monte adentro. aproximaciones sobre la ocupación prehispánica de la serranía de calilegua

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    Intersecciones en Antropologa 11: 129-144. 2010. ISSN 1666-2105

    Copyright Facultad de Ciencias Sociales - UNCPBA - Argentina

    Pablo Cruz. CONICET-FUNDANDES. Parque Nacional Calilegua, San Lorenzo s/n, 4514 Calilegua, Jujuy. E-mail:

    [email protected]

    Monte adentro. Aproximaciones sobre la ocupacinprehispnica de la serrana de Calilegua (prov. de Jujuy)

    Pablo CruzRecibido 8 de Junio 2009. Aceptado 25 de Septiembre 2009

    RESUMEN

    Fuentes coloniales tempranas sealaron el carcter multitnico que tuvo el piedemonte oriental andino dela provincia de Jujuy antes, durante y despus de la llegada de los espaoles. No obstante, la historiografa nosmuestra que la regin fue considerada como marginal con respecto las grandes reas nucleares del NOA, unespacio de encuentro, una bisagra, o bien una frontera entre los Andes y el Chaco. Este trabajo presenta losresultados alcanzados en las investigaciones arqueolgicas desarrolladas en la regin. Los nuevos datos conrmangran parte de las informaciones histricas dando cuenta de la intensa ocupacin de la regin en tiempos prehis-pnicos, contrarrestando la clsica imagen de frontera que le fue atribuida. Su intensa y prolongada ocupacinse explica tanto por el potencial agrcola como por la explotacin de numerosos yacimientos mineros y recursos

    silvestres que tuvieron una alta valoracin econmica y simblica entre los pueblos andinos prehispnicos.

    Palabras clave:Serranas orientales sub-andinas; Minera prehispnica; Recursos silvestres.

    ABSTRACT

    MONTE ADENTRO: APPROACHES TO THE PRE-HISPANIC OCCUPATION OF THE CALILEGUA MOUNTAINS.Early Colonial sources indicate the multi-ethnic nature of the eastern Andean piedmont of Jujuy Province before,during and after the Spaniards arrival. However, the historiography shows us that the region was considered asmarginal in respect to the great core areas of the Argentine northwest; a meeting place, a point of articulation,or a boundary between the Andes and the Chaco. This article presents results obtained from archaeologicalinvestigations of the region. The new data conrm much of the historical information that attests to the intenseoccupation of the region in pre-Hispanic times, which resists the classical image of a border zone. The intenseand prolonged occupation is explained by the agricultural potential of the area, as well as the operation ofnumerous mines and the exploitation of wildlife, which had a high economic and symbolic value among pre-Hispanic Andean peoples.

    Keywords:Sub-Andean Eastern mountainous region; Pre-Hispanic mining; Wild resources.

    INTRODUCCIN

    El objetivo de este trabajo es presentar los resul-tados alcanzados en las investigaciones desarrolladasen la serrana de Calilegua (provincia de Jujuy). Enuna primera aproximacin, la articulacin de la carta

    arqueolgica con el inventario de recursos econmicosminerales y silvestres existentes, temas que trataremossecuencialmente aqu, permite abordar y comprenderalgunos aspectos de la ocupacin prehispnica de laregin. El rea de estudio abarca la serrana de Calile-gua, la cual incluye tanto la cuenca del ro Valle Gran-de como la vertiente y el piedemonte oriental, regiones

    pertenecientes actualmente a los departamentos ValleGrande y Ledesma de la provincia de Jujuy. Desde elpunto de vista togeogrco, la regin se caracterizacomo ambiente de Yungas, en el cual se destacan,en funcin de la gradiente altitudinal, cuatro pisosecolgicos y sus correspondientes ecotonos (Brown y

    Kapelle 2001; Cabrera 1976). De manera resumida,entre 500 y 800 msnm se sita la selva pedemontana,la cual presenta un relieve relativamente llano. Por en-cima de este piso, entre 800 y 1500 msnm, se extiendela selva montana con un ambiente ms serrano conpendientes moderadas y abruptas. Entre 1500 y 3000msnm se localizan los bosques montanos, demarcados

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    y Sica (1990: 470), quienes consideraron las serranassubandinas como un rea de frontera que articul dosmodelos opuestos de sociedades: los grupos jerarqui-zados de la zona andina y las sociedades segmentariasde la llanura chaquea. En cuanto a la localizacinespecca que habran ocupado los antiguos ocloyas,las fuentes coinciden en situarlos en las serranas ubi-cadas al este de la Quebrada de Huamahuaca. Sn-chez y Sica (1990), siguiendo lo postulado aos atrspor Salas (1993 [1945]), proponen al actual valle deZenta como el antiguo territorio de los ocloyas.

    Por nuestra parte, la articulacin entre algunas in-formaciones histricas, mapas antiguos y el registroarqueolgico nos lleva a considerar la cuenca del roValle Grande y las estribaciones pedemontanas de laserrana de Calilegua como territorio de este grupo. Eneste sentido, resulta relevante como Sotelo de Narvez

    (1965) identica bajo el trmino ocloya tanto a unterritorio como a uno de los grupos que lo poblaron.Varios mapas histricos,6as como luego el Diario deViaje del Coronel Fernndez Cornejo (1837 [1780])identican el ro Ocloyas con el actual ro San Loren-zo, en cuyas mrgenes se habra localizado el Fuertefundado por Ledesma Valderrama (Lozano 1941). Esimportante tener en cuenta aqu dos elementos. Porun lado, la marcada intencionalidad del testimoniode Ochoa de Zrate, a la vez encomendero de losomaguacas y de los ocloyas, cuyo n es legitimar yunicar sus dominios territoriales y emprendimientoseconmicos, apela a guardar una cierta prudencia y

    relativizar las informaciones dadas en el mismo. Porotro lado, es probable que en los primeros siglos de laColonia, tanto Zenta como la cuenca de Valle Gran-de, hoy separadas por las provincias de Salta y Jujuy,formaran parte de una misma jurisdiccin territorial.En este sentido, y de acuerdo con lo propuesto porNielsen (1997a), pensamos que la expresin orientede Humahuaca haca referencia -ms que a una lgi-ca cardinal estricta- a una vasta regin que inclua demanera general los valles orientales (Iruya, Cimarrones,Valle Grande, Zenta) y la ceja de selva. Se trata deuna frmula que en gran medida traduce la clsicadicotoma del pensamiento colonial que diferenciaba

    la montaa (ceja de selva y valles mesotrmicos)de la sierra (valles alto-andinos, puna) en tanto quembitos ecolgicos y culturales diferenciados, y envarios aspectos opuestos (Renard-Casevitz et al.1986:37). No obstante, no es el n de este trabajo elucidarlos interrogantes que envuelven la liacin tnica y laubicacin precisa de los ocloyas, sino mas bien tratarsobre algunos aspectos remarcables que intervinieronen la conguracin delo que hubiera podido ser suterritorio y que contrarrestan en gran medida la tradi-cional imagen de frontera atribuida a la regin.

    Esta caracterizacin de la regin como rea de fron-tera, evidenciada ms en la historiografa que en las

    por serranas con pendientes abruptas. Por encima de3000 msnm los relieves de montaa se encuentrancubiertos por los pastizales de neblina.

