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Center for the Study of Urbanization and Internal Migration in Developing Countries Population Research Center The University of Texas at Austin Working Paper Series Project “Latin American Urbanization in the Late 20th Century: A Comparative Study” La Urbanización en México en el Último Cuarto del Siglo XX Marina Ariza Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM CSUIM Working Paper # 02-MEX-01 Working Paper Series 02 Project Second Meeting Uruguay, Montevideo  August, 2003  

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Center for the Study of Urbanization

and

Internal Migration in Developing Countries 

Population Research Center The University of Texas at Austin

Working Paper Series

Project “Latin American Urbanization in the Late

20th Century: A Comparative Study” 

La Urbanización en México en el 

Último Cuarto del Siglo XX 

Marina ArizaInstituto de Investigaciones Sociales, UNAM

CSUIM Working Paper # 02 MEX 01

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Introducción1

 

“……El cambio social más drástico y de mayor alcance de la segunda mitad de este siglo, y el que nos separa para siempre del mundo del pasado es la muerte del campesinado. …..”  (Eric Hobsbawn,Historia del Siglo XX, p.292)

Entre las muchas transformaciones que han atravesado las economíaslatinoamericanas a lo largo del siglo XX, el tránsito de una sociedad rural a otraurbana, es quizás la de más profundas consecuencias. Pasar de campesino,

 jornalero agrícola o peón, a vendedor ambulante, obrero, oficinista o maestro, esen efecto una mutación de extraordinaria envergadura. En la mayoría de nuestrassociedades este proceso tuvo su impulso más decisivo entre la cuarta y la séptimadécada del siglo XX, momento en el que se conformaron las conocidas

estructuras urbanas polarizadas que aún perviven, y de las que México fue unejemplo elocuente.Motorizado sin duda por transformaciones paralelas en los órdenes

demográfico, económico y social, el perfil netamente urbano de nuestrassociedades na ha dejado de acentuarse a partir de aquél dinámico impulso incial,si bien con ritmos tendencialmente decrecientes y modalides diversas. En lo que aMéxico concierne, la urbanización ha transformado el extraordinario desbalanceinicial con vértice en la ciudad principal como eje induscutido del sistema urbano,

en una estructura algo más equilibrada y sensata que ha comenzado a admitir lainclusión de otras constelaciones metropolitanas rivales; si bien no a título deiguales, hay que decirlo.

Los cambios acaecidos en el mundo del trabajo en estos años no fueronmenos trascendentes, pero sí con toda seguridad más traumáticos. De un modeloeconómico centrado en el mercado interno y la protección de la economía nacionalencarnado en el llamado proceso de industrialización por sustitución deimportaciones, hemos transitado a otro anclado en la apertura externa, lareestructuración, la desprotección del mercado laboral y la integración económicaglobal. Las transformaciones en este ámbito se mezclan inextrincablemente con elproceso de conformación de ciudades generando un panorama de persistencia ycambios de no siempre fácil aprehensión.

Una nota poco esperanzadora de la vida urbana se ha terminado porescribir en los últimos años de los 90 con el crecimiento exponencial de la

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violencia criminal en un conjunto seleccionado de ciudades mexicanas. Esteaspecto, un rasgo emergente y generalizado de las sociedades latinoamericanas

de nuestros días, habla de las cortapisas del modelo económico en curso y de loamagras oportunidades que ofrece a su población.En las páginas que siguen exponemos las transformaciones principales

ocurridas en cada uno de los ámbitos señalados: urbanización, mercado detrabajo, y violencia social, destacando los aspectos de continuidad y cambio y losprocesos o factores con que los que se asocian en cada caso, con cualobtenemos tres ángulos de lectura del proceso de urbanización mexicano en lasdos últimas décadas del siglo XX.

1. A Tendencias generales del crecimiento urbano en el período 1970-2000Es recién en el último cuarto del sigo XX cuando México puede considerarse unasociedad urbana. En efecto, no es sino hasta la década de 1980 cuando más de lamitad de su población pasa a residir a localidades de 15, 000 habitantes y más(cuadro 1). Para el año 2000 alcanzaba ya a 67.3% el total de mexicanosresidentes en núcleos urbanos. Entre el principio y el fin del período de estudio(1970-2000), el número de ciudades se duplicó (de 174 a 350), mientras el

volumen de habitantes urbanos creció en aproximadamente un 188% (22.730millones a 65,653).2 

En sentido general, los años de 1970 a 2000 representan tanto momentosde cambio como de continuidad con las tendencias precedentes del desarrollourbano. En al menos dos aspectos clave es fácil reconocer un quiebre en laspautas previas: el ritmo de crecimiento de la población urbana y la tendencia a lasuperconcentración en la ciudad principal (primacía). Indudablemente, desdecualquier parámetro que se evalúe, los años de 1950 a 1970 fueron los de mayorimpulso urbanizador. En ellos la población urbana creció a un ritmo anual deaproximadamente el 3.2% y, el tamaño de la ciudad principal fue -al menos en1950- siete veces mayor que la siguiente ciudad en tamaño (Guadalajara) (cuadro1). En esos mismos años la Ciudad de México concentraba poco menos del 40%de toda la población urbana. En las tres décadas siguientes, el ritmo de laurbanización se desaceleró notablemente al pasar de una tasa de crecimientomedio anual del 2.0 en 1970, a 0.6 % en el año 2000 3, al tiempo que la ciudad

principal redujo también de manera significativa su participación en el conjunto dela población urbana a poco más del 27% del total. En consonancia con estoscambios, el índice de primacía de la Ciudad de México respecto de Guadalajaraexperimentó un descenso no despreciable al pasar de 5.83 a 4.89

En contraste, la pauta de crecimiento por tamaño de las ciudades guarda enapariencia más similitudes que contrastes con las tendencias del período anterior(1950 70) E f t l b ió d l i l d d t ñ d

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excepción de las ciudades de entre medio millón y menos de un millón dehabitantes, las que salen a relucir como las grandes ganadoras del período. En

estas décadas finiseculares de 1970 a 2000, tanto las ciudades medias (de50,000a 499,000) como las pequeñas (de 15,000 a 49,000) ven reducirsistemáticamente su representación en el entramado de la jerarquía urbananacional: las primeras descienden de 9.2 a 2.6 su porcentaje en el universourbano; las segundas, de 34.8 a 21.4 (cuadro 1.1). Los centros urbanos de500,000 a 999,999 habitantes, por el contrario, lo incrementan de 2.8% en 1970, a19.2% en el año 2000. En otras palabras, esto quiere decir que el número deciudades grandes de este rango se multiplicó 19 veces en el período en cuestión

(cuadro 1). Las llamadas metrópolis (de más de 1 millón de habitantes), por elcontrario no muestran una tendencia tan unidireccional. Entre 1970 y 1990 seobserva una inflexión de su posición relativa (de 50.0 % 43.6%), que esrecuperada de nuevo en el año 2000. Así, aún cuando ocurrieron variacionesimportantes en el interregno, tanto al principio como al fin del período, lasmetrópolis de más de un millón de habitantes concentran el mismo porcentaje depoblación urbana: la mitad (50%), sólo que ahora éste se distribuye entre unnúmero mayor de localidades de este rango, nueve en vez de las tres que existían

en 1970, lo que quiere decir que ocurrió un cierta redistribución de la poblaciónhacia otras metrópolis de la república. Es importante tomar nota, sin embargo, deeste punto de retroceso en la tendencia concentradora del crecimiento de lasgrandes ciudades, pues el mismo dará pie a numerosas interpretaciones sobre elcurso de la urbanización en México que retomaremos en el siguiente apartado.

En suma, la observación del proceso de urbanización en México en lasúltimas décadas del siglo XX da cuenta tanto de la desaceleración del ritmo deurbanización como de la duplicación de los centros urbanos junto a la considerableexpansión del número de habitantes residiendo en estas localidades, en parte porla inercia del crecimiento demográfico y por el efecto de las migraciones internasen la conformación de las ciudades4. Esta proliferación de los asentamientosurbanos ha implicado la diversificación del número de metrópolis, y elensanchamiento en general de la malla urbana, desde un modelo claramenteunipolarizado a otro multicéntrico o, a lo sumo, con varias constelaciones centro-periferia. Sin excepción, todos los tamaños de ciudades que conforman la

 jerarquía urbana se han multiplicado, desde las muy pequeñas (15,000 a 19,000)que pasaron de 115 a 234, a las muy grandes (más de un millón), de tres a nueve.No obstante, en lo esencial la estructura –vista a través de la jerarquía urbana- dacuenta de una enorme continuidad al mantenerse, y aún consolidarse, latendencia a la mayor concentración de población en las localidades grandes endetrimento de las pequeñas y medianas, a pesar de que las primeras se handi ifi d t b l d í l h í d l i d d i i l C

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del período anterior, concretamente desde 1960. En coherencia con ello, elporcentaje de población urbana que absorbe ha descendido desde cerca del 40%

a poco más de una cuarta parte (27.3%). Esta reducción ha favorecidoprincipalmente a otras metrópolis, hecho que ha movido a algún autor a afirmarque México es hoy en día básicamente un país metropolitano (Olivera Lozano,1997). Otros aspectos como la evolución de las tendencias migratorias internasconfirman por otra vía la pérdida de importancia de la Ciudad de México, y enparticular del Distrito Federal, el que desde hace ya bastante tiempo expulsa máspoblación de la que atrae (Ariza, 1998).

La pérdida de la capacidad de concentración y atracción poblacional

parece no ser un fenómeno privativo de la Ciudad de México, sino que empieza amanifestarse de manera incipiente en otros centros metropolitanos del país.Suscribiendo el modelo de urbanización planteado por Geyer y Kontuly (1993),según el cual las ciudades de tamaño grande, intermedio y pequeño atraviesanpor ciclos de crecimiento rápido y lento que reflejan una pauta secuencial decambio hacia la concentración primero, y la dispersión o desconcentracióndespués5, CONAPO (s/f), constata con base en la Encuesta de la DinámicaDemográfica un balance migratorio desfavorable de las ciudades de Guadalajara,

Puebla y Torreón en el quinquenio 1992-1997, en equilibrio para la ciudad deToluca, adyacente a la Ciudad de México, y positivo únicamente en Monterrey6.En cada caso, los saldos migratorios negativos representaron una reversión delcomportamiento observado en el quinquenio 1987-1992, de atracción neta conexcepción de la Ciudad de México, para todas las ciudades analizadas. De seguirlas tendencias en curso, y de acuerdo con este esquema analítico, Méxicotransitaría en el mediano plazo hacia un patrón de desconcentración relativamentemás maduro, en el que el espacio jerárquico no sería necesariamente continuo ytenderían a predominar los movimientos de filtración jerárquica de mayor a menor

  jerarquía en el conjunto del sistema urbano nacional, invirtiéndose así el patróncaracterístico de la etapa concentradora (Ibídem).

En el panorama descrito coexisten por tanto tendencias de uno y otro signo,con niveles, intensidades, y ritmos distintos, y ello ha sido objeto de acaloradasdiscusiones, como a continuación expondremos.

1.B ¿Concentración o desconcentración urbana? Los puntos de un debateLos aspectos antes reseñados han sido objeto de diversas interpretaciones entrelos estudiosos del tema, algunas de ellas divergentes. En aras de la simplicidad,las formulaciones pueden polarizarse en dos grupos. Para un conjunto deinvestigadores (Ruiz, 1986; Corona y Tuirán, 1994; Graizbord, 1984, 1992;Sobrino, 1996; Graizbord y Sánchez, 1997; Negrete, 1999), las tendencias

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de 1970 marcaría un parteaguas en el curso seguido por el proceso deurbanización. Para otros, entre los que destaca Garza (1999; 2000a; 2000b;

2002), dichas tendencias, lejos de obedecer a una suerte de desconcentración“espontánea”, como apresuradamente se ha querido ver, responden a unaacentuación de la tendencia concentradora y a un cambio en el nivel de laconcentración, de la metrópolis a la megalópolis (solapamiento de al menos dosmetrópolis).

Los detentadores de la primera posición sostienen que tanto la disminuciónde la velocidad del proceso de concentración urbana, como el caráctercrecientemente expulsor del Distrito Federal, el elevado incremento demográfico

de un grupo de ciudades medias, la multiplicación de las opciones migratorias, lapérdida de importancia de los deplazamientos campo-ciudad, y el hecho de quelas tasas de crecimiento de algunos centros medios hayan sido en algún momentosuperiores a las de la ciudad capital, son elementos suficientes para afirmar que elproceso concentrador, tal y como se había verificado antes de 1970, ha llegado asu fin. En lo esencial, dicho proceso se caracterizaba por la atracción casiexclusiva de las grandes zonas metropolitanas del país, en especial, de la Ciudadde México. Ahora, no sólo ella ha cedido espacio a otras ciudades de diverso

rango, sino que han emergido nuevos patrones de distribución territorial, entre losque destacan: la frontera norte, algunas zonas costeras, y las regiones petrolerasdel Golfo de México (Negrete, 1999).

Partiendo de una crítica incisiva a la concepción del crecimiento urbanocomo una tendencia inelectuble hacia una concentración cada vez mayor, algunosde estos autores enmarcan sus reflexiones en planteamientos teóricos quevisualizan el proceso de urbanización en etapas las cuales describen una curvatipo U invertida, común por lo demás a la mayoría de los procesos de desarrollo(Graizbord, 1992, apoyándose en Alonso, 1980 y en Williamson, 1965). Deacuerdo con ella, el curso de la urbanización se mantendría estable durante unlargo período, para acelerarse en el momento en que el sistema sufre un cambio,hasta alcanzar el punto más alto y volver a desacelerarse y alcanzar estabilidad denuevo con posterioridad. En la actualidad México habría entrado en la terceraetapa de este proceso, en la que las metrópólis nacionales pierden poblaciónabsoluta en sus núcleos centrales y en sus anillos circundantes o suburbanos, a

favor de sus hinterlands no urbanos o de las localidades urbanas de sus periferias(Graizbord, 1992). Estos cambios se manifestarían en la expansión de lasregiones periféricas, de las áreas rurales, y de las ciudades medias y pequeñas,las que pasarían a convertirse en el destino principal de los flujos migratoriosinternos (Ibídem ).

