suplemento voz zero "café y cigarros" no. 2. 2015

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23 de febrero 2015 /Suplemento-Voz-Zero “El amor, el tabaco, el café y, en general, todos los venenos que no son lo bastante fuertes para matarnos en un instante, se nos convierten en una necesidad diaria”. Enrique Jardiel Poncela Foto: Brenda Ávila Velázquez ESPECIAL “CAFÉ Y CIGARROS”

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"El amor, el tabaco, el café y, en general, todos los venenos que no son lo bastante fuertes para matarnos en un instante, se nos convierten en una necesidad diaria". Enrique Jardiel Poncela

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Page 1: Suplemento Voz Zero "Café y Cigarros" No. 2. 2015

23 de febrero 2015/Suplemento-Voz-Zero

“El amor, el tabaco, el café y, en general, todos los venenos que no son lo bastante fuertes para matarnos en un instante, se nos convierten en una necesidad diaria”.

Enrique Jardiel Poncela

Foto: Brenda Ávila Velázquez

ESPECIAL “CAFÉ Y CIGARROS”

Page 2: Suplemento Voz Zero "Café y Cigarros" No. 2. 2015

2 Santiago de Querétaro, Qro. 23 de febrero 2014

Por: Gema Damcue

Desde un desayuno rápido, una invitación, una cita para conseguir a un ser amado, hasta una historia de cabras locas y el “vino árabe”, al café lo podemos ver en todas partes. Sin importar exactamente de dónde es, preparar un café delicioso y exacto puede ser un arte y no cualquiera lo puede hacer, pues si bien en algunos lugares se dan grandes aires de ser expertos, podemos descubrir pequeños trucos que existen alrededor de la creación de nuestra base para toda clase de café: el café expresso.La historia del café comienza con una pequeña leyenda que nace desde Etiopia, en dónde un pastor se da cuenta que sus cabras se ponen a brincar y a correr más cuando comen de las moras

de cierto arbusto, dichas moras se las llevó el pastor a un monasterio para que las probaran, pero cuando los monjes las quisieron cocer y tomárselas, les disgustó tanto el sabor que tiraron las semillas al fuego, de tal forma que estas comenzaron a tostarse y a soltar, por ende, un aroma realmente delicioso, por lo que decidieron volver a intentar tomar el “té” de estas moras y les encantó. A este “té” se le comenzó a llamar, en árabe “qahhwat al-bun” a lo que se traduce como “vino del grano” o “vino árabe”, esta palabra se transformó por varios lugares como “kahveh” en Turquía y de ahí a “Koffie” en holandés y “caffe” en italiano. Al llegar el café a Italia, lugar dónde se conoce que nacieron la mayor parte de las preparaciones del café, se comienza a preparar en una clásica cafetera

italiana, que se puede tener en casa y que prepara la deliciosa bebida en cuestión de minutos, por eso es café expresso. Pero ojo, la forma de preparar el café no solo consiste de echar café al filtro hasta que se llene y retacar de agua la parte que es para eso, sino que lleva algo más.La preparación de un buen café consiste en poder hacer el café exacto en combinación con lo tostado y molido del grano, la compactación en el filtro y el cuerpo del café.Un buen café expresso no debe ser ácido, debe mantener un cuerpo, y debe tener su pequeña espumita por encima de la bebida, la cual puede marcar la diferencia entre ser un café colombiano, cubano, arábigo o brasileño. Si bien, existen tantas historias alrededor del café, como la del café americano

creado en la segundo guerra mundial, tras tratar de hacer rendir más a los soldados y diluir el café expresso con más agua, se hizo popular después en muchísimos lugares. También podemos encontrar la historia del café de olla de nuestro país que se prepara con piloncillo y canela, y que su aroma es tan dulce y tan fuerte que las mujeres que no han encontrado la pareja al preparar dicho café, se podrán sorprender.El café encierra seducción, nostalgia, alegría, seriedad e inspiración en una tacita que puede llevar un concentrado de 7 a 9 gramos de café 100% puro y molido, y de preferencia a unos 25 a 30 segundos de exposición. Pero nada comparado con el tiempo que te puedes llevar en disfrutar de esta deliciosa bebida en cualquier lugar.

ESEL CUERPO

DEL CAFÉ.Fotografía Por Lucero Trejo

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3Santiago de Querétaro, Qro. 23 de febrero 2014

