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Página del Arzobispo / Pág.3

La práctica de la presencia de Dios / Pág.5

Fechas destacadas, fiestas y días Santos / Pág.8

Alabanzas de las criaturas / Pág.9

San Rafael Arcángel / Pág.10

Significado de la Inmaculada Concepción / Pág. 13

¿Qué es el Adviento? / Pág. 16

Navidad / Pág. 17

Directorio de la Iglesia Católica Liberal / Pág. 19

El trabajo espiritual y la soledad / Pág. 24

Cristo, símbolo del sendero / Pág.27

Seminario / Pág. 37

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Año 14 - Nº 14 Octubre a Diciembre de 2017

Órgano Oficial de la Iglesia Católica Liberal en la

Provincia Eclesiástica de Argentina y Uruguay.

Dirección: Reverendísimo Monseñor + Miguel Ángel Batet

Edición, distribución y suscripciones: Acólito Iván Muzzio

[email protected]

Los artículos firmados, son responsabilidad exclusiva de sus autores. La Iglesia Católica Liberal

sólo se responsabiliza de las noticias oficiales aprobadas por el Arzobispo.

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NOTICIAS OFICIALES DE LA PROVINCIA

DIA GLORIOSO EN SAN ALBANO

El domingo 20 de agosto en San Albano en la ciudad de Rosario, hemos vivido una jornada

gloriosa de la gran dádiva del Señor a nuestra Provincia. La ordenación al Sacerdocio de los

Padres Carlos Elliff de Buenos Aires, Adrián Pizarro y Fernando Samul, ambos de Rosario. Gran

parte del Clero de la Provincia se trasladó a Rosario para participar de la ceremonia, al igual que

Monseñor + Arnoldo Salzmann, nuestro Vicario General y su esposa Hermana Diaconisa Elsa

Arregui, el Padre Enrique Giunta de nuestra Casa de Retiros en Espinillo (Rio Cuarto), el Padre

German Villegas de Mendoza, el Hermano Iván Muzzio de Capilla del Monte y todo el Clero de la

ciudad de Rosario, como así también todas las Hermanas de la Orden de Nuestra Señora. En

algunos casos, hubo Reverendos y el Obispo Auxiliar, que debieron hacer más de 1200

kilómetros para estar presentes. Agradecemos a todos su presencia y colaboración. El instante de

la primera imposición de manos fue muy sentido por todos y muy solemne. Luego de la ceremonia

los nuevos sacerdotes fueron homenajeados por la congregación.

Los nuevos sacerdotes de la Iglesia Católica Liberal.

(de izq. a der.) - Padre Fernando, Padre Carlos y Padre Adrián.

20 de Agosto de 2017

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CAPILLA OBISPO LEADBEATER - BUENOS AIRES.

El Padre Carlos Elliff, ya ha comenzado con sus celebraciones dominicales y diariamente,

siendo asistido por algunos fieles participantes. Auguramos al Padre Carlos una fructífera labor en

continuar con las labores de ésta querida capilla.

+ Monseñor Batet y el Padre Carlos Elliff en el Día de su Ordenación al Sacerdocio.

MISION NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN - GRANADERO BAIGORRIA.

Hemos designado al Padre Adrián Pizarro, a cargo de la Misión Nuestra Señora del Carmen,

quien es asistido por la Hermana Claudia Ferrada, esposa del Padre Adrián y por el Padre

Enrique Scarafoni, quienes el primer domingo de cada mes, se trasladan a dicha ciudad para

celebrar la Eucaristía.

Miguel Ángel Batet

Arzobispo de Argentina y Uruguay.

El Padre Adrián celebra su primer Eucaristía, asistido por el Padre Fernando y el Padre Gastón.

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Charlas del Retiro 2009.

Hemos analizado la Presencia de Dios en la teología medieval, en el Sufismo y en el Budismo. Ahora quiero introducirlos en la Filosofía del Proceso. El reconocido fundador de este movimiento fue el matemático y filósofo inglés Alfred North Whitehead. Sus libros fundamentales fueron publicados en los años 20 del siglo pasado.

De cualquier modo, muchas ideas de la Filosofía del Proceso tienen una larga historia que puede ser rastreada hacia atrás hasta los filósofos presocráticos como Heráclito y el sabio egipcio Hermes Trismegisto, fundador de lo que se dió en llamar la Tradición Hermética. Este pensamiento, que se ha llamado la Tercera Tradición, ha llegado hasta nosotros a través de ciertas personalidades como Paracelso, Giordano Bruno, el mago y astrólogo inglés John Dee, así como a través de filósofos contemporáneos como William James y Henri Bergson. Se puede incluir también a Alan Watts y David Bohm en la lista.

La Tercera Tradición puede ser descripta como orgánica en tanto opuesta a aquella que es materialista / mecanicista. Los escritos de Whitehead dieron nacimiento a la Teología del Proceso, desarrollada por el norteamericano Charles Hartshorne (como nota al margen habrá que subrayar que ésta tiene algo en común con tradiciones religiosas como el Budismo).

Pero entonces, ¿qué es la Filosofía del Proceso? Es difícil de explicar en unas pocas palabras y, por cierto, no necesitamos aquí entrar en detalles de tipo académico. Charles Birch, un biólogo evolucionista retirado, de la Universidad de Sidney, presenta un sumario relativamente sencillo en su más reciente libro, Ciencia y Alma (2008), para aquellos que deseen leer más.

Birch agrupa su exposición de la Filosofía del Proceso bajo dos categorías principales: Pansubjetivismo y Panenteísmo.

Pansubjetivismo.

Es una palabra grande pero la idea detrás de ella es bien sencilla. A cambio de ver las cosas materiales, como los átomos, en tanto bases para la comprensión de la naturaleza, Whitehead observa, como punto de partida, a los organismos vivientes.

Razona de esta manera: la única entidad que conocemos desde su interior somos nosotros mismos, y sabemos que para cada uno de nosotros hay más que una colección de átomos y moléculas. Tenemos un “interior” tanto como un “exterior”. Nosotros “experimentamos”. Entonces Whitehead extiende esta idea a otras “entidades”, directamente hasta los quarks, de tal manera que éstos también tienen para él un “interior” y a la vez “experimentan”. Notar el paralelo con el filósofo francés Pierre Teilhard de Chardin (1881 – 1955). Éste también sostiene que todas las entidades tienen un “aspecto interior” así como uno exterior. Su tesis fundamental fue publicada en su libro El Fenómeno Humano, 1955.

Siguiendo con Whitehead, éste ve a todas las entidades poseyendo lo que llamó “mentalidad”. Todas las entidades desde los humanos hasta los quarks son vistas como centros de experiencia subjetiva y no simplemente como objetos de experiencia para otros: así se llega a la denominación “pansubjetivismo” o “panexperiencialismo”. Whitehead cree que la mentalidad existió desde el inicio, desde el Big Bang. Habrá que notar, sin embargo, que para Whitehead la

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mentalidad no es idéntica a la conciencia. Él dice: “la conciencia evoluciona desde una mentalidad que no es consciente, en los átomos, hacia otra que es consciente, en los organismos superiores”.

Esto suena muy académico, pero la existencia de una “vida interior” en todas las cosas es más importante de lo que podríamos creer a primera vista. Si la creación está hecha de estas “unidades de experiencia” que devienen “unidades de conciencia” en los organismos superiores, ¿qué pasa a medida que estudiamos formas más y más complejas de vida? ¿Qué pasa cuando estas unidades de experiencia se combinan entre sí y evolucionan hacia unidades más complejas?

La respuesta de Whitehead: “Estos muchos devienen uno, y son incrementados por el uno”. Esto implica que uno más uno hacen tres. Charles Birch dice: “La experiencia de la conciencia no está hecha de eventos neuronales que se suman unos a otros. Están integrados en una “unidad de experiencia” coherente, con su propia memoria y sus propias anticipaciones... Esta nueva unidad ya no es un mero ensamble de viejas unidades. Es una nueva actualidad singular”.

En términos simples, el todo es más que la suma de las partes. Si extendemos este proceso de complejización hasta el límite, seguramente arribamos a la Unidad, el Uno, la Experiencia Última, la Consciencia Universal que es Dios. De una manera similar, Teilhard de Chardin veía todas las cosas evolucionando hacia una última Unidad que él llamaba el “Punto Omega”.

Panenteísmo.

Llegamos ahora a la siguiente gran palabra, “panenteísmo”. Contrastando con el teísmo clásico, que separa a Dios del mundo, el teísmo del pensamiento del Proceso es conocido como panenteísmo, significando “todo está en Dios”. Dios está en todas partes y permea el mundo (incluyéndonos) pero no se identifica con él. Dios está en la creación pero es más que la creación.

Panenteísmo es claramente un aspecto del Catolicismo Liberal. Recordemos el bello pasaje de nuestra Liturgia cuando el sacerdote hace el signo de la cruz con la oblea sobre el cáliz tres veces y dice: “...por Él todas las cosas fueron hechas, sí, todas las cosas en el cielo y en la tierra; con Él, como vida inmanente, todas las cosas existen, y en Él, como gloria trascendente, todas las cosas viven y se mueven y tienen su ser”.

Pero hay más. También decimos, en la bella Forma Larga, “...Tú continuamente sostienes toda la creación, sin descansar ni en el día ni en la noche, trabajando eternamente a través de la más augusta jerarquía de tus santos gloriosos...”, y de nuevo, en el siguiente párrafo, leemos sobre “el sacrificio eterno por el cual el mundo es alimentado y sostenido”.

¿Hemos pensado realmente lo que estos párrafos significan? San Pablo en sus cartas refiere repetidamente a los seguidores de Cristo como “los santos”. Para él, no eran esas personas que la Iglesia Católica decidió que deben realizar dos milagros (¿o serán tres?), sino cristianos comunes. De manera que según este pensamiento nosotros somos “los santos”. De tal modo que nuestra Liturgia dice que Dios continuamente sostiene toda la creación trabajando a través nuestro. Somos co-creadores en Dios.

El escritor Charles Kingsley dijo “Dios hace cosas que se hacen a sí mismas”. Esta idea es hoy conocida en la ciencia como el principio de auto-organización.

Whitehead lo plantea bellamente: “Dios está en el mundo... creando continuamente en nosotros y entorno nuestro... En la medida en que el hombre toma parte de este proceso creativo, él toma parte de Dios... Su verdadero destino como co-creador del universo constituye su dignidad y su grandeza”.

Así es que tomamos parte en lo divino. Para Whitehead, Jesús revela plenamente lo divino en lo

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humano. Dice: “La centralidad de Jesús para los cristianos no es que él sea un Dios que va a controlar nuestras vidas, sino que él revela las posibilidades divinas de la vida humana. Cuanto más plenamente Dios se hace presente en la vida humana, más plenamente somos humanos. La divinidad que estaba en Jesús es la misma divinidad que está en nosotros”.

¿No es precisamente ésta la visión de todos los místicos?

La Presencia de Dios en el mundo y la actividad de Dios en el mundo.

En la perspectiva de Whitehead, la actividad de Dios en el mundo es persuasiva y compasiva, como lo vemos en la vida de Jesús. “Entiendan que estoy junto a la puerta y golpeen”, es la imagen de la relación de Dios con los seres humanos. “No hay un ingreso forzado sino una paciente persuasión”, dice Birch. “Tenemos nuestro propio grado de libertad para responder o no responder”.

En cada evento y acontecimiento de la vida, estamos abrazados por el amor compasionado de Dios ya que Él es la totalidad de la creación. Dios es el “señuelo de la creación”, dice Birch. El poder de Dios no es el poder de hacer nada en particular, como manipular las cosas y las personas. Es el poder del amor persuasivo trabajando en el mundo de las entidades dotadas de un grado de autodeterminación.

