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102 Introducción. El presente escrito pretende abordar los acercamientos que desde la Arqueolo- gía Social de raíz marxista se han rea- lizado a los problemas metodológicos de la ciencia arqueológica. No busca agotar ni desarrollar todas las ideas ver- tidas al respecto, sino simplemente re- flexionar en torno a sus fundamentos epistemológicos y a algunas de las pro- puestas concretas que se han realizado Problemas metodológicos para una arqueolo- gía (materialista y) dialéctica. Un debate inaca- bado Sergio Almisas Cruz Estudiante de Doctorado. Programa de Doctorado Historia y Arqueología Marítimas. CEIMAR. Universidad de Cádiz. RESUMEN Frente a la importancia dada a las técnicas, en una arqueología que se considera científica en la tradición neo-positivista, proponemos la necesidad de abordar, desde los postulados teóricos de la Arqueología So- cial marxista, la creación de metodologías que otorguen fuerza heurística a nuestros proyectos de inves- tigación, así como coherencia con una ciencia que se considere dialéctica y crítica, de manera que no se apliquen de forma mecánica los marcos teóricos de partida. En el presente artículo apuntaremos algunas de las metodologías propuestas. Palabras clave: Arqueología Social, Metodología, Epistemología, Materialismo dialéctico RESUM Vista la importància donada a les tècniques, en una arqueologia que es considera científica en la seva tra- dició processual i neo-positivista, proposem la necessitat d’abordar, des dels postulats teòrics de l’Ar- queologia Social marxista, la creació de metodologies que atorguin força heurística als nostres projectes d’investigació, així com coherència amb una ciència que es consideri dialèctica i crítica, de manera que no s’apliquin de forma mecànica els marcs teòrics de partida. En el present article apuntarem algunes de les metodologies proposades.. Paraules Clau: Arqueologia Social, Metodologia, Epistemologia, Materialisme dialèctic Estrat Crític 7-8. (2014): 102-122 Rebut: 30 gener 2014; Acceptat: 15 març 2014

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Introducción.

El presente escrito pretende abordar losacercamientos que desde la Arqueolo-gía Social de raíz marxista se han rea-lizado a los problemas metodológicos

de la ciencia arqueológica. No buscaagotar ni desarrollar todas las ideas ver-tidas al respecto, sino simplemente re-flexionar en torno a sus fundamentosepistemológicos y a algunas de las pro-puestas concretas que se han realizado

Problemas metodológicos para una arqueolo-gía (materialista y) dialéctica. Un debate inaca-bado

Sergio Almisas CruzEstudiante de Doctorado. Programa de Doctorado Historia y Arqueología Marítimas.CEIMAR. Universidad de Cádiz.

RESUMENFrente a la importancia dada a las técnicas, en una arqueología que se considera científica en la tradiciónneo-positivista, proponemos la necesidad de abordar, desde los postulados teóricos de la Arqueología So-cial marxista, la creación de metodologías que otorguen fuerza heurística a nuestros proyectos de inves-tigación, así como coherencia con una ciencia que se considere dialéctica y crítica, de manera que no seapliquen de forma mecánica los marcos teóricos de partida. En el presente artículo apuntaremos algunasde las metodologías propuestas.

Palabras clave:Arqueología Social, Metodología, Epistemología, Materialismo dialéctico

RESUMVista la importància donada a les tècniques, en una arqueologia que es considera científica en la seva tra-dició processual i neo-positivista, proposem la necessitat d’abordar, des dels postulats teòrics de l’Ar-queologia Social marxista, la creació de metodologies que atorguin força heurística als nostres projectesd’investigació, així com coherència amb una ciència que es consideri dialèctica i crítica, de manera queno s’apliquin de forma mecànica els marcs teòrics de partida. En el present article apuntarem algunes deles metodologies proposades..

Paraules Clau: Arqueologia Social, Metodologia, Epistemologia, Materialisme dialèctic

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en las últimas décadas, con el fin de se-ñalar la importancia que adquiere enuna ciencia que se declare dialéctica ycrítica.

Uno de los elementos fundamentalesen la caracterización de las disciplinascientíficas es la de poseer un métodoque permita generar conocimiento ob-jetivo (Carbonell y Hortolà, 2006). Lametodología sería, según Luís FelipeBate (1998: 40): la “sistematización yformalización lógica de las condicionesy procedimientos” racionales y explí-citos que guían en la producción delmismo1. Se trata, en suma, de una ma-nera de poner en relación los hechosempíricos con el sujeto cognoscente.

En arqueología, la sistematización ygeneración de un método científico hasido una preocupación central paraaquellas corrientes que no sólo tienenuna finalidad descriptiva del registroempírico, sino que buscan interpretarloy explicar el pasado a través de ellos(Vila, 2011; Gándara, 2012). De hecho,uno de los grandes temas de debate enla arqueología desde los años 60 es laconexión entre la teoría y el registro ar-queológico. Sin lugar a duda, esta cues-tión estuvo en la génesis de propuestasteóricas tanto de la Nueva Arqueología,como de la Arqueología Social en susdiferentes variantes, la arqueología deraíz marxista, como la Latinoamericana(ASL, en adelante), y sigue presente enotras, como la feminista (Gándara et

al., 1985; Lull y Estévez, 1986; Trig-ger, 1993; Bate, 1993, 1998, 2000; Es-tévez et al., 1998; Johnson, 2000; Vila,2011). La pregunta fundamental, queaquí intentaremos desarrollar y a la quepretendemos ofrecer algunas respues-tas, es ¿bajo qué criterios lógicos pode-mos validar empíricamente nuestrosmarcos teóricos de partida?

Un primer acercamiento: El métodono es técnica.Actualmente, la visión más extendida(que no la única, como veremos) dentrode la arqueología acerca del método sederiva de las propuestas neo-positivis-tas y cientificistas. Veremos dos carac-terísticas.