Por: Rosa Valencia

Dicen que hace mucho, mucho tiempo, en Etiopía, un pastor llamado Kaldi se dio cuenta de que sus cabras, después de haber comido las bayas de unos arbustos, se habían puesto muy inquietas y que balaban y saltaban como locas alrededor del campo; impulsado por la curiosidad, Kaldi también probó estos frutos y no tardó en ponerse a bailar con sus cabras. Un monje que pasaba por ahí le preguntó al pastor la causa de este extraño comportamiento y se llevó algunas bayas para probarlas él mismo. Hizo comer estas bayas a sus discípulos antes de predicar y entonces se hizo famoso por sus sermones nocturnos que duraban hasta el amanecer.Esta es la leyenda más antigua y más conocida sobre la infusión que llamamos “café”, y no es de extrañarse que uno de sus primeros usos fuera mantener despierta a una audiencia. Dicha capacidad que adquirimos de permanecer despiertos y de estimular los sentidos, después de tomar una taza de café, es consecuencia de la cafeína, un alcaloide que también está presente en las hojas de té y de otros vegetales como el limón, el pomelo, el naranjo, el guaraná e incluso el cacao. Algunos estudios médicos afirman que una dosis de diez gramos puede matar a una persona, cantidad que equivale a unas ochenta o cien tazas de café en un día.Existen dos especies de grano de café: el primero, el árabe (coffea arabica), que se considera de más alta calidad –y más caro- cultivado en México y América central hasta Brasil, tierras altas que van de 1600 a 2000 metros sobre el nivel del mar; el segundo, el robusta (coffea canephora) que crece en casi cualquier lugar porque soporta climas más rigurosos, por ejemplo de África central y oriental, India, Vietnam, Madagascar, Indonesia y Filipinas además de algunas zonas húmedas de Brasil.El consumo del café ha sido, y sigue siendo, todo un arte, acompañado siempre de rituales en que se enaltecen sus virtudes. Actualmente ¿quién no se ha tomado una tacita por la mañana orando para poder cumplir con todos nuestros deberes y responsabilidades del día? ¿Cuántos no se han ido a entablar una interesante plática a propósito de un café? Una antigua ceremonia, también etíope, que se realiza después de comer,

consiste en tostar las semillas verdes de café ante los invitados para que disfruten del aroma, después el café tostado es molido y hervido para que finalmente todos beban tres tazas diciendo: “abole-berke-sostga” que significa “uno-dos-tres, y seremos amigos para siempre”. Como vemos, África es el primer lugar en el que se bebe café y para impedir que se propagara por el mundo, los árabes prohibieron que las semillas se exportaran, restricción que fue burlada por los holandeses que llevaron plantas de café a Europa en 1616 en una época en que ya existían otras bebidas importantes: el chocolate traído a España desde América en 1528, y el té que se vendió por primera vez en Europa en 1610. Más tarde, el café llegó a América.Es fácil imaginar el impacto que tuvo la expansión de esta bebida en la ciencia, el arte, la literatura y la tecnología después de que la única bebida que mantenía despiertos a los europeos era la cerveza y el vino, que sin duda los mantenía cierto grado de permanente ebriedad, pues comenzaron a abrirse comercios en que se vendía café como el “coffehouse” en Inglaterra. Más tarde fue el “café” en Francia y España, y “cafeterías” en México y en Perú, establecimientos que fueron la cuna de nuevas ideas y de movimientos sociales, como por ejemplo el Boston Tea Party en Estados Unidos.En 1718, los holandeses llevaron las plantaciones a Brasil, que hoy es el primer productor de café en el mundo, y se expandió a Guatemala, México, El Salvador y Colombia, y en 1962 se creó la Organización Internacional del Café (International Coffee Organization, ICO) que actualmente regula el mercado del café y promueve su expansión sustentable.De acuerdo con el Centro de Estudios de Finanzas Públicas (CEFP) México es uno de los países en el que se produce la variedad de café “arábica” y ocupa el quinto lugar después de Brasil, Colombia, Indonesia y Vietnam. A su vez, los estados de mayor producción en nuestro país son Colima, Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tabasco y Veracruz en los que hay cultivos privados, ejidos y tierras comunales, de los dos últimos existen 16 organizaciones locales y regionales.

HISTORIADEL CAFÉ

Fotografía Por Lucero Trejo

Fotografía Por Lucero Trejo

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4 Santiago de Querétaro, Qro. 23 de febrero 2014

Fotografía por Donna O.

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5Santiago de Querétaro, Qro. 23 de febrero 2014

Por: Laura Lucía Peña

Café. Bebida que se obtiene a partir de las semillas tostadas y molidas de los frutos de una planta que se siembra en los denominados cafetales. - Esto de esperar no es lo mío. Estoy harta ¿por qué tardas tanto?- Lo siento, estoy en camino, mientras pide lo que quieras, yo invito.- Mesero, un café americano, por favor.6:30 pm No hay mucha gente en este lugar, una pareja del lado derecho de la puerta, un hombre solo en unos de los gabinetes del fondo y unos cuantos más esperando para que tomen su orden en la caja.Aquella pareja junto a la puerta luce alegre, sus caras son de felicidad sincera. No hay gesto que delate incomodidad. Su conversación no se entiende mucho, sin embargo por sus actitudes es notorio que es su segunda cita: movimientos de pies a cada rato, sus manos se acercan y alejan alternadamente como buscándose entre sí, pero sin atreverse a tocarse por el contrario de sus miradas, las cuales eran persistentes y buscaban en todo momento encontrarse.6:40 pm-Aún no llegas, ¿qué demonios te pasa?Nada que reportar. Las personas que estaban formadas esperando ser atendidos ya han salido del lugar, sin embargo siguen llegando más que entran y salen sin siquiera

mirar a su alrededor, como si únicamente ellos existieran en ese universo.Un momento, aquel señor del gabinete en fondo me está viendo.

