñedo se da cuenta que es necesario hacer algo, y junto con su Asociación y el apoyo del entonces Alcalde (Pablo Castellanos) decide implementar un seguro agrario, ya “que en el contexto provincial nadie se dedicaba al tema”.

Josué ha tenido una vida intensa. “Con-fieso que he vivido” podría ser una frase suya. Terminó su bachillerato de gran-de y volviendo al Valle, fundó el Centro Educativo Alternativo de Adultos que hoy tiene 56 alumnos e incorpora las carreras de viticultura y gastronomía. Más tarde fundó la Asociación de Viti-cultores de su Comunidad (APROVID) y fue designado Alcalde de Uriondo en el año 2000. En el 2011 crea el Comité de Prevención de Riesgos y Protección del Medio Ambiente y últimamente la Fe-deración Departamental de Asociacio-nes de Pequeños Productores de Tarija (FEDAVIDT).

Tiene cuatro hijos universitarios que estudian en la ciudad de Tarija, a media hora del Municipio de Uriondo. Es evangélico, algo que podría explicar, según él, su interés por lo asociativo, lo organizativo, la defensa de los intereses de los pequeños productores.

Trabajó los últimos años en la construc-ción de pequeñas obras, como canales de riego y estanques. Nunca se despren-dió de sus 4,5 hectáreas de tierra, hoy

Durazneros.

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El seguro se hace con la aseguradora Alianza y cuesta alrededor de Bs 1.400 por hectárea. Pero con el descubrimien-to de la malla como defensa antigrani-zo, muchos dejan de asegurarse, o sólo aseguran aquello que no logran cubrir con malla. Josué está preocupado por el futuro del seguro, de allí que busque a través de su propuesta de Carta Orgáni-ca, que los costos en parte sean asumi-dos por el Municipio.

Si la malla es la propuesta contra el granizo y el seguro agrario protege al productor de cualquier fenómeno climático (granizo, helada, inundación), una tercera propuesta de los viticultores tarijeños es el riego tecnificado: una forma de hacer uso eficiente del agua y protegerse en caso de sequía. Josué está trabajando con la gobernación en proyectos que incluyan ese tipo de riego, en la incorporación sistemática de mallas, así como en la protección de las fuentes de agua en las zonas altas, de tal forma que el caudal esté asegurado.

“El Comité se mueve con los fenómenos climáticos”

En estos últimos años, a partir de la experiencia del seguro agrario que contó con el apoyo de la Mancomunidad

y el PRRD, Josué y un grupo de productores de distintos rubros crea en noviembre 2011 el Comité de Prevención de Riesgos y Protección del Medio Ambiente que luego agruparía a las asociaciones de viticultores para conformar la FEDAVIT.

Cuenta Josué que “lo que motiva a la gente a participar del Comité son los fenómenos climáticos, la riada, la granizada, las sequías, esos son los fenómenos más jodidos. Cuando se tratan estos temas, hablo a San Lorenzo y viene San Lorenzo, hablo a Padcaya y viene Padcaya. Al Comité vienen todos… los paperos, los sindicatos, las OTB… Como la incidencia climática es algo común a todos, vienen, se apersonan. El Comité se mueve con los fenómenos”.

“¿Pero dónde queremos llegar como Comité? A tener agua… ¡Pero tampoco para botarla! Yo agarro, riego mi parcela…pero eso es botar el agua… Acá hay viticultores que han puesto riego por goteo, es decir que nosotros podríamos tener agua todo el año, y eso también tiene que ser una política para nosotros, implementar el agua por goteo”.

“La FEDAVIT tiene muy corto tiempo, agrega Josué Cuellar. Son actualmente 26 asociaciones, con cobertura departamen-

“lo que motiva a la gente a participar del Comité son los fenómenos climáticos, la riada, la granizada, las sequías”.

Doña Dominga delante de su casa.

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“La Carta Orgánica viene a ser como la Constitución para un municipio: es una oportunidad que trae las autonomías y permite priorizar dónde tiene que poner los esfuerzos el municipio. En varios eventos hemos dicho, ya no más proyectos en el campo sin que se aborde el tema de riesgo. En nuestra propuesta, pedimos que se incorporen estas políticas de reducción de riesgo en la Carta Orgánica del Municipio”.

La ampliación del área vitivinícola de Tarija

Para Josué, los fenómenos climáticos, en especial la granizada, también son responsables que “el valle central tarije-ño desde hace más de 25 años no puede salir de las 2.500 hectáreas… más bien con las granizadas se ha ido reduciendo, aquí hay como tres comunidades que han sacado todas sus viñas”.

Una de sus propuestas, al enterarse de que el gobernador había otorgado créditos por 11 millones de bolivianos para que 200 familias del Municipio de El Puente pudieran plantar cada una ¼ hectárea de vid, es que la gente de Uriondo también se asocie con ese fin: el proyecto fue presentado, pero aún no aprobado.

tal, y en este corto plazo hemos logra-do varios objetivos, entre otros estamos certificando a todos los productores de la zona, hay un crédito que hemos logrado bajar del gobierno… la certificación les permite a los productores beneficiarse del crédito: se certifica que es productor por más de tres años y que tiene conoci-mientos de viticultor”.

La dimensión de la Federación se mues-tra en la cantidad de productores: 936 en el Valle y 1.300 en todo el departa-mento, a través de las 26 asociaciones. Y potencialmente el número es mayor, “hay más productores porque hay aso-ciaciones que aún no hacen parte de la FEDAVIT”.

La propuesta de Carta Orgánica

“La idea de tener una propuesta de Car-ta Orgánica surge a raíz de las resisten-cias de los municipios a incluir partidas presupuestarias para la atención y sobre todo para la prevención del riesgo, y la convicción de que las medidas ensayadas en forma piloto, seguro agrario, riego tecnificado, inversiones en mallas, deben ser políticas públicas municipales”.

“el valle central tarijeño desde hace más de 25 años no puede salir de las 2.500 hectáreas… más bien con las granizadas se ha ido reduciendo, aquí hay como tres comunidades que han sacado todas sus viñas”.

Viñedos con malla protectora de granizo.

Riego por goteo.

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La comunidad de Carmela, Calimali, se encuentra a 60 Km de Betanzos, es que-chua y dedicada a la pequeña agricul-tura de altura: “En Calimali nos dedica-mos a la agricultura, allí se produce papa de diferentes variedades, haba, habilla, papa lisa, oca, trigo y arveja. En mi comu-nidad el que más tiene son dos hectáreas, nosotros tenemos parcelas, cuarta hectá-rea. Por eso Calimali es una comunidad pobre. Para vender también poco hay… A veces cuando viene la granizada, la he-lada, peor, ‘fregados’ estamos, entonces tienen que migrar los varones, para traer un poco de presupuesto. Algunos migran a la Argentina, a Santa Cruz… hasta Es-paña salen los varones y las mujeres se quedan en la casa cuidando a las wawas, a nuestros animalitos”.

Carmela, una historia de tesón y oportunidades

“Yo he sido de una familia pobre y de allí nomás he empezado a participar de

A los 15 años de edad y en represen-tación de su padre, empieza a partici-par de las reuniones y asambleas de la comunidad. Luego de 18 años, ingresa al partido de gobierno, el MAS (Movi-miento al Socialismo), que le abre la posibilidad de ser electa en 2010 como Concejala del Municipio de Betanzos, con el apoyo de las comunidades más pobres que conocen su trayectoria.

Betanzos, capital de la Provincia Corne-lio Saavedra, es una localidad importan-te del departamento de Potosí. El Mu-nicipio tiene 50.000 habitantes, de los cuales 5.000 viven en el pueblo.

