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Número 160 Junio 2008 Examen Cultura DIRECTOR GENERAL: MIGUEL LÓPEZ AZUARA NÚMERO 160 / AÑO XIX / JUNIO 2008 TAMBIÉN ESCRIBEN: Pedro Joaquín Coldwell Jorge de la Vega Domínguez Manuel Jiménez Guzmán Mario Rodarte Alejandro Villagómez Giles Merritt Dominique Moisi Juan Domingo Argüelles, Édgar Ceballos, Andrés de Luna, Fernando Diez de Urdanivia, Leonel Durán, Carlos Blas Galindo, Sergio Olhovich, Carmen Parra, Miguel Ángel Porrúa José Woldenberg Fernando Savater ¿PARA QUIÉN? Portada.indd 1 5/21/08 10:41:23 AM

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Núm

ero 160Junio 2008

Examen

Cultura

DIRECTOR GENERAL: MIGUEL LÓPEZ AZUARA

NÚMERO 160 / AÑO XIX / JUNIO 2008

TAMBIÉN ESCRIBEN: Pedro Joaquín Coldwell Jorge de la Vega Domínguez Manuel Jiménez Guzmán Mario Rodarte Alejandro Villagómez Giles Merritt Dominique Moisi

Juan Domingo Argüelles, Édgar Ceballos, Andrés de Luna, Fernando Diez de Urdanivia,

Leonel Durán, Carlos Blas Galindo, Sergio Olhovich, Carmen Parra,

Miguel Ángel Porrúa

José Woldenberg Fernando Savater

¿PARA QUIÉN?

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160 Junio de 2008

4 Público y artistas del arteRaquel PegueRo

10 Pasado inmediato y actualidad de la literatura mexicana

Juan Domingo aRgüelles

12 La nueva narrativa hispanoamericana: ¿una ruptura con el boom?

JoRge eDuaRDo BenaviDes

16 Secuestraron nuestra imagenCaRmen PaRRa

18 Arte para dosCaRlos-Blas galinDo

20 Diferencias y semejanzas: público y cineanDRés De luna

22 ¿Cómo puede ser un cine así?seRgio olhoviCh

24 El nuevo cine iberoamericanoCRistina PeRi Rossi

26 ¿Dónde está la música?FeRnanDo Diez De uRDanivia

28 ¿Por qué la gente no va al teatro?éDgaR CeBallos

31 La cultura hoyleonel DuRán solís

34 Lo alternativo, culturas de puntaJosé RoJas Bez

38 La cultura de tres centavoselías Chávez

42 Hacia una política cultural de Estadomiguel ángel PoRRúa

44 El naufragio de la herenciaRaFael CaRDona

46 El reaccionario inconformistaFeRnanDo savateR

especial

Partido revolucionario institucional

Beatriz Paredes rangel Presidenta del Comité Ejecutivo Nacional

Jesús Murillo Karam Secretario General del Comité Ejecutivo Nacional

Heriberto M. Galindo Quiñones Coordinador del Comité Nacional Editorial

y de Divulgación

Miguel lópez azuara Director General

Joel Hernández santiago Director General [email protected]

elías chávez y García Jefe de Información

alberto salamanca Cultura

adolfo Martínez solórzano Asistente Editorial

sergio a. ruiz carreraDirector de Arte

[email protected]

daniel González Corrección

eloy caloca carrasco Gerente de Administración y Distribución

Jorge Hernández castilloAsistente

Comité Nacional Editorial y de Divulgación del CEN del PRI: Insurgentes Norte No. 59, Colonia Buenavista, Edificio 1, Tercer Piso,

México D.F., Delegación Cuauhtémoc, C.P. 06359.

Teléfonos: 01 (55) 5729-9600 extensiones 2663, 1302 y 1304 e-mail: [email protected]

Certificado de Reservas de Derechos: 04-2007-092009272900-102, otorgado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor. Certificado

de licitud de título No. 4080 y Certificado de licitud de contenido No. 3440, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones

y Revistas Ilustradas.

Autorización como correspondencia de Segunda Clase, publicación periódica, registro No. 010-0190, características 228731209,

del Servicio Postal Mexicano, ISSN: 0188-2450.

Derechos de reproducción reservados. Prohibida la reproducción parcial o total sin la previa autorización, por escrito, de la Dirección

General. Los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores.

Impresa en Litolasser – Privada de Aquiles Serdán No. 28 Azcapotzalco, D.F. El tiraje de este número de Examen

es de 12,000 ejemplares. Junio de 2008. México.

Distribuida por: DIFESA Distribuidora de Fondos Editoriales S.A. de C.V.

Amado Paniagua No. 43, Col. Moctezuma 1a. Sección, México, D.F. C.P. 15500 Tel. 5784-6110 e-mail:[email protected]

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contenido

64 El último de los tibetanosian BuRuma

66 La larga marcha en NepalsanJeev sheRChan

68 Olimpiadas y crisisDominique moisi

70 Señales peligrosas de la OTANuFFe ellemann-Jensen

72 La elección del Señor Europagiles meRRitt

74 El nuevo Oriente Medio de Bushshlomo Ben-ami

76 Carme Chacón: una mujer de armas tomarolimPia FloRes oRtiz

62 Tesoro en mar abierto aDRián aRReDonDo

78 Acceso a la información: lo que sigueJosé WolDenBeRg

internacional

medio ambiente

libros

fotoarte: mayanín ángeles

50 México: un juego democrático imprevisiblePeDRo Joaquín ColDWell

52 El debate nacional sobre PemexJoRge De la vega Domínguez

54 El PRI del siglo XXI en el sistema de partidosmanuel Jiménez guzmán

55 Símbolos patrios a salvo de caprichoshéCtoR hugo olivaRes

58 Una dosis de optimismomaRio RoDaRte e.

60 Los golpes de la economíaF. aleJanDRo villagómez

política

economía

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especial / reportaje

Público y artistas del arte

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5Público y artistas del arteLas artes plásticas son un ente abstracto que se decanta en lo muy publicitado, como Frida Kahlo o Diego Ri-vera, o como Gregory Colbert para aquellos a quienes no les importó hacer largas filas con tal de ver la ex-posición fotográfica, o como el Museo de Antropolo-gía, “que siempre es interesante”. La danza “queda muy lejos, en la UNAM o en el Auditorio”, y hace años o nunca acuden a verla, aunque a El lago de los cisnes en Chapultepec sí han ido alguna vez. El teatro es “muy caro”, pero han ido porque la empresa donde trabajan les da boletos. Así vieron Hoy no me puedo levantar, Cabaret y, por gusto, El cavernícola o Monólogos de la vagina, “de las que todo el mundo habla”.

Los conciertos y la ópera “me dan hueva, la ver-dad, son aburridísimos”; ¿leer?, revistas de espectácu-los y a veces, cuando les recomiendan algún libro, lo piden en la escuela, pero muy poco por placer, y “mu-cho en internet y todo el tiempo”. A la arquitectura ni siquiera la consideran (“¿puede haber arte en el condo-minio donde vivo?, y si existe, lo tienen los ricos”).

Estas voces de una veintena de personas consulta-das al azar del camino citadino, contaron su experien-cia, que se acerca a lo reflejado en la Encuesta Nacional sobre Prácticas y consumo culturales que en 2004 realizó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes con 4 mil 50 personas de 15 años o más, en 27 estados de la Re-pública, en la que de “manera clara y reiterada” se señala la escolaridad como el factor decisivo para las prácticas culturales que, fundamentalmente, “se da entre las nue-vas generaciones, estudiantes en su mayoría”. Ir al cine, la danza, el teatro o exposiciones, conciertos, bibliotecas y librerías, se ve “en grupos de más altos ingresos”.

En todos los ámbitos sociales la televisión es la constante; más de 95% acostumbra verla, aunque “sólo una de cada cuatro personas sintoniza algún canal cul-tural”; más de 87% escucha la radio; 60.1% dijo haber leído un libro en los últimos 12 meses, y 6.6%, más de 10. Los recintos más visitados son cines (80.1%), biblio-tecas (68.6%), librerías (63.2%), museos (62.4%) y espa-cios para conciertos musicales (52.5%).

Raquel PegueRo

Razones de tiempo y económicas alejan a la gente de las bellas artes. Ver televisión, escuchar música –pop comercial, sobre todo– y a veces ir al cine, son, en ese orden, su máximo acercamiento cotidiano a las manifestaciones culturales.

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6 “No es que no me guste, es que no tengo tiempo ni dinero”, nos respondió la mayoría, pero lo cierto es que, si el hábito hace al monje, ellos no se lo han puesto porque la tradición familiar y escolar no los encaminó por ese sendero: “hasta hace poco, mi mamá creía que los espectáculos de Bellas Artes eran sólo para los ricos y es un estigma difícil de quitar”, comenta Juan, perio-dista bastante culto que en el último lustro ha presen-ciado las salas vacías o a medio llenar de un público fiel en los espacios de conciertos, y también cómo la dan-za, sobre todo la contemporánea, sigue muy golpeada por la ausencia, porque el clásico El lago de los cisnes o La bella durmiente, jalan, y en la ópera sólo Carmen o Turandot suelen llenar.

Entender los lenguajes o que por lo menos les di-gan algo, no es algo que se planteen, porque si llegan a acudir a alguna de estas manifestaciones lo que quieren es entretenerse, reírse, desestresarse. Ahí entran los li-bros de superación personal, “porque ayudan a pensar las cosas de otra forma y ver que no soy la única con problemas”, coinciden Rosa, Carmen, Mauricio y Javier, contadora, oficinista, cajero bancario y taxista, respecti-vamente; porque Yared, un ágil estilista, sueña con ser actor y devora libros del tema, y Rubén, joven mecánico, prefiere leer cómic o revistas de chismes de espectácu-los, como el bombero Jacinto, el ama de casa Yolanda y el tendero Alfonso, a quien también le gusta Selecciones.

Sólo el doctor Eduardo y los estudiantes Nora, Fernan-do y Esteban –quien también es mesero–, así como la maestra de preprimaria Norma, aseguran que les gustan las novelas de escritores mexicanos, como Xavier Velas-co, José Agustín o Paco Ignacio Taibo II.

Tener hijos pequeños, una doble chamba, estu-diar y trabajar, preferir el deporte para “por lo menos moverse”, son otras de las razones para no acercarse. El aburrimiento y la flojera sólo saltan un par de veces, en el oficinista Carlos y en la vendedora Cecilia, que sin el rubor de los otros, dijeron simplemente: “¡Qué hueva!”, porque prefieren chatear a enfrentarse a cosas que los hacen sentir estúpidos, “porque no les entiendo y escucho comentarios de que está chingón cuando a mí me durmió”, cuenta ella de una función de danza a la que fue “hace años”, y se parece mucho a lo que él experimentó la única vez que acudió al Museo de Arte Moderno para complacer a una novia.

“Hay una especie de paradoja en el mundo actual –reflexiona la artista plástica Maris Bustamante– por-que ante la globalización y el camino que sigue el ca-pital, se propicia una masificación, pero también una frivolización apabullante. Las artes se sostienen por la cantidad de gente que las aprecia, eso es en apariencia la democracia, pero, paradójicamente, cada vez vemos menos calidad. Por ejemplo, Colbert jala, pero son ex-periencias particularizadas que no se incorporan a la

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vida privada, y eso es lo que estamos viviendo. Creo que nos está sucediendo lo mismo que cuando se pasó de la época medieval al Renacimiento, porque en distin-tas épocas se reproducen cosas encontradas y poco se ve un orden viejo ante uno nuevo. Eso desconcierta, y a los profesionales los pone en el brete de que trabaja-ron 40 años pero no sirvió, porque hay nuevas formas de pensar. La historia exige que cambiemos de manera compleja y sustancial, y ahí todos cabemos. Lo mejor está por venir y pasaremos del fenómeno de masas a la cultura de masas.”

A su vez, Sergio Cárdenas, compositor y ex director de la Or-questa Sinfónica Nacional, sostie-ne que aunque “se habla mucho de que es un problema educativo, eso es cuestionable; sin restarle va-lor, no creo que sea lo único. Por lo general, lo que se ha entendido como la aplicación del concepto de educación es el aseguramiento de clientelas a futuro, orientar las ten-dencia e imponer gustos y puntos de vista”.

Se ha perdido, explica, la sen-sibilidad de lo que es la vivencia de cualquier fenómeno artístico, experimentarlo en el propio espíri-tu, y eso se refleja en el hueco que deja en el desarrollo integral del ser humano. Muchos piensan que por-que les gusta Wagner y cursilerías así, tienen la autoridad para impo-ner criterios, sobre todo cuando hay gobiernos que sueltan dinero para que los proyecten. Esas per-sonas no pasan de ser aficionados e imponen ese nivel de ignorancia a quienes consumen su catálogo, pagado por el erario, que además es resultado de un énfasis informa-tivo. Presentar el arte como simple información es la más grande abe-rración, porque es una manifesta-ción energética y como tal demanda ser vivenciada.

Para Bruno Bichir, actor y director del Foro Shakespeare, a la gente “no les interesamos más por una cadena de factores desafortunados que empiezan en el Estado, que no ha sabido hacer su labor de dar libertades, independencia y difusión a las artes. Ha ac-tuado como un papá muy tonto que sólo le da a los hijos más voraces y aplicados que llevan su carpeta sin mancha de café. Eso genera que se peleen y cada quien quiera agarrar su hueso. Ahí empieza el problema. En

mi trinchera del teatro, hemos visto que se ha dividido en comercial, independiente, universitario, inteligente, tonto, gratis, caro y subsidiado; hay una división pro-funda y feroz entre la comunidad porque todos quie-ren pertenecer al lado que creen conveniente y atacar a la contraparte. Eso también daña”.

“A través de la historia siempre hemos visto al-tos y bajos en esta relación público-artista”, comenta la coreógrafa y bailarina Tania Pérez Salas. “Siempre ha sido difícil y hay épocas en que la sociedad tiene

una necesidad y un acercamiento mucho mayor, y otras en las que tiene muchos problemas eco-nómicos, lo que lo hace difícil. Además, la televisión atonta y la educación ha sido buena, pero en otras cosas, porque carece de un sentido sobre la necesidad del hombre hacia la cultura, que hace mejores seres humanos, personas menos corruptas y más dispues-tas al diálogo. Eso sin contar que la gente no sabe que existen estas propuestas, por su poca difusión y promoción”.

“En cine hay un relevo ge-neracional muy fuerte. México es un país de jóvenes y el cometido de las nuevas películas se dirige a esa capa social, aunque sin mucha preocupación por los contenidos, sino por recuperar al público que se había ido a atender las produc-ciones de Hollywood porque no había nada para ellos”, explica el cineasta Felipe Cazals, Premio Nacional de las Artes. “Pero vo-lumen no significa calidad, y todo esto tiene un problema crucial que es la exhibición. Aparte, la mayoría son óperas primas y los que llegan a la tercera película son rara avis. Además, después de 25 años de avasallamiento hollywoo-

dense, el concepto de espectador casi ha desaparecido y en su lugar se ha instalado lo que pretende esa indus-tria: el consumidor, el cliente de películas, una actitud diferente a la del espectador. Y 25 años no se curan fácilmente”.

Anamari Gomis, escritora, ex directora de Litera-tura del INBA y catedrática de la UNAM, piensa que “quizá se lean mas libros de ideas, pero si necesitas el placer y no lo tienes en la literatura, simplemente no lo lees o acudes a la autoayuda. La gente sólo se sabe

“No es que no me guste, es que no tengo tiempo ni dinero... Hasta hace poco,

mi mamá creía que los espectáculos de Bellas artes eran sólo para los ricos, y es un estigma difícil de quitar.”

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dos o tres escritores, incluso la culta, pues se acerca a lo más visible. Están los escritores de culto, que leemos un grupo reducido, y un extraño mercado editorial que todavía no entiendo. A muchos colegas ya los tradu-jeron a otros idioma, tienen otro nivel, y por ello una buena parte lo que quiere es que los descubra un agente y los lean en otro país, porque tienes todo muy cerrado si no te leen en otro lado. Te leen tus cuates; si tienes un puesto o sales en la tele, te leen más, pero en rea-lidad acabamos leyéndonos entre nosotros mismos. También abona la falta de dinero, pues los libros son muy caros y los jóvenes no siempre se pueden me-ter a las bibliotecas”.

El arquitecto Manuel Larrosa, en la revista di-gital 351 de Obras, señala el déficit cuantitativo y cualitativo en cuanto a la generación de arquitectura contemporánea del país, “resultado de otras dos ca-

rencias: educación y desarrollo económico. En con-secuencia, México no tiene rostro propio para pre-sentarse con identidad en el mundo globalizado; más bien lo hace con máscaras y muecas de modernidad.

Esta situación resulta lamentable si, además, se le compara con an-teriores etapas históricas en las que siempre ofreció recios per-files arquitectónicos”. Si bien se “encuentran firmas que induda-blemente producen arquitectura, en el entendido de que ésta es una de las bellas artes, lo cierto es que hay mucha producción de vivien-da sin arquitectura”, lo que cons-

tituye “un trágico factor de rezago cultural, porque su mayor mérito consiste en alimentar la estadística de viviendas construidas, sin aportar ningún valor de carácter técnico, sociológico, estético, ergonómico; en una palabra, arquitectónico”. a

Periodista

la televisión atonta y la educación ha sido

buena, pero en otras cosas, porque carece de un sentido

sobre la necesidad del hombre hacia la cultura.

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“Todo el mundo ama a Juan soriano, incluso el mundo que nunca lo quiso y ya se arrepintió”, es-

cribió Paco Ignacio taibo I cuando murió el pintor. ahora que el novelista, gastrónomo, historiador de nuestro cine, dramaturgo y sobre todo periodista sigue vivo y multifestejado con el Premio Nacional de Periodismo por su trayectoria y contribución a la formación de periodistas de cultura y por la huella ética que dejó en los distintos medios en que ha colaborado, se puede decir lo mis-mo de él.

“Poeta desechado”, como se define a sí mismo por su incapacidad de escribir ese género, autor de una cincuentena de libros, asturiano de nacimiento pero mexi-cano por medio siglo de vida en este país en el que se casó y tuvo a sus hijos, don Paco, como le llaman todos, se hizo escritor “porque no era posible que fuera otra cosa, ya que formo parte de una familia de escritores y crecí entre libros”.

a sus 84 años no deja, ni por las tinieblas en las que lo han sumido sus ojos, de escuchar atento la lectura de los libros que ama, ni de dictar las cientos de ideas que le

siguen rebullendo en la cabeza.siempre con una sonrisa, pensamiento

afilado y un humor a prueba, dice ser “un esposo con una mujer dictadora que nos enseñó la cocina, los puntos de vista de la democracia y las buenas costumbres”. En lo único que cree es en “el circo ataibo”, como denomina gozosamente a su familia, entre la que reparte afectos y ocurrencias por igual.

su vida podría resumirse en lo que dijo de su libro La risa loca: “Esta comicidad me hizo feliz en un grado tan grande que no comprendo mi vida sin esta manera de go-zar el tiempo”.

¡salud, don Paco! aR.P.

De manera imperceptible, un par de pies, luego dos, tres, comienzan a moverse de un lado a otro. una

jovencita de pelo recogido y rostro triste parece que co-mienza a rezar mientras su mirada ausente se pierde por la ventanilla. un oído atento puede escuchar de sus labios que en realidad canta la misma tonada que el conductor de la pesera asesta a sus tripulantes.

de rodillas te pido, te ruego, te imploro/ que regreses conmigo que no te he olvidado/ que te extrañan mis ma-nos… sale de las bocinas encaramadas en la parte fron-tal del vehículo. No son tan visibles, pues las han tapado con una especie de repisas negras que, inclinadas, cubren toda esa parte “pues pa’ que sea más a-cogedor, porque aquí me la vivo”, ríe pícaramente, mirando de soslayo y empujando el acelerador.

su destellante virgen de Guadalupe, salpicada de len-tejuela multicolor y alumbrada por una veladora artificial, es el único adorno que sale de esas tarimas que no sirven para bailar, por lo menos no como ese piso sucio, ni esos asientos reducidos donde los hombros se alzan al ritmo de la banda asfáltica que se despliega torpemente como esa canción tras otra en el trayecto que va de Hospital Ge-neral a tepito.

En cada parada del Metro, de entre los techos de plás-tico y el rumor de la gente, su música se confunde con la de esos otros: beibi, te quiero, wou wou… cómo me duele, cómo me duele, cómo me duele que te saquen a bailar… Pop comercial con parche pirata que los hace más accesi-bles que en las tiendas.

El ruido del tráfico apoya la subida del volumen que en ese espacio pequeño, con aire acondicionado de ventanas abiertas, marea. Imposible leer, parece decir un joven que cierra disgustado su libro. Mientras, una mujer le cuenta a su amigo la traición de su esposo con la inevitable se-paración y su huida a casa de su madre. “así tendrá que venir; de rodillas, para que lo perdone”, le dice aludiendo a la canción, “qué bien explica lo que siento”, llora.

la gente sube y baja del transporte, a veces con prisa, otras con parsimonia. No hay más lectores ni ensimismados ipods en las orejas, sólo la envalentonada banda que dialo-ga con la voz de luis Miguel salida del auto de al lado: si tú te atreves, por mi vida que te sigo; o con el Potrillo, alejandro fernández, que salta de otro: te amo sin tiempo, te amo en silencio, hasta que la estridente voz de shakira, con su ay, amor, me duele tanto que te fueras sin decir a dónde, se juega un mano a mano con el pasado, lo retro, dirán los chavos, con Gloria Gaynor, que espeta I will survive, como si quisiera mostrar la supremacía del tiempo.

todo es tan sórdido y agobiante como las calles que transita la pesera hasta su destino. Ni un remanso de trinar de pájaros que recuerde que hay otras cosas.a

R.P.

¡SaluD, DoN Paco!

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especial

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mexicanaA una década de la muerte de Octavio Paz

(1914-1998) y cuando Carlos Fuentes (1928) llega a los 80 años de edad, podemos considerar el 2008 como un año crucial y simbólico. Paz y Fuentes encarnan, en las

letras mexicanas y en la literatura en español, dos de sus momentos más relevantes.

En la vertiente de la poesía nadie iguala, en la histo-ria literaria del país, el nivel alcanzado por Paz, cuya con-sagración fue el Premio Nobel de Literatura en 1990. En el caso de la narrativa, Fuentes se muestra no sólo como uno de los grandes novelistas y cuentistas mexicanos, sino también, al igual que Paz, como uno de los pensado-res más lúcidos a la hora de valorar no sólo la literatura, el arte y la cultura en general, sino también la realidad po-lítica, social y económica. Esta tarea reflexiva de primer orden llevó a Paz, en su momento, y sigue conduciendo a Fuentes, a algunas de las aportaciones de mayor signifi-cación en el género del ensayo, la literatura reflexiva por excelencia. Tan significativas son las obras de estos dos autores capitales en las letras mexicanas que, cuando ya casi está por concluir la primera década del siglo XXI, no se vislumbra de un modo muy claro el relevo genera-cional de estas dos grandes figuras de nuestra literatura, pues aunque hay escritores en abundancia y, entre ellos, algunos ya hacen sentir su presencia más allá de nuestras fronteras físicas y lingüísticas, sus obras todavía están por probar su verdadera trascendencia.

Entre 1998, en que muere Octavio Paz, y 2008, en que celebramos el cumpleaños 80 de Carlos Fuentes, fa-llecieron otros autores de destacado nivel en México, cuyas obras representan, en su conjunto, una gran con-tribución a las letras mexicanas. Elena Garro (1916) murió en 1998; Ricardo Garibay (1923) y Jaime Sabi-nes (1926), en 1999; Fernando Benítez (1910), Ramón Rubín (1912) y Jesús Gardea (1939), en 2000; Juan José Arreola (1918), en 2001; Augusto Monterroso (1921) y Juan García Ponce (1932), en 2003; Jorge Hernández Campos (1921), en 2004; Salvador Elizondo (1932), en 2006; José Luis Martínez (1918), en 2007; y Andrés He-nestrosa (1907) y Emilio Carballido (1925), en 2008.

Pese a estas ausencias, la literatura mexicana cuenta con otras figuras destacadas que, con Carlos Fuentes a la ca-beza, están entre lo mejor, y el valor de sus obras les ha hecho ganar un sitio relevante. Si hiciéramos un corte exactamente a la mitad del siglo XX, entre estos escri-tores hay por lo menos unos 40 que habría que nom-brar: Griselda Álvarez (1918), Alí Chumacero (1918), Antonio Alatorre (1922), Rubén Bonifaz Nuño (1923), Dolores Castro (1923), Álvaro Mutis (1923), Paco Ig-nacio Taibo I (1924), Enriqueta Ochoa (1928), Emma-nuel Carballo (1929), Eduardo Lizalde (1929), María Luisa Mendoza (1931), Sergio Pitol (1932), Marco An-tonio Montes de Oca (1932), Alejandro Rossi (1932), Juan Bañuelos (1932), Elena Poniatowska (1933), Vi-cente Leñero (1933), Gabriel Zaid (1934), Gerardo Deniz (1934), Hugo Gutiérrez Vega (1934), Fernando del Paso (1935), Eraclio Zepeda (1937), Carlos Monsi-váis (1938), José Emilio Pacheco (1939), Margo Glantz (1939), Homero Aridjis (1940), René Avilés Fabila (1940), Alejandro Aura (1944), José Agustín (1944), Francisco Hernández (1946), Elsa Cross (1946), Héc-tor Aguilar Camín (1946), Hernán Lara Zavala (1946), Ángeles Mastretta (1949), Carlos Montemayor (1947), Paco Ignacio Taibo II (1949), Marco Antonio Campos (1949), Élmer Mendoza (1949), David Huerta (1949), Efraín Bartolomé (1950) y José Luis Rivas (1950).

Desde luego, los escritores nacidos al iniciar la segunda mitad del siglo XX y hasta la década del ochenta son abundantes y la sola lista nominal abarcaría varias pá-ginas que rebasan ampliamente los límites de este ar-tículo. Pero digamos que, en esa vastedad literaria, ya hay nombres que apuntan hacia la renovación de nues-tras letras en todos los géneros. Algunos de estos nom-bres, sobre todo en el caso de los cuentistas y novelistas, ya han dado muestras de su capacidad y talento, con obras que han obtenido reconocimiento incluso fuera de nuestro país. Por ejemplo, Daniel Sada (1953), Ál-varo Uribe (1953), Carmen Boullosa (1954), Francisco Hinojosa (1954), Fabio Morábito (1955), Juan Villoro (1956), Enrique Serna (1959), Mario Bellatín (1960),

JuaN DomiNgo aRgüelleS

Pasado inmediato y actualidad de la literatura

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11Guillermo Fadanelli (1960), Rosa Beltrán (1960), Ana Clavel (1961), David Toscana (1961), Mario González Suárez (1964), Cristina Rivera Garza (1964), Eduardo Antonio Parra (1965), Pablo Soler Frost (1965), Pedro Ángel Palou (1966), Ignacio Padilla (1968) y Jorge Volpi (1968).

En 1986, Octavio Paz se refirió a un cambio notable en las letras mexicanas: la presencia de una nueva ge-neración de poetas. Explicaba: “No se ha manifestado como una irrupción, sino como una lenta marea. Es una generación dividida en dos promociones: los ma-yores se acercan a los 40 años y los menores no llegan a los 30. Juzgarlos sería temerario; no lo es decir que en-tre ellos se encuentran algunos de los mejores poetas jóvenes de nuestra lengua. Nos ha tocado a los mexi-canos, durante estos últimos años, vivir tiempos duros e inciertos; entre los pocos signos que me devuelven la confianza en nuestra continuidad espiritual, encuentro dos: la poesía y la música de los jóvenes”.

En 1993, al hacer un diagnóstico sobre la salud de la novela, Carlos Fuentes expresó: “Más que una respues-ta, la novela es una pregunta crítica acerca del mun-do, pero también acerca de ella misma. La novela es,

a la vez, arte del cuestionamiento y cuestionamiento del arte. No han inventado las sociedades humanas instrumento mejor o más completo de crítica global, creativa, interna y externa, objetiva y subjetiva, indivi-dual y colectiva, que el arte de la novela, pues la novela es el arte que gana el derecho de criticar al mundo sólo si primero se critica a sí misma. Y lo hace con la más vulgar, gastada, común y corriente de las monedas: la verbalidad, que es de todos o no es de nadie”.

Si, como piensa Borges, todos somos modernos por fatalidad, cada una de las generaciones literarias mexicanas ha escrito en el contexto de su tiempo y ha dejado, sin duda, algo más que un testimonio de su paso por la vida. Poetas y narradores del pasado inme-diato y de la actualidad oscilan, como señaló Paz, entre la recuperación de las tradiciones literarias y la ruptura con esas tradiciones para reinventar el presente. Nin-gún escritor es ajeno a las influencias de sus mayores, pero, del mismo modo, ningún escritor vive anclado exclusivamente a la historia.

¿Qué es lo que ha ocurrido en los últimos 10 años en nuestras letras? Como era de esperarse, se ha pro-ducido una renovación que no tiene un punto único de convergencia. Lo mismo en la poesía que en la na-rrativa, las apuestas van desde la búsqueda de un lector exigente hasta el encuentro de un lector complaciente, sin faltar los extremos de la literatura para literatos (a

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especial

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¿una ruptura con el boom?

Resulta imposible citar a los nuevos na-rradores hispanoamericanos sin que la sombra del boom planee sobre ellos. Y esto pese a que dicha referencia queda bastante lejana ya de las nuevas propues-

tas narrativas de una generación de escritores que ha intentado –de manera muy consciente– alejarse de esta cercanía, más producto de los medios de co-municación y de una cierta inercia mediática que de elementos reales. Así parece desprenderse del último encuentro de narradores hispanoamericanos celebra-do en El Escorial y congregó a un buen número de re-presentantes de la nueva literatura de ese continente.

Aun así, las novelas y cuentos, los relatos y de-más formas literarias de estos jóvenes escritores –Jor-ge Volpi, Andrés Neuman, Santiago Gamboa, Alberto Fuguet…– ocupan desde hace pocos años un espacio cada vez más significativo en las librerías españolas, así como merecen una atención distinta de revistas

especializadas y páginas de cultura, de tal manera que conviven con las obras de algunos escritores del boom cuya presencia ha continuado de manera cada vez más firme entre los lectores españoles, sobre todo los casos de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, quie-nes han construido de manera continu una obra que aún mantiene indiscutible interés y vigencia.

De allí que a uno le acometa una primera cer-tidumbre: la nueva literatura hispanoamericana de los últimos años se ha fragmentado en corrientes y tendencias tan diversas entre sí y al mismo tiempo unidas por el denominador común del alejamiento del boom –tácita o explícitamente– que no parece probable seguir hablando de ella en términos abso-lutos. En realidad, nunca ha sido así, como tampoco lo ha sido en el caso de ninguna corriente literaria.

No obstante, y pese a que parece ser el leit motiv de muchos planteamientos críticos actuales, no creo que haya existido una ruptura brusca de intenciones

JoRge eDuaRDo BeNaViDeS

La nueva narrativa hispanoamericana:

veces críptica, a veces académica y no pocas veces de absoluta pirotecnia verbal) a la escritura del best-seller para la conquista inmediata de un público lector que no exige otra cosa sino la fábula lineal y la poesía cruda del testimonio vivencial.