En un interesante trabajo empírico en el que evalúa el proceso ded t ió bl i l t d t d l d b ió

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cinco veces más municipios atrajeron población que en los veinte añostranscurridos entre 1950 y 1970, hecho que estuvo acompañado de una expansión

considerable de la superficie que comprenden. La autora hace además unapuntualización importante respecto de la naturaleza que reviste el procesodesconcentrador en países como México, de bajo nivel de desarrollo. En ellos, adiferencia de los países del primer mundo, la ausencia de alternativas adecuadasde infraestructura urbana y económica que permitan un efectivo y exitosocrecimiento lejos de las metrópolis tradicionales, obliga a que la desconcentraciónse verifique en la periferia cercana a la ciudad principal, por un simple problema deeconomías de escala (Ibídem ).

Para Garza (1999, 2000ª y b; 2002), por el contrario, estas aseveracionesdescansan en una interpretación apresurada, cuando no errónea, de algunasvariaciones observadas en la década de los 80, por lo demás coyunturales.Fueron dos evidencias empíricas, la baja en la tasa de urbanización intercensalentre 1980 y 1990, de 1.3 a 0.8, y el descenso en la participación porcentual de lasciudades de más de un millón de habitantes, de 51.3 a 45.0, las que animaron alos investigadores a proclamar no sin entusiasmo el fin del proceso concentrador.Desde su mirada, ambas evidencias no constituyen más que una manifestación

espacial de los efectos de la llamada crisis de los ochenta, que en México - esmenester recordar -adquirió tintes muy severos. Como prueba de que laevaluación fue precipitada señala que ambas tendencias se revertieron en el lustrosiguiente, 1990-95: la tasa de urbanización repuntó, a la vez que ascendió laparticipación porcentual de las ciudades más grandes a 47.28. Estos aspectos lollevan a enunciar que lejos de haberse producido un crecimiento urbano menosdesequilibrado o uniforme, o una desconcentración espontánea, lo que ha tenidolugar es un cambio en el ámbito de la concentración hacia conglomeradosmegapolitanos y regiones urbanas policéntricas. El paso de una a varias áreasmetropolitanas y su creciente papel en la jerarquía urbana serían indiciosinequívocos del cambio en el modo de concentración. En sí mismo, el desarrollodel complejo megapolitano es un proceso de largo plazo que podría llevar décadaso siglos. En México, a finales del siglo XX sólo existía en sentido estricto unamegalópolis, producto del solapamiento de la Ciudad de México y Toluca, capitaldel Estado de México, y ello aconteció allá por los años ochenta. Las demás

regiones policéntricas hegemónicas en México en la actualidad serían elOccidente, con vértice en la ciudad de Guadajalara; y el Noreste, con Monterreycomo núcleo principal.

Hasta aquí hemos descrito los principales puntos de un debate noconcluido. A través del análisis de la evolución seguida por cada tamaño deciudad, de la distribución regional de las primeras 99 ciudades y los cambios

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Evolución por tamaño de localidad

El cuadro 1.2 recoge el cálculo de las tasas de crecimiento de las ciudades segúnsu tamaño en tres períodos intercensales. Para controlar el efecto del llamado“sesgo de filtración jerárquica”9 se tomaron las siguientes precaucionesmetodológicas: 1) se seleccionó a la localidad, y no al municipio (el que se basaen una definición administrativa y puede contener por tanto, lejos de la cabeceramunicipal, zonas rurales) como base para la contabilidad; 2) se identificó cadalocalidad al inicio del período de estudio, y se hizo un seguimiento puntual a lolargo de cada momento censal; 3) en el caso de las áreas metropolitanas se tomó

la composición de éstas al final del período y se evaluaron entonces, hacia atrás,los cambios ocurridos en ella, para ver cuáles localidades fue absorbiendo10.Mucho del debate actual acerca del sentido de la urbanización partió de la

evaluación de cuál era el tamaño de ciudad que lidereaba el crecimiento en cadamomento histórico. Fue en parte la percepción de que las ciudades medias habíandesplazado en los 80 a las metrópolis como ejes del crecimiento, lo que llevó a laproclamación del fin de la época concentradora. Los datos contenidos en el cuadro1.2, en los que se incluye también el período intercensal 1960-70, corroboran e

dinamismo diferencial de las ciudades según su tamaño. En la primera de estasdécadas (1960-70), y como expresión del contexto demográfico de altocrecimiento poblacional que la enmarca, la mayoría de las ciudades registra tasasde crecimiento realmente elevadas, del orden del 4 y sobre el 5% anual. Sinembargo, son las ciudades grandes (500,000-99,000) y las metrópolis las que seexpanden a un mayor ritmo relativo. En los dos decenios siguientes (1970-1990),las metrópolis y ciudades grandes ceden su lugar a las ciudades medias, las queindiscutidamente comandan el proceso en esos años de todavía elevadodinamismo poblacional.11 Al llegar al primer lustro de los 90 son las ciudadesgrandes de nuevo, y las más numerosas de las medias (100,000 a 499,000) lasque mayores ritmos de crecimiento muestran, bastante lejanos de los valoresexhibidos entonces por las metrópolis. En el último quinquenio de la década de los90, y en oposición a lo que ocurría al principio del período de observación, lastasas de crecimiento denotan el cambio a la baja en la dínámica demográfica

9 El sesgo de filtración jerárquica ocurre cuando, por no controlar por el tamaño de localidad alinicio del período de evaluación, se atribuye a la ciudad subsiguiente en orden de tamaño uncrecimiento que en estricto sentido obedece a la expansión del tamaño de ciudad inmediatamenteanterior entre un censo y otro. Como habitualmente la contabilidad no se realiza a partir delseguimiento de cada ciudad o localidad a través de los diferentes períodos censales, sino quesimplemente se contabiliza cuántas son de cada tamaño en cada momento censal, no se sabequién nutre a quién o qué movimientos se dieron entre ellas Se incurre así en la falsa imputación

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global: todos los valores se encuentran por debajo del 2%. Sin embargo, continúansiendo las ciudades grandes (500,000-999,000) y las medias de mayor tamaño las

que más rápidamente se expanden, seguidas ahora muy de cerca por lasciudades pequeñas de menos de 20,000 habitantes y por las metrópolis. Es dedestacar que en este escenario de desaceleración del crecimiento poblacionalnacional ha ocurrido una suerte de convergencia en los ritmos de expansión queexhiben las ciudades que se mostraron más dinámicas a lo largo de los últimoscuarenta años (metrópolis, medianas, grandes, y algunas de las pequeñas). Vistode otra manera, podemos afirmar que mientras las metrópolis tuvieron su mayorritmo de crecimiento relativo en los años 60, hecho que coincidió con las tasas

más altas de urbanización registradas por México durante el siglo (Garza, 2002),las ciudades medias y pequeñas continuaron expandiéndose con ritmos porencima de las urbes situadas en la cúspide de la jerarquía urbana durante los 70 y80, e incluso en algunos casos hasta principios de los 90. La distancia en elcrecimiento entre todos los tamaños de ciudad se aminora a finales de los años90 producto de los cambios dictados por el curso de la transición demográfica, conuna tendencia a la convergencia en la velocidad de expansión anual de todos lostamaños de ciudad, que no logra sin embargo anular todas las diferencias

preexistentes.

Evolución de las primeras 99 ciudades en el período 1970-2000

Obtenemos una mirada distinta de los mismos procesos al observar la evoluciónseguida por las 99 primeras ciudades del país entre 1970 y 2000 (cuadros 1.3 a1.5 y mapas 1 a 5). Lo primero que llama la atención es la alta concentraciónregional de estos núcleos urbanos: el 60% de ellos se ubica en tres de las ochoregiones en que está dividido el país de acuerdo con la clasificación delCONAPO12, la Centro Norte y Occidente (V), la Centro (V), y la Noreste (III); si aellas sumamos la región de Mar de Cortés (I), ubicada también en el norte delpaís, alcanzamos al 72% del total (ver mapa adjunto . En las regiones VI (Golfo),VII (Pacífico Sur) y VIII (Península de Yucatán) se aloja sólo la quinta parte (20%)de estas 99 primeras ciudades. Este sólo hecho da cuenta de la preeminencia deciertos ámbitos geográficos del país en la dinámica urbana nacional, aspecto que

naturalmente se asienta sobre desigualdades socio-espaciales preexistentes, yque en lo esencial han determinado un menor desarrollo relativo de las entidadesubicadas al sur del país.

La distribución espacial de estos centros urbanos denota la existencia deprofundos desequilibrios regionales: la región Centro (V) donde se ubica la Ciudadde México absorbe invariablemente entre 1970 y 2000 al menos el 40% de la

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en la década de los 80 la región Centro (V) disminuye el porcentaje de poblaciónque absorbe de 46.6% a 42.9%, y (a 42.2% en los 90); una reducción menor se

observa ya desde los años 70 en la región Norte Centro (II); 2) las ciudadesubicadas en las regiones con menor desarrollo relativo (Pacífico Sur, y Penínsulade Yucatán) aumentan de manera considerable su representación porcentual.Estas diferencias, que además se manifiestan en las tasas de crecimiento medioanual de cada una de las regiones aquí consideradas son la expresión de diversosprocesos simultáneos, entre ellos las discrepancias regionales en el descenso dela fecundidad todavía prevalecientes en el país, el grado urbanización diferencialentre ellas, y el cambio en la relocalización de las actividades productivas hacia

una mayor diversificación espacial (Olivera Lozano, 1997; Bendesky, 2003).Con independencia de la región en que se ubiquen, las 99 ciudadescontempladas exhiben el mismo patrón general en su evolución por tamañopoblacional (cuadros 1.4 y 1.5): un ascenso gradual y sistemático desde lospeldaños inferiores de las ciudades pequeñas, a los de las ciudades medias –mayormente-, y grandes y metrópolis, en menor medida. En cada momentocensal, son las ciudades medias las que concentran el mayor número de núcleosurbanos, por lo que no es arriesgado afirmar que las 99 principales urbes del país,

de las 350 que integran el mapa urbano nacional, son básicamente ciudadesmedias (de 50,000 a menos medio millón de habitantes). Si a través de esteconjunto de ciudades evaluamos el curso seguido por el sistema urbano, tenemosque los cambios más pronunciados se produjeron en la década de 1970-80(cuadro 1.6), cuando se modificó alrededor del 70% del total de ellas, casisiempre a través del paso de ciudad pequeña a media (38%). De 1980 enadelante el sistema urbano, visto a través de este subconjunto de ciudades,prácticamente se estabiliza, y es más lo que permanece que lo que cambia. Enefecto, entre 1980 y 2000, sólo modifican su categoría de tamaño entre el 10 y el15% de las 99 ciudades, y lo hacen principalmente a través del tránsito de ciudadmedia a ciudad grande y, en menor medida, metrópoli.

Panorama de las 25 primeras ciudades en 1970 y 2000

Pasaremos revista a continuación a la evolución de las 25 primeras ciudades del

país en dos momentos seleccionados: 1970 y 2000, para ver los cambiosocurridos en la jerarquía según rango de tamaño, y los posibles factores con losque se asocian (cuadros 1.7 A y B). En el primero de estos años, las 25 ciudadesmás pobladas del país conformaban una población de 13,736,002 personas.Reiterando el patrón observado para el caso de los 99 centros urbanos antesexaminados, la mayoría de ellas se ubica en el espacio demarcado por las

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multitud de puntos de escasa población relativa. Treinta años después, en el año2000, entre estas veinte y cinco ciudades figuran siete metrópolis; mientras todas

las ciudades medias sin excepción ascendieron al rango de grandes centrosurbanos, 17 en total. Vale la pena destacar que la Ciudad de México redujo encerca de 9 puntos porcentuales la cantidad de población que absorbía en elconjunto de ellas, pasando de 50 a 41.7%; es decir, se produjo un proceso deredistribución o desconcentración relativa desde la ciudad principal a las ciudadesmedias. En términos absolutos, sin embargo, y por efecto mismo del crecimientovegetativo de un contingente tan vasto, la ciudad principal más que duplicó elnúmero de sus efectivos.

Ahora bien, entre uno y otro momento del tiempo ocurrieron cambios en la jerarquía aquí presentada; en otras palabras, las primeras 25 ciudades de 1970 noson las mismas que en 2000: seis de ellas fueron sustituidas. Así, Cajeme, Saltillo,Durango, Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, cedieron su lugar a Toluca,Cuernavaca, Querétaro,Tlaxcala, Orizaba y Villahermosa. En este proceso decambio, la región III (Noreste, donde se ubica la ciudad de Monterrey) perdiócuatro de sus siete lugares; las regiones I (Mar de Cortés) y II (Norte Centro yasiento de Ciudad Juárez), perdieron uno cada una; y las regiones V (Centro) y

VI, (Golfo) ganaron seis, cuatro y dos respectivamente. ¿Qué nos dicen estastransformaciones de los procesos socio-económicos y demográficos que lesubyacen?