Carmela Gómez De campesina a dirigente política

La historia de Carmela Gómez es la histo-ria de una mujer que, nacida en una co-munidad pequeña y pobre del altiplano, logra a fuerza de voluntad, de lucha y de carisma, abrirse espacio en varias organi-zaciones sociales a las que fue pertene-ciendo sucesivamente, en un mundo do-minado por los hombres y ciertamente machista, como es la política.

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Cuenta también que el año pasado, el viento se llevó los techos de calamina de varias escuelas y este año el techo del mercado de carnes en Betanzos… “Y este año también la helada agarró al maíz y se quedaron sin producción de choclos”. Las tormentas eléctricas y los rayos también son una catástrofe.

Carmela comenta cómo, históricamen-te, la gente se ha defendido de cada uno de los riesgos climáticos: “Para granizada hacemos reventar dinamita o hacemos humear y después salimos ba-tiendo los lutos (con ropa negra), pero a veces no pasa… Para helada, de igual manera a las 3 de la mañana, a las 4 de la mañana, ya tienes que hacer humear, pero a veces si no te levantas a esa hora, igual afecta. Nosotros quemamos unas plantas, queñua, thola, con ese humo un poco se pasa…”.

En el caso de las sequías –comenta Car-mela– se han empezado a tomar me-didas para ayudar a las comunidades. “Con la Mancomunidad hay capacita-ciones en el Municipio…ahora ya sabe-mos de cosecha de agua, de represas, de cochas. Como Municipio ya estamos haciendo estudios de represas, estamos construyendo represas”. En su comuni-dad y con plata de la Alcaldía, se ha he-cho un proyecto de microriego, “con eso hartas personas hemos recuperado nues-tro terreno, ahora de la sequía un poco nos salvamos”.

las reuniones de mi comunidad, cuenta Carmela. Primero en lugar de mi papá he participado en las reuniones, pero no me han dejado, mucha discriminación había. ‘Ella es una adolescente todavía, es mujer, no tiene que participar porque las mujeres no toman las decisiones’, decían. Pero en ese entonces el padrecito nos hablaba de los derechos, de esa manera me defendía y les decía que tenía derecho a participar en lugar de mi papa”.

Pero en el sindicato empezaron a valo-rar el tesón y otras cualidades de Car-mela y le fueron dando cargos de mayor responsabilidad hasta ser elegida como Concejala en la gestión 2010-2014. Carmela ha tenido siempre una gran preocupación por capacitarse, algo que el Programa de Apoyo a la Democracia Municipal (PADEM) de la Cooperación Suiza le ha permitido.

Carmela es bachiller y eso posiblemen-te haya jugado un rol importante en su preocupación por capacitarse, cuenta Susana Velásquez, quien es coordina-dora municipalista de la Asociación de Concejalas del departamento de Poto-sí, una organización que trabaja por el fortalecimiento de la gestión municipal y la defensa de las mujeres-autoridades (alcaldesas y concejalas). Carmela está casada y tiene dos hijos. Su familia siem-pre la ha apoyado en su vida política.

“Cuando llega la granizada, las heladas, en una tristeza nos deja, nuestras cosechas se las lleva…”

Carmela siempre ha estado preocupa-da por los diversos fenómenos climáti-cos que afectan a las comunidades, su producción, sus cosechas, agravando su situación de pobreza: “Cuando llega la granizada, las heladas, en una triste-za nos deja, nuestras cosechas se las lle-va…”.

“Yo he sido de una familia pobre y de allí nomás he empezado a participar de las reuniones de mi comunidad”.

Concejala Carmela asistiendo a sus trabajos de campo.

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Pero distinto es cuando te afecta la granizada o la helada. “Para la helada, hasta ahoritita no hemos decidido qué vamos a hacer…”. De pronto Carmela recuerda que los invernaderos son una opción para zonas de mucho frío, pero también recuerda que “no es para vivir todo el año...”. “Para granizada tampoco, con qué vamos a tapar toda nuestra parcela? No creo. Nos falta capacitación”, reflexiona con la esperanza de que hayan soluciones técnicas al alcance de los productores.

Mientras se encuentran las soluciones, Carmela cree importante contar con un sistema de alerta temprana para poder advertir a las comunidades sobre posibles amenazas climáticas.

Y Carmela da algunos ejemplos de emergencia que ha ido cubriendo la Unidad de Gestión de Riesgos (UGR) que fue apoyada por el PRRD: “En el último año, por ejemplo, el río Pilcomayo afectó la comunidad de San Antonio. Como UGR han ido a levantar (las necesidades) y de nuevo han hecho un atajado para que recuperen

sus terrenos. En Tambillo, en varias comunidades, hubo una granizada, han ido a levantar información y han solicitado ayuda a la departamental que luego envió vituallas” Allí el rol de la UGR es transmitir las demandas de la comunidad a la departamental. “Como no tenemos mucho presupuesto, se le transfiere a la departamental. Los 500.000 Bs. no alcanzan, se han gastado en combustible, se ha comprado para que hagan atajados, y en eso se ha terminado”.

Sentando las bases de la Gestión y Reducción de Riesgos en la Mancomunidad

La Mancomunidad Gran Centro Potosí creada en 2007 y formada por 11 municipios (Belén de Urmiri, Betanzos, Caiza ‘D’, Chaqui, Porco, Puna-Ckochas, Tacobamba, Tinquipaya, Tomave, Yocalla y el municipio de la propia ciudad de Potosí), busca trabajar en los temas estructurales e institucionales que permitan sentar las bases de la Gestión y Reducción de Riesgos desde

“En Tambillo, en varias comunidades, hubo una granizada, han ido a levantar información y han solicitado ayuda a la departamental que luego envió vituallas”.

Dique.

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Carmela tiene las cosas muy claras y sabe que parte de su tarea es hablar de estas cosas con otras mujeres. Ella menciona que las orienta, las anima, les habla de sus derechos, está convencida que sólo las mujeres pueden ayudarse entre sí.

“Las cosas han cambiado, las mujeres en las reuniones están participando, opinan, no todas, pero si el 50%. Antes en las reuniones, en los ampliados de 10 mujeres, 1 ó 2 hablábamos, pero ahora ya no, 4 ó 5 hablan, de esa forma estamos avanzando, conociendo las leyes”.

Pero a nivel municipal, reconoce, “no hay ninguna política específica para las mujeres, sólo nacionales como el bono Juan Azurduy para las embarazadas”.

los propios Municipios. Incluso impulsó la creación de una Plataforma de Reducción de Riesgos con las cuatro mancomunidades que hay en Potosí y la Dirección de Control de Riesgos de Potosí a la cabeza.

“Entre las mismas mujeres nos discriminamos”: La experiencia de Carmela Gómez como dirigente mujer

“A veces a algunas mujeres (dirigentes) ni los maridos las apoyan, sin apoyo de la familia dónde más va a avanzar la mu-jer, va a estar en la casa”. ¿Qué dicen los hombres? “Ah, la mujer no es para eso, no es para que vaya allí, es para la cocina, es para atender a las wawas, así dicen. Y entre las mismas mujeres nos discrimina-mos: ‘Esa mujer ¿por qué está allí, qué está hablando? Debería estar en la casa’. Con nuestros maridos nos hacen pegar las mujeres. Algunos maridos se ponen celosos, a veces cuando somos autoridad, estamos hablando con todas las perso-nas, con hombres y mujeres, a veces las mujeres ya no piensan que estamos ha-blando así, sino ‘¿por qué te estás rien-do con otro varón?‘ entonces ya pien-san otra cosa… los varones también eso piensan (y dicen) ‘así son las mujeres’… todavía hay esas discriminaciones, toda-vía no hay la libertad para la mujer”.

