salmeron-leyes de la historia y progreso

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REVISTA EUROPEA. NÚM. 79 29 DE AGOSTO DE 1875. AÑO M. BOSQUEJO DE LAS LEYES D E L A HISTORIA Y DEL PROGRESO HUMANO. La vida del Hombre en la Tierra, aunque finita, debe ser una bella imagen de la vida de Dios, á cuya semejanza con rítmica gradación se eleva. Una vez levantados el espíritu individual y la conciencia de la Humanidad á la fuente misma de donde toda rea- lidad y toda vida emanan, deben hallar en ella las leyes biológicas, absolutas, universales y necesa- rias, bajo las cuales determina libremente el hom- bre los hechos, creencias, costumbres 6 institucio- nes que han de dar por resultado, mediante la cooperación divina, la mejor y más libre y bella obra que en la limitación humana quepa, compara- ble sólo á la infinita y absoluta que Dios, como Ser Supremo, eternamente realiza. Gravísimo y lamentable error es, por tanto, pen- sar que basta para la Ciencia de la Historia el co- nocimiento empírico de los hechos. El objeto entero de la Historia es la Vida una del Ser y de todos los seres finitos bajo Dios: su comprensión puede ser limitada para el ser íiniLo; pero la Historia misma es la obra infinita de Dios vivo. Y claro es que, no re- solviéndose la vida en la mera efectividad, no basta para su inteligencia verdadera la esfera estrecha de la pura experiencia. ¿Qué significaría la simple ex- posición de hechos? ¿Qué valdría la descripción de razas, pueblos ó edades, si bajo cada una de estas particulares determinaciones no se contuviera en la Historia humana algo de esencial y permanente, que como tal subsiste por toda la duración de los siglos y puede ser en todos tiempos conocido? El conocimiento de los hechos, como aisladas feno- menalidades, no sólo carecería de sentido, sino que sería imposible. De aquí que todos, aun sin darse cuenta de ello, busquen un criterio para en- tender las manifestaciones individuales de la vida humana. Mas todo criterio es insuficiente (' irracio- nal si no se funda en el concepto entero de la vida. Considerar un acontecimiento ó una institución, aunque sean los más grandes que la Historia pre- sente, como la razón de todo el progreso humano, es ciertamente contrario á la esencia y ley de la Vida misma (1). Sólo, pues, subordinando á ésta to- (i) Do aquí nacen los graves errores de la llamada escuda histórica. TOMO V. dos los hechos, y refiriendo constantemente la efec- tividad á la esencia del ser que vive, podemos pe- netrar en el verdadero sentido de la Historia, y fijar con entera seguridad libres, cuanto en nuestra limitación quepa, de una torcida dirección y de tras- cedentales errores, las leyes que rigen al desenvol- vimiento humano. I. Ahora bien: si, como dejamos sentado, la Vida es ante todo una, como propiedad del Ser; si contiene además variedad de estados, en los cuales se va de- terminando la eterna naturaleza del Ser mismo; y si, por último, esta oposición debe armonizarse y componerse bajo la unidad de la esencia, cuyo inte- rior desenvolvimiento es, sigúese necesariamente que la v/aidad, la variedad y la armonía son las le- yes universales de la Vida. La Unidad es la primera ley de toda existencia; presido á la cristalización del mineral, á la forma- ción de la planta, al organismo del animal, lo mismo que al movimiento de cada sistema planetario (1). El ser que vive contiene virtualmente en su unidad todas sus determinaciones ulteriores, ya como ger- men donde se hallan embrionariamente en completa indistinción los estados y desarrollos futuros, ya como fuerza y energía que ha de producirlos, sacán- dolos de aquel fondo indesenvuelto en que poten- cialmente existen. FOK.HPSO es, si no ha de quedar el ser en estado do indeterminación, que llegue el momento en que so rompa, por decirlo asi, aquella unidad embrionaria, desplegándose b jo formas determinadas y caracte- rísticas. Comienza entonces la Variedad, la cual no es otra cosa que la evolución sucesiva de cada uno de los elementos contenidos en la Unidad primera bajo la forma de oposición, que permite el desarrollo espontáneo y progresivo de los diversos órganos ó facultades antes indistintos ó indeterminados (2). Pero esta interior contrariedad no agota, ni resume, ni anula la Unidad, que queda siempre sobre todas y cada una de 'as determinaciones particulares como la determinante de ellas. Inliércse, por tanto, que cuanto mas rica y completa es esta oposición, tanto (t) Omnia dcsiicrnnt bonum, üa desideraní ujiitatem, íinequa esse non pvssunt.—Boecio. (2) L.i div sibililé ou l'cxpaniion univcreellc eet le movement de 1'nniU ú la vjrieíe. (Cousin, Inlroductton ú t'hisloire déla Pililo- tofliie.J 23

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Filosofia masonica

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Page 1: Salmeron-leyes de La Historia y Progreso

REVISTA EUROPEA.NÚM. 79 2 9 DE AGOSTO DE 1 8 7 5 . AÑO M.

BOSQUEJO

D E L A S L E Y E S D E L A H I S T O R I AY DEL PROGRESO HUMANO.

La vida del Hombre en la Tierra, aunque finita,debe ser una bella imagen de la vida de Dios, á cuyasemejanza con rítmica gradación se eleva. Una vezlevantados el espíritu individual y la conciencia dela Humanidad á la fuente misma de donde toda rea-lidad y toda vida emanan, deben hallar en ella lasleyes biológicas, absolutas, universales y necesa-rias, bajo las cuales determina libremente el hom-bre los hechos, creencias, costumbres 6 institucio-nes que han de dar por resultado, mediante lacooperación divina, la mejor y más libre y bellaobra que en la limitación humana quepa, compara-ble sólo á la infinita y absoluta que Dios, como SerSupremo, eternamente realiza.

Gravísimo y lamentable error es, por tanto, pen-sar que basta para la Ciencia de la Historia el co-nocimiento empírico de los hechos. El objeto enterode la Historia es la Vida una del Ser y de todos losseres finitos bajo Dios: su comprensión puede serlimitada para el ser íiniLo; pero la Historia mismaes la obra infinita de Dios vivo. Y claro es que, no re-solviéndose la vida en la mera efectividad, no bastapara su inteligencia verdadera la esfera estrecha dela pura experiencia. ¿Qué significaría la simple ex-posición de hechos? ¿Qué valdría la descripción derazas, pueblos ó edades, si bajo cada una de estasparticulares determinaciones no se contuviera enla Historia humana algo de esencial y permanente,que como tal subsiste por toda la duración de lossiglos y puede ser en todos tiempos conocido? Elconocimiento de los hechos, como aisladas feno-menalidades, no sólo carecería de sentido, sinoque sería imposible. De aquí que todos, aun sindarse cuenta de ello, busquen un criterio para en-tender las manifestaciones individuales de la vidahumana. Mas todo criterio es insuficiente (' irracio-nal si no se funda en el concepto entero de la vida.Considerar un acontecimiento ó una institución,aunque sean los más grandes que la Historia pre-sente, como la razón de todo el progreso humano,es ciertamente contrario á la esencia y ley de laVida misma (1). Sólo, pues, subordinando á ésta to-

(i) Do aquí nacen los graves errores de la llamada escuda histórica.