Aquí tengo que introducir otra idea procesualista de relevancia. Whitehead dice que Dios tiene dos naturalezas: su naturaleza primordial y su naturaleza consecuente. Dios es inmutable, inmóvil, sólo en Su naturaleza primordial, en Su amor y compasión, en Su justicia y en Su urgirnos hacia el bien.

Ahora, en la naturaleza consecuente de Dios, reacciona respecto al mundo, es movido por el mundo, ya que éste es creado momento a momento. En la naturaleza consecuente de Dios, Dios sufre y goza con el mundo. Dios trabaja en nosotros en la lucha por la justicia y la misericordia. “Dios es el Gran Compañero que siente y comprende”, dice Whitehead.

El teólogo procesualista John Cobb escribe: “Lo que acontece no es un momento de tal sentimiento privado que luego se pierde para siempre. Lo que tiene lugar es una contribución para la vida divina que ya no se extingue. Dios sufre con nosotros en nuestro sufrimiento y goza con nosotros en nuestro gozo. Cuando infligimos sufrimiento a un animal, infligimos sufrimiento a Dios. Cuando saciamos la sed de un semejante, la sed de Dios es saciada también”.

Las palabras de Cobb traen a la mente la historia relatada en Mateo 25, 34-40:

“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo, el Rey les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”

Los teólogos procesualistas ven a Dios tan íntimamente comprometido con el mundo que no hay experiencia que se pierda. Esto se sigue de lo que expuse respecto a la suma de unidades de experiencia en el proceso evolutivo, por la cual eventualmente arribamos a la Experiencia Última que es Dios abrazando toda experiencia. Así, dice Birch: “lo que tiene valor en toda existencia es de alguna manera salvado como memoria en la vida de Dios. Nuestras propias experiencias se agregan al océano experiencial de Dios”.

Recuerdo el himno favorito de mi madre, muy especialmente los tres últimos versos:

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“Oh amor que no me dejará ir

Descanso mi alma agotada en Ti

Te retorno la vida que recibí

Que en Tu océano profundo su marea

Más rica y completa sea”.

Vemos entonces que las ideas de la Filosofía del Proceso nos llevan a la percatación de la proximidad de Dios, la percatación de que todo lo que hacemos implica a Dios, todo lo que hacemos se comparte en Dios. Esto agrega una dimensión ulterior a la mencionada respecto a que debemos obrar en el amor de Dios. Y es que lo haremos en la medida en que nuestro amor sea capaz de unirse al océano de amor de Dios. Así, recordando que somos co-creadores en Él, conviene orientarnos continuamente hacia la Práctica de la Presencia de Dios.

Día de San Francisco

Día de San Rafael Arcángel

Día de todos los Santos

Día de la Ánimas

Inmaculada Concepción

Adviento

Navidad

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(Extraído de los escritos de San Francisco de Asís)

Altísimo, omnipotente, buen Señor,

tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, corresponden,

y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,

especialmente el señor hermano sol,

el cual es día, y por el cual nos alumbras.

Y él es bello y radiante con gran esplendor,

de ti, Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas,

en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,

y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,

por el cual a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,

la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.

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Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,

por el cual alumbras la noche,

y él es bello y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,

la cual nos sustenta y gobierna,

y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.

Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,

y soportan enfermedad y tribulación.

Bienaventurados aquellos que las soporten en paz,

porque por ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal,

de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!:

bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad,

porque la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor,

y dadle gracias y servidle con gran humildad.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

La historia de san Rafael se conoce por la Biblia. Fue enviado por Dios para que le ayudara a Tobías, a quien, para probar su paciencia, le había quitado la vista y los bienes. También vino el arcángel de parte de Dios para que auxiliara a una joven llamada Sara. Ya se había casado siete

veces. Pero nunca pudo acostarse con ninguno de ellos porque un demonio se los mataba.

San Rafael se le apareció como un joven elegante al anciano Tobías. Este se puso contento en poder acompañar a su hijo para que cobrase dinero. Mientras iban de camino, al lavarse el joven Tobías los pies, vio que iba hacia él un pescado muy grande. Lo cogió, y guardó la hiel, el hígado

y el corazón.

Aconsejado por el ángel, lanzó Tobías al demonio de la habitación de Sara con el hígado del pescado. Y ya pudo casarse con ella. De vuelta a la casa de su padre, le dio la vista con la hiel del mismo pescado. Cuando le preguntaron al extraño visitante quién era. Contestó: "Yo soy el ángel

Rafael, uno de los siete espíritus que asisten delante del Señor".

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El nombre del arcángel Rafael significa "Curación de Dios". Su nombre no solo se refiere a la

salud del cuerpo, sino también a la salud del alma. Su nombre, y las historias bíblicas donde es mencionado, han dado a San Rafael arcángel el papel de sanador.

Representa el aspecto de Dios que ayuda al ser humano a mantener el balance de las emociones

y la salud del cuerpo.

El arcángel Rafael casi siempre es representado en como un peregrino. Esta imagen es una

referencia a la historia bíblica de Tobías, que también apoya la idea de San Rafael Arcángel como sanador.

El bastón o cayado que lleva representa la voluntad y el apoyo espiritual necesarios para recorrer

el camino de la vida. También representa autoridad espiritual que desvía y transforma las influencias negativas.

Muchas veces está vestido de verde, el color de la naturaleza, la esperanza y la regeneración.

Todas estas cualidades apoyan la curación del ser humano y de la Tierra. Por eso a San Rafael Arcángel también se le asocia con la ecología y la protección de la Madre Tierra y sus criaturas.

Se le representa también con un pez o dos, otra referencia a la historia bíblica de Tobías.

El pez simboliza la vida y regeneración espiritual.

San Rafael es el patrón de los enfermos y los hospitales por ser el ángel que trae a los seres

humanos la energía sanadora de Dios. Hace al ser humano recordar que el cuerpo es un

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importante instrumento para el espíritu, y por eso debe cuidarse con gran amor y atención.

Es también el santo patrón de los ciegos, de los encuentros fortuitos, de las enfermeras, de los médicos y de los viajeros. San Rafael Arcángel tiene mucha compasión por todos los seres, especialmente las personas que tienen algún mal físico, mental, emocional o espiritual. Se le

puede pedir su intercesión para sanar las enfermedades y males de todo tipo, contra las adicciones, y para mantener sanos y salvos a los seres amados.

El arcángel Rafael es mencionado en el Libro de Tobías, un libro del Antiguo Testamento que es

parte del canon bíblico de las iglesias Ortodoxa y Católica. También aparece en la Biblia Septuaginta, en el mismo libro.

Se asume que es uno de los arcángeles que menciona el Apocalipsis 8:2 cuando dice "Y vi a los

siete ángeles que están de pie delante de Dios, a los cuales se les dieron siete trompetas."

Su identidad como sanador de la Tierra proviene de su historia en el Libro de Enoc, que cuenta que San Rafael sanó la tierra cuando fue profanada por los pecados de los ángeles caídos.

A San Rafael Arcángel también se le identifica con el ángel que movía las aguas de la piscina de

Bethesda que menciona el Evangelio de Juan.

En el islam, al arcángel Rafael se le llama Israfel. Es reconocido como uno de los grandes

arcángeles. Según el Hadith, una colección de textos acerca del profeta Mahoma, Rafael será el ángel encargado de dar la señal el día del Juicio Final.

Según el Corán, ha estado en espera de las órdenes de Alá para llevar a cabo esta labor. El

Corán dice en el capítulo 69 (Al Haqqah) que el primer sonido de la trompeta lo destruirá todo, y en el capítulo 36 (Ya Sin) dice que los humanos que han muerto regresarán a la vida con el

segundo sonido.

Según la tradición islámica, el arcángel Rafael es un gran músico que canta alabanzas a Dios en más de 1,000 idiomas distintos.

El arcángel Rafael representa la sanación y purificación del alma y el cuerpo.

Guía al ser humano a dejar atrás todo lo negativo que ha acumulado a través de su vida y a aceptar "la curación de Dios", como indica su nombre. Intercede y aboga por que los seres

humanos puedan liberarse de su pasado y retomar el camino de la vida con una nueva visión del futuro llena de esperanza y regeneración.

San Rafael ayuda a los enfermos en su transición hacia una vida nueva llena de oportunidades de

crecimiento espiritual.

En la Iglesia Católica Liberal se lo invoca durante los Servicios de Curación.

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Auto – Purificación.

En lugar de entablar inútiles discusiones sobre si históricamente puede ser cierto o no el relato

de la Inmaculada Concepción, es mejor, en mi opinión, considerarlo místicamente.

Los cuatro Evangelistas comprendían en distintas medidas estas enseñanzas más profundas y

esotéricas. Especialmente San Juan. Pero estaban obligados por votos místicos a ocultar ese

conocimiento, aunque también esos votos les obligaban a compartir prudentemente con su

prójimo lo que se les había revelado. Así lo hace San Juan, cumpliendo sus votos, en los cinco

primeros versículos de su capítulo I, el cual hemos tomado para este estudio.

Con la máxima destreza, San Juan mezcla los poderes místicos y misteriosos de Dios cósmico y

de Dios en el hombre, con la narración histórica de la vida de Jesús. Es conveniente separar estos

hilos para evitar confusiones. El hilo que concierne a la naturaleza y evolución del alma espiritual

hasta alcanzar ‘la medida de la talla de la plenitud de Cristo es de especial importancia para

aquellos en los que está despertándose la facultad intuitiva. La búsqueda mística ha comenzado

para ellos; tratan de entrar por la ‘puerta estrecha’ y seguir el camino angosto, desde el

nacimiento místico hasta la ascensión al cielo.

Jn. 1: 1 En el principio el Verbo existía, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era con Dios.

2 Él estaba en el principio con Dios.

3 Todo se hizo por él; y sin él no se hizo nada de cuanto existe.

4 En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres.

5 Y la luz brillaba en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron.

Aquí encontramos tres declaraciones generales. Primera, el nombre de la Deidad del Universo

es “el Verbo”. Segunda, Jesús es una manifestación de ese Verbo como Creador del universo.

Tercera, este Verbo creador es también “la luz de los hombres”. (verbum, latín, y Logos, griego.)

Esta enseñanza se encuentra también en la antigua religión egipcia y en las escrituras de la fe

brahmánica. Se afirma en ellas que el proceso de la creación del universo se efectúa por la

emisión de un poder que tiene la cualidad de un sonido (Amen-Ra y Shabda Brahman,

respectivamente.) - San Juan afirma también que el Verbo Divino preexistía antes de que todas

las cosas fueran hechas. Este principio entra en existencia activa como un poder que construye

formas con la materia virgen del espacio. Esas formas fueron concebidas por la Mente Divina, y la

Voz Significado de la Inmaculada Concepción o Verbo de Dios les dio expresión. Jesús es pues

una manifestación del Supremo Dios en forma humana, un vehículo de Dios: Jn. 1:14 El Verbo se

hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre,

lleno de gracia y de verdad. Si bien la frase “la vida era la luz de los hombres” puede considerarse

como una descripción del efecto de la presencia de Jesús sobre la humanidad, también puede

dársele un sentido interior o místico; la presencia Divina manifestada dentro de todo ser humano,

Cristo en nosotros, la esperanza de gloria. La adopción de este último sentido puede cambiar

enteramente nuestra actitud hacia la historia de la vida de Jesús, porque entonces ya no la vemos

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únicamente como restringida macro-cósmicamente ni históricamente a la persona de Jesús, sino

más aún como un poder y una presencia dentro del Yo íntimo de cada ser humano. O sea,

universal y microcósmica a la vez. Hay que recordar continuamente que el Verbo que produjo el

universo, y ‘la luz de los hombres,’ no son dos deidades separadas y distintas, sino una sola y

misma Deidad. Aquel Poder sin nombre que produjo y preside todo el universo, y la Divinidad

interna del hombre, son Uno, eternamente y por siempre. La luz del universo y la luz de los

hombres no son dos luces sino una sola, por toda la eternidad.

