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Por: Juan Carlos Godenzzi, Luis Gómez Acuña, Carmen Beatriz Loza, Guido Pilares, Tristan Platt, Juan leva/los Aguilar BR1GGS, Lucy T. (ed.). Vocaholario para saber hablar, y prununciar la Castellana compuesta a la Ydioma Aymara. ln st itute of Amerindian Studies, OccasionaJ Papcrs 26. University of St. Andrew s, St. Andrews, 1995. 1 J 1 pp. Este trabajo de Lucy T. Bri ggs aparece después de su lamentado fallecimiento. Estando en vida, ella tenía mucha ilusión en la publicación del ma- nuscrito anónimo del siglo XVIII que enconlrÓ en la Biblioteca Nacional en Lima -Vocabolorio para saher hahlar, y prununciar la Castellana com- puesta a la Ydioma Aymara-, y para la cual había preparado la Lranscripción, la edic ión, la Lraduc - ción y el análisis. Como un delicado gesto para honrar su memoria, Sabine Dcdenbach-Salazar se ha encargado de que ese preciado sueño se haga realidad, preparando cuidadosamente la edición del volumen. Por mi parte, con los breves comenta- rios que aquí siguen, quiero rendir homenaje a esa persona de tanta calidad como fue Lucy T. Briggs. Es probable que el manuscrito de la Biblioteca Nacional, que está incompleto y sólo contiene 16 1, julio 1995 páginas, sea una copia hecha por un escribano o notario público en la primera mitad del siglo XVIII, a partir de algún lxirrador del siglo XVII. Se Lrata de un documento bilingüe cas t ellano-aimara inusual, pues Lrata de a,untos no religiosos, contra- riamente a como solían ser muchos de los escritos bilingües de la época; en él se ofrecen modelos de textos, integrados dentro de sus respectivas situa- ciones sociales. Al parecer, los textos están desti- nados a los a.imara hablantes con la finalidad de que éstos puedan llegar a adquirir mayor compe- tencia comunicativa en el castellano. El proyecto del documento es interesante: se ofrece un vocabulario ajustado a un dominio de experiencia y a un contexto discursivo. El apren- dizaje del vocabulario ya no se hace en abstracto, sino en el mismo acto de la realización del discurso, es decir en medio de un ámbito pleno de sentido, a partir del cual los términos precisan su significado. En el fondo, hay una propuesta pragmáti ca de ad- quisición de la segunda lengua. Veamos qué situa- ciones comunicativas se nos presentan: (1) escribir una carta; (2) reconocer por escrito una deuda; (3) conversar sobre los cultivos y el tiempo; (4) pre- guntar, estando en el camino, por un artimaJ que se 271

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Por:

Juan Carlos Godenzzi, Luis Gómez Acuña, Carmen Beatriz Loza, Guido Pilares, Tristan Platt,

Juan leva/los Aguilar

BR1GGS, Lucy T. (ed.). Vocaholario para saber hablar, y prununciar la Castellana compuesta a la Ydioma Aymara. lnst itute of Amerindian Studies, OccasionaJ Papcrs Nº 26. University of St. Andrews, St. Andrews, 1995. 1 J 1 pp.

Este trabajo de Lucy T. Briggs aparece después de su lamentado fallecimiento. Estando en vida, ella tenía mucha ilusión en la publicación del ma­nuscrito anónimo del siglo XVIII que enconlrÓ en la Biblioteca Nacional en Lima -Vocabolorio para saher hahlar, y prununciar la Castellana com­puesta a la Ydioma Aymara- , y para la cual había preparado la Lranscripc ión, la edic ión, la Lraduc­ción y el análisis. Como un delicado gesto para honrar su memoria, Sabine Dcdenbach-Salazar se ha encargado de que ese preciado sueño se haga realidad, preparando cuidadosamente la edición del volumen. Por mi parte, con los breves comenta­rios que aquí siguen, quiero rendir homenaje a esa persona de tanta calidad como fue Lucy T. Briggs.

Es probable que el manuscrito de la Biblioteca Nacional, que está incompleto y sólo contiene 16

Nº 1, julio 1995

páginas, sea una copia hecha por un escribano o notario público en la primera mitad del siglo XVIII, a partir de algún lxirrador del siglo XVII. Se Lrata de un documento bilingüe castellano-aimara inusual, pues Lrata de a,untos no religiosos, contra­riamente a como solían ser muchos de los escritos bilingües de la época; en él se ofrecen modelos de textos, integrados dentro de sus respectivas situa­ciones sociales. Al parecer, los textos están desti ­nados a los a.imara hablantes con la finalidad de que és tos puedan llegar a adquirir mayor compe­tencia comunicativa en el castellano.

El proyecto del documento es interesante: se ofrece un vocabulario ajustado a un dominio de experiencia y a un contexto discursivo. El apren­dizaje del vocabulario ya no se hace en abstracto, sino en el mismo acto de la realización del discurso, es decir en medio de un ámbito pleno de sentido, a partir del cual los términos precisan su significado. En el fondo, hay una propuesta pragmática de ad­quisición de la segunda lengua. Veamos qué situa­ciones comunicativas se nos presentan: (1) escribir una carta; (2) reconocer por escrito una deuda; (3) conversar sobre los cultivos y el tiempo; (4) pre ­guntar, estando en el camino, por un artimaJ que se

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Reseñas

ha perdido; (5) conversar con alguien que llega a casa de visita; (6) presentar una querella ante el juez por haber sufrido un robo; (7) conversar so­bre un viaje inminente a Cochabarnba; (8) alternar con conocidos sobre asuntos varios: el estado del techo de la casa, fumar cigarros, preparación de la chicha para una boda, preparación de huevos re­vueltos, el viento, la pesca y la compra venta de carneros capones; y, finalmente, (9) escribir de­cretos cuando se es alcalde.

En su análisis del texto, que atiende diversos niveles de la lengua, Briggs llama la atención so bre diferentes aspectos tanto del castellano como del aimara. No sólo señala cómo algunas grafías uti -1 izadas resultan indicios sistemáti cos de la fonología, morfofonémica o sintaxis de la lengua hablada en ese momento, sino aborda también recíprocas trans ferencias entre el el aimara y el castellano, producidas por el contac to. Entre es tos últimos fenómenos se encuentran: (a) la confusión hecha por el hablante bilingüe entre la forma de tratmniento pronominal informal tú y la forma de cortesía usted (señor visetame Vmd. 'señor, vi­síteme usted' ), ocasionado por la inexistencia de esta diferenciación pronominal en el aimara; (b) la falta de concordancia de número (antes de que entre las aguas) debido al hecho de que en aimara no es obligatoria la marca del plural; (c) frecuente ausencia del obJeto directo y de pronombres re­flexivos (absolutamente no [loJ he visto), en razón de que en aimara el su jeto y el objeto verbal son marcados primariamente por sufijos flexivos y sólo secundariamente por pronombres; (d) el valor de sorpresa que se atribuye a la forma del pluscuarnperfec to (este camino havia sido mui pedregoso 'este camino era tremendmnente pe­dregoso'), a la cual se transfiere el valor del sufijo -tayna 'pasado sorpresivo, 3• persona'; (e) la ocurrencia del gerundio al inicio del enunc iado (vendiendo que has de traer 'luego de vender, ¿qué has de traer?), como reflej o del verbo que se subordina por medio del sufijo -sina 'aproximativo anticipatorio'.

Por o tra parle, Briggs observa cómo la impronta del castellano se impone sobre el texto en aimara: palabra~ y giros del español se repro­ducen en la traducción aimara. En suma, el modelo de castellano propuesto por el manuscrito no está libre de interferencias del aimara; y, de otro lado, el aimara uti lizado en la traducción presenta una considerable cantidad de préstamos léxicos y sintácticos del castellano. Nos encontrarnos frente a sociolectos particulares: el castellano de un gru­po füenemente influido por la lengua indígena y el

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aimara de los mestizos o terratenientes (el llarnado aimara patrón) ¡, Hasta qué punto es tas manifes­taciones sociolingüísticas coloniales se continúan en los socio lec tos contemporáneos correspon ­dientes? Pero aquí ya nos encontramos frente a un asunto diferente.

En general, todos los aspectos de la edición han sido cuidadosamente trabajados; sin embargo, me parece que en algunos detalles de la trans­cripción se han pasado algunos errores. En el número 358 se transcribe el enunciado es malo ser visuiño {risueño?J y se lo interpreta como 'es malo ser risueño' ; pero si consideramos la traducción aimara yaxanañaxa hanipunigua gualiti señor 'ser joven no es bueno, señor', tenemos la pista para interpretar visuiño no como ' risueño' sino como 'bisoño· es decir como 'joven, nuev o o inexperto' . Tal vez lo mismo pueda decirse para el número 223 (¿en vez de elo hubiese no sería lo viese?). Hago estas observaciones con reserva, pues no dispongo del manuscrito y el libro no incluye sino copia de la primera página del manuscrito.

Termino llamando la atención sobre la impor­tancia de este documento y de los sugerentes co­mentari os de Briggs, tanto para e l estudio diacrónico del aimara y el castellano de reg iones andinas co mo para la comprensión de los comple­jos procesos de transferencia lin güística que acon ­tecen actualmente en los Andes.

Juan Carlos Godenzzi

NIETO VELEZ S. J. Armando. Francisco del Castillo. El apóstol de Lima. Pontificia Univer­sidad Católica del Perú, Fondo Editorial, Lima, 1992, 338 p.

Cuidada presentación, estilo literario sencillo, con interesante documentación: son las primeras frases que podemos decir del libro de Armando Nieto Vélez.

En un libro confluyen no sólo los deseos del autor o sus auspiciadores si no tan1bién el mnbiente en el cual aparece: todo li bro es también, a su manera, una época apresada en conceptos. En cum1to a lo primero, el presente libro es una bio ­grafía que ha sido elaborada como parte de los requisitos ex igidos para el proceso de beatificación del biografiado: "Entre las normas que la Santa Sede ha establecido para la recta marcha de las causas de Beatificación se hall a la preparación de una

Revista And ina, Año 13

biografía que, sig uiendo los lineamientos historiográficos actuales, refleje en lo posible la "vida y actividad" ele un siervo ele Dios. Se exige, pues, la confección de un estudio orgánico que tenga en cuenta, aclemá, de las declaraciones ele lo s testi gos, la documentación y bibliografía ex istente; y describa con senci llez y objetividad el perfil humano del biografiado y su entorno". (p. 9). Por esta razón el R. P. Peter-Hans Kolvenbach, superior ele la Compañía de Jesús (orden religiosa a la cual perteneció el Padre Ca,tillo) encargó al R. P. Armando Nieto la realización de nuevas investigaciones al respecto. Los resultados se ven en este libro.