Si reagrupamos los núcleos que integran esta jerarquía de puntos urbanospor tamaño13 en 1970 y 2000, en un conjunto de centros metropolitanos y susrespectivas series de ciudades subsidiarias (o dependientes), tal y como figura enlos diagramas 1 y 2, algunas cosas salen a relucir. De las 25 ciudades emergencon claridad, ya desde 1970, cinco centros metropolitanos cuya vigencia seconserva en uno y otro momento del tiempo. Así, las ciudades de Tijuana, Juárez,Monterrey, Guadalajara y México, constituyen los nodos o puntos gravitacionalesalrededor de los cuales se aglutinan una serie de centros urbanos menores en lasregiones I, II. III, IV y V, respectivamente. Desde el punto de vista geográficoemergen entonces nítidamente dos ejes: el fronterizo y el norte, y el centro ycentro occidente (en un sentido amplio), como los vértices alrededor de los cualesse diseminan las cinco metrópolis principales y sus constelaciones; ejes que

además se cruzan entre sí. Las ciudades de Mérida y Veracruz, que en 1970integran parte de la jerarquía urbana, escapan a esta geografía.Treinta años después, tres aspectos pueden ser observados: 1) un

fortalecimiento extraordinario del conjunto formado por la metrópoli de la ciudadprincipal y los núcleos urbanos que la rodean; 2)el mantenimiento delconglomerado conformado por la ciudad de Guadalajara y sus satélites; 3) lad li ió d t t t lit i l j l d

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metropolitano formado por la Ciudad de México y las urbes circunvecinas pasó decontener 3 a 7 de las 25 primeras ciudades del país. A Puebla y Acapulco se

sumaron en el 2000 Querétaro, Toluca, Cuernavaca, y Tlaxcala como centrosurbanos que responden al enorme poder de atracción de esta macro ciudadlatinoamericana. Dicha reagrupación se hizo a expensas de los demás centrosregionales destacados, con excepción del conformado por Guadalajara en laregión Centro Norte y Occidente, y del que emerge en la región Golfo, lidereadopor Veracruz.

En lo que atañe al papel económico de estas ciudades, Tijuana y Juárezson esencialmente ciudades maquiladoras, rasgo que define la especialización

económica del sistema urbano fronterizo al que pertenecen, el que además nofortuitamente ha tenido el mejor desempeño económico en el contexto nacional enla última década (Zenteno, 2002). Guadalajara, epicentro de la región CentroNorte y Occidente, asiento tradicional de la pequeña producción artesanal, haemprendido un proceso de diversificación de su planta industrial desde la pequeñaindustria artesanal a empresas de mayor tamaño y a la producción de bienes decapital e intermedios. En los últimos años ha sido también receptáculo de lainversión extranjera vía la industria maquiladora de exportación (García y Oliveira,

2001; Zenteno, 2002). Monterrey, tradicionalmente un vértice importante de laindustrialización mexicana, eje de la industria pesada y de bienes de capital, hasufrido un proceso importante de reestructuración económica que le ha permitidoreposicionarse competitivamente en la arena internacional, no sin antes sufrir losembates del quiebre económico de mediados de los 90 (Alba,1998). Mérida, amayor distancia del centro, ha recibido recientemente un vigoroso impulsoeconómico con el aumento del empleo maquilador (Zenteno, 2002). A su vez,Veracruz, perteneciente al grupo de ciudades portuarias, ha visto fortalecer lasactividades económicas vinculadas a los servicios y el turismo (Ibídem). Resta laCiudad de México, centro gravitacional del sistema urbano nacional, que en elcontexto de la nueva geografía espacial ha sufrido un agudo proceso dedesindustrialización relativa acentuando su vocación terciaria y de intermediacióncomercial (Parneiter, 2002).

En el lapso 1980-88, fueron las ciudades y regiones más vinculadas a lainversión externa y a los servicios de exportación (Norte y, en menor medida,Centro Norte) las que se vieron favorecidas por el nuevo impulso industrializadorvinculado al mercado externo. En cambio, las grandes metrópolis del Noroeste(Monterrey) y Centro (Ciudad de Mëxico), resultaron perdedoras netas (Ibídem )14.Baste como ejemplo el impacto diferencial de la crisis de 1994 sobre el espaciourbano regional: mientras en la industria maquiladora su impacto fue nulo, CiudadMéxico, Jalisco, Nuevo León, Guanajuato y Puebla, exhibieron los mayores

lú b l t d d id d l (Alb 1998 Z t 2002)

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media nacional que fue del alrededor 3.6% entre 1995 y 2000 (Bendesky, 2003).Sobre algunos estos aspectos volveremos en el apartado 2 de este capítulo

Redistribución espacial, concentración y desconcentración urbanaComo suele suceder cuando los argumentos de un debate se polarizan, la verdadparece encontrarse en el justo medio. En lo que atañe a la contraposición“desconcentración vs hiperconcentración megapolitana” reseñada en la primeraparte del acápite 1.B de este texto, diversos aspectos pueden ser señalados.Sobresale entre ellos la complejidad de los factores envueltos en los procesosobjeto de estudio, y la dificultad de desentrañar el modo en que se interrelacionan.

Concentración y desconcentración parecen ser tendencias coexistentes, conasincronías en sus niveles e intensidades relativos, que delimitan un escenariomixto y heterogéneo de distribución espacial.

Así, el descenso de la primacía urbana, la redistribución hacia otrasciudades y metroópolis del peso poblacional de la ciudad principal (y la regióncentro en su conjunto), el mayor crecimiento relativo de polos regionales ajenos alpoder gravitacional del eje central, y la desaceleración del ritmo de urbanizaciónproducto del decurso de la transición urbana, hablan a favor un patrón

relativamente desconcentrado del escenario urbano mexicano en el último cuartodel siglo XX. Por el otro lado, el fortalecimiento extraordinario de la constelación deciudades que rodea a la metrópoli principal perceptible en el año 2000, y elmovimiento todavía ascendente en el proceso de filtración jerárquica de laestratificación urbana, hablan de la prevalencia aún de tendenciasconcentradoras. En estos procesos contrapuestos y coexistentes inciden unavariedad de factores, de los cuales queremos resaltar los de naturalezademográfica y socio-económica.

Como ha quedado en evidencia, el proceso de urbanización está centralmentecondicionado por la dinámica demográfica en más de un sentido; su tempo estádeterminado en gran medida por las pausas marcadas por el dinamismo de lasllamadas variables demográficas claves: mortalidad, fecundidad y migración, enespecial las dos últimas. Así, el descenso en el porcentaje de población queabsorbe la ciudad principal en los años 80 y 90 con respecto a los 70 (ocurrido enMéxico y en América Latina), una medida de desconcentración relativa, es enparte una expresión de la desaceleración del crecimiento demográfico (diferenciala lo largo del territorio) y de la menor intensidad de los desplazamientos internos.Característicamente, cuando la distribución espacial con alta primacía urbana seconformó por allá por los años 40 a 60, las ciudades principales crecían con ritmossuperiores al resto del país y de la población urbana total15. En el escenarioopuesto que brinda el ocaso del siglo XX, el descenso en la fecundidad y laé did d i l d l i i i d d t í l

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Pero en la medida en que el sistema urbano es expresión de una “división deltrabajo productivo”, de la distinta funcionalidad y/o especialización de las ciudades

en un entorno socioeconómico dado, como acabamos de constatar, la distribuciónespacial expresa la lógica de uso espacial que rige a una estrategia de produccióndada, la que se esfuerza por aprovechar las “ventajas “geográficas y/oeconómicas existentes. Queda claro que en el nuevo esquema de crecimientoexisten fuerzas que propenden hacia una desconcentración relativa del espaciourbano al determinar la localización espacial de la producción fuera del históricocentro del país; estas, sin embargo, son contrarrestradas por la arraigadatendencia a aprovechar las economías de escalas preexistentes. Ello explica

quizás el fortalecimiento de la constelación metropolitana ubicada en el ámbito dela ciudad principal en los últimos años.Finalmente, y como una adenda a la discusión, las aseveraciones sobre el

carácter mayormente concentrado o no de la urbanización se sustentan confrecuencia en el uso de indicadores disímiles, que no siempre evalúan lo mismo ono lo miden adecuadamente. A su vez, en la evaluación del proceso deconcentración se utilizan de distintas escalas de observación (regional, municipal,megapolitana etc.) con implicaciones distintas para el análisis; cuando de espacio

se trata, la escala es muy importante16. Hemos visto que es posible afirmarverazmente al mismo tiempo que la ciudad principal absorbe tendencialmentemenos población, y que a escala regional continúa ejerciendo atracción. ¿En quépunto se encuentra el límite para hablar de concentración, qué escala deobservación es la pertinente?

En resumen, ni hiperconcentración megalopolitana ni desconcentraciónniveladora, y en cierto modo algo de las dos. La dinámica demográfica, lastendencias económicas actuales, y el momentum de la urbanización, promueven

la desconcentración relativa del espacio urbano; pero los profundos desequilibriosregionales preexistentes,y la necesidad de aprovechar las economías de escalaen un contexto de desigual dotación de infraestructura e inequittiva distribución delingreso, actúan en el sentido inverso. Estaríamos así ante lo que Aguilar yVázquez (1998) denominan un proceso de desconcentración concentrada .

2. Evolución reciente de los mercados de trabajo en México (1980-2000) En este apartado se hará una breve síntesis de las tendencias más generales dela evolución reciente de los mercados de trabajo en México. Se prestará especialatención a la dinámica del sector informal, principalmente en la última década.

A. Tendencias generalesEs probable que haciendo un ejercicio de comparación histórica, sean pocos los

í d ó i i t t t d i i t f i l

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hacia la apertura externa, la reorientación y diversificación espacial del sectormanufacturero, la acentuada terciarización y feminización de la fuerza de trabajo,

una caída prácticamente irrecuperable de los salarios reales acompañada de sudispersión, la proliferación de las actividades no asalariadas, la desprotecciónlaboral, la polarización, y el deterioro en la calidad del empleo son, a grandesrasgos, los eventos que resumen el período. A continuación haremos una brevemención a los más relevantes de ellos.

La década de los ochenta principia, en efecto, con una aguda contraccióneconómica que no fue más que la escenificación tardía en el caso mexicano de unepisodio más de la llamada crisis de la deuda, la que azotó a la mayoría de los

países latinoamericanos desde los tempranos años de los 70.17

Lasmanifestaciones de esta crisis resultaron ostensibles en la pronunciada caída delproducto per cápita y del salario real, en la traumática devaluación monetaria, y enla no menos importante alza inflacionaria18 (Tello, 1987; Ros, 1985; Oliveira yGarcía, 1996 y 1998). En el mediano plazo, sin embargo, la crisis no fue más quela antesala de un cambio más radical aún, el que habría de transformar elesquema de crecimiento económico desde un modelo sustentado en la proteccióndel mercado interno y la industrialización por sustitución de importaciones -

hegemónico grosso modo entre 1940 y1970- hacia otro cuyos ejes descansan enla comercialización, la reorientación del papel del Estado en la economía, laapertura y competitividad externas. Sería 1986 el punto de arranque de una seriede medidas decisivas que crearían la plataforma institucional necesaria para eldespegue del nuevo modelo económico.

Es quizás el freno en el crecimiento industrial el rostro más evidente de losdecisivos cambios estructurales a que hemos hecho mención. El mismo resultaevidente en la pérdida de importancia de la manufactura como generadora de

empleo a nivel nacional: entre 1980 y 1986, el porcentaje de ocupacióncorrespondiente a este sector en los establecimientos fijos descendió de 46% a37% (Garza, 1991; Oliveira y García, 1996). Fueron las empresas destinadas a laproducción de bienes de capital y de consumo duradero las más severamenteafectadas por la crisis, de ahí que las ciudades donde ellas eran importantes(Monterrey, Ciudad de México) registraron la mayor contracción relativa delempleo (Olivera Lozano, 1997)19. Los datos disponibles muestran una reducciónde 21.2 % a 17% de la PEA industrial entre 1979 y 1991, que tiende a recuperarsea finales de los 90 20 (Oliveira, Ariza y Eternod, 2001). En esos primeros años delos noventa, y por primera vez en la historia reciente de México, se revierte latendencia a la rápida expansión del sector industrial iniciada en los años 50. Entre1991 y 1995 éste se crece con un ritmo inferior al del sector terciario. Ladevaluación del orden del 100% ocurrida en 1995 terminó por apuntalar el nuevo

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patrón de crecimiento forjado a principios de los 80, contribuyendo a reestructurarlos sectores productivos, la competitividad de las empresas y los costos de la

fuerza de trabajo, como una de las principales “ventajas comparativas” que ofreceel país a escala internacional (Bendesky, 2003).Pero el golpe al sector industrial fue contrabalanceado por el auge de las

exportaciones manufactureras (maquilas), puntal decisivo del nuevo esquema decrecimiento. Estas experimentaron una extraordinaria expansión desde mediadosde los 80 en adelante, y sólo disminuyeron su crecimiento a principios del sigloXXI cuando las secuelas negativas de la onda recesiva de la economíaestadounidense la obligaron a recortar la planta industrial y cerrar incluso algunos

establecimientos.21

En los últimos años ha tenido lugar un importante proceso deexpansión territorial de la industria maquiladora por el cual las menos competitivasse han desplazado hacia el centro del país en procura de salarios más bajos ycondiciones más atractivas22 (Fleck, 2001); de modo que ahora no son sólo lasciudades fronterizas las beneficiarias de la inversión extranjera en este dinámicosector de la actividad económica. Es característico del llamado patrón emergente  de distribución territorial de la maquila, iniciado en la década de los 90, suubicación preferencial en las ciudades medias, e incluso, e algunas localidades

rurales (Carrillo y De la O, 2002)23.Como fue señalado en el apartado anterior, el proceso de cambioeconómico ocurrido en México desde mediados de los 80 estuvo acompañado poruna reorganización espacial de la producción que terminó por conformar unanueva geografía económica en el país (Olivera Lozano, 1997; Bendesky, 2003).Esta nueva geografía expresa un cambio en la especialización económica dealgunas ciudades y puede ser sintetizado en un desplazamiento de la actividadproductiva desde los estados del centro del país a los del norte. Es interesante

observar que a pesar de los procesos socioeconómicos comunes que han vivido,la Ciudad de México y Monterrey preservan todavía sus diferencias: en la segundaes más fuerte la presencia del sector industrial, el que ha ido de la mano de laexpansión de las empresas medianas y grandes; en la Ciudad de México, si bienhan crecido las grandes empresas capitalistas y de servicios, también hanproliferado los micronegocios y el autoempleo (García y Oliveria 2003). Un rasgoque las unifica, sin embargo, es el descenso del empleo público. Estos factoresexplican tal vez el hecho de que en los albores del siglo XXI la ciudadregiomontana ofrezca mejores ingresos relativos que la ciudad principal (Ibídem ).

