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Catauro Revista cubana de antropología. Año 12, No. 22, julio-diciembre de 2010. Publicación semestral de la Fundación Fernando Ortiz. Director: Miguel Barnet Subdirectora: Trinidad Pérez Jefe de redacción: Daniel Álvarez Durán Editor: Ingry González Director artístico y diseño de cubierta: Eduardo Moltó Michele Miyares Ilustración de cubierta y contracubierta: Tomás Sánchez. El reto, acrílico sobre lienzo, 2001 151,1 x 122,6 cm Diseño gráfico: Lázaro Prada Composición: Ingry González Consejo editorial: María Teresa Linares Savio, Jesús Guanche, Ana Cairo, Sergio Valdés Bernal, Aurelio Francos, José Matos, Roberto Zurbano, Rosa María de Lahaye, Armando Rangel Rivero, Esteban Morales, Michael Cobiella. Todos los derechos reservados © Sobre la presente edición: Fundación Fernando Ortiz, 2010 ISSN: 1681-7842 Fundación Fernando Ortiz Calle L no. 160, esq. a 27. El Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba. Código Postal 10400. Teléfono: (537) 832-4334 Telefax: (537) 830-0623 E-mail: [email protected] www:fundacionfernandoortiz.org Cada trabajo expresa la opinión de su autor. C A C A C A C A C A T A U R O A U R O A U R O A U R O A U R O Huracán, huracán, venir te siento. JOSÉ MARÍA HEREDIA EDITORIAL 4 CONTRAPUNTEOS 5 Presentación del Seminario “La cultura del huracán en Cuba” MIGUEL BARNET 6 Taller: arquitectura y huracán LILIANA NÚÑEZ VELIZ 12 Los huracanes de Cuba: Una revisión de la información histórica RAMÓN PÉREZ SUÁREZ MIRIAM LIMIA MARTÍNEZ RAIMUNDO VEGA GONZÁLEZ 19 Apuntes históricos en torno a la ciclonología cubana LUIS ENRIQUE RAMOS GUADALUPE 23 El huracán: arqueología de lo cubano JOSÉ A. MATOS ARÉVALOS 38 El huracán de don Fernando Ortiz y su trascendencia actual LILLIAM MOREIRA 43 El ídolo de Zayas LOURDES DOMÍNGUEZ 49 Los huracanes en la literatura cubana AMAURI GUTIÉRREZ MARIANA SERRA 52 El huracán como instrumento de análisis de la sociedad JORGE MACLE CRUZ 57 Los petroglifos de Santiago de Cuba y el personaje con los brazos en aspa. Un caso de obligatoria justicia RACSO FERNÁNDEZ ORTEGA DIVALDO GUTIÉRREZ CALVACHE JOSÉ B. GONZÁLEZ TENDERO LOURDES S. DOMÍNGUEZ GONZÁLEZ 66

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Catauro

Revista cubana deantropología.Año 12, No. 22,julio-diciembre de 2010.Publicación semestralde la FundaciónFernando Ortiz.

Director:Miguel Barnet

Subdirectora:Trinidad Pérez

Jefe de redacción:Daniel Álvarez Durán

Editor:Ingry González

Director artísticoy diseño de cubierta:Eduardo MoltóMichele Miyares

Ilustraciónde cubiertay contracubierta:

Tomás Sánchez.El reto, acrílico sobrelienzo, 2001151,1 x 122,6 cm

Diseño gráfico:Lázaro Prada

Composición:Ingry González

Consejo editorial:María Teresa LinaresSavio, Jesús Guanche, AnaCairo, Sergio ValdésBernal, Aurelio Francos,José Matos, RobertoZurbano, Rosa María deLahaye, Armando RangelRivero, Esteban Morales,Michael Cobiella.

Todos los derechosreservados

© Sobre la presenteedición: FundaciónFernando Ortiz, 2010

ISSN: 1681-7842FundaciónFernando OrtizCalle L no. 160,esq. a 27. El Vedado,Ciudad de La Habana, Cuba.Código Postal 10400.Teléfono: (537) 832-4334Telefax: (537) 830-0623E-mail:[email protected]:fundacionfernandoortiz.org

Cada trabajo expresala opinión de su autor.

C AC AC AC AC A TTTTT A U R OA U R OA U R OA U R OA U R O

Huracán, huracán, venir te siento.

JOSÉ MARÍA HEREDIA

EDITORIAL 4

CONTRAPUNTEOS 5

Presentación del Seminario “La cultura del huracán en Cuba”MIGUEL BARNET 6

Taller: arquitectura y huracánLILIANA NÚÑEZ VELIZ 12

Los huracanes de Cuba: Una revisión de la informaciónhistóricaRAMÓN PÉREZ SUÁREZMIRIAM LIMIA MARTÍNEZRAIMUNDO VEGA GONZÁLEZ 19

Apuntes históricos en torno a la ciclonología cubanaLUIS ENRIQUE RAMOS GUADALUPE 23

El huracán: arqueología de lo cubanoJOSÉ A. MATOS ARÉVALOS 38

El huracán de don Fernando Ortiz y su trascendencia actualLILLIAM MOREIRA 43

El ídolo de ZayasLOURDES DOMÍNGUEZ 49

Los huracanes en la literatura cubanaAMAURI GUTIÉRREZMARIANA SERRA 52

El huracán como instrumento de análisis de la sociedadJORGE MACLE CRUZ 57

Los petroglifos de Santiago de Cuba y el personajecon los brazos en aspa. Un caso de obligatoria justiciaRACSO FERNÁNDEZ ORTEGADIVALDO GUTIÉRREZ CALVACHEJOSÉ B. GONZÁLEZ TENDEROLOURDES S. DOMÍNGUEZ GONZÁLEZ 66

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Arquitectura colonial y huracanes: Experiencias a tener encuentaLOHANIA ARUCA ALONSO 87

Otras intervencionesMIGUEL BARNET 93JOSÉ A. MATOS ARÉVALOS 93SERGIO VALDÉS BERNAL 93AMAURI GUTIÉRREZ 95LUIS ENRIQUE RAMOS 95LOURDES DOMÍNGUEZ 96RACSO FERNÁNDEZ 97YOLANDA WOOD 99BERTA ÁLVAREZ 100RACSO FERNÁNDEZ 101LILLIÁN MOREIRA 105JESÚS GUANCHE 105LUIS ENRIQUE RAMOS 106MIGUEL BARNET 107

IMAGINARIO 112

Carta a Miguel BarnetALFREDO GUEVARA 112

El ciclón del 44GRAZIELLA POGOLOTTI 114

Predicciones climáticas y el conocimientopopular tradicional del campesino cubanoJULIO ISMAEL MARTÍNEZ BETANCOURT 121

El ciclónEUSEBIO LEAL SPENGLER 131

El desastre olvidadoLUIS ENRIQUE RAMOS GUADALUPE 133

ARCHIVOS DEL FOLKLORE 147

El huracán, los conquistadores y los indiosFERNANDO ORTIZ 147

Los “rabos de nube” en el folklore cubanoFERNANDO ORTIZ 178

Observatorio del Colegio de Belén. Ciclones que han pasadopor la isla de Cuba, o tan cerca que hayan hecho sentir en ella

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CATAURO

sus efectos con alguna fuerza, desde 1865 a 1926MARIANO GUTIÉRREZ LANZA 186

Prólogo a Los huracanes en las Antillas.JOSÉ CARLOS MILLÁS 197

DESDE L Y 27 201

Presentación del número 20 de Catauro 201

La Casa del Caribe, sus primeras tres décadas 206

María Teresa Linares en sus noventa 207

VI Encuentro Internacional de Estudios Sociorreligiosos 207

EX LIBRIS 208

Huracanes. Desastres naturales en CubaMIRIAM TERESITA LLANES 208

Teoría y cultura para comprender la historia. Carlos Marx enJorge Ibarra, a propósito de hacendados y plantadoresANTONIO N. ÁLVAREZ PITALUGA 210

Diccionario de bantuismos en el español de Cuba,de Gema Valdés Acosta y Myddri Leyva EscobarAURORA M. CAMACHO BARREIRO 215

Yucatecos en Cuba: Etnografía de una migraciónMICHAEL COBIELLA GARCÍA 218

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l huracán es uno de los fenómenos meteorológicos de nuestraárea caribeña que más incide en el desarrollo de una cultura

del desastre y la resistencia.Las poblaciones expuestas a sus embates han generado una variedad

de formas predictivas, religiosas, icónicas y literarias relacionadas conlos huracanes, trombas, ciclones, rabos de nubes y tifones, que nos en-frentan a las fuerzas de la naturaleza y a la vulnerabilidad de la vida.

En Cuba la cultura del huracán tiene una amplia tradición po-pular, desde el propio vocablo aruaco “huracán” —denominaciónutilizada por los primeros pobladores del archipiélago—, hasta solucio-nes familiares y políticas destinadas a la preservación socioeconómica.Es en ese contexto en el que destaca la ruta trazada por Fernando Ortizcon su libro El huracán, su mitología y sus símbolos (1948).

La Fundación Fernando Ortiz pone a disposición de los lectores deCatauro una edición monográfica conformada a partir del seminario“La cultura del huracán en Cuba”, con el objetivo de abordar cientí-ficamente una serie de saberes relacionados con esta temática.

La sección “Contrapunteos” recoge artículos dedicados a la re-visión de la información histórica de los huracanes y la meteorolo-gía en Cuba; textos que retoman el trabajo de Fernando Ortizsobre el huracán y aportan su valoración comparándola con lasteorías actuales de la cultura. Otros temas dedicados a la arqueo-logía, la arquitectura, la literatura y el análisis social contribuyena la comprensión de este fenómeno natural y sus múltiplesimplicaciones culturales.

En “Imaginario” aparecen testimonios de Graziella Pogolotti,Alfredo Guevara y Eusebio Leal sobre sus vivencias y metáforasreferidas al huracán. Cierran esta sección dos trabajos de nuestrahistoria: “Predicciones climáticas y el conocimiento popular tradi-cional del campesino cubano”, de Julio Ismael Martínez Betancourty “El desastre olvidado”, de Luis Enrique Ramos Guadalupe.

“Archivos del Folklore” revive textos clásicos de Fernando Ortiz,el padre Mariano Gutiérrez Lanza y Juan Carlos Millás, con títu-los como “Rabo de nube” y “Observatorio del Colegio de Belén”.

Para la cubierta de este número hemos elegido una obrade Tomás Sánchez titulada El reto, donde el hombre y el hu-racán evocan el drama de la vida y la creación del universo.

Finalmente, aspiramos a que este número de Catauro sirva comoun homenaje más a una de las obras cardinales de Fernando Ortiz.

EL DIRECTOR

LEE

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PRESENTACIÓN

El huracán es el fenómeno climático que mayores desastres y con-tingencias genera en el archipiélago cubano. Su cercanía a lascostas desata un torrente de especulaciones, tradiciones, solidari-dades y miedos. El seminario asume la obra fundadora de Fernan-do Ortiz, El huracán, su mitología y sus símbolos, para valorar laidentidad de este pueblo en la circulación terrible de sus vientos.

El seminario “La cultura del huracán en Cuba” fue realizado el10 de marzo de 2009, con la presencia de especialistas de diversasdisciplinas de las ciencias sociales y naturales. El debate se desa-rrolló en dos paneles que trataron temas históricos, meteorológi-cos, comunitarios, literarios, antropológicos y arqueológicos. En lasección “Contrapunteos” presentamos una edición de estas inter-venciones que actualizan el impacto de los huracanes en la cultu-ra y vida de los cubanos.

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MIGUEL BARNET

Poeta, novelista, ensayista, etnólogo.Presidente de la Fundación Fernando Ortiz.

Estamos hablando de los huracanes me-teorológicos, pero la vida está llena dehuracanes. Todos cada día, cuando noslevantamos, lo primero que pensamos es:¿qué huracán va a atravesar por nosotros?,o ¿por qué huracán vamos a atravesar no-sotros?

Este es otro de los seminarios que dacontinuidad a la serie que hemos venidorealizando, como el del azúcar, el del café,el del tabaco, que de alguna manera hantributado a la revista Catauro. El propósi-to fundamental de la Fundación al llevara cabo estos seminarios es abrir una dis-cusión que introduzca la tan importante ynecesaria visión antropológica para todoslos fenómenos de la cultura, ausente enla historiografía cubana. Lo digo con do-lor, porque los historiadores nuestros me-recen todo mi respeto, pero a veces sehan limitado a una visión cronológica ofactográfica de la historia y no han segui-do el modelo, el gran ejemplo que dio donFernando Ortiz, cuando asumió una vi-sión otra de la historia, mucho más pro-funda, mucho más conceptual, y, siendoél un abogado, le imprimió a la historiaese sello y esa visión, o ya pudiera decirsecosmovisión, que se basa en los preceptos

sociológicos y antropológicos. Por eso no-sotros, independientemente de que estostemas puedan contribuir a la revista Ca-tauro, queremos debatir un poco sobre lahistoria, ponerla en salmuera, y demostrarque, sin esta visión, sin esta fundamen-tación antropológica, la historia se quedamaniquea, se queda manca, da una visióntotalmente reduccionista de la realidad.Eso le ha pasado a muchos historiadores;otros han querido dar una visión marxistatambién esquemática, a partir de las teo-rías de la lucha de clases, y se han queda-do también limitados a esa visión; por esoyo pienso que cada día más estos semina-rios favorecen la aplicación y el desarrollode la metódica o la metodología antro-pológica, y muestran que con ellas vemoslas cosas desde un ángulo cóncavo y mu-cho más proteico.

Y también este seminario es un nuevohomenaje a Fernando Ortiz, al gran maes-tro de todos, pues si bien es verdad queFélix Valera nos enseñó a pensar, o a pen-sar en americano, y más, a pensar en cu-bano y en latinoamericano, Fernando Ortiznos enseñó a aplicar ese pensamiento alos fenómenos culturales que otros estu-diosos eludían o escamoteaban. Creo queel pensamiento de Valera, la aplicaciónde ese pensamiento en la obra de JoséAntonio Saco y en la obra de FernandoOrtiz, dan un ejemplo de cómo enfocar larealidad, de cómo mostrarle al mundo esetremendo espectro tan rico que recogie-ron historiadores, y sociólogos, y antropó-logos, con una visión verdaderamentecientífica.

Un huracán pasó por las páginas de Elhuracán, su mitología y sus símbolos, el librode don Fernando Ortiz, en su ediciónmexicana, que hay que agradecer, porquees la única que hay, lamentablemente. La

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Fundación Fernando Ortiz se ha empeña-do en hacer una nueva edición, por su-puesto, revisando todas las erratas, las tre-mendas erratas, las erratas que tiene esaedición de El huracán, su mitología y sussímbolos. Nosotros, que nos quejamos detodo, y eso es muy bueno, porque mien-tras más autocríticos seamos mejor vamosa ser, más profundos vamos a ser, nos ol-vidamos que nuestros editores sonmagister, si los comparamos con los edito-res de América Latina, lo digo por expe-riencia propia, por la experiencia de mispropios libros cuando se editan en Amé-rica Latina, que están cuajados de erra-tas imperdonables; no sé si es que la com-putadora es tan nociva, no sé qué es loque pasa, sé que hay algunas edicioneslatinoamericanas de muchos libros cuba-nos que son verdaderamente escandalo-sas, y es el caso de El huracán, su mitolo-gía y sus símbolos.

Por eso nosotros, para editar ese libro, noshemos demorado tanto, porque estamos tra-bajando con un equipo que primero tieneque revisar todas esas erratas, luego tieneque hacer apuntes críticos, porque que-remos no que sea una edición totalmentecrítica, porque ya eso sería ambicionardemasiado, pero sí una edición corregida,porque es lo que se merece don FernandoOrtiz. Realmente ya hemos tenido muchademanda de esa edición de El huracán, sumitología y sus símbolos, es un libro básico,y mucho más en este país, donde han ocu-rrido tantos fenómenos de este tipo; no sécuál es el huracán más violento que hacruzado nuestra isla, me dicen unos quees uno que tuvo lugar en 1800, no en 1801ni en 1799, sino en 1800, en el año cerra-do de 1800, pero bueno, los especialistasen el huracán me dirán; y así he habladocon algunos meteorólogos, sobre todo con

Rubiera, y me ha dado algunas fechas real-mente espeluznantes, desde ocasiones enque han pasado no solamente dos, sinohasta tres huracanes, como ha sido esteaño pasado; parece que por los cambiosclimatológicos y por el calentamiento delplaneta van a ocurrir más huracanes ennuestro país, y tenemos que ir preparán-donos para eso, por lo menos estamos máspreparados que otros muchos países, nues-tro equipo de militares que están al fren-te de la Defensa Civil han hecho un tra-bajo realmente admirable, y los huracanesque pasan por aquí apenas dejan víctimas;cuando cruzan por otros países, no voy amencionar para no ofender la sensibilidadde ninguna nación hermana, las víctimasde esos desastres son realmente numero-sas y lamentables.

Esto es lo que yo quería decirles. Trinime dijo: “lee algo”, yo no he escrito nun-ca nada sobre el huracán, porque mi temaes la religión, que es lo que más me inte-resa, como a Natalia Bolívar, que nos hon-ra aquí con su presencia, realmente es eltema que me ha interesado más dentrode los estudios antropológicos que he rea-lizado, pero sí estamos todos en la Funda-ción muy motivados con este fenómenometeorológico que vamos a abordar des-de los enfoques etnográfico, antropológico,sociológico.

Tengo la idea, no es una tesis, de ver lahistoria no con una visión cronológica nifactográfica, sino con una visión mitológicay cultural. Ustedes dirán, ¿qué es eso, dequé está hablando? Estoy hablando de que—con el debido respeto hacia grandes his-toriadores como Moreno Fraginals, Maríadel Carmen Barcia, Berta Álvarez, queestá presente aquí, Eduardo Torres-Cue-vas— los historiadores, por lo general, ol-vidan que a veces la historia de los pueblos,

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la historia de las comunidades, está mar-cada no por una fecha, sino por un fenó-meno, de cualquier tipo que sea ese fe-nómeno; por ejemplo, yo pienso que losprimeros años de nuestra vida republica-na o de nuestra neocolonia, como ustedesquieran llamarla, están marcados por al-gunos fenómenos, y así mismo la etapaposterior, a partir del año 59, signada poralgunos fenómenos; si yo fuera a hacer al-guna novela-testimonio sobre los años se-senta, creo que uno de los primeros he-chos que registraría sería el huracán, elciclón Flora, porque dejó huellas muytremendas; como las dejó el ciclón del26, el del 19, y como las dejó el paso delcometa Halley por nuestro país. Esa es lavisión, esas son las marcas, las huellas quedejan algunos fenómenos culturales y so-ciales en la memoria colectiva, y vancreando un imaginario; pero hay historia-dores que tienen otro enfoque, el de lalucha de clases, o el de apuntar, digamos,las fechas exactas, cuándo un fenómenosurge, cuándo se inicia una guerra, cuán-do hay un levantamiento, cuándo hay unasesinato múltiple.

Curiosamente, en todos los libros quehe escrito hay ciclones, hay ciclones enCimarrón, hay ciclones en Canción deRachel, hay un ciclón en La vida real, hayun ciclón en Gallego, hay un ciclón enOficio de ángel. Hay un ciclón que yo re-cuerdo fue terrible, que por cierto, meprodujo un estreñimiento que me tuvie-ron que llevar al médico —fíjense ustedeslas consecuencias que puede producir unciclón—, me llevaron al Centro MédicoQuirúrgico, que era el lugar al cual noso-tros estábamos asociados, la clínica de JulioSanguily, el nieto de Manuel Sanguily,porque comí tanta galleta, que era lo úni-co que había en esos días, que tuve como

una especie de obstrucción intestinal a loscuatro años; eso no se me olvidó nunca.También recuerdo las tablas del ParqueMartí, que quedaba al fondo de mi casa,unas tablas que habían colocado en la pis-cina donde entrenaban los jóvenes atle-tas, nadadores, volaron con el ciclón del44, rompieron los cristales art decó de lacasa donde yo vivía, y entraron por la salavertiginosamente, como flechas, recuer-do los gritos de mi mamá, la casa inunda-da, porque ahora hablamos de las inun-daciones como si eso nunca hubieraocurrido, pero el mar de leva y el ras demar ocurrieron siempre, desde que tengomemoria, y recuerdo que el ciclón del 44fue uno de los ciclones más terribles quepasó por aquí, si no que me desmientanlos compañeros que van a hablar luego deesa catástrofe. Así que permítanme, paradejar ya de hacer disquisiciones, leerles unpequeño párrafo, porque escogí este demi novela Gallego, donde se habla de unode esos ciclones históricos, emblemáticos,que dejaron esa profunda huella de laque he hablado.

Dice el personaje del gallego de minovela, cuando se hace novio de otragalleguita que era criada de una casa dela burguesía cubana en El Vedado y, lapobre, acabada de llegar a Cuba la cogióel ciclón del 26. Ustedes saben que enGalicia hay rías altas y rías bajas, pero nohay ciclones, no hay huracanes, y la ver-dad es que toda esa inmigración españolacuando llegó a Cuba y tuvo que sufrir opasar por esos huracanes, quedó espanta-da. Dice:

De novios nos cogió el ciclón de octu-bre del 26, acabó con todo, hasta connuestras relaciones. Fue un ave negraque se posó en la Isla. Más o menos un

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ciclón, lo que es un ciclón, ya yo cono-cía el del 19, que fue terrible, pero ellaera nueva aquí y aquel torbellino laacabó de sacar de sus casillas. Lo quemás me disgustaba a mí de este paíseran los aguaceros torrenciales y estosmalditos ciclones, lo cogen a uno des-prevenido. El del 26 empezó con unosaguaceros de los mil demonios queinundaron completamente la ciudad.La gente, entre el claveteo y los prepa-rativos, ya estaba aterrorizada. El mar yla lluvia convirtieron El Vedado en unlago, todo se interrumpió: tranvías, luz,agua potable, todo. Fue el Diluvio Uni-versal en cuatro paredes. No se salvóni el más pinto. La gente rica les pedíaauxilio a los pobres, el acabose, male-tas, zapatos, ropas, caían en los jardi-nes y las calles de El Vedado en un es-trépito grande, y nadie salía a buscarlas cosas. Yo vi dos pianos de las casasde los ricos en el Malecón bailando enla laguna que se formaba entre el muroy los portales. Las escaleras de caracolamanecieron acostadas en el pavimen-to, y retorcidas. El policía que daba laalarma siempre llegaba tarde a las es-quinas, a veces se tenía que pegar alos postes para que el viento no se lollevara, el pito ni se oía en todos losalrededores, era una pérdida de tiem-po. Vi volar los techos de las casas demadera como si fueran tapas de cazue-la. Por las lomas del vecindario roda-ban por la corriente del agua, muer-tos, los perros, los gatos y los chivos. Lapeste cundió por la ciudad varias se-manas, era una peste húmeda, como defruta podrida, la tuve pegada en la na-riz más de un mes. Miro atrás y se meerizan los pelos todavía, aquella gentesin nada, ni ropa, ni muebles, ni comi-

da, si acaso un trozo de casa, salían a lacalle a pedir lo que fuera, era una ma-nifestación de locos que no sabían pordonde coger. La cuartería donde yo vi-vía quedó inclinada del lado derechopor la fuerza de los vientos; para salirtuvieron que quitar del paso un árbolde laurel que tenía como cien años, yque había caído sobre la entrada. Yopasé ese ciclón en la bodega de 37 y F;era una bodega que estaba sobre unaloma un poco protegida, así y todo éra-mos tantos amontonados allí que el malfue peor. Las mujeres lloraban y grita-ban; el bodeguero tuvo que amarrarmuchos niños a los sacos de arroz y defrijoles para que no anduvieran revolo-teando. El agua entraba por las ranurasde las ventanas; la bodega era un lagoadentro, porque el ciclón del 26 vinocon ras de mar y truenos, todo se unió.Ya digo, fue el peor que vi. Ni el del19, ni el Toledo del 24, ni ninguno.Cuando salimos de la bodega, las ta-blas de las casas nos sirvieron para cru-zar las calles como puentes, porquebotes había para unos pocos. Camina-ba uno por encima de las tejas y losalambres del tranvía. Vi techos demadera completos atrabancados entreuna acera y la otra, y ventanas y puer-tas flotando hechas añicos. Todo seapelotonaba en las esquinas y tupía lostragantes. Faroles y sillones de portal ala deriva por todo 23. Estuvo lloviendoa cántaros varios días. Nadie se salvóde la catástrofe. Familias enteras que-daron al descampado. Vi los cristalesdel Palacio Presidencial hechos trizasen los jardines. Hasta Machado y sumujer bajaron a refugiarse al sótano;luego, él estuvo como dos o tres horasen su carro recorriendo los lugares

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donde el ciclón había hecho algunosestragos, pero no los mayores; el de ObrasPúblicas iba con él, y también un talObregón Comején; le pusieron ese moteporque se tragó el dinero que el gobier-no le dio para comprar madera para lareconstrucción de las casas de los po-bres. El alcalde de La Habana, ManuelPereira, otro bandolero, pidió auxilio ala población, el que podía daba algo,hasta a mí me sacaron una camisa defranela y un pantalón de trabajo. LaCruz Roja iba casa por casa a pedir ayu-da. Todo subió de precio; la lata de le-che condensada llegó a costar sesentay hasta ochenta centavos. El hambreque dejó el ciclón fue espantosa, y so-bre todo las epidemias de males de es-tómago y de pulmón. Según cálculos,hubo unos mil y pico de muertos, sincontar heridos graves y damnificados.Un recuerdo muy grande que se me

grabó fue el del águila del Monumentoal Maine, que ya no está más porque cayóde cabeza y se quedó sin alas en la calle;las columnas del monumento tambiéncayeron partidas en dos. El ciclón no res-petó ni a los monumentos; bueno, tam-poco a la ley, qué carajo, si la cárcel deGüines se desplomó completa y los delin-cuentes facinerosos se dieron a la fugaentre vientos y rayos, y la madre de Dios.Verdaderamente aquello fue el acabose.Han venido otros, yo los he vivido, perocomo aquel ninguno, tanto es así quemuchos peninsulares sacaron el pasaje devuelta porque decían que a ellos nos loscogía otra de esas aquí. Como en Galiciahay brumas y vientos con lluvias, perolivianitos, no llega la sangre al río, y ellosno pudieron tolerar esa catástrofe, y yome quedé sin novia; sí, porque lagalleguita volvió para España, ¿saben?,dijo que otro ciclón de esos... C

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ISLA BAJO LAS NUBES, DE TOMÁS SÁNCHEZ, TÉMPERA SOBRE PAPEL, 74,3 X 54,6 CM, 1987.

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LILIANA NÚÑEZ VELIZ

Presidenta de la Fundación de laNaturaleza y el Hombre Antonio NúñezJiménez.

Es un reto resumir en diez minutos el tra-bajo que la Fundación hizo a finales delaño pasado con la Asociación de Arqui-tectos e Ingenieros de Cuba y el programaHábitat de Naciones Unidas, pero creoque vale la pena.

El taller del que voy a hacer un breveresumen estuvo centrado en el tema de laarquitectura ligada a los huracanes, en élutilizamos una metodología que la Fun-dación viene ejecutando desde hace quin-ce años, que definió Núñez Jiménez conla realización de mesas redondas comoalertas ecológicas. El interés es resaltar losproblemas ambientales vinculados a la ac-tividad antrópica, y promover los diálogosambientales. El objetivo inmediato es queemerjan una serie de documentos que laFundación de la Naturaleza y el HombreAntonio Núñez Jiménez envía a determi-nadas instituciones y personalidades, conrecomendaciones factibles a realizar en unmediano o largo plazo, y, a la vez, promoverla sinergia entre determinados organismose instituciones, que por su dinámica nor-malmente no se relacionan, pero que seríamuy útil que sí lo hicieran para resolverestos problemas ambientales.

En este taller técnico participaron es-pecialistas muy capaces de diversos insti-tutos científicos del país, la FundaciónFernando Ortiz también estaba presente.Para mí fue una revelación, por ejemplo,ver el enfoque de lo que significan lasevacuaciones para nosotros. La DefensaCivil es una entidad que tiene un rigormuy fuerte al lograr que no haya pérdidasde vidas humanas, sin embargo, la percep-ción que se va teniendo es que vamos in-corporando el tema de las evacuacionescomo una solución, cuando no lo es, por-que deriva en otro problema, y aunque lapoblación va incorporando este hecho connaturalidad, es demasiado alto el costoeconómico para el Estado, y también elcosto psicológico para la población.

Nuestras sugerencias en este sentido esque durante todo el año deberían irse to-mando precauciones y mirar el evento alargo plazo. Nuestra sociedad y nuestrogobierno tienen un alto nivel organizativo,demostrado en la alerta temprana y lasevacuaciones que, como bien explicabaMiguel Barnet, no sucede en otras regio-nes del Caribe y otros pequeños Estadosinsulares. Sin embargo, debemos incorpo-rar el enfoque de cómo enfrentar los hu-racanes de forma integrada y preventiva,no solo avocados a la etapa ciclónica, sinotambién a aquellas ramas de nuestra eco-nomía, cultura y sociedad en las que sepuede avanzar en los cimientos de esacultura preventiva y de ese fondo habi-tacional.

Las evacuaciones hay que intentar dis-minuirlas, pues afectan el arraigo, conlaceraciones espirituales muy fuertes. Lacantidad de personas albergadas se con-vierte en una comunidad en tránsito, contodo lo negativo que esta situación aca-rrea. Según cálculos, la población de La

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Habana que precisa hoy en día de alber-gue equivale a la población de Matanzas.La eficiencia de la Defensa Civil durantey posterior al fenómeno natural no tieneparalelo en la cultura de adaptación alclima por parte de la población, ese fueun problema que sí se identificó, y en elcual las instituciones debemos trabajarinfluyendo en la conciencia popular, por-que es obvio que es un problema cultural,por lo que debe cobrar mayor peso la ca-pacitación en la educación ambiental.

En esta actitud pasiva que tienen de-terminados sectores de la población a lahora de enfrentar los huracanes, incide laausencia de disponibilidad de materialespara ejercer acciones de autoprotecciónprevias a los huracanes en los hogares.

Otro problema identificado es la ten-dencia hacia el empleo excesivo de hor-migón, cuando es tan escaso y limita laposibilidad de recuperar las tradicionesconstructivas, por ejemplo, se analizabacómo un bohío difícilmente está mal orien-tado, y en cambio tenemos edificaciones,en los últimos años, mal ubicadas; hay di-seños que hacen nuestros profesionales ylas empresas de proyectos, llenos de de-fectos, aun empleando las tecnologías ac-tuales.

En cuanto al enfoque ambiental la Fun-dación Núñez Jiménez hizo hincapié encómo se van transmitiendo mensajes queasociar todos los fenómenos naturales consentimientos, y hasta un lenguaje, derepulsa hacia la naturaleza, o sea, el tér-mino desastre natural se va haciendo co-mún, y tiene un problema conceptual, losdesastres son provocados fundamental-mente donde el hombre no ha planificadosuficientemente su obra, son resultado deun mal manejo que acarrea, como conse-cuencia, la situación de desastre; los de-

sastres no son naturales, sino los fenóme-nos que los producen. Es necesario de-sarrollar una cultura de convivencia conla naturaleza, pues sería irracional pensarque no vamos a convivir con los huraca-nes, que son parte del planeta vivo en elcual residimos.

Los profesionales deben tener en cuentala historia y la tradición. Predomina la cos-tumbre de querer hacerlo todo con cemen-to, pero no contamos con capacidad de pro-ducción para la demanda constructiva delas seiscientas mil viviendas, esto es una rea-lidad, Cuba no tiene posibilidades de darlefrente, por lo menos ahora. La “placa” no esla única solución, pues es muy costosa yhay otras soluciones resistentes; hay yaexperiencias aplicadas en el país basadasen técnicas y diseños ecológicos que pu-dieran extenderse. Sin embargo hay unchoque también con un problema de cul-tura y de idiosincrasia nuestra, vemos queestos ejemplos son más valoradosinternacionalmente que en nuestro país;por razones culturales y de idiosincrasia, laarquitectura verde no es conocida. Sin em-bargo, ya existen ejemplos en Cuba, comolos que desarrolla el doctor Martirena enla Universidad de Las Villas, que en añosanteriores no tuvieron la divulgación ni laaceptación que a mi entender merecían, so-lamente ahora, por el tema de los huraca-nes, se ha logrado llamar la atención sobreeste tema. Sin embargo, su trabajo es reco-nocido por ONG españolas como Institutode Estudios Políticos para América Latinay África (IEPALA), que han promovido laaplicación de sus proyectos en África.

Otro ejemplo es la propuesta de OscarHernández, excelente arquitecto que par-ticipó en la Mesa Redonda, y que liderócon su ponencia todo el tema de la arqui-tectura, él viene trabajando el concepto

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de vivienda progresiva, que no es más quedentro de la misma construcción o casasque están en deterioro, ir construyendoespacios poco a poco, promover que gra-dualmente se pueda ir recuperando la vi-vienda, y, sin embargo, él nos planteabacómo ha sufrido rechazo, aun cuando esuna propuesta de solución viable que es-tamos en condiciones de asumir y quegarantizaría la duplicación de la cantidady calidad de las viviendas; el inconvenien-te radica en la baja cultura que aún per-siste entre la población para aceptarla.

Hay experiencias positivas a partir deproyectos de cooperación que han permi-tido desarrollarlas ya en América Latina.

En el tema propiamente de la Ciudadde La Habana, el más grave problema se-gún se definió de conjunto por los ponen-tes y asistentes a la Mesa Redonda no esla construcción en la ciudad, sino su man-tenimiento. Se hizo hincapié también encómo el mantenimiento se ha perdido to-talmente, hasta la palabra mantenimien-to ya es prácticamente obsoleta en nuestrolenguaje, o sea, es difícil que se incorporeel tema del mantenimiento no solamenteen los hogares, sino también en las insta-laciones del Estado, en nuestras institu-ciones, y para esto no hay una solución almenos visible por ahora, ya que no haydisponibilidad.

FOTO TOMADA DESPUÉS DEL PASO DE UN HURACÁN.

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Otro punto que quise reflejar aquí es queel indicador de éxito no debe ser las vivien-das construidas, sino la cantidad de fami-lias mudadas a nuevas viviendas, viviendasconectadas al agua y a la corriente, porqueel abordaje del problema no es solo cons-tructivo, es un problema social. En algunoscasos se pone fecha de culminación a lareparación de las comunidades, con perío-dos en que es imposible hacer un trabajoduradero y con rigor, y se nos puso el ejemploque en la comunidad El Mambí, recientemen-te, con el paso de los dos huracanes, se pusofecha de terminación 31 de diciembre.

Los tanques elevados se han olvidado,y años atrás fueron muy utilizados, nos han

invadido los tanquecitos individuales, quesalen volando y crean un conflicto con elespacio de cada vecino.

A partir de estos problemas nosotroselaboramos una serie de sugerencias re-flejadas en un Informe Ejecutivo y en lasMemorias de este evento que enviamos alos organismos de la administración cen-tral del Estado que tienen que ver conestos asuntos para contribuir al flujo deinformación, la sinergia, el conocimientode las nuevas tendencias y tecnologías.

Las sugerencias que enunciamos lasreseño a continuación sin orden de priori-dad: disminuir las causas que provocan lasevacuaciones; salvar las vidas es prioridad,

BOHÍO VARA EN TIERRA.

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y debe llevarse a ese mismo nivel salvar loque tenemos, pues existen huellas desdeel punto de vista emocional que son me-nos perceptibles, siendo las materiales lasmás visibles. Las personas afectadas enocasiones sufren grandes daños emocio-nales al ver barrios enteros y recuerdosfamiliares que desaparecen. Viabilizar so-luciones que disminuyan paulatina ydefinitivamente el estado precario del fon-do de viviendas construidas por la pobla-ción, no solo frente a los huracanes, por-que esto da un sentido de urgencia queatenta contra la calidad, agravando elproblema y los costos a un largo plazo. Sedebe priorizar a corto plazo la creación deun área segura mínima en las viviendas enmal estado para aliviar las evacuaciones.El uso de las tejas infinitas debe enfocarsecomo solución a corto plazo y no comodefinitiva. Se deben recuperar solucionestradicionales, cuatro aguas y abovedado.En la fase reconstructiva se sugiereque se tenga en cuenta la opinión de lacomunidad, como un sistema de retroali-mentación, pues esta es un almacén deconocimientos locales. No basta conreplantearse los materiales a utilizar, hayque cuestionarse la funcionalidad de lascasas, dar más importancia a las partes ex-ternas, los patios y los traspatios. Retomaro incorporar una cultura de sobrevivenciaen la arquitectura, reviviendo hábitosperdidos de almacenamiento de agua delluvia en aljibes y otros reservorios, tan-ques elevados de agua para conjuntos,el uso de vara en tierra donde allí seapertinente; aunar y unir las técnicas nue-vas con las tradiciones. Aprovechar lasmicroindustrias, hay un déficit de ma-teriales que podrían servirse de la recu-peración de materiales de desecho que po-drían ser tratados por la población.

También identificamos que es necesa-rio un cambio de mentalidad al abordarla responsabilidad individual ante las vi-viendas. Se asume a veces la actitud deno priorizar en los gastos familiares el man-tenimiento de la vivienda sobre otros gas-tos, como ropa o equipos; en esto puedeestar incidiendo la falta de un sistema le-gal, coherente y más flexible para los per-misos de remodelación y mantenimientode las viviendas particulares, acompañadode facilidad de compra de materiales deconstrucción a la población, abocados aun cambio de escenario por los efectos delcambio climático y la vulnerabilidad comopequeño Estado insular. Necesidad de unaactuación coordinada interinstitucionalentre el Ministerio de la Construcción, elInstituto Nacional de la Vivienda, El Mi-nisterio de la Industria Sideromecánica(SIME), Unión nacional de Arquitectose Ingenieros de la Construcción de Cuba(UNAIC), Asamblea del Poder Popular. Esnecesario actuar no solo para resolver lasviviendas afectadas, sino actuar siste-máticamente sobre la vulnerabilidad delfondo habitacional del país. En la medidaen que se mejore la tipología de la vivien-da, estaremos contribuyendo a evitar losefectos devastadores de los huracanes so-bre esta. Las voluntades políticas debenpriorizar que las soluciones se adelante, alos problemas, específicamente en el casode huracanes; por ejemplo, se ha dado elcaso de la entrega de catálogos de buenasprácticas, trece mil plegables con méto-dos preventivos, pero se vio que no tuvola misma eficacia que si hubiera estadodetrás del plegable una voz, una instruc-ción, una capacitación en esas comuni-dades. Es necesario ofrecer a la poblaciónun servicio de brigadas que orienten lacorrecta colocación de las tejas, y un pro-

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grama de capacitación a todos los nive-les, junto a un programa de divulgaciónmasiva a la población sobre estos elemen-tos técnicos. Se necesita formar una con-ciencia para la mitigación de estos impac-tos, y extender frente al concepto desastrenatural el concepto de desastre por fenó-meno natural, pues se van transmitiendosentimientos en contra de la naturale-za. La estrategia ambiental nacional delMinisterio de Ciencia, Tecnología yMedio Ambiente (CITMA) los definiócomo desastres causados por fenómenosnaturales extremos.

Un punto importante que también seseñaló es que en los grupos multidiscipli-narios que se conformaron para enfrentartodo el impacto de los huracanes, faltó elgeógrafo; el valor de la geografía y la vi-sión del geógrafo para la planificación fí-sica de los asentamientos, junto al soció-logo, que ayuda a la comunicación eficazentre la población y los decidores, no setiene siempre en cuenta. También identi-ficamos la necesidad de redefinir las limi-taciones y las restricciones que para elsector constructivo se definen desde otrossectores en el país a escala nacional; porejemplo, en el El Ministerio para la In-versión Extrajera y la Cooperación Eco-nómica (MINVEC), en cuanto coopera-ción internacional, cuando se limitan lasacciones constructivas. Se están perdien-do fondos y aportes valiosos que podríanemplearse en la reconstrucción de nues-tras comunidades y ayudar a preservar elfondo habitacional del país como comple-mento a la labor del Estado y conciliadopor este con los mecanismos ya existen-tes. Potenciar el trabajo de los arquitec-tos de la comunidad, que aún no han lo-grado la suficiente comunicación con lacomunidad, viendo la amenaza de los hu-

racanes como una oportunidad de valori-zar su figura en nuestra población y en lapráctica ciudadana frente a estos fenóme-nos. Realizar talleres de cómo se transmi-te la información a través de los medios,para ayudar a orientar a nuestra poblacióny no imitar malos ejemplos que otros paí-ses desarrollados comienzan a desechar oya han desechado.

La utilización de la palma; hubo unaponencia muy interesante de cómo hayunos módulos ya preparados, con un sis-tema de prefabricado a partir del uso dela palma, que se fundamenta en la canti-dad enorme de palmas que se han caído yla utilización que nuestros campesinos leshan dado; esta experiencia es aplicable acualquier madera, con el beneficio de laindustrialización de la madera de palmacon paneles prefabricados a través de laentrega de un paquete de los elementosque componen las viviendas. El mes pasa-do el Buró Político emitió un decreto don-de instruía que se revisara la prohibicióndel uso de la palma, a partir de toda laque se ha caído, y también se dio una ins-trucción de extender donde fuera posibleel uso del vara en tierra.

Con relación a los diseños se planteó lacubierta en cuatro aguas como la de me-jor adaptabilidad climatológica.

Es necesario aprender y capacitar cómose transmite la conciencia pública, pues sehace necesario un cambio de comporta-miento, abordando el cambio climáticocomo un cambio de cultura, y promover eldesarrollo de investigaciones científicas tra-ducidas a un lenguaje popular, que permi-tan determinar en qué medida el hombreestá incidiendo en la frecuencia, intensi-dad e impacto de los desastres, con miras areducir la incertidumbre existente respec-to del rol humano en sus causas.

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Disminuir el uso de asbesto-cemento,no solo por el tema del cáncer que puedagenerar, sino por su debilidad al paso deltiempo y conductibilidad de la tempera-tura; el bambú, tejas, elementos cerámicosy otros materiales pueden sustituirlo. Ennaves industriales la chapa metálica sola-pada sería una excelente solución, y esfactible de fabricarse en Cuba.

La Fundación, junto con FundaciónHábitat y la UNAIC, propone un segundoespacio de intercambio entre especialista ydecidores y la elaboración de recomenda-ciones más puntuales a los diferentes orga-nismos de la administración central delEstado, que estará enfocado al desarrolloarmónico de los asentamientos humanos enrelación con el medio ambiente, la promo-ción de una cultura de la naturaleza y lageneración de una conciencia de los ciu-dadanos que genere un cambio de com-portamiento indispensable ante el cambioclimático. La más clara visión que nos dejóesta Mesa Redonda es la existencia de dosculturas en nuestro país para enfrentar alhuracán: la institucional, que está lideradapor la Defensa Civil, donde todos sabemosel resultado magnífico y de precisión de re-loj que tiene; sin embargo, hay otros secto-res del país, por ejemplo, el Ministerio dela Construcción, ya señalé el MINVEC,que no hay todavía una cultura de cómo

pueden, desde sus posibilidades y poten-cialidades sistemáticamente ayudar a en-frentar este problema durante todo elaño, no solamente en la etapa ciclónica.Y la cultura popular, que viene con todala tradición que tiene Cuba de los añosen que venimos enfrentando los huraca-nes. Dentro de ésta se nota una diferen-cia entre la tradicional y la contemporá-nea, que es una cultura, como ya hemoshablado, que tiene sus debilidades, y enla que las instituciones deberíamos ha-cer un trabajo más fuerte de educaciónambiental. Hemos pasado un período derelativa calma en donde esas tradicionesse han perdido.

Estas fotos, por ejemplo, que tomé, fue-ron del huracán Wilma en el Náutico, ya mí me llama la atención, porque yo oíade mis abuelos y de mis padres que cuan-do venía un ciclón lo que primero se com-praba eran galletas, chocolate y churros,sin embargo, observo que hay gente quelo primero que va a buscar es la botellade ron, y a mí eso me preocupa mucho;no sé si ustedes han tenido esa vivenciade que uno sale del huracán y ves a mu-cha gente tomando, esto es realmentepreocupante. Debemos analizar cómo va-mos a incidir, desde nuestras institucio-nes, en este cambio, necesario e imposter-gable, de cultura. C

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RAMÓN PÉREZ SUÁREZ

MIRIAM LIMIA MARTÍNEZ

RAIMUNDO VEGAGONZÁLEZ

Meteorólogos. Instituto de Meteorología.Cuba.

Los grandes daños ocasionados por loshuracanes Gustav y Ike el pasado año2008, unido a los provocados por los hura-canes Michelle (2001), Charley e Iván(2004), así como Dennis y Wilma (2005),por solo nombrar los más importantes en-tre los ocurridos en los últimos trece años,han obligado a cada cubano a centrar laatención en el peligro que representanestas tormentas propias de las regiones tro-picales. Para algunos, más o menos jóve-nes, estos hechos parecen formar parte deun problema nuevo, incluso circunstan-cial, ajeno a la historia del país y a la ex-periencia de la nación.

Para los conocedores de la meteorolo-gía, profesionales o aficionados, los hura-canes son parte intrínseca de nuestro cli-ma, solo que forman parte de un grupomuy importante al que denominamos comoeventos extremos del tiempo y el clima.Este último es a su vez fluctuante, someti-do a variaciones temporales. Se muevecada año entre el verano y el invierno,siguiendo la marcha del sol. Pero no todos

los años son exactamente iguales porqueexiste lo que denominamos variacionesinteranuales. Tampoco todas las épocas soniguales, porque existen diferencias entreperíodos multianuales. A estas variacio-nes se les denomina como variabilidadclimática, la que es parte inseparable detodo clima. Incluso, la historia naturalrecoge la existencia de largos períodos detiempo en que el clima ha cambiadosustancialmente, digamos, ha sido más fríoo ha sido más cálido. Cuando las varia-ciones a largo plazo son demasiado gran-des como para cambiar gradualmente losvalores medios normales de los elementosclimáticos, calculados a partir de datos dedecenas de años, entonces estamos en pre-sencia de un cambio climático.

Si tenemos en cuenta lo expresado conanterioridad podremos comprender mejorel comportamiento de la actividad cicló-nica sobre Cuba, qué ha ocurrido históri-camente y qué es nuevo. También podre-mos entender que existe la posibilidad deque una generación pierda la experienciaque acumularon otras generaciones an-teriores en su enfrentamiento con loshuracanes.

Lo cierto es que a lo largo de la historiael pueblo cubano ha tenido que enfren-tarse con la furia tempestuosa de los hu-racanes. Es posible afirmar que entre elaño 1791 y el año 2008 un total de 119huracanes han afectado a Cuba, con di-ferentes intensidades. Todos ellos han cau-sado daños de mayor o menor considera-ción. Un total de nueve huracanesprovocaron en Cuba grandes desastresnaturales, con la ocurrencia de más decien personas fallecidas en cada caso ypérdidas materiales millonarias. Entreellos, los dos mayores desastres del siglo XXfueron ocasionados por el huracán de

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Santa Cruz del Sur en 1932 y el huracánFlora en 1963. Notables desastres ocasio-naron los huracanes de 1910, 1926 y 1944en ese mismo siglo. El siglo XIX sufrió tam-bién cuatro desastres de gran considera-ción en 1844, 1846, 1870 y 1886. La histo-ria también recoge una espectacularinundación pluvial en La Habana en ju-nio de 1791, ocasionada por un huracáncategoría 1 de la escala Saffir-Simpson.

Entre todos, los huracanes intensos (ca-tegorías 3, 4 ó 5 de la escala Saffir-Simpson)son los más importantes, por su grancapacidad destructiva. En el caso de Cuba,siete de los nueve huracanes que produ-jeron cien o más muertes desde 1791 has-ta el presente eran huracanes intensos. Lasexperiencias vividas recientemente con-firman la extraordinaria capacidaddestructiva de los huracanes intensos.Desde 1791 un total de 31 de ellos hanafectado a Cuba, lo que representa el 26%del total de los catalogados en nuestracronología. Quince de estos huracanesafectaron con categorías 4 ó 5 de la esca-la Saffir-Simpson, llamémosles huracanesde gran intensidad. Tres de ellos, la Tor-menta de San Francisco de Borjas de 1846,el Huracán sin Precedentes (también co-nocido como el Huracán de Mantua) de1924 y el Huracán de Santa Cruz del Surde 1932 fueron catalogados como huraca-nes categoría 5 de la escala Saffir-Simpson.

Las cifras antes mencionadas puedenresultar impresionantes y no dejan lugar adudas de que nuestro precioso clima poseetambién extremos que debemos enfrentarcon una frecuencia nada despreciable.Para enfrentarlos debemos prepararnos, ytal preparación comienza con el pleno co-nocimiento del clima, como parte de unproceso que nos permita aprovecharlocomo un recurso natural y protegernos de

aquellos perjudiciales eventos extremos.Conocer el clima implica conocer sus

variaciones temporales y sus cambios a lar-go plazo. La serie cronológica de los hura-canes que han afectado a Cuba entre 1791y 2008 posee también variaciones mul-tianuales muy grandes (figura 1). Así, esposible apreciar una actividad muy altaentre 1871 y 1920, la que incluyó un máxi-mo de cuatro huracanes en los años 1886 y1909. También es importante la baja acti-vidad ocurrida durante los años compren-didos entre 1796-1820, 1846-1870, con solosiete huracanes en cada intervalo, así comoel de 1971-1995 con la excepcional cifrade solo cuatro huracanes.

La serie cronológica de los huracanesintensos también refleja una gran variabi-lidad (figura 2). El período transcurridoentre 1870 y 1952 fue muy activo, en cuan-to a los huracanes intensos, al afectar 19de los 31 ocurridos en 218 años. Sin em-bargo, es posible detectar un período demayor actividad entre 1906 y 1952 en elque 14 de estas importantes tormentasafectaron a Cuba, para un promedio deun huracán intenso cada 3,4 años. Desdeel año 1952, ninguno de estos huracaneshabía afectado a Cuba hasta que Michellecruzó sobre el territorio cubano en el año2001. Desde entonces siete huracanes in-tensos han afectado al país, lo que no ha-bía ocurrido en década anterior alguna.

Debe destacarse que solo en 1948 sehabía producido la afectación de más deun huracán intenso en un mismo año,cuando dos huracanes categoría 3 cruzaronsobre el territorio cubano, apenas con 13días de diferencia. Sin embargo, en el año2008 se impuso un nuevo récord cuandoGustav, Ike y Paloma afectaron a Cuba,tres huracanes intensos en un mismo año,dos categorías 4 y uno categoría 3.

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FIGURA 2: LA SERIE CRONOLÓGICA DE LOS HURACANES INTENSOS TAMBIÉN REFLEJA UNA GRAN VARIABILIDAD.

FIGURA 1: SERIE CRONOLÓGICA DE LOS HURACANES QUE HAN AFECTADO A CUBA ENTRE 1791 Y 2008.

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El récord establecido en la actividadde los huracanes intensos sobre Cuba du-rante la primera década del siglo XXI seasocia al incremento observado en todala cuenca del océano Atlántico, incluyen-do el Mar Caribe, y está condicionado,ante todo, a los muy altos valores de latemperatura del mar en el Caribe regis-trados desde 1998. Este hecho es suma-mente importante ya que constituye la máspeligrosa variación observada en el climade Cuba en los años recientes.

Todo lo antes expuesto confirma quelos huracanes son parte indiscutible denuestro clima, a los que siempre hemosestado obligados a enfrentar, en unas épo-cas con mayor frecuencia y en otras conmenos. El número de huracanes intensosque han afectado a Cuba en la primeradécada del presente siglo no ha tenidoprecedentes en la historia conocida. Esposible que constituya una señal de queen el futuro habrá que enfrentar situacio-nes de este tipo con cierta periodicidad.A ello debemos adaptarnos.

La experiencia y organización que he-mos alcanzado en materia de reducciónde desastres es grande. Nos distingue enel mundo y nos hace sentir orgullosos. Ladirección del país nos ha pedido perfec-

cionar aún más nuestro trabajo. Es unaorientación sabia en una época en que elclima cambia y se hace más variable y ex-tremo. Debemos dedicar nuestra inteli-gencia y esfuerzo a ello en aras de preser-var la seguridad y el bienestar de toda lanación.

Pero la tarea de adaptarnos a las varia-ciones y cambios del clima, y enfrentar losposibles desastres, no es solo de especia-listas. Trasciende el marco de los centroscientíficos o de los dedicados a la reduc-ción de desastres. Se relaciona con la cul-tura de todo un pueblo. A fin de cuentas,si podemos hablar hoy de la climatologíade los huracanes es porque muchos hom-bres escribieron sobre ellos a lo largo dela historia. Unos eran médicos, otros in-genieros, algunos físicos-matemáticodevenidos meteorólogos. Muchas perso-nas contribuyeron con sus relatos a re-construir los hechos. La prensa publicólas noticias y reportajes. Otros escribie-ron ensayos y libros. Las bibliotecas con-servaron los escritos y publicaciones. Losmaestros explicaron en las escuelas. Losabuelos transmitieron sus conocimientosy experiencias a los más jóvenes. En fin,ha sido, y deberá ser en el futuro, partede nuestra cultura.

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LUIS ENRIQUE RAMOSGUADALUPE

Historiador. Academia de Ciencias de Cuba(CITMA).

Según los cronistas españoles, exegetasprimados del Nuevo Mundo, Juracán re-presentaba la identidad de las tormentasen el imaginario de uno o más de los gru-pos aborígenes que poblaban el actual te-rritorio de Cuba y otras islas del Caribe.Esta figura, como muchas otras, surge apartir de la interpretación mágico-religiosade los fenómenos y procesos medioam-bientales, una regularidad en los sistemasconceptuales de todas las antiguas culturas.

Tiempo después de aquellas primerasreseñas, un elenco de hombres ilustra-dos que ahondaron en los relictos de lacultura aruaca, halló analogías con voca-blos de similar connotación en la regióncentroamericana ístmica e insular. Gra-cias a Bartolomé de Las Casas, redactorde la conocida Historia de las Indias, lavoz huracán fue asimilada por el idiomaespañol como denominador del más im-presionante fenómeno meteorológico delos trópicos.1

Ya en el siglo XX cubano, Alfredo Zayas,Fernando Ortiz, Sergio Valdés Bernal yotros investigadores abordaron desde susrespectivos entornos cognoscitivos el pro-blema de la lengua indocubana, e inclu-yeron a Juracán en sus estudios sobre eltema. El primero de ellos apunta en suLexicografía antillana que el geógrafo do-minicano-cubano Esteban Pichardo Tapia(1799-1879) le había comunicado que,muy a principios del siglo XIX, escuchó pro-nunciar de aquella manera primigenia lapalabra huracán, allá en su tierra natal.2

El autor de este artículo considera quenuestros aborígenes no poseían el cono-cimiento indispensable para llegar a laelucidación y diferenciación causal de losfenómenos meteorológicos. Por tanto, noles era posible discernir si el estado deltiempo imperante en ocasión de un even-to extremo se debía a una tormenta eléc-trica, a la llegada de un frente frío o a unciclón tropical. Para ellos, quizás solo eltornado o la tromba marina fuerondistintamente identificables, en cuanto asistemas atmosféricos se refiere, y es pro-bable que se representaran a Juracánasociándolo a cualquier episodio de tiem-po severo.

No es difícil admitir que la dupla rayo-trueno, así como la lluvia, el rocío, el vien-to y el granizo eran reconocidos como ele-mentos diferentes, y ello les permitiócaracterizarlos a partir de sus efectos sen-soriales y ambientales.

Con los conquistadores españoles fueotra cosa. Ellos resultaron golpeados porlas tempestades de las Antillas en sus

1 Véase Sergio Valdés Bernal: Las lenguas indígenas y el español de Cuba, t. 1, Editorial Academia, LaHabana, 2 t., 1991.

2 A. Zayas: Lexicografía antillana, Imprenta de Molina y Cía, La Habana, 2 t., 1991.

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primeros asentamientos en el Caribe in-sular: las villas fundacionales; y con ma-yor frecuencia a bordo de los navíos queefectuaban la travesía entre Europa yAmérica. Decenas de veces los ciclonessepultaron en el océano flotas enteras consu valiosa carga de hombres y caudales.En consecuencia, dedujeron que aque-llos torbellinos poseían singularidades conrespecto a los vientos alisios, las borrascasnoratlánticas y a las tormentas del Medi-terráneo.

Pilotos y navegantes de oficio, cos-mógrafos, exploradores y naturalistas, ciruja-nos y prelados trataron de desentrañar lacausa esencial de tales meteoros, y asícomenzaron a progresar los saberes de lossiglos XVI, XVII y XVIII. Pero sin los instru-mentos de física que más tarde aparecie-ron, faltaban los datos indispensables paraconstruir el conocimiento científico sobrela atmósfera.

A pesar de tales limitaciones, poco apoco, los europeos advirtieron que en lasproximidades del mes de septiembre, co-incidiendo con el equinoccio de otoño,transcurría en nuestra región geográficaun período particularmente activo engrandes tempestades. Ellos llamaron equi-noccio al peligroso intervalo, y fue la pri-mera denominación que tuvo la tempora-da ciclónica.

A fines del siglo XVIII, los entendidos entemas marinos reconocieron que los me-ses más activos en cuanto a la formaciónde ciclones tropicales eran agosto, sep-tiembre y octubre. Por entonces, lasautoridades eclesiásticas ordenaban rezar—solo en ese lapso— una oración titula-

da Ad repellendas tempestates, dirigida asuplicar a Dios por cuantos se hallaban enpeligro de sufrir el azote de los vendava-les.3 El hecho de circunscribir las preces aun determinado número de meses supo-nía la tipificación de una etapa anual conreiterada ocurrencia de huracanes.

Los estudios actuales, desde bases es-tadísticas, muestran que el mes de sep-tiembre es el de mayor afluencia en la for-mación de ciclones tropicales en la cuencadel océano Atlántico. Por ello no deja dellamar la atención que Nuestra Señora dela Caridad del Cobre, Patrona de Cuba,celebre su fiesta el octavo día de ese mes,y que su imagen prístina halla sido en-contrada en el mar tras el azote de unaviolenta tempestad. En ese mismo mes secelebran también las fiestas correspondien-tes a Yemayá y Ochún, figuras del cultosincrético cubano, asociadas a las aguas.

El término temporada ciclónica que actual-mente empleamos en Cuba, adquirió usopopular a partir de 1965, año en que fuefundado el actual Instituto de Meteorolo-gía (INSMET). Hace unos años la tempora-da ciclónica fue redefinida, extendiéndoladesde el 1.o de junio hasta el 30 de no-viembre. No obstante, la cúspide de esaactividad sigue estando en el trimestre quetranscurre entre agosto y octubre.

Todas las temporadas no se comportande la misma manera, ni en el número nien las características de los organismosque en ella se desarrollan. Se ha determi-nado que el promedio anual de formaciónde ciclones tropicales en la cuenca delAtlántico del norte es de diez organismos.Es decir, diez sistemas tropicales cuyos

3 L. Salvidia: Historia de los temporales de Puerto Rico y Las Antillas, Editorial Edil, San Juan, P. R.,385 pp., 1991.

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vientos máximos sostenidos igualan o su-peran los 64 km/h.

Como ejemplos de mínima actividadciclónica en el siglo XX pueden señalarselas temporadas de 1911, con solo cuatroorganismos identificados, y 1914 con unosolo; como ejemplos máximos aparecen latemporada de 1933, en la que se conocen21 organismos, y la de 1936 con 16. El re-cord, hasta el presente, lo posee la memo-rable temporada ciclónica de 2005, con27 organismos ciclónicos tropicales (quellegan a 28 si se incluye a una tormentasubtropical). Con todo, los primeros diezaños del siglo XXI parecen llamados a que-dar en la historia de la ciclonología delAtlántico como un intervalo particularmen-te activo, lo que ha implicado incalcula-bles daños humanos y materiales. Hoy, losdesastres naturales causados por terremo-tos, sequías, inundaciones y ciclones seimbrican con las crisis que desde el puntode vista económico, energético y ambien-tal sacuden los cimientos de la civilización,lo que agrava sus consecuencias.

Para un territorio cualquiera, el núme-ro de ciclones en una temporada no tieneun significado concreto en términos deimpacto, pues puede darse el caso de 1936,en el que, a pesar del gran número de or-ganismos, ninguno cruzó sobre Cuba. Lasituación inversa corresponde a la tempo-rada de 1910, cuando se contaron solocuatro ciclones. Sin embargo, en octubrede ese año, uno de ellos —convertido enhuracán de gran intensidad— cruzó so-bre el occidente de Cuba y describió unlazo al norte de la provincia de Pinar delRío, extendiendo sus efectos durante cin-co días consecutivos, hecho que provocóun desastre natural de grandes propor-ciones cuya consecuencia fue de mediomillar de víctimas.

Hasta bien avanzado el siglo XIX, la pa-labra huracán no tenía el significado téc-nico que hoy se le da. Entonces, huracánera aplicable a cualquier evento caracte-rizado por la presencia de vientos fuertes,sin tener en cuenta el tipo de sistema at-mosférico que los originaba. En la mayorparte de las antiguas crónicas se usó elcalificativo de tormenta —y con menor fre-cuencia el de temporal— para denominara los actuales ciclones tropicales, hubie-sen o no alcanzado las velocidades delviento que hoy definen al huracán. Porejemplo, al leer el meteorónimo Tormentade San Rafael, debe entenderse que lapalabra tormenta equivale en este caso altérmino contemporáneo huracán.

La voz huracán se encuentra ya en tex-tos fechados en el siglo XVI, mientras quela palabra ciclón aparece y entra en usotres siglos más tarde, de 1845 en adelan-te. Para los interesados en la etimología,diremos que su incorporación al vocabu-lario científico se debe al meteorólogo yestudioso anglo-hindú Henry Piddington(1797-1858), quien quiso subrayar con ellael peculiar carácter rotatorio de los vien-tos típico en este tipo de sistemas atmos-féricos. Por eso tomó como base la palabrakiklos, que en griego se define poco más omenos como “serpiente enroscada”, y deahí ciclón (o cyclone, en idioma inglés).Piddington así lo explica en su obra Ma-nual del marino sobre la Ley de las Tormen-tas (The Sailors Horn-book for the Law ofStorms for the Indian and China Seas, se-gún el original en idioma inglés), cuyaprimera edición vio la luz en 1844.

El acervo acumulado en Cuba en tornoal conocimiento de los ciclones tropicalesresulta muy amplio, pues se nutre de laobra de decenas de meteorólogos científi-cos de estudio y profesión, sin olvidar a

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los meteorólogos aficionados, cuyos traba-jos se interconectan y enlazan en una ca-dena de soluciones a los complejos pro-blemas asociados al pronóstico del tiempoy sus manifestaciones más severas desdehace más de ciento cincuenta años.

En las medianías del siglo XIX, coincidien-do con los orígenes de la Meteorología cien-tífica, comenzó en muchos países el estudiode la atmósfera desde bases históricas y es-tadísticas y creció el volumen de datos dis-ponibles al extenderse el número de puntosde observación, denominados después esta-ciones meteorológicas. Así se pudo precisarno solo que los ciclones tropicales ocurríandentro de ciertos intervalos, sino que se for-maban únicamente en cinco o seis regionesdel planeta, sobre la superficie oceánica.

En Cuba, la primera evidencia de ob-servaciones meteorológicas instrumentales

está fechada en 1791, y prueba de su sig-nificativa importancia social es el habersepublicado sistemáticamente en el PapelPeriódico de la Habana.

La Meteorología no fue ajena al interésde los hombres de la Ilustración; por eso,en la relación de sus precursores apare-cen Antonio de Robredo, Nicolás Calvode la Puerta y O´Farrill, José Ferrer y To-más Romay Chacón, copartícipes en laSociedad Económica de Amigos del País.

Diez años después, en 1801, se reali-zó el primer estudio climatológico deCuba, resultado de la extensa laborcompilativa e integradora llevada a cabopor el científico alemán Alexander vonHumboldt (1769-1859), quien ordenó ensíntesis los conocimientos meteorológicosdisponibles en la Isla hasta entonces. Ferrer,Robredo y Calvo de la Puerta fueron con-

4 A. Humboldt: Ensayo político sobre la Isla de Cuba, Editorial Doce Calles, Madrid, 1991, 457 pp., p. 150.

EMILIO CUETO: LA CUBA PINTORESCA DE FRÉDÉRIC MIALHE. COLECCIÓN FACSIMILAR RAROS Y VALIOSOS PERTENECIENTE ALA BIBLIOTECA NACIONAL DE CUBA JOSÉ MARTÍ (BNCJM). BIBLIOTECA NACIONAL DE CUBA Y EDICIONES IMAGEN

CONTEMPORÁNEA DE LA CASA DE ALTOS ESTUDIOS DON FERNANDO ORTIZ, 2010.

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trapartes de Humboldt desde el perfil de laobservación y el dato local, y constituyenlas fuentes citadas por el sabio berlinés.4

Es probable que antes de 1790 se hayanrealizado en Cuba observaciones meteo-rológicas con instrumentos, o sin ellos, perosobre esto no hemos hallado testimoniodocumental alguno. Es oportuno señalarque durante la segunda mitad del sigloXVIII varios países europeos organizaron yllevaron a cabo un gran número de expe-diciones geográficas que ejercieron mar-cada influencia en el estudio de las “pro-ducciones naturales” de las regionesintertropicales americanas, así como en lacartografía y en el conocimiento de su cli-ma y fenómenos característicos.

Después de Humboldt, en las cuatroprimeras décadas del siglo XIX, se realizanen Cuba las observaciones meteorológicasdebidas al naturalista español Ramón dela Sagra y Perís (1798-1871) —tomadasen el Jardín Botánico de La Habana—, yde manera indirecta se asocian a esta disci-plina los estudios de Física experimentalllevados a cabo por Félix Varela Morales(1788-1853) en su gabinete del Seminariode San Carlos y San Ambrosio. Una pre-sencia similar se constata al leer los Pape-les de José Antonio Saco (1797-1879), queincluyen referencias a la Meteorología yen particular a las manifestaciones de laelectricidad de la atmósfera.

Tras un breve impasse, el agrimensorDesiderio Herrera Cabrera (1792-1856) yel profesor de Física de la Universidad deLa Habana, José Zacarías González delValle y del Cañizo (1820-1851), abordanel tema ciclónico en obras publicadas res-

pectivamente en 1847 y 1849. Estas sedestacan por su carácter precursor. De esamanera, la Meteorología cubana comien-za a dilatar sus horizontes en un procesoque, partiendo de la simple acreción desaberes, la va incorporando al ámbito dela ciencia constituida. En ello debemosreconocer el papel original de Gonzálezdel Valle, fallecido tempranamente a los31 años de edad, momento vital en el quedebían comenzar a cosecharse los mejoresfrutos de su saber y experiencia.5 TantoHerrera como González legaron a lahistoriografía meteorológica cubana dosobras imperecederas; nos referimos respec-tivamente a Memoria sobre los huracanesen la Isla de Cuba (1847) y a Lecciones deMeteorología (1849).

El cubano Andrés Poey Aguirre (1825-1919) había llamado —también en 1849—a efectuar observaciones meteorológicassimultáneas en diferentes ciudades de laIsla. Los periódicos habaneros hicieron ecoa su convocatoria, pero aún era tempranopara encontrar otras inteligencias recep-tivas a tal empeño. No obstante su inviabi-lidad entonces, el proyecto constituye unprimer intento de crear una red de esta-ciones para la observación simultánea delestado del tiempo en diferentes partes delterritorio cubano.

En 1853, Andrés, hijo del erudito natu-ralista Felipe Poey Aloy (1799-1891), publi-caba en la conocida Revista de la Habana untrabajo titulado “Huracanes”, y dos añosdespués daba a la estampa una cronologíade estos meteoros apreciada como la máscompleta de la época:6 Tableau chronologiquecomprenant trois cent sexantequatre cas

5 Al momento de redactarse este artículo, el autor prepara una biografía científica de González del Valle.

6 Véase A. Poey: A Chronological Table of Cyclonic Hurricanes, Clowes and Sons, London, (s/f), 40 pp.

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d´ouragans cycloniques. Fue publicada enParís bajo los auspicios de la Academia deCiencias de Francia, y se tradujo al inglésacompañada de una extensa compilaciónbibliográfica. Precisamente sobre tales re-ferencias trató su Bibliographie cyclonique,de 1886, un repertorio que comprendealgo más de mil títulos con casi todo loque hasta entonces se había escrito sobreciclones en el mundo.

Mediante los buenos oficios de la Socie-dad Patriótica de La Habana, Poey logrófundar en 1861 el primer servicio meteo-rológico oficial de Cuba, costeado por elgobierno colonial. En ese empeño intervi-nieron de diversas formas figuras tan no-torias como José de la Luz y Caballero, JoséMaría de la Torre y Antonio BachillerMorales. Las primeras observaciones de suregistro se iniciaron en enero de 1862.

Lamentablemente, los intereses deAndrés Poey se ocluyeron en su propiapatria debido a varias razones. Quizás, lamás importante de ellas fue la raigal in-compatibilidad de su pensamiento con laideología predominante en la época enque le tocó vivir; y sobre todo el habertopado una y otra vez contra la desidia yel maltrato que el Estado colonial daba alos temas referidos a la ciencia, la culturay la instrucción pública nacionales.

Esta situación le impulsó a buscar enFrancia lo que España le impedía hacer enCuba. Por otra parte, las comunidades cien-tíficas criolla y extranjera, deslumbradaspor el insuperable brillo de su padre, hicie-ron que el nombre de Andrés fuese menosconsiderado, aun cuando ambos cultiva-

ban similares ramas del conocimiento.Andrés escribió sobre Arqueología, Zoolo-gía, Climatología Médica y Filosofía. Enrelación con esta última disciplina, susposiciones de positivista militante le aca-rrearon no pocos sinsabores y conflictos,lo que finalmente reforzó su decisión deemigrar a Europa, a la Francia de sus pro-genitores. Aun cuando ahondó en unadisimilitud de temas, la Meteorologíaconstituyó el desiderátum máximum de susinquietudes científicas, y a ella dedicósesenta trabajos.

Las motivaciones de Andrés Poey con-currieron cronológicamente con las de losya citados José Z. González del Valle yDesiderio Herrera. En esta concurrenciaes discernible el colosal impacto socialresultante de los grandes huracanes acae-cidos en octubre de 1844 y octubre de1846, un incentivo orientador de los intere-ses cognoscitivos de esta triada de hombresinstruidos.7 Poey, estudioso multidisci-plinar; González, profesor universitario,filósofo y físico; y Herrera, agrimensor,despertaron a la ciencia del tiempo en lasmedianías del siglo XIX, proporcionando aCuba una precedencia singular en Lati-noamérica y una correspondencia ex aequocon el auge que esta disciplina alcanzabaen los Estados Unidos, Francia, Alemaniay el Reino Unido.

Si revisamos la correspondencia de Poey,hallaremos remitentes tan acreditados comoUrbain Jean Joseph Leverrier y CamilleFlammarion, bastantes para probar cuántavalía y reconocimiento alcanzó ante el Insti-tuto de Francia y el Observatorio de París.

7 Estos huracanes fueron identificados popularmente como Tormenta de San Francisco de Asís (4 al 5de octubre de 1844) y Tormenta de San Francisco de Borja o Gran Huracán de La Habana (10 al 11 deoctubre de 1846). La ciencia actual ha mantenido dichos nombres como expresión de respeto hacianuestra historia.

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Pero al continuar la línea de progresode la Meteorología cubana es preciso ha-cer un alto en 1877, año en el que el sa-cerdote jesuita y eminente meteorólogohispanocubano Benito Viñes Martorell(1837-1893) determinó el comportamien-to medio mensual de las trayectoriasciclónicas y esbozó un modelo de la es-tructura vertical de dichos meteoros.