    PUEBLOS DE SIERRA Y SELVA: LA REGIN ENLA HISTORIA Y EN LA HISTORIOGRAFA

    Varias fuentes coloniales tempranas dan cuentade la existencia de un grupo llamado ocloya en lasserranas sub-andinas del noroeste argentino (NOA).Estas referencias alimentaron un prolongado debateacadmico en torno a la liacin tnica de este grupoy a la localizacin de su territorio. Sobre la base de al-gunos testimonios de nales del siglo XVI, como el deJuan Ochoa de Zrate en 15961, investigadores comoBoman (1908), Canals Frau (1953) y Vergara (1966)identicaron a los ocloyas como un grupo local liga-

    do y sometido a los omaguacas. En esta misma lnea,Tommasini (1933) sugiri que los ocloyas resultaron deun desprendimiento de los mismos omaguacas. Otrosdocumentos sealan, sin embargo, otras liaciones;por ejemplo, el escribano Sotelo de Narvez2subraysu origen andino sealando que se trataron de gentedel Per.3Esta ltima pista fue desarrollada por Lo-randi (1980), quien a su vez remarc que los ocloyasocuparon la regin junto a otros pueblos relocalizadospor los inkas como ser los chichas, los churumatas ylos chuis. Reforzando esta idea, Snchez y Sica (1990:478) analizaron un documento de 1624 en el cual seseala que los ocloyas hablaban una lengua diferente

    a la de los omaguacas, dando a entender diferentesliaciones tnicas. Por su parte, en un trabajo recienteque articula las diferentes informaciones histricas yopiniones sobre los ocloyas, Ventura (2007: 117) su-giere que estos se habran sometidos a los omaguacasslo despus del derrumbe del Tawantinsuyu.

    Ms all de las miradas divergentes sobre la perte-nencia tnica de este grupo, la mayora de las fuentescoinciden en que ste habit un territorio caracteriza-do por intensas y uctuantes dinmicas intertnicas.Las fuentes presentan tambin una concomitancia devarios modelos de intercambio y complementariedad,cada uno relacionado con un mbito particular de laeconoma. Por ejemplo, al mismo tiempo de sealarque los indios del ro Bermejo suelen venir (aHuamahuaca) a la tierra de paz y traen cueros devenados y plumas de avestruces y garzas i otras deestima, y cueros de unos gatillos del monte buenopara aforros, Sotelo de Narvez4da cuenta de la ex-plotacin de los yacimientos mineros por colonias dechichas orejones. Por su parte, el encomendero Ochoade Zarate no slo seala que los ocloyas estaban so-metidos a los omaguacas, sino que estos ltimos tenan en los valles de los ocloyas sus chacras dondesiembran su michca.5La perspectiva de un territo-rio multitnico se sintetiza en el trabajo de Snchez

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    entre estas sociedades y su medio. Este programa tuvoen esta primera etapa dos ejes principales: la carta ar-queolgica y el inventario de los recursos econmicospropios de la regin. Las actividades del primer ejeestuvieron focalizadas en tareas de prospeccin, sis-tematizacin de la carta arqueolgica y relevamientode sitios arqueolgicos prehispnicos. Dadas la escasavisibilidad y las dicultades del terreno, las prospec-ciones siguieron modelos predictivos (planicies, me-setas de altura, mrgenes de cursos, vertientes perma-nentes) y se complementaron con datos sobre sitiosarqueolgicos proporcionados por los pobladores de laregin. La consulta de las fuentes histricas, as comoel registro de sitios arqueolgicos de regiones vecinas,permitieron contextualizar el rea de investigacin enuna escala geogrca ms amplia y en una proble -mtica macro-regional. De esta manera, a la fecha selleva un registro de 41 sitios arqueolgicos en el rea

    de estudio: 15 de ellos aliados al Perodo Formativoy 26 a los perodos de Desarrollos Regionales e Inka.No obstante, es importante sealar el carcter parcialdel registro, el cual se encuentra principalmente limi-tado por dos factores. Por un lado, la densa coberturavegetal, los intensos procesos de formacin de suelos

    fuentes mismas, se alinea con una visin generalizadadel piedemonte oriental que contrapone un universoandino civilizado y civilizador con las salvajes tierrasbajas (Cruz 2009a). Los enfrentamientos y pugnas terri-toriales entre los inkas, los antis o los chunchos, y mstarde entre los espaoles y los chiriguanos, son algunosde los hitos fundadores de esta demarcacin a la vezcultural y territorial. Sin embargo, aunque sin alejar-se totalmente de la perspectiva fronteriza, en el casoparticular de las serranas subandinas del NOA, lasfuentes histricas reejan una imagen de la regin mscercana al concepto de hinterland: un amplio espaciode aprovisionamiento en diversos recursos econmicossituado en la periferia de las reas nucleares, principal-mente la Quebrada de Humahuaca, el sur de Boliviay el altiplano atacameo. El poblamiento multitnico,as como la complejidad y ambigedad territorial, ala vez jurisdiccin particular, compartida y/o coloni-

    zada, refuerzan esta regin en tanto que hinterlandyrea fuente. Por ello, abordamos al territorio no sola-mente como una jurisdiccin espacial vinculada conuno o varios determinados grupos sociales, sino comoel resultado de procesos histricos que expresan unaorganizacin objetiva del espacio y de los recursosexistentes (Di Mo 1991),un sistema complejo queinvolucra el medio conlas dinmicas socialesy culturales, y en ellas,lasconstruccionesy pro-yecciones identitarias y

    territoriales.

    LA CARTAARQUEOLGICA

    Desde comienzos de2008 se desarrolla, con-juntamente con el ParqueNacional Calilegua, unprograma de investiga-ciones arqueolgicas enel mbito del rea pro-

    tegida y zonas aledaas(Figura 1). El programade investigacin estdestinado a comprenderlas razones prcticas dela ocupacin humana dela regin, sus transfor-maciones, continuidadesy discontinuidades en eltiempo largo, as comolas lgicas econmicas,sociales y simblicas queestructuraron la relacin

    Figura 1. Mapa del rea de estudio con localizacin de los sitios registrados.

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    la presencia de antiguos caminos que descienden des-de la serrana a las planicies de la cuenca del ro SanFrancisco, as como algunas referencias sobre estable-cimientos coloniales tempranos, la toponimia (ro Sora,Palmasola, etc.) y la memoria oral -por ejemplo, sobreel asentamiento de Calilegua-, sugieren la existenciade establecimientos tardos en este piso ecolgico.7Los sitios tardos registrados dejan ver tres niveles deestablecimiento: (1) aglomeraciones medianas sobre lasmesetas serranas (San Francisco, Pampichuela, ValleGrande y Potrero); (2) establecimientos reducidos sobrelas laderas selvticas y sobre las mesetas de altura(Horco Quebracho, Pueblito, Duraznillo, (Figura 2);y (3) instalaciones reducidas y temporales sobre lascumbres de la serrana de Calilegua. Como lo sucedidodurante el Formativo, estos ltimos sitios parecen estarrelacionados con actividades econmicas especcas:recoleccin de recursos silvestres/produccin agrco-

    la sobre las laderas selvticas y produccin minera-metalrgica en la serrana de Calilegua. Una red desenderos prehispnicos, algunos de ellos con tramos decalzada empedrada, comunican el valle del ro Grandecon las mesetas de altura, y stas con las planicies pe-demontanas. Junto a estas vas se localizan numerososaleros que fueron temporalmente habitados, algunosde ellos ornamentados con arte rupestre. Tal comolo sealaran anteriormente varios autores, el materialcermico observado en la supercie de estos sitiosmuestra claras vinculaciones con la quebrada de Hu-mahuaca, sobresaliendo los estilos negro sobre rojo,Angosto Chico inciso y Angosto Chico corrugado.8Los

    primeros estilos fueron fechados en la Quebrada deHumahuaca a partir del 1280 dC (Nielsen 1997b),mientras que las vasijas corrugadas Angosto Chico seasocian directamente con la fase inkaica (Cremonte2006: 41). La presencia inka en la regin se mani-esta igualmente en algunas representaciones del arte

    detrticos y el relieve abrupto de la serrana. Por elotro, la imposibilidad de acceso a la mayor parte delas planicies pedemontanas, las cuales se encuentranparceladas y explotadas de manera extensiva por laempresa agro-industrial Ledesma S.A.