De cualquier modo, los lectores deciden, pero por supuesto no tienen la potestad, con sus contemporá-neos, de reservarles un sitio en la posteridad. Las ge-neraciones de escritores de la primera mitad del siglo XX se han ido decantando con tal justicia poética que los que sobresalen pareciera que gozan ya de una es-timación que se refleja en la ubicuidad de sus obras. Más difícil es el pronóstico de las generaciones nacidas entre 1951 y 1990. En este tramo de la historia litera-ria del país, tanto el paisaje poético como el narrativo cambian y se abigarran constantemente, y se irán des-poblando, con seguridad, sólo a la luz de una suficiente distancia crítica y temporal. Esa historia está por escri-birse, pero la escribirán los lectores que vienen, no los de hoy, pues la caducidad o la vigencia de una obra son determinadas por la lectura crítica del futuro.

Sabemos que Sor Juana ha sobrevivido, como han sobrevivido también Salvador Díaz Mirón, Manuel Gu-tiérrez Nájera, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Carlos

Pellicer, José Gorostiza, Salvador Novo, Agustín Yáñez, Juan Rulfo, Rosario Castellanos, por sólo decir algunos nombres. ¿Cuánto tiempo más sobrevivirán? El tiempo que los lectores quieran, antes de pasar a convertirse, exclusivamente, en referencias de las historias, los ma-nuales, las enciclopedias y los diccionarios de las letras mexicanas, o bien en temas de exhumación y exégesis académicas que hacen las veces de lápidas definitivas.

El destino de todo escritor lo determinan los lec-tores que, con mayor probabilidad, ese escritor no co-nocerá. Tal es la historia literaria. Hace poco más de una década, en Madrid, Octavio Paz sintetizó su am-bición de permanencia en unas pocas y diáfanas pala-bras: “Todo escritor tiene un ideal de escritura. A mí me gustaría dejar unos pocos poemas con la ligereza, el magnetismo y el poder de convicción de un buen artículo de periódico... y un puñado de artículos con la espontaneidad, la concisión y la transparencia de un poema”. Es una aspiración sin duda humilde pero no modesta. Gutierre de Cetina (siglo XVI) sobrevive por un maravilloso madrigal (A unos ojos): tres estrofas, 10 versos, que valen por una obra y una vida. Esto o el olvido. Tales son los únicos destinos del escritor. a

Escritor, poeta, crítico literario

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y ambiciones entre los escritores de los años sesenta y los actuales, sino que –al igual que la propia re-seña mediática del boom– esa articulación se nos hace confusa y resulta contaminada por elementos más cercanos a intereses publicitarios y al mercado, al hecho de que durante los años ochenta apenas si llegaron nuevos escritores hispanoamericanos al es-pacio cultural español, creando la ilusión de un de-sierto temporal, de la inexistencia de escritores du-rante aquellos años y, por lo tanto, de una ruptura generacional.

Pero ello no significa que la producción literaria hispanoamericana no existiera ni mucho menos que hubiera derivado en una composición provinciana de poco interés para otras latitudes. Con enormes di-ficultades, envueltos en un tiempo sombrío de escep-ticismo y desencanto, aislados en sus países o incluso en sus pequeñas ciudades, muchos continuaron es-cribiendo y publicando, aunque sus lectores también fueran escasos y la circulación de su obra exclusi-vamente nacional o poco menos: César Aira, Sergio Ramírez, Ricardo Piglia o Alonso Cueto son algunos de esos escritores que, por edad, están más cerca de los escritores del boom que de la generación de Fer-nando Iwasaki, Ignacio Padilla, Juan Carlos Méndez Guédez, Edmundo Paz Soldán o Rodrigo Fresán, en-tre otros. Resulta significativo que haya sido el chile-

no Roberto Bolaño –por edad más cercano a Piglia o a Cueto que a los antes mencionados– quien se asu-miera como el referente de todos ellos, y que éstos lo entendieran como la propuesta narrativa que opera-ba como eslabón entre una generación y otra.

La nueva literatura hispanoamericana, tanto desde McOndo como desde el crack, así como desde otras propuestas más individuales, parece advertir-nos que el boom es una sombra de la que es menester desembarazarse. Probablemente porque una de las características formales que con mayor frecuencia se le atribuyen a aquel fenómeno literario es el realismo mágico –aspecto más estético que ético–, mientras que la otra es la preocupación política –aspecto más ético que estético–, no menos importante a la hora de señalar los atributos del boom.

Ahora bien, mientras la primera parece definiti-vamente una vía muerta, vista con escepticismo tan-to por los lectores como por los críticos y agotada su veta con escritores como Isabel Allende o Luis Sepúl-veda en los años ochenta, la segunda característica ha ganado cierta revalorización, o al menos continúa vigente aunque bajo otros parámetros: más que de-nuncia, desencanto; más que utopía, cinismo.

Ello probablemente se deba a que las coorde-nadas sociales y políticas que fermentaban el terri-torio hispanoamericano de los años sesenta se han agudizado en los ochenta y noventa: ya no son los totalitarismos, sino las autocracias plebiscitarias y las democracias corruptas, las que estimulan los plantea-mientos formales de los escritores, como antes lo eran aquellas dictaduras omnímodas y esperpénticas.

Sin embargo, parecen observarse allí intere-santes puntos de coincidencia entre la literatura del boom y la de los años noventa: en ambas existe idén-tica necesidad de reconfigurar los planteamientos formales, saturados por estéticas que se consideran periclitadas. Pero también hay una nueva mirada del contexto en el que se desarrollan y por lo tanto un cierto paralelismo: desde la utopía social de mayo del 68 y la Revolución Cubana, en el primer caso, al desencanto de la democracia y la globalización, en el segundo.

De allí que no resulta en absoluto extraño que bajo toda esa rebeldía que se le atribuye a ciertos sectores de la nueva literatura hispanoamericana –por parte de una crítica que recela de todo lo que no huela a boom– exista un más que entendible re-chazo a utilizar el instrumental quirúrgico con el que se diseccionaba la realidad hasta entonces. Con sus novelas y sus cuentos parecen decirnos que la nueva realidad también necesita renovadas fórmu-las estéticas para ser abordada. Y esa realidad con-tiene elementos hasta hace poco considerados como

Rodrigo Fresán

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cuerpos foráneos: la nueva narrativa hispanoamericana parece entenderse, más que como cosmopolita, global, sin fronteras ni subordinaciones estéticas o temáticas. Probablemente eso sea así, y curiosamente también sea el mejor homenaje al boom: su nece-sario distanciamiento es una forma de asumir una mayoría de edad.

Hay muchos más autores, pero creo que tres de ellos pueden dar una medida del arco tan grande que com-prende la nueva narrativa hispano-americana. El primero es el boliviano Edmundo Paz Soldán, quien ha cons-truido una inteligente obra literaria en la que la política resulta una preocupa-ción que, a veces de manera explícita y otras implícita, parece arrojar una sombra inquietante sobre todos sus temas. El escritor cochabambino nos ofrece una imagen de Bolivia absolu-tamente novedosa, distinta, altamente tecnológica, globalizada si se quiere, en la que la población indígena y los temas con ésta relacionados resultan meras sombras, lo cual era poco me-nos que escandaloso en un país don-de los agudos problemas económicos, derivados de una brutal escisión de su sociedad, parecían hasta ese momen-to elementos insoslayables a la hora de crear ficción. Ello sin embargo no parece desmerecer el vigor político de sus cuestionamientos ni la perspectiva de ese mundo boliviano “occidental”. Paz Soldán ha encontrado una nueva forma de orientar las antenas de la fic-ción política y paulatinamente, desde su magnífica Río fugitivo hasta sus últi-mas novelas, los lectores encontramos lo más cercano a lo que se ha dado en llamar “denuncia” y que en su caso nunca subordina ni la calidad de sus novelas ni la libertad a la hora de elegir sus temas. Él mismo dijo en una entre-vista con Susana Pajares Toska, de la Universidad Complutense de Madrid:

“Mis mejores cuentos ni siquiera transcurrían en Bolivia, fueron bien recibidos pero siempre con ese repa-ro de que podrían haber ocurrido en cualquier parte y no eran “bolivianos”. Esto es ridículo, como si la literatura pasara por la nacionalidad. La crí-tica está allí muy politizada y no acepta que un mundo tan hueco y banal, como el de la clase media burguesa,

pueda servir de materia novelesca. Es un mundo des-preciable, pero muy novelable, y yo tengo con él una relación de amor y odio porque es donde me crié; nun-ca acabo de rechazarlo del todo, aunque siempre me he

sentido incómodo.”Por otro lado, la ecléctica obra

de Mario Bellatin resulta fascinante porque bajo esa aparente dispersión temática y formal subyace la elabora-ción de un mundo de reglas y claves arbitrarias, en la que cada libro parece creado casi por oposición al anterior y sin embargo perfectamente engar-zado en su totalidad narrativa. Pro-bablemente excluyendo Mujeres de sal (1986), que contiene elementos aje-nos a su obra posterior, todas sus no-velas, y sobre todo Efecto invernadero (1992), Canon perpetuo (1993) y Salón de belleza (1994), es decir, las primeras, consolidan un estilo austero, seco, de tenues evocaciones oníricas, diríamos. Inclasificable y extraño, Mario Bella-tin reflexiona constantemente sobre el alcance de la ficción, su poder pertur-bador y sedicioso, las amplias líneas de sombra que separan ese territorio del de la realidad.

Rodrigo Fresán representa muy bien una tendencia de la narrativa his-panoamericana en la que la hibrida-ción de géneros resulta ese producto absolutamente depurado que nos hace pensar en un verdadero aprendizaje de Cortázar: ni imitación ni epigonal; en Fresán encontramos una actitud inqui-sitiva y aguda, bastante lúdica, propia de ese entusiasmo de lector que tam-bién había en su compatriota y que lo lleva a escribir como quien indaga, cualidad que él mismo ha manifesta-do en algunas entrevistas. Esa actitud, absolutamente desdeñosa de un lati-noamericanismo comprometido, la in-clinación por la literatura anglosajona y la construcción de tramas delirantes, como en sus cuentos o desenfoques de historias reales –por ejemplo, Jardines de Kensington–, constituyen las piedras angulares de una nueva forma de inda-

gar y también, por qué no, una nueva forma de cuestio-nar la realidad hispanoamericana. a

Escritor© Fundación Carolina

mario Vargas llosa

césar aira

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Las artes plásticas están crisis, como el mun-do está en crisis. El siglo XX nos dio a los mexicanos el gran movimiento artístico de principios de siglo, con artistas que nos co-locaron en la historia del arte universal y nos

dieron aliento, pues había un proyecto cultural sólido.El tiempo nos ganó la partida. Estamos agobiados

por la sobrepoblación, estamos en manos de la delirante construcción de cemento que se levanta como un Dios insaciable, la publicidad está en manos trasnacionales, la música, el ruido constante que taladra nuestra vida cotidiana, los programas de televisión que se meten en la intimidad de nuestra recámara, las compu tadoras que nos comunican y nos informan sobre el universo. Sobre todo, los astrónomos han roto nuestra antigua

percepción del tiempo y nuestra cosmovisión, nos han dejado solos, huérfanos en la Tierra ante los nuevos descubrimientos que nos paralizan por la imposibili-dad de comprenderlos.

Estamos en un vértigo en el que nuestra historia ha perdido su sentido y su significado. Un maestro de artes plásticas de una universidad de Londres me ha comentado que a los alumnos no les interesa conocer los museos.

Yo vengo de una generación en la que había una sola galería en la ciudad de México, la galería Inés Amor. Conocíamos a todos los artistas y seguíamos su trayec-toria, había tiempo para tener un estilo de vida. Vimos la creación de varios museos, como el de Antropología, el de Arte Moderno, el Tamayo, el Diego Rivera.

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la competencia en imágenes es brutal y la velocidad del cambio nos ha sorprendido sin armas para defendernos. estamos sumergidos en corrientes tan poderosas que nos ha sido imposible reflexionar.

La competencia en imágenes es brutal y la velo-cidad del cambio nos ha sorprendido sin armas para defendernos. Estamos sumergidos en corrientes tan poderosas que nos ha sido imposible reflexionar. Es-tamos en el siglo XXI con estructuras mentales que no coinciden con los cambios que ha habido.

Las artes plásticas, que son mi vida y mi tema, se han metido en una deconstrucción de la historia. Han surgido en el panorama internacional los curadores. Ellos deciden cuáles son los artistas importantes y los mue-ven como sus representantes en ferias internacionales, museos y galerías, creando un mercado multimillonario inimaginable. En México hay algunos coleccionistas de este movimiento.

El arte mexicano contemporá-neo no tiene presencia internacional. Hemos perdido el rumbo porque no hay una lectura real en ningún museo mexicano de la historia del arte del si-glo XX. Caminamos entre fantasmas, sin saber quiénes fueron los artistas que conformaron nuestra historia, para poder entrar de lleno al mundo del arte actual, estamos en una especie de limbo.

Dentro de este panorama, en el que los que ponen las reglas del jue-go son los grandes capitales, no he-mos tenido en México banqueros o empresarios que apuesten por algún artista para colocarlo en este nuevo panorama de la competencia mun-dial. El Estado mexicano dejó de comprar obra, así que los artistas es-tán en manos del comercio apoyado por una condición mediática, en la cual es muy difícil entrar.

Las casas subastadoras, Christie’s y Sotheby’s, las que marcan el pulso de los coleccionistas en este juego de dinero, no tienen mexicanos que apuesten por subir los precios de nuestros artistas. Así, vemos sorpren-didos que Botero cuesta más que Rufino Tamayo. No

estamos discutiendo la calidad, sino el juego en el que nosotros tampoco jugamos.

Así que, como artista, la sensación que me que-da es la del cuento de Edgar Allan Poe Un Descenso al Maelstrom. Sobre las aguas turbulentas del Mar del

Norte, donde un barco cae en un tor-bellino vertiginoso, el personaje, para salvarse, se mete a un barril y se avien-ta a las paredes del remolino, y así lo-gra sobrevivir al naufragio.

Nosotros hemos creado un lugar de resistencia, nuestra trinchera cultu-ral, El Aire Centro de Arte A.C. He-mos convertido en realidad los sueños de una familia de artistas que ha vivi-do en función del arte, desde el arte y para el arte.

Nos han secuestrado la imagen de nosotros mismos. Vivimos un mo-mento en el que la gente no tiene tiem-po para ver lo que somos. Vivimos en manchas urbanas sin definición, sin centro, sin urbanismo, sin planeación.

La visión que tenemos ahora de nosotros mismos está en las exposi-ciones de los jóvenes artistas que son el espejo de este momento, el cual nos tomó por sorpresa y nos es ajeno. Es difícil encontrar a alguien que tenga conocimiento a vuelo de pájaro de lo que pasa en las artes plásticas mexica-nas, pues hay muchos artistas, muchas tendencias, muchas galerías y museos. Es muy difícil seguir, en este laberinto, el verdadero hilo de Ariadna, o escu-char nuestras voces profundas.

Mi propuesta es crear un museo donde esté la lectura plástica de este siglo XX –que ya se esfumó en la his-toria–, para tener una idea de dónde

estamos ahora. También invitaría a algún banquero o industrial mexicano a que apostara por algún artista y lo colocara en el panorama mundial del arte contemporá-neo, ya que el arte, como el petróleo, es patrimonio de la nación y puede estar cotizado en la bolsa de valores. a

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18 De manera semejante a como acontece en las relaciones de pareja, los vínculos en-tre los artistas plásticos, visuales y con-ceptuales, por una parte, y los destinata-rios de su labor, que somos los públicos

(tanto los especializados como los que no lo son), por la otra, es un asunto de dos.

En la actualidad, los artistas desean que sus obras cuenten con la aceptación de los públicos, en tanto que los públicos agradecerían que, al momento de realizar sus obras, los artistas consideraran los marcos referen-ciales de que los públicos disponemos, dado que es a nosotros a quienes todo autor se dirige.

Ante esta situación cabe recordar que, desde los tiempos del Romanticismo (a finales del siglo XVIII e inicios del XIX), los artistas de avanzada se divorciaron de los públicos no especializados. Esto es, dejaron de atender los requerimientos de los integrantes de las so-ciedades en las que estaban inmersos y se ocuparon de satisfacer las necesidades de todos aquellos miembros del medio artístico que no fuesen los públicos mayori-tarios. Es decir, se dirigieron, con sus obras, a sus cole-gas artistas, a los intelectuales de su época, a los demás participantes del sistema artístico, y desde luego que a ellos mismos. O, sobre todo, a ellos mismos.

Los cultivadores de algunas de las vanguardias históricas de la primera mitad del siglo XX tuvieron

entre sus premisas la de reencontrarse con los públicos. Para conseguir tal propósito, por ejemplo, los naciona-listas (los mexicanos, de manera destacada) recurrie-ron a citas y referencias de las artes populares, en tanto que los dadaístas europeos expandieron los linderos de lo artístico y vulneraron la hegemonía cultural, con lo que ampliaron los parámetros de la cultura artística de su tiempo. Posteriormente, en la etapa neovanguardis-ta de la historia del arte (en la segunda mitad del siglo pasado), Joseph Beuys proclamó que todos los públi-cos contaban con la posibilidad de devenir artistas. No obstante, al mismo tiempo, los públicos mayoritarios reforzaban sus referencias conservadoras y no recono-cían el rango artístico con el que contaba la produc-ción de avanzada de su momento, a la vez que le adju-dicaban la calidad de arte a ejemplos pseudoartísticos y residuales, a productos que complacían los gustos generalizados. Tal situación persiste en la actualidad: los artistas evitan dirigirse a los públicos mayoritarios, en tanto que éstos satisfacen una gran parte de sus ne-cesidades estéticas visuales (o audiovisuales) mediante el consumo de productos de las industrias culturales, como el cine o la televisión.

De lo que se trata, entonces, es de superar los pre-juicios heredados, en pos de un reencuentro entre los ar-tistas de avanzada y los públicos, tanto los especializados como los mayoritarios. De lo que se trata es de restablecer

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De lo que se trata es de superar los prejuicios heredados, en pos de un reencuentro entre los artistas de avanzada y los públicos, tanto los especializados como los mayoritarios.

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los vínculos entre los artistas plásticos, visuales y concep-tuales, por un lado, y los destinatarios de su labor –que somos todos los públicos–, por el otro. Y ese es un asunto de dos. Los artistas habrían de tomar en cuenta las nece-sidades de los públicos y debieran aspirar a responder a tales requerimientos. Y convendría que los públicos (los no especializados, sobre todo), por su parte, expandieran sus marcos de referencia mediante el contacto frecuente con ejemplos artísticos de avanzada, con lo que paulati-namente dejarían de consumir sólo obras complacientes, las cuales, por lo regular, son pseudoartísticas. Pero para que esto suceda, entre otras cosas, habrán de incorporar-se contenidos de cultura artística incipiente, o al menos vigente, en los planes y programas de estudio de las ins-tituciones educativas de todos los niveles. Y, asimismo, habrá de propiciarse que en los medios de comunicación masiva se difunda información acerca del arte contem-poráneo y se cuente con espacios y tiempo para la re-flexión sobre esta temática.

En la actualidad, son numerosos los artistas que asumen la responsabilidad de atender necesidades cul-turales colectivas. Sólo que, en su mayoría, se trata de artistas que no practican géneros tradicionales, como la pintura de caballete, sino que realizan graffiti, arte en la red o performances, entre otras opciones, por lo que los públicos no especializados ponen en entredi-cho la artisticidad de sus propuestas, o incluso llegan a negarla del todo. Es buen momento, entonces, para fa-cilitar que los públicos mayoritarios entren en contac-to con las obras de estos autores y con las de aquellos otros creadores, también de avanzada, que sí practican géneros conocidos –como la pintura de caballete o la gráfica, por ejemplo–, de manera que amplíen y diver-sifiquen sus criterios culturales. Esto propiciaría, sin duda, que los artistas dejaran de dirigirse, de manera preponderante, o incluso exclusiva, a sus colegas, a los intelectuales de su época, a los demás integrantes del sistema artístico, y primordialmente a ellos mismos.

¿Quién tomará la iniciativa, o quiénes lo harán? El restablecimiento de los vínculos entre los artistas plásticos, visuales y conceptuales, y los destinatarios de su labor, que somos tanto los públicos especializados como los mayoritarios, es un asunto de dos.

Si las circunstancias para que esto ocurra aún no existen del todo, habrá que crear las condiciones para que tal cosa suceda. Y es, precisamente, a los integrantes de nuestro medio cultural a quienes nos corresponde inter-venir activamente para conseguir estos cambios. Sólo de esta manera estaremos garantizando el ejercicio del de-recho que todo individuo tiene de participar libremente en la vida artística de su comunidad. Sólo así los públicos podrán hacer su parte en este asunto de dos. a

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Cada expresión artística cultiva sus lengua-jes. Sus formas cambian o se adaptan a las condiciones de una época o de una cir-cunstancia específica. En el caso de la ci-nematografía nacional, la industria gene-

ró un espectador que disfrutaba con filmes de estructu-ra clásica y sin complicaciones formales. Esto al margen de las diferentes calidades que otorgaba cada cinta. Un intento por modificar ciertas estructuras se dio durante el periodo del presidente Luis Echeverría (1970-1976), cuando se integraron realizadores jóvenes que intenta-ron revivir un medio que parecía agónico.

La respuesta del público fue la indiferencia. Ci-neastas como Felipe Cazals, Arturo Ripstein, Jorge Fons o Alberto Bojórquez fueron un relevo necesario que pa-deció los vicios de un espectador sobrecargado de las simplicidades televisivas. Al final del sexenio vino la fór-mula que dio la clave de las ganancias económicas, una película de ínfima categoría, Las ficheras, fue un éxito de taquilla y rindió frutos a su productor Calderón Stell. El esquema era precario: aparición en escena de vedettes que realizaban desnudos a la menor provocación, un lenguaje florido (léase mentadas de madre por docenas) y trama menos que elementales. La degradación del pú-blico era una evidencia.

Un hecho curioso fue que Alejandro Jodorowsky, director teatral y cinematográfico de origen chileno, navegaba en aguas encontradas. Fando y Lis dio por clausurada la Reseña Cinematográfica de Acapulco en 1968. Se le consideró obscena. Por varios años la película, basada en el texto del dramaturgo español Fernando Arrabal, estuvo censurada. En tanto que El topo y La montaña sagrada tuvieron que enfrentarse a las tijeras del censor. En el primer caso le cortaron 17 minutos, en la segunda se ignora cuántas escenas fueron eliminadas, algunos creen que una media hora. El triunfo de esas cintas fue haberse convertido en pe-lículas de “culto” por las prohibiciones para exhibirse. Sin embargo, los “discípulos” de Jodorowsky llevaron a cabo sus proyectos con una más que aceptable relación con el público. Auandar Anapu, de Rafael Corkidi, fil-

me un tanto excéntrico, pasó todas las barreras al com-pensar la densidad de su discurso cinematográfico con la audacia de sus escenas. La cinta se mantuvo en car-telera durante meses. Tiempo antes, el mismo Corki-di había proyectado su hermosa Ángeles y querubines, sólo que en esa ocasión le fue reservado el espacio de un cine de arte, el Regis, que se derrumbaría durante los sismos de 1985.

Los lenguajes son herederos de su tiempo. Andy Warhol, en los sesenta del siglo pasado, retaba al espec-tador con sus cintas concebidas en un solo plano, una imagen continua que se suspendía por instantes para cambiar el rollo de la cámara. De esa manera nacieron Edificio y Sueño, entre otras. Ese “experimento” lo pro-longó Jaime Humberto Hermosillo a principios de los noventa, con La tarea, filme que causó expectación y que fue objeto de otra cinta posterior, La tarea prohibi-da, además de una puesta teatral. El espectador neoyor-quino que se irritaba con las películas de Warhol, ahora se regocijaba y disfrutaba de los trucos de Hermosillo.

En tiempos recientes, Japón, de Carlos Reygadas, solicitaba un público aficionado al cine artístico. El tiempo en la cinta era lento, planos que se daban a cuen-tagotas con imágenes que causaban inquietud, como ese coito entre el protagonista y una mujer anciana.

El referente de Japón era el cineasta ruso Andrei Tarkovski. De hecho, en todas las urbes que cuentan con una tradición de cines de arte y cinematecas se conforma lo que es el cinéfilo, un espectador que ha logrado la especialización, que conoce la filmografía de los realizadores, que sabe de las tendencias y que asiste de manera regular a los ciclos para enterarse de las propuestas más aventuradas e incluso difíciles. Por ejemplo, las últimas producciones del cineasta estadounidense David Lynch, entre ellas Mullholand Drive e Imperio, requieren de un espectador que sepa diferenciar entre la “pura ficcionalidad” y el gusto es-tético del cine. La disolución de la anécdota, la exu-berancia de la forma y todo lo que tienen esos filmes los ubica en otro territorio, un espacio distinto al que tiene la cartelera comercial.

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público y cineDiferencias y semejanzas:

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A veces un hecho mediático transforma las cosas. Eso ocurrió con Batallas en el cielo, del mismo Carlos Reygadas, que venía precedida por el escándalo suscitado durante el Festival de Cannes. En ese encuentro cinema-tográfico internacional fue criticada esa primera escena en la cual una joven practica sexo oral con un hombre. La cámara tiene a los personajes en primer plano y gira alrededor de ellos. Al proyectarse en México, esa escena fue censurada por el propio realizador, quien pidió que se colocara una mascarilla que difuminara la imagen de la boca y del sexo. El público acudió para observar la es-cena escandalosa y se quedó con la frustración de que la audacia se quedaba en Europa y la versión restringida se pasaba en nuestro país. Además, la película molestaba al público y durante la proyección muchos abandonaban la sala, sobre todo durante la cópula entre el personaje principal y su esposa, una mujer obesa, que es una de las escenas sexuales más retadoras dentro del cine nacional. Sobre todo porque la desnudez y la lubricidad están em-pleadas en la industria como un estímulo placentero, en tanto lo que presentaba Reygadas era una relación íntima con dos personajes que carecían de belleza, que exhibían esa otra parte de la realidad del mundo, que además es una mayoría. Batallas en el cielo es un filme emblemático que pone en claro que el espectador vive a expensas de la “curiosidad” y de la circunstancia; si es escandalosa, será más lucrativa, pero aún está lejos de entender los lengua-jes de un cine moderno y propositivo.

Por otra parte, el espectador ha aprendido a asimi-lar los cambios de “tiempo”, las modalidades de montaje y las historias fragmentarias. El caso mayúsculo se inició

con Amores perros, de Alejandro González Iñárritu, re-lato de tres momentos que se entrelazaban hasta coinci-dir en un accidente automovilístico. Sin dudarlo, el pú-blico acudió para presenciar lo que dio la pauta de cierta originalidad. En tanto que Babel, del mismo realizador y con otro guión de Guillermo Arriaga, llevó las cosas al extremo y la inverosimilitud: unos niños marroquíes disparan un rifle. La bala llega hasta una turista estado-unidense. Después vendrá esa explicación absurda acer-ca de un japonés con aficiones cinegéticas que regala el arma a un norafricano, luego de hacer un viaje de caza por esos parajes. ¿Desde cuándo los nipones practican la cacería? ¿Se podría considerar a Marruecos como un lugar digno para matar animales? Ese universo jalado de los pelos fue asimilado hasta con beneplácito por nu-merosos espectadores nacionales que veían en ese filme un triunfo de México, algo así como cuando ganaba la selección nacional de futbol.

Otro caso lamentable fue Y tu mamá también, de Carlos Cuarón, película machista e insustancial que atrajo a un público ávido por encontrarse con un par de insulsos. La escena del ménage à trois retaba al pro-pio realizador, quien hizo que sus mostrencos, luego de besarse, se sintieran culpables y sucios y decidieran can-celar su amistad, mientras que la mujer pecadora ter-minaba muerta. Una de las cintas con una mayor carga moralista de nuestra cinematografía que se disfrazaba de discurso liberal. Así, los lenguajes y los públicos sos-tienen un diálogo apasionado, equívoco a veces, y sobre todo ligado a las incidencias del momento. a

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¿Cómo puede ser sana una cinematografía cuan-do en el sector de producción el negocio se en-cuentra en la propia producción de la película, propiciando esto que una parte importante de los costos se vaya a los bolsillos de los producto-

res y no a la pantalla? Siendo el productor el que pone peso sobre peso en la realización de la película, el proce-so de distribución y exhibición se encuentra en manos extranjeras, las cuales controlan la repartición del peso que entra en taquilla, dejándole al productor un magro 10% o menos, imposibilitándole recuperar su inversión en el mercado.

¿Cómo puede ser sana una cinematografía cuyos sectores de distribución y exhibición (salas de cine) abrumadoramente se encuentran en manos extranje-ras, principalmente las estadounidenses (como las pe-troleras, las más grandes: 20 Century Fox, Columbia, Warner Bros., Metro Goldwyn Mayer, United Artists, Universal), con un excelente nicho de negocios, a juz-gar por los millones y millones de dólares que se van en carretadas fuera del país obtenidos en las salas cinema-tográficas propiedad de esas mismas firmas?

El gobierno tuvo a bien privatizar las salas de Ope-radora de Teatros (propiedad del Estado), y así el cine mexicano se quedó sin salas cinematográficas para exhi bir sus películas. Resultado: crisis y desplome de la industria en los años noventa. Inmediatamente entra-ron las empresas estadounidenses de exhibición y aca-pararon ese nicho de mercado. En esa forma, la exhibi-ción de películas y las salas de cine quedaron en manos extranjeras. Esas empresas extranjeras dictan las condi-ciones en que se debe exhibir una película, el número de copias, las salas y los horarios. Cuando no les conviene por alguna razón, relegan la película, le dan una exhibi-ción corta y deficiente o de plano no la exhiben.

¿Cómo puede ser sana una cinematografía cuyos cuadros profesionales se encuentran desempleados y en la que constantemente se improvisan nuevos directores, guionistas, productores o actores, para luego, a su vez, ser desechados y sustituidos por una nueva camada de maquiladores? Lo dijo recientemente un distribuidor de películas: El cine mexicano se encuentra en constante reconstrucción… Se trata pues de que no se formen ar-tistas consistentes, sino, efectivamente, maquiladores, y de esa forma se logra que el control de la industria que-de en manos de los mercaderes.

¿Cómo puede ser sana una cinematografía cuyos fondos de producción tienen el propósito de fomentar, uno, Fidecine, el cine “comercial”, y otro, Foprocine, las películas para festivales? O sea, las que antes llamaban churros y las que antes llamaban de arte… no comer-ciales. Ojo, ambos fondos ofrecen únicamente hasta 49% del presupuesto de la película. ¿Y el restante 51% o más? Ah, para eso existe la hipoteca de la casa, del coche, del futuro…

También existe el artículo 226 de la Ley de Hacien-da y Crédito Público, que señala que las figuras morales y físicas pueden apoyar fiscalmente con 10% de los im-puestos del ISR la producción de películas mexicanas y obtener una exención de impuestos por ese 10%.