A Viñes —académico de mérito— sedebe la elaboración del primer pronósticoy aviso de ciclón tropical documentadosen la historia de las ciencias, el uno fe-chado el 11 de septiembre de 1875, y elotro al día siguiente. El texto fue publica-do en los diarios de La Habana, alertandoa la ciudad sobre la proximidad de unhuracán que debía cruzar por sus inme-diaciones en las horas sucesivas, proce-dente del Mar Caribe; además, ofrecíainformación a los navegantes que se diri-giesen rumbo al Océano Atlántico o alGolfo de México. Nunca antes había te-nido lugar un hecho científico de tal na-turaleza. Se trataba de una sencilla nota,con un carácter muy preliminar, pero elhecho de haberla enviado a los periódicosle confiere el carácter de ser el primer avisode ciclón tropical en la historia de la me-teorología.

En esa época, los pronósticos de sistemasciclónicos se elaboraban a partir de unameticulosa observación de las nubes, rela-cionando sus formas, movimientos y colorcon el comportamiento periódico de la pre-sión atmosférica en las 24 horas anteriores.Otra importante variable a considerar erala dirección del viento. Como es obvio, alaplicar estos procedimientos la experienciay agudeza del observador eran factores de-cisivos, y aún asombran los brillantes logrosque obtuvieron a partir de su entrega sinlímites a aquella profesión de ciencia.

Cuando Viñes arribó a Cuba, en los pri-meros días de marzo de 1870, Andrés Poeyya no se hallaba en la Isla y su observato-rio se había malogrado. Por tanto, intuirque los fracasos de Poey pudieron deberse auna sórdida conspiración liderada por Be-nito Viñes —como algunos estudiosos haninsinuado— resulta una colosal injusticiacuyas bases descansan en la carencia derigor en las investigaciones históricas.

Viñes murió en La Habana en 1893,mientras Poey se hallaba radicado en Fran-cia, lejos de Cuba y enfermo. Estas sensi-bles ausencias, unidas al propio contextode la guerra, causaron un vacío en las in-vestigaciones meteorológicas que se ex-tendió por más de treinta años.

Desde el punto de vista operacional,una de las preocupaciones de las autori-dades españolas al final del período colo-nial, fue brindar protección contra loshuracanes a los buques comerciales y, so-bre todo, a sus unidades de guerra. Paraello crearon el denominado Servicio Me-teorológico de las Antillas, bajo la direc-ción del marino cubano Luis GarcíaCarbonell (1840-1921).

El Servicio tuvo su centro en La Ha-bana, y García era el único pronostica-dor. La sede radicaba en el edificio de laComandancia de Marina, adyacente a laactual Lonja del Comercio de La Haba-na. En realidad, su misión fundamentalconsistía en examinar los reportes tele-gráficos recibidos desde puntos significa-tivos del Mar Caribe, así como tomar in-formación de los diarios de bitácoradonde los capitanes de los navíos hubie-sen reflejado estados del tiempo sospe-chosos. Además de ello, el Servicio efec-tuaba observaciones instrumentales yemitía avisos en casos de amenazaciclónica.8

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Tras la intervención de los EstadosUnidos en 1898, tanto el cubano GarcíaCarbonell como los jesuitas del Observa-torio de Belén fueron relegados a un hu-millante lugar secundario con respecto ala actividad meteorológica y la informa-ción pública. El Weather Bureau —servi-cio meteorológico estadounidense— de-signó a William Stockman (m. 1916) alfrente de la estación principal en La Ha-bana y trasladó a García Carbonell hacialos trabajos de climatología, que solo abar-caba el cálculo de promedios y la confec-ción de las tablas de asiento de las obser-vaciones.

Pero en septiembre de 1900 un pode-roso huracán se hallaba en el Golfo deMéxico, después de haber pasado sobreCuba con poca fuerza. En vista de ello,

Lorenzo Gangoiti (1845-1933), entoncesdirector del Observatorio del Colegio deBelén, previó su rumbo al noroeste yalertó del grave peligro para la costa deTexas, adonde llegaría el sistema una vezque se intensificara sobre las cálidas aguasde la Corriente del Golfo. Así lo dio aconocer. Mientras esto ocurría, Stockmaninformó su parecer a la oficina centralen Washington: A su juicio, el meteoroiba hacia el norte-nordeste, alejándosehacia el Océano Atlántico y, por tanto,nada había que temer en el gran país delnorte.

Lo cierto es que el ciclón llevaba elrumbo previsto por Gangoiti, y que antesde tocar tierra alcanzó la categoría 4 enla actual escala Saffir-Simpson. Como con-secuencia, en un episodio similar al pro-

8 Luis E. Ramos Guadalupe: Instituto de Meteorología. Expresión de una ciencia en Revolución, EditorialAcademia, La Habana, 2005, 261 pp.

MIALHE. HURACÁN DE 1846. NO. 1 EN EL CATÁLOGO RAZONADO, P. 262.EMILIO CUETO. LA CUBA PINTORESCA DE FRÉDÉRIC MIALHE. COLECCIÓN FACSIMILAR RAROS Y VALIOSOS PERTENECIENTE A

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tagonizado por Katrina en Nueva Orleansmás de un siglo después, el meteoro de1900 arrasó la ciudad de Galveston, se-pultándola bajo una imponente marea detormenta impelida por vientos de 200 ki-lómetros por hora… Días más tarde, elconteo de víctimas mortales ascendía aseis mil.

De no estar presente la debida consi-deración a las víctimas de aquella catás-trofe, pudiéramos imaginar que las enti-dades aruacas castigaban así la prepotenciay el desprecio del funcionario estadouni-dense hacia quienes en la Isla acumula-ban varios decenios de experiencia y co-nocimientos en la difícil tarea de anunciarlas tormentas del trópico.

Finalmente, en 1902, las autoridadesnorteamericanas transfirieron el Servicionuevamente a los cubanos. Advirtamos,sin embargo, que el hecho mismo de queel Weather Bureau se reservase para sí laelaboración del pronóstico del tiempodurante el período del gobierno interven-tor, nos muestra cuánto valor estratégicotenían ya la información y previsión me-teorológica desde aquella lejana etapa.

En el siglo XX, tras el inicio de la Repú-blica, el servicio meteorológico pasó a serresponsabilidad del Observatorio Nacio-nal, cuyo segundo director, el ingenieroJosé Carlos Millás Hernández (1889-1965),hizo valiosos aportes al conocimiento dela ciclonología tropical.

Millás comenzó a adentrarse en la cien-cia del tiempo desde un conocimiento aje-no a esa disciplina. Se formó en la Uni-versidad de La Habana como ingenierocivil y arquitecto, y en 1915 ingresó en elObservatorio bajo el liderazgo de GarcíaCarbonell. A partir de entonces mostró un

talento notable para los estudios de la at-mósfera. Desarrolló investigaciones que lecondujeron a considerar el entorno de latemporada de huracanes entre el 1.o dejunio y el 15 de noviembre, además deobtener valiosos resultados estadísticos yprofundizar en el estudio de las trayec-torias medias de los ciclones tropicales.9Fue un destacado investigador y pronos-ticador. Luchando contra las profundasbarreras existentes en la época, gestionófinanciamiento para la adquisición deinstrumental científico y la ampliación delas observaciones y las funciones de lasede central.

Otro científico jesuita, MarianoGutiérrez Lanza (1865-1843), continuadorde la obra del padre Viñes, comenzó adestacarse en el Observatorio de Belén.Se había formado en España y terminó susestudios en la Universidad de Georgetown,Estados Unidos. Él tuvo la responsabili-dad de pronosticar el paso de los intensoshuracanes de 1919, 1924 y 1932, entreotros, pero su papel más destacado lo des-empeñó en el pronóstico y seguimiento delllamado Ciclón del Veintiséis, en octubrede ese mismo año, cuyos letales efectos loinscribieron en la historia social del occi-dente cubano como paradigma del desas-tre natural.

Tan profunda fue la huella humana ymaterial que dejara en Cuba este meteoro,que ha quedado impresa no solo en las co-rrespondientes memorias científicas, sinoen criollísimas décimas y guarachas, nove-las y obras teatrales que le han “inmortali-zado”. Es absolutamente cierta la historiade habaneros de rumba y dominó que, des-deñando los avisos, fueron a esperar la lle-gada del meteoro entre el chocolate, los

9 Ibídem.

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churros azucarados y el ron todopoderoso.Otros utilizaron las prestaciones de la nue-va telefonía para el clásico choteo, mien-tras las plantas funcionaron, así como parallamar y ofrecer “pronósticos” cuyo conte-nido textual resulta tan ingenioso comoimpublicable.

Cito un párrafo de la monografía redac-tada por Gutiérrez Lanza a propósito deeste ciclón:

No faltaron, sin embargo, despreocu-pados que se fueron a dormir tranqui-los para ser despertados por el bramidofurioso de la tempestad, o incrédulosque se entretenían en hacer chistessobre los anuncios alarmistas del ciclóny los preparativos llanamente inmoti-vados para recibirlo.10

En otra dimensión del problema de losciclones se encuentran las polémicas cien-tíficas generadas en el terreno del cono-cimiento, y las discrepancias en torno alcontenido y eficacia de los pronósticosemitidos. La propia prensa reflejaba estasituación, a veces en tono jocoso como escostumbre en Cuba, aunque en realidadlos directores de ambos observatorios man-tuvieron siempre relaciones de colabora-ción sobre la base del respeto.

A continuación insertamos una décima—típica expresión de la poética cubana—cuyo autor lleva la disimilitud de criteriosa la imaginaria dimensión de un duelo amuerte entre los meteorólogos.

BRONCA CICLÓNICA

Con el pasado ciclón,Millás y Gutiérrez Lanzahan formado la gran chanzacon su distinta opinión.

Lanzó uno esta afirmación:viene con rumbo a Los Pinos,y dice otro, ¡Los Pepinos!,aquí el ciclón no vendrá,y ha resultado que ya¡se han mandado los padrinos!11

No nos atendríamos a nuestro deberpara con la historia si aludimos solo alcostumbrismo y no señaláramos la sisté-mica falta de voluntad en las autorida-des gubernamentales de entonces paraocuparse de la salvaguardia de la pobla-ción amenazada; la mayor parte de aque-llos, políticos inmersos en los trajineselectoreros y más aún en el lucro perso-nal. El resultado de tal indiferencia seexpresó en las seiscientas vidas cegadaspor el agua o aplastadas bajo los escom-bros. La tripulación de un buque queatracó en el puerto de La Habana dosdías después del paso del meteoro contó21 cadáveres mar afuera;12 sin duda, mu-chas de esas víctimas procedían del lito-ral norte de la provincia de La Habana,y otras fueron llevadas al mar por los ríosAlmendares, Cojímar y Bacuranao. Se-guramente, otra profusa cantidad resul-

10 M. Gutiérrez Lanza: Memoria sobre el Huracán del 20 de Octubre de 1926, Imprenta A. Dorrbecker, LaHabana, 1927.

11 Apareció en las páginas del periódico La Política Cómica, octubre 18 de 1927. La composición se refiere aJosé Carlos Millás, director del Observatorio Nacional, y a Mariano Gutiérrez Lanza, director delObservatorio del Colegio de Belén.

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tó de las embarcaciones sorprendidas enalta mar por la furia del viento.

Sin embargo, aún faltaba para Cuba supeor episodio. Este ocurrió seis años des-pués, el 9 de noviembre de 1932, en laantigua provincia de Camagüey: nos re-ferimos al desastre de enormes proporcio-nes humanas acaecido en la localidadcostera de Santa Cruz del Sur, donde lascifras —nada exactas, desde luego— re-velan 3033 muertes en toda la región azo-tada, y de ellas casi dos mil debidas a lamarea de tormenta generada por el hura-cán de probable categoría 5, según la es-cala Saffir-Simpson actualmente en uso.

Diez años más tarde sobreviene un mo-mento de cambio y renovación para losservicios meteorológicos en el mundo; uncambio vinculado al contexto de la Se-gunda Guerra Mundial, que benefició alservicio meteorológico cubano.

La importancia alcanzada por laciencia del tiempo en cuanto a respal-dar la seguridad de la navegación y laoperatividad de las fuerzas aéreas, habíahecho de Cuba un territorio de alto valorestratégico en el Atlántico, incluyendo alMar Caribe y la gran ensenada mexicana.La metáfora geográfica de la llave delGolfo, expresada en el Escudo de la Pal-ma Real, mostraba ahora una justificaciónmeteorológica.

Por entonces, Cuba se hallaba en elmismo crucero de la lucha antisubmarinaen la región Atlántico-Caribe, y los Esta-dos Unidos disponían de bases en la Islapara el patrullaje aéreo y el entrenamien-to de pilotos de combate que después ibanhacia el teatro de operaciones en el Pací-fico. Sobre todo, es preciso recordar el in-

cuestionable papel de la situación geográ-fica del archipiélago cubano con respectoa los importantes enclaves en el Canal dePanamá y la Base Naval de Guantánamo.

Por todas esas causas, el ObservatorioNacional fue transferido de la Secretaríade Agricultura hacia la Marina de Guerray recibió de los Estados Unidos un conjun-to de equipos muy modernos para la re-cepción de la información sinóptica pro-cedente del área del Caribe y de Américadel Norte, enviada desde Washingtonmediante teletipos. A su vez, en virtuddel mismo acuerdo, el Weather Bureautendría acceso expedito a los datos me-teorológicos procedentes de Cuba.

En realidad, este cambio en la subordi-nación del Observatorio influyó positiva-mente en la dotación y equipamiento delservicio meteorológico cubano, sustancial-mente mejorados, y hasta en la localiza-ción de las estaciones meteorológicas. An-tes del traspaso, una buena parte de ellasestaban ubicadas en las capitales de lasprovincias; pero al pasar a la Marina, elObservatorio dio preferencia a la construc-ción y sostenimiento de las estaciones enlos grupos insulares y en las costas, apro-vechando la infraestructura de los propiospuestos navales.

Las más importantes quedaron enlaza-das por radiotelegrafía y disponían de losgrupos electrógenos indispensables paragarantizar su autonomía en lugares don-de las redes energéticas no llegaban porentonces; o en caso de huracanes, cuan-do sus informes se hacían más necesa-rios. Un trascendental avance tecnoló-gico fue la introducción del sondeoatmosférico o aerológico, realizado

12 La Política Cómica, octubre 18 de 1927.

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regularmente mediante globos equipadoscon radiometeorógrafos o radiosondas.13

A mediados de los años treinta Cubasubvencionaba, con recursos y personalcalificado, dos estaciones en el extranje-ro: la primera de ellas en Gran Caimán,entonces posesión británica; y la segundaen el cabo Gracias a Dios, Nicaragua.Resulta obligado llamar la atención sobrela estratégica posición de estas instalacio-nes en relación con las trayectorias me-dias seguidas por los huracanes. A estosdos puntos se añadían otras tres estacio-nes situadas en territorio cubano, pero enlugares extremos y muy apartados: una enCayo Paredón Grande, al norte de Cama-güey; otra en Caleta de Carapachibey, enla parte meridional de Isla de Pinos; y latercera en Cayo Guano del Este, al sur delas actuales provincias de Matanzas yCienfuegos.

Como complemento imprescindible, elcentro meteorológico tuvo un aumento depersonal y se le conectaron nuevas y mejo-res líneas telefónicas con enlace nacionale internacional. Sin lugar a dudas, puedeafirmarse que el tránsito del Observatoriohacia la Marina fue un hecho muy venta-joso para la institución, habida cuenta queconllevó el acceso a mayores recursos fi-nancieros que los que obtenía de la Se-cretaría de Agricultura. De esa manerapudo mantenerse, como hasta hoy, entrelos cinco mejores servicios meteorológicosde América.

En el Observatorio se llevaron a caboalgunas labores de investigación, de muylimitado alcance, cuyos temas respondíanúnicamente a la iniciativa e intereses desu director. Al analizar la situación de losestudios meteorológicos efectuados en

Cuba durante esa etapa, debe tenerse encuenta que el servicio meteorológico na-cional no incluía la función de investiga-ción y desarrollo dentro de sus objetivosinstitucionales. La misión del Centro con-sistía simplemente en garantizar el serviciode pronósticos meteorológicos y efectuaralgunas observaciones astronómicas apli-cadas a la navegación. Los presupuestos yel exiguo financiamiento de la actividadiban dirigidos solo a esos propósitos; sinembargo, a pesar de ello, la investigaciónsurgió por su propio peso; emergió comonecesidad, aunque no apareciera oficial-mente entre los objetivos institucionales.Ocuparon un lugar de primer orden losestudios de ciclonología tropical, segui-dos por los climatológicos.

Debido a esa compleja conjunción defactores políticos, económicos y socia-les, el trabajo del Observatorio no semantuvo de manera constante y soste-nida. En los años cincuenta del siglo XXlas tareas del servicio meteorológicohabían adoptado una forma absolutamen-te rutinaria, sin vislumbres de desarrollo.Desde el principio del citado período, yen correspondencia con la desfavorablesituación social imperante por entoncesen Cuba, la calidad de su gestión declinóde manera muy rápida, perdiéndose el dis-creto ritmo de avance que la Instituciónhabía alcanzado entre 1935 y 1950.

La más reciente renovación ocurrida enel servicio meteorológico cubano, a partirde 2005, ha sido la más amplia, radical yprofunda, porque implica lo estructural,lo científico, lo tecnológico y deviene re-flejo de los cambios ocurridos en un paísdonde la ciencia es una fuerza directrizen todos los terrenos.

13 L. Ramos Guadalupe: ob. cit.

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Sus motivaciones más remotas apare-cen entre el 4 y el 8 de octubre de 1963,cuando un huracán con nombre de mujer,Flora, devastó el oriente del país. Dejó asu paso más de un millar de víctimas y lainfraestructura económica de la región encolapso. No es exagerado afirmar que supaso causó una verdadera conmoción na-cional que trascendió a toda la sociedad.Los elementos más mortíferos fueron la llu-via y las subsecuentes inundaciones.

Flora penetró en Cuba el día 4, por eleste de Guantánamo, y después se moviósucesivamente hacia el noroeste, oeste,suroeste y este, hasta cerrar un lazo sobrelas actuales provincias orientales. El día 6salió hacia el Golfo de Guacanayabo, pe-netró por el sur de Camaguey y volvió asalir al mar dos días después por Gibara,un punto opuesto a la misma región pordonde se había producido su primera en-trada al territorio nacional.

Este huracán dio lugar a uno de losmás graves desastres naturales en la his-toria de Cuba, pues su notable trayecto-ria condujo a que su centro y casi todasu circulación permaneciesen sobre lasprovincias de Oriente y Camagüey porespacio de 110 horas, mientras descarga-ba ingentes volúmenes de precipitacio-nes en un área de 63 000 km2. En solo undía (el 5 de octubre) se registró un acu-mulado máximo de 735 mm de lluvia.Sobre Cuba se le clasificó como un hura-cán de categoría SS-2, pero atendiendoa sus catastróficos efectos en todo el Ca-ribe insular, su nombre fue retirado de la

nomenclatura de ciclones tropicales enla cuenca del Océano Atlántico.

Las consecuencias del desastre fueronextraordinarias: 1160 muertos, 175 000evacuados y mil millones de dólares enpérdidas económicas.14 Se considera enmás de 11 000 las viviendas destruidas yel doble de esa cantidad con serios daños;la cosecha de café se perdió en 50% de suproducción, equivalente a unos 400 000quintales, y la de frutas en 80%. Se per-dió casi 70% de la masa ganadera de laregión oriental del país, y las infraestruc-turas de comunicaciones telefónicas y via-les sufrieron colapso casi total. Muchospoblados desaparecieron por completo bajoun océano color marrón.

La historicidad de Flora se fundamen-ta no solo en la magnitud de sus daños,sino por haber provocado el primer grandesastre natural acaecido en Cuba des-pués del triunfo de la Revolución, a lavez que se inscribe como uno de los ma-yores y más mortíferos eventos de nues-tra historia.15

Una compleja interacción de circuns-tancias propició la colosal magnitud de susestragos, entre ellas la trayectoria de latormenta, determinada por la posición ypersistencia de los centros anticiclónicossituados al norte y al oeste de Cuba; lascaracterísticas topográficas de la regiónazotada: grandes valles y elevadas cordi-lleras montañosas; la carencia de una in-fraestructura hidráulica que permitierareducir el efecto de las inundaciones y,sobre todo, la inexperiencia heredada de

14 Por razones obvias, estas cifras, aunque muy cercanas a la realidad, no pueden tomarse comoabsolutamente exactas.

15 Luis E. Ramos Guadalupe: Huracanes. Desastres naturales en Cuba, Editorial Academia, La Habana,2009, 192 pp., p. 124.

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incontables años de indiferencia ante estetipo de acontecimientos, pues el país nocontaba aún con el sistema nacional pre-visto, organizado y eficaz para enfrentardesastres naturales, esquema organizativoque pocos años después era ya un para-digma para el mundo.

Pero la actitud de las autoridades y di-rigentes revolucionarios marcó una dife-rencia radical con los gobiernos anterioresde la etapa republicana, cuyos funciona-rios visitaban fugazmente las zonas daña-das por el huracán una vez que se habíaproducido la catástrofe, pero nunca du-rante el paso del meteoro.

Las labores de rescate y salvamento seextendieron durante más de una semana.Tan impactantes e ininterrumpidas fue-ron las emociones, que no es extrañoescuchar de los testigos que les resultaimposible fijar con precisión la fecha o lahora determinada en que sucedió este oaquel acontecimiento en específico.Hubo casos que con el paso del tiempoparecen ficción: una mujer de parto en eltecho de una casa que se deslizaba arras-trada por la corriente, un padre al que lasaguas le arrebataron de las manos esposae hijos, un árbol en cuyas ramas se refu-giaron durante tres días una veintena depersonas...

Al reseñar la devastación causada poreste desastre natural, se hizo evidente queel país tenía que disponer de un sistemameteorológico nacional con la organiza-ción necesaria para afrontar ese tipo deeventos.

El colosal proceso de recuperación na-cional iniciado tras la catástrofe, a másdel exhaustivo análisis de lo ocurrido,llevaron al perfeccionamiento y amplia-ción del sistema nacional de la DefensaCivil, al desarrollo de un gigantesco pro-

grama de obras hidráulicas y a la funda-ción del INSMET.

La diferencia esencial entre este cen-tro y los observatorios meteorológicos an-teriores consiste en que la función de in-vestigación y desarrollo está contenida ypriorizada en la misión de la institución, yse orienta a complementar de manera di-recta a la meteorología operativa; de esamanera se completa un ciclo dentro delcual investigación y pronóstico seretroalimentan recíprocamente. Otro as-pecto trascendente en el INSMET fue lacreación de una escuela dedicada a for-mar el personal especializado según lasespecificidades de la actividad en Cuba.Su matrícula inicial se integró con un grupode jóvenes bien preparados y entusiastas.Mario Rodríguez Ramírez (1911-1996),primer director del Instituto, debe ser re-cordado como eficaz organizador y líderde la actividad científica y docente du-rante esa etapa. La ciclonología tropicalfue su principal campo de investigación.

Al INSMET y a sus especialistas se debenla estructuración, entre 1965 y 1966, deuna densa red integrada por cincuentaestaciones meteorológicas y tres radares,la introducción de la tecnología para laimagenología satelital y su aplicación en lavigilancia remota de sistemas atmosféricos(1969), así como la aplicación de mediosde computo para la modelación matemá-tica (1967) y un primer Centro de Cálcu-lo (1982). La enumeración de muchosotros avances supondría escribir variascuartillas más.

Tras el paso de los poderosos huracanesCharley e Iván, en agosto y septiembre de2004, la ciencia del tiempo recibió nuevavigorización. El Estado asignó al ServicioMeteorológico Nacional un ingente volu-men de recursos destinados al mejoramien-

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to y modernización de la red sinóptica,donde tuvo importante papel una contri-bución generosamente aportada por laRepública Popular China.

Con ese paso se mejoró sustancialmentela infraestructura de la red nacional deestaciones meteorológicas, incluyendo suequipamiento instrumental e informático,así como la completa digitalización de lared de ocho radares, proceso que se debeen su totalidad al saber y la capacidadinnovadora de los ingenieros y técnicoscubanos. Es oportuno señalar que el Cen-tro de Radares del INSMET se localizaen la ciudad de Camagüey, lo cual expre-sa cómo el desarrollo científico y tecnoló-gico abarca a otras partes del país y noqueda circunscrito solo a la capital. EnCamagüey también había sido instaladaen los años ochenta del pasado siglo unaestación de sondeo atmosférico (LIDAR)que operaba con una técnica basada enel uso del láser.

Finalmente, en noviembre de 2005 seintroduce una nueva interfase visualpara la presentación diaria del pronós-tico del tiempo en los espacios informa-tivos de la televisión y se llega a la inte-gración del Sistema Meteorológico

Nacional, un concepto holista que arti-cula a todas las instituciones y entida-des que actúan en función de preservara la sociedad y la economía contra elpeligroso impacto de las fuerzas extremasdel agua y los vientos.

Quizás los behiques que antañoimpetraban a Guabancex y se espantabancon la temible voz del vendaval —hoyañosos y tardos en su faena— contempla-rán asombrados desde el otro mundo, cómolas actuales tempestades superan con cre-ces el poder destructor de aquellas que sesujetaban a sus primitivos ritos.

Si supieran cómo los factores antrópicosactúan en los fenómenos del cambioclimático y ejercen su potencial influen-cia sobre los desastres naturales debidos aeventos hidrometeorológicos, dirían,inmersos en el sahumerio de la cohoba,que el hombre contemporáneo lo tienebien merecido por haber violentado contanta arrogancia a la madre Naturaleza.Mientras tanto, la ciencia meteorológicacubana cuenta con ciento cincuenta añosde experiencias. Un vasto conocimientocuya excelencia constatamos cada vez queel trópico se agita bajo el influjo plurise-cular de Juracán.

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JOSÉ A. MATOS ARÉVALOS

Investigador. Miembro de la JuntaDirectiva de la Fundación Fernando Ortiz.

Fernando Ortiz en su empeño por diluci-dar y comprender los factores humanos dela cubanidad, consideró que el conoci-miento de las culturas y la historia nacio-nales eran vías eficaces para descolonizarlas relaciones sociales de dominación. Par-tidario del racionalismo científico, se auxi-lió de la etnografía en boga, la historia, laciencia jurídica o la arqueología, paramostrar la coherencia o los desajustes delHomo cubensis.

En 1913 escribió su primer artículo dearqueología titulado “Los caneyes demuertos”, que relata las exploraciones yexcavaciones del montículo funerarioGuayabo Blanco en la Ciénaga de Zapa-ta. Realizó este trabajo bajo la asesoría delos destacados científicos Luis Montané yCarlos de Torres. Su participación desdeentonces en los debates arqueológicos y

como miembro de la Sociedad Arqueoló-gica de Cuba, le permitió escribir en 1922la Historia de la arqueología indocubana,1verdadero ensayo crítico de los estudiosarqueológicos. Aquí expresa su preocupa-ción por las tergiversaciones de los hechoshistóricos de Cuba y en particular de laarqueología2 criolla. Una década despuésy siguiendo esta línea de investigación,en 1935, publica una nueva edición deeste texto, pero ahora refundido y aumen-tado como estudio introductorio al librodel arqueólogo norteamericano M. R.Harrington Cuba antes de Colón.3 En estaocasión señala que las causas del desco-nocimiento de la cultura aborigen cuba-na se deben

a la escasez de sus fuentes, a la injuriade sus contemporáneos, a la malicia desus explotadores, a la confusión de suscronistas, a la fantasía de los historió-grafos […] a la insipiencia etnográficay a lo incipiente de la penetración cien-tífica en ese campo de investigacioneshumanas.4

La visión crítica sobre las disciplinassociales se reproduce en esta edición am-pliada, como verdadero compendio y ba-lance de la arqueología cubana y antilla-na hasta 1935. Es, sin duda, un verdaderoreclamo a la implementación de la cienciaen los estudios arqueológicos. Ortiz, una

1 Fernando Ortiz: Historia de la arqueología indocubana. Impr. Siglo XX, La Habana, 1922.2 En abril de 1922 Ortiz también participó en el inventario de las cuevas de Punta del Este en Isla

de Pinos, donde se encuentran las pinturas o ideogramas precolombinos. Véase Fernando Ortiz:La cueva del templo. Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2008.

3 M. R. Harrington: Cuba antes de Colón, Colección de Libros Cubanos, La Habana, 1935,Volumen XXXIII. Traducida por Adrián del Valle y Fernando Ortiz.

4 Arqueología indocubana. 1935, p. 39.

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vez más, despliega su acostumbrada eru-dición y examen bibliográfico. En las pá-ginas de esta obra, propone como aspectoinnovador, los signos del mapa arqueoló-gico de Cuba, además de un estudio inte-gral del indio cubano en toda la amplitudde su significado antropológico, etnográ-fico, económico social e histórico.

Su inclinación por el tema aborigentambién aparece en la introducción querealizó para el título de la Colección deLibros Cubanos: José A. Saco. Historia dela esclavitud de los indios en el nuevo mundo,seguida de la historia de los repartimientos yencomiendas.5 Aquí recupera esta piezacapital en la historiografía cubana, dondese trata el tema de la esclavitud y la tesisdel exterminio violento de los aborígenes,a partir de los manuscritos de FrayBartolomé de las Casas, anotados y co-mentados por el insigne bayamés JoséAntonio Saco.

El componente aborigen no es un cabosuelto en el mosaico étnico cubano. Elconocimiento arqueológico demuestra laexistencia de una cultura “prehistórica”que ha dejado notables huellas en nues-tras costumbres, lenguaje y tradiciones. Lacubanidad se diseña, según Ortiz, desdediferentes disciplinas del saber. La arqueo-logía había entrado a jugar su rol en laconformación de un pasado que ya no po-día ser la simple vida de los aborígenes,recuperada por el movimiento ideológicodel siboneyismo, sino el estudio científicoy metódico que llevaba a cabo la Socie-dad de Arqueología adscrita a la Acade-mia de Ciencias de Cuba.

En su conocida obra Contrapunteo cu-bano del tabaco y el azúcar (1940), Fernan-do Ortiz dedica un capítulo complemen-tario, que bien pudiera ser un libro,titulado “Del tabaco entre los indoan-tillanos”. Sin embargo, a pesar de su ex-tensión, nos parecía que reservaba argu-mentos y notas para libros posteriores queestaba fraguando y esperaban su turno deedición, como fueron Las cuatro culturasindias de Cuba, publicado en 1943 y El hu-racán en 1947.

En Las cuatro culturas indias de Cubaretoma los estudios arqueológicos del Se-gundo Congreso Nacional de Historia(1943) y desarrolla sus argumentos a partirde los trabajos presentados en las sesionesde arqueología por el Dr. René HerreraFritot y el Ing. Juan A. Cosculluela titula-dos “Las bolas y dagas líticas, nuevo aportecultural indio de Cuba” y “Puntos funda-mentales de la prehistoria de Cuba”.

Nuestro trabajo ha de consistir —diceOrtiz— en valorar esas piezasarqueológicas, las bolas y las dagaslíticas, tratar de conocer su significa-ción tipológica en las culturas antilla-nas y su función en cada cultura, paralo cual habrá que interpretar todas suscaracterísticas integrantes, así las ob-jetivas que se puedan captar de suobservación (naturaleza y forma) comolas ideológicas que se puedan inferirde sus caracteres materiales (sustan-ciales y morfológicos) y de sus relacio-nes, sabidas o supuestas, con su am-biente social.6

5 Historia de la esclavitud de los indios en el nuevo mundo, seguida de la historia de los repartimientosy encomiendas. Habana, Cultural, 1932.

6 Las cuatro culturas indias de Cuba, Arellano y Cia, Habana, 1943. p. 3.

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A partir de estos textos introduce nue-vos conceptos y nominaciones de las pie-zas arqueológicas, nociones polémicas enlas controversias teóricas sobre la nomen-clatura aborigen.7 Considera que existie-ron cuatro culturas aborígenes en Cuba,que se pueden clasificar de la siguientemanera: la cultura primera o de GuayaboBlanco o Auanabey; la cultura segunda,la de Cayo Redondo o Guanajatabey; latercera, la Ciboney; y la cuarta, la Taina.

Sobresale como aspecto reiterativo enla metodología orticiana la valoración crí-tica de los conceptos científicos ya cadu-cos y vagos como: animismo, fetichismo,behiquismo y cemismo. Así como la nece-sidad, en ámbito académico, de divulgare implementar la antropología social, laetnografía comparada y la mitología pri-mitiva, como instrumentos teóricos paracalar profundamente en el mundo abori-gen cubano.

Sin embargo, de todas sus obras de ca-rácter arqueológico la que ha alcanzadosignificación universal ha sido El hura-cán,8 publicada por primera vez en Méxi-co por el Fondo de Cultura Económicaen 1947, y reeditada por la misma casaeditorial en 1984 y en el 2005. Este libro,en la actualidad, forma parte de los tex-tos de estudio en la carrera de Antropo-logía de diferentes universidades latinoa-mericanas. Si el Contrapunteo cubano deltabaco y el azúcar es una obra fundacionalen la antropología cultural, El huracán esprecursor de los estudios interpretativosen la arqueología.

La combinación de la imaginaciónantropológica y los estudios científicos sedan cita para calar en el conocimiento defenómenos vertiginosos, insólitos y llenosde misterio, como diría Ortiz. El discursoque en momentos llega a ser poético, lepermite caracterizar al huracán como elobjeto de una nueva arqueología interpre-tativa, no evolucionista ni difusionista. Sebasa en la interpretación cultural, en bus-ca de significados y símbolos que hablande la espiritualidad del mundo aborigen.

La observación minuciosa de piedrastalladas, ideogramas y pinturas rupestres,y su comparación con las culturas de otrospueblos de Mesoamérica o Sudamérica,le permiten a Ortiz hacer una reconstruc-ción ideal de los mitos y creencias de losaborígenes en torno a los símbolos del hura-cán, las tormentas y mangas de agua. Laimaginación científica de Ortiz construyeel imaginario posible del arte, la estéticay la capacidad intelectual del hombre abo-rigen cubano. Este método preludia la vi-sión del antropólogo norteamericanoClifford Geertz sobre la interpretacióndensa de la cultura.

El autor nos explica su forma de trabajoy sus intenciones:

al tratar de interpretar el simbolismode dichas figuras indocubanas hubimosde estudiar uno a uno y en conjuntotodos los elementos característicos queintegran su complejidad, para lo cualacudimos a los elementos morfológicosque ellas mismas traen consigo y luego

7 En la actualidad se discute la nomenclatura aborigen en Cuba. Para mayor información véase Catauro.Revista cubana de antropología, Año 11, No. 20, julio-diciembre de 2009. p. 6-75.

8 Ortiz preparó este trabajo en el Instituto Universitario de Investigaciones Científicas y de Ampliación deEstudios de la Habana, durante los cursos de 1944 y 1945.

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no solo a los datos arqueológicos e his-tóricos que tenemos referentes a losindios cubanos, sino a los de la etno-grafía y de la mitología comparada; tra-tando de combinarlos y razonar sus co-nexiones y las inferencias que de éstaspueden hacerse por la homología o ana-logía de los ejemplares cubanos conotros exóticos pero de valores equiva-lentes reconocidos; y, en fin, hubo depermitírsele a la intuición que fuerepropiciando hipótesis hasta dar conuna que fuese aceptable por satisfacerel mayor número de preguntas y ofre-cer las menores contradicciones.9

En todo caso, para apreciar plenamenteun simbolismo arcaico hay que analizar elsigno por sus elementos propios y por susantecedentes y relaciones, conocer las in-terpretaciones que de él se hacen en el paísdonde tuvo vida y en aquellos de análogosestados de cultura, y luego estudiar los cie-los, el paisaje y el ambiente social en quela significación del símbolo era entendida.10

Ortiz inicia el contrapunteo de símbo-los en un diálogo de interpretaciones, li-gados a los hechos sociales concretos, almundo público de la vida común.

El huracán como fenómeno meteoroló-gico es interpretado por Ortiz a partir delas figuras constituidas por una cabeza ydos brazos alabeados, curvos, sin codos,que denuncian la idea de movimientohacia la izquierda en el mismo sentido derotación de las trombas, ciclones, rabos denubes y tifones. Sin embargo, no basta con losobjetos arqueológicos depositados en mu-seos o galerías de arte para comprender

este fenómeno, habría que examinar, paracompletar esta visión del huracán, la menta-lidad de los cronistas y conquistadores espa-ñoles, y la mitología y creencias indígenas.

Múltiples son los factores que definenun símbolo, entendido como una totali-dad cultural, por ello Ortiz acude al aná-lisis de símbolos universales sobre los fe-nómenos atmosféricos: el viento, elhuracán, la lluvia, el rayo. Indaga en lossímbolos, mitologías y folclore de los pue-blos en diferentes continentes. Registralas espirales y la familia de símbolosespiroideos; los símbolos sigmoidales, laesvástica; los símbolos cruciformes y eltriángulo escalerado. Evalúa la similitudcultural de los dioses atmosféricos deMesoamérica y México, entre ellos: laSerpiente Emplumada (dios de viento yla respiración para los mayas), Kukulkán,Chac (dios de la lluvia maya), Ehécatl(dios del viento en los aztecas), Tláloc (diosazteca de la lluvia, el trueno y el relámpa-go), e indaga además sobre la presenciade estos dioses atmosféricos en el norte yen el sur de América.

También identifica al dios unípede o“de una sola pierna” en América y el Vie-jo Mundo, a la serpiente, al dragón, a losdioses proboscidios. Compara los dioses delhuracán con los dioses del terremoto. Su-pone que el huracán estaba representadoentre los indios por los caracoles al igualque en otras culturas llamadas “primiti-vas”. Y concluye con un estudio de los jue-gos y bailes giratorios, en particular con ladanza del huracán.

La vocación por los estudios cubanos deFernando Ortiz y su talento de investigador

9 Huracán. Introducción.

10 Ídem, p. 14.

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le permitirán ampliar su visión antro-pológica y captar, desde esta disciplina delsaber, el carácter cubano de la arqueolo-gía aborigen.

Nuestro sabio no terminaría su libro sinrecordar que el símbolo del huracán es el

símbolo aborigen más significativo de laprehistoria cubana, emblema de vitalidady creación, solo comprensible y auténticoen su relación universal, al igual que lo esla canoa y los tres juanes de la Virgen dela Caridad del Cobre. C

NUBES, DE TOMÁS SÁNCHEZ. CASEÍNA SOBRE PAPEL, 35,5 X 50 CM, 1986.

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LILLIAM MOREIRA

Historiadora. Universidad de La Habana.

Después de casi dos décadas de haber leí-do por primera vez El huracán, esa magní-fica obra de nuestro polígrafo mayor, donFernando Ortiz, lo vuelvo a redescubriren esta nueva lectura que debí realizar alos efectos de este Seminario.

Deseo destacar en primer lugar que elgran sabio cubano no solo presenta unaobra erudita, de lectura amena, sino quenos recuerda cómo debe ser una verdade-ra investigación, que en este caso, aúnalos conocimientos arqueológicos, etno-lógicos y de la historia comparada. Desdeel punto de vista metodológico, se estáante una investigación multidisciplinariareunida en el trabajo de una sola personaque, no obstante haber sido escrita y pu-blicada hace ya sesenta y dos años, poseeuna gran modernidad y conserva plenavalidez en sus concepciones fundamenta-les. Considero asimismo como un aspectode gran importancia el hecho de que, através de su obra, nos enseña o nos re-cuerda formas y modalidades de trabajoque a veces se han dejado de aplicarsistemáticamente o no siempre se han in-corporado en toda la dimensión de la ri-queza que pueden aportar.

Como profesora de Historia, siempreávida de conocimientos, en aras de am-

pliar mi acervo cultural y también con elinterés de aplicarlo a la docencia, quieroexpresar que no solamente aprendí, omejor dicho reaprendí, con la nueva lec-tura de esta obra, sino que me motivómuchísimo los símiles y comparaciones enlos estudios que Ortiz realiza sobre la mi-tología de la antigüedad, entendida ensu más amplia expresión, y me entusiasmónotablemente a fines de poder incorpo-rarlos también a las clases que imparto enla Universidad de La Habana.

Es que leyendo El huracán se aprendemucho: además del interés revelado porla simbología, las significaciones y repre-sentaciones de los huracanes, el autordedica varios capítulos a narrar y analizarlo acaecido entre las diversas culturas dela antigüedad relacionadas con este me-teoro. Analiza las sociedades del Medite-rráneo oriental, pero también más allá deél, en la India y China y, en el otro extre-mo, en Italia e Iberia. Estudia los símbo-los, representaciones y conocimientos ar-queológicos relativos al tema de suinvestigación, desde luego que en el áreacaribeña y particularmente en Cuba, asícomo en las dos Américas indígenas. Lariqueza de la información que ofrece esrealmente invaluable. Hoy día no nos re-sultaría sencillo, y así hay que reconocer-lo, llevar a cabo una pesquisa tan abarca-dora en sus casi setecientas páginas. Noobstante, dado el tiempo transcurrido des-de su publicación, posiblemente se hayanincorporado nuevos hallazgos arqueológi-cos que puedan ampliar sus indagaciones,aunque no en la inmensa mayoría de susplanteamientos

Al estudiar los simbolismos, la forma enque pudo ser representado ese temido ytemible fenómeno que nuestros antepasa-dos aruacos llamaron huracán o juracán,

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y las más diversas formas devastadoras quelo acompañaban, intenta aproximarse a lamentalidad y a la concepción que sobreel particular debieron tener y sentir losintegrantes de aquellas sociedades, cuyosconocimientos del mundo que los rodea-ba eran aún limitados.

En los doce capítulos de su vasta obra,además de plantear hipótesis y hacerinferencias o deducciones, compara, comoseñalé, con lo acaecido en otras socieda-des de la antigüedad. Adelanta explica-ciones y deducciones sin abusar de ellas,así lo plantea el autor, los símiles solo losintroduce cuando resulta viable e impres-cindible, luego de una amplia explicación,análisis e interpretación, a la vez que emitesus conclusiones y puntos de vista.

Tarea compleja fue la emprendida pordon Fernando, en su afán por desentrañarel simbolismo de los signos esculpidos orepresentaciones realizadas en petroglifosen estalagmitas o en cerámicas, cuyas for-mas o materializaciones poseen un altonivel de abstracción. En los estudios em-prendidos el autor va más allá de la sim-ple concepción decorativa para conferirleun contenido interpretativo y simbólico.Supera los criterios más tradicionales quemuchas veces los consideraban como sim-ples dibujos a los que solo se les describíay se les adjudicaban nombres que recor-daban otras formas vinculadas a la actua-lidad. Intenta, además, ubicarse en elmundo de esos actores, captar sus menta-lidades, sus maneras de expresarse, sustemores, sus formas de relacionarse con elmedio y con esos “seres” humanamente in-visibles, pero que desatan las furias de lanaturaleza y del cielo, como es el caso delhuracán, objeto de su estudio.

Los símbolos y representaciones reali-zadas por los indocubanos, de forma simi-

lar a lo acaecido en otras culturas sin es-critura, requieren de una interpretaciónpor parte de los estudiosos, aunque gene-ralmente ello resulte complejo y debenadelantarse hipótesis, pero al final hay quebuscar aquella o aquellas más fundamen-tadas, más viables y asumirlas, como biendice don Fernando.

En el primer capítulo de su obra pre-senta ocho ejemplares de lo que puedeconsiderarse el símbolo de Guabancex, ladiosa que representa al huracán, la deidadfemenina, aunque después vamos a verque Ortiz dice que también es masculina,y el porqué. De estos ocho ejemplares quepresenta, hay uno, que estaba en poderde Alfredo Zayas. Como solo lo vio cuan-do había ya finalizado la investigación, nopudo reproducir su imagen.

A don Fernando le correspondió, ade-más, el mérito de localizar la simbologíadel huracán en las cerámicas aborígenes,cuando Harrington solo comentó que es-taban en posición rara, pero evidentementeno llegó a desentrañar su significado. DonFernando enumera diecisiete caracterís-ticas de esas figuras simbólicas, pero con-cluye que lo esencial del símbolo pareceestar en la sigmoidea, es decir, los brazosen forma de ese o letra sigma, dando ideade una posición rotatoria. Se trata, dice,de un personaje mítico, ¿cuál debe ser?,es una pregunta, una interrogante que élse plantea, y a partir de ella escribe másde seiscientas páginas en la búsqueda delas mejores respuestas.

Ortiz considera que esos ejemplaresconstituyen el símbolo de Guabancex yfueron localizados en la región orientalde Cuba hacia la costa sur. Describiócada una de ellos y destacó que lo quelos asimila al huracán son las formas desus brazos.

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El ejemplar I, figura 1, está esculpidoen el pecho y el vientre de una figura pé-trea de mayor tamaño, sin brazos y sin pier-nas. El brazo derecho se eleva de formacurva hasta terminar en la cabeza y finali-za en una mano de cuatro dedos, o pudoser de cinco y uno de ellos roto, en tantoque la mano izquierda se ubica hacia elvientre en forma curva y en sentido contra-rio, con la mano en el centro del pecho.

El ejemplar II, figuras 2 y 3, son simila-res al anterior, aunque el brazo elevadono llega hasta el pecho. El derecho nue-vamente es el que va hacia lo alto y elizquierdo también curvado hacia abajo.

El ejemplar III, figura 4, está esculpidoen un trozo de piedra. Los brazos en elmismo sentido que los anteriores. Las ma-nos abiertas con sus dedos y los ojos, igual-mente abiertos, como en las otras repre-sentaciones. Fue localizado en PlayaLarga, Santiago de Cuba.

El ejemplar IV, figura 5, fue esculpidoen una piedra plana con brazos y cabezassimilares a las ya descritas. Sin cuello y,en las muñecas dos estrías. Fue encontra-do en Playa Larga, Berraco, Santiago deCuba.

El ejemplar V, figura 6, está realizadoen diorita. Los labios tienen rebordes comoen las figuras I y III y está inserto en otrade mayor tamaño. El autor considera quese trata de una representación heterodoxa.

El ejemplar VI, figura 7, se encuentraen una cerámica, encontrada por MarkHarrington y sigue los lineamientos orto-doxos, es decir brazo derecho curvadohacia arriba, mientras el izquierdo curva-do hacia abajo.

El ejemplar VII, figura 8, es parte deun ceramio localizado en Imías, Guan-tánamo. Esta representación no tiene lastípicas líneas transversales, sino una ra-

nura horizontal, coronada con cuatrolóbulos. Se trata también de un ejem-plar heterodoxo, localizado por MarkHarrington.

Finalmente, hace referencia al ejem-plar que estuvo en poder de Alfredo Zayas,encontrado en las cercanías de Guantá-namo, esculpido en piedra. Lo que llamala atención es que se invierte la posiciónde los brazos, en comparación con las an-teriores y también porque existen dudasen cuanto a su autenticidad.

Por otra parte, también debemos recor-dar que Racso Fernández y José B.González, en El enigma de los petroglifosaborígenes de Cuba y el Caribe insular, reali-zan un interesante estudio de otros ídolossemejantes, uno procedente de El Man-go, en Granma y otro en Guantánamo y,también hacen un minucioso estudio deun conjunto localizado en una estalactitade la Cueva de la Patana, en Maisí, queellos analizan como la relación entreCorocote y Guabancex.

Según expresa don Fernando, cierta-mente esas figuras, o figuraciones, resal-tan la idea de rotación, vinculadas al hu-racán y a otros fenómenos rotatorios. Elhuracán es el más destructor de ellos, abar-ca una enorme extensión y destruye todoa su paso. El tornado es más localizado, ypuede verse, es decir, uno ve el procesodel tornado; el huracán no, el huracán esun fenómeno que arrasa el viento que corre,pero no se le puede, digamos, localizar espe-cíficamente, ya que abarca extensionesmuy amplias.

Los cronistas expresaban que los “na-turales”, por ciertos signos, debían prede-cir los huracanes, porque Ortiz utilizó mu-cho las crónicas, entre otros especialistasde distintas áreas del orbe, para ir hacien-do sus planteamientos. Dentro de estos

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signos que él menciona refiere el estadode las nubes, la situación del mar y el com-portamiento de los pájaros. Los españo-les van aprendiendo también mucho delos huracanes a partir de la experienciaque los aborígenes les fueron transmitien-do debido al aprendizaje empírico des-pués de cientos de años de observarlos ysufrir sus embates en la mayor de las An-tillas.

Señala así mismo, cómo la espiral, ensu forma más sencilla, es la representacióndel huracán; esa forma se puede observaren diversas manifestaciones de la natura-leza, nos dice él, y pone distintos ejemplospero, le dedica en uno de los capítulos unacápite especial al caracol. Particularmen-te la presencia, sobre todo, de los grandescaracoles, como el tritón, el cobo, utiliza-do por ellos como alimento, para prepararsus vasijas y como instrumento de comuni-cación o musical. Esa espiral que constan-temente veían y que de alguna forma uotra pudieron haberla asociado al huracán.

Considero muy importante el señalamien-to que realiza cuando expone que “la re-presentación indocubana del huracán es laúnica que presenta esta forma”, y esto seríauna peculiaridad, la presencia de la cabeza,sin troncos, sin otra manifestación que laforma de los brazos alabeados y la figuraciónde un pequeño rostro. El investigador sedetiene cuidadosamente cuando se refiereal rostro. Se pregunta si se trata de una ca-lavera, por las características de la bocainforme y los ojos hundidos. Concluye queno lo podemos saber, pero, en definitiva,no es tan importante; bueno, no lo diceasí, pero la esencia, de lo que expresa esque no es tan importante.

Recordemos que para los integrantesde estas comunidades, el muerto no es unmuerto como lo concebimos nosotros, tiene

también vida, porque el muerto puedecorporeizarse. Los famosos “espíritus” a losque hacía referencia Ramón Pané. Estemencionó que los opitas u operitos por lanoche se materializaban, y por eso decíaque había que tener mucho cuidado por-que parece que los opitas eran muy tra-viesos y por la noche se introducían enlas hamacas de las mujeres. Por eso, anteesa situación había que palparle el om-bligo, porque si no tenía ombligo era unmuerto. Esta es una forma, hay muchísi-mas más, para explicar que esos espíritusno morían, según nuestra concepción delmundo, de la vida y la muerte, ya queactuaban, según sus mentalidades, direc-tamente en la sociedad.

Y aquí hay una frase que la tomé tex-tual de lo que dice don Fernando porqueme resultó novedosa en relación con loque he leído hasta entonces: “El huracán,por veleidoso, se da como mujer, aunquepor su autoritarismo implacable era sobre-natural y sobrehumano, y era hombre”.

El juracán no viene solo, además de losfortísimos ventarrones están las lluviastorrenciales y por eso en la mitología taínanos encontramos con la deidad que lo re-presenta, femenina y hombre a la vez deacuerdo a la explicación que brinda Ortiz.Contaba con el apoyo de otros dioses quehacían las veces de pregoneros, heraldos,o mensajeros. Uno de ellos, Guatauba, lle-vaba las órdenes a otros cemíes para quelo ayudaran a hacer mucho viento y agua,mientras que a Coastriquie le correspon-día recoger las aguas en los valles de lasmontañas y después dejarlas correr hastaque las avenidas destruyeran el país, esdecir, hay una asociación del huracán conotros fenómenos que generalmente vie-nen asociados. Aquí se está ubicando a ladiosa del huracán en un nivel superior al

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de los otros cemíes que contribuían a ha-cer de ese fenómeno todo lo devastadorque nosotros conocemos.

El autor también relaciona al huracáncon las piedras de rayo, y me parece quetambién no deja de ser interesante, paraaquel que no haya leído todo El huracán,cómo la esvástica fue encontrada enAmérica en distintos lugares. No fue unacreación europea, aunque tenía otra con-notación, simplemente estaba reflejandolos cuatro puntos cardinales. En la inter-pretación de don Fernando el símboloindocubano representa al dios de las tem-pestades en el paroxismo de su terribledinámica rotatoria, en danzas del hura-cán. A la danza del huracán está dedica-do el capítulo XII, realmente muy intere-sante e ilustrativo.

No obstante, en un pasaje de su obrarelaciona las nubes cargadas de agua conla tortuga, cuando en la mitología arauca,según los estudios lingüísticos, la vincu-lación se hace con la serpiente parda. Enlas conclusiones señala que fueron sím-bolos icónicos de dioses del ciclón y detoda tempestad, Guabancex, Maboya o dejuracán. Verdad es que Maboya se consi-deraba un espíritu maligno, pero ¿seríarealmente símbolo del huracán?

Como estamos en un Seminario, y a míme surgieron algunas interrogantes en lamedida en que leía la obra, creo que seríabueno que pudiéramos intercambiar, yaque nos hemos reunido especialistas dediferentes áreas. Por eso propongo comoalgunas de las cuestiones que pudiéramosdebatir, las siguientes:

1. Don Fernando se planteó que la figurasigmoidea pudiera ser no solo el símbo-lo de Guabancex, deidad del huracán,sino que también pudiera estar asocia-

da a otros meteoros del cielo, del mar,como las trombas, y de la tierra, comolos terremotos, pero termina en ciertamedida desechando esa idea.

2. Me llama la atención que en la página91 señale que del huracán en sus dis-tintas expresiones dependía toda la or-denación de la vida económica, y este(el huracán) tendría sus adeptos. Nollego a vislumbrar que realmente elhuracán o Guabancex como la deidadrepresentativa, simbólica, de ese fenó-meno devastador, tuviera adeptos espe-cíficos, porque en realidad ellos cono-cían la destrucción que el huracán traíaconsigo. Por otra parte, tenían otradeidad, que no era la diosa del hura-cán, a la cual oraban para pedirle quelloviera, Boinayel, el espíritu de la lluvia,uno de los gemelos que se encontrabanen la gruta, el otro era Marohú, espíritudel tiempo despejado y, según relatabaRamón Pané, cuando ellos querían quelloviera se internaban en la gruta y lepedían que les enviara el agua.

3. En la página 95, donde don Fernandorelaciona Huracán, Guabancex yMaboya, como un personaje primordial;a mí me parece que en realidad Maboyatiene una connotación de espíritu ma-ligno, mucho más amplio que el espe-cífico del huracán.

4. En la página 591 asocia a Corocote conel viento y las lluvias, y es muy intere-sante, porque ahí habla de los remoli-nos, de los niños que nacen junto a losremolinos, en fin, realiza una ampliaexplicación sobre el particular, perobueno, a mí me llama la atención estarelación de Corocote con el viento ycon las lluvias, porque en realidad lafunción de Corocote en este mundo,por lo que hemos leído de los cronistas,

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estaría más relacionada con la procrea-ción que con el viento y con la lluviaen sí.

5. La deidad de Zayas, ¿debe considerar-se una falsificación o no?

6. Además de las ocho representacionesdel huracán que estudió don Fernandose han localizado otras en Cuba y si-guen siendo las únicas representadaspor una cabeza y los brazos alabeadosen el área antillana.

Solo me resta recordar, para terminarmi intervención, que para tener un cono-cimiento más profundo de esta exhausti-va investigación, hay que leer la obra, yhay que releerla, y volverla a leer, porquecon una sola lectura podemos tener unaaproximación, pero hay que estudiarla, yocreo que el término adecuado no es leer-la, sino estudiarla, para poder extraer todolo que don Fernando nos está transmitien-do en El huracán. C

CAZADORES DE NUBES, DE TOMÁS SÁNCHEZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 112 X 152 CM, 1986.

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LOURDES DOMÍNGUEZ

Gabinete de Arqueología, Oficina delHistoriador de la Ciudad de La Habana.

Quiero agradecer a la Fundación Fernan-do Ortiz que nos haya invitado a partici-par en este Seminario sobre el tema delHuracán, ya que es verdaderamente in-teresante la tormenta de ideas que se nospresenta, la cual nos ayuda a repensar to-dos los aspectos que se traen a debate.

Cuando se pensó en hacer unareedición cubana de El huracán, de Fer-nando Ortiz, recuerdo que la compañeraTrini nos convocó a participar en este inten-to, y a tomar, desde un punto de vista ar-queológico, algunos de los elementos quedon Fernando Ortiz utilizó para este libro,y nos dimos a la tarea de analizar, a partirde lo que decía don Fernando en ese Capí-tulo I, que es donde trata de los ídolos, yespecíficamente buscar, la validez de estos.

Tomamos algunos criterios de investi-gadores muy respetados, sobre todo enSantiago de Cuba, que hicieron un traba-jo específico en el Museo Bacardí en rela-ción a estos ídolos que don Fernando uti-lizara para el trabajo de El huracán. Deacuerdo a algunos de estos criterios, losídolos, en su gran mayoría, son falsifica-ciones, opinión que no comparto.

En el libro El huracán, el sabio cubanodon Fernando Ortiz lanzó su teoría de la

representación del huracán a partir delestudio de una serie de piezas arqueológi-cas analizadas por él, y que forman partedel acervo patrimonial en nuestro país;también existe el trabajo de Racso Fernández,excelente y exhaustivo, que comprende,en algunos momentos, algunos de estosídolos utilizados por don Fernando.

Casi todos los ejemplares van a ser en-contrados en la parte sur de Santiago deCuba a Guantánamo, o sea, lo que corres-ponde a esa franja sur, pegada al mar.

Don Fernando habla de cada uno deestos ídolos, y sobre todo, de su motivodecorativo específico, o sea, el monogra-ma, lo que está en la parte ventral de es-tos ídolos, hay algo especial de lo cual donFernando nunca habló, que es la represen-tación antropomorfa de la cara, de dondesalen estos brazos en posición sigmoidea.Estas caritas son representaciones quegeneralmente las hay en todo el Caribe,esta carita en forma de corazón, con lascuencas de los ojos profundas, vacías, laboca extremadamente abierta, esa represen-tación cadavérica, que algunas veces seplantea que es una calavera, otras veces quees un simio, esto es una representacióngeneral en toda la lapidaria del Caribe.

De Playa Larga, también se representaun ídolo con algunas características se-ñalizadas, sobre todo el tratamiento de lasmanos con la muñequera, aspecto impor-tantísimo que, desde el punto de vista delarte, es una de las señalizaciones que de-muestra que este trabajo está realizadopor los aborígenes, porque ninguna per-sona que haga una falsificación puedetomar en consideración estos elementos, yestas son palabras de Rivero de la Calle,no puede tomar en consideración elemen-tos tan sencillos como estos, son elemen-tos muy sencillos, pero que un verdadero

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ASA DE UNA CAZUELA DE BARRO. SE PRESENTA ENUN DIBUJO, PERO EL EJEMPLAR ESTA EN EL MUSEO

DE LA UNIVERSIDAD DE ORIENTE.EL AUTOR PLANTEA QUE ES DEL MUSEO BACARDÍ

Y ES TRABAJADO POR HARRINGTON EN SU LIBRO. LUGAR LA CHIVERA. IMÍAS. BARACOA.

EJEMPLAR HECHO EN BARRO DE 5.4 PULGADAS.ENCONTRADO POR HARRINGTON.

LÍNEA LONGITUDINAL EN LOS BRAZOS, NO SEENCUENTRA EN OTROS EJEMPLARES.

LUGAR DE APARICIÓN: IMÍAS, PROVINCIAS ORIENTALES.

BLOQUE DE PIEDRAESCULPIDO CON RELIEVE ENLA REGIÓN PECTOVENTRAL.PRESENCIA DEL MOTIVO

SIGMOIDEO.PLAYA LARGA,

BERRACO, ORIENTE.EN EL MUSEO BACARDÍ,

SANTIAGO DE CUBA.ALTURA: 1 M.

ESCULPIDA EN BLOQUE.ENTIDAD ANTROPOMORFA CON CABEZA,

CUELLO Y TRONCO.MOTIVO CENTRAL SIGMOIDEO.

ESCULPIDO AL RELIEVE EN LA REGIÓNUMBILICAL.

ENCONTRADO EN PLAYA LARGA,CUEVA CAZONAL,

ORIENTE DE CUBA.ACTUALMENTE EN EL MUSEO

BARCARDÍ.ALTURA: MÁS DE 1 M.

PIEZA REALIZADA EN DIORITA.HERRERA FRITOT LO CALIFICÓ DE

MÓDULO DESTRALIFORME.PRESENTA EL MOTIVO EN EL ÁREA

VENTRAL.EN LA PORCIÓN UMBILICAL PRESENTA

ESCULPIDA LA FIGURA.HAY UNA POSIBLE TALLA POSTERIOR CONMETAL, ACENTUANDO LOS OJOS Y BOCA.TAMAÑO 7 (191 CM DE LONGITUD Y

8.5 CM DE ANCHO.NO TIENE PROCEDENCIA.

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conocedor del arte aborigen se percata deque esas cosas se reiteran y se magnificanen un determinado momento.

Considero que puede haber en todos losídolos un trabajo posterior con metal, deincisión extra al original. Generalmente enestas épocas de ventas, todavía hay quie-nes se dedican a utilizar los elementos ar-queológicos y reelaborarlos para su mejoraceptación en la compra, y estos ídolos fue-ron adquiridos por el Museo Bacardí, nosabemos si hay una acentuación de algu-nos de los elementos de estos ídolos que seencuentran hoy expuestos en el Museo.

La existencia de otro ejemplar estámarcada en el libro, y plantea Ortiz que aél no le fue dada la oportunidad de ver elídolo de Zayas. Este ídolo se encontrabaen el Departamento de Arqueología, y fuedescartado en 1972, botado a la basurapor el doctor Ernesto Tabío, planteandoque este era un ídolo apócrifo, porque to-dos los ídolos del huracán no eran váli-dos; esa era la teoría desgraciadamente.Yo recogí ese ídolo, como recogí muchísi-mas otras cosas más

Y releyendo el Capítulo I de don Fer-nando, busqué inmediatamente la obrade Zayas, y me encontré que es el ídolo deZayas lo que tenía yo guardado, y lo voya donar al Gabinete de Arqueología.

Si don Fernando hubiera podido ver yestudiar este ídolo, hubiera categorizadototalmente su visión del huracán, porqueesta es verdaderamente la visión del hu-racán, con la forma acodada de sus bra-zos, con los elementos específicos de la fi-gura acorazonada central, o sea, es elejemplar que le faltó verdaderamente es-tudiar; por eso yo no creo, como él al finaldice, “lo vi y me parece que es falso”, pa-rece que le dieron otro, y entonces él noentendió verdaderamente el sentido, sidon Fernando hubiera visto este, hubierapor lo menos podido tener más seguridaden todo lo que estaba lanzando, aunquetodo lo que dijo del huracán es cierto. Esteídolo es un ejemplar único, está hecho deuna estalagmita, y envidiablemente, tieneun retrabajo con metal, vemos que tienealgunos elementos en los cuales está inci-sivamente más trabajados algunos de loselementos de su decoración, pero no dejade ser ninguno de ellos tan originales comocuando los estudió don Fernando, al cual,indiscutiblemente, nadie le podía poneruna falsificación. C

ALFREDO ZAYAS EN 1914 EN SU LEXICOGRAFÍA ANTILLANA,(PP. 168 Y 169) SOSTIENE QUE EL EJEMPLAR VIII ES UNÍDOLO ENCONTRADO EN GUANTÁNAMO, DE PIEDRA ARCILLOSA

DE LA LLAMADA LAJA, DE 12 PULGADAS DE ALTURA Y4 PULGADAS DE BASE, QUE LA PARTE SUPERIOR ES UN

ROSTRO HUMANO DE BOCA REDONDA RODEADA DE UN BORDE,CON OJOS CUENCA PROFUNDA Y TIENE CEÑIDA EN LA FRENTEUN CINTO O DIADEMA QUE, DE TRECHO EN TRECHO, PRESENTACÍRCULOS BAJO RELIEVE. EN EL PECHO PRESENTA UNA CARA

MÁS CHICA Y DEBAJO DOS BRAZOS, UNA MANO EN LACABEZA Y LA OTRA EN LA REGIÓN PECTORAL. ORTIZ EN SU

LIBRO PLANTEA QUE NO LO CONSIGNA POR NO HABERLOPODIDO VER, PERO DE HABERLO ESTUDIADO HUBIERA DADO

MUCHA LUZ AL PLANTEAMIENTO DE SU OBRA.

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AMAURI GUTIÉRREZ

MARIANA SERRA

Filólogo, poeta y ensayista. Profesor de laUniversidad de La Habana.

Filóloga. Profesora de la Universidad de LaHabana.

Los imaginarios del huracán en el contextoinsular cubano son, desde luego, muy ante-riores a la fecha convencional en que se ini-cia el proceso literario en Cuba. Antes de laescritura de nuestro poema inaugural, el Es-pejo de Paciencia (1608), el misionero Ra-món Pané daba cuenta del huracán dentrode las cosmogonías prehispánicas en las An-tillas Mayores. Ese texto ha sido excluidopor la historiografía y la crítica literarias, conla excepción de José Juan Arrom. Con elpaso del tiempo, estos imaginarios se hanvuelto más versátiles, sincréticos y com-plejos. Trascienden las simbolizaciones enlos textos orales y escritos. Podemos en-contrar hoy infinidad de canciones, dan-zas, filmes y representaciones artísticas conotros lenguajes que lo tematizan de unaforma u otra. Por esta razón, no pretende-mos agotar el cúmulo de obras que inte-gran el repertorio elaborado a parir de nues-tra investigación. Para esta exposición hemosseleccionado aquellos textos que puedenconsiderarse paradigmáticos ya sea tanto por

sus valores estéticos como por las noveda-des que introducen en el discurso.

A lo largo de los siglos XVIII y XIX se escri-ben dos poemarios dedicados íntegramente ala temática del huracán. El primero de elloses Poètica Relazion Christiana y Moral (1768),de Juan Álvarez de Miranda (1723-?), unteniente de infantería irunés de El Morroquien inaugura la temática en la literatu-ra entonces criolla. Para él, el huracán esun castigo divino. Se inserta en toda unatradición literaria catastrofista propia de lodieciochesco, sobre todo a raíz del terre-moto de Lisboa en 1755, perpetuado en clá-sicos de la etapa como es el Cándido deVoltaire. En el caso de Cuba, están comoantecedentes la Carta Pastoral del ObispoMorell y el extenso poema de Miguel JosephSerrano, ambos a propósito del terremotode Santiago de Cuba de 1766.

El poema de Juan Álvarez de Mirandaaborda algunos tópicos que después se-rán recurrentes en la literaturacatastrofista. Se describen los destrozosprovocados por el meteoro y las medidastomadas por el gobierno civil a propósitodel mismo, pero, sobre todo, se describenlos pecados cometidos por los habanerosque provocaron la ira divina. Entre estosúltimos, le cabe el mérito de haber seña-lado a la esclavitud como un mal moral.Esta visión del huracán como castigo divi-no desaparece poco a poco a lo largo delsiglo XIX. No obstante, en el poema “Enuna tempestad”, de José María Heredia,también se ve al huracán como una con-secuencia de la voluntad divina: “Al tro-no del Señor: oigo en las nubes/ El ecode su voz; siento a la tierra/ Escucharle ytemblar”. Igualmente en los poemas in-éditos de Pedro Santacilia, “El hura-cán del 5 de octubre de 1844” y “Sal-

* Este ensayo es parte de un estudio más amplio que abarcará este tema hasta nuestros días.

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mo por el huracán del 5 de octubre de1844”, se mantiene esta idea del castigopor los pecados y de la necesidad de arre-pentimiento propia del catolicismo. Porejemplo, clama en el primero: “¡Misericor-dia! […] ¡Piedad! ¡Perdón!” y en el segun-do: “¡Misericoria Dios! […] ¡Piedad, padreiracundo!”. Así mismo lo hace RosaMarrero Caro: “Piedad, Piedad, Señor”.

El huracán no solo representa la omni-potencia divina propia de la concepcióncatólico cristiana, hay analogías con el torobravo más cercanas al paganismogrecolatino y, según Arrom, hay aproxi-maciones a las cosmogonías aruacas. Tam-bién la Avellaneda, Francisco Orgaz oRosa Marrero Caro aluden al toro a tra-vés de la metonimia del bramido. Ambosno expresan un sentimiento de temor sinode entusiasmo, tal y como lo hace más tar-de José Camilo Olivares en el segundopoemario de la literatura colonial dedica-do al tema, El Huracán (1844), donde des-cribe la furia del meteoro: “Con júbiloentusiasmado”. Heredia es de los prime-ros en manifestar la identidad del sujetolírico y la del meteoro: “El huracán y yosolos estamos”.

La metáfora decimonónica del huracánes eminentemente romántica como corres-ponde al interés de esta corriente litera-ria por los paisajes y la naturaleza cuba-nos. En muchos de ellos se percibe ciertotono invocatorio como es el caso deHeredia: “Huracán, huracán […] Llega[…] Levanta […] Cae”, o de laAvellaneda al clamor: “Del huracán espí-ritu potente, […] Ven […] Ven […] Ven”,o de Francisco Orgaz: “Venid en torno demi frente herida, /Y ahuyentad esta cal-ma aborrecida […] Sí, huracanes, venid,que enardecido / Sienta un infierno des-trozar mi frente […] Por eso la inacción

he maldecido, / Y he implorado por esoal huracán”. En otro poema, “La calma”,se lamenta de que: “Ayer fue el huracán,y … ¡Oh siempre sea!/ La calma emperoa sucederle pasa, […] Dejad que el ge-nio arrebatado gire/ de borrascas y glo-rias avariento”.

Hay en todos los románticos una deifi-cación del huracán como fuerza de la na-turaleza, como lo hace Juan ClementeZenea: “El dios del huracán envueltopasa”, y es “¡Hora fatal de angustias y pesa-res! […] Y nos ponemos a rogar por todos”.

Hay toda una tradición de la lírica ro-mántica que hace crónicas del sucesocomo es el caso del poemario El Huracán,de José Camilo Olivares, o el poema “El díade la tormenta”, de Francisco Poveda. Eneste último se subraya el carácter apocalíp-tico de los sucesos: “¿Será que acabandoel mundo / el cielo se nos desploma?”, o elprimero al decir: “Del trágico huracán,armipotente”.

Néstor Cepeda tras la explosión vio-lenta del huracán aconseja: “No temas,no”, porque: “Yo aguardo tras la tem-pestad bravía / lumbre feliz de prósperabonanza, / do, como el sol naciente, alcielo suba/ el astro nombre de mi patriaCuba”. El huracán aquí crea una expec-tativa a lo que va a venir después, quesiempre debe ser mejor.

El sujeto lírico en “Tarde tempestuo-sa”, de José Jacinto Milanés, asume el rolde consejera ante las consecuencias de“la horrible turbonada”: “Y son muchas lascongojas/ saber que a mi despecho estan-do así del pecho, / te expones y te mojas /si acaso no te enojas… / Tú esposa soy, teadoro: / Y al ver como te alejas repara comolloro”. Obviamente, la preocupación eshacia la individualidad del ser querido, yno como en Zenea que tiene un sentido

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más social. No obstante la puerilidad conque expresa este sujeto lírico su preocupa-ción, el poema de Milanés posee la mismamusicalidad de otras composiciones másdestacadas. A lo que contribuye elritornello: “La noche se acerca, la tarde seva: / si el viento te coge, ¿de ti que será?”.

Tal vez por el rechazo hacia toda la crea-ción natural y la preferencia por los artifi-cios de la mente humana, los escritoresmodernistas dejaron de lado la temáticadel huracán. Precisamente por eso no ex-traña que sea Martí la excepción.

Hay entre Martí y José María Herediaun parentesco acerca de la intimidad en-tre sujeto lírico y el huracán: “Aquí es-toy, solo estoy despedazado/ ruge el cieloy las nubes se aglomeran”. El dramatismose da a través del contraste entre los colo-res blanco y negro que sustituyen lariqueza de la paleta de colores. El hura-cán es una danza macabra entre los: “ga-lanes / Blancos, y Venus negras […] /Danzando van”.

