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    Juan Marchena. Guerra y poltica en el reformismo borbnico en Amrica

    Nueva cornica 2 (Julio, 2013) ISSN 2306-1715, pp. 159-188.Escuela de Historia. UNMSM

    159GUERRA Y POLTICA EN EL PRIMER REFORMISMO AMERICANO.LA INFLUENCIA DE

    LAS TRANSFORMACIONES EN EL EJRCITO Y LA ARMADA SOBRE LA ECONOMA

    COLONIAL.1700-1750

    Juan Marchena F.1

    Universidad Pablo de Olavide, Sevilla (Espea)[email protected]

    Recibido: 06/06/2013Aprobado: 17/07/2013

    ResumenEste ensayo analiza las reformas militares en Espaa tras asumir los Borbones el mandodel imperio. La guerra por la sucesin en el trono espaol haba demostrado loinadecuado de las defensas de la Espaa de los Habsburgo (Austrias) y la nueva dinasta

    comprendi la necesidad de una renovacin radical en este aspecto. Tras la Paz deUtrecht, Felipe V realiz reformas militares profundas que tuvieron repercusiones entodos los rdenes de la vida poltica, econmica, social e institucional, determinaron alsiglo XVIII por entero. Las reformas incluyeron innovaciones importantes en el modode actuar poltica, militar y tcnicamente, que impactaron en la guerra como accin

    poltica. Este ensayo adems ofrece un panorama bibliogrfico y documental quepermite medir mejor los alcances y las consecuencias de las reformas militares de laprimera mitad del siglo XVIII.

    Palabras clave: Espaa, siglo XVIII; Hispanoamrica, siglo XVIII; Revolucin militar;Ejrcito espaol; Armada espaola

    WAR AND POLITICS IN THE FIRST AMERICAN REFORMISM.THE INFLUENCE ON THECOLONIAL ECONOMY OF REFORMS IN THE ARMY AND THE NAVY.1700-1750

    AbstractThis essay analysis the military reforms in Bourbon Spain. The War for the Spanishthrone demonstrated the weakness of the defense system of Habsburg Spain and thenew dinasty understood the necessity of a radical transformation in this aspect. After thePeace of Utrecht, King Felipe V carried out deep reforms that influenced every aspect

    of political, economic, social and institutional life of the empire during the eighteenthcentury. The reforms included important innovations in the politics, military andtechnology that had an impact on war as a political action. In addition, the essay

    provides a panoramic view of the bibliography and sources for the study of theimportance and consequences of the military reform of the first half of the eighteenthcentury.

    Palabras clave: Spain, 18th century; Spanish America, 18th century; MilitaryRevolution; Spanish army; Spanish navy

    1 Historiador. Director del Mster y Doctorado en Historia de Amrica Latina de la Universidad Pablo de

    Olavide de Sevilla (Epaa).

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]
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    La Guerra y el Estado en el Antiguo Rgimen. The Military RevolutionPaul Kennedy, director delInstituto sobre Seguridad Internacionalde la Universidad deYale, afirmaba en una conferencia dictada en la Ctedra de Historia J. Richardson

    Dilworth2

    , que para entender el modelo geoeconmico en que se bas la construccindel mundo moderno, sobre todo en su desarrollo a escala mundial, deben analizarsepormenorizadamente las transformaciones introducidas en los ejrcitos y las armadas delos estados ms poderosos durante las dcadas 1700 a 1830, especialmente en cuanto alas innovaciones tecnolgicas que en ellos se aplicaron. Ello permite adems, concluye,conocer el origen de los grandes cambios cientficos sucedidos desde el siglo XVIII y sucontribucin al progreso econmico de algunos de estos estados. No es una idea nueva,desde luego: hace ms de un siglo, A.T. Mahan public en Nueva York su clsica obraThe Influence of Sea Power upon History, 1660-17833, que ya apuntaba en estadireccin. Y otros autores sealaron la importancia de los ejrcitos y las guerras en laconstitucin de la modernidad4.

    En los ltimos aos estamos asistiendo a la rpida difusin de una nueva lneahistoriogrfica que ha venido en denominarse The Military Revolution. Lnea o

    perspectiva desde la que se intenta analizar y explicar el papel revolucionario de lasguerras en la construccin y desarrollo del mundo en la Edad Moderna, y el conjunto detransformaciones que estos conflictos ocasionaron; especialmente durante el sigloXVIII; y no solo en Europa, sino observados a nivel mundial. El viejo asunto delestudioahora acadmicode la guerra y de los aparatos militares que las desarrollaron,en un mundo donde los conflictos blicos fueron parte medular de su evolucin, hacobrado un nuevo auge y ha venido a constituir un flamante tpico historiogrfico, cadavez ms inserto en los anlisis sociales, econmicos y polticos. Un tema y un trminoque han suscitado interesantes debates5.

    El anlisis riguroso de los ejrcitos y las armadas de la modernidad, su composicin,estructura, financiacin, tecnologas; de los militares y oficiales de marina,

    2 Curso de Estudios de Grand Strategy, dictado con John Lewis Gaddis y Charles Hill, Yale University,2006. Ideas esbozadas por este autor ya hace aos en The Rise and Fall of the Great Powers: EconomicChange and Military Conflict from 1500 to 2000. New York, 1987.3 Boston - New York, 1890.4 Vase al respecto otro clsico, J. A. Maraval.Estado Moderno y mentalidad social. Madrid, 1978.5 Comenzando por Roberts, M. The Military Revolution, 1560-1660. Belfast, 1956; y, siguen, entre otros,

    Duffy, CH. M. The Military Revolution and the State, 1500-1800. Exeter, 1980; Hale, J.R. RenaissanceWar Studies. London, 1983; Parker, G. La revolucin militar. Las innovaciones militares y el apogeo deOccidente, 1500-1800. Barcelona, 1990; Cornette, J., La Rvolution Militaire et lEtat Moderne. RevuedHistoire Moderne et Contemporaine N. 41 (1990); Black, J. A Military Revolution? Military Changeand European Society. 1550-1800. London, 1991; Downing, B. The Military Revolution and PoliticalChange. Origins of Democracy and Autocracy in Early Modern Europe. Cambridge, 1992; Rogers, C. J.(Ed.). The Military Revolution Debate; Transformation of Early Modern Europe . Boulder, 1995; Eltis, D.The Military Revolution in Sixteenth Century Europe. Londres, 1995; Brenguer, J. (Ed.). La rvolutionmilitaire en Europe (XVe-XVIIIe sicle). Paris, 1998. Para el caso portugus, Newitt, M. Plunder and theRewards of Office in the Portuguese Empire. En Duffy, CH. M. The Military Revolution Cit; Corvisier,A. Aspect divers de lhistoire militaire. En Revue dHistoire Moderne et Contemporaine N. 20 (1973).Para Espaa, vanse los trabajos de Andujar Castillo, F., en especial, Ejrcitos y militares en la Europa

    Moderna. Madrid, 1999; y Martnez Ruiz, E. La eclosin de la historia militar. En Studia Histrica,

    Historia Moderna N. 25 (2003).

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    161profesionales o no, en el marco de las mutantes y heterogneas sociedades, explicandosus roles econmicos, sociales o familiares, y desde luego sus actuaciones en el terrenode lo poltico-administrativo; las repercusiones de las maniobras y evoluciones de estosejrcitos y armadas por los distintos escenarios de las guerras -todo el mapa del mundoen realidad, dada la internacionalizacin permanente de las mismas que caracteriza al

    siglo XVIII-; los saqueos, destrucciones, prdidas materiales y humanas que originaron;las movilizaciones, las levas, sus consecuencias demogrficas, sus costos yrepercusiones econmicas, incluso sus impactos ambientales... todo ello ha sido objetode numerosos trabajos que sin duda han servido para obtener un mejor conocimiento dela poca6.

    Viene a existir consenso en explicar la expansin mundial producida por Occidente a lolargo del siglo XVIII a partir de la concatenacin de varios procesos: los cambios en losmodos de produccin, por una parte, con la aparicin de nuevas tcnicas de fabricacin,recoleccin y extraccin, mejorando los rendimientos mediante la progresivaindustrializacin y mecanizacin de los procesos productivos; la revolucin de la

    geografa, con la incorporacin del continente americano en su integridad y de buenaparte del ocano Pacfico a la economa-mundo, mediante las exploraciones cientficasprimero, la presencia comercial despus y el dominio poltico por ltimo; la revolucinfilosfica, con el triunfo de la demostracin cientfica y del racionalismo, y su influjo enel gran desarrollo alcanzado por la tcnica y las ciencias aplicadas; y por ltimo, y nomenos importante que todo lo anterior, la revolucin en las comunicaciones martimas,que permiti a los buques y navos de las potencias europeas realizar sus cometidos conseguridad, regularidad y efectividad, no solo venciendo las distancias y los tiempos,alcanzando mercados y productos cada vez ms lejanos, sino adquiriendo las armadasun alto poder blico tanto ofensivo como de disuasin, que les permiti confrontar conxito los intereses y propsitos de la monarqua a la que representaban contra idnticoso similares proyectos elaborados por otras potencias competidoras en este nuevomercado mundial7.

    6 Cipolla, C.M. Guns, Sails and Empire: Technological Innovations and the Early Phases of EuropeanExpansion, 1400-1700. Nueva York, 1965; Lenard, E. LArme et ses problmes en France au XVIIIeSicle. Paris, 1958; Corvisier, A.Armies and Societies in Europe, 1494-1789. Bloomington, 1979; Childs,J. Armies and Warfare in Europe, 1648-1789. Manchester, 1982; Levi, J.S. War in the Modern Great

    Power System, 1495-1975. Lexington, 1983; Corvisier, A. Les hommes, la guerre et la mort. Paris, 1985;Duffy, Ch. M. The Military Experience in the Age of Reason. London, 1987; Andserson, M.S. War andSociety in Europe of the Old Regime. New York, 1988; Tilly, Ch. Coercion, Capital and European States.Cambridge, 1990; Bly, L. (coord.). Guerre et paix dans lEurope du XVIIe sicle . Paris, 1991; Black, J.

    European Warfare, 1660-1815. New Haven, 1994; Stone, L. (Ed.). An Imperial State at War. Britain

    from 1689 to 1815. London, 1994; Wilson, P.H. German Armies. War and German Politics, 1648-1806.London, 1998; Chagniot, P. Guerre etsocit dans lpoque moderne. Paris, 2001; Parker, G. Success is

    Never Final. Imperialism, War and Faith in Early Modern Europe . London, 2001; Archer, Ch., Ferris,J.R., Herwig, H.H., Travers, T.E. World History of Warfare. Lincoln, 2002; Black, J.European Warfare,1494-1660. London, 2002; Bois, J.P. Les guerres en Europe, 1494-1792. Paris, 2003; Hochedlinger, M.

    Austrias Wars of Emergence. War, State and Society in the Habsburg Monarchy, 1683-1797. London,2003; Kennedy, P. Auge y cada de las grandes potencias. Cambios econmicos y conflictos militaresdesde 1500 a 2000. Barcelona, 2004; Drvillon, H.Limpt du sang.Le mtier des armes sous Louis XIV.Paris, 2005. Una excelente revisin historiogrfica en Maffi, D. Ejrcito y sociedad civil en la Europa dela Edad Moderna. Nuevas perspectivas historiogrficas. En Garca Hernn, E. y Recio Morales, O.(coords.). Extranjeros en el Ejrcito. Militares irlandeses en la sociedad espaola, 1580-1818. Madrid,2007.7 J. Marchena F. El siglo XVIII en Europa y Amrica. En Naranjo, P., y Fierro, R. (Eds.). Eugenio

    Espejo: su poca y su pensamiento. Quito, 2008.