Cigarro: Rollo de papel en forma de cilindro relleno de tabaco y nicotina, generalmente lleva un filtro para evitar daños a la salud.

6:55 pm-Ya me harté creo es mejor que me vaya. ¿Por qué el monito del traje no deja de verme? ¿Cómo es? Presumido, falso, con su trajecito “fino” porque -según él- es de marca, no ha dejado de hablar por teléfono, con este es su tercer cigarro en menos de treinta minutos. Sus manos se mueven ansiosamente por su tablet. ¿Qué tanto hace? Esos gestos son extraños, como si quisiera salir corriendo de aquí pero no puede porque está amarrado.7:15 pm- Nunca llegaste. Así que me voy. Todo este tiempo desperdiciado por lo que no hice nada de provecho.Antes de salir por la puerta central, a la vista de todo mundo, aquel hombrecillo de traje me sonrió, lo cual captó toda mi atención. ¿Realmente puede verme? Pero eso no es posible, a menos claro, que esté en la misma situación que yo… No todo lo que vemos es real, muchas veces nuestra imaginación divaga por completo.PD. Cafeína y tabaco, la mejor combinación para unos, la muerte para muchos otros.

NO ES LOQUE PARECE

Fotografía Por Israel FrancoFotografía Por Israel Franco

RECLUTANDOPor: Mario Emmanuel Pineda Quintal

La cajetilla es Dios,tabaco sembrado en las nubes,

cualquier cigarro,el que tú quieras,

lo hizo la virgen más guapa,el empaque no se salvó de las

imágenes de colección,ahí están los pulmones quemados,

el hueco en la garganta,el feto muerto,

la boca pudriéndose, el tipo conectado a un respirador,

la vieja calva,no te asustes,

allá arriba nadie está enfermo,todos fuman, fuman,

fuman, fuman,más los ángeles,

ellos son el ejército del jefe,¿No quieres serlo tú?

El café hervido por llamas del Diablo,

te pone bien cabrón,pero estás aquí abajo,fuma y vamos arriba,el humo del paraíso,

se respira como gloria.

LA CAFETERÍA DE LOS CAÍDOS

Por: Mario Emmanuel Pineda Quintal

Caídos de la fiesta,no llegan a lo último,

la penúltima es la última,vienen aquí,

piden una taza,y comparten el mismo cigarro,

todos en silencio.

Se miran los unos a los otros,como si los ojos fueran puertas,a la última fiesta que merecen,

la celebración donde ellos,dan el último trago al licor viejo,

y apagan la luz, porque ya amaneció.

DESFAUSTADAa Fausto, que toma camino

Qué facha de este frío;desgano entre libros, muros.

Tengo miedo coraje un poema nuevo

Se van los cigarros el reloj los cafés

Soy mujerde ventana corridade cara lavaday un corazónen el que cabe poca sorpresa poca gracia y el color.Estoy hecha un carajo una carga un caracol una caretaExtraño Quiero

Cuánta revolturapara mí, sola,aquí, t e m b l a n d o.

MESAS

En la # 1: comen lento, se miran.En la #2: ríen, charlan, se besan.En la #3: fuman mientras discuten.En la #4: chismorrean y beben café. En la #5: serios, negocian.En ésta: lo escribo.

UN ABRILCasi hora de ordenarlo todo:librosmi bolso;la suma de caféspara la tarde de abril y sola.

Hice bien en llegarmea este silencio de terraza,a la quietud posible de una mesita para poemasy, más cigarros que ideas útiles.

Han venido risas motores,pero no son causa de levantarme;es lo demás que me jala por la espaldarecordándome quehay ratos para las alas,pero se acaban.

Por: Rosaría G. Towns

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6 Santiago de Querétaro, Qro. 23 de febrero 2014

Por: Aullido

Dentro de mí se gesta una soledad pavorosa y recalcitrante; el alcohol, placebo favorito, tan sólo juega a curarme y yo juego a que me cura. Revivo.Las pantorrillas de Mariana se asoman bajo una frazada en el sofá donde dormita. A mis ojos les gusta recorrer ese territorio de piel apiñonada y brillante, con alguna cicatriz y los vellos transparentes que no mató la depilación; los pies esbeltos y las uñas negras en los dedos bonitos, simpáticos, levemente flexionados. Mmm… Mariana, cosita de comer. Pero ahí, detrás de ella, percibo esa soledad matona de mierda que ya viene galopando, no sé por qué, no la deseo… esta promesa es un guiño insoportable. Es un murmullo rabioso, atragantado desde hace tiempo, que pugna por salir de una vez, tímido pero cortante.No. Ya estoy pensando locuras. Otro sorbo de licor barato, baratísimo, y Mariana ronronea en el sueño.Vuelvo al carboncillo y el papel, vertedero de estética y aberración. Copio esas pantorrillas en blanco y negro; voy a trazo seguro, las he palpado y puedo recrearlas. Un cigarro se agota entre mis dedos, me quema, pero huele demasiado bien. Detrás del humo, Mariana abre los ojos, estira los brazos y me sonríe; la frazada se desliza, ella se reincorpora y su desnudez me turba en agridulce. Camina de puntas, llega frente a mí. Sonríe de nueva cuenta y mueve la cabeza:- ¡Estás borracho!- Eh…Seguro tengo una expresión estúpida. Ella da la vuelta con desapego, deslizando sus talones como en un baile erótico.- Voy a preparar café.La sesión de arte ha sido interrumpida. Ella canta alguna estrofa sosa desde la cocina,