Sin embargo, el libro no se siente como una "obligación", lo cual nos lleva al segundo punto, es decir, al contexto en el cual surge: "Ma, debo confesar !dice NietoJ que en la búsqueda ele elatos, documentos y libros me ha acompañado la inspi­ración ele una vicia santa jse refiere a la vicia ele Ca, tilloJ. Me ha estimulado asimismo el deseo ele que es te trabajo pueda ser útil ( ... ) no sólo a la Compañía ele Jesús ( ... ) sino también a la iglesia y a nuestro país. (p. 9). ¿De qué forma, dirá el lector? Simple: "En el Perú ele nuestros día,, en donde las graneles masas ele la población tiem.·n hambre ele Dios y muchas veces también hambre de pan, como lo recordó el Santo Padre en su visi ta pastoral de 1985, la fi gura apostólica de Francisco del Castillo emerge luminosa del pasado y aparece silenciosa para tocios los sacerdotes del país como un modelo evangélico ele "opción preferencial por los pobres, ni exclusiva ni excluyente". (p. 291). Este párrafo, conclusión final del libro, será comentado más adelante.

El autor, actual vicepostulaclor de la causa desde el 3 1 ele octubre ele 1988, es histori ador, egresado ele la Universidad Católica ele Lima pero, sobre todo, sacerdote ele la Compañía. El libro trata de la vida de un jesuita nacido en Lima en 1615 y muerto en la misma ciudad, a la edad de 58 años. Su fama ha nacido por haber realizado en Lima lo que de forma parecida hicieron otros dos sacerdotes ele la Compañía en Cartagena ele Indias (Alonso de Sancloval y Pedro Claver): la cristianización y prédica constante del mensaje católico entre la población negra ele Lima, labor que solía realizar en la plazuela llamada Baratillo, cercana al actual Palacio ele Gobierno. Fue tambi én creador del "Sermón de las Tres Horas", impulsor de la ex ­tendida hermandad de la Escuela de Cristo, creador ele la iglesia ele N.S. ele los Desamparados (a cuya virgen solía encomendar sus acciones) y fundador de una escuela para niños pobres. Todo ello fue

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posible no sólo por su empeño y capacidad de tra­bajo sino porque también contó con el apoyo de an1igos, uno de los cuales fue nada menos que el Conde ele Lcrnos, virrey del Perú, del cual fue confesor (léase consejero ). En el ca,o concreto de la iglesia mencionada, sin el apoyo monetario del virrey esta no hubiera existido.

Castillo al principio actuó ele manera casi per­sonal en estas otras esferas de la vida limeña co­lonial. Después, estas "obras" serían apoyadas formalmente no sólo por la Compañía sino incluso por el virrey.

Así, el lector tiene con este libro una cómoda puerta de entrada para conocer mejor la sociedad limeña de entonces : la situación de lo que hoy ll amaríamos los marginados, la rel ación ele la Compañía con las graneles esferas del poder, el fenómeno de la cristianización y sus consecuencias (en esto último, se incluye el estudio de aquello que hoy mal se llan1a religiosidad y educación "popular"), etc.

El libro esta organizado cronológicamente, es decir, de acuerdo a los sucesos de la vida ele Castillo. Las referencias a textos inéditos son constantes tanto que, por momentos, el autor suele parafrasear los documentos que ha consultado ( ejemplo: ver p. 135, nota 20, sobre la Casa de las Amparadas crea­da por Castillo: p. 189 y 196, la reiteración sobre lo que comía Castillo; p. 175, sobre las obras y gastos realizados en la construcción de la iglesia de N. S. de los Desamparados).

El documento que proporcionó los elatos bási­cos para elaborar esta biografía es el proceso apostólico iniciado ante el Tribunal Eclesiástico de Lima en 1677, con el fin de hacer de Castillo un bcalO, el primer paso para luego declararlo un santo. Otra fuente utilizada es una autobiografía que Rubcn Vargas Ugarte publicó en 1960 (aunque, por entregas, ya se había publicado en la Revista del Archivo Nacional del Perú, de 1925 a 1928). Además, el autor ha revisado la información que sobre Castillo guarda el archivo general de la Compañía de Jesús en Roma. Con ello logró no sólo verificar la verdad ele muchos ele los datos que extrae de las dos fuentes antes mencionadas, sino que nos ha proporcionado otros que clan a conocer aspectos ele la vicia de Castillo no mencionados por dichas fuentes.

En este sentido, el libro representa un enorme avance frente a dos biografías de Castillo: la ele Buenclía, autor del siglo XVII, biografía llena de exageraciones y datos inexactos; y la de Vargas U garte, publicada en 1946, que supera a la de Buendía pero que necesitaba corregirse y actuali-

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Reseñas

zarse. Hay el deseo de superar con esta biografía los meros propósitos "didácticos y moralizantes" de las biografías del siglo XVIl. Si el autor al final lo logra es algo que debe ser evaluado con cuidado. Por esta razón, quisiéramos comentar algunos aspectos del libro que han llamado nuestra atención:

1. Se sabe perfectamente que todo documento plantea diversos problemas de lo que llamarnos crítica histórica. En el caso de la fuente principal de esta biografía, el proceso, encontrarnos, según el autor, declaraciones que intentan hacer de Castillo un hombre casi perfecto, sin errores en su conduela. Distorsiones, hipérboles, etc., no permi­ten avanzar y precisar dalos como se quisiera. En este aspecto, el mérito del autor ha radicado en el hecho de poder avanzar en medio de esta jungla y proporcionarnos datos que permiten s ituar a Castillo en su época con mucha precisión. Con todo, ese "parafraseo", al cual hemos aludido lí­neas arriba, a veces lo lleva a terminar glosando las fuentes. Esto resulta bastante interesante pues así accedemos a la vida de Castillo casi de manera directa; sin embargo, esto casi siempre conlleva el riesgo de convertir un libro en un mero ejercicio narrativo, importa conocer con mucha precisión los datos que servirán para el análisis respectivo pero -y volviendo al caso que nos ocupa- nos hubiera gustado que el autor explicara un poco más ciertos asuntos.

2. Esto último no es sino analizar el libro desde los propios parámetros dados por su autor: pretende no sólo hablar sobre el "perfil humano" de Castillo sino también sobre su "entorno". Pre­cisamente, es ese entorno el que a veces no se explica con claridad en el libro . En otras ocasio­nes, más bien da la impresión de que ciertas afir­maciones revelan mucho más ciertas ideas a priori del autor que el entorno que intenta explicar. Ejemplo: p.63, cuando se refiere a los deseos de Castillo de ir "en misión" a la selva. Esto lo lleva a referirse a los primeros jesuitas que trabajaron con los chiringuanos en 1587: "Pero la mi sión cosechó más desventuras que éx itos. Los heroicos conatos de los padres pudieron poco frente a unos nativos que además de belicosos eran volubles y vagabundos". Otro ejemplo: nota 38, p. 239, en alusión al gobierno de Lemos: "el fuerte contraste entre el gobierno de Lemos y el relajado de la audiencia que le sucedió está claramente señalado por Ba,adre y por Lohmann, quienes en esto se adhieren a los enérgicos juicios de José de la Riva Agüero, paladino reivindicador de la grandeza histórica del virrey". No hay en el libro una de­mostración de por qué son ciertas estas y otras

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frases. En el caso del conde de Lemos, por ejem­plo, cita a Basadre y sólo nos dice lo siguiente: el Conde de Lemos fue "grande" porque fue un hom­bre "sencillo", con "aptitud para tener fe y sallar en las tinieblas", con "energía, decisión, audacia", "no halagó sino persiguió a los ricos", "jamás se agazapó en el tortuoso rodeo del contrabandista", etc. (p. 238).

El problema de estos adjetivos es que no dicen mucho sobre el contexto social al cual responden personajes como el Conde de Lemos y Castillo . Basadre, autor citado por Nieto, en su conocido estudio sobre el Conde y su época nos da, sin embargo, una pista, al ex plicamos la razón de la dureza con que el Conde reprimió a los famosos sublevados de Laicacota: "Pero el Conde de Lcmos, leal a la España de los Austrias, no percibe la ur­gencia de la industria( ... ) en Laicacola im¡xme la autoridad del Estado sobre la au toridad de los ri ­cos. La razón de orden público ahoga a,í la de convivenci a. El absolutismo político, teñido, pese a su cruel intransigencia, de fervor religioso, vence al capitalismo incipiente"1 • Es una interesante hi­pótesis de trabajo. No para llevarlos a decir que hay capitalismo en el sig lo XVíl pero si en cuanto a ver: ¿cómo se expresa ese ideal absolutista en el Perú del siglo XVU? ¿No será que esta forma de fervor religioso, al cual alude la ci ta, posibilitó la aparición de personas como Castillo, Isabel Flores de Oliva, entre otros?

3. Algunos dirán que aclarar estos temas puede llevar a elaborar biografías que no son tales, con largas digresiones. El autor percibe este peli ­gro y ello explicaría el que no se ex tienda más sobre ciertos temas. El problema surge más bien cuando aspectos y acciones de la misma vida de Castillo no son debidamente aclarados. Ejemplo: cap. XX, cuando se habla de las experiencias místicas de Castillo, narrada, ampliamente en su autobiogra­fía. El autor explica esta actitud -en parte- aludien­do al impacto psicológico de lecturas hechas por CL, tillo que narraban o explicaban es te tipo de vivencias. Pero al final concl uye: "La causa de ello es ev idente: es la inefabilidad esencial inherente a fenómenos que tra,cienden toda posibilidad de plasmación verbal o escrita. A los lectores de ayer o de hoy [de su autobiografía] sólo les resta a,pirar a barruntar la profundidad de tales encuentros o, en el mejor de los casos, a,omarse a lejanas simi­litudes". (p. 222).

El Conde de Lemos y su tiempo. Lima , 1948, 109- 110.