Otra de las tendencias que se ha afirmado con más fuerza en las décadaspostreras del siglo XX , ha sido la creciente terciarización de la economía. Enefecto, el porcentaje de fuerza de trabajo alojada en el sector servicios no hadejado de crecer entre 1980 y 2000 (cuadro 2.1), absorbiendo en este último año

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alrededor del 52% de la población ocupada (ENE, 2000)24. Alcanzado este nivel,México entra en el concierto de las llamadas economías terciarias, aquéllas en las

que al menos la mitad de la fuerza de trabajo encuentra inserción en dicho sectorde la actividad económica. En contraste con lo que fue la pauta de crecimiento delterciario durante los años de auge del modelo por sustitución de importaciones, enel prolongado período de crisis y reestructuración económica abierto entre 1983 y1995, no son los subsectores modernos y más dinámicos de los servicios (socialesy al productor) los que liderean el crecimiento, sino los más heterogéneos y losque peores condiciones laborales ofrecen a la fuerza de trabajo (los personales yel comercio)25 (Oliveira, Ariza y Eternod, 2001).Entre 1991 y 1995, por ejemplo, el

comercio fue el subsector más dinámico dentro del terciario. En ese último año, ypor primera vez en la historia reciente del país, la fuerza de trabajo en el comercioal por menor (o al detalle) era igual a toda la mano de obra ocupada en laindustria, la minería y el sector energético (García.1996).

A pesar de constituir un rasgo general de la economía en los últimos años,la ampliación del terciario ha seguido una pauta diferencial según las regiones:creció mucho menos en los estados del Norte (Chihuahua, Coahuila y Durango)que en los de las regiones Golfo (Veracruz y Tabasco), Peninsular (Campeche,

Quintana Roo, Yucatán) y Pacífico Sur (Chiapas, Guerrero y Oaxaca). Con laposible excepción de la región Peninsular, y en particular del estado de QuintanaRoo. El resto, de menor desarrollo relativo, fueron las que menos dinamismoeconómico registraron durante el período (1980-1998). En su conjunto ladiferencia en la participación del terciario en el PIB regional entre uno y otromomento histórico en estas tres regiones fue de al menos veinte puntosporcentuales (Ibídem). Es de suponer que las actividades del terciario que en seexpanden en los ámbitos económicos menos diversificados son las de sus

subsectores menos modernos (servicios personales y comercio)26.Como sucede en otros contextos sociales, la progresiva ampliación del

terciario ha ido de la mano de la creciente feminización de la fuerza de trabajo. Seestima así que entre 1991 y 2000, de cada diez puestos de trabajo femenino, 3.7se crearon en las actividades del terciario (incluido el servicio doméstico), y 2.8 enla manufactura, muy probablemente maquiladora (Salas y Zepeda, 2003). Lapresencia relativa de mujeres no ha dejado de aumentar desde la década de los70. En el año 2000 el índice de feminización era de 51.85 mujeres por cada cienhombres, una magnitud realmente importante si se considera que el porcentaje demujeres en el conjunto de la fuerza de trabajo oscilaba alrededor del 35% (Ariza yOliveira, 2002). Ello resulta coherente con el incremento de las tasas departicipación económica femenina las que, como es sabido, se han más que

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duplicado en el período 1970-2000. La ampliación del terciario favorece lainserción de las mujeres en la actividad económica extradoméstica, no sólo porque

muchas de sus actividades les permiten compatibilizar mejor las funcionesproductivas y reproductivas tradicionalmente asignadas a ellas, sino porque elcarácter sexualmente segregado del mercado de trabajo imprime a este sector untinte particularmente femenino: las ocupaciones que en él predominan sonaquéllas concebidas como propias de su sexo.

Después de la aguda contracción del lapso 1982 a 1988, la economíaempezó a dar visos de recuperación a principios de la década los 90, pero unanueva onda recesiva en 1994 sumió al país en la crisis económica más severa de

que se tiene memoria desde los años 40. El producto bruto interno se contrajo encasi un 7%, la moneda se devaluó un 44%, la inflación se elevó al 52%; eldesempleo abierto, históricamente bajo en México, alcanzó la cifra récord de 7.6%en agosto de ese año, magnitud sólo equiparable a los valores alcanzados en losmomentos más severos de la crisis de la deuda. Ese mismo año, 22,186empresas suspendieron sus cotizaciones al Instituto Mexicano del Seguro Social(García, 1996), los salarios mínimos se redujeron en un 12%, y loscorrespondientes a los grandes establecimientos manufactureros en un 20%,

quedando sin efecto la frágil recuperación lograda entre 1991-1993 (Zepeda,2002).A partir de 1996 y hasta el 2000 al menos, se abre un período de breve

repunte del crecimiento económico observable en la recuperación relativa de lossalarios, la que no alcanzó sin embargo a remontar los niveles previos a la crisisde mitad de la década. Así, se estima que el salario mínimo real del año 2000representa tan sólo una tercera parte del monto de 1980 (Zepeda, 2002; Salas yZepeda, 2003). De acuerdo con cifras de la Secretaría del Trabajo, entre 1995 y

1998 el producto interno bruto creció a una tasa media anual de 5.6%, mientras lapoblación ocupada lo hizo al 4.5%. Tal situación se reflejó en una reducción de latasa de desempleo abierto hasta el 3.2% en 1999 (STPS, 2000). No obstante, estamejoría no se tradujo en una elevación de las condiciones laborales. Así, entre1995 y 1998, la tasa de condiciones críticas de ocupación  (TCCO) que mide laproporción de población en situación precaria27, se mantuvo estable en 23.8%(STPS, 2000). Otros indicadores como el porcentaje de trabajadores sinprestaciones sociales que en México se sitúa por encima del 55%, o de aquéllosque devengan menos de dos salarios mínimos al mes –por encima del 60% de lapoblación trabajadora- arrojan un panorama todavía menos esperanzador encuanto a la calidad de las ocupaciones en el México finisecular.

Uno de los rasgos sobresalientes de la economía en estos años de cambioy transformación ha sido la tendencia a una mayor dispersión salarial (Feenstra yH 1997 I C E lb 1996 S l Z d 2003) E t

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trabajadores más escolarizados mostró una sistemática tendencia al ascenso,siendo ellos casi exclusivamente los beneficiarios de las pocas mejorías salariales

ocurridas en esos años (Ibídem ). Estos datos son coherentes con los cambiosocurridos en el perfil de la fuerza laboral mexicana en los noventa hacia elaumento de la participación de quienes culminaron la secundaria o tienen estudiosde nivel medio y superior, en detrimento de los que se sitúan en el resto de losniveles educativos, los que vieron disminuir su participación (Llamas Huitrón yGarro Bordorano, 2003). 29 La dispersión salarial es también verificable en lasdistintas ramas de actividad. Los autores citados documentan un aumentoprogresivo del coeficiente de variación de los salarios medios por rama entre 1991

y 1999, quedando así la petroquímica, el sector eléctrico, las comunicaciones y lasfinanzas como los que retribuyen los mejores salarios en el conjunto del sectormanufacturero y los servicios30.

A lo largo de la década de los 90 el ingreso real por hora disminuyó para elconjunto de los trabajadores urbanos, y los salarios de las mujeres se mantuvieronpor dejabo de los obtenidos por los hombres (García y Oliveira 20023b). En eselapso de tiempo los empleados públicos fueron los únicos que incrementaron susniveles salariales en las áreas urbanas del país31. Es interesante notar que entre el

principio y el fin de la década se revirtió una de las tendencias caracerísticas de finde los 80: el mayor ingreso relativo de los cuenta propia no profesionales sobre losasalariados privados (Ibídem ). El bosquejo de la situación salarial de los distintosgrupos de trabajadores deja a los empleados en el servicio doméstico y en losmicro negocios como los que se encuentran en una situación más desventajosa;mientras los asalariados, los empleados en establecimientos de seis o máspersonas, y los gerentes, estarían mejor retribuidos (Salas y Zepeda, 2003). Detodos, son los patrones en grandes y pequeños establecimientos, y los cuenta

propia profesionales, los mejor remunerados en el conjunto de la fuerza de trabajourbana (García y Oliveira, 2003b).

Las transformaciones señaladas han tenido como consecuencia unincremento gradual de los trabajadores no asalariados (principalmente cuentapropias y familiares no remunerados) en el conjunto de la fuerza laboral, los que afines de los 90 constituyen alrededor del 37% del conjunto de los ocupados.

Hanson, 1997) , concretamente con la mayor demanda de trabajo calificado que ella supone; otros

corrigen esta afirmación argumentando que la dispersión se relaciona más bien con la disimilitudde los cambios ocurridos en los salarios y el empleo en las distintas industrias y ocupaciones enuna economía en transición (Cragg y Epelbaum, 1996). En ese contexto, la oferta de profesionalesy gerentes es relativamente limitada, en un momento el que sus habilidades son más requeridas,ello dispararía la diferencia salarial entre los profesionales y los trabajadores menos calificados,siendo entonces más bien un problema de distintas elasticidades relativas en un entorno decambio socioeconómico Finalmente hay quienes desmienten el hecho de que es una elevación en

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Muchos de esto aspectos resultan más inteligibles al echar una rápida mirada a laevolución reciente del sector informal.

B. El caso del sector informalYa en los años 80, como consecuencia de la severa crisis vivida desde principiosde la década, el sector informal empezó a absorber una parte importante de lafuerza de trabajo urbana. Dependiendo de los criterios utilizados, las estimacionesmás habituales oscilaban entre el 25 y el 35% de la fuerza trabajo en los últimosaños de la década32 (Jusidman, STPS, 1993). En los 90, y como consecuencia dela extrema sensibilidad de este sector a las fluctuaciones económicas, el

porcentaje de trabajadores informales se colocó por encima del 40% de lapoblación urbana para volver a descender al llegar al año 2000, una vez superadoel momento crítico de la mitad del decenio (cuadro 2.2).

En ese sentido resulta interesante observar las variaciones en su magnitudde acuerdo con los altibajos de los ciclos económicos (cuadro 2.2). En efecto, aprincipios de los 90, en 1993, el porcentaje de trabajadores en el sector informalno se distanciaba mucho del observado a fines del período más crítico de ladécada anterior, pues rondaba el 39% de la población ocupada. Dos años

después, en pleno momento de contracción económica, el valor se disparó hastael 44.3 %33. En tan sólo ese bienio, la tasa de crecimiento del sector fue delimpresionante 7.4% anual; unos años después, durante el incierto período derecuperación económica posterior a 1995, el porcentaje se redujo a poco más del40% de la población ocupada. Ya para el año 2000, y como producto de larecuperación económica ocurrida en el último trienio, el porcentaje se situó denuevo alrededor de los valores de principios de la década, absorbiendo poco másde una tercera parte de la población ocupada en ese año.34 El comportamiento

descrito por el sector informal a lo largo de estos períodos de sucesivas crisis yrecuperaciones económicas parece confirmar su carácter contracíclico: expansiónen momentos de crisis y relativa contracción en los de crecimiento.

La tasa de crecimiento medio anual entre 1993 y 1998 fue de 5.2, ritmoconsiderablemente alto si se compara con el de su contraparte, el sector formal,que fue de apenas el 2.7% anual (datos no contenidos en los cuadros). En

32 Sin embargo, una encuesta realizada en 1976 específicamente para medir informalidad en elnivel de los hogares, arrojó una cifra del 38% (Jusidman, STPS, 1993).33 El concepto de sector informal que se maneja aquí es una combinación del criterio del tamañode establecimiento con el de situación en el empleo. Incluye a los empleadores, asalariados ytrabajadores a destajo que laboran en establecimientos con cinco o menos personas; a lostrabajadores domésticos, a los cuenta propia, y los sin pago. De la categoría de trabajadores enempresas con hasta cinco personas se excluye a los que se encuentran en ramas que se definen

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términos absolutos estas cifras significan que 7 millones 475 mil personas, dosquintas partes de la población ocupada en actividades no agropecuarias en lasáreas urbanas, obtienen su modus vivendi en el sector informal de la economía,con todas las implicaciones que ello encierra. En valores absolutos ello representaun millón 694 mil personas más que a inicios de la década (1993). En el año 2000,y a pesar de la reducción en la participación del sector informal en el conjunto dela economía, todavía más de 7 millones de personas, del total 19 millones, 515 milque conformaban la población ocupada generaban su ingreso en el circuitoinformal de la economía (cuadro 2.2).

De acuerdo con la distribución por sector de actividad económica las

mayores tasas de informalidad se encuentran en el comercio al menudeo –unsubsector, dicho sea de paso, extraordinariamente feminizado-, y los servicios,sobre todo hoteles y restaurantes. Pero también son elevadas en la construcción yen el transporte. En el comercio y en los servicios en general, se encuentra másde las dos terceras partes de todos los informales urbanos en México, tanto aprincipios como a finales de 1990 (cuadro 2.3). La tasa de informalidad en losdistintos subsectores presenta fluctuaciones que recogen con fidelidad losvaivenes de la actividad económica durante el período. Así, tanto en la industria

como en el comercio y los servicios, la tasa de informalidad, esto es: el peso deésta en el conjunto de la economía (sector formal +informal), presentó incrementosimportantes en 1995 y en 1998, que retornaron dos años después a los nivelesprevios a la crisis. Naturalmente, estos subsectores difieren en el grado deinformalidad, si bien en la industria manufacturera los valores oscilan entre el 25%y el 30% de la fuerza de trabajo ocupada en ella, en el comercio al detalle y en losservicios se coloca por encima del 50%.