yo bebo un poco más, estiro las piernas, enciendo otro cigarro. Mariana viene hacia acá; mirada de fuego, pasos firmes, su semblante mutó. Me mira con severidad.- ¡Deja de fumar, imbécil, sabes que lo detesto!- Eh…En efecto, estoy muy borracho para responder. Mariana se calza una bata negra, quiere ducharse y se largará. No sé si esto me alivia o me aterra.Ella llegó hace unos meses. Abrí la puerta y ahí estaba, preguntando por una dirección o algo así, sonriendo a medias con coquetería, entornando los labios, sin parar de hablar. Me dio miedo, pues era idéntica a la mujer que yo dibujaba una y otra vez luego de un sueño rarísimo, entre erótico y de comedia, donde ésta mujer desnuda y encantadora, me azotaba con un látigo que en vez de dolor provocaba una risa tremenda y escandalosa; así desperté, entre carcajadas y con una erección enorme. Unas semanas después, en mi puerta estaba el mismo rostro enmarcado por la misma cabellera, el mismo cuerpo y esa mirada.Y por supuesto, el mismo hálito de risa-lujuria.Yo la invoqué, supongo, mientras confeccionaba esos retratos, deseándola bajo el hueco de mis ganas rotas, ajadas, cortadas a machete y navaja de peluquero. Yo la invoqué con urgencia y alguien me escuchó.Sin embargo, quiero que se vaya. Hay un rastro de gusanos detrás de cada paso suyo, en su insólita perfección y hasta en las sesiones amorosas; Mariana es una euforia deforme y anómala como pinchazo de heroína. Castigadora, su amor me toma por el cuello y me asfixia contra la pared, disuelve mi espacio como en tambo pozolero, me grita sandeces y me azota. Saciándome sin saciarme,

misteriosa contradicción, en la gula por ella he muerto muchas veces, resucitando de inmediato a sus pies.La perfección de Mariana es un suicidio que nunca me perdonaré.Y la soledad, galope que se aproxima…Mariana me obliga a beber café en la mesa del comedor. La escucho hablar de su madre, señora chaparrita, mujer de buen corazón en alguna colonia de clase media, a muchos kilómetros de aquí. Luce bonita con la toalla enredada en el cabello, su rostro limpísimo, las pantunflas y la bata de baño. Bramo por fumar, carajo, pero Mariana es como una astilla en mis ojos, me duele pero no puedo mirar mas allá de esa belleza suya, enervante y desgarradora, tan atinada…Mariana olvida a su madre, se despoja de la bata y me hace el amor ahí mismo, violenta e impredecible como ruleta rusa… como siempre y un poco más, hasta dejarme roto.…Tras dormir no sé cuanto tiempo, abro los ojos, adolorido por la pesadez en los huesos y el pellejo. Mariana está sentada frente al tocador. Sonrío en mis adentros. Veo su cara en el espejo: está vaciando uno de sus ojos con una cuchara, tenebrosa, mecánicamente, sin sangre, como si el ojo fuera una bola de materia sin vida. ¿Qué diablos estoy viendo? La cuenca vacía suelta una lágrima negra y espesa que baja lentamente y pinta su mejilla; doy una vuelta sobre la cama y sigo durmiendo, tieso, como si mi piel fuera de cartón, casi sin vida. …Tengo miedo. Mariana se fue, la habitación está vacía. Sólo yo y un galope próximo…Mis manos tiemblan, pero aun así puedo dominar el carboncillo. Dibujo el cadáver de Mariana, para escapar de ella. Los gusanos anidaron en mi cama, crecen y

