sobre la autoridad etnografica - carlos...

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Sobre la autoridad etnografica I\C Clifford loma a loa anlrop61ogos como naliv06 y lJullhit'\n COIllO informanles suyos ... Eslam08 siendo observados e inBcrilo ••. El frontispicio de la edici6n de 1724 de las Moeurs des sau':Jages am(lri~ quaines del padre Lafitau muestra al etn6grafo como a una joven sentada junlo "un escritorio y en medio de artefactos del Nuevo Mundo y de la Grecia c1aai- OR y Egipto. La autora aparece acompafiada pol' dos queruhines que la asislon en el trabajo de comparaci6n y porIa figura barbada del Tiempo, quien senaln bacia un cuadro vivo que representa la fuente definitiva de las verdades que brotan de la pluma de la escritora. La joven gira su rostro hacia un banco do nubes donde aparecen Adan, Eva y la serpiente. Encima de ellos se yerguen el hombre y la mujer redimidos del Apocalipsis, a ambos lados de un trhingulo radiante con la inscripei6n hebrea de Yahweh. El frontispicio de Los argonautas del Pacifico occidental de Malinowski es una fotografla con el subtftulo "Un acto ceremonial del Kula". Se ofrece un oollar de conchas a un jefe trobriandes, parado en la puerta de su vivienda. Detras del hombre que ofrece el collar hay una hilera de seis j6venes inclina- dos, uno de 10s cuales esbi soplando una caracola. Todas las figuras estan de perfil, con la atenci6n aparentemente concentrada en el rito de inter- cambio, todo un evento en la vida melanesia. Pero prestando mas aten- d6n puede advertirse que uno de 10s j6venes inclinados esta mirando hacia la camara. La alegoria de Lafitau es menos familiar. Mas que original' algo, su autor transcribe. A diferencia de la foto de Malinowski, el grabado no hace referen- cia a la experiencia etnografica, a despecho de los cinco afios que Lafitau pas6 investigando a 10smohawk, investigaci6n que Ie ha ganado un sitial de respeto entre 10strabajadores de campo de cualquier generaci6n. Su relato se presenla no como el producto de una observaci6n de primera mano sino como escritura en un taller atestado. El frontispicio de los argonautas, como todas las fotogra- flas, afirma la presencia de la escena del ante de las lentes; y tambien sugiere otra presencia, la del etn6grafo, componiendo activamente este fragmento de In realidad trobriandesa. El intercambio del Kula, el tema del libro de Malinowski,

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Sobre la autoridad etnografica I\C

Clifford loma a loa anlrop61ogos como naliv06 y lJullhit'\n COIllO

informanles suyos ... Eslam08 siendo observados e inBcrilo ••.

El frontispicio de la edici6n de 1724 de las Moeurs des sau':Jages am(lri~quaines del padre Lafitau muestra al etn6grafo como a una joven sentada junlo"un escritorio y en medio de artefactos del Nuevo Mundo y de la Grecia c1aai-OR y Egipto. La autora aparece acompafiada pol' dos queruhines que la asislonen el trabajo de comparaci6n y porIa figura barbada del Tiempo, quien senalnbacia un cuadro vivo que representa la fuente definitiva de las verdades quebrotan de la pluma de la escritora. La joven gira su rostro hacia un banco donubes donde aparecen Adan, Eva y la serpiente. Encima de ellos se yerguen elhombre y la mujer redimidos del Apocalipsis, a ambos lados de un trhinguloradiante con la inscripei6n hebrea de Yahweh.

El frontispicio de Los argonautas del Pacifico occidental de Malinowskies una fotografla con el subtftulo "Un acto ceremonial del Kula". Se ofrece unoollar de conchas a un jefe trobriandes, parado en la puerta de su vivienda.Detras del hombre que ofrece el collar hay una hilera de seis j6venes inclina-dos, uno de 10s cuales esbi soplando una caracola. Todas las figuras estan deperfil, con la atenci6n aparentemente concentrada en el rito de inter-cambio, todo un evento en la vida melanesia. Pero prestando mas aten-d6n puede advertirse que uno de 10s j6venes inclinados esta mirandohacia la camara.

La alegoria de Lafitau es menos familiar. Mas que original' algo, su autortranscribe. A diferencia de la foto de Malinowski, el grabado no hace referen-cia a la experiencia etnografica, a despecho de los cinco afios que Lafitau pas6investigando a 10smohawk, investigaci6n que Ie ha ganado un sitial de respetoentre 10s trabajadores de campo de cualquier generaci6n. Su relato se presenlano como el producto de una observaci6n de primera mano sino como escrituraen un taller atestado. El frontispicio de los argonautas, como todas las fotogra-flas, afirma la presencia de la escena del ante de las lentes; y tambien sugiereotra presencia, la del etn6grafo, componiendo activamente este fragmento de Inrealidad trobriandesa. El intercambio del Kula, el tema del libro de Malinowski,

I!lCl hn h(~choP0l'fl1CI.IIullmlo viMihlo, ocmlrndo C1J\ d ('lIttell'lI \Ifll'f'l'lt"unl, mltllllJ't\I!l

que una mil'llc1apm'l,icipnnle rcdirige nucsll'f1nl.0llCii6nhl\(·ltt 01 \Iunlo dM Villl.lIobservacionnl que, como lectores, comlIDI1imoscon eI dllt'll!:l'lIli)Y 10111 (·fltlUU'II.SCl

sefiala el modo predominante de la modernn autoridad del I.mhlljo tin ('mnpo: "Es-till;alIf... porque yo estuve alii".

Este capItulo rastrea la formaci6n y la quiebra de la aUl.oridadelnografi-ca en la antropologia social del siglo xx. No es un relato completo, ni se basaen una teori'a totalmente aeabada de la interpretaci6n yla textualidad etnognl-fica.l Los contoroos de una teori'a tal son problematic os, dado que la actividadde la representaci6n transcultural se encuentra ahora mas en cuesli6n de 10que 10ha estado nunea. La actual dificultad esta Iigada a la quiebra y redistri-buci6n del poder colonial en las deeadas posteriores a 1950 y a 105ecos de eseproceso en las teorfas radicales de la cultura de 105auos 1960 y 1970. Des-pues de la revocaei6n de la mirada e:'1I'0peapol' el movimiento de la negritud ydespues de la crise de conscience de la antropologia con respecto a su status li-beral en el interior de un orden imperial, y ahora que el Occidente no puedepresentarse mas a sf mismo como el unico proveedor de conocimiento antropo-16gicosobre los otros, ha llegado a ser necesario imaginal' un mundo de etno-graffa generalizada. Con las comunicaciones expandidas y las influenciasinterculturales, la gente interpreta a los otros, y se interpreta a sf misma, enuna pasmosa diversidad de idiomas: una condici6n global de 10 que MijailBajtfn (1953) llamara "heteroglosia".2 Este mundo ambiguo y multfvoco haceque cada vez resulte mas diffcil concebir la diversidad humana como algo ins-crito en culturas cerradas e independientes. La diferencia es un efecto del sin-cretismo inventivo. En auos recientes, obras tales como OrientaLism, deEdward Said (1978) y Sur La 'phiLosophie' africaine de Paulin Hountondji(1977) han arrojado dudas radicales sobre los procedimientos pol' los cuales sepueden representar los grupos humanos extrauos sin proponer metodos 0 epis-

1 Solo se discuten ejemplos ingleses, nOlteamericanos y franceses. Si bien es posible que losmodos de autoridad que aquf se analizan se puedan generalizar ampliamente, no se ha hecho nin-gUn intento de extenderlos a otras tradiciones nacionales. Se presupone asimismo, en la tradicionantipositivista de Wilhelm Dilthey, que la etnograffa es un proceso de interpretacion, no de expli-cacion. No se discuten modos de autOlidad basados en epistemologfas cientffico-naturales. AI foca-lizarse en la observacion participante como un proceso intersubjetivo que se encuentra en elcorazon de la etnograffa del siglo XX, esta discusion soslaya cierto numero de fuentes adicionalesde autoridad: pol' ejemplo, el peso de conocimiento de "archivo" acumulado sobre grupos particu-lares, de una perspectiva comparativa transcultural y de un trabajo de investigacion estadrstico.

2 La "heteroglosia" asume que "Ios lenguajes no excluyen a los otros, sino que mas bien se in-tersectan con ellos de muchas maneras diferentes (el lenguaje ucraniano, el lenguaje del poemaepico, eI del simbolismo temprano, eI del estudiante, el de una generacion pa11icular de nifios, eldel intelectual al dfa, el delnietzscheano, etcetera). Parecerfa incluso que la misma palabra 'Ien-guaje' perdiera todo su sentido en este proc~so, puesto que aparentemente no hay ningun planosingular en que todos estos 'Ienguajes' puedan yuxtaponerse todos juntos" (291). Lo que se dice delos lenguajes se aplica pOl' igual alas "culturas" y "subculturas". Vease tambien Volosinov (lBaj-tfn?) 1953:291, esp. capftulos 1-3 y Todol'OV1981:88-93.

tt'lllloloMfttlil .i.ltmu1IimtM y lt~lldlUnt'lllll:l 1I11tlV1lM. 1';fiIlo!l ClfillUdios Ilugi.cron queminuh'ulilIII (1llwt'ihll'lI clluow'fificntlOpucde csenpar enl.eramenle nl usa reduc-(,ioui,"" do rlicolornfufoly csotlcias, puede pOI'10 menos esforzarse autocons-(,j(1t1It~melllo P"J'H no rcLrnLar"oLros" abslractos y ahist6ricos. Ahora es mas(It'lwilll qlle nunca que los diferentes pueblos formen imagenes complejas y1l00WI'das de los demas, y de las relaciones de conocimiento y poder que los(·oJlcel.an.Pero ningun metodo cientffico 0 instancia etica soberanos puedenjl;ut'HtllizarIn verdad de tales imagenes. ElIas estan constituidas -la crftica de108 modos coloniales de representaci6n 10 ha mostrado suficientemente- enICl'rninosde relaciones hist6ricas especfficas de dominaci6n y de dialogo.

Los experimentos en escritura etnografica examinados en este capItulono caen en una direcci6n reformista 0 en un senti do reformista claros. Son in-venciones ad hoc, y no se los puede vel' en terminos de un analisis sistematicode la representaci6n poscolonial. Se los puede comprender mejor como compo-nenles de esa "caja de herramientas" de teorfa comprometida recientementerecomendada pol' Gilles Deleuze y Michel Foucault. "La noci6n de la teori'acomo caja de herramientas significa (i) La teori'a a construirse no es un siste-ma sino un instrumento, una L6gica de la especificidad de las relaciones depoder y de las luchas alrededor de ellas; (ii) y esta investigaci6n s610puedeser so15rellevada paso a paso sobre la base de una reflexi6n (que necesaria-mente ha de ser hist6rica en algunos de sus aspectos) acerc.a de situ,acionesdeterminndas" (Foucault, 1980: 145; vease tambien 1977: 208). Podemos con-tribuir a una reflexi6n practica sobre la representaci6n transcultural realizandoun inventario de las mejores, aunque imperfectas, estrategias actual mente a lamano. En estas, el trabajo de campo etnografico sigue siendo un metodo inu-sualmente sensitivo. La observaci6nparticipante obliga a sus practicantes aexperimental', a un nivel tanto intelectual como corporal, las vicisitudes de latraducci6n. Requiere un arduo aprendizaje del lenguaje, y a menudo un desa-rreglo de las expectativas personales y culturales. Hay, pol' supuesto, todo unmito del trabajo de campo. La experiencia concreta, cercada de.contingencias,rara vez alcanza la altura de 10 ideal; pero como medio para producir conoci-miento a partir de un compromiso intenso e intersubjetivo, la practica de la et-nograffa conserva. un status ejemplar. Mas aun, si el trabajo de campo seidentific6 durante un tiempo con una disciplina especfficamente occidental ycon una ciencia totalizante de "antropologfa", esa asociaci6n no es necesaria-mente permanente. Los estilos actuales de descripci6n cultural estan hist6ri-camente limitados y se encuentran sufriendo importantes metamorfosis.

El desarrollo de la ciencia etnografica no puede entenderse en ultimoanalisis prescindiendo de los debates polfticos y epistemol6gicos mas genera-les sobre la escritura y la representaci6n de la alteridad. En esta discusi6n, sinembargo, he mantenido el foco sobre la antropologfa profesional, y especffica-mente en la etnograffa a partir de 1950.3 La actual crisis --0 mejor, disper-

3 No pretendo revisal' nuevos estilos de escritura etnografica que se han oliginado fuera de

8i6n- do Ia aUloridnd olnogrMicll Imoo pOllihlo l!'IlZItI' 1111 Jltlrtorlo "llI'oxlnltldo,delimitado pol' Ios arios 1900 y 1960, duranle 131cUlll 111(\ MIIII"III"ld6 ml" t1l1tWElconcepci6n del trabajo de campo como la norma de In nllll'opol0/olftl(JII\'Optmynorteamericana. El trabajo de campo intensivo, llevado n cabo pOl' tlspeeinlis-tas entrenados en la universidad, emergio como una Fuente de datos sobre lospueblos ex6ticos privilegiada y sancionada. La cuestion aquf no es que hayaprevalecido un unico metodo de investigacion. La etnograffa "intensiva" ha si-do variadamente definida (comparese Griaule, 1957, con Malinowski, 1922:cap. 1). Mas aun, la hegemonfa del trabajo de campo se estableci6 antes y masextensivamente en los Estados Unidos y en Inglaterra de 10que fue el caso enFrancia. Los ejemplos mas tempranos de Franz Boas y la expedici6n al Estre-cho de Torres solo fueron equiparados con retraso por la fundaci6n del Institutd'Ethnologie en 1925 y con la publicitada Mision Dakar-Djibuti de 1932 (Ka-rady, 1982; Jamin, 1982a, Stocking, 1983). Sin embargo, a mediados de la de-cada de 1930 se podfa hablar ya de un consenso internacional en plenodesarrollo: las abstracciones antropologicas validas deMan estar basadas, deser posible, en descripciones culturales intensivas hechas por estudiosos cali-ficados. A esta altura de las cosas el nuevo estHo se habfa hecho popular, y es-taba institucionalizado y corporizado en practicas textuales especfficas.