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    162Los ejrcitos y las armadas se transformaron as en instrumentos de primera necesidad yde uso habitual para el desarrollo de cualquier iniciativa estatal, fuera poltica ocomercial, de las monarquas que podan disponer de tales aparatos e infraestructuras

    blicas, evidentemente provocando u originando notabilsimas repercusiones sociales y

    fiscales al interior de las mismas8

    . En palabras de John Lynch, reflejaban, ms quenunca antes, los recursos demogrficos y econmicos de un estado, y se convirtieron ens mismos en una prueba de poder9.

    Y todo ello cobra importancia si analizamos los cambios acontecidos a nivel mundial enal trnsito del siglo XVII al XVIII. La prdida de la hegemona en Europa por parte delas dos monarquas preponderantes hasta entonces, la espaola primero y la francesadespus, debido entre otras razones al fortalecimiento y consolidacin de la monarqua

    britnica en el universo atlntico a lo largo de estas dcadas iniciales del siglo XVIII,provoc que el juego de colisiones y alianzas entre todas ellas constituyera el ncleo dela poltica internacional. Y la guerra, o las amenazas de guerra, su expresin prctica.

    Las rivalidades comerciales se transformaron en definitivos asuntos de Estado para lasprincipales potencias, manifestadas mediante un turbin de enfrentamientos blicosdesatados a pequea, mediana o gran escala; y ocurridos en el gran escenario de lasgeografas ocenicas, muchas veces al otro lado del mundo10.

    De modo que lo que se ha venido a llamar la nueva poltica colonial francesa, o eldespliegue de la poltica atlntica britnica o el reformismo borbnico espaol, son

    piezas de esta nueva mquina poltica, econmica y militar que se puso en marcha desdeEuropa en estas fechas pero que acab afectando al total del planeta en multitud deaspectos. La economa-mundo inaugurada en el siglo XVI y de la que nos hablaraBraudel, se desarrollaba ahora desde la aplicacin de los dictmenes y preceptos de unaigualmente calificable como poltica-mundo.

    2. La importancia de la guerra en la poltica espaola a inicios del siglo XVIIIPara el caso de la monarqua espaola todo lo anterior se vuelve paradigmtico, en lamedida que las circunstancias en que se produjo el cambio de dinasta una guerra dems de una docena de aos- tuvieron terrficas repercusiones. Cuando Felipe V deBorbn, despus de una larga y costosa contienda, pudo consolidarse en el trono de lavieja monarqua espaola, las primeras medidas de su gobierno fueron encaminadas aevitar que, en adelante, los conflictos blicos que con seguridad seguiran, fueran tan

    largos y tan costosos como el que, al fin, se haba liquidado en Utrecht; tambin aprocurar que, con mayor eficacia y mejor mtodo, su dominio sobre el conjunto de losenormes y dispersos territorios que conformaban su monarqua resultase indiscutible,

    8 Para el tema de las armadas, ver, entre otros, M. Acera. Lessor des marines de guerres europennes(vers 1680-vers 1790). Paris, 1997. VV.AA. The British Navy and the Use of Naval Power in the

    Eighteenth Century. Atlantic Highlands, 1989; H.I. Chapelle. The Search for Speed Under Sail, 1700-1825. Nueva York, 1967.9 J. Lynch.El siglo XVIII. Barcelona, 1991, p.113.10 Guimer, A. y Peralta, V. (coords).El equilibro de los Imperios: de Utrecht a Trafalgar. Madrid, 2005;McNeill, J.R. Atlantic Empires of France and Spain. Louisburg and Havana, 1700-1763.Chapel Hill,1985; Cipolla, C.M. Guns, Sails and Empire: Technological Innovations and the Early Phases of

    European Expansion, 1400-1700. Nueva York, 1965.

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    163libre de los peligros que acababan de atravesar; y adems, y con urgencia, disponer delos medios adecuados para recuperar lo ms rpidamente posible todo lo perdido.

    Para lograr estos objetivos, el primer reformismo borbnico espaol fue aplicado contanta intensidad como celeridad a la reorganizacin integral de las estructuras militares

    y navales que permitieran a la monarqua, segn lo anteriormente expuesto, hacer lasguerras ms cortas y menos costosas, recobrar lo abandonado, asegurar sus dominios,y, si era posible, ampliarlos a costa de los de sus enemigos. Todo lo cual vino aconstituir la transformacin ms importante que en materia militar y naval se llev acabo a lo largo del siglo XVIII.

    Felipe V parti casi de cero, pero, al finalizar el reinado, el universo de su ejrcito y desu armada era completamente diferente del heredado de los Austrias. Las reformas queemprendi fueron tan profundas que, por sus repercusiones en todos los rdenes de lavida poltica, econmica, social e institucional, determinaron al siglo por entero; y elequipo del que se rode aport novedades tan importantes al modo de actuar poltica,

    militar y tcnicamente, que la guerra como accin poltica, y la poltica misma de lamonarqua, terminaron por confundirse.

    Al anlisis de estas reformas durante la primera mitad de esta centuria, una de las msviolentas por la cantidad de enfrentamientos en los que la corona espaola quisoimbricarse, tanto en Europa como en Amrica, dedicamos este trabajo, as como aofrecer un panorama bibliogrfico y documental que nos permita medir mejor susalcances y sus consecuencias.

    En el caso de la monarqua espaola, ms all de estudios puntuales sobre el papel o lasactuaciones concretas del Ejrcito y la Armada en estas primeras dcadas del sigloXVIII, su participacin en el nuevo escenario geopoltico y econmico creado despusde Utrecht no ha sido estudiada con la profundidad que el tema amerita por sutrascendencia; y menos an el impacto de este Ejrcito y esta Armada sobre la realidadeconmica y social tanto peninsular como americana11. En estos aos iniciales del sigloXVIII, la monarqua espaola acab dotndose, como nunca antes, con dosinstrumentos extraordinariamente desarrollados, un nuevo Ejrcito y una nuevaArmada, de gran valor estratgico y tecnolgico, para poder formar parte de ese grupode potencias a las que nos hemos referido, enfrentadas entre s por sus respectivos

    proyectos de dominio del mundo. Pero los cambios que todo ello gener al interior delaparato estatal, y en las polidricas sociedades que conformaban la monarqua espaola,

    no fueron menos importantes; al fin y al cabo, constituyeron la mdula de lo que hemosvenido denominando el reformismo borbnico, cuyas enormes repercusiones an nohemos llegado a evaluar en su totalidad.

    11 Para el caso espaol, vase Andujar Castillo, F. Los militares en la Espaa del s. XVIII. Un estudiosocial. Granada, 1991; Borreguero Beltrn, C. El reclutamiento militar por quintas en la Espaa del s.XVIII. Orgenes del servicio militar obligatorio. Valladolid, 1989; Merino Navarro, J.P. La Armadaespaola en el s. XVIII. Madrid, 1981; Vzquez Lij, J.M. La matrcula de mar en la Espaa del s. XVIII.

    Registro, inspeccin y evolucin de las clases de marinera y maestranza. Madrid, 2007. Para Amricacolonial, Marchena F., J., (coord.). El Ejrcito de Amrica antes de la Independencia. Ejrcito regular ymilicias americanas. 1750-1815. Hojas de servicio, uniformes y estudio histrico . Madrid: Fundacin

    Mapfre-Tavera, 2005.

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    164Unas repercusiones, las de estas reformas, que en el universo americano fueronimportantes en lo poltico, porque consolidaron o procuraron consolidar un nuevomodelo de autoridad y de gestin a fin de controlar mejor y efectivizar en mayor gradoel dominio estatal sobre los territorios americanos de la monarqua; un modelo tan

    pragmtico como terico que sustituyera los viejos modos de obrar en Indias por la

    eficacia de la rentabilidad econmica y poltica, originando cambios muy importantesen el plano administrativo e institucional. La Amrica espaola se fue transformando,hasta llegar a ser ms que nunca antes, en una Amrica colonial. En lo social, porque se

    propuso la peninsularizacin del aparato estatal americano, desplazando hasta allautoridades, agentes y fuerzas militares y navales que aseguraran este dominio casiabsoluto de la monarqua sobre aquellas inmensas regiones y aquellos incontablesvasallos que, segn los ministros del monarca, se hallaban demasiado alejados ydesamparados de sus reales manos y de su real resolucin. Esta peninsularizacin

    produjo cambios trascendentales en el complicado juego de equilibrios entre las eliteslocales tradicionales americanas y esta nueva generacin de agentes y oficiales

    peninsulares, originando ruidosos desencuentros que seran semilla de posteriores

    conflictos; pero a la vez cre, por mixtura, nuevas sagas familiares y tupidas tramassociales y de intereses en las principales ciudades americanas, que, en poco tiempo,conformaron las redes de influencia ms importantes de todo el siglo XVIII.

    Reformas que tuvieron tambin trascendentales repercusiones en lo econmico-mercantil, porque, aparte crear y establecer nuevos sistemas de control fiscal ycomercial, fomentando e imponiendo las importaciones espaolas, creando puntos deexportacin de metales y frutos donde no los haba, y manejando las redes financierasen torno a estos puertos, todo ello para obtener mayores beneficios fiscales, fij o

    pretendi fijarpara controlar mejor- los costes del sistema colonial americano, queconsistan fundamentalmente en los de un aparato defensivo que, desde entonces, nohizo sino crecer. Las reformas militares lograron, por un lado, incrementar lasremisiones de metal con destino a las arcas peninsulares de la Corona, que se hicieronadems ms seguras y ms constantes; pero por otro, originaron un aceleradoincremento de los gastos, porque el aparato capaz de garantizar la seguridad de lascolonias se multiplic. Los tcnicos fiscales comenzaron a calcular que, muy pronto, losingresos fiscales y los gastos defensivos llegaran a equipararse, o incluso que losltimos superaran a los primeros.

    Gastos, adems de en permanente incremento, muy desequilibrados a escala regional, detal modo que las autoridades metropolitanas tuvieron que aprobar trasvases

    interregionales de numerario (la conocida como poltica de situados), necesarios paracubrir y repartir territorialmente este gasto militar y naval, que una vez se puso enmarcha creci exponencialmente. Ello consolid un modelo de concentracin de lainversin estatal en aquellos puntos (puertos sobre todo) considerados llaves de la

    defensa americana, donde se focaliz el esfuerzo defensivo; y gastos cuyo manejo vinoa recaer, finalmente, en los grandes grupos locales de capital fundamentalmente los

    basados en el comercio a gran escala-, nicos capaces de afrontar y asumiraunqueobteniendo beneficios- el dficit continuo, hasta hacerse crnico, en el que acabahogada la Real Hacienda americana, muy por encima de la capacidad exactiva que elrgimen colonial poda alcanzar y mantener.