se reproducen en segundos, pero no me detendré. Los muebles dan saltitos repentinos, huele a café en la cocina pero nadie está ahí. Sigo dibujando a Mariana en una mortaja negra, bajo el pétalo de un alcatraz; naturaleza muerta y sus cuencas vacías.Afuera, frente a la ventana, hay una bola de fuego brillando en las ramas de una jacaranda sin flores. El alba no llega. Bebería un poco más pero no… ya no podría continuar. Sangra mi nariz y pinta de rojo el funeral de Mariana. Dormiré un poco más, un sueño de alacranes y voces sin forma. …Desperté. La soledad detuvo su galope y se alojó en mis vísceras, en mis brazos, en la punta de mis pies, en todos los rincones de ésta biología apaleada por su propia visión. Mariana volvió. Abrí los ojos y estaba ahí, desnuda, murmurando algo que no entiendo; repite sus murmullos una y otra vez, mueve la cabeza y tuerce el cuerpo. Un extraño zumbido llena el ambiente y Mariana se tuerce de nuevo sobre sí misma, en una espiral imposible y espantosa, como si fuera de barro…En el lapso de un pestañeo, se disuelve en un fluido espeso y humeante, esfera amarilla que se quema y gira en el aire. Un aroma de sulfuro llena la habitación.Tiemblo frenéticamente; los gusanos entran por los poros de mi nariz, avanzan uno tras otro, muerden mi carne desde adentro y no puedo gritar. Hay campanas a lo lejos, la voz de Mariana surge de algún rincón y habla de árboles, cielos de infinito y su propia carne. Tiemblo con más intensidad, rompo el portal y por fin suelto un grito.Mariana, esa bola de fuego frente a mí, da una vuelta y se va por la ventana.

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7Santiago de Querétaro, Qro. 23 de febrero 2014

Por: Miguel Ángel Araujo Cortés

Jesús estaba sentado en la última mesa, al fondo a la derecha, donde las sombras se impregnaban con el aroma de la humedad y las paredes desconchadas se parecían más a un cadáver carcomido por los cuervos. Los asientos parecían cuadros de Picasso, pero la pintura había sido sustituida por sangre, orines, cerveza y vomito. El bar estaba sólo, oscuro, silencioso. El dependiente agazapado a un lado del barril no dejaba de mirar a Jesús que en aquel momento se disponía a encender el cuarto pitillo de la noche, lo sujetó entre sus labios, contempló la flama de su encendedor, desde la barra le llegaba el mecánico tick-tack de un viejo reloj, encendió el cigarrillo, dio una calada y dejó que el humo se mezclara con el aire polvoso del ambiente.La puerta del bar se abrió en ese momento, el calor y la luz del sol de un martes cualquiera por la tarde penetró en el ambiente, las sombras chillaron de rabia. Un hombre alto y delgado entró titubeante, cubría su cabeza con el gorro de un abrigo rojo que llevaba puesto, las facciones de su rostro quedaban ocultas bajo una barba oscura y abundante, sus ojos color miel escrutaron el lugar. Jesús alzó la mano desde su asiento para que el hombre lo reconociera, éste llegó hasta la mesa, se sentó frente a él, sujetó su mano derecha entre las suyas y la besó con devoción.-Maestro, he venido tan rápido como he podido –la ansiedad y el nerviosismo desbordaban su voz a cada palabra.-Y ahora estás aquí, es todo lo que importa –Jesús colocó el cigarro en la mesa, toma las manos del hombre con suavidad y las humedeció con un beso –ahora quiero que ahogues tus inquietudes con un buen trago. Pide y se te dará.-Sólo un café, eso bastará para saciar mi sed. Para llenarme de calma tengo tu voz, maestro.Jesús levantó una mano para llamar al encargado del bar, hizo una seña y minutos después el hombre se acercó a la mesa con una taza con café negro. La colocó frente al acompañante de

Jesús y ofreció a éste otro cigarrillo para después retirarse y volver a su profundo silencio detrás de la barra.-¿Vendrán los demás, maestro? –preguntó el hombre del abrigo rojo tras un par de tragos.-He solicitado tu presencia, porque es contigo con quien deseo hablar antes de esta noche. Los demás llegarán más tarde para la cena.-¿Puedo preguntar por qué yo, maestro? –sus manos temblaron y la taza tiritó entre ellas hasta derramar un poco de café.-Me han dicho que te vieron hablar con los italianos. Quisiera saber, si no es secreto, el motivo de esa conversación.-¿Quién le ha dicho eso maestro?, es una vil mentira, se lo juro. Yo no he tenido nada que ver con ellos, tengo clara la enemistad que debe existir entre nosotros. Si yo me acercara, lo más seguro es que me colgarían de un árbol.-O te clavarían en un par de maderos, da igual, a menos que tengas algo que les interese y que hayas ofrecido, ¿a cambio de qué, mi dulce hermano? –Jesús estiró una mano para acariciar el rostro aterrado del hombre -¿cuántas monedas pueden darte, que no pueda yo multiplicar?-Esto es un malentendido, maestro. Lo que dices no es verdad… -una bofetada lo interrumpió, las lágrimas escocieron sus mejillas y humedecieron su barba. -Has negado la verdad en mis palabras. Me has llamado mentiroso. Y me has mentido. No puedo soportar más, hermano mío –Jesús se puso de pie, desfundó un revólver plateado, el cañón besó la frente del hombre que lo miraba con el dolor incrustado en sus ojos.-Perdóname, maestro, no sabía lo que hacía –el sonido del disparó terminó con las suplicas. La bala atravesó el cráneo y el cuerpo cayó sobre la taza con café que se derramó para mezclarse con el rojo oscuro de la sangre. Once hombres entraron al bar en ese momento, se dirigieron con prisa a la escena del crimen. Jesús avanzó hacia ellos.-Cuelguen su cuerpo en el olivo de la plaza central, quiero que los italianos lo vean. Que sepan que esta noche, ni ninguna otra, me han de traicionar.