Ante tal situación de mercadotecnia apabullante, moderna, neoliberal, de economía de mercado, globa-lizada, donde al intelectual-artista-realizador lo colo-can en el último lugar de importancia (si es que lugar le queda), pues aunque soñador y buena gente, por lo mismo es un ser impráctico y por lo tanto inepto para los negocios, y como el cine es antes que nada un nego-cio, porque si no para qué sirve… Pues hay que dejar la elaboración de las películas a los empresarios, produc-tores, inversionistas, hombres de negocios, los ganado-res (winners). Y todos felices.

Hoy los cineastas tenemos que estar profunda-mente agradecidos de que nuestra industria cinema-tográfica haya caído en manos de los mercaderes del cine, a los que les importa un bledo eso que sospecho-samente llaman arte (seguramente, un peligro para México) y que les complica sobremanera el desarrollo de los negocios cinematográficos y la posibilidad de obtener más y más ganancias.

Así pues, para cerrar el círculo de todo lo ante-riormente expuesto, llegamos a entender por qué hoy en México se producen hasta 60 películas anualmente (salvo muy pocas excepciones), y casi ninguna vale la pena.

Pero entonces, si se supone que son winners (gana-dores) esos “inversionistas”, cómo explicar que produz-can esos maravillosos bodrios y que en taquilla 99% de ellos pierde hasta la camisa. ¿Será que en realidad esos señores no son tan ganadores, si no que más bien ellos son los loosers (perdedores) y los realmente ineptos… Pero ellos, los mercaderes, se defienden: La culpa la tie-nen los llamados artistas, cineastas dizque muy cultos

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¿Cóm puede ser un cine así?

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pero que no entienden qué películas pide el público, que quiere entretenimiento, no el cine dizque de calidad..., a quién le importa la calidad, el arte, la búsqueda, experi-mentación, estilo, personalidad… lo que se pide es cine de acción, que significa, según los mercaderes, cine de efectos especiales, digitales, de sexo, violencia y muerte. Eso es lo que, se supone, quiere la juventud que llena las salas en 90% (de 13 a 25 años de edad). Y sin embargo las películas revientan en la taquilla.

Sí, ya sabemos qué hacer para convertir el cine mexicano en la gran industria sana y en próspera pro-ductora de maravillosas películas de calidad y comercia-lidad, artísticas y entretenidas, entretenimiento que da la reflexión intelectual, el compromiso social y el gozo espiritual, Si ya sabemos realizar películas ganadoras de los mejores premios en los más prestigiosos festivales de cine de todo el mundo, entonces sabremos levantar una industria que es generosa y que le da de comer abun-dantemente a sus creadores, artistas y trabajadores, con un nivel de vida digno y esperanzador de nuevos y me-jores frutos para la economía familiar.

carta a Santa clós:Primero: Que tanto el gobierno federal como los es-tatales y el del DF den prioridad al cine como arte, industria, medio de comunicación y educación, vital para la nación y por lo tanto sujeto a todo el apoyo económico, para que la cinematografía mexicana pros-pere en todas sus áreas. Trabajo para todos, digno y bien remunerado.

Segundo: Fomentar la producción de películas de auténtica calidad, que automáticamente serán de buena comercialidad.

Un llamado a todos los cineastas de todas las eda-des y todas las generaciones para que cumplamos con nuestra responsabilidad de comunicar, transmitir, edu-car y entretener a nuestro pueblo (y a todos los pueblos del mundo, ya que el cine es un arte universal), reali-zando películas bien hechas, profesionales, con temas que a todos interesan, como el combate a la pobreza, la emancipación de los pueblos indígenas, la insegu-ridad, la lucha contra las drogas, la falta de educación o la soberanía de la nación, que pasa por la lucha por el petróleo, la electricidad, las libertades individuales, la libertad de expresión, en contra de los monopolios de los medios de comunicación, por la igualdad de las mujeres, sin olvidar las películas históricas que exalten

a nuestros héroes y las epopeyas del pasado, presente y futuro…

Tercero: Apoyar a las empresas productoras, sean privadas, cooperativas o estatales, para que ten-gan economías sanas y puedan desarrollar proyectos importantes.

Cuarto: Construir una cadena amplia de conjuntos de salas cinematográficas equipadas con tecnología de punta en toda la República y en el DF, 3 mil pantallas para uso exclusivo del cine mexicano y para películas de habla hispana.

Quinto: Que la repartición del peso en taquilla sea justa, tanto para la exhibición y distribución como para la producción. El productor debe recibir hasta 50% del peso que entra en taquilla.

Sexto: Que se revise el Tratado de Libre Comercio, sacando de éste a la cultura por considerarse patrimonio y soberanía del pueblo mexicano en lo general, y que el cine goce, en lo particular, de 50% del tiempo en todas las pantallas del país.

Séptimo: Promulgar una nueva ley cinematográfi-ca que fomente y proteja al cine mexicano y promue-va bienestar para toda la comunidad cinematográfica. Igualmente, leyes de fomento al cine mexicano en todos los estados de la República y en el DF.

Octavo: Fomentar y apoyar económicamente a escuelas e institutos para la enseñanza profesional del cine. Asimismo, promover que la enseñanza cinemato-gráfica y de medios audiovisuales sea obligatoria en las primarias, secundarias y preparatorias del país.

Esto va especialmente a los “críticos cinemato-gráficos” que necesiten aprender un poco de cine y un mucho de ética: El que estudia cine se convierte en un mejor ciudadano.

Noveno: Que el Imcine y el Conaculta sean verda-deros promotores del cine mexicano en todo el mundo y que sus funcionarios velen por el bienestar de los ci-neastas, riqueza incalculable sin la cual simplemente no podría hacerse cine.

Décimo: Entendamos: el cine es el arte más popu-lar y masivo que tiene el pueblo para su educación y ree-ducación. Nuestros hijos se merecen vivir en un mundo mejor, gozando y aprendiendo de lo mejor de las cine-matografías mundiales y especialmente de la propia, or-gullosamente mexicana. a

Director y Productor de Cine. Director del Instituto Ruso Mexicano de Cine y Actuación Serguei Eisenstein

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Las espero con ilusión y alegría. Las veo, las vuelvo a ver, las vuelvo a ver, río y lloro con ellas, recuerdo, reconozco, evoco, reconstru-yo una historia a ambos lados del Océano Atlántico, y las recomiendo: son las nuevas

películas españolas, argentinas o uruguayas que des-de hace 15 años constituyen, para quienes amamos la gran pantalla, el mejor cine que se hace en Occidente. El único que puede competir favorablemente con Ho-llywood y superarlo en calidad humana, en emoción y en sentimiento, sin necesidad de presupuestos astronó-micos. Son el triunfo de lo cotidiano sobre los efectos especiales y de las emociones y los sentimientos frente a lo épico; a veces son el triunfo de lo artesanal sobre la gran industria.

La gran crisis del cine euro-peo después de los años setenta pareció dejar las pantallas a mer-ced de los efectos especiales, de las grandes producciones estadouni-denses para un público adolescen-te que sustituía a los vaqueros por los robots, las ciudades por las ga-laxias y las pistolas por los rayos láser. Y de pronto aparecieron las nuevas películas españolas y ar-gentinas, realizadas con escasos recursos, excelentes guiones y un naturalismo que recuperaba las emocio-nes, los conflictos interpersonales, la verdad. La cate-goría de lo verdadero en cine o en literatura escapa a la distinción entre real y falso. El hijo de la novia de J. José Campanella o La vida secreta de las palabras de Isa-bel Coixet son películas verdaderas, aunque se trate de ficción. Y si llenan las salas es porque el público –no-sotros– reconocemos en sus guiones, en sus tramas y en su realización algo inconfundiblemente humano: la alegría, el dolor, los conflictos, las contradicciones de la existencia. No nos ayudan a escapar de la realidad, sino a contemplarla a través de otros, y al reconocerla, hacerla más soportable: no sólo nosotros sufrimos, go-zamos, discutimos con nuestros semejantes, nos ena-moramos o nos separamos, ellos también lo hacen; sus debilidades hacen más tolerables las nuestras, pero su nobleza también nos permite reconocernos.

Tanto el cine español como el argentino o el uru-guayo han heredado lo más característico del realismo italiano, aquel en blanco y negro que tuvo en Roberto Rossellini, en Vittorio de Sica, en Ermanno Olmi o en Bernardo Bertolucci sus mejores directores: la preocu-pación por el pasado reciente, por la guerra y sus con-secuencias. En España hubo una guerra, en Argentina y Uruguay, también (la siniestra Operación Cóndor que unió a las dictaduras del Cono Sur fue un plan para ex-terminar a los sindicatos, a las organizaciones estudian-tiles, a la oposición, perpetrada por ejércitos nacionales contra lo que consideraban el enemigo interior).

Un cine de verdad, sin escapismos, que aborda humildemente, y casi siempre con un toque de humor, la difícil posguerra española, los cambios radicales

de una sociedad llena de energía, pero también de contradicciones. El éxito del cine de Pedro Almo-dóvar radica, principalmente, en su percepción del esperpento como lo genuinamente español, y su mezcla de lo antiguo y de lo moderno, de lo folclórico y de lo cosmopolita, es un aguafuerte in-confundible de los años de la tran-sición. Quizá ninguna película re-

presenta esa combinación explosiva de lo moderno con lo tradicional como Mujeres al borde de un ataque de nervios. En Almodóvar la parodia bordea la caricatura, pero allí donde ésta se vuelve insoportable, surgen el sentimiento y la emotividad para rescatar la situación. El éxito del reciente cine español tiene un ejemplo inconfundible en la película de Alejandro Amenábar Mar adentro. Inspirada por un hecho real, el suicidio ayudado de un parapléjico, no tenía ni la posibilidad del suspense ni siquiera de la comedia; sin embargo, se constituyó en una película premiada internacional-mente y, lo que es más importante: el público asistió masivamente. Un público que no tuvo miedo ni a la tragedia ni a la escenificación de la muerte; es decir, un público adulto, que no desea evadirse.

El cine argentino, desde el éxito imprevisto de Mar-tín Hache de Alfredo Aristarain, fue proyectando sobre la pantalla una serie de películas (la comedia de costum-

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iberoamericanoEl nuevo cine

en almodóvar la parodia bordea la caricatura, pero allí donde ésta se vuelve insoportable, surgen el

sentimiento y la emotividad para rescatar la situación.

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bres, como El hijo de la novia, Cleopatra –también de Aristarain–, Una noche con Sabina Love de Alejandro Agreste o Nueces por amor de Alberto Lecchi, o el drama derivado de la dictadura, como la extraordinaria e in-fravalorada Vidas privadas de Fito Páez, Garaje Olimpo de Marco Beccáis) intimistas, dignas herederas de aquel gran guionista y creador del neorrealismo italiano: Ce-sare Zavattini. Pero una de las cosas más importantes que aportó el nuevo cine argentino fue el reconocimien-to del hecho real de que había muchos españoles en Ar-gentina y muchos sudamericanos en España, exiliados o migrantes, cuyas vidas habían estado condicionadas por la guerra o por la dictadura. De este modo, el cine hablaba de lo que no se suele hablar: de las relaciones entre la metrópolis y la colonia, de las costumbres di-ferentes o de los acentos particulares, sobre la base de un fondo histórico reconocible. Este proceso semejante

de ambas cinematografías encontró su mejor expresión en algunas coproducciones, en la incorporación de al-gunos actores argentinos al cine español, como Cecilia Roth, Héctor Alterio o Ricardo Darín, y el éxito de las películas españolas en Río de la Plata.

El público ha respondido con entusiasmo a este nuevo cine hispanoamericano que no huye de la rea-lidad, que profundiza en ella y que, sin embargo, con-serva, casi siempre, un sentido del humor que va desde lo esperpéntico (Almodóvar) a lo tierno (Aristarain). Películas que abordan temas tan poco comerciales en apariencia, como la violencia de género (Te doy mis

ojos de Iciar Bollain) o la decadencia de una familia burguesa en el norte argentino (La ciénaga de Lucrecia Martel), duran meses enteros en cartelera, a pesar de la escasa publicidad. Hay un público adulto para un cine adulto que no es evasivo ni superficial.

Otra característica apunta como rasgo común en-tre ambas cinematografías: la lenta pero segura par-ticipación de las nuevas directoras en esta visión del mundo. Con excepción de Liliana Cavani, el neorrea-lismo italiano no tuvo directoras mujeres, y tampoco las hubo en la nouvelle vague francesa. Algunas, como Jeanne Moreau o Mónica Vitti, fueron musas (el aporte de esta actriz a las películas de Michelangelo Antonio-ni cada vez más reconocidas, pese a su proverbial hu-mildad) pero no creadoras en el sentido que se le da al cine de autor. Era exclusivamente cine de autores, no de autoras. Sin embargo, en el nuevo cine iberoameri-cano comienzan a aparecer importantes directoras de cine y guionistas. No es que no hubiera ninguna; las había, pero no alcanzaban el prestigio o la popularidad de los cineastas hombres. En España, con excepción de Ana Mariscal, que realizó 10 películas con la producto-ra de su esposo, escaseaban las mujeres que estuvieran del otro lado de la cámara. En estos últimos 15 años, impulsadas por el extraordinario envite que ha teni-do la condición femenina en la cultura española, han aparecido directoras mujeres cuyas películas son fuer-tes, experimentadas y de éxito: Chus Gutiérrez, Emma Cohen, Gracia Querejeta, Iciar Bollaín, Isabel Coixet, Josefina Molina, Pilar Miró o la gallega Pilar Sueiro. En Argentina y en Uruguay ocurre algo semejante.

Entre todas hay que destacar, por su carácter ex-cepcional, Whisky, la película uruguaya que obtuvo el Colón de Oro en el XXX Festival de Cine Iberoameri-cano de Huelva, en 2004. Dirigida por Juan Pablo Re-bella y Pablo Stoll, el guión narra la pequeña historia de Jacobo Koller, dueño de una modesta fábrica de medias cuya vida, monótona y rutinaria, parecía el símbolo de una sociedad mortecina, incapaz de cambiar. Hecha de silencios, de gestos menudos, la película se vuelve ago-biante y sin aberturas; realizada con mínimos recursos, no sólo obtuvo ese premio internacional, sino el favor unánime de la crítica y el cariño del público.

Posiblemente nadie esperaba esta eclosión de una cinematografía, la iberoamericana, que no cuenta con grandes recursos económicos, que a veces tiene dificul-tades de distribución, pero que ha encontrado muchos espectadores, de los buenos, y además, de gran fidelidad. A tal punto que, en estos momentos, el estreno de una película española o argentina puede competir sin dificul-tades con una estadounidense. Prueba de la salud de una cultura en castellano que salta todos los obstáculos. a

Escritora© Fundación Carolina

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Nunca en la historia han podido separarse los campos de la sociedad, la política y la cultura. En México, y en este 2008, es-tamos muy lejos de ser excepción. Parte fundamental de nuestra realidad cultu-

ral, la música es cuestión que trasciende gobiernos, sistemas y mecanismos en general enfocados a propó-sitos que poco tienen que ver con el acceso sustancial del pueblo al arte.

Si olvidamos los altibajos del siglo XIX y acepta-mos la premisa de que México empieza con la Revo-lución, encontraremos que la música sólo reconoce la división entre el antes y el después de Carlos Chávez.

De los años cuarenta hasta las presentes fechas, los hechos musicales del país, contradictorios casi siempre, muestran glorias que no se han repetido, pero también omisiones que se siguen pagando.

Más que una abstracción estética, el quehacer mu-sical ha sido una astucia en pugna. Este campo, donde intervienen compositores, solistas, jefes de orquesta,

infanterías de atril, jerarquías administrativas, ha sido permanentemente distorsionado por las ambiciones personales, las ignorancias empeñosas y, sobre todo, los partidismos tercos.

La actividad creativa, los estudios, el ejercicio pro-fesional, la que debería suponerse tarea noble de llevar al público los mensajes maravillosos de la música uni-versal, están en las manos de quienes hoy, como ayer, no estiman su quehacer más que como chamba conse-guida para sentirse con poder, aunque sea un sexenio.

Resulta descorazonador comprobar que por los años treinta del siglo pasado, los jerarcas de la música no eran muy distintos de los actuales, pero con la dife-rencia de ser, en su mayoría, músicos respetables.

Por naturales razones, donde la demografía man-da, tenemos hoy más profesionales, más orquestas, más teatros, mayor cantidad de aficionados. Las estadísticas, que nuestros gobernantes manipulan como si fuesen la realidad del país, arrojan cifras que deberían colmarnos de satisfacción si no nos llenasen de incertidumbre.

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Encaminados a buen paso hacia el consumis-mo, los melómanos estamos haciendo el juego a muchos mercaderes de la músicaque no solamente explotan productos de consumo, sino que lo hacen a costa de un público que se deja guiar por las verda-des únicas del disco, de los espectáculos comerciales y de la televisión.

Se han cumplido en estos días dos significativos centenarios: el de Herbert von Karajan y el de Karel Ancerl. El primero abarrotó la tribuna de los medios; el segundo apenas obtuvo algunos parrafitos de los po-cos que lo recordaron. Si apretamos clavijas, el checo vale tanto como el austriaco y es difícil optar entre una sinfonía de Beethoven dirigida por éste y una de Dvo-rak interpretada por aquél.

Habida cuenta de los avances normales en todo proceso artístico, en México prevalece la impresión de que no hay progreso, o el que se logra va por rumbos más bien equivocados. Música, poesía, pintura, son floraciones de un mismo ramaje que no podrán pene-trar en los espíritus humanos que no saben a cabalidad de qué se trata.

Sigue faltándonos base. No es el caso de ofrecer conciertos barrocos o música de jazz a quie-nes ignoran el abc de Haydn o los elementos de la tradición. Hace seis décadas, en las escuelas se-cundarias las clases de música tenían objetivos claros. El tiem-po las convirtió en obligación de programa cuyos resultados no pa-recen muy visibles.

No se puede juzgar sin puntos de referencia. Entre el grupito que dirigía José Rodríguez Frausto en Gua-najuato y la orquesta universitaria que hoy comanda Enrique Bátiz hay un abismo. Pero vale preguntar si quienes asisten hoy a los conciertos han mejorado de nivel en la misma proporción. No obstante, el blanco de los rabiosos venablos no es la educación musical, sino Bátiz.

Hacer cultura musical no es gastar presupuestos en óperas de Wagner, no es hacer enroques en el Festi-val Cervantino, no es fomentar el cuatismo inveterado en instituciones que se ahogan en el pozo insaciable de reuniones nacionales sin resultados tangibles.

Para no pecar de iconoclastas, aceptemos que hay mejorías en ciertos rubros. Pero es forzoso re-conocer la pobreza general. Músicos más capaces, pero no suficientes. Fieras que en este desierto ru-gen, pero en otras latitudes serían mansos gatitos. Directores que manejan mejor la zancadilla que la batuta. Organizadores improvisados que ostentan una sabiduría en la que nadie puede creer y procla-

man los años que llevan viviendo del erario. Músi-cos de buen oficio que se agachan ante la posibilidad de que se les quite la papa.

Los meses transcurridos no están demostrando que en materia de música, de cultura y de política, el gobierno actual tenga un programa o, por lo menos, un propósito.

En materia de música el trabajo es arduo. Se nece-sita remar contra una corriente caudalosa. Dijo algún pensador francés que la cultura de un hombre depen-día sobre todo de que la casa de sus padres hubiese tenido una biblioteca. La afición y el amor a la música parten de una infancia que en el hogar ha gozado la oportunidad de escuchar a Bach junto con los Beatles, o de ver un programa de televisión donde dirige Lo-rin Maazel y otro donde se cantan boleros de Agustín Lara.

La peor parte del caudal donde se rema no está del lado infantil, sino del paternal. De la generación de José Vasconcelos a la fecha hemos venido cuesta abajo. Buena parte de los adultos actuales conocen a Mozart

sólo en una mala película, y cuan-do escuchan decir Mahler creen que se les está injuriando.

Nadie da lo que no tiene, y no podemos esperar buenos pro-yectos musicales en lo inmediato. Comercio y cultura no se han lle-vado nunca. Vivimos días donde oferta y demanda están condi-cionadas. Donde los recintos de cultura se dejan en manos de las empresas mercantiles y donde la

administración pública quiere hacernos creer que sabe históricamente de dónde viene y que conoce la meta hacia la cual se dirige.

Sería bello escribir sobre lo bien que está en México la cultura musical. Se incurriría en falsedad. Tenemos remedos de lo que tuvimos; se ha despla-zado casi por completo a la promoción privada; se consumen los presupuestos en sueldos de burocra-cia, y, sobre todo, no es posible decir que nuestros programas de educación musical estén orientados a formar mexicanos aptos para distinguir entre el arte que se les regatea y la basura que se les quiere meter por todos los poros.

Si la Secretaría de Educación Pública pretende lo-gros educativos generales, y dentro de ellos los específi-cos en materia de música, tiene que voltear hacia atrás para restablecer el puente de las generaciones, y aunque ya no pueda hacer mucho por los padres de familia, al menos que logre persuadirlos de su obligación de poner en manos de sus hijos un tesoro del que carecieron. a

Escritor, investigador, historiador y crítico de música

la música es cuestión que trasciende gobiernos,

sistemas y mecanismos en general enfocados a propósitos que poco

tienen que ver con el acceso sustancial del pueblo al arte.

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El principal problema del teatro público en México es que carece de público. La mez-quindad y el egoísmo de unos cuantos di-rectores por imponer su teatro hicieron que el público los fuese abandonando. En la

actualidad, mientras el teatro comercial mantiene en cartelera obras por más de 10 años, este tipo de teatro ha perdido espectadores.

Cabe preguntarse por qué sucede eso con el teatro financiado por las instituciones y no ocu-rre con el resto del teatro, llámese éste comercial. El teatro inicia su época de oro con la dictadura del general Porfirio Díaz. Suprimidos los partidos políticos, el teatro fue la única diversión para los capitalinos.

Toda clase de teatros fueron instalados en la capital: de ópera, zarzuela, opereta, género chico, dramático, melodramático, comedia, circo. Grandes espacios, como el Esperanza Iris, Arbeu, Hidalgo, Virginia Fábregas, Lírico, Ideal, Orrin, hasta modes-tos jacalones en parques públicos o terrenos baldíos albergaban diariamente a los más diversos públicos. La farándula se iniciaba a las tres de la tarde para concluir a la media noche.

La Revolución no le restó público al teatro, al con-trario. Con la Decena Trágica y con el inicio de las hosti-lidades entre pelones y revolucionarios, la gente del inte-rior del país abandonó sus hogares para refugiarse en la capital por un conflicto –pensaban– que duraría algunos meses. Así fue que los teatros duplicaron su número de

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espectadores. Cuando las cosas empeoraron con la lucha entre las distintas facciones revolucionarias, la gente se-guía acudiendo noche a noche al teatro de su preferen-cia. La capital amanecía con un presidente y a la noche siguiente con otro. Cada mando militar emitía su propia moneda, los bilimbiques, y cuando no hubo liquidez por-que el papel moneda carecía de valor, se pasó al trueque, una entrada al teatro por un tamal y dos atoles…

La Revolución triunfó y fue entonces cuando el teatro fue tachado de elitista. Los artistas de la carpa que tanto daño hicieron a los padres de la patria fueron liquidados. Actores como el Panzón Soto y otros fueron expulsados del país, y sus jacalones fueron cerrados.

Además, el gobierno le impuso al teatro una car-ga fiscal de 85% “para la Revolución” y un sindicato anarquista –la Federación Teatral– para “protegerlo”.

Como consecuencia, entre 1925 y 1949, de me-dio centenar de salas, únicamente sobrevivieron seis: Hidalgo, Arbeu, Ideal, Lírico, Esperanza Iris y Fábregas. Las demás desaparecieron o fueron con-vertidas en cines.

La resurrección del teatro mexicano se gestó en París cuando un joven director, José de Jesús Aceves, descubrió los teatros de bolsillo. Con esta idea inaugu-ró en México el Teatro del Caracol. Muy pronto otros siguieron su ejemplo y, a principios de los cincuenta, surgieron en la capital numerosos teatros a los que la Federación Teatral no pudo tocar porque eran de me-nos de 100 espectadores.

A manera de paréntesis, pocos años atrás, el Ins-tituto Cinematográfico de México, la Escuela de Arte Teatral del INBA y la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM comenzaron a impartir cursos de actuación. A ello se suma la llegada de maestros de la talla de Seki Sano, Fernando Wagner, André Moreau, Charles Roo-ner, Earl Sennet y Michael Flüscheim, por mencionar algunos. Esto le proporcionó al teatro de nuestro país un amplio abanico de estéticas.

Con la llegada del medio siglo, el gobierno del Distrito Federal organizó las fiestas de primavera y lanzó una convocatoria para grupos teatrales. La res-puesta superó todas las expectativas. Los alumnos egresados de las escuelas de teatro formaron sus pro-pias compañías y se lanzaron a la aventura.

Algunos jóvenes se integraron a las compañías de teatro profesional y se dio la perfecta simbiosis entre la experiencia de las tablas y la enseñanza en las aulas.

A los críticos les resultó difícil ponerles una eti-queta; no eran profesionales a la manera de Virginia Fábregas, María Tereza Montoya, Alfredo Gómez de la Vega o los hermanos Soler; tampoco eran simples aficionados, porque ya conocían el oficio. Fue enton-ces cuando a Antonio Magaña Esquivel se le ocurrió denominarlos “experimentales”.

la resurrección del teatro mexicano se gestó en París cuando un joven director, José de Jesús aceves, descubrió los teatros de bolsillo.

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Durante toda la década de los cincuenta el teatro gozó de buena salud. Compañías profesionales y expe-rimentales ofertaban lo mejor de la dramaturgia uni-versal. Además de Usigli, comenzaron a estrenar Emi-lio Carballido, Sergio Magaña y Federico S. Inclán.

Además de los teatros de bolsillo, comenzaron a surgir nuevos espacios. La mayoría de los sindicatos comenzó a transformar sus auditorios en recintos tea-trales. Así aparecieron los teatros del Músico, el de los Compositores, Venustiano Carranza y otros más alre-dedor del munumento a la Revolución.

En tanto, el Instituto Nacional de Bellas Artes convocaba concursos nacionales y regionales de teatro experimental, y se apresuró a construir una serie de espacios en el Campo Marte. El teatro fue la última de las bellas artes en ser financiada. Al principio fue bajo una inteligente estrategia de coproducción al 50%. Este condicionamiento fue benéfico para el teatro público, ya que los grupos, para no perder el capital que apor-taban en iguales condiciones que el Estado, buscaban la mejor obra y reparto, capaz de atraer a un buen nú-mero de público.

Fue así que en los sesenta dos grupos se disputaban las preferencias del público que acudía a la Unidad Ar-tística y Cultural del Bosque –atrás del Auditorio Nacio-nal–: Emma Teresa Armendáriz y Rafael López Miar-nau ocupaban el Orientación, mientras Xavier Rojas y José Hernández trabajaban en El Granero.

Las temporadas de ambos grupos fueron históri-cas, las obras menos exitosas develaban placa por 300 representaciones.

Tanto el teatro público como el de iniciativa priva-da buscaban cada uno sus propios espectadores. Mano-lo Fábregas, primero en el Insurgentes y más tarde en su propio espacio, probó éxito como hombre de empresa con lo mejor de la dramaturgia universal. Lo mismo podía ser un thriller que un melodrama o una comedia musical. Otros más siguieron su ejemplo. Incluso el vo-devil estaba bien hecho, con los mejores repartos y con la complicidad de un espectador que fingía gustar de ese algo erótico que la actriz jamás mostraba.

La UNAM, por su parte, alquiló dos espacios: el Globo y el Milán. Unos años atrás, los primeros grupos de egresados de la Facultad de Filosofía y Letras habían triunfado con todas las de la ley en el Palacio de Bellas Artes con Muertos sin sepultura, dirigidos por Enrique Ruelas. Otros grupos surgieron durante los cincuen-ta: el de Carlos Solórzano o el de Charles Rooner, un austriaco que ganaba buen dinero en la industria del cine y lo invertía para hacer teatro universitario junto con su esposa Luisa Rooner. Le tocó su turno a Teatro en Coapa y Poesía en voz alta, con la dirección de dos Héctor, Azar y Mendoza.

En los sesenta continuó el boom teatral; además,

se construyeron más teatros en toda la República. En ese tiempo la iniciativa corrió a cargo del Institu-to Mexicano del Seguro Social. El arquitecto Alejan-dro Prieto diseñó un mismo teatro funcional. De ese modo, las distintas compañías no tenían que ajustarse a las características específicas de un determinado tea-tro. Eran iguales el Tepeyac que el Xola o cualquiera de los construidos en todo el país.

A principios de los setenta, cuando parecía irle bien al teatro público, sufrió su primer colapso. No se le perdonaban las temporadas exitosas en los teatros Orientación y El Granero; por ello, un grupo de direc-tores se apoderó primero del teatro del INBA y más tarde del de la UNAM.

Fue cuando se comenzó a escuchar que no había que hacer más concesiones al público porque eso era prostituirse, que se tenía que hacer el mejor teatro del mundo (el suyo), que tampoco importaba dar a conocer lo mejor de la dramaturgia universal o nacional, les bas-taba con algunas páginas del directorio telefónico, y en cuanto al actor, era menos que una rata a la que se podía pisotear y humillar, por eso era urgente un replantea-miento y, en lugar de enseñarle, había que adiestrarle para que fuera manso y humilde al obedecer.

También cambiaron las políticas de financiamien-to. Como a los políticos no les importaba si una obra fuese exitosa o pudiese recuperar su inversión, el terre-no estaba preparado para estos directores. El público, que no es retrasado mental, comenzó a volverles la es-palda. El gobierno, en un intento de atraer a ese públi-co que se le escapaba de las manos, creó en esa década cooperativas teatrales para llevar gratuitamente todo tipo de teatro a los capitalinos. Las tentativas de buscar espectadores para el teatro público fracasaron.

En los años setenta, el último en construir nuevos espacios fue la propia UNAM.

epílogoEn estos primeros ocho años del nuevo milenio, el balance no es nada halagador para el teatro público. Ahora, en lugar de 300 o más representaciones, apenas se alcanzan las 30. Cada vez hay menos espacios dónde actuar. Durante un buen fin de semana los espectado-res que acuden a estos teatros no rebasan la treinte-na. Todo se le atribuye, desde luego, a la inseguridad o hasta a la internet, pasando por otros medios.

Los agoreros profetizan que el teatro público de los próximos años será como para una especie de iniciados en catacumbas. Otros profetizan que se creará un teatro nacional (el suyo) que ofrecerá funciones gratis en bus-ca del espectador que ahora no se tiene, gratuidad que, como ocurrió en los setenta, sólo afectará a otros grupos independientes que dependen del erario. a

Director de “Escenología”

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La acelerada transformación actual en las percepciones del mundo y de nuestro país, y la praxis social de ellas derivada, están pro-duciendo enormes consecuencias en todos los órdenes de la vida: mucho se cuestiona,

se reformulan paradigmas, valores, proyectos y nocio-nes, entre ellos el concepto de cultura que ha salido de la academia para extenderse a la sociedad. Como dice el eminente historiador francés Fernand Braudel, a cada época corresponde una determinada concep-ción del mundo y de las cosas, una mentalidad colec-tiva predominante producto de antiguas herencias, de creencias, temores y viejas inquietudes que nacen del inconsciente colectivo y que constituyen un conjunto de valores, todos ellos dentro del campo cultural.