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    165Fortificaciones, tropas buques y tripulaciones que no podan pagarse localmente en lamayor parte de estos puertos, ya que en ellos resultaba difcil que las Haciendas locales(Cajas Reales) pudieran afrontar ntegramente tan elevados gastos. An en los msimportantes, donde los ingresos eran mayores que en los dems, se alegaron las mismasrazones de falta de efectivo, indicando que la plata del rey que se obtena en la ciudad

    no alcanzaba para tantos gastos como S.M. ordenaba, por lo que tendra que recibirsealguna ayuda procedente de otras Cajas. Se iniciaron as remisiones regulares decaudales desde las Cajas Matrices (las grandes, continentales, que tenan supervitfiscal) a estas otras Cajas deficitarias en los puertos. Estas remisiones anuales reciban elnombre de Situados, ya que estos caudales se situaban en tal o cual Caja Real dondefinalmente se realizara el gasto12.

    Al crecer considerablemente los gastos de fortificacin, guarnicin y Armada, lasremisiones exteriores debieron aumentar tambin. Tenan la particularidad de que setrataba de plata amonedada, y que, adems, se empleaba ntegramente en la ciudad dedestino, puesto que era all donde se ejecutaban las obras de fortificacin, se construan

    los navos y donde resida la guarnicin y las tripulaciones cuyos salarios deban serabonados. Ello origin un evidente aumento de la liquidez en estos puertos, en lamedida que las emisiones de Situados se efectuaron desde otras Cajas ajenas: as porejemplo, desde Mxico se mandaban los Situados a Cuba, Santo Domingo, Puerto Ricoy Venezuela; desde Santa Fe a Cartagena y Santa Marta; y desde Lima a Panam y a losdems puntos del Pacfico y del Rio de la Plata. Es decir, una buena cantidad demetlico (evaluada en varios cientos de miles de pesos) entraba anualmente en elcircuito interno de las ciudades receptoras mediante este sistema; metlico que,evidentemente, serva para aceitar los mecanismos tanto del comercio interior (por elaumento de la demanda local de bienes y servicios debido a la construccin defortificaciones y maestranzas navales, y por el aumento numrico de las guarniciones ytripulaciones) como del comercio exterior, puesto que el metlico de los Situadosacababa en manos de los grandes comerciantes -en cuanto ellos eran los suministradoresde todos estos bienes y servicios- y lo introducan en los circuitos del trficotrasatlntico, tanto legal como va contrabando13.

    Este aparato defensivo vino a resultar tan costoso que acab por consumir los fondosdel propio sistema. Pero este ser el final de la historia. A comienzos del siglo XVIII,este horizonte apenas se vislumbraba y nadie pareca preverlo.

    El proyecto borbnico, desde estos primeros aos del siglo, pretendi cambiar la vieja

    idea de un mosaico de reinos o provincias americanas de escasa conexin entre s por unrgimen colonial de explotacin de los recursos econmicos y fiscales,administrativamente slido y efectivo, articulado y controlado, y, sobre todo,

    preservado por una poderosa mquina militar. La Amrica espaola habra de ser laretaguardia invulnerable de la monarqua porque constitua el monedero del estado,capaz de financiar la reconquista del mundo emprendida por la nueva casa de Borbn.

    12 Garavaglia, J.C. y Marchena F., J. Amrica Latina, de los orgenes a la Independencia, Cit. Vol. I,captulos 14 y 15.13 Machena F., J. Comerciantes o especuladores de metal? Las lites mercantiles de Cartagena de Indiasa principios y finales del periodo colonial.Historia y Espacio, N. 28 (Junio, 2007) (Cali: Universidad del

    Valle), p. 26.

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    1663. La reorganizacin defensiva y sus consecuenciasAnte esta nueva situacin, la antigua estructura militar heredada de los Austrias se

    presentaba como muy poco segura14. La guerra de Sucesin haba sido una catstrofepara la monarqua, ya que, como consecuencia de las derrotas militares, las prdidas

    territoriales de la Corona vinieron a ser cuantiosas15

    . Pareca urgente reformar laestructura militar y naval por entero16. Adems, muy pronto los resultados de Utrechtquedaron obsoletos17, y fue comn en las diferentes cortes europeas augurar queAmrica sera, ms que nunca antes, un escenario de confrontacin, sobre todo porquela corona espaola no acept el resultado de los tratados de paz, ni renunci a sus

    posesiones perdidas, ni admiti el detrimento de su pretendido monopolio sobre elcomercio americano18.

    El objetivo fundamental de la poltica borbnica post-Utrecht fue la restitucin de loarrebatado a la monarqua irredenta como denominaba Felipe V a la suya propia, y

    para lograrlo resultaba ineludible construir un nuevo aparato militar y naval efectivo y

    14 Thompson, I.A.A. Guerra y decadencia. Gobierno y administracin en la Espaa de los Austrias,1560-1620. Madrid, 1981; Stradling, R.A.Europa y el declive del sistema imperial espaol, 1580-1720.Madrid, 1983; Straub, E.Pax et Imperium. Spaniens Kampf un Seine Friedensordnung in Europa Zwishe1617-1635. Paderborn, 1980; Koenigsberger, H.G. The Practice of Empire. New York, 1969; Goodman,D. Spanish Naval Power, 1589-1665. Cambridge, 1997. Sobre el establecimiento de las guarnicionesamericanas del s. XVII, ver Archivo General de Indias (AGI) Indiferente General 537, 430, 431, 538, 432y 542; Marchena F., J. Las levas de soldados con destino a Indias en la Baja Andaluca. S. XVII. En

    Andaluca y Amrica en el S. XVII. Actas de las IV Jornadas de Andaluca y Amrica. Sevilla, 1985;

    Marchena F., J. La defensa del Imperio. En Castillero Calvo, A. y Kuethe, A.J. (coords.). Consolidacindel orden colonial, Vol. III: 2 de laHistoria General de Amrica Latina. Pars: UNESCO, 2001.15 Kamen, H. La Guerra de Sucesin en Espaa, 1700-1715. Barcelona, 1974; Francis, D. The First

    Peninsular War, 1702-1713. London, 1975; Petrie, Ch. Algunos aspectos diplomticos y militares de laGuerra de Sucesin espaola. Madrid, 1955; Ozanam, D. La poltica exterior de Espaa en tiempos deFelipe V y de Fernando VI. Los instrumentos de la poltica exterior. La diplomacia. La marina. Elejrcito. EnHistoria de Espaa de Ramn Menndez Pidal, T. XXICX, Vol. I., Madrid, 1985.16 Solano y Prez Lila, F.D. Los orgenes de los reales ejrcitos. Reformismo y planificacin. En Historia

    social de las Fuerzas Armadas espaolas, Vol. I, Madrid, 1986; Gmez Ruiz, M. y Alonso Juanola, V.ElEjrcito de los Borbones. Organizacin, uniformidad, divisas y armamento. Madrid, 1989-1991.17 Kuethe, A.J. The Colonial Commercial Policy of Philip V and the Atlantic World. En R. Piper y P.Sschmidt (red.). Latin America and the Atlantic World (1500-1850). Colonia y Viena, 2005; Idem. La

    poltica colonial de Felipe V y el proyecto de 1720. En Orbis Incognitus: Avisos y Legajos del Nuevo

    Mundo. Huelva, 2007; Idem. y Blaidell, L. French Influence and the Origens of the Bourbon ColonialReorganization. The Hispanic American Historial Review, N. 71 (1991).18 Ozanam, D. La diplomacia de los primeros borbones (1714-1759). Cuadernos de Investigacin

    Histrica. n. 6 (1982); Jover Zamora, J.M. Poltica mediterrnea y poltica atlntica en la Espaa deFeijoo. Oviedo, 1956; Kuethe, A.J. El fin del monopolio: los borbones y el consulado andaluz. En VilaVilar, E. y Kuethe A.J., (comps.). Relaciones de poder y comercio colonial. Sevilla, 1999; ArmillasVicente, J.A.La poltica exterior de los primeros borbones. En Corona, C.E. y Armillas, J.A. (coords.).

    La Espaa de las reformas hasta el final del reinado de Carlos IV. Historia General de Espaa yAmrica, Vol. X: 2 (Madrid, 1984); Vanse las memorias polticas de dos contemporneos: del marqusde San Felipe, intimo colaborador del rey: Bacallar y Sanna, V. Comentarios de la guerra de Espaa ehistoria de su rey Felipe V el animoso . Madrid: Biblioteca de Autores Espaoles (BAE), n. 99, 1957; ydel duque de Saint-Simon, en Norton, I. (Ed.). Historical Memoirs of the Duc de Saint-Simn. London,1967-1972, as como el ms que clsico trabajo de Cose, W. Memoirs of the Kings of Spain of the House

    of Bourbon. London, 1815.

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    167moderno, capaz de enfrentarse a los nuevos requerimientos de una guerra cada vez mstecnificada19.

    Por ello, terminada la guerra de Sucesin, su poltica exterior continu siendoextraordinariamente belicosa: denominado Felipe el animoso, inici una especie de

    guerra total contra todos y contra todo en la que los resultados, por lo ambicioso de losproyectos y la escasa capacidad para afrontarlos, no fueron ni mucho menos losesperados. En Italia fracas estruendosamente, con unos costos elevadsimos, perdiendolos pocos territorios que an le quedaban en Npoles, Sicilia, Miln y Cerdea20.Proyect tambin invadir Inglaterra, con ayuda del pretendiente escocs JacoboEstuardo, el que luego le retir al fallar las tropas espaolas por falta de apoyo naval.Quiso invadir (una vez ms) Portugal21, y atac a sus posesiones americanas enSacramento y en la difusa frontera amaznica, aunque tuvo que usar para ello a losguaranes y a los jesuitas. E invadir tambin Francia por la Bretaa en contra delregente, lo que ocasion una contraofensiva francesa que penetr en el Pas Vasco porFuenterraba, atac San Sebastin y destruy los principales astilleros de la zona hasta

    Santoa, quemando todos los buques que estaban en gradas22. Cada derrota significabauna nueva prdida territorial en el tratado que deba firmarse, y en peores condiciones,con mayores exigencias de los vencedores.

    Ante tanta catstrofe, los peritos y expertos en el arte militar convocados por Felipe V,entre ellos el ministro Julio Alberoni, los hermanos milaneses Jos y Baltasar Patio 23,el prncipe de Masserano, Juan Carrillo de Albornoz, duque de Montemar, el marqusde Santa Cruz de Mercenado24, el asentista y marino Manuel Lpez Pintado25, inclusoalgunos comerciantes bien situados polticamente como Bernardo Tinajero de laEscalera, no parecieron arredrarse y fraguaron nuevos proyectos, alcanzando un papeldeterminante en la nueva estructura blica espaola que entre todos crearon en esosaos26.