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Hay un problema de apreciación pero también mucha cautela, lo cual es más acusado cuando examina. con mucho escepticismo, lo referido a "mi lagros" y "experiencias sobrenaturales" que rodean la vida de Castillo. Con todo, Jo cierto es que los historiadores admiten que hay person,L~ que creen sinceramente en la ocurrencia de este tipo de sucesos y que, incluso, pueden "ex peri­mentarlos", es dec ir, vivirlos. Su labor consistiría en explicar estos hechos como interesantes fenó­menos socioculturales. El historiador, más que es tudiar el origen (léase principio) de las cosa~. se interesa por analizar sus ca usas y consecuencias. Lo cierto es que en general, la gente de hoy da menos credibilidad a este tipo de vivencias que décadas atrás. ¿Por qué? En la p. 208 y ss. se explica algo de ello (aunque en re ferencia al problema de las apariciones "demoniacas") pero no se da un a explicación clara del desenvolvimiento de estas actitudes e ideas no sólo en Europa sino, sobre todo, en Lima.

Cieno: contra este tipo de análisis atenta la falta de estudios previos. ¿Qué sabemos modernamente, por eJemplo, sobre la educación en los colegios de la Compañía durante la colonia? Salvo el libro de Lui s Mart ín2 , muy poco o nada . Rec uérdese además que este libro estudia la educación en los estratos altos de la sociedad colonial limeña. Y es necesario indagar más sobre la mal llamada "educación popular". En este sentido, Castillo no es diferente de muchos religiosos de la época. En las famosas Letras Annuas, a las cuales tuvo acceso el autor, este y otros temas pueden es tudiarse con cierta claridad, por lo que el escollo de la faltJ de estudios previos pudo salvarse mejor.

V camos, por ejemplo, la Letra Annua de 1620 citada por el autor. En ella se alude a la labor de los jesuitas entre la gente de la doctrina del Cerca­do, cercana a Lima. Y sobre la instrucción y el adoctrinamiento que se imparten se lec:

''Todos los días, una hora antes del amanecer, se juntan los indios e indias en la iglesia. en la cual después de haber oído misa cantada con buena música. son instruidos en el catecismo; con Jo cual pueden después de acudirá traba­jar con que se sustentan, y es buen argumento de estar bien fundados en las cosas de nuestra santa fe, no hacérseles esto pesado. Hay es­cuelas donde los niños aprenden a leer, escri ­bir y canto de órgano ( .. . ). Ya se ha dicho otro

2 The Intcllcctual Conquest of Peru. Thc Jcsuit Collegc of San Pablo, 1568-1767. i\ew York, 1968.

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años del collegio fundado para los hijos de los caciques y el fin de él que es imponerlos en buenas costumbres y apartarlos de sus padres, por que con su mal ejemplo no aprenden las su¡x,"Tliciones de su antigua religión y volvien­do después a sus pueblos puedan enseñarles lo que han aprendido, que será cosa muy fácil por la gran autoridad que tienen para con sus súb­ditos todos los indios princ ipales" .3

Siempre se habla sobre la instrucción "selecti­va" de la Compañía. sobre educar a los que serán y son "líderes" y "doctos" . Pero en lo que no se incide tanto es: 1) en decir de qué tipo de liderazgo se esta hablando; 2) en las razones que se esgrimen para este tipo de educación y 3) en las conse­cuencias de dicha "política" educativa. Por ello no es raro que ]meas después se aluda a los problemas que están generando las famosas "idolatrías", en el logro de este particular proyecto evangelizador, en la zona de Huarochirí. Esta cita, con todo, es por demás clara y nos exime de comentarios mayores.

Pero lo que casi nunca se dice -y la cita sólo lo sugiere- es que no existe más que una diferencia de grado entre la educación de élite y la educación "popular", como tal vez -y por influencia directa de estudios socio-antropológicos actuales- algunos puedan creer: no es que el "pueblo" crea en cosas totalmente distintas a lo que piensa la élite. Ello no quita que no existan diferencias y desigualdades entre estos dos grupos, sino que cada grupo -de acuerdo a su propia situación social, sentido co­mún, ele.- interpreta y vive las ideas y hechos que le llegan o soporta de acuerdo a su propia manera. Pero, incluso, esa manera tan particular de ser se nutre de experiencias colectivas, de patrones cul­turales y sociales aceptados desde el personaje de élite hasta el más pobre.

Hay, volviendo a lo de la evangelización. ra­zones más prácticas para este tipo de actuación: como orden religiosa la Compañía no podía llegar a todos . Entonces, ¿no sería mejor llegar a los lí­deres, adoctrinarlos y dejar que los demás "lleguen" por añadidura. es decir, por seguir a su lider? In­sistimos: si esta política resultó o no, es algo que requiere de más estudios al respecto.

Ahora, ¿cómo situar la obra educativa de Castillo en este esquema? Cierto, parte de lo expli-

3 Letras Annuas de la Provincia del Perú de la Com­pañía de Jesús. 1620 a 1724", Revista de Archivos y Bibliotecas Nacionales, año lll, vol. V, primera entrega (Lima), 1900. La cita es de la p. 58.

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Reseñas

cado es lo que muchos llaman el "carisma" de la Compañía, algo que se puede saber sin ser histo­riador. Tal vez por esta razón el texto de Nieto no dice mucho. Pero, insistimos: no se conoce mucho sobre las consecuencias de la aplicación de estas ideas en el Perú colonial. De repente, lo que sucede es que no existen documentos más explícitos al respecto. Se impone, con todo, una mayor inves­tigación, sobre todo para el caso de las "clases

JXJpulares": recordemos que la conjunción de LO­

das estas ideas y conductas impartidas por los evangelizadores urúdas a las ideas y conductas que previamente tienen los "evangelizados" hará que se vaya perfilando lo que hoy llamamos "religio­sidad popular".

Por último, sería interesante saber cuál(es) fue(ron) la(s) posición(es) de la Compañía de Je­sús frente al problema de la esclavitud negra en el Perú y América. Recordemos que en estas personas se centró la labor de Castillo: nos referimos a la gente esclava y liberta del Raratillo. Es necesario saber más sobre este tema porque, entre otras cosas, la Compañía -como cualquier persona e institución importante de la época- también tenía sus escla­vos. Era algo normal. Pero no por ello algo "bueno" para todos. En este sentido, juzgar no tiene nada de criticable, a condición de que se haga con los presupuestos étnicos de la época. La pregunta, entre muchas otras, es ¿existió una crítica al sis te­ma esclavista en esos años? Curiosamente la crí­tica a la esclavitud en América comenzó, en cierta manera, con la persona a la cual se le ha achacado su estímulo: Bartolomé de Las Casas. Al final de su vida, Las Casas se arrepentía de haber sugerido que se trajeran negros del Africa para "aliviar las penurias" de los indios, pues el remedio había resultado peor que el mal4

• También Alonso de Sandoval, otro jesuita que hemos mencionado, tuvo este tipo de dudas. Recordemos que él fue el autor de un libro sobre este y otros asuntos 5

• Otro je-

4 !sacio Pérez Femandez ha trabajo estos temas, tal vez con excesivo apasionamiento. Con todo, remi ­timos a sus trabajos, sobre todo la edición que hace de un escrito de Las Casas: Brevisima Destrucción del Africa. Estudio preliminar, edición y no1.as por [sacio Pérez Femandez O.P. Salamanca - Lima : Editorial San Esteban - Jnsituto Bartolomé de Las Casas, 1989, 300 p.

5 Nos referimos a De lnstauranda Aethiopum Salute, libro publicado en 1627. De él se ha hecho una edi ­ción moderna: Un tratado sobre la esclavi tud . Introducción, transcripción y traducción de Enriqueta Yila Yilar. Madrid, Alianza Editorial, 1987, 614 p.

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suita preocupado por estos temas fue el teólogo Luis de Molina., sobre cuyas obras se apoyó mu­cho Sandoval a la hora de escribir este y otros li ­bros. Molina consultó a personas "doctas" sobre este tema antes de dar su propio juicio. Uno de ellos fue el padre Luis Rrandón, rector de la Com­pañía que trabajaba en San Pablo de Loanda. Su juicio fue categórico: la esclavitud era lícita6 •

¿Cómo afectó todo este tipo de discusiones a Cas1illo? Tal vez nunca sepamos Jo que pensaba. Demás esta decir lo difícil que resulta investigar lo más profundo del sentir humano. Es a ello -supo­nemos- a lo que el autor debe referirse, en parte, cuando se refiere a lo "inefable". Pero lo que sí podemos saber es la posición de una institución respecto a ciertos problemas . Y sobre ello, el libro que reseñamos no nos da muchas pistas.

La pregunta final sería: ¿hasta qué punto las críticas iniciales al "ministerio" de Castillo entre los esclavos, libertos y demás gente pobre del Baratillo, a las cuales alude el autor, no eran sino la parte más visible de este tipo de discusiones, que expresaban arthelos, deseos y temores sobre este y otros temas en el Perú? ¿Qué actitud tomó la Compañía en el Perú frente a este asunto?

4. La conclusión final de este libro, la cual hemos citado al comienzo merece un apunte final . Bien: sabemos que la iglesia suele impulsar estudios históricos con el fin de apoyar mejor la re fl exión o "discernimiento" de las conductas de sus miembros. Esas conductas pueden ser un "testi ­monio o un "antitestimonio" a tomar o desechar hoy. Y, cierto, en el Perú de hoy, con inmensas mayorías debajo de los límites de la sobrevivencia, bien puede la figura de Castillo servir como mo­delo a seguir. Sin embargo, el problema de esta actitud al nivel de la investigación histórica surge cuando estos deseos (no dudamos que muy since­ros y honestos) se suelen trasladar a personas que no lo sufrieron o gozaron. Para decirlo más direc­tamente: Francisco de Castillo, con los elementos y "utillaje mental" de su época hizo lo que mejor pudo y mucho más. De ahí su popularidad y el hecho de que se proponga su beatificación. Pero e l no fue una especie de educador alternativo ("au ­téntico propugnador de la educación popular" dice el autor) ni "defensor" de indios ni esclavos. Esto

6 Un estudio corto sobre este tema está en la introduc­ción de Enriqueta Yila Yilar al libro citado. De él tomamos algunos datos e ideas mencionadas en esta parte de la reseña. Lo del sacerdote Brandón esta en la p. 24.G

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no quita sus aportes e intuiciones. En general los miembros de la Compañía de Jesús -qué duda cabe­intuyeron en el plano educacional, por ejemplo, muchas cosas que la pedagogía moderna ha inte­grado a sus propuestas (las redes de colegios, ru­dimentos de educación personalizada, etc). E in ­cluso cierta, partes de su proyecto (la espiritualidad ignaciana) se encuentra en consonancia con algu ­nas corrientes de la psicología moderna, como son ciertas ramas del actual psicoanálisis. Por cierto que no Lodos los miembros de la Compañía siguie­ron estos rumbos, pero ello es algo que no nos toca discutir por ahora. Lo cierto es que Castillo es un hombre del siglo XVII que trató de llevar a la práctica, lo más escrupulosamente posible, aque­llas idea, impartida~ ¡x>r Ignacio de Loyola décadas atrás. Pero además, es "hijo de su tiempo". ¿De qué manera? Es algo que necesita aclararse más.