1) En primer lugar, existe la idea de quela posición personal (“política”) o filo-sofía acerca de la creación de conoci-mientos impide alcanzar la objetividaden las ciencias, por lo que es recomen-dable reducir dichas posturas al mí-nimo. Estos planteamientos tienen unalarga tradición en la teoría de la cien-cia, pudiendo rastrearlos desde AugusteComte, pasando por autores comoHempel. Así, Comte, en su Curso deFilosofía Positiva (1973: 78-79), ya ex-plicita que la investigación científicadebe abstenerse de “cualquier conside-ración práctica” (entiéndase, política),teniendo una “mera intención cientí-fica” “por conocer” la realidad. Lo quese plantea aquí es negar la influenciadel contexto social en la investigación

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científica. Por otro lado, pero inserto enla misma idea, existió la tendencia porparte del positivismo y del neopositi-vismo a querer aislar de las ciencias(eso sí, especialmente las naturales)toda consideración filosófica (DePonte, 1969). Unido a esto, encontra-mos a lo largo del siglo XX la idea ge-neralmente aceptada de que las cienciassociales tienen un nivel menor de“caché” científico en relación a lasciencias naturales, puras, debido preci-samente a dicho carácter “subjetivo” ypoco empírico. Debemos contextuali-zar esta dicotomía, en el avance, por unlado, del neopositivismo y, por otro, delneokantismo. En la Arqueología, estasideas impactan en la Nueva Arqueolo-gía y tendrá un gran peso e influencia apesar de las críticas posteriores.

2) En segundo lugar, observamos cómose suelen confundir o equiparar con-ceptos tales como técnica y método.Una tendencia en el seno de diferentescorrientes arqueológicas es la de redu-cir el método a la técnica, como formade suprimir ciertos problemas a los queconduce la investigación científica. Así,bajo la idea de que las técnicas científi-cas (objetivas) aplicadas a los datos ar-queológicos (empíricos) son las queotorgan validez a los discursos históri-cos o reconstrucciones del pasado, sesuelen ocultar o infravalorar las cons-trucciones teóricas de partida, que, alfin y al cabo, guían dichas investiga-ciones (Maschner y Chippindale, 2005;

Brothwell y Pollard, 2001: xvii-xx;Bayley, 1998: 63). Así, el métodoqueda integrado en técnicas de otrasdisciplinas auxiliares, y la teoría seacepta de forma implícita o acrítica,amparado en cierto “sentido común”2 .Las preocupaciones que condujeron aesta forma de actuar, las encontramosen los inicios de la New Archaeology,corriente que intenta hacer de la ar-queología una disciplina más científica,algo que se considerará un tema centralen su desarrollo (Johnson, 2000: 38,56). Y para ello, utilizarán la concep-ción de ciencia neopositivista. En estesentido, el positivismo lógico hace unaclara dicotomía entre ciencias puras yciencias sociales (De Ponte, 1969). Así,ha sido habitual entre arqueólogos dela New Arqueology hablar de “science”(haciendo referencia a las “puras”) con-trapuesto a la “archaeology”. Esta ca-racterística provoca precisamente lanecesidad por parte de éstos de, por unlado, negar el carácter científico de laarqueología tradicional y los plantea-mientos que se asociaban a ella (John-son, 2000: 32-33); y por otro, introducirtécnicas y métodos “científicos” en laarqueología para lograr datos empíri-cos objetivos y cuantificables que seanla base de la investigación (Brothwelly Higgs, 1969: 19-21). Con este fin,hay que dejar atrás los métodos de in-vestigación del historicismo cultural,basados en la historia del arte, el in-ductivismo y la cuantificación, y cen-trarse en resolver problemas concretos

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que, mediante un método hipotético-deductivo, se puedan contrastar condatos de manera científica, objetiva yrigurosa (Brothwell y Higgs, 1969b).Esto no nos puede hacer afirmar que laNew Archaeology no tenga interés porlos modelos teóricos; más bien al con-trario. Así, vemos la búsqueda de lasleyes de alcance medio, que pusieranen contacto la realidad arqueológicacon hechos socioculturales extraídos detrabajos antropológicos y etnoarqueo-lógicos, con el fin de ir creando un cor-pus de teorías medias que explicaranciertos aspectos de la realidad (Binford,1962; Binford, 1998). No obstante, síobservamos cómo, con el desarrolloposterior de la New Archaeology y delprocesualismo, la teoría general, la te-oría sobre la sociedad a estudiar, sevuelve implícita y no se realiza una crí-tica sobre las bases teóricas que expli-can el cambio social, la naturaleza delas sociedades humanas, etc. (Bate,1993), aspecto que consideramos cru-cial ya que la teoría sobre la sociedadpasada nos habla sobre la sociedad ac-tual.

No obstante, debemos apuntar algunasmatizaciones y críticas que se ha reali-zado desde el post-procesualismo o elmarxismo. En primer lugar, considera-mos que la importancia dada a las téc-nicas en dicho modelo provoca unempobrecimiento filosófico de la dis-ciplina arqueológica que, por otro lado,intentan, bien esconder un escaso

marco teórico y metodológico, bienmaquillar las propuestas teóricas conun aire cientificista y de “objetividad”,eludiendo los debates epistemológicos.De este modo, esta visión de la cienciacomo técnica y alejada de plantea-mientos teóricos que guían la investi-gación invisibiliza los propios marcosteóricos de los que de hecho partentodas las escuelas arqueológicas. Porúltimo, debemos recordar que sin teoríano habría ciencia posible, ya que todaciencia parte de una teoría, de una po-sición con respecto al mundo y a lo quequeremos conocer. Esta idea ha sido es-pecialmente desarrollada por el pos-procesualismo en sus diferentescorrientes, aunque en algunos casosarrastró consideraciones filosóficas (y,en concreto, epistemológicas) posmo-dernas que negaban la posibilidad decrear conocimiento objetivo (Gándaraet al., 1985; Lull y Estévez, 1985; Vilay Estévez, 1989; Ramos et al., 1997;Bate, 2000; Fernández, 2006; Hortolày Carbonell, 2006; González, 2012).