    19 Como se demostrara en la guerra contra Inglaterra de 1739. Pares, R. War and Trade in the WestIndians, 1739-1763. London, 1963.20 Bethencourt Massieu, A.Las aventuras italianas de Felipe V. En Palacio Atard, V. (comp.). Espaa yel mar en el siglo de Carlos III. Madrid, 1989; Melandreras Gimeno, M.C. Las campaas de Italiadurante los aos 1743-1748. Murcia, 1987; Alczar, C. Espaa y Cerdea en la poltica internacionaldesde 1729 a la guerra contra Inglaterra. En Atti del V Congreso Internazionale di Studi Sardi. Cagliari,1954; Voltes Bou, P. Aportaciones a la historia de Cerdea y Npoles durante el dominio del ArchiduqueCarlos de Austria. En Estudios de Historia Moderna. Barcelona, 1951; Marchena F., J., Italianos alservicio del rey de Espaa en el Ejrcito de Amrica. En Bianchi, P., Maffi, D. y tumpo, E. Italiani al

    servizio straniero in ta moderna. Miln, 2008.21 Para el tema de las guerras entre las dos coronas, espaola y portuguesa durante los siglos XVII yXVIII, vase Marchena F., J. De Espanha, nem bom vento nem bom casamento. La guerra comodeterminante de las difciles relaciones entre las dos coronas ibricas en la pennsula y en Amrica. 1640-1808.Anais de Histrica de Alm-Mar. Vol. X (Lisboa, 2009).22 Hargreaves-Mawdsley, H.Eighteenth Century Spain, 1700-1788. London, 1979.23 Los dos, militares de amplia experiencia. Jos fue ministro de Felipe V e intendente de ejrcito yarmada. Baltasar, uno de los ms importantes generales de la guerra de Italia. Rodrguez Vila, V.A.

    Patio y Campillo: resea histrico-biogrfica de los ministros de Felipe V. Madrid, 1882; BethencourtMassieu, A.Patio en la poltica internacional de Felipe V. Valladolid, 1954.24 Murillo Ribiera, F. Santa Cruz de Mercenado, un militar ilustrado . Madrid, 1984.25 Asentista para la construccin de navos en La Habana, y luego intendente general de La Habana yalmirante de la Armada.26 Andujar Castillo, F. La reforma militar en el reinado de Felipe V. En Pereira Iglesias, J.L., (coord.).

    Felipe V de Borbn, 1701-1746. Crdoba, 2002.

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    168La organizacin militar de la monarqua espaola se vio as sujeta a cambiosconsiderables entre 1700 y 1720, imponindose en el Ejrcito el modelo francs,siguiendo el Reglamento y ordenanza para la paga y conservacin de la Infantera,

    Caballera y Dragones de 1 de enero de 170727, y aplicndose nuevos patrones tcnicos

    y tcticos aprendidos por toda Europa durante de tanta guerra28

    . Los viejos terciosfueron extinguidos y sustituidos por regimientos de infantera y caballera29, cuyarecluta haba de realizarse mediante levas regladas en las ciudades de Castilla,Andaluca y Galicia30. Por su parte, la Armada, un conjunto de escasos navos obsoletosarruinados por el tiempo en los primeros aos del siglo XVIII (a los que Felipe Vllamaba con cierta sorna mis reliquias), deba ser reconstituida en el ms breve plazo

    y casi por entero, si se deseaba mantener alguna operatividad militar ms all de lapennsula. Todo el estado y sus recursos se pusieron as al servicio de esta nuevapoltica, y los altos mandos militares y navales se transformaron en pilaresfundamentales de la reformada administracin borbnica; y no solo en lo referente a losasuntos de guerra, sino tambin en lo institucional y lo administrativo, componiendo

    buena parte del gobierno31.

    El sistema defensivo americano -uno de los principales objetivos de toda esta poltica,en cuanto all se situaba la fuente regular de numerario para afrontar los cada vez msabultados gastos de la Corona- continu basndose en la proteccin de los puertos msimportantes, los colectores del trfico comercial, y la expulsin de sus aguas delcorsarismo y del contrabando, especialmente en el Pacfico, que tras Utrecht pareca serun mar francs. Si desde antiguo estos puertos haban sido transformados en poderosas

    plazas fuertes, su seguridad fue ahora reforzada y re-planificada con especial esmero,siendo como eran y seran en adelante blancos preferentes de la cada vez ms poderosaArmada britnica, ahora el enemigo principal. Amparados en nuevas y ms modernasfortificaciones -tras importantes mejoras y obras nuevas que se superpusieron a lasantiguas del siglo XVII32-, y utilizando la flota encerrada en el puerto a manera decastillos flotantes, unidades militares veteranas espaolas apoyadas por los vecinosagrupados en milicias regladas y bien entrenadas deberan enfrentarse a unidades

    27 Portugus, J.A.Recopilacin de ordenanzas militares. Madrid, 1764, T. I, pp. 317 y ss.28 Navia y Ossorio, A.Reflexiones militares del mariscal de campo D. lvaro Navia y Ossorio, Vizcondedel Puerto o Marqus de Santa Cruz de Mercenado. Turn, 1724-1727; Carrillo de Albornoz, J. Avisosmilitares sobre el servicio de la infantera en guarnicin y en campaa. Florencia, 1735.29 Samaniego, J.A. Disertacin sobre la antigedad de los regimientos de Infantera, Caballera y

    Dragones de Espaa. Madrid, 1738.30 Siguiendo el nuevo reglamento de levas de 1704. A. Domnguez Ortiz. Sociedad y estado en el s. XVIIIespaol. Barcelona, 1981, pp. 77 y ss.31 Franco Rubio, G. Civiles y militares en la alta administracin espaola del s. XVIII: la Secretara deEstado y del Despacho de Marina. En Fernndez Albaladejo, P. (coord.). Monarqua, imperio y pueblosen la Espaa Moderna. Alicante, 1997.32 Obras realizadas siguiendo la ltima tecnologa de la poliorctica moderna, desarrollada por losingenieros militares y enseada en diversas academias desde principios del S. XVIII. Fernndez deMedrano, S. El Architecto Perfecto en el Arte Militar. Bruselas: Lamberto Marchant, Impresor, 1700.Otros trabajos tcnicos en Foch de Cardona, V. Geometra Militar. Npoles, 1761. Sobre este tema,Gutirrez, R. y Esteras, C. Territorio y fortificacin. Vauban, Fernndez de Medrano, Ignacio Sala y

    Flix Prosperi. Influencia en Espaa y Amrica. Madrid, 1991; Idem. Arquitectura y fortificacin. De lailustracin a la Independencia americana. Madrid, 1993. Para Lima, Gutirrez Montoya, N. Ciencia ytcnica en el Per Colonial: de Pedro de Peralta a los ingenieros militares ilustrados. EnPablo de Olavide

    y la ilustracin americana en el Per. Lima, 2013.

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    169britnicas recin desembarcadas tras varios meses de navegacin, y cuya aclimatacinhaba de producirse en plena batalla. Con todo ello, las posibilidades de realizar una

    buena defensa deban ser elevadas. Estudiada la relacin costos-efectividad, a losministros de Felipe V pareci conveniente aplicar este esquema defensivo.

    Sin embargo, y como se indic, la poltica internacional de Felipe V llevada a cabo a lolargo de todo su reinado, acab por basarse en el mantenimiento de un casi permanenteestado de guerra contra Inglaterra, y, tal como era previsible, estos conflictos sedesplazaron a Amrica a gran velocidad. Protegerla y asegurarla que era tanto como

    proteger y asegurar las vitales remesas de caudales- fue as un asunto piramidal de lapoltica borbnica, ordenndose en Madrid que su defensa deba reforzarse a cualquierprecio33.

    Aparte de las nuevas fortificaciones y del establecimiento de guarniciones regladas (losllamados regimientos y batallones Fijos) an se hizo crecer ms el sistema defensivoamericano en estas primeras dcadas del siglo XVIII. Conscientes de la importancia de

    aquellos territorios de ultramar, cada vez ms colonias y menos reinos, segn elnuevo plan de reformas econmicas y comerciales que sobre ellos se aplicaron, yconscientes tambin de las altas posibilidades de que los britnicos descargaran contraellos golpes tan puntuales como letales, concentrando sus fuerzas de ataque en un sololugar, en la Secretara de Indias disearon un plan de apoyo a las plazas americanasconsistente en tener preparadas en los puertos peninsulares una serie de unidadesmilitares y navos de guerra a fin de enviarlos como refuerzoa aquellos puntos msamenazados de invasin. Este refuerzo estuvo conformado por varios regimientos y

    batallones veteranos dotados de todo su equipo e impedimenta, as como un nmeroimportante de buques estacionados en Cdiz y Ferrol, los que, efectivamente, acabaroncruzando el mar. Entre 1700 y 1730, fueron enviados en los navos del trfico algunascompaas sueltas para reforzar las casi extintas guarniciones, pero tras la creacin delos Fijos, estas remisiones se incrementaron, y esta vez fue la Armada la encargada delos transportes. En 1733, se enviaron desde Ferrol a tres medios batallones de losregimientos de Lisboa, Toledo y Navarra para reforzar Portobelo y Panam, en total casi1000 soldados y oficiales, algunos destinados finalmente a Lima; en 1739, tambindesde Galicia, se remiti un batalln del regimiento de Espaa a Cartagena de Indias,seguidos al ao siguiente de otros tres batallones de los regimientos de Lisboa, Aragny Granada, con ms de 1500 hombres; en 1740 el regimiento de Portugal al completosali para La Habana desde Santander, con ms de mil efectivos. Otros destacamentosmenores fueron remitidos tambin a Caracas, Puerto Rico, Veracruz y Santo

    Domingo

    34

    , fundamentalmente y como se indic, para mantener oficiales y soldadospeninsulares en los Fijos americanos. Incluso se envi al Regimiento de Dragones deAlmansa, aunque buena parte de sus efectivos se ahogaron al naufragar la goleta en laque viajaban en la isla de la Anegada, cerca de Puerto Rico35.

    Esta ingente empresa fortificadora, la multiplicacin de los Fijos, la ampliacin de lasMilicias y la mayor presencia del refuerzo peninsular, a la vez que la utilizacin por la

    33 Sobre este tema, una compilacin de diversos autores puede leerse en Kuethe, A.J y Marchena F., J.(Eds). Soldados del Rey. El Ejrcito de Amrica en vsperas de la Independencia. Castelln, 2006.34 Marchena F., J.Ejercito y Milicias..., pp. 117 y ss.35 En una expedicin encargada a la Compaa Guipuzcoana de Caracas. Expediente en AGI, Santa Fe,

    940.

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    170Armada de los puertos del Caribe como astilleros, base de maniobras y arsenales deaprovisionamiento, dispar extraordinariamente los costos. La financiacin previstainicialmente qued muy pronto rebasada por los gastos, de modo que los situadosdispuestos para hacerles frente tuvieron que crecer y multiplicarse. Al sistema normalde remisiones de caudales desde las Cajas Reales matrices hacia las establecidas en los

    puertos debieron sumarse ahora nuevas cantidades, denominadas situadosextraordinarios, que, al igual que los anteriores, no hicieron sino crecer tambin.