La observación de la distribución del número de empleos por tamaño

establecimiento (cuadro 2.4) revela –como era de esperarse- que los informales seconcentran principalmente en unidades conformadas por 2 a 5 personas, hechoque ha permanecido inalterado en los últimos años: Se observa, sin embargo, unligero incremento de los trabajadores en establecimientos unipersonales entre lasmujeres, en el lapso 1995-2000. Más adelante retomaremos este aspecto al tomarcomo unidad de análisis los establecimientos económicos.

Una mirada al nivel de ingresos de los trabajadores informales muestracuatro aspectos relacionados (cuadro 2.5): a) el peso importante de lostrabajadores sin remuneración en el conjunto de los informales; b)sus menoresingresos respecto de los formales; c) la mejor situación de la población masculinatrabajadora respecto de la femenina; d)y una relativa mejoría de los ingresos entre1993 y 2000, más acentuada entre los hombres, y en el sector formal de laeconomía. Esta mejoría se expresa entre otras cosas en la disminución de lost b j d i ió l j t d l i f l l

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los hombres y más de cuatro entre las mujeres, y de 3.4 y 4.6 años deescolaridad, respectivamente. Llama la atención el mayor porcentaje de jefas dehogar entre las mujeres del sector informal, que sólo en parte obedece al mayorenvejecimiento en la estructura por edad que les es característico.35

Con base en la Encuesta Nacional de Micronegocios (ENAMIN), esposible conocer algunas de las características de los establecimientos de hasta 6personas.36 De acuerdo con ella, alrededor del 35% del total del empleo urbanotiene lugar en este tipo de negocios, magnitud que en cifras absolutas envuelve aun total de 6,693.7 personas. Visto de otro modo, 4. 2 millones de micronegociosgeneran la tercera parte del empleo urbano a nivel nacional. La abrumadora

mayoría de éstos, el 84%, son unipersonales o utilizan trabajadores familiares alos que no otorgan remuneración alguna (INEGI, 2000). Sólo una tercera partelleva a cabo sus actividades en locales, la inmensa mayoría o deambula en la víapública, o hace y deshace diariamente un pequeño puesto callejero, o bien toma alpropio domicilio o el de sus clientes como centro de operaciones (INEGI, 2000).

En un 85% de los casos el financiamiento para la realización de la actividadprovino de recursos propios, y la finalidad perseguida era casi siempre obtener unmejor ingreso que en el trabajo asalariado y/o disfrutar de flexibilidad en el horario

durante la jornada laboral. El otro móvil mayormente expresado era obtener uncomplemento al ingreso familiar (datos no incluidos en los cuadros, INEGI, 2000).Como era de esperarse, el grueso de estos establecimientos carece de registroante las autoridades correspondientes. La observación de la distribución delnúmero de horas trabajadas por tipo de trabajador en los micronegocios (cuadro2.6) revela un escenario mixto de subempleo y sobre trabajo, con porcentajesimportantes de la población en jornadas inferiores a las 35 horas o superiores a40. Menos del 10% posee con seguridad social, y apenas un 15% cuenta con la

estabilidad que proporciona un contrato escrito (datos no presentados en loscuadros). La información recabada a partir de esta fuente confirma la peorsituación relativa de las mujeres en el universo de los micronegocios: losestablecimientos dirigidos por ellas reciben ingresos mensuales inferiores a losque encabezan los hombres, y contratan en menor medida fuerza de trabajoasalariada. Es interesante constatar que el antedecente laboral más común de los

35 Se obtuvo la misma información a partir de la definición alternativa de informalidad que incluye a

los asalariados sin prestaciones, y se encontró un perfil bastante similar: mayor escolaridad entrelos formales y un porcentaje mayor de jefas de hogar entre los informales. Las únicas diferenciassustantivas fueron una edad promedio más elevada entre los hombres del sector informal queatenúa las diferencias entre ellos y sus iguales del sector informal, y una escolaridad superior entrelas mujeres del sector formal (datos no contenidos en los cuadros).36 La Encuesta Nacional de Micronegocios de 1998 es representativa de todas las áreas urbanasde 100 000 habitantes y más La muestra seleccionada fue de 16 mil micronegocios El informante

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propietarios de establecimientos de sexo masculino es el trabajo asalariadopermanente (41.4%) o eventual (23.8%), mientras que el de las mujeres es elcuidado de la familia (45.2%) o la condición de asalariada (permanente o eventual,31.2%) (Román, 2001).

Datos provenientes de la misma encuesta levantados durante los años1992, 1994, 1996 y 1998, parcialmente recogidos en el cuadro 2.9, dan cuenta dela evolución seguida por los micronegocios en México en la última década del sigloXX. Los mismos denotan algunos de los efectos de la crisis de mitad de la décadaen el conjunto de ellos: a) aumento de los trabajadores por cuenta propia, conritmos anuales de entre el 7 y el 8 %, y descenso de los asalariados (Román,

2001); b) crecimiento de los establecimientos que poseen un solo trabajador (del59% al 65%), así como de los que trabajan sin local. Se reporta también unincremento de las unidades económicas que declararon haber tenido pérdidas, ydel porcentaje de trabajadores que dedica más de 48 horas semanales a laactividad del establecimiento, los que aglutinaban a más de la mitad de la fuerzalaboral empleada en ellos en 1998. La competencia excesiva, la falta de clientes, ylas bajas ganancias, son los tres problemas a que con mayor frecuencia seenfrentan los micro establecimientos al final del siglo XX (Román, 2001).

En el análisis que sobre ellos lleva a cabo, Román constata (2001) que sóloun 18.5 % de los micronegocios se rige por una lógica de acumulación y no demera sobrevivencia, como es el caso de la inmensa mayoría de las unidades, alas que califica de “cuasi-domésticas”37. A diferencia de los segundos, losprimeros- francamente minoritarios- recurren a créditos de instituciones bancarias(y no sólo a ahorros personales o préstamos familiares), contratan más de untrabajador, poseen objetivos de inversión, cuentan en su mayoría con localesdonde realizar la actividad, y sobreviven más allá de los dos a cinco años, que es

un lapso crítico para las micro unidades. Vale la pena anotar queindependientemente de la lógica por la que se guíe el establecimiento, y del sexodel propietario, “ganar más que como asalariado” y “completar el ingreso familiar”,fueron los motivos aducidos en más del 50% de los casos para dar pie al inicio dela actividad (datos no presentados en los cuadros).

Los aspectos reseñados rearfiman la naturaleza extraordinariamenteprecaria de estas pequeñas unidades económicas, cuya proliferación colma casipor completo el universo de los informales. Revelan también que aún así, paraciertos sectores sociales, estas frágiles y precarias unidades económicasconstituyen una mejor opción que el trabajo asalariado.

La probablidad de ser un informal en México en el año 2000

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acuerdo con dos definiciones distintas (llamadas aquí “tradicional” y “alternativa”,en las áreas más urbanizadas de México en el año 200038.

En ambos casos, el primer modelo lo comprende una serie de variablesindividuales de carácter sociodemográfico: sexo, edad, escolaridad y relación deparentesco con el jefe de hogar. El segundo incorpora a éstas dos, variables demercado: el tipo de ocupación (manual o no manual) y la rama de actividadeconómica. En los dos casos el segundo modelo mejora sustantivamente lacapacidad explicativa del primero, llegando a dar cuenta de alrededor de un 25 aun 28 % de la varianza (Nagelkerke R cuadrada).39

En lo que se refiere a los rasgos sociodemográficos, queda claro que –

con base en la definición tradicional de informalidad, y en contra de lo que pudierasugerir el sentido común- ser hombre y no mujer tiene un impacto positivo ymoderado en la probabilidad de ser un trabajador informal en las zonas urbanasdel país. Lo mismo sucede si se está en una situación de parentesco distinta a lade jefe del hogar, principalmente si se es cónyuge; en esa condición el chance deser informal es una vez y media mayor que si se es jefe del hogar. En lo queconcierne a la escolaridad, contrastados contra el nivel máximo (16 años o más),todas las categorías educativas inciden positiva y muy fuertemente, a juzgar por el

valor de los coeficientes, en la posibilidad de convertirse en un trabajador informal,y –como era de esperarse- la magnitud de los coeficientes se incrementa demanera considerable conforme descendemos en la jerarquía educativa. De estemodo, cuando una persona carece de escolaridad, la probabilidad de que seencuentre laborando en el circuito informal de la economía es 18 veces mayor quela de aquella persona que tenga al menos 16 años de estudio aprobados. Encuanto a la edad, cada uno de los intervalos contemplados (35-44, 45-54, 55 ymás), impacta positivamente entre una y dos veces la posibilidad de ser informal

cuando son contrastados con el grupo de los más jóvenes, los de 12 a 24 años. Esen el último tramo de edad, cuando se tiene 55 años y más, que el coeficientepresenta su máximo valor, de modo que el chance de ser informal en esemomento de la vida es 2 veces mayor que cuando se tiene de 12 a 24 años. Esteúltimo aspecto, la edad, es el único que marca (en algunas categorías de lavariable) una diferencia con el ajuste obtenido con base en la “definiciónalternativa” de informalidad (cuadro 2.11). En efecto, de acuerdo con ella tener 25a 34 o 45 a 44 años (en lugar de 12 a 24) disminuye (en vez de elevar) laprobabilidad de ser informal. Cuando se tiene 55 y más, sin embargo, elcomportamiento de la variable es positivo en ambos conjuntos de resultados. Sinembargo, es de destacar que –controlados los demás factores- el impacto relativode aquellas categorías de las variables que más inciden en la probabilidad de serinformal en México en el año 2000 (sexo, edad y escolaridad), es mayor en el

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Al incorporar las variables de mercado (rama de actividad y tipo deocupación), las características individuales conservan su sentido aunquedisminuyen su magnitud (con excepción de la relación de parentesco). Como erade esperarse, encontrarse en la manufactura en vez de en el comercio o losservicios, impacta negativamente la probabilidad de ser informal; trabajar enactividades económicas dentro del sector de la construcción, agua, gas yelectricidad, también la disminuye, pero mucho menos. Este es otro punto dediscrepancia con la medición realizada a partir de la definición alternativa, pues enella francamente los trabajadores de la construcción (y demás actividades delsector) tienen un chance 1.488 veces mayor de ser informales que los que se

encuentran en el comercio y los servicios. Por último, en lo que concierne a laocupación, ambos modelos arrojan resultados similares: contrastadas contra lasocupaciones manuales no calificadas, las no manuales disminuyen la probabilidadde ser informal, pero las manuales la aumentan en al menos una vez.

De este modo, y en un esfuerzo de síntesis, podemos decir que en Méxicoa principios del siglo XXI, cuando las personas residentes en las áreas másurbanizadas del país sean del sexo masculino, tengan 55 o más años de edad,posean menos de16 años aprobados de escolaridad, trabajen en los servicios y/o

el comercio, y en algunos casos en la construcción (agua, electricidad y gas), ypertenezcan a ocupaciones manuales, serán muy probablemente trabajadoresinformales.

3. Violencia e inseguridad social en México: 1980-2000 Uno de los rasgos emergentes en las sociedades latinoamericanas en las últimasdécadas ha sido la creciente violencia social. Entre sus manifestaciones máselocuentes se encuentra el aumento del crimen, la delincuencia y la inseguridad

ciudadana en las grandes concentraciones urbanas. Según lo refieren algunasestudios, América Latina y El Caribe figuran hoy en día entre las regiones másviolentas del mundo, con tasas promedio cercanas a 20 homicidios por cada cienmil habitantes (Arriagada, 2001). En las décadas de 1980 y 1990, dichas tasasaumentaron en todas las subregiones del continente, como también en México yen Brasil. Como era de esperarse, Colombia se lleva la presea en cuanto a laviolencia como causa de muerte. Los países que se encuentran más distantes deella son los del cono sur y los del Caribe inglés (Ibídem). México no se queda

rezagado en esta poco honrosa carrera, pues el nivel que alcanza su tasa dehomicidios -19.6 por cien mil habitantes- lo coloca según ciertos estándaresinternacionales como uno de los países en los que la delincuencia es un fenómenoepidémico  (BID, 1998). Algunos indicadores dan cuenta del carácter alarmanteque ha adquirido el fenómeno en el país: información reciente coloca a México

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(COPARMEX, IMECO, y Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y laJusticia Penal, 2003).40 

Entre los estudiosos de la criminalidad existe consenso acerca de larelación entre ciertos factores sociales y la mayor proclividad a la violencia social.Así, la densidad poblacional, la estructura por edad, la deprivación material, lacomposición étnica, la estructura familiar y las diferencia regionales, podrían incidirde manera variable en el nivel de homicidios e inseguridad que una sociedadexperimenta (Villareal, 2002). Se argumenta incluso que en una sociedad enproceso de transición hacia formas democráticas de gobierno, el debilitamiento delas relaciones tradicionales de patronazgo y la creciente competencia electoral

pueden, en una fase inicial, estimular los conflictos y –por ende- la criminalidad(Ibídem).41

Tanto en a México como en el resto de América Latina, las investigacionesdisponibles confirman la veracidad de algunas de estas relaciones, sobre todo lasque atañen a variables demográficas como la edad y el sexo, y a las diferenciasregionales. En efecto, uno de los rasgos aparentemente “universales” del perfil devíctimas y victimarios es que son desproporcionadamente adultos jóvenes, yademás, hombres. Algunos estudios constatan no sin pesar un aumento de la

participación de los más jóvenes en algunos países de América Latina como Chile,por ejemplo (Arriagada, 2001). Si bien en las mujeres también las tasas dehomicidio han sufrido alguna elevación, por razones eminentemente socio-culturales, los hombres siguen siendo los innegables protagonistas de la mayoríade los hechos violentos en nuestra región.