En el caso de Nicolás Heredia, incor-pora en la novela de corte naturalista ypositivista Leonela un capítulo sugestiva-mente titulado “Dos temporales”, coloca-do a mitad del texto, que alude al queinternamente sacude a la protagonista yal que azota la comarca donde está en-clavada la finca Dos Jimaguas: un hura-cán de pasiones y un fenómeno atmosféri-co, lo que no deja de ser una reminiscenciaromántica. El suceso ocurre en el campo,en una localidad de Camagüey, en la se-gunda mitad del siglo XIX. La intensidadde la lluvia y el viento —proveniente delEste—; sus efectos para humanos, plan-tas, animales y viviendas, sobre todo “derri-bando el bohío miserable del pobreguajiro”, constituyen sus principales tópi-cos. Es destacable la referencia al desbor-

damiento del río, el cual además tragabaa los animales arrastrados por el viento.Todo es percibido tanto desde un espaciointerior (habitación) como exterior me-diante una narración omnisciente.

A mitad de camino entre el naturalismoy la vanguardia habría que colocar Ciéna-ga, de Luis Felipe Rodríguez (1884-1947).Se trata, en efecto, de una voluminosametáfora del fracaso republicano. En elcapítulo XIII de esta novela, si bien no sedescribe un fuerte huracán, se encuentrala referencia a lo que pudiera considerar-se una especie de tormenta tropical, porun narrador participante en la situación,y que emplea la primera persona. Ademásde los tópicos del viento y la lluvia inten-sos, aparece el efecto del fenómenoclimático en un ambiente rural. Los per-sonajes circunstanciales son campesinospobres, acompañados de su perro. La si-tuación, que provoca reacciones inespe-radas, colabora en la denuncia del desam-paro en que se encontraba mayormentela población campesina cubana durante laetapa neocolonial.

El cuento “El viento sobre las tumbas”,de Pablo de la Torriente Brau (1901-1936),se inscribe ya en la narrativa vanguardista.A partir de una relación entre las artes—música y literatura— establece analo-gías entre los efectos emocionales que sus-citan una melodía y lo contado, y empleala intertextualidad, con la inclusión frag-mentaria de la partitura Marcha fúnebrede Paderewski. Su “huracán de notas” nosconduce a la evocación de los efectos pro-vocados por la ocurrencia de ese fenóme-no atmosférico quince años antes de laescritura del relato, el cual surge de unavivencia inolvidable del propio autor, deahí su rol como narrador participante.Además, en ese ambiente ficcional se re-

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crea la costumbre campesina de narrarhistorias, frecuentemente fantásticas.Dentro del relato principal hay otroenmarcado, de carácter fantástico y ma-cabro, a lo Edgar Allan Poe: la leyenda deuna joven, en apariencia muerta, violadapor su enterrador y quien vive atormenta-do hasta que recibe un misterioso castigo.Se establece no solo contrastes entre lonatural y lo sobrenatural, sino también enlas focalizaciones del espacio cerrado deuna habitación en penumbras y un es-pacio abierto oscuro y caótico, en unlugar de las montañas santiagueras, don-de se dedican al cultivo del café. Cua-tro personajes hombres y un perro, lla-mado Sultán, que resulta ser la víctima delhuracán, son los personajes involucrados,amén de que se le dé este estatuto al hu-racán, el cual aparece deificado, en cer-canía a las cosmogonías prehispánicas enel Caribe y como lo hizo nuestra líricaromántica, pues se le representa comouna especie de espiral dibujada por el tor-bellino. En la descripción del huracán usaefectos o elementos metálicos y creaambientes, como es propio de las corrien-tes vanguardistas, junto al tratamientode la luz y el color de evocaciónmodernista. Sin embargo, el autor se de-clara insatisfecho de no haber encon-trado un recurso traslaticio tan eficientecomo la onomatopeya.

Alejo Carpentier (1904-1980) concibeal huracán como un fenómeno netamentecaribeño en su novela ¡Écue-Yamba-Ó!(cuya versión definitiva es de 1933) y enel artículo “Presencia de la naturaleza”,publicado en La Nación en Venezuela en1952. La crítica habla de una cercanía yun distanciamiento con la llamada nove-la regionalista y nativista y, así mismo, conlas corrientes vanguardistas. Pero siempre

enfatizando que el suyo es un modo muypersonal de configuración artística en cier-nes cuando escribió su primera novela.Añaden que ella anuncia constantes ensu narrativa posterior: la mirada irónica,la conciencia estructuradora, la adopcióndel punto de vista de los personajes, laoposición espacial (aquí/allá), el recha-zo del diálogo convencional, el no des-linde de las fronteras entre lo real y loirreal, y situaciones que se reiteran den-tro de un mismo texto. La descripción delhuracán abarca cuatro partes del primercapítulo dedicadas a la infancia del pro-tagonista. En esta primera parte, el narra-dor adopta una posición fundamental-mente omnisciente, aunque hay capítulosdonde se trata del punto de vista espa-cial de Menegildo o el espacio-emocio-nal de Eusebio Cué.

Fotuto (1948), de Miguel de Marcos(1894-1954), tiene en común con Pablode la Torriente el humor que, en algunoscasos, raya con el humor negro. El domi-nio de la técnica del equívoco en sus másdiversas variantes es también un sólidosostén de sentido humorístico en la nove-la. La referencia es a un ciclón concreto,el de 1926, que ocurrió en Ciudad de LaHabana y por lo tanto se pasa a un ambien-te citadino. Si en Leonela el pronóstico delciclón es empírico, en Fotuto aparece unpersonaje con la misma función, aunquetambién se manifiesta el papel desem-peñado por la prensa periódica y los ob-servatorios meteorológicos. Es esencial-mente una novela donde se mezclan lacrítica social y el costumbrismo. El traza-do del protagonista se inspira en la pica-resca. El trabajo sobre los contrastes enmuchos momentos rebasa el área del len-guaje y demuestra una marcada inten-ción de romper, en los momentos de mayor

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dramatismo, la tensión establecida. Alaproximarse el ciclón del año veintiséis diceuno de los personajes con toda intenciónpicaresca: “Hay que poner la tranca”. Estanovela es la que dedica un espacio másextenso al tratamiento de la temática delhuracán. Tiene como novedad los efec-tos de la penetración del mar y el len-guaje técnico y popular hibridados conel metafórico.

La recurva (1941), de José Antonio Ra-mos (1885-1946), es considerada la obrateatral más perfecta de su autor, en unsolo acto desarrolla un conflicto familiar

de matiz político en medio del huracánde octubre de 1936.

Es en el romanticismo y en la vanguardiadonde la metáfora del huracán ocupa unmayor espacio en la literatura cubana. Sibien el género por excelencia de la coloniafue la poesía, en el siglo XX ha sido la narrati-va quien ha copado las mejores páginas.Aunque esto último se explicaría más bienpor el carácter emergente que tuvo estegénero desde finales del siglo XIX hasta lacenturia siguiente, lo cual no ocurre igual-mente con la poesía porque esta tuvo unaevolución como género más homogénea. C

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JORGE MACLE CRUZ

Geógrafo.Archivo Nacional de la República de Cuba.

Un acontecimiento de este tipoes como el acto de lanzar un adoquín

a un charco, haciendo removerel fondo cenagoso.

George Duby.

INTRODUCCIÓN

Las personas relacionan siempre el hura-cán a una catástrofe por el impacto defacto que tantos de ellos han ocasionado,muchas veces puntual y que deja casisiempre la notoriedad de un nombre o untopónimo asociado al acontecimiento detriste recordación. Un huracán como elde Santa Cruz del Sur en 1932 marcarápara siempre el imaginario y la cultura del

lugar y sus instituciones —incluso el detodo un país—, aun cuando existan estu-dios que ilustran que, de todas las vícti-mas anuales de eventos extremos en unpaís tan inmenso como puede ser los Esta-dos Unidos de América —aquejado prác-ticamente de casi todas las variantes dedesastres naturales—, a los huracanes, deconjunto con terremotos e incendios solole corresponde aproximadamente el 5%,mientras que a otras ocurrencias meteo-rológicas como las olas de calor u olas defrío les concierne el 19% y 18% respecti-vamente.1

Este artículo no trata sobre el huracánen sí ni es una interpretación de la teoríade las catástrofes de René Thom,2 sino queaborda el acto de aprovechar la conmo-ción tras el paso del fenómeno para hur-gar en el comportamiento de determina-das instituciones e individuos, de explotarlos discursos resultantes aludidos en elestallido de información documental quedeja tras sí el dramatismo de una catástrofea partir de algunos ejemplos. La motiva-ción para su escritura se debe a la publi-cación del Anuario de Estudios America-nos de 2005 titulado Las crisis en laHispanoamérica colonial como instrumentode análisis histórico.

Cuando entre varios especialistas dediferentes disciplinas retorna la oportunidad

1 Resultados publicados en el International Journal of Health Geographics y comentados en: Pablo RodríguezPalenzuela: Desastres naturales y percepción de riesgo. http://pablorpalenzuela.wordpress.com/2008/12/27/desastres-naturales-y-percepcion-del-riesgo/. (Consultado: 27 de diciembre de 2008).

2 “La teoría de las catástrofes permite elaborar modelos matemáticos capaces de ser aplicados al estudiode cualquier sistema dinámico y de cualquier proceso evolutivo, y explicar cómo se producen cambiosbruscos en sistemas aparentemente estables. Es decir, explica las catástrofes, o los cambios abruptosy radicales, no lineales, que determinan que un sistema experimente una transición discontinuacualitativamente distinta hacia otro estado como consecuencia de variaciones continuas”. YuniaHernández: “Impacto social de las teorías científicas. Criterios para reflexionar”, en Santiago, No. 113,2007, p. 78.

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de analizar y diseccionar mitos y realida-des de una de las caras del desastre —elhuracán— como un ente que puede serabordado desde más de una arista, salvan-do las lógicas distancias, se da continui-dad al destacado contrapunteo que pro-tagonizaron Voltaire y Rousseau tras lacatástrofe de Lisboa en 1755: Mitología yFilosofía, o confrontación de los fenóme-nos y conceptos naturales o científicos ylos sobrenaturales tratando de explicar unmismo fenómeno.

UN MÉTODO, EL ACTOY LAS ACTITUDES

En 1984 Carlo Cipolla publicó un elocuen-te trabajo que, tomando como pretextouna epidemia de peste que asoló a un re-cóndito paraje, hace una magistral disec-ción de la sociedad florentina del siglo XVIIrespecto a ciencia y creencias religiosas,tomando como eje la posición que adop-tan las instituciones civiles y la Iglesia,3 loque contribuyó a que varios estudiosos enEuropa4 y América Latina5 dieran conti-nuidad a esa tendencia o método de aná-lisis histórico.6

Tomemos como ejemplo relativamentereciente el paso del huracán Katrina en2005 por Nueva Orleáns, el cual consti-tuyó un gran desastre y una crisis de pro-porciones desacostumbradas para un país

del llamado primer mundo. Por maravillasde la modernidad —el satélite y laInternet— un ciudadano de cualquierrincón del planeta podía contemplar a lasmiles de víctimas del fenómeno atrapadasen su abandono sin electricidad, aguapotable y alimentos, diques destruidos,casas e inmuebles bajo las aguas, escenasdantescas teniendo por escenario un ha-cinado estadio, hospitales sin evacuar, unestado de violencia incontrolable, barriosperiféricos saturados de una pobreza queno acostumbra verse en noticiarios, guar-dias nacionales al extremo de un puenteimpidiendo el paso a centenares de per-sonas casualmente, o no tan casualmen-te, de raza negra en su mayoría, y aquellasrepetidas peticiones de socorro del alcal-de Ray Nagin que ponían al descubiertouna gran falta de coordinación entreWashington, el Estado de Luisiana y la Al-caldía de la ciudad.

La catástrofe había destruido un ordenprecedente, que la prensa y otros mediosse encargaron de mostrar cuán huérfanoestaba para enfrentar un desastre de aque-lla magnitud. Katrina fue entonces unjuicio a voces por todas partes del mundocon millones de analistas intercambiandoo exponiendo criterios. Después, la ver-dad acompañada de numerosas eviden-cias iría afluyendo del barro y las aguasturbulentas en coincidente razón conmuchos de aquellos analistas: la indife-

3 Carlo M. Cipolla: ¿Quién rompió las rejas de Monte Lupo?, Muchnik Editores, Barcelona, España, 1984.

4 Bartolomé Bennassar: Les catastrophes naturelles dans l’Europe médiévale et moderne, Presses Universitairesdu Mirail, Université de Toulouse-Le Mirail, Toulouse, Francia, 1996.

5 Virginia García Acosta: Historia y Desastres en América Latina, CIESAS, México.6 Tendencia que data de los años cuarenta del siglo XX por el geógrafo norteamericano Gilbert White y

reforzada en los ochenta y noventa por Harry Quarantelly, Russell Daynes y George Duby.

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rencia del Gobierno, el desmantelamientollevado a cabo en los últimos veinte añosde agencias dedicadas a aliviar la pobrezao ayudar durante los desastres, la respon-sabilidad derivada de guerras enAfganistán e Irak, y la incompetencia yfalta de preparación para enfrentar la cri-sis; contundentes verdades que no pudie-ron ser encubiertas ni por los más servilesmedios.

Se trata entonces de utilizar todas lasfuentes de información posibles paradevelar un comportamiento; el ejemploanterior podría también ilustrarsemediáticamente temporizando un mapasinóptico del huracán en su avance por elCaribe, mientras los noticiarios televisivosobservados en esos días informaban de lasvacaciones del presidente en su ranchoen Crawford, ver horas después a unGeorge Bush definiendo el fenómenocomo “un disturbio temporario” y centran-do su entrevista en Good Morning Americasolo en el hecho de no permitirle oportu-nidades a los saqueadores, o contestar,ante la sugerencia de la periodista de ABCDiane Sawyer de que fueran las compa-ñías petroleras quienes financiaran la re-construcción de Nueva Orleáns, que loque se debía hacer era enviar dinero enefectivo a las organizaciones caritativas;un escenario listo para recibir las palabrasdel entonces máximo dirigente de los re-publicanos en la Cámara de Diputados delCongreso, Dennis Hastert, que dejaronmuy mal parado al Gobierno al afirmar queno tenía sentido gastar dólares de las ren-

tas internas para reconstruir la ciudad yque “sería mejor usar tractores y arrasar-la”, teniendo que retractarse ese mismodía de ellas.7

¿LA MISMA HISTORIA?

Los archivos con las evidencias que apor-tan las fuentes primarias constituyen uncandidato ideal para apoyar la tesis de esteartículo. En una publicación de unas trein-ta páginas de pequeño formato sobre elhuracán de 1846 o tormenta de San Fran-cisco de Borja,8 catalogado como el másdestructivo que haya acontecido en SanCristóbal de La Habana hasta hoy, debie-ron consultarse unos 450 expedientes yalrededor de 15 publicaciones periódicas.Tras ser devastada la ciudad, el puerto ylos barrios extramuros, la información gra-vitaba tras peticiones de ayuda —indivi-duales o colectivas— a instituciones gu-bernamentales o religiosas, querellas entrevecinos, discursos de la prensa oficialistao de personajes de la ciencia, el gobiernoo el clero, cartas personales de habitantesde la Isla y de viajeros ocasionales, cróni-cas de eruditos en publicaciones periódi-cas, informes de jueces pedáneos al Capi-tán General o de este al Ministro deUltramar, actas de reuniones del Ayunta-miento, bandos, reales cédulas, suscrip-ciones para la colecta de los damnifica-dos, etc., por lo que prácticamente en casitodos los fondos documentales de las ins-tituciones vivas de entonces se da fe del

7 Tomado de World Socialist Web Site, en: http://www.wsws.org/es/articles/2005/sep2005/span-s09.shtml(Consultado: 9 de septiembre de 2005).

8 Véase Jorge Macle: “La tormenta de San Francisco de Borja”, en Boletín del Archivo Nacional, No. 12,2000, pp. 75-107.

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acto y las actitudes del entramado oficialy de las personas.

Según los estudiosos se pueden hacerpreguntas básicas: ¿con qué instituciones,con qué personas y con qué eficacia sehizo frente al desastre?, o ¿cómo interpre-tan los contemporáneos la tragedia y cómosintieron sus consecuencias?

A estas interrogantes, las autoridadesgubernamentales respondieron con la pu-blicación de infinidad de bandos, decre-tos y órdenes para dirigir la vida de losparticulares por un lado, y por otro, lasinstituciones religiosas celebraron innu-merables misas y rosarios, pero ni unas niotras aportaron fondos importantes.

El discurso del gobierno colonial se cen-tró en lo que consideraba su obligación:la reconstrucción de los edificios admi-nistrativos y militares, el mantenimientodel orden público y la defensa de la pro-piedad privada.

¿Acaso la Real Hacienda se encontra-ba en un momento crítico y no disponíade fondos?, eso lo desmiente el propio censode ese año 1846 o Cuadro estadístico de lasiempre fiel Isla de Cuba correspondiente alaño 1846, además de poderse contrastarcon las estadísticas de 1841 a la fecha.

De los destrozos del huracán no ha-blaré aquí, pues no es tema principal lasestadísticas para este artículo, peroquien desee remontarse en el tiempo ydejar correr la imaginación, puede ha-cerlo en la contemplación del perturba-dor cuadro de Federico Mialhe con unavista del puerto de La Habana y parte dela ciudad que conserva nuestro MuseoNacional de Bellas Artes sobre aquel fa-tídico suceso.

A las pocas horas del paso del huracánel Capitán General expresaba en carta ala península: “Haré uso de todos los re-cursos en el posible alivio de tamaña des-gracia”,9 lo cual se reflejó literalmente enel paquete de acciones que siguieron a laretórica:

- A la composición de los edificios públi-cos se destinó a la población penal de laentonces magnificada Real Cárcel dela Punta.

- El primer acuerdo del cabildo dictadopor el Síndico Procurador General fuecantar un tedéum o himno en acciónde gracias al todopoderoso por haber li-brado a los sobrevivientes de mayoresmales. Realmente se hizo misa, sermón,procesión y el tedéum, lo cual se con-vocó por los periódicos.

- Se decidió que durante dos meses noaumentara el precio de los productosmás de lo que era el día antes del hura-cán (alimentos, ladrillos, tejas, made-ras y clavos).

- El Capitán General autorizó excepcio-nalmente a los dueños de casas a efec-tuar sus reparaciones en madera con-trario a las ordenanzas y disposicionesexistentes para la ciudad.

- Ante la magnitud de la catástrofe, elGobierno Superior Civil resolvió crearuna Junta que reuniera y distribuyeralas cantidades de dinero que se recau-daran voluntariamente para socorrer alos ciudadanos más necesitados.

El 31 de diciembre de 1846 —a solo dosmeses del azote de un huracán de catego-ría 5 en la escala Saffir-Simpson según los

9 Archivo Nacional de la República de Cuba. Fondo: Reales Cédulas y Órdenes 315/156.

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entendidos en la materia— el CapitánGeneral en carta al Ministro de Ultramardeclaraba: “las medidas que contribuyanal posible alivio de los males sufridos, yaen su tiempo tuvieron lugar sin lastimarseen lo más mínimo los intereses del erario,y con ellos y el buen aspecto que presentala considerable zafra que se hace actual-mente, me lisonjeo que en el total de pro-ductos, la riqueza pública de esta isla nosufrirá desmejora alguna en el año inme-diato”.10

A tamaña aseveración podría hacérseleuna simple pregunta: ¿Cómo se costeó lareparación de los edificios públicos si so-lamente en los muelles, según expresaraJacobo de la Pezuela, el costo ascendió a122 917 pesos fuertes?, una pregunta quesi se acompaña del análisis de los presu-puestos de esos años y se advierte que enninguno hay acápites para gastos extraor-dinarios de desastres, el lector coincidi-rá que el tema es digno de toda una in-vestigación.

Debió resultar sumamente patético poraquellos días de heridas latentes por latragedia, que al abrir el oficialista Diariode la Habana el lector —tocado tambiénpor la desgracia— se encontrara que co-incidían en un mismo número las peticio-nes de colectas para los damnificados delhuracán de La Habana con las dirigidas alos damnificados de un terremoto en lalejana región de Murcia. La ironía tam-bién se ceba en el desastre cuando aquelhuracán recibió un nombre que para bue-na parte de la propia Iberoamérica se in-vocaba como Santo Patrón protector con-

tra temblores, borrascas y tempestadesentre otras cosas.

Cuando a comienzos del año 2009 elEstado cubano endureció un grupo demedidas para contrarrestar el enriqueci-miento ilícito que grupos de personas ha-cían con las miserias y carencias de otros,el tema llovía de vuelta sobre mojado des-de aquel lejano 1846 por obra de MiguelRodríguez Ferrer en su magnífica Natura-leza y civilización de la grandiosa Isla deCuba, de 1876, poniendo de manifiesto,según Desiderio Herrera, que en mediode las fuerzas desbocadas del huracán,

un hombre recolectando tablas y arran-cándolas de las propiedades y acapa-rándolas en una habitación; hombressubidos a los tejados mientras otros abajolas recibían, todo para venderlas despuésa altísimos precios todos esos materia-les de construcción; a algunos de esosseres se les veía atisbando las casas aban-donadas o afectadas para saquearlas.11

Es la misma lección histórica de las rui-nas de Pompeya en que ladrones queda-ron atrapados con el producto de susfechorías bajo la lava y las cenizas volcá-nicas del Vesubio.

Una parte del análisis que no se puededejar escapar es el uso del temor y el pá-nico colectivo ya que el miedo se cons-truye socialmente. Cuando el primeracuerdo del cabildo cristalizó en el te-déum, sencillamente se estaba dandocumplimiento a una de las leyes del Rei-no que expresaba:

10 Archivo Nacional de la República de Cuba. Fondo: Reales Cédulas y Órdenes 403/156.11 Lo expuesto aparece reflejado en los pies de las páginas 368 y 369 de la referida obra.

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Cuando la necesidad sea urgente, debeel cabildo acordar rogativa pasando ofi-cio sobre esto al superior eclesiástico,poniéndose de acuerdo para señalar díay hacer la convocatoria para que asis-tan los vecinos, haciendo que todosconcurran a implorar el auxilio de ladivina clemencia, […], debiendo asis-tir todo el cabildo vestido de negro.12

El sistema estaba diseñado para que enla comunidad, en un momento de desas-tre convergieran todas las clases socialesen gesto común a compartir el gran proble-ma, habilitando una “unidad” social favo-recida por una sociedad católica educa-da en el miedo a morir sin el sacramento: unconstructo barroco que sin lugar a dudasreforzaba en la mayoría una identidad locala la sombra de respuestas sobre el origensobrenatural de un fenómeno.

Viajando en el tiempo hacia atrás ennuestros archivos se puede conseguir re-lacionar hechos de una manera extraor-dinaria. Resulta interesante constatarcomo la ya mencionada ciudad de NuevaOrleáns al paso de Katrina en 2005 repe-tía una tragedia vivida el 24 y 25 de agos-to de 1780 cuando fue prácticamente des-truida.13 En paralelismo temporal sugobernador Bernardo de Galves —comoGeorge W. Bush— se encontraba lejos dellugar de los hechos, en La Habana, en-tonces ajustando sus planes militares paralas tropas que irían a guerrear contra losingleses; las peticiones de socorro que se

hicieron a La Habana para alimentos ymateriales de construcción —tal cual hizoRay Nagin, el actual alcalde de NuevaOrleáns a su gobierno— nunca llegaron.En aquella lejana fecha no hubo el saqueode 2005, pero las autoridades se vieronforzadas a tomar medidas, entre otras co-sas poniendo precios topados a los alimen-tos y materiales de construcción entre otrosvarios renglones a causa de algunos co-merciantes que no se solidarizaron con sussemejantes buscando la forma de obtenerganancias de la desgracia ajena. En ladocumentación aparecen explícitos los lis-tados de comerciantes testificando aquelcomportamiento “humano”, donde figu-ran algunos apellidos ilustres de aquellaurbe de marcado origen francés.14

José Ramos Bosmediano, en un artícu-lo de opinión muy interesante publicadoen el órgano alternativo Rebelión resumiómagistralmente la tragedia última de Nue-va Orleáns expresando como

El Katrina encontró una ciudad “abier-ta” para ser arrasada en el más brevetiempo, sin posibilidades de atenuar sufuerza y la fuerza de las aguas. En estaprimera percepción hay dos elementos.Uno, el propio huracán, la fuerza natu-ral que no se puede detener ni dirigirpor donde uno quisiera, por lo menoshasta el estado actual de la ciencia y latecnología de la física. El otro es el fac-tor humano, la posibilidad de prevenirlos espacios culturales urbanos para

12 Novísima recopilación de las Leyes de España, mandadas formar por Carlos IV en 1805, Tomo I, LibroPrimero, Ley XX.

13 Véase Jorge Macle: “Ecos en el tiempo: a propósito del huracán Katrina”, en Palabra Nueva, No. 45, AñoXIV, La Habana, octubre de 2005, pp. 72-74.

14 Archivo Nacional de la República de Cuba. Fondo: Gobierno General 26368 / 510.

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hacer frente a los efectos de las fuerzasnaturales […]. Aquí estamos con elproblema de la fuerza humana aplicadaal manejo del Estado y del poder políti-co para organizar la sociedad en bene-ficio de la población, lo que nos con-duce a una sociología política aplicadaa un evento fortuito (huracán, terre-moto, etc.) de carácter natural peroprevisible en sus efectos y espacios deincidencia. Si la “guerra preventiva”que practica hoy Estados Unidos utili-za la lógica de la predicción, que ade-más es un elemento fundamental delconocimiento científico (Mario Bunge),sería incomprensible que para el Katri-na no haya operado la misma lógica.15

Y más adelante sentencia:

¿Quiénes fueron, en casi absoluta ma-yoría, los muertos en New Orleáns? Losmás pobres y un sector de la poblaciónmedianamente acomodada. Esa pobla-ción más pobre pertenecía, en gran par-te, a la parte negra de la demografíaestadounidense, como ocurre con ladesocupación, los bajos niveles de es-colaridad y otros índices que definengrandes desigualdades sociales….

Estos elocuentes fragmentos decidí co-locarlos literalmente pues no los podríacondensar mejor.

OTRAS ARISTASQUE MERECEN ESCRUTARSE

Un tipo de dualidad mítica es el de loshabitantes yucatecos de Chetumal —enuna de sus acepciones Chaactéemal o Allídonde bajan las lluvias— donde la percep-ción que dejó el huracán Janet en 1955,es haber sido una consecuencia de ladeforestación que trajo la explotación delcaucho y las maderas preciosas, al quedarliteralmente arrasada una ciudad dondeaún se habla de las casas voladoras, refi-riéndose a las pocas que sobrevivieron trasser arrancadas de su lugar de origen y ate-rrizar en otro. La ciudad se reconstruyó yen 1998 cuando el Mitch estaba a suspuertas toda la población invocaba a Diosen rezos y promesas, muchos de rodillas enrogación a San Judas Tadeo —Santo Pa-trono de esa ciudad— y cómo justamentefrente a la ciudad aquel cambió de direc-ción,16 resurgió con reforzado ímpetu entoda su inmensidad el mito divino delhuracán en un amplio sector de la población.

Sería un análisis demasiado estrechopensar que las catástrofes a que tienden air acostumbrándonos los ecos de tantosnefastos octubres es un simple cobro decuentas del planeta a los desafueros delhombre —al decir del filósofo francésMichel Serres—,17 más por suerte ellopuede analizarse o compensarse con el méto-do científico y toda la inflación documental

15 José Ramos Bosmediano: “Sociología política de los desastres naturales”, en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=55471 (Consultado: 30 de agosto de 2007).

16 Eliana Cárdenas Méndez: “La percepción social del riesgo, lo contingente y lo indeterminado: el caso delos huracanes y suicidios en Quintana Roo”, Actas del X Coloquio Internacional de Geocrítica,Universidad de Barcelona, 26-30 de mayo de 2008. En: http://www.ub.es/geocrit/-xcol/88.htm(Consultado: 27 de diciembre de 2008).

17 Michel Serres: El contrato natural, Ediciones Pretextos, 1991, 205 pp.

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que arrastra tras sí el desastre. Darle unaoportunidad al optimismo y la esperanzareposa en las sabias palabras atribuidas aLao Tse, por estar más allá del acto y lasactitudes:

Un huracán no puede durar muchotiempo y la civilización moderna es unhuracán. Solo limando aristas y suavi-zando esquinas del pensamiento huma-no podrá salvarse la civilización.

Los desastres también ponen de mani-fiesto que una ciudad además de casas,edificaciones y vecinos tiene su alma; amedida que una población o comunidades más antigua, que tiene su propia histo-ria y tradiciones, resulta más difícil deabandonar por sus habitantes ya que ensu perímetro no solo están enterrados an-tepasados, sino que hay una memoria co-lectiva propia y, por eso, para mucha gen-te abandonar su parcela o solar implicadesarraigo. ¿Cuántas veces fue arrasadoel poblado de Playa Cajío en la costa surhabanera?, ¿cuántas veces se ha inunda-do Batabanó tras un huracán? Eso es tanválido para Batabanó como para la ciu-dad de México, a la que el dominio espa-ñol intentó trasladar y los habitantes senegaron y la Corona lo que tuvo que ha-cer fue mandar a desecar el lago que ro-deaba la ciudad; todo eso también se con-serva en los archivos.

EPÍLOGO INCONCLUSO

Las crisis, especialmente las provocadaspor los mal llamados desastres naturales yque en el caso de los huracanes puedentener dualidad en sus consecuencias parala sociedad, pueden ser aprovechadas

como un medio de reflexión único para elinvestigador o el historiador de lo querealmente existe tras las apariencias, puesemergen como resultado de momentos demáxima tensión en la sociedad, que suelenquedar grabados en la memoria a travésde instituciones y personas; una relaciónproporcional entre el tamaño y el impactode la catástrofe con el número de refe-rencias documentales, entendiendo eldocumento en su más amplia acepción. Eldiscurso de un documento siempre puedeestar sujeto a la manipulación política, poreso resulta saludable el fenómeno que aquíhemos llamado inflación documental, aldar la posibilidad de consultar las másdisímiles fuentes que describan desdelos más variados puntos de vista losaconteceres que pueden acompañar a undesastre.

En el año 2005 expresaba que con cadaocurrencia de los ciclones tropicales “so-breviene la tan antigua batalla del hom-bre ante la naturaleza, una batalla ante laque siempre habrá que acudir con la es-trategia más adecuada”; si se rasga ade-cuadamente el velo que acompaña al hu-racán desde su formación hasta sus últimosefectos, ese término que se repite hasta lasaciedad de desastre natural comienza aperder todo lo que tiene de natural y seempieza a ver todo lo natural que puederesultar el desastre.

En Cuba, ubicada en un contexto in-sular con una especie de fatalismo natu-ral para la segunda mitad de sus ciclosanuales, a pesar de cuán preparada se en-cuentra para enfrentar este tipo de desas-tre, el huracán continúa siendo difícil dedesmitificar a causa de una vulnerabili-dad históricamente acumulada por la cons-trucción social que tiene el riesgo, perotanto en el pasado como en la actualidad

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este constituye un instrumento de obser-vación de la realidad social, convirtién-dose en una oportunidad para cuestionaro contrastar cualquiera de los modelos de

desarrollo por los que ha transitado la na-ción, al estar todos igualmente signados alo largo de la historia por el paso de loshuracanes. C

REMEMBRANZA IDEAL DEL VALLE DE GUANABACOA, DE TOMÁS SÁNCHEZ. ACRÍLICO SOBRE LIENZO, 115 X 155 CM, 1990.

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RACSO FERNÁNDEZORTEGA

DIVALDO GUTIÉRREZCALVACHE

JOSÉ B. GONZÁLEZTENDERO

LOURDES S. DOMÍNGUEZGONZÁLEZ

Departamento de Arqueología, InstitutoCubano de Antropología (CITMA).

Investigador. Grupo Pedro A. Borras,Sociedad Espeleológica de Cuba.

Investigador. Grupo Fernando Ortiz,Sociedad Espeleológica de Cuba.

Gabinete de Arqueología, Oficina delHistoriador de la Ciudad de la Habana.

A las profesoras NilectaCastellanos y María Nelsa Trincado,incansables investigadoras del pasadoaborigen en nuestra región oriental.

INTRODUCCIÓN

El Museo Bacardí de la ciudad de Santia-go de Cuba atesora una importante co-lección de objetos de los más diversos orí-genes, como es el caso de numerosas piezasarqueológicas relacionadas con el pasado

aborigen de Cuba, en general, y del orien-te de la isla en particular. Entre ellas sedestaca un conjunto de petroglifos quefueron adquiridos en 1913 por el directorde dicha institución, de los cuales se hanemitido diversos criterios escritos a lo lar-go de los años, tanto en la prensa escritaprovincial, como en publicaciones acadé-micas del campo arqueológico.

Dichos textos nos impulsaron a realizaruna visita a Santiago de Cuba en juliode 2005, con el objetivo de documentarpersonalmente dichos petroglifos, ocasiónque aprovechamos para conversar sobreel tema con algunos investigadores de laregión oriental del país, entre los que seencuentra el colega José Jiménez Santan-der, quien se ha dedicado durante variosaños al estudio de las culturas aboríge-nes de Santiago de Cuba y su entorno.En aquella fraternal conversación,Jiménez Santander nos comentó que élconocía que uno de los descubridores delos grabados había confesado que su eje-cución (fabricación) estuvo motivada pornecesidades económicas, para obtener eldinero ofrecido por el museo por este tipode reliquia. El día 26 de octubre de 2009conversamos nuevamente con el colegaJosé Jiménez Santander, y nos indicó quedicha información la había obtenido alrevisar la Tesis de doctorado de la rele-vante investigadora cubana, ya falleci-da, María Elena Ibarra. La búsqueda pornuestra parte del mencionado documentoresultó infructuosa, dándola por conclui-da cuando el doctor Ariel Ruíz Urquiola,colaborador allegado de la finada, nosinformó que él no conocía, y hasta du-daba, de la existencia de dicha tesis doc-toral, pues la doctora Ibarra en realidadnunca discutió un título académico doc-toral, información que fue confirmada al

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consultar el registro nacional de gradocientífico MES.

Retornando al año 2005, en nuestroviaje a Santiago de Cuba también tuvi-mos la posibilidad de conversar con el co-lega y amigo Jorge Ulloa Hung, cuyos tra-bajos sobre la cerámica temprana de laregión oriental de Cuba son bien conoci-dos en el ámbito arqueológico caribeño.Al interpelársele en relación con lospetroglifos motivo de estudio, e impuestosya nosotros de la opinión de JiménezSantander, Ulloa también afirmó conocerque los mismos eran apócrifos, sin tampo-co darnos ningún elemento o razón que loargumentara.

Como ya para ese entonces nos encon-trábamos enfrascados en actualizar el cen-so de las estaciones rupestrológicas delpaís, con el objetivo de confeccionar elmapa del dibujo rupestre cubano, toda lainformación relacionada con estas piezasy otras que permanecen en exhibición enlos museos, a lo largo y ancho del territo-rio nacional, nos era de mucha utilidad.La tarea que nos habíamos propuesto nosobligaba, entre otras cosas, a establecerlos parámetros o patrones de inclusión-exclusión que nos permitieran definir lamuestra, en aquellos casos en que lamen-tablemente las estaciones habían sido des-pojadas de sus ejemplares.

Desde ese instante comprendimos que,para excluir los mencionados petroglifosdel censo en elaboración, debíamos con-tar con los elementos que nos permitierancomprobar que los mismos eran falsos,como se insinuaba. Por lo tanto, estos fue-ron incluidos en nuestros registros, teniendoen cuenta tres premisas fundamentales:que los grabados en cuestión habían sidomotivo de un enjundioso trabajo del doc-tor Fernando García y Grave de Peralta

en la década del treinta de la pasada cen-turia, quien había aceptado su autentici-dad (García, 1952); que en la investiga-ción del sabio cubano don Fernando OrtizFernández, para explicar el significado dela deidad aborigen del huracán y su for-ma de representación gráfica, se habíanutilizado algunos de ellos como compo-nentes probatorios (Ortiz, 1947) y que, porotra parte, el doctor Antonio NúñezJiménez también los referencia en su libroArte rupestre de Cuba (1987), sin cuestio-nar su autenticidad.

Todos estos argumentos constituíanpara nosotros un reto y, sobre todo, uncompromiso moral con los reconocidos es-tudiosos mencionados. Es a partir de eseentonces que asumimos la tarea de estu-diar detenidamente los petroglifos, a finde esclarecer, en la medida de lo posible,su origen, historia y autenticidad, cues-tión a la que vamos a dedicar los siguien-tes párrafos.

LOS DESCUBRIMIENTOS.LA HISTORIA DE UNA HISTORIAY SU GEOGRAFÍA

Según la búsqueda realizada para este tra-bajo, la primera referencia histórica a lospetroglifos que nos ocupan se la debemosal estudio realizado por el doctor EnriqueGómez Planos, quien en un artículo pu-blicado el día 4 de agosto de 1913, en eldiario santiaguero La Independencia, haceuna escueta referencia a tres de ellos, ofre-ciendo muy pocos datos sobre su proce-dencia y morfología.

Más tarde, y a lo largo del tiempo, estosinteresantes petroglifos fueron menciona-dos en otras publicaciones, no siempre vin-culadas a la arqueología. Así, aparecen

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citados en el libro Cuba monumental, es-cultural y epigráfica, de Eugenio Sánchezde Fuentes (1916).

También los menciona el historiadorRafael Azcárate (1937: 132); mientras elfilólogo Alfredo Zayas describe un nuevopetroglifo, con características muy simila-res a los anteriores, colectado en el orien-te cubano (Zayas, 1914: 168-169).

En 1921, el investigador norteamerica-no Mark R. Harrington da a conocer unasa de cerámica descubierta durante lascampañas de campo en Imías, Guan-tánamo, que presenta una imagen muysimilar a la que aparece en los petroglifos,y la compara con otro tiesto de barro quetambién se localiza en el Museo Bacardí1(Harrington, 1935: 88).

Corriendo los años treinta del siglo XX,el doctor García y Grave de Peralta en-cuentra los ya conocidos petroglifos, du-rante una visita al Museo Municipal deSantiago de Cuba, hoy Museo Bacardí.Quizás motivado por su originalidad y lapoca abundancia de estas piezas en el con-texto arqueológico nacional, se decide aestudiarlos detenidamente, por lo que co-mienza una investigación sobre las circuns-tancias del descubrimiento, la localizaciónde las estaciones de procedencia, tipo devinculación con otras evidencias, etcéte-ra. Todas estas pesquisas concluyeron du-rante el mes de junio del año 1948, con laentrevista a uno de los descubridores, loque le permitió completar un interesanteartículo al que haremos referencia comoapoyo a nuestra investigación.

Es imprescindible aclarar que, de to-dos los escritos relacionados con los gra-bados, solo en los realizados por los docto-res Gómez Planos2 (1913), Sánchez deFuentes (1916: 21-27), Fernando Ortiz(1947: 16-25) y Grave de Peralta (1952:73-88), se explicitan los sitios de proceden-cia o, al menos, se intentan establecer. La-mentablemente, hemos comprobado queexisten imprecisiones e incongruenciasentre las ubicaciones brindadas por estosautores, como comentaremos más adelante.

Según el doctor Grave de Peralta, ensu artículo Excursiones arqueológicas(1952), publicado en la Revista de Ar-queología y Etnología, transcurría el año1913 cuando los señores nombrados San-tiago Chávez y de León y EnriqueMitchel3 se presentaron en el MuseoBacardí, ante el director, para proponerlela venta de algunas piezas arqueológicasque habían rescatado de las cuevas de lacosta sur, atraídos por las interesantes ofer-tas de compra de este tipo de evidenciaque se hacían en esa institución (García1952: 73, 87).

Así las cosas, se presentaron, al menosen tres ocasiones, en el importante museosantiaguero, portando reliquias entre lasque se hallaban fragmentos de cerámica,lajas de piedras grabadas y numerosas ta-llas esculturales de grandes y medianasdimensiones. Es curioso que el ingreso delos petroglifos al museo se produjeracronológicamente, el primero, el 23 deabril de 1913; tres más el 2 de junio y elúltimo, el 2 de agosto del propio año; es

1 Pieza que también fuera vendida al museo en el año 1913.

2 Los datos son muy vagos y escasos.

3 En el texto de Eugenio Sánchez de Fuentes se nombra a uno de los descubridores como Domingo Michel(Sánchez, 1916: 21).

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decir, las ventas se produjeron escasamen-te en meses alternos entre unos y otros.

Grave de Peralta, en aras de poder escu-driñar los detalles que envolvían el origeny procedencia de los petroglifos, decideinicialmente, como él mismo comenta, en-trevistar al Director del museo quien, abu-sando de su memoria, le confiesa los lími-tes entre los que recuerda se encontrabael área del descubrimiento.

Realmente, por la información impreci-sa que nos brinda el extenso artículo dereferencia, es bastante difícil poder esta-blecer correctamente la procedencia exactade cada uno de los petroglifos que nos ocu-pan, así como la secuencia cronológica desus entregas; no obstante, intentaremos unacercamiento lo más aproximado posible,siempre atendiendo a los valiosos comen-tarios de su autor y cotejándolos con losque también nos ofrecieron el miembro dela Academia Nacional de Artes y Letras,doctor Eugenio Sánchez de Fuentes y eldoctor Fernando Ortiz, de aquellos queempleó para el estudio antes citado.

Por una parte, en el desarrollo del ar-tículo de Grave de Peralta se indica quelas piezas proceden de las Cuevas de Pla-ya Larga y Cazonal; por la otra, en el estu-dio del doctor Fernando Ortiz,4 se men-cionan procedencias similares, pero noexactas; mientras que Sánchez de Fuen-tes refiere que se encontraron en una cue-va situada cerca del poblado de Aguado-res, en un lugar que antiguamente sellamó Bayaquitirí —que fuera asiento ygobierno del famoso cacique Guayo—, hoyconocido por Cueva del Arroyo (Sánchez,

1916: 21). De esta manera, con las refe-rencias aportadas, podríamos convenir enque se hace imposible definir el origenexacto de todas y cada una de ellas.

En todos estos años de investigación,no es la primera ocasión en que nos en-frentamos a un problema con estas carac-terísticas. En nuestra opinión, toda estaconfusión está dada por el hecho de queen 1913, cuando se adquirieron las pie-zas, la museología en nuestro país aún seencontraba en un proceso lógico deestructuración,5 desarrollo, y consolida-ción, por lo que la institución todavía notenía establecidos los sistemas de registroy clasificación de los que hoy disponenestos centros. Es por ello que durante lainvestigación desarrollada por el doctorGrave de Peralta, al consultar los regis-tros de la época, la información es muyvaga y elemental, viéndose necesitado deconsultar al director; sobre esta consultaGrave de Peralta refiere que

Los únicos detalles que pudimos obte-ner, conservados quizás a la memoria delDirector del Museo, son que fueron des-cubiertos por casualidad, por dos indivi-duos que residían en Santiago de Cuba,durante unas exploraciones que hicieronpor “Playa Larga”, entre Playa de Verra-cos y Jatibonico, en la parte de la costaSur, entre los puertos de Santiago deCuba y Guantánamo (García, 1952: 73).

Luego, durante todo el artículo, se re-afirma que los petroglifos vendidos al museofueron localizados en dos cuevas de la costa

4 De los petroglifos ubicados en el Museo Bacardí, el doctor Ortiz solo estudia aquellos que presentanal personaje que muestra los brazos en aspa, o sigmoideos, como él los denominara.

5 Recordemos que la creación de los museos como institución en el país se remonta a finales del siglo XIX,y el Museo Bacardí es uno de los pioneros.

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sur de la otrora provincia de Oriente, hoySantiago de Cuba: las cuevas de Playa Lar-ga y Cazonal (García, 1952: 75-86).

Por su parte, el doctor FernandoOrtiz refiere que la procedencia de lospetroglifos —en los que aparece el perso-naje con los brazos sigmoideos— se corres-ponde, para uno, con la Cueva de Cazo-nal en Playa Larga y, para el otro, con PlayaLarga, Berracos (Ortiz, 1947: 19); de estamanera todo parece indicar que existendos sitios denominados Playa Larga en lacosta sur oriental, uno donde se encon-traría la mencionada cueva, y otro en elsitio denominado Berracos.6

Por suerte, cuando ya dábamos por per-didas las esperanzas de poder lograr unacercamiento al origen y las localidadesde procedencia de los petroglifos, compro-bamos que el doctor Grave de Peralta lerealizó una entrevista a Santiago Chávezy de León, el 24 de junio de 1948, en lacual se esclarecían algunos de los datosaportados por el doctor Sánchez de Fuen-tes, acerca de algunos de los petroglifosestudiados y de sus descubridores; dejan-do establecidos con bastante certeza lossitios de los cuales se extrajeron las pie-zas, lo que, al mismo tiempo, introduceun nuevo elemento que contradice unade las ubicaciones referidas por el direc-tor del museo y repetida por los doctoresGrave de Peralta y Ortiz; pero ratificandola ubicación brindada por el doctorSánchez de Fuentes, en su obra de 1916.

Durante la entrevista al señor Chávez,este reconoce haber realizado parte de lassustracciones en una cueva ubicada en elsector de costa entre la playa de Aguado-res y Siboney —cerca de la Bahía de San-

tiago de Cuba—, y en otra ubicada en laplaya de Cazonalito; pero no menciona laconocida Playa Larga. Esta afirmacióncorrobora el dato ofrecido por el doctorSánchez de Fuentes, sobre el descubri-miento en la Cueva del Arroyo, cerca dela playa de Aguadores; lamentablementeen su obra no se aporta ningún dato enrelación con la fuente, aunque inferimosfuera el antiguo Museo Municipal de San-tiago de Cuba, hoy Bacardí.

Entonces, a partir de todos los elemen-tos expuestos hasta aquí —tomando comofuentes certeras los datos aportados porSánchez de Fuentes (Sánchez, 1916: 21) yla entrevista que el doctor Grave de Peraltarealizara al señor Chávez (García, 1952: 87)—, consideramos que podemos colegir quefue en la Cueva del Arroyo, cerca de laplaya de Aguadores, donde fueron locali-zados los dos petroglifos que muestran elpersonaje aspado hacia la zona ventral (fi-gura 1), que el doctor Ortiz clasificara comoejemplares I y II, en su investigación sobreel huracán; y no en la Cueva de Cazonal oen Berracos, Playa Larga, como refiere esteinvestigador (Ortiz, 1947: 19).

Asimismo, siguiendo la narración pro-porcionada por el doctor Grave de Peralta,y comparando sus relaciones con las otrasfuentes comentadas, queda establecidoque las tres piezas restantes fueron encon-tradas en la Cueva de Cazonal, que se lo-caliza en el farallón de la terraza marinaemergida en el lugar llamado PlayaCazonalito, más allá de la Playa de Verra-cos, sector comprendido entre Sigua y ladesembocadura del río Baconao.

Partiendo de las conclusiones anterio-res, se hacía necesario dejar establecida

6 Hoy existe en la costa suroriental un sitio con el toponímico Verracos, pero está ubicado a 6 kmde distancia de Playa Larga.

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la ubicación geográfica, al menos aproxi-mada, de los accidentes geográficos don-de fueron encontrados los petroglifos ob-jeto de estudio en este trabajo; al mismotiempo, se hacía necesario conside-rar que, en las descripciones ofreci-das por los doctores Grave de Peralta yOrtiz, se menciona repetidas veces laCueva de Playa Larga, o Playa Larga, comouno de los sitios de procedencia de las pie-zas. El procedimiento se realizó por mediodel SIG MapInfo Professional 8.0, en elMapa Topográfico digital del Archipiéla-go Cubano, a escala 1: 250 000 (figura 2),comparado con la versión topográfica aescala 1: 50 000, ambos de GeoCuba.

De esta manera, la Cueva del Arroyo—de donde se extrajeron, según Sánchezde Fuentes, dos piezas—, que se podríaubicar en un área comprendida entre lasplayas de Aguadores y Siboney, al este dela bahía de Santiago de Cuba, actualmente

no ha sido posible ubicarla como unidadgeográfica propia, por más que lo hemosintentado. No obstante, siguiendo los cri-terios discutidos en el análisis histórico delos hallazgos, se puede dejar establecidasu cercanía a la Playa de Aguadores, laque sí puede georeferenciarse en los 19°,18’, 06’’ Latitud Norte y los 75°, 49’, 49’’ deLongitud Oeste, o en las coordenadas pla-nas rectangulares X - 605 000; Y - 146 600,de la Hoja 5075-IV del Mapa de Cuba, aescala 1: 50 000, en el actual municipiode Santiago de Cuba (figura 2).

Por su parte, tampoco fue posible ubicarla Cueva de Cazonal —donde se conoce porla declaración del señor Chávez que se re-cuperaron tres petroglifos, además de ties-tos y otras reliquias— como unidad geográ-fica; pero a partir de lo aquí estudiado debeestar ubicada en las terrazas marinas emergidasque se levantan a pocos metros de la playadel mismo nombre, en el municipio Santiago

FIGURA 1. (A Y B) PETROGLIFOS PROCEDENTES DE LA CUEVA DEL ARROYO, PLAYA DE AGUADORES, SANTIAGO DE CUBA,Y (C) UNO DE LOS TRES PETROGLIFOS LOCALIZADOS EN LA CUEVA CAZONAL, SANTIAGO DE CUBA.

FUENTE: ARCHIVOS DEL GCIAR.

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de Cuba, en los 19°, 53’, 11’’ de LatitudNorte y los 75°, 28’, 39’’ de Longitud Oes-te, entre las coordenadas planas rectangu-lares X - 642 000; Y - 137 800, de la Hoja5175-IV del Mapa de Cuba, Escala 1: 50000 (figura 2).

Además, como ya explicamos, creímosoportuno intentar ubicar la tan socorridaCueva de Playa Larga. La certeza de si exis-tió y si fueron en ella realmente recupera-das algunas piezas, se perdió en la memoriade sus exploradores; pero consideramos comoárea probable de su ubicación el entorno dela playa del mismo nombre, situada a 6.0 kmde Punta Verracos, en el sitio donde des-emboca el riachuelo Aguada de Los Bue-yes, en el municipio Santiago de Cuba, enlos 19°, 53’, 24’’ de Latitud Norte y los 75°,33’, 45’’ de Longitud Oeste, entre las coor-denadas planas rectangulares X - 633 100;Y - 138 130 de la Hoja 5075-I del Mapa deCuba, Escala 1: 50 000 (figura 2).

Luego de realizado todo este procedi-miento, podemos afirmar que no debió exis-tir confluencia entre la denominación dela cueva de la cual se extrajeron algunasde las piezas —que según el señor Chávezse localizaba entre la playa de Aguadores ySiboney— y la reiteradamente nombradaCueva de Playa Larga, pues el accidentegeográfico con ese patronímico se localizaa más de 30 km de la zona referida.

De esta manera, tenemos que admitirque solo pueden existir dos motivos paraque se produjera la confusión a la quehacemos referencia. El primero podría serque, con el paso de los años, el señorChávez, por los numerosos sitios visitadosdurante estas labores, hubiera olvidado ellugar preciso de donde se extrajeron laspiezas; y el segundo, que inicialmente,cuando se vendieron los grabados al mu-seo, las referencias relativas a la proce-dencia no se registraron debidamente, por

FIGURA 2. PANORAMA ARQUEOLÓGICO DE SANTIAGO DE CUBA Y SEÑALIZACIÓN DE LOS SITIOS. (1) CUEVA DEL ARROYO,EN LA PLAYA DE AGUADORES, (2) CUEVA DE CAZONAL EN LA PLAYA DE CAZONAL, Y (3) PLAYA LARGA.

FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.

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los factores antes expuestos, relativos alsistema de organización del museo.

A nuestro modo de ver, es la segundaopción la más cercana a la verdad, puessegún el relato del doctor Grave dePeralta, durante la entrevista al descubri-dor, este recordaba perfectamente el nú-mero de ejemplares obtenidos en cada unode los sitios, los lugares donde fueron ha-llados en el interior de las cuevas y otrosdetalles, por lo que sin dificultad, duran-te la venta, debió recordar la ubicaciónexacta de las espeluncas de las cuales seextrajeron.

DISCUSIÓN

La descripción morfológica de lospetroglifos del Museo Bacardí fue magis-tralmente realizada por el doctor Fernan-do García y Grave de Peralta (1952), en

el artículo que nos ha servido de fuentea lo largo de este trabajo. El doctor Gra-ve de Peralta tuvo la sutileza de medir,incluso, la distancia interpupilar, las di-mensiones de los ojos y las orejas, entreotras. Por ello decidimos, durante nues-tra visita al museo, no detenernos a re-petir las mediciones, y remitirnos a lapublicación de 1952. Por otra parte, enla obra del destacado investigador Fer-nando Ortiz se describen someramentelos petroglifos, ya que el sabio se concen-tra en las peculiares imágenes ventralescon los brazos en aspa.

De esta forma, nosotros solo haremosuna caracterización general de aquellosrasgos típicos del arte aborigen antillanoque, debidamente identificados, nos per-miten evaluar la autenticidad o no de lospetroglifos de las cuevas del Arroyo y deCazonal como obras de manufactura abo-rigen (tabla I).

TABLA I. CARACTERIZACIÓN GENERAL DE LOS RASGOS FUNDAMENTALES DE LOS PETROGLIFOS DE LAS CUEVAS DEL ARROYO

Y DE CAZONAL, SANTIAGO DE CUBA.

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Los elementos enumerados, presentes enlos petroglifos estudiados, constituyen ras-gos típicos del arte rupestre del Caribe in-sular, sin embargo, como ya habíamos anun-ciado en el título, esta investigación abarcalos petroglifos encontrados en la provinciaSantiago de Cuba y la representación, envarias piezas arqueológicas del oriente delpaís, de un personaje con los brazos exten-didos en arco, uno hacia arriba y el otrohacia abajo, o sea, en aspa. Ahora bien,¿qué nos motiva a incluir estos dos temasen un mismo artículo monográfico?

La razón es simple, y está determinadapor la presencia, en dos de las piezas que

estamos estudiando, de este singular per-sonaje, el cual aparece en la región abdo-minal de los petroglifos (figuras 1A y 1B).La relación existente entre ellos ha pro-vocado que, tanto los petroglifos como elente con los brazos en aspa, hayan transi-tado por la arqueología cubana compar-tiendo las mismas desventuras, ignorandoen muchas ocasiones el entorno arqueo-lógico y la recurrencia del tema en todala región arqueológica del oriente cubano.

Todo parece indicar que esta relacióncomienza con la venta al museo de lospetroglifos procedentes de la Cueva delArroyo, en Playa Aguadores (figura 1), lo

FIGURA 4. OTROS FRAGMENTOS DE CERÁMICA ENCONTRADOS EN LA REGIÓN ORIENTAL DE CUBA QUE MUESTRAN ALPERSONAJE CON LOS BRAZOS EN ASPA. (A) LA CHIVERA, IMÍAS, GUANTÁNAMO; (B) MUSEO DE ARQUEOLOGÍA DE LAUNIVERSIDAD DE ORIENTE; (C) SITIO EL MANGO, BANES, HOLGUÍN. FUENTE: FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ 2001: 61.

FIGURA 3. ALGUNAS DE LAS PIEZAS ADQUIRIDAS POR EL MUSEO BACARDÍ EN AGOSTO DE 1913 QUE PRESENTAN ALCURIOSO PERSONAJE CON LOS BRAZOS EN ASPA. (A) FRAGMENTOS DE PIEDRA PLANA, (B) PARTE DE UNA VASIJA DE

CERÁMICA, Y (C) LAJA DE PIEDRA CALIZA. FUENTE: ORTIZ, 1947: 20 Y 23, Y ARCHIVOS DEL GCIAR.

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que se reafirma con la tercera y últimaventa al museo de piezas procedentes dela Cueva de Cazonal, en agosto de 1913(García, 1952: 85-87), cuando se produceel ingreso de otros especimenes: una largalaja de piedra caliza, dos pequeños fragmen-tos de piedra plana y parte de una vasijade cerámica, todos portando la represen-tación (tallada o modelada) del curiosopersonaje con los brazos en aspa (figura 3).

Por fortuna, esta controversial represen-tación, como veremos en lo adelante, tam-bién ha sido hallada en otros tiestos decerámica de la región oriental del país,como es el caso del localizado a fines dela segunda década del siglo XX porHarrington en La Chivera, cerca de Imías,Guantánamo (figura 4A).

En el estudio que realizamos sobre elinteresante centro ceremonial de la Ca-verna de Patana, El enigma de los petroglifosaborígenes de Cuba y el Caribe insular,apuntábamos haber localizado en la biblio-grafía publicada otras dos piezas con estarepresentación (Fernández y González,2001: 58). La primera fue descubiertapor I. Rouse en el sitio El Mango, enBanes, Holguín, allá por los años cua-renta (figura 4C). Un segundo ejemplarpermanece en las colecciones del Museode Arqueología Aborigen de la Univer-sidad de Oriente, en Santiago de Cuba(figura 4B). Aunque se desconoce su pro-cedencia exacta, la Sección de Investiga-ciones Arqueológicas de dicha Universi-dad, bajo la dirección del destacadoarqueólogo doctor Felipe MartínezArango, trabajó amplia y específicamente

las actuales provincias de Santiago deCuba y Guantánamo, lo que de algunamanera particulariza y restringe el área delhallazgo a estas provincias.

El estudioso y lingüista Alfredo Zayas, ensu obra Lexicografía antillana, editada en1914,7 menciona poseer una curiosa escul-tura con una imagen sigmoidea, localiza-da en las cercanías de Guantánamo. Eldoctor Fernando Ortiz, en su estudio sobreel huracán, de 1947, se lamenta de no haberpodido revisarla e incluirla en su análisis.

Hoy sabemos que este ídolo permane-ció en el Departamento de Antropologíade la antigua Academia de Ciencias deCuba durante algunos años, donde fuemotivo de observación por parte delarqueólogo Ernesto Tabío Palma, quienargumentaba que la pieza mostraba undiseño en la boca que no se correspondíacon el utilizado por los grupos agricultores,además de mostrar los brazos en posicióninvertida con respecto a otros petroglifosy tiestos de cerámica. Por otra parte, ob-servado al microscopio, presentaba huellasde trabajo con instrumentos perfilo-cor-tantes, lo que la convertía en fuertecandidata de falsificación, algo muy co-mún en la época en que se encontró en laregión oriental8 (Milton Pino, com. pers.,19 de octubre de 2009). Estas opinionesde Tabío, lo llevaron a decidir que el De-partamento de Antropología se deshicierade esta pieza, lo que sucedió durante unade las limpiezas y reorganizaciones de lascolecciones de esta institución.

Sin embargo, esta interesante pieza, apa-rentemente perdida después del evento

7 Esta obra vio la luz a menos de un año de realizada la venta de los petroglifos al Museo Bacardí.

8 En ese entonces se acusó a un señor de apellido Colmenares, de la región de Banes, que se pudocomprobar se dedicaba a estas actividades.

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antes comentado, pudo ser examinada endetalle por los autores de este artículo, he-cho importante para la ciencia, pues es laprimera vez que se hace un análisis públi-co de las características de esta curiosa es-cultura, tarea que ha sido posible gracias ala intuición de la doctora Lourdes Domín-guez, quien en aquel momento la recuperóde los escombros donde había sido desecha-da y asumió durante años su custodia, has-ta que en conversaciones sostenidas entrenosotros, esta notable investigadora nos in-formó que poseía dicha escultura.

Ahora bien, tomando en consideracióntan solo las modelaciones cerámicas, ten-dríamos que admitir que, sin duda, el per-sonaje de los brazos en aspas jugó un papelimportante en la ideología y la cosmovisiónde los grupos humanos que se asentaronen la región oriental del país, en el trián-

gulo comprendido entre el poblado deBanes, en Holguín, como vértice superior,y la bahía de Santiago de Cuba y la Puntade Maisí, como límites inferiores. Toda vezque su imagen, hasta donde se conoce, haaparecido en varios tiestos de cerámica desitios muy distantes uno del otro —tan soloentre los sitios La Chivera, en Imías y ElMango, en Banes, existen unos 152 km dedistancia aproximadamente—, se puedesospechar la representación de una deidadregional (figura 5).

Esta última suposición debe considerarla distribución del poblamiento indígenaen el área, la capacidad de movilidad deestas poblaciones y las posibles relacionesde intercambio económico-cultural esta-blecidas entre ellas; pero teniendo muypresente que la asimilación de los elemen-tos culturales vinculados a la ideología es

FIGURA 5. UBICACIÓN GEOGRÁFICA DE LOS SITIOS EN QUE SE HALLARON LOS FRAGMENTOS DE CERÁMICA QUE REPRODUCENAL PERSONAJE ANTROPOMORFO CON LOS BRAZOS SIGMOIDEOS. DEL CUARTO TIESTO DE CERÁMICA SE DESCONOCE LA

PROCEDENCIA. (CORREGIDO Y MODIFICADO DE FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ 2001: 63).

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un proceso que se produce lentamente enel tiempo y que son muchos los factoreseconómico-sociales que determinan suconcreción o definitiva adopción por ungrupo en particular. Es por ello que somosdel criterio que su identificación y distri-bución territorial apuntan a la confirma-ción “regional”.

Al mismo tiempo, no nos puede sorpren-der el hecho de que una deidad o perso-naje que reiteradamente fuese modeladoy representado en la cerámica, fuese eje-cutado en otros soportes y en otros arte-factos vinculados a las manifestacionessuperestructurales e, incluso, que se ta-llaran petroglifos, en recintos que con todaseguridad eran considerados centros deadoración o de culto, como sucede en otrosespacios conocidos y estudiados en el país(Fernández y González, 2001; Gutiérrez,Fernández y González, 2008; Fernández,González y Gutiérrez, 2009a; y Fernández,Gutiérrez y González, 2009b).

Considerando los fundamentos anterio-res, entonces el espacio geográfico en que seubican las cuevas motivo de estudio —lacosta sur entre las bahías de Santiago deCuba y Guantánamo— queda dentro del“triángulo regional” establecido por loshallazgos de dicha deidad, área donde ade-más existe el reporte de un número impor-tante de sitios arqueológicos pertenecien-tes a los grupos de economía productora.

Siguiendo el razonamiento anterior, yaceptando la relación directa que se pue-de establecer entre el personaje con losbrazos en aspa y los grupos agricultores yceramistas, determinada por la presenciade esta deidad en tiestos de cerámica,decidimos realizar algunos análisis que nospermitieran discernir rasgos de semejanza

y diferencia entre las piezas aquí estudia-das y diferentes ejemplares obtenidos ensitios arqueológicos del entorno geográfi-co cercano (Valle del Caujerí, área deMaisí, etc.) y lejano (Antillas Mayores),los que presentan una variada iconogra-fía reproducida tanto en sus produc-ciones cerámicas como en la piedra envolumen, de carácter ritual o ceremo-nial, que hemos creído oportuno con-siderar, siguiendo las líneas conceptua-les de investigación propuestas para Cubapor Calvera y Funes (1991: 79).

Esta evaluación permitió determinaruna serie importante de rasgos que pare-cen corresponder con el conjunto de ob-jetos a comparar. Por ejemplo, uno de losaspectos más señalado y discutido en lospetroglifos, comentado con anterioridad,es la representación de la nariz “aguileña”y las cuencas orbitales unidas a esta, ade-más de que la boca aparece con labiosgruesos y pronunciados.

Al realizar el análisis de la nariz agui-leña en el contexto arqueológico antilla-no, se encuentran no pocas piezas con es-tas características, tanto en Puerto Ricocomo en La Española. Un caso queejemplifica lo anterior es un petroglifoperteneciente a la colección del InstitutoDominicano de Investigaciones Antropo-lógicas (INDIA), cuya semejanza morfo-lógica con los petroglifos aquí estudiadoses significativa (figura 6).

Llama la atención que esta y otras par-ticularidades las hemos aislado en un gru-po importante de modelaciones cerámi-cas del área, como son varias asas condecoración excisa9 de diferentes sitios delas provincias de Santiago de Cuba yGuantánamo.

9 Realizada utilizando técnicas que producen un bajo relieve (Guarch, 1978: 90).

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En el caso particular del yacimientoDamajayabo, en la provincia de Santiagode Cuba, las únicas dos asas de cerámicamodeladas con figuraciones antropomorfasy zoomorfas, que han sido publicadas(Martínez, 1968: lám. 42 y 43), tienen comosolución estética para la conformación deesta sección tan importante del rostro na-rices que se proyectan hacia el frente ypermanecen unidas a los arcos de las cejas;pero además, sus bocas están modeladas arelieve y muestran unos labios gruesos quesobresalen en el plano vertical (figura 7).

De la misma manera, hemos localizadootras piezas, como una talla en piedra delsitio Pozo Azul, Caujerí (Trincado y Cas-tellanos, s/f), en que se reitera la soluciónen la expresión iconográfica. De la zonade Maisí y de Jauco, ambas en la provin-cia guantanamera, son un percutor cere-monial antropomorfo que muestra inequí-

vocamente el nacimiento del tabique na-sal unido a las cejas y los labios gruesosbien marcados y en posición proyectante,así como un asa de una vasija de barroque exhibe un rostro antropomorfo modela-do cumpliendo con las mismas caracterís-ticas descritas, indicándonos que este patrónera aplicado con frecuencia (figura 7).

Todas estas evidencias sugieren la exis-tencia de una solución estética estableci-da y asumida por una parte importante delos grupos culturales que habitaron, almenos, la región más oriental del país; in-dicándonos, al mismo tiempo, que estepatrón no era excepcional y exclusivo delas piezas estudiadas procedentes de lasCuevas del Arroyo y Cazonal, sino queaparece con relativa frecuencia en com-paración con el número total de los ejem-plares de la cerámica y la piedra en volu-men estudiados.

FIGURA 6. COMPARACIÓN DEL ROSTRO DE PERFIL, DONDE SE OBSERVA QUE LA MANERA PARTICULAR DE REALIZAR LA NARIZY LOS OJOS EN ALGUNOS DE LOS PETROGLIFOS OBJETO DE ESTUDIO ES COMÚN A OTROS PETROGLIFOS DEL ÁREA ANTILLANA.

(A) PETROGLIFO DEL MUSEO BACARDÍ, SANTIAGO DE CUBA, Y (B) PETROGLIFO DEL INSTITUTO DOMINICANO DEINVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS, REPÚBLICA DOMINICANA. FUENTE: ARCHIVOS DEL GCIAR.

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Situación similar sucede con el argu-mento, esgrimido con frecuencia, sobre lasolución empleada para representar laboca de los petroglifos. Significativa re-sulta en este caso la opinión vertida por eldoctor Tabío, ya comentada, sobre elpetroglifo de Zayas, de que “la pieza mos-traba un diseño en la boca que no se co-rrespondía con el utilizado por los gruposagricultores” (Milton Pino, com. pers., 19de octubre de 2009). Para no caer en unaabrumadora disertación, baste la compa-ración de la morfología de la boca de estepetroglifo y los numerosos diseños rupes-tres de estaciones de la República Domi-nicana, como la Cueva del Último Cielo,provincia de Monseñor Novel y la PiedraLetrada, provincia La Vega (figura 8). Escurioso que los petroglifos con esta mor-fología en la República Dominicana hansido definidos por los rupestrólogos de esepaís como soplones, asociados con una for-

ma quisqueyana de representar al numenaborigen Guabancex (Abreu, 2008: 328).

El doctor Ernesto Tabío consideraba tam-bién que en el petroglifo de Zayas los bra-zos se encontraban en posición invertidacon respecto a otros petroglifos (MiltonPino, com. pers., 19 de octubre de 2009).Sin embargo, la búsqueda de elementos si-milares confirma que esta característica serepite, al menos, en dos de los tiestos decerámica que presentan al personaje conlos brazos en aspa: el que se encuentra enel Museo de Arqueología de la Universi-dad de Oriente, y el encontrado en el sitioEl Mango, en Banes, provincia Holguín(Fernández y González, 2001).

Abandonando ahora las comparacionesmorfológicas, entraremos en el análisis dela cronología de los hechos que dan a cono-cer las piezas aquí estudiadas y el famosopersonaje con los brazos en aspa. En este sen-tido, dejaremos a un lado consideraciones

FIGURA 7. VISTA DE LAS PIEZAS DONDE SE EMPLEA LA SOLUCIÓN ESTÉTICA DE UNIR LAS CUENCAS OCULARES AL TABIQUENASAL Y LOS LABIOS GRUESOS PROYECTADOS. (A) VALLE DEL CAUJERÍ, GUANTÁNAMO, (B) DAMAJAYABO, SANTIAGO DE

CUBA, (C, D, E, F Y G) MUSEO DEL GABINETE DE ARQUEOLOGÍA DE LA OFICINA DEL HISTORIADOR DELA CIUDAD DE LA HABANA. FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.

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tales como que las fechas de divulgaciónno son necesariamente la de los hallaz-gos, que un elemento dado a conocer enun momento pudo haber sido descubiertomucho antes, etc., las cuales caerían den-tro del campo de la especulación.

Es indiscutible que, si nos atenemos alos datos y hechos comprobables y su se-cuencia cronológica, el descubrimientodel personaje con los brazos en aspa coin-cide con la adquisición por el MuseoBacardí de dos petroglifos con esta ima-gen en su parte abdominal, procedentesde la Cueva del Arroyo (figura 9).

Se evidencia, entonces, que si hasta esemomento la imagen no se conocía en elámbito arqueológico cubano, su apariciónen alguna medida autentifica las piezaspues, ¿de dónde salió el referente a copiar?La relación inequívoca de dicha repre-

sentación con nuestros grupos aborígenessolo fue demostrada con posterioridad, porlos tiestos cerámicos de Cazonal, en Santiagode Cuba y de La Chivera, en Imías,Guantánamo; sobre todo por esta última, lacual se encuentra ajena a todas las vicisitu-des de las piezas santiagueras, imponiendoasí un sello regional y no local a este diseño,y alejándolo definitivamente de la especu-lación que ha cuestionado de forma genera-lizada su autenticidad como parte de laiconografía aborigen del oriente de Cuba.

Antes de pasar a las conclusiones deesta discusión, es conveniente analizaralgunos rasgos que presenta el petroglifode Zayas, en particular algunas huellas delproceso tecnológico. Como se puede apre-ciar en la figura 10, las incisiones que danforma a la morfología de esta imagen pre-sentan caracteres de una aparente con-

FIGURA 8. CORRESPONDENCIA EN EL DISEÑO DE LA BOCA DEL PETROGLIFO DE ZAYAS Y OTROS ELEMENTOS RUPESTRES DELAS ANTILLAS. (A) PETROGLIFO DEL SOPLÓN, EN LA CUEVA DEL ÚLTIMO CIELO, MONSEÑOR NOVEL, REPÚBLICA

DOMINICANA, (B) PETROGLIFO DE ZAYAS, VISTA FRONTAL, (C) PARED SURESTE DE LA PIEDRA LETRADA, CONSTANZA, LAVEGA, REPÚBLICA DOMINICANA. FUENTE: ARCHIVOS DEL GCIAR.

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FIGURA 9

. LÍNEA DE TIEMPO CON LA SECUENCIA CRONOLÓGICA DE LA APARICIÓN EN EL ÁMBITO ARQUEOLÓGICO CUBANO DE DIFERENTES SOPORTES CON EL PERSONAJE

DE LOS BRAZOS EN ASPA. F

UENTE: E

LABORACIÓN PROPIA.

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10A nivel de discusión personal entre investigadores, pues este trabajo constituye la primera vez que eldebate trasciende el marco personal para ser expuesto al examen público.

temporaneidad, ya sugerida por el doctorErnesto Tabío. Estos caracteres se puedendefinir, sobre todo, por la ausencia de laobligatoria pátina formada por el enveje-cimiento o antigüedad de la pieza, queen estos casos se produce por efecto delintemperismo y que, entre otros resulta-dos, mantiene la unidad de la coloraciónexterior en este tipo de piezas.

En el caso que analizamos, se puedeapreciar un fuerte contraste entre la páti-na exterior del cuerpo de la pieza y lossurcos de las incisiones del petroglifo, losque presentan un fuerte tono blanqueci-no, típico del interior de las rocas carbona-tadas recientemente expuesto al descu-bierto. Otro rasgo importante es que lasincisiones del petroglifo parecen estar rea-lizadas con un objeto filoso o puntiagudoy formadas por pequeños segmentos de rec-ta (figura 10a), lo cual no se correspondecon las típicas, limpias y espectacularestallas por percusión y abrasión realizadaspor nuestros grupos aborígenes.