    Y es que este incremento del gasto ofreca una gran oportunidad de negocio para laeconoma local: un negocio extraordinariamente floreciente, en la medida que estascantidades de metal destinadas a cubrir los gastos militares se consuman ntegramenteen la ciudad donde se aplicaban36. Estas grandes sumas de dinero, cada vez mselevadas, se emplearon en abonar los sueldos y salarios de la tropa y la oficialidad (loque dispar el consumo interno) y en afrontar los gastos de las obras de fortificacin yde la maestranza naval, de las que se beneficiaron los principales contratistas de laciudad (vendiendo a los ingenieros los materiales de construccin necesarios,

    alquilndoles sus esclavos para las obras o los animales de tiro y carga...). Contratistasque eran a su vez los ms importantes comerciantes del puerto, que enseguidacompraron o instalaron hornos de cal y ladrillo, importaron maderas, adquirieronanimales, pequeas embarcaciones de transporte, huertas y fincas para produciralimentos, viviendas y almacenes para rentar o revender a los oficiales, a la tropa, a losempleados de las maestranzas, incluso esclavos para ser alquilados en las obras 37. Esdecir, todo lo que poda alquilarse o venderse para cubrir las necesidades de estasfortificaciones, de estos astilleros y arsenales, y de una guarnicin cuyo nmero semultiplicaba a ojos vista siguiendo instrucciones de la Corte, fue comprado por estoscomerciantes e inmediatamente revendido o alquilado a los militares y a los marinos.

    El incremento de los gastos por encima de lo presupuestado origin un dficit continuoen las Cajas Reales de estos puertos: los gastos superaban ampliamente lo ingresadomediante los situados, lo que suceda comn y continuamente en la medida que lasobras se re-planificaban de seguido, atendiendo a nuevas necesidades; o porque llegabancasi sin avisar tropas de refuerzo enviadas a la ciudad o de paso hacia otras zonas -lasque deban ser costeadas en el primer lugar de destino americano desde su embarque enla pennsula-; o por la arribada de navos y embarcaciones de la Armada a las que habaque avituallar, reparar, aviar de materiales y abonar los salarios de las tripulaciones.

    Las continuas llamadas de auxilio de los gobernadores de estas plazas a la Secretara de

    Indias, angustiados porque la defensa de la que se les haba hecho responsables no sehallaba a la altura de lo previsto, o por los continuos avisos de invasin, o porquenuevas medidas adoptadas en Madrid y nuevos reglamentos a aplicar exigan mayoresgastos, fueron respondidas con exigencias de solucionar cualquier problema con la

    prontitud y eficacia que se espera de su mando. Estos jefes militares y sus oficialesreales de las Cajas decidieron normalmente presupuestar el dficit en la siguienteanualidad, cargndolo sobre los prximos situados, y continuar adelante con los

    36 Al respecto, Marchena F., J. y Gmez Prez, C. La vida de guarnicin en las ciudades americanas dela Ilustracin. Madrid, 1992.37 Marchena F., J. El poder de las piedras del rey. El impacto de los modelos europeos de fortificacin enla ciudad americana. En Barroco Iberoamericano. Territorio, arte, espacio y sociedad. Sevilla, 2001,

    Vol. II.

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    171proyectos, atendiendo a las urgencias defensivas. La deuda, obviamente, se fue

    multiplicando y acumulando, hasta hacer de las Cajas Reales un artificio contable.

    Ante la falta de efectivo para afrontar los pagos inaplazables, ste era solicitado enprstamo a los principales comerciantes de la ciudad, nicos capaces de hacer frente a

    tales requerimientos. En ocasiones no fue necesario pedirles dinero en efectivo: bastcon que los contratistas de las obras o servicios demandados aceptasen cobrardiferidamente, para que ni las obras se interrumpieran, ni los servicios dejaran desuministrarse ni los salarios quedasen sin abonar. Obviamente estos contratistas erancasi siempre los mismos comerciantes que fiaban los capitales, o miembros de susfamilias, o integrantes de sus redes de influencia. Como todos estos crditos o avancesno haba con qu pagarlos, fueron emitidas por las Contaduras de los puertos libranzaso pagars sobre los prximos situados que llegaran. A su arribo, estas libranzas erancobradas por los deudores, de modo que, ante los gastos de la siguiente anualidad,igualmente perentorios e inexcusables, las libranzas hacan de nuevo aparicin y el

    circuito de los prstamos volva a comenzar. Esto acarre una gran falta de liquidez en

    los mercados portuarios, no porque no existiera plata para el gasto, sino porque sta fueacaparada por los comerciantes, contratistas y prestamistas mediante este sistema, cadavez ms cerrado sobre s mismo. De este modo, el metlico procedente de los situadosingresaba a los circuitos del comercio, normalmente el trasatlntico, financiando laadquisicin de mercaduras por parte del comercio de la ciudad, tanto legal comoilegalmente, por lo que puede afirmarse y los contemporneos bien que lo hicieron-que la plata del rey destinada a una plaza militar era el principal combustible queimpulsaba a la plaza comercial38. Nunca hubo quejas entre estos grandes comerciantes,y por supuesto entre los contratistas, por esta multiplicacin del gasto. Todo locontrario; fueron los primeros en apoyar a las autoridades militares pidiendo ms y msaumentos presupuestarios.

    En todo caso, los principales perjudicados por estos problemas financieros fueron lossoldados y marinos de las guarniciones. Por una parte porque cobraban sus sueldos conmucho retraso. Por otra, porque los escasos ocho pesos de prest (sueldo) mensuales deun soldado daban para poco; casi todos estaban casados y tenan hijos, y cargaban una

    buena cantidad de aos de servicios a sus espaldas (entre quince y veinte la mayora),aunque raro era el soldado de los Fijos o marinero del arsenal que no tena una segundadedicacin, un oficio, otro empleo en la ciudad. Pagarles tarde obligaba a que estasirregularidades en sus pluriempleos fueran escasamente perseguidas, cuando nodirectamente consentidas, o incluso -dira algn visitador- fomentadas, ya que gracias a

    ellas tenan con qu comer. Pero tambin rara era la ocasin en que se les pagaba elsueldo ntegro en efectivo, puesto que, dada la falta de liquidez por la absorcin casicompleta de los situados que realizaban los comerciantes cobrando lo adeudado, lamoneda brillaba por su ausencia en la ciudad. Entraban entonces en juego los vales en

    papel por dos, cinco, ocho o diez reales, que estos soldados podan o bien hacerloslquidos en las tiendas de los comerciantes (perdiendo a veces ms del 50%) o compraren ellas por el importe de su valor. Un negocio formidable para el comercio, pero, como

    38 Marchena F., J. Capital, crditos e intereses comerciales a fines del periodo colonial: los costos delsistema defensivo americano. Cartagena de Indias y el sur del Caribe. Tiempos de Amrica, N. 9

    (Castelln, 2002), pp. 3-38.

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    172indicaban en las Contaduras locales, muchas veces era el nico modo de pagar a latropa.

    Si esto poda funcionarhasta convertirse en una rutina ms del servicio de guarnicin-entre los soldados de los Fijos o marineros del arsenal -que con el tiempo acabaron

    transformndose en una especie de guardia local, un distintivo propio y casi familiar decada una de estas ciudades, y eso que deban ser los principales guardianes delcontrabando- no suceda lo mismo con la tropa peninsular y las tripulaciones de los

    buques de la Armada llegadas como refuerzo. Cuando estas unidades y embarcacionesarribaban a los puertos americanos y no se les pagaba lo adeudado incluyendo lasraciones de vino del viaje- en un tiempo razonable -ms all de protestar por haber sidollevados hasta all sorprendidos y a la fuerza- la sublevacin de estas tropas no sehaca esperar. A ello se debi que en la primera mitad del siglo se produjeran ms veintesublevaciones en las guarniciones militares por falta de pago de sus salarios, siendo lams importantes la sucedida en Cartagena en 1726 (los soldados tomaron los castillosde la baha), y luego en la dcada del 40, cuando la situacin econmica se volvi

    crtica con motivo de la guerra. Como una epidemia, se fueron sublevando lasguarniciones de Santo Domingo (1741) Cartagena de nuevo (1745) Campeche (1746)Panam y Portobelo (1748) y el Ro San Juan (1749) a las que siguieron algunas enChile e incluso en Lima. En algunas de ellas los alzados tomaron presos a sus oficiales yal gobernador; o en la de Cartagena de 1745, incluso prendieron al mismo virrey,

    bajando los caones de las murallas y apuntndolos hacia su palacio. Todos estosconflictos se solucionaron pagndoles lo mucho adeudado, que alcanzaba en ocasionesseis y siete meses de sueldos obviamente mediante otro prstamo del comercio- tras

    prometer las autoridades perdn y olvido si deponan su actitud39.

    La oficialidad, en cambio, no sufri estas penalidades porque en pocos aos la mayorparte de los oficiales destinados a los Fijos americanos o a las embarcaciones del rey seimbricaron con presteza y vigor en la sociedad local40. Su origen peninsular, eluniforme, el grado y el prestigio que estos conferan entre las elites locales de estasciudades, les abrieron fciles vas de integracin: los solteros (la mayora) casaronenseguida con las muchachas de mejor posicin, hijas de los comerciantes y

    propietarios ms destacados, pasando a formar parte de las elites tradicionales; los quellegaron casados y vinieron con sus esposas, introdujeron a sus hijos desde muy jvenesen el grupo de cadetes del regimiento, del batalln, o del arsenal (muchos fueronenviados a las escuelas de guardia-marinas en Espaa), siguiendo en pocos aos elcamino de los solteros como prometedores oficiales e hijos de militares. De tal manera

    que, en estos Fijos y arsenales de los principales puertos americanos, hallamos en suoficialidad los apellidos que luego seran caractersticos del patriciado de estas ciudadesa todo lo largo del siglo, a los que hay que aadir los extranjeros que llegaron con losrefuerzo, especialmente irlandeses41 e italianos. Formaron as verdaderas sagas

    39 Marchena F., J. Sin temor de Rey ni de Dios. Violencia, corrupcin y crisis de autoridad en laCartagena colonial a mediados del S. XVIII. En Kuethe, A.J. y Marchena F., J., (Eds). Soldados del

    Rey.40 Garavaglia, J.C. y Marchena F., J.Amrica Latina, de los orgenes a la Independencia, Vol. II, Caps. 4y 7.41 Marchena F., J. Los oficiales militares irlandeses en el Ejrcito de Amrica, 1750-1815. En GarcaHernan, E. y Recio Morales, O. (coords.). Extranjeros en el Ejrcito. Militares irlandeses en la sociedad

    espaola, 1580-1818. Madrid, 2007.

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    173familiares que se extendieron de generacin en generacin. Todos, desde estos gradosmilitares y navales, y desde la posicin que los mismos conferan, se consolidaron enuna o dos generaciones como grandes grupos de poder en las ciudades, un resultado msde la aplicacin de estas reformas militares y navales de la primera mitad del sigloXVIII que, como se observa, tanta influencia y tanto impacto tuvieron en tantos

    sentidos42

    .