En este sentido, es importante tener claridad en las nociones y conceptos que se utilizan en la construc-ción de los proyectos de desarrollo humano: cultura, política cultural, patrimonio cultural, identidad, plu-ralidad, democracia cultural, dimensión cultural del desarrollo. Nociones e instrumentos conceptuales que se construyeron a lo largo del tiempo, a partir de las demandas sociales y políticas. Tal es el caso de los con-ceptos cultura y patrimonio, que lentamente se fueron transformando a lo largo del tiempo en prolongadas fases de codificación, adquiriendo nuevos significados y aplicaciones en cada etapa histórica, hasta alcanzar nuevos significados y aplicaciones que incluso contri-buyeron, ideológicamente, a la construcción o integra-ción de los Estados nacionales.

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Hoy hablemos un poco más de dos nociones: cul-tura y patrimonio cultural. La cultura y el patrimonio cultural durante el siglo XX se convierten en asunto primordial en la conformación de las políticas públicas y son objeto de la legislación y de la administración. Durante ese periodo, se abren diferentes dependencias especializadas: museos, departamentos de bellas ar-tes, secretarías o institutos de cultura, y se legisla para proteger los monumentos históricos. También, su uso se amplía a nivel nacional e internacional, sustentado por organizaciones gubernamentales o privadas, mun-diales o regionales, y surgen nuevos conceptos que se extienden a las relaciones internacionales.

En la actualidad, los dos conceptos –cultura y patri-monio– son componentes sustantivos y de gran impac-to en toda política cultural, pues su realización necesita del compromiso del mayor número posible de miem-bros de la sociedad, más allá de las diversidades sociales, étnicas, políticas, religiosas o de género. Por ello tam-bién se habla de democracia cultural y de los derechos culturales como fundamentos de la democracia política y económica, considerándose que son componentes del desarrollo humano, noción de reciente formulación en la ONU: empresa que fusiona el esfuerzo de toda la so-ciedad y que integra todas las dimensiones de la vida, las energías y los bienes de la comunidad, pues en el desa-rrollo humano participan y terminan todos los proyec-tos con los que se busca crear las condiciones en pos de una mejor calidad de vida para los pueblos.

La cultura es un universo cuyo centro está inte-grado por el género humano: el hombre y la mujer; el niño, la niña; la familia y la sociedad, así como el pa-trimonio natural y social heredado, y una identidad construida y compartida a lo largo de la historia. Por eso se afirma que la cultura es el atributo por excelencia de la condición humana y la característica principal del hombre como ser social, en su diálogo constante con el cosmos, la naturaleza y su biodiversidad, el mundo material y espiritual. Y dado que la cultura es el prin-cipio activo que conforma a la sociedad, toda persona es un ente cultural, pues no existe ser humano o grupo social fuera de la cultura. Los seres humanos nacemos y nos desarrollamos en ella, le da sentido a nuestra vida a partir de sus elementos y de un conjunto de valores significativos. La cultura es aquello que el hombre usa y aquello que el hombre nombra; es un conocimiento, un saber, una imagen y un sistema simbólico. Por ello, hoy, cuando se habla de cultura, se hace desde la perspectiva de una concepción amplia, y no sólo refiriéndose a la mera idea de las actividades artísticas. Esta concepción no niega la visión artística de la cultura, ámbito de lo sublime en la creación humana, sino que la comple-menta incluyendo todas las demás manifestaciones de la experiencia y de la identidad colectivas.

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33La cultura como concepto es “una construc-ción intelectual utilizada para describir (y explicar) un complejo conglomerado de comportamientos, ideas, emociones y obras humanas”,1 que en su sen-tido amplio se entiende “como modo de vida y for-ma de convivencia. Abarca los valores que comparte la población, la tolerancia frente a los demás (entre razas y sexos), las orientaciones y las preferencias sociales”.2

Abundemos en la descripción. La cultura es el complejo integrado por seres humanos relacionados en familia y sociedad, dotados de un patrimonio na-tural y social heredados, con una identidad construi-da y compartida a lo largo de la historia. Tal como lo dice Federico Mayor, quien fue director general de la UNESCO: “La cultura es el conjunto de elementos sim-bólicos, estéticos y significativos que forman la urdim-bre de nuestra vida y le confieren unidad de sentido y propósito, de la cuna a la tumba. Pero no se trata sólo de la vida y la identidad individual, sino también del modo en que las comunidades se expresan y vinculan entre sí, como grupos que comparten preocupaciones y experiencias, que sirven a su vez para proyectar re-cuerdos, hallazgos e incluso traumas y temores, más allá de los límites de nuestra existencia mortal, a las generaciones venideras”.3

También, en un sentido más estricto, la cultura se entiende como expresión de las bellas artes en sus dis-tintas manifestaciones, que a lo largo de la historia han sido consideradas como la única expresión válida de la cultura, y como hombres cultos quienes las practicaban. A esto se llamó la alta cultura, privilegio de minorías, sin que se tomara en cuenta que la cultura es el atributo distintivo de los seres humanos que dialogan entre sí y a través de las centurias interrogan al cosmos, se enfren-tan a la naturaleza, la estudian, transforman y apropian; crean tradiciones, religiones, instituciones, ciencias, modas, ideologías y patrimonios, que transmiten y he-redan material y espiritualmente. Todo esto es posible porque “la cultura modela nuestro pensamiento, nues-tra imaginación y nuestro comportamiento. La cultura es la transmisión de comportamientos y también una fuente dinámica de cambio, creatividad y libertad, que abre posibilidades de innovación”.4 a

Antropólogo. Director del Museo Nacional de las Culturas / INAH

1. Informe Mundial sobre la Cultura, UNESCO, 1999, p. 65.2. Op. Cit., p. 22.3. La Nueva Página. Fondo de Cultura Económica, México, p. 111.4. Nuestra Diversidad Creativa. Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, UNESCO, p. 16.

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Reflexiones y desvelos motivados por el do-minio y los influjos de una cultura sobre otra han persistido siempre, aunque nom-brados de distinta manera, desde las más remotas sociedades.

Si bien los actuales términos de globalización, cul-tura masiva y sus similares faltaron en aquellos anti-guos discursos, no escaseaban otros como pueblo, tra-diciones, contaminación, profecías e instrucciones, refe-ridos básicamente a cultos y costumbres; de manera tal que la proclamación y defensa de cierta “pureza” alen-tó perennes batallas de estadistas y líderes espirituales con ceño bastante fruncido, a quienes no faltaban sus razones pues estaba en juego el equilibrio del Estado o de la comunidad.

Con el transcurrir de los tiempos fue quedando claro que los influjos no resultan necesariamente ne-gativos. Puede que sí y puede que no.

Abundan ejemplos de cada tipo, desde la propia antigüedad, en las hordas e imperios devastadores o, por el contrario, en movimientos espirituales que en-riquecieron al hombre, como las religiones de frater-nidad y amor y como la ciencia helenística; personal-mente, simpatizo con todo influjo que añade, aumenta las posibilidades, perspectivas, modos de ser y actuar, sin reducir al otro, respetando identidades y valores propios, más bien, proporcionando valores añadidos.

¿Cómo discriminar con precisión uno u otro caso?No creo que existan patrones de medida absolu-

tos, dígase progreso, dígase evolución o cualquier otro concepto de similar índole, siempre susceptible de in-terpretarse y reinterpretarse.

Creo, sin embargo, que algunos conceptos devie-nen señeros. Por ejemplo, identidad y enriquecimien-to de posibilidades; no en balde, resulta preocupación común la actual globalización, que suele implicar una masificación de la cultura y, con ello, una pérdida o empobrecimiento, antes que un desarrollo o evolu-ción enriquecedora, de las identidades nacionales y regionales.

Bastante más acá, en el tiempo y ámbito socio-cultural de toda América y en especial de Iberoaméri-ca –conjunto de naciones constituidas por las mayores confluencias e intercambios universales dados hasta hoy–, los conceptos que han modulado tal problemá-tica hablan de civilización y barbarie, Nuestra América y, más recientemente, cultura masiva, globalización e identidades.

Sobra decir que las visiones no sólo han sido múl-tiples, sino aun discrepantes. Ejemplos cimeros, la del argentino Domingo Faustino Sarmiento, la del cubano José Martí, la del ecuatoriano José Enrique Rodó, la del mexicano José Vasconcelos y la del español José Ortega y Gasset.

Vale la pena reflexionar siempre sobre todas, pro-pósito al que incitamos y nos interesa cumplir, pero invitación que dejamos hecha dada nuestra obligada brevedad aquí, donde, de todos modos, quisiéramos rememorar que, hace ya 80 años, Ortega alertaba con asombrosa sagacidad, en su Rebelión de las masas, so-bre los peligros de la estandarización y, junto a ella, los influjos de los discursos y proyectos demagógicos en las masas populares.

Discreparíamos de algunos tonos y aseveraciones, pero nos vemos obligados a reconocer que los efectos empobrecedores y manipuladores de la estandarización y de la dominación técnico-económica (a más de seu-docultural) que le acompaña, han sido advertidos desde hace buen tiempo.

A la evidente multiplicidad de recursos para la dominación económica o político-económica se sobre-ponen los fenómenos de la estandarización –desde los gustos hasta los hábitos y costumbres– y de la masifica-ción de las personalidades, basados a menudo en la real o supuesta comodidad pero también, y ello siempre, en los métodos de la repetición y la des-identificación po-tenciados por los modernos medios de comunicación y las cadenas estandarizadas de servicios públicos.

Del “yo soy yo y mi circunstancia” se busca la re-ducción o nivelación de los diversos “yo” a la circuns-

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tancia de una globalidad mediatizada; y bajo la aparente afirmación de un “yo” y la consigna del “individuo” y su comodidad, el ciudadano va siendo, en verdad, también reducido a “masa” cuando no a un estéril narcisismo: Un solo modo de vida y tipo fundamental de productos me-diáticos en una supuesta variedad (desde el cine a la te-lenovela); un solo tipo de aspiraciones en la engañifa de cinco o seis marcas que, imponiéndose como “la mejor” cada una de ellas, conducen a “lo mismo”. Los efectos y, por supuesto, mucho menos los fines, ni siquiera se acer-can al desarrollo de las potencialidades humanas y cultu-rales de cada persona, ni de cada pueblo o región.

Tampoco podemos dialogar ampliamente ahora sobre la “era del vacío”, el “fin de la historia”, la “muerte del arte” y otros muchos paradigmas tan discutibles.

Sabemos que la respuesta no es salvar a toda cos-ta la circunstancia (sí, sumamente mejorable), ni afe-rrarse, ególatras, al “yo” que somos hoy día (también perfectible); pero se impone la debida dialéctica de la superación de las circunstancias a partir del propio “yo”, así como de nuestro “yo”, mejorando paulatina-mente la circunstancia donde se arraigan sus genuinas potencialidades.

Siempre fue necesaria, pero ahora más que nun-ca, la búsqueda de la alta espiritualidad, los altos va-lores que abarcan las genuinas libertades y riquezas espirituales, las de la luminosa estrella que demanda Martí en Yugo y estrella, las de los discípulos del Pro-teo de José Enrique Rodó, así como el desarrollo de la personalidad y la cultura creativas, y no mercantiles,

propugnadas por Erich Fromm, desde otra óptica, mas todas ellas contrarias lo mismo al servilismo que al populismo.

Ahora bien, el temor y la reacción enclaustradora no pueden traer una solución. El retardo tecnológico y científico-cultural, el anquilosamiento, la negación total del foráneo conducen a consecuencias quizá peores.

Asumir la tecnología, los medios y el buen saber de aquellos más desarrollados en planos específicos, constituye siempre un reto para las identidades y liber-tades, pero es tan necesario afrontar ese riesgo como necesarios son los injertos para las buenas cosechas.

Ello vale para el ámbito de las comunicaciones y las artes, desde los lenguajes y culturas orales hasta in-ternet y los más modernos productos mediáticos, in-cluyendo las nuevas modalidades de la imagen virtual y las técnicas de 3-D.

Desde hace décadas nos parece vivir no un nuevo milenio –partición del tiempo siempre muy conven-cional–, sino un nuevo momento para la humanidad, periodo más palpable, lleno, como todos, de alegrías y pesares… y de las tensiones más diversas, una de cuyas contradicciones más traídas y llevadas parece, sin embargo, no sostenerse ya: la de los apocalípticos o integrados.

En el nuevo milenio podemos optar por el Apo-calipsis o la integración, pero también participar de ambas tendencias a la vez, o de ninguna propiamente dicho. Al menos hoy, el dilema parece no ser tan obli-gado ya, si en verdad lo fue alguna vez.

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¿Quién o qué impide buscar una nueva integra-ción a los avances informáticos o tecnológicos, am-pliando horizontes espirituales sin someterse a los de-rroteros ya dominantes?

Las corrientes humanistas de uso de internet, el cine independiente, el arte pobre o el underground, por ejemplo, pudieran andar ya con innegables logros por dichas búsquedas. Mas hagamos un paréntesis.

Conviene prevenirse contra ensueños vanos e ignorancias socioculturales, sabiendo que, sin estar necesariamente de acuerdo con que el medio es el mensaje, la tecnología impone siempre ciertas reglas o condiciones y desde antaño los progresos han mostra-do facetas sombrías que las generaciones posteriores debieron desbrozar.

Ahora bien, si sólo una esca-sa minoría de egipcios y mesopo-támicos dominaron la escritura y la ciencia de sus templos, ello no significa que la escritura no fuese un avance, como también lo fue luego el alfabeto sumerio y, más tarde, la imprenta, aunque ni la lectura ni la adquisición de libros fue privilegio de cada ser huma-no en el Renacimiento.

Nunca el verdadero reto fue optar entre el Apocalipsis o la integración, sino poner la tec-nología, incluyendo los medios de comunicación y de desarrollo cultural, en función de una hu-manidad entendida como mayo-ría y, mejor aún, como totalidad de los seres humanos.

Ser culto para ser libre es una profunda enseñanza martiana que habla de la necesidad de la cultura para la libertad. También, de hecho y contextualmente, su-braya la aspiración a esa libertad para la cual se necesita la cultura, la más alta y actual cultura, con el conocimiento y dominio de los mass me-dia, y no su temor ni desdén. Proclama una cultura para el desarrollo y la libertad, y un desarrollo y libertad para la cultura, en todos sus campos y extensiones, dejando un relevante sitial a la cultura del debate.

Al rechazar todo poder detentador de los bienes materiales y espirituales, las corrientes alternativas ha-llarían mal remedio ufanándose y autolimitándose a sí mismas mediante la ignorancia de las virtudes de los medios, las artes y las técnicas “de punta”.

Un arte pobre en recursos, por ejemplo, puede ser tan rico en valores como el que más, pero ni puede as-

pirar a que todo arte sea pobre ni consagrarse como el único que se corresponde con determinada sociedad. Su validez nunca tiene que asentarse en la invalidez de los demás. Podemos empezar con la pobreza y el bajo recurso, sacar el mayor partido a lo poco, pero no hay por qué renunciar a la esperanza ni a las posibilidades de lo mucho.

Sin integrarnos equívocamente a los sende-ros trazados por la cultura más desarrollada o rica económicamente, podemos aspirar al diálogo y a la contrapartida enriquecedora, contando a la vez con las culturas y manifestaciones alternativas, y con la educación y preparación para los medios, incluyendo la internet.

Las galaxias del rápsoda y Cicerón, de Gutenberg, Marconi, Von Neuman y otros más pueden convivir, necesitarse y colaborar enriqueciéndose entre sí.

Nuestra América y las so-ciedades aún subdesarrolladas necesitan reducir paulatinamen-te la brecha de las nuevas tecno-logías informáticas y establecer vínculos comunicacionales de amplio intercambio y conoci-miento mutuo; necesitan asumir las nuevas tecnologías y mass media a la vez que conservar los valores genuinos heredados en las tradiciones. El reto probado y arduo es el de enriquecer, su-mar creativamente, sin sustituir ni desechar irresponsablemente.

La dificultad radica siempre en el cómo, en hallar los caminos que han de ser propios también, según las propias circunstancias, rechazando el mimetismo, la es-tandarización y la sumisión men-tal, con un lógico desarrollo de

lenguajes, discursos y artes propias, que no por propias renuncien a lo universal.

En Ortega latió perennemente el impulso a hacer progresar la cultura sobre la base de lo más auténtico del ser y sus circunstancias; y Martí proclamaba que injertásemos el mundo en nuestras repúblicas sin que el tronco dejase de ser el nuestro, y deviniésemos cul-tos para ser libres; reclamos que siguen siendo vitales en el actual mundo y su problemática de globalización y tecnología moderna versus nacionalismos y tradicio-nes (circunstancias y necesidades) regionales.a

Profesor titular del Instituto Superior de Arte de Cuba © Fundación Carolina

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La cultura en México –díganse las bellas ar-tes– resulta cara e inaccesible, por más que se diga que está al alcance de la mano tanto de creadores como del público, y si no…

El escritor Marco Aurelio Carba-llo dice que los artistas mexicanos –músicos, escritores, pintores, cineastas, bailarines, actores– aportan 6% del producto interno bruto, que es de 9.63 billones de pe-sos, en tanto que el presupuesto asignado este año a la cultura es de 9 mil 403 millones 508 mil pesos. ¿Será?

Un teatrista de pura cepa, Jorge Galván, que ha dirigido y/o actuado en 175 puestas en escena, y a quien el Instituto Nacional de Bellas Artes y Litera-tura (INBA) le confió durante 27 años la enseñanza y promoción del teatro en varias regiones del país,

dice que el aparato burocrático, más que impulsar, encarece la cultura.

“Cuando me inicié en el teatro –recuerda–, de cada peso se gastaban 30 centavos en administración y 70 en creación. Yo me atrevo a decir que actualmente se gasta lo contrario: 70 en burocracia y 30 en arte.”

Si el cálculo de Galván se generaliza, significa que del presupuesto de este año dedicado a la cultura, 70%, es decir, 6 mil 582 millones 506 mil pesos, se gasta-rán en burocracia y sólo 30%, poco más de 2 mil 821 millones de pesos, en arte. “En cada nuevo sexenio se pretende inventar la promoción y difusión de la cultu-ra, dándole la espalda a experiencias afortunadas. ¿Por qué pretender, las más de las veces, empezar de cero?”, pregunta Galván.

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A su vez, la maestra Julieta Cedillo, solista reco-nocida internacionalmente y primera flauta de la Or-questa Sinfónica Nacional, dice que los músicos mexi-canos sufren una especie de malinchismo: son dis-criminados en su propio país. Nuestras instituciones culturales –explica– tienen cuotas para los músicos, no en función de su calidad, sino de su nacionalidad, es decir, para mexicanos y para extranjeros. Esta dis-criminación se da en todos los niveles: solistas, direc-tores, orquestas sinfónicas o de cámara; a los músicos mexicanos siempre les pagan menos.

La maestra Cedillo considera urgente crear más orquestas en México, pero ante el reducido presupues-to dedicado a la música, demanda que organismos pri-vados auspicien y fomenten la cultura musical.

Por el contrario, Arturo Ripstein, cineasta de prosapia, asegura que sólo con el mecenazgo estatal se puede hacer cine de arte. Lo otro, el cine comer-cial, podrá ser bueno o malo, pero difícilmente será artístico.

Con la autoridad de ser uno de los jurados más solicitado en los certámenes internacionales, estable-ce que el arte no es lucrativo. Y aunque acepta que la cultura puede ser negocio a través de otras instancias, reitera que sólo con financiamiento público se puede hacer cine de arte.

Del presupuesto mencionado al principio, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) tiene asignados 3 mil 765 millones 217 mil pesos, cantidad que los creadores consideran insuficiente. Inclusive, grupos de artistas independientes se quejan de haber sido marginados e ignorados en la elaboración y apli-cación del presupuesto cultural.

Entre los inconformes, David Psalmón, director escénico, dice que la situación artística en México es grave, especialmente en teatro. Además de que no se liberan presupuestos para la actividad teatral, es co-mún que los empleados no perciban regularmente sus salarios; por ejemplo, mientras que a los empleados del Centro Cultural Helénico no les pagan hace meses, en el Conaculta se registra un subejercicio de 470 millo-nes de pesos.

Ante esta situación, Psalmón augura que los ar-tistas independientes sólo cuentan con la alternativa

de recurrir a la búsqueda de patrocinios privados o de empresas: “Vamos a padecer mucho para produ-cir nuestras obras: cuando otros dependen ciento por ciento del presupuesto del Estado, nosotros tendremos que recurrir a las empresas y seguir recibiendo las mi-gajas del presupuesto del Conaculta”.

Desde el año pasado, escritores y artistas critica-ron el escaso presupuesto asignado al sector cultural. “Es un agravio, vamos para atrás”, dijo entonces Víc-tor Hugo Rascón Banda, presidente de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem). Este año se revivió el “sismo presupuestal” al que se han sumado “réplicas” de dos tipos: mal manejo del dinero y, lo in-congruente, subejercicio del presupuesto.

Para el poeta y dramaturgo Vicente Quirar-te, miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, el problema, más que en el magro pre-supuesto, está en gastar en programas que no dan resultados.

“Lo que se necesita son proyectos más sustanti-vos y menos adjetivos. Se debe pensar en ir siempre a la raíz y en la continuidad de los proyectos culturales. Sería bueno ver cuál es el patrimonio existente y sobre eso trabajar”, señala.

Respecto de la partida asignada a cultura, afirma que “el presupuesto siempre será insuficiente. Es mons-truoso pensar que un misil que lanzaban los Estados Unidos en su guerra contra Irak (el Tomahawk era el más usado y costaba casi 2 millones de dólares) equi-valía al presupuesto que yo recibía como director ge-neral de Publicaciones durante un año. Y si medimos eso en términos actuales de lo que se destina para ar-mamento y para atacar el narcotráfico, viene a ser muy superior a lo que se otorga a la cultura”.

De los 9 mil 403 millones 580 mil pesos dedica-dos este año a la cultura, mil 16 millones 900 mil pe-sos se repartirán en diferentes entidades, entre ellas el INBA, que recibirá 300 millones de pesos.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) contará con 190 millones de pesos. Además se creó el Fondo Arqueológico, que dispondrá de 300 millones extras.

Al Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) se le asignaron 4 millones de pesos, mientras que el Centro Cultural Tijuana (Cecut) contará con 15 millones.

De los 9 mil 403 millones 580 mil pesos dedicados este año a la cultura, mil 16 millones 900 mil pesos se repartirán en diferentes entidades, entre ellas el iNBa, que recibirá 300 millones de pesos.

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Las librerías Educal recibirán 24 millones de pe-sos; los Estudios Churubusco Azteca, 33 millones; las Ciudades Patrimonio de la Humanidad, 5 millones 900 mil, y el Fideicomiso para la Cineteca Nacional, 15 mi-llones de pesos.

El Instituto Mexicano de Cinematografía dispon-drá de 40 millones de pesos, mientras que Radio Edu-cación tendrá 10 millones; Canal 22, 60 millones, y se destinarán 20 millones a los preparativos del Bicente-nario de la Independencia y el Centenario de la Revo-lución que organizará el Conaculta.

Anunciada con bombo y platillos, la mega bibliote-ca José Vasconcelos pasó, en unos cuantos días, de ser el eje rector en materia cultural del sexenio del entonces presidente Vicente Fox, a una mole de ce-mento y varillas que, debido a las deficiencias que la aquejaban, tuvo que cerrar para enmendar lo que “las prisas” impidieron.

Con un costo de mil 300 millones de pesos, el “gran proyecto” que prometía contar en su acervo con más de 500 mil libros para 4 mil 780 usuarios que aten-dería simultáneamente, se convirtió de un plumazo en un elefante blanco: ni libros ni lectores y ni siquiera la reparación de goteras, elevadores o cableado eléctrico.

Pero más allá de las cifras presupuestales, Joaquín Armando Chacón, novelista, considera que México su-fre una falta de cultura de 500 años: “Nuestros gober-nantes, sean del partido que sea, no piensan en el arte. Y esto lo hemos padecido durante 500 años”, asegura.

Recuerda que José Vasconcelos vaticinó: Cuesta más no publicar un libro que publicarlo (Jesús Reyes Heroles decía que es más caro no educar que educar). La vergüenza de no publicar un libro se va a ver con el tiempo. Y Chacón piensa que esa vergüenza ya se está viendo en México.

Se dice mucho que los libros son caros. Sin embar-go, hay discos de autores y cantantes que tres meses des-pués ya nos olvidamos quiénes son, y aunque cuestan 250 pesos se venden un millón de ejemplares, pero no se venden un millón de libros de 250 pesos. Lo que cuesta la cultura en México es una vergüenza histórica.

Y si la cultura cuesta mucho, el mayor gasto –dice Chacón– lo han asumido los artistas: pintores, músi-cos, directores de cine, actores, literatos... Ellos son los que han pagado un costo que ni el gobierno ni la socie-dad han querido admitir todavía.

Por su parte, Norma Yolanda López, bailarina egre-sada de Bellas Artes y con estudios en danza moderna en The Place y Rambert Academy of London, se indigna al afirmar que los gobernantes utilizan el arte para ocul-tar sus incapacidades y manipular a la gente. En el mejor de los casos, hacen pasar por arte cualquier baratija.

Directora del centro de iniciación artística Isado-ra Arte en Movimiento, en la ciudad de Jalapa, dice que al desconocimiento de la población sobre los procesos artísticos se suma la grandilocuencia y el fasto con el que los promueven los gobiernos.

“El abandono de facto que hace el Estado de la educación artística necesariamente se torna caldo de cultivo para la ramplonería seudo artística. Y es pre-cisamente la vulgaridad, la ordinariez, el precio que la sociedad tiene que pagar por la carencia de una autén-tica política cultural”, advierte.

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41David Martín del Campo, novelista, creador de la “narrativa pendular”, tiene otra visión del costo de la cultura:

“Dentro de 50 o 100 años van a permanecer los cuadros de Tamayo, las sinfonías de Silvestre Revuel-tas, quizá las películas de Del Toro, el teatro de Vicente Leñero, de Carballido, pero nadie se acordará de su di-putado, de su senador, del gobernador de Jalisco, de los secretarios de Gobernación... Lo que queda es la cultu-ra. Por eso la cultura vale, cuesta lo que debe costar, y muy bien.”

Explica que “en México el fenómeno cultural es distinto al de otros países, porque aquí la cultura y el arte tienen sus propias y muy peculiares comillas. En países desarrollados la cultura está más privatizada, es impulsada y auspiciada más por asociaciones, herman-dades y consorcios particulares. En México, en cambio, la cultura ha sido impulsada por el gobierno como una manera de cubrir sus culpas. Así surgieron la escue-la mexicana de pintura, el mexicanismo sinfónico de Carlos Chávez, de Revueltas, de Moncayo”.

Ahora, agrega, el costo de la cultura es diferen-te. Se tiene que definir no el camino y el sentido de la cultura y el arte, sino de qué manera vas a pagar ese camino. Porque el que va a determinar el sendero, la ruta del arte, será cada artista. Viva la libertad. Y en ese

sentido, viva la libertad del arte: que cada quien pin-te su testículo de rojo, de verde, de amarrillo o que lo haga transparente, pero que sea su propia idea”.

En México, algunas actividades artísticas son sub-vencionadas por la iniciativa privada, como la Fun-dación Televisa, la Fundación Domecq, la Fundación Telmex. Pero la mayor parte es subvencionada por el Estado.

De un tiempo para acá se inventó el apoyo a los becarios, y muchos artistas han podido iniciar su de-sarrollo a partir de esa subvención –no es cuantiosa, sino apenas como la séptima parte de lo que ganaría un diputado–, que les permite hacer sus composicio-nes musicales, su arquitectura, su trabajo fotográfico, su pintura, su escritura, su proyecto cinematográfico.

¿Cuánto cuestan la cultura y el arte? Pues nos cuesta parte de lo que pagamos de impuestos y la parte del petróleo de Cantarel que corresponde al desarrollo del arte, que a la larga es lo que va a quedar.

En promedio, un libro y una botella de güisqui cuestan, igualmente, 250 pesos. Y para leer un libro y beberse una botella del licor, el escritor Marco Aure-lio Carballo tarda, también en promedio, una semana. Entonces el dilema para algunos es: ¿Un libro o una botella de vino?a

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El valor estratégico de la cultura en el desa-rrollo económico de un país como México, sorprendentemente rico por sus sitios ar-queológicos, centros históricos, arquitectura vernácula, artesanías, obra plástica y litera-

ria, tradiciones, uso de lenguas autóctonas, rituales, in-dumentarias, ceremonias, danzas, música y su extraor-dinaria gastronomía, debiera alentar el establecimiento de una política cultural de Estado que provea a este sector de procedimientos y prácticas administrativas, presupuestarias y tributarias, así como de un marco ju-rídico propio, que privilegien su crecimiento más allá de cambios políticos y tendencias partidistas.

El compromiso del Estado con el desarrollo del sector cultural parte de los acuerdos establecidos en la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales (Mon-diacult), celebrada en México en 1982, en la que quedó establecido que “sólo puede asegurarse un desarrollo equilibrado mediante la integración de los factores cul-

turales en las estrategias para alcanzarlo”. Esta defini-ción, ratificada en el Informe Mundial de Desarrollo Hu-mano 2004 de la Organización de las Naciones Unidas, concluye en que es el desarrollo el que está inscrito en la cultura y no al contrario, por lo que se hace necesa-rio “acompañar los procesos de desarrollo económico y social sustentables con políticas públicas que tomen plenamente en cuenta a la cultura”.

Pensar en un proyecto de trascendencia sexenal, que conciba la potencia generadora de la cultura como factor de crecimiento, generador de empleos y legítima fuente de ingresos implica: involucrar a los distintos sectores de la sociedad civil y a los tres niveles de go-bierno, en su ámbito de responsabilidad y desde una perspectiva federalista; establecer acuerdos con los diferentes poderes del Estado, especialmente con el Legislativo, a fin de que provea los instrumentos nor-mativos que permitan su ejecución, pero también se requiere de una relación más estrecha con la iniciativa

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privada que amplíe para la sociedad el acceso, goce y disfrute de los bienes y servicios culturales.

Este proyecto necesita, además, un apoyo finan-ciero que amplíe la acción del Estado en los distintos rubros que integran el sector, entre otros: la educación, el fomento para la producción de bienes y servicios de las industrias culturales, la vinculación con polos de destino turístico, los apoyos a artistas y creadores, la formulación de proyectos de desarrollo sustentable en comunidades cercanas a los sitios arqueológicos, así como contar con una política de estímulos fiscales. Lo anterior, a partir del peso específico que la cultura ob-tenga en la economía nacional, implica tener criterios compartidos para formular los presupuestos culturales y estrategias claras y proactivas que atiendan la vincula-ción de lo cultural con otras áreas del desarrollo.