El uso del plural “hombres” parece confirmar lo expresado en otras escrituras religiosas, de que

esta luz no solamente resplandece sobre el mundo desde el interior de seres escogidos tales

como Jesús, sino que también brilla dentro del Yo interno de todo ser humano. A este Dios

Morador se refiere el Bhagavad-Gitâ como “el inmortal Gobernador Interno entronizado en el

corazón de todos los seres vivientes”. También se le llama el Horus del alma.

Jn. 1: 6 Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan.

7 Este vino como testigo, para dar testimonio de la Luz, para que todos creyeran por él.

8 No era él la Luz, sino quien diera testimonio de la Luz.

9 El Verbo era la Luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.

Así reitera San Juan que el Logos o Verbo es luz macro-cósmica y también micro-cósmica. Esta

Luz resulta de la manifestación misma del Logos como una presencia resplandeciente y un poder

que ilumina tanto el espacio pre-cósmico como la mente humana. El último versículo recalca que

todo ser humano que viene al mundo lleva una luz interior. Esta luz se identifica también como

Jesús el Cristo, y puede considerarse como sinónima de un atributo del alma espiritual humana

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que ilumina el camino de la encarnación a todo hombre que viene a este mundo.

El hombre es inconsciente de esta luz interior hasta que entra en cierta fase de su progreso

evolutivo, o sea hasta que ocurre aquella natividad mística en que Cristo se forma en nosotros.

Este renacimiento espiritual y psicológico es precedido por un cambio drástico aunque gradual

en nuestra actitud hacia la vida y nuestra conducta, expresado en nuestro modo de vivir. Como

dice Jesús, “El que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. (Jn. 3:3).

El hombre en quien ha tenido lugar esta concepción mística, se prepara para nacer de nuevo

purificándose a sí mismo. Se puede considerar a Juan el Bautista como una personificación de la

llamada a hacer este cambio. Esta llamada viene del Yo interno, y llega al yo externo como “la voz

de la conciencia”. Se trata, pues, de un cambio principalmente moral. Y el ascetismo que se

atribuye a Juan el Bautista, así como su llamada a preparar el camino del Señor, retratan muy

adecuadamente esta influencia. En otras palabras, el hombre completamente mundano se

transforma desde dentro en un hombre cada vez más espiritual. Juan el Bautista es el heraldo de

esta transformación. Es, por decirlo así, el Hermes que rescata del averno a Perséfone, el alma

encarnada. El modo como Juan escribe su Evangelio indica que tanto Jesús como Juan el

Bautista personificaban los poderes internos del hombre. Este Evangelio no es sólo una

descripción alegórica de la vida espiritual, sino también una descripción de la llamada que Juan el

Bautista hace a la humanidad para que entre en esa vida. El autor de este libro no está negando

la historicidad de los Evangelios, sino diciendo que ve en numerosos pasajes de ellos muchas

indicaciones, aunque algo veladas, de que se quiere relatar el progreso del hombre desde una

vida puramente mundana a una vida espiritual.

Jn. 1: 10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él, y el mundo no le conoció.

11 Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

En estos dos versículos vemos una mezcla de los tres Cristos: el Verbo creador, la Luz espiritual

o Salvador dentro del hombre, y el Jesús histórico. Se dice que el mundo no le conoció ni lo

recibió, refiriéndose indudablemente a la humanidad en general. Esta acusación es

indudablemente cierta: Cristo, la Luz moradora dentro de todo ser humano, el Logos del alma, fue

y todavía es no reconocido y no recibido. Así lo demuestra la condición del mundo y la conducta

de muchos seres humanos en esta época: guerras, crímenes, corrupción y vicios en abundancia,

lo cual quizá sea lo natural en las fases tempranas de la evolución humana. Sólo cuando el

principio mental comienza a desarrollar en el hombre la facultad del pensamiento abstracto e

intuitivo, empieza el hombre a percibir y reconocer su Luz espiritual o monádica, la cual ha de

convertirse al fin en el principio guiador de la totalidad de su vida. Antes de que la raza humana en

conjunto, o cada individuo, alcance esta estatura evolutiva, es verdaderamente cierto que ‘el

mundo no le recibió’. Estas mismas fases de desenvolvimiento intelectual y espiritual se reflejan

en el relato de la vida histórica de Jesús. Él, como Maestro, Redentor y Salvador, no fue aceptado

por las autoridades, las cuales personifican la regla de la mente personal y formal con sus

atributos de separatividad, auto-satisfacción, codicia y orgullo. (De ninguna manera pretende el

autor pasar por alto o menospreciar los aspectos favorables de la mente humana y el adelanto de

la ciencia y la tecnología.) - Jesús fue reconocido y recibido únicamente por los pocos: sus

parientes, sus

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discípulos y amigos inmediatos. Todos ellos personifican al intelecto espiritualmente iluminado. Y

así es hoy y así seguirá siendo durante mucho tiempo todavía. Pero es de esperar que vaya

aumentando el número de los que le reconozcan y le reciban, gracias a ese Cristo interior. Pero

este requiere una verdadera auto - purificación, a fin de que haya una inmaculada concepción.

(Extraído del libro “La vida de Cristo desde la natividad a la ascención” por el Rev. Padre Geoffrey

Hodson)

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La Iglesia, para comenzar el año litúrgico, celebra la llegada de Cristo con los hombres con una

gran fiesta a la cual llamamos Navidad. Esta fiesta es tan importante para los cristianos que la

Iglesia, antes de celebrarla, prepara a sus hijos durante el período conocido como Adviento. Ya

desde tiempos remotos la Iglesia acostumbra tener esta preparación.

Es el período de cuatro semanas en que la Iglesia se prepara, en una actitud de esperanza y

alegría, para celebrar el nacimiento de Jesucristo. La palabra Adviento significa “llegada” y

claramente indica el espíritu de vigilia y preparación que los cristianos deben vivir. Al igual que se

prepara la casa para recibir a un invitado muy especial y celebrar su estancia con nosotros,

durante los cuatro domingos que anteceden a la fiesta de Navidad, los cristianos preparan su

alma para recibir a Cristo y celebrar con Él su presencia entre nosotros. Durante el Adviento los

cristianos renuevan el deseo de recibir a Cristo por medio de la oración, el sacrificio, la

generosidad y la caridad con los que nos rodean, es decir, renovamos nuestra vida procurando

ser mejores para recibir a Jesús. La Iglesia, durante las cuatro semanas anteriores a Navidad, y

especialmente los Domingo, dedica la liturgia de la Misa a la contemplación de la primera

“llegada” de Cristo a la tierra, de su próxima “llegada” triunfal y la disposición que debemos tener

para recibirlo. El color morado de los ornamentos usados en sus celebraciones, nos recuerda la

actitud de penitencia y sacrificio que todos los cristianos debemos tener para prepararnos a tan

importante evento. La familia, como Iglesia doméstica, procura reunirse para hacer más profunda

esta preparación. En todas estas reuniones el sentido de penitencia y sacrificio se enriquece por

la esperanza y el espíritu de fraternidad y generosidad que surge de la alegría de que Dios pronto

estará con nosotros.

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La Navidad es una de las festividades más grandiosas de la Iglesia; quizás únicamente

superada por la Pascua, porque en Navidad celebramos el nacimiento del Dios - Sol, así como en

Pascua conmemoramos su victoria sobre los poderes de las tinieblas. El cristianismo, como todas

las otras religiones, fue fundada en el hemisferio norte y en consecuencia todas las festividades

caen en épocas no apropiadas con respecto al hemisferio sur.

El renacimiento del Dios - Sol, después del eclipse de invierno, se conmemoraba en el primer

día más largo de mañana y de tarde, inmediatamente después del solsticio de invierno, el punto

en que la tierra en su órbita alrededor del sol comienza a alejarse de él en vez de acercarse.

Similarmente la victoria del Dios - Sol sobre los poderes de las tinieblas, se celebraba

inmediatamente después del equinoccio cuando el día era definitivamente más largo que la

noche. Estas festividades del Dios - Sol se habían mantenido por miles de años antes del

nacimiento de Jesús, de manera que resultó muy natural para la Iglesia primitiva adoptar esas

fechas para sus celebraciones.

No se conoce la verdadera fecha del nacimiento de Jesús, pero por varios indicios, parece

probable que fue un día de primavera. Sin embargo en la historia eclesiástica se eligió

tempranamente el 25 de diciembre, porque coincidía con esa gran fiesta solar y naturalmente

convenía aprovechar lo que ya era una fiesta pública. Aquellos que no reconocen el significado

simbólico de la vida de Cristo, suponen generalmente que todas estas conmemoraciones

eclesiásticas son puramente históricas, pero nosotros, que tratamos de investigar un poco más

hondo en las verdades de la naturaleza, encontraremos sin embargo que es interesante buscar

también otros y más profundos significados.

¿Cuáles son los puntos que esta grandiosa festividad de Navidad nos recuerda a los Católicos

Liberales? Creo que no son menos de 7 y trataré de explicarlos uno por uno:

1. Ciertamente no debemos ignorar el aspecto histórico del día, aun cuando sabemos que no es

un verdadero aniversario. Está fuera de toda duda que en el día de Navidad estamos llamados a

recordar el descenso del gran discípulo Jesús. Fue él quien prestó el cuerpo al Gran Instructor

para que Él pudiera venir a fundar su religión y predicar Su evangelio sobre la tierra.

En este caso particular, en el año 105 A.C., un discípulo adelantado del Señor Cristo nació

entre los descendientes del Rey David, como hijo de José y María; y le fue dado el nombre de

Jesús. Quedó a cargo de ese cuerpo hasta casi la edad de 30 años, cuando lo entregó al Cristo,

quien lo ocupó durante los tres años de su terrenal ministerio. El discípulo Jesús renació como

Apolonio de Tyana casi exactamente en la fecha que usualmente se asigna al inicio de la era

cristiana; y 1000 años más tarde apareció como el gran instructor Ramanujacharya, que dejó una

huella muy profunda en el pensamiento de la India. A su debido tiempo recibió la recompensa por

su auto sacrificio y alcanzó la Iniciación Asekha, convirtiéndose así en uno de los Maestros de

Sabiduría. Por lo tanto ya no le reverenciamos como discípulo sino como el Maestro Jesús.

2. En esta ocasión nos recordamos del descenso a la materia de la Segunda Persona de la

Bendita Trinidad; y así como en el ciclo menor debemos estar profundamente agradecidos a

nuestro Gran Instructor Mundial por Su descenso en un cuerpo humano con el propósito de

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ayudarnos y guiarnos, de la misma manera deberíamos sentir profunda gratitud hacia la Misma

Deidad Solar por la voluntaria limitación de Su Poder y Su Gloria por las cuales hemos venido a la

existencia.