El libro brinda muy buena información, nos sitúa en una é¡x>ca y en una problemática. Por ello, debe ser útil herramienta para investigaciones y discusiones futuras, aunque -insistimos- nos hu­biera gustado que el autor hubiera aclarado una serie de tema,, ampliando otros y desarrollando algunas de sus propias intuiciones. Con todo, hay que agradecer al autor y su libro el habemos im­pulsado a planteamos todos estos problemas e interrogantes.

Luis Gámez Acuña

JULIEN, Catherine J., ANGELJS, Kri stina, VOB, Alcxandre, HAUSCHILD, Annelle. Toledo y los lupacas: Las tasas de 1574 y 1579. Estudios Preliminares por Catherine Julien . (Bonn er Amerikanistische Studien, 23). Bonn: Holos, 1993, xliv+223.

La edición de la Visila hecha a la proviru:ia de Chucuilo por Garci Diez de San Miguel [1567] es un hito en la historiografía andina. Desde entonces -aproximadamente treinta años- se suced ieron va­rios estudios acerca de los lupacas y se mantiene el interés por estos paqores del lago Titicaca. Así lo confirma la publicación de un volumen que las ediciones Holos consagran a varios manuscritos inéditos acerca de la política adm ini strativa del vi ­rrey Francisco de Toledo, dispersos en archivos andinos y europeos. El ejemplar agrupa esos do­cumentos por su " fuerte contenido etnológico" acerca de diversos "aspectos de la economía ru­ral" entre 1574 y 1619. Los mismos fueron selec-

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cionados y trabajados por un equipo del departa­mento de antropología americana de la Universi­dad de Bonn, cuyo centro de interés es la econo­mía pastoril. El objetivo es "estudiar los cambios" sucedidos después de la aplicación de la política del virrey Francisco de Toledo en la provincia de Chucuito entre 1569 y 1582.

Los documentos fi scales y eclesiásticos reuni­dos en los anexos son los siguientes: el duplicado de la tasa de Chucuito establecida por el virrey Toledo en 1574, exactamente dos años después de la visita local hecha a la misma provincia por Juan Ramirez Segarra y Pedro Gutierrez Flores (p. 1-88). Esta tasa es fruto de las discusiones entabla­das entre este último y el virrey Toledo para cal­cular y fijar los montos de los impuestos. De ese proceso se conservan los autos, particularmente elocuentes en la repartición del impuesto a nivel de los tríbutarios. No existe documentación equi­valente para otras encomiendas del virreynato del Perú lo que incitó a los autores publicarla (p. 89-139). Completa ese conjunto, la segunda tasa esta­blecida por el mismo virrey Toledo en 1579, después de las transformaciones efectuadas a ins­tancias de varios informes administrativos (p. 141-168): a) la suspensión de la práctica de "graduar" los montos del tributo en función de la posesión de recursos ganaderos del "grupo tributario clasificado como aymara"; b) el aumento del número de mitayos.

También se publica, el informe original del obispo doctor don Pedro de V alcncia hecho en 1619 (p. 169-175). La elección no se basa en criterios a priori, pues és te describe las parroquias del "cer­cado de La Paz" y de Chucuito. El obispo nos ofrece informaciones cuantitativas sobre el número de tributarios de la provincia basadas en una contabi­lidad de la prestación anual de mitayos para servir en Potosí (a nivel de las siete cabeceras). En el plano cualitativo, el punto de vista del obispo es central para comprender la as istencia en los hospitales en la década de 1570 y su posición crítica acerca de la limitación del "poder" del clero en las parro­quias rurales en ese período.

Con relación a la transcripción y el estableci­miento del texto, bajo la responsabilidad del equi­po de antropología, es notorio que obedece a cri­terios estrictos (p. XLI-XLil). Transcriben los ma­nuscritos en su totalidad. En ese punto me parece ejemplar, pues no eliminan las formulaciones ju­rídicas y no introducen nola5 sobre el valor de la información como se observa en más de una edi­ción de fuentes coloniales andinas del siglo XVI. La foliación es conservada en los inventarios, como

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Reseñas

un dispositivo útil para la lectura y el análisis (p. XLlll-XLIV)1• En swna, se trata de una docwnen­tación preciosa, tamo para la historia social y ad­ministrativa colonial, como para la identificación de cifras indispensables para el cálculo de la evo­lución de la población lupaqa en el siglo XVI.

Un ensayo de Calherine Julien suministra los elementos útiles para la comprensión de esos manuscritos. La autora persigue probar a partir de datos demográficos y económicos que el rey de España confirió a sus súbditos lupaqa un trata­miento "insólito" en relación a sus demás vecinos del altiplano . Para demostrarlo se orienta funda­mentalmente al aspecto administrativo. De una parte, compara las cifras de las listas de tributarios con aquellas establecidas en las lasas, de manera a obtener una distribución de la población del con­junto lupaqa de 1574 a diversos niveles de la organización social (cf. cuadros 1 a5, p. XIII -XVI). Dada la dispersión de los /upaqa en el ámbito geográfico de las diferentes jurisdicciones colo­niales considera oportuno Lomar en cuenta esta distinción. A la vez, insiste en la diferenciación de las categorías de urus y aymaras diseminados en las "provincias cercanas". A partir de esa cifra, sostiene que los lupaqa pudieron eludir la mita minera y otras cargas locales, pero no pudieron escapar al pago del tributo.

El impuesto era calculado en función de los que "buenamente podían pagar" por cabeza (4 pesos y 3.5 tomines por tributario en 1574 ). O sea, que "era el grupo y no el individuo" que cumplía con esta responsabilidad y lo repartía de "manera racional" (p. XVII). Este tributo antes de las transformacio­nes toledanas debía ser conmutado en plata para lo cual los lupaqa vendían su trabajo en Potosí. El ~irrey !o ledo no hizo más que acelerar ese proceso unpomendo una parte del tributo en metálico a partir de un ajuste entre la contribución de los in­dividuos que se encontraban en los centros mine­ros y los asentados en la provincia. Los cambios sufridos entre 1574 y 1579 dan cuenta desuco­rrección. A la luz de los eventos relacionados con las lasas -reswnidos en el cuadro 7- y una com­paración con otras lasas establecidas para diferen­tes encomiendas determina algunas características que diferencian bien la política fiscal colonial: a) la determinación de un grupo de "indios ricos" que contribuyen con una tarifa más alta ( calculada en

El volumen tiene varias imperfecciones a nivel lingüístico y tipográfico, por ejemplo la falta de por­centaJes en el cuadro 3, p. XVI.

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función de la magnitud de su ganado, método em­pleado hasta 1579); b) el monto más bajo del tributo en relación a otras provincias vecinas.

Los cambios estructurales en la organización administrativa de la provincia de Chucuito, no sólo locaro~ los asrx;ctos fiscales, sino también la orga­ruzac10n ecles1asuca de la provmc1a de Chucuito . En el plano eclesiástico, el cambio cenlral fue la expulsión de los dominicos, pero también la plani­ficación de un sistema para refor.i:ar la doctrina de los lupaqa, dotando de mayor número de curas e iglesias a cada una de las siete cabeceras. Sin em­bargo, la administración no ofreció condiciones materiales para llevar a cabo esos objetivos has ta 1590 (cuadro 8). Sabemos que Toledo proyectaba establecer una relación teórica de un cura por cada 450 tributario s, aspiración que no pudo concre~izarse porque suponía un atuncnto suple­menlano de la lasa. Aunque, según la argumenta­ción de Toledo -basada en la información del contable Ramirez Zegarra- la nueva lasa era tanto o más que las anteriores. Sensiblemente los dalos no permiten determinar la remuneración en dinero de los curas, ni tampoco cuantificar los servicios y ofrendas comestibles ("ración y camarico") .

Las lasas teóricamente debían aportar infor­mac10nes sobre el pastoreo -objetivo mayor del eqmpo de antropología- pero las referencias son escasa~ y restringidas para diferenciar el ganado y su distribución entre los diversos niveles de la or­ganización social.

Las tasas especifican las obligaciones de las autondadcs lupaqa y también sus privilegios, (ex ­celente ayuda para la elaboración de genealogías). Pero: como nos los señala la autora, estos papeles rclleJan sobre Lodo la "teoría política" de la Corona en materia fiscal. Así lo muestra las pláticas de Pedro Gutierrcz Flores, artífice de esas medidas provechosas para_ los lupaqa (p. XXXII): baja de las tanfas tnbutanas, sacerdotes y doctrineros con buenos salarios, derecho a trabajo con jornal sin posibilidad de rechazarlo. Al final, la autora sostiene que el virrey Toledo -inspirado en la teoría política del estado europeo y la influencia de Pedro Gutierrez Flores- intentó desarticular "el antiguo lazo que había existido entre el príncipe y sus súbditos". Su proyecto fue reanudado de una nue­va manera, pero "no dio buenos resultados".

El ensayo me llama la atención. La autora ar­gumenta que la política de la Corona española con sus súbditos lupaqa fue "inscílita", pues consisli cí a convenir a los lupaqa en un gru¡xi "privilegiado frente a sus vecinos". A partir de sus datos, prove­ruentes de papeles fiscales y eclesiás ticos enume-

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ralas prerrogativas administrativas que los lupaqa tuvieron durante el régimen del virrey Toledo.

El restringido corpus documental que utiliza y la~ garantías que ofrece al lector para probar su argumento nos permiten inferir que sus conclusio ­nes deben ser tomadas como provisorias. Aceptar que los lupaqas desembolsaban metálico o pro­ductos tasados en función de lo que "buenamen.le podían pagar" (p. xxiii). es incompatible con los datos provenientes de expedientes jurídicos pos­teriores a Toledo. Esta expresión propia del dis­curso de la época estaría destinada a poner de relieve los deberes de equidad del rey en materia de justicia y de !iscalidad. Pero de ninguna mane­ra sirven de indicadores del impacto de la ta5a en la sociedad lupaqa. Gran parte de sus apreciacio­nes son obtenidas a partir de los autos de la ta5a, es decir a través de un documento altamente nor­mativo que tiene el estatuto de una resolución judicial. Conviene preguntarse: ¡,Cómo aprehender la realidad social de los lupaqas y el tributo a partir de los autos que los funcionarios produjeron con sus propios instrumentos de percepción, descrip­ción y medida? ¿Las tasas son una fuente efectiva para evaluar su impacto?