Ello se fundamenta en que si la UNESCO propone que los países destinen 1% de su Producto Interno Bruto (PIB) al sector cultural, en los últimos cinco años, el pre-supuesto federal destinado a la cultura en México ha pro-mediado entre 0.07 y 0.34% respecto del monto total del Presupuesto de Egresos de la Federación. Esto contrasta con la aportación que este sector hace a la economía, que es de alrededor de 6.7% del PIB nacional y produce mi-llón y medio de fuentes de trabajo. A ese porcentaje se de-ben agregar los millones de pesos anuales que se generan, sin efectos fiscales, por concepto de compra de artesanías, asistencia a espectáculos, visitas a zonas arqueológicas y museos, venta de obra artística y otras.

En comparación con el conjunto de países que conforman la Unión Europea, un importante estudio realizado por KEA European Affaris, intitulado La economía de la cultura en Europa, subraya el potencial del sector cultural en la creación de empleo, tanto en número como en calidad. Según datos de este estudio, el sector de la cultura en esos países empleó en 2004 a más de 5.8 millones de personas, cifra que equivale a la suma de la población económicamente activa de Grecia y de Irlanda. Además, en 2003 este sector contribuyó en 2.6% al PIB de la Unión Europea, y crece actualmente a un ritmo más acelerado que el resto de la economía.

En un horizonte de mediano plazo, estas acciones constituyen el marco propicio para revalorar la iden-tidad nacional y reconstituir vínculos identitarios, de afirmación y reivindicación de grupos sociales y comu-nidades que conforman la base de nuestra riqueza pa-trimonial intangible. Este trascendental papel que debe jugar el Estado mexicano en materia cultural constituye una oportunidad insoslayable para trazar un modelo de desarrollo fincado en el potencial que representa el lega-do histórico, arqueológico y artístico de nuestro país.

La política cultural debe también ser vista a la luz de la competitividad internacional. En este marco debe propiciarse una mayor participación en los organismos

internacionales para apoyar las políticas que permitan la defensa de nuestra producción cultural como factor de desarrollo e identidad, mediante reservas a tratados, el combate a la piratería y orientaciones que, en equidad con otros países, propendan a hacer más competitivos los bienes y servicios culturales nacionales, al mismo tiempo que promuevan su intercambio, su difusión y comercialización. Lo importante también será el reco-nocimiento y promoción de las manifestaciones cultu-rales que se derivan de los flujos migratorios.

La ampliación o extensión de la cultura debe con-siderarse como una forma de consolidar la democracia. Al fomentar el disfrute de bienes culturales y la capacidad creativa de los ciudadanos se construye un Estado pro-activo, comprometido con la mayoría de la población, con el pluralismo y la inclusión. Para ello, el Estado debe partir, en primer lugar, del reconocimiento del derecho a la cultura para todos, y garantizarlo, quizás, en nuestra ley fundamental, en la que no existen todavía facultades expresas del Ejecutivo federal en la materia. En segundo lugar, generar la legislación reglamentaria de, en su caso, dicho precepto constitucional, que organice y sistematice el marco legal del sector, en cuanto al desarrollo de las ins-tituciones gubernamentales, de sus relaciones con los in-dividuos, comunidades y las organizaciones de la sociedad civil; pero, sobre todo, que la reglamentación del derecho a la cultura propicie un mayor equilibrio en la distribu-ción de las potestades y los recursos que corresponden a los tres órdenes de gobierno en materia de cultura.

En este sentido, resulta imperativo integrar una estrategia conjunta entre el gobierno federal y los go-biernos estatales y municipales para lograr el progresivo incremento de las asignaciones presupuestales destina-das a la cultura, y concertar mecanismos de articulación entre estos tres ámbitos de gobierno para el mejor ejer-cicio de sus responsabilidades en materia de desarrollo cultural, que aporten nuevos elementos en la consoli-dación de una política cultural integral conforme a las recomendaciones internacionales en la materia. Esta estrategia federalista permitirá garantizarle al desarrollo cultural condiciones mínimas de suficiencia presupues-tal para la promoción de la cultura, la protección y el en-riquecimiento del patrimonio, favoreciendo la equidad en el acceso a los bienes y servicios culturales.

La instrumentación de una verdadera política cul-tural de Estado debe responder al dinamismo de una ciudadanía plural, activa y crítica, sin la cual no puede asegurarse el derecho a la cultura para todos. Recono-cer el papel que juega la cultura en el desarrollo integral, ubicando la acción cultural como una palanca privile-giada del crecimiento económico y el desarrollo equili-brado de la sociedad en su conjunto, es tarea pendiente en este México nuestro.a

Secretario de Promoción Cultural / CEN PRI

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Medio siglo después de su aparición en-tre el estupor y el escándalo, La región más transparente sigue siendo referen-cia y reverencia de las letras modernas de México a caballo entre dos siglos,

quizá por su condición pionera de esta contemporanei-dad en el medio literario nacional o posiblemente por la ausencia de alguna figura capaz de opacar la transparen-cia de su región, la historia misma de nuestras letras.

Fuentes mira su cincuentenaria obra frente a un hecho real: no ha habido, desde su irrupción en el que-hacer literario, ninguna figura capaz de superarlo –ni en extensión ni en dimensión ni en fama ni en influencia ni en opulencia–, al menos hasta ahora.

Si bien Fuentes no es hoy mejor escritor que cuan-do sorprendió al mundo con la novela ya dicha o con Aura o con La Muerte de Artemio Cruz, su persistencia lo ha llevado por una parte a la erosión pero por la otra a la ubicuidad.

Quien quiera escribir, publicar, sobresalir, desta-car en este literario valle de lágrimas, se lo va a encon-trar a la vuelta de la esquina, no como un voluntarioso contendiente caciquil o competidor intransigente, ni como el monarca ubicuo a la manera “Octavio I”, pero sí como un monolito visible desde cualquier esquina de la página.

Fuentes realiza día con día, mediante una escritura de índice torcido a teclazos, la defensa implacable de su sitio. Nada más Rulfo y Paz, cada uno por otros motivos irrepetibles y geniales, pudieron vivir sin pensar en su competencia. Los demás la han padecido.

El arranque de “deleites frenéticos” de su novela de juventud se ha convertido, casi sin saberlo los de-más escritores, en una sinfonía ante cuyos ecos se es-trellan los balbuceos de “la onda”, “el crack” o cualquie-ra de esas ocurrencias generacionales tan ocurrentes como fugaces.

Mi nombre es Ixca Cienfuegos. Nací y vivo en Méxi-co, DF. Esto no es grave. En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta. Afrenta, esta sangre… Al nacer, muerto, quemaste tus naves para que otros fabricaran la epopeya con tu carroña; al morir, vivo, desterraste una palabra, la que nos hubiera ligado las lenguas en las semejanzas. Te detuviste en el último sol; después, la victoria azorada inundó tu cuerpo hueco, inmóvil, de materia, de títulos, de decorados…

…Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad, ciudad puñado de alcantarillas, ciudad

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No ha habido, desde su irrupción en el quehacer literario, ninguna figura

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al menos hasta ahora.

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cristal de vahos y escarcha mineral, ciudad presencia de todos nuestros olvidos, ciudad de acantilados carnívoros, ciudad dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa, ciudad del sol detenido, ciudad de calcinaciones largas, ciudad a fuego lento, ciudad con el agua al cuello, ciudad del letargo pícaro, ciudad de los nervios negros, ciudad de los tres ombligos, ciudad de la risa gualda, ciudad del hedor torcido, ciudad rígida entre el aire y los gusanos, ciudad vieja en las luces, vieja ciudad en su cuna de aves agoreras, ciudad nueva junto al polvo esculpido, ciudad a la vela del cielo gigante, ciudad de barnices oscuros y pe-drería, ciudad bajo el lodo esplendente, ciudad de vísce ra y cuerdas, ciudad de la derrota violada (la que no pudi-mos amamantar a la luz, la derrota secreta), ciudad del tianguis sumiso, carne de tinaja, ciudad reflexión de la furia, ciudad del fracaso ansiado, ciudad en tempestad de cúpulas, ciudad abrevadero de las fauces rígidas del hermano empapado de sed y costras, ciudad tejida en la amnesia, resurrección de infancias, encarnación de plu-ma, ciudad perro, ciudad famélica, suntuosa villa, ciu-dad lepra y cólera, hundida ciudad. Tuna incandescente. Águila sin alas. Serpiente de estrellas. Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire.

A pesar de su incompleta transcripción, las líneas anteriores permiten sentir la telúrica vibración de una prosa nunca antes hecha en este país y cuya mejor lí-nea de continuidad se percibe en los libros finales de Rafael Ramírez Heredia. Si la renovación del estilo devino en un estilo a fin de cuentas, Fuentes no creó propiamente una escuela, sino que impuso una marca y borró un camino.

La conversión de los dramas nacionales al lengua-je del asfalto, lejos del olor a tierra y sudor rural de la prosa de Rulfo; alejada de los fantasmas, de los coitos entre muertos y de los crujidos de esqueletos en parejas, Fuentes nos instaló en una ciudad cuyas monstruosas características son hoy tan actuales como superlativas y anticipadas fueron entonces.

La discusión en torno de si La región más transpa-rente (con todo y su “reyista” título, “viajero, has llega-do….”) es la novela inicial de nuestra literatura urbana (Casi el paraíso, de Luis Spota, su eterna sombra, es de 1960); si es, en su resultado contundente, la literatura urbana, o es simplemente literatura ubicada en el ámbi-to donde la ciudad misma es personaje inmóvil y domi-nante, ha ocupado demasiadas horas como para seguir con ella. También existe la tesis (Octavio Paz) de La re-gión… como el primer espacio del habla de la burguesía moderna mexicana.

Pero lo notable es cómo las obras maestras de las letras mexicanas parecen estar condenadas a la esterili-dad: no tienen hijos, al menos no en su primera juven-tud. Fuentes se daba cuenta cuando publicó la obra de la cual nos hemos ocupado, así sea fugazmente en estas lí-

neas, cuando hizo decir a su personaje Tomás Mediana, un poeta muerto en plena juventud y mayor promesa (como sucedió con José Carlos Becerra años después):

Nuestra generación debe crear en México ese oficio de rigor sin el cual toda obra no pasa de ser, en el mejor de los casos, “una moda pasajera”, no, no, no, cobardía, hay que lanzarse de cabeza e intentar lo que nos expone al fracaso, y por mis labios corrían los lugares comunes y los versos cojos pero sagrados porque decían lo que yo no quería saber, lo que deseaba creer; yo y el mundo es-tábamos dichos de alguna manera, allí, y esto era lo que importaba…

Alejándose de la trillada circunstancia de la litera-tura “urbanícola”, Octavio Paz analiza el enfoque y los elementos constitutivos de Fuentes, tan originales como para ser quizá la causa de tan pocos seguidores y tan malos imitadores:

“En muchos pasajes de sus novelas y en casi todos sus cuentos se despliega una suerte de alegría feroz. Si no es lo sagrado, es algo no menos violento; la profana-ción. Un humor en el que coinciden tres herencias –la inglesa, la española y la mexicana– y que no es intelec-tual, sino físico, sexual, visceral. Un humor más allá de la ironía, del absurdo y de la sátira, casi como sublime en su exageración paródica, un humor que no merece otro adjetivo que el de encarnizado. Carnal, corporal, ritual e incongruente como un sacrificio azteca en Times Squa-re. Si la crueldad es la otra cara de la ternura, Fuentes no es ni tierno ni cruel; es pasional e imaginativo.”

Pero quizá su condición de lindero involuntario se deba en parte a su precoz condición de mito en un país donde nada vale tanto como los símbolos, cuya condi-ción inmediata los instala de golpe y para siempre en cosas sagradas dentro de una zona sagrada.

“Ha habido muchos mitos de la ciudad de México –dice Gabriel Zaid, siempre oportuno y acertado–, pero creo que La región más transparente es quizás la obra fundadora de un nuevo mito de la ciudad de México; que es el mito actual, un mito que sigue vivo. Y ha sido tan exitosa la creación de este mito, que se ha vuelto par-te consustancial de lo mexicano.”

Sobre el puente de Nonoalco –paso inicial de nues-tra modernidad vial, incluyendo el puente Carlos Fuentes de la conurbada Tlalnepantla– se detiene Gladis García, veloz también dentro del polvo, y enciende el último ciga-rrillo de la noche y deja caer el cerillo sobre los techos de lámina, y respira la madrugada de la ciudad, el vapor de trenes, la somnolencia de la carne, los tufos de gasolina y alcohol y la voz de Ixca Cienfuegos, que corre, con el tumulto silencioso de todos los recuerdos, entre el polvo de la ciudad; quisiera tocar los dedos de Gladis García y decirle, sólo decirle: Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire. a

Periodista

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A comienzos de diciembre tuvo lugar en el Instituto Cervantes de Berlín un en-cuentro internacional sobre el pensa-dor colombiano Nicolás Gómez Dávila (1913-1994). Participaron Franco Volpi

(que ha preparado la edición de las obras completas del autor y lo ha traducido al italiano), Carlos B. Gu-tiérrez (catedrático de la Universidad de Los Andes), Krysztof Urbanek (traductor al polaco) y el que suscri-be. También intervino Peter Brokmeier, presentando y leyendo textos inéditos de Botho Strauss, un escritor entusiasta de Gómez Dávila como también lo fueron el dramaturgo Heiner Müller y el mismísimo Ernst Jün-ger. Esta enumeración muestra el progresivo interés internacional por la obra de un pensador que pertene-ce a la estirpe de esos “raros y exquisitos” que a veces alcanzan finalmente el reconocimiento, como Cioran o Canetti, en ocasiones quedan a medio camino, como Antonio Porchia, y a menudo siguen a la intemperie, como Albert Caraco.

La obra de Gómez Dávila se compone de miles de unos aforismos que él llamaba Escolios a un texto implícito y que presentaba como notas al margen de un sistema filosófico que nunca escribió. Ese conjun-to monumental, secreto y provocador constituye algo así como una “estética de la resistencia” a las ideolo-gías y modos de vida dominantes en la sociedad mo-derna, desde la óptica de un declarado reaccionario que por sus magistrales desplantes (“los tres enemi-gos del hombre son el demonio, el Estado y la técni-ca”) puede descolocar tanto a la derecha como a la izquierda tradicionales.

Para comenzar, debo decir que los fundamentos que subyacen al pensamiento de Nicolás Gómez Dávila me resultan perfectamente ajenos. Es más, en la medida en que uno puede atreverse a hacer aseveraciones me-tafísicas tajantes, creo que son completamente erróneos. La concepción ultracatólica de la realidad como coar-tada positiva de un escepticismo radical, la vieja y obs-tinada querella contra la democracia (tan antihistórica, porque en la idea de democracia se reúne lo mejor de Grecia y lo mejor del cristianismo occidental), la frui-ción en denunciar los ideales de ilustrados de Igualdad,

Justicia, Progreso (ninguno de los cuales obliga a una fe ciega, porque, como el mismo Gómez Dávila nos dijo, “ser civilizado es poder criticar aquello en que creemos sin dejar de creer en ello”)... todas estas concepciones de fondo me parecen inconsistentes y desde luego no me mueven ninguna simpatía. Incluso diré que cuando afloran a través de algunos de los rarísimos aforismos de Gómez Dávila que incurren en su detestada bêtise, siento un cierto alivio: por ejemplo, cuando dice “quien no vuelve la espalda al mundo actual se deshonra” o también “aun la derecha de cualquier derecha me parece siempre demasiado a la izquierda”.

En efecto, es tranquilizador para un progresista –y no tengo más remedio que confesarme como tal, más allá de las estrictas demarcaciones de la izquierda y la derecha– considerar rechazables las conclusiones que obtiene un reaccionario militante de sus presupuestos ideológicos. Lo malo es que, en el caso de Gómez Dá-vila, esa tranquilizadora concordancia es la excepción y no la regla. En la mayoría de las ocasiones, los aforis-mos del pensador colombiano son demoledoramente certeros y tan válidos desde mis propios presupuestos como puedan serlo desde los de quienes compartan los suyos, tan opuestos.

De ahí lo contradictorio y casi agónico de mi pasión por Gómez Dávila: no comparto ninguno de sus axiomas, pero sí la mayoría de lo que deduce de ellos. Sobre todo cuando niega y rechaza, aunque mu-cho menos cuando afirma. Lo cual no le resta interés, porque, como él mismo escribió, “muchas doctrinas valen menos por los aciertos que contienen que por los errores que rechazan”. Insisto en este punto, ya que no admiro sus Escolios simplemente por su espléndido tino expresivo, duro como la roca y trémulo como la rama, según su propia inolvidable descripción, ni tam-poco por su evidente ingenio y su tonificante humor, sino ante todo porque da la casualidad –lo mismo que advirtió Borges sobre las aparentes boutades de Oscar Wilde– de que suele decir verdades, sobre todo cuando critica. Y para mí, que no soy posmoderno y mucho que lo lamento, la verdad es más importante que el es-tilo, que el ingenio, y al menos tan importante como el mismísimo humor.

FeRNaNDo SaVaTeR

inconformistaEl reaccionario

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Quizás el aspecto más interesante del pensa-miento de Gómez Dávila consista en que no puede ser sencillamente clasificado como un pesimista a lo Cioran o como un nostálgico de los felices tiempos pasados, como tantos aristocratizantes que no echan de menos la ilusoria armonía perdida de la sociedad antigua, sino sólo sus desapare-cidos privilegios. Gómez Dávila no es ese laudator temporis acti de que habla Horacio en su Arte poética. Por el contrario, revela frecuentemente una sensibilidad desprejuiciada –por crítica que sea– ante los ritos y mitos de la modernidad. El escolio en que afirma “el bárbaro o totalmente afirma o totalmente venera. La civilización es sonrisa que mezcla discre-tamente ironía y respeto”, entronca con un comenta-rio muy parecido de Isaiah Berlin, quien señaló, en oposición al fanatismo del bárbaro, que la persona ci-vilizada está dispuesta a luchar e incluso a morir por

ideas en las que no cree del todo. No es el pesimis-mo, sino la lucidez la que le lleva a afirmar: “madurar no consiste en renunciar a nuestros anhelos, sino en admitir que el mundo no está obligado a colmarlos”. Ningún verdadero pesimista admite nunca del todo que la auténtica cordura implica frustración, pero no

se reduce a ella.Otro punto interesante, aun-

que sea ocasional, es su franco interés por la sexualidad. En ese campo rechaza las soluciones fá-ciles, tanto convencionales como más a la moda: “El problema no es la liberación sexual ni la represión sexual, sino el sexo”. Por supuesto,

es desde luego la ideología en boga la que se lleva sus más acerados dicterios, pero no desde el estrecho pu-ritanismo: “Nada más repugnante que lo que el tonto llama ‘una actividad sexual armoniosa y equilibrada’. La sexualidad higiénica y metódica es la única perver-sión que execran tanto los demonios como los ángeles”.

la obra de gómez Dávila se compone de miles

de unos aforismos que él llamaba Escolios

a un texto implícito.

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Y tampoco enlaza precisamente con la mentalidad mo-jigata una de sus afirmaciones positivas más discutibles y a la vez más gloriosas: “Un cuerpo desnudo resuel-ve todos los problemas del universo”. Y también este dogma erótico: “Quisiéramos no acariciar el cuerpo que amamos, sino ser la caricia”. Incluso me atrevería a decir que en ocasiones se arriesga a propósitos que podría suscribir cualquier materialista: “Sólo hay ins-

tantes”. Y por encima de todo el aforismo que prefie-ro sobre cualquier otro de los suyos, una declaración desesperadamente triunfal que se sitúa más allá de la falsa dicotomía entre pesimismo y optimismo, desde luego mucho más allá del escepticismo limitado y limi-tador: “Lo contrario de lo absurdo no es la razón, sino la dicha”.a

Filósofo y Escritor

el escritor y filósofo colombiano Nicolás Gómez dávi-la (bogotá, 1913-1994), a quien sus contemporáneos

atribuyen principios reaccionarios y un acendrado catoli-cismo, es considerado uno de los críticos más radicales de la modernidad.

Nunca escribió con la pretensión de publicar ni de lle-gar a las masas. dirigida a sus amigos y contertulios, su obra se publicó en forma casi clandestina, lo que dificultó en gran medida su difusión. Gracias al interés del académico italiano franco vol-pi y al esfuerzo de villegas Editores, hoy se conoce en casi todo el mundo.

Gómez dávila fue reconocido, poco an-tes de su fallecimiento, por las traducciones alemanas de algunas de sus obras. domina-ba el latín y el griego con la misma fluidez que el francés y otros idiomas. Perteneció a la alta sociedad colombiana y se educó en París. debido a una severa neumonía, pasó cerca de dos años en su casa, donde fue educado por profesores particulares y desa-rrolló su admiración por la literatura clásica. Nunca asistió a la universidad.

la mayor parte de su vida la pasó entre su círculo de amigos y los límites de su biblioteca, en la que logró reunir más de 30 mil volúmenes, en torno de los cuales giró toda su existencia filosófica y literaria.

se dice que cuando Nicolás Gómez dávila se encontra-ba en plena agonía, pidió que lo trasladaran de su habita-ción a la biblioteca y fue allí donde lo alcanzó la muerte.

su obra es una crítica abierta no sólo a la modernidad, sino también a la técnica y a las ideologías progresistas (como el marxismo), aunque también a la democracia y al liberalismo, ya que el mundo influido por estas ideologías se le antojaba decadente y corrupto.

Este erudito defendió una antropología escéptica fun-dada en el estudio profundo de tucídides y de Jacob burck-

hardt. consideraba que las estructuras jerár-quicas debían ordenar la sociedad, la Iglesia y el Estado. criticó el concepto de soberanía popular y también algunos cambios que in-trodujo la Iglesia católica a raíz del concilio vaticano II, en particular la renuncia a cele-brar la misa en latín.

al igual que Juan donoso Pérez (filósofo, parlamentario, político y diplomático español, funcionario de la monarquía española bajo el régimen liberal), Gómez dávila creyó que to-dos los errores políticos resultaban, en última instancia, de errores ideológicos. Esa fue la razón por la que su pensamiento se describe como una forma de teología política.

sus aforismos, a los que llamó escolios, están carga-dos de una ironía corrosiva, de inteligencia y de profun-das paradojas.

la obra de Nicolás Gómez dávila consta de un libro en prosa discursiva (Textos I) y tres volúmenes de aforismos (Es-colios a un texto implícito, Nuevos escolios a un texto implícito y Sucesivos Escolios a un texto implícito) a

A.M.S.

de los seres que amamos su existencia nos basta.

dios es la sustancia de lo que amamos.

si dios fuese la conclusión de un raciocino, yo no sentiría necesidad de adorarlo. Pero dios no es sólo la sustancia de lo que espero, sino la sustancia de lo que vivo.

la sociedad del futuro: una esclavitud sin amos.

la coherencia de un discurso no prueba su verdad, sino su coherencia. la verdad es suma de evidencias incoherentes.

dar una definición de nobleza sería impertinente con ciertos lectores y enigmático para otros.

la vulgaridad consiste en pretender ser lo que no somos.

los escolios de gómez Dávila

Fragmentos de Escolios a un texto implícito

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políticapolítica

Pedro Joaquín Coldwell

Hasta el año 2000, México tenía un sistema político estable y predecible, cuyos ejes fundamentales eran el presidente de la Re-pública y un partido dominante: el PRI.

Durante muchos años el sistema disfrutó de un amplio consenso, era capaz de procesar las tensiones sociales, asignar beneficios y administrar los papeles de los distintos grupos. El gobierno regula-ba el registro de los partidos de oposición y otorgaba discrecionalmente las concesiones de los medios elec-trónicos de comunicación.

Conforme a parámetros internacionales moder-nos, existían déficit de democracia, transparencia, plu-ralismo y libertades políticas.

En la última década del siglo pasado, se dieron en el mundo cambios notorios: El derrumbe del campo socialista en Europa central y oriental, la consolidación de la Unión Europea en su primera etapa y el ascenso

incontenible de los tigres asiáticos fueron ingredientes que cambiaron la correlación de fuerzas económicas y políticas en el planeta. En América Latina se generó una tendencia favorable a la izquierda, sobre todo, en los países del Cono Sur.

México experimentó cambios en una doble pista: Por un lado, signó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con los Estados Unidos y Canadá, y simultáneamente, aceleró las transformacio-nes en su sistema electoral.

La primera mutación implicó el agigantamien-to de las grandes corporaciones, capaces de com-petir en los mercados globales, y una paralela des-trucción de las cadenas productivas internas, espe-cialmente en la mediana y pequeña empresa y en el sector agropecuario, el debilitamiento del aparato gubernamental y el abandono de las políticas de bienestar social.

México:un juego democrático imprevisible

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En lo político, el gobierno cedió sus atribuciones elec-torales, dando lugar a un nuevo sistema más equitativo y competitivo, en el que las oposiciones pudieron reflejar los nuevos y antiguos disgustos sociales con el acrecenta-miento de la pobreza y la pérdida de oportunidades.

El Partido Acción Nacional amalgamó en su seno, junto a sus corrientes doctrinarias tradicionales, a nue-vos grupos de derecha empresarial que lo utilizaron para escalar al poder.

Mucho se exaltó el derrumbe del sistema anterior, al que se le calificó de antidemocrático y semidictato-rial, pero pronto se vio que la alternancia en el poder no significó una transición. Viejos y nuevos grupos utilizaron el gobierno para acumular privilegios, mul-tiplicar el nepotismo, extender la corrupción y el frau-de electoral, deteriorando todavía más las instituciones con crecientes dosis de impunidad y de cinismo.

Los nuevos gobernantes, ocupados en amasar for-tunas, permitieron que se multiplicara la actuación del crimen organizado y se extendieran, de manera impa-rable, las actividades del narcotrá-fico y el narcomenudeo, mientras se embarrancaban los niveles de la educación, alimentación y salud.

Las nuevas realidades y las tensiones desatadas, además de un torpe manejo político de los dirigentes, han impedido el surgi-miento de un nuevo sistema polí-tico, más democrático y plural que el anterior, pero con rangos apre-ciables de estabilidad y permanencia.

Las elecciones presidenciales de 2006 fueron un muestrario evidente de las debilidades del sistema que no alcanza a construirse. Mientras el partido antes ma-yoritario –el PRI– descendía a un tercer lugar, las fuerzas predominantes de la derecha y la izquierda –la primera sostenida y azuzada por el presidente de la República y la indebida intervención de los medios electrónicos de co-municación y algunos grupos empresariales– protagoni-zaron una enconada campaña mediática y obtuvieron re-sultados controvertidos, con una diferencia inferior a 1%.

El contencioso electoral desbarató la confianza en el IFE y sobrepasó las previsiones de la ley.

En el nuevo esquema, los gobernadores de los estados y algunos presidentes municipales, para bien y para mal, han cobrado fuerza y autonomía, refor-zando no el federalismo, sino algunos fenómenos de caciquismo regional con mengua de las prerrogativas de los ciudadanos. El sindicato de maestros (SNTE) se desprendió de su antigua matriz priísta y ha negociado directamente con el titular del Poder Ejecutivo posicio-nes de poder, creó un partido político y ocupa puestos legislativos a través del PAN.

Las fracciones parlamentarias en el Congreso de la Unión también disfrutan de una libertad desconoci-da en los antiguos tiempos. Han aprendido a negociar en el juego parlamentario, que aparece como un dato nuevo en las prácticas políticas del país.

El hecho de que el PRD –sometido casi vertical-mente al caudillo Andrés Manuel López Obrador– no reconozca la legitimidad del gobierno panista le otorgó a las fracciones parlamentarias del PRI un peso inusi-tado, necesario para construir mayorías en las votacio-nes congresionales.

Es notorio que los partidos minoritarios renun-ciaron con celeridad a actuar como partidos bisagra para la construcción de mayorías entre las fracciones más numerosas, para unirse de antemano a alguna de ellas. Los partidos Convergencia y del Trabajo partici-pan aliados con el PRD y, en su caso, bajo la batuta de López Obrador, mientras que el Partido Verde, origi-nalmente asociado con el PAN, en tiempos recientes suele votar junto con el PRI.

En el seno del PAN se dio una mutación bajo la mano del presidente Felipe Calderón: fue-ron desplazados los militantes del Yunque –organización fundamen-talista identificada con el expresi-dente Vicente Fox– y sustituidos por funcionarios calderonistas, más en línea con la doctrina del partido.

El PRI ha ido recuperando espacios en elecciones locales y reconstituyendo sus filas después del desastre de 2006.

En el PRD los acontecimientos han sido más dra-máticos. Tuvieron una elección interna muy discutida y sus legisladores fueron lanzados a tomar las tribunas de las cámaras federales para evitar, según dijo López Obrador, el autor de la maniobra, que se aprobara la reforma energética que eventualmente privatizaría a Pemex.

Las notables variaciones del abstencionismo, la enorme volatilidad de los electores y la falta de correspondencia entre comicios locales y federales nos revelan públicos ciudadanos en formación, sin lealtades o identificaciones permanentes con los partidos.

En las elecciones de julio de 2009 se someterá a prueba una nueva legislación electoral que pretende corregir las distorsiones surgidas en 2006, pero es de preverse que el surgimiento de un nuevo sistema polí-tico, con papeles reconocidos y relativamente estables, tardará todavía en madurar. a

Senador de la República (PRI) y licenciado en Derecho

México experimentó cambios. Se incorporó al

TlCan con eu y Canadá, y simultáneamente aceleró

las transformaciones en su sistema electoral.

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políticapolítica

Jorge de la Vega doMínguez

E n México, con motivo de la iniciativa pre-sidencial sobre Pemex, se está dando, de nueva cuenta, el añejo enfrentamiento entre quienes desean un “Estado gendar-me” que custodie a los capitales privados,

y quienes deseamos un Estado rector y promotor del desarrollo económico, que sea propietario de los bie-nes básicos de la Nación, como el petróleo y el gas.

El conflicto no es de orden económico-financie-ro, sino fundamentalmente ideológico entre quienes pretenden que la iniciativa privada sea dueña y con-trole la industria energética y quienes consideramos que sólo debe pertenecer y ser regida por el Estado mexicano.

Desde 1979 no se ha construido otra refinería y, en varios sexenios de gobierno, a Pemex se le ha negado la inversión necesaria para su desarrollo, con el consecuente deterioro y descapitalización. Sus ga-nancias –que son muchas– se han destinado a múl-tiples beneficiarios, entre otros la hacienda pública federal e incontables empresas privadas –nacionales y foráneas–, sin descontar los desvíos en practicas inconfesables.

El gobierno se ha negado a transparentar, expli-car y justificar el destino de los excedentes petrole-ros, sobre todo en los últimos siete años.

Es inaplazable mejorar la estructura administra-tiva y técnica de Pemex. El gobierno, con recursos públicos del propio Pemex, y privados cuando el ré-gimen legal lo permita, tiene que recapitalizarlo para su operación eficiente y moderna.