Dicho esto, pasaremos a desarrollar unapropuesta fundamental para explicitarel círculo epistémico con el que pre-tendemos crear conocimiento, que estácompuesto por la teoría, el método y lastécnicas. Antes de seguir, es necesarioafirmar que no debemos considerar di-chas técnicas como patrimonio exclu-sivo de una u otra corriente, sino que esparte fundamental del trabajo del ar-queólogo como científico que intenta

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extraer del registro toda la informaciónposible (Ramos, 1999).

La importancia de la posición teóricaComo hemos indicado, antes de seguir,queremos apuntar la importancia quecobra en ciencia el hecho de plantearexplícitamente la posición teórica en laque se encuadra la investigación cientí-fica, precisamente para no eludir losdebates que en torno a ella se generan ypoder establecer unas líneas generalesde nuestra investigación o programa deinvestigación. El concepto de posiciónteórica fue propuesto por Manuel Gán-dara en contraposición a los paradig-mas de Khun y a lainconmensurabilidad interparadigmá-tica que proponía, haciendo imposibleoptar racionalmente entre una teoría uotra (Bate, 2000). Frente a esta imposi-bilidad de diálogo entre diversas pos-turas, el autor mexicano propone quese explicite una posición teórica comouna serie de concepciones de la reali-dad y de la ciencia que la estudia y quedesarrolle una serie de áreas para eva-luarlas críticamente. Dichas áreas son,principalmente, la valorativa (¿qué es,para qué y para quién sirve la ciencia?),el área ontológica (¿qué es lo que sequiere conocer?) y el área gnoseológica(¿cómo llegar a conocer lo que quere-mos conocer?).

Mientras la primera supone plantear lasbases éticas y políticas de nuestra acti-vidad científica, algo que no vamos a

desarrollar en este artículo, aludir a lasegunda y tercera es fundamental paraentrar de lleno en los problemas meto-dológicos de las disciplinas y las pro-puestas elaboradas desde laArqueología Social. Veamos cómo.

La teoría arqueológica debe aludir adiferentes parcelas de la realidadPartimos de la base que la arqueologíasupone comprender o acceder a undoble objeto (Vargas, 1990). En primerlugar, un objeto sustantivo o de cono-cimiento de la disciplina, que alude asu naturaleza de ciencia histórica: la re-construcción de las sociedades huma-nas, de los procesos sociohistóricos.Este primer objeto es común a otrasciencias históricas y sociales. En se-gundo lugar, un objeto de trabajo, esdecir, el material empírico con el que elarqueólogo trabaja y que ha caracteri-zado la praxis científica. Éste hace re-ferencia a los restos materiales desociedades que quedan fosilizadas enun registro. Este segundo objeto de laarqueología es importante ya que hallegado a distinguirla como disciplinade otras ciencias sociales o históricas,como la antropología; y porque son lascaracterísticas de estos datos con losque trabaja, las que debemos tener encuenta para entender los problemas queafronta la arqueología como disciplinacientífica.

La práctica arqueológica gira en tornoa un hecho fundamental: el registro ar-

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queológico (o datos) con el que trabaja(objeto de trabajo) es contemporáneo ala propia acción científica que realiza,mientras que el objeto sustantivo sólose manifiesta a través de dichos datos(Binford, 1998: 23 y ss.; Bate, 1998:104 y ss.). Así, en arqueología no inte-resa sólo conocer la relación que a nivelepistemológico se da entre la realidad(ontología) y el conocimiento humano(gnoseología) y si dicha relación es ver-dadera o falsa (lógica); sino que ade-más, por la propia peculiaridad de suobjeto de estudio, se interesa por la co-nexión existente entre la sociedad quebusca estudiar y los restos materialesque observa en el registro. Esta cone-xión que se ve mediatizada por diná-micas socioculturales (que hacen quelos restos materiales que se fijan en elsustrato sean unos y no otros) y posde-posicionales (que mediatizan el regis-tro que finalmente llega a encontrarsey su estado de conservación, pudiendoprovocar incluso su desaparición). Asi-mismo, la propia producción de la in-formación arqueológica, quetransforma los restos arqueológicos endatos ya sesgados por la propia activi-dad de investigación, es otro factor quedebemos tener en cuenta. Veremos estaidea en su nivel ontológico.

La ontología hace referencia en episte-mología a cómo es la realidad, es decir,supone una teoría de la realidad. Bate(1998) propone que para el proceso deinvestigación arqueológica se deben

tener en cuenta tres realidades ontoló-gicas, o tres teorías de campos de la re-alidad, que son necesarias parainvestigar sociedades concretas a par-tir del registro empírico actualmenteaccesible por la actividad arqueológica.Así, lo que se genera es una cadenacausal que nos lleva, a partir de infe-rencias, desde los datos que en la in-vestigación concreta se extraen delregistro, hasta el objeto sustantivo deconocimiento que es la sociedad que locreó, pasando por la manifestación cul-tural, fenoménica, de dichas sociedadesen un momento histórico pretérito queplasmaron en forma de acción antró-pica en la transformación de la natura-leza. A nivel genético (es decir, en elorden que se producen los procesos),podemos distinguir, por lo tanto, tresrealidades ontológicas:

1. En primer lugar, desde la Arqueolo-gía Social marxista, se defiende que esel materialismo histórico el cuerpo teó-rico que explica los procesos socio-his-tóricos que queremos abordar en unainvestigación histórica o, en nuestrocaso, arqueológica.