3. Nuevamente, como ya hemos dicho, el Día de Navidad nos recuerda la Primera de esas

Grandes Iniciaciones, de la cual es un símbolo dentro de la cuidadosa distribución del Año

Eclesiástico. Deberíamos pensar entonces qué significa para nosotros esta Primera Iniciación,

que es verdaderamente un segundo nacimiento. Deberíamos darnos cuenta de cómo el que ha

dado ese paso se ha salvado para siempre y por lo tanto podemos verdaderamente mirar al Gran

Instructor Mundial, como a nuestro salvador aunque no desde el punto de vista de libertarnos de

torturas eternas. En la naturaleza no existe una cosa así. Todo eso es una horrible pesadilla que

los hombres han permitido que se desarrolle y que los aterrorice. No existe una condenación

eterna de la cual debemos ser salvados. Ésta ilusión es parte del error y de la ignorancia que

causan tanta pena y sufrimiento alrededor nuestro.

4. Durante el período de Adviento, la Iglesia espera la próxima Venida del Señor; en Navidad

esa espera culmina, y su celebración implica gratitud no sólo por Su última Venida, sino también

por los favores que aún están por venir. No podemos sino pensar en esa gran Navidad cuando El

nuevamente aparezca entre nosotros en el plano físico, en un cuerpo que todos podamos ver.

5. La Venida de Cristo tiene otro aspecto: su manifestación en el corazón de cada individuo, el

desarrollo del principio Crístico dentro de nosotros. Un gran y glorioso misterio subyace en todo

esto: que entre la Segunda Persona de la bendita Trinidad y el gran Instructor Mundial existe una

maravillosa relación como así también entre estos y el Principio Crístico en el hombre; al que

frecuentemente le damos el nombre de intuición. Sin embargo esto significa mucho más que

intuición; significa la sabiduría que sabe, no a través de un proceso de razonamiento, sino por una

certeza interior.

Aunque Cristo nazca mil veces en Belén

pero no dentro de ti, tu alma estará pérdida.

6. Todas las grandes festividades tienen otro aspecto, y este lo tiene, prominentemente. Todas

son especiales canales de fuerzas, ocasiones en las cuales una mayor efusión de poder divino

toma lugar, en grado mayor en mi opinión, que en los días comunes. Esto no debe parecer

extraño; no pensemos que es una limitación de la omnipotencia de Dios. Porque Dios mismo

actúa por medio de esas oportunidades y las aprovecha; y esta creación Suya tan maravillosa es

completamente una en Él, tan místicamente interrelacionada, que así como las estrellas recorren

sus órbitas, hay ciertos momentos en que ciertas energías están más fácilmente disponibles que

en otros, así como cuando los puentes están libres se abren los canales; Navidad es una de tales

épocas.

7. Y por último hay un aspecto de Navidad como época de regocijo, además de su aspecto

religioso, si es posible una separación. Este es el aspecto tan relevante en las obras de Charles

Dickens, quién la describe siempre como la fiesta de la buena camaradería. El mundo de habla

inglesa debe mucho a Dickens por lo que enseñó acerca de Navidad.

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Es un tiempo de paz para los hombres de buena voluntad, y seguramente entonces trataremos

de ser hombres así; y es notable como muchísima gente logra su objetivo. Es algo maravilloso

este espíritu de Navidad, este verdadero sentimiento de fraternidad que se difunde en ese día.

Hay una mayor buena voluntad, una mayor amabilidad y compañerismo, una más verdadera

fraternidad, el día de Navidad que en todo el resto del año. No debería existir solamente para

Navidad, por supuesto; debería haber siempre ese sentimiento, pero debido a que estamos

abrumados por el ruido y los tumultos mundanos, puesto que aún no podemos sentir todo el

tiempo ese noble sentimiento navideño, es bueno que haya cuando menos un día en que todo el

mundo esté de acuerdo en sentirlo, cuando todos tratan de acercarse lo más posible a esa

fraternidad que debería existir todo el año. Con toda seguridad es conveniente que tratemos de

compartir nuestras alegrías con los demás, y que nazca la bondadosa costumbre de que el pobre

o necesitado sean ayudados, en día de Navidad, hacia la realización de la gran fraternidad

humana; porque nuestra alegría navideña puede ser perfecta solamente cuando la compartimos

con otros que se encuentran en circunstancias menos favorables que las nuestras.

Por lo tanto dejemos que Navidad entre nuestros corazones y en nuestras almas, y tratemos,

cada uno de nosotros, de sentir lo que los ángeles cantaron hace ya tanto tiempo, primero "gloria

a Dios en las alturas" y luego "paz en la tierra y buena voluntad a todos los hombres."

(Extractos de “El Lado Oculto de los Festivales Cristianos” por +Monseñor Leadbeater)

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Prieuré Saint Alban, Château de Bois Rabot, 41300 Pierrefitte sur Sauldre, Loir et Cher, France.

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Castellanos 635 – Dep. 1 - 2.000 – Rosario - Santa Fe – Argentina.

Indalecio Chenaut 2905, esq. Castelar- 5.500 Mendoza – Argentina.

SANTA FE

Amenábar 631

Servicios suspendidos hasta nuevo aviso por reparación del Templo.

José Ingenieros 1424

Rector: Monseñor + Miguel Ángel Batet.

Auxiliares: Rev. Padre Gastón Cicao, Rev. Padre Julio Rico, Rev. Padre Daniel Rodríguez, Rev. Padre Enrique Scarafoni, Rev. Padre Fernando Samul, Rev. Padre Adrián Pizarro, Hnas.

Diaconisas Lilia Rimini, Mariela Perino, Claudia Ferrada y Concepción Argentieri.

Santa Misa: Domingos 10,30hs.

Santa Unción, Bendición Smo. Sacramento: Viernes 20hs.

Servicios a Ntra. Señora: Martes 20hs.

Consultas a Rev. Adrián Pizarro al Tel.: (0341) 156 890 791.

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Pueyrredón 848.

Consultas al Tel: (0341) 156 890 791.

Sacerdote a cargo: Rev. Padre Adrián Pizarro.

Auxiliares: Rev. Padre Enrique Scarafoni y Hna. Claudia Ferrada.

Santa Misa: 1º domingo del mes a las 10:30hs.

MENDOZA

Indalecio Chenaut 2905, esq. Castelar, (frente a plaza Mathus Hoyos), 4ª sección este de la

ciudad de Mendoza,

Teléfono: (0261) - 4301190.

Rector: Monseñor + Arnoldo Salzmann.

Auxiliar: Padre Germán Villegas y Hna. Diaconisa Elsa Arregui.

Santa Misa: martes, jueves y sábados 9hs. Domingos 11hs.

Bautismos: 1º y 3º sábado del mes a las

20hs (primavera - verano) 19hs (otoño-invierno).

Charlas Bautismales: 2º y 4º sábados del mes

(los mismos horarios de bautismos).

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Catecismo 1ª Comunión, sábados 16,30hs. Confirmación: 18,00hs.

Unción enfermos: Domingos 12,15hs.

CÓRDOBA

Sacerdote a cargo: Rev. Padre Enrique Giunta.

Santa Misa: Domingos 10,30 Hs.

Para hospedarse, solicitar al Tel. (0341) 156 145 039, Sra. Marcela Riaudo.

Los Talas 570 (Valenti)

Consultas: (3548) 414 056.

Clérigo a cargo: Acólito Iván Muzzio.

Reuniones doctrinales: Miércoles 19hs.

Completas: Sábados 19hs.

Prima: Domingos 10:30hs.

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BUENOS AIRES

Bonpland casi Av.Córdoba.

La Misa se oficia el 1er y 3er Domingo de cada mes a las 10:30am en punto, a cargo del Rev.

Padre Carlos Elliff. Además se ofrecen todos los Servicios correspondientes a la función

sacerdotal de nuestra Iglesia: Servicio de curación, bautismo, requiem, matrimonio, unción de los

enfermos, etc.

La Capilla está ubicada en la intersección de los barrios de Chacarita y Palermo de la Ciudad de

Buenos Aires. Para más información y aviso de asistencia a la Liturgia, escribir a:

[email protected]

URUGUAY

Tel: 094 597 223

Santa Misa, domingos11hs

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EL TRABAJO ESPIRITUAL Y LA SOLEDAD.

(Marie - Madeleine Davy.)

Antes que nada yo plantearía la siguiente pregunta: ¿la soledad es elegida, o uno es elegido por ella? Es evidente que durante la existencia, los acontecimientos pueden hacer de nosotros unos solitarios. En la medida en la que se trata de una soledad profunda, de la búsqueda del fondo, de lo esencial, creo que se es elegido por la soledad.

DECIR SÍ A UNA PRESENCIA. Según San Bernardo: "El hombre es elegido". ¿Elegido por quién? ¿Por qué? Yo diría por lo Eterno o también, por su vocación propia, su destino. San Bernardo dirá: "El ser es tomado". Él toma aquí un texto bíblico según el cual el hombre es "visto" desde el seno de su madre, amado en el seno de su madre. Es elegido a la vez que tiene la libertad de decir "no". Se puede evocar un texto de Bernardo, concerniente a la Madre Divina. El ángel Gabriel se presenta y le anuncia que va a ser madre. Ella duda. Ella no conoce a nadie. Y la naturaleza entera, las hojas de los árboles, la hierba, las piedras claman: "Di sí, di sí, di sí". Cuando un ser seducido por lo Eterno, es llamado hacia su fondo, todo se tambalea. Este fondo, no puede ser nombrado, no puede ser conocido, no se le ha oído hablar nunca: ni siquiera se tiene una experiencia de ello. ¿Cómo decir “sí”? Y si se dice "sí", es un "sí" que va a ser repetido, no todos los días, sino a cada instante. Porque el misterio de la soledad, tremendo divino y al mismo tiempo difícil de vivir, consiste en orientarse hacia la plenitud de un "sí". ¿Sí a qué? A una Presencia. Podría también decir un "sí" a algo que ignoro. A algo que nace en mí, crece en mí, se despliega en mí... y que yo no puedo nombrar. En la soledad el hombre comprende que es un microcosmos, y que lleva al macrocosmos en sí mismo. El riesgo de la soledad absoluta: el eventual encuentro con la locura. Quizás se tiene miedo de la soledad porque se tiene miedo de volverse loco. ¿Por qué loco? Porque las cosas se disipan. De repente la mirada ve, el oído escucha. Un cartujo del siglo XII lo expresa, y yo comento su texto: "cuando me retiro, cuando estoy en soledad, cierro los ojos, no hay nadie alrededor mío, ningún ruido, ningún sonido. Escucho el murmullo del silencio. Y ese silencio es atravesado por gritos, por vociferaciones; son los animales que tengo en mí." En la soledad me veo. En la soledad me encuentro, me conozco. La soledad es un espejo. Y ¿quién soporta el tener un espejo ante el rostro? Se dice a menudo y se repite que el conocimiento de sí es el más difícil de los conocimientos; la ciencia de las ciencias, el conocimiento de los conocimientos. Si uno está muy sobrecargado, si uno ve muchos rostros, si uno se mantiene en una conversación perpetua, un parloteo exterior o interior, uno no se ve. Se ve a los demás, los rostros, las mímicas, pero uno no se ve. La soledad es un espejo. Un espejo excelente, un espejo que retiene todo. Entonces uno se ve, y se siente horror. ¡Horror de sí! ¿Por qué? Porque uno ve su pobreza, su miseria, cuando lo que habría que ver sería la belleza propia. Convendría ver la grandeza. ¿Por qué una grandeza? ¿Por qué el esplendor? Porque el ser es portador de luz. El hombre, hasta el ser humano más lastimoso, lleva en sí la imagen divina, la chispa divina. Es un recipiente de luz, de belleza. En la soledad, el hombre acoge su acuerdo con el cosmos. Comprende que él es un microcosmos, que él lleva al macrocosmos en sí. Él es Tierra, él es Aire, Agua, Fuego. Contiene las plantas, el árbol, la flor, los animales, el pájaro y la serpiente. Es un ser humano. Él puede llegar a ser un ser humano completo.