    El Perodo Formativo

    En su mayora, los sitios aliados al Perodo Forma-tivo se localizan sobre las planicies pedemontanas, encercana de ros o vertientes permanentes, y en menormedida en el interior de la serrana y en las mesetasde altura. De manera general, la cermica hallada enla supercie de estos sitios se inscribe dentro de losestilos conocidos para el complejo San Francisco(Dougherty 1974, 1977; Kulemeyer y Echenique 2002;Kulemeyer et al. 1997; Ortiz 1998, 2000, 2002). En

    varios sitios formativos registrados en las planiciespedemontanas, principalmente al interior de parcelasde la empresa Ledesma S.A. y en la serrana fueronobservados sectores con suelos antropognicos-aso-ciados con fragmentos de cermica San Francisco-,semejantes al fenmeno conocido en la bibliografacomo terra preta (Glaser 2007; Heckenberger et al.2007), que se demarcan de los Haplumbreptesnticos yArgiustoles dicos tpicos de la regin. De seras, se tratara de una prolongada estrategia adaptativade produccin, poco documentada en la arqueologaargentina, pero comn entre las sociedades prehisp-nicas que poblaron las tierras bajas del continente.

    Lamentablemente, la mayora de estos sitios se encuen-tran en gran medida destruidos por las plantacionesextensivas de caa. Diferente es el caso de los sitiosformativos registrados al interior de la serrana, loscuales presentan un buen estado de conservacin. En-tre estos, se destacan dos sitios localizados al interiordel Parque Nacional Calilegua: PC01 y PC02.En ambos casos se trata de establecimientos detamao reducido en comparacin con los sitioslocalizados en las planicies. El tamao reducidode estos sitios y su particular localizacin en elrelieve sugieren el establecimiento de coloniasproductivas, una constante que, como veremos

    ms adelante, parece perpetuarse en el tiempolargo.

    Los Desarrollos Regionales y elTawantinsuyu

    Los sitios arqueolgicos aliados al perodode Desarrollos Regionales se encuentran todosellos localizados al interior de la serrana, tantoen las mesetas medianas y de altura, como enlas laderas cercanas al ro Valle Grande. A lafecha no se registr ningn sitio de este perodosobre las planicies pedemontanas. Sin embargo, Figura 2. Croquis de planta de las estructuras habitacionales del sitio

    Horco Quebracho.

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    rupestre, en las instalaciones productivas localizadassobre las mesetas de altura, en la existencia de dosadoratorios de altura sobre las cumbres de los cerrosAmarillo y Hermoso y en la adecuacin de senderosmuy probablemente preexistentes a su llegada.

    MINAS OCULTAS, METALES OLVIDADOS

    Algunas fuentes sealan que los yacimientos me-talferos de la serrana de Calilegua no pasaron inad-vertidos ante los ojos de los primeros espaoles quetransitaron por la regin. A semejanza de otras regio-nes vecinas, muy probablemente estos yacimientos seincluyeron dentro del cuerpo general de testimoniossobre reinos de metales preciosos localizados en lavertiente oriental andina y tierras bajas, motor de lacolonizacin del Chaco y de gran parte de los Andes

    meridionales. De esta manera, en 1733 el jesuita Loza-no (1941: 78) da cuentade la presencia de mitmakunaschichas orejones los cuales dicen que sern como6.000: andan vestidos como en el Per, de lana decarneros de la tierra que tienen; y que labran minas deplata, de cuyo metal forman su ajuar y hacen adornospara sus mujeres; y los hombres chipanas, penachos ypillos para bailar al uso del Inga; de la misma ma-nera que ...de aquella cordillera que corre de norte asur y se divisaba desde la ciudad de Guadalczar saca-ban los orejones del Cuzco grandes cantidades de oroy plata para llevar a aquella corte (Lozano 1941:20). Cincuenta aos ms tarde, el coronel Fernndez

    Cornejo da a conocer en su diario de viaje referenciasms explcitas sobre la existencia de yacimientos mine-rales en la serrana de Calilegua.9De hecho, la memo-ria de estas antiguas explotaciones quedara plasmadaen el paisaje en la toponimia del cerro Fundiciny de la serrana del Socavn.Sin embargo, a diferencia de losucedido en otras regiones, nose han encontrado a la fechafuentes documentales que tes-timonien sobre emprendimien-tos coloniales en Calilegua. Estesilencio puede explicarse tanto

    por las dicultades de accesodel terreno como por el par-ticular contexto poltico quereinaba en el conjunto de lasserranas orientales sudandi-nas, particularmente en lo quereere a la eciente y sostenidaresistencia de los chiriguanos(Combs 2005; Renard-Casevitzet al.1986).

    Las referencias histricas yalgunos datos proporcionadospor los actuales pobladores fue-

    ron el punto de partida de una campaa de prospec-cin que permiti el registro de un rea de explotacinminera sobre la cresta mediana del cerro Fundicin. Setrata de un espacio acotado que no supera los 7500m2, en el cual se identicaron 15 explotaciones mi -neras. Las numerosas y profundas minas, en su ma-yora ocultas por los pastizales de neblina, hacen delyacimiento un peligroso espacio para la circulacin,aspecto que explica en gran parte su desconocimientoy, por ende, su conservacin. De manera general, lasexplotaciones mineras se demarcan tanto por su grantamao y profundidad, sobrepasando en algunos casoslos 30 m, como por la ausencia total de evidencia detrabajo con tcnicas occidentales. Se identicaron trestipos de explotaciones: siete minas en galera (Figura3), cinco minas en pozo vertical y tres minas a cieloabierto. La mayora de las explotaciones poseen unaorientacin en direccin SO-NE contraria a la pen-

    diente del cerro; un slo caso presenta un buzamientoONO-ESE. Las minas en galera presentan todas ellasun pasillo de entrada horizontal socavado en la piedra,de longitud variable entre 3 y 5 m y un ancho entre0,5 y 1 m. Las rocas laterales que conforman estos pa-sillos se encuentran, en todos los casos, parcialmenterubicadas, aspecto que seala la prctica de tcnicasde desprendimiento de la roca por aplicacin directade fuego. Nuestras observaciones se concentraron enuna sola mina (Mina01), la cual presenta una ampliagalera principal, levemente colmatada, con una lon-gitud aproximada de 20 m, orientada en 130 y conun buzamiento promedio de 45. Al nal de la galera,

    sta se bifurca en un estrecho socavn que continadescendiendo por lo menos unos 10 m y un espaciode trabajo sobre-elevado (Figura 4). Los perles cn-cavos de la galera y las huellas de trabajo observadasen sus paredes indican el desprendimiento de la roca

    Figura 3. Mina en galera. Interior galera principal Mina01. Cerro Fundicin.

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    por aplicacin directa de fuego y el uso de punzones,muy probablemente en asta de taruca (Hippocamelusantisensis). En cuanto a las minas en pozo, se pudoconstatar que la apertura de supercie de una de ellas(Mina04) fue tapada de manera intencional con pie-dras colocadas a presin, aspectos que sugieren unaintencin de condenacin y ocultamiento.10