Recientemente se ha hecho posible identificar y tomar una cierta distan-cia de estas convenciones.4 Si la etnograffa produce interpretaciones culturalesa partir de intensas experiencias de investigacion, lcomo es que la experien-cia, no sujeta a reglas, se transforma en informe escrito autol'izado? lC6mo es,precisamente, que un encuentro transcultural, locuaz y sobredeterminado,atravesado por relaciones de poder y desencuentros personales, puede ser oir-cunscrito como una versi6n adecuada de "otro mundo" mas 0 menos discreto,compuesto pol' un autor individual?

Al analizar estas complejas transformaciones se debe tener en mente elhecho de que la etnograffa esta, desde el principio hasta el fin, atrapada en lared de la escritura. Esta escritura incluye, mfnimamente, una traducci6n de laexperiencia a una forma textual. Este proceso esta complicado poria accion demultiples subjetividades y de constricciones po11ticas que se encuentran masalia del control del escritor. En respuesta a estas fuerzas, la escritura etnografi-

Occidente. Como 10 han delllostrado Edward Said, Paulin Hountondji y otros, queda pol' hacer unconsiderable trabajo de "clearing" ideologico y de crftica oposicional; y esto es a 10 que esos inte-lectuales no occidentales han estado dedicando gran pa11e de sus energfas. Mi discusi6n pel1nane-ce en el interior, pero en los Iflllites experimentales de una eiencia cultural realista elaborada enOccidente. Mas aun, Illi discusion tam poco considera como areas de innovacion los generos "pa-raetnograficos" de la historia oral, la novela no ficticia, el "nuevo periodismo", la literatura de via-jes y el filme documental.

4 En la presente clisis de autoIidad, la etnografla ha surgido como un tema de cscmtinio historico.Sobre nuevas estrategias crfticas, vease Hartog, 1971; Asad, 1973; BUl1'idge, 1973, cap. 1; Duchet,1971; Boon, 1982; De Ce11eau, 1980; Said, 1978; Stocking, 1983 y Rupp-Eisenreich, 1984.

(lit (loriMcm jUM~O mill ollll'uloMlndo tlIIloridud ospocfficEl.Eslll oslrlliogia ha in-voluol'ltdo, oh1~lOElrnOnlo,la prctensi6n -no cuestionada- de aparecer como01quo, proporclOna.la ;e.rdad en ellext~. U~a experiencia cultural compleja esonuncwda pOI'un mdlvlduo: We the T~kop~apOI'Raymond Filth; Nous avonsmange lafor& por Georges Condominas; Coming of Age in Samoa por Marga-rot Mead; The Nuer por E. E. Evans-Pritchard.

La discusi6n que sigue localiza primero historicamente esta autoridad eno~desenvolvimiento de una ciencia de III observacion palticipante de nuestrolI~glo,y proce?e luego a una cri'tica de los supuestos subyacentes y a una revi-8I6n.d~ praChcas. textuales emergentes. Estas estrategias alternativas puedenp~rClbIrse en reCIentes experimentos por parte de etnografos que, autocons-clentemente, rechazan las escenas de representaci6n cultural en el estilo delfrontispicio de Malinowski. Estan surgiendo diversas versiones seculares delfltestado. taller de escritura de Lafitau. En los nuevos paradigmas, la autoridaddel escntor no aparece ya fascinada por figuras trascendentales sea una dei-dad hebreo-cristiana 0 sus reemplazos del siglo xx, el Hombre' y la Cultura.Nada ~erdura del tabla~o celes.tial, :on excepci6n de la esfumada imagen delantropolo~o ~n un espeJo. El sI1enclO del taller etnografico ha sido quebradopor voces mSlstentes, heterog16ticas, pOl'el raspar de otra8 plumas.5

Sobre el !in .de~siglo XIX nada garantizaba, a priori, el status del etn6gra-fo como el.meJor mt.e~prete de la vida nativa, en oposici6n '" lat-:lSdel viajeroy en espeClal del mlSlOnero y del administrador, algunos de los cuales habfanest~~o en e1.campo mucho mas tiempo y posefan mejores contactos de investi-ga?lOn y meJores habilidades lingiifsticas. El desarrollo de la imagen del tra-bapdor de campo en Ameri.ca, desde Frank Hamilton Cushing (unexcentrico)hasta Mar~aret Mead (una ~lgura nacional)es significativo. Durante este perfo-d~ s~ :reo una forma particular de autoridad, una autoridad tanto validadaCl;nhflCamente com~ basad~ .en una experiencia personal singular. Durante ladecada de 1920 MalmowskI Jug6 un 1'01central en el establecimiento del cre-dito del trabajador de campo, y eS a esta luz que debemos rememorar sus ata-que~ a la com~tencia de los adversarios en el campo. POI' ejemplo, elmaglstrado colomal Alex Rentoul, quien tuvo la temeridad de contradecir loshallazgos cientfficos concernientes a la concepcion trobriandesa de la paterni-dad,. fue excomulgado en las paginas de ~lan pOI'su nada profesional "pers-pechva de tribunal policfac~" (veanse Rentoul, 1931a, b; Malinowski, 1932).El ataqu~ contra el amateunsmo en el campo fue llevado mas lejos aun por A.R..Radchfffe-~rown, qui en, como 10 ha mostrado Ian Langham, vino a epito-mlzar el profeslOnal cientffico, descubridor de leyes sociales rigurosas (Lang-ham, 1981: cap. 7). Lo que surgio durante la primera mitad del siglo xx junto

,5,~obn~ la. supresi~n ~e.1dialo~o en el frontispicio de Lafitau y la constitucion de una "antropo-logla textualIzada, ahlstonca y vlsualmente orientada, vease Michel de Certeau, 1980.

al exito del trabajo de campo profcsioTial file 111111fll"il'ill1II,II'Y,/l.d,· Il'lII'il~~('IIl'"ral e investigacion empirica, de analisis cultural, COild(·"('.II! It 'Ic'l~I :'I.I~oj!,l'llll('a.

El trabajador de campo-teorico reemplazo a uTia VI/'.I11(.I~VI"IOII"lIln~ d"hombre en el terreno" (en palabras de James FI:azer) 7 el SOI'I"~(:Il;O0 d allln:-

'logo en la metropolis. Esta division del trabaJo vanaba en ddcrentcs trad~-:ones nacionales. En los Estados Unidos, por ejemplo, Morgan poseia conOCI-miento personal de por 10menos algunas de la culturas qu~ constitufan la ma-teria prima para sus sfntesis sociologicas; y Boas, m~s bIen tempra~a~ente,hizo del trabajo de campo intensivo el sine qua non ~el clisc~so antr?l)()logIcose-rio. En general, sin embargo, antes de que Mal~nowskI? Ra~ch.ffe-Brown yMead establecieran con exito la norma del estudlOso umversItano que com-prueba y deriva teorfa a partir de una investigacion de prir;te~a man,o, p.revale-da una economfa del conocimiento etnogriifico un tanto chstInta. Por eJemplo,The Melanesians (1891) de R. H. Codringt,on es u~a comyila:,ion det~llada defolclore y costumbres, extrafda de un penodo de InvestIgaclOn re~ahvamenteextenso y basado en una intensiva colaboracion con tr,~ducto~'es~ l,~lformant~sindfgenas. Ellibro no esta organizado e~ tomo de .una ~x?enenCHl de trab~Jode campo, ni promueve una hipotesis lllterpretahva ';lmf~cada, ya se.a f~nclO-nal historica 0 de otro tipo. Se conforma con generahzaclOnes de baJo myel yco~ el amasado de un rango eclectico de informacion. Codrington es aguda-mente consciente del caracter incompleto de su conocimiento, y cree que unacomprension real de la vida nativa solo se puede alcanzar despues de una de-cada de experiencia y estudio (pags. vi-vii). Esta comprension d~ las dificulta-des que existen para comprender el mundo de los pueblos extranos -los mu-chos anos que se necesitan para aprender y desaprender, los problemas de laadquisicion de una amplia competencia lingufstica- tendio a ~ominar e: tra-bajo de la generacion de Codrington. Tales sup~estos p.r0nto senan desafwdospor el relativismo mas confiado del modelo mallllowskwTlo. Los nuevos traba-jadores de campo se distinguieron ~aj.antemente de I?s."hombres en el terr.eno"que los habfan precedido -.el mlSlOnero, el adm~ms,trador, el comercwntey el viajero-- cuyo conocimlento de los pueblos llldigenas, argume~t~ban,no estaba informado por buenas hipotesis cientfficas 0 por la suflclente

neutralidad.Antes del advenimiento de la etnografla profesional, escritores como J. F.

McLennan John Lubbock y E. B. Tylor habfan procurado controlar la calidadde los rep~rtes en que se basaban sus sfntesis antropologicas. Lo hadan p~rmedio de los lineamientos del Notes and Queries y, en el caso de Tylor, cultI-vando relaciones de trabajo duraderas con sofisticados investigadores de cam-po tales como el misionero Lorimer Fison. Desp~es de ~~83,.com~ .nuevocatedratico de antropologfa en Oxford, Tylor alento la reumon sIstematIca dedatos etnogriificos por profesionales calificados. EI United States Bureau ofEthnology, ya comprometido en la empresa, proporciono ~l modelo. Tylor seocupo de fundar un comite para estudiar las tribusnoroccIdentales ~el Cana-da, y el primer agente de ese comite que en el campo fue E..~. WIlson, conc1iecinueve anos de experiencia como misionero entre los oJIbwa. En poco

Ilt'IIIJ10A,,\I' flit. """llIplm:ado pOl'11/11110,1111f(",i('o"II 1'1'0"""0dl\ ,'ollv,·,lil'''''' II IIIt.lll0fl,l'Ilf(II pl'Of",.i011111.C,'OI'fI,!'Sill"k i11/1,II1'f,!,1IIIII'Ill(i 1""''''lIa",iYallll'lIll' q III' ,.\1'/'.'1111'111:00;0d" Wil,.llil P0I' BOliN"111111'1'11,·1 illi,·io d•• 111111illlplll'llIlIlI'I'll"'""II ••Ic1.''''"lTollod,,1 111010clodllogl'iifil'o hl'iliillil'o: IIIn'('oll'('I'i(,1Idl' dalo" 1'01'(·i"1I1lIkw\ IIIIIIII'IIII-Hdl' fOl'lIl1ll'iollII('/ult:mil'a qlJ(, S('dd'illfall a HfIlIii'HIION('01110allIl'op610goN,Y 1I111'adertll'lN,'stahall illvollll'l'IIdoN"II la I'011IIl1lal'i"III Y I'vallllwit'lldrll"ol'la IIIII1'01'010ll;iI'a" (I<JK~:71,). COlilas illv/,sligal'iolll's klllpl'llllllNdl' 11"11"Y ('Oild HlIl'gillliellloen IIIclt:l'ada de IH<JOde oll'OStl'llhajlldon,s d(· "lIl1lp" I'll'Yl\lIil\lIlt~sde IllSeieneias lIaturales, como A. C. Iinddon y Baldwiu Spl'II("'I', "IH10villIiellto haeia In cI1I0ll;l'Hffaprofesionnl ya estaba encarni IIl1do.1.11(IX 1'•.•1 i(,j(,11111Estrocho de Torres de 1899 puede verse como lITiaculruilllwi",11dl·11I1111IIjode esta "generacion intermedin", como la llama Stocking. 1-] lIuevo I·Nlil••do illvestigacion era c1aramente distinto del de los misioneros y dd dl' oll'''~nficionndos en el campo, y formaba paI1e de una tendencia generaln plII'lil'd.,'I' I "t bl . " }y or a es a ecer una umon mas estrec la entre los componentes clIlpfl'i(·w\yIcoreticos de una investigacion antropologica" (1983: 72).

EI establecimiento de la observacion participante intensiva como Utll'llillprofesional, sin embargo, debfa esperar aun a la cohorte malinowskinlla. 1.11"generaci6n intermedia" de etnografos, tfpicamente, no vivfa en un solo Niliodurante un ano 0 mas, dominando la lengua vernacula y sometiendosl\ a 111111experiencia personal de aprendizaje comparable a una iniciacion. No IlHhlllllllllcomo portadores de la cultura, sino que retenfan la instancia documental y ob·servacional propia de los cientificos naturales. La principal excepci6n anlt'N(I"la tercera decada del siglo, Frank Hamilton Cushing, siguio siendo un ejeHlploaislado. Como 10 ha sugerido Curtis Hinsley, el extenso estudio de Pl'illlNIImano de Cushing sobre los zuni, su virtual absorcion en su forma de vidn."suseita problemas de verificacion y narratividad ... Una comunidad de nllll'll-pologfa cientffica construida sobre el modelo de otras ciencias requerfll 1111di",·curso de lenguaje comun, canales de comunicacion regular, y par 10meno>l1111consenso minimo acerca del metodo de evaluacion" (1983: 66). La COrnpI'NI-si6n de los zuni por parte de Cushing, intuitiva y excesivamente personal, 110podfa conferir autoridad cientlfica.