El solitario no tiene nada que acumular; él se libera de estorbos. En la soledad, la dificultad consiste en comprender que lo esencial no es actuar, sino ser. Si nos encontramos a alguien y le preguntamos ¿Qué haces? él responderá precisando lo que hace; tal oficio, tal profesión.... ahora bien, la soledad enseña esto: lo importante es ser, es decir existir llegando a ser auténtico. El

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punto es el símbolo de todo esto. El punto es el cruce. El solitario no tiene nada que adquirir, sólo tiene que despojarse.

EN LA SOLEDAD ESTAMOS RELIGADOS.

En la soledad se va a escuchar, a percibir el susurro del silencio. El silencio tiene una voz. El silencio habla. El silencio enseña. Nos dice algo. Acuérdense de San Bernardo de Claraval. Él está en su celda, las ventanas y las puertas están cerradas. De repente, siente la llegada de una presencia. Él quisiera ver, y no ve nada. Quisiera oír; todo está mudo. Le gustaría palpar con las manos, pero nada puede tocar. Bernardo experimenta en sí mismo algo inusitado. El grano de mostaza del que habla la Biblia, el grano de arroz, la Presencia, misteriosa e innombrable, se mueve, como si hubiera una brisa. En el Génesis, el Eterno está en la brisa. Después súbitamente, la presencia desaparece de allí. En la soledad, en los momentos en los que uno se acerca al fondo, estamos religados. ¿Religados a qué? ¿A quién? Religados al Eterno, religados a algo innombrable. No se puede decir nada, absolutamente nada. En la soledad mis raíces ya no están pegadas en aquello que es transitorio. Las raíces que se sumergen para hacer subir la savia, no pertenecen ya más al mundo visible. Es el mundo invisible el que nutre; el mundo invisible que no cesa de aligerarnos del peso de las pruebas que nos pone la existencia.

SI AMO, EN LA SOLEDAD SOY COMO UN SOL. En algunos momentos, la soledad parece comparable a una sombra, una niebla, algo denso. No se ve a unos pocos metros por delante y uno parece enloquecer. ¿Por qué? Porque el solitario deja, como dice Chestov, la consciencia común. La omnitud le abandona. Si por ejemplo estamos sentados en un café, y escuchamos las conversaciones ¿De qué hablan? De la ropa, del dinero, de fulanito o menganita...Ustedes me dirán: "no se va a un café para hablar de cosas profundas". Quizás, pero ¿qué es lo que interesa a la mayoría de las personas? Después de haber entrado en el jardín del conocimiento de sí, el solitario entra en la bodega del vino. La bodega del vino significa el amor al otro. Un amor extraordinario, un amor que es difícil ya que no sabemos amar. El solitario va a comprender que lo importante no es ser amado sino amar. Y amar gratuitamente.

Se ven a veces personas depresivas y les solemos decir: "¿Pero por qué estás tan hundido?". Ellas responden: "nadie me quiere, mi pareja no me quiere, mis hijos no me quieren, etc...". El secreto que enseña la soledad, la revelación de la soledad, es la escucha de la fuente, y la fuente me dice: "lo esencial no es ser amado, sino amar". Y si yo amo, en mi soledad, me convierto en un Sol. De una mujer que se encontrara sola en un pueblecito; que no tuviera nadie a quien querer, ni siquiera un gato o un perro, sus hijos estuvieran lejos –o quizás no los tuviera–, su pareja hubiera muerto o la hubiera abandonado. Diríamos: "esta mujer mayor, esta solitaria que no es amada por nadie, ya no cuenta para nada; es algo inútil. Sin embargo, ella está ahí, viva en su dimensión de profundidad, en su realidad; ella está presente a todos los seres humanos.

EL SOLITARIO ES COMPARABLE A UN TERRENO, IRRIGADO POR UN RIO DE FUEGO QUE NO VIENE DE ÉL. No sé si ustedes se habrán tropezado alguna vez con solitarios. Eso me ha ocurrido a mí dos o tres veces. Hay en su mirada una llama. El solitario es comparable a un terreno irrigado por un río de fuego que no viene de él. Si se le dice: ¿pero cómo puedes vivir tú en soledad, como mantienes tu libertad a pesar del hecho de ser o de no ser amado? Él respondería: "en la dimensión divina, he llegado a ser por la gracia, semejante a una tierra irrigada y luminosa”. Cuál es el símbolo del desierto, y por qué el desierto interiorizado nos sumerge en la soledad? El desierto es una tierra estéril, una tierra inhabitada. El desierto designa una tierra en la que se tiene sed. Hay muy pocos pozos. Entonces tenemos sed, pero ¿es que el dinero nos colma? ¿La

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comodidad y el desahogo humanos nos colman? ¿Es que nuestra profesión, incluso si tenemos éxito en ella, nos colma? No, tenemos sed. ¿Pero sed de qué? El solitario va a comprender que tiene sed de eternidad. Tiene sed de algo que no desaparezca, de algo que no pueda morir. Porque en el fondo, sufrimos por la muerte. La muerte de los que amamos, nuestra propia muerte, pueden despertar nuestro temor. ¿Cómo morimos? El solitario desgarra el velo. El solitario súbitamente comprende algo. Las palabras se mueven, las palabras revelan su sentido secreto. El desierto interior es alcanzado cuando el hombre comprende que todo debe de interiorizarse. El oído se interioriza, la mirada se interioriza. Y la soledad aviva, despliega el sentido de lo interior. El oído, en el desierto interiorizado, va a captar el murmullo de las fuentes. Nos encontramos con alguien; nos habla de cosas banales; de repente pronuncia una frase y nos quedamos atónitos. Algo ocurre, su rostro cambia. Me acuerdo de haberme encontrado con una mujer que vivía solitaria. Era extremadamente banal, pero de repente, tuve la impresión de que la experiencia de su dimensión profunda, la experiencia de su fondo, resplandecía en su rostro. Era una mujer que quizás tendría sesenta años y, de repente parecían de veinte. Ella no tenía edad, se situaba fuera del tiempo, fuera del espacio. Todos hemos visto miradas de luz, fugitivas pero luminosas. De vez en cuando, en el rostro, algo aparece, algo se muestra. Si nos asemejamos a una tierra vacía, a un desierto, si aceptamos una verdadera indigencia, entonces la luz llega. NUNCA TENEMOS QUE ABANDONAR LAS FORMAS, SINO ACEPTAR QUE ELLAS NOS ABANDONEN. Una vez más, en la soledad, no hay nada que adquirir, solamente despojarse. Eckhart, en un poema que se le atribuye –aunque quizás no sea de él– dice: "¡Oh alma mía, sal! ¡Dios mío, entra!”. El último escollo de la soledad y del desierto interiorizado, puede parecer cruel. Estamos atados a las formas: podemos estar estrechamente ligados a nuestra raza, nuestra patria, nuestra familia, a una tradición, una religión precisa. En la soledad, es posible que seamos abandonados por las formas. Nunca tenemos que abandonar las formas, sino que tenemos que aceptar que ellas nos abandonen. Si yo abandono una forma religiosa por ejemplo a causa de la perversidad de mi existencia, es un error. Si abandono una forma religiosa porque me desencanta parcialmente –por su liturgia por ejemplo– es un error. En la soledad hay una armonía. En la soledad comprendemos que las formas pertenecen al tiempo, que esas formas están en nosotros, y que es importante integrarlas. En la soledad o en el desierto interiorizado, el hombre va a morir, va a morir necesariamente. Morir a lo transitorio, morir al tiempo, morir al espacio. Se va a volver un hombre universal, rigurosamente universal.

EN LA SOLEDAD TENDRE LA CLAVE DE SABER QUE YA SOMOS SERES UNIVERSALES.

Yo no oigo el silencio, no percibo mi fuente. ¿Por qué? Porque estoy en el parloteo exterior. Estoy en la danza de las palabras. Estoy en el canto de una expresión. Estoy en el parecer, nada más que en el parecer. Si mi oído interior nace, si en la soledad se despliega, voy a captar, voy a comprender, voy a tener una experiencia de la cercanía a los misterios, a todos los misterios. Yo recibo un don: la llave de la existencia, la llave del "nuevo nacimiento", la llave del hombre nuevo con relación al "hombre viejo". Nosotros ya somos seres eternos, seres solares, seres luminosos. Es evidente que en general no vemos nada de eso, o también como lo expresa El Cantar de los Cantares, se ve a través de la celosía. La soledad, los desiertos provocan un despertar de la escucha. A través del oído interior, es "alguien" en nosotros quien encuentra a "alguien". No son sólamente las palabras las que nos atacan, en una conversación banal con alguien. La profundidad brota. Hay un encuentro entre ese grano de mostaza que está en el otro, y el grano de mostaza nuestro. Se descubre que el ser es mejor de lo que él dice, el ser es mejor de lo que él hace; es "desvelado" momentáneamente. Si mi soledad me procura una escucha atenta a la belleza, efectuaré de una manera directa, inconsciente, un cambio en las palabras, una modificación de las frases. Va a haber una especie de metamorfosis. No es la banalidad lo que retendré sino el sonido de la fuente. El hombre que vive el desierto interiorizado en la soledad, percibe el murmullo de la fuente en el otro... y se maravilla...

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(Rev. Padre Geoffrey Hodson)

La integración es la llave para el entendimiento de nuestra tradición esotérica. Solamente

cuando un devoto consigue incorporar el relato bíblico en su realidad interior es que el mensaje de

Jesús, realmente comienza a trabajar en su alma. Esto ocurre cuando despertamos a los hechos

de que los relatos evangélicos no son meramente acontecimientos históricos de un pasado

distante, pero sí, una historia de nuestra propia alma. La llave que abre ese entendimiento es una

comprensión del simbolismo y de la alegoría, implícitos en el mensaje evangélico.

Basaremos nuestro estudio sobre la tradición esotérica del cristianismo en uno de los aspectos

más velados de los evangelios, la propia vida de Cristo. La emocionante historia de la vida de

Jesús, como está relatada en los cuatro evangelios, más que un relato biográfico exacto de la vida

del Maestro, retrata, siguiendo un método velado en la tradición milenaria de los Misterios,

enseñanzas esotéricos profundos sobre la vida de cada hijo de Dios, de cada uno de nosotros.

No es nuestro propósito cuestionar la historia del relato bíblico que por tantos siglos sirvió de

fundamento de devoción de millones de fieles. El Vaticano, sin embargo, consciente, de una serie

de incongruencias en los relatos bíblicos de la vida de Jesús, viene estimulando estudios para

dilucidar diversas cuestiones históricas, inclusive la verdadera fecha del nacimiento y de la muerte

de Jesús, un problema indisoluble para los historiadores desde hace siglos. En el relato bíblico la

fecha del nacimiento de Jesús es fija, sin embargo, la de su muerte es variable, una indicación de

que el relato es mítico y no histórico. El recién nacido Jesús habría sido perseguido por Herodes,

por lo tanto, es sabido que ese personaje histórico reinó en Palestina en el período de 37 a 4 años

antes de nuestra era, habiendo muerto, por lo tanto, cuatro años antes del supuesto nacimiento de

aquel a quien, habría mandado matar. Este y otros problemas históricos relativos a la vida de

Jesús no son objeto de nuestro estudio.