“Las cosas han cambiado, las mujeres en las reuniones están participando, opinan, no todas, pero si el 50%”.

Paisaje de Betanzos.

Mujeres de Betanzos.

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padres y un hermano viudo a cargo de sus tres hijos. Teodora cuenta cuán difícil es la vida en este paraje de la zona alta del Municipio de Tapacarí (Cochabamba) y cómo muchos se han ido justamente por las inclemencias del clima: “Acá, la nevada puede llegar a la altura de la cintura, los animales no tienen que comer y dura tres días a una semana. A la fuerza se congela la llama, la oveja… y los bebés más delicados se mueren. Por eso se han muerto de mis vecinos diez ovejas, de mi persona otros doce, así hemos perdido la anterior semana”.

Teodora menciona cómo pasan hambre en la comunidad, porque nevadas, gra-nizadas y heladas hacen que frecuente-mente la producción sea poca.

La comunidad de Jipiñuma tiene una economía de subsistencia, sólo ocasio-

La dura vida en la comunidad de Jipiñuma, a 4.300 msnm

Jipiñuma es una pequeña comunidad de casas dispersas en la zona más alta del departamento de Cochabamba, cerca de la cumbre, el paso más elevado en la carretera Cochabamba-Oruro, que tiene 4.500 msnm. El clima es muy crudo en esta zona y las frecuentes nevadas, heladas y granizadas son una amenaza constante a la vida de los campesinos, sus animales y sus cultivos. Aunque Jipiñuma tiene registrados 80 afiliados, muchas de las familias han migrado, a tal punto que la escuela recientemente se quedó sin profesor, luego de que sólo quedaran ocho alumnos.

Aquí vive Teodora Godoy, una mujer luchadora que no se resigna a dejar su comunidad. Vive con su hijo Israel, sus

Teodora Godoy El aguayo, memoria del clima y protección contra los desastres

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El Aguayo, memoria del clima y protección contra la sequía, la helada y la granizada

Teodora es heredera de una práctica ancestral de registro del clima en aguayos, una práctica que le enseñara su madre a sus doce años, que tiene una importancia fundamental para la sobrevivencia en este clima gélido.

Ella cuenta que el representar las ame-nazas climáticas en los aguayos viene de sus abuelos y bisabuelos: “ellos tejían cuando había sequía, cuando había he-lada, cuando no llovía, ellos preparaban aguayos con colores que significaban (las incidencias climáticas) y ellos pedían, sa-lían al cerro para que llueva, y ese agua-yo que habían tejido se ponían, y esa noche sí o sí tenía que llegar la lluvia. Y cuando había granizada, tejían unos aguayos de color con una parte negra y con eso salían al cerro. Cuando las nubes están medio enojadas, negro vienen ¿no ve?, esos aguayos se ponían y entonces la lluvia que venía se retrasaba”.

“Yo he hecho la prueba, una vez cuando tenía trece años. Subí al cerro, venía la lluvia fuerte con truenos y no tenía donde ocultarme, entonces me puse el aguayo y no llegó la granizada, sólo la lluvia”.

Así fue que Teodora tomó la decisión de seguir con la tradición que había here-dado. Su mamá le fue explicando cómo

nalmente la familia de Teodora vende algunas cargas de papa cuando hay producción o algún animal. “Este año hemos fracasado con la quinua, con la cañawa, la helada se los ha llevado… Los animales están sufriendo y el precio baja cuando están flacos. Así, sin alimenta-ción, sufridos nomás quedamos”.

Teodora y su rol de dirigente

Teodora representa bien el rol protagó-nico que las mujeres comienzan a tener en la política municipal y en las orga-nizaciones sociales en Bolivia. A los 18 años de edad fue Secretaria de Actas de su comunidad y a los 20 fue dirigente de la Federación Única Departamental de Cochabamba “Bartolina Sisa”. Aho-ra, a los 25 años, es dirigente de la Sub-centralía 6 de agosto que agrupa a co-munidades de la zona.

Juan Carlos Terrazas, gerente de la Man-comunidad admira a Teodora: es una “dirigente natural de la comunidad… ella se ha apropiado de la temática de gestión de riesgos y ha ido a capacitar a las otras comunidades de la Subcentral, especialmente a las mujeres. Las mujeres no tienen voz, si hay desastres el hombre sale, habla, reclama, pero la mujer está callada, de allí que vayamos a trabajar con ellas”.

“Yo he hecho la prueba, una vez cuando tenía trece años. Subí al cerro, venía la lluvia fuerte con truenos y no tenía donde ocultarme, entonces me puse el aguayo y no llegó la granizada, sólo la lluvia”.

Cerros nevados en Jipiñuma.

Aguayo.

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tenía que tejer registrando la sequía y la lluvia -mala y buena- en función a cómo afecta a los animales y a los cultivos.

El aguayo tiene entonces una doble finalidad. Por un lado, es la memoria de los acontecimientos climáticos de cada año; por otro, protege a la comunidad, a la familia, a los cultivos y a los animales de las amenazas.

Teodora es consciente que no siempre los aguayos son efectivos y que tampoco se lo usa a su debido tiempo. “De repente estoy pasteando, hasta que yo llegue a mi casa y saque el aguayo, la granizada me gana. Pero para defendernos, todas las mujeres tenemos que ponernos los aguayos, de todas son las chacras….”

Explica que tejen antes y después de que ocurre un desastre. Los tejidos antes de un desastre ilustran los bioindicadores del clima y sirven para protegerse cuando hay que salir a contrarrestar la granizada o la nevada. Los tejidos cuando ha pasado el desastre es para el recuerdo. ”Por eso cada año tejemos dos, tres hasta cuatro aguayos”.

Juan Carlos Terrazas señala que “la iconografía en aguayos es un increíble

registro del clima, año por año te dicen cómo fue, si hubo nevadas o heladas”. Y con mucho sentido común agrega “Hemos visto en otros municipios que están utilizando el SAT, el Sistema de Alerta Temprano y hay que utilizarlo, no está mal, pero creemos que una información paralela son los aguayos”.

La recuperación de la cultura y la gestión de los riesgos

Teodora comenta sobre cómo la costumbre de tejer aguayos se va perdiendo: “ya no quieren ponerse aguayos con la cultura de antes, con sus significados… en este tiempo los aguayos con figuras de moda, eso nomás quieren las jovencitas… por eso nosotros queremos recuperar la costumbre también se ha perdido porque algunos han dicho que es muy costoso, otros han dicho que recuperar esas cosas es una sonsera”.

Con apoyo de la Mancomunidad Región Andina, Teodora está trabajando en la recuperación de estos saberes en su comunidad y en las otras comunidades de la Subcentralía 6 de agosto, de la cual es dirigente. Cuenta como camina

Juan Carlos Terrazas señala que “la iconografía en aguayos es un increíble registro del clima, año por año te dicen cómo fue, si hubo nevadas o heladas”.

Teodora e Israel.

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bra, florece si va a ser un buen año. Cuan-do está por venir la helada, las puntitas de las florcitas van a estar caídas. Para eso ya alistamos los aguayos, mi papá me dice ‘ya tienes que tejer’, porque esto se cumple. A veces no puedo terminar el aguayo y nos gana la helada”.

La decisión de quedarse en Jipiñuma

A pesar del clima, de la migración de otras familias, y de que su hijo y sus so-brinos ya no tienen posibilidad de ir a la escuela, Teodora dice que no quiere irse de Jipiñuma: “En algún momento hemos decidido irnos a Cochabamba todos los de la comunidad” pero finalmente deci-dieron no hacerlo cuando se enteraron que otra comunidad de una zona mu-cho más templada de los valles, amena-zaba con invadir sus tierras. “Por eso no nos movemos de nuestra comunidad, por eso nosotros permanecemos, aunque es-tamos muriendo de hambre, como indí-genas originarios, aquí nomás estamos”.

y camina, y en cada comunidad va animando a las mujeres para que recuperen esta práctica de los abuelos.