2. Por otro lado, debemos explicar lahistoria de los contextos arqueológicos.Es decir, cómo de la transformación dela naturaleza por medio de la actividadhumana y sus manifestaciones cultura-les, se llega a generar un registro mate-rial. Aquí también aludimos a losprocesos post-deposicionales.

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3. Por último, se aborda la historia dela investigación arqueológica, es decir,conocer las condiciones en que se hadado la producción de información ar-queológica, para poder acercarnos de lamanera más fiel y exacta al registro ar-queológico (o datos) tal como fue ex-traído, con el fin de poder aprehenderlas cualidades de los materiales ar-queológicos en contexto sin que esténmediatizadas por el sesgo investigadorde quien la produjo.

Esta triple realidad ontológica, que novamos a desarrollar por falta de espa-cio, nos permitirá objetivar las condi-ciones en qué ocurren los hechos ysupone, como veremos, una necesidadfundamental si queremos elaborar unametodología coherente a nivel lógico ygnoseológico con el cuerpo teórico ma-terialista dialéctico.

Frente a esta triple realidad ontológicalo cierto es que las escuelas arqueoló-gicas que han propuesto la necesidadde explicitar un marco teórico para re-alizar arqueología sólo han desarro-llado aquella respecto al objetosustantivo de conocimiento de la disci-plina. Así, ha sido común en arqueólo-gas marxistas la aplicación de lascategorías del materialismo históricomarxiano (modo de producción, fuer-zas productivas, relaciones sociales deproducción...) sin, por un lado, des-arrollar herramientas epistemológicasque nos permitan poder utilizarlo heu-

rísticamente; ni, por otro, desarrollarotros aspectos teóricos de la disciplina,poniendo el peso en la capacidad ex-plicativa del materialismo histórico.Esta tradición podemos verla en escue-las como la soviética o los primeros ar-queólogos marxistas latinoamericanos(Klejn, 1993; Tantalean, 2004), tal ycomo problematizó la ASL (Lorenzo,1976).

La teoría no basta. El materialismodialéctico como base de nuestra pra-xis.La aplicación de las categorías y con-ceptos del materialismo histórico almarco teórico de una arqueología so-cial o marxista no es suficiente paraabordar la creación de conocimiento.Entendemos que esto es aplicable paracualquier otra propuesta de marco teó-rico desde la arqueología social (Gon-zález, 2012; Hernando, 2012) e,incluso, para otras disciplinas científi-cas. Afirmamos que hace falta todo unprograma de investigación (Carbonelly Hortolà, 2006; Lakatos, 1993) queplantee unas bases, no sólo teóricas,sino también filosóficas y metodológi-cas para orientar la investigación ar-queológica, y que éstas sean coherentescon unas bases materialistas y dialécti-cas (Bate, 1998), así como éticas y de-ontológicas. En este sentido, debemosplantear que el hecho de que un cono-cimiento tenga una finalidad y utilidadética y política, tal y como se propone

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desde cierta Arqueología Social (Fer-nández, 2006), no debe ser un criteriopara justificar la validez científica deuna teoría.

Consideramos como elemento centralel desarrollo de la dialéctica marxista ysu aplicación, desde el materialismo, ala epistemología y a la práctica arqueo-lógica. El materialismo dialéctico per-mite realizar análisis holísticos de larealidad concreta intentando aludir a sudoble naturaleza: (a) su materialidad in-dependiente de los conocimientos queelaboramos al entrar en contacto conella; y (b) el continuo movimiento dela realidad de manera multideterminada(leyes de la concatenación y desarrollouniversal). La dialéctica, siguiendo alfilósofo alemán Robert Havemann(1967), supone una guía o herramientaque permite comprender la caracterís-tica fundamental de la materia (su con-tinuo movimiento), así como nospermite acceder a nuevo conocimiento,ya que nos ayuda a conceptualizar larelación contenido-forma que entra enjuego en la relación realidad-conoci-miento. Al formar parte de la materiaque queremos conocer3, se estableceuna relación dialéctica entre el conte-nido (el hecho en sí, la “realidad”) y laforma (la manifestación sensible, par-ticular de la realidad), por la que no sepueden separar mecánicamente. Elautor, para la creación de conoci-miento, nos expresa la relación exis-tente entre el fenómeno y su realidad:

“hay que comprender que la esencia,la esencia más profunda y rica de lascosas, no existe separada de los fenó-menos, no es independiente de ellos, yque tampoco los fenómenos son inde-pendientes de su esencia, sino que másbien esencia y fenómeno constituyenuna unidad plena e indisoluble” (Ha-vemann, 1967: 43). El materialismodialéctico se postula así como elementocentral para entender la realidad natu-ral, el proceso de conocimiento y, porsupuesto, la realidad social, tal y comovemos en el corpus del materialismohistórico como teoría social (Bate,2012).

La realidad, que podemos abstraer encategorías y conceptos tal y como pro-pone el marxismo, no obstante, se hallainmersa en problemas epistemológicos.Un primer problema, enmarcado en lalógica (teoría del método), hace refe-rencia a cómo distinguir lo verdaderode lo falso, es decir, a cómo saber quenuestro conocimiento se correspondecon la realidad. La tradición neo-posi-tivista basada en la filosofía de Imma-nuel Kant propone que, existiendo unarealidad exterior a los sujetos cognos-centes, no es posible establecer un cri-terio lógico que valide nuestroconocimiento y que sólo es posible verla coherencia interna de dicho conoci-miento sin entrar a valorar si refleja ono la realidad. Por su parte, el materia-lismo dialéctico, parte de que debehaber una coherencia y principio de

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coincidencia entre la lógica, la ontolo-gía (teoría de la realidad) y la gnoseo-logía (teoría del conocimiento). Enbase a la unidad dialéctica de fenómenoy esencia, y de materia y pensamiento,el materialismo dialéctico asume unaposición realista que afirma que es elcontinuo enfrentamiento con la reali-dad en apariencia caótica, en base a lapraxis, el que nos permite realizar abs-tracciones de las regularidades (o fenó-menos que recrean cualidades de formareiterada) de dicha realidad, que seplasman en forma de conceptos y cate-gorías. Dicha realidad se expresa demanera objetiva, aunque esta objetivi-dad sea siempre relativa y nunca abso-luta, aunque nunca expresa del todo laesencia de los fenómenos concretos.Así, debemos afirmar que la verdad ab-soluta es relativa, ya que hace referen-cia a una doble realidad (la del sujeto yla del objeto) siempre cambiante, sibien un continuo acercamiento a los fe-nómenos nos permitan acceder a ele-mentos esenciales de su naturaleza,ante los cuales siempre debemos sercríticos (Bate, 1998, 2012; Havemann,1976).