TOMO V.

dos los hechos, y refiriendo constantemente la efec-tividad á la esencia del ser que vive, podemos pe-netrar en el verdadero sentido de la Historia, yfijar con entera seguridad libres, cuanto en nuestralimitación quepa, de una torcida dirección y de tras-cedentales errores, las leyes que rigen al desenvol-vimiento humano.

I.

Ahora bien: si, como dejamos sentado, la Vida esante todo una, como propiedad del Ser; si contieneademás variedad de estados, en los cuales se va de-terminando la eterna naturaleza del Ser mismo; ysi, por último, esta oposición debe armonizarse ycomponerse bajo la unidad de la esencia, cuyo inte-rior desenvolvimiento es, sigúese necesariamenteque la v/aidad, la variedad y la armonía son las le-yes universales de la Vida.

La Unidad es la primera ley de toda existencia;presido á la cristalización del mineral, á la forma-ción de la planta, al organismo del animal, lo mismoque al movimiento de cada sistema planetario (1).El ser que vive contiene virtualmente en su unidadtodas sus determinaciones ulteriores, ya como ger-men donde se hallan embrionariamente en completaindistinción los estados y desarrollos futuros, yacomo fuerza y energía que ha de producirlos, sacán-dolos de aquel fondo indesenvuelto en que poten-cialmente existen.

FOK.HPSO es, si no ha de quedar el ser en estado doindeterminación, que llegue el momento en que sorompa, por decirlo asi, aquella unidad embrionaria,desplegándose b jo formas determinadas y caracte-rísticas. Comienza entonces la Variedad, la cual noes otra cosa que la evolución sucesiva de cada unode los elementos contenidos en la Unidad primerabajo la forma de oposición, que permite el desarrolloespontáneo y progresivo de los diversos órganos ófacultades antes indistintos ó indeterminados (2).Pero esta interior contrariedad no agota, ni resume,ni anula la Unidad, que queda siempre sobre todasy cada una de 'as determinaciones particulares comola determinante de ellas. Inliércse, por tanto, quecuanto mas rica y completa es esta oposición, tanto

(t) Omnia dcsiicrnnt bonum, üa desideraní ujiitatem, íinequaesse non pvssunt.— Boecio.

(2) L.i div sibililé ou l'cxpaniion univcreellc eet le movement de1'nniU ú la vjrieíe. (Cousin, Inlroductton ú t'hisloire déla Pililo-tofliie.J

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más completo y rico es también el desarrollo y cre-cimiento de cada ser.

Mas este movimiento de expansión está contenidodentro de límites precisos que la naturaleza de losseres constituye, sin lo cual faltaría la razón y elliii último de la Vida. A medida que el serva desen-volviendo su esencia y determinándola en órganos yfacultades, nacen al punto nuevas energías quetienden á concentrar, por medio de la atracción, lasfuerzas adquiridas; de tal suerte, que el movimientode la Unidad á la Variedad, engendrado por mediode la expansión, está íntima y continuamente rela-cionado con el movimiento inverso de la Variedadá la unidad por medio de la atracción. Este doblemovimiento de expansión y de concentración sedetermina bajo la ley de armonía en evolucionespairalelas y ordenadas, en las cuales los diferentesórganos, facultades y fines, desarrollados antes enoposición, tienden á equilibrarse, á concertarse y ámoverse de nuevo bajo un plan uniforme, subordi-nándose los fines particulares al fin último y totaldel Ser. Muéstrase, en fin, la variedad en la unidad,que es lo que constituye la armonía. Cuando el Serha realizado su naturaleza bajo el predominio deesta ley, y dado los frutos que fundan la esperan,za de una ulterior existencia, la Vida empieza á dediñar recorriendo, en marchas descendentes con-trapuestas á la anterior, fases análogas á las delperíodo ascendente, en las cuales se van sucesiva-mente perdiendo las fuerzas,hasta llegar á un puntoen que se extinguen.Forma así la vida un ciclo cer-rado en que se tocan y corresponden el nacimientoy la muerte. Según estas leyes de aplicación uni-versal, observamos, en efecto, que todo ser finitonace, se desarralla, florece, decae y muere; ascien-de en los primeros períodos de su existencia, hastallegar á la plenitud de sus fuerzas, y decae en losúltimos, hasta llegar á la muerte, que como el na-cimiento es una transición á nueva vida. La enfer-medad ó el accidente que producen la muerte pre-matura cortan el ciclo de la Vida, pero no contradi-ten sus leyes.

Determinanse éstas en los seres racionales finitosorí tres edades: infancia, juventud y madurez, encada una de las cuales distinguimos dos períodosprincipales. Se forma y desarrolla, á la verdad, elfetD en el seno da la madre, constituyendo parteintericfr y orgánica de su cuerpo y vida como la se-milla en el seno de la tierra. Por el nacimiento pasael hombre de la vida de germen en que se hallabaaún indeterminado á la existencia libre en el espa-cio; respira el aire de la Naturaleza exterior; co-mienza á asimilarse los elementos vivificadores quele ofrece, y principia á desarrollar sus fuerzas y fa-cultades viviendo por sí, aunque bajo el amparo yprotección de sus padres. Siéntese ligado poderosa-

mente en sus primeros pasos á los objetos y fe-nómenos del mundo sensible; y atraido por susencantos, dirige á ellos con afán toda su actividad;no se da cuenta de su propio ser; ignora á lo queviene al mundo; y entregado sólo á las impresionessensibles, déjase llevar por los placeres y doloresdel momento determinando su voluntad por losprimeros impremeditados impulsos del corazón,arrastrado por sentimientos casi siempre egoístas,aunque no pocas veces nobles y generosos, comopresagio del nuevo mundo que alborea. Falta alhombre en esta primera edad la conciencia de launión de su espíritu y de su cuerpo, que se mani-fiestan espontáneamente con el angelical candor queconstituye la inocencia y que forma la bondad y be-lleza propias de la infancia.