Los bioindicadores

Al igual que en muchas otras comuni-dades andinas, en Jipiñuma los comu-narios tienen bioindicadores para saber cómo será el clima durante el año. Teo-dora menciona algunos de éstos:

“Acá en el río hay un ‘lacco’ (musgo), si su color es verde claro quiere decir que va a ser un buen año, que va a llover normal, que va a producir bien; pero si ese lacco es verde oscuro, quiere decir que ese año va a fracasar. Otro bioindicador es un pájaro que se llama Silverio de color plomo, chiquitito, si va a ser un buen año pone cuatro huevitos y si va haber un desastre pone dos huevitos”. Coloca su nido de un lado cuando viene la lluvia y del otro si no viene la lluvia.

“También hay una plantita que la nom-bramos ‘guaraco’ y, antecito de la siem-

“Acá en el río hay un ‘lacco’ (musgo), si su color es verde claro quiere decir que va a ser un buen año, que va a llover normal, que va a producir bien; pero si ese lacco es verde oscuro, quiere decir que ese año va a fracasar”.

Teodora muestra sus aguayos.

Los animales de Teodora en su parcela.

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Calasaya es una comunidad bilingüe, aymara-quechua, aunque más aymara que quechua. Las familias rara vez tie-nen más de 1 ½ hectáreas y no todo es de aptitud agrícola. Debido a la topo-grafía accidentada y a la vulnerabilidad climática, el desafío es sacarle el mayor provecho de lo que se tiene y cuidar el suelo, que es lo que permite que haya vida en la comunidad.

A lo largo del Kerun Keru hay 10 comu-nidades que pertenecen a una misma Subcentral, es decir que están organi-zadas entre ellas. Calasaya está en la cabecera de la microcuenca y es la más pequeña.

Teófilo, un líder natural y muy particular

Teófilo ha sido dirigente de su comuni-dad y también de la Subcentral. Luego fue dirigente del COE comunal, es decir del Centro de Operaciones de Emergen-cias (COE) a nivel comunal, y ahora es el Presidente del COE Regional que la

La empinada pendiente es el principal problema que aqueja la comunidad en tiempos de lluvia, porque el agua cae con fuerza y se lleva el suelo agrícola, haciendo cárcavas cada vez más grandes. Pero no es el único riesgo climático que pende como espada de Damocles sobre los comunarios de Calasaya, también ocurren heladas, granizadas y vientos fuertes. Teófilo menciona que lo que se produce en la comunidad es papa, cebada, trigo, centeno, haba, arveja, “aunque este año el granizo se ha llevado toda la arveja, no hemos producido nada.”

Teófilo QuiloEn un área de extremo riesgo de Potosí, una luz de esperanza

Teófilo Quilo tiene 36 años. Huérfano desde los 10 años, heredó cerca de 20 parcelitas en la comunidad de Calasaya, pero que juntas no llegan a media hectárea. La comunidad de Calasaya es toda en pendiente. En ese pequeño rincón del Norte de Potosí, en la cabecera de la microcuenca Kerun Keru, sólo viven 14 familias, entre ellas Teofilo, su mujer y sus cuatro hijos.

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Una muestra de cuán exigente es consigo mismo y cómo predica con el ejemplo es lo que él ha logrado en sus propias parcelas: Javier Soliz cuenta que “como líder ha alcanzado mayores metas que los demás. Si nosotros hemos planteado que cada familia tiene que hacer 25 m lineales de terrazas, él ha superado los 75 m. Si había que hacer 10 diques de piedra, él solito ha hecho más de 50. Él dice ‘yo siendo líder tengo que demostrar mayor responsabilidad’”.

Vulnerabilidad climática en Norte Potosí

Dada la topografía, Teófilo es enfático al señalar que “los principales riesgos son la erosión del agua y del viento”, pero “también la granizada, los vientos fuertes que se lo lleva todo… y las heladas”.

¿Qué se puede hacer? “Con los vientos y las heladas no se puede hacer nada, la granizada atajamos con dinamitas”. Llama la atención, sin embargo, cómo a diferencia de otras regiones de Bolivia también distantes de los centros urbanos, aquí parece haberse diluido los saberes locales sobre pronósticos del tiempo y reducción de riesgos climáticos: “Los Yapuchiris son como los Yatiris, ellos antes sabían en qué tiempo llueve, en qué tiempo viene la helada…

Mancomunidad Norte Potosí ha creado en las seis microcuencas donde se im-plementó el PRRD.

Teófilo entendió hace muchos años que si él no iba en busca de las institucio-nes, posiblemente la microcuenca y la comunidad quedarían olvidadas por mucho tiempo para las pocas institucio-nes de desarrollo que hay en la zona, también para el Municipio de Sacaca, en cuyos confines está la microcuenca. Cuenta Javier Soliz, responsable técnico del PRRD en la Mancomunidad: “Teófi-lo ha sido uno de los pocos dirigentes comunales que mes a mes visitaba la Mancomunidad en sus oficinas de Llalla-gua… caminaba cuatro horas hasta Ca-ripuyo para recién allí tomar movilidad hasta Llallagua. Y siempre nos pregun-taba ‘qué más podíamos hacer por su comunidad, cómo vamos a coordinar’. Llegaba con su poncho y su bolsón, y así retornaba… Generalmente quienes nos visitaban era a convocatoria de la Man-comunidad, pero en su caso, lo hacía por iniciativa propia. Venía con los recursos de la comunidad”.

Teófilo es un hombre exigente consigo mismo y con los demás. No escatima su tiempo y su esfuerzo para caminar horas y horas para visitar las otras comunidades o reunirse con los técnicos de la Mancomunidad.

“como líder ha alcanzado mayores metas que los demás. Si nosotros hemos planteado que cada familia tiene que hacer 25 m lineales de terrazas, él ha superado los 75 m. Si había que hacer 10 diques de piedra, él solito ha hecho más de 50”.

Casa de Teófilo.

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antes en la comunidad había, ya no. Ahora nosotros no sabemos… yo no sé cuándo va a venir una helada, esta tarde puede venir y no sé.”

El proyecto de la Mancomunidad - PRRD en el Norte Potosí

El trabajo en las 6 microcuencas es muy similar: en cada microcuenca se trabaja con 10 a 12 comunidades, y en cada una de éstas con 20 a 25 familias. Suelen ha-ber más comunidades por microcuenca, pero por razones de presupuesto, no se llegan a las demás.

La actividad más importante que pro-mueve la Mancomunidad es el manejo y conservación de suelos con el objeti-vo de prevenir el riesgo de desastres. Se trabaja por ejemplo: terrazas, zanjas de coronación, zanjas de infiltración y di-ques en las quebradas, entre otros.

El enfoque comunal y el concurso como estrategia de trabajo

A diferencia de la estrategia general del PRRD en otras regiones, la Mancomuni-

dad Norte Potosí prioriza el trabajo a ni-vel comunal y no a nivel de municipios o de la gobernación. La estrategia, señala Julia Gandarillas1, gerente de la Man-comunidad es “llegar hasta las familias, para que ellas incidan en los municipios”. Y agrega “¿Qué hace la Mancomunidad? Siempre está en la mira de las organiza-ciones sociales que no entienden dema-siado cuál es su función… Por eso hemos entrado a las comunidades, donde somos más útiles que invirtiendo en un técnico del municipio, que termina siendo un be-neficio más individual, más personal, en alguien que no termina trabajando en la zona, que luego se va a Cochabamba o a Sucre…”

La Mancomunidad Norte Potosí ha ele-gido una metodología muy particular de trabajo, que consiste en concursos que convoca a todas las familias de las comunidades con las cuales trabaja: si una familia realiza determinadas prác-ticas, recibirá un incentivo de parte de la Mancomunidad. El concurso es a la vez una convocatoria y una competen-cia, porque independientemente que todo aquel que logre la meta recibe el incentivo mencionado en las bases del concurso (una pala y una picota, junto

“El incentivo -pala, picota y semillas- representa Bs 100 a 120 (14 a 17 USD), que es muy significativo para cada familia”.