A nivel lógico, frente a los modelosneo-positivistas que conceden al mé-todo (hipotético-deductivo, nomoló-gico) una importancia excesiva, centralen dicha construcción científica, pro-ponemos la necesidad de relacionar lateoría y el método, entendida esta rela-ción desde un punto de vista materia-

lista. Esto supone afirmar la prioridadlógica de la teoría sobre el método. Esdecir, afirmar que los planteamientospara conseguir nuevo conocimiento sedeben basar en la teoría, o, lo que es lomismo, en la condensación del conoci-miento (con toda su naturaleza proble-mática) que se tiene en un momentodado. Esta prioridad lógica no equivalea eliminar la necesidad de plantear unametodología concreta para la arqueolo-gía. Asimismo, la teoría se convierte enhipótesis al entrar en un nuevo ciclo deinvestigación, con el fin de matizarciertos aspectos de la misma o enrique-cerla empíricamente (Bate, 1998).

La necesaria metodología en Ar-queología SocialComo reacción a la primacía del mé-todo en la elaboración de conocimientocientífico, ignorando el papel que la te-oría juega en ella, algunas escuelas pos-procesuales y, fundamentalmente,marxistas han quitado importancia a lanecesidad de desarrollar desde basesmaterialistas y dialécticas metodologíaspara la arqueología. Esto lo vemos en lagénesis de la Arqueología Social Lati-noamericana, donde hubo que esfor-zarse por proponer un método propiosuperando propuestas neo positivistas(Lorenzo, 1976); o en trabajos donde elmétodo para conseguir objetividad seelude, centrándose en cuestiones teóri-cas.

La metodología supone el camino o

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procedimientos mediante los cuales ac-cedemos al conocimiento de una reali-dad dada. Es un tema central en laepistemología. La heurística de un pro-grama de investigación (siguiendo lapropuesta de Lakatos, 1993) no sólodepende de su marco teórico, sino desu propuesta para llevarla a cabo, me-todológicamente hablando. Por otraparte, debemos afirmar en base a nues-tra concepción materialista que la vali-dez del método no debe partir de sunaturaleza intersubjetiva exclusiva-mente (Carbonell y Hortolà, 2006,2009; Hortolà y Carbonell, 2006) ni desu validez política o ética (Fernández,2006) sino que parte de la confronta-ción con la realidad mediante la praxis,estando directamente relacionado conlo expuesto supra.

La forma de acceder al conocimientoha tenido tradicionalmente dos formas,la deducción (que supone partir de lateoría para explicar cosas concretas) yla inducción (que consiste en ir de pro-posiciones concretas a otras más gene-rales), a las que debemos añadir latransducción (se utiliza la analogía paravincular conocimientos de un mismogrado de generalidad). Estos mecanis-mos de creación de conocimiento sepueden englobar en cadenas inferen-ciales, que ponen en relación fenóme-nos y categorías de diferente grado deabstracción para la creación de conoci-miento (Vargas, 1990).

La propuesta de Luis Felipe Bate.Abordaremos la metodología propuestapor la Arqueología Social Latinoame-ricana, que supone en última instanciaponer en relación la teoría y el registroempírico, la realidad concreta (objetode trabajo) con la abstracción socio-his-tórica (objeto de conocimiento).

En concreto, la propuesta inferencial(donde integra cadenas inductivas, de-ductivas y transductivas) consistiría, enbase a los requisitos ontológicos antesexpuestos (prioridad lógica de la teoríasobre el método), en ascender desde elregistro empírico, desde las manifesta-ciones fenoménicas de la sociedad,hacia categorías de mayor abstracciónsocio-histórica, que serían las del ma-terialismo histórico. Luís Felipe Bate(1998) propone el siguiente esquema,al que hemos añadido ideas referentes aprácticas arqueológicas:

1) La producción de la información:síntesis de la labor arqueológica decampo y laboratorio o de investigaciónarqueográfica, que hace acopio dedatos empíricos y crea tipologías y ta-xonomías para explicar los materialeshallados.

2) La identificación de las culturas ar-queológicas: mediante el acopio de in-formación arqueológica disponible (detodo tipo, también analítico, biológico,climático, etc.) y su ordenación en lí-mites espacio-temporales, en un sen-

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tido de secuencia cronológico-culturalclásica, para informarnos de una cul-tura concreta en un periodo concreto.Este nivel, que podría considerarse his-tórico-cultural, se diferencia del mismoen que este paso supone el primero deesta metodología, mientras que paradicha corriente, es un fin en sí mismo.

3) La inferencia de las culturas: suponeinferir desde los datos empíricos ya or-denados las actividades de una socie-dad concreta4. Para realizar esto, debetenerse en cuenta el marco ontológicode la historia de los contextos arqueo-lógicos antes referida. Lo que se ela-bora es el sistema general deactividades de una sociedad en elmarco temporal definido por la culturaarqueológica.