Tampoco examinaremos las semejanzas de la vida de Jesús con los relatos de la vida de otros

grandes personajes de las más diversas tradiciones, como Krishna, Odín, Baal, Indra, Zoar,

Alcides, Mikado, Thor, Quexacoalt, Fohi, Tien, Adônis, Quirinus, Prometeo, Mahoma, Mitra,

Hórus, Dionisio, Zaratustra y Buda, para citar algunos. Aunque algunos estudiosos han sugerido

que la vida de Jesús es un ejemplo del mismo mito solar representado en otras tradiciones,

especialmente en la tradición egipcia, en la cual Jesús estaba versado, esas consideraciones no

son centrales para nuestra tesis.

Para el verdadero cristiano, convencido de que el Reino de Dios, está en su interior y que él,

puede ser alcanzado por la meditación, lo importante es saber que el relato de los evangelios,

describe de forma alegórica los cinco aprendizajes, o iniciaciones, por los cuales, todo buscador

tendrá que pasar hasta alcanzar la meta suprema de perfección. Si el Reino está en el interior de

cada uno, con más razón todavía estará el Cristo. La importancia de esta enseñanza fue reiterada

por Pablo que, en innumerables pasajes de sus epístolas, nos orienta para el Cristo en nosotros,

la esperanza de gloria. La madurez espiritual hace que las barreras de la separatividad, sean

progresivamente destruidas. Para el místico, el Cristo no es más una figura separada en el tiempo

y en el espacio, pero si una realidad permanente en su corazón, que debe ser vivenciada aquí y

ahora.

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Procuraremos examinar, por lo tanto, el relato evangélico como una descripción de la verdad

eterna, de las grandes características iniciáticas, de la vida de todo hijo de Dios, en la etapa final

de retorno a la casa del Padre. Este enfoque no disminuye en nada el respeto y veneración que

debemos sentir por Jesús, el Maestro que demostró de forma dolorosa, como es posible alcanzar

la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. El personaje central, Jesús, simboliza al Cristo

interior, que procura de forma interna traer su mensaje redentor a nuestra naturaleza inferior. Los

principales eventos de la vida de Jesús serán interpretados, como referencias a imitar, de las

cinco grandes iniciaciones, por las que pasan todos los Grandes Maestros.

El primer paso en el sendero de perfección es el nacimiento de Cristo. Él es la luz del mundo,

que permanece dormida en todos los seres hasta ser despertada en nuestra conciencia. Los

relatos evangélicos presentan una riqueza de detalles sobre el evento. La luz de Cristo nace

siempre cuando las tinieblas son más profundas en el mundo, por eso su nacimiento, la Iglesia lo

presenta como ocurriendo un 25 de diciembre, fecha del equinoccio de invierno, la noche más

larga del año en el hemisferio norte, donde ocurre el ejemplo histórico. La luz del sol aparece en

esa fecha sobre el signo de virgo.

Jesús representa la centella divina en el hombre, el Cristo. Su madre, María, simboliza el alma

espiritual, situada en el plano mental superior. José, su padre, figura como la mente inferior. Por

eso, no fue José quien generó la criatura, pues la luz de la intuición, no puede ser generada por

la mente concreta. Mientras tanto, después del nacimiento de la criatura divina, ella pasa a ser

cuidada por ese padre adoptivo. María y José, por lo tanto, forman una pareja, la mente superior y

la inferior, siendo, en ese sentido, los padres de Cristo. El Cristo es concebido por el Espíritu de

Dios, siendo la concepción inmaculada anunciada a María, por el mensajero divino, el Arcángel

Gabriel, la expresión de la voluntad divina creadora. La anunciación es una experiencia interior

por la cual, todo iniciado debe pasar.

En esa ocasión, la conciencia del hombre, comienza a expandir su capacidad intelectual y

percepción psíquica. Tratase de un verdadero nacimiento dentro del alma, aludido por Pablo

alegóricamente: “mis hijos, por quien yo sufro de nuevo de dolores de parto, hasta que Cristo sea

formado en vosotros” (Gl 4:19)

En el plan de Dios la armonía está siempre presente. Toda vez que el péndulo de la vida se

extiende para un extremo, debe inevitablemente oscilar hacia el otro lado.

Así, después del despuntar de la luz, la buena nueva del nacimiento divino, la fuerza de las

tinieblas se hacen sentir, procurando traer la muerte. Herodes, el gobernante exterior, personifica

las fuerzas de las tinieblas que combaten a la luz. En el ser humano, Herodes, representa a la

personalidad auto centrada, la fuerza del pasado, que teme el nacimiento de la luz en el interior

del ser, pues el Cristo, la esperanza del futuro, necesariamente provocará una revolución,

amenazando el control a las fuerzas de materialidad y de egoísmo que mantienen al hombre

prisionero. Para que las fuerzas tenebrosas del mal no maten al recién nacido, la divina familia

debe huir para Egipto, tierra de los misterios y santuarios donde los iniciados eran y todavía son

instruidos.

La cena de Navidad, rememorada con profunda alegría por millones de cristianos todos los

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años, está repleta de símbolos. El establo, la gruta, representa el cuerpo físico que representa en

su interior todos los miembros de la familia divina, que son los diferentes principios del hombre. El

pesebre, donde el Cristo pequeño está reclinado, utensilio usado en la alimentación de los

animales, representa al cuerpo vital o etérico que preserva y distribuye el prana, o fuerza vital del

sol, por todo el cuerpo físico. Las ovejas y las vacas, representan las emociones. Para que el

Cristo pueda nacer, se supone que esos animales tienen que haber sido domesticados, o sea,

que las emociones del candidato a la iniciación tienen que haber sido disciplinadas y purificadas.

Los pastores representan los hermanos más ancianos y guías de la humanidad, los Maestros

que siempre comparecen a las ceremonias de iniciación. Pablo se refiere a esos guías como “Los

justos que llegaron a la perfección” (Hb 12:23). Los tres Reyes Magos, que vieron de Oriente (de

donde viene la luz), simbolizan los tres aspectos de la divinidad. Ellos traen presentes (oro,

incienso y mirra) al joven iniciado, expresando los aspectos espirituales del poder, del amor y de

la sabiduría. Con esos presentes el alma recién iluminada, o el Niño Cristo recién nacido, está

capacitada para emprender su misión. Los Reyes Magos son guiados por la estrella de Belén, o

pentagrama que brilla encima de la cabeza del hierofante siempre que un rito iniciático se lleva a

cabo.

Los cuatro evangelistas, como iniciados, conocían claramente el lenguaje sagrado y así

presentaron un relato alegórico que preserva para todos los que tienen ojos para ver el mensaje

auspicioso de que Cristo aguarda la oportunidad para nacer en la conciencia de todos los que

aspiran alcanzar el Reino de Dios. Cuando ese nacimiento virginal ocurre, la luz crística en el

alma del iniciado derramará sus bendiciones sobre toda la naturaleza inferior del hombre,

estimulando su capacidad intelectual, percepción y sensibilidad. La expansión de conciencia hace

que la unidad de todos los seres deje de ser meramente un concepto intelectual para volverse,

aunque momentáneamente, una profunda experiencia de vida.

El bautismo de Jesús por Juan el Bautista representa la segunda gran iniciación. La inmersión

en las aguas del Jordán tiene un profundo significado místico. El agua siempre fue usada como

símbolo de las emociones y pasiones. Para que un iniciado pueda capacitarse para actuar como

un instructor y salvador de almas, es necesario que pase por esas experiencias, que comparta el

dolor del mundo. Así, el sumergirse en las aguas simboliza esa profunda experiencia de sintonía

con el dolor de todos los que sufren y ansían una vida de felicidad, salud y armonía. Al aceptar

voluntariamente compartir el dolor del prójimo, el iniciado asimila ocultamente que está pronto

para recibir la Gracia divina.

El Poder divino es conferido cuando, simbólicamente, Jesús emergió de las aguas y “Los cielos

se abrieron y Él vio al Espíritu de Dios descendiendo como una paloma que se posó sobre Él” (Mt

3:16). El iniciado que se compromete a servir a Dios en la labor de salvación de la humanidad

demuestra ser un hijo dilecto del Padre, el que es confirmado por una voz celestial que afirma:

“Este es mi hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3:17).

La segunda iniciación confiere una nueva expansión de conciencia y mayores poderes al

iniciado. El principio intelectual, en particular, recibe un considerable estímulo. La capacidad

analítica es considerablemente aumentada, que puede volver al individuo demasiadamente crítico,

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orgulloso y hasta materialista. Ese peligro es la contrapartida de los nuevos poderes concedidos.

Así como después de la primera iniciación los poderes de la materia se hicieran sentir en la

persecución simbólica de Herodes, ahora el iniciado enfrenta el mismo proceso en una vuelta

más alta del espiral. Jesús es, entonces, llevado al desierto para ser tentado por el diablo (Mt 4:1).

El diablo simboliza el lado sombrío del hombre, los resquicios de orgullo, egoísmo y ambición

por el poder. El desierto simboliza el período de aridez espiritual que sigue a toda experiencia de

exaltación espiritual, como lo es testificado por todos los místicos. Durante ese estado interior de

aridez, simbolizado por los cuarenta días de ayuno de Jesús, la personalidad es tentada a usar

sus nuevos poderes para saciar su hambre, para obtener posesiones y prestigio. Lo mismo Jesús

que más tarde alimentaría con sus poderes teúrgicos cinco mil hombres (Lc 9:14-17), se rehusa a

usar sus poderes para transformar piedra en pan para satisfacer sus necesidades personales. Al

contrario de Jesús, que responde con sabiduría y determinación a todas las tentaciones del diablo

interior, muchos iniciados no resisten las tentaciones del mundo, especialmente el orgullo y la

ambición. En cuanto esas tentadores tenebrosos no fueran definitivamente derrotados, el iniciado

continuará marcando el paso en esa etapa del sendero. Por eso, sea dicho que el período entre la

segunda y la tercera iniciación tiende a ser uno de los más demorados a ser vencido por la mayor

parte de los iniciados, llevándole, en general, varias encarnaciones.

Después de recibir sus nuevos poderes, el iniciado inicia su misión en el mundo, lo cuales

simbolizado por el pasaje en que: “Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas,

predicando el Evangelio del Reino y curando toda dolencia o enfermedad del pueblo” (Mt 4:23).

La tercera iniciación es generalmente representada en la vida de Jesús por la transfiguración.

Es posible que ese acontecimiento haya sido colocado en el lugar errado en el relato bíblico,

pues, en el texto de Pistis Sophia, la transfiguración ocurre después de la resurrección de Jesús

de entre los muertos como parte del proceso de iluminación suprema del Maestro, simbolizado

por la Ascensión a los cielos. En las dos hipótesis, la transfiguración retrata el proceso de

iluminación, que en la tercera iniciación es parcial, en cuanto en la quinta es total y definitiva. El

relato menciona que la escena ocurre en un monte (Mt 17:1-8), lo que significa una elevación del

estado de conciencia. Así como en la primera iniciación los pastores de alma estaban presentes,

también en esa ocasión los predecesores de Jesús en el camino de perfección (Moisés y Elías)

participan de ese momento de gloria.

Más, si la transfiguración realmente hubiera ocurrido como parte de la quinta iniciación, ¿cuál

sería, entonces, el pasaje bíblico representativo de la tercera iniciación? Ciertamente la eucaristía,

o misterioso banquete divino. Jesús anuncia que deseaba participar de la Pascua con sus

discípulos y que no la comería hasta que ella se cumpliese en el Reino de Dios (Lc 22:16). Ahora,

como fue dicho anteriormente, el Reino de Dios es el estado de consciencia de unidad, que es

justamente alcanzado cuando la naturaleza superior del hombre comulga con su naturaleza

inferior, que es simbolizado por la Eucaristía.