    La localizacin, orientacin, buzamiento y morfolo-ga de las minas son coherentes con las informacionesgeomorfolgicas de la zona. Estas se caracterizan porpresentar pizarras y areniscas cuarcticas del Cambro-Ordovcico, las cuales son atravesadas por potenteslones de cuarzo portadores de minerales de plomo ycobre. Estos lones, tienen un espesor aproximado de2 a 2,5 m y dos rumbos predominantes uno de NE-SOy otro de ONO-ESE, siendo su buzamiento casi vertical(Angelelli 1950; Palacios 1948). Esta caracterizacinse conrma en el Archivo de Minas de la Provinciade Jujuy donde se registra en el rea concesiones deminas de cobre y plomo.11Es importante sealar aqu

    que el plomo, bajo forma de galena argentfera, elsoroche sealado por el coronel Fernndez Cornejoy por muchas otras fuentes anteriores, fue utilizadoen tiempos prehispnicos en la metalurgia primariade la plata en tanto que fundente, particularmenteasociado con las huayrachinas, los famosos hornosde viento indgenas andinos. Por otra parte, cerca delas entradas de las minas, sobre la cresta del cerro,se registraron numerosos sectores bien delimitados, deun dimetro aproximado entre 0,5 y 1 m, donde seconcentran restos de piedras rubicadas. La intensa co-loracin rojiza de estos restos indica el sometimientode los mismos a temperaturas intensas, lo cual puedesealar tanto actividades domsticas relacionadas con

    la produccin (fogones) como mi-neralrgicas (tostado de la mena).Sin embargo, resulta signicativa laausencia de evidencias de activi-dades metalrgicas en el rea deexplotacin. Estas podran habersedesarrollado en cercanas de lasfuentes permanentes, tal como esel caso de explotaciones mine-ras en mediana y baja altitud (F.Treygeol, comunicacin personal2009). Y en efecto, a los pies delcerro Fundicin, por debajo del reade explotacin, a escasos metros deun arroyo estacional, se registraronotras evidencias relacionadas conla produccin de metales. Se tra-ta de un molino de piedra de uso

    mineralrgico, morfolgicamentesemejante a los quimboletes in-dgenas andinos, y frente a ste, delotro lado del arroyo, un alero encuyo piso se demarcan a lo menos

    dos sectores con rocas intensamente rubicadas. Sobrela pared interna de este alero se encuentra un conjuntode grabados rupestres prehispnicos, sobre los cualestrataremos ms adelante.

    En sntesis, las minas registradas en el cerro Fun-dicin conrman las informaciones de las fuentes quesealan antiguas prcticas mineras en la serrana de

    Calilegua. La ausencia total de restos materiales co-loniales y/o republicanos, principalmente objetos enhierro, la inexistencia de huellas de barreno en lasparedes de las galeras subterrneas, las sistemticasseales de aplicacin directa de fuego como tcnicade desprendimiento de la roca en las minas en galera,as como las marcas de trabajo con punzones en lasparedes de las galeras subterrneas, indican que setrata de explotaciones prehispnicas. La concentracinde las minas, as como las grandes dimensiones questas poseen, sugieren una produccin intensiva delyacimiento. La informacin geolgica indica que setratara de explotaciones de mineral de cobre y plomo

    atrapados en grandes vetas de cuarzo, pero no se des-carta la existencia de vetas de plata, la cual es seala-da tanto por las fuentes histricas como por el catastrode minas.La presencia en el rea de explotacin denumerosos sectores con concentraciones de piedrasrubicadas indica, por su parte, intensas actividadeshumanas relacionadas con el fuego. Entre ellas, esprobable que se hayan realizado prcticas de tostadode mena. De hecho, el nombre de cerro Fundicinestara dado por estas actividades, cuyos testimoniosse remarcan a la distancia. Al no existir evidencia deactividades metalrgicas (restos de hornos, escorias,crisoles), se deduce que el mineral extrado fue proce-sado en otro u otros sectores. Al respecto es importante

    Figura 4.Perfles de la Mina01. Cerro Fundicin.

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    sealar que cerca del rea de explotacin, sobre ello del mismo cerro Fundicin, parte un camino pre-hispnico con tramos muy denidos, que comunicalas minas con el sitio Pueblito y el cerro Amarillo. Aescasos metros de este camino, en cercana del abraque delimita el cerro Amarillo del cerro Fundicin, seregistraron numerosos y variados recintos posiblementevinculados tambin con actividades metalrgicas.

    ADORATORIOS, CAMINOS Y ARTE RUPESTRE

    Las minas del cerro Fundicin se enmarcan den-tro de un paisaje que sobrepasa el contextomeramente productivo. Ellas se encuentrandistantes, siguiendo el lo del mismo cerro,a solamente 2,9 km del adoratorio del cerroAmarillo y a 4 km del sitio de habitacin

    Pueblito, ambos sitios asociados con la ocu-pacin inka de la serrana. A pesar de surelativa baja altitud (3600 msnm), el cerroAmarillo alberga unos de los adoratorios dealtura inka ms complejos del NOA. El ado-ratorio se compone de un conjunto de sieteplataformas distribuidas sobre el lo, cons-truidas con espesos muros de pirca, variosde ellos a doble paramento y con contra-fuertes, cuya altura puede superar los 2,5 mde altura (Rafno 1993: 217-222). A escasos4 km al sur del cerro Amarillo se localizaotro adoratorio de altura sobre la cumbre

    del cerro Hermoso.12Este se caracteriza porpresentar en su cumbre un conjunto de es-tructuras, entre las cuales se demarcan unrecinto sub-rectangular a doble paramentode piedra (Figura 5) y recintos sub-circu-lares, y en su base, dos grandesrecintos circulares y dos conjuntosde recintos habitacionales. Por otraparte, varios tramos de caminos ysenderos prehispnicos fueron re-gistrados en el rea de estudio, loscuales se suman al ya conocidoramal de camino inka en Santa

    Ana. Entre los nuevos registros sedestacan dos caminos localizadossobre los pastizales de neblina enel lo de la serrana. El primerode ellos comunica el valle del roGrande con las mesetas de alturay muestra segmentos empedradosen los parajes llamados Durazni-llo y Despensa. El segundo seextiende por 2,5 km desde la basedel cerro Amarillo, inmediatamentepor debajo de las plataformas queconforman el adoratorio, hasta la

    cresta del cerro Fundicin, a 1,2 km de distancia delrea de explotacin minera (Figura 6). Aparte de estoscaminos, fueron registrados varios otros senderos contramos empedrados, principalmente en las pendientesabruptas de los pastizales de neblina y bosque mon-tano, asociados tanto con sitios habitacionales, comocon aleros con arte rupestre y conjuntos de recintoshabitacionales.

    En cuanto al arte rupestre, se registraron cuatronuevos sitios, los cuales se suman al ya conocido ale-ro de San Lucas (Fernndez Distel 1988). Se trata entodos los casos de aleros localizados en los bosquesmontanos y pastizales de neblina, la mayora de ellos

    Figura 5. Planta del recinto rectangular del adoratorio del cerro

    Hermoso.

    Figura 6.Foto del camino que comunica las minas del cerro Fundicin con el cerro

    Amarillo.

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    relacionados con antiguas vas prehispnicas y en uncaso con el rea de produccin minera. Se destacanentre ellos los abrigos de Duraznillo y Quebrada delFundicin. El primero se localiza en cercanas de uncamino con calzada empedrada, citado anteriormente,frente a una quebrada que comunica con la vertienteoriental. En este alero se presentan varios paneles quemuestran una gran variedad de motivos zoomorfos yantropomorfos estilsticamente correspondientes a losperodos de Desarrollos Regionales e Inka, as comomotivos coloniales y sub-actuales. Entre las represen-taciones antropomorfas consideradas como tardas einka, se demarcan aquellas pintadas y esgraadas quemuestran diversos tipos de atuendos y tocados. Di-ferente es el caso del alero del cerro Fundicin quepresenta una serie de motivos geomtricos, cuya mor-fologa se asemeja a las representaciones de algunospectorales o diademas usados por la lite inka (Mura

    2004 [1590]), hallados igualmente en otros sitios conarte rupestre del NOA (Figura 7).