Para decirlo esquematicamente, antes de fines del siglo XIX,el etnogmfoy el antrop6logo, el descriptor-traductor de costumbres y el constructor de It~o·rias generales sobre la humanidad, eran distintas personas. (Un sentido e1I11'Ode I~ ~ensi6n entre la etnograffa y la antmpologfa es importante si se qlliC'I'I'percIbu Gorrectamente la confluencia reciente -y quiza temporaria- CIIII'I'~m.bospro7ectos.) Malinowski nos ha dado la imagen del nuevo "antrop6Iogo"mfIltrado Junto al fuego de la aldea, observando, escuchanclo y haciendo »1'11-guntas, registrando e interpretando la vida trobriandesa. La carta de fundaciollliteraria de esta nueva autoriclad es el primer capitulo de Los argonautas, ('Oil

sus fotograflas prominentemente destacadas de la tienda del etnografo cn J111'-clio de las viviendas cle Kiriwina. La justificacion metodologica mas agucln (Inesta nueva modaliclad se encuentra en Andaman Islanders (1922) de Raclelif-fe-Brown. Los dos libros se publicaron a menos de un ano de diferencin. Y

aunque BUS aulorcs dcsnrrollnron Clllllilollldo ll'l'Il)/\jo«If'! (liIIllJlO'I vl.!onCIIIdM IIIciencia cultural bien diferenles, ambos l.exl08 lClmpl'llllO"JlI'OJlomionnnfI1'gu-

mentos explfcitos a favor de la especial autoridad del 'JI.utif(l'I\ro-nnll'op610go.Malinowski, como 10muestran sus notas a la crucial inll'Oducci6n do Los

argonautas, estaba preocupado principal mente pol' el problema ret6rico deconvencer a sus lectores de que 10s hechos que ponfa ante e\los habfan sidoobjetivamente adquiridos, y no eran creaciones subjetivas (Stocking, 1983:105). Mas aun, 61era perfectamente consciente de que "en etnograffa, a menu-do hay una distancia enorme entre el material bruto de la informacion -tal cOmose presenta al estudioso a trav6s de sus propias observaciones, 0 de afirmacio-nes de los nativos, 0 del calidoscopio de la vida tribal- y la presentacion defi-nitiva y autorizada de los resultados" (Malinowski, 1922: 3-4). Stocking hahecho un analisis preeiso de los diversos artifieios literarios de Los'argonautas(sus laboriosas eonstrueeiones narrativas, el usa de la voz aetiva para denotarel "presente etnografieo", las dramatizaeiones ilusorias de la partieipacion delautor en escenas de la vida de Trobriand), teenieas que Malinowski utilizo conel fin de que "su propia experiencia con los nativos [pueda] \legal' a ser tam-bien la experiencia del lector" (Stocking, 1983: 106; vease tambien Payne1981 y capftulo 3). Los problemas de narracion y exposicion que habfan rele-gado a Cushing a la marginalidad profesional estaban bien presentes en elpensamiento de Malinowski. Esta ansiedad aparece reflejada en la masa dedatos contenida en Los argonautas, en sus sesenta y seis laminas fotograficas,en la hoy un tanto curiosa "Lista cronologica de los sucesos del Kula presen-ciados pol' el autor", en la alternancia constante entre descripciones imperso-nales de conductas tfpicas y afirmaciones del tipo "Yo presencie ..." 0 "Nuestrogrupo, navegando desde el norte ...".

Los argonautas es simultaneamente una narrativa compleja de la vida enTrobriand 'I del trabajo de campo etnografico. Es arquetfpica de la generacionde etnograffas que establecieron con exito la validez cientHica de la observa-cion participante. La aventura de la investigacion construida en Los argonau-tas, en el popular trabajo de Mead sobre Samoa 'I en We the Tikopia [de R,Firth] devino una narrativa implfcita subyacente a todos los reportes profesio-nales sobre mundos exoticos. Si algunas etnograffas posteriores no necesitaronincluir relatos pormenorizados del trabajo de campo, fue porque tales relatoseran asumidos como supuestos, una vez que se afinnaban cosas tales como,pOI'ejemplo, la simple frase de Godfrey Lienhardt al comienzo de Divinity andExperience (1961: vii): "Este libro se basa en dos anos de trabajo entre losdinka, distribuidos en el perfodo entre 1947'11950".

En la decada de 1920, el nuevo trabajador de campo-teorico llevo a suconsumacion un nuevo 'I poderoso genero cientffico 'I literario, una descrip-cion cultural sintetica basada en la observacion participante (Thomton, 1983).EI nuevo estilo de representacion dependio de innovaciones institucionales 'Imetodologicas que soslayaron los obstaculos para un rapido conocimie:t;ltodeotras culturas que habfan preocupado a los mejores representantes de la gene-racion de Codrington. Estos pueden ser brevemente resurnidos:

• 1<11 I'l'illu'~'1~lglIl""" vlllori:t.6III fif.\lll'lI<1,,1I mlllljlll!Ol'<II'emllpo, Imllo pu-bllC'll"01110 pl'Olll"IOIIIIIIII('III".Ell ollllll1>ilopopulal', figlll'/ISvisi1>lestnlus comoMlllillowHki.MI,a<ly MlIJ'cd Gl'iallle cornuuicaron una vision de la etnograffa,'01110 algo qUI' I'm al rnismo Ijempo cienlfficamente diffcil 'I heroico. EI etno-gmfo pl'Ol<'8iolllllera entrado en las ultimas teenicas analfticas 'I modalidadesd" f'xplicllci6n cienlffica. Esto conferfa una ventaja sobre los aficionados en el('/HIlPO:d pl'Ol<Jsionalpodfa afirmar que llegaba mas rapidamente al corazon110 una cullura, apropiandose de sus instituciones 'I estructuras esenciales.lInll/.lc.lilud prescri~a ~e relativismo cultural distingufa al trabajador de campod" rmSlOncros,admmIstradores 'I otros cuya vision de los nativos era, presumi-blemenle, menos desapasionada, 'I que estaban preocupados pOI'los problemasdel gobierno 0 de la conversion. Ademas de la sofisticacion cientffica 'I de lasimpatfa relativista, surgio toda una variedad de estandares normativos paraesla nueva forma de investigacion: el trabajador de campo debfa vivir en la al-dca nativa, usaI' la lengua vemacula, permanecer un tiempo suficiente (perorara vez especificado), investigar ciertos temas clasicos, etcetera.

. En segundo orden, existfa un acuerdo tacito de que el etnografo de nuevoestllo, cuya permanencia en el campo rara vez excedfa los dos anos siendo

f . 'con recuenCIa mucho mas breve, podfa "usaI''' con eficiencia los lenguajesnativos sin "dominarlos". En un significativo artfculo de 1939 Margaret Meadarguyo que el etn6grafo que siguiera la prescripci6n malinowskiana de evitarinterpretes y condujera su investigaci6n en lengua vernacula no necesitaba, dehecho, alcanzar el "virtuosismo" en las lenguas nativas, sino que podfa "usar"la lengua local para realizar preguntas, mantener el rapport 'I arreglarselas enla cultura general, obteniendo buenos resultados de investigacion en areas deeonce~tracion particulares. Esto, en efecto, justificaba su propia practica, laque gIraba en torno de estadfas relativamente breves 'I se focalizaba sobre do-minios especfficos, tales como la infancia 0 la "personalidad", focos que fun-eionarfan como "tipos" para una sfntesis cultural. Su actitud hacia el "uso"dellenguaje era ampliamente caracterfstica de una generacion etnografica quepodfa, pol' ejemplo, reputar como autorizado un estudio llamado Los Nuer, ba-sado en solo once meses de investigaci6n sumamente dificultosa. El artfculode Mead provoc6 una aguda respuesta de Robert Lowie (1940), escrita desdela perspectiva de la anterior tradici6n boasiana, de orientacion mas filologica.Pero e~ta fue una reacci6n de la retaguardia; ya se habfa establecido en gene-ral la Idea de que se podfa realizar una investigacion valida sobre la base deuno 0 dos a,nos de familiaridad con una lengua vernacula extranjera (auncuando, como sugerfa Lowie, nadie prestarfa credito a una traduccion deProust que estuviera basada en un conocimiento equivalente del frances).

En tercer lugar, la nueva etnografia estaba marcada pol' un enfasis cre-ciente en elpoder de la observaci6n. La cultura se hallaba construida como unconjunto de conductas caracterfsticas, de ceremonias 'I de gestos susceptiblesde registro 'I explicacion pol' parte de un observador entrenado. Mead llevabaeste punto mas alIa (ciertamente, sus propios poderes de analisis visual eranextraordinarios). En lfneas generales, el obseroador partieipante emergi6 como

una normn d(~In invol'llignei6n. POl'IlUllU~l!llo,t1lll'tlhlljoCIn mlltlJloCIon 6xilo lfItl-

vilizaba un ampHsimo rango de inleracciones posiblClIll,pl"I'Ulilt'! n(lol'd6 11 10 vi-sual una primaci'a distintiva: la interpretacion estabn ligndn n III doscl'ipci6n.Despues de Malinowski, una sospecha general hacia los "infol'mantes privile-giados" reflej6 esta preferencia sistematica pOI'las observaciones (met6dica~)del etn6grafo en detrimento de las inlerpretaciones (interesadas) de las auton-dades indfgenas.

En cu8110 orden, ciertas abstracciones teoreticas poderosas prometfanayudar a los etn6grafos academic os a "alcanzar el coraz6n" de una cultura masrapidamente, pOI'ejemplo, que la realizaci6n de un extenso inventario de cos-tumbres y creencias. Sin pasar anos enteros tratando de conocer a los nativos ya los detalles fntimos de sus complicadas lenguas y de su hahitos, el investiga-dol' podrfa buscar mas bien datos seleccionados que Ie permitieran d~ircuentade la armadura central 0 de la estructura de una totalidad cultural. EI "metodogenealogico" de Rivers, y luego el modelo de la "estructura social" de Radclif-fe-Brown, proporcionaban este tipo de atajo. Se podfa, aparentemente, elicitarterminos de parentesco sin un conocimiento profundo de la Icnglla vernaculalocal, y el rango de conocimiento contextual necesario era, de este modo, con-venientemente limitado.

En quinto lugar, dado que la cultura considerada como una totalidadcompleja, era siempre demasiado amplia como para dominarla en una investi-gaci6n breve, el nuevo etnografo procuraba focalizarse temalicamente sobreinstituciones particulares. EI prop6sito no era contribuir a un inventario com-pleto 0 a una exhaustiva descripci6n de costumbres, sino alcanzar la totalidada traves de una 0 mas de sus partes. Ya he senalado el privilcgio que duranteun tiempo se concedi6 a la estructura social. Un cicio de vida individual, unritual complejo como el anillo de Kula 0 la ceremonia de Naven, podfan tam-bien servir al mismo efeeto, al igual que categorfas de conclucta como la eco-nomfa, la polftica y demas. En la instancia retorica prevalentementesinecdoquicade Ia nueva etnograffa, se asumfa que las partes eran microcos-mos 0 analogfas de la totalidad. Esta disposicion de primeros pIanos institu-donales sobre un trasfondo cultural en el dibujo de un mundo coherente, lIevopOl'Sl roisrno a convenciones literarias de tipo realista.

Sexto, la$ iotalidades asf representadas tendfan aser sincronicas, comoque eran producto de una actividad de investigacion de cOl10plaza. EI trabaja-dol' de campo intensivo podia esbozar plausiblemente los contornos de un"presente etnografico": el cicio de un ano, una serie ritual, patrones de con-ducta tfpica. Introducir indagacion hist6rica de largo alcance habria complica-do hasta 10 imposible la tarea del nuevo estilo de trabajo de campo. De estemodo, cuando Malinowski y Radcliffe-Brown establecicron su crftica a la "his-toria conjetural" de los difusionistas, les rcsult6 tambien facil excluir los pro-cesos diacronicos como objetos del trnbajo de campo, con las consecuenciasque ya se han denunciado suficientcmente.

14:111111.illlltlVltllllltlC"'1IIlIli,'vle"I'OIlJlItI'1tvnlldlll' unll t'llnogl'l\ffnof'icionlc blll'lllclntin IIIuhlllrn'vncdc111Idc'nlfl'iI'1IJlIH'linipnnlo.SII cfoelo combinnclo se pucdo obeer-VitI'fill 10qll(" hie'lllpo(Mn ~r'r ("II tOllr de force de In nueva elnograffa, cl estudio1.0,' N,wr do Evnnl!l-Prilclll\I'Cl,pllblicnclo en 1940. Basandose en once mesesdMinvrJlIl.ignd6n, conclucicla -como nos nan'a la notable intl'Oducci6n delli-1)('0- en condiciones casi imposibles, Evans-Pritchard fue capaz no obstantedMcomponer un dasico. EI habla Ilegado a Nuerland en los talones de una ex-pC"ldici6nmilitar punitiva, ante el requerimiento urgente del gobiel'llo del Su-dl1n nnglo-egipcio. Fue objeto de constante e intensa sospeeha. 5610 en los(1llimos meses pudo conversar efectivamente can informantes, quienes -nosdice-- eran muy habiles para evadir sus preguntas. En estas eireunstancias,IIU monografia es una especie de milagro.

Mientras plantea exigencias muy limitadas y no hace ningun seereto deIns constricciones que pesaron sobre su investigaci6n, Evans-Pritchard se lasingcnia para presentar su estudio como una demostracion de la efeetividad deIIIIcoria. EI focaliza su atencion sobre la polftica y la "estructura social" de losnlJer, analizada como un conjunto abstracto de relaciones entre segmentos te-l'l'iloriales, linajes, grupos de edad y otras agrupaciones rmls fluidas. Este con-junto analfticamente derivado se retrata contra un telon de fondo compuesto depatrones migratorios, relaciones con el ganado, nociones de tiempo y espacio.Evans-Pritchard distingue tajantemente entre su metodo y 10 que el llama do-cumentacion (malinowskiana) "f0l1uita". Los Nller no es un extenso compen-elio de observaciones y. textos vermlculos en el estilo de Los argonalltas yJardines de Coral de Malinowski. Evans-Pritchard argumenta rigurosamenteque "Ios hechos solo pueden ser seleccionados y ordenados a la luz de la teo-ria". La abstraci6n admitida de una estructura polftico-social ofrece el marcode referencia necesario. Si luego se me acusa de describir los hechos comoejemplificaciones de mi teoria -continua en una nota- qui ere decir que seme ha comprendido (1969: 261).