    4. Ms que reformar, construir la Armada43Con la Armada, y en la pennsula, vino a suceder algo similar. Las reliquias de FelipeV, aquellos pocos, desperdigados y arrumbados navos que hered de los Austrias comoel todo de su marina de combate, resultaron completamente intiles en la guerra deSucesin44. En Amrica el siglo haba comenzado con la expedicin al Darin,organizada desde Sevilla y Cdiz a fin de expulsar a una colonia de escoceses que sehaba establecido en el istmo de Panam y amenazaba con cortar las comunicacionescon el Per45; la expedicin tuvo que ser financiada por el Consulado de Comerciantesde Sevilla, y los buques hubo que alquilarlos: dos galeones y tres urcas; nada haba a

    flote que recordara la vieja Armada de Indias. En la pennsula no fueron mejor lascosas: en 1702 el almirante britnico George Rooke atac Cdiz, en cuya baha no

    pudieron armar ni un solo navo para defenderse, teniendo que contentarse condispararle algunos caonazos desde sus castillos y permitir que los ingleses saquearanimpunemente los puertos exteriores. Ese mismo ao, los buques mercantes quetransportaban el tesoro fiscal desde Amrica a la pennsula, protegidos por navosfranceses, tuvieron que recalar de emergencia en Vigo; all, en la baha de Rande,fueron diezmados por los anglo-holandeses de Rooke y Shovel, perdindose buena partedel dinero y ms de 20 embarcaciones, casi las ltimas que le quedaban al rey espaol,heredadas del siglo XVII46. En 1704, los navos Santa Teresa y Porta Coeli, recinconstruidos con toda urgencia en Mapil (Guipzcoa), al ser remitidos a Cdiz no

    pudieron ni siquiera completar su viaje inaugural: fueron apresados ambos en el caboEspartel por los britnicos del almirante Dilkes, y el Santa Teresa incendiado cerca deLisboa. Ese mismo ao, el almirante Rooke con su escuadra del Mediterrneo tom el

    pen de Gibraltar, no pudiendo ser desalojado por los espaoles ante la falta de fuerzamartima. Frente a Vlez Mlaga, decenas de navos, fragatas, galeras, urcas, espaolasy francesas, combatieron contra los navos britnicos de Rooke, en la que fue una de las

    batallas navales ms importantes (por el numero de embarcaciones enfrentadas) delsiglo, aunque termin sin resultado alguno: no pudieron expulsar a Rooke del Estrecho,quien logr reforzar Gibraltar hasta hacerlo inexpugnable. Al ao siguiente, la flotafranco-espaola al mando de Pointis fue destruida frente al pen de Gibraltar cuando

    intentaba caonearlo. En 1708 y 1711 fueron hundidos en Cartagena de Indias los dos42 Marchena F., J.Ejrcito y Milicias en el mundo colonial americano. Madrid, 1992.43 La informacin para la realizacin de este apartado en Marchena F., J. (coord.). Proyecto deInvestigacin Apogeo y crisis de la Real Armada. 1750-1820. Junta de Andaluca-Universidad Pablo deOlavide. Sevilla, 2008-2012.44 Para datos generales sobre la Armada en el periodo: Fernndez Duro, C. Armada Espaola, desde launin de los reinos de Castilla y Aragn. Madrid, 1972-1973; Ferrer de Couto, J. Historia de la Marina

    Real espaola. Desde el descubrimiento de las Amricas hasta el combate de Trafalgar. Madrid, 1854;Martnez Velarde, C. Constitucin y organizacin de la Armada de Felipe V. Temas de Historia Militar,Vol .I (Madrid, 1983); Merino Navarro, J.P.La Armada espaola en el s. XVIII. Madrid, 1981.45 AGI. Santa Fe, 457. Expediente del Gobernador Juan Daz Pimienta y expedicin de Juan de Herrera.46 VV.AA.Rande 1702: Arde o mar, Catlogo de la Exposicin Conmemorativa del Tercer Centenario

    de la batalla de Rande. Vigo, 2002.

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    174nicos navos del tesoro que se haban conseguido poner en estado de navegar47,mientras en el Pacfico, como se indic, el contrabando francs pareca haberseadueado de aquel ocano48.

    As de contundentemente, durante los primeros aos del siglo XVIII, Felipe V pudo

    comprobar en la prctica que su armada no exista, y que sta era la causa de la mayorparte de las prdidas territoriales que su Corona estaba sufriendo en el transcurso de laguerra49. Por el contrario, el resto de las armadas europeas crecan y se desarrollaban agran velocidad50. Para siquiera hacer navegar su ensea real, el nuevo monarca espaolse vio obligado a alquilar varios buques a Francia51, con sus almirantes y tripulaciones,

    pero ello no produjo efecto favorable alguno: al contrario, no ces de acumular tantasderrotas como facturas se amontonaban sobre la mesa de su exhausta tesorera, por loque urgi a su gobierno a destinar todos los recursos disponibles a fin de construir unaArmada propia.

    Sus primeros tcnicos en esta materia, entre ellos el comerciante injertado en poltico

    Bernardo Tinajero de la Escalera, dispuso el astillero de Campeche para la fbrica de unnavo que fue botado en 1703 (Nuestra Seora de Guadalupe y San Antonio) pero,como tal acto aislado, este buque no signific gran cosa a pesar de que no ces unmomento de navegar. La falta de tcnicos y de materiales para construir nuevasembarcaciones oblig a la compra de varios buques en Gnova mediante el sistema deasentistas, nica opcin que hallaron en Madrid si queran contar con algn navo

    propio en disposicin de combate. Al mismo tiempo, y aunque la Armada era casiinexistente, comenzaron a reformar todo su aparato orgnico-administrativo, en lainteligencia de que, sin un nuevo plan integral que renovara a la marina en su totalidad,sera imposible llevar a la prctica algn proyecto de envergadura.

    As, y al terminar la guerra, la recin creada Secretara de Marina e Indias decidiunificar todas las tan tericas como imaginarias flotas en una sola, la Real Armada, conun mando centralizado (una especie de almirantazgo52) que ira nombrando a losdistintos comandantes de cada una de las expediciones que se organizaran. Nadie, comohaba sucedido en el pasado, tendra navo ni destino propio. Quera evitarse con ello laesclerosis en que haba vegetado la Armada durante dcadas, a expensas de los intereses

    particulares de los que mandaban las flotas. Se cre, adems, una Junta deConstruccin, tambin centralizada, que decidira donde se construiran los buques, conqu diseo y de qu porte.

    47 Dos navos supervivientes del s. XVII, el San Jos y el San Joaqun.48 Villalobos, S. Contrabando Francs en el Pacfico. 1700-1724. Revista de Historia de Amrica. N. 51(1961).49 Mhlmann, R.Die Reorganisation der Spanischen Kriegmarine in 18 Jahrhundert. Colonia, 1975.50 Andrews, K.R. Ships, Money and Politics. Seafaring and Naval Enterprise in the Reign of Charles I.Cambridge, 1991; Acerra, M. y Meyer, J. Histoire de la marine franaise des origines nos jours.Rennes, 1994; Gradish, S. The Manning of the British Navy during the Seven Years War. London, 1980;Baugh, D. Naval Administration,1715-1750. London, 1977; Brujin, J.R. The Dutch Navy of theSeventeenth and Eighteenth Centuries. Columbia, 1993.51 Datos referentes a altas y bajas de la Armada en el periodo: Marchena F., J. y Cuo Bonito, J. CaptuloIV. Los buques de la Real Armada. En Marchena F., J. (coord.). Proyecto de Investigacin Apogeo ycrisis de la Real Armada. 1750-1820, cit.52 Guirao de Vierna, A. Organizacin de la Armada durante el reinado de Felipe V: diferencias y

    semejanzas con la britnica.Revista de Historia Naval. N. 18 (1987).

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    175Mientras estas medidas surtan efecto, entre 1714 y 1718 se compraron varios navosms en Italia (que incorporaban al almirante que los mandaba, como el marqus deMari, que obtenan el ttulo ms pomposo que otra cosa- de Almirante de la RealArmada) y pudieron construirse algunos otros buques en los astilleros del Cantbrico.

    Fue tambin entonces cuando el rey nombr al italiano Jos Patio como Secretario deMarina, Indias y Hacienda, lo que explica la indisoluble relacin con que quera enlazarestas tres parcelas fundamentales de la administracin reformista borbnica53. Patiocre las circunscripciones martimas de Cdiz, Ferrol y Cartagena, ide y fund elcuerpo de oficiales de guerra de la armada, escalafonado, regulado y con una mismaescala de salarios, desarroll el sistema de levas para la marinera a partir de lamatricula de mar54 (siguiendo el modelo francs del systme des classes55, mezcladocon el ms coercitivo del Impressment ingls56), estableci tambin el rgimen,disciplina y gobierno de la infantera y artillera a bordo57, y normativiz la enseanzanaval mediante la creacin de las Reales Compaas de Guardias Marinas58,adelantando el esquema de la Ecole Royale del Havre59... Es decir, Patio aplic a la

    marina una reforma tan en profundidad como la empleada en el ejrcito de tierra60, peroen este caso partiendo casi desde cero.

    Las dificultades iniciales fueron muchas. Solo hasta 1715 no pudo ser enviada, y conaprietos, una escuadra de cuatro navos desde Cdiz a Amrica, lo que explica el psimoestado en que an se hallaba la Armada. En el Pacfico, ningn navo de porte era capazde navegar la insignia del rey. Y el ao 1718 fue an ms calamitoso para sus intereses:en el siciliano cabo Passaro, la escuadra que haba podido tan costosamente armarse,comprando buques en Italia o construyndolos en el norte peninsular, fue capturada ydestruida casi al completo por el almirante britnico George Byng (se perdieron ms deveinte buques entre navos y fragatas). En otros escenarios italianos y atlnticos, las

    prdidas tambin fueron importantes en 1719 y 1720, lo que demostr que,desaparecida la capacidad de reposicin, la Real Armada nunca podra levantar vuelo.

    Casi sin aliento, Patio orden emprender nuevos esfuerzos constructivos, y esta vezcomo nunca antes los astilleros americanos entraron en operacin. En opinin de uno delos tcnicos de la poca, el ya mencionado Tinajero de la Escalera, estos navos indianos(de Mxico, de Guayaquil, y de La Habana, sobre todo, por sus excelente maderas)

    53 Para este tema y periodo, vase Walker, G.J. Poltica espaola y comercio colonial 1700-1789.Barcelona, 1979; Prez Mallana, P.E. La marina de guerra espaola en los comienzos del s. XVIII (1700-1718). Revista General de Marina . N. 199 (1980); Idem. Poltica naval espaola en el Atlntico, 1700-

    1715. Sevilla, 1982.54 J.M. Vzquez Lij.La matrcula de mar en la Espaa del s. XVIII, cit.55 LE GOFF, T.J.A. Les gens de mer devant le systme des classes (1755-1769): rsistance ou passivit.

    Revue de Nord. Les hommes et la mer dans lEurope du Nord-Ouest. Boulogne-Sur-Mer, 1984.56 Rodger, N.A. The Wooden World. An Anatomy of the Georgian Navy. London, 1986, pp.144 y ss.57 Rivas Fabal, J.E.Historia de la infantera de marina espaola. Madrid, 1970.58 Moreno de Guerra, J. Relacin de los caballeros cadetes de las Compaas de Guardias Marinas,1717-1834. Madrid, 1913; De la Vlgoma y Daz Varela, D. y Finestrat, B. de. Real Compaa deGuardias Marinas y Colegio Naval. Catlogo de pruebas de caballeros aspirantes . Madrid, 1943-1956.59 Verge-Franceschi, M. Les officiers gnraux de la Marine Royale (1669-1774). Revue Historique. N.565 (1987).60 Antes que de Marina, Patio haba sido Intendente General del Ejrcito. Cuando pas a la Secretara deIndias, su hermano, el tambin milans Baltasar Patio, Marqus de Castelar, ocup el cargo vacante en

    el Ejrcito. Todo quedaba en familia. Las primeras reformas de Felipe V tuvieron este carcter.