    Los adoratorios de altura, la red vial y los sitioscon arte rupestre maniestan una fuerte presencia inkasobre los pastizales de altura y las cumbres de la se-

    rrana de Calilegua, la cual estuvo muy probablementerelacionada con la explotacin de los yacimientos mi-neros del cerro Fundicin. Dos aspectos relacionadoscon la sacralizacin del espacio ponen en evidencialas estrategias de dominacin y control territorial ejer-cido por los inkas. Por un lado, la presencia de dosadoratorios de altura sobre las cumbres de los cerrosAmarillo y Hermoso parecen corroborar la hiptesisplanteada por Platt y Quisbert (2008) sobre la relacinentre estos lugares de culto y la explotacin de yaci-mientos metalferos.13Por otro lado, los segmentos decaminos, el alero con arte rupestre y los numerososrecintos localizados en la quebrada de Duraznillo su-gieren que esta fue socialmente construida como un

    punku (Cruz 2006), un portal simblico que permitila comunicacin entre diferentes pisos ecolgicos, eneste caso las dos vertientes de la serrana, pero quetambin habra marcado un acceso a una controlada

    jurisdiccin territorial. En este sentido, resultan signi-cativos los motivos rupestres que muestran personajescon atuendos (unkus), en tanto que representacionesde poder,14de manera semejante a lo observado enotrospunkusregistrados en otras regiones de los Andes

    meridionales igualmente colonizadaspor los inkas (Berenguer 2009).15

    UN JARDN PARA LOS DIOSES:RECURSOS SILVESTRES EN LAS

    SELVAS PEDEMONTANAS

    Un amplio corpus de referenciashistricas y arqueolgicas testimoniasobre las dinmicas de intercambiorealizadas en tiempos prehispnicosentre las tierras altas, los valles meso-trmicos y las selvas de la vertienteoriental andina. En el caso de la se-rrana de Calilegua, numerosos ele-mentos sealan que la explotacin derecursos silvestres, junto a la produc-cin de metales, tuvieron una fuertegravitacin dentro de las economaslocales y de intercambio. Un primer

    repertorio de estos recursos permitiidenticar: 18 especies de mamferoscomestibles, 20 especies de vegetalescomestibles, 22 especies de peces, 38especies de maderas, 40 especies deplantas medicinales, ocho especies deplantas con tintes, dos especies de ic-tiotxicas, ocho especies de mamfe-ros con pieles preciadas y siete concueros de uso tradicional, 48 especiesde aves (plumas) y nueve especies deplantas con propiedades psicoacti-vas (Tabla 1). Teniendo en cuenta la

    Figura 7. Grabados del Alero del Fundicin y relacin entre motivos rupestres

    semejantes y pectorales. 1. Grabado rupestre tomado de Adris (2007: 417).

    2. Grabados rupestres tomados de Fernndez Distel (2004: 45). 3. Pectoral

    metlico tomado de Adris (2007: 417) (en Gonzlez 1980). 4. Pectoral Inka en

    oro (coleccin particular, Sucre, Bolivia). 5. Dibujo del sacerdote Vila Oma (Willak

    Umu) realizado en Mura (2004).

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    Maderas

    38 especies

    Laurel de la falda Phoebe porphyria, horco molleBlepharocalyx gigantea, cedros Cedrella lilloiy C.angustifolia, pino del cerro Podocarpus parlatorei, nogal criolloJuglans australis, aliso del cerro Alnusacuminata, queoa Polylepis australis, cebil colorado Anandenanthera colubrina, jacarandJacarandamimosifolia, lapacho rosado Tabebuia impetiginosa, pacar Enterolobium contortisiliquum, robleAmburana cearensis, seibo Erythrina falcata, tipa blanca Tipuana tipu, urundel Astronium urundeuva,queoa Polylepis sp., palo boboTesaria integrifolia, tipa amarilla Cascaronia astragalina, afataCordia

    trictoma, chirrinchaPhyllanthus acuminatus, quina coloradaMyroxiln peruiferum, guayabilSaccelliumlanceclatum, laurel AmarilloOcotea puberula, palo amarilloPhillostylon rhamnoides, mora amarillaMaclura tinctoria, yuchnChorisia insignis, vivarRuprechtia laxiflora, quina blancaLonchocarpus lilloi,talaCeltis spinosa, lanza blancaPatagonula americana, palo blancoCalycophyllum multiflorum, mararretaDiatenopterix sorbifolia, lechern Sapium saltense, afata blancaHeliocarpus americanus, horco cebilParapiptadenia excelsa, bizcocheroMiconia molybdea, horco matoMyrcianthes mato, lapacho amarilloTabebuia ochracea.

    Vegetalescomestibles20 especies

    chirimoya Rollinia sp.,papa salvaje Solanum commersonii, caraguat Aechmea distichanta, achira Cannaedulis, higuerilla Arica quercifolia, querusilla Gunnera apiculata, nogalJuglans australis, arrayn Eugeniauniflora, horco mato Myrcianthes mato, mato Myrcianthes pungens, granadilla Passiflora sp., pino delcerro Podocarpus parlatorei, aj del Campo Capsicum sp., chilto Cyphomandra betacea, pucanchoVassobia breviflora, chalchal Allophylus edulis, molulo Sambucus peruviana, higuerilla Oreopanax kuntzei,tala Celtis pubescens, cactus epfitos Rhipsalis sp.

    Mamferoscomestibles18 especies

    tapir Tapirus terrestris, pecar de collar Pecari tayacu, pecar labiado Tayassu pecari, taruca Hippocamelusantisensis, agut Dasyprocta punctata, piche llornChaetophractus vellerosus, mulita orejuda Dasypushybridus, gualacate Euphractus sexcinctus, quirquincho bola Tolypeutes matacus, mulita grande Dasypusnovemcinctus, mulita comnDasypus septemcinctus, mulita de YepesDasypus yepesis, carpinchoHydrochoeris hydrochoeris, tapetSylvilagus brasiliensis, coat Nasua nasua, corzuela parda Mazamagouazoubira, corzuela colorada Mazama americana.

    Peces cuencade Bermejo22 especies

    armado Corydoras paleatus, vieja del agua Ixynandria steinbachi, bagre anguila Heptapterus mustelinus,yusca Trichomycterus corduvensis, mojarras Astyanax sp., tararira Hoplias malabaricus, dentudoOligosarcus jenynsii, pac Piaractus mesopotamicus, sbalo Prochilodus lineatus, sabalito Steindachnerinabrevipinna, palometa Serrasalmus spilopleura, dorado Salminus maxillosus., cabeza amarga Crenicichlasp., boga Leporinus obtusidens, boguita leporinus acutidens, pat Luciopimelodus pati, bagre Pimuludussp., bagre Pimelodus albicans,surub Pseudoplatystoma sp., anguila Synbranchus marmoratus, lenguadoCatathyridium jenynsii, raya de ro Potamotrygon sp.

    Vegetalespsicoactivos9 especies

    cebilAnandenanthera colubrina, sacha coca Erythroxylum argentinum, coca del monteErythroxylumcuneifolium, psicotriaPsicotria carthagenensis, ayahuasca Banisteriopsis caapi, chamairoMussatiahyacinthina, tabacoNicotiana sp., floripondioBrugmansia sp., coroNicotiana longuiflora.

    Vegetalesmedicinales40 especies

    quina Myroxylon peruiferum, tusca Acacia aroma, sauco Fagara coco, tarcoJacaranda mimosifolia, talablanca Duranta serratifolia, lapacho rosado Tabebuia impetiginosa, higuerilla Oreopanax kuntzei, robleAmburana cearensis, cedro Cedrella lilloi, guaran Tecoma stans, cebil Anadenanthera colubrina, laurelamarillo Ocotea puberula, tipa blanca Tipuana tipu, huancar Bougainvillea stipitata, ceiba Erythrinafalcata, nogalJuglans australis, sauce Salix humboldtiana, arrayn Eugenia uniflora, cola de caballo chicaEquisetum bogotense, orteguilla Urera caracasana, sevenguilla Cortaderia sp., quimpe Coronopusdidymus, verbena Verbena litoralis, garra de gato Macfadyena unguis-cati, barba de viejo Tillandsia

    usneoides, culandrillo Adiantum lorentzii, chilca Dodonaea viscosa, tala Celtis iguanaea, Celtis spinosa,agua Chrysophyllum gonocarpum, churqui Acacia macracantha, salvia del cerro Salvia gilliesii, hierbasanta Anredera cordifolia, cuatro cantos Pluchea sagittalis, canchalagua Schkuhria pinnata, itapalla delcerro Blumembachia sp., pajarilla Oncidium bifolium, taraca Aechmea distichantha, Santa LucaCommelina erecta, toronjil Minthostachys mollis, macaia Lepidium meyenii.