Llega luego en serie continua la edad de la juven-tud, edad de oposición y de lucha que comienza porun periodo de expansión, en el cual se desenvuel-ven los órganos y las facultades del hombre, adqui-riendo nuevas fuerzas y dejándose llevar por nue-vos impulsos y deseos, con que ora siente la voz dela Naturaleza que le seduce y domina, ora percibela voz del Espíritu que le llama al mundo de la re-flexión y de la idealidad. Iniciase en los fines desu vida que plantea con presuntuosa afectación entoda su opuesta variedad; y confiado en sus pro-pias fuerzas, se aleja del hogar paterno buscandoen nuevas esferas sociales otro teatro donde di-latar más su corazón y ejercitar su espíritu: al hijonatural de la familia se siente renacer en la socie-dad para reconocerse más tarde hijo eterno de laHumanidad. Proyecta el joven numerosos idealesque contempla en el mundo del Espíritu .y que as-pira á imponer á la Naturaleza por el Arte; y cre-yéndose en su entusiasmo rey de la creación in-dividual, prescinde, en su soberbio aislamiento, desus naturales protectores y aun de la vida socialque le rodea. Oprimido por numerosas limitacionesque le interrumpen á cada paso en medio del cami-no, fatigado con la lucha íntima que la Naturaleza yel Espíritu sostienen en su seno disputándose el ab-soluto predominio del Hombre, comienza el jovená buscar, mediante la reflexión, un ideal más alto,bajo el cual pueda resolverse esta agitación inte-rior y asegurarse la paz del ánimo con la tranqui-la, pero activa, posesión de sus fuerzas y de sus fa-cultades en orgánica relación con todos los seres yen armonía con su destino. ¡Crisis terrible que nosiempre se acierta á resolver en conformidad conlas leyes eternas do la Vida! Unos se arrojan en losbrazos de un indolente misticismo, despreciando ála Naturaleza, negándose á sí propios y supliéndolotodo con el vacío de una fe negativa y abstracta.Otros, seducidos por el goce inmediato del sentido,se embriagan con el placer, buscando en él la per-

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manencia que no tiene, cortando á cada paso suvida, renunciando á la ley de la perpetua actividad,y contradicen los más nobles y puros sentimientosdel hombre «bajando, en fin, de negación en ne-gación hasta el sepulcro de su egoísmo personal...¿Y saca Dios al hombre á la escena del mundo, y lotiene de su mano cada dia y cada hora, y le da porcompañeros el Espíritu y la Naturaleza, por madrela Humanidad, por asiento el tiempo y el espacio,por techo el cielo, para que este hombre deje es-trellarse en él, como en cuerpo duro atravesado enla comente, los planes de la Providencia? (1)»

Como quiera, es lo cierto que la Humanidad hacesu primera aparición en el hombre mediante estatremenda crisis, que sirve de transición á la edadmadura. En ésta puede y debe levantarse e¡ indivi-duo humano, por esfuerzo propio, á la concienciade la unión de Espíritu y Naturaleza que le consti-tuye, y al conocimiento racional de Dios, como elSer supremo, con el cual y bajo el cual se unenlos sores finitos en el Mundo. Alcanza, por tanto, laplenitud de sus fuerzas y facultades desarrolladas yeducadas en la juventud; reconoce su destino totalhumano en esta Tierra, y aspira á realizarlo conconciencia y libertad, viviendo ev. justa y orgánicarelación de amor y de conocimiento con la Natu-raleza, con el Espíritu, con la Humanidad en todasus interiores sociedades, y supremamente con elPadre común de los seres y de la Vida, aspirando áajustar su actual existencia al ideal de la vida eter-na que en su razón contempla. Pero nuestra propiafinitud impone límites á la realización de semejan-tes aspiraciones: el hombre no ha correspondido,no corresponde aún hoy al ideal que concebimos.Muchos desaparecen de la sociedad terrena sin ha-ber salvado aquella crisis saludable; sólo algunoshombres privilegiados que ilustran nuestra historia,y que sobreponiéndose á su tiempo han traido á laconciencia de la Humanidad nuevos principios deVida, han presentido y preparado con su pensamientoy obra el advenimiento de una época en que halleel individuo humano favorables condiciones pararealizar aquel destino. En pos de este primer pe-ríodo de la madurez en que la >vida llega á su apo-geo, viene otro en el cual, recogiéndose ésta en sí,comienzan á decrecer las fuerzas. En la senectudcompleta el hombre lo que ha proyectado, empren-dido y desenvuelto en la edad de joven; y en la de-crepitud vuelve á una segunda infancia en espírituy cuerpo, viviendo sólo en la memoria de lo pasadoy en el presentimiento de un alto porvenir (inmor-talidad), y acercándose insensiblemente á un todosuperior de vida, cuyo tránsito es la muerte.

Estas edades de !a vida del individuo, que acaba-mos de bosquejar, no suceden siempre en confor-midad á la pureza del concepto, ya porque el hom-bre no sigue fatalmente, como los seres naturales,las leyes de su desenvolvimiento, ya porque vi-viendo en el seno de la Humanidad, obra según lascondiciones que ésta le impone. Por esto es fácilobservar cómo pasa necesariamente nuestro cuer-po, si el accidente no corta su existencia, por cadauna do aquellas edades; mientras se hallan con fre-cuencia vidas enteras que no se levantan del mundodel sentido, cuyo placer les retiene; ó que se em-briagan con una idealidad abstracta, negándose alinundo de la realidad; ó que se anulan en un mis-ticismo engendrado por el temor; ó que se gasta enuna perpetua lucha de aspiraciones y creencias,contradiciéndose á cada paso y rompiendo así launidad do la vida ó esterilizando su rico contenido:limitaciones todas que deben irse venciendo ennuestra Historia.

II.

Determínánse igualmente aquellas leyes y estasedades en la vicia total de la Humanidad y en la detodas las personalidades é instituciones que dentrode ella se desenvuelven.

Creada la Humanidad en el seno del Universo,como el compuesto total más íntimo y armónico dela Naturaleza y del Espíritu, y teniendo por asientouna morada adecuada á su destino (4), debía, en su

(1) S»nz del Rio: Discurso inaugural del afio aradímico de 18H74 1X58

( i ) Puede, en ef"Cto, considerarse la Geografía como el signo mudofie !a Historia ríe la Humanidad, escrito en el suelo de la Tierra. Muéi-trase ésta, en efecto, como un todo orgánico, cerrado en si y como asien-to acomodado á la vida del hombre. La oposición de aire, agua y tiernfirme, esta ordenada orgánica y penrt<licamente en espacio, tiempo yfuerza. La tierra (irme está dividida, según la ley del número, en propor-c i o n e s ^ 1 á 3 en la relación de ¡as cadenas de montañas, en la Forma ycircunscripción del continente. Señala éste, en la direccian de sus cordi-lleras, dos puntos capitales de la Tierra (polos), abrazando en círculo aluno, el polo átú Norte, y extendiendo hacia el Sur sus extremos agudos;por lo cual la masa del continente se halla principalmente hacia el poloNorte. Todo el continente, correspondiendo á las leyes eternas y uni-versales de la Vida, se divide en dos partes, enlazadas por una tercera.La primera, mayor y más antigua, está determinada poruña cadena d«montañas que, partiendo del estrecho de Behring, se extienden hacía elSudoeste por Asia y África, rematando en el Cabo de Buena Esperanza.La segunda está determinada igualmento por otra cordillera que partedel mismo estrecho de Behring y se extiende en dirección Sudeste hastaterminar en el Cabo de Hornos. Cada una de estas cadenas de montañasforman un arco, cuyos lados interiores, cóncavos, circunscriben el senade la tierra, dejando el lado convexo hacia afuera: esta forma determintlos dos mares, el interior ó Atlántico, hacia el cua! corren de consiguien-te los grande* rios, y el exterior 6 Pacífico. Dos cadenas de montañas,subordinadas a las anteriores, cortan lateralmente el Ecuador en la di 'lección Este á Oeste, formando la parte compuesta de 1& Tierra liamadlOcceanía, en la cual se equilibran el agua y la tierra firme. Forma asiel continente un compuesto de tres miembros, según las leyes de ia uni-dad, la oposición y la composición. La América es, sin duda, infinita-mente más joven que el antiguo mundo, y la Polynesia eitá aún elformación: virgen todavía, se lave brotaren medio de los mares; perasin aquellos cataclismos que debieron presidir á la formación de los ante*