Los fragmentos de las pláticas hecha5 a los lupaqas por Pedro Gutierrez Flores en 1579 indu­cen a pensar que los lupaqa: " ... avían de ser mas rrelebados en sus tributos y personas que los demas yndios que otros encomenderos e comarcanos a esta provincia ... la qua/ hazia diferen.lemente Su Magestad pues lo mandaba tralar como a hijos .. . " (p. xxxii). Los términos de esta plática de Pedro Gutierrez Flores -consejero del real patronato, confesor del virrey Toledo y visitador- coinciden con las conclusiones emitidas por Julien. Sin embargo, conviene tomar]a5 con precaución hasta que sean probada5 de manera más convincente, a la luz de los resultados sobre otras encomiendas. Las escasas referencias comparativas que ofrece al lector como garantía de un tratamiento particu­lar de los lupaqa no son citadas en el texto.

La verificación es importante, porque las fuentes de carácter jurídico de fines del siglo XVI y principios del siglo XVIl muestran que la polí­tica de la Corona en materia fiscal no fue "bené­vola" con los lupaqa y desencadeno un intere­sante debate entre los miembros de la sociedad colonial acerca del reclutamiento forzado y perió­dico de los trabajadores para las minas de Potosí. Según un documento proveniente de un archivo particular de La Paz, este debate fue promovido por los caciques Qhari de Chucuito Anansaya a lo largo de la primera mitad del siglo XVll. En efec-

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to, los Qhari denunciaron ante los tribunales su in­capacidad para cumplir con las demandas fiscales de la Corona y entablaron un pleito a los corregi­dores de Chucuito2 . Recordemos que la tasa que por entonces pagaban era la establecida por Toledo. Entonces, conviene preguntarse ¿el período tole­dano fue una coyuntura favorable en la historia de la dominación política colonial de los lupaqa?

Carmen Beatriz Loui

2 Archivo panicular del Ing. Anuro Posnansky, La Paz. "Cuaderno de Instrumentos . .. ' . Cf. Thicrry SAIGNES, Carmen Beatriz LOZA "Pleito entre Banolomé Qhari, mallku de los lupaqa y los corre­gidores de Chucuito (1619-1643)". Historia y Cul­tura, Sociedad Boliviana de Historia, 1984, 5, 29-48. Las conclusiones, la bibliografía y el anexo do­cumental en Historia y Cul1ura, Sociedad Boliviana de Historia, 1984, 6, 183-193.

CERRON-PALOMINO, Rodolfo . Diccionario Unificado del quechua sureño. Biblioteca Na­cional del Perú, Lima, 1994.

Con retraso, la Biblioteca Nacional del Perú acaba de publicar (octubre 1994), el lexicón quechua regional sureño preparado por Rodolfo Cerrón-Palomino en 1989. Las razones de la pos­tergación de la edición son explicadas en la nota informativa de Martha Femández López, y sólo aludirnos a este hecho cronológico para ubicar al lector que quiera seguir el desarrollo teórico del maestro huancaíno. No es éste su último trabajo lexicológico. Debemos anotar que en marLo de 1992 se publicó el Vocabulario razonado de la actividad agraria andina (Cuzco, CERA Las Ca­sas), trabajo colectivo con Enrique Bailón Aguirre y Emilio Chambi Apaza.

La lectura del breve prefacio nos permite com­prender las intenciones del autor. Hace una pro­puesta de diccionario unificado. Los diccionarios del quechua han sido marcados ab Holguine por su sesgo dialectal. La naturaleza sociolingüística y la distribución espacial del quechua así lo exigían; pero en estos últimos años ha tomado cuerpo la preocupación por herramientas comunicativas supradialectales, orientadas a la unificación de los distintos grupos quechua hablantes, entre los que deben ser incluidos también los usuarios del pecu­liar pidgin interlectal que surge de la interacción del quechua y el castellano.

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Reseñas

La gran preocupación de Rodolfo Cerrón es lograr la lengua general (la cara lCOlVT) de los griegos) desde los inswnos dialectales y los datos sobre el quechua del S. XVI. En particular, este dicionario ha sido trabajado a partir de las varian­tes ayacuchana y cuzqueña (Cf. sus fuentes: Soto, Lira, Cusihuamán), y cualquiera que conozca algo de los andes sur centrales admite racional esta elección. No hay motivos de peso para sugerir que el llamado "quechua chanca" sea parcelario res­pecto del cuzqueño. Hay muchos argumentos en favor de la integración de ambas variedades. Es cierto también que el quechua sureño debe incor­porar la variante altiplánica., inclusión que la su­ponemos entre los planes del autor.

Para llegar a la unificación del quechua se requieren ciertos pasos de orden técnico. Uno de ellos, que ha causado muchos sinsabores y más de una anécdota pintoresca, es el referido a su nonna ortográfica. Cerrón le dedica tres carillas al deba­te, por momentos atrabiliario, con los llamados "pentavocalistas". Comprensible preocupación para cuando fueron redactadas. Por suerte, la dis­puta ahora periclita y la razón se impone.

Más importante es advertir que la decisión sobre las reglas de la fonemática 1 quechua pasa por un debate morfosintáctico y semántico. Como es de esperarse en las ciencias humanas, el anális is de los procesos lleva siempre a optar por topologías integradoras. Así, pues, proponer una norma de escritura implica asumir un enfoque de lengua.

¿Es sostenible el planteamiento ortográfico del autor? Por lo que toca a su propuesta central, no quedan dudas. Cualquier norma ortográfica debe ser lo suficientemente flexible como para lograr la comunicación interdialectal, y lo necesariamente rígida como para conseguir que el texto escrito refleje el espíritu de la lengua. No es posible, como se ha repetido con frecuencia., aspirar a una escri­tura que reproduzca la fonética de la lengua. El modelo alfabético fenicio (del cual procede el que ahora usamos) venció la resistencia de las varia­ciones precisamente porque se adaptaba tanto al indoeuropeo cuanto al semita, y porque se puede adaptar a cualquier otra familia lingüística. Expe­riencias realizadas con hablantes nativos de quechua cuzqueño prueban que una norma de es ­critura que equidiste de la variante local tanto como de la "chanca"puede comprenderse íntegramente2 •

En la acepción del Pike, dotar de escritura a una lengua ágrafa.

2 Aludo a los casos de alfabetización de adultos en las que el Centro Andino de Educación y Promoción,

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El hablante acomoda sin ninguna dificultad sus peculiaridades articulatoria5 al cont.cxto gramatical en el que aparecen las expresiones.

¿Se puede avart2ar hasta obviar las marcas de laringalización en el quechua sureño? Hay por lo menos, dos razones para aftnnar que sí. La primera es que representa una real fórmula de avance en la unificación de variantes, por lo menos desde el sur del Mantaro hasta el Altiplano. La segunda, una simplificación ortográfica que facilita la alfabeti­zación del usuario. Nosotros (esto es, el CAOEP) hemos optado por ese camino, y las dificultades con las que tropezamos no son mayores que cua­lesquier otras de orden educativo.

Lo que resulta debatible como argwnento es utilizar, como lo hacer Rodolfo Cerrón, el caso del castellano como prueba de los inevitables desajustes entre norma escrita y realización fonética de va­riante. En el quechua las discrepancias entre escrito y hablado proceden de di sincronías; en el castellano, en buena medida, de los desencuentros en la evolución histórica del código oral respecto del escrito.

Finalmente, el lector se hallará frent.c a un estilo muy peculiar de redactar en castellano. Abundan términos no canónicos acuñados por el autor, que los hemos bautizado como rodolfismos: "escriturario" es uno de ellos.

Hasta aquí un comentario general sobre el breve prefacio del Diccionario. Quien quiera conocer más exhaustivamente los puntos de vista de Rodolfo Cerrón sobre norma escrita del quechua puede recurrir a otros artículos suyos. Me parece inevi­table recomendar el artículo "Acerca del uso de los alfabetos oficiales quechua y aimara" insertado en El quechua en debate, editado por Godenzzi y publicado por el CERA "Las Casas" (1992).

Observemos ahora las listas léxicas que for­man la parte medular del libro.

Redactar un diccionario es proponer una anto­logía léxica. Siempre se excluirán algunas palabras e incluirán otras. Nadie quedará jamás satisfecho por las ausencias o presencias de palabras. No discutiremos aquí cuán extensa o exhaustiva es la lista propuesta en el diccionario que se comenta. Veamos sólo algunos detalles llamativos:

Respecto de hispanismos, el autor ha elegido, creo que bien, sólo los más interesantes, o los de incorporación más remota, de manera que quedan fuera entradas banales. Por lo mismo, la propuesta

CADEP "José María Arguedas", mi institución de trabajo, tiene experiencia, creo que suficiente.

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etimológica en muchos de estos casos puede pa­recer extraña; pero es siempre racional. No olvi­demos que rastrear el étimo de los hispanismos de incorporación temprana exige recurrir a coineizac iones de los siglos XV[ y XVíl, algunas de cuyas descripciones están todavía en debate.

En cuanto a fitónimos y zoónimos, anoto al ­gunos reparos:

Llama la atención que no siempre se haga uso de la nomenclatura latina para las salidas en castellano. Si el autor precisa que la papa es una snlanácea, creo que debicí haber indicado tamb ién que maswa (s ub voce) es una tropaeolácea: la salida "variedad de tubérculo" no ayuda mucho en este ca~o. Ahora bien , la maswa es una raíz tuberosa y no un tubérculo. C ieno que las raíces tuberosas tienen seme­janza con los tubérculos, razón por la que los agrcínomos llan1an " tubérculos menores" a algunas de éstas . Pero estas diferencia~ me­recen marcarse, más cuando nuestra preten ­sión es que los diccionarios de quechua sean finalm ente usados por los hablantes de la lengua.

Otra observación: qallu qallu, un platelminto, se glosa como balxisa, un gasterópodo, y se le ofrece la variante dialectal cuzqueña qalluiaka. Este detalle merece co mentario por s us implicaciones agropecuaria~.

Qalluqallu es uno ele lo s nombres ele la Fasciola hepática . Alude a su semejanza con la lengua (qallu, ' lengua '). La qallutaka (literalmente 'obstr11cción por la lengua') es el qalluqallu de­sarrollado e instalado en la vena ¡:xirta del ru­miante, de manera que obstruye la irrigación del hígado de éste, produciendo su colapsamiento.