    Cueros (7)tapir Tapirus terrestris, yacar ato Caiman latirostris, taruca Hippocamelus antisensis, iguana coloradaTupinambis rufescens, carpincho Hydrochoeris hydrochoeris, corzuela parda Mazama gouazoubira,corzuela colorada Mazama americana.

    Pieles (8)yaguaretPanthera onca, ocelote Leopardus pardalis, puma Puma concolor, gato monts Oncifelisgeoffroyi, margay Leopardus wiedii, gato pajero Lynchailurus pajeros, gato tigre Leopardus tigrinus, osomelero Tamandua tetradactyla

    AvesPlumas, picos,

    alimento48 especies

    Loros y guacamayos: Ara militaris, Primolius auricollis, Aratinga mitrata, Amazona aestiva, Aratingaleucophthalmus, Myiopsitta monachus, Bolborhynchus aymara, Pionus maximiliani, Amazona tucumana,Pyrrhura molinae. Garzas: Tigrisoma fasciatum, Tigrisoma lineatum, Nycticorax nycticorax, Syrigmasibilatrix, Egretta thula, Ardea cocoi, Ardea alba, Bubulcus ibis, Butorides striatus. Cigueas ybandurrias: Ajaia ajaja, Mycteria americana. guilas y aguiluchos: Geranoaetus melanoleucus,Harpyhaliaetus coronatus, Buteo magnirostris, Oroaetus isidori, Harpyhaliaetus solitarius. Otros: lechuzade Campanario Tyto alba, atajacaminos, tijera Hydropsalis torquata, atajacaminos lira Uropsalis lyra,

    picaflor cometa Sappho sparganura, surucu aurora Trogon curucui, martn pescador Chloroceryleamazona, Megaceryle torquita, burgo Momotus momota, tucn grande Ramphastos toco, carpinteroCampephilus leucopogon, batar Batara cinerea, urraca Cyanocorax chrysops, frutero Chlorospingusophthalmicus, fueguero Piranga flava, diadema Catablyrhynchus diadema, naranjero Thraupisbonariensis, celestino Thraupis sayaza, cardenal Paroaria coronata, jilguero Sicalis flaveola, yapPsarocolius decumanus, tataup Crypturellus tataupa, pavas del monte Penelope obscura, palomasColumba sp. y Leptotila sp.

    Ictiotxicas(2)

    pacar Enterolobium contrortisiliquum, San Antonio Myrsine laetevirens.

    Tinturas (7)Cedro salteo Cedrela angustifolia, cebil colorado Anandenanthera colubrina, azafrnCnicothamnuslorentzii, horco cebil Parapiptadenia excelsa, arbolillo Boconia pearceii, cedro coya Cedrella lillo, saucoFagara coco.

    Otros

    Forrajeros: tusca Acacia aroma. Goma: espina corona Gleditsia amorphoides. Purificador de agua: matoMyrcianthes pungens. Curtidos: cebil colorado Anadenanthera colubrina, San Antonio Myrsinelaetevirens. Textil: chaguar Bromelia sp.Javn: espina corona Gleditsia amorphoides. PacarEnterolobium contortisiliquun.

    Tabla 1. Inventario de recursos silvestres de Calilegua y Yungas del NOA. Elaborado por observaciones de campo e

    informaciones proporcionadas por R. Jara y G. Nicolossi, Parque Nacional Calilegua.

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    importancia que tuvieron las sustancias psicoactivasdentro de la vida religiosa de las sociedades prehis-pnicas, nos focalizaremos a continuacin sobre lasespecies con estas propiedades identifcadas en el reade estudio. Adems de la Anadenanthera colubrina(cebil) y Nicotiana sp. (tabaco), especies ampliamentetratadas en la literatura, se identifcaron en Calilegualas siguientes especies con propiedades psicoactivas:Erythroxylum argentinumy E. cuneifolium (coca),Mussatia hyacinthina (chamairo), Banisteriopsis caapi(ayahuasca), Psicotria carthagenensisy Brugmansia sp.(oripondio); y Nicotiana longuifora (coro, tabaquillo)en zonas con ambientes ms chaqueos (Figura 8).

    Coca en las Yungas del NOA

    Al mismo tiempo de remarcar la exuberante bio-

    diversidad de la regin, en su Diario de la PrimeraExpedicin al Chaco el coronelFernndez Cornejo(1836), seala la existencia de cocales silvestres y otros-no sabemos si silvestres o cultivados- que fueron ex-plotados comercialmente.16Dos especies de coca sil-vestre, llamadas indistintamente sacha coca o cocadel monte, fueron registradas en el bosque pedemon-tano: se trata del Erythroxylum argentinum(Schultz) yE. cuneifolium (Schultz). De estas dos especies, el E.argentinumes la que guarda mayores semejanzas conla hoja de coca boliviana. La informacin oral sealasu uso actual como masticatorio, principalmente du-rante perodos en los cuales no es posible acceder a

    la coca boliviana. Las razones de su uso secundarioparecen estar relacionadas con la dureza de las hojasy un sabor ms spero en comparacin con la cocade origen boliviano. Sin embargo, este desapreciose encuentra probablemente ms relacionado con elmodo de recoleccin/cosecha; a diferencia de la cocaboliviana, el Erythroxylum argentinum es un arbustosilvestre cuyas hojas se vuelven ms duras y gruesascon el correr de los aos.17 En cuanto a la presen-cia de alcaloides excitantes y psicoactivos, estudios

    recientes aislaron en E. argentinum y E. cuneifoliumsignicativos porcentajes de tropacocaina y metile-cgonidina entre otros igualmente presentes en la cocaboliviana (Bieri et al. 2006; Plowman y Rivier 1983;Zuanazzi et al. 2000). Por otro lado, ejemplares deMussatia hyacinthinafueron igualmente identicadosen Calilegua. Se trata de una liana vascular, cono-cida vulgarmente como chamairo, cuyo consumode bras durante la masticacin de la coca potencialos efectos de los alcaloides excitantes en sta (Davis1983). En sntesis, las especies locales de Erythroxylum,en particular E. argentinum, registradas en Calileguaposeen condiciones para su uso como masticatoriocon propiedades excitantes dadas por su alto tenor enalcaloides semejantes, y en el caso de la ecgnoninamayores a los de la coca boliviana.18Ms all de esto,la existencia de dos especies locales de Erythroxylumen la regin es un indicador de las condiciones fa-

    vorables que posee el bosque pedemontano para elcultivo de variedades de coca domsticas. De hecho,cultivos de Erythroxylumcoca fueron llevados a cabocon xito tanto en Calilegua como en Orn, Urundel,Salta y Tucumn (INTA-Salta 2004). Si bien a la fechano tenemos evidencias certeras de su explotacin entiempos prehispnicos, el Diario de Fernndez Cornejoes un indicio de ello. Una de las hiptesis que mane-jamos es que los rsticos aterrazamientos registradosen las bajas laderas de la cuenca del ro Valle Grande,los cuales estn asociados con sitios de habitacin tar-dos, estaran relacionados con el cultivo de variedadesdomsticas o semi-domsticas de coca. Las variables

    topogrcas, altitudinales y climticas de estas reasse muestran apropiadas para el cultivo de especiessilvestres y domsticas de Erythroxylum.

    Entegenas19

    Entre las especies vegetales con propiedades psico-trpicas registradas se destacan por su abundancia el ce-bil (Anadenanthera colubrina) y el complejo ayahuasca

    (Banisteriopsis caapi yPsicotria Carthagenen-

    sis). El consumo de la

    primera especie se en-cuentra ampliamenteatestiguado tanto enla cultura material eiconografas de mu-chas sociedades delos Andes prehisp-nicos, como por laetnografa de gruposindgenas del Chaco.La ayahuasca, por suparte, ocupa sin du-das el primer peldao

    entre las entegenasFigura 8.Especies de coca silvestre y ayahuasca registradas en Calilegua.