En Los Nuer Evans-Pritchard efectua energicas vindicaciones del poderde las ahstraccioT\es cientfficas para focalizar la investigacion y ordenar losdatos complejos. EI lihro a menlldo se presenta a si mismo como una demos-traeion mas que como una descripcion, pero no 10 hace consistentemente: suargumentacion 1eoretica se encuenlTa circundada pOI'evocaciones e interpreta-ciones de la vida nuer observadas y narradas con habilidad. Ret6ricamente,estos pasajes funcionan mas que como una simple "ejemplificacion", puestoque efectivamenlc implican a los lectores en la compleja subjetividad de la ob-servaci6n participante. Esto se pucde vel: en un parrafo caracterfstico, que pro-gresa a traves de una serie de posiciones discursivas discontinuas:

Es diffcil encontrar una palabra inglesa que describa adecuadamente la posicionsocial de los diel en una tribu. Los hemos Hamadoaristocratas, pero no desearfa-mos implicar que los nuer los consideran de rango superior, pues, eomo hemosdeclarado enfaticamente,la sola idea de un hombreensefioreandosesobre los de-mas les resulta repugnante. En general -Iuego cualificaremosesta afirmacion-

10Kdid POK('('IIIII1)KhiI'll pn'"lil',i"till<'1'11111'.0YIllilllhii'll Ildlll"IIl'11ItlW'p"eI"",SilIslcd(~s1111ilit dl' la Irihll('IItI'iI' viv,',lIHl"eI,." 1111""till<'1111 "i'"I,I,·1111<',"1.1'''d,· IIItribu. Es unode losduefiosdel (lars,d" los silio" d.· I" "Idell,d,' I"" 11IIHIIII'''H,I""estanquesde pesca y los manantiales.Lademftsgelll,·viv,'"lit "'I vil'llI<\<\""" ('''-samientoen vuestroclan, de adopci6nen vucslro lillHj"0 <\"alg(1l1011'01Hz"""-'cial. Usted es un lfder de la tribu y el nombre del emblcma de VllCstroc1all""invocacuandola tribu va a Ia guerra. Dondequieraque haya un dil en Ia aldea, laaldea se arracima en torno de el como un rebano alrededor del macho(1969: 215).

Las primeras tres frases se presentan como un argumento acerca de la, . b I"" .traducci6n que, de pasada, atnbuye SIn em argo a OS nuer un conJunto es-

table de actitudes (mas adelante tengo mas que decir sobre este estilo de atri-buci6n). Seguidamente, en las cuatro frases que comienzan con "Si usted esun dil...", la construcci6n en segunda persona reune al lector y al nativo enuna participaci6n textual. La frasefinal, ofrecida como la descripci?n directade un evento tfpico (que el lector asimila ahora desde el punto de vista de unobservador participante), evoca la escena por medio de metMoras Huer relati-vas al ganado. En las ocho frases del panafo un argumento acerca de la tra-ducci6n pasa, a traves de una participaci6n ficticia, a una fusi6n metaf6rica dedescripciones culturales tanto externas como indfgenas. La conjunci6n subjeti-va de analisis abstracto y experiencia concreta se ha consumado.

Evans-Pritchard se alejanl mas tarde de la posici6n tcoretica de Los Nller,rechazando su rcivindicaci6n de Ia "estructura social" como Ull marco de refe-

. ... C d I " . "" "I I,' drenCla pnvllegwdo. ada uno e os ataJos 0 recetas ce tra ~IJO e campo quehe enumerado ha sido y continua siendo cuestionado. Desplegacla en combinacio-ncs m(lltiples dc esas directivas, Ia autoridael del te6rico-trabajaclor de campo aca-demico se estableci6 no obstante en los afios entre 1920 y 1950. Esta peculiaramalgama de experiencia personal intensa y aniilisis cientffico (entenclida en esteperiodo simultaneamente como rito de pa'3aje y como Iaboratorio) emergi6 comoun metodo: la observaci6n participante. Aunque entenclido de cliversas maneras yhoy discutido en muchos ambitos, este metodo sigue siendo el principal rasgo di~-tintivo de la antropologfa profesional. Su compleja subjetiviclad se reproduce rull-nariamente en la escritura y en Ia lectura de las etnograffas.

"Observaci6n participante" sirve como taquigraffa para un oscilar conti-nuo entre el "adentro" y el "afuera" de Ios sucesos: por un lado, atrapar empa-tieamente el sentido de eventos y gestos especfficos; por el otro, dar un pasoatnls para situar esos significados en contextos mas amplios. De esta maneraIos sucesos particulares adquieren una signifieaci6n mas profunda 0 mas ge-neral, reglas estructurales, etcetera. Literalmente entendida, Ia observaci6npalticipante es una f6rmula parad6jica y equfvoca; pero se Ia puede tomar enserio si se Ia reformula en terminos hermeneutic os como una dialectic a entreIa experiencia y la interpretaci6n. Asf es como 10han reafirmado Ios mas per-

"IIIII"IVO"('IIIl<'10,<""oi"I1I,'" .1,,1"11,,0,,'".1,,11111"10.10,"illllill.l",w ,'II la Im.li"i"11'III<' 11"va.1..,,,1,·Will••.11I1Ihlll ••.y, via Max W"Ill'r, a 10'"allln.p,'I"go,., .1"10'""«jllll,,,I,,,, y ,.,igllifi,'a,I",,", ""11'0 <:liI1"nl (;""rlz, Sill clllhargo, cllalldo de re-(·111111"".I,. alll"l'idad ,,,' Imla, s,' 1•••11w'"rdad" difereilies .Snfasis a la experien-"ia y II IIIilll<,,,,"dw'i"II, 1':11los (1llimosarios lia habido un marcado cambio de"lIfll:"i""II ddrillll'1I10 de a'1IHSllaY cn beneficio de esta. Esta secci6n y Ia quel1igw' ('xl'lorariill las rcivindicacioncs mas bien diferentes de la experiencia yd.· IIIilllcrl'rdaci6n, asf como su interrelaci6n cambiante,

1':1I'wsligio creciente del te6rico-trabajador de campo disminuy6 el inte-r':s (sin c1irninarlo del todo) hacia cierto numero de procesos y mediadores queIIIILianfigurado prominentemente en metodos anteriores, Hemos visto c6mo eldorninio del Ienguaje se defini6 a un nivel de uso adecuado para amasar undis"rclo volumen de datos en un perfoclo limitado de tiempo. Se relegaron losIrHLajosde transcripci6n y traducci6n textual y el rol dial6gico crucial de in-I(~rprctesy de "informantes privilegiados" a un status secundario, y a veces in-"lu80 menospreciado. EI trabajo de campo se ccntr6 en la experiencia del(~studioso observador participante. Apareci6 una imagen bien delineada, unanlllTativa: la del extranjero que penetra en una cultura, arrostrando una espe-cic de iniciaci6n que conduce al rappOlt (en su expresi6n mfnima, aceptaci6ny empatfa, aunque habitual mente implica algo que se parece a Ia amistad). Deesta experiencia emerge, de maneras no especificadas, un texto repre-sentacional escrito pOl'el observador participante. Como veremos, esta versi6nde la producci6n textual oscurece tanto como revela, Pero su principal supues-to es digno de ser tornado en serio: que la experiencia del investigador puedeservir como Ia fuente de la autoridad en el trabajo de campo,

La autoridad experiencial se basa en un "sentimiento" hacia el contextoextrafio, una especie de sentido comun acumulado y una sensibilidad hacia elestilo de un pueblo 0 de un Iugar. Tal concepci6n es frecuentemente explicitaen los textos de los observadores paI1icipantes mas tempranos. La pretensi6nde Margaret Mead de captar el principio subyacente 0 ethos de una culturamediante una exaltada sensibilidad hacia la forma, el tono, el gesto y los esti-los de conducta, y el enfasis de Malinowski en su vida en la aldea y en la com-prensi6n derivada de los "impondel'abilia" de la existencia cotidiana, son, eneste sentido, casos prominentes. Muchas etnograflas -Forest people (1962) deColin Turnbull, por ejemplo-- estan veltidas en modo experiencial, priorizandopor encima de cualquier hip6tesis de investigaci6n especffica y de cualquiermetodo, e! "yo estuve alII" del etn6grafo como poseedor de conocimientos deprimera mana y como pmticipante.

Por supuesto, es diffcil decir mucho acerca de Ia experiencia. Como Ia"intuici6n", es algo que uno posee 0 no, y su invocaci6n a menudo huele amistificaci6n. No obstante, esta claro que uno deberfa resistir Ia tentaci6n detraducir toda experiencia significativa en interpretaci6n. Si bien ambas estanrecfprocamente relacionadas, no son identicas. Tiene senti do mantenerlasaparte, aunque mas no sea porque muchas veces se recurre a la experienciapara otorgar validez a la autoridad etnografica.

1,11 dofemm mlil'l !lOl'ill dd 1'01 do III eXpI1I'il'lH'ill I'll 1"11 "1"/l,,ltllII lIillll(II'il'IIM

y cult males esta contenicla en la noci6n genoml de Va.II"It"",n 1<11III iIIf'1uyl,n!t1concepcion de Dilthey (1914), la posibilidad de cornpn'IIt1I'1' II 1,,1'4011'01'4I'IlIl'gninicialmente del simple hecho de la coexistencia en un mun,lo cornplll'tido;pero este mundo experiencial, sustrato intersuhjetivo para las formas objetivasdel conocimiento, es precisamente 10 que falta 0 10 que es problematico paraun antropologo que ingresa en una cultura extrarla. POl'ello, durante los prime-ros meses en el campo (y tam bien, pOI'cierto, a 10 largo de toda la investiga-cion), 10 que tiene lugar es un aprendizaje del lenguaje, en el senti do masamplio de esta expresi6n. Se dehe establecer y re-establecer 10que Dilthey I1a-

"r ' " . d d .. I .ma eSlera comun , constltuyen 0 un mun 0 experlenCla comparhdo en rela-cion con cl cual habran de construirse todos los "hechos", "textos", "sucesos"y sus interpret.aciones. Este pl'Oceso de internarse en un universo expresivo ex-trailO es siempre de naturaleza subjetiva, pel'O pronto se establece una clepen.dencia entre el y 10 que Dilthey llama "expresiones permanentemente fijas",formas estables a las que la comprension puede retornar. La exegesis de estasformas fijas pl'Oporciona los contenidos de todo conocimiento historico-culturalsistematico. Yes de esta manera que la experiencia queda estrechamente liga-cia a la interpretacion. Dilthey es, entre parentesis, uno de los primeros te6ri-cos modernos que compararon la comprensi6n de las formas culturales a Ialectura de "textos". Pew esta especie de lectura 0 exegesis no puede sobreve-nil' sin una pmticipaci6n personal intensa, un activo "sentirse en casa" en ununiverso comlm.

Siguiendo a Dilthey, la "experiencia" etnografica se pucde vel' como laconstituci6n de un mundo significativo comun, basado en estilos intuitivos desentimiento, percepci6n y conjetura. Estaactividad se sirve de indicios trazosgesl.os y fragmentos de senlido previos al desarrollo de inlerpretacion~s esta~bles. Tal forma fragmentaria de experiencia se puede clasificar como esteticay/o adivinatoria. Aquf solo podemos dedi car unas pocas palabras a tales estilosde comprension en su relaci6n con la etnograffa. La revisi6n de A. L. Kroeber(1931) sobre Growing up in New Guinea de Margaret Mead proporciona unaoportuna evocaci6n de ese modo estetico:

Antes que nada, esla claro que ella posee en un grado superlalivo las facultadesde percibir prestamente las corrientes principales de una cullura que chocan con-tra los individuos, y de delinearlas en cuadros compactos dc sorprcndente agude-za. ~I result~does una representaci6n de una vivencia eXlraordinaria,semejante ala Vida.Obvlamente, un don de sensacionalismo inteleetualizado pero poderososubyaee a esla capacidad; obviarnenle, tambien, un alto orden de intuitividad, enel sentido de habilidad para completar una pintura convincente a partir de indi-

6 EI . d'conceplo se asocla a veces emasIado pronto con la intuicion 0 la empatfa, pero como unadescripcion del conocimiento etnogrMi,'o la Verstehen involucra propiamente una crftica de la ex-periencia empatica. EI significado ex.cio del termino es materia de discllsion entre los estudiososde Dilthey (Makreel, 1975: 6-7).

1'1""'.1"11''''10'lilt' IlIdl.-lo••"~Ill I" 'Ill!' 111/111110"d., "111'1dlllol'lpllt,dl111Ill'gar a !leI',eon1'4.'110"",i", 111"'01'"pIli'llIIpl'''IIIII'!'11111111'11111111y pl'llOtrnrell h18 inlimidadea de lodaIItl/l"1111111'11,""P('"illlil,lilld""llIIdOlllli8en condueta infanti!. De lodas maneras, es-III pinllll'll,hllJoilllldOlld.,H,1p\l(·deIIprcciar, parece a eale crflico enteramente satis-fill'lorill,IIHf eorno eAdigna de admiral' la cerleza de su intuici6n y la eficacia deAIIHpincdadas dcscriplivas (plig.248).

Una formulaci6n diferente aparece en Do Kamo: Person and Myth in theMelanesian World (1937) de Maurice Leenhardt, un libro que en su modo deexposici6n a veces crfptico requiere cle sus lectores la misma clase de percep-ci6n estelica y gestaltica en la que tanto Mead como Leenharclt sobresalieron.EI respaldo de Leenhardt a esta estrategia es muy importante, puesto que dada8U experiencia de campo extremadamente prolongada y su cultivo profundo deun lenguaje melanesio, su "metodo" no puede verse como una racionalizacionde la etnograffa de corto plazo: "En realidad, nuestro contacto con otro no selogra a traves del analisis. Mas bien, aprehendemos al otro en su integridad.Desde el principio, podemos esbozar nuestra visi6n de el utilizando un bos-quejo 0 un detalle simbolico que contiene una totalidad en I'll mismo y queevoca la verdadera forma de su ser. Esto ultimo es 10 que se nos escaparfa sinos acercaramos a nuestro pr6jimo usando solo las categorfas de nuestro inte-lecto" (pag. 2).