En rigor, el qalluqallu es un platelminto que produce una enfermedad ll amada qallutaka, nombre que por extensicín se le aplica al parás ito; pero esta diferencia léxico -gramatical debe ser confrontada con mayor cantidad de informantes y especialistas.

Los campesinos confunden frecuentemente la Fa~c iola spp. con ciertos moluscos de ciénaga. Ex is ten algunos caracoles, como la Lymnaea viaJrix, comúnmente ll amada ch' uru o q' isu, a juzgar ¡x>r informaciones de hablantes de quechua cuzqueño y cai llom ino.

Las larvas de la Fasciola hepática desarrollan parte de su vida parasitando en la Lymnaea viatrix hasta llegar a un nivel ontogenético que los bió­logos le llaman "cercaría". Esta cercaría se desa-

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rrolla en las plantas de ciénaga, pasando a "metacercaria", que finalmente parasita el hígado del ganado y se desarrolla hasta qalluqallu adulto. Así pues, el qalluqallu es en su juventud el inqui­lino del tracto digestivo del q' isu, q' isu q' isu o ch' uru. Parásito e intennediario han siclo glosados en es te diccionario como "qalluqallu".

Ahora bien, desde lecturas más simples, el suri (sub voce) es ñandú f Pterocnemia pennata] y no avestruz [Struthio camelusJ. "Paréceme que yerra su paternidad" repetiré glosando a Garci laso (1943 [ 1609 J, Libro VIIl, Cap. XYITI) cuando alguna vez corrigió al Padre Acosta a propósi to de osos y ja­guares. El autor y el lector disculparán mi manía c lasificatoria, adquirida tempranamente cuando Lucio Velásquez nos tomaba despiadados exáme­nes de taxonomía botánica y zoológica en nuestra remola edad de muchachones de colegio fiscal.

Creo, sin embargo, que los deslices arriba anotados son problemas de infom1 antes. Si don Rodolfo Cerrón hubiera pretendido un diccionario de griego peninsular hace veintidcís siglos, habría recurrido a un campesino que aca~o hubiera re­producido el error frecuente ele los viñateros de entonces, que confundían aclráchnc, un arbusto, con andráchne, la fresa silvestre (Sebastián, 1964, sub voce). Esquilo de por medio, podemos ahora advertir esta disconvergencia léxica, aunque pre­sumo que muchos ele los ac n1ales agricultores griegos hablan como sus antecesores: res ele natura verlxlrum.

Otra observación: algunas salidas o frecen poco: mientras no se describa un raki, será difícil distinguirlo ele un puyñu. Al comparar el diccio­nario unificado que comentan1os con el Vocabu­lario Razonado redactado ¡:xis teriorrnente y a seis manos (nos referimos a la publicacicín de Bailón, Cerrón y Chambi; Cf. supra) advertimos que las salidas en és te último están mejor elaboradas. En defensa del diccionario unificado que aliara co­mentamos, debemos precisar los mo tivos y las metas de una y otra publicación. El Vocabulario Razonado es un valiosísimo ensayo lexicológico en el que se ven aplicaciones de la moderna teoría semántica europea (en particul ar la de Rastier). El Diccionario unificado se pretende un manual útil y una propuesta transdi alec tal . Por esto último, simple; por esto último, valioso; y por lo mismo, ele lectura inevitable.

La estructura de la lista de entradas castellana~ es más sencilla. Sus salidas son sólo equivalentes léxicos. La razón probable de esta simplicación está en relación con los objetivos del Diccionario Unificado, y no son demérito; están en el espíritu

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Reseñas

del esfuerzo editorial que lo produjo: "no son li­bros eruditos, sino para el principiante ... " (Juan Mejía Baca. en la presentación)

Siempre polémico, Rodolfo Cerrón se presenta como lo hemos conocido: exhaustivo, consistente en dialectogía, conocedor profundo de la lengua. propulsor de una coiné quechua basada en la tra­dición histórica y la eficiencia cumunicativa, y un hombre convicto de que sus esfuerzos serán útiles tanto a la lingüística teórica cuanto a la sociedad usuaria de las lenguas nativas.

Guido Pilares Casas

BJBLIOGRAFIA

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La publicación de este libro es un aconteci­miento importante. En primer lugar, anuncia el descubrimiento de un nuevo testigo presencial de los primeros años de vicia republicana en Bolivia (1825-1830), cuando se hizo el primer experimen­to con las políticas de comercio libre que después de 1872 ganarían la ascendencia en el gobierno del país . El autor anónimo, quien se refiere a si mismo como un "Aldeano", describe los efectos desastro­sos ele estas políticas desde una posición patriota y justiciera. Podemos escuchar ahora a una nueva voz contemporánea, crítica y distintiva, cuya compleja relación con las corrientes intelectuales y políticas de su tiempo atraerá a tocios los que se interesan en las condiciones de nacimiento de las Repúblicas sudamericanas.

Segundo, el libro es notable por el trabajo editorial realizado por la Coordinadora de Historia de La Paz, conducida en esta ocasión por el impul­so de Ana María Lema. Esta edición colectiva es ele una calidad alta, como lo es también el nivel de los ensayos críticos que acompañan al texto .

El Aldeano -para mí es un orureño, pero rw Dalence. El trabajo ele María Luisa Soux sobre sus posibles identidades es un buen punto ele partida para el lector- fue un tipo muy bien leido, pero ele ninguna manera único en el contexto boliviano ele esos años. Así, por ejemplo, mucha~ de las pre­guntas que él se plantea se encuentran también en el Cuestionario presentado en 1832 a los candida­tos para el puesto ele primer Profesor ele Economía Política en la recién fundada Universidad Mayor de San Andrés 1 • Las editoras han rastreado las afiliaciones sociales e intelectuales del Aldeano, comparando su percepción con la de otros contem­poráneos (por ejemplo, la ele los viajeros extranje­ros, ver el ensayo ele Ana María Lema); y resulta un "filósofo" -como él se autodenomina- que co­noce a Montesquieu, a Bentham y Smith (a través

Este Cuestionario, un documento fundamental para la historia de la Universidad boliviana, se publica corno Anexo a la presente edición.

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de Say ), a Descartes y a Condorcet ... entre los explíci tamente mencionados (ver los ensayos de Rossana Barragán y Ximena Medinaceli ).

El Aldeano refiere constantemente a los "filó­sofos" de la Nación, quienes deben canalizar la sabiduría de la Ilustración hacia el país, y reflexio­nar sobre las modificaciones que deben hacerse a los planteamientos europeos a la luz de la obser­vación empírica y la inferencia de las causas sub­yacentes en la miseria nacional. Son estas obser­vaciones e inferencia~ -y aquí el Aldeano sigue el mé todo ne wtoniano, como señala Ro ssana Barragán- las que le llevan a entablar debate con las poi íticas eurocéntricas de otros "filósofos", tales co mo Sucre y Bolivar. De allí que -a pesar de sus protestas de ignorancia y de su lejanía de la vida pública- su manuscrito es concebido esencialmen­te como una intervención "filosófica" en un deba­te de criollos ilustrados, donde el ramo de la filo­sofía que expone el autor es la Economía Política.

El "comercio libre extranjero", dice, está en la raíz de todos los males del país, pues es la causa de la pobreza y todo lo que fluye de ella: baja población, falta de educación, deterioro de la moralid ad cívica, ausencia de patrioti smo, profanación de la religión, debilidad interior y exterior del Estado (ver el ensayo de lván Jimenez para una reconsideración de la política económica de Sucre, y él de Hans Hubcr sobre la política fis ­cal). Sobretodo, conduce al " lujo": todas las cla­ses, sean lo que sean sus recursos económicos, se han lanzado a la compra desenfrenada de las telas o los vidrios ingleses, de los vinos y las lozas fran ­cesas, que son mercancías productivas: e incluso llegan -en actos soberbios de "consumo conspi­cuo" comparables con el potlatc h- a destrozar todo el servicio de un banquete después de usarlo una sóla vez. En un pasaJe exquisito, el Aldeano re­produce un diálogo entre un hombre de medios y su mujer o amante: ella insiste en que su hombre le compre las últimas telas y adornos llegadas de Europa para poder competir con las otras damas de la sociedad. Recomienda un fuerte control moral por parte de sus maridos sobre tales muestra~ de irresponsabilidad femenina, una recomendación que Seemin Qayum, en un ensayo sugerente, de­signa como un caso de "proteccionismo sexual".

Esta actitud olímpica subyace también en un análisis político etilísta y aflora en un Proyecto de Ley para remediar la situación. El Aldeano no toma la posición proteccionista clásica basada en con­troles arancelarios para limitar, mas o menos selectivamente, las importaciones extranjeras que pudieran asfixiar la producción nacional. Recono-

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ce el derecho del extranjero a vender donde le da la gana, pues "no hace violencia a nadie''2 . De allí que la única soluc ión que propone consiste en prohibir las clases inferiores el consun10 de artícu­los importados, quedando el derecho de consumo solamente a los que ganan más de 500 pesos anua­les. Me cuesta creer que el mismo Aldeano no haya gozado de ingresos por encima de este monto -pero eso, según su concepto, sería un privilegio legítimo para un filósofo ilustrado, como también lo sería para los Magistrados más elevados .

Pues, se articulan en su discurso dos visiones fuertemente jerárquicas de la sociedad, que se re­fuer,.an mutuamente. Por una parte, hay un discur­so neoclásico y bonapartista, en donde la frugalidad de Catón y la mesura de los Gracos pueden servir para orienter un intento de restaurar lo que él llama el "lmperio del Mundo", o sea, el romano. En este orden republicano, el pueblo es nominalmente so­berano3, pero por el "contrato social" ha cedido sus poderes a los Magistrados (un eco andino de wcke y Rousseau), a quienes debe todo respeto, y quienes pueden hacer uso legítimamente de los bienes importados para fortalecer con símbolos visibles su distinción de la masa del pueblo.

Por otra parte, -y aquí entra el modelo deriva­do de la Colonia-, la división estamental de la so­ciedad boliviana es tal que los indios incluso merecen otra legislación que no sea la de los ciu­dadanos ilustrados. Inmersos en grado mayor que el resto del país en la "barbarie" heredada por todos del " yugo colonial", los indios y los artesanos urb,mos deben ser protegidos de sus peores instin­tos mediante la vigilancia policial, única manera de asegurarse que no se lanzen a un consumo "lu­joso" más allá de sus medios económicos. En este sentido, entonces, el "proteccionismo" del Aldea­no ~e dirije m:ís a la vigilancia moralizante interna por los órganos de un Estado ilustrado, que al res­guardo de las fronteras comerciales.