Una proporción importante de la inversión fede-ral, vigente en el Presupuesto de Egresos (430 mil mi-llones de pesos para infraestructura), puede cubrirse con recursos privados nacionales y extranjeros, con una tasa de retorno atractiva para los particulares. Su equivalente podría transferirse a Pemex. Así se evi-taría la actual controversia jurídica e ideológica que causa grave daño a las instituciones y al país.

En relación con la iniciativa enviada por el Pre-sidente de la República, los legisladores del PRI no pueden asumir una posición distinta a la contenida en los documentos básicos del partido.

Es pertinente enviar nuestra opinión, con cifras y argumentos legales sólidos, a la Comisión de Energía del Senado de la República. En ella deberíamos asentar:

a) Que la Cámara de Senadores exija que se le otorgue la información probatoria de que el gobier-no –como lo afirma– carece de los recursos para las inversiones que necesita Pemex.

b) Que solamente con la justificación económica y financiera neoliberal no se puede permitir que se

PemexEl debate nacional sobre

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4553viole la letra y el espíritu de la Constitución y de las leyes y reglamentos consecuentes, como es práctica impune que ha privilegiado a capitales privados ex-tranjeros y locales.

c) Que sí es posible financiar con recursos públi-cos a Pemex.

d) Que se analice el eventual uso de alguna pro-porción de las Afore, que están en poder de la banca extranjera, para ser invertida en los programas de Pemex. Sus efectos serían muy positivos.

e) Es indispensable que en el Senado de la Repú-blica se expresen las opiniones relacionadas con la iniciativa presidencial, cuidando que en este tema, de vital importancia para el desarrollo de México, no se impongan criterios de algunos fundamentalistas de la política electoral.

f) Con base en su fuerza política, el PRI debe pro-poner y asumir las reformas que se apeguen a sus principios. Sus votos serán decisivos para el futuro de Pemex y el desarrollo nacional.

g) Evitemos caer en la trampa de la provocación violenta que busca desestabilizar al gobierno y al país. Cuidado con que surjan “mártires” que violen-tarían a ciudadanos desinformados y empobrecidos por algunas prácticas nocivas del neoliberalismo y la globalización.

h) Resulta necesario tener información sobre los grandes capitales privados, nacionales y extranjeros, que se han acumulado a base de los privilegios y las violaciones legales que han existido en la principal industria del pueblo. Ello nos permitiría ser más cer-teros en la transformación de Pemex.

Pemex necesita del capital privado con pres-tigio, que se ajuste al marco jurídico y sea ajeno a corruptelas que violan la letra y el espíritu de las le-yes en la materia. Combatirlas es parte de la reforma energética.

El capital privado, eficiente y nacionalista, debe tener prioridad sobre el capital extranjero, aunque, por su propia naturaleza y tamaño, ofrezca su par-ticipación a costos y precios menos competitivos, y que, en cambio, genera múltiples ventajas para me-recer un trato preferencial. El gobierno, sin violentar los tratados y el orden jurídico, debe brindar todo el apoyo posible a los empresarios mexicanos.

El capital privado siempre ha participado en Pe-mex. En el futuro lo seguirá haciendo. Procuremos que sea con apego a las disposiciones legales vigentes y a las nuevas que, eventualmente, se aprueben.

No olvidemos que, para el pueblo de México, el petróleo vale tanto como su propia sangre. a

Ex Presidente del PRI

el gobierno se ha negado a transparentar, explicar y justificar el destino

de los excedentes petroleros, sobre todo en los últimos siete años.

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políticapolítica

Manuel JiMénez guzMán

A través de su historia, los partidos polí-ticos se han enfrentado a diversas pro-blemáticas. Casi todos sus diferendos siguen siendo discutidos en la actuali-dad. Cada vez es más difícil desterrar los

interrogantes y buscar las alternativas y enfoques que coadyuven a descifrar una realidad tan compleja para cualquier sistema político.

Respecto del Partido Revolucionario Institucio-nal, en el tiempo presente es una oposición responsable que siempre está en la búsqueda de lograr consensos con las otras fuerzas políticas agrupadas en México.

El PRI es un organismo político que no se presta a descalificaciones personales ni partidistas. Siempre está en sus objetivos lograr entendi-mientos político-institucionales de alto contenido social o económico.

Rechaza tajantemente lideraz-gos caudillescos o enfrentamientos estériles con los poderes de Estado. Se opone, eso sí, a devaluar la po-lítica en un ínfimo nivel de debate. Somos un partido serio, funcional, que tiene como prioridad construir y ampliar valores, cuestiones ideo-lógicas, y que está presente en la reformulación de normas que den cauce a los intercambios entre la sociedad.

Varios de los partidos nacionales se comportan en la actualidad como organizaciones burocráticas, donde el “no” es la respuesta sistemática a toda pro-puesta. Otros sólo son vistos en procesos electorales. No se adaptan a los nuevos sistemas electorales; su actividad la sustentan, preponderantemente, con base en los recursos financieros que les otorga el Instituto Federal Electoral.

Deberían entender los demás entes políticos que una real cultura político-democrática no sólo se conso-lida con las elecciones, –habrá que hacerles notar que debe impulsarse la participación de toda la sociedad–, sino en lograr una sana convivencia política y social; en la libertad de expresión del pluralismo, y en lograr acuerdos generales para tener un mejor país.

Para llegar a permear entre la población la Decla-ración de Principios del PRI existe la convicción de que nuestra visión de país no está sujeta a la estrategia políti-ca de provocar el fracaso de quienes piensan, actúan y se comportan de manera diferente a como lo hace el PRI.

Con base en su responsabilidad histórica, ya el PRI evitó una crisis constitucional al haber consensuado para que el actual presidente pudiera tomar posesión y rindiera ante el Congreso de la Unión su protesta de ley, lo que logró una gobernabilidad que se armó con base en acuerdos y en una pluralidad responsable.

La solidez del PRI en la vida política mexicana contrasta con las pugnas interpartidistas, y con el pro-pio gobierno, que en la actualidad sostiene el Frente

Amplio Progresista (Partido de la Revolución Democrática –PRD–, Partido el Trabajo –PT– y Conver-gencia) con el Partido Acción Na-cional y la administración de Felipe Calderón.

En este contexto, la declara-ción de Beatriz Paredes Rangel, presidenta del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, es trascendente: “En el aprendizaje democrático, la ciudadanía está revalorando la res-ponsabilidad y la visión de Estado del PRI: defender las instituciones

significa una visión mucho más amplia en beneficio de la sociedad; no sólo defiende uno las instituciones para quedarse con ellas, lo que importa es que funcionen”.

La maciza realidad política mexicana señala que, ante el deterioro de los demás partidos políticos, el PRI tiene ante sí, en el proceso electoral de 2009, la solidez necesaria para lograr la mayoría tanto en la Cámara de Diputados federal como en las demás legislaturas locales, para encauzar los propósitos que convienen a los mexicanos, además de persistir en la construcción del PRI del siglo XXI y seguir en la “ lucha por un Es-tado soberano, laico, democrático, socialmente justo e igualitario. Su ideología articula los valores liberales de la Reforma mexicana con los principios sociales ema-nados de la Revolución”.a

Subsecretario de Organización del CEN del PRI

El PRI del siglo XXIen el sistema de partidos

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a salvo de caprichosHéCTor Hugo oliVareS

Durante décadas, los mexicanos estudia-mos la materia de civismo como parte esencial de nuestra educación. Sus con-tenidos buscaban inculcar, entre otros temas, valores universales y los funda-

dos en nuestra historia e idiosincrasia. Parte sustantiva era promover la reverencia a nuestros símbolos patrios en ceremonias que se instituyeron para las escuelas, para contribuir así a arraigar profundamente el respeto al Escudo, la Bandera y el Himno nacionales.

A lo largo de nuestra historia, la Bandera y el Es-cudo nacionales tuvieron cambios que buscaban re-presentar la visión que se tenía del país y de su circuns-tancia histórica, siempre con propósitos integradores, de identidad y reafirmación; pero nunca, ni remota-mente, se pensó en que esos cambios pudieran estar inspirados por la frivolidad política o conducir a la irreverencia del gobernante.

En el año 2000, los mexicanos vimos con estu-pefacción cómo se mutilaba el Escudo Nacional para darle identidad promocional al gobierno y para marcar una ruptura con los valores que se habían promovi-do durante las pasadas décadas; triste presagio de que todo quedaría como el “águila mocha”: desarticulado, desmembrado e inconcluso.

Motivado por mi formación como maestro, im-buida de nacionalismo, consideré de suma importan-cia que los símbolos patrios se preservasen íntegros por su valor y se tratasen con el respeto que nos merecen. Los símbolos patrios –creo– deben ser resguardados, protegidos, para que sigan cumpliendo su función in-tegradora consustancial a nuestra identidad nacional.

Símbolos patrios

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políticapolítica

Por ello, en mi condición de diputado integrante del Grupo Parlamentario del PRI, presenté la iniciati-va de reformas a la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales. Lo hice inspirado en los valores que los priístas hemos promovido y defendido, siem-pre tratando de fortalecer el espíritu nacional.

El 17 de octubre de 2006 presenté la iniciativa. Fue dictaminada y aprobada por la Cámara de Diputados por unanimidad, con 412 votos, el 13 de marzo de 2007; y por la Cámara de Senadores, con 99 votos, el 11 de diciembre de 2007. Finalmente, el 21 de enero de 2008 fueron publicadas en el Diario Oficial de la Federación las reformas a los artículos 5 y 6 de la Ley sobre el Escu-do, la Bandera y el Himno Nacionales.

antecedentes del escudo nacionalUn breve recorrido por los momentos y circunstancias históricas que motivaron los contenidos y los cambios hechos a la Bandera y al Escudo nacionales, nos per-mitirá comprender la esencia de su simbolismo como elementos integradores de la nación mexicana.

El Escudo tiene su origen en el jeroglífico de la fundación de la Gran Tenochtitlán, es la expresión gráfica que resume la historia de un gran pueblo: el azteca, cuyos valores culturales son la base de nuestra nacionalidad.

Está compuesto por tres elementos: el águila, el nopal y la roca, ya que no fue sino hasta la segunda mitad del siglo XVI cuando los españoles introdujeron la figura de la serpiente. El águila representa la fuerza cósmica del Sol. El nopal representa para los mexicas una planta propia del paisaje del Anáhuac, y la roca representa las potencialidades de la tierra.

Con algunas variantes, la figura del águila sobre el nopal fue utilizada como símbolo durante mucho tiempo; a finales del siglo XVIII se le agregaron ramas de encino y laurel, pero no fue sino hasta 1824 cuando se le conformó con todos sus elementos.

Instaurado el Primer Imperio, se ordenó, por de-creto del 2 de noviembre de 1821, que el lábaro patrio fuera tricolor, pero con las franjas en sentido vertical, y el orden: verde, blanco y rojo; “al centro un águila ligeramente de perfil y ciñendo una corona imperial; las alas caídas, sin culebra y posando con ambas garras sobre el legendario nopal”.

Durante el gobierno del Poder Ejecutivo (1823), el Soberano Congreso Constituyente Mexicano de-cretó, el 14 de abril, que se conformara el símbolo patrio de acuerdo con la tradición indígena: el águila de perfil posada sobre un nopal, devorando la ser-piente y sin corona imperial, orlando la figura ramas de encino y de laurel. A partir de entonces el Escudo conserva la forma y diseños que actualmente vemos en nuestra Bandera Nacional: consagración del Méxi-co republicano.

Durante los años de la intervención francesa en México (1862-1867), el Escudo volvió a representarse con el águila coronada. El emperador Maximiliano or-denó (abril de 1865) que el Escudo de armas nacional de México fuera “un manto imperial recogido en sus extremos y formando un pabellón con un lazo tricolor verde, blanco y rojo, rematando una corona imperial con el lema: Religión, Independencia y Unión. El águila mexicana aparecía dentro de un escudo realzado, ci-ñendo una corona y estrangulando una culebra; en lo alto del Escudo se hallaba un penacho de siete plumas saliendo de una especie de diadema de antiguos mo-narcas aztecas”.

A partir de la restauración de la República, se uti-lizaron varios diseños del Escudo en papeles oficiales, papel sellado, monedas, sellos de correo, sellos oficia-les, pero siempre con el águila de frente. En la época porfirista, la Bandera Nacional volvió a modificarse con carácter oficial: el águila de frente con las alas re-cogidas y la serpiente en el pico, parada sobre un nopal; abajo los laureles y su escudo monárquico. A partir de

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entonces empezaron a proliferar las modificaciones al Escudo, aun más cuando estalló la Revolución Mexica-na en 1910, ya que las diversas facciones revoluciona-rias y los distintos gobiernos provisionales se dieron a la tarea de emitir membretes, timbres postales o papel moneda con algunas variaciones al Escudo.

Por esa razón, Venustiano Carranza, encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, expidió el 20 de sep-tiembre de 1916 un decreto que rectificaba el expedido el 14 de abril de 1823, por el que dispuso el Soberano Congreso Constituyente que el Escudo Nacional fuera “el águila mexicana de perfil izquierdo, parada sobre un nopal que brota de una peña rodeada de agua, y orlada, en la parte de abajo, por ramas de encino y lau-rel, conforme al diseño que usaba el gobierno de los primeros defensores de la Independencia”.

Sin embargo, por las vicisitudes políticas de la época, el decreto de 1916 no llegó a entrar en vigor.

Se continuaron los intentos por establecer en forma definitiva el dise-ño del Escudo Nacional, y fue durante el gobierno del Presidente Abelardo L. Rodríguez cuando se expidió un nuevo decreto (5 de febrero de 1934), mediante el cual se conservó el águi-la de perfil, se estilizó su plumaje y se rectificó la posición de la serpiente, a partir de entonces su diseño fue de-clarado oficial y único como emblema nacional.

Actualmente, regula el uso de la Bandera Nacional la Ley sobre el Escu-do, la Bandera y el Himno Nacionales del 8 de febrero de 1984. Corresponde a la Secretaría de Gobernación vigilar el cumplimiento de esta disposición.

Motivaciones de la reformaAl presentar la iniciativa de reformas a la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, expresé que la Bandera y el Escudo nacionales simbolizan la patria y la nacionalidad mexicana, contienen una raíz histórica y un significado esencial sobre los ideales que inspiraron la vida del pueblo mexicano.

En ese mismo tenor, el dictamen aprobatorio re-conoció que la identidad nacional ha sido el resultado del tránsito de México por la historia común, legando al país un conjunto de valores referidos al fomento y cuidado de nuestra independencia y soberanía; de la libertad y justicia; de la democracia y del amor a la pa-tria. Esta identidad y valores quedan representados en los símbolos patrios: Escudo, Bandera e Himno, cuyo respeto y veneración refrenda la unidad y afianza la

identidad del pueblo de México, en afirmación de su conciencia histórica.

Los símbolos patrios son historia e identidad, y como tales es menester procurarles permanencia y ve-lar por su representatividad. Es de vital importancia para nuestra nación mexicana que hagamos lo necesa-rio para preservar indemnes en el tiempo y en nuestra conciencia a nuestros símbolos de identidad y todo lo que representan de historia.

Como símbolo nacional, el Escudo debe conser-varse inalterable. Por ello, y con el fin de que cualquier reproducción que se realice del Escudo Nacional no pueda variarlo o alterarlo, bajo ninguna circunstancia o en cualquier medio oficial, propuse la iniciativa de reformas a los artículos 5° y 6° de la Ley sobre el Escu-do, la Bandera y el Himno Nacionales.

Contenido de la reformaEn la reforma aprobada se respetó el espíritu de la ley de 1984, procurando un justo equilibrio a través de la legis-lación, es decir, ni restricción en exce-so ni saturación en su difusión. Como bien precisó el legislador de 1984: “Ni indolencia a los símbolos por su con-trol excesivo, ni saturación y falta de respeto por su uso indiscriminado”.

Con la reforma, los artículos 5º y 6º, último párrafo, de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacio-nales quedaron como sigue:

Artículo 5º.- Toda reproducción del Escudo Nacional deberá correspon-der fielmente al modelo a que se refiere el artículo 2º de esta Ley, el cual no po-drá variarse o alterarse bajo ninguna circunstancia.

Artículo 6º.- El Escudo Nacional sólo podrá figurar en los vehículos que use el Presidente de la República, en el papel de las dependencias de los Poderes Federales y Estatales, así como de las municipalidades, pero queda prohibido utilizarlo para documentos particulares. El Escudo Nacional sólo podrá imprimirse y usarse en la papelería oficial por acuerdo de la autoridad correspon-diente, apegándose estrictamente a lo establecido por los artículos 2º y 5º de la presente Ley.

ConclusiónEsta reforma entró en vigor el 22 de enero. Con ella, nuestros símbolos patrios fueron puestos a salvo de cambios a capricho que buscan manipular el incons-ciente colectivo para ponerlos, por vía de la imagen, al servicio del gobernante en turno. a

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economía

El año 2007 estuvo marcado por la gran in-certidumbre que generaron diversos acon-tecimientos en los mercados y las reaccio-nes que suscitaron de personas, empresas y gobiernos. Empezando por la confirma-

ción del aumento del precio internacional del petróleo y terminando con la crisis en el mercado hipotecario de Estados Unidos, casi a diario las bolsas sufrían enormes variaciones, con ajustes en los precios de los bonos, cambios en la pendiente de las curvas de ren-dimientos de los mercados de capitales, ajustes en los tipos de cambio y cambios en la dirección y volumen de los flujos de capital. Todo esto se produjo, curiosa-mente, sin pérdidas de empleo ni caídas profundas en la producción de ninguna economía. Es decir, lo que observamos fue una serie de ajustes en los mercados financieros sin prácticamente ningún ajuste en el de-nominado “sector real” de la economía.

Para terminar de delinear este marco extraño, se produjo un alza en el precio de algunos granos y otros alimentos, para nada relacionado con los mercados financieros, pero que mucha gente relacionó de inme-diato. Ahora, al inicio del segundo trimestre de 2008, casi todo mundo habla de la recesión, pero, con ex-cepción de algunos presidentes de bancos, pocas per-sonas han perdido su empleo, evento que marca una

primera reacción de las economías en una recesión. Todo esto tiene explicaciones que procederemos a ex-poner, para concluir que en México, si nos ocupamos un poco en trabajar concentrados en lo nuestro, no habrá mucho de qué preocuparse.

Los efectos de los mercados libresLa apertura comercial ha traído como consecuencia una serie de efectos benéficos para muchas regiones del mundo, aunque sin duda ha venido acompañada de algunos problemas. En primer término, si observa-mos la historia reciente del mundo, veremos cómo se han consolidado los grandes bloques mundiales. Por un lado tenemos al continente americano que, aun con las reticencias de algunas economías del sur, sigue siendo el mercado más grande del mundo. Después destaca la integración del bloque asiático, en donde China y Japón pronto pelearán por la hegemonía, aun-que de antemano afirmamos que lo mejor, quizá ya lo observaron, es que trabajen juntos y coordinados. Luego tenemos al bloque europeo, que adhiere nuevos países constantemente a la Unión, los que rápidamente se integran y aportan a la producción y al comercio in-tra y extra regional, haciendo de este bloque un fuerte competidor del asiático. Si bien África no termina por integrarse, es un hecho que interesa a todos los men-

Mario rodarte e.

Una dosis deoptimismo

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cionados anteriormente y será un poderoso aliado si eventualmente encuentran la forma de terminar con las guerras internas.

Un elemento que coadyuvó a esta integración fueron los mercados libres que caracterizan a la era actual. Gracias al libre intercambio de inversiones, productos y eventualmente personas, China e India empiezan a reducir considerablemente la pobreza en sus sociedades, integrándose como firmes jugadores en el ámbito mundial. Considerando que estas dos economías suman un tercio de la población mundial total, el hecho de que su clase media crezca a una tasa acelerada significa que hoy existen muchas más per-sonas que demandan todo tipo de bienes y servicios producidos en los mercados de todo el mundo. Las empresas observan esta situación y aceleran su pro-ceso de inversión, apoyando de esta forma la genera-ción de empleo y riqueza.

En los primeros tres meses del presente año, la economía mexicana no ha resentido el contagio de-rivado de la crisis hipotecaria en los Estados Unidos. Dicha crisis, conviene aclarar, no se ha extendido más allá del sector financiero en esa economía, con un ligero contagio en la actividad del mercado de bienes raíces, que en conjunto deprimieron la activi-dad de la construcción residencial. Fuera de los Estados Unidos, las economías europeas han resentido los efectos a través del impacto en los fondos de inversión locales y en las instituciones financieras locales que incursionaron en las operaciones de las hipotecas de Estados Unidos.

La actividad en el sector real de la economía, esto es, la producción industrial, el empleo y la inver-sión, no se ha visto deprimida más allá del impacto que ha tenido la hasta hoy leve disminución del con-sumo debida a la recomposición de los balances de los consumidores y a la restricción natural del crédito de los bancos y otras instituciones, que han tenido que proveer reservas para las pérdidas en sus libros. Si bien las pérdidas reportadas han sido cuantiosas, hasta ahora se han presentado en los balances, y los bancos centrales han acudido al rescate de institucio-nes cuya situación hacía muy riesgoso dejarlas solas, ya que hubieran podido generar un importante riesgo moral para todo el sistema y una corrida bancaria de mayores magnitudes.

En México, la actividad industrial se ha desem-peñado en forma razonable, producto de un mercado interno que sigue fuerte y un mercado de exporta-ción sostenido por el sector automotriz. El mercado

interno continúa generando empleo, según las cifras del IMSS; la inversión, gracias a la apreciación del peso y al nuevo impuesto que trata diferentemente a estos gastos, se ha visto fuertemente impulsada, y los indicadores cualitativos, si bien apuntan hacia una ligera desaceleración, no señalan con precisión cuándo se presentaría ni de qué magnitudes estaría-mos hablando. La confianza de los cosumidores se vio afectada únicamente durante el primer mes del año, más influida por los acontecimientos políticos que por eventos de los mercados.

Aunque, como era de esperarse, la inflación ha re-gistrado un ligero repunte por causa de los aumentos de precios de los alimentos, del petróleo y otras mate-rias primas, éste no ha sido aún suficiente para alterar mayormente la estructura de tasas de interés ni para propiciar cambios en la política monetaria. Gracias al diferencial de tasas que existe con Estados Unidos, el peso se ha fortalecido, la bolsa sigue registrando ganan-cias y las expectativas inflacionarias no se han ajustado. El repunte en el precio del petróleo y la reforma fiscal

aprobada han permitido al gobier-no aumentar considerablemente el gasto público sin incurrir en défi-cit. Hasta el momento, las finanzas públicas muestran un superávit ra-zonable que permite cierto margen de acción para la anunciada políti-ca fiscal anticíclica, que entre otras cosas podría beneficiar a la indus-tria de la construcción.

Las cuentas externas siguen manteniendo un equilibrio razo-

nable, aunque se ha registrado un considerable aumento en el déficit comercial y las remesas han disminuido su dinamismo, pero siguen creciendo.

En la medida en que el precio del petróleo se man-tenga elevado, evento que se prevé que dure por lo me-nos otros tres años, no hay motivo de preocupación, aunque sería buen momento para que las autoridades iniciaran una serie de ajustes y cambios orientados a buscar una solución de largo plazo, en especial en lo referente a importaciones de gasolina, de petroquími-cos y gas.

Esperamos que en el presente año la economía crezca muy por arriba de la previsión pesimista de 2% del Banco Mundial, pudiéndose establecerse di-cha tasa hasta en 3%, impulsada por una industria de la construcción muy dinámica, apoyada en el Pro-grama Nacional de Infraestructura, los programas de vivienda social y la obras en las que habrá amplia par-ticipación privada.a

Analista Econó[email protected]

en México, la actividad industrial se ha

desempeñado en forma razonable, producto de un

mercado de exportación sostenido por el sector

automotriz.

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economía

La incertidumbre sobre lo que ocurrirá con nuestra economía aumenta conforme las semanas pasan y los diversos indicadores se mantienen aún confusos. El origen de esta situación se encuentra en el comportamien-

to de la economía de Estados Unidos, la cual desde hace varios meses se enfrenta a dos problemas serios: la crisis en su sector hipotecario y los altos precios del petróleo. En el primer caso, el problema ha significado prácticamente un desplome de su sector de bienes raí-ces, lo que ha provocado serias pérdidas para muchos intermediarios financieros, varios de ellos empresas importantes a nivel mundial, y que se ha traducido en una contracción crediticia en este mercado.

El efecto negativo se ha extendido a otros secto-res, con diversas variables clave, como la producción industrial, el empleo o las ventas al menudeo. El pro-blema se ha visto reforzado por los crecientes precios de los energéticos, lo que ha mantenido latente la posi-bilidad de un impulso inflacionario en ese país.

Frente a esta situación, las autoridades estadouni-denses han reaccionado para evitar un desplome del consumo y por ende de la demanda agregada, lo cual conduciría a la economía a una profunda recesión. Se anunció un importante paquete fiscal de estímulos, al tiempo que la Reserva Federal ha hecho una sustancial reducción de su tasa de interés, amén de la inyección de importantes cantidades de recursos al mercado, para mantener la liquidez y el estímulo a la demanda agregada.

Es cierto que los efectos derivados de estas me-didas requieren de tiempo para actuar sobre las varia-bles y aún estamos por ver qué tan útiles han resultado. Pero al margen de saber si técnicamente la economía estadounidense ya se encuentra en una recesión o aún no, lo cierto es que para la mayoría de los analistas y autoridades la desaceleración de los motores es eviden-te y el crecimiento para este año será muy pobre. No sólo estos analistas han revisado en varias ocasiones sus previsiones de crecimiento para este año, sino que también organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), han hecho lo propio.

Lo interesante a destacar es que este proceso de contracción económica ha sido más lento de lo que se esperaba; incluso, durante marzo la producción indus-trial de ese país registró un pequeño aumento contrario a lo que esperaba el mercado, por lo que se incrementó

la incertidumbre sobre si habría que esperar una re-ducción adicional de la actividad económica para el segundo trimestre y si la recesión sería moderada.

El asunto es que esa misma dinámica se obser-va, como un espejo, en nuestro mercado, aunque con cierto rezago. Para ser precisos, el comportamiento de nuestra economía aún no muestra signos inequívocos de que habrá una contracción importante. Debe que-dar claro que no existe duda de que un menor creci-miento en Estados Unidos se traduce casi indudable-mente en un menor crecimiento de nuestra economía como consecuencia de la importante dependencia de nuestro sector externo en ese mercado y de la creciente sincronización de los ciclos económicos, pero la duda es sobre la magnitud del impacto.

La aceptación de este hecho es lo que explica la revisión que sobre las previsiones de crecimiento para este año han realizado analistas, autoridades y orga-nismos internacionales. Del crecimiento superior a 3% esperado hace sólo seis meses, esa cifra en la actualidad oscila alrededor de 2.5%, e incluso el FMI señaló hace unos días que su revisión ubicaba nuestro crecimiento en 2% para 2008.

Al igual que en el caso de nuestro vecinos del nor-te, los indicadores económicos recientes han sido mix-tos y en algunos casos mucho mejores de lo esperado, como sucedió con los últimos datos sobre inversión y empleo. Pero hay que recordar el comportamiento de desfase entre nuestra economía y la del norte, por lo que aún es prematuro obtener conclusiones. Existen algunos aspectos que juegan a nuestro favor, como el hecho de que la fuerte depreciación de nuestra moneda respecto del euro se ha constituido en un aliciente de corto plazo para nuestras exportaciones a esa región, lo cual ya se está observando, y si bien no necesaria-mente sustituirán la caída en nuestras ventas al vecino del norte, si permitirán mitigar el impacto negativo en nuestro sector externo.

El alto precio del petróleo es otro factor que debe considerarse, ya que los importantes recursos exceden-tes que ha generado la exportación de este producto no sólo han permitido mantener el gasto público en los niveles propuestos a finales del año pasado, sino que han permitido sustentar un importante programa de gasto en infraestructura para los próximos años, cu-yos efectos deberían percibirse en los próximos meses. Estos ingresos adicionales también han permitido que

F. aLejandro ViLLagóMez

Los golpes de la economía

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el gobierno tome algunas medidas adicionales de cor-te fiscal, que si bien distan mucho de lo realizado por nuestro vecino, pueden tener algunos efectos positivos sobre el consumo privado y la inversión en las próxi-mas semanas.

En este entorno, la principal preocupación para la mayoría de la gente es saber de qué manera y en que magnitud nos afectará esta situación. Es difícil ofrecer una respuesta precisa en este momento en virtud de lo errático que ha sido el desarrollo de este proceso. Sin

embargo, es claro que este año creceremos menos de lo esperado y, sobre todo, a un ritmo por debajo de nuestro potencial. En este sentido, sabemos que un efecto nega-tivo ya esperado se encuentra en la creación de empleos para los próximos meses. Para ubicar este impacto hay que recordar que, con base en el crecimiento anual de

la Población Económicamente Activa en nuestro país, habría que generar al menos 1.2 millones de empleos nuevos durante el año sólo para hacer frente a esta nue-va demanda, sin considerar que es necesario reponer la situación de los que ya se encuentran en desempleo.

En los años recientes los mejores resultados se han ubicado entre 700 y 800 mil empleos nuevos, aun con mayores tasas de crecimiento, por lo que este año se ve difícil que esta situación mejore. Obviamente, este re-sultado significará ampliar la situación de subempleo e informalidad en el país, amén de los menores ingresos para las familias afectadas. Este problema puede ser más grave en la medida en que el impacto negativo de la desaceleración económica sea mayor.

En realidad, una de las mayores preocupaciones para la población no se deriva necesariamente como un efecto directo de la actual crisis económica, sino que es resultado del comportamiento de los precios de los alimentos en el mercado mundial, los cuales en los últimos meses han venido aumentando de manera persistente y en algunos casos dramática.

Esta situación ya ha provocado serios conflictos sociales en algunos países pobres. Si bien en nuestro país el impacto aún ha sido moderado, este es un tema crucial, por la terrible distribución de la riqueza y los niveles de pobreza que aún tenemos. Un aumento en el precio internacional del maíz y del trigo tarde o tem-prano nos afectará de manera directa en los precios del pan y las tortillas, y de manera indirecta por el impulso inflacionario que esto puede generar.

En condiciones de bajo crecimiento, la combina-ción de ambos elementos puede ser explosiva. Ya tuvi-mos una probada de esto el año pasado en el caso del maíz, y las autoridades probablemente habrán tomado cartas en el asunto, pero el peligro latente existe. Otro efecto esperado se vincula con el comportamiento de las remesas enviadas por nuestros connacionales en el país del norte, las cuales han venido disminuyendo en los últimos meses, entre otras cosas por la contracción en el empleo en ese país, en particular en el sector de la construcción.

Aunque en el agregado la disminución de estos flujos de capital no afecta a nuestra economía, ya que existen otras fuentes que se han dinamizado, en la eco-nomía regional y familiar de los receptores definitiva-mente tendrá un impacto negativo. Para esto no existe un sustituto inmediato, ya que no contamos con pro-gramas de apoyo, o son limitados, y la creación de em-pleo en el mercado nacional será raquítica este año. En todo caso, habrá que estar muy pendientes las próxi-mas semanas para realizar una valoración más precisa de estos efectos. a

Profesor Investigador de la División de Economía del CIDE y de la EGAP-ITESM-CCM

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La pesca y la acuacultura tienen que verse como una industria generadora de alimen-to para la población, y como una fuente que participa en el fortalecimiento del desarrollo regional al generar empleo, ingresos y arrai-

go de los pobladores en las comunidades. Asimismo, las políticas e instrumentos institucionales que se apliquen en el sector tienen que reflejarse en el aumento del con-sumo de alimentos del mar entre las poblaciones y los consumidores.