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primera edad, contener en estado de germen loselementos que habían de desenvolverse en ulteriorestiempos. Sin distinguir ni oponer todavía dentro desi los dos seres en ella unidos, mostrándose antetodo como la unión indesenvuelta de ellos (1), ne-cesita vivir en intima comunicación con la Natura-leza que espontáneamente le sustentara, y en rela-ción inmediata y pura (inocencia), con todos losseres, y supremamente con Dios, bajo cuyo amparoy protección había de asentar la (llanta en estesuelo del destino. Mas al desenvolver su esenciadebia la Humanidad convertirse espontáneamente ála contemplación y asimilación de la Naturaleza,con la cual se encontrara sensiblemente unida ycomo formando un todo solidario con ella, desco-nociendo el mundo del Espíritu y confundiendo áDiois con las fuerzas naturales, cuyo poderle sobre-coge y maravilla. En esla edad, en que debia pre-dominar el naturalismo manifestándose bajo infini-tas formas, había de anunciarse como feliz presen-timiento el reinado del Espíritu, á la manera que serevela en el niño, preparándose un nuevo período

riore* continentes, y formar un mundo de islas que preparan sin duda,corno antes aquellos. I» morada para una ulterior cultura. Cada parteconstituye todavía un todo análogo tríinembre, porque cada una de lasdo* cotdilleras principales se compone otra vez de dos arcos con el ladocóncavo hacia adentro, y unidas entre sí por una cadena intermedia dia-gonal: asi, en el continente antiguo, el arco del Norte determina el Asia,el dpi Sm el África, y la cadena de unión entre ambos, la Europa. Igual-mentp en el arco opuesto del Nuevo-Mundo, la parte setentrionat formaIs America del Norte; la meridional, la América del Sur, y la cadena decomposición forma ¡as Indias occidentales. Estas leyes de división deter-minan, en parle, la Historia de la Humanidad, porque ésta se lia desenvuelto y propagado sobre la Tierra bajo la ley de la unidad, creciendojuntamente en número de individuos y de pueblus, y en unión orgánicade todos para el cumplimiento del destino total humano. (Ms. a.) V. Alt-meyer, Pítüosuphie de t'hinloire, lib. IV,—Bajo estos principios genera-les esfácil determinar cómo las condiciones geográiieas influyen en laliistoiia. «La existencia de cada pueblo, dice Ilegel, se refiere al espaciocomoal tiempo, y el principio particular que lo caracteriza, es determi-nado i'n parte por la Naturaleza que lo rodea.» La Humanidad, y dentrode ella las razas, pueblos é individuos, están sometidos á la influencia decircunstancias exteriores que condicionan pero no destruyen la libertaddel hombre. Monlesqi.ieirt y después de él Herder, han expuesto, y á laverdad exagerado, 1¿ influencia del clima y de todas las causas físicassobre el carácter y civilización de ios pueblos. Según el escritor alemán,el papel del hombre y de las naciones está escrito en su organización yen la del mundo exterior; no niega a Dios, porque es la Providenciaquien ha trazado desde el origen los deslinos del género humano, yquien coloca á cada Individuo, á cada pueblo, en el lugar y el tiempodonúV di ben llenar su misión. «Somos necesariamente lo que podemos•er, relalivam :nte a los tiempos, á los lugares y á las circunstancias enq u e v i v i m o s . » (Ideen z i r Pliiloxuphíe d e r Geschichte, X t l , G . ) L a i n -fluencia de la Naturaleza sobre el hombre y sobre los pueblos, es ¡ncon-testabe; poro este fatalismo naturalista contradice la esencia del Espíritu,igue es la libertad, sin la cual, como dejamos demostrado, la vida de losseres racionales serta imposible, y sus condiciones absurdas.

(1) La filología comprueba este primer estado de la vida. El génesisde las lenguas, que sólo á esta edad, puede referirse, correspondiendo algénesis de! p'-nsamicnto, puede ser hoy caracterizado por un sentidosintético, complejo, oscuro, que precede siempre al analítico y reflexivo,coao el gormen al desarrollo de los distintos órganos. Renán. De l'ori~glnt úu ian$age, V-VIJ,

en el cual debia desenvolverse en toda su variedadel Espíritu, postergando y condenando á la Natura-leza, cuyo imperio había tenido relegado al hombrede la comunión espiritual con Dios. Estas luchas in-teriores en el seno de la Humanidad, producen épo-cas de crisis y desfallecimiento, á través de las cua-les se verifican esos íntimos renacimientos (1) quehan de conducirla á la perfecta conciencia de suser y de su destino, al reconocimiento de Dios comoel Sor uno, infinito, absoluto y el supremo respectoal mundo, cuya unión esencial en la Humanidadfunda. Relativas limitaciones, nacidas de la necesi-dad de consagrarse primero al cumplimiento par-cial y exclusivo de fines individuales en moradasparticulares y aisladas, ocasionan instituciones queanulan ó limitan la personalidad humana (castas,esclavitud), y que no desaparecerán por completohasta que la Humanidad llegue en su historia al es-tado de equilibrio y armonía entre la Naturaleza yel Espíritu bajo la unión que constituye al Hombre.

111.

Según los anteriores principios, que no son otracosa que la exposición de la naturaleza del hombrey de la Humanidad y de las leyes á que obedecenen su libre y racional progreso, podemos, en efec-to, observar en la Historia cómo en medio de losaccidentes que acompañan siempre á la causalidadfinita, va realizándose nuestro destino y enrique-ciéndose la personalidad humana con la posesiónde sus fuerzas y de sus facultades, mediante lascuales se establece en relación universal con todoslos seres, cuyas condiciones se asimila y apropia,haciéndose cada vez la más bella imagen de Dios enla Tierra.

a. Así como el hombre individual ningunos ó muypocos recuerdos precisos conserva de su vida degermen y de su primera infancia, y sólo los tienedeterminados desde su primera juventud, así tam-poco la Humanidad conserva clara memoria desu primera edad en la Tierra, y sólo comienza suciencia histórica con la infancia cercana á la juven-tud en tradiciones mitológicas, de las cuales se va

1) Ofrece, en efecto, la Historia humana épocas, a! parecer, deestacionami'nto ó decriiencia; pero, si atenta y profundamente las ob-servamos, y con trascendencia á períodos ulteriores las consideramos,reconoceremos que históricamente causan, ocasionan, un renacimientoh?jo la ley eterna de la Vida, de que la Humanidad renace y revive eter-namente en humanidades parciales. En el transito de la decadencia á larenovación acontecen las icvrj liciones, que son saludables y providen-ciaos siempre que traen ni,evos principies quo cumplir ó nuevos ele-mentos que desarrollar: cauterizan el mal causado por pueblos é Institu-ciones corrómpalos y gastados; abren nuevos horizontes de vida y dejanpresentir un más beilo porvenir para la Humanidad, por el cual se sacri-fican sus individuos.—La guerra, que funde razas diferentes y comunicapueblos Antes aislados, y lleva elementos de civilización á naciones de-crépitas, degeneradas ó salvajes, es también un medio histórico de per-feccionamiento y de progreso.