Así se reconcilian dos elementos a primera vista contradictorios en la visión del Aldeano: su civis-

2 Para un análisis de la "violencia liberal" en Bolivia durante el siglo XfX, ver Tristan Platt, "Calendarios tributarios e intervención mercantil", en O. Harris, B. Larson y E. Tandetcr (comps.), La Participación indígena en los mercados sur-andinos. CERES, La Paz. 1987.G

3 Los significados de la palabra "pueblo" son rastrea­dos por Ximcna Medinaceli , siguiendo los derrote­ros trazados por Marie-Danielc Demclas, L' invenlion polilique . Bolivie, Equateur, Pérou a u XIX eme siecle . Rcchcrche su les Civi.lisations. Paris, 1992.

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Reseñas

mo ilustrado que parte del concepto de la libertad política para todos los ciudadanos del país; y el elitismo intransigente de su Proyecto de Ley, don­de la mayoría indigente de la población será sujeta a la vigilancia policial. Acordémonos que Roma también tenía tres estamentos, y que los derechos de la ciudadanía sólo se extendían paulatinamente en la medida que se expandía el poder romano. Lo mismo, espera nuestro Aldeano, pasaría en Boli­via en la medida que los indios y los artesanos se vayan "civilizando". Si a esto agregamos su inte­rés marcado por la agricultura, podemos ver su retiro a su finca rural (en Oruro?) como el autoexilio de un Catón, donde podría entretenerse, quizás, con una autoimágen construida en el molde de un an­tiguo romano dedicado a las actividades honora­bles de la tierra y de la filosofía, como también a las virtudes frugales de los héroes de la República antigua del Mundo.

Es desde esta posición, entonces, que el Al­deano emprende su análisis, movilizando los con­ceptos aprendidos en sus lecturas (sobre todo Say y Montesquieu) para dar cuenta de lo específico de la situación boliviana, y por qué sale de cual­quier modelo ingenuo que pudo haberse generali­zado en base a una lectura apresurada de Adam Smith. Aquí conviene puntualizarse que, para el mismo Smith, el mercado interno no es una alter­nativa al comercio exterior: es algo cuyo abasteci­miento es inevitablemente la precondición para cualquier expansión comercial posterior en Ul ­tramar4 . Smith espera, además, que los capitalis­tas se porten "moralmente": como ha mostrado Heinrich Lubasz5 , la famosa metáfora de la "mano invisible" no se refiere -como suponen muchos neoliberales modernos- al mercado: es la mano invisible de la Divina Providencia la que vela por los resultados beneficiosos de las actividades de los empresarios individuales . La diferencia entre los paises europeos y Bolivia no se sitúa, entonces, en que Bolivia debe elegir entre mercado interno y comercio exterior; más bien, el mercado interno boliviano debe abastecerse por sus propios pro­ductos a la vez que ciertos rubros puedan orientar­se hacia los mercados del exterior.

El Aldeano revisa las exportaciones naciona­les, y también reconoce que ciertos productos ex-

4 Tristan Plau, "Protección divina y perdición libe­ral", en Revista Andina, año 11 N2 2. cusco 1993.

5 "H. Lubasz, "Adam Smith and Lhe Invisible Hand", en R. Dilley (comp.). Contesting Markets: analyses of discourse, ideology and practice . Edinburgh University Press . 1992.

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tranjeros podrían ser importados con provecho para el país. Pero (a diferencia de Smith) insiste que la exportación de la moneda no debería permitirse, en cuanto es ella que permite la circulación interna de los productos del país. ¿Acaso, dice -en una crítica explícita al estereotipo del país como "esen­cialmente minero"-, Bolivia debería ser exclusiva­mente exportador de metales, sin poner el metálico a trabajar internamente como medio de cambio que facilitara la circulación de los productos de las diferentes industrias nacionales? Una mayor pro­ducción de plata debe permitir que circulen más productos bolivianos; no debería simplemente costear la importación innecesaria de artículos de "lujo".

Ahora bien, el Aldeano hace una identificación explícita entre la libertad política y libertad econó­mica. Sus reflexiones parten del hecho que la pri­mera no puede existir mientras la segunda esté negada por la presión del "comercio libre extran­jero". El problema se desplaza, entonces, desde un problema de circulación a un problema más gene­ral de poder, sobretodo en cuanto a la relación desigual ex istente entre las economías de los dis­tintos países supuestamente "libres". Y es a través de su reconocimiento de este problema del poder que el Aldeano puede distanciarse de los discursos europeos hegemónicos:

"Sabido es que el pobre por serlo ya está ne­cesariamente subordinado al rico, y que éste por serlo ejerce un imperio sobre aquél. Pero esta sub­ordinación no es compatible con las funciones de la libertad".

Es un problema reconocido en la jurispruden­cia liberal al nivel de los derechos de los indivi­duos. Estos pueden resistir diversas formas -li ­bertades, privilegios, etc. Pero ninguna libertad debe ejercerse sin que se reconozca la existencia de un deber correlativo: en este caso, el respeto por las libertades del Otro. Transferido el argumento a la esfera de la Economía Política, el Aldeano concluye que la libertad no puede ejercerse en Bolivia por­que el ejercicio por los países extranjeros de su libertad (se. del comercio) se hace sin ningún re­conocimiento de un deber correlativo de respetar las libertades de los menos fuertes.

Es así que el Aldeano puede salir de la simple reproducción dogmática de las posiciones enun­ciadas por los "filósofos" hegemónicos de Europa. No había ido a Viena, Manchester o Chicago para conseguir su Ilustración. Fue un lector ávido, y se mantenía al tanto de los "grandes libros" que cir­culaban en Europa. Pero su crítica salía del país, de sus observaciones "sobre el terreno". En un

Revista Andina, Año 13

párrafo memorable, que anticipa las observacio­nes de Condarco Morales y Murra, describe la antigua "complementariedad ecológica" existente entre los Departamentos de Oruro y Cochabamba, y los efectos del comercio libre extranjero sobre los intercambios en especies entre puna y valle. Casi podemos escuchar a los cochabambinos re­chazando impacientemente a sus an tiguos caseros, quienes bajaban al Valle en busca de maíz y hari ­na. "Solo cambiamos por plata ahora", habrán dicho, porque esperaban conseguir el único medio -dinero- que les daría acceso a las telas recién lle­gadas de Lancashire.

La erosión de todo el tej ido social por el co­mercio extranjero es percibida con elocuencia y clarid ad ¡xir el Aldeano . Aun cuando exagera un poco -como cuando dice que sin dinero no hay coca y sin coca no hay minería-, sus observacio­nes vienen de un conocimiento profundo de la misma realidad. El ha tomado las ideas de sus mentores europeos, y los ha transformado para poder salir con nuevos planteamientos más ajus­tados a la situación verdadera del país.

Y ésta es quizás la enseñanza principal del Aldeano para los lectores modernos: ¿cómo leer críticameme los textos hegemónicos, y digerir las ideas que circulan a nivel mundial, sin llegar sim­plemente a querer aplicar dogmaticamente estas ideas a una realidad diferente, sin emprender pre­viamente un trabajo de domesticación ... ?

Tristan Platt

ESCAJADILLO, Tomás G, La narrativa indige­nista peruana. Amaru Editores, Lima, 1994.

La publicación del libro que se reseña da una entrada para reílexionar sobre las condiciones materiales de producción de conocimiento teórico y crítico literario en el Perú. En esta reílexión se tiene en cuenta las relaciones que la crítica y teoría literaria producidas en el Perú establecen tanto con la crítica y teoría literaria estadounidense y euro­pea, en general, como con la crítica literaria peruanista estadounidense y europea, en particu­lar. Se resalta la materialidad de las condiciones de producción y el lugar de enunciación del co­nocimiento debido a que ellas son la~ que, en última instancia, determinan el prestigio, la auto­ridad y la legitimidad de la teoría y crítica literaria sobre cualquier literatura nacional.

Nº 1, julio 1995

El libro del ex-decano de la Facultad de Le­tras y Ciencias Humana~ de la Universidad Na­cional Mayor de San Marcos está constituido por la recopilación de heterogéneos escritos que fue­ron concebidos en distintas circunstancias y con diferentes objetivos en un lapso de 23 años. La primera parte del libro "Un planteamiento gene­ral" es el capítulo inicial de la tesis doctoral La narraiiva indigenisia: un plarúecuniento y oclw incisiones que Tomás Escajadillo presentó en la Universidad de San Marcos en enero de 1972. La seg unda parte "Notas acerca de la narrativa 'neo­.indigenista' posterior a 1971" es la versión com­pleta de la ponencia que fue leída en las Primeras Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana (La Paz-Agosto ele 1993). La tercera sección "Re­ílcxiones complementarias" está integrada por los artículos periodísticos "El Indigenismo de Mariátegui" publicado en Domingo. Suplemento Dominical de La República Lima, 12 de Junio de 1988 y "Robles Alarcón: El último indigenista" publicado en Cara & Sello. Suplemento Domi­nical de El Nacional, Lima, 26 de Junio de 1988. Cierra el libro una "Bibliografía selectiva sobre el indigenismo (Posterior a 1971)'".

En La novela indigenista, a pesar de las con­diciones adversas ele la institución literaria en la que se ha producido, se demuestra que sí se puede trabajar con profundidad y rigor estableciendo como referencia inmediata la tradición crítica y teórica nacional. Por un lado, en la primera parte del libro "Un planteamiento general" se sintetiza y se hace un pormenorizado balance de la crítica literaria latinoamericana que dio cuenta del indigenismo hasta 1970. Por otro, Escajadillo es uno de los primeros críticos peruanos que tomó como punto de partida las formulaciones teóricas de José Carlos Mariátegui y luego las reelaboró creativamente. En este sentido, Escajadillo dentro de una concepción de la literatura indigenista como representación de la realidad enfatiza el estudio de los rasgos estéticos de los textos literarios y la posición que el productor del texto ocupa frente al referente para definir y diferenciar las catego­rías "indianismo" e "indigenismo". La utilísima definición de los términos que para muchos estu­diosos de la literatura indigenista todavía no están claros, es el paso inicial para someter a prueba su esquema de evolución del indigenismo que inclu­ye dos grandes etapas "el indigenismo ortodoxo" y el "neoindigenismo". De este modo, si bien en el indianismo y el indigenismo existe una "pre­sencia" del tema indígena cada uno tiene un tra­tamiento distinto de su tema compartido. Por un

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Reseñas

lado, el "indianismo" es una narrativa que busca una "mera emoción exotista" y utiliza formas románticas para tratar el tema indígena. Por otro, "para que se produzca una novela o cuento indigenista" deben estar presentes tres factores: "el 'sentimiento de reivindicación social' del in­dio, la ruptura con formas del pasado (especial­mente el tratamiento romántico del 'tema' indio, la idealización romántica del indígena), y la 'su­ficiente proximidad' en relación con el mundo recreado (el Ande y su habitante)" (p. 50). Con estas definiciones generales desmenuza los tér­minos "indianismo", "indigenismo" en otros componentes mucho más precisos para clasificar las obras que de manera genérica se catalogaban como indigenistas. Así, Escajadillo habla de un "indianismo modernista" y pone como ejemplos a Los hijos del sol de Abraham V aldelomar, o los cuentos peruanos de temática andina en La ven­ganza del cóndor de V. García Calderón, de un "indigenismo romántico-realista-costumbrista" con obras como El padre Harán de Narciso Aréstegui, Aves sin nido de Clorinda Matto de Tumer y de un "indigenismo ortodoxo" como El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría y la primera pro­ducción narrativa de José María Arguedas (pp. 34-35).