Teófilo secando trigo.

1 Julia Gandarillas falleció meses después de esta entrevista. Ella será recordada siempre como una lideresa de proyectos de desarrollo en la Mancomunidad del Norte Potosí.

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que tienen los terrenos, la erosión tarde o temprano acabaría en el suelo. Las zanjas de coronación sirven para proteger las parcelas y los diques para detener el agua en las quebradas.

Según Julia, “la sostenibilidad del pro-grama depende de las comunidades y es-pecialmente de las familias, en el sentido que elaboren fichas de proyectos y éstas sean priorizadas por la planificación mu-nicipal y dentro del presupuesto munici-pal. La estrategia es entonces fortalecer las capacidades de las comunidades para que presenten proyectos y sean financia-dos en el marco de los POA. Otro tema es que las comunidades elaboren sus normas, no sólo para el medio ambien-te o para la gestión de riesgos, sino que permitan la sostenibilidad de las nuevas prácticas, de aquellas que han sido posi-tivas”.

con semillas), también se premian las mejores terrazas de formación lenta o las mejores zanjas de infiltración o las mejores protecciones de vertientes.

El incentivo -pala, picota y semillas- re-presenta Bs 100 a 120 (14 a 17 USD), que es muy significativo para cada familia, ya que son herramientas básicas de tra-bajo. La visión de la Mancomunidad es promover el desarrollo con mano pro-pia: “queremos que la gente trabaje –explica Julia Gandarillas– no queremos dejar una capacitación e irnos, sino más bien que ellos puedan impulsar sus acti-vidades”.

Teófilo cuenta que con la llegada de la Mancomunidad a Calasaya, se ha logrado que “los cultivos estén sujetados por las terrazas”, un enorme cambio porque efectivamente con la pendiente

“...la sostenibilidad del programa depende de las comunidades y especialmente de las familias”.

El hijo menor de Teófilo.

Tanques listos para ser instalados, otra actividad que beneficia a las comunidades.

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de Tarija el año 96, me encontré que no había ni un metro de camino carretero en Charpaxi”.

Fue cuando decidió hacer proyectos para su comunidad y ser dirigente. “Me he dedicado diez años a la dirigencia, fui presidente del sindicato, de la OTB, de la asociación de productores a nivel de los Cintis y presidente de la Asociación de Productores de Villa Abecia, buscando siempre que llegue el desarrollo, porque se nos iba la gente… entonces yo decía algún día tenemos que cambiar, algún día esta tierra tenemos que saber valorar, hagamos algo aquí”.

Pero Mario también es especial como padre de familia. Casado con Lidia Mon-daque Copes, tiene tres hijos pequeños, Ramiro, Ademar y Daner a quienes ha logrado transmitirles sus conocimientos

Mario Izaguirre y sus hijos Ramiro y Ademar

Mario Izaguirre es un pequeño produc-tor de duraznos en el valle de los Cintis, más propiamente en la comunidad de Charpaxi en el Municipio de Villa Abe-cia. Al igual que los demás comunarios se ha dedicado a la fruticultura del du-razno. De las 2,75 hectáreas de huertos que tiene -en varias parcelas peque-ñas- casi en una hectárea hay árboles de durazno, siendo la falta de agua la limitante para poder seguir ampliando sus huertos.

Mario es un hombre singular en la Comunidad de Charpaxi: a pesar de haber migrado en varias oportunidades a Santa Cruz, Tarija, incluso a la Argentina, él prefiere Charpaxi, del cual es un líder reconocido: “Cuando volví

Mario Izaguirre e hijos La agricultura orgánica y las acciones de prevención aseguran nuestra producción ante el cambio climático

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porque no hay mucho trabajo y sólo vuelven para la siembra y la cosecha.

En forma permanente viven 68 familias, de las cuales, salvo dos o tres, todas tie-nen duraznos: “El durazno es algo renta-ble y cuando produce, acá hay mano de obra, incluso viene gente de otras comu-nidades al proceso del pelado”. El valor agregado del durazno está en la post-cosecha puesto que el mejor precio está en la fruta deshidratada, el “pelón”. Sin embargo, el riesgo de perder la cosecha es alto, por la ocurrencia de granizadas, heladas y el déficit hídrico permanente en la zona.

Heladas, cambio climático y adaptación

Villa Abecia, el municipio al cual perte-nece Charpaxi, tiene diversos pisos eco-lógicos y los problemas climáticos son diferentes: en las zonas bajas se presen-tan riadas, en las zonas altas, heladas y granizadas.

La sequía es uno de los factores que limita la producción, pero que ha sido parcialmente resuelto por Mario y los demás productores de Charpaxi me-diante sistemas de riego y represamien-to del agua, lo que también los ha lleva-do a organizarse en una Asociación de Regantes.

Mario piensa que la helada es mucho peor que la sequía, porque no se la puede predecir. Con la sequía lo más riesgoso es que las plantas se sequen el primer año. “Pero con la helada, sobre todo cuando son tardías, se lo lleva todo”. Y agrega, “cuando hay helada lo único que hacemos, es lo que hacían nuestros abuelos, nuestros papás, un poco de humo… pero cuando tienes una planta bien grande, no puedes atender, puedes hacer tres o cuatro fuegos, el resto igual se hela…A veces cuando hacemos el humo, con el aire se va a concentrar a otro lugar, ni siquiera hace una capa en el mismo terreno”. Mario también

e inquietudes como productor, y su pa-sión por la agricultura. Ellos, cada vez que pueden, especialmente en tiempos de cosecha, después de las dos de la tar-de cuando la escuela cierra sus puertas, acompañan al papá en todas sus labo-res. Ramiro y Ademar son sin lugar a dudas dos grandes conocedores de las parcelas de la familia y de los secretos de la producción y de la post-cosecha del durazno.

Cuenta Mario, “a mis hijos siempre los llevo a hacer algunos trabajos, aunque sólo me estén mirando, yo sé que mentalmente ya van captando las cosas, por ejemplo, cómo hay que manejar (el duraznal), cómo hay que solucionar, los problemas, por esa razón ellos conocen…”.

Ramiro y Ademar se sienten orgullosos de todo lo aprendido con el papá. Ra-miro quiere ser agrónomo, Ademar aún no sabe. Confiesan que en la escuela no les enseñan estas cosas, sólo a “no con-taminar”.

La producción de durazno en la comunidad de Charpaxi

La comunidad de Charpaxi forma parte del municipio más pequeño de la provincia Sud-Cinti, Villa Abecia. Hoy, de acuerdo al último censo, Charpaxi tiene 282 habitantes y 83 familias. Pero algunas “no son permanentes”, migran

“a mis hijos siempre los llevo a hacer algunos trabajos, aunque sólo me estén mirando, yo sé que mentalmente ya van captando las cosas, por ejemplo, cómo hay que manejar (el duraznal)”.

Duraznal de Mario.

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sabe que el riego, al momento de la helada no es solución para ellos, “como no tenemos mucha agua, no podemos mantener regada nuestra plantación”.