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separando aquella con precisa determinación en elprogreso á la segunda edad. Pero á la manera quelos padres suplen la falta de propio conocimientoen el individuo, conservando y repitiéndole la his-toria de su infancia, así es conservada por nuestroPadre Celestial la historia primitiva del hombre quele revela en parte en el presentimiento de las pri-meras tradiciones religiosas, y que es de esperar,según modernos descubrimientos lo anuncian, seamás conocida en una superior edad, puesto que laHumanidad vive efectivamente en la vida de esferassuperiores espirituales y humanas, y eternamenteen la Vida do Dios. El conocimiento ch; la historiade estas primitivas edades, que ha de ser tal vez elmás grande y trascendental de los renacimientos,comienza, con efecto, á realizarse en nuestrosdias.

El sentido de aquellas remotas tradiciones pre-senta á la Humanidad en sus primeros dias viviendoen las más íntimas relaciones con la Naturaleza, ydebiendo hallarse en un como estado magnético, enuna especie de clara visión, á causa de la mayorproximidad entre la Naturaleza inorgánica y la or-gánica, y de la unión más estrecha é indistinta delEspíritu con el sistema nervioso. Sin pié aún seguroen este suelo del destino, la Humanidad necesitabavivir en el seno de la Naturaleza, que espontánea-mente le sustentara, en paz é inocente comunica-ción con todos los seres, y bajo la inmediata protec-ción de Dios (4). El Edén es, así, una tradicióncomún á todos los pueblos.

Recientes descubrimientos han venido á confir-mar en nuestros dias estas oscuras reminiscenciasde la primera edad humana. La ciencia prehistóricaque está formándose á nuestra vista y que, aunqueen germen todavía, ilumina ya conviva luz los másoscuros y trascendentales problemas de la Historia,nos muestra también de un modo análogo, en loslimites en que el naciente estado de su desarrollolo permite, la situación del hombre primitivo. Eníntima comunicación con la madre Naturaleza y contodas sus criaturas, dotado de una poderosa intui-ción, no menos que destituido de reflexión y decálculo, entregado por entero á la propia esponta-neidad, sin otro móvil para su actividad que la ins-piración ó la necesidad del momento, falto de todo

( i ) La Biblia (Génesis XVIII) atestigua y convenía, en efecto, que

en la infancia del mundo la especie humana recibiera auxilios extraor-

dinarios, hasta que la invención de las artes la pusiera en estado de de-

fmderse por sí misma, y de nü tener necesidad de la intervención de la

Divinidad. De M m l r e , Soiiées, tomo i, pág. 122. Sin aceptar la verdad

histórica de una revelación sensible y privilegiada, que repugna á la

razón y contradice las leyes eternas y naturales de la relación de Dios

con el Mundo, no puede menos de reconocerse en la vida paradisiaca de

la tradición bíblua una representación de la candorosa inocencia con

que sentía el hombre primitivo su bienhechora dependencia del Poder

Supremo.

sentido analítico y de toda voluntad intencional;tal nos presentan á este primogénito de la Humani-dad, de un lado los descubrimientos científicos y lasinducciones racionales, y de otro las tradicioneshondamente grabadas en la fantasía de los pueblos.Esto no obstante, una buena parte de estos llama-dos tiempos prehistóricos pertenece sin duda al pe-ríodo de transición entre esta edad y la siguiente.

b. La árida incultura de la Tierra que, decaída desus fuerzas primitivas gigantescas, demandaba elesfuerzo y trabajo del hombre; la inmensa distanciaque apartaba á la Humanidad de su fin; la pena antela dificultad de su obra, y la falta de Ciencia y deArte le desalientan y desesperan, llegando á renegarde su destino, á romper sus lazos fraternales y apar-tarse de Dios, cuya pura idea, si no desaparece deltodo sobre la Tierra, es á lo menos olvidada en estasoberbia emancipación del hombre, que se ve obli-gado á dominar la Naturaleza rebelde, á proseguirsu largo y penoso fin, y á reconciliarse por últimocon Dios, mediante su obra propia (1). Comienza asíla segunda edad con una crisis dolorosa. Las pri-meras luchas fratricidas, las emigraciones de lospueblos (2), tradición general á todas las razas,inician la variedad y oposición que por tanto tiempodebía trabajar á la vida humana. En esta edad decrecimiento se distinguen tres períodos correspon-dientes á las tres edades principales: en el primero,la Humanidad se manifiesta en toda la oposición ydiversidad de pueblos y de fines, bajo el principioy ley predominante de la Naturaleza, consagrándo-se aisladamente primero cada pueblo al cumpli-miento exclusivo y parcial de fines particulares, enlos cuales comienza ya á mostrarse la propia y be-lla obra de la actividad humana; en el segundo, sedesarrolla libremente el hombre bajo el fin predo-minóte del Espíritu, enderezando su actividad envista de la Unidad de Dios como Ser extramundanoy de la vida ulterior espiritual que la presente ter-rena prepara; y en el tercero, aspira la Humanidadá referir su interior desarrollo á la Union de Espí-ritu y Naturaleza, consagrando á ambos mundos suactividad y capacitándose por tanto para realizarplena y armónicamente su destino bajo el Ser Su-premo, como la más acabada imagen de la vidadivina.

a. El conocimiento de Dios como ser uno, infi-nito, incondicional, se borra del Espíritu, y sólo seconserva adulterado en las castas sacerdotales quese arrogan la misión de conservar la Ciencia que hanrecibido por tradición como un depósito inviolabley sagrado, como un misterio para los demás. Lospueblos se dividen como sus dioses; cada uno vive

(l¡ Sxnzdei «¡o, Ideal de la Humanidad, pag. 279.(2) Gorra, Mylhengeschichte der uialiachen Welt, t. i, g. 49-SS.