En su esquema de evolución de la narrativa indigenista que ordena la estructura del libro, el ·'neoindigenismo" rebasa y amplía las modalida­des ya exhaustas de un "indigenismo ortodoxo". Las diferencias y transformaciones entre estas dos fases se sintetizan en que en el neoindigenismo, en contraste con el indigenismo ortodoxo, se pro­duce: a) "La utilización en forma plena, de las posibilidades artísticas que ofrece el 'realismo mágico' o 'lo real maravilloso' para la develación de zonas inéditas del universo mítico del hombre andino" (p. 55). b) "La intensificación del lirismo en la narrativa., a tal punto, que una denomina­ción como 'novela poemática' pueda resultar aceptable para una obra 'indigenista"' (p. 58). c) "La 'ampliación' del 'problema' o 'tema' indí­gena., de manera que dicho 'tema' ya no se res­trinja ( .. . ) a ser la visión desde un punto de vista racial (el indio), laboral (el campesino; el obrero minero), o 'zonal' (el habitante andino)" (p. 64). El esquema de Escajadillo no es completamente rígido y lineal sino acepta casos que rompen la regla y tiene semejanzas con el esquema de Raymond Williams en el que se considera la presencia de elementos hegemónicos, emergentes y residuales para dar cuenta de los procesos li­terarios. De esa manera su esquema le permite

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explicar a Escajadillo, por ejemplo, el caso de la obra literaria de José María Arguedas en la que se dio el tránsito del indigenismo ortodoxo en Agua (1935), Yawar fiesta (1941) y Diamantes y pe­dernales (1954) y un segundo Arguedas neoindigenista C1!. Los ríos profundos (1958), "La agonía de Rasu Nili".

Su conocimiento profundo del proceso litera­rio peniano le permitió a Escajadillo establecer una agenda intelectual para estudiar de manera global el desarrollo del indigenismo. En esta agenda planteó como tareas urgentes examinar a autores no canónicos que publicaron en ediciones limitadas y propuso agrandar el corpus de estudio con la lectura de revistas literarias periféricas publicadas tanto en Lima como en provincias . Por cieno, salvo el caso de Gamaliel Churata y la revista Boletín Titikaka que han sido materia de estudio de varias tesis universitarias y un libro, desde 1971 pocos autores indigenistas no canóni­cos y rev istas de provincias han sido abordadas. Es una tarea que después de 23 años todavía está pendiente. Asimismo, su cala acuciosa en la lite­ratura peruana Je permitió reconocer, contra la corriente y de manera solitaria., la importancia de la obra narrativa de Manuel Scorza en un momento que había el consenso de críticos y escritores de distintas tendencias teórica~ y políticas en desva­lorizar Redoble de Rancas. Por último, Escajadillo también evaluó con acierto las primeras obras narrativ as de Edgardo Rivera Martínez y predijo la escritura de una novela como País de Jauja (1993) sobre la cual hay unanimidad en la institu­ción literaria peruana de considerarla una obra maestra.

Los desajustes y las limitaciones del modelo teórico y esquema de evolución de la novela indigenista se hacen notorios en "Nota~ acerca de la narrativa 'neo indigenista' posterior a 1971" y "Reflexiones complementarias". El modelo teóri­co que subyace en todo el libro no permite ver de manera más profunda el dinamismo que se desa­rrolla en el referente. Es decir, este modelo pri­vilegia las regularidades, cambios y desarrollos que se producen en la instancia de los productores de la literatura (autores) y en la irtstancia textual (no­velas y cuentos) pero deja de lado las transforma­ciones que se dan en el referente (sectores subal­ternos) que es representado. De allí que el seguir denominando narrativa indigenista a un reciente corpus de la literatura peruana es problemático. Si bien el autor reconoce las incompatibilidades del uso del término indigenista en la denominación

Revista Andina, Año 13

ele Todas las sanires (pp. 66-67) no entendemos ¡xirqué sigue utilizando el término como título ele un libro que incluye obras literarias recientemen­te publicadas. La obra narrativa ele varios ele los auto res comentados en el libro ya no se puede c lasi ficar como "indigenista" o "neoincligenista". Si bien estos tex tos contienen elementos residuales del indigenismo, también se están representando problemas y situaciones inéditas que los llamados "indígenas" están produciendo. Por ejemplo, los "' ind ígena," están construyendo otras identidades culturales que niegan una identidad "indígena" a través de lo s proceso s socioc ulturales del ··acholamiento" y ··achoran1iento" o al mismo tiempo es tán llevando a calxi un conjun to ele pro­ci.:sos ele constituc ión de identidad política que rechazan las calificaciones de "movimiento indí-1.!ena". Por ello, las obras rnirrativas de Dante C:,L, tro, Luis Nieto D. y Enrique Rosas P. se en­cuentran más bien en las coordenadas de la repre­sentación de la violencia política que afectó a la pobl ación andina durame los últimos quince años. Del mismo modo hay otro conjunto ele obras na­rrativas como las de Félix Huamán Cabrera, que representan el "acholamiento" y "achoramiento" de los migrantes andinos o parte ele la últinla obra de Carlos Zavaleta que registra la anclinizacción de las ciudades peruanas por la constante migra­c ión del campo a la ciudad. También encontramos otro conjunto de obras narrativas en el que se da cuenta de la especificidad de regiones geográfi ­ca, y culturales específicas tal como ocurre en los cuentos de Samuel Cardich, Andrés Cloud y Mario Malpartida que tratan una problemática del de­partamento de Huánuco. En parte, la constatación ele los fenómenos socioculturales referidos lleva­ron a que el crítico Antonio Cornejo Polar llama,e La 1wvela peruana (1989) a una recopilación de artículos que alxmlaban las obra, narrativas de varios ele los autores considerados en el libro de Escajadillo.

De otra parte, la publicación del libro es tar­día. Salvo algunos críticos despistados que conti­núan las líneas de análisis planteadas por Escajaclillo en 1972, la últinla crítica peruana y peruanista que tiene como supuesto la concepción del lenguaje como constructor de realidades aborda textos indigenistas focalizando su atención en la agenda socio-ideológica oculta que tiene el autor indigenista para escribir un texto. De ese modo, se están indagando los modos de representación del "otro", los recursos retóricos y estilísticos que vehiculan y dan coherencia a la~ agencias y cuá­les son los lugares ele enunciación y recepción de

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los discursos indigenistas. Sin embargo, hay que rec alcar que los desajustes de La narrativa iruligenista se deben más que nada a las linlita­ciones de la instirución literaria peruana que el autor escogió como lugar ele enunciación de sus propuestas. Tomá, EscaJadillo decidió desarrollar su carrera académica en la Universidad ele San Marcos. Esta decisión personal, por una parte, lo ha llevado a afrontar las múltiples limitaciones ele la pequeña y frágil institución literaria peruana que condicionaron el contenido, la estrucrura y final ­m e nte la tardía publicación de La novela iruiigenista peruana1

• Por otra, la postergación de la publicación del primer capítulo de su tesis hizo que sus propuestas no circularon ampliamente y a su debido tiempo en la academia peruana e inter­nacional. Pocos fueron los que leyeron los esca­sos ejemplares de su tesis de doctorado o las fo ­tocopias que eran encargadas desde el extranjero al autor o a toda persona que tenía acceso a la RiblioLeca de Letras de la Universidad ele San Marcos. Esta falla de circulación provocó el desa­rrollo paralelo de planteamientos sinlilares o el simple parafraseo de sus propuestas que sí dieron prestigio académico y por cierto económico a sus enunciadores en el ámbito del hispanoame­ricanismo internacionales. Asimismo, el libro materia ele esta reseña, se constituye en un exce-

El hecho de haber escogido como lugar de trabajo la Universidad Nacional de San Marcos le significó tener bajos ingresos que no penniten la adquisición de carísimos libros y revistas especialiwdas (en el Perú no hay exención de impuestos para libros y re­vistas académicas, tampoco hay tarifas especiales para enviar materiales impresos) ni financiar la edi­ción de su libro. Las posibilidades de participación en congresos académicos de un docente peruano soo limitadas ya sea debido a que la w1iversidad no tiene los recursos económicos para financiar la organiza­ción de congresos en el Perú o los costos de estadía y viajes de sus docentes a congresos internacionales. La carencia de asistentes de investigación y sobre todo la baja remunernción del docente universitario obliga a que se dediquen a la enseñanw en más de dos instituciooes académicas o a otras actividades económicas (periodismo, pequeño comercio, mane­jo de LaXis) c-n desmedro de la investigación. Tam­bién quedarse en el Perú significó no tener acceso a bibliotecas especialiwdas y actualiwdas con las úl­timas publicaciones nacionales y extranjeras que dan noticia de los últimos avances de la crítica y teoría literaria, tampoco acceso i rrestricto a llamadas de larga distancia, fax o correo electrónico que en el Perú son servicios con precios prohibitivos.

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Reseñas

lente manual que explica de manera muy didáctica definiciones, tropos indigenistas y registra infor­mación minuciosa sobre obras y autores de los que no se tienen noticias en el extranjero. Antes de terminar, esperamos que la segunda edición tenga índices de obras y autores para facilitar la

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lectura del libro y exhortamos a que Tomás Escajadillo tome mayor ventaja de sus virtudes de historiador literario para redactar una historia social de la literatura peruana que en estos mo­mentos hace tanta falta .

Juan Zevallos Aguilar

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