Todos estos elementos, que en su con-junto forman parte de la morfología delpetroglifo de Zayas, han sido utilizados enel medio académico cubano10 para apoyar laidea de la falsificación de esta pieza, y conello apoyar la hipótesis de la no autenticidadde las tallas representativas del personajecon los brazos en aspa y, por relación simpá-tica, cuestionar la autenticidad del conjuntode petroglifos pertenecientes a la colec-ción del Museo Bacardí, procedentes delas cuevas del Arroyo y de Cazonal.

Sin embargo, aunque múltiples vecesse ha discutido por los investigadores,nunca había sido presentado públicamen-te un análisis detallado de los rasgos

morfológicos de este petroglifo, y es en estesentido donde, en nuestra opinión, se hageneralizado y repetido el criterio de lafalsificación sin enfrentar un verdaderoprocedimiento observacional de la pieza,herramienta que, en nuestro caso, nos hapermitido reconsiderar algunas opiniones.Por ejemplo, si se detallan todas y cadauna de las líneas de incisión, se hace pal-pable que las huellas de pequeños segmen-tos de recta realizados con un objeto filo-so o puntiagudo no están presentes en el100% de estas, lográndose identificar al-gunas áreas de incisión con las huellas tí-picas de la terminación por abrasión delas tallas aborígenes; lo que nos hace pen-sar que la morfología actual de estepetroglifo ha sido producto de un retoquecontemporáneo sobre una elaboraciónantigua, pues hay lugares donde se definecon precisión la terminación de este reto-que y la presencia de los rasgos originales.Nótense en este sentido los puntos seña-lados por las flechas C y D en la figura10c, donde además se logra apreciar lacontinuidad de la talla original sin reto-que, como se observa en el área señaladapor la flecha B (figura 10c).

La evidencia anterior es reforzada porel análisis de las secciones transversalesde cada una de las zonas del trazo. En elárea donde, en nuestra opinión, ha sidoaplicado el retoque, se obtuvo una sec-ción transversal marcadamente angular,en alguna medida inconsistente con lasherramientas y tradiciones aborígenespara este tipo de tallas (figura 10b A). Porsu parte, en el área que, a nuestro juicio,se puede considerar como representativade los trazos originales, se obtuvo una sec-

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ción transversal del trazo mucho más cón-cava, acorde con las tradiciones cultura-les de terminación para este tipo de obje-to arqueológico (figura 10b). En estesentido, es indudable que un argumentoimportante es el referido a la terminación

de los surcos de incisión, pues las partesdonde se puede identificar la presenciadel fuerte tono blanco antes comentado,se corresponden absolutamente con lassecciones angulares y con las áreas dondela talla está caracterizada por pequeños

FIGURA 10. ELEMENTOS TECNOLÓGICOS DEL PETROGLIFO DE ZAYAS. (A) VISTA ABDOMINAL DONDE SE PUEDEN APRECIAR LASINCISIONES REALIZADAS CON UN OBJETO FILOSO O PUNTIAGUDO Y COMPUESTAS POR PEQUEÑOS SEGMENTOS DE RECTA,(B) SECCIONES TRANSVERSALES (ANGULAR Y CÓNCAVA) DE LOS SURCOS DE TALLA DEL PETROGLIFO, (C) ÁREA DEL

PETROGLIFO DONDE SE LOGRA IDENTIFICAR LA EXISTENCIA DE LA TALLA ORIGINAL SIN RETOQUE CONTEMPORÁNEO.FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.

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segmentos de recta; mientras que en laszonas donde los surcos de incisión pare-cen ser los originales, se conserva la colo-ración típica del área expuesta alintemperismo del resto de la pieza.

Para definitivamente acabar con lasreflexiones sobre la morfología de los per-sonajes que aquí estamos estudiando, de-bemos destacar que es notable la corres-pondencia existente entre la imagen conlos brazos en aspa de los petroglifos y lasreproducciones elaboradas en barro,11 re-cuperadas arqueológicamente durantemás de cuarenta años; en las cuales losrostros y la flexión de los brazos son muysimilares. Mucho más importante, en estesentido, es el hecho de que en todos loscasos (petroglifos, lajas y cerámica) apa-recen bien indicadas unas ranuras trans-versales justo en las muñecas —a manerade brazaletes o muñequeras— que dan aeste diseño una personalidad simbólica par-ticular (figura 11), convirtiéndose en unpatrón que está muy lejos de poderinterpretarse como algo casual, sobre todosi aceptamos que aparece, por primera vez,en los petroglifos adquiridos por el MuseoBacardí el 2 de junio de 1913.

Finalmente, es preciso señalar que he-mos oído, en ocasiones, reflexionar a algu-nos colegas sobre el tema aquí en discu-sión, y en estos debates se ha postuladocomo elemento importante el hecho deque la arqueología cubana no ha logradorecuperar nuevas piezas con el personajede los brazos en aspa desde mediados de ladécada del cincuenta del siglo pasado, mo-mento en el que, paradójicamente, se puedeubicar el comienzo del desarrollo intensivo

y extensivo de la arqueología cubana. Se-mejantes criterios carecen del más mínimocontenido epistemológico, pues tampoco haaparecido hasta hoy un nuevo “ídolo deltabaco” o una nueva Cueva de Isla o no. 1de Punta del Este y, por ello, su valor patri-monial o autenticidad nunca han sido mo-tivo de discusión o análisis.

CONCLUSIONES

Después de realizado el análisis de todoslos pormenores conocidos, incluyendo elde numerosos rasgos morfológicos y tec-nológicos presentes en todas y cada unade las piezas aquí estudiadas, tenemos queexponer algunas conclusiones evidentes:

1.Todos los datos apuntan a que lospetroglifos de la colección del MuseoBacardí aquí estudiados fueron extraí-dos de las Cuevas del Arroyo y Cazonal,ambas ubicadas en la costa sur del ac-tual municipio Santiago de Cuba de laprovincia del mismo nombre.

2.No ha sido posible demostrar ni verbal,ni documentalmente, la hipótesis deque algunos de los petroglifos del Mu-seo Bacardí fueran elaborados por susdescubridores como una vía para obte-ner ingresos por su venta al museo.

3.El análisis de los rasgos morfológicos prin-cipales de los petroglifos del Museo Bacardí,de los tiestos cerámicos aquí estudiados, ydel petroglifo de Zayas, permite ubicarlosdentro de los patrones tecno-culturales delos grupos productores de las Antillas.

11Lamentablemente, los ejemplares ubicados en la colección del Museo de Antropología de la Universidadde Oriente, en Santiago de Cuba, y el rescatado en Banes, Holguín, no aparecen completos: solo muestranel rostro y el brazo izquierdo ladeado hacia arriba.

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4.El estudio detallado del petroglifo deZayas corrobora la idea de que esta pie-za fue alterada en épocas actuales paraacentuar sus rasgos morfológicos, peroaún conserva marcadas evidencias dela talla original.

5.La secuencia cronológica de los des-cubrimientos asociados a los ejempla-res aquí estudiados establece que el per-sonaje de los brazos en aspa apareciópor primera vez en los petroglifos ad-quiridos por el Museo Bacardí y, porende, no puede demostrarse que parasu ejecución se hubiese utilizado, comomodelo, un objeto que aún no había sidorecuperado.

6.Se pudo demostrar, en todas y cada unade las imágenes del personaje con losbrazos en aspa, la existencia de unas ra-nuras transversales justo en las muñe-cas —a manera de brazaletes o muñe-queras— que, por su recurrencia, soninterpretadas como un patrón simbóli-

co en la representación de un persona-je mítico o legendario de las comunida-des aborígenes de la región oriental.

Aceptando las seis conclusiones ante-riores, entonces, solo nos queda definircomo conclusión principal que:

No existe hasta hoy ningún elementocientíficamente resolutivo para considerarque los petroglifos del Museo Bacardí, lostiestos de cerámica con la representacióndel personaje con los brazos en aspa y elpetroglifo de Zayas son piezas apócrifas.Todo lo contrario, los elementos aquí discu-tidos señalan su autenticidad, siendo enton-ces muy importante admitir que, a pesarde todas las vicisitudes y debates de losúltimos cincuenta años, la obra del doctorFernando Ortiz y su propuesta para explicarel significado de la deidad aborigen delhuracán y su forma de representación gráfi-ca, recobran todo su validez y trascendenciaarqueológica para el área antillana.

FIGURA 11. SECUENCIA DE IMÁGENES DE SIETE DE LAS PIEZAS ESTUDIADAS, DONDE APARECEN LAS LÍNEAS TRANSVERSALESJUSTO EN LAS MUÑECAS –A MANERA DE BRAZALETES O MUÑEQUERAS–, QUE DAN A ESTE DISEÑO UNA PERSONALIDAD

PARTICULAR. FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.

C

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LOHANIA ARUCA ALONSO

Historiadora y especialista en Urbanismo.

INTRODUCCIÓN

A la vista de los estudios acerca del cam-bio climático en nuestro planeta y de lasadvertencias sobre sus impactos —que yatranscurren sobre nuestro territorio—particularmente en el caso de los ciclonesy huracanes, como eventos específicos delTrópico, nos parece necesario abordar eltema con una mirada retrospectiva, ha-cia la historia de la arquitectura colo-nial en Cuba, en el marco urbanístico yrural.

¿Por qué seleccionar esta época? Preci-samente porque abarca la experiencia ur-banística y arquitectónica de más de tres-cientos años (alrededor de 387, desde 1511hasta 1898) de creación de asentamientosurbanos y rurales sobre el territorio ocu-pado de las islas de Cuba y la de Pinos, endistintas etapas históricas, a instancia delas autoridades coloniales españolas.

Con anterioridad a la época colonial,con la ocupación de los primitivos habi-tantes procedentes de los pueblos aruacos(recolectores y pescadores, agricultores,alfareros, sedentarios o no), en sus distin-tas épocas y variantes culturales, no se

habían desarrollado formas urbanas, sinopequeñas aglomeraciones o asentamientosrurales, dispersos y posiblemente sin co-nexiones planificadas para la comunica-ción y la circulación regular entre tierrascosteras e interiores.

La arquitectura primitiva, en el casode los primeros ocupantes de las islas denuestro archipiélago, principalmenteaparecía, según refieren los cronistas eu-ropeos de su descubrimiento, conquistay colonización, en la zona oriental de laisla de Cuba, en los lugares donde seasentaban los pueblos aruacos en susmodelos culturales más avanzados y re-lativamente sedentarios (los llamadostaínos). Pero este desarrollo de las cons-trucciones elementales no se produjoarmónicamente en todas las regiones geo-gráficas que conocemos hoy.

Las construcciones realizadas con ma-teriales vegetales obtenidos de distintostipos de palmas, se denominaron en len-gua aruaca, bohíos, bajareques, barbacoa,según nos informa el destacado lingüistacubano Sergio Valdés Bernal (1991).

Los materiales vegetales fueron obteni-dos de distintos tipos de palmas; estos co-nocimientos fueron trasladados y debida-mente adecuados (como las actualestransferencias tecnológicas), por losaruacos al medio natural antillano queexhibe elementos comunes en su paisajenatural con la región de procedencia,Sudamérica, vinculado a las palmas y alagua, fuera esta fluvial, subterránea omarina. Estas afirmaciones se han verifi-cado en territorio continental e insularcaribeño (Núñez Jiménez, 1994; CarreraMenéndez, 2008).

Las cuevas y los abrigos rocosos de todotipo, al parecer, se utilizaron permanentee indistintamente por los pueblos aruacos

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que, en oleadas sucesivas se asentaron enlas Antillas Mayores; tuvieron distintasfunciones: refugio o alojamiento, protec-ción contra la inclemencia climática —lamás grave era los huracanes (término deorigen aruaco)— cementeriales, o, paraefectuar en el sitio ceremonias religiosasque incluyó expresiones del arte rupestre.

ESTUDIOS SOBRE TORMENTASTROPICALES

Los eventos del clima tropical tampoco seestudiaron sistemáticamente hasta la se-gunda mitad del siglo XIX. Según el histo-riador de la Meteorología en Cuba E. Ra-mos Guadalupe (2003):

Los meteoros —particularmente las tor-mentas del trópico— adquirían la ma-yor importancia en un territorio insularde donde partían y se recibían grandesvolúmenes de carga asociados al inter-cambio marítimo con la metrópoli porla ruta América-Europa: este comerciofue incentivado a partir de la 2.ª mitaddel siglo XIX por el desarrollo de la in-dustria azucarera en el occidente.

[…] Cada año se incrementaban en elpaís los riesgos para la vida y la propiedad[…] había más personas en peligro po-tencial y más valores que preservar de lasposibles pérdidas […] durante el equi-noccio, período anual que mas tarde sedenominaría “temporada ciclónica”.

PROBLEMA CENTRAL A TRATAR

El problema central es: ¿Cuál es la infor-mación y el análisis histórico de que dis-

ponemos para hablar de este tema? ¿Cómose ha(n) venido recogiendo esta(s)experiencia(s)? ¿A que historiografía nospodemos referir en Cuba, y cuál ha sido elenfoque de esta sobre el problema centralque tratamos?

El acercamiento más somero a la biblio-grafía sobre historia de la arquitecturacolonial, determina que los autores delsiglo XX son los que posiblemente han po-dido compilar esta experiencia. Pues sonmuy pocos los textos (artículos y libros)sobre historia de la arquitectura de Cubaque aparecen con anterioridad.

Es el arquitecto y catedrático de lamentada disciplina en la antigua Escuelade Arquitectura, Joaquín E. WeissSánchez, quien logró acumular y analizaruna amplia información sobre la arquitec-tura colonial en Cuba, sin olvidar a suspredecesores, contemporáneos y colabo-radores teóricos, entre ellos al profesorFrancisco Prat Puig, Abel Simón y ManuelPérez Beato, entre los más publicados.

Los tres tomos de la Arquitectura colo-nial cubana (siglos XVI-XVII; siglo XVIII; ysiglo XIX), recientemente reunidos, me-ticulosamente revisados y anotados parasu reedición en el año 1996, nos sirvende base para esta breve exposición. Endicha obra Weiss plantea que durante laépoca colonial hubo una adaptación evo-lutiva de la arquitectura de viviendas alas características económicas, climáticas,y culturales de la colonia Isla de Cuba.El largo proceso se expone por el autororganizado cronológicamente, y divididoen cuatro partes que resumiremos resal-tando algunos parámetros fundamenta-les en los siguientes epígrafes. Incluyoalgunas citas seleccionadas de párrafosque aparecen en el libro referido ante-riormente:

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1.Siglo XVI:

Experiencias notables

es evidente que la generalidad de lascasas durante la mayor parte del siglo XVI,estaban construidas con paredes de yaguao de embarrado y techo de guano, enel último cuarto del siglo comenzarona multiplicarse las casas de albañileríaen su forma más modesta, o sea, de“rafas, tapias y tejas”.

[…] fue el de la primitiva sociedad deagricultores, militares, artesanos y co-merciantes, que con sus iniciativas yexperiencias, a despecho de su pobrezay del daño causado por los saqueos, losincendios y las tormentas, logró hacercrecer y progresar las primitivas célulasurbanas hasta que se convirtieron enlos organismos plenamente desarrolla-dos del siglo XVIII […].

[…] el paso del bohío de yaguas y gua-no al empleo del embarrado, y de estea la construcción de “rafas, tapias y te-jas” constituyó un proceso lento, perosostenido que preparó el camino a lasformas constructivas más consistentesy con mayores posibilidades arquitec-tónicas.

2.Siglo XVII

Experiencias notables

Materiales disponibles: uso de la sille-ría (piedra conchífera local)

Planta compacta, patio o huerto pos-terior.

Mano de obra: preparación de personalidóneo (esclavos africanos negros que ya

conocían el trabajo del embarrado y elmoldeado del ladrillo cocido al sol).Alarifes, carpinteros, y otros, traídos deCastilla y de las Islas Canarias. Entre losantiguos canarios también se construíanedificios de piedra.

Dirección facultativa: Excelentes ar-quitectos, ingenieros y maestros de obraeuropeos de inspiración renacentista:Bartolomé Sánchez, Francisco de Calona,Cristóbal de Roda y de la Torre.

Relación entre la escala territorial yla arquitectónica: racionalidad en laconstrucción de caminos que permiten elaprovisionamiento de materiales de cons-trucción.

3.Siglo XVIIIAparición de un estilo en las construc-

ciones (Weiss, 1996):

En vista de estas modificaciones e in-jertos de formas, entre las que figuranlas portadas toscanas, los balconajes ex-teriores, la simplificación de las laceríasen los alfarjes y la eliminación de laazulejería y de las yeserías, optamos poraplicar al estilos del siglo XVII el apela-tivo de seudo mudéjar.

Experiencias e innovaciones:

Plantas con patio interior rodeado degalerías porticadas. Aparecen los portalespúblicos (madera): protección del sol o lalluvia para la circulación peatonal. Surgeuna relación funcional entre el edificio yla calle o la plaza.

Manzana compacta, desde el exteriorgracias al uso de paredes medianeras.

Uso de galerías techadas, interiores yexteriores (balcones), corridos o individua-les, frente a la puerta ventana, cerrada

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por puertas de dos hojas, con postigos (pro-bablemente aseguradas con trancas, o vi-gas de madera).

Protección de las puertas-balcones conrejas de madera.

Muros de tapias y rafas (elementos derefuerzo embutidos en los muros, en sitiosintermedios y esquinas).

Techos o alfarjes de maderas preciosas(locales) altos y cubiertos por tejas (cerá-mica local).

4.Siglo XIXSe importan y adaptan principalmente

los estilos arquitectónicos neoclásico yecléctico: Se mantiene el predominio dela casa-almacén, en los asentamientos ur-banos. Desarrollo de la vivienda rural enlos ingenios azucareros y aparición de lasuburbana en las ciudades.

Cambio de la relación fija entre casa-lote por la ubicación libre de esta sobre elterreno, sin dejar de obedecer las condi-cionales urbanas previamente acordadasen cada reparto o urbanización.

Experiencias notables

• Planta con patio y ojo de patio rodeadopor galerías; en la planta superior másancha, cerrada por persianas, especie decelosía, formada de tablillas de made-ra, fijas o movibles, que sirve principal-mente para graduar la entrada de luzhacia los interiores; protege de la lluviay el viento.

• Se usan los muros de ladrillos y la pie-dra para columnas, pilastras, etcétera.

• Se mantiene el uso de puertas-ventanacomo cierre de vanos altos y relativa-mente estrechos, con persianas “france-sas”, se usan las contraventanas con marcode madera y vidrios lisos y transparentes,

y las contrapuertas con postigos de ma-dera y vidrio liso y transparente.

• Puertas, protegidas por trancas de ma-dera o de hierro forjado.

• Mano de obra: Se fundan las Escuelasde oficios para la preparación de personaltécnico altamente calificado. Son paratrabajadores libres blancos o negros.

• Ordenanzas de construcción para LaHabana de 1861. Estas oficializan la ins-pección sistemática de las construccio-nes por arquitectos.

A MODO DE CONCLUSIONES

· En el presente estudio me he limitado ala revisión de la obra de J. E. Weiss, de-bido al poco tiempo de que dispuse pararealizar esta ponencia. (Otras obras no-tables se han publicado en los últimosaños por autores de prestigio, tales comoAlicia García Santana, Juan de las Cue-vas Toraya. Por otro lado, los eventossobre Arquitectura vernácula, convoca-dos anualmente por la Oficina del His-toriador de la Ciudad de La Habana ysu Cátedra Gonzalo de Cárdenas, sonuna fuente inagotable de nuevos cono-cimientos sobre construcciones y arqui-tectura cubanas, donde, para fortunanuestra, se presentan los resultados par-ciales o finales de numerosas investiga-ciones, entre las cuales se hayan las te-sis de grado de alumnos de la Facultadde Arquitectura, del Instituto SuperiorPolitécnico José Antonio Echevarría yde las Facultades de Construcciones dediversas provincias del país.)

· No obstante, es evidente que la infor-mación y el análisis histórico del arqui-tecto e historiador J. Weiss Sánchez,avezado autor, tanto de libros como de

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importantes edificaciones, no se centróen la especificidad del enfoqueclimático, aunque sí tuvo en cuenta lasexperiencias históricamente acumula-das por los constructores ante los desas-tres naturales característicos del Trópi-co. Casi siempre tales análisis aparecenmezclados en los capítulos de la obracitada, que tratan de los “Elementos fun-cionales y compositivos” abordados pe-riódicamente, en cada siglo.

· Se puede extraer de esta obra un reper-torio de soluciones técnicas que vanevolucionando a través de los siglos colo-niales, en relación directa con las necesi-dades de aquella sociedad, la disponi-bilidad de materiales y las posibilidadestecnológicas que van surgiendo, casisiempre a partir de avances importados delos países industrializados. Aunque es in-negable la maestría alcanzada por la C

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· El control sobre el urbanismo y la arqui-tectura en las ciudades se ejerce regu-larmente por un personal facultativo,ingenieros militares, primero, y despuésarquitectos graduados (siglo XIX) en uni-versidades de España, o extranjeras. Estafue una vía importante para la renova-ción de la arquitectura colonial.

RECOMENDACIÓN FINAL

Es necesario continuar indagando, y pro-fundizar en estos temas, consultar y com-parar los modestos resultados que les hepropuesto con otros autores y obras publi-cadas en el siglo XX y XXI, especialmentecon los estudios de la arquitecturavernácula.

L. J., Funes Monzote, R., Díaz Martín, R.(coords.): La Real Comisión de Guantánamo en laisla de Cuba 1797-1802, Ediciones Unión, LaHabana, 2003.

VALDÉS BERNAL, SERGIO: Las lenguas indígenas de Amé-rica y el español de Cuba, tomo 1, Editorial Acade-mia, La Habana, 1991.

WEISS SÁNCHEZ, JOAQUÍN E.: La arquitectura colonialcubana, La Habana-Sevilla, 1996.

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VUELO A LAS SEIS, DE TOMÁS SÁNCHEZ. ACRÍLICO SOBRE LIENZO, 45,72 X 60,96 CM, 2002.

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MIGUEL BARNET

Poeta, novelista, ensayista, etnólogo.Presidente de la Fundación Fernando Ortiz.

Este es un homenaje a don Fernando Ortizy a su indagación en el fenómeno del hu-racán en toda su diversidad, su riqueza,sus variantes; creo que de alguna maneratambién, en esta publicación nuestra, te-nemos que hacer un homenaje a AndrésPoey, tenemos que hacer un homenaje alos jesuitas, que junto con la Ilustración yla Reforma en España, y el pensamientológico, introdujeron en Cuba un rigor, unaescuela de pensamiento científico, que dealguna manera iba como contracorrientede toda la metafísica, el absurdo, la igno-rancia, el oscurantismo, y también, porsupuesto, tendremos que reconocer ahí elaporte de Gutiérrez Lanza, extraordina-rio, de Millás, y de los actuales meteorólo-gos de Cuba, que están basados en todaesa herencia científica de los jesuitas, delos norteamericanos; pues aunque vinie-ran con la intención de vigilar su hemis-ferio, la zona que les afecta, trajeron unasinnovaciones extraordinarias, y hay quereconocer todo eso con objetividad, comose reconoce el aporte soviético posterior, yel de los chinos actualmente.

Ahora, yo tengo una pregunta: ¿cuán-do fue que estos fenómenos meteorológi-cos fueron calificados con el término hu-

racán, o juracán, que según tengo enten-dido es un término aruaco?

JOSÉ A. MATOS ARÉVALOS

Investigador. Miembro de la JuntaDirectiva de la Fundación Fernando Ortiz.

Los cronistas hablaban de juracán, en lasCasas y Oviedo se puede encontrar la pa-labra juracán, y su significado. Tengo en-tendido que “ju” quiere decir “uno”, y“cán” pie: “de un pie”. El término es deorigen quiché de la actual culturaguatemalteca ¿Cómo se extendió luego estetérmino a la bibliografía, digamos, científi-ca?, lo desconozco, pero sé que ya en lascrónicas de Indias estaba presente.

SERGIO VALDÉS BERNAL

Lingüista. Miembro de la Junta Directivade la Fundación Fernando Ortiz.

Indudablemente, los indios antillanostuvieron diferentes denominaciones paraidentificar diversos fenómenos atmosfé-ricos de la región, pero huracán es la úni-ca palabra indoantillana que ha pasadoal español como denominador de un fe-nómeno atmosférico. Por cierto, del es-pañol se ha expandido hacia otras len-guas europeas, como al inglés en suforma de hurricane, o al alemán comoOrkan, al francés... Los cronistas LasCasas y Oviedo fueron los primeros enrecoger por escrito la palabra y su signi-ficado. Así, Las Casas, en su Historia delas Indias, escribe que “Sobrevino una

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tormenta y tempestad de las que haypor estos mares y tierras, que los indiosllamaban huracán, la última luenga”.1

Fíjense que dice: “la última luenga”,que significa que esta última parte dela palabra había que acentuarla.Oviedo,2 por su parte, explicó que “Hu-racán, en lengua de esta isla, quiere de-cir propiamente tormenta o tempestadmuy excesiva”.

Esta palabra es de indudable origenaruaco, ya que se documenta en diver-sas lenguas aruacas del Caribe. Por ejem-plo, los hermanos Perea3 atestiguan queen eyeri, lengua aruaca que se habló enla isla de Trinidad, se decía urogán a latormenta.

Posiblemente, la voz huracán tuvo sulugar en la mitología indoantillana, comoapuntan Henríquez Ureña4 y Friederici,5quienes también registran el vocablo enmaya-quiché, lo que acaso pudiera serun préstamo del aruaco que pasara a esa

lengua posiblemente a través de la de loscolonizadores españoles, como ha suce-dido en otros casos con otras lenguasamerindias.

Douglas Taylor 6 llama la atenciónsobre el hecho de que Goeje7 asociabala voz huracán con la palabra kauri(‘tormenta’) en achagua y con arigatu( ‘noche’) en lokono. Sin embargo,Taylor aclara que olvidó la palabrakulakami (‘trueno’), en lokono, la quesí guarda estrecha relación con el hu-racán del aruaco insular. Repara en elhecho de que Vásquez de Espinosa,8en 1629, había registrado curacale(‘trueno’) en el aruaco de Trinidad, yque Brett9 recogió akorakali (‘trueno’)en el aruaco costero de la Guyana Bri-tánica.

Resumiendo, existen suf ic ienteselementos de juicio para definir estevocablo como procedente del aruacoinsular.

1 Bartolomé de Las Casas: Historia de las Indias, lib. II, cap. L, Imprenta de M. Ginestra, Madrid, 1875-1876.

2 Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés: Historia general y natural de las Indias, lib. VI, cap. II, Imprentade la Real Academia de la Historia, Madrid, 1851-1855.

3 J. A. Perea y S. Perea: Glosario etimológico taíno español, Tipografía Mayagüez, San Juan, 1941, p. 27.

4 Pedro Henríquez Ureña: Para la historia de los indigenismos, Imprenta de la Universidad, Buenos Aires,1938, p. 114.

5 Georg Friederici: “Amerikanistische Wörtebuch und Hilfschwörterbuch für den Amerikanisten”, enAbhandung aus dem Gebiet der Auslandskuden, Hamburgo, 1947, p. 27.

6 Douglas Taylor: “Spanish Huracán and its congeners”, en International Journal of American Linguists.Baltimore, Vol. XXIII, No. 2, 1957, pp. 113-114.

7 C. H. Goeje: The Arawak language of Guiana, VAW, Ámsterdam, 1928.

8 A. Vásquez de Espinosa: Compendio y descripción de las Indias Occidentales, Charles Upson Clark,Madrid, 1948.

9 W. H. Brett: The Indian tribes of Guiana, their customs, conditions and hatis with researches into their pasthistory, superstitions, legends, antiquities, languages, etc., Bell and Daldy, Londres, 1852.

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AMAURI GUTIÉRREZ

Filólogo, poeta y ensayista. Profesorde la Universidad de La Habana.

Quería hablarles sobre el tematerminológico de las gradaciones entrehuracanes y tormentas, y tempestades enlos primeros siglos de la Conquista. El doc-tor Sergio Valdés Bernal en su libro sobreel Latinoamericanismo en el español deCuba, en el tomo I, cita a Las Casas, ycasi todos conocemos esa referencia, peroestán los Protocolos notariales de Quirinade Rojas, publicados en volumen, que sepueden consultar, y están las Actas Capi-tulares del siglo XVI que publicó Emilito.

Es muy interesante cómo ya desde elsiglo XVI los españoles hacen una distin-ción entre tormenta, tempestad y hura-cán, y cuando uno revisa desde el puntode vista lingüístico estos documentos, queson del siglo XVI, y en algún caso del sigloXVI temprano, puede ver una distinciónen términos lingüísticos, en términos deimaginario, respecto a grados, en cuantoa estos fenómenos meteorológicos.

Supongo que los europeos, que lleva-ban poco tiempo, heredaron en ciertamedida esta recepción de los pobladoresoriginarios de América, es decir, esa es latesis que tenemos nosotros. Incluso, ladoctora Mariana Serra y yo, cuando estu-vimos viendo el tema de la literatura, nospercatamos de que hay muchos poemasque hablan de tormenta, otros que hablande tempestad, y otros que hablan de hu-racán. Y me llama también mucho la aten-ción que ciertos autores le llaman hura-cán al mismo fenómeno, y tienes aSantacilia en Santiago de Cuba hablandode huracán, a uno en Matanzas, del mis-mo huracán, y a otro hablando del hura-

cán de 1844, que era el huracán románti-co de la literatura, del cual vamos a ha-blar aquí. Y en otros casos tenemos a unMilanés hablando de la tempestad, y te-nemos a otros autores distinguiendo lostérminos. Incluso en las notas de prensadel siglo XIX se habla de huracanes. Lapercepción que tengo es que había unadistinción bastante precisa, o si no muyprecisa, al menos muy de tradición, res-pecto a distinguir determinados fenóme-nos meteorológicos, incluso desde el sigloXVI, por lo tanto habría que revisar lasActas Capitulares, que es algo que no estáen el libro de Sergio Valdés Bernal, por-que él a lo que se refiere es al términohuracán propiamente.

LUIS ENRIQUE RAMOS

Historiador. Academiade Ciencias de Cuba (CITMA).

Quiero hacer un comentario adicional. Enmi planteamiento por supuesto que no hayninguna intención peyorativa hacia lospobladores originales del archipiélago. Laidea que trato de exponer es que el con-cepto huracán o juracán, como quiera quese pronunciase, alude a un estado deltiempo severo, a vientos y lluvias muy in-tensos, pero que no se corresponde exac-tamente con el concepto contemporáneoque la ciencia da al término huracán, eseso lo que trato de decir, porque en miopinión, es difícil que a partir de lossaberes, vamos a decirlo de esa manerapues no existía aún conocimiento científi-co, de estas comunidades, pudiera llegara establecer una diferenciación causal delos sistemas meteorológicos; fíjense que el

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huracán, el frente frío, la tormenta eléc-trica, no son en realidad un fenómeno,sino sistemas, o sea, convergen en ellosun grupo de fenómenos diversos que paraser representados requieren de una visiónespacial obviamente muy grande, que nose tuvo para la ciencia hasta mediados delsiglo XIX.

Para los conquistadores españoles loshuracanes eran tormentas, eran tempes-tades, no tenían el concepto contemporá-neo, aún los europeos; si ustedes van a lascrónicas originales se encontrarán, “Tor-menta de Santa Teresa”, la que mencionaVillaverde como referencia en CeciliaValdés, “Tormenta de San Rafael”, “Tor-menta de San Francisco de Asís”, “Tormen-ta de San Francisco de Borja”, para ellostodas eran tempestades, tormentas. Es unmeteorólogo norteamericano llamadoWilliam Redfield, quien a principios delsiglo XIX avizora que había ahí un movi-miento de circulación del viento alrede-dor de un centro, y lo hace a partir de loshuracanes que llegaban ya, incluso a ve-ces como tormentas extratropicales, fuerade los trópicos, a los Estados Unidos. Elque sugiere el término ciclón, que des-pués ya la meteorología clasifica en tropi-cales o extratropicales —quisiera que des-pués el doctor Ramón Pérez Suárez, másautorizado que yo, hablase de eso— es unmeteorólogo británico de cuando la colo-nia británica en la India, llamado HenryPiddington, quien era presidente de laCorte Marina de Calcuta, el término sur-ge a partir del griego kiklos, que significala cola de la serpiente, fíjense que hay uncontacto, hay un contacto con esa ima-gen, digamos, de rollo, de círculo; apare-ce hacia 1850, antes no se usaba, no lobusquen, porque no lo van a encontrar,van a perder su tiempo, van a ver “tor-

menta de tal fecha”, “tormenta de tal ciu-dad”, eso es lo que van a ver.

Y en cuanto al término huracán coin-cido totalmente, porque además, he bebi-do en la obra del doctor Sergio ValdésBernal en que es el Padre Las Casas, ensu Historia de las Indias, quien lo lleva aEuropa, y a partir de ahí los cronistas loreiteran, porque los aruacos, las culturasaruacas, los pueblos de aquí de la Améri-ca se referían frecuentemente al términohuracán cuando aludían a una gran tor-menta, una tormenta devastadora. Yo sos-tengo que tal vez el caso de un frente fríointenso, con vientos muy fuertes y lluviasmuy fuertes, como la mal llamada Tormen-ta del Siglo de marzo de 1993, pudo serpara ellos un huracán. Para la ciencia con-temporánea son sistemas distintos.

Sobre este tema hay muchísimo quehablar, el propio Andrés Poey tomó parteen temas arqueológicos; estoy pensandotambién en la Lexicografía antillana deAlfredo Zayas, publicada a principios delsiglo XX; es decir, hay mucha riqueza sobreestos temas.

LOURDES DOMÍNGUEZ

Gabinete de Arqueología, Oficina delHistoriador de la Ciudad de la Habana.

Quisiera hacer referencia a lo que habla-ron anteriormente los profesores, que almomento de hacer una comparación conlas cosas que pasaban en Europa, hubo queponerle otro nombre a lo que pasaba aquíen el Caribe; el término común entre loshabitantes del país fue huracán; las cró-nicas son las primeras que hablan sobreesa circunstancia. Yo me sumo al criterio

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de Bernal de que es una lengua aruaca, osea, es el antillano, medio centroameri-cano, medio sudamericano, quien ubicaestas circunstancias y estas característi-cas de una situación meteorológica espe-cial que tiene vinculación con los vien-tos, y sobre todo, con la presencia delviento en la vida cotidiana.

Hay un aspecto muy interesante, pocoestudiado, que es la circulación del aireen las casas de los aborígenes. Nosotrostenemos un criterio, muy mal fundamen-tado por los propios cronistas, de que lascasas eran cuadradas y que el caney, quees el más chiquito, es redondo. Esa vivien-da oblonga, o sea, no redonda, sino oblon-ga, tenía parabanes, y esos parabanes eranlos que hacían circular el aire, pero da lacasualidad que esos parabanes son de lamisma forma de los dos brazos encontra-dos, la forma sigmoidea, un aire entrabapor un lado y salía por el otro, y esa es unacirculación de aire en las propias casas, yhay que ponerle un poquito más de aten-ción a esa vida cotidiana de los aboríge-nes a partir de las plantas de los pobladosy que aparecen en los sitios arqueológicostrabajados horizontalmente y no solo a loque los cronistas nos hablan, hay que ob-servar lo que está ahí, in situ.

RACSO FERNÁNDEZ

Departamento de Arqueología, InstitutoCubano de Antropología (CITMA).

Yo no quiero ser extremista, pero tampocome gusta tomar como paradigma a la cul-tura europea, puesto que tomaron el nú-mero cero de los chinos, el astrolabio delos árabes y así sucesivamente otras inno-

vaciones de la cultura universal, ya losmayas conocían muchas, y numerosos pue-blos americanos las dominaban con facili-dad; recordemos que los astrónomos ma-yas predijeron innumerables fenómenosastronómicos que en Europa no se cono-cían, se desconocía incluso un calendariotan exacto, y por eso me cuesta trabajocomprender cuando algún investigadortoma como paradigma la cultura occiden-tal para hablar de los pueblos americanos,los pueblos originarios, como me gustadecir a mí, un poco tomando las frases deRigoberta Menchú y otros indigenistasimportantes.

Y me atrevería a decir que los aboríge-nes, los pueblos originarios de las Améri-cas, y sobre todo los antillanos —que nopodemos, sin duda, compararlos con lacultura maya, la inca, la azteca— sí te-nían pleno conocimiento de los fenóme-nos naturales a los que se enfrentaban,porque no llevaban una decena de añosen el Caribe cuando llegaron los conquis-tadores, llevaban cientos de años; hay unfechado absoluto muy reciente, en el si-tio Canímar Abajo, de siete mil seiscien-tos años de antigüedad, es decir, que meparece que era suficiente tiempo paraacumular un saber que les permitieraidentificar si estaban frente a un hura-cán, frente a un frente frío, aun cuandolamentablemente esa historia no esté es-crita, pero es historia que no llegó a no-sotros. Y el mismo hecho de que tuvie-sen un vocablo que identificara unfenómeno natural como es el huracán,pero que además, tuvieran una deidad quelo representaba, nos hace pensar que in-discutiblemente tenían plena concienciadel fenómeno al que se enfrentaban, apartir de un período y una época determi-nada del año.

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Me llama la atención que en el orientede Cuba, en una cueva que se encuentraen Patana, en la provincia de Guan-tánamo, que se llama La Caverna dePatana, existió un petroglifo de aproxima-damente un metro de altitud, que era ilu-minado por los rayos solares a partir deque se iniciaba la temporada ciclónica conel solsticio de verano, es decir, con esefenómeno astronómico la tierra se alejadel sol en su punto máximo, ese petroglifoempezaba a ser iluminado durante toda latemporada ciclónica, pero que por demástenía una fuente natural, a dos metros dedistancia, que es precisamente en esa épo-ca del año cuando se mantiene lleno delíquido por el goteo natural que se propi-cia a través de la filtración del agua delluvia en la caverna, y es precisamente elespacio que aún sirve de avituallamientode agua a los pobladores de la región.

Un hecho muy similar ocurre, por solocitar dos, en una cueva en la provinciade Granma, la Cueva Ceremonial nú-mero 1, que el doctor Núñez Jiménez,en una expedición que realizó con loshúngaros le llamó la Cueva de la Amis-tad Cubano-Húngara, pero que en rea-lidad tenía otros nombres, incluso teníael nombre de uno de los campesinos quevivía en la zona, etcétera; en la literaturase conoce como la Cueva Ceremonial nú-mero 1 y como la Cueva de la AmistadCubano-Húngara, la cual tiene la par-ticularidad de poseer una estalagmita—una formación secundaria que se pro-duce del piso hacia arriba por acumula-ción de la calcita por el goteo— que, adiferencia del ejemplo de la caverna dePatana, está precisamente erigida dentrode una fuente natural, y también duranteel solsticio de verano entre el 21 y el 22de junio, recibe los primeros rayos solares,

pero es el período también en que esa fuen-te se llena de agua, hay personas que in-cluso han ido a la cueva, y cuando unoles comenta este fenómeno, dicen: “no,no puede ser, pero es que yo estuve en lacueva”, sí, pero es que estuvieron en lacueva en el período de seca, entonces enesa estación uno llega perfectamente has-ta allí, se puede llegar, incluso hasta elpetroglifo que el saber popular le llamaAtabeira, porque esta deidad está vincu-lada a las aguas mansas, como dice el pa-dre ermitaño Ramón Pané en su relaciónacerca de las antigüedades de los indios.

Y quiero llamar la atención de quecuando hubo personas que lograron identi-ficar que esas dos formaciones secunda-rias eran iluminadas a partir de un períododeterminado de tiempo correspondientecon ese fenómeno astronómico que cono-cemos como solsticio de verano, y que apartir de ese instante era que esas fuentesde agua alcanzaban distintos niveles deacumulación del preciado líquido en mo-mentos específicos en dependencia de lafrecuencia con que llovía en determina-do tiempo, yo me inclino a pensar que te-nían plena conciencia de que, a partir deese momento, sucedía un fenómeno queno tenía nada que ver con ese clima, tanbeneficioso y bueno que tenemos, y que-remos que siga siendo así, ¿no?

Por lo que estoy convencido de que sitenían el vocablo huracán para identifi-car el fenómeno, si tenían una deidad onumen, como decía la doctora LilliánMoreira, que tenía dos heraldos que loayudaban en la creación de las tormentasque lo arrasaban todo, que por demás erafemenino, entonces me parece que habíaindiscutiblemente un saber acumuladoextraordinario, que mucho de ese saber lollevaron a Europa, y que, imagino, gracias

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a eso fue que empezaron todas las ideasestas de controlar y predecir el tiempo,precisamente por la navegación tan inten-sa que hubo entre la América y Europa,así las cosas ya en ese entonces se hacíanecesario y obligatorio poder predecir yconocer el tiempo en el Caribe.

YOLANDA WOOD

Ensayista. Directora del Centro de Estudiosdel Caribe. Casa de las Américas.

Quisiera agradecer también la invitacióna participar en este encuentro, felicitar alos que han intervenido, me ha parecidorealmente muy interesante. Y me voy aservir un poco del pie a partir de lo queacaba de decir el colega, porque justamen-te lo que me interesaba era traer a cola-ción la enorme importancia de este textode Fernando Ortiz para los estudiosiconológicos y los estudios iconográficosen nuestro país.

Como ustedes saben, mi especialidades el campo de las artes, y cuando meenfrenté a la lectura de este libro des-cubrí un método que nadie en Cubahabía aplicado antes al análisis de unaimagen artística, porque esta es unaimagen artística, además de ser una ima-gen mítica, además de ser una imagensimbólica. Y el modo, los instrumentosde análisis que utiliza Fernando Ortizen este texto, son verdaderamente deuna importancia extraordinaria para rea-lizar una lectura desde nuestros propioscontextos culturales de los valores de laimagen, Ortiz va de una imagen al con-cepto de un texto que reelabora todauna visión histórica, antropológica, cul-

tural, y que el factor que haya desenca-denado ese análisis sea una imagen esverdaderamente representativo.

Pero al mismo tiempo quisiera decir queen la apreciación contemporánea de esteproblema, que por supuesto, lo estamosvalorando en Cuba, pero es un fenómenode todo el Caribe, este tema podría, sinduda alguna, como estamos escuchandoa cada momento, expandirse, e inclusosuelo decirle a mis alumnos que ponganmucha atención, porque la única vez quevemos en la televisión cubana el mapa delCaribe con cierta frecuencia es lamenta-blemente cuando hay un ciclón, una tor-menta, un tornado, o un huracán, comole queramos llamar, porque es un fenóme-no de trayectoria, y si una región del mun-do se identifica por las trayectorias, entreellas también de estos fenómenos natura-les, es justamente el Caribe.

Quería entonces decir que entre laaparición de este libro en 1947, y la apari-ción en 1958 del libro Los placeres del exi-lio, de George Lamming, se produce lo quepodríamos considerar, diría yo, un cambioen la noción simbólica contemporánea dehuracán, tempestad, tormenta, como que-ramos llamarle, hacia un pensamiento sim-bólico de interpretación caribeña. Esto meparece de una significación muy especial.Un acontecimiento natural que desem-boca en todos los impactos que aquí sehan descrito deviene base para una re-flexión contemporánea a partir, no de lanoción del huracán desde nuestros pue-blos originarios, como aquí se ha dicho,sino de una versión europea, y creo quetanto una como la otra tenemos que tomar-las en cuenta; y en este sentido se produ-ce —desde La tempestad de Shakespeare,leída por George Lamming primero, yreleída después por Roberto Fernández

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Retamar y por tantos otros—una verda-dera teoría en torno a las problemáticasdel Caribe desde un pensamiento contem-poráneo.

Esto de que el torbellino, el remolino,el impacto de una tormenta, de una tem-pestad, haya creado bases, personajes, his-torias, que explican nociones de nuestrapropia formación histórico-cultural, le dauna dimensión al huracán, a la tempes-tad, a la tormenta, desde nuestros días,que va más allá de su imagen tal comometodológica y brillantemente la estudióFernando Ortiz, hacia una interpretacióna nivel de pensamiento simbólico y socialhasta nuestros días.

Creo que el hecho de que una turbu-lencia meteorológica, un acontecimientonatural, que tiene sus fuentes descritas yenunciadas en nuestros pueblos primarios,primeros y originarios, llegue hasta nues-tros días no solamente en el texto de Ortiz,sino en toda la visión del torbellino deDereck Walcott, o en Antonio BenítezRojo la noción del caos del Caribe com-prendida como esa explosión de unaentropía al interior de su propia evoluciónhistórica, social, hasta la contemporanei-dad, creo que dimensiona el huracán, latormenta, la tempestad, como algo más alláde un fenómeno natural, que adquiere esadimensión tan profunda en el plano sim-bólico de la construcción de un pensa-miento caribeño contemporáneo.

BERTA ÁLVAREZ

Historiadora. Universidad de La Habana.

Parecería que después de Yolanda y de susobservaciones acerca de los contextos uti-

lizados en la obra El huracán por FernandoOrtiz no hay nada más que decir, pero yoquería decir algo, me hubiera gustado,quizás, decirlo antes, y bueno, lo hagoahora.

Intervengo desde mi experiencia comoprofesora de Historia en la Universidadde La Habana. El tema se aleja de los querecientemente ocupa mi atención más di-recta, pero con el cariño y la deferenciacon que Barnet aludió a los historiadores,y a la necesidad de un resultado mas cul-to de la historia, me siento obligada en-tonces a refrendar absolutamente lo queél dijo, y lo hago desde la perspectiva deque constituye un reto para todos los que,de una manera u otra, aportamos al cam-po de la historia.

Pienso que, en efecto, las definicionespara la historia tienen que ser mucho másricas, más complejas, más cultas. La so-ciedad y su devenir es el objeto de la his-toria y esta es, como sabemos, compleja yconflictiva, por tanto entenderla en sudiversidad y a la vez descubrirla en susexpresiones de consenso y unicidad solopuede ser una resultante de la interdis-ciplinaridad y la transdisciplinariedad,porque entiendo el afán del historiadorcomo la explicación del ser cubano.

Quizás esta necesidad no constituye unrequisito de inmediatez para la investiga-ción histórica como para la divulgación yenseñanza de la misma. Los historiadores,desde mi punto de vista alejados de cual-quier afán especulativo, pretenden hallarhilos de un devenir, no solo para interpre-tar el presente, sino también para proyec-tar los posibles componentes sociales delfuturo. Una nueva visión de la historia, laposibilidad de una nueva síntesis se va alograr a partir de una reformulación de unahistoria, yo diría, en la que el hombre, el

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ser humano, la cultura humanizada, cons-tituyan sus ejes centrales. El valioso acer-vo historiográfico de carácter nacionalsería el de la tradición cultural del pue-blo cubano, a cuya explicación encaminósus pasos don Fernando Ortiz. Un impor-tante avance lo constituye el esfuerzo re-ciente de nuestra historiografía por lograrun acercamiento desde lo social a dife-rentes apreciaciones del acontecer histó-rico. Esa sabiduría humanizante en donFernando, mueve todo su pensamiento, suobra.

Yolanda se refería a la trascendenciametodológica de Ortiz, y Fernando Ortiza mí me aporta tanto… Yo no había leídoEl huracán, me fui a la Biblioteca Nacio-nal, y me leí El huracán, y la metodologíade Fernando Ortiz para trabajar el temame cautivó, las relaciones que estableceen un espacio cósmico, en otras palabras,su cosmovisión, a partir de la presenciade la espiral como símbolo de lo constanteen una diversidad contextual, en la queculturas clásicas, mediterráneas y preco-lombina-americanas, se interrelacionan;ese proceder en descomponer el objeto deanálisis para recomponerlo en diversas re-laciones, es de lo más actual enmetodologías que aportan a la historia.Desde un saber erudito Fernando Ortiz,elabora una arqueología del huracán.

Me llamó la atención la ausencia deun acercamiento sociológico, tan profusoen otros temas acometidos por el sabiocubano; sin embargo sí hacen su apariciónmétodos de análisis propios de la etnolo-gía, la arqueología, la antropología, e in-clusive la etimología de las palabras.

Aunque, como bien decía Matos, laespiral es el símbolo de la esencialidad deltema, pues la espiral está también en elmovimiento social, es decir es sentido de

la historia, porque desde Hegel hasta hoyhemos sabido que la historia se mueve enespiral, y por lo tanto, podemos pensar quela espiral, símbolo de fuerza y creatividadcomo nos la expone don Fernando, es ade-más un símbolo para la sociología. Pero hayalgo más que reclama mi atención: desdeprincipios del siglo XX y desde esa genera-ción fuerte, que se erigió en una genera-ción-puente intersecular, se formula elconcepto de raza cósmica por el mexicanoVasconcelos, desde la propuesta de unprincipio racial único por medio del mesti-zaje, adquiere especial relieve que siendoOrtiz parte de esa generación y habiendologrado superar él mismo una visión antro-pológica desde lo racial, ofrezca ahora unaaproximación al estudio de grupos huma-nos ancestrales desde una cosmovisiónde sus culturas. Ciertamente esta obra deOrtiz sería publicada años después.

Una aproximación a la historia de nues-tro país por los caminos de Ortiz nos hacemejores historiadores. Asumir una histo-ria nacional desde una perspectiva cultu-ral es entender la experiencia históricacomo experiencia cultural del ser y de lanación cubana. Superar esquemas, exce-sos ideologizantes, y afanes catequizanteses tarea de los historiadores en Cuba.

RACSO FERNÁNDEZ

Yo quería decir dos cosas; primero, creohaber entendido en el comentario deLillián que para los aborígenes el huracánera un fenómeno devastador, ¿no?, y des-pués, casualmente, con la exposición delos colegas de la Universidad de La Haba-na veía una frase de Martí que está en rela-ción con lo que yo quisiera mencionar, y

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el propio hecho de que la deidad abori-gen Guabancex tuviera dos heraldos men-sajeros, como bien dice don Fernando, unoque agrupaba las aguas y el otro que ha-cía correr o soplar el viento; me pareceque tiene que ver directamente con esaconcepción que tenían ellos de que habíaun huracán, que como decimos nosotrosa veces en la prensa, nos trajo agua parapaliar la sequía que veníamos sufriendo,es decir, el huracán pasó y bueno, devastóo trajo mínimas pérdidas materiales, perolo mejor que trajo fue el agua, que no te-níamos para las cosechas, para el uso hu-mano; tengamos presente que estamoshablando de grupos agricultores que de-pendían, como primer elemento de subsis-tencia, de la agricultura, independiente-mente que el balance alimentario seprocurara a través de la caza, la pesca, larecolección, etc., pero dependían comoactividad económica principal de la siem-bra de la yuca, el maíz y otros productos.Yo creo que ellos ya habían percibido eso,y es por eso que este grupo cultural con-cebía a un númen que tenía dos deidadescomplementarias que le permitía haceruna diferenciación en cuanto a las posibi-lidades o los efectos que traía el huracánen cuestión.

Coincido con la doctora LourdesDomínguez con respecto a si son apócrifoso no los petroglifos que usó don Fernando,y quiero llamar la atención sobre este he-cho. Los petroglifos fueron donados o ven-didos al Museo Bacardí en 1913, con unadiferencia de dos meses cada uno, por unosseñores, uno que era pescador, y otro quetenía una embarcación y hacía viajes porla costa sur de la provincia de Oriente deaquel entonces. Como en esa época el se-ñor Bacardí pagaba muy bien el hecho deque le llevaran piezas arqueológicas al

Museo, ellos se dieron a la búsqueda deestas obras de arte, como decían en laépoca, los cemíes, los ídolos, y así los ven-den en 1913. Hay una gran confusión, lahistoria la escribe Fernando García y Gravede Peralta, porque él hace excursiones alMuseo Bacardí, y hace una descripciónmuy detallada no solo de esas piezas delMuseo Bacardí, sino de otras tantas, y élmenciona todos estos detalles, pero hayuna gran duda en los escritos suyos, pues-to que al principio usa la información quele brinda el hijo de Bacardí, sobre la ad-quisición de las piezas, y después comen-ta lo que le menciona uno de los vende-dores, en entrevista que él logra hacerleen el año 46, es por eso que a veces apa-rece Playa Larga-Verraco, y otra vez apa-rece Cueva de Playa Larga-Verraco, porlo que a veces uno no sabe si estamos ha-blando de la misma cueva o si estamoshablando de dos, otras veces aparece Pla-ya Larga-Cueva de Casonal, es decir, laCueva de Casonal está en un lugar, y lasupuesta de Playa Larga, si existe, estátotalmente en otro.

Yo digo que coincido en que son origi-nales, aunque pueden estar digamosremarcados en alguna medida alguno deellos, porque sin lugar a dudas la arqueolo-gía se ha encargado de encontrar otraspiezas arqueológicas con el mismo símbo-lo en otras áreas de la región oriental.Cuando nosotros hicimos la investigaciónpara el libro que publicamos, encontramosotras piezas además de las que mencionadon Fernando, y es que por suerte paranosotros aparecía publicado en el libro deIrving Rouse, Arqueología en las lomas deManiabón, un fragmento de cerámica tam-bién con la figura sigmoidea, y lo que no-sotros creemos y así lo decimos en el libro,es que hay un momento determinado en

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que en todas las imágenes que aparecíanestaban los brazos de las figuras en unadisposición, y la del Montané aparece conellos en otra, por eso es que automáti-camente se dice que la pieza es falsa; es lomismo que le puede haber sucedido a Fer-nando cuando vio el de Zayas, que comoestá en la posición inversa a la que ha-bían aparecido hasta ese momento, todoscoinciden en que bueno, es falsa, porquesi están a la derecha y no a la izquierda, yel huracán gira a la derecha, etcétera;resulta que como nosotros encontramos unfragmento de cerámica con el mismo sím-bolo pero que los brazos están también enla posición inversa, nosotros somos de laopinión que los que le han dado esa, di-gamos connotación que tiene que ser a laizquierda y no a la derecha, somos noso-tros los hombres del siglo XX, es decir, esposible que para el aborigen no tuvieraninguna significación si estaban lo mismoa la derecha que a la izquierda, lo impor-tante es que tenían que ser sigmoideos, ynosotros, como hemos encontrado las pie-zas hasta un momento con una forma, asu-mimos que ese era un patrón que teníanque cumplir todos los símbolos que tuvie-ran que ver con el huracán o con el ci-clón, pero la arqueología se está ocupan-do de demostrar que aparentemente si fueun patrón, en un momento fue de una for-ma y en otro momento de otra, o eviden-temente no existía el patrón que nosotrosqueremos asignar como importante.

Otra cosa es si las piezas son apócrifas ono, como le decía yo una vez conversandocon el colega Jorge Ulloa sobre lospetroglifos del Museo Bacardí, que él de-cía que si eran apócrifos, yo le decía quea la larga, apócrifos o no, ya forman partedel patrimonio nacional, porque están enel Museo Bacardí exhibiéndose hace no-

venta y cinco años, entonces ya a estasalturas, cuando han recorrido el mundoen el libro El huracán, cuando llevan no-venta y cinco años exhibiéndose en elMuseo, uno de los más importantes delsiglo pasado y de la primera mitad del si-glo XX, ya a estas alturas no vale la penadecirlo. En este sentido yo creo que la dis-cusión no se debe centrar en si lo son o nolo son, ya a ese tema la historia le pasó porencima, aunque sería bueno si pudiéra-mos definirlo, pues yo creo que ese es untema muy necesario. Según me dijo elcolega José Jiménez Santander, él logróentrevistar a uno de los que los descubrióy que le confesó que no, que no eran ori-ginales y los hicieron para ganar dinero,yo no creo que si en realidad, como diceFernando García y Grave de Peralta, fue-ron un pescador y un navegante los quelos vendieron, no creo que tuvieran lahabilidad de lograr la maestría con queestán hechas esas piezas, no creo que co-nocieran un símbolo por demás aborigen,cuando no existía en 1913, el primer frag-mento de cerámica fue vendido al MuseoBacardí en ese propio año, pero despuésde entregadas estas piezas; además, hanaparecido en otros seis lugares del paísobjetos con similares diseños, es decir, queevidentemente no creo que fueran elloslos autores, y tampoco creo que el amigoJiménez Santander tuviera edad para ha-berle preguntado a este hombre, que enel año 13 era un joven, o digamos, quecomo mínimo tendría veinte años, veinteaños para poder estar en esas aventurasde perseguir piezas, después en el 46, cuan-do Grave de Peralta le hace la entrevista.¿Qué edad tendría? ¿Entonces cómo va allegar a los ochenta y tantos en queJiménez lo entrevista?, ¿Con qué cabezapodría él recordar aquello? C

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LA LLUVIA, DE TOMÁS SÁNCHEZ. CONTÉ SOBRE PAPEL NEGRO, 29,8 X 41,9 CM, 1998.

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LILLIÁN MOREIRA

Historiadora. Universidad de La Habana.

Quería en primer lugar manifestarles queestoy muy satisfecha con lo que he escu-chado aquí, he aprendido muchas cosas.Y quería hacer dos comentarios, uno diri-gido a Liliana Núñez, en relación a la ex-posición que ella hacía, el tipo de vivien-da que debemos de pensar en un futurocon respecto a la situación de los huraca-nes, que todo pronostica que nos va a irgolpeando cada vez más.

Yo recordaba en El huracán, donde donFernando Ortiz decía que los cronistas endeterminado momento hacían referenciaa que los bohíos, o las casas de losindocubanos —y yo prefiero llamarlosindocubanos, doctor Barnet— resistíanmucho mejor los huracanes que las casasconstruidas por los mismos españoles, en-tonces habría que buscar, no digo volver alos antiguos bohíos, pero que hay otras for-mas, si realmente es así, de construccio-nes, que son más viables que estas queutilizamos en los tiempos modernos, digá-moslo así.

Con respecto al planteamiento del com-pañero Luis Enrique Ramos, va dirigidoun poco en el mismo sentido que habíaintervenido el doctor Barnet. La experien-cia empírica no puede ser desconocida,es de gran importancia. Hay una mentali-dad occidental y cristiana de subestimarel conocimiento de estas culturas másantiguas, de estas sociedades que vivíanen un medio en algunos aspectosinhóspitos, y en realidad yo estoy absolu-tamente convencida que ellos conocíanperfectamente lo que era el huracán conrespecto a otros fenómenos meteorológi-cos. Incluso, por ejemplo, la deidad del

huracán tenía dos heraldos que la acom-pañaban, uno que concitaba a los cemíesa colaborar para hacer mucho viento, ytambién traer mucha agua, y otro que erael que se encargaba después de volcar elagua torrencial sobre esos lugares.

También don Fernando en su libro diceque el huracán no se veía, es decir, elhuracán no se ve, el huracán se siente,pero en cambio, el tornado sí se podía ver,es decir, que es algo que nosotros lo pal-pamos en nuestra realidad actual. Y es poreso también que a mí me parece que donFernando vincula el terremoto y el hura-cán como posible relación realizada porlos indocubanos, pero evidentemente elhuracán viene del cielo y el terremoto vie-ne de la tierra, y entonces son deidadestambién diferentes la de uno y la de otrolugar, más allá de que pudieran reunirse,porque no siempre ni necesariamente elhuracán viene acompañado de un terre-moto.

JESÚS GUANCHE

Investigador. Miembro de la JuntaDirectiva de la Fundación Fernando Ortiz.

En primer lugar, deseo felicitar al panelpor su exposición, por su claridad. Queríaretomar algunos de los planteamientos dela profesora Lillián Moreira al principio.Es precisamente el tema de que vamos aseguir conviviendo con los huracanes, ytenemos que crear toda una serie de pro-cedimientos para que esa convivencia seacada vez más armónica.

¿Qué quiero comentar? Sería interesan-te conocer y confrontar mutuamente elconjunto de medidas, o propuestas de

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medidas que acaba de realizar el Polo deCiencias Sociales a la máxima instanciadel Gobierno, pues precisamente ahí sehace mucho énfasis en el tema de la vi-vienda y el impacto de los huracanes, nosolo en el de la vivienda rural, y cuandohablo de vivienda rural me refiero a unaasignatura pendiente, ya que existe unamuestra nacional de toda la diversidadtipológica de la vivienda rural en Cubaque está en una de las monografías sinpublicar del Atlas etnográfico. La versiónen multimedia del Atlas etnográfico ofre-ció nada más que la punta del iceberg vistaen la lejanía, pero las monografías, al me-nos las ocho de las trece que debíanpublicarse, no se han publicado. Hace fal-ta publicarlas precisamente para que loscompañeros que hacen propuestas y to-man medidas, especialmente los decisores,conozcan esa riqueza de la diversidad cul-tural del país, sobre todo porque —y estees un dato muy importante—, en el censodel ochenta se dio a conocer los nivelesde durabilidad de las viviendas rurales enel país, y hay viviendas rurales que tienenmás durabilidad que muchas viviendasurbanas, lo cual nos da la medida de laadecuación ecológica al medio en que seconstruyeron y la resistencia o no a loshuracanes.

Ahora, por otro lado, está la problemá-tica de las viviendas urbanas y la situa-ción tan delicada que tienen los alberga-dos, muchos de los cuales también sonvíctimas de los huracanes.

Sería interesante contrastar, junto conla propuesta que tiene la Fundación de laNaturaleza y el Hombre Antonio NúñezJiménez, la que hacen los compañeros delPolo, pues hay una cifra significativa. EnCuba tenemos más de medio millón deviviendas que, o bien están subutilizadas,

o inutilizadas, en buen estado, lo cualimplicaría también una readecuación has-ta de las posibilidades de acceso y uso nosolo mediante permuta, sino por compra-venta de viviendas a través de procedi-mientos legales adecuados y no dedicar-nos solamente a lo que se decía, construirmás viviendas con determinado nivel decalidad, cuando ya existe un fondo de vi-vienda que puede ser utilizable a nivel detodo el país. De modo tal que mi propues-ta concreta sería, Liliana, tratar de cono-cer, o contrastar, o cotejar, las importantesmedidas que ustedes están proponiendo,con este gran paquete de medidas que yatiene la alta instancia del país, para quelas decisiones sean cada vez más colegia-das, y que sean cada vez más certeras entorno a un tema.

Además, otro tema que también se re-laciona con esto es el conocimiento sis-temático, mesurado, de los cambiosclimáticos en el país, el tema de los cam-bios climáticos trasciende e incluye el delos huracanes. Existe una amplia infor-mación sobre cambio climático, pero estono siempre sale por los medios. Conside-ro que, sin llegar al estado de pánico alar-mista se puede dar a conocer, como hanhecho varias instituciones en el país, cuá-les son las perspectivas de los cambiosclimáticos para Cuba; es decir, estar de-bidamente informados para conocer lasituación que tiene el país dentro de la situa-ción global.

LUIS ENRIQUE RAMOS

A mí me parece que los compañeros de laFundación Fernando Ortiz deben consi-derar que los objetivos del encuentro se

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van cumpliendo. Yo tenía la certeza deque esto iba a ser así, o sea, de que íba-mos a tener realmente un diálogointerdisciplinario en su primera fase, quetal vez nos aproximara a ese desideratumde la ciencia contemporánea que es elmarco transdisciplinario, donde conver-gieran todas las corrientes, todos lossaberes y conocimientos, para recrear unavisión mucho más general, mucho másholística.

También coincido en que El huracán, sumitología y sus símbolos, no es un mero ejer-cicio de erudición, no es el simple trabajode un enciclopedista, sino realmente unanálisis integrador de la multifactorialidadde la cultura cubana, centrado en ese fe-nómeno del huracán, y que indiscutible-mente tiene aportes epistemológicos, ¿y porqué no?, también ontológicos, que no de-ben ser menospreciados y que realmenteconstituyen un hecho, digamos, muy no-vedoso hasta ese momento.

Yo me complazco enormemente comotrabajador de la historia de la meteorolo-gía, en que esta diversidad de investiga-ciones se realicen y se potencien, porqueno se avanza por un solo camino, y real-mente me interesaría muchísimo este tra-bajo al que acaba de hacer referencia elcompañero de la Universidad, que conti-núe en lo adelante, porque hasta la per-cepción que tengo yo en este momento,es que el término temporal, tempestad,huracán, ha sido usado de manera indis-tinta en dependencia de la preferencia, oincluso de la vivencia anterior de las per-sonas que escriben; lamentablemente enel caso de la cultura aruaca, bueno, erauna lengua ágrafa, no se escribía, por tan-to, eso es realmente un obstáculo a unaprofundización mayor de estas primeras eta-pas de los pueblos originarios, pero real-

mente me complazco en que el debate sedé, y que se sigan produciendo obras enese sentido, porque sin duda serán esasluces que irán iluminándonos el caminoen aras del mejor conocimiento del hura-cán, y por supuesto, de los demás elemen-tos de la cultura cubana que con él serelacionan.

MIGUEL BARNET

Bueno, yo tengo que decir que realmentela Fundación le agradece a cada uno delos ponentes sus presentaciones, porquehan sido todas muy valiosas, algunas queyo vislumbro que deben tener, o deberíantener una gran utilidad, una mayor utili-dad que no es función de nuestra Funda-ción aplicar o poner en práctica, como porejemplo la interesantísima y utilísima po-nencia de la Fundación Antonio NúñezJiménez, que hizo Lilo. Pienso que estascosas, como dijo la doctora Virtudes Fe-liz, tiene toda la razón, hay cosas que noestán en manos de la Fundación, nosotrossomos un organismo no gubernamentalmuy pequeño, pero algunas de las proble-máticas que se plantearon aquí, como eltema del Atlas y todo esto, y la urgenciaen advertir a nuestras autoridades de es-tos fenómenos, son otros organismos las quetienen que viabilizarlas, en este caso, enel caso nuestro, a través del Ministerio deCultura, pero pienso que esto debe llegaral Consejo de Estado y al Consejo de Mi-nistros, las preocupaciones de la Funda-ción Núñez Jiménez, porque ya se ha ad-vertido que el modo en que se estáfabricando en Cuba, con los elementos quese están utilizando, no son los más apropia-dos para afrontar lo que viene, que vienen

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más huracanes, porque históricamente he-mos tenido muchos huracanes, ahora nossorprendimos porque tuvimos tres consecu-tivos, pero puede que tengamos otros tres, ocuatro, ojalá que no venga ninguno, perocuando llegue uno que venga como el hu-racán del 26, u otros que se han menciona-do aquí, que la han emprendido directa-mente con la ciudad de La Habana, no sédónde vamos a parar, porque después delConsejo Nacional que tuvo lugar reciente-mente convocado por la Unión de Escrito-res y Artistas de Cuba (UNEAC), hemosvisto las condiciones tan deplorables y la-mentables que tiene la arquitectura enCuba, que están los barrios en gran deterio-ro, y algunas edificaciones, que son inclusomonumento nacional, están en condicionestambién de gran peligro de subsistir.

Creo que las ponencias que han tenidoque ver con los temas arqueológicos, porlo que yo he analizado, y los temas de an-tropología física, son excelentes, pero todolo que ha sido, lo que ha podido ser ilustra-do con estas piezas, que algunas se debatesi son auténticas o no; realmente dudomucho, sin tener ninguna experiencia eneste tema ni ser especialista, dudo muchoque don Fernando Ortiz se haya equivoca-do en estas cosas; él se asesoraba de laspersonas más sabias que tenía a su alrede-dor, conocedores de arqueología, y creo queTabío y otros arqueólogos, que casi siempreestán en discrepancias, en el fondo teníanun gran celo con la obra gigantesca quehizo don Fernando Ortiz, un gran celo, yese celo todavía desgraciadamente existe,y es la razón por la cual en la carrera deEstudios Socioculturales, por muchos em-peños que yo haya hecho dentro de la do-cencia de esa carrera y de la jerarquía o elejecutivo, el currículum de Fernando Ortizsea tan escaso, lamentablemente es así.

Se conoce a Fernando Ortiz, el nombrede Fernando Ortiz, y todo el mundo hablade Fernando Ortiz, que si era el sabio, quesi fue el primer, el segundo descubridor, yel tercer descubridor, y todas esas cosas,porque, en una época en que Raúl Roa yJuan Marinello fueron sus amigos y tuvie-ron una preeminencia en la cultura cuba-na, destacaron la obra de Ortiz, pero des-pués la obra de Ortiz fue bastanteescamoteada, olvidada, y creo que el mé-rito que tienen los compañeros de la Fun-dación Fernando Ortiz es el de reactivary rescatar esa obra tan extraordinaria, quegracias a hombres como Antonio NúñezJiménez, que siempre lo cuidó y que siem-pre estuvo cerca de don Fernando, se hasalvado la figura de don Fernando, que espara mí, y lo repito aquí, la figura de lacultura cubana, al menos en el terreno delas ciencias sociales, más importante y másrelevante del siglo XX, porque cuando unoconfronta la figura de Fernando Ortiz conla de otros intelectuales de su época tam-bién muy agudos, muy brillantes, con mu-cho ingenio y hasta con una obra literariasignificativa, se da cuenta que esa visióncosmogónica, holística, integradora, pro-funda, como habló aquí la doctora BertaÁlvarez, no la tuvo ningún otro intelec-tual; todos sucumbieron en su gran mayo-ría, o unos se fueron a la torre de marfil,porque no tenían otro remedio, y otros sefueron a los medios de comunicación ma-siva, otros se refugiaron en la CMQ, en laRHC, por aquí y por allá, y sus obras sefueron debilitando, y don Fernando Ortizpermaneció en su casa de 27 y L, heroicoahí, contra todos esos huracanes que lobatieron, durante toda su vida.

Por eso es que me da placer, profundoplacer, que el resultado de este taller seatan bueno, a pesar de que yo pudiera hacer

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muchas críticas y quedar insatisfecho demuchas cosas. En primer lugar, la autenti-cidad o no de esas piezas arqueológicas, ode los petroglifos, realmente a estas altu-ras no viene al caso debatir sobre eso. Yorecuerdo una anécdota de Diego Riveraque leí en algún libro: una vez unos pe-riodistas llegaron a Coyoacán a la casade Diego y Frida, y le preguntaron a Diego,“¿y todas esas piezas que usted tiene aquíson auténticas?”, él dijo: “sí, todas”, “¿ycuándo fueron ejecutadas, cuándo fue-ron elaboradas?”, dijo: “bueno, miren, estafue en 1500, pero esta fue en 1954, y estan auténtica una como la otra, porqueestá hecha por las manos de los indígenas,unas tienen una paternidad más antigua,bueno, fueron hechas por los mayas, o porlos olmecas, o por los toltecas, o por losaztecas, y las otras fueron hechas por losindios que ahora hacen tortillas y estánen las calles, pero son las mismas manos,claro, unas tienen un valor histórico,museográfico, otras no lo tienen, pero sontan auténticas unas como las otras”.

Yo sí quiero sugerirle a los compañerosque hicieron la ponencia sobre literatura,que esa cita que hay ahí de José Martí nome parece una cita adecuada; con el res-peto a José Martí, a quien yo venero comotodos ustedes. José Martí era un poeta,un hombre que tenía sus sentimientosencontrados, sus días buenos, sus díasmalos, todo lo que escribió fue absoluta-mente iluminador y genial, pero decir queel huracán es beneficioso, que lo necesi-tamos porque viene a purificar, cuando elhuracán lo que trae es tragedia. Realmen-te pienso que en esa metáfora José Martíaludía a sentimientos del alma que no te-nían que ver con el huracán como fenó-meno meteorológico, sino como un senti-miento ontológico; estaba refiriéndose

quizás al amor, a la religión, a algo miste-rioso que no era ese huracán del cual es-tamos hablando aquí, por lo tanto, la citano me parece la más acertada, con el res-peto a los que la escogieron y a la figurade José Martí.