FRÍOPor: Ricardo García

...no hace mucho que desperté. Mi cabeza calló rendida sobre la mesa. Los muros de la habitación me miraban. Contemplaban a un vagabundo habitacional que caía dormido entre la creatividad y un cenicero inundado de colillas y cigarrillos. No importaba el número de tazas de café, Morfeo siempre tiene buenos relatos y ficciones de los Campos Elíseos. Aún con las luces apagadas incorporo la mirada hacia el frente, trato de buscar mi cerveza y un cigarrillo. Muevo mi mano sobre la máquina de escribir, un movimiento brusco hace que se derrame una cerveza sobre mis notas y libros. Soy algo torpe. El escritorio queda todo encharcado. Joder, mis cigarrillos se han estropeado y, lo peor, me he quedado sin ningún sorbo de cerveza.

Enciendo la luz, trato de continuar con la escritura o mínimo escribir algo nuevo antes de salir a las calles y perderme: “Sabes, hay momentos en los que necesitas algo para quitarte el estrés, toda esa presión de vivir, de ir y venir del trabajo, de pasar parte de tu vida arriba de un autobús, de un tren, de una silla. Busca algo para perderte de todo eso. Bebe hasta al cansancio mientras te terminas una cajetilla de cigarrillos; corre por las calles maldiciendo a todo el mundo que te ve mientras esperas que amanezca. Busca algunas pastillas, algunas drogas y bébetelas con un poco de cerveza, claro, antes telefonea a un buen amigo para que pase por ti en un par de horas, recuerda que sólo es soltar la presión, no la vida. No importa lo que busques o hagas para escapar, es bueno resurgir de la monotonía del vivir… sólo no dañes o mates…”.

Me acerco al balcón y trato de observar un poco: La ciudad queda en sombras tras el paso de la Luna que deja de esconderse tras las nubes. Una melodía recorre mis oídos. Recuerdo algunas canciones que se mezclan entre sí con mis pensamientos ¿qué es lo que sucede? La noche pasa, enciendo un cigarrillo y bebo un poco de whisky. Todo parece igual, nada ha cambiado. La habitación, la ciudad, parecen inanimadas hasta que algo suceda. Quizá esperan que alguien aparezca. ¿Dónde te perdiste? El tiempo transcurre: me he fumado el alba, el atardecer y el obscurecer; el Sol y la Luna han quedado en ruinas.

FUEGOS ARTIFICIALESFrancisco López Ibarra

Fumar la vida es vivirse un cigarro. El tiempo es tuyo: cinco minutos que devoras a bocanadas. El tabaco pasa de sólido a gaseoso a través del filtro. El humo es como el aire, mas visible. ¿Lo sientes expandirse en los pulmones, enfermarte de placer, prometerte lo que no te puede dar? Absurdo de la vida que llevas en la bolsa del pantalón. Recuerdo de la dualidad, porque ¿qué es un cigarro sin encendedor? Ni medio vicio. Pero también es poético. Su razón de ser es su misma combustión. Y no pasa un segundo en el que no quede menos, cuando cambiamos el papel y el tabaco por las cenizas y los despojos. Un cigarro encendido es un animal en metamorfosis, siempre con el ritmo de la cera que se vuelve pabilo que se vuelve llama que se hace humo que se hace nada –se des-hace. Y un ejército de llamas avanza hacia el filtro con su marcha caótica, paso a paso. Se anuncia la muerte de la materia con fuegos artificiales luces rojas y un sonido de tabaco que se quema. Vivir es fumarse un cigarro: basta con uno para saber si prendes otro o si ya no vuelves a fumar.

TABAQUISMOPor: Aleqs Garrigóz

Desde mi pequeña muerte cotidiana declaro que me gusta fumar: es uno de los pocos placeres que me quedan con vida todavía.

El cigarro es como un caramelo para un adulto verdadero, que ha asumido a la muerte como única meta posible, digna por su propia existencia. ¿Cómo no podemos fumar quienes la amamos?

Alabado sea el cigarro donde quiera que esté. Su humo eleva mis plegarias por sobrevivir al difícil mundo de mis ensueños, al conflicto permanente con el deseo, a la aguja que me clavo en la nuca cuando me recuesto en el pajar buscando comodidad.

(“Debes crear un estilo nuevo para cada libro, un nuevo concepto.”) Llevo ya media década haciendo, histéricamente, poema tras poema, obstinado como una polilla en una falsa luz, en una ventana cerrada, sin saber qué realmente deseo para mi mala fama, para ser recordado por... ¿quién?

Es difícil esta vida sin al menos un vicio. Y uno de los míos ha sido ese ídolo de poetas enfermizos, que mata a tantos y tantos miserables como la mano de una enfermera compasiva y solícita, piadosa a más no poder.