El problema para Mario es la falta de un sistema de alerta temprana, que le avise a los productores sobre la inminencia de la helada “a veces te despiertas y ya está helando… a veces ni siquiera estás en la comunidad… la helada te sorprende”.

Mario también observa que el clima está cambiando en la zona: “de un tiempo a esta parte bastante ha cambiado… antes estas comunidades más bajas, donde está Villa Abecia tenían hermosa fruta, hermoso durazno, pero ahora por la temperatura, por las horas frías que se han reducido bastante, hace que estos lugares no sean productivos. Y ahora en las zonas altas, donde había producción pero no de gran calidad, ahora es de gran calidad… es por eso que las comunidades altas ahora están en su auge”. En pocas palabras, el clima que se tenía en Villa Abecia se ha trasladado a Charpaxi, que puede ahora tener mejor producción de durazno. Pero también los productores de Villa Abecia se han ido adaptando al cambio climático, desechando sus plantas de durazno para plantar vid. . “La temperatura ha subido dos grados”, menciona Mario.

Mario considera que la llegada del PRRD, de la mano de la Mancomunidad de los Cintis, fue positiva porque está intentando sensibilizar a los producto-res sobre el cambio climático. Porque lo más importante, para Mario, es estar in-formado: “A veces sin mirar consecuen-cias quemamos y contaminamos. Los pro-ductores tenemos que estar a la altura de este cambio climático, muchos seguimos haciendo prácticas que hacían nuestros abuelos, pero ahora tenemos que hacer mucho más porque tenemos todo tipo de amenazas, desde desastres, plagas, enfermedades, sequías, de todo… contra todo eso hay que trabajar y el productor debe estar preparado“.

Recuperar las prácticas ancestrales y aprender de lo moderno

Ramiro y Ademar saben perfectamente cuales son los fenómenos climáticos. Cuando graniza y ya está el fruto, “salen a soltar dinamita, porque el tiro parte a la nube. Lo despeja y ya no llueve más”, así dicen.

Mario cuenta que los abuelos tenían conocimientos que luego se fueron per-diendo: “Nuestros antepasados, si bien no sabían leer, no sabían escribir, cono-cían exactamente el manejo de la natu-

“A veces sin mirar consecuencias quemamos y contaminamos. Los productores tenemos que estar a la altura de este cambio climático”.

Los hijos de Mario muestran la trampa contra las plagas.

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otros medios para que puedan contro-lar las enfermedades o plagas que hay en la comunidad.

Este tipo de sustratos permiten almace-nar humedad por más tiempo y sirven de “buffer” (expansión) con el objetivo de reducir el impacto de las sequías y el incremento de las temperaturas. Con el apoyo de las agrónomas de ADEZA, aprendieron a preparar abonos foliares para fumigar las plantas. Estos prepara-dos mejoran la capacidad de recupera-ción de la planta ante una helada o una granizada.

También se ha adoptado la propuesta de PROSUCO de crear Centros de Bioin-sumos, donde se hacen y distribuyen los preparados naturales, pero también donde se propone recuperar los saberes de las comunidades, sobre cómo produ-cir en forma natural, orgánica.

Mario Izaguirre es uno de los produc-tores que participó de este proceso: “Últimamente hemos estado en algu-nos cursos sobre cómo producir natu-ralmente…hemos tenido asistencia téc-nica en el pasado, pero todo en base a químicos. Y muchos han entrado, han visto resultados al momento, pero no han predecido a la larga lo que iba a pasar. Al usar tanto químico nos esta-mos envenenando nosotros mismos y por ende a nuestra familia”.

raleza, veían la luna, las estrellas, lleva-ban en cuenta ciertas cosas y decían, ‘hoy no tenemos que sembrar’, y así lo hacían. Y había tantas cosas que ellos maneja-ban… ‘hoy la luna está en menguante, o delgadita, no nos va a ir bien todavía, esperemos un poquito más‘”. Y se pre-gunta “¿pero hoy quién se fija en estas cosas? Al menos, nosotros no”.

Pero Mario sabe que también hay prác-ticas y tecnologías modernas que son útiles. Lo dice así: “Habría que conjun-cionar todas esas cosas (las prácticas an-cestrales) con la tecnología, y yo creo que podríamos avanzar mucho en estos temas”.

Agricultura orgánica en la Reducción del Riesgo de Desastres y la Adaptación al Cambio Climático

Algo que destaca en las actividades de la Mancomunidad de los Cintis es el trabajo en agricultura orgánica, por ejemplo en la difusión del bocache, un fertilizante elaborado con insumos naturales. Edgar Llanos, gerente de la Mancomunidad cuenta que “el bocache tiene nutrientes mucho más compuestos que el compost: tierra vegetal, carbón, minerales, afrecho, chancaca, levadura”. El objetivo es reemplazar los fertilizan-tes químicos, pero además que los pro-ductores aprendan a hacer sus propios fertilizantes, sus propios insecticidas u

“Nuestros antepasados, si bien no sabían leer, no sabían escribir, conocían exactamente el manejo de la naturaleza”.

Estación termopluviométrica en la escuela de Charpaxi.

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Fidel tiene tres hijos y su esposa Satur-nina Cano, quien lo ayuda en la época de cosecha, cuando la fruta es tanta que faltan brazos para pelar el durazno.

Fidel tiene 9 parcelas de diferentes ta-maños, herencia de su abuela. Pero eso no lo hace un gran productor, porque entre las nueve apenas tiene media hectárea con duraznos -un total de 800 plantas- y sólo una hectárea para recu-perar. En un buen año, confiesa, puede llegar a obtener hasta 40 bolsas. Pero en seguida aclara, “eso era antes, cuan-do no venía la helada o la granizada…el año pasado junté 15 ó 18 bolsas, y este año no llegaré a 8 bolsas”.

La cosecha se la hace a mano escogien-do los mejores frutos, cuando se quiere vender en fresco. Pero cuando el árbol está cargado y no hay tiempo para co-sechar, “para pelón se sacude la planta,

Fidel Quispe, pequeño productor de duraznos y pelones

Como muchos pequeños productores del valle de Cintis, Fidel Quispe se de-dica a la producción de durazno y su venta en fresco, cuando la calidad de la fruta es buena, o como pelón (fruta deshidratada), un producto que tiene gran demanda en las principales ciuda-des de Bolivia.

Fidel tiene una historia de migración y de retornó a su comunidad de Suquista-ca. “Me fui a trabajar a la Argentina en la construcción, pero veía a los chacare-ros (los de río Negro que se dedican a la fruticultura), y también tenían heladas y granizadas. Cuando volví, mis compañe-ros ya se dedicaban a plantar duraznos, entonces yo también planté. Hace unos 30 años que planto”.

Fidel Quispe “Estoy contento de haberme asegurado, no me voy a volver rico con lo que me pagan, pero tengo el incentivo”

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cosecha y perdió mucha fruta y mucho dinero”, cuenta Eddy Apaza, técnico a cargo de la oficina de la Fundación para el Desarrollo Productivo y Financiero (PROFIN) en Cintis. “Este año se volvió a asegurar, inclusive nos vino a buscar antes de que nosotros salgamos a pro-mover la nueva campaña. Incluso estuvo promocionando, convenciendo a otros productores para que se puedan afiliar”. Este año, Fidel fue nuevamente afecta-do con las heladas.