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sólo para sí, consagrándose á aquel fin que las con-diciones geográficas favorecen. En este aislamiento,el principio de la unidad humana desaparece; la des-igualdad entre las razas y dentro de las socieda-des se considera como institución divina; la fuerzamaterial y el privilegio vienen á ser las solas rela-ciones del derecho.—En tales condiciones, la Chi-na, pueblo de sentido práctico, se desarrolla bajoun régimen despótico, cultivando sólo la industria,en la cual atesora notables descubrimientos quepor su falta completa de idealidad no se levantande las aplicaciones mecánicas y manuales; y encer-rando su vida en estrictas y meras fórmulas, y ne-gándose á toda libre comunicación humana, vegetadurante siglos, separada hasta hoy de la corrientede la civilización. Estados teocráticos sirven enoli'ois pueblos orientales de espíritu más elevado óideal para unir á los hombres bajo comunes creen-cias, y levantarlos á relaciones universales bajo elpensamiento de Dios. El Brahmanismo, producido enel seno de los arios, conduce con el panteísmo na-turalista á la servidumbre de la Naturaleza, á lainacción y á la división en castas, cuya institución,si bien favorable y aun necesaria en un principiopara cumplir los fines humanos, imposibilita todomovimiento reformador y toda libre actividad. Sinembargo, la Filosofía y la Literatura, inspirándosean los Vedas, preparan el trascendental progresoque realiza el Budhismo al reconocer y consagrarla igualdad humana. Alejada la India, como la Chi-na, de la corriente histórica, queda también estacio-nada en este primero y espontáneo vuelo del espí-ritu idealista, porque ni el progreso ni la muerte sedan sin la comunicación de las razas. El Mazdeismoreivindica desde su origen el poder sobre la Natu-raleza, y mantiene la personalidad del hombre, pre-parando así, á riesgo de caer en el dualismo, elreinado de la libertad que anuncia ya la civilizacióndel Occidente. Bajo esta doctrina, que alienta po-derosamente la actividad humana, reúnen más tar-de los persas casi todos los pueblos orientales. En-tre tanto los egipcios, cuyo carácter y cuya lenguarevela una matriz humana diferente, trasforman lateocracia, haciéndola más humana; y aunque culti-van la ciencia bajo formas secretas, convierten lascastas en clases, el poder militar lucha con el sa-cerdotal, y al paso que condicionan de un lado his-tóricamente el Mosaismo, anuncian de otro la tran-sición al politeísmo griego. Atesorando el Mosaismola más pura y elevada idea monoteísta, señala elmovimiento religioso más trascendental del Oriente,que se determina en la unidad y en la igualdadhumana, estando providencialmente destinado á serel precursor del puro ideal cristiano.—De otra par-tí; el comercio establecía entre los pueblos comu-nicaciones materiales; que si nacían sólo del inte-

rés, no dejaban menos de servir al fin providencial,uniendo las razas por las necesidades recíprocas.Los fenicios plantearon también las condiciones delibertad ó independencia que el comercio exigía,realizando un progreso importante en la organiza-ción política.—La guerra, por último, poniendo encomunicación las ideas y las razas, prepara, me-diante las conquistas de los imperios asirio y caldeo,el sincretismo de casi todos los elementos civiliza-dores del Oriente, bajo la poderosa mano de losconquistadores persas: los grandes reyes esperabanque sus dominios no tuvieran otros límites que elcielo; pero su imperio fue una mera yuxtaposiciónde pueblos. El aislamiento de los orientales, el par-ticularismo de la religión, el exclusivismo del finhumano que cada pueblo cumplía, la desigualdadsocial, en fin, imposibilitaban una verdadera unión,cuya necesidad histórica sólo podía satisfacersepor el medio externo del despotismo; pero fundadoéste en la injusticia, sostenido por la opresión, ysobre todo contrario á la naturaleza humana, eracontinuamente agitado por sublevaciones interio-res que no le permitían duradera existencia.

p. Grecia inicia la vida del Occidente. Con todoel vigor de su adolescencia, la Humanidad se eman-cipa del panteísmo religioso y social que había im-perado en Asia; se capacita mediante la Ciencia parareconocer su propia esencia, y estimar su persona-lidad; se impone á la Naturaleza por el Arte, y nohalla forma más digna de los dioses que la de laeterna juventud humana. La ciudad, elemento des-conocido en el Oriente, resume todo el progreso dela Grecia: el hombre es reconocido en el ciudadano;la casta es sustituida por la esclavitud que se hacede entre los extranjeros; los beneficios de la repú-blica sólo pertenecen á los Helenos. Este espíritu ex-clusivo que nunca les permitió asociar los bárbarosá los derechos del vencedor; la rivalidad entre lasciudades; las facciones de la aristocracia y del pue-blo que se hacían una guerra de exterminio; la faltade la unidad, en fin, constituían, al lado de aquelloselementos de prosperidad y de grandeza, los gér-menes de decadencia. La Filosofía y el Arte, presin-tiendo la unidad de Dios y de la Humanidad, comen-zaron á minar el politeísmo naturalista, y prepara-ron el Occidente á los nuevos destinos que debíacumplir bajo el cristianismo. Las conquistas de Ale-jandro fueron precursoras de esta suprema relaciónentre el Oriente y el Occidente.

y. Debía para esto realizarse la unión de todoslos pueblos que habían echado los gérmenes de estarenovación, y apareció Roma, que, fundada en elmero hecho de la constitución política, asienta laprimera la idea del Estado, subordinando á este fintodas las demás esferas de la vida: la Religión, el

¡ Arte, la Ciencia. En él resuelve la oposición interior

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N.° 79 N. SALMERÓN. LAS LEYES DE LA B1STORIA. 327

de patricios y plebeyos, y prepara con la conquistala unidad humana que consagra, asimilándose lasinstituciones de los vencidos y concediéndoles laciudadanía. La conquista, instrumento de domina-ción y de lucro en manos del Senado, fue en los de-signios providenciales el medio de realizar la uni-dad. La Ciencia y el Arte importados de Grecia,dejaron el carácter ideal para hacerse prácticos, sir-viendo á la guerra y al derecho, únicas profesionesdel romano. Cuando hubo terminado la conquistadel mundo, comenzó Roma á refundir en un sincre-tismo universal todos los elementos de la civiliza-ción antigua: el Capitolio y el Panteón representaronla alianza definitiva de pueblos y do dioses. Reali-zado el fin, el medio debía desaparecer: la paz y elImperio vinieron á sustituir á la conquista y á la re-pública aristocrática; la unidad material, la igualdadpolítica, esto es, la consagración de la personalidaden el ciudadano fueron establecidas. Cumplida estamisión, Roma decae eu la corrupción y en el ocio,porque no tiene idea para organizar los nuevos pue-blos que ha conquistado y darles una doctrina devida. El hombre material, la raza, so fue extinguien-do; el hombre moral no existía ya: para reemplazará aquél vinieron los bárbaros; para regenerar á ésteel Cristianismo (1). Entre tanto la filosofía alejan-drina preparaba el testamento de aquella civiliza-ción que acababa negándose á sí misma al recono-cer el Espíritu. Iba á hacerse justicia al mundoantiguo; la unidad de Dios va á ser reconocida, y launidad humana consagrada por la redención, y elEspíritu reconciliado con el Ser Supremo. El hom-bre es llamado á su conciencia para conquistar lainmortalidad y destruir la esclavitud: no es ya posi-ble decir vioit etestvitw nescius ipse suce (2).

c. «El advenimiento del Cristianismo y de losgermanos que abren un nuevo y superior período enla historia humana, coincide con el Imperio; sínto-mas de muerte y gérmenes de vida anuncian desdeentonces una palingenesia social. Para que aquélloscumplan su misión, es preciso que perezca Roma;la muerte os el primer momento de una nueva vida.Contra la religión de la naturaleza y del temor per-sonificada en el Estado, reveló Jesucristo al mundola religión del espíritu y del amor, consagrada enla conciencia (3). Abría esta santa doctrina nuevosy más grandes destinos religiosos y sociales que,aunque contrarios á los del mundo antiguo, habíansido por éste preparados; los primeros Padres aspi-ran por eso á engranar estos nuevos principios conla filosofía griega. Mas, para que ella penetrara enla vida, era necesario una raza virgen y poderosa

(1) DEMAISTI IE , Du pipe, lil>. ni .(2) OvicHu, Trisl. lib. n i .