Las investigaciones de Carlo Ginzburg (1980) sobrela compleja tradi-cion de la adivinaci6n proporcionan otra forma de tomar la experiencia en se-rio como una fuente de conocimiento etnografico. Su investigaci6n abarcadesde las tempranas interpretaciones de los cazadores sobre las huellas de losanimales hasta las formas de predicci6n de la Mesopotamia, eI desciframientode sfntomas en la medicina hipocratica, la focalizacion en los detalles para de-tectar falsifieaciones artfsticas, Freud, Sherlock Holmes y Prous!.. Estos estilosde adivinacion no extaticos aprehenden relaciones de significaci6n circuns-taneiales y espedficas y se basan en corazonadas, en la lectura de indiciosaparentemente dispersos y en "coincidencias". Ginzburg propone su modelod" .. . I"~ conOClmlento conJetura como un modo de comprension abductivo, disci-plmado y no generalizador, que es de impOltancia central, aunque no recono-cida, en las ciencias culturales. Se 10 puede agregar a un almacen de recursosmas bien magro, para comprender rigurosamente como se siente uno en unasituaci6n etnografica nada familiar.

Precisamente pOl'que es diffcil de restringir, la "experiencia" ha servidocomo una garantfa efectiva de la autoriclad etnografica. Hay, pOI'supuesto, unaambigiiedad notable en este termino, La experiencia evoca una presencia par-ticipatoria, un contacto sensitivo con el mundo a comprender, un rapport consu gente, una tangibilidad de percepcion. Tamhien sugiere un conocimientoacumulativo, en profundizacion constante ("sus diez anos de experiencia enNueva Guinea"). Los sentidos trabajan en conjunlo para aUlorizar una sensibi-lidad 0 una propensi6n real pew inefable del etn6grafo hacia "su" pueblo. Hay

que 8uhmyar, HillClnhlll'go,q\J(~('sle "1111111(10", ('111111110 "H' 10 I'IIW>l!»(' "UIIIOUIIIIcreaci6n experiencial, cs 8ubjelivo, y 110 dial6gi('o 0 illlt"l'inbidivo. 1':1 e111r.gm-fo acumula conocimiento personal sobre eI campo (Ia «mila pot-\I'si va mi PI/(~fJlose ha utilizado familiarmente hasta haec poco en efrcllios al\ll'opolt',gicoH, PI~J'O

la frase significa en efecto "mi experiencia").

Es comprensible, dada su vaguedad, que los criterios experienciales deautoridad -Ias creencias no examinadas sobre el "metodo" de Ia observacionparticipante, sobre el poder de Ia empatfa, el rapport, etc.- hayan sido objetode cntica pol' parte de antrop6Iogos hermeneuticamente sofisticados. EI segun-do momento de Ia dialectica de Ia experiencia y Ia interpretacion ha merecidouna atencion y una elaboracion crecientes (veanse, pOI'ejemplo: Geertz, 1973,1976; Rabinow y Sullivan, 1979; Winner, 1976; Sperber, 1981). La interpre-tacion, basada en un modelo filologico de Ia "Iectura" textual, ha surgido comouna alternativa sofisticada a Ios reclamos, ahora evidentemente ingenuos, de Iaautoridad experiencial. La antropologfa interpretativa desmistifica gran partede 10 que anteriormente permanecfa no cuestionado en Ia construccion de Iasnarrativas, Ios tipos, Ias observaciones y las descripeiones etnogn'ificas. Contri-buye a una visibilidad creciente de Ios procesos creativos (yen un amplio sen-tido, paeticos) pOI' medio de los cuales se inventan y se tratan comosignificali vos Ios objetos "culturales". . .

lQue involucra mirar a la cultura como un conJunto de texto a mterpre-lar? Paul Ricoeur, en su ensayo "EI modelo del texto: La accion significativaconsiderada como texto" (1971), proporciona una exposicion clasica del asun-to. Clifford Geertz, en un pufiado de discusiones estimulantes y sutiles, haadaptado Ia teona de Ricoeur al trabajo de campo antropologico (1973: cap. 1).La "textualizacion" se entiende como el prerrequisito de la interpretacion, laconstitucion de las "expresiones fijas" de Dilthey. Es el proceso a traves delcualla conducta no escrita, el habla, las creencias, Ia tradicion oral y el ritualson caracterizados como un corpus, como un conjunto potencialmente signifi-cativo separado de tooa situacion discursiva 0 performativa inmediata. En elmomento de la textualizacion este corpus significativo asume una relacion maso menos estable con un contexto; ya estamos familiarizados con los resultadosde este proceso, a traves de 10 que se conoce como descripcion densa etnogra-fica. POI'ejemplo, decimos que una determinada institucion 0 un segmento deconducta es tfpico de (0 es un e1emento comunicativo en el interior de) una cullu-ra circundante, como cuando la famosa rifia de gallos de Geertz (1973: cap. 15)deviene un locus intensamente significante de la cultura balinesa. Se crean cam-pos de sinecdoques en los que las partes estan relacionaclas con Ias totalidades, yen los que Ia totalidacl (10 que a menudo llamamos cultura) es constituida.

Ricoeur no otorga en realidad ningun privilegio alas relaciones parle-to-do y a Ios tipos especfficos de analogfas que constituyen las representacionesfuncionalistas 0 realistas. Simplemente postula una relaci6n necesaria entretexto y "mundo". Un mundo no puede ser aprehendido directamente; siempre

lit' In l"flMl'('l1I01ll'MIII hm,C'lriM111111 purlMII,y l'lllllllJltlJ'ltll'ldClbCln1'101' flITnnoadlllltlo"(IC'lpIUIII y pC'lI'OOpl.ulllrllCmlodol fllljo de III expcriencin. De csta mnnera, lal.flxlunliznd6n gCll\CrEl I!lonlidoa trnves de un movimiento circular que primero"r.11Iy luogo eontextualiza una cosa 0 un suceso en la realidad que 10 engloba.!'1M ~(lf1(H'1l un modo familiar de autoridad que afirma representar mundos dis-(1I'(11.0A,significativos. La elnograffa es la interpretaci6n de las culturas.

Un segundo paso fundamental en el amllisis de Ricoeur es su exposici6nrlC'1los procesos mediante los cuales un "discurso" se vuelve texto. EI discurso,.og(m Ia dasica discusi6n de Emile Benveniste (1971: 217-230), es un modoriMcomunicaci6n en el cual Ia presencia del sujeto hablante y de Ia situaci6nimnediata de la comunicaci6n es intnnseca. EI discurso eshl marc ado pOI'pro-nombres (pronunciados 0 implfcitos), yo y tu, YpOI'indicadores defcticos --es-te, aquel, ahara, etcetera- que sefialan la instancia presente del discurso masque algo que se encuentra mas alia de el. El discurso no trasciende la ocasi6noApecffica en la cual un sujeto se apropia de Ios recursos dellenguaje para co-municarse dial6gicamente. Ricoeur afirma que el discurso no puedeser inter-prelado de Ia manera abierta, potencialmente publica en que se "lee" un texto.Para comprender el discurso "usted tiene que haber estado aliI", en presenciadel sujeto discursivo. Pues para que el discurso Hegue a ser texto, debe deve-nir "aut6nomo", en terminos de Ricoeur, separado de una e1ocuci6n y de unaintenci6n autoral especfficas. La interpretaci6n no es interlocuci6n. No depen-de de estar 0 no en Ia presencia de un hablante.

La relevancia de esta distinci6n para la etnograffa es quiza demasiadoobvia. EI etn6grafo siempre termina yendose, llevandose textos para su inter-pretaci6n ulterior (y entre esos "textos" lIevados podemos incluir memorias:Bucesos pautados, simplificados, arrancados del contexto inmediato para serinterpretados en la reconstrucci6n y en la descripei6n posterior). EI texto, a di-ferencia del discurso, puede viajar. Si bien mucha escritura etnografica se pro-duce en el campo, la composici6n concreta de una etnograffa se hace encualquier parte. Los datos constituidos en condiciones discursivas y dialogicas,s6Io pueden ser objeto de apropiaci6n en una forma textualizada. Los sucesos deIa investigaci6n y los encuentros se transforman en notas de campo. Las experien-cias se transforman en narrativas, acontecimientos significativos 0 ejemplos.

Esta traducci6n de Ia experiencia de investigaci6n en un corpus textualseparado de sus ocasiones discursivas de producc'i6n posee consecuencias im-portantes para la autoridad etnografica. Los datos asf reformulados no necesi-tan comprenderse como la comunicaci6n de personas especfficas. Laexplicaci6n de un informante 0 la descripei6n de una costumbre no necesitanexponerse en una forma que induya el mensaje "el dijo tal y tal cosa". Un ri-tual textualizado 0 un suceso ya no se encuentra estrechamente encadenado ala producci6n de ese suceso pol' parte de actores especfficos. En vez de eso, lostextos se transforman en evidencia de un contexto envolvente, de una realidad"cultural". Mas aun, como Ios autores y actores especfficos han sido separaclosde sus producciones, se tiene que inventar un "autor" generalizado para darcuenta del mundo 0 del contexto dentro del cual se han reubicado ficcional-

monte 10101Inxlol-l, 1':I-It(1/111101'~C'III1I'/lli1.ltdo1'11(dlll1lIIllt vltl'il1dltddfl 1101IIhl'(11iiI 111punto de vista de los 1Illtivos, "101'0\ Il'ohl'iIltHlmll1l'1","101'1III1N''', "Ioliido~on" IIotras expresiones similares que aparcccn ell 1m, e1nogl'llff/ll'l."1.0101IIl1lilll1l'1l1H"funcionan como autor de la rifia de gallos lextualizad/l de Coertz.

El etn6grafo disflUta entonces de una relaci6n especial con Ullorigt1ncullu-ral 0 un "sujeto absoluto" (Michel-Jones 1978: 14). Es tentador compal'll!'al e1n6-grafo con el interprete literano (y esta comparaci6n se esta volviendo caela vez mil,.un lugar comlin), y aun mas especfficamente con el cntico tradicional, quien con-cibe su trabajo como la ubicaci6n de los significados ingobemables de un texlo enel marco de una intenci6n coherente particular. AI representar a los nuer, los tro-briandeses 0 los balineses como sujetos totales, fuentes de una intenei6n signifi-cativa, el etn6grafo transforma las ambigiiedades de la situaci6n de investigaci6ny las diversidades de significado en un retrato integrado. Es importante, sin em-bargo, tomar nota de 10que se ha perdido de vista. El proceso de investigaci6n haquedado separado del texto que genera y del mundo ficticio que ese texto evoca.La realidad de las situaciones discursivas y de los interlocutores individuales hasido filtraela. Pero los informantes -junto con las notas de campo-- son interme-diarios clUciales, tfpicamente excluidos de las etnograffas autorizadas. Los aspec-tos dial6gicos y situacionales de la interpretaci6n etnografica tienden adesvanecerse del lexto representativo final. No se desvanecen del todo, desde ya;existen topoi aprobados para retratar el proceso de investigaci6n.

Cada vez nos resuItan mas familiares las narraciones sobre el trabajo decampo (un subgenero todavfa clasificado como subjelivo, "soft" 0 no cientffi-

) I f' I" . "I d d "co ; pero aun en as etnogra las c aSICas, eXIsten eyen as e rapport quenarran, de una manera mas 0 menos estereotipada, la obtenci6n del status ple-no de observador participante. Estas leyendas pueden ser elaboradas 0 dichasal pasar, ingenuas 0 ir6nicas. Normalmente muestran la ignorancia inicial deletn6grafo, la faIta de comprensi6n y de contactos, con frecuencia una especiede status infantil dentro de la cuItura. En la Bildungsgeschichte de la etnogra-ffa, estos status de inocencia 0 de confusi6n son sucedidos pOI'un conocimien-to aduIto, seguro, desengafiado. Pademos citar nuevamente la rifia de gallos deGeertz, donde una alienaci6n inicial respeclo de los balineses, un confuso sta-tus de "no persona", se transforma gracias a la elocuente fabula de la batidapolicial con sus escenas de complicidad (1973: 412-417). La anecdota estable-ce una presunci6n de conectividad, la cual permite al escritor en sus analisisposteriores funcionar como un exegeta omnipresente y dotado de conocimientoy como un portavoz. Este interprete situa el deporte ritual como un texto en unmundo contextual y "lee" brillantemente sus significados cuIturales. Laabrupta desaparici6n de Geertz en su rapport, la cuasi-invisibilidad de la ob-servaci6n participante, son paradigmaticas. Aquf Geertz se sirve de una con-venci6n establecida para escenificar ellogro de la autoridad etnografica. Comoconsecuencia, rara vez nos damos cuenta del hecho de que una parte esencialde la construcci6n de la rifia de gallos como texto es dial6gica: el autor ha-blando cara a cara con balineses particulares, mas que leyendo la cuItura "POI'encima de sus hombros" (1973: 452).

1.11tlllll'Opoloj.\fll11I11'1'11l'I'tllllvlI,III mil'IlI'/1Iml('lIhlll'1I8como clH'lEImbladosdtl 1t1Klol!lIIl1idol'l,V/l~1IYII Vf'('l'" nlllIl.J'lIdidorilllnenle, y HIsubraya!' la poiesishlVt\lIlivlIqlle oJl('1'IIell lodllll Iml 1'f1pl'C8clll!lCionescoleclivas, ha contribuidolIit(nificalivarnentc II III dCHflllllililll'izaci6nde la autoridad etnografica. Sin em-lllll'~(),pOl'10que tienc ell com un con la corriente principal realista, no escapaII IIIccnsura general por parle de aquellos crfticos de la representaci6n "colo-nilll" quc, desde 1950, han rechazado los discursos que retratan las realidades(JUhuralcs de otros pueblos sin poneI' su propia realidad en tela de juicio. EnIllScrfticas tempranas de Michel Leiris, y luego de Jacques Maquet, en Tall'llAsad y en muchos otros, se ha puesto de manifiesto la naturaleza no recfprocade la interpretaci6n etnografica (Leiris, 1950; Maquet, 1964; Asad, 1973). DeIIquf en mas, ni la experienciani la actividad interpretativa del investigadorcientHico se pueden considerar inocentes. Se hace necesario concebir la etno-graffa no como la experiencia y la interpretaci6n de "otra" realidad circunscri-la, sino mas bien como una negociaci6n constructiva que involucra pol' 10menos a dos, y habitual mente a mas sujetos conscientes y polfticamente signi-ficantes. Los paradigmas de la experiencia y de la interpretaci6n estan dejandoel paso a los paradigmas discursivos del dialogo y la polifonfa. Las secciones~'estantes de este capftulo revisaran estos modos emergentes de la autoridad.