Por otra parte, quisiera sugerirle tam-bién a la doctora Mariana Serra, que leagradezco su ponencia, que no se olvideque hay muchos escritores, como por ejem-plo Samuel Feijóo, con su Mitología cuba-na, que hay muchos escritores contempo-ráneos que han tratado de una manera uotra el huracán, ella dice que se ha limi-tado a unos cuantos autores, pero el hu-racán es un fenómeno tan nuestro, tancaribeño, tan nacional, que está en casitoda la literatura cubana, está en casi todala literatura cubana, en La situación, deLisandro Otero, en toda la literatura cuba-na está. Y está también en la plástica cuba-na contemporánea, porque ese símbolo delcual hemos hablado tanto, el de la espiral,está en Martínez Pedro, en Aguas territoria-les y Ojos y desnudos del mar, los dos, yo hicelos catálogos de esas dos exposiciones hacemuchos años. Pero está Flora Fong, con susCiclones; está el libro de Juan Almeida so-bre el ciclón Flora, que es un testimonio real-mente tremendo, es un testimonio desga-rrador, porque es un libro testimonial, sinpretensiones de hacer gran literatura, yrecoge muy bien ese fenómeno.

Pero me quedo insatisfecho, yo en lopersonal me quedo insatisfecho, porquetodavía lo que yo sentí que iba a estar presen-te aquí como un elemento esencial, comouna vibración, con una presencia fuerte, realy simbólica, es el efecto social, humano, per-sonal, que causa el huracán en el ser hu-mano, esa tragedia que es, ese drama tantremendo que es el huracán; eso va másallá de la sociología, de la antropología,

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está en la poesía y está en la vida, estáen el drama del ser humano, eso todavíano lo encontré en ninguna de las ponen-cias, quizás nos falta, quizás por pudor,o porque no le encontramos, digamos,la vía, la vía objetiva, científica, paraplasmarlo.

Ahora después de estos tres huracanesque devastaron nuestro país, que fuerontan tremendos, yo viajé a muchos lugares,a Los Palacios, a una serie de lugares, nome acuerdo ya cuántos lugares visité, don-de realmente encontré situaciones verda-deramente dramáticas. Fui en una misiónde recorrido con compañeros de la UNEACy con el ministro de Cultura, y no tuvetiempo para sentarme a grabar algunas delas confesiones y tragedias que vi, quetienen que ver con el desgarramiento delalma cubana, porque el huracán vieneaquí a desgarrarnos, nos desgarra en todosentido, no solamente porque se caen lascasas y nos caen arriba los árboles, porquenos desgarra en la economía; en todo sen-tido, vivimos con el pánico del huracán,vivimos con el terror de que viene, ahíestá, ahí el poeta lo dijo mejor que cual-quier etnólogo, que cualquier antropólogo:“Venir te siento”, y estamos así, y todosvivimos esperando, y yo quisiera que delmes de abril saltáramos a diciembre, y queesos otros meses tuvieran otros nombres ofueran en otra época, no la época de loshuracanes, porque sabemos que ahorapróximamente, con la situación económi-ca que tenemos, estamos abocados ya aque vengan otras Palomas de esas que sonbuitres, que vengan otros Gustav, otros Ikea destruir lo que con tanta dificultad, contanto esfuerzo, ha hecho el pueblo deCuba y ha hecho la Revolución. Es la ver-dad, gracias a que tenemos la DefensaCivil y que tenemos la Revolución, si no,

cómo estaríamos, hoy, estaríamos lloran-do a muchos muertos, que afortunadamen-te no hemos tenido que llorar gracias a laDefensa Civil.

Pero eso, esa huella tan profunda, esaherida que está abierta, que no se harestañado, eso no lo he visto en ningunade las ponencias, y creo que nosotros es-tamos obligados de alguna manera, en larevista Catauro, a reseñar eso con testi-monios, tengo que salir a buscar los tes-timonios. Y les voy a contar, ahí estabapresente Abel Prieto, que estaba al ladomío, y Kcho, el pintor, y Laidi Fernández,la hija de Roberto Fernández Retamar,estábamos con una viejita, no era de LosPalacios, era de otro lugar, un lugar queya había sido descabezado, que había sidodestruido, porque se cerró el central, sedesmanteló, se desmanteló el centralManuel Sanguily y ese pueblo quedó sinsu linaje, sin su espiritualidad, sin su cul-tura, y para colmo llegó Gustav allí, y des-pués entró Ike, que salió por ahí, enton-ces esas gentes estaban realmentedestruidas, los colchones empapados, te-rrible, las casas, las ventanas, ya no ha-bía ventanas, porque se había llevado lasventanas de las casas de madera, y fren-te a la casa de un testimoniante, conquien hablamos Laidi y yo, estaba la chi-menea muerta, seca, sin humo, sin nada,ya no había el olor al guarapo, a la me-laza, nada, nada. No habían terminadotodavía de contar cuán dramática ha-bía sido la desaparición de su vida, dela cultura de la cual se nutrían, y vi-vían, y se alimentaban, y por la cual te-nían su razón de existir cuando vinie-ron estos dos huracanes, que uno entrópor allí y el otro salió, uno entró y elotro salió por Sanguily, fue una cosa real-mente dramática.

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Y la viejita viene para donde estoy yo yme dice: “ay, ay, ¿y qué vamos a hacer?, ¿yno va a venir Raúl?”, y Raúl fue, Raúl alos tres días estaba allí, y les dijo: “ustedestengan confianza, que vamos a salvar mu-chas de sus cosas y vamos a atender esto”,pero yo le dije: “¿y qué usted quiere, quépuedo hacer por usted, su casa?”, y me dijo:“no, no, mi casa está ahí, pero mis colcho-nes y mis camas ya están destruidas, peroyo sé que me van a traer una cama y mevan a traer un colchón, la tragedia mía esque yo no veo a mi perro, y yo vivía con miperro que tenía catorce años conmigo, ymi perro no aparece por ningún lugar”, por-que claro, aquello se inundó. Entoncesaquello fue para mí una cosa que ya lo

que yo quería era coger el yipi y regresarpara La Habana, porque había perdido sucolchón y no importa, eso se recupera, peroperdió su perro. Otros perdieron su me-moria, sus documentos, sus fotografías, lahistoria de sus vidas y de la vida de susparientes, sus abuelos, y todo eso, ese grandrama que es el huracán, ¿comprenden?Yo quizás estoy hablando como escritor yno como antropólogo, porque en definiti-va yo soy un aprendiz de todo, tanto de louno como de lo otro, pero yo quisiera queeso, de alguna manera, estuviera refleja-do en la revista Catauro, y es la insatisfac-ción con la que me voy, que no veo queaquí, en este taller que ha estado muy bien,haya estado reflejado. Gracias. C

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Querido Miguel:

Durante largos años parte de mi Bibliote-ca permaneció en cajas, resultado de miprimera salida del ICAIC y de los años deParís y, más tarde, al trasladarme a la Casadel Festival. Resultado de tales peripecias:algunos libros nunca más encontrados yentre ellos El huracán, de Fernando Ortiz,de la Colección Tierra Firme, del FCE,según mis recuerdos. Releí algunas pági-nas gracias a la gentileza de Trini que mepermitió fotocopiar capítulos del únicoejemplar que he podido localizar y que estáen tus manos en la Fundación esperandopor una oportunidad de reedición. Seráel tema de estas líneas. Ya habrás com-prendido que ese libro me fascina, y mefascina la lucidez y una cierta poética fun-dadora-descubridora de Mitología queinspira esta obra de don Fernando.

En estos meses de huracanes devasta-dores y acaso fundadores de nuevas visionesy precauciones y constatación de realida-des que no se pueden calcular, pero quehabía que tomar en cuenta siempre en eldiseño de planes, formas, métodos y mate-riales de construcción, aprovechamiento de

ALFREDO GUEVARA

DestacadoIntelectual cubano.

Presidente de laOficina del Festival

del Nuevo CineLatinoamericano.

ALFREDO GUEVARA

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experiencias, de las más duras a las más sim-ples, algunas ya intuidas, pensadas y apli-cadas por los iniciales habitantes de la Isla.

Nunca supe, citadino sin remedio, dela inmensa resistencia de la tabla de pal-ma o de la dificultad que resulta para suaprovechamiento tener que aserrarlacuando de ganar tiempo se trata; o, comoen nuestra reciente situación, de aprove-charlas ya caídas. De tantas experienciasy potencialidades soy ignorante (no meatrevo a decir somos, pero debería). Loque sí sé es que libros como El huracán,que resumen sabiduría y poética y enri-quecen el conocimiento provocando laimaginación, y no me importa si en algu-nos la contradicción, deben publicarsecuanto antes. Eso quisiera.

Se me ocurre, Miguel, en tu condiciónde apasionado estudioso y cuidador de laobra de don Fernando, pero también, aho-ra, en tanto presidente de la UNEAC, pro-ponerte un proyecto del que quiero serparte invisible, o lo que es lo mismo,enlazador de voluntades. ¿No te pareceque pudiésemos interesar a Eusebio y suspreciosas ediciones en una obra conjuntacon la Fundación y si, el caso fuera, conla UNEAC que reprodujera en facsímil laedición original? Sin perder tiempo. Si hande llegar que lleguen las ediciones críti-cas más tarde.

Y como no sé esperar, me sirvo de unafrase de Yeyé que ella aplicaba audazmenteen otras direcciones, “por si acaso” me hedirigido a César Evora para que trate deconseguirme como mejor pueda, en libre-ría de viejo o con amigos, pero a condi-

ción de que esté el ejemplar bien conser-vado, una copia de El huracán.

Estos son días difíciles para mí. El Fes-tival está tan, tan cercano, que exige aten-ción permanente y, como seguramente sa-bes estoy temporalmente y no sé porcuantas semanas o meses, no-válido parala marcha o para sostenerme en equili-brio. En lo que llegue a vencer la poli-neuritis que de lejos avanzaba silenciosay ha paralizado una de mis piernas, nopodré acercarme a tu(s) oficina(s) o par-ticipar en actos a los que he sido invita-do. De ahí que esté obligado a servirmede la escritura; de ahí esta carta.

Seguramente nos veremos en el Festi-val pues allí estaré, no sé cómo ni concuántas ayudas. Paso día completo enfisioterapia y desde allí intento ayudar alequipo del Festival, que no puede ser me-jor; no sé cómo, pero allí estaré cuando elmomento llegue, acompañándoles.

Espero lograr interesarte en el proyectoque dejo en tus manos; logré algo similary con otros apoyos para reeditar facsímilLa isla fascinante, de Juan Bosch. Él me lopedía una y otra vez como alegría ansiadaen años de profunda vejez cuando viajabaa Santo Domingo para visitarle. Como sa-bes jugó un papel importante en nuestrasvidas de jóvenes; la de mi generación. Ysiempre le quise. Quise y guardo entraña-ble recuerdo de don Fernando; este seríanuestro regalo.

Nos unen, Miguel, muchos lazos y en-tre ellos esta devoción. Vale la pena.

Saludos muy cordiales,Alfredo Guevara. C

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La Crisis de Octubre nos agarró en Varsovia.Servando Cabrera Moreno, Raúl Oliva y yoestábamos terminando un recorrido por laEuropa socialista con una exposición de pin-tura cubana. En un país traumatizado por elrecuerdo de la guerra, las autoridades pola-cas intentaban evitar el pánico que, de todosmodos se produjo, cerrando todos los canalesde información. Angustiados por la lejaníade lo nuestro, el país situado en el vórtice dela tragedia, visitábamos todos los días el localde la Embajada, atendido entonces por losfuncionarios de menor jerarquía. Praga erael único puente de comunicación directa conLa Habana. A orillas del Vístula, nada sesabía. Los diplomáticos permanecían de guar-dia junto a un aparato de radio. La ondacorta dejaba escuchar, tras una insoportablecortina de estática, noticias en idiomas pota-bles para nosotros. En la habitación, como siestuviera a punto de producirse un bombar-deo arrasador, había galletas, barras de pastade guayaba, leche condensada. “Esta gentetiene mentalidad ciclonera”, comentóServando. Reímos, porque así era, en efecto.

El ciclón es un drama que se desarrollaen tres actos: antes, durante y después. Miprimera —inolvidable— experiencia fue la

GRAZIELLA POGOLOTTI

Ensayista y crítica.Presidenta de laFundación Alejo

Carpentier.

GRAZIELLA POGOLOTTI

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del ciclón del 44. Confieso que entonces y,todavía ahora, el desencadenamiento irra-cional de la naturaleza me produce páni-co, estimulado por las leyendas vivientesen la memoria popular. Mucho me habíancontado, en verdadera recurrencia, de losdesastres del 26. Los observatorios no dis-ponían de radares ni de satélites. El capi-tán de corbeta Millás emitía partes desdeCasablanca. El padre Goberna lo hacíadesde el Colegio de Belén. Con frecuen-cia, resultaban contradictorios. Con esasdiscrepancias se calentaba la tensión en eltiempo de espera.

En la medida en que las informacionesse iban haciendo más alarmantes, se mo-dificaba la atmósfera de la ciudad, ani-mada por un ajetreo característico. El in-genio y los recursos de los moradoresdiseñaban una estrategia para convertirla vivienda en búnker inexpugnable. Paraimpedir el paso del viento y el agua, habíaque clausurar herméticamente puertas,ventanas y toda hendija existente. Algu-nos conservaban de año en año trancasde madera. Otros tenían que apelar a laimprovisación. El ambiente sonoro, con eltrasfondo de la radio, se animaba con lapolifonía rítmica del martilleo. Podía re-conocerse la mano segura del operarioexperto y el tanteo irregular del aprendiz.A la vez, las bodegas se llenaban de com-pradores impacientes para acopiar las vi-tuallas indispensables para sobrevivir a lafalta de electricidad, de gas, de agua y ala ausencia del carbonero con su carro demulos. Para el caso, eran indispensablesvelas, fósforos, galletas de sal, barras dedulce de guayaba, chocolate, leche con-densada. Los depósitos disponibles se lle-naban de agua. Con las escuelas cerra-das, lo insólito de la situación desataba eljolgorio de los niños.

La voz del huracán modificaba el am-biente sonoro. Cesado el martilleo, acalla-da la radio, el silbido del viento, apresadoen los vericuetos de las calles estrechas yen los patios interiores, acompañaba eltableteo de la lluvia en los cristales. La con-goja sumía a todos en un silencio expec-tante. La falta de noticias acrecentaba laangustia. Cuando el rumor de las fuerzasde la naturaleza comenzaba a ceder, brota-ba de todas partes la conversación inte-rrumpida. Los vecinos se comunicaban,verificaban entre sí el estado real de lascosas. Poco a poco, con prudencia, se en-treabrían las hendijas.

Después de la tempestad, llega la calma.Aunque los obstáculos interpuestos por losárboles y postes caídos impidieran el tránsitode los vehículos, el tercer acto se centrabaen el recorrido por los desastres de la guerra.

En el 44 se desbordaron las aguas delcanal del Puerto de La Habana. A mediovestir y sin zapatos, los niños hacían bal-sas con los tablones dispersos por el ven-daval. Como para una verbena dominical,los grupos se lanzaban a la aventura deldescubrimiento. Olvidado el peligro re-ciente, traspasada la prolongada angustia,el impacto de los estragos ofrecía materiaprima para interminables conversaciones.Cada cual aspiraba a convertirse en por-tador privilegiado de la primicia informa-tiva. La curiosidad matizaba la euforia delregreso a la vida después de la angustiapasada, el disfrute del reencuentro conlos otros en un peregrinar sin rumbo pre-ciso. En ese renacer compartido, se ibanenhebrando los relatos del mañana, la le-yenda que sustenta la celebridad de losciclones registrados por la memoria colec-tiva. De ese modo el huracán se integraal gran ciclo de la naturaleza, nacimien-to, plenitud y muerte, primavera, verano,

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invierno. Reafirma la visión de un mundonatural cruel y pródigo, como los diosesinvocados que castigan y protegen. Así,en medio del espanto destructor de la tor-menta, en ¡Écue-Yamba-Ó!, HermenegildoCué encontrará refugio entre las raíces dela ceiba. Experiencia vivida, cotidianeidady mito se entrelazan.

En otro plano, el de la dimensión socialconcreta, el poder destructor de los ciclo-nes se asociaba a una palabra hoy casi endesuso. Al día siguiente, a la hora del re-cuento, aparecían los reclamos de la masainvisible de los damnificados. Anónimosintegrantes de cifras estadísticas, imáge-nes fugaces en los periódicos, cada catás-trofe los hundía irremisiblemente en la mi-seria. La solidaridad espontánea y lasinstituciones caritativas acopiaban alimen-tos y ropas para el socorro inmediato enescala limitada. La ayuda no alcanzaba laszonas más recónditas. No podía contribuirtampoco, en lo esencial, a restaurar lo per-dido para emprender el recomienzo. Era lagran fiesta de los tiburones que se bañan ysalpican poco. El congreso votaba presu-puestos de emergencia, pero los fondos nollegaban a sus destinatarios.

El ciclón del 44 marcó el inicio de lagran desilusión. Poco antes, se había pro-ducido lo que Eddy Chibás llamó “la jor-nada gloriosa del primero de junio”. Consu prédica mesiánica y sus promesas deregeneración de un país corrupto, RamónGrau San Martín había ganado las elec-ciones. El huracán y los damnificados ofre-cieron la cobertura necesaria para el pri-mer escándalo de corrupción de losgobiernos auténticos. El entonces minis-tro de Comercio, Alberto InocenteÁlvarez, contrató en Ecuador un truequede arroz por azúcar. Por las fisuras delacuerdo se escurrieron pingües ganancias

para los intermediarios. Enterados delasunto, los habaneros canturreaban por lascalles un estribillo de moda: “Se va el cai-mán, se va para Barranquilla”.

Con su recurrencia de muerte y re-surrección, el huracán es, sin duda, uncomponente de la psicología social del cu-bano. Golpea a todos con distinto grado deintensidad. Atraviesa el conjunto de la so-ciedad, las fronteras culturales y las de co-lor de la piel. Junto a razones fundadas enun complejísimo proceso histórico, hechode migraciones, trabajo esclavo, guerrasprolongadas, lucha por la supervivenciadesde la extrema precariedad, naturalezafértil, bondadosa y, a la vez sujeta a brotesde violencia, contribuye quizás a despojar-nos de ese sentido trágico de la vida quehubiera podido venirnos de la herencia es-pañola. Ajenos al trascendentalismo, exis-timos en el día que transcurre sin proyec-tarnos demasiado hacia el mañanadistante. Ya en el siglo XVIII Arrate advertíael contraste entre los criollos y sus padresespañoles. Los primeros despilfarraban susbienes en afeites y vestuarios de últimamoda recién llegados al puerto. Sus padresconservaban los austeros ropajes de anta-ño. La novedad nos fascina. Así, en El siglode las luces, el huracán instala a VíctorHughes en la calle del Empedrado. El vien-to y la lluvia abren las puertas a las ideasdel Iluminismo. Nuestros dioses no descan-san en la lejanía del más allá. Hechos anuestra medida, reclaman ofrendas para darrespuesta a nuestras inquietudes, para acu-dir en ayuda del enfermo, para abrir o ce-rrar los caminos de la vida. Nuestros gran-des pensadores se han ocupado de losproblemas concretos de la educación, dela sociedad y de la cultura. No hemos teni-do místicos contemplativos, sino grandesconductores de pueblos.

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EL HOMBRE Y EL TORNADO, DE TOMÁS SÁNCHEZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 97,8 X 78,7 CM, 1995.

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EL AGUACERO, DE TOMÁS SÁNCHEZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 1,50 X 1,10 CM, 1987.

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LA TORMENTA, DE TOMÁS SÁNCHEZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 1,60 X 1,10 CM, 1987.

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INUNDACIÓN DE RÍO DE AGUAS BLANCAS, DE TOMÁS SÁNCHEZ. ACRÍLICO SOBRE LIENZO, 121,9 X 151,5 CM, 1998.

CAÍDA DE AGUAS, DE TOMÁS SÁNCHEZ. ACRÍLICO SOBRE LIENZO, 152,4 X 121,9 CM, 1998.

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INTRODUCCIÓN

Desde el propio origen de la humanidadlos seres humanos comenzaron a hacerinterpretaciones climáticas a partir delcomportamiento de astros, plantas y ani-males; de esta forma, hombres y mujeresfueron acumulando un conocimiento re-lacionado con las predicciones del clima,que ha sido transmitido de forma oral deuna generación a otra y enriquecido conelementos culturales de otras etnias o pue-blos como resultado de la socialización delos mismos y las migraciones.

Los antecedentes de pronosticar el cli-ma se pueden hallar en la Fiesta de lasSuertes, celebración de la antiguaBabilonia, donde se determinaba qué pa-saría en cada mes del año; igual ritualhacían los sumeroacadios, habitantes dela antigua región de Sumaria en la zonabaja de Mesopotámia cinco milenios an-tes de Cristo, que predecían la cantidadde lluvia concedida al año próximo observan-do la forma de las nubes y el movimientode los astros (Ramírez, 2000). En Américalos pueblos maya, azteca y aymará, entreotros grupos étnicos, también realizaban

JULIO ISMAEL MARTÍNEZ BETANCOURT

Biólogo, Investigador. JardínBotánico Nacional.

JULIO ISMAEL MARTÍNEZBETANCOURT

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la práctica de la predicción del tiempo, deforma tal que actualmente aún la practi-can indígenas, mestizos y campesinos deMéxico, Centroamérica, Argentina, Boli-via, Venezuela, Cuba y República Dominica-na (Castro, 2009). Poco después de 1940, enEspaña, los campesinos dejaron de pronos-ticar el clima a través de la observacionesdel tiempo, pues con la aparición de lameteorología científica fue perdiendo vi-gor y popularidad (Villaverde, 2010).

El campesino cubano, gracias al ante-cedente cultural aborigen, hispano, afri-cano y asiático, ha acumulado un sabertradicional a través del tiempo como re-sultado de la interpretación de diferenteseventos astrológicos y meteorológicos, y apesar de los avances tecnológicos cientí-ficos y agrícolas actuales continúa utili-zándolos para predecir el clima y obteneraltos resultados en las cosechas. El cam-pesino pone estas observaciones en fun-ción de la época de siembra y recogida delos cultivos, la floración y fructificaciónde frutales, el control de plagas y la podade árboles, entre otros aspectos.

En relación al clima de Cuba, el habi-tante del campo identifica dos estacionesbien marcadas por las precipitaciones: elverano o época de lluvia, del mes de mayoa octubre, y el invierno o época de seca,de noviembre a abril; también importan-tes y esperados en el invierno son los fren-tes fríos, por las lluvias que a ellos vienenasociadas, y preocupante es la épocaciclónica, generalmente entre los mesesde junio y noviembre, por las lluvias y losfuertes vientos que acompañan a estos fe-nómenos meteorológicos.

La Etnoclimatología, también llamadaEtnometeorología, es el conocimiento tra-dicional que sobre el clima tienen los habi-tantes de una región (Vásquez, 1992: 1) y

que ponen, principalmente los que se de-dican a labores agrícolas, en función de laépoca de siembra y cosecha de los diferen-tes cultivos, así como en la reproducción ycría de animales. Presentar los diferentesvaticinios que con base en el clima hacenpobladores cubanos y en especial el cam-pesino, es el objetivo del presente trabajo.

LAS CABAÑUELASDEL TÍO JOSÉ FRANCISCO

José Francisco Betancourt Caraballo(1915-1973) era uno de mis tíos maternos,quien tenía una finca llamada Chubascoen El Purio, Calabazar de Sagua, provin-cia de Villa Clara. De niño me iba en tren,casi siempre con la abuela Panchita, apasar las vacaciones de fin de curso juntoa mis tíos y primos; durante estas visitasescuché en varias ocasiones al tío JoséFrancisco hablar de “las cabañuelas” o decómo “pinta el día”, una forma tradicio-nal de predecir el régimen de lluvia parael año en la región o lugar donde hayansido realizadas las observaciones.

Esta predicción la realizaba el tío juntoa su esposa Leonor en el mes de enero yen una libreta hacían las anotaciones.Consiste en

observar cómo vienen los días de ene-ro. Los primeros 12 días de ese mes co-rresponden a otros tantos meses del año.Son “las cabañuelas al derecho”. El díaprimero es enero, el 2 es febrero, el 3 esmarzo y así sucesivamente. Pero llega-do el día 12, que es diciembre, tene-mos que comienzan entonces las obser-vaciones de “las cabañuelas al revés ode regreso”. El día 13 viene a ser di-ciembre otra vez, 14 es noviembre,

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el 15 es octubre y así hasta llegar al día24 que es enero. Para aclararlo más, lediré que observando cada día y anotan-do sus características en cuanto altiempo, adivinamos cómo va a venir elaño, mes por mes.

Mezclamos las características “al dere-cho y al revés” para sacar el resultadogeneral y de cada mes. Y yo me gobier-no para sembrar mis frutos por esas in-dicaciones. ¡Así es! ¡Téngalo por segu-ro! (Cubillas, 1961: 60-63).

El tío José Francisco era famoso y muyconocido entre los sitieros de la comarcapor el éxito de las siembras y los resulta-dos en las cosechas, debido al uso de lascabañuelas. De forma tal que en el año1961 fue visitado por periodistas de la re-vista INRA, interesados en el tema de lascabañuelas, de donde obtuve las declara-ciones aquí referidas. La esposa, LeonorGarcía Arencibia, de 91 años de edad,conserva la libreta de notas y un ejemplarde la revista que muestra con orgullo atodos los interesados. Mis primos Elio, Elsoy Edilio aprendieron el método de prede-cir el tiempo con sus padres, pero ya no lopractican porque migraron a la ciudad.

En la entrevista realizada el tío comen-ta que

desde muy niño oí a mis mayores ha-blar de las cabañuelas. Mi abuelo ma-terno, don Francisco Caraballo Ríos, eraun agricultor experimentado y nuncadespreció la consulta de las cabañuelas.Sus siembras seguían el patrón que leindicaban las lluvias de enero.

Las fases de la luna también eran degran utilidad para el tío José Francisco,

“me gusta sembrar en menguante. Tam-bién soy partidario de recoger las cose-chas en menguante, sobre todo la de maíz(Zea mayz), pues el grano se pica menos”.

En la década del cincuenta del siglopasado mis padres se vinieron a vivir a lacapital con mis hermanos, y con el tiempodescubrí que mi madre María Tomasa(1912-1999) conocía esta manera de pre-decir las lluvias; de joven yo la ayudabaen las anotaciones y así aprendí a pronos-ticar el tiempo a través de las cabañuelas,pues aunque no trabajábamos el campo,nos interesaba saber cómo sería el régi-men de lluvia durante el año. Ahora miesposa Sonia, interesada en el tema se hasumado, para quien era totalmente des-conocida esta forma de hacer pronósticosclimáticos, y mis hijos, motivados, se acer-can y aprenden.

LAS PREDICCIONES DE ÑICO

Antonio Álamo Domínguez (La Habana,1931) es un campesino de la provincia deLa Habana, donde tiene una finca llama-da La Pita, en Bejucal. Ñico, como es co-nocido entre los vecinos, comenzó a losseis años de edad a trabajar la tierra juntoa su padre Brígido y sus hermanos Amadoy Francisco.

Siempre he trabajado en el campo ynuestras siembras y cosechas han de-pendido de las predicciones que hace-mos del tiempo, mis hermanos y yoaprendimos a hacerlo con el viejo.

Las cabañuelas también se pueden ha-cer con 12 lomitas de sal sobre una mesade madera, si la sal al día siguiente amane-ce húmeda indica lluvia. Por ejemplo

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si se humedece la lomita correspondien-te al mes cuatro, entonces abril será unmes lluvioso. Si es mayor el número delomas secas que las húmedas, entoncesserá un año seco.

Otra forma de predecir lluvia es conun tabaco (Nicotiana tabacum) encen-dido la noche del 20 para el 21 de sep-tiembre a las 12 de la noche, si el humova para el norte, indica agua del sur yentrada de frente frío; si el humo vapara el poniente –oeste- o el naciente–este- será buen tiempo. Ahora cuan-do el agua viene de entre el poniente yel sur, da agua con viento que quemalos cultivos y trae plagas.

Sabiamente las lluvias que acompañana los frentes fríos son esperadas por loscampesinos para la siembra de determina-dos cultivos tales como frijoles, hortalizas,tabaco y flores; este evento meteorológicoes ocasionado por el contacto de la masade aire frío proveniente de América delNorte y la masa de aire cálido del Caribe,provocando una zona de nublado y lluviaque favorece la agricultura en la épocade seca.

Según Ñico,

los vientos del norte no son dañinos ytraen buen tiempo con frío, pero del surcon lluvia es mal tiempo o temporal quees cuando hay lluvia intensa durantevarios días y noches, llueve sin parar;los vientos pueden tumbar las matas deplátano (Musa x paradissiaca), truenamucho, y se forman tornados con rabosde nube; si la brisa viene del naciente,será un año seco; cuando hay una se-quía muy prolongada y las nubes estánmuy cargadas con viento, las lluvias

vienen con granizos que queman lasplantas, le tumban las flores y le abrenhuecos a las hojas.

La conducta de algunos animales estambién interpretada por Ñico:

cuando en la casa hay muchas hormi-gas (Solenopsis germinata) y moscas(Musca domestica) es porque va a llo-ver; también cuando cantan las ranasplataneras (Osteopilus septentrionalis) ola rana toro (Rana catesbeiana); si lasmariposas -diurnas- (Orden Lepidop-tera) vuelan después de la lluvia presa-gian una tarde de buen tiempo; cuan-do las jicoteas (Trachemys decussata) sesolean después de un buen aguacero,es porque no volverá a llover.

Sin embargo para este experimentadoagricultor los animales mejores indicadoresde lluvia y frente frío son: la avispa (Polistermajor) y la bibijagua (Atta insularis).

Cuando las avispas se esconden es por-que se aproxima un frente frío con llu-via; igual que si las bibijaguas están

REVISTA INRA, AÑO II, MAYO 1961, NO. 5. P. 60

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cargando hojitas para la cueva, estosanimalitos no se equivocan, yo predigoprimero y después lo confirmo con Ru-biera [se refiere al Dr. José Rubiera,meteorólogo cubano del Instituto deMeteorología, de la Academia de Cien-cias de Cuba] en el parte meteorológi-co del noticiero de televisión; a vecesRubiera se ha equivocado, así son lospronósticos.

El comportamiento de las plantas y ani-males, es otro motivo para pronosticar eltiempo.

Si las hojas de la yagruma (Cecropiapeltata) están invertidas es porque vie-ne lluvia —con el envés blanco haciaarriba— y cuando se observan en el cielobandadas de aves provenientes del nor-te, quiere decir que algo se aproximadetrás de ellas y de seguro viene un frentefrío; cuando vienen de regreso es por-que ya terminó el mal tiempo o el frío.

En este caso Ñico se refiere a avesmigratorias, las cuales salen de sus luga-res nativos en busca de mejores condicio-nes climáticas, favorables para su desarro-llo y supervivencia, regresando más tardeal lugar de origen.

Entre los pájaros migratorios está eltomeguín de la tierra (Tiaris olivacea),la mariposa (Passerina ciris), el azulejón(Guiraca caerulea) y el azulejo (Passerinacyanea), los que terminado el inviernoregresan a su lugar de origen.

Paralelo a dichas predicciones, están lascreencias de otros agricultores caribeños,quienes consideran como signos de lluviala aparición de hormiga con alas (Orden

Hymenoptera), el baño de las palomas(Patagioema livia), el orejeo de las mulas(Equus x equus), los calambres en los ani-males, o cuando el gato (Felis catus) se lavala cara (Ramírez, 2000).

MARIANO MIGUELY LA ASTROLOGÍA

Algunos campesinos son muy diestros enla interpretación de las fases de la luna yla observación de astros como las estre-llas, este es el caso de Mariano MiguelDíaz Castillo (Sancti Spíritus, 1933).Mariano Miguel tiene una finca llamadaEl Porvenir, heredada de sus padres, conlos cuales aprendió a interpretar las fasesde la luna; “también mi abuelo materno,José Mariano Castillo, descendiente decanario, era un experto agricultor y gana-dero, con el que aprendí muchas cosas delcampo y los astros”.

Según Mariano Miguel,

en luna nueva de marzo y abril corto losjanes de nacer o estacas de almácigo(Bursera simaruba) y bien vestido(Gliricidia sepium), para hacer cercas vi-vas, y en menguante cortamos los postesque no son para nacer, sino para fortale-cer las cercas o árboles maderables paratomar la madera y hacer muebles, casasu horcones, porque no cogen bichos.

[…] en menguante se cortan estacasde plantas para propagar como los be-jucos de boniato (Ipomaea batatas) y loscangre de yuca (Manihot esculenta); elmenguante es el momento más adecua-do para pescar, es cuando la luna estámás oscura y en los cambios de lunaparen las reses; si la luna está muy baja,

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con dos puntas hacia abajo es señal delluvia; si el cielo está limpio de estre-llas indica que al otro día lloverá, siestá estrellado será buen tiempo. Enluna nueva son más frecuentes las pla-gas de garrapatas (Boophilus moroplus)en las reces (Bos taurus) y tengo unvecino que se las tumba con un rezo.

Algunos eventos como la neblina y losvientos no son del agrado de los campesi-nos. Según Mariano Miguel,

amanecer con neblina indica calor; si laneblina se mantiene entrada la mañanala tarde será muy calurosa; la neblinatrae enfermedades para cultivos comoel ajo (Allium sativum) y la cebolla (Alliumcepa); vientos fuertes de cuaresma, traencomo consecuencia poca cosecha en elverano de mango (Manguifera indica) yaguacate (Persea americana), con losfuertes vientos caerán las flores de losárboles y será pobre la fructificación; tam-bién pueden caer frutos —en fase de—crecimiento. Acumular todas estas ex-periencias es lo que le da al guajiro—campesino— el conocimiento que te-nemos de la naturaleza.

LUZ MARINAY SAN ISIDRO LABRADOR

Algunas formas de pronosticar tienen unalto contenido místico y aún en nuestrosdías son prácticas cotidianas y forman partedel imaginario popular. Luz MarinaMontoya es una señora de 78 años deedad, nació y creció en Palma Soriano,provincia de Santiago de Cuba, donde deniña escuchaba a sus mayores hacer his-torias inimaginables.

El arco iris sale para beber agua de latierra cuando deja de llover; cuandose quiere alejar una tempestad se haceuna cruz de ceniza con guano bendito(Roystonea regia) y se pone un hachaencima del centro de la cruz; los rabosde nube se cortan con una tijera o uncuchillo bien afilado; antes de comermango en temporada, tomar agua demayo; viernes santo no se barre, ni secome carne, porque la casa se llena dehormigas; cuando las tiñosas (Cathartesaura) en el cielo se unen en un puntodeterminado, señal de que agua o tem-poral habrá; y si estas lavando la ropa yamenaza con llover, sales al patio conun vaso de cristal con agua, y con unacuchara provocas un remolino dentrodel vaso y dices San Isidro Labradorquita la lluvia y pon el sol.

Para Luz Marina, si de ciclón se tratase pueden predecir por el comportamien-to de algunos animales y del tiempo,

cuando un ciclón se avecina los gallos(Gallus gallus) cantan a todas horas sinparar, las vacas corren por el potrero, elcielo se pone rojo y se carga de nubesque pasan muy rápido; si se forman len-güetas blancas hacia abajo en el cieloes señal de tornado; en tiempo de ci-clón se forman los temporales, el cielose nubla por varios días, la lluvia es per-sistente durante el día y la noche y lostruenos son sordos.

Luz Marina conoce de otros vaticinios:

si la cochina (Sus scropha domestica) co-rre en el corral es porque pide marido ypisadera; para adivinar el sexo de unacriatura, se preparan dos taburetes, uno

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con un cuchillo y otro con una tijera, sila embarazada se sienta sobre la tijera,la criatura será hembra, y sobre el cu-chillo, macho; para eliminar el ojo depescado, atarlo con un pelo de la crinde un caballo (Equus caballus); la garzablanca (Bubulcus ibis) agradece cuan-do se labra la tierra, y los chipojos(Anolis equestris) a Dios la superviven-cia, por eso bajan —de los árboles— alas doce del día a besar la tierra en señalde agradecimiento.

En Cuba y otros países del Caribe, al-gunos ancianos creen que si a una perso-na le pasa algo malo el primer día del año,significa que no hay un buen augurio paratodo el mes de enero en la vida de dichapersona; si el día 2 está de fiesta, habráparranda todo el mes de febrero; si el 3llora, es indicio de que en marzo habrállanto (Ramírez, 2000).

El tema de las predicciones, tambiénestá reflejado en el habla popular del cu-bano a través de refranes tales como:

si agua no cae, maíz no crece; siempreque llueve escampa; el relámpago es lagloria de la lluvia; el arco iris es el orgu-llo del cielo; la lluvia limpia la tierra perono se queda en la superficie; cuando caela lluvia no cantan los pájaros del campo.

LAS PREDICCIONES DEL TIEMPOY LOS CAMBIOS CLIMÁTICOS

Los cambios climáticos que experimentaactualmente el planeta Tierra no han pasa-do desapercibidos para el campesino cuba-no, quien en la observación diaria de la na-turaleza en general, y del clima en particular,también los han notado y pronosticado.

Ñico, afirma que

el tiempo está muy extraño, ya no estácomo antes, es como si estuviera cam-biando; este año —2010—, enero quees un mes frío ha sido caluroso, hubopoca lluvia, llueve por tramos, con no-ches y madrugadas muy frías y días muycalurosos, con neblina hasta entrada lamañana; el año pasado —2009— las llu-vias de mayo se atrasaron; he notadoque la floración y la fructificación dealgunos árboles frutales se ha retarda-do; estos cambios han traído muchasenfermedades respiratorias como cata-rro y asma, además de dolores reumáti-cos y artríticos.

Mariano Miguel refiere que

las lluvias se están atrasando, estándesajustadas; los cambios de tempera-tura son muy bruscos entre el día, lanoche y la madrugada; en los últimostiempos han aumentado los ciclones ylas cosechas han sido pobres; este año—2010— no he podido sembrar el frí-jol negro (Phaseolus vulgaris) de invier-no esperando la lluvia que debe entrarcon los frentes frío, enero fue un messeco, años atrás no ha sido así. Otrospaíses han tenido olas de calor, neva-das, inundaciones y terremotos comoel de Haití —se refiere al terremoto enHaití del 12 de enero de 2010—.

En su momento histórico las formas tra-dicionales de predecir el clima fueron bienacogidas, aún subsisten algunas de ellas,pero con el tiempo han perdido populari-dad y con el ritmo de la vida moderna vanen vías de desaparecer. También con loscambios climatológicos como el fenómeno

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de la Niña, del Niño y el calentamientoglobal, se hace más difícil para el campesi-no pronosticar el tiempo de esta forma.

Las observaciones y comentarios dehombres de campo como Ñico y MarianoMiguel no están muy lejos de la realidadactual a nivel planetario. Se conoce quelas actividades humanas están generandocantidades substanciales de gases, incluidoel dióxido de carbono, que incrementanel efecto natural de invernadero en la atmós-fera de la tierra. El aumento de tales gasesha causado un mayor calentamiento en lasuperficie y en la atmósfera de la tierra, yel mismo tendrá efectos adversos sobre losseres humanos y sobre los ecosistemas na-turales. Como consecuencia de los cam-bios climáticos experimentados, once delos doce últimos años han sido los más ca-lientes en la Tierra y de continuar en au-mento se incrementará la temperatura en2-6oC para el año 2100, desaparecerán mu-chas especies y se pronostican enfermeda-des para plantas y animales, incluyendoel hombre. También se incrementarán losciclones tropicales y el nivel del mar, de-

crecerá la producción de cultivos por in-adaptación y habrá cambios extremos enregímenes de lluvias y prolongadas sequías(Leiva, 2009).

CONSIDERACIONES FINALES

En Cuba el conocimiento popular tradi-cional relativo a las predicciones del cli-ma, básicamente empírico por la dosis demisticismo y acierto que contiene, se man-tiene vigente principalmente en zonas ru-rales, donde es practicado por hombres ymujeres del campo, quienes han desarro-llado una sensibilidad meteorológica in-tegrada a su forma de ser y como resulta-do de la relación hombre-naturaleza.

En el futuro, a consecuencia de los cam-bios climáticos, será más difícil para loscampesinos hacer predicciones del tiem-po, no obstante, según Ñico, “los cambiosdel tiempo no impedirán que yo siga cre-yendo en los mensajes de la naturaleza, esalgo nuestro, auténtico, aunque muchosya no crean en ellos”.

BIBLIOGRAFÍA

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Villaverde M. T. (2010). “Las cabañuelas como formade predicción meteorológica”, http://magalyaguilera.webs.com/apps/blog/show/2557053. Consultado enero 2010.

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Cuando se entenebrece el cielo, amane-ce sin sol, llueve fuerte y temprano, mimemoria me lleva a la ventana de mi casay me veo echando a la corriente barquitosde papel.

Llovía mucho entonces. En las leccio-nes de geografía explicadas por el libroilustrado de Aguayo, se nos decía que elclima de Cuba estaba señalado por el pre-dominio de dos estaciones: la seca y la llu-via. Ante la amenaza de las turbonadasnos quedábamos en casa, y solo algunoslograban llegar a la escuela bajo capas ysombrillas, o aquellos cómicos sombreri-tos de cono que se hacían con el satinadopapel de los rotograbados.

La primera señal de los temporales delverano eran las tiñosas. Decenas, cientosde tiñosas, sobrevolando las torres y cú-pulas de las iglesias y la altísima linternadel Capitolio, eran señal inequívoca delluvia.

* Eusebio Leal Spengler: Fiñes, Ediciones Boloña,Publicación de la Oficina del Historiador de laCiudad, La Habana, 2007, pp. 61-63.

EUSEBIO LEAL SPENGLER

EUSEBIO LEAL SPENGLER

Historiador de laCiudad de la Habana.

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Pero hablando de este tipo de sucesonada más divertido para la fantasía irres-ponsable de los niños como la noticia delciclón. Inmediatamente comenzaban losagoreros a contar los desastres del me-teoro del 26. Más cercano en el tiempo,los estragos causados en La Habana porel de 1944, la historia escalofriante delnaufragio del vapor Valvanera, que salien-do a refugiarse en alta mar, se perdió parasiempre.

Había vigilia ante el radio esperandoel parte oficial, leído en voz propia por elcapitán de corbeta José Carlos Millás, quecon voz quebrada parecía conjurar el in-minente peligro: “el ciclón del Mar Cari-be parecía estar en las últimas horas dehoy en las proximidades de la isla de GranCaimán, de continuar su errático rumbo”.Acto seguido se anunciaba que en pocosminutos la prensa entrevistaría al padreGoberna, quien desde su atalaya en elcolegio de Belén, haría precisiones sobreel estado del tiempo.

Ante la gravedad de las circunstanciascomenzaba el trasiego de botellas de luzbrillante, velas y pabilo, pan y galletas,sardinas en tomate o aceite, según la pre-ferencia, y una sinfonía creciente de mar-tillos, clavos y “charranchas”. Corre-correde cazuelas, calderos y bidones de agua,animado anticipadamente por el perfumede chocolate y café, mientras la preguntaclave volaba de casa en casa: “¿Qué us-ted cree, viene o no viene?”.

El ciclón es parte de nuestra cultura,realidad predominante en nuestra natu-raleza; más que el sismo, solo presentido,el ciclón es guerra avisada.

Para los niños era una fiesta este corre-corre, el apagón —que “pase o no pase”

era obligatorio—, la luz zigzagueante delas “chismosas”. Nos tapábamos aunquehubiese un calor tremendo, y en mediode un “lechuceo” generalizado se dejabanescuchar a ratos las primeras ráfagas y ven-tiscas.

Al regresar la bonanza, todo el mundosalía a las calles, volvían los ruidos y tre-pidaciones, esta vez para anunciar queel ciclón estaba lejos, aunque dejaba, esosí, una estela de dolor y pobreza en el cam-po, donde casi todo el mundo tenía pa-rientes. Allá, tierra adentro, quedaría sinrespuesta oficial el urgente clamor de loscampesinos porque el temporal se habíallevado los platanales, las gallinas, los es-casos bienes.

Rápidamente se disponían los paque-ticos con lo mejor de la ropa usada, unacolcha y otras sinceras y solidarias contri-buciones, para llevarlas en mano, en fe-cha próxima, adelantando el viaje anualque permitía el reencuentro con los tíosy primos de Vuelta Abajo. Era esta ofren-da, pálida muestra de gratitud por loscaimitos, las chirimoyas, los huevos criollos,las mariposas, los tomeguines que, enjaulitas de güin, llegaban puntualmentecada año.

Allí, en la pequeña casa de madera,inclinada y casi vencida por el tiempo,reinaba siempre, a pesar de todo, la vo-luntariosa esperanza del cubano. Reclina-do sobre el taburete, el tío abuelo hablabacon acento juicioso y autoritario:

aquí lo que hay que hacer es trabajar.Yo no sé por qué todas las tragedias lesvienen a los pobres, pero ya vendrántiempos mejores, porque Dios aprieta,pero no ahoga. C

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Desde los inicios de la Revolución Indus-trial, se fue gestando en Europa un proce-so de desarrollo e innovación tecnológicadirigido a aplicar las nuevas máquinas ala propulsión naval. De esa manera los len-tos bergantines, galeones, bricbarcas ygoletas fueron sustituidos gradualmentepor buques de vapor. El metal y las calde-ras reemplazaron al crujiente maderameny a la lona de las velas, y los buques sehicieron más resistentes.

Pero el Océano Atlántico y el Mar Ca-ribe constituyen el escenario preferido porlos ciclones tropicales, especialmente du-rante los meses de junio a noviembre, ytal circunstancia hizo ver que para afron-tar a estas poderosas tormentas, no siem-pre suelen ser suficientemente seguros losbuques; aun aquellos construidos en laforja y propulsados por hélices.

Así, la historia de Cuba recoge el testi-monio del naufragio del vapor-correo es-pañol Valbanera, ocurrido en 1919, cuyahistoricidad está determinada en primerainstancia por las más de cuatrocientas vidasque el maltrecho navío se llevó al fondodel mar al ser alcanzado por un huracán

LUIS ENRIQUE RAMOS

GUADALUPE

Historiador. Academiade Ciencias de Cuba

(CITMA).

LUIS ENRIQUE RAMOSGUADALUPE

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de gran intensidad al norte de la provin-cia de Matanzas.1

Sin embargo, diez años antes de aquelsiniestro tuvo lugar en las proximidadesde Cuba un naufragio similar, tambiénconsecuencia del embate de un ciclón tro-pical, aunque con menos ruido, si así sequiere decir. El acontecimiento ha perma-necido casi olvidado, quizás por estarinvolucrado en el un buque de carga y nouna nave de pasajeros como el Valbanera.

A pesar de todo, debemos apuntar queen el desastre de 1909 perecieron mediocentenar de marinos cubanos y españoles,y que se trata probablemente del primernaufragio de consideración en él que in-terviene un buque de bandera cubana.Para contextualizarlo de otra manera, qui-zás será oportuno decir que el hecho ocurrea menos de diez meses de haber concluidola segunda intervención estadounidenseen nuestra patria.

Desdichadamente, no se dispone detodos los elementos necesarios para llevaresta investigación a un resultado definiti-vo que permita saber toda la verdad sobrelas circunstancias del naufragio; pero almenos es posible, tomando como base elanálisis de las fuentes, efectuar un estu-dio racional sobre lo sucedido al infortu-nado navío.

El suceso atañe al vapor María Herrera,que hacía el servicio de cabotaje por lacosta norte de Cuba y varios puertos deSanto Domingo; además de tocar en

Ponce, Mayagüez, Aguadilla y San Juan,en Puerto Rico.2

La empresa propietaria de la embarca-ción era la entonces bien conocida casaconsignataria Sobrinos de Herrera, cuyopresidente era el armador y hombre denegocios Julio Blanco Herrera. Esa com-pañía había sido fundada en 1866 comosociedad en comandita por RamónHerrera San Cibrián3 quien ostentaba eltítulo de Primer Conde de la Mortera.

MÁQUINA AVANTE, RUMBO 092

Según muestran los datos e informacio-nes cotejadas, el María Herrera zarpó delpuerto de La Habana a las 17:00 horas delsábado 30 de octubre de 1909, en viajeprogramado con destino final en PuertoRico.4 Conducía 65 tripulantes y un nú-mero indeterminado de pasajeros.

Una vez fuera de la rada capitalina, lanave puso proa al este y recaló sucesiva-mente en Nuevitas, Puerto Padre, Bahíade la Vita, Nipe, Sagüa de Tánamo yBaracoa, perlongando la costa norte de laIsla para después doblar el extremo orien-tal de Cuba y arribar a Guantánamo. Porúltimo, tras abandonar ese puerto, anclóen la bahía de Santiago de Cuba.5

No hemos podido precisar las fechas decada una de esas singladuras, como tam-poco las de sus entradas y salidas enlas citadas radas. Únicamente el libro de

1 Fernández Partagás, 1957.2 Imbernó, 1891.3 Sus herederos fueron: Ramón Herrera Gutiérrez y los hermanos Cosme y Julio Blanco Herrera.4 El Triunfo, 25 de noviembre de 1909.5 Loc. cit.

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bitácora del María Herrera, perdido en elnaufragio, nos permitiría traer la luz sobreestos pormenores.

Sí podemos esclarecer que durante latravesía las condiciones del tiempo fue-ron normales para esa época del año, aun-que dos semanas antes las provincias deLa Habana y Matanzas habían sido dura-mente castigadas por el huracán del 10 al11 de octubre de 1909, que ocasionó da-ños de consideración.

Al evaluar estas circunstancias, el ca-pitán de la nave pudo haber existimadoque la situación meteorológica en el áreaera favorable y que al haber pasado re-cientemente un ciclón por la región, aúntardaría tiempo en engendrarse otro.

Ya preparado para iniciar la ruta quedebía conducirlo al término de su viaje,el María Herrera partió de Santiago deCuba el lunes 8 de noviembre de aquelaño. Se dirigía hacia Ponce, Puerto Rico,cargado con 525 cabezas de ganado con-signadas a nombre del señor ManuelGonzález, con residencia en una locali-dad nombrada Aguirre.6 De acuerdo conla distancia entre Santiago de Cuba yPonce, y tomando en cuenta la veloci-dad media del buque —8 nudos—, sepreveía su arribo a aquella isla el 11 denoviembre.

En Santiago había quedado la cuartaparte de los 65 tripulantes que se enrolaronen La Habana, dado que el manejo dedicha carga hacía innecesario el empleode una tripulación tan numerosa y ellorestringiría la consiguiente erogación de

pagos. En cumplimiento de tal decisión,durante la mañana del 8 de noviembre,15 marinos —entre ellos una mujer quefungía como camarera de a bordo— baja-ron la escala y fueron transferidos al va-por San Juan7, atracado en un muelle cer-cano. Poco después, el María Herrerasoltaba sus amarras y emprendía nueva-mente su ruta hacia el sureste.

Como era muy frecuente en esa época,el buque, que no disponía de un equipode telegrafía inalámbrica, perdió todo vín-culo con tierra hasta tanto llegase nueva-mente a puerto. El semaforista del Morrode Santiago, instalado en su atalaya, noprestó mayor atención al navío que zarpa-ba y que una hora después desapareció enlontananza. Nadie, excepto los propieta-rios de la nave y sus despachadores, co-nocía que el María Herrera navegaba ha-cia el Mar Caribe central.

Tres días después de la partida, cuan-do supuestamente la nave debía estar lle-gando a su destino, los diarios habanerospublicaban una noticia en principio nomuy precisa:

CICLÓN EN LAS ANTILLAS: NuevaYork, noviembre 10, 3.00 p.m. —Se re-ciben alarmantes informes relativos aun temporal que ha cruzado por LasAntillas. La comunicación por cable alSur de Santiago de Cuba está interrum-pida y todas las líneas telegráficas te-rrestres de Jamaica han sido destruidaspor las inundaciones. Se esperan conansiedad detalles.8

6 Loc. cit.

7 El Triunfo, 1.o de diciembre de 1909.8 El Triunfo, 11 de noviembre de 1909.

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RECORRIDO DEL MARÍA HERRERA Y TRAYECTORIA DEL HURACÁN.

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El jueves 11 de noviembre, en horas dela mañana, el Observatorio Nacional re-cibía el reporte diario de sus observadores—entre ellos los destacados en Camagüeyy Santiago de Cuba—, lo que despertósospechas de mal tiempo al sur del archi-piélago cubano. Un cablegrama delWeather Bureau de los Estados Unidos,enviado al centro meteorológico deCasablanca, ratificaba lo anterior. LuisGarcía Carbonell, director del Observa-torio, elaboró una breve nota de aviso quefue entregada a la prensa y publicada porlos periódicos al siguiente día.

EL TIEMPO

De Haití comunican a las 3 de la tardeque todo el territorio se halla bajo untemporal, y que el ciclón lleva la direc-ción de Santiago

Observatorio Nacional. 11 de noviem-bre de 1909, 4.00 p.m.— Según obser-vaciones de Camagüey, esta mañana, yde Santiago de Cuba, a las 3.00 p.m.,parece que hay una perturbación al S.E.de esta última provincia, lo que se con-firma por un cablegrama de la Direc-ción del Weather Bureau de los Esta-dos Unidos, recibido a las 4.00 p.m. quedice: “Indicios de perturbación en laparte central del Mar Caribe”. Faltaninformes de Jamaica.

Posteriores noticias que se esperan, per-mitirán apreciar la marcha e importan-cia de dicha perturbación.9

Tras conocer de la existencia de un ci-clón, las autoridades portuarias de LaHabana sospecharon que el meteoro seestaba moviendo hacia el norte, o tal vezal noroeste, como si aún no se hubieseproducido el típico cambio de direccióndebido a la recurva, y en consonanciaemitieron una alerta para la navegacióndirigida a los puertos meridionales de laisla, donde se expresaba lo siguiente:

CAPITANÍA DEL PUERTO

Aviso

Hay una Perturbación Ciclónica en el cen-tro del Mar Caribe, y los buques que sedirijan al este naveguen con cuidado, asícomo los que lo verifiquen al sur de estaRepública.10

En realidad, el día 12 de noviembre elorganismo ciclónico estaba situado al surde Santo Domingo y se movía con un rum-bo medio hacia el nordeste, como si yahubiese tenido lugar la inflexión de larecurva. Horas después la tempestad cru-zaba sobre el extremo sudeste de la Repú-blica Dominicana, alejándose hacia elOcéano Atlántico. Es probable que en esafecha el María Herrera ya hubiese nau-fragado, tal vez desde el día anterior, puesaunque su andar medio era de 8 nudoses prácticamente imposible que mantu-viera esa velocidad y rumbo fijo en lasadversas condiciones meteorológicas queencontró después de cruzar el Estrechode Colón.

9 El Mundo, 12 de noviembre de 1909.

10 Loc. cit.

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EL CICLÓNDE NOVIEMBRE DE 1909

La temporada ciclónica de 1909 fue unade las más activas en el decenio de 1901 a1910, sobre todo para Cuba. Los autores delas cronologías ciclónicas más importantesen la historiografía meteorológica cubana,coinciden al señalar que en 1909 nuestropaís fue afectado por cuatro huracanes.11

Un estudio de ese tipo que periódica-mente actualizan los especialistas del Ins-tituto de Meteorología confirma que latemporada ciclónica de 1909 fue en efec-to muy activa, con seis ciclones tropicalesque afectaron al territorio nacional, cua-tro de ellos con categoría de huracán.

Los meteorólogos Dra. Ida Mitrani Are-nal y Dr. Ramón Pérez Suárez tuvieron lagentileza de analizar especialmente paraeste trabajo el caso del ciclón del 8 al 14de noviembre de 1909, bajo la reserva dela escasa información existente y la ca-rencia de datos sinópticos, pues en Cubaaún no se elaboraban mapas del tiempo.

Como conclusión del citado estudio sepudo establecer que este organismo, dé-cimo de la temporada, tuvo su origen eldía 8 en un área centrada aproximada-mente en 11° de latitud norte y 82° delongitud oeste, y que mantuvo en su mo-mento de mayor desarrollo, mientras sedesplazaba sobre las aguas del Mar Cari-be, vientos de 90 km/h sostenidos por unperíodo no menor de 24 horas.12

Aunque este organismo está clasifica-do como tormenta tropical, si se tienenen cuenta los efectos y daños reportados

en el extremo oriental de Cuba, es posibleconsiderar que la velocidad máxima delviento en este ciclón haya llegado al lími-te inferior de huracán categoría 1 en laescala Saffir-Simpson. En cualquier caso,el sistema comenzó a moverse hacia el nor-te, y más tarde cambió gradualmente surumbo hacia el nordeste y el este-nordes-te. Entre los días 10 y 11 de noviembrecruzó por los mares al sudeste de Jamaica;sin embargo, su existencia no sobrepasóuna semana.

Con todo, el meteoro debió tener unaestructura similar a la de una tormentatropical, con la mayor intensidad del vien-to batiendo en el semicírculo derecho yen zonas relativamente alejadas del cen-tro de circulación. Es probable que ya des-de el día 9 soplaran brisotes duros sobrelos mares al sur de La Española, gene-rándose mar de leva con el lento movi-miento del sistema en dirección mediahacia el nordeste.

No puede descartarse que el ciclónhaya cruzado algo más hacia el oeste, so-bre el Paso de los Vientos, lo que difierede la trayectoria actualmente aceptada.Ello lo acercaría más al territorio deCuba.13 Si aceptamos este caso, el movi-miento del sistema habría sido primero alnorte-nordeste y después al nordeste, y noal nordeste y este-nordeste como se con-sidera en la actualidad. Así aparece en lacronología del padre jesuita GutiérrezLanza, s. j.:

1909 — Noviembre 10 al 12.— Ciclón debastante intensidad pasó sobre el Canal

11 Gutiérrez Lanza, 1927; Rodríguez Ramírez, 1976.

12 Pérez Suárez, R.. Com. pers., 1999.13 Tannehill, 1950; NOAA, 1993.

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entre Cuba y Haití sintiéndose con fuerzamoderada en el extremo oriental de laIsla...14

Un reporte de prensa fechado enKingston, Jamaica, el 13 de noviembre de1909, parece respaldar esa presunción:

EL HURACÁN DE JAMAICA

No ha tenido precedentes entre loshuracanes anteriores. Calcúlanse laspérdidas en $ 500 000. Cuarenta y ochopulgadas de agua en cuatro días

(Cablegrama de la Prensa Asociada)Nueva York, noviembre 12. La Compa-ñía Telegráfica Centro y Sud Americanha recibido un mensaje inalámbricotransmitido por el operador del vaporalemán Prince August Wildheim, desdeabordo de este, en el puerto deKingston, Jamaica. En él asegura queel huracán que ha azotado dicha islafue más violento que ninguno de losque por allí han pasado.

La cantidad de agua que ha caído hasido estupenda. Encuéntranse interrum-pidas todas las líneas de comunicacióncon el interior de la Isla de Jamaica, aconsecuencia del temporal.15

Según otras informaciones procedentesde la citada ínsula, un buque de guerra

estadounidense nombrado Eagle fue lan-zado contra el muelle por la violencia delviento, “recibiendo averías de importan-cia”. Además, los vapores fruteros Bradfordy Amende, de nacionalidad desconocida,quedaron varados al ser arrojados sobreun bajo por la fuerza de las olas.16

Tres días después de aquella fecha, eldiario habanero La Lucha publicaba unainformación remitida por el jefe del pues-to de la Guardia Rural en Baracoa, quehacía referencia a un suceso acaecido unoo dos días antes:

A consecuencia fuerte temporal deagua en toda esta jurisdicción, ríos concreciente producen daños en plantacio-nes. Hoy, con motivo del aire fuerte [sic]que hace y con subida de la marea, elmar comienza a desbordarse [sic].17

Admitiendo como válida cualquiera delas dos trayectorias, es indudable que elMaría Herrera fue alcanzado por vientosintensos en su ruta hacia Puerto Rico.Podemos aceptar como dato probable queen el Caribe central los vientos estuvieronsoplando del sudeste, con una velocidadde 90 km/h sostenidos por un período nomenor de 24 horas, y entonces tomar estecomo valor para el cálculo del oleaje. Deese análisis resulta una altura media deola de entre 6,4 metros y 6,7 metros.18

En esas condiciones, el mar presentaun característico color blanco y se halla

14 Gutiérrez Lanza, 1927.

15 La Discusión, 13 de noviembre de 1909.

16 Loc. cit.

17 La Lucha, 16 de noviembre de 1909.18 Mitrani Arenal, I.; Com. pers., 1999.

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cubierto por una gruesa capa de espumaque es levantada y arrastrada por el vien-to; la visibilidad está sumamente limitaday el buque cimbra al recibir, como golpesde ariete, el impacto de las olas.

ALGUNOS DATOSSOBRE EL MARÍA HERRERAY SU CAPITÁN

Son pocos los datos hallados acerca delMaría Herrera y sus características técni-cas. Todo cuanto se sabe es que era unbuque de vapor, de modestas dimensio-nes, especialmente construido para serutilizado en el tráfico de cabotaje.

Según los criterios de la Compañía re-cogidos por la prensa, el María Herreraposeía “excelentes condiciones marine-ras”. Había sido construido en 1894, enlos reconocidos astilleros de Glasgow, GranBretaña;19 lo que nos permite concluir queen el momento del naufragio llevaba 15 añosen operaciones. Su máquina le proporcio-naba una velocidad máxima de 12 nudos.

Al momento de ocurrir el siniestro, lanave era mandada por el capitán José San-són Castro, a quien se le calificaba como“un experto marino avezado a las contin-gencias del mar”. Había nacido en IslasCanarias, y como otros muchos compatrio-tas suyos, en 1884 decidió viajar a La Ha-bana.20 En Cuba encontró empleo comohombre de mar e individuo de confianzade los Blanco Herrera.

Dos años más tarde, el 12 de diciembrede 1888, Sansón fue designado para el

cargo de segundo oficial a bordo del va-por Mortera, y resultó ascendido a primeroficial en ese mismo buque el 1o de mayode 1893. A lo largo de su vida de marino,mandó sucesivamente los navíos Cosme deHerrera, Avilés y San Juan. El 9 de diciem-bre de 1905 fue designado por la casa paraasumir el mando del María Herrera, conel respaldo que le proporcionaban sus 21años de servicio.

Sansón se casó en Cuba con una jovennombrada Rita Varela y Trotcha, y el ma-trimonio tuvo dos hijos: José, nacido en1900; y Luis, nacido en 1902. Resulta par-ticularmente trágico señalar que al ocu-rrir el naufragio del María Herrera, Rita,José y Luis se hallaban en Canarias.21Presumiblemente, estaban en casa de lafamilia Sansón y quizás allí se enterarondel dramático suceso mediante una rese-ña de la prensa local.

LAS CAUSAS DEL DESASTRE

Como se ha dicho antes, no es posible co-nocer con absoluta certeza la forma en quetranscurrieron los últimos momentos delMaría Herrera; pero si tenemos en cuentalas características de aquel ciclón, pode-mos deducir que las olas provocaron en lanave un fuerte balanceo lateral, capaz deocasionar el desplazamiento de la carga—cientos de reses vivas—, hacia uno delos lados del buque.

Es muy probable que el María Herreraperdiera su estabilidad transversal al cam-biar drásticamente la posición de su centro

19 El Triunfo, 25 de noviembre de 1909.

20 Loc. cit.21 Loc. cit.

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de gravedad, y en tan comprometida si-tuación, recibiendo el impacto del fuerteoleaje, zozobrara de costado.

Aunque los barcos tienden a alcanzarun período natural de balanceo o “rolido”,este es alterado a veces por la fuerza y di-rección de las olas. En ciertos casos pue-de suceder que el período de balanceo delbuque coincida con el período de las olas,produciéndose entonces el llamado balan-ceo sincrónico o sincronismo. Apareceentonces un movimiento lateral de am-plitud creciente que, de mantenerse porlargo tiempo y bajo condiciones de mare-jada, puede provocar el vuelco y consi-guiente naufragio.22 A ello debe sumarsecomo factor concomitante el cargamentode ganado, imposible de inmovilizar demanera absoluta, y que probablemente fuecolocado en las cubiertas superiores de laembarcación con el objeto de evitar laposible asfixia de las reses y el indeseableolor de los animales.

Los marinos suelen clasificar como “bu-que suave” a aquel que se balancea len-tamente con el oleaje. Ello sucede cuan-do el barco ha sido excesivamente cargadoen su parte superior y presenta entoncesuna tendencia muy débil para recuperarla posición original que los hombres de mardenominan “adrizado”.23 Un fenómeno si-milar pudo haber ocurrido en este caso, loque provocó el hundimiento del MaríaHerrera.

Algunos periodistas sugirieron que elnaufragio del buque se produjo por haberquedado a merced del viento y el oleaje a

causa de una avería en la máquina, peroesta hipótesis no descansa sobre bases fir-mes, pues, según expresó a la prensa elpropio Blanco Herrera,24 sus calderas ha-bían sido objeto de una reparación capi-tal a finales de 1908. Parece entonces pocoprobable que la nave hubiese quedadosin gobierno durante el azote de la tor-menta.

Otra idea que no puede descartarse esla posibilidad de que el buque, de mangamuy estrecha, haya quedado levantadoentre dos crestas o sobre una de ellas porsu parte central, situación que pudo oca-sionar la fractura del casco en dos partes.El vapor desapareció en una zona de aguasprofundas, cuya batimetría supera en mu-chos lugares los dos mil metros.

¿Cuántos seres humanos fueron arras-trados al abismo en medio del horrísonoestruendo del oleaje y el aullido del vien-to?: nunca lo sabremos con certeza; peroresulta factible que junto a los 50 tripu-lantes viajaran también un número des-conocido de pasajeros con destino a San-to Domingo o Puerto Rico.

Durante muchos años fue práctica co-mún el que los buques mercantes lleva-sen, además de la carga, una cierta canti-dad de pasajeros. Si aceptamos, pues, lapresencia de viajeros a bordo del MaríaHerrera, podemos suponer por lo bajo unacifra de entre 50 y 60 víctimas.

La incierta situación del María Herrerase hizo pública el día 20 de noviembre,cuando apareció en los diarios de la Capi-tal la siguiente información:

22 Anónimo, Instituto Nacional de la Pesca.

23 Ibídem.24 La Lucha, 22 de noviembre de 1909.

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EL MARÍA HERRERA

Debió llegar el día 11 a Ponce, PuertoRico. No se tienen noticias. Se inquie-re su actual paradero. El ciclón en San-to Domingo. Buque encallado en Puer-to Plata. Nuestros anhelos.

La Secretaría de Hacienda ha telegra-fiado a la administración de las adua-nas de la República solicitando infor-mes sobre el María Herrera a peticiónde la casa naviera Sobrinos de Herrera.El María Herrera debía haber llegadoel día 11 a Puerto Rico. Los días 10, 11,12, 13, 14 y 15 [sic] fueron los días deltemporal en las Antillas Menores, hoyhemos recibido noticias de Puerto Pla-ta, este pueblo fue castigado duramen-te, las olas eran inmensas y destruyeronla mayoría de las embarcaciones. Elvapor Macklemburg encalló en el puer-to y es difícil su salvamento.

Refiriéndonos de nuevo al vapor MaríaHerrera, de excelentes condiciones ma-rineras, puede haberse refugiado enalgún puerto, o desviádose notablemen-te del circuito [sic] del temporal.

Nos regocijaría profundamente el po-der dar a nuestros lectores la noticiade que el vapor cubano María Herreraha entrado en San Juan, Puerto Rico,término de su carrera marítima entreCuba y la vecina antilla, Dios lo quiera.

El María Herrera salió el día 8 de San-tiago de Cuba con cargamento de ga-

nado, debiendo llegar a Ponce el día 11,desde cuyo punto se dirigía a Gutiérrez,cosas ambas que no ha efectuado.25

La carencia de noticias sobre el buquey las informaciones recibidas en relacióncon la tormenta dieron un carácter másdramático al asunto. Los propietarios dela nave enviaron un telegrama a Guan-tánamo, solicitando se indagara sobre elparadero de la misma.

Fueron cursados telegramas a San Juande Puerto Rico y a Santo Domingo, desdedonde contestaron que el María Herrerano había arribado a puerto. Se realizaronintentos similares para obtener informacio-nes desde Port Au Prince y Kingston, perolas comunicaciones estaban interrumpidasa causa de los efectos del ciclón que habíadejado a estas ciudades sin electricidad.

Otra noticia, procedente de Santiagode Cuba, confirmó las sospechas de undesastre, al conocerse que el día 20 habíaentrado en aquel puerto el vapor Brasile-ño, cuyo capitán, al ser interrogado enrelación con el María Herrera, expresó queél había salido de Ponce el día 14 de no-viembre sin que hubiese visto al navío enpuerto o en el transcurso del viaje. Asi-mismo, confirmó que había encontradomar gruesa durante el regreso.26

El 22 de noviembre de 1909, tras 10 díasde espera entre la incertidumbre y la es-peranza, el periódico La Lucha informabaque no existían indicios sobre la suertecorrida por el navío; y que el vapor Haba-na, surto en el puerto de Santiago de Cuba,zarparía de inmediato para reconocer lazona del presunto siniestro. Al Habana se

25 La Lucha, 20 de noviembre de 1909.

26 Loc. cit.

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sumó, por orden expresa del secretario deHacienda, el cañonero Yara de la Marinade Guerra, para efectuar una búsquedaen aguas adyacentes a La Española.27Existe además constancia de la partici-pación de una embarcación puertorrique-ña en las labores de reconocimiento delárea del naufragio: el vapor Julia, quehabía partido desde Ponce con el fin delocalizar al María Herrera o a sus presun-tos sobrevivientes.

El 27 de noviembre, 17 días después delpaso de la tormenta y a 5 días del comien-zo de la infructuosa búsqueda, la prensade la Capital cubana informaba:

EL VAPOR MARÍA HERRERA

En la Secretaría de Hacienda se reci-bió el cablegrama siguiente:

Puerto Plata, noviembre 26, 1909. Se-cretario Hacienda. Habana. Recono-cida costa norte, Melé, Puerto Plata.Noticias: San Luis. Cabo Haití,Montecristi. Negativas. Reses muertasencontradas entre Montecristi - Puer-to Plata. Nueve narigón metal. Ransel.Comandante guardacostas Yara.28

EPÍLOGO

El nombre del María Herrera y las reseñassobre su triste destino desaparecieron delas páginas de los diarios con la misma ra-pidez que la de su descenso bajo las olas.Un mes después era ya cosa del pasado, yel hecho solo perduraba en la memoria de

los familiares de las víctimas. Así perma-neció, casi olvidada por espacio de un si-glo, la historia del primer buque cubanoque naufragó como consecuencia del pasodel ciclón tropical del 8 al 14 de noviem-bre de 1909.

El último reporte sobre el desastre apa-reció en los diarios habaneros del primerdía de diciembre de ese año, redactadoen el estilo habitual de los corresponsalesde la época:

EL MARÍA HERRERA

RETORNO DEL YARA Y EL HABANA

Santiago de Cuba, noviembre 30 de1909. 9.25 p.m. Esta mañana han en-trado el guardacostas Yara y el vaporHabana en puerto.

Han recorrido las costas norte y sur deSanto Domingo y Haití.

He visitado al capitán Sr. Domenech,del Habana, a bordo.

Con verdadero sentimiento me ha ma-nifestado que no había obtenido re-sultado favorable alguno en el recorri-do; que ha bojeado varios cayos eislitas; que no ha perdonado maniobrani tiempo en la verdadera búsqueda ycon un cuidadoso examen de restosde naufragio, pero nada, no ha en-contrado ¡nada! ni un salvavidas delMaría, ni un palo, ni una madera. Esinexacto que hubiesen encontrado ca-dáveres.

27 El Triunfo, 22 de noviembre de 1909.

28 Diario de la Marina, 27 de noviembre de 1909.

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En su opinión el María Herrera no lle-gó a pasar el canal [Probablemente serefiere al Canal de la Mona], lo quelleva a creer que la catástrofe fue rápi-da y horrible.29

CONCLUSIONES

Un análisis de los aspectos citados en eldesarrollo del presente trabajo, permitediscernir las circunstancias principales queprovocaron el naufragio del vapor MaríaHerrera, a saber:

Primero: Los dos observatorios meteo-rológicos cubanos existentes en la época,desconocían que durante los últimos díasde la primera decena de noviembre de1909 existía un área de disturbio en el MarCaribe. El Observatorio Nacional emitióel primer aviso sobre este sistema el día 11de noviembre de 1909.