No se diga más.

EN EL RINCÓNDE ALGÚN BAR

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8 Santiago de Querétaro, Qro. 23 de febrero 2014

CONSEJO EDITORIAL:Juan José Rojas HernándezMaximiliano Kopca Cubos

Brenda Ávila Velázquez José Francisco Pérez Barrón

Noé GirónFlor de la Peña

RaícesCOLABORADORES:

Lucero Lucero Trejo (foto)Israel Franco (foto)

Donna O. (foto)Renata Escamilla Cárdenas

Juan Pedro PabloMiguel Ángel Araujo Cortés

Aleqs GarrigózFrancisco López Ibarra

Ricardo GarcíaAullido

Laura Lucía PeñaGema Damcue

Mario Emmanuel Pineda QuintalRosa Valencia

COORDINADOR DE REDACCIÓN:Juan José Rojas Hernández

COORDINADOR DEDISEÑOGRÁFICO:

Héctor Iván Licea EstradaCOORDINADORA DE

FOTOGRAFÍA:Brenda Ávila Velázquez

Por: Renata Escamilla Cárdenas

Evangelina empezó a fumar a los quince. No batalló mucho pues, por fortuna, tuvo una excelente maestra bajo cuyas instrucciones estuvo echando humo en cuestión de un día. Con un talento empírico inigualable, le recomendó aprender a “darle el golpe” con un ancestral y sencillo truco. -Hazle como si te estuvieran espantando-, le aconsejó. Eva, buena alumna, inhaló el tabaco y lo tragó con su infantil garganta fingiendo un sobresalto. En un instante, el humo le golpeó la garganta y empezó a toser. Eva se pavoneaba.

Desde entonces, optó siempre por los Deli-cados en sus diferentes presentaciones (¿qué caso tenía hacerse mierda la garganta con un cigarro que no pudieras sentir, gallardo, entrando al pecho?); y empezaba sus días fumando uno; y tomando café, cargado, de molido fino porque le gustaba la sensación terregosa que le dejaba.

Evangelina no dejaría tal costumbre, sin es-pantarse, hasta después de diez años en que, ya cerca de los once, sentiría una impetuo-sa necesidad de cambiar que ella atribuyó a una decisión personal. En una de esas vuel-tas que acostumbra dar la vida, se cuestionó todo, hasta a ese hábito suyo que casi siem-pre se había librado de ser puesto en duda.

Y, entonces se vió con un cigarro en la boca, los dedos, la oreja, los pulmones, la cabeza y el corazón; por casi la mitad de su vida. An-siosa por este amiguito hediendo. En el fon-do, lo que más le asombró fue verse, como si estuviera viendo a otra, buscando libertad y dependiendo, paradójicamente, de un cilin-dro diminuto que moría en no más de cinco minutos; y que para pagar, tenía que invertir el 50% del capital que ganaba al minuto como profesionista. Hizo las cuentas. Además, se decía recientemente, por cada uno que con-sumías, había que restar cinco minutos a la vida. Una ecuación muy compleja alrededor del valor con la qué enredarse.

Urgente volver a asustarse para darle el golpe. Las canciones de Chabela Vargas cada vez le salían mejor, sí; pero cada palabra que pronunciaba le costaba más. Economizó el lenguaje oral lo más que pudo, transitando de un: -¿Me podrías pasar el cenicero?, por favor-; a un -El ceni, porfa-. Y evitaba a toda persona con algún grado de sordera porque no sólo le molestaba, de por sí, la distorsión de las declaraciones; sino porque repetirlo le implicaba más de lo que podía aceptar.

Con un marco teórico-espiritual bien fun-damentado que le llevó varios meses con-struir, Eva se dijo que si había podido hacer tantas otras cosas en su vida, podía cambiar

esta parte suya que ya no le gustaba, y dejar el cigarro. Ese objeto que la enajenaba, que con su fetichismo ocultaba las relaciones de producción que le daban vida y que, además, atentaba contra la del planeta. -¿Por qué no poder ser lo que yo quiera?-, se repetía a ella y a la gente con la que se encontraba, para terminar de convencerse.

Y entonces, se propuso sólo fumar cuando se tomara una cerveza, para demostrarse a sí misma que podía administrarse el placer; y porque ya tomándose una, no le parecía tan maligno. Así, lo que más trabajo le costaba era el café mañanero. No podía concentrarse a traba-jar frente a la computadora, junto a su taza, porque hacía falta eso que llenaba sus pul-mones y simulaba un suspiro.

Molesta, más con ella, por desearlo, que con él; salió de la casa a pensar, a tomar aire y convencerse de que se podía gobernar.

Y es una desgracia haber tenido que ir du-rante ese paseo a la tienda por un cochino cigarro para poder terminar de escribir so-bre mis vicios. Uno que, por comprarlo suel-to, me costó el 166% de lo que gano al minu-to como profesionista.