El incremento en la oferta y en el consumo de proteí-nas de origen marino puede obtenerse no sólo mediante la explotación sostenible y responsable de los recursos tradicionales, sino también a través de la explotación de recursos no tradicionales y subexplotados, presentes en los mares mexicanos y en las aguas continentales. Por otro lado, la oferta de productos pesqueros para consu-mo humano directo puede incrementarse mejorando la eficiencia de la cadena productiva para reducir las mer-mas y pérdidas de producto por mal manejo o por in-suficientes e ineficientes esquemas de industrialización, almacenamiento, distribución y comercialización de productos pesqueros.

Mucho de los planteamientos anteriores se han ex-presado en varios documentos e informes recientes y del pasado sobre el sector; no obstante, la actividad, en vez de ser impulsada, se ha visto limitada y hasta detenida en los últimos años debido principalmente a los enfo-ques de la administración pública: por un lado, a la pesca se le entendió como recurso natural y, por el otro, como actividad productiva. En el primer caso, la protección y la preservación prevalecieron sobre el aprovechamiento, lo que ha impactado la producción y la diversificación de las capturas; en el segundo caso, el impulso y el fo-mento han perseguido fundamentalmente apoyar la pesca como actividad productiva casi exclusivamente, relegando a segundo término los apoyos para fortalecer la eficiencia de toda la cadena productiva, o para respal-dar otros servicios de apoyo, como los relativos a infraes-tructura costera y portuaria o a la capacitación, sólo por señalar algunos tópicos.

Los siguientes datos y cifras reflejan esta realidad. En un informe (1994), el Instituto Nacional de Esta-dística Geografía e Informática (INEGI) destaca que México se ubica entre los países del mundo con mayor extensión de litorales, ya que cuenta con 11 mil 592.76

kilómetros de cordón litoral en su parte continental, sin considerar los litorales insulares. A lo anterior debe agregarse el mar territorial, espacio adyacente a las costas del país sobre el que se ejerce a plenitud la so-beranía y que incluye el lecho y el subsuelo del mar, así como el espacio aéreo suprayacente; cuenta con una anchura máxima de 12 millas náuticas (22.2 km) y tie-ne una extensión de 209 mil kilómetros cuadrados, sin incluir el mar territorial insular. Además, la Zona Eco-nómica Exclusiva (ZEE), franja situada fuera del mar territorial y adyacente, con una anchura máxima de 200 millas náuticas contadas a partir de la línea base don-de se mide el mar territorial. En estas extensas áreas, el Estado ejerce derechos soberanos para los fines de exploración y explotación de los recursos; asimismo posee jurisdicción respecto de la investigación cientí-fica marina y de la preservación del medio ambiente. El área de ZEE abarca poco más de 2 millones 717 mil kilómetros cuadrados, y aunada a la superficie del mar territorial comprende un total de 2 millones 926 mil 252 kilómetros cuadrados. La Plataforma Continental consta de 389 mil kilómetros cuadrados, las zonas es-tuarinas cubren una superficie de un millón 600 mil hectáreas; las lagunas costeras alcanzan un área de 12 mil kilómetros cuadrados en un total de 29 mil kiló-metros cuadrados de aguas interiores.

Según el Instituto Nacional de la Pesca, 320 especies biológicas de interés soportan el desarrollo pesquero y acuícola del país. Por su parte, los Anuarios Estadísticos de Pesca reflejan que en los últimos 25 años se alcanzó una producción promedio anual en peso vivo del orden de un millón 381 mil toneladas. En ese periodo las varia-ciones de producción registrada fueron entre un millón 134 mil 592 toneladas (1984) y un millón 570 mil 586 toneladas (1997). En este renglón, durante los últimos 20 años, las cosechas obtenidas por manejo acuacultural se han incrementado significativamente hasta alcanzar en 2004 un registro de 224 mil toneladas, aunque sólo tres especies representen 62% de las cosechas.

En cuanto a la industrialización de productos pes-queros, en el mismo período, en promedio anual ingre-saron a procesamiento 744 mil 501 toneladas de materia prima y se obtuvieron 320 mil 103 toneladas de diferentes productos y presentaciones; esto es, por cada kilogramo de producto que ingresó a la planta industrial pesquera se obtuvieron 430 gramos de productos procesados.

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Adrián Arredondo

marabiertoTesoro enmedio ambiente

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La población registrada dedicada a la actividad pes-quera, en el periodo analizado, se incrementó 2.3 veces, al aumentar de 117 mil 106 en 1984 a 273 mil 40 personas en 2004. El 55% encuentra ocupación en el litoral del Pa-cífico mexicano; 39%, en el litoral del Golfo de México y en el Mar Caribe, y 6% en los estados interiores del país.

Independientemente del incremento sustantivo del financiamiento otorgado en los últimos años al sector pesquero, en términos reales fue más significativo el des-tinado a la producción acuícola y a las capturas de alta-mar, y de menor escala, aunque relevante, el de la indus-tria y la comercialización. Sin embargo, el incremento en el financiamiento aún no se refleja en el mejoramiento total del sector ni en el aumento de la incorporación de los productos del mar en la dieta del pueblo mexicano, tampoco en una mayor oferta de empleo o en el aumento de los ingresos de los pescadores y de sus comunidades.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimen-tación (FAO) reporta que en la actuali-dad los productos marinos contribuyen con 3% del suministro mundial de ali-mentos, con 6% de la producción total de proteínas y con 18% del total de las proteínas de origen animal. Adicional-mente, entre los productos cárnicos, los pescados y moluscos son los más impor-tantes, ya que equivalen a 33% de la pro-ducción mundial de carne.

En México, el comportamiento del consumo nacional aparente ha mostra-do una tendencia a la baja durante los últimos 10 años, con una fluctuación del consumo promedio por habitante entre 15.7 kilogramos y 10.6 kilogra-mos. En el consumo nacional aparente promedio por habitante se considera tanto el consumo directo como el in-directo. El primero corresponde a la oferta nacional de productos pesqueros para el con-sumo humano, y el segundo concierne a la oferta na-cional destinada a la elaboración de harinas y aceites para el consumo animal. En ambos casos se considera el resultado de las exportaciones y las importaciones de productos pesqueros.

No hay que ir muy lejos, la Cumbre Mundial so-bre la Alimentación y la Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial, más 185 países, entre ellos México, establecieron el compromiso de reducir la pobreza y el hambre extrema caracterizada por la falta de acceso a los alimentos y por la subnutrición; es aquí don-de las proteínas de origen marino y acuático adquieren especial importancia.

Aquí sólo hemos visto algunos de los principales in-dicadores que reflejan parte del comportamiento y del de-sarrollo pesquero en nuestro país; efectivamente, la pesca y la acuacultura deben ser considerados desde una doble perspectiva: la ambiental y la productiva. En este orden, el impacto ocasionado por la pesca en los ecosistemas debe ser evaluado y regulado adecuadamente; en el caso de los proyectos de desarrollo acuícola, los manifiestos de im-pacto ambiental deben ser instrumentados correctamen-te; y donde ya operan los proyectos, la vigilancia para la aplicación de la normatividad debe ser efectiva.

El problema no para ahí. Sin duda alguna, la pesca y la acuacultura se ven impactadas por los efectos de la contaminación producida por la industria, el desarrollo urbano o por el sector agropecuario, que vierten sus pro-ductos químicos y desechos no tratados a los acuíferos

y que finalmente alcanzan las áreas de refugio, crianza, alimentación, repro-ducción y crecimiento de la fauna y flora acuática y sus recursos; casos críticos se presentan a lo largo del litoral mexica-no donde la extracción de pescados y moluscos representa un riesgo potencial para la salud por los niveles de contami-nación de los cuerpos de agua.

Por otro lado, la falta de ordena-mientos de las zonas costeras y de pla-nes de manejo hacen difícil que la pesca y la acuacultura coexistan sana y ami-gablemente con el ambiente y con otras actividades económicas (en el golfo de California o en la sonda de Campeche, por ejemplo).

Como actividad productiva, la pesca y la acuacultura deben ser anali-zadas y apoyadas integralmente, abar-cando toda la cadena productiva (des-de la extracción hasta el consumo), atendiendo su eficiencia y eficacia; en otro sentido, incluir los servicios de

apoyo para su desarrollo (investigación y desarrollo tecnológico en todas las fases; capacitación, instalacio-nes portuarias, rescate y mantenimiento de los cuerpos lagunares costeros, entre otras actividades); los instru-mentos y herramientas de la política pública sectorial deben ser reinventados (por ejemplo, la Carta Nacional Pesquera, en sus diferentes ediciones, analiza los prin-cipales recursos pesqueros y acuícolas bajo la perspec-tiva pesquera ambiental). Por otra parte, la nueva Ley General de Pesca y Acuacultura Sustentable, de recien-te publicación, no es más que un ordenamiento muy general que no cubre integralmente la actividad. Falta mucho por recorrer en este sentido. a

Secretario de Medio Ambiente. CEN PRI

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internacional

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Están condenados los tibetanos a sufrir la misma suerte que los indios estadouniden-ses? ¿Acabarán siendo poco más que una atracción turística, vendiendo recuerdos baratos de una cultura que alguna vez fue

grande? Ese triste destino parece cada vez más proba-ble y el año olímpico ya se ha visto opacado por los es-fuerzos del gobierno chino para reprimir la oposición a que llegue.

Los chinos tienen gran parte de la responsabilidad, pero el destino del Tíbet no es simplemente cuestión de la opresión semicolonial. A menudo se olvida que mu-chos tibetanos, en especial las personas educadas de las ciudades grandes, estaban tan ansiosos por modernizar su sociedad a mediados del siglo XX que vieron a los chinos comunistas como sus aliados en la lucha contra el gobierno de los monjes y los terratenientes. A princi-pios de los años cincuenta, el joven Dalai Lama mismo quedó impresionado por las reformas chinas y escribió poemas en alabanza al Presidente Mao.

Sin embargo, en lugar de reformar a la sociedad y la cultura tibetana, los chinos comunistas acabaron por destruirlas. En nombre del ateísmo oficial, se aplastó la religión. Durante la Revolución Cultural se demolieron monasterios y templos (a menudo con la ayuda de los guardias rojos tibetanos). Se obligó a los nómadas a vivir en espantosos asentamientos de concreto. Las artes tibeta-nas quedaron congeladas en emblemas folclóricos de una “cultura minoritaria” promovida oficialmente. Y el Dalai Lama y su séquito se vieron obligados a huir a la India.

Nada de esto fue exclusivo del Tíbet. La destruc-ción de tradiciones y la uniformización cultural for-zada sucedieron en todas partes de China. En algu-nos aspectos, los tibetanos recibieron un trato menos despiadado que la mayoría de los chinos. Tampoco la amenaza al carácter único tibetano ha provenido úni-camente de los comunistas. En 1946, el general Chiang Kai-shek declaró que los tibetanos eran chinos y cier-tamente no les habría concedido la independencia si sus nacionalistas hubieran ganado la guerra civil.

Ian Buruma

El último de los

tibetanos

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Si el budismo tibetano ha resultado severamente dañado, el comunismo chino apenas ha sobrevivido a los estragos del siglo XX. Pero el desarrollo capitalista ha sido aún más devastador para la tradición tibeta-na. Al igual que muchas potencias imperialistas mo-dernas, China señala los beneficios materiales de sus políticas para afirmar que son legítimas. Tras décadas de destrucción y olvido, el Tíbet se ha beneficiado de enormes cantidades de dinero chino para la energía y la modernización del país. Los tibe-tanos no se pueden quejar de que se han quedado atrás en la transfor-mación de China de una ruina de Tercer Mundo a una maravilla de desarrollo urbano.

Pero el precio en el Tíbet ha sido más alto que en cualquier otra parte. La identidad regional, la diversidad cultural y las artes y costumbres tradicionales han que-dado sepultadas bajo el concreto, el acero y el vidrio por toda Chi-na, y todos los chinos respiran el mismo aire contaminado. Pero por lo menos los chinos Han pueden sentir orgullo por el renacimiento de su fortuna nacional. Pueden sa-borear el resurgimiento del poder y la riqueza material de China. Los tibetanos, por el contrario, sólo podrán compartir este sentimiento en la medida en que se conviertan plenamente en chinos. Si no, sólo podrán lamentar la pérdida de su propia identidad.

Los chinos han exportado al Tí-bet su versión del desarrollo moder-no no sólo en términos de arquitec-tura e infraestructura, sino también de personas –oleada tras oleada de personas: empresarios de Sichuan, prostitutas de Hunan, tecnócratas de Beijing, funciona-rios del Partido de Shangai y tenderos de Yunnan. En la actualidad, la mayoría de la población de Lhasa ya no es tibetana. Gran parte de los habitantes de las zonas rura-les son tibetanos, pero no es probable que su estilo de vida sobreviva a la modernización china más de lo que sobrevivió el de los apaches en Estados Unidos.

Dado que el idioma de enseñanza en las escuelas y universidades del Tíbet es el chino, todo el que quiera ser más que un campesino pobre, limosnero o vende-dor de baratijas tiene que ajustarse a las normas chinas, es decir, volverse chino. Incluso los intelectuales tibe-tanos que quieren estudiar su propia literatura clásica

deben hacerlo en traducciones al chino. Mientras tan-to, los turistas chinos y extranjeros se visten con ropa típica tibetana para tomarse fotos de recuerdo frente al antiguo palacio del Dalai Lama.

Ahora la religión se tolera en el Tíbet, al igual que en el resto de China, pero bajo condiciones estrictamente controladas. Los monasterios y los templos se explotan como atracciones turísticas, al tiempo que los agentes del gobierno tratan de ase-

gurar que los monjes respeten el orden. Como sabemos por los acontecimientos recientes, toda-vía no han tenido un éxito total; el resentimiento entre los tibeta-nos es muy profundo. En semanas recientes ese resentimiento se des-bordó, primero en los monasterios y después en las calles, contra los migrantes chinos Han, que son tanto los agentes como los bene-ficiarios principales de la rápida modernización.

El Dalai Lama ha dicho en re-petidas ocasiones que no busca la independencia, y el gobierno chi-no ciertamente se equivoca al cul-parlo de la violencia. Sin embargo, mientras el Tíbet siga siendo parte de China, es difícil ver cómo po-dría sobrevivir su singular identi-dad cultural. Las fuerzas humanas y materiales que están contra el Tíbet son abrumadoras. Hay muy pocos tibetanos y demasiados chinos.

Fuera del Tíbet, sin embargo, la situación es otra. Si los chinos son responsables de extinguir el viejo estilo de vida en el Tíbet, pueden ser, sin proponérselo, los causan-tes de que se mantenga vivo afuera.

Al obligar al Dalai Lama a exilarse, han garantizado el establecimiento de una diáspora tibetana que bien podría sobrevivir de una manera más tradicional de lo que habría sido probable incluso en un Tíbet indepen-diente. Las culturas de diáspora se nutren de sueños nostálgicos de volver. Las tradiciones se conservan ce-losamente, como herencias preciadas que deben trans-mitirse mientras esos sueños persistan.

¿Y quién puede decir que esos sueños nunca se cumplirán? Los judíos lograron aferrarse a los suyos durante casi 2 mil años.a

Profesor de Derechos Humanos en el Bard College.© Project Syndicate

Si el budismo tibetano ha resultado severamente

dañado, el comunismo chino apenas

ha sobrevivido a los estragos del siglo XX.

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Los maoístas de línea dura de Nepal, confun-diendo a todos excepto a ellos mismos, adop-taron un papel dominante tras las elecciones históricas del país. El pueblo de Nepal tiene más de un motivo para celebrar.

La primera elección nacional prácticamente en una década transcurrió relativamente bien y fue respaldada por las autoridades nepalíes así como por cientos de ob-servadores electorales internacionales. De acuerdo con el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, la elección fue la más “transformacional” de las muchas contiendas electorales que ha observado en todo el mundo. El alto porcentaje de asistencia a las urnas, sumado a la manera relativamente pacífica en que se llevó a cabo la elección, es un testimonio del deseo del pueblo nepalí de conso-lidar el proceso de paz y contribuir en la determinación del futuro político del país.

Los maoístas, ex rebeldes que hasta hace dos años entablaban una guerra “del pueblo” brutal, pronto lide-rarán el próximo gobierno en Nepal. Los ex rebeldes recibieron la mayor cantidad de bancas en los distritos electorales donde el conteo de votos ya terminó.

Sorprendentemente, tanto los analistas locales como internacionales habían pronosticado que terminarían en tercer lugar, detrás del Congreso Nepalí (CN) y los Le-ninistas-Marxistas Unidos (LMU), los dos partidos más grandes que han estado al timón del país desde que se res-tableció la democracia multipartidaria en Nepal en 1990. Mientras los expertos están ocupados intentando explicar el triunfo sin precedente de los maoístas, se ha depositado una gran esperanza en los miembros recientemente elegi-dos de la Asamblea Constituyente de 601 escaños.

La principal responsabilidad de la Asamblea será la de redactar una nueva Constitución que pueda ayu-dar a reunificar a las comunidades dispares de Nepal. Una segunda prioridad será la de decidir el destino de la monarquía centenaria de Nepal. Los maoístas pre-sentaron una plataforma antimonárquica y ya se anti-cipa ampliamente que la primera reunión de la Asam-blea abolirá la monarquía y declarará a Nepal una “re-pública del pueblo”.

Pero el rey todavía cuenta con cierto apoyo, aunque claramente lejos de ser mayoritario. Nepal ha tenido una larga historia de monarquía que se prolongó durante casi

dos siglos y medio, y poner fin a esta tradición podría resultar más difícil de lo esperado. La voluntad y la capa-cidad de los maoístas para desplegar un grado de compa-sión y respeto por sus oponentes influirán decisivamente en el éxito que vayan a tener en el poder.

Por cierto, será incumbencia de la Asamblea consi-derar seriamente y de inmediato las deplorables condicio-nes socioeconómicas del país. Nepal es uno de los países más pobres del mundo e incluso está cerca del punto más bajo en la región del sur de Asia. Los miembros entrantes de la Asamblea, por lo tanto, deben encarar cuestiones cotidianas, como empleo, atención sanitaria, educación, justicia social, derechos de las minorías y seguridad.

Basta decir que allí Nepal enfrenta una infinidad de puntos inflamables, así como una gran cantidad de detractores a quienes les gustaría que este proceso his-tórico descarrilara. El éxito o fracaso de la Asamblea Constituyente dependerá de si el presunto ganador, el Partido Comunista de Nepal (maoísta), trabajará en co-laboración con los otros partidos y no intentará imponer exclusivamente su propia agenda. El principal desafío para la Asamblea es avanzar hacia el futuro, teniendo en mente que el camino por delante está lleno de desafíos aparentemente irremontables.

Los experimentos anteriores de Nepal con una for-ma de gobierno democrática no fueron muy exitosos; los gobiernos elegidos democráticamente (a finales de los años cincuenta y noventa) fueron sustituidos infor-malmente por un régimen autocrático prolongado. Así las cosas, dejar la responsabilidad exclusivamente en manos de líderes y estrategas políticos esta vez sería un error grave. Cada nepalí tiene un papel que cumplir para asegurar que la oscura historia política del país no se re-pita, y por ende para ayudar a que el país avance en la dirección correcta.

Votar por un cambio transmitió un mensaje claro; asegurarse de que los líderes de Nepal sigan la voluntad del pueblo es un desafío totalmente diferente. Es de es-perar que los maoístas recientemente elegidos en Nepal tengan la sabiduría de escuchar al electorado que acaba de delegarles el poder.a

Funcionario del programa para Asia Central y del Sur en la Asia Society

© Project Syndicate

Sanjeev Sherchan

La primera elección nacional en una década transcurrió relativamente bien y fue respaldada por las autoridades nepalíes así como por cientos de observadores electorales internacionales.

La larga marcha en Nepal

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“¡No mezclen los deportes con la política!”. El grito desafiante de los gobernantes chinos a las amenazas de un boicot a los Juegos Olímpicos de este verano en Bei-jing no resiste la prueba de la realidad. El

deporte y la política siempre han estado estrechamente vinculados.

Abundan los ejemplos obvios. Los Juegos Olím-picos de 1936 en Berlín estuvieron tan marcados por la propaganda nazi como por los certámenes atléticos. Durante la Guerra Fría, “la diplomacia del ping pong” ayudó a revivir las relaciones oficiales entre China y Estados Unidos. En 1990, Alemania armó un solo equipo olímpico antes de que el país se reunificara.

Afirmar que la política y el deporte pueden estar más separados en la época mediática actual que como lo estuvieron en el pasado es particularmente ingenuo. Beijing recibió los Juegos Olímpicos por una combina-ción de razones económicas y políticas, y China deseó albergarlos por las mismas razones. La tensión actual

entre China y (principalmente) la opinión pública oc-cidental en vísperas de los juegos es el resultado de la incompetencia, la hipocresía y una indignación legíti-ma pero potencialmente contraproducente.

La incompetencia de China en su manera de abordar la crisis en el Tíbet no es ninguna sorpre-sa. Sencillamente, el régimen chino es víctima de su propia incapacidad de reformarse. China vio en los Juegos Olímpicos una oportunidad simbólica de con-solidar y celebrar su nuevo estatus en el mundo. To-mada por sorpresa en el Tíbet por la virulencia y la popularidad de lo que han descrito como sentimien-tos “antichinos”, los gobernantes chinos han recurri-do a las herramientas tradicionales de los regímenes autoritarios, tornando el profundo nacionalismo y la sensación de humillación de sus ciudadanos hacia los críticos occidentales.

Hoy los chinos suenan casi tan asombrados por el supuesto maltrato a la antorcha olímpica en Londres, París y San Francisco como lo estaban los estadouni-

DomInIque moISI

Olimpiadas ycrisis

china vio en los juegos olímpicos una oportunidad simbólica de consolidar y celebrar su nuevo estatus en el mundo.

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denses en 2001: “¿Por qué nos odian tanto? ¿Qué les hemos hecho?”. Aislado, por obra propia, de las rea-lidades políticas globales e incapaz de comprender el significado de una “sociedad civil”, el régimen chino azuza a su público en expresiones de desafío a todo lo que “no respete a China”, lo que sólo refuerza las reac-ciones negativas.

Sin embargo, la hipocresía de Occidente casi igua-la la incompetencia del régimen chino. En el momento mismo en que la comunidad internacional “confirió” los Juegos Olímpicos a China, Occidente demostró lo poco que en realidad le importan los derechos humanos y la democracia. La idea de que el régimen chino iba a refor-mar rápidamente el país para convertirlo en un gigan-te abierto, moderado y benevolente, fue un fraude, un enorme error de percepción, o bien puras ilusiones.

El dilema que plantea China a los regímenes de-mocráticos es comprensible. Atrapados entre su necesi-dad desesperada de fondos y mercados, y su necesidad de responder a los sentimientos de sus ciudadanos, os-cilan entre la condena y el apoyo a China, intentando con dificultades encontrar un camino coherente que defienda los principios de Occidente sin afectar sus in-tereses económicos.

Ahora Occidente cree haber encontrado una “tercera vía” al amenazar con boicotear la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, pero no la com-petición misma. Así, el pueblo chino, los atletas del mundo y un planeta hambriento de “pan y circo” no quedarán privados de lo que esperan, y los gobernan-

tes chinos no quedarán impunes por su desprecio a los derechos humanos y a la opinión pública interna-cional. El problema es que una opción así exige la ab-soluta determinación de los gobiernos de demostrar con hechos sus palabras.

El poder de indignación es un componente ne-cesario de un mundo transparente e interdependiente que ha perdido el privilegio de la ignorancia, pero las respuestas selectivas a las acciones de las dictaduras pueden resultar siendo problemáticas y contraprodu-centes. China, para bien y para mal, es una potencia conservadora del status quo que no quiere grandes cambios en el sistema internacional: una potencia en gran parte satisfecha con su nuevo estatus, pero que no desea ver transformado su régimen, especialmente si es a través de presiones externas.

No nos hagamos ilusiones: ninguna “condición” impuesta desde fuera creará la “China que merecemos”, de la misma manera en que, después de la Segunda Gue-rra Mundial, logramos la “Alemania que merecemos” a través de un proceso de integración y reconciliación. Si los chinos reforman su sistema político y mejoran su historial de derechos humanos, no será por nada que Occidente haga ni diga, sino porque se dan cuenta de que la ausencia del imperio de la ley pone en riesgo su ambición de largo plazo de ser fuertes y respetados. a

Fundador y asesor senior del IFRI (Instituto Francés de Relaciones Internacionales). Catedrático en

el Colegio de Europa en Natolin, Varsovia© Project Syndicate

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La cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) celebrada en Bucarest lanzó dos señales peligrosas. La primera fue que Rusia ha restablecido en Europa una “esfera de intereses” en la que

hay países a los que no les está permitido perseguir sus propios fines sin que Moscú los acepte. La otra, que to-dos los Estados miembros de la OTAN tienen libertad para chantajear a sus socios a fin de que apoyen sus fines, propios de su estrechez de miras.

La primera señal se lanzó cuando se denegó a Ucra-nia y Georgia el Plan de Acción para la Adhesión (PAA) que deseaban. Varios pesos pesados europeos, encabe-zados por Alemania y Francia, se negaron, pese al apoyo decidido de esa idea por parte de los Estados Unidos.

La segunda señal se lanzó cuando Grecia logró vetar la adhesión de Macedonia, actitud que reflejó el irresuelto conflicto entre los dos países por el nombre de Macedonia (que, según insiste Grecia, debe ser An-tigua República Yugoslava de Macedonia, cuya sigla en inglés –FYROM– es una de las más vergonzosas que afligen a la política internacional actual).

La disputa con Macedonia se remonta a comien-zos de los años noventa, cuando Yugoslavia se desplo-mó y se dividió en Estados independientes. Grecia se opuso vehementemente a que su diminuto vecino sep-tentrional, que sólo cuenta con 2 millones de habitan-tes, usara el nombre de Macedonia y los símbolos de la época de Alejandro el Magno en su bandera y su es-cudo. En determinado momento, Macedonia accedió

uffe eLLemann-jenSen

Señales

de la OTANpeligrosas

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a diseñar una nueva bandera y a eliminar los símbo-los, además de que aceptó enmendar su Constitución para que quedara claro que no tenía reivindicaciones territoriales sobre Grecia, pero se negó rotundamen-te a vivir con uno de los nombres, propios de un tra-balenguas, propuestos por su vecino de dimensiones mayores.

Conque así estamos: un veto griego a las aspira-ciones nacionales de Macedonia hasta que haya elegi-do un nombre que no haga que los griegos tiemblen de miedo por una agresión procedente del norte. Parece ridículo, pero hay otro aspecto, con frecuencia pasado por alto, en esa disputa: al actuar así, Grecia demuestra falta de confianza en sus socios de la OTAN. Si Ma-cedonia formara parte de la OTAN, cualquier política aventurera que socavara la estabilidad regional sería parada en seco sin lugar a dudas. Si los griegos no son capaces de verlo, sus socios deben hacerles saber que su actitud obstruccionista tiene un precio.

El problema con Ucrania y Georgia es mucho más grave. En cierto modo, Rusia se ha comportado como Grecia al afirmar que una ampliación de la OTAN amenaza su seguridad. Eso es absurdo y Rusia lo sabe, pero el Kremlin ha descubierto que actuando como un niño consentido se obtienen resultados: el derecho a influir en la evolución de los acontecimientos en los países ex soviéticos. Dicho de otro modo, se está per-mitiendo a Rusia reafirmar su “esfera de influencia”, concepto que debería haber sido sustituido por el de “toda Europa libre” que toda la Unión Europea parecía haber hecho suyo cuando el comunismo se desplomó. Pero no: 1989 no fue el fin de la Historia. La Historia amenaza con regresar.

Los oponentes europeos de un PAA para Ucrania y Georgia sostienen que ninguno de esos dos países está preparado para su ingreso en la OTAN. Se dice que existen demasiados interrogantes sobre su unidad nacional, que arrastran demasiados conflictos internos y que sus ejecutorias en materia de reformas políticas y judiciales son supuestamente dudosas.

Pero el proceso del PAA no entraña un dere-cho automático a la adhesión a la OTAN. Al con-trario, los PAA impondrían exigencias muy estrictas a Ucrania y Georgia. Esos dos países tendrían que responder a muchas preguntas difíciles y convencer a los demás de que pueden cumplir los requisitos democráticos de la OTAN antes de que se les per-mita el ingreso.

Así, pues, también redundaría en provecho de Rusia que comenzara ese proceso. Rusia tiene preocu-paciones válidas respecto de las grandes minorías ru-sohablantes existentes en los dos países y la mejor for-ma de abordarlas es en el marco del proceso de PAA, en los que el punto de referencia son las reglas, muy estrictas, de la Organización de Seguridad y Coopera-ción en Europa sobre el trato a las minorías. De hecho, el proceso de PAA garantizó la protección de las mino-rías rusas de Estonia, Letonia y Lituania, ex repúblicas soviéticas, todas ellas, que ahora son miembros de la OTAN.

El quid de la cuestión es la falta de voluntad políti-ca de Europa para forjar una posición unificada frente a Rusia, lo que ha movido a Rusia a aplicar una clási-ca estrategia de “divide y vencerás”, tentando a varios grandes países europeos a concertar acuerdos bilate-rales –en particular en materia de cuestiones energéti-cas– que impiden una posición común de la UE.

Resulta lamentable –tanto para Rusia como para los europeos– porque fortalece a quienes en Moscú quieren aplicar una política de orgullo nacional y no de intereses nacionales, y reduce las posibilidades de creación de una verdadera política exterior y de segu-ridad común europea.

Pero más lamentable resulta para los países que de nuevo van a quedar excluidos. La OTAN debe ser un faro de esperanza para los países que luchan por establecer la democracia y la libertad. La cumbre de Bucarest da a entender que ese faro se ha apagado.a

Ex ministro de Asuntos Exteriores de Dinamarca © Project Syndicate

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La fascinante campaña para la elección presi-dencial en Estados Unidos puede estar aca-parando todos los titulares, pero en Europa también hay una pelea de liderazgo en curso. En este momento, todos los ojos están depo-

sitados en los candidatos no definidos para convertirse en el primer presidente elegido del Consejo Europeo.

Nadie –ni siquiera la gente estrechamente involu-crada en el proceso– sabe realmente cómo se eligen los líderes de la Unión Europea. No hay reglas formales, mucho menos elecciones; de alguna manera, los nom-bres simplemente salen a la superficie en los medios para pasar a ser parte del misterioso sistema de nego-ciación interna de la UE.

De hecho, existen cinco empleos vacantes, de modo que se está llevando a cabo una discusión com-pleja pero sigilosa entre los cancilleres de Europa so-bre quién podría hacer qué sin perturbar los delicados

equilibrios entre las familias políticas o entre los gran-des y pequeños Estados.