Segundo: Cuando el 8 de noviembre elMaría Herrera partió de Santiago de Cubay se hizo a la mar, su capitán no poseíainformación alguna sobre la existencia deuna tormenta tropical en el Mar Caribecentral, al sur de su ruta.

Tercero: En su derrota hacia PuertoRico, el María Herrera tuvo que enfren-tarse a gruesas marejadas de entre 6 me-tros y 10 metros de altura y, como míni-mo, a vientos sostenidos de 90 km/h apartir de las primeras 24 a 36 horas pos-teriores a su salida del puerto de Santiagode Cuba.

Cuarto: El buque trasladaba ganado, untipo de carga especialmente peligrosa paraenfrentar las consecuencias de un oleaje

duro y mantener la estabilidad de la nave.El desplazamiento de las reses, causado porel amplio balanceo del buque pudo haberocasionado su naufragio.

Quinto: Como resultado del análisis dela información disponible y su cotejo conotras fuentes, se concluye que el naufra-gio del María Herrera es el primero, enorden cronológico, entre los ocurridos abuques de mayor porte en la historia na-val de Cuba. El desastre tuvo como causaprimaria el paso de un ciclón tropical.

Relación de tripulantes desaparecidosen el naufragio del vapor María Herrera30

PERSONAL DE CUBIERTA

NOMBRE CARGOAbruñedo, José mozoAmos, Francisco mozoArés, Luis mozoCachaza, Angel mozoCastro, Daniel camareroCorbata, Aurelio marmitónCuevas, Claudio camareroFernández, José carpinteroGarcía, José agregadoGarcía, Ramiro camareroGómez, Eduardo mozoGonzález, Juan contramaestreGonzález, Luis mozoLacoste, Francisco tercer sobrecargoLeyva, José marineroLópez, Francisco marineroLópez, Juan camareroLópez, Rufino mozoMariño, Arturo camareroMedio, Angel del segundo sobrecargoNadal, Juan primer oficialOviedo, Bernardo camareroParapar, Luis camareroRovira, José marmitón

29 La Lucha, 1.o de diciembre de 1909.

30 El Triunfo, 1.o de diciembre de 1909.

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Sansón, José capitánValdés, Gonzalo primer cocineroVale, José marineroVenedo, José marinero

PERSONAL DE MÁQUINAS

NOMBRE CARGOCalvo, Evaristo fogoneroConde, José fogoneroDopico, Jesús paleroEmbade, Bernardo tercer maquinistaEmbade, Pedro ayudanteEsbón, Francisco fogoneroFernández, Francisco fogonero

Fortuna, José paleroGonzález, Serafín segundo maquinistaIglesias, Abelardo fogoneroLópez, Manuel ayudanteMartínez, Manuel fogoneroMascaró, Juan paleroMontero, Antonio pañoleroOtero, Manuel paleroPonte, Luis paleroRamos de la Rosa,Casimiro primer maquinistaRodríguez, Andrés fogoneroSantiago, Aurelio paleroSardiñas, Julio paileroSerrantes, Tomás fogonero. C

Silbaron los pinos auxilio silencio.

Los cedros tranquilos esperan dolor,

la ceiba frondosa temblando sonríe,

la hierba en el llano sumisa a morir.

Pero hay una palma que Dios solamente

le dijo al cubano cultiva su amor.

Erguida y valiente con blando capullo

que sirve de espada doblada hacia el suelo,

besando la tierra, batió el huracán.

Sindo Garay

El huracán y la palma

Parece que el ciclón ya se fue

y ya se pueden ver las estrellas,

parece que la vida cambió

y yo cambié con ella

Grupo Arnaldo y su Talismán Tras la tormenta

Si me dijeran pide un deseo

preferiría un rabo de nube

un torbellino en el suelo

y una gran ira que sube

Un barredor de tristezas

un aguacero en venganza

que cuando escampe parezca

nuestra esperanza.

Silvio Rodríguez

Rabo de nube

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CAÍDA DE AGUAS, DE TOMÁS SÁNCHEZ. ACRÍLICO SOBRE LIENZO, 152,4 X 121,9 CM, 1998.

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Los conquistadores y pobladores del archi-piélago antillano se impresionaron muchode la importancia que aquí tenían los ci-clones y de su novedad para ellos. Ya losegipcios conocían el viento maligno, elcual equipararon a Set, su dios malvado.También los griegos supieron de Tifón, eltorbellino aéreo. Por su movimiento gira-torio, los españoles dicen aún turbión y tur-bonada, del latín turbo-onis, al aguaceroque cae de golpe y con viento fuerte deráfagas arremolinadas. Por los mares se co-nocen las trombas marinas y los vientosaturbonados que suelen marcar los equi-noccios, y los pueblos fríos sufrieron siem-pre las torvas de nieve y de heladas llu-vias y granizadas. Tornados los hay en todoslos continentes, trombas en todos los ma-res. Pero el huracán es el monarca de to-dos los meteoros aéreos, a juzgar por sustitánicos estragos.

Para los españoles del Mediterráneo y delAtlántico europeo, no acostumbrados a pasarde la latitud de las Canarias, el furioso hura-cán de las Antillas era cosa nunca vista y

FERNANDO ORTIZ

FERNANDO ORTIZ

(1881-1969).

*Tomado del Capítulo II de El huracán, su mitologíay sus símbolos, 1947.

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grandemente temida, pues, como escribía frayBartolomé de Las Casas, “de las más terriblestormentas que se cree haber en todos losmares del mundo, son las que por estos maresdestas islas y tierra firme suele hacer”.1

Acaso Cristóbal Colón, que viajó pormuchos mares y por la costa del ÁfricaOccidental, ya había experimentado losembates huracanados. A pesar de que suprimer viaje a las Antillas fue realizadoen época de ciclones (agosto a octubre),2tuvo la suerte de no toparse con ningunode ellos. Si en octubre de 1492 hubieseencontrado un huracán, Colón no habríadescubierto el Nuevo Mundo. YaBartolomé de las Casas pensó que fue obrade la divina providencia la que trajo lascarabelas del Almirante “como si vinie-ran por un río”; añadiendo que

si las tormentas que suele hacer por acáaquel viaje hubieran experimentado conaquellos tan impacientes marineros queconsigo traía (Colón), menos sufrieranlas dilaciones de aquel tan nuevo y lar-go viaje como se les hizo, y a la primeraque les asomara, no hubiera duda, sinoque luego volvieran las espaldas.

Es dudoso que las tempestades halladaspor el mismo Cristóbal Colón al volver de suprimer viaje trasatlántico y durante su se-gundo viaje fuesen realmente ciclónicas,como creyó el cubano Andrés Poey.3 Segu-ramente pasó un huracán en octubre de1495, en La Española. De todos modos, yaen 1502 Colón conocía los signos precurso-

res del huracán por observación propia oenseñanza de los indígenas. El 29 de juniode dicho año llegó Colón a La Española ensu último viaje de travesía; pero no pudofondear allí porque el gobernador fray Ni-colás de Ovando le negó permiso para ha-cerlo. Colón arguyó que corría grave peligrode una terrible tempestad que estaba muypróxima, a pesar del tiempo y del mar tran-quilos. Aconsejó también que no saliera depuerto la gran flota que llevaba a España asu enemigo Bobadilla. Nadie le hizo caso ypoco después Bobadilla estaba en el fondodel mar con toda su flota menos una nave,mientras el previsor Colón pudo capear elhuracán y salvarse con sus buques.

Los huracanes interesaron mucho a loscronistas como peculiaridades de las In-dias Occidentales. Gonzalo Fernández deOviedo nos da esta descripción de unhuracán ocurrido en la isla La Española el3 de agosto de 1508:

Quassi a la hora del medio día, súbita-mente vino tanto viento é agua junto,é tan excesiva cada cosa destas, queen esta ciudad de Sancto Domingo ca-yeron por tierra todos los buhios ó casasde paja, é aun algunas de las que esta-ban labradas de paredes ó tapias que-daron muy damnificadas é atormenta-das. Y en la misma saçon en muchospueblos desta isla oyo lo mismo, ésubcedieron desta causa encontinentemuy grandes daños en los campos, yquedaron destruidas las heredades.Y la villa que llaman la Buena-Ventura

1 Las Casas: Historia de las Indias, cap. LXIX.

2 La actual temporada ciclónica en Cuba es de junio a noviembre.3 Andrés Poey: Table Chronologique de Quatre Cents Cyclones, París, 1862.

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la puso el huracán toda por el suelo, y ladexó tal que se podía mejor decir malaó triste ventura, ó derribada ventura(para muchos que quedaron destruidosen ella); y lo que más recio y de mayordolor fué que se perdieron en el puertodesta cibdad más de veynte naos ycaravelas é otros navios.

El viento era norte é tal que, assi comocomenzó a cargar, entraron presto loshombres de la mar que estaban segurosen tierra a echar más áncoras é cablespor asegurar sus naos, é como fué au-mentándose más y más la tormenta, noaprovechó ninguna industria ni pru-dencia de los hombres, ni quanta dili-gencia o aparejos pusieron para su de-fensa; que todo se rompió é arrancó lasnaos é navios chicos é grandes é los sacóel viento por fuerza del puerto, este rioabaxo, é los metió en la mar é dió conalgunos dellos al través por estas costasbravas, é otros anegó que no parecie-ron más.

E cambióse después el tiempo y el vien-to al opóssito súbitamente por el con-trario, é no con menor impetu é furia; éfué tan grande el sur, como avia seydoel norte, é volvió a mal su grado (trom-picando) algunos navios al puerto. Ecómo el norte los avia echado fuera éllevado a la mar, assi los hizo volver elsur a este rio por él arriba. E despuéstornaban para abaxo, sin verse de algu-nos dellos sino solamente las gavias, étodo lo demas hundido debaxo delagua: de guisa que, como he dicho, elviento norte los avia llevado a la mar, y

el viento de mediodia ó sur los tornó ala tierra. En la qual tribulacion se aho-garon muchos hombres, é turó los másrecio de aquesta tormenta veynte équatro horas naturales, hasta otro diajueves, a medio dia. Pero no cessó súbi-tamente, como avia venido este traba-jo; el qual fué de tal manera, que mu-chos que lo vieron é al presente algunosdellos que viven é están en estacibdad, testifican é afriman que fué lamas espantosa cosa que ojos de hom-bres pudieron ver en semejantes ca-sos. E dicen que parescía que todoslos demonios andaban sueltos, trayen-do los navios de unas partes á otras,como es dicho.

Llevó a muchas personas el viento enpeso, sin tocar ni poderse tener en tie-rra, mucho trecho por las calles y porlos campos, é á muchos descalabró élastimó malamente. E arrancó algunaspiedras que estaban fabricadas en lasparedes é muris, é abatió muchos bos-ques espesos de árboles, é algunosdellos muy grandes, volviéndolos dealto para abaxo, e otros echó muy lexosde donde los avia arrancado; y en finfue muy grande y general en toda estaisla el daño que hizo esta tormenta óhuracán.

Decían los indios que otras veces solíaaver huracanes; pero que no avía ja-más acaescido otro tan grande ni se-mejante en su tiempo, ni se acordaronaver oido ni visto cosa de tanto espantoé trabajo en sus días ni en los de suspasados.4

4 Oviedo: Historial natural y general de las Indias, Madrid, 1851, t. I, lib. VI, cap. III, pp. 167-168.

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Más adelante añade Oviedo este detalledescriptivo:

Por cuerto quien oviere visto é passadoalgun boscaje de grandes y espesos ár-boles, donde haya acaescido algun hu-racán, avrá visto cosa de mucha admi-ración é grima espantosa; porque estáninnumerables é poderosos árboles arran-cados, é las raíces dellos tan altas,quanto tovieron lo más encumbrado delas ramas algunos dellos; otos quebra-dos por medio y en partes é desgajadosé hendidos de alto a baxo: otros estánpuestos sobre otros de tal manera, queparece luego ser obra diabólica. En al-gunas partes, en la Tierra-Firme, lo hevisto en no más espacio de un tiró é dosde ballesta, estando todo el territoriocubierto de árboles arrancados é unossobre otros como he dicho. Y cómo losque por ahhí ybamos, conveníamospassar por aquellos mismos lugares óbosques assi destroçados, e no teniamosotro camino tan seguro ó á nuestropropóssito, no se podía escusar el tra-bajo de passar por allí. Y era cosa denotar é mirar, como yban los hombrestres ó quatro estadios más altos unosque otros de árbol en árbol y de ramaen rama, trepando y trabajando por se-guir nuestro camino; porque los riosgrandes y peñas ásperas é los profundosvalles, y espinosos é cerrados boscajes,é otras cosas muchas, se escusaban enaquel estorno ó embarçado camino, étambién la sospecha de los enemigos, éno saber la tierra.5

Oviedo no quedó satisfecho con su des-cripción de los huracanes de 1508 y 1509,ocurridos en la Isla La Española, de losque trató en el capítulo III del libro VI dela primera parte de su Historia general ynatural. Vuelve sobre el tema de los hura-canes en el libro I, cap. XXVII de su obra.Aquellas tempestades no las vio Oviedo;ahora habla de las que presenció en el año1545, también en La Española; pero su re-lación de éstas no tiene la viveza de losanteriores párrafos. Sin duda, pintó losprimeros huracanes por él no presencia-dos con la emoción y el colorido que lefueron inspirados por los de su propia ex-periencia.

También Bartolomé de Las Casas hubode referirse a los terribles huracanes “queson grandes tempestades por la mar y porla tierra, que no dejan cosa que no des-truyan y echen a perder, naos en la mar ylas heredades y edificios en la tierra”.6 Pe-dro Mártir de Anglería hacía notar en susfamosas cartas que las casas de los indios,entramadas con bexuco, o sea los bohíos,se mantenían más firmes contra los hura-canes que las hechas por los españoles contablas y engalabernadas con clavos.

No parece ocioso advertir aquí que losespañoles conquistadores de Américapronto debieron de darse cuenta del ca-rácter giratorio de los ciclones y lo refirie-ron a “los cuatro vientos”. Lo demuestranunos malos versos de Juan de Castellanos,quien en sus Elegías de varones ilustres deIndias habla de los “tempestuosos huraca-nes” y al describir las furias de uno de és-tos dice así:

5 Ob. cit., p. 169.

6 Historia apologética de las Indias, cap. XXXIII.

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Setentrión los mares revolvía,Y el céfiro también mostró furores;Boreas con gran furia combatía,El noto revolvió bravos rigores;Veréis entre estos sobredichos vientosÁsperos y crueles movimientos.A los desventurados navegantesCualquiera de los cuatro desatienta...7

Por si todos estos desastres y peculiarida-des no bastaban, los indios y los castella-nos observaron que al retirarse los hura-canes a veces dejaban tas sí enfermedadesy epidemias que mataban a pueblos ente-ros. Aun en los tiempos actuales, con ma-yores conocimientos y prácticas de higieney de medicina, los estragos del ciclón, aldesorganizar la vida normal de los pobla-dos, suelen continuarse con mayores ci-fras en la mortalidad. Así, pues, los indiosantillanos debieron de atribuir a tales vien-tos huracanados un soplo de peste comoel aliento letal de un incoercible mons-truoso maligno; tal como hicieron lasmitologías clásicas; y las de los iletradospueblos de África y de América para ex-plicar la relación de causalidad entre laaparición y prevalencia de ciertos vientosy su sorprendente secuela de muertes. Aunhoy día, los afrocubanos de oriundezyoruba temen los afaré Burukú, o sea, losespíritus malignos de los vientos morbíficos.

Para los europeos pobladores de lasAntillas, el huracán fue objeto de temorreligioso, de ese “temor reverencial” que

es esencia de las religiones, nudo que laimpotencia hace con el miedo y la espe-ranza. Sin duda, el huracán era para ellos“siniestro” por sus estragos, pero no cons-ta si conocieron que el meteoro de estasIndias occidentales giraba siempre haciala izquierda, sinistrorsum, como se decíadesde los tiempos latinos. Acaso recorda-ban los furiosos turbiones con que Jehovámanifestaba su terrible iracundia, en losbíblicos versículos de Jeremías. De todosmodos, el huracán era para los descubri-dores “lo nunca visto”, obra espantosa delos cielos que el ánimo sobrecogía. Antesus furias, decía Juan de Castellanos, “losmás diestros más se espantan”. Cuandoocurrió el ciclón de 1502, que hizo zozo-brar la flota donde regresaban a CastillaBobadilla, Roldán y otros enemigos deColón, éste temió que sus adversarios po-drían culparle de que él “había tramadoaquella borrasca por arte mágica para ven-garse de Bobadilla y de los demás enemi-gos suyos que iban en su compañía”, se-gún refiere Fernando Colón,8 quien tuvo“por cierto que eso fué providencia divi-na”. No es de extrañar que tan pavorosotrastorno de la naturaleza hiciera sentirmuy hondamente a los hombres y les exci-tara la imaginación y la conciencia. Acon-teció un gran huracán en Martinica, enel año 1780, mientras Francia e Inglaterraestaban en guerra. La emoción colectivadespertada por el ciclón fue tan honda queel gobernador libertó a una porción de

7 A pesar de esa referencia a “los cuatro”, la nomenclatura no parece precisa. Él se refiere generalmente alnorte, el céfiro es el poniente, el noto es el sur o austro, y el horeas es el norte también. Falta, pues, eloriente; a menos que Castellanos, pensando que la Osa Mayor salía por el este, la tomara como símbolo dela región otiva de los cuerpos astrales. De todos modos, Castellanos refirió a “los cuatro vientos” y suspuntos cardinales.

8 Historia del Almirante Don Cristóbal Colón, Madrid, 1892, t. II, p. 139,

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soldados ingleses que tenía prisionerosdeclarando que, ante un tan gran desastrecomo el ocasionado por el huracán, todoslos hombres debían sentirse hermanos.9

Realmente, era “lo nunca visto” paralos navegantes que aún no se habían aven-turado por los mares tropicales. Como bienha escrito José Millás, director del Observa-torio Nacional Astronómico de La Habana:

Entre los diversos fenómenos de la at-mósfera que algunas veces alteran lavida normal del hombre... el ciclón tro-pical resulta el más grandioso, a la vezque el más importante y desolador. Cier-to que los tornados de los Estados Uni-dos de América, por ejemplo, son másviolentos en múltiples ocasiones: perosu área restringida, al extremo de po-der abarcarlos en su conjunto de unasola mirada, y su corta duración, loscoloca en un plano inferior al de la tí-pica tormenta de los trópicos. Los tem-porales de las regiones árticas y los delatitudes medias, tampoco pueden com-pararse a ella en grandiosidad, ya quesus campos de acción muy dilatados leshacen perder en fuerza lo que hanganado en extensión. De todos los ci-clones, pues, que azotan el planeta, lostropicales, perfectamente desarrollados,adquieren la mayor importancia. Su po-tencia extraordinaria; su vida, a vecesmuy larga, no se cuenta por horas, sinpor días; y cuando cruzan sobre unaregión cualquiera, dejan como estela

de su paso, desolación, miseria, ham-bre y luto en muchísimos hogares.10

Los españoles no tenían explicacióncientífica convincente de las causas y eldesarrollo del huracán, aunque ya algunateoría se intentaba en forma vaga. Por estoellos trataron de explicar el huracán y jus-tificar sus estragos con interpretacionesmitológicas, tal como en Europa ocurríaentonces con los cometas, las lluvias deestrellas y las pestes. Los cristianos creye-ron que las tempestades furiosas eran co-sas de los espíritus infernales. San Pabloatribuye al demonio la potencia del aire;lo denomina Principem potestatis aerishujus.11 A Oviedo el huracán le “parecíacosa del diablo”, tanto más cuanto, segúnél sigue diciendo, “deben contemplar loscristianos con mucha razón que en todaslas partes donde el Santo Sacramento seha puesto, nunca ha habido los dichoshuracanes y tempestades grandes congrandísima cantidad, ni que sean peligro-sas como solía”.12 Decía Oviedo:

Cuando el demonio los quiere espan-tar (a los indios), promételes el hura-cán, que quiere decir “tempestad”; lacual hace tan grande, que derriba ca-sas y arranca muchos y muy grandesárboles; y yo he visto en montes muyespesos y de grandísimos árboles, enespacio de media legua, y de un cuartode legua continuado, estar todo elmonte trastornado, y derribados todos

9 Tannehill: ob. cit., p. 131.

10 Un ensayo sobre los huracanes de las Antillas, Habana, 1928.

11 Ad ephes., II, 2. Cita de Mons. Barbier de Montault, Traité d’Iconographie Chrétienne, París, 1890, p. 119.

12 Fernández de Oviedo, Sumario de la Natural Historia de las Indias, p. 484.

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los árboles chicos y grandes, y las raícesde muchos de ellos para arriba, y tanespantosa cosa de ver, que sin duda pa-recía cosa del diablo, y no de podersemirar sin mucho espanto.13

Aun los literatos de hoy en día ven es-cenas “sobrenaturales” en ciertos episodiosdel huracán. Un personaje de Novás Calvo

Se fijó en dos formas gigantescas para-das al final de la calle, donde entron-caban los caminos. Trató de precisar-las, recordando que eran dos grandesmangos, ahora podados, que simulabanuna danza, como un minuet burlesco yfantasmal. Distinguió las dos formaspero era ya como si la pareja, en posede danza, rompiera a bailar especta-cularmente en medio de la tormenta.Las dos formas se juntaban, girabanen una sola zambra más densa en lasombra, volvían a separarse. Le pare-ció, además, que se desplazaban desitio e ignoraba en qué dirección sehallaban respecto de los puntos car-dinales y de ella misma, y aun queesos puntos existieran... De repenteun bramido más fiero y tenso sacudiólas mismas rachas, y un grito estridentey seco se escapó de la pareja dedanzantes..., uno de los mangos ha-bía sido derribado, tronchado por lamitad. El otro quedó erguido y solita-rio, todavía danzando, moviéndose en

la noche, alejándose, acercándose,pero allí.14

En su Historia insiste Oviedo, ante el horri-ble espectáculo de los estragos del huracán.

No son, pues, los árboles que están assiarrancados poca cosa para admirar sugrandeza y ser grosíssimos muchosdellos; Pero demás deso, es cosa paramaravillar velos tan desviados é apar-tados algunos de donde fueron criados,é con sus raíces trastornados unos so-bre otros, de tal forma trabados éapilados y entretexidos que luegoparesce, como he dicho, ser artificio éobra en que ha entendido el diablo óparte de la comunidad del infierno, éno hay ojos humanos de chripstiano quesin espanto lo pueda ver.15

Más de un siglo después, el francés padreDu Tertre escribía una parecida descripciónde los huracanes y la sintetizaba diciendoque eran “verdaderas imágenes del incen-dio final y de la destrucción general delmundo”.16 Gustavo Doré tuvo por inspira-ción las escenas de los huracanes tropicalescuando dibujó en sus bellísimas estampaslos estragos del bíblico diluvio universal.

El mismo Pedro Mártir de Anglería diceque “al principio de ocupar los nuestrosLa Española se veían molestados de estosfuriosos huracanes”. Y el abacial preladode Jamaica añade:

13 Ibídem.

14 Novás Calvo: No sé quién soy, p. 26. Véase también una descripción del huracán en La Luna Nona, delmismo Novás Calvo.

15 Oviedo, Historia natural y general de las Indias, Madrid, 1851, t. I, p. 169.16 Du Tertre: Historie Génerale des Antilles habitées por les François, París, 1667, t. II, p. 71.

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Durante ellos, afirman que con fre-cuencia se dejaran ver los demonios delinfierno, pero que cesó aquella calami-dad desde que se presentó en la isla elsacramento de la Eucaristía y que yano volvieron a verse más los demoniosque solían aparecerse familiarmente alos antiguos, de noche.17

El padre Bartolomé de Las Casas y Gon-zalo Fernández de Oviedo registraron tam-bién la tradición de que los huracaneshabían cesado en La Española desde quese asentó en la isla el Santísimo Sacra-mento de la Eucaristía. Esta circunstan-cia fue muy notada. Dice Oviedo:

Créesse é afirman los devotoschripstianos é la experiencia lo ha de-mostrado, que después que el SantísimoSacramento se ha puesto en las Iglesiasé monasterios desta cibdad, é de lasotras villas desta isla, han cessado es-tos huracanes. Desto ninguno se debede maravillas, porque perdiendo el se-ñorío desta tierra el diablo, é tomán-dola Dios para sí, permitiendo que susagrada fé é religión chripstiana en ellasea plantada é permanezca, diferenciaha de aver en los tiempos é en las tem-pestades, é tormentas y en todo lo de-más, tan sin comparación quanto es elcaso mayor; pues que la potencia denuestro Dios es infinita, é por su mise-ricordia é clemencia después acá cesa-ron estos peligros y espantables hura-canes ó tempestades. Un hombrehonrado, vecino desta cibdad, que sellamó Pedro Gallego, el cual ha poco

tiempo que falleció, fué el primero queapossentó el Sancto Sacramento y lehizo un sagrario, de piedra é bien la-drado, en el monesterio de Sanct Fran-cisco desta cibdad, después de pasadoslos huracanes que es dicho; é despuésnunca se han visto. E assi por esto, comoporque era este hidalgo de los primerospobladores que se hallaron en la con-quista desta isla, la Cesárea Magestad,informado desto, le dió titulo de maris-cal de aquesta isla, con el cual muriódesde a poco tiempo.18

No fue de esta opinión, tan útil a laarquitectura eclesiástica, el jesuita fran-cés P. Charlevoix. Cuando el terrible ci-clón de 1508, dice, se creyó que era unefecto de la cólera celeste, porque los in-dios dijeron unánimemente que antes dela llegada de los castellanos los huraca-nes eran muy raros en sus costas. Los cas-tellanos, dice Charlevoix, también lo cre-yeron pero pensaron que Dios los castigabaa ellos justamente por “sus demás escan-dalosos desórdenes”; tan solo imaginaronque el castigo divino era “por su escasorespeto al Santísimo Sacramento del Al-tar, a quien en muchos lugares guardabancon muy poca decencia”. Entonces los es-pañoles se pusieron a edificar iglesias portodas partes, muy bellas, ornamentadas yricas “mientras la mayor parte de los habi-tantes no tenían con qué cubrirse”. Y eldemonio dejaba que pensaran en las igle-sias y no se preocuparan de “las profana-ciones que hacían aquéllos abandonándosesin vergüenza a toda suerte de excesos”.Por eso, concluía el sutil P. Charlevoix,

17 De Orbe Novo, Década VII, lib. IX, cap. II.

18 Oviedo: Historia genral y natural de las Indias, Madrid, 1851, t. I, lib. VI, cap. III, pp. 168-169.

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“hay que convenir en que la cesación delos huracanes no es como una recompen-sa de una piedad mal entendida sino másbien la terminación del castigo consuma-do por su ceguera”.19

Pasado algún tiempo volvieron a La Es-pañola los ciclones; pero no por ello seabandonó la leyenda. La nueva situacióntuvo a su vez que ser explicada y la reli-gión buscó las razones que inspiraran a laDivina Providencia en cuanto a los ciclones,así cuando los suspendía como cuando conellos azotaba a los mortales, a cristianos ya infieles por igual. Bartolomé de las Ca-sas, refiriéndose a los huracanes, afirma queéstos eran muy raros en los primeros tiem-pos de la conquista; pero que después yafueron frecuentes. Y da de esto una razónreligiosa, ungida de piedad, que debióinspirar siglos después al P. Charlevoix. Loshuracanes, dice fray Bartolomé,

eran muy raros, que por maravilla solíanvenir sino de muchos á muchos años,como tenemos los viejos en estas tierrasexperiencia, y, por tanto, poca diversi-dad y variedad ó transmutación en eltiempo, y por consiguiente, en las perso-nas causaban; haberlos de pocos años acácada año, y hacer los estragos y destruc-ciones que por la mar y por la tierra hanhecho hacer, otra causa oculta que lanaturaleza debemos de buscar, y no esotra sino nuestros muy nuevos y muchospecados, que el discurso de esta nuestraHistoria muy claramente mostrará.20

El jesuita francés padre Du Tertre, quehizo la historia de las Antillas francesas,precisamente las ocupadas por los indioscaribes cuando el descubrimiento deAmérica, convenía con el padre Las Ca-sas en la mayor frecuencia de los huraca-nes después de la conquista:

Antes no venían, dirá, sino de siete ensiete años o de cinco en cinco años;pero desde que las Antillas son habita-das (por los europeos) ha llegado conmás frecuencia... y casi siempre despuésdel fin de julio hasta la mitad de sep-tiembre.21

Por otra parte, el Obispo de Chiapas,muy ducho en teologías escolásticas, novacilaba en atribuir los huracanes a obramaligna de los demonios y de los hechi-ceros que trabajaban de consumo, “habi-da la licencia y la permisión de Dios”. Biensabía Las Casas que “los demonios pue-den causar las tormentas y conmocionesdel aire” y que los nigromantes o encan-tadores “solían causar tempestades, true-nos y relámpagos, rayos, piedras, etc.”, yque aquéllos con sus malas artes “esto ha-cían diciendo palabras que los demoniosles habían enseñado”. El teólogo domini-co exponía éstos y otros prodigios y fasci-naciones en los capítulos LXXXVIIy siguientes de su Historia apologética, apo-yándose en las autoridades de los grandesDoctores y Padres de la Iglesia. Y en laBiblia; pues él recordaba que una de las

19 Pierre François Xavier de Charlevoix: Histoire de l’Isle espagnole ou de S. Domingue. Ámsterdam, 1733,t. II, p. 63.

20 Apologética historia de las Indias, Madrid, 1909, pp. 94-95.

21 Ob. cit., t. I, p. 71.

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tribulaciones que los diablos hicieron con-tra el pacientísimo y santo Job fue la deque “se levantase un viento vehementísimoque derrocase la casa y matase los sietehijos y las hijas, y que siempre, de muchaspersonas de sus criados no escapase sinouno que le trajera las nuevas”. Las Casasestaba en la más plena ortodoxia; paraquienes lo dudaran escribió su capítuloXCVII, titulado; “Prueba de que la creen-cia en las operaciones mágicas no estácondenada por la Iglesia”. Y esa fue la opi-nión de los conquistadores de Cuba y elresto de las Indias.

Expresión ulterior de tal cristiana mi-tología folklórica de los ciclones fue el lla-mar “cordonazo de San Francisco” al hu-racán, imaginando que sus ráfagas erandebidas a un ser celestial que loszurriagaba desde lo alto. La frecuencia delos ciclones en el mes de octubre, cuyodía cuarto está consagrado por el catoli-cismo a San Francisco de Asís, lo popularentonces de esa orden mendicante entrelos aventureros del poblamiento de estasIndias, y la circunstancia de llevar el po-bre santo asisiano un nudoso cordón ata-do a la cintura de su sayal, hicieron a unaque la incultura atribuyera impíamenteaquellas desapoderadas iras de los hura-canes antillanos a la cólera de aquelhumildísimo fraile, que hasta al “herma-nito huracán” le habría tenido querenciasi este hubiera sido criatura de vida, comose la tuvo al lobo y a todas las alimañas enel arrebato de su ternura amadora. La fan-tasía popular fue tejiendo la leyenda y elcordonazo fue mito definitivo del folklorehispánico en los cuatro siglos últimos. Va-rias veces hubo la coincidencia del hura-

cán equinoccial con la festividad de SanFrancisco de Asís; pero según coligeArístides Rojas22 la leyenda del “cordo-nazo” debió de surgir alrededor de la fi-gura del devoto franciscano terciario DonCristóbal Colón y de los episodios de suvida, en los cuales sus enemigos fueroncastigados por los huracanes. Tal ocurriócon el primer huracán que estremeció aLa Española después del descubrimiento,en 1495, al desembarcar Juan de Aguado;y tiempo después, con el ciclón que se llevóa los infiernos a dos de los más enconadosenemigos de Colón, o sea Francisco Roldánque le fue rebelde y Francisco de Bobadillaque a él lo había enviado a España presoen cadenas. En ese huracán, cuyo inmi-nente peligro había anunciado el almiran-te, se perdieron 23 navíos con tales perso-najes y con el tesoro real, mientras en unade las pocas naves afortunadas se salvó eloro de Colón, y éste se libró del cataclis-mo con su flotilla. Así el huracán vino aser por paradoja poco piadosa el azote delbenigno Francisco de Asís contra los peca-dores, como antes era obra del demonioque castigaba a los indios. Eran las potenciassobrenaturales las que lanzaban los hura-canes a una faena de justicia celestial.

A esta superstición del “cordonazo deSan Francisco” contribuyó la vieja creen-cia marinera de que, para provocar la lle-gada de los soplos del aire que hincharanlas velas de la nave, era una buena prác-tica zafar los nudos de las sogas, sobre todoaquellos nudos innecesarios que, por sercontrarios a la naturaleza de las cosas,“amarraban” los vientos. Una vez deshe-chos los nudos también se desataban losvientos. Esto aparte, es una muy vieja y

22 El Cordonazo de San Francisco, en A. Rojas: Obras escogidas, Ed. de Caracas, p. 383.

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extendidísima creencia, la de que los dioseso los hechiceros retienen los vientos me-tiéndolos en sacos o atándolos con anu-dadas sogas. Según refiere Homero en laOdisea,23 Eolo, dios del viento, entregó aUlises todos los vientos que habían de ser-virle en sus viajes, metidos en una bolsade piel. Lo mismo ocurría con Perdoytus, eldios lituano de los vientos, quien los con-servaba en un saco de cuero.24 Los brujosde Laponia, de Shetland, de Lewis y de laIsla de Man tenían el arte de atar el vientocon tres nudos y el de soltarlos de maneraque cuando más nudos quedaran deshechosmás fuerte soplaría el vendaval. Todavíalos viejos marinos de ciertas costas de Es-cocia para sus veleros compran vientos,encerrados en los nudos de ciertos pañueloso cordeles que les venden algunas viejasque viven de tal negocio.25 También losbrujos de Finlandia vendían sogas con rá-fagas de viento en sus tres nudos a losmarineros de las naves encalmadas. Si elmarinero desataba un nudo soplaba unabrisa, si dos una galerna, si tres un hura-cán.26 Shakespeare habla de estas viejasvendedoras de vientos.27 Asimismo en variospueblos africanos los hechiceros sabenperseguir los remolinos y meterlos en vasi-jas tapadas. Aun en Cuba, algunos des-cendientes de los congos y mantenedoresde sus magias se dedican a coger y encerrar

en botellas los remolinos que suelen formar-se por “las cuatro esquinas” cuando apa-recen los llamados “vientos de Cuaresma”.

El nudo, como el cordel atado, ha sidoy es un medio muy comúnmente usado porla magia para “amarrar” a las personas ylos espíritus. Gran parte de las operacio-nes de la magia llamada homeopática osimpática (similia similibus) consiste enamarres y desamarres, en atar y desatar.Así para lo bueno como para lo malo. Seata el vientre de la mujer embarazada paraque no aborte, se desata para facilitarle elparto. Se amarra a una persona para quese junte a su enamorada; se desamarra aun matrimonio para disolverlo. Se atan losmalos espíritus para que no dañen y sesueltan para que actúen con malicia. To-cante a las tempestades, los congos se de-fienden contra ellas poniendo en los te-chos de sus casas macutos o manojosatados de hojas de lembalemba. Y al árbolherido por el rayo lo amarran con un lazopara que no pueda salir de él la fuerzamaligna que recibió del meteoro. Los pue-blos cristianos, ya lo hemos dicho, se am-paran de las tormentas con nudos hechoscon lacinias de las palmas benditas en lasiglesias durante las liturgias del Domingode Ramos. En Cuba y otras Antillas hispá-nicas era creencia popular que la vistainopinada de un clérigo significaba mal

23 Odisea, pp. 19 y ss.

24 E. Vecknstedt: Die Mythen, Sagen und Legenden der Zamaiten, I, 153, Cita de Frazer.

25 J. Scheffer: Lapponia, Frankfort, 1673, p. 144; J. Train: Account of the Isle of Man, II, 166; C. F. GordonCumming: In the Hebrides, p. 254; Ch. Rogers: Social Life in Scotland, III, 220; Sir Walter Scott: Pirate,nota al cap. VII; Miss M. Cameron en Folklore, p. 301. Citas de Frazer.

26 Olaus Magnus, Gentium septentr. Hist., III, 15. Cita de J. G. Frazer, The Magic Art and the Evolution ofKings. Lonres, 1913, vol. I, p. 352.

27 Macbeth, acto I, escena 3.

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agüero y anuncio de muerte, y para pre-venirla se solía hacer, no siempre con di-simulo, un nudo en el pañuelo. En unreciente viaje aéreo que hicimos a PuertoRico subió al avión un sacerdote y al pun-to vimos cómo una joven temerosa anudóa hurtadillas una punta de su pañolito.¡Ya no había peligro!

Aun a riesgo de anticipar ideas, digamosque los indios de Mesoamérica, y probable-mente los antillanos también, tuvieron estemito de las lluvias, o de los vientos quelas traen consigo, contenidas por serpienteso seres sobrenaturales, que las encierranentre sus nudos como en un recipiente yno las sueltan sino cuando los ritos sacro-mágicos logran romperlos. También diga-mos que esta creencia de las aguas con-tenidas en un ámbito cerrado por una granserpiente ya la tuvieron los egipcios y laexpresaron en sus imágenes.28 En una deéstas se ve al dios Horus atacando la figurade la constelación de la Osa Mayor, repre-sentada por un monstruo que rodea y apri-siona con su cuerpo las aguas celestiales.Los negros congos, cuando desean que lasnubes descarguen en lluvias benéficaspara los campos, rompen frente a sus casas,al aire libre, cazuelas llenas de agua paraexcitar así a los nubarrones a que haganlo mismo. Es un rito de magia mimética,análogo al que emplean en Cuba los de-votos de Orisha-Oko, deidad yoruba dela lluvia, cuando quieren que se desatenlos aguaceros y salen al campo con un para-guas a la vez que le cantan a su patrono.

El típico cordón de San Francisco es unapequeña cuerda anudada con la cual seciñen su hábito los frailes franciscanos.Después de atarse a la cintura, queda col-gando un buen trozo en el cual hay tres

nudos hechos en espiral, de tres vueltascada uno. Conociendo todos estos ante-cedentes, se comprende que el huracánpara los marinos castellanos era como siSan Francisco hubiera zafado los tres nudosde su típico cordón frailero y con éste laemprendiera a zurriagazos con los pecado-res. Por extensión, comprendieron en el“cordonazo” las tempestades y borrascas quesuelen venir hacia el equinoccio de otoño.

Esa superstición católica del San Fran-cisco del Huracán pasó a los negros congosde Cuba. Entre los númenes adorados enalguna secta bantú, que con ciertastransculturaciones mitológicas y lingüísti-cas se mantiene viva en Cuba, está el es-píritu denominado Tata Pancho Kimbúngila,cuya denominación se compone de trespalabras: Tata, que quiere decir “padre”;Pancho, que es manera hispanoamerica-na de decir “Francisco”, y Kimbúngila, quesignifica “remolino”. Esto equivaldría aSan Francisco del Huracán si se dijera encorriente castellano.

También parece tener relación con esesincretismo mitológico afrocubano, queune al seráfico santo de Asís con el vien-to, la catolización que en Cuba han he-cho los negros yoruba de su deidad Ifá uOrúmila con San Francisco. Aquel pode-roso orisha es el de las adivinaciones, eldel destino, el que sabe la ordenación delcosmos y comunica su saber a los creyen-tes por medio de los babalaos, los cualesechan sortilegios en cruz y a los cuatrovientos cardinales, sobre el tablero delcosmos. No puede ser más interesante elcomplicadísimo sistema cosmológico y li-túrgico de las adivinaciones de Ifá; másno cabe en este lugar. Cuando el babalaose cree en grave peligro de guerra,

28 D. A. Mackenzie: The Migration of Symbols, 1926, p. 98.

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enfermedad o magia suele atarse alrede-dor de su cintura su ókpele, o sea elaparatito que usa para “hablar con SanFrancisco”, consistente en una cadenitaque lleva unidos como eslabones ochocascaritas, cuyas posturas al caer dan laclave de los vaticinios. El ókpele equivaleentre los babalaos al “cordón de San Fran-cisco”; si bien hoy día, en tiempos desincretismo y mestizaje religiosos, no fal-tan babalaos que se ciñen al cuerpo au-ténticos cordones frailanos de la ordendel santo asisiano, benditos en la iglesia.Así, los babalaos, anudándose ese cintomístico, se aíslan contra los peligros de “lacosa mala”. Su clásica protección yorubaes así reforzada con la de los católicos.

Por otra parte, los conquistadores y cro-nistas de las Indias Occidentales atribuíantambién las tempestades a la acción delos cuerpos celestes, embebidos aún comoestaban de las teorías de la Astrología,cuando la ciencia no se había libertadototalmente de la fe en lo mágico. El Re-nacimiento aún no había terminado conla era de los astrólogos y en las cortespontificias y reales aún había avizores delas estrellas para captar sus presagios. Eldía 13 de enero de 1493, el experto mari-no Cristóbal Colón escribía en su diariode viaje que estaba ansioso de ver el eclip-se o “conjunción de la luna con el sol,que esperaba a 17 de este mes, y la oposi-ción de ella con Júpiter y conjunción con

Mercurio, y el sol en oposito con Júpiter,que es causa de grandes vientos”. Escri-biendo en 1514 de ciertos indios de Tie-rra Firme, Pedro Mártir dice que “habitanen casas separadas, no contiguas, a causade los vendavales, porque frecuentemen-te sufren huracanadas nubes por los mo-vimientos repentinos del aire, por efectode los astros en la igualdad del día y lanoche, pues están próximos al equinoc-cio”.29 Pero tales teorías físicas no eranseguras y eran preferidas las metafísicas,que se creían más aseguradas por la feteológica. La creencia de que las brujaspodían provocar las tempestades era comúnen la Europa de los siglos XV, XVI y XVII. En1583 una bruja fue perseguida en Ingla-terra por haber ahogado a varios marine-ros en una tempestad que ella produjo consus encantamientos y revolviendo huevosen una paila de agua fría.30 El huracánpara los conquistadores fue, pues, cosa delos demonios, de las brujas o de la provi-dencia divina; es decir, cosa de religión.

Según dice el P. Viñas, desde tiempoinmemorial se ordenó que la oración delRitual Romano Ad repellendas tempestatesse rezara en la diócesis de Puerto Ricoen los meses de agosto y septiembre y enla de Cuba solo durante septiembre y oc-tubre; es decir, en las épocas precisas enque respectivamente son más probableslos huracanes en una y otra isla.31 La ex-periencia, empírica pero observadora,

29 Pedro Mártir de Anglería: Décadas del Nuevo Mundo, déc. III, lib. III, cap. II.30 Véase Christine Hale: Witchraft in England, Londres, 1945, p. 42.

31 La oración o colecta imperata, como se llama litúrgicamente, dice así: A domo tua quaesumus Domine,spiritudes nequitiae repellantir: et aerearum discedat malignitas tempestatum. Per Dominum Mostum JesumChristum, etc.; que se traduce así: “Apartad, Señor, de nuestra casa los espíritus del mal y que de los airesse aleje de nosotros la malignidad de las tempestades”. No es una oración especial para los huracanes. EnEuropa se reza contra las grandes granizadas, turbonadas y tormentas destructoras de las cosechas.

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ya había captado una lección meteoro-lógica.

Acaso imitaban a los indios, que invo-carían a su dios de la tempestad en lasépocas propicias. Según Landa, las dos fies-tas anuales consagradas por los indiosmayas a Kukulkán, su dios del viento,eran en 6º mes (octubre-noviembre, épo-ca de ciclones) y en el 16º mes (mayo,entrada de las estaciones de las lluvias).32Probablemente los indios cubanos tambiénhacían algunos ritos en tales épocas. Detodos modos, para los blancos conquista-dores, como para los indios sometidos, loshuracanes eran obra de una potencia so-brenatural.

No es, pues, de asombrarse que los poe-tas hayan sentido la “sobrenaturalidad” yla sublimidad de los huracanes. Los poe-tas las expresaron en grandilocuentes ver-sos. José María Heredia fue conmovido porel huracán, al cual dedicó una poesía. Así ledice: “¡Gigante de los aires, yo te saludo!”.

Pero sus efusiones son más líricas y pro-fundas. Ante la sublimidad del ciclón ex-perimenta “entusiasmo”:

Huracán, huracán, venir te siento,Y en un soplo abrasadoRespiro entusiasmadoDel Señor de los Aires el aliento...

¡Sublime tempestad! ¡Cómo en tu seno,De tu solemne inspiración henchido,

Al mundo vil y miserable olvidoY alzo la frente de delicia lleno!¿Dó está el alma cobardeQue teme tu rigor...? Yo en ti me elevoAl trono del Señor; oigo en las nubesEl eco de su voz; siento en la tierraEscucharla y temblar. Ferviente lloroDesciende por mis pálidas mejillas,Y su alta majestad trémulo adoro.

Indudablemente, Heredia fue un granpoeta capaz de esas exaltaciones,33 pero estal la grandiosidad inefable del huracán,de sus efectos y de las emociones que des-pierta, que el más común de los mortalesse siente arrebatado por la mitopeya.

Otro poeta cubano posterior llevó tam-bién su fantasía a una interpretaciónteleológica de los huracanes, como un ins-trumento de la divinidad irritada por lasinjusticias de los hombres. Rafael MaríaBaralt, en una poesía aún inédita, titu-lada “A la Isla de Cuba con ocasión delhuracán del 11 de octubre de 1846”, alu-de al pavor producido por dicha tormen-ta e increpa a Cuba porque el huracánno es sino la venganza de Dios, irritadopor el mantenimiento de la esclavitud.Las predicciones de Baralt son terrible-mente convulsivas en lo social, si Cubano rompe las cadenas. De reina de escla-vos a esclava de ellos. El huracán es unaruda advertencia de Dios para ablandarlesu espíritu.

32 Diego de Landa: Relación de las cosas de Yucatán, 1864, XI, pp. 240 y 331.33 En su famosa oda Al Niágara, Heredia manifiesta su actitud diciendo:

Lo común y mezquino desdeñando,Ansié por lo terrífico y sublime.Al despeñarse el huracán furioso,Al retumbar sobre mi frente el rayo,Palpitando gocé...

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¿No ves ya los flamígerosrayos de la venganzaque en su rigor terríficoel Sumo Juez te lanza?¡Reina de esclavos míseros!Su esclava, al fin, serás.

Si así ha ocurrido con los españoles ysus descendientes, no es de extrañar quetambién para los indios el huracán fueraun fenómeno de profundo sentido religio-so; sin duda, de los más importantes de sumitología. Según las religiones, en Cubacomo en el resto del mundo, los huraca-nes son producidos por la iracundia de losdioses.34 En muchos lenguajes de Améri-ca el Gran Espíritu, o sea el Gran Dios, y elGran Viento son uno solo, así en el vocablocomo en su significación, según observóBancroft.35

Los indios antillanos sabían bien, porsus repetidas experiencias, los terriblesefectos producidos por el huracán. Debie-ron de contribuir a ese “terror reverencial”que los indoantillanos experimentabanante los huracanes, los hechos portento-sos que se producen en ocasión de aque-llas conmociones: la nave que aparece tie-rra adentro a varias leguas del mar, laspersonas que se pierden sin dejar huellacomo absorbidas por el meteoro, la enor-me roca desprendida de los farallones, losarenales desaparecidos de las playas, la

rama aguda que atraviesa el tronco de unapalma como la flecha el cuerpo de unajutía.36 Novás Calvo contempla el campodespués de un huracán:

Había una palma real, sin cabeza, atra-vesada por un listón de madera, comocrucificada. En lo alto de una Ceibadesmochada, había una vaca muerta,con las patas hacia el cielo... en otroárbol había, empañada, una mujer conun niño. Un hombre pendía, sujeto porun pie, de una rama retorcida....37

Al amainar el ciclón son a veces sor-prendentes los derelictos y los cetáceos yotros animales raros que se hallan en lascostas... Pedro Mártir refiere que los in-dios de Camará recordaban cómo un hu-racán trajo a la región

dos aves casi iguales a las decantadasarpías de los poetas, como que teníande doncella la cara, barba, boca, nariz,los dientes, las claras cejas, los venera-bles ojos y el aspecto. La una decíanque era de tanto peso que ninguna ramade los árboles a que se llevaba la podíasostener sin desgajarse....38

En las playas cubanas han aparecidovarados en tales ocasiones enormes cacha-lotes, mantas y otros monstruosos seres del

34 Pettazzoni: Dio, p. 352.35 Bancroft, vol. III, p. 117.36 Este curioso accidente ha ocurrido exactamente igual en varios países tropicales; en La Habana (1926),

en Puerto Rico (1928) y en la Guadalupe (1825). Es fácil imaginar el asombro de los indios si en sutiempo presenciaron algo semejante, como, por ejemplo, una palma atravesada por una flecha, adarga omacana.

37 No sé quién soy, p. 46.38 Ob. cit., déc. VII, lib. X, cap. IV.

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mar. Cualquiera de estos portentos debi-dos al huracán era suficiente para rodearal meteoro de un temor sagrado.

El huracán no solo destruía las gentes,los bosques, las casas y los pueblos, en oca-siones alteraba la configuración de las tie-rras, las agrietaba, las reblandecía y lashacía correr como aludes laderas abajo, yrompía y hacía rodar los peñascos de lasmontañas. Y cuando sacudía los cayeríosy las barras y costas arenosas, así los des-barataba como los movía o formaba cayosnuevos. Los miles de islas y cayos del nor-te de Cuba, o sea las Bahamas y el inmen-so cayerío que separa la Gran Antilla delmar Océano fueron debidos a los huraca-nes, según decían los indios:

Las Lucayas estuvieron unidas en otrotiempo a las demás grandes islas, y losindígenas declaran que así lo creyeronsus antepasados; pero que, por la fuer-za de las tempestades, poco a poco sefueron separando de la tierra una deotra, entremetiéndose a el mar.39

Para los indios, el huracán en ciertomodo continuaba la obra cosmogónica.Por estas creencias legendarias y por el

espanto de los estragos de los huracanes,también los cristianos creyeron que enocasión de ellos “la tierra tiembla en mu-chos lugares”.40

A poco de producirse la conquista ocurrióun gran ciclón en La Española. Nuncaantes se había enfurecido tanto el viento,ni las marejadas habían sido tan irresisti-bles, ni las aguas tan devastadoras. Segúnrefiere Pedro Mártir, los indios atribuye-ron el desastre a los españoles; es decir, alos hombres de turey, a los seres celestialeso “de otro mundo”, que eran intrusos enel suyo, antes pacífico y ahora conturbadopor ciclones extraordinarios, plagas, gue-rras, esclavitudes y desolaciones. Pero an-tes de que llegaran los hombres turey ya elhuracán era dios entre los indoantillanos.

Los cronistas nos dan testimonio de laimportancia mitológica que tenía el hu-racán entre los antillanos. Huracán es vo-cablo de dichos indios al decir de PedroMártir de Anglería, Bartolomé de LasCasas41 y Gonzalo Fernández de Oviedo.42

Según dice Las Casas, “huracanes lla-maban los indios desta isla las dichas tem-pestades ó tormentas”.43 El Diccionario dela Academia da esta voz como caribe. Se-gún Rafinesque,44 furacán es palabra de

39 Pedro Mártir de Anglería: ob. cit., déc. VII, lib. II, cap. I.

40 Du Tertre: ob. cit., II, p. 72.

41 “En este tiempo se perdieron en el puerto los cuatro navíos que trajo Juan Aguado, con gran tempestad,que era lo que llamaban los indios en su lengua huracán y agora todos los llamamos huracanes, comoquien, por la mar y por la tierra, cuasi todos los habemos experimentado”. B. de Las Casas: Historia de lasIndias, Madrid, 1927, t. I, p. 438.

42 “Huracán, en lengua desta isla, quiere decir propiamente ‘tormenta o tempestad muy excesiva’; porque,en efecto, no es otra cosa sino grandissimo viento é grandíssima y excesiva lluvia, todo junto o qualquiercosas destas dos por sí”. Oviedo: Historia general y natural de las Indias, Madrid, 1851, t. I, lib. IV,cap. III, p. 107.

43 Apologética..., p. 94.

44 Cita de Bachiller.

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los indios eyeri, o sea de los precaribes delas Indias de Sotavento. Según PedroMártir, los españoles aprendieron a decirfuracano. Según Benzoni, los españolesescribían furacano, y así lo hace él.45

Indudablemente la letra H con que seescribió el fonema inicial de la voz india,al ser transportada gráficamente al caste-llano debió de representar un sonido ovalor oral. Esa H, que hoy sobrevive muda,antes tuvo vida sonora y para que se oyerala escribieron los españoles. ¿Sería su va-lor fonético el de la F? ¿Sería el de la J, oparecido al de ésta? Parece más verosímily probable que la H tratara de expresar, alpronunciarse de forma aspirada, cosa en-tonces frecuente, un sonido semejante aun vocablo indio, jurakán; así como el nom-bre de cierta palma muy común los espa-ñoles unas veces lo escribieron jata y otrashata, como en Hatibonico y Hatuey. La Fparece más bien una pronunciación arcaica,adoptada por los que no oyeron el vocabloindio huracán y lo aprendieron por verloescrito con H, y conocían además queciertas haches iniciales del español deentonces eran innovadoras formas gráfi-cas de viejas voces de Castilla, como hor-no, hierro y otras que todavía por la Amé-rica hispánica se pronuncian forno, fierro,etcétera. Pero no hay por qué extenderseaquí en más disquisiciones filológicas.

Las Casas, aludiendo a lo que por FrayRamón Pané se pudo colegir, dice que los

indios creían que los semís les daban “elagua y el viento”, o sea, la tempestad, ytambién “el sol cuando lo había menes-ter”, y “lo mismo los hijos y las otras cosasque deseaban tener”.46 Es decir, que erandeidades de los cielos y de la fecundidad,así de la humana como de la animal y agra-ria. El mismo Las Casas, en su Historiaapologética..., dice que los indios antilla-nos tenían una piedra que “favorecía sussementeras”, otra “para que las mujerestuvieran buena dicha al parir”, y la terce-ra “para que tuvieran agua y buenos tem-porales cuando los habían menester”. FrayRamón Pané se refiere a una deidad deciertos indios de La Española, la cual pa-rece ser una versión del dios Huracán. Eltal semí o ídolo sacro se llamaba Guabance,era hembra, hecho de piedra y tenía otrosdos semís en su compañía, que lo ayudabanen su tarea. “Cuando Guabance se enfurecedicen que hace mover el viento y el aguay echa por tierra las casas y derriba losárboles”. Referente a los auxiliares de estesemí, uno de ellos se llamaba Guatauba yera como “un pregonero” o “mensajero”de Guabance, pues “lleva sus órdenes alos otros semís de la provincia para que leayuden a hacer mucho viento y agua”. Elotro semí acólito se llama Coatrisquia, y“recoge las aguas en los valles entre lasmontañas y después las deja correr hastaque las avenidas destruyen el país”.47

45 Se pensó que la voz huracán podía venir del latín ventus furens, de donde se pasaría a furacán y de ahía huracán; pero esta etimología, que fue académica, según recuerda Roque Barcia en su DiccionarioEtimológico de la Lengua Española (tomo II, p. 1262), ha caído en descrédito.

46 Historia de las Indias, t. III, cap. CII, p. 525.

47 Rafinesque escribió que esos dos semís se llamaban uno Guataba, y otro Pregonero, y que eran hijos deAtabex y Guatancex. Pero parece haber en ello una confusión fundamental, como advirtió A. Bachiller:Cuba primitiva, La Habana, 1883, p. 181.

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Como fácilmente se deduce, Guabance esuna diosa de la tempestad, de los vientos,las lluvias y las inundaciones, o sea una ver-sión del dios Hurakán. Su ayudanteGuatauba, “el pregonero”, es quien anti-cipa y precede la llegada del cataclismo.¿Será el rayo con su tronada? ¿Será lamarejada que anuncia el ciclón al aproxi-marse a las islas? El otro asistente,Coatrisquie, es quien sigue al gran me-teoro con el desbordamiento de las aguas,y su sentido es claro: es la inundación. Nohay que extrañarse de que en La Españo-la, donde se usaba el vocablo Huracán,también se empleara en ciertos lugares elde Guabancex, para significar con una yotra voz al meteoro ciclónico. Baste re-cordar que allí hubo dos lenguas, pocointeligible una por los indios que habla-ban la otra, como anotaba el mismo FrayRamón Pané.

Sin duda, era frecuente el trato de losindios antillanos con estas deidadesmeteóricas. Cuando Las Casas se refiere alos procedimientos adivinatorios de losbehiques indoantilanos, dice de sus gran-des ayunos para conseguir el estado detrance necesario para “comunicarse” conlos espíritus o demonios. En tal estado hip-nótico consultaban a la “visión infernal”sobre las contingencias meteóricas, tantrascendentes para sus pescas, siembras yhambres, y los demonios, “apareciéndo-les, notificaban si había de haber buenoso malos temporales”, etcétera.48

Pedro Mártir de Anglería refiere cier-tos ritos muy importantes de los indios enlos cuales se comprendía la proteccióncontra los huracanes. En ciertos días del

año, dice, se reunían todos ante un cemi ozeme, sentados “en círculos a modo de tea-tro, como las revueltas de un laberinto”.A una señal de los sacerdotes salían lasmujeres “ceñidas con guirnaldas de va-rias flores, danzando y cantando sus him-nos que llaman areytos, ofrecen tortas encanastas primorosamente labradas”. Des-pués de otros cantos o areytos entonadospor los hombres en honor del zeme y de“los antepasados del cacique”, a los cua-les se invocaba,

arrodillados ambos sexos ofrecían al dioslas tortas, las santificaban recibiéndo-las los bobitos, y las partían en tantospedazos cuantos eran los hombres queallí se encontraban. Cada uno se lleva-ba intacta a su casa su partecilla y laguardaba todo el año como cosa sagrada.

En esto había un propósito utilitario demagia, pues “según los persuadían los sa-cerdotes, pensaban que lo pasarían mal yse vería expuesta a muchos peligros defuego y huracanados torbellinos, la casaque careciera de tal pedacito”.49 Despuésde esto, aún seguía la liturgia esperandolos creyentes una voz del cemi, o sea, de“la deidad de madero o de algodón relle-no”, como con lógica irreverencia dice elAbad Pedro Mártir. Si la voz se oía, todoera jolgorio por el buen augurio; en casocontrario, todo era mohína por el nefastoporvenir, hacían ayunos y derramabanmuchas lágrimas. Toda esta ceremoniaparece consistir en un complicado ritoagrario para la fertilidad: invocacionesdeprecatorias al cemi de los cielos, es decir,

48 Las Casas, t. III, p. 475.

49 De Orbe Novo, déc. VIII, lib. X, cap. I.

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al dios de la atmósfera, himnos evocadoresde los antepasados del cacique o sea losmuertos epónimos de la tribu, simulacrode aparición de los primeros frutos alimen-ticios, reparto simbólico de ellos entre to-dos los indios a manera de “comunión sa-cro-económica”, precaución mágicacontra las inclemencias del próximo añopor hambre, rayos y huracanes,50 ritospluvíferos por la magia mimética de laslágrimas y fiesta orgiástica estimuladorade la reproducción. Como se ve, era unritualismo contra los “huracanados torbe-llinos”, además de serlo contra los rayos ydemás trastornos meteóricos que pertur-baban las cosechas y la normalidad de lavida del pueblo indio. Equivalía todo elloa un complicado rito ad repellendas tem-pestades unido a solemnes trisagios, roga-tivas y procesiones, como los que se esti-lan aun hoy día por muchos pueblos enocasiones de grandes tormentas, trombas,sequías, inundaciones, terremotos y otrascalamidades.

Parece que los indios llamaban huracánno solo al “grandísimo viento é grandísi-ma y excesiva lluvia, todo junto”, sino tam-bién a “qualquiera cosa destas por si”.51

Al decir de Las Casas, “huracán llamabanlos indios desta isla las diversas tempesta-des o tormentas”.52 Los grandes aguacerosequinocciales, aun cuando no fueranacompañados de remolinos y los contin-

gentes tornales, eran también huracán.Huracán era, pues, “la tempestad” en sumayor paroxismo. La lluvia, el rayo, eltrueno, etc., no eran sino sus expresionesparciales, sus “mensajeros” como se decíaen su mitología, personificándolos comosingulares entes celestiales al servicio deHurakán, que era como el Todopoderoso.

Hay que advertir, sin embargo, que latempestad no siempre era terrible; al con-trario, era a veces muy deseada, cuandono se manifestaba con la iracundia delhuracán; es decir, con palabras ya citadasde Oviedo, cuando la tormenta no era“muy excesiva”, cuando no era “grandísi-mo viento é grandísima y excesiva lluvia”.Cuando el exceso no se daba, los vientosy las lluvias eran beneficiosos. Entonceslos aguaceros eran frecuentes para los sem-brados, y las ráfagas y turbonadas que lostraían eran consideradas como benefac-toras. Hoy día los hombres de ciencia re-conocen que los mismos huracanes a ve-ces son beneficiosos por las lluvias quetraen consigo; sobre todo en las regionesa las cuales no alcanza el furor del torbe-llino central. Fassig halló que de los ci-clones ocurridos en Puerto Rico, de 1899a 1928, el 60% de ellos resultaron benefi-ciosos. Solo 10% fueron catastróficos; 30%fueron nocivos en ciertos lugares pero deprovecho en otros.53 En épocas de sequíaslos indios debieron de rogar por la venida

50 Este rito sacromágico del panecillo que da la comida y ahuyenta el hambre se practica igualmente en lasislas Baleares y otros países católicos, donde las familias guardan en la gaveta del pan un “panecillo de SanDiego”, bendito y repartido en toda parroquia el día de ese santo. También lo practicaron los indiosaztecas, a los cuales aludiremos en otro lugar.

51 Oviedo: ob. cit.52 Apologética..., cap. XXXVI.53 Véase L. Fassig: “Discussion of Tropical Cyclones”, Monthly Weather Rev., 1929, p. 331.

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del huracán a los númenes sobrenatura-les. Guabancex no debió de ser siempreun ente nefario y cruel. Las brisas terralesy mareras fueron, sin duda, gozadas porlos indios porque les refrescaban el am-biente y les ahuyentaban los mosquitos. Ylas rachas que traían tras sí los chubascosno eran temederas. Las Casas se refiere aun ídolo que traía las aguas y “los buenostemporales”.

No se diga que en un país del trópico,de abundancia pluvial, como es Cuba ocualquiera de las otras Antillas, no habíapor qué preocuparse del dios de las llu-vias. Bastarían los horribles furores delJurakán, con las inundaciones y demás es-tragos de su “grandísima y excesiva llu-via” unida a su “grandísimo viento”, paraque esa deidad fuese una de las principa-les en el panteón indoantillano. Pero, ade-más, no hay que desconocer la convenien-cia y hasta la necesidad de contar con elfavor de las potencias sobrenaturales quehacían manar las lluvias en los tiempos ylugares apetecibles. Por las latitudes anti-llanas no era el sol, sino el agua, quienpodía trastornar el ritmo agrícola de lospueblos indios. Como se dijo respecto aMéxico, “el dios del sol de nuestros indiosnunca se ausentaba, los días de México soncasi iguales y allí no se conocen esas no-ches eternas”. Si hay algún cambio en lanaturaleza, culpa no es del sol sino del agua,que cuando falta deja secos los campos. Paralos indios, dice un antiguo escritor(Thevet), “la mitad del año era de lluviasdesde nuestro abril hasta septiembre, losotros seis meses son secos y fríos. Hacen lacosecha en noviembre y diciembre”.54 En

las Antillas, pese a los optimismos de lospromedios pluviométricos, se han sufridosequías muy perjudiciales, no solamenteahora y a causa de la gran deforestaciónde ciertas regiones, sino en todas las épo-cas. Los indios también las temían, puessus consecuencias eran muy dañinas eirreparables, dada su economía social y subase de alimentación. Como bien observóAdolfo de Hostos,

la ansiedad por las lluvias, aun en unclima húmedo, se explica por el hechode que la mayoría de las cosechas delos indios aruacos (o taínos) era de raí-ces, algunas de las cuales tardaban has-ta diez y ocho meses para lograr su óp-tima madurez.55

Y no había entonces el comerciointerinsular de productos alimenticiosque atenuaran las crisis de la produccióncuando se perdían las cosechas. DeJurakán, en la pluralidad de sus expre-siones, dependía toda la ordenación dela vida económica y social de los indiosantillanos. El dios Jurakán debió de tenermuchos devotos entre los indios cubanos,quienes así le pedían que no desatara susfurias como que los favoreciera con lasaguas llovedizas, promotoras de fecunda-ción y prosperidad.

Debemos considerar también que elhuracán no era sino el paroxismo del vien-to, el monarca o gran cacique de todoslos vientos, y que los vientos no eran sinomanifestaciones vivaces del aire. O lo quees igual, el concepto del huracán forma-ba parte de un sistema mitológico más

54 Tomado de Francisco Plancarte: Prehistoria de México, México, 1923, pp. 449-450.

55 A. de Hostos, Anthropological Papers, p. 151.

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complejo, del cual ese meteoro no fue sinosu protagonista. El huracán fue un perso-naje del aire, mejor dicho, el huracán eraaire. Y todas las explicaciones mitológicasdel aire tuvieron que combinar con las delhuracán. Así puede observarse claramen-te en el estudio de la mitología helénica,donde los mitos del aire y del viento inte-graban un mismo sistema de alegorías; yasí debió de ocurrir entre los indios cuba-nos, aun cuando éstos no hubiesen alcan-zado el nivel cultural de los griegos.

En ese aspecto es muy sugestivo el es-tado monográfico de la clásica mitolo-gía helénica hecho por John Ruskin bajoel título The Queen of the Air.56 Ruskinanaliza sutilmente el mito de la griegaAtenea, que en latín fue Minerva, y susderivados. Atenea fue la diosa del aire yen ese sentido tuvo varias expresiones. Fuediosa del aire que llena el espacio, del aireque se mueve en brisas y en tempestades,del aire que es el aliento de la vida y delaire, pneuma o espíritu, que es la inspira-ción de la mente humana. Eran cuatro sec-tores del aire, que los griegos relaciona-ron con los cuatro vientos, con los cuatropuntos cardinales, con las cuatro virtu-des “cardinales”. Atenea fue la deidaddominadora de todos ellos y sus mitos yemblemas la relacionaban con campos dela vida humana y de la naturaleza muydistintos entre sí, pero todos conexos enAtenea por la mitología del aire. Hasta elaire tempestuoso tuvo como expresión éti-ca la de ser la Justicia, una de las “virtu-des cardinales”, la del norte, que así fa-vorecía como castigaba. Por eso Atenea ibaarmada de lanza y escudo que ostentabala testa de Gorgona, horrible como la tem-

pestad furiosa, con sus cabellos en remoli-nos que se representaron como serpien-tes, y cuya mirada bastaba para dejar pe-trificados de terror a los mortales. Algoanálogo debió de ocurrir en la mitología yel simbolismo de los indios de las Antillas,como aconteció entre los indios continen-tales. Los procesos imaginativos y analógicosque crearon los mitos y sus símbolos, rela-cionando los fenómenos aéreos de la natu-raleza y sus conceptuaciones con ciertasalegorías materiales, fueron en rigor tansimples, directos, realistas y bien observa-dos que llegaron a idénticas o muy pareci-das conclusiones así en el Viejo Mundocomo en el Nuevo.

No tenemos, pues, por qué eludir lahipótesis de que el Huracán de las Anti-llas, como dios de la tempestad, debió deser la deidad predominante en los cultosreligiosos, por lo terrible y por lo deseado,a la vez por lo maléfico y por lo benéfico; yporque alrededor de su tremebunda po-tencialidad y de su trascendencia vitalpara el pueblo indio debieron de estarentretejidos otros sendos mitos cosmoló-gicos y fantásticas filosofías, sin excluir laséticas, jurídicas y sociales. Si Atenea fueen Grecia diosa del aire, del viento, de latempestad, del aliento, del espíritu, delorden justiciero y de la sabiduría, así pudoserlo Huracán en las Indias indoantillanas.Ya habremos de ver en el desarrollo deesta investigación las sorprendentes simi-litudes y analogías entre los conceptos ysímbolos del mundo clásico y los del mun-do indoamericano tocante al elementoaéreo de la naturaleza.

No ha de ser inoportuno observar cómoentre los indios caribes, que habitaban en

56 En la primera de las conferencias que este librito comprende.

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las Antillas Menores cuando los viajes deCristóbal Colón, pueden hallarse datos queparecen asegurar que entre la mitologíatuvo expresiones análogas a las de los otrosindoantillanos. Entre los indios caribes delas Antillas Menores también eran de im-portancia los dioses de los meteoros.Savakú era el pájaro que por orden deHurakán producía los huracanes y lostruenos, “como el águila de Júpiter”, diceel P. Laborde,57 y fue convertido en unaestrella. Akinaon producía las pequeñaslluvias y los grandes vientos y, comoSavakú, fue transformado en estrella.Kurumon, también en el cielo como es-trella, era el viento del mar, hacía las ma-reas y volcaba las canoas.

El padre Du Tertre nos ha dejado bue-nos detalles acerca del temor religioso quelos indios de las Antillas Francesas teníana los huracanes, causados según ellos porlos maboyas o espíritus malignos de losantepasados; y en su culto hacían cere-monias y danzas litúrgicas, de las que luegohablaremos. Esos maboyas de las Peque-ñas Antillas eran dioses de los huracanesy, además, ciertos espíritus de los antepa-sados, númenes de la fertilidad agraria quehacían crecer las yucas, favorecían en loscombates y así socorrían en las enferme-dades como daban la muerte.58

De los caribes contemporáneos se sabeque tienen grandísimo terror por las tem-pestades.

Nada temen tanto como el huracán yel trueno. Cuando empiezan a amon-tonarse oscuras nubes corren apresura-damente a sus chozas lanzando fuertesgritos, tapándose la cara con las manosy llorando hasta que pasa la tempes-tad. Este miedo a la tempestad los per-sigue hasta el otro mundo, porque losespíritus tienen también miedo a lostruenos y tratan de ocultarse: es que eltrueno lo causa Maboya, el jefe de losespíritus malos.59

Roth viene a decir lo mismo:

Cuando se aproxima la tempestad odurante el huracán los caribes insula-res se encierran en sus bohíos y senta-dos junto al fuego del hogar se tapan lacara y lloran, creyendo que Maboya estábravo con ellos.60

En esto hay algo más que una prácticaevasiva del peligro; parece que esos llan-tos forman parte de los ritos mágicosmiméticamente propiciadores de la lluviatanto como ahuyentadores de los vientos.

Según Du Tertre, tanto debió de ser elterror que el huracán les producía y laimpresión de sus repetidas experiencias yobservaciones, que los indios antillanostenían cierta manera de predecir dichastempestades. Ya el padre Las Casas decíaque el demonio se las anunciaba en las

57 En Relation des Caraibes o en P. Laborde: Nouvelle Découverte d’un très grand pays. Cita de Lucien deRosny: Les Antilles, Études d’Ethnographie et d’Archéologie Américaine, París, 1886, p. 341.

58 Algunos de los detalles observados por el padre Du Tertre han de sernos muy útiles en el presente trabajoy nos referiremos a ellos en su lugar más oportuno.

59 Muller: ob. cit., p. 194.

60 Roth: ob. cit., p. 269.

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visiones o “trances” que provocaban losbehiques. Pero acaso existían otros pronós-ticos empíricos que los indios tenían porseguros. El padre Du Tertre, refiriéndosea los antillanos caribes, dice que

algunos habitantes del país creen quelos salvajes se apercibían de la proximi-dad del huracán desde mucho tiempoantes de su llegada, y que de ésta sinadvertidos por sus rioches o mabuyas;tanto así que desde que estas islas sonhabitadas (por los europeos) no se haexperimentado un huracán que los sal-vajes no hayan predicho.