(5) V. nuestro Brevísimo compendio de Historia un varita!, anóni-

mo, 1863, Siitt anítg.ia, pág. 70.

que destruyera la caduca y corrompida sociedad:los bárbaros, como decía Genserico, cayeron sobreaquellos pueblos contra los cuales Dios estaba irri-tado (1). El sentimiento poderoso de la individuali-dad, el respeto á la mujer, la fidelidad en el matri-monio, la sencilla integridad en las costumbres,virtudes que así fortalecían el ánimo como conserva-ban el natural vigor del cuerpo, eran las dotes queadornaban á estos nuevos pueblos. La servidumbreeutre ellos no anulaba enteramente la personalidadhumana; el esclavo tenía su casa y sus penates (2).Era así una raza digna de recibir el ideal cristiano.La civilización se extiende sobre Europa, comarcaadecuada para reconocer la independencia del Espí-ritu. Reconociéndose en esta nueva vida religiosa áDios como el Ser Supremo espiritual y extramunda-no, se fija el ideal en la vida ultraterrena, conside-rándose la presente como transitoria; se arraiga enlas conciencias el sentimiento de que es preciso re-nunciar á ella y á sus bienes pasajeros para ser pu-ramente religioso y subordinar á este fin todas lasdemás esferas de la actividad humana. La Ciencia, elArte y el Derecho, se ponen á servicio de la Teolo-gía; el monacato y el feudalismo absorben durantecasi toda la Edad Media la vida del mundo cristiano.La teocracia volvió á ser la institutora de las nuevasgentes. El misterioso poder temporal del Pontificadorechazó invasiones, trasformó pueblos y suavizó fe-roces pasiones, sometiéndolos á la autoridad divinaque se imponía irresistiblemente á los sencillos éimpresionables bárbaros. ¿Qué otra fuerza más quela extraordinaria de una religión austera y llena deterrores habría dominado el estúpido orgullo de lafuerza que aislaba á los individuos? El feudalismohabría llevado á la disolución de toda sociedad hu-mana sin el espíritu de solidaridad que se habíaencarnado en el Catolicismo. Las pasiones feudalespenetraron con su violencia y desenfreno en el senode la Iglesia, cuya independencia vino á salvar •Gre-gorio VII, levantando el poder espiritual del Pon-tificado sobre la espada de los señores de la tierra.Pero llevando la reforma hasta la completa sumi-sión del poder temporal, habría caído la Europa cris-tiana bajo la servidumbre de las castas sin la insti-tución del celibato. Así se constituía )a unidadcatólica bajo un Dios, un Papa y. un Emperador;mas anulándose la independencia de las nacionesdebían las luchas entre el Papado y el Imperio, quelos Gregorios é Inocencios, los Enriques y los Fe-dericos ilustran, impedir la constitución de la Mo-narquía universal y el dominio absoluto de la Teo-cracia.

Al tiempo en que constituido el Catolicismo ga-

(1) Laurent, Eetmles sur ¡'Uistoire de 1'Humanii.é, t. v, cap.

(2) Tácito, De eitu el moribus gennanorum.

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naba para la civilización á los pueblos germanos,aparecía también en el Oriente una nueva doctrinaque inspiraba en una familia semiüca que habíaquedado apartada de la cultura antigua y que serevolvía en la idolatría, un ideal y vida religiosadestinada á desenvolverse durante la Edad Mediaen oposición al Cristianismo. Anunciábase Mahomacomo continuador de Moisés y de Jesús, elevandoá los árabes a la creencia en la unidad de Dios y enla inmortalidad del alma; pero limitando, si no anu-lando la libertad humana; reduciendo el íin de lavida al eudemonismo sensual que seducía á aque-llas poblaciones amantes de lo maravilloso y delos placeres, y retenía en la servidumbre a lamujer; absorbiendo en una sola representación elpoder espiritual y el temporal, y negándose átodla sana influencia del pensamiento racional in-compatible con una fe irreflexiva y entusiasta, de-bía esta religión quedar menos expedita para ellibre movimiento del progreso. — Una nueva razadebía ser también el órgano de esta nueva fe: talesfueron los árabes. De imaginación brillante y fan-tástica, de alma noble y valerosa, de ánimo movi-ble como la arena del desierto, de pasiones ar-dientes como su clima, pero de ninguna ó escasaref.exion, extienden en contados años sus dominiosdesde la India á la España; disputan con los ger-manos el imperio del Mediterráneo, y se hacen eleco de ¡a cultura persa y griega, que su rica fantasíareviste convirtiendo á Bagdad y á Córdoba en focosde ciencia, de industria y de comercio. Estas rá-pidas conquistas, que pusieron bajo un solo po-der lugares y pueblos de condiciones y carácteropuestos, no prevalecieron sino allí donde el idealcristiano y la raza germánica no so consolidaron.Por eso se posesionaron fácilmente los árabes de lapenínsula ibérica; pero, aun aquí, tras una lucha se-cular sin semejante en la historia, se restauró la ci-vilización católica. Migraciones de pueblos orienta-les prestaron nueva fuerza al Mahometismo, queamenazando también invadir la Europa por el Orien-te, obligó á las sociedades cristianas á congregarse,ante el común peligro, iniciando aquellas heroicasempresas religiosas, que si no llegaron á recabarla posesión de los Santos Lugares, abrieron multitudde relaciones humanas en industria, comercio yaun cultura, que preparaban un nuevo periodo.Con las cruzadas comenzó á decaer el feudalismo yempezaron á levantarse las ciudades y á hacerseindependientes los vasallos antes entregados alarbitrario poder de los señores, y sólo protegidospor la caballería que patrocinaba los derechos deldébil, y por el asilo que impedía con frecuencia lainjusticia, favoreciendo á veces la impunidad. Cul-tivando los vasallos la industria, las arles y aun lasciencias, adquirieron vigor y riquezas; asociándose

en localidades independientes, constituyeron bienpronto municipios, cuya libertad se garantizaba porconstituciones privilegiadas, que preparan el caminoá la constitución de las naciones, á la igualdad delderecho. La aristocracia fue perdiendo sus fueros ypoder, que se extendían al pueblo y representabanen el Monarca. Aquellos Estados que, como Polonia,no pudieron librar este paso verdaderamente revo-lucionario, comenzaron á decaer, sobreviviendopoco á este periodo de formación.—Entran en circu-lación desde entonces los elementos de la vida so-cial, inmovilizados bajo el feudalismo, cuyo régi-men contribuyeron á disolver los descubrimientosde los siglos XIV y XV que preparan la trasforma-cion de los tiempos modernos. En tanto el Imperiogriego, que arrastraba una larga decadencia, con-servando como sagrada reliquia el tesoro de la ci-vilización antigua, que de haber caido en manos delos bárbaros á los principios de la Edad Media, sehabría perdido, estaba de continuo amenazado porlos sectarios de Islam, é interiormente dividido porestériles luchas religiosas y políticas que agotabansu fuerza y provocaban bastardas intrigas y espan-tosa corrupción. El ideal cristiano no había pene-trado en el corazón de esta raza gastada, que sólolo recibió como asunto de polémica y de erudición,convirtiendo aquellos principios regeneradores enpueriles sutilezas y sofismas que acabaron por per-vertir el sentimiento ó imposibilitar el desarrolloracional de la Ciencia. Al fin sucumbió el frágil Im-perio abandonado de las naciones católicas á manosde los turcos, que ganaron para el Mahometismo unasiento en el Oriente de la Europa, al tiempo mis-mo en que era expulsado del Occidente.