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    consumidas por los grupos indgenas del piedemontey planicies amaznicas. Si bien no existen muchasevidencias materiales de su consumo en tiemposprehispnicos, a diferencia de las pipas y complejosde rap asociados con el cebil, anlisis de momiasoriginarias del norte de Chile revelaron la presenciade Harmina, principal alcaloide de la Banisteriopsiscaapi.20 El uso ritual de vegetales con propiedadespsicotrpicas (excitantes, narcticos y alucingenos)fue un aspecto central en la vida religiosa de la ma-yora de los pueblos andinos prehispnicos (Berenguer1985; Llagostera et al. 1988; Prez Golln 1994; PrezGolln y Gordillo 1993; Pochettino et al. 1999). Lasplantas entegenas, en su mayora originarias de lasyungas, fueron tambin consideradas uno de los princi-pales vehculos en la integracin regional de los Andesmeridionales prehispnicos (Angelo Zelada y CaprilesFlores 2000; Prez Golln 1994). Las evidencias que

    sealan un consumo de sustancias entegenas en losAndes meridionales se maniestan desde tiempos muytempranos (1500 aC), tanto en las pipas tubulares dela cermica San Francisco, como en la iconografa denumerosos sitios con arte rupestre (Torres 1995). A par-tir del primer milenio dC se multiplican las evidenciassobre el uso de sustancias entegenas, principalmenteen la parafernalia asociada con las tabletas rap y enlas iconografas regionales. Anlisis qumicos sobrerestos humanos prehispnicos originarios del norte deChile conrmaron el consumo generalizado de estassubstancias (e.g., Arriaza et al. 2008; Ogalde et al.2007).

    DISCUSIN

    Los resultados alcanzados a la fecha, articuladoscon las fuentes y estudios arqueolgicos precedentes,permiten una primera aproximacin sobre el pasadoprehispnico del territorio. De manera general, seobservan dos modos diferenciados en la ocupacindel mismo. Mientras las sociedades del Formativoparecen haberse instalado de manera ms intensa enlas bajas laderas pedemontanas y planicies, durantelos Desarrollos Regionales/Inka se registra una mayor

    ocupacin de las mesetas medianas y de altura de lacuenca del ro Valle Grande. No obstante, el registrode sitios habitacionales Formativos y Tardos/Inka enel interior de la selva montana seala una sostenidapresencia humana sobre este ambiente. Tanto su lo-calizacin como el tamao reducido de estos sitiossugieren que se tratara de colonias productivas vin-culadas con sectores propicios para la agricultura y elaprovisionamiento en recursos silvestres. De la mismamanera, la marcada ausencia de sitios sobre grandesreas de las selvas pedemontanas y montanas pone enevidencia una cierta continuidad en el manejo ecol-gico de reas fuentes (Pulliam 1988).

    En una escala ms amplia, los nuevos datos regis-trados en Calilegua se muestran coherentes y rearmanlos planteos desarrollados por Garay de Fumagalli yCremonte (2002) y Garay de Fumagalli (2003) sobrela presencia de establecimientos productivos Forma-tivos e Inkas en la regin de Tiraxi y valles aledaos.La carta arqueolgica sugiere una mayor integracinterritorial durante las fases nales de los DesarrollosRegionales -muy probablemente relacionada con laexpansin de los inkas-, as como una mayor interac-cin con las regiones vecinas. Durante este perodo,el modo de ocupacin dispersodeja ver por lo menostres niveles de establecimiento: aglomeraciones habi-tacionales medianas, sitios de habitacin reducidosasociados con espacios productivos y locus habita-cionales asociados igualmente con reas productivas.El material cermico observado en la mayora de es-tos sitios seala fuertes vnculos con la quebrada de

    Humahuaca, aspecto sealado tanto por las fuenteshistricas como por la arqueologa. Sin embargo, lapresencia de estilos cermicos propios de esta reginvecina no contradice el hecho de que se trate de unterritorio multitnico tal como lo sealan la mayorade las fuentes; los datos son todava insucientes paraabordar el problema desde la arqueologa. La mis-ma limitante se presenta al intentar identicar desdeeste nico registro a los ocloyas citados por las fuen-tes histricas. No obstante, si consideramos que losocloyas hablaban una lengua diferente de las de losomaguacas, tal como lo seala el documento de 1624analizado por Snchez y Sica (1990: 478), podemos

    preguntarnos si este grupo se habra establecido enla regin en tanto que mitmakunasde los inkas juntoa otros pueblos del sur de Bolivia para explotar losyacimientos mineros de la regin. En tal caso, como loseala Ventura (2007: 117), los ocloyas habran que-dados sujetos a los omaguacas despus del derrumbedel Tawantinsuyu.

    La presencia y control territorial ejercido por losinkas en la serrana de Calilegua se resalta en el pai-saje tanto en los adoratorios de altura de los cerrosAmarillo y Hermoso, como en los caminos y senderosempedrados, en los sitios con arte rupestre y en la

    explotacin de yacimientos mineros. La presencia delTawantinsuyu en la regin estara relacionada con elcontrol de la produccin de metales y otros recursosde alta valoracin, y no solamente como fue sostenido,un hito de control territorial en una zona de frontera.El control territorial ejercido por los inkas se habraintensicado mediante la presencia de mitmakunasoriginarios de otras regiones, tal el caso de los chi-chas orejones y posiblemente de los ocloyas, quienessegn algunas fuentes habran servido en el trabajode las minas. Pero el inters del territorio no slo sehabra concentrado en la explotacin de minerales.Los numerosos y variados recursos silvestres, muchosde ellos altamente valorados (sensuBerenguer 2004;

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    y la llanura chaquea, pero tambin longitudinal conotras reas de la vertiente oriental andina, buscando deesta manera sobrepasar el perl generalista que conllevael concepto de hinterland. El caso de Calilegua llamaa cuestionarnos sobre el uso recurrente del conceptode frontera en los estudios arqueolgicos e histricos.Alejndose de su asercin, y en extrapolacin con losespacios conocidos, muchas veces vemos que las fron-teras son construidas para llenar el vaco de datos, loslmites del conocimiento. Y ms all de sus implicanciascientcas, la construccin de estas fronteras y territoriosincgnitos intervienen en la legitimacin histrica delcarcter marginal otorgado a una determinada regin,tal es el caso de la vertiente oriental andina en el no-roeste argentino.

    Agradecimientos

    Este trabajo no habra podido llevarse a cabo sinla participacin y apoyo logstico del Parque NacionalCalilegua: agradezco a M. Fernndez por su compro-miso con el Programa de Arqueologa y a los guarda-parques L. Chazarreta, F. Gallardo y A. Lpez por suparticipacin en las actividades de campo. Mi agrade-cimiento a G. Nicolossi y B. Ramos, quienes posibili-taron las prospecciones en las serranas, compartiendolargas caminatas y duras estadas. Finalmente, mi re-conocimiento a R. Jara, por su empeo y dedicacinen todas las etapas de la investigacin.