Yo creo que éstas son fábulas —añadeel historiador— puesto que los salvajesno faltaban de predecirnos los huraca-nes todos los años, aun cuando su al-manaque a veces resulte falso; pero ha-ciendo la dicha predicción todos losaños necesariamente alguna vez han deacertar.

Sin embargo, el mismo padre Du Tertrealude a que se conocía la época preferidade los ciclones, y afirma que “la lluvia deagua salada es un pronóstico infalible”,61de su próximo advenimiento.

El conquistador, luego clérigo y al finautor de la más larga obra poética delmundo, don Juan de Castellanos,62 alu-diendo a las previsiones de Cristóbal Co-lón antes del famosísimo huracán que sellevó al comendador Francisco deBobadilla a los infiernos, dice en unos desus millares de versos:

Por esperarse bravos movimientosSegún de la señal se conocían;Pues ven llegar el sol al occidenteMayor de lo que suele comúnmente,Demás de que sacó rayos cetrinos.Después vieron correr muchas cometas,Dieron gritos los pájaros marinos,Del agua salieron las cercetas.Barriendo van el agua golondrinosY otras señales mal acetas.

Acaso el almirante Colón y sus compa-ñeros habían aprendido esas señales de losmarineros indios. Según fray Íñigo Abad,

los indios de esta isla (Puerto Rico)preveían esta infeliz catástrofe y la te-nían por cierta cuando observaban elaire turbado, el sol rojo, un ruido sor-do subterráneo, el círculo de las es-trellas obscurecido con un vapor quelas aparentaba más grandes, los hori-zontes por el noroeste cerrados, un olorfuerte que exhala el mar, el levantarseésta en medio de la calma, cambiandoel viento de repente de Este a Oeste.La experiencia de estos temibles su-cesos les habían enseñado a observarlas mutaciones de los astros y los ele-mentos y a pronosticar en ellos tan fa-tales fenómenos.

Sea de ello lo que fuere, no cabe dudarde que Huracán, Guabancex o Mabuyaera un personaje primordial en la vida delos indios antillanos y en su religión, quetodo lo impregnaba con sus metafísicasconcepciones y mitos.

61 Ob. cit., t. II, p. 73.

62 Elegías de Varones Ilustres de Indias, elegía II, canto IV.

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El ambiente antillano, sobre todo el deCuba, por su posición geográfica al bordenorte de la zona subtropical, era muy fa-vorable para el desenvolvimiento culturalde los pueblos. Como ha precisado RalphRurner,63 esa región climática alrededordel globo, frecuentada por monzones yhuracanes, es donde está concentrada másdel 60% de la población mundial y siem-pre ha sido asiento de las más complejasculturas. Sin embargo, el proceso culturalen este archipiélago hubo de retardarseun tanto. Los primeros indios que ocupa-ron las islas, o sea, sus verdaderos descu-bridores y pobladores, no pudieron arrai-garse más allá de las playas y riberasfluviales. Su primitividad no los capacita-ba para hacer claros en los montes y enellos fogueros y tumbas para las siembrasde una agricultura que no conocían. Laselva virgen era demasiado poderosa paraque ellos la dominaran. El hombre en lasselvas tropicales es digno de compasión,forzado a vivir de frutos, tubérculos yanimalejos, atormentado por terribles in-sectos y acosado por las enfermedades; perocon nutrición fácil y sin estímulos para tra-bajar más y mejor. Tuvieron que venir a lasislas sucesivas oleadas de indios aruacos yellos fueron dominando la selva y establecien-do la agricultura. Una vez lograda ésta, lacultura antillana fue asentándose y se hizomás fuerte y refinada, con expresiones ori-ginales. Tuvieron siervos en la tierra y seaprovecharon de su trabajo subyugado, ytenían que guerrear en las costas contralos invasores esporádicos; no carecían,pues, de tiempos sobranceros para su cultu-ra ni de estímulos para su energía social.

Pero su “enemigo número uno”, comosuele decirse en esta época de hábitosaritméticos, era el huracán. Y sin dudalos indios se preocuparon por su defensacontra tan grande enemigo, con la mis-ma atención y con todos los recursos quesu técnica y su magia ponían a su alcan-ce. Según observó Malinowski, el hom-bre primitivo no suele usar de la magiapara sus faenas cotidianas en las cualesya él sabe cómo dominar las fuerzas na-turales; pero cuando se encuentra alfrente de algo extraordinario, fuera desu poderío, se siente impotente y acudea la magia individual y colectiva parahacerse fuerte, defenderse y vencer. “Losfenómenos raros e impronosticables pa-recen atraer más la atención que los fe-nómenos ordinarios y previsibles”, obser-va Ralph Linton, quien añade: “es casiseguro que sea alta la proporción que seconceda a determinado interés (en unacultura) en los casis en que la imposibi-lidad de previsión sea unida a un altogrado de importancia económica”.64 Poreso el huracán era el fenómeno más im-portante de los pueblos antillanos; másque el sol, el cual en los trópicos es demarcha casi invariable y no ordena lasestaciones. Por lo misterioso de su invi-sible presencia, lo inopinado de su apa-rición, lo tremebundo de sus manifesta-ciones, lo incoercible de su fuerza, lariqueza de sus lluvias, y, sobre todo, porla enorme y predominante trascenden-cia económica y social de sus efectos,así los favorables como los adversos,Hurakán es el gran dios de las Antillas,y no lo es el sol.

63 The Great Cultural Traditions, Nueva York, 1941, vol. I.

64 Estudio del Hombre, Fondo de Cultura Económica, México, 194, p. 480.

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Oriundo o no de las Antillas, proba-blemente originario de otras culturas, hu-racán fue vocablo que se extendió por elcontinente, aun antes de la llegada de loseuropeos.

El tremebundo dios Huracán no fue solode las Antillas. Doquiera se conoció elhorrible meteoro, allí tuvo su mito corres-pondiente. Rudolph Schuller65 trató deeste vocablo, de su significado y de su eti-mología.

Según nuestras fuentes de consulta,parece que Huracán, el dios de la tor-menta, era una de las principalesdivinidades del panteón de los primiti-vos pobladores de las Antillas. Muy pocose sabe de su culto; pero dada la furiacon que ese dios periódicamente solíaazotar el hábitat de los antillanos, esde presumirse que los indios tratabande aplacarlo por medio de sacrificiospropiciatorios, tal cual sucedió conanálogas tremendas divinidades entrelos antiguos nahua-mejicanos y losmaya-kiché de Yucatán y de CentroAmérica.

Se ha supuesto que Huracán es présta-mo del lenguaje kiché de Yucatán al delos indios aruacas.66 Pero esta teoría ha sidocontradicha. Por Schuller fue impugna-da, no obstante haber él relacionado, ypudiera decirse que homologado, el mito

del Huracán kiché con el del Huracánantillano.

Es en extremo dudoso, dijo, que losantillanos hayan tomado la voz Hura-cán del kiché, como últimamente afir-mó un sabio alemán. Esta afirmacióncarece de fundamento en vista de laestrecha afinidad genética que existeentre los idiomas del grupo maya-kichéy las lenguas de la grande y extendidafamilia lingüística de los Carib-Aruác,de la cual forman también parte losidiomas de los aborígenes que en eltiempo de la llegada de los conquista-dores españoles poblaron las Grandes yPequeñas Antillas.

Para Schuller existe un parentesco lin-güístico entre los maya-kiché y los cari-bes-aruacas.67

Por otra parte asegura Schuller:

Repetidas veces he tenido la oportu-nidad de llamar la atención de otrosinvestigadores hacia la sorprendenteafinidad que existe entre algunos te-mas que ocurren en la narrativa deFray Ramón Pané68 y ciertos temasmitológicos que se hallan consigna-dos en el célebre Popol-Vuh, tratadoque sin fundamento visible a veces fuellamado Biblia de los indios kiché deGuatemala, siendo en realidad, no

65 “Huracán, el dios de la Tormenta y el Popol-Vuh”, Archivos del Folklore Cubano, La Habana, vol. II, p. 114.

66 Alfredo Chavero: en Memorias de la Academia Mexicana, 1886, III, pp. 29-36.67 “Zur sprachlichen Verwandtschaft der Maya-Quitche mit den Carib-Aruac”, Anthropos, XIV-XV, 191,

p. 465.68 La primera relación acerca de las creencias de los indios de la isla Española, hecha por orden de Cristóbal

Colón.

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obstante ser quizás el más notable do-cumento de origen comprobadamenteaborigen, una mera compilación demitos y leyendas cosmogónicas yantropogónicas de diferente proce-dencia y compuestos en épocas igual-mente diferentes.

Ese culto a Huracán como dios de latormenta y, por consiguiente, ser oespíritu maligno, no se halla circuns-crito a las Grandes y Pequeñas Antillas,sino que lo encontramos, además, aun-que en una forma un tanto modificadao diferenciada, también entre los in-dios de filiación carib-aruác de la TierraFirme, esto es, Venezuela, las Gua-yanas, la cuenca del río Amazonas ymás en el Sur todavía. Pero para elmomentáneo objeto de esta brevememoria basta aducir los siguientesejemplos:

huracán significación lenguayuracan diablo Galibiyerucan diablo Garibisiiroca (n diablo Cariñacuyureca (n) diablo Ipurucotooroica (n espíritu malo Bakaïríyorocan diablo Chaymayolocan diablo Reucouyenne

A estos datos etimológicos pueden añadir-se los que trae Lucien Adam. Para desig-nar al espíritu maligno los indios cahymasdicen Yorocia’n; los tamanacos, Yolokiamo; loscumanagotos, Yoglamo; los caribes, Yoroko;los apalay, Yoloko; los guayanes, Yoloc; losipurocotes, Yucreta.69 Hyrorokan, por los ga-

libi; Hyruka, por los arrúa; Yolok y Yurakon,por los caribes continentales; Yaguajú, porciertos aruacas; Immaguari, por los akavoi,e Iolok-iamo en el alto Río Negro.

También Roth coleccionó ciertas va-riantes de la voz “huracán” entre los in-dios de las Guayanas. Según este autor,Yarukka “es el espíritu del mal” entre losindios guajiros.70

La raíz fonética del vocablo abarcó,pues, una gran extensión, así como su se-mántica mitológica. En ello se fundaSchuller para decir:

De este mismo subsuelo mitológicoemana fuera de toda cuestión el enteHuracán, al cual, según el Popol Vuh,los indios quiché de Guatemala, los por-tadores de aquella grandiosa alta cul-tura (de la cual un débil reflejo pre-sentan las ruinas de otros tiempos,suntuosos templos y feudo-aristocráti-cas mansiones de la nobleza indígena,las que se hallan esparcidas por doquie-ra en aquella república centroamerica-na) clamaban, diciendo:

“¡Tú, Huracán! ¡Tú, Corazón del cielo yde la Tierra! ¡Tú, el dador de la virtudy la felicidad! ¡Tú, el dador de nues-tros hijos! ¡Vuélvete hacia nosotros, tra-yéndonos el día de resplandor y gran-deza, dando el ser y la vida a nuestroshijos para que crezcan y vivan comosostenedores y alimentadores de nues-tra fe, que será invocada en los cami-nos, en los rastrojos, en la orilla de losríos, en los barrancos, debajo de los ár-boles y de los bejucos!”.

69 Lucien Adam: Grammaire comparée des dialectes de la famille Caribe, París, 1893.

70 Marquis de Wavrin: Moeurs et Coutumes des Indiens Sauvages de l’Amérique du Sud, París, 1937, p. 536.

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Huracán en la cosmogonía de los indiosquiché fue ciertamente un gran persona-je, y conviene detenernos un tanto en suexamen tal como aparece en el Génesis delos quiché, según lo tradujo el abateBrasseur de Bourbourg.71 En los episodiosy detalles de esa cosmogonía habrán derecogerse elementos significativos paranuestra investigación. En la relación dela obra de la creación quiché, segúnBrasseur de Bourbourg,

al principio no se nombra a la divini-dad de una manera directa, sino queaparece en sus obras y sobre todo en laformación del Universo, cuya descrip-ción es en verdad sorprendente.

Cuando todo lo que debía crearse enel cielo y sobre la tierra fue acabado—dice el libro quiché—, estando for-mado el cielo, sus ángulos medidos yalineados, sus límites fijados, sus líneasy paralelas puesta en su lugar, en el cieloy sobre la tierra, el cielo se encontrócreado y fue llamado cielo por su Crea-dor y hacedor, por la madre y por el pa-dre de la vida y de la existencia, poraquél por quien todo se mueve y respi-ra y el padre y el conservador de la pazde los pueblos, el padre de sus vasallos,el dueño del pensamiento y de la sabi-duría, la excelencia de todo lo que hayen el cielo y sobre la tierra, en los airesy en la mar. Así se llamaba él, cuandotodo estaba tranquilo y en calma, cuan-do todo estaba pacífico y silencioso,cuando nada tenía movimiento en elvacío de los cielos.

En este párrafo lo principal es el con-cepto de que “todo estaba tranquilo yen calma, todo pacífico y silencioso, ynada tenía movimiento en los cielos”.El texto sigue acentuando este estado plas-mático:

No había hombres, ni animales, ni pája-ros, ni pescados, ni cangrejos, ni bos-ques, ni piedras, ni barrancos, ni va-lles, ni yerbas, ni florestas; no había másque cielo. La imagen de la tierra no semostraba aún; no había más que el marpor todas partes, rodeado por el cielo;no se veía nada que formase cuerpo,nada que fuese de un lugar a otro. Nadatenía movimiento, y ni el más leve so-plo agitaba el aire. Nada se veía, y nohabía más que el agua tranquila y apa-cible, nada más que la mar, que estabaen calma.

Nada se movía en aquella calma denada; “ni el más leve soplo agitaba el aire”.Es decir, no había vida.

En medio de esta calma y de esta tran-quilidad, no había más que el Crea-dor y Hacedor, Tepeu-Gucumatz, en laoscuridad de la noche; no había másque los padres y generadores sobre elagua blanquecina y estaban cubiertosde vestimentas azuladas, de donde lesviene el nombre de Gucumatz a estossabios ilustres, a estos grandes maes-tros de la ciencia. Y por causa de ellosexiste el cielo y existe igualmente elCorazón del cielo, y éste es el nombrede Dios.

71 Tomamos los párrafos de las cartas escritas en 1856 por este abate, tal como han sido publicadas denuevo en los Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, t. XX, marzo de 1945.

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En ese estado, “vino la palabra”, es de-cir, el fiat creador. In principio erat Verbum.

Entonces la palabra vino a Tepeu-Gucumatz en las tinieblas de la noche. Ella(la palabra) habló a Tepeu-Gucumatz, yle dijo que era ya tiempo de consultarse, deentenderse, de reunirse y de tener consejoentre sí, de unir su palabra a su sabiduría,para alumbrar el camino mutuamente.Entonces vieron aparecer a los hombres:distinguieron lo que estaba formado, loque existía; los bosques, los bejucos, todolo que había recibido la vida y la existen-cia, en la oscuridad de la noche, de ma-nos del Creador de los cielos. Ahora el Crea-dor de los cielos adquiere otro nombre, esel Creador en función, el Creador creante,es la Palabra, el Verbo. Por esto el textoquiché, refiriéndose al Creador de los cie-los, continúa diciendo:

Y el nombre de éste es Una voz que muge,hurakán, la voz del trueno, es el primero;el segundo, es el relámpago; el tercero,es el rayo. Estos tres son del Corazón delcielo. Descendieron cerca de Tepeu-Gucumatz, en el momento en que élconsideraba la obra de la creación, ycómo se harían las siembras, cuando lle-gase el día, y cuáles serían los servidoresy los sostenedores. Sabed que esta aguava a retirarse y a dar lugar a la tierra, queva a existir y a ponerse por todas partes.“Habrá sementeras que hacer; habrá luzen el cielo y sobre la tierra, pero no habrátodavía seres engendrados y formados pornosotros que nos respeten y nos honren”.Dijeron, y la tierra inmediatamente exis-tió por causa de ellos. Y verdaderamenteera la existencia con la tierra que existía.¡Tierra!, dijeron, e inmediatamente la tie-rra existió. Semejante a una nube y a unaneblina era su ser.

La “voz que muge, Hurakán” es quienaparta el agua y crea la tierra, semejantea una nube y a una neblina, y de ahí sur-gieron las grandes montañas. Hurakán, elviento, asume funciones de creación, comoel arcaico Jehovah.

Gucumatz con esto se llenó de gozo;bendita sea tu venida, ¡Oh, Corazóndel cielo!, dijo; oh tú, Hurakán, oh, re-lámpago, oh, rayo, nuestra obra y nues-tro trabajo llegarán a su fin. E inmedia-tamente existió la tierra y las montañasy los valles; los ríos se dividieron, ser-penteando al pie de los montes entrelas alturas, las aguas permanecieron ensus límites, mientras que las altas cor-dilleras se descubrían.

El texto quiché pasa a narrar la épicade ciertos personajes o héroes, suprogenitura, sus luchas con los príncipesmalévolos de Xibalba y sus triunfos sobreéstos. Alguno de esos episodios recuerdandetalles de la cosmogonía antillana quetrató de expresar Fray Ramón Pané, y sehabla del “juego de pelota”, del “ruido re-tumbante de la bola de ule” y del “humooloroso” que se eleva como un rito. Ele-mentos míticos todos ellos a los cualeshabremos de referirnos en el curso de nues-tra investigación. “Estas cosas se hacíanpor la voluntad y la sabiduría de Hurakán,del Relámpago y del Rayo”, dice el abateglosador.

Según este, los recuerdos de los quichésse remontaban a una época muy lejana,cuando aún no idolatraban. Esperabancon respeto la salida del sol, saludandocon sus invocaciones al lucero; con elcorazón lleno de amor, y de obedien-cia, dirigían así sus plegarias al cielo

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para obtener hijos: “Oh, Criador yformador nuestro, míranos, óyenos, nonos dejes, no nos desampares; tú, Diosdel cielo y de la tierra, ¡Oh, Corazóndel cielo, Corazón de la tierra! Dadnosnuestra descendencia para siempre, ycuando amanezca, aclarad y ensanchadnuestro camino. Otorgadnos la quie-tud del sosiego, un sosiego glorioso, lapaz y la prosperidad, la justicia de lavida y de nuestro ser, otorgadnos todoesto. ¡Oh, Hurakán, Relámpago y True-no! ¡Oh, vosotros que sabéis todas lascosas grandes y pequeñas!”.

De lo cual se infiere claramente queHurakán también tenía funcionesgenéticas, no solo para la creación del cos-mos sino otorgando la descendencia a losseres humanos.

Huracán era, pues, sobre todo, “el diosde las tempestades”. Observa Schuller que“el hecho de que Huracán en el relato delPopol Vuh se halle directamente asociadoa Cliipi-Kukulxá y Raxa-Kakulxá, dos entesmitológicos que no son sino el ‘rayo’ y la‘tormenta’, prueba de la manera más pa-tente su estrecha afinidad genética conHuracán, el dios de la tormenta de los abo-rígenes antillanos”.

Ya veremos más adelante cómo el mitodel viento arremolinado se conoció convariantes distintas por el resto de Améri-ca, principalmente por las tierras ribereñasdel mar Caribe, que bien pudiera ser lla-mado el Mar de los Huracanes. EnYucatán y todo el imperio de los mayas,como en México y todo el imperio azteca,el Huracán fue protagonista de sus mitos

cosmogónicos así como de su religión con-suetudinaria y de sus ritos, calendarios. Yde esa zona ventorrera, los mitos se ex-tendieron por el norte y por el sur deAmérica, doquiera hubo tornados,tolvaneras, torbellinos y trombas.

Hasta los pobladores españoles debie-ron de sentirse sobrecogidos ante los me-teoros aéreos de los países continentales eimpresionarse con las creencias de los in-dios tocante a aquellos furiosos fenóme-nos. Tal parece inferirse de lo que conta-ba el indio Juan Bautista.72 Dice Garibay:

El 14 de mayo de 1565 hubo en la ciu-dad un ventarrón como los que de con-tinuo padecemos en esta deliciosa ciu-dad de la eterna primavera. Caso delos más vulgares; sin embargo, a los ojosde Juan Bautista —y de los de su raza,ya que es el portavoz únicamente deaquéllos— adquiere un carácter mis-terioso. Oigamos cómo lo cuenta: “Sealzó un remolino de viento sobre elmontón de tierra de junto al edificiode la Iglesia mayor; hacía ruido comosi fuera a estallar, como un cañón queiba retumbando, y después vinieron loshombres cómo la tierra abría su boca, ycuando ya iba bajando el remolino delviento, luego dijeron los castellanos: ¡Yasale Montecuhzoma! Y siguiendo su ca-mino, llegó allá al mercado y un negrofue arrebatado por el viento y fue a serechado a la laguna; después siguiendosu camino, fue a hacer un agujero enun lugar y solo allá fue a parar y a per-derse en el montón de tierra y vieroncomo si alguno fuera parado en medio

72 Según Ángel María de Garibay K., en su conferencia Un Cuadro Real de la Infiltración del Hispanismo enel Alma India en el llamado “Códice de Juan Bautista”. En Pablo Martínez del Río: “Dos Conferenciassobre Transculturación”, Filosofía y Letras, México, 1945, abril-junio, p. 234.

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del viento”. Queda ahí la fábula —glo-sa ahora Garibay— que nos pinta la su-persticiosa preocupación de indios ycastellanos al igual, que en una tolva-nera veían la venida de un ser miste-rioso: Montecuhzoma y, en otros casos,el demonio mismo.

Algo análogo ocurrió en el Viejo Mun-do. El mito del “dios remolino” es de ca-rácter universal. Aun cuando se conven-ga en que el verdadero carácter ciclónicodel huracán no comenzó a ser científica-mente reconocido quizás hasta el siglo XVIII.Y observaremos también cómo en todaspartes se han dado las mismas conexionesmetafísicas entre el “dios de los vientos”,sus varias expresiones meteóricas ysiderales y sus representaciones simbolistasde sentido rotatorio.

George Foucart no cree que el dios delviento tempestuoso sea universal.73 Hayzonas religiosas, dice, donde el dios delviento huracanado carece de importan-cia o es desconocido. Ocurre con el cata-clismo del huracán como con el delterremoto o el del diluvio; no logra supersonificación como una entidad del mis-terio tremebundo sino donde sus terriblesiras son experimentadas y sufridas. Pero elhuracán como personaje mitológico sehalla presente en todos los pueblos dondees conocido como tremendo meteoro. Lamitología del huracán sigue a la geografíapor las altas cordilleras y los anchos ma-res, en las tempestuosas regiones austra-les y boreales, y en los trópicos, sus islas ysus costas. Habrá una “geomitología” como

parece haber una “geopolítica”. Hay una“ecomitología”.

Pero los dioses de los vientos arremoli-nados, ciclónicos o no, están en todas par-tes porque por todos los ámbitos geográ-ficos se han observado remolinos. Suspersonificaciones míticas e icónicas se-rán escasas o, mejor aún, absorbidas comoatributos de entidades más importantes,pero doquiera hubo grandes tempestadesatmosféricas hubo temores humanos,creencias en personajes mitológicos ira-cundos que las producían e intentos depropiciarlas.

En Mesoamérica y en el archipiélagoantillano, que están en las mismas latitu-des, cuando se produjo el impacto de lasculturas “blancas” del Renacimiento conlas “bermejas”74 de los indoamericanos ysobrevino por transculturación el sincretis-mo de sus conceptos religiosos, el providen-cialismo de las tempestades pasó de lapaganía de los indígenas al catolicismo delos conquistadores, y el huracán siguió sien-do un fenómeno cósmico de trascendenciareligiosa. Sin duda, este traspaso no se hizotan solo por razonabilización espontánea,sino que, para precipitarlo, fue parte delcatequismo de los blancos. Buena pruebade ello nos dejó Oviedo, al referirse a laobra del mercedario fray Francisco deBobadilla. Cuando el fraile llegó a Nica-ragua, cuenta Oviedo, esta se hallaba

perdida por falta de agua, que aviamucho que no llovía, y así como lle-gó, quiso Dios y llovió cinco días arrep.Y tuviéronlo los indios por señal de

73 George Foucart, en el art. “Storm Gods”, en Hastings, vol. XI, p. 882.

74 Este vocablo etnográfico, que fue muy poco usado, es de López de Gómara; antecedente del de “pieles-rojas” que luego se usó en Norteamérica.

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milagro, y él dio a entender a los indiospor buenas y devotas palabras cómo lohacía Dios Nuestro Señor y la gloriosaVirgen María; y que si fuesen cristia-nos y buenos, llovería a su tiempo y lesdaría buenos temporales.75

Y como consecuencia de tal sermón,fray Francisco de Bobadilla bautizó en solonueve días nada menos que a 29 063 indí-genas, con asombro y escándalo del histo-riador y de otros clérigos, a quienes su teo-logía les hacía entender que ésa no erauna lícita y verdadera manera de cristia-nar. Pero de todos modos, antes y despuésde las aguas del bautismo, rito lustral amanera de lluvia de los cielos enviada porDios, entre los indios precolombinos deAmérica y sus sucesores el huracán fue laexpresión de la omnipotencia divina.

Si los indios cubanos creían que el hu-racán era para ellos un ente maligno alcual ahuyentaban con música, canto ybaile, el cronista Fernández de Oviedopensaba como ellos en que era un demo-nio a quien los indígenas querían aplacar,pidiéndole en cambio las aguas para suscampos y cementeras; y en que aquel,como astrólogo, “les anunciaba los díasque iba a llover y las demás cosas que lanaturaleza tiene por oficio”.76 Y el presbí-tero López de Gómara sostenía en su cró-nica de la conquista de México que a C

medida que se iban destruyendo los ído-los paganos y poniendo en su lugar al San-tísimo Sacramento, era éste quien otor-gaba las buenas lluvias y hacía huir aldiablo, “como él mesmo lo confesó a lossacerdotes que le preguntaron la causa desu ausencia y esquiveza”. Todavía era máspreciso en su demonología el jesuita ale-mán P. F. Paucke, quien en su voluminosaobra sobre las misiones en Sur América77no solamente daba testimonio de que losclérigos salían a la plaza con “El Santísi-mo” y con éste conjuraban realmente lastempestades, sino que daba personalidaddemoníaca a los turbiones, los cuales alser exorcizados iban para otro lugar a con-tinuar su obra nefasta:

Yo pensé frecuentemente, escribía, quelos sacerdotes de Europa cuando con-juran las tempestades y las mandan ydestierran a la soledad de las tierras sil-vestres, envían las tales desde Europaa Paracuaria.

Poco lejos estaba el P. Paucke de lascreencias mitometereológicas de los indiosamericanos y de los negros africanos quefueron traídos a este continente. Tal erala opinión de los conquistadores de Cubay del resto de las Indias y de los clérigosque los acompañaron para interpretar lascosas del cielo.

75 Oviedo: Historia general, lib. XLII, cap. III.

76 Historia general y natural de las Indias, lib. V, cap. III.

77 Florian Pancke: Hacia allá y para acá. (Una estada entre los indios mocobíes, 1749-1767), Tucumán, 1942,t. III, p. 280.

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Desde que se publicó nuestro artículo so-bre “El dios Lloralluvias de los indios cu-banos” (Bohemia, 13 de julio) se han su-frido en Cuba algunos de esos meteorosdañinos muy relacionados con las aguasque bajan de los cielos y conocidos co-múnmente por “rabos de nube” o “mangasde viento”. Esta denominación se aplicaen Cuba indistintamente a las trombas,marinas o terrestres, y a los tornados, máso menos furiosos, que con las torvas,tolvanegras, los vulgares remolinos y elimponente huracán, constituyen la terri-ble familia de los meteoros aerodinámicosde carácter giratorio. La humanidad seha sorprendido siempre por estos fenóme-nos vertiginosos, insólitos y llenos de mis-terio; y cuando no tuvo explicacionescientíficas y reales al alcance de su mente,le dio interpretaciones mitológicas, comoseres sobrenaturales y generalmente ma-lignos.

Creen numerosos pueblos “primitivos” queen los torbellinos viajan seres sobrenaturales

FERNANDO ORTIZ

FERNANDO ORTIZ

(1881-1969).

* Bohemia, año 39, número 31, 3 de agostode 1947, pp. 24 y 25, 56 y 57.

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malévolos y acostumbran amenazarlos congritos, lanzamientos de armas y conjuros.Los indígenas australianos atacan con subumerán los remolinos o altas columnasde arena rojiza que cruzan los desiertos.En ciertos países del Indostaní se suponeque los remolinos son espíritus que van abañarse al sagrado río Ganges. Por todala Polinesia se encuentran creencias se-mejantes. Los ainos del Japón, al paso delos remolinos, se esconden detrás de losárboles y escupen profusamente contra elloscomo realizando un conjuro mágico. Lomismo hacen los beduinos del África orien-tal, al lanzar sus armas contra los remolinospara matar los malos espíritus que cabal-gan en ellos. En los pueblos del sur de Áfri-ca los torbellinos son hechiceros maléficosque están en sus faenas de magia.

En la misma América los remolinos,trombas y tornados son “espíritus malos”,aun cuando no adquieran a veces la su-prema categoría del dios Huracán. Entrelos indios suramericanos abundan las per-sonificaciones de los remolinos. Los indioslengua del Gran Chaco creen que el tor-bellino es un espíritu maligno y a su pasole arrojan proyectiles para ahuyentarlo. Lomismo hacen los payaguas, quienes per-siguen el viento con encendidas brasas yle amenazan con ellas y con sus golpes.Cuando los guaycurus sienten venir latempestad salen armados a recibirla,mientras las mujeres levantan una gran-dísima gritería para amedrentarla. Losejemplos que podrían citarse son muynumerosos. Puede decirse que en todoslos continentes los remolinos, trombas,

LAS DOS ARPÍAS ENTRE RABOS DE NUBE. UNA DE LAS ILUSTRACIONES DEL ARTÍCULO DE FERNANDO ORTIZ. REVISTA

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tolvanegras, tornados, tifones y huraca-nes han sido personificados como entessobrenaturales, como dioses, demonios obrujos.

El tornado era uno de los espíritus omanitú que impresionaban a los indioslenape de Oklahoma. Decían estos queaquel era un gigante, a veces con alas, yque durante su actividad caminaba ca-beza abajo con sus manos, enredándosesus cabellos en los árboles y los bohíos yarrastrándolos consigo. Gigante por su fuer-za, alado por su ambiente aéreo, camina-ba sobre sus manos como indicando quesu acción destructora era tanta que solose explicaba suponiéndolo con sus manosa ras de tierra arrancándolo todo, y suscabellos como “sogas de viento” quehalaban de las cosas para tumbarlas yarrastrarlas tras sí. Los remolinos de vien-to que se alzan en las sabanas como co-lumnas giratorias de polvareda que vandestruyendo lo que encuentran a su pasoson espíritus malvados para los indios delChaco y los toba. Los huracanes que fre-cuentemente soplan en la región ama-zónica, haciendo devastaciones en la sel-va virgen, son monstruos sobrenaturalesiracundos.

Sin embargo, los vientos no fueron siem-pre tenidos por espíritus nefarios, pues siellos causaban estragos a las cosechas ylos naufragios, también traían las lluviasfavorables y movían las naves. Sus iras noeran siempre inexorables y a veces ellos seponían al servicio de quienes los implora-ban contra otros seres humanos a quienesatacaban inmisericordes. Cuando la arma-da de Jerjes marchó contra los griegos,estos preguntan angustiados al oráculo deDelfos y este les responde que hagan sa-crificios a los vientos para que sean susaliados. Así lo hicieron los atenienses y

un furioso temporal hizo naufragar nadamenos que a 400 naves persas. Desde en-tonces se estableció en Grecia un cultoregular y oficial a los vientos. Herodotocuenta que cierta vez, estando él en latierra de los Psyllí, la moderna Tripolitania,el viento que soplaba del Sahara secó losdepósitos de agua potable, por lo cual to-dos los guerreros del pueblo, por acuerdode su deliberante asamblea, salieron ar-mados a luchar contra el maligno vientodel sur. El gran mitólogo Frazer, al citaresta noticia de Herodoto, opina que es elrecuerdo de un verdadero rito mágico yno una fábula inventada por el gran his-toriador de Grecia, en cuyo país tambiénse personificaban los vientos para rendir-les cultos y sacrificios propiciatorios. Tam-bién los japoneses han adorado a los vien-tos o los dioses que los gobiernan. En laúltima guerra mundial el nombre dekamikaze les fue dado por los japoneses asus aviadores suicidas en recuerdo de losremolinos de viento, así llamados, que enel siglo XVII y enviados por los dioses de-rrotaron una escuadra de naves enemigasinvasoras de su isla.

Según Mackenzie, en la antigüedadclásica los remolinos de viento eran losportadores de los dioses, porque ellos eranlos vivificadores, los que causaban el na-cimiento del año y aseguraban la fecun-didad, la prosperidad y prolongación dela vida. El profeta bíblico Nahum, decía:“El Señor hace su camino en el remolinoy la tempestad, y las nubes son el polvo desus pies”. Jehová le habla a Job desde unremolino. El mismo dios Jehová fue en suorigen un dios del viento o de la tempes-tad. Según el Génesis del pueblo hebreo,antes de la creación “El espíritu de Diosse movió sobre la haz de las aguas”, y aque-lla se inició por ese espíritu o aliento de

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TROMBA MARINA. UNA DE LAS ILUSTRACIONES DEL ARTÍCULO DE FERNANDO ORTIZ. REVISTA BOHEMIA,

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Dios, creando la luz y luego separando lasaguas de las aguas y las aguas de la tierra.El mito del remolino como Creador, y desu resonante Soplo, Verbo o Palabra, seencuentra en diversos continentes y cul-turas. Sin presumibles contactos entre síy solo por la tremenda impresión que lainsuperable y terrible fuerza aérea hahecho siempre a los humanos. Las únicasformas de energía sobrenatural que co-nocían los primitivos cosmólogos fueronel agua y el viento, y sus remolinos fue-ron los que producían las lluvias y las tem-pestades y hacían girar las constelacio-nes alrededor de la estrella axial. Laespiral fue símbolo del remolino celeste,de agua y viento que hacía girar al mun-do. De ese concepto surgió la teoría físi-ca del filósofo griego Leucipo, basada enun originario remolino de los átomos, lacual Demócrito aplicó a la astronomía yque actualmente, después de milenios,parece revivir en las teorías y [sic] atómi-cas y de las nebulosas.

Cuando los artistas trataron de repre-sentar los remolinos, trombas, tornados ydemás meteoros aéreos de carácter gira-torio, se valieron de la línea espiral, deforma única y simple, o bien de las espira-les múltiples y combinadas en figura deese o de swástica. El esquema simbólicomás sencillo fue el de un pequeño conode nube que baja de la línea celeste yculmina con una espiral en su ápice ca-dente. Así lo vemos en una vasija de laantigua Grecia que representa dos arpías.Estas eran la personificación mística delas trombas, los remolinos y los vientos gi-ratorios, que arrastraban las hojas secascomo en un vértigo de danza. El símbolodel remolino ventoso, constituido por unapequeña mesa triangular o conoide ter-minada en una espiral, no solo se halla en

la antigua cultura helénica, sino en otrasdel Viejo Mundo; en todo el Mundo Nue-vo, desde Alaska hasta las regiones másaustrales. Ese símbolo, con algunos adita-mentos igualmente alegóricos, que los az-tecas llamaron chicalcoliuhquí, es el máscomún en toda América; podría ser con-siderado como el verdadero emblemapanamericano.

Los indios de Cuba tuvieron tambiénen su cerámica la representación plásti-ca de los remolinos, trombas, tornados orabos de nube. En sus típicas ollas o ca-zuelas, con asas de tipo lazado o anularcuya morfología aprovechaban. Los tiposde tales símbolos son varios. El asa o trom-ba está siempre en posición vertical, uni-da en lo alto al reborde exterior de lavasija, y en lo bajo a la barriga de la mis-ma. Generalmente la tromba emerge deuna figura facial con dos ojos, entre loscuales la nariz, separándose del costadode la cazuela y encorvándose, llega aunirse de nuevo por su extremidad infe-rior a la pared de la vasija. A veces elcuerpo de la tromba tiene lineamientoscurvilíneos. En otros especimenes dosgrandes líneas espirales en direccio-nes opuestas forman los ojos y luego seextienden por las mejillas a ambos ladosde la tromba nasal. En ocasiones los sím-bolos espiroideos se desarrollan de ma-nera que diseñan la nariz trompuda. Esuna cabeza, la nariz en espiral y una co-rona que pudiera ser de nubes o de plu-mas. Otras veces la tromba va acompa-ñada de incisiones puntiformes cuyosimbolismo es enigmático.

Con gran frecuencia la tromba en losreferidos ceramios de Cuba lleva a todosu largo una o varias estrías longitu-dinales, y en algunos casos algunas trans-versales. En no pocos ejemplares, las

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trombas terminan en un relieve casi siem-pre horizontal y, en todo caso, marcado acada lado su punto de contacto con latromba con sendas incisiones transversa-les; todo lo cual bien pudiera represen-tar la masa de agua marina en agitación,donde según se dice, la tromba absorbesu contenido.

Tenemos dos ejemplares de figuras fa-ciales con careta o “imágenes caretudas”,abundantes en la tiestería indoantillana,que nos recuerdan las negruzcas caretasde Quetzalcóatl y de otros dioses mexi-canos, las cuales parecen haber simboli-zado los densos nubarrones de la tempes-tad. Todas esas figuras simbólicas de lacerámica indocubana evocan, sin duda,el fenómeno meteórico de las trombas,tornados y rabos de nubes.

¡Qué reverentes y temerosos debían desentirse los indios cuando en una de suscanoas, y aun en sus mismas playas yconucos, se les aproximaba una manga deviento, o un rabo de nube, como hoy di-cen los campesinos cubanos, que para“cortar” la tromba y librarse de sus irasaún practican conjuros mágicos, comohacían sus antecesores precolombinos, yrezan trisagios al Santísimo Sacramento,como acostumbraban sus antepasados loscastellanos de la conquista y del dobla-miento!

Entre los campesinos cubanos, un pro-cedimiento para cortar los rabos de nubees el siguiente. Se pone boca abajo en elsuelo una cazuela de barro, que acaso re-presenta la tierra, y encima se le trazancon ceniza dos rayas cruzadas, se reza en-tonces una oración secreta o conjuro y sele hecha agua a la cruz. Al borrarse la cruzcenicienta con el agua, el rabo de nubese deshace. Parece un proceso de magiahomeopática. Se hace lo que se desea que

suceda: desbaratar el meteoro amenaza-dor, convirtiéndolo en lluvia.

En la zona de la laguna de Ariguanabo,provincia de La Habana, son frecuenteslos rabos de nube en la época equinoccialde primavera y en las turbonadas de vera-no. Dícese que a causa de la sequía lasnubes “bajan a beber agua” en la laguna.Cuando aparecen los rabos de nube en elcielo, proyectándose hacia la tierra, losatemorizados campesinos les rezan con-juros y les arrojan en su dirección pie-dras, cuchillos, machetes, tijeras, y otrosinstrumentos cortantes. Otro curioso pro-ceso de magia operante es el de tomaruna tira de trapo o de papel y con unastijeras hacer en ella a lo largo cortes enzigzag. Es una manera mimética de cor-tar la nube.

Parecidos ritos mágicos de igual propó-sito se ejecutan con hachas y otras armascortantes y puntiagudas en Alemania,Hungría, Rumanía y otras regionesdanubianas y en varios países de Europa yde América.

Esta superstición cubana debe prove-nir de Europa; pero parece favorecida porla costumbre de los negros congos paraahuyentar los malos espíritus, consistenteen poner en sus lechos o bajo la almohadaunas tijeras u otros instrumentos punzan-tes o cortantes preparados con arte mági-co. Ante tal amenaza los enemigos se ame-drentan y se van; lo mismo que ocurre conlos espíritus de las trombas.

También los campesinos cubanos paraespantar las “nubes malas” acuden al “gua-no bendito” en dos maneras. El guano ben-dito es una tira arrancada de la penca deuna palma, de las que los católicos usan ybendicen en las ceremonias del Domingode Ramos; en evocación de aquellas conque fue recibido Jesucristo en Jerusalén

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al iniciarse su Semana de Pasión. Los fie-les ese día llevan palmas a la iglesia; allíel cura las rocía con hisopazos de aguabendita y, una vez terminada la liturgia,aquellos se llevan las palmas a sus casas,donde suelen tenerlas todo el año en losbalcones y ventanas, o detrás de la puer-ta, o en la cabecera de la cama o en algúnotro sitio de la casa, para que hagan huirlos malos espíritus.

Esta superstición puede provenir tam-bién de la virtud mágica que en todos lospueblos se ha atribuido a los nudos. Laspalmas del Domingo de Ramos usadas con-tra las tempestades suelen exponerse consendos nudos de sus lacinias. Algunas deestas ataduras mágicas son muy elabora-das, con arte folklórico. Uno solo de taleslazos es suficiente como preventivoantitempestuoso, cuando no se puede ob-tener una palma entera. Un nudo hechocon las lacinias del guano bendito produ-ce el efecto de “amarrar” los vientos y es-tos no pueden desatarse.

Otra defensa de la magia contra lastempestades es la del humo del guanobendito. Al quemar los trozos de las pal-mas eclesiásticas, su humo sagrado sube

al cielo donde están las nubes malignasy arredra a la “cosa mala” que hay enellas. De España vino a Cuba tal creen-cia folklórica; pero no sabemos que eluso nubífugo del humo de palma bendi-ta quemada procede de Europa. Acasosea la supervivencia de un rito mágicoantillano, reviviendo antiguas prácticasde los sacerdotes indios con el humo deltabaco y la cohoba. Por otra parte,creencia análoga aunque invertida,como suele ocurrir en las operacionesmágicas, es la de los negros lucumís,los cuales no fuman cuando truena yhay tempestad. Unos dicen que por res-peto a Changó, el dios del trueno, perootros aseguran que es para que el humono acreciente las nubes y favorezca latempestad.

Mientras la ciencia no halle el modode vencer a las malignas mangas de vien-to o de cortar los rabos de nube; mien-tras no se produzca un invento análogoal de Franklin para dominar los rayos, losseres humanos tratarán de disipar sus te-rrores ante esos peligrosos meteoros me-diante los ritos de la magia y las plega-rias de la religión. C

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El catálogo de ciclones que ofrecemos allector abarca desde el año 1865 hasta1926, un período de sesenta y dos años.No incluye ciclones sentidos en todas lasAntillas o Golfo de México, sino solamen-te los que afectaron a la Isla de Cuba. Fuenuestro primer pensamiento incluir sola-mente los ciclones de carácter destructorpor la violencia de sus vientos hura-canados. Mas encontramos buen númerode tormentas giratorias en las cuales losvientos no pasaban de una fuerza modera-da, pero iban acompañados de lluvias tantorrenciales, que producían verdaderosdiluvios e inundaciones extraordinariascon grandes daños y pérdidas de vidas,tanto humanas como de animales; y nospareció que el trabajo quedaría incomple-to si en nuestro catálogo tuvieran cabidasolamente aquellas tormentas giratoriasque se distinguieran por el factor viento,PADRE MARIANO GUTIÉRREZ

LANZA

(1865-1943).Destacado científico

y profesor.Fue nombrado

Director delObservatorio de

Belén, en La Habana,en 1924.

MARIANO GUTIÉRREZ LANZA

* Tomado del apéndice “Génesis y evolución delhuracán de 20 de octubre de 1926 y catálogo deciclones en la Isla de Cuba de 1865 a 1926”, enSimón Sarasola: Los huracanes en las Antillas,2.a edición aumentada, Madrid, Bruno del Amo,Editor, 1928.

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menospreciando enteramente el factor llu-via, puesto que ambos son parte integran-te de las tormentas tropicales.

Así, pues, determinamos incluir en lalista, no solamente los huracanesdevastadores, sino también las perturba-ciones ciclónicas que hayan alcanzadovientos aciclonados de moderada intensi-dad acompañados de torrenciales lluviascon crecidas riadas y desbordantes inun-daciones.

Al hacer este catálogo solo se han con-sultado los documentos que se guardanen este Observatorio de Belén. Son laspublicaciones del Observatorio, los informesde nuestros observadores y las noticias ydescripciones aparecidas en la prensa dela capital y de provincias, ya de los corres-ponsales, ya de otras personas aficionadas.

Afortunadamente, desde el año 1875se puso esmerado empeño en recoger dela prensa diaria cuantos informes o des-cripciones aparecían en sus columnas re-lativos a temporales de todo género senti-dos en la isla o en aguas adyacentes; ytodos esos recortes se conservan coleccio-nados por orden cronológico y forman yaocho grandes volúmenes, en folio, de cua-trocientas páginas cada tomo.

En la preparación del presente catálo-go hemos pasado la vista por varios milesde páginas de esos volúmenes, recogien-do las impresiones de los corresponsales yjustipreciando los daños referidos por tes-tigos presenciales, no dando cabida ennuestra relación sino a aquellos tempora-les que fueran de carácter ciclónico conalguna intensidad, aunque sin causar da-ños de consideración. El lector verá encada monografía el verdadero carácter decada tormenta.

Entendemos que, desde 1875 hasta1926, este catálogo puede considerarse

moralmente completo; no podemos decirlo mismo de la década anterior. La con-clusión más neta que salta a la vista de lalectura de estos renglones es que el peli-gro de huracanes para la República espequeño en la mitad oriental, y en la mi-tad occidental ese peligro aumenta rápi-damente desde las Villas hasta el Cabode San Antonio.

1865. Octubre 22-23. Muy fuerte hura-cán atravesó la isla, aproximadamente deSur a Norte, pasando el centro del vórti-ce por el Oeste y muy cerca de La Haba-na. A las diez de la noche del 22 se decla-ró la calma del vórtice, que duró mediahora. El viento arrancó el techo del Ob-servatorio antes de llegar a su mayor in-tensidad, pocos minutos antes de la cal-ma. En el puerto se fueron a pique muchasgoletas y otras embarcaciones. Todos losbarrios de la ciudad sufrieron grandes rui-nas, y lo mismo otras ciudades alcanzadaspor el huracán.

1870. Octubre 7-8. Huracán intensocruzó la isla de Sur a Norte, con muypequeña inclinación al NE., pasando elcentro por el Oeste de Nueva Paz y Ma-tanzas, sintiéndose en ambas poblacio-nes la calma del vórtice. Causó enormesestragos en toda la provincia de Matan-zas, tocando buena parte a La Habana ylas Villas. Fue muy grande la pérdida devidas, principalmente en la ciudad deMatanzas, donde casa enteras fueronarrastradas a la bahía con todos sus mo-radores.

1870. Octubre 19-20. Fuerte ciclónatravesó a Pinar del Río, pasando el cen-tro por la capital y por el Oeste de BahíaHonda, donde también se sintió la calmapor quince minutos. Este ciclón alcanzótambién con gran fuerza a toda la provin-cia de La Habana.

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1871. No hubo.1872. No hubo.1873. Octubre 5-6. Ciclón no muy fuer-

te pasó por la costa Norte de Pinar delRío, desde el Cabo de San Antonio, de-jándose sentir con bastante fuerza enla provincia y algo en La Habana. No semencionan desgracias personales, pero síbastantes daños causados por los vientos,y más por las inundaciones.

1874. No hubo.1875. Septiembre 13-14. Este huracán

vino del Atlántico y pasó por el Norte dela Barbada; en la noche del 8 entró en elCaribe por entre la Martinica y San Vi-cente; siguiendo rumbo WNW. pasó porel Sur y a distancia de Puerto Rico, entróel vórtice en Haití en la mañana del 12, yen la noche del 12 al 13 penetró en nues-tra provincia oriental, recorrió a lo largola isla durante el día 13, saliendo al golfoen la noche del 13 al 14 por el Este y cer-ca de La Habana, donde se sintió la cal-ma del vórtice de doce a dos. La tormentasiguió hasta cerca de la costa de Tejas,donde recurvó, recorriendo los Estados delSur de Norteamérica, y salió al Atlánticopor Norfolk, sintiéndose en la costa Nortede Inglaterra ocho días después.

Los daños causados fueron muy gran-des en toda la isla, a excepción de Pinardel Río, en campos, puertos y ciudades.Muchos edificios derrumbados y deste-chados, muchos árboles corpulentos arran-cados y bastantes vidas perdidas.

1876. Septiembre 15-17. Vino del Atlán-tico a la altura de la Antigua; tocó el vór-tice en San Cristóbal en la noche del 12;cruzó a lo largo las islas de Puerto Rico ySanto Domingo; penetró en Cuba por elSur de Punta Maisí, tocando el vórtice enGuantánamo en la noche del 14; llegó amediados del 15 a la ensenada de Júcaro,

donde inició la recurva; atravesó la islapor Sancti Spíritus, y salió al Atlántico haciala medianoche del 15 al 16 por Sagua laGrande, donde se sintió la calma vortical.De ahí siguió rumbo al Canal de la Florida,donde alcanzó y estrelló al vapor Liberty,que desoyó el consejo del padre Viñes.

Causó grandes daños en las tres pro-vincias orientales en mar y tierra.

1876. Octubre 19. Huracán intenso.Hubo de formarse al Oeste de Jamaica. El17 azotó fuertemente a Gran Caimán, pa-sándole por el Norte. Inició su recurva enel mar al Sur, penetró en la isla por la Cié-naga de Zapata; cruzó el vórtice por cercade Güines, y salió de la isla por el Este ymuy cerca de La Habana, donde se sintióla calma vortical por más de tres horas. Ladevastación de La Habana y Matanzas fueespantosa, así en los puertos como en laspoblaciones, y los campos de bosques en-teros de palmas fueron derribados.

1877. Septiembre 29-Octubre 10. Ci-clón que pasó por el Sur de Pinar del Ríoy Canal de Yucatán, haciendo sentir susefectos con bastante fuerza en la porciónoccidental de la provincia. Hubo algunaspérdidas de vidas y daños por los vientoshuracanados e inundaciones.

1878. Septiembre 4-6. Ciclón de buenaintensidad penetró en la provincia orien-tal por entre Punta Maisí y Guantánamo;recorrió la isla a lo largo, y salió al Atlán-tico por las cercanías de Cárdenas. Causógrandes daños, disminuyendo estos a me-dida que el ciclón avanzaba sobre la isla.Este ciclón azotó con furia la isla de Trini-dad el día 2; el 3 pasa al Sur de SantoDomingo; el 4 causa considerables pérdi-das de vidas y haciendas en Haití, y llegaal extremo oriental de Cuba; el 5 sale alAtlántico rumbo a Cayo Hueso, doblandohacia el Norte a lo largo de la Florida.

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1878. Octubre 20-22. Ciclón modera-do atravesó la Isla entre La Habana y Ma-tanzas, haciéndose sentir con vientoshuracanados y lluvias torrenciales hastaCienfuegos. Hubo bastantes daños y algu-nas vidas perdidas. Siguió sobre la Floridahasta Nueva York, haciendo estragos.

1879. Octubre 4-5. Ciclón muy ligerocruzó por Pinar del Río, el cual se organi-zó mejor en el Golfo y probablemente es elmismo que el 20 causó tantos daños enEspaña.

1879. Octubre 13-15. Ciclón débil, des-pués de recurvar en el mar del Sur, cruzópor Vueltabajo, ya en la segunda rama,adquiriendo buena intensidad en el Gol-fo. Dio en Pinar del Río vientos fuertes ylluvias torrenciales, sin causar daños deimportancia.

1880. Agosto 18-20. Fuerte huracánarrasó la parte oriental de Jamaica, atra-vesó nuestra Isla, haciendo sentir sus efec-tos ya menos intensos en las provincias deSantiago de Cuba y Camagüey, y en me-nor grado, en Santa Clara.

1880. Octubre 3-9. Este ciclón rodeó laparte occidental de la Isla a buena dis-tancia, dando vientos moderados en lascostas y lluvias torrenciales muy intensasy prolongadas con daños de alguna consi-deración.

1881. No hubo.1882. Septiembre 5-6. Huracán de bue-

na intensidad recorrió las cuatro provin-cias occidentales con rumbo W ¼ NW.Apareció con gran furia en la provinciade Santa Clara en las primeras horas de lamadrugada del 5, pasando el centro porCienfuegos, donde hubo calma vortical;pero alcanzando mucha fuerza hastaCaibarién. Causó grandes daños y buennúmero de víctimas en toda la provincia.Tomó rumbo al W ¼ NW y pasó por el

Sur de la ciudad de La Habana y bastantedistante, saliendo al Golfo por las inme-diaciones de Guane, ya muy debilitado.Desde Santa Clara fue perdiendo gradual-mente intensidad.

1882. Octubre 7-9. Huracán desastrosopasó por la provincia de Pinar del Río,haciendo estragos incontables y gran nú-mero de víctimas en mar y tierra. El cen-tro pasó por el W. y muy cerca de San Juany Martínez, donde se experimentó la cal-ma por dos horas. Cuenta un corresponsalde La Voz de Cuba que familias desnudas,hombres y mujeres, andaban errantes pormaniguas y sabanas, teniendo que salir asíde sus casas, que se les venían encima. ALa Habana alcanzaron sus efectos en chu-bascos y vientos aciclonados, sin causardaños.

1883. No hubo.1884. Octubre 8-9. Ciclón de modera-

da intensidad atravesó la provincia orien-tal, pasando su centro por el E. de la capi-tal. Hizo daños de bastante consideracióny varios heridos.

1885. No hubo. 1886. Junio 17-24. Perturbación de

gran diámetro y escasa baja barométrica.Causó lluvias torrenciales por seis días con-secutivos en la provincia occidental, conmuchos daños y no pocos ahogados. Laslluvias alcanzaron a otras provincias convientos moderados en la periferia del tem-poral.

1886. Junio 28-29. Ciclón de moderadaintensidad pasó por el Sur de Batabanó ycruzó la provincia de Pinar del Río, pro-duciendo daños de no escasa importan-cia, tanto por los vientos como por lasinundaciones. Solo en la finca Consola-ción tumbó 84 casas, dice La Alborada, dePinar del Río. Hubo algunas desgraciaspersonales en mar y tierra.

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1886. Julio 16-17. Perturbación ciclónicapasó por el mar del Sur. Solo causó lluviastorrenciales con vientos moderados.

1886. Agosto 16-18. Ciclón de bastan-te intensidad entró en la Isla por el E. deCabo Cruz, recorrió las provincias orien-tales y salió por Isabela de Sagua, dondese sintió la calma del vórtice. Los estragoscausados son de bastante importancia;pero no muy grandes. Pasó por el N. de LaHabana, dejándose sentir sus efectos consuficiente intensidad, hasta arrancar al-gunos árboles y producir pequeños derrum-bes. En Santa Clara hubo también algu-nas desgracias personales.

1886. Agosto 21-22. Intenso huracánatravesó la Isla por las inmediaciones dela Trocha. Devastó los términos de SantaClara, Júcaro, Ciego de Ávila y Morón.Causó daños menores en Manzanillo yCamagüey, al Este, y en Sancti Spíritus yCaibarién, al Oeste. Fueron muchos cen-tenares de reses ahogadas por la inunda-ción de los potreros. Este ciclón vino des-de San Vicente, pasó sobre Jamaica y secorrió al Sur de la ensenada de Júcaro.De este huracán, en la recurva, se des-prende otro ciclón, que siguió rumbo alWNW, pasando por el Sur de la Isla y en-trando al Golfo hasta Tejas, donde causógrandes destrozos.

1886. Septiembre 7. Ciclón ligero pasópor el Sur de Pinar del Río, solo dio recioschubascos en Vuelta Abajo, sin hacer daños.

1886. Octubre 7-9. Ciclón de buena in-tensidad, formado al Sur de Pinar delRío; pasó en recurva por el Canal deYucatán, causando considerables daños enel extremo occidental, especialmente enGuane y Mantua. Las lluvias torrencialesy vientos racheados alcanzaron el Oestede la provincia de Pinar del Río, y algo aLa Habana.

1886. Octubre 21-23. Perturbaciónciclónica de gran diámetro y poca ener-gía pasó por el Sur de Santiago de Cuba yllegó al Sur de Camagüey, donde recurvóal NE. No causó daños de importancia;pero se hicieron sentir sus chubascos yvientos arrafagados hasta La Habana ycosta Norte, al E de la capital.

1887. Mayo 18-19. Perturbaciónciclónica, cruzó la Isla por la región orien-tal, rumbo NE. Solo produjo fuertes llu-vias y chubascos ligeramente aciclonadosque alcanzaron hasta Caibarién.

1887. Junio 11-15. Vasta perturbaciónciclónica, pasó por el mar del Sur sobreVuelta Abajo, hacia el Golfo, alcanzandoa La Habana, Matanzas y Santa Clara. Seredujo a lluvias torrenciales y vientos mo-derados, que causaron grandes inundacio-nes con pérdida de frutos en los campos yalgunos ahogados.

1887. Julio 24-26. Fuerte huracán, pro-cedente de la Barbada, pasó por el Sur ylejos de la Isla, dejando sentir sus vientosracheados de moderada intensidad en laCosta Sur, desde Trinidad hacia el Oes-te. En Batabanó echó a pique algunos ba-landros. Causó grandes lluvias e inunda-ciones en el interior. El huracán pasósobre Yucatán al Golfo, donde recurvóhacia el NE.

1887. Agosto 6-8. Ciclón diminuto porsu extensión y por su poca energía, proce-dente del Sur de Santo Domingo y San-tiago de Cuba, cruzó el 7 por el Sur y cer-ca de La Habana con rumbo WMW. haciael golfo. No hizo daños de consideración.

1887. Agosto 21-23. Ciclón de gran diá-metro y poca energía, moviéndose sobrelas Bahamas, se dejó sentir en nuestrasprovincias centrales con fuertes chubas-cos aciclonados hasta en la costa sur, comoen Cienfuegos y Júcaro. No hubo daños.

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1887. Octubre 12-15. Ciclón extenso,cuyo centro pasó por el Sur de la Isla ycruzó por Pinar del Río. Afectó a las cua-tro provincias occidentales con lluviastorrenciales y grandes inundaciones, so-bre todo en Vuelta Abajo y El Roque.Causaron estas grandes daños. Los vien-tos fueron moderados.

1887. Noviembre 3-5. Ciclón enBaracoa, que derrumbó 26 casas, quedan-do destruidas e inutilizadas otras 63 en lacosta por la furia del mar.

1888. Septiembre 4-5. Intenso huracán,que había pasado por el N. y lejos de lasIslas Vírgenes, penetró en nuestra Isla, porentre Caibarién y Sagua la Grande, pasaal Sur y cerca de La Habana, dejando sen-tir la calma del vórtice, y sale al Golfo porentre Mantua y la Ensenada de Guadiana,con rumbo al tercer cuadrante. Causógrandes estragos en esta ciudad y en lascuatro provincias occidentales. Hubo tam-bién gran pérdida de vidas. Este huracánse hizo célebre por su trayectoria anormal,doblando primero al W. y, después, al ter-cer cuadrante, siendo causa de haber caídopor sorpresa sobre esta ciudad y toda lacomarca, que no lo esperaba.

1889. Junio 15-16. Ciclón de poca inten-sidad, formado en el mar del Sur, pasó sobrePinar del Río, haciendo sentir sus vientosracheados en las dos provincias occidenta-les. Hubo fuertes inundaciones, algunosderrumbes y desgracias personales. Tambiénse perdieron algunas embarcaciones echa-das a pique en los puertos.

1889. Septiembre 15-18. Extensa per-turbación ciclónica que, después de pa-sar por el sur de Jamaica, se dejó sentir enla mayor parte de la Isla, desde Nuevitashasta el Cabo de San Antonio. Hubo llu-vias torrenciales con vientos racheados,muy duros, en muchos lugares. Los daños

fueron de bastante consideración. EnYucatán causó grandes estragos.

1890. Mayo 28-29. Perturbaciónciclónica formada en la parte oriental delGolfo, dio tales lluvias torrenciales, queprodujeron inundaciones y crecidas in-mensas. Esta vez tocó lo peor a La Haba-na, y de ahí hacia el E. Hubo enormesdaños, derrumbes, desprendimientos,arrastres y buen número de ahogados. Aalgunos pueblos del interior se mandó des-de La Habana botes y centenares de sal-vavidas. Una familia fue así salvada, re-cogiéndola de su propia casa, que estabaflotando en la corriente. Se enviaron dela capital partidas de Bomberos, Marinosy Guardia civil. Buen número de estosexpedicionarios perdieron la vida.

1890. Agosto 22-25. Ciclón moderado,pasó por el Sur de la Isla, dándonos co-piosos chubascos a lo largo de la Isla, des-de Santa Clara hasta Pinar del Río, convientos también moderados. Fue más bienbeneficioso.

1891. Octubre 6-12. Perturbación ex-tensa, formada en el mar del Sur, que atra-vesó la Isla por las provincias centrales,abarcando con sus lluvias torrenciales yvientos racheados toda la Isla. Donde diomás fuertes vientos fue en la costa Sur,donde lanzó a la costa algunas embarca-ciones. Hubo inundaciones en el Roque,algunos derrumbes y un ahogado enCienfuegos y otro en Sagua. En La Haba-na hubo también derrumbes y grandesinundaciones y traslados de familias, sindesgracias personales. En Pinar del Río seperdieron las posturas de tabaco.

1892. Junio 9-11. Perturbación ciclónicadesastrosa, formada al Sur, cruzando sucentro por el W. de La Habana, yrecurvando al salir al Golfo. Produjo vien-tos racheados moderados, pero las lluvias

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fueron torrenciales desde Santa Clarahasta Pinar del Río. Los daños fueron con-siderables en la provincia de La Ha-bana; pero en Matanzas fueron horroro-sos, recordando la catástrofe de 1870. Soloen la ciudad hubo pérdidas por muchoscentenares de miles de pesos. El númerode víctimas en la ciudad y en la provinciafue grande. Solo en la finca denominadaCastillo se hallaron, pasada la inundación,16 cadáveres.

1893. No hubo.1894. Junio 6-9. Perturbación ciclónica

de gran diámetro, que se formó al Sur dela Isla y siguió rumbo WNW. bastante dis-tante, produjo grandes inundaciones a lolargo de la Isla, desde Oriente a La Ha-bana, causando muchos daños, especial-mente en Santa Clara. Los vientos fueronmoderados.

1894. Septiembre 22-25. Huracán deintensidad media, recorrió la Isla desdePunta Maisí hasta La Habana, saliendo almar por la capital de la República. Estehuracán se formó al E. del arco orientalde las Antillas Menores, penetró en elCaribe, por entre la Dominica y Martinico,hacia el mediodía del 20, pasó el 21 por elSur de Puerto Rico, y el 22, sobre SantoDomingo, alcanzando en esa misma no-che al extremo oriental de Cuba. Cortó elvórtice el meridiano de Santiago de Cubapor el Sur, hacia media noche, dejando sen-tir la calma vortical en la Capital y los vien-tos y mares durísimos en la costa Norte. El23 corrió a lo largo de la Isla, alcanzando aLa Habana; el 24 la parte delantera deltemporal. Recurvó sobre la Isla, en las pro-vincias de Matanzas y La Habana. La cal-ma en la capital duró desde mediodía has-ta las cinco de la tarde del 25. El ciclón ysus efectos desastrosos en toda la Isla fue-ron moderados, si exceptuamos el distrito

y ciudad de Sagua la Grande, donde laslluvias torrenciales y crecidas consiguien-tes produjeron la mayor catástrofe cono-cida en la zona.

1894. Octubre 4-6. Perturbaciónciclónica se formó al tercer cuadrantepasando al Golfo por el Canal de Yucatán.Sus vientos atrafagados no causaron daños;pero las lluvias torrenciales e inundacio-nes alcanzaron hasta Santa Clara. Dondecausaron mayores daños fue en la provin-cia de Pinar del Río.

1895. Agosto 26-27. Ciclón de pocaintensidad pasó por el Sur de la Isla, de-jando sentir sus efectos en el extremooccidental de Cuba. En Pinar del Río echópor tierra algunos postes. No hubo dañosde consideración.

1895. Septiembre 30-Oct. 1.o Ciclónmoderado pasó por el Canal de Yucatán,causando vientos aciclonados y fuertesinundaciones en la provincia de La Ha-bana y Pinar del Río. Hubo muchas pér-didas en los campos, algunos derrumbes ybuen número de vidas perdidas.

1895. Octubre 21. Fuerte ciclón cruzóla Isla por la provincia de Santa Clara. Elcentro del vórtice pasó por el Oeste y cer-ca de Cienfuegos, donde se sintió la cal-ma vortical por más de dos horas. Salió alAtlántico por Sagua la Grande. Causógrandes daños en toda la provincia, así enel campo como en las ciudades. Derrum-bó muchos árboles, destechó y derribóedificios, echó a tierra chimeneas de losingenios y arrebató algunas vidas.

1896. Septiembre 25-28. Ciclón de bue-na intensidad pasó al Sur de Cuba, rumboal Golfo de México, pasando el 28 por elCanal de Yucatán, donde lo sintió conbastante fuerza el vapor México. En LaHabana se dejó sentir con vientos de másde 60 millas por hora y fuertes chubascos.

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En Cienfuegos hubo chubascos de vientofortísimo, aunque de corta duración. Tam-bién se sintieron los chubascos y vientosaciclonados en la Isla, desde Santiago deCuba hasta Pinar del Río. En el Cabo fue-ron de verdadero ciclón. No hubo, sinembargo, daños de consideración.

1897. Septiembre 25-27. Perturbaciónciclónica, formada en el mar del Sur, pasóal Golfo por las inmediaciones del Canalde Yucatán. Produjo en Pinar del Ríovientos fuertes racheados, y también gran-des lluvias que se extendieron hasta LaHabana. Hubo inundaciones con dañosno muy grandes y algunas desgracias per-sonales.

1897. Octubre 17-19. Ciclón de algunaintensidad cruzó la Isla por el E. y cercade Tunas de Zaza, con rumbo al NE. Sesintió con bastante fuerza en la costa Sur,aunque no se citan desgracias, pero síinundaciones. El barómetro bajó a 745 mm.

1898. Octubre 8-11. Una perturbaciónciclónica se dejó sentir en la Isla, desdeSantiago de Cuba hasta La Habana. Susvientos moderados y lluvias torrencialesafectaron más intensamente a las provin-cias de Camagüey y Santa Clara, cuandoel centro se hallaba al Norte de esa pro-vincia. El Colón sintió el temporal con fuer-za de verdadero ciclón, a corta distanciade la Isla.

1898. Octubre 21-23. Perturbaciónciclónica azotó la Isla desde Santa Claraa Pinar del Río. Causó inundaciones. EnLa Habana echó a pique algunas lanchasy en la costa Norte de Pinar del Río hizonaufragar la goleta Kate, que había salidoel 19 de Cayo Hueso con un cargamentopara las fuerzas del general José MiguelGómez, en Sancti Spíritus.

1899. Agosto 10. El huracán que de-vastó Puerto Rico el 8 de agosto hizo sen-

tir con alguna fuerza sus efectos el 10, enla provincia oriental, causando algunosdaños, no de gran consideración.

1899. Octubre 28-29. Ciclón de bastan-te intensidad, formado entre Jamaica ySantiago de Cuba, tomó rumbo NW, en-tró en la Isla por entre Tunas de Zaza yCienfuegos, con inclinación al NNW.,hacia el Canal de la Florida. Causó enOriente, Camagüey y las Villas, grandesinundaciones y daños en los campos conalgunos derrumbes y pérdidas de vidashumanas.

1899. Noviembre 8-9. Ciclón de pocaintensidad cruzó la provincia de Santiagode Cuba. No hubo desgracias personales;pero causó daños en los edificios y en loscampos. El vórtice pasó por el E. y cercade Kingston y salió al Atlántico porGibara.

1900. Septiembre 3-4. El ciclón deGalveston. Pasó sobre la Isla de Cuba el 3y 4, con muy poca intensidad. Adquirióen el Golfo fuerza de huracán y destruyóa Galveston el día 8.

1901. Septiembre 13-16. Ciclón de mo-derada intensidad pasó por el Sur dela Isla al Canal de Yucatán. Hubo pérdi-da de algunas embarcaciones y en toda laIsla daños de bastante consideración.

1902. No hubo.1903. No hubo.1904. Junio 13-14. Ciclón de intensi-

dad media pasó sobre las provincias de San-tiago de Cuba y Camagüey. Hubo dañosconsiderables, grandes inundaciones ybuen número de víctimas.

1904. Octubre 15-16. Ciclón modera-do cruzó la Isla por el centro. Bastantesdaños. Dejó fuertes lluvias, causandoinundaciones.

1905. Octubre 1-4. Ciclón en el Caribeque hizo sentir sus efectos con alguna fuerza

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en la costa Sur de la parte oriental, sincausar daños de consideración.

1906. Junio 15-16. Ciclón moderado cer-ca de la costa norte de las provincias deSanta Clara y Matanzas. Pocas desgraciaspersonales. Algunas embarcaciones perdi-das y fuertes inundaciones.

1906. Septiembre 23-24. Ciclón de inten-sidad media pasó por el Canal de Yucatán.Causó fuertes lluvias e inundaciones enlas provincias de Pinar del Río y La Habana.

1906. Octubre 17-18. Huracán intensocruzó la Isla por el Este y cerca de La Ha-bana, causando numerosas víctimas y gran-des estragos en los campos, ciudades yembarcaciones.

1906. Noviembre 6-7. Ciclón modera-do cruzó por las provincias centrales cau-sando daños de consideración.

1907. No hubo ciclón alguno.1908. Junio 3-4. Ciclón ligero en el ex-

tremo oriental. Algunos daños.1908. Septiembre 12-14. Ciclón en el

Canal de Bahamas, sintiéndose con algu-na fuerza en la costa norte de la mitadoriental de la Isla. Bastantes daños en tierray embarcaciones.

1908. Septiembre 30-Oct. 2. Ciclónmoderado en la provincia de Santiago deCuba y costa norte de Camagüey. Dañosde alguna consideración.

1909. Agosto 23-25. Ciclón de regularintensidad en toda la Isla. Entró en ellapor su extremo oriental, salió al Caribe porCamagüey, pasó por el sur de La Habanahacia el Canal de Yucatán. Considerablesdaños en ambos extremos de la Isla y pér-dida de bastantes embarcaciones, entreellas el vapor Nicolás, en Isla de Pinos.

1909. Septiembre 16-17. Huracán in-tenso cruzó sobre Pinar del Río por cercade la capital. Enormes daños en campos ypoblaciones.

1909. Octubre 10-11. Huracán destruc-tor sobre las provincias de Pinar del Río yLa Habana, alcanzando sus efectos a Ma-tanzas y Santa Clara. En las dos primeras,estragos terribles, gran número de vícti-mas y embarcaciones perdidas.

1909. Noviembre 10-12. Ciclón de bas-tante intensidad pasó sobre el Canal en-tre Cuba y Haití, sintiéndose con fuerzamoderada en el extremo oriental de la Isla.Pérdida del vapor María Herrera.

1910. Octubre 13-18. Dos terribles hu-racanes pasaron sobre la provincia dePinar del Río, el segundo alcanzando alprimero parcialmente. Sus efectos des-tructores, sobre todo en el segundo, al-canzaron también intensísimos a la pro-vincia de La Habana, y en bastanteescala a Matanzas y Santa Clara. La fuer-za desarrollada por estos dos huracanesexcede toda ponderación, y los estragosfueron enormes en mar y tierra. Muchasvidas se perdieron, sin poder precisar sunúmero.

1911. Octubre 26-27. Cicloncito defuerza muy débil penetró en la Isla porcerca de Cárdenas, pasó por el sur de LaHabana y salió al Golfo por Cabañas. Nohubo daños y sí lluvias bastante generalesy muy beneficiosas.

1912. Octubre 10-13. Perturbaciónciclónica. Nació al sur de la parte orientalde Cuba y tomó rumbo al WNW, cruzandola península de Yucatán. Se dejó sentirsolo en la porción oriental, donde causólluvias torrenciales y ráfagas moderadas,y en Pinar del Río con algunas rachas deviento. No hubo daños.

1912. Noviembre 18-19. El ciclón, quedevastó la mitad occidental de Jamaicaen la mañana del 18, pasó durante la nochey madrugada del 19, ya muy debilitado,por el sur de Santiago de Cuba, tocando

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en su extremo oriental sin producir dañosde consideración.