4) La inferencia de los modos de vida ylas formaciones sociales: pasando delas actividades sociales a inferir las re-gularidades de mayor nivel de genera-lidad, abstracción y acción causal yestructural de la sociedad. Se trata decategorías tales como modos de vida,modos de trabajo, modos de produc-ción y reproducción o formación eco-nómico-social. En suma, se intentaexplicar la totalidad de aspectos de lasociedad en estudio. Por último se daría

5) la explicación del desarrollo histó-rico concreto de la sociedad en estudio,siendo el objetivo cognitivo de la in-vestigación y donde veremos los vacíos

y carencias de investigación que seríannecesario completar en futuras investi-gaciones.

Mientras las dos primeras instanciasdeben comprenderse en base al nivelontológico de la historia de la produc-ción de la información arqueológica, yaque los datos están mediatizados pordicho campo de la realidad; por suparte, la tercera instancia está relacio-nada a nivel ontológico con la historiade los contextos, ya que para saber lascaracterísticas fenoménicas y cultura-les que se darían en un momento espa-cio-temporal debemos saber cómo seplasmarían en el registro; y, por último,las dos últimas instancias, de mayorcontenido socio-histórico, estarían re-lacionadas con el cuerpo ontológico delmaterialismo histórico.

Sin querer extendernos en ello, sí de-bemos finalizar este apartado indicandoque esta metodología y sus necesariosprocesos inferenciales se dotarían decontenido empírico mediante el des-arrollo de aspectos más concretos de lainvestigación arqueológica. Nos referi-mos, por nombrar sólo a algunos, a larealización de tipologías de los objetosencontrados para poder sistematizarlossegún diversas propuestas analíticas, aldesarrollo de estudios contextuales paraver la relación entre objetos, a la pro-ducción de información referencial (ar-queología experimental), a los estudiosespaciales para localizar actividades a

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nivel micro o macro, o a aquellos estu-dios que nos ofrezcan información dela funcionalidad de los instrumentos.Para todo ello, así como para la obten-ción del registro de la mayor informa-ción posible, es necesario el desarrollode equipos interdisciplinares guiadospor una finalidad de conocimiento ar-queológico (Bate, 1998; Ramos, 2012).

Se ha apuntado, como carencias de estemarco metodológico, la falta de aplica-ciones concretas, con el fin de que sepuedan desarrollar metodologías conlas que abordar el estudio de realidadessociales concretas, poniendo en rela-ción las hipótesis del marco teórico departida con un registro arqueológico yla actividad del grupo humano que logeneró. De este modo, el libro recien-temente publicado acerca de la Ar-queología Social Latinoamericana(Tantalean y Aguilar, 2012), recalcaesta idea, así como la necesidad de am-pliar los pocos resultados que la ASLha ofrecido en cuanto a la creación deconocimiento metodológicamente bienconstruido. En este sentido, Gándara(2012), en su aportación a dicha obracolectiva, reflexiona acerca de la faltade una teoría explicativa válida desdela Arqueología Social.

La concreción fenoménica y la abs-tracción categorial. El concepto decultura en la metodología.Un hecho importante que ha marcadolos debates metodológicos en la ar-

queología social ha sido el referido alcarácter fenoménico del registro ar-queológico con el que trabajamos losarqueólogos. Debemos partir de la ideaque el registro arqueológico no es másque una representación fenoménica,material, concreta, de actividades so-ciales (mediando procesos post-depo-sicionales), que son las que buscamosconocer. Un problema al que se tieneque enfrentar la Arqueología Social esque dicho registro no se puede inter-pretar como mera ilustración de la rea-lidad social, sino que representa unepifenómeno de la sociedad que es ob-jeto de estudio (Gándara et al., 1985;Lull y Estévez, 1986; Bate, 1998; Cas-tro et al., 1998; Bate, 2012). Esto es es-pecialmente problemático a la hora deaplicar categorías de tradición marxistade alto grado de abstracción (formacióneconómico-social, modo de produc-ción, relaciones sociales de producción,desarrollo de fuerzas productivas...) alregistro o materialidad con que trabajala arqueología, que se caracteriza porsu carácter concreto. Vamos a señalar,por su interés metodológico, la pro-puesta realizada desde la ASL, si bienhay otras que se han desarrollado (Cas-tro et al., 1998).

Nos referimos a la utilización, con elfin de analizar de manera objetiva lasmanifestaciones fenoménicas de las so-ciedades en un momento determinado,de la categoría de cultura (Bate, 1976,1998; Vargas, 1990; Sanoja, 2012).

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Para ello, proponen descargar a dichotérmino de su contenido colonialista,historicista-cultural y nacionalista, pararescatar su contenido objetivo y nece-sario para aprehender la realidad con-creta de una sociedad dada. Así, a nivelmaterial, las sociedades, enmarcadas enuna formación económico-social y enun modo de producción, generan prác-ticas y manifestaciones concretas. Deeste modo, estas autoras proponen unesquema categorial que, de mayor amenor abstracción parta desde la for-mación económico-social, el modo deproducción y reproducción, modo devida, modo de trabajo y cultura, finali-zando en una categoría de poca capaci-dad explicativa pero de gran valorempírico. Como vemos, en la pro-puesta metodológica y ontológica, estáinserto esta categoría que alude a la ne-cesidad filosófica de superar visionesestrechas y mecánicas de la relaciónentre el registro o la realidad y las cate-gorías, tal y como se criticó en el senode la ASL en los años 70 (Jackson,2010). A lo que hacemos referencia es,al fin y al cabo, a no caer en un meca-nicismo que otorgue a ciertas catego-rías la forma de “cajón” donde insertarfenómenos u objetos materiales, sincomprender el proceso socioculturalque tiene lugar para que dicho objetose plasme materialmente en el registro(Bate, 2012).