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    2004 Caravanas, interaccin y cambio en el desierto de

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    Krueger 2008; Nielsen 2006), como pieles, plumas yplantas con propiedades psicoactivas y psicotrpicas,debieron haber tenido un rol preponderante en lasprcticas econmicas y de intercambio. Sin embar-go, es importante sealar, desde un punto de vistameramente econmico, que estos recursos silvestresno son exclusivos de la regin, sino que se presentanen la mayor parte de la franja de Yungas que bordealos Andes. Se trata, en consecuencia, de recursos deacceso irrestricto. No obstante, si nos basamos en laabundante informacin etnohistrica y etnogrca,sobre todo en lo que concierne al uso de plantas en-tegenas, su especicidad y valoracin simblica noradicara tanto en las posibilidades reales de acceso,sino en los gestos, protocolos y saberes rituales y sim-blicos de aquellas personas o grupos encargados derecolectarlas, producirlas o controlar la producciny los intercambios. Uno de los ejemplos ms claros

    del agenciamiento territorializado de los recursos es elestricto control que los inkas tuvieron sobre los culti-vos de coca (Glte 1970; Murra 1978). Asimismo, enla mayora de los pueblos indgenas del piedemonteandino y de la cuenca amaznica, fueron y son los es-pecialistas rituales quienes centralizan todas las etapasen el consumo de entegenas: desde la recoleccin,hasta la preparacin y distribucin. Algo semejantesucedi con la produccin de metales en tiempos delInka, en la cual la valoracin de un determinado tipode mineral o yacimiento no dependa exclusivamentede sus cualidades intrnsecas y productivas, sino tam-bin, como lo seala Bouysse-Cassagne (2004), con

    la importancia de la montaa-wakade origen. Es eneste sentido que cobra relevancia la sacralizacin delterritorio por parte de los inkas, en el cual se demarcanlos adoratorios de los cerros Amarillo y Hermoso. Deesta manera, la participacin de estos recursos de altavaloracin simblica en los procesos de integracinregional fue dada desde el amplio espectro de las re-laciones y prcticas asociadas con ellos, sean estasde produccin, de interaccin o de dominacin, y nonicamente sobre los productos.

    Contrarrestando la imagen marginal y de fronteraatribuida al oriente de Humahuaca, la serrana de

    Calilegua se constituy tanto como territorio de aprovi-sionamiento y produccin como escenario de encuentrode diferentes grupos y prcticas sociales. En este sentido,a pesar del estado incipiente de las investigaciones, laintensidad de la ocupacin humana y la exuberancia enrecursos econmicos registrados sugieren el rol prepon-derante que tuvo el territorio dentro de las dinmicasy procesos sociales regionales: un hinterland para lasreas colindantes, pero tambin un outer-hinterlandpararegiones ms alejadas como ser el altiplano surandinoy el sur de Bolivia. Esperamos que las futuras investi-gaciones permitan profundizar los conocimientos sobrelas interacciones econmicas, sociales y culturales quetuvo la regin, en un sentido trasversal con los Andes

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    2.- 1965 [1552], ver tambin: Tommasini (1933: 41-6), Sn-chez y Sica (1990: 471).

    3.- los indios estn en una tierra fragosa que llamanocloya, a las vertientes de la cual est la gente del dicho roBermejo, esta gente de ocloya como diez leguas del valle,es gente del Pir ....

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    6.- Entre otros: Descripcin de las provincias del Chaco dePetroschi Sculp (1732); Carta del Gran Chaco de Ballanti(1789); La Plata de Arroswsmith y Lewis (1812), Paraqua-riae Provinciae (Petroschi Sculp) Martin de Moussy (1873)y Carte du Grand Chaco et Contres Voisines de Martin deMoussy (1873).

    7.- Al respecto, el mito, ampliamente difundido en la regin,cuenta como el cacique Calilegua ante la llegada de losespaoles y su inminente sometimiento, decidi suicidarseacompaado de varios pobladores, arrojndose al vaco desdelas plataformas del adoratorio del Cerro Amarillo.

    8.- Entre otros: Nielsen (1989); Cremonte y Garay de Fuma-galli (1995, 1997); y Garay de Fumagalli (1999).

    9.- En la serrana de Calilegua, que como dicho es, cae ala parte del poniente, se ha hallado sorochi, que es metal deplomo; y hay tradicin antigua de haber metales de plata.Siguiendo la propia serrana, se halla en los llanos la cal, yarriba, alcaparrosa. En el Ro Negro, que baja de esta mismaparte, se han hallado piedras de molino, y en el de Ledesma,que tiene su origen a esa misma parte, se ha hallado, entrelos muchos rodados y piedras pequeas que hacia arribatiene, metal de plata en briznas menudas.

    10.- Tal como lo sealan algunas fuentes, un gran nmeroTal como lo sealan algunas fuentes, un gran nmerode explotaciones mineras prehispnicas fueron condenadas yocultadas intencionalmente con el n de impedir que fuerandescubiertas y explotadas por los Espaoles. Al respecto verPlatt et al.(2006: 146-156).

    11.- Mina San Jos de Valle Grande, Exp. 189-0-70 (Pb);Mina Ronque, Exp. 523-V-1976 (Cu); Mina San Lorenzo, Exp.

    482-S-82 (Cu y Au).

    12.- En la actualidad, las cumbres de los cerros Amarilloy Hermoso son el escenario de eventos y prcticas rituales(procesiones, calvarios, apachetas, pedidos, etc.) por partede la poblacin de Alto Calilegua.

    13.- Aparte del caso especco de Calilegua, hemos podidoAparte del caso especco de Calilegua, hemos podidocomprobar esta relacin en numerosos otros cerros minerosde Bolivia tales que: Potos, Porco, Poder de Dios, Cuzco,Cosua, Ubina, Mundo, Quiquijana (Cruz 2009b).

    14.- En una etnografa reciente, Cereceda et al.(2009) mues-tran la perpetuidad en los Andes de la relacin existente entredeterminados atuendos y el poder poltico.

    15.- Tal es el caso del Punku de Pignasi y de la Quebradade San Bartolom en Potos (Cruz 2006).

    16.- El 15, dirigimos la marcha al nor-nordeste, comocosteando el Ro Grande, caminando por bajo de elevadsi-mos rboles de diversas especies, entre los que se advirtieron

    muchos cocales silvestres; y a las doce leguas paramos sobreel ro de las Piedras (el resaltado nuestro).

    No se puede bastantemente ponderar la fertilidad y deli-cia de todo este inculto territorio, donde parece que los tresreinos, animal mineral y vegetal, nos ofrecen a porfa lasms preciosas producciones, al paso que a sus viandantes,las mejores comodidades, y otra inmensa variedadde rboles desconocidos: sembrada en partes de zarza mora,guayabas y otras frutas silvestres: porciones del palo de tinte ymuchos cocales, que nadie ignora el comercio que con ambosse hace en estas provincias (el resaltado nuestro).

    17.- En este sentido, un simple anlisis comparativo realizadocon hojas jvenes y longevas de E. argentinum y E. cocaarroj resultados muy signicativos. Este revel un espesormedio de 0.1285 mm. en hojas recolectadas de un arbustolongevo de Erythroxylum argentinum, 0.0633 mm en hojasde plantuelas de esta misma especie y una media de 0.0750mm en hojas de Erythroxylum coca originaria de las Yun-gas de La Paz. Es decir, las hojas tiernas de E. argentinumposeen un espesor semejante, incluso levemente inferior, alas de E. coca.

    18.- Contrariamente a la creencia popular, es la ecgnoninael principal alcaloide incorporado durante la masticacin dela hoja de coca, y no la cocana cuya presencia es nma(Rivera Cusicanqui 2003: 110).

    19.- En tanto que medios que favorecieron la comunicacinentre los hombres, las divinidades y las otras entidades nohumanas del mundo, muchas de estos vegetales pueden agru-parse dentro de la categora de drogas entegenas (Ott 1950;

    Saignes 1989).20.- La ayahuasca se consume generalmente mediante unbrebaje elaborado a partir de la coccin de la cortezade Banisteriopsis caapiy hojas de Psicotria carthagenensisoviridis. Si bien la Psicotriaes consumida tambin de maneraaislada, la mayora de los grupos indgenas la consumen aso-ciada con otros vegetales con propiedades psicotrpicas. Losprincipios activos de la Banisteriopsis caapi, los -carbolines(harmina, THH, harmalina) actan inhibiendo la monoaminaoxidasa(IMAO) evitando la degradacin de la DMT ocasiona-da por las hojas de Psychotria (McKenna y Towers 1984).