1913. Noviembre 28-29. Perturbaciónciclónica en el extremo occidental de Pi-nar del Río, desorganizada rápidamentesin causar daños notables y dando origena intensas lluvias sobre casi toda la Isla,con gran beneficio para los campos.

1914. No hubo ciclón. Solo una pertur-bación de gran extensión y de muy pocabaja barométrica del 28 de octubre al 3 denoviembre, produjo grandes lluvias en Pinardel Río, causando grandes inundaciones,ahogando muchos semilleros de tabaco.

1915. Agosto 12-15. Ciclón de notableintensidad pasó por el sur de la Isla, al-canzando su lado derecho con fuerza mo-derada la región sur de la provinciaoriental y bastante más en Pinar del Río.En La Habana y provincias centrales sesintió débilmente. Los daños causados fue-ron de consideración en la provincia dePinar del Río, principalmente en los fru-tos menores y en las casas de curar taba-co; en las otras provincias fueron muy li-geros. En este ciclón se perdió el vaporMarouwinje, de la United Fruit Co., con28 pasajeros y 65 tripulantes, el cual salióde Belize el 13 de agosto y del cual nadase volvió a saber.

1915. Septiembre 1-3. Ciclón modera-do se formó al sur de Jamaica y cruzó laIsla en la tarde y noche del 2 por entreArtemisa y San Cristóbal. Causó daños deconsideración en los edificios y casas decurar tabaco, en el arbolado, frutos me-nores y animales domésticos. En La Haba-na el viento alcanzó rachas de 62,6 millas.

1915. Septiembre 26-28. Ciclón quepasó por el sur de la Isla dejando sentirsus efectos con ligera fuerza en la mitadoccidental, especialmente en Pinar delRío. No hubo daños.

1916. Julio 2-5. Ciclón moderado pasópor el Canal de Yucatán, solo afectó dé-bilmente el extremo occidental, sin cau-sar daños en ninguna parte de la Isla.

1916. Noviembre 14-15. Perturbaciónextensa y floja pasó sobre Pinar del Río yLa Habana; en su seno se formó el 15 unremolino de corto radio y notable fuerza,que pasó por la misma ciudad de La Ha-bana a eso del mediodía, empezando conviento ciclónico del sur a baja presión ysaltando bruscamente al norte con rápidasubida del barómetro y carácter anticicló-nico. El viento en ambas direcciones al-canzó unas 60 millas, y duró como mediahora, siguiéndole norte franco con fuerteinvasión del mar sobre el litoral. Causóalgunos daños en embarcaciones y ligerasaverías en tierra.

1917. Septiembre 24-26. Ciclón inten-sísimo cruzó la Isla por Pinar del Río. Elcentro pasó sobre Isla de Pinos, entró porla ensenada de Bucunagua y salió al Gol-fo por Puerto Esperanza, en todo el día ynoche del 25. Sus efectos se sintieron conalguna fuerza en las Villas y Matanzas,sin daños notables. En La Habana arre-ció más con daños de consideración. Peroen Pinar del Río, desde la capital haciael Este, devastó campos y ciudades confuria incontrastable. Hasta los edificios dereciente y sólida construcción fueron arra-sados. La velocidad del viento hubo depasar no poco de 130 millas por hora.

1919. Septiembre 9-10. Huracán inten-so pasó por el Norte de Cuba desde lasBahamas hasta el Golfo de México entreCayo Hueso y La Habana. Su centro semovió lentamente a unas 70 millas de lacosta, dejando sentir sus vientos con bas-tante fuerza en las provincias de SantaClara, Matanzas y La Habana, sin causardaños de consideración. Pero el oleaje lan-

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zado sobre el litoral, desde Caibarién has-ta La Habana, fue de una violencia sinprecedentes. En el litoral de la capitallos daños fueron grandes, y algunas vi-das se perdieron. En el puerto de CayoHueso y Canales Estrechos de la Floridase perdieron también muchos barcos, en-tre los cuales está la catástrofe delValbanera.

1924. Octubre 18-19. Huracán sin pre-cedentes atravesó la Isla por el extremooccidental de Pinar del Río. Este hura-cán se formó en el Golfo de Honduras el13, empleó cuatro días en organizarse,moviéndose con gran lentitud, y su cen-tro pasó entre el Cabo de San Antonio yLa Fe en la madrugada del 19. Devastólos términos de La Fe y Mantua, alcanzócon fuerza de huracán a los Remates yGuane y con menos fuerza a otras pobla-ciones de la provincia. El vapor Toledo y elIseldyk fueron azotados por el huracán conmínimas de 687,86 mm y 964,10 mm, res-pectivamente. El Alfonso XIII lo evitó, poraviso de este Observatorio. Hubo grandesestragos y buen número de víctimas.

1926. Octubre 19-20. Desastroso hura-cán cruzó la Isla por la provincia de LaHabana, alcanzando grandes estragos a lasde Pinar del Río y Matanzas, y serios daños

también a la de Santa Clara. Se presentóeste ciclón en la tarde del día 17 por los13 grados de latitud al E. de Nicaragua,siguió rumbo hacia el NNW., inclinán-dose al N. hacia Isla de Pinos, despuéspor grados al primer cuadrante. El cen-tro del vórtice pasó por el Oeste y muycerca de Nueva Gerona, entró en Cubatambién por el Oeste de Batabanó, siguiópor Managua y Santa María del Rosarioy salió al Atlántico algo al E. deBacuranao. La calma del vórtice se sin-tió en La Habana, durando entre ocho yquince minutos. Fue anunciado con granprecisión. Desde la mañana del 18 se diola voz de alarma a toda la mitad occi-dental de Cuba. En la tarde se anunciósu gran intensidad y se recomendaba pre-cauciones. En la mañana del 19 se ade-lantó la hora aproximada de su llegada,y en la tarde se concretó más esa hora yse dieron las instrucciones oportunas.Muchos no dieron crédito a los avisos ysufrieron las consecuencias. Los estragosfueron horribles en mar y tierra. El arbo-lado de la provincia de La Habana fuebarrido. Poblaciones enteras destruidas.Edificios fuertes y armazones de aceroderribados. Cerca de seiscientos muertosy millones de pérdidas. C

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Entre los diversos fenómenos de la atmós-fera que algunas veces alteran la vidanormal del hombre, ya en pleno campo enmedio de sus labores, ya en la ciudad enla cual la actividad intensificada sufre unamayor paralización por el momento, el ci-clón tropical resulta el más grandioso, ala vez que el más imponente y desolador.Cierto es que los tornados de los EstadosUnidos de América, por ejemplo, son másviolentos en múltiples ocasiones; pero suárea tan restringida, al extremo de poderabarcarlos en su conjunto de una sola mi-rada, y su corta duración, los coloca enun plano inferior al de la típica tormentade los Trópicos. Los temporales de las re-giones árticas y los de latitudes medias,tampoco pueden compararse a ella engrandiosidad, ya que sus campos de ac-ción muy dilatadas les hacen perder enfuerza lo que han ganado en extensión.De todos los ciclones, pues, que azotan alplaneta, los tropicales, perfectamente de-

JOSÉ CARLOS MILLÁS

* Tomado de Los huracanes en las Antillas, deSimón Sarasola (2.a edición aumentada, Madrid,Bruno del Amo, Editor, 1928).

*

JOSÉ CARLOS MILLÁS

(1889-1965).Ingeniero y

meteorólogo cubano.Director del

ObservatorioNacional de Cuba de

1926-1961.

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sarrollados, adquieren la mayor importan-cia. Su potencia es extraordinaria; su vida,a veces muy larga, no se cuenta por horas,sino por días; y, cuando cruzan sobre unaregión cualquiera, dejan como estela desu paso, desolación, miseria, hambre y elluto en muchísimos hogares.

Abundan los relatos de testigos que hansufrido de algún modo el azote de estosmeteoros gigantes. Su lectura no es porcierto nada agradable. He aquí un extrac-to de una tal narración escrita en La Ha-bana a raíz del célebre huracán de octu-bre de 1846:

A las cuatro y media de la mañana del11, el viento NE. y NNE. iba aumen-tando; a las seis era ya una tormentadeshecha, un atroz remolino que ame-nazaba tragar cuanto a su paso encon-trase. El mismo furor que ostentaba latempestad, si es cierto que aterraba ala población y que hacía que nadie cre-yese segura su vida, también lo es queinfundió esperanzas de que pronto ce-sara… Imposible parecía que tan des-aforado huracán, que hacía ya volartechos y puertas, y derribaba segurosedificios, pudiese aumentar sus fuerzas.¡Vana ilusión! A las siete, era aún ma-yor; a las ocho, ponía grima y espantoen los ánimos más valientes, que nosuponían en la naturaleza tan terribledemostración de su poder; las ráfagasde viento, a esta hora, se sucedían sinel menor intervalo entre una y otra…,y a las nueve…, hubiérase creído queel mundo entero venía abajo. No haypalabras con que describir tan angus-tioso momento. El sordo ruido de la mar,el horrible silbido del viento que pare-cía un prolongado quejido de la huma-nidad entera, o el crujido de los ejes

del globo que fallaban; el estrépito ate-rrador de los edificios que se desploma-ban, el choque de puertas y ventanas yalmenas y tejas y mil objetos que en elaire se desbarataban unos contra otrosa impulso del furioso elemento; elrechinamiento sobre nuestras cabezasde los techos que amenazabansepultarnos, la opaca claridad en quenos veíamos envueltos, el agua que nosinundaba, y, en medio de todo esto, losalaridos que de vez en cuando pare-cían dominar tanto y tan horroroso ruido,y abrirse paso para llegar al trono delEterno, todo, todo parecía presagiar ladisolución del mundo… Más aún:parecía demostrar que era llegado elmomento supremo de esta disolución…Hora terrible, pasada la cual, padres,esposos, hijos, amantes, volvieron entorno los ojos buscando las caras pren-das de sus amores, les abrieron los bra-zos y las recibieron en ellos, entre aho-gados sollozos y anhelosa alegría, Ycuántos ¡ay! las encontraron exánimes,o no pudieron hallarlas porque las rui-nas, en medio de las que estaban, lastenían sepultadas…

Sucesos como el descrito han obligadoa muchos científicos a dedicar sus activi-dades a la Meteorología Tropical, enta-blando una lucha sin tregua por arrancar-le sus secretos a las hórridas tormentastropicales; quizás en algún caso, descui-dando hasta sus más caros estudios, que,olvidados, no han hecho más que contribuircon otro dolor a esa inacabable batalla.

Es de notar que a los ciclones de lati-tudes medias se les ha dedicado más aten-ción, han sido mejor estudiados que losciclones tropicales; naturalmente, ya queen esa zona se ha desenvuelto la mayor

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civilización. Todavía no hace un siglo queel fundador de la Ciclonología Tropical,William Redfield, publicó su primer tra-bajo sobre estos meteoros tropicales; y eneste lapso de tiempo se les ha estudiadocon más o menos detenimiento en aque-llas regiones del Globo en donde ellos sur-gen: en el Mar Caribe, en el Golfo deMéxico, en el Atlántico, por lo comúnentre Cabo Verde y las Antillas de Barlo-vento; en los Mares Meridional y Orien-tal de la China y regiones vecinas, hastael Mar del Japón, hacia el Este, en elOcéano Pacífico; en el Golfo de Bengalay Océano Índico, en las inmediaciones deMadagascar, hacia el Este; en el OcéanoPacífico del Sur, Australia y las islas al Estede su parte Norte; y también en el Océa-no Pacífico, hacia el Oeste, a partir delGolfo de Tehuantepec, aproximadamente.

Los huracanes de las Antillas, que hanconservado el nombre que les dieran losaborígenes, pertenecen a una zona de másde 7500 kilómetros en longitud, y sobreunos 2000 kilómetros en latitud; zona decontinuo tránsito, particularmente desdeque se abriera el famoso Canal de Pana-má. El navegante no debe olvidar la exis-tencia de los peligros, en esa faja, en laépoca en que pueden surgir los huraca-nes. Se supone, en efecto, que todo barcomoderno pueda resistir al embate de cual-quier huracán; pero las pérdidas que to-davía se registran, amén de las angustio-sas horas que se sufren, de modo clarodemuestran los perjuicios de la temeridad,y debieran ser razones suficientes para queel capitán de un barco hiciera siempre todolo humanamente posible por evitar el en-cuentro de un huracán, sobre todo en laspeligrosas cercanías de las costas.

Por lo referido ya, se comprenderá que,además del interés científico, todo libro

que trate de huracanes, si se debe a lapluma de un especialista en la materia,como en el presente caso, es obra alta-mente humanitaria, ya que contribuye adifundir los conocimientos que se tienende las tormentas de los Trópicos.

El Rdo. P. Simón Sarasola es bien co-nocido en el mundo científico por sus es-tudios e investigaciones sobre los huraca-nes. Por muchos años en el antiguoObservatorio del Colegio de Belén, en LaHabana, siguió paso a paso la marcha delos disturbios en la atmósfera tropical; allí,en ese lugar que hizo famoso el más céle-bre de todos los meteorologistas que sededicaron al estudio de los huracanes,aquel genial Padre Benito Viñes, cuyonombre inmortal quedará unido siempreal del Observatorio de Belén, y cuya tra-dición gloriosa han conservado y debenconservar siempre los religiosos de la Com-pañía de Jesús. Allí primero, y más tarde,en el Observatorio de Montserrat, enCienfuegos, aplicó los estudios de Viñes yrealizó investigaciones propias. De ahí queel lector puede aprovecharse de lo que élofrece como producto de la experienciade muchos años.

Aquellos que hayan vivido en las Anti-llas y hayan leído bastante sobre huraca-nes, pueden comprender el peculiar esta-do de ánimo que lo invade a uno ennoches anteriores al paso de un huracán,en medio del silencio interrumpido poralguna ráfaga que pasa, o por un chubas-co que bruscamente se presenta y brusca-mente cesa; o en medio de una completacalma que hace resaltar el continuo ymonótono caer de la lluvia en el seno deun ambiente sofocante; o aun a veces,¡traicioneras tormentas!, en medio de no-ches claras, serenas, brillantes las estre-llas, que engañarían si no se tuviese el

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dato cierto de la existencia cercana delfatídico meteoro. En esos casos es cuandoel amante de la Meteorología Tropicalpuede decir, si lo siente de veras: yo tam-bién comprendo todo esto. En medio dela expectación natural, el temor, el deseohumano de que se aleje o se deshaga elhuracán, y el opuesto y vehemente deseode que se aproxime lo más posible paraconocer otro ejemplar más de esos orga-nismos de tan extraordinaria potencia, elánimo del meteorologista se altera; sufregrandes emociones por la acción de fuer-zas que están en pugna; y durante ese otrotormento para él, van pasando las horascon mucha lentitud, los intervalos de tiem-po parecen dolorosamente largos.

El P. Sarasola ha sentido todo eso. Lasfrases que aparecen en muchos de sus es-critos así lo atestiguan. Él ha comprendi-do al huracán y quiere trasmitir al lectortodo lo que de él sabe.

Muchos estudios especiales se han pu-blicado en español sobre el mismo tema;

pero otra obra moderna dedicada exclu-sivamente a los huracanes de las Anti-llas, en nuestro idioma, no la conoce-mos. Es, pues, recomendable su libro alos navegantes que atraviesen estas lati-tudes; a los que habiten en las zonas afec-tadas por los huracanes, y, en general, atoda persona deseosa de conocer algo mássobre los grandes remolinos que barrenfrecuentemente nuestras tierras y nues-tros mares.

Es posible que algún meteorologista tro-pical no esté siempre de acuerdo en algu-na parte con las ideas del P. Sarasola. Ellono puede evitarse y, en realidad, nada sig-nifica para la obra tomada en todo su con-junto. Además, el espíritu de toleranciaes el que debe animar siempre al cientí-fico, si quiere separarse de aquellos mor-tales que, aferrados a sus ideas, no res-petan hasta el más alto grado, lasopiniones ajenas. Precisamente, con pun-tos de vista distintos es como puede avan-zar la Ciencia. C

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7Presentación del número 20 de Catauro

La revista Catauro No. 20 fue presentada el día primero de juliode 2010 en la Universidad de San Jerónimo en La Habana Vieja.Estuvieron presente Miguel Barnet, presidente de la FundaciónFernando Ortiz, y la profesora e historiadora Lillián Judith Moreira,quien realizó la presentación que a continuación reproducimos:

Empiezo por agradecer la deferencia a Miguel Barnet y a TrinidadPérez, presidente y vicepresidenta, respectivamente, de la Funda-ción Fernando Ortiz, por invitarme a presentar este número de larevista Catauro.

Nuevamente, estamos reunidos ante lo que debió ser el grancesto de yaguas, muy apropiado para transportar frutas, carnes yotros efectos, llamado catauro en las Antillas, con la diferenciade que ahora se trata de transportar y difundir ideas, intercambiosacadémicos, creaciones y resultados investigativos en una de lasrevistas especializadas más prestigiosas del ámbito nacional, dedi-cada a temas antropológicos. La Catauro No. 20, Año 11, de 2010,retoma la inacabada polémica —o intercambio de opiniones, siasí lo preferimos— relativa a la nomenclatura y periodización dela primera etapa de nuestra historia, las comunidades primigeniasde Cuba y del área caribeña.

La revista está diseñada en diferentes sesiones: “Contrapunteos”,“Imaginario”, “Archivos del Folklore”, “Desde L y 27” y “Ex Libris”.

“Contrapunteos” se inicia con los criterios expuestos en el se-minario o taller auspiciado por la Fundación Fernando Ortiz, enparticular por su director el Miguel Barnet, quien realizó la intro-ducción del mismo y a quien agradezco en mi nombre y me atrevoa decir que en el de todos los participantes, el haber favorecidoeste encuentro entre profesionales de diferentes disciplinas quese relacionan con el universo de los primeros pobladores del ar-chipiélago cubano.

El doctor Barnet expresaba su aspiración de que “la revistaCatauro sea un poco el reflejo de los estudios del gran espectro delas Ciencias Sociales que se hace en Cuba”. No nos cabe duda deque se avanza muy bien en el logro de esos deseos, si tenemos encuenta las temáticas que abordan cada una de las revistas que sepublican. Al final de esta Catauro que estamos presentando, ellector podrá tener una idea de ello a través del índice que seadjunta de los números 10 al 19. Deseo también recordar quela Catauro No. 8 de 2003, fue dedicada a la problemática de la

REVISTA CATAURO,AÑO 11, NO. 20,

2009.

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arqueología aborigen y su complejidad actual, debido al trabajorealizado en nuevas excavaciones que señalan peculiaridadesentre los antiguos pobladores, no avizoradas hace algunos años.

En este número, “Contrapunteos” se adentra en las diversasnomenclaturas y periodizaciones que a lo largo del tiempo se hanutilizado para caracterizar a nuestros primeros antepasados. Temaque presenta muy diversas aristas como resultado de diferentesformas y terminologías con las que los estudiosos han enfocadoesa realidad de una sociedad ágrafa, cuyo conocimiento dependemuchísimo de la arqueología y, las referencias de los cronistas,que, como precisaba Ulises González, suelen ser imprecisas y aveces contradictorias. Asimismo, porque, decía otro de los partici-pantes del taller, cada vez que se escribe un nuevo libro sus auto-res sienten como una necesidad de proponer nuevos nombres.

Precisamente con “La nueva propuesta” de otro esquema deperiodización y nomenclatura realizada por investigadores delInstituto Cubano de Antropología, el doctor Enrique Alonso y loslicenciados Gerardo Izquierdo y Ulises González, se abre el deba-te en el taller y con ella “Contrapunteos”. Los autores plantean,entre otras cuestiones que serán objeto de debate, dos formacio-nes económico-sociales, una de los apropiadores pretribales y otrade los productores tribales. Las definiciones de sus particularida-des toman como fundamento la propuesta realizada por elarqueólogo chileno Luis Felipe Bates en 1998. Como consecuen-cia de los procesos de cambios observados, los autores subdividenla primera formación en tres estadios.

Ulises González realiza interesantes precisiones sobre cultura eidentidad en la, como él denomina, sociedad tribal prehispánicade Cuba. Terminología que no satisfizo a varios participantes. Seríamejor llamarla sociedad aborigen, originaria u otro término quele reconociera su propia identidad y no estar signados por la pre-sencia de los españoles. Jesús Guanche previno sobre la utiliza-ción de ciertas clasificaciones, las que deben estar referidas, dice,a lo que se es y no a lo no se es. González señala los problemas delos estudios de reconstrucción etnohistórica, la necesidad de de-finir el concepto de cultura a utilizar, aspectos en los que coinci-den la mayoría de las intervenciones.

Como participante del seminario, expuse mis puntos de vistaen relación con la problemática teórica y el análisis de recons-trucción histórica, cuya esencia debe ser la de utilizar como refe-rente el concepto de seres sociales, más que de cultura, aunquesin soslayarla. Alerto que sería adecuado para las clasificaciones,tomar en consideración las semejanzas más que los matices

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diferenciadores, si ellos no son esenciales. Propongo clasificarlos apartir de sus actividades esenciales y su organización social. Plan-teo una serie de interrogantes, algunas coincidentes con las deotros ponentes. Entre estas, las dirigidas a las divisiones enpretribales y tribales, apropiadores y productores, o la propuestade dos formaciones económico-sociales en la etapa de la sociedadcomunitaria, cuando Marx la denominó formación económica dela sociedad, como proceso histórico natural.

Varias intervenciones argumentan sobre el tema a debate. Unasinclinadas a considerar favorablemente la utilización de las cate-gorías propuestas por la Arqueología Social Latinoamericana, con-cretamente la de Luis Felipe Bates, otras no convencidas de suviabilidad para el Caribe y demandan una mayor reflexión. Seintercambia sobre la utilización del concepto etapa, su alcance ycontenido. Se debate sobre la inconveniencia de utilizar las anti-guas denominaciones, entre ellas el término taíno.

Las propuestas, las motivaciones, los enfoques no siempre con-cuerdan, pero tributan a favor de una concepción teórica, enfo-ques científicos y definiciones de conceptos y categorías, parabeneficio de la arqueología cubana y caribeña. Armando Rangelinforma sobre la bibliografía relativa a los trabajos que se estánrealizando en las Antillas Menores y las que están disponibles enla Casa de las Américas, traducidas al castellano, porque consti-tuyen un referente a tomar en consideración. Como museólogoseñala que en las diferentes exposiciones de arte aborigen realiza-das en el exterior, el término taíno sigue siendo utilizado.

Silvia Hernández alerta sobre la insuficiencia de los registrosarqueológicos, muchos de ellos a partir de calas o trincheras, asícomo de los aún limitados fechados en nuestro archipiélago a lahora de teorizar. Jesús Guanche aporta su criterio sobre la formaen que deben ser utilizadas las definiciones y en particular las debandas, las que difieren según las latitudes y los tiempos históri-cos, así como la esencia de las tribus y los cacicazgos. Les recomien-do que lean el “Contrapunteos” pues otros contenidos interesan-tes quedan por comentar sobre tan apasionante tema. Losparticipantes reconocieron el esfuerzo realizado por los compañe-ros del Instituto de Antropología (ICAN).

La sesión nombrada “Archivos del Folklore” contempla las mi-radas que sobre las anteriores polémicas ofrecían los arqueólogosde décadas pasadas. Así, se incluye la “Reunión en Mesa Redondade Arqueólogos del Caribe. Septiembre, 1950”, en la que se in-tentó plasmar una nomenclatura que fuera válida para los pobla-dores originarios de toda el área caribeña y en la que se realiza un

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pequeño recuento de las clasificaciones precedentes. Contiene,además, la “Nueva estructura para las comunidades aborígenesde Cuba”, de 1988, del eminente arqueólogo cubano ManuelGuarch, fallecido hace unos años, donde el autor formula unanueva clasificación y periodización de las comunidades que habi-taron Cuba antes de la conquista española.

Después de tantas clasificaciones, categorías, criterios e inter-cambios conceptuales y teóricos, como aire fresco, en la sección“Imaginario”, la Catauro que hoy nos convoca ofrece una peque-ña joya, dedicada al hombre paisaje, al zarapico, como gustóSamuel Feijóo que lo llamaran ya que se sintió identificado conesa inquieta ave zancuda ribereña. Nació en la antigua provinciade Las Villas en 1914 y en este mes de julio, el día 14, se conme-moran dieciocho años de su fallecimiento. Merecido homenaje atan versátil creador.

Considero que se ha realizado una magnífica selección sobre lavida y obra de Samuel Feijóo, de manera que podemos conocer alhombre de gran sensibilidad, espiritualidad y constante búsque-da intelectual. El lector tendrá acceso a una reseña biográfica, adistintas vivencias y diferentes miradas de quienes lo conocieron,a pasajes de su obra poética y literaria, a la correspondencia quele enviara Miguel Barnet y el intercambio epistolar con don Fer-nando Ortiz, su amor por los cuentos populares cubanos y por lavida, costumbres y tradiciones campesinas. ¡Imagínense que has-ta podemos enterarnos, porque Feijóo nos lo cuenta, de las diver-sas maneras de asar el puerco, el origen de esa tradición y sobre lanavidad campesina! Todo está acompañado de abundante infor-mación visual, como diría el conductor de Escriba y Lea, que graficaa Feijóo en distintas etapas de su vida y junto a amigos cubanos yextranjeros, reconocidos en distintos ámbitos de la cultura nacio-nal e internacional.

Andarín incansable y amante de la naturaleza, decía que esta“Nos enseña las sabias gamas del color, a veces del verde jade alvioleta púrpura, del amarillo solar al oro lunar. Nos cura nostal-gias y soledades, inspira poesía con íntima belleza de artistahumildísimo de la naturaleza. Una simple ayuda necesita: sem-bremos árboles”.

Feijóo fue poeta, literato, narrador, ensayista, folklorista, pin-tor, dibujante, grabador y promotor cultural. Se vinculó a la etno-logía a través de las compilaciones de las tradiciones orales de suprovincia e Las Villas. Fue editor de la revista Islas, en la Univer-sidad Central de Las Villas, dirigió el Departamento de Estudios

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Folklóricos y fundó y dirigió la revista Signos. Su exposición depintura en Nueva York tuvo tanto éxito que inmediatamente qui-sieron comprarle todos sus cuadros. Era bueno en todo lo que ha-cía y fueron muchos los campos en los que incursionó.

Su hija conserva el mejor recuerdo de los cuentos, paseos yjuegos que creaba para ella y sus amigas que también le llamabanpapá.

La investigadora, ensayista y editora de Santa Clara, Silvia Pa-drón señala:

Es probable que todavía hoy Samuel Feijóo sea considerado elpersonaje más extraño de la intelectualidad cubana del siglo XX[…]. Sin embargo, en el tiempo que llevo dedicada a esta voznacional de profunda belleza y espiritualidad he logrado ciertacomunicación con ella y más aún que no hay en su obra taldesmesura, [considerada así por muchos] sino un raro equili-brio de síntesis y gestaciones que anhelaba trasmitir el fin y elorigen de algo.

Virgilio López Lemus apunta que debido a su multifacética obra:

parecía un hombre del renacimiento […]. Pero Feijóo no esta-ba en verdad loco, según síndromes psiquiátricos, sino que te-nía lo que pudiéramos llamar un enorme desajuste de gran crea-dor: él necesitaba cultivar casi todas las artes para satisfacer sucuriosidad, su afán de hacer y de crear.

Tenía un especial sentido del humor. Virgilio López Lemus cuen-ta que un día en un paseo a Casa Blanca, al encontrarse con unaseñora embarazada, le dijo: “Señora, coma bistec de nalgas depulga para que ese niño crezca sano”, o, como narra Jesús Guanche,en la reunión final de jóvenes llegados de la Habana a SantaClara, para organizar el trabajo a realizar sobre la tradición oralcubana, a las que siempre había asistido, hermético, Feijóo, final-mente dijo: “Para mí los investigadores se dividen en dos: los de‘culito empolvado’ y los que son como yo, los que nos metemos enel fango y en el monte a buscar lo que saben los guajiros o lo quesea. Ustedes son como yo”.

Muchas gracias por vuestra paciencia y nuevamente reitero miagradecimiento al doctor Barnet, a Trini y a este excelente colec-tivo de la Fundación que lleva el nombre del ilustre sabio cubanopor su invitación. Que disfruten la lectura de esta revista.

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La Casa del Caribe, sus primeras tres décadas

La Casa del Caribe de Santiago de Cuba, de cara al mar que leconfirma su nombre, cumple sus segundos quince años. Un moti-vo más que suficiente para la reflexión colectiva sobre cuánto seha hecho, cuánto se hubiera querido hacer y cuánto queda portrasegar en este Caribe nuestro, que enlaza islas, envuelve partedel continente, aglutina lenguas y empuña un manojo de cultu-ras que tienen en la africanía profunda, o a flor de piel, un deno-minador común, sin menosprecio de otros grupos humanos de losmás variados confines que han concurrido a estas cálidas tierras.

En este sentido, la Casa del Caribe ha sido y es un representa-tivo espacio para el encuentro permanente de esa diversidad cul-tural que nos caracteriza, para el debate sincero sobre puntos devista diferentes o coincidentes y, muy especialmente, para facili-tar las vías y medios necesarios que enrumben procesos de diálo-go e integración en un mundo cada vez más interconectado ydinámico.

El Festival del Caribe se ha consagrado como espacio para laconcurrencia de agrupaciones músico-danzarias desconocidas opoco conocidas por la mayoría de la población, porque formanparte del sustrato raigal de la cultura cubana.

Son múltiples los intereses comunes entre la Casa del Caribe y laFundación Fernando Ortiz. Una, inspirada en este gran espaciohistórico-cultural que ha motivado diversas reflexiones de José Martí(1853-1895), Juan Bosh (1909-2001), Aimé Césaire (1913-2009),Michael Manley (1923-1997) y muchos otros. Otra, inspirada en lavigencia y continuidad de la magna obra del Tercer descubridor deCuba, no por divulgada menos conocida y actual. Por ello, la JuntaDirectiva de la institución decidió otorgar en el año 2007 el PremioInternacional Fernando Ortiz a la Casa del Caribe y, especialmen-te, a la memoria y la obra de Joel James. Es un significativo tributode un hermano menor, con quince años de diferencia, a la resisten-cia del hermano mayor, es el premio al cimarronaje intelectual enlos albores del siglo XXI, es mucho más que una flor de reverencia,es un preciso empujón en la espalda para seguir adelante.

JESÚS GUANCHE

María Teresa Linares en sus noventa

Con motivo del cumpleaños noventa de la destacada musicólogay vicepresidenta primera de la Fundación Fernando Ortiz María

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Teresa Linares Savio, se efectuaron diversas actividades que con-solidaron el reconocimiento social de esta investigadora cubana.

La Fundación Fernando Ortiz, inicialmente, le rindió un mere-cido homenaje a la fundadora de la institución. A la actividadconcurrió el colectivo de trabajadores que recordaron diversosmomentos de la vida de Teté en la Fundación. Posteriormente, elInstituto Cubano de la Música y el Museo de la Música, del queMaría Teresa fuera directora durante más de una década, apro-vechó la ocasión para invitar a su agasajo a dos importantes agru-paciones relacionadas con el repertorio de las estirpes africana ehispánica de la música cubana, como símbolo de tantos temasabordados por la homenajeada. Finalmente, la Sala Rubén MartínezVillena de la UNEAC se vistió de gala en el homenaje que bajo elnombre de La Bella Cubana, fue organizado con motivo de losnoventa años de Teté. En esta actividad, junto con las palabras dela musicóloga Alicia Valdés y del presidente de la UNEAC y de laFundación Fernando Ortiz, Miguel Barnet, fueron leídos diversostestimonios en prosa y verso sobre la vida y la obra de esta presti-giosa musicóloga.

VI Encuentro Internacional de EstudiosSociorreligiosos

En los días del 5 al 8 de julio se celebró el VI Encuentro Interna-cional de Estudios Sociorreligiosos, en el Hotel Acuario de laMarina Hemingway, convocado por el Centro de InvestigacionesPsicológicas y Sociológicas (CIPS). En esta ocasión, el tema cen-tral del prestigioso evento académico fue “Religión, hegemonía yvalores en los complejos procesos contemporáneos”, y se contó conla participación de ponentes, delegados e invitados de once paí-ses, incluido Cuba. En el encuentro se presentaron un total denoventa y seis ponencias que abordaron distintas problemáticasdiacrónicas y sincrónicas relacionadas tanto con las principalesreligiones monoteístas institucionalizadas como con las llamadasreligiosidades populares y las asociaciones fraternales, todas ellasestudiadas en sus respectivos ámbitos sociales nacionales y en suproyección internacional. En este evento, la Fundación FernandoOrtiz, una de las instituciones coauspiciadoras, estuvo represen-tada por el investigador Michael Cobiella, quien participó comoponente en uno de los paneles constituidos. C

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Huracanes. Desastres naturales en Cuba

MIRIAM TERESITA LLANES

No existen dudas de que el huracán forma parte indisoluble dela cultura antillana. No es exagerado decir que cada cubanotiene su vida marcada por algún ciclón memorable, sea el delveintiséis, el de Santa Cruz del Sur, el Flora o, más reciente-mente, Gustav y Ike. Cada generación tiene “su” ciclón, que esalgo así como una marca meteorológica de la cual no puedeprescindir.

El sugerente título Huracanes. Desastres naturales en Cuba, atra-pa al lector e invita de inmediato a su lectura. Como se planteaen su introducción, “pretende ser una aproximación a la historiade los mayores desastres naturales acaecidos en Cuba, cuyascausas se vinculan al recurrente impacto de los ciclones”.

El autor, Luis Enrique Ramos Guadalupe, ya nos había regala-do antes el texto Instituto de Meteorología. Expresión de una cien-cia en Revolución, donde además de abordar el complejo procesofundacional de esta institución, se trata de la historia de laMeteorología en Cuba. Ahora, como complemento, se nos mues-tra la razón de ser de los servicios hidrometeorológicos en casosde desastres naturales, donde se pone de manifiesto la complejarelación entre naturaleza y sociedad.

Hay pues, una intención implícita que rebasa la crónica histórica.La obra consta de dos partes bien diferenciadas, divididas en

tres capítulos: el primero tiene un carácter informativo general,que se sustenta con datos históricos de interés, y los restantesrecogen los huracanes y grandes desastres naturales acaecidosentre 1750 y 2008, divididos en dos etapas, antes y después deltriunfo de la Revolución.

En el primer capítulo, titulado “Desastres naturales. Antece-dentes y actualidad”, se tocan tópicos relativos a los sistemasmeteorológicos responsables de los mayores desastres naturalesocurridos en Cuba y los primeros trabajos publicados sobre tor-mentas locales severas, sequías e inundaciones por intensas llu-vias. Además, se reseñan diversos acontecimientos históricos re-lacionados con la ciencia del tiempo y el clima, y se ofrece unaidea concreta de los mecanismos de acción para enfrentar lasconsecuencias de los desastres naturales. El tercer capítulo, enparticular, destaca cómo los trascendentales cambios socioeco-nómicos ocurridos en Cuba han permitido minimizar los daños

LUIS ENRIQUE RAMOS

GUADALUPE: HURACANES,

DESASTRES NATURALES

EN CUBA.EDITORIAL ACADEMIA,

LA HABANA.2010

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causados por estos sistemas tropicales y cómo el huracán Floracontribuyó a sentar las pautas para perfeccionar el Sistema Me-teorológico Nacional, la Defensa Civil y el manejo de nuestrosrecursos hidráulicos.

El texto recuerda muy justamente la labor de los fundadoresdel pronóstico meteorológico en nuestro país, como fueron los pa-dres Benito Viñes y Mariano Gutiérrez Lanza, y el ingeniero JoséCarlos Millás, y se hace referencia al primer aviso de ciclón tropi-cal de la historia, insertándose como muestra de este tipo de co-municaciones un Boletín publicado en 1876 por la prensa de laépoca en La Habana.

El libro reconoce la labor y entrega de muchos compañeros ycolegas que históricamente han trabajado y trabajan hoy en lasdiferentes instituciones relacionadas con la mitigación de los de-sastres, como las comunicaciones, los radioaficionados y la Defen-sa Civil de Cuba, reconocida en su condición de excelencia porlas Naciones Unidas. Y es que sin la voluntad política del Estadocubano no se hubiese logrado preservar la vida de millones depersonas, ni alcanzar el desarrollo que hoy mostramos con orgulloante el mundo.

Al leer este libro, aprecio lo valioso de sus descripciones sobrehuracanes históricos y los grandes daños que ocasionaron, viven-cias que quedan plasmadas para la historia. Con lenguaje claro,ameno y preciso, reúne un sinnúmero de valiosas informaciones ycumple con la importante función de consulta, además de reunirel testimonio gráfico constituido por fotos, ilustraciones, mapas,grabados y tablas.

El texto resulta educativo a su vez, dada la importancia quereviste conocer sobre estos eventos como vía para prevenir y miti-gar con mayor éxito los desastres que pueden causar. Esto se lograsolo si se conoce la vulnerabilidad del medio, cuyo manejo haresultado inadecuado en algunos casos. Asimismo, consideramosque la obra tiene un alto rigor científico y que, a la vez, evita elempleo excesivo de tecnicismos que pudieran dificultar el accesoal contenido. El alto número de fuentes consultadas avala el tra-bajo bibliográfico realizado por el autor, con el cual ha podidoacopiar datos de interés, tanto históricos como del conocimientocientífico contemporáneo, expresados e integrados en el contextode una cronología tan abarcadora como meritoria.

MIRIAM TERESITALLANES

Meteoróloga.Instituto

de Meteorología.Cuba.

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Teoría y cultura para comprender la historia.Carlos Marx en Jorge Ibarra, a propósito dehacendados y plantadores

ANTONIO N. ÁLVAREZ PITALUGA

Jorge Ibarra Cuesta (1931, doctor en Ciencias Históricas, PremioNacional de Ciencias Sociales, junto a otros altos méritos acadé-micos y políticos) es uno de los pioneros de los estudios marxistasen la historiografía cubana después de 1959; al respecto, al refe-rirme recientemente a la evolución historiográfica de la Protestade Baraguá afirmé:

Fue Jorge Ibarra (Historia de Cuba, 1967) quien inauguró unnuevo giro de interpretación histórica e ideológica a la Protestaque inició una verdadera mutación ideológica. Por primera vezun historiador cubano no se detuvo en el Zanjón, solo lo mencio-nó. Propuso el acápite “Razones históricas, políticas y militares dela Protesta de Baraguá”, donde afirmó: “[…] significó el ascensoa la dirección revolucionaria del país de elementos representati-vos de las clases y capas más humildes y explotadas y por ende,más consecuentes en la lucha a muerte contra el colonialismoespañol […] consigna de permanente agitación y de inconformi-dad revolucionaria”. Ibarra sustenta su punto de vista en postula-dos marxistas y logra saltar la barrera de lo meramente descriptivo,aunque valora poco el Gobierno Provisional y la Constitución. Enla siguiente década mantendrá idéntico punto de vista (Ideologíamambisa, 1972).1

Casi dos años después de haber planteado aquella idea, la lec-tura de uno de sus últimos libros, Marx y los historiadores ante lahacienda y la plantación esclavistas (La Habana, Editorial de Cien-cias Sociales, 2008, 369 pp.), me ha hecho regresar a la misma,pero con otras reflexiones que deseo compartir con el lector. Laobra fue estructurada en una introducción, seis capítulos, sieteapéndices estadísticos, la relación de bibliografías y fuentes con-sultadas, y, finalmente, un índice onomástico.

Tras haber acumulado por décadas una larga y productiva fae-na intelectual, Ibarra Cuesta nos entrega un texto que, a primera

1 Antonio Álvarez Pitaluga: “La subjetividad en la narrativa histórica. La Protestade Baraguá frente al espejo”, en revista Upsalón, Universidad de La Habana,Facultad de Artes y Letras, no. 5, 2009, pp. 3-11; y revista digital Caliban,URL: www.revistacaliban.cu, no. 1, octubre-diciembre de 2008, consultada el30 de octubre de 2008.

JORGE CUESTA IBARRA,MARX Y LOS

HISTORIADORES ANTE LAHACIENDA Y LA

PLANTACIÓN ESCLAVISTA.LA HABANA, EDITORIAL

DE CIENCIAS SOCIALES,2008. 369 P.

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vista, pudiera ser asumido como una obra de retorno sobre variastesis relativas a la plantación esclavista y su universo social en lahistoriografía nacional. Sin embargo, es mucho más que eso; setrata de un ejemplo atípico y admirable dentro de nuestro gremioacerca de un estudio histórico desde una perspectiva teórica paracomprender los bandos ideológicos de la historia, o sea, no es en-tender la historia desde el mero discurso hechológico ejemplificadocon hechos, datos o realidades del universo plantacionista cuba-no y americano, sino desde una anchura teórica del pensamientosocial fundado por el marxismo original de Carlos Marx, que fuecontinuado por hombres como Vladimir I. Lenin y AntonioGramsci; algo que no pocos colegas gustan de entender o aplicarmás de sus públicas tomas de partidos por el marxismo.

A veces, algunos de dichos compañeros de ruta ni tan siquieralogran definir con certeza si su adhesión se aviene al marxismooriginal o al economicista, síntoma inequívoco de sus respectivosdesconocimientos de la propia historia de la filosofía marxista. Asílas cosas, me atrevería a augurarle al destacado historiador deMarx y los historiadores… una verdad que no me agrada pensar: suexcelente complejización teórica será poco entendida y atendidapor no pocos de ellos, atados aún al carro del positivismo ramplónen la proyección mental y la escritura de la historia.

Este es un libro no tradicional en los marcos de nuestras con-temporáneas formas de escribir la historia. Para ser entendido ydisfrutado necesita leerse e interpretarse sin esa lógica tradicio-nal de narración hechológica-interpretación hechológica. Creoque esa es la advertencia más recomendable que puedo hacer allector ante una obra de notable repercusión para la veniderahistoriografía, no solo cubana, sino americana, a la hora de em-prender estudios sobre la hacienda y la plantación esclavistas enCuba y el resto del continente.

A propósito, el despliegue estructural del libro recuerda de al-gún modo la multifactorialidad que Moreno Fraginals concibió ensu clásica obra El ingenio… para analizar el complejo universo dela plantación. A mi modo de ver, este recurso continúa validando,para suerte de la historiografía cubana, una perspectiva de análi-sis que los especialistas en el tema no deben desatender.

No obstante, más allá de la formación o interés del lector creoque hay algo que no favorece la lectura plena del libro, sobre todopara un público general o uno que se inicie en los estudios histó-ricos y que aún no posea el instrumental teórico para comprenderla obra, como, por ejemplo, los estudiantes de historia. Y es elhecho de que Ibarra utiliza mayormente a lo largo del texto solo

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el apellido de reconocidos científicos sociales para analizar algu-nas de sus tesis y conceptos; así, Weber, Braudel, Genovese, Mintzy otros pueden quedar como referencias inacabadas. Una muyalta especialización, más que demostrada aquí, pudiera provo-car un cierto distanciamiento entre el autor y el lector o atentarcontra una mayor cantidad de los últimos. Tal vez en una futurareedición sería loable agregar en las propias notas al pie, el nom-bre completo y algunos datos elementales que faciliten al lectoruna mayor ubicación sin desviarlo de la lectura al tener que bus-car fuera del libro referencias autorales que lo aparten del impor-tante texto de Ibarra.

En caso de realizarse una reedición también sería oportuno en-mendar algunas faltas ortográficas escapadas en la premura edito-rial de un texto preparado especialmente para la Feria Internacio-nal de 2009, dedicada a Jorge Ibarra; al respecto véase en la página205 la palabra fundamen por fundamento y en la página 269 el usode metrópolis para referirse a un solo país.

Por otra parte, considero que la interrelación teoría-hecho his-tórico dominante en una primera parte del libro, hasta alrededorde la página 147 (epígrafe titulado “La aproximación conceptualde los historiadores cubanos a la plantación y a su rentabilidad”)comienza a disminuir, dándose un decrecimiento aplicativo delenfoque teórico al perder predominio en ciertos pasajesinterpretativos del texto para dar paso progresivamente un análi-sis hechológico-interpretativo preponderante.

A lo largo de sus siete capítulos, Ibarra deslinda la visión deMarx relativa a la estructura y funcionamiento de la hacienda yla plantación en América frente a criterios opuestos. A mi juicio,he aquí la mejor esencial de la obra: entender la historia a partirdel análisis teórico de Marx, ver la historia como uno de los com-ponentes con que se encuentra fundida la estructura general delpensamiento marxista original, que validó desde sus inicios unainterpretación de la realidad a partir del carácter relacional arti-culando las dinámicas generales de las sociedades humanas, dondela cultura es asumida como el conjunto de la producción social.

Demostrando la permanente flexibilidad que todo científicosocial debe poseer a lo largo de su vida, Ibarra se cuestiona tesis yconceptos de la historiografía relativa al tema. Vale citar comoejemplo la convincente reevaluación a un concepto fijado en lahistoriografía cubana hace más de veinticinco años, el de bur-guesía esclavista. Expone su inoperatividad y poco ajuste teórico-práctico contemporáneos para denominar a las clases o grupos depoder al frente de la hacienda y la plantación, proponiendo a su

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vez un nuevo término, el de plantador colonial (p. 40). De esemodo contribuye a reafirmar la relatividad que debe contener elpensamiento científico-social como soporte indispensable para eldesarrollo progresivo de las ciencias sociales y que desde ahoranos pronostica como esta y otras interesantes propuestas del libropodrán ser polemizadas o contrariadas en un futuro no tan lejano.

Según Ibarra, para Marx hacienda y plantación constituyenestadios específicos antes del desarrollo del capitalismo, expresio-nes precapitalista de una época. También Marx explica —e Ibarradefiende— que a pesar de que ambas entidades se basaban en eltrabajo esclavo no tiene relación alguna de continuidad con laesclavitud del mundo antiguo. Marx incorpora al pensamientosocial las etapas y regimenes históricos enunciados por él comoparte del desarrollo de las sociedades humanas en el curso de lahistoria, a través de los cuales las clases y grupos dominantes (ex-plotadores) fueron perfeccionando sus mecanismos de domina-ción y explotación.

Contrario al pensamiento marxista original, la ideología delcapitalismo ha construido, en vida del propio Carlos Marx y hastael presente, toda una teoría social para desmontar la lógica mar-xista y oponerla como antídoto ideológico al marxismo y al cambiorevolucionario. La evolución de un capitalismo perenne con todauna lógica fundada en una racionalidad formal tuvo en el pensa-dor alemán Max Weber un bastión teórico, desarrollado plena-mente en su obra más importante Economía y sociedad. Weber cons-truye una lógica de pensamiento desde la cual explica su visiónde durabilidad del capitalismo desde una inextinguibilidad con-ceptual y teórica.

Ibarra Cuesta demuestra cómo varios autores, entre los que seencuentra Fernand Braudel, han sustentado las tesis weberianaspara entender el origen, desarrollo y decadencia de la hacienda yplantación esclavistas. Las asumen como puentes evolutivos en eldesarrollo general del sistema capitalista, puntos de continuidaden una lógica weberiana cuyos inicios históricos lo ubica el mun-do antiguo para afirmar la existencia de un “capitalismo antiguo”.Al apropiarse del pensamiento original de Marx, Ibarra puedecolegiar una idea esencial en el texto: la hacienda y la plantacióncomo sistemas no evolutivos ni conducentes al sistema capitalistason expresiones fuera de la lógica capitalista; por tanto, sonirracionales en los marcos de la racionalidad formal generada des-de el sentido común de la burguesía, con lo cual se comprendepor qué existieron antes de la plenitud capitalista y desaparecie-ron sin llegar a ella.

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En el deslinde ideológico que significan las tesis de Carlos Marxy Max Weber probablemente se encuentra la clave más importan-te para la comprensión del devenir de la historia como realidad ycomo ejercicio intelectual. Desde esa perspectiva, considero queIbarra presenta, identifica y agrupa a los historiadores que poraños han trabajado la hacienda y la plantación americanas. Peromás que aparentes agrupamientos historiográficos a partir de te-mas y tipos de debates, se trata de comprender cómo la historia hasido y deber ser estudiada y escrita bajo los trasfondos filosófico eideológico opuestos que suponen las interpretaciones y aplicacio-nes de la obra de Carlos Marx y Max Weber respectivamente. Heaquí el corazón crítico del libro de Ibarra, su mayor utilidad, esdecir: captar desde las coordenadas de una pensada generaliza-ción teórica la comprensión de la realidad social, donde hacien-da y plantación son magníficos ejemplos históricos insertados enuna compleja realidad total.

De ese modo, si tuviera que resumir los mejores aportes dellibro diría:

. El libro contribuye a desentrañar la madeja ideológica de lahistoriográfica contemporánea americana sobre la hacienda yla plantación.

. Demuestra la importancia que desde la filosofía y el pensamien-to original de Marx, que tanto Lenin y Gramsci hicieron porrestaurar, se explican armónicamente los procesos históricos.

. Permite entender la historia como el conjunto resultante de lossistemas de relaciones sociales y los procesos de producción cul-tural. Lo anterior se ejemplifica desde el origen, desarrollo y usoasignados a la hacienda y plantación esclavistas para articular,al compás de otros complejos fenómenos sociales, los procesosde legitimación burgueses en aras su hegemonía cultural.

Para Ibarra Cuesta, el pensamiento original de Marx se con-vierte felizmente en un modelo interpretativo para explicar losprocesos históricos, algo ya asumido por él desde sus primeras obras.Ibarra logra demostrar que el funcionamiento y la dinámica de lahacienda y plantación no deben ser vistos en relación exclusivacon el mercado externo o interno, sino que ambas entidades fue-ron creadas y a su vez crearon un universo espiritual desde loreligioso, lo jurídico y lo político, universo que pudo haberse tra-bajado más en aras de un mejor entendimiento acerca de las re-percusiones sociales en la vida cotidiana de los grupos sociales deentonces.

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Lo anterior permite pensar que la hacienda y plantación debenser vistas como procesos culturales de una época, generadores deese universo que muchos historiadores políticos, económicos yde la propia cultura no logran asociar y comprender correctamen-te hasta validar que la cultura es un concepto histórico y que lahistoria es la resultante de los procesos culturales; en pocas pala-bras, es preciso apropiarse correctamente del marxismo originalpara entender que en el conjunto y las dinámicas de las relacio-nes sociales están las bases de la cultura y la historia del hombre.Jorge Ibarra Cuesta aplica y nos enseña estupendamente esta in-terpretación social desde su magnífica obra.

Diccionario de bantuismos en el español de Cuba,de Gema Valdés Acosta y Myddri Leyva Escobar

AURORA M. CAMACHO BARREIRO

La utilidad de un repertorio lexicográfico es por lo general indu-dable, pero el caso del Diccionario de bantuismos en el español deCuba, de Gema Valdés Acosta y Myddri Leyva Escobar (InstitutoCubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2009, 158 pp.),aparece en el horizonte de los estudios lingüísticos cubanos parallenar un vacío en cuanto a la representación en un diccionariode una parcela en la cual se ha enfatizado escasamente: labantuidad lingüística del español de Cuba, problemática estudia-da con profundidad durante más de treinta años por la doctoraGema Valdés Acosta en la Universidad Central de las Villas Mar-ta Abreu.

En las palabras introductorias las autoras se encargan de preci-sar que la obra resume los estudios teóricos sobre la influencia delas culturas bantúes en la integración de la nación cubana. En elterreno de los estudios lingüísticos, la contribución de autorescomo Sergio Valdés o Jesús Fuentes al escudriñamiento del temay a la identificación de algunos candidatos a bantuismos constitu-ye antecedentes considerados por las autoras. Otros aspectosmetodológicos y la información lexicográfica ofrecida al usuarioson también comentadas en estas páginas. La obra está dirigida“no solamente a especialistas, sino también a un amplio públicointeresado en la cultura cubana” (p. 11), propósito que se consi-gue con una adecuada dosificación de los contenidos lexicográficosy con el empleo sistemático de las marcas y abreviaturas previa-mente concebidas y explicadas al usuario.

ANTONIO N. ÁLVAREZ

PITALUGA

Historiador.Profesor de la

Universidad de LaHabana.

GEMA VALDÉS ACOSTA

Y MYDDRI LEYVAESCOBAR (INSTITUTO

CUBANO DEINVESTIGACIÓN CULTURAL

JUAN MARINELLO,2009

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Los datos, así denominan las autoras a los lemas —las 263 pala-bras de origen bantú recogidas en este repertorio—, han sido va-lidados a partir del trabajo de campo desarrollado entre 1967y 2007 en algunos territorios cubanos con descendientes de escla-vos de procedencia bantú, así como con portadores actuales deesa cultura por vía religiosa. El rastreo filológico en algunas obraslexicográficas de lenguas africanas (Laman, Swartenbroeckx yotros), en aquellas que registran el español general (el Dicciona-rio de la Real Academia Española), o las que se han nutrido delespañol de Cuba (desde la obra fundacional de Pichardo hasta lasrecopilaciones insustituibles de Argelio Santiestéban) complemen-ta la información sobre cada unidad léxica.

Más de cien datos se excluyeron por no disponer las autoras deuna referencia mínima sobre su origen y otras, según cercanasreferencias de la también profesora universitaria Gema Valdés,incrementan ya la relación de candidatos a bantuismos. Seriedady rigor definen este trabajo, caracterizado además por la indaga-ción sostenida, por las dificultades con el acceso a la informacióny las fuentes, por la búsqueda de la confrontación y por el hallazgoetimológico.

El volumen de información y el grado de validez es desigual enel terreno de las hipótesis etimológicas, y las autoras son cons-cientes de ello, pero no renuncian a transmitirlas, conocedorasde que “cualquier indicio sobre la bantuidad de la palabra, porpequeño que sea siempre será útil para estudios posteriores” (p. 11).Y es una sabia decisión esta, pues en un estudio de naturalezadiacrónica en el que la aportación teórica es diversa en perspecti-vas, propuestas metodológicas y conclusiones la más mínima informa-ción que contribuya a la discusión teórica es determinante.

En cuanto al diccionario propiamente dicho las autoras ponenempeño en conjugar técnicas lexicográficas y terminográficas. Lasprimeras se detallan con rigurosidad sobre todo en lo tocante a losmodelos definicionales empleados (perífrasis explicativas, equi-valentes en español y la conjugación de ambos modelos), lamicroestructura y el sistema de signos y abreviaturas (aquí debióusarse el término marca por ser más preciso). Las técnicasterminográficas, por otra parte, permiten a las autoras introduciruna serie de comentarios necesarios en la construcción de unrepertorio como el analizado. Las normas ISO también han sidotenidas en cuenta.

El sistema de signos y abreviaturas propuesto es flexible y enun-cia el conjunto de informaciones etimológicas, gramaticales,diatópicas, diacrónicas o sociolingüísticas. Entre estas últimas se

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distinguen por su utilidad las siguientes: obs., para referirse a laspalabras “obsoletas” y el símbolo ! para indicar “alto grado detabuización”.

Las autoras advierten, además, sobre las particularidades delcomportamiento morfosintáctico de las lenguas bantúes, en parti-cular acerca de la aglutinación como proceso de formación deunidades de la lengua y el complejo sistema prefijal; informaciónde extraordinario valor en el análisis del proceso evolutivo de dichaslenguas y de su influencia en el español de Cuba en particular.

Esta obra ha contado también con el notable aporte de estu-diantes de la Universidad Central de Las Villas, quienes han con-tribuido a sostener la tradición de estudios sobre el tema y se hanconvertido así en seguidores de una maestra como Gema Valdés.Dicha aportación se revela en los acercamientos a los remanenteslingüísticos bantúes en zonas tales como Encrucijada, San Juande los Remedios, Santa Isabel de las Lajas y Sagua la Grande.

Las palabras recogidas en el diccionario aparecen numeradas yordenadas alfabéticamente. Una ojeada a las 263 entradas léxicasnos sugiere algunos comentarios:

. es muy significativa la peculiaridad expresiva de palabras deorigen bantú como ñángara, sambumbia, tángana, titingó ozangandongo;

. es muy notable la sonoridad de palabras de origen bantú comosandunga o sirimba;

. es muy transparente el enlace semántico entre la palabra africa-na y la palabra del español de Cuba, como ocurre en guasanga(wasa) o bembé (mbe-mbé);

. es sistemático el empleo de símbolos y abreviaturas, sin embargose echa de menos el símbolo ! en la entrada quimbar una vez quese ha usado en calimbar y ambas pertenecen a la esfera sexolálica;otro ejemplo lo tenemos en infía que no tiene tampoco el símbo-lo a pesar de que sí lo tiene macata, aunque ambos aluden alpene; en otro caso como cunaquiri, a juzgar por la definición noparece necesario el uso de este símbolo y en la descripción de lasegunda acepción de la palabra nos llama la atención que es ladefinición la que se ha marcado, por ejemplo, ¡Mierda!;

. es llamativo que se haya recurrido a palabras del español penin-sular para definir entradas del repertorio, como ocurre con “ca-nicas” (V. quimbar) y “bragas” (V. tanga);

. es conveniente precisar si la palabra funche debe marcarse comoobs. (obsoleto). El Diccionario del español de Cuba (2000) lo re-gistra con la marca obsol. (obsolescente), pues la palabra y su

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referente en la cultura material han sufrido un proceso deobsolescencia, lo que significa que ciertos grupos generacionalesno la utilizan y otros no la conocen;

. es curioso que no aparece registrada la acepción de quimbo quehace referencia al “espacio techado, rústico, acondicionado parael esparcimiento”;

. es necesario corregir algunas erratas, como en la página 36 enla que aparece bantuismos con tilde.

La bibliografía contiene ochenta títulos reveladores de un am-plio y actualizado dominio de la literatura sobre el tema de laslenguas bantúes. Los anexos merecen atención especial. De algu-na manera constituyen una invitación al análisis filológico. Lossustantivos como la categoría gramatical más numerosa, la pre-ponderancia de las palabras independientes y el comportamientosegún los registros lingüísticos son indicadores de gran interés.

El Diccionario de bantuismos en el español de Cuba, de GemaValdés Acosta y Myddri Leyva Escobar, publicado por el sello edi-torial del Instituto Cubano de Investigación Cultural JuanMarinello en el año 2009, corona los esfuerzos por adentrarse enla problemática de las lenguas africanas y viene a renovar el inte-rés por los estudios afrohispánicos.

Yucatecos en Cuba: Etnografía de una migración

MICHAEL COBIELLA GARCÍA

Como ya he dicho en artículos propios y en reseñas de libros ante-riores sobre el tema de la etnicidad y de las migraciones en Cuba,las ciencias sociales nacionales aún tienen una deuda importanteen lo que respecta a los estudios investigativos sobre los diversoscomponentes étnicos que han contribuido a la formación de lanacionalidad y del estado nación cubano a lo largo de toda suhistoria pasada y presente. Esta afirmación se hace más propicia yevidente en el caso de aquellos grupos étnicos o multiétnicos,arribados a la mayor de las Antillas a lo largo de los siglos, quecontribuyeron en menor medida, aunque no por eso de maneradesdeñable, a la conformación de ese gran ajiaco biológico y cul-tural que hoy somos todos los cubanos.

Es por eso que, aunque sus aportes tanto a la cultura materialcomo a la espiritual hayan sido y, aún son, poco conocidos y divul-gados a nivel nacional en el sector académico de las ciencias

AURORA M. CAMACHO

BARREIRO

Lingüista.Instituto deLiteratura yLingüística.

VICTORIA NOVELO.YUCATECOS EN CUBA:

ETNOGRAFÍA DE UNA

MIGRACIÓN.ESTUDIOS SUPERIORES

DE ANTROPOLOGÌA

SOCIAL (CIESAS).2009

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sociales, se hace imprescindible propiciar con ahínco, y hasta conuna buena cuota de pasión, la investigación, producción, divul-gación y consumo de estos temas en los diversos campos de estu-dio de los llamados cientistas sociales. También, considero, es ne-cesario alentar y acometer, al menos, la divulgación y el consumode estos mismos temas de etnicidad y migración en otros ambien-tes científicos fuera del campo de las ciencias sociales, así comolograr que incluso lleguen a tener un alcance más popular, por asídecirlo, en aquellos sectores sin vínculos con los medios académi-cos e intelectuales, donde estos estudios son generalmente mu-cho menos percibidos y reconocidos.

De todas maneras, no se puede decir que todo haya ido tan malen el campo de los estudios étnicos que se han realizado última-mente en el país, específicamente en el área de las investigacio-nes tanto nacionales como foráneas que se han emprendido sobrelos calificados como componentes étnicos “minoritarios” en la con-formación del hoy unietnos cubano. Por suerte, ya se van dandopasos importantes para alcanzar un mayor y mejor conocimientocientífico sobre estos grupos de inmigrantes y de su relación conla historia étnica más remota y más reciente de Cuba. De ahí queen los últimos años se hayan acometido y cumplimentado algunasinvestigaciones sobre esta materia particular, o muy relacionadacon ella, ya fueran publicadas o no, que han tenido fundamental-mente un carácter histórico sociocultural, etnohistórico (históri-co-antropológico), sociológico y etnodemográfico.

Es en esta frecuencia temática que se encuentra la obra quepretendemos reseñar a continuación en las atrayentes páginas dela más antropológica revista de Cuba, Catauro. Se trata del libroYucatecos en Cuba: Etnografía de una migración, que si bien no esuna producción de autoría nacional, pues su autora, VictoriaNovelo, es un investigadora y antropóloga mexicana, su conteni-do temático sí trata sobre una de las aristas de la historiaetnodemográfica cubana, que en este caso estudia la presencia yel legado de los inmigrantes yucatecos en la Isla desde los alboresde la colonia y hasta finales del siglo pasado.

La obra de la Novelo, publicada en el año 2009 con la colabo-ración conjunta del Centro de Investigaciones y Estudios Supe-riores en Antropología Social (CIESAS) y el Instituto de Culturade Yucatán, abarca un total de 242 páginas impresas, y estáestructurada en: una introducción de la propia autora, cinco ca-pítulos interrelacionados que recogen aspectos diacrónicos y sin-crónicos de la temática estudiada, unas reflexiones o conclusio-nes finales, cuatro apéndices vinculados con el contenido principal

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del libro, dieciocho cuadros y dos gráficas que sirven de apoyatu-ra a la investigación, así como una copiosa y variada bibliografíafinal, en la que destaca la presencia de fuentes documentales ybibliográficas. Se incluyen insertadas en el texto una serie de fo-tografías que refieren a la presencia explícita de mexicanos yyucatecos en Cuba o a contextos muy particulares relacionadoscon esta presencia, así como a lugares y acontecimientos artísti-co-culturales vinculados con la estancia temporal o permanentede cubanos en diversas zonas de Yucatán, las cuales enriquecen,sin duda, el contenido y acometido de la obra.

En el primer capítulo, la autora nos introduce en lo que fue lagénesis y el posterior desarrollo del proceso de inmigración de loscomponentes mexicanos y yucatecos en Cuba. En especial, des-cribe y analiza minuciosamente el desenvolvimiento étnico deesta inmigración, haciendo especial hincapié en los individuosprovenientes de Yucatán, a lo largo de todo el periodo colonial,desde el siglo XVI y hasta finales del XIX, aunque también se brin-da información estadística sobre la colonia mexicana y yucatecaen el siglo XX. La autora aborda las principales causas y razoneshistóricas y sociológicas de todo este movimiento migracional, li-bre o forzado, a la mayor de las Antillas, cuáles fueron los princi-pales lugares de procedencia, los puertos de salida o embarque,los lugares primigenios y fundamentales en donde se asentaron alo largo del territorio nacional, aunque haciendo particular refe-rencia a su presencia en La Habana colonial desde bien tempra-no, donde estuvieron asociados a la fundación y poblamiento delbarrio intramuros de Campeche. Analiza, también, las estadísti-cas etnodemográficas existentes sobre los mexicanos y yucatecosdentro del conjunto de la población cubana, y las compara conlas de otros etnos presentes en la Isla en esos mismos tiemposhistóricos. Por último, a modo de destaque dentro de este capítu-lo, relata en uno de los epígrafes la presencia temprana deinmigrantes y viajeros cubanos en la región de Yucatán en el pe-riodo colonial, y da a conocer las manifiestas influencias materia-les y espirituales de estos en la cultura y la vida social yucateca.

El segundo capítulo está especialmente dedicado a plasmar elcomportamiento de la inmigración yucateca, y en general la mexi-cana, en la Isla durante la mayor parte del siglo XX. Como en elcapítulo primero, y siguiendo una misma y muy efectiva metodo-logía, Victoria Novelo traza las principales causas socio-históri-cas, a nivel de la colectividad, y los principales motivos particula-res, a nivel del individuo o la familia, que propiciaron el arribo denuevos componentes mexicanos y yucatecos a tierras cubanas,

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sobre todo en las primeras décadas del siglo. A fin con esta tónicade corte etnohistórico, se explicitan de nuevo algunos datos ycifras estadísticas, recogidos por distintas fuentes documentalesoficiales del periodo, y se brinda información sobre los principaleslugares de procedencia de estos nuevos inmigrantes yucatecos,así como cuáles fueron los principales sitios de asentamientos enel territorio nacional, destacando la autora el poblamiento tem-poral o permanente mexicano en la región de la Habana metropo-litana y en las zonas rurales adyacentes. En este capítulo la Novelotambién analiza el perfil ocupacional y socioclasista de muchos deestos inmigrantes, así como las redes socioeconómicas y asociati-vo-culturales que estos lograron ir creando a lo largo del tiempocomo una manera de mantener sus costumbres identitarias, pero,a la vez, como una manera de insertarse socialmente en el nuevomedio étnico donde vivían.

Los capítulos tres y cuatro de la obra mantienen la sintonía decontenido y análisis etnológico y etnográfico, así como lainterrelación, con lo dos primeros. Es decir, ambos siguen tratan-do el tema de la inmigración de yucatecos en particular, y demexicanos en general, a Cuba durante el siglo XX. Así, el capítulotercero se enfoca en reflejar la presencia de aquellos inmigrantesyucatecos que permanecieron en Cuba por un largo periodo detiempo, o que incluso hicieron de esta tierra caribeña su segunday definitiva patria. A modo de una recolección de historias delpasado y presente, y por medio de un loable trabajo de campoantropológico, la autora reconstruye la vida social y privada dealgunos de estos inmigrados permanentes en el tiempo, da a co-nocer sus memorias y recuerdos más íntimos sobre Yucatán, Méxi-co y Cuba, vuelca en el papel sus pensamientos, ideales, sueños yobjetivos al llegar a la “perla del Caribe”, y cómo muchos de estosse hicieron o no realidad. Este capítulo, en especial, pone de ma-nifiesto la influencia del legado cultural material y espiritual apor-tado por los mexicanos y yucatecos asentados en la Isla, y cómosobre esta base se fueron dando lo principios básicos detransculturación y neoculturación entre la cultura yucateca arri-bada y la cubana receptora, al entrar en contacto una con la otra.

El capítulo cuarto, por su parte, se adentra en el análisisetnológico, sociológico e histórico de la llamada inmigración “tem-poral” de yucatecos y mexicanos, reflejada fundamentalmente através de los profundos e imperecederos vínculos que, gracias a lacultura artística, la deportiva y a los intercambios médico-sanita-rios, se establecieron de manera bidireccional entre Yucatán yCuba durante las primeras seis décadas del pasado siglo, y que

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solo se interrumpieron a partir de 1959, aunque se restablecieronde nuevo en la década de los noventa. De esta manera, la autoranos transmite las mutuas influencias y aportes prácticos ycognoscitivos que recibieron cubanos y mexicanos, unos de otros,en el campo de la música, la danza y los bailes populares, en elteatro, tanto el denominado popular como el clásico, y en el cine;todo esto marcado también por no pocas imitaciones y estereoti-pos elaborados o concebidos por la tradición etnocultural de am-bos pueblos. Mención aparte tiene la notable influencia que parala cultura material y espiritual yucateca tuvo la llegada del béisbolcubano, como fenómeno deportivo elitista, en un principio, y demasas, más tarde, a finales del siglo XIX, y cómo la consolidaciónde su práctica social y recreativa, ya transculturizada de lo cuba-no con lo yucateco, se fue dando en el siglo siguiente.

Finalmente, en el capítulo quinto, Victoria Novelo indaga ladimensión simbólico-espiritual, y hasta subjetiva, que sobre Cuba,su identidad y tradición, se construye en el imaginario social eindividual de un grupo de matrimonios mixtos cubano-yucatecosy de una serie de inmigrantes cubanos mexicanizados que resi-dían en Yucatán a finales del siglo pasado. La autora acude a unade las facetas del clásico trabajo de campo antropológico; en estecaso específico realiza una serie de entrevistas para obtener lainformación necesaria y deseada. Tanto los cubanos como losyucatecos entrevistados revelan sus pensamientos, recuerdos, sen-timientos, emociones, e imágines sobre sus vidas y el entornosociocultural y económico en que estas se desenvolvieron en lamayor de las Antillas. Resalta, entonces, sus visiones e imagina-rios simbólicos y espirituales sobre la sociedad cubana de entre losaños treinta y cincuenta fundamentalmente, donde se ponen demanifiesto criterios, percepciones y juicios que son por lo generalpositivos, aunque aparecen también algunos negativos, vincula-dos principalmente con la discriminación racial/social sufrida porvarios de los inmigrados yucatecos, así como con la dificultad deacceder en muchas ocasiones a los servicios educativos del país.

No quisiera terminar estas líneas sin dejar de mencionar y, almismo tiempo, alabar el trabajo de la autora con las fuentes y lametodología utilizadas a la hora de acometer la realización de lainvestigación y su resultado final: la culminación y publicaciónde esta importante y novedosa obra sobre la temática de la inmi-gración mexicana y yucateca en Cuba. La Novelo, a mi juicio,logra manejar muy acertadamente un conjunto importante defuentes escritas, tanto primarias —documentos de archivosde diversa índole y procedencia— como secundarias —libros y

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revistas fundamentalmente—, y, a la vez, las combinametodológicamente con técnicas particulares de la antropologíacultural, especialmente en el trabajo de campo que hace con lossujetos informantes, mediante la realización de entrevistas quevan a la búsqueda de información que trasciende los marcos de lahistoria clásica, y que en este caso persiguen obtener ese dato decarácter etnohistórico o etnográfico tan necesario para elantropólogo cultural.

Agradezco entonces, muy personalmente, y como miembro quesoy de la comunidad de los antropólogos e historiadores cubanos,a esta autora mexicana por su valiosa obra sobre un tema étnico ycultural que en verdad resulta muy poco conocido y abordado,para no decir enteramente desconocido, en el ambiente científi-co nacional de hoy.

MICHAEL COBIELLA

GARCÍA

Investigador.Fundación

Fernando Ortiz. C

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Catauro ha sido concebida fundamentalmente para el estudio de la vida socioculturalcubana, sus entornos menos conocidos, el imaginario cotidiano y la cultura popular. Esuna publicación que servirá para atesorar el acervo de nuestra cultura nacional, caribeñay latinoamericana.

El interés principal de Catauro es la compilación y divulgación del saber antropológicoy etnológico, tanto nacional como internacional. Es un espacio de debate científico endonde se promueve la creación y la profundización en los estudios de estas especialida-des, y la contribución de sus investigaciones a las ciencias sociales. Catauro recibe artícu-los en español, inglés, portugués y francés.

• Los trabajos serán inéditos, ono deben haber sido publicadosen español.• La extensión máxima de los tex-tos no excederá de 25 cuartillaspara la sección “Contrapunteos”,ni de 15 para las secciones “Ima-ginario” y “Entre-Vistas”.• Los artículos se presentarán conimpresión legible, a dos espacios,en párrafo español, en tipografíaTimes New Roman, 12 puntos, yun total de 28 a 30 líneas por cuar-tillas foliadas. Además una co-pia en disquete en Word sobreWindows.• Los autores adjuntarán sus cré-ditos más importantes (profesión,especialidad, filiación institucio-nal y nacionalidad), tanto en laversión impresa como en ladigital.• No se devolverán los originalesrecibidos.

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