Fuera de estos aspectos, la pertinencia de factores sociales como ladensidad poblacional o la deprivación de recursos han sido más difíciles decorroborar. Las evidencias al respecto son mixtas y muchas veces controversiales,

pero su discusión es una asignatura obligada cuando se trata de dilucidar lafrecuente asociación entre vida urbana, violencia e inseguridad. 42 Se especula asíque la creciente fragmentación social que por diferentes vías promueve el modeloeconómico en curso (menguada ciudadanía laboral, caída de los niveles debienestar, debilitamiento de los canales tradicionales de movilidad, pérdida decentralidad de las identidades colectivas, etc..) estaría en la base de la ruptura dela solidaridad social y la espiral ascendente en la criminalidad que hoy en díaenfrentan nuestras sociedades.

Escapa a los objetivos y posibilidades de este informe el esclarecimiento detales relaciones. Sería interesante conocer en qué medida ellos explican algunosde los rasgos emergentes en el escenario delictivo de América Latina. Estosrefieren al carácter crecientemente organizado de la violencia, perpetrada cada

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el país se desplaza rápidamente al primer lugar (Consejo Ciudadano para laSeguridad Pública, COPARMEX e IMECO, 2002). Así, en el año 2000 secometieron 642 secuestros o plagios, algunos de los cuales culminó con elasesinato de la víctima43. La misma fuente aquí citada destaca dos de los rasgosrecientes que ha adquirido este ilícito: la persistencia de elevados niveles, enespecial en algunas entidades federativas, el creciente grado de crueldad de partede los victimarios. La mutilación, la tortura, y los malos tratos, son prácticashabituales en la perpetración de estos actos violentos. Se ha señalado incluso latendencia cada vez mayor a elegir como blanco de sus acciones a menores deedad, como una manera de ejercer mayor presión sobre los familiares (Ibídem).

A pesar de la importancia relativa del secuestro en el contexto de suincidencia respecto a otros países, si se echa una mirada a la distribución de losdelitos violentos cometidos en México en el año 2002, estimados en 442,772ilícitos, se observa que el robo con violencia (42.55%) y las lesiones dolosas(51.15%) son los que totalizan más del 90% de ellos (cuadro3.1). En el casoparticular del robo con violencia, el 72.04% de ellos se concentra en la sustracciónde vehículos, rubro en el cual México ostenta el octavo lugar a nivel mundial ennúmeros absolutos, y en el asalto transeúntes; el resto consiste en asaltos a casa

habitación (10.9%), negocios (10.7%) y transporte de carga (6.2%) (ConsejoCiudadano para la Seguridad Pública, 2003). La magnitud de estos delitos nosproporciona una clara idea de que el principal móvil de la acrecentada violenciaurbana en el México de nuestros días es el daño patrimonial; es decir, el ilícito quese practica con la finalidad de hacerse del patrimonio o la propiedad de otros. Loque llama la atención es los tintes extraordinariamente violentos que ha adquirido.De ahí que algunos autores destaquen que más que el incremento del número dedelitos, es la violencia con que son cometidos lo que ha registrado una mayor

vertiginosidad (Ibídem).Aun cuando puede decirse que esta mayor incidencia delictiva es un rasgoque envuelve a toda la sociedad mexicana, la información disponible permitedelinear algunas diferencias territoriales. Sobresalen así el noroccidente, elcentro norte, centro-sur y el valle de México, como las regiones más violentas(Villareal, 2002). En coherencia con ello, son el Distrito Federal, Morelos y elestado de México (en el centro); Chihuahua y Baja California (en el norte ynoroeste); Guerrero, Tabasco (centro Golfo) Quintana Roo (peninsular); y Nayarit

y Jalisco (en el noroccidente), los diez estados que ostentaron los mayores índicesdelictivos en el año 2001 (ver cuadro 3.2 A; ICESI, 2002). En el extremo opuestose encuentran Durango, Zacatecas, Colima, Puebla y Tlaxcala, como lasentidades de más baja incidencia (Ibídem). Para dar sólo un ejemplo, el 71.4% detodos los secuestros denunciados en México en el año 2000 se cometieron en tresi d d Mé i C G l í d ll t

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Pública, 2002); este aspecto habla de una concentración espacial delcomportamiento delictivo en el contexto nacional.

Producto del escenario que acabamos de describir, el 47% de losmexicanos se siente inseguro en el lugar en que reside. De ellos, lógicamente, sonlos habitantes del Distrito Federal los que muestran un mayor grado dedesconfianza respecto a la seguridad en su ciudad (80%). Es quizás este aspectolo que explica el que confrontados con la pregunta “¿Si tuviera la oportunidad le gustaría vivir en otro lugar fuera de la Ciudad de México? ”, la mayoría de loscapitalinos (57%) contestara que sí44 (Termómetro Capitalino, Este País, 2000). Elmismo escenario ha ocasionado además que cerca de una cuarta (23%) parte de

la población haya modificado sus hábitos de vida con la finalidad de evitar unsegundo (o tercer) episodio. Tales nuevas pautas se reducen a: evitar salir denoche (81%), llevar dinero en efectivo consigo (44%); utilizar o exhibir joyas (37%),y visitar a parientes o amigos cuyas residencias se encuentren a una distanciaconsiderable (27%) (ICESI, 2002). Estos aspectos se relacionan sin duda con laalta tasa de impunidad que registra el país, cuyos valores sobrepasan el 90% anivel nacional. Se estima que la tasa de delitos aclarados, con presentación depresuntos responsables, no alcanza ni siquiera al 15% de total de delitos

cometidos en la república (Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública, 2003b).B. El perfil de la inseguridad en la ciudad principal 

Aunque con breves inflexiones en algunos años, la tendencia general del índicedelictivo en el Distrito Federal ha sido la de un ascenso ininterrumpido en las dosúltimas décadas del siglo XX. Entre 1983 y 1988 se observó un primer incremento,que –de acuerdo con las fuentes oficiales (PGJDF e INEGI)- descendióligeramente entre finales de los ochenta y principios de los 90 (cuadro 3.3). A

partir de ahí, sin embargo, el aumento ha sido constante. Los datos muestran unainusitada elevación del indicador en el lapso de 1994 a 1997, justo los años quecomprenden la crisis económica de fin de siglo (Banco Mundial, 1999). Si aprincipios de los 90 la tasa de crecimiento anual de los delitos fue de 2.2%, en1995 fue de 35.4%. Los niveles alcanzados ese año fueron alarmantes, puessupusieron el paso de 180,000 delitos en 1994, a 252,000 en el año siguiente(Ibídem).

Las distintas fuentes consultadas coinciden en que esta espiral delictiva

obedece principalmente a la expansión de un tipo de delito: el robo (BID, 1998;Banco Mundial, 1999; ICESI, 2002). De acuerdo con los datos de la Encuesta deVictimización realizada por el Banco Mundial y la Fundación Mexicana para laSalud en el mes de mayo de 1999 en la Zona Metropolitana de la Ciudad deMéxico, el robo sin agresión había sido el delito más frecuente del que habían sidoí ti l l i i l li ió d l t

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en el caso de estos últimos el porcentaje es mucho más alto (83%). Se tratatambién en la mayoría de los casos de personas jóvenes (61%) ( Ibídem ).

El panorama que nos deja ver la evolución de las tasas de homicidio no esmenos desconsolador. Entre 1981 y 1995 éstas registraron un incremento del90%, al pasar de 10.2 a 19.5 homicidios por cien mil habitantes, mismo que severificó en todos los grupos de edad y en ambos sexos. En la mayoría de loscasos los homicidios obedecen a riñas, a las que siguen los robos (SEMEFO, BID,1998); y son las armas de fuego las más empleadas para cometerlos, aunquetambién tienen relevancia las llamadas armas blancas. El 50% de estos crímenestiene lugar en la delegación de residencia de la víctima, lo que confirma que elespacio barrial se ha convertido en un entorno amenazador para sus habitantes.En consonancia con esta evolución, el homicidio intencional ha ido ganandoterreno al no intencional o accidental, que era el responsable de la mayoría deeste tipo de delitos en México.

Obviamente existe una relación entre robo y crimen. En el año 1995, másde la mitad de los homicidios dolosos cometidos fueron consecuencia de un robo.Por encima del 50% de los robos que se perpetran en el Distrito Federal serealizan en presencia de la víctima y, de acuerdo con las estimaciones del BID

(1998), esto es causa a su vez de 25,000 delitos más.En las investigaciones sobre violencia es frecuente calcular un indicadorque mide simultáneamente los daños provocados por las muertes prematuras ypor las secuelas de la violencia en sí (expresadas éstas como discapacidadfuncional). Ese indicador es conocido con el nombre de AVISA, años de vida saludable perdidos. Los datos elaborados por el Banco Mundial (1999) y el BID(1998), ya citados, indican que en el año 1995 se perdieron en el Distrito Federal57, 673 mil años de vida saludables producto de homicidios y/o lesiones

infringidas intencionalmente, y 10,308 por suicidios y/o lesiones autoinfringidas. El84% de estos AVISA corresponde a años perdidos por muerte prematura, y 15% aaños vividos con discapacidad. Estas magnitudes varían dependiendo de la causaexterna que provocara la muerte. En general, la letalidad es mayor con las armasde fuego, y la discapacidad aumenta cuando son otros los medios que se empleanpara infringir el delito (armas blancas, golpes, estrangulación, sumersión,envenenamiento, etc..). (cuadro 3.4)

Las distintas informaciones recabadas han permitido trazar un mapa de la

ciudad según el nivel que alcanzan los índices delictivos45. De acuerdo con estosdatos, y como era de esperarse, la más alta incidencia (tasas superiores a los2000 delitos por 100000 habitantes) corresponde al centro de la ciudad. En ella esla delegación Cuauhtémoc la que presenta mayor peligrosidad social, con unatasa de 7,989 delitos por cada cien mil habitantes en 1997. Las de menor índiced li ti ( d 1000 d lit d i il h bit t ) t l

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Oscila entre dos y tres el número de personas que en promedio agreden a unindividuo con la intención de robarle. Se ha incrementado además el uso deestupefacientes y de armas de fuego. Entre los delitos organizados que másasolan a la Ciudad de México figuran los secuestros y los asaltos bancarios. Losprimeros son realizados no sólo en contra de personas acaudaladas, sino demedianos comerciantes o incluso, de transeúntes a los que se les priva de libertadpor unas horas con la finalidad de agotar las posibilidades de retiro de sus tarjetasbancarias (el llamado “secuestro express”).

De acuerdo con las estimaciones del Banco Mundial (1999), losdesempleados tienen un riesgo de ser víctimas cuatro veces menor que losempleados. La probabilidad de los hombres es un tercio mayor que la de lasmujeres, y se incrementa a medida que el nivel de escolaridad aumenta. Al mismotiempo, el hecho de vivir en una delegación con alto desempleo eleva laprobabilidad de ser objeto de agresión. Serían los empleados con mayorescolaridad, de sexo masculino y que residen en delegaciones con altodesempleo, los que tienen una mayor probabilidad de ser víctimas de un delito enla Ciudad de México. Todos estos aspectos contrastan con la baja tasa dedenuncia de los habitantes de esta gran urbe (cuadro 3.5). La abrumadora

mayoría de ellos no denuncia los delitos de que son víctima, tanto por eldescreimiento y la falta de confianza en los resultados, como por los enormesobstáculos burocráticos que han de salvar, no obstante el hecho de que lasdenuncias no implican costo alguno (son gratis). De acuerdo con la Encuesta deVictimización señalada, sólo el 17% de las víctimas se tomó el trabajo dedenunciar el delito ante alguna autoridad competente. Otras fuentes como laPrimera Encuesta Nacional sobre Inseguridad Pública en las Entidades Federativas, 2001, ya citada, arrojan porcentajes de denuncia más altos para todo

el país, del orden del 34%. Muestran también que son los estados con mayoríndice delictivo los que menos denuncian los ilícitos. Tal es el caso del DistritoFederal, el Estado de México, Guerrero y Morelos, cuyas porcentaje de nodenuncia están por encima del 70% (ICESI 2002).