Un modelo discursivo de la practica etnografica sit6a en primer plano la in-,tersubjetivielad de tada elocuci6n, junto con su conlexto perfolTnativo inmediato.lEI trabajo de Benveniste sobre el rol constitulivo de los pronombres personales y. de la deixis subraya precisamente esk'lSdimensiones. Cada usa de yo presupone

un tu, y caela instancia de discurso esta inmediatamente ligada a una situaci6ncompartida especffica: no lk'lysignificado discursivo, entonces, sin interlocuci6n y.contexto.La relevancia de este enfasis para la etnografla es evidente. El trahajo decampo se compone significativamente de sucesoslingwsticos; pero el lenguaje,en palahras de Bajtfn, "yace en ellfmite entre uno mismo y el otro. En ellengua-je, la mitad de la palabra es de alglin otro". El cntico lUSOurge a repensar ellen-guaje en terminos de situaciones discursivas especfficas: "No existen --escribe--

,:' ~lahras y formas 'neutrales', palabras y formas que puedan no peItenecer a 'nin-I:guno'; ellenguaje ha sido posefdo pol' completo pOl'intenciones y acentos". Lasirpalahras de la escritura etnografica, pol' 10tanto, no se pueden construir como si,·,Jtieran monol6gicas, como afirmaciones autoritarias sobre, 0 como intelpretacio-!i!nes de una realidad abstracta y textualizada. El lenguaje de la etnograffa esta. afectado por otras subjetivielades y pOl' resonancias contextuales especfficas,

puesto que tado lenguaje, en la concepci6n de Bajtfn, es "una concreta visi6nheterogl6tica del mundo" (1953: 293).r Las formas de escritura etnografica que se presentan a sf mismas en lill mo-

'i: do "discursivo" tienden a ocuparse de la representaci6n de los contextos de la in-:,11 vestigaci6n y de las situaciones del dialogo. De esta manera, un libro como': Re.flexions on Fieldwork in Morocco (1977) de Paul Rabinow, se ocupa de la re-.'1 presentaci6n de una situaci6n de estudio especffica (una serie de tiempos y luga-

res restringentes) y (de una manera un tanto ficcionalizada) de una secuenciadeinterlocutores individuales. Por cierto, tado un nuevo suhgenero de "relalos de

trabajo do campo" (dol cual 01do Rabinow 01 uno de 101rdl vlJOrolol) I" .l~t6ft on el interior del paradigma dilcUl'Iivo do la "Iorltur" 8tn0I1',001l. 1Mmota, la mort, leasorts (1977) de Jeanne Favret-S~ 01 un oxperlmento imilten-te, autoconsciente, de etnograffa en modo discursivo. Ella al'irma que ell!luce.ode interlocuci6n siempre uigna al etn6grafo una posici6n ospocffica en un to-jido de relaciones intersubjetivas. No hay puntos neutrales en el campo defuerzu de 1818posiciones discursivu, en una matriz de relaciones cambiantesdeyos ytl1s.

Numerosos trabajos recientes ban escogido presentar los procesos dis-cursivos de la etnografia en forma de un dialogo entre dos individuos. Dialo-gue des femmes en ethnologie (1977) de Camille Lacosk-Dujardin, TheHeadman and I (1978) de Jean-Paul Dumont y Nisa: The life. and wonls of a!K.ung Woman (1981) de Marjorie Shostak son ejemplos notorio.) EI ,,",ododia-16gico es defendido con considerable sofisticaci6n en otros dos textos. El pri-mero, las reflexiones teoreticas de Kevin Dwyer sobre la "la dia16gica de laetnologia", surge de una serie de entrevist8l!l con un informante clave y justifi-ca la decisi6n de Dwyer de estructurar su etnograflu en forma de un registrocasi literal de esos intercambios (1977, 1979, 1982). El segundo trahajo, mascomplejo, es Tuhami: Portrait of a Moroccan de Vincent Crapanzano, otro re-lato de una serie de intercambios que rechaza cualquier separaci6n tajante deun sujeto interpretante y un otro textualizado (1980; vease tambien 1977).Tanto Dwyer como Crapanzano sitllim la etnografla en un proceso de dialogoen el que los interlocutores negocian activamente una visi6n compartida de larealidad. Crapanzano argumenta que esta construcci6n mutua debe estar ope-rando en todo encuentro etnografico, pero que los parlicipantes tienden a pre-suponer que ellos simplemente prestan aquiescencia a la realidad de suscontrapartes. De esta manera, por ejemplo, el etn6grafo de los isleiios trobrian-deses no fragus abiertamente una versi6n de la realidad en colaboraci6n consus informantes, sino que nulS bien interpreta el "punto de vista trobriandes".Crapanzano y' Dwyer ofrecen intentos sofisticados para romper con esta con-venci6n literarla y hermeneutica. En el proceso, la autoridad del etn6grafo co-mo narrador e interprete resulta alterada. Dwyer propone una hermeneutic a dela "vulnerabilidad", subrayando las rupturas del trabajo de campo, la posici6ndividida y el imperfecto control del etn6grafo. Tanto Crapanzano como Dwyerbuscan representar la experiencia de investigaci6n de manera que dejan aldescubierto la textura textualizada del otro y tambien la del sujeto que inter-preta.8 (Aquflas. etimologfas son evocati vas: la palabra texto esta relacionada,

7 Ellibro de Favret-Saada ha sido traducido como Deadly Words (1981); vease especialmentecapItulo 2. Su experiencia ha sido reescrita en otro nivel ficcional en Favret-Saada y Contreras,1981.

8 Sena errOnoo pasar por encima de las diferencias entre las posiciones tooreticas de Dwyer yCrapanzano. Dwyer, siguiendo a Georg Lukacs, traduce la dialogica en rerminos de la dialecticahegeliano-marxista, sosteniendo asf la posibilidad de una restauracion del sujew humano, una es.pecie de acabamienw en ya traves del otro. Crapanzano se rehiisa a aferrarse a cualquier toona

(lmllo hit, •• lilt) 1I111~,(!Oll nllt,jido;/llLlntlrabilidltd oon how.lor 0 htlt'iI', en eel.e ca-

10, In I't'vdlll'ion dt1 IltlllllUloridlld oem'adll.)1':1 rnoddo dlll dil'ilogo subraya precisamente esos elementos discursivos

_.iJ'ounHhmeilll<ll:1 e inlcrsubjetivos- que Ricoeur habfa excluido de su mo-tldo dol ledo. Pew si la autoridad interpretativa se basa en la exclusi6n deldialogo, 10 inverso tambien es verdad: una autoridad puramente dial6gica re-

~ )Il'irniJ'fllel hecho inescapable de la textualizaci6n. Mientras que las etnogra-frml H10dcladas como encuentros entre dos individuos pueden dramatizar con6xilo elloma y daca intersubjetivo del trabajo de campo e introducir un contra-punlo de voces autorales, ell as siguen siendo representaciones del dialogo. Co-rno textos, esas etnograflas no senan de estructura dia16gica, pues como ha.ofialado Steven Tyler (1981), aunque S6crates aparece como un participante des-ocmlrado en sus encuentros, Plat6n retiene todo el control del dialogo. Este des-plnzamiento, pero no eliminaci6n, de la autoridad mono16gica es caractenstico deLoclaestrategia que retrate al etn6grafo como un personaje discreto en la narrativaclel trabajo de campo. Aun mas, existe frecuentemente una tendencia en la ficci6neUal6gicaa hacer aparecer al interlocutor del etn6grafo como representativo de suoullura -un tipo, en ellenguaje del realismo tradicional- a traves del cual serevelan los procesos sociales generales.9 Tal retrato reinstaura la autoridad in-terpretativa sinecd6quica por la cual el etn6grafo lee un texto en relaci6n con01contexto, constituyendo aSI un "otro" mundo significativo. Si bien es diflcilpara los retratos dial6gicos evitar los procedimientos de tipificaci6n, ellos pue-clen, hasta uIi grado significativo, resistir el impulso hacia la representaci6nlIutoritaria del otro. Esto se debe a su habilidad para mantener ficcionalmentela extraneza de la otra Vozy conservar la perspectiva de las contingencias es-pecfficas del intercambio.

Decir que una etnografla esta compuesta de discursos y que sus distintoscomponentes se hall an dial6gicamente relacionados, no es 10mismo que decirque su forma textq.al deberfa ser la de un dialogo literal. Tal como Crapanzanoreconoce en Tuhami, un tercer participante, real 0 imaginado, debe funcionarcomo mediador en cualquier encuentro entre dos individuos (1980: 147-151).El dialogo ficcional es de hecho una condensaci6n, una representaci6n simpli-ficada de complejos procesos multfvocos. Una manera altemativa de repre-

englobante y su'unica autoridad es la del escritor del dialogo, una aUloridad socavada por una na-lTativa inconclusiva de encuentro, ruptura y confusion. (Es importante sefialar que la dial6gica, talcomo la utiliza Bajtfn, no es reductible a la dialectica.) Para una defensa lemprana de la antropolo-gfa dial6gica vease Tedlock, 1979.

9 Sobre los "tipos" realislas vease Lukacs, 1964, passim. La tendencia a transformar a un indi-viduo en un enunciador cultural se puede observar en Dieu d'eau de Marcel Griaule (1948a). Lomismo ocurre con cierta ambivalencia en Nisa de Shoslak (1981). Para una discusi6n de esta am-bivalencia y de la complejidad discursiva resultante en este libro, vease Clifford, 1986b: 103-109.

"onlm 06111 oomplojidnd tUII(lul'lIIivnI'll oompl'('llldfll'nl 1'111"0 .noernl d~ In hlvolli.gaci6n como una negociaci6n conlimlH. EI CHilOdtl MI1I'I'I,1c;dnlllC'ly 101 deMOn tlJl

bien conocido y patticulannenle claro. I~Irelala dCICl'itlllitl 1l011l'('l 1111 inKInwei6nen la sabiduria cosmol6gica dogon, Dieu d'eau (l9IJHII), fuo IlII Il1ll1Jll'llllOojomiejoen narraci6n etnognlfica dial6gica. Mas alIa de esta ocasion inlorlocucionnl cspccl-fica, sin embargo, se estaba desarrollando un proceso mas complejo, pues es evidcn-te que el contenido y la regulaci6n temporal de la investigaci6n a largo plazo delequipo de Griaule, era controlada de cerca y moldeada significativamente pol' lasautoridades trihales dogon. Esto no es nuevo. Muchos etn6grafos ban comentado lasformas, a la vez sutiles y vocingleras, en que su investigaci6n era dirigida 0 circuns-lorita pol' sus informantes. En su provocativa discusi6n sobre estas cuestiones, loanLewis (1973) lIega a considerar la antropologfa como una forma de "plagio".

El toma y daca de la etnograffa esta c1aramente retratado en un estudio de1980, notable pOI'su presentaci6n en un tillico trahajo de una realidad extrafia in-terpretada y del proceso de investigaci6n en sf mismo: llongot Headhunting deRenato Rosaldo. Rosaldo lIega a las tierras a1tas de Filipinas pretendiendo escri-bir un estudio sincr6nico de la estructura social; pero una y otra vez, pese a susobjeciones, es forzado a escuchar interrninables relatos ilongot sobre su historialocal. Con dudas, mecanicamente, como en una especie de trance de monotonfa,transcribe esas historia'S, lIenando libreta tras libreta con 10que el considera tex-tos clisponibles. S610despues de ahandonar el campo, y tras un largo proceso dereinterprelaci6n (un proceso que se hace manifiesto en la etnograffa), Rosaldo seda cuenta de que esos oscuros cuentos Ie proporcionan su t6pico definitivo, elsenti do ilongot, culturalmente distintivo, de la narrativa y la historia. La experien-cia de Rosaldo en 10que pudiera llamarse "escritura directa" plantea agudamenteuna cuesti6n fundamental: lQuien es en realidad el autor de las notas de campo?

Esta euesti6n es delicada y merece un esludio sistematico. Pero hemosdicho 10suficiente como para establecer que el control indfgena sobre el cono-cimiento que se adquiereen el campo puede ser considerable, y aun determi-nante. La escritura etnogriifica actual esta buscando nuevas formas pararepresentar adecuadamente la autoridad de los informantes. Existen pocos mo-delos disponibles; pero vale la pena reconsiderar las antiguas compilacionestextuales de Boas, Malinowski, Leenhardt y otros. En esas obras el genero et-nogriifico no se habfa unificado en torno de la moderna monograffa interpreta-tiva, estrechamente identificada con una experiencia personal de trabajo decampo. Podemos contemplar una modalidad etnogriifica que no es autoritariade esas maneras especfficas que estan ahora polftica y epistemol6gicamenteen entredicho. Esas viejas colecciones incluyen textos viltualmente 0 en granparte escritos pOI'los propios informantes. Uno piensa en elrol de George Hunten la etnograffa de Boas, 0 en los quince "transcriptores" enumerados en losDocuments neo-caledoniens (1932) de Leenhardt. 10

10 Para un esludio de esle modo de produccion textual, vease Clifford 1980a, En esle conlexlovease lambien Fontana, 1975; la inlroduccion a The Pima Indians de Frank Russell sobre el co-

, Mflllnuwlkl fl. IIn cmrnplt'l.lo0810 clolrtlfulioi6n. SUM olnogrnffns roflojan In,oIlII"lIlC!t'ltwlllinclowplClltl dC'lIn monogmffa moclerna. Si bien 61 rue central-I'ncmlClI'C~"(J(JIIMllhl('ldel III uni6n del descripci6n y teorfa en la autoridad del tra-bA.lnelOl· ell' (JIlmpo pl'Ofesional, Malinowski incluy6 de toeIas formas materialqUtl no lI(Joynblldireclamenle su propio sesgo interpretativo. En los numerososmilrlll y oncllntarnientos dictados que Ilenan sus libros, public6 muchfsimosdllioll que fil reconocidamente no comprendi6. EI resultado de eIlo fue un textoAbimto, sujeto a multiples reinterpretaciones. Vale la pena comparar esos vie-.101 cornpendios con la etnograffa de moeIelo reciente, la cual cita evidencia en

d· ., r l' d ' 11 Elf'APOYo .e una InterpretacIOn lOca Iza a pero muy poco mas. n a monogra lamoclerna y autoritaria no existen, en efecto, mas voces sonoras que la del escri-tor; pero en Los argonautas (1922) yen Jardines de Coral (1935) leemos pagi-nil tras pagina de hechizos magicos, ninguno de eIlos, en un sentido esencial,expresado en las palabras del etn6grafo. Estos textos dictados, en todo exceptoen eu inscripci6n ffsica han sido escritos pol' trobriandeses especfficos y sinnombre. Ciertamente, cualqu.ier exposici6n etnografica de alguna extensi6n in-oluye rutinariamente en sf misma una diversidad de descripciones, transcrip-o~ones e interpretaciones debidas a una variedad de "autores" indfgenas.

lC6mo es que estas presencias aulorales se tornan manifiestas?