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    176daran solucin al problema: Si el navo fabricado en Vizcaya durase, que se duda, diezaos, el de Indias pasar de treinta61. Tinajero, secretario del Consejo de Indias durantelos primeros gobiernos de Felipe V, haba abogado por dar ms importancia al escenarioultramarino, en la medida que, opinaba, era en los ocanos donde se defenderan losrecursos y los principales intereses territoriales de la monarqua, consiguiendo que el

    rey aprobara su proyecto de construccin de diez navos y dos pataches en el astillero deLa Habana62. Por el contrario, el posterior gobierno de Julio Alberoni haba puestomayor nfasis en la poltica mediterrnea, siguiendo los deseos e instrucciones de lareina Isabel de Farnesio por la recuperacin de los territorios italianos. La decisin finalestuvo ahora a cargo de Jos Patio, el implementador de toda la poltica naval desde1717, quien, especialmente despus de la catstrofe de cabo Passaro, se volc haciaAmrica63 y hacia la creacin de una Armada de nueva planta. Nuevos astilleros, enMxico (Coatzacoalcos64 y Tlacotalpan), en Pasajes (a partir de la constitucin en 1728de la Compaa Guipuzcoana de Caracas65), en San Feli de Guixols, en La Graa(antecedente del Ferrol66), en Puntales y La Carraca67 (Cdiz), en Guayaquil y enCartagena de Levante68, fueron puestos a disposicin de este gran proyecto

    constructivo, aunque sin duda La Habana desde 1722 y Guarnizo69 (Santander) desde1715, se distinguieron como los ms importantes.

    Los modelos constructivos fueron inicialmente obra de Antonio de Gaztaeta70 (ya en lapoca de Tinajero, remozando los modelos anteriores de Francisco Antonio Garrote71).Orden homogeneizar la construccin a partir de sus diseos, expuestos en su obra

    Fbrica de navos y fragatas de guerra de 172072, procurando que los buques fueran

    61Merino Navarro, J.P. La Armada en el S. XVIII, p. 97. 62 Tinajero de la Escalera, B.De lo que se ha de observar y regla con la que se ha de hacer la fbrica dediez bajeles y dos pataches que S.M. ha resuelto se construyan en el puerto de La Habana . Madrid, 1713.63 Bethencourt Massieu, A. Patio en la poltica exterior de Felipe V; Rodrguez Villa, A. Patio yCampillo; Crespo Solana, A. La accin de Jos Patio en Cdiz y los proyectos navales de la Coronadel s. XVIII. Trocadero. Revista de Historia Moderna y Contempornea, N. 6-7 (Cdiz, 1995); PulidoBueno, I.Jos Patio: el inicio del gobierno poltico econmico ilustrado en Espaa. Sevilla, 1998.64 Bethencourt Massieu, A. El Real astillero de Coatzacoalcos, 1720-1735. Anuario de Estudios

    Americanos. Vol. XV (Sevilla, 1958).65 Basterra, R.Los navos de la Ilustracin. Real Compaa de Caracas. Caracas, 1925; Hussey, R.D. TheCaracas Company, 1728-1784. Cambridge, 1934; Vivas Pineda, G. La aventura naval de la CompaaGuipuzcoana de Caracas. Caracas, 1998.66 Martn Garca, A. La poltica de reconstruccin naval borbnica y el Reino de Galicia: el Real Astillerode Esteiro (s. XVIII). En Guimer, A. y Peralta, V. (coords.).El equilibro de los Imperios: de Utrecht aTrafalgar. Madrid, 2005; Rodrguez Villasante Prieto, J.A. La construccin de arsenales durante lailustracin. El Arsenal de Ferrol. En VV.AA. Ciencia, tcnica y estado en la Espaa ilustrada. Zaragoza,

    1990; Idem.La actividad naval militar. Influencia en su entorno: Ferrol. Madrid, 1991; Santalla Lpez,M.Las reales fbricas de Ferrol. Barcos y gremios en el s. XVIII. A Corua, 2003.67 Quintero Gonzlez, J. El Arsenal de La Carraca, 1717-1736. Madrid, 2000; Idem.Jarcias y lonas: larenovacin de la Armada en la Baha de Cdiz, 1717-1777. Cdiz, 2003.68 Prez-Crespo, M.T.El Arsenal de Cartagena en el s. XVIII. Madrid, 1992; Torres Snchez, R. Ciudad y

    poblacin. El desarrollo demogrfico de Cartagena durante la Edad Moderna. Cartagena, 1998.69 Mercapide Campains, N. Crnica de Guarnizo y su real astillero. Santander, 1974; Idem. Guarnizo y

    su Real Astillero. Santander, 1980.70 Fue nombrado director de Guarnizo. Sobre este ingeniero, ver VV.AA. Antonio de Gaztaeta (1656-1728). San Sebastin, 1992.71A partir de su Recopilacin para la nueva fbrica de bajeles espaoles, de 1691, mss. Museo Naval,Madrid. Ver tambin Serrano Mangas, F. Construccin de galeones reales para la Carrera de Indiasdurante la segunda mitad del s. XVII. Sevilla, 1987.72 Gaztaeta, A. D.Fbrica de navos y fragatas de guerra. Madrid: Imprenta Felipe Alonso, 1720.

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    177similares independientemente del astillero donde se fabricaran, y evitando que cadaconstructor los hiciera a su capricho, a sentimiento, como se deca entonces. Desde

    1730 en adelante este diseo evolucion, ejecutndose nuevos proyectos planeados porCipriano Autrn y otros ingenieros como Pedro Boyer, Juan de Acosta, Pedro deTorres73, los hermanos Jos y Lorenzo de Arzueta, Antonio de Clariana y Gualbes, o

    incluso Juan Jos Navarro, Marqus de la Victoria, todos en busca de lograr un navoocenico, de casco fuerte y pesado, gran arboladura, bien artillado, por encima de los 60caones: una fortaleza en el mar capaz de enfrentarse a la vez a los grandes buques

    britnicos74 y a las tormentas atlnticas, y cruzar el cabo de Hornos sin dificultad paraconectar el Atlntico con el Pacifico y asegurar las costas del virreinato del Per.

    Se aplicaron adems enormes esfuerzos al reconocimiento, seleccin, custodia y tala delos rboles que seran utilizados para estas construcciones, y para el transporte de lagigantesca cantidad de maderas que se necesitaban, siguiendo un plan metdico quedeforest amplias zonas de la pennsula y de Amrica75. Para mantener los buques

    provistos de lo necesario, y para repararlos y carenarlos, se inici el plan de

    construccin de Arsenales en La Carraca, Cartagena, La Habana y, posteriormente,Ferrol, as como los apostaderos en el Pacifico de El Callao y Guayaquil. Y, sobre todo,se aplicaron al proyecto la mayor parte de los recursos econmicos disponibles76.

    Un afn constructivo que dio sus resultados77. 170 buques fueron puestos al servicio dela Real Armada a lo largo de la primera mitad del siglo, partiendo, como hemos visto,de la nada78.

    73 Acosta era habanero, y Torres peninsular. Los dos, aunque trabajando juntos, eran enemigos acrrimospor cuestiones de criterios constructivos. Deban aplicar los diseos de Cipriano Autrn. J.P. MerinoNavarro.La armada en el s. XVIII, p. 101. Torres acab marchando a Coatzacoalcos.74ODogherty, P. La construccin naval en la Pennsula. En Palacio Atard, V. (coord.).Espaa y el maren el siglo de Carlos III. Madrid, 1989; De la Piera y Rivas, A. y Thial Boissire, J. La construccinnaval durante el s. XVIII.Revista de Historia Naval. N. 79 (2002).75 Romero Landa, J. Reglamento de maderas necesarias para la fbrica de los bajeles del rey . Madrid:Imprenta J. Ibarra, 1784; Aranda y Antn, G.D. Los bosques flotantes: historia de un roble del s. XVIII.Madrid, 1990; Urteaga, L. La tierra esquilmada. Las ideas sobre la conservacin de la naturaleza en lacultura espaola del s. XVIII. Barcelona, 1987. En otros pases se siguieron idnticos procedimientos:

    Albion, R.Forest and Sea Power. The Timber Problem of the Royal Navy, 1652-1862. Cambridge, 1926;Bamford, P.W. Forest and French Sea Power, 1660-1789. Toronto, 1956; Corvol, A. (Ed.). Foret et

    Marine. Paris, 1999.76 Mestre de Prat, M. La construccin naval de guerra en la Espaa del S. XVIII. El marco legal de los

    procesos de financiacin. En Martnez Shaw, C. (Ed.). El derecho y el Mar en la Espaa Moderna.Granada, 1995.77Todos los datos, tablas y grficos pertenecen al proyecto ya citado, J. Marchena F. (coord.). Apogeo ycrisis de la Real Armada. 1750-1820. J. Marchena F. y J. Cuo Bonito, Captulo IV, Los buques de laReal Armada. Cit.78 Navo: Navo de lnea (combata en lnea) de dos o ms puentes (bateras superpuestas) y de porte(nmero de caones) superior a 50, tres palos cruzados y bauprs. Fragata: navo de menores

    proporciones, de un solo puente, con porte entre 25 y 50 caones. No se incluyen en el estudio, por ladificultad de sus registros, una gran cantidad de otras embarcaciones menores, como goletas, bergantines,

    urcas, galeras, pataches, balandras, bombardas, pinges, jabeques, chambequines...

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    41 buques (22 navos y 19 fragatas) fueron comprados en estos aos, y, como se indic,la mayora de ellos entre 1702 y 1720, fundamentalmente en el mercado italiano, quesustituy a partir de 1714 al francs. Y otros cuatro navos ms y 19 fragatas (casi todasen las campaas de Italia entre 1710 y 1720) se apresaron al enemigo. Pero fueron losastilleros los que levantaron la Armada, hasta construir un total de 63 navos y 35

    fragatas (98 buques en total) durante la primera mitad del siglo. Un esfuerzoverdaderamente importante que muestra el gran actividad reformadora volcada hacia larecuperacin de la Real Armada; y, obviamente, muestra tambin los inmensos caudalesque se pusieron a su disposicin.

    Conforme el modelo del navo tipo a construir fue creciendo en tamao (superior a los60 caones e incluso llegando a realizarse uno de tres puentes, el Real Felipe, con 114caones de porte, construido en Guarnizo en 1732), se abandonaron los astilleros ms

    pequeos, en especial los del Pas Vasco79 y los de Amrica continental, y todo elesfuerzo se concentr en La Habana (29 navos y 3 fragatas fabricados en el periodo) yen Guarnizo (20 navos y 8 fragatas). Y todo ello en poco ms de veinte aos, entre1720 y 1740.

    Altas de buques. 1700-1749

    .............................. NAVIOS FRAGA. TOTALCOMPRADOS 22 19 41EN ESPAA 1 0 1EN ITALIA 11 1 12

    EN FRANCIA 9 1 10EN HOLANDA 1 0 1EN AMERICA 0 1 1SIN DATOS 0 16 16APRESADOS 4 18 22GUARNIZO 20 8 28LA CARRACA 0 3 3LA HABANA 29 3 32LA GRAA 2 1 3

    79 Odriozola Oyarbide, L. La industria naval Guipuzcoana, 1650-1730. Boletn de la Real Sociedad

    Vascongada de Amigos del Pas. N. 50 (1994).