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MAPA 1

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Cuadro 2.10Coeficientes de regresión logística para el sector informal,

México, áreas más urbanizadas (medición tradicional)Modelo 1 Modelo 2

Variables

Coeficientes B Exp (B) Coeficientes B Exp (B)

SexoHombre

Mujer

0.105* 1.111

------

0.055* 1.056

-----

Edad12 a 24

25 a 34

35 a 44

45 a 5455 y más

----- -----

0.023 1.0240.170* 1.185

0.350* 1.4190.699* 2.012

----- -----

0.011 1.0110.177* 1.193

0.408* 1.5030.742* 2.101

Escolaridad

Ninguno1 a 6 años aprobados7 a 9 años aprobados

10-12 años aprobados

13 a 15 años aprobados16 años y más

2.891* 18.0162.519* 12.4191.962* 7.112

1.457* 4.293

1.343* 3.829------ -----

1.777* 5.9141.501* 4.4871.032* 2.805

0.672* 1.958

0.730* 2.075----

Relación de parentesco

JefeCónyugeHijos del jefe

----- -----0.450* 1.5680.177* 1.194

--- -----0.478* 1.6130.203* 1.225

Rama de actividadeconómica

ManufacturaConstruc, Elec, Agua, Gas

Comercio y servicios

-1.379* 0.252

-0.294* 0.745----- -----

OcupaciónNo manuales calificadosNo manuales semicalificadosNo manuales

-1.944* 0.143

-1.648* 0.192-0.414* 0.661

 

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Cuadro 2.11

Coeficientes de regresión logística para el sector informal,

México, áreas urbanas más urbanizadas (medición alternativa)Modelo 1 Modelo 2

Variables

Coeficientes B Exp (B) Coeficientes B Exp (B)

SexoHombre

Mujer

0.214* 1.239

------ -----

0.163* 1.177

----- ------

Edad12 a 2425 a 34

35 a 44

45 a 5455 y más

-------- ------0.306* 0.737

-0.221* 0.802

-0.023 0.9780.443* 1.558

----- -------0.328* 0.721

-0.233* 0.892

0.009 1.0090.463* 1.589

Escolaridad

Ninguno1 a 6 años aprobados

7 a 9 años aprobados

10-12 años aprobados13 a 15 años aprobados

16 años y más

2.578* 13.1672.082* 8.019

1.454* 4.279

1.036* 2.8180.981* 2.667

------ ------

1.656* 5.2381.274* 3.574

0.752* 2.122

0.461* 1.5860.558* 1.748

----

Relación de parentesco

JefeCónyuge

Hijos del jefe

----- -------.0.443* 1.557

0.334* 1.397

--- -----0.453* 1.573

0.349* 1.418

Rama de actividadeconómica

Manufactura

Construc, Elec, Agua, Gas

Comercio y servicios

-1.040* 0.3530.397* 1.488

----- ----

OcupaciónNo manuales calificadosNo manuales semicalificadosNo manuales

-1.413* 0.243-1.326* 0.266

-0.329* 0.719

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 Cuadro 1.3

DISTRIBUCION REGIONAL DE LAS 99 PRINCIPALES CIUDADES MAS POBLADAS DE MEXICO1970-2000

% CON RESPECTO A LA  POBLACION ANUAL POR REGION POBLACION ANUAL POR REGION

1970 1980 1990 2000 1970 1980 1990 2000 1970-80 1980-90

1990-2000

REGION I

Mar De Cortés 1,552,564 3,048,945 3,915,764 5,210,542 8.84 8.06 8.20 8.78 6.90 2.53 2.89REGION IINorte Centro 951,601 1,542,141 2,050,367 2,723,568 5.42 4.08 4.29 4.59 4.94 2.88 2.87

REGION IIINoreste 2,169,144 4,752,442 6,163,139 7,634,074 12.35 12.9012.56 12.86 8.15 2.63 2.16

REGION IVCentro Norte y Occ. 3,332,390 6,990,118 9,687,706 11,579,725 18.97 18.47 20.28 19.51 7.68 3.31 1.79

REGION VCentro 8,176,989 17,791,618 20,503,112 25,036,892 46.56 42.9247.01 42.18 8.08 1.42 2.01

REGION VIGolfo 768,290 2,070,851 2,913,153 3,205,048 4.37 6.105.47 5.40 10.42 3.47 0.96

REGION VIIPacifico Sur 322,629 732,528 1,171,922 2,098,796 1.84 1.94 2.45 3.54 8.54 4.81 6.00

REGION VIIIPenínsula de Yucatán 288,528 914,972 1,367,650 1,870,953 1.64 2.42 2.86 3.15 12.23 4.10 3.18

TOTALES 17,562,135 37,843,615 47,772,813 59,359,598 100.0 100.0 100.0 100.0 7.97 2.35 2.19

Fuente: Elaborado en base a Censos Generales de Población y Vivienda 1970, 1980, 1990 y 2000.

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 Cuadro 1.4

DISTRIBUCION REGIONAL POR TAMAÑO DE LAS 99 PRIMERAS CIUDADESDE MÉXICO, 1970-2000

9 01970

180

1990

200

 Tamaño de laCiudad

CP CM GC MT Tot.

CP CM GC MT Tot. CP CM GC MT Tot.

CP CM GC MT Tot.

REGION IMar De Cortés 3 9 - - 12 - 10 2 - 12 - 9 3 - 12 - 8 3 1 12REGION II

Norte Centro 1 5 - - 6 - 5 1 - 6 - 4 2 - 6 - 4 1 1 6REGION III

Noreste 3 9 1 - 13 1 9 2 1 13 - 10 2 1 13 - 9 3 1 13REGION IV

Centro Norte yOccidente

18 12 - 1 31 1 29 1 1 32 - 28 3 1 32 - 27 3 2 32

REGION VCentro 9 6 - 1 16 - 13 1 2 16 - 10 4 2 16 - 9 4 3 16

REGION VIGolfo 2 6 - - 8 - 8 - - 8 - 6 2 - 8 - 4 4 - 8

REGION VIIPacifico Sur 4 3 - - 7 2 5 - - 7 - 7 - - 7 - 7 - - 7

REGION VIIIPenínsula deYucatán

3 2 - - 5 1 4 - - 5 - 4 1 - 5 - 4 1 - 5

TOTAL 43 52 1 2 98 5 83 7 4 99 - 78 17 4 99 - 72 19 8 99Fuente: Elaboración en base a Censos Generales de Población y Vivienda 1970, 1980, 1990 y 2000

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Cuadro 1.5Participación regional de las 99 primeras ciudades con respecto a la población total, México, 1970-2000

1970 1980 1990 2000

Tamaño de Ciudad CP CM GC MT CP CM GC MT CP CM GC MT CP CM GC MT

REGION I

Mar De Cortés 6.98 17.31 0 0 0 12.05 28.57 0 0 11.54 17.65 0 0 11.11 15.79 12.5

REGION II

Norte Centro 2.33 9.62 0 0 0 6.02 14.29 0 0 5.13 11.76 0 0 5.56 5.26 12.5

REGION III

Noreste 6.98 10017.31 200 10.84 28.57 25 0 12.82 11.76 25 0 12.50 15.79 12.5REGION IV

Centro Norte y Occidente 41.86 23.08 0 50 20 34.94 14.29 25 0 35.90 17.65 25 0 37.50 15.79 25

REGION V

Centro 20.93 011.54 050 15.66 14.29 50 0 12.82 23.53 50 0 12.50 21.05 37.5

REGION VI

Golfo 4.65 011.54 00 9.64 0.00 00 7.69 11.76 0 0 5.56 21.05 0

REGION VII

Pacifico Sur 9.30 5.77 0 0 40 6.02 0.00 0 0 8.97 0.00 0 0 9.72 0.00 0

REGION VIII

Península de Yucatán 6.98 3.85 0 0 20 4.82 0.00 0 0 5.13 5.88 0 0 5.56 5.26 0

 

100 100 100 100 100 100 100 100 0 100 100 100 0 100 100 100

Fuente: Elaboración en base a Censos Generales de Población y Vivienda 1970, 1980, 1990 y 2000

Nota: CP (Ciudad Pequeña), CM (Ciudad Mediana), GC (Gran Ciudad), MT (Metrópoli)

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 Cuadro 1.6

Evolución del sistema urbano 1970 - 2000, México( 99 Primeras Ciudades)

Permanecen 1970 - 1980 1980 - 1990 1990 - 2000

Pequeñas 5 0 0

Medianas 45 73 72

Grandes 0 7 13Metrópolis 2 4 4

 

Subtotal 52 84 89

 

Cambian 1970 - 1980 1980 - 1990 1990 - 2000

Pequeñas ---> Medianas 38 5 0

Medianas ---> Grandes 7 10 6

Grandes ---> Metrópolis 1 0 4Metrópolis ---> Metrópolis 1 0 0

 

Subtotal 47 15 10

Total general 99 99 99

Fuente: elabordo con base en los Censos de Población y Vivienda, 1970 a 2000

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 Cuadro 1.7A

Distribución de las 25 primeras ciudades de México, participación porcentual, 1970 y 20001970 2000

Participación Participación

Ciudad Región Rango Población % Ciudad Región Rango Población %

Cd. México V MT 6874165 50.04 ZM Ciudad de México V MT 17809471 41.07

Guadalajara, Jal. IV MT 1193601 8.69 ZM Guadalajara IV MT 3665739 8.45

Cd. Monterrey, N.L. II I GC 858107 6.25 ZM Monterrey I II MT 3243466 7.48

Ciudad Juárez, Chih. II CM 407370 2.97 ZM Puebla V MT 1701151 3.92

Puebla, Pue. V CM 401603 2.92 ZM León IV MT 1235081 2.85

León, Gto. IV CM 364990 2.66 Ciudad Juárez II MT 1218817 2.81

Tijuana, B.C.N. I CM 277306 2.02 Tijuana I MT 1210820 2.79

Mexicali, B.C.N. I CM 263498 1.92 ZM Toluca V MT 1142426 2.63

Chihuahua, Chih. II CM 257027 1.87 ZM Torreón III GC 915262 2.11

San Luis Potosí,S.L.P.

IV CM 230039 1.67 ZM San Luis Potosí IV GC 850828 1.96

Torreón, Coah. III CM 223104 1.62 ZM Mérida VIII GC 842188 1.94

Veracruz, Ver. VI CM 214072 1.56 ZM Querétaro V GC 787341 1.82

Mérida, Yuc. VIII CM 212097 1.54 Mexicali I GC 764602 1.76

Cajeme Son. I CM 182904 1.33 ZM Tampico III GC 746417 1.72

Aguascalientes, Ags. IV CM 181277 1.32 Cualiacán I GC 745537 1.72

Tampico, Tams. III CM 179584 1.31 Acapulco V GC 722499 1.67

Hermosillo, Son. I CM 176596 1.29 ZM Aguascalientes IV GC 707516 1.63

Acapulco, Gro. V CM 174378 1.27 ZM Cuernavaca V GC 705405 1.63

Culiacàn, Sin. I CM 167956 1.22 Chihuahua II GC 671690 1.55

Saltillo, Coah. III CM 161114 1.17 ZM Tlaxcala V GC 644092 1.49

Morelia, Mich. IV CM 161040 1.17 Morelia IV GC 620532 1.43

Durango, Dgo. II CM 150541 1.10 Hermosillo I GC 609829 1.41Nvo. Laredo, Tams. III CM 148867 1.08 ZM Orizaba VI GC 606232 1.40

Reynosa, Tams. I II CM 137383 1.00 ZM Villahermosa VI GC 600580 1.39

Matamoros, Tams. III CM 137383 1.00 ZM Veracruz VI GC 593181 1.37

Totales 13736002 100.00 43360702 100.00

Fuente: elaborado con base en los Censos de Población y Vivienda, 1970 y 2000

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Cuadro 2.1Distribución porcentual de la población ocupada por sector de

actividad económica, México 1970-2000 

Sector de actividad1970 1979 1991 1995 2000

AgropecuarioIndustria

ConstrucciónServiciosComercio

39.420.5

4.825.110.2

29.121.2

6.429.413.9

27.017.0

6.233.816.0

24.916.0

5.435.218.5

18.219.3

7.337.417.8

Total 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

Fuentes: Rendón y Salas, 1987; Encuesta Continua de Ocupación, 1979,

Encuesta Nacional de Empleo, 1991, 1995 y 2000

Cuadro 2.2Evolución del sector informal, 1993-1998

México, áreas urbanas (100,000 habitantes y más)Dimensión Población ocupada

(en miles de personas)

Tasa de participación Tasa de crecimiento media anual

1993 1995 1998 2000 1993 1995 1998 2000

(%) (%) (%)

1993-95 1995-98 1998- 2000

(%) (%) (%)

Población ocupada 14923.0 15161.2 17936.9 19515.1 100.0 100.0 100.0 100.0 0.8 5.8 4.3

Sector formal 9141.9 8445.5 10462.0 12580.1 61.3 55.7 58.3 63.3 -3.9 7.4 9.6

Sector informal 5781.1 6715.7 7474.9 7093.1 38.7 44.3 41.7 36.7 7.8 3.6 -2.6

Fuente: Secretaría del Trabajo y Previsión Social, 2000 y Encuesta Nacional de Empleo 2000.

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Cuadro 2.3Evolución del sector informal por actividad económica localidades

de 100,000 habitantes y más México, 1993-1998Sector de actividad Composición del sector

1993 1995 1998 2000

Tasa de informalidad*

1993 1995 1998 2000

Total

Minería

IndustriaComercio

Al mayoreoDe menudeo

Servicios

Hoteles y restaur.

Transportes

ComunicacionesServiciosAdm. Pública

No especificado y

En EUA

100.0 100.0 100.0 100.0

0.0 2.0 1.3 0.0

20.7 18.8 18.8 20.231.8 30.5 30.8 31.0

0.0 0.9 1.2 0.031.8 29.6 29.6 30.747.3 48.5 48.8 48.5

6.8 7.6 8.0 8.6

7.5 8.1 7.6 8.10.0 0.0 0.0 0.0

33.0 32.7 33.2 31.80.0 0.0 0.0 0.3

0.2 0.3 0.3 0.3

38.7 43.1 41.2 36.7

4.0 0.04 0.0 0.0

28.1 30.8 27.6 25.358.3 61.6 60.3 54.4

0.0 9.2 12.1 0.070.6 74.0 71.5 67.336.9 41.1 40.6 36.2

54.8 53.7 55.4 53.5

52.3 61.4 58.6 54.50.0 0.8 1.0 0.0

39.6 43.5 42.9 37.70.0 0.2 0.1 0.0

17.2 23.7 18.4 18.2

* Tasa de informalidad= [sector informal/ s.formal+s.informal] *100

Fuente: elaborado con base en Secretaría del Trabajo y Previsión Social, 2000 y Encuesta Nacional de Empleo 2000, INEGI segundo

trimestre.

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Cuadro 2.4Distribución porcentual de la población ocupada en el sector informal por tamaño de establecimiento

y sexo México, áreas más urbanizadas 1995-20001995 2000Tamaño de estable-

Cimiento Hombres Mujeres Total Total Hombres Mujeres Una persona

2 a 5 personas6 a 50 personas

51 y más personas

N.especificado

Total

33.9

65.60.3

0.3

0.0

99.8

42.0

55.32.5

0.2

0.0

100.0

37.3

61.80.8

0.1

0.0

100.0

39.5

59.80.5

0.2

0.0

100.0

29.9

69.20.8

0.0

0.0

99.9

45.9

53.20.8

0.1

0.0

100.0 

Fuente: Encuesta Nacional de Empleo, 1995, 1998 Y 2000, INEGI.