¡Yo no sé tú quién te crees enano éste!

Por: Juan Pedro Pablo

Éste libro es un cigarrillo que arde, que consume la vida entre cenizas que aflo-ran nuestros afanes, y así como arde y retrocede hacia la boca con cada soplo que damos, la vida se va extinguiendo a medida que espera tocar una boca que sepa a muerte; camina hacia adelante…un adelante que es en realidad un paso hacia atrás, hacia el principio, hacia la nada. Caminamos sobre una cuerda que no tiene principio ni fin pero que amenaza con romperse. Confundimos la muerte con ese retroceso a lo inex-istente porque una vez que estamos en la matriz y salimos de ella la vida nos engaña con su ilusión de comienzo, de principio…pero quién ha recorrido los vastos caminos del mundo no ignora lo que le espera y por eso continua dando pasos, llenando la boca con viento hasta llegar al hartazgo. Quien asume lo que le espera vive sin temor, vive con la mel-ancolía a la espera de la esquina, sonríe porque deberá encender más de una vez el cigarrillo que se apaga ante la rutina, ante la pérdida del apetito por conocer -que es el pienso del espíritu. Acepta y vive el eterno retorno. Fumo, cada vez con más ímpetu, sin par-quedad, sin misericordia, fumo, fumo a la espera de que una vez por todas se agote la nicotina, combustible que me hace encender en llamas…De vez en cuando resulta liberadora la sensación de “quemarse a lo bonzo”. Fumo y el mundo se desborda. Intento darle un chupito a otro cigar-rillo, pero me sabe a nada, su humo se desvanece rápidamente y ni siquiera logra envolverme en su delicado tacto; intento encenderle de nuevo, pero me huye, escapa de mi fuego…Intento be-sarle, tan sólo acariciarlo con mis labios, pero se niega, ya no le queda combus-tible, se regó por doquier: en una calle solitaria acompañada de ratas y hormi-gas que evaden las gotas de lluvia, en un cenicero de marfil robado y revendido, en el fondo de una copa de whisky, en las piernas de un andoba, en un bistec que lleva varios días sin ser tocado, en la portada de De Profundis, en un cami-no sin destino. Un camino sin destino, eso es lo que es ella. Me agoto. Rendido ante lo que no puede renovarse abando-no todo esfuerzo de conquista. Desecho el cigarrillo, lo lanzo lejos mientras bus-co a tientas otro, el que Dios, ese gran culo de ojos omnipotentes, me regaló cuando desprecié el útero de mi madre;

y es que para parirme tuvo que sufrir, quería sacarme rápido porque cada nada le daba una patada, le pedía que me dejara untarme entre esa mierda de la que ella me protegía… Nací y en ella se desbordó la alegría, ya no éramos uno y eso la aliviaba, podía entregarme al mundo y con ello continuar en la ab-surdidad de su vida, de sus sueños rele-gados al control de un hombre… o más bien, de una sociedad estúpida. Dejaba de ser ahora una matriz propiedad del mandato divino para convertirme en un hombre propiedad de la sociedad y el estado. Y vuelvo de nuevo al mismo punto: intenté encender otro, intenté amar, intenté consumirme con otro cu-erpo, intenté inhalar el humo de otro es-píritu, intenté arder en su beatitud pero todo esfuerzo se vio culminado en el olvido. Miro al suelo y cuento uno, dos, tres, cuatro…un millón, ninguno puede saciarme… Egoísta por naturaleza me doy vuelta y subo a mi coche, necesi-to la compañía de una puta; corro un casete de Nina Simone… “Sinnerman where you gunna run to”. No lo sé, tan solo ando y eso es todo; es una amena-za quien desborda y pone en marcha su imaginación y con ella su cuerpo que la persona que tan solo actúa por reflejo a merced de las leyes y deberes. Vale más el agua que fluye en un río que el agua que sólo fluye como reacción de los me-canismos de una fuente. Si tuviera que escoger entre mi vida y salvar la humanidad, escogería mi vida y luego me suicidaría. Allí están mis sesos, regados y esparci-dos en el borde de la copa que perman-ece impasible. Allí sigue el cigarrillo, ardiendo lentamente entre lo que dura darme cuenta que estoy borracho y que un tumulto de gente me grita, me es-cupe, me clava tridentes y me vierten gasolina encima; allí estoy yo, entre el borde de la desesperanza y el comienzo de una vida que amenaza con acabarse pronto. El barman se me acerca y me dice: - Amigo, nada te saca más de una curda que un buen café.- No –respondo-. Nunca me ha gustado combinar el cigarrillo y el café: sabe a tierra la leche y a mantequilla la nicotina. Sólo a los “escritores” les gusta los clichés. Y mucho que me cansa ver la portada del New Times con sus genios bebiendo café y calando un cigarrillo… ¿Tiene uno descafeinado? ¡Qué dolor de cabeza tan hijueputa!

SIN NADA EN LA BOCA EXCEPTO UNA PIEDRA QUE

ME ATRAGANTA

PLUSVALES MADRES