Un punto de vista uta -si bien extrema-- 10proporciona el analisis de']Bajtfn sobre la novela "polif6nica". Una condici6n fundamental del genera,'.asegura, es que el representa sujetos hablantes en un campo de discursos mul-!!tiples. La novela esta inextricablemente comprometida con la hetel'Oglosia, ala'Cl{UeeIla misma pone en acci6n. Para Bajtin, preocupado porIa representaci6n-J:le totalidades no homogeneas, no hay mundos culturales 0 lenguajes integra-

;~os. ToeIo intento de postular tales unidades abstractas es un mtificio del po-i,.'dermonoI6gico. Una cultura es, concretamente, un dialogo abieIto y creativojl,cle subculturas, de prapios y extraiios, de facciones diversas. Un "Ienguaje" es','el juego interactivo y la contienda de dialectos regionales, jergas profesionales,'.'lugares comunes genericos, el habla de diferentes grupos de edad, individuos,'etcetera. Para Bajtfn la novela polif6nica no es un tour de force de totalizaci6ncultural 0 hist6rica (como han argumentado crfticos realistas como Georg Lu-

J, kacs 0 Erich Auerbach) sino mas bien una arena carnavalesca de diversidad.f Bajtfn descubre un espacio textual donde se pueden acomoeIar la complejidad, discursiva y la interacci6n dial6gica de voces. En las novel as de Dostoievski 0

autol' clandestino deilibl'O, el indio papago Jose Luis; Leiris, 1948, discute la colaboracion comoCoautorfa, y 10 mismo hace Lewis, 1973. Para una anticipatoria defensa del enfasis de Boas sobrelos textos vemaculos y su colaboracion con Hunt, vease Goldman, 1980,

11 EI elaborado Bwiti (1985) de James Femandez es una transgresion autoconsciente de la for-ma monografica es'trecha, que mtoma a la escala malinowskiana y revive las funciones de "archi-vo" de la etnograffa.

de Di"koll!'l61 vlliom I'I'tWiMlllllolllo"'II l'OMi",ltll\(·illII III 1011\11.11\11( !!IllIInvt'll",11Iideal cs un venlrflocuo, en idiorlla <lel I'ligloXIX 1111"l'olifllltl"III' . "":1 IUII't'<II'

" I I" '" '.t Ipolicla en diferentes voces, exc ama Herrlll'llhvlIlll(~lIln1111 nyollll' I't~II'IC'fI(lumal nino Sloppy en Our Mutual Friend. Pero Dickens dildoI', d ('.11'1'111(11110vm-bal y el polifonista debe ser contrastado con Flaubert, el mlwsll'Odel conlrolautoral, quien se movia como Dios entre los pensamientos y senlimicntos desus personajes. La etnograffa, igual que la novel a, lucha con estas alternativas.EI etnografo lretrata 10 que los nativos piensan pOl'medio de un "estilo libreindirecto" flaubCltiano, un estilo que suprime la cita directa en favor de undiscurso controlado que siempre es mas 0 menos el del autor? (Dan Sperber,1981, tomando a Evans-Pritchard como ejemplo, ha mostrado convincente-mente que el style indirect es pol' cierto el modo preferido de la interI?retacionetnografica). lO mas bien el retrato de otras subjetividades requiere una ver-sion que sea estilfsticamente menos homogenea, llena con las "diferentes vo-ces" de Dickens?

Algun uso del estilo indirecto es inevitable, a menos que la novela 0 laetnograffa se compongan enteramente de citas, algo que te6ricamente es posi-

h . I 12 E I ,. . , I t f'ble pero rara vez se a mtentae o. n a pracbca, sm emnargo, a e nogra la yla novela recurren al estilo indirecto en diferentes niveles de abstraccion. Nonecesitamos preguntar como es que Flaubert sabe 10 que piensa Emma Bo-vary, puesto que Ia habilielad del trabajaelor de campo para habitar Ia mente delos indigenas siempre esta puesta en eluela. Desde ya que este es un problemapermanente y no resuelto con que se enfrenta el metodo etnografico. En gene-ral los etnografos se han abstenido ele adscribir creencias, sentimientos y pen-samientos a los inelivieluos. Empero, no han dudado en aelscribir estadossubjetivos alas culturas. EI analisis de Sperber revel a de que manera frases

" . "" I 'd d l' " fIt Icomo los nuer IHensan... 0 e sentI 0 nuer e hempo son une amen a -mente distintas de Ias citas 0 las traelucciones del discurso indfgena. Talesafirmaciones carecen "de cualquier hablante especificado" y son literalmenteequfvocas, combinando de una manera inconsutil las afirmaciones del etno-grafo con las del 0 los informantes (1981: 78). Las etnograffas abundan en fra-ses no atributivas como "los espiritus retornan a Ia alelea par Ias noches",descripeiones de creencias en las que el escritor asume en efecto la voz de lacultura.

En este nivel "cultural", los etnografos aspiran a una omnisciencia flau-bertiana que se mueve libremente a traves de un mundo de sujetos indfgenas.Bajo Ia superficie, no obstante, sus textos son mas indisciplinados y discor-dantes. La obra de Victor Turner proporciona un caso elocuente, digno de serinvestigado mas de cerca como un ejemplo de la acci6n recfproca entre Ia ex-

12 Tal proyecto es anunciado pOl' Evans-Pritchard en su introduccion a Hombre y mujer entre[os azarule (1974), un trabajo tardIO que puede ser visto como una reaccion contra la naturalezacerrada y analltica de sus etnograffas anleriores. Su inspiracion reconocida es Malinowski. (La no-cion de un libro Integramente compuesto de citas es un sueno modemista asociado con WalterBenjamin.)

pmlll.iflll lIInllofc'SlIil.t1y III I'0liftltlll'n. LmlMIJIt1~!'ld'rtl'"<111TIII'II(1\'ofl'(1('t"lt"'Ohl'1\'-blm. tljf'llIplml<1Ml't'lr'lIllJf'IpOlllplojOIll<1(110M",fmholoMI'ilunlml y crl'lOlwinsde losndl1lllhll; 61 no", propOI'ldortlllurllbicn IIna mimda inusualrnenl.e explfcila pOI'dolJ'lIM<It' lul'l('!'lI~Onufol.En 01 I~onlrode Ios ensayos reunidos en La selva de LosIIlrnl)(/lo,~, "'II Imeer libro ~lObrelos nclembu, Turner ofrece un retrato de su me-,Io!'in forrnnnl.e, "Muchonn de Abejorro, Interprete de la religion" (1967: 131-150). Mllchona, un sanador ritual, y el propio Turner poseen en comun unInlmcs hacia los sfmbolos rituales, las etimologfas y los significados esoteri-CloB, y se los presenta juntos. Ambos son "intelectuales", interpretes apasiona-dos de los matices y las honduras cIe las costumbres; ambos son estudiososc1csarraigaclos que comparten "la sed inagotable del conocimiento objetivo".Turner compara Muchona con un rector universitario; elrelato de su colaboracionincluye mas que pasajeras insinuaciones de un fuerte doubling psicologico.

Sin embargo, en su dialogo esta presente un tercero, Windson Kashina-kaji, un profesor ndembu en la escuela de la mision local. EI presento a Mu-chona y Turner y comparte la pasion de ambos porIa interpretacion de lareligion tradicional. A traves de su educacion bfblica, adquirio "una pasion

." pOI'eluciclar significaclos ocultos". Esceptico reciente del dogma cristiano y delos privilegios misioneros, mira con simpatfa a la religion pagana. Kashinaka-ji, nos cuenta Turner, "abarcaba la distancia cultural entre Muchona y yo,lransformando la jerga tecnica del pequeno doctor y su sabroso argot aleleanoen una pmsa mas accesible a mi comprension". Los tres intelectuales prontose instalaron "en una suerte de seminario cotidiano sobre religion".

EI relato de Turner acerca de este seminario es estilizado: "Ocho mesesde chispeante conversacion entre los tres, principal mente sobre el ritualndembu". Aquf se revel a un extraordinario "coloquio" etnografico; pem signi-ficativamente Turner no haec de esta colaboracion triple el nueleo de su ensa-YO.Se focaliza mas bien sobre Muchona, transformando asf el trialogo endialogo y achatando una relacion productiva compleja en el "retrato" de un"inforrnante". Esta reduccion, entre parentesis, resultaba exigida en cierta for-ma porIa estructura del libro en que el ensayo se publico pOl'primera vez, laimportante coleccion de Joseph Casagrande, de 1960, de "Veinte Retratos deInformantes Antropologicos", In the Company of Man.13

Las obras publicadas de Turner varian considerablemente en su estruc-tura discursiva. Algunas estan compuestas principalmente de citas directas;en un ensayo, par 10menos, se iclentifica a Muchona como la fuente principalde la inteq,retacion abarcaclora; en algunas partes se 10 invoca anonimamente,pOI'ejemplo, como "un especialista ritual, varon" (1975: 40-42, 87, 154-156,244). Windson Kashinakaji aparece como un asistente y tracluctor, mas quecomo una fuente cIe int.cllJretaciones. POI'encima de todo, las etnograffas de

13 Plll'a mill eSlI'lllogia de "dillllmiclI de gt'upoe" ell elnogl'llfia vellllse Y 1l1lIIOpouios y MIlI'till,1978, Pal'a UUIlelnogl'ofill explfcitalllellle bUllda ell "sellliuarios" IIlllivos, vellllse JOlles y Konllel',1976,

Turner SOli inlllilllllrnt'lIlll pOlif611il'lI!'l,1:lIl1lilrllidll'"IIhll'llflllIf'1l1f\11101IIc· ('illl"("0 d I" "IJ . /' ") L" I, "Ie acuer 0 con un ae cplo... ,0 n III onnllllin 1'111pOIII'.., ,.'"1 ('Ill '111~o.,c'no hace de ndembu en diferenles voces, y CSCUclU1lI10liPOI'O",wlll'l'!'lll111'11.111111-deano". Todas las voces del campo han sido pulidas I'll IIIPI'OHIIexpof'lilorilldc"informantes" mas 0 menos intercambiables. La pucsla en eHcellll del Imlliaindfgena en una etnografla, el grado de traduccion y de familiarizaci6n ncceSll-rio son problemas practicos y retoricos muy complicados.14 Pero los trabajos deTurner, al proporcionar un lugar visible alas interpretaciones indfgenas de lacostumbre, plantean concretamente estas cuestiones de dialogismo textual ypolifonfa.

La inclusion del retrato de Muchona en La selva de los simbolos de Tur-ner puede ser vista como un signo de los tiempos. La coleccion de Casagrandeen que aparecio original mente tenfa el efecto de segregar el problema crucialde las relaciones entre los etnografos y sus colaboradores indfgenas. La discu-si6n de estospormenores no tenfa aun cabida en las etnograflas cientfficas, pe-1'0 la colecci6n de Casagrande sacudi6 el tabu profesional posmalinowskianohacia los "informantes privilegiados". Raymond Firth refiriendose a Pa Fe-nuatara, Robert Lowie con referencia a Jim Carpenter: una larga lista de dis-tinguidos antropologos han descrito a los "etnografos" indfgenas con quienescompartieron, en algun grado, una vision de Ia costumbre distanciada, anallti-ca, incluso ir6nica. Estos individuos llegaron a ser informantes valiosos por-que comprendieron, a menudo con verdadera sutileza, 10 que implicaba unaactitud etnografica hacia la cultura. En las citas de Lowie de su interpretecrow (y colega "filologo") Jim Carpenter, se percibe una perspectiva comparti-da: "Cuando escuchas a los viejos hablando de sus visiones, les tienes quecreer" (Casagrande, 1960: 428). Y ciertamente hay mas que un parpadeo y unguino en la historia referida pOI'Firth sobre su mejor amigo e informante de Ti-kopia:

En otra ocasionla conversaciongirohacia las redes para la pesca de truchas en ellago. Las I'edesse habfan vuelto negras, posiblemente poria aceion de algunasustanciaorganica, y tendfana cortarse facilmente. Pa Fenuataracontoentoncesuna historiaa la multitudreunidaen la casa sobrecomo,hall:indoseuna vezCOli susredesen ellago,sintioqueun espfrituandabaporia red, suavizandola.Cuandolevan-tola red la encontroviscosa.EIespfritu10 habfahecho.1£ pregunteentoncessi el he-chode que 108 espfritusfueranresponsablesdel deteriorode las redes era una piezatradicionaldel conocimiento.El contesto:"No,es mi propiopensamiento".Y luegoagregocon una carcajada:"Mipropiapiezade conocimientotradicional"(Casagran-de, 1960: 17-18).