En el corazón de este proceso está la cuestión aún más sensible de si las personas que se harán cargo de las principales instituciones de la UE deberían ser lí-deres fuertes. En principio, todos quieren personas influyentes; en la práctica, muchos líderes nacionales se oponen a la idea de un equipo más independiente y agresivo en Bruselas.

El dilema queda claramente resumido en los dos candidatos evidentes para el puesto principal de “Señor Europa”. Por un lado, existe el par de manos seguras personificado por Jean-Claude Juncker, el veterano primer ministro del pequeño Luxemburgo, quien conoce los pormenores de la maquinaria po-lítica de la UE y preside la organización ministerial de la eurozona. Él no va a hacer olas, pero tampoco generará titulares.

GILeS merrItt

La elección del

Señor Europa

en este momento, todos los ojos están depositados en los candidatos no definidos para convertirse en el primer presidente elegido del consejo europeo.

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Luego está Tony Blair. Famoso a nivel mundial pero polémico, Blair es capaz de consolidar a la opi-nión pública y darle al proyecto europeo el perfil alto que desea ardientemente la UE. Pero también es procli-ve a convertir el puesto ceremonial de 30 meses como la figura decorativa de la UE en un cargo con mucha más influencia política de la que podría gustarle a sus 27 líderes nacionales.

Los otros cuatro puestos probablemente se de-cidirán como parte de un acuerdo global, debido a la necesidad de alcanzar alguna suerte de equilibrio. Primero está la cuestión de si el actual presidente de la Comisión Europea, el ex primer ministro portugués José Manuel Barroso, debería recibir otro mandato de cinco años. Su promesa temprana de ser la nueva es-coba del órgano ejecutivo de la UE se ha convertido en una capitanía que sigue su curso hacia adelante, y está la cuestión adicional de si su renombramiento podría convertir el puesto en un cargo estándar de 10 años para sus sucesores, más allá de sus capacidades.

La opción para el puesto número tres –la persona responsable de la política exterior, que tendrá recursos extra y poderes para desarrollar el cargo creado por Javier Solana– parece más clara. Solana, el español de voz suave que anteriormente fue secretario gene-ral de la Organización del Tratado del Atlántico Nor-te (OTAN), parece el candidato seguro para asumir el nuevo empleo por unos meses antes de entregárselo a Carl Bildt, el ministro de Relaciones Exteriores y ex premier sueco que ganó estatura internacional en los Balcanes en los años noventa.

Pero nada es seguro. Si el primer ministro de Di-namarca, Anders Fogh Rasmussen, terminara sien-do un candidato neutral entre Juncker y Blair, como muchos sugieren, la presencia de dos escandinavos de centroderecha plantearía un problema. Los dos puestos restantes, presidente del Parlamento Europeo y el car-go de “Señor Euro”, actualmente en manos de Juncker, también tendrán que contribuir al equilibrio general y reflejar el resultado de las elecciones del Parlamento Europeo de mediados de 2009.

El Parlamento es otro comodín en este proceso absolutamente antidemocrático e impredecible. Bajo el Tratado de Reforma –el sucesor similar para la polé-mica Constitución europea que crea el puesto de pre-sidente de la UE–, los 785 miembros del Parlamento también expresarán su opinión. En el pasado, sólo los gobiernos podían proponer candidatos para los prin-cipales cargos de Europa, pero ahora el Parlamento también podrá rechazarlos. No resulta para nada claro quién tendrá mayor poder para decidir el resultado.

Esta incertidumbre está empezando a concen-trar la atención en la cuestión fundamental de si la UE puede seguir eligiendo a sus líderes de una ma-

nera tan extraña y furtiva. Cuando la Unión era más pequeña y más modesta, las negociaciones intergu-bernamentales parecían aceptables, al menos porque los políticos nacionales podían minimizar la impor-tancia de “Europa”.

Hoy, con la UE ansiosa por ejercer un papel enér-gico en el escenario mundial, un avance hacia un sis-tema más abierto parece inevitable. Los interlocutores de la UE en Washington, Beijing y otras partes ya ex-plican a las claras que los líderes nacionales que pre-tenden hablar por Europa carecen de credibilidad, al igual que los líderes de la UE que tan evidentemente no tienen un mandato político convincente.

Están surgiendo dos escuelas de pensamiento cla-ramente definidas. Están los que sostienen que éstas son cuestiones sensibles y complicadas más allá del en-tendimiento de la mayoría de los votantes, y que una mayor democracia resultaría en populismo o en abs-tenciones incómodamente generalizadas. Otros creen que la UE no puede seguir siendo conducida según los mismos lineamientos que se aplican en Beijing o Pyon-gyang. Es una cuestión a la que se enfrentará cualquier equipo nuevo elegido según los métodos antiguos. a

Secretario general del centro de estudios Friends of Europe, con sede en Bruselas. Editor de Europe’s World.

© Project Syndicate

tony Blair

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internacional

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La declaración del Presidente George W. Bush sobre la “misión cumplida” en Irak hace cinco años fue tan ensoberbecida como fantasiosa es su actual evaluación de que el reciente aumento repentino de tropas “ha

obtenido una importancia victoria estratégica en la gue-rra, más en general, al terror”. La aventura en Irak no sólo es la guerra más larga y más cara de la historia de Estados Unidos –el premio Nobel de Economía Joseph Stigltz ha ofrecido un asombroso cálculo aproximado de 3 billones de dólares–, sino que, además, es la menos concluyente.

La guerra ha pulverizado a la sociedad iraquí al disolverla en un centón etnosectario. El efecto del citado aumento de tropas se acabará tarde o tem-prano, y los iraquíes, deshechos por la violencia y la corrupción, seguirán incapacitados para unir su sis-

tema de gobierno y, dada la incapacidad de su ejér-cito para tomar el relevo de los norteamericanos, la violencia yihadí e interétnica volverá por fuerza a estallar. Como ha dicho recientemente el coronel iraquí Omar Alí, comandante del batallón iraquí en Mosul, foco principal de la insurgencia en la actua-lidad, “sin los norteamericanos nos resultaría impo-sible controlar Irak”.

Las guerras, tal como las definió Winston Chur-chill, son siempre “un catálogo de meteduras de pata”. Así, pues, el juicio de la Historia sobre la guerra en Irak versará, desde luego, más sobre si ha alcanzado sus ob-jetivos estratégicos de “reconstrucción” de un Oriente Medio muy desestructurado, a imagen y semejanza democráticas de los Estados Unidos y de consolida-ción de su posición hegemónica en la región, que sobre su precio en sangre y dinero.

ShLomo Ben-amI

El nuevo

de BushOriente Medio

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Estratégicamente, la guerra fue un completo fra-caso. La guerra, ejemplo claro de exagerada ambición imperial, forzó demasiado al ejército de los Estados Unidos, socavó el prestigio moral de ese país en el mundo entero y su reputación en el Oriente Medio, amenazó gravemente su economía y mostró a amigos y enemigos los límites del poder estadounidense.

La más grave consecuencia no deseada de la gue-rra es el surgimiento de un poderoso desafío chií a los aliados suníes de Occidente en el Oriente Medio. La destrucción por parte de los Estados Unidos de Irak como potencia regional entregó en bandeja de plata la hegemonía en el golfo Pérsico, cuya decisiva impor-tancia para los intereses occidentales no puede exage-rarse, al régimen islamista chií de Irán.

Sobre los escombros de la dictadura de Sadam Husein, los estadounidenses contribuyeron a crear en Irak el primer Estado árabe dominado por los chiíes, que podría ponerse al servicio de las ambiciones re-gionales de Irán, calamidad de dimensiones históricas para los aliados suníes de los Estados Unidos. La re-ciente visita a Irak del Presidente Mahmoud Ahme-dinejah transmitió a los estadounidenses un mensaje inequívoco: la perspectiva de que los Estados Unidos jamás alcancen un mínimo de estabilidad en Irak ha pasado a depender de las fuerzas alineadas con Irán.

Las dificultades de los Estados Unidos en Irak y en un ámbito más amplio contribuyeron decisivamente a las ambiciones nucleares de Irán. Los iraníes se ven aho-ra inmunes a un ataque estadounidense a sus instalacio-nes nucleares, pues los problemas de los Estados Unidos en Irak y la oposición a la guerra en aumento en el pro-pio territorio estadounidense son una señal para ellos de que la estrategia de guerra preventiva ha fracasado.

Pero por radical que sea el régimen iraní, no es suicida. Por eso, la amenaza de un Irán nuclear podría consistir menos en su propensión a iniciar una guerra nuclear con Israel que en su capacidad para proyectar eficazmente su poder regional. Un Irán nuclear podría amenazar incluso la capacidad de los Estados Unidos para proyectar fuerzas convencionales en el Golfo en momentos de crisis, como tampoco puede descartarse la posibilidad de que Irán sienta la tentación de refor-zar sus ambiciones regionales suministrando material nuclear a grupos terroristas delegados suyos.

Si acaso, el desastre de los Estados Unidos en Irak no ha hecho sino envalentonar a quienes desafían el status quo en la región. Ése ha sido también el resul-tado de la mal concebida cruzada democrática en el mundo árabe. Bush descubrió, para consternación suya, que cualquier ejercicio de democracia árabe ha de abrir las puertas a los islamistas antioccidentales, ya se trate de los Hermanos Musulmanes en Egipto, los partidos chiíes en Irak o Hamas en Palestina.

Al final, los Estados Unidos tuvieron que abando-nar sus fantasías sobre una democracia árabe al estilo occidental, pero dejaron a los iraníes –lo que resulta iró-nico– enarbolando la antorcha de la democracia en la región. Al fin y al cabo, Irán se apresuró a reconocer que las elecciones libres son la vía más segura para socavar los regímenes proestadounidenses en Oriente Medio.

A la guerra en Irak se debió también que Estados Unidos no atendiera al proceso de paz palestino-israelí. Ahora las posibilidades de que el gobierno de Bush pue-da agrupar a los suníes “moderados”, aliados de Estados Unidos en la región, para que ayuden a salvar la paz pa-lestino-isaelí están secuestradas por un eje regional, enca-bezado por Irán, del que forman parte Hamas, Hizbolá y Siria. Todos están unidos en su rechazo de una Pax Ame-ricana en Oriente Medio y han demostrado hasta ahora una notable resistencia al desestimar las condiciones pre-vias impuestas por los Estados Unidos para un diálogo.

La incapacidad de los Estados Unidos para inspi-rar a los pueblos del Oriente Medio, gobernados todos ellos por autocracias respaldadas por ese país, no es una novedad precisamente. En cambio, sí que lo es que el poder estadounidense podría estar perdiendo su ca-pacidad para intimidarlas. a

Ex Ministro israelí de Asuntos Exteriores y actual Vicepresidente del Centro Internacional para la Paz de Toledo.

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La aventura en Irak no sólo es la guerra más larga y más cara de la historia

de estados unidos, sino que, además, es la menos concluyente.

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internacional

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Es la imagen de Carme Chacón con todo su femenino temple catalán pasando revista a la tropa en Herat, Afganistán, ostentando un bien entrado embarazo. Apenas este marzo fue designada ministra de la Defensa de Es-

paña. Es integrante del gabinete paritario del Presidente José Luis Rodríguez Zapatero, emanado del Partido So-cialista Obrero Español (PSOE).

Lo cultural es el espacio de lo simbólico. La imagen que contemplamos es un signo de estos tiempos y no de otros. Representa realidades ocultas que hay que revelar. Como en la novela de Henry James, personifica el paso a otra realidad; es una vuelta de tuerca.

¿Cómo llegó Carme Chacón a ocupar el puesto de ministra de la Defensa? Por mérito propio, su biografía así lo acusa: tiene trayectoria académica como abogada, la tiene como política dentro de su partido, ha sido le-gisladora y también funcionaria pública de primer nivel, lo fue antes del Ministerio de Vivienda. Para todo efecto público, es una mujer sólida y completa.

No sobra comprender su biografía personal: “No hay ministerio más cargado de símbolos patrios, no hay despacho que despida un olor institucional más intenso ni puesto que exija un mayor compromiso con las esen-cias patrias. ¿No es demasiado para una catalanista de pro, que ha hecho una y mil veces profesión de fe cata-lana; para la nieta de un anarquista aragonés que nunca entendió de patrias?

“Me siento tan catalana como española, igual que la inmensa mayoría de catalanes. Hablo catalán con mi madre; castellano con mi padre; las dos lenguas con mi marido. Me siento hija del mundo y universal”. Así se ex-plica ella misma para el periódico El País, en la crónica de Lola Gaitán del 29 de abril.

Para efecto de lo que culturalmente representa, su biografía personal es una anécdota que ha florecido en un contexto geográfico e histórico: es un suceso de la Es-paña de Zapatero en la primera década del sigo XXI.

No pudo ser antes, y es dudoso que en otro lugar. Zapatero es el Presidente de España surgido de un parti-do político que postula:

–Libertad para que toda persona pueda llevar a cabo su proyecto personal de vida.–Igualdad de condiciones para que todas las per-sonas puedan desarrollar sus capacidades y poten-cialidades.–Solidaridad para que todas las personas tengan aseguradas sus necesidades básicas.

Zapatero es un político socialdemócrata reformador que ha capitalizado su mayoría parlamentaria para llevar hasta sus últimas consecuencias los postulados de liber-tad e igualdad. En 2005, el Parlamento Español aprobó por mayoría la ley que legaliza el matrimonio entre per-sonas del mismo sexo y que abre la adopción para estas parejas.

La Ley de Igualdad, aprobada en España en 2007, otorga un permiso por paternidad de 15 días que se am-pliará de manera progresiva hasta llegar a cuatro meses en 2013. A este derecho se acogerá el marido de Carme Chacón, por si nos estábamos preguntando qué hará la ministra de Defensa después de parir.

De la Ley de Igualdad se deriva un paquete de ini-ciativas de ley propuestas por el gobierno de Zapatero: de Dependencia; Plan Concilia en la Administración Pública; 54 Medidas para la Igualdad; Ley de Violencia de Género; Plan de Ciudadanía e Integración. Se entien-de que la igualdad entre los sexos no es sólo del ámbito de lo políticamente correcto o de la coyuntura de una plataforma electoral, tampoco lo es de gestos, por gran-dilocuentes que pudieran llegar a ser, si así quisiéramos entender al nombramiento de la ministra Chacón. Es de cambio estructural:

“En el PSOE entendemos las políticas de igualdad como motor de desarrollo económico del país, una pro-fundización de la democracia y una cuestión de justicia social. Nos presentamos ante la ciudadanía con el obje-tivo de afianzar y consolidar todas las medidas puestas en práctica, diseñar todas las políticas públicas con pers-pectiva de género y reforzar los mecanismos y estructu-ras que hagan posible la igualdad efectiva” (Programa de Igualdad 2008-2011).

oLImpIa fLoreS ortIz

Carme Chacón:

de armas tomarUna mujer

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En México tendríamos que decir que el tema de la igualdad es trasunto de la Reforma del Estado.

“La indispensable necesidad de crear las condicio-nes para la paz debe caminar junto a las estrategias de desarrollo cultural. La guerra, el terrorismo, la opre-sión y la discriminación son expresiones de intoleran-cia que deben ser condenadas y erradicadas”, postulado del PSOE que vincula el desarrollo con la erradicación de la discriminación, acepción de la violencia, y que coloca la lucha en el plano de la cultura. ¿Dónde más, si no, se transforman los síntomas?

Y como dato, que no es menor, la ministra se asume pacifista ante los azorados ojos de la crítica conservadora de derecha que, por ejemplo, ante las declaraciones de la ministra Chacón en la crónica de Lola Gaitán (“…si ser pacifista es tener claro el valor de la paz, lo soy, segu-ro, pero lo soy yo y todo aquel que ha estado cerca de la guerra”), se pregunta: “¿No encuentran ustedes un poco raro que la titular de Defensa se declare ‘pacifista’?”, (José María Carrascal, del ABC).

Todo en ella nos indica una mujer de pensamien-to humanista y liberal, su convicción pública y su vida privada. La vuelta de tuerca, sin embargo, no consiste en la llegada de esta mujer al poder. Hay en la escena re-ciente otras mujeres de sumo poder: Margaret Tatcher, Madeleine Albright, Condolezza Rice, Angela Merkel, Hillary Clinton... que no sólo no se proponen trasformar la cultura de la guerra y de la falocracia, sino que, desde su condición femenina y precisamente por ella, la legiti-man, la ratifican, la perpetúan. Para transformar el poder no basta con ser mujer y llegar a él.

No se trata entonces de ver en esta imagen el poder de la mujer, sino la maternidad revisitada. La subversión de la imagen consiste en la irrupción gráfica que nos arroja de súbito a otra percepción de la maternidad.

El hito cultural es este desafío amenazante que cier-tamente perciben las esferas conservadoras del statu quo y la familia, y que tendríamos que valorar en todo su sig-nificado las esferas progresistas, las de todos los derechos para todas y todos, sin subterfugios, corchetes ni excep-ciones: se puede trastocar de raíz el modo maternal que es el fundamento de la opresión, del confinamiento, de la discriminación; ya está documentado.

Pero lo que marca el documento es el punto de indicación de un proceso. No se ha producido por ge-neración espontánea. Antes tuvo que haber legiones de maestras de educación básica, la primera médica, la primera ingeniera, la primera arquitecta (antes de la mi-tad de siglo XX), es decir las mujeres en las profesiones “liberales”, y tuvo que haber un movimiento precursor que colocara en la escena los derechos de igualdad de las mujeres (en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial), comenzando por el derecho al voto, y con ello, al poner a la persona en primer plano y a lo privado en lo visible, todo el movimiento por los derechos humanos para todas las personas, que ha significado a la última década del siglo XX y a lo que va del XXI.

Un hecho precursor lo fue, además del acceso de las mujeres a la educación incluso universitaria, su incursión en el mercado de trabajo; y juntos determinaron las po-sibilidades de su autoconciencia y de que saborearan las mieles de su autosuficiencia económica; posteriormente, la consecución del voto, y con ello su condición ciudadana o su lugar como sujetos de la Historia. Estos tres factores, aunados a otros –como la ley del divorcio y su condición individual, la proliferación de los anticonceptivos y su de-recho a decidir, incluso el psicoanálisis, que ha significado la liberación de la cárcel de sí mismas–, configuraron un posible reconocimiento alternativo de su ser mujeres: la capacidad electiva de su vocación, el cuestionamiento del orden familiar tradicional, el derecho al placer, el apetito de poder. La conciencia, en consecuencia, de su condi-ción discriminada por el hecho de ser mujeres.

Fue el feminismo el que hizo visible la discrimina-ción por razón de género, que completaba el diagnóstico de la discriminación de clase que determinó las luchas sociales de la primera mitad de siglo. Fue el feminismo que acompasó a la historia del siglo XX.

Así fue que en la España posterior al año 2000 ha podido llegar el presidente radical y reformador que nombró ministra a esta mujer, no obstante su periodo gestacional; han podido desafiar el orden cultural de Occidente.

Transcurso histórico y movimiento social. De-rrumbamiento del mito maternal de Gerber y Nestlé. Transformación de la organización social, leyes, política pública y oferta de servicios. Otra composición familiar, otra distribución del trabajo. Otra cultura. a

Feminista (PRI)

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JOSÉ WOLDENBERG

Oportuno, es lo primero que se me ocurre decir del libro que coordinó Pedro Sala-zar. Dado que la reforma constitucional en materia de transparencia y acceso a la información fue publicada en el Dia-

rio ofi cial el 20 de julio de 2007, y que en uno de sus transitorios se estableció el plazo de un año para que las legislaturas de los estados y la federal aprobaran las respectivas leyes reglamentarias, los textos que contie-ne el libro deben ser leídos como un acicate, un lla-mado de atención y una guía para los legisladores que tienen en sus manos tan estratégico asunto.

Un acicate porque, si bien la reforma constitucio-nal fue un momento estelar de los congresos al univer-salizar y homogenizar el derecho de acceso a la infor-mación pública, es claro que las leyes reglamentarias en la materia acabarán por consolidar o distorsionar el ejercicio de ese derecho. Un llamado de atención por-que el tiempo corre y la inmensa mayoría de congresos –incluyendo el federal– no han cumplido con su en-

comienda, y algún otro, como el de Querétaro, ha des-virtuado la intención del Constituyente permanente al fusionar en un solo órgano la Comisión de Derechos Humanos y el órgano encargado de supervisar que las distintas dependencias cumplan con su obligación de transparencia.

Y una guía, porque en él se encuentra una refl exión pormenorizada sobre los diferentes eslabones que debe-rían acabar armando una ley y unas prácticas efi cientes en la materia. Me refi ero en particular al artículo de Ser-gio López-Ayllón, en el que el lector podrá encontrar una explicación clara, armónica y enterada de cada uno de los capítulos que deben ofrecer horizonte a las leyes por venir: Desde los principios hasta las obligaciones de las autoridades, pasando por la información reservada y confi dencial, el manejo de los datos personales y las nue-vas rutinas en la gestión documental y el manejo de los archivos administrativos. Todo lo cual demanda refor-mas a las instituciones y la creación de órganos garantes con facultades sufi cientes, especializados y autónomos.

Acceso a la información:

lo que sigue

libros

Pedro Salazar Ugarte (coordinador)El derecho de acceso a la información en la Constitución mexicana: razones, signifi cados y consecuenciasIFAI. UNAM. México. 2008. 200 págs.

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También, una brújula para diseñar procedimientos ex-peditos y eficientes, y sanciones que sirvan para que las autoridades responsables no queden impunes en los casos en que se nieguen a proporcionar la información pública que debe ser pública.

Pero más allá de las reformas legales encomenda-das a los congresos y cuya morosidad es preocupante, luego vendrá, como certeramente apunta Mauricio Me-rino, la necesidad de “poner al día los procedimientos administrativos y la organización interna” que hagan posible que el producto sustantivo (la información) pueda ser explotado por los ciudadanos. Porque en ese universo, el de la generación, clasificación, organiza-ción y protección de la información, tenemos un défi-cit que no vale la pena ocultar.

Como establece también la Constitución, a más tardar en julio de 2009, “todos los entes obligados”, es decir, la federación, los estados, el DF e incluso los mu-nicipios que cuenten con una población superior a los 70 mil habitantes (según Merino, al menos 246), de-berán contar con “sistemas electrónicos para que cualquier persona pueda hacer uso remoto de los mecanismos de acce-so a la información”. Y eso que tanto en-tusiasma y con razón a Ricardo Becerra, supone, para que sea realidad, una serie de retos que apunta Merino. Lo cito:

“a) Tendrán que definir procedi-mientos puntuales y responsabilidades específicas… de tal modo que cada vez que lleven a cabo una tarea o una acti-vidad, participen en una deliberación o tomen una decisión, la documenten; b) tendrán que asegurarse de que esa do-cumentación corresponda con fidelidad a sus respec-tivas atribuciones…; c) tendrán que diseñar sistemas de información eficaces, para que la documentación… se mantenga actualizada y disponible; d) tendrán que diseñar y operar un sistema de archivos…; f) tendrán que diseñar indicadores que reflejen con fidelidad la gestión y el ejercicio de los recursos…”

Y todo ello demanda una nueva reglamentación de los procesos administrativos, del registro de las de-liberaciones, del registro contable y de la confección y operación de los indicadores del desempeño. Un reto nada despreciable si aceptamos, como bien dice Meri-no, que “en el gobierno municipal todavía hay mucho de artesanía política e informalidad administrativa”. Y me temo que no sólo en los gobiernos municipales.

En suma, luego de la reforma constitucional que tantas expectativas creó y que fue saludada casi por unanimidad como un paso estratégico para involucrar a todas las dependencias públicas en la dinámica vir-tuosa de la transparencia, resulta imprescindible que

los congresos locales y el federal hagan su tarea y que luego de ello las autoridades involucradas pongan ma-nos a la obra para hacer realidad lo que hoy ya es un mandato constitucional.

Pero así como López-Ayllón y Mauricio Meri-no, cada quien por su lado, desarrollan los retos que se desprenden de la reforma al artículo sexto cons-titucional para hacer realidad el derecho a la infor-mación, Fernando Escalante Gonzalbo retoma un tema que, bien visto, es la otra cara de la moneda: el derecho a la privacidad. Luego de establecer, y con razón, que se trata de un auténtico derecho civiliza-torio, sólo negado por los regímenes totalitarios, nos recuerda que “aparece como problema, en particular, en el campo en que coinciden el derecho a la infor-mación, la libertad de prensa y la vida privada”. Los primeros viven en eterna tensión con el derecho a la privacidad, y eso es una derivación natural, dada la existencia de valores y derechos contrapuestos. Así hay que asumirlo, pero sin descuidar la dimensión

que otorga a la vida “dignidad”.Escalante tiene razón: se trata de

un derecho mal tipificado en la propia Constitución. Un derecho, como dice el autor, al cual se alude, pero no se define y menos se desarrolla. Por eso su llamado a establecer con claridad “el bien jurídico que se quiere proteger y por qué razón se protege”. Esa es una tarea pendiente.

Luego de ello habría que desarro-llar operaciones legislativas en diversos campos en los que la defensa de la pri-vacidad parece pertinente. El tema en el que están dadas todas las condiciones

para una regulación venturosa es el de los datos e in-formaciones personales en manos de terceros (insti-tuciones estatales o empresas). La experiencia inter-nacional (sobre todo europea) podría ser una guía, y el propio Escalante avanza varios criterios centrales para su elaboración.

Y luego quedaría el inmenso y complejo tema de las relaciones entre los medios de comunicación masi-va y el derecho a la privacidad. Es claro que si los me-dios, explotando al máximo la libertad de expresión, no encuentran una normatividad que preserve un de-recho estratégico como el de la privacidad, acabarán por machacar y hacer papilla esa coraza de la dignidad humana. Sería más que sencillo ilustrar esa tendencia. Todos los días aparecen chismes, fotografías, video grabaciones, comentarios, que agraden sin sentido y sin concierto (sólo para explotar el morbo e incre-mentar el rating) a diversas personas, vulnerando su derecho a la privacidad. (Y si alguien quiere explotar comercialmente su vida privada debe tener vía franca.)

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El problema es que muchos ciudadanos son víctimas de esas prácticas y tienen muy escasas palancas legales para defenderse. Como bien lo escribe Escalante: “Esa tendencia significa una degradación de la vida pública, que nos afecta a todos. No es sensato pasarla por alto o dejar que todo dependa de una improbable modera-ción espontánea de los medios de comunicación”.

Y junto a esos tres ensayos que trazan las coorde-nadas de lo que debe venir, el libro ofrece otros cuatro que nos ayudan a abrir el campo de visión en la mate-ria. Los enuncio de manera telegráfica.

Pedro Salazar y Paula Vásquez Sánchez hacen un recorrido por los tratados internacionales que han buscado la universalización de los derechos humanos, y recrean cómo el derecho a la información se ha ve-nido abriendo paso hasta ser considerado un derecho fundamental y una precondición de la democracia. En México, siguiendo su propia periodización, pero poniendo un énfasis diferente, creo que es a partir de 2002, cuando se aprueba la Ley Federal de Transparen-cia y Acceso a la Información Pública y cuando se crea el IFAI, cuando empezamos realmente a recorrer esa historia. Lo anterior es (creo) prehistoria.

Luego exploran con acierto el significado y las de-rivaciones de la reforma constitucional de 2007 y reali-zan un breve y muy esquemático análisis comparado de México con otros países, del que el nuestro –a la letra de lo que dice la Constitución– no sale nada mal parado. Al contrario, afirman, “México es el país que tiene la dispo-sición constitucional más completa”. Una buena noticia en medio de la bruma de nuestra política.

Ricardo Becerra, por su parte, se entusiasma y nos entusiasma, con razón, por el impacto que tendrán y tienen las nuevas tecnologías (especialmente la inter-net) en las posibilidades de acceso a la información gubernamental. Dado que toda la información en po-sesión de cualquier autoridad es pública (salvedades aparte) y dado que la Constitución dice: “Los sujetos obligados deberán preservar sus documentos en archi-vos administrativos actualizados y publicarán, a través de los medios electrónicos disponibles, la información completa y actualizada sobre sus indicadores de gestión y el ejercicio de los recursos públicos”, Becerra espera que las nuevas tecnologías aplicadas a esta materia no sólo multipliquen a los demandantes de información, no sólo las autoridades se vean obligadas a transparen-tar su gestión, sino que acabemos contando con una especie que tienda un puente eficiente entre ciudada-nos y autoridades. Que así sea.

Hago un paréntesis. De cara al perfil bajo, buro-crático, inercial de no pocos funcionarios públicos, por un lado, y de cara a la estridencia sin contenido, la alha raca y la gritería de otros, es más que agradecible el tono de Ricardo Becerra que combina la información pertinente, el conocimiento de las cosas, la buena plu-ma y el entusiasmo.

Raúl Trejo Delarbre, en su ensayo, nos ayuda a am-pliar el horizonte de la discusión. Rastrea otra cara del derecho a la información. No la que tiene que ver con el derecho de los ciudadanos a demandar al Estado infor-mación pormenorizada, clara, actualizada, en fin. Sino con el debate que se abrió en 1977 y que llevó a la Cons-titución, como él dice, 10 nuevas palabras: “El derecho a la información será garantizado por el Estado”. En efecto, en el marco de aquella primera reforma política se desa-tó una interesante y pionera discusión que tenía que ver en lo fundamental con el acceso de los partidos políticos a la radio y la televisión, pero sobre todo con una even-tual regulación de los grandes medios de comunicación masiva. Lo primero sucedió y lo segundo sigue siendo uno de los pendientes fundamentales de la agenda.

Con su proverbial rigor y tino, Trejo reconstruye los debates en aquel tiempo, ahora lejano, para cons-tatar que la asignatura sigue sobre la mesa. Esperemos que luego de la resolución de la Suprema Corte, que declaró inconstitucionales diversos artículos de las le-yes federales de Radio y Televisión y de Telecomunica-ciones, los legisladores pongan manos a la obra.

Por su parte, Pablo Larrañaga observa la constitu-cionalización del derecho a la información como uno de los componentes del paradigma de la “nueva gestión pública”, y analiza “algunas de las principales funcio-nes” que debe cumplir la transparencia y la necesidad que tiene de ser anudada con otras políticas.

Hay que recordar, como si hiciera falta, que la trans-parencia y el derecho a la información han clausurado una muy larga etapa en la cual la información guberna-mental se manejó como si se tratara de un patrimonio privado y por ello con absoluta discrecionalidad. Y es necesario ponderar sus potencialidades porque, al con-vertirlos en un derecho, los ciudadanos podrán (even-tualmente) participar de mejor manera, apropiándose de un insumo absolutamente necesario; las autoridades estarán obligadas a poner sobre la mesa sus razones; las instituciones tenderán a legitimarse, y los conductos entre ciudadanos y gobernantes podrán ser más fluidos. O por lo menos eso deseamos y esperamos.a

Director de la revista Nexos

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La transparencia y el derecho a la información han clausurado una muy larga etapa en la cual la información gubernamental se manejó como si se tratara de un patrimonio privado y por ello con absoluta discrecionalidad.

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