La Tercera Iniciación sería, entonces, simbolizada por la comunión del pan y del vino de los

doce apóstoles. Toda la cena y sus personajes, no solo en el sentido esotérico, debe ser

entendida como simbólica. Jesús y sus doce apóstoles simbolizan la totalidad del ser humano,

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siendo la casa donde ocurre la cena la representación del cuerpo físico, el templo de Dios. La

cena tiene lugar en el piso superior (Lc 22:11), o sea, en un estado de conciencia elevado. Jesús

representa la naturaleza divina del hombre, el Cristo interior. Los doce apóstoles personifican las

características del hombre en el mundo, con sus cualidades y flaquezas. Pedro, por ejemplo,

representa la impulsividad y pusilanimidad del hombre que todavía no aprendió a controlar sus

emociones. Judas, el traidor, con su codicia y ambición, simboliza el lado sombrío que acompaña

a todo discípulo hasta las últimas etapas del sendero. Juan, el discípulo que Jesús amaba, retrata

el alma, la unidad de conciencia, que busca la inspiración de lo Alto, simbólicamente reclinando

su cabeza (símbolo de la mente) sobre el corazón de Jesús (símbolo del Cristo interior), para ahí

permanecer al aguardo de la Gracia Divina.

La Sagrada Eucaristía representa la integración del ser humano. Los aspectos de la naturaleza

humana, con sus negatividades y cualidades, los doce discípulos, reciben de Jesús, el pan y el

vino, símbolos de la carne y la sangre de Cristo, como la amonestación lo indica: “Si no comierais

la carne del Hijo del Hombre y no bebierais de su sangre, no tendréis la vida eterna” (Ju 6:53).

Obviamente Jesús estaba hablando en lenguaje cifrado, indicando que la carne de Cristo significa

el conocimiento espiritual, o sagrado alimento que confiere iluminación al intelecto humano. La

sangre de Cristo simboliza la vida divina, o fluido esencial que constantemente se vierte sobre

todo el universo, sin la cual ningún ser podría vivir. La conciencia de la divina presencia en el

hombre iluminado confiere la certeza de inmortalidad de la naturaleza superior del hombre, la

vida eterna de que nos habla la Biblia.

Después de la exaltación conferida por la Tercera Iniciación, la inexorable ley divina de armonía

lleva al iniciado a experimentar a su opuesto. En el relato bíblico esto es presentado como la

experiencia en Getsemaní, que ocurre apropiadamente después de la cena pascual (Mt 26:36-45).

Jesús invita a tres de sus discípulos más próximos a acompañarlo, para que juntos oraran. Más

en aquel momento de angustia, en que el iniciado observa su misión y los sacrificios y

sufrimientos que le sobrevendrán, él verifica que está solo. No conseguirá ningún apoyo externo o

interno en ese momento de soledad, lo cual es simbolizado en los evangelios por los discípulos

durmiendo durante la oración (Mt 26:40-45). Una actitud normal a cualquier ser humano, al

percibir el intenso sufrimiento que le aguardaba, Jesús invoca a Dios y dice: “Padre, si quieres,

aparta de mi este cáliz” (Lc 22:42). Sin embargo, como iniciado comprometido con su misión de

redención de humanidad, acepta las consecuencias de una vida altruista de total desapego,

aunque el precio, sea su propia vida, y se somete humilde.

El portal de la cuarta iniciación, se abre para el servidor resuelto y dedicado que acepta beber el

Cáliz amargo de la vida de servicio.

Los sufrimientos intensos por los cuales pasa el iniciado que acepta cargar la cruz del mundo y

asumir parte del pesado Karma de la humanidad, son representados en los Evangelios por los

dolorosos relatos de la Pasión del Señor.

La muerte para el mundo y la resurrección para la vida eterna, los dos aspectos

complementarios que simbolizan la cuarta iniciación, tienen lugar en Jerusalén, la ciudad santa.

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El iniciado debe entrar en ese elevado estado de conciencia en plena posesión de sus

facultades humanas, o sea, en un cuerpo físico. Esto es simbolizado por la entrada de Jesús en

Jerusalén montado en un burro, un cuadrúpedo domesticado, que representa los cuatro cuerpos

inferiores del hombre (físico, etérico, emocional y mental concreto) debidamente disciplinados.

En ese estado, el sufrimiento parece ser el compañero inseparable del iniciado. La historia de

Jesús, comienza con el sufrimiento psíquico anticipado en el Getsemaní, donde él se siente

terriblemente solitario y sin el apoyo de sus discípulos. En el desarrollo de los acontecimientos, se

sigue la tradición de un discípulo y la fuga de los otros cuando se sienten amenazados.

Cristo es escarnecido e insultado por la multitud enfurecida, representando las pasiones de los

hombres que siempre se mofan de la naturaleza divina. Después él es azotado y golpeado por los

soldados, que son los condicionamientos de la naturaleza inferior que siguen a las órdenes de

nuestro inconsciente, siempre preocupado con el mantener el status que da nuestra vida

mundana.

El juicio es hecho por Pilatos, el gobernante de carácter exterior, que simboliza la personalidad.

Jesús es debidamente presentado como aquel que procura subvertir a la nación, y, cuando

interrogado por Pilatos, confirma que es el Cristo, Rey de la naturaleza humana. La personalidad,

el lavar las manos, como siempre, se justifica alegando no tener culpa por condenar a un

inocente, pues está atendiendo al clamor de la plebe (las pasiones) y la recomendación de los

sacerdotes, los líderes de la naturaleza inferior, que representan el egoísmo, la ignorancia, el

orgullo y la ambición. Según la tradición, Pilatos pregunta al pueblo si prefiere la libertad de Jesús

o del criminal Barrabás. Las pasiones piden la crucifixión de la naturaleza divina y la libertad del

criminal con lo cual, en su ignorancia, se identifica. Por esto, Barrabás significa, en arameo, el hijo

del padre.

Por lo tanto, la naturaleza inferior, que es la personalidad, jamás conseguirá matar al Cristo. Al

exigir la liberación del usurpador Barrabás, estará simplemente permitiendo que el hijo del Padre

celestial, que es un alma ignorante de su verdadera naturaleza, continúe vagando por el mundo

hasta redimirse de todos sus crímenes contra la gran Ley, hasta retornar a la casa paterna como

el Cristo triunfante.

El relato de la pasión de Jesús representa el vía crucis de todos los que pasan por la cuarta

iniciación: deben morir para el mundo, para alcanzar la conciencia permanente del Reino de Dios,

la conciencia de la vida eterna. Pablo describe esa experiencia: “Fui crucificado junto con Cristo.

Ya no soy yo quien vivo, mas es Cristo que vive en mí “(Gálatas 2: 19-20). Es interesante notar

que la crucifixión tiene lugar en el monte Gólgota, el calvario, que significa la calavera. La

culminación de esa importante iniciación, ocurre más de una vez en un monte, una clara

indicación de un estado elevado de conciencia. El Gólgota representa el cráneo humano, el lugar

físico donde la conciencia divina es crucificada. Jesús, representando la conciencia divina, es

crucificado entre dos malhechores, uno de los cuales sería un buen ladrón (Lucas 23: 39-43). Los

dos ladrones simbolizan los dos aspectos de la mente, uno de los cuales se vuelve hacia lo alto y

sigue al Salvador rumbo al Reino de los Cielos. El sepulcro en la roca en el cual Jesús habría

sido enterrado es también otra representación de que el Cristo espiritual es enterrado en el plano

más denso de manifestación, el plano físico, de donde sólo se libera después de haber cumplido

su misión terrena.

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Se dice en el Credo de los Apóstoles que, después de la muerte, Jesús, “descendió a los

infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos”.

En la Biblia se dice que: “Muerto en la carne, fue vivificado en el Espíritu, en el cual también fue

y predicó a los espíritus encarcelados “… (1 Pedro 3:19).Para los antiguos el infierno no tenía la

connotación de tormento eterno establecida por la Iglesia. El infierno era tenido como una región,

un lugar oculto, el Hades de los griegos, en fin, un submundo habitado por las personas que

dejaban el cuerpo físico. Ese pasaje puede ser interpretado de dos maneras: una psicológica y

otra esotérica. La connotación psicológica es que el iniciado solo puede alcanzar la liberación

cuando desciende al infierno de su inconsciente y libera su lado oscuro. El solo puede ser libre

cuando no existen más condicionamientos inconscientes en su naturaleza inferior. La

interpretación esotérica es que todo iniciado debe descender al mundo emocional y llevar la luz

de la esperanza para las almas atormentadas por el remordimiento de los errores cometidos

cuando estaban encarnadas en el mundo.

La muerte y resurrección de Cristo representan alegóricamente la Cuarta Iniciación. El que

muere no es el cuerpo físico, más sí el sentido personal de separatividad. Lo que resurge de los

muertos, es el alma ahora consciente de la unidad como un Todo y con todos los seres. A partir

de ese momento, el alma puede dejar el sepulcro terreno, que es el cuerpo físico, sin ningún lapso

de consciencia y entrar en las regiones superiores del mundo celestial. La vivencia de la unidad

confiere al iniciado una profunda compasión. Él ahora, trata de procurar aliviar los dolores de los

que sufren injusticias, y violencias, busca ayudar a los injustos y criminales. Él sabe que el

ajusticiado, estará terminando su ciclo kármico, en cuanto que el criminal estará iniciando sobre

si un nuevo ciclo kármico, atrayendo pesada carga de sufrimiento, en la justa medida del

sufrimiento que causó. El iniciado solo estará pronto para la cuarta iniciación cuando, pueda

perdonar a aquellos que a él le hicieron algo, como a los que hicieron algo a los débiles y

oprimidos, como Jesús, que en medio de la agonía de la crucifixión, dice: “ Padre perdónalos; no

saben lo que hacen” ( Lucas 23: 34 ).

Para los budistas e hinduistas, aquel que recibió la cuarta iniciación, es llamado Arhat, siendo

conocido como que está libre de retornar al mundo de los hombres, habiendo merecido el

descanso en el paraíso al que llaman Nirvana. La mayor parte de los Arhats, no entran, movidos

por la suprema compasión, comprometiéndose, a permanecer en la esfera terrena para ayudar en

la liberación de todas las almas sufrientes, hasta el fin de los tiempos.

El alma (Jesús) ahora venció la muerte, porque murió para el mundo. Simbolizando el término

de su ministerio terreno. El iniciado dice, como Jesús en la cruz: “Todo está terminado “(Juan

19:30) y “Padre, en tus manos entrego mi espíritu” (Lucas 23:46).

En el relato bíblico, Jesús vuelve de los muertos y queda algún tiempo instruyendo a sus

discípulos, preparándolos para seguir con el ministerio de salvación de las almas. Ese volver al

mundo terreno, sea con un cuerpo físico, sea con un cuerpo sutil, depende de los textos

consultados, comprueba el compromiso del iniciado de permanecer en nuestra esfera terrena

instruyendo y ayudando a la humanidad. Llega finalmente el día que, en gran gloria, él asciende

al cielo. En el texto Pistis Sophia la ascensión es descripta de forma tocante, como un descenso

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de ángeles trayendo sus mantos de luz. Una vez envuelto en la luz, Jesús es transfigurado y sus

discípulos no pueden aguantar el brillo de su luz, hasta que Jesús desaparece en lo alto. Jesús,

como todo adepto que recibió la quinta iniciación, puede ahora decir: “Yo y el Padre somos uno”

(Juan 10:30).