Los estudios espaciales como acerca-miento a una metodología arqueoló-gicaDesde otras perspectivas metodológi-cas también se ha abordado el pro-blema de crear programas deinvestigación heurísticos desde el ma-terialismo dialéctico, muchas veces nocontradictorias entre sí, ni con la ante-rior. Antes de avanzar, debemos citaraquí una no abordada en este artículo,como es la de la geo-arqueología dia-léctica propuesta por Oswaldo Arteaga(Arteaga y Roos, 2012). En ella, se de-fiende la necesidad de desarrollar pro-gramas de investigacióninterdisciplinares (algunos de los cualesllevan funcionando desde la década de1980) para alejar posiciones ambienta-listas de la comprensión de la relaciónsociedad-medio, e investigar el impactoque las sociedades humanas han tenidosobre el medio, coadyuvando a loscambios climáticos desde el tránsito alHoloceno y afectando a los procesosnaturales de manera creciente hastanuestros días. Supone, en suma, unapropuesta que demanda integrar en losestudios de las sociedades humanas suafección sobre el medio ambiente, re-chazando tanto una visión del mismocomo elemento ajeno a las sociedadesal que se tienen que adaptar, como unacomprensión del mismo desde posturasmeramente paisajísticas.

Comenzaremos desarrollando en esteapartado la importancia que los estu-

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dios espaciales, como estrategia meto-dológica, han tenido para algunos au-tores a la hora de identificararqueológicamente manifestaciones decualidades sociales propuestas en elmarco teórico (Estévez et al., 1998).Estos estudios permiten caracterizaráreas de actividad y de organización so-cial. Partimos de la base que la organi-zación espacial no es algo azaroso, sinoque responde a la actividad social yprácticas sociales. En concreto, el re-gistro arqueológico se ve producido porlos procesos de trabajo y reproduccióna lo largo del tiempo (lo que se ha de-nominado “estrategia organizativa”,como concreción de un modo de pro-ducción), que necesitarían de relacio-nes sociales de producción yreproducción; y que, a su vez, estas re-laciones sociales están ligadas a un de-terminado desarrollo de fuerzasproductivas y a su relación con elmedio ambiente. La producción comoactividad social es la que cobra un lugarcentral en esta propuesta, al conside-rarse la actividad básica de una socie-dad al crear objetos y bienes para susupervivencia, lo que deja rastros ma-teriales de actividades (materia bruta,materias primas, objetos, instrumentos,deshechos). Al fin y al cabo, el con-cepto de producto social (como se hapropuesto por Ruiz et al., 1986) se con-cibe como elemento central, al ser entorno al que giran procesos de trabajocondicionados por relaciones socialesde producción, medios de producción

y desarrollo de fuerzas productivas.

A la producción de objetos se han aña-dido posteriormente otras produccionessociales que deberían ser localizadasespacialmente y detectadas, con el finde trascender cualidades sociales delgrupo humano en estudio, como puedaser sus relaciones sociales de reproduc-ción, o la disimetría social en base a unacceso al uso/beneficio/consumo/dis-frute de ciertos objetos o elementos.Hablamos de las categorías sistemati-zadas por Sanahuja (2002, 2007), peroapuntadas anteriormente (Estévez etal., 1998): producción de cuerpos, deobjetos y de mantenimiento, enmar-cado en prácticas de cuidados y mante-nimiento, económicas y políticas.

Actualmente, es imprescindible para laarqueología materialista tener en cuentala información espacial en los yaci-mientos (y entre ellos), ya que ahí seestá condensando información impres-cindible que nos ayuda a hablar decómo los grupos humanos producen yreproducen su vida material y social.

Etnoarqueología y metodología.Como comenzamos afirmando, la ar-queología social debe interesarse nosólo por describir el registro arqueoló-gico, sino por dotarlo de contenido ex-plicativo de las sociedades concretas decuya actividad representa (Gándara,2012). Para ello, tradicionalmente se haacudido a la antropología, la etnología

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comparada, la arqueología experimen-tal o la etnoarqueología para dotar decontenido social a ciertas realidades ar-queológicas o categoriales que, de otromodo, quedarían muy abstractas o va-cías. Así, es conocido como la Teoríade Medio Alcance de Lewis Binford,que se basaba en la etnología y arqueo-logía experimental para dotar de conte-nido social a sus teorías concretas yproblemas concretos que buscaba re-solver. Hoy en día, esta práctica siguesiendo muy extendida en autores de di-ferentes signos teóricos, e igualmenteen arqueólogos sociales. Así, vemoscomo autoras de la ASL se basan demanera importante en este método (Sa-noja, 2013), a riesgo de caer en viciosde tipo históricos y evolucionistas line-ales, ya que no es demostrable que losgrupos humanos mantengan siempresus características en lo que respecta amanifestaciones ideológicas, divisiónsexual del trabajo, etc. desde la prehis-toria hasta nuestros días (como ha sidocriticado en Estévez et al., 1998; Piquéi Huerta et al., 2008; Vila y Estévez,2010; Vila, 2011).

Frente a una etnoarqueología o etnolo-gía comparada mecánica, desde la ar-queología marxista se ha propuesto unapráctica etnoarqueológica para testar elmétodo arqueológico. Lo que se intentaes ver la manifestación material (vol-vemos al problema fenoménico) quetienen ciertas características que seconsideran esenciales en un Modo de

Producción dado y estudiarlas arqueo-lógicamente. De esta forma, se inten-tan ver patrones repetidos fruto de lasregularidades esenciales del modo deproducción al que se refieran, que ven-drían determinados por los procesos deproducción y reproducción concretos.Además de hacer vincular e interactuarambas disciplinas y metodologías, sepersigue “depurar la metodología ar-queológica y verificar modelos expli-cativos o leyes generales del Modo deProducción” (Estévez et al., 1998: 21).