14 Favret-Saada utiliza el dialecto y eltipo bastard ilia en Les Mots, La mort, les sorts (1977); es-ta es una solucion entre Illllchas para un problema que ha preocupado desde hace Illucho a los no-velistas realislas,

1':1 pll'lIo iIIIPtlt'\Otllplodoll'\."i.'11III' III ('ole'I'dOIldl1 (;"1'111";1'11111111 Plll'ItIlItIO-lif1 1,,1111110,IHI11I'1I'I1c'i,,1I" l'Ii~lIinl"lt'il~1ldll 1'I1I!'lI'OtWrlllBpili'll III pt'Odllcci6n diu-It..,;iwic!n lc,xlol'II' illltll'pl'l'\"C'iOlWHelllogrlificus. E:sl.a significaci6n ha sidomWlln,('illupOl'lUlUlellc!l,w,ill II pl'oscnl.lIrellibro como un documento univer-11111 iZlIllk, Illunanisla, que revela "una galerfa de espejos ... en una variedadt1110I'llW,l]lIe reflejlln infinitamente la imagen del hombre" (Casagrande,1960: xii). A la luz de la presente crisis en la autoridad etnografica, no obstan-10, OHI.oscuadros revel adores se esparcen poria obra de sus autores, alterandoI'IHformas en que puede ser Iefda. Si la etnograffa es parte de 10 que Roy Wag-ner (1980) llama "la invencion de la cultura", su actividad es plural y se en-cucnlra mas alIa del control de cualquier individuo.

Una manera cada vez mas comun de manifestar la produccion colaborati-va del conocimiento etnografico es la de citar regular y extensamente a los in-formantes. (Un ejemplo sorprendente es We Eat the Mines, the Mines Eat Us deJune Nash, 1979.) Pero tal tactica solo comienza a quebrar la autoridad mono-f6nica. Las citas siempre son puestas en escena pol' el citante y tienden a ser-vir meramente como ejemplos 0 testimonios confirmativos. Mirando mas aHade la cita, se puede imaginal' una polifonfa mas radical que "harfan los nativosyel etnografo en diferentes voces"; pero esto tambien desplazarfa solamente laautoridad etnografica, confirmando todavfa la virtuosa orquestacion final porun solo autor de todos los discursos de su texto. En este sentido la polifonfa deBajtfn, demasiado estrechamente identificada con la novela, es una heteroglo-sia domesticada. Los discursos etnogriificos no son, de ninguna manera, losparlamentos de personajes inventados. Los informantes son individuos especf-ficos con nombres propios reales, nombres que pueden ser citados, de formaalterada cuando la tactica 10 requiera. Las intenciones de los informantes es-tan sobredeterminadas, sus palabras son polftica y metaf6ricamente complejas.Si se les acuerda un espacio textual autonomo y se las transcribe en longitudsuficiente, las afirmaciones indfgenas tendran sentido en terminos diferentes alos del etn6grafo que las manipula. La etnograffa estara invadida poria hetero-glosia.

Esta posibilidad sugiere una estrategia textual alternativa, una utopfa dela autona plural que acuerda a los colaboradores no meramente el status deenunciadores independientes sino el de escritores. Como forma de autoridadesta debe ser considerada todavfa ut6pica pol' dos razones. Primei'll, los esca-sos experi~entos recientes con obras de autores multiples requieren, comofuerza instigadora, el interes investigador de un etn6grafo quien al fin y al caboasume una posicion editorial ejecutiva. La instancia autoritaria de "dar voz" alotro no es trascendida por completo. Segunda, la idea misma de la autorfa co-lectiva desaffa una profunda identificaci6n occidental del orden de cualquiertexto con la intencion de un autor singular. Si esta identificaci6n era menosfuerle cuando Lafitau escribi6 sus Moellrs des sallvages ameriqllains, y si lacrftica reciente la ha puesto en cuestion, es todavfa una constricci6n poderosa

sobre la oscrit.llI'a olnogl'MicfI. COlllOquil'll'lIqUMIIlMtJ,Il/IY"IMW'. 1If'l ulOvimil"llloen este dominio. Los antrop610gos lendn1n quo (JOIIIIUII'lir'IIllllll11"1,,\1,. llfuln v('1~mas, e incluso tendran que compartir las pol'lndEl8,(~OllIH(IIt1l1ml(~()lnbol'ndOl,t\'"indfgenas para quienes el termino informantes yn no 08 111118I\(h~lIndo, Ai t\Aque alguna vez 10fue.

Birds of My Kalam Country (1977) de Ralph Bulmer y Ian Majnep 08 unprototipo importante. (Diferentes tipos de imprenta distinguen las contribucio-nes yuxtapuestas del etnografo y del hombre de Nueva Guinea, colaboradoresdurante mas de una decada.) Aun mas significativo es el estudio producido co-lectivamente en 1974 Piman Shamanism and Staying Sickness (Ka:cim Mum-kiqag), el cual enumera en la portada, sin distinci6n (aunque no, debe sernotado, en orden alfaootico), a Donald M. Bahr, antrop610go; Juan Gregorio,chaman; David I. Lopez, interprete, y Albert Alvarez, editor. Tres de los cuatroson indios papago, y el libro esta diseiiado conscientemente para "transferir aun chaman tanto como sea posible las funciones normales asociadas con la au-torfa. Estas incluyen la seleccion de un estilo expositivo, el deber de efeetuarinterpretaciones y explicaciones, y el derecho de juzgar que cosas son impor-tantes y que cosas no" (pag. 7). Bahr, el iniciador y organizador del proyeeto,opta compartir la autoridad en la medida de 10 posible. Gregorio, el chaman,aparece como la fuente principal de la "teorfa de la enfermedad" que se trans-cribe y traduce, ados niveles diferentes, pOI'Lopez y pOI'Alvarez. Los textosvernaculos de Gregorio incluyen explicaciones sucintas, a menudo gnomicas,que son ell as mismas interpretadas y context'ualizadas pOI'comentarios separa-dos de Bahr. Ellibro es inusual en su presentacion textual de la interpretacionde las interpretaciones.

En Piman Shamanism la transicion de los enunciados individuales a ge-neralizaciones culturales esta siempre visible en la separacion de las voces deGregorio y de Bahr. La autoridad de Lopez, menos visible, es similar a la deWindson Kashinakaji en la obra de Turner. Su fluidez bilingiie orienta a Bahra traves de las sutilezas del lenguaje de Gregorio, permitiendo asf el chaman"hablar extenl'?amente sobre cuestiones teoricas". Ni Lopez ni Alvarez apare-cen como una voz especffica en el texto, y su contribucion a la etnograffa per-manece ampliamente invisible para todos excepto para los papago calificados,capaces de calibrar la adecuacion de los textos traducidos y el matiz vernaculode las interpretaciones de Bahr. La autoridad de Alvarez radica en el hecho deque Piman Shamanism es un libro dirigido a audiencias separadas. Para lamayona de los lectores, concentrarse en las traducciones y explicaciones delos textos impresos en pima sera de poco 0 ningun interes. EI lingiiista Alva-rez, sin embargo, corrigi6 las transcripciones y traducciones con un ojo en eluso para la enseiianza del lenguaje, utilizando una ortografla que h~b(a desa-rrollado para ese propOsito. De esta forma el libro contrihuye a la invenci6n dela cultura pol' los papago. Esta lectura diferente, incorporada en Piman. Sha-manism, es de significaci6n mas que local.

Es intr(nseco a la quiebra de la autoridad monol6gica que las etnograf(as'ya no se dirijan mas a un unico tipo de lector. La multiplicaci6n de lecturas

po"illl",. l'I"ntlJn("\1 hf1<'!u)tit' qu('\ In (Jof1(.jemoill"l"ll1o~l'Al1cfl"yfl no pUI~lt'l'lel'vislacomo tIlollopolio 11("1 Oit1l'ltJ.olllltll'IUIy 111mmll lIocinlol de Ot)cidenlc. Au~ en etno-II'/I(fll" qll~ ('tII'('\ellndll lextOIlVllI'nIlCJulol'l,los lcclores indfgenas decodificarandrl 1I1/IIIm'IIIIdiRlintlls 1118 illl.er'prelneiones y el conocimiento textualizados. LasOlll'llH Jlolif6nicns cstlin pnrlicularmente abiertas a lecturas no planificadas es-Iltldfiemnenl.c. LOBlectores tl'Obriandeses pueden encontrar que las interpreta-eiones de Malinowski son tediosas, pero que sus ejemplos y prolongadasIrnnscripcioncs siguen siendo evocativas. Los leotores ndembu no volanln tan1'6pidamente como los europeos por encima de las diferentes palabras insertason las obras de Turner.

La cdtica literaria reciente sugiere que la habilidad de un text6 para al-canzar sentido de una manera coherente depende menos de las intencionesbuscadas pol' un autor original que de la actividad creativa de un lector. Parac.itar a Roland Barthes, si un texto es "un tejido de citas tomadas de innumera-bles centros de cultura",.entonces "la unidad de un texto no radica en su ori-gen sino en su destino" (1977: 146, 148). La escritura de etnograffa, unaactividad ingobernable y multisubjetiva, alcanza coherencia en aetos padiou-lares de leetura. Pero siempre hay una variedad de lecturas posibles (mas alIade apropiaciones meramente individuales), lecturas que estan mas alIa delcontrol de cualquier autoridad singular. Uno se puede acercar a una etnograffa

, clasica buscando simplemente afenar los significados que el investigador de-riva de los hechos culturales representados. 0, como he sugerido, uno puede

j tambien lee~ en contra del grano de la voz dominante en el texto, en pos deotras autoridades medio escondidas, reinterpretando las descripciones, los tex-tos y las citas reunidas pOI'el escritor. Con el reciente cuestionamiento de losestilos coloniales de representaci6n, con la expansio~ de la alfabetizacion y dela conciencia etnografica, estan surgiendo nuevas posibilidad~s para la leetura(y, pOI'10tanto, para la escritura) de descripciones culturales.1t>

15 Vn modelo extremadamente sugestivo de exposicion polifonica es el que ofrece la edicionpl"Oyectadaen cuatro volumenes de los textos etnognHicos escritos, provocados y transcritos entre1896 y 1914 pol' James Walker en la reservacion sioux de Pine Ridge. Hasta ahora han aparecido

• tres tftulos, editados pol' Raymond 1. DeMaille y Elaine Jahner: Lakota Belief and Ritual (1982a),Lakota Society (1982b) y Lakota Myth (1983). Estos voliimenes de transcripciones reanudan lahOlllogeneidad textual de la clasica monograffa de Walker The Sun Dance, de 1917, un resumende las citas individuales que aquf se publican traducidas. Estas cilas de mas de treinta "autorida-des" connombre complementan y Irasciendenla slntesis de Walker. Vna larga seccion de LakotaBelief and Ritual fue escrita pol' Thomas Tyon, interprele de Walker, El cuarto volumen de la co-leecion sera una lraducci6n de los escritos de George Sword, un guerrero y juez oglala a qllienWalker estimul6 para que registrllra e illterpretarll elmodo de vida lrlldicional. Los primeros dosvoliimenes presentanlos textos ineditos de lakota reeonocihles y las propias descripciones de Wal-keI' en fOl1l1atosidentieos. La elnografra apareee como IIn proceeo de creacion colectivil. Ee esen-cialnotar que la decision de la Sociedad Historicll de Colorlldo de publiclll' estos textos habra sidoestimuladll pol' pedidos cada vez lIIas frecuentes de copias de los materiales de Walker pOI'partede la cOlllunidad oglala en Pine Ridge, pili'll ser utilizados en clllses sobre histoda Ogllllll (sobreWalkel', veaoo tamhien Clifford, 1986a: 15-17).

La corporizaci6n lexl.llulde In nlll.oridnd (11'1 1111 pl'ohlt'lfltt 1'1'1'111'1'1111111 lUll'lllos experimentos conlemporaneos en elnogrnf(u.16 1<:1vif'.jollIodo J't~1I1illin -fi-gurado en el frontispicio de Los argonautas del Pacfjico occidml,tal y hll>mdoonla construcci6n de un tableau vivant cultural diseflado pnl'll~lervialo dcsde unnsola perspectiva, la del escritor y ellector- puede idenlificarse ahora s610co-mo un paradigma de autoridad posible. Los supuestos polfticos y epistemol6gi-cos estan incorporados en este y en otros estilos, y el escritor etnografico ya nopuede ignorarlos. Los modos de autoridad que hemos revisado aqui -expe-riencial, interpretativo, dial6gico y polif6nico-- estan disponibles para todoslos escritores de textos etnogriificos, occidentales y no occidentales. Ningunoestii obsoleto, ninguno es puro: hay espacio para la invenci6n dentro de cadaparadigma. Hemos visto c6mo las nuevas estrategias tienden a redescubrirpracticas descartadas. La autoridad polif6nica mira con renovada simpatia alos compendios de textos vernaculos, formas de exposici6n distintas de la mo-nografla focalizada ligada a la observaci6n participante. Ahora que las reivin-dicaciones ingenuas de la autoridad de la experiencia han sido puestas bajosospecha hermeneutic a, podemos anticipar una atenci6n renovada a la acci6nreciproca de los componentes personales y disciplinares en la investigaci6n et-nognlfica.

Los procesos experienciales, interpretativos, dial6gicos y polif6nicos ope-ran discordantemente en toda etnografla, pero la presentaci6n coherente presu-pone un modo controlador de autoridad. Ya he afirmado que esta imposici6nde coherencia sobre un proceso textual dificil de :.;obernar es ahora, indiscuti-blemente, una cuesti6n de elecci6n estrategica. He tratado de distinguir estilosimportantes de autoridad tal como se han vuelto visibles en las ultimas deca-das. Si Ia escritura etnogriifica esta viva, como yo creo que 10 esta, 10 esta enIucha en y contra estas posibilidades.

16 Para un estudio muy 6til y completo de la etnograffa expelimentalreciente, veanse Marcus yCushman, 1982; veanse tambien Webster, 1982; Fahim, 1982 y Clifford y Marcus, 1986.