La comunidad de Suquistaca y los eventos climáticos, heladas y granizadas

A 45 km de Camargo, capital del valle de los Cintis, cuna del singani, se en-cuentra la Comunidad de Suquistaca. Varias de sus parcelas con duraznos orillan el pueblo, apenas separados por el río. Comenta Fidel, “somos 160 afiliados, pero muchos no están… Per-manentes sólo hay 40, los demás están en Tarija, Bermejo, Santa Cruz, Yacuiba, en todas partes”. La mayoría se fueron, según Fidel, porque tienen un terreno muy pequeño que no les alcanza para vivir.

y los duraznos caen al suelo”. En ese mo-mento, la mano de obra familiar no es suficiente y hay que buscar peladores. Un buen año requiere 4 ó 5 peladores por, aproximadamente, dos meses: “Pe-lamos día y noche, empezamos tempra-no y estamos hasta la una o dos de la mañana del siguiente día, apurándonos porque madura muy rápido. Una vez pe-lados los duraznos, se los seca en esteras. El secado se hace fuera de la casa porque es más rápido…. El pelón se puede guar-dar hasta dos años, no le entra la poli-lla”, explica Fidel.

Fidel fue uno de los pocos que el pri-mer año entendió las ventajas de ase-gurar su producción contra los riesgos climáticos, heladas y granizadas. Tal vez también porque era uno de los que con-taba con el dinero para pagar la prima, que no era poca cosa para un productor de durazno, tomando en cuenta que en Suquistaca no suelen tener más de un cuarto o media hectárea de durazneros por familia. De hecho sólo fueron dos en su comunidad los que se aseguraron, él y don Ramón.

“El año pasado a Fidel le ocurrió una desgracia: cayó una granizada en plena

“Yo he sido de una familia pobre y de allí nomás he empezado a participar de las reuniones de mi comunidad”.

Efectos de la helada.

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El 2013, se realizó en Suquistaca la Feria del Pelón a pesar de que la helada dañó casi todas las plantas de durazno, ¡triste ironía! Fidel cuenta que fueron pocos los de la comunidad que tenían pelón para ofrecer: “Como un ladrón viene la granizada, una helada lo mismo… nos toca a toditos, un manchón nomás, la parte de arriba puede dejarla, y esta par-te todito se lleva”.

Fidel es tajante al hablar de la inten-sidad y frecuencia de heladas y grani-zadas en la zona, algo que no ocurría años atrás: “La helada nos viene ya cua-tro años seguidos… por eso casi no es-tamos cosechando. La granizada del año pasado es lo más grande que he visto …incluso mató varios animalitos, ovejitas, parece que les dio en la cabeza”.

Eddy Apaza explica que para proteger-se de la helada: “la gente junta rastro-jos, restos de cosecha, leña, bosta y lo van distribuyendo en forma equitativa en la parcela y, en forma empírica, miran el cielo para saber si esa noche va a caer la helada, entonces se preparan para ha-cer humo”. Para el granizo se utilizan petardos o dinamita.

La Fundación PROFIN y el seguro agrícola para el pequeño productor de duraznos

La Fundación PROFIN se crea en 2006 con la idea de financiar iniciativas agrí-colas, rurales y periurbanas, a manera de “banco de segundo piso”. Con el PRRD empiezan sus primeras experien-cias en lo que se denomina “la transfe-rencia de riesgos”, con un Fondo de Mi-tigación del Riesgo Agrícola (FMRA) en el altiplano conjuntamente PROSUCO, y con un Fondo de Transferencia del Ries-go (FTR) para pequeños productores de vid en Uriondo (Tarija).

El FTR se fue ampliando y ahora asegu-ra a productores de papa en el altiplano y pequeños productores de vid y duraz-no en Tarija y en el valle de los Cintis.

PROFIN va ajustando el modelo de se-guro agrícola a partir de la práctica. Por ejemplo en el primer año, sólo contem-plaba el rendimiento del cultivo mas no la calidad, de tal forma que el pro-ductor cobraba una indemnización muy pequeña si la producción apenas había mermado. La evaluación medía peso y no calidad.

“La helada nos viene ya cuatro años seguidos… por eso casi no estamos cosechando. La granizada del año pasado es lo más grande que he visto …incluso mató varios animalitos”.

Don Fidel en su duraznal, al fondo están sus colmenas.

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En ese sentido fue importante para PROFIN que hubiese daños climáticos en la primera campaña, y que tuvieran la oportunidad de indeminizar a quienes se habían asegurado, ya que motivó a más productores en esta segunda cam-paña: “este año hemos cuatriplicado con respecto al año pasado. Hay que crear una cultura del seguro, es importante que los productores lo vean como una in-versión, como otro costo de producción”.

En el caso de Fidel, al caer la granizada el primer año y dañar su producción, co-bró parcialmente el monto asegurado: “Esa primera vez pagué algo de Bs 670 o Bs 770. Con la granizada, de toda la producción vendí 10 bolsas. Había duraz-no en cantidad, pero ya no servía. Al día siguiente llamamos a Camargo, vinieron los técnicos, vieron, sacaron las fotos… nos indemnizaron, recibí Bs 2.800. No era tanto pero a mí me sirvió esa plata. Fidel cuenta que en años normales cosechaba 40 bolsas y eso significaba ingresos por Bs 40.000, de los cuales 35.000 aproxima-damente era su ganancia líquida restan-do los costos de peladores, transporte, etc. Sin embargo, los Bs 2.800 de indemi-nización fueron importantes para empe-zar de nuevo, me sirvieron para comprar guano, para comer, para mi familia”.

En esta campaña agrícola, el modelo es “al daño y no al rendimiento”. Otra modificación es que el primer año, el productor podía optar por asegurar sus costos de producción o bien la pro-ducción, pero la prima era tan alta que muy pocos productores podían pagarlo. A partir del segundo año la única posi-bilidad es recuperar los costos de pro-ducción, lo que hace que el seguro sea asequible a muchos más productores de durazno.

La prima para un productor es de Bs 1.750 por hectárea, es decir que el co-mún de los productores que tienen ¼ de hectárea pagan Bs 437,50 y Bs 15.000 es el valor asegurado por hectárea, es decir Bs 3.750 para ¼ de hectáreas. El valor asegurado y el monto del seguro son independientes de la edad de las plantas, aunque un requisito es que el duraznal esté en producción.

En la primera campaña fueron pocos los productores que se aseguraron, sólo 24 de 11 comunidades diferentes, por un total 9,63 hectáreas. Eddy Apaza seña-la que “el año pasado era algo nuevo para el productor, no lo conocía, muchos productores tienen ese dicho ‘ver para creer‘”.

“Los Bs 2.800 de indemini-zación fueron importantes para empezar de nuevo, me sirvieron para comprar guano, para comer, para mi familia”.

Plantas dañadas por el granizo.

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litros de agua, que servirán sobre todo para la época de estiaje.

Máximo habla con orgullo de su pro-yecto familiar: junto con su mujer han podido establecer una pequeña “ca-baña” de cerdos en una hectárea de terreno, y hoy tienen 20 vientres. Pero no siempre fue así, la familia núcleo de Máximo migró desde Padilla cuando él tenía 9 años, “No es muy fácil empezar de cero y la crianza de cerdos, significa mucha inversión…” A pesar de ello, ha podido realizar varios cursos y egresar de zootecnia de la Universidad en Mu-yupampa.

Con el correr de los años, ha logrado comprar otros dos terrenos, uno peque-ño de 1,4 hectáreas donde quiere culti-var maíz y una parcela de 7,5 hectáreas para criar vacunos. Pero su bien más preciado es una pequeña vertiente que le provee de agua, tanto para el consu-mo humano como de sus animales.

Máximo Miranda, un productor porcino

Máximo Miranda, pertenece a Puca-huasi, una comunidad del Municipio de Monteagudo en el Chaco Chuquisaque-ño que, como tantas otras de la región, sufre por la falta de agua. La mayor par-te de su población (75 familias) provie-ne de otras partes del departamento. Su actividad principal es la avícultura y la ganadería porcina.