Cuadro 2.5 ADistribución de la población ocupada en los sectores formal e informal

Por nivel de ingreso, localidades de 100,000 habitantes y más

México, 1993-2000Nivel de ingreso Sector formal Sector informal

1993 1995 1998 2000 1993 1995 1998 2000

Población total 100.0 1000 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

Sin remuneración 0.3 0.1 0.0 0.28 12.1 12.0 11.9 9.09

Hasta 50% del SML 0.8 1.1 0.5 0.68 3.8 5.9 2.8 3.81

Más de 50% a 1 SML 2.9 5.0 1.1 3.56 11.3 15.4 6.7 13.44

Demás de 1 a 2 SML 32.8 34.4 10.8 25.05 35.3 37.7 24.1 34.23

De más de 2 a 3 SML 24.4 24.4 20.9 26.06 17.3 14.5 20.2 16.90Más de 3 SML 34.6 35.1 66.7 40.92 17.3 14.5 34.3 19.80

No especificado 4.1 0.0 0.0 3.45 2.9 0.0 0.0 2.75

 

Fuente: elaborado con base en Secretaria del Trabajo y Previsión Social, 2000 y Encuesta Nacional de Empleo, 2000, segundo

trimestre, INEGI.

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Cuadro 2.7Perfil sociodemográfico de la población ocupada según condición de informalidad y sexo,

localidades de 100,000 habitantes y más México, 2000 (medición tradicional)Sector formal Sector informalCaracterísticas

Sociodemográficas Hombre Mujer Hombre Mujer

Edad

12-2425-34

35-44

45-54

55 y másTotal

Edad promedio

%

22.831.6

24.3

13.8

7.6100.0

34.8

%

25.733.6

25.2

11.8

3.7100.0

32.95

%

23.325.4

22.0

15.8

13.7100.0

36.95

%

22.923.2

23.6

17.5

12.8100.0

37.13

Escolaridad

Ningún año aprobado

1 a 6 años7 a 9 años

10 a 12 años

13 a 15 años16 años y más

Total

Escolaridad promedio

%

0.7

21.327.3

20.4

7.023.3

100.0

11.2

%

0.3

15.820.5

30.3

7.625.4

100.0

11.9

%

2.0

41.730.3

16.6

4.84.6

100.0

7.88

%

2.2

49.024.6

17.3

3.43.4

100.0

7.3

Relación de

Parentesco

Jefe del hogar

CónyugeHijos del jefe

Otros parientes

Otros no parientes

%

66.1

0.925.0

7.1

0.9100.0

%

16.1

37.537.8

7.5

1.0100.0

%

65.1

1.126.7

6.6

0.5100.0

%

21.3

46.723.1

8.1

0.7100.0

Fuente: Encuesta Nacional de Empleo, 2000, segundo trimestre, INEGI.

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Cuadro 2.8Micronegocios por posición en el trabajo y jornada laboral, áreas urbanas, México, 1998

Posición en el trabajo y  jornada laboral

Total negocios(en miles)

(%)

Posición en el trabajo

TotalPatrones

Cuenta propia

4218.6689.1

3529.5

100.016.3

83.7

Jornada de trabajo

TotalNo trabajó

Subtotal

1-14 horas15-24 horas

25-34 horas

35-39 horas40-48 horas

49-56 horas

57 y más

Total (miles)

4218.6219.4

3999.2

680.1506.6

402.5

291.91029.1

457.3

631.7

100.05.2

94.8

16.112.0

9.6

6.924.4

10.8

15.0

Fuente: INEGI, 2000, ENAMIN, 1998.

Cuadro 2.9Evolución de los pequeños establecimientos entre 1992 y 1998 México, áreas urbanas 

Características 1992-1994 % 1996 % 1998 %

Cuenta propia 46.1 52.7 52.7Asalariados 22.6 18.4 18.8

Un trabajador 59.1 65.1 65.9

Sin local 64.9 71.0 66.9

Trabajo domiciliario 26.1 30.9 27.4

Fuente: tomado de Román (2001), elaborado con base en la Encuesta Nacional de Micronegocios 1992 a 1998

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Cuadro 3.1Delitos violentos en México, 2002

Tipo de delito Frecuencia Composición del robo con violencia

Abs. % Abs. %

Secuestros 437 0.10 Robos de vehículos 64185 32.73

Homicidios dolosos 13016 2.94 Asaltos transeúntes 77096 39.31

Violaciones 14433 3.26 Asaltos casa habitación 21542 10.98

Robo con violencia 188419 42.55 Asaltos a negocios 21065 10.74

Lesiones dolosas 226467 51.15 A transportes de carga 12242 6.24

Total 442772 100.00 196130 100.00

*Se refiere a delitos del fuero común denunciados. Estimaciones con base en los 11 meses.

del año 2001

Fuente: Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, A.C., Méixco, D.F., 2003

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Cuadro 3.2 BTasa de homicidios* de hombres y mujeres Distrito Federal, 1990-1995

Motivo Hombres1990 Mujeres1990 Hombres1995 Mujeres1995

RiñasRobos

Resto

15.3

10.3

0.9

2.0

0.8

0.3

15.9

16.3

2.4

1.2

1.1

1.1

Total 26.3 3.0 34.6 3.4

*Tasas por 100,000 habitantes Fuente: SEMEFO, varios años, BID, 1998.

Cuadro 3.4Años de vida perdidos por muerte prematura y años de vida con discapacidad

por causas en los homicidios y lesiones a terceros México, D.F., 1995Causa Muerte prematura

%Discapacidad

%AvisaNo.

Arma de fuegoOtros medios

Arma blancaGolpesEstrangulación

Sumersión

Niño maltratadoEnvenamiento

77.4

68.9

53.831.799.7

100.0

43.399.3

22.6

31.1

46.268.30.3

0.0

56.60.7

28,945

12,638

10,1304,3021,063

268

22897

Total 68.4 31.6 57,673

Fuente: BID, 1998

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Cuadro 3.3Incidencia de robo por delegaciones, Distrito Federal, 1989-1997

Delegación 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 19971.Milpa Alta

2.M contreras

3.Cuajimalpa4. Xochimilco

5.Tláhuac

6.A. Obregón7. Iztapalapa

8. Azcapotzalco9.Tlalpan10.G.A. Madero

11.Coyoacán

12. Iztacalco13. V. Carranza

14.M.Hidalgo15.B.Juárez

16.Cuauthémoc

290

332

302317

280

525456

776598734

811

690837

1,5782,122

2,071

161

254

312248

258

437372

552359612

707

551835

1,3451,506

1,734

184

338

270253

182

388377

611393541

708

521838

1,2541,553

1,849

164

266

233216

226

453423

750425637

901

6991,074

1,3021,825

1,943

151

239

392240

170

369359

866373591

798

724878

1,4891,467

2,078

228

324

496354

349

556609

1,196656734

931

8891,161

2,1102,280

2,755

400

485698

653

811

8731,186

1,5721,0761,361

1,476

1,4911,798

3,1793,440

3,692

539

669764

796

892

1,1541,398

1,4201,3611,757

1,738

1,9972,276

2,2573.196

4,769

508

601815

826

947

1,1051,273

1,3521,3851,736

1,782

2,0262,474

2,9234,043

4,793

Total 866 712 706 795 751 1,017 1,593 1,830 1,831

Fuentes: PGJDF, Información Básica sobre Indices Delictivos y Procuración de Justicia. Oficialía Mayor,

1989-1997. FUNSALUD, 1999.

MAPA 2

DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE LAS 99 PRIMERAS CIUDADES SEGÚN TAMAÑO,DE LOCALIDAD MÉXICO 1970

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DE LOCALIDAD, MÉXICO 1970.

GOLFO DE MÉXICO

ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMERICA

OCEANO PACIFICO

MAPA 3

DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE LAS 99 PRIMERAS CIUDADES SEGÚN TAMAÑO DE

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LOCALIDAD, MEXICO 1980.

OCEANO PACIFICO

GOLFO DE MÉXICO

ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMERICA

MAPA 4

DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE LAS PRIMERAS 99 CIUDADES SEGÚN TAMAÑO

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DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE LAS PRIMERAS 99 CIUDADES SEGÚN TAMAÑO

DE LO CALIDAD, MÉXICO 1990

Fuente: INEGI: Censo General de Población y Vivienda 1990.

OCEANO PACIFICO

GOLFO DE MÉXICO

ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMERICA

MAPA 5

DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE LAS 99 PRIMERAS CIUDADES SEGÚN TAMAÑO DELOCALIDAD MÉXICO 2000

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LOCALIDAD, MÉXICO 2000

OCEANO PACIFICO

ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMERICA

GOLFO DE MÉXICO

Cuadro 1.7BINDICADORES SELECCIONADOS DE LAS 25 CIUDADES PRINCIPALES DEL PAÍS MÉXICO (1970 - 2000

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INDICADORES SELECCIONADOS DE LAS 25 CIUDADES PRINCIPALES DEL PAÍS, MÉXICO (1970 2000Inversión en Obra Pública y Fomento

Ciudades por Región Población Población Ocupada del municipio, en si mismo.

Tasa de Tasa de Tasa de Participación Participación Participación Participación millones de pesos (1994=100)

Región I crecimiento crecimiento crecimiento % % % %

Mar de Cortés (1970-1980) (1980-1990) (1990-2000) 1970 1980 1990 2000 1970 1980 1990 1999

Tijuana B.C.N. 5.22 4.94 4.94 0.54 0.56 1.12 1.07 9.8 26.7 46.2 76.1

Mexicali B.C.N. 6.83 1.66 2.42 0.49 0.60 0.86 0.73 9.5 26.3 58.1 69.7

Culiacán, Sin. 12.79 0.71 2.17 0.34 0.62 0.80 0.70 2.6 10.7 55.4 42.2

Hermosillo Son. 6.79 2.79 3.10 0.34 0.42 0.63 0.60 8.5 6.7 19.5 23.2

Región II Norte Centro

Ciudad Juárez Chih. 3.36 3.47 4.31 0.77 0.74 1.21 1.23 15.7 10.5 116.1 79.6Chihuahua, Chih. 4.69 2.69 2.38 0.52 0.50 0.77 0.69 21.2 10.4 46.1 80.2

Región III : Noreste

ZM Monterrey, N.L. 8.87 2.61 2.22 1.99 2.36 3.65 3.28 129.8 8.5 62.1 132.3

ZM Torreón, Coah. 9.33 3.83 1.46 0.44 0.70 1.04 0.87 1.6 14.8 19.6 55.7

ZM Tampico, Tams. 11.72 1.99 1.19 0.40 0.63 0.84 0.71 5.4 - 21.7 20.8

ión IV Centro Norte y Occidente

ZM Guadalajara, Jal. 6.85 2.58 2.07 2.72 2.83 4.07 3.77 5.2 31.7 103.5 151.6

ZM León, Gto. 7.07 3.12 2.32 0.95 1.13 1.18 1.20 14.8 30.3 43.1 148.8

ZM San Luis Potosí, S.L.P. 7.44 3.41 2.59 0.45 0.53 1.04 0.81 7.6 3.9 47.8 10.2

ZM Aguascalientes, Ags. 7.80 3.59 2.60 0.35 0.40 0.72 0.68 9.1 15.5 69.7 90.5

Morelia, Mich. 8.16 3.39 2.32 0.29 0.39 0.61 0.59 5.2 - 5.5 50.8

Región V Centro

ZM Ciudad de México 7.27 0.81 1.69 8.18 19.96 21.27 17.62 5302.2 17496.8 3419.7 1630.5

ZM Puebla, Pue. 9.73 2.74 2.49 0.90 1.16 1.69 1.60 5.2 42.9 22.5 124.9

ZM Toluca, Méx. 17.88 4.34 2.37 0.26 0.66 1.02 0.80 10.8 22.5 25.6 41.5

ZM Querétaro, Qro. 12.40 4.33 3.55 0.24 0.43 0.71 0.76 0.111 5.5 72.4 118.4

Acapulco, Gro. 8.90 3.77 (0.15) 0.34 0.47 0.78 0.65 2.1 3.7 16.8 3.8

ZM Cuernavaca, Mor. 11.12 3.44 2.72 0.30 0.47 0.70 0.69 1.9 10.5 26.6 84.7

ZM Tlaxcala, Tlax. 32.60 (1.04) 6.94 0.02 0.20 0.23 0.57 0.065 0.087 - 0.0054

Región VI Golfo

ZM Orizaba, Ver. 17.20 1.29 1.67 0.20 0.52 0.65 0.57 0.486 3.4 3.6 1.1

ZM Villahermosa, Tabs. 10.92 4.54 3.22 0.21 0.49 0.57 0.56 5.3 45.6 - -

ZM Veracruz, Ver. 5.57 2.57 2.29 0.48 0.45 0.66 0.60 2.1 8.7 45.5 14.9

gión VIII Península de Yucatán

ZM Mérida, Yuc. 8.50 3.34 2.39 0.41 0.59 0.92 0.87 3.8 17.7 6.1 60.1

Fuente: Secretaria de Programación y Presupuesto: La población en México, su ocupación y sus niveles de bienestar, 1979.

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Fuente: Secretaria de Programación y Presupuesto: La población en México, su ocupación y sus niveles de bienestar, 1979.

INEGI: Finanzas Públicas Estatales y Municipales de México 1970-1982, 1989-1990, 1996-1999.

INEGI, Censos Generales de Población 1970, 1980, 1990 y 2000

INEGI: Encuesta Nacional de Empleo 2000.

Nota: En este listado no apareció ninguna ciudad correspondiente a la región VII Pacífico sur, cuyos estados son Chiapas y Oaxaca

La regionalización aqui tomada es la plantaeada por CONAPO en Desigualdad Regional y Marginación Municipal en México  , CONAPO, 1990.

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