a. A este hecho de trascendencia suma en la His-toria humana, porque determina el Renacimientoque la dispersión de las familias griegas por Europa,principalmente por Italia ocasionó, precedieron im-portantísimos movimientos que anunciaban de otrolado el equilibrio de todas las esferas de la vida,que debía sustituir á la confusa absorción de laEdad Media. A contar desde el siglo XIII los rayosdel Vaticano y los terrores de la Inquisición sus-tituyeron á las armas puramente espirituales de lapersuasión y de la enseñanza. El pensamiento habíacomenzado á emanciparse de la servidumbre de laTeología; y arrastrado en este primer vuelo de sulibertad á la negación de los principios y de las le-yes eternas y universales, contradiciendo los másaltos fundamentos de la Teología, mereció la con-denación y la persecución de la Iglesia, la cual,movida por su pretendida infalibilidad y por su ley

. constante de obrar por orden absoluto, quería im-poner la fe sobre el aniquilamiento de toda Ciencia.Estas circunstancias históricas ocasionaron la sis-tematización de la crueldad, oscureciéndose en la

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N.° 79 C. ABAUJO.—EL MUSEO DE SEVILLA. 329

cruzada contra los Albigenses (4), en )a muerte deAmálelo de Brescia, de J. Huss y de Jerónimo Savo-narola (2), aquellos divinos principios del amor y dela libertad de conciencia que consagrara Jesucris-to. Pero las persecuciones, ni extinguieron la here-jía, ni contuvieron el genio de la reforma que tanhondamente se arraigaba en el espíritu del tiempo.

Un doble movimiento de la actividad humana,llamada al exterior por la restauración del espíritupagano y con él de la Naturaleza, que desde enton-ces prodigara al hombre sus fuerzas y elementosprodigiosos, misteriosamente volados antes, porqueel Espíritu había renegado de ella; y convertida alinterior por las cuestiones religiosas y por haberserevelado al Occidente el pensamiento de la Grecia,caracterizan este nuevo período, en el cual se re-concilian la Naturaleza y el Espíritu, y comienza áreferirse el Mundo á Dios, merced al desarrollo dela Filosofía, mientras de otro lado se establecenlas nacionalidades mediante las nuevas monarquíasque preparan la igualdad del derecho entre los ciu-dadanos; se funden las razas con el descubrimientode América y de Oceania, que trae á ia Historia unnuevo mundo material y humano, entrando el hom-bre en la posesión de todo el continente, á la parque emancipa su personalidad de las imposicionesdogmáticas, se perpetúa y unlversaliza el pensa-miento con la imprenta, que más que todos los des-cubrimientos, contribuye á horrar la desigualdadhumana; se reconoce el lugar de esta Tierra en elsistema del Universo, y se abre, en fin, la Humani-dad á relaciones infinitas con todos los seres y su-premamente con Dios.

La reforma de los Wahabitas y de los Afghanes enOriente, que anuncian una renovación de ideas y derazas; y las guerras religiosas de Occidente quedespués de sangrientas y horribles escenas consa-gran la libertad de pensamiento y establecen el de-recho internacional, mediante el que so afianza laindependencia de las naciones á la par que se re-conocen como miembros de un Estado y Patriacomún en la Tierra, preparan las interiores relacio-nes humanas, sin cuya plena posesión no recabaransu integridad personal los individuos y los pueblos,

fi. Discusiones filosóficas y luchas políticas queponen en combustión todos los elementos sociales,preparan la Revolución francesa que ha consagradolos derechos fundamentales de la personalidad hu-

(1) Recordemos aquellas terribles palabra* pronunciadas POP un

obispo que, en odio contra Bcziers, ni aun quería respetar la Tilla ile los

católicos que en ella babia. «cMaladlos a lodos, dijo, que Dios conocerá á

los suyo?.»

¡2) En medio de las ¡lamas decía con su elocuencia varonil el infor-

tunado dominico: «La Iglesia de Dios üene necesidad de una reforma

y do una renovación. Ella será flarjeladr, y cuando lo baya sido será re-

formada y renovada; ella prosperará; los infieles se'án convertidos á

la fe.»-

mana, difundiéndolos por todo el mundo civilizadocon igual espíritu de proselitismo que una revolu-ción religiosa (1). El Nuevo-Mundo, colonizado porla Europa, plantea entre tanto nuevas y más huma-nas formas de organización política y social quo, átravés desús violentas conmociones, deja presentirque allí se prepara una escuna más grandiosa parala vida y perfeccionamiento do los hombres.

Durante estos momentos de crisis, la Filosofía serecoge en el pensamiento de algunos hombros emi-nentes y comienza á erigirse en maestra y directorado la Vida, resolviéndose la oposición entre la teo-ría y la práctica, la razón y la fe, (pie durante siglosha trabajado la Historia, y preparándose «el trata-do de paz de los sistemas, preliminar indispensabledel tralado de paz de las naciones» (2). Los mara-villosos descubrimientos de la Ciencia, que, pene-trando en el alma de la Naturaleza, vienen trasfor-mando la industria y ofreciendo medios prodigiososcon la posesión do los agentes naturales para lainstantánea y universal comunicación humana, elcasi completo conocimiento de nuestro planeta, lacomún cooperación que ya se anuncia de todos lospueblos en los fines de la civilización, y sobre todo,la más alta posesión de si mismo y la firme concien-cia de su destino, á que el hombre llega en nues-tros días, auguran una edad en que lodo derechosea cumplido, todo bien realizado en ley de amory religión, y todas las justas relaciones consagradasmediante la organización de la familia, de las socie-dades y de los pueblos, según el destino general dela Humanidad y los eternos decretos de la Provi-dencia.

"24 Enero 1864.

NICOLÁS SALMERÓN Y ALONSO.

LOS MUSEOS DE ESPAÑA.

o.MUSEO DE SEVILLA.

Está situado el Museo sevillano en el convento dela Merced. No contiene más que el escaso númerode doscientas sesenta y seis obras de pintura y diezde escultura; pero compensa la importancia de mu-chas de ellas la cortedad del número.

Los más notables pintores andaluces están digna-mente representados; pero en éste, como en losdemás Museos provinciales, y en los mismos deMadrid, sería inútil buscar obras para completar el

(1) Tocquevilie, L'ancien régime et la revolulion, cap. 1U.

(2) Tibergldcn, Gcneration dos connais«ances liuwaines, pág. 471.