La quinta Iniciación, indica el término del aprendizaje humano. El Maestro de Compasión y

Sabiduría alcanza la perfección y pasa a ser un salvador de almas. Todas las tentativas de

describir la naturaleza de estos excelsos Seres son infructuosas, pues no existe término de

comparación en nuestro mundo terreno, ya que ellos ahora pertenecen a otra categoría de seres,

muchas veces descritos como divinos. Son verdaderos mensajeros plenipotenciarios de Dios,

trayendo, como Jesús, el eterno mensaje de salvación para las almas sufrientes. Y esa es la meta

que el Padre celestial estableció para todos nosotros.

Como vimos anteriormente, la armonía del proceso evolutivo requiere que cada experiencia de

exaltación del iniciado sea contrabalanceada por una experiencia en sentido contrario. Así,

después de las tres primeras iniciaciones, Jesús debía enfrentarse a las fuerzas de las tinieblas:

la persecución de Herodes, la tentación en el desierto y la agonía en el Getsemaní. En la cuarta

iniciación el orden se invierte, primero la noche obscura del alma culminando en la crucifixión,

para después alcanzar la exaltación en la resurrección de los muertos. ¿Y en la quinta iniciación?,

¿Cuál sería la posible contraparte penosa para quien alcanzó la unión con Dios?, ¿Para quién

pertenece constantemente en la bienaventuranza de perfecta unidad con Dios, o su estado

opuesto es justamente dejar ese estado del Paraíso? ¡Esa es justamente la probación del Maestro

de Compasión y Sabiduría! Encarnarse de tiempo en tiempo, asumiendo las limitaciones

inherentes a un cuerpo humano, sometido a los bombardeos de las vibraciones externamente

pesadas de nuestro mundo, siempre que el Plano Divino requiera su atención en la Tierra, para

dar un nuevo impulso al proceso evolutivo. Una imagen que tal vez pueda transmitir una vaga

idea de que debe ser esa probación para un Maestro, sería el grado de sacrificio que un individuo

de clase media haría al decidir voluntariamente abandonar su vida confortable para vivir en una

barraca inmunda, en un inmerso terraplén sanitario (lo que comúnmente llamamos de inmundicia)

para dedicarse a ayudar a las pobres almas que viven buscando inmundicia y morando en aquella

condición subhumana.

Muchos cristianos sinceros, al percibir en los relatos de la vida de Jesús una representación

alegórica de las cinco grandes marcas de vida del discípulo hasta alcanzar “la medida de la

estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13), desean también pasar por la misma experiencia.

En ese caso, sigue naturalmente la pregunta: ¿cómo puedo ser iniciado? El proceso iniciático es

un misterio que es mantenido en secreto por aquellos que fueron admitidos al ámbito sagrado.

Sabemos que el primer paso es ser aceptado como discípulo de un Maestro que asumirá la tarea

de prepararlo para las iniciaciones. ¿Qué es lo que debemos hacer para ser aceptados por un

Maestro? Pensamos que la aspiración ardiente de la unión con Dios y el uso del material

transformador descrito en ese libro abre el camino para eso. Además, existe en la tradición

esotérica un lema auspicioso para todo buscador: “Cuando el discípulo está pronto el Maestro

aparece”.

En los primeros siglos, después de la muerte de Jesús, los cristianos dedicados que llevaban

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una vida pura podían ser admitidos a los grupos internos creados por los discípulos de Jesús. En

esos grupos, una vez debidamente preparados, los devotos podían recibir progresivamente los

sacramentos, los misterios, instituidos por Jesús. Esos sacramentos eran: el bautismo, la

confirmación, la eucaristía, la redención y la cámara nupcial. Los sacramentos tenían un estrecho

paralelo con las iniciaciones como descriptas anteriormente. El bautismo equivalía al nacimiento

del Cristo Interior (“ Porque todos vosotros que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo estáis

revestidos” (Gálatas 3: 27 ); la confirmación era el bautismo del Espíritu Santo, equivalía al

bautismo de Jesús en las aguas del Jordán, la Eucaristía equivalía a la comunión de la naturaleza

superior con la inferior del hombre, que ocurría en la tercera iniciación; la redención tenía un

paralelo con la cuarta iniciación, representada por la muerte y resurrección del Señor, finalmente,

el sacramento supremo de la cámara nupcial, representaba la unión completa y permanente de

conciencia del hombre con la de Dios, representada por la ascensión de Jesús al cielo para

permanecer a la derecha del Padre.

Con las persecuciones instituidas por la ortodoxia, principalmente a partir del siglo IV de nuestra

era, los grupos esotéricos cristianos que mantenían la tradición de los misterios de Jesús se

tuvieron que esconder para sobrevivir. La historia del ocultismo indica que innumerables grupos, a

lo largo de los siglos, parecen haber recuperado de alguna forma esa tradición. Así como esos

grupos existieron en el pasado, es lícito suponer que todavía existan en los días de hoy, aunque

totalmente velados para la curiosidad pública. De esta manera, en vez de lanzarse a una

búsqueda desenfrenada por grupos ocultos, que probablemente muchos podrán redundar en la

afiliación a grupos no idóneos, el devoto debe cuidar de su preparación interior, acordándose de

la verdad milenaria mencionada anteriormente de que “cuando el discípulo está pronto el maestro

aparece”.

Pero otra alternativa existe en los sacramentos externos, que son esos mismos misterios

ministrados a los interiormente sinceros devotos. Ése es el camino que es transitado por miles de

místicos a lo largo de los siglos. Esos buscadores incansables transitaron el camino de la

perfección arduamente, recibiendo en su corazón probablemente de una manera inconsciente, los

sacramentos de Jesús, cuando ellos progresaron en el camino espiritual. Si analizamos la vida de

los místicos es obvio la correlación de las enseñanzas del camino místico con las iniciaciones y

los sacramentos de Jesús.

Aunque no todos los místicos exactamente siguen la misma sucesión de experiencias interiores,

algunos investigadores sugieren que existen cinco etapas generales por las qué la mayoría de

esos ardientes buscadores, transitan el camino de unión final con el Bien-Amado.

El despertar. La primera fase se caracteriza por el despertar de la conciencia hacia la Realidad

Divina. Ella es abrupta y muy marcada en muchos casos, pero también puede ser gradual.

Normalmente, se acompaña de intensos sentimientos de alegría e incluso de éxtasis espiritual,

que proporcionan un incentivo al individuo que se dedica integralmente «seguir Dios».

Purificación. En la segunda fase, el místico se vuelve consciente de la disparidad entre la

belleza y la pureza divina que fueron experimentadas en su interior frente a la realidad de su

estado exterior, caracterizado por las imperfecciones, apegos, ilusiones e impurezas. Empieza

entonces, la fase dolorosa de la purificación en la cual, él intenta eliminar, por la disciplina y

mortificación, aquello que él juzga ser una barrera o impedimento para su progreso, mientras se

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encamina hacia la unión ideal con Dios. Ellos son años normalmente largos de esfuerzo y

sufrimiento, en la ingente lucha contra la naturaleza inferior.

Iluminación. Después del sufrimiento de la purificación, viene la intensa felicidad de la

iluminación, o la comunión, con Dios. Habiéndose liberado considerablemente de ‘las cosas del

mundo’, a costa de mucho sudor y lágrimas, el místico puede recoger los frutos de la realidad

espiritual, que en nada se parecen con la gratificación de los sentidos Ocurren visiones de

Unidad, de Luz Divina, percepciones intuitivas de naturaleza humana y de la realidad de las

cosas, voces angélicas y celestiales que lo instruyen, arrobamientos y viajes fuera del cuerpo. El

místico entra en una nueva dimensión y pasa a contribuir de forma más capaz y dedicada a las

necesidades que los rodean.

La noche obscura del alma. Continua alternando entre la Luz y la sombra de las primeras tres

fases. Después de haber visto metafóricamente el Sol, el místico ahora penetra en las

profundidades de las tinieblas. Habiéndose deleitado con la experiencia de la presencia de Dios,

ahora él sufre con la ausencia divina. Él enfrenta la más terrible de todas las experiencias del

camino místico, descripta por San Juan de la Cruz como la noche obscura del alma y, por otros,

como “sufrimiento místico”, la “muerte mística”, la “purificación mística”, la “purificación del

Espíritu”. Es una verdadera “crucifixión espiritual” al que el buscador debe someterse para

alcanzar la glorificación subsiguiente de la ascensión a las alturas de unión con Dios. En cuanto

estaba en la etapa de purificación, el místico buscaba extirpar los intereses por las cosas del

mundo y por la gratificación de los sentidos, ahora él debe extender el proceso de purificación a la

esencia de su naturaleza inferior, eliminar el sentido de ser un “yo separado”. Solamente cuando

la personalidad se entrega interiormente a Dios, con fe inquebrantable, a pesar de sufrir como que

él es abandonado por la Divina Presencia, cuando no espera nada para su yo personal, se cortan

los últimos lazos con la conciencia egoísta, capacitando al alma a unirse con el Supremo Bien.

Unión. La bienaventuranza experimentada en ese estado y enteramente diferente de cualquier

experiencia de felicidad, hasta ahora experimentada, pues ahora el místico no experimenta algo

fuera de sí como un observador lo mismo que como participante, como acontece en la etapa de

iluminación. En esa etapa él se une a Dios, y tiene una experiencia absolutamente indescriptible

de ser divino. Esa es la meta final del camino místico y de la vida espiritual. Es generalmente

alcanzada en estado de profunda contemplación, cuando cesan todas las imágenes del mundo de

las formas y de los conceptos, y el místico se identifica con el Vacío, el estado contemplativo sin

formas y conceptos, que es simultáneamente la plenitud de Vida y del Ser.

La rica tradición cristiana siempre estuvo inclinada hacia la transformación del hombre viejo en

un hombre nuevo. El objetivo de esa tradición, no es formar meros devotos, los cristianos

tradicionales, pero sí verdaderos Cristos, nacidos en la gruta del corazón, siendo bautizados,

transfigurados, muertos y sepultados, resurreccionando de entre los muertos, y, finalmente,

ascendiendo en gloria a los cielos, para permanecer a la derecha del Padre. Esta es la vía mística,

transitada por tantos millares de buscadores sinceros a lo largo de los siglos. En ella todas las

enseñanzas y pasajes de la Vida de Cristo, retratan la vida de su propia alma. Si esto ocurre

correctamente, el místico percibirá que las palabras de Cristo son dirigidas a él:

“Yo os digo, verdaderamente, que algunos que aquí están presentes, no probarán la muerte,

hasta que vean el Reino de los Cielos “(Lucas 9:27). Será excelsa la gloria de aquellos que

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Page 38: Página del Arzobispo / Pág - iglesiacatolicaliberal.org · nuestra Liturgia dice que Dios continuamente sostiene toda la creación trabajando a través nuestro. Somos co-creadores

alcanzaren la perfección, conforme se puede apreciar en las palabras de Cristo registradas en el

Apocalipsis: “Al que venciere, le concederé sentarse conmigo en mi trono, así como yo también

vencí estoy sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:21).

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El SEMINARIO CLERICAL MONSEÑOR ENRIQUE GOSSWEILER, está establecido en la

Provincia Eclesiástica de Argentina y Uruguay de la Iglesia Católica Liberal, que tiene por objetivo

instruir teológicamente, entrenar litúrgicamente y capacitar en todos los requisitos a los

candidatos a las Órdenes Sagradas debidamente admitidos. Para aquellas personas varones

interesadas en ingresar en nuestro Seminario, deben solicitar "Información para inscripción y

condiciones para cursar" escribiendo a:

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Asunto: "Seminario Clerical Monseñor Enrique Gossweiler"

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