Debemos apuntar el proyecto que ac-tualmente, y desde 1988, se está lle-vando a cabo en la Patagonia argentina,trabajando con los Yamana, y en Ca-nadá (y, anteriormente, en el Canal deBeagle) para acercarse de manera et-noarqueológica al estudio de la disime-tría social en base al sexo, disimetríaque, efectivamente, se ha detectado enel sentido de un desigual acceso aluso/consumo/beneficio de lo produ-cido, frente a una inversión de trabajomayor por parte del colectivo feme-nino5. Como hemos indicado anterior-mente, se propone utilizar laetnoarqueología de tal manera que seestudie la materialización de los rasgosfundamentales del Modo de Produc-ción recolector-cazador en el registroetnográfico y arqueológico de unamisma sociedad (es decir, la expresiónfenoménica, cultural, en base a las ca-tegorías antes expresadas). Supone unapropuesta de estudio de la explotación

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o disimetría social entre hombres y mu-jeres en sociedades cazadoras-recolec-toras, basada en una depreciación delvalor social o subjetivo de los trabajosrealizados por mujeres (en base a unadivisión sexual del trabajo), mientras suvalor objetivo sería similar o superioral de los hombres. En este estudio seconfronta el trabajo invertido porambos sexos en la producción de cuer-pos, objetos o mantenimiento y la va-loración social del mismo, viendo queel trabajo de la mujer se infravalora.Esto se hace mediante el estudio delsistema normativo de la sociedad y delos propios mecanismos sociales deproducción y reproducción. Se trata dela aplicación de una teoría observacio-nal con el fin de poder aplicar, poste-riormente, la teoría del valor ensociedades prehistóricas. Es así que serealiza la calibración metodológica et-noarqueológica: mediante el análisis dedocumentación antropológica que per-mita conocer el sistema normativo y laspropias prácticas y cómo otorgabanmayor o menor valor subjetivo o sociala un trabajo objetivo. Desde este caso,y otros, pretenden crear modelos quepermitan aplicarse a la arqueología, lle-vando los datos empíricos a categoríasmás abstractas y de aplicación más ge-neral (Estévez et al., 1998; Vila y Esté-vez, 2010; Vila, 2011).

ConclusionesLa ciencia neopositivista ha acotado laposición valorativa del investigador a

un rincón de la creación científica.Frente a esta posición filosófica y epis-temológica, nos enmarcamos en unaarqueología social que ofrece una po-sición teórica y explicita un área valo-rativa que considera a la arqueologíacomo ciencia histórica posicionada enun mundo estructuralmente injusto enel que debe señalar que las diferenciasde clase, género, sexo o raza no son na-turales, sino que tienen causas históri-cas y sociales, que podemos veractualmente en el marco de desarrollodel capitalismo como sistema de ex-plotación múltiple. Como marco teó-rico que explique el desarrollo y lassociedades concretas a lo largo de lahistoria, adoptamos el materialismohistórico como teoría sustantiva denuestras investigaciones. Asimismo,posicionados filosóficamente en el ma-terialismo dialéctico, defendemos laprioridad lógica de la teoría sobre elmétodo, así como que una ciencia ob-jetiva es posible debido a la relacióndialéctica entre el sujeto cognoscente yla materia u objeto a conocer mediantela praxis.

No obstante, estas premisas no debenhacernos negar la importancia de esta-blecer las bases metodológicas para laactuación arqueológica, con el fin deaplicar en todo su sentido la dialécticay no caer en aplicaciones mecánicas osimplistas del materialismo histórico (uotro marco teórico) sobre el registro ar-queológico. Eludir estas cuestiones en

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obras teóricas, muchas veces enmar-cado en posiciones políticas, no ayudana fortalecer el carácter heurístico denuestra disciplina ni a hacer una cienciaque sea refutable y contrastable porotras investigadoras, algo fundamentalsi no queremos caer en la marginacióny restar seriedad a nuestros trabajosempíricos y nuestra postura filosóficay teórica.

En el presente artículo, en primer lugar,se han expuesto algunas ideas filosófi-cas y epistemológicas que considerosirven de guía para profundizar en estosaspectos. En segundo lugar, se han vol-cado, de forma crítica, diferentes apro-ximaciones metodológicas que se hanelaborado desde la Arqueología Socialentroncada con el materialismo dialéc-tico y que, sin pretender agotarlas ni ex-poner toda su riqueza, deben servir deguía para las reflexiones metodológicasfuturas.

De este modo, lo que se ha expuestoaquí no pretende ser una guía cerradade actuación metodológica, sino mos-trar las propuestas desarrolladas y po-tenciar la continua profundización ensus bases y, fundamentalmente, la ne-cesidad de desarrollar proyectos de in-vestigación que las enriquezcan y lastesten en la práctica, la única que puedehacer avanzar la investigación y el co-nocimiento.

AgradecimientosQuiero agradecer la lectura y comenta-rios del texto a Marta Melero, ElisabethVolart y al profesor José RamosMuñoz; así como a los revisores queme han ayudado a eliminar y suavizarciertas afirmaciones en la primera ver-sión del texto que, al fin y al cabo, noaportaban nada a las ideas fundamen-tales que quería transmitir.

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NOTES

1 Por lógico no entendemos un lenguajeformal (normalmente matemático) con elque caracterizar leyes o teorías en relacióna cierta coherencia interna de sus postula-dos, sino que supone una teoría del método,es decir, una forma de acceder a la verdad ofalsedad de nuestros planteamientos teóri-cos, entendiendo por verdadero o falso sucorrespondencia con la realidad.2 He de indicar que esta expresión en estecontexto ha sido sugerida por el revisor dela revista.3 El autor expresa de esta forma nuestraconsciencia: “Representamos formas (…)de la naturaleza (…) en las cuales la natu-raleza ha conseguido informarse de símisma” (Havemann, 1967: 43).4 Como veremos, la cultura se entiendecomo manifestación fenoménica de las ca-racterísticas de una sociedad concreta.5 Ver la Serie Treballs d'Etnoarqueologíadirigida por Assumpció Vila Mitjá, dondeencontramos volcadas resultados de di-chas investigaciones.

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