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    179PAIS VASCO 8 1 9

    NUEVA ESPA 3 0 3PUNTALES 4 0 4SAN FELIU GUI 3 0 3SANTOA 1 0 1

    PUERTO RICO 0 1 1GUAYAQUIL 0 1 1ESPAA GRAL 0 19 19TOTAL 96 74 170

    Semejante esfuerzo constructivo permiti mantener un nmero importante de navos yfragatas en operacin. Las siguientes tablas y grficas muestran su evolucin.

    Navos y fragatas operativosNAVIOS FRAGATAS TOTAL BUQUES

    DECADAS ALTA BAJA TOTAL ALTA BAJA TOTAL ALTA BAJA TOTAL1700-1709 2 1 1 0 0 0 2 1 1

    1710-1719 22 13 10 41 19 22 63 32 321720-1729 30 13 27 15 19 18 45 32 451730-1739 22 12 37 11 12 17 33 24 541740-1749 22 37 20 6 19 4 26 56 24TOTAL 98 78 73 69 169 145

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    180

    Construccin de navos y fragatas por astilleros y dcadas. 1700-1749

    NAVFRA N F N F N F N F N F1700

    1700

    1710

    1710

    1720

    1720

    1730

    1730

    1740

    1740

    TO.NAV

    TO.FRA

    TOTAL

    COMPRADOS

    9 10 7 1 3 6 5 22 19 41

    APRESADOS

    3 13 1 5 4 18 22

    CONSTRU

    IDOSLAHABANA

    4 13 2 12 1 29 3 32

    GUARNIZO

    2 11 7 5 1 2 20 8 28

    P.VASCO 2 5 1 1 1 8 1 9PUNTALES

    2 2 4 4

    LACARRACA

    1 2 3 3

    S.F.GUIXOLS 3 3 3

    LAGRANA

    2 1 2 1 3

    NUE.ESPAA

    1 1 1 3 3

    GUAYAQUIL

    1 1 1

    PTO.RICO 1 1 1SANTOA 1 1 1ESPAA.

    GRAL

    17 2 19 19

    TOTAL 3 0 22 31 30 15 22 12 20 6 96 74 170

    En cuanto a los navos, en la primera dcada del siglo slo fue posible construir tres deellos: dos en Mapil y el otro en Campeche; pero, como comentamos, este ltimo fue elnico que pudo operar porque los guipuzcoanos fueron apresados en Espartel. En lasegunda dcada se incorporaron 22 nuevos navos: 9 se compraron (3 en Francia y 6 enGnova), 3 se apresaron en Palermo y 10 fueron de nueva construccin, la mayora deellos (5) en Pasajes. Pero las derrotas italianas y en especial la de cabo Passaro (13

    bajas), hicieron disminuir la Armada a 10 navos en 1718 y 1719. La secretara demarina se vio en la necesidad de volver a empezar en la dcada de los 20: todava 7

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    181buques fueron comprados (en Gnova, Holanda y Francia) a los que se sum uno quefue apresado (en la costa de Cartagena de Indias cuando haca contrabando). Pero yafueron 22 los construidos siguiendo el plan de Gaztaeta: 11 en Guarnizo, 2 en Puntales(Cdiz), 2 en La Graa (Ferrol) y 5 en Amrica (4 ya en La Habana y 1 enTlacotalpan80). De este modo, a pesar de que en estos aos el nmero de bajas fue

    idntico al de la dcada anterior (con cabo Passaro incluido), la reposicin funcionadecuadamente y la Armada pas de tener 10 navos en operacin a 27. Un salto enormeque daba la razn, en este sentido, al modelo de crecimiento propuesto por Patio.

    La dcada de 1730 an fue mejor para el aumento de la flota de navos: 22 nuevasconstrucciones (nada menos que 13 en La Habana, y todava 5 en Guarnizo, y an en elPacfico) y un nmero de bajas inferior (12) permiti ascender el nmero total a 37.

    A la muerte de Patio se sucedieron otros dos ministros de marina que continuaron sustrabajos: Jos del Campillo, que ocup el cargo entre 1741 y 1743, y luego Zenn deSomodevilla y Bengoechea, Marques de la Ensenada81, hasta el 54. Ciertamente

    desarrollaron su tarea en mitad de una guerra librada en varios frentes (el Caribe, elMediterrneo, el Atlntico y el Pacfico) y que fue bien destructiva.

    En esta dcada de los 40 fueron dados de alta 20 navos: solo en la Habana alcanzaron aser 12 los construidos, mediante el asiento firmado en 1741 con la Compaa de laHabana para fabricar 3 o 4 navos de lnea anuales. Las urgencias de la guerraobligaron, adems, a comprar otros seis en el mercado de Cdiz82, los conocidos comomarchantes porque eran buques mercantes trasformados en navos de guerra. A pesar

    de este impulso, las bajas fueron enormes en esta dcada: 37. De los 98 navosconstruidos en estos 49 aos, solo 20 pudieron sobrevivir y navegar en la segunda mitaddel siglo83.

    Respecto de las fragatas, hay que indicar que su nmero y ciclos constructivos sonsimilares a los de los navos. A diferencia de la Armada britnica, la fragata no fue un

    buque que, en esta primera mitad del siglo, tuviera un alto desarrollo en la Armadaespaola. Eran ms pequeas que las europeas, porque la apuesta consista en mantenernavegando grandes navos ocenicos. Luego, cuando se hicieron modelos de 40 y 46caones, las fragatas espaolas s cobraron importancia, pero sera despus de 1750.

    Todo este rearme naval se vio frustrado en buena medida como consecuencia de la faltade mano de obra y de materiales en los astilleros, no tanto en lo referente a la

    construccin de los cascos sino sobre todo en cuanto a arboladuras, jarcias y lonas, quedeban importarse desde el norte europeo.

    80 Veracruz.81 Rodrguez Villa, A. Don Zenn de Somodevilla, marqus de la Ensenada. Madrid, 1878. Durante lacampaa del almirante Miguel Reggio en Italia, en la guerra del 35, Somodevilla fue el encargado de lalogstica naval. All recibi los honores del rey de Npoles, y el ttulo de Marqus de la Ensenada.82 Garca.Baquero, A. Cdiz y el Atlntico, 1717-1778. Sevilla, 1976.83 Alguno de ellos, como El Rayo, por ejemplo, construido en La Habana en el 48, an lleg a combatir

    en Trafalgar.

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    182Otro grave problema estuvo constituido por la falta de tripulaciones entrenadas. Si laoficialidad, mediante los colegios de guardias marinas84 y otros centros de formacincomo la escuela de pilotos de San Telmo en Sevilla85, alcanz un nivel tcnicoimportante, en cambio el de la marinera dejaba mucho que desear. La matricula de lamar no era suficiente para embarcar las tripulaciones necesarias, la desercin abundaba,

    y los gastos producidos por mantener vivos (en operacin) todos estos navos,imposibles de asumir. Debe considerarse que las tripulaciones indispensables paramantener en activo 25 navos (la media del periodo) y 15 fragatas, ascendan a ms30.000 marineros, una cifra inalcanzable y que vena a ser, comparativamente, casi lamitad de los efectivos reales del ejercito de tierra. Conclusin: los buques no podanoperar todos a la vez, estando obligados a permanecer en puerto largas recaladas. Sisalan a la mar, las tripulaciones eran de ventura, muchas de ellas bajadas a la fuerza

    de los navos mercantes86. Las cifras para la Armada inglesa son bien diferentes en esterubro: comenz el siglo con 10.000 marineros, pero en 1750 tenia ms de 85.000hombres embarcados87.

    En cuanto a la oficialidad, tambin las reformas introdujeron cambios importantes. Sicontinu existiendo una clara vinculacin entre el almirantazgo y la alta nobleza (unacuestin de tradicin familiar, mezclando ttulo y cargo, que casi llegaban a heredarseconjuntamente, como el caso de los Duques de Veragua, los Fernn-Nez, losmarqueses de Santa Cruz, sagas donde fueron almirantes abuelos, hijos, nietos..) enestas dcadas se consolidaron tambin otras vas para acceder a los altos grados navales.

    Por ejemplo, hallamos a los grandes apoderados de la Carrera de Indias, poseedores deuna gran experiencia atlntica, mezcla de almirantes-mercaderes que mandaban la Flota,sobre la que tenan, a la vez, crecidos intereses econmicos; es el caso de Andrs dePez, Fernndez de Santilln, el mismo Garrote; ms que otra cosa eran eficaces

    protectorese interesados guardianes- de los comboyes del trfico. Otro tipo de entreestos almirantes fue el constituido por los asentistas, que se comprometan a realizar talo cual empresa obteniendo a cambio no solo un beneficio econmico, sino tambin unarecompensa en forma de cargo y grado. El ms significativo de entre ellos puede serManuel Lpez Pintado: mercader y marino, muy diestro y experimentado en todo loreferente a la Carrera de Indias, llev de Veracruz a Cdiz el tesoro real en 1710,obteniendo por ello el ttulo de almirante; luego firm el asiento para la construccin delos navos en La Habana con Tinajero, siendo nombrado intendente de marina de la islade Cuba en 1712; posteriormente fue enviado a mandar una flota en el Mediterrneodurante la campaa de Italia; volvi a transportar con xito el tesoro en 1715,

    ascendiendo a jefe de escuadra; y l fue el que, con toda solemnidad y pompa, arrib aCdiz de nuevo con el tesoro en 1729, justo cuando Felipe V se hallaba en ese puerto:fue ascendido a teniente general de la Armada. Similares a los anteriores, figuraronigualmente entre los altos cargos navales los almirantes alquilados, tpicos de las

    primeras dcadas, cuando Felipe V alquil o compr flotas completas de navos con sustripulaciones y mandos, nombrados tambin almirantes espaoles, como Chteau-

    84 Lafuente, A., y Sells. M. El Observatorio de Cdiz (1753-1831). Madrid, 1988.85 Garca Garraln, M.El taller de Mareantes. El Real Colegio Seminario de San Telmo de Sevilla, 1681-1847. Sevilla, 2007.86 Alfonso Mola, M. La marina mercante colonial en la legislacin borbnica (1700-1828). En MartnezShaw, C. (Ed.).El derecho y el Mar en la Espaa Moderna. Granada, 1995.87 N.A. Rodger. The Wooden World. AnAnatomy of the Georgian Navy.

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    183Renaud, el antiguo filibustero Duchase, el Conde de Tolosa (hijo natural de Luis XIV),o los italianos Marques de Mari, los hermanos Reggio, los Gravina. Alguno de loscuales continu luego prestando sus servicios durante dcadas.

    Otra va de acceso a los altos mandos navales fue utilizada por los oficiales formados

    directamente en la mar, basada en poseer una gran experiencia en combate los que,como vimos, no faltaron en estos aos. Es el caso de Blas de Lezo, embarcado desdemuy joven y ascendiendo por mritos a punta de batallas, desde la de Vlez Mlaga,luego en el Atlntico sur, en el Pacfico, en Italia, en Berbera, en el Caribe... Casos

    parecidos fueron los de Jos Pizarro, Pedro Messa de Lacerda, Rodrigo de Torres...jvenes aprendices de oficial a principios de siglo y almirantes y jefes de escuadra enlos 30 y los 40. Algunos, en los 50 y 60, y por sus mritos en la Armada, llegaron a servirreyes, por ejempl