La sequía es el gran problema de la re-gión. Las vertientes se fueron secando o reduciendo y tuvieron que organizarse para cuidar el agua. Primero cercaron la toma y entubaron el agua de la vertiente principal, creando redes domiciliarias. Y últimamente, con el apoyo de la Manco-munidad y el Municipio de Monteagudo, cercaron el área de recarga hídrica para permitir la regeneración de la vegeta-ción e impedir el pastoreo del ganado, almacenando el agua en un aljibe o geo-membrana, que almacena hasta 200.000

Máximo Miranda CéspedesEl cuidado del agua como recurso estratégico en tiempos de sequía

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Social (CAPYS), que tiene una directiva que se reúne periódicamente y convoca mensualmente a una reunión de toda la comunidad.

Máximo cuenta también que “esta era una zona de producción de choclos, sa-cábamos para Navidad, pero ahora ya no porque no tenemos riego. Ahora sólo cultivamos a temporal. Antes se sembra-ba en septiembre-octubre y ahora en diciembre, porque recién hay humedad. Antes cosechábamos en marzo, ahora recién en junio o en julio.” La helada –aunque fue fuerte este año- es un pro-blema menor, señala Máximo: “si son tardías nos perjudican en la fruta, pero no como en otras zonas donde el cultivo es la papa”.

La primera etapa: almacenamiento y conducción del agua

Máximo cuenta que cuando él era adolescente ya se buscaban soluciones al problema del agua. En la actualidad, lograron con apoyo del Municipio, contar con una geomembrana de 200.000 litros para almacenar el agua en época de abundancia y usarla en momentos de estiaje; poco después con el apoyo del PRRD, la Mancomunidad de Municipios del Chaco Chuquisaqueño y el Municipio, transformaron el área de recarga hídrica en un área protegida comunal.

Máximo explica, “acá se tiene bastante agua en época de lluvias”, pero cuando viene la época seca, todo cambia: “ya no lavo mis cabañas, hago limpieza en seco que toma más tiempo, tengo que botar lo que defecan los chanchos y hacerlo tres veces por día por lo menos. El agua que tengo es sólo para consumo, pero si pudiera almacenarlo haría limpieza, y refrescaría a mis chanchos porque hace mucho calor”.

La comunidad de Pucahuasi y su problema de sequía

La sequía fue cambiando el patrón pro-ductivo, cuenta Máximo: “Antes nos dedicábamos más a la agricultura, ven-díamos choclo porque teníamos buenos rendimientos y eso nos permitía subsistir, pero hoy en día, no”. El giro hacia la pro-ducción ganadera, con pequeñas caba-ñas de aves o cerdos y viveros frutícolas fue importante en términos económicos. Y apunta, “es contradictorio, no tene-mos mucha agua pero tenemos muchas cabañas. Mucha gente lo hizo pensando en las pequeñas vertientes que se ha te-nido, pero desde hace diez años, el tema del agua se ha hecho sentir… Y hoy so-mos la comunidad (de la zona) con me-nos posibilidad de poder captar agua de vertientes”.

Pero Pucahuasi es muy organizada y sus históricos problemas la llevaron a conformar el Comité de Agua Potable y

“El agua que tengo es sólo para consumo, pero si pudiera almacenarlo haría limpieza, y refrescaría a mis chanchos porque hace mucho calor”.

Escasez de agua en la zona.

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Máximo explica que “el aljibe como un reservorio se almacena en tiempos de abundancia y se va utilizando en la épo-ca seca. Lo que nos está dificultando es el manejo mismo del aljibe, no se ha podido dar con el punto exacto, a veces lo redu-cían, a veces lo largaban mucho, enton-ces hemos hecho reventar las cañerías. Ya tenían 20 años y han reventado en todas partes. Entonces el proyecto (PRRD y Al-caldía) otra vez nos ha apoyado y hemos cambiado la cañería”.

La segunda etapa: el Área Protegida Comunal

Con la Mancomunidad y el PRRD tam-bién lograron cerrar el área de recarga hídrica de las dos vertientes, cerca de 37 hectáreas y transformarla en un Área Protegida Comunal.

Respondiendo a un pedido de la comu-nidad, la Mancomunidad con fondos del PRRD compró medidores para insta-larlas en las granjas porcinas, que son las que mayor consumo de agua tienen, de tal forma que con lo que se recaude se pueda mantener el sistema.

Para cerrar y cercar el área de recarga fue necesario negociar primero con los vecinos, quienes no tuvieron ningún problema. Saúl Galeán, técnico de la Mancomunidad, relata el diálogo con los dirigentes de la comunidad. “No hay problema pero queremos que nos den algo han dicho”, y ellos les han preguntado “¿qué quieren?”. “Bebederos para nuestros animales” respondieron. Así construyeron bebe-deros de cemento, ellos mismos han puesto la plata para los bebederos.

Máximo explica esa buena predisposi-ción de parte de la comunidad con el siguiente argumento. “La comunidad siempre ha cuidado nuestros recursos y medio ambiente, ha habido gente que ha trabajado en instituciones de manejo de recursos naturales y cuidado del me-dio ambiente y eso ha ayudado, ha faci-litado mucho… El hecho de haber tenido problemas con el agua y que tenemos gente muy conocedora en el rubro ha hecho que todos nos contagiemos”.

De ser tomada en cuenta como área de recarga hídrica, luego tomaron

“El hecho de haber tenido problemas con el agua y que tenemos gente muy conocedora en el rubro ha hecho que todos nos contagiemos”.

Aljibe.

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cabañas y obviamente tenían que utilizar esa agua, entonces se ha actualizado el estatuto”.

El CAPYS es el órgano que tiene la comunidad tanto para reglamentar como para aplicar los estatutos y normas. El CAPYS tiene un encargado del sistema de agua, que entre otros “tiene que recorrer el sistema y solucionar los problemas que se presenten. A ese encargado se le paga Bs 500 y trabaja a medio tiempo”.

Una de las normas más discutidas al interior de la comunidad fue si el agua era solamente para consumo humano o también podía usarse en la producción. “Con la poca agua que tenemos, muchos decían ‘prioritario es el humano‘, y así ha quedado en nuestros estatutos, se garantiza para el consumo humano, pero no así para los animales, pero si es que hay, está permitido para las cabañas”.

Otra norma establece sanciones si alguien lleva animales al área protegida comunal. Hasta el momento “nadie ha sido sancionado porque no se ha cometido esa falta”, concluyó Máximo.

conciencia de la existencia del bosque y de las valiosas especies nativas que hay en el área: “Queremos mantener algunas especies nativas, sabemos que los árboles juegan un papel muy importante en la generación inclusive de las lluvias”… A pesar de ser relativamente reciente, los efectos del cerramiento ya se notan: “Este año estamos viendo un tanto más de agua que antes, y nosotros se lo adjudicamos al área protegida. Menos evaporación, entonces el agua se mantiene”.

Las normas

Con un recurso tan escaso y tan necesitado de protección como el agua, la comunidad no tardó en establecer normas que regularan su uso y el del sistema. Máximo lo cuenta así: “había necesidad de tener normas y decidimos hacer nuestros estatutos y reglamentos para el manejo del agua. Con el pasar de los tiempos, como había algunos artículos que ya no eran adecuados, se los fue cambiando”. Y agrega: “Cuando empezamos no se usaba el agua en cabañas, no tenía uso productivo, era solamente para consumo humano. Pero últimamente se fueron implementando

“Este año estamos viendo un tanto más de agua que antes, y nosotros se lo adjudicamos al área protegida. Menos evaporación, entonces el agua se mantiene”.

Área Protegida Comunal de Pucahuasi.

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www.cosude.org.bo

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